Teófilo Cid - El Tiempo de La Sospecha

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    EL TIEMBB DE LA SOSPECHA

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    E L T I E M P O D E L A S O S P E C H A

    RIMERQ, comenz6 el cerebro,hasta ese mornento vacio, a1 pa-

    recer, de toda fluencia filoldgica, apoblarse de vagas palabras, de cu-yas particularidades intelectuales noestaba muy seguro, ni suficientemen-te enterado; pero que abrian, eso si,un margen extenso a su precaria ac-tividad en el pequeiio mundo de supersonalidad naciente. Poco a poco,las palabras lo fueron inundando consu poderoso caudal y, de tal manera,lo hicieron, que llegd un instante enque scilo vivid de ellas y para ellas.El mundo semejaba descansar sobreun amplio diccionario, en cuyos limi-tes las palabras eran reinas propie-tarias de dinbmico poder. Poseianatributos esenciales cuando, por ejem-plo, despertaban a las cosas, dormi-das, designhndolas, apoderbndose deellas.En un principio, fu6 la palabramadre. Desde su sen0 nacian las

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    otras, turnultuosas, abri6ndose ancha ,ria sobre el pielago desconocido. Asi,vivi6 y creci6; uncido a1 poder seduc- 'tor emanado de su progresivo des-'cubrimiento en el vocabulario de lanaturaleza, a medias sumido afin enla penumbra.Sin dame menta, lleg6 a cumplisla edad de 10sprimeros amores, edadterrible y desolada, llena de ,melan-colia y sobresalto. Pero gubrdese ellector de posibles recelos. Estos pri-meros amores de nuestro protago-mista, aunque interesantes desde unpunto de vista absolwtamente rombn-tieo, tendrbn breve transcurso en Iaenana dimensi6n de este veridico re-

    ,lato. Hay algo que nos interesa mAsdestacar y es el choque individualque el cuitado joven debi6 snfrir con

    ' una palabra que para 61 signific6muy poco en el comienzo. Esta pa-labra, no incluida afin en sa modestoregistro lingiiktico, fu6 la palabracrisis.La oy6, por primera vez en su exis-tencia, de labios de su padre. Este

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    abri6 el diario y coment6 con aiseconsternado:

    -i Crisis ! i E s ~ ~ ~ o sn crisis !;Por qu6 su padre podia leer el

    diario en la mesa, sin que m amj di-j cse nada? A 61, en mmbio, le prohi-bian haeerlo. Ea semana pasada, le-yendo El artista adolcseente... Pe-

    -La crisis... cs la crisis -contes-t6 el padre, sstisfeeho de su enfkticaexplhcacibn.

    Interemdo se l a n d sobre el diariopara icdagar el sentido de la miste-riosa pslahra. Poco puclo aprender,es cierto; pcro, en reemple,zo, pndoimpoIizx:c, con irbia curiosidad, deque en el musdo ectaban acaeeiendoextrafios ~ C C S O S . La banca nuem-yorkina EX habia estremecido comoun pla!y~o en su 1Egamo propio, agi-tando loe CentBcielor,, herida de niuer-te, al psrecer. P eote horrible a c ~ i n -tecinilerato sdpicaba con su barro Iavida privada 6e nGs de algian mi-llonario de ayer, convertido, siabito,ea miserable. COTIIQiln babfa lei-

    ro ;4.t6 era aqzaello? ;Crisis?

    do EL E ~ Z L X ,~ d l o~pareci6 des-9

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    provisto de inter& y prefiri6 leer elnoticiario de 10s cines, de 10s cinesque reci6n comanzaban a hablar.

    Sin embargo, la palabra incorpo-Tada a su repertorio en esa sobre-mesa, le sirvi6 de guia, por la tarde,cuando se fu6 a1 colegio. Era unafrase bastante rara la que ley6 en eldiario: Crisis de producci6n. No sipor qu6 la equivoc6, de primeras, conel nombre griego de la esclava quedespert6 la ira de Aquiles en la vis-pera troyana. iSe llamaria Crisis?...No. Se llamaba Briselda. iQu6 im-portaba, no obstante? Un cl6rigo es-paiiol habfa hablado recientemente,en un teatro, de la proyecci6n quedaba a1 olvido, y a la confusih ori-ginada por hste, cierto psic61ogo vie-n6s.

    El diario anunciaba, entre otrascosas, una end6mica miseria para elmundo. iSeriz posiule todo est0 co-mo consecuencial derivativo de taninocente palabra? iCrisis? En reali-dad, no costaba mucho dudw delsombrio pron6stic0, si se tomaba encuenta el visible bienestar de la ciu-

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    dad que 61 conocia desde muy niiioy que conocia muy bien porque fu8alli donde aprendi6 las primeras pa-labras de su ya vasto elenco filol6-gico. ;No habia comprado pap6 unautom6vil a plazos? Y, sin embargo,papH era apenas un modesto funcio-nario, aunque a mamj IC molestase12 palabra modesto. Pero mam6 eraun poco dificil, sobre todo cuando 10snervios la manteniaii, como a unatrjgica Bertini, tendida sobre elchaise-longue de su dormitorio.

    En todo easo, la crisis, de acuerdocon las noticias de la prensa, tendriafatales consecuencias para el bienes-tar del mundo y un trastorno abisalen las reiaciones econ6micas. Lacrisis es la crisis, habia dicho supadre, nioviendo ejemplarmente lacabeza. Poco o nada pudo obtener,esa tarde, de su profcsor cle Econo-mia. Era increinlemente vago para.hablar, como si temiese herir con suspalabras la presencia de alguien in-visible. En realidad, y esto habia quedecirlo con prudente reserva, la pre-sencia invisible acompafiaba a 10s

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    habitantes del pais por todas partes.Cuando se decia, por ejemplo, qlle elGobierno era as:, o IIQ era as!. E lprofesor, esa tarde, estaba cohibidopor innoble y sospechoso a-tacpe deignorancia, a1 hablar de 1a crisis eco-n6mica.-La sobreproduccibn, A e c i a des-de lo alto del pupitre,- es tin fen&

    meno que se repite regularmente ...No hay que sorprenderse...

