Tomas Merton - SemiIlas de contemplación

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  • 8/7/2019 Tomas Merton - SemiIlas de contemplacin

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    Thomas Merton

    S E M I L L A S D E C O N T E M P L A C I N

    Viaceli, 11 de julio de 2009

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    PRLOGO A LA EDICIN REVISADA *

    Este libro no tuvo nunca la pretensin de llegar a ser popular. El hecho de quelo sea satisface indudablemente al autor, pero lo turba. Porque un libro como ste, que

    es una coleccin de inconexas y harto comprimidas reflexiones sobre la vida espiritual,puede ser fcilmente mal comprendido. No es posible evitar toda mala inteligenciarepasando el texto, aadiendo unas palabras de explicacin ac y all y corrigiendoexpresiones que acaso sean poco exactas para quien lo toma todo al pie de la letra.

    Para hacer un libro como ste perfectamente claro habra que volverlo a escribir desdeel principio hasta el fin. En lugar de esto, el autor ha hecho slo unas correccionesmenores y ahora se contenta con poner sobre aviso al lector.

    Lector, ten cuidado. No te apresures mucho al leer este libro. No formes enseguida conclusiones ni des un contexto teolgico propio a los pasa/es en que el autorhace una afirmacin que acaso no est completamente explicada. Suspende tu juicio, siquieres, hasta haber ajustado tal afirmacin con el resto del libro. No hay en l intentode ser sistemtico, pero un captulo tiende a corregir otro. Lo que se dice de la soledaddebe entenderse a la luz de lo que se dice de la unin de todos los hombres en Cristo.

    Lo que se dice de la renunciacin en la ltima parte del libro no debe hacerte olvidar lodicho al principio acerca de la naturaleza.

    Ante todo, recuerda que en este libro el autor habla de las cosas espiritualesdesde el punto de vista de la experiencia ms bien que en los concisos trminos de lateologa dogmtica o la metafsica. En religin, como en la vida natural, el lenguaje dela experiencia y el lenguaje del dogma o de la ciencia pueden ser a veces opuestos.

    Aunque todo el mundo est enterado de que el sol no se levanta, decimos que selevanta; y aunque nos damos cuenta de que no baja, nos sorprendemos diciendo: El

    sol desciende. Si digo que el sol se levanta, debo ser condenado por los astrnomos?As, tambin, en la vida mstica (como bien lo saben todos los que han ledo a losmsticos cristianos) propendemos a hablar de que el alma queda anonadada en laexperiencia de Dios, de modo que cesa de existir y Dios solo queda. No hay quetomar esto literalmente, como una afirmacin cientfica, del mismo modo que no se nosdebe entender al pie de la letra cuando decimos que el sol se levanta. No esliteralmente cierto que el alma deje de existir en la oracin mstica, pero suactividad est absorbida tan completamente en la actividad de Dios que, hasta dondellega la experiencia, es igual que si dejara completamente de existir, pues pierde todanocin de existencia separada. Dei mismo modo, cuando pones una vela bajo la luz del

    sol, puedes decir que la vela no da ya ninguna luz, porque su luz se pierde en la del

    sol. Pero un cientfico con los adecuados instrumentos podra hallar la luz de la vela...Muchas de las cosas que se dicen en este libro podran ser dichas mucho mejorpor algn otro y ya lo han sido por los santos. El autor ha intentado hablar de ellas enel lengua/e de los hombres de nuestro tiempo e insiste en que su ms ferviente deseo esel de ser entendido, en todas sus afirmaciones, a la luz de la doctrina catlica. Si hayalgo en estas pginas que no pueda conciliarse con la enseanza de la Iglesia, debeconsiderarse como automticamente suprimido.

    ** Se trata, por supuesto, de una edicin inglesa (N. del T.).

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    NOTA DEL AUTOR

    Este libro pertenece a la clase de los que se escriben casi automticamente en

    un monasterio. Quiz es sta una de las razones por las que se escriban relativamentepocos de esta clase. Existe demasiada pasin y demasiada violencia fsica en el mundopara que los hombres quieran reflexionar mucho acerca de la vida interior y susignificado. Sin embargo, como la vida interior y la contemplacin son las cosas quems necesitamos (hablo slo de la contemplacin que surge del amor a Dios), la clasede consideraciones escritas en estas pginas debera ser algo de que todos, y no slolos monjes, tuviesen gran avidez en nuestro tiempo. Por esto creo que un volumen de

    pensamientos, ideas y aforismos, ms o menos inconexos, acerca de la vida interior, nonecesita particular justificacin o excusa, aunque esta clase de libros haya llegado a

    ser desusada.Si el lector necesita que le recuerden que existe una larga tradicin de tales

    escritos, puede consultarPenses de Pascal, las Cautelas y Avisos de San Juan de laCruz, las Meditationes de Guigo el Cartujano o, sin ir tan lejos, la Imitacin deCristo.Pero, como mencionar tales nombres parecera sugerir una comparacin con laobra de grandes hombres que el autor jams osara imitar, simplemente los menciona

    para justificar la publicacin de lo que no es ms que una coleccin de notas yreflexiones personales.

    stos son pensamientos que habran podido ocurrrsele a cualquier monjecisterciense; presentronse a ratos perdidos y fueron anotados cuando hubo ocasin dehacerlo, sin orden ni especial ilacin. Aqu han sido ordenados y algo desarrolladoscuando pareci necesario detallar un poco. No abarcan todos los tensas de la vidainterior. Por el contrario, mucho se da por su puesto. Todo lo enseado en el Evangeliode Cristo y la Regla de San Benito, todo lo aceptado por la tradicin catlica acerca dela autodisciplina del ascetismo cristiano, se da por entendido y no hay intento deapologtica sobre estos puntos ni ningn otro. Mucho de lo que se dice aqu tiene suorigen y justificacin en los escritos de los cistercienses del siglo XII, especialmente losde San Bernardo de Claraval, que es quien hizo ms por formar la espiritualidad de laorden contemplativa a que pertenece el autor. Pero los que conocen la obra de San

    Juan de la Cruz vern que prcticamente todo lo que aqu se dice acerca de la oracincontemplativa sigue lneas marcadas por el carmelita espaol. As, pues, este libro no

    pretende ser revolucionario, ni siquiera especialmente original. Esperamossinceramente que no contenga una lnea que sea nueva para la tradicin catlica ni

    una sola palabra que pueda dejar perplejo a un telogo ortodoxo.Y he aqu por qu este libro habra podido ser escrito por cualquier monje. Expresa las preocupaciones que estn ms o menos en el espritu de todos loscontemplativos, descontando diferencias de temperamento y personalidad. No tiene envista otro fin o ideal que aquello que, segn muchos telogos, debera ser el ordinariocumplimiento de una vida cristiana de gracia, y par lo tanto todo lo que se dice aqu

    puede ser explicado a cualquiera, no slo en el monasterio, sino tambin en el inundo.Tampoco pretende el libro ser una obra de arte. Prcticamente cualquier otro

    con los mismos intereses habra podido escribirlo mucho mejor. El hecho de haber sidoeste autor quien lo ha escrito no crea gran diferencia en uno u otro sentido, ni parabien ni, espermoslo, para mal. Pues ste pertenece a la clase de libros que producen

    un efecto que no es ni puede ser controlado por ningn autor humano. Si, de algnmodo, puedes conseguir leerlo en comunin con el Dios en cuya presencia fue escrito,

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    te interesar y probablemente sacars de l algn fruto, ms por Su gracia que por losesfuerzos del autor. Pero si no puedes leerlo en estas condiciones, sin duda el libro ser

    por lo menos una novedad.

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    SEMILLASDECONTEMPLACIN

    Cada momento y cada acontecimiento de la vida terrena de todo hombre siembra algoen su alma. Pues como el viento lleva millares de invisibles y visibles semillas aladas,as la corriente del tiempo lleva consigo grmenes de vitalidad espiritual que sedepositan imperceptiblemente en el espritu y la voluntad de los hombres. La mayor

    parte de estas innumerables semillas perecen y se pierden, porque los hombres no estnpreparados para recibirlas; pues semillas tales como stas no pueden brotar en otra partesino en el buen terreno de la libertad y el deseo.

    El espritu prisionero de su propio placer y la voluntad cautiva de su propio deseo nopueden aceptar las semillas de un placer ms alto y de un deseo sobrenatural.

    Pues cmo puedo recibir las semillas de la libertad si estoy enamorado de laesclavitud y cmo puedo acariciar el deseo de Dios si estoy lleno de otro deseo opuesto?Dios no puede plantar en m Su libertad, porque soy prisionero y ni siquiera deseo serlibre. Amo mi cautiverio y me encarcelo yo mismo en el deseo de las cosas que odio, yhe endurecido mi corazn contra el verdadero amor.

    Si yo buscara a Dios, cada acontecimiento y cada momento sembraran, en mivoluntad, granos de Su vida, que un da trotaran en cosecha de milagro.

    Porque es el amor de Dios el que me calienta bajo el sol y el amor de Dios el que hacecaer la fra lluvia. Es el amor de Dios el que me alimenta en el pan que como, y Diosquien me alimenta tambin por el hambre y el ayuno. Es el amor de Dios el que memanda los das de invierno, en que me siento fro y enfermo, y el ardiente verano, en

    que trabajo y mi ropa se empapa en mi sudor; pero es Dios quien alienta sobre m enleves auras del ro y en las brisas que vienen del bosque. Su amor extiende la sombradel sicmoro sobre mi cabeza y manda al nio aguador a recorrer el linde del trigal consu cubo de agua fresca de la fuente, mientras los labradores descansan y las mulas

    permanecen bajo el rbol.Es el amor de Dios el que me habla en los pjaros y arroyos; pero asimismo tras el

    clamor de la ciudad me habla Dios en Sus juicios, y todas estas cosas son semillas queme enva Su voluntad.

    Si echaran races en mi libertad, y si de mi libertad surgiera Su voluntad, yo meconvertira en el amor que l es, y mi cosecha sera Su gloria y mi gozo.

    Y yo crecera junto con millares y millones de otras libertades para convertirme en el

    oro de un enorme campo en alabanza de Dios, cargado de aumento, cargado de trigo.Si en todas las cosas considero slo el calor y el fro, la comida o el hambre, laenfermedad o el trabajo, la belleza o el placer, el xito o el fracaso y el bien o el malmateriales que mis obras han logrado para mi propia voluntad, slo hallar el vaco, nola felicidad. No ser nutrido, no hallar plenitud. Pues mi alimento es la voluntad deAquel que me hizo y que hizo todas las cosas para darse a S mismo a m a travs deellas.

    Mi principal cuidado no debera ser encontrar placer o xito, salud o vida, dinero odescanso, ni aun cosas como la virtud o la prudencia, ni mucho menos las opuestas:dolor, fracaso, enfermedad, muerte. Sino que, en todo lo que ocurre, mi nico deseo, mi

    nico gozo debera ser el saber: He aqu lo que Dios quiso para m. En esto se halla Su

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    amor y, al aceptarlo, puedo devolverle Su amor y con ste entregarme a l, y crecer enSu voluntad hacia la contemplacin, que es la vida eterna.

