Sobre una estética de la violencia

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  • 7/23/2019 Sobre una esttica de la violencia

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    Sobre una esttica de la violencia.

    Tesis

    para obtener el grado acadmico de Maestra en TeoraPsicoanaltica.

    Presenta

    Jimena Mart Haik

    Asesor

    Mtro. Eduardo Garca Silva

    Septiembre, 2015.

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    A Teni, por su constancia. A Miranda y Alvaroque con mucha gracia se atravesaron en el recorrido.

    A Lore y Mara, regalos inesperados delpsicoanlisis. Por la escucha y la compaa y la amistad.

    A todos los que rondan nuestra mesa,sobretodos y siempre, Marcelo. Y los que lo siguen a la vuelta,unos aqu otros allB, N, W, R, B y K.

    A mi querida Brenda.

    Con mucho agradecimiento a Eduardo y aMauricio, por su lectura y consejo.

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    Prefacio

    Introduccin

    Captulo 1

    I. El vnculo social como el bien en m-mismo.II. La instancia regulatoria y la conciencia moral.III. La propiedad priva al otro.

    Captulo 2

    I. El bien y los bienes.II. La ley denota la prohibicin de lo posible.III. La mirada como el eje estructurante.IV. La triada trgica.

    Captulo 3

    I. La violencia remite a la ley cuya funcin es ser labisagra en el vnculo con el otro, pero convoca a unms all: la justicia.

    II. El deseo mimtico. La violencia mimtica.III. La excepcionalidad y el perjuicio.IV. La transgresin y la mirada o la transgresin es para

    ser mirada.

    Captulo 4I. El espectculo en torno a un objeto para la expiacin.II. La escena: la justicia frente al orden.III. La potica del tribunal

    Captulo 5. Los ngulos de la violencia narrados por la popularvoz de la prensa.

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    Prefacio.

    Esta tesis la empec hace unos siete aos cuando en la

    continuidad calmada de mi vida irrumpi la violencia. Y lo resumo

    en una lnea para no abordar ms esto: uno no puede preguntarse

    sino a partir de lo que ha ledo y lo que ha vivido. Con esto, acabo

    de tajo la apologa de esta eleccin de tema que, entiendo,

    nicamente bordea el psicoanlisis sin ser un tema propio para

    el psicoanlisis.

    No son los escritos sociales de Freud los que me dan licencia a

    reflexionar sobre este tema no tomo esos pretextos porque

    aquellas son otras ligas. Mis razones son autnticamente

    personales: me desasosiega la violencia que tiene agarrado a

    nuestro pas y que, cre, sera anacrnica a la publicacin de mi

    tesis. Me desasosiega que sea un tema an pertinente. Medesasosiegan las formas brutales. He pensado mucho en ello, no

    s si hay algn lugar desde el cual se pueda dar cuenta de estos

    fenmenos, me aventur a tratarlo desde aqu sin mucha sabidura

    y permitindome algunos brincos. No lo s, aqu va mi recorrido,que con que valga de recorrido es suficiente

    Primero que nada, intentar siempre que me sea posible,

    articular primero el fenmeno desde el psicoanlisis al paralelo y

    en espejo de una mirada ms antropolgica y social. Quedan

    obviadas las dificultades de esto, los hoyos que se generan y

    cuestiones a seguir elaborando. Intento en esta tesis, hacer clara la

    distincin entre la ley en psicoanlisis y la ley en derecho. No es

    antropologa ni filosofa poltica lo que trato de hacer, ms bien,

    tratar de situar el fenmeno de la violencia donde creo que ms o

    menos va: con un pie en el psicoanlisis y con el otro patinando

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    entre la filosofa, la antropologa y la literatura. Termino esto con

    una cita de Freud que me apuntala: En la vida anmica individual

    aparece integrado siempre, efectivamente, el otro, como modelo,

    objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicologa

    individual es al mismo tiempo y desde un principio psicologasocial, en un sentido amplio pero plenamente justificado. 1

    Si bien las formas floridas, Reales, brutales de la violencia en

    Mxico iniciaron esta reflexin, despus de mi recorrido, creo, esas

    formas ms que generar pregunta tienen una cierta consistencia:

    matter, stuff, dira Shakespeare. Lo impensable, lo

    inimaginable de estas formas de violencia indican un salto lgico,

    el cual sera obvio partiendo de Freud quien nos ense que

    nuestro actuar no responde a una lgica aristotlica sino a una

    lgica en otra va. Tampoco son metforas estas formas, es

    decir, no se explican tampoco por la va por la que se explicara un

    lapsus, digamos. Aunque si, el Ello habla por ah en su recuento.

    Es una cierta materia, un matter de las formas lo que me lleva apensar en una esttica.

    Me parece, y esto lo abordo en el primer captulo, que hay,

    en palabras de Hannah Arendht, una cierta mudez que es esencial

    a la violencia. No hay palabra posibley sabemos bien, qu

    significa esto en psicoanlisis. O de otro modo y jugando con las

    palabras: hay palabra imposible. La violencia denotar un

    cierta imposibilidad que en su intento de abolicin no cabe en

    palabras y se muestra en acto- una cierta forma del acto. Es una

    forma que no dice nada (es mudo) ms si apunta a un lugar. Es

    decir, mostrar una cierta esttica del perjuicio. La idea de esttica

    1 S. Freud, Psicologa de las masas y anlisis del yo en Obras Completas tomoIII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 2563.

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    ser lo que me da el anclaje as como la va de entrada a pensar laviolencia desde el psicoanlisis.

    Abordar aqu el escenario de la violencia , esto es, la idea de

    lo social, para tratar de construir una suerte de marco. Desde elpsicoanlisis, especficamente desde Freud, la fundacin de lo

    social tiene que ver con una cierta conciencia moral. Raz de la

    neurosis, la conciencia moral estar pautada por una nocin de

    cultura como aquella masa de singularidades vinculadas

    libidinalmente. Un juego dinmico de identificaciones y renuncias

    a las figuras parentales as como la dialctica entre los ideales

    construidos como deseables por la masa de subjetividades frente alos deseos construidos en la historia particular, en la cronologa

    neurtica de cada sujeto. Paradigmticamente descrito en Ttem y

    Tab , el lugar del padre muerto, el lugar de la ley, ofrece un

    paraguas afectivo a quien se cie a la institucin. Idea que hace

    eco con la de Schmidt, esta organizacin que neurotiza al sujeto es

    el espritu mismo del pueblo. En esta dialctica, o comulgas

    cindote a la ley y por tanto al malestar subjetivo o eresexcomulgado. Pero no es esta ley la ley del derecho. La ley del

    derecho es una mmica, sera esta piedra de la ley, las regulaciones

    inscritas institucionalmente, una caricatura proyectada 2 si sequiere, alrededor de la cual, volviendo a Freud, mal-estamos.

    Lacan lo esquematiza hermosamente pero con ciertas

    variantes: en el centro estar la ley o su reverso, el deseo.

    Alrededor de ese hueco insistir la demanda del neurticobordeando en espiral.

    Para decirlo de otro modo tomo una cierta potica de los

    objetos anunciada por Lacan en La funcin del bien. Lacan

    indica que la culpa, no la conciencia moral freudiana, funda lo

    social. Si bien para Freud hay una proyeccin de la subjetividad

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    sobre lo social, para Lacan el afuera y el adentro no tienen

    distincin. En la institucin se anuncia este goce ltimo, las

    fantasas lmite de los grupos identificados, los amigos segn la

    teora de Schmidt hermanados (y no podemos no pensar en los

    hermanos de Ttem y Tab ) en el espritu del pueblo o delsistema, como se dice hoy.

    Si bien Freud nos explica que el malestar humano se debe a

    una pugna de la subjetividad frente al contrato social de la

    hermandad, nos acusa un problema que Lacan rescata

    maravillosamente. Freud dice en El malestar en la cultura :

    Tambin yo considero indudable que una modificacin objetiva delas relaciones del hombre con la propiedad sera en este sentidoms eficaz que cualquier precepto tico 3.

    As, Freud introduce para pensar en este establecimiento de

    hermandad, para pensar en el bien-estar del vnculo social, al

    objeto. Esto nos da pie a tender un puente con Lacan en Lafuncin del bien:

    El dominio del bien es el nacimiento del poder. ()

    No soy yo, sino Freud, quien se encarga de

    desenmascarar qu quiere decir esto con la

    efectividad histrica. Disponer de sus bienes () es

    el derecho de privar a otros de ellos. () Quiero

    decir que el poder de privar de ellos a los dems es

    un vnculo muy fuerte, del que surgir el otro como

    tal . 4

    Para Lacan, los ideales, las figuras parentales, los deseos

    impresos por las miradas de los padres, el estatuto del otro en el

    surgimiento de mi propio deseo queda ya de tajo implcito al

    3 S. Freud, El malestar en la cultura en Obras Completas Tomo III, Madrid,

    Biblioteca Nueva, 1996, p. 3066.4 J. Lacan, La funcin del bien en El seminario de Jacques Lacan: Libro 7: Latica del psicoanlisis , Buenos Aires, Paids, 2005, p. 263-273.

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    introducir el objeto como esta otra pata en la triada que constituye

    el vnculo subjetivo. Sobre el objeto est la mirada del otro y mi

    mirada est sobre la mirada del otro mirando al objeto. Ese es elvnculo en su forma ms escueta.

    As, quedamos atrapados en la dialctica del deseo 5 y ,por

    tanto, obligados y pugnando con el imperativo social. De ah que

    el deseo, la envidia, las aspiraciones, las agresividades y el odio

    estn referidos al objeto en cualquiera de sus estatutos, el

    imaginario, simblico o el Real. La falta nos estructura, la falta es

    siempre con relacin al otro (y al Otro). Cuando hablamos entonces

    de orden y derecho, implicamos a los objetos imaginarios. Sihablamos de Justicia, a la sombra de los imaginarios, al objeto a.

    Lo social as, se articula organizando los objetos tangibles,

    imaginarios; otorgando derecho de propiedad a unos para privar a

    otros. Es esta reparticin de objetos, este ordenamiento de las

    cosas de las que se encarga la ley del derecho y a donde

    aparentemente se ancla la demanda. Pero sabemos, hay un ms

    all de la demanda, un ms all de la queja que, nos ensea el

    psicoanlisis, se pretexta en el objeto imaginario pero lo trasciende.

    Es el objeto imposible, el objeto a. En un intento de asir la

    justicia, nos apuntalamos socialmente dando orden al reino

    imaginario, ms sin querer, lo que subrayamos es el resto que caede este intento.

