SUS HISTORIAS NUESTRA HISTORIA

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Varios Autores Sus Historias Nuestra Historia Ilustre Municipalidad de Villa Alemana

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Libro escrito por adultos mayores de Villa Alemana

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Varios Autores

Sus Historias

NuestraHistoria

Ilustre Municipalidad de Villa Alemana

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Yo, amo a mi comuna

Me es grato, como Alcalde de Villa Alemana, presentar-les este libro, en el cual se escribe la historia de nuestra ciudad, pero una historia desde el testimonio del vecino que creció lleno de sueños o del que llego con sus maletas cargadas de esperanzas.

Y así como nos cuentan de aquellos momentos y costum-bres, que seguramente añoramos todos quienes hemos crecido en esta ciudad, mi llamado es: Ser parte del que-hacer del futuro comunal y, sentir que realmente estamos participando en la construcción de una ciudad diferente, la que nos permitirá sentirnos orgullosos de pertenecer a ella.

Nuestra participación tiene que continuar en el proyecto Villa Alemana – Peña Blanca con una actitud de vínculo y que sea consecuente con nuestras intenciones, haciendo gestos que realmente se note la voluntad de preservar los valores y de promover la fraternidad entre los vecinos

Los Adultos Mayores han dado muestras del compromiso al participar en familia de todas las actividades deportivas, culturales y artísticas que se realizan en Villa Alemana y Peña Blanca, con este ejemplo, hemos permitido dar una visión más amplia a nuestros hijos y nietos, que al calor de nuestros hogares, tendrán la oportunidad de encausarse por el camino correcto de la vida. Debemos ser un espejo para ellos.

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Quiero agradecer a cada uno de los vecinos que se mo-tivo a escribir su testimonio para contarnos sus diferentes aspectos de la convivencia con la ciudad. También quiero mencionar que un adulto mayor Themo Lobos, que sin ser de Villa Alemana creyó en este proyecto, donando la portada de este libro. Quiero agradecer también la parti-cipación de la Empresa Privada que con su desinteresado aporte permitió que este libro salga a la luz pública

Y como dice el proverbio que toda persona será integra si tiene un hijo, si planta un árbol y escribe un libro, ustedes hoy tienen en sus manos el libro escrito por sus coterrá-neos.

Un abrazo

José Sabat M.Alcalde

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PROLOGO

Siempre he contado que “a mí me traían en brazos a Villa Alemana, a pesar que mi madre vivía en Valparaíso. Desde pequeño fui regalón de mi Tía que vivía en una vieja Casona de calle Lastra esquina Yungay en Pobla-ción Dupré.- Allí pasé los mejores días de mi infancia. Éramos considerados los Ricos de la cuadra porque mi Tío tenia Botica en Viña del Mar. A mis amigos, hijos de modestas familias aun los recuerdos con cariño: los Figue-roa, los Carrera, los Villarroel y los Martínez entre ellos, el Ñato, a quien su padre, que vendía leña en una carreta, dejaba a su hijo la misión de armarle rodelas de leña. Yo, para que saliera luego a jugar le ayudaba a hacerlas. Solo escapaba de mis amigos cuando llegaban comien-do sándwich de Ajo. Recuerdo que mi tía me despertaba con un vaso de leche “al pie de la vaca”, traída del establo de la Sra. Juanita que quedaba a una cuadra de la casa. Mi tía tenía cuatro perros que permanecían amarrados en el día y se soltaban en la noche. Los Domingos los sacá-bamos a pasear a un potrero que quedaba frente a la casa donde encontraba pequeñas culebras que me asustaban o matas de Litre que, al rozarme hacían picar mi piel. A veces los llevábamos a bañarse al Tranque Recreo en un viejo auto del año 29.

Eran los comienzos de la década del 40. Un día hubo expectación en la vecindad… Venía en su viaje inau-gural, cubierta de tierra, la Góndola de Don Roberto Smith. Llegaba desde población Prat... y era la primera góndola que hacia su recorrido a las poblaciones de

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SUS HISTORIAS…. NUESTRA HISTORIA

Villa Alemana.- A pesar que la comuna mucho ha progresado, el barrio donde pasé mi niñez se ha mantenido igual con sus ca-lles empolvadas y con sus casas aún más viejas. Para los vecinos seguramente es un hecho negativo... para mí... es un regalo de Dios al permitirme recordar hoy... lo que viví ayer. Esta es, sólo una historia más. Muchas e innumerables encontraran en este libro que recopila las interesantes vi-vencias de quienes hoy lucen con orgullo la denomina-ción de miembros de la tercera edad. Gracias a la inicia-tiva del Alcalde José Sabat y el trabajo realizado por la oficina del Adulto Mayor a cargo de Fernando Gazmuri podremos conocer hechos inéditos, desconocidos re-latados en forma simple y sencilla.. Como si la estuvieran contando a sus nietos en el calor del hogar mientras afuera cae la lluvia Léanlo con atención.- Comprobaran que, bajo las mo-dernas construcciones de ahora existió otro Villa Ale-mana... más campestre, quizás más rústico… pero inol-vidable.

HUGO TERAN VASQUEZ

Comisión Museo de Villa Alemana

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detención. Mientras tanto el maquinista tocaba el pito y la campana porque tenia un horario que cumplir. Por fin, las personas que debían viajar lograron subir con mucho esfuerzo, con la ayuda de muchos otros, porque como no había anden las escaleras del tren eran muy al-tas, lo que dificultaba especialmente a algunas señoras pasadas de peso o con muchos bultos. El tren se puso en marcha por fin y el Señor Joglar prometió a los vecinos que iría a Santiago a solicitar la construcción de la nueva estación de Villa Alemana. Cuando hasta hace pocos años atrás existía la esta-ción antigua, recordábamos que nos sentábamos en los cómodos asientos que existían y pensábamos: ¿Por qué en la estación antigua y ahora en la nueva, no hay siquiera un recuerdo de Don Buenaventura Joglar, pidiendo a las actuales autoridades que puedan suplir este vacío? Ahora, como buenas ciudadanas de Villa Alemana, pedi-mos a Dios que ojalá surjan en nuestra ciudad personas trabajadoras y esforzadas que luchen por la grandeza de la comuna. Ojalá nuestro deseo se haga un homenaje al fundador y nuestra oración al Altísimo sea escuchada por el bien de Villa Alemana.

REMEMBRANZAS DE TRES AMIGAS

María Ahumada, Alicia Bustos, Emilia Schiller

Somos tres amigas con una larga amistad que sur-gió desde la escuela primaria hasta hoy: Alicia, Emilia y María, nuestras familias están identificadas con Villa Alemana. En las tardes nos juntamos a recordar y, al recibir la invi-tación para participar en el concurso sobre la historia de Villa Alemana, nos envalentonamos e hicimos el deseo de entregar nuestro granito de arena. En un momento de reunión, empezamos a imagi-narnos a Don Buenaventura Joglar corriendo con una ban-dera, que el mismo había fabricado para tratar de detener el tren que venia de Santiago o de Valparaíso, porque la Estación de Villa Alemana no existía. Nos reíamos al ver que unos empleados de Don Buena-ventura que empujaba una casita con ruedas y la gente que corría detrás para ver donde el tren lograba dete-nerse. El primero que bajo fue el conductor Sr. Arratia, alegan-do que eso no era una estación y que deberían ir a Pe-ñablanca. Con infinita paciencia el Seños Joglar trataba de calmar al conductor Arratia quien se hizo tan famoso, que el tren de la tarde que venia de Santiago, la gente lo llamaba “El Arratia”. La discusión termino cuando el fundador de Villa Ale-mana se comprometió a pagar de su propio bolsillo el número de pasajes necesarios que justificaba la

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En el fundo de los Cartoni llamado “La Flor del Sauce” había un buen camino, lástima que estaba cerrado por dos inmensas puertas con candado y un tupido cierre de espino a orillas del estero, no permitían el paso de quie-nes vivíamos en Las Vegas, algunos trabajadores al verse aislados improvisaron una pasada a través del fundo, pero los dueños lo volvían a cerrar nuevamente, tratamos de hablar para que nos dieran permiso pero se negaron, in-cluso doña Vicenta, una dama antigua, mandó al cuidador con escopeta en mano para ahuyentarnos; pues según suponía le íbamos a robar la uva, hay que considerar que este fruto no se da en invierno. Pero el tiempo que todo lo cura, permitió que nos conociera y se le ablandó el co-razón permitiéndonos utilizar una pasadita; con el tiempo le compraríamos la leche y las verduras frescas. He cumplido 45 años en Las Vegas Bajas son muchas las experiencias que he vivido desde que llegué a Vi-lla Alemana, otro terremoto, grandes temporales que se nos volaron algunos techos, pero siempre con la ayuda de Dios y con el esfuerzo de nosotros, seguimos adelante, construyendo nuestras casitas o reparándolas.

MI LLEGADA A VILLA ALEMANA

Elba Galassi Donoso

Después del terremoto de 1965, cuando corría el mes de junio, llegue a Villa Alemana a colonizar lo que se cono-ce como la población Las Vegas Llegamos en la camioneta de mi padre, a quien se le ocu-rrió traer un tarro de 40 litros con agua, acción que tomó importancia con el tiempo, porque después fue tarea ha-bitual tener que acarrear el agua cargada en mis hombros, me ponía a lo largo de mis brazos un yugo que consistía en un palo, alambre y dos tarros mantequeros con aproxi-madamente 15 o 20 litros cada uno, tenía que recorrer 4 o 5 cuadras desde la vertiente ubicada a los pie del cerro y el sitio donde estaba mi casa, no había camino todavía, salvo los principales trazados que hacía con su arado don Emilio Gonzalez, producto de este esfuerzo nos veíamos en la necesidad de cuidar el agua para que nos durara al menos durante dos días. Era y es un lugar muy hermoso todo pintado por la natu-raleza de verde a los costados de nuestras casas habían dos fundos el de los Cartoni y el de los Toledo al fondo estaban el fundo de los Rodríguez, rodeado de viñedos y un maravilloso bosque en las noches de luna llena En aquella época todavía no existía ninguna po-blación como las que hoy conocemos, para llegar a Las Vegas, teníamos que atravesar el estero a través de dos troncos de eucaliptos improvisados, los que cuando llovía 2 o 3 días eran llevados por el torrente y nos quedábamos aislados.

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de vez en cuando, por esto me demoraba casi una hora en llegar a mi escuela y a la salida nos peleábamos con los alumnos del colegio Alemán. Al tiempo me cambiaron de escuela y me inscribieron en escuela Huanhuali, la cual en cuanto al infraestructura era una casa muy precaria que fue facilitada por un vecino y teníamos solo una profesora llamada Ernestina Bañados, mis pri-meros compañeros en esa escuela fueron “ el chico Oli-va”, Patricio Morí, Ana María, Rogelio Muñoz, Carlos Larena y así otros mas que en conjunto éramos los chicos del barrio. Con doce años mis padres me mandaban a comprar al centro de Villa Alemana, en donde yo me entusiasmaba en las fuentes de soda que se encontraban allí, estas fuentes de soda se llamaba “La Eva” y “ La Pompeya “, y me gastaba el dinero de las compras en los “ wurtlizer” de esa época, una vez que llegaba a la casa mis padres estaban muy enojados y me tocaba recibir sus retos, pero era un enojo mas bien pasajero. Recuerdo el día en que mi padre me llevo por primera vez en tren hasta la ciudad de Santiago, me llamaba todo mucho la atención como el ver a la gente vendiendo bebidas “Bilz” en el tren, había mucha gente que viajaba con muchas cosas, como con gallinas, huevos, conejos, etc.

Otro de los buenos recuerdos fue cuando iba a ver pelí-culas mexicanas al “Teatro Pompeya” y si la película se demoraba mucho en empezar todos gritábamos ¡Ya po cojo! Durante los catorce años sufría para que me dieran permi-so para ir a fiestas de los “Malones” la cual comenzaban

ESTA ES MI HISTORIA EN VILLA ALEMANA

Isabel Mesina Navarro

En el año 1948, nací en Valparaíso en un famoso hospi-tal llamado en ese entonces “Hospital Enrique Deforme” pasé mis primeros dos años en el “cerro Polanco” donde Vivian mis padres y fue a esta edad entonces cuando deci-dieron comprar un terreno en Villa Alemana, en el sector de Huanhuali ( que hoy se llama Roció – Huanhuali). A la edad de siete años me pude dar cuenta en el entorno en el que vivía, era todo cerro, todo verde, había muy pocas casas. Los vecinos de esos tiempos eran muy buenas per-sonas, muchos criaban gallinas, chanchos, caballos, etc. Recuerdo que pasaba el “motero”, quien era un per-sonaje muy famoso de esos tiempos que vendía mote ca-lentito, a eso de las 21:00 hrs., pasaba en una bicicleta y se escachaba su particular canto “¡motemeyy. Calentito el motemeyy!, en ese momento salía corriendo con un jarrito de porcelana a comprarle. Nos alumbrábamos solo con la luz de la luna ya que no había luz eléctrica en ese tiempo. Otro de los recuerdos es el pan amasado que vendía la familia Pacheco, que vivía a la “loma “aledaña. El pan era riquísimo, para su cocción se usaba fuego con bastante leña y esto le daba ese sabor tan característico, como olvidar a la señora Dolores, a quien le conocía como la “lolito de las vacas”, ella vendía la leche de vaca, su familia es una de las pioneras de calle Araya.

A los diez años mis padres me mandaban a la es-cuela 109, que estaba ubicada en calle Victoria, no había locomoción y solo teníamos una “góndola” que pasaba

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desde las 18:00 a las 00:00, ¡que tiempos aquellos!, un año mas tarde comienza el tema del pololeo, el cual en un principio era solo de miradas, saludos con recados, en general era todo a distancia. Las fiestas de esa época se realizaban en el centro de Villa Alemana con reinados, premios, todo muy sano, todos los habitantes se conocían ya que éramos muy pocos en esos tiempos. Existía el mercado de la ciudad, una botica “Don Nachito” y una carnicería de la familia López ubicada en la esquina de Avenida Valparaíso con Paseo Latorre, en dichos lugares todos iban de compras. Pasó mucho tiempo, me case y tuve cuatro hermosos hi-jos, la mayor nació en esta fantástica ciudad. Al tiempo la vida se complicó mucho para mi, me separé, tuve que estar a cargo de una sobrina con sus dos hijos y además salir adelante con los míos. Luego de esto se comenzaron a construir las pri-meras poblaciones aledañas a nuestro sector, primero fue la población de carabineros, luego la población de chilectra y así otra nueva población, quedando nues-tro sector en un “punto negro”, es por esto que en el año 1996, con el objetivo de urbanizar nuestro sector y me-jorar la calidad de vida de todos nuestros vecinos, nos juntamos a trabajar con un grupo de personas. Hoy en día nuestro sector se encuentra con todas las ca-lles pavimentadas gracias a la ayuda de los distintos Alcaldes y funcionarios de la Ilustre Municipalidad de Villa Alemana. En estos momentos tengo 62 años de edad y me encuen-tro disfrutando de mis nietos, además de participar en el

Club de Adulto Mayor “ Esperanza y Vida”, me encuentro muy feliz de haber crecido en esta ciudad y muy orgullosa de haber hecho lo que hice por este sector. Villa Alemana es la única ciudad en el mundo que lleva este nombre.