    Y recibiendo Su voluntad con gozo, y cumplindola con alegra, tengo su amor en micorazn, pues mi voluntad es ahora lo mismo que Su amor y estoy en camino de llegar aser lo que es Aquel que es Amor. Y aceptando de l todas las cosas recibo Su gozo en

    mi alma, no porque las cosas son lo que son, sino porque Dios es Quien es, y Su amorha querido mi gozo en todas ellas.

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    1. TODO LO QUE ES, ES SANTO

    No es cierto que los santos y grandes contemplativos no se fijaran en las cosas creadas

    y no comprendieran ni apreciaran el mundo y sus escenas y sonidos y la gente que viveen l.Crees que su amor a Dios era compatible con el odio a las cosas que lo reflejaban y

    hablaban de l en todas partes?Dirs que deban de estar absortos en Dios y no tenan ojos para ver nada que no fuera

    l. Crees que iban por el inundo con rostros de piedra y no escuchaban las voces de loshombres que les hablaban ni comprendan las alegras y tristezas de los que estaban entorno suyo?

    Por estar los santos absortos en Dios eran verdaderamente capaces de ver y apreciarlas cosas creadas; porque amaban a Dios solo, slo ellos amaban a todos.

    Crees que un santo tiene que excusar su inters en las cosas creadas dando traspis

    en su lenguaje para introducir un montn de observaciones convencionales e inspidasacerca de Dios cada vez que habla o piensa acerca del mundo y de lo que hay en l? Unsanto es capaz de hablar del mundo sin ninguna explcita referencia a Dios, de tal modoque sus afirmaciones den mayor gloria a Dios y despierten mayor amor a Dios que lasobservaciones de alguien menos santo, que tenga que esforzarse por establecer unaarbitraria relacin entre las criaturas y Dios mediante gastadas analogas y metforas,tan dbiles que hacen pensar que algo le pasa a la religin.

    Los santos saben que el mundo y todo lo hecho por Dios es bueno, mientras que losque no lo son, o creen que las cosas creadas son impas o no se preocupan por lacuestin en ningn sentido, porque slo se interesan por si mismos.

    Los ojos del santo hacen santa toda belleza, y las manos del santo consagran todo loque tocan a la gloria de Dios, y el santo no se ofende nunca por nada ni juzga el pecadode nadie, porque no conoce el pecado. Conoce la misericordia de Dios y est en la tierra

    para traer esa misericordia a todos los hombres.

    Cuando estamos unidos al amor de Dios, lo poseemos todo en l y se lo ofrecemostodo a l en Cristo Su Hijo. Pues todas las cosas son nuestras, y nosotros somos deCristo, y Cristo es de Dios. Descansando en Su gloria sobre todo placer y dolor, alegrao pena, y sobre todo otro bien o mal, amamos en todas las cosas Su voluntad ms bienque las cosas mismas, y ste es el modo como hacemos de la creacin un sacrificio enalabanza de Dios.

    ste es el fin para el que Dios hizo todas las cosas.El nico gozo verdadero en la tierra es escapar de la prisin de nuestro yo (no digo delcuerpo, porque el cuerpo es templo de Dios y, por ello, es santo) y entrar por el amor enunin con la Vida que reside y canta dentro de la esencia de toda criatura y en el centrode nuestras propias almas. En Su amor poseemos y gozamos todas las cosas hallndolea l en todas. Y as, mientras andamos por el mundo, todo lo que encontramos, todo loque vemos, omos y tocamos, lejos de macularnos nos purifica y planta en nosotros algoms de contemplacin y de cielo.

    No llegando a esta perfeccin, las cosas creadas no nos traen gozo, sino dolor.Mientras no logramos amar a Dios perfectamente, todo en el mundo es capaz deherirnos. Y el infortunio mximo es ser insensible al dolor que nos inflige y no advertir

    lo que es.

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    Pues mientras no amemos a Dios perfectamente Su mundo estar lleno decontradiccin. Las cosas que ha creado nos atraen a l y, sin embargo, nos mantienenapartados de l. Nos llaman y nos detienen. Lo hallamos en ellas hasta cierto punto yluego ya no Lo encontramos de ningn modo.

    Cuando pensamos haber descubierto algn gozo en ellas, la alegra se convierte en

    pesar; y cuando empiezan a agradarnos, el placer se cambia en dolor.En todo lo creado, los que todava no amamos perfectamente a Dios podemos hallaralgo que refleja la plenitud del cielo y algo que semeja la angustia del infierno.Gustamos algo del gozo de la bienaventuranza y algo del dolor de la prdida, que es lacondenacin.

    Lo que de plenitud encontramos en las criaturas pertenece a la realidad del ser creado,una realidad que procede de Dios, pertenece a Dios y refleja a Dios. La angustia quehallamos en ellas pertenece al desorden de nuestro deseo, que busca en su objeto unarealidad mayor que la que hay en l; una plenitud mayor de la que una cosa creada escapaz de dar. En lugar de adorar a Dios a travs de Su creacin, estamos siempreintentando adorarnos a nosotros mismos mediante las criaturas.

    Pero adorarnos a nosotros mismos es no adorar nada. Y la adoracin de la nada es elinfierno.

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    2. LAS COSAS EN SU IDENTIDAD

    Un rbol da gloria a Dios, ante todo, siendo un rbol. Porque alser lo que Dios quiere que sea est imitando una idea que est en Diosy que no es distinta de la esencia de Dios, y por lo tanto un rbol imitaa Dios siendo un rbol.

    Cuanto ms un rbol se realiza a s mismo, tanto ms se acerca a Dios. Si intentara serotra cosa, algo que nunca estuvo destinado a ser, sera menos semejante a Dios y porende Le dara menos gloria.

    No hay dos seres creados exactamente iguales. Y su individualidad no esimperfeccin. Al contrario: la perfeccin de una cosa creada no est meramente en suconformidad con un tipo abstracto, sino en su identidad individual consigo misma. Estedeterminado rbol dar gloria a Dios extendiendo sus races en la tierra y alzando susramas hacia el aire y hacia la luz de un modo que antes no sigui, ni seguir despus,ningn otro rbol.

    Imaginas que todas las cosas individuales creadas en el mundo son imperfectastentativas de reproducir un tipo ideal que el Creador nunca logr realizar en la tierra? Siello es as, no le dan gloria, sino que proclaman que l no es un Creador perfecto.

    Por lo tanto, todo ser particular, en su individualidad, su naturaleza y entidadconcretas, con todas sus caractersticas cualidades particulares, y su inviolableidentidad, da gloria a Dios al ser precisamente lo que l quiere que sea aqu y ahora, enlas circunstancias ordenadas para l por Su Amor y Su Arte infinitos.

    Las formas y caracteres individuales de lo que vive y crece, de las cosas inanimadas yde los animales y flores, y de toda la naturaleza, constituyen su santidad a los ojos deDios.

    Su condicin intrnseca es su santidad.La especial belleza falta de gracia de determinado potro en este da de abril, en este

    campo, bajo estas nubes, es una santidad consagrada a Dios por Su propio Arte, yproclama la gloria de Dios.

    Las plidas flores del cornejo que vemos al exterior de esa ventana son santas. Lasflorecitas amarillas que nadie nota al borde de ese camino son santas que miran hacia lafaz de Dios.

    Esta hoja tiene su propio tejido y su propia trama de venas y su propia forma santa, yla lubina y la trucha que se ocultan en las profundas hoyas del ro son canonizadas porsu belleza y su fuerza.

    Y la grande, desgarrada, medio calva montaa es otro de los santos de Dios. No hayotro como ella. Est sola en su propio carcter; ninguna otra cosa en el mundo haimitado ni imitar jams a Dios exactamente del mismo modo. Y esto es su santidad.

    Mas qu decir de ti? Qu decir de m?A diferencia de los animales y rboles, no hay bastante para nosotros con que se

    cumpla la intencin de nuestra naturaleza. No basta en nuestro caso el ser hombresindividuales. Para nosotros santidad es ms que humanidad. Si no somos nunca otra

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    cosa que hombres, si no somos ms que nuestro ser natural, no seremos santos nipodremos ofrecer a Dios la adoracin de nuestra imitacin, que es la santidad.

    Es cierto decir que para m la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidadconsiste en ser t mismo y que, en ltimo trmino, tu santidad nunca ser la ma, y lama nunca ser la tuya, salvo en la caridad y la gracia comunes a los dos.

    Para m ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y lasalvacin es en realidad el problema de descubrir quin soy yo y de encontrar miverdadero yo.

    Los rboles y los animales no tienen problemas. Dios los hace tales como son sinconsultarles, y ellos estn perfectamente satisfechos.

    Con nosotros es distinto. Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemosser nosotros mismos o no, segn nos plazca. Pero el problema es ste: puesto que Dios

    solo posee el secreto de mi identidad, nicamente l puede hacerme quien soy o, mejor,nicamente l puede hacerme quien yo ser cuando por fin empiece plenamente a ser.

    Las semillas plantadas en mi libertad, en cada momento, por la voluntad de Dios son

    las de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad.Rechazarlas es rechazarlo todo: es rechazar mi propia existencia y ser; mi identidad,

    mi propio yo.No aceptar, no amar ni hacer la voluntad de Dios es rehusar la plenitud de mi

    existencia.Y si nunca llego a ser lo que debo ser, y permanezco siempre en lo que no soy, pasar

    la eternidad contradicindome a m mismo, siendo a la vez algo y nada, una vida quequiere vivir y est muerta, y una muerte que quiere estar muerta y no puede lograr su

    propia muerte, porque todava tiene que existir.

    Decir que nac en el pecado es decir que vine al mundo con un falso yo. Entr en laexistencia bajo un signo de contradiccin, siendo alguien que nunca estuve destinado aser y, por lo tanto, una negacin de lo que debera ser. Y as entr en la existencia y en lainexistencia al mismo tiempo, porque desde el comienzo fui algo que no era.

    Para decir lo mismo sin paradoja: mientras no sea yo nadie ms que lo que naci demi madre, estoy tan lejos de ser la persona que debera ser, que es lo mismo que si noexistiese. De hecho, sera mejor para m no haber nacido.

    Cada uno de nosotros lleva la sombra de una persona ilusoria: un falso yo.ste es el hombre que yo quiero ser, pero que no puede existir, porque Dios no sabe

    nada de l. Y serle desconocido a Dios es un aislamiento excesivo.

    Mi yo falso y particular es el que quiere existir fuera del radio de la voluntad y delamor de Dios, fuera de la realidad y de la vida. Y tal yo no puede dejar de ser unailusin.

    No somos muy aptos para reconocer ilusiones; sobre todo las que nos rodean, las quenacieron con nosotros y nutren las races del pecado. Para la casi totalidad de loshombres no hay mayor realidad subjetiva que este su falso yo, que no puede existir. Unavida consagrada al culto de esta sombra es lo que se llama una vida de pecado.

