Tema 1 profesiones

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Sociología de las Profesiones Marta Jiménez Jaén TEMA 1. INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DE LAS PROFESIONES (descriptores 1.1, 1.2 y 1.3) 1. Características del conocimiento social Ninguna reflexión contemporánea sobre la organización de la sociedad o del trabajo en las sociedades contemporáneas puede afrontarse plenamente sin tener como referencia de partida las elaboraciones de los autores clásicos de la Sociología, no sólo por su carácter de clásicos, sino por la enorme influencia que sus aportaciones siguen teniendo sobre los autores y análisis contemporáneos. Ello también ocurre con la temática en torno a la que se desarrolla esta asignatura, sobre la naturaleza de las profesiones en la sociedad. La Sociología es una disciplina con un marcado carácter histórico. Nos referimos a ello en varios sentidos. El primero, remite a la idea de que las propias teorías y conceptos sociológicos se gestan bajo condiciones históricas determinadas que dan sentido a los problemas, hipótesis, metodologías y explicaciones e interpretaciones que aportan. Más aún, siguiendo a Alexander, las teorías están precedidas por "procesos no empíricos" que él define como "las tradiciones": una mezcla de dogmas universitarios predominantes en un tiempo y un espacio concretos, y de procesos de socialización intelectual que constituyen los "componentes básicos" en los que se inserta, asimismo, la "especulación imaginativa" del propio científico 1 . Por otro lado, equivale a pensar el desarrollo del conocimiento sociológico en un sentido dialéctico y no acumulativo, que supone el reconocimiento de la existencia de autores "clásicos" a los que de forma permanente se recurre en tanto que "colegas" 2 con los que se debate y dialoga: aquí, el carácter "histórico" implica asumir la propia historia de la disciplina como parte necesaria del proceso de reflexión, elaboración y confrontación sociológica actual 3 . El último sentido de esta afirmación, remite a la idea de la necesidad de la adopción de un enfoque histórico de los problemas que se investigan: la historia nos permite comprender los fenómenos sociales en su forma dinámica, en su proceso de gestación y desarrollo, su carácter de ruptura o de continuidad, aunque ello no quiere decir, como advertía M. Cohen, que lleguemos a pensar la sociología exclusivamente como historia: "es apresurada y falsa la conclusión de que la naturaleza plena de los fenómenos sociales ha de hallarse, por entero y exclusivamente, en su historia" 4 ; la aproximación histórica, en este sentido, permite cuestionar generalizaciones y extrapolaciones forzadas de los procesos sociales y facilita acceder a interpretaciones de los mismos de forma más acorde con su devenir. Un segundo objetivo al que responde este tema, pero que orienta realmente el conjunto del 1 Alexander, J.C. (1989): Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial , Barcelona, Gedisa, p. 15. En un sentido similar: A. Gouldner (1979): La crisis de la Sociología Occidental , Madrid, Amorrortu, pp. 22 y ss. 2 Expresión utilizada por Warner, R.S. (1982), en "Los usos de la tradición clásica", Smelser, N.J. - Warner, R.S.: Teoría sociológica. Análisis histórico y formal , Madrid, Espasa-Calpe, p. 22. 3 Alexander, J.C. (1990): "La centralidad de los clásicos", en Giddens, A. - Turner, J.: La Teoría Social hoy , Madrid, Alianza, pp. 22 y ss. También Raison, T. (1970): "Introducción" a Los padres fundadores de la ciencia social , Barcelona, Anagrama. 4 Cohen, M. (1965): Razón y Naturaleza , Buenos Aires, Paidós, p. 428. Un conjunto de reflexiones actualizadas sobre la relación entre Historia y Sociología se encuentra en la revista Historia, Antropología y Fuentes Orales , nº 16 (monográfico sobre "Historia y Sociología"), 1996. En particular, los artículos de J. Casanova ("La sociología histórica en España") y de F. Ferrarotti ("Relación entre sociología e historia").

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Sociología de las Profesiones

Marta Jiménez Jaén

TEMA 1. INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DE LAS PROFESIONES (descriptores 1.1, 1.2 y 1.3)

1. Características del conocimiento social

Ninguna reflexión contemporánea sobre la organización de la sociedad o del trabajo en las sociedades contemporáneas puede afrontarse plenamente sin tener como referencia de partida las elaboraciones de los autores clásicos de la Sociología, no sólo por su carácter de clásicos, sino por la enorme influencia que sus aportaciones siguen teniendo sobre los autores y análisis contemporáneos. Ello también ocurre con la temática en torno a la que se desarrolla esta asignatura, sobre la naturaleza de las profesiones en la sociedad.

La Sociología es una disciplina con un marcado carácter histórico. Nos referimos a ello en varios sentidos. El primero, remite a la idea de que las propias teorías y conceptos sociológicos se gestan bajo condiciones históricas determinadas que dan sentido a los problemas, hipótesis, metodologías y explicaciones e interpretaciones que aportan. Más aún, siguiendo a Alexander, las teorías están precedidas por "procesos no empíricos" que él define como "las tradiciones": una mezcla de dogmas universitarios predominantes en un tiempo y un espacio concretos, y de procesos de socialización intelectual que constituyen los "componentes básicos" en los que se inserta, asimismo, la "especulación imaginativa" del propio científico

1.

Por otro lado, equivale a pensar el desarrollo del conocimiento sociológico en un sentido dialéctico y

no acumulativo, que supone el reconocimiento de la existencia de autores "clásicos" a los que de forma permanente se recurre en tanto que "colegas"

2 con los que se debate y dialoga: aquí, el carácter "histórico"

implica asumir la propia historia de la disciplina como parte necesaria del proceso de reflexión, elaboración y confrontación sociológica actual

3.

El último sentido de esta afirmación, remite a la idea de la necesidad de la adopción de un enfoque

histórico de los problemas que se investigan: la historia nos permite comprender los fenómenos sociales en su forma dinámica, en su proceso de gestación y desarrollo, su carácter de ruptura o de continuidad, aunque ello no quiere decir, como advertía M. Cohen, que lleguemos a pensar la sociología exclusivamente como historia: "es apresurada y falsa la conclusión de que la naturaleza plena de los fenómenos sociales ha de hallarse, por entero y exclusivamente, en su historia"

4; la aproximación histórica, en este sentido, permite

cuestionar generalizaciones y extrapolaciones forzadas de los procesos sociales y facilita acceder a interpretaciones de los mismos de forma más acorde con su devenir.

Un segundo objetivo al que responde este tema, pero que orienta realmente el conjunto del

1 Alexander, J.C. (1989): Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Gedisa, p. 15. En un sentido

similar: A. Gouldner (1979): La crisis de la Sociología Occidental, Madrid, Amorrortu, pp. 22 y ss. 2 Expresión utilizada por Warner, R.S. (1982), en "Los usos de la tradición clásica", Smelser, N.J. - Warner, R.S.: Teoría

sociológica. Análisis histórico y formal, Madrid, Espasa-Calpe, p. 22. 3 Alexander, J.C. (1990): "La centralidad de los clásicos", en Giddens, A. - Turner, J.: La Teoría Social hoy, Madrid, Alianza,

pp. 22 y ss. También Raison, T. (1970): "Introducción" a Los padres fundadores de la ciencia social, Barcelona, Anagrama. 4 Cohen, M. (1965): Razón y Naturaleza, Buenos Aires, Paidós, p. 428. Un conjunto de reflexiones actualizadas sobre la

relación entre Historia y Sociología se encuentra en la revista Historia, Antropología y Fuentes Orales, nº 16 (monográfico sobre "Historia y Sociología"), 1996. En particular, los artículos de J. Casanova ("La sociología histórica en España") y de F. Ferrarotti ("Relación entre sociología e historia").

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programa de la asignatura, es evidenciar el carácter necesariamente plural desde el que situar los análisis de las profesiones en la sociedad. Ello es así no sólo porque la Sociología en general dirige su mirada a una multiplicidad de fenómenos y procesos sociales, sino porque sobre todo lo hace desde perspectivas diferentes y a menudo enfrentadas entre sí, sin que sea posible en la mayoría de las ocasiones llegar a un consenso

5 más allá del meramente identificarse y reconocerse como perspectivas sociológicas.

Este carácter plural se evidencia en todas y cada una de las facetas de la propia teoría sociológica, desde las posiciones filosóficas y epistemológicas que subyacen a cada una, hasta las propias posiciones metodológicas y de contenido. La Sociología, como afirma O. Albornoz, es un bien surtido mercado de conceptos, teorías, métodos y técnicas

6. De lo que se trata, en definitiva, es de reconocer la imposibilidad e

indeseabilidad de la pretensión de unicidad7 (del objeto, del método, de las definiciones conceptuales...)

como criterio decisorio del carácter "científico" de esta disciplina, admitiendo como una seña de identidad que la atraviesa desde sus orígenes la existencia de una pluralidad de perspectivas que desarrollan, con coherencia, líneas de explicación e interpretación de la realidad social diferentes entre sí, al igual que a menudo se dirigen a dimensiones diferentes de la propia realidad social, generando conocimientos por lo tanto no acumulables ni fácilmente intercambiables.

En esta concepción nos situamos entre quienes acogemos positivamente la diversidad de la teoría

social, considerando, con Giddens y Turner, que "la proliferación de tradiciones teóricas es una forma de evitar el dogmatismo fomentado por el compromiso dominante con un solo marco de pensamiento", pudiendo contribuir incluso a una mayor coherencia de las elaboraciones

8, lo cual no excluye la voluntad

permanente de diálogo y, en aquello que sea posible, de síntesis. Ello no implica que abracemos abiertamente el "relativismo" epistemológico que niega toda posibilidad de reconocer el "progreso" científico; se trata, más bien, de concebir este no de forma evolutiva y lineal, sino como un progreso dialéctico, que implica necesariamente el reconocimiento de la propia disciplina como una realidad compleja y contradictoria. El sentido de su avance gira, desde esta perspectiva, no en torno a la suma acumulativa de datos aportados por investigaciones sucesivas, sino más bien, como afirma Popkewitz, en torno a "la elaboración por parte de algunos teóricos de nuevos temas con los que considerar el mundo, lo cual ha generado cuestiones inéditas y nos ha estimulado a buscar nuevos datos demostrativos de cómo se construye y se transforma nuestro mundo"

9.

De hecho, tal como refleja Eduardo Ibarra10

, se puede considerar que las transformaciones sociales, económicas y culturales vinculadas a la generalización de las nuevas tecnologías desde las últimas décadas del siglo XX, entre otras cosas, han tenido un importante impacto en los modos de producción del conocimiento, reforzando particularmente este carácter plural y la diversidad del conocimiento social, siendo un efecto particular en el conocimiento social el nuevo énfasis en la subjetividad –y, por tanto, en los análisis del poder-, que ha ido aparejado del reforzamiento de la cooperación entre distintas áreas de conocimiento, cuyas fronteras se han ido desdibujando, a medida en que se han dio conformando “nuevos espacios de

5 Giddens, A. - Turner, J. (1990): "Introducción", opus cit., p.9. Asumimos, en ese sentido, la afirmación de Pizarro en el

sentido de considerar que "la sociología es una disciplina atomizada tanto en cuanto al objeto como en cuanto al método. Ver, de este autor: Fundamentos de sociología de la educación, Murcia, Godoy, 1981, p. 14. 6 "Sociología y perspectiva del Tercer Mundo", en Sztompka, S. y otros (1991): Sociología, unidad y diversidad, Madrid,

CIS, p. 190. 7 Pretensión que tuvo un importante peso tanto en el momento de la génesis de la Sociología como, sobre todo, en un

determinado momento posterior a la II Guerra Mundial, bajo la influencia del empirismo lógico-filosófico: Giddens, A. - Turner, J. (1990): "Introducción”, opus cit, p. 10. 8 Ibídem, p. 12.

9 Ver, de este autor: Paradigma e ideología en investigación educativa, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 37.

10 “Teoría de la organización, mapa conceptual de un territorio en disputa”, en De la Garza Toledo, E. (coord.): Tratado

latinoamericano de sociología del trabajo, México, El colegio de México, 2001, pp. 245-246.

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reflexión, desbordando con mucho la tradicional compartimentación de las ciencias”.

Finalmente, es preciso llamar la atención sobre el carácter discursivo y no exclusivamente explicativo o empirista de la Sociología. Nos referimos con ello a dos dimensiones. Por un lado a lo que desarrolla, entre otros, J.C. Alexander, que considera los "discursos" como marcos de debates que no giran exclusivamente en torno a los descubrimientos empíricos, sino que integran componentes especulativos que las discusiones científicas ordinarias, centradas en el contraste entre evidencias empíricas, no contemplan.

