Sistemas Políticos y Electorales Contemporáneos Italia 2009

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Sistemas Políticos y Electorales Contemporáneos Italia Coordinador de la colección Pedro Aguirre Presentación Introducción I. Régimen constitucional 1.1. El proceso de reconstrucción de la posguerra 1.2. Constitución de 1948 1.3. Presidente de la República 1.4. Primer Ministro y Consejo de Ministros 1.5. Parlamento 1.6. Poder Judicial 1.7. Corte Constitucional 1.8 Administración local

Transcript of Sistemas Políticos y Electorales Contemporáneos Italia 2009

Sistemas Políticos y ElectoralesContemporáneos

Italia

Coordinador de la colección

Pedro Aguirre

Presentación

Introducción

I. Régimen constitucional

1.1. El proceso de reconstrucción de la posguerra

1.2. Constitución de 1948

1.3. Presidente de la República

1.4. Primer Ministro y Consejo de Ministros

1.5. Parlamento

1.6. Poder Judicial

1.7. Corte Constitucional

1.8 Administración local

1.9 La Perenne Discusión sobre la Necesidad de Reforma Política y Administrativa

II. Sistema electoral

2.1 Características Generales del Proceso Electoral

III. Sistema de partidos

3.1. Partitocrazia

3.2. Clientelismo político

3.3 Desigualdades regionales

3.4. Partido Demócrata Cristiano (PDC)

3.5 . Partido Del Pueblo de la Libertad

3.6. Lega del Norte

3.7. Partido Democrático

3.8. Socialistas

3.9 Republicanos

3.10 Liberales

3.11 Radicales

Breve Anexo estadístico

Bibliografía

Presentación

Publicada por primera vez en 1999, la colección sistemas políticos y electorales contemporáneos requiere de una actualización en vista de los importantes cambios políticos y reformas que se han verificado en algunos de los sistemas de gobierno más sobresalientes del mundo. En algunos casos, algunas obsolescencias aún presentes en sistemas emblemáticos (como el norteamericano o el británico) han dado lugar a escándalos y dilemas que muy pocos suponían serían posibles en regímenes supuestamente avanzados. En otros se han verificado o se discuten reformas de gran calado constitucional para poner al día las instituciones políticas. En otros casos se verifican francos retrocesos a formas autoritarias.

En la presentación de la primera edición comentábamos sobre la preeminencia de la democracia sobre el autoritarismo que se verificaba quizá como irreversible a nivel global. “La extensión y el arraigo de los valores, las instituciones y las prácticas democráticas en el mundo de hoy constituyen, en efecto, un proceso global que, al parecer, se dirige hacia su consolidación”, decíamos en aquella oportunidad. Asimismo, advertíamos sobre la posibilidad de regresiones: “El éxito de ese proceso de universalización de la democracia no implica, sin embargo, un triunfo definitivo sobre el autoritarismo, ni mucho menos que los retos actuales y los desafíos futuros de las democracias en particular hayan sido resueltos. Los riesgos de involución hacia formas autoritarias de gobierno, en especial en las democracias más recientes y frágiles; las dificultades para emprender o consolidar transiciones democráticas frente a los autoritarismos persistentes y los viejos o nuevos problemas institucionales de las democracias exigen cada día más imaginación y responsabilidad, más conocimientos y participación, más y mejor formación de ciudadanos libres y responsables. Exigen, en suma, una más amplia y sólida cultura democrática.”

Hoy el prestigio de la democracia sigue casi incólume, pero algunos acontecimientos hacen pensar que en algunos casos podrían verificarse regresiones autoritarias. Asimismo, en la primera edición sólo incluimos democracias arraigadas y naciones de reciente democratización. En esta nueva edición incluimos naciones que no responden precisamente al paradigma democrático occidental pero que por su creciente importancia en el escenario internacional no pueden seguir siendo omitidas, así como casos de países que han experimentado por décadas sistemas democráticos aparentemente consolidados pero que ahora han adoptado tendencias autoritarias.

Lo que sigue siendo plenamente vigente hoy, al despuntar la primera década del siglo XXI, es la trascendencia que tiene para la consolidación de la democracia la formación de una sociedad que conozca y aprecie sus valores, sus instituciones y sus prácticas y que, al mismo tiempo, a través de sus ciudadanas y ciudadanos, de sus diversas organizaciones, de sus partidos políticos y de su gobierno, participe efectivamente en el debate y en la formulación de propuestas frente a los asuntos de interés público propios de la vida democrática. Una sociedad, pues, comprometida con la democracia y su desarrollo.

En ese sentido, el objetivo de la colección Sistemas Políticos y Electorales Contemporáneos sigue siendo contribuir a la divulgación de la cultura democrática en la sociedad mexicana, mediante el conocimiento de las democracias de nuestro tiempo. Con esta colección, el Instituto Federal Electoral busca poner al alcance del público en general, en especial de los jóvenes que cursan sus estudios de educación media superior y superior, la información y los elementos de análisis necesarios para el conocimiento de los sistemas políticos y electorales de las diversas democracias que existen en el mundo, su diseño constitucional y su forma de gobierno, los principios y los procedimientos que rigen sus elecciones, y su sistema de partidos.

Con ese fin, la colección mantiene el mismo diseño original que permita un estudio comparativo de los sistemas políticos y electorales considerados. Para ello, cada una de las monografías tiene la misma estructura: a manera de introducción se presenta un marco conceptual básico para facilitar la comprensión de las nociones de sistema político, sistema electoral y sistema de partidos, que son, a su vez, temas tratados en capítulos aparte. Igualmente, las monografías contienen un anexo estadístico con datos generales de los países, los resultados electorales y la composición de los órganos de representación popular, así como una cronología electoral del país de que se trate.

Introducción

Para el estudio de los sistemas políticos y electorales contemporáneos se requiere del conocimiento previo de su definición como conceptos y de una explicación sobre su significado. En términos generales se puede decir que el fenómeno político y, en particular, su manifestación en cada comunidad constituye un proceso complejo mediante el cual se toman las decisiones imperativas que la rigen. Pero, ¿cuáles son los elementos que intervienen en ese proceso?; ¿qué relación tienen entre sí?; ¿quiénes toman esas decisiones y con qué atribuciones?; ¿cómo se toman las decisiones imperativas?; ¿qué efectos producen y sobre quiénes? Éstas son, entre otras, las cuestiones que corresponden al estudio de los sistemas políticos y electorales, y en cada caso su respuesta explica o trata de explicar la manera en la que una comunidad específica las ha resuelto o busca resolverlas.

La noción de sistema político se refiere al conjunto de instituciones, organizaciones y procesos políticos que, caracterizados por un cierto grado de interdependencia, rigen y conforman la vida política de una determinada comunidad. En este sentido, el estudio sistémico del fenómeno político en cualquier agrupación supone, entre otras exigencias metodológicas, determinar el ámbito del sistema, es decir, señalar sus límites, y comprender los elementos o las partes que lo integran así como las relaciones recíprocas que guardan entre sí. En otras palabras, determinar si los confines del sistema se identifican, por ejemplo, con los del Estado-nación, que es el caso de nuestro tiempo; o si los elementos que lo integran, también como ejemplo, son una Constitución escrita, un Parlamento y partidos políticos.

Para saber cuál es el sistema político de un país se debe considerar si éste tiene un orden constitucional que garantice derechos y libertades a las personas o si se trata de un régimen autoritario; si siendo un Estado constitucional de derecho su forma de gobierno es

presidencial o parlamentaria; si sus procedimientos electorales responden al principio de elección por mayoría o al principio de elección proporcional; si existen pocos o muchos partidos y cuál es la fuerza o la representatividad de cada uno de ellos, entre otros rasgos característicos. Si se responden estas cuestiones, aunque sea en forma básica, se puede decir que se conocen los elementos que conforman un determinado sistema político y las relaciones que dichos elementos guardan entre sí.

A partir del sistema político, y conforme a la metodología sistémica, los sistemas electorales y de partidos pueden ser considerados como subsistemas del primero. Esto significa que si bien su estudio puede tener mayor o menor grado de autonomía, ésta no es total en la medida en que sus relaciones con el conjunto del sistema político _con los principios constitucionales fundamentales o con la forma de gobierno, por ejemplo_ suponen la existencia de factores externos al subsistema que producen distintos efectos sobre ellos. No obstante esa consideración, es evidente que los sistemas electorales y de partidos constituyen en sí mismos un objeto de estudio.

La noción de sistema electoral tiene dos acepciones: en sentido amplio, como sinónimo de derecho electoral o régimen electoral, es decir, el conjunto de normas, instituciones y procedimientos que regulan la organización de las elecciones, la integración de los órganos de representación popular y, generalmente, a los partidos políticos; y en sentido estricto, como los principios y los métodos utilizados para convertir los votos en escaños, es decir, como el procedimiento técnico de la elección por medio del cual la voluntad de los ciudadanos manifestada en las urnas se traduce en representación política en un Parlamento.

Por su parte, la noción de sistema de partidos se refiere a la forma en la que las organizaciones partidistas interactúan entre sí o, en su caso, a la forma en la que un solo partido actúa dentro de un régimen representativo. En este sentido, se puede hablar de un sistema de partidos competitivo, de un sistema de partido hegemónico, o de un

sistema bipartidista o multipartidista, por citar las características más relevantes.

Como se ha señalado, la colección Sistemas Políticos y Electorales Contemporáneos se ocupará de las democracias de nuestro tiempo y, por lo tanto, hará referencia a países organizados bajo un régimen constitucional democrático. ¿Qué significa esto?; ¿qué es el constitucionalismo?; ¿qué formas de gobierno han sido adoptadas dentro del constitucionalismo?; ¿cuáles son los distintos principios electorales para la integración de los órganos de representación popular en las democracias representativas?

Con el propósito de ofrecer los elementos necesarios para la mejor comprensión de cada uno de los sistemas políticos y electorales incluidos en este esfuerzo editorial, a continuación se tratará de dar respuesta en forma breve y sencilla a estos cuestionamientos a través de una serie de definiciones básicas.

El constitucionalismo es el producto político y jurídico del triunfo del pensamiento liberal frente al absolutismo y los autoritarismos. En ese sentido, el constitucionalismo tiene como razón de ser y como fin la limitación del poder público y la garantía de los derechos fundamentales de las personas, a través de la subordinación del poder a la ley. De allí que sus principios más importantes sean la división del poder político, para crear un sistema de controles y contrapesos entre los distintos órganos del Estado, y el control sobre la constitucionalidad de los actos de la autoridad, para garantizar los derechos fundamentales, establecidos en la Constitución, de las personas frente al poder público.

El constitucionalismo democrático es, en consecuencia, un régimen político y jurídico en el que, además de establecer límites al poder público y garantías para los derechos de las personas, los órganos de gobierno deben ser populares, es decir, deben expresar el principio de gobierno del pueblo conforme al significado etimológico de la democracia. Ahora bien, en la medida en que las sociedades

modernas, por su dimensión y complejidad, no permiten el ideal clásico del gobierno directo del pueblo, la democracia moderna ha sido representativa, es decir, gobierno del pueblo a través de sus representantes, cuestión que veremos en seguida. Pero, en síntesis, el constitucionalismo democrático puede definirse hoy como un sistema político con división de poderes, garantías individuales y órganos de gobierno de representación popular.

Ahora bien, un régimen constitucional democrático puede adoptar distintas formas o sistemas de gobierno. Los dos más importantes son el presidencial y el parlamentario, y si bien dentro de ellos existen diversas modalidades e incluso un sistema híbrido o mixto que toma elementos de ambos _es el caso del semipresidencialismo francés_, lo cierto es que cada uno tiene elementos característicos, los cuales se pueden resumir en los siguientes términos.

En un sistema presidencial:

• El presidente es, a la vez, jefe de Estado y jefe de gobierno.