    Todo pecado empieza en la suposicin de que mi falso yo, ese yo que existe tan sloen mis propios deseos egocntricos, es la realidad fundamental de la vida, hacia la cualtodo lo dems del universo est orientado. As, gasto mi vida intentando acumular

    placeres y experiencias, poder y honores, conocimientos y amor, para vestir ese falso yo

    y construir con su nada algo objetivamente real. Y enrollo experiencias en torno de mmismo y me cubro de placeres y gloria como con vendas para hacerme perceptible a m

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    mismo y al mundo, como si fuera un cuerpo invisible que slo puede hacerse vercuando algo visible cubre su superficie.

    Pero no hay sustancia bajo las cosas con que rae he rodeado. Soy hueco, y miconstruccin de placeres y ambiciones carece de base. Estoy objetivado en ellos. Peroestn todos destinados, por su misma contingencia, a ser destruidos. Y cuando

    desaparezcan no quedar nada de m sino mi propia desnudez, vaco y oquedad, paradecirme que soy un error.

    El secreto de mi identidad est oculto en el amor y misericordia de Dios.Pero todo lo que hay en Dios es realmente idntico a l mismo; pues Su infinita

    simplicidad no admite divisin ni distincin. No puedo, pues, esperar encontrarme a mmismo en ningn sitio distinto de l.

    En ltimo trmino, el nico modo como puedo ser yo mismo es identificndome conAquel en quien est oculta la razn y consumacin de mi existencia.

    As, pues, slo hay un problema del que toda mi existencia, paz y felicidad dependen:descubrirme descubriendo a Dios. Si Lo encuentro, me encontrar, y si encuentro mi

    verdadero yo, Lo encontrar a l.Pero, aunque esto parece sencillo, es en realidad inmensamente difcil. De hecho, si

    estoy abandonado a m mismo, ser absolutamente imposible. Pues, aunque algo puedoconocer de la existencia y naturaleza de Dios por medio de mi razn, no hay modoracional y humano de alcanzar ese contacto, esa posesin de l que ser eldescubrimiento de quien es l realmente y de Aquel en quien yo soy.

    Es esto algo que ningn hombre puede lograr solo.Ni pueden todos los hombres y todas las cosas creadas ayudarlo en esta obra.El nico que puede ensearme a hallar a Dios es Dios, l mismo, l solo.

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    3. RUEGA POR HALLARTE A TI MISMO

    Existe un punto donde puedo encontrar a Dios en contacto real y

    experimental con Su infinita realidad: es el punto en que mi ser contingentedepende de Su amor. Dentro de m hay un metafrico pice de existencia en elque soy mantenido en el ser por mi Creador.

    Dios me pronuncia como una palabra que contiene un pensamiento parcial de Smismo.

    Una palabra no ser nunca capaz de comprender la voz que la pronuncia.Pero si yo soy fiel al concepto que Dios emite en m, si soy fiel al pensamiento de l

    que debera encarnar, estar lleno de su realidad y Lo hallar dondequiera en m y no meencontrar a m en ninguna parte. Me habr perdido en l.

    Quin de nosotros puede entrar en s mismo y hallar al Dios que lo enuncia?Si, como los msticos de Oriente, logras vaciar tu mente de todo pensamiento y todo

    deseo, podrs realmente retirarte al centro de ti mismo y concentrar todo lo que haydentro de ti en el imaginario punto en que tu vida surge de Dios; pero no hallarsrealmente a Dios. Ningn ejercicio natural puede llevarte a un vital contacto con l. Ano ser que l se enuncie en ti, que diga Su propio nombre en el centro de tu alma, no Loconocers ms de lo que una piedra conoce el suelo donde descansa en su inercia.

    Nuestro descubrimiento de Dios es, en cierto modo, el descubrimiento que hace Diosde nosotros. No podemos ir al cielo a buscarlo, porque no tenemos modo de saber dndeest el cielo ni lo que es. l baja del cielo y nos encuentra. Nos mira desde la

    profundidad de Su realidad infinita, que est en todas partes, y mirndonos nos da unarealidad superior en que nosotros a nuestra vez Lo descubrimos. Slo Lo conocemostanto cuanto somos conocidos por l, y nuestra contemplacin de l es una

    participacin en la contemplacin de S mismo.Nos convertimos en contemplativos cuando Dios se descubre a S mismo en nosotros.En ese momento, se abre el punto de nuestro contacto con l, y pasamos por el centro

    de nuestra alma y entramos en la eternidad.

    Es cierto que Dios se conoce a S mismo en todas las cosas que existen. l las ve, ypor verlas l existen. Por amarlas l son buenas. Su amor en ellas es su bondadintrnseca. El valor que l ve en ellas es su valor. En cuanto l las ve las ama, todas lascosas Lo reflejan.

    Pero aunque Dios est presente en todas las cosas por Su conocimiento, Su amor, Supoder, y Su cuidado de ellas, l no es necesariamente advertido y conocido por ellas.Slo es conocido y amado por aquellos a quienes dio graciosamente una participacinen Su propio conocimiento y en el amor de Si mismo.

    Para conocer y amar a Dios tal como es, debemos tener a Dios morando en nosotrosde un modo nuevo y especial. Y as Dios colma las infinitas distancias entre l y losespritus creados para amarlo, con misiones sobrenaturales de Su propia Vida. El Padre,que reside en la entraa de todas las cosas y en mi propio ser, me comunica Su Verbo ySu Espritu, y en estas misiones soy atrado a su propia vida y conozco a Dios en Sumismo Amor.

    Mi descubrimiento de mi identidad empieza y se perfecciona en estas misiones,

    porque es en ellas donde Dios mismo, llevando en S el secreto de quin soy yo,

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    empieza a vivir en mi no solo como mi Creador, sino como mi otro y verdadero yo.Vivo, iam non ego, vivit vero in me Christus.

    Estas misiones empiezan con el Bautismo. Pero no toman ningn significado prcticoen la vida de nuestras facultades hasta que somos. capaces de actos conscientes de amor.

    De ese momento en adelante la presencia especial de Dios en nosotros depende denuestras propias preferencias. Nuestra vida se convierte en una serie de elecciones entrela ficcin de nuestro falso yo, al que alimentamos con las ilusiones de la pasin y elapetito egosta, y nuestra verdadera identidad en la paz de Dios.

    Mientras yo est en la tierra, mi mente y mi voluntad sern ms o menos insensibles alas misiones del Verbo de Dios y Su Espritu. No recibo fcilmente Su luz.

    Todo movimiento de mi apetito natural, aunque mi naturaleza sea buena en s misma,tiende de uno u otro modo a mantener viva en m la ilusin que se opone a la realidad deDios viviente en m. Aunque mis actos naturales sean buenos, tienen una tendencia,cuando son solamente naturales, a concentrar mis facultades en el hombre que no soy, elhombre que no puedo ser, el falso yo, la persona que Dios no conoce. Esto es as porque

    nac en el egosmo. Nac centrado en m mismo. Y esto es el pecado original.Hasta cuando procuro complacer a Dios, tiendo a complacer mi propia ambicin,

    enemiga de Dios. Puede haber imperfeccin hasta en el ardiente amor a una granperfeccin, hasta en el deseo de virtud, de santidad. Aun el deseo de la contemplacinpuede estar manchado, cuando olvidamos que la verdadera contemplacin significa lacompleta destruccin de todo egosmo y la ms pura pobreza y limpieza de corazn.

    Aunque Dios vive en las almas de los hombres que no tienen conciencia de l, cmopuedo decir que Lo he encontrado y me he encontrado a m mismo en l, si nunca Loconozco ni pienso en l, nunca me intereso por l, ni Lo busco, ni deseo Su presenciaen mi alma? De qu sirve dirigirle la frmula de unas oraciones, si luego me aparto ydedico toda mi mente y toda mi voluntad a las cosas creadas, deseando alcanzar slofines que quedan muy lejos de l? Aunque mi alma est justificada, si mi mente no Le

    pertenece, tampoco yo Le pertenezco. Si mis deseos no se dirigen a l, sino que seesparcen en Su creacin, ser porque he reducido Su vida en m al nivel de unaformalidad cualquiera, prohibindole ejercer en m un influjo verdaderamente vital.

    Justifica mi alma, oh Dios, pero tambin llname la voluntad del fuego de Tusfuentes! Brilla en mi mente, aunque quiz esto signifique s oscuridad a miexperiencia; pero ocupa mi corazn con Tu deslumbradora Vida. Que no vean nada misojos en el mundo sino Tu gloria; que no toquen nada mis manos si no es para Tuservicio. Que no pruebe mi lengua pan si no me fortalece para loar Tu gloria. Oir Tu

    voz y todas las armonas que creaste, cantando Tus himnos. Lana de oveja y algodn delcampo me calentarn lo bastante para que pueda vivir en Tu servicio; dar el resto a Tuspobres. Use yo todas las cosas por una sola razn: hallar mi alegra en darte a Ti grangloria.

    Gurdame, pues, del pecado, sobre todas las cosas. Gurdame de la muerte del pecadomortal, que instala el infierno en mi alma. Gurdame del asesinato de la lujuria, queciega y envenena mi corazn. Gurdame de los pecados que roen la carne del hombrecon irresistible fuego hasta devorarlo. Gurdame del amor al dinero, en que est el odio;de la avaricia y la ambicin, que sofocan mi vida. Gurdame de la obra muerta de lavanidad, de la ingrata labor en que los artistas se destruyen por orgullo, dinero y fama, ylos santos se asfixian bajo el alud de su propio celo importuno. Restaa en m la

    pestilente haga de la codicia y de las hambres que agotan mi naturaleza desangrndola.Aplasta la serpiente de la envidia, que emponzoa el amor y mata todo gozo.

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    Desata mis manos y libra mi corazn de la pereza. Lbrame del ocio que se disfraza deactividad cuando la actividad no se me exige, y de la cobarda que hace lo que no se le

    pide para escapar al sacrificio.Pero dame la fuerza que Te espera en el silencio y la paz. Dame la humildad, sola

    residencia del descanso, y lbrame del orgullo, que es la ms pesada de las cargas. Y

    llena mi corazn entero y mi alma de la simplicidad del amor. Ocupa mi vida entera conel solo pensamiento y el solo deseo del amor, para que pueda amar, no por el mrito o laperfeccin, no por la virtud o la santidad, sino por Dios solo.

    Pues slo una cosa puede satisfacer el amor y recompensarlo: nicamente Dios.

    He aqu, pues, lo que significa buscar a Dios perfectamente: apartarse de la ilusin yel placer, de las ansiedades y deseos mundanos, de las obras que Dios no quiere, de unagloria que es slo exhibicin humana; mantener libre mi mente de confusiones, para quemi libertad pueda estar siempre a disposicin de Su voluntad; conservar el silencio enmi corazn a la espera de la voz de Dios; cultivar una libertad intelectual para con losconceptos e imgenes de las cosas creadas para recibir el secreto contacto de Dios en la

    fe; amar a todos los hombres como a m mismo; descansar en la humildad y hallar lapaz en el apartamiento de los conflictos y competencias con los dems hombres;desviarse de controversias, y apartar las pesadas cargas de juicios, censuras y crticas ytodo el peso de opiniones que no tengo obligacin de mantener; tener una voluntad queest siempre dispuesta a replegarse en s misma y a concentrar todas las potencias delalma en su centro ms profundo para aguardar en callada expectacin la venida de Dios,

    posada sin esfuerzo en tranquila concentracin sobre el punto de mi confianza en l;reunir todo lo que soy y tengo, y todo lo que pueda sufrir, hacer y ser, y abandonarlotodo a Dios en la resignacin de un perfecto amor, ciega fe y pura confianza en l, parahacer Su voluntad.Y luego esperar en paz y desasimiento y olvido de todas las cosas.

