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TLÁLOC ¿QUÉ? Boletín del Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica Año 2 N°5 Enero-Marzo 2012

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Boletin del Seminario de Tlaloc

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TLÁLOC ¿QUÉ?

Boletín del Seminario

El Emblema de Tláloc en Mesoamérica

Año 2 N°5 Enero-Marzo 2012

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UNIVERSIDAD NACIONAL NACIONAL AUUNIVERSIDAD NACIONAL

José Narro Robles

Rector

Estela Morales Campos

Coordinadora de Humanidades

Renato González Mello

Director del Instituto de Investigaciones Estéticas

María Elena Ruiz Gallut

Titular del proyecto

María Elena Ruiz Gallut

América Malbrán Porto

Enrique Méndez Torres

Editores

América Malbrán Porto

Diseño editorial Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo

del título, Dirección General de Derechos de Autor,

Secretaría de Educación Pública, número ( en

trámite ) . Certificados de licitud de título y de con-

tenido, Comisión Certificadora de Publicaciones y

Revistas Ilustradas, Secretaría de Gobernación,

números, ( en trámite ) , ISSN ( en trámite ) .

Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del

Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica son

responsabilidad exclusiva de sus autores.

Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-

loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del

Proyecto El Emblema de Tláloc en Mesoamérica, del

Instituto de Investigaciones Estéticas de La Universidad

Nacional Autónoma de México, Circuito Mario de la

Cueva s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México

D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

Portada: Lámina K02_ B _ 07 del Códice Kingsborough

Cenefa: Detalle Mural del Templo de la Agricultura en Teotihuacan, greca según Chappie Angulo.

Consejo Editorial:

Jorge Angulo Villaseñor

Marie-Areti Hers

Alejandro Villalobos

Patrick Johansson K.

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CONTENIDO

Presentación p. 6 La falacia del fin del mundo ¿De los mayas? p. 8 Jorge Angulo Villaseñor El culto a Tláloc al norte del Estado de México p.18 Valerio E. Paredes Vega

Anteojeras y bigoteras en Texcalpintado, Puebla p. 28

Enrique Méndez Torres y Raúl Francisco González Quezada

Sesiones del Seminario p. 42

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PRESENTACIÓN

Este 2012 que empieza, resulta ser un año controversial, pues empata con un fin de ciclo,

el maya, el cual alguna gente ha aprovechado para pronosticar la destrucción del mundo a

lo que se suman los constantes movimientos telúricos que se han suscitado en la República

Mexicana que han servido para “reafirmar” dicho evento señalado por la cultura Maya.

Abriendo este quinto número de nuestra revista Tlaloc ¿qué? El Dr. Jorge Angulo nos re-

cuerda que en todas las culturas el hombre siempre ha tenido la necesidad de llevar un re-

gistro calendárico, en este caso el grupo Maya del período Clásico justificó su presencia en

este mundo a través de ciclos y una vez terminado el tercer período nos corresponde pre-

senciar el final de la cuarta era, para volver a iniciar una nueva fase. Así, nos ilustra cómo

se ha construido una falacia del fin del mundo que se le atribuye a los mayas.

Valerio Paredes nos presenta información referente sobre el culto a Tlaloc al norte del Esta-

do de México, nos relata dos tipos de contextos relacionados con Tlaloc. Por un lado el cul-

to a este dios de la lluvia en las partes altas de los cerros, que se ha practicado desde la

época del Clásico hasta la fecha y sobre algunos espacios planos donde se elaboraron ri-

tuales y ofrendas colocadas en cistas mortuorias en las que apareció una olla Tlaloc.

Paredes resalta que para estos pueblos agrícolas debió de haber sido importante venerar a

éste numen del agua y, sobretodo, de la fertilidad, pues su ciclo de vida y tipo de economía

dependía notablemente de la agricultura.

Enrique Méndez y Raúl González nos muestran un panel de pinturas donde resaltan, de

entre los muchos elementos plasmados las anteojeras y bigoteras en Texcalpintado, Pue-

bla. Fechándolas a finales del Clásico tardío y/o la época Colonial.

Hacen un análisis de los elementos icónicos distintivos en estas pinturas donde se legan a

notar algunas diferencias con la típica tradición pictórica Náhuatl del centro de México.

Cerramos nuestro quinto número con cuatro imágenes sobre las actividades del seminario y

aprovechamos para invitarlos a asistir y formar parte de éste nutrido grupo de investigado-

res para intercambiar impresiones y experiencias.

Los Editores

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LA FALACIA DEL FIN DEL MUNDO ¿DE LOS MAYAS? U O U I I I I I G H… otra vez los mayas…

Jorge Angulo Villaseñor

P obrecitos mayas del periodo Clásico, las cosas que les han achacado durante las últimas

décadas, ya sea por quienes los ven con respeto y admiración por lo valioso de las estruc-

turas arquitectónicas dentro las regiones selváticas, lo elaborado de sus esculturas en pie-

dra y barro o lo profundo de sus conocimientos astronómicos y sistemas de escritura glífica o por

quienes los consideran como los sabios que predijeran el fin del mundo, 1500 años antes de que se

difundiera ese negativo oráculo que les endilgan sobre el 2012.

Esta fecha que cómodamente escriben 12/12/12, corresponde al final de un ciclo matemático cuyo

significado difiere totalmente del que ahora se le ha venido atribuyendo, al acusar a los mayas de

haber pronosticado maleficios de inaudita destrucción y muerte, cuando en realidad las creencias

apocalípticas sobre las múltiples catástrofes del mundo se han difundido repetidamente desde la

Edad Media o antes.

No sería difícil que esas y otras profecías de terror sobre el destino que le espera a la humanidad

que duda de los cánones establecidos por la iglesia, hubiesen sido provocadas por el llamado San-

to Oficio, o antes que, enriqueciendo las visualizaciones proféticas de Nostradamus y otros visiona-

rios, mantenía a los fieles cristianos en un exagerado temor a las terribles formas de morir; ya fuese

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por lo que su dios les enviaba en forma de dilu-

vios y otros fenómenos naturales a quienes

desobedecieran sus mandatos (fig.1).

Los remanentes de esos credos sobre el ocaso

del mundo, se han venido posponiendo cada

fin del siglo o de cada milenio en la cultura oc-

cidental. Sólo que, al terminar el cíclico cente-

nario y no ocurrir lo vaticinado, el plazo del

apocalipsis que acabaría con los no creyentes

y los fieles tibios, se extendía la oportunidad de

vivir, siempre y cuando se mantuviera el miedo

a la desobediencia del Dios todopoderoso que

mantenía en plena vigilancia la conducta de

sus fieles.

A través del tiempo y el desarrollo socio-

económico por el que han ido pasando las cul-

turas con los credos judeo-cristianos que se

mantienen vigentes en la cultura occidental, ha

quedado como un remanente en el subcons-

ciente de una gran parte de integrantes que se

cumpla un cálculo matemático-astronómico,

considerado como un misterioso oráculo en el

que, desde las últimas décadas del siglo pasa-

do se han venido mezclado el conocimiento y

la filosofía que emanaban de las actividades

laicas y religiosas de las culturas prehispánicas

incluyendo los cálculos astronómicos y, en

consecuencia, los calendáricos.

Quienes en verdad se interesan en saber lo

que acontecerá a final del año 2012 sólo tienen

que enterarse del sistema con el que los ma-

yas establecieron las formas para medir el

transcurso de los días, los meses y los años,

agrupados en periodos matemáticos.

Como preámbulo a una comprensión más sen-

cilla sobre el sistema de la cuenta calendárica

que manejaban los mayas desde el periodo

Clásico (300-900 a.C.), será necesario señalar

que en nuestro planeta tierra hay diferentes

formas de registro y contabilidad numérica de

las que, por ahora, sólo se mencionarán la de-

cimal a la que estamos acostumbrados en la

cultura occidental y la vigesimal que existía en

todos los grupos de las culturas mesoamerica-

nas, especialmente entre los mayas.