VILLA ALEMANA, CIUDAD DE LA

ETERNA JUVENTUD

Yanina del Canto Balbontin

Reminiscencias de mi juventud, hoy que pertenezco a lo que llaman el Adulto Mayor, miro la actual ciudad de Vi-lla Alemana atrás y la comparo con la de hace 50 años atrás y realmente que hay un cambio espectacular. En aquella época era un pueblito alegre, llegué el año 1956 a la calle San Martín 446, recuerdo que el frente de mi casa había una cancha de futbol, los encargados de regar, demarcar con tiza y poner los arcos era una fami-lia Cádiz; esta lo hacían todas las semanas y se juntaban cualquier cantidad de gente a mirar los partidos. Existía ya el Restaurante El Sin Rival, donde festeja-ban los que ganaban y aplacaban su desazón los que per-dían, aquí también iban los caballeros a conversar y jugar al cacho, donde incluyo a mi padre que era funcionario de Investigaciones, se llamaba René y le decían el conejo, por tener diez hijos. Los lolos de esa época teníamos pocas entretenciones, una de ellas era ir los fines de semana a bailar a la Residencial

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Fersen en la calle Latorre y el horario era…… ¡muéranse! de 18:00 a 21:00 horas ¡igual que ahora!.

También estaba el Teatro Pompeya que daba funcio-nes matinée, vermut y noche, al lado del teatro estaba el Club Bertone, lo recuerdo porque allí se celebraba cada año el cumpleaños de Villa Alemana con carros alegóri-cos y todo, elegían reina y una de las primeras fue mi her-mana Iris del Canto, incluso nuestro carro sacó el primer premio, este imitaba un molino de viento, elemento tan común aquí en ese tiempo, uno de los grandes aconteci-mientos para los jóvenes de aquella época fue la venida de los Ramblers, yo estuve en primera fila por que era fanática de su vocalista Germán Casas, empezaba a estar de moda el Rock and Roll, la verdad es que lo pasábamos bien en forma muy sana. Las calles de ese tiempo no estaban todas pavimentadas y el alcalde de entonces Don Italo Composto, quien per-sonalmente salía con una maquina aplanando calles lo hacia como lo más normal, los lolos cuando veían esto decían, ¡mira¡ ahí viene la motoneta del alcalde y creo que el fue quien acuño la frase ….Villa Alemana ciudad de la Eterna Juventud. Ahora miro y veo la enorme can-tidad de población por ejemplo donde está la pobla-ción Empart, era una gran quinta con su típico molino de Viento, éramos tan poco que todos nos conocíamos, los negocios eran únicos, estaba la botillería de Don Narci-so Barban en la calle Valparaíso y en la esquina de San Martín estaba, el clásico almacén de la época cuyo dueño era Don Gerónimo Costaguta, la gente hacia el pedido y se lo llevaban a su casa en la esquina del paseo estaba la carnicería de los López alrededor de estos negocios se movían personajes muy típicos que hacían cualquier pre-gunta pa tener pal pencazo, llevaban paquetes, cargaban,

barrían, etc., recuerdo al Cototo, al Can Can, el Nene, un tonto como dos metros, el zapallo y la loca María, todos ellos eran mirados con cierta simpatía por la gente porque eran personajes del entorno que servían y a lo más eran curaditos simpáticos. Haciendo una comparación entre Villa Alemana del ayer y de hoy ¡no se¡ la tranquilidad de aquella época hoy no existe, pero hoy llego la modernidad lo que nos da mas comodidades. Me gusta haber visto crecer a Villa Alemana de pueblo a ciudad y la verdad, que no creo que todo tiempo pasado fue mejor, creo que todo tiempo es bueno cuando uno lo hace bueno. Hoy a pesar de mis años sigo siendo feliz por mis hijos, mis logros y porque creo tuve el privilegio de haber conocido las dos caras de Villa Alemana, la de ayer y la de hoy.

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que se requería para que un tren expreso se detuviera allí. Para viajar a la capital había que embarcarse en la esta-ción de ferrocarriles de Viña del Mar. Cuando éramos niños, gracias a la gentil y cariñosa invitación de una tía, nuestros paseos a Santiago fueron en tren expreso en primera clase (habían tres clases). Los carros tenían sillo-nes de cuero y vitrales, en la parte superior de las ventanillas y siempre había el característico “olor a tren que le daban los sillones de cuero. En ese entonces los automotores eran muy sobrios de dos colores sin anuncios de Coca-Cola y otras propagandas, llega-ban hasta Quillota y los trenes, ordinarios y expresos hasta Santiago, estación Mapocho. La estación de Villa Alemana, tenía una pequeña torre alta con su nombre pintado muy clarito y en grandes le-tras, y también tenía una pequeña área verde con asientos que le daban el aspecto de plaza sin serlo, en las tardes de verano había música con dedicatorias. En el kiosco se compraban dulces, diarios, revistas y frente a la estación de ferrocarril (lado norte) estaba la panadería y pastele-ría “ La Selecta”, lugar obligado para las visitas que compraban empanadas y pasteles (no helados) para llevar “ alguna cosita” a las casas que visitaban. Cuando niños y pre-adolescentes no teníamos bici-cletas propias, tampoco auto, todo se hacía a pie ya sea al “centro”, a las compras, a la estación y a la iglesia “San Nicolás de Bari” situada casi al límite de Peñablanca. Los domingos nuestro padre nos arrendaba bicicle-tas por una hora y era un suplicio pensar que los minutos corrían tan rápido y se acababa el placer de andar en bi-cicleta. Han pasado muchos años desde que dejé Villa Alemana y por razones nostálgicas a veces llegamos con

ENTRE TRENES Y RECUERDOS DESDE CANADA

Eliana Jeria Ibarra

Llegamos desde Valparaíso a Villa Alemana el año mil no-vecientos cuarenta y ocho, nuestra primera casa estaba en la esquina de Aranda y Berlín, paralela a la línea férrea El tren es un importante tema (recurrente) en mis memo-rias como también sus molinos de viento. El tren con su ruido interminable era entretenido para nosotros, niños de cinco a doce años de edad. La imagen de nuestro padre haciéndonos señas desde el tren cuando viajaba a Valpa-raíso a su trabajo está muy clara en mi mente, también las visitas del día domingo que venían a Villa Alemana a tomar buen aire y a comprar uva en las numerosas viñas cercanas a nuestra casa. Viviendo varios años en Villa Alemana nunca conocí a nadie que hablara alemán, aparte de algunos pro-fesores del colegio Alemán que funcionaba en aquellos años y muchos me preguntaron porque se llamaba Villa Alemana, Villa Alemana fue fundada el año 1896 por inmi-grantes alemanes e italianos y su razón de existir fue la construcción de la línea férrea que fue el comienzo del desarrollo de los trenes chilenos. Las calles de Villa Ale-mana tienen nombres de ciudades europeas como Ber-lín, Madrid, Roma, y otras ciudades de América como Buenos Aires y Santiago. El tren expreso a Santiago en los años cincuenta no se detenía en la estación de Villa Alemana. Se decía que la razón era que la ciudad no tenía la cantidad de habitantes

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mi familia hasta la nueva estación subiendo y bajando escalas y cruzando por pasos bajo nivel.

“ Viña Miraflores “ se llamaba una viña ubicada en Peña Blanca, perteneciente al ciudadano italiano Nicanor Ramón Lombardi, que posteriormente fue comprada por don Buenaventura Juglar, para crear

lo que hoy conocemos como Villa Alemana.

CUENTA REGRESIVA

Virginia Miranda Martín

¡Oye tu, ni lo pienses!, ni se arregle tanto la señorita, no hay permiso…….uno se saca la mugre pa pagarle colegio particular y la linda ni siquiera puede sacarse notas decen-tes……esa es la voz de mi mamita, aún me suena enojada y hace tanto tiempo, no le salí buena para el colegio, yo avergonzada pero no mucho, había soñado toda la semana con esas cosas que entusiasman tanto las hormonas adolescentes………….mes de marzo ………..fíjate …….marzo y no he conseguido nada, no logro co-nocer ese cabro flaco y desgarbado de grandes, muy grandes ojos Verdi azules, del colegio Patmos, yo trans-parente. Por supuesto que ni siquiera escuche……..no si la es-cuche……..y muy bien solo que esta señorita tenía otras prioridades. Sweater blanco, falda plisada gris de príncipe de Gales, mocasines, medias y máscara de pestañas de esa que venía en una cajita plana y se rascaba con un cepillo con agua,

y funcionaba, mi hermana me prestó su colgante de ágata …………ah y mis lentes de flacuchenta miope………no, no los llevo total una vez que le saque la vuelta no me va hacer mas ciega, ¿cierto?. ¡Pucha no me puedo escapar! La vieja copuchenta de al lado esta regando, me va a acusar, o por lo menos saludar en voz alta y eso, es lo mismo, yo necesito ser invisible. Pilar espérame please voy …voy ella tenía su propio pio-lín que mirar, le decían así por razones obvias ….y yo espero que estén en calle Latorre todos nuestros objeti-vos visuales, amiguita mía, el cuento es pasearse y parar a conversar con los mismos que viajábamos a diario en el cuarto carro del tren de las 07:15 A.M. solo que sin uniforme, mas de uno jugaba a comprar cigarrillos, o se pololeaba en la función del Teatro Pompeya, ya en esos tiempo como anécdota les cuento que tenía ratones. Bueno para escaparme de casa abro la ventana de mi dor-mitorio lista para el gran escape, pero me doy cuenta que mi vecinita linda y querida sigue regando, mientras ladran Troley, Máscara, Petisita, no ladren por fin………OH ayu-da divina, aproveche que se fue la luz y me digo ¡aquí voy calle Latorre, espérame y tu también querida amiga Pilar …………..sola la cosa no funciona………..al menos para mí. Salgo por la ventana, y voy sigilosa hacia el por-tón…………cerrado……… y muy alto, esto esta difícil pero no imposible……….. ¡ Luz mantente ausente ¡ La puerta donde riega mi vecinita………… sirve, no se ve mucho, pasó sobre la reja, ¡bien! Solo mis medias corrían el riesgo de desgarrarse………..casi no me importaba total de noche todos los gatos son negros…corro

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por Madrid……luego por Progreso……. y al fin veo a mi amiga Pilar que esperaba impaciente a la altura de la ca-lle Santiago. Por fin hola Pili, llegué……….hola ¿Qué te paso?........ ………….Ajjjjjjjjjj mi papa pinto la reja. 20 centavos costaba el metro de terreno cuando Don Buenaventura Joglar tuvo la idea de comprar tierras y formar una aldea la cual nombró Villa Alemana, al ser alemanes los primeros interesados en

comprar los sitios.

MI VIDA EN VILLA ALEMANAJuan Humbero Nispel Moraguez

Casa de acogida adulto mayor

Llegamos a Villa Alemana, hace 30 años desde Viña del Mar, el Arzobispado compró las casas que habían cons-truidos para funcionarios de la Armada y esta fue la prime-ra Villa que existió. No fuimos bien recibidos por los habitantes que existían en ese entonces, nos tenían bronca. Después con el tiem-po se construyeron nuevas Villas. El dueño de los terrenos era don Buenaventura Joglar, cuando se parcelaron y como habían mucho descendien-tes de alemanes, se le otorgó a esta ciudad el nombre de Villa Alemana era una zona de grandes viñedos y la gente adinerada compraba parcela para venir a pa-sar sus vacaciones. Comerciantes de otros lugares, no existían los Supermecados, había un Super Market en

el Centro de Villa Alemana.Mi esposa murió de una enfermedad al pulmón y la aten-dieron en el Sanatorio de Peñablanca donado por la fami-lia Edwards. La casa que estábamos comprando, quedó cancelada por el seguro de Degravamen que tenía-mos al fallecer mi esposa. Hace 6 años que estoy asistiendo a la Casa de Aco-gida, tengo de recuerdos un diploma de honor por ser el mejor compañero y más cooperador También fui Rey de la Fiesta de la Primavera y se me otor-gó otro Diploma con el Alcalde de ese entonces. En Quebrada Escobares había a comienzo del siglo XX, un cemente-rio que sirvió para enterrar a las víctimas de una pandemia que asoló

la región.

En la actualidad es recordado por los lugareños como: El Cementerio de los Apestados.

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Cuando me casé, decidimos con mi esposo vivir en Vi-lla Alemana, compramos una casita y vivimos muy felices con mis seis hijos, tres varones y tres mujercitas, las cuales se casaron con villalemaninos, es por eso que quie-ro a esta ciudad. En 1926 Don Domingo Composto encargó a los arquitectos Aquiles Landoff (chileno) y Renato Schiavon (italiano) la construcción del

Teatro Pompeya.

NOSTALGIA DE VILLA ALEMANA

María Teresa Corona Solari

Siendo yo una niña de doce a trece años visitábamos con mis padres y hermanos menores a sus compadres de Villa Alemana, siendo yo la mayor que cuidaba a mis hermanos menores al igual que mi amiga Alicia. En los años 50, las micros transitaban por un camino ru-ral de tierra por el lado izquierda de la línea férrea, Nos gustaba mucho mas viajar en tren hasta la estación Be-llavista de puerto de Valparaíso, era mucho más entrete-nido viajar mirando la naturaleza, la velocidad como era lenta se podía apreciar las casitas, sus campos sembrados de parronales y los famosos molinos de agua, girando al compás del viento. Sus flores de todos colores, los sauces llorones, para mi todo el paisaje era precioso, alrededor de las líneas del tren, los famosos dedales de oro de color amarillo. Con mi amiga Alicia llevába-mos a nuestros hermanos chicos al Teatro Pompeya a la hora de la matiné. Ya más adolescente pasaba mis vacaciones de prima-vera y verano, recuerdo que en el calle Latorre se celebra-ba la Fiesta de la Primavera, en ella se tocaba música, bailábamos con las chiquillas, se dedicaban canciones románticas, boleros sonaban, tales como Leo Marini y Lucho Gatica. Jugábamos tirándonos challas y serpenti-nas igual que una magna fiesta inolvidable. Nadie se faltaba el respeto y nada de garabatos, todo en clima de amistad. La fiesta terminaba, llegábamos con el permiso de los mayores a las doce de la noche, sin ningún peligro.

CUANDO TODOS ERAMOS IGUALES

Ricardo Gazmuri Méndez

Creo que nuestra generación, los que ya estamos en los sesenta o más, tenemos quizás muchas cosas que contar, muchas anécdotas, con sabores y sinsabores de nuestro querido Villa Alemana, ya que somos los hijos de los in-mensos cambios que vivió la humanidad en esos años… ya en lo político, en lo social en lo económico, en lo reli-gioso, en lo cultural, etc., etc… ¿Quién no se acuerda de aquellos personajes que caracterizaron nuestras vidas y que forman parte de nuestro diario vivir? ¿Quién no se acuerda como el personaje número uno a don Ítalo Com-posto, Alcalde de todos los villa-alemaninos? ¡Cuántas anécdotas podremos contar a su costa…! Recuerdo que éramos un grupo que pertenecía a la pa-rroquia san Felipe Neri, recién creada y formamos parte de un Club de Teatro… y en una ocasión (como muchas) necesitábamos juntar dinero… y no se nos ocurrió nada

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mejor que secuestrar al entonces Alcalde don Ítalo…. Le estudiamos el trayecto durante algunos días, de su casa al municipio… Nos coludimos con don Luis Ti-rado, que administraba la residencial Fersen, preparamos un refrigerio para que cuando negociáramos el monto a cobrar por la liberación, se atendiera como merecía el secuestrado… en fin, todo listo y manos a la obra… Un grupo subió al Alcalde a un vehículo, con cierta resis-tencia, pero sin violencia, pues a medida que se ejecutaba el acto se le explicaba de lo que se trataba y así evitar cualquier mal entendido… Se le llevó a la residencial, se le empezó a atender… y vino lo peor… cualquier moti-vo no justificaba que lo liberáramos así como así… pero resulto que el sr Composto justo en el momento del se-cuestro se dirigía a un funeral (no recuerdo de quien era) pero que él, por su condición de jefe comunal no podía dejar de ir… Se nos aguó el acto, le pedimos las disculpas correspondientes…. ‘el como siempre con su buen humor nos disculpó y se comprometió que para un posible futuro secuestro nos iba a cooperar…. Éramos una generación para nada individualista, en que los famosos de la ciudad eran famosos sin diferencias sociales o económicas… eran tan famosos don Ita-lo, el señor Perocarpi, don Narciso Barban, don Nacho López, el señor Costaguta, el señor Toso, don Sady Joui, Luis Muñoz Vega, Hugo Terán con la radio en la plaza, así como el nene, el Guagua, el Zapallo, el Dean Martin, etc. Etc. Etc…Somos la generación de la cultura revolucionaria… de la poesía, del arte, grande Esther Valencia con tus pinturas, grande Pedro Mardones con tu poesía, grande Georgina Barudy con tu librería que nos acogiste sin condicio-nes… y tú Alberto Fuenzalida con tus talleres fotográficos

y tus repuestos de bicicletas y tantos otros que por espacio y tiempo no pueden aparecer pero que existen en nuestro recuerdo y añoranza.

