TELLEZ, Magaldy Entre el panoptismo y la visiònica. Notas sobre la educaciòn en la videocultura.

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INDICE

INDICE

PRESENTACIN

MAGALDY TLLEZ 7

AGAMENON Y SU PORQUERO: NOTAS SOBRE LA VERDAD

LA REALIDAD Y LOS APARATOS PEDAGGICOS EN LA POCA DEL NIHILISMO

JORGE LARROSA1 1

TERRITORIO DE ENSEANZA. LA ESCUELA

VIOLETA GUYOT31

SOBRE EDUCACIN: EL AMOR COMO DESAFO A NUESTRA IDENTIDAD

FERNANDO GONZLEZPLACER49

MASCULINOFEMENINO EN EDUCACIN ESPECIAL

NURIA PREZ DE LARA71

CURRICULUM, ESCUELA E IDENTIDAD. NOTAS PARA LA DEFINICIN

DE UN PROGRAMA DE ESTUDIO DE LA ESCOLARIZACIN

DANIEL SUREZ95

PUEDE LA COMUNICACIN TRANSFORMAR

LA EDUCACIN EN PRAXIS POLTICA

CARLOS KHON139

ACERCA DEL FIN DE LA ESCUELA MODERNA.

LA CUESTIN DE LA SIMULTANEIDAD EN LAS

NUEVAS REFORMAS EDUCATIVAS DE AMRICA LATINA

SILVINA GVIRTZ Y MARIANO NARODOWSKI167

ENTRE EL PANOPTISMO Y LA VISINICA:

NOTAS SOBRE LA EDUCACIN EN LA VDEOCULTURA

MAGALDY TLLEZ187

ENTRE EL PANOPTISMO Y LA VISINICA.

NOTAS SOBRE LA EDUCACIN EN LA VDEOCULTURA

Magaldy Tllez

MAGALDY TLLEZ

PROFESORA DEL DEPARTAMENTO DE TEORA E HISTORIA DE LA EDUCACIN, FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIN DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA Y MIEMBRO DEL CENTRO DE INVESTIGACIONES POSDOCTORALES DE ESTA UNIVERSIDAD. DESARROLLA SUS ACTIVIDADES DE DOCENCIA E INVESTIGACIN EN EPISTEMOLOGA, TEORA E INVESTIGACIN EDUCATIVA Y CUESTIONES DE LA POSMODERNIDAD. COMPILADORA DE LOS LIBROS EPISTEMOLOGA Y EDUCACIN. ENSAYOS SOBRE LA PERSPECTIVA EMPRICO ANALTICA (CEP/FHE, CARACAS, 1996) Y EDUCACIN, CULTURA Y POLTICA ENSAYOS PARA LA COMPRENSIN DE LA HISTORIA DE LA EDUCACIN EN AMRICA LATINA (1997). EDITORA INVITADA DEL DOSSIER DE RELEA, N5 (CIPOST, CARACAS, MAYOAGOSTO DE 1998), Y AUTORA DE DIVERSOS ARTCULOS Y DEL LIBRO SABER, SUJETO, EDUCACIN. INCURSIONES EN LA CRISIS DE LA MODERNIDAD, DE PRXIMA PUBLICACIN (BARCELONA, LAERTES/ UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA).

ENTRE EL PANOPTISMO Y LA VISINICA.

NOTAS SOBRE LA EDUCACIN EN LA VDEOCULTURA

Magaldy Tllez

Internet, las autopistas electrnicas y los grandes holdings que

se preparan para administrar la globalizacin de la informacin utilizan

millones de dlares para hacer propaganda de sus productos. Frente a

esto, no puedo ms que ponerme la mscara de Casandra para mostrar

la cara oculta de esta tcnica: su negatividad.

Paul Virilio

PRELIMINAR

Muchos entusiasmos y muchos temores, a la vez, despiertan las nuevas tecnologas de la imagen y sus efectos en todos los terrenos de la vida social e individual. Los predominantes marcos de interpretacin que van configurndose con ellas estn atravesados por una actitud tecnoflica, para la cual dichas tecnologas son la solucin, y no parte de los problemas que nos conciernen para pensar la educacin en nuestros tiempos. stos vividos como especie de bisagra que cierra y abre condiciones epocales distintas, en los que se entrecruzan seales de emergencia de la llamada cultura massmeditica, cultura tecnotrnica, cultura digital, vdeocultura, etctera. Quiz no importen tanto los nombres sino los procesos en referencia: mltiples, heterogneos, ubicuos, pluriformes, nebulosos, que retan las claves mismas de interpretacin tenidas hasta muy recientemente como incuestionables.

Las palabras de Virilio, colocadas como epgrafe de este texto, llaman la atencin sobre la cara oculta de las tecnologas de la imagen y nos sitan en la cuestin de las transformaciones caractersticas de la urdimbre tecnocultural en la cual nos movemos. Esta cuestin moviliza nuestra particular aproximacin a lo que ocurre en el espacio educativo, desde el planteamiento de interrogantes sobre las implicaciones de dichas tecnologas como dimensin del nuevo diagrama del poder y como dispositivo de produccin de nuevas formas de subjetividad. Y con ello, algunas preguntas sobre lo que es posible hacer, en y desde este espacio, cuando advertimos que hoy la sobreabundancia de visibilidad y de interconexin van acompandose progresivamente de la precariedad de la mirada y de la palabra.

LA IMAGEN, HOY COMO TECNOLOGA DE PODER Y DE SUBJETIVIDAD

Dispositivo panptico y dispositivo visinico, dispositivos de visibilidad y de poder. Pues, por una parte, a estos dispositivos les son inmanentes formas de ejercicio del poder y, por otra, sin ellos tal ejercicio no es posible. Del dispositivo panptico ha dado cuenta M. Foucault; del visinico, aunque sin hablar directamente de l en estos trminos, P. Virilio. Ambos refieren a dos tipos de procedimientos arquitectnicos que instauran tipos de visibilidad, diseados a fines del siglo XVIII: el panptico, por Jeremas Bentham; el panorama, por el pintor escocs Robert Marker, quien, como indica Virilio, patent un invento titulado "la naturaleza de una ojeada", posteriormente llamado panorama. Retomo, seguidamente, las referencias de Foucault y de Virilio acerca del funcionamiento y sentido de estos dos tipos de procedimiento arquitectnico.

El panptico afirma Foucault era un sitio en forma de anillo en medio del cual haba un patio con una torre en e! centro. El anillo estaba dividido en pequeas celdas que daban al interior y al exterior y en cada una de esas celdas haba, segn los objetivos de la institucin, un nio aprendiendo a escribir, un obrero trabajando, un prisionero expiando sus culpas, un loco actualizando su locura, etctera. En la torre central haba un vigilante y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior y al interior, la mirada del vigilante poda atravesar toda la celda; en ella no haba ningn punto de sombra y, por consiguiente, todo lo que el individuo haca estaba expuesto a la mirada de un vigilante que observaba a travs de las persianas, postigos semicerrados, de tal modo que pudiera verlo todo sin que nadie, a su vez, pudiera verlo. Para Bentham, esta pequea y maravillosa argucia arquitectnica poda ser empleada como recurso para toda una serie de instituciones. El panptico es la utopa de una sociedad y un tipo de poder que es, en el fondo, la sociedad que actualmente conocemos, utopa que efectivamente se realiz. Este tipo de poder bien puede recibir el nombre de panoptismo: vivimos en una sociedad en la que reina el panoptismo.

El dispositivo panptico conjuga dos principios que hacen posible la efectividad del diagrama del poder disciplinario: "ver sin ser visto" y volver las acciones individuales un objeto de vigilancia, de sancin normalizadora y de examen, para hacer de los individuos un objeto moldeable, til y eficaz. As, surge una nueva forma de poder como tecnologa conjunto de relaciones de podersaber a la vez totalizante e individualizante. Una nueva modalidad de poder que requiere tipos de emplazamiento como relaciones entre formas de gestin de espacios, control de tiempos y accin sobre los cuerpos: a cada individuo un lugar y en cada lugar un individuo, como afirm Foucault.

Tecnologa disciplinaria de poder silenciosa, a la vez permanente, discontinua, homognea y diferenciada; ejercida sobre todos y cada uno de los individuos, pues las disposiciones arquitectnicas de los espacios institucionales los convierte en lugares aseguradores de la visibilidad, conforme al dispositivo panptico. As, el poder ya no es lo visible como en el caso del poder del soberano, representacin del poder puesto de manifiesto, a plena luz del da y ante todas las miradas, sino el conjunto de mecanismos por los cuales se tornan visibles todos y cada uno de los individuos, se ejecuta sobre ellos un tipo de intervencin al que Foucault llam sancin normalizadora, y los convierte en objeto de examen como dispositivo en el cual se conjugan procedimientos de vigilancia y normalizacin. De este modo, una nueva visibilidad y una nueva forma de ejercicio del poder se tejen en el poder disciplinario: vigilancia constante y reordenamienros espaciotemporales de los individuos. Ambas implican la localizacin de los cuerpos individuales, el control y mejoramiento de su rendimiento y el uso ptimo de sus fuerzas; en fin, un emplazamiento disciplinario de su vida, su tiempo y sus energas.

Por su parte, a propsito del panorama, Virilio recurre al Diccionario histrico de la Arquitectura (1832), de Quatremre de Quincy.

PANORAMA. 'Esta palabra parece pertenecer nicamente al idioma de la pintura; pues significa, en su composicin de dos palabras griegas, una vista total que se obtiene por medio de un fondo circular sobre el que se trazan una serie de aspectos que no podrn ser presentados ms que por medio de una serie de cuadros separados. Pues es precisamente esta condicin indispensable en este tipo de representaciones, lo que hace del campo sobre el que el pintor debe trabajar, una obra arquitectnica. Se da, en efecto, el nombre de panorama al edificio que recibe a la pintura tanto como a la pintura misma.'

Quatrmere describe el edificio; se trata de una rotonda donde la claridad se introduce por arriba, permaneciendo el resto del espacio a oscuras. Se conduce a los espectadores al punto central de construccin arquitectnica por pasillos largos y sombros para deshabituar sus ojos a la luz del da y hacerles encontrar natural la de la pintura. El pblico conducido as a una galera circular elevada en medio de la rotonda, no sabra ver de dnde viene la luz, no percibe ni lo alto, ni lo bajo de la pintura que, circulando alrededor de la circunferencia del local, no ofrece ningn punto de comienzo ni de fin, ningn lmite; de modo que el espectador se encuentra como encima de una montaa donde su vista no est limitada ms que por el horizonte.

