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JULIO / SEPTIEMBRE 2020 47 P robablemente, en los 90 no acertamos con los términos ni previmos los ries- gos: llamamos con naturalidad y cierto descuido y desenfado “crisis de la representa- ción” a la organización, formalización y puesta de largo de la operación de abordaje. Los ad- versarios de la democracia realmente existente doparon los síntomas leves de distensión y los pequeños achaques crónicos e inherentes al sistema representativo de gobierno con ana- bolizantes que lo metabolizaban. Los biem- pensantes aceptamos y compartimos la crítica como si fuese constructiva y no una enmienda de sustitución del modelo. Como solía hacer, Sartori 1 se anticipó a la emboscada y a finales de los 80 advirtió del peligro de desviar la democracia de su sentido original, literal y esencial –liberal y constitu- Tentaciones iliberales: la democracia simulada cional– con el pretexto de purifi- carla o depurarla: “La hipótesis del absolutismo democrático es plausi- ble”, sentenció. Nos decía que en nombre de la democracia, digamos también del pueblo, podrían some- terse todos los poderes del Estado a una voluntad y autoridad reconocida como soberana y sin límite, precisamente por rei- vindicarse, una vez instalada en el poder, como única legítima. De tal modo que, en virtud de su emanación o misión, ese líder o Gobierno aspiraría a atribuirse capacidad de sanción absoluta 2 . No obstante, la legitimi- dad de una democracia reside principalmente en su disposición y capacidad para limitar el poder y obstaculizar las tentaciones autocrá- ticas, es decir, consolidarse como garantía de preservación del Estado de derecho vía divi- JAVIER REDONDO RODELAS Profesor de Política y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria La democracia es liberal o no es. En las últimas décadas se han exagerado los síntomas de sus crisis y han surgido corrientes, líderes y doctrinas con propuestas alternativas al modelo representativo y al Estado de derecho. Algunos autores advierten del riesgo de desconsolidación democrática. El autor recorre los antecedentes conceptuales y repasa las amenazas que se ciernen sobre los sistemas pluralistas y competitivos

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P robablemente, en los 90 no acertamoscon los términos ni previmos los ries-gos: llamamos con naturalidad y cierto

descuido y desenfado “crisis de la representa-ción” a la organización, formalización y puestade largo de la operación de abordaje. Los ad-versarios de la democracia realmente existentedoparon los síntomas leves de distensión y lospequeños achaques crónicos e inherentes alsistema representativo de gobierno con ana-bolizantes que lo metabolizaban. Los biem-pensantes aceptamos y compartimos la críticacomo si fuese constructiva y no una enmiendade sustitución del modelo.

Como solía hacer, Sartori1 se anticipó ala emboscada y a finales de los 80 advirtió delpeligro de desviar la democracia de su sentidooriginal, literal y esencial –liberal y constitu-

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cional– con el pretexto de purifi-carla o depurarla: “La hipótesis delabsolutismo democrático es plausi-ble”, sentenció. Nos decía que ennombre de la democracia, digamostambién del pueblo, podrían some-terse todos los poderes del Estado auna voluntad y autoridad reconocida comosoberana y sin límite, precisamente por rei-vindicarse, una vez instalada en el poder,como única legítima. De tal modo que, envirtud de su emanación o misión, ese líder oGobierno aspiraría a atribuirse capacidad desanción absoluta2. No obstante, la legitimi-dad de una democracia reside principalmenteen su disposición y capacidad para limitar elpoder y obstaculizar las tentaciones autocrá-ticas, es decir, consolidarse como garantía depreservación del Estado de derecho vía divi-