    Esto nos lleva a Kant con Sade, en donde Lacan juega conla idea del Bien como planteado por Kant (esta meta ltima del

    Estado) con la idea de la reparticin y por ende, privacin de los

    bienes. El bien con mayscula acaba teniendo el mismo peso

    especfico que el bien con minscula, lo que querr decir que el

    contrato social tiene su fundacin en la apropiacin, valor y uso de

    las cosas. No es un ideal comunitario el que nos organiza, no tiene

    5 Dialctica que queda pormenorizada en el Estadio del espejo

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    que ver con el orden ni lo bueno ni lo bello sino con una dialctica

    de la imagen que nos lanza a lo simblico para pretextarse en ello.

    El bien kantiano queda banalizado, el Mal, por aadidura,tambin.

    Si como Lacan dice, el vnculo tiene que ver con esta

    dialctica con el objeto y las formas de la falta, la ley (del derecho,

    la regulacin, el orden) tiene que ver con esta distribucin y

    ordenamiento, con este clamar el nombre de los objetos. El

    objetivo de la ley (del derecho) es preservarse a s misma, preservar

    la facultad de ordenar. La Justicia quedara entonces fuera, sera

    esta sombra, este resto que cae de la regulacin. Vale decir,cuando desde el malestar se queja el sujeto, reclama los objetos sin

    saber o a sabiendas de que el reclamo est detrs del objeto

    reclamado, es su sombra. Es decir, la vida opera en la neurosis

    porque la demanda no deja de operar bordeando un vaco. Esto es,

    se discute con el orden pero lo que se clama es Justicia, unimposible.

    En la clnica, dice Assoun 6, lo que se escucha es al

    perjudicado y la queja neurtica tiene que ver con este perjuicio.

    Pequeos Ricardos III dice, refiriendo a Freud quien se pregunta

    por qu un Ricardo III, un malvado, puede ser un personaje teatralque engancha con el empata del pblico. As dice Freud:

    Nuestra primera impresin ante este discurso (deRicardo III) ser quiz, la de echar de menos todarelacin con nuestro tema. Ricardo parece decir tansolo: Me aburro en estos tiempos ociosos y quierodivertirme. Mas como mi deformidad me veda lasdistracciones amorosas, me adjudicar el papel demalvado, e intrigar , asesinar, y har cuanto meplazca. Una motivacin tan frvola ahogara todoposible inters en el espectculo si detrs de ella nose escondiese algo ms serio. Y, adems, la obrasera psicolgicamente imposible, pues el poeta tieneque saber crear en nosotros un fondo secreto desimpata hacia su hroe si hemos de poder admirar

    & PL Assoun, El perjuicio y el ideal , Argentina, Nueva Visin, 1994, p.18.

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    sin contradiccin interior su valenta y su destreza, yuna simpata solo puede estar fundada en lacomprensin, en el sentimiento de posible comunidadinterior con l. Creo por tanto que el monlogo deRicardo no lo dice todo; se limita a apuntar algo,dejando a nuestro cargo desarrollar lo apuntado. Yen cuanto llevamos a cabo esta labor complementariadesaparece, en efecto, toda apariencia de frivolidad,se nos muestra todo al alcance de la amargura y laminuciosidad con que Ricardo ha descrito su figuradeformada y se nos hace claramente perceptible lacomunidad que fuerza nuestra simpata hacia elmalvado. () y ahora sentimos ya que tambinnosotros podramos llegar a ser como Ricardo, eincluso que lo somos ya en pequea escala 7

    El perjuicio sera este desmerecimiento, aquel error en la

    reparticin de bienes y dones en donde la queja se dirige al Otro

    que lo desfavoreci. En ese lugar perjudicado es donde Freud

    ubica el patrn del delincuente, pero tambin, nos advierte habr

    pequeos Ricardos III en todos nosotros y es desde ese lugar desde

    donde se lanza la queja neurtica. De algn modo, nadie est tan

    lejos de la violencia. En la clnica, tenemos de alguna manera clarocmo es que esto se muestra, pero, podemos observar cmo searticula esto socialmente?

    Regresando a la obra de Shakespeare- Ricardo III concluye su

    tragedia clamando :Mi reino por un caballo. En una grandiosa

    inconsistencia potica, se ofrece la bolsa por la vida, se pide una

    nada a cambio del todo ya que es a travs de la nada que se ve el

    todo. Como un hombre atravesado por un dolor de muela, RicardoIII entiende su cada como la falta de un caballo. No es esta la

    inconsistencia que tambin nos muestra un anlisis?

    El pequeo Ricardo III clama as, se refiere a los objetos

    imaginarios cuando su demanda va al Otro y apunta a un ms all

    7 S. Freud, Varios tipos de carcter descubiertos en la labor analtica en ObrasCompletas Tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 2415.

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    del objeto. Para que quiere Ricardo III el caballo si no es pararecuperar el reino, aquel reino que dara a cambio de un caballo?

    Y esto tendr todo que ver con la violencia y con una cierta

    esttica: la de la desproporcin. La violencia sera est intento(lejos de la palabra) de dar cuerpo, matter, stuff, consistencia al

    imposible: la peticin de justicia. Ese enfrentarse al objeto a

    donde el sujeto trata de hacerse de algo proporcional en una

    cierta esttica que no responde ni a la lgica ni a la tica, para dar

    cuerpo. Hay entonces una nada, una cualquier cosa que

    representa el movimiento de una deuda a saldar pero que no habla

    de esta deuda pero si responde de ella. La justicia sera estaexperiencia de lo imposible que para incorporarse, para darse

    cuerpo (matter) rasga en el terreno de lo asible. Pareciera, y es

    algo que trato de exponer en mi escrito que diversos ejemplos, que

    la justicia y su resarcimiento tiene mucho ms que ver con la

    esttica que con la tica o la lgica: est sera no el sentido lgico,

    sino el sentido esttico de dar la bolsa por la vida La nica

    funcin del Bien, anuncia Lacan, sera ser el ropaje de unesqueleto cuya sustancia es el ordenamiento de los bienes.

    Dentro de los objetos asibles para reparar el perjuicio se

    buscar la figura, por ejemplo, del chivo expiatorio. Ofrecimiento

    sacrificial que da la oportunidad esttica del reembolso. El chivo

    expiatorio confirma el peso esttico que tienen los asuntos de

    justicia y desmerecimiento al ofrecer la restauracin de

    proporciones al ojo espectador. Y entonces puedo regresar a lo que

    en la tesis es un punto de partida pero que ahora utilizo para

    llegar: a la violencia estticamente proporcionada se le llama hacer justicia, a lo desproporcionado, escndalo.

    La violencia ser entonces, y todo esto tendr que ver con

    algo mucho ms potico que tcnico u operacional, este acto

    preformativo que trata de roer lo simblico. Un acto mudo ahdonde la palabra no da para establecer el puente entre el orden

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    (del derecho, por ejemplo) y la Justicia. Es un acto que busca

    reordenar, mostracin al ojo del otro, es esta escenificacin del

    sujeto que vacila entre dos ordenes aquellos que Antgona nombra

    como la ley de los hombres y la ley de los dioses. La violencia es la

    anulacin del -1 de la Justicia. Es un anti-brillo, el estallido sordode la experiencia de lo imposible.

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    Introduccin.

    WHAT IS WRITTEN IN INK CAN ONLY

    BE WASHED BY BLOOD Stephan Zweig.

    Partimos de una pregunta fundamental, esto es, si es posible echar

    una mirada a partir del psicoanlisis a los fenmenos actuales de

    la violencia en Mxico.

    Como primer acercamiento la pregunta pide un anlisis deaquello que aceptamos como violencia.

    Uno. Trabajo con un concepto fundamental de carcter mas

    potico que psicoanaltico, dice Hannah Arendt: la violencia es

    muda, aadira yo, mientras es muda, es primordialmente visual,

    vale decir, implica a un otro espectador. La violencia es para

    alguien, ah donde se rompe la ley y la ley implica forzosamente a

    otro. La violencia es este acto, esta performatividad de bordeimaginario y rastro Real ah donde algo no se puede ya simbolizar-

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    es decir, es muda en tanto es una acto donde ya no hay sujeto 8 (ala ley, a la palabra).

    Dos. Trabajo tambin con la idea del Bien, no solamente

    como contrapartida del Mal, el desorden, la hybris , sino con suresonancia y profunda intimidad con los bienes. El escndalo, por

    decirlo de algn modo, que introduce Lacan en Kant con Sade

    ah donde el Bien es una mera resonancia de los bienes, ah donde

    montndonos en la idea de que todo Bien social como principio

    comunitario es tambin el ordenamiento de los bienes, de losobjetos.

    Tres. La idea del Bien comn como eje estructurante de la

    institucin social nos remite a la ley. La ley para el psicoanlisis y

    la ley del derecho no son lo mismo evidentemente, pero una ley nos

    organiza subjetivamente para la otra ley y esa ley, la del derecho,

    es la puesta en escena de la ley del padre en psicoanlisis. La

    institucin, la autoridad, el poder, son todos conceptos que

    tratados por el psicoanlisis en tanto el sujeto no es sin su atadura

    (sujecin) a la cadena significante, a la red de las privaciones y las

    sanciones que lo fabrican como deseante. La idea del poder, del

    enforcement social, la institucin de lo legal no son elementosexternos al sujeto sino que lo anudan simblicamente como tal.

    Finalmente, cuatro. La escenificacin. La ley es tal como

    semblante. Tiene consecuencias reales en tanto el sujeto est

    primordialmente privado, esa es su condicin simblica, suanudamiento a la ley. Pero la incidencia de la ley, las leyes tal y

    como las escribe la institucin social, el poder y la autoridad tiene

    que ver con una puesta en escena donde el sujeto vacila entre dos

    ttulos teatrales: la justicia o el orden a partir de una voz sin

    rostro: la de la conciencia moral. La ley tendr que ver con el

    8 Cf. J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan, Libro 15 , Buenos Aires, Paids,2006.

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    ordenamiento 9 , pero el deseo topado por la ley tiene que ver con

    otro orden: la experiencia imposible de la justicia. Desde ah es

    desde donde demanda el sujeto. El eje que hace que se confundan

    orden(amiento) y justicia es la mirada o la experiencia imaginaria

    (imaginada) del sujeto, desde un toro. Desde el deseo de

    reconocimiento hasta la envidia de vida, desde la incompletud

    motriz que exige el moldeamiento del deseo a partir de lo que se

    mira en otros, es decir, de la impotencia al poder imaginado, lo que

    rige es el mirar, la pulsin escpica. Lo que compone a la ley, y a

    las leyes, es una escena montada de poder, el poder sobre las

    cosas. Su lmite es lo real, ah donde lo Real se riega

    ensangrentado, es decir, ah donde la violencia ya estall, ahdonde la ley, sea la que sea, ya se repleg en un acto (mudo).