Con el panorama se inicia lo que Virilio llama la nueva pasividad del mirnviajero, posteriormente desarrollada por Daguerre, quien hizo de la arquitectura de su Diorama una autntica mquina de transporte de la visin. En ella, la sala de los espectadores, mvil y girando sobre s misma, permita contemplar la totalidad del espectculo sin hacer ningn movimiento sensible. Panorama y diorama articularon dos propsitos: el transporte de la visin sin movimiento fsico y la captura de la mirada, introduciendo, en la arquitectura de la imagen, un tiempo y un movimiento, a la vez, absolutamente realista y totalmente ilusorio. Panorama y diorama inauguran, en tal sentido, una historia de las mquinas de transporte de la visin que lleva hasta lo analizado por Virilio como ptica activa de la vdeoinformtica. Una historia que va desde el edificio panorama, descrito por Quatrmere, hasta la teletopologa en la cual ya todo llega sin que sea necesario partir; desde la imagen ptica hasta la imagen hptica que afecta la totalidad de nuestras percepciones al transportar el cuerpo all donde materialmente no est. Una historia, en fin, cuyo transcurrir va de la imagen fiscalizadora de atencin y mirada ftica, a la visin sin mirada visinica convertida en un modo casi exclusivo de informarse, de comunicarse, de aprehender la realidad, de moverse en ella. Un nuevo dispositivo de visibilidad articulado, como veremos, a un nuevo diagrama de funcionamiento de las relaciones de poder.

Desde los citados textos y los breves comentarios sobre ellos, la primera cuestin sobre la cual quiero llamar la atencin es que hoy el dispositivo panptico y el dispositivo visinico coexisten, como coexisten las fuerzas sociales capaces de generarlos. Se produce, as, el entrecruzamiento entre dos diagramas diferentes de podersaber: el diagrama disciplinario y el diagrama control, tramas en las cuales se inscriben modalidades, tambin diferentes, de construccin de subjetividad. Sin embargo, en este entrecruzamiento se asiste al progresivo reemplazo del panoptismo, propio de las sociedades disciplinarias, por la visinica, dispositivo de visibilidad inherente a las sociedades de control. Reemplazo de juegos de fuerza, de relaciones de podersaber y de formas de produccin de subjetividad, porque es a ellas que se anuda este dispositivo por el cual se hace ver de determinada manera, se captura la mirada, se otorga una telepresencia al cuerpovidente y se produce un radical reordenamiento tanto de los espacios como de las maneras de percibir, decir, pensar, conocer, imaginar, sentir, es decir, de nosotros mismos.

Quiz sea pertinente recordar, desde Foucault, que un dispositivo es la red heterognea y variable de engranajes entre las formas de disposicin de lo visible y lo enunciable, en la cual se anudan formas de poder-saber. En el dispositivo se ordenan y reordenan -se disponen- formas de objetivacin y subjetivacin, de totalizacin e individuacin. En tal sentido, se abre, entre otras, la pregunta por cmo el dispositivo visinico se teje en los reordenamientos relativos a nuevas modalidades de control, en los desplazamientos de espacios y acciones de y entre los individuos. Y, con ella, la pregunta por el nexo entre este dispositivo en cuanto tecnologa de poder y las formas de produccin de subjetividad, cuando las sociedades disciplinarias dan paso, no a la llamada sociedad de la informacin, sino a las sociedades de control. Creo que preguntas como stas no pueden soslayarse cuando nos planteamos el talante de los actuales cambios culturales, educativos y, en consecuencia, el de las prcticas y mecanismos de construccin de subjetividad. Estas preguntas, sin pretensin de responderlas, ni en detalle, ni en su conjunto, slo indican los asuntos entre los cuales ir desplazando mis consideraciones.

Parece pertinente recordar, desde la concepcin de Foucault, que: a) el poder no es una sustancia, ni una propiedad, sino el conjunto mltiple de fuerzas inmanentes a los dominios en los cuales se ejercen, constitutivas de su organizacin en tanto fuerzas que pugnan entre s conforme a situaciones y estrategias diferenciadas y variables; b) esta idea de poder refiere no slo a las formas de sujecin poltica y econmica sino tambin a toda modalidad de accin de uno(s) individuos sobre otro(s); y c) por esta concepcin agonstica del poder, no hay poder sin resistencia, ni hay forma de ejercicio de poder que no involucre observar, ordenar, controlar, conducir, transformar las acciones posibles de los individuos, para impedir unas y provocar otras. Entonces se entiende que, en el poder disciplinario, el tipo de emplazamiento de los sujetos sea precisamente el de disponer y controlar el conjunto de sus acciones posibles y, con ello, que en esta modalidad de poder lo visible y lo enunciable se conecten bajo el siguiente juego: Poder decir lo que se ve y, as, enunciar lo que algo es como algo que es objetivado slo porque ha sido puesto como observable, ordenable, controlable, conducible, transformable.

Ahora bien, si en el dispositivo visinico tiene lugar un modo de ejercicio de poder, cabe preguntar cmo opera este dispositivo en tanto dispositivo de poder y de subjetividad? Intentar responder en el tono de aproximaciones apoyadas en aportes de Baudrillard, Deleuze, Renaud y Virilio, las cuales aluden a varios problemas, entre ellos, lo que involucra el cambio de la imagen y de nuestras relaciones con ella, las nuevas formas de visibilidad y enunciabilidad vinculadas a tal cambio, y, finalmente, aquello por lo cual dicho dispositivo constituye una tecnologa de poder en cuanto condicin de emergencia de un nuevo tipo de subjetividad.

De lo cual se habla hoy cuando se habla de la imagen, de la cultura de la imagen y de nuevas tecnologas de comunicacin e informacin, no es de un asunto de puros medios, ni de sus sofisticadas innovaciones. A distancia del punto de vista tcnicoinstrumental presente en buena parte de los anlisis, trabajos como los de los autores mencionados permiten advertir que lo que est en juego, y como teln de fondo, es un cambio en el rgimen mismo de visibilidad y enunciabilidad, al cual ha de vincularse la comprensin de la imagen en nuestra contemporaneidad y su decisivo papel en la reconfiguracin de procesos y prcticas culturales y, por ende, en las maneras de percibir(nos), decir(nos), sentir(nos)...

Cmo entender la imagen, hoy? En qu consiste lo indito de la imagen en nuestros tiempos?; qu hace de ella una fuerza decisiva en la desorganizacin y la reorganizacin de las prcticas culturales, en el deshacerse y rehacerse de las relaciones de poder en el borramiento de fronteras ntidas y estables entre realidad, virtualidad y ficcin, entre lo pblico y lo privado?, qu la hace eficaz en la hegemona de las mediaciones massmediticas sobre la constitucin de otras formas de subjetividad y de otro tipo de sujetos?

Comenzar diciendo, con Renaud, que la imagen, hoy, deja de ser objeto ptico de la mirada para hacerse dispositivo productor de nuevas relaciones con lo visible, aquellas en las cuales los sujetos son integrados en una experiencia visual inexistente hasta ahora: sta en la que lo realfsico es anticipado, reproducido y manipulado mediante simulacin interactiva. DevenirImagen de lo Real/devenirrea! de la Imagen, parafraseando a Renaud, es el movimiento por cuya efectuacin las nuevas tecnologas de la imagen devienen fuerzas decisivas en la produccin de las condiciones de una transformacin radical, no slo de las prcticas culturales, sino de los conceptos ms arraigados para su interpretacin. Por ello, como sostiene este autor, lo indito de estas tecnologas consiste, no en la produccin de imgenes por otros medios, sino en el rgimen y registros de visibilidad y enunciabilidad por los cuales ya no se puede ya representar ni ver como antes... no se puede leer ni escribir como antes... no se puede componer ni escuchar como antes. De all que su fuerza no consista en la proliferacin y extensin de los medios, sino en su capacidad de producir las condiciones de posibilidad para la radical transformacin de las prcticas de comunicacin, informacin, creacin, de produccin de subjetividad, de las modalidades de relacin con lo que hemos llamado realidad y con lo que hemos supuesto como verdad. Virilio retoma una frase de MerlauPonty para mostrar lo que est en juego:

Todo lo que veo por principio se encuentra a mi alcance (al menos al alcance de mi mirada), destacando en la tarjeta del yo puedo. En esta importante frase, MerlauPonty describe precisamente lo que va a ser arruinado por la teletopologa convertida en habitual. Lo esencial de lo que veo ya no est, en efecto, por principio, al alcance de mi mirada, no se inscribe ya forzosamente en la tarjeta del yo puedo. La logstica de la percepcin destruye, de hecho, lo que los antiguos modos de representacin conservaban de ese gozo original idealmente humano, de ese yo puedo de la mirada, que haca que el arte no pudiera ser obsceno.

La imagen, hoy, hace y se hace con esta logstica de la percepcin en la cual, como anota Virilio, ya no hay vnculos con la observacin directa o indirecta, porque en ella se anula la lgica de la representacin inherente a la imagen cuando sta slo era la presencia en tiempo diferido.As, a diferencia de la imagen enfocada que fuerza la mirada y retiene la atencinejemplificada mediante la fotografa y la cinematografa-, la teleimagen, desenfocada, instantnea, efmera, sin relacin con una referencia material, ubicua y simultnea, es una presencia paradjica, telepresencia a distancia del objeto o del ser que suple su misma existencia, aqu y ahora, que anuncia la aparicin de esas "mquinas de visin" capaces de ver, de percibir en lugar de nosotros

A los estudios sobre el nuevo estatuto de la imagen se articulan los sealamientos sobre la "disolucin de fronteras entre realidad e interpretacin", "los signos fluctuantes" y la "cultura sin profundidad", asociados al flujo veloz e ilimitado de imgenes como signos configuradores de lo que Baudrillard llama la era de los simulacros. Esta en la cual los signos ya no disimulan algo, porque tras ellos ya no hay nada, ni remiten al principio de realidad, ni a una teologa de la verdad y del secreto; y en la que la simulacin aparece doblando por doquier una estrategia de disuasin.

