Silvio Sanchez Fajardo--por La Region
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PARA PENSAR LA UNIVERSIDAD Y LA REGION
SILVIO SANCHEZ FAJARDO
La sola idea de pensar la Universidad y la Región nos
conduce a un diálogo creador con el acontecimiento
mundo y nos permite la afirmación y el cuidado crítico de lo
propio. La Universidad de Nariño es el lugar del
conocimiento pertinente y por eso inscribe sus tareas en los
retos del presente histórico.
Cuando se dice por algunos que la Universidad está de
espaldas a los intereses de la región, entonces la pregunta
es en donde está puesta la mirada, qué es lo que se mira.
Se hace necesario construir un rumbo claro y esto implica
una transformación profunda de la mentalidad y de la
organización institucional.
Si comprendemos e interpretamos el mundo
contemporáneo se constata que, las viejas seguridades que
aún hablan desde la tradición, ceden sus lugares a la
incertidumbre que como paradigma científico modifica
nuestro modo de preguntar. Hoy es poco frecuentado por
las ciencias el camino del conocimiento concluyente y el
absoluto de las verdades se incomoda cuando se libera la
interpretación que interroga las necesidades, las riquezas
simbólicas, aquello que habita en los imaginarios y la
multidimensionalidad del acontecimiento atado a la
historia.
La levedad en la creación de sentido enamora más que la
solidez del algoritmo que factura la rentabilidad y la
eficacia. Hoy intentamos la migración al pensamiento
complejo a pesar de la presencia de dogmatismos todavía.
La velocidad como nota de las tecnologías
comunicacionales que producen las cercanías y una rara
dictadura de las evidencias y el tiempo real, nos alejan
cada vez mas de la conversación y de las palabras y por
eso la fragilidad de la vida está en la escena cotidiana. Las
nuevas tecnologías fascinantes se postulan como fines y por
eso las discusiones contemporáneas y los pensadores
prefieren hablar de perplejidad, turbulencia y sentimiento
de abismo cuando se trata de interpretar el
acontecimiento. Es como si la conciencia histórica diera
cuenta del fracaso del proyecto moderno y por tanto se
buscan otras maneras de hacer mundos en donde lo
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humano de la existencia y las nuevas solidaridades sean la
nota “de estos días que uno tras otro son la vida”1.
La Universidad es el lugar en donde habitan las múltiples
formas del pensamiento, construye conocimiento lejos de
todo dogmatismo y por tanto la investigación es la ruta que
da forma y sentido a la tarea de preguntar siempre. La
Universidad es parte de la región y nunca es un afuera que
simplemente observa. Las preguntas sobre lo fundamental
someten a crítica los alcances inmediatistas de la razón
instrumental que se estaciona en el síntoma y por eso nos
damos cuenta que no vivimos en el mejor de los mundos y
que el compromiso es transformarlo en beneficio de lo
humano.
Hasta hace poco tiempo se miraba la región desde la
racionalidad universal, desde las totalidades y por tanto se
justificaba nuestro atraso. Hoy dialogamos con el mundo
desde la parcela, desde lo local que sueña en el despliegue
de lo propio. En el marco de este paradigma la Universidad
propone nuevos modelos de desarrollo en cuya base está el
deseo de una sociedad más justa, equitativa y
democrática. El método consiste en demorar la mirada en
1 Arturo, Aurelio. Morada al Sur. Procultura. 1986
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el acontecer que hace pertinente la investigación
construyendo conocimiento y saberes para enriquecer las
ciencias y la vida. La Universidad avanza pero si no
hacemos una pausa para cambiar de paradigmas, el
crecimiento tiene poco sentido. Hacer la pausa para volver
a casa es oportuno. Abrir la discusión creadora es la
propuesta. Trascender agendas personales y de grupos es
urgente porque de lo contrario nos llenamos de odio y la
construcción de mundos posibles queda enmascarada en
la atomización que enriquece vanidades, en la actitud de
no creer en el otro, en la pesada indiferencia. La
democracia es el camino para recuperar los altos fines de la
Universidad en las condiciones históricas del presente.
Todavía no hace parte de nuestros mundos la pretensión de
eficacia y eficiencia porque esa carrera presurosa hacia el
éxito nos produce cansancio con su lema: “en el menor
tiempo posible”. Hoy todo ocurre como evidencia y sin
historia y la prueba máxima es la narración del
acontecimiento en vivo y en directo, en Tiempo Real, por
eso la inmediatez nos conduce a la perplejidad y al olvido.