    9 Utilizo ordenamiento para hablar de la ley y el orden en trminos judiciales.Ya que quiero explicitar que la justicia pertenece a otro Orden taxonmico. Elprimero tendra que ver con los objetos, el segundo con lo Real en tanto loimposible. La justicia as, si se nos representa como ciega es porque el orden, ladisposicin y reparticin de los bienes es esencialmente injusta.la justicia

    ciega estar en el terreno del ms all del objeto. Esto se conecta directamentecon la frustracin subjetiva ah donde la tirana arbitraria de las leyes genera lafigura del perjudicado que trabajar ms tarde.

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    Captulo 1

    --En el que se puede pensar la violencia como lo opuesto alBien. Este lugar entre-dos del orden simblico y la experiencia

    de lo imposible (justicia)--

    I. El vnculo social como el bien en m-mismo. El modeloejemplar de la cultura es agresivo. El acato a la ley es

    renunciar a m en tanto a mi deseo para que el otro me mire (me

    culpe).

    Iniciar en un punto paradigmtico de la teora

    psicoanaltica con respecto a lo social, ah donde se inaugura la

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    teorizacin psicoanaltica hacia los fenmenos culturales: Ttem y

    Tab y El malestar en la cultura en donde Freud encuentra que el

    sujeto en tanto necesariamente social, se encuentra atado a un

    malestar vital que lo permea y lo sujeta a padecer de la neurosis: laconciencia moral.

    La exploracin que Freud inicia con El Malestar en la cultura

    ser rematado por Lacan en Kant con Sade , ambos textos

    desentraando la idea del Bien. En El Malestar , el contenido

    esencial de la cultura es la lucha entre Eros y la muerte, la pulsin

    de vida y la pulsin de muerte mostrando a la cultura como una

    suerte de continuacin de la estructuracin misma del sujeto quese condensa en la problemtica econmica de la pulsin. Lacan

    llegar a un lugar que Freud nicamente puntualiza: ah donde los

    objetos se convierten en bienes y existe la pulsin de posesin a

    partir del ingreso a lo imaginario: ah donde el Bien se presenta

    como objeto y el objeto se ordena como privado al otro, se

    vislumbra la violencia. Lacan hace de El Malestar lo que Freud

    deja sealado: lleva una exploracin subjetiva al mbito de la tica.

    De El malestar en la cultura podemos inferir varias

    nociones eje que acotarn nuestro objeto de anlisis. En primera

    instancia, la cultura es una masa de singularidades vinculadas

    libidinalmente que se presentan en un continuo de la propia

    estructuracin del sujeto. Esta organizacin subjetiva se da

    siempre a partir del otro (y lo exploraremos brevemente en la idea

    lacaniana de la estructuracin del sujeto), en primera instancia

    como una estructuracin dada por el juego dinmico de

    identificaciones y renuncias a las figuras parentales y, en segunda,

    como el vuelco que da la libido hacia los objetos amorosos cuya

    sombra se haya siempre en el pasado amoroso, dado por la

    potica de la mirada y la voz. As, Freud nos anuncia que la

    cultura se da en el marco de la misma narrativa que la

    organizacin afectiva del sujeto: se encuentra definida en el gran

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    contenedor de la ley cuyo eje es el padre (muerto), de otro modo: se

    vuelca de los primeros objetos amorosos en el seno familiar a la

    eleccin del objeto fuera de ste, es decir, a la negociacin del

    deseo propio frente al deseo del otro. Para la ilustracin de este

    hallazgo, Freud inaugura el gran mito, recurre a inventar el mito

    del protopadre asesinado por los hermanos en pro de un pacto. A

    este mito no slo corresponde la gnesis de la neurosis como

    patologa, sino en un sentido ms amplio, el mito en Ttem y Tab

    nos remite a una explicacin estructural de la conformacin de la

    cultura, la comunidad, el vnculo social eficaz a partir de un lugar

    vaco: el del padre muerto. La comunidad pulsa bordeando estevaco.

    Si bien la vida afectiva del sujeto se organiza a partir de la

    renuncia al deseo o del vuelco de los primeros objetos amorosos

    hacia la eleccin 10 de objeto ( El sepultamiento del complejo de

    Edipo ), la renuncia, como institucin o como figura simblica

    genera las instituciones culturales que no son ms que, Freud

    nos advierte, una resonancia del superyo 11 . Lacan encuentra, ya loveremos, este vnculo con el otro en una etapa anterior al complejo

    de Edipo: en tanto Lacan dice que somos arrojados al lenguaje

    desde el nacimiento, el contrato social que Freud relata en Ttem y

    Tab es eso que preexiste al nacimiento, es decir, es parte ya delLenguaje al cual caemos al nacer.

    Con Ttem y Tab , Freud marca un punto cero mtico que

    inaugura lo social: la ley marca un antes y un despus en donde la

    ley funciona como un garante protector del acto mismo que la

    inaugur. Finalmente, este es el espritu ltimo de toda ley, de

    toda constitucin social: la ley ofrece proteccin a cambio de

    11 Una resonancia en tanto el superyo es aquella voz arrancada del cuerpoprimero (materno antes, institucional despus) que se acaba integrandopersecutoriamente en el sujeto.

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    *)

    subordinacin. 12 La pregunta es entonces qu le pasa al yo en

    tanto individualidad con esta entrada en la cultura? Tanto

    Psicologa de las masas y anlisis del yo como El malestar en la

    cultura nos dan el cuerpo de la respuesta: Freud demuestra que

    no existe un instinto gregario ni social, el narcisismo prevalece

    siempre. Pero el eje estructural del narcisismo es ser reconocido

    por otro, tiene que ver con clamar el nombre (propio y de lascosas).

    La fundacin de lo social se explica entonces en tanto el

    vnculo con el otro nace del narcisismo mismo: lo social referira al

    grupo con el que se comparte el mismo objeto en tanto ideal.Asunto que tiene que ver con el predominio de la identificacin

    pero que tambin inicia la disputa con el otro en tanto se desea lo

    mismo. As, habr dos ejes emparentados que estructuran lo

    social: los ideales en tanto representaciones culturales y ticas, es

    decir, los logros apetecibles que se nos muestran como deseables y

    que se experimentan como atributo ajeno interiorizado y que

    componen a los poderes de normalizacin sociales. El otro ejesera el de la identificacin, la forma ms originaria de lazo afectivo

    y que consiste en la apropiacin del rasgo mostrado por el otro que

    deviene en un amplio espectro de afectos: desde el deseo de

    incorporacin hasta la ternura o el deseo de eliminacin. Ambos

    ejes, ya dijimos, emparentados por la identificacin, solamente

    cobran consistencia con relacin a los ideales o a lo imaginarizado

    en el otro.

    Encontramos entonces que el fundamento del edificio

    cultural se da nicamente a partir de la renuncia pulsional en el

    entendido de que esta renuncia no tiene nada que ver con el

    altruismo sino con preservacin propia, con el narcisismo: hay undesamparo original del cual el sujeto se tiene que ocupar.

    12 Preguntemos entonces: qu sucede con el yo cuando la ley no garantizanada?

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    "+

    Freud, en efecto, nos muestra que la necesidad de una

    participacin, que neutraliza el conflicto inscrito despus del

    asesinato en la situacin de rivalidad entre hermanos, es el

    fundamento de la identificacin con el Ttem paterno. As la

    identificacin edpica es aquella por la cual el sujeto trasciende laagresividad constituida de la primera individuacin subjetiva. 13

    As, si el sentimiento inconsciente de culpa es un problema

    central del desarrollo cultural, este tendra que ver con el

    desamparo originario: aquella incapacidad motriz cuya vivencia es

    la fragmentacin imaginaria del nio frente al otro anunciada, nos

    dice Mladen Dolar 14 , por una voz que acusa otro cuerpo que no esel del infante y se vive como ajena. Pero vayamos por pasos.

    Para Freud el superyo es el operador inconsciente de la cultura que

    pauta aquel precio que hay que pagar para entrar en ella, para ser

    reconocido, para no quedar desamparado. La interiorizacin de

    las exigencias del otro, la afrenta que presenta la imagen acabada

    del otro frente a la incompletud del yo, hace que un nio devenga

    moral en tanto se entrena en la renuncia pulsional. As, habr dostiempos de la gnesis de la conciencia moral. Primero, la renuncia

    a los objetos dado por la ley paterna como fundamento social, acto

    que refuerza la pulsin agresiva del sujeto al privar a la pulsin de

    su objeto. Segundo, al ser la renuncia al objeto de la agresividad

    un requisito para la vinculacin social con el otro, la agresin

    regresar al yo ante la privacin del objeto, es decir, trocando el

    objeto pero sin variar su meta. Esta segunda renuncia o larepresin de la agresividad se da como un vuelco sobre el propio

    sujeto, es decir, la pulsin apuntar a un objeto que desea re-

    apropiarse (o reincorporar mediante este las primeras vivencias de

    completud en el seno materno) y ante el tope que presenta el

    exterior o sea, la privacin impuesta por la ley (del padre, del

    13 J Lacan, La agresividad en Psicoanlisis en Escritos I , Mxico, Siglo XXI,2001, p. 110.14 Cf. Mladen Dlar, Una voz y nada ms , Buenos Aires, Manantial, 2007.

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    "*

    tercero, de lo otro), la pulsin regresa al yo como movimiento

    imposibilitado para estructurar la conciencia moral. Movimiento en

    defensa del propio yo, donde si bien la pulsin ha de sustituir su

    objeto, el sujeto queda intacto en sus vinculaciones libidinales (con

    el otro) en tanto paga el precio con la renuncia pulsional . Vale

    decir, la negociacin constante a la que el infante se somete al

    querer apelar aquello y aquellos que le rodean. Intentando siempre

    procurarse el placer y la mirada de los otros, es decir, jugueteando

    siempre con la identificacin y la sancin. Cada sujeto se ir

    acomodando a las sanciones y a las exigencias que lo rodean. En

    este continuo de negociaciones se gasta la vida y se genera un

    cierto modo de negociacin propio al cual podramos llamar una

    patologa individual del sujeto, su propio modo de padecer,

    revelarse, criticar o someterse a una batalla propia con su propiodeseo.