JAVIERREDONDO RODELAS

Profesor de Política y Gobierno de la

Universidad Francisco de Vitoria

La democracia es liberal ono es. En las últimas

décadas se han exageradolos síntomas de sus crisis y

han surgido corrientes,líderes y doctrinas con

propuestas alternativas almodelo representativo y al

Estado de derecho.Algunos autores advierten

del riesgo dedesconsolidación

democrática. El autorrecorre los antecedentes

conceptuales y repasa lasamenazas que se ciernen

sobre los sistemaspluralistas y competitivos

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sión y distribución del poder,horizontal y vertical3. Sicualquier Ejecutivo esquivasometerse a control, la de-mocracia no es. El absolu-tismo democrático, que en-tronca con la tentaciónautocrática, representa hoyuna amenaza para las demo-cracias liberales (recordemosque populistas, neocaudillis-tas y separatistas coincidenen una consigna abstrusa ydemoledora: “La democraciaestá por encima de la ley”).

Otros autores precedie-ron a Sartori en analizar loque el italiano llamó demo-craticidad. En 1948, el profe-sor Clinton Rossiter publicóDictadura constitucional. Crisisde Gobierno en las democraciasmodernas4. Repasa momentosexcepcionales que requirie-ron o permitieron requerirpoderes excepcionales en cuatro democracias–Alemania, Francia, Gran Bretaña y EstadosUnidos– y si la respuesta a ellos o consecuen-cias que depararon explican el devenir decada una de ellas en el periodo 1919-1933,año en que cayó la alemana (una décadaantes lo había hecho la italiana): la Repú-blica de Weimar estaba frontalmente amena-zada y cercada, pero al final y en muy pocotiempo el partido nazi la desarticuló desde elpoder5. El análisis se aleja de nuestro propó-sito –sobre todo por el contexto histórico alque se circunscribe– pero nos plantea unacuestión pertinente: cómo combinar la apa-rente necesidad de reforzar los poderes del

Ejecutivo en momentos críticos con la re-serva y cautelas propias de quienes adviertensíntomas o amenaza de desconsolidación. Lanoción desconsolidación es un barbarismo y noparece la más apropiada aunque su uso tienesu explicación y sentido, como veremos másadelante.

Rossiter pensaba en la atribución de po-deres excepcionales en tiempo de guerra, re-belión o recesión severa –gran depresión– yescribió su tratado para mostrar el camino:instrumentos exclusivamente constituciona-les para momentos excepcionales. Rossiter seencontró con el mismo problema y dilemaque puede acuciar ahora: si el autócrata y susideas han penetrado en las instituciones,

El absolutismodemocrático, queentronca con latentaciónautocrática,representa hoyuna amenazapara lasdemocraciasliberales(populistas,neocaudillistas yseparatistascoinciden en unaconsignaabstrusa: “Lademocracia estápor encima de la ley”).

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cómo preservar la Constitución al mismotiempo que se gestiona la superación de unagrave crisis. Las instituciones y normas noson suficientes. Es la conclusión a la que hanllegado recientemente Levitsky y Ziblatt6.Las instituciones, la descentralización y pre-sencia de organismos independientes y ex-pertos suponen un obstáculo para los impul-sos autócratas y cesaristas, pero al final, loesencial es que los gobernantes se autorregu-len, autocontrolen y limiten y que el Go-bierno y la Oposición quieran seguir jugandoa lo mismo. En seguida volveremos sobre estaúltima idea.

La obra de Rossiter es fundamentalmentehistórica –fronteriza con el Derecho Consti-tucional–, pero de ella extraemos dos conclu-siones, sobre todo fijándonos en los casosnorteamericanos, que son dos requisitos queha de cumplir la atribución de poderes excep-cionales: la duración de la excepcionalidaddebe estar taxativamente tasada en el tiempo–lo que implica que toda la producción nor-mativa relativa al periodo de crisis, ademásde estar estricta y exclusivamente relacio-nada con la gestión de la crisis, debe decaero someterse a revisión y ajuste mediante pro-cedimientos regulares– y gozar de amplioconsenso institucional. Si el consenso serompe por el motivo que sea, se abre la posi-bilidad de que los plenos poderes sean utili-zados contra una parte, contra la Oposición,de modo que el espíritu que guía la asunciónde tales prerrogativas se adultera fortuita odeliberadamente y además se genera divisiónen la sociedad: se quiebra el principio de “to-lerancia mutua”, vinculado a la “contencióninstitucional”7. Sabemos también que el líderpopulista retroalimenta su posición con laconstrucción de un enemigo imaginario, un