Quizá exista hoy demasiado presente y así el futuro pierde la
estética de lo impredecible por pasar a ser probable y
anticipado, No hay derecho ninguno al misterio, ni siquiera
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hay derecho a eso que ocurre en la grandeza de los
amores entrañables que es su propia inexplicabilidad. Las
discusiones contemporáneas señalan de principio el
sentimiento de abismo y de perplejidad. Boaventura de
Souza Santos en su libro “Reinventar la Democracia” (2005)
habla de turbulencia para señalar el agrietamiento del
discurso político y la falsedad de los “nuevos pactos”.
Cornelius Castoriadis se pregunta qué podemos hacer los
seres humanos en el brocal de un pozo sin fondo.
Deambulan por las calles apocalípticos vestidos de gris
queriendo regular todo a partir del temor y de la culpa. Las
nuevas pedagógicas se quedarán por corto tiempo
planteando sus teorías sobre competencias para hacer mas
algorítmica e instrumental la tarea de la enseñanza que, al
fin y al cabo, no es otra cosa que un acto generoso de
afecto que cuenta historias en ese lugar que queda entre el
“si mismo” y el otro, en ese intervalo que nos hace sociedad.
Carlos Skliar en su texto “La Educación (que es) del otro”
hace el tejido de su reflexión desde la idea de un desierto
argumentativo en educación. Perplejidad, turbulencia,
desierto y podemos añadir opacidad de utopías,
desencanto de la modernidad, multiculturalidad con
intenciones homogeneizadoras y fundamentalismos
construidos desde la afirmación de las diferencias, mundos
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excluyentes y más participados que participantes. Todos
estos nombres para un mundo complejo que es cada vez
menos morada y que paradójicamente lo hemos construido
desde hace siglos para ser habitado.
Si la esperanza no es aquello que vendrá sino que esperar
nos hace posibles y un liviano equipaje de optimismo nos
hace sinceros, proponemos estar en el “cruce de caminos”,
en donde los viejos caminos aún nos hacen gestos desde las
lejanías; nuevos caminos abiertos a fuerza de pasar sin
cesar, nos hacen preguntas; ahí están caminos no elegibles
porque nos han dejado experiencias amargas y hay otros
tantos caminos para volver, para volver siempre a lo propio,
para volver a casa y contar historias sin final porque nos
ubicamos precisamente en el “cruce”, en donde la línea
que separa el ayer del mañana es cada vez menos visible
porque se extiende como tiempo y como historia. En fin, La
Universidad de Nariño es el lugar propicio para hacer
memorable el deseo de inventar otras maneras de hacer
mundos y el conocimiento en construcción permanente es
una buena compañía para interpretar las complejidades
contemporáneas. La Universidad pretende memoria no
para guardar el simple recuerdo de lo que ocurre, sino para
que los recuerdos sean preguntados siempre y así habitar en
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la magia de estos Andes profundos y en América con el
coraje que se requiere para andar y des-andar caminos y
para estar en el mundo como somos.
Aristóteles dice que, “la realidad se manifiesta desde el
interior del discurso”; sin embargo hoy tiene mas prestigio el
pragmatismo y cunde por todas partes un cierto desprecio
por la teoría. El devenir de la Universidad en estos años
debe privilegiar el enriquecimiento de los altos fines en la
formación humana, el cultivo del espíritu científico, la
implementación de la razón tecnológica y la vinculación
con la región. El mapa diurno, aquel que miramos a diario,
nos muestra por todas las entradas pobrezas, violencias,
corrupción y lo que es peor una especie de radical
conformidad. En estas tensiones la Universidad propone
mundos posibles.
Las ciencias en la Universidad, las políticas culturales e
incluso la economía abren las interpretaciones del
acontecimiento para transformarlo. Todas las
construcciones del pensamiento siempre tienen bases
simbólicas en las cuales se anudan afectos, amores y
utopías para que los seres humanos disminuyamos violencias
y sufrimientos en la vida. El saber dona placeres y abre
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preguntas. Si hoy la angustia ecológica se refiere a nuestras
relaciones con la tierra, la ecología de las palabras, del
decir y de la pretensión de verdad es un deber. Hace
mucha falta la producción limpia hasta en las palabras
para que también nuestros silencios guarden con cuidado
la idea de mundos en libertad. Si la sociedad de consumo
quiere atraparlo todo e impone la razón instrumental para
hacer real el proyecto de una historia sin sujetos, pues otros
caminos son aún posibles porque no está definida la derrota
de una razón crítica que habla de frente a las tradiciones, a
las realidades y queda el sueño de hacer del futuro un lugar
para la vida y en ese caso se llamaría Por-venir.
