Tendencias de la paz en Colombia. Capítulo II

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1 Título: TENDENCIAS DE LA PAZ EN COLOMBIA Subtítulo: retos, discursos y territorios Autores: Mauricio García Durán Fernando Sarmiento Santander Vladimir Caraballo Acuña. Capítulo 2 Movilización por la paz: actores, territorios y violencia Paz en el Territorio: dinámica de expansión geográfica del accionar colectivo por la paz en Colombia 1978-2005. García Durán, Mauricio y Sarmiento Santander, Fernando (2006) Movilización por la paz en Colombia: Alternativas sociales al conflicto. Sarmiento Santander, Fernando (2008) Dinámica de la Movilización por la Paz en Colombia: La riqueza de las iniciativas Locales y Regionales. Sarmiento Santander, Fernando (2004) El papel de la Iglesia católica en la movilización por la paz en Colombia (1978- 2006). García Durán, Mauricio Construcción de la Paz en escenarios urbanos con altos índices de violencia. Procesos de paz con bandas y pandillas juveniles en Colombia. Sarmiento Santander, Fernando (2006)

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Tendencias de la paz en Colombia. Retos discursos y territorios

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Título: TENDENCIAS DE LA PAZ EN COLOMBIA Subtítulo: retos, discursos y territorios Autores: Mauricio García Durán

Fernando Sarmiento Santander Vladimir Caraballo Acuña.

Capítulo 2 Movilización por la paz: actores, territorios y vio lencia

Paz en el Territorio: dinámica de expansión geográfica del accionar colectivo por la paz en Colombia 1978-2005. García Durán, Mauricio y Sarmiento Santander, Fernando (2006)

Movilización por la paz en Colombia: Alternativas sociales al conflicto. Sarmiento Santander, Fernando (2008) Dinámica de la Movilización por la Paz en Colombia: La riqueza de las iniciativas Locales y Regionales. Sarmiento Santander, Fernando (2004)

El papel de la Iglesia católica en la movilización por la paz en Colombia (1978-2006). García Durán, Mauricio

Construcción de la Paz en escenarios urbanos con altos índices de violencia. Procesos de paz con bandas y pandillas juveniles en Colombia. Sarmiento Santander, Fernando (2006)

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Paz en el territorio: dinámica de expansión geográf ica del accionar colectivo por la paz en Colombia, 1978 -20051 Mauricio García-Durán, S.J. Fernando Sarmiento Santander En Colombia se ha desarrollado significativamente lo que se puede llamar una geografía de la guerra2, algo que contrasta con lo poco que se ha trabajado lo que podemos denominar una geografía de la paz3. El país se ha debatido en los últimos 25 años entre la guerra y la paz, oscilando entre el énfasis a políticas represivas para hacer frente al conflicto armado con la insurgencia y la promoción de procesos de paz encaminados a encontrar una solución negociada. En ese contexto de guerra y paz se ha generado una importante y masiva movilización por la paz. Algunos analistas han resaltado su importancia en la vida social y política del país.

Esta ha sido “una de las acciones colectivas más significativas de la sociedad colombiana en los últimos 25 años, y sin temor a equivocación, la más importante de la década de los noventa. La búsqueda de la paz, la defensa de la vida y el rechazo a la violencia constituyeron la motivación principal para la movilización social en la década pasada, y esta no se redujo sólo a las masivas marchas por la paz, contra el secuestro y la desaparición forzada, sino que se desplegó en una diversidad de formas colectivas de acción, comunicación y educación sin precedentes en el país, que tuvieron lugar sobre todo en los contextos locales y regionales” (Romero, 2004: 10).

No obstante ello, el énfasis investigativo ha estado puesto en el lado de la guerra, como puede verse al mirar la literatura sobre el tema y en los diversos bancos de datos sobre el conflicto armado y las violaciones a los derechos humanos existentes en el país. Para comenzar a subsanar dicho vacío, nos dimos a la tarea de construir una base datos que diera cuenta del accionar colectivo que los distintos grupos de la sociedad colombiana hemos desarrollado no sólo para hacer frente a la violencia sino también para promover la paz. El resultado de este esfuerzo fue la base de datos de Acciones Colectivas por la Paz (Datapaz) del CINEP4, que recoge información a partir de 1978. Antes de seguir adelante conviene hacer unas pocas precisiones conceptuales. Cuando hablamos de acciones colectivas por la paz se incluyen todas las acciones que, registradas en prensa escrita y autodenominadas como actividades por la paz, son

1 Esta ponencia recoge parcialmente y actualiza elementos de la tesis doctoral de Mauricio García Durán, publicados

en “Movimiento por la paz en Colombia, 1978-2003” (Bogotá: Cinep, 2006). 2 Algunos ejemplos de los autores que han trabajado esta dimensión espacial y geográfica del conflicto armado serían

los siguientes: Echandía, 1999; González, Bolívar y Vásquez, 2002; PNUD, 2003; Reyes, 1999. 3 No existen trabajos sistemáticos en este campo, con excepción de los esfuerzos por mapificar la información sobre

algunos de los proyectos y experiencias de paz, como los programas de desarrollo y paz (Cf. Sandoval, 2004). 4 La base de datos ha sido construida utilizando el archivo de prensa del CINEP, que cataloga temáticamente diez

periódicos nacionales y regionales. La metodología según la cual se desarrolla la base de datos sigue gran parte de las

características que plantean aquellos investigadores de movimientos sociales que trabajan con el método conocido

como Protest Event Analysis (Cf. Koopmans & Rucht, 1999 and 2002; Rucht, Koopmans, & Neidhardt, 1999).

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desarrolladas por un colectivo social, sea propiamente una organización social o solamente un grupo ad hoc, con la pretensión explícita de rechazar las expresiones de violencia y/o tomar conciencia, visualizar, discutir, demandar, presionar o construir una alternativa de paz para la sociedad colombiana.5 Las acciones colectivas por la paz no excluyen por definición que quien las convoque pueda ser una instancia estatal, siempre y cuando impliquen la participación (amplia) de sectores y grupos sociales diferentes a funcionarios públicos. El actuar colectivo de grupos sociales involucra un proceso de movilización, término que utilizamos en este artículo únicamente en su acepción general y amplia, es decir, como sinónimo de una acción colectiva, que incluye la puesta en marcha de esfuerzos de grupos sociales en una determinada dirección. Sólo cuando esta movilización llena unos determinados requisitos se puede considerar propiamente un movimiento (social) por la paz:6 una movilización social masiva y sostenida, promovida por una infraestructura organizativa con un conocido y flexible repertorio de acciones colectivas, que consolida un consenso de demandas en rechazo a la violencia y en promoción y búsqueda de la paz. Con base en los resultados que ofrece Datapaz es posible comenzar a elaborar lo que se puede considerar una geografía de la paz, es decir, comenzar a mostrar la dinámica geográfica que siguen los esfuerzos colectivos que la sociedad colombiana realiza para alcanzar la paz. Ciertamente una información sistemática y referenciada geográficamente permite hacer consideraciones más precisas sobre la dinámica espacial que siguió esta movilización social por la paz en un período de 26 años, y de esta manera mostrar que ante la realidad del conflicto armado colombiano, que ciertamente no se puede negar, se ha dado también un creciente tejido de esfuerzos en todos los niveles sociales y geográficos por encontrar alternativas a la violencia que se padece. Lo que pretende este artículo es presentar una aproximación introductoria, ciertamente de carácter más descriptivo, a la dinámica que ha seguido el accionar colectivo de la sociedad colombiana a favor de la paz, poniendo un especial énfasis en la dimensión geográfica y espacial. Para ello vamos a desarrollar el artículo en dos grandes partes: en primer lugar, vamos a mostrar las características principales que muestran las acciones colectivas por la paz, entre ellas la cobertura nacional que éstas alcanzan. En segundo lugar, vamos a mostrar el proceso paulatino y por períodos de expansión geográfica que sigue esta movilización por la paz. Se cierra el artículo con una sucinta conclusión.

1. Características generales de la movilización por la paz Se puede decir que la movilización por la paz en Colombia entre 1978 y 2005, particularmente en la segunda mitad de los años noventa, fue un fenómeno social que se distinguió por cuatro tendencias principales: fue una movilización social de un nivel

5 Melucci (1996) presenta el tránsito de una perspectiva fenomenológica de acción colectiva a una teoría de la misma

que sirve de base para un análisis más preciso de lo que se puede entender como un movimiento social (por la paz). 6 Este debate está desarrollado en la tesis doctoral del autor, antes mencionada.

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significativo, de carácter masivo, con un repertorio creciente de acciones, y con cobertura nacional. Veamos lo que significa en concreto cada una de estas tendencias.

a. Una movilización de un nivel significativo Es indiscutible que la sociedad civil colombiana ha recurrido a un diverso y numeroso repertorio de formas de acción colectiva para expresar su rechazo a la violencia y para manifestar su compromiso en la construcción de la paz. En el Gráfico 1 se puede ver la dinámica que ha seguido dichas acciones colectivas por la paz a partir de 1978 hasta el año 2005.

De ser algo prácticamente inexistente en los años setenta, las acciones colectivas por la paz tienen un lento incremento durante los años ochenta, para luego experimentar un rápido y significativo crecimiento en el primer quinquenio de los noventa. Cuando alcanza su nivel más alto de movilización en 1997, se registran en la base de datos un poco más de 250 acciones colectivas por año. No obstante el descenso que se da en la dinámica de la acción colectiva por la paz a partir de 1998, los niveles de movilización siguen siendo superiores a los registrados al comienzo de la década (más de 50 acciones colectivas por la paz por año) y muestran una tendencia a crecer nuevamente durante los años 2004 y 2005 (entre 150 y 200 acciones, como se puede observar en la gráfica). Dicho nivel de movilización es significativo cuando se lo compara con el nivel de las luchas sociales en Colombia en el mismo período de tiempo (Archila et.al., 2002). El pico de 255 acciones colectivas por la paz en 1997 es superior al mayor nivel de movilización alcanzado por las luchas obreras, campesinas e indígenas, urbano-regionales, y estudiantiles consideradas por separado durante el período de tiempo estudiado. Pero

Gráfico 1: ACCIONES COLECTIVAS POR LA PAZ EN COLOM BIA (1978-2005)

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igualmente la movilización por la paz en Colombia resulta significativa cuando se la contrasta con la movilización por la paz en otras partes del mundo. Por un lado, muestra valores similares o superiores a los registrados para algunos países de Europa como el Reino Unido (Rochon, 1988), Italia y Suiza (Guigni, 2004) y los Estados Unidos (Lofland, 1993; Giugni, 2004), y por otro, claramente superiores a los que registra la movilización por la paz en países con violencia en curso7 (Cf. Accord 1 a 16, 1996 a 2005).

b. Una movilización ciertamente masiva La movilización por la paz en Colombia no sólo resulta significativa por la cantidad de acciones colectivas que ha desarrollado sino también por el gran número de personas que ha movilizado, particularmente en los noventa y el inicio del nuevo siglo. Las acciones colectivas por la paz registran la participación acumulada de por lo menos 50 millones de personas8, cifra que a todas luces representa un récord en el orden nacional9 e, incluso, mundial10. Ahora bien, es necesario tener presentes dos características que reviste dicha participación masiva. En primer lugar, es un fenómeno que ocurre entre 1993 y 2005, y particularmente en los cuatro años que van de 1997 al 2000, en los cuales se movilizaron por lo menos 43,6 millones de personas, es decir, el 86% de toda la participación en 26 años. En segundo lugar, se concentra en determinado tipo de acciones colectivas y, más aún, en algunas pocas que se pueden identificar. Los tipos de acciones que se destacan son las de resistencia civil, las marchas y concentraciones, y la participación electoral; es necesario considerar cuáles acciones colectivas, en concreto, son las responsables de dicha participación masiva. Para el caso de la participación electoral, dos eventos concentran 12,7 millones de personas: el Mandato Nacional de los Niños por la Paz, el 25 de octubre de 1996, que movilizó a 2,7 millones de niños y jóvenes en favor de sus derechos, y el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, el 26 de octubre de 1997, que atrajo a las urnas a 10 millones de votantes. Con relación a las marchas y concentraciones por la paz ciertamente se presenta un notable incremento de las mismas en el año 1999, cuando un poco más de 14 millones de personas participaron en ellas a lo largo del país. La mayoría de las marchas en ese año se relacionan con la campaña del No Más, contra

7 Aunque no existe un registro de las acciones colectivas por la paz en dichos países, los números de Accord permiten

una aproximación al fenómeno. En los 14 casos nacionales de procesos y activismo por la paz que la revista ha

analizado desde su primer número en 1996, de lejos Colombia es el que presenta un mayor y más sostenido nivel de

movilización y activismo por la paz. 8 Es necesario no olvidar que las cifras de participación presentadas son sólo indicativas ya que implican un sub-

registro serio de información. De hecho, sólo el 30% de las noticias de prensa subyacentes a las 2.079 acciones

colectivas registradas en la base de datos entre 1978 y 2005 tienen información sobre el número de participantes. 9 Para hacerse una idea de lo significativo de este nivel de participación, se puede ver lo ocurrido en las luchas

laborales. Entre 1975 y 2000, se dieron en Colombia 3.377 huelgas en las que participaron 23 millones 244 mil 054

trabajadores. 10 Aunque en la revisión de literatura no se encontraron cifras sistemáticas en este nivel, sí existe mención de algunas

grandes movilizaciones que se dieron en los 80’s en las principales ciudades europeas y norteamericanas que

implicaron alrededor de un millón de personas. Si presuponemos que en el resto del país se dio un nivel de

participación que duplica o triplica dichas movilizaciones, y que el nivel de participación se mantuvo constante por

todos los años que duró el ciclo de movilización (máximo de siete años), tenemos un consolidado nacional que oscila

entre los 14 y 21 millones de personas, cifra por debajo de los 50 millones que presenta el caso colombiano.

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el secuestro y la desaparición forzada. E indiscutiblemente se destaca la gran marcha nacional del 24 de octubre de 1999, cuando alrededor de 12 millones de personas se movilizaron el mismo día en 182 municipios de 28 departamentos del país. Finalmente, de las acciones de resistencia civil, hay una sola que concentra la participación de 18 millones de personas. Se trata de un apagón voluntario para demandar la paz y rechazar los actos terroristas contra la infraestructura eléctrica. El apagón, convocado dentro de la campaña del No Más, se cumplió durante dos minutos en todo el territorio nacional. Se reportó que 15´600.000 bombillas fueron apagadas en todo el país, a partir de lo cual se estima el nivel de población participante.

c. Una movilización con un repertorio de acciones c reciente Los esfuerzos de distintos sectores sociales a favor de la paz fueron haciendo uso de un mayor repertorio de acciones colectivas a medida que el tema de la paz fue ganando momento a mediados de los años noventa. Se registran 15 formas distintas de acción, algunas mucho más claras y consolidadas, otras solamente insinuadas en la complejidad de la movilización y de los procesos de resistencia a los efectos negativos del conflicto. Sin que exista en Colombia un consenso con relación a las estrategias que las organizaciones que están trabajando por la paz implementan, sí es posible identificar cuatro formas generales de desarrollar acciones (campañas11) a favor de la paz que se han desplegado en otras partes del mundo12, pero que siguen parámetros semejantes a los que arroja la información empírica en el caso colombiano y, por tanto, son aplicables al mismo. Estas estrategias nos permiten organizar los distintos tipos de acciones colectivas en cuatro frentes de acción de acuerdo con la manera como orientan y priorizan su intervención en el campo social y/o en el campo político13:

1) Estrategia 1 – Educación: orientada a formar y concienciar a distintos sectores sociales a favor de la paz y la solución negociada del conflicto, promoviendo para ello la formulación de una agenda de paz y de un horizonte simbólico que lo respalde. Contribuyen a esta estrategia los ‘encuentros, foros y seminarios’, las ‘campañas y acciones educativas’, los ‘actos culturales y deportivos’, las ‘celebraciones y actos religiosos’, y los ‘premios y homenajes’14. En conjunto, este tipo de acciones representa el 49% de todas las acciones colectivas adelantadas entre 1978 y 2005.

2) Estrategia 2 – Protesta: esta estrategia busca movilizar la gente contra la violencia

y presionar por la implantación de condiciones que favorezcan la paz. Las

11 Utilizando el concepto planteado por Tilly (2004).

12 No obstante las diferencias de contexto y objetivos del activismo por la paz, aportan en la clarificación de estas

estrategias los análisis sobre el tema para los casos de los movimientos por la paz en Estados Unidos (Lofland, 1993:

23-36) y en Alemania (Mushaben, 1986: 141-154). Estas estrategias serían: ‘educating’, ‘politicking’, ‘protesting’ y

‘organizing’. 13 Thomas R. Rochon (1998: 30-36) muestra adecuadamente como hacia dónde se oriente la acción (‘social arena’ o

‘political arena’) tiene importantes implicaciones para el tipo de acción y estrategia que se implementa. 14 En la tabulación de la información también se incluye en este grupo la categoría ‘otro tipo de acciones colectivas’

debido a que no obstante su diversidad se enfocan en esta misma perspectiva.

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acciones colectivas que aportan a esta estrategia son: las ‘marchas y concentraciones’, los ‘paros y huelgas’, y las ‘tomas y bloqueos’. Estas dos últimas son formas más propias del accionar tradicional de los movimientos sociales y se pueden encontrar de forma mucho más clara y abundante en las luchas sociales de los sectores obreros, campesinos, indígenas, estudiantes y pobladores urbanos (Cf. Archila et.al., 2002). En conjunto, este tipo de acciones de la segunda estrategia representa el 32% de todas las acciones colectivas por la paz.

3) Estrategia 3 – Actuación política: busca a través de la concertación y creación de

consensos sociales y políticos incidir en la búsqueda de alternativas para la paz. Las acciones colectivas que aportan en esta dirección son: la participación electoral (particularmente en los niveles locales), los procesos de concertación ciudadana y los diálogos y negociaciones, que buscan acordar alternativas de solución a problemas que enfrentan las organizaciones o comunidades locales. En conjunto, estos tres tipos representan el 10% de todas las acciones colectivas desarrolladas.

4) Estrategia 4 – Resistencia: Esta estrategia es el resultado de una actitud más

proactiva de la población frente a los actores armados, buscando ser excluidos de la confrontación armada. Las formas de acción son básicamente dos: las ‘acciones de resistencia civil’ y las ‘declaraciones de zonas de paz’, y representan el 5% de todas las acciones colectivas por la paz.

5) Estrategia 5 – Organización: orientada a la creación de organizaciones y redes

que promuevan el trabajo por la paz y favorezcan el proceso de articulación y coordinación de estos esfuerzos. Aunque sólo corresponden al 4% de todas las acciones colectivas en los 26 años estudiados, su importancia ha sido crucial para darle sujeto e identidad a la movilización por la paz, o, en otras palabras, para darle agente responsable a dicha movilización.

No obstante el aumento general del repertorio del tipo de acciones colectivas utilizadas, es necesario reconocer el peso significativo de dos de ellas desde el inicio del período que estamos estudiando: los ‘encuentros, foros y seminarios’, por un parte, y las ‘marchas y concentraciones’, por la otra. De hecho, corresponden al 60% de todas las acciones. Este predominio expresa bien los énfasis que han promovido los sectores que abogan y presionan por la paz.

d. Una movilización con cobertura nacional Pero la movilización por la paz no sólo ha sido una movilización masiva y con un repertorio creciente de acciones y luchas, sino que, además, ha sido consolidado una cobertura realmente nacional. Como puede verse en el Gráfico 215, se han dado

15 Es necesario tener en cuenta que este gráfico contabiliza las acciones colectivas por la paz según ‘acciones por

municipio’, es decir, una misma acción puede contabilizarse varias veces si se ha desarrollado en distintos municipios.