• La elección del presidente es directa o semidirecta (es el caso de Estados Unidos).

• El jefe de gobierno y su gabinete no son designados o removidos por el órgano parlamentario sino por el propio presidente.

• Los poderes Ejecutivo y Legislativo están claramente separados.

En un sistema parlamentario:

• El jefe de Estado y el jefe de gobierno son personas distintas (en las monarquías parlamentarias, como Gran Bretaña, el rey es el jefe de Estado).

• Los miembros del Parlamento son elegidos por el voto popular.

• El jefe de gobierno y el gabinete son designados y pueden ser removidos por el Parlamento.

• Los poderes Ejecutivo y Legislativo no están separados; por el contrario, se comparten.

En los dos sistemas hay un proceso de elección popular para la integración de los poderes públicos. Dicha elección se realiza y se convierte en representación política mediante un sistema electoral; cabe recordar, en este punto, que la noción de sistema electoral, en sentido estricto, se refiere a los principios y a los métodos utilizados para convertir los votos en escaños, es decir, para traducir la voluntad ciudadana en representación política. Existen dos grandes sistemas electorales, el de mayoría y el proporcional, cada uno de ellos con diversas modalidades y fórmulas de asignación de escaños, así como un sistema mixto que combina los principios de ambos. En términos generales, dichos sistemas se pueden describir de la siguiente manera.

En los sistemas de mayoría:

• Se busca formar una mayoría en los órganos de representación popular que garantice estabilidad y gobernabilidad, aun a riesgo de fomentar sobre o subrepresentación en el Parlamento; por ejemplo, que un partido político obtenga un porcentaje de escaños o curules sensiblemente mayor o menor al porcentaje de la votación que haya obtenido. En este caso se privilegia la gobernabilidad sobre la representatividad.

• El ganador de la elección en el ámbito territorial-poblacional donde se realice la elección se queda con toda la representación, es decir, gana todo; por ejemplo, en un distrito electoral se elige a un solo diputado.

• Los partidos presentan candidatos individuales y el elector sólo tiene una opción.

En los sistemas proporcionales:

• Se busca que los órganos de representación popular sean lo más representativos posible de la voluntad ciudadana, es decir, de los porcentajes de votación obtenidos por cada partido, aun a riesgo de generar una fragmentación en la composición del Parlamento que dificulte la estabilidad y la gobernabilidad; por ejemplo, que un Parlamento, al reflejar con exactitud los porcentajes de la votación obtenidos por los distintos partidos políticos, se fragmente de tal modo que la formación de una mayoría que legisle o integre el gobierno (en el caso de un sistema parlamentario) resulte imposible; en este caso se privilegia la representatividad sobre la gobernabilidad.

• Se elige a dos o más representantes en el ámbito territorial-poblacional en el que se realice la elección y, por lo tanto, el triunfo es compartido según los porcentajes de la votación; por ejemplo, de una circunscripción electoral pueden surgir diez diputados.

• Las candidaturas de los partidos no son individuales sino que se presentan en listas.

Antes de concluir es importante señalar que el carácter general de los contenidos de esta introducción sirve, como se apuntó, para ofrecer los elementos básicos que permitan una mejor comprensión de los sistemas políticos y electorales específicos que constituyen el objeto de la colección. En cada caso se tratarán en detalle las características y las modalidades de los distintos países considerados.

1. Régimen constitucional

1.1. El proceso de reconstrucción de la posguerra

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, en Italia se dio un complicado proceso de reconstrucción política y económica. El acontecimiento central en esta etapa fue la promulgación de una nueva Constitución, la cual pretendió plasmar las aspiraciones de transformación radical que caracterizaron a este álgido periodo y transmitirlas a las futuras generaciones, al mismo tiempo que demostró lo difícil que fue (y ha sido) superar las prácticas e instituciones del pasado. La Constitución italiana expresó los principios, los valores y los métodos del nuevo Estado, e intentó proveer un marco formal para el desarrollo político que ha tenido una premisa principal: evitar el advenimiento de un nuevo régimen autoritario.

La reconstrucción del Estado italiano después del colapso del régimen fascista fue difícil. Mussolini fue derrotado en el Gran Consejo Fascista y removido de su puesto por el rey Víctor Emmanuel III el 25 de julio de 1943. Italia estuvo ocupada por dos fuerzas opositoras durante 20 meses y no tuvo un gobierno nacional sino hasta el 21 de junio de 1945. Pero no fue sino hasta un año después, el 2 de junio de 1946, cuando se llevaron a cabo elecciones nacionales para formar la Asamblea Constituyente, y casi dos años más tarde se realizaron los primeros comicios parlamentarios.

El largo intervalo entre la caída del régimen, la ocupación externa, el gobierno provisional, la reconstrucción y el surgimiento de una nueva Constitución significó una gran oportunidad para que los partidos y los grupos de interés se reorganizaran y reivindicaran sus propuestas rumbo al surgimiento de una nueva República.La intención de las denominadas "élites liberales" _que dominaron el escenario político italiano desde la unificación, en 1860, hasta la "marcha sobre Roma" de 1922, que marcó el inicio del régimen

fascista_ era asumir el periodo del fascismo como un intervalo y retomar su predominio una vez terminada la conflagración mundial. Este propósito fue eliminado por los aliados, la Resistencia y los nuevos partidos políticos. El 25 de junio de 1944, después de consultar con el Comité de Liberación Nacional, los aliados emitieron un decreto con nuevas disposiciones para la conducta futura del gobierno italiano. El artículo primero del decreto convocaba a elecciones para la Asamblea Constituyente. Éstas debían realizarse con base en el sufragio universal apenas terminara la guerra. El vínculo con el viejo orden liberal se había roto por completo. Italia necesitaba una nueva Constitución basada en el principio de soberanía popular.

La Constitución italiana tomó forma bajo una conciencia unitaria. Respetando ante todo los principios de libertad democrática basados en la soberanía popular y en la igualdad jurídica, la Carta Constituyente se apoyó en la tradición del constitucionalismo contemporáneo y respondía a los modelos de los Estados democráticos. Encontramos que en ella se reafirman los principios liberales de los derechos del hombre, las libertades civiles, la igualdad legal de los ciudadanos y la supremacía de la ley. Asimismo, se incluyeron los preceptos de democracia representativa, atribuida al Parlamento, mismo que se encargaría de las funciones fundamentales de la dirección de la política; de la legalidad de la acción administrativa; de la división de poderes, y de la independencia de la Suprema Corte.

1.2. Constitución de 1948

El Estado italiano está regulado por la Constitución Republicana que entró en vigor el 1o de enero de 1948.

El artículo primero dice que "Italia es una República Democrática fundada sobre el trabajo. La soberanía pertenece al pueblo, quien la

ejercita bajo las formas y dentro de los límites de la Carta Constitucional".

La Constitución garantiza a los ciudadanos igualdad sin discriminación de sexo, raza, religión, etcétera; las libertades de opinión, de difusión del pensamiento por medio de la palabra, de la prensa o de cualquier otro medio de comunicación; de reunión, de asociación, de culto, de movimiento, etcétera, así como de la propiedad privada y de la iniciativa económica. También exige fidelidad a la República; contribución a los gastos públicos según la posibilidad de cada ciudadano; el cumplimiento del servicio militar y la defensa de la patria.

1.3. Presidente de la República

El jefe de Estado es elegido por un Colegio Electoral integrado por la totalidad de los senadores y diputados, y por 58 representantes regionales. El mandato presidencial es de siete años y es posible la reelección. Todos los ciudadanos mayores de 50 años y que gocen de sus derechos civiles y políticos pueden aspirar a la presidencia de la República italiana.

El presidente representa la unidad y la continuidad de la nación. Promulga las leyes aprobadas por el Parlamento y goza de la facultad de vetar la legislación, aunque dicho veto puede ser superado por el Legislativo en una segunda votación. Firma los decretos con fuerza de ley y adopta la disposición relativa a los referéndums populares en los cuales se encuentren casos previstos por la Carta Constitucional. Nombra al presidente del Consejo de Ministros (primer ministro). Recibe y acredita a las representaciones diplomáticas; ratifica los tratados internacionales (después de la debida aprobación de las cámaras). Es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas; preside el Consejo Superior de la Magistratura, así como el Consejo Superior de la Defensa; puede declarar el estado de

guerra y otorga los honores al mérito de la República. Tiene, además, la facultad de disolver el Parlamento, aunque esta posibilidad está en realidad supeditada a la voluntad de las principales fuerzas políticas representadas en las cámaras.

A pesar de sus muchas e importantes facultades formales, en la realidad el presidente de la República ha ejercido un papel marginal, casi protocolario. El nombramiento del presidente del Consejo de Ministros y de los miembros del gabinete siempre deberá estar acorde con la voluntad de los partidos que logren establecer una coalición gubernamental en el Parlamento. Toda la actividad gubernamental y administrativa fundamental es responsabilidad del presidente del Consejo de Ministros y del gabinete. El papel político primordial del jefe de Estado ha sido servir como árbitro entre los partidos, procurar que éstos hagan valer sus compromisos y pugnar por que lleguen a buen término las coaliciones en el poder. Sin embargo, durante la primera década del siglo XXI se efectuaron cambios en el sistema de partidos que hicieron que el gobierno de Silvio Berlusconi (2000-06) más fuerte de lo usual para un gobierno italiano. La dinámica del controvertido primer ministro y hombre más rico de Italia hicieron que el presidente Carlo Azeglio Ciampi (1999-2006) interviniera en varias ocasiones con el propósito de hacer valer su papel como moderador.

1.4. Primer Ministro y Consejo de Ministros

El Consejo de Ministros está compuesto por el presidente del Consejo (primer ministro) y los ministros que forman el Consejo de Ministros (gabinete). El presidente del Consejo de Ministros dirige la política general del gobierno y es responsable de éste; mantiene la unidad de la dirección política y administrativa pues organiza y coordina el trabajo de los ministros. El Consejo de Ministros es, formalmente, un órgano colegiado, de apoyo al Congreso, que delibera sobre el diseño de leyes de iniciativa gubernamental; decide

sobre los nombramientos de los puestos más elevados de la administración del Estado, sobre cuestiones de orden público, sobre aquéllas referentes a política interna e internacional, y sobre todas las cuestiones en el ámbito de la política general del gobierno.

El gobierno puede dictar decretos de ley en caso de necesidad y/o urgencia, bajo su propia responsabilidad, que deberán convertirse en ley después de 60 días a partir de la fecha de su emisión ya que, en caso contrario, pierden su eficacia.

Una característica típica del funcionamiento del gabinete italiano es que casi todos los líderes políticos de la coalición gobernante están en constante rivalidad. Se han llevado a cabo algunos esfuerzos para eliminar los peores aspectos del sistema. En 1988, el Parlamento aceptó una reforma después de diez años de discusiones. Entre otros cambios, la reforma estableció las bases para lograr que el gabinete fuera auténticamente más colegiado, es decir, que sus miembros se consultaran entre sí efectivamente, y le otorgó al primer ministro poder para resolver disputas entre ministros y para vetar declaraciones públicas hechas por éstos que afectaran las políticas gubernamentales.

También hay algunas anomalías adicionales en el Poder Ejecutivo italiano. Por ejemplo, tres ministerios diferentes comparten las principales responsabilidades económicas: el Ministerio de Finanzas se encarga del incremento de los ingresos del Estado, el Ministerio del Tesoro es responsable del gasto y del endeudamiento de la administración pública, y el Ministerio del Presupuesto y de la Programación Económica, que formalmente coordina a los dos primeros. Sin embargo, el Ministerio del Tesoro es más poderoso, ya que actualmente mantiene el hilo de los otros ministerios. Existen también numerosos comités interministeriales que tienen la función de coordinar las políticas entre los gobernantes aliados, pero que desafortunadamente se topan con demasiados obstáculos para el desarrollo de su función.