    Bonum est praestolari cum silentio salutare Dei.

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    4. SOMOS UN HOMBRE

    Para llegar a ser yo mismo, debo dejar de ser lo que siempre pens que deseaba ser, ypara hallarme a m mismo debo salir de m, y para vivir debo morir.

    La razn para ello es el haber nacido en el egosmo; por esto mis esfuerzos naturalespor hacerme ms real y ms yo mismo, me hacen menos real y menos yo mismo,porque giran en torno a una mentira.

    Aquellos que no saben nada de Dios y cuya vida est centrada en s se imaginan queslo pueden hallarse a s mismos afirmando sus propios deseos, ambiciones y apetitosen lucha con el resto del mundo. Intentan llegar a ser reales imponindose a otros,apropindose una parte de la limitada provisin de bienes creados y subrayando as ladiferencia entre ellos y los dems hombres que tienen menos que ellos o no tienen nada.

    Slo pueden concebir un modo de llegar a ser reales: separarse de los dems ylevantar una barrera de contraste y distincin entre ellos y los otros hombres.

    Yo tengo lo que t no tienes. Yo soy lo que t no eres. Yo tom lo que t no pudiste

    tomar; yo me apoder de lo que t nunca pudiste alcanzar. Por lo tanto, t sufres y yosoy feliz, t eres despreciado y yo alabado, t mueres y yo vivo; t no eres nada, y yosoy algo; y yo soy tanto ms por el hecho de que t no seas nada. Y as paso mi vidaadmirando la distancia entre t y yo; a veces esto aun me ayuda a olvidar a los otroshombres que tienen lo que yo no tengo, y han tornado lo que yo fui demasiado tardo

    para tomar, y se han apoderado de lo que estaba fuera de mi alcance, que son alabadoscomo yo no puedo serlo y que viven de mi destruccin.

    El hombre que vive as vive en la muerte. No puede hallarse porque est perdido; hadejado de ser una realidad. La persona que l cree ser es un mal sueo. Y cuando mueradescubrir que haca tiempo haba dejado de existir, porque Dios, que es realidadinfinita y a cuya vista est el ser de todo lo que es, le dir: No te conozco.

    Y ahora estoy pensando en la enfermedad llamada orgullo espiritual. Estoy pensandoen la peculiar irrealidad que se introduce en el corazn de los santos y roe su santidadantes de que madure. Algo hay de ese gusano en el corazn de todos los religiosos. Encuanto han hecho algo que saben bueno a los ojos de Dios, tienden a tomar su realidad

    para s y hacerla propia. Tienden a destruir sus virtudes al pretender que son suyas yrevestir su propia particular ilusin con valores que pertenecen a Dios. Quin puedeescapar al secreto deseo de respirar una atmsfera diferente de la que respiran los demshombres? Quin puede hacer buenas obras sin intentar saborear en ellas una dulcedistincin con respecto a la ordinaria corriente de los pecadores del mundo?

    Esta enfermedad ofrece su mximo peligro cuando consigue adoptar el aspecto de lahumildad. Cuando el orgulloso cree ser humilde, es un caso perdido.He aqu a un hombre que hizo muchas cosas duras para su carne. Pas difciles

    pruebas y realiz grandes trabajos, y por la gracia de Dios ha llegado a poseer un hbitode fortaleza y abnegacin en el cual, por fin, trabajo y sufrimiento ya son fciles. Esrazonable que su conciencia est en paz. Pero, sin que lo advierta, la limpia paz de unavoluntad unida a Dios se convierte en la complacencia de una voluntad que ama su

    propia excelencia.El placer que habita su corazn cuando hace cosas difciles, y consigue hacerlas bien,

    le dice secretamente: Soy un santo. Luego advierte que otros lo admiran. El placerarde con fuego dulce, devorador. El calor de ese fuego se parece mucho al del amor de

    Dios. Es un fuego alimentado por las mismas virtudes que nutran la llama de la caridad.Arde en admiracin de s mismo y piensa: Es el fuego del amor de Dios.

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    Confunde su propio orgullo con el Espritu Santo.Ese dulce calor de placer se convierte en criterio para todas sus obras. El gusto que

    encuentra en actos que lo hacen admirable a sus propios ojos, le impele a ayunar, a orar,a ocultarse en la soledad, a escribir muchos libros, a construir iglesias y hospitales oiniciar un millar de organizaciones. Y si tienen xito piensa que su sentimiento de

    satisfaccin es la uncin del Espritu Santo.Y la secreta voz del placer canta en su corazn: Non sum sicut caeteri homines.Emprendido este camino, no hay lmite para el mal que su satisfaccin de s mismo

    pueda empujarlo a hacer en el nombre de Dios y de Su amor, y por Su gloria. Est tancontento de s que ya no le es posible tolerar el consejo ajeno... ni las rdenes de unsuperior. Cuando alguien se opone a sus deseos, junta las manos humildemente y pareceaceptarlo por un tiempo; pero en su corazn est diciendo: Soy perseguido por gentemundana. Son incapaces de comprender a quien gua el Espritu de Dios. Con los santossiempre ha ocurrido as.

    Despus de esto, es diez veces ms obstinado.Cosa terrible es cuando de un hombre as se apodera la idea de que es profeta o

    mensajero de Dios, o de que le incumbe la misin de reformar al mundo...

    Debo buscar mi identidad, de algn modo, no slo en Dios, sino tambin en otroshombres.

    Nunca podr hallarme a m mismo si me aslo del resto de la humanidad como sifuera un ser de otra clase.

    Algunos hombres se hicieron ermitaos quiz pensando que la santidad requera elhuir de otros hombres. Pero la nica justificacin de una vida de premeditada soledad esla conviccin de que te ayudar a amar no slo a Dios, sino tambin al prjimo. De otromodo, si te vas al desierto meramente por apartarte de una multitud de gente que tedesagrada, no encontrars sosiego ni tampoco soledad: nicamente conseguirs aislartecon una tribu de demonios.

    V al desierto, no para huir de los otros, sino para hallarlos en Dios.No hay otra verdadera soledad que la soledad interior. Y la soledad interior no es

    posible para aquel que no acepte su verdadero lugar con relacin a los dems. No hayverdadera paz posible para el hombre que todava imagina que algo accidental detalento, gracia o virtud lo separa de los dems hombres y lo coloca por encima de ellos.

    Dios no nos da gracias, talentos ni virtudes para nosotros solos. Somos miembros unode otro, y todo lo que se da a un miembro se da para el cuerpo entero. No lavo mis pies

    para hacerlos ms hermosos que mi cara.Los santos aman su santidad, no porque los separe del resto de nosotros y los ponga

    sobre nosotros, sino al contrario, porque los acerca a nosotros y en cierto modo los ponedebajo de nosotros. Su santidad les es dada para que puedan ayudarnos y servirnos; pueslos santos son como mdicos y enfermeras, que son mejores que los enfermos en elsentido de que estn sanos y poseen el arte de curarlos y sin embargo hcense sirvientesde los enfermos y les dedican su salud y su arte.

    Los santos no estn contentos de ser santos porque su santidad los hace admirablespara los dems, sino porque el don de la santidad les permite admirar a todos losdems. Los dota de una vista capaz de hallar el bien en los ms terribles criminales. Loslibra de la carga de juzgar al prjimo, de condenar a otros hombres.

    En la humildad se halla la mxima libertad. Mientras tienes que defender el yo

    imaginario que crees importante, pierdes la paz de tu corazn. En cuanto comparas esa

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    sombra con las sombras de otros, pierdes toda alegra, porque empezaste a traficar conirrealidades, y no hay gozo en lo que no existe.

    En cuanto empiezas a tomarte en serio e imaginas que tus virtudes son importantesporque son tuyas, quedas prisionero de tu propia vanidad, y aun tus mejores obras tecegarn y engaarn. Luego, para defenderte, empezars a ver pecados y faltas por

    todas partes en las acciones de los otros. Y cuanto ms irrazonable importancia teatribuyas a ti y a tus obras, tanto ms tenders a formar tu propia idea de ti mismocondenando a los otros. A veces hay hombres virtuosos que se sienten amargados einfelices, porque inconscientemente han llegado a creer que toda su felicidad dependede que sean ms virtuosos que los dems.

    Cuando la humildad libra a un hombre del apego a sus propias obras y a su propiareputacin, descubre que el gozo perfecto es slo posible cuando nos hemos olvidadocompletamente de nosotros mismos. Y slo cuando no prestamos ya ms atencin anuestra vida, a nuestra reputacin ni a nuestra excelencia, nos hallamos por fincompletamente libres para servir perfectamente a Dios por l solo.

    El que no se halle despojado, pobre y desnudo dentro de su propia alma, tenderinconscientemente a hacer las obras que debe hacer por amor suyo ms que por la gloriade Dios. Ser virtuoso, no porque ame a Dios, sino porque desea admirar sus propiasvirtudes. Pero a cada momento del da se sentir frustrado, y ello lo volver amargado eimpaciente, y en su impaciencia lo descubrirn.

    Ha proyectado hacer cosas espectaculares. No puede concebirse sin halo. Y cuandolos hechos de su vida diaria le recuerdan constantemente su insignificancia ymediocridad, se siente avergonzado, y su orgullo rehusa reconocer una verdad de queningn hombre cuerdo debera sorprenderse.

    Aun los profesionalmente piadosos, y a veces los piadosos ms que todos, puedendesperdiciar su tiempo en una competencia mutua en la que no se cosecha ms queangustia.

    Ms de una vez Jess tuvo que reprender a Sus Apstoles, que discutan y luchabanpor los primeros lugares en Su Reino. Dos de ellos, Santiago y Juan, intrigaban porobtener asiento a su derecha e izquierda en el Reino. No es inslito, en la vida de lossantos, ver que unos santos no estuvieron siempre de acuerdo con otros santos. Pedro nose avino siempre con Pablo, ni Felipe Neri con Carlos Borromeo. Y a veces hombresmuy santos han sido exasperantes, y muy fatigoso el vivir con ellos. Si no me crees,acaso sea porque t piensas que los santos son siempre perfectos y nunca tienen faltascon que luchar. Pero Dios permite a veces que los hombres conserven defectos eimperfecciones, miopas y excentricidades, aun despus de haber alcanzado un alto

    grado de santidad, y a causa de esas cosas su santidad permanece oculta para ellos ypara los dems. Si la santidad de todos los santos hubiese sido siempre claramentevisible para todos, no habran llegado nunca a ser pulidos y perfeccionados por las

    pruebas y persecuciones, por las crticas y humillaciones y la oposicin de la gente conquien vivan.