Por ejemplo, la gran marcha nacional del No Más, del 24 de octubre de 1999 (182 municipios), y por tanto en cuanto

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acciones colectivas por la paz en 32 departamentos del país, es decir, todos, con excepción de Vaupés. Adicionalmente se han registrado acciones en 527 municipios, que representan un poco más de la mitad de los 1099 municipios existentes. Además de esta creciente cobertura, hay que resaltar que las acciones colectivas por la paz se han concentrado de manera más fuerte en algunas regiones del país: existen unos departamentos con una muy baja concentración y otros pocos con una muy alta, mientras el grueso de los mismos tiene una concentración de acciones entre baja e intermedia. En primer lugar, existen 5 departamentos en los que sólo se ha dado 1 ó 2 acciones en 26 años; ahora bien, dichos departamentos se ubican en zonas marginales del país: cuatro en las zonas selváticas y despobladas de la Orinoquía y la Amazonía (Vichada, Guainía, Guaviare y Amazonas) y uno correspondiente a la parte insular del país (la isla de San Andrés). En segundo lugar, está el gran bloque de los departamentos que tienen un nivel de concentración bajo de municipios con acciones por la paz (entre 5 y 40) o uno intermedio (entre 41 y 100). Los departamentos con un nivel bajo, sin embargo ya significativo como puede verse en el Mapa 1, son: Arauca, Boyacá, Caldas, Caquetá, Casanare, Chocó, Huila, Magdalena, Norte de Santander, Putumayo, Quindío y Risaralda. Con un nivel intermedio de municipios con acciones colectivas por la paz están los departamentos de Atlántico, Bolívar, Cauca, Cesar, Córdoba, Cundinamarca, La Guajira, Nariño, Sucre y Tolima.

cobertura geográfica se cuenta no como 1 sino como 182. Por ello, el total de acciones/municipio que se grafica es

3.241.

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En tercer lugar se encuentran los departamentos con un alto nivel de municipios con acciones por la paz (aquellos con más de 100 municipios con acciones), donde se encuentran Antioquia, Santa Fe de Bogotá (Distrito Capital), Santander, Valle del Cauca y Meta. Como puede observarse en el Gráfico 2 y en el Mapa 1, se destaca de lejos la dinámica que sigue el departamento de Antioquia con 940 veces en que se han dado acciones por la paz en distintos municipios. Esto se explica parcialmente por ser el departamento con más municipios en el país (124), por el peso que el conflicto armado ha tenido en la región y por la amplia dinámica organizativa en varias de sus regiones; dentro del departamento se da un proceso de concentración de las acciones en 4 zonas: en su capital Medellín y el Valle de Aburrá, donde se localiza, en la región de Urabá, en el Magdalena Medio antioqueño y en la zona del Sureste del departamento.

0 1 0 0 2 0 0 3 0 0 4 0 0 5 0 0 6 0 0 7 0 0 8 0 0 9 0 0 1 0 0 0

A M A Z O N A S

A N T I O Q U I A

A R A U C A

A R C H I P I E A L G O D E S A N A N D R E S

A T L A N T I C O

B O L I V A R

B O Y A C A

C A L D A S

C A Q U E T A

C A S A N A R E

C A U C A

C E S A R

C H O C O

C O R D O B A

C U N D I N A M A R C A

G U A I N I A

G U A V I A R E

H U I L A

L A G U A J I R A

M A G D A L E N A

M E T A

N A C I O N A L

N A R I N O

N O R T E D E S A N T A N D E R

P U T U M A Y O

Q U I N D I O

R I S A R A L D A

S A N T A F E D E B O G O T A D . C .

S A N T A N D E R

S U C R E

T O L I M A

V A L L E D E L C A U C A

V I C H A D A

1 ) 1 9 7 8 - 1 9 8 5 : A n t e c e d e n t e s d e la m o v i l i z a c i ó n p o r la p a z

2 ) 1 9 8 6 - 1 9 9 2 : A c t i v a c ió n d e la m o v i l i z a c ió n p o r la p a z

3 ) 1 9 9 3 - 1 9 9 9 : O r g a n iz a c ió n y g r a n d e s m o v i l i z a c io n e s p o r la p a z

4 ) 2 0 0 0 - 2 0 0 5 : C r is is d e la s e x p r e s io n e s n a c io n a le s y f o r t a le c im ie n t o d e la s lo c a le s

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Además de Antioquia también se destaca, por el peso que tiene en las acciones por la paz, el Distrito Capital, Bogotá, con 427 acciones. Ciertamente es en el municipio que considerado individualmente se han desarrollado, ya sea sólo ahí o simultáneamente con otros municipios, el mayor número de acciones colectivas por la paz; es decir, el 20.5% de las 2.079 acciones por la paz desarrolladas entre 1978 y 2005 han tenido como asiento la capital del país. La importancia de Bogotá como sitio en el que se desarrollan los distintos niveles del accionar por la paz viene dado por el hecho de ser centro político y geográfico del país; el lugar obvio para acciones colectivas por la paz que buscan tener un carácter nacional es Bogotá. Igualmente tienen un considerable nivel de acciones por la paz, realizadas en distintos municipios, los departamentos de Valle del Cauca (356), Santander (292) y Meta (123). Tal dinamismo ha estado vinculado al peso del conflicto y a la tradición de movilización y lucha existente en dichas regiones. Hay que tener presente que Santander y Meta mostraron un gran dinamismo en los años ochenta y comienzos de los noventa, mientras que el Valle del Cauca, al igual que Antioquia, ya mencionado, lo han tenido mucho más en los años noventa y comienzos del nuevo milenio. Como parte de esta dinámica de concentración geográfica de las acciones por la paz es necesario valorar también el peso que algunas capitales de departamento han tenido en este proceso de movilización (aquellas capitales que han acogido entre 16 y 121 acciones por la paz). En el nivel departamental y regional, ellas han jugando el mismo papel de polo de encuentro que Bogotá tiene para todo el país. Aquí es necesario mencionar a Medellín, Bucaramanga, Cali, Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Cúcuta, Montería, Valledupar, Sincelejo, Popayán, Pasto, Neiva, Villavicencio, Pereira e Ibagué (ver Mapa 1). A estas capitales habría que sumar algunas poblaciones que han tenido especial protagonismo como Barrancabermeja, Apartadó, Turbo, Rionegro (Antioquia) y San Alberto. Sintetizando lo dicho en esta primera parte, la movilización por la paz en Colombia, a partir de 1978, ha sido realmente significativa. Gana momento en los años noventa, logrando la participación de más de 50 millones de personas a través de un amplio repertorio de acciones colectivas y formas de presión social y política. Además, ha sido una movilización que ha alcanzado una cobertura nacional, no obstante la concentración de acciones en los principales centros urbanos, particularmente en la capital del país, y en algunas de las zonas de mayor conflictividad. Teniendo estas tendencias como trasfondo, podemos pasar a analizar el proceso paulatino de expansión geográfica de la movilización por la paz.

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2. Proceso de expansión geográfica de la movilización por la paz Al considerar los puntos de inflexión en las tendencias de la movilización por la paz en los 26 años estudiados y el contexto político más amplio en el que se dan, es posible establecer con claridad cuatro períodos: 1978-1985, 1986-1992, 1993-1999, y 2000-2005. Se percibe que hay una clara dinámica de crecimiento del número de acciones en los dos primeros para dar paso al gran florecimiento del activismo y movilización por la paz en los años noventa, a partir de 1993. Es necesario, pues, analizar cómo en cada uno de estos la movilización por la paz se expande en la geografía nacional, en los diferentes departamentos y regiones.

a. 1978-1985: Prolegómenos de la movilización por l a paz Durante estos ocho años, que comprenden los períodos presidenciales de Julio César Turbay y de Belisario Betancur, aparecen a través de la geografía nacional las primeras expresiones de lo que se ha llamado con posterioridad el “Movimiento por la Paz”. Tanto por su magnitud (69 acciones colectivas que representan el 4.0% del total de acciones en 26 años) como por su identidad (todavía no se reconocen claramente como acciones por la paz, o sólo lo hacen indirectamente) no se puede considerar que ya estemos en presencia de una amplia, masiva y sostenida movilización por la paz como la que caracterizará los años noventa. No obstante lo anterior, sí comienza a emerger el tipo de campaña, repertorio de acciones, y despliegue de elementos simbólicos que van a identificar al activismo por la paz posteriormente16. Hay que reconocer que se constata el surgimiento de algunos focos o campañas en los que el interés por la paz comienza a ser central, como fueron los esfuerzos a favor de la amnistía, la apertura democrática, la búsqueda de alternativas para la paz y la negociación. En cuanto al nivel de cobertura de las acciones, en éste a diferencia de los posteriores, el mayor peso lo tienen aquellas acciones colectivas por la paz que revisten carácter, participación, o impacto nacional; no en vano el peso que tienen las acciones que se realizan en la capital del país, como centro geográfico y político del mismo. Adicionalmente, no hay ninguna acción que revista participación de actores internacionales. Aunque el 33% de las acciones tienen un nivel de cobertura municipal (es decir, son desarrolladas en el nivel local y tienen como foco la población ubicada allí), no hay indicios de que ya esté funcionando la compleja y diversificada red de organizaciones y proyectos por la paz, característico de los períodos más recientes. Al observar la distribución geográfica (ver Mapa 2) se percibe claramente que en este momento las acciones colectivas por la paz están dispersas a través del territorio nacional sin que pueda distinguirse una tendencia a la concentración de las mismas. Se destaca de lejos Bogotá, donde tuvo lugar durante este periodo el 22,1% de las iniciativas por la paz. En segundo lugar se encuentra el departamento de Santander, con el 16,3% de las acciones, específicamente en Bucaramanga y Barrancabermeja. En tercer lugar, está el departamento del Valle del Cauca, donde tienen lugar el 7,7%,

16 Utilizando los elementos centrales que Charles Tilly (2004) utiliza para definir un movimiento social: ‘campaign’,

‘social movement repertoire’, y ‘WUNC displays’ [worthiness, unity, numbers, and commitment].

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específicamente en Cali y Yumbo. Ningún otro de los departamentos sobrepasa la cota del 5%. Se pueden distinguir algunas ciudades capitales de departamento en las que ocurrieron al menos 3 eventos por la paz: Santa Marta, Barranquilla, Medellín, Armenia y Florencia.

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b. 1986-1992: Activación de la movilización por la paz

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La dinámica de la movilización por la paz ciertamente comienza a ganar momento durante este período, dando muestras más claras de la configuración de un fenómeno social que reviste las características de un movimiento social. Hay un crecimiento significativo del número de acciones colectivas que se despliegan: se pasa de 69 en el período anterior a 255 durante estos siete años, es decir, un crecimiento del 269,6%. Ahora bien, lo más importante es que los esfuerzos por la paz se consolidan como una demanda colectiva pública y organizada con un creciente y sostenido repertorio de acciones y con una cobertura geográfica más amplia y sólida. Se puede decir que en este período emerge con claridad una movilización por la paz que es una respuesta llena de angustia a la dinámica del conflicto interno, particularmente por la guerra sucia que se desata entre 1986 y 1989 en zonas como el Magdalena Medio, Urabá y el departamento del Meta. La bandera de la defensa de la vida expresa el clamor de una población golpeada por las masacres, pero que al mismo tiempo aspira a unas condiciones mínimas de paz en las cuales sea posible la convivencia. Se promueven ampliamente las posibilidades de encuentro y formación, buscando generar un respaldo a propuestas de paz. Igualmente las dinámicas de concertación social, diálogo y organización se constituyen en alternativas que ofrecen nuevos espacios a los distintos sectores sociales, particularmente en las zonas más afectadas por la violencia. En cuanto a la cobertura que tienen las acciones se pueden percibir algunas tendencias claras en estos años: disminuyen las acciones colectivas que tienen carácter nacional (marcadamente) y departamental (ligeramente) y aumentan las de nivel regional y municipal. La disminución de las de carácter nacional es significativa, pasando de representar el 37,7% en el anterior a sólo el 17,3% en 1986-1992. Este peso lo ganan las acciones de carácter regional (de 7,2% a 19,6%) y municipal (de 33,3% a 44,7%), lo cual significa que se consolida claramente el accionar por la paz en el ámbito local, liderado por las organizaciones de base situadas en las regiones. Esta es una tendencia que se mantendrá en los dos períodos posteriores, dando un perfil más local al activismo por la paz y a los procesos de movilización que se generan. Cuando se observa la distribución geográfica (ver Mapa 3), se puede constatar que también aquí la tendencia es clara: no sólo aumenta el número de municipios en los que tiene lugar la movilización por la paz, que pasan de 40 en el período anterior a 147 en este, sino que se configuran zonas geográficas en las que puede identificarse con claridad el accionar a favor de la paz. Aunque Bogotá mantiene el liderazgo como la ciudad que considerada individualmente concentra más acciones, su peso relativo cae prácticamente a la mitad (de 22,1% a 11,4%). Santander toma el liderazgo como el departamento en el que mayor número de acciones colectivas por la paz tienen lugar (20,6%), seguido por Antioquia y Meta que experimentan un notable crecimiento en su participación. La mayor cobertura de las acciones colectivas por la paz se refleja en que éstas llegan a nuevos departamentos; por ejemplo, se realizan acciones en Leticia, en San Andrés y Providencia, y en el Vichada, que son regiones que parecían estar en la periferia del país y del conflicto armado. Las acciones también se intensifican o se amplían en los departamentos donde ya se venían desarrollando, y esto muy relacionado con la intensificación del conflicto armado en los mismos.

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Lo anterior se refleja claramente en el protagonismo que tres zonas concretas ganan en el activismo por la paz: a) el Magdalena Medio, particularmente en la parte que corresponde a Santander, teniendo como epicentro a Barrancabermeja; b) la zona de

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Urabá, específicamente los municipios del Eje Bananero17; y, c) el departamento del Meta. A estas se sumarían otras regiones en las que las acciones por la paz ganan en cobertura, pero todavía sin mostrar rasgos tan claros como los de las tres mencionadas anteriormente; aquí estarían la Sierra Nevada de Santa Marta, los Montes de María, Cúcuta y la región del Catatumbo, el Nordeste Antioqueño, Arauca y el Valle del Cauca. Además, hay algunas ciudades que siguen teniendo gran importancia como Bucaramanga, Cali y Medellín; en esta última ciudad confluyen las organizaciones y los sectores preocupados por la situación de regiones del departamento de Antioquia como son Urabá, el Nordeste y el Magdalena Medio.

c. 1993-1999: Organización y grandes movilizaciones por la paz Este tercer período es el del gran auge de la movilización por la paz en Colombia. La multiplicidad y diversidad de acciones, de sectores participantes, de regiones involucradas es muy grande. Se desarrollan 1.016 acciones colectivas, lo cual significa un crecimiento del 298,4% con relación al anterior. Es el momento en el que el activismo y movilización por la paz muestran el mayor desarrollo y dinamismo en los años que estamos estudiando. Si se quiere considerar alguna coyuntura en la que el movimiento por la paz ganó momentum ciertamente son estos años, particularmente entre 1997 y 1999. No sólo fue evidente la existencia de una demanda pública, organizada y masiva por la paz, con un diverso y consolidado repertorio de acciones, sino una cobertura geográfica de carácter nacional, y una extensa red de organizaciones con identidad y seguridad en su actuar como conglomerado. Es necesario, sin embargo, considerar atentamente dichas tendencias. Este período (1993 - 1999) ha sido el momento fuerte de la movilización por la paz, cuando ésta alcanzó su pico. No sólo se movilizaron por lo menos 30 millones de personas, sino que se hizo de manera sostenida, con un repertorio amplio de acciones, con una cobertura realmente nacional, y con un peso significativo en el nivel local. Además, se puede discernir la creciente formación de una verdadera red de organizaciones y esfuerzos a favor de la paz, articuladas y conectadas de diversas maneras. No sólo se dio un tipo de campaña por la paz claramente definido y consolidado, sino que la movilización se tornó realmente masiva y afincada en una verdadera infraestructura organizativa. Sin embargo, se perciben algunas tensiones y divisiones dentro del movimiento, particularmente sobre cuál es la violencia que debe ser foco de la protesta, si la que ejerce la guerrilla o la que despliegan los paramilitares. Se constata un significativo aumento en la cobertura geográfica de las acciones colectivas por la paz que pasan de tener por escenario 147 municipios a tenerlo en 350, ganando ciertamente una clara dimensión nacional. Y ello se hace teniendo un foco más definido en lo local. El nivel de cobertura de las acciones, en términos generales, mantiene la dinámica que se percibía en el período anterior, con excepción de las acciones de alcance regional, que disminuyen. Lo básico viene dado por la consolidación de las acciones con cobertura municipal, que llegan al 58,1% de las 1.015 acciones

17 Corresponde a los municipios en los que se concentra la producción de banano para la exportación: Turbo,

Apartadó, Chigorodó, Carepa y Mutatá.

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colectivas del período. Esto contrasta con la pérdida de peso de las de carácter nacional y departamental, que pone en evidencia la importancia del nivel local para la dinámica del activismo y movilización por la paz. Ahora bien, es necesario no perder de vista que las acciones verdaderamente masivas que se dan entre 1993 y 1999 (Mandato de los Niños y Niñas por la Paz, Mandato Ciudadano por la Paz, y la gran Marcha del No Más, el 24

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de octubre de 1999) tuvieron un carácter ciertamente nacional. Esto permitiría plantear la hipótesis de la existencia de dos dinámicas operantes al interior del movimiento por la paz: una de carácter regional, que conlleva movilizaciones masivas, y que busca tener un impacto en las políticas de paz gubernamentales, particularmente en los procesos de paz en curso; otra de iniciativa local, que implica un trabajo formativo y organizativo de mediano y largo plazo, que busca generar dinámicas de poder diversas en los procesos regionales y locales. Observando la dinámica geográfica de las movilizaciones durante este tercer período se pueden destacar algunos aspectos importantes. Lo que emerge con más claridad es que Antioquia se consolida, de lejos, como el departamento con más acciones colectivas por la paz, con un 25,7% de los municipios en los que estas tuvieron lugar, particularmente en Medellín, Urabá, Sur y Nordeste. Le siguen el Distrito Capital, con el 13,8%, y luego Santander y Valle del Cauca, el primero perdiendo protagonismo y el segundo ganándolo. A lo anterior es necesario agregar algunas tendencias regionales que se consolidan durante este período (ver Mapa 4):

- la configuración clara del gran Urabá como región en la dinámica de la movilización por la paz;

- el dinamismo que alcanzan algunos de los departamentos de la Costa Atlántica, particularmente Sucre, Bolívar, Cesar y La Guajira, no ajeno al dinamismo que muestran los paramilitares allí;

- dinámicas semejantes a la de la Costa se encuentran en Norte de Santander y Arauca, Eje Cafetero y Nariño/Putumayo;

- disminución en el dinamismo que mostró en los períodos anteriores el Magdalena Medio, manteniendo, sin embargo, un accionar que es significativo;

- finalmente, llama la atención el relativamente bajo dinamismo que muestra la Zona de Despeje, donde se llevaron a cabo las negociaciones con las FARC.

d. 2000-2005: Crisis en lo nacional y dinamismo en lo local

Luego del nivel mostrado por el activismo y movilización a favor de la paz entre 1993 y 1999, se presenta un claro descenso en las acciones colectivas. Estas pasan de 1.015 en dicho período a 740 entre el 2000 y el 2005, que equivale a una tasa de crecimiento negativa del 27.1%. Pero no sólo hay una disminución en el número de acciones colectivas, también se puede constatar una relativa inactividad y silencio por parte de los espacios de articulación y coordinación que habían tenido gran protagonismo en los años anteriores. Ahora bien, es necesario tener presente que no obstante este descenso el nivel de acciones colectivas es superior al mostrado en el período 1986-1992, lo cual significa que se desacelera la movilización masiva y de carácter nacional por la paz; sin embargo, se mantiene una dinámica organizativa y de acción local y regional. En otras palabras, este último período muestra una caída en el activismo y movilización por la paz, que de todas formas se mantiene por encima de los niveles alcanzados a comienzos de los noventa. Este descenso se explica en las acciones colectivas desarrolladas, una dinámica consolidada y sostenible en el ámbito regional y local (caso de las constituyentes locales y esfuerzos regionales/departamentales), y una mayor visibilidad del accionar por la paz dado por algunas campañas y eventos como los

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premios por la paz. Paradójicamente este período es el que muestra mayor nivel de confrontación, particularmente por el florecimiento de experiencias de resistencia civil. Ahora bien, cuando la movilización por la paz parecería haber llegado a su cúspide, los espacios organizativos y de articulación se muestran incapaces de resolver las tensiones y paradojas que el amplio proceso social ha hecho emerger18.

18 Como pudo verse con claridad en la reunión de las Organizaciones por la Paz, en San Andrés, en el 2001 y el

Congreso de Paz y País, en el 2002.