    El sujeto a la ley, el sujeto social a partir de su

    estructuracin el complejo de Edipo, ha de domear sus pulsiones

    agresivas para volcarlas a s mismo, ah donde socialmente sevuelven inocuas 15 . Pero hay un punto fino, es decir, la renuncia

    pulsional es solamente posible o digamos, se vuelve un reto

    subjetivo, a partir de la imagen que el otro ofrece como apetecible:

    vale decir, por envidia o por deseo de reconocimiento. De ah que

    el origen mismo de la institucin, de la conciencia moral tenga

    como materia prima la agresin y aunque las instituciones de corte

    moral, digamos la Iglesia, traten de negar la existencia primordialdel componente de la envidia, de la comparacin del cuerpo de uno

    con el cuerpo del otro, la mera existencia de la sociedad acusa la

    obviedad: no podemos pensarnos ms que en imagen y semejanza

    a algo y ese algo es el otro. En otras palabras, la agresin y el

    15 Esta inocuidad hacia la sociedad representa una merma subjetiva, unaperdida que se manifiesta en la posicin subjetiva de la neurosis, es el costo de yo en pro de la posibilidad de vincularse con el otro.

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    deseo de destruccin tambin estn apuntaladas por laidentificacin.

    El anclaje del sujeto al referente social nos ingresa en la

    presencia necesaria de otro agresivo o que amenaza con dejarnosde sostener con su mirada y su voz: mientras se desea su

    reconocimiento en tanto ese otro me nombra, vivo a merced de

    que no calle, es decir, le temo en tanto soy desamparable.

    Pensndolo as, el malestar en la cultura es ineliminable en tanto

    el mero reconocimiento del tejido social implica un tejido que dicta,

    demanda, ordena desde una voz que se vuelve ajena pero

    integrada. Una voz que nos arroja a la neurosis y que constituye elno-rostro cultural. De lo cual, podemos pensar en la neurosis ms

    como crtica cultural que como enfermedad, una idea que nos

    permite hacer el engrane entre psicoanlisis y las ciencias sociales.

    Esto es, el neurtico mostrar con su cuerpo la imposibilidad de

    armona entre la pulsin y el vnculo social. Metaforizar este

    malestar dada su castracin (simblica), privacin (real) o

    frustracin (imaginada) 16 derivada del desfile constante de unmundo imaginario colmado que se contrasta con el mundo propio,el cual, siempre nos acusa una falta, un menos uno

    Freud nos seala que el proceso de negociacin subjetiva

    ante el cuerpo social es lo que echa a andar la instancia

    superyoica, cuyo continuo en el terreno cultural es la institucin,

    la ley, y el orden simblico. As, lo pblico y lo privado se

    encuentran ntimamente ligados. La sujecin a la ley es lo que

    hace del sujeto, un sujeto. El panorama de privacin en tanto

    estamos ingresados en el terreno simblico nos estructura como

    hablantes. El concepto de extimidad inventado por Lacan nos

    deja ver cmo la ley dictada desde afuera (voz) es interiorizada

    (superyo) y refuerza la energa original de resistencia. El sujeto es,

    16 Cf. J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan, Libro 4: La relacin del objeto,Buenos Aires: Paids, 2004.

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    entonces, un enjambre violento que se imaginariza como

    privado 17 : privado ante la ley subjetiva y la ley judicial: todos

    pertenecemos a ese reino del Lenguaje donde mucho es vividocomo ajeno 18 .

    La figura del superyo es entonces mucho ms compleja que

    el padre interiorizado tras el complejo de Edipo. La voz punitiva y

    persecutoria del superyo, si bien tiene matices de conciencia

    moral, tiene ms que ver con la presencia del Otro como voz.

    Aquella voz (y voces) que son la primera manifestacin de la

    existencia de otros cuerpos alrededor de un infante. Ser un

    momento inaugural en el que el infante escuche voces que lorodean y las distinga de la voz que l mismo puede modular y

    sentir como vibraciones en sus propias cuerdas vocales. Momento

    inaugural que reiteradamente acusar la presencia de una

    inmensidad circundante cuya internalizacin (punitiva,

    autoritaria) queda siempre en su formato original de voz, seala

    Mladen Dolar 19 . Esa voz que se ancla siempre a un referente social,

    una voz sin cuerpo que ata al sujeto en la forma de concienciamoral con los tintes persecutorios y amenazantes que nos

    demuestra Lacan en El estadio del espejo 20 . Y si bien Freud

    seala el surgimiento del superyo a partir de la declinacin del

    complejo de Edipo, los tiempos lgicos en Freud y Lacan son los

    mismos: manifestacin de la presencia del otro seguido por lacada en la condicin de privacin.

    El superyo as, no es nicamente una amalgama de las

    figuras parentales sino, Freud nos dice, el superyo es tambin un

    producto de la sociedad en su conjunto que se incorpora ah donde

    las autoridades, los educadores, los modelos cada cual elige como

    17 Privado en tanto opuesto a lo pblico, individual y autnomo; pero privadotambin en el sentido de frustrado18 Cf. J. Lacan, Funcin y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanlisis

    en Escritos I, Mxico, Siglo XXI, 2001.19 M. Dlar, Una voz y nada ms , Buenos Aires, Manantial, 2007, p. 47-56.20 Cf. J. Lacan, Escritos I , Mxico, Siglo XXI, 2001.

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    apetecibles, los arquetipos, los hroes reconocidos socialmente

    tienen juego en un enjambre complejo que se torna impersonal y

    autnomo: una voz sin cuerpo porque la voz con cuerpo es la

    propia, es la que se puede lanzar y relanzar. Con la voz propia se

    podr batallar pero aquella que no tiene cuerpo, no es escapable.

    As el superyo. Por esto, Freud aclara en Moiss y la religin

    monotesta : el inconsciente es ya colectivo, es patrimonio universal

    de la humanidad 21 , para refutar el concepto jungiano del

    inconsciente colectivo como un mero pleonasmo.

    La instancia regulatoria llamada superyo y su continuacin

    exterior sobre la cultura, es decir, las instituciones, tienenpertinencia en nuestro tema en tanto su materia prima es la

    agresividad. La autoridad internalizada tiene su raz en el

    sacrificio subjetivo y Freud nos advierte que esta es distinta a la

    pulsin sdica donde la agresividad muestra su contraparte de

    erotismo en un mismo movimiento. Si para Freud la pulsin

    agresiva encuentra su correlato en el narcisismo, entendemos

    cmo la pulsin agresiva se opone con toda fuerza a un espritucomunitario al ofrecer al yo la realizacin de sus ms arcaicos

    deseos de omnipotencia. Vale decir que la pulsin de

    apropiamiento y la de destruccin implica hacerme de algo o

    destruirlo, sobretodo si no lo puedo tener. Vale decir, si la pulsin

    de apoderamiento resulta importante en su objetivo, no es raro que

    la libido se mude a la pulsin de destruccin donde lo que se

    mantiene es el objeto al que originalmente se diriga la deapoderamiento, es decir, privando al otro de ese objeto. Sin

    embargo, la agresin, al encontrar sus fines coartados

    culturalmente, al encontrarse con una instancia punitiva en el

    21 S. Freud, Moiss y la religin monotesta en Obras Completas Tomo III,Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 3241.

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    "%

    exterior 22 , ya sea los padres o el derecho mismo, regresa haciaadentro construyendo aquel malestar subjetivo 23 .

    Si bien, las instituciones tienen un carcter necesariamente

    superyico inferimos que a pesar de que la materia prima esagresin pura, la pulsin ya ha dado un viaje por el exterior, vale

    decir, por el Lenguaje, por la cultura y ha regresado con una suerte

    de recubrimiento ertico, sublimado propio para el uso de la

    edificacin social y moral de una comunidad 24 . La conciencia

    moral sera entonces agresin que al regresar ya tiene un nuevo

    componente: la culpa como rebaba de un fin coartado ah donde el

    otro est presente. ES decir, justamente la presencia del otro es loque funciona como disparador del sentimiento de culpa motivador

    esencial del movimiento subjetivo con respecto al otro, es decir, en

    sociedad. Este movimiento subjetivo tiene tres salidas posibles, ya

    sea acoger al otro ofreciendo todo lo que se tiene (el buen

    anfitrin), ya sea anticipndose a la presencia del otro, hacerse de

    todo aquello que se puede poseer para no cederlo o eliminando al

    otro de antemano en donde nada queda por disputar 25 .

    22 Interior/ exterior como lo trata aquel Freud de El malestar en la cultura oPsicologa de las masas Estamos claros que en Lacan la distincininterior/exterior queda abolida en tanto nos demuestra topolgicamente elcontinuo de las superficies que nos anudan.23 Pensemos como ejemplo, al nio A jugando con el carrito del nio B. El nioB no pensaba mucho en el juguete hasta que el nio A llega a signarlo con sudeseo. Entonces el nio B lo arrebata: mo grita. El nio A llora y voltea a ver

    a la madre del nio B. La madre de B, apenada con el sufrimiento de A frente alos ojos de A, arrebata a B el objeto y se lo entrega mirando con reproche a suhijo. En un desenlace posible, el nio B se abalanza sobre A destruyendo aquelcarrito al mismo tiempo que arriesga el amor de su madre. EN otro desenlaceposible, el nio B rompe en llanto y pisotea los juguetes con los que s le estabapermitido jugar. Otro desenlace posible, el nio B se queda callado y organizaun escondite para mantener sus juguetes en todo momento que A, C, o D seaninvitados a su casa.

    24 Quedamos claros que seguimos puntualizando este primer Freud sealado enla nota 16.25 El clsico ejemplo de esto, es la salida infantil de eliminar el objeto dedisputa con tal de no compartirlo. Parecera mejor para el infante ceder la

    totalidad del objeto que ceder ante el otro. Un ejemplo distinto, pero no por ellomenos pueril, es la salida sacrificial de las religiones(en particular las judeo-cristianas). Donde los sujetos, mediante la renuncia total al bien, pretenden

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    "&

    Esta pugna subjetiva organizada alrededor del otro, el modo

    de vincularse, quedar marcada por un cierto conflicto en la

    economa libidinal en donde la prdida subjetiva se narra como

    perjuicio personal. El perjuicio es entonces, siempre, a condicinde la mirada del otro/Otro, es decir, la rebaba de lo social.