El primer ministro italiano es una de las cabezas más débiles de los gobiernos de Europa occidental, en parte porque así fue diseñado en la Constitución y en parte por la naturaleza del sistema político italiano, de carácter multipartidista, que se rige mediante gobiernos de coalición. Sólo cuando el partido dominante está unido o tiene un líder fuerte el poder del primer ministro aumenta, como lo demostraron los gobiernos de De Gasperi y Fanfani durante los años cincuenta.

La disminución del poder de la democracia cristiana generó también una disminución del poder del primer ministro. Incluso, durante la primera mitad de los años ochenta hubo primeros ministros pertenecientes a partidos minoritarios, lo que resultaba increíble hasta ese momento. El mandato de Bettino Craxi demostró que no importaba qué tan fuertes o dinámicos fueran los primeros ministros o a qué partido político pertenecieran, ya que quienes debían enfrentar las principales deudas políticas de los ministros y del gobierno en el poder eran sus propios partidos o facciones y no la cabeza del gobierno. Cuando ocurría alguna crisis de gobierno, eran los secretarios de partidos y los líderes de facciones quienes elaboraban una solución o, en su defecto, acordaban nuevas elecciones.

Con el realineamiento del sistema de partidos italiano, la presencia del primer ministro en el sistema político podría tender a fortalecerse. Por lo menos así sucedió durante el segundo gobierno de Silvio Berlusconi (2001-06), quien gozó de una importante mayoría parlamentaria, en agudo contraste con lo que sucedió en su primer gobierno (1994-95), muy breve a causa de que el magnate dependía de apoyos políticos mucho más frágiles en un ambiente de un multipartidismo muy agudo. Este segundo mandato de hizo de Berlusconi el primer ministro que más tiempo ha durado en la historia de la República (cumplió integro el mandato de cinco años de la legislatura). Sin embargo, el apretado triunfo de la coalición de centroizquierda en 2006 provocó que el gobierno de Prodi sea tan

débil como los que caracterizaron por años al sistema político de la posguerra. El futuro del poder de la primera magistratura dependerá de que tan sólidas sean las coaliciones partidistas y de la disciplina que puedan imponer en sus legisladores.

1.5. Parlamento

Italia es una democracia representativa en la que la función de legislar recae en el Parlamento. El Parlamento italiano está conformado por dos asambleas: la Cámara de Diputados y el Senado de la República. Sus funciones esenciales son legislar, controlar la función del gobierno y de la administración pública, y servir como medio idóneo de expresión de las fuerzas políticas.

Los miembros de la Cámara de Diputados se eligen por sufragio universal, directo y secreto, sobre la base de votos expresados por todos los ciudadanos que hayan cumplido la mayoría de edad (18 años) y gocen de derechos civiles y políticos. Son elegibles para esta representación todos los ciudadanos que hayan cumplido 25 años.

Los miembros del Senado de la República son electos con base regional, por medio del voto directo y secreto de los electores mayores de 25 años. Son elegibles para el cargo de senador los ciudadanos que hayan cumplido los 40 años. A diferencia de la Cámara de Diputados, en donde los miembros son todos electos, el Senado tiene miembros vitalicios: los ex presidentes de la República y cinco senadores que el jefe de Estado tiene la facultad de nombrar entre aquellos ciudadanos que sobresalgan en los distintos sectores sociales, artísticos, científicos y literarios.

El periodo de la Legislatura es de cinco años, aunque el presidente de la República puede disolverla (por regla general a petición del primer ministro) para provocar elecciones anticipadas. La elección

de ambas cámaras siempre es paralela: el mismo día que se elige a los senadores se elige también a los diputados.

La dolorosa experiencia que vivieron los italianos durante el régimen fascista obligó a todos los partidos políticos que participaron en la Resistencia a optar por establecer un poder legislativo fuerte para evitar caer nuevamente en tendencias antidemocráticas. El Parlamento italiano fue diseñado para ser la rama principal del gobierno y el punto central del poder institucional. Los fundadores de la República pretendían, mediante un Parlamento poderoso y un sistema electoral proporcional puro, que la izquierda y la derecha se bloquearan mutuamente y se vieran obligadas a pactar, pero también dieron lugar a inmovilidad política e inestabilidad gubernamental. Mientras que algunos de los problemas gubernamentales dieron pie para diseñar los elementos fundamentales de las instituciones italianas, también se presentaron, en la historia de la República, obstáculos que han reflejado la rigidez del sistema de partidos, la cual propició el dominio de un solo partido, el de la Democracia Cristiana.

Además de las típicas funciones de un sistema parlamentario, en el que se vota para hacer o deshacer gobiernos, aprobar o desaprobar leyes, etcétera, el Parlamento italiano cuenta con poderes adicionales: reunido en Colegio Electoral elige al presidente de la República, escoge a un tercio de los miembros del Tribunal Constitucional y de la Suprema Corte de Justicia, y hasta puede enmendar la Constitución mediante un proceso especial. Asimismo, dado que el gobierno es responsable ante ambas cámaras, un voto de censura puede ser aprobado en el Senado o en la Cámara de Diputados para forzar la dimisión gubernamental.

La Constitución establece dos límites para frenar el abuso de poder del Parlamento: la revisión jurídica y el referéndum revocador. Con respecto al último punto, si se llegan a juntar medio millón de firmas válidas para alguna petición, o si cinco de veinte consejos regionales

aprueban una propuesta, se lleva a cabo una consulta pública para preservar o abolir alguna legislación.

Uno de los aspectos peculiares que presenta el sistema italiano es el bicameralismo puro, es decir, ambas cámaras cuentan con poderes idénticos. Este aspecto también ha coadyuvado a la atrofia relativa del sistema político. Por ejemplo, a pesar de la equidad entre las dos cámaras, no existe un comité que reconcilie las diferentes versiones de legislaciones similares; por lo tanto, cada cámara debe pasar el mismo proyecto de ley antes de que se convierta en ley. Así, cuando existe voluntad política los líderes de los partidos logran reunirse y alcanzar un compromiso, pero no siempre existe dicha voluntad, por lo que varios estudiosos del tema consideran que el acuerdo bicameral no solamente es absurdo sino también un impedimento innecesario dentro de un sistema que de por sí ya tiene bastantes obstáculos para alcanzar eficiencia y racionalidad.

Aunque el Parlamento no tiene un organismo mixto, sí cuenta con varios comités intercamerales con poderes inusuales. Las competencias de los mismos se asemejan a las de los principales ministerios del gabinete. Como en otras legislaciones, estos cuerpos pueden enmendar propuestas mediante su reconocimiento, o bien, enterrarlas sin enviarlas a la Cámara de Senadores. Estos comités tienen también la facultad de pasar directamente a ley los códigos que quieran sin consultar al pleno. Cuando un comité recibe una propuesta de ley bajo estas condiciones se reúne en sede deliberante. Puesto que los comités son de gran tamaño y sus escaños están distribuidos en proporción a los escaños de sus partidos en las cámaras, pueden ser considerados como mini parlamentos de veinte a cincuenta miembros cada uno, dependiendo de sus competencias.

Durante los años setenta, la mayoría de las leyes fueron aprobadas por los comités. Por dicho motivo, el Parlamento italiano generó más leyes que ninguna otra legislatura europea en el periodo de la posguerra. Las leyes fueron aprobadas por unanimidad. La ausencia de limitaciones para las propuestas de ley y la asombrosa emisión de

"minileyes" del Parlamento en aquel entonces fue motivo para que éste se olvidara de enfrentar los verdaderos problemas del país.

Otro de los compromisos institucionalizados para impedir el surgimiento de una fuerza tiránica en el país fue el establecimiento de la votación secreta en el Parlamento. En ocasiones especiales también se realiza una votación oculta en la Cámara de Senadores, aunque la Constitución no establece alguna obligación al respecto. Por medio de este procedimiento a los ciudadanos se les impide conocer la verdadera postura de sus representantes. En 1988, una reforma limitó el voto secreto pero no acabó con él y dicho sistema sigue siendo un arma que favorece las discusiones internas del Parlamento.

A pesar de los pequeños avances y las reformas a la Legislatura, la inestabilidad parlamentaria se ha incrementado en las últimas décadas. Hasta 1972 cada asamblea concluía su periodo de cinco años y fue hasta las legislaturas electas en 1996 y 2001 que pudo volver a cubrirse íntegro dicho período. Se considera que será muy difícil que la actual legislatura, electa en 2006 en unos comicios sumamente reñidos, vaya a terminar su mandato de cinco años.

Asimismo, el tiempo que se requería para formar un nuevo gabinete en un momento de crisis política se ha duplicado desde mediados de los años sesenta y se ha abusado del uso de los decretos de ley. Estos últimos obligan a las cámaras a actuar, pero deberían usarse sólo en caso de emergencia. Después de la segunda mitad de la década de los setenta, entre 20 y 25% de todas las propuestas de ley aceptadas por el Parlamento han generado decretos. Desde los últimos años de la década pasada ha habido intentos por reformar a ambas cámaras, pero hasta el momento no se ha logrado algún cambio importante.

1.6. Poder Judicial

El Poder Judicial goza, según la Constitución, de autonomía e independencia. Los jueces están sujetos solamente a las leyes, actúan en nombre del pueblo y se les puede distinguir de acuerdo con las tareas que realizan; son inamovibles y únicamente el Consejo Superior de la Magistratura o su Presidencia tienen la facultad de suspenderlos de sus funciones o destinarlos a otras tareas.

La justicia italiana puede ser civil y penal (magistrados ordinarios), administrativa o contable (magistrados especiales). Son magistrados ordinarios: el juez conciliador (en materia exclusivamente civil), el pretor, el tribunal, la corte de apelación y la Corte Suprema de Casación. Por último, existen cortes especiales conocidas como "la Corte d'Assise" y la "Assise de Apelación", que son las competentes para conocer de los delitos más graves (homicidios, violaciones, narcotráfico, etc.) y en las cuales participan magistrados y jueces públicos especializados en materia penal. La acusación pública la sostiene el Ministerio Público, que debe estar representado por un magistrado de carrera.

Los magistrados especiales son los miembros de los Tribunales Administrativos Regionales, y en grado de apelación, los del Consejo de Estado, el cual tiene funciones consultivas importantes. La justicia contable es administrada por la Corte de los Contadores, la cual enjuicia, desde la perspectiva contable, las responsabilidades públicas eventuales en materia de pensiones civiles, militares y de guerra.

1.7. Corte Constitucional

La función principal de la Corte Constitucional es la aplicación de las leyes y las normas que establecen la rutina de las actividades del Estado. Asimismo, la Corte Constitucional tiene la facultad de decidir en las disputas entre las instituciones del Estado. Se le ha

delegado, también, la función de Corte de Imputación en los casos que involucren al presidente de la República, al primer ministro o a sus ministros. Por otra parte, la Corte Constitucional está facultada para intervenir en las polémicas de los poderes del Estado así como en las controversias entre el Estado y las regiones, o de las regiones entre sí.

La Corte Constitucional está compuesta por 15 jueces, de los cuales una tercera parte es nombrada por el presidente de la República, otra es designada por el Parlamento y la última es nombrada por la Suprema Magistratura (ordinaria y administrativa).

1.8. Administración Local

La República italiana está dividida en regiones, provincias y "comunas". Las regiones son entidades territoriales autónomas, con fines generales y políticos, dotadas de personalidad jurídica propia y sujetas al control estatal. Cuentan con poderes propios establecidos por la Constitución y tienen la facultad de legislar sobre sus circunscripciones comunales, las policías urbana y rural, los mercados, las instituciones de salud e instrucción profesional, los museos y las bibliotecas locales, el turismo, etcétera. Tales facultades legislativas no deben interferir con los intereses nacionales o los de otras regiones.