    Contntate de no ser todava un santo, aunque caigas en la cuenta de que la nica cosapor la cual vale la pena vivir es la santidad. As estars satisfecho dejando que Dios tegue hacia ella por caminos que no puedes comprender. Pasars por una oscuridad enque ya no te preocupars por ti mismo ni te comparars con los dems. Los que hanseguido este camino, hallaron finalmente que la santidad est en todo y que Dios losrodea por todas partes. Despus de abandonar todo deseo de competir con los dems, se

    despiertan de pronto y descubren que el gozo de Dios est en todas partes y puedenregocijarse por las virtudes y bondad de su prjimo ms de lo que habran podido

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    hacerlo por las suyas propias. Estn tan deslumbrados por el reflejo de Dios en lasalmas de los hombres con quienes viven, que ya son incapaces de condenar lo que venen otro. Aun en los mayores pecadores pueden ellos ver bondad y virtudes que nadiems puede ver. En cuanto a s mismos, si todava se consideran, ya no se atreven acompararse con otros. Esa idea se hizo ya impensable. Pero ya no es fuente de gran

    sufrimiento y lamentacin: han alcanzado finalmente un punto en que dan su propiainsignificancia por supuesta y ya no se interesan en s mismos.

    Decir, que estoy hecho a imagen de Dios es decir que el amor es la razn de miexistencia; pues Dios es amor.

    El amor es mi verdadera identidad. La abnegacin es mi verdadero yo. El amores mi verdadero carcter. Amor es mi nombre.

    Si, pues, hago, pienso o digo algo, conozco o deseo algo que no sea puramentepor el amor de Dios, no puede darme sosiego ni descanso, satisfaccin ni gozo.

    Para hallar el amor debo entrar en el santuario donde est escondido: que es laesencia de Dios. Y para entrar en Su santidad debo volverme santo como l es santo,

    perfecto como l es perfecto. Nada de esto puede conseguirse por ningn esfuerzo mo,por ninguna labor ma, por ningn competir con otros hombres.. Significa abandonartodo camino que un ser humano pueda seguir o comprender.

    Yo, que estoy sin amor, no puedo llegar a ser amor, a no ser que el Amor meidentifique consigo. Pero si l enva Su propio Amor, a S mismo, para que obre y ameen m y en todo lo que yo haga, entonces ser transformado, descubrir quin soy y

    poseer mi verdadera identidad perdindome en l.Y esto es lo que se llama santidad.

    Una de las mayores paradojas de la vida mstica es sta: nadie puede penetrar enel ms hondo centro de si mismo y llegar por este centro hasta Dios, si no es capaz desalir enteramente de s mismo y vaciarse de s y entregarse a otros en la pureza de unabnegado amor.

    Y as una de las peores ilusiones de la vida mstica sera intentar hallar a Diosencerrndote dentro de tu propia alma, dejando afuera toda realidad externa mediante

    pura concentracin y fuerza de voluntad, separndote del mundo y los dems hombres,apretndote dentro de tu mente y cerrando la puerta como una tortuga.

    Afortunadamente, la mayora de los hombres que lo intentaron no loconsiguieron. Pues el autohipnotismo es exactamente lo contrario de la contemplacin.Entramos en posesin de Dios cuando l invade todas nuestras facultades con Su luz ySu fuego infinito. Pero el procedimiento de narcotizar tu espritu y aislarte ,de todo lo

    que vive, meramente te insensibiliza para todas las oportunidades del amor, que es lafuente de la contemplacin.

    Cuanto ms me identifico con Dios, tanto ms me identificar con todos losdems que estn identificados con l. Su Amor vivir en todos nosotros. Su Esprituser nuestra nica Vida, la Vida de todos nosotros y la Vida de Dios. Y nos amaremoslos unos a los otros y amaremos a Dios con el mismo Amor con que nos ama y Se ama.Este Amor es Dios mismo.

    Cristo rogaba que todos los hombres se hicieran Uno como l era Uno con SuPadre, en la Unidad del Espritu Santo. Por lo tanto, cuando t y yo seamos lo querealmente deberamos ser, descubriremos no slo que nos amamos perfectamente, sino

    tambin que ambos vivimos en Cristo y Cristo en nosotros, y que todos somos un soloCristo.

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    La perfeccin final de la vida contemplativa no es un cielo de individuosseparados, contemplando cada uno su propia visin de Dios: es un mar de Amor quefluye por el nico cuerpo y alma de todos los elegidos, todos los ngeles y santos, y sucontemplacin sera incompleta si no fuera compartida, o si fuera compartida conmenos almas, o con espritus capaces de menos visin y menos gozo.

    Y yo tendr ms gozo en el cielo y en la contemplacin de Dios, si ests ttambin all para compartirla conmigo; y cuantos ms estemos all para compartirla,tanto mayor ser el gozo de todos. Pues la contemplacin no es finalmente perfecta sino es compartida. No llegamos a saborear la plena exultacin de la gloria de Dios hastaque no compartimos Su infinito don de ella, rebosando y transmitiendo gloria por todoel cielo, y viendo a Dios en todos los dems, y sabiendo que l es la Vida de todosnosotros y que todos somos uno en l.

    Aun en la tierra ocurre lo mismo, pero en la oscuridad. Esta unidad es algo deque no podemos todava entender ni gozar salvo en la oscuridad de la fe. Pero aun ah,cuanto ms estamos solos con Dios, tanto ms estamos unidos uno con otro; y elsilencio de la contemplacin es sociedad rica y profunda e interminable, no slo con

    Dios, sino con los hombres. Pero quiz, por un tiempo, es mejor olvidarse de ello, porque podra turbar nuestra imaginacin. Pues si recordramos a los individuos ypensramos en ellos en nuestra contemplacin, esto tendera a apartarnos de Dios y porende de la unin espiritual con ellos. Estamos ms verdaderamente con ellos cuando yano los conocemos claramente. Pues estamos todava en transicin, a la espera de hallar aDios en ellos visible y claramente. Hasta entonces, los hallamos a ellos y a Dios en unasola oscuridad, que es la contemplacin.

    Cuanto ms estamos a solas con l, tanto ms estamos uno con otro, en laoscuridad, aun siendo muchos. Y cuanto ms vamos el uno al otro en labor, actividad ycomunicacin, segn la voluntad y caridad de Dios, tanto ms somos multiplicados enEl y, con todo, permanecemos en soledad.

    Cuanto ms solos tanto ms juntos estamos; y cuanto ms nos hallamos en sociedad,la verdadera sociedad de la caridad, no de las ciudades y turbas fsicas, tanto msestamos con l a solas. Pues en mi alma y en la tuya hallo al mismo Cristo que esnuestra Vida, y l se halla a S mismo en nuestro amor, y todos juntos hallamos el

    paraso, que es compartir Su Amor por Su Padre en la Persona de Su Espritu.

    Mi verdadera personalidad tendr cumplimiento en el Cristo mstico, sobre todo, deeste modo: a travs de m, Cristo y Su Espritu podrn amarte a ti y a todos los hombresy a Dios Padre, de un modo que no sera posible en ningn otro. El Amor surge de Diosy nos atrae a Dios para volverse a verter en Dios a travs de todos nosotros y

    devolvernos a l en la corriente de Su misericordia infinita.As todos nos convertimos en avenidas y ventanas a travs de las cuales lanza Dios subrillo al interior de Su propia casa.

    Cuando el Amor de Dios est en m, Dios puede amarte a ti a travs de m, y tpuedes amar a Dios a travs de m. Si mi alma estuviera cerrada a tal amor, el amor deDios por ti y tu amor por Dios y el amor de Dios por S mismo en ti y en m tendrannegada la expresin particular que encuentran a travs de m y de ningn otro.

    Estando el amor de Dios en m, puede llegar a ti desde una direccin especial ydistinta que estara cerrada si l no viviera en m; y estando Su amor en ti, puede venir am desde un sitio del que, de otro modo, no vendra. Y por estar Su amor en ambos,Dios tiene mayor gloria. Su amor tiene dos modos ms de expresin, en que, en otro

    caso, no podra expresarse: esto es, dos gozos ms que no podran existir sin l.

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    Vivamos en este amor y esta felicidad, t y yo y todos nosotros, en el amor de Cristoy en la contemplacin; pues ah es donde nos hallamos a nosotros mismos, y el uno alotro, como verdaderamente somos. Slo en este amor llegamos finalmente a ser reales.Pues es ah donde ms verdaderamente compartimos la vida de un Dios en tresPersonas. Dios en Su Trinidad de relaciones subsistentes dista infinitamente de toda

    sombra de egosmo. Pues el Dios uno no subsiste aparte y solo en su unidad; subsistecomo Padre, como Hijo y como Espritu Santo. Estos tres son uno; pero aparte de ellosDios no subsiste tambin como uno. Es tres Personas, mas un Dios. Las Personas no sonindependientes ni estn solas. Son Uno y, sin embargo, cada una existe para las otras.

    El Dios uno que existe en tres Personas es un crculo de relaciones en el que Suinfinita realidad, el Amor, es siempre idntica y siempre renovada, siempre perfecta ysiempre total, empezando siempre y no terminando nunca, absoluta, perdurable y plena.

    En el Padre el infinito Amor de Dios est siempre empezando, y en el Hijo es siemprepleno, y en el Espritu Santo es perfecto y nunca cesa de descansar en su eterna fuente.Pero si sigues al Amor en su procedencia o en su trmino de Persona a Persona, serintil que por sus huellas intentes encontrar dnde se detiene, ni lo podrs apresar, ni

    sers capaz de fijarlo en una de las Personas como si Esta pudiera apropiarse el fruto delamor de las otras. Pues el Amor Uno de las Tres Personas es un infinitamente rico darde S mismo que nunca cesa ni es tomado, sino que siempre es perfectamente dado. yslo recibido para ser perfectamente compartido.

    Como el Amor de Dios nunca encuentra un yo capaz de detenerlo y absorberlo, laVida y la Felicidad de Dios son absolutamente infinitas, perfectas e inagotables. Por lotanto no puede haber egosmo en Dios, porque los tres Yoes de Dios son tres relacionessubsistentes de generosidad, rebosantes y superabundantes en gozo en el don de su Vidanica.

    La vida interior de Dios es la contemplacin perfecta. Nuestro gozo y nuestra vidaestn destinados a no ser sino una participacin ~n la Vida de las tres Personas. En Ellasviviremos un da enteramente en Dios, y cada uno en los dems, como las Personas deDios viven cada una en las otras.

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    5. UN CUERPO DE HUESOS ROTOS

    T y yo y todos los hombres fuimos hechos para hallar nuestra identidad en elCristo mstico, en quien nos completamos todos mutuamente en un hombre perfecto,

    en la medida de la edad de la plenitud de Cristo.Cuando alcancemos la perfeccin del amor que es la contemplacin de Dios enSu gloria, nuestras personalidades inalienables, aunque permaneciendo eternamentedistintas, se combinarn, sin embargo, en UNA, de modo que cada uno de nosotros sehallar en todos los dems; y Dios ser la vida y realidad de todos. Omnia in omnibus

    Deus.Dios es un Fuego devorador. l solo puede refinarnos como oro y separarnos de

    la escoria de nuestra egosta individualidad, para fundirnos en esa totalidad de unidadperfecta que reflejar para siempre Su propia Vida trina y una.