La Universidad quiere reflexionar sobre las ciencias, las
tecnologías, las artes y las humanidades como
acontecimientos en la cultura. Quizá en los inicios lejanos y
presentes de la humanidad la tarea del hombre era y es
tener un lugar en la naturaleza, interpretarse en ella y junto
al otro es la base de la historia y su signi-ficación. El ser
humano finalmente es signo. Hoy con asombro miramos que
la naturaleza pide un lugar en la cultura y por lo mismo es
urgente migrar a una discusión que someta a juicio
paradigmas que mantienen la razón humana prisionera de
la comodidad utilitaria, migrar hacia una ética que nos
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permita comprender que es imposible mirar sin mirarnos y
dejarnos llevar por las incertidumbres es la urgencia. La
Universidad y la enseñanza, la formación del espíritu crítico
son territorios que se presentan constantemente como
pregunta, por tanto intentar otros caminos a los ya andados
es posible porque existe talento acumulado y mucho sin
aprovechamiento histórico. Lo posible no es aquello que
vendrá como del futuro espontáneamente, es la búsqueda
individual y colectiva de la huella humana y la propuesta
de otras maneras de vivir la experiencia académica; es
decir, el ejercicio de la crítica como decantación del
acontecimiento.
Son dos los propósitos de un cambio en la Universidad; el
primero, preferir la salida de paradigmas consolidados que
nos dejan experiencias negativas. El segundo asumir
responsablemente la condición crítica frente a si misma y su
papel en la sociedad, en la investigación y en la gestión
académica. En la brevedad de la vida proponemos que al
menos el acto creativo sea sincero como un acto de amor.
Como no existen verdades para siempre, es bueno para la
Universidad la serenidad de un pensamiento distinto y
comprometido con la altura de la Universitas que no es sino
la unidad en la diferencia.
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Cuando se trata de pensar la Universidad es mejor ubicarla
como acontecimiento en la cultura. En el lugar desde el
cual se despliega la búsqueda de sentidos y en donde el
porvenir deja de ser una carga y se torna en desafío
constante. La Universidad antes de definir y centrar sus
funciones en la investigación, la docencia y la proyección
social conforma sus ethos históricamente desde su
autonomía que es la condición de estar por fuera de todo
poder, excepto del suyo propio que decide las formas de
relacionarse con otros poderes que la sociedad moviliza.
Esta singular autonomía es delegada por la sociedad, se
construye a cada instante y permite a la Universidad darse
su propio gobierno responsablemente para que la sociedad
reciba a su vez el testimonio de un mundo en eticidad. La
crítica no es una concepción ni una metódica, es el
constitutivo que le da existencia real. La democracia no es
un forma de gobernar, no es tampoco la razón de las
mayorías, no se agota en el tramite porque ante todo es
una forma de vivir, es suelo fértil para que crezcan seres
libres, cuida los altos fines y señala los limites en la
conciencia histórica públicamente.
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Frente a estas y otras concepciones el reto está en construir
un modelo de Universidad que acerque más la enseñanza a
la investigación, al acontecimiento humano, a las éticas
civiles y a las libertades creadoras de la novedad en las
disciplinas, en las artes, las culturas y las tecnologías en
plena expansión. El ejercicio del poder no hace su nota
principal en el autoritarismo, ni mucho menos en la locura
de la acumulación, tampoco en el burocratismo y en los
nuevos aparatos del consenso perverso que pone de
antemano las decisiones y luego como protocolo la
discusión y el diálogo. Muy por el contrario el poder se
legitima en los disensos, en la conversación, en los diálogos
imperfectos y en la capacidad de saber que el otro es
condición de existencia del si mismo. El poder se hace
digno en el deseo de construir sin cesar mundos libres para
la creación de sentido, para el despliegue de los afectos y
para que las diferencias en el mundo del conocimiento y los
saberes, provoquen encuentros, afirmen la aspiración a una
estética de la existencia y el desafío de las incertidumbres
nos permitan demorar la mirada en un mundo en ascenso a
la humanidad.