Fig.1. El diluvio universal Ilustraciones de la Biblia por Gustave Doré, 2010

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Sin tener que profundizar en mayores detalles

aritméticos, se recuerda que en el sistema de-

cimal con el que efectuamos todas nuestras

transacciones económicas, astronómicas y de-

más formas de contabilidad práctica, se hace

obvio que la medición del tiempo también se

agrupe en periodos de 10 años (o décadas),

que al multiplicarse por 10 se convierten en si-

glos y el cúmulo de 10 siglos (10X10X10) les

llamemos milenios.

Con estos términos se hace referencia a los

sucesos históricos, tanto como a los contem-

poráneos en los que habitualmente se utilizan

los números romanos para señalar, en forma

implícita los años, siglos y milenios. En la gran

mezcla cultural en la que vivimos en la actuali-

dad se marca gráficamente el tiempo al desig-

nar los siglos con números romanos puesto

que el año 2012 es parte del siglo XXI, tanto

como del tercer milenio de la era cristiana. Una

combinación sacra que marca el día 12 del do-

ceavo mes, o Diciembre, del año 2012, abre-

viada como 12/12/12.

En todas las religiones establecidas hay núme-

ros sagrados basados en diversos mitos o cre-

encias que culturalmente se heredan de los

escritos bíblicos como el que hace referencia a

que Jehová creó el mundo en sólo seis días y

dejó el séptimo día para descansar. Un número

al que nos hemos habituado a conceptuar vela-

damente como sagrado o de “buena suerte”

que ha quedado implantado como regla de

conducta moral en las organizaciones labora-

les judeo-cristianas, que aún rigen en nuestra

cultura occidental.

Es posible que de una manera similar a la

adopción del mito bíblico sobre el número 7, el

número que los mayas y demás culturas me-

soamericanas, consideraban esencial o sagra-

do era el número 13. Aunque muy poco des-

pués de la conquista hispana, se fue incremen-

tando una campaña de rumores y anécdotas

que lo consideraban como número de mala

suerte, por razones no relevantes para esta

temática.

En el sistema del calendario al que estamos

acostumbrados a utilizar, las fechas se escri-

ben combinando el número con los nombres

del día correspondiente de la semana como

sería: domingo 1, lunes 2, martes 3, miércoles

4, jueves 5, viernes 6, sábado 7. Secuencia

numérica que, al repetirse nuevamente el

nombre del día de la semana, como sería el

domingo, se continúa con el número 8 y el 9

para el lunes, hasta completar los 28, 30 ó 31

días de acuerdo con el mes, antes de volver a

empezar con el número 1 y el día correspon-

diente de la semana en el siguiente mes del

calendario.

Por estar habituados a esta forma de medir el

tiempo, no la consideramos como un acomodo

de números totalmente irregular para contar

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los días de cada mes. Y por igual, no pensa-

mos que esta anómala forma fue ocasionada

por la combinación de los sistemas de cuentas

del calendario hebreo y el griego, al que los

romanos le añadieron dos meses (en honor de

sus emperadores Julius y Augustus), antes de

ser heredado, modificado, adaptado y adopta-

do por la cultura occidental.

El sistema de los mayas para agrupar los días

en meses y los meses en años, se basaba en

el mismo principio del movimiento solar, que

los demás sistemas calendáricos han tenido

para medir los años. Salvo que la agrupación

de días para formar una semana no era de 7,

sino de 13 números que se combinaban con el

glifo-nombre que tenía cada uno de los 20 días

del mes (o Uinal, en maya). En este sistema, al

terminar la serie numérica de 13 dígitos asocia-

dos al glifo-nombre de cada día del Uinal, la

numeración correspondiente a la catorceava

posición del correspondiente nombre de la

veintena, volvía a tomar el numeral 1.

Sin profundizar en el sistema de las cuentas

aritméticas utilizadas por los mayas del periodo

Clásico, se enfatiza que para medir el tiempo

que lleva el planeta Tierra para llegar a la mis-

ma posición en la que se inició el conteo del

tiempo, conocido como ciclo solar o año Trópi-

co de 365 días 6 horas (Haab en maya), se ex-

plica que ese mismo sistema de contar los días

del año, no pudiera ser diferente al registrado

por todas las culturas que compartiendo el mis-

mo planeta, circundan al astro solar.

La peculiaridad en las culturas mesoamerica-

nas y muy clara entre los mayas, consistió en

dividir la cuenta de los días, en dos sistemas

correlacionados. Uno para calcular el momento

para efectuar sus actividades agrícolas, de

acuerdo a los cambios climático-temporales

(época de lluvias y sequía) que ocasiona la po-

sición de la tierra respecto al sol. La otra forma

para medir el mismo transcurso del tiempo se

correlacionaba con la cuenta de un calendario

sagrado de 260 días (13 días X 20 meses) lla-

mado Tzolkin. En este calendario marcaban la

celebración de las festividades religiosas rela-

cionadas con los diferentes elementos de la

naturaleza que, de una manera práctica, se

intercalaban por igual a la cuenta del calenda-

rio solar (Haab).

En ese sistema, la correlación del primer día y

del primer mes en que se inician las cuentas

entrelazadas del calendario sagrado de 260

días o Tzolkin y los 365 del solar o Haab, sólo

pudieran coincidir nuevamente hasta pasado

un ciclo de 52 años. El cálculo aritmético cono-

cido como mínimo común múltiplo combinado

con la forma para encontrar el máximo común

denominador, muestra que al dividir los núme-

ros 260 y 365 entre 5 dan como resultado los

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números 52 y 73, correspondientes a los años

que cada uno de los ciclos calendáricos tiene

que pasar para que, al cabo de 73 vueltas X 260

días, lleva los mismos 18,980 días que 52 vuel-

tas X 365 días. Un lapso en el que sólo volviera a

coincidir el acomodo del numeral uno con el pri-

mero de los nombres-glifo de la veintena (Fig.2).

Profundizando un poco más sobre la forma de

contar el tiempo que los mayas tenían, se enfati-

za que los veinte días que cada uno de los 18

meses (Uinal-ob) suman 360 días, a los que au-

tomáticamente les de añadían 5 días dedicados

a las festividades religiosas (Uayeb), con las que

se constituía el año solar o el Haab (Fig.3).

En esta forma, el sistema vigesimal que los ma-

yas y demás culturas prehispánicas tenían, era

igual o un tanto parecido al que ahora tenemos

con el nombre de decimal. Con estos sistemas

de cuenta agrupamos los días en meses de can-

tidades variables en nuestro calendario mientras

que los mayas los agrupaban en meses de vein-

te días. Los grupos de 365 días cambiaban el

nombre de años por el de Tunes. Los mayas for-

maban grupos de 20 tunes (o años) con el nom-

bre de Katunes y sus Baktunes correspondías a

periodos de 20 x 20 años o de 400 años (Fig.4).

Ese sistema de cuenta de los tunes y baktunes

era tan importante para la mítica de los mayas,

como los periodos de 100 años que hacen un

siglo y los de 1,000 años de un milenio, es para

la mítica de la cultura occidental.

Fig.2. Rueda calendárica maya. Tomada de Edmonson , 1994

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4004 años a.C. Por esta razón o razones simi-

lares, cada cultura lleva su propia cuenta con la

numeración que corresponde al cúmulo de

años transcurridos a partir de una fecha fija,

atribuida a un evento histórico o mítico que, por

lo regular, se ha perdido en la memoria de los

pueblos.