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Otro comportamiento muestra la cobertura geográfica de las acciones colectivas por la paz, que conserva el mismo nivel de municipios involucrados (ver Mapa 5). El número de municipios que son escenario de las acciones es de 350 para este periodo, manteniendo el mismo número del anterior; esta cifra representa un poco más de la cuarta parte de los municipios del país y confirma el grado de actividad en el nivel local. Por otro lado, las acciones que tienen carácter nacional recuperan peso relativo, mientras lo pierden todos los demás niveles; no obstante, aquellas acciones que tienen cobertura municipal siguen siendo las más numerosas, con un 55% de las acciones del período. Se percibe, por tanto, que se mantiene la tensión por el peso que tienen los niveles nacional y local, expresión de las dos lógicas que han venido operando en el activismo y movilización por la paz. En la distribución geográfica también se constata pérdida de cobertura y desaceleración del accionar colectivo por la paz. Algunas de las regiones que en los dos períodos anteriores habían tenido un gran dinamismo en la movilización lo pierden en este; es el caso de Santander, Norte de Santander, Nariño/Putumayo, el Eje Cafetero y parte de la Costa Atlántica. Aparece con completa claridad la importancia de Antioquia como centro geográfico en el que se desarrolla el activismo por la paz. Medellín, Urabá y el Sureste del departamento tuvieron la mayor concentración de acciones. Bogotá mantiene su rol como centro geográfico y político del país y el Meta emerge como la otra región con una concentración y cobertura departamental amplia de las acciones por la paz. El Valle del Cauca, aunque pierde dinámica, mantiene un nivel significativo de acciones, particularmente en la parte sur del departamento. Adicionalmente, vale la pena mencionar dos situaciones regionales: una, la dinámica en el sur de Bolívar, determinada por las protestas contra la posibilidad de una zona de despeje para adelantar negociaciones con el ELN; otra, la dinámica en el Cauca, región en la que se concentraron buen número de las acciones de resistencia civil contra la guerrilla, particularmente aquellas lideradas por los indígenas.

3. ¿Geografía de guerra = geografía de paz? Un tercer aspecto a tener en cuenta es explorar la conexión entre las dinámicas de la guerra y las de la paz; ello se puede hacer mostrando hasta qué punto la expansión geográfica del conflicto armado tiene relación con el creciente cubrimiento de las acciones colectivas por la paz. Durante los años noventa, el conflicto armado alcanzó sin duda una cobertura verdaderamente nacional, no obstante cierta intensidad y concentración notables en algunas regiones (ver Mapa 6). Sin embargo, se requiere notar que detrás de esta cobertura nacional se presentan algunos cambios en el control que los grupos armados ejercen sobre algunas regiones. En términos generales se puede decir que hubo una clara expansión de los grupos paramilitares, quienes alcanzaron presencia en al menos 400 municipios. Esta expansión coincide con un cierto repliegue de las FARC y el ELN. De acuerdo al analista Alejandro Reyes (1999), las FARC realizaron acciones en 622 municipios entre 1985 y 1995, comparado con las acciones en 418 municipios entre 1995 y 1997. Algo similar pasa con el ELN, quienes previamente realizaron acciones en 426 municipios para bajar a 243 municipios en el segundo. Este “repliegue estratégico” está ligado con el avance

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paramilitar en ciertas zonas, que han sido ‘limpiadas’ de presencia guerrillera. Ahora bien, más allá de los cambios en el control de

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algunas zonas por uno u otro actor armado, lo cierto es que en el 2001 al menos 600 municipios estaban afectados por una u otra expresión del conflicto armado (Cf. UNDP, 2003); pero esta cifra es ciertamente mayor si uno considera los municipios donde no solo se han presentando acciones de guerra sino también aquellos donde ha habido violaciones a los derechos humanos en relación con el conflicto armado (González, Bolívar y Vázquez, 2002). Se pueden percibir dos grandes conexiones entre la cobertura del conflicto armado y la forma como la movilización por la paz evoluciona en términos geográficos, como se puede ver en los Mapa 7, que muestran la yuxtaposición parcial entre las dinámicas de guerra y paz para los años 1990-2005. En primer lugar, prácticamente todos los municipios con acciones colectivas por la paz son municipios que experimentan el conflicto armado. Hay solo unos pocos municipios en los que se registra al menos una acción colectiva por la paz sin que se registre en él algún hecho del conflicto armado. Pero aún en la mayoría de estos casos, la población del municipio se siente afectada por la violencia en municipios vecinos y en la región. En segundo lugar, hay una tendencia a que la movilización por la paz tenga lugar en las regiones más conflictivas del país: Magdalena Medio y el Sur de Bolívar, Urabá, Montes de María, Arauca, Catatumbo, y diferentes regiones dentro de Antioquia, y los departamentos de Valle del Cauca, Guajira, Cauca, y Meta. Sin embargo, hay que tener presente que hay un considerable número de municipios en los que no obstante contar con conflicto armado no presencian acciones colectivas de paz dentro de sus límites, confirmando lo que se ha dicho anteriormente de que el conflicto armado es condición necesaria pero no suficiente para la movilización por la paz. Sintetizando esta primera parte, es claro que las acciones colectivas por la paz son incomprensibles sin considerar el contexto de la compleja violencia multipolar en el que se ubican. Tanto las acciones en rechazo de la violencia como aquellas en búsqueda de alternativas pacíficas son una respuesta al conflicto armado que está afectando seriamente a la población. En este sentido, es necesario argumentar que la movilización por la paz ha sido una movilización contra la guerra. Aún así, la evolución del conflicto armado no coincide completamente con la evolución de las acciones colectivas por la paz al menos en tres dimensiones: a) no hay completa interacción y correlación entre las tendencias de la violencia y de la paz; b) la movilización por la paz no hace eco igualmente a la responsabilidad de los distintos grupos armados por la degradación del conflicto; y, c) no hay completa convergencia geográfica entre la cobertura del conflicto armado y la cobertura de la movilización por la paz. Pero el punto más importante es que las tendencias de la violencia no ofrecen una explicación para el pico que alcanzó la movilización por la paz en 1997, y menos para el crecimiento de la violencia después de tan masiva movilización.

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A manera de conclusión Si en el país indiscutiblemente se ha configurado una geografía de la guerra, ello ha llevado a que se configure también una geografía de la paz. Es claro que Colombia ha sido testigo de una significativa, masiva y sostenida movilización por la paz, que tiene su cima en 1997. Implicó la movilización de por lo menos 50 millones de personas en los 26 años estudiados, y al menos 30 en el momento más fuerte de movilización entre 1993 y 1999. Fue un tipo de acción colectiva que cada vez se hizo más rica y diversa en el tipo de acciones desarrolladas y en los sectores sociales involucrados, ampliando al mismo tiempo su cobertura geográfica hasta alcanzar un nivel verdaderamente nacional, aunque manteniendo una cierta tensión entre los esfuerzos de carácter nacional y aquellos desarrollados en el ámbito local. Por un lado, las grandes movilizaciones masivas, como el Mandato por la Paz y la Marcha del No Más, han tenido un carácter y cobertura nacional como pocos otros fenómenos sociales y políticos lo han logrado. Sin embargo, dicha capacidad de convocatoria y movilización entró en dificultades con la crisis del proceso de paz al que se había ligado. En el ámbito regional se ha venido gestando una serie de dinámicas, como constituyentes locales, acciones de resistencia civil y declaraciones de neutralidad y zona de paz, programas de desarrollo y paz, y un sin fin de proyectos y procesos organizativos que han ido configurando una verdadera infraestructura local para la paz que será vital para la construcción de alternativas, ya sea durante el tiempo que el conflicto armado se mantenga o se avance en su solución negociada, o cuando una vez logrado un acuerdo de paz se transite por los difíciles caminos del posconflicto. En la medida que un trabajo sistemático sobre el accionar colectivo por la paz en el país es algo que sólo comienza, son muchas las preguntas y esfuerzos de investigación que quedan por hacer; mencionemos sólo algunos. Los resultados que ofrece un banco de datos sobre Acciones Colectivas por la Paz, como los que aquí se han presentado, deben articularse reflexivamente con otras iniciativas que evidencian los esfuerzos por lograr la paz en el país (por ejemplo, las experiencias nominadas al Premio Nacional de Paz, el Banco de Buenas Prácticas del PNUD, los análisis temáticos que se han hecho en programas de desarrollo y paz, comunidades de paz y experiencias de resistencia civil, asambleas constituyentes, etc.). Una segunda veta de trabajo debería establecer y analizar el tipo de correlaciones que se dan entre las dinámicas de paz y las dinámicas de violencia, y ver el significado que estas tienen en el nivel regional. Un tercer camino de investigación debería explorar cuáles son los resultados y contribuciones, pero también las limitaciones, de este tipo de esfuerzos para la construcción de paz en Colombia tanto en el ámbito nacional como en el regional. Finalmente, habría necesidad de explorar la relación que existe entre estas experiencias por la paz y el tipo de discurso desarrollado por las organizaciones sociales y por la paz, discerniendo cuáles son los nichos geográficos en los que los distintos discursos ganan raíces.

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Humano para Colombia –2003. Bogotá: UNDP.

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Movilización por la paz en colombia: alternativas s ociales al conflicto 19 Fernando Sarmiento Santander Presentación La cuestión es si la movilización social por la paz (MSP) en Colombia representa una alternativa a la complejidad del conflicto, o más propiamente a los múltiples conflictos y a las múltiples violencias que vive el país; si lo es, de qué manera se constituye como tal, cuáles son sus características, sus avances y sus aportes. Dado que nos enfrentamos a dos concepciones, además de crudas realidades, amplias y complejas, como lo son el conflicto y la paz, limitaremos la reflexión a los aprendizajes que se pueden extraer del contraste entre las características globales de tal movilización y la dinámica del conflicto armado en Colombia. Desde mi punto de vista, uno de los principales aportes de la MSP a la construcción de la paz es el carácter poco confrontacional de su repertorio de acción. En otras palabras, nos encontramos ante una dinámica social que responde de forma pacífica a la embestida directa y violenta del conflicto. Se trata de una movilización que por sus características se puede enmarcar en la perspectiva de la No-violencia. Con ello, partimos de una concepción integral y positiva de la paz, no excluyente de procesos de incidencia frente a las dinámicas y momentos del conflicto. Este punto es clave en el sentido de avanzar en una comprensión holística de los distintos trabajos que a favor de la paz se realizan en el país y en sus regiones. Las distintas expresiones del conflicto, sus distintos momentos y dinámicas requieren de una respuesta diferenciada por parte de los sectores sociales. De este modo, como base de nuestra reflexión, podemos retomar la perspectiva de Vicenç Fisas que recoge las definiciones de paz positiva y paz negativa planteadas por Johan Galtung y que nos ofrece una visión compleja de la paz:

“Si la ausencia de guerra podemos denominarla como paz negativa, la ausencia de violencia equivaldría a paz positiva, en el sentido de justicia social, armonía, satisfacción de las necesidades básicas (supervivencia, bienestar, identidad y libertad), autonomía, diálogo, solidaridad, integración y equidad” (Fisas, 1988:19-20).

Una comprensión integral de las violencias y el conflicto armado y una perspectiva igualmente integral de la paz son requeridas ante los acontecimientos diarios en la Colombia actual, en donde cada vez más se evidencian las complejas dificultades sociales, políticas y económicas por las que atravesamos.

19 Este texto es una versión actualizada del artículo publicado bajo el título Acciones colectivas por la paz.

Alternativas en medio del conflicto en “Poder social. Algunas posibilidades en Colombia”. Editor Freddy

Cante. Editorial Universidad del Rosario. 2007

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Vamos a presentar aquí algunos elementos, o puntos de reflexión, que nos ayuden a avanzar en una mirada integral de las relaciones entre violencia y paz. Para ello les propongo que lo hagamos a través del marco teórico de la acción política no-violenta: ¿es la movilización por la paz un accionar político no-violento? ¿Es, a su vez, alternativa a las múltiples violencias? Antes de entrar al ejercicio es importante tener en cuenta algunos aspectos: consideraremos la “acción política no-violenta” como unidad conceptual, que se da como tal en cuanto “acto”. Sin embargo, vamos a jugar metodológicamente con al menos dos de sus componentes; en primer lugar, la pregunta por el carácter político de la MSP, y en segundo lugar, la pregunta por el sentido no-violento de la misma. En principio, parecerían asuntos obvios al hablar de “movilización por la paz”, pero lo cierto es que esta dinámica social tiene sus límites en ambos componentes. ¿En qué casos se puede afirmar que el repertorio de acción de esta dinámica social tiene un carácter político y en qué grado tal accionar político es además no-violento? Y al contrario. Para ello debemos definir lo político de este accionar y considerar una definición de no-violencia que nos ayude en nuestro propósito. Presentando estos elementos, nos podremos adentrar posteriormente en la caracterización de la MSP en Colombia, observando los límites y alcances como accionar político no-violento. Para ello tomaremos algunos aspectos analíticos que hemos trabajado en Datapaz20 para las investigaciones en el tema de la paz en CINEP: Uno de estos aspectos es el repertorio de las acciones colectivas por la paz (ACP) y el nivel de confrontabilidad de cada uno de ellos, lo cual nos da pistas para determinar si hay o no un carácter no-violento en la movilización por la paz. En este mismo sentido, es necesario trabajar un poco sobre los discursos de la paz que manejan los sectores convocantes en esta dinámica nacional, en donde podremos profundizar sobre los límites de la movilización en términos de construcción de paz. Otro aspecto analítico a tener en cuenta en esta reflexión, determinante de la movilización, son los motivos de las acciones, lo cual implica la consideración del contexto del país, en el que se enmarca. Este punto nos lleva a observar, de forma complementaria, el comportamiento geográfico que han tenido estas acciones, de tal forma que establezcamos una relación territorial de las acciones por la paz con los contextos de violencia.

1. La acción política no-violenta: algunos elemento s conceptuales Avancemos en un primer momento en el análisis del carácter político de las ACP. ¿Qué podríamos concebir como acción política en el marco de la movilización

20 www.cinep.org.co/datapaz.htm

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ciudadana por la paz? Siguiendo las definiciones de violencia propuestas por Galtung (1998:15) y considerando en consecuencia una visión integral de la paz, afirmamos que la movilización por la paz actúa políticamente cuando apunta a transformar las condiciones estructurales y culturales que subyacen a las distintas manifestaciones de la violencia directa y cuando apunta a revertir, decididamente, esta última forma de la violencia. El lugar más propicio políticamente para la tramitación de estas transformaciones es el espacio de lo público. Trabajar en la generación de estos espacios imprime en mayor medida carácter político a la movilización por la paz, en cuanto de este modo se busca la incidencia directa en las relaciones y tensiones determinadas por las estructuras mismas. Se trata así, de crear posibilidades para resolver de forma pacífica los conflictos sociales, que tocan lo político, lo económico y lo cultural. En este sentido lo afirma el Padre Fernán González, investigador del CINEP: “la construcción de la paz está esencialmente ligada al desarrollo integral de las regiones cruzadas por el conflicto político y social y a la construcción de un espacio público de resolución pacífica de conflictos” (González, 1999:5). Esta perspectiva de la acción política implica varias consideraciones: la primera, es concebir la política, desde la definición de Giovanni Sartori, como proceso de largo plazo, que involucra a muchas personas y exige, por tanto, adhesión y participación (1994:28); esta concepción alude a su vez a procesos de configuración de alianzas y redes. Segunda, siguiendo a este mismo autor, la política, y por tanto la acción política, se alimenta también de un ethos, “porque el verdadero político sabe que sus ideas son fuerza y que también los ideales son armas y que, como decía Maquiavelo, también los padrenuestros sirven para apuntalar los Estados” (Idem). Tercera, la acción política involucra una forma de concebir y ejercer el poder, ejercicio que a su vez puede ser motivo de nuevos conflictos. Cuarta, la acción política puede ser integradora de los niveles económico, político e ideológico de la acción colectiva, como lo propone Alain Touraine, y por esta vía se podría avanzar en nuevas formas de relación entre el Estado y la sociedad civil (1989:136). Quinta, como nos lo advierten Escobar, Alvarez y Dagnino, la acción política refiere niveles territoriales, nacionales e internacionales, como por ejemplo configuración de poderes regionales o luchas por la descentralización administrativa (2001:413). Tenemos aquí algunos de los elementos esenciales del accionar político: las personas y sus formas de interacción; la complejidad de la acción que involucra, además de factores estructurales y racionales, factores culturales y axiológicos; la incidencia integral en los niveles económico, político e ideológico; y la referencia a una territorialidad del poder, que interconecta lo local con lo global. Enumeremos ahora, apoyados en el trabajo de Mario López Martínez (2001), algunos elementos claves que caracterizan la acción no-violenta: un primer elemento, la consciente evolución de los movimientos de la no-violencia hacia el rechazo a toda forma de violencia. En el marco de las definiciones de paz de Galtung enumeradas arriba, la no-violencia busca ser una metodología, una

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herramienta social, para hacer frente las distintas expresiones de la violencia como instrumento político; una de ellas, la violencia directa, que puede llegar a manifestarse, entre muchas otras formas perversas y engañosas, en guerra institucionalizada; del mismo modo, frente a la violencia estructural, generadora de marginamientos políticos, económicos y sociales; y frente a la violencia cultural, de cuyo seno surgen visiones y concepciones perversas respecto al orden social, a las formas de relación social y de resolución de conflictividades. El grado de integralidad de esta perspectiva ubica a la no-violencia en el horizonte de la paz imperfecta, es decir, de la paz como un proceso inacabado; esto es, como un constante proceso de transformación que crea cada vez condiciones y posibilidades nuevas para la acción. En el conjunto de este primer elemento podemos recoger la expresión de Gandhi, “si se cuidan los medios el fin se cuida por sí mismo” (Citado por López Martínez 2001:6). Un segundo elemento para caracterizar la acción no-violenta es que ésta, en cuanto método, implica una concepción y una forma de ejercicio del poder (implicado también en cuanto acción política). Siguiendo a López Martínez, la no-violencia se refiere “a un poder entendido como capacidad para la acción” (p.13). En el marco de la no-violencia, este poder tiene un carácter integrador, humanizador, pacífico, solidario y creativo, tal como lo define K. E. Boulding (Citado por López Martínez 2001:13); por tanto, se refiere al poder que puede ser ejercido por aquellos que en contextos o situaciones de violencia no tiene el poder, o que por diversas circunstancias no lo han ejercido. Un tercer elemento, la no-violencia implica a su vez una visión de la realidad y de lo humano. Si hay algo implícito a la acción no-violenta es un profundo conocimiento de la situación, particularmente cuando ésta manifiesta violencia, y la forma como las personas y las comunidades son afectadas en su dignidad. La acción no-violenta observa la estrecha relación de las personas con su entorno; en este sentido, salvaguardar la dignidad humana, esto es, su libertad y sus posibilidades de vida, es salvaguardar su espacio, su territorio, y en la esfera privada, su hogar. En este sentido, la no-violencia apunta a recuperar o sostener las condiciones para una vida digna de las personas en sus propios contextos. En este sentido, este tercer elemento hace síntesis de los dos elementos anteriores, en cuanto se trata de la no-violencia, definida por López Martínez, como “una forma alternativa para propiciar cambios sociales” y como “una alternativa metodológica y política”. Recogiendo un poco, encontramos dos elementos coincidentes que apuntalan una concepción de la acción política no-violenta: el primero de ellos es que la acción política no-violenta se debe entender como parte de horizontes de sentido más amplios, como lo es el de la paz integral, que le exigen a esta forma de acción un constante replanteamiento frente a los cambios de la situación y de los contextos. Es decir, la acción política no-violenta es también un proceso, en permanente transformación. El segundo elemento coincidente es que la acción política no-violenta es en sí misma ejercicio del poder, y con ello es una alternativa clara para

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sectores que no han puesto en práctica esta posibilidad de transformación de realidades de violencia específicas en contextos territoriales determinados. Estos puntos nos ofrecen, entonces, pistas para hacer una lectura de la MSP en nuestro país. La intención es seguir ampliando la perspectiva y el conocimiento sobre los esfuerzos que se dan en Colombia para la construcción integral de la paz.

