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TLÁLOC ¿QUÉ? Boletín del Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica Año 1 N°4 Octubre-Diciembre

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TLÁLOC ¿QUÉ?

Boletín del Seminario

El Emblema de Tláloc en Mesoamérica

Año 1 N°4 Octubre-Diciembre

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CONTENIDO

Presentación p. 6 Manifestaciones totémicas en Teotihuacan y su conexión con el culto a la lluvia, la tierra y la guerra p. 8 Alfonso A. Garduño Arzave.

Relación entre Tlaloc B y Tezcatlipoca en la iconografía del centro de México p.19 Nadia Giral Sancho

Los rostros de Tláloc en Mesoamérica p. 32

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Portada: Foja 34r, Códice Magliabechi.

Página 3: Detalle, Foja 89r, Códice Magliabechi.

Cenefa: Detalle Mural Templo de la Agricultura, Teotihuacan. Basado en Marquina.

José Narro Robles

Rector

Estela Morales Campos

Coordinadora de Humanidades

Renato González Mello

Director del Instituto de Investigaciones Estéticas

María Elena Ruiz Gallut

Titular del proyecto

Editores

María Elena Ruiz Gallut

América Malbrán Porto

Enrique Méndez Torres

Diseño editorial

América Malbrán Porto

Consejo Editorial:

Jorge Angulo Villaseñor

Marie-Areti Hers

Alejandro Villalobos

Patrick Johansson K.

Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del

Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica son

responsabilidad exclusiva de sus autores.

Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-

loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del

Proyecto El Emblema de Tláloc en Mesoamérica, del

Instituto de Investigaciones Estéticas de La Universidad

Nacional Autónoma de México, Circuito Mario de la

Cueva s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México

D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

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del título, Dirección General de Derechos de Autor,

Secretaría de Educación Pública, número ( en

trámite ) . Certificados de licitud de título y de con-

tenido, Comisión Certificadora de Publicaciones y

Revistas Ilustradas, Secretaría de Gobernación,

números, ( en trámite ) , ISSN ( en trámite ) .

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PRESENTACIÓN

Este número, el cuarto de la serie, cierra el primer año de Tlaloc ¿qué? con dos intere-

santes trabajos. En el primero de ellos Alfonso Garduño nos habla de la representación

de animales totémicos en la pictografía, como el jaguar, el coyote, la serpiente, el águila

arpía y el cocodrilo, todos seres de poder vinculados con el chamanismo. Para ello hace

un recorrido histórico iniciando en el Preclásico con los olmecas, describiendo las repre-

sentaciones de la cueva de Oxtotitlan y terminando en el Clásico concretamente en Teo-

tihuacan, donde abundan las pinturas de éstos, relacionados con las fuerzas de la natura-

leza. A lo largo del texto el autor nos explica cómo estos animales de culto dentro del

pensamiento teotihuacano fueron relacionados con las deidades de la lluvia, la tierra y

aún con fenómenos tan humanos como es la guerra y otros menesteres seglares.

En el segundo trabajo Nadia Giral Sancho reflexiona sobre la relación entre Tezcatlipoca

y el denominado Tlaloc B, partiendo de los mitos de creación del centro de México para el

Posclásico, destacando una interesante analogía entre estos dioses y la dicotomía entre

toltecas y chichimecas. Para lograrlo se remonta a la iconografía de diferentes sitios co-

mo Teotihuacan y Tula explicando las características de los animales considerados como

naguales de estas deidades. A partir de este cuidadoso análisis la autora infiere que el

Tlaloc B Teotihuacano es un dios guerrero cuyas características lo vinculan con Tezcatli-

poca, por lo que estas representaciones podrían ser un antecedente de lo que en el

Posclásico fue la deidad Tezcatlipoca.

Para finalizar se presenta el álbum fotográfico de la exposición Los Rostros de Tláloc en

Mesoamérica abierta al público el 17 de noviembre en el viejo Museo de sitio de la Zona

Arqueológica de Teotihuacan. Después de un año de intenso trabajo, producto del Semi-

nario Los Rostros de Tláloc, se exhibe esta muestra interactiva centrada en esta deidad

acuática, sus atributos y la importancia de este numen en Mesoamérica. La exposición

estará abierta al público hasta el mes de abril del 2012, para luego convertirse en exposi-

ción itinerante.

Los editores

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MANIFESTACIONES TOTÉMICAS EN TEOTIHUACAN Y SU

CONEXIÓN CON EL CULTO A LA LLUVIA, LA TIERRA Y LA GUERRA

Alfonso A. Garduño Arzave

D e las diferentes manifestaciones artísticas desarrolladas en la época prehispánica

(1800 a.C- 1521 d.C.) entre las más elocuentes y representativas se hallan las mues-

tras de arte pictórico plasmado en distintos espacios públicos, religiosos y militares. Du-

rante este período histórico en la América Central, principalmente, los diferentes pueblos indígenas

manifestaron un sin fin de ideas y modelos provenientes del mundo natural que transformaron en

imágenes ideográficas, jeroglíficas y fonéticas que representaron sin más su vida cotidiana y espiri-

tual, llegando incluso a convertirse y representarse en parte de su cosmovisión a través del plano

simbólico (Seler 2008: 11). Desde etapas tan tempranas como el Preclásico (1800- 100 a.C.) se

realizaron diferentes ejemplos que poseen gran calidad artística y técnica, adjudicándoselas a so-

ciedades como la cultura Olmeca la cuál se desarrollaría en los antiguos parajes cubiertos por una

selva densa y húmeda del Golfo de México. Así por casi 900 años rindieron culto al mayor felino de

las Américas el jaguar (Pantera Onca) (Fig.1) y a otros habitantes de la jungla como la serpiente de

cascabel (Crotalus horridus), el águila coronada (Arpia arpia) y el cocodrilo americano (Crocodylus

acutus), estos animales sin duda exaltaron la imaginación y el fuerte deseo de enlazarse mágica-

mente con ellos a través del chamanismo con las fuerzas que de estos emanaba como feroces ani-

males de presa, agilidad, fortaleza y poder, mismos atributos que se intentaron transmitir a través

de linajes y castas poderosas que gobernaban a través del poder político y militar.