    Pero no dijo por gut5 10s diarios semostraban tan pesirnistas con res-pecto del porvenir del rmzundo. Ni 10ssacerdotes del cuito cattalico, 2-1 quehabia asistido hasta el afio antericrcon inesurada piedad religiosa, nega-ban una posible salvacibn. Pero 109curas (ahora 10s Ilamaba zsi, des-pu6s de leer a Voltaire y Volney),estaban dEspuestos sierraye 8 sob~e-seer la crisis de concienefa, con ade-cusds lenidad para juzgar el pecndoy sus difusas ramificac:ones. Crisis.de conciencia. Esa frsse si que laconocia desde el d h en que un obs-cur0 prescntimiento Io hizo alejsmede la bendicibn ritual, hondamente

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    deseada antes de leer aquellos librosde Voltaire y Volney. Entonces seoper6 en su espiritu una crisis deconciencia que lo hizo dudar de tado,hasta de si mismo.

    -...que sobreviene cuando se pro-duce mBs de lo que el mercado ne-cesita...Ea voz del profesor producia in-vencible suaiio en aquella intermina-ble hora de cuatro y media a cincoy media. Por la ventana entreabiertase colaba el frio invernal. iCuh tomejor seria estar en casa, leyendoa Joice! Pero la sociedad, y particu-larmente su padre, querian que lascasas ftlesen asi como eran; que 61estuviese sentado en esa fria sala declases, aparentapdo, con bastante de-marcada hipocresia, gran inter& poresas cosas tan horribles que acaecianen el mundo. ;No tenia, tambi&n,quesoportar el duro gravamen de suspropias c6lulas sexuales? Freud ha-b h dicho, zegfii23 el ridiculo saceadotecsnferenciadnte, que... ;Per0 a que re-cordar a Freud, ahora, justo el diaen que, For fdtimo, veria el fin de SUB

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    anhelos consapado en una cita, enuna verdadera cita de amor?

    Detr6s de 10s vidrios se veia, a tra-vds de empafiadas IAgrimas, el cerro,inmerso en at6nito silenicio. El diaestaba gris corno su propia irnagen,destacada en la fila de 10s alumnosretrasados. Esto Gltimo, era una mz-la jugada que le hiciera el destino. Elno era un mal alumno hasta que a1Ministro (;qu6 era un hlinistro?) Ieocurri6 la mala idea de reformar 10sservicios de su dependencia. Habiasido una suerte muy mala, tambih,que esos servicios fuesen precin amen-te 10s servicios educacionales. Un Mi-nistro, s e g h les ensellara el profe-sor de Educaci6n Civica, era un mer0secretario de Estado, o sea un sim-ple amanuense del Presidente de laRepfiblica, sefiera personalidad decarScter sagrado que sobresalia en-cima de todos. Pero aquel Ministroera un hombre de ilustrada prosapia,que quiso dejar una huella perdura-ble en sus servicios, a cugo efelcto10s reform& El resultado fu6 tan de-mstroso que ya nadie queria mor-

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    darse de aquello y hub0 que deshacer .de una plumada administrativa laoptimista labor de mbs de un aiiode enajenacih pedag6gica. Los alum-nos andaban desorientados, cariacon-tecidos y en vias del fracaso, sin sa-ber c6mo atar 10s cabos que rompi6la torpe reforma.El t6rmino de la clase no impuso,a pesar de todo, quietud a su pensa-miento. iQui6n dijo que era aquellaedad de las primeras ilusiones? Mien-tras caminaba, se fu6 acortando elrecorrido mediante un secret0 placer,reci6n inventado, y que, mucho miistarde lo vendria a saber, constituiaun n6dulo especifico para toda sugeneracibn. Examinaba 10s autom6-viles y, de acuerdo, con el ligero an&-lisis estimativo de su aspecto, de suchassis como decian 10s expertos,era precis0 jdentificar su marca, suprocedencia (casi todos eran norte-americanos) y su fecha de fabrica-ci6n. Mientras mbs rbpido se hicieraeste recuento, mbs agradable resnl-taba el juego. Ahora iba a casa desu profesor de franc& en cumpli-

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    lrmiento de una promesa qu? IC !:.jc%raaquella rnaiiana, antes de almuerzo.;Por qu6 no trabajas como otrosafios, Santiago? --Le dijo el profe-s o r despu5s de 9iacer3o selltarse jun-t o a1 escritorio pedantemente carga-do de libros. ;Los leia, acaso? Hacfaun buen tiempo, ya, que el escepti-cismo lo iba mordiendo a tajadas,como un gusmo hanibriento. Se sen-t 6 , pues, y esperci la reiteracih dela pregunta. El profesor era un tipocurioso, fdtima importacih: fino;educado ; con posibilidades rniniste-rides; un poco homosexud, a pesarde la rigidez atl6tica de su traje der-nier cri (pantalcnes Oxford y to-do). Estaba enfadado con Santiago,porque 6ste, segcn 61, no estudiabalo suficiente. ;Per0 estaban 10s tiem-pos para estudiar? Se apoy6 en lapalabra crisis para justifiear la pe-reza horrncinica que circulaba por susangre. La palabra crisis $e prestabamaraviJEosamente para esos finessubterrbneos, subrepticios. No otracosa hacia el Gobierno en parecidas

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    circunstancias, de creerle a Mir6, elabogado radical.