2. El repertorio de las acciones colectivas por la paz La movilización por la paz en Colombia se ha caracterizado por contar con un amplio repertorio de acción; en Datapaz registramos quince categorías, las cuales se pueden organizar en las siguientes cinco estrategias, como lo plantea Mauricio García Durán (2006:121-122). En su orden de preferencia de mayor a menor: a. Educar: se trata de la estrategia mayoritaria de la movilización por la paz; está

orientada principalmente a establecer un horizonte simbólico que incida en la formación de conciencia hacia la paz y la solución negociada del conflicto. Aquí se incluyen acciones como los encuentros, foros o seminarios, campañas o acciones educativas, actos culturales o deportivos, celebraciones o actos religiosos, premios y homenajes.

b. Protestar: se trata de una forma de lucha contra la violencia y de presionar para la implantación de condiciones que favorezcan la paz. Aquí se incluyen acciones como marchas y concentraciones, paros y huelgas, tomas y bloqueos.

c. Actuar políticamente: esta estrategia busca incidir en la búsqueda de alternativas para la paz en el ámbito político mediante procesos de concertación y creación de consensos sociales. Aquí se incluyen acciones como la participación electoral, procesos de concertación ciudadana, diálogos y negociaciones.

d. Resistir: esta estrategia expresa una posición más proactiva frente a los actores armados, buscando formas de protección de la población en medio del conflicto. Aquí se incluyen acciones como las declaraciones de neutralidad o zona de paz y acciones de resistencia civil.

e. Organizar: esta estrategia se orienta a fortalecer estrategias organizativas y de acción en red en la dinámica de la movilización; se trata básicamente de configurar sujeto e identidad a la movilización por la paz. Aquí se incluyen acciones como organización y coordinación.

Como se puede observar en esta diversidad de acciones y estrategias, la MSP ha recurrido tanto a formas de acción tradicional, por ejemplo las marchas, los paros, las tomas, entre otras, como a formas alternas y novedosas de avanzar en la búsqueda de la paz, por ejemplo las campañas, los procesos de concertación, los eventos culturales, las acciones de resistencia civil, entre otras.

La característica principal de las ACP, y que nos interesa en este marco de reflexión sobre la no-violencia, es su bajo nivel de confrontabilidad; es decir, la no

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recurrencia a mecanismos o tácticas que impliquen uso de la fuerza o confrontación (violenta) con el adversario (García, 2006:122). Prácticamente la totalidad de este accionar no recurre a la violencia como mecanismo para el logro de sus propósitos, salvo algunas pocas acciones, en las que los protagonistas recurrieron al uso de la violencia.

Así, la movilización por la paz se mueve principalmente en los niveles bajo y medio de confrontabilidad. Esta característica responde a que las estrategias y acciones a las que se recurre son, por una parte, acciones de carácter civil o moderado, y por otra, a que el número de acciones con un alto nivel de confrontabilidad, como las acciones de resistencia civil, paros, huelgas, tomas o bloqueos es relativamente bajo. De estas, son importantes las acciones de resistencia civil, que se han generado desde finales de los años 90 en respuesta al fuerte incremento de los niveles de violencia y hostigamiento contra la población y bienes civiles. Este tipo de acciones representan un mayor nivel de fuerza en cuento significan confrontar directamente al adversario, como ha sucedido frente a distintos grupos armados al margen de la ley e incluso frente a acciones irregulares de las Fuerzas Armadas.

El conjunto de las acciones de nivel medio de confrontabilidad son planteadas en el espacio público como acciones pacíficas. Hablamos aquí principalmente de marchas o concentraciones, que se destacan por su carácter no-violento, a pesar de su alto nivel de protesta o rechazo frente al conflicto armado o la violencia directa.

El conjunto mayoritario de las acciones que tienen un nivel bajo de confrontabilidad, son de carácter civil o moderado, como las campañas educativas, los actos culturales, los procesos organizativos o de concertación y especialmente los espacios de debate y reflexión, como son los encuentros, foros o seminarios.

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Tomando la gráfica del comportamiento histórico de los niveles de confrontabilidad de las acciones por la paz en nuestro país, podemos destacar algunos momentos importantes, para observar en ellos el carácter de esta dinámica social. Un primer momento a destacar lo podemos ubicar en la segunda mitad de los años 80. Nos encontramos aquí con dos dinámicas cruzadas: por un lado, la apertura y desarrollo de procesos de negociación con la insurgencia en las presidencias de Betancur (1982-1986) y Barco (1986-1990); por otro, la intensificación de la guerra sucia, que significó el exterminio de activistas y dirigentes de la Unión Patriótica. En este período se puede ver con claridad el incremento de la protesta social de rechazo a la violencia y a favor de la paz, que prácticamente se sostiene durante el resto del quinquenio. Las propuestas educativas y de reflexión presentan al principio del período una leve disminución, que luego se invierte para los años finales. En este mismo contexto vemos la aparición de algunas acciones con mayor nivel de confrontabilidad, entre las que se destaca el paro agrario por la vida y la paz de septiembre del 1986 en Magdalena Medio. Gran parte de las distintas acciones durante este período se relacionaron de forma conjunta con el respeto a los derechos humanos, la vida y a favor de la paz. Un segundo gran momento se puede identificar en la segunda mitad de los años 90, pero que se da como continuación de una dinámica gestada prácticamente desde comienzos de esa década y que se proyecta a los años posteriores. Este quinquenio está marcado por un período de incertidumbre en la vida nacional; incertidumbre respecto tanto al desarrollo socio-económico del país, como a las

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posibilidades de avanzar hacia la paz con los grupos armados. En este contexto la MSP presenta una gran ampliación de sus iniciativas locales y regionales, lo que significa a su vez ganar en niveles organizativos y de ampliación de un discurso integral de la paz. A su vez, como se puede observar, y ante el incremento de la confrontación militar con la guerrilla, la expansión del paramilitarismo y la ampliación del narcotráfico, la movilización por la paz realiza una gran dinámica de protesta, especialmente desde las regiones más afectadas por la violencia; se trató de las marchas contra el secuestro, principalmente, y de demanda de negociaciones de paz. El tercer momento se presenta en los últimos años (2004-2006), que corresponde a las preocupaciones desde las regiones y localidades frente a lo que ha significado la Política de seguridad democrática y la desmovilización de grupos paramilitares. Las organizaciones y sectores sociales, e incluso instancias de gobierno municipal y departamental, responden a la violencia que de forma oculta se acentúa en las regiones. Se insiste en procesos educativos y culturales, en espacios de debate sobre la política de negociación y paz del gobierno y se incrementa el nivel de protesta y rechazo a la violencia a través de marchas y concentraciones. En este período vemos con mayor claridad la permanencia de acciones con un alto nivel de confrontabilidad, como lo son en particular las acciones de resistencia civil, que tuvieron su punto más alto en el año 2002. Hasta aquí podemos concluir que las estrategias educativas y de protesta son las principales constantes de la movilización en períodos en los que la violencia en el país se incrementa, especialmente cuando ésta afecta a la población civil en las regiones y municipios en zonas de mayor intensidad del conflicto armado.

3. Los motivos de las acciones colectivas por la pa z Un segundo aspecto de la caracterización de las acciones colectivas por la paz, en estrecha relación con lo comentado en el punto anterior, es lo que tiene que ver con los motivos de las acciones. En esta reflexión sobre el carácter no-violento de la movilización por la paz, mirar los motivos de las acciones nos puede ofrecer puntos interesantes. Antes de entrar en los motivos podemos dar una rápida mirada a la dinámica e intensidad del conflicto armado en Colombia. Vemos el gran aumento de la violencia en el país en períodos de guerra sucia durante la segunda mitad de la presidencia de Betancur y el pleno de la presidencia de Barco. La violencia se intensifica durante el período de guerra integral en la presidencia de Gaviria (1990-1994). Un leve descenso durante la presidencia de Samper (1994-1998), a pesar de ser un período de confrontación militar e intensificación de guerra contra el narcotráfico. Una fuerte recuperación estadística de la violencia se da en el período de Pastrana (1998-2002), cuando impresiona el alto número de asesinatos políticos en el año 2001. Un curioso y abrupto descenso durante la primera presidencia de Uribe (2002-2006), a pesar del aumento de la protesta y la denuncia en las regiones a causa de la violencia.

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Lo que esta dinámica nos muestra en términos generales es una sostenida situación de violencia en el país durante los últimos veinte años, que ya se había hecho notoria desde finales de los años 70 durante la aplicación del Estatuto de seguridad diseñado por el gobierno de Turbay (1978-1982).

Es frente a esta dinámica de la violencia que la movilización por la paz ha reaccionado de la manera como lo presentamos en el punto anterior. Pero como lo hemos visto, no se trata únicamente de rechazar o protestar contra la violencia, sino que se han buscado formas alternas de promover la paz. Podemos, entonces, ver la dinámica de la movilización según sus motivos, mostrado cuando las acciones están más en lógica de paz negativa o de paz positiva. En el seguimiento de la MSP que realizamos en el CINEP a través de Datapaz, hablamos de paz negativa cuando las acciones se orientan al rechazo de situaciones de conflicto armado, violencia y violaciones a los Derechos Humanos o al Derecho Internacional Humanitario. Las acciones de paz positiva las hemos diferenciado de la siguiente manera: cuando las acciones se orientan a la búsqueda de alternativas concretas para la paz; cuando las acciones se refieren a la realización de negociaciones y procesos de paz, sean locales o regionales, cuando se debaten puntos de la agenda en procesos nacionales de negociación; cuando las acciones se orientan a promover la paz, de forma general, mediante acciones educativas o actos públicos.

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Durante los veinticinco años de registro de esta dinámica social a favor de la paz, vemos en primer lugar que la movilización en sí ha ganado volumen, especialmente durante los años 90. Las apuestas, como se observa en la gráfica de los motivos, se dan en las distintas direcciones respecto a paz positiva y paz negativa, intentando con esto responder de forma integral a las distintas situaciones de la violencia, especialmente en las regiones más conflictivas del país. El accionar por la paz a través de los años ha mostrado variaciones respecto a paz negativa o paz positiva; es clara la incidencia de la dinámica de la violencia y la guerra en esta forma de actuar. Vemos, por ejemplo, cómo en un período de aumento de la violencia, como lo fue la segunda mitad de los años 80, predomina una perspectiva de paz negativa en las formas de acción. A medida que la movilización por la paz va ganando fuerza, y con una mayor conciencia de la opinión pública, van cobrando fuerza otras dinámicas más propositivas y de búsqueda de alternativas. La relación vuelve a invertirse desde finales de la década anterior y lo que va transcurrido de la presente década, como respuesta a las condiciones de violencia que se viven principalmente en regiones de conflicto, como lo hemos anotado anteriormente, respondiendo en este período a la extensión del paramilitarismo, a la multiplicación de los frentes guerrilleros y la aplicación de la Política de seguridad democrática del presidente Uribe, que da marco a un criticado proceso de desmovilización de grupos paramilitares.

Los años 90 representan un gran aprendizaje para la movilización social en nuestro país respecto al modo de avanzar hacia la paz, aun en medio del conflicto armado y la violencia. Un amplio repertorio de acciones orientadas a ganar conciencia pública sobre el tema, campañas y estrategias educativas, cientos de

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actos culturales conforman este espectro de promoción de la paz. A su vez, la orientación de acciones hacia la generación de procesos organizativos, redes y alianzas, procesos productivos, de participación política conforman los esfuerzos en la búsqueda de alternativas para la paz. En menor medida, pero con cierto nivel de importancia local y regional, se adelantaron procesos de negociación con grupos armados ilegales y se avanzó en un rico proceso de paz en los contextos urbanos con bandas y pandillas juveniles. Vemos que este aprendizaje intenta ponerse en práctica en estos dos últimos años, cuando al incrementarse la violencia en los territorios, se incrementan las acciones en lógica de paz positiva, a su vez que las acciones de protesta, en lógica de paz negativa. Notamos que durante la década de los 90 se ganó en niveles organizativos y de articulación, lo que se refleja en la capacidad de reacción frente a la violencia por parte de los distintos sectores sociales. Hay un mayor nivel de protesta, acompañado por acciones de fondo en los campos culturales y políticos que se vienen desarrollando en las regiones. La correlación de los tipos de acción con los motivos de las mismas, nos confirma las características que hemos mencionado hasta ahora; en síntesis: un creciente nivel de protesta frente a la violencia, acompañado de estrategias orientadas a la educación y la incidencia en la cultura de la población. Son formas de rechazar la violencia y de proponer vías alternas para la construcción de la paz, alejadas de la opción de una paz militar, como la propuesta por el actual gobierno.

Este nivel de acción manifiesta un acumulado importante en el país de sectores sociales que le apuestan a las opciones de la paz en medio de las aparentes opciones de la guerra. El repertorio, como lo hemos visto, es diverso y en eso se

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encuentran organizaciones por la paz, iglesias, gobiernos municipales y departamentales, medios de comunicación, organizaciones de mujeres, de jóvenes, de indígenas, de afrodescendientes, gremios económicos, comunidad internacional, etcétera. Esta movilización ciudadana por la paz, que hemos observado a través del accionar colectivo, puntual, tiene sustrato en un rico proceso de apuestas de largo plazo en los niveles local, regional y nacional. Hablamos aquí de cientos de experiencias sostenidas de paz en muchos rincones del país, entre las cuales podemos mencionar a manera de ejemplo las siguientes: Experiencias orientadas a contener el conflicto y la violencia, como lo son las experiencias de resistencia civil de comunidades indígenas y afrodescendientes, o las comunidades campesinas y de pobladores que han declarado sus territorios como zonas de paz. Experiencias orientadas a la búsqueda y mantenimiento de la paz: iniciativas de orden económico, como lo son los programas de desarrollo y paz; iniciativas de orden cultural y procesos educativos, como las Escuelas de paz y convivencia, o de comunicación alternativa, como el Colectivo de comunicaciones de los Montes de María; iniciativas de carácter político y de ampliación de la democracia, como lo son las Asambleas municipales constituyentes; o las iniciativas de organización y articulación, como lo son las redes de acción, la Red de mujeres por la paz, la Red de universidades por la paz, entre otras.

4. Geografía de la movilización social por la paz La tercera característica de la movilización por la paz que podemos observar se refiere al comportamiento geográfico. Este aspecto es importante en el sentido de recoger elementos para pensar la conexión con el territorio de esta dinámica social que, según definimos arriba, implica la acción política no-violenta. Podemos afirmar de entrada que la MSP está directamente relacionada con las dinámicas locales (municipales), departamentales y regionales, principalmente, y en menor medida con dinámicas de carácter nacional. Es importante resaltar en este conjunto la presencia o participación de la comunidad internacional algunas de las acciones, dinámica que poco a poco ha ganado fuerza a medida que organismos multilaterales, como Naciones Unidas, y agencias de cooperación se han involucrado en la promoción de la paz en el país.

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Este comportamiento expresa dos características; por un lado, que la riqueza y mayor dinamismo de la movilización social a favor de la paz se encuentra en los niveles locales; por otro lado, que es en el nivel local y regional en donde se da un mayor nivel de protesta y rechazo a la violencia, en cuanto son los pobladores y las organizaciones sociales las mayores afectadas por el conflicto armado. Observando el mapa de las acciones por la paz, nos damos cuenta de la amplitud geográfica de la movilización en el territorio nacional; prácticamente la totalidad de los departamentos, excepto Vaupés, han realizado acciones por la paz en los últimos veinticinco años. En esta geografía vemos también algunas configuraciones regionales importantes, coincidentes en todos los casos con regiones que presentan importantes niveles de conflictividad armada. Podemos enumerar los más significativos:

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Es el caso del Oriente antioqueño, región rica en procesos organizativos y de procesos de construcción de la paz, pero a su vez con alta presencia histórica de frentes guerrilleros y grupos paramilitares. El caso del Magdalena Medio, con una larga tradición de movilización social y de confrontación armada. El caso de la región de Urabá, altamente golpeada por la violencia, pero con un nivel importante de rechazo a la guerra. Otras configuraciones regionales se ven también en la Costa Atlántica, en el Catatumbo, en la Zona cafetera y en Nariño. Algunas ciudades capitales juegan también un papel importante en esta dinámica de la movilización tanto a nivel regional como nacional. Podemos ver, por ejemplo, el alto nivel de acción que se presenta en Bogotá, que como ciudad capital recoge un importante sentido político de las acciones. O capitales como Medellín, Cali y Bucaramanga, que son centro de impulso de dinámicas de paz a nivel nacional y regional. Ciudades secundarias como Barrancabermeja o Apartadó que son referentes de la movilización por la paz para sus regiones. La MSP es básicamente una movilización de carácter local y regional, en respuesta a contextos y situaciones de violencia y confrontación armada, en donde se han puesto en riesgo la vida, la permanencia y el bienestar de personas, líderes sociales y comunidades enteras.

5. Límites y alcances de la MSP como acción polític a no-violenta Afirmamos al iniciar esta reflexión que el carácter político de la movilización por la paz consiste en hacer posibles los espacios públicos en donde tengan lugar la tramitación de conflictos y se avance en la transformación de las condiciones estructurales y culturales que subyacen a las distintas manifestaciones de la violencia directa. La MSP en Colombia es un proceso social en construcción, que debe ser estudiado y comprendido en el horizonte, también inacabado, de la construcción de la paz. Como proceso social logramos entrever algunos alcances que tras más dos décadas de accionar configuran potencialidades hacia el futuro, a su vez que tomar nota de sus serias limitaciones respecto al reto político que hemos establecido. Es importante hacer referencia a los límites y alcances de forma diferenciada, pues la movilización por la paz no se puede ver de forma homogénea, sino por el contrario en la complejidad de sus múltiples manifestaciones y particularidades. Existen procesos más avanzados que otros y existen niveles de incidencia distintos. De este modo, tomando un primer elemento para el análisis, lo relativo a la generación de espacios públicos, vemos que en el ámbito nacional la movilización tiene serías limitaciones, pues los espacios de tramitación de conflictos sociales o generación de políticas públicas están prácticamente cerrados para la participación social; es el caso, por ejemplo de la constante negativa del gobierno

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central a aceptar la incidencia de lo social en la estructuración de una política de paz o de participación en procesos de negociación. Los mecanismos diseñados o existentes, como el Consejo Nacional de Paz, son apenas subsidiarios a las agendas ya establecidas. Distinto es el caso en los niveles regionales y municipales; aquí la relación entre lo social y lo político encuentra una mayor fluidez; vemos que las organizaciones sociales e instituciones de gobierno municipal o departamental tienen espacios de relación, en donde se trabaja en temas como presupuestos participativos, planes de gobierno, e incluso en cientos de casos, en procesos de negociación con actores armados. Estos son avances, son ejemplos que encontramos en algunos municipios y departamentos del país, más incluso de lo que uno se puede imaginar, pero falta aún que el proceso gane fuerza y mayor cobertura. El mismo criterio diferencial se debe aplicar en el caso de una visión integral de la paz; no podemos negar que la MSP se ha volcado a trabajar en los distintos sentidos, lo vimos al analizar sus estrategias y motivos, pero ciertamente los alcances deben ser considerados con cuidado. El logro de la paz, incluso en aspectos tan concretos como una negociación o un acuerdo humanitario, están cruzados por múltiples variables. Nos podríamos preguntar por qué no se ha logrado la paz en el país si existe una movilización tan amplia. Tales variables se le salen de las manos a la movilización social, más cuando ella misma es tan diversa y contiene tensiones que hacen más difícil su comprensión. Pero existe una claridad, y es que la paz tampoco es posible sin la directa y amplia participación de la sociedad. En este orden de ideas la MSP ha aportado en los siguientes horizontes: en la construcción de una cultura de la paz, en la que se busca que las personas, las organizaciones y las instituciones encuentren formas de tramitar los conflictos de manera no-violenta; en la propuesta de alternativas de orden político, económico y social, puestos en práctica en experiencias locales y regionales, en alianzas con niveles de institucionalidad pública, sectores sociales y comunidad internacional; en la creación de espacios y mecanismos de protección de la vida, el territorio y la dignidad de las personas y las comunidades; en la consolidación y ampliación de un tejido social que le apueste a la paz, en donde se han creado organizaciones de paz, se han involucrado sectores sociales diversos, se ha comprometido la cooperación internacional y los organismos multilaterales. No obstante estos esfuerzos, la construcción de una cultura de la paz está limitada por la persistencia de discursos ambiguos frente a la violencia y a los actores armados de muchos de los activistas de la paz; se reivindica en algunos casos la lucha armada como una forma de acceder al poder y a la transformación de las condiciones estructurales de la violencia. Frente a la búsqueda de alternativas en la perspectiva de una paz integral, existen debilidades de orden organizativo y de formación de líderes; en muchos casos las organizaciones compiten por el poder y los recursos, los líderes se enredan en conflictos de reconocimiento y prelación. La puesta en práctica de proyectos o procesos sociales, productivos, culturales, políticos ha requerido en gran medida el aporte económico de agencias externas,

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creando situaciones de dependencia y debilidad tanto de los procesos en sí como de las organizaciones que los impulsan. Más que una limitación, las acciones de alto nivel de confrontabilidad con el adversario, sea este de cualquier grupo armado, pueden poner en riesgo a las comunidades y a los líderes sociales, contra los que la violencia se ha enfocado de forma sistemática. Falta avanzar en mecanismos de protección tanto de las personas como de las comunidades que ha optado por formas de resistencia civil. La intención no es terminar esta reflexión con un sentido pesimista, menos cuando nos encontramos con una riqueza insospechada en tantos rincones de país que le han apostado a la paz, y de los cuales podemos aprender tantas lecciones y formas concretas de avanzar en su construcción. Es la otra Colombia no conocida; es la otra Colombia que no se escucha en los medios de comunicación, en medio de gritos de guerra. La movilización por la paz contiene, como lo tratamos de mostrar, y a pesar de las limitantes, grandes aportes a la reflexión sobre la acción política no-violenta. Estos los podemos recoger en los siguientes puntos: Primero, que la acción política no-violenta no es tan solo una acción inmediata, una técnica de acción, sino que esta debe concebirse en el horizonte de la paz integral. Segundo, que la superación de la violencia directa requiere acciones de largo plazo para transformar las condiciones estructurales y culturales que le subyacen. Tercero, que tal acción implica una visión y un ejercicio del poder, como capacidad de incidencia y transformación. Cuarto, que tal forma de ejercer el poder lleva implícito una visión de lo humano; de la dignidad de la persona en relación con su territorio, como posibilidad de vida. Quinto, que la acción política no-violenta implica un profundo conocimiento de los contextos y de sus constantes transformaciones. Bibliografía Cante, Freddy. Introducción. Deficiencia del orden social, acción colectiva contendiente y posibilidades de Noviolencia en Colombia. Cante, Drago y otros. “Acción política no-violenta, una opción para Colombia. CEPI, Centro de Estudios Políticos e Internacionales. Centro Editorial Universidad del Rosario. Bogotá, 2005. Escobar, Arturo; Alvarez, Sonia y Dagnino, Evelina. Política cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos. Tauros, ICANH. Bogotá, Colombia, 2001. Fisas, Vicenç. Cultura de paz y gestión de conflictos. Impreso por Romanyà/Valls, S.A. Barcelona, 1988.