La investigación sociológica, de forma explícita o implícita, se inicia siempre desde un marco conceptual (definiciones, categorías, clasificaciones) que establece la propia pregunta que se hace el investigador, el marco de hipótesis que asume y las metodologías a las que recurre para encontrar respuestas; y siempre sus conclusiones suponen un debate no sólo con resultados empíricos de otras investigaciones, sino con las concepciones desde las que éstas se formularon

11. Las deliberaciones científicas, entendidas en términos discursivos, recurren a estrategias

diferentes, pero no menos rigurosas, de la lógica inductiva y deductiva, o de los métodos exclusivamente empiristas; en ellas entran en juego cualidades como "la coherencia lógica, la amplitud de visión, la perspicacia interpretativa, la relevancia valorativa, la fuerza retórica, la consistencia argumentativa"

12, que pueden tener tanto

o mayor peso que las evidencias empíricas en sí. Por lo tanto, la explicitación del discurso pasa a constituir un elemento básico para la validación de la investigación o, en su ausencia, el debate termina entablándose también con relación al mismo. Esta idea se inserta, igualmente, en una consideración de la pretensión de acceder a la verdad no exclusivamente entendida como comprobación fáctica o experimental.

El segundo sentido de esta dimensión lo explicita gráficamente E. Morin: "Todo sociólogo es en parte un científico y en parte un ensayista"

13, lo cual significa que los sociólogos permanecemos constantemente en una

conflictiva relación con la cultura de la ciencia empírica y con la cultura de las humanidades, entre las que se ha producido históricamente una ruptura que no ha cesado de agravarse, y que ha tenido su propio reflejo en el seno de la comunidad sociológica.

Detrás de esta caracterización reposa una idea nuclear: la Sociología, fundamentalmente, tomando las palabras de E. Morin, es "una sociedad, es decir, un grupo en el que los conflictos vuelven a empezar y se multiplican sin cesar, y una comunidad, es decir, un grupo que está animado por el respeto de los valores y con una fe común"

14. Como tal fe compartida entendemos la convicción de que es posible y necesario considerar la vida

social como un área susceptible de análisis sistemático, así como la voluntad de ofrecer interpretaciones y/o explicaciones de los procesos y fenómenos sociales, frente a los modos dogmáticos y metafísicos de explicar dicha realidad.

Desde la pluralidad conceptual, epistemológica y metodológica que caracteriza, y a menudo enfrenta, a las distintas perspectivas sociológicas, éstas comparten la voluntad de relacionar sus análisis e interpretaciones con los procesos -ocultos o manifiestos- que efectivamente conciben que tienen lugar en las sociedades, y no en fenómenos ajenos a éstas (mitos), y dirigen sus esfuerzos intelectuales a la pretensión, directa o indirecta, de poner

11

Alexander, J.C. (1989): opus cit., p.13. González Seara (1983), por su parte, afirma que la cientificidad de esta disciplina no depende tanto de la utilización del método propio de las ciencias naturales como de la capacidad de generar conocimientos a través de la investigación social que permitan desarrollar continuamente una teoría sociológica, dando un papel central a ésta: "En primer lugar, es preciso indicar que la metodología se refiere tanto a la teoría como a la investigación, y que sin una teoría desarrollada la investigación posible será de muy reducidas proporciones"(La Sociología, aventura dialéctica, Madrid, Tecnos, pp.278 y ss.). 12

Alexander, J.C. (1990): "La centralidad de los clásicos", opus cit., p. 36. Una obra que trata de dar cuenta específicamente de algunas de las principales aportaciones en este sentido es la recopilación de Q. Skinner (1988): El retorno de la Gran Teoría en las Ciencias Humanas, Madrid, Alianza. 13

Sociología, Madrid, Tecnos, 1995, p. 18. 14

Ibídem, p. 41. Popkewitz utiliza la expresión "comunidades de discurso y compromiso social" al caracterizar la ciencia. Ver, de este autor: Paradigma..., opus cit., pp. 31 y ss.

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el conocimiento al servicio de la intervención en la realidad social. Nos identificamos, en este aspecto, con A. Giddens en su diferenciación de la ciencia frente al pensamiento mágico-religioso:

"La ciencia institucionaliza la presentación pública, dentro de las comunidades profesionales, de los modos mediante los cuales se formulan teorías y se realizan las observaciones. Los ideales mediante los cuales la empresa científica es legitimada, que comprenden el libre debate y la comprobación crítica, pueden no coincidir con la práctica real. Pero tanto los ideales como la práctica están a cierta distancia, incluso de las formas más liberales de religión o magia. En estas últimas, las disputas doctrinarias ciertamente ocurren con frecuencia. Pero la religión y la magia raramente buscan tal impulso legitimado hacia la autotransformación racional sobre la base de la recepción crítica de observaciones documentadas. Esta característica de la ciencia a menudo se vuelve un dogma; pero se trata de uno ausente en la mayoría de las doctrinas religiosas."

15

2. Profesiones y organizaciones

A lo largo de las últimas décadas del siglo XX se despliegan toda una serie de investigaciones que parten de la consideración de la incorporación a las empresas y organizaciones de los profesionales, o de sus relaciones con el Estado, como problemas centrales del análisis sociológico de las ocupaciones “profesionales”. De hecho, tanto en la Sociología del Trabajo como en las vertientes más genuinas de la Sociología de las Organizaciones comienza incluso a considerarse como parte de la propia disciplina el análisis del papel de los agentes del trabajo profesional. Al igual que se ha llegado a considerar que las organizaciones eran los marcos principales de articulación de las relaciones sociales en las sociedades contemporáneas, el crecimiento de las ocupaciones profesionales ha llegado a ser percibido como la principal transformación de la estructura de las sociedades contemporáneas, afectando de forma sustancial al propio funcionamiento y estructuración del mundo del trabajo y las organizaciones:

“El desarrollo de las profesiones es una de las características

fundamentales del siglo XX. Los avances en el conocimiento y la creciente complejidad de la sociedad occidental favorecen el desarrollo de las profesiones clásicas y la profesionalización de la sociedad. Un número cada vez mayor de parcelas de la vida social e individual se está convirtiendo en campos de conocimiento y de ejercicio de un creciente número de expertos profesionales.

Goode (1960) ya planteaba hace varias décadas que una sociedad en industrialización se caracterizaba por ser una sociedad en profesionalización. La sociedad postindustrial actual, en la que destaca el enorme peso del sector servicios frente al sector industrial, se puede definir ya como una sociedad de profesiones. Somos testigos de un vertiginoso aumento de la proporción de las ocupaciones del sector servicios, y especialmente de profesiones y semiprofesiones. Junto a ello observamos cómo un número creciente de ocupaciones intentan adquirir los símbolos de estatus de las profesiones. El desarrollo de las profesiones pone sobre el tapete los cambios en la estructura de clases (y el desarrollo de una nueva

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Giddens, A. (1987): Las nuevas reglas del método sociológico, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 141-142.

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clase media) y los cambios en el mercado de trabajo (con una drástica reducción de la clase trabajadora clásica y un gran aumento de las ocupaciones de servicios). La importancia de las profesiones y expertos en la estructura y dinámica de nuestra sociedad indican la capacidad de los sistemas de conocimiento profesional para la definición de viejos y nuevos problemas. El conocimiento abstracto se configura como un eficaz mecanismo para el mantenimiento de posiciones sociales de poder y privilegio.”

16

La historia, no obstante, de la Sociología de las Profesiones no arranca de un marco de análisis

vinculado específicamente a los estudios sobre el trabajo, las empresas y las organizaciones, y durante muchas décadas la disciplina se vio inmersa en un debate centrado en las propias definiciones de lo que en sí se podían considerar “ocupaciones profesionales”. Sólo a partir de la crisis de los estudios funcionalistas, que defendían principalmente las singularidades y el papel “positivo” de estas ocupaciones por su especial relación con el conocimiento experto y su uso desde unos códigos éticos orientados al “servicio”, comenzaron a sentarse las bases para el encuentro entre las sociologías especializadas en el campo del trabajo y las organizaciones y la Sociología de las Profesiones. Desde la óptica de esta especialidad sociológica, el reto pasó a ser el análisis de en qué medida las ocupaciones profesionales en sí se han visto afectadas por las dinámicas laborales y sociales de las empresas, instituciones y organizaciones en las que se insertan; desde la óptica de la Sociología de las Organizaciones, se trataría de identificar las singularidades de estos agentes en la propia estructura y el funcionamiento de las organizaciones

17.

Corresponde en esta segunda parte del tema situarnos ante el estudio de las profesiones, su

identificación y el devenir de la especialidad sociológica que se ha centrado en ellas (la Sociología de las Profesiones). Comenzaremos por afrontar los debates sobre las definiciones de las profesiones para, a continuación, pasar a una caracterización genérica de la evolución de esta especialidad, donde efectivamente podremos afrontar la identificación de relevantes aportaciones desde las que han comenzado a sentarse las bases para el encuentro con las sociologías especializadas en el campo del trabajo y las organizaciones. Intentaremos, para llegar a conclusiones, poner en evidencia que el análisis del trabajo, las organizaciones y las profesiones presenta, en todo caso, paralelismos que derivan, finalmente, de las percepciones de la sociedad y del propio conocimiento sociológico de las que se parte en las distintas perspectivas dentro de la Sociología.

3. Identificando las profesiones

Disponemos de un interesante estudio sobre lahistoria semántica del término “professions” en la

lengua inglesa, que nos aporta E. Freidson en su obra Professional Powers18

, que será nuestro texto de referencia en este apartado. El punto de partida de Freidson es básico: puesto que hay una considerable controversia en torno al uso del término profession, y puesto que la controversia implica que no hay acuerdo en la identificación de lo que son o no son las profesiones, es esencial establecer un procedimiento de identificación.

16

Rodríguez, J. A. y Guillén, M. (1992): “Organizaciones y profesiones en la sociedad contemporánea”, REIS, nº 59, p. 10. 17

Ibídem. 18

Freidson, E. (1988): “Identificando las profesiones”, en Poderes profesionales. Un estudio de la institucionalización del conocimiento formal, Chicago, The University of Chicago Press (traducción: Marta Jiménez Jaén).

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El término profession, en inglés, para el autor tiene dos implicaciones específicas: - “un modo de ganarse la vida sirviendo como agente del conocimiento formal”; - “el hecho de que cuerpos de conocimiento formal, o disciplinas, se diferencian en ocupaciones especializadas”. Pero se pueden reconocer contradictorias connotaciones y significados ligados históricamente al

término, por lo que nos aporta “una historia semántica que nos prepara para comprender los fundamentos del uso diverso del término”, una diversidad que también ha estado presente en el trabajo académico sobre el concepto de profesión. Según Freidson, existen muy buenas razones para que exista gran confusión en los escritos sobre las profesiones, razones que van más allá de los supuestos teóricos. Como vocablo, profesión, entronca con otras palabras que tienen la misma raíz (profesar, por ejemplo), y tiene una serie de significados superpuestos, con pocas diferencias nítidas entre ellos. Además, existen valoraciones tanto negativas como positivas vinculadas al término. Esta sorprendente y contradictoria variedad está reflejada, según el autor, claramente en los diversos diccionarios del inglés. Nosotros podemos constatarlo también en los principales diccionarios del español.

“A diferencia de aquellos términos relativamente modernos como intelligentsia, intelectuales, técnicos y expertos, la palabra profesión tiene una larga historia en todas las lenguas europeas con raíces latinas. El uso más antiguo en Inglaterra es todavía hoy relativamente poco común –profesión (y profesar) como una declaración o expresión de intenciones o propósitos. Este fue el primer significado de la palabra antes del siglo XVI, originalmente vinculada a la toma de votos consagrados y procedía del carácter clerical de la universidad medieval. En este uso, la palabra es valorada positivamente, al implicar motivos religiosos y morales para dedicarse a un buen fin. Sin embargo, también ha estado vinculada a la noción de insinceridad y de decir mentiras, de proclamar con palabras lo que de hecho no se hacía. Usos como “él profesa por no saber nada acerca de esto” aparecen en el siglo XVI, cuando la palabra profesión empezaba a ser aplicada a ocupaciones seglares tanto como clericales. Hoy, sospecho que sólo el significado de insinceridad estaría vinculado al uso del verbo profesar.”

19

Si nos vamos a los diccionarios actuales del español, encontramos este significado vinculado a la “profesión de fe” junto con el relativo al desempeño de un oficio. Ello sucede en el Diccionario de la Real Academia: “Profesión”: “(Del lat. professĭo, -ōnis).

1. f Acción y efecto de profesar. 2. f Ceremonia eclesiástica en que alguien profesa en una orden religiosa. 3. f Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución.

hacer ~ de una costumbre o habilidad. 1. loc. verb. Jactarse de ella.”

20

Y si en este mismo Diccionario buscamos el término “profesar” se repite la dualidad:

19

Ibídem, p. 1. 20

R. A. E. (2001): Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, www.rae.es.

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“Profesar”: “(De profeso). 1. Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etc. 2. Enseñar una ciencia o un arte. 3. Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello. Profesar amistad, el mahometismo. 4. Creer, confesar. Profesar un principio, una doctrina, una religión. 5. Sentir algún afecto, inclinación o interés, y perseverar voluntariamente en ellos. Profesar cariño, odio. 6. En una orden religiosa, obligarse a cumplir los votos propios de su instituto.”

