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La crisis de la razón ilustrada: el vitalismo de Nietzsche IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía 1 TEMA 11 LA CRISIS DE LA RAZÓN ILUSTRADA: EL VITALISMO DE NIETZSCHE ÍNDICE: 1. INTRODUCCIÓN. 2. CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO: 1.850-1900. 2.1 CONTEXTO ECONÓMICO-POLÍTICO. 2.2 CONTEXTO CULTURAL Y FILOSÓFICO. 2.3 INFLUENCIAS. 2.3.1 La influencia de Schopenhauer. 3. BIOGRAFÍA. 4. ETAPAS DE SU PENSAMIENTO. OBRAS. 4.1 INTRODUCCIÓN. 4.2 LA GENEALOGÍA COMO MÉTODO. 4.3 EL ESTILO AFORÍSTICO. 4.4 ETAPAS. 4.4.1 Período romántico: "filosofía de la noche". 4.4.2 Período ilustrado o positivista: "filosofía de la mañana". 4.4.3 Período del mensaje de Zaratustra: "filosofía del mediodía". 4.4.4 Período crítico: "filosofía del atardecer". 5. LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO: LA FILOSOFÍA COMO VISIÓN TRÁGICA DEL MUNDO. 5.1 ¿QUÉ ES LA REALIDAD Y CÓMO SE PUEDE CONOCER O "CAPTAR"? 5.2 LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO. 6. EL GIRO SOCRÁTICO DE LA FILOSOFÍA GRIEGA: EL HOMBRE INTUITIVO Y EL HOMBRE RACIONAL. 6.1 LA OPOSICIÓN ENTRE LO SOCRÁTICO Y LO DIONISÍACO. 6.2 ¿QUÉ ES LA VERDAD? 7. LA FILOSOFÍA DEL SER Y LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR. 7.1 LA FILOSOFÍA DEL SER: LA ONTOLOGÍA TRADICIONAL. 7.2 LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR: LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE. 7.3 CRÍTICA GENEALÓGICA DE LA FILOSOFÍA DEL SER. 7.3.1 Sócrates, Platón y la razón en la filosofía. 7.3.2 Dos errores graves en la filosofía. 7.3.3 Tesis contra la ilusoria distinción entre mundo verdadero y mundo aparente. . 8. LA MUERTE DE DIOS Y EL NIHILISMO. 8.1 LA MUERTE DE DIOS: SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN Y CONSECUENCIAS. 8.2 ORIGEN Y SENTIDO DEL NIHILISMO. 9. CRÍTICA A LA MORAL Y A LA RELIGIÓN: LA "FILOSOFÍA DEL MARTILLO" . 9.1 INTRODUCCIÓN: LA MORAL PLATÓNICO-CRISTIANA COMO "CONTRANATURALEZA". 9.2 CRÍTICA DE LA MORAL. EN TORNO A LO BUENO Y LO MALO: LA "MORAL DE LOS SEÑORES Y LA "MORAL DE LOS ESCLAVOS". 9.3 CRITICA DE LA RELIGIÓN. 10. LA INTERPRETACIÓN NIETZSCHEANA DE LA REALIDAD: LA "VOLUNTAD DE PODER" . 10.1 INTRODUCCIÓN.

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IES “La Fuensanta” Departamento de Filosofía

1

TEMA 11

LA CRISIS DE LA RAZÓN ILUSTRADA: EL VITALISMO DE NIETZSCHE

ÍNDICE:

1. INTRODUCCIÓN.

2. CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO: 1.850-1900.

2.1 CONTEXTO ECONÓMICO-POLÍTICO. 2.2 CONTEXTO CULTURAL Y FILOSÓFICO. 2.3 INFLUENCIAS.

2.3.1 La influencia de Schopenhauer.

3. BIOGRAFÍA.

4. ETAPAS DE SU PENSAMIENTO. OBRAS.

4.1 INTRODUCCIÓN. 4.2 LA GENEALOGÍA COMO MÉTODO. 4.3 EL ESTILO AFORÍSTICO. 4.4 ETAPAS.

4.4.1 Período romántico: "filosofía de la noche". 4.4.2 Período ilustrado o positivista: "filosofía de la mañana". 4.4.3 Período del mensaje de Zaratustra: "filosofía del mediodía". 4.4.4 Período crítico: "filosofía del atardecer".

5. LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO: LA FILOSOFÍA COMO VISIÓN TRÁGICA DEL MUNDO.

5.1 ¿QUÉ ES LA REALIDAD Y CÓMO SE PUEDE CONOCER O "CAPTAR"? 5.2 LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO.

6. EL GIRO SOCRÁTICO DE LA FILOSOFÍA GRIEGA: EL HOMBRE INTUITIVO Y EL HOMBRE

RACIONAL.

6.1 LA OPOSICIÓN ENTRE LO SOCRÁTICO Y LO DIONISÍACO. 6.2 ¿QUÉ ES LA VERDAD?

7. LA FILOSOFÍA DEL SER Y LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR.

7.1 LA FILOSOFÍA DEL SER: LA ONTOLOGÍA TRADICIONAL. 7.2 LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR: LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE. 7.3 CRÍTICA GENEALÓGICA DE LA FILOSOFÍA DEL SER.

7.3.1 Sócrates, Platón y la razón en la filosofía. 7.3.2 Dos errores graves en la filosofía. 7.3.3 Tesis contra la ilusoria distinción entre mundo verdadero y mundo aparente. .

8. LA MUERTE DE DIOS Y EL NIHILISMO.

8.1 LA MUERTE DE DIOS: SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN Y CONSECUENCIAS. 8.2 ORIGEN Y SENTIDO DEL NIHILISMO.

9. CRÍTICA A LA MORAL Y A LA RELIGIÓN: LA "FILOSOFÍA DEL MARTILLO" .

9.1 INTRODUCCIÓN: LA MORAL PLATÓNICO-CRISTIANA COMO "CONTRANATURALEZA". 9.2 CRÍTICA DE LA MORAL. EN TORNO A LO BUENO Y LO MALO: LA "MORAL DE LOS SEÑORES Y LA

"MORAL DE LOS ESCLAVOS". 9.3 CRITICA DE LA RELIGIÓN.

10. LA INTERPRETACIÓN NIETZSCHEANA DE LA REALIDAD: LA "VOLUNTAD DE PODER" .

10.1 INTRODUCCIÓN.

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10.2 LA VOLUNTAD DE PODER.

11. LA TRANSVALORACIÓN MORAL Y EL SUPERHOMBRE. 11.1 CONCEPCIÓN DEL SUPERHOMBRE: AFIRMACIÓN DE LA VIDA.

11.2. LAS TRES METAMORFOSIS DEL ESPÍRITU: EL ADVENIMIENTO DEL SUPERHOMBRE. 11.2.1 Primera: el espíritu se convierte en "camello". 11.2.2 Segunda: el camello se convierte en " león". 11.2.3 Tercera: el león se convierte en " niño".

12. EL ETERNO RETORNO.

13. VOCABULARIO BÁSICO DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE.

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1 INTRODUCCIÓN:

Frente al optimismo inicial y la fe en las posibilidades del modelo de razón

ilustrada, una parte de la filosofía contemporánea destaca aquellos aspectos también

presentes en el ser humano y que no se pueden dejar al margen (sus deseos, intereses,

pulsiones, etc.) Como consecuencia inmediata surgirán corrientes de pensamiento que

defenderán precisamente esos aspectos, tales como el irracionalismo, el vitalismo y el

historicismo. Estas corrientes, entre las que podemos encuadrar el pensamiento de

Nietzsche, tienen los siguientes rasgos característicos:

1) Reacción contra la metafísica hegeliana y el positivismo de Comte.

Es una reacción tanto contra el racionalismo idealista de Hegel como contra la

absolutización de la ciencia llevada a cabo por el positivismo de Comte, el cual elevó el

saber científico al rango de único saber válido.

2) Exaltación de la vida y de las fuerzas irracionales frente a la cultura.

Expresa una exaltación de la vida como forma de entender al ser humano y se

realiza una profunda crítica de los valores culturales, a los que se considera como

encubridores o directamente represores de los valores propiamente humanos.

3) Preferencia por el estilo ensayístico frente a la construcción de obras

sistemáticas.

Al escribir sus obras, más que a una exposición sistemática de ideas, recurren a la

exposición y el análisis de determinados temas con el apoyo de intuiciones, metáforas,

descripciones de corte literario, etc. Así, se apuesta más por la belleza descriptiva o por

la fuerza expresiva que por el rigor expositivo o sistemático. En este sentido, la obra de

Nietzsche es uno de los más claros exponentes de este nuevo talante, que acerca la

filosofía a la poesía y a la literatura, y a la inversa.

Así pues, en la segunda mitad del siglo XIX aparece un tipo de filosofía que

supone una crítica radical contra la cultura establecida. Nietzsche, la figura más

destacada de este movimiento, encarna también una reacción contra la tradición

intelectualista y religiosa de la cultura occidental que, según él, se había opuesto a la

vida y a los valores vitales desde el momento que se produjo la alianza entre el

“platonismo” y el cristianismo.

La “filosofía de la vida” defiende que las realidades vitales no se pueden

comprender con un método científico, como el usado en las ciencias empíricas. En el

plano ontológico, la vida es el sustrato fundamental de la realidad. En el plano

gnoseológico, el vitalismo de Nietzsche proclama un acercamiento más vital a la

realidad: sustituir el frío razonamiento por la vivencia e intuición de la realidad que

pretendemos conocer. En el ámbito de los valores, la vida se convierte también en el

valor fundamental y en el criterio de acuerdo con el cual se han de ordenar los demás.

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Por todas estas razones, la obra de Nietzsche es de una complejidad tan enorme,

que no nos permite acercarnos a ella sin producir en nosotros estados de ánimo y

sentimientos contrapuestos: admiración y condena, fascinación y repulsa, entusiasmo e

incredulidad. En realidad, no es un pensador al uso que se pueda encuadrar en la

tradición racionalista de la filosofía occidental. Ya fuera por provenir del campo de la

filología clásica, ya por su deliberada voluntad de expresarse a través de aforismos y sin

voluntad alguna de exponer su pensamiento de un modo sistemático, su filosofía

implica y apasiona al que se acerca a ella.

Ahora bien, por encima de las diversas interpretaciones que pueden hacerse de su

pensamiento y obra, es admirable la lucidez de sus análisis y la gran penetración de su

mirada para comprender los problemas más profundos de la psicología, de la moral y de

la metafísica de la cultura occidental. Y no es menos admirable la fuerte personalidad de

un hombre que fue capaz de criticar los valores supuestamente más elevados de nuestra

cultura y de mantenerse en una postura de rebeldía a pesar de encontrase prácticamente

solo y contra un ambiente que le era radicalmente hostil.

Y es que, aunque la actitud de sospecha y denuncia del carácter falsificador de las

construcciones culturales ya había estado presente en Marx, Nietzsche la llevó hasta sus

últimas consecuencias, al afirmar que la cultura occidental ha supuesto una negación de

la vida en cuanto que se opone a todo lo que es naturalidad, espontaneidad, libertad e

imaginación. Por ello, piensa Nietzsche que la metafísica tradicional, y la cultura

occidental en general, ha recorrido un camino equivocado, y que esa hostilidad contra la

vida es síntoma de su carácter decadente, de su temor inconfesado ante el carácter

irracional e imprevisible de la propia vida.

2 CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO: 1.850-1900.

Son años de profundas modificaciones, tanto en la estructura de la sociedad como del

mundo de las ideas.

2.1 Contexto económico-político.

Políticamente hablando, la historia europea del siglo XIX se despliega como un

juego de alianzas y enfrentamientos entre burgueses y obreros, que se unen contra la

monarquía para desbancarla del poder e impulsar una liberación económica, pero que se

enfrentan cuando artesanos y obreros exigen reformas democráticas que garanticen una

mayor igualdad política y económica.

La segunda mitad de este siglo comienza con el fracaso de las revoluciones de

1848, en las que confluyeron las reivindicaciones del liberalismo, del nacionalismo y las

luchas sociales. La decepción de los revolucionarios contempló cómo se desvanecían sus

aspiraciones independentistas y democráticas. Sin embargo, los principios nacionalistas,

liberales y socialistas habían enraizado en la sociedad europea y anunciaban la caída

definitiva del absolutismo del Antiguo Régimen. Así, al acabar el siglo XIX, muchos

Estados europeos habían desarrollado constituciones que consolidaban cambios políticos

democráticos.

En el caso concreto de Alemania, su unificación no había sido posible ni en 1830 ni

en 1848 a pesar de existir una lengua, una historia y una cultura comunes. Dos grandes

potencias, Prusia y Rusia, dividían los territorios alemanes después de las guerras contra

Napoleón. Así, el deseo de unidad proclamado por los intelectuales chocaba con el recelo

de las potencias europeas, temerosas de un gran Estado alemán.

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La unificación efectiva de Alemania fue promovida por Bismarck (1815-1898),

primer ministro de Prusia, tras lograr vencer la oposición austríaca a este proyecto.

Después de formar un poderoso ejército y constituirse Alemania en una nación, el mapa

político europeo quedó bastante modificado, ya que Alemania se había convertido en una

gran potencia continental a costa de Austria y de Francia (a las que venció militarmente),

mientras que Gran Bretaña se dedicaba a su expansión colonial.

El proceso de unificación alemana, mezcla de nacionalismo liberal y de centralismo

político, dio lugar a un extraordinario desarrollo económico y a un cambio en la estructura

social, acompañado por la transformación de las instituciones educativas. El organizado y

rígido Estado alemán formó a una clase eficiente de funcionarios y ciudadanos honestos,

trabajadores y respetuosos de las leyes. Pero, como contrapartida, el individuo y la libertad

de pensamiento parecían haberse sacrificado en aras del esplendor político y económico.

Desde el punto de vista económico, en las primeras décadas de la segunda mitad

del siglo los avances de la industrialización acrecentaron las diferencias entre los países de

la Europa oriental y mediterránea, estancados social y económicamente, y los países

industrializados: Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Piamonte y algunos Estados de la

Confederación Germánica.

Hacia 1870 se inician importantes transformaciones en el proceso de

industrialización que dan lugar a la llamada “segunda revolución industrial”. A la

expansión del ferrocarril, de las grandes industrias siderúrgicas y de la minería se une la

creación de compañías bursátiles que desarrollan el capitalismo financiero. Las nuevas

ramas industriales, como la química y la siderúrgica, que requieren fuertes inversiones de

capital, impulsan la concentración de capitales y la aparición de grandes empresas que

controlan las distintas ramas de la producción, cobrando también gran protagonismo la

banca. Se incorporan nuevos países al proceso industrial: Austria-Hungría, Italia, los países

escandinavos, Rusia, España, Japón y los Estados Unidos, que, a finales de siglo, superan a

Gran Bretaña en volumen de producción industrial.

Los avances de la industrialización fueron fruto de una estrecha relación entre el

desarrollo científico y el tecnológico. Se produce un impulso de la educación, en la que

se ve un factor de progreso social y económico. El domino colonial contribuyó, a su vez, al

desarrollo económico, permitiendo la creación de nuevos mercados para los productos y la

obtención barata de materias primas.

Por ello, el siglo XIX es el siglo de los inventos, ya que la alianza entre ciencia y

técnica produce unos profundos cambios en las condiciones de vida de los habitantes de

los países más desarrollados: iluminación de calles y casas gracias a la energía eléctrica

diseñada por Edison; invención del teléfono, telégrafo y radio, que transforman las

comunicaciones; utilización de nuevos materiales como el acero y el hormigón que

permiten la construcción de edificios de muchas plantas; descubrimiento de vacunas;

utilización de nuevas fuentes de energía como la electricidad, el gas o el petróleo, etc.

2.2 Contexto cultural y filosófico.

En el aspecto cultural, el siglo XIX refleja también una sucesión de cambios. En

primer lugar, la mentalidad positivista propia de la época encontró su reflejo en el mundo

del arte a través del realismo, corriente que pretende imitar el conocimiento científico al

intentar representar con la mayor objetividad posible la realidad humana a través de la

observación y la descripción. Así, las novelas de Víctor Hugo, Dickens y Dostoievski, o

las pinturas de Courbet y Millet reflejan tal pretensión.

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Pero también se va a reflejar en el ámbito artístico la crítica y deseos de ruptura

frente a una sociedad considerada decadente y defensora de unos valores artificiales y

antivitales. Así lo expresan las vanguardias, exaltando un modo de vida bohemio, que

constituye un reto a los valores de la burguesía dominante. Detrás de esa postura elitista y

provocadora, con la que muchos artistas pretenden hacer de su vida una obra de arte,

también se percibe una actitud escapista y una cierta desesperanza, como muestran

ejemplarmente, con su vida y obra, artistas como Rimbaud o Vincent Van Goch.

En las últimas décadas del siglo, el impresionismo se presenta como una corriente

que pretende ser fiel a la Naturaleza a través de sus estudios sobre la luz y el movimiento,

tratando de reflejar la fugacidad del instante, como harán Renoir, Degas o Monet en

pintura, y Débussy en la música.

Filosóficamente hablando, los cambios en la economía y en la sociedad que se

desarrollan durante la segunda mitad del siglo XIX provocan que los pensadores

reaccionen frente a la visión meramente teórica o especulativa, propia de la filosofía

anterior, y pretendan estar más cerca de la realidad, tanto social como humana.

En primer lugar, se extiende por Europa la mentalidad propia del positivismo,

corriente filosófica desarrollada por Augusto Comte, según la cual la humanidad se

encuentra en su grado máximo de desarrollo gracias a la ciencia y al pensamiento que toma

como referencia sólo los hechos objetivos.

En segundo lugar, el evolucionismo defendido por Charles Darwin (1809-1882) en

su obra El origen de las especies (1859) ofreció una explicación científica a la conciencia

del cambio y progreso dominantes en esta época, acabando con la imagen estática de la

realidad: las especies varían y se diversifican, apareciendo otras nuevas. La evolución de

los seres vivos se produce a través de la “lucha por la existencia” y la “selección natural”

aparece como un mecanismo despiadado que se alimenta del sufrimiento y de la muerte de

los más débiles.

Las ideas evolucionistas de Darwin causaron un gran impacto, tanto en el ámbito

científico como en el ámbito cultural. Así, el llamado “darwinismo social”, promovido por

Herbert Spencer (1820-1903) a partir de la publicación de su obra El origen del hombre

(1871), ampliaba a la esfera de la vida humana y social los principios evolucionistas que

Darwin había aplicado al ámbito biológico, justificando de paso la doctrina del liberalismo

económico. Desde esta perspectiva, la miseria en la que vivía el proletariado y las bolsas

de pobreza que estaba creando el colonialismo se consideraban como la expresión

necesaria de una ley natural, la de la competencia en el mercado, en la que los más aptos

para la supervivencia son los vencedores.

Aparece, sin embargo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX otra mentalidad,

abiertamente contraria a las tesis positivistas. Desde esta óptica, los cambios de la

sociedad, lejos de liberar al ser humano, ahogan y limitan su vida. Se abre camino una

concepción individualista del destino humano, sin caer en falsos consuelos. El individuo

tiene un valor absoluto frente a la sociedad, interesada sólo por la riqueza o el poder

político. Esta actitud ante la vida surge de la decepción que provoca una realidad social

que no ha permitido realizar plenamente los ideales liberadores de la Ilustración, y en la

que se ofrece una imagen teórica y falsa del mundo, pues las ideas han ido cediendo su

importancia ante el mayor peso de los factores puramente económicos y políticos.

En este contexto, muchos pensadores y artistas reivindican afrontar el sentido de su

existencia, entregándose a veces a una vida solitaria y hasta dolorosa, pero con el orgullo

de saberse dueños y artífices de sus vidas. Otros, como Sigmund Freud (1856-1939),

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critican el carácter represor de esa sociedad, que imponía prohibiciones y censuras que

impedían vivir de un modo equilibrado y empujaban a los individuos a conductas

neuróticas.

La filosofía alemana (la más cercana a Nietzsche) de la segunda mitad del siglo

XIX se lanzó también a la urgente tarea de salvar al individuo, defendiendo la creatividad,

la libertad y la vida frente al carácter negador del idealismo hegeliano y del positivismo

científico. Así, ni el idealismo, que legitimaba la concepción absoluta de un Estado

omnipotente, ni el positivismo, que dejaba en manos de la razón técnica, propia de la

ciencia, la organización social y el progreso de la humanidad, eran capaces de captar y

comprender el carácter peculiar de la vida humana.

Por ello, autores como Dilthey (1833-1911) plantean la necesidad de diferenciar las

ciencias naturales, que buscan la explicación de los fenómenos sometidos a las leyes de la

causalidad, de las ciencias del espíritu, que pretenden “comprender” el sentido de la vida

humana a partir de la propia historia de la humanidad. En este sentido, la filosofía de

Nietzsche es la que va a manifestar con mayor radicalidad la crítica a la razón idealista y

positivista así como la defensa de los valores propios de la vida.

En torno a esta defensa y reivindicación del carácter peculiar de la vida humana,

surge pues el vitalismo, que es la corriente filosófica en la que se puede encuadrar, no sin

matices, el pensamiento de Nietzsche. Fundamentalmente, esta corriente se caracteriza por

los siguientes rasgos:

a) Reacción contra la metafísica hegeliana y el cientificismo de Comte.

Es una reacción contra el racionalismo e idealismo de Hegel y la absolutización de la

ciencia llevada a cabo por el positivismo de Comte como única manera de entender el

mundo.

b) Exaltación de la vida y las fuerzas irracionales frente a la cultura.

Expresa una exaltación de la vida como forma de entender el ser humano y, desde esta

nueva óptica, se realiza una crítica de los valores culturales como encubridores de la

verdadera realidad en la que se desenvuelve el ser humano. En sus autores hay una

pluralidad de influencias, crítica a la religión, pensamiento evolucionista, etc.

c) Ensayos de estilo intuitivo frente a obras sistemáticas.

Al escribir sus obras, más que a una organización sistemática de las ideas, recurren a la

exposición y el análisis de determinados temas con el apoyo de una amplia cultura que

hace ganar en brillantez expresiva lo que se pierde en rigor sistemático. Se trata más del

desarrollo de intuiciones en forma de ensayos que de obras expositivas y sistemáticas.