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Galtung, Johan. Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles de la guerra y la violencia. Bakeas y Gernika Gogoratuz. 1998. García Durán, Mauricio. Movimiento por la paz en Colombia 1978-2003. UNDP Colombia, CINEP y COLCIENCIAS. Bogotá, 2006 González, Fernán, S.J. y otros. Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Controversia No. 174. Editorial CINEP, junio de 1999. Lederach, John Paul. The moral imagination. The art and soul of building peace. Oxford University Press. Oxford, 2005. López Martínez, Mario. La noviolencia como alternativa política. Este texto mimeografiado ha sido publicado en Francisco A. Muñoz, “La Paz imperfecta”. Granada, Editorial de la Universidad de Granada. Pp. 181-251. 2001 Sartori, Giovanni. ¿Qué es la democracia? Altamir Ediciones. Bogotá, Colombia, 1994. Touraine, Alain. América Latina. Política y sociedad. Editorial Espasa-Calpe S.A. Madrid, 1989.

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Dinámica de la movilización por la paz en Colombia: la riqueza de las iniciativas locales y regionales

Fernando Sarmiento Santander Bogotá, 9 de septiembre de 2004

Algo en lo que todos coincidimos y confirmamos es que el dinamismo por la paz en las localidades y regiones tiene una riqueza que no hemos reconocido ni hemos podido aprehender para pensar en la construcción de la paz en Colombia. En la perspectiva que nos da el trabajo con la Base de Datos de Acciones por la Paz en Cinep se constata un constante proceso de fortalecimiento de este tipo de experiencias. Es un proceso que se da en medio de lo que hemos llamado la crisis de la movilización por la paz en el orden nacional21. La movilización en el orden nacional ha venido perdiendo visibilidad y sonoridad durante los primeros años de este nuevo milenio (2000-2003), cosa que contrasta con el dinamismo que tuvo durante la segunda mitad de los años 90; basta recordar marchas como las del No Más, el inicio de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, el Mandato ciudadano por la paz, los Viacrucis Nacionales; eventos, que entre otros, llegaron a movilizar en conjunto más de 18 millones de personas. A mi modo de ver, los dos principales problemas a los que se enfrenta la movilización por la paz y que constituyen el núcleo de la crisis de lo nacional son: por un lado, la forma como la movilización se ha relacionado y se ha acercado a lo político y, por otro, la exigencia o necesidad de esclarecer su identidad frente a la lógica de los actores armados. Estos problemas se presentan a la vez como retos a futuro en la línea de configurar un accionar más estratégico frente a la paz como propósito nacional en medio del escenario político y social Pero independientemente de la denominada crisis, que habría que revisar con mayor profundidad, lo que sugeriría, como un paso metodológico y hasta pedagógico, es dar una mirada a las dinámicas locales y regionales. Para ello unos primeros apuntes: entre el 2000 y el 2003, las acciones del orden regional, departamental y municipal, principalmente, marcan la pauta de cobertura en el total de acciones registradas, el 75,4% (Gráfica cobertura de la acción )22. El repertorio de acciones que con mayor frecuencia se han presentado en este período está conformado, mayoritariamente, por las movilizaciones y concentraciones por la paz (34,2%), motivadas especialmente por la violencia 21 Ver Fernández, García, Sarmiento. Revista Controversia. Número Extraordinario, pp. 18-23. Cinep y

Conciliation-Resources. Bogotá, febrero de 2004. 22 Base de datos de acciones colectivas por la paz en Colombia – Cinep.

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contra la población civil y las acciones militares por parte de los diferentes grupos armados y por los altos índices de secuestro; les siguen eventos como foros y seminarios (20,8%) y las acciones de resistencia civil (10%). Estas últimas muestran una variante en el repertorio de acción que confirma el cansancio de la población, que los impulsa a reaccionar más directamente contra el hostigamiento de los grupos armados. Esta es una rápida mirada para ver el dinamismo local y regional que hemos mencionado; qué significado político, social, cultural pueden tener todo este conjunto de iniciativas y acciones en la comprensión de este fenómeno de la movilización social en Colombia?

1. Entre lo social y lo político Uno de los puntos en los que he centrado parte de la reflexión, entre muchos otros posibles, es lo que se refiere a las relaciones entre lo social y lo político que se dan en estos ámbitos geográficos. Hemos estado afirmando que en Colombia se puede hablar de una movilización social por la paz, que se traduce en una diversidad de acciones colectivas, más no de un movimiento social por la paz configurado. Las formas de acción por la paz son tan plurales como tan plurales son las concepciones que se tienen de la paz. Tampoco se puede afirmar que el trabajo por la paz es exclusivo de un sector social definido, pues se ha visto a lo largo de los años cómo van y vienen organizaciones femeninas, sindicales, gremiales, indígenas, campesinas, eclesiales y de desmovilizados, entre muchas otras. No se puede pretender, como a lo mejor sería la visión de algunos, contar con una articulación de ideas y de acciones y una homogeneidad total de las organizaciones y sectores que trabajan en torno a este tema. Por el contrario, el reto está en comprender tal dinámica a partir de la diversidad y dispersión que refleja. Una mirada sobre la participación de los actores sociales y del Estado en la movilización por la paz durante estos últimos cuatro años permite observar los siguientes datos entre los 42 tipos de actores que se clasifican en la Base de Datos de Acciones Colectivas por la Paz del Cinep: Los cinco actores que con mayor frecuencia han sido responsables de las acciones son: en primer lugar, las organizaciones por la paz, o que explícitamente se denominan por la paz (16%), luego las distintas organizaciones, instituciones o sectores que se unen para realizar una acción, denominadas en la base como varios convocantes (15,7%), a estos le siguen los entes ejecutivos en el nivel municipal (12,8%) y los ejecutivos departamentales (7,1%), en seguida los pobladores urbanos (7,1%) y finalmente las iglesias (6,8%). (Gráfica actores convocantes) .

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Se puede observar la manera como los gobiernos municipales se han venido involucrando de mayor manera en las acciones por la paz, en contraste con la participación, en este mismo sentido, del gobierno nacional. Se observa también cómo los distintos actores sociales fueron convergiendo en acciones de conjunto, reflejado en el incremento de las acciones realizadas por varios convocantes. Es importante saber que las distintas acciones por la paz, aunque sean convocadas por alguna entidad, sector u organización, tiene la característica de ser colectiva; es decir, que implica la participación de diversos sectores sociales. Lo que sugiere esta dinámica de movilización es la relación que en el ámbito local y regional se ha venido generando entre las organizaciones sociales y las instancias de gobierno. Las acciones son resultado de una conjugación de distintos sectores sociales en las que las entidades de gobierno se han involucrado activamente; en muchos casos, la iniciativa procede de las organizaciones sociales y en muchos otros también del ejecutivo local o departamental. Esta participación del ejecutivo, como se ha visto, es bastante importante -la mayoría, si se suma lo municipal y lo departamental-. Hay que considerar que esta dinámica es favorecida por, al menos, dos factores: por un lado, hay una mayor identidad con los mandatarios locales, en cuanto muchos de ellos han surgido de los mismos sectores sociales; por otro, la dinámica de la guerra y la violencia se da con mayor intensidad en las regiones, lo que conforma un interés común por la paz. Se pueden contar casos, para ejemplificar, en que la población ha salido en defensa o solidaridad con sus mandatarios cuando han sido víctimas de secuestro, amenaza o asesinato. Esto no significa desconocer las conflictividades inherentes a la dinámica social y política de los niveles locales o regionales, en especial con relación a la presencia de actores armados y su incidencia en el orden social, político y cultural sobre las comunidades. Tampoco se trata de anular las conflictividades entre los mismos sectores sociales que le apuestan al tema de la paz; en el país la paz se busca en muchos frentes de batalla23. Justamente en medio de estas conflictividades, y de la guerra misma, es que podríamos descubrir nuevas dimensiones de relación entre lo político y lo social, en el sentido de cruces de fronteras entre los dos, en las implicaciones mutuas, en la complejidad que las define.

23 Parafraseando a Olga Behar con el título de su libro “Las guerras de la paz”.

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La búsqueda de la paz ha sido un asunto que ha provocado estas formas de relación; no sólo de la relación entre las instancias gubernamentales y sociales, que es una de las dimensiones para verlo, sino también cuando lo social asume la política como una forma de realizarse y la política se afianza en las inquietudes sociales. De esta manera se estaría apuntando a que la movilización nacional por la paz se piense de forma renovada ante lo político en aras de superar dejos ideológicos, de proponer nuevas formas de gobernabilidad y de participación ciudadana y a que los diferentes sectores y organizaciones que impulsan la movilización por la paz definan con mayor claridad su identidad y su opción frente a las lógicas de la paz o de la guerra que se dan en el país.

2. Entre la paz y la guerra Reflexionar más a fondo sobre estas opciones y sus implicaciones en contextos concretos contribuiría a repensar la dinámica de la movilización social por la paz (incluso repensar la crisis que hemos dicho en que se encuentra). Algunos retos que se plantean: el primero, construir con creatividad una nueva relación con las instancias de gobierno, recogiendo las experiencias ya tenidas. Que esto se intente al menos en algunos de los nuevos escenarios de gobernabilidad en los niveles locales y regionales que se dieron con las pasadas elecciones de alcaldes y gobernadores sería una ganancia. Segundo, llenar de contenido la paz, que no ha sido más que un concepto vacío irrigado sobre la opinión pública; este ejercicio atraviesa la pregunta por la identidad, clarificando opciones y posiciones frente a la guerra y la paz misma. Y tercero, considerar y actuar conforme al sentido y la función que como sociedad se tiene en un proceso de construcción del Estado, apuntando a superar la oposición que se ha creado respecto a la interpretación del Estado social de derecho; si es un Estado para la guerra o es un Estado para la paz. Preguntarse por la identidad y las opciones de la movilización por la paz al revisar las distintas y diversas experiencias -programas de desarrollo, procesos de resistencia civil, campañas de educación, instancias de articulación y redes, negociación con grupos armados, entre muchos otros-, puede aportar en el balance de activos para el trabajo por la paz que los distintos sectores y organizaciones sociales realizan en el nivel local, regional y nacional.

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Actores convocantes

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Estado: ejecutivo municipal

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Organizaciones por la paz

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Regional

Municipal

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De impacto nacional

De carácter nacional

Con participación nacional e internacional

Con participación nacional

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El papel de la iglesia católica en la movilización p or la paz en Colombia (1978-2006) 24

P. Mauricio García Durán, S.J. Introducción

Colombia se ha debatido en los últimos 30 años entre la guerra y la paz, oscilando entre el énfasis a políticas represivas para hacer frente al conflicto armado con la insurgencia y la promoción de procesos de paz encaminados a encontrar una solución negociada. No obstante las políticas de seguridad y paz de los distintos gobiernos, sólo se han logrado acuerdos parciales de paz con algunos grupos guerrilleros, pero en cambio el conflicto se ha escalado a niveles de intensidad significativos. En ese contexto se ha generado una importante y masiva movilización por la paz, una de las más grandes a nivel mundial, ciertamente la mayor movilización en un país con un conflicto armado en curso.

En este contexto, la Iglesia Católica ha jugado un papel significativo en la búsqueda de la paz y en la promoción y respaldo de la movilización social contra la violencia y por la paz. Este artículo buscará mostrar y analizar cuál ha sido el rol jugado por la Iglesia en el contexto de esta creciente movilización. Se puede aseverar que la Iglesia Católica ha jugado un papel verdaderamente significativo en dicha movilización, solamente superado por el rol desempeñado por las organizaciones por la paz y por las administraciones municipales, pero muy por encima del que han tenido la mayoría de los actores sociales.

La principal fuente de información del artículo es la base de datos de acciones colectivas por la paz (Datapaz) desarrollada por el autor en el CINEP, la cual compila información sobre la movilización por la paz en 10 periódicos nacionales y regionales desde 1978 hasta el presente. La información que arroja Datapaz permite una consideración más precisa y sistemática del peso y significado social que este accionar colectivo por la paz ha tenido en los últimos 30 años en el país. Sin embargo, hay que tener presente que dado el uso que se hace de la prensa como fuente de información para Datapaz, hay acciones por la paz que no aparecen registradas en cuanto no han sido “noticias” de prensa. Esto invisibiliza muchas de las acciones que se realizan en parroquias y grupos de base vinculados a la Iglesia y por tanto es necesario no olvidar que las cifras aquí presentadas solo muestran una tendencia, cuya dinámica real es mucho más rica y con una cobertura más amplia que la que aquí se presenta.

24 Este artículo usa y actualiza material desarrollado por su autor en su tesis de doctorado en la Universidad de

Bradford en el 2005: “To what extent is there a peace movement in Colombia? An assessment of the

country’s peace mobilization, 1978-2003”, la cual fue publicada en español en el 2006: “Movimiento por la

paz en Colombia – 1978-2003”.

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Un rol de liderazgo en la movilización por la paz

Es indiscutible que las iglesias y, en particular, la Iglesia Católica han jugado un rol importante el significativo proceso de movilización por la paz que ha vivido la sociedad colombiana en los últimos 15 años (ver Gráfico 1). Veamos las características que ha tomado este papel de liderazgo.

Gráfico 1: Acciones colectivas por la paz en Colombia (1978-2006) Este liderazgo queda claro cuando se considera quienes han sido los promotores de la movilización por la paz. En el Gráfico 2 se encuentra el peso que tiene cada uno de los grandes sectores de la sociedad colombiana en la promoción del accionar por la paz. En primer lugar, es indiscutible el liderazgo de los distintos sectores y organizaciones de la sociedad civil, con el 63%. En segundo lugar, es significativo el rol que juegan las entidades gubernamentales y estatales (29%), particularmente los gobiernos locales y departamentales. En tercer lugar, está la participación de la comunidad internacional, quien ha promovido el 4% de las acciones por la paz. Por último, se encuentra el rol un tanto marginal de los

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Total acciones colectivas por la paz Acciones por la paz convocadas por las iglesias

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partidos políticos (3%) y, como era de esperarse, de los actores armados ilegales25 (1%).

En el grupo de la sociedad civil de las instituciones culturales, simbólicas y religiosas las iglesias son el sector más dinámico en la promoción de la paz. No obstante la participación de distintas iglesias cristianas (como las iglesias Luterana, Menonita26, Presbiteriana, y la Asamblea de Dios) en la organización de iniciativas por la paz, es indiscutible el papel protagónico de la Iglesia Católica. De acuerdo con Datapaz, los representantes de la Iglesia Católica promovieron el 95,5% de las acciones por la paz organizadas por iglesias, además de su participación en el 2,2% de las acciones que han sido convocadas de manera conjunta con un espíritu ecuménico por diversas iglesias. Este liderazgo se percibe más claramente cuando se lo compara con el que han jugado otros actores sociales e institucionales. Exceptuando las organizaciones por la paz y las administraciones municipales (alcaldes), la Iglesia Católica es el actor que ha promovido más acciones por la paz entre 1978 y 2006, como se puede ver en el Gráfico 3.27

Gráfico 2: Organizadores y convocantes de la movilización por la paz (1978-2003)

25 Estos aparecen registrados básicamente en la medida en que participan en procesos de diálogo y

negociación con distintas instancias gubernamentales y sociales, tanto en el ámbito nacional como a nivel

regional y local. 26 Es importante agregar una palabra sobre la Iglesia Menonita, que no obstante no aparecer muy claramente

en Datapaz, han tenido un rol importante en el trabajo por la paz. Ellos no solamente han participado

activamente en los procesos de articulación y confluencia como la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil

por la Paz, sino que han promovido proyectos específicos en paz y resolución de conflictos por medio de su

ONG el Centro Cristiano para la Justicia, la Paz y la Acción No-Violenta (Justapaz), tales como la Red de

Justicia Comunitaria y Tratamiento de Conflictos, el grupo de Objetores de Conciencia, y los Programas de

Desarrollo y Paz en Montes de María y Meta. 27 Este gráfico compara el número de acciones por la paz que por periodo han promovido los 12 actores

sociales e institucionales más comprometidos en la movilización por la paz.