A este cambio de la imagen y de nuestra relacin con ella, se liga su fuerza y su eficacia en la conformacin de la logstica de la percepcin, cuya dinmica expresa contundentemente el desplazamiento del principio de realidad por el efectorealidad. Principio al que nos aferramos hasta muy recientemente y de cuya prdida cabe decir, con Vattimo: no es a fin de cuentas una gran prdida, si atendemos a lo que ste supuso en cuanto captura de la diferencia en nombre de una realidad slida, unitaria y 'autorizada', y como justificacin del poder de quien hablaba en nombre de la realidad, para hacer extensivo su dominio no slo de las cosas sino del hombre mismo. Pero tambin es preciso considerar que a dicho cambio se asocia el vnculo de la imagen con los imperativos del mercado de la comunicacin audiovisual y, as, el carcter decisivo del nexo imagenpublicidad; sobremanera, si tenemos presente que mediante la publicidad, son las mismas instancias y agentes de ejercicio de las nuevas formas de dominacin, quienes producen, exhiben e intercambian su propia imagen. Vnculo del cual no podemos sino esperar la tirana de la imagen y del efectorealidad, massmediticamente construido.

Abolicin de distancias, desrealizacin de los signos, fabricacin y vertiginosidad de los acontecimientos, clausura del sentido unificador de las prcticas y experiencias grupales e individuales, deslocalizacin de prcticas identitarias, reemplazo del tiempo extensivo por el tiempo intensivo, constituyen, entre otros, rasgos definitorios de la vdeo cultura. A propsito de este reemplazo, Virilio destaca la reubicacin del nivel en el cual se sita el conflicto actual: el nivel del tiempo real, pues con l se produce el trnsito de la poca que implicaba la distancia de los acontecimientos respecto del espaciotiempo en los que ellos tenan lugar, a la poca en que la imagen es, de manera simultnea, anulacin de las distancias y creacin del tiempo instantneo, es decir, configuracin del ahora sin el aqu> . Expresin de ello es la rutinizacin anuladora del acontecimiento en lo que ste tiene de singularidad por lo que asombra o conmueve. Al respecto, pinsese en la televisin como dispositivo regulador de la cotidianidad, a disposicin de inmensos y heterogneos contingentes de la poblacin, capaz de fascinar a los ms diversos pblicos mediante la rutinizacin de lo que pasa para que nada nospase.

Se trata, as, de la configuracin de una lgica, ms all de las diferencias especficas intra e ntersocietales, desplegada con los procesos y prcticas de la vdeocultura en la cual, con las imgenes nmadas, fluctuantes, efmeras circulan no slo saberes, conocimientos, sino tambin deseos y esquemas de percepcin e interpretacin del mundo y de nosotros mismos. Cuando el horizonte simblico de los espacios pblicos modernos es continuamente desplazado por el consumo de imgenes que se mueven desde todas partes hacia todas partes, stas se tornan claves en cuanto fuerza cuya ubicua y productiva presencia desorganiza y reorganiza percepciones, interpretaciones, saberes, sensibilidades, gustos, actitudes, comportamientos. Y, a la vez, como dimensin implicada en las nuevas formas de ejercicio del poder, en la disolucin de fronteras ntidas establecidas entre lo real y lo interpretado, en la erosin de la realidad y de la verdad como principios evidentes.

Fuerza sin lugar fijo, quiz all radique el poder de esta fuerza en sus efectos. Quiz all radique el hecho de que, hoy, en cualquier parte del planeta, los agenciamientos educativos extraescolares sean canales ms eficaces para ensear lo que Abraham Moles llama la cultura en mosaico, esto es, aqulla de contenidos dispersos, sin orden ni jerarqua epistemolgica, de aspecto aleatorio. Canales no selectivos por los cuales la cultura cotidiana se puebla de imgenes e imaginarios tecnoculturales industrializados, por cuya proliferacin tal cultura se torna una red, indefinidamente renovada, de signossimulacros.

Ya no es posible pensar la comunicacin, ni la informacin ni el saber, ni sus dispositivos como antes, pues con los cambios asociados a las nuevas tecnologas de la imagen cambia, como lo hace notar Baudrillard, la relacin con el interlocutor en la comunicacin, con el saber en la informacin. Prcticas de saber, de comunicacin, de informacin, de creacin, de saber, son radicalmente reorganizadas en tanto dimensiones de esa mutacin implicada en la emergencia de la vdeocultura, o cultura teletopolgica. Nueva condicin cultural en la que progresivamente se redefinen prcticas y experiencias, mediante la intervencin de las nuevas tecnologas de la imagen en las redes informticas, comunicacionales, telemticas, etc.- o vehculos de lo que cabe llamar un modo de percepcin imagolgica: visibilidad sin distancia y sin profundidad. Visinica o visin sin mirada, como la llama Virilio, quien advierte en ella la actualizacin de la sentencia escrita por Paul Klee en sus Diarios: Ahora los objetos me perciben. Y, junto a esta visibilidad, parecen instalarse nuevas formas unilaterales de comunicacin caractersticas de la lgica massmeditica cuyo funcionamiento involucra, como observa Baudrillard, la simulacin de respuestas integradas al proceso de emisin.

Ahora bien, tal mutacin lo es tambin de la concerniente a las tecnologas de poder. Porque la alteracin en nuestra percepcin del mundo y de nosotros mismos concierne a la de nuestra relacin con lo que es y con aquello que somos o, ms apropiadamente, con lo que se puede decir que es y que somos. Si se tiene presente la relacin entre dispositivo de visibilidad panptica y diagrama de poder disciplinario, la cuestin a ser planteada aqu, a propsito de la imagen, es precisamente aquello implicado en el dispositivo visinico como tecnologa de poder, es decir, como forma de ver que ya no es la vigilancia panptica y como ejercicio de una modalidad de poder que ya no es disciplinario. Intentar ahora esbozar tal cuestin.

En un breve e inquietante artculo, Deleuze describe, en sus lneas fundamentales, las transformaciones inherentes al trnsito de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control como fuerzas gradualmente instituidas y aceleradas luego de la Segunda Guerra Mundial, por cuya intervencin las sociedades disciplinarias se tornan lo que ya no ramos, lo que habamos dejado de ser. La crisis generalizada de los espacios cerrados prisin, hospital, fbrica, escuela, familia, producidos por dichas sociedades constituye la expresin de su final, de estas sociedades y estos espacios. Se instauran nuevos mecanismos de control y, a diferencia de los disciplinarios, son breves, de rpida intervencin, continuos e ilimitados; configurndose como variaciones inseparables que forman un sistema de geometra variable cuyo lenguaje es numrico (lo cual no significa que sea necesariamente binario). As, la firma como designacin del individuo, y el nmero por el cual se define su posicin dentro de un conjunto, son progresivamente desplazados por cdigos o contraseas que niegan o permiten el acceso a la informacin.

Estos nuevos mecanismos de control corresponden a la reorganizacin de un capitalismo cuyo funcionamiento no es el de concentracin para la produccin y la propiedad, sino para el producto a ser vendido o mercadeado y, en consecuencia, de un capitalismo esencialmente dispersivo, y en el cual: La familia, la escuela, el ejrcito, la fbrica, ya no son los espacios distintos analgicos que convergen hacia un dueo estatal o privado sino figuras codificadas deformables y transformables una empresa que hasta ahora slo tiene accionistas. Deleuze ilustra esta mutacin, en el caso del sistema escolar, mediante el progresivo reemplazo de la escuela por entrenamiento perpetuo en la empresa, el control continuo sustituyendo al examen, la introduccin de los principios empresariales en todos sus niveles, y el creciente abandono de la investigacin universitaria.

La visibilidad sin mirada, dispositivo inherente al diagrama del podercontrol, constituye una nueva forma de emplazamiento de espacios e individuos: aquella en la cual ya no se trata de ver sin ser visto, ni de hacer visible a todos y cada uno de los individuos a lo largo de su paso por los lugares de encierro, sino de que stos sean perpetuos videntes e interactivos, desde todas y hacia todas partes; en otras palabras, hacerlos ver, forzarlos a ver y a permanecer conectados. As, el mundo equivale a lo monitoreado, las interacciones al continuo feedback con la pantalla televisiva o computacional, las mquinas de visin se hacen prtesis de los cuerpos, desde las cuales digitalizar las relaciones con el mundo y con otros cuerpos, etctera.

Ininterrumpida red de controles deslocalizados se conectan en la imagencontrol.

Paradjica condicin sta donde nos toca vivir: mundo de la comunicacin en el que, a la vez, estamos demasiado cercanos y demasiado lejanos, demasiado interactivos y demasiado estticos, demasiado interconectados y demasiado encarcelados. Sobre ello, Baudrillard seala las graves consecuencias que implica el hecho de permanecer conectados como nuevo imperativo moral, es decir, el paso a la vdeotica de la conexin continua. No se trata slo de la configuracin de la videosfera en el sentido de sistema de control sobre nosotros, sino del tipo de control, ms sutil y perverso, por cuya efectuacin se torna superflua toda presencia, toda palabra, todo contacto, solamente en favor de una comunicacin pantalla cerebro visual:

... hoy el medio ms seguro para neutralizar a alguien no es el de saberlo todo sobre l, sino el de darle los medios para saber todo sobre todo. Ya no lo neutralizaris con la represin y el control, sino con la informacin y la comunicacin, porque lo encadenaris a la nica necesidad de la pantalla. Lo paralizaris de forma mucho ms segura con el exceso de informacin (o retenindola sin su conocimiento).

Al llegar a este punto, puede decirse que las nuevas tecnologas de la imagen en cuanto tecnologas de podercontrol funcionan como una red de componentes heterogneos: mquinas electrnicas de visin, instalaciones electrnicas dispersas, conocimientos cientficos, entrenamientos perpetuos, reglamentaciones, instrucciones y medidas de uso, tarjetas digitalizadas para el acceso y salida de los sistemas de informacin y comunicacin, cdigos digitalizados y relaciones hipercodificadas, etctera. En esta nueva forma de control ya no son requeridas ni la torre central, ni las celdas que daban al exterior y al interior del panptico; ni, en consecuencia, la mirada del vigilante a la cual estaban expuestos todos y cada uno de los individuos.