    Mientras rehusemos a Su amor el poder de consumirnos enteramente y unirnosen l, el oro que hay en nosotros quedar oculto por la roca y el barro que nos

    mantienen opuestos uno a otro.Mientras no seamos purificados por el amor de Dios y transformados en l en

    la unin de la pura santidad, permaneceremos separados, opuestos uno a otro, y launin entre nosotros ser cosa precaria y dolorosa, llena de trabajos y penas, y sincohesin duradera.

    En todo el mundo, a lo largo de toda la historia aun entre los religiosos y lossantos, Cristo sufre desmembramiento.

    Su Cuerpo fsico fue crucificado por Pilatos y los fariseos; su Cuerpo mstico esestirado y descuartizado poca tras poca por los demonios, en la angustia de ladesunin que se cra y vegeta en nuestras almas propensas al egosmo y al pecado.

    Por toda la faz de la tierra la avaricia y la concupiscencia de los hombres cranincesantes divisiones entre ellos, y las heridas que arrancan a los hombres de la unin

    se abren y agrandan en guerras enormes. Asesinatos, matanzas, revoluciones, odios,muerte y tortura de cuerpos y almas, destruccin de ciudades por el fuego, hambre demillones de seres, aniquilamiento de poblaciones y finalmente la csmica inhumanidadde la guerra atmica: Cristo es asesinado en Sus miembros, desgarrado a pedazos;

    Dios es asesinado en los hombres.La historia del mundo, con la destruccin material de ciudades y naciones,

    expresa la divisin que tiraniza las almas de todos los hombres y hasta de los santos.Aun los inocentes, aun aquellos en quienes Cristo vive por la caridad, aun

    aquellos que desean de todo corazn amarse los unos a los otros, permanecen divididos

    y separados. Aunque son ya uno en l, su unin se les oculta, porque todava poseesolamente la secreta sustancia de sus almas.Pero su mente, su juicio y sus deseos, sus caracteres y facultades humanos, sus

    apetitos e ideales estn todos aprisionados en la escoria de una mundanidad inevitable,que el puro amor no ha podido refinar todava.

    Mientras permanezcamos en la tierra, el amor que nos une nos traersufrimientos por nuestro mismo contacto recproco, porque este amor es el reajuste deun Cuerpo de huesos rotos. Ni los santos pueden vivir con santos, en esta tierra, sinalguna angustia, sin algn dolor ante las diferencias que ocurren entre ellos.

    Los hombres pueden hacer dos cosas acerca del dolor de la desunin con otroshombres. Pueden amar u odiar.

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    El odio retrocede ante el sacrificio y el dolor que son el precio de este reajustede huesos. Rechaza el dolor de la reunin. Identifica la angustia con los otros hombres,cuya presencia causa angustia en nosotros recordndonos nuestra desunin.

    El odio intenta curar la desunin aniquilando a los que no estn unidos connosotros. Busca la paz por la eliminacin de todos los que no somos nosotros mismos.

    Pero el amor, con su aceptacin del dolor de la reunin, empieza a sanar todaslas heridas.Es principalmente en el sufrimiento y el sacrificio requeridos para que los

    hombres vivan juntos en paz y armona donde el amor es perfeccionado en nosotros,donde nos preparamos para la contemplacin.

    Pues el cristianismo no es meramente una doctrina o sistema de creencias: esCristo que vive en nosotros y une a los hombres unos con otros en Su propia Vida yunidad. Yo en ellos y T, Padre, en M, para que sean perfectos en Uno... Y la gloriaque T me has dado les di Yo para que sean Uno como nosotros somos Uno. In hoccognoscent omnes quia mei estis discipuli, si dilectionem habueritis ad invicem.

    El que ama no mora en la muerte.

    Si consideras la contemplacin principalmente como medio de escapar a lasmiserias de la vida humana, como un apartamiento de la angustia y sufrimiento de estalucha por la reunin con otros hombres en la caridad de Cristo, no sabes lo que es lacontemplacin y nunca hallars a Dios en tu contemplacin. Pues es precisamente enla recuperacin de nuestra unin con nuestros hermanos en Cristo donde descubrimosa Dios y Lo conocemos, pues entonces Su vida empieza a penetrar en nuestras almas, ySu amor posee nuestras facultades, y somos capaces de descubrir quin es por laexperiencia de Su propia generosidad reflejada en nuestra voluntad purificada.

    Hay slo una verdadera huida del mundo: no es una fuga lejos de tribulaciones,conflictos, dificultades y sufrimientos; sino una fuga de la desunin y separacin haciala unidad y la paz en el amor de los otros.

    Qu es el mundo por el cual no quiso Cristo rogar y del cual dijo que susdiscpulos estaban en l, pero no eran de l? El mundo es la inquieta ciudad de los queviven para s mismos y estn por tanto divididos unos contra otros en una lucha que no

    puede terminar, pues continuar eternamente en el infierno. Es la ciudad de los queluchan por cosas limitadas y por el monopolio de bienes y placeres que no pueden sercompartidos por todos.

    Pero si intentas escapar de este mundo saliendo solamente de la ciudad yescondindote en la soledad, no hars ms que llevar contigo la ciudad a la soledad; y

    sin embargo puedes estar enteramente fuera del mundo permaneciendo en medio de l,

    si dejas que Dios te libre de tu propio egosmo y vives slo para el amor.Porque huir del mundo no es otra cosa que huir del egosmo. Y el hombre que seencierra con su propio egosmo se coloca en una posicin en que el mal que llevadentro lo poseer como un demonio o lo enloquecer.

    Por esto es peligroso ir a la soledad nicamente por el hecho de que te gusteestar solo.

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    6. SOLEDAD

    La soledad fsica, silencio exterior y recogimiento real son todos

    moralmente necesarios para el que quiera hacer vida contemplativa; pero, comotodo lo dems de la creacin, no son sino medios para un fin, y si nocomprendemos el fin haremos mal uso de los medios.Debemos, pues, recordar que buscamos la soledad para aumentar en ella nuestro

    amor a Dios y al prjimo. No vamos al desierto para huir de los hombres, sino paraaprender a encontrarlos; no los dejamos para no tener ya nada que ver con ellos, sino

    para descubrir el modo de hacerles el mximo bien. Pero ste es siempre tan slo un finsecundario.

    El fin que los incluye a todos es el amor de Dios.

    La soledad ms verdadera no es algo externo a ti, no es ausencia de hombres ysonidos en torno tuyo: es un abismo que se abre en el centro de tu alma.

    Y este abismo de soledad interior se crea por un hambre que no se satisfarjams con cualquiera de las cosas creadas.

    El nico modo de hallar la soledad es mediante hambre y sed, pesar, pobreza ydeseo, y el hombre que hall la soledad est vaco, como si lo hubiera vaciado lamuerte.

    Ha avanzado ms all de todos los horizontes. No le quedan direcciones en quemoverse. Se trata de un pas cuyo centro est en todas partes, y cuya circunferencia nose halla en sitio ninguno. No lo encuentras viajando, sino estando quedo.

    Sin embargo, es en tal soledad donde empiezan las ms hondas actividades. Es

    aqu donde descubres acto sin mocin, labor que es profundo reposo, logro que seextiende a lo infinito.Aunque es cierto que esta soledad est en todas partes, hay un procedimiento

    para hallarla que hace referencia al espacio real, a la geografa, al aislamiento fsicolejos de las villas y ciudades de los hombres.

    Debe haber por lo menos una pieza, o algn rincn, donde nadie te encuentre,turbe ni note. Debes poder desatarte del mundo y quedar libre, aflojadas todas las finascuerdas e hilos de tensin que te ligan, por la vista, el sonido, el pensamiento, a la

    presencia de otros hombres.Una vez que hayas hallado tal lugar, contntate con l y no te turbes si, por una

    buena razn, tienes que dejarlo. malo y vuelve a l tan pronto como puedas y no te

    apresures a cambiarlo por otro.Dijimos que la soledad importante para un contemplativo es, ante todo, algointerior y espiritual. Admitimos que es posible vivir en honda y sedante soledad interior,aun en medio del mundo y su confusin. Pero a veces se abusa de esta verdad en lareligin. Hay hombres dedicados a Dios cuyas vidas estn llenas de inquietud y que notienen un deseo real de estar solos. Admiten que la soledad exterior es buena en teora,

    pero insisten en que es mucho mejor conservar la soledad interior viviendo en el mundo.En la prctica, sus vidas son devoradas por actividades y estranguladas por apegos. Lasoledad interior es imposible para ellos. La temen. Hacen todo lo posible para huir deella. Peor an, intentan atraer a todos a actividades incesantes, devoradoras como lassuyas. Son grandes promotores de obras intiles. Les gusta organizar reuniones y

    banquetes, cursos y conferencias. Publican circulares, escriben cartas, hablan durantehoras por telfono para poder reunir un centenar de personas en una gran sala, donde

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    llenan el aire de humo, hacen gran ruido, se gritan el uno al otro, aplauden y, finalmente,parten agobiados para la casa, dndose golpecitos en la espalda, convencidos de quehicieron grandes cosas para ensanchar el Reino de Dios.

    No hallars nunca la soledad interior si no haces un esfuerzo consciente paralibrarte de los deseos, cuidados e intereses de una existencia en el tiempo y en el mundo.

    Haz todo lo que puedas por evitar las diversiones, ruidos y negocios de loshombres. Mantente lo ms lejos posible de los lugares donde se juntan para engaarse einsultarse mutuamente, para explotarse recprocamente, para rerse y burlarse el uno delotro con sus falsos ademanes de amistad. No leas sus peridicos si no ests realmenteobligado a mantenerte al corriente de lo que sucede. Los diarios son una penitencia, nouna diversin. Algrate si puedes mantenerte fuera del alcance de sus radios. No te

    preocupes por sus espantosas canciones ni su intolerable preocupacin por el aspecto ylas sensaciones de sus cuerpos.

    No fumes sus cigarrillos, ni bebas lo que ellos beben, ni compartas supreocupacin por diferentes clases de alimento. No compliques tu vida mirando lasilustraciones de sus revistas.

    Mantn limpios tus ojos, tranquilos tus odos y sereno tu espritu. Respira el airede Dios. Trabaja, si puedes, bajo Su cielo.

    Pero, si has de vivir en una ciudad y trabajar entre mquinas, viajar ensubterrneo y comer en un sitio donde la radio te ensordece con noticias falsificadas, lacomida destruye tu vida y los sentimientos de los que te rodean emponzoan tu coraznde tedio, no te turbes, sino acptalo como el amor de Dios y como semilla de soledadsembrada en tu alma, y algrate de ese sufrimiento; pues te mantendr atento a la

    prxima ocasin de escapar a ellos y estar solo en el sanativo silencio del recogimientoy en la sosegada presencia de Dios.