antipueblo; esto es, la excepcionalidad se em-plea para reivindicar la unidad en torno a unnosotros. Quien rechace sumarse a ella cons-tituye el afuera. Llegado el caso, como haocurrido en los últimos meses en España, launidad de propósito se confundió y asociócon la intención de desactivar los controlesy el derecho a la crítica. La crítica constituíadeslealtad –en otros tiempos se denominódesviación–. Sin embargo, sin crítica ni con-troles se puede aplicar correcta y posterior-mente el principio de responsabilidad, nu-clear en una sociedad abierta y avanzada.

Durante la reciente aplicación del estadode alarma en España, el hecho de que las dis-tintas prórrogas a partir de la cuarta se nego-ciaran como si se tratase de sacar adelanteiniciativas legislativas regulares mediante lalógica mayoría de Gobiernofrente a minoría opositora ode la geometría variable ha re-sultado una desviación, ano-malía o adulteración del ins-trumento. Ciertamente legal,pero también contrario al es-píritu que ha de regir su uso.En algunos casos y circuns-tancias, los compromisos ad-quiridos por el Ejecutivotrascendían la gestión de lacrisis e incluían aspectos pro-gramáticos8. De algún modo,se normalizó la excepción(regulada en el periodo finalmediante órdenes ministe-riales), lo cual permitió alEjecutivo jugar con ventaja,que puso de manifiestocuando el presidente del Go-bierno concluyó, el 2 de

El presidente delGobiernoconcluyó, el 2 demayo de 2020,que no habíaalternativa alestado de alarmay planteó unafalsa disyuntiva:plenos poderes oindefensión ydesarme frente ala pandemia. Elmiedo se usócomo bazapolítica

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mayo de 2020, que no había alternativa al es-tado de alarma y planteó una falsa disyuntiva:plenos poderes o indefensión y desarmefrente a la pandemia. El miedo se usó comobaza política.

Asimismo, en este sentido, constituyeuna artimaña argumental reclamar lealtad ala oposición si el Ejecutivo no la brinda yofrece, o lo hace solo como reclamo táctico.La lealtad en democracia es siempre bidirec-cional y el compromiso trasciende el con-texto. Volvemos sobre la cuestión que trata-remos de nuevo al final. Avanzamos que elplanteamiento es de Linz y Stepan: mantenerla democracia obliga a todos, la mayoría o losmás significativos actores del sistema a con-

siderarla “the only game in thetown”9. De alguna manera,Linz y Stepan nos devuelvena los clásicos: la democraciaes una cuestión también deformas en cuanto que tieneun irremplazable e imprescin-dible componente procedi-mental. No es el fin sino tam-bién sobre todo los medios yla voluntad de respetarlos losque la delimitan: custodiar elprocedimiento supone preser-var la democracia.

Conviene subrayar esteúltimo aspecto porque en losúltimos años se ha populari-zado una noción que surgió afinales de los 90: democraciailiberal –luego se acompañóde otras: democracia sobe-rana o imitativa–. Las tres sonmás sinuosas que la noción