Exceso de visibilidad sin mirada, sobreabundancia de informacin, de conexin, hacer ver, forzar a ver; ubicuidad de la imagen vector por la que todo llega sin tener que partir como imagencontrol, deslocalizacin de espacios, tiempo intensivo de una instantaneidad sin historia por cuya irrupcin se trastocan nuestros viejos regmenes de temporalidad (Virilio). Todo ello entrecruzndose en la teletopologa o vdeosfera como urdimbre cultural en la cual nuestros cuerpos ya no son lo que eran, pues sus maneras de percibir, pensar, relacionarse, sentir, imaginar, desear, se transforman. Porque el paso del diagrama de poder disciplinario al diagrama de podercontrol es una ruptura cuyos alcances ataen no slo a transformaciones de orden institucional y tecnolgico, sino a la instauracin de nuevas fuerzas y nuevas relaciones entre las fuerzas. Las fuerzas en el hombre de imaginar, de concebir, de recordar, de querer, de sentir..- se encuentran con otras fuerzas que ya estn aqu y ahora: la gentica, las mquinas de tercer tipo, los signossimulacro, el control en tiempo real, la informacin, la realidad virtual... Nuevo devenir diagramtico del poder a propsito del cual, y respecto del disciplinario, puede decirse, con Deleuze: no hace falta preguntar cul es el peor, ya que es dentro de cada uno de ellos donde las fuerzas de liberacin y de esclavizacin se confrontan... No hay que tener miedo o esperanza, slo hay que buscar nuevas armas .

Mostrar que las nuevas tecnologas de comunicacin e informacin no nos hacen tan libres como creemos, quiz sea una de estas armas, pues a dichas tecnologas se articulan las condiciones prcticas de produccin de subjetividad en el mundo actual. Y, como parece pertinente recordar, la subjetividad no es esa especie de depsito en el cual se guardan las tendencias internas de cada persona: atributos bsicos de personalidad determinantes de sus maneras de proceder, actitudes y valores determinantes de sus elecciones, principios morales constitutivos de sus decisiones ticas, etctera. En otros trminos, la subjetividad no es la relacin que surge desde los individuos hacia el mundo del cual forman parte, sino la construida desde la trama de poderes y saberes que los individuos encuentran en el mundo, como relacin por cuya dinmica tiene lugar la produccin de formas de subjetividad configuradas bajo determinadas modalidades de podersaber, aunque no se identifican con ellas, retomando al respecto lo expuesto por Deleuze, en su libro Foucault.

En el mundo actual, siguiendo a Guattari, el del capitalismo mundial integrado, los ncleos de poder se han desplazado hacia la produccin de signoscdigos y de subjetividad, involucrando un movimiento ininterrumpido de flujos de sentido cuyo funcionamiento opera mediante mecanismos que pueden ser sumamente elsticos y revestir incluso una figura contractual. Tales mecanismos se despliegan en dos ejes bsicos de produccin de subjetividad: universos de referencia incorporal y equipamientos colectivos mediante los cuales se lleva a cabo una remodelizacin de la subjetividad; pues son universos y equipamientos de produccin de existencia social e individual, de formas de percibir, pensar, decir, sentir, relacionar(se). Puede sostenerse que en la modalidad predominante de esta remodelizacin se muestran dos caras de la misma moneda. Por un lado, la caracterizada por Guattari como subjetividad mass meditica que hace precisamente lo imposible para hacernos olvidar la finitud, para hacernos creer que somos eternos... que la tica, la responsabilidad y el compromiso no existen, que basta con apretar el botn y luego somnolear, dejando las imgenes correr solas hacia el abismo. Por otro, aqulla a la cual refiere Baudrillard como sujeto fractal, modelo del estadio vdeo:

...sujeto que se difracta en una multitud de egos miniaturizados todos parecidos los unos a los otros... Semejanza indefinida del individuo a s mismo... Desmultiplicado por doquier, presente en todas las pantallas, pero en todas partes fiel a su propia frmula, a su propio modelo. La diferencia cambia de sentido de golpe. Ya no es la diferencia entre un sujeto y otro, es la diferenciacin interna del mismo sujeto hasta el infinito .

... El horizonte sexual y social de lo otros ha desaparecido virtualmente y el horizonte mental se ha restringido a la manipulacin de las imgenes y de las pantallas... Pendiente de las redes nace el desafecto de los dems, de s, contemporneo a la forma desrtica del espacio generado por la velocidad, de aqulla de lo social generado por la comunicacin y por la informacin, de aqulla del cuerpo generado por sus innumerables prtesis.

En el haz de asuntos como los hasta aqu indicados, surgen otras preguntas. Si entendemos que, en su relacin con las fuerzas del afuera, las fuerzas en el hombre pueden devenir formas de resistencia: es posible imaginar y efectuar experiencias que nos liberen de la imagencontrol e involucren otro tipo de relacin con las imgenes en la cual se tejan modos otros de percibir, saber, decir, sentir, imaginar, querer?; qu suponen estas experiencias en tanto lneas de accin portadoras de nuevas cargas subjetivas, de nuevas formas de socialidad, de nuevas modalidades ticas y estticas?; qu implican en cuanto creacin de intersticios en el espacio educativo?

REPENSAR LA EDUCACIN EN LA VDEOCULTURA:

EN QU SENTIDO?

La condicin cultural a la cual he venido aludiendo plantea la tarea de repensar el espacio educativo, no para decir lo que debemos hacer, ni para ofrecer ningn programa sobre cmo hacerlo, sino para dibujar trazos de aquello que es posible hacer en y desde l. Tal tarea, a mi juicio, resulta insostenible sin hacernos cargo de lo que involucra formar parte de la emergencia de una nueva configuracin cultural; nueva porque se produce la irrupcin de otras modalidades de subjetividad, de otras sensibilidades y experiencias individuales y grupales, vinculadas a las tecnologas de la imagen. stas por las cuales cambia nuestro horizonte cultural y continuar hacindolo, pues gran parte de la construccin de sentidos de realidad, de ritmos y tiempos comunicacionales, depende cada vez ms de los sentidos, ritmos y tiempos construidos por dichas tecnologas.

Se trata, as, de prestar atencin a dichos cambios, sobremanera los relativos a las formas de subjetividad entretejidas en la actuales condiciones de nuestra existencia, que se rehacen en el cruce de paradojas y fenmenos tales como: el acercarnos a lo ms lejano y distanciarnos de lo ms cercano, la creciente fragmentacin de las relaciones sociales, la emergencia de prcticas identitarias en las cuales se pone en evidencia el progresivo desanclaje de las experiencias culturales locales en espacios nacionales y su reubicacin en circuitos cada vez ms transnacionales, el debilitamiento de los contextos tradicionales de socializacin como la escuela y la familia, frente a la creciente relevancia que adquieren las mediaciones comunicacionales e informticas generadoras de nuevos ritmos, tiempos y contextos, de nuevos lenguajes, reorganizadores de las experiencias de nios y de jvenes, la pluralidad de interpretaciones por cuya irrupcin se vuelve insostenible el principio de realidad.

Lo anterior supone, en tal sentido, hacernos cargo de la radicalidad de los cambios culturales asociados a los procesos desterritorializados y descentrados de los dispositivos de saberpoder. Cambios a los cuales se articulan nuevas formas de produccin de subjetividad inseparables, a su vez, de los saberes y esquemas de interpretacin permanentemente movilizados mediante redes por cuyo funcionamiento tiene lugar no slo la inscripcin vertiginosa de lo local en lo global, sino tambin la produccin de radicales transformaciones en las formas de sensibilidad de quienes ya son hijos de la vdeocultura. De quienes, por tanto, se insertan en un mundo hecho de varios tejidos en tensin: a) entre homogeneizacin y fragmentacin; b) entre formas de exclusin y control y formas de integracin; c) entre la crisis de las culturas nacionales y los intercambios culturamundo y cultura local; d) entre el modelo linealsecuencial propio de los ritmos y tiempos de la cultura escolar y la vertiginosidad de la tecnocultura en y con la cual ha estallado tal modelo; e) entre el discurso que estigmatiza y culpabiliza a los jvenes como irresponsables, apticos, superficiales y una condicin cultural en la cual la multiplicidad de ofertas de productos culturales a consumir, para todos los gustos y presupuestos, es lo que se ofrece como vivencia de libertad a quienes posiblemente experimentan, quiz con mayor intensidad que los adultos, la sensacin de ser nufragos en un mundo caracterizado por el estallido de cuanto habamos pensado y credo.

Ahora bien, cuando se advierte que medios de comunicacin e informacin electrnica, informtica y telemtica mediante contribuyen de manera determinante al establecimiento de un denso intercambio mundial de saberes, conocimientos y modelos mentales difundidos sin treguas, en una medida y con una capilaridad sin precedentes, parece pertinente preguntarse: qu ocurre con y en el espacio escolar legitimado, hasta muy recientemente y desde el horizonte del proyecto moderno, como centro de la difusin y transmisin de conocimientos y valores? Ocurren muchas y dismiles cosas. Entre ellas, aqu slo tratar de indicar algunas cuestiones que, en mi opinin, requieren ser pensadas.

Los procesos de descentramiento cultural conllevan el relativo a las formas y mecanismos de produccin y circulacin de saberes y conocimientos, entre cuyas seales decisivas se encuentra el progresivo desplazamiento de la institucin escolar como lugarcentro de las prcticas asociadas tanto a la difusin, adquisicin y uso del conocimiento, como a la conformacin de hbitos de pensamiento y accin. Tal desplazamiento tiene que ver, entre otras razones, con la desestructuracin de las convicciones que circularon en torno a la imprenta, al libro y al saber acumulado y transmisible mediante la escuela; con la profusin y el papel de los medios de comunicacin e informacin, pero tambin con dos aspectos que me parece importante tener presente. El primero concierne a la conversin de los dispositivos massmediticos y, sobremanera, la televisin, en vehculos que construyen la ficcin de goce de estar en el mundo sin estar en l, cuando en la configuracin cultural se entrecruzan fenmenos tales como el desencanto, la desesperanza, la prdida de creencia en la educacin como canal de ascenso social, la violencia y el miedo que habitan las ciudades, la deslegitimacin de la poltica y de los polticos. El segundo aspecto refiere al creciente abismo entre, por una parte, un ecosistema cultural que configura percepciones predominantemente visualesdigitales, y propone e impone por vas no coercitivas nuevas y dismiles valoraciones constitutivas de las nuevas sensibilidades de nios y jvenes instantaneidad, plasticidad, velocidad, fugacidad, nomadismo, hedonismo, reciclaje e hibridacin de gustos, desafeccin hacia lo poltico, lgica de la oportunidad, etc. y, por otra parte, la cultura escolar reproductora de prcticas cuya duracin tiene ms de un siglo.