Con respecto a este fenómeno de culto a los seres de la naturaleza, en las cuevas de Oxtotitlan en

el estado mexicano de Guerrero encontramos un personaje plasmado en la roca que se está ata-

viando como ave de presa, muy probablemente el águila coronada, dicho individuo posee una serie

de plumas adosadas al cuerpo simulando alas y el yelmo aparentando la cabeza del animal siendo

sin duda uno de los logros más notables del arte mesoamericano. Y quién lo plasmó nos hace, co-

mo espectadores, centrar nuestra atención en el rostro del personaje el cuál se aprecia hacia el

interior de la cabeza de dicha ave, técnica que se le ha denominado de rayos “X” pues parece que

la intención principal del espectador fue la percepción del individuo dentro de este “disfraz”.

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Fig. 1. El jaguar (Pantera Onca) fue uno de los primeros animales mesoamericanos asociados al poder político, militar y probablemente ya desde épocas tempranas a la noche y los cielos estrellados (Foto de Alexander 2008)

Por otro lado con respecto a la dinámica que

presenta el personaje podemos percibir que se

encuentra sentado en una actitud poco natural

ya que presenta el brazo izquierdo levantado, y

el derecho se mantiene hacia abajo, además

de contar con una pierna flexionada mientras

que la otra aparece en actitud extendida. Un

elemento interesante es el sitio donde el indivi-

duo está sentado pues al parecer nos remite

posiblemente a la cabeza de una gran serpien-

te cuyas fauces abiertas muestran dos largos

colmillos y un par de ojos resaltados por dos

símbolos en forma de “X” elemento asociado a

las motas o manchas de un jaguar, felino que

que fue la base fundamental de la religión Ol-

meca. Aunque este personaje ha sido motivo

de debate con respecto a lo que personifica o

se relaciona, varios investigadores coinciden

de que se trata de un individuo de elevada je-

rarquía social debido a la investidura que pre-

senta (Soustelle 2003:97; Davies 2004:41). Y

aunque no se tienen datos históricos o epigrá-

ficos que nos proporcionen un indicativo de su

identidad es probable que al estar investido

con un emblema tan importante como lo es el

águila, animal posteriormente asociado con el

sol y la guerra, sugestivamente podríamos su-

poner que nos encontramos con el génesis de

este principio ideológico caracterizado en este

alto dignatario que, además de ejercer un po-

der político, también posee un cargo guerrero

y religioso (Fig.2).

Desgraciadamente aunque sabemos del alto

desarrollo de los Olmecas pocos son sin duda

sus restos pictóricos. Todo lo contrario sucedió

durante el Clásico (100 al 900 d.C.) momento

en que las sociedades mesoamericanas desa-

rrollaron un gran número de obras plasmadas

principalmente en los muros estucados de los

complejos públicos y privados, dejando verda-

deras obras maestras como muestra de su ca-

pacidad y conocimiento de las formas natura-

les y subjetivas proporcionadas sólo a través

de un largo análisis y observación de su entor-

no. La estilización a través de iconos y símbo-

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los transformados en un verdadero lenguaje

codificado, con el que podían registrar anota-

ciones religiosas, políticas, matemáticas, milita-

res, cotidianas, etc.

Entre los ejemplares más connotadas del arte

de esta fase encontramos aquellas que fueron

plasmadas en la ciudad de Teotihuacán, en

cuyos palacios se albergan los restos más im-

portantes de la pintura mural de esta época. Y

de la cuál emanan temas muy significativos

referentes a los diferentes dioses del panteón

mesoamericano. Entre estas deidades repre-

sentadas continuamente hallamos a Tláloc,

cuya apariencia la identificamos claramente ya

que debido a sus características simbólicas es

fácil de reconocer; así esta deidad presenta

dos anillos en los ojos, a los cuales se les ha

dado la connotación de anteojeras pues su se-

mejanza con estos implementos son significati-

vos. Además de estos elementos también po-

see una especie de belfo superior que en sus

extremos se enrolla y se dobla a lo largo del

contorno de la boca (Winning 1987: 65-72).

Es necesario mencionar que sólo es en Teo-

tihuacán donde la efigie del dios de la lluvia es

reproducida continuamente como en ninguna

otra parte de Mesoamérica. Se la ha represen-

tado en diferentes materiales además de la

pintura mural, abundando principalmente en la

cerámica y en menor escala en la escultura, de

ahí que investigadores como Carlos Margain

(comunicación personal junio de 1993), desta-

cado arqueólogo mexicano que creía que la

ciudad de Teotihuacán, bautizada por los mexi-

Fig. 2. Personaje representado en una cueva en Oxtotitlan Guerrero, nótese el atavió de ave de presa y la cabeza viperina que le sirve de aposento posiblemente hace referencia es la serpiente llamada nauyaca (Bothrops atropoides) una de las más venenosas de México y única armada de una hemotóxina capaz de matar a un hombre en 30 minutos (dibujo tomado de Soustelle 2003 y foto de Weidensaul 1998).

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cas mil años después de su caía, en verdad

era posiblemente conocida como Tlalocan o

Tlalopan (Casa, paraíso o lugar de donde vive

Tláloc).

Esta deidad presenta en Teotihuacan tres dife-

rentes modalidades, entre las que podemos

identificar aquella que se relaciona con las co-

sechas y la lluvia, la cual subsistió aún des-

pués de la caída de la ciudad 650 d.C. Una se-

gunda íntimamente relacionada con la guerra y

el sacrificio, llamada también jaguar o señor de

la tormenta, pues puede decirse que se le pue-

de equiparar simbólicamente con el efecto del

agua destructiva y devastadora. Y una tercera

que se le vincula con el mundo subterráneo, el

agua de las cuevas y del inframundo. Teniendo

en cuenta estas tres designaciones describire-

mos sus características y connotaciones

simbólicas.