    II. La instancia regulatoria y la conciencia moral.

    Uno. La constitucin agresiva de la instancia regulatoria: cmo esque la pulsin agresiva acaba regresando al yo convirtindose en

    una instancia, digamos, para combatirse a si misma? En qu

    modo sale el yo victorioso de esta situacin? La respuesta a la

    interrogante para Freud est en la cultura, de ah el mito, donde

    tiene Freud que hacer un grado cero de la ley para empezar a

    hablar de ella, en realidad, causa y efecto son lo mismo, adentro

    y afuera acaban en el mismo ordenes decir, sin agresin no hay

    necesidad de ley y solo la potencia agresiva sostiene a la ley. Pero

    la ley se sostiene en s por una demanda amorosa frente a la

    potencia agresiva, es decir, la ambivalencia constitucional del ser

    humano, su pulsin a destruir y a poseer se encuentra

    contrarestada por el deseo de reconocimiento y a fin de cuentas no

    se contraponen. La neurotizacin apunta por conservar el amor y

    la mirada de los padres imaginarios o simblicos ah donde esto

    nos otorga un lugar ante el otro: Cuando el yo ofrece al superyo el

    sacrificio de una renuncia instintual, espera que ste lo ame con

    ms recompensa; la conciencia de merecer ese amor la percibe

    como orgullo 26 Dicho de otro modo, el malestar es una lucha de

    anular el deseo que los confrontara con la posibilidad de placer y por ende, conla censura o expulsin del grupo. Otro modo de decirlo: si voy a perder, no

    juego.26S. Freud, Moiss y la religin monotesta, en Obras Completas Tomo III,Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 3312.

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    "'

    voces, la voz del otro, la voz que vehiculiza el deseo propio y la voz

    internalizada (superyoica) que clama dominio sobre el deseo

    porque tambin esa ley es garante para el sujeto, es condicinnecesaria.

    Si bien, un primer tiempo lgico nos revela el tema de la voz,

    un segundo tiempo lgico, el que tiene que ver con la consecuencia

    de los actos en el escenario de la ley implica a la mirada como

    elemento pivote de la presencia (social) del otro. Es decir, tanto el

    poder como la vergenza se hilan por la mirada. Sera esta la

    recompensa a la renuncia o el saldo de la deuda: mantener el

    reconocimiento en tanto mirada ya sea ejerciendo el poder (esdecir, clamando) o retractando el deseo ante el poder del otro(callando).

    Posicin que con cierta historia, demandar, reclamar,

    nombrar o callar sern posiciones que responden a una lgica

    histrica respecto a la demanda de la mirada parental cuyo motivo

    es abolir el sentimiento de desamparo al que se es arrojado al

    nacer: la dependencia radical al otro. Vale decir, es el deseo del

    otro o el deseo de ser deseado por el otro el que sustenta el acato ala ley.

    Pensando tambin que el des-acato puede tener la misma

    finalidad, podramos inferir que quiz queda mejor dicho as: existe

    una actuacin sobre le escenario de la ley porque esa actuacin es

    siempre un espectculo dirigido al otro, una escena que convoca ala voz que sanciona, del otro o del Otro. O lo que es similar: la

    instancia autoregulatoria, la conciencia moral est soportada por

    un ideal del yo que tiene que ver tanto con la recompensa del

    reconocimiento como con el miedo al desamparo, al castigo, a la

    autoridad paterna que forzosamente, abunda Freud en Ttem y

    Tab , se relaciona con lo sagrado.

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    "(

    Segundo. Ya ahondamos sobre la construccin ambivalente

    de las instancias regulatorias. Tanto social como subjetivamente

    la demanda de amor mantendra un constante encausamiento de

    la agresin hacia la instancia superyoica. Parte de esta voz

    superyoica permanece, en su parte no sublimada socialmente,

    orientada hacia los objetos a poseer, destruir, agredir. Es decir,

    quedar una insistencia libidinal en violentar el orden simblico.

    Esta insistencia, llammosle energa antisocial buscar dentro

    del abanico de objetos, ah donde la pulsin puede sustituir su

    objeto pero no su meta y se encontrar con la posibilidad de

    extender el objeto de su deseo metonmicamente hasta hallar el

    objeto que circunstancialmente satisfaga su agresin. Habr quien

    busque la satisfaccin de la agresin en objetos no regulados por el

    derecho, digamos, no tipificados o socialmente aceptables

    (digamos, el mandato, el cargo pblico, el cargo judicial) habr

    quien busque la satisfaccin en la fantasa, y habr quien busque

    justamente el objeto preescrito para apropirselo y lo repita sin

    cesar quiz con un anhelo final de punicin. Dejemos aqu

    sentado lo que ms tarde elaborar: Lacan advierte a partir de su

    lectura de Ttem y Tab 27 que la culpabilidad es el eje afectivo para

    la construccin social: aquel que se vive culpable reconoce

    tcitamente la necesariedad del la voz del otro como sancin. El

    culpable es, simblicamente, mirado siempre. Dejemos este

    argumento abierto en tanto su relacin material con la mirada ycon el espectculo.

    As, si bien Freud advierte que el narcisismo y las

    necesidades del yo de realizar sus ms arcaicos deseos de

    omnipotencia se encuentran coartados culturalmente, es decir,

    han de ser domeados para la fundacin comunitaria, podemos

    inferir que el componente de omnipotencia de ningn modo queda

    27 S. Freud, Ttem y Tab en Obras Completas Tomo III, Madrid, BibliotecaNueva, 1996, p. 3312.

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    ")

    abolido. Quedar en todo caso, sublimado, socializado. Si bien la

    institucin construida culturalmente y cuya funcin es regular las

    pulsiones humanas, la fundacin comunitaria tendr siempre en

    su contenido esta doble va: por un lado la meta de la regulacin

    de la pulsin sabidamente agresiva, por otro lado, la pulsin de

    dominacin misma hecha institucin. El derecho, la ley y el orden

    son el eco de una pulsin de dominio hecha piedra, inscrita en lo

    simblico: se asesina al padre tirano a partir de hacer un pacto,

    en pro de un pacto, un contrato social de neurotizacin cuyo

    fundamento nico es prescribirse a s mismo: el acto fundador de

    violencia no ha de repetirse. As, podemos entender el principio

    bsico del Estado de Derecho: lo que defiende el derecho en s es a

    s mismo, ni las garantas individuales ni los derechos y

    obligaciones del ciudadano, o todas estas anteriores siempre y

    cuando se alinien (o se alienen) con la meta ltima de mostrar la

    racionalidad y refundar la razn de ser del derecho mismo. La

    meta primoridial del derecho, como de la ley, es conservarse, vale

    decir, conservar un cierto orden arbitrario 28 , conservar unterritorio (escenario) para la Ley 29 .

    Dicho de otro modo: acertamos cuando pensamos en la

    arbitrariedad de la ley y en su espritu esencial que es el de

    establecer un orden, no la justicia. La ley nace de la abolicin de

    la tirana del padre para establecer la tirana de la ley misma,

    desprovista ya de la necesariedad de los hermanos, una Otredad

    annima o democrtica o como, tal vez, un Dios sin rostro quedetesta la idolatra de la imagen, es decir, La voz. Pensemos en la

    voz de la democracia representativa , donde una ley sin rostro,

    28 Ser necesario en cambio tomar en consideracin la sorprendente posibilidadde que el inters del derecho por monopolizar la violencia respecto a la personaaislada no tenga como explicacin la intencin de salvaguardar fines jurdicos,sino ms bien la de salvaguardar al derecho mismo. Walter Benjamin, Para uncrtica de la violencia , Madrid, Santillana, 1999.29 y dira el psicoanalista Eduardo Garca Silva: un escenario para la Ley ypara la Televisinhoy ms que nunca, donde el Estado de Derecho parececircunscribirse a las imgenes que la TV muestra. (Conversacin personal)

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    burocrtica y comunitaria expresa el deseo de todos, el cual es el

    deseo de Nadie 30 . Pensemos en la ley de la dictadura donde el que

    habla es aquel que encarnando a la patria , dicta con su voz, la

    voz de todos, todos los de la patria, es decir, la voz de Nadie,

    tambin. EL sacerdote y el chamn, invocan. No existe regla

    silenciosa, cualquier forma de gobierno o subordinacin la

    comunidad se organiza en torno a un discurso, a coro o en el

    cuerpo del rey, el poder regulatorio se configura como un teatro:

    donde los dos elementos preponderantes son la voz y la mirada.Esa es la invocacin del pacto.

    III: La propiedad priva al otro

    El problema de cmo se posiciona cada subjetividad frente a este

    teatro es el drama del poder y la subordinacin. Subjetividad y

    sociedad, una historia que se muerde la cola encuentra sus

    problemas estructurales en la experiencia de vida. Lo social est

    introyectado, consciente e inconscientemente en la misma medida

    en que lo social es una proyeccin de la subjetividad. Una

    proyeccin sintomtica en tanto que en la sociedad, en la

    institucin se anuncia el goce ltimo, las fantasas lmite de los

    grupos identificados. En la narrativa de una sociedad se juegan

    estas proyecciones y la instituciones proyecciones e

    introyecciones que nicamente nos sirven ahora para identificar la

    estructura de este continuo subjetividad-sociedad. Las

    instituciones as como este eco de la subjetividad misma se

    30 Pensando en este lugar del padre muerto, el de Ttem y Tab , este espacioque se abre slo para ser marcado por el ttem denotando como terrorfica estaausencia . (Conversacin personal con Mauricio Gonzlez)

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    presenta de algn modo como una metfora de los gocessubjetivos 31 .

    Esto no exige ms que una problematizacin: la economa

    libidinal. Concediendo que estamos estructurados como serespulsantes, el problema de la economa libidinal y por tanto el

    anhelo y la posesin, la negociacin con el otro ante un mundo

    ilimitado nicamente en el registro imaginario de objetos de deseo

    nos conduce a un problema que se vuelve definitorio desde el

    punto de vista del destino humano y de la humanidad. Qu es lo

    que nos disputamos cuando peleamos el ttulo de propiedad de las

    cosas, de los saberes, de los espacios, las identidades, los amores ylas ideas? Disputamos, claramente, aquello que se nos presenta en

    falta, pero an los que tenemos las necesidades colmadas,

    clamamos msquin renuncia, quin retrocede ante su deseo a

    partir de la ley, quin la transgrede con la bandera del deseo y qu

    diferencia a un sujeto con respecto a otro en su actuacin ante lo

    prescrito? Ms que el objeto en s , no es el ttulo lo que

    pugnamos, vale decir, que los otros, que las instituciones y losdiscursos reconozcan como nuestro lo que nos hemos apropiado?

    No hay una disparidad aberrante entre el mundo de la justicia (al

    que aspira la Ley) y el mundo de las leyes (que limita el orden de

    las cosas)? No es esta disparidad la que nos atrapa en una

    batalla sin gloria con la libido en donde notoriamente sale a relucirla violencia?