Desde asuntos como los indicados, repensar la educacin entre las imgenes y los imaginarios tecnoculturales de nuestro fin de siglo, implica pensarla como mbito en el cual coexisten heterogeneidad de prcticas y dispositivos con plurales sentidos, contradictorios o complementarios. Por ello, no hemos de circunscribirnos al aparato escolar, aunque de l hablemos, como si ste nada tuviera que ver con los agenciamientos y medios noescolares, por cuya ubicuidad las ciudades de hoy se tornan un texto plural en el cual se aprende de las formas ms dismiles y que, en cuanto tal, parece necesario reaprender a leer. Tal heterogeneidad lo es tambin de tiempos histricos distintos: por una parte, los correspondientes a la deslocalizacin, instantaneidad, volatilidad, intensa velocidad, desjerarquizacin y ausencia de secuencialidades, caractersticas de los dispositivos de la vdeocultura y, por otra, la lentitud de la cultura escolar en la que persisten ritmos y horarios fijos, distribuciones lineales, previsibilidades para todo, la obsesin por la verticalidad en las relaciones y decisiones ello, al margen de la brecha entre instituciones escolares que incorporan el uso de las computadoras y aqullas que escasamente cuentan con el pizarrn.

Si entendemos tal abismo como el producido entre constelaciones culturales en las cuales los modos de constitucin de subjetividades transitan entre dispositivos, pautas y comportamientos de polismicos sentidos, me parece fundamental saber leer el abismo, leyendo ambos lados del mismo, para situar otras maneras de pensar, decir, hacer las prcticas educativas en nuestros tiempos. stos en los que se estremece todo el orden de representaciones, saberes, imaginarios, conocimiento en los que cambian las modalidades de regulacin social, las pautas culturales y formas de relacionarse. Saber ver las direcciones en las que se mueven estos cambios es, desde mi perspectiva, una de las condiciones para hacer posible el trnsito por vas no transitadas y propiciarnos parte de las nuevas chances en la tarea de constituirnos a nosotros mismos, de otro modo; especialmente, si consideramos que la vdeocultura opera en polivalentes sentidos. Entre ellos, como un gran circuito en el cual la sobresaturacin de imgenes y la explosin informativa y comunicativa asociada a las estrategias publicitarias, tiene efectos de contaminacin dispersos por todos los puntos del planeta; pero tambin como un ensanchamiento del mundo por el cual ya no resulta fcil imponer una determinada interpretacin de la realidad como la realidad, ni un determinado criterio de verdad como la verdad. Pues, creo que tiene razn Vattimo cuando observa que intensificar las posibilidades de informacin acerca de la realidad en sus ms variados aspectos hace siempre menos concebible la idea misma de una realidad y, con ello, los posibles efectos emancipadores de la prdida del principio de realidad:

Una vez desaparecida la idea de una racionalidad central de la historia, el mundo de la comunicacin generalizada estalla como una multiplicidad de racionalidades locales minoras tnicas, sexuales, religiosas, culturales o estticas (como los punks, por ejemplo), que toman la palabra y dejan de ser finalmente acallados y reprimidos por la idea de que existe una forma de humanidad verdadera digna de realizarse, con menoscabo de todas las peculiaridades, de todas las individualidades limitadas, efmeras, contingentes.

Y si las experiencias educativas en, junto, y ms all de las escolares pasaran precisamente por hacerse en esta emancipacin de las diversidades como gesto y como ejercicio por el cual, siguiendo a Vattimo, stas toman la palabra descubriendo su propia gramtica en el mismo movimiento en que adquieren dignidad y visibilidad? Me parece, pues, que no hay que llorar la prdida de centralidad del aparato escolar considerado como eje de la adquisicin y uso de conocimientos y saberes, cuya autoridad se legitim, hasta muy recientemente y de manera unvoca, en la autoridad del principio de realidad y del criterio de la verdad. Me parece que las diversidades y las diferencias de palabra e interpretacin abren un inusitado abanico de posibilidades en el momento de plantearnos cmo (no)pensar, decir, hacer, ese espacio al cual hemos llamado educacin.

Sin embargo, creo que tal apertura involucra dejar de instalarnos en un debate constreido a las "ventajas y desventajas" del uso de las nuevas tecnologas en las prcticas de acceso y distribucin de conocimientos, para desplazarlo hacia los efectos provocados, desde el punto de vista sociocultural, por la sobresaturacin de imgenes y de informacin. Ello, particularmente, en lo concerniente a la precariedad de las tramas de significacin, en y por las cuales los hombres viven y reelaboran su propia experiencia, sus relaciones y maneras de situarse en y frente a lo que pasa. Pero tal apertura tampoco es posible si permanecemos anclados en los modelos desde los cuales se pens la educacin como proyecto por cuyo despliegue dar cumplimiento al imperativo de homogeneizacin; el mismo imperativo cuya eficacia hizo, y contina haciendo, de los aparatos educativos y culturales, lugares impermeables a la pluralidad de experiencias, sentidos, maneras de relacionarse, y formas de vida.

No creo que otro modo de pensar, decir y hacer el presente de las prcticas educativas pese por el propsito de contrarrestar los efectos negativos de la vdeocultura, como si sta no formaran parte, ya, de los aparatos educativos; ni por la vuelta a un lugar idealizado, del cual se supone la realizacin plena de la "autntica formacin del hombre"; tampoco por la confrontacin entre los massmedia y la escuela, basada en la hiptesis moral de la manipulacin y la distorsin; o por la defensa del libro sacralizado como la voz de la verdad y la del profesor como eco portador de esta voz. En fin, me parece que otros planteamientos pasan por liberarnos de viejas y nuevas certezas a las cuales nos aferramos. Porque no se trata de levantar una cruzada de salvacin a favor de la escuela contra la teletopologa, sino de mostrar cmo operan las formas de control inherentes los dispositivos, telemticos o no, productores de subjetividad, dentro y fuera del tejido escolar, y ejercer formas de resistencia. En tal sentido, pensar de otro modo el mbito educativo y actuar en consecuencia, implica reconocer la crisis de los modelos de interpretacin en los cuales nos habamos instalado para darnos y ofrecer respuestas sobre este mbito. Y tambin situarnos en tal crisis, no con el propsito de proponer un programa destinado a "superarla", sino para explorar en los bordes algunos trayectos, orientados no por otro impulso que el de seguir pensando, diciendo y actuando, mantenindonos en el espacio abierto de la interrogacin.

A qu, entonces, es posible apostar cuando la gran pantalla en la cual parecen tornarse nuestros mundos hace invisible e inaudible lo que no pasa por ella?; cuando la tecnificacin e industrializacin de lo imaginario como pura manipulacin tcnica (Renaud), desemboca en la cancelacin de las tramas de sentidos, de la mirada y de la palabra?; cuando las nuevas tecnologas constituyen no slo un dispositivo de control, sino tambin de produccin de subjetividad?; cuando se desmoronan los marcos de referencia y de inteligibilidad preestablecidos para interpretar lo que (nos) ocurre?

Hay que reinventar todo!, nos dice Flix Guattari. Retomo esta llamada como invitacin a la experiencia misma de pensar en nombre de nada, en contra de. Sin bsquedas de complacencias en la aceptacin consensual de lo que se piense y diga, sin pretensiones programticas de resolucin de los problemas, sin la crispacin paralizante producida por la prdida de modelos de pensamiento en quienes an se ven a s mismos como autnticas moradas del sujeto pensante. Porque en este reinventar todo, se juegan la conjuncin del pensar con el presente, los desplazamientos del pensar y de sus formas enunciativas respecto de las formas cientificistas dominantes, el tipo de preguntas a plantear. Y, sobremanera, la apertura de nuevos trayectos para pensar la recreacin de la subjetividad y, con ello, para pensar otras frmulas de la vida social, del trabajo, de la cultura (Guattari).

Reinventar todo es la apuesta. Aqu quisiera traducirla en el trazado de ciertas brechas por las cuales hacer transitar algunas proposiciones que aspiran romper con la estrechez de pensamiento y de mirada presente en buena parte de los discursos oficiales y extraoficiales; aqullos que, bajo la impronta de una concepcin instrumental de las nuevas tecnologas de informacin y comunicacin, programan la "modernizacin" de los aparatos educativos mediante la incorporacin de tales tecnologas como medios guantes, per se, tanto de su "competitividad", como del logro de prcticas pedaggicas y de "sujetos interactivos'. Pero tambin con el tipo de propuestas para las cuales parece no haber ocurrido ni estar ocurriendo nada, que an no se percatan de la insercin de las prcticas educativas en otro horizonte cultural en cuyas tramas se redefinen las condiciones mismas para reinventar(nos), y, por ende, se desdibuja el sentido de reeditar las epopeyas del sujeto hroe del conocimiento y de la emancipacin, y de la educacin como medio para la formacin de este sujeto.

Por dnde, entonces, hacer transitar nuestras inquietudes, cuando el futuro no es como habamos previsto? Hoy, cuando por la versatilidad de los dispositivos massmediticos pasan las nuevas condiciones no slo de las modalidades de acceso y uso de la informacin, sino tambin de las nuevas formas de socialidad y de subjetividad: cmo entender y recrear lneas de fuga en y desde los agenciamientos educativos? Las lneas finales de estas reflexiones slo indican algunos puntos del camino en construccin.

EN TORNO A LA MIRADA Y LA PRESENCIA COMO FUGAS AL EXCESO DE VISIBILIDAD

Dos cuestiones ocupan esta parte final del presente escrito, la reinvencin de lo mirada y la de la presencia. La primera ha sido especialmente sugerida par el citado texto de J. Baudrillard, Videosfera y sujeto fractal, en el cual se sita el siguiente fragmento:

En el corazn de esta vdeocultura siempre hay una pantalla, pero no hay forzosamente una mirada: la lectura tctil de una pantalla es completamente diferente de aqulla de la mirada. Es una exploracin digital, donde el ojo circula como una mano que avanza segn una lnea discontinua incesante... Todo el paradigma de la sensibilidad ha cambiado; porque esta tactilidad no es el sentido orgnico del tacto. Esta significa simplemente la contigidad epidrmica del ojo y de la imagen, e! final de la distancia esttica de la mirada.