Los siguientes ejemplos señalan las diversas

formas de contar el tiempo de acuerdo a los

grupos religiosos que siguen los calendarios

usados que aquí se cotejan de manera compa-

rativa:

1. Entre los hindúes, Los Vedas refieren que

el inicio del calendario no se puede rastrear en

el tiempo pues es infinito, mientras que en el

calendario Brahmánico hay una lista de cuentas

que se miden por eras que se inician de acuer-

Se debe aclarar que cada grupo cultural que

existe lleva su propia cuenta del tiempo que

parte de una fecha determinada por un evento

mítico o acontecimiento histórico, sagrado o lai-

co en el que se inicia la cuenta de los días y los

años, que de acuerdo con el movimiento de la

Tierra alrededor del Sol, lleva 365 días y 6

horas. Un excedente de horas que al cabo de

cuatro años se actualiza por el año bisiesto.

La fecha clave para comenzar las cuentas ca-

lendáricas en cada cultura ha ido de acuerdo al

concepto mítico-cosmogónico que cada religión

ha propagado a sus feligreses. Tomando como

base la suma de años en los relatos generacio-

nales descritos en la Biblia el Obispo Usher

(1658), llegó a fechar la creación de Adán en

Fig. 3. Meses del calendario Haab. Tomado de Thomson, 1950.

Fig. 4. Variantes de glifos de katunes, tunes y uinales, en las inscripciones y en el Códice de Dresde.

Basado en Thompson, 1950.

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do a una secuencia de profetas que se han ve-

nido sucediendo desde el año 3,102 antes de

la era cristiana (Gallud Jardiel, 2010).

2. El calendario Chino data de 2,697 antes

de esta misma era y el primer día del año es

movible puesto que comienza con la entrada

del signo de Piscis al movimiento solar

(Aslaksen, 2010).

3. En el calendario hebreo o judío se encon-

traba en el año 3761 a.C. cuando Yahvé creó

el mundo según el Rabino bíblico Samuel.

Aunque, de acuerdo al cálculo efectuado por el

Arzobispo Usher le correspondería al año 4044

antes de la era cristiana (Usher, Op.cit.).

4. Quienes llevan cuenta formal de las fe-

chas que se le atribuyen al inicio de estas

cuentas, aún discuten si la era cristiana se ini-

cia en la fecha en que nació Cristo, o en la fe-

cha en que se dice murió crucificado.

5. El calendario Musulmán se inicia en el año

622 de la era en curso, conmemorando la

Hégira o salida de Muhammad a la Mecca

(Hamidullah, 1981:9).

6. De acuerdo a la lectura de los glifos en el

calendario Maya, la fecha más antigua corres-

ponde al año de 3,114 a. C. la cara Este de la

Estela C de Quiriguá (fig.2), con los glifos 13

(0) baktun, 0 katun, 0 tun, 18 (0) uinal, 0 kin, 4

Ahau y 8 Cumku en la que, de acuerdo a su

propio sistema de medir los años o Tunes y los

periodos de 20 años o Katunes y los de (20 X

20 años) o Baktunes, asociados, como se ex-

plica arriba con el número sagrado 13 (Fig.5).

Fig.5. Cara este de la estela C en Quiriguá con el mítico dato del inicio de la cuenta larga en 13 (0) baktun, 0 katun,

0 tun, 18 (0) uinal, 0 kin, 4 Ahau y 8 Cumku correspondiente al 11 de agosto de 3114 a. C. del calendario gregoriano.

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El complejo sistema calendárico de los mayas,

relacionaba la cuenta de los 365 ¼ días del

año solar (Haab) con los del año sagrado

(Tzolkin), en los que cada Katun (20 años), ter-

minaba en un día “Ahau”, formando un ciclo de

tiempo llamado en maya, traducido como el

retorno, o la vuelta a la cuenta de los Baktunes

(400 años), en la que se cerraba la cuenta de

los tiempos. Una cuenta que en la que sólo

volvían a concordar los nombres iniciales del

día 4 Ahau con el del año 8 Kumhú.

Analógicamente se podría decir que ese perio-

do de 400 años podría ser, en el concepto vi-

gesimal de los mayas, lo que en nuestra forma

decimal de medir el tiempo, equivaldría a un

siglo o quizás hasta a un milenio. Se debe con-

siderar que en la interminable sucesión de si-

glos por los que ha pasado nuestro planeta, las

profecías de Nostradamus (a las que siempre

se les ha encontrado coincidencia después de

ocurrido el acontecimiento), han sido substitui-

das por el hecho de que en las cuentas del ca-

lendario maya, se da por terminada la cuenta

del Katún 13 (cuando ocurra el solsticio de in-

vierno del año 2012, no en el 12/12/12), y que

al día siguiente se conmemorarán los 5 días

festivos (Uayeb), antes de que se vuelva a ini-

ciar el siguiente gran periodo designado con el

nombre del día 1 Imix del año 1 Pop.

El hecho de que la cuenta de que los Katunes

termine con su treceavo ciclo no significa que

los mayas hubiesen lanzado fatales presagios

o profetizado el fin del mundo maya, ni mucho

menos el del mundo occidental en que se vive

ahora, puesto que en el transcurso del tiempo

que lleva, en cualquiera de los sistemas de

cuenta, sea decimal, como la de los calenda-

rios judeo-cristianos y musulmanes, o vigesi-

mal como la de los mayas, una vez que se

cumple un ciclo de tiempo, (siglo, milenio o

katún), siempre habrá un día siguiente que dé

inicio a un nuevo periodo por comenzar. Sin

embargo, no se puede negar que en las últi-

mas seis décadas (o los últimos tres katunes)

todos los componentes naturales que constitu-

yen nuestro planeta (animales, vegetales y mi-

nerales) vienen sufriendo un acelerado proce-

so destructivo en manos de un grupo de aso-

ciaciones industriales y empresariales que, con

la venia de los gobiernos tercermundistas, mul-

tiplican sus ganancias personales y empresa-

riales devastando bosques y aéreas selváticas,

contaminando mares, lagos y ríos con dese-

chos tóxicos con una economía de desperdi-

cio, crean montañas de desechos no recicla-

bles o de aparatos electrónicos programados

para un año de funcionalidad, por mencionar

solo unos cuantos elementos que saltan a la

vista en cualquier ámbito que se uno encuen-

tre.

Si hay la preocupación de que el mundo se

acabe para el 2012, no se puede atribuir a pre-

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presagios que los mayas no hicieron, sino a las

voraces actitudes de enriquecimiento rápido de

las empresas apátridas y deshumanizadas que

han devastado y siguen explotando los recur-

sos naturales de nuestro planeta, sin la menor

intención de restaurarlos o por lo menos de

conservarlos (Fig.6).

Bibliografía

Aslaksen, Helmer 2010 The Mathematics of the Chinese Calen-

dar. Department of Mathematics. National University of Singapore, Singapore.

Edmonson, Munro S. 1994 “Calendarios mesoamericanos” en Ar-

queología Mexicana Nº7, Vol. II. Abril-Mayo. Editorial Raíces. México. Pp.6-11. Gallud Jardiel, Enrique 2010Las eras y el calendario hindú. Instituto de Indología. http://www.institutodeindologia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=75:la-eras-y-el-calendario-hindu&catid=46:ciencia &Itemid=70. Consultada el 15 marzo de 2012. Hamidullah, M. 1981 “Mahoma” en El correo de la Unesco, agosto septiembre, Año XXXIV, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Paris, Francia. Pp.7-10. La Biblia. 2010 Antiguo y Nuevo Testamento. Ilustracio-nes de Gustave Doré. Grupo Editorial Tomo. México.

Fig.6. Secuelas en la fauna marina del derrame de petróleo ocasionado tras el hundimiento de una plataforma de Bri-tish Petroleum, en mayo de 2010. Tomado de noticiasaldia.com.mx

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Noticias al día http://www.noticiasaldia.com.mx/notas.pl?n=18834&s=b. Consultado el 7 de abril de 2012. Thomson, J. Eric S. 1950 Maya Hieroglyphic Writing, Introduction. Publication 589. Carnegie Institution of Wash-ington. Washington, D.C. Ussher, James 1658 Annals of the World. Printed by E. Tyler, for F. Crook, and G. Bedell. London.

