Profesiones Peligrosas

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Era un jolgorio cuando mi padre y su único hermano, el tío, se reunían para recordar episodios de su niñez. Los relatos que nos regalaban a la familia, habitualmente comenzaban cuando ambos eran “pupilos” en un colegio religioso hace como cien

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Era un jolgorio cuando mi padre y su único hermano, el tío, se reunían para recordar episodios de su niñez.

Los relatos que nos regalaban a la familia, habitualmente comenzaban cuando ambos eran “pupilos” en un colegio religioso hace como cien años, allá en Villarrica.

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Luego pasaban a las anécdotas de cuando el pulcro tío, luego de mucho esfuerzo se había comprado su primer traje para visitar oficialmente a su novia –ya en la capital- y de cómo mi padre, con el mismo propósito, había estrenado la prenda antes que su dueño. Por suerte, con su novia y no con la del tío.

Las risas terminaban cuando ambos “curriculums vitae”

comenzaban a especificar las relaciones con las respectivas

esposas. Ellas, con una peligrosa mirada de

motosierra, cortaban el árbol de las burlas.

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Por la época en que vivían de pupilos había un pa´i que les llenaba la cabeza con miedos y premoniciones acerca del fin de los tiempos, de cuando las personas actuarían como locas, con egoísmos y maldades superlativas. Quizá fuera para que los alumnos no se pasasen de revoluciones en sus travesuras siesteras.

El hecho es que de pronto esas narraciones caen en este tiempo

como las gruesas gotas de la lluvia de verano y nos invitan a analizar y comparar el pasado con el presente.

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No vamos a entrar en las intimidades de las familias actuales porque sería muy complicado. Sólo diremos que las cosas han cambiado y daremos algunos ejemplos:

Antes un hombre y una mujer se casaban para

formar una familia. Hoy muchas mujeres optan por

utilizar al hombre para convertirse en madre

soltera y luego obliga al hombre a pasarle un monto mensual por haber sido “el

privilegiado” para la procreación.

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Antes el hombre tenía el orgullo de salir “a la calle” para trabajar y

mantener honestamente a toda su familia.

Hoy el hombre busca trabajo y la mujer lo encuentra. Y como el sueldo no alcanza, tampoco queda para pagar una empleada y las tareas domésticas recaen en el pisoteado orgullo masculino.

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Antes las preocupación de los padres radicaba en que “la niña” llegara casta al matrimonio y era una desgracia un embarazo accidental.

Hoy el embarazo es algo lógico y la

preocupación radica en que “el niño” no caiga

en tendencias gay.

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De las drogas ni hablar. Antes los varones mayores podían beber en reuniones o eventos.

Hoy los jóvenes hacen competencia para ver quién puede tumbar más rubias. Jamás aprendieron a beber porque destapan botellas como si fuera un campeonato y las consecuencias van desde un sonoro vómito a un coma alcohólico con derivación hospitalaria.

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Precisamente, el tema inicial eran las profesiones

peligrosas. Peligrosas no para los que las ejercen sino

para los clientes.

Y si nos referimos a las derivaciones hospitalarias,

comenzaremos con los doctores. Por más que se

enojen. Sí. Porque antes ser médico era sinónimo de

altruismo, de salvar vidas, de preocupación por la salud de

la gente. Hasta había médicos de cabecera, que eran como

sacerdotes confidentes y confiables.

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En vez de priorizar al paciente, hoy los médicos se preocupan en cómo pueden recaudar más para poder pagar las cuotas del obligatorio “Mercedes”, ya que el que no lo posee no puede considerarse un galeno cabal. Como si hiciera juego con el guardapolvos o el estetoscopio.

Ninguno de los profesionales acepta salir de buen grado de la capital … ¡como si no hubiera enfermos en el interior!

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Sólo los novatos o los menos capaces (de negarse a ir) son obligados a ejercer en la campaña.

Los demás, hasta “se rebajan” a trabajar en la medicina prepaga para seguir tirando hasta fin de mes.

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Pero no vamos a acusar, sino a reflexionar. Antes los abogados eran profesionales respetados, bien vistos. Hoy hasta exclusivos chistes sobre estos profesionales se pueden encontrar en internet.

Pero no sólo los médicos ya no son como los de antes. Tampoco los picapleitos. Y aunque nos cueste alguna demanda, hemos de decirlo.

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Después de cierto tiempo se encuentran dos amigos:

-Oye, se nota que te ha ido bien, ¿a qué te dedicas?

-Me hice abogado y, aunque un poco sacrificado, deja sus ganancias. Ahora mismo estoy con un caso. Resulta que un ganadero tiene más de mil ovejas, pero como no hay agua en su campo los animales van a beber a lo del vecino. Y este, por supuesto, reclama los animales para sí ya que no sólo beben, sino que pastan, duermen y se reproducen allí.

-Hmmm. ¡Qué complicado! Ambos tienen razón … ¿pero de quién serán entonces las ovejitas?

-¡Pues mías!

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Hoy se transformaron en una obligatoria necesidad. Y no es redundancia. Es un hecho que todos tienen derecho a la defensa, sólo que esta, hoy por hoy, es más eficiente para los criminales que para las víctimas. Antes a un asesino se lo apresaba y se lo condenaba. Hoy primero “se presume”, por más que haya testigos, por más que se lo haya grabado, por más evidente y contundente que sean las pruebas. Y hasta por un tecnicismo quedan libres y prestos para la venganza.

Y los abogados se valen de las leyes y no en la noción del bien y del mal. Será muy legal, pero no justo.

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Desde la implementación del

IVA, cada ciudadano debe tener sí o sí un

encargado de llevar sus finanzas. Y no

hablamos de empresas, sino que de cualquier

trabajador.

Pero si hablamos de profesiones, una de las que más ha avanzado en términos de ser considerada necesaria es la de los contadores.

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Si algún osado ciudadano intenta valerse por sí mismo, es seguro que en determinado momento habrá de encontrarse con alguna norma, ley, inciso, código, estatuto, legislación, reglamento, edicto o disposición que eche por tierra sus intenciones. Sólo le queda preguntar dónde ha de pagar la multa por la metida de pata.

Cada mes es obligatoria la rendición de cuentas y los contadores son los paladines en presentación de los consabidos formularios.

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Los pupilos recordaban que las personas actuarían como locas, con egoísmos y maldades superlativas … y hoy vemos actitudes impensadas.

¿Protege la policía a los ciudadanos?

¿Cuándo fue la última vez que supo de una empleada honesta?

¿Conoce usted a sus

vecinos, gente que hace años

vive al lado de su casa?

¿Cuántos políticos patriotas ha visto últimamente?

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¿Cuidan los cuidadores su coche? ¿Le han pedido coimas para que un empleado cumpla el deber por el que le pagan?...

¿Le ayudan a circular los agentes de tránsito o se esconden para multarlo?

Y tantas preguntas más. ¿Qué pasa con la gente? ¿Tenía razón el pa´i de Villarrica? ¿Dónde han quedado la amabilidad, la sensibilidad, la benevolencia, la clemencia, la honradez, el altruismo?

¿En qué sociedad vivimos? ¿Cuándo las profesiones se convirtieron en trampas para incautos?

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