Tiran Desde Abajo

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TIRAN DESDE ABAJO Desde la ventana del comedor ví otra vez a la parejita que yo llamaba “ideal”. Iban decididos hacia la laguna. Ella llevaba un par de remos y dos toallas. Él, las cañas de pescar y una bolsita con la carnada. Terminé el café con leche. Apurada tomé el libro de poemas. Los seguí con disimulo, dejando distancia. Ví que elegían el kayak. Sacaron restos de agua. Ella colocó una toalla en cada asiento. Él preparó las cañas de pescar, ajustó las boyas, guardó la carnada en dos vasitos de plástico. Ella se puso una gorra verde y él, una roja, luego los anteojos. Lentamente bajaron el cayak a la laguna. Primero se sentó ella y acomodó un pequeño bolsito blanco entre las piernas. Después él con la máquina de fotos. Era una mañana de sol sin viento. Los teros volaban bajo y lejos se acercaba una tropilla de caballos. Un ñandú tomaba agua muy desconfiado. Yo me senté en el pasto y hacía como que leía, pero no quería perderme ningún movimiento de la pareja. Por suerte no había casi nadie. Voces y risas de niños se escuchaban de vez en cuando. Él remaba muy lento. Ella sujetaba las cañas y miraba cómo se alejaban de la orilla. Sacó un par de fotos señalando los caballos que ahora tomaban agua. Él detuvo el kayak en el medio de la laguna. Tiraron las cañas y esperaron. - Ojo que está picando, fijate en la boya. ¡Se hunde! – dijo él. - ¡Ah, ah, ah! Me apuré. - Tenés que ser más decidida. Sacar la caña cuando ves que tiran. ¡Ahora, sacala ya, pero con fuerza. Dale, dale, tenés uno ahí! ¿No sentís que tiran desde abajo? - Me comió toda la carnada. – reía ella. - ¡ Eso, eso, mirá qué carpa naranja! - ¡ Cuidado, a ver si el anzuelo la lastima, despacio, pobre bicho! – suplicaba ella. - Sí. Ya sé. Al agua. Te salvaron. - Estoy sintiendo cómo pican ahí, abajo. - Entonces dale, dale, saca la caña que se te escapa. ¡Tenés que estar más atenta, Ester! - Uy, te tragaron la boya, Esteban. ¡Qué pescadote! ¿Cómo se llama? - Tararira. ¡Viste qué grande! Debe haber un montón, acá. - Cuidado con el anzuelo, Esteban. No le rompas la boca. - Parece que vinimos para alimentarlos. - ¡Me dan lástima! Deben pasarla bien, ahí abajo. ¡Tenés pique, Esteban. Tirá, tirá! - Ester, remá vos. No se puede hacer todo junto. Ester reía. Guardó su caña y tomó los remos. Sin darse cuenta se acercó demasido a una orilla. - Ester, hundí el remo de atrás para adelante. O si no, apoyalo en la costa y empujá para atrás, despacio… Eso…eso...bien…bien. ¡Ahí vamos! - ¿Viste? Yo te llevo a la otra orilla. A lo mejor allá tenés más pique, Esteban. - En el centro está bien. ¡Mirá!, ¿qué te dije? ¡Otra tararira, qué grande. Voy a tirar tu caña también. Pasámela!

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TIRAN DESDE ABAJO

TIRAN DESDE ABAJO

Desde la ventana del comedor v otra vez a la parejita que yo llamaba ideal. Iban decididos hacia la laguna. Ella llevaba un par de remos y dos toallas. l, las caas de pescar y una bolsita con la carnada. Termin el caf con leche. Apurada tom el libro de poemas. Los segu con disimulo, dejando distancia. V que elegan el kayak. Sacaron restos de agua. Ella coloc una toalla en cada asiento. l prepar las caas de pescar, ajust las boyas, guard la carnada en dos vasitos de plstico. Ella se puso una gorra verde y l, una roja, luego los anteojos. Lentamente bajaron el cayak a la laguna. Primero se sent ella y acomod un pequeo bolsito blanco entre las piernas. Despus l con la mquina de fotos. Era una maana de sol sin viento. Los teros volaban bajo y lejos se acercaba una tropilla de caballos. Un and tomaba agua muy desconfiado. Yo me sent en el pasto y haca como que lea, pero no quera perderme ningn movimiento de la pareja. Por suerte no haba casi nadie. Voces y risas de nios se escuchaban de vez en cuando. l remaba muy lento. Ella sujetaba las caas y miraba cmo se alejaban de la orilla. Sac un par de fotos sealando los caballos que ahora tomaban agua. l detuvo el kayak en el medio de la laguna. Tiraron las caas y esperaron.

- Ojo que est picando, fijate en la boya. Se hunde! dijo l.