1) Tláloc dios de la lluvia y la fertilidad

de la tierra: Patrono de los pueblos agrícolas,

esta modalidad de la deidad fue clasificada co-

mo “A” (Fig.3) por los investigadores por consi-

derarse el primer aspecto y representación que

tiene como dador de la vida, además de ser

uno de los más emblemáticos entre las socie-

dades Mesoamericanas contemporáneas y

posteriores a Teotihuacan, llegando incluso su

presencia hasta el momento del contacto espa-

ñol en el siglo XVI. Mencionaremos que lo en-

Fig. 3. Tláloc A proveniente del palacio de Zacuala Teotihuacan, esta deidad relacionada con el agua celeste, la agricultura, la vegetación y siempre se encuentra asociada a elementos simbólicos tales como conchas, caracoles, etc. (fotos tomadas de Winning 1987 y Tyler 1994.)

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contramos asociado regularmente a seres filia-

dos al agua como conchas bivalvas, caracoles,

estrellas marinas, plantas acuáticas como li-

rios; animales como peces, mariposas, batra-

cios, serpientes de cascabel, libélulas, etc.

De esta deidad no sólo se plasmó su efigie en

la pintura mural de la ciudad sino que también

la de aquellos hombres santos que le rendían

culto y profesaban su religión, que por lo regu-

lar se encuentran plasmados en actitudes ple-

namente dinámicas como ser personificado en

actitudes de movimiento al presentar una pier-

na delante de otra o llevar en sus manos una

bolsa de copal (resina usada para sahumar)

elemento que identifica a los sacerdotes en

Mesoamérica. Llama la atención que dichos

personajes presentan los iconos que identifi-

can al dios mismo, como las ya mencionadas

anteojeras, la bigotera y aún los colmillos de

jaguar o serpiente, hallándose incluso arque-

ológicamente dichos componentes como suce-

dió en las excavaciones llevadas a cabo en el

palacio de Yayahuala entre 1958 y 1961

(Sejourné 2004).

2) Tláloc deidad de la guerra y el sacrificio:

a esta segunda modalidad del dios se le dio la

connotación de Tláloc “B” o de la Tormenta,

esta última acepción arguyendo que el agua

también posee un lado destructivo y devasta-

dor. De ahí que este dios este asociado a la

guerra, al sacrificio y a las ordenes militares teo-

tihuacanas, siendo representado regularmente

armado de propulsor, también conocido entre los

pueblos mesoamericanos como átlatl, dardos y

cuchillos curvos, además de escudos circulares

o rectangulares con un bisel adornado con trián-

gulos inversos. Simbólicamente se le ve acom-

pañado de una larga lengua bífida que sobresale

de la bigotera, garras de jaguar, tres elementos

en forma de nudos o moños que se encuentran

en el tocado y tiras de papel o tela manchadas

con el emblema de tres gotas de sangre alegoría

de los corazones humanos extraídos del sacrifi-

cio (Fig.4). Hemos de mencionar que esta deidad

es particular de Teotihuacan, no encontrándose

en ninguna sociedad contemporánea o posterior.

Un elemento que llama la atención en la pintura

mural es que está asociado iconográficamente

con algunos animales ligados a la muerte y la

noche, entre los que encontramos búhos, pu-

mas, coyotes y el más significativo lo representa

un felino fantástico identificado por los estudio-

sos de la iconografía teotihuacana como jaguar

reticulado. Este animal en cuyo cuerpo se denota

un elemento helicoidal que recorre todo su cuer-

po, por otro lado se representa ingiriendo o ex-

pulsando, “vomitando”, elementos trilobulados

filiados al parecer con corazones cortados por la

mitad acompañados de tres gotas de sangre y

de los cuales se desprende una vírgula simbóli-

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El carácter icnográfico que se desprendió del

arte de la guerra sin duda implicó todo un códi-

go de diseños artísticos de variadas formas y

estilos que, en ocasiones, reflejan un carácter

meramente abstracto que incluso hasta el mo-

mento no se ha descifrado total y adecuada-

mente, quedando sólo en interpretaciones que

en ocasiones rayan en lo exagerado y fantasio-

so, un caso de ello lo encontramos en elemen-

tos tales como el llamado “reticulado” o el sig-

nificado que guarda este dios al presentar una

lengua bífida, propia de los reptiles como lagar-

tos y serpientes.

Sin embargo otros componentes iconográficos

presentes en este personaje son plenamente

evidenciables e identificables como el de estar

representando armado de cuchillos atravesan-

do corazones sangrantes o jabalinas y lanza-

dores usados en la guerra.

3) Tláloc negro deidad del agua del infra-

mundo: La tercera modalidad de esta deidad

(Fig.6), se le ha dado esta denominación por la

razón de ser representado con la cara de color

negro, símbolo del inframundo o lugar mesoa-

mericano de los muertos, también llamado

Mictlán en la lengua franca del México antiguo,

el náhuatl. Según la filosofía indígena el agua

es un elemento que puede considerarse ambi-

valente, esto quiere decir que se puede pre-

sentar en tres planos de existencia, de ahí que

Fig.4. Tláloc rojo del palacio de Tepantitla, deidad relacionada con la guerra y el sacrificio, nótese la fusión de diferentes animales totémicos en una sola de estas imágenes (Sejourné 34: 2004) y fotos tomadas de Alexander: 2008, Frost: 2007 y Weidensaul: 1998.

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Esta última destinada a decorar áreas palaciegas

y religiosas amalgamándose con la pintura mu-

ral, creando un juego de formas y colores que

parecen salir de los muros. Con este ejemplo nos

referimos al llamado templo de la Serpiente Em-

plumada o de Quetzalcóatl, deidad relacionada

con el culto a la tierra, que fue construido alrede-

dor del año 300 ó 350 d.C (Fig.7). Esta estructu-

ra constituida a partir de seis plataformas super-

puestas, según interpretaciones arqueológicas y

de las cuales sólo sobreviven cuatro bien conser-

vadas en su sector Poniente, presentan una se-

rie de cabezas de reptiles (Fig.8), que sobresalen

de la edificación, y cuyo cuerpo emplumado on-

dula en los diferentes taludes del edificio de iz-

quierda a derecha y viceversa, según su plano

de construcción, por sus costados Norte y Sur.

se le ligue al agua celeste que cae en forma de

gotas de los cielos y que está conectada con la

fertilidad de la tierra y los campos, el agua que

circula en forma de lagos y ríos.