Algunos de nuestra generación serán hoy profe-sionales exitosos… otros nos alcanzó apenas para me-dio pelo… otros quizás pasamos desapercibidos, pero una cosa es cierta… al evocar los recuerdos, nuestra generación se confunde en un solo todo… y en ese todo, todos nos transformamos en iguales Un tren fue popularmente conocido como “Arratia”, en honor a su conductor don Basilio Arratia, llamado así por la gente debido a su puntualidad. La estación de Peña Blanca fue su meta, partida y

control a su exactitud.

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palmeras y molinos por cientos, era maravilloso escuchar el canto de las aves que al son del viento y el ruido de los molinos con los que se sacaba agua para el regadío de las viñas y la agricultura. Ahí formamos nuestra familia, mi viejito construyó la casa poco a poco mientras con su guitarra hecha por el mis-mo cantaba al amor con los tangos de Gardel, siendo el centro de atención en fiestas y reuniones de antaño, muy amigo de las autoridades de esos tiempos, aún guardo un cassete donde canta y Jacinta (mi prima) recita una poesía súper vieja. Fui una de las primeras en inscribirme en el Banco del Estado, que en ese tiempo estaba ubicado a una cuadra donde está ahora. Solo tenía un jefe, dos empleados y un mozo que atendía a sus compañeros y clientes. Uno de ellos tenía un amigo en común con nosotros, un capitán de barco que fue quien nos vendió el terreno, lamen-tablemente murió de una infección en el pulmón en el antiguo hospital donde luego se ubicó la municipalidad en Peñablanca. Tuve nueve hijas y 3 hijos, uno “Pepito”, le dio una peste falleciendo al poco tiempo de nacer (Gladíe, Nelly, Beni-ta, Carmen, Norma, Máximo, Ana, Alex, Viviana y Susa-na la más pequeña de mis hijas) Mi viejito siempre me llevaba a ver las obras de teatro que se hacían en el Teatro Pompeya, muy pocas veces fuimos a ver películas, eso lo hacían mis hijas que con sus amigos contaban asombradas por la tecnología de esos años. Hoy tengo más de 30 nietos y bisnietos, con 92 años he

UNA QUILLOTANA QUE SE ENAMORO DE VILLA ALEMANA

Elvira de las Mercedez Caneo Fernandez

Nací en Quillota el 18 de junio de 1919 aproxi-madamente, ya que en aquellos años primero uno nacía y luego de unos días se inscribía en los registros municipa-les. Mi madre María Fernández nos dejó a mí y mis tres hermanos Manuel, Juan y Horacio cuando era una niña, heredándonos un pequeño y rústico restaurante ubicado muy cerca del centro de la ciudad. Mi padre Jesús Manuel Caneo falleció al poco tiempo que nací, el único recuerdo que tengo de él es una foto con mi mamá por allá en el año 30. Tuve que hacerme cargo del restaurant ya que mis herma-nos al poco tiempo dejaron de trabajar ahí porque no les gustaba. Fue ahí cuando conocí a mi viejito, venía desde Ol-mué donde trabajaba la tierra y otros oficios del campo, un día se me acercó y con su hermosa y elegante voz me dijo “Me gustaría casarme con usted, porque es tan trabajadora” donde respondí “yo solo pienso en trabajar en nada más”, “hay tan egoísta que es usted” y desde ese momento nunca más nos separamos. “No sé como caí en los brazos de mi viejo”. Vendimos el restaurant y compramos un terreno que nos costó 15 mil pesos en el sector sur donde está el paradero 8 de Villa Alemana, solo era cerro desde la calle Huan-hualí hacia Belloto con árboles nativos y un hermoso paisaje natural que aún se puede ver en los cerros de la comuna. Hacia el norte habían grandes quintas con

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visto como Villa Alemana ha crecido y ha perdido tan-tas fiestas que se hacían antiguamente, “la fiesta de la primavera” donde se elegía a la reina de la ciudad con carros alegóricos y se disfrutaba sanamente del carna-val, “la celebración del día de la raza”, “las fiestas patrias” en Quebrada Escobares donde se celebraba durante una semana, y tantas otras que no recuerdo. A pesar que la ciudad ha crecido enormemente pienso que aún este hermoso Villa Alemana con un clima envi-diable aún no pierde ese aroma a pueblo típico y ojala no lo pierda nunca.

La movilización pública se limitaba al recorrido de una “góndola” que circulaba dos veces al día, por lo que con frecuencia debíamos recurrir a taxis. Nosotras usá-bamos los servicios de los señores Aycinena y Rodolfo Galleguillo, este último sería más tarde regidor y Alcalde de la Comuna. El trabajo que desarrollaba en Valparaíso exigía mi trasla-do temprano, para eso debía tomar el tren de 7,30 AM. El trayecto desde mi casa en “La Llapa Verde” era muy frío en invierno y lleno de aromas en primavera y verano: manzanilla, flor de la pluma, aromos y eucaliptus. El ca-minar debía ser ágil y el tranco firme así es que me des-plazaba usando alpargatas hasta llegar a calle Maturana donde se iniciaba el pavimento. Era allí donde procedía a calzar mis tacos altos. Siguiendo el recorrido, la Plaza de la Estación guarda-ba cierto encanto para los jóvenes, en ella se desarrollaba, durante la época de estío entretenidas competencias de baile: vals, tango, y boleros, premiándose a los más destacados. Un par de años después fuimos a residir a una casa en ca-lle Willianson a pasos de la Parroquia San Nicolás de Bari. Allí contraje matrimonio en 1950 con Sergio Ganda-rillas Robles residente también de la ciudad. En esa opor-tunidad recuerdo que dada la cercanía de mi casa con la Parroquia debimos dar varias vueltas en el auto para no llegar antes que los invitados a la fiesta. En el año 1955 mi marido y yo compramos una casa en el número 478 de la calle Madrid en el barrio norte de la ciudad.Era éste barrio de casa – quintas junto a la Población

RECORDANDO

Amapola Castella Vida de Gandarillas

El año 1944 con 18 años de edad, tras el falleci-miento de mi padre, problemas de salud y procedentes de Valparaíso, mi madre, mis dos hermanas y yo, nos trasladamos a vivir a esta comuna. El lugar escogido: Población Prat. Nos esperaba una hermosa casa – quin-ta rodeada de flores, árboles frutales y un alto molino de viento. El lugar era conocido como “La Llapa Verde” porque según cuentan, los comerciantes entregaban a sus clientes por compras vales de color verde que les permi-tía juntar puntos para recibir terrenos. En ese entonces el sector no contaba con energía eléctrica, sólo unas pocas casas disponían de ella gracias a motores a bencina y mo-linos, entre ellas la nuestra y según recuerdo, la de un criadero de aves de la familia Deaulofeu.

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Longhi donde numerosas familias jóvenes iniciaban sus vidas. Contaba con una pequeña plaza y un kiosko, una fuente y juegos infantiles. Ahí se juntaban niños pequeños, otros en sus bicicletas y a veces una larga fila de jóvenes en patines tomados por la cintura hacían su paseo asidos a la parte posterior de un bus Sol del Pacifico, línea que inauguraba recorrido por el sector. A mi memoria viene el recuerdo de algunos vecinos o cer-canos: la familia Cartoni, Norero, Labrin, Groetaers, Gonzalez, Carbone, Wittig, Manubens, Fortune, Maldo-nado, Gac, Rumié, Procelle, Cotroneo, Delahorra, Ga-lleguillos, Luis Muñoz, Erazo, Zambrano, en fin. Como decía, la casa nos pareció perfecta para noso-tros y nuestra numerosa familia, con un jardín amplio con rosales, una bonita glorieta, una tinaja y en el terreno que la rodeaba parras, almendros, membrillos, lilas, laurel, una frondosa higuera, un hermoso sauce que más tarde sería la delicia de nuestros 7 hijos, familiares y amigos. Bajo este sauce o bajo el parrón, que más tarde crecería compartimos almuerzos, las tardes o las cálidas noches de verano villalemaninas. Poco a poco fuimos agregando árboles frutales, un naranjo, limonero, damascos, paltos y sembramos un pequeño huerto. Emocionados estuvimos cuando el entonces Padre y des-pués Obispo Carlos Camus nos la bendijo. Aquí también tuvimos el honor de recibir al Presidente Eduardo Frei Montalva, amigo personal de mi esposo. En ella crecieron mis hijos, he visto revolotear a mis nietos entre la manzanilla, encaramados en los troncos, co-lumpios o bicicletas y han transcurrido los momentos más significativos de mi vida, hoy a mis 84 años de edad estoy

viendo llegar felices “a casa de su abuela Amapola” a mis bisnietos como el mayor de los regalos. Acá en Villa Alemana en la ciudad donde “la juventud no teme a la vejez porque la vejez vive en permanente juventud” “quiero seguir viviendo”…

El Escudo de Villa Alemana fue confeccionado por Don Renato Schiavon.

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la pelota con la mano. Otro punto de reunión era como no, el teatro Pompe-ya, con sus miércoles populares donde abundaban las películas mejicanas. Las colas para la galería, doblaban la esquina de la calle Santiago. Los más chiporros, partíamos a la matinée del domingo y vibrábamos con las series de Dick Tracy o El Zorro. El peor castigo que podíamos sufrir, era que a causa de una mala nota, no nos dieran plata para ir. El domingo anterior, quedamos en que el jovencito estaba a punto de ser colgado por los bandi-dos. Por esa maldita nota en matemática, nos perdíamos el desenlace. También era entretenido los programas dobles, que se da-ban en forma simultánea con el teatro Carrera de Quilpué. El “Pompeya” partía con la película “A” y el “Carrera” con la “B”. Ahí el hombre clave era el Chuma León, quien en la parrilla de su “Vespa”, debía ir trasladando a Quil-pue el saco con los rollos terminados de la película “A” y trayendo los de la película “B”. Si el Chuma se atrasaba de vuelta con los rollos, debía interrumpirse la función y afloraban las patadas en el suelo y los típicos insultos para el pobre “cojo”, que no tenía la culpa de la situación. Ahí subía don Italo Composto, quien con un par de gritos, lo-graba controlar a los insubordinados de la “galucha”. Villa Alemana, en aquellos años, igual que ahora, era una ciudad dormitorio. Mucha gente que viajaba a trabajar a Valparaíso, venía a almorzar a su casa. Para esos efectos, corría un tren tipo expreso, el llamado” Tren de los ham-brientos” que llegaba a la ciudad a las 12:35 y regresaba a las 13:40. La gente recogía sus bicicletas que guarda-ba en un lugar especial acondicionado, a un costado del kiosco de la estación y partían raudamente a almorzar.

VILLA ALEMANA EN LOS AÑOS “50”

Andrew Guerra Cambell

En aquellos años la población de Villa Alemana tenía al-rededor de 60.000 Habitantes principal característica era tranquilidad y la casi nula existencia de delitos..A ma-nera de ejemplo, les cuento que en una oportunidad fui en mi bicicleta a comprar al Emporio “Unión” ubicado en Maturana con Valparaíso .Luego regrese a mi casa cerca del estadio. Como a las tres horas me acorde que se me había quedado la bicicleta en la puerta de negocio. Corrí, pensando que ya la había perdido. Sin embargo, ahí esta-ba, tal como la había dejado. Esa misma pasividad, hacia que los quince cara-bineros que componían la dotación de la entonces Tenencia, tuvieran una labor sin grandes problemas. Eran vitalicios no se les trasladaba como ahora, Pasaban a ser parte de la familia villaalemanina . Recuerdo al sargento Quiroz con sus ciento y tantos kilos, al sim-pático cabo Rubio, presidente del club de boxeo al cabo Palta, el mas fregado, otro al que nunca supimos su ape-llido pero al cual cariñosamente le llamaban Manutara, porque tenia pinta de pascuense. En aquellos años sin televisión para matar el aburri-miento del domingo, muchos partían al estadio, a hacerle barra al Maturana Bertone, Villarrica, Defensor, entre otros, En un clásico, se juntaban a veces hasta dos mil persona. Como es natural, las tallas llovían. La típica, cuando a un jugador se le iba un gol era “ Lleva la pata donde Carreño”, haciendo alusión al señor de ese ape-llido que herraba caballos en calle Maturana. La otra “Deja las manos pa la noche”, cuando el jugador tomaba

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Los vecinos del barrio norte contaban con la “victoria” de don Anastasio, que hacía el recorrido por calle Latorre hasta el Estadio. Esta es una mínima parte de la realidad que vivíamos los villalemaninos a mediados de los años “50”. Bastante di-ferente al Villa Alemana de hoy.

ra es difícil encontrar, hoy la tercera y cuarta generación tiene su negocio de “Resorte Carreño”. Recuerdo también con gran pena, que mi madre venia de Santiago a Viña del Mar y me traía regalitos, no me pudo dar ni siquiera un beso, porque el tren no paraba en Villa Alemana, solo para dejar bultos, esa vez lloré amargamente, pero el tiempo paso y mi mamá llego a vivir a esta acogedora ciudad, la que es difícil dejar u olvidar, así fue que con mi madre y mis hermanos íbamos a ver al teatro Pompeya hermosas películas. Siempre di-visaba a Don Ítalo Composto parado o caminando con las manos atrás y su sonrisa bonachona escuchando las inquietudes de los ciudadanos. Como no recordar mi querida escuela 109 ubicada en calle Victoria entre calles Maturana y San Martin y la de hombres 59 ubicada en calle Díaz entre Cumming y Arrieta. Recuerdo también la inmensa viña que se ubicaba en don-de hoy está la población Empart 13 y más arriba las viña Rosenquist, Schiappacasse, Balzarini hoy colegio Gali-leo Galilei, siempre veía bajar a los campesinos con sus carretas o carretelas tiradas por bueyes cargados de trigo o con mulas con rodelas de leña, los animales tomaban agua en un bebedero que se ubicaba donde hoy está la sirena. El mercado se encontraba donde hoy está la perfu-mería “Maicao”, la botica de Don Manuel Soto Duque en calle Valparaíso, el vivía en Maturana 140 hoy las depen-dencias de la Municipalidad, la iglesia San Nicolás de Bari donde hice mi primera Comunión el año 1956, el parade-ro de taxis de la estación, en la plaza estaba la cadena musical Prat, se pedían canciones para escucharlas y de-dicarlas, y la pérgola donde la juventud de ese tiempo

HISTORIAS DE MI CIUDAD

Julia navarro Díaz

Contaré mi historia desde cuando llegué a esta linda y tranquila ciudad con apenas seis añitos y la escribiré en forma concisa y detallada, llegué desde Viña del Mar con mis abuelitos, el camión que nos traía subió por la calle Maturana hasta el Nº 578 donde nos radicamos. El camino era de tierra, la gente caminaba por el centro de la calle, era lo más natural, en ese tiempo no había peligro de que apareciera un vehículo de repente. Yo me quedaba maravillada en ver el pasto tan alto y esas flores maravillosas, moradas, etc., que siendo silvestres son tan hermosas, me clavaba con las espinas de los cardos, corría de aquí, allá era muy feliz mi infancia, porque de donde venía era todo pavimentado, más frío. Recuerdo que en la calle Maturana con Díaz había un caserón que decían pasaban cosas muy extrañas, eso fue noticia. Más arriba estaba la “carrocería y Herrería Carreño”, que ha ido de generación en generación, llevando ese negocio que aho-

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bailaba y se enamoraba. Pasábamos una y otra vez cami-nando desde la calle Valparaíso a calle Buenos Aires, por Av. Latorre, hoy Paseo los Héroes. Sin dejar atrás la fuente de soda Eva y Pompeya, el Retén de Carabineros que estaba al frente del mercado actual, en el portal esta-ba el emporio cuyos dueños eran la familia Barbieri, tam-bién se encontraba Correos de Chile, en la entrada de Maturana habían locales comerciales muy pequeños por nombrar algunos, la rosticería Apis, el restaurante Waldo, la jabonería y la tienda de género Aseret que atendía la Sra. Teresa y su marido Don Jacob, el Banco del Estado ubicado donde hoy está la Mela, la primera compañía de Bombero estaba en la calle Condell, hoy ubicada en la calle San Martin, como dejar de nombrar a un caballero mayor que siempre iba al centro en un coche muy boni-to tirado por caballos, Don Vittorio Bertuglio que vivía en la calle Cumming entre Altamirano y Bulnes. Los carnavales de Villa Alemana, donde venía de todas partes, todas estas vivencias son muy hermosas y ha sido un placer recordarlas porque es verdad que la juven-tud en Villa Alemana no le teme a la vejez y la vejez vive en eterna juventud. En 1950, en una propiedad ubicada en calle Madrid esquina Aranda, resulto totalmente quemada por la caída de una avioneta del

Club Aéreo Valparaíso.