Teóricamente, las regiones cuentan con autonomía financiera, pero en realidad la administración regional debe estar estrictamente coordinada con las finanzas del Estado. Cuentan con patrimonio propio según la modalidad establecida en las leyes, es decir, les corresponde administrar los impuestos de orden local; sin embargo, dicha administración debe estar acorde con las políticas generales emanadas del ministerio del Finanzas, por lo que la autonomía financiera de las regiones es, en la práctica, muy relativa. En la

actualidad, como parte de los proyectos de reforma administrativa que varias fuerzas políticas impulsan en Italia, se pretende hacer que la autonomía financiera de las regiones cobre mayor viabilidad y profundidad.

En Italia hay 20 regiones. Cada región tiene un estatuto propio que establece las normas para su organización interna, en armonía con la Constitución y las leyes de la República. Las regiones de Valle d'Aosta, Friuli-Venezia Giulia, Trentino Alto Adige, Sicilia y Cerdeña poseen estatutos especiales que les conceden una autonomía más amplia. Las provincias de Trento y Bolzano, que son parte de la región de Trentino Alto-Adige, tienen autonomía legislativa.

Las 95 provincias y las 8,074 comunas son entidades territoriales autónomas, órganos periféricos estatales y regionales a través de los cuales se lleva a cabo una amplia descentralización administrativa como está previsto en la Carta Constitucional.

Uno de los grandes temas de la política italiana actual es la necesidad de devolver a las regiones mayores grados de autonomía, sobre todo desde la formación de las denominadas Ligas del Norte, que aspiran a mayores niveles de autogobierno.

1.9 La Perenne Discusión sobre la Necesidad de Reforma Política y Administrativa

La necesidad de una reforma integral ha sido tema eterno de la política italiana prácticamente desde la fundación de la República en 1946. Más de 60 gobiernos se han creado y disuelto en Italia desde entonces. Esta inestabilidad ha dado lugar a un muy frecuente cuasi vacío de poder y a una serie de vicios como el centralismo excesivo, la burocratización exagerada, la corrupción, el surgimiento de clientelismos y de padrinazgos políticos, y la extensión de la

influencia de la mafia. Si bien es cierto que estos problemas no han impedido el desarrollo económico de Italia, sí constituyen un serio obstáculo para la unidad y el progreso de la sociedad italiana una vez iniciado el siglo XXI.

La República trabajó desde el principio sobre la base de un sistema electoral de estricta representación proporcional. Este método dio lugar a la proliferación de partidos políticos en el Parlamento: 12, en promedio, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los noventa. La intención de las leyes electorales era dar preferencia, en cualquier circunstancia, a los partidos sobre los candidatos. De esta forma, las dirigencias partidistas eran las que tomaban las decisiones en todo lo relativo a la vida parlamentaria y gubernamental italiana. Además, ejercían el poder prácticamente sin considerar los intereses de los electores. A esta tergiversación política se le bautizó en Italia con el nombre de partitocrazia, es decir, el poder excesivo de las burocracias partidistas sobre sus bases partidistas y también sobre la voluntad ciudadana.

Por otra parte, con este sistema electoral se procuraba fragmentar lo más posible la repartición del poder entre varias organizaciones, fundamentalmente para impedir -como se mencionó- que tendencias o grupos totalitarios fueran capaces, una vez más, de asumir el control político.

La política presentaba un estancamiento peligroso, inmovilismo que no respondía a los cambios socioeconómicos nacionales. En los años ochenta la reforma política empezó a ser el tema dominante. Desde entonces se discute abiertamente la posibilidad de establecer la elección directa del presidente de la República con el propósito de que quien ocupe el cargo deje de ser una figura meramente ornamental y se convierta en un árbitro eficaz, que sirva de contrapeso efectivo al Parlamento. Al mismo tiempo, las voces de quienes reclamaban modificaciones sustantivas en los métodos electorales se fueron multiplicando, lo cual creó un ambiente

propicio para la adopción de transformaciones profundas en el sistema político italiano.

La bomba estalló a mediados de 1991, cuando el diputado de la Democracia Cristiana, Mario Segni, encabezó el Movimiento Popular para la Reforma y logró obtener el apoyo suficiente para forzar al gobierno a convocar a un referéndum para decidir sobre la cuestión de la reforma política. Aunque formalmente en el plebiscito sólo se puso a consideración una modificación mínima al sistema proporcional, la elevada participación ciudadana (62%) fue una prueba clara de que los electores deseaban ver cambios. Al mismo tiempo, surgieron nuevas formaciones políticas, la mayor parte de ellas de carácter regionalista, que se reportaron listas para retar al establishment partidista tradicional. Los focos rojos se encendieron cuando las denominadas "Ligas del Norte" o Legas obtuvieron resultados favorables en los comicios municipales de 1990.

Las elecciones de 1992 marcaron el principio del fin para el viejo sistema de partidos. Mientras las tres organizaciones que habían dominado el escenario durante toda la posguerra -el Partido Demócrata Cristiano, el Partido de la Izquierda Democrática [PID, ex PCI (Partido Comunista Italiano)] y el Partido Socialista-, sufrieron pérdidas históricas, las Legas autonomistas del norte y las organizaciones antimafia del sur obtuvieron importantes porcentajes a favor.

El Parlamento electo en 1992 accedió a formar una comisión bicameral que debería sugerir un paquete de reformas políticas. Empero, la resistencia del status quo pudo más y la comisión fue relativamente limitada en sus conclusiones. El principal resultado de esta comisión fue la adopción de un sistema electoral donde tres cuartas partes de los miembros de cada una de las dos cámaras legislativas son electos en distritos uninominales y la cuarta restante mediante una fórmula proporcional. Además, entre otras cosas, se aprobó retirar el subsidio oficial a los partidos y desaparecer un par de pequeños ministerios.

Al mismo tiempo que el electorado se rebeló frente a los partidos tradicionales, un juez en Milán, Antonio Di Pietro, comenzó una serie de juicios en contra de políticos corruptos conocida como la operación "Manos limpias" (manu politi), que terminaría por aniquilar a casi la totalidad de la clase política.

En medio de una crisis política sin precedentes, y bajo nuevas reglas electorales, se celebraron los comicios de 1994, los cuales marcaron el fin definitivo del viejo sistema de partidos. El Partido Demócrata Cristiano sucumbió para dar lugar a formaciones centro derechistas pequeñas y el Partido Socialista desapareció definitivamente de escena. Fue entonces que Forza Italia -una coalición de personalidades y grupos de derecha capitaneada por el empresario Silvo Berlusconi, quien fue designado por el Parlamento para formar el gobierno gracias a la alianza que concertó con el líder de los ex neofascistas (ahora bajo la denominación de "Alianza Nacional"), Gianfranco Fini y con el dirigente de la Liga del Norte, el enjundioso Umberto Bossi- surgió como la principal fuerza electoral.

Todos esperaban que la nueva administración fuera revolucionaria, pero las esperanzas de reforma fueron nuevamente desairadas. El gobierno de Berlusconi no fue capaz de terminar con el impasse. En 1996 se hicieron necesarias nuevas elecciones generales, las terceras en cuatro años, de las cuales salió triunfante la coalición centro izquierdista El Olivo, formada por el Partido de la Izquierda Democrática y el Partido Popular Italiano, entre otros, la cual postuló como candidato a primer ministro al ex democristiano Romano Prodi, hombre de poca experiencia política pero que se había destacado como un gran administrador.

Con la centroizquierda en el poder renacieron, una vez más, los anhelos transformadores. En enero de 1997 empezó atrabajar una nueva comisión bicameral con la vieja misión de cambiar la Constitución e inaugurar, por fin, la añorada Segunda República. Muchas fueron las propuestas y las ideas que se consideraron en la

comisión. Por ejemplo, implantar un régimen semipresidencial al estilo francés, adoptar un mecanismo electoral uninominal a dos vueltas que diera lugar a mayorías estables, instaurar un sistema federal parecido al alemán que desterrara al inoperante centralismo tradicional, fortalecer al Senado para convertirlo en una cámara efectiva de representación regional, reducir drásticamente el número de legisladores, instituir la elección directa del primer ministro para otorgarle independencia frente a los vaivenes parlamentarios y reformar al Poder Judicial.

Sin embargo, diez años han pasado y las fuerzas políticas no han sido capaces de llegar a un acuerdo de reforma constitucional profunda debido a que los partidos y, sobre todo, sus dirigentes, se niegan a renunciar a sus intereses particulares en bien de la nación. El último esfuerzo de reforma constitucional fue promovido por la centroderecha en 2005, con el propósito de reforzar las atribuciones del primer ministro, recortar el número de legisladores y devolver más poder a las regiones, entre otros temas. Fracasó estrepitosamente ante la implacable oposición de la izquierda y la apatía del electorado. Eso sí, se han verificado realineamientos importantes en el sistema de partidos y hacia finales del segundo gobierno de Berlusconi se llevó a cabo una nueva reforma electoral, la cual estaba diseñada más para tratar de garantizar la reelección del magnate primer ministro que para buscar una mejor representación democrática de los italianos.

II. Sistema Electoral

Hasta la fecha, tal vez las únicas reformas sustanciales que han concretado las nuevas fuerzas políticas italianas son las que han modificado radicalmente al sistema electoral. El proporcionalismo puro, que prevaleció desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue modificado en 1992 para dar lugar a un sistema mixto que pretendió otorgar mayor estabilidad política al país mediante una simplificación del sistema de partidos, la moderación de la influencia de las burocracias partidistas en la designación de candidatos a puestos de elección popular y la erradicación del clientelismo. A pesar de que muchos afirmaban que la reforma electoral no había logrado cumplir con los propósitos para los que fue diseñada, justo es decir que desde su promulgación hasta su erradicación en el país se conformaba una especie de "bipartidismo imperfecto" protagonizado por dos grandes alianzas: Polo de la Libertad y El Olivo, más tarde rebautizados como la Casa de las Libertades y La Unión, respectivamente.

Hasta la reforma de 1992, los 630 escaños que integraban la Cámara de Diputados eran asignados por un mecanismo proporcional puro conocido como "Sistema imperiali", que consistía en calcular el número de legisladores que correspondía a cada partido dividiendo el número de votos que obtenía entre el número de asientos a asignar en cada una de las circunscripciones plurinominales más dos. Una vez efectuada la repartición, los escaños remanentes que quedaban en cada circunscripción plurinominal integraban una "canasta nacional" y se distribuían entre los partidos mediante un mecanismo proporcional. Para tener acceso a esta segunda repartición, los partidos estaban obligados a obtener por lo menos el 1.5% de los votos a nivel nacional y a conseguir como mínimo un escaño en al menos una circunscripción plurinominal. Para efectos electorales, el país estaba dividido en 32 circunscripciones plurinominales, cada una de las cuales integraba a dos o tres provincias del país.

Sin embargo, los vientos de reforma política dictaron que la forma de composición de la Cámara de Diputados se renueve drásticamente. Mediante referéndum se ratificó una nueva fórmula electoral mixta, en virtud de la cual 75% de los diputados serán electos en distritos uninominales a mayoría simple y 25% mediante el sistema proporcional D'Hondt, el cual consiste en dividir la votación obtenida por cada partido entre divisores sucesivos, y luego asignar los escaños a los partidos de acuerdo a un orden descendente de cocientes, con lo que se puso fin a medio siglo de proporcionalismo puro. Es importante señalar que a diferencia de Alemania, que tiene un sistema mixto donde la repartición proporcional busca compensar a los partidos subrepresentados en los distritos uninominales, en Italia la repartición proporcional se determina de forma paralela y ajena a lo que su-cede en los distritos uninominales.