    Sobre la mesa estaba Joice, abiertoen cualquier pbgina, como despuhsde apasionaOa lectura. Seiial6 el li-bro con un dedo:-iSabe usted lo que es una cri-sis, seiior? Luna crisis como la delmuchacho de este libro?- Habriaquerido darle mayor Bnfasis a s u spalabras; per0 Cstas escapaban a1control mental, COMO enloquecidaspor repentina fiebre. Los ojos delprofesor lo miraban, inquisitivos. iEsque el profesor sabia lo que realmen-te pasaba? -jDemonio, con sus ojostan curiosos, tan cargados de sutilpsicologia! -i Sabian, acaso, la ver-dad? Se qued6 callado un instante.Los ojos habian llegado a su m&ximaexpresibn de asombro:

    --;Per0 t G has leido este libro?-Sefialaba, 61 tambih , el Joice abiertosobre la mesa.

    Torci6 la vista para evitar el con-tacto hipn6tico de esa mirada docen-te, posada, pertinaz, sobre su rostro.iQuB se habia creido monsieur? Ha-

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    bia ieido a Cocteau, a Gide, a rnuchosotros. iPara qu6 enumerarlos? Elprofesor seguia cun cierto terror eldiscurso enumerativo. Nwnca creye-ra que este alumno adocenado, de,vulgar catadura, h e s e un hvido lec-tor de libros franceses. U de libroseomo esos... En verdad, constituyeuna verdadera sorpresa descubrir, derepente, lo que existe detr5s del ros-tro de un alumno.

    Santiago sostenia ahora con valorla mirada pedagbgica, pedante y cris-talina. Ya no le producia miedo quedescubriese su secreto... Porque San-tiago, en plena adolescencia, cuandola mayoria se entrega a ensueiios su-pCrfluos o a placeres solitarios, e r sdueiio de un secreto que joh inson-dable providencia! al parecer teniacarhcter politico. Las palabras queel profesor expres6 en seguida fue-ron tan tiernas, tan imbuidas de gen-til comprensih, que estuvo a piquede cont&rseln todo. Pero el temor decomplicar a su padre, tan seguro desi rnismo, le conge16 el imprudenterelato a flor de labios.

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    Qnimo una insciiita repercusicin, altrefrescar e1 afiejo conocimiento ad-quirido en lor libros misteriosas.Tambih era ipor que negarlo? unhecho conmovedor saber que un mi-llardario norteamericano pueda sal-tarse 10s sesos cuando sus accionesse transforman, en virtud de una os-ciIaci6n en la politica sudamericana,en simples trozos de papel sin valoralguno. No dejaba de tener gracia elrecibir de golpe la noticia de que elmundo suele a veces moverse deacuerdo con 10s proncisticos determi-nados por 10s libros. iY qu6 libros,seiior! Si mamB 10s viese, 10s hariaquemar, irremediablemente. Si, se-iiores, irremediablemente, si hemosde usar una de sus expresioncs fa-voritas. Eran volfimenes de lepracondensada. De esa lepra que desdeMosc6 parecia caer en fhebres cas-cadas sobre el mundo. U sobre supais tambikn, a pesar de todo...

    -La posici6n de tm padre, mon fils,es relevante.. .iPor que decfa eso monsieur?Ha-bia alargado el craello como un eisne

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    Per0 su padre trataba de td a1 jefe,un autentico santiaguino, hermanomenor de un celebre diputado ter-mal (a Santiago este titulo le evo-caba un antecedente ceskeo) y erael predilecto de las nifias de la ciudadpor su solteria de cuarent6n maduroy por sus rentas opiparas. Tampocomarcaba pap& la tarjeta cronome-trica y era visible, por demks, lomucho que el jefe le temia. Es ciertoque pap5 era un perfecto hombre deorden, si habia que dar crkdito a susasertos de sobremesa. Un hombre deorden, partidario de las leycs consti-tuidas. Pero ipor quC monsieur dabaun acento misterioso a su voz cuan-do se referia a pap$? Inclinado es-tuvo a pregunttirselo; per0 no seatrevib. Temia, sin saber la causaexacta, incidir en algo que, a labpos-tre, podria tornarse en su contra.-No, mon f i l s , td tienes que estu-diar m4s que 10s demhs, si quieresllegar este otro aiio a la Universi-dad.Ei profesor se habia hundido, a se-guidas, en un galimatias intraducible

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    para su escasa experiencia. No ajus-taban las consideraciones politicashizo con 10s desnudos cartabonesconseguidos en sus Gltimas lecturas.E l profesor, eso se advertia a la dis-tancia, hablaba de papi con un te-mor no disirnulado, como si t a m b ih81... No podia desechar el recuerdode un incidente curioso que le habiaocurrido con un compaiiero ese mis-mo mon6tono invierno. ;Era tan ton-to aquello! Sin embargo, le hiri6 enlo mis profundo del alma escucharde boca de un muchachuelo inexper-t o del curso. esa invectiva deleznable:

    -Ciliate -le habia dicho a raizde una reyerta en 10s patios- ;Hijode soplbn!Fu6 inctil que usase de todas susfuerzas de bcsquetbolista para casti-gar al insolente. La palabra habiaquedado suspendida en el aire y dealli no habia fnerza fisica, a1 pare-cer, que pueiera Facarla. Se habriarequerido, para eso; un aliciente mo-ral que a 61 !e faltaba.-Lusted wee, sefior, que mi pa-dre?

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    El profesor hizo un mohin coque-to. Su rostro cambi6 singularmentede expresi6n llegando a denotar unvago dramatismo. MA S que profesor-ese era coiisensus general- pare-cia un actor de la vieja comedia:-No, yo no creo nada. Pero entodo caso, te aconsejo prudencia.iEstamos viviendo tiempos muy ma-l o ~ , on ami!