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EL CULTO A TLÁLOC AL NORTE DEL ESTADO DE MÉXICO

Valerio E. Paredes Vega

E ste trabajo trata sobre dos temporadas de campo, de recorrido de superficie y de un res-

cate arqueológico, llevadas a cabo en el norte del Estado de México, concretamente en

los municipios de Jilotepec, Chapa de Mota, Villa del Carbón, Huehuetoca, Tepotzotlán y

en el sur del Estado de Hidalgo, en el municipio de Tepejí de Río, conocido como la parte sur del

Valle del Mezquital (Sánchez Alaníz y Paredes Vega, 2002, 204,2006) que estuvo ocupada por gru-

pos otomianos desde épocas remotas.

Estos grupos de personas aprovecharon las vegas de los ríos, las cimas de las lomas y terracearon

las pendientes de los cerros para practicar la agricultura, por lo menos desde inicios del periodo

Clásico; por lo que su forma de vida estuvo estrechamente ligada a los ciclos agrícolas y por ende a

los del agua. Además de completar su dieta con otros importantes productos estacionales, por

ejemplo sisas (gusano de ocote), cupiches (larvas de la mariposa del madroño), güijes o escamo-

les, gusanos de maguey, hongos y toda clase de animales terrestres como venados, conejos, tepo-

ringos, armadillos y animales acuáticos como ranas, acociles, peces, ajolotes, etc.

Por lo que Tláloc fue la deidad más claramente reverenciada por esta gente. El culto lo hemos

observado en dos vertientes; la primera es la de ofrendas de objetos de barro dejadas en la ci-

mas de los cerros más altos de la región, donde invariablemente se encuentran estructuras de

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piedra asociadas directamente a esta devo-

ción, y la segunda es de cajas con ofrendas

depositadas, posiblemente en campos de culti-

vo o lugares sagrados.

Del culto al dios de la lluvia en las montañas

más altas de la región, lo empecé a notar

cuando en mi juventud emprendimos excursio-

nes a estos lugares; uno de ellos lo encontra-

mos en el cerro de Las Ánimas del municipio

de Chapa de Mota, en la cima de esta monta-

ña, de más de 3000 msnm. En este lugar se

encuentra un observatorio astronómico de la

UNAM, una pista de despegue de parapentes y

una estación de observación de incendios fo-

restales.

Cuando alcanzamos la cima el guardabosques

quedó sorprendido de que llegáramos ilesos por

el ascenso que habíamos realizado a un lugar

tan escabroso en donde se pueden encontrar

con muchas víboras de cascabel, el bosque es

muy denso y donde los derrumbes son frecuen-

tes.

Platicando con él, contaba que en sus largas es-

tadías en este desolado lugar, en algunas oca-

siones era asustado por seres malignos; él lo

atribuía al sinnúmero de figuras de barro que en-

contraba escarbando en las laderas del cerro y

los peñascos, mostrando sus hallazgos consis-

tentes en figurillas de barro con forma de floreros

y aplicaciones al pastillaje de ojos redondos y

grandes orejas, manufacturadas de manera bur-

da siendo rugosas al tacto (Fig.1).

Posteriormente, en los recorridos de superficie

del Proyecto Chapa de Mota 2002 y 2004, que

Fig. 1. Figurillas similares a las encontradas en el cerro de Las Animas en Chapa de Mota, las de la imagen pertenecen al Museo de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato.

Foto. Valerio Paredes

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realicé en conjunto con el Arqlgo. José Ignacio

Sánchez Alaníz, se exploraron más cimas de

montañas, encontrando más figurillas similares

a las antes mencionadas, en los sitios del cerro

de la Bufa, Iglesia Vieja, La Idolatría, Mesa

Verde y La Alcaparrosa. En algunas montañas

las figurillas fueron halladas asociadas con es-

tructuras de piedra de varias formas y tama-

ños.

Estos rituales a los montes perduran hasta

nuestros días en la región y en algunas fechas

son visitados por los pobladores y se les hacen

rituales, involucrando a santos cristianos; pero

que si se les estudia con cuidado, de alguna

manera tienen una conexión directa con los

antiguos rituales a los cerros y al agua, como

el Señor del Cerrito en Ixtlahuaca, municipio

vecino a la zona de estudio.

El segundo caso mencionado, de cajas de

ofrendas localizado en distintas partes de la

cabecera municipal de Villa del Carbón, donde

aparecían una serie de platos, ollas y vasos de

tamaño pequeño en las milpas de la localidad.

Recuerdo haber visto una caja llena de ellos en

la casa de mi abuelo materno el Sr. Manuel

Vega Espinosa, pero nunca supe de dónde sal-

ían exactamente y ni siquiera si eran prehispá-

nicos, ya que la capa de engobe de la cerámi-

ca era poco clara o inexistente.

Estas vasijas cobraron sentido, cuando encon-

tramos varias de ellas en contexto en dos cajas

de ofrenda halladas en la Cabecera Municipal.

Todo comenzó cuando, como parte de la cons-

trucción de un drenaje, en el predio ubicado en

Av. Juárez N°30, en Villa del Carbón, Estado

de México, se observaron restos arqueológicos

de cerámica y muros de piedra, por lo que se

dio aviso al INAH, a través de la Dirección de

Registro Público de Monumentos y Zonas Ar-

queológicas. Este hallazgo resultó interesante

ya que nunca se habían encontrado restos ar-

queológicos in situ en la cabecera del munici-

pio.

Excavación

Para la excavación se planeó una cala de 2 x 6

m para cubrir la superficie de los materiales

expuestos, con la posibilidad de ampliarse

hacia el sur, este y oeste según mostrara la

evidencia arqueológica. La parte norte corres-

ponde a una barda limítrofe con otro predio,

por lo que su exploración resultaría más com-

plicada. Los restos se encontraban más o me-

nos entre los 0.50 cm y 1 m. de profundidad y

se exploró en niveles métricos de 10 cm (Figs.

2 y 3).

La capa III correspondió al contenido de las

cistas I y II, que miden de 40 a 55 cm de pro-

fundidad (Fig.4). Esta capa se formó con los

objetos arqueológicos depositados como ofren-

da y por las filtraciones de tierra, que con el

paso de los años rellenó las cistas. Está com-

puesta por materiales arqueológicos cerámi-

Page 21: TLALOQUE 5

21

Fig. 2. Vista Norte de inicio de excavación. Foto. Valerio Paredes

Fig. 3. Vista sur de la cista II, donde se muestra el fondo de un vaso, que ahí se encontró, antes del rescate. Foto. Valerio Paredes

Page 22: TLALOQUE 5

22

cos, lítica y carbón, fechados hacia el Clásico

Medio, fases Tlamiminolpa y Xolalpan (200 al

650 d. C.).

Esta tierra tiene la particularidad de ser muy

pegajosa y en seco es sumamente dura, lo que

hace muy difícil excavar este terreno, ya que

se adhiere a las piezas cerámicas de manera

tan agresiva que literalmente les arranca el en-

gobe, de ahí la razón de que las piezas conoci-

das anteriormente no tenían acabado de su-

perficie en su gran mayoría. La manera en que

se resolvió este problema fue humedeciendo

las piezas para liberarlas más fácilmente de la

tierra.

Cista I

Se ubica en la parte este de la excavación,

tiene orientación norte sur, con una desvia-

ción de 15° al E, mide aproximadamente 2 m

de largo x 0.50 m de ancho. Su sistema cons-

tructivo consiste en la excavación y desplante

sobre el terreno natural; en las paredes se co-

locaron sillares de piedra Chiluca, para los

muros medidas variables, disponiendo en ge-

neral de 2 ó 3 hiladas, hasta lograr la altura

de 0.50 m del desplante. En la parte norte se

apreciaba una especie de nicho de 12 cm de

ancho x 17 cm de largo. La parte sur no con-

taba con piedras que cerraran el rectángulo

de forma evidente. La cista estaba cubierta de

piedra laja de aproximadamente 73 cm de lar-

Fig. 4. Vista Norte, donde se observa parte de la cista I y II y el canal al centro de drenaje moderno. Foto. Valerio Paredes

Page 23: TLALOQUE 5

23

go x 38 cm de ancho y 6 cm de grosor (Fig.5.)