El Senado italiano se conformaba, antes de la reforma de 1992, con un total de 325 senadores, la gran mayoría electos bajo un sistema proporcional "modificado". Cada una de las 20 regiones administrativas del país se dividía en distritos electorales (cada distrito consta, como mínimo, de 200,000 ciudadanos). Un candidato al Senado podía participar en un máximo de tres distritos de una sola región, pero únicamente los aspirantes que obtenían más de 65% de los votos en un solo distrito ingresaban automáticamente al Senado. El resto de los escaños se repartía mediante el sistema proporcional D'Hondt. Asimismo, el presidente en funciones puede hacer nombramientos de senadores durante su mandato (cinco ciudadanos destacados en lo social, artístico, científico o literario). Los ex presidentes son senadores vitalicios. La Constitución establecía que bajo ninguna circunstancia una región tendría en la Cámara Alta menos de seis senadores, con excepción del Valle de Aosta, que solamente tiene un senador.

A partir de la elección general de 1994, tres cuartas partes de los senadores fueron electos en distritos uninominales y el resto de los

escaños se repartía mediante la fórmula proporcional D'Hondt. Es también importante señalar que como efecto de la reforma política, Italia fue la primera democracia importante en el mundo en abolir el financiamiento público a los partidos.

En 2005, a finales del segundo gobierno de Silvio Berlusconi y teniendo en mente las elecciones parlamentarias a celebrarse en 2006, los partidos gubernamentales hicieron aprobar una reforma electoral que reinstaló el proporcionalismo puro con la fórmula D’Hont para la elección de diputados y senadores, con los votos en contra de toda la oposición. Con esta reforma, Italia se divide electoralmente en 26 distritos plurinominales. Para poder tener derecho a la distribución proporcional de escaños en La Cámara de Diputados, una coalición debe ganar por lo menos el 10% de los votos a nivel nacional, un partido que concurra a la elección en solitario debe sacar 4% y un partido dentro de una coalición 2%. Esta disposición se adoptó con el fin de promover la simplificación del sistema de partidos con la creación de grandes alianzas. Una asignación especial se hace para los partidos que representan minorías lingüísticas, los cuales sólo necesitan de ganar el 20% de los votos en la circunscripción donde participen para poder tener diputados. Para la conformación de la Cámara de Senadores, cada una de las 20 regiones del país integra una circunscripción plurinominal. Los porcentajes que se deben obtener para tener derecho a la repartición proporcional son de 20% a nivel nacional para las coaliciones, 8% para los partidos en solitario y 4 para los partidos dentro de las coaliciones.

Esta ley concede, por primera vez en la historia de la República Italiana, el voto a los nacionales que viven en el extranjero, para quienes se reservan 12 diputados y 6 senadores. Otra “innovación” berlusconiana fue la implantación de la “clausula de gobernabilidad”, en virtud de la cual la coalición que obtenga más votos alcanzara automáticamente la mayoría absoluta en ambas

cámaras legislativas, sea cual fuere el porcentaje que haya obtenido en las urnas.

La reforma electoral fue repudiada por la izquierda ya que se consideraba “mandada hacer a la medida” para garantizar un triunfo de Berlusconi. Si fue así, el tiro salió por la culata. Con la reforma se regresó al denostado sistema proporcional puro, abolido por habérsele señalado como culpable de la partitocrazia que, supuestamente, tanto daño había hecho en la Primera República, también se estableció una “cláusula de gobernabilidad” que abría la puerta de la mayoría absoluta automática en la Cámara de Diputados a la coalición que obtuviera más votos en las urnas, fuere cual fuere la diferencia, y se otorgó el voto a los italianos que viven en el extranjero. Berlusconi estaba convencido que el voto de los inmigrantes le beneficiaría ampliamente. Irónicamente, a pesar de su ajustadísima victoria en las elecciones parlamentarias de 2006 (apenas unos 25,000 votos de ventaja) Prodi pudo llegar al poder justamente gracias a la susodicha “cláusula de gobernabilidad”, ya que a la coalición de centroizquierda le dieron una forzada mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Asimismo, fue gracias a los sufragios del extranjero que a izquierda recuperó el Senado, donde la centroderecha se había alzado con el triunfo en el territorio nacional, aunque mínimo, con 155 senadores frente a 154, pero el recuento de los sufragios de los italianos que viven alrededor de los cinco continentes desniveló la balanza en favor de la centroizquierda (159 contra 156), con lo que ésta controla las dos cámaras del Parlamento.

Esta reforma es sumamente impopular y en la actualidad es objeto de revisión. La centroizquierda exige la reimplantación de los distritos uninominales y la abrogación de la clausula de gobernabilidad. La centroderecha acepta que se modifique la ley electoral, pero sólo si se llama a elecciones de manera adelantada tras la promulgación de una nueva ley. El cambio de ley electoral

podría verificarse en el transcurso de 2008.

2.1 Características Generales del Proceso Electoral

En Italia, la principal autoridad electoral responsable de la

organización, supervisión y realización del proceso electoral es el

ministerio del Interior. En cada provincia del país se forma un

comité electoral distrital, cuyo director es designado por el

ministerio. La elaboración de las listas electorales es una

responsabilidad de las autoridades comunales, y cualquier queja

debe presentarse oportunamente a éstas. Para poder votar, el elector

debe presentar la convocatoria electoral que todos los ciudadanos

reciben previamente a una elección y acreditar su personalidad con

una identificación oficial. Todos los ciudadanos deben aparecer en

el listado electoral correspondiente para poder sufragar. Se vota en

casillas electorales convencionales, no en grandes centros de

votación, como sucede en otros países.

Los partidos utilizan símbolos en las papeletas electorales

prácticamente sin restricción alguna, mismos que deben ser

aprobadas previamente por la autoridad electoral. Ha sido

tradicional que muchos de los partidos italianos utilicen los colores

de la bandera nacional para identificarse. Para que un partido pueda

participar en los comicios debe registrar listas electorales en cada

provincia sustentadas por la firma de, por lo menos, 500 electores.

Las campañas a nivel nacional duran exclusivamente los 30 días

anteriores a los comicios. Durante la campaña electoral, se asigna

tiempo gratuito a los partidos y coaliciones en los medios de

comunicación. No es posible que los partidos compren tiempo en la

televisión para publicidad

La validez de una elección es decretada en la cámara respectiva

(Senado, Cámara de Diputados) por un comité electoral ad hoc en el

que participan representantes de todos los partidos con presencia

parlamentaria. La resolución de disputas es tarea de la Corte

Suprema.

Italia ha tenido una larga historia de disputas electorales, no tanto

por la transparencia e imparcialidad con la que ha actuado

tradicionalmente el Ministerio del Interior en la organización de las

elecciones, sino por problemas paralelos al desarrollo de las

elecciones y que tienen que ver con el clientelismo, la compra de

votos, la intimidación por la mafia (sobre todo en el sur), etc. En las

últimas elecciones generales celebradas en 2006, en las cuales salió

ganadora la coalición de centro izquierda por un muy escaso

margen, Berlusconi decidió apelar a la Suprema Corte alegando

problemas con el voto de los italianos en el extranjero, quienes por

primera vez pudieron votar en una elección general. La Corte

resolvió a favor de Podi y la coalición de centroizquierda, que fue

declarada ganadora por 24,755 votos.

III. Sistema de partidos

Los partidos políticos son los grandes protagonistas de la democracia italiana, aunque el “fenómeno Berlusconi” le ha dado un inusitado toque personalista en los últimos años, por lo menos en el ámbito de la centroderecha. Lo más importante de la transformación entre el viejo y el nuevo sistema, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue el dinámico crecimiento de los partidos políticos. Los democristianos, por un lado, y los comunistas y los socialistas, por el otro, reclutaron a un gran número de miembros a partir de 1943. Dichos partidos de masas, asociados en mayor o menor medida al movimiento de la Resistencia, se basaron en organizaciones sociales controladas y manejadas por la Iglesia o por los comunistas. Estos, junto con el Partido de Acción, de efímera existencia, integraron la Asamblea Constitucional.

Durante cinco décadas, el sistema de partidos italiano fue considerado como "multipartidista" en virtud de que ninguna organización ha logrado por sí misma ganar la mayoría absoluta en las cámaras legislativas y a que una buena cantidad de partidos, 12 en promedio, han contado con representación parlamentaria. Sin embargo, este multipartidismo tuvo sus particularidades. El Partido Demócrata Cristiano logró que la inmensa mayoría de los primeros ministros fueran militantes suyos, y hasta 1994 no hubo un solo gobierno que no contara con una mayoría de ministros de ese partido. Dentro de un esquema aparentemente multipartidista encontramos rasgos dignos de un sistema de partido dominante. Por ello, algunos académicos estudiosos de la política italiana han sostenido, durante años, una discusión sobre cómo considerar al sistema de partidos: hay una postura que sostiene que se trataba de un "bipartidismo imperfecto", para utilizar los términos duvergerianos, y su principal representante es el politólogo e historiador Giorgio Galli, mientras que el renombrado Giovanni Sartori y sus discípulos aseguran que se trató de un "pluralismo polarizado".

Más allá de las interpretaciones académicas, lo cierto es que han sido tres las características fundamentales del sistema de partidos italiano durante la posguerra: el excesivo dominio de las dirigencias partidistas (partitocrazia), el clientelismo y las desigualdades regionales.

3.1 Partitocrazia

La partitocrazia es el régimen en el cual el poder recae sobre las burocracias partidistas y no propiamente en las instituciones políticas que señala la Constitución de 1948. De esta forma, la voluntad de los dirigentes toma el lugar del parecer ciudadano a la hora de elegir a los gobernantes. El reparto, con base en este sistema, de los puestos públicos entre los partidos coaligados se impone a las necesidades reales de la administración pública. Los arreglos a los que llegan las coaliciones han impedido la alternancia en el poder. Además, propicia un financiamiento oculto de los partidos y una distribución negociada entre ellos de los puestos en organismos estatales y paraestatales.

3.2 Clientelismo político

El clientelismo tradicional es una forma instrumental del vínculo élite-masas, aunque no necesariamente basado en los principios liberales democráticos. Particularmente en el sur de Italia, el clientelismo ha tenido consecuencias políticas importantes. Fue (y es) típicamente una relación personal entre el "patrón" y el "cliente", en la que el "cliente", implícitamente, intercambia su voto a cambio de la protección y la asistencia del "patrón". En otras palabras, el clientelismo se basa en el uso de los recursos del Estado para desarrollar un relativo apoyo personal y electoral de largo plazo. Actúa en contra del desarrollo de los partidos que se basan en una ideología o en una corriente de opinión. En Italia surgió desde el periodo liberal pero adquirió fuerza, como una característica

dominante del sistema político, a finales de la Primera Guerra Mundial.

3.3 Desigualdades regionales

Aunque las condiciones sociales de todo el país han mejorado desde la creación de la Primera República Italiana, han subsistido desde siempre grandes diferencias entre el norte altamente industrializado y con un floreciente sector terciario, y el sur, dondelas actividades económicas no han producido los mismos resultados.

La expansión industrial se ha generado principalmente en las regiones de Italia septentrional, en donde la iniciativa privada ha encontrado condiciones favorables para su desarrollo. En el sur el Estado, junto con pequeñas empresas privadas, ha agilizado la actividad económica del llamado Mezzogiorno a través de la explotación de los recursos naturales de la zona. Cabe mencionar que el campo italiano ha contribuido al desarrollo industrial del norte, debido a las inmensas migraciones de trabajadores que se han trasladado hacia esa zona y hacia las grandes ciudades. Lo anterior ha generado un inmenso sentimiento de regionalismo que ha traído consigo problemas políticos y sociales al país.

Sin embargo, Italia no solamente se encuentra dividida por las actividades económicas. La política también ha jugado un papel fundamental en las diferentes regiones del país. Durante la posguerra los dos partidos que dominaron la política fueron el Demócrata Cristiano y el Partido Comunista. Ambos ramificaron al país en dos subculturas tradicionales que fueron sus principales fuentes de poder: los "blancos" católicos y los "rojos" comunistas. Al finalizar la Guerra Fría los principales elementos de estas subculturas rápidamente se erosionaron, pero su conocimiento explica por qué algunas estructuras y tipos de acción han permanecido más tiempo en Italia que en otras de las democracias avanzadas.