    ;Tiempos maloa aquellos? La fa-milia Llorenie tenia un Packard; lafamilia Gor,z$lez Villouta, un Stude-backer; la familia Lira, es decir lashermanas del Jefe de su padre, unCadillac... AuemAs se estaba constru-yendo un camino de cemento, de au-tkntico cemento, hacia el puerto ve-cino y una pobIaci6n obrera, no paraobreros claro esta, con- el nombre dela flamante esposa del Presidente dela Repiiblica. Por otra parte, en elHotel Ritz, recih abierto a1 pdblico,las damas de la ciudad podian lucircostosas prendas encargadas a Pa-ris. Era indtil, pues, que toda aque-lla vana fantasia la quisieran aventarcon. terrorificas amenazas y que 10s

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    libros que tenia escondidos en casaprofetizaran, a pesar de tanta belle-za, un Nanel Tecel Phares para todoaquello. El mundo de la aparienciasensible, es decir el brill0 de las ca-rrocerias, de las toilettes, de lasflappers a la moda norteamericanarecienteaente incorporadas a la fau-na femenina, de loa aperitivos inmo-derados y el relumbr6n de 10s edito-riales pmiodisticos, todo eso, queconstituye la superficie m6vil y siem-pre camhiante de la realidad, pareciadar un mentis enhrgico a las som-brias declaraciones de 10s libros. Pe-ro he ah2 que mons ieu r Carrasco, in-dolente como era, trascendia el mis-mo pesimismo que espumara ante-riormente en sus lecturas.

    -Veo, Santiago, que eres un mu-chacho inteligente, que entiendes lascosas a primera vista. No tengo, enconsecuencia, para gud entrar en ex-plicaciones. Comprendo la raz6n detu amargura. Per0 debes veaccio-nar... Si te abandoaas, est& perdidoi comprendes?

    Entonces, aquello era cierto. No25

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    cabia ya admitir dudas a1 respecto.Pap5 era, pues, un agente a1 serviciode ese Gobierno que 61 sabia odiadoy odiado por la persona que m i samaba...iEra posible que, en su exis-tencia minima de colegial, el mundos6rdido de la politica, con el reves-timiento de las palabras que el rnismoprofesor de EducacMn Civica consi-derabs falsas, estuviese interfirien-do, arrojando agudos pinhculos desombra? Ese primer contact0 (conuna realidad de indole tan abstractay despiadada -m&s tarde lo vendriaa comprender con hayor claridad-lo dej6 helado. Tan helado, que nosupo, en medio de su turbacibn, en-contrar una f6rmula social correctapara despedirse de M. Carrasco. Sa-l i b como un villano de melodrama,raspando las rnurallas.

    Habria necesitado hablar con ma-mh; pero mamb no estaba en casa.Es cierto que ma n& , a esas lnorascompromitentes del crepfisculo, sehallaba siempre fuera. Evit6 comopudo la presencia de sus hermanos

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    menores y se arroj6 sobre el lecho.Tenia sintomas de fiebre.

    Habia comencado a eumergirse enun pesado sueEo, cuando surgi6 ensu memoria el recuerdo de algo que10s acontecimientos del dia estuvie-ron a punto de disipar. Era necesa-rio levantsrse e ir donde ella -noolvidemos su primera cita de amorverdadera- lo esperaba. Y era citade amor -no como antes cuando seveian a todas horas- porque ahoraera preciso eludir la consigna de pro-hibici6n que pesaba sobre la chicapara verse con 61. i N o habia sidoextrafia la cleterminaci6n de la ma-dre de Alicia? Un abogado rsdical deprovincia habia desaparecido, traga-do por el abismo de la politica, y ensu reemplazo habia quedado una ma-dre colhrica, que irradiaba 10s rayosde su ira sobre 10s seres mSs ino-centes, a1 parecer. Sobre 61, por ejern-plo, amigo de la infancia de la chica,la pequeiia Alicia Mir6, tan rnodositay educada. Fero la madre, sin teneren consideraci6n estos sentimentalesantecedentes, le habia dado con las

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    puertas en las narices. A su maridolo habia detenido y flagelado la po-M a. ;Todo porque habia dicho que10s militares no han nacido para go-bernar! Parecia el desgarr6n folle-tinesco de una imaginaci6n descabe-llada. Pero asi era, y asf lo veniacomprendiendo, rec ih , despu6s de suanfibolbgiea chasla con el profesor.iC6mo no lo habia pensado antes?i E n qu6 virtual atm6sfera de ino-cencia habia vivido inrnerso ?Las diferentcs partes del gran rom-peeabezas comenzaban lentamente,con gran asombro suyo, y sin que di-cha mocibn requiriese participacihnde su harto enmoheeida voluntad,comenzaban, repito, en forma miste-riosa, a producir el inc6gnito diseeo.Si. Ya no pocZia dudar que, tambihn61, como Stephen Dedalus, el h h efavorito del libro que tanto amaba,nacia a una nueva vida. Una vidanueva y triste, a la vez. El mundoescondia feroces conflictos humanos,choques violentos de pasiones bas-tardas, aunque la aparieneia se en-cargara de mostrar un rostro ino-

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    cente y todo pareciese continuar elritmo habitual. El sabia que en lanoche, a la bora de la cena, tendrianuevamente a su padre junto a 61,preguntbdole con ojos cariciososacerca de su jornada en el colegio.i L e contarfa 10 de 111. Carrasco? Re-sultaba dificil comprometerae a na-da, sabiendo como sabia que su padreera el poaible causante de la desdi-cha de su amiguita.

    -No me gusta nada este Mir6 -habia dicho pap&.- Es un politique-ro exaltado. Y el General no quierenada con 10s politigueros...Eso era cierto. El General ni si-

    quiera se tomaba la molestia deinaugurar el periodo parlamentariopersonahente. Un edecSn lo hacia ensu nombre, y leia un escueto men-saje. Eso lo habia escuchado en casade 10s Mir6, cuando iba por las tar-des a ayudar a la pequefia Alicia ensus enfadosos ejercicios de Algebra.El padre de la mucbacha habia Le-nido cierta figuraci6n el ai30 1920,diez aiios antes de todo zquello, yno era hombre que acostumbrara a

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    callar sus opiniones. Per0 entonces(;cuiin lejano le parecian esos succ-sos, en circunstancias que s6lo trans-currieran s610 dos o t res mess!) aSantiago le interesaba escasamentela politica. iPara qu6 intaresame poralgo que no tenia ninguna expresibnconcreta? La Coiistitucibn, que estu-diara el aiio anterior, aseguraba co-sas que nunca se cumplian. Era ob-vio, pues, que aquello no servia densda, como no fuese para enturbiarla mente de 10s colegiales. Le impor-taba poco que el viejo (61 lo veia vie-j o entonces) Mir6 afiorase las exce-lencias del antiguo rhginien, conipa-riindolo con las miaerias del presen-te. ;Per0 dbnde estabsn esas mise-rias? R ec ih ahora venia a compren-der la enormidad de su ignorancia.