Desafortunadamente la máquina para excavar

el drenaje destruyó por el centro aproximada-

mente el 55 % de este elemento; del que se

conservó más la parte norte, pese a que to-

dos los objetos cerámicos se encontraban en

la parte sur por lo que resultó un poco difícil

su investigación.

Los materiales arqueológicos recuperados en

esta unidad consistieron en la mitad de un

plato monocromo color naranja, una mitad de

una olla votiva con la representación al pasti-

llaje de atributos de Tláloc, dios de la lluvia

(Figs. 6 y 7), un vaso monocromo naranja de

14 cm. de altura, fragmentos de mica, navaji-

llas de obsidiana verde, puntas de proyectil y

un raspador de color gris, carbón y una cuen-

ta de jade verde.

Cista II

Se encuentra en la parte oeste de la excava-

ción, tiene orientación norte sur, con una des-

viación de 15° al Este, mide aproximadamen-

te 1.70 m de largo x .40 m de ancho. Su siste-

ma constructivo consiste en la excavación y

desplante sobre el terreno natural, en las pa-

redes se colocaron fragmentos de piedra Chi-

luca, disponiendo en general de 3 a 5 hila-

das, hasta lograr la altura de 0.40 m de el

desplante. A diferencia de la Cista I, esta sí

contaba con sus delimitaciones cuadrangula-

res de forma clara. No se encontró evidencia

de lajas que cubrieran la caja, por hallarse en

un nivel más alto con respecto a la primera

cista, por lo que el arado pudo remover esta

evidencia. Al igual que la Cista I, la máquina

para excavar el drenaje destruyó este ele-

mento por el centro, en aproximadamente el

60 % y se conservó más la parte sur en un 35

%, por lo que resultó un poco más difícil su

investigación.

Fig. 5. Vista Norte, de la cista I, donde se muestra una reconstrucción parcial de sus paredes laterales y se

observa el nicho al centro de este elemento. Foto. Va-lerio Paredes

Page 24: TLALOQUE 5

24

Figura 6. Vista sur de la cista I, donde se muestra la cara interior de la Olla Tláloc, que ahí se halló, antes del rescate. Foto. Valerio Paredes

Figura 7. Replica de la Vasija Tláloc, encontrada en el rescate de Av. Juárez N°30, en la cabecera de Villa del Carbón. Foto. Valerio Paredes. Digitalización América Malbrán Porto

Page 25: TLALOQUE 5

25

Los materiales arqueológicos recuperados en

esta unidad consistieron en la mitad de un

cuenco color rojo, una olla votiva miniatura, un

vaso monócromo naranja de 14 cm. de altura,

fragmentos de navajillas de obsidiana verde,

puntas de proyectil y carbón (Fig.9).

Conclusiones

Es de gran importancia para la historia de este

lugar que este tipo de investigaciones se reali-

cen por especialistas en la materia, ya que es

la primera excavación arqueológica en la ca-

becera de Villa del Carbón, debido a que se

desconocía que esta población, fundada en

1700 por españoles, estuviera asentada sobre

restos prehispánicos del 200 al 650 d.C., por lo

que más de mil años antes, ya había gente

habitando el mismo espacio geográfico.

Otro aspecto interesante es que estos no son

elementos aislados, ya que se tenían antece-

dentes de estos hallazgos. El señor Manuel

Vega Espinosa tenía guardadas en su casa

varias piezas arqueológicas de este tipo que

había encontrado en los terrenos de su casa, a

los que pertenecía el predio excavado, donde

se hizo el rescate arqueológico, además en

ranchos cercanos se han encontrado elemen-

tos similares, como lo señala en comunicación

personal, el Sr. Antonio Hernández Vega y la

Sra. Siomara Vega Cruz, por lo que se tenía

una tradición ritual en la zona y se hacía este

Figura 9. Muestra de algunos objetos cerámicos encontrados en la cista I y II, donde se observa la olla Tláloc al centro, la olla miniatura a la izquierda y un vaso a la derecha.

Foto. Valerio Paredes

Page 26: TLALOQUE 5

26

tipo de ofrendas.

Por recorridos de superficie que hemos realiza-

do en este lugar, sabemos que el culto al dios

Tláloc, era el más importante que se llevaba a

cabo en este territorio, debido a que en las ci-

mas de las montañas de los alrededores se

localizan gran cantidad de estructuras religio-

sas, con ofrendas cerámicas conocidas como

huemas y que son representaciones de esta

deidad de la lluvia, recordemos que en esa

época se pensaba que el agua de lluvia pro-

venía de las grandes montañas y de las cue-

vas. Este dios está íntimamente relacionado

con sociedades sedentarias, con sistemas de

subsistencia predominantemente agrícola, por

lo que esto contradice un poco la información

de que los otomíes de este lugar eran sola-

mente cazadores recolectores.

Los objetos que conformaron estos elementos

tienen un carácter especial, ya que primero ex-

cavaron un agujero en la tierra, donde levanta-

ron directamente sobre el suelo las paredes de

las cajas, con una piedra de cantera local lla-

mada Chiluca, que proviene de una distancia

de 4 Kilómetros y que fueron careadas en for-

ma de sillar, con un muro divisorio entre la Cis-

ta I y II. Posteriormente se depositaron objetos

de cerámica y lítica, consistente en ollas voti-

vas, vasos, platos y cuencos, en colores natu-

rales y rojos; destaca la olla Tláloc adornada al

pastillaje, que se encontró fracturada por la

máquina que abrió el drenaje. Es la figura más

elaborada de Tláloc que se conoce de esta zo-

na. La cerámica parece de hechura local, aun-

que con una notable influencia teotihuacana,

también se localizó un raspador, navajas y

puntas de proyectil elaborados en obsidiana

verde y gris, que provienen de los estados de

Hidalgo y Michoacán o de alguna parte del Es-

tado de México así como fragmentos de mica

que vienen de Oaxaca. Además de lentículas

de carbón y posiblemente otros materiales pe-

recederos, ya desintegrados por el paso del

tiempo. Para cubrir estas ofrendas se coloca-

ron unas lajas que provienen de aproximada-

mente 10 km de distancia, por lo que en su

conjunto este hallazgo denota que los objetos

de estas cistas pudieron ser ofrendados duran-

te alguna época de crisis, como una sequía,

una festividad o en algún momento ritual muy

especial, ya que los objetos nos hablan de su

sistema de pensamiento y creencias religiosas

locales de complejidad e importancia hacia los

cultos acuáticos.

Por otro lado, estos objetos no se sabe en qué

contexto mayor se encontraban, si en una zo-

na habitacional, agrícola o ceremonial, ya que

el asentamiento poblacional actual de Villa del

Carbón, ha descontextualizado estos objetos,

por lo que se necesita investigar más al respe-

to de este asentamiento humano y de la in-

fluencia que pudo haber recibido de la ciudad

Page 27: TLALOQUE 5

27

de Teotihuacán, ubicada a 64 km. en línea re-

cta desde este lugar.

Bibliografía

Sánchez Alaníz, José Ignacio, y Paredes Vega

Valerio E.

2002 Informe de campo del Proyecto Chapa

de Recorrido de Superficie, INAH, Méxi-

co.

2004 Informe de campo del Proyecto Chapa

de Recorrido de Superficie, INAH, Méxi-

co.

2006 Informe del Rescate Av. Juárez N°30, Vi-

lla del Carbón, Edo. de México, INAH,

México.