Constituye unaartimañaargumentalreclamar lealtad a la oposición si el Ejecutivo nola brinda yofrece, o lo hacesolo comoreclamo táctico.La lealtad endemocracia essiemprebidireccional y elcompromisotrasciende elcontexto

previamente utilizada: democracias defectivas–debimos llamarlas defectuosas–, que dejaclaro que aun manteniendo aspectos formales,esos sistemas muestran carencias sustanciales.La nueva nomenclatura es más imprecisa ytiene la habilidad de encubrir esos déficits ylagunas, y lo hace porque los gobiernos quetraspasan los límites y se afanan en concentrarel poder gozan de apoyo popular y legitimidadde origen. Así lo advirtió el diplomático esta-dounidense Richard Hoolbroke cuando acu-dió de observador a las elecciones de Bosniaen 199610. La democracia liberal está en peli-gro, reflexionó, porque distintos candidatos endiversas partes del mundo pretendían enton-ces y ahora llamar democracia a la transfigu-

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la maniobra para su erosión pasaba por des-pojarla de su naturaleza: liberal (principio re-presentativo, pluralismo, consenso procedi-mental, garantía y protección de libertadesindividuales, que incluye las de prensa y ex-presión, entre otras). El cerco y demoniza-ción de algunos de los principios básicos delliberalismo permitió forjar las simulaciones,erigidas en alternativas al Estado de Derecho,que es el sinónimo de democracia. Por otraparte, en las democracias consolidadas, elriesgo radica en que se rompa definitiva-mente el consenso de posguerra que atribuíaun significado cierto a la democracia. Popu-listas, neocaudillistas y posmarxistas han pro-cedido a su resignificación.

Como recuerda Mira Milosevich, fuePutin quien, en su discurso de investidura de2000, acuñó la noción de “democracia sobe-rana”: “Rusia fue fundada como un Estado su-percentralizado desde el principio. Esto es in-herente a nuestro código genético, a nuestrastradiciones y a la mentalidad de la gente”12.Según este planteamiento, la democracia noes un concepto absoluto o categórico sinoadaptativo, permeable, relativo y ajustado ala cultura de un pueblo. O sea, un trampan-tojo. Democracia soberana es sinónimo desistema propio, autóctono, con aspectos for-males de la democracia. Además, Putin men-cionó y se fijó como tarea asegurar la “dicta-dura de las leyes”. Ya sabemos por Rossiterque Putin aludía al robustecimiento delPoder Ejecutivo. Así las cosas, se trata de pre-servar el Estado –quien lo dice sugiere que elpoder– antes que la democracia. Hecha la in-versión artificial de los términos y planteadauna disyuntiva artificiosa, hecha la trampa.Milosevich remacha con el empleo de la fór-mula “democracia imitativa”, que finge e

ración o acoplamiento de las instituciones yprocesos a la presunta idiosincrasia y circuns-tancias de su pueblo.

Zakaria sostiene que Yeltsin, en Rusia, oMenem, en Argentina, sorteaban parlamen-tos y procedimientos abusando de la figuradel equivalente a nuestro decreto-ley. Lo queplantea Zakaria es que hasta la década querefiere, parecía aceptada y ampliamente com-partida la definición de democracia. Sin em-bargo, avanzó que –coincidiendo con losaños posteriores a la caída del Muro11– seabría un incierto periodo en el que se co-menzó a someter a escrutinio el significadode democracia. Lo que ahora sabemos es que

La democracia esuna cuestión deformas en cuantoque tiene unirremplazablecomponenteprocedimental.No es el fin sinosobre todo losmedios y lavoluntad derespetarlos losque la delimitan:custodiar elprocedimientosuponepreservarla

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imita el pluralismo de las democracias con-solidadas pero procede a su restricción y a lainspección y vigilancia de la Oposición: elsistema reconoce una oposición oficial (cola-bora con el Gobierno) y sitúa fuera de lacompetencia partidista a la oposición no ofi-cial. Algunos autores definen a este tipo deregímenes como autoritarios-competitivos.Con la oposición troceada entre quienesaceptan el mando y quienes lo discuten, elEjecutivo, en este tipo de sistemas, llamadostambién de “legalismo autocrático”13 –y ca-racterizados por el uso, abuso y desuso de laley– se asegura su posición hegemónica. Ellegalismo autocrático es un sistema que com-bina el poder fuerte y personalizado con ins-tituciones débiles o baqueteadas; asimismo,las leyes se diseñan para contribuir, primerosutilmente y luego sin escrúpulos, a la margi-nación de la Oposición. En el camino, gene-ran inseguridad jurídica. Acambio, el líder, césar, co-mandante, demagogo o cau-dillo proporciona proteccióna los suyos. Al final, el miedoa la exclusión se convierteen la fuerza motora del ejer-cicio autocrático del poder.