Cabe destacar que el arte mural teotihuacano

presenta varios aspectos de los cuáles la razón

principal para su representación esta íntima-

mente ligada al carácter religioso y siempre

presente del desarrollo agrícola de sus creado-

res y donde la naturaleza y el poder religioso y

militar de los gobernantes fue motivo esencial

de expresión.

No obstante estos mismos fenómenos fueron

esquematizados y simplificados en elementos

meramente simbólicos que evolucionaron a lo

largo de 600 años, diversificándose en diver-

sos materiales de expresión artesanal como la

cerámica y la escultura.

Fig.5. Jaguar reticulado, animal fantástico relacionado con el culto al dios de la guerra en Teotihuacan, mural de los jaguares en procesión, Palacio de Atetelco (Foto del autor 2009).

Fig.6. El Tláloc negro relacionado con el inframundo, el agua de las cavernas y el mundo subterráneo (foto tomada de Sejourné 2004)

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Entre el elemento que debemos de destacar se

encuentra la talla de diferentes componentes

acuáticos como caracoles y conchas estucados y

pintados, al igual que la figura serpentina princi-

pal, aquí abundan colores tales como el rojo, ver-

de, amarillo, ocre y el negro. De este conjunto de

tonalidades el templo fue cubierto en su totalidad

convirtiéndolo en uno de los pocos ejemplos en

Mesoamérica donde se combinó el arte pictórico

junto al escultórico para aderezar un edificio.

No obstante las muestras y la presencia cultural

de la ciudad, no sólo se manifestaron dentro de

los límites territoriales de Teotihuacan en el cen-

tro de México, sino que trascendieron por toda

Mesoamérica, llegando incluso a lugares tan dis-

tantes como Guatemala donde se mezclaron con

el arte local de ciudades como Tikal y Uaxactún

en la región del Petén. La permanencia en las tie-

rras bajas del Petén guatemalteco por teotihuaca-

Fig.7. Templo de la Serpiente Emplumada de Teotihua-can ubicado en la Ciudadela al sur del gran conjunto arquitectónico, nótese la fusión de la pintura y la escultu-ra en relieve, uno de los pocos ejemplos de esta natura-leza en Mesoamérica. Sala teotihuacana MNA (Foto del autor 2010)

Fig.8. El cocodrilo (Cocodrylus acutus) fue otro de los anima-les totémicos teotihuacanos que por su carácter anfibio tomó connotaciones semiacuáticas y a su vez conectadas con Tláloc y deidades relacionadas con el culto a la tierra, véase los tocados de los sacerdotes plantadores Tepanti-tla Teotihuacan (imagen tomada del eco de la sierra 2010 y foto del autor 2009)

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nos a partir del año 378 d.C. no sólo incorporó

nuevos elementos artísticos a esta región sino

que colocó diferentes conceptos de prestigio y

de exaltación hacia los símbolos e iconos pro-

cedentes del Altiplano Central. Sin embargo

Teotihuacan también se vio tocada por una in-

fluencia distinta en cuanto al culto de ciertos

animales totémicos particulares de las regiones

del sur de Mesoamérica, dos ejemplos de ello

son el uso de elementos relacionados posible-

mente con el Inframundo como lo será el zorro

(Fig.9) y el águila harpía o coronada (Fig.10)

(Winning1987: 24-25).

Aunque sólo comentamos algunos aspectos de

los animales totémicos más importantes del

espacio artístico teotihuacano o relacionados

con el agua, la tierra y la guerra, la gran gama

que observamos de estos en los murales, y

otros restos arqueológicos, nos permiten enten-

der y comprender la intima relación que existía

entre la naturaleza siempre presente y la vida co-

tidiana del hombre mesoamericano.

Es así que el hombre teotihuacano al parecer con

un pensamiento y fundamentos anclados en torno

a una conciencia humana y, por qué no decirlo,

“estatal” con todo lo que conlleva esta palabra,

inmiscuyendo el carácter de la formación de insti-

tuciones de filiación político, militar y económico,

no dejó de lado sus firmes creencias que nos re-

montan a otras etapas de la vida del hombre

cuando la adoración a los seres naturales se con-

virtió en la primera religión totémica. Mismos que

permanecieron aunados a elementos mágicos,

siempre presentes en la base interna de su temor

y admiración por la naturaleza poderosa e impre-

decible (Marchesini y Tonutti 2002: 10).

Fig.9. Zorro (Urocyon cinereoargenteus), relacionado al inframundo maya y por consecuencia a la guerra y el sacrifi-cio, este animal representado en un fragmento de mural teotihuacano deja entre ver la influencia que debió de haber tenido el área maya en la estética teotihuacana. (Dibujo de Paullinyi 2001) y foto de Alexander 2008).

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Es por ello que los animales de culto enlaza-

dos con el pensamiento teotihuacano, que

identificados como deidades de la lluvia, la tie-

rra y aún con fenómenos tan humanos como

es la guerra y otros menesteres seglares, se

combinaron para formar una conexión donde lo

material y lo espiritual que eran parte de un

sólo espacio y ocupaban un mismo soporte en

las creencias del teotihuacano que reflejaba a

través de sus obras físicas.

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Fig.10. El águila harpía (Harpia harpyja) habitante de las selvas tropicales sudamericanas y del sureste mexicano fue uno de los animales totémicos más importantes en el área maya e incorporados a la estética teotihuacana posiblemente como símbolo de guerra (Fotos del autor 2010).

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RELACIÓN ENTRE TLALOC B Y TEZCATLIPOCA

EN LA ICONOGRAFÍA DEL CENTRO DE MÉXICO

Nadia Giral Sancho

A ntes de estudiar la relación Tlaloc B-Tezcatlipoca, preciso será recordar que el panteón

mesoamericano: politeísta y ceremonialista, giraba alrededor de las ideas de la creación

del mundo. En la cúspide, y como principio de la mitología mesoamericana, se encontra-

ba el dios dual, una pareja de dioses creadores conocida como Tonacatecuhtli (el hombre) y Tona-

cacihuatl (la mujer). A esta pareja primordial atribuye la Historia de los mexicanos por sus pinturas

(Anónimo, 1947: 209-211), la creación de los cuatro primeros dioses (sus hijos) que, a su vez, ser-

ían los creadores de los otros dioses del mundo.