Page 28: TLALOQUE 5

28

ANTEOJERAS Y BIGOTERAS EN TEXCALPINTADO, PUEBLA

Enrique Méndez Torres

Raúl Francisco González Quezada

E n el marco del Proyecto “Ocuituco, Morelos, Transformación Sociocultural del Horizonte

Posclásico al Colonial”, a cargo del arqueólogo Raúl Francisco González Quezada, se

realizaron recorridos de superficie en el área y parte de ellos consistieron en la reubica-

ción de algunos sitios arqueológicos reportados, a la Dirección de Registro Público de Monumentos

y Zonas Arqueológicas del INAH, hace varios años en los municipios vecinos de Tetela del Volcán,

Morelos, y Tochimilco, Puebla. Esto debido a que la división política de los Estados está muy cerca-

na y la carretera morelense pasa por una pequeña esquina del municipio poblano (Fig. 1).

Esta zona se caracteriza por ser un espacio geomorfológico conocido como pie de monte, es una

parte transicional donde se pueden ver algunas elevaciones combinadas con tierras que tienen una

moderada pendiente hacia el sur y suroeste; aunque no son perceptibles hasta que uno transita por

Fig. 1, Ubicación de Texcal pintado en relación con el estado de Morelos.

Dibujo Enrique Méndez Torres

Page 29: TLALOQUE 5

29

estos lugares. El área está muy limitada y sur-

cada por muchas cañadas, algunas de las cua-

les llegan a tener más de 50 metros de profun-

didad, mismas que han servido como drenaje a

las lluvias y sobre todo al deshielo de la poca

nieve que se llega a concentrar aún en el

volcán Popocatepetl (Fig. 2).

De todas estas barrancas hay una que nos in-

teresa y es la que ha ido horadando el cauce

del río Amatzinac.

Un texcal en la barranca del Amatzinac

En la actualidad el flujo del vital líquido ha sido

mermado a consecuencia de la captación del

mismo por habitantes de poblados distantes

“río abajo” casi desde su nacimiento, y viaja

por más de 6 kilómetros en mangueras negras

de PVC.

Al inicio de esta barranca hay una cascada de

donde proviene parte del agua que alimenta el

cauce, a su paso se ve nutrido por algunos

manantiales que brotan en las partes bajas de

las paredes de la cañada. Cerca de la cascada

se puede observar una cueva, que no excede

los 20 metros de profundidad, en desarrollo

horizontal sobre un estrato volcánico. En los

casi seis kilómetros que hay de este punto

hasta el Texcal1 no se encontraron, hasta aho-

ra, evidencias de otras manifestaciones pictóri-

cas.

Fig. 2, Ubicación de Texcalpintado y su contexto en el espacio geográfico.

Dibujo Enrique Méndez Torres

1 Con este vocablo Náhuatl los pobladores reconocen a los abrigos rocosos.

Page 30: TLALOQUE 5

30

A la altura del cerro Megatepetl, esta barranca,

que perfila suelos sedimentarios sobre estratos

volcánicos, muestra en su pared Este, la inclu-

sión de una gran roca de origen ígneo, misma

que por acción fluvial ha sido modelada, junto

con la pared, formando un pequeño balcón con

un techo ligeramente extraplomado, el cual fue

aprovechado por gente prehispánica para plas-

mar pinturas rupestres en tinta plana de color

blanco, que reflejan parte de su ideología reli-

giosa, su vida cotidiana y su entorno geográfi-

co. También se observan una serie de puntillis-

mos hechos mediante la técnica de abrasión.

La disposición del techo ha servido para evitar

que los escurrimientos de agua y sales minera-

les afecten el área donde se plasmaron las pin-

turas y que de este modo se preservaran mejor

que en otras partes de la barranca. Es plausi-

ble que este factor haya sido también una de

las razones para que la gente aprovechara el

lugar. A este tipo de formaciones las conocen

localmente como texcal, y el área con pinturas

tiene unas dimensiones de 23 metros de largo

por 5 de alto (Fig. 3).

Entre las pinturas en color blanco sobresalen

figuras antropomorfas y zoomorfas, algunas de

las cuales llevan atuendos de guerra, glifos y

sobretodo el constante ícono de la deidad del

agua representado con las anteojeras y bigote-

ras.

Estas expresiones gráficas, por asociación con

otras pinturas de la región y estilo, presentan

una similitud a las de los códices del Centro de

México, por lo que se han fechado tentativa-

mente entre el Posclásico Medio y el período

del Virreinato Temprano.

Fig. 3, Ladera del cerro Megatepetl donde se pueden

apreciar el intemperísmo por los escurrimientos de agua

y la parte del texcal que soporta las pinturas por arriba

de las mangueras que surten de agua potable a pobla-

ciones. Foto Enrique Méndez, 2007.

Page 31: TLALOQUE 5

31

Trabajos previos

Se tiene noticia de que este sitio fue reportado

por algunos habitantes del cercano poblado de

Hueyapan en septiembre de 1943 (Espejo,

1944-1945). Al parecer Antonieta Espejo,

acompañada de Robert H. Barlow, fueron los

primeros en registrar estas pinturas (Fig. 4).

Para el año de 1945, Espejo hace referencia a

este lugar en un artículo publicado por The

Carnegie Institution of Washington, donde lo

describe como un posible altar de petición de

lluvias basándose en las representaciones de

máscaras Tláloc, además de los bastones que

caracterizan a esta deidad para la fiesta de Et-

zalcualiztli, que era la sexta veintena en la que

se celebraba la buena cosecha, mediante la

repartición de frijoles y maíz a la comunidad.

La arqueóloga fecha las pinturas para el

Posclásico Tardío basándose en la iconografía

de las imágenes, los topónimos de la región y

la posible conexión con barrios de la mixteca

(Op. Cit.).

No es hasta el siguiente siglo que las pinturas

son redescubiertas por antropólogos y vuelven

a ser mencionadas en la literatura científica.

En el 2006 Elías Rodríguez Vázquez visita el

sitio y coincide con Espejo en que se trata de

un altar de lluvia (Rodríguez Vázquez, 2006).

En su investigación aborda el tema desde un

análisis de los altares de petición de lluvia en

el sur del Popocatépetl, mencionando además

otros sitios sagrados que se visitaron durante

sus temporadas de campo.

En 2007, haciendo un recorrido para localizar

Fig. 4, Registro de las pinturas rupestres de Texcalpintado realizado por Robert H. Barlow para Antonieta Espejo. Toma-

do de Espejo, 1943:176-177.

Page 32: TLALOQUE 5

32

un sitio con coordenadas conocidas, y valién-

donos de un GPS para llegar a él, los autores

al transitar por la barranca del Amatzinac, reco-

rriéndola río abajo, al encontrarnos a un costa-

do del cerro Megatepetl pudimos observar en

la pared unos trazos en color blanco y se pro-

cedió a realizar el registro formal del sitio.

Se tomaron fotografías, sin empleo de flash, a

alta resolución para procesarlas con el módulo

DStreatch del programa computacional ImagJ

el cual sirve para resaltar algunos colores ya

velados por el paso del tiempo, siendo efectivo

para algunos rasgos y auxilió a reconstruir figu-

ras al momento de dibujar los motivos

(González Quezada, 2006).

En el 2009 Helena Matos Ortega empieza a

trabajar también este mural con la propuesta

de hacer un registro de elementos basándose

en fotografía y video, así como la elaboración

de dibujos a escala, donde pretende hacer un

análisis morfológico comparativo para definir

un “cronoestilísmo”, así como elaborar un aná-

lisis iconográfico de los elementos como parte

de su investigación para obtener el grado de

maestría, la cual está en desarrollo (Matos Or-

tega 2010).

Descripción general del texcal

Evidentemente este espacio fue elegido en un

recodo del río, donde la pared no está propen-

sa a los escurrimientos de sales, agua de lluvia

y la línea de goteo tampoco la afecta.

