“Te Quiero Sin Saberlo”

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Carolina Rovere

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Psicología | Jueves, 29 de enero de 2015

Los varones ante el amor

“Te quiero sin saberlo”Muchos hombres, neuróticos obsesivos, se protegen –sostiene la autora– mediante“enredos laberínticos”, ya que “a la hora del amor temen ser devorados por un Otroque desea”; así “evitan encontrarse con la mujer de sus deseos o quizá de sussueños”.

Por Carolina Rovere *

La histeria se queda con las ganas en el amor, sosteniendo siempreque existe una mujer que las tiene todas; y el obsesivo sufre en secretohaciendo de su vida un via crucis permanente que hace imposibleacceder al objeto que causa su deseo. Y, como la dimensión amorosase teje en la trama misma de la neurosis, el problema del amor siemprese presenta con la modalidad típica de la histeria u obsesión. ¿Pero porqué el amor es un problema? Amor y castración van de la mano: elamor implica siempre un encuentro con la propia falta; “Me haces falta”,se dicen los enamorados. Y esto en los hombres tiene una relevanciasustancial: reconocerse en falta es feminizarse.

En realidad, la posición frente al amor es siempre femenina: así, representa una dificultad mayor para hombresque para mujeres, aunque éstas no se quedan muy atrás, sobre todo en estos tiempos en donde encontramos unatendencia creciente a la virilización en el mundo femenino, tal como lo sostiene Lêda Guimaraes (“El estatuto de lafeminidad en nuestros días”, en Revista Logos Nº 7, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2012). Un hombre que seasume enamorado corre un alto riesgo: castrarse. Cuando el hombre, tocado por el amor, no puede tolerarlo, sueleponerse al reparo permaneciendo en una posición que lo resguarde. Protegerse contra los riesgos que ocasionaenamorarse es una respuesta típica en los hombres, y la coraza protectora puede adquirir múltiples modalidadesde presentación.

Una de ellas es el cálculo: es una situación muy común y la encontramos en el conjunto de argumentos que loshombres construyen para no involucrarse con una mujer que, sin embargo, les interesa. Es muy probable que elcálculo sobrevenga cuando ya el hombre ha sido tocado por una mujer que le importa, aunque también se puedeubicar previamente, en la serie de pensamientos que –con muy buenos argumentos, tal vez los mejores, paraabonar la idea de mantener distancia– impiden el acceso a ella. Esto da como resultado que él no pueda llamarlani decirle nada o mostrar algún signo de interés. Esta actitud tiende a alejar a cualquier mujer que pretenda teneruna relación estable con un hombre, ya que abona en ella la idea de no ser deseada.

El obsesivo va en el sentido contrario al objeto que causa su deseo. Bernardino Horne lo ha formulado conprecisión al afirmar que “La neurosis obsesiva es una burocratización de la fobia”. Es una manera clara y certerade presentar a la obsesión hermanada con la fobia: un disfraz de enredos laberínticos que preservan al sujeto delencuentro con la falta. Pero, ¿cuándo se precisa una fobia? La fobia se instaura cuando el sujeto se encuentra conuna falta que tiene para él estatuto de abismo, es decir de ilimitado; el peligro es perder el ser bajo el signo delfantasma de devoración, como enseña Lacan en el Seminario “La relación de objeto”. A la hora del amor, elobsesivo teme ser devorado por un Otro que desea. Por eso le resulta mucho más fácil someterse a cualquierrequerimiento que se imponga dentro de los cánones de la demanda y evitar encontrarse con la mujer de susdeseos o quizá de sus sueños.

Otra forma en que esta caparazón se presenta es la de lo efímero. Es muy frecuente en las relaciones hoy en día,donde abundan los encuentros ocasionales, el acceso rápido, lo pasajero y lo fácilmente olvidable. Son todasformas de preservarse o de no involucrarse en una relación donde el deseo esté comprometido. Tal vez sea éstala nueva vestidura del anacrónico “don Juan”, posición viril o masculina que hoy encontramos tanto en hombrescomo en mujeres.

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Y también está el rechazo; éste suele presentarse bajo una modalidad renegatoria: hacer como si nada hubieraocurrido y afirmarse en la convicción de que la vida puede seguir perfectamente bien, igual que antes. Lo que estárenegado en este caso es el acontecimiento amoroso. Alain Badiou es quizá quien lo explica de la mejor manera:“El amor se inicia siempre con un encuentro. Y a este encuentro yo le doy estatuto –de alguna manera metafísico–de acontecimiento, es decir, de algo que no ingresa en la ley inmediata de las cosas”; “El encuentro entre dosdiferencias es un acontecimiento, algo contingente, sorprende. Las sorpresas del amor” (Alain Badiou, NicolásTruong, Elogio del amor, Paidós, 2012). El movimiento renegatorio es un empeño en no dar lugar, porque, comodice Badiou, el acontecimiento como tal no ingresa ni encaja en la ley inmediata de las cosas, es decir en nuestromundo previo. Por eso un encuentroacontecimiento divide el tiempo en un antes y un después. Muchas veces serequiere de gran coraje para asumir los efectos de ese encuentro que altera lo preestablecido, cambia el programacalculado de antemano.