2.3 Influencias.

En el pensamiento de Nietzsche, ejercen una influencia

notable el pensamiento de Schopenhauer, a través de su obra El

mundo como voluntad y representación -de tono pesimista- y el

pensamiento evolucionista de Darwin. Además, la cultura griega es

otra de las fuentes de las que beberá el pensamiento de Nietzsche,

pues, por su condición de filólogo, la conocía bastante bien y de ella

hará una valoración original que escandalizó a gran parte de sus

contemporáneos.

(En el apartado dedicado a las etapas del pensamiento de

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Nietzsche, expondremos con más detalle tales influencias).

A) LA INFLUENCIA DE SCHOPENHAUER.

Schopenhauer se consideraba a sí mismo como el único discípulo verdadero de

Kant, sostenía que el mundo en su apariencia fenoménica es esencialmente nuestra

representación de él, que nos viene dada por percepciones de los sentidos ordenadas según

las categorías de causalidad; pero, en su realidad más íntima, el mundo es voluntad de

vivir, ansia ciega y sin otra finalidad que procrear y perdurar en el ser. Por lo tanto,

considera lo irracional como algo que está por debajo de la razón, que es lo más

profundo y lo que nos fuerza a razonar.

Kant Schopenhauer

Fenómeno Representación (racional) Captada por los sentidos y categorizada por el

entendimiento.

Manifestación

Nóumeno Voluntad (irracional) Ansia ciega de vivir y perpetuarse

Pesimismo vital: muy influido por la filosofía oriental, de la que era buen conocedor,

sostiene que la existencia es deseo y dolor y que la única forma de liberación es suspender

todos los deseos, logrando así una especie de” nirvana” vacío. En realidad, lo que

Shopenhauer propone es la anulación de los deseos y el llegar a un estado de serenidad y

paz tales que la vida, en sus aspectos dolorosos, se reduzca a su mínima expresión.

Schopenhauer influirá en algunos temas del pensamiento nietzscheano como el de la

voluntad, la preponderancia de los instintos sobre la inteligencia, la importancia del arte y,

sobre todo, de la música, su consideración peyorativa de la mujer, la visión cíclica del

devenir y un pesimismo frente a la realidad contra el que reaccionará Nietzsche.

3 BIOGRAFÍA.

1844- día 15 de Octubre. Friedrich Wilhelm Nietzsche

nace en Röcken, ciudad alemana cercana a Leizpig. Su

padre y sus dos abuelos eran pastores protestantes.

1849- (5 años). Muere su padre y la familia -compuesta

por su madre, su hermana (dos años menor que él), una

abuela y dos tías- se traslada a Naumburgo, donde

realizó sus estudios primarios y secundarios, en un

ambiente familiar piadoso. De carácter serio y retraído,

cumplía sus obligaciones religiosas escrupulosamente y,

aunque aprendió a hablar bastante tarde, dio pronto

muestras de precocidad.

1858-64- (14-20 años). Continúa sus estudios en Pforta, y adquirió una sólida formación

humanística basada en el estudio de las lenguas y la cultura clásica, lo que le orientaría

hacia la filología. Era brillante en todas las materias excepto en matemáticas. Tenía gran

sensibilidad para la música, tocaba muy bien el piano.

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1864-(20 años). Pasa a la Universidad de Bonn a estudiar teología y filología clásica. Su

madre esperaba que, siguiendo la tradición familiar, también fuera pastor protestante, pero

Nietzsche se opone a esa idea.

1865- (21 años). Se traslada a la Universidad de Leizpig -siguiendo los pasos de su

profesor y helenista, Ritschl-. Es en esta época cuando lee El mundo como voluntad y

representación de Schopenhauer (1788-1861), que influirá en muchos aspectos de su

pensamiento. En febrero de este año se sitúa su discutida infección sifilítica.

1868- (24 años). En Marzo sufre una caída del caballo. También a ella se atribuye el

posible origen de sus dolencias posteriores. Conoce a Richard Wagner (1813-1883), al

que admiró durante algún tiempo por su espíritu libre. En los temas de su música (dioses

y héroes de la mitología germánica) veía el resurgir de los valores clásicos germánicos

frente al cristianismo. Con él y su mujer Cósima, hija de Liszt, mantuvo una estrecha

amistad durante unos años. Este mismo año y sin haber obtenido aún el título de Doctor,

es nombrado Catedrático Extraordinario de Filología Clásica en la Universidad de Basilea

(Suiza). Adquiere la nacionalidad suiza.

1870- (26 años). En Agosto se enrola voluntariamente como enfermero en la guerra

franco-prusiana. Enferma él mismo gravemente de disentería y faringitis diptérica y en

Octubre vuelve a Basilea.

1871- (27 años). Publica su primera obra importante El nacimiento de la tragedia, que

desagradó a los filólogos contemporáneos y Nietzsche empezó a perder prestigio entre sus

colegas, lo que repercutió en una disminución de alumnos. No obstante, siguió algún

tiempo en la enseñanza, aunque con licencias temporales por razones de salud. Desde los

doce años sufría fuertes dolores de cabeza, debido quizás a trastornos de la vista, lo que

dificultaba el trabajo de leer y escribir.

1873-76 (29-32 años). A partir de 1873 estos problemas se agravan impidiéndole un

trabajo regular y continuo. Publica las Consideraciones intempestivas, cuatro escritos en

los que critica la cultura alemana contemporánea. Empieza a decepcionarle la música de

Warner al comprobar como resurgen los temas cristianos más decadentes en sus óperas -

como en "Parsifal"- y hay en ellas un tono nacionalista. Romperá definitivamente con él

en 1878.

1879- (35 años). Por problemas de salud abandona definitivamente la enseñanza. A partir

de aquí su vida será la de un solitario vagabundo por Europa siempre en busca de la luz y

el sol, con la afición a la vida al aire libre. Sólo podía pensar paseando, y el aire libre será

también el símbolo de su filosofía. Vivirá de la pensión que le conceda la Universidad y

de las rentas del patrimonio familiar, pero siempre en estrechez, alojándose en pequeñas

pensiones, pasando frío. No puede ni beber ni fumar, por su estado de salud. Toma gran

cantidad de medicamentos. Irá de un lado para el otro, unas veces en la montaña, otras a

orillas del Mediterráneo. Sus amigos serán escasos pero selectos y con algunos mantendrá

vínculos permanentes. Entre ellos Peter Gast -músico-, Jacobo Burkhardt, Edwin Rohde -

historiadores-, Franz Overbeck -teólogo-, Freud , Rilke, Taine y Strindberg. La mujer que

más influyó en su vida fue, sin duda, su propia hermana Elisabeth, que vivió con él hasta

1882, año que se casó con Föster, un plantador negrero y antisemita con el que se marchó

a vivir al Paraguay, y al que Nietzsche no tiene ninguna simpatía. Estuvo interesado por

Cósima Wagner y enamorado de Lou Andreas Salomé, con la que llegó a tener una

excelente comunicación intelectual -era una mujer finlandesa muy inteligente e

independiente que será la que publique la primera biografía del filósofo-. Le pidió que se

casara con él pero ella lo rechazó, este fracaso sentimental aumentó su aislamiento, pues

también rompió definitivamente con ella.

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1878-1888- (34 a 44 años). Son los años en los que realizará toda su obra. Obra que, por

otra parte será muy poco conocida y poco leída hasta casi el momento de su muerte. A

fines de 1888 se encuentra en Turín y se muestra satisfecho de sus últimos escritos. Pasa

las horas tocando el piano y el compositor que más interpreta es Wagner. Está preparando

su obra Voluntad de Poder, que no terminó. Escribe extrañas cartas a sus amigos en las

que se identifica como “Dionisos” o como el mismo Dios. Llega a caerse en plena calle y

en

1889- (45 años). Lo ingresan en una clínica de Basilea en la que le diagnostican

reblandecimiento cerebral y parálisis progresiva. Su madre lo traslada a la clínica mental

de Jena donde permanece hasta

1890- (46 años) que es trasladado a casa de su madre en Naumburgo y, a la muerte de

ésta, a casa de su hermana en Weimar. La parálisis le impide toda comunicación.

1900- (56 años). Después de diez años de vida prácticamente vegetativa, sin poder hablar

ni llevar a cabo ningún otro tipo de actividad, muere de apoplejía el 25 de agosto.

4 ETAPAS DE SU PENSAMIENTO. OBRAS

4.1 Introducción.

La tarea filosófica que propone Nietzsche tiene dos vertientes:

a) Una vertiente negativa: de crítica de los principales conceptos de la religión, la

filosofía y la moral que tradicionalmente habían servido para explicar el mundo en la

cultura occidental.

b) Una vertiente positiva: el intento de comprensión y explicación de la vida como el

trasfondo profundo de lo que todo surge. Pero esta explicación, este desvelamiento de la

realidad oculta, para la cual Nietzsche utiliza como método la genealogía, no la hace a

través de una exposición sistemática de sus ideas, sino siguiendo el desarrollo de unos

temas que van surgiendo a lo largo de su obra, y entre los que pueden considerarse

fundamentales los de “la muerte de Dios”, el “superhombre”, la “voluntad de poder” y el

“eterno retorno”.

Se puede seguir el hilo del proceso de elaboración progresiva de sus ideas, de

forma que cada una de sus obras prefigura, en cierto modo, a la siguiente hasta llegar a lo

que él mismo considera una exposición completa de su pensamiento: Así habló

Zaratustra.

En las obras posteriores a ésta, la crítica a la cultura occidental se agudiza. Y se

pueden considerar como el desarrollo del aspecto más negativo de su filosofía.

4.2 La genealogía como método.

Con Nietzsche, la interpretación, concepto tomado de la filología, adquiere el valor

de herramienta filosófica. No se trata ya de determinar la verdad o falsedad de un

enunciado, sino de descubrir engaños o ilusiones, es decir, sospechar de lo que se nos

muestra o presenta como verdadero y reconocer las manifestaciones culturales como

símbolos de una realidad que requiere ser descubierta.

Pero, para realizar una interpretación, es necesario utilizar un método adecuado de

desciframiento. En Nietzsche, tal método es el resultado de una manera muy peculiar de

entender la psicología y consiste en prestar atención a la historia que está escondida tras los

conceptos, de forma que pongamos al descubierto el sentido profundo que los orienta. Así,

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el método para demostrar el carácter ilusorio de ciertas actitudes consiste en descubrir el

motivo psicológico de la ilusión, es decir, preguntar ¿por qué y quién dice tal cosa?, ¿qué

pretende cuando la dice?

Nietzsche interpretó que las actitudes filosóficas no son posiciones fieles o

transparentes del pensamiento ante la realidad, sino que son expresión de determinadas

preferencias o intereses. Descubrió de esta manera la importancia que tiene el valor como

fundamento de las diferentes concepciones del mundo y de la vida. Por eso, el método de

la sospecha es el método genealógico, que será el método que utilice con frecuencia, sobre

todo en sus últimas obras.

El método genealógico consiste, pues, en aplicar un análisis genético e histórico a la

evolución de los conceptos para percibir y poner de manifiesto lo que pasa inadvertido o

no se nos muestra claramente: los sentimientos, los instintos, los elementos o factores que

han intervenido en la configuración de algo. En Nietzsche, este método tiene dos

momentos inseparables: descubrir primero los presupuestos valorativos, es decir, la moral

implícita en un momento histórico determinado, para evaluar después dicho sistema de

valores. La genealogía busca a la vez “el valor del origen y el origen de los valores”. La

tarea del filósofo se resume, pues, en dos actitudes: interpretar y evaluar. Así, el filósofo

es una especie de “médico” capaz de descubrir los síntomas de cualquier construcción

cultural; y de “artista”, capaz de disponer de un punto de vista que le permita evaluar el

sistema de valores que estaba detrás de esa manifestación cultural.

En definitiva, se trata de explicar el origen psicológico de conceptos que

representan ideales culturales como derecho, verdad, santidad, etc. Nietzsche encuentra

que en casi todos los casos se puede explicar su origen desde lo contrario de lo que

expresan - por ejemplo, el derecho tendrá su origen en el provecho propio, la verdad en el

instinto de falsificación, de engaño, la santidad en un trasfondo poco santo de instintos y

rencores, etc.

4.3 El estilo aforístico.

Utilizado sobre todo a partir de su tercera etapa, consiste en frases o pequeños

párrafos que intentan transmitir una intuición casi siempre a través del análisis

psicológico o la metáfora, de forma similar a Heráclito. De hecho, la enfermedad ocular,

así como los trastornos nerviosos y gástricos, que serán también frecuentes, le impiden

escribir demasiado tiempo seguido.

Esta forma expresiva hace que su pensamiento tenga un carácter ambiguo, pudiendo

ser interpretado de varias formas. Pero, al mismo tiempo, lo dota de una belleza y de un

dinamismo tan originales que producen una fascinación inmediata, a veces incompatible

con la clara captación de sus intenciones y significado. Además, en muchas ocasiones,

Nietzsche utiliza un tono grandilocuente y casi profético, dando la impresión de ser el

único que ha captado una verdad que el resto ignora; hecho que puede también ser un

obstáculo para comprender lo que nos dice. Como muestra de aforismo, podemos citar los

siguientes:

- “El gusano pisado se enrosca. Eso es inteligente. Con ello reduce la

probabilidad de ser pisado de nuevo. En el lenguaje de la moral:

humildad”.

- “Mi suerte quiere que yo tenga que ser el primer hombre decente, que yo

me sepa en contradicción a la mendacidad de milenios… Yo soy el primero

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que ha descubierto la verdad, debido a que he sido el primero en sentir, en

oler, la mentira como mentira”.

- “Aborrezco tanto el seguir como el guiar.

¿Obedecer? ¡No!

¿Y mandar? ¡Jamás! ”

4.4 Etapas.

La filosofía de Nietzsche se oculta detrás de un lenguaje lleno de imágenes, de

aforismos, sin una conexión sistemática ni una secuencia lógica en la exposición de sus

ideas. Puede encontrarse, sin embargo, a lo largo de su pensamiento un núcleo común:

la recuperación de la vida como valor esencial y la inversión de los falsos valores

que la ahogan. El propio Nietzsche se refiere a las etapas de su filosofía como “pieles

de serpiente” que hay que abandonar o “máscaras” bajo las cuales se desarrolla su

pensamiento.

Por ello, vamos a exponer tales etapas de su pensamiento siguiendo las

indicaciones del propio Nietzsche y la división que ha realizado Eugen Fink en su obra

La filosofía de Nietzsche (Madrid: Alianza Editorial, 1982).

A) PERÍODO ROMÁNTICO: “FILOSOFÍA DE LA NOCHE”.

Es la época en la que se encuentra bajo la influencia de Schopenhauer y

Wagner, y también de la filosofía griega, de la que, como filólogo, ha llegado a ser un

profundo conocedor. La valoración que de ésta hace, y que mantendrá a lo largo de toda

su obra posterior, es muy positiva respecto de los presocráticos, a los que llama

filósofos trágicos, y en particular de Heráclito, con el que tiene algunas

concomitancias, y muy negativa respecto a Sócrates y a Platón, a los que considera los

destructores del pensamiento trágico.

Comprende tres obras importantes:

El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1871) Fue escrita como

homenaje a Ricardo Wagner, a quien la dedica y quien la tomará como un respaldo

teórico de su música. En estos momentos Nietzsche considera que la obra de este autor

tiene la misma categoría que la tragedia antigua. En ella realiza una comparación entre la

cultura griega presocrática y la posterior a Sócrates e inicia su crítica de la filosofía

socrática y platónica, a las que considera decadentes, al igual que la cultura alemana

contemporánea de la que, de momento, sólo se salva la música de Wagner. Aparecen

muchas de las ideas que desarrollará en sus escritos posteriores.

Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873, publicada póstumamente)

Nietzsche anticipa un tratamiento del problema de la verdad y la mentira no referido al

comportamiento consciente del ser humano, y por tanto a su sentido moral, sino al papel

que pueden jugar los conceptos y el mismo lenguaje al depender también de necesidades

profundas e inconscientes del ser humano. ¿De dónde surge la necesidad de hablar de LA

verdad?, ¿Por qué querer fijar nuestras opiniones, darles objetividad, realidad a través de

esa chincheta que es la verdad? Quizás lo que oculte tal concepto sea la búsqueda de la

imposición de nuestras creencias, nuestra inseguridad ante ellas...

Las consideraciones intempestivas (1873-74) Son una crítica de la cultura alemana

de su tiempo. Son cuatro y abordan temas distintos.

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B) PERÍODO ILUSTRADO O POSITIVISTA: “FILOSOFÍA DE LA MAÑANA”.

En este período se produce un giro crítico: se aparta de la influencia de

Schopenhauer y Wagner, despertando del sueño romántico y de su veneración de los

héroes, liberándose de influencias externas. Hay una clara ruptura con algunas de las

ideas que había desarrollado en el período anterior y marca una evolución que prepara

su pensamiento posterior.

En esta etapa predomina la influencia de Voltaire y de los ilustrados franceses.

Nietzsche acepta el rechazo positivista de la religión y la metafísica, que son sustituidas

por la ciencia como formas de explicación de la realidad.

Hay dos objetivos que se plantea Nietzsche a lo largo de su obra y que aparecen

aquí con fuerza:

1. Disolver la inmensa estructura abstracta de conceptos y categorías sin renunciar

a la metafísica -entendida ésta como el intento de dar respuesta a la pregunta ¿qué

es la realidad?-.

2. La idea de que la sabiduría, la filosofía debe situarse frente al sentido trágico e

irracional de la vida humana: le ha de mirar a la cara, sin argucias ni ficciones,

sin idealismos.

Se trata de desenmascarar lo que esconden los conceptos de la metafísica, la

religión, el arte y la moral, demostrar que tienen su origen en instintos y tendencias del

ser humano que casi siempre se pretenden ocultar.

Si en el período anterior, Nietzsche consideraba que la religión (entendida a la

manera griega), metafísica y arte eran superiores a las ciencias como medios para llegar al

fondo del mundo, ahora condena la metafísica, la religión y el arte. La ciencia, entendida

como reflexión crítica, pasa a ser el modo de acceso a la realidad más profunda. No hace

referencia a la ciencia positiva, utiliza el término en un sentido vago, como sinónimo de

actitud crítica.

Abarca tres obras importantes:

Humano, demasiado humano (1878-79) trata de demostrar que la experiencia y los

conocimientos humanos pueden ser explicados sin necesidad de supuestos metafísicos y

plantea la cuestión moral en la línea crítica en la que la desarrollará posteriormente.

Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales (1881). Desarrolla una crítica a

la moral en términos muy próximos a los que utilizará en su último período.

La Gaya ciencia (1882). Plantea por primera vez los temas del “Eterno retorno” y la

“muerte de Dios”. Crítica del idealismo y del cristianismo como ideología hostil a la

vida.

C) LA FILOSOFÍA DE ZARATUSTRA: “FILOSOFÍA DEL MEDIODÍA”.

Es el período fundamental de la filosofía de Nietzsche, ya que en él desarrolla sus

ideas más originales.

La obra básica de este período:

Así habló Zaratustra (1883-1885), es quizá su obra más poética, escrita además en

tono profético, como una nueva Biblia. También ha sido la más leída y quizás la peor

interpretada.

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Desde el punto de vista de la forma es también una obra difícil. Nietzsche usa como

recurso fundamental la metáfora, y no utiliza conceptos especulativos en la exposición de

sus ideas, sino imágenes, por lo que la obra puede situarse a mitad de camino entre la

poesía y la filosofía.

Se trata de un conjunto de varios discursos simbólicos unidos por una fábula. Cada parte

contiene una idea central: en el prólogo describe al superhombre y al último hombre. En

la primera parte trata la muerte de Dios, en la segunda parte la voluntad de poder y en la

tercera el eterno retorno, la cual, para Nietzsche, es la idea fundamental.

La fábula que sigue el argumento de la obra es la siguiente: Zaratustra se retira a la

montaña al cumplir los treinta años. Allí vive con la sola compañía de dos animales: el

águila, que simboliza el orgullo, y la serpiente, que simboliza la inteligencia. Alcanza allí

su sabiduría y decide bajar a predicarla a los hombres. A lo largo de su predicación sufre

distintas vicisitudes, Zaratustra va exponiendo sus ideas fundamentales.

D) PERIODO CRÍTICO: “FILOSOFÍA DEL ATARDECER”.

Las obras que siguieron a Así habló Zaratustra son las más críticas de todo el

pensamiento de Nietzsche. Vuelve sobre los temas de la segunda etapa, pero ahora, que

ya ha establecido su visión de las cosas, con una intencionalidad más definida: destruir la

visión tradicional para hacer posible el advenimiento de la suya propia. Es la “filosofía del

martillo”, que busca la transvaloración de todos los valores.

a) La filosofía del martillo: preparar el camino para el superhombre.

En ellas lleva a cabo lo que llama la "filosofía del martillo". Ataca duramente la filosofía

la religión y la moral tradicionales, pues considera necesaria la destrucción de éstas para

abrir caminos al proyecto creador de la existencia: tiene que destruir al hombre tal como

es para que pueda venir el superhombre, que es el ser que conoce la muerte de Dios, la

voluntad de poder y el eterno retorno.

b) La transvaloración de todos los valores.

Continúa aquí Nietzsche utilizando como método el desenmascaramiento psicológico:

descubrir qué se oculta tras los valores más asentados de la cultura occidental.

Para Nietzsche, lo que se considera objetividad de los valores no es más que una

proyección que el ser humano realiza, pero que luego olvida.

La vida humana es creación de valores, pero con frecuencia esto se desconoce y se acepta

lo que la vida misma ha creado como si viniera puesto desde fuera, y así se admite la

obligatoriedad de la ley moral, de lo que resulta una autoalienación del ser humano.

Nietzsche se propone eliminar el dogmatismo teórico de los valores, hacer ver cómo el ser

humano crea los valores. La transmutación de todos los valores supone una inversión del

sistema de valores dominantes que busca eliminar la autoalienación de la existencia, al

mostrar que, detrás de todos los sistemas de valores, se encuentra la vida, el juego de la

vida, la vida como voluntad de poder que gira, en eterno retorno, en el círculo del tiempo.

Atendiendo al contenido, hay sistemas de valores que son conformes a la esencia de la

vida y otros contrarios a ella (morales de la decadencia de la vida).

c) La vida como fuente de todos los valores: la voluntad de poder.