Que todo pueda ser visto, que el exceso de visibilidad implique la captura de la mirada y, como tal, la clausura de la distancia esttica: ste es el asunto a retomar de las palabras citadas para trazar a partir de l uno de los trayectos posibles de las formas de ejercicio de resistencia a las nuevas formas de podercontrol. Tal asunto me parece primordial, entre otras razones porque la dbil y hasta ausente capacidad para hacernos cargo de l ha provocado la sola detencin en la pantalla, sin la interrogacin de lo que sta es como superficie, no de una profundidad, sino en el sentido de terminal de la incesante produccin, proliferacin y circulacin de signossimulacros.

Reinventar !a capacidad de la mirada, cancelada por el exceso de visibilidad, es el trayecto que aqu propongo. No slo como otra mirada a construir sobre el espacio educativo, sino como gesto o actitud susceptible de traduccin en experiencias educativas de fugas al dispositivo visinico. Considerar la cuestin relativa a la captura de la mirada y su reinvencin como esenciales, no dejar de despertar suspicacias por parte de quienes slo ven optimistamente el rol de las nuevas tecnologas de la imagen; no obstante, cabe sealar dos de sus olvidos. El primero, aqul al cual parece apuntar Baudrillard, cuando advierte en el circuito integrado hombre-mquina el de la interaccin reducida siempre al dilogo sin fin con una mquina el cambio paradigmtico de la sensibilidad y, con l, la mirada que se borra y se hace igual a la lectura de una pantalla, tctil y exploratoria, acercamiento infinito a la pantalla. El segundo atae al hecho conforme al cual, en la llamada aldea informatizada y como producto de estrategias comunicativaspublicitarias, la imagen se pulveriza coma problema a pensar para dar paso al smil entre imagen y poder disuasivo sobre las opiniones de pblicos segmentados acerca de empresas y productos, de polticas y polticos, gobiernos y gobernantes, ministerios y ministros; entre imagen de modernizacin de la escuela y enseanza animada por computadoras.

Estoy refirindome al vaciamiento de sentidos ticos y estticos implicado en la incesante proliferacin de imgenes productoras de la visibilidad sin mirada, haciendo que todo se vea, se sepa, se constate y, sin embargo, se pierda incesantemente en los nidos de la comunicacin massmeditica. De ellas puede decirse, con MartnBarbero, que se trata de imgenes en las cuales no hay nada que ver, pero cuya diseminacin lo es tambin de la precariedad de la mirada: ver sin ver; porque la sobresaturacin de imgenes lo es del tipo de visibilidad conformada por los ritmos y ruidos massmediticos cuando la confusin entre aquello que acontece y lo visible y audible en la telepresencia, hace inaudible e invisible lo ausente en ella. A contrapunto de tal vaciamiento, se trata de reinventar la mirada por la cual comprender que nuestro mundo, nuestros mundos, nuestras vidas, no son como la pantalla, aunque stos ya no puedan ser lo que son, sin ella. Se trata, para decirlo en otros trminos, de desaprender y reaprender a mirar en tanto condicin de posibilidad para saber qu hacer con las nuevas imgenes que nos hacen, y se producen como parte de los mundos que ellas producen.

Reinvencin de la mirada: no quiero decir, con ello, volver a la mirada arrogante, omnisciente y totalizadora de quien supona sostenerla sobre el principio de realidad y comunicarla como la verdad, sino recrearla en el sentido de una actitud, a la vez, deconstructiva, aguda, cautelosa, disconforme, atenta, liviana, abierta perpleja..., para que aquello que acontece nos concierna y, en la relacin teledirigida con el mundo, nuestras perspectivas no se disuelvan en la sola superficie del circuito hombremquina cuya forma de operar cancela el espacio real. ste en virtud del cual nos recolocamos con relacin al mundo, a los otros y a nosotros mismos, y en el cual es posible recrear la presencia con los otros. Reinventar la mirada es uno de los desafos, porque las formas de percepcin dan sentido de realidad al mundo que subjetivamente nos sucede; porque la logstica perceptiva, de la cual nos habla Virilio, lo es en cuanto esquema perceptivo por el cual, como los precedentes y coexistentes con l, se repite y reafirma ese mundo. Porque, en fin, liberarnos de los nuevos esquemas perceptivos fabricados por la visinica es quebrarlos mediante la nica va que parece posible, a saber transformar nuestra mirada.

Reinventar la mirada tambin significa rehacerla como fuga o gesto de una presencia inquieta que inquiete e involucre una forma de ejercicio poltico y tico de resistencia. Porque es poltica esa forma de captura de la mirada en la cual consisten las diversas maneras de inducirla y forzarla bajo el nuevo imperativo de la instantaneidad, encuadrndola en el monitoreo de aquello que pasa bajo la tirana de la teleimagen. Porque es tico el gesto por el cual liberamos del nuevo imperativo moral traducido en el encadenamiento a la pantalla, en el deber de permanecer interactivamente conectados. Y, finalmente, porque reinventar la mirada es, en tal sentido, restituir la memoria dirigida a incomodar la presunta estabilidad del presente. ste en el cual la avalancha telematizada de informaciones y conocimientos es tambin la de diversas formas de fabricar el olvido, cuya eficacia consiste en hacer que el presente aparezca, se nos aparezca, como plano, sin huellas, instantneo, sin grosor, sin drama por el cual sea posible pensar que todo poda haber sido de otra forma (Foucault), que todo podra ser de otra manera. Del olvido fabricado bajo el rgimen del simulacro, cabe decir, con Baudrillard:

La realidad de simulacro es insoportable, ms cruel que el teatro de la crueldad de Artaud, que fue la ltima tentativa de una dramaturgia de la vida, el ltimo sobresalto de una idealidad del cuerpo, de la sangre, de la violencia en un sistema que lo arrastraba ya hacia la absorcin incruenta de todas las opciones. Nuestra, suerte est echada. Toda dramaturgia e inclusotoda escritura real de la crueldad ha desaparecido. La simulacin es quien manda y nosotros no tenemos derecho ms que al retro, a la rehabilitacin espectral, pardica, de todos los referentes perdidos, que todava se despliegan en torno nuestro, bajo la luz fra de la disuasin (incluido Artaud que, como el resto, tiene derecho a su revival, a una segunda existencia como referente de la crueldad).

Recrear la miradamemoria, la memoriamirada humana es, en tal sentido, la apuesta por la sobrevivencia del pasado como reescritura de las huellas dejadas por ste, no tanto para saber aquello que fuimos sino para que, en nuestra relacin con el presente, dicha reescritura permita plantearnos de qu manera hemos sido constituidos y cmo constituirnos de otro modo. Recrear la miradamemoria, no como alternativa consoladora o evocadora frente al olvido para continuar ratificando eso por lo cual somos, sino en tanto fuerza subvirtiente de las reglas conforme a las cuales vemos lo que vemos, pensamos lo que pensamos, decimos lo que decimos, hacemos lo que hacemos; sobre todo, como amnsicos, pues, parafraseando a Steiner, el rasgo dominante de la educacin en nuestros tiempos consiste en el hecho segn el cual, en ella, la amnesia ha sido planificada.

Se trata del tipo de memoria que irrumpe contra aqulla hecha con los olvidos -de los encarnizamientos, de las violencias, de las dominaciones, de sus inscripciones en los sistemas de reglas y en los cuerpos, contra el tipo de historia por la cual el olvido se torna desafecto total hacia lo que (nos)ocurre y anulacin de la pregunta sobre el porvenir. Quiz siguiendo el curso de este trayecto podamos, mediante experiencias educativas, no reducidas al saber escolarizado de la historia, ayudar a inscribir en el presente la memoriamirada como antdoto, no slo frente a la glorificacin del pasado, sino a la del presente cuando se tachan sus huellas, su estar hecho de tiempos heterogneos y, por ello mismo, tambin de actos tica y polticamente insoportables.

La segunda cuestin en torno la cual giran las siguientes consideraciones es la reinvencin de la presencia. El punto de partida se relaciona con varios fragmentos del escrito "Ao ceroRostridad", el cual forma parte de ese librorizoma titulado Mil mesetas y en el que Deleuze y Guattari plantean lo siguiente:El rostro no es una envoltura exterior al que habla, piensa o percibe. En el lenguaje, la forma del significante, sus propias unidades quedaran indeterminadas si el eventual oyente no guiase sus opciones por el rostro del que habla (vaya, parece enfadado ..., no ha podido decir eso..., mrame a la cara cuando te hablo ..., mrame bien ...). Un nio, una mujer, una madre de familia, un hombre, un padre, un jefe, un profesor, un polica, no hablan una lengua en general, hablan una lengua cuyos rasgos significantes se ajustan a las rasgos de rostridad especficos. (...) De igual modo, la forma de subjetividad, conciencia o pasin, quedara absolutamente vaca si los rostros no constituyesen espacios de resonancia que seleccionan lo real mental o perciben, adecundolo previamente a una realidad dominante.

En el rostro, en el cuerpo rostrificado, se anudan lneas de poder, de saber y de subjetivacin, constitutivas de lo denominado por estos pensadores como agenciamientos colectivos de enunciacin y de subjetivacin; de los cuales son producto tanto los enunciados individuales como las formas de subjetividad individual. Tales agenciamientos, involucran procesos y prcticas de produccin necesaria de rostros, para que haya individuacin. Rostros y cuerposrostrificados que hablan, miran, piensan, sienten, sin suponer ni un sujeto ni un significante dej l, pues un sujeto no elige rostros, como en el test de Szondi, son los rostros los que eligen sus sujetos

No son pocas las inquietudes abiertas por estos fragmentos citados, pero de la cual quisiera decir algo es de aqulla ligada a la manera en que comnmente se contraponen la relacin "cara a cara" -en cuanto caracterstica al espacio escolar y la relacin deslocalizada mediante las nuevas tecnologas de la informacin y el conocimiento. Precisamente, sin problematizar el primer tipo de relacin se la supone como dada entre esas envolturas exteriores a las cuales refieren Deleuze y Guattari. Y, al suponerla yadada, no se la interroga en lo que ella implica en cuanto constitucin de la unidad de un rostro individuado frente a la de otro rostro individuado: rostro del padre y rostro del hijo, rostro del jefe y rostro del subalterno, rostro del amante y del amado, del profesor y del alumno... El profesos por ejemplo, parece inimaginable sin rasgos de rostridad como rostro sombro, distante, informante, seguro, autorizado, firme, dominante, acerado, arrogante... Sobre todo, sin el rasgo de rostro vigilante y enjuiciante. Asimismo, ms recientemente, sin aquellos rasgos que lo hacen parecer cada vez ms al rostro del gerente: rostro eficaz, competitivo, productivo, interactivo, etctera.

