Stanley Kubrick

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Stanley Kubrick: un flashback Miguel Mejía Salas Stanley Kubrick nació en el Bronx, Nueva York, el 26 de julio de 1928. Su inteligencia siempre fue evidente, aunque no sobresalió nunca en los estudios. Su padre, que era médico, preocupado por mejorar su rendimiento escolar lo envió a Pasadena en 1940, a casa de su tío Martin Pervaler (quien luego sería productor de Fire and Desire, uno de los primeros filmes de Kubrick), regresando a su barrio natal en 1941 para terminar su último año de gramática. Aunque sus resultados mejoraron en algo, Jack, su padre, se propuso el objetivo de buscar algo que realmente interesara a su hijo. Comenzó por enseñarle a jugar ajedrez. Muy pronto, este juego se convirtió para él en una verdadera pasión. Según su propio testimonio, dicha afición lo ayudó mucho en su carrera como cineasta, tanto para lidiar con actores difíciles como por ser una motivación artística en sus filmes. Y es que Kubrick pensaba y planeaba cada parte de sus películas como si se tratara de piezas de ajedrez que se deben acomodar para lograr una jugada maestra. Al cumplir los trece años, su padre le regala una cámara fotográfica y realmente da en el clavo: Stanley se apasiona por la fotografía y se lanza a la caza de vistas interesantes en Nueva York. Él mismo revela sus negativos en el cuarto oscuro de un amigo. Vende una de sus tomas a la revista Look, estableciendo contacto con su staff de fotógrafos y consiguiendo su primer trabajo a los diecisiete años como practicante en esta publicación. En los siguientes cinco años, Kubrick se convierte en un fotógrafo regular de Look y también en un asiduo concurrente al cine. Su permanencia en esta revista fue una magnífica oportunidad para que experimentara con los aspectos fotográficos del cine: composición, iluminación, encuadre, seguimiento de la acción, etc. Junto a su amigo Alexander Singer, planifica su incursión en el mundo de la realización cinematográfica e invierte todos sus ahorros en la realización del cortometraje documental Day of the fight (1950). Se trataba de un documental sobre el boxeador Walter Cartier. A éste le siguieron otros dos cortometrajes

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Ensayo sobre el realizador de cine Stanley Kubrick.

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Stanley Kubrick: un flashback

Miguel Mejía Salas

Stanley Kubrick nació en el Bronx, Nueva York, el 26 de julio de 1928. Su inteligencia siempre fue evidente, aunque no sobresalió nunca en los estudios. Su padre, que era médico, preocupado por mejorar su rendimiento escolar lo envió a Pasadena en 1940, a casa de su tío Martin Pervaler (quien luego sería productor de Fire and Desire, uno de los primeros filmes de Kubrick), regresando a su barrio natal en 1941 para terminar su último año de gramática. Aunque sus resultados mejoraron en algo, Jack, su padre, se propuso el objetivo de buscar algo que realmente interesara a su hijo. Comenzó por enseñarle a jugar ajedrez. Muy pronto, este juego se convirtió para él en una verdadera pasión. Según su propio testimonio, dicha afición lo ayudó mucho en su carrera como cineasta, tanto para lidiar con actores difíciles como por ser una motivación artística en sus filmes. Y es que Kubrick pensaba y planeaba cada parte de sus películas como si se tratara de piezas de ajedrez que se deben acomodar para lograr una jugada maestra.

Al cumplir los trece años, su padre le regala una cámara fotográfica y realmente da en el clavo: Stanley se apasiona por la fotografía y se lanza a la caza de vistas interesantes en Nueva York. Él mismo revela sus negativos en el cuarto oscuro de un amigo. Vende una de sus tomas a la revista Look, estableciendo contacto con su staff de fotógrafos y consiguiendo su primer trabajo a los diecisiete años como practicante en esta publicación. En los siguientes cinco años, Kubrick se convierte en un fotógrafo regular de Look y también en un asiduo concurrente al cine. Su permanencia en esta revista fue una magnífica oportunidad para que experimentara con los aspectos fotográficos del cine: composición, iluminación, encuadre, seguimiento de la acción, etc. Junto a su amigo Alexander Singer, planifica su incursión en el mundo de la realización cinematográfica e invierte todos sus ahorros en la realización del cortometraje documental Day of the fight (1950). Se trataba de un documental sobre el boxeador Walter Cartier. A éste le siguieron otros dos cortometrajes titulados The Flying Padre (1951) y The Seafarers (1952), el primero sobre un sacerdote que visitaba sus alejadas parroquias en un pequeño avión y el segundo un sencillo trabajo que se centraba en el mundo de la navegación.