Las áreas "rojas" se encuentran en las regiones centrales de Emilia-Romagna, Toscana y Umbria, mismas que atestiguaron los sucesos durante la guerra de clases de principios de siglo y donde el fascismo penetró violenta y cruelmente. Las zonas "blancas", donde la Iglesia y la religión se han establecido profundamente, se encuentran más que nada en el noroeste del país y en el este de Lombardía.

Principales coaliciones y partidos políticos

3.4 Partido Demócrata Cristiano (PDC)

Para entender bien la evolución de la centroderecha italiana, es importante remontarse a la histórica Democracia Cristiana, que fue la tendencia dominante en el país por cuatro décadas. El PDC tuvo su origen en el Partido Popular, fundado en 1919 por el sacerdote Don Strunzo. Muy pronto se convirtió en la segunda fuerza política del país, hasta la proscripción de los partidos políticos decretada por el régimen fascista en 1926.

Resurgió en 1943 como resultado de una coalición de grupos católicos no fascistas. El principal apoyo para los democristianos provenía del movimiento "Acción Católica". De hecho, en muchas regiones este partido no era más que el ala política de Acción Católica. Sin embargo, tenía que diferenciarse de aquel movimiento, cuya organización había sobrevivido durante el régimen fascista como brazo social y cultural de la Iglesia. Su actividad política estaba prohibida de acuerdo con los Pactos Lateraneses, firmados en 1929 por el Vaticano y Mussolini. Los pactos tenían como objeto regularizar las relaciones entre el Estado italiano y la Iglesia católica.

Muchos de los dirigentes de Acción Católica, como Amintore Fanfani, Aldo Moro y Giulio Andreotti ocuparon, después, las

principales posiciones de la Democracia Cristiana. A nivel local, Acción Católica llevó a cabo actividades políticas a través de los "Comités Cívicos".

Desde su fundación, el PDC tuvo como característica principal el ser un partido de facciones. Estaba dividido internamente entre conservadores del sur, católicos, católicos liberales, uniones de intercambio católicas e, incluso, por un breve periodo, por católicos socialistas. La presencia de estas facciones contribuyó poderosamente a la inestabilidad gubernamental y a la expansión del clientelismo político.

La Democracia Cristiana gozó del apoyo activo del Vaticano y del clero en general. Su presión e influencia para elegir a los candidatos del partido y manejar sus políticas fue siempre considerable. Los principales intereses de la Iglesia eran mantener los privilegios establecidos en los Pactos Lateraneses y luchar en contra del comunismo.

Inspirados más en la relativa tradición del pacifismo católico que en la neutralidad convencional de la Iglesia, algunas voces radicales de la Democracia Cristiana apoyaron la neutralidad de Italia en la integración a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Empero, la presencia de las tropas aliadas y el peso de la influencia de Estados Unidos, a través del Plan Marshall, le complicó a dicha corriente oponerse al mencionado pacto.

En el primer congreso nacional del partido, que se llevó a cabo del 24 al 27 de abril de 1946 en Roma, se ratificó como secretario de la Democracia Cristiana a Alcide de Gasperi, quien imprimió al partido un liderazgo enérgico e inteligente. A diferencia de lo que demandaban los intereses del Vaticano, De Gasperi dio prioridad a la ubicación del partido como una organización dominante de centro, capaz de instituir una firme base para la democracia liberal del país. Era, por lo tanto, importante para el éxito del PDC no aceptar organismos ni tendencias de extrema derecha.

A De Gasperi le preocupaba también la influencia en el partido de los grandes empresarios del norte. Su estrategia fue mantener un equilibrio entre los grupos de poder con la finalidad de incrementar su popularidad entre los distintos grupos sociales que se sintieran atraídos por esta opción política. Es por esa razón que sus fundadores quisieron hacer de la Democracia Cristiana un partido interclasista de masas, el cual supo combinar el apoyo que siempre le brindó la Iglesia y la Confederación de Industriales, con el soporte del sindicalismo cristiano y de sectores importantes de las clases medias. Asimismo, el PDC siempre tuvo la capacidad de entablar alianzas con otros partidos de centro derecha y de centro izquierda.

Sin duda alguna, la principal aportación de la Democracia Cristiana fue integrar por primera vez a los católicos italianos a la política, lo cual se tradujo en una enorme presencia electoral del partido en prácticamente todas las regiones del país. Asimismo, el PDC también se vio favorecido en un primer momento por la situación internacional, producto de la Guerra Fría, y por el fracaso de los pequeños partidos burgueses, muchos de los cuales se adhirieron a la Democracia Cristiana.

El Partido Demócrata Cristiano pudo asegurar su apego a las formas democráticas liberales y se manifestó libre de la influencia comunista, por lo que obtuvo un apoyo significativo de Estados Unidos. Así, el partido se presentó ante su pueblo como esencial para la reconstrucción del país. A partir de este momento, la Democracia Cristiana contribuyó al fortalecimiento de la sociedad civil. Incluyó en su ideología tradiciones sociales y liberales del catolicismo, las que combinó con la doctrina social de la Iglesia, e hizo gran énfasis en la libertad y la democracia; durante la época de la Guerra Fría definió al comunismo como el enemigo de estos valores. Por último, los democristianos estuvieron entre los principales impulsores de la creación de la Comunidad Económica Europea.

En cuanto a su organización interna, la Democracia Cristiana siempre se distinguió por ser un partido sumamente vertical. Las decisiones de los barones (los dirigentes de las facciones) eran irrevocables; ellos elegían a sus directivos, definían las listas de los candidatos, distribuían los cargos y los apoyos del gobierno, fijaban los términos y los alcances de las coaliciones gobernantes y cuidaban los intereses de sus correspondientes clientelas.

La Democracia Cristiana logró su institucionalización total en 1954 bajo el secretariado de Amintore Fanfani, quien reforzó la organización del partido mediante la profesionalización de la clase dirigente. También logró crear un sistema financiero propio.

Desde 1948, año en que se formó la Primera República, hasta 1992, época del desmoronamiento del sistema político, los democristianos obtuvieron siempre la mayoría parlamentaria, aunque nunca la absoluta. Esto les permitió presentarse siempre como el partido natural de gobierno, aunque tuvieron que gobernar a través de coaliciones, algunas veces inclinándose a la centroizquierda y otras a la derecha. Gracias a su pragmatismo, el Partido Demócrata Cristiano permitió que los socialistas asumieran la jefatura de gobierno en tres ocasiones y los republicanos en dos.

Tras el terremoto político que representó la operación "Manos limpias" y las elecciones de 1992 y 1994, la Democracia Cristiana se desintegró. El grupo mayoritario decidió revivir al Partido Popular Italiano (PPI), formación a la que pertenece el ex primer ministro Romano Prodi y que pasó a formar parte de la coalición centro izquierdista El Olivo y más tarde se integró a La Margarita y al Partido Democrático, sucesivamente, mientras que dos sectores ubicados más a la derecha, el Centro Cristiano Demócrata (CCD) y la Unidad Cristiano Demócrata (CDU), formaron parte de la coalición de partidos conservadores El Polo de la Libertad (1996-2000) el cual se convirtió más tarde en La Casa de las Libertades (2000- 2006) y de la que también formaron parte los partidos Forza

Italia y Alianza Nacional, organizaciones estas dos últimas que se fusionaron a finales de 2007 en la creación del nuevo Partido del Pueblo de las Libertades (PPL). Tanto el CCD como la CDU declinaron la invitación que les hizo Berlusconi para integrarse al PPL.

3.5 Partido del Pueblo de las Libertades (centro derecha)

A finales de 2007, Berlusconi anunció que su partido Forza Italia se fusionaría con otros grupos y partidos de centroderecha para formar un nuevo gran partido conservador que se llamaría “Partido Pueblo de la Libertad”. Después de algunas negociaciones entre las dos principales fuerzas políticas a fusionarse en el nuevo partido, Forza Italia y Alianza Nacional anunciaron el 18 de noviembre de 2008 la fundación del nuevo partido, al cual se integraría, además de los dos mencionados, aproximadamente una veintena de organizaciones centroderechista menores. Esta formación se presentó por primera vez a unas elecciones en la primavera de 2008, ganando las elecciones con un amplio margen. Lo que permitió a Silvio Berlusconi encabezar su tercer gobierno. Los antecedentes más importantes del PPL son:

Forza Italia

Fundada y hasta el día de hoy dirigida por el empresario Silvio Berlusconi, Forza Italia nació al inicio de los años noventa como una respuesta antipartidos y antipolítica que pretendió encarnar una "nueva forma de hacer política". Gracias al profundo descontento de los italianos con su clase política y a los millones invertidos por Berlusconi y sus socios en una fastuosa campaña publicitaria, Forza Italia ganó la mayor parte de los escaños en las elecciones legislativas de 1994, asociados en el entonces llamado Polo de la Libertad, y Berlusconi se convirtió en primer ministro. Sin embargo, defraudó todas las expectativas al no poder mantener unida a su coalición gubernamental. La Cámara de Diputados aprobó un voto de censura y obligó a la celebración de elecciones anticipadas en

1996, en las que salió triunfante la oposición de izquierda aglutinada en la coalición El Olivo.

Al fundar su partido, Berlusconi pretendía desterrar cualquier reminiscencia de carácter ideológico o de política tradicional (de hecho, Forza Italia es la porra con la que los tifosi, es decir, los aficionados al fútbol soccer, alientan a la selección italiana en los estadios).

Concebida como instrumento personal de Berlusconi para hacer política, Forza Italia ha siso un partido pragmático y laxo que no cuenta con una estructura partidista rígida. Tras cinco maños de gobierno centroizquierdista, Berlusconi volvió al poder tras triunfar la coalición de centroderecha (ahora bautizada como La Casa de las Libertades) y gobernó él solo durante la duración íntegra de la legislatura, hasta que la centroizquierda volvió al poder luego de imponerse en los comicios de 2006.

Alianza Nacional (AN, antes Movimiento Social Italiano, MSI)

Al terminar la Segunda Guerra Mundial el fascismo fue explícitamente proscrito por las leyes italianas. Sin embargo, en 1946 fue formado el Movimiento Social Italiano, partido político que, si bien no lo reconocía formalmente, sostenía la mayor parte de las posturas políticas del fascismo. En las décadas de los cincuenta y de los sesenta obtuvo constantemente un porcentaje cercano al 5% de la votación impulsado, sobre todo, por el considerable apoyo que recibía en las regiones meridionales del país, las más atrasadas económica y culturalmente, y resentidas por la relativa marginación a las que se veían sometidas. En 1972, el MSI se fusionó con otra organización de extrema derecha, el Partido Monárquico, para formar el Movimiento Social Italiano de Derecha Nacional (MSI-DN).

El Movimiento Social Italiano decía aceptar el sistema democrático pero se proclamó en contra de la Constitución de 1948. El ala más

"respetable" del partido hablaba de una democracia autoritaria con un fuerte presidencialismo, y los sectores más radicales apenas ocultaban su nostalgia por Mussolini. En 1979 el partido tuvo una escisión. Los militantes más conservadores crearon el Partido de Unión Nacional Autónomo, que no logró alcanzar ni un escaño en el Parlamento, por lo que desapareció ese mismo año. En contraste, en las elecciones de 1979 el Movimiento Social alcanzó el cuarto lugar de popularidad a nivel nacional, sólo por detrás de los democristianos, los comunistas y los socialistas.