21

Nos enfrentamos, curiosamente, a un término que en sus orígenes aludía a cuestiones religiosas, eclesiásticas, pero que hoy difícilmente vincularíamos con lo que en su uso más generalizado entendemos por “lo profesional”. Sin embargo, no es una casualidad, y de hecho hay que tener en cuenta que, como refleja Freidson, “el sustantivo profesión, referido a una ocupación más que a una declaración de intenciones, también conllevó valoraciones contradictorias al salir del siglo XVI. En ese tiempo, era usado para referirse a las ocupaciones universitarias del sacerdocio, el derecho y la medicina (pero no la cirugía) y, menos usualmente, la ocupación militar aristocrática”. Se trataba de ocupaciones que se integran en las universidades medievales que, como sabemos, eran instituciones religiosas exclusivamente, por lo que la aparición histórica de estas ocupaciones no fue ajena a las funciones que en aquellos tiempos desarrollaba la Iglesia, que monopolizaba la enseñanza. De hecho, que se accediera a estas ocupaciones tras el paso por la universidad probablemente fuera el resultado de conflictos, o una estrategia en sí misma de distinción, entre quienes desarrollaban estas ocupaciones para las clases pudientes y dominantes (los “profesionales”) y quienes lo hacían para el resto (durante mucho tiempo, al menos en las sociedades anglosajonas, organizados en gremios) de los estamentos sociales. Pero el vínculo con el significado religioso de “profesar” también remite a una de las características a las que los que se definen actualmente como “profesionales” siguen defendiendo como singular de su actividad: su orientación “de servicio”, su carácter “vocacional”. Además, hemos de tener en cuenta que en sus orígenes medievales “estas carreras no sólo tenían el carácter de ser cualificadas, sino también el signo de la distinción, constituyendo, casi exclusivamente, actividades de los bien nacidos. Además se atribuía un alto estatus a estas ocupaciones, quizás más por el estatus de quienes se vinculaban a ellas que por un profundo respeto por las destrezas y actividades que suponía su práctica”

22.

Estos significados originarios asociaban, por todo ello, una valoración positiva intrínseca del término,

así como un carácter restrictivo, dado que refería estricta y exclusivamente a sólo tres, a lo sumo cuatro, del rango completo de ocupaciones desempeñadas en aquellos tiempos. Sin embargo, y siguiendo la explicación de Freidson,

21

Ibídem. Lo mismo sucede si nos vamos a otros diccionarios del español, como el de J. Casares de 1984 (Diccionario ideológico de la lengua española, Barcelona, Gustavo Gili): “Profesión”: “Acción y efecto de profesar/ Empleo, facultad u oficio que cada uno ejerce. / Hacer profesión de una costumbre o habilidad. Jactarse de ella.” (p. 681). “Profesar”: “Ejercer una ciencia, arte, oficio, ocupación, etc. / Enseñar una ciencia o arte. / Obligarse en una comunidad religiosa a cumplir los votos propios de su instituto. / Cultivar un sentimiento o creencia. / Declarar uno su adhesión a un principio, doctrina, etc.” (p. 681). Y también el de M. Moliner de 1983 (Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos): “Profesión”: “1) Acción de profesar en una orden religiosa. Ceremonia realizada con ese objeto. 2) Actividad a que se dedica una persona: ‘De profesión, médico. Carpintero de profesión.’ (...) PROFESIÓN LIBERAL. La que no forma un <cuerpo> doctrinas o ideas.” (p. 852). “Profesar”: “1) Ingresar, haciendo los votos correspondientes, en una orden religiosa (...). 2) Ser adepto a ciertas ideas o doctrinas: ‘Profesa el mahometismo’. 3) <Sentir>, tener cierto sentimiento: ‘Te profesa gran admiración’. 4) Enseñar cierta ciencia; particularmente, en una universidad: ‘Profesaba griego en la universidad de Salamanca’. 5) Ejercer cierta profesión: ‘Profesa la abogacía”. (p. 852). 22

Freidson, E.: opus cit., p. 2.

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“… durante el siglo XVI se desarrolló otro uso por el cual la palabra se refería no a unas pocas ocupaciones exclusivas, sino más bien al rango completo de ocupaciones por las que las personas eran identificadas y se ganaban la vida. De hecho, se podía preguntar apropiadamente a cualquiera cuál era su profesión sin asumir por ello que la respuesta se limitaría a la medicina, el derecho, el clero o el ejército u otras ocupaciones exclusivas altamente prestigiosas. La ocupación en este sentido podía ser modesta o incluso degradada –un dueño de una mercería, un sastre, un sillero, barbero o aguador, como en un texto de 1616 citado en el Oxford (1971, 2: 2316). Aún así a principios del siglo XVI la palabra profesión podía ser utilizada para referir o bien a un conjunto de ocupaciones muy exclusivas o bien a su opuesto –toda ocupación como tal-.”

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Curiosamente, en este tiempo, en el que el prestigio se entendía en términos aristocráticos (es decir, vinculado a la condición privilegiada de no tener que realizar ninguna actividad para garantizarse la supervivencia, o dicho más simplificadamente, “vivir de las rentas”), la connotación aristocrática de profesión se ve continuada por otro uso que esencialmente le da la vuelta: “a saber, uno en el que lo profesional conlleva el significado de lo no aristocrático, lo burdo, lo elaborado inapropiadamente o excesivo. Esto ocurre en un contraste entre lo profesional y lo amateur, en el que el prestigio se asocia con ser un aficionado que desarrolla alguna actividad por puro amor al arte y sin interés en su capacidad para ganarse la vida. (De hecho, ser un amateur presupone tener la vida garantizada y no necesitar obtener ingresos de la actividad). En contraste con los amateurs, los “profesionales” obtienen dinero de su actividad, y ello hace que los motivos por los que se dedican a la actividad potencialmente sean sospechosos”

24. En sus primeras versiones,

este contraste entre profesional y amateur hacía sospechosa la dedicación y motivación profesional, y expresaba devaluación. Sin embargo, posteriormente se estableció otro contraste entre las mismas palabras, que precisamente daba un giro total a las valoraciones:

“Caracterizar algo como un oficio amateur, o el trabajo de un amateur, implica un trabajo pobre, mientras que caracterizar algo como un oficio profesional implica un buen trabajo, fidedigno en cuanto a su cualificación y calidad. Esta distinción se relaciona y sustenta ya otro uso del término profesional que conlleva una valoración positiva. Si alguien trabaja como un actor o músico profesional más que como un amateur, obteniendo sus ingresos del trabajo, la presunción puede ser que, a diferencia del amateur, la persona está lo suficientemente comprometida con la actuación o la interpretación como para garantizar que percibe ingresos y se gana la vida con ella. Y en este contexto esto puede implicar que el amateur carece de cualificación o de suficiente dedicación para cultivar aquellas destrezas que posee en la medida plena que se requiere. El amateur es alguien a quien le interesa como mero pasatiempo, un pintor en días festivos; el profesional se dedica a la práctica y mejora de sus destrezas en las jornadas de trabajo y busca soporte para ello. En este sentido, el profesional es un experto comprometido, un especialista dedicado en exclusiva a cultivar un tipo particular de destreza y actividad.”

25

Este significado, que solemos asociar en español al término “profesionalidad” y “profesionalismo”, es

23

Ibídem, p. 2. 24

Ibídem, p. 2. 25

Ibídem, p. 3.

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el que se nos muestra más claramente en los diccionarios de nuestro idioma26

. Como afirma Freidson, “en este contexto, el término profesión refiere a todo tipo de ocupaciones a las que uno se dedica para ganarse la vida, sin hacer distinciones discriminatorias entre ellas. Se refiere a todo tipo de trabajo acometido en la vida y abarca así a una gran variedad de destrezas.”

27

Nuestro autor llama la atención sobre que “el significado más restrictivo de profesión, sin embargo,

que deriva de aquellas ocupaciones que se desarrollaron a partir de la universidad medieval, contiene una noción considerablemente más específica de la formación vinculada al trabajo profesional. De hecho, la profesión puede ser definida en relación con un tipo particular de formación y cualificación.”

28 Sólo

encontramos claramente reflejado este significado más restrictivo en la última definición de M. Moliner, pero la autora en este caso añade al término “profesión” un calificativo: “liberal”. Curiosamente, en la lengua inglesa este significado más restrictivo de profesión, es el que subyace a algunas de las connotaciones de palabras derivadas como profesional, profesionalizar, profesionalismo, y profesionalización. En definitiva, “es aquel que se centra mucho en la naturaleza especial y la fuente del conocimiento o cualificación desplegada en el trabajo especializado”.

Sin embargo, algunos de los diccionarios del inglés estudiados por Freidson, en particular el Webster’s Third, ofrecen una definición que no sólo contempla el conocimiento y la cualificación especializada, recogiendo tanto al tipo de educación requerida como la manera en que se institucionalizaron el conocimiento y la cualificación:

“Una vocación que requiere conocimiento especializado y a menudo una

larga e intensiva preparación que incluye instrucción en habilidades y métodos así como en los principios científicos, históricos o académicos que sustentan dichas cualificaciones y métodos, manteniendo por la fuerza de la organización o la opinión concertada altos niveles de rendimiento y un código de conducta, y comprometiéndose sus miembros al estudio continuado y a un tipo de trabajo que tiene como primer propósito el rendir un servicio público”

29

Este significado restrictivo se contrapone al sentido más amplio que se refiere a todas las

26

Así lo encontramos en la obra de Casares: “Profesionalismo”: “Práctica de los deportes como medio de lucro.” (opus cit., p. 681). En la segunda acepción de M. Moliner del término “profesión”, ya citada, o en la tercera acepción que da al término “profesional” (“1) De la profesión o de una profesión: ‘Su vida profesional’. 2) Se aplica al que tiene cierta profesión consabida o que se expresa: ‘Nos dirigimos a todos los profesionales’. 3) Se aplica al que vive de cierta actividad a la que se dedica habitualmente: ‘Un profesional del robo’. En deportes se aplica al que se dedica a alguno de ellos como profesión, a diferencia del <amateur>.”), y en su definición del “Profesionalismo”: “Utilización de una actividad, no específicamente destinada a ello, como medio de lucro; particularmente, de la práctica de un deporte.” (opus cit., p. 852). El Diccionario de la Real Academia (www.rae.es) no es una excepción, coincidiendo en esta acepción amplia: “Profesional”: “1. Perteneciente o relativo a la profesión. 2. Dicho de una persona: Que ejerce una profesión. 3. Dicho de una persona: Que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive. Es un relojero profesional. U. t. c. s. Es un profesional del sablazo. 4. Hecho por profesionales y no por aficionados. Fútbol profesional. 5. Persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación.” “Profesionalismo”: “Cultivo o utilización de ciertas disciplinas, artes o deportes, como medio de lucro.” 27

Opus cit., p. 3. 28

Ibídem. 29

Citado por Freidson, ibídem.

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ocupaciones en las que trabajan las personas para ganarse la vida y en las cuales desarrollan habilidades o destrezas:

“En ambos casos son la pericia o cualificaciones especializadas las que en conjunto las distinguen de los amateurs, de modo que las personas en ambos casos pueden ser consideradas incluso expertas. Pero la pericia de los primeros es cualitativamente diferente de la de los segundos porque se basa en alguna rama de la enseñanza superior y porque es percibida como especialmente beneficiosa para la sociedad de alguna manera especial, incluso, en pocas palabras, porque en cierto sentido es percibida como distinguida y superior al trabajo de quienes están implicados simplemente en el comercio o en oficios ordinarios. Se le ha concedido el apoyo de un estatus especial en la legislación. Las habilidades o destrezas de este tipo especial de profesión son por tanto de carácter intelectual aún si, como en el caso de los dentistas o cirujanos, la actividad es manual, pues se basa en una formación en la enseñanza superior. Desde el siglo XIX esto ha significado que algún tipo de educación formal superior distingue a los profesionales de otros trabajadores, diferenciándose ambos tanto en la naturaleza de su formación como en la de sus destrezas. Dicha educación es una credencial básica para los profesionales; determina el fundamento de su pericia. La distinción se encuentra en las raíces del pensamiento acerca de las profesiones entendidas como una clase especial o categoría de ocupaciones.”

30

Finalmente, la definición del Webster’s Third recogida por Freidson sugiere también una concepción más compleja de las profesiones, ya que incorpora como característica “estar organizadas en instituciones especiales pensadas para influir en la conducta y el compromiso de sus miembros. Ello refiere a más que la dignidad, el prestigio o el estatus y la posesión del conocimiento formal, implicando un proceso de control social de la conducta profesional así como instituciones que dirigen el proceso.”

31

Son estas acepciones de carácter restrictivo las que han sustentado el desarrollo de la Sociología de las Profesiones desde sus inicios como un campo de especialización dentro de la Sociología. Sin embargo, el trabajo académico no ha sido ajeno a la confrontación entre valoraciones positivas y negativas del término.