CONTEXTO MUNDO
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Dado que el acontecimiento mundial pasa por el
agrietamiento del discurso político y se impone cada vez
con más crueldad el imperio del mercado sustituyendo al
ciudadano por el consumidor y por el usuario, la Universidad
fija claro su rumbo por un lado distinto, por el lado de la
salida e ingreso de los paradigmas de las ciencias
contemporáneas, por los lados de la interpretación rigurosa
de nuestro puesto en la historia, por la convicción de que
“nunca se conoce mas sino cada vez distinto” (Gadamer) y
por los retos y compromisos de ascender a una sociedad sin
guerras como únicas maneras de atarse a una ética que
hace del conflicto una experiencia creadora.
Porque el acontecimiento mundial pasa por un casi
irreversible deterioro del medio ambiente, por la
profundización de las pobrezas y la miseria, por la pérdida
de las libertades públicas y también por la resistencia a un
mundo plural cuyas víctimas son los grupos en la margen, las
razas, la mujer, las comunidades primigenias y las
complejidades de la sexualidad; por todo esto, la
Universidad cambia de mirada y hace migración a un
mundo plural y afirma las diferencias en conversación
constante.
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El acontecimiento mundial presenta el avance vertiginoso
de las tecnologías comunicacionales y la virtualización del
acontecer de la humanidad, la Universidad ingresa a estos
paradigmas afirmando su condición de medios y
profundizando en la racionalidad de los fines, como única
manera de cuidar el mundo práctico y tomar distancia de
la manipulación de la vida y de las formas mercantiles de la
comunicación y la publicidad.
CONTEXTO CERCANO
América Latina viene de voces antiguas, del encuentro de
razas y múltiples esfuerzos para encontrar un camino propio.
Largos tiempo de imposición de concepciones totalitarias
desde la colonia, no han podido derrotar la esperanza de lo
distinto. Se debate aún en los malos recuerdos de las
dictaduras que todavía hacen gestos y todos pensamos
que la independencia es una tarea inconclusa. Quizá la
riqueza de América es la concepción de ser un mundo que
no ha concluido cuya aspiración es abrirse a lo inesperado
porque estamos seguros que tendrá nuestro signo
paradógico. No es este el lugar para narrar tantas
paradojas del acontecer en este sur enorme, basta decir
que en estas tierras la razón instrumental que impone la
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modernidad está rodeada de mágicos lenguajes que la
aceptan a su manera. García Canclini dice bellamente
que, “nuestras tradiciones no se han ido del todo y las
modernidades no terminas de llegar”. Hemos ingresado a la
modernidad de un modo crítico o sospechando y hacemos
ciencias y nos interesa el desarrollo tecnológico, pero una
voz secreta nos hace señas para no olvidar nuestras
cercanías frente a la afirmación de lo propio. Somos
capaces de narrar largas historias y repetirlas mil veces, pero
cada vez nos causan asombro.
Hoy luchamos por una ética que admita las diferencias, por
las pluralidades, por una relación amigable con la
naturaleza y en fin por ser un poco más felices.
La Universidad tiene que jugarse la vida y un papel creativo
en el ejercicio de las ciencias, en la formación humana, en
la afirmación de lo local. Para esto es preciso fertilizar la
imaginación y jamás renunciar a la autonomía y menos a la
aspiración de ser lo más cercano a la democracia en sus
prácticas. En la Universidad han de convivir en discusión
todas las concepciones en una especie de ética de
máximos; es decir, vivir de manera sensata en el disenso
para definir compromisos y finalidades.