La mayoría de estas pinturas, junto con algu-

nos agujeros hechos por abrasión empleando

buriles, se encuentran a gran altura, lo que nos

hace pensar que se haya empleado un anda-

mio para plasmar los grafismos de manera se-

gura. En otro sitio, también con pintura rupes-

tre y una imagen de la Virgen de Guadalupe

repintada recientemente, se pudo apreciar este

tipo de construcción elaborado con troncos de

árboles y maderas cortadas a sierra, donde se

le colocan flores y también aprovechan para

limpiar la pared y retocar los colores de la ac-

tual pinta (González Quezada, Op. Cit.) (fig.5).

Para el trazado de las pinturas de Texcalpinta-

do, se ha observado que se emplearon bro-

chas o pinceles de diversos grosores, deduc-

ción que surge a partir de la presencia de líne-

as de distintos anchos. También se notan mo-

mentos temáticos variados los cuales son evi-

dentes por la serie de sobreimposiciones pictó-

ricas y que algunas pinturas muestran trazos

velados y otros amarillentos. Es claro que en la

serie de pinturas observamos estilos diferentes

y en algunos casos la huella de las manos de

los artistas.

Gracias a su posición estratégica, la conserva-

ción de las pinturas en general es muy buena,

sin embargo, la roca que sirve de soporte pre-

senta en ciertas secciones un poco de exfolia-

ción, en otras partes no se pueden observar

ciertas líneas debido a la acumulación de polvo

Page 33: TLALOQUE 5

33

sobre la roca.

Algunos trazos conservan en óptimas condicio-

nes la pintura blanca, en otros ésta va virando

al amarillo, mientras que hay grafismos que ya

presentan exfoliación y desprendimiento. Al

momento de realizar los dibujos de las pinturas

que no se encontraban en óptimas condiciones

de conservación fue necesario reconstruir los

trazos velados, basándonos en la impronta al

negativo que dejó la pintura.

Por lo general el color blanco empleado en las

pinturas, es producto de la mezcla de cal con

agua, y algún aglutinante que le da mejor soli-

dez y en Texcalpintado se puede observar que

hubo diferentes mezclas, pues no toda se ero-

siona de la misma manera y en algunos trazos

la pintura se nota más diluida y en otras más

espesa.

Es posible que algunos de los trazos se reali-

zaran desde el pequeño balcón que se en-

cuentra a 6 m de altura sobre el lecho del río.

Éste tiene en su sección más ancha hasta 1.70

m, presenta escasa sedimentación y tiene una

ligera inclinación que lo va reduciendo hasta

fusionarse verticalmente con la pared. Para

poder subir hasta el balcón existe una serie de

peldaños esculpidos intencionalmente en la

pared baja, aunque el ascenso no es fácil, de

hecho es parcialmente peligroso ya que los

peldaños no exceden los 10 cm de planta (figs.

6, 7 A y B).

Fig. 5, Andamio de madera de más de tres metros de altura, es posible que uno de manufactura similar, pero de mayo-

res dimensiones, se haya empleado en Texcalpintado. Foto Enrique Méndez, 2007.

Page 34: TLALOQUE 5

34

Fig. 6. Subida al balcón que sirvió para pararse y realizar algunas pinturas. Foto Enrique Méndez, 2007

Fig. 7. A, vista sur de la parte superior del balcón. B, vista norte de la parte superior del balcón de Texcalpintado.

Page 35: TLALOQUE 5

35

Existe todo un proyecto icónico que hasta el

momento presenta la problemática de tratar de

elaborar conjuntos, sin embargo hay algunos

que por su ubicación están mejor delimitados

que otros (Fig. 8). Los registros de Espejo (Op.

Cit.), sólo refieren tres conjuntos colocados

hacia la derecha, olvidando un complejo grupo

de pintura y círculos, así como uno en el extre-

mo izquierdo que incluye pocas figuras en la

mayoría prácticamente desaparecidas en la

actualidad.

Como ya se mencionó, el espacio es conocido

por los pobladores locales y el actual lecho del

río sirve de camino para trasladarse a otros pa-

rajes donde la gente no sólo transita a pie sino

que también es una vía de terracería para

vehículos. A pesar de esto las pinturas no han

sido vandalizadas, sin embargo cerca del

balcón perforaron la roca para fijar algunas

mangueras de plástico negro que llevan agua

potable a otros poblados, con la misma inten-

ción se instalaron sobre la pared de la barran-

ca, más de 10 metros arriba otras mangueras.

Contexto cultural de las pinturas.

La gente que elaboró este conjunto sígnico sin

lugar a dudas provenía de una tradición pictóri-

ca que se remonta a la época prehispánica de

filiación nahua, que estaba alejada de los gran-

des centro ceremoniales y que es probable

que sus rituales tuvieran algunas adecuacio-

nes propias de su medio ambiente donde el

campesinado tiene un papel preponderante en

la recreación de actos litúrgicos, en los mismos

espacios donde ven brotar el agua y cómo ésta

Fig. 8. Dibujo de Texcalpintado donde se muestra el amplio panel con pinturas.

Dibujo: Enrique Méndez Torres

Page 36: TLALOQUE 5

36

beneficia a los granos cosechados y no como

un protocolo elaborado desde una gran urbe

como lo fue Tenochtitlan donde sus necesida-

des radicaban en el acopio de excedentes.

Con el contacto europeo la gente encargada

de realizar los rituales se vio en la necesidad

de revalorizar su sincretismo y en pocas gene-

raciones se dio una amalgama ideológica im-

poniéndose la católica. La estrategia empleada

por el clero fue la suplantación de imágenes

prehispánicas por las de la religión conquistada

y aprovechó la coincidencia de algunas fiestas.

Las epidemias influyeron notablemente en el

genocidio, y habiendo menos mentes que do-

minar la estrategia evangelizadora se volcó

hacia los menores para adoctrinarlos. Con es-

tas situaciones la penetración de instituciones

y formas de vida occidentales fue más fácil.

Como la conquista espiritual nunca fue del todo

exitosa, el sincretismo religioso se fue mez-

clando y con el tiempo darían paso a una fu-

sión de ideas, provocando que la religión me-

soamericana ajustara sus mitos, cuentos y le-

yendas con los nuevos elementos que se im-

ponían del Viejo Continente.

El “logro” de éste dominio religioso se puede

apreciar actualmente, no sólo, al interior de los

rituales domésticos o familiares sino en la

aceptación de la iglesia de la anexión de las

ideas sacras y credos de carácter prehispánico

a su culto.

A partir de esta época se puede apreciar la

persistencia de un núcleo que se había empe-

zado a integrar en las concepciones espacio

temporales de los primeros agricultores del

Clásico Temprano, subsistiendo lo más profun-

do de la religión mesoamericana, eso que liga

al hombre con sus valores más íntimos y coti-

dianos. Esto es la relación de los hombres con

sus dioses patronos, lo cual, de alguna mane-

ra, lo propiciaron los mismos frailes con la su-

plantación de santos (López Austin, 2002).

De esta manera podríamos entender, porque a

pesar de tener un espacio donde se están re-

presentando deidades prehispánicas en la ac-

tualidad los vecinos no le dan importancia. Se

ha visitado el lugar en distintas épocas del año

y no se han encontrado materiales que eviden-

cie que el lugar tiene aún validez para las co-

munidades agrícolas, quienes dependen fuer-

temente de las temporadas de lluvias oportu-

nas.

En la actualidad podría considerarse el espacio

como fuera de uso, pero para la época colonial

es probable que haya fungido como un espacio

donde se realizaban rituales a la fertilidad de

forma clandestina al ojo celoso de quien im-

partía la religión católica.

Registro iconográfico.

Al estar frente a las pinturas de Texcalpintado

llaman la atención las figuras antropomorfas,

las representaciones icónicas de Tlaloc (Fig. 9)

Page 37: TLALOQUE 5

37

y los animales aquí representados, aunque

también hay algunos glifos, concentraciones de

puntos, representaciones de astros, otras re-

presentaciones más simples de rostros y otros

elementos no bien identificados.