Actores armados ilegales1%

Comunidad internacional4%

Estado y entidades gubernamentales

29%

Partidos políticos 3%

Sociedad civil: en relación con conflicto/paz

22%

Sociedad civil: gremios3%

Sociedad civil: instancias simbólicas, culturales y

religiosas17%

Sociedad civil: sectores sociales

21%

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Ahora bien, este liderazgo no ha mantenido el mismo nivel durante todo el tiempo. En un primer periodo, de 1978 a 1985, el rol de la Iglesia Católica fue modesto, ciertamente por debajo del papel jugado por los políticos y organizaciones políticas, por las organizaciones de derechos humanos, por los trabajadores y por las instituciones educativas. De hecho, durante los años ochenta los señores Obispos tomaron poca iniciativa en temas sociales y se mantuvieron bastante silenciosos con relación a las crecientes violaciones de derechos humanos ocurridas en esos años (González, 1990). En el siguiente periodo, entre 1986 y 1992, la Iglesia Católica gana en protagonismo en el momento en que comienza a consolidarse la movilización por la paz y se generaron una serie de iniciativas y organizaciones para promoverla. En este periodo la actividad de la Iglesia para promover la movilización por la paz se ubica en el mismo nivel de las organizaciones políticas y de los obreros y trabajadores, estos últimos unos de las mayores víctimas de la creciente guerra sucia que vivió el país en esos años. A esto se agrega el creciente papel que va a tener la Iglesia en los procesos de paz, como mediador o testigo de los mismos, y el trabajo organizativo y de base de muchas pastorales sociales a lo largo del país, una de las condiciones importantes de la explosión organizativa por la paz que se va a vivir en el siguiente periodo. Gráfico 3: Papel de las organizaciones sociales e instancias estatales en promover

la movilización por la paz (1978-2006)

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Entre 1993 y 1999 el liderazgo de la Iglesia en la promoción de la movilización por la paz crece, llegando a ocupar el segundo lugar en la convocatoria de eventos por la paz después de las organizaciones de paz. En estos años de efervescencia por la paz, es indiscutible que los actores eclesiales jugaron un papel protagónico en la organización de las semanas por la paz en estos años y participaron en la consolidación de algunas de las iniciativas emblemáticas de dicha movilización, así después puedan haberse marginado de algunas de ellas, como son los casos de la Red de Iniciativas contra la Guerra y por la Paz (Redepaz) y la Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz. Este rol protagónico de la Iglesia es ciertamente claro en las zonas más conflictivas del país, como son los casos del Magdalena Medio, el Urabá, Montes de María, y distintas regiones de Antioquia y Chocó; un ejemplo emblemático de esta presencia en zonas conflictivas ha sido el desarrollo del Vía Crucis Nacional por la vida, la justicia y la paz. Igualmente actores eclesiales jugaron un papel importante en la promoción de iniciativas de paz desde la base como fueron las comunidades de paz en el Bajo Atrato y otras experiencias de resistencia civil. En estos años se promovieron manifestaciones y marchas en defensa de la vida, se organizaron encuentros y foros para reflexionar sobre la construcción de la paz, y se jugó un papel importante en la mediación de acuerdos de paz entre bandas y pandillas juveniles en ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. En el último periodo, entre 2000 y 2006, la Iglesia mantiene un importante papel, aunque baja al cuarto lugar de los actores que más promueven acciones colectivas por la paz, ubicándose por debajo de las organizaciones por la paz, y las administraciones municipales y departamentales. Se mantienen acciones de carácter demostrativo como el Vía Crucis Nacional por la vida, la justicia y la paz, y una serie de marchas y movilizaciones, unidas a jornadas de oración, para oponerse a las expresiones de violencia y pedir por la paz y la reconciliación. Sectores de Iglesia siguen organizando la semana por la paz en sus regiones y se realizan distintos eventos para reflexionar en torno a las condiciones para promover la reconciliación y la paz en Colombia; un ejemplo de ello es el tercer Congreso Nacional de Reconciliación, que centró su análisis en la justicia como condición indispensable para la reconciliación en Colombia. La jerarquía, en cabeza de Monseñor Nel Beltrán, hace presencia en la Comisión Nacional de Reconciliación creada por el gobierno dentro del proceso de negociación con los grupos paramilitares. Se mantiene el papel de mediación en situaciones de conflicto, particularmente de bandas juveniles en las grandes ciudades. La Iglesia ha contribuido a desarrollar un repertor io de acciones por la paz La Iglesia Católica ha contribuido a enriquecer prácticamente todo el repertorio de acciones colectivas por la paz que ha sido desplegado en el país por las organizaciones sociales a lo largo de estos años. No sólo han promovido celebraciones religiosas (como vigilias, misas, peregrinaciones, etc.), sino que también han jugado un papel importante en la convocatoria de otro tipo de acciones como las marchas y los foros ó seminarios. El Gráfico 5 muestra un resumen del repertorio de acciones colectivas promovidos por las iglesias, mayormente por la Iglesia Católica.

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Siguiendo la tendencia que se da a nivel de toda la movilización por la paz, las acciones más promovidas por la Iglesia son, por una parte, las marchas y concentraciones y, por otra, los encuentros, foros y seminarios. Es decir, acciones demostrativas en contra de la violencia y demandando la paz y acciones que buscan generar una conciencia favorable a la construcción de la paz y la reconciliación. Ya hemos mencionado como ejemplos significativos del primer tipo de acciones el Vía Crucis Nacional por la vida, la justicia y la paz, multitud de marchas en defensa de la vida, jornadas de rechazo a la violencia ejercida por los distintos los actores armados. Para el segundo tipo de acciones, encontramos los encuentros y foros por la paz y la vida, los encuentros de experiencias de paz, foros y seminarios para discutir opciones de paz en regiones específicas, y la participación en los espacios amplios de concertación y debate, como la Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz. En segundo lugar, las acciones que siguen en el actuar de la Iglesia son las celebraciones y actos religiosos y las campañas y acciones educativas. Como era de esperarse, hay un incuestionado liderazgo de la Iglesia en las celebraciones religiosas a favor de la paz, como son las eucaristías, vigilias, jornadas de oración, etc., que se han realizado con este propósito. Por otra parte, la Iglesia también ha jugado un rol importante en las campañas y acciones educativas; aquí se destacan las semanas por la paz, las jornadas por el desarme, y la puesta en marcha por el SNPS y el Programa por la Paz de los jesuitas de las Escuelas de Paz y Convivencia en las distintas diócesis. Gráfico 5: Repertorio de acciones colectivas de las iglesias para promover la paz

(1978-2006)

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Actos culturales y/o deportivos

Campañas o acciones educativas

Celebraciones o actos religiosos

Encuentros, foros o seminarios

Premios y homenajes

Otro tipo de acciones

Organización y coordinación

Procesos de concertación ciudadana

Diálogos y negociaciones

Participación electoral

Marchas y concentraciones

Paros y huelgas

Tomas y bloqueos

Acciones de resistencia civil

Declaraciones de neutralidad o zona de paz

Número de acciones

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En tercer lugar, obispos y sacerdotes de algunas regiones han jugado un papel protagónico en promover diálogos informales con actores armados, algunos para gestionar la liberación de personas secuestradas. Este rol de mediador ha sido reconocido e institucionalizado por diversos gobiernos en algunos de los procesos oficiales de paz. Durante la administración Gaviria, en Tlaxcala; con la administración Pastrana, con la participación del Presidente de la Conferencia Episcopal en el equipo negociador; y con la administración Uribe como testigos morales del proceso con los grupos paramilitares (Cf. García-Durán, 1992, 2001, 2004) y también actualmente en el acercamiento con el ELN. Finalmente, vale la pena mencionar el papel que la Iglesia ha jugado en la promoción de organizaciones a favor de la paz y en los procesos de concertación ciudadana. De los primeros hablaremos en el punto siguiente. En cuento a los segundos, aquí se destaca el compromiso que algunas diócesis han mostrado en promover asambleas constituyentes locales y regionales, una forma de fortalecer la participación democrática y el control social en dicho lugares. Es una clara apuesta por la democracia en contextos que se caracterizan por corrupción y presiones de los actores armados. Los ejemplos más conocidos son los de Mogotes, Mico Ahumado, el Oriente Antioqueño y, más recientemente, los Montes de María. La Iglesia ha aportado a configurar una infraestruc tura organizativa por la paz La Iglesia no se ha limitado a la promoción de acciones colectivas por la paz, es decir, de eventos más de carácter puntual. Además, muchas de las iniciativas de paz promovidas por la Iglesia han sido desarrolladas de una manera ‘silenciosa’, como procesos educativos y organizativos, que dados su perseverancia y cobertura geográfica, han hecho una contribución importante la movilización masiva por la paz, pero también a la consolidación de una amplia infraestructura organizativa por la paz, tanto en el nivel superior como también en los niveles intermedios y de base. Por ejemplo, algunas de las más conocidas iniciativas de paz ‘desde abajo’ han sido el resultado de proyectos impulsados por la Iglesia, como es el caso de las comunidades de paz (como San Francisco de Asís, Nuestra Señora del Carmen y Natividad de María), y algunas de las asambleas constituyentes municipales (como los casos de Mogotes, Mico Ahumado y el Oriente Antioqueño). Adicionalmente ha promovido la formación y organización a favor de la paz de distintos sectores, comenzando por miembros de la misma Iglesia, como es el caso de la Escuela de Paz y Convivencia, o impulsando la conformación de mesas por la paz en distintas ciudades y poblaciones. Un ejemplo pionero de una iniciativa del nivel intermedio es el caso de los Programas de Desarrollo y Paz. El primero de ellos, en el Magdalena Medio, fue promovido por un consorcio formado por dos actores de iglesia, la Diócesis de Barrancabermeja y CINEP, una ONG de los jesuitas. Luego de este primer programa, la Iglesia ha participado en varios más, como son los casos de los

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programas de desarrollo y paz de Montes de María, el Oriente Antioqueño, Norte de Santander y Meta. Igualmente ha participado en la mayor parte de las mesas departamentales por la paz. En el nivel superior una de las más conocidas iniciativas ha sido la Comisión de Conciliación Nacional. La Iglesia Católica ha liderado esta Comisión, la cual ha jugado un papel importante en el impulso a los procesos de negociación. Esta Comisión fue convocada por el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia en 1995 como comisión de “buenos oficios”, para responder al vacío que se dio por la crisis del proceso de paz durante la administración Samper. Con la participación de cerca de 15 personalidades, la Comisión ha promovido una solución negociada del conflicto armado, sirviendo como mediador informal entre las partes; igualmente ha promovido una activa participación de sectores de la sociedad civil, el desarrollo de una política de paz de Estado,28 y la generación de una cultura de paz (Comisión de Conciliación Nacional, 1998: 5-9). En coyunturas específicas, la Comisión ha jugado un importante, pero discreto papel.

El aporte de la Iglesia ha tenido una clara cobertu ra geográfica nacional Los resultados que ofrece Datapaz permiten concluir con claridad que la acción de la Iglesia a favor de la paz ha tenido una cobertura verdaderamente nacional (Ver Mapa 1). Entre los distintos niveles geográficos y secciones de la infraestructura de la Iglesia Católica, aparece en primer lugar, la Conferencia Episcopal Colombiana, quien ha promovido un mayor compromiso de los católicos por la paz, particularmente a partir de 1990.

28 Con este propósito, la Comisión produjo un documento de trabajo titulado ‘Hacia la definición de una

política nacional permanente de paz – Contribución al debate, publicado en 1998.

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En mayo de 1994, los Obispos definieron explícitamente su posición en temas de paz en el documento de trabajo “Hacia una Pastoral para la Paz”29, que promovió

29 A este documento se suman otros documentos de las plenarias de la Conferencia Episcopal, en 1998,

cuando retoman el tema de la ‘Pastoral para la paz en la actual situación del conflicto armado en Colombia’;

en el 2001, que abordan el tema de una cultura de paz; en 2002 cuando proponen diez principios para

caminar hacia la paz; y en 2004 que publicaron el libro “A la conquista de la comunión. Aportes de la Iglesia

Católica en Colombia para la construcción de la reconciliación y la paz”.

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el desarrollo de diversas iniciativas a favor de la paz que no se limitan a celebraciones religiosas. También ha promovido una creciente intervención social tanto para apoyar las víctimas de la violencia, particularmente los desplazados, como para promover una cultura de paz y reconciliación y facilitar procesos de acercamiento entre las partes del conflicto armado. Por su parte, el Secretariado Nacional de Pastoral Social (SNPS), como ente ejecutor de la Conferencia, ha implementado algunos de los programas mencionados con una cobertura nacional y con el apoyo económico de las agencias de cooperación católicas (la red internacional de Caritas) en Europa y los Estados Unidos. Dentro de las diferentes acciones desarrolladas por el SNPS, es pertinente mencionar el Vía Crucis Nacional por la Vida, la Justicia y la Paz, que ha recorrido todas las regiones del país, particularmente las más conflictivas. Pero la Iglesia Católica ha sido también muy activa en los ámbitos regionales y locales. Algunos obispos y diócesis han jugado un rol protagónico en este sentido, normalmente en zonas de conflicto (ver Mapa 2). Este es el caso de la Arquidiócesis de Bogotá, Medellín, Cali y Villavicencio, y las Diócesis de Barrancabermeja, Apartadó, Quibdó, Sincelejo, Magangué, Sonsón/Rionegro, Socorro/San Gil, Granada y Pasto. Entre los obispos que han liderado acciones a favor de la paz se encuentran Alberto Giraldo, Nel Beltrán, Leonardo Gómez Serna, Jaime Prieto, Flavio Calle, y el difunto Isaías Duarte Cancino, quien fue asesinado por denunciar la violencia de los actores armados y de los narcotraficantes. Algunas de las más conocidas experiencias regionales de paz son incomprensibles sin el trabajo de largo aliento que algunas diócesis han desarrollado en dichas regiones. También las comunidades religiosas han estado comprometidas con la paz. Ciertamente los jesuitas (la Compañía de Jesús) ha mostrado un rol protagónico a través de algunas de sus instituciones, como el Programa por la Paz,30 el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), la Universidad Javeriana y el Servicio Jesuita a Refugiados – JRS. “La Compañía de Jesús fue uno de los grupos pioneros dentro de la sociedad civil que se planteó como objetivo primordial crear condiciones para la consecución de la paz” (Romero, 2001: 410/11). Ellos han mantenido este compromiso en la búsqueda de alternativas para la paz, como se puede discernir en sus esfuerzos por desarrollar y liderar iniciativas de paz en los últimos veinte años. Ejemplos de esto son, entre otros, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, la promoción de una cultura de paz y una ética civil por parte del Programa por la Paz, el desarrollo de una investigación comprensiva sobre el desarrollo de la violencia y la construcción del Estado desarrollada por CINEP, y el papel que han jugado distintos jesuitas en

30 Los jesuitas “vendieron la ‘Lechuga’ -reliquia colonial de oro macizo y cubierta de piedras preciosas- al

Banco de la República en 1985, y el producto de la transacción sirvió para organizar un fondo cuyos réditos

han financiado el Programa por la Paz, el cual inició labores en 1987. En los primeros 10 años de actividades

el programa financió cerca de 1.000 proyectos para fortalecer la sociedad civil, en particular en las zonas de

conflicto y áreas marginales” (Romero, 2001: 411).

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consolidar procesos organizativos como la Asamblea por la Paz y la Red de Universidades por la Paz.

La Iglesia ha promovido la paz concertadamente con otros Una última característica que queremos resaltar del aporte de la Iglesia Católica a la movilización por la paz ha sido la manera como ha hecho este trabajo concertadamente con otros actores, tanto de otras iglesias como de la sociedad civil y del Estado. La mitad de las acciones colectivas promovidas por la Iglesia se han hecho en asocio con otros actores sociales, mostrando la necesidad de construcción de consensos y de asociar fuerzas para promover las transformaciones necesarias para consolidar una paz duradera. Es claro que la Iglesia ha participado en distintos espacios de organización y construcción de consensos a favor de la paz, como es el caso de las mesas de trabajo por la paz, de distintas organizaciones como Redepaz y la Asamblea de la Sociedad Civil por la Paz, en campañas anuales como la Semana por la Paz, y en múltiples marchas y movilizaciones para protestar contra la violencia y demandar la paz en distintas regiones del país. Pero hay otro aporte a esta tarea colectiva que vale la pena resaltar. La Iglesia ha introducido el tema de la reconciliación en el debate por la paz que se adelanta en Colombia. Algunos sectores consideran que no es suficiente parar la guerra, aún si ello implica un real proceso de desmovilización de los actores armados y medidas para garantizar verdad, justicia y reparación a las víctimas; sostienen que si el país quiere una paz duradera es necesario también un proceso de reconciliación. Esto es defendido especialmente por sectores religiosos, y la Iglesia Católica ha insistido en ello. Para ellos, la paz y la reconciliación son dones de Dios, recibidos a través de Cristo Resucitado,31 quien nos invita a andar la senda de reconstruir la relación con el agresor, lo que normalmente implica una dosis de perdón. Pero esto puede entrar en tensión con las demandas de justicia. “La mejor manera de resolver la tensión entre justicia y reconciliación es con las víctimas. Devolver la dignidad a las víctimas es un asunto clave para la justicia en una sociedad en conflicto, como lo es el dar una oportunidad a los responsables de las atrocidades de reconquistar su dignidad” (Henao, 2005: 8/9).

A manera de conclusión Colombia ha tenido una significativa movilización por la paz, particularmente en los años noventa y en lo que va del nuevo siglo. Es una movilización que muestra la necesidad que siente la sociedad colombiana de encontrar alternativas al conflicto armado y poder avanzar en la construcción de una paz sostenible. El aporte de la Iglesia Católica ha sido significativo en este esfuerzo colectivo, tanto por el alcance de la tarea realizada como por la cobertura geográfica alcanzada. La Iglesia ha sido uno de los líderes de dicha movilización, aportando a la

31 Mons. Leonardo Gómez Serna, entrevista publicada en Sandoval, 2004, Vol. 2: 48; y Mons. Héctor Fabio

Henao (2005: 3).

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configuración de un repertorio de acciones por la paz, a la consolidación de una infraestructura organizativa y al desarrollo de un discurso por la paz que no deje de lado el tema de la reconciliación. La Iglesia Católica colombiana tiene el reto de mantener hacia el futuro de manera consistente este esfuerzo por la paz, buscando resolver positivamente las tensiones y dilemas que se presentan en dicha apuesta colectiva.

BIBLIOGRAFÍA

Comisión de Conciliación Nacional (1998) Hacia la Estructuración de una Política Nacional Permanente de Paz – Aportes para el debate. Bogotá: Editorial Kimpress.

García Durán, Mauricio (1992) De la Uribe a Tlaxcala – Procesos de Paz. Bogotá:

CINEP. ________ (2001) ‘Veinte Años Buscando una Salida Negociada: Aproximación a la

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BASES DE DATOS: Datapaz: Base de datos de Acciones Colectivas por la Paz, 1978-2006, CINEP.

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Construcción de la paz en escenarios urbanos con alt os índices de violencia: procesos de paz con bandas y pandilla s juveniles en Colombia 32 Fernando Sarmiento Santander Introducción La situación de violencia urbana en Colombia se presenta como el cruce de los conflictos más profundos en el orden político, económico y social que hemos vivido. Tal situación se enmarca en las relaciones entre el estado y la sociedad civil, en donde en los niveles más locales se presentan vacíos de legitimidad y ejercicios de poder que instauran ordenes de violencia y justicia privada, expresando de este modo el gran faltante en la sociedad colombiana: espacios públicos para la tramitación de los conflictos. La búsqueda de la paz en contextos de violencia urbana suscita una reflexión sobre las particularidades en el tipo de actores involucrados y el repertorio de las acciones. Diferenciar los procesos de construcción de la paz en contextos rurales y urbanos es un tema que no se ha observado con mayor atención, por lo cual vale la pena hacer un ejercicio al respecto para considerar los primeros elementos en este sentido. Uno de los procesos netamente urbanos son las experiencias de acercamiento, acuerdos y reinserción de jóvenes de bandas y pandillas. En este tipo de procesos encontramos planteamientos de políticas de paz ciudadana, que favorecen la participación pública y la restauración de las relaciones entre lo social y lo político en lo local. La presentación contempla los siguientes cuatro aspectos: en un primer momento, una mirada histórica sobre la dinámica de violencia y paz, y cómo allí fueron surgiendo y transformándose las expresiones de la movilización por la paz en Colombia; en segundo lugar, algunas precisiones sobre la configuración de la violencia urbana y la relación de esta con la problemática de juventud; tercero, la presentación de un par de elementos que nos permitirán avanzar en la construcción de un concepto de violencia urbana en el país; finalmente, la presentación de algunas características de las iniciativas de paz con jóvenes de bandas y pandillas en ciudades capitales de Colombia. 32 Documento síntesis de la ponencia preparada para el seminario “Construcción de Paz en culturas con Violencia”, convocado por el Servicio Jesuita

a Refugiados (SJR)32. Santo Domingo, República Dominicana, julio 11 a 14 de 2006

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1. Dinámica global de violencia y paz en Colombia 1978 – 2005 En Colombia, la movilización por la paz es una expresión de coincidencia social en el propósito de buscar alternativas a las distintas formas de conflicto; una de las expresiones del conflicto que más ha generado movilización por la paz es la violencia, especialmente la derivada de la confrontación armada. Son situaciones reales que a diario se viven en los ámbitos rural y urbano. Es decir, los procesos de construcción de la paz no se dan en el vacío; responden a contextos conflictivos y de violencia concretos en las localidades.