En 1953 filma Miedo y deseo (Fear and Desire), película que narra la historia de cuatro soldados atrapados detrás de las líneas enemigas, que deben confrontar sus temores y deseos. Kubrick nunca le tuvo mucho cariño a esta película. Él mismo se convirtió en el crítico más despiadado de su propio trabajo. Aunque Miedo y Deseo no logró recuperar la totalidad de la inversión que demandó su producción, permitió a Kubrick darse a conocer el circuito cinematográfico y experimentar la realización de un largometraje de acuerdo a su estilo de trabajo: ser él mismo quien controle los aspectos más importantes del quehacer fílmico (dirección, guión, fotografía, edición, etc.). Su esposa, Toba Metz, no logró soportar su dedicación casi exclusiva a la filmación de la película y le pidió el divorcio en 1951, luego de tres años de matrimonio.

Sus siguientes dos filmes, El beso del asesino (Killer’s Kiss, 1955) y Casta de Malditos (The Killing, 1956) tuvieron mejor acogida por parte del circuito hollywoodense. El primero es un sencillo thriller que, con una historia débil y personajes poco desarrollados logra, sin embargo, crear una atmósfera de film noir muy realista respecto al retrato de las clases bajas de Nueva York. Fue su última producción autofinanciada.

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Por su lado, Casta de Malditos se inscribe dentro del género policial. Narra de manera casi documental el robo a un hipódromo, cronometrado de tal manera que coincida con una importante carrera. Trabajando por primera vez con actores y técnicos profesionales, Kubrick logra con esta adaptación de la novela Clean Break de Lionel White un trabajo que equilibra muy bien los diálogos con las acciones. El trabajo fotográfico es pulcramente dirigido y el montaje aporta el ritmo adecuado a cada escena. Muchos críticos consideran a éste el primer trabajo realmente importante de Stanley Kubrick.

La patrulla infernal (Paths of Glory, 1957) es una poderosa película (anti)bélica que narra la antigua práctica de buscar siempre un chivo expiatorio para nuestras propias fallas. Se trata de una aguda e inteligente acusación tanto a la psicología como a las actitudes militares. Ambientada en la Primera Guerra Mundial, esta versión de la novela de Humphrey Cobb fue filmada en Alemania y cuenta cómo el General Mireau (George Macready) envía a sus hombres a una misión suicida. Cuando éstos fallan, él escoge a tres miembros del regimiento para que sean juzgados y ejecutados por cobardía. Las actuaciones del elenco son excelentes, destacando la de Kirk Douglas, Wayne Morris y el mencionado George Macready.

Kirk Douglas fue llamado por Kubrick para participar en la producción de la película Espartaco (Spartacus, 1960), un ambicioso peplum que, una vez terminado, no fue del total agrado de su realizador. Douglas es un esclavo que inicia una rebelión contra el poder de Roma, a la vez que vive sus propios dramas pasionales. A pesar de tener grandes secuencias de acción, el filme no logra mantener un ritmo homogéneo y dilata demasiado la narración. A esta altura, es ya una constante el cuidado que pone Kubrick en la fotografía, la dirección de actores y la elección de la partitura musical, en este caso compuesta por Alex North.

Una vez que se demuestra a sí mismo que puede tener éxito como director de Hollywood, viaja a Inglaterra en 1961, siguiendo en dicho país con un trabajo mucho más meticuloso y cuidadoso. Sus posteriores producciones son sumamente diversas en género y estilo, pero mantienen ese espíritu de artesano perfeccionista que Kubrick supo plasmar en toda su producción. Se le acusó incluso de querer acaparar el control total del proceso de producción de los filmes, desde el guión hasta el montaje y la post-producción, cortando la libertad y creatividad de su personal técnico. Es conocido el caso de Russell Metty, director de fotografía de Espartaco, quien se quejó enérgicamente ante los productores de la película, diciendo que Kubrick estaba todo el día sobre él y no lo dejaba hacer su trabajo. Kubrick le respondió que no se preocupara, que seguiría cobrando pero que de allí en adelante se sentara y no hiciera nada. Irónicamente, Metty ganó el Óscar a Mejor Fotografía por esta película.

Antes de viajar a Inglaterra se le ofreció dirigir a Marlon Brando en El tuerto Jack, pero el proyecto no cuajó y fue el propio Brando quien terminó dirigiendo el filme.

Su primer trabajo en Gran Bretaña fue Lolita (1962), perturbador drama basado en la novela de Vladímir Nabokov sobre la pasión que siente un hombre mayor por una niña (perturbadora interpretación de Sue Lyon) que está ingresando a la pubertad. La película fue elaborada con sumo cuidado para no chocar con el estricto código de censura y así no perjudicar el éxito comercial de la misma. Las actuaciones son memorables,

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destacando la de Shelley Winters como Charlotte Haze, la madre de Lolita, una mujer que destila un intenso hambre sexual.