    La apropiacin de las cosas es simblica, trasciende a la cosa

    en s y por tanto requiere de una ley que sancione y registre a su

    propietario. Las iniciales marcadas en un tronco de un rbol, el

    31 Entiendo que usar as el goce es de algn modo inapropiado para elestablishment lacaniano. Para el propsito de mi argumento y apuntalndomeen esta no distincin interno/externo que hace Lacan, me atrevo a decir, quehay mucho de las posiciones subjetivas sumadas en las instituciones.

    Pensemos por un momento la visin/misin que toda institucin tiene, no esesto sino la suma del deseo, de las faltas o las fantasmas de un grupo de lideresque marcan la direccin de una empresa?

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    graffiti en los tneles, el registro publico de la propiedad (privada),

    sern ttulos de propiedad que denuncian mas all de la posesin

    del objeto el modo en que los otros quedan privados de este mi

    objeto. Acabemos pronto: cuando se demanda un ttulo de

    propiedad, se demanda el objeto o se clama la pertenenciasubjetiva a un orden?

    Si aceptamos lo anterior, es decir, que la ley como lenguaje

    establece toda constitucin humana y se muestra como el

    ordenador mximo, qu hay de las aspiraciones de justicia del

    hombre o qu se puede decir de el sentimiento de injusticia

    subjetivo cuando el individuo se ve encadenado en una serie deprivaciones del deseo? Freud nos respondera, la neurosis, el

    malestarcuestin que atae un registro dado, pero habr un

    registro ms all de la regulacin pulsional, un ms all del ser

    social que se mueve asintticamente al malestar, podramos decir:

    un ms all del malestar que Freud puntualiza con una sentencia

    que atae, en mi opinin, a la justicia: Hablar de tica solo es

    posible en tanto otra distribucin de la propiedad 32

    A qu se refiere Freud con esta sentencia, acaso Freud

    devino en el primer comunista? No. Me parece que Freud est

    puntualizando la dimensin psquica de los objetos, su carcter

    fantasmagrico. No es sta la dimensin de los objetos psquicos

    la que Freud inaugur? Freud no habla de una distribucin ms

    equitativa de los objetos, su idea no es la de la justicia social, su

    idea apunta a un ms all de los objetos, a un malestar que reside

    en la distribucin de la propiedad en tanto que toda propiedad es

    rebasada siempre por el otro. Es decir, un malestar que no se

    encuentra ah en el mundo de los objetos, sino en los ttulos de

    propiedaden el orden simblico donde lo faltante en tanto

    prohibido es ms susceptible al antojo. O lo que es similar: no es

    32 S. Freud, El malestar en la cultura en Obras Completas Tomo 3 , Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, p. 3066.

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    la renuncia al objeto en s lo que causa el malestar sino la

    imposibilidad de distribucin de los objetos en tanto hay un msall del objeto que constituye el verdadero objeto de deseo

    Vale decir, el problema de la justicia excede a la ley, lo cualnos deriva en el problema central para Lacan: lo inasible, lo

    inaprensible que se formula en la sombra tras los objetos de deseo.

    Las formas de la falta: la castracin, la frustracin, la privacin.

    Habr un ms all del objeto una experiencia de lo imposible, en

    palabras de Derrida, tras el objeto de deseo. Esto es decir que el

    sujeto que implora su justicia ms all de experimentarse como

    excepcional 33 busca en lo imposible: la justicia que viene del Otro,de La Voz. Justicia y tica son contrapuntos del malestar ah

    donde la sociedad se ordena, es decir, responde a las leyes y estasnada ms corresponden a los objetos.

    33 Hablaremos ms tarde de la idea de excepcionalidad como la trata Assoun apartir de su lectura de Freud.

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    Captulo 2

    --En donde se puede vislumbrar el contrapunto entre el Bien ylos bienes. Diada en donde el Bien se coloca (afectivamente) enespejo frente a los bienes, tal y como la Justicia se coloca frente

    al orden--

    I. El Bien y los bienes. La falta como aquello que estructura al

    sujeto. El sujeto a la ley implica la privacin de (al menos) un

    bien.

    Freud nos explica que el malestar humano se debe a una pugna, la

    pugna por la subjetividad frente al contrato social, pero va ms

    all dejando una pauta importantsima que me parece, es desdedonde Lacan reclama este problema subjetivo-cultural:

    Tambin yo considero indudable que una modificacinobjetiva de las relaciones del hombre con la propiedad seraen este sentido ms eficaz que cualquier precepto tico. 34

    34 S. Freud,El malestar en la cultura en Obras Completas Tomo III, Madrid,Bibioteca Nueva, 1996, p. 3066.

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    Con esto, se hace posible una articulacin de Freud con Lacan:

    El dominio del bien es el nacimiento del poder. () No soy yo, sino Freud, quien se encarga de desenmascarar qu quieredecir esto en la efectividad histrica. Disponer de sus bienes

    (.) es el derecho de privar a otros de ellos. (.) Quiero decirque el poder de privar de ellos a los dems es un vinculo muyfuerte, del que surgir el otro como tal. 35

    Para Lacan, la cuestin del bien (en el acierto que se presenta

    como equvoco de la lengua entre el bien moral y el bien

    material) est articulada por la Ley. En la fundacin de la ley

    deviene una suerte de necesidad que genera el tropiezo lgico quela funda:

    Los tiranos nunca nacen de la anarqua. No se venelevarse ms que a la sombra de las leyes, autorizarseen ellas. El reino de las leyes es por lo tanto vicioso, espor lo tanto inferior a la anarqua. La mayor prueba delo que sostengo es la obligacin en que se encuentra elgobierno mismo de sumergirse en la anarqua, cuandoquiere rehacer su constitucin. Para abrogar susantiguas leyes se ve obligado a establecer un rgimenrevolucionario en el que no hay ley alguna 36

    Este tropiezo lgico, que Agamben llama estado de

    excepcin 37 o ese punto cero desde donde se erige la ley, tiene su

    origen en una necesidad, una necesidad regulatoria. Aquella

    necesidad de la que habla Freud en el contrato de los hermanos.

    Ha de haber un punto cero de la ley desde donde se habla

    literalmente o mticamente fuera de la ley y que es necesariamenteun antes de la ley 38 , una suerte de arbitrariedad simblica. La

    arbitrariedad es un punto en el tiempo, digamos, en el lenguaje,

    #% J. Lacan, La funcin del bien en El seminario de Jacques Lacan: Libro 7: Latica del psicoanlisis, Buenos Aires, Paids, 2005, p. 263-278.#& Ibid, p. 266.

    37 Cf. G. Agamben, State of exception , Chicago, Chicago Univeristy Press, 2005.38 Para la alusin a esta idea en tanto al antes de la ley, Freud recurre al mito

    fundante de Ttem y Tab , ah donde el mito no tiene referencia temporal sinoque se remonta nicamente al hombre arcaico, a la fundacin de la culturacomo idea.

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    donde se tienen que ordenar los bienes por el Bien de uno mismo.

    Volvemos a lo mismo, la sociedad ordena en pro del Bien comn,

    es decir, de eso que es potencialmente de todos, los bienes u

    objetos de deseo del los que cada subjetividad quiere apropiarse.

    El bien, por tal, es lo mismo esencialmente que los bienes, en tanto

    se gobierna, se regula y se ordena ah donde existe la posibilidad

    de apropiacin de los objetos que por definicin son el objeto dedeseo del otro.

    Y esto no es cosa sencilla, estamos acostumbrados por el

    sistema imaginario y normalizador que nos hemos inventado a

    pensar en el Bien como lo que abroga al Mal. Pensemos en el Biencomo opuesto a la hybris griega, como opuesta al caosel Bien

    deviene como mero organizador. Los objetos, la posesin de estos,

    en su sentido material, fantasmagrico o aprehensible son los que

    nos organizan comunitariamente, es decir, nos acomodan como un

    yo frente a un otro, vale decir, la propiedad es privada, es un

    bien en tanto que privado al otro. Es a partir del deseo de ese

    objeto que es el deseo del otro que se produce un sujetoimaginariamente; la intencin de todo lenguaje es la de apropiarse

    de las cosas: nombrarlas es clamarlas con la voz que es ma en

    oposicin a la voz del otro. Pero ah la cuestin para Lacan. El

    lenguaje se presenta como un rodeo incesante que se escribe para

    apropiarse de las cosas ah donde el deseo est en la Cosa. Es

    esta Cosa, o das Ding que se encuentra generando un teln de

    fondo como organizador final, el cdigo, digamos, con el que nosencontramos cifrados.

    En una suerte de concepto de encriptamiento, todo el mundo

    de las cosas y los otros, los tus y los yos pasa por una llave de

    entrada que traduce la cosa, el objeto a, en cosas. Si bien nos

    peleamos por los objetos que pueblan el mundo imaginario, de los

    que no cesamos de hablar, lo que clamamos es un objeto

    indecible: el deseo, en esta gran traduccin fallida, est agarrado

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    del objeto a . Por esto tambin es que podemos hablar de la Ley,cuya experiencia son las leyes, pero no son lo mismo.

    II. La ley denota la prohibicin (nicamente) de lo posible.

    Ahora bien, si nos constituimos a partir del juego de objetos a

    partir del deseo de otro, vale decir, en un estadio del espejo

    signado por el lenguaje, no es intolerable aceptar como dice Lacan

    que con placer hacemos realidad. El modo de organizacin

    humano reside en su economa libidinal, una economa del placer

    que se pauta a los lmites de la ley: nadie prohbe, por ejemplo, lo

    imposible, lo que no es soportado por el lenguaje, digamos, elsentido ltimo del sueo

    El pao y su valor de uso, es la metfora potente que utiliza

    Lacan para mostrarnos como la produccin humana en su funcin

    de bien es circular para hacer comunidad. EL bien en tanto sucirculacin e intercambio nos organiza socialmente sustentado en

    su posible interdiccin, apoyado en su potencia privativa, a decir,

    como los economistas lo llaman, soportado por su escasez. La

    interdiccin genera ese resplandor que trasciende la ultilidad que

    como valor simblico organiza a la humanidad en una dialctica dela rivalidad y el reparto:

    La larga elaboracin histrica del problema del bien secentra a fin de cuentas en la nocin de cmo son creadoslos bienes en tanto que organizan, no en funcin denecesidades pretendidamente naturales ypredeterminadas, sino en tanto que proporcionan lamateria para un reparto, en relacin al cual se articula ladialctica del bien, en la medida en que adquiere susentido efectivo para el hombre. 39

    #) J Lacan, La funcin del bien en El seminario de Jacques Lacan: Libro 7: Latica del psicoanlisis, Buenos Aires, Paids, 2005, p. 275.