El rango de una moral se define, según Nietzsche, por la manera en la que se ajusta a la

voluntad de poder y hasta dónde reconoce a ésta como principio de la creación de valores.

Para Nietzsche, el problema de la moral es un problema de adecuación a la voluntad de

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poder, que es la esencia de la vida. La vida es, por lo tanto, el fundamento último de todos

los valores, éstos sólo existen en la medida en que la vida los dicta.

d) El nihilismo.

Así es descrita la situación de nuestro tiempo en la que se inicia el proceso de

autosuperación de los ideales filosóficos, religiosos y morales que había criticado en obras

anteriores.

Obras:

Más allá del bien y del mal (1886): Critica la filosofía, la religión y la moral.

Considera a los filósofos como hombres dirigidos por prejuicios morales inconfesados, a

los hombres religiosos como neuróticos y a los hombres morales como vengativos.

La genealogía de la moral (1887): crítica de los valores tradicionales de la cultura

occidental.

Crepúsculo de los ídolos (1888): crítica de la filosofía.

El Anticristo (1888): crítica a la religión y, en especial, a la moral cristiana.

Ecce homo (1888): su autobiografía.

La voluntad de poder es su última obra inacabada. Se publicó en 1901, pero ordenada

por los editores y no por el autor. Era su gran proyecto, en el cual retomaba los temas de

Así habló Zaratustra.

5 LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO: LA FILOSOFÍA COMO VISIÓN

TRÁGICA DEL MUNDO.

Se desarrolla en su obra El nacimiento de la tragedia, en la que parte de la

descripción de la cultura griega utilizando dos metáforas:

1. La contraposición entre lo apolíneo y lo dionisiaco.

2. La "visión trágica del mundo": el mundo como "juego trágico".

Se trata de responder a las siguientes preguntas:

1. ¿Podemos encontrar un modelo de cultura donde se produzca una comprensión

de la vida? (No una negación, una subyugación a ideales).

2. ¿Es posible una comprensión así de la realidad que nos proporcione un

"sentido"?, es decir, que nos muestre que la vida merece la pena ser vivida.

5.1 ¿Qué es la realidad y cómo se puede conocer o "captar"?

En esta primera obra, se esbozan temas fundamentales de la filosofía

nietzscheana:

1. La "vida" como fondo originario y profundo del que surge todo lo concreto e

individual (y cambiante). Mirando el fuego heraclíteo, con sus formas

individuales, cambiantes y efímeras, podemos intentar comprender la unidad

profunda de las cosas.

2. El "arte" como la mejor forma para interpretarlo, en lugar de la ciencia o la

filosofía.

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3. La "intuición" como método de comprensión de la "vida" que no puede ser

captada por la razón (no es posible la captación conceptual de la misma como

nos es posible bañarse dos veces en el río heraclíteo).

¿Qué es la realidad?:

La vida que se expresa como:

Fondo originario común:

Lo dionisiaco

Lo individual

Lo apolíneo

Modo de acceso o interpretación: El arte La ciencia, la filosofía

Modo de compresión: La intuición El concepto

5.2 Lo apolíneo y lo dionisiaco.

La cultura griega ha sido conducida por dos fuerzas estéticas que se combaten

mutuamente, pero que no pueden existir la una sin la otra (tal como los opuestos

heraclíteos). El punto culminante de la grandeza griega se sitúa en la tragedia, que

supone la fusión de estas dos fuerzas estéticas. Éstas son:

Fuerzas estéticas Lo "apolíneo" Lo "dionisiaco"

Religión de la que

procede:

Religión olímpica Religiones esotéricas: Misterios

de Eleusis y el orfismo

Divinidad en que se

inspira:

Apolo: es el dios de la belleza,

el sol, la luz.

Dionisos: es el dios de la

vegetación, espíritu de la savia

de las plantas y del jugo de los

frutos del vino y la fecundidad

animal. En su honor se celebran

orgías en los ritos de las

Bacantes. Es el dios Baco de los

romanos.

Representa: El orden, la medida, el límite, el

equilibrio, el control, la cultura

y la civilización. Los sueños.

El principio de individuación.

La desmesura, la embriaguez

mística, la aniquilación de la

conciencia personal, el flujo

profundo de la vida misma que

rompe barreras e ignora todas

las limitaciones. El descontrol,

el primitivismo y la naturaleza.

Refleja la unidad primordial de

todo por encima del principio de

individuación.

Arte arquetípico La escultura (límite, definida en

sus contornos).

La música (indefinida e

ilimitada).

En la tragedia

representada por

La escenificación (forma

escultórica).

El coro (la voz anónima del

destino, la vida, etc.).

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Ahora bien, ¿cómo surgió esta dualidad de lo “apolíneo” y lo “dionisíaco”?

Según Nietzsche, "el griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia, la

carencia de sentido simbolizada por la legendaria sabiduría del sátiro Isleño: “Lo mejor

de todo es totalmente inalcanzable: no haber nacido, no ser, ser nada; y lo mejor en

segundo lugar es morir pronto”.

Para poder vivir venciendo este doloroso saber (visión trágica de la existencia),

los griegos crearon los dioses olímpicos, viviendo la vida ellos mismos es como

justifican la vida humana. Éstos acentúan el principio de individuación frente al fondo

uniforme de la vida.

De esta manera, Apolo y la religión olímpica representan la forma primitiva de

superación de los poderes titánicos de la Moira (el destino) que doblegaba la existencia

de los seres humanos. Así, significa el límite, la armonía, el equilibrio pero en el ámbito

individual: el autodominio.

Pero en los griegos también hay una cierta pulsión de retorno, de regresar al

origen. De esta manera, Dionisos y las fiestas báquicas representan lo amoral, la

desmesura. Simbolizan la nostalgia y la regeneración mística de la primitiva comunión

entre los seres humanos y la naturaleza: el descontrol.

Para Nietzsche, el pueblo griego supo expresar admirablemente tales tendencias

en la tragedia, que ejemplifica, mejor que cualquier otra forma de arte, la verdadera

naturaleza de la realidad:

1. La tragedia como llave de comprensión. Lo trágico es un principio cósmico. El

mundo es un juego trágico (lucha entre Apolo y Dionisos) y la tragedia es la

llave de comprensión del mismo, revela la unidad de todo lo existente.

2. La sabiduría trágica: la lucha entre el fondo originario del cual todo emerge y

todo devora y el principio de individuación. La filosofía es sabiduría trágica: una

mirada que penetra en la lucha originaria de los principios antagónicos de Apolo

y Dionisos, visión de la batalla entre el fondo vital uniforme, que engendra todo

y devora todo, y el reino luminoso de las figuras estables, la lucha eterna entre

unidad e individualidad.

En definitiva, la visión trágica del mundo nos lo representa como una realidad

en la que vida y muerte, nacimiento y decadencia de lo finito se entrelazan, porque son

sólo aspectos de una y la misma ola de la vida, donde la vida, en su devenir, es el

resultado de la lucha, la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisiaco.

Nietzsche identifica a Dionisos como el fondo originario del mundo, la vida

misma, con la voluntad de Schopenhauer y, posteriormente, con "la voluntad de poder".

6 EL GIRO SOCRÁTICO DE LA FILOSOFÍA GRIEGA: EL HOMBRE

INTUITIVO Y EL HOMBRE RACIONAL.

6.1 La oposición entre lo socrático y lo dionisíaco.

A partir de 1.886, aproximadamente, Nietzsche reduce el antagonismo entre lo

apolíneo y lo dionisíaco a una unidad coherente, quedando lo apolíneo como un

momento de lo dionisíaco, y pasando a ser el socratismo el fenómeno contrapuesto a lo

dionisíaco.

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Le interesa más resaltar más otra oposición entre dos modos de intentar comprender

la realidad.

LO DIONISÍACO LO SOCRÁTICO

(Lo apolíneo + lo dionisíaco)

Con la racionalidad socrática llegará, según Nietzsche, la decadencia de la

cultura griega y de la auténtica filosofía y comienza la época de la razón y el hombre

teórico.

Para Nietzsche, esto es un gran error, pues supondrá sustituir:

a) la forma intuitiva de "comprensión" de la vida (la tragedia), por

b) la forma conceptual de "comprensión": el discurso racional, lógico, abstracto,

teórico.

Así, las oposiciones serían:

Lo dionisíaco Lo socrático

LA TRAGEDIA SÓCRATES / PLATÓN

Forma intuitiva Forma conceptual

Forma artística Forma científica

INTUICIÓN CONCEPTO

Con esta oposición, establecida por Nietzsche, entre la forma intuitiva (artística)

y la forma conceptual (racional) a la hora de comprender la realidad, nos situamos en la

teoría del conocimiento de Nietzsche y nos podemos preguntar: ¿cuál de estos dos

modos de comprensión capta mejor, de forma más íntegra, la vida? Nietzsche lo

desarrolla en su obra Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral.

Comienza describiendo los usos que podemos hacer del lenguaje y analizando el

valor que éste tiene según lo utilicemos:

1/ Las palabras se convierten en conceptos cuando adquieren un uso aplicable a una

pluralidad de individuos, cuando dejan de referirse a una experiencia singular.

2/ Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales, abandonando las

diferencias individuales (lo más real).

3/ El concepto es pues el residuo de una metáfora, que acaba tomándose como realidad

objetiva.

4/ El ser humano olvida (olvido inconsciente) de que es él quien ha creado los

conceptos.

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ANÁLISIS DEL VALOR Y EL USO DEL LENGUAJE

INTUICIÓN PALABRA CONCEPTO

(Ébano) (Ébano) (Ébano)

Metáfora (aparece como un

sortilegio que evoca una...

Esencia (residuo de una metáfora)

Experiencia única (que es la

apariencia)

Lo común (resultado de abstraer y

generalizar)

LO REAL ¿LO REAL?

Capta, comprende y expresa la vida:

de la forma más íntegra y completa

(rica) todo su contenido.

Es una expresión abstraída de la

vida (pobre) separada de todo lo

que tiene de individual y concreto.

La oposición es gnoseológica pero se fundamenta en un giro ontológico: lo real no

es la esencia (común) sino la apariencia (lo individual y concreto). Por el contrario,

Sócrates y Platón pretenden que aquello que esquematiza la vida vaciándola de contenidos

(los conceptos) sea la auténtica realidad, cuando sólo son productos convencionales,

invenciones humanas para poder comunicarnos, es decir, una forma de saber para prever y

conservar la existencia. Para Nietzsche, el intelecto humano es un recurso de los "seres

más infelices" y cumple la función de conservarlos en la existencia, pero, al mismo tiempo,

les hace engañarse sobre el valor de la existencia.

El concepto, la razón, permiten prever (establecer regularidades), lo cual ha sido

una gran ventaja evolutiva para el ser humano pero EL ERROR está en convertirlos en la

verdad (puede incluso estar bien el uso moderado de tales conceptos, pero no el abuso o su

identificación como lo verdaderamente real).

Así, el “miedo a la vida” nos puede provocar el querer refugiarnos en ellos, pero a

costa de renunciar a ella (la vida). Por ello, Nietzsche diferencia dos modos de acercarse a

la realidad, los cuales ejemplifica con las denominaciones de “hombre intuitivo” y

“hombre racional”.

OPOSICIÓN ENTRE EL HOMBRE INTUITIVO Y EL HOMBRE RACIONAL

HOMBRE INTUITIVO HOMBRE RACIONAL

Se preocupa de vivir Se preocupa de sobrevivir (existir)

Aun a costa de su propia supervivencia

(existencia)

Aun a costa de no "vivir" la vida, de

renunciar a ella.

Allí donde el hombre intuitivo (valiéndose de la intuición y, gracias al arte, puede

llegar a comprender la vida mejor que el científico) predomina, consigue configurar una

cultura y establecer un dominio del arte sobre la vida.

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Por el contrario, allí donde el hombre conceptual (guiado por los conceptos y las

abstracciones, no puede conocer las cosas como son) predomina, con sus instrumentos

sólo consigue conjurar la desgracia.

6.2 ¿Qué es la verdad?

Para Nietzsche, cuando las palabras se transforman en conceptos, se abandonan

las diferencias individuales para servir de instrumento de comunicación. El concepto

abstrae de un modo arbitrario las peculiaridades de las cosas para destacar lo común; sin

embargo, no es posible pensar, por ejemplo, en “la hoja”, sino en hojas concretas con

formas y colores determinados. Se produce así un segundo falseamiento: si la palabra

falseaba la intuición originaria de la que surgía, el concepto falsea a la palabra a la

que representa.

El error de la filosofía, desde Sócrates y Platón, es haberse olvidado de las

intuiciones como el origen de los conceptos y aceptar dogmáticamente que los

conceptos son lo que designa la realidad y no puras metáforas o imágenes de las

intuiciones de las que proceden. Ese olvido es el fundamento de la metafísica

tradicional, que considera lo abstracto y universal, lo inteligible, como lo único real y

verdadero.

Para Nietzsche, todo conocimiento es relativo: no conocemos ningún “hecho en

sí”, el mundo no tiene un sentido fundamental, sino muchísimos sentidos, y, por tanto,

de él se pueden hacer diversas interpretaciones. Por ello, el conocimiento es

perspectivismo, es decir, la convivencia de una pluralidad de perspectivas o

interpretaciones de la realidad, todas ellas válidas por ser imágenes de esa misma

realidad plural y cambiante.

De ahí que Nietzsche someta a crítica la “idea de verdad” establecida en la

filosofía occidental desde Sócrates y Platón; crítica que supone, a su vez, una negación

del valor vital de esa filosofía:

- LA VERDAD SEGÚN SÓCRATES/PLATÓN Y SEGÚN NIETZSCHE -

Sócrates y Platón Captar las ideas (eidos), conocer las esencias, lo real e

inmutable, lo universal.

Nietzsche Sólo significa comprender el significado convencional del uso

del concepto en una comunidad lingüística.

¿Qué es la verdad?

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias,

antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido

realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un

prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son

ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y

sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya

consideradas como monedas sino como metal.

El nacimiento de la tragedia, págs. 9-10

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La crisis de la razón ilustrada: el vitalismo de Nietzsche

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7 LA FILOSOFÍA DEL SER Y LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR.

Supone una crítica de la filosofía y, más concretamente, de la metafísica

tradicional. Se desarrolla en sus obras Humano, demasiado humano, Más allá del Bien y

del Mal, y, sobre todo, en El crepúsculo de los Ídolos.

7.1 La Filosofía del Ser: La ontología tradicional.

La ontología tradicional distingue entre:

El mundo Verdadero

de lo Permanente

captado por la Razón

El mundo Aparente

de lo Cambiante

mostrado por los Sentidos

Esta distinción tiene como consecuencia una forma de entender el Ser y el mundo

que conocemos por los sentidos:

1. Es una ontología estática porque considera al Ser como algo fijo e inmutable.

2. Por otra parte, ese Ser no se deja ver tal como es en realidad en este mundo, en

donde todo es apariencia y falsedad de los sentidos.

3. El Ser tiene un mundo propio.

Así, puesto que lo que conocemos de este mundo es irreal, debemos buscar en el

otro para estar así en posesión de la verdad. Según Nietzsche, ésta es la actitud propia

del filósofo dogmático, que se dedica a buscar, a "especular", por encima del

movimiento del mundo: lo que sea el ser del mundo no lo podemos estudiar en el

torbellino del ir y venir de esta vida, ya que ésta es, para el filósofo dogmático, la causa

del error.

Pero, para Nietzsche, la separación entre Ser real y Ser aparente es ya un juicio

valorativo sobre la vida, y concretamente, NEGATIVO, porque pone más peso específico

en el mundo de las ideas (de los conceptos, a los que se considera lo auténticamente

"real") que en el mundo de los sentidos (al que se considera irreal o aparente).

Nietzshe, aplicando su método genealógico, se propone poner al descubierto los

motivos psicológicos o valorativos de tal separación, peguntándose cuál es el trasfondo

oculto de las ideas de los filósofos. Para él, La Metafísica y la Ontología tradicionales se

basan en prejuicios de los filósofos contra la vida tales como el horror a la muerte, a la

vejez, al cambio, a la procreación, etc. Por ello, han inventado la ficción de la metafísica,

para escapar de la caducidad y dar a su existencia un significado estable e infinito.

7.2 La Filosofía del Devenir: La filosofía de Nietzsche.

Para Nietzsche, no hay ningún mundo de Ideas eternas, sólo existe el mundo

espacio-temporal que podemos percibir por los sentidos. Así pues, no existen tampoco un

mundo aparente y un mundo verdadero, sino el devenir constante del Ser -la vida-

creando y destruyendo el mundo. Por ello, nuestra obligación para con la vida es la de

negar absolutamente toda ontología que implique un menosprecio por la vida tal y como

ella es.

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7.3 Crítica genealógica de la Filosofía del Ser.

Nos centramos en dos capítulos de su obra El crepúsculo de los Ídolos: "El

problema de Sócrates" y "La razón en filosofía".

A) SÓCRATES, PLATÓN Y LA RAZÓN EN LA FILOSOFÍA.

Con Sócrates se inicia la decadencia de la cultura griega porque en él se suplanta la

seguridad de los instintos por la racionalidad. El resentimiento contra la vida queda

expresado en la ecuación socrática: "Razón = Virtud = Felicidad". Ello es así porque, para

Nietzsche, la felicidad es equivalente a instinto.

1 En todos los tiempos los sapientísimos han juzgado igual sobre la vida: no vale

nada... Siempre y en todas partes se ha oído de su boca el mismo tono, - un tono lleno

de duda, lleno de melancolía, lleno de cansancio de la vida, lleno de oposición a la vida.

Incluso Sócrates dijo al morir: «vivir - significa estar enfermo durante largo tiempo:

debo un gallo a Asclepio1 salvador». Incluso Sócrates estaba harto. - ¿Qué prueba esto?

¿Qué indica? - En otro tiempo se habría dicho (- ¡oh, se lo ha dicho, y bien alto, y

nuestros pesimistas los primeros!): «¡Aquí, en todo caso, algo tiene que ser verdadero!

El consensus sapientium [consenso de los sabios] prueba la verdad.» - ¿Continuaremos

nosotros hablando así hoy?, ¿nos es lícito hablar así? «Aquí, en todo caso, algo tiene que

estar enfermo» - es la respuesta que nosotros damos: ¡a esos sapientísimos de todos los

tiempos se los debería examinar de cerca primero! ¿Acaso es que ninguno de ellos se

sostenía ya firme sobre sus piernas?, ¿acaso es que eran hombres tardíos?, ¿que se

tambaleaban?, ¿décadents [decadentes]? ¿Acaso es que la sabiduría aparece en la tierra

como un cuervo, al que un tenue olor a carroña lo entusiasma?...

2 A mí mismo esta irreverencia de pensar que los grandes sabios son tipos

decadentes se me ocurrió por vez primera justo en un caso en que a ella se opone del

modo más enérgico el prejuicio docto e indocto: yo me di cuenta de que Sócrates y

Platón son síntomas de decaimiento, instrumentos de la disolución griega,

pseudogriegos, antigriegos (El nacimiento de la tragedia, 1872). Ese consensus

sapientium [consenso de los sabios] -esto lo he ido comprendiendo cada vez mejor - lo

que menos prueba es que tuvieran razón en aquello en que coincidían: prueba, antes

bien, que ellos mismos, esos sapientísimos, coincidían fisiológicamente en algo, para

adoptar - para tener que adoptar- una misma actitud negativa frente a la vida.

Crepúsculo de los ídolos, "El problema de Sócrates"

A su vez, Platón, quien considera que la idea suprema es la idea de Bien, inicia una

interpretación moral del Ser, sustituyendo la interpretación del mundo que hacían los

filósofos presocráticos, que estaba más cerca de la realidad, por otra en la que se excluye

todo lo dionisíaco, todo lo irracional, todo lo que se considera negativo.

Para Nietzsche, Platón fue “seducido” en su viaje a Egipto por los sacerdotes

egipcios, haciéndose extraño a la auténtica esencia helénica, al incluir en su propuesta

filosófica el moralismo y haberse atrevido a negar la realidad del tiempo.

B) DOS ERRORES GRAVES EN LA FILOSOFÍA.

1. Se ha despreciado la información de los sentidos, que nos muestran la

realidad como devenir:

1 La nota hace referencia a una cita tomada del Fedón 118 a de Platón. En Atenas era costumbre

ofrendar un gallo a Asclepio en agradecimiento por recobrar la salud.

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2 Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el

resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos

mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las

cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los

sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo como creía

él - no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, esto es

lo que introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la cosei-

dad, de la sustancia, de la duración... La «razón» es la causa de que nosotros falseemos

el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos

no mienten... Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción

vacía. El mundo «aparente» es el único: el «mundo verdadero» no es más que un

añadido mentiroso...

Crepúsculo de los ídolos, "La razón en la filosofía"

En la metafísica tradicional hay una infravaloración de la realidad de lo cambiante,

del devenir, y el consecuente rechazo del mundo real espacio-temporal, colocando en su

lugar un mundo imaginario, al que llaman “mundo verdadero”. Como consecuencia,

tenemos un desprestigio del conocimiento sensible.

2. Se han sobrevalorado los conceptos, que, siendo fruto de la razón, se han

tenido por realidades objetivas:

4 La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir

lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final - ¡por

desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir! - los «conceptos supremos», es decir, los

conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora.

(...) Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos

supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto - ninguno

de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui.(...) Con esto

tienen los filósofos su estupendo concepto «Dios»... Lo último, lo más tenue, lo más

vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente

realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales

de unos enfermos tejedores de telarañas! - ¡Y lo ha pagado caro!...

Crepúsculo de los ídolos, "La razón en la filosofía"

La filosofía se guía por los conceptos supremos y generalísimos, que son conceptos

vacíos, meras generalizaciones. Se han tomado por el auténtico Ser, además, aquellos de

máxima generalidad, que son los que están más vacíos, los que menos "carga vital"

poseen, menos realidad.

Para Nietzsche, la metafísica tradicional es el mundo al revés: no se ha de partir de

los conceptos, sino de intuiciones de lo sensible, de lo real y cambiante.

C) TESIS CONTRA LA ILUSORIA DISTINCIÓN ENTRE MUNDO VERDADERO Y

MUNDO APARENTE.

6 Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en

cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.