Resultaron muertos el piloto y su acompañante

MI DULCE NIÑEZ

Luz Liliana Azocar Covera

Corrían los años cincuenta el pueblo de Villa Ale-mana, era una estación de ferrocarriles, en donde hoy ac-tualmente lo llamamos metro tren, más moderna que en esos años, al norte atravesando la línea férrea habían muy pocas casas y en la esquina la dulcería “Modelo” que aún existe, bajábamos del tren y era típico, casi obliga-do comprar las ricas calugas de café con leche, todos los fines de semana veníamos a Villa Alemana a ver a la que-rida tía María Elena y mis primos, que Vivian en la calle Williamson esquina Victoria, mi tía María Elena por esas cosas de la vida llegó arrendándole la casa a un alemán, una casa quinta a muy mal traer , ella la arregló y alhajó e hizo una hermosa casa de ciudad, acogedora y elegante con cojines, cortinas y cristales. En esta casa quinta había un criadero de aves en donde tía se puso a trabajar, ha-bía una incubadora donde nacían cientos de pollitos como pompones amarrillos, cuando los pollos tenían hambre se picoteaban unos a otros, hasta llegar a sangrar y muchas veces morir, por ese motivo tenían que andar rápido con su alimento y su bebedores de agua. Mis primos estudiaban en el Chileno Británico ubica-do en la calle Maturana siempre se escuchaba hablar de la profesora “Miss fu”. En el día nos peleábamos con los niños del lado por la pelota y nosotros le tirábamos huevos y ellos nos respondían sacándonos la lengua y tirándonos agua. La iglesia San Nicolás de Bari donde el párroco era un ve-terano gruñón, que le llamaba la atención desde el pulpi-to si venían sin el velo y era sacrilegio colocarse ropa

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sin mangas o escotadas, también recuerdo que las mu-jeres se sentaban separadas de los hombres, y en cuya iglesia no volaba ni una mosca, hasta el monaguillo y los niños no se escapaban de su retos, como apodo le decían “El cura de mi pueblo”, su nombre el reverendo Gerardo Larrain Mi tía hoy tiene cien años y son muchos los recuerdos que hoy me invaden de nuestra infancia, por las noches a la luz de la luna tocábamos guitarra y jugábamos todos. Recuerdo una fuente de soda “La Cabaña” donde hacían jugos frescos de fruta natural, la dueña del negocio que aun vive “Sra. Eliana”, hoy en día la diviso en silla de ruedas acompañada por su hijo y vive en calle progreso. En el teatro Pompeya hacían rotativo y podíamos ver las películas desde las 14:00 hrs. a las 22:00 hrs., los herma-nos “Marex” película del oeste, Cantinflas y películas me-jicanas, los niños que trabajaban en el teatro vendiendo dulces, cuando apagaban la luz seguían vendiendo enton-ces se acercaban unos chistositos y mientras tanto uno le compraba, el otro en la oscuridad le sacaba los choco-lates. En veranos nos bañábamos en la mejor piscina del mun-do, un estanque que para estos tiempos seria lo más ato-rrante, estoy tan feliz de haber vivido junto a las flores, a mi familia y tan maravilloso sol, que nos alumbraba cada mañana mostrándonos un paisaje verde y dándonos mucha alegría.

Pero lo más emocionante que recuerdo es que un buen día paso el tren por Villa Alemana con Gabriela Mistral a bordo, nuestra inolvidable poetisa, entre el tumulto de la gente tuve la suerte de estrechar su mano blanca, la

virtud salió de ella y me instó a escribir por siempre y plasmó en mi el interés de leer sus poemas.

Transcurrió así mi dulce niñez, en esta gran ciudad que ha crecido en porte y estatura y recordando la inspiración de nuestra poetiza, plasmo aquí mi historia de Villa Alemana. En 1903 comienza a detenerse el tren en Villa Alemana, don Bue-naventura Joglar y sus colaboradores de origen Alemán idearon una boletería muy original, dotada de ruedas se trasladaba de un lugar a otro según el sitio en que se detenía el convoy, boletería que funcionó

hasta la inauguración de la estación definitiva

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EL VILLA ALEMANA DE MIS RECUERDOSClaudina del Carmen Bermúdez ortega

Casa de acogida del adulto mayor

Conocí Villa Alemana cuando tenía 14 años, venía a visi-tar a unos tíos que eran inquilinos en el Fundo el Bosque que se ubicaba por el lado norte de la Ciudad. El dueño del Fundo era de apellido Rosenquist, tenían vi-ñas ellos fabricaban vino y chicha y tenían siembras de hortalizas. Cuando el dueño falleció, lo parcelaron. Recuerdo las fiestas de la primavera con carros alegóri-cos, elección de Reina de Belleza, recuerdo a la Señorita María Labbé que salió elegida durante varios años, porque era muy hermosa. La mayoría de las casas tenían pozos con molinos, y esa era el agua que se ocupaba, a nosotros nos gustaba mucho ir a bañarnos a la Poza Larga En calle Victoria había una medialuna, donde se hacían rodeos y había un bosque lleno de eucaliptos, el Doctor Campell atendía a los enfermos. Existía la escuela 59 que quedaba en calle Díaz, y era mixto, para niños y niñas, mis hijos estudiaron allí En una de las fiestas de la Vendimia , mi sobrina salió ele-gida Reina Judith Arriagada.

PAISAJES DE VILLA ALEMANAFidel Lautaro acuña Meneses

Casa de acogida adulto mayor.

En la década del 40 Villa Alemana, la carretera Tron-cal, era de alquitrán, en tiempos de calor ,al caminar se pegaban los zapatos, el puente Godoy era de madera igual que el puente Severín de la Base del Belloto, entre las Viñas que existían estaban las de Paulo Moto, Cartoni. y Godoy. Con mis padres asistíamos a la fiesta de la Llapa Verde, que era una fiesta campesina que se efectuaba en la que ahora conocemos como población Prat, con juegos tradicionales y peleas de gallo. En Villa Alemana no existían casas, eran potreros y pela-deros, no habían caminos pavimentados, por los caminos de tierra, sector Villa Prat se ocupaban como carreteras. También se encontraba el almacén “El guatón Arman-do”, al que se le hacían fletes para transportar los tambores de aceite y la mercadería para el negocio. No había Consultorio. En esos tiempos las personas los habitantes juntaban huesos, metales y y botellas y pasaba “El Huesero” en una carreta comprando por el domicilio, las personas que se encargaban de este negocio, seleccionaban los huesos para la Refinería de azúcar CRAV, para la Fábrica de Coca Cola en Quillota. Todo lo que era de tela de algodón, ellos lo vendían para la fábrica de colchones almacén “Dos Mundos” de Val-paraíso, y también vendían en la fábrica de colchones

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que se encontraba en calle Latorre. El día de la venta, me subía a la pesa con la mercadería, y mi suegro el “Huacho Larenas” me ponía un cinturón de buzenía plomo para que pesara más. En las casas también se compraban botellas vinera y de champaña y huesos los que vendíamos a Don Juan Orrego de Santiago. La Fiesta de la Vendimia se efectuaba en el paradero 14, era muy bonita, para entrar a las Ramadas se cancelaban entradas y los fondos iban a la Junta de Vecinos “El Pro-greso”, el consumo aparte, chicha y otros. La Fiesta de la Primavera se realizaba más en Quilpue que en Villa Alemana, los Carabineros andaban a caballo, primeramente estaban en Peñablanca, después se cambiaron a la avenida Valparaíso, al lado de la Cruz Roja. El hecho más triste fue cuando falleció mi madre a los 35 años, murió de fiebre amarilla, transmitida por un cadete colombiano, mi padre era instructor de cadetes. Mi gran orgullo, son mis hijas negociantes igual que yo, por eso están bien económicamente.

MIS RECUERDOSRamón Mesina Navarro

Casa de acogida adulto mayor.

Llegué a esta ciudad, a la edad de 14 años, a un sector llamado Huanhualí, era un sitio eriazo camino de tierra, sin luz, agua potable, ni alcantarillado, en el sitio se cons-truyó una casa de adobe, y ése lugar lleva en la actuali-dad el nombre de Pasaje Santa Marta, el bosque existente en ese entonces es ahora un camino, los días de lluvia por el barro que se formaba, había que caminar descalzo y como no había luz eléctrica, nos alumbraba la claridad de la luna reflejada en los charcos de agua. En ése entonces nos juntábamos un grupo de amigos y no nos perdíamos los días miércoles los rotativos en el Teatro Pompeya, donde se exhibían películas mexicanas. Como en esta ciudad existían muchos criaderos de galli-nas, comencé a trabajar en uno de ellos a la edad de 14 años, donde mi labor consistía en recoger los huevos de los gallineros. La movilización pasaba por el troncal y el recorrido a Valparaíso era por detrás del jardín Botánico, eran Buses Intercomunales. Los días festivos y domingos, se efectuaban carreras a ca-ballo a la chilena. Por el paseo Latorre circulaban vehículos en ambos sentidos. El Mercado se encontraba en Avenida Valparaíso frente a la calle Maturana y el Registro Civil al lado de la Estación de Ferrocarriles, había una pasada techada en el sector donde se esperaba el tren con dirección a Valparaíso, La Compañía del Cuerpo de Bomberos se encontraba en ca-lle Condell entre calle Santiago y Buenos Aires, el Correo

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al lado del teatro Pompeya, Los Carabineros en Avenida Valparaíso, cerca del Banco Estado, donde se encuentra ahora el Banco Scotiabank también la muy nombrada Residencial “Mesías” en calle Buenos Aires , cerca de la Estación y la Residencial Fersen en calle Latorre, pasado la línea del tren, calle Berlín, en calle Valparaíso la Fuente de Soda “La Cabaña” y la Compañía de teléfono frente al Santa Isabel. El día 12 de Octubre se celebraba con una gran fiesta en el sector de Población Prat, donde asistía mucha gente.También había una piscina pública en Población Fuentes, que se arrendaba para eventos y bailes. Pasados unos años me ausenté de Chile, me fui a Ar-gentina, me casé allá con una chilena, tuvimos 2 hijas, luego regresamos y tuvimos que casarnos de nuevo por la leyes chilenas para ordenar nuestra documentación. Trabajé en el rubro de la Construcción, fui maestro pintor, aunque cuando comencé, no tenía idea de cómo hacer-lo, pero gracias a unos buenos compañeros y mi dedicación al trabajo, fui considerado un buen maestro pintor, lo que me llena de orgullo. El Episodio más triste de mi vida, fue la muerte de mis pa-dres y el más importante fue la compra de un terreno y la construcción de mi casa.

A fines del siglo XIX la familia Cánepa Solari compra lo que hoy des-pués de 100 años es el fundo El Sauce, productor de vinos orgánicos

HERMOSA VILLA ALEMANAEliana Contreras Ytem

Para mi familia, gente de pocos recursos con 5 hijos, que vivíamos en Valparaíso, era una alegría tan grande ir para Villa Alemana, cuando mi abuelita nos decía arréglense que vamos donde su tía, sabíamos que teníamos que apu-rarnos pues Villa Alemana era lo máximo para nosotros, ciudad de hermosas casas con molinos que sonaban al viento, era muy hermoso llegar en tren, mi tía vivía en el centro de Villa Alemana donde está hoy el supermer-cado Santa Isabel, tenían una casa y una escuela al lado, mi tía se llamaba Ester Canales de Galasco, teníamos 3 primos, los tres eran profesores de la escuela de mi tía. Al llegar a Villa Alemana, ciudad de eterna juventud, lle-gábamos felices a mirar su lindo paisaje y a comer uvas, porque detrás de la casa había viñedos. Al pasar los años mis hermanos y yo tomamos di-ferentes caminos aunque nunca olvidamos esta hermosa ciudad. Mi abuelita vino a cuidar la casa que ya estaba toda dete-riorada, pero por su salud tuvo que volver a Valparaíso, lo que provocó que con el tiempo perdiéramos el terreno. Tristeza nos da ver el supermercado, en un lugar lleno de recuerdos y que en nuestra juventud nos brindó tanta felicidad.