En medio del largo conflicto armado que ha vivido el país y ante la profundización de los conflictos sociales y la violencia, se ha visto el surgimiento y crecimiento de iniciativas encaminadas a la búsqueda de la paz desde los diversos sectores sociales, especialmente desde comienzos de los años 90. Demos una mirada a la dinámica de la movilización por la paz, retomando los antecedentes de esta amplia movilización y la situación actual de la misma; para ello tenemos una retrospectiva histórica de 25 años que podemos analizar en los siguientes cuatro períodos33:

a. Período 1978 - 1985: Antecedentes de la moviliza ción por la paz

Hacia finales de los años 70 y comienzos de los 80, eran muy tenues las expresiones a favor de la paz; apenas se oían voces desde las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos o de los líderes sociales afectados por la violencia o la represión política del gobierno de Julio César Turbay durante aquellos años (78-82). Posteriormente, en un clima favorecido por las negociaciones entre la insurgencia (guerrillas del PRT, del EPL y del Quintín Lame) y el gobierno de Belisario Betancur (82-86), el tema de la paz entró a ser parte del vocabulario político, e incluso la población se expresaba públicamente a favor de la paz; fue una época en que las calles de las ciudades y los poblados fueron pintadas de palomas. Volviendo la mirada a esta parte de la historia, podemos ver que a través de tales expresiones culturales y en especial la posibilidad de poner fin al largo conflicto armado, el anhelo de la paz fue calando hondo en la opinión pública nacional; seguramente en lo amplio de los sectores sociales el asunto de la paz no tenía mucho contenido ni fuerza de movilización, pero si empezó a ser parte de la vida nacional, que luego se fue reforzando y fue ganando nuevas dimensiones sociales, políticas y culturales.

33 Períodos tomados del artículo “Movilización por la paz en Colombia 1978-2002”. Fernández Carlos, García

Durán, Mauricio y Sarmiento Santander, Fernando. En Controversia-Accord, Número Extraordinario. Bogotá,

Colombia, febrero 2004.

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b. Período 1986 - 1992: Activación de la movilizac ión

Hacia la segunda mitad de los años 80 las esperanzas de negociación con la insurgencia se fueron afianzando gracias a la continuidad de los procesos durante el período de Virgilio Barco (86-90) y el logro de los acuerdos con la guerrilla del M-19. Este ánimo contrastaba con la aparición del paramilitarismo, que hizo más complejo el conflicto armado en el país, especialmente en las regiones. Las guerrillas desmovilizadas entraron a jugar como fuerzas políticas en el proceso constituyente que se inició hacia finales de los 80 y que culminó en 1991 con la firma de la nueva Constitución Política. La esperanza se centraba en crear las condiciones sociales y políticas favorables al logro de la paz. En medio de este clima de apertura política, los ánimos sociales por la paz se fueron acrecentando; incluso algunas otras guerrillas culminaron sus procesos de desmovilización. La firma de la nueva Constitución creó un clima favorable a la participación política y al reconocimiento de la multiculturalidad colombiana; este clima favoreció la creación de organizaciones que trabajaban por la paz. Este dinamismo social a favor de la paz encontró alicientes en medio de la difícil situación social y económica generada por la política de guerra integral contra las guerrillas de las FARC y el ELN que no se desmovilizaron en los procesos anteriores, por las medidas de la apertura económica durante el gobierno de César Gaviria (90-94) y el fortalecimiento del paramilitarismo en varias regiones. Amplios sectores sociales se vieron afectados en este contexto, con lo que la paz fue ganando contenido y dimensión a nivel social, político, cultural y económico.

c. Período 1993 - 1999: Organización y grandes movi lizaciones por la paz

Esta compleja situación, combinación de violencias y conflictos sociales, hizo que se ampliara el abanico de sectores interesados en el logro de la paz. Se empezó a hablar de una paz con justicia social, para superar el conflicto armado y transformar las causas estructurales que lo alimentaban. Los años 90 fue entonces la década en que las manifestaciones públicas, las discusiones temáticas sobre la agenda para la paz y la articulación de organizaciones logró las cotas más altas. Expresiones como la creación de Redepaz, la Comisión de Conciliación Nacional, la Asamblea Permanente por la Paz, las Marchas del No Más contra el secuestro, el Mandato de los Niños y Mandato Ciudadano por la Paz, los Vía crucis Nacionales, etc. fueron la evidencia de las dimensiones sociales, políticas y culturales que la paz había logrado en el país. La misma crisis de gobernabilidad durante el período de Ernesto Samper (94-98), que no permitió avanzar en materia social y limitó las posibilidades de negociación con la insurgencia fueron clima de fortalecimiento para la movilización por la paz; en este período presidencial, buscando sostener un clima favorable a la paz, se creó por decreto oficial el Consejo Nacional de Paz y además Colombia adhirió el Protocolo II de Ginebra referente al Derecho Internacional Humanitario. Estos hechos ayudaron a acrecentar el ánimo social a favor de la paz.

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d. Período 2000 - 2005: Crisis de las expresiones n acionales y fortalecimiento de las locales

La esperanza puesta en las promesas del gobierno Andrés Pastrana (98-02) para avanzar en el tema de la paz encontró su gran frustración en la llegada del nuevo milenio, cuando se interrumpieron las negociaciones en la zona de despeje del Caguán. Empezando el conteo de los años dos mil el país ve cómo la crisis social y el conflicto armado se sostienen. Es curioso constatar que el comportamiento de la movilización por la paz cambia en los comienzos del nuevo milenio; el rompimiento de las negociaciones no tuvo como efecto el incremento de la movilización social por la paz, por lo contrario, tales expresiones continuaron disminuyendo numéricamente. Lo que si surge con fuerza, y ya desde finales de los años 90 lo veníamos notando, son las acciones y las miles de iniciativas por la paz en los ámbitos locales y regionales.

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La llegada del gobierno de Álvaro Uribe Vélez en el año 2002 significó a su vez la apertura de negociaciones con los grupos paramilitares; normalmente habíamos notado que durante un proceso de negociaciones las movilizaciones por la paz disminuían, como fue el caso del período de Pastrana, pero en el caso de Uribe,

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vemos que aún en medio de las negociaciones con los paramilitares las movilizaciones por la paz fueron aumentando, pero esta vez desde las regiones, más que desde las expresiones nacionales, como sucedió durante los años 90.

En términos de la movilización por la paz vemos que todo este acumulado de iniciativas a nivel local, regional e incluso nacional son un gran potencial para avanzar en la construcción de la paz en medio del conflicto; se trata de una gran riqueza social, política y cultural; son iniciativas que desde muchos ángulos y experticias trabajan por el logro de la paz: experiencias de educación, experiencias de participación política, de formación de cultura, de modelos económicos alternativos, de articulación y trabajo en alianzas, de resistencia civil; son experiencias en las que participan sectores sociales, entidades de gobierno y comunidad internacional: mujeres, jóvenes, indígenas, campesinos, empresarios, trabajadores, pobladores, funcionarios de gobierno, delegados internacionales, académicos, comunicadores, etc. De este largo proceso histórico en nuestro país podemos constatar que la búsqueda de la paz responde o emerge como contrapeso a los distintos niveles del conflicto (ver mapa), sea éste en el orden político, económico, social e incluso cultural, que se da siempre de forma distinta en los contextos locales o nacionales. Es decir, la construcción o búsqueda de la paz se ha dado en medio de las distintas expresiones de los conflictos locales, regionales y nacionales. Las iniciativas de paz han respondido también de forma distinta a esos distintos conflictos.

2. Panorama global de la violencia urbana en ciudad es capitales colombianas

La violencia no es ajena a la ciudad. No le es por principio un fenómeno extraño, sino que por el contrario es el extremo reflejo de los conflictos que la habitan. Lo que si conocemos diferencialmente es la existencia de violencias ocultas y de violencias manifiestas en las calles y rincones de la ciudad. En el caso colombiano, la violencia urbana encarna el cruce de los grandes conflictos sociales, políticos, económicos y culturales que desde hace más de medio siglo enfrenta el país entero. Una de los aspectos más preocupantes de esta situación es la captación de la población juvenil por parte de los actores del conflicto armado, a fin de ponerlos al servicio de sus estrategias de expansión y dominación. Este fenómeno, que no es de ninguna manera reciente, los podemos caracterizar observando la dinámica de violencia en las grandes ciudades capitales, como Medellín, Barranquilla, Cali o Bogotá. En cada una de ellas encontramos particularidades y grandes coincidencias respecto al establecimiento del conflicto armado en los centros urbanos. Si bien durante las décadas de los 70 y 80 el conflicto se libraba

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principalmente en la Colombia rural, durante los años 90 se vivió el proceso de asentamiento y extensión del conflicto armado en la ciudad. Hoy en día las ciudades principales, al mismo tiempo que las zonas rurales, son territorio en disputa, son, guardando las características del conflicto armado en las ciudades del país, campos de batalla. Esta situación, a pesar de los procesos de desmovilización de paramilitares, no cambia del todo; cobra nuevos matices, pero se mantiene en la lógica de expansión y dominación. La gráfica que sigue nos muestra, comparando las estadísticas de Colombia con su ciudad capital, el sorprendente crecimiento del rango de violencia durante los últimos veinte años34; En Colombia, el número de homicidios casi se triplica respecto al promedio observado durante las décadas de los años 60 y 70. Los años 80 presenta un crecimiento constante hasta comienzos de los 90, cuando se observan una leve tendencia descendente, pero sin llegar al rango inferior de las primeras décadas. El caso de la capital es por fortuna distinto, donde vemos el constante descenso de los homicidios a partir del año 1993.

Contrastando las estadísticas nacionales con otros países, nos encontramos con la siguiente panorámica: a mediados de los años 90 Colombia ocupaba el primer lugar promedio de homicidios entre 1970 y 1994, con un total de 45 por cada 100 mil habitantes. Le seguían países como Jamaica, con 20, México con 18, Brasil

34 Martín, Gerard y Ceballos, Miguel. Bogotá, anatomía de una transformación. Políticas de seguridad

ciudadana 1995-2003. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2004.

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con 14 y Venezuela con 1035. Una proporción bastante preocupante, para un período en donde primaron las políticas de paz y seguridad ciudadana en los gobiernos desde mediados de los años 80, precisamente para hacer frente a la grave crisis de violencia que se vivía.

Tasa por mil habitantes de homicidios para varios p aíses (1974-1994)

País Tasa promedio de

homicidios 1970 - 1994 Rango Colombia 45 14-86 Jamaica 20 8-42 México 18 13-22 Brasil 14 8-22 Venezuela 10 7-15 Costa Rica 9 4-19 Estados Unidos

8 6-10

Chile 6 2-14 Argentina 5 3-9 Italia 4 2-7

Fuente: Faynzilber P. Et al. (1998) Pablo Ajnzylber, Daniel Lederman, Norman Loayza. Determinants of Crime Rates in Latin America and the World. An Empirical Assesment. The World Bank, Washington DC, 1998. Desde mediados de los años 70, fenómenos como el crecimiento de la economía ilegal de la droga, que fue generado por los grandes carteles, el fortalecimiento de grupos insurgentes, de criminalidad organizada, que incidieron sobre la aparición de fenómenos de pandillas, bandas y grupos sicariales, fueron configurando el panorama criminal que se presentó hacia mediados de los años 80, especialmente en las grandes ciudades. Las décadas de los 80 y 90 estuvieron marcadas en el país por la guerra de los carteles de la droga, que desataron fuertes olas de inseguridad en ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, principalmente. El fin de los carteles trajo como consecuencia la desarticulación de las redes de narcotraficantes y criminales en muchas regiones del país; este escenario contribuyó significativamente a que se dispararan de forma escandalosa los índices de criminalidad. Tal fenómeno fue acompañado por la aparición y fortalecimiento de grupos paramilitares y de autodefensa, que entraron a manejar el negocio de la droga y las redes de delincuencia en ciudades y regiones que habían estado bajo el control de los narcotraficantes. La aparición del paramilitarismo como fuerza contrainsurgente le dio un vuelco impresionante a la situación de violencia en el país. La disputa con la guerrilla de

35 Idem

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territorios estratégicos suscitó la extensión del paramilitarismo en la geografía nacional. La confrontación armada no fue propiamente la característica de este período, sino por el contrario el golpe a sectores de población en zonas que fueron del dominio tradicional de la insurgencia. Con ello, el desplazamiento fue el efecto más visible de esta modalidad de guerra contra la población civil. Tras un proceso de cerca de diez años, desde mediados de los años 90 hasta ahora, los paramilitares lograron la ocupación de regiones y desalojo de las guerrillas allí tradicionalmente instaladas, o en su defecto de zonas de tránsito de las mismas. En el proceso de expansión, las grandes ciudades fueron a su vez campo de disputa. Dos factores incidieron en el ingreso del paramilitarismo en los grandes centros urbanos; por una parte, la existencia en zonas populares y universidades públicas de milicias insurgentes que cumplían labor política con las bases sociales y labor logística para las operaciones de los frentes guerrilleros; por otra, la existencia de las antiguas redes del narcotráfico y organizaciones de criminales, que fueron cooptadas por el paramilitarismo en función de acción contrainsurgente y sostenimiento de negocios ilícitos. Es justamente en esta intersección en donde nos encontramos con la preocupación frente a la delincuencia juvenil, especialmente las bandas y pandillas juveniles, que se encontraron en el medio de la ofensiva paramilitar para ganar zonas de control de la insurgencia en las ciudades. Los sectores jóvenes de los barrios populares fueron siendo cooptados para la acción armada en el control de barrios y sectores de la ciudad; si en su momento trabajaron para la guerrilla, el ingreso del paramilitarismo en sus barrios significó el riesgo de muerte o de sumisión al nuevo jefe. Tal proceso intensificó la confrontación entre los mismos jóvenes, pues muchas bandas aliadas al paramilitarismo actuaron contra sus bandas enemigas con el respaldo del nuevo poder, o contra milicianos de la insurgencia. Hoy en día, a pesar de los procesos de desmovilización del paramilitarismo, nos encontramos con que los escenarios de violencia se han sostenido; los grupos de autodefensa se desmontaron parcialmente, conservando sus estructuras y mecanismos de control, tanto en zonas urbanas como rurales. La desmovilización paramilitar no es sinónimo de desarme; en un informe presentado públicamente el 1 de marzo de 2006, la OEA denuncia el resurgimiento o “rebrote” de grupos paramilitares que están “operando como antes de la desmovilización” y que “hostigan y extorsionan a la población civil”36. Este control solo es posible en la práctica y en el contexto de confrontación que vive el país mediante la intimidación de las armas. La desmovilización permitió que el paramilitarismo consolidara el control político y social, pero ejercido ahora desde la legitimidad que le ha otorgado el gobierno nacional mediante el proceso de negociación. La inseguridad y la violencia no ha disminuido ni en las zonas rurales ni en las urbanas; la política de exterminio sigue su curso, esta vez más abierta contra los sectores de 36 El Tiempo, 2006, 1 de marzo, p. 1-7

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oposición, e incluso bajo amenaza a toda opción política de izquierda o todo aquello que “huela a comunismo”, como lo expresan muchos de sus comunicados de amenaza contra la ONG nacionales.

3. Un concepto de violencia urbana en Colombia En principio no podemos desligar el tipo de enfoques para el análisis de la violencia ni de la cultura académica o institucional desde la cual se mira ni, obviamente, de las dinámicas mismas que ésta va mostrando en el tiempo. De este modo, revisando la documentación al respecto, nos encontramos con tres enfoques básicos de análisis: Un primer enfoque, que podemos llamar economicista; emergido de una cultura tecnocrática, predominante en los procesos de modernización de los estados y en las empresas privadas; en este enfoque prima la econometría de los datos para el diseño de las políticas públicas, por ejemplo; por lo general este enfoque recomienda medidas basadas en la focalización de los problemas y por lo general en los marcos de los planes de gobierno, que tienen sus limitaciones temporales. Un segundo enfoque, que podríamos denominar sociocultural; que ha sido desarrollado por académicos e investigadores en el núcleo de las ciencias sociales; podríamos agrupar aquí perspectivas psicológicas, antropológicas y sociológicas; su objeto es el comportamiento individual y colectivo de los sujetos en la sociedad; aquí cuentan con fuerza la factores culturales para la explicación de los fenómenos sociales. Este enfoque ha sido ampliamente desarrollado y aplicado en el campo social, a través de las ONG, fundaciones y profesionales en las distintas disciplinas que intervienen en esta área de acción. Un tercero, que ha venido cobrando fuerza para el diseño de planes de acción, podríamos denominarlo el enfoque político. Este enfoque centra su análisis en las relaciones de poder; propone la configuración de espacios para el ejercicio de la política y la resolución de los conflictos. Los enfoques no son, por supuesto, excluyentes entre sí, sino complementarios. Con la intención de proponer un concepto de violencia urbana para Colombia, se podrían recoger un par de perspectivas conceptuales, que nos podrían ayudar en la comprensión de este fenómeno. Conociendo un poco el proceso del conflicto en el país, la reflexión sobre la violencia en las ciudades se hace más complejo, en cuanto son múltiples los factores que en ella inciden y muchos los frentes de acción que requiere. Se podrían considerar cuatro asuntos, que son cruciales respecto al tema de la violencia urbana: el problema respecto a seguridad ciudadana, la crisis de los derechos humanos, los mecanismos para el control de lo político y social y, finalmente, la condición de vulnerabilidad económica y cultural en la sociedad. Estos temas, como se afirmaba al comienzo se relaciona

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con aquellas expresiones que son más visibles o aquellas que son ocultas, pero que subyacen a los conflictos de la ciudad. En este sentido, un primer esquema de comprensión lo podemos encontrar en el modelo del triangulo ABC planteado por Galtung37. Para este autor la violencia es el “metaconflicto”, es decir la expresión más caótica en y entre los seres humanos; afirma, incluso, que la guerra es un desastre creado por la acción humana. En otras palabras, expresadas por él mismo, “la violencia directa, física y/o verbal, es visible en forma de conductas. Pero la acción humana no nace de la nada, tiene raíces. Se indican dos: una cultura de violencia y una estructura que en sí misma es violenta por ser demasiado represiva, explotadora o alienadora; demasiado dura o demasiado laxa para el bienestar de la gente” (p.15).

¡Error!

Este diagrama nos permite comprender los modos como la violencia habita en las ciudades; no siempre se trata de una violencia manifiesta, directa, sino también de muchos factores que se cruzan en espacios concretos. Los homicidios, de hecho, son una expresión de la violencia directa; pero ¿cuáles son los factores de orden cultural y estructural que llevan a esta expresión visible de los conflictos? Seguramente la econometría nos ayuda a visibilizar la dimensión de la violencia a través de las estadísticas, pero esto no basta para avanzar en la comprensión de la complejidad del problema. Los aportes desde los análisis sociales y culturales nos pueden ayudar, sin duda, a buscar las causas en el modo de ser y comportase de la sociedad. Encontramos en los aportes desde los análisis políticos la comprensión de las estructuras, por ejemplo políticas o económicas, que subyacen a los distintos conflictos.

37 Galtung, Johan. Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos

visibles de la guerra y la violencia. Bakeas y Gernika Gogoratuz. 1998.

Violencia

cultural

Violencia

estructural

Violencia

directa

Visible

Invisible

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Uno de estos factores estructurales subyacentes, en el cual nos queremos centrar en este momento, es el modo como se ha dado la relación entre el estado y la sociedad civil, que enmarca el cruce de las diversas violencias en el país38. Este análisis nos permitirá plantear una definición propósitiva de la violencia urbana, en cuanto en Colombia hemos visto cómo ésta es punto de convergencia de las distintas conflictividades. Se dice una definición propósitiva en cuanto de ella podemos deducir propuestas posibles para superar la violencia. Desarrollando el punto, tomamos aquí los aportes del investigador del Cinep Fernán González, quien afirma que “toda violencia supone una concepción y un ejercicio del poder en distintos niveles, lo mismo que una determinada perspectiva del estado y de la relación subyacente entre lo privado y lo público” (p. 299). El grado extremo y perverso de un estado inexistente en las esferas locales se expresa en la no aceptación de un espacio de lo público para la resolución de los conflictos. Así, la incapacidad concebida del estado lleva a la adopción de formas privadas para ejercer la justicia.

La insurgencia y los grupos paramilitares han encarnado la presencia de formas de “estado” en sus zonas de control; en eso ha consistido la confrontación por el control territorial. Tal control es un control total sobre la vida de la sociedad; allí, de formas distintas, se decide sobre qué es lo moralmente aceptable, qué es lo políticamente admisible, cuál es el orden económico, cuál es el sistema de justicia, etc. Es el conjunto de las violencias no visibles que hacen parte de la concepción de la violencia urbana que se expresa en homicidios, masacres, limpieza social, desplazamiento, etc.