4. Rasgos y procesos de profesionalización. El enfoque estructural-funcionalista: T. Parsons

Cuando hablamos del "enfoque estructural" o "estructural-funcionalista" de la Sociología de las Profesiones nos referimos a una serie de elaboraciones que, de forma más o menos explícita, son herederas de la teoría de las profesiones de T. Parsons

32. Según diversos autores

33, en realidad toda la Sociología de las

Profesiones es de alguna manera heredera de sus estudios sobre las normas, estructuras y procesos

30

Ibídem, p. 4. 31

Ibídem. 32

Ver de este autor: "The Professions and Social Structure" y "A Sociologist Looks at the Legal Profession", en Parsons, T. (ed.): Essays on Sociological Theory, Glencoe, The Free Press, 1954 (edición revisada), pp. 34-49 y 370-385 respectivamente (existe traducción al castellano en Paidós, Buenos Aires, 1967). También Parsons, T.: El sistema social, Madrid, Revista de Occidente, 1976. 33

Por ejemplo: Kimball, B. (1988): “The problem of teacher`s authority in light of the structural analysis of professions”, Educational Theory, vol. 38, nº 1, p. 3. Barber, B.: "Beyond Parson's Theory of Professions", en Alexander,J. (ed.): Neofuntionalism, Londres, Sage, 1985, p. 211.

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profesionales; sin embargo, aquí se considera "enfoque estructural" una serie de estudios que, en sus líneas básicas, siguen aplicando y suscribiendo la teoría de este autor, intentando desarrollarla y, en todo caso accediendo a modificar sólo parcialmente algunos de sus postulados.

Los trabajos elaborados en torno a esta temática tienen una doble significación en la obra de Parsons: por un lado, en el análisis de los profesionales este autor pone en acción muchos de los conceptos que configuran su sistema teórico, constituyendo verdaderos ejemplos de cómo dichas categorías pueden ser utilizadas para el análisis sociológico; por otro lado, como resalta el mismo Parsons

34, también estos análisis

tienen una función teorética en el conjunto de su obra, siéndoles útiles para cuestionar las explicaciones utilitaristas de la conducta social de los actores. En el punto de partida de sus análisis entran en juego sus tesis sobre la estratificación social.

4.1. División del trabajo y estratificación social en Parsons

Dentro de esta perspectiva, las prácticas colectivas no cuentan en tanto que "colectivas", sino en tanto suma de prácticas e intereses individuales

35; la acción individual está en el centro de la totalidad de la

vida social. Para Parsons, la estratificación social es una necesidad funcional del sistema social: tal como vimos antes, los individuos no pueden tener, de ninguna manera, los mismos roles ni la misma posición social, ya que interactúan desde posiciones sociales diferentes y con diferentes expectativas. De hecho, la estratificación social es uno de los mecanismos capaces de generar mayor capacidad adaptativa de los individuos.

En el punto de partida de sus aportaciones encontramos una gran influencia de las elaboraciones de É. Durkheim sobre la división del trabajo en la sociedad, así como las elaboraciones de autores contemporáneos sobre la estratificación social.

Parsons concibe la estratificación social partiendo de las elaboraciones de Davis y Moore, definiéndola como "jerarquización diferencial de los seres humanos que componen un sistema social"

36. La

estratificación social es un proceso universal y necesario, ninguna sociedad podría subsistir sin ella, siendo una necesidad funcional. Las desigualdades sociales no son fuente de conflictos, sino que responden a procesos funcionales de jerarquización donde se sitúan posiciones individuales, fruto de las sanciones que premian o castigan la acción social en función de su mayor o menor integración en los valores comunes de la sociedad. Es, por tanto, el resultado de un proceso de valoración a partir de los criterios del sistema común de valores:

"no es, pues, ni una clase ni un grupo cualquiera, ni incluso propiamente hablando un individuo, quienes ocupan cada uno de los peldaños de la jerarquía social, sino un acto individual y, de hecho, sólo por comodidad se hablará de la posición social de una persona o de un conjunto de personas. Lo que se evalúa es el grado de conformidad de la acción con los criterios del sistema común de valores; la estratificación produce una jerarquía basada en el mérito, y este mérito es definido por la conformidad de la orientación de la acción con las prescripciones derivadas de los valores, en cualquier situación de elección y, por ende, para toda acción social"

37

La cuestión funcional de mayor importancia es el modo en que una sociedad motiva y sitúa a las

34

"The Professions...", opus cit., p. 48. Vid. también Barber, B., opus cit., pp 211-212. Hemos desarrollado esto en: Jiménez Jaén, M.: "Repensar la función docente...cuestionando el profesionalismo", Témpora, nº21-22, Enero-diciembre 1993. 35

Laurin-Frenette, N. (1976): Las teorías funcionalistas de las clases sociales. Sociología e ideología burguesa, Madrid, Siglo XXI, p. 5. 36

Citado por Gouldner, A. (1979): La crisis de la sociología occidental, Buenos Aires, Amorrortu, p. 265. 37

Laurin-Frenette, N. (1976): Las teorías…, opus cit., p. 139.

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personas en una posición <apropiada> en el sistema de estratificación. El gran reto de la sociedad moderna es conseguir que esta estratificación no responda a criterios adscriptivos, sino a los méritos individuales; solo de este modo cumplirá la función integradora de los individuos en el sistema de valores vigente. La propiedad no es un condicionante previo a la estratificación, sino que es resultado de ella, tiene un carácter simbólico, en representación de la actitud favorable del prójimo, constituye una marca externa del mérito reconocido al individuo

38.

“El problema del lugar social adecuado en la sociedad surge de tres razones básicas. Primera, la ocupación de ciertas posiciones es más agradable que otras. Segunda, ciertas posiciones son más importantes para la supervivencia de la sociedad que otras. Y tercera, las posiciones sociales requieren diferentes capacidades y aptitudes.”

39

El proceso de estratificación se muestra estrechamente vinculado a la división del trabajo en la sociedad; según él, la división funcional de tareas da lugar a una atribución de roles en la jerarquía social; en ésta, cada rol va acompañado de un status propio cuyos componentes esenciales son las retribuciones, la autoridad y el prestigio. Así, se considera que la sociedad debe incentivar y premiar de forma diferente las distintas responsabilidades, para así impulsar a los individuos con mayor talento y capacidad para alcanzar los puestos de mayor status (entre ellos, los profesionales).

Un elemento crucial en este sentido de valoración debe aplicarse al rendimiento académico. Salvo en los casos más extremos de la jerarquía social (individuos con alto status y buen rendimiento e individuos de bajo status y bajo rendimiento), donde Parsons admite que los factores vinculados al status pueden corresponderse con el rendimiento académico de los individuos, en el grueso de la población considera que es el rendimiento escolar el que determina básicamente el éxito o el fracaso de los estudiantes en el sistema educativo y, a partir de éste, en la jerarquía laboral y social. Con todo, y para dar coherencia a este supuesto, establece una definición del rendimiento donde se integran, a su vez, lo técnico y lo moral:

“Por una parte está el aprendizaje puramente <cognitivo>, consistente en la asimilación de información, destrezas varias y sistemas de referencia en relación con el conocimiento empírico y la capacitación tecnológica. (…)

El segundo aspecto básico puede calificarse, a grandes rasgos, de <moral>. Esto es lo que en la educación escolar de antaño se conocía como <comportamiento> o <conducta>. Se le podría designar, en un sentido más amplio, como conducta cívica responsable en el seno de la comunidad escolar. (…)

Lo sorprendente en estos dos aspectos del rendimiento escolar es que no existe un criterio diferencial definido entre ambos durante los primeros años de primaria.”

40

Finalmente, en el proceso de socialización escolar aparece la valoración como un aspecto crucial:

“Esta valoración incluye, sobre todo lo demás, el reconocimiento de la legitimidad del sistema que premia de modo distinto los diferentes niveles de rendimiento siempre y cuando haya igualdad de oportunidades y siempre y cuando la retribución al mejor rendimiento consista en que los mejores obtengan oportunidades de éxito a más alto nivel”

41.

En otras palabras, volviendo a los planteamientos de Durkheim sobre la función socializadora y diferenciadora de un sistema educativo moderno, Parsons desarrolla abiertamente la distinción entre

38

Gouldner, A. (1979): La crisis…, opus cit., p. 298. 39

Ritzer, G.(1993): Teoría Sociológica contemporánea, Madrid, McGraw-Hill, p. 110. 40

Parsons, T. (1976): “La clase como sistema social: algunas de sus funciones en la sociedad americana”, en Gras, A. (ed.): Textos fundamentales de Sociología de la educación, Madrid, Narcea, p. 180. 41

Ibídem, p. 186.

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“igualdad de oportunidades” e igualdad entendida en términos de “justicia social”, poniendo al sistema escolar meritocrático en el centro de la selección social, frente a la familia (en la que, a su juicio, la interacción y asignación de roles viene dada, fundamentalmente, por criterios adscriptivos como la generación, el sexo y la edad), y admitiendo de ese modo que el sistema escolar opere como ámbito legitimador de la desigualdad social.

“La crítica fundamental es que esta teoría funcional de la estratificación perpetúa la posición privilegiada de las personas que tienen poder, prestigio y dinero. Y la perpetúa aduciendo que estas personas merecen sus recompensas; de hecho necesitan que se les ofrezca estas recompensas para el bien de la sociedad.

La teoría funcional ha sido también criticada por suponer que por el simple hecho de que la estructura social estratificada haya existido en el pasado, debe continuar existiendo en el futuro. (...)

Además, se ha señalado que la idea de que las posiciones funcionales varían de acuerdo con su importancia para la sociedad es difícil de sostener. ¿Acaso los basureros son menos importantes para la supervivencia de la sociedad que los ejecutivos publicitarios? (...)

¿Hay en verdad escasez de personas capaces de ocupar y desempeñar las posiciones más altas? De hecho, muchas personas no pueden obtener la formación que se necesita para alcanzar posiciones prestigiosas, incluso aunque tengan aptitud. (...) Por lo general, muchas personas capaces no tienen la oportunidad de demostrar que pueden desempeñar posiciones altas ni siquiera cuando existe una clara necesidad de que lo hagan. El hecho es que aquellos que ocupan esas posiciones altas están interesados en mantener su número bajo y su poder e ingresos altos.

Finalmente, puede argüirse que no tenemos la obligación de ofrecer a las personas poder, prestigio e ingresos para que sientan el deseo de ocupar posiciones altas. Las personas pueden sentirse igualmente motivadas por la satisfacción de hacer bien su trabajo o por la oportunidad de servir a los demás”

42.

4.2. El análisis sociológico de las profesiones

En el contexto de estas elaboraciones, Parsons llega a las siguientes conclusiones sobre las profesiones.

1. En consonancia con su visión de la sociedad como un "sistema" estructurado en "subsistemas" funcionales e interdependientes entre sí

43, plantea que existe una división del trabajo relacionada con las

distintas actividades que hay que desarrollar para dar respuesta a las necesidades y requerimientos del "normal" funcionamiento de la sociedad. Entre estas actividades se encuentran las profesionales, que se muestran como "mecanismos" de los que está dotado el "sistema social" para afrontar funciones especialmente valoradas, que requieren una dedicación exclusiva por parte de una serie de actores que previamente han adquirido una "competencia técnica" específica fundada en un corpus de conocimientos científicos, altamente generalizados y sistematizados teórica y empíricamente: "El profesional (...) es un `técnico experto' en algún campo en virtud a su dominio de la tradición y de las destrezas requeridas para su aplicación"

44.

2. Las profesiones incorporan un "código de conducta" con unas funciones que le son peculiares y otras que comparten con otras actividades sociales (los negocios y los cargos burocráticos,

42

Ritzer, G.: Teoría sociológica contemporánea, opus cit., pp. 110-111. 43

Un sistema es un conjunto de rasgos o factores dotados de autonomía que están animados por procesos y dinámicas propios. 44

Parsons, T.: "A Sociologist Looks...", opus cit., p. 372.

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particularmente)45

.

El concepto central de la Sociología para este autor es el de "acción social", que define en términos similares a Weber. Como plantea Marsal, "Parsons parte de una idea de la acción humana <cuyo mecanismo debe siempre ser la noción de actores orientándose a situaciones con referencia a diversos tipos de fines, valores y standards normativos, y que se comportan en consecuencia>"

46.

En la acción social, es el "individuo-en-situación" el que interactúa con otros individuos desde una "posición social", desde un "rol institucionalizado". La acción social comprende al individuo (actor social) adoptando decisiones subjetivas acerca de los medios necesarios para alcanzar sus fines. Estas decisiones, sin embargo, no las adopta el individuo entre una serie ilimitada de alternativas, sino que cuenta con opciones limitadas que vienen dadas:

- Por los límites que imponen las variables psicológicas y orgánicas del individuo, pero también por los valores y normas culturales establecidos.

- Por la estructura social en la que se desenvuelve el acto-unidad. De hecho, la acción social implica la interacción entre individuos, cada uno de los cuales se orienta hacia unos fines, elige medios y tiene sus particulares condiciones situacionales. Pero, sobre todo, en la acción social influyen las expectativas que cada actor se hace sobre la conducta de los demás actores con los que interactúa. Estas expectativas se conforman a partir de la posición social, los roles que ejerce cada individuo en la estructura social.