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AQUELLAS TRENZAS DORADAS

Jorge Reinares Salas

Mi nombre es Jorge Reinares Salas, nací en Valparaíso el año 1919, al momento de nacer y ver a mi madre me enamore de ella y por supuesto de la matrona y enfer-mera, vale decir, me enamore del sexo femenino, porque es lo más bello que ha creado Dios. Al poco tiempo de nacer, con mi familia nos trasladamos a esta hermosa ciudad de la eterna juventud, por eso digo con orgullo que Villa Alemana me adoptó. A los ocho años, en segunda preparatoria, me enamoré de una compañera de curso, esto suena divertido, pero esos amores de niños son muy fuertes. Ella se llamaba Mercedes Rivera, se sentaba en un puesto delante mío “y como no recordar aquellas trenzas doradas que caían sobre mi pupitre” y como yo era un peluzón, me entre-tenía jugando con ellas y poniéndolas en mi tintero, aún recuerdo aquel delantal blanco y almidonado, como quedaba manchado con tinta y el reto que ella se llevaba por mi culpa con su señora madre. Un día le dije que cuando grande nos casaríamos, ella se sonrojaba de vergüenza, pobre Mercedes, como la hice rabiar. Pasaron los años y ella se fue a Santiago a un inter-nado de señoritas. A los veintidós años nos reencon-tramos aquí en nuestro querido Villa Alemana y así como se lo dije cuando niño, mis deseos se hicieron realidad y el año 1943 contrajimos matrimonio en la iglesia San Nicolás de baris, con misa solemne y con tres-cientos noventa y tres invitados, yo quiero desta-

car que ella era perteneciente a una familia pudiente para la época, en este punto de la familia de Mercedes me quiero detener por considerar que Villa Alemana, las autoridades y su gente, tiene que saber que en Peña Blanca al lado del Estadio Italiano existe un pasaje Rivera (en honor a mi suegro) donde actualmente vivo con mi hija y mi nieto y aquí se teje una gran historia: Don Ar-mando Rivera y Doña Filomena, eran dueños de la famosa Quinta Rivera donde existía un gran hotel que comenzó a funcionar en el año 1938 que estaba compuesto por doce chalet con distintos nombres, el chalet suizo, el español, el inglés, etc…. Y existía uno exclusivo para novio. Aquí trabajábamos toda la familia, más el personal. Esta quinta era visitada por familias de muy alto nivel eco-nómico, quiero mencionar algunos de ellos como Car-los Yáñez dueño del estudio fotográfico más grande de Valparaíso, Don Calletano Ladrera importador, Doña Anita Lizama (primera campeona mundial de tenis) Fran-cisco Juliett (gran importador de motos y bicicletas del país) el matrimonio José Toribio Merino. También nos visitaban muchos extranjeros: aun mantengo en mi poder el libro de oro del hotel con dedicaciones y agradecimien-tos de los pasajeros. Fue una época muy linda pero intensa, de mucho traba-jo donde Doña Filomena era admirada en la ciudad ya que era reconocida por su elegancia, vestida entera de blanco, con su sombrilla paseándose por el centro, en su carruaje, tirado por su caballo llamado en estos tiempo Tibury. En este lugar quedaron grandes historias y lindos recuer-dos. Los chalet se fueron vendiendo a particulares y hoy todos juntos formamos una gran familia, nos apo-

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yamos, nos acompañamos y me siento querido por todos mis vecinos, ellos disfrutan escuchando mis historias y mis canciones españolas. El año 2000, mi querida esposa Mer-cedes partió a mejor vida, hoy estoy en paz y tranquilo dando gracias a Dios y a la vida, por haberme permitido hacer tantas cosas, fui bombero, futbolista, ciclista, per-tenecí al club de pesca y caza y en cuanto a lo laboral, jubilé como funcionario de la Ilustre Municipalidad de esta comuna. Doy gracias a mi señora por haberme comprendido, a mis hijos por estar a mi lado y a todos mis nietos por estar conmigo. Hoy, con mis noventa y un año, puedo decir que no me falto nada por hacer y aún sigo disfrutando de la vida, porque tengo la certeza que aquellas trenzas doradas que de niño me encandilaron, me alumbran en mi último ca-mino.

ya que encontré que junto a los pobladores convivían un gran número de gitanos y los habían ricos que vivían en casas y gitanos pobres que levantaban sus rasgadas y descoloridas carpas instaladas en los sitios eriazos que habían en diferentes sectores de la ciudad. Al regreso con mi familia de uno de mis tantos viajes a Santiago, cuando llegamos al terminal de buses nos en-contramos que del bus que no tocaba abordar para nues-tro viaje, el auxiliar estaba haciendo bajar a una gitana y lo hacia no de muy buenas maneras, la paisana chillaba y protestaba e injuriaba en un extraño idioma, a esta dis-cusión se fueron sumando personas que esperaban subir al bus, cuando todos opinaban unos a favor de la mujer otros le daban el favor al auxiliar, llegó un gitano al pare-cer el esposo, un hombre grande, de tupidos bigotes, con botas de cuero y sombrero y fumando un fuerte cigarro como se ven en algunas películas, que no participo de la discusión, hizo llamar al encargado o representante de la empresa, como todos los administradores bajo , gor-do, calvo y vestido de negro preguntando lo que pasaba dio la razón al auxiliar y haciendo saber que según el articulo 91 del reglamento del tránsito no podía viajar la gitana yo no se por que…..

El gitano a cada momento se enojaba, al final le pregun-to al administrador cuanto valía un viaje a Villa Alemana, de inmediato se bajo el tono de la discusión e hizo pasar a su oficina después de un rato el encargado de los buses hizo estacionar otra máquina, transbordando equipajes y pasajeros, pidiéndole disculpas del caso ya que el gitano había comprado todo el pasaje del bus con la condición que fuera la misma maquina con el auxiliar que había hecho bajar a la gitana y el mismo conductor.

LOS GITANOS DE VILLA ALEMANAEmilio Enrique Osorio Fuentes

Cuando llegué a esta ciudad, Villa Alemana por trasla-do en mi trabajo, conocida como la ciudad de la eterna juventud o como la ciudad de los molinos, por la canti-dad de casa quintas que necesitaban sacar agua de esta forma y que según dicen que su nombre proviene de un censo hecho para cuantificar a los residentes extranjeros y que la agrupación que fuera la más numerosa llevaría el nombre de la villa y esta fue la alemana, pero si se repitiera este proceso, se llamaría Villa de los Gitanos

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El bus con la pareja de gitanos salió del terminal rauda-mente en dirección de la ciudad de la eterna juventud y nosotros los pasajeros quedamos unos admirados por la actitud de los representantes de la empresa de buses y otro comentando la conducta del gitano…… No saben que en Villa Alemana todos conviven en armo-nía y tranquilidad gitanos, turcos, árabes, cubanos y coreanos es una verdadera ciudad Cosmopolita.

La tía Nina trabajaba en la fábrica de camisas Unic en Val-paraíso, por lo que viajaba en tren todos los días, mientras tía Martuca se hacía cargo de las labores de la casa, creo que lo más divertido o anecdótico es que tía Nina, todos los días salía atrasada de casa, con sus tacos de agu-ja corría por la calle Latorre que era la avenida principal, ésta empezaba en la avenida Valparaíso y terminaba en la calle Roma, avenida que en esos años, no contaba con árboles y comenzaba su pavimentación, ella corría mientras los trabajadores apostaban si alcanzaría el tren, y lo lograba.

Los conductores la conocían y la tomaban en vuelo para subirla al tren en marcha, éste era color amarillo suave con unas líneas, ya no recuerdo muy bien, si eran verdes o azules, pero si recuerdo que toda la gente se conocía, llevaban cartas para jugar, tejidos y sus gratas conversa-ciones familiares mientras duraba el viaje, en ese tren de las 8:00, era el primer tren de la mañana, donde viajaban todos los oficinistas.

Mi tía Nina era súper distraída, tanto que al regreso, por la tarde siempre olvidaba algo en el tren, ya fuera pa-quetes con chorizos, aceite, un palillo de su tejido o su naveta , cosas de valor como su reloj o algún anillo. Ellos sabían que eran olvidados por la señorita Nina , al día siguiente preguntaban: ¿Olvido algo señorita Nina? Ella con una sonrisa casi vergonzosa estiraba su mano para re-cibir lo que el día anterior había dejado olvidado en la pa-rrilla del tren, después de un arduo día de trabajo. Conversaciones y despedidas de besos y efusivas miradas y un tren que se quedó en el recuerdo de mi mente y en los durmientes de una estación que albergó a familias que se conocían y compartían el diario vivir de esos hermosos

LA TIA NINA Raquel Adriana palma Marquez

Cuando tenía más o menos unos 14 años, en 1939, lle-gué a vivir con mi hermana Silvia a casa de mi tía Nina y mi tía Marta, dos mujeres solteras que vivían en calle Latorre esquina Madrid, en la ciudad de Villa Alemana.

Una casa grande en cuya entrada habían tres palmeras, un molino y un estanque redondo que en verano nos servía de piscina. Sus vecinos las conocían por la señorita Nina y la seño-rita Marta o donde las Palmas apellido paterno de ellas; la casa por el lado derecho colindaba con la de Los Ba-rría y por el lado izquierdo con la Quinta las Violetas, que solo servía de veraneo a la familia Baquedano y la familia Barría, por la parte posterior estaba la casa de la familia Peralta, que unos cuantos años más tarde, uno de sus hijos sería Alcalde de la ciudad de Villa Alemana y al frente estaba el Fundo el Bosque.

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años, de un Villa Alemana de antaño, donde las lumina-rias eran escasas, y donde en las noches de luna llena no se prendían las luces, fue la luna la única testigo de estos hermosos recuerdos.

La población aumentó tanto y la gente anda tan de prisa que ya es difícil encontrar algún conocido, ya no exis-ten las viejas amistades, ya no están los molinos de vien-to, pero algo no ha cambiado: el encanto especial y que siempre tuvo Villa Alemana, y aquí me tiene para siempre porque como dijo un día Ítalo Composto “Aquí la vejez vive en eterna juventud”

RECUERDOS DE UNA PROFESORA NORMALISTAMaría del Carmen Alfonso Zucas

En los años 40, Villa Alemana era una pequeña ciudad casi campestre, con quintas de grandes arboledas y molinos de viento en cada casa. La mayoría de sus calles estaban sin pavimentar y las casas se cercaban con macro césped fragante y siempre verde.

Llegue aquí por primera vez cuando se inauguró el tran-que Marga Marga, que surtía de agua potable a estas co-munas.

Cuando volví años después, vi como avanzaba el progre-so, y como se iban perdiendo los lindos recuerdos y añoranzas que yo guardaba: los grandes árboles de la avenida Valparaíso, el paseo de la estación al atardecer esperando la llegada del tren Arratia, que traía de vuelta a los que estudiaban o trabajaban en el Puerto, las fiestas y reuniones donde todos nos conocíamos y nos sentíamos como en familia…

Durante muchos años volví aquí en las vacaciones de in-vierno y verano, viendo levantarse edificios, crecer el co-mercio, oficinas, colegios, etc.

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terrenos que le pertenecían y los vendió, presento los pla-nos a la intendencia de Valparaíso, los que fueron aproba-dos el ocho de noviembre 1874, con la condición, que el nombre de esa localidad seria de los primeros compra-dores y fueron tres familias de nacionalidad alemana, por lo tanto Villa de las Flores paso a llamarse Villa Alemana. Una vez parcelado comenzaron a construir casa quintas y a cada una de estas le instalaban los famosos moli-nos de viento que servían para abastecerse de agua , todo esto era muy hermoso y pintoresco. Me enamoré de Villa Alemana y después de muchos años me vine a vivir a esta ciudad donde con mi amada forma-mos nuestra familia. Tengo muchos recuerdos, como el alumbrado, donde se utilizaban chonchones a parafina, que cada atardecer un empleado municipal provisto de una escalera debía encender la luz una por una; luego de un tiempo el alcalde de la época que a través de sus-cripción publica consiguió instalar una red de alumbrado eléctrico a la ciudad. También empezó a florecer el co-mercio en el centro de la ciudad, los españoles, italianos y palestinos se encargaron de este menester.

Más adelante los alcaldes como Don Italo Composto se preocupó de mejorar las calles polvorientas que cada in-vierno se llenaban de hoyos y barro, la alcaldesa Doña Delia Salinas, que en su mandato se construyó el actual mercado de Villa Alemana, entre el año 1954 y el año 1960, al Señor Rosenquist quien compro terrenos, los loteo y los entregó al municipio para que fuera cedidos a las familias se escasos recursos.

Villa Alemana, con su microclima, ha llenado de alegría,

VILLA ALEMANA Y MIS RECUERDOSOscar González Villarroel

Esta tarde iremos a Villa las Flores, contaba mi padre. Es un lugar muy hermoso y al lado norte había un sitio muy grande, donde iban todos los domingos grupos de italia-nos, ingleses, y alemanes, realizaban juegos como cross country, golf y otros; todos venían cargados de comesti-bles y bebidas, algunos con botellas de vino.

En los sitios aledaños vivían algunos campesinos que cultivaban pequeñas chacras y muchas flores, de allí el origen del nombre del lugar. Había hornos de barro donde doraban sus empanadas que las ofrecían en limpias cestas de mimbre a las visitantes. Al fondo se veían los cerros llenos de viñedos. Mi padre, venía con toda su familia, tomaban el tren en la estación Puerto y se bajaban en la estación de Peña-blanca, porque no había estación en Villa de las Flores, Don Buenaventura Joglar consigue con Ferrocarriles de Estado la creación de una parada intermedia que mas adelante obtiene el nombre de Villa Alemana.

Bueno volviendo al relato, allí tomaba una carreta que los llevaba donde se reunía toda la gente a practicar depor-tes, por la tarde visitaban algunos conocidos, con la fami-lia Zarate que tenia ganado y plantaba trigo, en ocasiones se les veía arriar las vacas hacia los corrales, también se juntaban con los Rodríguez, que tenían viñedos y de-gustaban de su deliciosa chicha en calabazas, otras veces se juntaban con los Araya, los Arratia o Lasnibat. Un día cualquiera en el calendario del tiempo, el ciuda-dano español Don Buenaventura Joglar, decidió lotear los

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salud y larga vida a todas las familias que aquí vivimos, donde el eslogan se vuelve una realidad “LA JUVENTUD NO LE TEME A LA VEJES Y LA VEJEZ VIVE EN ETERNA JUVENTUD”. La Capilla de Nuestra Señora del Carmen de Quebrada Escobares fue construida en 1817. La edificación actual corresponde a la versión

levantada con posterioridad al terremoto de agosto de 1906

naba con la misma tierra del sitio. Recuerdo con claridad el almacén “El Lirio” que se encon-traba en el centro de la ciudad y allí se podían comprar los comestibles que necesitábamos, la panadería Villa Ale-mana, la bodega de licores “Romeo y Julieta” “El Gringo Pollo” y la famosa chicha de Peñablanca “ de El Portón” la fuente de soda “Eva” y el famoso “Copacabana” donde se podía bailar los días sábados. Habían muchos criaderos de Aves y Viñas en el Sector Villa Prat. La mayoría de los habitantes de esta comuna eran alema-nes, italianos y españoles de ahí que lleva el nombre de Villa Alemana. Entre mis recuerdos viene a mi memoria también, la Casa de Reposo por calle sexta, donde se recuperaban los enfermos del pulmón. El Registro Civil se encontraba en calle Latorre en el ba-rrio norte, La Ilustre Municipalidad y Cruz Roja en calle Santiago, los Carabineros en calle Valparaíso y el Con-sultorio en Calle Victoria, Los colegios públicos 59 de varones y 109 de niñas, y Iglesia San Nicolás de Bari, atendida por el famoso párroco Larraín donde se repartía leche y queso Caritas. En el sector donde nosotros vivíamos era el centro de las celebraciones dieciocheras las famosas ramadas de la Po-blación Prat, como era un sector de muchas viñas se ce-lebraba la Vendimia donde en camiones repartían uva y chicha gratis.

DESDE MI POBLACION Teresa de Jesús Ossandón Abarzúa

Casa de acogida adulto mayor

Compramos un sitio en Palmilla Alta fue así como lle-gamos a Villa Alemana, en ese entonces, no existían caminos , cercamos el sitio con ramas de espino, tampo-co había luz, alumbrábamos la noche con chonchones a parafina, cocinábamos con cocina a leña, que íbamos a buscar al cerro , en un horno de barro cocinábamos pan para la casa y para vender Éramos siete hermanos, tampoco teníamos suministro de agua potable , nos turnábamos para ir a buscar agua a la campana hasta que pudimos reunir el dinero y construir un pozo con molino. Teníamos pocos vecinos y nos ayudábamos mutuamente, criábamos gallinas, cerdos y teníamos una yegua. En ese entonces abundaban los árboles de membrillo y parras y las construcciones la mayoría de adobe, que se confeccio-

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En nuestras vacaciones nos divertíamos bañándonos en el tranque Recreo, en la poza larga. En el Fundo “El Rincón” en quebrada Escobares se vendía queso y mantequilla, se iba a comer comida típica chi-lena, arrollado de chancho, caldo de cerdo con harina tostada, cazuela de cerdo y el rico ponche en aloja, que consistía en ramitas de culen, membrillo o ciruelas, hervidos , pelados con canela y clavo de olor con azúcar y aguardiente. Lindos carnavales en Fiesta de la Primavera con carros alegóricos disfraces y elección de Reina de Belleza. La compra más importante de mi vida es mi casa, entrega-da este año que por fin a los 79 años estoy ocupando. Me llena de orgullo el haber educado a mis 4 hijos sola, ya que quedé viuda cuando mi hija menor tenía 7 años, y lo logré, salí a flote. La película “El hechizo del trigal “es una producción nacional de 1939, dirigida por el italiano Eugenio de Liguoro. Se trata de una de las primeras películas sonoras hechas en el país. Fue filmada en Villa Alemana, donde se destaca principalmente la estación de trenes de

Peña Blanca.