Se podría, entonces, concebir la violencia urbana como la manifestación del cruce de los conflictos estructurales y culturales que subyacen a la vida de la ciudad. La violencia urbana compromete, por tanto, la visión de la sociedad sobre las relaciones con el estado y con los grupos de poder, de los cuales hacen parte todos aquellos que ejercen formas de coerción en el nivel local, prescindiendo de la esfera institucional o pública o aprovechándose de ellas. El factor común a estas fuerzas de poder es la negación de los espacios de relación entre lo público y lo privado, entre el estado y la sociedad; o hacen que esas relaciones sean perversas o dominantes. Para el caso de la violencia urbana, vemos que esto se expresa con mayor fuerza en el nivel local, donde es más difusa la presencia del estado. Por el contrario, en las localidades, al interior de las ciudades, donde ha llegado el estado, generando espacios para tramitar los conflictos, se han dado procesos exitosos de disminución de la violencia. Este es el caso de las ciudades colombianas en donde se han realizado experiencias de negociación con bandas y

38 González González, Fernán, S.J. Visión política de las violencias urbanas. En Medellín: alternativas de

futuro. Presidencia de la República, Consejería Presidencial para Medellín y su Area Metropolitana. Medellín,

Colombia, 1992.

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pandillas juveniles, como un ejemplo a considerar desde el enfoque político de las relaciones que aquí se está trabajando.

4. Las experiencias de paz con jóvenes en contextos de violencia urbana

Lo que nos importa rescatar en esta presentación son los procesos que en distintas ciudades colombianas se están adelantando con los sectores de juventud, encaminados a prevenir situaciones de recurrencia a la confrontación y la violencia. Daremos una mirada a estos procesos, recogiendo sus características principales. Antes, derivado de lo anterior, una aproximación al concepto de paz desde el cual afrontar la violencia en contextos urbanos violentos.

a. Una visión de la paz en contextos de violencia u rbana Hemos considerado que la violencia urbana es el cruce de las distintas formas de los conflictos y que estos en su contexto particular, en este caso la ciudad, representan problemas, actores y procesos propios de la ciudad, sin que esto niegue la clara relación que tales conflictos tienen con los conflictos globales del país. En muchos casos, los conflictos globales adquieren formas propias en los contextos urbanos. Existen particularidades del conflicto urbano, la concepción de la paz debe responder, entonces, a tales retos de forma novedosa. La particularidad de la construcción de la paz en el contexto urbano se da en la particularidad del tipo de acciones apropiadas a las características de los conflictos que se presentan en la ciudad. La visión de la paz debe entender esas particularidades: las particularidades de los actores urbanos, de los contextos propios de los conflictos y sus procesos, para con ello plantear las acciones más pertinentes para su transformación. Pero la pregunta aquí es, ¿qué tipo de acciones? Para responder a esta cuestión nos podemos apoyar de nuevo en Galtung39, que propone formas de acción frente a las distintas formas de violencia. Tal perspectiva integral de la construcción de la paz es fundamental frente a los contextos de conflicto, que como hemos visto, nos muestran relaciones complejas entre sí. Galtung nos propone, frente a la violencia directa, la incidencia en las conductas de los actores de la violencia, en el sentido de avanzar hacia la reconstrucción de los daños y de las relaciones; de este modo, y de forma paralela, significa transformar las actitudes, lo cual requiere un trabajo sobre la concepciones culturales de las personas; este trabajo orientado a la búsqueda de la reconciliación, como actitud permanente; finalmente, sin olvidar las causas estructurales del conflicto y la violencia, generadora de las principales

39 Ver nota 7, p.10

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contradicciones, es necesario plantear acciones encaminadas hacia la resolución de los problemas estructurales generadores de la violencia. No es, claro está, una tarea sencilla, pero nos da pistas para saber en dónde se tienen que enfocar los esfuerzos si trabajamos desde una visión integral de la paz, que como la define Galtung es “la capacidad de manejar los conflictos con empatía, no violencia y creatividad” (p.18). Así, reconstrucción, reconciliación y resolución, las 3R, son tres tareas de fondo para la construcción de la paz en contextos de violencia urbana. Acometer con decisión este reto pone en consideración el asunto de los recursos con los que se cuenta para llevarlo a cabo. Es aquí donde, desde un enfoque de las relaciones, es importante pensar la acción en red, que es hoy en día un componente esencial para el trabajo por la paz. El trabajo con los otros, tanto en el sentido de la participación de los implicados o afectados, como desde las alianzas estratégicas para la gestión y manejo de los recursos, es un componente esencial en la visión del trabajo por la paz. Ciertamente una tarea así es imposible llevarla sin contar con los otros. Es desde otro ángulo, la comprensión o visión articulada de las acciones que son desarrolladas por las distintas organizaciones o instituciones. ¿Cómo unos y otros trabajan sobre cada uno de los procesos de las 3R y esos distintos trabajos se articulan para construir una paz integral y sostenible?

Reconciliación

A. Actitudes

Violencia

Cultural

Construcción de paz

Resolución

C. Contradicción

Violencia

estructural Violencia

directa

B. Conducta

Reconstrucción

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b. Iniciativas de negociación y paz con bandas y pa ndillas juveniles La fuente principal para realizar esta presentación de iniciativas de paz es la Base de Datos de Acciones Colectivas por la Paz en Colombia40; un instrumento para la sistematización de información con el que cuenta el Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP. En esta base datos se ha recogido información desde el año 1978 hasta la fecha. Aquí, los primeros registros relacionados con juventud y violencia urbana datan del año 1992. Veamos qué contiene esta información, estableciendo sus principales características. Una clave general de lectura es la relación existente entre estado y sociedad civil. Para el caso particular que vamos a ver, entendemos al estado como la institucionalidad pública en dos niveles: las instituciones de gobierno y la fuerza pública. Sociedad civil incluye pobladores urbanos, organizaciones no gubernamentales y organizaciones sociales. Esta clave es importante en cuanto es característica transversal, y particular, de las iniciativas locales y regionales de paz. En los procesos de negociación y paz con bandas y pandillas juveniles, al ser experiencias básicamente locales, encontramos favorablemente este mismo elemento. Una vez conocido el contexto general, nos aproximaremos entonces a esta dinámica de paz observando los siguientes factores: los actores participantes e impulsores de los procesos, el tipo de acciones que se realizan, con los principales motivos que generaron la acción y algunos aspectos sobre el tema del territorio:

Actores presentes en los procesos de paz: construyendo sujetos con futuro Entre los actores tenemos que distinguir dos niveles de compromiso respecto a las acciones realizadas; en el primer se encuentran los actores responsables de las acciones, o los actores que las convocaron por iniciativa propia o en conjunto con otros; en el segundo, la gama de actores que participaron en las acciones, sin tener ningún nivel de responsabilidad directa. En uno y otro nivel, es interesante constatar la diversidad de actores involucrados en estas iniciativas de paz. Es importante destacar en este punto el grado de interrelación entre alcaldías municipales, la Policía Nacional, la iglesia católica, los pobladores y las bandas y pandillas juveniles. El nivel de interrelación se puede observar en cuanto el 39% de las acciones realizadas han sido convocadas de manera conjunta por estos distintos actores. Dando una mirada global a estos niveles de convocatoria, podemos anotar que el liderazgo de las alcaldías municipales es claro y contundente; el 24% de las acciones han sido convocadas por este actor en las distintas ciudades. A su vez, al mirar la convocatoria en conjunto, son las bandas y pandillas juveniles, con el 23% de esta modalidad, las que ocupan el primer lugar, seguidos en igual proporción por la policía y, de nuevo, las alcaldías municipales, 40 DataPAZ-Cinep: http://www.cinep.org.co/datapaz.htm

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con el 12%. En esta misma forma de convocatoria, le siguen las iglesias y los pobladores urbanos, con el 9% cada una. Los más importante que nos ofrecen estas estadísticas es que el tema de la violencia urbana, en particular, el impulso de las iniciativas que conduzcan a la reincorporación de los jóvenes involucrados en la violencia y al mejoramiento de las condiciones de seguridad de las ciudades, es asumido desde las administraciones locales con un amplio criterio de participación de distintos sectores sociales. La gráfica que sigue nos muestra la gama y proporciones de convocatoria de los actores líderes de las experiencias. Vemos aquí, en primer lugar, que la región del Valle de Aburrá, esto es Medellín y municipios aledaños, es en donde encontramos el mayor número de procesos de paz con jóvenes vinculados con violencia urbana. Es en esta región, ciertamente, en donde se presenta una mayor gama de participación de los actores, tanto de manera individual como colectiva. Esta gráfica nos muestra también que los procesos en esta pequeña región han sido liderados especialmente por los gobiernos locales. Lo interesante de este proceso es su nivel de apertura a la participación, en especial cuando se trata de involucrar a los mismos jóvenes como líderes de los procesos de diálogo y negociación. El distrito capital, Bogotá, le sigue en gama de participación, dando en todo caso, preponderancia a las acciones conjuntas. Lo interesante de la capital, es que es la única experiencia en la que se han involucrado las organizaciones por la paz. El caso del suroccidente, que se refiere aquí en particular a la ciudad de Cali,

Nivel de convocatoria por regiones

0

5

10

15

20

25

30

Ban

das

y pa

ndill

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Pob

lado

res

urba

nos

Var

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conv

ocan

tes

VALLE DE ABURRA

SUR OCCIDENTE

DISTRITO CAPITAL

COSTA ATLANTICA

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presenta poca participación de sectores sociales, al igual que en la Costa Atlántica, en particular Barranquilla y Cartagena; los procesos han sido adelantados básicamente, y de manera conjunta, por la policía y los jóvenes pandilleros. Aspectos como estos nos hablan del carácter de los programas adoptados en las ciudades. Los procesos de mayor apertura a la participación han ganado en posibilidades de llegar a término y en efectividad respecto al cumplimiento de los acuerdos. Es de extrañar la baja participación de las organizaciones por la paz, que al parecer no se han involucrado con mayor decisión en el tema de la violencia urbana; más bien los pobladores y las organizaciones sociales locales e iglesias, que están más cercanas a las condiciones de inseguridad, se interesan, por obvias razones, en el impulso de procesos de paz con jóvenes de bandas y pandillas.

VARIOS CONVOCANTES REGION

Tipo de organización convocante

COSTA ATLANTIC

A DISTRITO CAPITAL

SUR OCCIDEN

TE VALLE DE ABURRA

Total general

Bandas y pandillas juveniles 3 3 8 14 Ejecutivo municipal 1 1 5 7 Fuerzas armadas y de policía 2 1 2 2 7 Iglesias 5 5 Pobladores urbanos 1 4 5 Ejecutivo nacional 1 2 3 Guerrillas 1 2 3 Organismos judiciales y de control 2 1 3 Organizaciones por la paz 3 3 ONG y Fundaciones 1 1 2 Desmovilizados 1 1 Entidades descentralizadas 1 1 Instituciones educativas 1 1 ONG de DDHH y DIH 1 1 ONG y agencias de cooperación 1 1 Profesionales 1 1 Total general 4 11 7 36 58

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El tipo de acciones realizadas: una apuesta por la vida Un segundo aspecto que es interesante observar en la base de datos es el tipo de acciones que se han realizado en torno a los procesos de paz con estos sectores de juventud. Encontramos básicamente tres tipos de acción, orientados en tres objetivos complementarios. Hablamos de actos culturales, orientados a la sensibilización sobre los problemas de violencia e inseguridad; de campañas y acciones educativas, orientadas tanto a prevenir como a afianzar los procesos; y, claro está, los procesos de dialogo y negociación con bandas y pandillas en los distintos sectores de las ciudades. Este es un repertorio que se presenta de forma muy definida en las distintas regiones, como lo muestra la gráfica que sigue. Es interesante observar el sentido de la paz que se promueve con cada uno de estos tipos de acción. A través de los actos culturales se promueve el valor de la vida y los pobladores y jóvenes muestra con creatividad el deseo de la paz y la voluntad a mejorar las condiciones de seguridad. Las campañas y acciones educativas se enfocan a la promoción de la convivencia pacífica y tolerancia; estas acciones se esfuerzan por enseñar el respeto a los derechos humanos y la resolución pacífica de los conflictos: En ese marco de las acciones, las negociaciones y pactos son otra gran ocasión para celebrar y promover la paz; en muchas ocasiones los pactos son sellados en actos culturales y deportivos; se juegan partidos de fútbol entre bandas que eran enemigas, se realizan asados al aire libre, se ejecutan danzas u obras de teatro; actos todos en donde por lo general se ha hecho presente la comunidad, como testigo y avalador del pacto de paz entre los jóvenes. En algunos casos, se han elaborado monumentos con las armas fundidas, en memoria al acto de paz realizado. Los pactos, como se ha visto en estas experiencias, se han convertido en verdaderas fiestas y celebraciones comunitarias.

Repertorio de las acciones en las distintas regione s

0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50

Actos culturales y/o deportivos

Campañas o accioneseducativas

Diálogos y negociaciones

COSTA ATLANTICA

DISTRITO CAPITAL

SUR OCCIDENTE

VALLE DE ABURRA

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Generalmente los procesos de negociación han preparado programas de educación y capacitación, proyectos productivos y empleo para los jóvenes que se desmovilizan. Incluso, los procesos judiciales son discutidos con los jóvenes. Estos son procesos que se facilitan gracias a la participación y liderazgo de los sectores gubernamentales. Del mismo modo, la participación diversificada de sectores sociales favorecen la concreción de propuestas en varios sentidos: por ejemplo, proyectos de reconciliación y formación en valores, promovidos por sectores de iglesia y ONG, proyectos productivos, por la vinculación de algunas fundaciones y entidades locales de gobierno, mediante la financiación de este tipo de programas y los contactos con sectores empresariales. La tabla que sigue nos muestra la relación de las acciones con los motivos de las mismas. Aquí podemos deducir también el sentido de la paz que orienta este trabajo en las ciudades; vemos que el sentido y el propósito es claro, avanzar en el reintegro de los jóvenes a la vida civil; facilitar estos procesos y consolidar los compromisos a futuro, haciendo de la paz un asunto de seguridad y convivencia sostenible para las comunidades barriales:

Tipo General de Motivo

Categoría de la Acción Actos culturales y/o deportivos

Campañas o acciones educativas

Diálogos y negociaciones

Total general

Búsqueda de alternativas para la paz

1 1

Concertación y organización en apoyo a procesos de paz

1 1

Consolidación de acuerdos de paz

2 7 9

Debate y/o apoyo a procesos de paz/negociación

1 1

Impulso de diálogos o negociaciones locales y regionales de paz

34 34

Inseguridad y violencia generalizada

2 1 3

Presencia y accionar de un grupo guerrillero

1 1

Promoción de la paz 4 9 13 Total general 7 12 44 63

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Recogiendo un poco, y en torno a la visión de paz integral que hemos propuesto, se podrían anotar algunos elementos: Frente a la violencia directa: vemos que el trabajo con bandas y pandilla juveniles integra la perspectiva de la reconstrucción, en cuanto los diálogos y pactos de paz, buscan disminuir la violencia y la inseguridad en los barrios; los procesos han implicado transformación de actitudes agresivas sobre la comunidad y grupos enemigos. Frente a la violencia cultural: los trabajos de educación y las campañas contribuyen a crear conciencia y cambiar actitudes violentas y de intolerancia en las comunidades y entre los jóvenes mismos, más cuando son los mismos jóvenes quienes promueven tales procesos en conjunto con entidades de gobierno, iglesia y ONG. Por lo general, los pactos están orientados a avanzar en procesos de reconciliación entre grupos enemigos y con la comunidad, que es uno de los principales afectados de las guerras entre bandas y pandillas. Frente a la violencia estructural: este es un aspecto un poco más complejo; las políticas de paz de los municipios, en particular las relacionadas con el tema de bandas y pandillas juveniles, se han para facilitar los procesos de paz. Se relacionan con los temas de justicia, de recursos para programas y proyectos, unos enfocados al tema educativo para la prevención de la violencia y otros a temas posconflicto, como proyectos productivos, de capacitación, etc. Aunque no es un asunto fácil de abordar, en este trabajo se sostiene la tesis del positivo papel que cumplen los gobiernos locales al proponer espacios de diálogo y pacto con bandas y pandillas juveniles. Se trata de crear el lugar de lo público para la tramitación de los conflictos y en este sentido ganar legitimidad como estado en el nivel local. En estos espacios se gana a su vez en la relación entre sociedad civil y estado. Este es un elemento esencial para la construcción de paz, pues se avanza en la recurrencia a lo público, es decir los acuerdos, los pactos, para tramitar los conflictos. Muy seguramente el conflicto continúe o los grupos que pactaron no cumplan, como ha sucedido en muchos casos, pero lo importante es que se crea el recurso al diálogo, al espacio de la negociación. En ciudades como Medellín, Bogotá o Cali, se crea institucionalidad, se crean políticas y sobre todo, como el caso más sobresaliente en el Valle de Aburrá, se crea la tendencia a buscar el apoyo de las instituciones para resolver conflictos en las barriadas. Poco a poco se va ganando en este sentido, lo importante aquí es sostener la legitimidad; esto es, cumplir.

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El territorio también cuenta: dinámicas de articulación entre las ciudades Ya hemos observado que los procesos en Medellín y los municipios aledaños del Valle de Aburrá es donde se encuentra la mayor concentración de este tipo de iniciativas de negociación con bandas y pandillas juveniles. Es precisamente esta experiencia, junto con Bogotá, las que nos muestran una dinámica de trabajo mancomunado con los gobiernos locales de municipios cercanos. Esta forma de actuar resulta estratégico en ciudades de alta concentración e interconexión con situaciones sociales que trascienden sus propias fronteras territoriales. Un par de ideas al respecto. Las problemáticas sociales, políticas y económicas fluyen constantemente entre estos centros urbanos cercanos; se afectan mutuamente. Si bien la ciudad capital es el centro atractor de la economía, los servicios y la concentración administrativa, a manera de flujo, el contraflujo sobre las poblaciones aledañas se traduce en la profundización de los problemas sociales, replicando las mismas problemáticas que al ciudad encierra; así, problemas de violencia, inseguridad y delincuencia común es la constante de este tipo de relaciones territoriales. La generación de formas administrativas integradas intenta aunar recursos y conocimientos para atender este tipo de problemáticas complejas. De hecho, la problemáticas de bandas y pandillas juveniles es una experiencia que concreta este tipo de estrategias comunes entre los gobiernos locales; no son dinámicas ajenas entre sí, sino que por el contrario, son cada vez mayores las similitudes de las prácticas y los sustratos culturales y sociales que las motivan. Esto es, la lógica centro periferia ha generado flujos y reflujos entre las sociedades que ha llevado a la extensión de los problemas sociales; lo urbano, y sus problemas, se ha extendido a los perímetros de las principales ciudades. Conclusiones: Aprendizajes para la construcción de la paz en cont extos urbanos violentos Algunos aspectos conclusivos podríamos esbozar de los puntos tratados respecto a los procesos de paz con jóvenes inmersos en situaciones de violencia: 1. En primer lugar, estos procesos de paz debemos entenderlos en el marco de

una amplia movilización por la paz en Colombia, con lo cual se recogen experiencias ganadas y se plantean retos para las organizaciones por la paz que deben buscan una mayor inserción en la situaciones de violencia urbana.

2. Resulta interesante que en nivel local se ha ganado una mayor presencia del estado como generador de espacios de conciliación, en una política de participación y relación con sectores sociales y comprendiendo la cultura juvenil en las distintas ciudades.

3. En este mismo sentido, las políticas públicas de juventud deben apuntar orientarse a la atención de los factores culturales y estructurales de la

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violencia; tales políticas son más efectivas y realizables gracias a los procesos participativos de las comunidades locales.

4. La visión de la violencia urbana suscita una mejor y más amplia reflexión de la búsqueda de la paz en los contextos de grandes ciudades, en cuanto implica formas distintas de participación de sectores sociales y de repertorios de las acciones, además de la particularidad de las problemáticas en torno a los conflictos.

5. La paz es un proceso de largo plazo, y como tal exige apuestas claras y definidas frente a las particularidades de la violencia que debe afrontar. Se requiere del trabajo en red para ganar en capacidad de acción, apuntando a trabajar de manera integral sobre las expresiones de la violencia directa, cultural y estructural en el sentido de la búsqueda de la reconciliación, la reconstrucción y la resolución.