    De un salto atravesb el parterre,bajo 10s Arboles Irfimedss que rodea-ban la casa del abogado. Sentada enlas gradas de piedra de la puerta.,apretadas las rodillas junto a1 ros-tro, igual que un pajarillo, estabaAlicia.-A pap& lo desterraron a MBs

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    Afuera. Con Eugenio GonzSlez yotros politicos del norte...

    Santiago se sent6 a su lado. H a -bria deseado besarla en el pelo trans-Ificido; pero le era imposible vencerla timidez que desde alglin tiempo aesa parte inhibia su voluntad cuandose hallabs a SLI lado. Fu6 ella la querompi6 el amenstzante hielo que. 10sbloqueaba, tornhndolo, ansiosa, delbrazo, como tratando de rneterle ala fuerza la pregunta por la piel:-Dime si es posible vivir asi. Ma-m& quiso hablar hoy con el Inten-dente; per0 6ste dice que no sabenada, que no est6 informado. iEshorrible !Santiago no podia desembarazarseafin de su timidez. Sentia que la citadt 2m0r --de amor, porque tenia vi-EOS de clandestinidad,- iba resul-tando imprevistamente desagradable.Per0 la chica, enorgullecida tal vezde su desgracia, no daba tregua nimisericordia. El muchacho se sentiaa medias culpable del asunto.-Lo peor es la incertidumbre. -S6-lo ayer lleg6 una carta de ua cono-

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    cido que time mami en Investiga-ciones. El lo vi6 y dice que lo handesterrado a M&sAfuera...Pero ;se-r6 cierto? Por eso me decidi a lla-marte. MamL no quiere que nosveamos. Pero yo pens6 que tL . pormedio de tu papL. odrias averiguaralgo...Santiago se extremeci6. Ella tam-bi6n tenia la misma opinibn que elresto del mundo. El dia, que comen-zara ins6litamente con deshmbranteclaridad, dla de invieriao a1 fin decuentas, se hizo plomizo y grkvido,de pronto. Parigual ocurri6 en su al-ma. En ella tambi6n comenzsban acaer gruesos goterones de ana lluviasin precedentea, cuyo acGrimo con-tacto no podia evitar. Se levant6 de-sazonado. iQn6 podia hacer? ;Ha-blarle a su padre?-La crisis es la crisis 4 i r i aCste con el mismo tono de voz queusara en el a1muerzo.- Y tfi, mi ami-go, no tienes por qu6 mezclarte enpolitica. Eres muy niiio todavia.En verdad, era muy nifio todavia.Ech6 a andar, en forma autom&tica.

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    Esper6 que Alicia lo retendria; peroells conservaba 10s ojos cubiertos por3aa manos y parecia llorar. Ni siquie-ra advirtid su ausencia.

    Era un vasto dia de Primavera,alegre como suelen serlo en esa es-taci6n 10s dias sureiios. Desde elcielo descendia el aire !impida, sano,vigoroso, en cuyos celajes invisible3curvaban sus alas pintorescas 10s in-sectos varios. Un paisaje italiano, ensuma, a1 estilo de 10s que despuntanen las miniaturas que airven de fon-do a las figuras angdicas de 10s pri-mitivos. El rojo encendido de lashabitaciones, en el hondor esvanecen-te producido por la altura de 10s ee-rros vecinos, destac&basepulcro. Erahermoso perrnanecer bajo el cielodescubierto y sentir la embriagantemelodia de 10s &boles.

    Recostado en la muelle cuna delas pinojas, Santiago sentia enhechi-zado el pensamiento por la harturaprimaveral, en forma tan lcbrica,desgranada. A s'as pies, el faldeo dela colina le permitia un romkntico

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    espionaje. Alicia estaba en el Mira-dor de Piedra, 8.1 lado de BU madre.Ambas vestian de mgro y sus cabe-llos rubios, aeentuados por el con-traste de la ropa, le prestaban iiureacimera.

    Las cosas habian marchado des-graciadamente mal para Santiago.La crisis, dcspertnda coinno an eco,a1 enterarse de la ernensza predichapor 10s diarios -constatacibn exter-ria de una quiebra intcrm- habiaseconvcrticlo en estado psnnacente. Sehabia hecho viejo en menos de dosmeses y la llegada de la Primavera,con sus vacaciones de Fiestas Patriasy sus p6jaros ad-hoc, le era por csoextraiia e indiferente. En el interin,habia sucedido algo terrible. Habiasido expulsado del colegio. Acusa-ci6n : ideas anarqraistas y disolventes.No t w o defensg, a pesar de las f&tiles maniobras de M. Carrasco, pro-fesor jefe del curso. Aunque 10s mis-mos acusadores sabian qne expulsar-lo del colegio era una brutalidaddigna de b&r%aros,no tuvo defensa.Su pzdre tampoco habia hecho nzda

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    por hallar un atenuante al asunto.Su actitud fu6 equivoca y contribu-y6, en cierto niodo, a desatar las fu-rim c6aaicas de la rectoria. Y San-tiago, esc6ptico como estaba, noencontr6, a su vez, las energias ae-eesarias pira hacerlo personalrnente.