El hijo mayor se llamó Tlatlauqui Tezcatlipoca (el Rojo); luego siguieron Yayauhqui Tezcatlipoca (el

Negro, que tuvo la reputación de ser el más poderoso y peor de todos); Quetzalcoatl (Serpiente

Quetzal) y Huitzilopochtli (Zurdo Colibrí), a quien en el mito de la creación se le conoce como Omi-

tecitl, Maquizcoatl.

Seiscientos años después de su creación, estos dioses hicieron el fuego y medio sol, y crearon a la

primera pareja humana: Oxomoco (el hombre) y Cipactonal (la mujer), a quienes encomendaron la-

brar la tierra, a él, e inventar el arte de tejer, a ella. Luego crearon a Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl,

los dioses del Inframundo, y posteriormente, los cielos y el agua. Dentro del agua pusieron un pez

muy grande: Cipactli, del cual se hizo la tierra, a la que “pintaron como dios de la tierra, tendido so-

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bre un pescado, por se haber hecho dél” (óp.

cit. 211). Creada la tierra, hicieron a los dioses

del agua: Tlalocatecuhtli1 y Chalchiutlicue, su

mujer.

En este temprano testimonio, surge ya una con-

fusión con respecto al dios Tlaloc, al que se le

asocia tanto con la tierra o su creación, como

con el agua; pero, a cambio, nos ofrece una pri-

mera referencia sobre la relación entre Tlaloc,

Tezcatlipoca y Quetzalcoatl, la que se man-

tendrá hasta el Posclásico y el tiempo en que

esta mitología fue registrada por los cronistas.

En las crónicas, con frecuencia, encontramos

una asociación entre el viento, el agua y la llu-

via, ya como cualidades del dominio de Tlaloc o

Quetzalcoatl, o bien los llamados Tlaloque, lo

que ha dado lugar a confusiones respecto a la

naturaleza esquiva de estos dioses. Esta rela-

ción ha sido quizá la más estudiada, así como

la existente entre Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, a

quienes incluso se les ha llegado a interpretar

como gemelos antagónicos.

Sin embargo, poco se ha Insistido en la relación

Tezcatlipoca–Tlaloc, misma que puede también

interpretarse como una relación entre opuestos.

Una de las narraciones (siglo XVI), donde figu-

ran estos dioses, se encuentra en la Relación

de Tlaxcala (Acuña 1983 T. 1); aquí se nombra a

Tlaloc como una sierra o cerro, que tuvo por pa-

reja a Xochiquetzal; al ser ésta raptada por Tez-

catlipoca tomó a Chalchiutlicue por segunda es-

posa. Se asienta también en la Relación que to-

dos los dioses fueron cerros y sierras, y que mu-

chos de ellos grabaron sus nombres en las ele-

vaciones topográficas. Estos cerros, han sido

identificados por algunos autores como El Monte

Tlaloc, La Iztaccíhuatl-Xochiquetzal y La Malin-

che-Chalchiutlicue; en lo que se refiere a Tezca-

tlipoca, García Vilchis (2011) lo vincula con el

Popocatepetl. En el estudio del citado autor,

centrado en el culto a los cerros, se estudia la

relación entre los dioses Tlaloc y Tezcatlipoca,

en la que encuentra una serie de oposiciones

simbólicas que permitirían distinguir los cultos

agrícolas de los de caza y los bélicos, presididos

por una u otra deidad, respectivamente.

Contrariamente a lo que señalan la mayoría de

los estudiosos del culto a los cerros (Broda

1991; 2001) sobre que estos son Tlaloc, García

Vilchis (óp. cit.), sostiene que existen cerros o

personajes que, aunque poseen rasgos y atribu-

tos de Tlaloc, constituyen más bien cultos a al-

guno de los múltiples Tezcatlipocas. Estas cre-

encias se expresan como un conjunto de oposi-

ciones simbólicas, que hacen la distinción entre

agricultores y cazadores. En términos más am-

plios se refieren a la dicotomía entre Tolteca y

1 El nombre Tlalocatecutli es un nombre compuesto en nahuatl que significa señor de Tlalocan. Entiéndase por

Tlalocan la morada de Tlaloc.

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Chichimeca; o bien, Quetzalcoatl vs. Tezcatli-

poca = Cración vs. Guerra. Los ritos, además,

se expresaban mediante la ofrenda de las pri-

micias de la cosecha, de la caza o bien de la

guerra (florida); en el primer caso, se ofrenda-

ban los primeros frutos a Tlaloc; en el segundo,

a Mixcoatl (primera presa de caza) y en el ter-

cero, el primer cautivo de guerra se ofrecía a

Hitzilopochtli. Tanto éste como Camaxtle–

Mixcoatl, son señalados por el autor como ad-

vocaciones de Tezcatlipoca (óp. cit. 167–177).

Con estos datos puede sustentarse el plantea-

miento que hice en trabajos anteriores (Cf. Gi-

ral 2003; 2007; 2009), donde sugerí que la re-

presentación que Paztory (1974) denomina

Tlaloc B, constituye en realidad una represen-

tación de un dios bélico, que parece estar di-

rectamente relacionado con Tezcatlipoca. A

diferencia de lo que señala García Vilchis (óp.

cit.), dicha relación puede rastrearse por el es-

tudio iconográfico, ausente en el citado trabajo

que llega hasta el Clásico. Pero, la interpreta-

ción simbólica que plantea refuerza lo que apa-

rece en la iconografía de diferentes sitios como

Teotihuacan y Tula, no mencionados por el au-

tor.

Entre los simbolismos que destaca, debemos

retomar al coyote, nagual de Tezcatlipoca; las

serpientes, las ofrendas de sangre y corazo-

nes, la caza y la guerra, entendidos como fenó-

menos de un mismo orden, al que caracteriza

como de “rapacidad”; así como de ser dador

de riqueza y de tener un carácter nocturno. Re-

tomamos asimismo la idea de que algunos ras-

gos de Tlaloc son más bien insignias que podr-

ían portar algunos personajes, en virtud de su

rango. En este mismo contexto agregaríamos

al jaguar y las águilas, que igualmente son in-

signias guerreras.