En 1980, los neofascistas comenzaron a ganar terreno en las grandes ciudades del norte gracias al crecimiento de la inmigración. Asimismo, en este periodo arribó a la dirigencia del partido un nuevo líder, Gianfranco Fini, quien estaba decidido a dotar de "respetabilidad democrática" al neofascismo. Aprovechando la vorágine reformista que se suscitó en Italia a principios de los años noventa, Fini rebautizó al partido como Alianza Nacional, abandonó algunos de sus postulados más radicales y algunos símbolos tradicionales, como lo era la famosa "flama tricolor" que distinguió al partido durante todo el periodo de la posguerra. Estas medidas provocaron la escisión del sector más radical, pero se logró el objetivo de "limpiar" la imagen del partido.

Alianza Nacional fue admitida en la coalición de partidos conservadores Polo de la Libertad (hoy Casa de las Libertades), Al triunfar la coalición de centroderecha en 1994, algunos dirigentes de Alianza Nacional fueron designados ministros del gobierno de coalición, y durante el largo segundo gobierno de Berlusconi Giafranco Fini fungió como vice primer ministro. Tras años de luchar por conseguirlo, se puede decir que los ex neofascistas de Fini han logrado consolidar una imagen de respetabilidad ante la opinión pública italiana y europea, ya que han desterrado sus perfiles más chauvinistas, han moderado su actitud frente a la Unión Europea y templado afición por el centralismo y el autoritarismo. Como causa de su realineamiento al centro, Alianza Nacional sufrió

dos nuevas escisiones, la de Alessandra Mussolini, nieta del ex dictador, que salió del partido en 2003 luego de que Fini condenara las leyes antisemitas aprobadas durante el régimen fascista (durante un viaje a Israel) para fundar el partido Acción Social, y en 2007 el de un grupo de ultras que formaron el nuevo partido denominado La Derecha.

3.6 Lega Norte

Una de las principales demandas de la rebelión cívica italiana fue la necesidad de iniciar un proceso de descentralización y desburocratización que devuelva a las regiones grados considerables de autogobierno. Es en el norte del país, la zona más rica e industrializada, donde esta idea tiene mayor arraigo. Muchos habitantes de ciudades como Milán y Turín, o incluso de regiones como Piamonte o Lombardía, tienen la sensación de que les iría mejor si no tuvieran que subsidiar al "subdesarrollado sur".

Aprovechando los sentimientos federalistas que prevalecen en el norte de Italia, un conocido político italiano, Umberto Bossi, inició desde finales de los años ochenta un movimiento regionalista que cobró inusitada fuerza en los años subsiguientes, reflejo del descontento de la población con los partidos establecidos. Las "Ligas del Norte" demandaban mayores grados de autonomía y la aplicación de mayores controles a la inmigración de trabajadores extranjeros. Bossi reunió a las principales ligas regionalistas para fusionarlas en una gran Liga Norte, y anunció que si Italia no iniciaba un proceso de descentralización efectivo la zona septentrional se separaría para fundar una nueva república, a la que llama pomposamente como "Padania".

La Liga Norte obtuvo sorprendentes resultados tanto en las elecciones nacionales de 1992 y 1994 como en los comicios locales celebrados en este periodo en Piamonte, Lombardía y Veneto. Tras el proceso electoral de 1994, la Liga Norte, como miembro del Polo de la Libertad, formó parte de la coalición gubernamental. Sin

embargo, surgieron graves divergencias con Alianza Nacional, partido que tiene su base de sustento precisamente en el sur, por lo que la Liga abandonó al Polo por algún tiempo, hecho que dio fin al primer gobierno de Berlusconi. Hacia las elecciones de 2001 la Liga moderó su actitud y decidió unirse a la nueva coalición de centro derecha La Casa de las Libertades, y participó de principio a fin en la segunda administración berlusconiana.

Coalición La Unión (Antes El Olivo), de centro izquierda

3.7 Partido Democrático (PD)

El 17 de octubre de 2007 se consumó la fusión del que había sido el Partido Democrático de la Izquierda (PDS, antes Partido Comunista Italiano PCI) con la coalición de grupos y personalidades de izquierda que hasta entonces conformaron la alianza Margarita y otros grupos socialdemócratas y de centroizquierda más pequeños.

El Partido Comunista Italiano fue fundado en 1921 como una escisión revolucionaria del Partido Socialista. Pronto ganó prestigio y presencia en el país, sobre todo gracias al talento de su principal dirigente, Antonio Gramsci.

Durante la época del predominio fascista el pci se mantuvo aislado de los otros partidos comunistas europeos, debido a su participación clandestina en el movimiento de resistencia antifascista y porque tenía la voluntad de ser un partido lo más independiente posible del estalinismo.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el pci apareció como la segunda fuerza política de Italia gracias, sobre todo, a la buena reputación y credibilidad a la que se había hecho acreedor por su participación activa en la Resistencia.

En efecto, de 1942 a 1945 el Partido Comunista Italiano incrementó el número de sus miembros hasta tener más de un millón de afiliados. La relativa independencia con la que se había manejado el partido respecto de la URSS fue aprovechada con destreza, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, por su líder Palmiro Togliatti para asegurar a los comunistas un papel relevante en la reconstrucción del país. Dicha estrategia llevó al PCI a realizar importantes compromisos con los gobiernos interinos a cambio de puestos ministeriales en el gabinete y una posición influyente en la Asamblea Constitucional.

Sin embargo, dadas las estrechas relaciones del partido con la Unión Soviética y pese a su independencia, conservaba varias características de los partidos comunistas tradicionales. Su organización estaba basada en el principio del centralismo democrático, su disciplina interna era rigurosa y también desarrolló una típica estructura celular. Por último, su continua retórica revolucionaria contradecía sus propuestas en favor de la democracia liberal.

La fuerza de los comunistas se debió, en parte, a la coherencia y determinación de sus dirigentes y activistas, pero también al rápido control del movimiento obrero y de las cooperativas, sobre todo en las regiones de Toscana y de Emilia Romagna. Su estrategia estaba basada en la suposición de que la colaboración entre Occidente y la urss, pactada en Yalta en 1944, se mantendría al menos lo suficiente para permitir a los comunistas permanecer en las coaliciones de gobierno de los países de Europa Occidental.

El Partido Comunista fue desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de la década de los noventa la segunda fuerza política del país, situación que se reafirmaba cada vez que en Italia se celebraba una elección. Su popularidad se debió a la buena organización interna, a sus eficaces nexos con los sindicatos más grandes del país y a que sus dirigentes supieron tomar prudente distancia de Moscú.

El Partido Comunista formó parte del gobierno de coalición en seis ocasiones, hasta que se retiró de las alianzas en 1947, al negarse a formar parte del tercer gobierno de De Gasperi. A raíz de dicha fractura y hasta 1992, el Partido Comunista Italiano formó parte ininterrumpidamente de la oposición. La fortaleza del PCI siempre funcionó como un pretexto para la Democracia Cristiana, que así pudo presentarse ante Estados Unidos y Europa Occidental como el único valladar efectivo en Italia en contra del comunismo.

En los años setenta el PCI dio un viraje fundamental. En 1972 tomó la secretaría del partido Enrico Berlinguer, un dirigente dinámico e imaginativo que junto con su equipo ideó la creación del "eurocomunismo". Éste pretendía ser una vía autónoma hacia el comunismo en Europa Occidental, con lo que el pci rompía definitivamente con la URSS. Pero hubo más. En 1973, Enrico Berlinguer anunció un "compromiso histórico" mediante el cual el PCI aceptaba, por fin, la plena legitimidad de la "democracia burguesa" y se comprometía a ofrecer, en su momento, una "cooperación crítica" al resto de los partidos italianos para luchar en contra de los problemas sociales y económicos. Este "compromiso histórico" logró otorgar algo de estabilidad al atribulado sistema político italiano.

Durante esta etapa el PCI intentó establecer nuevas relaciones con el exterior y nuevos contactos con los partidos social- demócratas, aprovechando que se había convertido en el Partido Comunista más grande de Europa Occidental.

Sin embargo, con la caída del Muro de Berlín y el fin del socialismo real en Europa Oriental el partido empezó a sentir la necesidad de una reforma. El apelativo "comunista" era ya un anacronismo que alejaba peligrosamente al electorado. Bajo la guía de un nuevo líder, Achille Occhetto, el PCI se transformó, en 1990, en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS) e ingresó a la Internacional Socialista, acto que formalizó su conversión definitiva a la socialdemocracia.

El nuevo PDS renunció a la retórica revolucionaria y junto con otras organizaciones de centro y de izquierda moderada se convirtió en el miembro mayoritario de la coalición El Olivo (rebautizada más tarde como La Unión), formada en 1996 con la alianza del PDS con otras organizaciones de centro izquierda como La Margarita, los Verdes, Refundación Comunista y otra más pequeñas. Esta alianza trinufó en los comicios y gobernó a Italia de 1996 a 2001. Por su parte, un sector de comunistas ortodoxos se rebelaron en contra de la conversión del PCI y decidieron formar un partido por su cuenta, Refundación Comunista, el cual pretendió, en un principio, ubicarse en el extremo izquierdo del espectro político italiano, pero que muy pronto se sumó a primero a El Olivo y después a La Unión y participó en las administraciones de centro izquierda De Prodi, Amato y d’Alema.

Tras la nueva victoria de la centroizquierda en los comicios de 2006, el PDS no le quedó sino reconocer la importancia de la alianza de la Margarita una variopinta alianza Margarita, Formada en el 2000 por ex democristianos, ex republicanos, ex radicales, ex socialistas y socialdemócratas. Dirigida por el entonces alcalde de Roma, Francesco Rutteli, la Margarita cobraba una presencia electoral cada vez mayor. Por ello, los dirigentes de la izquierda decidieron concretar la fusión, en octubre de 2007, de las dos principales organizaciones progresistas, eligiendo a Walter Veltroni (alcalde de Roma) como su principal dirigente y adoptando el nombre de Partido Democrático. En enero de 2008 Romano Prodi, que encabezaba al gobierno desde el apretado triunfo de la centroizquierda en los comicios de 2006, perdió una moción de censura en el Parlamento y se vio forzado a dimitir. Fueron convocadas elecciones adelantadas con Veltroni como candidato, quien fue ampliamente derrotado por Berlusconi. Poco más de un año después de esta derrota en las urnas Veltroni presentó su renuncia como líder del PD como consecuencia de las agudas rivalidades personalistas que atosigan al partido. Se inició así un nuevo período de incertidumbre para la izquierda italiana.

Otras Corrientes Políticas históricas Importantes:

3.8. Socialistas

En 1892 se fundó el Partido Obrero, antecesor del Partido Socialista Italiano, un partido de masas vinculado al sindicalismo y con vocación electoral. Desde su fundación el partido experimentó en su interior pugnas entre el sector reformista y el ala marxista ortodoxa. La dirigencia no tardó en optar por desprenderse del internacionalismo proletario y fue moderando su postura, al grado de que los grupos más radicales decidieron abandonar al PSI en 1921, para formar el Partido Comunista Italiano.

El Partido Socialista también desempeñó un destacado papel en el movimiento de resistencia antifascista. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el psi logró colocarse como el principal partido de la izquierda, al conseguir poco más de 20% de los votos en las elecciones de 1946. Un año más tarde sufrió un duro golpe cuando un importante sector moderado defeccionó del partido para fundar el Partido Social Demócrata Italiano (PSDI), lo que privó a los socialistas de aproximadamente un tercio de sus militantes.

La causa de esta escisión fue la política de estrecha colaboración que los dirigentes socialistas habían decidido llevar a cabo con los comunistas. En efecto, el psi y el pci integraron en 1947 un "frente popular" para actuar juntos en la búsqueda de un gobierno de izquierda para Italia. Sin embargo, los comunistas parecían ser los únicos beneficiarios de esta alianza, ya que muy pronto lograron rebasar a sus socios socialistas y colocarse como la principal formación de izquierda. En los años cincuenta el dirigente del partido, Pietro Nenni, decidió acercarse a los partidos "burgueses" y romper con los comunistas. En 1963 los socialistas participaron con

los democristianos y otras organizaciones liberales en una coalición de centro izquierda.