NACIDO EN PEÑA BLANCARafael Antonio Bravo Osorio

Nací en Peñablanca en 1938, durante mi infancia viví frente a la estación de ferrocarriles del mismo nombre y al lado de una antigua fábrica de fideos, la que contaba con vías férreas por las que se deslizaban pequeños carros cargados con los productos de la fabrica para cargarlos en los carros de los trenes en la estación. Años más tarde Carozzi se instalaría en la vecina comuna de Quilpué, comprando esta fábrica y cerrándola. Existía en este tiempo la sana costumbre de formar una gran familia, incluidos los abuelos, siendo las abuelas quienes permanecían por más tiempo junto a sus nietos, regaloneándolos y ayudando en su educación. Yo visitaba a las abuelas del vecindario, quienes entre historia de diablos y de aparecidos, me relataban la historia de Peñablanca y Villa Alemana, de sus vecinos, de los adelantos logrados y de las costumbres de su época. Estas abuelas habían nacido alrededor de 1850 y vivido en esta zona toda su vida……. Doña Juan Ross de Edwards donó unos terrenos para la construcción del Hospital que lleva su nombre, en Peña-blanca. En un principio fue dirigido por una congregación de mon-jas y, tiempo después, paso a pertenecer al Servicio Na-cional de Beneficencia, bajo el gobierno de Don Pedro Aguirre Cerda. Este Hospital para Tuberculosis influyo en gran medida en la creación de Villa Alemana. Lugareños y afuerinos que viajaban en el tren por estos

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lugares temían contagiarse de aquella grave enfermedad, por lo que cerraban las ventanas de los coches y cubrían su boca y nariz con grandes pañuelos. Sin embargo, el agradable clima del lugar hizo que la ve-cina localidad de Villa Alemana alcanzara una gran pros-peridad al poblarse con quintas y parcelas de agrado. La iniciativa de los nuevos pobladores logro instalar, en esta naciente comuna, los servicios de correo, banco, co-mercio establecido y la creación de la Ilustre Munici-palidad de Villa Alemana, desplazando a Peñablanca y anexándola a la comuna de Villa Alemana.

El primer Alcalde de Villa Alemana fue Don Alejandro Morrison

era muy distintos a lo que veíamos en el puerto, el solo su-birme al tren para mi era maravilloso, me venia mirando un paisaje difícil de olvidar más aún pensado que tenia dos días para disfrutar de todos esos bellos momen-tos que aún recuerdo con mucha nostalgia. Para qué decir lo único que quería era que las clases terminaran pronto para venir a pasar mis vacaciones con mis primos y tíos. Otras veces viajaba en buses que tenían su salida en Valparaíso en el Arco Británico y su recorrido Viña el Salto para luego seguir camino por el Parque Botánico y salir hacia camino troncal para luego seguir hacia Quil-pue, allí nos encartábamos con un paisaje campestre solo árboles frutales y viñas salíamos de Quilpue para encon-trarnos con Belloto el mismo hermoso paisaje árboles y viñas, como no recordar la Fiesta de la Vendimia con sus lindas reinas y huasos bien acampaos, por fin llegamos a Villa Alemana menos mal, nuestro gran recibimiento “que se imaginan”…los bellos molinos que se mueven suavemente al ritmo del viento adornando la ciudad queriendo alcanzar el cielo, para decir aquí estamos los que amamos nuestra ciudad con gente tranquila, amable, acogedora .de aquellos tiempos . Como no recordar las noches que nos gustaba venir al centro a escuchar música donde la juventud nos reunía-mos a conversar y reírnos y porque no a bailar, los jóvenes eran más respetuosos. En casa del tío cenábamos como las siete y media u ocho en ese tiempo el tío trabajaba en Valparaíso se iba muy temprano y volvía almorzar hasta ahora me acuerdo de aquellos famosos bistec que traía que a mi no me gusta-ban y él se reía de mi y me decía sino comes no te daré permiso, para ir al centro a ver a Anacleto, que según el así se llamaba el niño que a mi me gustaba, .Las niñas

MIS PASOS POR LA CIUDADMaría Eugenia Hidalgo Oyarce

Mis recuerdos llegan a mi mente como si fuesen hoy día, en aquellos años mi madre venía a visitar a su único her-mano llamado Miguel, unos de esos días domingo me di-cen hoy vamos a la casa de tu tío, yo feliz por conocer algo nuevo, como no teníamos mucho dinero eran pocas las veces que salíamos de paseo, bueno así es como cono-cí a Villa Alemana la verdad es que me encanto. Al ir creciendo ya me daban permiso para viajar sola me encantaba venirme en tren en ese tiempo yo tendría como doce o trece años como buena porteña me apasionaba mi-rar el mar en realidad hasta ahora por supuesto el paisaje

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de ese tiempo podíamos salir sin peligro ya que todo era muy tranquilo, los tíos suponían que no solo íbamos a escuchar música por supuesto a mirar los chicos guapos de ese tiempo. Pero la vida te da muchas sorpresas pasé de mi vida de niña a mujer me casé y sin siquiera soñarlo me encontré viviendo aquí en Peñablanca donde aprendí a madurar como mujer, esposa y madre, muy luego mis hijos crecieron y había que colocarlos en un muy buen colegio, el colegio Nacional en esos años era una casa grande pintada de color celeste al ir a buscar o dejar mi niños al colegio generalmente tu te encontrabas con las mismas personas en el centro todos se saludaban. No había mucho comercio había un solo supermercado don-de hoy funciona farmacia ahumada, hablando de farma-cia como no recordar a Don Nacho quien no fue alguna vez a que le calmara sus dolores o nos aconsejara cual remedio era mejor. Como olvidarme del teatro Pompeya ¿Quien no fue a pla-tea con los pies colgando? Como nosotros le decíamos en esos tiempos. Por si alguna persona no esta enterada de esto se los voy a contar Si por esas cosas de la vida tu tenias la mala ocu-rrencia de decirle a una persona que vivía en Villa Alema-na ¿tu vives en Peñablanca? Por supuesto que se sentían ofendidos por considerar a Peñablanca como campo. Para que hablar de las comunicaciones me inscribí para teléfono cuando mis hijos entraron a kinder y me lo ins-talaron diez años después eran pocas las personas que tenían teléfono o televisión, Lo hermoso de esta ciudad eran sus molinos la mayoría de las casas quintas tenían piscinas y quien no tenia un gallinero con su glorioso can-to a las doce del día y doce de la noche, que nos hacían

recordar los cuentos de misterio que nos contaban nues-tras madres. Pero no quiero dejar de recordar a Peñablanca donde yo vivo con sus hermosas parcelas sus carretas que te iban a dejar la leche o quesos fresquitos lo mismo las avíco-las que vendían huevos, leche, quesos esos inolvidables tiempos o aquellos .gloriosos días hermosos de Villa Alemana y Peñablanca y qué decir de su gente buena, amistosa y feliz. Que viva Villa Alemana con su pasado y presente, pero sin dejar atrás a mi Peñablanca donde es mi refugio y mi hogar. El 14 de septiembre de 1863 se construyó la Estación de Peña Blanca.

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Sus iglesias, San Nicolás de Bari, San Felipe Neri y La Asunción llenas de fieles buscando paz interior. Sus ferias que sus vendedores venden con sacrificio vende sus productos a pesar de las lluvias, el calor y frío siempre están presente, como no querer esta gran ciudad que nos acoge día a día. Mi población es unida y en las tardes de verano nos reuni-mos y compartimos los chascarros del día y nos hacemos de comadre, amigas y porque no decir hermanas en la fe. Nuestros rostros son alegres y somos muy coquetonas como buena mujer chilena y nos hacemos valer como madre, esposa y dueña de casa, solo me resta decir que es una ciudad con mucho progreso, ya que hay centro de madres, centro de adulto mayor y muchos beneficios para el adulto mayor en consultorio y otros lugares. Esta es mi ciudad llena de esperanza y luz para todo aquel que ama su tierra y lo que Dios nos dio para que vivamos en armonía, paz y felicidad.

EL VILLA ALEMANA DE HOYRebeca Manríquez

La ciudad de la alegría y de la juventud, ya que para toda las ocasiones hay eventos en el cual participan todas las personas, y ahora con más razón que somos provincia, nos alumbra con sus faroles resplandecientes, sus pla-zas en las mañanas y tardes con personas adultas, tra-tando de recordar sus años felices, sus jardines hermosos dándole brillo y luz a la ciudad, y recordando sus mitos y leyendas, y con tristeza ver que lo que alegraba a Villa Alemana sus molinos de agua, y ahora hay muy pocos, se ven sus palmeras al viento y sus lugares de recreación que son el tranque, pozas y lugares donde ir de picnic , con sus poderosos eucaliptos, sentir el aire puro, el cantar de los pajaritos y contemplar los cerros hermosos, y contemplar al salir la luna que se refleja en la laguna y los valles y sus rodeos. Sus mujeres trabajadoras y con derecho a estudiar y hacer-se profesionales, no importa la edad ya el liceo A-38 nos da la oportunidad de estudiar en las noches. Lo que más recuerdo es el primer año nuevo que pase con juegos artificiales que iluminaban los cielos en un anochecer es-trellado y como todas las cosas pasaron al olvido. La alegría de mi población es ver crecer a tantos niños y tener comunicación con los vecinos, con un buen día vecina como amaneció y la ayuda incondicional.

Los paseadores con sus carritos ofreciendo sus produc-tos, un esforzado varón ofreciendo sus berlines y pan amasado, las camionetas con sus verduras frescas, aquí también hay varias plazas donde las niñas juegan y se distraen en sus columpios y toboganes.

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Lamenté la desaparición de la mayoría de los molinos y también del ferrocarril de Santiago a Valparaíso. Me llamo la atención que a pesar del aumento de la po-blación y de poseer todos los Servicios Básicos (agua, luz, alcantarillado), no contara con un hospital, maternidad ni cementerio propio. Todo había cambiado, lo único rescatable de antaño, es el clima que sigue siendo favorable para la salud de las personas con afecciones bronco- pulmonares. Un cambio favorable, también ha sido la transfor-mación del Parque de la estación en la hermosa Plaza Belén, orgullo de los villalemaninos. Villa Alemana sigue creciendo acorde con el pro-greso actual, pronto inauguraremos la Casa de la Cultu-ra, quizás seria bueno que una de sus salas llevara el nombre de Don Buenaventura Joglar Amandi, en recono-cimiento al hombre pionero que concibió la creación de un poblado independiente de Quilpué y Peñablanca, atra-yendo otros habitantes mediante el loteo de sus tierras y donado terreno para un paradero de trenes asegurando así la conectividad de la naciente ciudad con Santiago y Valparaíso.

RECUERDOS LEJANOSZulema Zapata Vega

Entre 1955 y 1962, cada verano viaje en tren desde San-tiago a Valparaíso a visitar a una tía de la mamá que resi-día en esa casa. Los recuerdos de Villa Alemana eran el bello Parque ale-daño a la Estación; casa dispersas en pocas cuadras y al norte de la línea ferroviaria algunos viñedos y verdes campos que se perdían entre los cerros. Se le llamaba la ciudad de “Los Molinos”, porque gran cantidad de ellos asomaban entre los árboles esperando la caricia del viento para realizar su trabajo que era surtir de agua dulce a la población. El tren expreso no paraba en la estación y anunciaba su paso con un gran pitazo de su locomotora que espantaba a las vacas que indolentes pastaban a la orilla de la linea del ferrocarril, entre los espinos que abundaban y pisotea-do los manchones amarillentos de flores - Dedales de Oro – que crecían generosamente en todo el trayecto ferroviario. Una hija de la tía vivía en Villa Alemana y trabajaba en la colonia escolar que la Armada mantenía en un fundo de su propiedad y que cada verano albergaba escolares de escasos recursos. Ella me hablaba de las virtudes sa-nadoras del clima de Villa Alemana y de su Sanatorio en Peñablanca. En 1995, me trasladé a vivir a esta ciudad y quede sor-prendida por la expansión urbana que ya no recono-ce limites entre Peñablanca por su lado y Quilpué por el otro.

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so a Santiago y los trenes de carga con sus interminables carros con ganado rumbo al matadero; lo novedoso era que en todas las estaciones existían pequeños corrales y en toda extensión del ferrocarril no existía protección, además los pasos de cruce de la línea férrea eran todos informales, a pesar de esto eran muy pocos los accidentes que ocurrían. Del centro de la ciudad tengo lindos recuerdos de la Pla-za, su pileta central, la cadena musical Prat conducida por el Sr. Terán, donde la juventud sanamente solici-taba sus canciones con dedicatoria, mientras se paseaba una y otra vez, de arriba abajo por la calle Latorre, en donde los vehículos se estacionaban en el bandejón central de la calle. El fortín Villa Blanca actual Plaza Be-lén, donde en cada verano se organizaba un luchado campeonato de baby futbol, con galerías llenas de juventud hinchando por sus equipos. Los carnavales compuestos por dos escenarios, el princi-pal ubicado en la calle Buenos Aires con Latorre y otro más pequeño hacia la calle Valparaíso, este se realizaba en el mes de febrero, donde la juventud disfrutaba con grupos y artistas invitados, con desfile comparsas y mur-gas representando diferentes entidades locales. El teatro Pompeya con su galería, balcón y platea que nos invitaba a los estrenos en matinée, vermut y noche, sin olvidarse de comprar el turrón al Sr. Del carrito en el costado de la galería que por años ofreció ahí . De su comercio no podemos olvidar lugares emble-máticos como por ejemplo, la librería “El Pulgarcito”, la farmacia “Olavarria” atendida por dos damas mayores una de ellas era un poco casca rabias, la farmacia de “Na-

VILLA ALEMANA DE ANTAÑO Yolanda Sanhueza Pino

Comenzaba el año 1962, año del mundial de futbol en chile. Cuando por circunstancias laborales de mi esposo, me tuve que alejar de mis raíces familiares de Talcahuano y llegar en el mes de febrero a Villa Alemana, una ciudad poco conocida por nosotros, estaba como alcaldesa la Sra. Delia Salinas de López. Era una ciudad pintoresca, tranquila de aire puro y mu-chos molinos de viento utilizados para regar las quintas de árboles frutales y parronales. Existían por esa fecha solo dos líneas de buses, Sol del Pacifico “e “Intercomunal”, los viajes entre Valparaíso y Villa Alemana demoraba bastante tiempo, pero era un viaje entretenido, con pocas casas durante el trayecto hasta llegar al centro de Villa Alemana, donde estaba más poblado, principalmente por el comercio existente. Por su clima seco se sabía que era favorable para las afecciones del asma, muchos llegaron a la ciudad por esta motivo. Tuve la suerte de llegara a vivir junto a mi familia a la casa patronal de la quinta “Los Lirios”, ubicada en calle Berlín 1498, altura del paradero 8 y 9 del troncal, era una quinta inmensa, actualmente población General Baquedano, estaba dividida en dos partes, la primera de árboles añosos de almendros y el resto de viñedos. En aquella época la calle Berlín era de tierra, y el tren no nos servia por la distancia que quedaba la estación de nuestro hogar lo pintoresco y nostálgico era ver pasar di-ferentes trenes que existían, partiendo por los automotores con recorrido Peñablanca – Puerto, los ordinarios con su primera y segunda clase, el rápido que corría de Valparaí-

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chito”, la farmacia “Soto”, las fuentes de soda ”El Pom-peya” y “El Eva”, las perfumerías “Elizabeth” y “Paola”, fe-rretería “Madrid” y “Toso”, la botillería ”Narciso Barban”, la panadería “Villa Alemana ”ubicada donde actualmente está el Santa Isabel, las paqueterías “Millaray” y “La Flo-rida”, mueblería “El Caballo Blanco” y “Karen”, la tienda “El Barato”, rosticería “López”, emporio “Inostroza”,”La Competidora”, el mercado “Municipal” que en su centro tenía una pileta con peces de colores; de sus estableci-mientos educacionales, la inolvidable escuela 109 de niñas en la casona de calle Victoria, la escuela 59 de varones de calle Díaz y el emblemático liceo. Tiempos hermosos donde he vivido momentos felices junto a mi familia, donde un día llegué sin conocer nada de este hermoso lugar, donde eché raíces y finalmente en esta tie-rra pienso descansar junto a mi esposo.