    En su desesperacibn, acucli6 a ma-n ~ & .ero ksta no sup0 entender o noquiso entender lo que curiosamentepasaba por el hnimo de su hijo. Lotinico que sabia era bastante ya pararepudiarlo. No. Ella le tenia horror ala gente subversiva. iLibertad ? iPa-ra qrrh? 'iE1 muirdo marchaba tanhien as! como iba! El General quegobernaba el pais lo hacia con manofuerte; pero eso era justarnente loque el pais necesitaba despu@sde pa-sar, segGn decia, por manos de ma-sones y radicales. Main6 cornpartiasus actividades piadosas con las me-nos piadosas del pciker domhstico.Era una jugadora formidable. En6tilfu6, p e s , en consecuencia, el i m p -trar su ayuda en esta crisis.Millones de galaxias circunckan elinfinit0; de .e r , h 8el!as, el 618tema

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    s;oIar es quiz&la m6s pequefia; y, deese sistema, la tierra es uno de 10scuerpos mbs reducidos. En el planetaterrestre iqu6 Iugar ocupa el estre-cho territorio de Chile y en este paisque es lo que representa una engrei-da ciudad universitaria del sur? Sinembargo, las furias sempiternas pa-recian haberse descargado de modoexclusivo sobre la cabeza de un sb10adolescente de dicha ciudad, cuandoSantiago fu6 requerido una rnsfiana,del filtimo mes de Pnvierno por ladeidad administrativa del colego arendir cuentas de su conducta. iQu6ocurria? Ya lo hemos dicho: se leacusaba, lisa y Ilanamente, de anar-quista. iY todo porque prestara a unindiscreto condiscipulo uno de 10s li-bros recibidos inc6gnitamente a co-mienzos del period0 escolar! Fu6infitil que argumentara que ese librose encontraba, aunque en su lenguaoriginal, en la biblioteca del colegio.Lo habia descubierto despuks de bre-ve incursibn por las estanterias, ho-rro de toda mbcula y como reci6n xa-lido de la imprenta. Con todo, qued6

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    decepcionado. i Euego esos libros exis-tieron antes y habia alguien mbs enChile que los conocia!La rn&quina administrativa de1 co-legio march6 inexorable. Los profe-sores hablaron con su padre y 6steno sup0 proceder con cautela a1 re-pliearles en forma descompuesta.Seneillamcnte aplicaron la medidadisciplinaria, con mudo fatalismo, sintemer las burdas amenazas proferi-das por papb. iE s que su poder es-tsba en decadencia? Fuga= pas6 estaidea por la imaginacibn del mucha-C ~ O ;ero bast6 para asegurar su en-deble posici6n cuando tuvo que de-fenderse de 10s cargos que papb, mbstarde, 9e hiciera.

    --;De d6nde sncaste ~ S O Sibros?-No me preguntes nada.El padre h a k avanzado con airearnenzzador. Santiago se irgui6, aven-

    taj%ndoloen varios centimetros deestatwa. Se veh un tanto friigil ycristdino, a causa del brusco creci-miento. Tal vez el destello de ruborque soflam6 sd semblante inquiet6a su padre y lo hizo detenerse.

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    -i Est% acostumbrado a flagelar,no es cierto?

    El hombre lo mir6 sorprendido alprinclpio ; pero cuando comprendi5la mal6voIa intenci6n que envolvianesss patlabras, la sorpresa cambi6aeen desesperacibn. Por mueho rato, e1muchacho, convertido en acusador,no entendi6 las voces que barruntabaen bbrbaro dialecto.

    TI^ dices que flagelo o que hehecho flagelar, pbrque sirvo leahen-te a1 Gobierno que me paga y concuyo sueldo 10s mantengo a todosustedes, atados de mugre. iES increi-ble! CompreRdo que la gexte estGpi-da me sefiale diclendo: ah! va el horn-bre del puente del Maipo... Pero quet G , un muchacho inteligente, me re-proche c6mo me gano el pan...

    Los papeles, invertidos por la ab-surda debilidad paterna, sentabandeplorablernente a 10s personajes par-ticipantes de la escena.; ambos se sen-tian avergonzados de representarla.Era la primera vez que Santiago seatrevia a enjuiciarlo y la hacia, poreso mismo, sin ninguna persuasi6n;

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    escuchan... ;As! todas las idas, hastael Gltimo peiiasco, se llenen de ca-brones! Pero te juro que llegarb undia en que muchos de estos flaman-tes revolucionarios, mitad literatos,mitad politicos, soeialistas y radiea-les, maximalistas o no maximalistas,proclamarhn a1 General corn0 a unMesias prometido...

    Mientras hablaba, asurnib unaa,postwa profhtica. Santiago a duraspenas contuvo una amarga risa quele amagaba desde adentro y con laque pretendia, en forma inconscien-te, neutralizar el alud de mala suerteque le venia persiguiendo desde al-gunos meses a esa parte.-No fu6 un plato para paladarmuy delicado soportar el frio de lansche bajo un puente sombrio. E2rio Maipo, iDios me condene! es unrio macho corn0 hay POCOS en invier-no. iTe imaginas que preparar unaconspiracihn a altas horas de la no-che, dejar huellas delatoras, inventarmotivos de perseeusibn, es cosa fAcil?Por algo el gobierno me premi6 dhn-dome el puesto que ahora tengo.

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    ;Crees que podria callar lo que dicenjunto a mi 10s idiotas que hablande miis? ;Yo, el hombre qua le di6 a1gobierno la razbn para encarcelar asus enemigos !

    Habia un cierto timbre de orgulloen sus palabras, que a Santiago leprodujo -segiin recordaba ahora,recostado sobre las fragantes pino-jas,- una reverberacih de profundomalestar. Su padre habia colabora-do -entonces todo estaba claro- enla elaboraci6n de 10s asuntos m&stenebrosos de la dictadura. Aunquetodo eso le producia repugnancia, seeirvici en forma inteligente del nuevoconocimiento adquirido. El hechoconstituia, por si misano, sin que exis-tiese necesidad de confirmarlo en elpapel, una especie de odioso pactocontraido entre 10s dos. Pap&10 aban-donaria ahora a sus propios impul-sos, sin mezclarse en sus pequeiioaproblemas, ni siquiera preguntbdolepor lo que hacia durante las largasjornadas ociosas, de peligroso ensue-50, que se sucedieron despuhs.