Primera tesis. Las razones por las que «este» mundo ha sido calificado de aparente

fundamentan, antes bien, su realidad, - otra especie distinta de realidad es absolutamente

indemostrable.

Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al «ser verdadero» de las

cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada, - a base de ponerlo en

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contradicción con el mundo real es como se ha construido el «mundo verdadero»: un

mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico- moral.

Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de «otro» mundo distinto de éste no tiene sentido,

presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empe-

queñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la

vida con la fantasmagoría de «otra» vida distinta de ésta, «mejor» que ésta.

Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo «verdadero» y en un mundo «aparente»,

ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un

cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence, - un síntoma de vida

descendente... El hecho de que él artista estime más la apariencia que la realidad no

constituye una objeción contra esta tesis. Pues «la apariencia» significa aquí la realidad

una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un

pesimista, - dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisía-

co...

Crepúsculo de los ídolos, "La razón en la filosofía"

Anotaciones a las tesis:

A la 1ª: El origen de las categorías y los conceptos está en la necesidad que tiene el ser

humano de sobrevivir en un mundo en donde todo es devenir. Estamos necesitados del

error de las categorías porque, gracias a ellas, el ser humano puede vivir con cierto

"reposo, seguridad y calma", haciéndole frente así al devenir constante del Ser.

A la 3ª: Inventar otro mundo no tiene sentido si no se pretende que sea mejor que éste que

pisamos; ahora bien, esto es propio del resentimiento de la vida.

A la 4ª: Es la necesidad de racionalizar lo imposible de racionalizar, a saber, el ser como

devenir, lo que nos obliga a inventar ficciones lógicas y modelos de conocimiento de tal

forma que nos permitan la estabilidad frente a lo que en sí es caos (en el sentido de que no

existen ni ley ni orden sobrenatural).

Se produce con Nietzsche una inversión ontológica:

Lo que hasta ahora se había considerado la apariencia (lo sensible, lo temporal, lo que

fluye en el devenir) es ahora lo real. Lo que hasta ahora se creía el verdadero Ser (lo

racional, lo intemporal, lo eterno, Dios) es sólo una invención del pensamiento.

En Nietzsche, se desmitifica la voluntad de verdad de los filósofos. El filósofo ha

de saber que la verdad es algo que tiene que ver con nuestros propios valores y nuestra

propia subjetividad. Por lo tanto, según Nietzsche, el filósofo, a partir de ahora, va a

defender que la verdad es subjetiva, afirmará su propia verdad, pero sin engañar a nadie.

8 LA MUERTE DE DIOS Y EL NIHILISMO.

8.1 La muerte de Dios: significado de la expresión y consecuencias.

Este tema es desarrollado por Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra. La

expresión " muerte de Dios" no debe entenderse en sentido literal, supone, más bien, la

muerte de los valores absolutos e implica la liberación de la idea de un más allá

trascendente, es decir, significa la supresión de la trascendencia de los valores, el

descubrimiento de que éstos son creaciones humanas.

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Con esta expresión, Nietzsche quiere reflejar que el mundo suprasensible, el

mundo del más allá, de las ideas, ha perdido la función orientadora que ejercía sobre

nuestras vidas. Por ello, Nietzsche también la utiliza para realizar una crítica radical de

la religión, la moral y la metafísica tradicionales, y, de paso, favorecer la liberación de

un gran peso que abruma al ser humano, el peso de la idea del más allá, de una

trascendencia objetiva.

Dios significa para Nietzsche:

1. Una determinada manera de concebir la realidad (ontología).

2. Una determinada moral que es hostil a la vida (a la que él opone lo que llama el

"sentido de la tierra"). Dios, para Nietzsche, es "el vampiro de la vida".

Nietzsche apunta la "muerte de Dios" como el acontecimiento más importante de

la época contemporánea. Él se siente testigo de este hecho decisivo. Desde el

Renacimiento, pasando por el Racionalismo hasta llegar al Idealismo y al

Romanticismo, observa cómo el pensamiento occidental va reduciendo paulatinamente

la realidad de Dios.

La experiencia de lo divino queda cada vez más limitada, pasando por una serie

de etapas en las que va perdiendo su poder e importancia. Así, términos como

"sustancia absoluta", "Idea", "Razón", "Naturaleza", "Humanidad", reflejan esa

progresiva devaluación del significado atribuido a Dios hasta que, por fin, Nietzsche

llega al final y se atreve a decretar "la muerte de Dios" como último progreso humano.

En realidad, no se hace otra cosa que constatar el creciente abandono de una visión

religiosa cristiana del mundo en la cultura europea desde el Renacimiento, lo que se

denomina la “secularización de la cultura”.

Este abandono se manifestó en la sustitución progresiva de la idea suprema de

Dios, como "sentido" del mundo, respaldo de la autoridad establecida, garante del orden

moral, etc. por otras ideas como la razón, el progreso, etc. Pero es preciso recordar que

"la muerte de Dios" supone la negación de todos los valores absolutos, valores que la

Ilustración dejó intactos, aunque secularizados. La desaparición de Dios no ha

provocado más que débiles temblores y su vacío ha sido urgentemente rellenado por un

nuevo dios dispensador de sentidos: la Razón.

Bajo síntomas diferentes, late el mismo mal: lo divino, lo esencial, o el Bien, han

sido reemplazados por el Estado, el progreso o el utilitarismo, pero:

"El hombre sigue siendo el asno que soporta obedientemente sus cargas, que abdica de

su libertad presente, que somete sus pasiones a la normativa institucional reorganizada

por el Estado y la Razón científica"

Así., lejos de una exaltación de la vida, el Estado establece nuevas verdades, que siguen

oprimiendo y anulando la libertad del ser humano.

Para Nietzsche, esta gran novedad en el pensamiento occidental, que se venía

gestando desde el antropocentrismo renacentista, pasando por el deísmo ilustrado, hasta

llegar al positivismo ateo, podía haber provocado de nuevo la exaltación de lo vital, y,

sin embargo, no originó más que desconcierto y una conciencia de crisis según la cual la

vida carece de sentido alguno. Así, hundido el edificio sobre el que reposaban las

expectativas humanas, el movimiento ascendente es el “nihilismo”.

Así pues, ante la “muerte de Dios”, hallamos tres posibles reacciones:

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1. Los creyentes: "residuo de una civilización caduca”, no saben, no quieren saber

que Dios está muerto y, con él, la fe cristiana.

2. El último hombre: ante la sensación de vacío y el no saber dónde sustentar los

nuevos valores, no reflexiona, está angustiado y tiene miedo a las consecuencias

de esta muerte. Significa un empobrecimiento del ser humano con la aparición

de un ateísmo superficial y un desenfreno moral.

3. El superhombre: es aquél que es capaz de proyectar conscientemente nuevos

valores creados por el ser humano; es el único que asume plenamente la “muerte

de Dios” y vive este hecho como una auténtica liberación

Para Nietzsche, el lugar de Dios lo ocuparán ahora la vida y el superhombre.

El hecho de la "muerte de Dios" posibilita la serenidad del ser humano actual. Este

hecho, el más importante de la historia de Occidente, causa gran regocijo en la medida

en que ya no es posible alzar barreras que limiten artificialmente la vida humana.

Y es que ese Dios, impuesto para amedrentar al ser humano, reduce las

posibilidades de éste, por eso no queda más remedio que matarlo (ateísmo

antropológico). Así, con Dios muere todo ideal humanista de la civilización occidental

que trata de integrar al ser humano en un esquema de valores cuyo fundamento es Dios.

El ser humano actual no puede tolerar por más tiempo que semejante testigo viva.

8.2 Origen y sentido del nihilismo.

En general, el término “nihilismo” (del latín “nihil”, “nada”) designa a la actitud

vital y filosófica que niega todo valor a la existencia, o que hace depender la existencia

de unos valores ficticios o inexistentes. Nietzsche considera que el nihilismo es la

situación según la cual los valores supremos por los que el ser humano se guiaba

tradicionalmente han perdido su crédito. Por ello, el término “nihilismo” hace referencia

a la falta de valores y de valor de la propia existencia, desembocando, en un primer

momento, en una actitud pesimista, de clara conciencia de pérdida. Pero la originalidad

de Nietzsche reside en considerar que el nihilismo está instalado en las entrañas de la

cultura occidental casi desde sus orígenes.

Así pues, la concepción nietzscheana del nihilismo es compleja y tiene las

siguientes significaciones:

a) nihilismo como decadencia vital o actitud propia de la cultura

occidental desde el momento en que se niega la realidad del

mundo de los sentidos y se confiere más realidad al mundo de los

conceptos o a un “más allá” que, para Nietzsche, no existe: supone

la voluntad de “querer la nada”.

b) nihilismo pasivo, que surge a consecuencia de la “muerte de Dios”

y que supone la desesperanza o el pesimismo reinantes ante las

consecuencias de que lo que representaba Dios ya no exista. Para

Nietzsche, ésta es la actitud propia de lo que él llama el “último

hombre”, que se sumerge en una dinámica negativa al ser incapaz

de crear nuevos valores: supone la voluntad de “no querer”.

c) nihilismo activo, que es aquél que asume plenamente las

consecuencias de la “muerte de Dios” y supone la creación de

nuevos valores más fieles a la vida, es decir, una nueva moral y el

advenimiento de un nuevo hombre afirmativo: el superhombre.

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Supone que la voluntad dice “no quiero más valores falsos”,

“quiero la vida tal y como es”.

Así, según Nietzsche, el primer tipo de nihilismo aparece en la cultura occidental

gracias a Platón y al cristianismo platonizado (“platonismo para el pueblo”, denominará

sarcásticamente Nietzsche al cristianismo). Desde esta perspectiva, este mundo fue

despojado de todo valor, considerándolo un lugar de tránsito para la realización humana

definitiva, que tendría lugar en el “otro mundo”. El cristianismo y la metafísica idealista

son “movimientos nihilistas”, tendencias y perspectivas vitales debilitadas, que

“quieren la nada”. Por eso, dice Nietzsche que la primera forma de nihilismo, que

surge del desprecio y el odio a este mundo, tiene sus orígenes en Platón y en el

cristianismo.

Y en la cultura cristiana occidental todo el valor que se le quitaba a este mundo

lo recogía un foco catalizador de todo el valor y el sentido: la idea de Dios. Dios era el

sentido del mudo, pues el mundo de por sí no tenía sentido alguno. Dios estaba detrás,

como fundamento y garantía, de todos los fenómenos humanos, desde la moral a la

propia consideración de la dignidad humana.

Pero la “muerte de Dios”, como acontecimiento histórico que se ha venido

gestando desde el Renacimiento hasta la propia época en la que vive Nietzsche, supone

la negación consecuente de todo lo que representaba la idea de Dios y, con ello, la

desaparición de los valores asociados a ella. Y, ante este acontecimiento, los seres

humanos han ido adoptando posturas variadas, que constituyen otras formas de

nihilismo.

La primera supone una forma de “nihilismo parcial”, que consiste en tratar de

buscarle a Dios sustitutos que cumplan las mismas funciones, es decir, colocar en el

lugar ocupado antes por Dios otros valores absolutos, en los cuales seguir encontrando

el sentido de la existencia. Esto es lo que, según Nietzsche, ocurrió entre los ilustrados,

que no supieron sacar partido de la “muerte de Dios”, pues en su lugar colocaron otras

ideas absolutas, sobre las cuales pretendían hacer depender el sentido de la existencia:

las ideas de progreso, la ciencia, la razón; ideas idolatradas por los ilustrados,

constituidas en objeto de culto y veneración para el ser humano.

Cabe adoptar ante la “muerte de Dios” una segunda forma de nihilismo, que

puede caracterizarse como “nihilismo total” o “nihilismo pasivo”. Consiste en la

actitud que adoptan los que, al descubrir que Dios ha muerto, y, con él, todas las

justificaciones absolutas de la existencia, caen en la desesperación, el vacío y la amarga

conciencia de la nada, sintiéndose perdidos e incapaces de vivir sin Dios. Son aquel tipo

de nihilistas que ya no creen en los viejos valores, pero no pueden vivir sin ellos y los

añoran, sin sentirse, por otra parte, capaces de crear otros nuevos. Su talante

fundamental es el pesimismo y la desesperación.

Por ello, Nietzshe rechaza este tipo de actitud nihilsita, propia del “último

hombre, aquél que renuncia a querer por ser incapaz de asumir la creación de otros

valores, o que culpa a la vida de su propia incapacidad para vivir. Aquí vemos

claramente cómo Nietzsche se ha distanciado de su inicial admiración por el

planteamiento filosófico de Schopenhauer, que ahora pasa a ser considerado como un

nihilista pasivo más, como alguien que renuncia desear, y por tanto a vivir, por no

aceptar, entre otras cosas, que el dolor es parte consustancial de la vida.

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Finalmente, en la tercera forma de nihilismo, nihilismo activo, ve Nietzsche la

oportunidad para, precisamente, dejar de ser nihilista, abandonar esa actitud negativa

anterior y, a medida que se van destruyendo los viejos y vacíos valores, ir creando otros

nuevos. Así, el hombre debe convertirse, de manera clara y voluntaria, en el “asesino de

Dios”, aniquilando definitivamente el transmundo moral y metafísico que había dado

sentido a la vida hasta ese momento. Así, el “asesinato de Dios” se convierte en la

liberación del hombre, que, muerto Dios, se siente capaz de crear sus propios valores,

los múltiples valores que han de llenar su existencia.

El nihilista activo, que utiliza en su propio beneficio la “muerte de Dios” es,

según Nietzsche, el “espíritu libre”, el “filósofo-artista”, que, tras el engaño y la

desmitificación de la idea de Dios, quiere y embellece la vida, encontrando en ella, ya

no una sola verdad, sino múltiples verdades, tantas como perspectivas puedan

adoptarse, no ya un solo valor, sino múltiples valores, tantos como posiciones se puedan

adoptar ante la realidad.

Estos “espíritus libres” son, pues, los creadores de nuevos valores, los que

introducen un sentido allí donde no lo había, pero también son los más feroces y

destructivos nihilistas porque deben aniquilar lo viejo para construir y crear lo nuevo.

Precisamente, ese es el significado final de la “transvaloración moral” propuesta por

Nietzsche, y el arquetipo humano capaz de realizar esta tarea es lo que denominó

Nietzsche “superhombre” (del latín “super”, “más allá del hombre”, es decir, “un

nuevo tipo de hombre”).

Así pues, se abre la posibilidad de la trasvaloración de todos los valores, la

superación del nihilismo desde el nihilismo mismo. El nihilista activo ha de seguir

adelante con su deber; destruir las figuras antiguas y acelerar la decadencia, empujar

hasta el fin las contradicciones del mismo sistema: preparar el camino para el

superhombre.

Para Nietzsche, en su marcha hacia el superhombre, el ser humano de hoy tiene

que llegar al nihilismo, y, una vez llevado hasta sus últimas consecuencias, debe ser

superado; es decir, el nihilismo activo es sólo una actitud provisional, aunque necesaria,

para alcanzar los valores nuevos que un día necesitará el ser humano nuevo.

En esta tarea, el papel del filósofo es de vital importancia. En primer lugar,

porque anuncia "la muerte de Dios", y, después, porque trata de destruir los restos del

viejo Dios sobre la Tierra. El filósofo debe ser la mala conciencia de su época y, no

porque en su interior se instale el espíritu decadente, sino porque su misión, que

Nietzsche califica como la de “hacer filosofía con el martillo”, es la acción de crear,

agujerear, rascar, rasgar,…

9 CRÍTICA A LA MORAL Y A LA RELIGIÓN: LA FILOSOFÍA DEL

MARTILLO.

9.1 Introducción: la moral platónico-cristiana como “contranaturalaza”.

Nietzsche critica la moral platónico-cristiana, que es la enseñada hasta ahora, y lo

hace porque ésta se dirige contra los instintos de la vida, porque es una condena -a veces

encubierta- de esos instintos. Es eso lo que le hace poner el acento en la idea de la moral

como contranaturaleza, es decir, aquello que se opone a la vida, que establece leyes o

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decálogos en contra de los instintos vitales, porque prefiere la inhibición a la

exhuberancia.

Para Nietzsche, la base filosófica en la que se sustenta este tipo de moral no es otra

que el “platonismo”. En efecto, para Nietzsche, el mundo de las Ideas platónico es el

modelo en el que se inspira el “más allá” religioso de los cristianos, de tal forma que el

platonismo se acabó convirtiendo en la metafísica cristiana. En efecto, esta moral pone el

centro de gravedad del ser humano, no en esta vida, sino en la otra, en el mundo de las

ideas, en el más allá salvador. Nietzsche no encuentra palabras suficientemente duras para

calificar lo que denomina, a veces, como el "complot del cristianismo":

Nietzsche recurre, para poder comprender el éxito de las ideas en las que se basa la

moral platónico-cristiana, a un análisis genealógico que nos aclare el origen y el sentido de

las ideas morales así entendidas y sistematizadas.

9.2 Critica de la moral. En torno a lo bueno y lo malo: la “moral de señores” y la “moral de esclavos”.

Vamos a analizar la crítica de Nietzsche a la moral tal y como se expone y

desarrolla en su obra La genealogía de la moral. Esta obra se divide en tres tratados que se

ocupan del análisis de tres aspectos de la moral:

1er tratado: sobre el origen de las ideas de lo bueno y lo malo. La moral de los señores y

la moral de los esclavos.

2º tratado: análisis y crítica de la conciencia moral.

3er tratado: análisis y crítica de los ideales ascéticos.

A) EN TORNO A LO BUENO Y LO MALO: LA MORAL DE LOS SEÑORES Y LA MORAL DE

LOS ESCLAVOS.

A.1.) Etimología y genealogía de lo bueno y lo malo.

Nietzsche, en su análisis de la moral, pretende situarse "más allá del bien y del

mal", es decir, analizar las raíces de las que brotan estos conceptos, las fuerzas y los

instintos de los que nacen. Por ello su método es la genealogía. Así, realiza el análisis del

origen de la moral entre los griegos y el giro que sufren los conceptos morales a partir de

Sócrates y Platón.

Originariamente, las valoraciones brotaban de una forma de ser, de una forma de

hallarse en la vida y en la sociedad. Según Nietzsche, entre los primeros griegos, la

"virtud" era equivalente a la fuerza (“virtus” en latín, y “areté” en griego), entendida ésta

no como mera fuerza física, sino como la fuerza para vivir con todas sus consecuencias,

aceptando la vida como juego trágico, incluyendo también lo terrible y problemático

(entiéndase un tipo de hombre intuitivo y dionisíaco). Así, lo “bueno” era el hombre de

rango superior, el noble -no entendido en términos simples de moral aristocrática de la

época-, el poderoso, el señor; y lo “malo” era lo simple, lo débil, lo vulgar, lo bajo.

A partir de Sócrates, la "virtud" se convierte en renuncia a los placeres, las

pasiones, las ambiciones, el único bien que se admite es el de la sabiduría (la ciencia). Para

Nietzsche, detrás de esta nueva consideración de la virtud se halla una actitud de

resentimiento ante la vida, que genera estos nuevos valores morales.

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A.2.) La moral de los señores y la moral de los esclavos.

En su origen, el bueno y el malo tienen el siguiente significado: al que tiene el

poder de devolver el bien por el bien o el mal por el mal y lo hace, se le llama “bueno”; al

impotente, “malo”.

Esto tiene una base fundamental que puede definirse como “moral de señores” y

“moral de esclavos”. El que es señor tiene la moral de los señores, y el que es esclavo,

moral de esclavos.

Los señores son fuertes, nobles,

dominadores; tienen sentido de la plenitud.

Su moral es la arrogancia basada en su

propia fuerza, la actividad desbordante, la fe

en sí mismo y en su propio destino, la falta

de compasión y simpatía.

Su origen: nace de los "estados del alma

elevados", es una moral caballeresca

(agonística), creadora, que implanta valores

y, por ello es activa, es la moral propia del

superhombre y es una moral que ama "la

muerte de Dios".

Los esclavos, por el contrario, son débiles,

pobres, enfermos, apocados y pusilánimes.

Su moral se basa en la compasión, la

humildad, la resignación, la obediencia y la

renuncia.

Su origen: está en el instinto de venganza

contra toda forma de vida superior, y

pretende la igualdad de todos los hombres

(es una tendencia a nivelar), el amor al

prójimo. No crea valores, sino que los

encuentra ante sí y es por ello pasiva.

Nietzsche lleva al extremo esta contraposición entre "moral de señores" y "moral

de esclavos", convirtiéndola en la oposición entre el ateísmo del "superhombre" y todas las

formas de servidumbre religiosa.

A.3. La inversión cristiana de los valores: lo bueno y lo malvado.

Los señores son pocos y los esclavos muchos. La valoración que merecen estos

esclavos no es positiva, porque se muestran, piensa Nietzsche, en inferioridad de

condiciones respecto a los señores, hasta el punto de verse comprometidos en su propia

existencia.

Pero, ¿por qué la moral de esclavos llega a triunfar? El judaísmo, el

cristianismo y las democracias tienen la culpa.

Nietzsche considera la historia de la cultura occidental como un creciente

ascenso de los valores plebeyos (moral de esclavos) -con la correspondiente marginación

del sentimiento aristocrático de la moral-. Esta moral logra su triunfo con el advenimiento

de la democracia ateniense, donde se devalúa el mundo real en nombre de lo ideal, pero la

consolidación de la moral de esclavos es de origen judeo-cristiano. Este proceso culmina

con los movimientos sociales de emancipación que se inician en la Revolución francesa

(movimiento democrático, socialismo y anarquismo), concepción que facilitó la utilización

política que de su filosofía hizo el nazismo.

El origen de la moral se presenta como un conflicto por alcanzar el poderío. Su genealogía

sería la siguiente:

1. Los esclavos hacen de su situación inferior algo positivo pues hacen de sus miserias,

virtudes, de forma que, al ser mayoría, logran crear un ideal moral opuesto a la moral de

los señores.

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2. La lucha por el poder de la moral de los esclavos ha sido liderada por los sacerdotes: el

sacerdote es el prototipo de esta "moral de esclavos". Pastor de rebaño de esclavos,

empeñados en negar los valores de los señores como virtud, fruto del resentimiento.