- Ah, ah, ah! Me apur. - Tens que ser ms decidida. Sacar la caa cuando ves que tiran. Ahora, sacala ya, pero con fuerza. Dale, dale, tens uno ah! No sents que tiran desde abajo?

- Me comi toda la carnada. rea ella.

- Eso, eso, mir qu carpa naranja! - Cuidado, a ver si el anzuelo la lastima, despacio, pobre bicho! suplicaba ella.

- S. Ya s. Al agua. Te salvaron. - Estoy sintiendo cmo pican ah, abajo.

- Entonces dale, dale, saca la caa que se te escapa. Tens que estar ms atenta, Ester!

- Uy, te tragaron la boya, Esteban. Qu pescadote! Cmo se llama?

- Tararira. Viste qu grande! Debe haber un montn, ac.

- Cuidado con el anzuelo, Esteban. No le rompas la boca.

- Parece que vinimos para alimentarlos.

- Me dan lstima! Deben pasarla bien, ah abajo. Tens pique, Esteban. Tir, tir!

- Ester, rem vos. No se puede hacer todo junto.

Ester rea. Guard su caa y tom los remos. Sin darse cuenta se acerc demasido a una orilla.

- Ester, hund el remo de atrs para adelante. O si no, apoyalo en la costa y empuj para atrs, despacio Esoeso...bienbien. Ah vamos!

- Viste? Yo te llevo a la otra orilla. A lo mejor all tens ms pique, Esteban.

- En el centro est bien. Mir!, qu te dije? Otra tararira, qu grande. Voy a tirar tu caa tambin. Pasmela!

- Ay, cmo se desespera! Se ahoga? Apurate, sacale el anzuelo! Sali? Tirala, tirala lejos, as no la pescs de nuevo. Pobrecita! Se habr ido bien?

- No se puede pescar con vos. Parecs la madre de los pescados.- Es que estaban tan bien ac y llegamos nosotros! Se hundi la boya! Dale, dale, no te muevas mucho, vos! Qu es eso? - Una anguila.

- Parece una vbora.

- No, Ester, es una anguila. Debe haber ms. Pasame tu carnada. Ay, este anzuelo de porquera, se me enganch en el dedo gordo!

- Ojo, Esteban, sacalo despacio, luego te pons alcohol, a ver si te da ttano y tens que vacunarte.

- Qu exagerada sos! Mir que me voy a vacunar y todo.

- Puede estar infectado. A veces una pavada te trae problemas. O no?

- Bueno, vos concentrate, que me ests llevando a los yuyos. Volv al centro. Despacio, despacio. Hay que hacer equilibrio, aqu. No es una lancha.

- Vos confi en m. Yo soy la que manejo. No pods estar siempre en todo. Vos pesc. Yo te llevo.

Cmo envidiaba esos movimientos sincronizados, esa fluidez en el hablar, las miradas cmplices, sus risas, los pequeos silencios, las acciones diferenciadas, la telepata compartida. Y me deca: algn da yo tambin encontrar mi compaero. La costa de la pequea laguna del hotel se fue poblando con gente curiosa. Asombrados seguan cada caa que entraba y sala. Qu misterios guarda este espejo azul, pens. Me recost en el pasto tratando de concentrarme en Neruda. Escuch que ellos pasaban cerca, riendo y festejando la pesca. Regresan. Van a almorzar. Hoy me voy a sentar cerca de su mesa para escuchar de dnde son o qu hacen. Se ven tan compaeros y simpticos con esas gorras de colores. Me incorpor otra vez para ver cmo desembarcaban. Se acercaban lentamente a la orilla. l guardaba las caas.

- Dale por all, Ester. No, no mejor por ese lado. Por el otro

- Dejame a m. Yo remo. Vos orden las caas, sino me mareo. Ya estamos llegando. Me dio hambre!

- Y a m. Sal muy despacio, por el equilibrio. Sac tu bolsito, la mquina de fotos y las toallas. Yo me encargo de lo dems. dijo Esteban.

Ella baj, mientras l esperaba que arrimara el kayak a la orilla. En eso estaba cuando de pronto, el bote se inclin demasiado hacia la izquierda.

- Qu hacs, Ester !V cmo l iba cayendo al agua. Ella se agarraba la cabeza y gritaba. l daba manotazos . Pataleaba, desapareca y emerga, pero se iba alejando cada vez ms de la orilla. Las caas, las chinelas, la gorra roja lo seguan flotando en el agua.Yo me qued paralizada. Confiaba en la fuerza de l. Saba que luchaba y que pronto llegara hasta la otra orilla.

La gorra roja se hundi en el centro de la laguna. Palometas, tarariras, carpas negras saltaban alrededor. Una anguila enorme avanzaba hacia l. Burbujas y ondas en el agua. Corr hacia ella. Un dedo ndice vena a muestra orilla. Si, creo que algn da yo tambin.Mara Ins Portillo