Partiendo de esta idea de la acción social en la que la "orientación" de la conducta es un elemento clave

47, Parsons considera que lo más peculiar del rol profesional es su "orientación colectiva", llegando a

afirmar, en casos como la medicina, que

"La `ideología' de la profesión subraya la obligación del médico de poner el `bienestar del paciente' por encima de sus intereses personales, y considera el `comercialismo' como el enemigo más serio e insidioso con que tiene que enfrentarse. La línea de separación se traza primariamente, en consecuencia, frente al `negocio'. El motivo o ánimo de lucro se supone que está absolutamente excluido del mundo médico. Esta actitud se comparte, desde luego, con las otras profesiones, pero está quizá más acentuada en el caso de los médicos que en cualquiera otro, excepto acaso el sacerdocio"

48.

También define otros rasgos que los grupos profesionales comparten con otros actores sociales, pero que asumen contenidos específicos en la práctica profesional: la "especificidad de la función" (la "alta competencia técnica" requerida por la profesión obliga a que el profesional sea un "especialista", excluyendo que sea experto en varios campos); la "universalidad" (el ejercicio profesional tiende a apoyarse en "criterios objetivos generalizados") y la "neutralidad afectiva" o "racionalidad" (se espera que el profesional aborde los problemas propios de su ámbito en términos racionales y objetivos, dejando a un lado sus inclinaciones afectivas personales)

49.

3. Este código de conducta "profesional" tiende a mantenerse estable e integrado en el "sistema", puesto que aquellas actuaciones "no profesionales", que se salen del código de la profesión (por ejemplo, dejarse llevar por el afán de lucro), tienen un carácter excepcional, entrando en lo que él considera

45

Parsons, T. : "The Professions...", opus cit., p. 48. 41

Marsal, J.F.: La crisis de la sociología norteamericana, Barcelona, Península, 1977, p. 193. 47

El "mecanismo" de la acción social "debe siempre ser la noción de actores orientándose a situaciones con referencia a diversos tipos de fines, valores y standards normativos, y que se comportan en consecuencia'" (Ver: Devereux, E.C.: Parsons Sociological Theory, citado por Marsal, J.F.: La crisis…, opus cit., p. 193). 48

Parsons, T.: El Sistema Social, opus cit., p. 405. 49

Ibídem, pp. 404-405. Ver también Parsons, T.: "The Professions...", opus cit., pp. 37-42.

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"desviaciones" del normal funcionamiento de la sociedad, pero son irrelevantes en tanto en cuanto no tiendan a poner en peligro el sistema de valores dominante

50. Esta tendencia a la estabilidad de la conducta

"normal" no deriva de una determinación mecánica del individuo (los actores sociales son libres), sino que se ve facilitada porque existe un condicionamiento "cultural" sustentado tanto en los procesos de "socialización" (aprendizaje e internalización del rol)

51 como en el sistema de interacciones específico que se

establece en la situación concreta del ejercicio de la profesión (en la interacción profesional/cliente son los roles "institucionalizados" los que dan sentido a la práctica profesional)

52.

Desde la óptica de la Sociología de las Profesiones, tienen expreso interés sus consideraciones sobre la socialización. En el texto titulado ”El aula como sistema social: algunas de sus funciones en la sociedad americana”, Parsons desarrolla su conceptualización sobre el proceso de socialización tal como tiene lugar en la unidad básica de interacción escolar, el aula, si bien aprovecha esta caracterización para establecer diferencias con los procesos de socialización que tiene lugar en la familia y en lo que él denomina “grupo de coetáneos”, así como asigna, desde un inicio, un papel primordial al aula en el mismo. La propia definición de socialización que establece desde el inicio del texto, plantea una unidad necesaria entre “actitudes” (aceptación de los valores básicos imperantes en la sociedad y aceptación de la especialización dentro de la sociedad, tal como está estructurada) y “capacidades” (cualificación o destrezas del individuo para desempeñar las tareas implicadas en los roles individuales, así como capacidad de corresponder a las expectativas de otras personas del comportamiento interpersonal apropiado a tales roles) en el proceso escolar de socialización, de modo que éste se muestra indisolublemente vinculado a la también para él necesaria diferenciación entre los individuos y las ocupaciones.

La relación social, interviene activamente al ser interpretada en términos de un proceso que abarca los siguientes pasos

53:

1.- Actores, diversamente orientados, entran en situaciones en las que deben interactuar (por ejemplo, un maestro y un estudiante en el aula).

2.- Las orientaciones que siguen los actores son reflejo de su estructura de necesidades (biológicas y psicológicas) y del modo en que éstas se han visto alteradas por la internalización de pautas culturales (las que ha asumido el maestro en su formación; las que asume un estudiante, como por ejemplo, que debe ir a la escuela a aprender).

3.- Por medio de procesos específicos de interacción emergen normas a medida que los actores adaptan, los unos a los otros, sus orientaciones (el estudiante tiene que atender al profesor; el maestro tiene que explicar y dar respuesta a los requerimientos del estudiante).

4.- Al mismo tiempo, esas normas están circunscritas por las pautas culturales generales (rol

50

Parsons, T.: "The Profession...", opus cit., p. 47. 51

"La adquisición de las orientaciones precisas para funcionar satisfactoriamente en un rol es un proceso de aprendizaje, pero no se trata de un aprendizaje en general, sino de una forma particular de aprendizaje. A este proceso lo llamaremos socialización, y al proceso motivacional por virtud del cual se produce, visto con arreglo a su significación funcional con respecto al sistema de interacción, mecanismos de socialización" (Parsons, T.: El Sistema Social, opus cit., p. 197). Un análisis de los supuestos teóricos de esta concepción sobre la socialización ha sido publicado, entre otros, por Magdaleno Gilsanz, S.- Rodríguez Guerra, J.- "Funcionalismo y educación: presupuestos fundamentales", Témpora, nº 13-14, Enero-Diciembre 1989, pp. 11-19. 52

Concretamente, en el caso de la profesión médica, llega a afirmar que, por un lado, "el rol de estar enfermo, como rol institucionalizado, se puede decir que constituye una serie de condiciones necesarias para capacitar al médico para que su competencia opere en la situación"; por otro lado, "...la orientación colectiva del médico, y su universalismo, neutralidad y especificidad, hacen posible que las cosas que él tiene que hacer para realizar su función sean aceptables para el paciente y su familia" (Ver: El Sistema Social, opus cit., p. 440). 53

Ibídem, p. 125.

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institucionalizado del maestro y del estudiante).

5.- A su vez, estas normas regulan la interacción siguiente, dándole estabilidad (quien se sale de ellas queda excluido).

A los condicionamientos que conlleva la "estructura" de la interacción hay que unir también la ubicación de los profesionales dentro de la jerarquía social, que actuará reforzando la tendencia a la estabilidad y la integración, en la medida en que el prestigio y los privilegios sociales y materiales de los que disfrutan los profesionales en la sociedad derivan, precisamente, de la congruencia de su conducta con las características propias de su rol. La sociedad penalizará activamente las conductas que se salgan de la norma, las desviaciones sobre el rol establecido.

4. La validación de la "autoridad profesional", institucionalmente, la desarrollan los propios profesionales, siendo un rasgo central de su condición la "autonomía":

"Entre los tipos de roles ocupacionales, el profesional se ha distinguido en la tradición cultural central de la sociedad por la administración independiente de tales roles, ejercida por los profesionales de una clase. Esto significa que sus miembros típicos son formados en esa tradición, normalmente por un proceso educativo formalmente organizado, por lo que sólo los que han recibido la formación adecuada son considerados cualificados para practicar la profesión. Además, sólo los miembros de la profesión son considerados cualificados para interpretar autorizadamente la tradición y, si se admite, para desarrollarla y mejorarla"

54.

El control, por estar vinculada su actividad a la posesión de un conocimiento altamente especializado, según Parsons, debe ser "auto-ejercido" y preferiblemente debe canalizarse organizativamente a través de la "colegiación"

55.

La teoría parsonsiana de las profesiones nos aporta, en definitiva, una caracterización de éstas donde juegan un papel destacado dos elementos: los códigos de conducta de los profesionales y el corpus científico de conocimientos y de competencias técnicas, que permiten distinguir a estos agentes de los que desarrollan otras actividades.

4.3. Los rasgos de las profesiones

Los términos “profesiones” y “profesionalización” son de uso frecuente en sociología del trabajo; pero tropezamos con notables ambigüedades sobre su significado. Se ha realizado un largo esfuerzo teórico que ha derivado en la definición de un conjunto de características y un conjunto de procesos típicos de profesionalización. Vamos a analizar aquí las aportaciones sobre los rasgos tal como han solido presentarse, con fines heurísticos, de modo que facilitan el análisis de las profesiones en su historia

56.

1. Ocupación. “Las profesiones son actividades de jornada completa que constituyen la principal fuente de ingresos del sujeto. No suelen ser accesibles a los profanos”

57. Esta característica entronca con la sociología

del trabajo, y desde ella las profesiones son estudiadas en relación a los siguientes aspectos:

- reclutamiento

- la formación o función

54

Parsons, T.: "A Sociologist Looks...", opus cit., p. 372. 55

Barber,B., opus cit., p. 217. 56

Seguimos el desarrollo realizado por Tenorth, E.-H. (1988): “Profesiones y profesionalización. Un marco de referencia para el análisis histórico del enseñante y sus organizaciones”, monográfico de la Revista de Educación, nº 285. 57

Ibídem, p. 78

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- la actividad profesional como punto de referencia de la identidad personal y social del individuo

- su articulación vertical (status) y horizontal (situs)

- el proceso de movilidad intra e interprofesional

Las profesiones en estos rasgos sólo difieren de otras actividades en el relieve de estas características.

2. Compromiso vocacional. Contrariamente a otras actividades, las profesiones no se orientan sólo hacia el lucro, sino que se guían también por una serie de expectativas de conducta que se van reforzando durante la formación y que se superponen y acaban por imponerse a otras motivaciones de la actividad.

3. Organización. Las profesiones se caracterizan por formas peculiares de organización. Todas las organizaciones basadas en la actividad confían a sus miembros funciones políticas, económicas, de control y de motivación. Sin embargo, las organizaciones profesionales difieren de las meras asociaciones de interés por cuanto asumen tareas en el ámbito de la actividad laboral. Controlan, por ejemplo, el acceso a la profesión, vigilan el ejercicio de la misma y cuidan de la competencia profesional de sus miembros. Desempeñan, pues, funciones que en otras actividades profesionales son ejercidas por el grupo de trabajo, por instancias alejadas del lugar del trabajo (empresarios) o por la formación profesional. Daheim distinguió cuatro tipos de organizaciones basadas en la actividad profesional:

- “asociación de prestigio”: por ejemplo, una academia científica, que dirige mediante un derecho de cooptación la elección de sus miembros, establece diferentes grados de pertenencia y se ocupa sustancialmente de la cualificación de sus miembros (y de su “autorrepresentación” científica) en instituciones y publicaciones científicas.

- “asociación de estudio”: por ejemplo, una sociedad científica que recluta sus miembros, a veces recomendados, basándose en el interés que éstos demuestran por la especialidad correspondiente. Su método de trabajo es similar al de las “asociaciones de prestigio”.

- “asociación de capacitación”: busca la “supresión de exámenes y títulos de los profesionales en activo dentro de la especialidad correspondiente”. Influye además como instancia que imparte el saber.

- “asociación ocupacional”: como “asociación coordinadora” que defiende a los profesionales que trabajan en un sector científico, intenta influir en las condiciones laborales, incluyendo la cualificación, pero sin utilizar ningún recurso sindical. Como “asociación protectora” no recluta a sus miembros con tanto rigor como las asociaciones coordinadoras y tampoco desempeña los procedimientos sindicales. A propósito de los sindicatos, es importante tener presente la diferencia entre sindicatos “restrictivos” –organizaciones abiertas sólo a trabajadores cualificados, que pueden llegar a controlar parcialmente el acceso profesional- y los sindicatos “expansivos”. Estos últimos organizan a los trabajadores sin tener en cuenta su status dentro de la empresa o su formación.

La forma organizativa típica de las profesiones se corresponde a la “asociación de estudio” y a la “asociación de capacitación”. Hay que hacer notar en este punto que con el aumento de profesionales que trabajan por cuenta ajena –cuya inclusión en las profesiones es tema controvertido-, las organizaciones se aproximan al tipo de asociación coordinadora.

En nuestro contexto, la forma típica ha sido el colegio profesional, si bien con la creciente incorporación a grandes organizaciones (el Estado o empresas corporativas) ha crecido la organización en “sindicatos profesionales”, que responden al modelo de asociación coordinadora restrictiva.

4. Formación. Las profesiones se ejercen sobre la base de una saber especializado, adquirido sistemáticamente, en un largo proceso de aprendizaje. La formación universitaria constituye la operacionalización de esta característica.

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5. Orientación de servicio. La profesiones difieren de otra actividad por el objeto de su quehacer laboral. Orientan su actividad hacia un cliente (individual o colectivo), más en general, resuelven <problemas de gran relevancia para los valores sustanciales de la sociedad>. La función de servicio suele interpretarse también, desde la estructura de los problemas, en el sentido de que los profesionales no deben poseer sólo un saber funcional, sino también una competencia innovadora para la modificación de su rama de actividad. Se han deducido de esta característica ciertos supuestos sobre las principales motivaciones de la actividad profesional. La orientación de la actividad hacia el cliente o hacia la colectividad, guiada por un código o ética profesional, se contraponen a la actividad guiada primariamente por las gratificaciones y, en consecuencia, por sanciones externas. A esto suele acompañar la idea de que la remuneración de la actividad profesional debe derivar únicamente de un juicio normativo sobre la importancia de esa actividad.