    Santiago no sabia aun lo que bus-

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    caba; pero sabia cpe algo muy gran-de le hacia falta. Y esa cos8 aun sinncmbre, sin vocshlo que vistiese suideolcigica desnudez, no podria sumi-nktrhrsela su padre, ni la madre te-rriblemente intoxicada de arrivisrnosocial.A mediados de Septiembre cornen-zaron a llegar a la ciudad personajexextraiios venidos del norte. Entoneesvi6 la crisis, esa extraiia palabrejaque conociera en forma abstracta ha-cia algunos mescs, en su m8s con-creto dramatismo. Obseroz descalzos,c d ~ i e r t ~ se harapos, verdada ,ros es-pectros de la miser&. salitrera, deam-bulaban por la ciudad. Hablaban unajerga pintoresca, ~ A ~ Z C I ~nhsa depalabrss criollas y Pon&ica gutktralnortcamericana. Los pobres no sa-dcsesperaci6n, lo liaeian empleandopalaksrp extrafias a su voeabulariohabitual. Per0 tambihn em extra&que, despuEs de ix~laeesantesx h s defaena en la pampa, Bs mal3 forkn2r10s hiciera conocer el miserable ociode la cessntia en tiemas asimismo

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    L

    bhn pE?dir liIEOSnZ3 y, @A E I C d b de GU

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    extrafias. Santiago 10s veia desmbu-lay, ccmo si viese de pronto la cor-goreidad, la, matcrla4ipciGn dz cier-ta7 ideas qrae creyera hasta ese mo-mento sGlo ideas platbnicas, sin trabaalguna que las uniera a la vivienterealidad.

    iQ~ii8n abria'pensado que uno deellos le dzria la lecci6n definitiva?Sin embargo, UITO de ellos fu6 sinduds e! que d s o!absr6 en 1s acer-tada direccibn de su pensamiento,cuando tzm doliente choque con elmmdo exterior estnvo a p i n t o deimpulsarlo a tcrnar determinacioneshorribles. No Be puecle DURCE~, n ver-dad, individuelizar la llsmada del CB-mino de Damasco con la preeisi6nque proporciona el Evangelio. Es unalhstima, pa-que seria agradable PO-der Bacerlo; pero la vida no possela simplicidsd que el croniata desea-ria. Por esa r a z h , implica upla acep-ci6n abusiva el ccnsiderar que elobrero aquel pucliera revestir el pa-pel que el Evangelio, rn% arriba re-cordado, asigna al misterisso nuncioque apareci6, en cierto camino de

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    Siria, a1 incrkdulo Saulo. En ciertomodo, actu6 como up1 jiiconscientembvil de la realidad, de esa realidadque Santiago con tanto esfuerzo y ala vez diegusto iba tragando, segGn10s dim psaaban, y su doloroaa sa-paraciGn de Alicia Mir6 lo iba, deconsuno, Prumiencb en honda melaam-C Q k-1 ana f rom Antofagasta ... Anto-

    fagastino... ..jD o y o u u n d e r s ta n d ? Iam without work, patroncito, please ,g i v e me same mone y , estoy hasta 11mismas. Le hahia dicho entre risue-Eo y avergonzado el novel suplicsnte,al acercArse1e.- I am h u n g r y .

    --You s p e a k e n g l i s h P preguat&-rele Santizgo, aprosechando el pre-cario ingl@sdel colegio.-The gringos t h e a c h e d me a t t h e

    of ic inas...Carajo! Todo lo que s6 selo debo a 10s gringos... Pero t ambihla miseria...Son of a bi tch! You havecigsrrette ? .Smtiago le p a d el cigarrillo. Ha-cia poco tiempo que comenzara a Tu-mar a escondidas, c.l:rnpliexb de esamanera el rituz1 de la adad, aunque a

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    sus padres les irnportara muy pocolas costumbres del muchacho. Sen-cillamente, lo dejaban hacer lo queqnisiera. i N o era, acaso, una raraavis exi!ada de la vida normal?

    El hombre habia comenzado a con-tarle una historia, desatinada, de supropia experiencia en la pampa. Erauna historia cuyo desstino moral pa-recia extrslido de un romjhtico re-lato. Pero una historia verdadera,segGn lo dcanz6 a peaetrar en el bi-lingiie vocabulario del extrafio perso-naje.

    -Este Gobierno prometi6 mucho...no cumpli6 nada. Este Presidente esrecontra very bud . No sisve denothing. Lo ha vendido todo a 10sgringos. U no hay que comer por cul-pa del rnaldito y de 10s grandes mari-conazos que 10 acompaiian. iCreenque construyendo piscinas se va aarreglar todo !-iY qu6 se p e d e hacer? iEllOS

    tienen la fwrza, 10s fusiles, la tropa,el dinero!-You are f oo l i sh , joven. Pelear,eso se puede haeer. Pelear desde

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    ahora micmo. Pelear siernpi-e, contra10s cabrones, contra 10s agentes dela policia, del General, contra sus so-piones, con t ra todos los qae quierenque en ezte pais haya dictadrxra. Pe-lear contra 10s que engziian y a.busa.nde !a confianza del pueblo. ;Cree us-ted que la libertad es un regzlo delcielo? No, patroncito, la llbcrtad hayque merecerla y para merecerla hayque pelear, pelear siempre...