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    El sentido efectivo del bien est en que el sujeto pueda

    disponer de l y por ende, que el otro quede por aadidura, privado

    de ste Poder privar de ellos a los dems es un vnculo muy fuerte,

    del cual surgir el otro como tal. 40 El triangulo edpico y el

    sepultamiento del complejo como formacin del ideal del yo, nos

    explican este nudo. El otro existe en tanto puede privarme de lo

    que podra (o debera en la potica de la excepcin) ser mo, ah

    donde el otro es mi imagen propia. El Otro ordena que el otro goce

    de lo que no puede ser mo, para lo que al no poderme apropiar del

    objeto, he de apropiarme de la lgica (echar el titulo del padre en

    la bolsa y conseguirme lo mo tras el sepultamiento del complejo deEdipo dentro de la lgica freudiana.)

    Regresemos por un momento a Freud con la idea de una

    nueva organizacin del los bienes, o bien, con una nueva

    estructura del deseo. Freud habla de esta nueva organizacin con

    la irona que lo caracteriza: es la naturaleza humana digamos,

    nuestra gnesis, el modo con el que el deseo nos estructura que

    nos hace imposible vivir ticamente. Lacan lo advierte: los bienesorganizan al otro, por ende, generan al yo, como en espejo. Bajo la

    ptica de la naturaleza humana, de su estructura, la pregunta que

    cabe es cmo pensar una tica a partir de la constitucinhumana?

    Todo esto es decir, acordamos en el componente agresivo del

    ser humano y por tanto la agresin que se cuela en todas sus

    producciones, la pregunta es de dnde o cmo es que se

    constituye el sujeto agresivamente? Lacan encuentra la

    explicacin en la estructuracin misma del sujeto, el juego a partir

    del cual nos constituimos sujetos partiendo siempre de una

    imagen otra y el festival de objetos asibles y posebles que remitenal deseo, es decir, al deseo de un ms all del objeto.

    40 Ibdem.

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    #)

    Al parecer, ese yo que clamamos como propio es mucho

    ms de los otros de lo que sospechamos: nos construimos a partir

    del sueo de los otros, vale decir, de una esttica cultural, familiar,

    legal, de intercambio de objetos en el terreno afectivo, simblico y

    real. En el sueo, en el sueo de posesin y apropiacin no habr

    nada prohibido. En el mundo pululan imgenes de nuestro sueo

    o dicho de otro modo, las imgenes que generan nuestro sueo.

    Pero en el mundo de la materia, fuera de la psique, todos los

    objetos soados quedan privados, todo aquello que ya poseemos

    queda fuera del mbito del sueo, al poseer el brillo de las cosas se

    desvanece y no se suean ms. As, como en una regla general,

    todo lo que soamos (porque el soarlo significa no tenerlo) queda

    privado. Ese es el drama del bien y el deseo, ese es el drama delmundo imaginario.

    III. La mirada como el eje estructurante que nos sujeta a la falta.

    Con el Estadio del espejo Lacan ilustra el modo ineludible en el

    que el ser humano se constituye a partir de la mirada. La mirada

    constituir el eje estructurante mediante el cual todo humano es

    colocado en el mundo imaginario, el cual permite el ingreso al

    juego estructurante de la demanda y el deseo.

    Paradigmticamente, todo ser humano es arrojado al mundo del

    Lenguaje, al cual primero ingres como parte del cuerpo de su

    madre, es decir, arropado en un mismo contenedor libidinal con el

    cuerpo de sta. Los primeros separadores o biparticionadores

    que inciden sobre este infante amalgamado con el cuerpo materno

    sern la voz y la mirada. La voz en aquel momento donde el

    infante lanza un sonido que le hace vibrar las cuerdas vocales y

    que se escucha como distinto a todos aquellos sonidos que le

    rodean, pero que no tienen efectos vibrantes sobre su propia

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    garganta. Habr sonido que se escucha, y sonido que se escucha y

    se siente. Tal es el inicio de una particin. En estos momentos,

    nos dice Dolar, es cuando el infante reconoce que algo recorre su

    cuerpo y es expelido y que tiene una fuente distinta a las dems

    fuentes auditivas externas, ese algo es un primitivo yo. Poco a

    poco, a partir de un ensayo vocal, de ser un cuerpo unificado al de

    la madre, la vivencia transita a la experiencia de un cuerpo

    fragmentado, donde se entiende. El cuerpo se experimenta como

    esto que duele, esto que sobresale, esto que se expele, esto

    que se toma Sern los primeras experiencias de placer y

    displacer, de tensin y distensin, el recin nacido se empieza a

    relacionar con el mundo exterior que empiezan a estructurar un

    todo psquico que nicamente es reunido gracias a un elemento: la

    mirada del otro. El adentro y el afuera, el aqu y el all se vuelven

    una tarea de discernimiento guiadas por la mirada, no propia, en

    tanto, nos dice Lacan, uno no se ve viendo, sino guiadas por la

    mirada del otro. Lo que en un principio se comporta como una

    suerte de vescula que se llena y se vaca, puro alimento y aire,

    empieza a tomar la forma de contenedor a partir fragmentos que

    erotizndose son unificados como espectativa, es decir, como un

    devenir posible en la imagen del otro, en un imagen como la delotro.

    El recin nacido sostenido por la madre o sus subrogados,

    encontrar en el pecho, el bibern ms all de una fuente nutricia

    que disipa la tensin de su necesidad, un elemento que se empiezaa signar como demanda, es decir, la simple distensin que resulta

    del alimento se significa como una primera experiencia placentera

    a la que siempre se trata de volver. Pero dijimos ya que al mundo

    al que el infante ingresa posee nombres y sentidos que ir

    recopilando a travs de los sentidos que, junto con las huellas

    dejadas por las experiencias de placer y displacer, empiezan a

    conformar el mundo. La experiencia del cuerpo, de la frustracin yla satisfaccin empezarn a impregnarse de significacin. Ah

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    $*

    donde las fuentes de placer se alejan se genera un espacio para la

    demanda en la intermitencia. Freud ilustrar este devenir en

    deseante a partir del juego Fort-da . Si bien la economa de la

    pulsin es el primer paso a la constitucin del sujeto, habr un

    solo elemento, tambin relacionado con el placer, que nos integra.

    Esto es, la mirada que suple la propia imposibilidad que tiene el

    sujeto de mirarse mirando: la mirada del otro se vuelve la prtesis

    necesaria al escotoma en el cuerpo. De ah su poder de ser el gran

    unificador psquico pero tambin aquel elemento que puede

    escindir al sujeto. La mirada del otro es un eje estructurante cuyostrozos metonmicos conforman la cultura.

    La experiencia de la mirada del otro aunada al primitivismo

    motriz con el que el infante nace y se percibe, vale decir, la

    incapacidad de satisfacerse a si mismo, el desamparo biolgico que

    nos sujeta radicalmente al otro, producen un volcamiento de la

    mirada propia hacia el otro como completud, como paradigma alcual se le entrega, en parte, la potestad del uno mismo.

    Los seres de motricidad completa, los seres que se presentan

    como terminados y que son capaces de sostener se recubren de

    anticipacin, anhelo y temor. Este volcamiento es constitutivo y

    aliena al sujeto imaginariamente donde nada se entiende sin unaimagen (en espejo) que simbolice a ese que llamo yo mismo:

    Es esta captacin por la Imago de la forma humana (laque) domina toda la dialctica del comportamiento del nioen presencia de su semejante. () El nio que pega dicehaber sido pegado, el que ve caer llora. Del mismo modo esen una identificacin con el otro como vive toda la gama dereacciones de prestancia y ostentacin, de las que susconductas revelan con evidencia la ambivalenciaestructural, esclavo identificado con el dspota, actor con elespectador, seducido con el seductor. (.) Esta relacinertica en que el individuo humano se fija en una imagenque lo enajena a s mismo, tal es la energa y tal es la forma

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    en donde toma su origen esa organizacin pasional a la quellamar su yo. 41

    Indudable es, que nacemos a una experiencia de incompletud,donde todos los otros peregrinan frente a nosotros como imgenes

    completas: capaces de satisfacer y de privar. EL infante se

    anticipa en tanto anhelo a convertirse en ese otro que

    imaginamos completo y la bsqueda de su propia imagen lo

    atestigua, espera tambin el momento en que la mirada del otro se

    percate de su falta para colmarla. El anhelo del otro, digamos, la

    posicin nostlgica en la que se encuentra el infante en contrastecon los padres o los cuidadores anticipan la formacin de un ideal.

    Un ideal que no solamente sostiene y unifica el cuerpo

    fragmentado al imprimirlo con libido, sino aquel cuerpo que se

    desea en tanto es susceptible de dirigirle o no la mirada al nio.

    Un ideal al cual se apela con la voz, al cual se trata de atraer la

    mirada del otro gritando. Un ideal que ms tarde se clamar con

    la interiorizacin de esa voz transformada en supery.Ser esta bsqueda de la mirada del otro (en donde se

    condensa la potica 42 del deseo) la que nos constituir como yo,

    nos signara en una direccionalidad (al otro) constitutiva y que nos

    destina como seres humanos. Separticin es necesariamente la

    renuncia forzada, la actuacin de una cierta ley de individuacin,

    la rasgadura del placer primero para poder clamar el territorio del

    yo: el momento donde el infante lanza la voz hacia el espejo parasignarse como l mismo reflejado en el espejo.

    41 J. Lacan, La agresividad en psicoanlisis en Escritos 1, Mxico, Siglo XXI,2001, p. 106.42 Pienso en la idea de potica del deseo como esta produccin constante, estetoro de Lacan cuyo movimiento va creando un vaco que se trata de alcanzarpero que solo bordeamos en la repeticin. Movimiento similar es el que intento

    describir con la justicia, bordeamos ese hueco creado por el Ttem en esteespiral que rodea tratando de reordenar de acuerdo con un precepto de justiciaque se asemeja al lugar que ocupa, para el deseo, el objeto a de Lacan.

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    Si bien el sujeto se constituye a partir de que puede

    demandar al otro donde el otro es capaz de ausentarse o de privar,

    de signar o borrar, el sujeto se dispone as no solo a buscar la

    mirada del otro pero a buscar lo que ste mira, es decir, intentar

    leer su deseo. La mirada del otro se confabular entonces en una

    gran pregunta: la pregunta que estructura a cada cual en sumalestar.