6. Autonomía. Tiene tres dimensiones. La autonomía de la profesión se refiere en primer lugar a las relaciones con el cliente. La profesión, apoyada en el saber específico, define la manera en que el cliente concreta sus aspiraciones a la justicia, a la salud, a la formación, etc. El profesional está protegido, como experto, contra las objeciones del cliente. Este podrá cambiar de médico o de abogado (apenas de profesor), pero nunca podrá socavar los fundamentos de las actividades profesionales.

La autonomía hace referencia, en segundo lugar, al conjunto del grupo profesional y de su organización. Sólo el grupo valora la actividad profesional y defiende a sus miembros de todo control profano. Tampoco las instancias de control externo, como el Estado, pueden dar ningún veredicto contra miembros de una profesión, a menos que esa instancia utilice el visto bueno de miembros de la propia profesión.

Esta interpretación de la autonomía parece significar que el estatus de empleado y la profesionalización se excluyen entre sí. Las escasas posibilidades de iniciativa de los profesionales en organismos burocráticos y jerarquizados parecen confirmar este juicio. Se requiere, no obstante, alguna precisión. Esta precisión se puede obtener teniendo en cuenta las características de la actividad profesional: el trabajo de alta cualificación implica situaciones de una <actividad laboral indeterminada>. La complejidad de la tarea, las variadas demandas y las situaciones ambientales en los objetivos globales exigen que los empleados mismos estructuren la situación mediante la interpretación de dichos objetivos globales. En esta <autonomía interpretativa> de los trabajadores altamente cualificados no existe diferencia alguna entre profesiones liberales y empleados propiamente dichos. Unos y otros se encuentran con un <margen disposicional> de actividad laboral definido por la estructura del trabajo a realizar. Distinto del margen disposicional es el <margen de la acción>. Los márgenes de acción permiten la estructuración de la actividad laboral sobre la base de la competencia profesional y de cara a la optimización del rendimiento, incluso contra los objetivos internos de la organización. Este margen parece relativamente escaso para trabajadores altamente cualificados y sólo existe para los profesionales liberales cuando su organización puede fijar las condiciones de la actividad.

4.4. Los procesos de profesionalización

A partir de la publicación del trabajo de Wilensky "¿La profesionalización de todo el mundo?" (1964), se plantea en la teoría estructural-funcionalista la necesidad de incorporar una perspectiva histórica en el análisis de los grupos profesionales. Tal como expone L. Finkel, "el modelo de Wilensky se construye a partir de una narrativa histórica, marcada por hitos o sucesos por los que necesariamente atraviesan las ocupaciones que acaban consolidándose en profesiones..."

58.

Desde esta perspectiva histórica, se incorporan a la Sociología de las Profesiones los conceptos de

58

Finkel, L. (1999): opus cit., p. 201.

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"profesionalización", "semiprofesionalización" y "desprofesionalización". Tenorth define la profesionalización como "...el conjunto de procesos históricamente analizables mediante los cuales un grupo de profesionales logra demostrar su competencia en una actividad de relevancia social y es capaz de transmitir a otros tal competencia y de imponer su modelo frente a otros profesionales y profesiones concurrentes con la ayuda del Estado; es decir, es capaz, a juicio de éste, de conservar el monopolio y las gratificaciones en orden a una solución de los problemas, aceptada socialmente"

59. Esta definición lleva implícita una secuenciación, bien es

verdad que sin establecerse en unos términos excesivamente lineales, a diferencia de Wilensky, para quien es posible distinguir cinco etapas en el proceso histórico de configuración de un grupo profesional:

"1) plena dedicación a la profesión; 2) establecimiento de una escuela o una universidad; 3) formación de una asociación profesional; 4) existencia de <agitación política> (...) <para conseguir la protección de la ley> (...) con el fin de obtener <la protección legal del monopolio del conocimiento>; y 5) un código de ética formal <para eliminar a los no cualificados y los inescrupulosos, de forma tal que se reduzca la competencia interna, se proteja a los clientes y se ponga énfasis en el ideal de servicio>"

60

No todas las caracterizaciones del proceso histórico de la profesionalización coinciden con la de Wilensky. De hecho, el que este autor ofreciera una delimitación de cinco etapas en el devenir histórico de este proceso le hacía partícipe de una concepción muy particular de la historia y de la evolución de las sociedades: aquélla, predominante en el contexto de los años cincuenta y principios de los sesenta en las ciencias sociales en Norteamérica, en la que el devenir de los cambios sociales era interpretado en términos de un proceso evolutivo e inevitable hacia el desarrollo y la modernización; como comenta L. Finkel, "al igual que un grupo profesional llega a serlo tras haber superado una serie de pasos, un país se considera <moderno> o avanzado cuando se encuentra en la última fase de un continuum y deja atrás los estadios anteriores"

61. Es esta explicación evolutiva y unilineal una de las razones que nos mueven a seguir situando

esta nueva aportación en el marco del enfoque estructural-funcionalista de las profesiones.

Pero también existe otra poderosa razón para ello: detrás de esta concepción por etapas del proceso de profesionalización podemos seguir encontrando explicaciones de carácter funcional de la profesionalización; tal como expone Tenorth, autores como Daheim la ejemplifican:

"Según esta explicación, las profesiones son necesarias por razón de las demandas sociales y de sus características en un determinado período del desarrollo tecnológico, sociocultural y económico. Estos servicios, por ejemplo, la <salud>, la <justicia>, la <legitimación> (religiosa), dada su complejidad e inconcreción, sólo pueden prestarse y garantizarse a la larga encargando la tarea a expertos, otorgando a éstos una autonomía (relativa), sometiéndolos por tanto a controles exclusivamente internos, dando satisfacción a sus expectativas de cualificación mediante la institucionalización de su carrera y remunerando adecuadamente el servicio que prestan"

62.

Nos encontramos, de nuevo, con el supuesto de que la profesionalización se produce por una necesidad funcional del sistema social, que excluye cuestiones como "los intereses del status profesional"

63.

El modelo de profesionalidad no es sólo una descripción abstracta que utilizan los sociólogos. Martín Moreno y De Miguel

64 plantean, igualmente, que "los propios profesionales lo hacen suyo para justificar sus

diferencias y privilegios, para legitimar sus intereses y sus deseos de movilidad", es decir, puede suceder que,

59

Opus cit., p. 82. 60

Finkel, L. (1999): opus cit., p. 201. 61

Ibídem. 62

Tenorth, E.H., 1988, opus cit., p. 82. 63

Ibídem. 64

Martín Moreno, M. y de Miguel, A. (1982): Sociología de las profesiones, Madrid, CIS.

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Sociología de las Profesiones

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dados los privilegios reconocidos históricamente a las profesiones liberales, los miembros de un colectivo ocupacional determinado pueden tener interés en forzar la profesionalización y provocar, de maneras diversas, la "demanda" o la "necesidad" social que justifique su monopolio:

"La función social de las profesiones relativamente privilegiadas, que destacan por su prestigio y sus ingresos económicos, hace que todos los grupos basados en la actividad profesional aspiren a un status similar mediante la profesionalización"

65.

Wilensky, finalmente, como ocurre en general con los autores que se inspiran en el modelo sociológico de Parsons, "ignoraba las condiciones sociales generales en las que el profesionalismo tiene lugar y pretendía, con la impronta imperial de la sociología de esos años, generalizar un modelo que en el mejor de los casos era históricamente específico de los Estados Unidos"

66. Se incorpora en los análisis la dimensión

histórica, pero sin considerar que ésta tiene lugar en contextos sociales particulares, que pueden dar lugar a desarrollos de los procesos de profesionalización bien diferentes. El intento de establecer un modelo arquetípico (ahora distinguiendo la adquisición de los rasgos por etapas ordenadas) se mantiene.

Esta idea del profesionalismo como secuencia ha inspirado también una línea de investigación sobre las semiprofesiones, es decir, aquellas ocupaciones que no han logrado acceder a la condición plena de profesión:

"El grupo, basado en la actividad profesional, dirigido por la asociación o por las autoridades que confieren los títulos, sólo alcanza autonomía profesional en algunas dimensiones del esquema antes perfilado. O bien les falta a las organizaciones de este grupo la competencia para el control de su actividad, o bien la autonomía interior se limita al margen disposicional, o bien la cualificación preprofesional no es suficiente para el ámbito profesional..."

67.

Sería este el caso de la enfermería, la enseñanza, el trabajo social, etc. El estudio más clásico respecto a estos colectivos es el realizado por Etzioni en 1969 "Las semiprofesiones y su organización"

68.

El elemento común a todas estas elaboraciones seguiría siendo, en definitiva, el énfasis en las características especiales del conocimiento de los profesionales y semiprofesionales y su orientación altruista hacia la comunidad

69.

Con todo, la conciencia de las limitaciones de esta conceptualización da pié al desarrollo de nuevos modelos de análisis en los que "ya no se ve a los profesionales como grupos altruistas y orientados hacia la comunidad, sino como miembros de organizaciones que luchan por su autonomía y poder. De este modo, hacia finales de los años sesenta y especialmente en los setenta, se experimenta un rechazo de las primeras formulaciones y el surgimiento de las que posteriormente se han denominado teorías <críticas>, <revisionistas> o <centradas en el poder> del profesionalismo"

70.

4. Las Sociologías de las Profesiones

65

Tenorth, E.-H., 1988, opus cit., p. 82. 66

Finkel, L., 1999, opus cit., p. 201. 67

Tenorth, E.H., 1988, opus cit., pp. 82-83. 68

Etzioni, A. (1969) (ed.): The Semi-Professions and their Organization, Nueva York, Free Press. 69

Rodríguez, J. A. y Guillén, M. (1992): "Organizaciones y profesionales en la sociedad contemporánea", REIS, nº 59, p. 12. 70

Finkel, L., 1999, opus cit., p. 204.

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“Si es adecuado hoy afirmar que el público y quienes hablan de ello

perciben a las profesiones con cierta ambivalencia, no es menos adecuado afirmar que la ambigüedad semántica de la palabra en sí refuerza y refleja dicha ambivalencia. De hecho, no es sólo el público el que ha mantenido la confusión. Los académicos e intelectuales no han quedado inmunes a la fuerte y diversa carga semántica de la palabra: algunas de sus controversias sobre las profesiones y la profesionalización han procedido en la misma medida del énfasis en diferentes connotaciones y significados como de cuestiones fácticas, de inferencia lógica o desarrollos analíticos.”

71

Según Freidson, el interés intelectual por las profesiones tiene una larga tradición en el mundo de

habla inglesa. Comentarios relevantes se extienden más allá del siglo XIX y, hasta los años 1940, las voces más importantes fueron británicas.

El desarrollo de esta especialidad dentro de la Sociología no es ajeno a la propia transformación que tiene lugar a lo largo del siglo XIX en el mundo del trabajo, pero sobre todo entre los oficios tradicionales, las profesiones que se identificaban con el uso restrictivo del término en sus orígenes y, finalmente, también con las grandes transformaciones que se introducen en la industria con la incorporación de la maquinaria, particularmente cuando este modelo se generaliza a finales del XIX y principios del XX. Obviamente, no existe sólo una tradición anglosajona en la Sociología de las Profesiones, pero sí es cierto que es en este contexto académico donde en primer lugar se apela a la entidad y la necesidad de un análisis sociológico singular de una serie de ocupaciones a las que se atribuye un papel incluso central en la estabilidad y el progreso de la sociedad industrial.

Freidson llama la atención, como primeras referencias académicas en el contexto anglosajón, sobre

las aportaciones de diversos autores sin que pretendieran articular una teoría que globalmente intentara sistematizar el análisis sociológico de estas ocupaciones. Incluye entre estas aportaciones las de Herbert Spencer (1896), quien “dedicó un espacio considerable de sus Principios de Sociología a mostrar cómo diversas profesiones funcionaban para mejorar la vida humana por la aplicación del conocimiento especializado a los problemas humanos y por la práctica de destrezas artísticas”

72.Destaca también un

estudio de Beatrice y Sidney Webb (1917)73

, que desarrollaron un análisis del funcionamiento de las asociaciones profesionales, analizándolas como “asociaciones de productores” que podían servir como una alternativa al capitalismo en el control y el trabajo de organización del interés público. El siguiente trabajo a destacar fue el de E. M. Carr-Saunders y P. A. Wilson (1933)

74, que intentaron hacer un análisis comprensivo

y una comparación de todas las ocupaciones en Inglaterra que podían razonablemente ser consideradas profesiones para evaluar lo que tenían en común, cómo diferían entre ellas y para afirmar su papel positivo tanto en la sociedad actual como en la futura. Finalmente, alude dentro de los primeros ensayos sobre estas ocupaciones al de T. H. Marshall (1939)

75, que a su juicio “representó la culminación de la larga tradición

británica que consideraba a las profesiones como el signo esperanzador de un nuevo altruismo que podía

71

Ibídem. 72

Un extracto de este texto ha sido publicado en la REIS (1992, nº 59). 73

Webb, S. y Webb, B. (1917): “Special supplement on professional associations”, Parts. 1, 2. New Statesman 9, nº 211 (April 21), pp. 1-24, y 9, nº 212 (April 28), pp. 25-48. 74

The Professions, Oxford, Clarendon Press. 75

“The recent history of professionalism in relation to social structure and social policy”, Canadian Journal of Economics and Political Science, 5 (August), pp. 325-340.