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CONTEXTO LOCAL
En Colombia desde los años sesenta vamos buscando un
modelo de Universidad para la libertad y la crítica; se
pueden encontrar intenciones anteriores provenientes del
movimiento de Córdoba de 1918 en Argentina, pero con
claridad los sesenta hacen ingresar a la Universidad
acontecimientos como “Mayo Francés” y las búsquedas de
los jóvenes rebeldes que proponen un mundo crítico y
profundo, venimos de allá. La voz de la mujer que es la de la
ciudadanía, la voz de grupos en la margen, molesta la
holgura y arrogancia de las élites y de los llamados cultos en
las profesiones clásicas como el Derecho, la Medicina, la
Teología y las Artes. Las castas en el poder tienen que
admitir que hay otras voces, que seres humanos
provenientes de cunas sin títulos nobiliarios son capaces de
comprender y crear pensamiento complejo en la Física, las
Matemáticas, la iniciante Biología, la Filosofía y las disciplinas
que hoy se denominan histórico hermenéuticas. Para referir
la anécdota, el arte tiene un puesto en la Universidad
después del visto bueno de Andrés Bello en sus reflexiones
sobre el tiempo moderno y la Universidad. En fin, se lucha
intensamente para que sean admitidos en la Universidad
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saberes y conocimientos que no tienen nacimiento en la
racionalidad occidental.
Vienen los años setenta ricos en los idearios políticos y en las
discusiones sobre el estado, la producción económica y la
cultura. La fuerte tendencia para conservar identidades y
soberanías es la ruta de las reflexiones; los años ochenta o
década perdida según algunos pesimistas, quiere imponer
el proyecto modernizador como sea y la Universidad es
condicionada a los paradigmas de la eficacia y la
eficiencia. Por esta ventana entran las tecnologías
educativas y las teorías organizacionales haciendo el
traslado simple de las teorías de la guerra a los lenguajes de
la educación.
Entonces, es la hora de iniciar un modelo distinto construido
responsablemente como respuesta histórica.
CONTEXTO PROXIMO
La Universidad de Nariño ha pasado en sus largos cien años
por todos estos bordes y es bueno recuperar voces
irreverentes como las del Fortunato Pereira Gamba, de Luís
Santander y muchos otros que entregaron su vida con la
ilusión de una Universidad que discuta sinceramente su
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propio destino. Estos últimos años se caracterizan por la
ausencia de discusión franca sobre el porvenir de la
Universidad y muchos proyectos valiosos de transformación
se han perdido o han quedado en silencio y en el olvido. Se
proponen reformas y cambios para mantener pequeños
poderes internos, pero la transformación académica queda
aplazada. El cambio paradigmático es exigido desde la
sociedad y la comunidad académica y se oculta
estratégicamente la razón para no hacerlo. El obstáculo es
un “hacer” seudo político prisionero de viejos dogmatismos
que amparan intereses de grupos o de privilegio, además
de intereses de personas y la consecuencia es mantener
largamente en la Historia un modelo de Universidad que no
dialoga sinceramente consigo misma y con la región, con
las inquietudes de las ciencias, las tecnologías y con las
urgencias de una gestión participante en la formación de
generaciones que declinan y las que vienen. Todos sentimos
que es necesario un cambio de modelo y en tantos años de
lucharlo, se aumenta la desconfianza y la incredulidad
porque, nos aferramos con locura al viejo modelo que
depara comodidad, nos permite acciones sin sentido, nos
ubica fuera de contexto e instala autoritarismos, mares
inmensos de normas y la academia se agota en el trámite.
En este viejo modelo es más importante la administración
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que la formación en ciencias, en las artes, las tecnologías y
el mundo de la vida en su irremediable esencia colectiva. El
exceso sorprendente de normas produce inseguridad
jurídica, injusticias e inequidad. En suma el viejo modelo de
Universidad nos ubica en la fastidiosa tarea de contar
únicamente malestares y no anima a una discusión más
rigurosa en la dinámica académica. No se puede continuar
por un camino que no nos gusta y no es pertinente para
llegar a donde se quiere.
La formación profesional depende más de la pasión que
profesores y estudiantes impregnan a sus tareas que a un
proyecto intelectual que le sirva de horizonte.
En suma este viejo modelo es mirado por todas las
concepciones en su fracaso y por lo tanto es útil para
confrontarlo con otro que debe construirse colectivamente
y en una sana pausa de académicos y estudiantes para
iniciar una ruptura procesual de los paradigmas que la
Universidad de Nariño hoy ostenta. Otros caminos son
posibles si se toman decisiones en lo fundamental.
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En fin, deseo que este día y el solsticio de invierno perduren
en nuestra memoria como signo de esperanza; deseo que
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todas las partituras del sur abran sus sensibilidades
interpretando nuestros sueños porque, mientras haya sueños
siempre habrá vida.
San Juan de Pasto, Teatro Imperial, diciembre 21 de 2007.
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