Pero tampoco se interroga tal relacin por lo que en ella tiene lugar cuando se la considera, con las prcticas de construccin de rostros individuados, como espacio en el cual, siguiendo a DeleuzeGuattari, se ordenan normalidades y, desde ellas, tipos de desviacin por cuyo establecimiento se instauran tanto particiones entre lo que es aceptado y no lo es, lo que puede ser tolerado y no, como relaciones binarias entre lo que es aceptado en una primera opcin, y lo que slo es tolerado en una segunda opcin, en una tercera, etc.

Reinventar la presencia es deshacernos de esos rasgos de rostridad liberndonos de las lneas de enunciacin y de subjetivacin que los hace posibles. De esta manera se abre la posibilidad de hacernos con otros rostros: amistosos, hospitalarios, livianos, perplejos, dialgicos, sintientes, prximos, comprensivos, accesibles, condescendientes, obsequiosos, alegres, balbuceantes, abiertos, palpitantes... Y, desde all, la apuesta por experiencias que habiten y abran pequeas fisuras en los espacios educativos. Esas experiencias en las cuales ver, escuchar, hablar, conocer, leer, escribir, sea tambin sentir, para adentramos en aquello que no vemos, ni escuchamos, ni leemos, slo instalndonos en la pantalla televisiva o computacional, en la relacin feedback, o efectuando la relacin "cara a cara" como relacin entre envolturas. Estoy sealando, as, el tipo de experiencias del sentir en comn, al cual refiere Maffesoli con su propuesta del paradigma esttico que, a distancia de la lgica individualista y del colectivismo, coloca el acento en lo que une ms que en lo que separa, en la experiencia con valoraciones sustradas a la moral impuesta desde arriba y abstracta y a las pretensiones normativas, para hacerse ejercicio de proxemia y solidaridad.

Se trata del tipo de experiencias en cuya construccin se ponen en juego nuevos tipos de lenguaje y nuevas maneras de experimentar sentidos de pertenencia que dan expresin a nuevas formas de socialidad. Nuevas en el sentido de su emergencia como otras modalidades religantes, caracterizadas por un distinto modo de estar juntos sin ocupacin sin preocupacin por ningn tipo de finalidad, de utilidad, de "practicidad", o de eso que se suele llama "realidades". Y, junto a ello, por vnculos heterogneos de solidaridad en los cuales sta deja ser un bien ideal o el producto de un clculo racional para devenir diversas formas de hacer y hacerse con los otros, sin que medien ni grandes ideales ni adscripciones a grandes proyectos, ni las obsesiones por objetivos y medios previstos y prescritos. Quiz lo que aqu est en juego sea deshacernos de la educacin en cuanto socializacin para pensar y efectuar experiencias educativas que promuevan nuevas modos de estar juntos, nuevas formas de socialidad y de subjetivacin.

Expresado de otra forma, la reinvencin de la presencia es la apuesta por experiencias mltiples como construccin de encuentros con el otro, de reconocimiento del otro, el de su diferencia; en el ejercicio de la incurable otredad que padece lo uno, para decirlo con la palabra potica donada por Antonio Machado en Campos de Castilla. Y, ello, en el caso de los agenciamientos escolares, se sustrae a las obsesiones por el tiempo medido en minutos, el saber organizado en asignaturas, los libros escolares y sus mecanismos de oficializacin, las reformas del curriculum, la homogeneidad de propsitos y caminos decididos de antemano, la definicin del "perfil del profesor", como decir su rostro prescrito. O por el software educativo y la enseanza asistida por computadoras. En fin, por los viejos y nuevos ritos de los cuales parece que no es posible desprendernos, cuando nos planteamos el problema de los cambios de y en la cultura escolar, lo cual vale para todas las instancias, incluyendo la universitaria.

A distancia de todo ello, el trayecto propuesto involucra la presencia pblica del cuerpo, de la cual nos habla Larrosa cuando, a propsito de sus reflexiones sobre "la leccin", dice: La leccin es un leer pblico que exige un cierto verse cara a cara, una presencia pblica del cuerpo, un ofrecimiento pblico del cuerpo, a veces hablando, a veces en silencio, pero siempre con relacin a algo comn, a algo hacia lo que todos las ojos y todos los odos tienden, atienden.

Cuerpo que se deshace del rostro dado, presencia pblica del cuerpo, como relacin a algo comn. Si prestamos atencin a estas palabras podemos apreciar que ellas aluden, no a una presencia fsica de profesores y alumnos en un saln de clases, ni a una relacin del tipo estar al lado del otro, sino a una forma de presencia inseparable de una particular manea de hacer(se) en comunidad en cuanto creacin por los terrenos en comn, los de todos y de nadie; los que no pasan por apropiaciones de aquello que se sabe o hay que saber, ni por lmites y reglas de lo que hay que pensar, decir y hacer. Comunidad, pues, de diferentes; sostenida por esos espacios sin dueo, ajena a la homogeneidad anuladora de las diferencias, articuladora del tipo de experiencias en las cuales ensear y aprender adoptan la forma del hablar con el otro y la escucha del otro y de lo otro -otro cuerpo, otro rostro, otra mirada, otra palabra, otro gesto, otro lugar, otra vida..., en la irreductibilidad de su diferencia. De experiencias, en consecuencia, que nos transforman a nosotros mismos y nos comprometen porque exponen a los otros y, en tal sentido, significan un acto tico.

Sobre esta apuesta no sera difcil que se comentara: pero las nuevas tecnologas incorporadas a las prcticas educativas lejos de impedir la relacin "cara a cara", la mantienen hacindola ms activa! A ello habra que responder: no se trata de apostar a la relacin "cara a cara" cuando sta expresa el tipo de vinculacin autoritaria entre un yo arrogante, legitimado en la posesin del saber y la verdad y un otro sin rostro, ni voz propia. No importa cunta actividad incorpore tal relacin. Pues aqu se habla, no de un intercambio de informacin o de conocimientos, sino de comunicacin irreductible a dicho intercambio. Por ello, el trayecto propuesto como reinvencin de la presencia lo es en cuanto lnea de fuga cuando, entre los asuntos esenciales, est en juego la cuestin de la telepresencia que deslocaliza la corporeidad, la propia y la del otro, cuyas consecuencias conciernen fundamentalmente a la amenaza de prdida de la relacin consigo mismo y con el otro. De esta relacin puede decirse, con Foucault, que ha de efectuarse como experiencia de liberacin respecto de nosotros mismos, y con DeleuzeGuattari, como el esfuerzo de deshacemos de los rostros con los que se nos identifica, identificamos a los otros y nos identificamos a nosotros mismos.

Paradjicamente, cuando el saber se deslocaliza y sus lugares se descentran, puede pensarse en el espacio escolar como uno de los pocos espacios en los que an hay chance para abrir intersticios, en los cuales resituarnos, para decirlo con palabras de Virilo, con relacin al cuerpo propio, al cuerpo del otro, y al mundo propio. Porque, en este resituarse se juega, no la prdida de la escuela, sino la de la presencia, la comunicacin y la alteridad, y con ellas, la de los espacios pblicos, crecientemente reemplazados por la imagen telepresente, descentrada, por cuya ubicua circulacin las ciudades se tornan, como afirma Virilio, teleciudades poblada[s] de espectadores ausentes,... megalpolis mediticas que poseen el poder paradjico de reunir a distancia a los individuos, en torno a unos modelos de opinin o de comportamiento.

Teletopologa, percepcin imagolgica, massmediatizacin de la vida, industrializacin de las imgenes, imagencontrol; sobreabundancia de informacin, exceso de visibilidad y visin sin mirada; intercambios generalizados de informacin y precariedad de la comunicacin... Cuando uno va tejiendo estas fuerzas, me parece que es preciso tenerlas presente, no para desgastarnos en la lucha contra ellas, sino para desafiarlas mediante la nica forma que hoy parece posible: la lucha por y para liberarnos all donde estamos primordialmente atrapados: en las prcticas y formas de subjetividad que nos constituyen. Desviando modelos no inmutables, inventando otros all donde tambin la vida puede ser otra por la puesta en juego de una eleccin esttica, diciendo con P. Guattari, de una eleccin con implicaciones ticopolticas, porque quien dice creacin dice responsabilidad de la instancia creadora con respecto a lo creado, inflexin de lo existente, bifurcacin ms all de los esquemas preestablecidos, consideracin, tambin aqu, del destino de la alteridad en sus modalidades ms extremas.

Agradezco a Daysi D'Amario su lectura y observaciones sobre la versin primaria de este escrito.

Michel Foucault, La verdad y las formas jurdicas, Barcelona, Gedisa,1991, pg. 99. (Este libro contiene la traduccin castellana de las conferencias dictadas por Foucault en la Universidad Catlica de Ra de Janeiro, entre el 21 y el 25 de mayo de 1973, originalmente publicadas por esta Universidad.)

Paul Virilo, La mquina de visin, Madrid, Ctedra, 1989, pg. 55.

P. Virilio, 0p. cit., pg. 61.

Ms adelante me referir a ello, a partir de un escrito de Deleuze.

Vase, al respecto Michel Foucault, Historia de la sexualidad Vol.1; La voluntad de saber, Mxico, Siglo XXI, 125; Tecnologas del yo y otros textos afines Paids/ICEUAB,1990, pgs.137140;'The subject and power, en Hubert Dreyfus y P. Rabinow, Michel Foucault: Beyond structuralism and hermeneutics. Chicago, The University o! Chicago Press, 1982,pgs.208226.