La casta sacerdotal -casta intermedia- es una degeneración, primero, y una antítesis,

después, de la casta aristocrática y caballeresca. Los hábitos de aquella son contrarios a los

de ésta: los sacerdotes se dedican a incubar ideas y sentimientos, de ahí su neurastenia. El

ideal ascético del sacerdote es algo nocivo por excelencia, un ideal de decadencia. El

sacerdote se convierte así, según Nietzsche, en el prototipo del resentimiento. El poder

sacerdotal no procede de Dios sino de la falta de algo mejor en que poder desahogarse

hacia afuera -su impotencia al no poder estar a la altura de la moral caballeresca-.

3. El remedio que inventan para curar su enfermedad es más peligroso que la enfermedad

misma: la religión, la metafísica hostil a los sentidos, el "otro mundo". Con ello, el alma se

vuelve profunda y malvada. La maldad tiene una fuente, que es el resentimiento, antes de

él no existía más que lo "bueno", las cualidades del hombre fuerte y poderoso, y lo "malo"

las cualidades del hombre simple y bajo.

Este resentimiento, típico de los sacerdotes, los griegos no lo habían conocido, surge en el

judaísmo y lo hereda el cristianismo.

4. La inversión cristiana de los valores: el resentimiento, la sed de venganza del sacerdote,

introduce una transvaloración: ahora se llama “malvado” al que antes era el bueno: al

poderoso, al violento, al lleno de vida. En cambio, se llama “bueno” al que antes era malo,

esto es, al hombre bajo, simple, indigente y enfermo.

El cristiano es el heredero de la transvaloración moral realizada por los judíos, es el

heredero de la rebelión de los esclavos en la moral. Con ellos, el cristianismo no es la

religión del amor, sino la religión del odio más profundo contra los buenos, es decir,

contra los nobles, poderosos y veraces. En él vence lo plebeyo.

El estudio que hace Nietzsche del origen de la moral le lleva a un diagnóstico cultural: se

trata de la constatación de que los fuertes acaban siendo vencidos por los débiles, lo

gregario predomina. Y esto es lo que hay que cambiar.

5. Crítica de los ideales de la Ilustración: no dejan de ser, para él, una secularización de los

viejos valores cristianos. Igualmente, ataca el formalismo moral kantiano, la aspiración a la

universalidad de los preceptos morales.

B) ANÁLISIS Y CRÍTICA DE LA CONCIENCIA MORAL.

En su obra Ecce Homo, el propio Nietzsche caracteriza así a la conciencia moral:

"El segundo tratado ofrece la psicología de la conciencia: ésta no es, como se cree de

ordinario, "la voz de Dios en el hombre", -es el instinto de crueldad, que revierte hacia

atrás cuando ya no puede seguir desahogándose hacia fuera. La crueldad, descubierta

aquí por vez primera como uno de los más antiguos trasfondos de la cultura, con el que

no se puede dejar de contar" (Pág. 109)

Desarrollo:

- la capacidad de olvido es una fuerza activa, y no meramente pasiva, como se cree. La

capacidad de olvido es una forma de salud vigorosa.

- sin embargo, es necesario recordar cuando se hacen promesas, y, por ello, es necesario

crearle al ser humano una memoria.

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- ¿cómo se crea una memoria al ser humano, es decir, a ese animal del instante, a ese

animal solicitado por afectos contrapuestos, que lo arrastran de un lado al otro? Es difícil,

sólo se puede hacer causando daño: "para que algo permanezca en la memoria se lo graba

a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria". Esa memoria, ese

sentimiento de poder disponer del futuro, el ser humano lo llama “su conciencia”.

- ¿de dónde viene la "mala conciencia"?: la mala conciencia, etimológica y

genealógicamente hablando, viene de la culpa. Pero la culpa no es nada que tenga que ver

con la responsabilidad moral, sino que es una deuda, esto es, una relación entre un

acreedor y un deudor.

- cuando el acreedor es la sociedad, y el que contrae la deuda, es decir, el que comete la

culpa, viola sus compromisos con aquélla, olvidándose de lo prometido, entonces la

sociedad descarga sobre él sus golpes más crueles. El ser humano está preso de la sociedad

y, al no poder desahogar sus instintos hacia fuera, los descarga hacia dentro: así se forma la

interioridad humana.

Para Nietzsche, la conciencia es el resultado de la inhibición de los instintos, un instinto

de crueldad refrenado en su desahogo hacia fuera y que, por ello, se ha vuelto hacia

adentro. La crueldad forma parte de la esencia del ser humano, pero el instinto de crueldad

se ha domesticado, se ha reprimido en los pueblos moralizados, por ello pasa a ser un

trasfondo oculto de la cultura humana.

- los dioses deben su origen a este sentimiento de deuda, de culpa. Las viejas estirpes

se sentían deudoras de sus antepasados. Y, para pagarles su deuda (esto es, para redimir su

culpa), le ofrecen sacrificios; cuanto mayor es la deuda, tanto más poderosos se presentan

los dioses, hasta que, cuando consideran que la deuda es impagable, llegan los dioses a su

máxima altura: el Dios único y omnipotente. Es preciso recordar que la culpa o deuda está

en relación a que en la sociedad vayan las cosas bien, cuando no es así, ese sentimiento de

culpa se debilita.

- el ateísmo consiste en no tener deudas con los dioses, es una segunda inocencia, una

vuelta a la existencia preteológica.

C) CRÍTICA DE LOS IDEALES ASCÉTICOS.

Son los ideales que más han abundado entre los artistas y filósofos. Pero ¿por qué

los filósofos se han sentido atraídos por el ideal ascético? Ello es así porque en el ideal

ascético se encuentran insinuados ciertos puentes hacia la independencia; porque la

pobreza, castidad y humildad (los tres votos sacerdotales) son para el filósofo o artista más

propicios que "la fama, los príncipes y las mujeres". A un filósofo se le reconoce en que se

aparta de esas tres cosas tan ruidosas y brillantes.

El ascetismo duro y severo, en otras palabras, el ideal ascético, fue algo favorable a

la filosofía en sus comienzos. Le ayudó a dar sus primeros pasos en la tierra. Los hombres

contemplativos fueron al comienzo despreciados - o temidos-. Por ello el sacerdote-

filósofo tuvo que hacerse temer, lo cual no podía conseguirse más que con crueldad:

crueldad consigo mismo -ascetismo-, primero, y después, crueldad con los demás. A la

sombra del sacerdote caminaba el filósofo: "el sacerdote ascético ha sido hasta ahora la

larva repugnante y sombría del filósofo, la única forma bajo la cual se le permitía moverse

en la tierra".

¿Cuál es el sentido del ideal ascético?, ¿Cómo valoran los sacerdotes la vida, la

realidad? De una manera negativa: sólo admiten la vida si ésta se niega a sí misma. Aquí

se da una transvaloración de las verdades: los sacerdotes llaman "verdadero" a un

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mundo inexistente, fingido por ellos, inventado por ellos, y, en cambio, niegan la verdad y

la realidad a este mundo, el único existente. Esto crea una raza que degenera al buscar una

explicación al dolor en la resignación que predica el sacerdote.

Pero ahora, con la aparición del superhombre, Nietzsche habla de un nuevo ideal.

Para realizarlo necesita un método; no se trata de criticar la verdad o falsedad de unas

determinadas proposiciones, sino de desenmascarar ilusiones y autoengaños; es decir;

sospechar.

9.3 Critica de la religión.

Se centra básicamente en el cristianismo, al que define como "platonismo para el

pueblo". Los transmundos platónicos y neoplatónicos serán moldes magníficos para la

transcendencia del cristianismo y los últimos coletazos griegos contra los instintos (por

ejemplo, en el estoicismo) entroncarán con la hostilidad judía hacia los sentidos y lo

pasional y con la consideración sacerdotal de la vida como mero tránsito de dolor y prueba

para alcanzar la vida verdadera.

El lenguaje que emplea Nietzsche contra el cristianismo respira odio e insulto. Su

acusación a la Iglesia cristiana es radical: ha hecho de los auténticos valores un cúmulo de

contravalores; de toda verdad, una mentira. Por eso, odia todo lo cristiano, la gran

maldición, la íntima perversión. Se ríe del amor cristiano, de la humildad y el espíritu de

sacrificio.

Pero ¿de qué Dios habla Nietzsche?, ¿qué tipo de religión ridiculiza? En el fondo,

no es la persona de Cristo, o el Dios de la Biblia al que está criticando, sino la

sistematización platónica e idealista. Quien está en el banco de los acusados es la teología

cristiana, que, según Nietzsche, caricaturiza todo el contenido auténticamente religioso. La

figura de Cristo es respetada, la rebelión se dirige contra las formas históricas en que el

cristianismo se encarna. Se trata, más bien, de establecer una lucha sin cuartel contra la

falsa moral, a la que califica como “anticristiana”, y de la que es portavoz la Iglesia

cristiana. La moral cristiana hace del ser humano un extraño para sí mismo.

Relacionándolo con su crítica de la moral, Nietzsche afirma que el cristianismo ha

realizado una inversión de los valores religiosos de Grecia y Roma y que es una rebelión

de los esclavos orientales contra sus señores, una neurosis religiosa, una enfermedad

de la vida, un predominio de los valores plebeyos.

El cristianismo es la manifestación más fuerte que se ha dado en la historia

universal del "extravío de los instintos" que ha sufrido el hombre europeo y que consiste en

el invento de un trasmundo ideal y una desvalorización del mundo terreno.

La religión y, sobre todo, el cristianismo es, para Nietzsche, una determinada

práctica vital, una relación con la existencia, una evaluación de la vida. Cristo es, para

él, el hombre manso, de instintos débiles, pero no lo considera el fundador de la Iglesia.

Trae la "buena nueva", el evangelio de la paz y la mansedumbre. Es también la negación

del orden jerárquico del judaísmo. El fundador de la Iglesia, para Nietzsche, es Pablo, que

dio un giro distinto a los valores morales predicados por Jesús, situando la bienaventuranza

más allá de la muerte e interpretándola como un premio futuro. Pablo representa el triunfo

del sacerdote judío sobre Jesús de Nazaret.

En conclusión, el cristianismo, que significó el fin del mundo antiguo, aniquiló las

formas y valores más nobles de la vida y ésta fue invertida y pervertida hasta la raíz.

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10 LA INTERPRETACIÓN NIETZSCHEANA DE LA REALIDAD: LA

VOLUNTAD DE PODER.

10.1 Introducción.

La propuesta filosófica de Nietzsche, a pesar del carácter radical y profundo de

sus afirmaciones, no se limita a la mera crítica de una cultura que él considera decadente

y antivital; más bien, su originalidad reside en su nueva consideración del problema del

ser y de la verdad (lo cual, por otra parte, hace de Nietzsche un autor todavía

plenamente actual).

En Nietzsche hay también un proyecto filosófico positivo, o constructivo, que se

expresa en la necesidad de cambiar los valores caducos de una moral resentida y superar

el nihilismo, una tarea reservada al superhombre. Tal proyecto filosófico lo apoya

Nietzsche en algunos pilares básicos: la voluntad de poder, el superhombre y el eterno

retorno; términos que, por otro lado, tienen una función netamente metafórica, es decir,

constituyen las imágenes o metáforas de una nueva interpretación de la realidad.

10.2 La voluntad de poder.

Para Nietzsche, la realidad tiene un carácter móvil, dinámico, incesantemente

cambiante; en una palabra, la realidad es perspectiva. Y en lo que se refiere a aquella

expresión o modo de la realidad que es la vida (en su sentido más lato), también esta

realidad vital es devenir y perspectiva. Pero también la vida es "interpretadora", es decir:

selecciona e interpreta el aspecto o perspectiva bajo la que se enfrenta y se relaciona

con la realidad. Vivir es optar por una perspectiva o un juego de perspectivas.

Intentar llevar a cabo una comprensión fija, esencial y definitiva de la realidad es

imposible; y no sólo porque la realidad sea devenir, sino también porque ni el más riguroso

análisis científico, y pretendidamente objetivo, podría conseguirlo. La interpretación

humana siempre estará limitada por una determinada perspectiva, nunca puede ser

definitiva ni total.

Si múltiple es la realidad del mundo en cuanto tal, múltiple es también la realidad

humana, ya que el ser humano posee una pluralidad de impulsos e instintos, cada uno con

su perspectiva propia y en constante lucha entre sí.

Así pues, son estas distintas perspectivas las que nos muestran los distintos

aspectos del ser. El error surge cuando, olvidando esta multiplicidad, lo que se nos muestra

en una perspectiva se fija, o queda establecido como lo único determinante, con el

menosprecio consiguiente de todas las demás perspectivas y de su inagotable afluencia

cambiante. Históricamente el ser humano ha ido fijando distintas perspectivas según sus

necesidades, y es absurdo pretender recortar arbitrariamente esas múltiples necesidades.

La falsedad o error de un juicio no es una objeción contra el mismo. La cuestión de

fondo se plantea ahora con otro sentido: si un juicio favorece o no a la vida; si la conserva,

si la hace más grande. Así pues, la "verdad", del ser verdadero, lo estable, o -con otras

palabras- lo que hemos podido “pescar” con nuestros conceptos y categorías en el devenir

del ser, esto es únicamente la consolidación de una perspectiva, apariencia que se ha

impuesto a través de la costumbre, pero no por ello deja de ser un "error". De ahí que

Nietzsche afirme:

"La verdad es aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no

podrían vivir. El valor para la vida es lo que decide en última instancia"

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En consecuencia, para Nietzsche, la verdad pasa a ser conciencia de la parcialidad de

toda perspectiva, o lo que es lo mismo, admisión al mismo tiempo de la posibilidad

efectiva de la existencia de otras perspectivas.

La “voluntad de poder” es la expresión metafórica que Nietzsche utiliza para

nombrar a esta nueva forma de considerar la realidad y el ser humano, es decir, supone

tanto una ontología como una antropología.

Así, afirmar que “el mundo es voluntad de poder” significa que lo real es un

conjunto de fuerzas desiguales, cualitativamente distintas entre sí, que dominan y son

dominadas, en lucha incesante, lo que les impide alcanzar el equilibrio. Precisamente,

afirma Nietzsche, la ciencia moderna ha ignorado el componente cualitativo y desigual

de tales fuerzas, buscando sólo su medición, su reducción a fórmulas numéricas,

tratando de igualarlas. A través del mecanicismo, de la cuantificación y matematización

de los fenómenos, la física moderna ha tratado de anular las diferencias entre las fuerzas

que componen el mundo, creando un modelo de naturaleza dominado por las ideas de

equilibrio y orden.

Desde la perspectiva de Nietzsche, el ser, la naturaleza, no es esa realidad

acabada, perfecta, que la razón puede captar, sino voluntad de poder. El ser, en tanto

voluntad de poder, es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre

cambiantes, que ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación. Por eso,

podemos decir que la estructura plural y múltiple de la realidad requiere un

conocimiento en perspectiva, pues muchas son las metáforas que sirven para expresar

esa realidad, y ninguna es verdad y, a la vez, todas lo son.

Pero también el hombre es voluntad de poder (dimensión antropológica de la

metáfora). Y decir que el hombre es voluntad de poder es considerar también la realidad

humana como un conjunto de fuerzas (las pasiones, los deseos, la razón) que buscan

crecer, desarrollarse y ser más. Tampoco estas fuerzas alcanzan un equilibrio perfecto y

permanente, de modo que también el psiquismo humano es un caos o intenso “campo de

batalla”. La razón, en el hombre, no es siempre la fuerza dominante, sino una fuerza

más, que se expresa junto a las otras fuerzas, al mismo nivel y con el mismo rango

(irracionalismo), dominando a veces y, otras, siendo dominada.

Decir que el hombre es voluntad de poder no significa que el hombre quiera

siempre el poder, pues éste no es una meta que se proponga alcanzar la voluntad (esto

sería admitir que a la voluntad le falta el poder). La voluntad no aspira al poder porque

ella misma es poder. Según Nietzsche, podemos diferenciar las fuerzas que se

desenvuelven tras la voluntad de poder en el hombre en dos grandes tipos:

- fuerzas activas o afirmativas: son aquellas que aspiran a ensanchar y

hacer más grande la vida, aún a costa de ponerla en juego y poder

perderla; suponen, por tanto, un sí incondicional a la vida, el puro amor

por la vida.

- fuerzas reactivas o negativas: son aquellas que surgen del re-sentimiento

y de la falta de aprecio por la vida, aspiran a someter a la vida a través de

la razón; suponen, por tanto, una negación del carácter irracional,

contradictorio y hasta doloroso de la vida, la incapacidad para asumir

todas las vertientes de la vida.

Para Nietzsche, expresiones de este poder creador de la voluntad son el arte, la

moral y todas las actividades generadoras de sentido. Por ello, la voluntad de poder, en

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el hombre, es la creadora de valores, la constructora de teorías, de ficciones, de obras de

arte (hasta la metafísica idealista es una manifestación de la voluntad de poder; en este

caso, supone la plasmación de la voluntad de huir del mundo, es decir, el triunfo de las

fuerzas reactivas o negativas sobre las fuerzas activas o afirmativas).

Ciencia, arte, moral son productos de la voluntad de poder, en cuanto que, a

través de ellos, las fuerzas que constituyen a cada hombre se desarrollan, crecen y, sobre

todo, se superan a sí mismas. Así, todo lo que el hombre hace, lo hace para crecer,

desarrollarse, ser más, superar todo tipo de obstáculos, reafirmarse en todas sus

acciones.

Nietzsche definió también a la voluntad de poder como “la virtud que da”. Por

ello, la voluntad de poder se expresa de una manera sobresaliente en algunas figuras

humanas arquetípicas, tales como el artista, el aventurero y el amante. En ellas se

expresa la fuerza, creatividad y poder de la voluntad a través de la obra de arte, de la

aventura y de la persona amada.

Para Nietzsche, la voluntad de poder no es ni buena ni mala, está más allá del

bien y del mal, en tanto que no es ella objeto de valoración moral alguna, sino sujeto

desde el que, precisamente, brotan las valoraciones. La voluntad de poder es la que da

sentido, valor y justificación a todas las cosas. Todas las creaciones humanas han

surgido de la voluntad de poder. Sin embargo, para Nietzsche, se ha debilitado a lo

largo de la cultura occidental, se ha cargado de negatividad bajo la influencia del

platonismo y del cristianismo y sus ideales morales, que son ideales antivitales,

síntomas de una voluntad de poder debilitada en la que se han impuesto las fuerzas

reactivas, desembocando en el nihilismo.

Por el contrario, Nietzsche concibe a la voluntad de poder por su capacidad de

crear de nuevos valores, reclamando así un devenir creativo de las fuerzas activas, un

triunfo de la afirmación de la vida, de esta vida terrenal múltiple y en constante

movimiento. Para él, la voluntad de poder tiene por esencia la "afirmación": afirma la

Tierra, la vida total, en sus aspectos constructivo y destructivo, es decir, en el mismo

sentido en que antes era rechazada. Dicha afirmación nos desvela la "alegría" como

único móvil principal de la filosofía, fortalecer la alegría hacia la vida:

"Vosotros, hombres superiores, aprended a reír..."

Así habló Zaratustra. Alianza, Madrid, 1975, pág. 194

11 LA TRANSVALORACIÓN MORAL Y EL SUPERHOMBRE.

11.1 Concepción del Superhombre: afirmación de la vida.

Para Nietzsche, el hombre sólo es un puente hacia el superhombre; en éste se

presentarán nuevas virtudes, nuevos valores. La moral del hombre superior propone una

revuelta contra la degeneración de la humanidad que resulta del hecho de que el

cristianismo ha domesticado al ser humano hasta convertirlo en un animal aprisionado.

La nueva moral pretende estar al servicio del superhombre, al servicio de la

"recuperación" de los instintos vitales del ser humano, es decir, transformar al ser

humano, que, domesticado por el cristianismo, se ha convertido en mezquino, mediocre,

prudente, servil, indiferente, perezoso, dócil, olvidando su verdadera esencia existencial: la

voluntad de poder.

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La afirmación de la vida es un tema recurrente en el pensamiento de Nietzsche,

sobre el que vuelve una y otra vez desde perspectivas diferentes. Una de estas perspectivas

la constituye la transvaloración moral, tarea más urgente del superhombre y uno de los

mensajes principales de Zaratustra. Hasta aquí, afirma Nietzsche, la humanidad ha

valorado todo lo que se opone a la vida; se trata ahora de invertir los valores, valorar y

afirmar de nuevo la vida, recuperar la inocencia primitiva. Nietzsch reivindica la exigencia

de contar con una “moral de señores” que no tengan más atadura que la propia vida.

La transvaloración moral es una consecuencia inevitable de la “muerte de Dios”.

Con la negación de Dios, se rechazan, al mismo tiempo, una serie de valores que

encontraban en él su más firme fundamento. “Dios ha muerto”, pero surgen otros “dioses”,

otros valores, que se erigen sobre los nuevos sentidos que vuelve a tener el ser. Nietzsche

plantea la necesidad de liberar al hombre de todo tipo de valores ficticios, devolviéndole el

derecho y el goce de vivir. Así pues, es necesaria una “transmutación de los valores” de

nuestra cultura tradicional. Esta transmutación sólo puede llevarse a cabo una vez asumido

y superado el nihilismo. Llega entonces el “gran mediodía” de la humanidad.

La transmutación de los valores es una tarea reservada al superhombre, una figura

que posee una importante carga metafórica, y que, por ello, hay que situarla en el contexto

adecuado para evitar interpretaciones erróneas de lo que Nietzsche quiso expresar con este

término. Nietzsche no concibe al superhombre en términos biológicos o racistas, es decir,

no piensa que el superhombre deba aparecer como resultado de una evolución biológica.

Es simplemente, como ya señalábamos antes, un nuevo tipo de hombre que está “más allá

del hombre actual”, el hombre del futuro, que vivirá una vez se haya realizado la

transmutación de los valores y se haya enterrado a la decadente cultura occidental.

Ya en sus primeras obras se vislumbra el superhombre como el “genio”, ser al que

no se puede comprender desde perspectivas tópicas. Nietzsche lo identificó con el artista,

que es capaz de expresar a través de la palabra, la figura o la música el elemento dionisiaco

de la vida cuyo fondo creador encontramos en la misma vida.

En un segundo momento, Nietzsche lo identifica con el “espíritu libre”, como un

ser en el que se comienza a dar un cambio de actitud hacia los valores establecidos.