    Recuerda, sin embargo, que si buscas la evasin por s misma y huyes del mundopor ser ste (como ha de ser) intensamente desagradable, no hallars la paz ni lasoledad. Si buscas la soledad meramente porque la prefieres, nunca escapars al mundoy su egosmo; nunca tendrs la libertad interior que puede mantenerte realmente solo.

    El demonio tiene un completo sistema de teologa y filosofa, que explicar, atodo el que quiera escuchar, que las cosas creadas son malas, que los hombres sonmalos, que Dios cre el mal y quiere que los hombres sufran el mal y se alegra delsufrimiento de los hombres; en fin, que el universo entero est lleno de angustia porqueas Dios lo ha querido y proyectado.

    Los que escuchan tal explicacin, la asimilan y se gozan en ella, llegan aformarse una idea de la vida espiritual como de una especie de hipnosis del mal. Losconceptos de pecado, sufrimiento, condenacin, castigo, justicia de Dios, pena, fin del

    mundo y dems, son cosas acerca de las cuales se relamen con indecible placer. Acasolo hagan porque obtienen una satisfaccin profunda, subconsciente, al pensar cuntaspersonas caern en el infierno de que ellos se salvarn. Y cmo saben que van asalvarse? No pueden dar ninguna razn definida, salvo el hecho de que tienen unasensacin de alivio al pensar que todo aquel sufrimiento espera a casi todo el mundo,menos a ellos.

    A este sentimiento de complacencia lo llaman fe, y constituye una especie deconviccin de que estn salvados.

    El demonio hace muchos discpulos predicando contra el pecado. Los convencedel gran mal del pecado, induce una crisis emotiva que los persuade de que Dios pasa

    por alto sus culpas y despus de esto los deja pasar el resto de su vida meditando cunintensamente pecadores y evidentemente rprobos son los dems hombres.

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    La teologa moral del demonio parte del principio: El placer es pecado. Luegodesarrolla el principio invirtiendo los trminos: Todo pecado es placer.

    Despus, seala que el placer es prcticamente inevitable y que tenemos unatendencia natural a hacer lo que nos place, de lo que concluye que nuestras tendencias

    naturales son malas y que nuestra naturaleza es mala de por s. Y nos conduce a laconclusin de que nadie puede evitar el pecado, puesto que el placer es inevitable.Luego, para asegurarse de que nadie intente escapar al pecado, aade que lo que

    es inevitable no puede ser pecado. Despus todo el concepto del pecado es arrojado porla ventana como impertinente, y la gente decide que no queda sino vivir para el placer, yde este modo placeres que son naturalmente buenos vulvense malos por degradacin yse desperdician las vidas en la infelicidad y el pecado.

    Ocurre a veces que ciertos hombres que predican vehementemente sobre el maly su castigo, de modo que parecen no pensar en otra cosa que en el pecado, son enrealidad inconscientes odiadores del prjimo. Piensan que el mundo no los aprecia en suvalor, y ste es su modo de desquitarse.

    El demonio no teme predicar la voluntad de Dios, mientras pueda hacerlo a sumodo.

    El argumento se desarrolla a este tenor: Dios quiere que obres rectamente. Perot sientes una atraccin interior que te dice, mediante un delicioso calor de satisfaccin,lo que es recto. Por lo tanto, si tus superiores intentan intervenir y obligarte a hacer algoque no produce este agradable sentimiento de satisfaccin interior, cita la SagradaEscritura, diles que debes obedecer a Dios antes que a los hombres, y luego echaadelante y haz tu propia voluntad, haz lo que te produce este delicioso calor.

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    8. INTEGRIDAD

    Muchos poetas no son poetas por la misma razn por que muchos religiosos noson santos: jams logran ser ellos mismos. Nunca consiguen llegar a ser el determinado

    poeta o el determinado monje que deberan ser en la intencin de Dios. Nunca seconvierten en el hombre o el artista que debera surgir de todas las circunstancias de suvida individual.

    Desperdician sus aos en vanos esfuerzos por ser otro poeta, otro santo. Pormuchas absurdas razones, estn convencidos de que estn obligados a convertirse enalguien que muri doscientos aos antes y vivi en circunstancias completamente ajenasa las suyas.

    Gastan su espritu y su cuerpo en un intil esfuerzo por tener las experiencias deotro o escribir los poemas o poseer la santidad de otro.

    Puede haber un intenso egosmo en el hecho de seguir a todos los dems. Lagente tiene prisa por engrandecerse a s misma imitando lo que es popular... y esdemasiado perezosa para pensar en algo mejor.

    La prisa estropea por igual a santos y a artistas. Desean un xito rpido y tienental prisa por lograrlo, que no les queda tiempo para ser fieles a s mismos. Y cuando lalocura los invade arguyen que su misma prisa es una especie de integridad.

    En los grandes santos se ve coincidir la perfecta humildad con la perfectaintegridad. Ambas resultan ser prcticamente lo mismo. El santo es distinto de todos losdems hombres precisamente porque es humilde.

    En lo que respecta a lo accidental de esta vida, la humildad puede contentarsecon lo que satisface a la generalidad de los hombres. Mas esto no significa que laesencia de la humildad consista en ser como todos los dems. Por el contrario, lahumildad consiste en ser precisamente la persona que eres realmente ante Dios y, comono hay dos personas iguales, si tienes la humildad de ser t mismo no sers igual aningn otro en todo el universo. Pero no es necesario que esta individualidad se afirmeen la superficie de la vida cotidiana. No ser una cuestin de meras apariencias,opiniones, gustos o maneras de hacer las cosas. Es algo muy hondo en el alma.

    Para el hombre verdaderamente humilde, los modos, costumbres y hbitoshumanos no son motivo de choque. Los santos no se excitan acerca de lo que la gentelcitamente come y bebe, lleva sobre su cuerpo o cuelga de las paredes de sus casas.

    Hacer de la conformidad o disentimiento con otros una cuestin de vida o muerte esllenar tu vida interior de confusin y estrpito. Pasando por alto tales cosas como algosin importancia, el hombre humilde toma todo lo que hay en el mundo que puedaayudarlo a hallar a Dios y deja a un lado el resto.

    Es capaz de ver con claridad completa que lo que es til para l puede ser intilpara otro y lo que ayuda a otros a ser santos puede causar su ruina. Por esto la humildadlleva consigo un profundo refinamiento de espritu, un sosiego, tacto y sentido comn,sin los cuales no existe sana moralidad.

    No es humildad insistir en ser alguien que no eres. Es como si dijeras que sabesmejor que Dios quin eres y quin deberas ser. Cmo esperas llegar al fin de tu propia

    jornada, si tomas el camino que lleva a la ciudad de otro? Cmo esperas alcanzar tu

    propia perfeccin llevando la vida de otro? Su santidad no ser nunca la tuya: debes

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    tener la humildad de procurar tu propia salvacin en una oscuridad en que te encuentresabsolutamente solo...

    Y as necesitas una humildad heroica para ser t mismo y nadie ms que elhombre, o el artista, que debes ser en la intencin de Dios.

    Te harn sentir que tu sinceridad es tan slo orgullo. esta es una tentacin grave,

    pues nunca puedes estar seguro de si eres fiel a tu verdadero yo o slo ests levantandouna defensa para la falsa personalidad que es criatura de tu propio apetito de reputacin.Pero la mxima humildad puede aprenderse en la angustia de mantener el

    equilibrio en esta posicin: continuar siendo t mismo sin llegar a ser rudo por ello y sinimponer tu falso yo a los falsos yoes de los otros.

    La perfeccin no es algo que puedas adquirir como un sombrero: entrando enuna tienda, probando varios y saliendo diez minutos ms tarde con uno que ajuste bienen la cabeza. Sin embargo, hay personas que entran en un monasterio con esta idea.

    Estn ansiosos por probarse el primer sistema disponible y pasar el resto de suvida con esa cosa en la cabeza.

    Devoran libros de piedad indistintamente, sin pararse a considerar cunto de loque leen conviene, o puede aplicarse, a su propia vida. Su principal preocupacin esadquirir tantas muestras externas como sea posible y decorar su persona con los rasgosque tan rpidamente han llegado a asociar a la perfeccin. Y se pasean con ropa cortadaa la medida de otras personas y situaciones.

    Si hacen esta tarea esmeradamente, es fcil que sus disfraces espirituales seanmuy admirados. Como los artistas de xito, vulvense comerciales. Tras esto, no haymucha esperanza para ellos. Son buena gente, s; pero estn fuera de su sitio y sedesperdiciar gran parte de su bienintencionada energa. Han llegado a estar satisfechoscon su propia marca de santidad y con la perfeccin que tejieron para s con los hilos desu propia imaginacin.

    Y Dios mismo, que deseaba crear su especial perfeccin y su gozo, habr deaguardar a que pasen por un laborioso purgatorio antes de poder hacerlo finalmente.

    Uno de los primeros signos del santo es a veces el hecho de que otros hombresno saben qu pensar de l. En realidad, no estn seguros de si est loco o es solamenteun orgulloso; pero debe de ser por lo menos orgullo el hallarse asediado por un idealque nadie, sino Dios, realmente comprende. Y tiene inevitables dificultades para aplicartodas las abstractas normas de perfeccin a su propia vida. No parece poder ajustar suvida a los libros.

    A veces su caso es tan malo que ningn monasterio quiere tenerlo. Tiene que ser

    despedido, devuelto al mundo como Benito Jos Labre, que quiso ser trapense y cartujoy no logr su deseo en ningn caso. Termin finalmente como vagabundo. Muri en unacalle cualquiera de Roma.

    Sin embargo, el nico santo canonizado, venerado por toda la Iglesia, que hayavivido como cisterciense o cartujo, desde la Edad Media, es San Benito Jos Labre.

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    9. LA RAIZ DE LA GUERRA ES EL MIEDO.

    El concepto de virtud no atrae a los hombres, porque ya no se interesanen llegar a ser buenos. Sin embargo, si les dices que Santo Toms habla de lasvirtudes como hbitos del intelecto prctico, quiz presten alguna atencin atus palabras. Les place la idea de algo que, al parecer, pueda avivar suinteligencia.

    Nuestra mente es como la corneja. Recoge todo lo que brilla, por incmodo quequede nuestro nido con tanto metal en l.

    Los demonios estn muy contentos con el alma que sale de su seco hogar ytiembla bajo la lluvia sin otra razn que la de estar seca su casa.

    Tengo muy leve idea de lo que ocurre en el mundo; pero de vez en cuando veoalgunas de las cosas que estn dibujando y escribiendo all, y esto me convence de quetodos estn viviendo en ceniceros. Me alegra no poder or lo que estn cantando.

    Si un escritor es tan cauto que no escribe nunca nada que pueda ser criticado,nunca escribir nada que pueda ser ledo. Si quieres ayudar a otros tienes que decidirte aescribir cosas que algunos condenarn.

    El poeta entra en s mismo para crear. El contemplativo entra en Dios para sercreado.