Ms que a los aparatos, la tecnicidad remitir entonces al diseo de nuevas prcticas y ms que a las destrezas a la competencia en el lenguaje. Reducir la comunicacin a las tecnologa o los medios es tan deformador como pensar que ellos son exteriores y accesorios a (la verdad de la) la comunicacin. Jess MartnBarbero, "De los medios a las culturas", en J, MartnBarbero y Armando Silva (comps.), Proyectar la comunicacin, Santaf de Bogot, Tercer mundo editores, 1997, pg. 11.

Alain Renaud. "Comprender la imagen hoy. Nuevas imgenes, nuevo rgimen de lo visible, nuevo Imaginario", en Varios. Videoculturas de fin de siglo. Madrid, Ctedra, 1990, pgs. 11-26. Para Renaud, hablar de nuevas imgenes es hablar, ms que de imgenes, de otro rgimen y de otros registros de visibilidad a partir de los cuales se genere y/o degenera una nueva figura, tecnolgica, de lo Imaginario"

Paul Virilio, La mquina de Visin, Madrid, Ctedra 1989, pg. 17

Op. cit.. pgs., 8283.

Jean Baudrillard. Cultura y simulacro, Barcelona, Kairs, 1993. (Estas referencias se basan en el apartado que lleva como titulo "La precesin de los simulacros".) Creo pertinente precisar un poco: Se trata de la reorganizacin del espacio de las relaciones sociales anudada al rgimen del simulacro, de acuerdo con el anlisis de Baudrillard, en el cual se muestra que vivimos en una poca en la que ya no se exige que los signos tengan relacin con una realidad, a la que supuestamente representan, en la que el signo ha devenido condicin de pura simulacin. Esto es, ni "reflejo de una realidad profunda", ni mscara, ni "ausencia' de dicha realidad, sino "simulacro puro" que no tiene vnculo alguno con"ningn tipo de realidad'. Pero no por ello, los signos son "irreales o inofensivos", sino hiperreales, en trminos baudrillardiarnos: sin contenido ni fines propios, refractados los unos sobre los otros y por ello, incontrolables para un orden que slo puede ejercerse sobre lo real y sobre lo racional. De alli que este rgimen comporte el "final del sistema panptico", porque ya no hay 'fuente de una mirada absoluta', ni "el Ideal de control es el de la transparencia'; ni represin ni persuasin, sino "disuasin": "Usted es la informacin, usted es lo social, ustedes la noticia, le concierne a usted, usted tiene la palabra!, etc, etctera". En consecuencia ya no se puede ser tributario de la hiptesis moral sobre la distorsin y la manipulacin de lo real propia de los anlisis clsicos sobre el poder, ni de del modelo causal determinista basado en las distinciones causa efecto, activopasivo, sujeto y objeto, fin y medios. (Las cursivas de esta nota corresponden consecutivamente, a las pginas 10,19, 50, 60 y 61.)

Gianni Vattimo, "Posmodernidad: Una sociedad transparente?, en G. Vattimo y otros. En torno a la posmodernidad, Barcelona, Anthropos,1991, pgs. 919.

No olvidemos que la instantaneidad, el ahora sin el aqu, es un imperativo de la lgica del mercado que impregna el espacio televisivo: monitorear continuamente lo que ha de ser recibido, veloz y simultneamente, lo ms extensamente posible.

Los reality shows, las decisiones polticas noticiadas, o las noticias sobre los ms diversos sufrimientos humanos, cuyo impacto dura mientras dura su monitoreo televisivo, son ejemplos no secundarios, si tenemos presente que tal dispositivo comunicacional, al cual tienen acceso irrestricto millones de individuos, se convierte para muchos de ellos en la nica ventana para ver, televisivamente, el mundo. (Tomo en prstamo las palabras "para que nada nos pase", de Jorge Larrosa. No por las palabras mismas, sino por su especial resonancia para lo que aqu quiero decir. El contexto del que las he tomado es el apartado sobre "Literatura, experiencia y formacin" que, funge como presentacin de su libro La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formacin, Barcelona, Laertes, 1996, pgs.1541).

Abraham Moles, Sociodinmica de la cultura, Buenos Aires, Paids,1976, pg. 31.

Jean Baudrillard, "Videoesfera y sujeto fractal", en Varios, Videoculturas..., op. cit., pgs. 2736.

Virilio, op. Cit, pg. 77.

Toda arquitectura actual de los media se funda sobre esta ltima definicin: son los que veda para siempre la respuesta, lo que imposibilita todo proceso de intercambio (como no sea bajo formas de simulacin de respuestas estas mismas integradas al proceso de emisin. Lo que no cambia en nada la unilateralidad de la comunicacin). En esta abstraccin se funda el sistema de control social y de poder'. J. Baudrillard, Critica ala economa poltica del signo, Mxico, Siglo XXI, 1986, pg. 202.

Gilles Deleuze "Postcriptum sobre las sociedades de control". A este escrito, publicado originalmente en OCTOBER 59, Winter,1992, MIT Press, Cambridge, tuvo accesova internet Juan Calzadilla. Su traduccin fue publicada en el diario El Nacional, Caracas, 1 de febrero de 1998, versin que utilizo.

Las administraciones encargadas nunca dejan de anunciar supuestas reformas necesarias: reformar las escuelas, reformar las industrias, los hospitales, el ejrcito, las prisiones. Pero todo el mundo sabe que estn acabadas, no importa qu largos sean sus perodos de expiracin. Slo queda que administren sus ltimos ritos y conserven gente empleada hasta que se instalen las nuevas fuerzas que tocan a la puerta."Art. citado.

Lo digital es fundamentalmente un medio de transmisin de informacin, no es la informacin en s misma, o mejor dicho, es la informacin en su estado visual...; ... la irrupcin de la digitalidad crea en el ambiente social un clima de proliferacin sgnica que no conocamos... ; Se trata del evento tecnocultural que mejor promueve, a mejor dicho, potencia las formas de textualidad ms prximas de la experiencia psquica real. Aquiles Est, Cultura replicante. El orden semiocentrista, Barcelona, Gedisa, 1997, pgs. 197, 200, 43

J. Baudrillard, Videosfera y sujeto franctal", op. cit., pgs. 3536.

En el citado artculo.

Flix Guattari, 'La produccin de subjetividad del capitalismo mundial Integrado, Crtica Cultural, N 4, Santiago de Chile, 1991.

J. Baudrillard, Videosfera..., op. cit., pgs. 2728.

En la cual persiste "la obstinada Identificacin de la lectura con lo que atae solamente al libro y no a la pluralidad y heterogeneidad de textos, relatos y escrituras (orales, visuales, musicales, audiovisuales, telemticos)". Jess Martn Barbero, "Heredando el futuro: Pensar la educacin desde la comunicacin", en Nmadas, N 5, Santa F de Bogot, Fundacin Universidad Central, septiembre, 1996, 22.

G. Vattimo, op. cit., pg. 17

Flix Guattari, "Entrevista con M. Buttel", en El Constructivismo guattariano, Cali, Centro editorial Universidad del Valle, 1993.

Al respecto, es pertinente retomar la contundente advertencia de Martn Barbero segn la cual sin hacernos cargo de los retos culturales que le son planteados a la institucin escolar por el ecosistema comunicativo que, es a la vez experiencia cultural, entorno informacional y espacio educacional difuso y descentrado, la sola introduccin de medios y tecnologas de comunicacin en la escuela puede ser la ms tramposa manera de ocultar sus problemas de fondo tras la mitologa efmera de su modernizacin tecnolgica, op. citada.

J. Baudrillard, Videosfera y sujeto fractal", op. cit., pg. 31.

J. Baudrillard, "La precesin de los simulacros", op. cit., pg. 77 (subrayado mo).

Lo deca H. Marcuse, hace ms de treinta aos: "El recuerdo del pasado puede dar lugar a peligrosos descubrimientos, y la sociedad establecida parece tener aprensin con respecto al contenido subversivo de la memoria. El recuerdo es una forma de disociacin de los hechos dados, un modo de 'mediacin' que rompe, durante breves momentos, el poder omnipotente de los hechos dados". El hombre unidimensional, Barcelona, Seix Banal, 1968, pg. 129.

George Stiner, Pasin intacta, Madrid, Siruela, 1997, pg. 39.

Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas, Valencia, Pretextos, 1994, pgs. 172173.

Deleuze y F. Guattari, op cit., pgs. 181184.

Contraposicin en la que sigue funcionando el entendimiento de dicho espacio como un lugar mtricamente marcado, desde la arraigada demarcacin de lmites entre prcticas educativas escolares y prcticas educativas extra escolares, sobre la cual el sistema escolar se ha organizado y gestionado a la manera de un islote desde cuyos muros protectores se supone garantizar la tarea de formar a las jvenes generaciones en los "autnticos valores" de la verdad cientfica de la verdad moral, bajo el supuesto de que all, afuera, est lo inautntico lo falso, lo inmoral o lo amoral. Hoy, cuando la conformacin de sensibilidades de nios y jvenes dependen y transitan por mltiples dispositivos y prcticas de produccin de subjetividad desde antes de su ingreso a institucin escolar, carece de sentido seguir operando con la ficcin de tal demarcacin, as entendida, la cual contina informando buena parte de las reformas curriculares bajo la certeza segn la cual la escuela es capaz de conjurar los "efectos perniciosos' que sobre nios y jvenes tiene cuanto sucede en el "mundo exterior, especialmente el de los massmedia. Al respecto, valgan dos preguntas: no estaremos haciendo con los massmedia lo mismo que se hizo con la escuela durante dos siglos, esto es, creer que lo pueden todo, responsabilizarlos de todo lo bueno y lo malo de cuanto ocurre, para luego culpabilizarlos? NO estaremos demasiado fijos en determinadas formas de cuestionar los massmedia, las cuales tambin impiden saber situar los problemas desde los cuales hacer preguntas sobre lo que ocurre en el espacio escolar?

G. Deleuze y F. Guattar, op. cit., pg. 182.

Michel Maffesoli, El tiempo de las tribus. El declive del individualismo en las sociedades de masas, Barcelona. Icaria, 1990, pgs 35 y siguientes.

J. Larrosa, "Sobre la leccin", en Cmo se llega a ser el que se es. Ensayos sobre lenguaje, experiencia y educacin, Prxima publicacin en Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires.

Virilio, La mquina de visin, pg. 84.

Flix Guattari, "El nuevo paradigma esttico", en Dora Fried. S. y otros, Nuevos paradigmas, Cultura y subjetividad, Barcelona, Paids pg. 192.