Para patentizar lo anterior, recurrimos a la ico-

nografía de Atetelco y al Edificio E de Tula,

donde aparece una representación que se ha

interpretado como Tlaloc B, en el primer caso,

y como Quetzalcoatl, en el segundo, aunque

ambos portan atributos o insignias de Tlaloc.

Sin embargo, por asociación con los elementos

que les acompañan, percibimos que se trata

de contextos bélicos, por lo mismo, al persona-

je ahí representado sería más acertado vincu-

larlo con Tezcatlipoca, que con los arriba cita-

dos. A continuación describo las pinturas de

Atetelco y los frisos de Tula, con miras a esta-

blecer una comparación entre ambos para pos-

teriormente vincularlos con los atributos que

caracterizan a Tezcatlipoca.

En los tres pórticos del Patio Blanco de Atetel-

co se conserva una rica y exuberante icono-

grafía en la que sobresalen figuras de un cáni-

do, ya sea coyote o lobo en un contexto de

guerra y sacrificio. Se las identifica por el pelo

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que las cubre, representado por pequeñas

rayas ordenadas en delgadas franjas. En los

taludes del Pórtico 1 los cánidos entran y sa-

len del templo (Fig. 1), y en el Pórtico 2

(Templo Este) aparecen acompañados de ja-

guares reticulados (Fig. 2). En los taludes

frontales el cánido va a la cabeza, es decir, es

el primero en entrar al templo, mientras que

en los taludes laterales es el jaguar el primero

que sale al exterior, a la luz externa. La repre-

sentación conjunta de cánidos y jaguares en

el Pórtico 2, y por la posición en la que éstas

se encuentran, puede deducirse que el cánido

tiene la primacía sobre el jaguar en lo que se

refiere a su relación con la divinidad y en el

acto mismo ritual, por cuanto es el primero en

entrar al templo para entregar el corazón san-

grante.

No debe extrañarnos la aparición de los ja-

guares acompañando a los cánidos, pues co-

mo bien apunta Seler (1910) ambos animales

están emparentados. Aunque no aclara en

qué consiste ese parentesco, suponemos que

se refiere a que ambos poseen cualidades

similares, como son la fuerza y la destreza.

Por otro lado, ambos son considerados seres

Fig. 1. Procesión de cánidos. Pórtico 1 del Patio Blanco de Atetelco.

Foto Nadia Giral, 2011

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nocturnos, vinculados al mundo de abajo –el

Inframundo- y sabido es que la guerra como

actividad pertenece al lado oscuro del Cosmos.

De ahí se infiere que tanto el lobo como el ja-

guar pudieran ser representantes de la guerra.

Esto vendría a confirmar la idea de Seler

(Ibídem), y de otros autores, acerca de la exis-

tencia de una orden de guerreros de lo que

ellos denominan “guerreros coyotes”.

No obstante, es precisa una aclaración: existe

una diferencia entre los cánidos del Pórtico 1 y

del Pórtico 2. A los del Pórtico 2 les sale del

hocico una figura trilobulada con tres gotas,

que para algunos estudiosos, como Laurette

Séjourné (2002:102-103), representa el co-

razón sangrante, lo que indica la sangre del

sacrificio, es decir el significado ritual. Los del

Pórtico 1 tienen en medio de su torso un

círculo con tres bandas diagonales, alterna-

das en dos tonos de rojo, que Rubén Cabrera

(De la Fuente, 1995: 206) interpreta como un

escudo o chimalli, mientras que para Agustín

Villagra (1956-1957: 9) este círculo es un ras-

go distintivo de los coyotes, hasta el grado de

que los lingüistas, caso éste el de Molina

(1966), traducen la palabra náhuatl coyotl co-

mo agujero o cosa agujerada, en alusión a la

habilidad de estos animales para hacer hoyos

en el suelo.

En las cenefas que enmarcan los muros late-

Fig. 2. Procesión de cánidos y jaguares. Pórtico 2 o Templo Este del Patio Blanco de Atetelco.

Foto Nadia Giral 2011

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rales y frontales de los taludes y tableros del

Pórtico 2, se encuentran, en intervalos regula-

res y alternando, la representación de patas

desmembradas de lobos y rostros de Tláloc,

que además de traer sus elementos carac-

terísticos (orejeras formadas por dos círculos

concéntricos, anteojera, bigotera y colmillos),

tienen la lengua bífida. Su tocado está ador-

nado con cintas de piel de cánido, que cuel-

gan hacia los lados y van sostenidas con tres

bordes y tres pequeños colmillos colocados

en su parte superior. La cenefa termina en

sus extremos con la cola de lobo, que lleva

adornos de figuras trianguliformes, medias

lunas y gotas (fig. 3).

Asimismo en Tula Xicocotitlan, la capital de

los toltecas, se hallan relieves con representa-

ciones de lobos, jaguares y rostros de figuras

humanas que presentan las características de

Tlaloc B.

Fig. 3. Rostros de Tlaloc B acompañados de patas desmembradas y colas de lobos. Cenefas del Pórtico 2 o Tem-plo Este del Patio Blanco de Atetelco. Foto América Malbrán Porto

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En los dos primeros cuerpos del Edificio B que

corresponden a las etapas constructivas II y III,

la decoración consistió en tableros esculpidos

con relieves de representaciones zoomorfas y

míticas. En el tablero inferior hay águilas y zo-

pilotes que alternan con rostros humanos de-

ntro de las bocas abiertas de animales fantásti-

cos. En el tablero superior alternan jaguares y

cánidos silvestres. Acosta menciona “19 jagua-

res, y coyotes, once águilas y zopilotes y seis

representaciones de Quetzalcoatl” (1956-

1957).

A continuación se describirán cada una de las

figuras: En el tablero inferior aparece un animal

fantástico y un rostro humano vistos de frente.