Sirviéndose de la ciencia, es capaz de desenmascarar los valores absolutos que se esconden

detrás de las cosas y así liberarse de ellos. Él es capaz también de proyectar los nuevos

valores y de invertir los existentes.

Finalmente, en Así habló Zaratustra, ya aparece la figura del “superhombre”. Así,

en el prólogo de esta obra, presenta la figura del Superhombre. En su descenso de la

montaña, Zaratustra se encuentra primero con un eremita "que no ha oído todavía nada de

que Dios ha muerto". Llega a la ciudad y en el mercado intenta hablar al pueblo. Les

enseña la doctrina del "superhombre" y, además, les muestra la imagen del "Último

hombre":

Mirad, yo os enseño el superhombre: ¡él es ese rayo, él es esa demencia!- Cuando

Zaratustra hubo hablado así, uno del pueblo gritó:

«Ya hemos oído hablar bastante del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!» Y todo el

pueblo se rió de Zaratustra. Mas el volatinero, que creyó que aquello iba dicho por él, se

puso a trabajar.

Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así: «El hombre es una

cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda sobre un abismo.

Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un

peligroso estremecerse y pararse.

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La crisis de la razón ilustrada: el vitalismo de Nietzsche

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La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se

puede amar es que es un tránsito y un ocaso.»Así habló Zaratustra, primera parte

Pero el fracaso de Zaratustra es total y se burlan de él. Comprende entonces que

hablar a todos es no hablar a nadie y, después de enterrar al volatinero (funambulista), que

se estrella mientras divertía al pueblo, regresa a la montaña y decide hablar sólo a aquellos

que tengan todavía "oídos para oír cosas inauditas".

Así, Nietzsche nos define al superhombre como el hombre que va “más allá del

hombre”, el hombre que ama la tierra y cuyos valores son la salud, la fuerte voluntad, el

amor, la ebriedad dionisíaca y un nuevo orgullo.

El "hombre superior", como también lo llama Nietzsche, hace caso omiso de los

prejuicios de la gente. No cree en la "igualdad" -ésta, afirma, sólo es una artimaña de los

débiles de espíritu, de los cristianos y de los socialistas-, dice sí a las "jerarquías", a la

inalienable diferencia que tiene que haber entre los hombres. La igualdad sólo lleva a una

moral de "rebaño", de "esclavos". Las características del ser humano como animal de

rebaño deben rechazarse, su mansedumbre, su docilidad, su alienación espiritual.

Para el superhombre, la vida es un juego, un continuo experimento en el que las

únicas reglas son vivir cada día con más fuerza y amar la vida. El superhombre se ríe de

los valores del mundo suprasensible, sabe que él mismo los ha creado y que lo único que

posee carácter de obligatoriedad es la vida misma.

Por eso, el hombre superior es “un niño y un gran bailarín”; porque el niño no tiene

prejuicios, es inocente, juega con la vida solamente; mientras que el bailarín hace del juego

un riesgo permanente, se pasea "por la cuerda floja del devenir", hace de su vida un

continuo experimentarse a sí mismo.

El hombre superior es, en definitiva, el que se afirma en el devenir de la vida sin

necesidad de crearse refugios, otros mundos, donde consolar la angustia producida por un

espíritu que no ha sido suficientemente fuerte para aceptar la imagen trágica del mundo, es

decir, el carácter efímero de la vida, la eterna combinación de placer y dolor que en ella se

da.

11.2 Las tres metamorfosis del espíritu: el advenimiento del superhombre.

Fiel a su estilo metafórico, Nietzsche describe el proceso que puede conducir a

la aparición del superhombre, teniendo este proceso una serie de etapas, definidas por la

actitud valorativa que en ellas hay respecto a la vida. Nietzsche relaciona este proceso

con el de “la "muerte de Dios", que es el tema central de la primera parte de Así habló

Zaratustra, que, precisamente, comienza con el discurso de las “tres transformaciones

del espíritu”, es decir, las tres etapas por las que debe transcurrir el futuro del ser

humano:

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Las tres metamorfosis: el espíritu no ha de ser sólo bestia de carga (como el camello),

sino que debe crearse libertad (como el león), para comenzar de nuevo (como un niño)

Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en

camello, y el camello en león, y el león por fin, en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que

habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de

todas.

¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y

quiere que se le cargue bien.

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar

de sí las frías ranas y los calientes sapos?

¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere

causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al

camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se

transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y

ser señor en su propio desierto.

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios,

con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.

¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú

debes)» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».

Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta

la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?

Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad

para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.

Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es

preciso el león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha

podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?

Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve

por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.

Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere

ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en

camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.- Así habló Zaratustra. Y

entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor.

Así habló Zaratustra, primera parte

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11.2.1. PRIMERA: EL ESPÍRITU SE CONVIERTE EN CAMELLO.

Junto con el asno, el camello es el animal del desierto que transporta grandes

cargas a través del mismo, ambos son animales cristianos en el sentido que acarrean el

peso de los valores llamados "superiores a la vida".

Simbolizan el ser humano que se inclina ante la omnipotencia de Dios y ante la ley

moral, arrastrando así grandes pesos.

Es también el "último hombre", quiere vivir cargado con el pesado fardo de la

tradición y busca conservar todo lo pasado para sentirse seguro. Según Nietzsche,

"merece ser despreciado".

11.2.2. SEGUNDA: EL CAMELLO SE CONVIERTE EN LEÓN.

El león simboliza la destrucción de los valores establecidos y, con esta negación

de valores, crea las condiciones para la aparición del superhombre. Es el ser humano

que lucha contra la moral idealista, con su base trascendente, su "mundo inteligible" y

su voluntad divina. En esta lucha contra los valores establecidos, crea su libertad.

Es el hombre superior que aniquila los restos del pasado. Establece el nihilismo

como consecuencia del choque que le produce la "muerte de Dios". Ya no hay garantías

de seguridad en los valores de un mundo superior; el ser humano se encuentra vacío, sin

valores, sin asideros a los que aferrarse para sentirse seguro.

11.2.3. TERCERA: EL LEÓN SE CONVIERTE EN NIÑO.

El niño simboliza el ser humano que es capaz de crear, de proyectar, nuevos

valores, que es la esencia originaria y auténtica de la libertad.

Es el superhombre, capaz de afirmarse por encima de los valores de la

tradición. Tiene una actitud fundamental: atreverse a ser él mismo, luchar por su

voluntad propia, su afán es lograr la conquista de su mundo.

12 EL ETERNO RETORNO.

Nietzsche afirma del “eterno retorno” que es su pensamiento más profundo; pero,

curiosamente, es uno de los menos elaborados desde el punto de vista teórico, como si el

propio Nietzsche hubiera dudado acerca de su exacta formulación o el propio lenguaje no

sea capaz de expresar tal pensamiento.

En Nietzsche, el tema de “la voluntad de poder” se une al complejo tema del

“eterno retorno”, configurando una particular concepción de la realidad. Para él, lo que

ocurre en este mundo no tiene orden ni finalidad alguna, no tiene ningún sentido

trascendente. Una vez destruido el mundo eterno de lo divino, la realidad se concibe como

puro devenir, pues la realidad trascendente que fundamentaba y daba sentido al tiempo del

mundo ha sido suprimida.

Para Nietzsche, este hecho supone una revalorización de la existencia, de la vida.

Lo perecedero y cambiante tiene ya un valor propio e irreductible, y, a su modo, posee una

cierta eternidad. También el instante puede ser considerado único y eterno. Para Nietzsche

el tiempo es cíclico o circular, es decir, lo que ha sido ya, volverá a ser, el pasado no

queda atrás, sino que está por venir, nada está definitivamente perdido por tanto. La

tradicional idea de un fin de todos los tiempos hacía de todo lo existente un camino para

llegar a tal fin y, por tanto, en algo imperfecto, inacabado, que sólo se concebía en su

relación con el fin.

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Nietzsche rompe con la concepción lineal del tiempo, presente en todos los

sistemas filosóficos (y en la propia mentalidad occidental) posteriores a la aparición del

cristianismo. La idea del “eterno retorno” es justificada, en primer lugar, con una base

física: el universo es un conjunto de fuerzas finitas que se despliegan en un tiempo infinito.

Por ello, la suma de fuerzas ya ha producido todos los desarrollos posibles y, en

consecuencia, la situación de cada instante es la repetición de configuraciones anteriores

realizadas un número infinito de veces. Así, la idea nietzscheana de que, en un tiempo

infinito, todas las configuraciones posibles se repetirán un infinito número de veces, acaba

con la idea de que la historia tenga una determinada dirección y suponga un progreso o

avance.

En realidad, más allá de esta fundamentación física del carácter circular del tiempo,

lo que a Nietzsche parece interesarle más es subrayar la importancia de una nueva actitud

vital: hay que estar dispuestos a amar la vida hasta el punto de querer volver a

vivirla, porque todo vuelve a repetirse eternamente. Este amor eterno hacia la vida

misma proporciona al hombre el medio par ir superándose continuamente. Así pues, en la

vida de todo individuo, el eterno retorno supone que todo, tanto la risa como el llanto, el

dolor como la alegría, volverán una y otra vez por siempre. El eterno retorno no selecciona

entre lo que volverá a acontecer; todo se repetirá. Por eso hay que amarlo todo, la totalidad

de la vida.

El eterno retorno supone, además, la superación y confirmación del nihilismo, ya

que su aceptación nos aleja del miedo y del pesimismo. Además, constituye la “prueba de

fuego” por la que ha de pasar el superhombre, es decir, es una idea selectiva, pues no todos

los hombres son capaces de soportarla y asumirla en su totalidad. Por ello, el superhombre

es aquel que, al contemplar la vida, es capaz de decir: ¿era esto la vida?, pues bien, ¡otra

vez!

Por ello, dado ese carácter selectivo, establece también una jerarquía y

diferencia entre los hombres, pues supone un reto, y es que las acciones que se realicen

durante la vida han de ser lo bastante nobles y grandiosas como para merecer su

eternidad, el querer volver a vivirlas. Así pues, la aceptación del eterno retorno es otra

muestra más de la altura, moral y vital, del “hombre superior” y su aceptación invertirá

los valores y favorecerá definitivamente a los fuertes.

13 VOCABULARIO BÁSICO DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE.

13.1. Apolíneo:

RELATIVO A LA CONSIDERACIÓN DEL MUNDO COMO UNA TOTALIDAD ORDENADA, LUMINOSA

Y RACIONAL. LOS GRIEGOS EXPRESARON ESTA DIMENSIÓN DE LA REALIDAD CON LA FIGURA

DEL DIOS APOLO. SE OPONE A LO DIONISÍACO.

Nietzsche presenta este concepto en su primer escrito importante, "El

nacimiento de la tragedia", obra que será superada posteriormente en algunos

aspectos, pero no en lo que se refiere a una de sus tesis centrales: el papel de la

filosofía griega clásica (particularmente Sócrates y Platón) en el triunfo de la

concepción apolínea de la vida y el olvido de la dionisíaca. En "El nacimiento de la

tragedia" el joven Nietzsche trataba, aparentemente, cuestiones de historia de la

cultura griega y reflexiones de estética. La obra escandalizó a sus contemporáneos

pues cuestionaba la valoración tradicional y dominante del mundo griego,

valoración según la cual la Grecia clásica, la Grecia del siglo de Pericles era el

momento de esplendor de la cultura griega, y Sócrates y Platón los iniciadores de lo

mejor de la tradición occidental, la racionalidad. Frente a esta interpretación,

Nietzsche da más importancia a la Grecia arcaica, la Grecia del tiempo de Homero,

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y sitúa en el siglo V a. C. el inicio de la crisis vital del espíritu griego.

Nietzsche defiende una concepción metafísica del arte: el valor del arte no está en

la mera complacencia subjetiva que provoca en el espectador, no atañe solo a la

esfera del gusto; es algo más profundo, puesto que con él una cultura expresa toda

una concepción del mundo y de la existencia. El sentido del mundo se puede

describir racionalmente, en conceptos precisos y argumentaciones rigurosas, pero

también mediante la metáfora y los recursos estéticos que permiten la depuración

de la sensibilidad para aprehender intuitivamente la realidad y trasladarla a los demás mediante la sugerencia, la belleza y el símbolo.

Esta apreciación nunca le abandonó, y se manifiesta en varios aspectos de su

filosofía, particularmente en su estilo expresivo, más próximo a la literatura (incluso

a la poesía, como en “Así habló Zaratustra”) que a las formas precisas y

objetivas de la filosofía tradicional. Pues bien, dice Nietzsche, el pueblo griego

antiguo supo captar las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultarse

ninguna de ellas, dimensiones que este pueblo expresó de forma mítica con el culto

a Apolo y a Dionisos. La auténtica grandeza griega culmina en la tragedia ática,

género artístico con el que consiguieron representar de modo armónico lo apolíneo y lo dionisíaco de la existencia.

Apolo era uno de los dioses más venerados por los griegos, le erigieron muchos

templos y a su oráculo acudían cuando deseaban conocer el futuro o aspectos

oscuros de su existencia. Los griegos lo consideraron como el dios de la juventud,

la belleza, la poesía, y las artes en general. Pero, según Nietzsche, expresaba

para ellos mucho más, un modo de estar ante el mundo: era el dios de la luz, la

claridad y la armonía, frente al mundo de las fuerzas primarias e instintivas.

Representaba también la individuación, el equilibrio, la medida y la forma, la

racionalidad. Para la interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea, y

el pueblo griego el primero en presentar una visión luminosa, bella y racional de la

realidad. Nietzsche es contrario a esta interpretación pues afirma que es correcta

para el mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior,

considerado por nuestro filósofo como el momento más característico del espíritu

griego.

Frente a lo apolíneo los griegos opusieron lo dionisíaco, representado con la figura

del dios Dionisos, dios del vino y las cosechas, de las fiestas báquicas presididas por

el exceso, la embriaguez, la música y la pasión; pero, según Nietzsche, con este

dios representaban también el mundo de la confusión, la deformidad, el caos, la

noche, el mundo instintivo, la disolución de la individualidad y, en definitiva, la

irracionalidad. La auténtica grandeza del mundo griego arcaico estribaba en no

ocultar esta dimensión de la realidad, en armonizar ambos principios, en considerar

incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el inicio de la decadencia

occidental, ya con Sócrates y Platón, los griegos intentan ocultar esta faceta

inventándose un mundo de legalidad y racionalidad (un mundo puramente

apolíneo, como el que fomenta el platonismo). Sócrates inaugura el desprecio al

mundo de lo corporal y la fe en la razón, identificando lo dionisíaco con el no ser, con la irrealidad.

En sus obras posteriores, Nietzsche recoge y desarrolla esta idea del inicio de la

decadencia occidental en la Grecia clásica: Platón instauró el error dogmático más

duradero y peligroso: "el espíritu puro", el "bien en sí", el platonismo o creencia en

la escisión de la realidad en dos mundos (el "Mundo Sensible" y el "Mundo

Inteligible o Mundo Racional"). Este dogmatismo es síntoma de decadencia pues se

opone a los valores del existir instintivo y biológico del hombre. La degeneración de

la cultura en virtud de la filosofía griega triunfó en la cultura occidental con el

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ascenso de la moral judeocristiana y del monoteísmo, pervirtiendo desde la raíz el

mundo occidental. Así, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se refiere a

todos los ámbitos, pues "Filosofía, religión y moral son síntomas de decadencia"

("La voluntad de poder"), la filosofía por inventar un mundo racional, la religión

un mundo religioso y la moral un mundo moral; en definitiva, la decadencia del

espíritu griego antiguo supuso el triunfo de lo apolíneo sobre lo único real, según

Nietzsche, lo dionisíaco.

13.2. Crítica a la epistemología tradicional:

LA CREENCIA EN LA VALIDEZ DEL USO DE LA RAZÓN PARA CONOCER EL MUNDO INCLUYE

TRES TESIS BÁSICAS: LA VALIDEZ DE LOS CONCEPTOS, LA LEGITIMIDAD DE LA LÓGICA Y LA

OBJETIVIDAD DEL CONOCIMIENTO. NIETZSCHE CRITICA LAS TRES TESIS CITADAS.

1. Validez de los conceptos. El nivel más elemental de la utilización de la razón

es el de los conceptos: son los depositarios de los significados mediante los que

describimos las propiedades de las cosas. La filosofía ha considerado siempre

que la realidad puede representarse correctamente mediante conceptos, que

éstos reflejan la realidad, y que las relaciones entre los conceptos son capaces

de representar las relaciones entre las cosas. Para ello, y de modo más o menos

explícito, aspiró a la definición precisa de cada término, al rigor en el uso de las

palabras y a su aplicación unívoca y no metafórica. Consideraba que entender

una realidad es subsumirla en un concepto, es disponer de un concepto para

comprenderla. Cuando utilizamos la palabra “árbol” en un sentido no metafórico

(por ejemplo, para hablar tanto de los pinos como de los manzanos) suponemos

que en lo que llamamos pino están presentes también las cualidades

fundamentales descritas con dicha palabra, y que en lo que llamamos manzano

están presentes también las mismas cualidades. Pero si son dos cosas distintas

esto que llamo “manzano” y esto que llamo “pino”, ¿cómo es posible que

también sean iguales? La tradición filosófica resolvía este problema indicando

que en ambos, el manzano y el pino, encontramos dos formas de ser: la esencia

o conjunto de propiedades básicas, presentes también en otras entidades

individuales (en este caso, en todas que reciben el nombre de “árbol”), y los

rasgos accidentales que dan lugar a las diferencias entre individuos de un mismo

género.

Pero, ¿qué podríamos pensar si considerásemos que no existen las esencias, si

creyésemos que en la realidad no hay nada que sea absolutamente idéntico

entre dos objetos?; y más aún, ¿qué podríamos pensar si considerásemos que ni

siquiera un objeto es idéntico a sí mismo puesto que cambia, aunque tal vez de

forma imperceptible, a lo largo del tiempo? Ésta es precisamente la tesis de

Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o varios rasgos)

que se encuentre en todos y cada uno de los individuos; ni siquiera existen los

objetos, pues la identidad que nosotros les atribuimos, su ser los mismos con el

paso del tiempo, es una consecuencia de nuestro modo substancialista de

representarnos la realidad. Como dice en “Sobre verdad y mentira en sentido

extramoral”, formamos los conceptos de las cosas al abandonar las diferencias

individuales, las notas distintivas. Dada esta creencia, que el propio Nietzsche

reconoce heracliteana, no es extraño que para este filósofo el pensamiento

conceptual no sea un buen recurso para expresar la realidad. No es posible que

la misma palabra sirva para referirnos adecuadamente a dos cosas distintas,

porque si cubre adecuadamente la realidad de una de ellas no puede cubrir

también la de la segunda, ya que la primera es inevitablemente distinta de la

segunda (puesto que no existen las esencias o las realidades universales

presentes en varios objetos).

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La idea de la realidad que tiene Nietzsche induce a pensar que no podemos

utilizar las palabras de un modo unívoco; lo más que concede Nietzsche es el uso

análogo o metafórico del lenguaje: la metáfora es mejor modo de captar la

realidad que el concepto preciso pues la metáfora implica desigualdad entre los

objetos, no presenta significados sino que los sugiere, deja abierta la posibilidad

al oyente o lector de que él mismo complete el significado a partir de su propia

experiencia del mundo. Por esta razón, es perfectamente comprensible el estilo

que emplea Nietzsche para expresar sus ideas filosóficas: no demuestra ni

argumenta pues no cree en la demostración, no expone sistemáticamente su

filosofía pues no cree que el mundo sea un sistema o totalidad ordenada, no

emplea con precisión ni rigor los conceptos, emplea la sugerencia, la metáfora,

el aforismo. Para Nietzsche, el arte es un medio más adecuado de expresar el

mundo que la filosofía.

2. Objetividad de la lógica: las leyes de la razón son también leyes del

mundo. Este principio es también común a toda la filosofía tradicional, aunque

interpretado en términos radicales por las corrientes racionalistas y en términos

más moderados por las de orientación empirista. Los principios básicos a los que

se somete la razón cuando ésta se utiliza adecuadamente (la lógica), son

también los principios básicos de la realidad. Por ejemplo, si queremos ser

racionales, y asegurarnos el conocimiento del mundo, debemos evitar la

contradicción, y esto es así porque el principio lógico fundamental (dos

proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas) es expresión de

un principio que determina la realidad misma: la realidad no es contradictoria,

un objeto no puede poseer predicados contradictorios (no podemos aceptar

como verdaderas las proposiciones “la mesa es negra” y “la mesa no es negra”,

porque la mesa o es negra o no es negra).

Frente a este punto de vista, Nietzsche afirma el carácter irracional del mundo:

la lógica, la razón son invenciones humanas, “no nos es posible afirmar y negar

una misma cosa; se trata de un principio de experiencia subjetiva que no

expresa una “necesidad”, sino simplemente una incapacidad”, las cosas no se

someten a regularidad alguna, el mundo es la totalidad de realidades

cambiantes, esencialmente distintas unas a otras, y acogen en su interior la

contradicción. De nuevo, la metafísica tradicional pudo defender su punto de

vista porque creyó en la existencia de un Mundo Verdadero (explícitamente

Platón reconoce que sólo la existencia del mundo de las Ideas, de un mundo

eterno y absoluto, garantiza la superación definitiva del relativismo). Si negamos

la existencia de dicho mundo, como nos propone Nietzsche, parece inevitable

declarar la irracionalidad de lo existente.

3. Objetividad del conocimiento: gran parte de la tradición filosófica creyó

posible alcanzar un conocimiento verdadero de la realidad, conocimiento que

debería ser el mismo para todo aquél que pensase adecuadamente. La

filosofía tradicional confiaba en la posibilidad de utilizar la razón desprendida

de cualquier motivación personal distinta a la de la propia pasión por la

verdad, de cualquier elemento subjetivo que pudiera afectar a su

imparcialidad; en definitiva, creyó posible un conocimiento objetivo del

mundo.

Nietzsche considera que la confianza en la posibilidad de este tipo de conocimiento

descansa en una creencia aún más básica, la creencia en algún tipo de realidad

absoluta (el Mundo de las Ideas de Platón o el Dios cristiano); sin embargo si esta

realidad absoluta es una construcción de la fantasía humana, si realmente Dios no

existe, la confianza en este tipo de conocimiento carece de sentido. Si aún

queremos hablar de conocimiento, concluye Nietzsche, debemos aceptar su

carácter relativo, subjetivo; todo el conocimiento humano es mera interpretación

del mundo, depende de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que

lo crea.