En estas latitudes no es extraño encontrar en

las barrancas, lugares donde surca el agua y

se llegan a encontrar manantiales, imágenes

de la deidad acuática. Al igual que en otras

partes de Mesoamérica. Incluso en otra barran-

ca del cercano municipio de Yecapixtla hay

otras imágenes que representan a Tlaloc y a

sacerdotes, también pintadas en color blanco,

y en el estado de Morelos hay más pinturas de

este numen de estilo similar que se han fecha-

do para el Posclásico en el mismo color .

En cuanto a los antropomorfos los podemos

dividir de cuerpo completo y rostros, unos de

ellos representados de forma natural y otros

esquemáticos. Sólo uno podría sexarse como

femenina debido a que presenta un tocado co-

mo el que usa la diosa Xilomen y es una de las

figuras más grandes y está en la parte más al-

ta. Las representaciones masculinas se pue-

den englobar en dos tipos de actividades, béli-

cas, por el empleo de algunas armas como es-

cudo y saetas; y las de tipo religioso, por el

hecho de portar unos bastones o chicahuaztli.

Entre las representaciones zoomorfas pode-

mos observar venados, canidos, lagartijas, ser-

pientes y aves. Una de las dos serpientes lla-

ma la atención debido a que en su cabeza tie-

ne un par de cuernos. Recordemos que este

Fig. 9. Dibujo de Texcalpintado donde se muestra la distribución de Tlaloc reconocidos por las bigoteras y anteojeras,

también se aprecian otros signos incompletos, una deidad femenina y unos trazos como referencia.

Dibujo: Enrique Méndez Torres

Page 38: TLALOQUE 5

38

animal fantástico está asociado a las crecidas

de agua o las lluvias.

De los elementos celestes tenemos represen-

taciones de estrellas y luna, está en su fase de

llena o creciente, en algunas ocasiones la cre-

ciente esta en pares.

Respecto a las deidades Tlaloc se puede apre-

ciar que se les ha representado típicamente

con las anteojeras y bigoteras pero hay algu-

nas que tienen otros atributos, tenemos así

imágenes coronadas, otros tienen debajo de

sus anteojeras unos círculos, a manera de re-

saltar las mejillas. Hay otros que sus dientes

están más pronunciados; algunos tienen una

boca que está abierta de cuyos extremos sale

la bigotera. Aunque hay algunos ejemplos par-

ticulares también llega a ver mezclas de esti-

los.

En nuestro contexto aparecen imágenes de

personas con unos elementos de guerra, tales

como un escudo o rodela, unas flechas y

quizás unas lanzas, una propuesta, como ya

se mencionó, es que también se hayan pintado

representaciones de una batalla, quizás ritual

para hacerse de cautivos y sacrificarlos.

Discusión

De entre todos los espacios en la barranca del

Amatzinac el que se ubica al pie del cerro Me-

gatepetl fue el más apropiado por el tipo de

abrigo que se formó de manera natural que es

propio para evitar los escurrimientos de agua

de lluvia y de deslaves.

El tipo de contexto que representan las pintu-

ras de Texcalpintado nos está haciendo refe-

rencia a una actividad ritual relacionada con la

deidad Tlaloc.

El estilo de las pinturas corresponde al em-

pleado en el Centro de México por gente de

cultura náhuatl entre el Clásico Tardío y la Co-

lonia, fecha esta ultima en que se elaboraron

varios códices que han servido como referen-

cia de las imágenes analizadas.

Sahagún nos hace referencia que el culto a la

deidad del agua fue relevante para los mexicas

y debemos entender que para todos los pue-

blos agricultores este numen debió de haber

tenido una jerarquía primordial, pues sabemos

que es importante que la época de lluvias lle-

gue en las fechas adecuadas para regar las

semillas sembradas y también que la cantidad

de agua sea la necesaria, ni más abundante

que ahogue a las semillas ni que deje de llover

por temporadas largas para que continúe reci-

biendo el vital liquido.

Dalhgren menciona que en ritos agrícolas y

ceremonias se le hacían ofrendas sacrificándo-

le niños y prisioneros. Puede ser probable que

las escenas de guerra que tenemos, los perso-

najes con escudo y flecha estén representando

una guerra sagrada o florida que tenía la finali-

dad de hacerse de cautivos para estos sacrifi-

cios.

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Sin embargo, se ha observado en varios de los

códices de la época de la Colonia que muchas

de las deidades mexicas se han representado

con algunos atributos de guerreros, usando es-

cudo, lanzas, macanas o las flechas, sin que

se vean estos en actitud combatiente, por lo

que el hecho de que aparezcan en Texcalpin-

tado representaciones de escudo, flechas o

lanzas pueda ser parte de los atributos que

acompañe a las representaciones divinas.

Algunos de los elementos distintivos que se

observan en las distintas representaciones de

la deidad acuática pueden ser abstracciones

de sus elementos o atributos con los que se

han visto asociados en códices como:

Corona.- Hay algunas imágenes en que este

numen aparece con un tocado rematado por

unos elementos cónicos o con unas plumas

como en los códices Borgia, Telleriano Reme-

sis, Borbónico, Laúd, Magliabicchiano y otros

más. Y lo que se llega a ver en Texcalpintado

es una simplificación de este adorno y que en

otros conjuntos pintados se ha llegado a tomar

como una corona. Sahagún nos dice que algu-

nas deidades asociadas al agua usaban una

corona de papel, un Nappatecutli.

Bigotera.- es una característica de Tlaloc,

aparte de sus anteojeras, la bigotera y sus col-

millos. Sin embargo, se ha observado en distin-

tas representaciones que la bigotera puede lle-

gar a tener bigotera o los colmillos retorcidos

retorcidos sin que exista un patrón estilístico,

como lo muestran las imágenes de los códices

Borgia y Laúd.

Sacerdotisa.- En algunos códices se ve a una

mujer con un tocado con borlas en la cabeza,

notándose que juega un papel importante en

un ritual a la fertilidad como lo ejemplifican los

códices Borgia, Laud, Magliabecchiano y el To-

malamatl.

Borlas.- Es casi representativo que los toca-

dos que están asociados a Tlaloc, alguna de

sus advocaciones femeninas u otros rituales

de fertilidad, se lleguen a emplear un arreglo

en la cabeza de donde penden dos borlas, una

a cada costado, como lo ejemplifican los códi-

ces Borgia, Magliabecchiano y Tonalamatl.

Tenemos pues, un espacio que se utilizó para

la recreación de rituales asociados a la fertili-

dad y con mayor peso a la deidad acuática Tla-

loc representado por distintos iconos con va-

riantes, lo que puede sugerir distintas fechas y

quizás gente de los diversos poblados aleda-

ños que acudían a este “santuario” a realizar

sus rituales de pedimento o agradecimiento.

Sin embargo hay muchos otros signos que re-

sultan de difícil interpretación debido a que no

contamos con referentes de interpretaciones

iconográficas. Y para el caso de unas líneas o

puntos podrían ser interpretaciones o muy va-

gas o muy complejas, quedando un gran vacío

interpretativo.

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40

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42

Sesiones del Seminario

Dr. Francisco Rivas durante su exposición

Dra. Marie-Areti Herz

Miembros del Seminario

Dra. Georgina Bribiesca y Lic. Francisco León

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Invitación a publicar

Se invita a todos los investigadores interesados

en temas relacionados con Tlaloc y demás dei-

dades de la lluvia y la fertilidad a enviar sus artí-

culos de no más de 15 cuartillas.

Las imágenes se enviaran por separado en re-

solución de 300dpi. Se aceptará un máximo de

10 imágenes.

Para entrega de originales se siguen las normas

de la revista Anales IIEs

Toda correspondencia deberá dirigirse a la Dra.

María Elena Ruiz Gallut al Instituto de Investiga-

ciones Estéticas, Circuito Mario de la Cueva,

s/n. Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México

D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

De igual manera los artículos podrán mandarse

a las siguientes direcciones electrónicas:

[email protected].

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