    La voz se lanza tratando de atrapar el cuerpo del otro en

    bsqueda de su mirada, en la bsqueda de que alguien repita la

    pregunta. La imagen del otro, en tanto siempre se mostr mucho

    ms acabada que la del infante en el momento de la estructuracindel sujeto, se juega como un yo ideal, como una pregunta que reta

    o desarma al sujeto y lo estructura para ingresar al teatro donde

    cada cual contina planteando su pregunta: el teatro de los

    objetos, de las cosas y de los ttulos de propiedad. En otras

    palabras, el gran eje de la constitucin del yo es que el otro se

    presenta como el que reconoce (en tanto no me deja morir) o

    anuncia mi falta (en tanto se presenta como completo) y que seplastifica en la escena del deseo y los objetos.

    Esa forma (del yo) se cristalizar en efecto en la tensinconflictual interna al sujeto, que determina el despertar de sudeseo por el objeto del deseo del otro: aqu el concursoprimordial se precipita en competencia agresiva, y de ellanace la triada del prjimo, del yo y del objeto. 43

    De tal suerte que, el resumen de vida de cada sujeto, sucompleta lucha y aprendizaje afectivo se encierra en estatrgica estructura triangular.

    $# ibidem

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    IV. La triada trgica

    Si la pregunta pertinente en estos momentos era cuestionar de

    dnde surga tanta agresividad, suficiente de ella para

    conformarnos socialmente, para generar instituciones, en tanto

    mal-estamos por la conciencia moral, la respuesta se encuentra en

    la estructuracin a partir del yo frente al otro. Ser lo que Freud

    llama Lebensneid o envidia de vida lo que explica como el otro

    especular, o lo que imaginamos del otro a partir de nuestros

    propios anhelos (constituidos tautolgicamente a partir del otro)nos hace demandar, desear y tambin detenernos frente a la ley.

    Dir aun ms ese registro de un goce como siendotan slo accesible al otros es la nica dimensin en laque podemos situar ese malestar singular que Freuddescribe con la palabra Lebensneid . No se trata deunos celos ordinarios, son los celos que nacen en unsujeto con relacin al otro, en la medida en que sesupone que ese otro participa de cierta forma del goce,de sobreabundancia vital, percibida por el sujeto comolo que l mismo no puede aprehender por la va deningn movimiento afectivo, incluso el ms elemental. 44

    La mirada del otro satisface, pone un seuelo y tambin

    sanciona. El sujeto nicamente existe en tanto reconocido por el

    otro, ya sea porque ste responde a su demanda, porque ste la

    sanciona o porque este se ofrece como imagen radical de anhelo,

    de ideal. Es el deseo del otro lo que nos signa en nuestro yo: desear

    lo que el otro desea, desear su deseo, en fin, desear su objeto en

    tanto a nosotros nos est privado o privar al otro de su objeto parahacerlo mi objeto, objeto de su deseo

    $$ J Lacan, La agresividad en psicoanlisis, Escritos 1 , Mxico, Siglo XXI, 2001,p. 106

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    La funcin edpica y la idea de contrato social se entienden

    entonces a partir de esta triada 45 , que sin duda, encierra al

    hombre dentro del rengln de la tragedia. Trgica en tanto marca

    el destino del sujeto, la triada yo, otro y objeto sern los que

    escenifican la trifulca del objeto del deseo ah donde no pocasveces, surge la violencia.

    La estructura del vnculo social, as como la afectividad en

    trminos del espejismo social, rebotan dentro de esta estructura

    trgicamente triangular y conceptualmente repetitiva; entendemos

    pues, no como innato al ser humano sino como inherente al

    vnculo humano esto que llamamos la agresividad, la violencia, latransgresin y finalmente, la criminalidad como una suerte de

    lenguaje: un comentario social 46 que no alcanza las palabras y sedespliega nicamente en accin

    45 Cf. J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan, Libro 7: La tica del psicoanlisis,

    Buenos Aires, Paids, 2005 o La agresividad en psicoanlisis en Escritos 1 ,Mxico, Siglo XXI, 2001.46 Una Lebensneid actuada.

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    Captulo 3

    --El ms all de la ley es la justicia. La queja neurtica por el perjuicio, es un clamor por la justicia aunque se referencie laley. Pedir justicia es pedir un imposible que se cree posible en

    tanto se pide desde el mundo imaginario

    I. La violencia remite a la ley cuya funcin es ser la bisagra en el

    vnculo con el otro pero convoca a un ms all: la justicia.

    La relacin con la ley en tanto bisagra del vnculo social es el

    pivote de la violencia, una violencia que convoca siempre a otro y lodetiene frente a un espectculo como mostracin del sujeto. El

    corte, la rebelda ante la ley (del otro) se desborda en espectculo

    sangriento que excede en tamao, dimensiones, resonancia y

    colorido al perjuicio (motivo) que origina la rebelda ante la ley. EL

    enigma de la masa volcada, como movida por unos hilos

    sanguinarios que no saben ms que hacer a los tteres escalar en

    su actuacin, sorprende y nos hace preguntar por aquello que

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    originara el movimiento... La prensa se pregunta: cul fue esa

    injuria que hizo que la masa se volcara as sobre la polica? cul

    es el motivo del enojo? Descubramos el motivo y desarmemos a laviolencia!

    Sin embargo, es en este punto donde debemos separarnos

    del discurso que apuntala a nuestra sociedad. Con el peligro de

    escupir al cielo, me atrevo a decir: si, si es el malestar que nos

    conforma socialmente, si, es sin duda aquella triada trgica que

    Lacan nos plantea. Pero hay un ms all, un eje que se resume en

    la pulsin escpica: en el ojo, en la visibilidad, en el espectculo,

    en el montaje visual que nos estructura. Un paso ms paraexplicar y desplegar el fenmeno: queda claro que estamos en lo

    mismo que Freud y que Lacan, esto es, que el soporte de losresortes del deseo y la privacin estn el la mirada.

    Esto es, la mirada, anclada en el objeto posedo por el otro,

    el objeto en tanto su valor de uso resulta esta textura sobre la cual

    se mueve el pretexto de esta novela que se llama el aniquilamiento

    del otro. La novela cuyo motivo fundamental ha de ser el

    merecimiento y la justicia, la novela del perjuicio donde lospersonajes se mueven en el escenario de las cosas.

    La textura de la violencia est sin duda en un ms allen

    un desear un algo imposible, pero ms ac lo soporta la

    especularidad: el despliegue de las alas del pichn macho que para

    aparearse, amenaza a todos los otros machos. Es el mismodespliegue de alas el que enamora y amenaza.

    Ir por partes. No hay ojo que no se detenga ante el

    espectculo violento, es una suerte de imn inconsciente?, pero,

    la pregunta detrs del ojo se resume a cmo es que este grupo de

    seres vejados, de seres movidos por la lgica de la perdida, en la

    dialctica mas pura del duelo freudiano se mueven todos al

    unsono? Cmo es que todos los perjuicios individuales acaban

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    por ser representados por aquel objeto que la masa arranca,destruye, pintarrajea, pisa, quema y acuchilla?

    II. El deseo es mimtico. La violencia es mimtica.

    Ren Girard construye una explicacin a este espectculo: el

    carcter mimtico de la violencia. La violencia, para l, responde a

    la naturaleza mimtica del deseo 47 . Girard aborda el tema a partir

    de un anlisis antropolgico de los mandamientos bblicos, ah

    donde una intuicin arcaica pone el dedo sobre la llaga de la

    violencia en la humanidad. La intuicin arcaica del mimetismo

    humano constituye un saber sobre el cual se erige la religin pero

    ms profundamente, encuentra Girard, es la clave probada (en

    tanto las religiones funcionan como las sancionadoras moraleslegendarias) al modo en el que nos vinculamos socialmente:

    Si nuestros deseos no fueran mimticos, estaran fijadospara siempre en objetos predeterminados, constituiranuna forma particular de instinto. Como vacas en unprado, los hombre no podran cambiar de deseo nunca, sindeseo mimtico no puede haber humanidad. 48

    De modo que el lenguaje y la cultura se erigen como el sin el

    cual no del sujeto. Mimetismo es, y as lo leemos en Freud y en

    47 Queda claro que para Girard el deseo est estructurado de manera totalmentedistinta que para el psicoanlisis. En particular, si pensamos en el deseo paraLacan, que es este toro que no cesa de bordear un objeto que no existe,observamos la diferencia con el planteamiento de Girard. Este ltimo muchoms esquemtico y plano. El deseo para Girard constituye aquello que quedaprohibido, lo que por la ley queda tachado. Girard ejemplifica incluso, la idea dedeseo con las tablas de la ley. Sin embargo, la naturaleza mimtica del deseo esun concepto que sirve aqu en tanto habla de una cuestin identificatoria. Eldeseo para el psicoanlisis es subjetivo, irrepetible, cifrable nicamente a partirde cada inconciente. Sin embargo, en la conformacin de lo social existe algomimtico, una identificacin al rasgo del deseo del otro que llama a una cierta

    cohesin social.48 G. Ren, Veo a Satn caer como el relmpago , Barcelona, Anagrama, 2002,p.33

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    Lacan, aquello que divide y fragmenta comunidades en tanto las

    hace amalgamarse: es decir, la disputa existe porque todos se

    debaten un mismo objeto que representa algo, lo re-presenta

    visualmente como objeto cuya sombra es una frustracin, digamos,

    originaria. Identificarse con un objeto en comn nos constituye

    comunitariamente, tambin, esa misma lgica nos hace

    tropezarnos con el otro como rival: un mismo objeto aglutina ysepara.

    La identificacin en suma, explica un espectro enorme de

    afectos: desde la ternura hasta el deseo de aniquilacin. EL

    mimetismo tambin hace el orden del lenguaje, prescribe y legaliza.Genera, por as decirlo un orden judicial que Girard ilustra con el

    declogo, los espacios donde puede mal-estar estando reconocido ylos espacios donde se reconoce como expulsado:

    En lugar de comenzar por la causa y continuar por lasconsecuencias, como se hara en un exposicin filosfica, eldeclogo sigue el orden inverso. Se previene primero frente a loque ms prisa corre; para alejar la violencia, prohbe las

    acciones violentas. Y se vuelve a continuacin hacia la causa, ydescubre que es el deseo inspirado por el prjimo. Y lo prohbea su vez, aunque solo puede hacerlo en la medida en que losobjetos deseados son legalmente posedos por uno de los dosrivales. Pues no puede desalentar todas las rivalidades deldeseo. 49

    Es en estas o