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13.3. Crítica a la metafísica tradicional:

NIETZSCHE CONSIDERA QUE EL ERROR FUNDAMENTAL DE TODA LA METAFÍSICA DESDE

SÓCRATES ESTÁ EN LA INVENCIÓN DE UN MUNDO RACIONAL Y LA DESVALORIZACIÓN DE LO

OPUESTO A ESE MUNDO RACIONAL, EL QUE SE OFRECE A LOS SENTIDOS, EL MUNDO DEL

DEVENIR.

La crítica de Nietzsche a la metafísica occidental se centra en dos aspectos:el

relativo a la aparición de la metafísica occidental y el relativo a sus conceptos fundamentales:

1) Conceptos básicos de la metafísica tradicional: la filosofía presenta una

idea del mundo totalmente inadecuada: en primer lugar y de modo fundamental

por considerar al mundo como un cosmos y no como un caos, por creer en la

racionalidad intrínseca de la realidad. La invención del Mundo Racional trae

consigo la invención de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional:

entidades “racionales” como esencia, substancia, unidad, alma, Dios,

permanencia,...; estas entidades son puras ficciones, nada nos garantiza su

existencia, como no sea el prejuicio y el poder fascinador del ejercicio de la

razón. Dado que el mundo que se muestra a los sentidos no presenta estas

características pues éstos nos ofrecen la corporeidad, lo cambiante, la

multiplicidad, el nacimiento y la muerte, los filósofos acaban postulando la

existencia de dos mundos, el mundo de los sentidos, pura apariencia, irrealidad,

y el Mundo Verdadero, el Ser, dado a la razón, y horizonte último de nuestra existencia.

Esto es precisamente lo que Nietzsche llama “platonismo”. Una consecuencia de

la invención del Mundo Verdadero es la valoración positiva del mundo del

espíritu y la valoración negativa de la corporeidad. La filosofía tradicional

(filosofía que ha dominado todo el mundo occidental, aunque se haya expresado

de un modo distinto en distintos autores) comienza con Platón, quien se inventa

un mundo perfecto, ideal, absoluto, al que contrapone el desvalorizado mundo

que se ofrece a los sentidos. Platón identifica el Ser con la realidad inmutable,

estática, absoluta y relega al mundo de la apariencia lo que se ofrece a los

sentidos (lo cambiante, la multiplicidad, lo que nace y muere). La filosofía

posterior acepta este esquema mental básico, aunque lo exprese con distintas

palabras.

2) El nacimiento de la metafísica occidental: cuando se explica la aparición de

la filosofía en el mundo griego es común señalar que la gran aportación de esta

época es el descubrimiento de la racionalidad en el mundo. Las cosas se

describen como si antes del siglo VI a. C. (fecha de la aparición de la filosofía) la

realidad ya fuese racional, circunstancia olvidada por la actitud mítica y, sin

embargo, puesta en evidencia por los primeros filósofos griegos. Es común

indicar que los primeros filósofos descubren el mundo como una totalidad

ordenada, descubren que es un cosmos y no un caos. El punto de vista de

nuestro autor es radicalmente contrario a esta interpretación: los griegos

inventan la racionalidad y el supuesto carácter ordenado del mundo.

Nietzsche considera que en la aparición de la metafísica occidental encontramos

dos elementos básicos: uno de índole psicológico, y otro, la fe en el lenguaje

origen psicológico de la metafísica: la metafísica es un signo de

determinadas tendencias antivitales, de tendencias guiadas por un

instinto de vida decadente y contrario al espíritu griego anterior. Sólo

la falta de instinto, el tono vital disminuido, permitió la exageración

del papel de la razón, de la vida consciente, y la aparición de las

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fantasías metafísicas consecuencia de esta hipertrofia de la razón: el

Mundo Verdadero, Eterno, Inmutable propuesto por los primeros

filósofos, particularmente a partir de Sócrates y Platón. La raíz moral

(inmoral, dirá Nietzsche) que motivó la aparición de la filosofía

platónica fue el temor a la mutación, la muerte y la vejez, lo que le

condujo a inventarse un mundo en donde no estén presentes dichas

categorías. Las categorías metafísicas como substancia, ser, esencia,

unidad, son puras invenciones para en ellas encontrar el reposo, la

regularidad y calma que realmente no sugiere el único mundo

existente, el que se ofrece a los sentidos. La metafísica platónica –y

en el fondo, toda la occidental– es un síntoma de resentimiento ante el único mundo existente, miedo al caos;

influencia de la gramática para Nietzsche el lenguaje da lugar a

una visión errónea de la realidad:

la mayoría de las frases de nuestro lenguaje tienen la

estructura sujeto-predicado, estructura que da pie a una

interpretación substancialista de la realidad: en el mundo

existen cosas, unidades definidas por características que le

son propias y que las hacen distintas de las demás; en nuestro lenguaje son fundamentales las frases con el

verbo ser, verbo que favorece la idea de la existencia de

entidades dotadas de rasgos permanentes, de substancias; con el lenguaje hablamos de distintas cosas mediante las

mismas palabras, lo cual parece suponer que existen

semejanzas entre ellas, cuando no identidad. Dado que con

el lenguaje atribuimos ser a las cosas, que mediante los

conceptos –las “células” básicas del lenguaje– creemos

posible referirnos a lo universal, el lenguaje favorece

también la creencia en la existencia de esencias, de

naturalezas universales (recordemos que para el propio

Platón la existencia de términos universales como los

nombres comunes, los adjetivos o los sustantivos abstractos

lleva necesariamente a creer en la existencia de las

naturalezas universales a las que llama Ideas).

Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de entender el

mundo sería también distinta. Sólo la superación de la creencia en la

gramática puede superar también la concepción típica de la metafísica

tradicional: “La razón en el lenguaje: ¡Oh, qué vieja hembra

engañadora...! Creo que no vamos a desembarazarnos de la idea de

"Dios" porque aún seguimos creyendo en la gramática" (“El crepúsculo de los ídolos”).

Las críticas presentadas en esta sección y en la anterior muestran la enorme

distancia que separa a Nietzsche de todo el pensamiento filosófico precedente:

Nietzsche es contrario a la actitud general más importante y característica de la

cultura occidental, la creencia de que el mundo es un cosmos y de que la razón –el

logos– puede captar lo real; estas creencias están a la base de la filosofía, de la

ciencia y de la cultura occidental en su conjunto. La filosofía de Nietzsche tiene una

orientación claramente irracional, y hace imposible el lenguaje, el conocimiento y la

propia filosofía –al menos entendida con el espíritu con el que aparece en Grecia

en el siglo VI a.C.–.

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La crisis de la razón ilustrada: el vitalismo de Nietzsche

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13.4. Crítica a la moral tradicional:

NIETZSCHE CRITICA DE LA MORAL TRADICIONAL SU DOGMATISMO MORAL Y SU CARÁCTER

ANTIVITAL.

1) El dogmatismo moral. El dogmatismo moral presenta las dos características

siguientes: consideración de los valores morales como valores objetivos y universalidad de los valores morales:

crítica a la consideración objetiva de la moral: Platón situó los

valores en el mundo eterno e inmutable de las Ideas, el cristianismo

los sitúa en el ámbito eterno e inmutable de la mente de Dios. Pero la

moral tradicional, dice Nietzsche, se equivoca totalmente: los valores

morales no tienen una existencia objetiva, no existe un ámbito en el

que se encuentren los valores como realidades independientes de las

personas, no existen los valores como una de las dimensiones de las

cosas, ni como realidades que estén más allá de éstas, en un

supuesto mundo objetivo. Los valores los crean las personas, son

proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones,

sentimientos e intereses, los inventamos, existen porque nosotros los

hemos creado. Sin embargo, es frecuente olvidar este hecho, de ahí

que habitualmente los vivamos como objetivos y los sintamos como

mandatos, como exigencias que vienen de fuera (de la ley de Dios,

de la Naturaleza o de la conciencia moral). El dogmatismo moral

consiste precisamente en olvidar que los valores dependen de noso-

tros, consiste en mantener que tienen una existencia objetiva;

universalidad de los valores: como consecuencia de la creencia en

el carácter independiente de los valores, la moral tradicional creyó

también que las leyes morales valen para todos los hombres: si algo

es bueno es bueno para todos, si algo no se debe hacer no es

correcto que lo haga nadie. Esto es, precisamente, lo que indicaba el

imperativo categórico kantiano y la conclusión a la que se podía

llegar también a partir de la consideración tomista de la ley moral

como consecuencia de la ley natural, y ésta de la ley eterna.

Nietzsche niega este segundo rasgo del dogmatismo moral: si

realmente los valores existiesen en un Mundo Verdadero y Objetivo

podríamos pensar en su universidad, pero no existe dicho Mundo, por

lo que en realidad los valores se crean, y por ello cambian y son

distintos a lo largo del tiempo y en cada cultura. Una vez criticado el

fundamento absoluto que sirve de soporte a la validez de la moral, no se puede pensar en su universalidad.

2) La moral tradicional es antivital: podría parecer que con la descripción

anterior Nietzsche está justificando toda apreciación moral, sea cual sea, ya que

todas en el fondo valen lo mismo: nada. Pero esto no es así: aunque la defensa

de un criterio de verdad moral puede parecer algo paradójico desde su punto de

vista, Nietzsche nos propone uno pues todas las tablas de valores son

inventadas, pero hay algunas mejores que otras; el criterio utilizado para esta

apreciación es el de la fidelidad a la vida: los valores de la moral tradicional son

valores contrarios a la vida, contrarios a la categorías básicas que parecen estar

involucradas en la vida. La moral tradicional (la moral cristiana) es “antinatural”

pues presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida,

es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y

natural. Esto se ve claramente en la obsesión de la moral occidental por limitar

el papel del cuerpo y la sexualidad.

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El dogmatismo moral tiene varias implicaciones (para Nietzsche “patológicas”):

la idea de pecado y de culpa, y la de la libertad. La idea de pecado es una de las

ideas más enfermizas inventadas por la cultura occidental: con ella el sujeto sufre y

se aniquila a partir, sin embargo, de algo ficticio; no existe ningún Dios al que

tengamos que rendir cuentas por nuestra conducta, sin embargo el cristiano se

siente culpable ante los ojos de Dios, se siente observado, cuestionado, valorado

por un Dios inexistente, del que incluso espera un castigo; situación paradójica por

cuanto este Dios y los propios valores morales son una creación de él mismo. El

cristianismo (y todo el moralismo occidental) tiene necesidad de la noción de

libertad: para poder hacer culpables a las personas es necesario antes hacerlas

responsables de sus acciones. El cristianismo cree en la libertad de las personas

para poder castigarlas. “No puede negarse que el error más grave, más pertinaz y

peligroso, que jamás fue cometido, ha sido un error dogmático, es decir, la

invención de un espíritu puro y del bien en sí de parte de Platón” (“Más allá del

bien y del mal”).

Los valores tradicionales son los de la “moral de esclavos” y, frente a ellos,

Nietzsche propone la “moral de los señores”, los valores del superhombre y de

afirmación de la vida.

13.5. Decadencia occidental:

RASGO DE TODA LA CULTURA OCCIDENTAL CONSISTENTE EN LA DEFENSA DE LOS VALORES

CONTRARIOS A LA VIDA Y EN LA CREENCIA EN UN MUNDO OBJETIVO, VERDADERO, INMUTABLE Y RACIONAL COMO FUNDAMENTO DE DICHOS VALORES.

RELATO DE LA DECADENCIA OCCIDENTAL Y DE SU SUPERACIÓN

tiempo rasgos

mundo griego hasta el

siglo de Pericles (s. V

a.C.)

armonía entre lo dionisíaco y lo apolíneo

con Eurípides, Sócrates y

Platón inicio de la decadencia: triunfo de lo apolíneo sobre lo

dionisíaco; comienza el platonismo

presencia del cristianismo “platonismo para el pueblo”; triunfo de la moral de

esclavos y del resentimiento hacia la vida

Edad Moderna comienza la crisis de lo metafísico y la “muerte de Dios

actualidad muerte de Dios; posibilidad de superación del

platonismo y de la aparición del superhombre

Para entender la crítica de Nietzsche a la cultura occidental es preciso fijarse en

varios momentos de su historia:

1. Mundo griego hasta el siglo de Pericles (s. V a.C.): ya en su escrito de

juventud “El nacimiento de la tragedia”, Nietzsche señala que la época de

esplendor del mundo griego era la época anterior a la aparición de la filosofía. La

razón por la que Nietzsche hace esta valoración estriba en que cree que en este

momento histórico no se ocultan dimensiones fundamentales y trágicas de la vida

(lo irracional, el caos, la temporalidad, la enfermedad y la muerte). Las dos

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grandes construcciones espirituales de la época, el arte trágico y la religión

politeísta, junto con la moral de la excelencia y del valor, la moral heroica, no eran

contrarias a la vida sino su afirmación, y en el caso del arte y de la religión, su

expresión simbólica, expresión que adquiere su máxima densidad en la

reivindicación de lo dionisíaco

2. Inicio de la decadencia: Eurípides, Sócrates y Platón. Decimos de algo que es

decadente cuando manifiesta una perdida de valor, fuerza o vigor respecto del

“tono” vital anterior. Esto es precisamente lo que ocurre con estos autores, pues,

según Nietzsche, con ellos comienza la cultura occidental y la decadencia respecto

del tono vital anterior; dan lugar al “platonismo”, o creencia en la existencia de un

Mundo Verdadero, Objetivo, Bueno, Eterno, Racional, Inmutable, y el desprecio de

las categorías de la vida (el cuerpo, la sexualidad, la temporalidad, el cambio, la

multiplicidad e individualidad,...). Con ellos comienza la Ciencia y la Metafísica y

ellos crean el marco adecuado para la aparición de la Religión y la Moral.

3. Presencia del cristianismo: el cristianismo es totalmente fiel a la filosofía

platónica (“platonismo para el pueblo”, dice Nietzsche, filosofía platónica

expresada en términos sencillos y accesibles a todo el mundo). Con el cristianismo

las ideas que antes estaban presentes en un reducido número de personas, los

filósofos, se extienden a todos los hombres. El dualismo ontológico, el dualismo

antropológico (una tesis particular en el marco general del dualismo ontológico)

pasan a ser de dominio público. El mundo inteligible de Platón pasa a ser lo Infinito

o mundo divino, el mundo sensible el mundo terrenal, el alma se opone al cuerpo.

Distintas palabras para, en el fondo, las mismas ideas. El cristianismo influirá en la

filosofía puesto que, opina Nietzsche, todos los filósofos son en el fondo teólogos.

Con el cristianismo comienza también la moral de los esclavos.

4. Edad Moderna: con la Edad Moderna comienza la crisis del “platonismo” y del

cristianismo. La propia filosofía prepara la “muerte de Dios”: el empirismo, la

Ilustración y, ya en el siglo XIX, el materialismo cada vez más pujante muestran el

carácter ilusorio de las creencias anteriores.

5. Actualidad: la Edad Contemporánea acentúa la crisis iniciada en la

Modernidad, y Nietzsche encuentra en la “muerte de Dios” el fundamento básico de

esta crisis. Estamos en un momento crítico: aquello que había servido de orientación

a toda la cultura (pero que era pura invención) desaparece del horizonte y el hombre

se encuentra desorientado. Tal vez anticipándose a las grandes catástrofes del siglo

XX, Nietzsche anuncia inminentes convulsiones sociales y guerras dramáticas, de una

intensidad y capacidad destructiva desconocidas. Pero este momento crítico en el que

nos encontramos es, a la vez, necesario para la aparición de una nueva forma de

estar en el mundo. Es necesario para la aparición de un hombre nuevo (el

superhombre) y de una nueva concepción de la vida (la que descansa en la

comprensión de la voluntad de poder como la esencia de la realidad).

13.6. Dionisíaco:

CONCEPCIÓN DEL MUNDO TÍPICA DEL MUNDO GRIEGO ANTERIOR A LA APARICIÓN DE LA

FILOSOFÍA. REPRESENTA EL “ESPÍRITU DE LA TIERRA” O VALORES CARACTERÍSTICOS DE LA

VIDA.

El dios griego Dionisos (Baco para los romanos) era el dios de la vida vegetal y

del vino, fue muy importante para este pueblo, y a él rindieron culto las bacantes.

Nietzsche hace una interpretación de este dios que va más allá de su significado

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ordinario, considerando que con esta figura mítica los griegos representaban una

dimensión fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que quedó

relegado en la cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos,

irracionales, biológicos. Aunque Nietzsche explica este término en su obra juvenil

“El nacimiento de la tragedia”, nunca lo abandonó, y lo podemos utilizar como metáfora de lo que más tarde llamó “voluntad de poder”. (Ver “apolíneo”).

13.7. Eterno retorno:

CONCEPCIÓN DEL TIEMPO CARACTERÍSTICA DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE. CONSISTE EN

ACEPTAR QUE TODOS LOS ACONTECIMIENTOS DEL MUNDO, TODAS LAS SITUACIONES

PASADAS, PRESENTES Y FUTURAS SE REPETIRÁN ETERNAMENTE.

Ésta es una de las tesis más extrañas de Nietzsche, particularmente porque

parece contraria al modo dominante de interpretar la sucesión de acontecimientos:

a una cosa le sigue otra, y a ésta la siguiente, y las que quedan en el pasado son

irrecuperables, ya no podrán darse más; las personas que creen en la inmortalidad

del alma afirman, en todo caso, que los seres queridos podrán “retornar”, que

volveremos a tener una experiencia de ellos, que podremos recuperarlos. Pero

nadie ha defendido que otros objetos –por ejemplo el ámbito de los objetos

“insignificantes” que rodea nuestra existencia, como la piedra con la que tropiezo, o

la hoja que cae sobre la acera, o el vaso que se acaba de romper, ...– puedan

recuperar su existencia. Las historias de la filosofía suelen indicar que esta

concepción, tan profundamente incrustada en nuestra mente, del carácter

irreversible del tiempo y de todas las cosas que caen en su interior, se debe a la

influencia del pensamiento cristiano. Según esta interpretación, el cristianismo

introduce una visión lineal de la historia y del tiempo, una visión que establece un

sentido en la historia, sentido que se expresa además en la idea del progreso: la

historia comienza con la creación, tiene momentos cruciales como la encarnación de

Dios en la figura de Cristo y la presencia de la Iglesia, y culminaría con la segunda

llegada de Cristo, al final de los tiempos.

Independientemente de si esta consideración es correcta, y de si antes de la visión

cristiana las personas tenían una visión cíclica del tiempo, las tesis de Nietzsche

relativas al tiempo son tan radicales y extrañas que difícilmente las podemos

encontrar en alguna cultura de la que se tengan datos históricos. Según la tesis del

eterno retorno todo va a repetirse un número infinito de veces. Fijémonos en el alcance de esta afirmación:

las personas que conocemos volverán a estar presentes;

pero también el resto de los seres (animales, plantas, objetos inertes);

volverán las mismas cosas con las mismas propiedades, en las mismas circunstancias y comportándose de la misma forma.

¿Por qué Nietzsche propone esta extraña teoría? Cabe presentar dos

interpretaciones:

la primera se refiere al “argumento” que presenta en su defensa, argumento

que se expresa casi de forma matemática: dado que la cantidad de fuerza

que hay en el universo es finita y el tiempo infinito, el modo de combinarse

dicha fuerza para dar lugar a las cosas que podemos experimentar es finito.

Pero una combinación finita en un tiempo infinito está condenada a repetirse

de modo infinito. Luego todo se ha de dar no una ni muchas sino infinitas veces;

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sin embargo, es posible entender también la tesis nietzscheana del eterno

retorno como la expresión de la máxima reivindicación de la vida, como una

hipótesis necesaria para la reivindicación radical de la vida: la vida es

fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente

(recordemos las críticas de Nietzsche a toda filosofía que postula la

existencia de entidades permanentes). Pero podemos recuperar la noción de

permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no

porque no se acabe nunca (lo cual haría imposible la aparición de otros

instantes, de otros sucesos) sino porque se repite sin fin. En cierto modo, y

aunque pueda parecer paradójico, Nietzsche consigue con esta tesis hacer

de la vida lo Absoluto. “¿Qué sucedería si un demonio... te dijese: Esta vida,

tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que

revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al

contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y

cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... y

también este instante y yo mismo... Si este pensamiento tomase fuerza en

ti... te transformaría quizá, pero quizá te anonadaría también...¡Cuánto

tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino ésta suprema y eterna confirmación!” (“El Gay saber”).

13.8. Muerte de Dios:

FIN DE TODA CREENCIA EN ENTIDADES ABSOLUTAS.

Una primera y elemental aclaración es que cuando Nietzsche predica la muerte

de Dios no quiere decir que Dios haya existido y después haya muerto (un

absurdo). Nietzsche nunca creyó en la existencia de Dios. Esta tesis señala

simplemente que la creencia en Dios ha muerto. Podemos entender esta tesis

nietzscheana si la comparamos con el punto de vista de Marx:

1) Relación entre el hombre y Dios:

ambos autores consideran que Dios no crea al hombre sino el hombre

a Dios.

2) Razones de la creencia en Dios:

para Marx, las dos razones principales de la invención del mundo

religioso son: dar un consuelo a los hombres de la miseria y

sufrimiento existente en este mundo, y ser un instrumento de la

clase dominante para el mejor control de la clase dominada;

para Nietzsche, sirve también la primera razón, pero frente a la

segunda presenta otra: la creencia en Dios es una consecuencia de la

vida decadente, de la vida incapaz de aceptar el mundo en su

dimensión trágica; parece apelar a una motivación psicológica: la

idea de Dios es un refugio para los que no pueden aceptar la vida.

3) “Muerte de Dios”:

Marx no considera que las creencias religiosas hayan llegado a su fin,

esto sólo ocurrirá cuando triunfe la revolución y desaparezca la causa última que la produce, la injusticia y la alienación;

Nietzsche sí considera que estamos ante un acontecimiento actual:

no explica las razones históricas que han dado lugar a la creencia en

Dios, ni las que han dado lugar a su descrédito, pero parece indicar

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que estamos en un tiempo histórico clave pues en él asistimos a su

necesario final.