ERASE UNA VEZ VILLA ALEMANALilian Ledesma Barlow

Villa Alemana, la ciudad de los Molinos de Vientos, era muy hermosa, la mayoría de las personas vivían en casa–quintas con molinos que servían para sacar agua de los pozos ya que en esa época no había agua potable. Para ir a Valparaíso teníamos que ir en buses ya que aún no había tren (la estación estaba en Peña Blanca). El camino era largo y con grandes curvas y por supuesto sin pavimento. Familias que vivían en ese tiempo y todos amigos: los hermanos Cartoni, los hermanos Wendt, Mario Muñoz (hijo del teniente de Carabinero) José Olivé Tinoco, Javier Erazo, Gerardo Kuntzel, la familia O’Ryan,

mi familia y yo. El jefe de la Estación de Ferrocarriles (cuando se implementó en Villa Alemana) era un hombre muy importante con su salón amplio, escritorio y sillones para atender al público. El lugar de reunión de los jóvenes era la plaza de la estación de Ferrocarriles. Había una pér-gola donde una banda tocaba música los domingos. Frente al hotel Pezzani había un colegio británico: el Gi-ffen School y el St. Peter School al lado de la casona de las señoritas Dupré en calle Arrieta dueña de grandes extensiones de terreno, la Población Dupré. Años más tarde se fundó el Chileno- Britanico, el Nacional y el Co-legio Internado Alemán. Por su buen clima empezaron a llegar personas enfer-mas de tuberculosis. En Peña Blanca se instaló un Hospital para la gente que no podía pagar y otro en Villa Alemana para personas con buena situación. Muchos años atrás en la calle Maturana a la altura del Co-legio Italiano de hoy, había un almacén del señor Jeróni-mo Costaguta, un señor muy simpático, agradable. Mi ma-dre le compraba y al final del año él le enviaba un cajón grande con mercaderías (la llapa). También entregaba unos cupones que representaban metros cuadrados de terreno al sur este de la ciudad, “la llapa verde”, pero mi madre encontraba que era muy lejos y solo. Un recuerdo muy bonito que tengo es cuando Ga-briela Mistral iba en un tren de Valparaíso a Santiago, parando en todas las estaciones. Cuando llegó a Villa Ale-mana, su ventanilla quedó justo frente a mí, yo cargaba a mi hija María Cristina que era pequeña, Gabriela esti-ró los brazos y la tomó un ratito.Otra persona que hizo el mismo recorrido fue Juan Do-

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mingo Perón. Un personaje muy importante en Villa Ale-mana: El cura Larraín, era una persona muy especial, los domingos en la misa separaba los hombres de las mujeres, me acuerdo que un día una joven daba poco di-nero y desde el púlpito nombrándola le dijo que era muy tacaña. En otra ocasión lo encontré frente al teatro Pom-peya y hablando fuerte me dijo que yo cambiaba de ropa y él siempre con la misma sotana; como no le regalaba una. En Villa Alemana se celebraba todos los años la “Fiesta de la Primavera”. La reina elegida era coronada en el teatro Pompeya, (en ese entonces a ambos lados había un palco) y luego en una carroza con sus damas de honor recorría frente al teatro y la calle Valparaíso. Se termina-ba con un baile en un lugar muy bonito, al aire libre en un parque. Un año fue elegida Reina Rina Marzi, una joven muy bo-nita en su fiesta llegó la tenista Anita Lizama (la ratita). Se hicieron muy amigas. Anita se casó y se fue a vivir al extranjero, pero siguieron siempre siendo amigas El entusiasmo del señor Joglar por ver en breve lapso sus tierras con-vertidas en una población, lo hizo prodigo en generosidad rega-lando sitios a Joaquín Pío Pérez, a Hihadil Pando y a muchos otros, que los dejaron como cosa perdida, para más tarde; por si Villa

Alemana, algún día era algo...

RECUERDOS OTOÑALESLaura Gloria García García

Mi querida Villa Alemana, más conocida como la “Ciudad de la Eterna Juventud” o como la “Ciudad de los Molinos”, por la gran cantidad de casa – quintas que necesitaban sacar agua de esta forma. Su clima templado es tan benigno, que el lema que la ca-racteriza es “Por su clima, la juventud no teme a la vejez. La vejez en Villa Alemana vive en eterna juventud: Un poquito de historia, Villa Alemana antes de ser nom-brada de esta forma era nada más que campos. Había una pequeña viña, muchos árboles, flores y lo que predomi-naba era el espino. Por donde hoy se ubica el Teatro Pom-peya se ofrecieron a 20 centavos el metro de terreno. Y ahí fue donde Don Buenaventura Joglar tuvo la idea de com-prar tierras y formar una población la cual nombro Villa Alemana, pero en el año 1928 es incorporada a Quilpué. El 7 de junio de 1933 la comuna contaba con poco más de 55.000 habitantes. En 1992 Villa Alemana superaba los 77.000 habitantes. En 2002 se acercaba a los 100.000 ha-bitantes y actualmente, su crecimiento inmobiliario ha im-pulsado su desarrollo por lo que ya superaría los 150.000 pobladores. En los años 50, la adolescencia fue muy grata, por su clima templado Villa Alemana, te incitaba dar un paseo. Con el carisma de su gente, el buen trato de los viandantes. Como no recordar esas tardes en la calle Latorre donde podíamos escuchar música del Portal Pompeya o servir-nos algo en “Fuente de soda Eva”, cuando se acercaban fechas emblemáticas, como fiestas patria u otras, “Casa Ledesma” en donde comprábamos los corte de tela

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para los vestidos, lo que también nos gustaba y nos llama-ba mucho la atención “Casa Ibarra”, fueron los primeros productos importados. En la avenida Valparaíso tenía-mos la tienda “El Barato”, vendían zapatos y géneros, en la calle Condell, la Primera Compañía de Bomberos, el Club Deportivo Villa Blanca, en la calle Berlín Quinta de Recreo Sarrochi y en la calle Santiago la Botille-ría Perelli. Ya han pasado unos cuantos otoños a cuesta y puedo contar que tenemos una locomotora antigua que fue donada por ferrocarriles para ser ubicada en la comuna, haciendo alusión a la fundación de Villa Ale-mana, es un potencial atractivo no explotado y descui-dado, requiere de una ubicación con la ambientación especifica. Es una locomotora a vapor traída desde Japón. Muy cerca esta “Plaza Belén” ubicada a un costado de la Estación de ferrocarriles, plaza construida por moti-vo del “Protocolo de Hermanamiento”, entre Belén (Palestina) y Villa Alemana. En mayo de 2006, se proce-dió a la firma del convenio para crear lazos entre ambos territorios, actualmente es un espacio de encuentro fa-miliar especialmente los días domingo. Están también los terrenos “Parque” Ex Municipal, Ubicado en el sector de Peñablanca, se cuenta con un terreno boscoso pertene-ciente al Servicio de salud Viña del Mar – Quillota, el cual hasta principio de los años 90, fue arrendado a la Municipalidad. Actualmente es usado como Club de Campo para el esparcimiento de los trabajadores del servicio de salud. Con los años nos llegaron más atractivos turísticos como por ejemplo el cerro la Virgen “Monte Carmelo”. Lugar de una supuesta creencia popular en la década de 1980, en los últimos años de la dictadura militar, haciéndose co-nocido Miguel Ángel Poblete, pintoresco “Mesias” que supuestamente veía a la Virgen María, siendo un

culto popular, el cual se desacredita por la aparen-te presencia de los organismos de seguridad de la dictadura en la generación y difusión de dicho culto. Con el tiempo “Miguel Angel” se convirtió en “Karole Roma-nof”. Este lugar está enclavado en el sector norte de la ciudad. Dotado de una hermosa capilla de diseño moderno, jardi-nes y gruta que embellecen el lugar. Desde este cerro se aprecia gran parte de la ciudad.Vivíamos, sin preocupaciones de dejar nuestras casas a vistas de la delincuencia como en estos tiempos, nuestros hijos jugaban en pasajes y calles donde no corrían riesgos de accidentes. Solo espero que las nuevas generaciones aprendan a amar a esta tierra, mis hijas, nietos y bisnietos saben que los que nacemos, vivimos y morimos en Villa Alemana, hemos vivido en una eterna juventud.

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hermosa plaza de la estación, llena de árboles y caminitos y al centro la Pérgola donde los domingos, los primos mayores y sus amigos iban a bailar. Carreras en patines (quien se puede preocupar de autos si casi no los hay). Cambio de ciudad y un día regresar, ya no la niña sino una tímida preadolescente a la que las primas le sacan los calcetines, le ponen medias con portaligas, le sueltan el cabello y horror… le presentan niños y la llevan a los primeros “malones”.

Las niñas no juegan futbol; esos miércoles de cimarra, vamos a la galería del teatro Pompeya y sacamos las fotos de los carteles que se ponen de propaganda, luego a jugar flipper en el café de la esquina.

Los sábados a la calle Latorre, las niñas en coloridos ves-tidos en fila hacia abajo, los casi jóvenes hacia arriba y luego media vuelta pero… solamente en la cuadra entre Santiago y Buenos Aires, la anterior prohibida.. ¡Los mejo-res años!… al colegio a Valparaíso, dejar las bici al cuida-dor que existía en la estaciónes que nos conocía uno por uno, es que siempre tarde al automotor de las 7,20 lleno de estudiante.

Al regreso tratar de que fuera en “la Arratia” a las 6 p.m.; y eran esas tardes que nos esperaba el agudo rechinar de los molinos,, especialmente los del “otro lado de la lí-nea”. A veces nos recibía la “Cadena Musical Prat” en la que los fines de semana dedicábamos música de la Nueva Ola a nuestras amistades. Y las matiné de los domingos, cada grupo en su territo-rio; en la semana mejor no ir, los amigos en la galucha nos hacen enterrarnos de vergüenza. Las fiestas de los sába-dos, sin problemas regresar a casa; en el verano bailar

SENTADA EN LAS ASPAS DE UN MOLINOLuz María Ferretti Gómez

Sentada en las aspas de un quieto molino miro la ciudad y me dejo llevar en un ensueño de recuerdos, sin orden sin lógica, solo imágenes de un tiempo de ayer. Los paseos en el carretón que construyeron los papas para llevarnos a las lomas, las que fueron años después un lugar para encumbrar volantines, asustar a las cabritas y un día nos comemos su “caca” pensando que eran aceitu-nas. La casa del “Bigotudo”, hombre flaco que arreglaba carretas y lucía un tremendo mostacho; un poco más abajo, entre ramas, raíces y tablas el viejito alimentado por todo el barrio y en la esquina “la casa de los enanos”, en la punta un abrevadero para animales.

En las mañana “la leeeche”, corrían las mamas con sus ollas a comprar a la carreta con caballos que llevaba unos grandes tachos del vital alimento que debía hervirse por varios minutos en la cocina a parafina. Y esos toneles de aceite (es que no había agua potable siempre y no todos tenían pozo) llenos de agua que eran la delicia de los ni-ños en las tórridas tardes de verano.

En primavera llegaban los gitanos y armaban su ciudadela de varios colores, allí en Maturana con Santa Rita donde edificaron la Empart. Y ese día 8 de diciembre que llovía a cántaros, todas las cándidas novias enanas, la iglesia lista y el padre Larraín gritando, me fui en la “burrita” (Ford 32) de mi padrino Rolando y luego el gran chocola-te en la casa parroquial. En el colegio las niñas en un patio jugando a la ronda, los varones en otro, en las salas de clase separados. La

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con Los Ramblers, los carnavales con Gloria Benavides, Pat Henry y nuestro Larry Wilson. Ir a pololear a la plaza o a los puentecillos sobre los brazos del estero. Se dan muchas vueltas y golpes – de la mano con la terce-ra generación – apenas se escucha el canto de los moli-nos. El Paseo Latorre (ya no es calle), los videos en un segundo piso, a la vuelta un pool, jóvenes vestidos de negro con pelos parados sentados en la puerta de nuestro Teatro Pompeya. Aún nos acompaña la Cadena Musi-cal cuando bajamos del tren al regreso del trabajo ¿pero el kiosco donde dejábamos las bicicletas?. Mi colegio se convirtió en un edificio recto y sin personalidad, adiós vie-ja casona. Sin trabajo no hay comida a pesar de lo que bailamos con Florcita Motuda en el paradero de taxis de la estación; entonces… irse a otras tierras y al tiempo regresar a ¿vivir, a morir?, trayendo a una cuarta generación… mis nietos.

Ya no está la casa de la estación, los trenes se llaman metro, hay que ir al Centro Cultural para recordar la “ta-quilla” del Pompeya; los almacenes se convirtieron en minimarket y sobran los supermercados. Se pierde la mirada en una serie de casitas iguales, allí donde estaban las parcelas y a las que íbamos de picnic en caravanas de bicicletas.

De la plaza, solo queda la palmera donde se senta-ban a pololear y algunos otros árboles: del Villablan-ca” primera cancha con arcos de vidrio ya no queda ni el recuerdo.

Miro al fondo de los ojos a quienes podrían ser buscan-do parte de mi vida, la mirada no cambia. Ahora solo soñar sentada en las aspas de un molino para traer de entre mis recuerdos esa canción del atardecer… CRR…CRRRRRR…CRRRRR El primer almacén que conoció Villa Alemana perteneció a don Luis Blanco y estaba ubicado en el camino público (hoy Av. Valparaíso) haciendo esquina con lo que conocemos como Paseo Latorre, en una

propiedad del señor Joglar.