Teléfono rojo (Dr. Stangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) significó uno de los más grandes riesgos para su director, ya que, hasta ese momento, no se podía concebir que la guerra nuclear pudiera ser objeto de una comedia. Pensada originalmente para ser un drama, Kubrick consideró que las ideas escritas eran bastante divertidas y decidió por eso tratarlas con un excelente humor negro. La película fue un éxito total y, más de treinta años después, aún mantiene su gracia y frescura.

En 1968 llegaría uno de los más grandes clásicos de ciencia-ficción: 2001: una odisea espacial, basado en un relato de Arthur C. Clarke (The Sentinel). Muchas de sus escenas han quedado como parte imprescindible de la antología del cine mundial (el prólogo de los simios prehistóricos, el ballet de las naves espaciales, el enfrentamiento final entre David Bowman (Keir Dullea) y la computadora HAL, etc.). El filme se ha convertido en objeto de culto y fue tomado como modelo e inspiración de muchas producciones posteriores.

Kubrick volvería a escandalizar y desatar polémica con La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), un desgarrador relato sobre la violencia, el abuso sexual y la pérdida de valores en una sociedad vagamente futurista, que llega al extremo de defenderse con mecanismos similares, diseñando un sistema para reacondicionar psicológicamente a los individuos violentos, haciendo que pierdan su voluntad y poder de elección, es decir, deshumanizándolos y convirtiéndolos en corderos que siguen al rebaño. El producto final fue demasiado fuerte para algunos estómagos en el año de su estreno y aún hoy en día, cuando el espectador se ha acostumbrado a toda clase de excesos, mantiene su poder para conmover a la audiencia. Malcolm McDowell construyó a un inolvidable personaje llamado Alex, compendio de todos los rebeldes.

Barry Lindon (1975) llevó a los límites el exquisito cuidado que Kubrick ponía en sus trabajos. Se trata de un relato de época sobre un pícaro héroe irlandés, en el que los actores tuvieron que repetir cada toma docenas de veces para que todo salga a la perfección. El resultado es un majestuoso relato de mediados de siglo XVIII, donde las emociones mezquinas de los personajes tienen como telón de fondo una de las más bellas fotografías de la historia del cine.

En 1980, Stanley Kubrick ingresaría al mundo del horror – luego de rechazar la realización de la secuela de El exorcista – adaptando una novela de Stephen King: El resplandor (The Shinning). A todas luces se trata de un producto atípico dentro del género, que casi no respeta la novela original (King renegó con mucho énfasis al ver la plasmación fílmica de su obra) y que, para algunos, constituyó un traspié en la obra de Kubrick, quien, a pesar de algunas buenas escenas espeluznantes, no logra crear el clima de horror necesario. Jack Nicholson se le escapa de las manos al interpretar su papel de hombre que va perdiendo progresivamente la cordura y pone en peligro a su familia. Shelley Duvall es quien mejor está en el reparto, transmitiéndonos su angustia y terror con bastante efectividad.

Con Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), Kubrick vuelve a explorar el mundo de los militares y la guerra. El filme se divide en dos partes claramente diferenciadas: primero, el entrenamiento de los “marines” en Parris Island y luego, sus experiencias de

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combate en Vietnam. La primera parte tiene una fuerza narrativa y visual que la segunda no llega a alcanzar. Sin embargo, esta película logró una buena aprobación de la crítica y un respetable éxito de público al presentar lo que sería el lado oscuro del humanista relato de Pelotón (1986).

Stanley Kubrick dejó de existir el 7 de marzo de 1999, falleciendo en Inglaterra de causas naturales y dejando, a modo de testamento, su obra póstuma Ojos Bien Cerrados (Eyes Wide Shut, 1999). Un film hitchcockniano impregnado de un sabor oscuro, desencantado, pesimista, que gira en torno a una pareja neoyorkina pequeño burguesa, interpretada por los entonces esposos Tom Cruise y Nicole Kidman. Un drama cargado de misterio y gélido erotismo, prolijamente articulado en secuencias largas y asfixiantes, narrando el tortuoso camino de una noche de (in)satisfacción sexual que lleva al protagonista a los límites de la autodestrucción.

Sería difícil cuantificar la influencia de Kubrick en el cine contemporáneo. Para darnos una ideo, bastaría ver cuántos estudios, libros, documentales y ensayos se han dedicado a su persona y su trabajo. Sus numerosos aportes, a la par de sus obsesiones por la calidad y perfección del producto cinematográfico, no han hecho sino engrandecer, cada vez más, el aura mítica de este gran director del siglo XX.