4) “Concepto de Dios”:

cuando el marxismo se refiere a Dios se refiere al dios de la religión;

cuando Nietzsche se refiere a Dios se refiere al dios de la religión,

particularmente del cristianismo, pero también a todo aquello que

puede sustituirle, porque en realidad Dios no es una entidad sino un

lugar, una figura posible del pensamiento, representa lo Absoluto.

Dios es la metáfora para expresar la realidad absoluta, la realidad

que se presenta como la Verdad y el Bien, como el supuesto ámbito

objetivo que puede servir de fundamento a la existencia por

encontrarse más allá de ésta y darle un sentido. Todo aquello que

sirve a los hombres para dar un sentido a la vida, pero que sin

embargo se pone fuera de la vida, es semejante a Dios: la

Naturaleza, el Progreso, la Revolución, la Ciencia, tomadas como

realidades absolutas son el análogo a Dios. Cuando Nietzsche declara

que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven

desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre

se ha vivido, que no existe una luz que nos pueda guiar de modo

pleno. Esta experiencia de la finitud, del sentirse sin remedio desorientado es necesario para empezar un nuevo modo de vida.

5) Consecuencia de la “muerte de Dios”:

para el marxismo, la crítica a la alienación religiosa y la superación de

la religión es indispensable para el triunfo completo del comunismo y la aparición de la sociedad nueva;

para Nietzsche, con dicha “muerte” podemos vivir sin lo absoluto, en

la “inocencia del devenir”. De ahí que la muerte de Dios sea la

condición para la aparición del superhombre.

13.9. Nihilismo:

DE “NIHIL”, NADA. ACTITUD VITAL Y FILOSÓFICA QUE NIEGA TODO VALOR A LA

EXISTENCIA, O QUE HACE GIRAR LA EXISTENCIA ALREDEDOR DE ALGO INEXISTENTE.

La idea nietzscheana del nihilismo es compleja:

1. Nihilismo como decadencia vital: para Nietzsche, toda cultura que crea en la

existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores

objetivos de la Verdad y el Bien, es una cultura nihilista. En la medida en que el

cristianismo concentra esta realidad absoluta en la figura de Dios, a la que le

opone el mundo de las cosas naturales, y en la medida en que, según nuestro

autor, dicho mundo “superior” es una pura nada, la cultura cristiana, y en

definitiva toda la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y

esperanzas a algo inexistente (el Dios cristiano, el Mundo Ideal y Racional de los

filósofos), despreciando de modo indirecto la única realidad existente, la realidad

del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. En “Así habló

Zaratustra” representa Nietzsche este modo de mostrarse el espíritu con la

figura del camello, símbolo de la aceptación resignada de las mayores cargas.

2. Nihilismo activo: es también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los

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valores dominantes son una pura nada, una invención; la filosofía nietzscheana

es nihilista en este sentido pues propone la destrucción completa de todos los

valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos (propone la

“transmutación de todos los valores”). Este nihilismo es una fase necesaria para

la aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, para el

reencuentro con el “sentido de la tierra”, la aparición de una nueva moral y de

un nuevo hombre, el superhombre. En “Así habló Zaratustra” representa esta

figura del espíritu con la metáfora del león (por su agresividad, su capacidad

destructiva).

3. Nihilismo pasivo: es una de las consecuencias de la “muerte de Dios”, aparece

por la consciencia del carácter radicalmente infundado de la creencia en lo

sobrenatural, de la creencia religiosa en el mundo del espíritu. Durante siglos

nuestra cultura ha considerado que los valores descansan en algo trascendente,

que existe un ámbito objetivo gracias al cual la existencia tiene sentido. La vida

tiene un sentido porque algo exterior a ella se lo da. Con la muerte de Dios

sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es

absolutamente insostenible, vacía, carente de sentido. El “nihista pasivo” no cree

en ningún valor, puesto que considera que todo valor es posible sólo si Dios

existe, y Dios no existe; termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al

deseo, el suicidio. En este momento crítico encontramos el nihilismo en la

desesperación de los que consideran que nada tiene sentido ni valor por no

existir aquello que debería ser el fundamento de todo sentido y valor, Dios.

Aquél que dijese que si Dios no existe todo está permitido, aquél que

desesperase de la vida y se levantase en contra de ella por considerar que ésta

solo puede tener su fundamento en algo ajeno de ella y que dicho fundamento

no existe, ese sería también nihilista.

13.10. Perspectivismo:

TEORÍA CONTRARIA AL OBJETIVISMO. AFIRMA QUE TODA TESIS RELATIVA AL MUNDO,

TODO CONOCIMIENTO, ESTÁ INFLUIDA POR LAS PECULIARIDADES DEL SUJETO

COGNOSCENTE.

Varias décadas antes que Ortega y Gasset, Nietzsche defiende el

perspectivismo: toda representación del mundo es representación que se hace un

sujeto; la idea de que podemos prescindir de la situación vital del sujeto, de sus

rasgos físicos, psicológicos, históricos o biográficos, para alcanzar un conocimiento

del mundo tal y como éste pueda ser (la idea de la posibilidad de un conocimiento

objetivo) es un absurdo. Nietzsche considera imposible el conocimiento de la

realidad en sí misma, pues toda afirmación, toda creencia, toda teoría del mundo

depende del punto de vista de la persona que la ha creado. Más aún, todo ser

dotado de algún grado de conocimiento, de alguna capacidad para representarse el

mundo (por ejemplo, porque pueda percibirlo de algún modo), es tan buen testigo

del mundo como nosotros, los seres humanos. Nuestro punto de vista no es mejor

para una correcta descripción de la realidad que el de otras especies animales

(sencillamente porque no hay ninguna descripción mejor ni peor, todas valen lo

mismo).

No existe ningún dato, ninguna experiencia, no contaminado por un punto de

vista, por una interpretación. “La característica del mundo del devenir es la de ser

informulable, falso, contradictorio. El conocimiento y el devenir se excluyen. Así

pues, no existen hechos que nos sean dados inmediatamente; sólo manejamos

interpretaciones”. No es posible un “criterio de verdad” (por ejemplo, el famoso

criterio cartesiano de la claridad y la distinción), no existen los datos puros a partir

de los cuales podamos construir un saber objetivo. Y no podemos encontrar datos o

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verdades primeras ni en nuestro conocimiento del mundo exterior, el mundo que

llamamos físico, ni tampoco en el mundo interior.

La posición de Nietzsche es tan radicalmente contraria a la posibilidad de encontrar

una verdad absoluta que ni siquiera cree posible lo que podría parecer la verdad

más verdadera, el cogito cartesiano: tampoco el mundo de la mente se nos

muestra en su pureza, nuestro conocimiento de la mente propia está tan influido

por prejuicios como lo está el conocimiento del mundo exterior. “Los hechos de

conciencia no son más inmediatos que los hechos externos, están construidos

exactamente igual”. El perspectivismo nietzscheano parece ser una forma de

relativismo y subjetivismo.

13.11. Platonismo:

NIETZSCHE LLAMA PLATONISMO A TODA TEORÍA PARA LA QUE LA REALIDAD ESTÁ ESCINDIDA

EN DOS MUNDOS: UN MUNDO VERDADERO, DADO A LA RAZÓN, INMUTABLE Y OBJETIVO, Y UN

MUNDO APARENTE, DADO A LOS SENTIDOS, CAMBIANTE Y SUBJETIVO.

Como es sabido, Platón defendió el dualismo ontológico y dividió la realidad en dos mundos opuestos a los que atribuyó las siguientes características:

DUALISMO ONTOLÓGICO EN PLATÓN

se alcanza mediante

es le

corresponde se relaciona con

MUNDO VERDADERO

la razón objetivo inmutable la eternidad el

bien el alma

MUNDO

APARENTE los

sentidos subjetivo cambiante

el

nacimiento,

la duración y la muerte

el

mal el cuerpo

El pensamiento, la filosofía y la religión occidentales son una forma de platonismo

pues defienden la misma concepción de la realidad, aunque con palabras distintas:

PLATONISMOS

en Platón en el

Cristianismo en Kant

MUNDO

VERDADERO Mundo de la

Ideas

Mundo

Sobrenatural,

particularmente Dios

Realidad Nouménica o Cosa

En Sí

MUNDO

APARENTE Mundo

Sensible Mundo terrenal o

finito Realidad Fenoménica

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Toda la filosofía nietzscheana es como una melodía que repite un mismo tema: el

tema es la reivindicación de la vida y la crítica a la actitud contraria a la vida, el

platonismo; las variaciones a este tema son sus tesis relativas al superhombre, la

voluntad de poder y la tesis del eterno retorno, y sus críticas a las manifestaciones

particulares del platonismo en la filosofía, la ética, la religión y la ciencia. En definitiva,

su filosofía es el intento más radical de toda la historia del pensamiento de superar el

platonismo y defender la tesis opuesta: la existencia de un mundo irracional y carente de sentido trascendente, la vida.

¿En qué consiste el gran error que Nietzsche atribuye a este punto de vista? Lo

podemos entender si recordamos algunos tópicos fundamentales de la historia de la

filosofía: la filosofía nace como paso del mito al logos, como superación de las

descripciones del mundo que apelan a la imaginación y la narración metafórica por las

descripciones que apelan a la racionalidad y la narración precisa y objetiva. Y comienza

precisamente señalando una serie de conceptos antitéticos: el concepto de ser frente al

de apariencia, el de razón frente a los sentidos, el del espíritu o alma frente al cuerpo,

el de lo permanente frente al cambio, el de la unidad frente a la multiplicidad. Estas

creencias no comienzan con Platón, están incluso en los filósofos presocráticos –con la

excepción de Heráclito al que el propio Nietzsche dice reverenciar– pero adquieren su

más radical expresión en Sócrates y en Platón. No es extraño que una consecuencia de

estas apreciaciones sea que para casi toda la cultura occidental (presocráticos, Platón,

cristianismo,...) la muerte tal y como la vivimos en la experiencia ordinaria sea una

mera apariencia, la auténtica realidad nunca muere, es eterna, lo que nosotros

experimentamos como muerte se encuentra en el nivel de la apariencia, en el nivel de lo que se ofrece a los sentidos.

El platonismo es la filosofía que se resume en esta última frase: la realidad no cambia

y lo que cambia no es real; el auténtico ser es inmutable. La filosofía de Nietzsche es la

filosofía que más lejos ha intentado llevar la reivindicación de la vida y la corporeidad,

la reivindicación del ámbito en donde se dan “la muerte, el cambio, la vejez, así como

la procreación y el crecimiento”, y, por lo tanto, la superación del platonismo.

13.12. Superhombre:

HOMBRE NUEVO QUE APARECE TRAS LA “MUERTE DE DIOS”. NIETZSCHE LO CONCIBE COMO

EL INDIVIDUO FIEL A LOS VALORES DE LA VIDA, AL “SENTIDO DE LA TIERRA”.

Nietzsche emplea con frecuencia un tono combativo y un lenguaje retórico que

puede dar lugar a interpretaciones que no son fáciles de aceptar después de la

terrible experiencia del siglo XX: sus exabruptos contra los judíos, la exaltación de

“bruto rubio germánico”, y algunos de los calificativos con los que a veces se refiere

a lo que parece considerar el ideal de hombre (crueldad, brutalidad, falta de

compasión, ...) permiten comprender que su filosofía haya sido utilizada por el nazismo para la defensa de sus tesis racistas.

Sin embargo, en la filosofía de Nietzsche encontramos también elementos muy

importantes que no parecen favorecer esta interpretación:

manifestó expresamente su hostilidad ante los alemanes y la cultura

alemana (incluso llegó a abandonar la ciudadanía alemana y se hizo suizo);

la figura del superhombre no se puede separar de la consideración

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La crisis de la razón ilustrada: el vitalismo de Nietzsche

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general nietzscheana relativa al platonismo y la muerte de Dios;

implica una concepción filosófica y una teoría de la historia ajena por

completo a las ideas nazis. El hombre al que hay que superar es el

que se somete a los valores tradicionales, a la “moral del rebaño”, a

la moral basada en la creencia de una realidad trascendente que

fomenta el desprecio por la vida, la corporeidad y la diferencia entre

las personas. El superhombre sólo es posible cuando se prescinda

absolutamente de la creencia en Dios, cuando se realice hasta el final

la “muerte de Dios”;

el nazismo defiende el culto a la raza y al Estado, predica la

superioridad del grupo sobre el individuo, pero es esencial a la

filosofía nietzscheana la tesis de que no existe lo universal: Nietzsche

no cree en realidades universales, para él no existe la Humanidad, ni

la Raza, ni la Nación. La estética nazi, el gusto por los uniformes, la

disciplina militar, las manifestaciones en las que la muchedumbre

oculta y anula al individuo, son signos menores pero claros de la

importancia que esta ideología da al grupo en menosprecio del

individuo. La noción de Raza, de Destino de un pueblo, de Estado, de

Nación, en las que cree el nazismo son diversas máscaras bajo las que se oculta lo Absoluto.

Nietzsche consideró al Estado como una de las mayores perversiones

creadas por el hombre; el Estado representa lo abstracto, la conducta

del Estado es conducta despersonalizada, trata a los individuos de un

modo indiscriminado, y el individuo, cuando se somete a él y se preocupa por él, pierde su individualidad, creatividad y libertad.

El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que

le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social (con la

aristocracia, por ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza)

pues los genes no son una garantía de excelencia. Pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral:

1. Rechaza la moral de esclavos: la humildad, la mansedumbre, la prudencia

que esconde cobardía, la castidad, la obediencia como sometimiento a una regla

exterior, la paciencia consecuencia del sometimiento a un destino o a un

mandato, el servilismo, la mezquindad, el rencor.

2. Rechaza la conducta gregaria: detesta la moral del rebaño, la conducta de los

que siguen a la mayoría, de los que siguen normas morales ya establecidas;

como consecuencia de su capacidad y determinación para crear valores, no los

toma prestados de los que la sociedad le ofrece, por lo que su conducta será distinta a la de los demás.

3. Crea valores: los valores morales no existen en mundo trascendente, son

invenciones de los seres humanos; pero no todos los hombres los crean, muchos

–la mayoría– se encuentran con los valores ya creados por otros, siguen las

modas, los estilos vitales vigentes; el primer rasgo del superhombre es

precisamente éste: inventa las normas morales a las que él mismo se somete;

pero este rasgo no es suficiente para definir al superhombre, pues no vale que

cree o invente cualquier valor, además ha de crear valores que sean fieles al

mundo de la vida y que le permitan expresar adecuadamente su peculiaridad, su propia personalidad y riqueza.

4. Vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en

un destino privilegiado para los seres humanos, una raza, una nación, o un

grupo; no cree que la vida tenga un sentido, como no sea el que él mismo le ha

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dado; acepta la vida en su limitación, no se oculta las dimensiones terribles de la

existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte), es dionisíaco.

5. Le gusta el riesgo, las nuevas experiencias, los caminos no frecuentados, el

enfrentamiento, las pruebas difíciles; no está preocupado ni por el placer ni por

el dolor, ni propio ni ajeno, pues pone por encima de ellos el desarrollo de su

voluntad y de su espíritu; es duro consigo mismo y con los demás, es valiente,

no huye del dolor ni de ninguna forma de sufrimiento: sabe que de estas experiencias puede salir enriquecido, puede crecer.

6. Es contrario al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida, le gusta

desarrollar en él mismo y en los demás aquello que les es más propio; no tiene

miedo a la diferencia.

7. Ama la intensidad de la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor

sexual, la belleza corporal y espiritual; puede ser magnánimo, generoso, como una muestra de la riqueza de su voluntad.

8. En conclusión: el superhombre es la afirmación enérgica de la vida y el

creador y dueño de sí mismo y de su vida, es un espíritu libre.

13.13. Transmutación (o transvaloración) de los valores:

MOMENTO NECESARIO PARA EL FINAL DE LA MORAL TRADICIONAL (O MORAL DE ESCLAVOS)

Y LA APARICIÓN DEL SUPERHOMBRE.

Nietzsche no propone vivir sin valores (llega a considerar incluso que esto es

imposible); propone más bien invertir la tabla de valores: superar la moral

occidental, moral de renuncia y resentimiento hacia la vida, mediante una nueva

tabla en la que estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida.

Con una expresión excesivamente retórica Nietzsche llama “rebelión de los

esclavos” a la situación que se crea con el triunfo del cristianismo: el cristianismo y

el judaísmo sustituyen la moral aristocrática (que Nietzsche cree encontrar en el

mundo griego antiguo) por la moral de los esclavos. Con el cristianismo prospera la

moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida inventándose un

mundo objetivo, de reposo, de justicia.

MORAL DE SEÑORES MORAL DE ESCLAVOS

voluntad de jerarquía, de

excelencia voluntad de igualdad

ama lo que eleva, lo noble resentimiento contra la vida

superior

quiere la diferencia iguala, censura la excepción

es la moral del héroe, del

guerrero, del que no teme el dolor ni el sufrimiento

glorifica lo que hace soportable

la vida a los pobres, los

enfermos y débiles de espíritu, la

concordia

orgullo, individualidad

altruismo, hermandad entre los hombres

es la moral de la persona que se encuentra con los valores

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crea valores dados

ama la muerte de Dios ama y teme a Dios

La transmutación de los valores es la superación de esta moral de esclavos para

recuperar de nuevo la moral aristócrata, y permite el triunfo del código moral del

superhombre.

13.14. Voluntad de poder:

PRINCIPIO BÁSICO DE LA REALIDAD A PARTIR DEL CUAL SE DESARROLLAN TODOS LOS

SERES. ES LA FUERZA PRIMORDIAL QUE BUSCA MANTENERSE EN EL SER, Y SER AÚN MÁS.

Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia,

desde el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos los distintos

niveles de seres vivos. Todas las cosas son expresión de un fondo primordial que pugna por existir y por existir siendo más.

En los años previos al acceso de locura que le sobrevino en 1890, Nietzsche

redactó lo que consideraba iba a ser su obra más acabada, que pensaba titular

precisamente “La voluntad de poder”. Todos sus escritos anteriores eran

esencialmente críticos, con ellos intentó echar por tierra los esquemas mentales

que han dominado toda nuestra cultura desde sus mismos orígenes (desde

Sócrates), esquemas que Nietzsche resume en el concepto de platonismo. Sin

embargo, en esta última obra (inconclusa y publicada tras su muerte) intentó

describir su visión positiva de la realidad, visión que coincide con la que él mismo

presentó ya en su primera obra, “El nacimiento de la tragedia”, con la noción de

lo dionisíaco. Dada la repugnancia que parece despertar en él todo lo metafísico,

todo discurso relativo al ser, puede resultar extraño sugerir que con la voluntad de

poder Nietzsche nos presenta su noción de ser, su “metafísica”, pero en cierto

modo así es. Las características que parece tener para él la realidad, el ser (por lo

tanto, la voluntad de poder) son las siguientes:

irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero

no la más verdadera ni la más profunda; y ello tanto en el sentido de

que en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra,

puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas

como los instintos o la mera eficacia en el control de la realidad (es

decir su mera utilidad, que no su verdad), como en el sentido de que

el mundo mismo no es racional: nosotros lo creemos racional,

intentamos someter a un orden y a una legalidad lo que en sí mismo

no es otra cosa que caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte;

inconsciencia: la fuerza primordial que determina el curso de todas

las cosas no es consciente, aunque esporádica y fugazmente se

manifiesta de este modo precisamente en nosotros, los seres

humanos; pero incluso en este caso la consciencia no tiene carácter

sustantivo, ni crea un nivel de realidad nuevo o independiente.

Nietzsche considera la consciencia como algo superfluo, que

perfectamente podría no darse y que de ningún modo añade mayor perfección ni realidad;

falta de finalidad: las distintas manifestaciones que toman las

fuerzas de la vida, sus distintas modificaciones, los resultados de su

actuación, no tienen ningún objetivo o fin, no buscan nada, son así

pero nada hay en su interior que les marque un destino. Dado que lo

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que nosotros percibimos, y que todo con lo que tratamos (objetos

físicos, mundo espiritual, social y cultural) es expresión de esta

realidad sin sentido, Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia.

impersonalidad: es una consecuencia de las dos características

anteriores (inconsciencia y ausencia de conducta final o intencional);

esta fuerza no puede identificarse con un ser personal –mucho

menos puede pensarse que con ella Nietzsche intenta introducir

sutilmente la noción de Dios–; incluso los textos sugieren que en

realidad tenemos propiamente un cúmulo de fuerzas, no una básica

que supuestamente esté a la base de todas las visibles; un cúmulo de

fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose.

Hay que tener mucho cuidado con la palabra “voluntad”, pues Nietzsche no

está pensando en lo que habitualmente llamamos con este término. Llamamos

“voluntad” a aquello que nos permite tener actos de querer, a la fuerza que

descansa en nuestro interior gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con la

que somos capaces de realizar los fines de los que somos conscientes. La tradición

aristotélico-tomista la consideraba una facultad del alma, la psicología actual una

capacidad de la mente. Para Nietzsche esta voluntad es una manifestación

superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser. Su

desconfianza respecto de la voluntad como capacidad psicológica le lleva incluso a

desacreditarla indicando que si confiamos tanto en ella y en la libertad se debe

exclusivamente a que de ese modo la moral tradicional puede introducir la idea de

culpa y de pecado. Los teólogos y sacerdotes nos piden que creamos en ella para

de este modo hacernos responsables de nuestros actos y inculcar en nosotros la

noción de pecado y culpa. La voluntad de poder no es la voluntad que se descubre

con el conocimiento de uno mismo, que se conoce por introspección. Esta voluntad

es una simplificación de un complejo juego de causas y efectos. No hay un deseo

único, hay una pluralidad de instintos, pulsiones, inclinaciones diversas, que se

enfrentan unas a otras; a la consciencia sólo llegan los resultados de dicho

enfrentamiento, como dice Nietzsche, la voluntad como facultad psicológica “es el lejano eco de un combate ya disputado en lo profundo”.

La voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza, inorgánica, orgánica,

psicológica, y tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad de existir, sino de

ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida: “¿Queréis un nombre

para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para

vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media

noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y también vosotros

mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!” (“La voluntad de poder”).