    Somnoliento como se hallaba, San-tiago iba perdiendo sucesivamente elsentido, el ritmo de las palabras, has-ta que el rumor, repereutido en sumemoria, se transform6 en una vagamasa ritmica, ca6tica a1 principio ydemasiado informe para ser aquila-tada. Pero aqdella vaga masa inusi-cal fu6 adquiriendo, poco a poco,cuez-po fisico de mido. Ahora serne-jaba el is5croao rumor de LIII motora explosi6n en plena marcha, curiosorumor que.a1 parecer descendfa des-de la c6spide misma del firmamento.Abri6 los ojos, mas no vi6 n c d z A116abajo, en la falda inmediata del cerrocontinuaban Alicia y su madre, afio-

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    rando quiz& la ausencia de1 lejsnsser qzmido que ies aru.cT;atcra el c2e-s i p i o scix5:ia I d poder dictatorlsi.Podria decirse que ?lavaban luto porla libertad perdida, a1 vQselas, tanj6venes y gr&ciles, cubiertas de ne-grco ropqje. Pero el rumor del motorseguia y, ahora, en verdad, ajen0.asu pensamiento, como si de pronto selirllbiese producido una extrafia per-sisteneia atiditiva de la mefiioria. Le-vant6 la cnbeza. Encima del cerro,,amuy cork distancia de 10s pinos es-meraldas, an avi6n zigzageaba, veloz.Extrafio avi6n era po r cierto. De colorro jo escariata, eomo 10s aviones queviera pintadoil. en Iss series de lasrevistas in Eantiles, el pequeFio avi6nparech esc.ribjr vn anensajr indesci-fiablo e;i el ierrblante azul.

    -Ah!, pens6, ahora estoy comple-tamente derrotado... no si! todavia10 que serh de mi, la vida es horri-blemente complicada, pero hay algoque siempre seguiri! amando y por loque vale Ia pena seguir viviendo...Elsalitrero &e tenia raz6n.Y, sin dzrse cuenta de lo que ha-

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    Si me atrevo R dar a la estampa la his-toria del joven profagonista de este relato espoique la juzgo, en nienci6n a las actualescondiciones politicas, de un cara'cfer saluda-blemente higie'nico. Es la breve historia deun alma crrriosa que, e n le flor de la vidn,comienza a conocer 10s candcntes problemasdel pais en que vive. EL medio famiiiar enque se ha dessrrollado, las aulas que fro-cuenta diariamentc, twco cse reducido inib!Posocial de su niiiez, h a sufrido do:oroso tras-torno cuendo, ya adolescente, ncesfro' hirooensaya r;n examen valorativo. E! pais vivebajo la dictarlura m2;tar; la escuela, el hogar,10s am'los, han sis'o desfigurados per la in-fhcncia de un gobierno que 10s ham vieti-mas de la delacio'n vergenzo9a. M i protago-nista es m a de esas victimas, vejada pur unareforma educacional improcedente y bruta fi-zada, hasta la exagered&, por h sospecha..

    N e dado a entender que p r r b k a h esterelato, no tanto por SLI re'ativo vaior Iitera-rio, si PS ql.e alpuno posce, sino porqtra lojuzgo hjgi&ico, es deck, p o r q m lc atribuyocierto carActer preventivo. Desprr6s de vein%aiios, cuanclo y s crsiamos la democrat;? r i mconquista defiiu'tiva, l a fi&rre de? nnti3lo dic-tador, sombria y cesrirea, se yergirz en el hnypot hoy cibscuro horiswnte poeticc de Chila.

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    Si e n alguna -medida tni relato eontribuye amitigar el entusiasmo inconsciente de ciertwingenuos J a desenmascarar, e n forma indi-recta, la ambicidn bastaida de reconocidosepigonos, creo haber servido con bien a lacolectividad, sin salirme del canon que m e de-marca el papel intelectual.

    Aunque la historia nunca se iepite de ma-nera exacta, no puede negarse, sin embargo,que ella propende siempre a repetirse. CarlosX a r x cgrczaba que, cuando esto octlrre, suelehacerlo grofescamente. Y o d muy bien, poteso, lo Ailarante que resulfa la candidaturadel antigno dictador, ro d e d o ahora de tris-tes fantasmas del pesado y de versitiles co-m-paiieros del momento. iQu6 leianos esta'n 10stiempos en que sii nombre significd, si bienerrdneamcnts, anhelos de cambio y justiciasociales! E n la hora presente, hora de re-f !exidn y experiencia, SLI cendidatrira repre-senta Ire&e&n. Debcmos evr?tzr, por todmlos medios posibles, que la comicidad que irn-plicaria su regreso a1 poder se produzca, 8ino qveremos expnnernos a las trigicas conse-cucncias de nuestra apatia, y, si tenemos elvalor necesario paru defender la Ebertad, eninstantes tan vidriosos para el mundo.

    El relsfo lo he dtuado histdricamente e n10s dias postrimeros de la dictadura. Los sin-tomas de l a descomposicidn econo'mics y delfermento soc:'a.l quo m vnno trato' el dicta-dor de aplacar, emplcsndo In mentira y ladelacidn sistemitices, despuntan ya en to-

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    doJ 10s sectores de la dolorida nacibn. La ce-santia se ha producido en las principales ofi-cinas salitreras y el sistema entero sa tam-balea a&nico. AI escoger esta hora unde'cimade la tirania, no olvid6 mencionar, por cierto,la aventura del avi6n rojo, cuyas alas twie-ron la virtud de despertar de su sue60 a mu-chas esperanzas aherrojadas.Mi protagonis a recibi6 el doloroso impact0de la subversi6n jer6rquica e n su pur0 cora-tdn adolescente. En la p6gina final de lapequeiia narracibn se jura a si mismo l a pro-mesa de luchar por siempre por la libertad.zQu6 ha& m6s tarde e n la vida? ~Cumplir6su promesa? Eso el autor no podria anticipar-Io. Toda vida es una incdgnita insoluble. Qui-z i m& tarde le ocurra, como a muchos queconozco, prevzricar su pnsamiento, venderM conciencia libre. Pero su gesto de un m umento, de desintereaado amor por la libertad,no )p&ria jam& borrarlo. Y ese &to so-lemne es el que he pretendido eternizar enastas pAgin.33.

    T. C.

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