Sostienen Linz y Stepanque la democracia es el únicojuego posible y admitido enla ciudad o polis –“only gamein the town”– cuando en si-tuaciones de crisis, los acto-res rechazan moverse fuerade los bordes y parámetrosconstitucionales y ademáslos ciudadanos tienen lafirme convicción de que esono sucederá, de que sus líde-

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res no ven en la excepción una oportunidad.Además, la democracia es el único juego enla esfera pública cuando la violación de lasnormas tiene un elevado coste político (rei-teramos: funcionan los controles –Legisla-tivo–, se mantiene la independencia delPoder Judicial y se aplica el principio de res-ponsabilidad). En definitiva, cuando se hagenerado una rutina democrática que haceimpensable e indeseable un sistema alterna-tivo. Para ello, política y sociedad debenconstituir dos esferas autónomas y la sociedadcivil debe estar musculada; ni colonizada porla política ni dependiente de ella. Linz y Ste-pan concluyen que los líderes que ignoran, al-teran o desdeñan los límites del poder deses-tabilizan la democracia o no contribuyen aafianzarla si todavía está en proceso de conso-lidación. Los autores vislumbraron en sistemaspresidencialistas o con prácticas presidencia-listas tendencias hacia el populismo, la de-mocracia plebiscitaria y delegativa.

Una década antes que “Toward Consoli-dated Democracies”, Linz había publicado Laquiebra de las democracias –basado en unas in-vestigaciones de los años 70–, donde estable-ció el itinerario que sigue una democraciaque se corrompe. La conclusión es demole-dora: la democracia quiebra de dos maneras:por una guerra o desmontada desde dentro,desde el poder. En 1976, Linz advirtió que laquiebra no ocurre de la noche a la mañana;primero, las instituciones sufren un conti-nuado desgaste y hostigamiento. Y por tanto,es un proceso evitable14. Sostiene Linz que entodo momento, hasta la crisis última, hay po-sibilidades de salvar al régimen, pero dismi-nuyen progresivamente. En paralelo, se pro-duce otra avería: la democracia depende dela legitimidad –del consentimiento– y por

Ahora sabemosque la maniobrapara erosionar lademocraciapasaba pordespojarla de sunaturaleza: liberal(principiorepresentativo,pluralismo,consensoprocedimental,garantía yprotección delibertadesindividuales)

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Al tiempo que cuajaba la amenaza popu-lista y precisamente por ello, los profesores Foay Mounk16 advirtieron del peligro de descon-solidación17, desmontaje. La preocupación enel ámbito académico surgió durante la crisis fi-nanciera y de deuda, pero creció con la llegadade Trump al poder en Estados Unidos. Los au-tores encontraron elementos comunes en dis-tintos países que apuntaban a una “descone-xión democrática” de la sociedad: descenso dela participación electoral, debilidad de la iden-tificación partidista y declive de la militancia.El diagnóstico podría parecer acertado, pero lasrecetas que se propusieron han entorpecido larecuperación del prestigio de las institucionesy han facilitado el acceso de los populistas y de-magogos a ellas: promoción de la participaciónno convencional, de la dimensión horizontal