MI TIEMPO EN VILLA ALEMANALya Cecilia Quiroz Herrera

Llegué a Villa Alemana el 10 de marzo de 1962, luego de contraer matrimonio con mi esposo en Valparaíso. Era un lugar tranquilo y hermoso a principio de los sesenta. Sus molinos acentuaban un paisaje idílico, casi no había movilización, ni autos, ni buses, ni camiones, ni semáforos. Se podía caminar sin preocuparnos a pié o en bicicleta. En la casa del paradero nueve nacieron mis dos prime-ros hijos. Luego nos fuimos a la calle Progreso donde na-cieron mis tres últimos hijos. Como simple dueña de casa los quehaceres hogareños ocupaban casi todo mi tiempo, pero busqué la alternativa de tener algo que hacer distinto a la rutina del hogar y lo encontré en esos años en la Cruz Roja de Villa Alemana, donde iba a estudiar prime-ros auxilio con mis hijos a cuesta. La mayor de cinco años iba tomada de mi falda, el siguiente de cuatro años manejaba un triciclo que le había acondicionado mi es-

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poso para llevar la pequeña de tres años en un asiento de atrás. Yo con mi bebé de dos años en brazo y mi quinto hijo en mi vientre. Era fácil caminar hasta por la calle sin preocuparse de atropellos o choques. Al correr el tiempo y ya criados mis hijos y en el co-legio, compramos una casa y nos trasladamos a un nuevo barrio. Al llegar a Villa Alemana estaba de alcaldesa la señora Delia Salinas, quien estuvo dos periodos por su buena gestión municipal. Hizo adelantos, incluyendo el Mercado Municipal que no existía antes.Al costado de la estación de trenes de Villa Alemana ha-bía una hermosa plaza con una pérgola donde los días domingo había retretas, es decir, tocaban las bandas de Carabineros, los Bomberos o Grupo Scouts.Lo habitado era solo el centro de la ciudad y los alre-dedores cercanos. Con el tiempo Villa Alemana fue exten-diéndose. Llegó el progreso acompañado de los servicios que toda ciudad amerita tales como juzgado, comisaría, registro civil, oficinas de todo tipo para hacer trámite, supermercado, semáforos, caminos principales y tronca-les alternativos. Actualmente existen los servicios de atención al adulto mayor para gente que llegó en la plenitud de la juventud a formar familias en Villa Alemana. Hoy en día contamos con la UCAM, Unión Comunal del Adulto Mayor y OCAM, Oficina Comunal del Adulto Mayor, ambas ofrecen toda facilidad para trámites, paseos, atención de abogados y médicos, además de cursos convenientes para el adulto mayor, lo mismo que a principio de los sesenta llegamos para hacer crecer la ciudad. En fin, Villa Alemana se ha ido convirtiendo en una ciudad y comuna que independiente de su crecimiento y

desarrollo, aún se respira aire limpio y mirando hacia el futuro con su lindo y antiguo lema “Villa Alemana, Ciu-dad de la Eterna Juventud”.

MI HISTORIA… MI CIUDADHortensia Tolosa Droguett

Yo no he vivido siempre en Villa Alemana, pero he man-tenido un contacto permanente con esta ciudad, por la relación con amigos de toda la vida y familiares que se instalaron aquí desde los años cincuenta Desde los catorce años una compañerita del Liceo mi in-vitaba a pasar vacaciones, eventos familiares y otras cir-cunstancias. Su madre había venido por una temporada a reponerse de una enfermedad pulmonar y muy pronto se trasladó desde Valparaíso toda su extensa familia, atraí-da por la belleza, el buen clima y el apacible ambien-te. Todos sus descendientes se han desarrollado aquí y la mayoría vive y labora en la ciudad o cerca de ella. Unos años más tarde llego a Villa Alemana una prima con su recién formada familia, la que ha constituido mi más cercano vínculo de parentesco. Ya mi amiga ni sus padres viven, pero aunque mi vida ha dado muchos giros, he contado siempre con la acogida afectuosa de sus familiares. Hace poco vinieron una hija y una nieta desde el país donde residen y me pidieron que les contara acerca de nuestra juvenil amistad. Enton-ces recordé los paseos con sus hermanos y amigos por ex-tensos espacios deshabitados muy cercanos al centro de la

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ciudad, donde jugábamos a la pelota y al volantín. Desde las calles o vías de tierra se divisaban grandes parronales y árboles frutales en las casa–quintas; también nos instalábamos en las tardes en la estación ferrovia-ria por si llegaban amigos en los trenes. Y alejándonos más, íbamos al sector de Marga Marga, a la “Poza Azul” pasando horas en el disfrute de picnic y riesgosas zambu-llidas… Recuerdos todos muy gratos, de felices convivencias casi infantiles, pese a que ya éramos adolescentes.Años más tarde tuve una dolencia pulmonar, por la que estuve hospitalizada en uno de los sanatorios de la ciu-dad, instalados por su reconocido clima sanador. En ese sorpresivo y difícil trance tuve todo el apoyo de la red de amigos y familiares villalemanino.No dude en instalarme en Villa Alemana al jubilar, adqui-riendo una casa casi por teléfono, por la indudable acogida de mi gente y de la ciudad. Por las conversaciones, supe que el nombre de la ciudad se debe a que ha comienzo del siglo pasado personas de nacionalidad alemana, comerciantes o profesionales lle-garan desde el entonces importante Valparaíso a cons-truir sus casa-quintas de estilo europeo y seguro los mo-linos típicos. Esta instalación transformo la ruralidad del pueblo, que tenía otro nombre, en una ciudad. Su clima, naturaleza y arquitectura a familia del país y del extranjero. El crecimiento demográfico de Villa Alemana, que de ser considerada ciudad dormitorio, ha logrado ser una urbe con vida propia, por el aporte de las personas llegadas y los necesarios recursos creados.

Aún con su extensión, instituciones diversas y ar-quitectónica, movimiento y cercanía, la ciudad tiene algo de bucólico, por sus construcciones bajas y hermosas y saludables áreas verdes. Villa Alemana es una ciudad vivible, acogedora, que ha sido la esperanza y realidad de vida grata para muchos, como para mí. Un grupo de bandoleros conocidos con el nombre de Los Melones asolaron los campos de Peña Blanca en los primeros años del siglo XX. Para algunos, fueron bandidos peligrosos; para otros no pasaban de ser cuatreros. Todos pertenecía a la familia Bahamondes, que vi-

vían en lo que hoy conocemos como Lo Hidalgo.

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compartir y hacer buenos amigos de divertirnos con la sencillez de la juventud. Que bien te queda el slogan “VILLA Alemana Ciudad De La Eterna Juventud”. Con algunos años de vida aun conser-vamos aquella juventud interior esa que nos hace extrañar la ciudad cada vez que la hemos tenido que abandonar por algunos instantes. Don Buenaventura Joglar , todos los días caminaba presuroso a la “Casucha con ruedas”, primera boletería de Ferrocarriles de Villa Alemana antes de la construcción de una estación, compraba cin-

co o más pesos en boletos para darle movimiento a la boletería.

LOS AMIGOS DEL AYERCecilia Verónica Díaz Valenzuela

No era de extrañar las iluminadas noches de verano, lu-nas nunca antes vistas por jóvenes de trece años reunidos en alguna esquina de algún lugar de la ciudad de Villa Alemana. Éramos alrededor de diez amigos, Anny, Pedro, Ceci-lia, Hugo, Eliana, Pato, Lucho, Manuel, Yiyo, Mauri, los que nos juntábamos entre vecinos y veraneantes de otras ciudades en calle Progreso esquina Lima, sentados en el muro de la casa de Cecilia todos reunidos en grandes conversaciones, juegos, cantos, toques de timbre, risas de adolescentes, el corre el anillo era el gran desafío ya que implicaba penitencias como tocar el timbre en la casa de algún vecino para preguntar la hora, saludar el que pasaba en el momento o entonar alguna canción de Sandro, que era el cantante de moda, penitencia cumpli-da. La entretención del día domingo era el Teatro Pompe-ya en el cual se exhibían las películas de algún cantante; Joselito, Palito Ortega y otras como, El Mio Cid, Amor Sin Barreras que causó sensación. Algunos ya se han ido, con otros no nos hemos vuelto a ver, pero con más de algún familiar nos enviamos saludos, se extrañan las calles seguras de Villa Alemana, los jóve-nes caminábamos sin peligro en horas de la Noche y día, la seguridad que nos dio en plena adolescencia el bien para el otro amigo, amigo, el vecino, el vecino. Así transcurría la vida en Villa Alemana, personas senci-llas amables en que la TV no nos quito el derecho de

TERREMOTO EN EL LICEOMauricio Rafael Dazarola Metzger

El domingo 28 de marzo de 1965 a las 12,33 horas, un terremoto de magnitud Richter 7,6 y de intensidades de entre 6 y 9 grados en la escala de Mercalli se hizo sentir desde la provincia de Copiapó por el norte y hasta Osorno por el sur e incluso fue percibido en Mendoza y Buenos Aires en Argentina. En Villa Alemana se sintió muy fuer-te, recuerdo a mi madre correr a descolgar dos platos de porcelana de la pared del comedor y envolverlo en un mantel y ponerlo bajo el trinche, en la casa de Patricio Lynch 39, donde hoy se encuentra el Registro Civil y el Conservador de Bienes Raíces. Sentí un fuerte golpe en la escala, mi hermano Marcelo estaba en el segundo piso, corrí pensando que la escala se había desplomado, pero había caído parte del cielo del hall a la caja escala. Subí rápidamente y los escalones con los movimientos del

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sismo se acercaban y alejaban de mis pies. Mi hermano pensaba que había caído la escala y estaba sentado en su cama, que se desplazó de un lado a otro de la habitación. Al verme puso una cara de alivio que me emocionó y jun-tos bajamos al primer piso. En horas de la tarde. Siendo en esa época Presidente del Centro de Alumnos del Liceo de Villa Alemana, fui al es-tablecimiento ubicado en Avenida Valparaíso, en una an-tigua casona que había donado don Casto Carretero. Allí me encontré con la cuidadora del liceo, doña María, que me permitió entrar y recorrer todo el establecimiento, ha-bían varias paredes de adobe con trizaduras y mucha tie-rra en los corredores y las salas, todas las paredes estaban en pie, salvo un grupo de salas muy viejas que colindaban con el café Erika, que presentaban paredes en el suelo. Las clases se suspendieron y nos organizamos para ayudar a los damnificados, incluso fuimos a otras comunas cerca-nas al epicentro ubicado en La Ligua a demoler casas que estaban en peligro de derrumbe. Una semana después del terremoto logramos entrar al Liceo, junto con Edmundo Guerra y otros dirigentes del centro de Alumnos y quedamos consternados al ver una gran cantidad de paredes en el suelo, prácticamente to-das las salas estaban dañadas. Los auxiliares no querían dejarnos pasar, pero como los superábamos en número presionamos y entramos, comprobamos marcas de chuzo en las paredes. La cuidadora nos llamó a un lado y nos confidenció que el rector con los auxiliares habían bota-do las paredes a barretazo. Después nos enteramos que el rector se justificaba con su entorno, diciendo que era para que el gobierno construyera un edificio nuevo.

Esta irracional acción originó que el liceo funcionara en dos carros de ferrocarril en el Estadio Municipal, en el Salón Municipal, en un galpón del Colegio Nacional, en la Casa del Pueblo, en el domicilio de la Familia López en calle Díaz, en el Parque Rotario y los sextos en una sala prefabricada en el Liceo. Los profesores “corrían” hacien-do clase de un lugar a otro, con una vocación de servicio digna de destacar. Fueron los héroes de esa época. El Centro de Alumnos se jugó por reunir a la comu-nidad del Liceo en un solo lugar, amenazando con huel-gas, conversando con las autoridades tanto municipales y de gobierno quienes nos escucharon y pusieron su mayor diligencia en la construcción de salas de emergencia, logrando reunir a toda la comunidad liceana en un solo recinto. Cada curso, en su nueva sala, hizo una fiesta com-partiendo padres y alumnos con nuestros profesores

Villa Alemana de aquel entonces conoció su primera capilla donde

actualmente se levanta la Parroquia San Nicolas de Bari. Su construcción era de material ligero y de reducidas dimensiones. El

oficio de la Santa Misa, se efectuaba a las diez de la mañana.

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INDICE

UNA QUILLOTANA QUE SE ENAMORO DE VILLA ALEMANAELVIRA DE LAS MERCEDEZ CANEO FERNANDEZ 26 RECORDANDOAMAPOLA CASTELLA VDA DE GANDARILLAS 28

VILLA ALEMANA EN LOS AÑOS “50”ANDREW GUERRA CAMBELL 32 HISTORIA DE MI CIUDADJULIA NAVARRO DIAZ 34

MI DULCE NIÑEZLUZ ELIANA AZOCAR COVERA 37 EL VILLA ALEMANA DE MIS RECUERDOSCLAUDINA DEL CARMEN BERMÚDEZ ORTEGA 40 PAISAJES DE VILLA ALEMANAFIDEL LAUTARO ACUÑA MENESES 41 MIS RECUERDOS RAMON MESINA NAVARRO 43 HERMOSA VILLA ALEMANAELIANA CONTRERAS YTEM 45

AQUELLAS TRENZAS DORADASJORGE REINARES SALAS 46

LOS GITANOS DE VILLA ALEMANAEMILIO ENRIQUE OSORIO FUENTES 48

INDICE PALABRAS DEL ALCALDEJOSE SABAT MARCOS 01 PROLOGOHUGO TERAN VASQUEZ 03 REMEMBRANZAS DE TRES AMIGASMARIA AHUMADA, ALICIA BUSTOS, EMILIA SCHILLER 06

MI LLEGADA A VILLA ALEMANAELBA ALICIA GALASSI DONOSO 08

ESTA ES MI HISTORIA EN VILLA ALEMANAISABEL MESINA NAVARRO 10

VILLA ALEMANA CIUDAD DE LA ETERNA JUVENTUDYANINA DEL CANTO BALBONTIN 13

ENTRE TRENES Y RECUERDOS DE CANADAELIANA JERIA IBARRA 16 CUENTA REGRESIVAVIRGINIA MIRANDA MARTIN 18 MI VIDA EN VILLA ALEMANAJUAN HUMBERO NISPEL MORAGUEZ 20 NOSTALGIA DE VILLA ALEMANAMARIA TERESA CORONA SOLARI 22 CUANDO TODOS ERAMOS IGUALESRICARDO GAZMURI MENDEZ 23

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INDICE

SENTADA EN LAS ASPAS DE UN MOLINOLUZ MARIA FERRETTI GOMEZ 76

MI TIEMPO EN VILLA ALEMANALYA CECILIA QUIROZ HERRERA 79 MI HISTORIA… MI CIUDADHORTENSIA TOLOSA DROGUETT 81

LOS AMIGOS DEL AYERCECILIA VERONICA DIAZ VALENZUELA 84 TERREMOTO EN EL LICEOMAURICIO RAFAEL DAZAROLA METZGER 85

INDICE

LA TIA NINA RAQUEL ADRIANA PALMA MARQUEZ 50

RECUERDOS DE UNA PROFESORA NORMALISTAMARIA DEL CARMEN ALFONSO ZUCAS 52

VILLA ALEMANA Y MIS RECUERDOSOSCAR GONZALEZ VILLARROEL 54

DESDE MI POBLACION TERESA DE JESÚS OSSANDÓN ABARZÚA 56 NACIDO EN PEÑA BLANCARAFAEL ANTONIO BRAVO OSORIO 59 MIS PASOS POR LA CIUDADMARIA EUGENIA HIDALGO OYARCE 60 EL VILLA ALEMANA DE HOYREBECA MANRIQUEZ 64 RECUERDOS LEJANOSZULEMA ZAPATA VEGA 66 VILLA ALEMANA DE ANTAÑO YOLANDA SANHUEZA PINO 68 ERASE UNA VEZ VILLA ALEMANALILIAN LEDESMA BARLOW 70

RECUERDOS OTOÑALESLAURA GLORIA GARCIA GARCIA 73

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SUS HISTORIAS…. NUESTRA HISTORIA

Portada: Themo Lobos.Diseño: Francisco Converti Hidalgo.

Una idea de Fernando Gazmuri Mendez.

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