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Sociología de las Profesiones

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transformar el mundo político y social del capitalismo industrial.”76

Si nos fijamos, estos trabajos se producen entre el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX, coincidiendo con el proceso de reorganización de las economías capitalistas a raíz del impulso de los grandes monopolios ligados a las grandes industrias y a la crisis definitiva de los modos artesanales de organización del trabajo por la introducción del trabajo especializado y descualificado que permitía la maquinaria industrial. Pero no fueron éstas las únicas transformaciones que tuvieron lugar en el mercado de trabajo.

Gracias a las aportaciones de Magali S. Larson77

, entre otros autores, disponemos de estudios históricos que sitúan en este período un conjunto de transformaciones en el mercado de trabajo, el sistema educativo y las grandes organizaciones que afectan singularmente a lo que la Sociología de las Profesiones define como “grupos profesionales”, de los que los autores anglosajones antes mencionados trataban de ofrecer una defensa por su papel “positivo” para la economía y el bienestar social. Aunque nos referiremos a las aportaciones de esta autora más adelante, aquí tiene interés hacernos eco de sus reflexiones sobre la gestación, en el siglo XIX, de un marco singular de organización del mercado de trabajo relativo a ciertos servicios en el contexto del capitalismo de libre competencia, es decir, el periodo inicial de organización de la economía capitalista en el que se otorgaba un papel central al libre mercado como regulador de la producción y el crecimiento económico y social. Al tiempo que la política económica se orientaba hacia la plena eliminación de barreras heredadas en el mercado de trabajo (por ejemplo, la mayor disponibilidad de fuerza de trabajo por el proceso de descualificación de los procesos de trabajo industriales, que ampliaba la “reserva laboral” incluyendo a los niños y mujeres), sin embargo se producen –bajo modelos diferentes, según las tradiciones nacionales- diversos movimientos dirigidos hacia el establecimiento de nuevas barreras protectoras para ciertos colectivos, fundadas en la posesión de una determinada titulación educativa como el sustento del monopolio sobre algunas funciones sociales, algunas (como la medicina y la abogacía) con un origen histórico, pero otras (ingenierías, arquitectura, por ejemplo) con un carácter nuevo, especialmente vinculadas al desarrollo tecnológico que había acarreado la Revolución Industrial.

Para la autora, en realidad éste es un proceso por el que se llega a una transformación sustancial del

modelo que hasta entonces había regido la organización de las profesiones y los gremios medievales. De hecho, Freidson llama la atención sobre algo de interés para el tema que nos ocupa: “Antes del siglo XIX, la identidad y características de esas profesiones era clara y no problemática tanto en Europa Occidental como en Inglaterra. Dado que la estructura ocupacional del industrialismo capitalista se desarrolló a lo largo del siglo XIX bajo diferentes circunstancias nacionales, el consenso terminológico general acerca de la naturaleza y la identidad de estas profesiones “tituladas”, “liberales” o “libres” se vio forzado y distorsionado, quizás, pero aún así sobrevivió hasta nuestros días.”

78

En las sociedades medievales, se puede establecer una distinción entre dos modelos básicos de

organización de las profesiones antiguas, bifurcadas entre, de un lado, aquellas que se constituían a partir de la universidad medieval (sacerdocio, abarcando la docencia universitaria, derecho, medicina, ejército) y, de otro, los gremios de artesanos y comerciantes:

“Con algunas excepciones, los orígenes medievales de las profesiones

antiguas muestran una bifurcación entre universidad y gremio. Las universidades surgieron como asociaciones de estudiantes y profesores, como <gremios de

76

Freidson, E.: opus cit., p. 5. 77

Larson, M. S. (1977): The rise of professionalism, Berkeley, University of California Press (traducción: Marta Jiménez Jaén). 78

Freidson, opus cit., p. 8.

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aprendizaje>, pero pronto cayeron bajo la influencia dominante de la Iglesia. Los lazos con la Iglesia, presumiblemente incrementaron el aura de misterio que rodea el conocimiento esotérico de las profesiones (aprendizaje del latín). Sus contrapartidas en los gremios eran relativamente más democráticas en sus orígenes y clientelas. Algunos de estos especialistas aparecen, mucho después, en hogares nobles o ricos, en una relación de servidumbre con sus patrones aristocráticos.

Los oficios gremiales, como norma, aparecieron con los mercados urbanos en la Europa medieval como artesanos libres o comerciantes. Su orientación era primordialmente comercial. En Inglaterra jugaron un papel importante en la constitución de las profesiones modernas en el siglo XIX.”

79

La autora destaca dos aspectos del pasado preindustrial que ilustran la CONTINUIDAD DE LAS

FORMAS, pero a su vez la DISCONTINUIDAD DEL CONTENIDO entre las profesiones antiguas y las modernas: 1. Desde su pasado preindustrial, las profesiones estuvieron estrechamente vinculadas al sistema

de estratificación, vinculadas a las élites y al Estado. Sin embargo, hasta el siglo XIX no existió una estratificación interna, es decir, no existía un sistema compartido con una jerarquización interna, sino que en realidad los dos tipos de ocupaciones (las “comunes” y las “cualificadas”) habitaban mundos sociales diferentes entre sí, no competían entre sí, porque se relacionaban con sectores sociales diferentes: el paso por la universidad no era el requisito del monopolio del servicio. En realidad, unos se relacionaban con las élites y los otros con sectores distintos de la sociedad (clientelas más populares). El proceso de constitución de las profesiones modernas, que consistió en el esfuerzo por dotarse de la conquista de la “confianza pública” durante la Gran Transformación, no tuvo como principales artífices a los profesionales que estaban vinculados a las élites, sino a los que procedían de los gremios.

2. La vinculación entre educación y profesionalismo es también sustancialmente distinta entre las profesiones antiguas y modernas, si bien se mantiene la “forma” de una particular vinculación entre profesionalismo y universidad. Esta vinculación entre profesionalismo y universidad en las profesiones medievales distinguía a las élites profesionales de los comerciantes y artesanos, pero lo que los distinguía era el modelo de “educación liberal”, es decir, la educación pensada para la aristocracia, basada más en la cultura clásica que en las destrezas prácticas, que simbolizaba su demanda de estatus social. El paso a las profesiones modernas supuso un uso diferente de la educación y la certificación: “El surgimiento de un sistema formal de educación que incluía instrucción preprofesional y formación práctica fue crucial: reorganizó y suplantó el aprendizaje, señalando así el triunfo de la nueva concepción del profesionalismo sobre la antigua. De la dependencia del poder y el prestigio de la élite patrocinadora (...), las profesiones modernas pasaron a depender de la educación formal específica y de certificados anónimos.”

80

La gestación de las “profesiones modernas” supuso en realidad un corte sustancial con la forma de

organizarse estas profesiones antiguas (cuyo modelo organizativo denomina genéricamente la autora como

“patrocinio”): “El avance de las profesiones modernas y la reforma del servicio civil estuvieron ligados de

forma significativa al uso del sistema de exámenes sobre la competencia. El reconocimiento de los méritos removió el nacimiento y el patrocinio como principios definitorios del profesionalismo.”

81

79

Larson, M. S.: opus cit., p. 3. 80

Ibídem, p. 4. 81

Ibídem, p. 5.

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Sociología de las Profesiones

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Las circunstancias generales que marcaron la primera fase de la profesionalización fueron las mismas

para todas las profesiones. En Inglaterra y Estados Unidos estuvo conectada con las mismas circunstancias históricas generales: coincide con el surgimiento del capitalismo industrial, con sus primeras crisis y su consolidación y, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la evolución del capitalismo hacia su forma corporativa/monopolista. En este contexto se produjo una “ola de asociacionismo” que señala la madurez del proceso. Las profesiones se gestan bajo dos tipos de condiciones favorables en este contexto: de un lado, unas condiciones económicas y tecnológicas (“una sociedad dada determina la <tecnología social> disponible para la invención de nuevas formas de organización”). Estos elementos en el caso de las profesiones modernas fueron “la alfabetización, urbanización, economía monetaria, revolución política y la densidad organizativa previamente existente”. Pero Larson también considera crucial el peso de las condiciones ideológicas: “entre otras cosas, limitan las alternativas válidas o imaginables y son el determinante más importante de la motivación para organizarse”

82. Volviendo de nuevo a la cuestión de las definiciones,

Freidson llama la atención sobre las implicaciones de estas condiciones para la identificación de los profesionales: “En Inglaterra, (…) e incluso después en los Estados Unidos, el consenso terminológico se volvió en gran medida confuso por los esfuerzos de las ocupaciones de clase media nuevamente reorganizadas o configuradas por acceder al título de profesiones para vincularse al prestigioso estatus aristocrático de las profesiones tituladas tradicionales superior al de los oficios inferiores, pretendiendo con ello dignificar los oficios así denominados. El objetivo y las estrategias de dichos movimientos ocupacionales por organizar y obtener respetabilidad al ser reconocidos como profesiones toman forma dentro de la historia nacional específica y la economía política de Inglaterra y, más tarde, de los Estados Unidos. Aunque existieron diferencias muy importantes entre las dos naciones, tienen en común una economía de mercado, un aparato de estado comparativamente pasivo y descentralizado con una fuerte pero no menos ambigua filosofía del laissez-faire, y un reducido servicio civil.”

83

En estos procesos aparece históricamente la figura del “experto profesional”, que se dota de

organizaciones propias que regulan el “ejercicio profesional” y que reclaman del estado el reconocimiento del monopolio sobre el mercado de ciertos servicios y funciones sociales. Estos movimientos que se autodefinen como “profesionalizadores” son protagonizados, según Larson, por ciertos “segmentos intelectuales especializados de la burguesía”, y constituyeron una estrategia dentro de un proyecto de “movilidad social ascendente” (es decir, una apuesta por acceder, utilizando los méritos educativos –en vez de la propiedad de bienes-, a puestos especialmente privilegiados en la estructura de las sociedades capitalistas)

84. Freidson se

hace eco de estos procesos singularizados en Inglaterra y Estados Unidos:

“Las ocupaciones en busca de un lugar seguro y privilegiado en la economía de dichos países no podían sino buscar el apoyo del estado para obtener una protección excluyente en el mercado en el cual tenían que competir con ocupaciones rivales. Tuvieron que organizar sus propias instituciones de formación y acreditación puesto que el estado jugaba un rol pasivo en esa materia. Al contrario que en otros países, el título profesión fue usado para establecer el estatus de ocupaciones exitosas; se convirtió en parte del esquema de clasificación oficial en los Estados Unidos e Inglaterra, expandiendo su cobertura lentamente por la inclusión de más ocupaciones en la misma categoría, con el mismo título, como el estatus original de las profesiones de las

82

Ibídem, p. 6. 83

Freidson, E.: opus cit., p. 8. 84

Larson, M.S. (1990): "Acerca de los expertos y los profesionales o la imposibilidad de haberlo dicho todo", Revista de Educación, monográfico "Los usos de la comparación en Ciencias Sociales y en Educación", nº extraordinario.

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universidades medievales (…). Obtener el reconocimiento como “profesión” era importante para las ocupaciones no sólo por estar asociadas con el estatus aristocrático tradicional sino también por sus tradicionales connotaciones de que la dedicación desinteresada y la cualificación aportaban legitimidad política a la lucha por obtener protección en un mercado de trabajo competitivo. Dada la filosofía del laissez-faire, sólo excusas bastante especiales podían justificar la creación sancionada por el estado de un mercado protegido. Las ideologías de la formación “superior” y de la probidad moral aportadas por el concepto tradicional del estatus profesional, sustentadas en las instituciones ocupacionales, y los avances en el terreno político de las asociaciones ocupacionales dotaron de esta base para la legitimación de la protección.”

85

En definitiva, en estos países, los primeros estudios señalados por Freidson sobre las profesiones

podríamos considerar que estuvieron estrechamente inmersos, y por lo tanto ampliamente influenciados, por el propio discurso que estos grupos que aspiraban a la profesionalización construyeron sobre su importancia para el desarrollo de la sociedad industrial.