    Un poeta catlico debera ser apstol siendo ante todo poeta; no intentar serpoeta siendo ante todo un apstol. Pues si se presenta a su pblico como poeta, serjuzgado como tal, y si no es buen poeta, quedar en ridculo su apostolado.

    Si escribes para Dios llegars al corazn de muchos hombres y les causarsalegra.

    Si escribes para los hombres.., acaso hagas algn dinero, causes a alguien algnpequeo gozo y hagas cierto ruido en el mundo por breve tiempo.

    Si escribes para ti mismo, podrs leer lo que has escrito, y al cabo de diez

    minutos estars tan asqueado que desears haber muerto.

    En la raz de toda guerra est el miedo: no tanto el miedo que los hombres setienen mutuamente, sino el miedo que le tienen a todo.No es meramente que no confenel uno en el otro: no se fan ni de s mismos. Si no estn seguros de que alguien no va avolverse contra ellos para matarlos, lo estn todava menos de que ellos mismos no sevolvern contra s para matarse. No pueden confiar en nadie, porque han dejado de creeren Dios.

    Quieres terminar las guerras pidiendo a hombres que confen en hombres enquienes evidentemente no puede confiarse? No. Ensales a amar a Dios y a confiar en

    l; entonces podrn amar a los hombres en quienes no pueden confiar, y osarn hacer lapaz con ellos, no confiando en ellos, sino en Dios.

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    Pues solamente el amor (que significa humildad) puede expulsar el miedo que esla raz de toda guerra.

    Si realmente los hombres quisieran la paz, la pediran a Dios, y l se la dara.

    Pero por qu ha de dar l al mundo una paz que ste no desea realmente? Pues la pazque el mundo parece desear no es realmente en ningn modo la paz.Para algunos la paz significa tan slo tranquilidad para explotar a otros sin

    miedo a represalias o injerencias. Para otros la paz significa libertad para robarsemutuamente sin interrupcin. Para ciertos hombres significa asueto para devorar los

    bienes de la tierra sin verse obligados a interrumpir sus placeres para alimentar aaquellos que su codicia est matando de hambre. Y para casi todo el mundo la pazsignifica simplemente ausencia de toda violencia fsica que pudiese arrojar sombrassobre vidas dedicadas a la satisfaccin de su apetito animal de comodidades y placeres.

    Muchos como stos han pedido a Dios lo que ellos entendan por paz y se hanextraado de que su ruego no fuese atendido. No podan comprender que, en realidad, lo

    haba sido. Dios los dejaba con lo que deseaban, pues su idea de paz era slo otra formade la guerra.As, pues, en vez de amar lo que crees ser la paz, ama al prjimo y ama a Dios sobretodo. Y en vez de odiar a los hombres que tienes por promotores de guerras, odia losapetitos y el desorden de tu propia alma, que son las causas de la guerra.

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    10. EL INFIERNO COMO ODIO

    El infierno est donde nadie tiene nada en comn con otro alguno, excepto elodiarse todos uno a otro y no poder separarse unos de otros ni de s mismos.Estn todos revueltos en su fuego, y cada uno intenta apartar a los otros de s con unodio enorme, impotente. Y la razn porque desean estar libres unos de otros no es tantoel odiar lo que ven en otros como el saber que los otros odian lo que ven en ellos; ytodos, uno en otro, reconocen lo que detestan en s mismos, egosmo e impotencia,angustia, terror y desesperacin.

    El rbol se conoce por sus frutos. Si quieres comprender la historia social ypoltica de las naciones modernas, estudia el infierno.

    Y sin embargo el mundo, con todas sus guerras, no es an el infierno. Y lahistoria, por terrible que sea, tiene otro sentido, ms profundo. Pues no es el mal de lahistoria lo que le da importancia y no es el mal de nuestro tiempo aquello por lo cualnuestro tiempo puede ser comprendido. En la hoguera de la guerra y el odio, la Ciudadde aquellos que se aman es fundida y unida en el herosmo de la caridad bajo elsufrimiento, mientras que la ciudad de aquellos que lo odian todo es deshecha ydispersada, y sus ciudadanos lanzados en todas direcciones, como chispas, humo yllamas.

    Nuestro Dios es tambin un fuego devorador. Y si nosotros, por el amor, nos

    transformamos en l y ardemos como l arde, su fuego ser nuestro pozo eterno. Perosi rechazamos su amor y permanecemos en la frialdad del pecado y la oposicin a l y alos dems hombres, entonces su fuego (elegido por nosotros ms bien que por l) seconvertir en nuestro eterno enemigo; y el Amor, en vez de ser nuestro gozo, sernuestro tormento y nuestra destruccin.

    Cuando amamos la voluntad de Dios, lo hallamos y reconocemos Su gozo entodas las cosas. Pero cuando estamos contra Dios, esto es, cuando nos amamos anosotros mismos ms que a l, todas las cosas se nos vuelven enemigas. No puedendejar de rehusamos la ilcita satisfaccin que nuestro egosmo les exige, porque lainfinita generosidad de Dios es la ley de toda esencia creada y est impresa en todo loque l ha hecho y slo puede ser amiga de Su generosidad que es tambin la ley

    fundamental de la vida de los hombres.

    No hay nada que interese en el pecado, ni en el mal en su calidad de mal.Y ese mal no es un ente positivo, sino la falta de una perfeccin que debera

    existir.El pecado, como tal, es esencialmente aburrido, porque es la falta de algo que

    podra atraer nuestra voluntad y nuestro espritu.Lo que atrae a los hombres a los actos malos no es el mal, sino el bien que hay

    en ellos, visto bajo falso aspecto y con torcida perspectiva. Y el bien que se ve de estemodo es slo el cebo de la trampa. Cuando quieres alcanzarlo, salta la trampa y slo tequeda el asco, el hasto.., y el odio. Los pecadores son gente que lo odian todo, porque

    su mundo est necesariamente lleno de traicin, lleno de engao, lleno de decepcin. Y

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    los mximos pecadores son la gente ms tediosa del mundo, porque es tambin la quems se aburre y la que encuentra ms tedio en la vida.

    Cuando intentan cubrir cl tedio de la vida con ruido, excitacin, agitacin yviolencia (inevitables frutos de una vida dedicada al amor de valores que no existen), seconvierten en algo ms que tediosos: son azotes del mundo y la sociedad. Y ser azotado

    no es meramente algo insulso y tedioso.Sin embargo, cuando termin todo y han muerto, el rastro de sus pecados en lahistoria se vuelve extremadamente falto de inters y se inflige a los escolares como

    penitencia, que es tanto ms cruel cuanto que hasta un nio de ocho aos puede notarfcilmente la inutilidad de aprender los hechos de gente como Hitler y Napolen.

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    11. FE

    El principio de la contemplacin es la fe. Si hay algo esencialmente errneo entu concepcin de la fe no sers nunca un contemplativo.He aqu algunas de las ideas errneas acerca de lo que es la fe.

    Ante todo, no es una emocin, no es un sentimiento. No es un ciego impulsosubconsciente hacia algo vagamente sobrenatural. No es simplemente una necesidadelemental del espritu del hombre. No es el sentimiento de la existencia de Dios. No esla conviccin de estar salvado o justificado sin razn especial alguna, excepto la deque uno as lo siente. No es algo enteramente interior y subjetivo, sin referencia aningn motivo externo. No es algo que suba burbujeando de los recodos de tu alma y tellene de un indefinible sentimiento de que todo est muy bien. No es algo tan

    puramente tuyo que su contenido sea incomunicable. No es un mito personal tuyo queno puedas compartir con nadie y cuya validez objetiva no importe para ti, ni para Dios,ni para ningn otro.

    Pero tampoco es una opinin. No es una conviccin fundada en el anlisis racional.No es fruto de una prueba cientfica. Slo puedes creer lo que no sabes. En cuanto losabes, ya no lo crees, por lo menos no del mismo modo como lo sabes.

    La fe es ante todo un asentimiento intelectual. Perfecciona la mente, no la destruye.Pone el entendimiento en posesin de una verdad que la razn no puede asir de por s.

    Nos da certidumbre respecto a Dios como l es en S mismo; la fe es el camino para uncontacto vital con un Dios viviente y no la visin de un abstracto primer Principiodeducido por silogismos a partir de la prueba de las cosas creadas.

    Pero el asentimiento de la fe no se funda en la prueba intrnseca de un objeto visible.El acto de creer une dos miembros de una proposicin que no tienen conexin ennuestra experiencia natural. Pero tampoco hay nada al alcance de la razn que permitaargir que son inconexos. Las afirmaciones que piden el asentimiento de la fe sonsimplemente neutrales con respecto a la razn. No hay prueba que indique su falsedad osu verdad. Asentimos a ellas por algo distinto de una prueba intrnseca. Aceptamos suverdad como revelada, y el motivo de nuestro asentimiento es la autoridad de Dios, quelas revela. No se pide a la fe que d satisfaccin completa al entendimiento. Lo deja

    suspendido en la oscuridad, sin una luz adecuada a su modo de conocer. Pero no lofrustra, ni lo niega ni lo destruye. Lo sosiega con una conviccin que l sabe que puedeaceptar de modo completamente racional bajo la conduccin del amor. Pues el acto defe es un acto en que el entendimiento se contenta con conocer a Dios amndolo yaceptando sus afirmaciones sobre S mismo en Sus propios trminos. Y esteasentimiento es completamente racional, porque se funda en la comprobacin de quenuestra razn no nos puede decir nada acerca de Dios como l realmente es en Smismo y en el hecho de que Dios mismo es realidad infinita y, por tanto, Verdad,Sabidura, Poder y Providencia infinitas, y puede revelarse con absoluta certidumbre delmodo que le plazca y certificar Su propia revelacin de S mismo por signos externos.

    En ltimo trmino la fe es la nica llave del universo. El significado final de la

    existencia humana, y las respuestas a preguntas de que depende toda nuestra felicidadno pueden hallarse de otro modo.

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    El Dios viviente, el Dios que es Dios y no una abstraccin filosfica, se hallainfinitamente fuera del alcance de cualquiera de las cosas que nuestros ojos puedan vero nuestras mentes comprender. Cualquiera que sea la perfeccin que le atribuyas, debesaadir que tu concepto es solamente una plida analoga de la perfeccin que hay en

    Dios y que l no es literalmente lo que t concibes con ese trmino.l, que es luz infinita, es tan deslumbrante en Su evidencia, que nuestra mente lo veslo como oscuridad.Lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehenderunt.

    Si nada de lo visible puede ser Dios ni representrnoslo como es, para hallar a Diosdebemos pasar ms all de todo lo que se puede ver y entrar en la oscuridad. Puesto quenada de lo que se puede or es Dios, para hallarlo debemos penetrar en el silencio.

    Como Dios no puede ser imaginado, todo lo que nuestra imaginacin nos dice acercade l es en ltimo trmino una mentira y, por lo tanto, no podemos conocerlo comorealmente es, si no vamos ms all de todo lo que pueda imaginarse y entramos en unaoscuridad sin imgenes ni semejanzas de cosa cre