El ejercicio del poder fortaleció las poderosas tendencias clientelistas que siempre han estado presentes en el psi. Los socialistas supieron acomodarse bien en la Italia de la partitocrazia y la tangentópolis, término este último que se refiere a las denominadas "tangentes", como se les conoce en Italia a los sobornos políticos, y a lo que en México conocemos como "mordida".

El PSI fue, en los años setenta, el principal intermediario entre los dos grandes partidos italianos: el PCI y la Democracia Cristiana. Además, participó ininterrumpidamente en todos los gobiernos que se formaron de 1963 a 1994. Bettino Craxi fue la figura clave del PSI en la época de la posguerra. Militante del partido desde los 15 años y secretario del mismo a partir de 1976, fue el primer jefe de Estado socialista que tuvo Italia en 1983. Entre sus logros destacan que el país adquiriera cierta estabilidad económica, el incremento de los ingresos gubernamentales con sanciones a los evasores de impuestos y la reducción de la inflación de 16 a 4%. Sus ideas políticas estaban basadas en las alianzas políticas. Fue el creador del "Nuevo Contrato", mediante el cual suavizó las relaciones con el Vaticano.

Pero ni la función de mediador privilegiado del PSI ni los muchos méritos de Craxi como estadista salvaron al partido de ser arrastrado por la rebelión ciudadana de los años noventa que trastocó al sistema de partidos italiano para siempre. Los socialistas fueron los primeros políticos investigados y castigados por la operación "Manos limpias", lo que se tradujo en un acelerado desprestigio para el partido. El PSI obtuvo un ignominioso porcentaje de votación en las elecciones de 1992 y procedió a su disolución. Los socialistas se dividieron. La mayoría ha actuado dentro de las coaliciones de centroizquierda, sobre todo en la Margarita, y un grupo minoritario de socialistas craxianos se sumó a La Casa de las Libertades.

3.9 Republicanos

El Partido Republicano due fundado a fines del siglo XIX bajo la inspiración de las ideas de Giuseppe Mazzini, uno de los principales promotores de la unificación italiana, con una ideológica liberal y funcionando como un partido de cuadros urbanos que nunca fue capaz de establecerse como una organización de masas.

La incapacidad de convertirse en un partido de masas limitó poderosamente el potencial electoral de los republicanos; el partido jamás logró obtener más del 5% de los votos a nivel nacional. Sin embargo, gracias a las características del sistema de partidos, los republicanos jugaron un papel primordial durante toda la posguerra al hacerse socios casi indispensables en la formación de coaliciones gubernamentales.

El Partido Republicano estuvo encabezado durante la Resistencia por Randolfo Pacciardi, quien fue elegido secretario del partido en el primer Congreso Nacional de la posguerra realizado en febrero de 1946. Debido a su férrea oposición a celebrar cualquier tipo de acuerdo con los comunistas, los republicanos no participaron en el Comité de Liberación Nacional ni en las primeras coaliciones, pero al romper la izquierda con la Democracia Cristiana el Partido Republicano se convirtió en un aliado indispensable de la Democracia Cristiana.

Durante los años ochenta, con los democristianos en pleno declive, dos republicanos lograron ser designados primeros ministros, aunque por breves periodos: Giovanni Goria y Giovanni Spadolini. La operación "Manos limpias" afectó severamente a los republicano al involucrar en escándalos de corrupción a varios de sus principales líderes. El partido logró sobrevivir y en formó parte de El Olivo y La Unión, aunque algunos disidentes de derecha prefirieron irse con Berlusconi.

3.10. Liberales

El liberalismo fue la fuerza política dominante en Italia desde la unificación hasta el ascenso del fascismo y su principal representante fue el Partido Liberal Italiano, fundado en 1848 por el conde Camillo de Cavour, arquitecto de la unidad italiana. Sin embargo, la extensión del derecho al sufragio y la aparición de partidos obreros y católicos provocó un relativo debilitamiento del liberalismo. Asimismo, la débil resistencia que el establishment liberal presentó al fascismo fue causa de su descrédito una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.

Al iniciar el periodo de la posguerra el liberalismo se ubicó en la centroderecha del espectro político. Fue apoyado por segmentos de las clases medias urbanas y por grupos empresariales, pero perdió la mayor parte de sus bases de sustentación anteriores a la guerra, lo que provocó un descenso dramático de su presencia electoral. Salvo algunas escasas excepciones, el partido no pudo rebasar el 5% de los votos en las elecciones generales. Sin embargo, los liberales integraron la mayor parte de los gabinetes de coalición hasta 1994, año en el que el partido fue humillado en las urnas ante la emergencia de nuevas fuerzas políticas. Cómo sucedió con socialistas y republicanos, los liberales se dividieron: un sector fue a dar a la Casa de las Libertades y la otra milita en La Unión

3.11. Radicales

El Partido Radical fue fundado como una escisión libertaria del Partido Liberal. Enarboló banderas concernientes a la libertad individual como la liberación femenina, el derecho al aborto, el divorcio, la legalización de las drogas, los derechos de los homosexuales, la defensa de las minorías étnicas, etc. En lo económico postulaban limitar la injerencia gubernamental en el desarrollo de la iniciativa individual. Originalmente actuaron dentro

de la alianza berlusconiana con la denominada Lista Panella, pero más tarde la mayoría de ellos se integraron a La Margarita.

Breve Anexo Estadístico*

Italia

Capital  

Roma)

Ciudad más poblada Roma

Forma de gobierno República parlamentaria

Superficie • Total • % aguaFronterasCostas

Puesto 69º301.270 km 2 2,4%1.932,2 km7.600 km

Población (2006) • Total • Densidad

Puesto 22º59.393.092198 hab/km2

PIB (nominal) • Total (2007)

 • PIB per cápita

Puesto 7º$ 2.067.680 mil $ 35.386

PIB (PPA) • Total (2007)

 • PIB per cápita

Puesto 8º$ 1.888.492 mil

$ 32.319

IDH (2006) 0.941 (17º) – Elevado

Moneda Euro

Miembro de: UE, OTAN, ONU, OCDE, OSCE, G-8

Geografía

 

División política

 Está dividida en 20 regiones (Abruzzi, Basilicata, Calabria, Campania, Cerdeña, Emilia Romagna, Friuli-Venezia-Giulia, Lazio, Liguria, Lombardía, Marche, Molise, Piamonte, Puglia, Sicilia, Toscana, Trentino-Alto Adige, Umbria, Valle de Aosta y Veneto), 95 provincias y 8,074 comunas.

* Fuente: The World Factbook 2007.

Resultados de las elecciones legislativas del 13 y 14 de abril de 2008*

Cámara de Diputados:

Partido VotosPorcentaj

eEscaño

s

Pueblo de la Libertad13.628.865

37,39% 272

Liga Norte 3.024.522 8,3% 60

Movimiento por la Autonomía 410.487 1,13% 8

Coalición S. Berlusconi17.063.874

46,81% 340

Partido Democrático12.092.998

33,17% 211

Italia de los Valores 1.593.675 4,37% 28

Coalición W. Veltroni13.686.673

37,54% 239

Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro

2.050.319 5,62% 36

La Izquierda 1.124.418 3,08% -

Llama tricolor 885.229 2,43% -

Partito Socialista 355.581 0,98% -

Partido Popular Sur de Tirol 147.666 0.41% 2

Autonomía Libertad Democracia 29.311 0.08% 1

Otros 1.138.545 3.11% -

Total36.527.231

100% 618

Senado de la República

Partido VotosPorcentaj

eVariació

nEscaño

sVariació

n

Pueblo de la Libertad12.510.306

38,17% 141

Liga Norte 2.642.167 8,06% 25

Movemiento por la Autonomía 355.076 1,08% 2

Coalición Silvio Berlusconi15.507.549

47.32% 168

Partido Democrático11.042.325

33,7% 116

Italia de los Valores 1.414.118 4,32% 14

Coalición Walter Veltroni12.456.443

38,01% 130

Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro

1.866.294 5,69% 3

La Izquierda 1.053.154 3,21% -

Llama Tricolor 687.211 2,1% -

Partido Socialista 284.428 0,87% -

Otros (incluye partidos de Tirol del Sur y Valle de Aosta)

916.148 2,78% 5

Total32.771.227

100% 306

Fuente: Periódico Corriere de la Sera edición del 8 de abril de 2008

Presidentes de la República

 

Enrico de Nicola  (1946-1948). Luigi Einaudi  (1948-1955). Giovanni Gronchi  (1955-1962). Antonio Segni  (1962-1964). Giuseppe Saragat  (1964-1971). Giovanni Leone  (1971-1978) Amitore Fanfani  (1978)Alessandro Pertini  (1978-1985) Francesco Cossiga  (1985-1992) Oscar Luigi Scalfaro  (1992-1999) Carlo Azeglio Ciampi (1999-2006)Giorgio Napolitano (2006-

Presidentes del Consejo de Ministros de la República

Alcide de Gasperi  democristiano (1946-1953). Giussepe Pella  democristiano (1953-1954). Mario Scelba  democristiano (1954-1955). Antonio Segni  democristiano (1955-1957). Adone Zoli  democristiano (1957-1958). Amitore Fanfani  democristiano (1958-1959). Antonio Segni  democristiano (1959-1960). Fernando Tambroni  democristiano (1960). Amitori Fanfani  democristiano (1960-1963). Giovanni Leone  democristiano (1963). Aldo Moro  democristiano (1963-1968). Giovanni Leone  democristiano (1968). Mariano Rumor  democristiano (1968-1970). Emilio Colombo  democristiano (1970-1972). Giulio Andreotti  democristiano (1972-1973). Mariano Rumor  democristiano (1973-1974). Aldo Moro  democristiano (1974-1976). Giulio Andreotti  democristiano (1976-1979). Francesco Cossiga  democristiano (1979-1980). Arnaldo Forlani  democristiano (1980-1981). Giovanni Spadolini  republicano (1981-1982). Amintore Fanfani  democristiano (1982-1983). Bettino Craxi  socialista (1983-1987). Amintore Fanfani  democristiano (1987). Giovanni Goria  republicano (1987-1988). Ciriaco de Mita  democristiano (1988-1989) Giulio Andreotti  democristiano (1989-1992). Giuliano Amato  socialista (1992-1993).

Carlo Azeglio Ciampi  independiente (1993-1994). Silvio Berlusconi   Forza Italia (1994-1995) Lamberto Dini  independiente (1995-1996). Romano Prodi  El Olivo (1996-1998). Massimo d'Alema  El Olivo (1998-2000). Giuliano Amato El Olivo (2000-2001)Silvio Berlusconi Casa de la Libertades (2001-2006)Romano Prodi La Unión (2006-2008)Silvio Berlusconi Pueblo de la Libertad (2008-

Cronología electoral de la República Italiana

1946 2 de junio  Elecciones para la Asamblea Constitucional. 1948 18 de abril  Elecciones para la I Legislatura. 1953 7 de junio  Elecciones para la II Legislatura. 1958 25 de mayo  Elecciones para la III Legislatura. 1963 28 de abril  Elecciones para la IV Legislatura. 1968 19 de mayo  Elecciones para la V Legislatura. 1972 7 de mayo  Elecciones para la VI Legislatura. 1976 20 de junio  Elecciones para la VII Legislatura. 1979 3 de junio  Elecciones para la VIII Legislatura. 1983 26 de junio  Elecciones para la IX Legislatura. 1987 14 de junio  Elecciones para la X Legislatura. 1992 10 de junio  Elecciones para la XI Legislatura. 1994 16 de octubre  Elecciones para la XII Legislatura. 1996 21 de abril  Elecciones para la XIII Legislatura. 2001 13 de mayo Elecciones para la XIV Legislatura2006 10 de abril Elecciones para la XV Legislatura2008 14 de abril Elecciones para la XVI Legislatura

Bibliografía

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