tanto de que los ciudadanos perciban que susfines pueden ser satisfechos con el marco ins-titucional establecido. Acabar con la demo-cracia es una tarea que consiste en cercenarel prestigio y utilidad de las instituciones. Loque Linz llama el “deterioro de autenticidad”.El caudillo, demagogo, populista o césar enel poder procederá entonces a la “revoluciónlegal” y a la sustitución de la democracia –constitucional– por una autocracia –discre-cional–. En los años 50, cuando el mundolibre tenía mucho más claro qué era una de-mocracia, Neumann empleó el término “dic-tadura simple” para lo que hoy definiríamoscomo democracia iliberal: “El poder se ejercemediante los instrumentos coercitivos nor-males de Estado empleados de modo anormal(fuera de la norma)”15.

El legalismoautocrático es unsistema quecombina el poderfuerte ypersonalizadocon institucionesdébiles obaqueteadas; lasleyes se diseñanpara contribuir,primerosutilmente yluego sinescrúpulos, a lamarginación dela Oposición

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de la política en detrimentode la vertical y de medios decomunicación alternativos;sustitución del modelo clásicode partido por una suerte deplataformas personalistas y ac-tivación de las bases mediantepresencia y sobreexposiciónen redes y votaciones electró-nicas en ausencia de debatesreposados y consistentes.Como argumentan Levitsky yZiblatt18, las aparentes solu-ciones –sobre todo la supuestademocratización de los parti-dos– han roto los mecanismosde criba y diques de conten-ción. Dicho de otro modo, lasélites y las instituciones sehan plegado a unas demandascuyos fines eran, como poco,confusos y en muchos otroscasos, espurios.

Foa y Mounk advierten de que la genera-ción millennial habla de democracia pero no serefiere a la liberal. O sea, está desorientada res-pecto de lo que la democracia es. Revelan queno le parece importante elegir a los líderes enelecciones libres y otorgan importancia a los

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liderazgos fuertes. Para Foa y Mounk se haabierto una brecha en las sociedades libres,pues una parte de los ciudadanos se muestramás abierta a opciones autoritarias y prioriza larespuesta eficaz a sus demandas sobre el tipo derégimen. Levitsky y Ziblatt subrayan que todoslos demagogos plantean en tiempo de crisis lamisma pregunta: “¿Vivimos realmente en unademocracia?”19. La pregunta oculta siempre unpretexto para demolerla.

En otro texto posterior, Foa y Mounk20

avanzan en su hipótesis sobre los signos de ladesconsolidación e identifican el objetivo quetienen los populistas en el punto de mira: larepresentación aparece como un obstáculoque impide al líder vigoroso acometer los desa-fíos que afronta una sociedad. El populista noconoce límites porque se muestra decidido a“limpiar” las instituciones y trata de haceraceptable el autoritarismo como herramientapara su depuración, así como para combatir lacorrupción y las desigualdades sociales. Unavez en el poder, los populistas, explican Le-vitsky y Ziblatt, apresan a los árbitros –noso-tros diremos: colonizan el Estado– (organis-mos autorizados a investigar y penalizar irre-

Levitsky y Ziblattsubrayan quetodos losdemagogosplantean en tiempo de crisis la mismapregunta:“¿Vivimosrealmente en unademocracia?”. La preguntaoculta siempreun pretexto parademolerla

PALABRAS CLAVEDemocracia liberal • Sistema representativo • Gobierno

• Oposición • Legalismo autocrático • Democracia iliberal

• Dictadura

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gularidades), “marginan a un jugador rival de-cisivo” e “inclinan y cambian las reglas deljuego”: “Una de las grandes ironías de por quémueren las democracias es que la defensa ensí de la democracia suele esgrimirse como pre-texto para su subversión. Los autócratas en po-tencia suelen usar las crisis económicas, los de-sastres naturales y, sobre todo, las amenazas ala seguridad (sean guerras, insurgencias arma-das o atentados terroristas) para justificar laadopción de medidas antidemocráticas (...).De hecho, los autócratas electos, a menudonecesitan crisis”21. Foa y Mounk regresansobre Linz y Stepan: la desafección democrá-tica está vinculada al desprestigio de las insti-tuciones22, que genera desapego y un procesode mutación que provoca el colapso. Las élitestienen el deber de protegerlas, prestigiarlas yneutralizar las tentaciones del líder redentor23,que suele convertirse en enterrador, pues “per-der la democracia es mucho peor que perderlas elecciones”24.