Habría que esperar al periodo después de la II Guerra Mundial, y hasta finales de la década de los

sesenta del siglo XX, para la configuración de una segunda fase de la producción sociológica sobre las profesiones. En estos años, los académicos americanos dominaron los estudios sobre las profesiones. Según Freidson, los trabajos más frecuentemente citados de este periodo son los de Wilensky, Greenwood, Barber, Talcott Parsons, W. J. Goode Jr. y W. Moore

86, y se caracterizaron por un mayor esfuerzo de sistematización

de los estudios:

“Aunque todos estos académicos de la postguerra adoptaron un enfoque mucho más estructurado y analítico sobre las profesiones que sus predecesores ingleses, en consonancia con el esfuerzo por desarrollar conceptos generales aplicables a más de un periodo histórico o de una nación, yo pienso que es posible afirmar que, en su conjunto, enfatizaron sobre todo el carácter especial del conocimiento y las destrezas de las profesiones y su ética singular o la orientación altruista hacia sus clientes. Esto no supone afirmar que fueran meros apologistas de las profesiones como sus predecesores. En los escritos de prácticamente todos ellos podemos encontrar un reconocimiento y críticas de las deficiencias en el desempeño profesional y más particularmente en el grado en que el autointerés económico más que el bien común puede motivar las actividades de los profesionales y sus asociaciones. Sin embargo, el tenor general de sus análisis ha mostrado a las profesiones como servicios honorables de las necesidades públicas,

85

Freidson, E.: opus cit., p. 8. 86

De estos autores, Freidson remite a las siguientes obras: Barber, B. (1963): “Some problems in the sociology of professions”, Daedalus, 92 (Fall), pp. 669-688. Goode, W. J. Jr. (1969): “The Theoretical limits of professionalization”, en Etzioni, A. (ed.): The semi-professions and their organizations, New Yoerk, Free Press, pp. 266-313. Greenwood, E. (1957): “Attributes of a Profession”, Social Work, 2, pp. 45-55. Moore, W. E. (1970): The professions: Roles and rules, New York, Russell Sage Foundation. Parsons, T. (1939): “The professions and social structure”, Social Forces, 17, pp. 457-467. Parsons, T. (1968): “Professions”, en Sills (ed.): International encyclopedia of the social sciences, Vol. 12, New York, Macmillan Publishing and Free press, pp. 536- 547. Wilensky, H. L. (1964): “The professionalization of everyone?”, American Journal of Sociology, 70 (September), pp. 137-158.

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Sociología de las Profesiones

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ocupaciones especialmente distinguidas de otras por su orientación al servicio de las necesidades del público a través de la aplicación acreditada de sus conocimientos y destrezas complejos e inusualmente esotéricos.”

87

Esta producción coincide con el periodo de institucionalización de la Sociología como ciencia social dentro de las universidades norteamericanas, y de hegemonía del pensamiento estructural-funcionalista dentro de la academia, mostrándose precisamente como la perspectiva científica y sistematizadora del pensamiento social en este contexto, en el que las reflexiones sobre las propias profesiones encajaban como evidencias de las positividades del saber experto para el desarrollo y el bienestar de las sociedades capitalistas. No podemos dejar de lado las referencias al contexto que acompañó a esta vertiente sociológica, que se gesta en el periodo de entreguerras y adquiere un rotundo papel hegemónico en el marco de las dinámicas de la denominada “Guerra Fría”, con sus demandas de autoafirmación de las sociedades capitalistas como el modelo racional de organización social y económica por excelencia frente al modelo de la URSS y sus satélites, y el desarrollo a su vez de las integradoras políticas keynesianas, que sustentaban la posibilidad de la “paz social” en la economía capitalista a partir de la negociación entre las organizaciones sindicales y empresariales y que otorgaban al Estado un activo papel intervencionista en el mercado. Magali S. Larson señala, en el texto que hemos citado, esta época como un periodo donde se consolida un papel protagonista de los “expertos profesionales” no ya sólo en la estructura social de las sociedades capitalistas occidentales, sino en los procesos de legitimación en sí de las políticas y del propio orden social capitalista, jugando especialmente un importante papel en la justificación del “ascenso” social de los grupos profesionales:

“Por muy poderosos que fueran, los factores de legitimación a los que me he referido hasta aquí -la fe en la ciencia, confirmada por el progreso tecnológico; la sumisión de todos a leyes impersonales del mercado, aunque fuese encubierta- no son suficientes para conferir a los expertos todo el poder que parecen ejercer actualmente. Los análisis realizados tampoco han demostrado en qué medida la degradación del orden político en la sociedad liberal contribuyó al auge de una ideología arraigada en el monopolio de la <función del experto>. El elemento que falta en ambos argumentos es la aparición de un sistema formalmente libre de educación de masas. Fue esto precisamente, es decir, un sistema educativo ostensiblemente meritocrático, lo que suavizó y difundió el impacto de los compromisos ideológicos igualitarios en una sociedad cada vez más desigual, ayudando a legitimar tanto la desigualdad económica como la exigencia de privilegios por parte de los expertos. La igualdad de oportunidades educativas hace que el principio de igualdad entre individuos socialmente desiguales pase de ser una fuente de contradicción a ser una fuente de legitimación del sistema de clases. Basándose aparentemente en diferencias de aptitud y de motivación, las diferencias en la condición de <experto> parecen explicar gran parte de las diferencias sociales basadas en la posición ocupacional. Estas últimas pueden entenderse, por tanto, como recompensas diferenciales al carácter y a la competencia. La relación entre educación y privilegio ocupacional, que los reformadores profesionales preconizaron en el siglo XIX, se ha convertido, en el siglo XX, en la base que ha impulsado una extendida ideología de movilidad a través de la educación."

88

87

Freidson, E.: opus cit., p. 5. 88

Larson, M. S. (1990): opus cit.

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Sin embargo, en los últimos años sesenta se dio un giro en las cuestiones centrales y en los intereses de la Sociología de las Profesiones tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido:

“El talante cambió desde la aprobación a la desaprobación, pasando de

enfatizar las virtudes frente a las desventajas a resaltar éstas sobre aquéllas. La misma noción de profesión fue atacada, llegando a plantearse que el mundo sería mejor sin profesiones. Además, la preocupación sustantiva de la literatura cambió. En la literatura anterior, los principales escritos académicos se centraron principalmente en el análisis de las normas profesionales y las relaciones de rol y en la interacción con los clientes en los espacios de trabajo. Aunque todos los escritores reconocían la importancia de los factores políticos y económicos, finalmente no los analizaron. La literatura académica más reciente, por otro lado, se centra en la influencia política y cultural de las profesiones (e. g., Freidson 1970), en la relación de las profesiones con las élites políticas y económicas y con el Estado (e. g., Johnson 1972), y en la relación de las profesiones con el mercado y el sistema de clases (e. g., Larson 1977).”

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Académicamente también, en definitiva, se oscila entre la valoración positiva, dominante hasta los sesenta, y negativa, iniciada a finales de la década. Este cambio en la evaluación y en lo que se enfatizaba se reflejó en un cambio en la conceptualización: mientras que los sociólogos anteriores habían enfatizado como características diferenciadoras de las profesiones su conocimiento formal y sus habilidades especialmente complejas junto con una perspectiva ética de su trabajo, “los escritores de los últimos 60, al contrario, enfatizaron las inusualmente efectivas instituciones monopolizadoras de las profesiones y su elevado estatus como el factor crítico y abordaron el conocimiento, las destrezas y las orientaciones éticas no como características objetivas sino más bien como una ideología, como demandas de los líderes de las profesiones para tratar de obtener o preservar estatus y privilegios. El esfuerzo anterior por desarrollar una definición analíticamente coherente de las profesiones fue puesto en cuestión como una mera apología en defensa del status quo (e. g., Roth 1974). De hecho, la misma empresa de la definición fue atacada. Frente a la pericia, el poder se convirtió en la palabra clave para los escritores académicos y no académicos sobre las profesiones.”

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En esta conceptualización, que es crítica con su propio objeto de estudio, las reflexiones se dirigen a “poner de manifiesto cuáles son sus mecanismos de funcionamiento, cómo adquieren poder, cómo lo hacen valer en el mercado, cómo lo protegen frente a los demás y, en definitiva, qué posición estructural comparten con sus semejantes”

91. Es preciso tener en cuenta, de nuevo, el contexto en el que este tipo de reflexiones

tiene lugar, que está marcado no sólo por transformaciones sustanciales en la configuración del pensamiento sociológico, iniciadas a raíz de la crisis del pensamiento funcionalista como marco hegemónico de la Sociología académica internacionalmente, sino también por los procesos de cuestionamiento ideológico del propio orden capitalista que tienen lugar en América y Europa, y que tienen sus principales expresiones en estallidos sociales como la crisis de Vietnam, los movimientos revolucionarios en diversos países del

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Freidson, E.: opus cit., pp. 5-6. Las obras referidas por el autor, que se autoincluye en esta nueva fase de la disciplina, son las siguientes: Freidson, E. (1970): Profession of Medicine, Dodd, Mead. Johnson, T. (1972): Professions and Power, London, Macmillan Press. Larson, M. S. (1977): opus cit. 90

Freidson, E. (1988): opus cit., p. 6. 91

Finkel, L. (1999): “¿Qué es un profesional? Las principales conceptualizaciones de la sociología de las profesiones”, en Castillo Mendoza, C. (coord.): Economía, organización y trabajo. Un enfoque sociológico, Madrid, Pirámide, p. 207.

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denominado “Tercer Mundo”, o las movilizaciones de “Mayo del 68” en numerosas universidades y centros de trabajo industriales en algunos países europeos, que alientan en su conjunto líneas de pensamiento críticas con el status quo de las sociedades occidentales, poniendo en evidencia sus limitaciones tanto en el terreno de los derechos democráticos como de los efectos cada vez más desigualatorios de las políticas establecidas al amparo de los discursos modernizadores y meritocráticos hegemónicos en los años 50 y 60. Podríamos señalar, como última fase del pensamiento sociológico sobre las profesiones, lo que Collins ha denominado como “teorías posrevisionistas”

92, que en realidad, en palabras de Finkel, “son un

conjunto de enfoques que se han desarrollado en distintas direcciones, resultando en ocasiones complementarios y en otras no.” Sin embargo, todos estos desarrollos se puede afirmar que comparten una posición: “un rechazo directo hacia las explicaciones unívocas, sean del tipo que sean”. De esta forma, desde los años ochenta hasta la actualidad se puede considerar que ha pasado a predominar en esta especialidad tanto una posición relativista como, sobre todo, “un uso histórico específico”. A ello es a lo que se refiere Freidson cuando en el texto que hemos venido trabajando concluye que “el problema es creado por el intento de tratar las profesiones como si fueran un concepto genérico más que como un concepto históricamente cambiante con raíces particulares en aquellas naciones industriales que están fuertemente influenciadas por las instituciones anglo-americanas”. En definitiva, para el autor, “como un concepto capaz de abarcar más que el prestigio y el conocimiento formal, la forma en que los profesionales pueden ganarse la vida, y las instituciones que les permiten ganarse la vida, el término profesión debe ser usado en un sentido específico histórico y nacional. No es un concepto científico generalizable a una gran diversidad de espacios. Más bien, para usar el epíteto de Turner, es un “folk concept” (“concepto tradicional”) histórica y nacionalmente específico.”

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Esta posición a lo que ha conducido, finalmente, es a una bifurcación del pensamiento sociológico sobre las profesiones, que ha pasado a centrarse más bien en el estudio de problemas más concretos. En el trabajo citado de L. Finkel, la autora nos indica algunas de las líneas principales abiertas en la actualidad: el papel del Estado, la mujer profesional, o las relaciones entre profesionales y burócratas, entre otros. Se comparte, en este caso, no ya sólo la renuncia a una conceptualización genérica de las profesiones, sino sobre todo la búsqueda de interpretaciones sobre los cambios críticos que a lo largo de las últimas décadas del siglo XX se han venido produciendo en las propias profesiones, entre las que Finkel resalta “la pérdida de la capacidad de autorregulación y control de su propio mercado, el incremento del empleo asalariado, la erosión del estatus y el prestigio, los salarios más bajos y las peores condiciones de trabajo”, procesos que han sustentado el desarrollo de un debate sobre el futuro del profesionalismo, que también, como señala la autora, ha abierto el debate sobre el futuro en sí de la propia Sociología de las Profesiones, en tanto en cuanto se han llegado a formular propuestas, incluido Freidson, para que esta especialidad en realidad se integre definitivamente en el campo de la Sociología del Trabajo. En principio, coincidimos con L. Finkel en la valoración de esta propuesta, lo cual nos permite cerrar esta primera aproximación al campo identificando nuevos problemas a afrontar en el futuro:

“no puede negarse que la propuesta de Freidson se sitúa en el centro actual de la Sociología del Trabajo, ya que sus planteamientos permiten incorporar temas de tanta actualidad como la reducción del tiempo de trabajo o la propia redistribución del mismo. ¿Cómo reaccionarán las propias profesiones ante estas posibilidades? ¿Qué pasará con aquéllos que durante tanto tiempo tuvieron el privilegio de acumular para sí buena parte del trabajo intelectual de la sociedad (en el diseño, investigación, planificación, etc.)? ¿Cómo afectarán las tendencias

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Ibídem. 93

Freidson, E.: opus cit., p. 9.

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hacia la flexibilización y la globalización del trabajo a los profesionales y a las estructuras de sus organizaciones? Éstas y muchas otras interesantes preguntas están aún pendientes de respuesta. ¿Será la sociología de las profesiones capaz de incorporarlas y prepararse teórica y metodológicamente para entender los cambios que nos traerá el siglo XXI?”

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