El rostro emerge de las fauces de un animal

que muestra dos hileras de dientes, grandes

colmillos ondulados en la mandíbula inferior y

espirales en las comisuras de la boca; los ojos

son redondos; el izquierdo conserva una placa

trilobulada encima; la nariz en forma de dos

espirales en cuya parte superior se levantan

una serie de barras verticales a manera de plu-

mas que van flanqueadas por un par de barras

bajo las cuales se aprecian elementos redon-

deados que en su parte superior muestran una

especie de anillo grueso (fig. 4). Sobre los ojos

surgen dos bandas curvas que llevan en sus

bordes externos una serie de círculos de los

que se desprenden plumas largas curvadas

hacia fuera. A los lados de la cabeza del ani-

mal se observan sus extremidades superiores,

dobladas en ángulo agudo hacia adentro y ter-

minadas en garras de gruesas uñas. Sobre di-

Fig. 4. Rostro que presenta unas anteojeras formadas de dos círculos concéntricos, nariguera y lengua bífi-da. Tablero inferior de los dos primeros cuerpos del Edificio B de Tula. Foto Nadia Giral 2010.

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chas extremidades se perciben círculos y plu-

mas de punta curva sobre ellas. Por estas ca-

racterísticas nos inclinamos a identificar a este

animal con un felino: el jaguar.

El rostro humano tiene los ojos formados por

dos círculos concéntricos tal como se repre-

sentan las anteojeras de diversos personajes

en el arte teotihuacano. La nariz es recta, con

la punta trilobulada. La boca está cubierta por

una nariguera, de la que desciende una larga

lengua bífida, compuesta de dos bandas verti-

cales cuyos extremos se curvan en direcciones

opuestas. Por estos atributos nos aventuramos

a relacionar a este personaje con la deidad que

en Teotihuacan se ha identificado con Tláloc B,

cuyos atributos se vinculan con la guerra, y no

con Quetzalcoatl como identifica Acosta (1956-

1957). Además se sabe que una de las advo-

caciones de Tezcatlipoca es Tláloc; por lo tan-

to, este rostro humano haría referencia a este

dios en su representación de Tláloc y no a

Quetzalcóatl.

Las otras dos imágenes de este tablero inferior

corresponden a un águila vista de perfil; la ca-

beza está a la derecha e inclinada, su ojo es

redondo y tiene abierto el pico, dentro del cual

se asoma la lengua. Da la impresión de que

está a punto de devorar un objeto trilobulado

(fig. 5). Las plumas de la cabeza y del cuello

se curvan hacia arriba. La segunda imagen co-

Fig. 5. Águila vista de perfil. Tablero inferior de los dos primeros cuerpos del Edificio B de Tula.

Foto Nadia Giral 2010.

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rresponde a un zopilote, cuya cabeza está en

el lado izquierdo; tiene abierto el pico del cual

sale la lengua. Parece que está devorando un

elemento trilobulado con dos volutas a los la-

dos de su extremo superior. El ojo es un círcu-

lo. El cuerpo termina en diversos elementos;

en la parte superior, en dos plumas cortas y

curvas, y en la parte media, en un diseño verti-

cal con tres apéndices redondeados; en la par-

te baja, con tres plumas largas con el cañón

marcado por incisión. Las patas están juntas;

las garras tienen dos uñas adelante y una

atrás.

Además en el tablero superior se encuentran

representados de perfil, a manera de procesión

y entrelazados, un lobo y un jaguar (fig. 6). Se

puede distinguir uno del otro puesto que el

cánido tiene el hocico alargado y las orejas

puntiagudas con una línea incisa curva. Tiene

el hocico abierto, se ven dos hileras de dientes

y la lengua que cuelga. Del ojo sale una línea

curva que marca la quijada. El cuerpo es alar-

gado con una pequeña prominencia en el lo-

mo. Las patas están colocadas de perfil, ali-

neadas una frente a la otra. Muestran tres

uñas inferiores y una en la parte posterior. La

cola es larga, ancha y termina a la altura de las

garras. Tiene marcadas en su parte inferior

unas líneas diagonales y rectas en la orilla in-

terna, que representan el pelo del cánido. Por-

Fig.6. Procesión de lobos y jaguares. Tablero superior de los dos primeros cuerpos del Edificio B de Tula.

Foto América Malbrán Porto

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28

Porta un collar sencillo formado de una franja

con un elemento que semeja un anillo, del cual

pende un objeto, al parecer sagrado. Mientras

la otra figura representa un jaguar que da la

impresión de estar en movimiento, puesto que

una de sus patas delanteras, la derecha, está

ligeramente levantada. Su cabeza es corta, ojo

circular con ceja curva, la nariz redondeada,

marcada por una incisión curva, hocico chato y

abierto, que deja ver dos dientes arriba, una

hilera continua, abajo, y lleva la lengua de fue-

ra. Además, la oreja es corta y redondeada,

con un remetimiento interno. El cuerpo presen-

ta una leve protuberancia en la parte anterior y

un hundimiento en la parte media del lomo. Las

patas alineadas una frente a la otra, terminan

en grandes garras de tres uñas. La cola es una

banda ancha que desciende hasta la altura de

las patas y luego se curva hacia arriba. Al igual

que la otra figura lleva una cuerda gruesa col-

gada de su pescuezo que presenta incisiones

diagonales; va unida al frente por una especie

de anillo y termina en un objeto ovoide.

A manera de hipótesis, la aparición de lobos y

jaguares en la iconografía tolteca está vincula-

da con el conflicto mítico entre Tezcatlipoca y

Quetzalcóatl que obligó al último a abandonar

Tula. Pues sólo así se explica la proliferación

de esos animales en un contexto histórico don-

de predominaba la iconografía de la serpiente

emplumada (Quetzalcóatl). Por lo demás el

simbolismo de los lobos es la guerra y los sa-

crificios humanos. En esta tesitura cabe rela-

cionar la aparición del cánido silvestre con el

momento histórico en que Tezcatlipoca se apo-

dera del gobierno de Tula y se extienden los

sacrificios humanos y las guerras en el lugar.

Por otra parte la representaciones de jaguares

resulta mucho más antigua que la de Tlaloc, y

aparece profusamente en códices, murales,

escultura y cerámica de todos los periodos (fig.

7). Sin embargo, no se menciona tanto como a

Tlaloc en su papel de dios de las lluvias y, de

hecho, en los pocos señalamientos que de él

hay, se le vincula más bien con Tezcatlipoca.