NOTAS

1 Sartori, Giovanni (2007) [1987]: ¿Qué es lademocracia? Madrid: Taurus, pp. 141-163.

2 A pequeña escala pero generando unaonda expansiva que revierte en el conjuntodel sistema, el fenómeno de mutación se haproducido al mismo tiempo en el seno delos partidos: el encumbramiento de las pri-marias ha derribado las estructuras interme-dias y ha despejado de controles el poderde los líderes.

3 El estado de alarma decretado en España el14 de marzo de 2020, convalidado y prorro-gado por el Parlamento el día 25 de marzo,entregó el mando único de la crisis provo-cada por el COVID-19 al Gobierno, que tuvoque coordinar aspectos de su aplicación conlas comunidades autónomas. Los distintos

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índices que miden la calidad de las demo-cracias incluyen como indicador el grado dedescentralización.

4 Rossiter, Clinton J. (1948): ConstitutionalDictatorship. Crisis Government in the Mo-dern Democracies. Princenton, Nueva Jer-sey: Princenton University Press.

5 Para conocer la atmósfera social, cultural ypolítica en la República de Weimar, ver:Weitz, Eric D. (2018) [2007]: La Alemania deWeimar. Presagio y tragedia. Madrid: TurnerNoema.

6 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel (2018):Cómo mueren las democracias. Barcelona:Ariel.

7 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel: Íbidem, p. 132.

8 El 10 de abril de 2020, el profesor y exma-gistrado del Tribunal Constitucional, Ma-nuel Aragón, empleó el término “dictaduraconstitucional” en su artículo “Hay que to-marse la Constitución en serio”, publicadoen El País: “En España, las situaciones deexcepción no permiten el establecimiento,para intentar resolverlas, de una dictaduraconstitucional, sino sólo un reforzamientode los poderes del Estado que no autoriza,sin embargo, la derogación completa de lasgarantías constitucionales”. El autor se mos-tró crítico con la “escasa adecuación a laConstitución de algunas de las medidaseconómicas que al amparo del estado dealarma se están adoptando”. Otros profeso-res y juristas –incluido el expresidente delGobierno, Felipe González– también mos-traron sus reservas o denunciaron y critica-ron supuestos excesos del estado dealarma; algunos de ellos sugerían que sehabía decretado un estado de excepciónencubierto y otros introdujeron algunas pre-cisiones conceptuales: Felipe González, “Elinterés general y el papel del Estado” (ElPaís, 4 de abril de 2020); Carlos Vidal, “ElCongreso no puede hibernar” (El Mundo, 6de abril de 2020); Tomás de la Quadra-Sal-cedo, “Límite y restricción, no suspensión”(El País, 8 de abril de 2020); Mercedes Fuer-tes, “Estado de excepción, no de alarma”(El Mundo, 20 de abril de 2020); de nuevoDe la Quadra-Salcedo, “La aversión euro-pea al estado de excepción” (El País, 28 de

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abril de 2020) o Consuelo Madrigal, “La so-ciedad cautiva” (El Mundo, 4 de mayo de2020).

9 Juan J. Linz, Juan J. y Stepan, Alfred(1996): “Toward Consolidated Democra-cies”. En Journal of Democracy, Vol. 7, nº 2,abril, Baltimore, Maryland: Johns HopkinsUniversity Press, pp. 14-33. Disponible enlínea: https://muse.jhu.edu/article/16745

10 Zakaria, Fareed (1997): “The rise of illiberaldemocracy”. En Foreign Affairs, vol. 76, nº6, noviembre-diciembre, pp. 22-43.