Pero vayamos ahora al “seguro contra todo riesgo”, expresión que también emplea Badiou en esa obra. Muchoshombres, y también mujeres, intentan hacer del amor un lugar de seguridad absoluta, donde el riesgo sea cero.Intentan construirse un modo “seguro” de vincularse que, a los seres atravesados por la sexuación, los proteja dela posibilidad de enamorarse. “¡Tenga el amor sin el riesgo!”, “¡Se puede estar enamorados sin caer en el amor!”“¡Usted puede enamorarse sin sufrir!”, ironiza Badiou. Bien sabemos que el amor riesgo cero es otra cosa queamor.

Veamos un caso: se trata de una relación que pareció funcionar durante años sin ningún compromiso de ambos.Se llamaban semanalmente o quincenalmente, por lo general muy tarde: así no se daba lugar a ningún programasino como si fuera algo espontáneo, que se da cuando se da. El problema se suscitó cuando ella empezó a darsecuenta de que él le importaba. Entonces las cosas cambiaron radicalmente para ambos. Cuando ella advirtió quecomenzaba a involucrarse mucho, le dijo a él que iba a alejarse, y el hombre la dejó ir. El no pudono quiso asumircompromiso alguno con su deseo. Este caso de la clínica es bastante común, y seguramente puede despertardistintas resonancias de situaciones similares. Es muy frecuente en hombres casados, que se vinculan con otramujer “aclarando”, de antemano, que no van a llegar muy lejos en un compromiso, pero después se verifica que larelación llegó muy lejos en el tiempo, en la frecuencia y en la calidad de los encuentros. ¿Cómo se puede decir apriori cómo uno se va a manejar con un amor? ¿Cómo calcular anticipadamente los efectos que va a tener el Otrosobre uno?

¿Qué es una mujer?

¿Qué es, para un hombre, una mujer? En el Seminario “RSI”, Lacan formula la pregunta así: “¿Qué es una mujer,para quien está estorbado por el falo?”. Y contesta: “Es un síntoma”. Sabemos que el síntoma es una formacióndel inconsciente: si una mujer entra a formar parte del inconsciente del hombre, quiere decir que él se ha sentidotocado por ella. Y esto se manifiesta en los que Freud llama retoños de la formación del inconsciente: una mujeres sueño, es acto fallido, es lapsus, es síntoma. El deseo del hombre por esta mujer es más que claro, pero hayque poder admitirlo.

Luego, en el Seminario “El sinthome”, Lacan avanza en la formulación y dice que la mujer es para el hombre susinthome: se ubica así como el nudo que anuda a un hombre. ¡Qué lugar! Aunque es importante precisar que elsinthome, cuarto nudo que hace que lo real, simbólico e imaginario se mantengan juntos, puede adquirir distintosvalores. Por ejemplo en el “caso Schreber” –sobre el que escribió Freud–, el amor a su mujer cumple una funciónde estabilización subjetiva; pero el sinthome es el broche que, a veces como resultado de un análisis, anuda alsujeto cuando ha podido salir de la lógica que sustenta la neurosis. En este último caso se trata del lugar máspreciado que podría tener, para un hombre, una mujer.

Consentir

Consentir, escrito así, conduce a un doble movimiento: por un lado, el consentimiento, en este caso consentir alamor; pero también la decisión de “sentir con”. Si antes hablamos de coraza, ahora se trata del coraje, comoactitud necesaria en un hombre cuando una mujer se vuelve inolvidable. No todos los hombres pueden o quierenconsentir, ya que esto implica un profundo compromiso ético. Ya sabemos que el deseo no es cómodo, cuesta,siempre se requiere pagar por él.

Cuando un hombre se dispone al amor, los efectos de alegría y entusiasmo se manifiestan rápidamente, perocuando puede consentir al amor y deponer sus defensas, los beneficios son mayores, no sólo para él sino paraquien elige caminar a su lado. Estos que ahora son dos diferentes pueden construir juntos un nuevo andar, que noes la sumatoria de uno más otro, sino algo nuevo que surge y se arma entre uno y otro. Uno no es siempre elmismo con cada pareja que tenga, uno es cada vez algo distinto y algo parecido, y abrirse a un nuevo amor esconstruir un nuevo espacio común.

Pero, para que esto sea posible, el hombre debe declinar algo de su interés fálico, es decir: feminizarse.Feminizarse en el amor no equivale a afeminarse. Feminizarse es una posición que al hombre lo enriquece y le

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suma virilidad. Es la decisión de consentir al encuentro con el otro y hacer de ese encuentro una experienciainédita, única. Cuando el amor toca una verdad, su característica principal es la novedad.

Cuando una mujer cree en su hombre y sabe de su dificultad, puede ayudarlo, si él lo permite, a salir de su rigidez,de su armadura defensiva. Ella debe creer en él y él consentir a ella y a lo femenino que ella despierta en él; debedejarse llevar por su amor. Consentir al acontecimiento amoroso, como encuentro siempre contingente, requiereuna posición decidida frente al amor, que deje atrás el modo neurótico de existir.

* Psicoanalista. Autora del libro Caras del goce femenino. Texto extractado del trabajo “Posiciones del hombrefrente al amor”, que puede leerse en www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=2135.

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