Fig.7. Escultura de un jaguar. Museo Nacional de Antropología. Foto Nadia Giral

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Esta deidad se ha identificado también con un

cerro, como antes señalamos y se caracteriza

por su forma de jaguar, como Tepeyolotli,

quien es un felino que aparece sentado sobre

un cerro, llevando a veces por pie, un espejo

humeante, símbolo y significado de Tezcatlipo-

ca (fig. 8).

Dicho personaje, se considera como el señor

del monte, entiéndase por éste último término

la vegetación silvestre, de la que es dueño o

patrono, lo mismo que Tlaloc, según algunos

autores. El señor del monte, es además el due-

ño de los animales silvestres, lo mismo que de

las riquezas que se esconden en cuevas y ce-

rros. Al respecto, nos señala Sahagún (1989),

que Tezcatlipoca, entre sus varias cualidades

era quien otorgaba o quitaba las riquezas a los

hombres y quien sembraba la discordia en sus

corazones.

A diferencia de Tlaloc, este dios tiene múltiples

advocaciones, entre ellas, Ixtlilton, Huitzilo-

pochtli, Camaxtle-Mixcoatl, etc., ya que se tra-

taba de tres dioses y no uno solo, que se ca-

racterizaban por tener diferente color: rojo, ne-

gro y azul.

Era además, según las mismas fuentes, un

hombre joven o viejo, a veces un borracho y

tenía por nagual o doble animal al coyote y al

jaguar. Ambas fieras, como ya vimos eran

además emblema de ciertas órdenes guerreras

y aparecen representadas en los murales teo-

tihuacanos y en el Edificio E de Tula, lo que

refuerza la idea de que este era ante todo un

dios bélico.

Por otra parte, en los mitos que han sido reca-

bados por las etnografías recientes encontra-

mos muchas alusiones a las serpientes, aso-

ciadas a veces con el agua de manantiales o

como dadoras de lluvia; pero las hay también

que son dadoras de riquezas y se asocian más

bien con el demonio cristiano, es decir, con el

señor del monte o Tezcatlipoca.

Si, como arriba indicamos, Tlaloc y Tezcatlipo-

ca comparten ciertos atributos, se debe a que

Fig.8 Tepeyolotli, Códice Borbónico.

Page 30: publicacion4 Tlaloque jun2012 revista

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poseían una misma jerarquía. Prueba de ello

es que los dos templos situados en la cúspide

del Templo Mayor de México Tenochtitlan esta-

ban dedicados a Tlaloc y a Huitzilopochtli

(advocación de Tezcatlipoca) respectivamente.

Por lo expuesto, consideramos que el Tlaloc B

Teotihuacano es un dios guerrero cuyas carac-

terísticas lo vinculan con Tezcatlipoca, por lo

que estas representaciones podrían ser un an-

tecedente de lo que en el Posclásico fue la dei-

dad de Tezcatlipoca.

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tituto Nacional de Antropología e Historia, T.

XIV, Segunda parte, p. 9-13.

Page 32: publicacion4 Tlaloque jun2012 revista

32

Tras un año de intensos preparativos el 17 de noviembre fue abierta al público la exposición Los

Rostros de Tláloc en Mesoamérica, misma que se exhibe en el viejo Museo de sitio de la Zona Ar-

queológica de Teotihuacan.

El público podrá conocer a través de la visita: Quién es Tláloc, dónde habita este dios, cómo se re-

conoce, la importancia de Tláloc en Teotihuacán y la presencia de Tláloc en Mesoamérica.

La exposición interactiva combina la realidad virtual con algunas piezas arqueológicas, para que el

paseante se impregne de todo lo que tiene que ver con esta importante deidad mesoamericana.

Ex-museo de Sitio, puerta 1, Zona arqueológica de Teotihuacán De noviembre de 2011 a marzo de 2012 Informes Zona Arqueológica de Teotihuacán Ecatepec Pirámides km.22 + 600, Municipio de Teotihuacán, Estado de México, C.P. 55800. Tel. 01-594-95-6-02-76 / 01-594-956-00-52 FAX http://www.gobiernodigital.inah.gob.mx/mener/index.php?id=30

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ROSTROS DE TLALOC

ALBÚM FOTOGRÁFICO

Dra. María Elena Ruiz Gallut y comitiva en la inauguración de la exposición

Foto Daniel Beltrán

Dra. María Elena Ruiz Gallut y Dr. Francisco Vi-llaseñor explicando la exposición

Foto Daniel Beltrán

Dr. Francisco Villaseñor explicando a la Secre-taria de Turismo del Estado de México

Foto Daniel Beltrán Dra. Ruiz Gallut y la comitiva de la Secretaría de

Turismo del Estado de México Foto Daniel Beltrán

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Dr. Daniel Flores en la entrada de la exposición Foto América Malbrán Porto

Público esperando entrar Foto América Malbrán Porto

Iluminación en una de las salas

Foto América Malbrán Porto

Mtro. Tobías García Vilchis y Mtra. Nadia Giral Foto América Malbrán Porto

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Explicándole a los pequeños Foto América Malbrán Porto

Arqlgo. Enrique Méndez y Dr. Alfonso Garduño Foto América Malbrán Porto

Recreación de una cueva en la sala 2 Foto América Malbrán Porto

Vasija Tlaloc, cortesía del INAH Foto América Malbrán Porto

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36

Comentarios

Foto América Malbrán Porto

Page 37: publicacion4 Tlaloque jun2012 revista

37

Invitación a publicar

Se invita a todos los investigadores interesados

en temas relacionados con Tlaloc y demás dei-

dades de la lluvia y la fertilidad a enviar sus artí-

culos de no más de 8 cuartillas.

Las imágenes se enviaran por separado en re-

solución de 300dpi. Se aceptará un máximo de

8 imágenes.

Para entrega de originales se siguen las normas

de la revista Anales IIEs

Toda correspondencia deberá dirigirse a la Dra.

María Elena Ruiz Gallut al Instituto de Investiga-

ciones Estéticas, Circuito Mario de la Cueva,

s/n. Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México

D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

De igual manera los artículos podrán mandarse

a las siguientes direcciones electrónicas:

[email protected].

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