11 Redondo, Javier (2018): “Populismo de iz-quierda: marxismo camuflado y crisis de la re-presentación”. En Cuadernos de Pensa-miento Político, n. 57, enero-marzo, pp. 7-14.

12 Milosevich, Mira (2017): Breve Historia dela Revolución rusa. Madrid: Galaxia Guten-berg, pp. 249-263. Por otra parte, el 22 dediciembre de 2019, la periodista Pilar Bonetpublicó en el suplemento Ideas, de El País,el reportaje: “La ideología del futuro que laRusia de Putin exporta al mundo”, pp. 2 y 3,donde define los parámetros que guían loque la autora denomina putinismo.

13 Corrales, Javier (2015): “El legalismo auto-crático en Venezuela”. En Cuadernos dePensamiento Político, n. 47, julio-septiem-bre, pp. 69-82.

14 Linz, Juan J. (1987): La quiebra de las de-mocracias. Madrid: Alianza. El reciente tra-bajo de Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel(2018): Op. Cit., es una actualización del mo-delo de Linz y, como él, aleccionan y avisande que puede ocurrir en cualquier lugar ycontexto. Linz desvinculaba la quiebra delos procesos de descolonización o de los re-quisitos sociales y económicos (aunque ejer-cieran influencia). Levitsky y Ziblatt conclu-yen lo mismo: ningún sistema está fuera dela zona de riesgo, nada garantiza que los lí-deres y élites desactiven las alarmas, inad-

56 JULIO / SEPTIEMBRE 2020

viertan las señales y “entreguen voluntaria-mente las llaves del poder” a quien no estádispuesto a devolverlo después.

15 Neumann, Franz (1968): El Estado demo-crático y el Estado autoritario. Buenos Aires:Paidós (la edición original es de 1957). El en-trecomillado es de Sartori, Giovanni (2007):Op. Cit., p. 157.

16 Foa, Roberto S. y Mounk, Yascha (2016):“The Danger of Desconsolidation. The De-mocratic Disconnect”. En Journal of Demo-cracy, vol. 27, n. 3, julio, pp. 5-17.

17 Para el caso español, ver: Olmeda, José A.(2019): “¿Hacia una desconsolidación demo-crática en España?”. En Cuadernos de Pensa-miento Político, n. 61, enero-marzo, pp. 5-15.

18 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel (2018): Op.Cit.

19 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel: Íbidem, p.91.

20 Foa, Roberto S. y Mounk, Yascha (2017):“The Signs of Desconsolitation”. En Journalof Democracy, vol. 28, n. 1, enero, pp. 5-15.

21 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel (2018): Op.Cit., p. 94-112.

22 Justo el mismo día que cierro este textoaparecen tres noticias publicadas en prensarelacionadas con el prestigio de las institu-ciones: “El Gobierno desoye la petición dela Oposición (el 20 de mayo concluyó elplazo) de recibir los informes y documentossobre el COVID-19 elaborados por el De-partamento de Seguridad Nacional”, enABC, 25 de junio de 2020, pp. 16 y 17; “‘Losfiscales quieren ayudarnos en el Supremo’:los mensajes para salvar a Iglesias”, en ElConfidencial, misma fecha; y “Marlaska seausenta del debate sobre su reprobación enel Parlamento”, en El Mundo, p. 4.

23 La frase final de La quiebra de las democra-cias es concluyente: “La vana esperanza dehacer más democráticas a las sociedadespor vías no democráticas ha contribuido de-masiado frecuentemente a crisis de regíme-nes y en última instancia ha preparado el ca-mino a gobiernos autocráticos”, Linz, JuanJ. (1987): Op. Cit., p. 167.

24 Levitsky, Steven y Ziblatt, Daniel (2018): Op.Cit., p. 83.

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