SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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D O S S I E R

Peregrinos a SantiagoXacobeo 99, el Año Santo quecierra el primer milenio de laperegrinación a Compostela

Compostela, meta de la piedad medievalGiovanni CherubiniSe hace camino al andarJosé Luis Martín MartínLa Leyenda delMatamorosJosé-Luis Martín RodríguezHija de la peregrinaciónErmelindo PortelaLos parentescosartísticos del CaminoMiguel Cortés ArreseLa ciudad del templo de oroSoha Abboud HaggarDevoción británicaMariano González-ArnaoLas órdenes religiosasabren EuropaAntonio Linage CondeMisericordiasMaría Luz López Terrada ¡Dios, ayuda e Santiago!Jacques PulbarEl declive del CaminoMiguel Ángel Ladero QuesadaPeregrinos en JerusalénPedro García MartínLa romería a la CiudadEternaPor Miguel Ángel de Bunes

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D O S S I E R

Compostela, meta dela piedad medievalCompostela, meta dela piedad medieval

Giovanni CherubiniCatedrático de Historia MedievalUniversidad de Florencia

L A PEREGRINACIÓN A SANTIAGO DECompostela se distingue por más de una ra-zón del resto de las grandes peregrinacio-nes medievales, incluidas las de Roma y

Jerusalén. Roma, en tanto que sede del Papado,atraía por motivos políticos o político-eclesiásticosa prelados, príncipes, emperadores y monarcas y nosólo a peregrinos. La historia de Jerusalén y de Tie-rra Santa se confundía con los orígenes del cristia-nismo y la fascinación por aquellos lugares se ori-ginaba en el recuerdo de la vida y de la muerte deCristo.

Por el contrario, Compostela fue una creacióncompletamente nueva, nacida en la Edad Media.Como todo lugar de peregrinación, se basaba sobrela posesión de una reliquia, pero ni robada ni ad-quirida, como ocurría en otros casos. Piénsese, porejemplo, en el traslado del cuerpo de san Marcosdesde Alejandría a Venecia por comerciantes vene-cianos en el 827-828, o el de los restos de san Ni-colás de Mira, llevados a Bari en el año 1087 pormercaderes de esta ciudad.

En el caso de Compostela, según la tradición, elcuerpo de Santiago fue trasladado por sus discípu-los tras su martirio –se ha sugerido, sin fundamen-to alguno, que fueron los árabes quienes trajerondesde Palestina el cuerpo del apóstol–. No se tratóde un hueso, de la cabeza ode una parte cualquiera delos restos del santo, sino deun cuerpo entero y no eranlos restos de un santo cual-quiera, sino los de un após-tol. De manera que Compos-

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Lo tenía todo: comoreliquia, el cuerpoentero–¡milagrosamenteconseguido!– de unsanto; más aún, deSantiago, un apóstol delos más allegados aCristo y el primero deellos en sufrir elmartirio. Roma lamiraba celosa

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Personajes

ejercitando una

obra de caridad:

alojar a los

peregrinos, en un

cuadro de

Domenico

Ghirlandaio

(Florencia, iglesia

de San Martino dei

Buonomini).

y 44 –el primero de los apóstoles– por orden de He-rodes Agripa. Pero más tarde, a partir del siglo XII,se difunde una imagen de Santiago que sustituye ala otra o que, en todo caso, se entremezcla con ella:se le retrata en traje de peregrino, concretamentede peregrino de Santiago, cosa que puede compro-barse por la aparición en la capucha y la esclavina–aparte de por llevar la bolsa del peregrino– de unao más conchas.

Compañero de viajeEl santo –en nuestra opinión, caso único en la

historia de las peregrinaciones– llega de este modoa identificarse con las propias figuras que se diri-gen a su santuario, casi como un compañero y pro-tector de la devoción, en las fatigas y en los riesgosdel viaje. Y el traje de peregrino con el que se le re-presenta en la iconografía va siendo poco a pocomás preciso y completo: la larga capucha, una bol-sita o escarcela de piel, el hábito corto, un largobastón o bordón con la punta de hierro y quizás lacalabaza con algo de beber y, por supuesto, siem-pre la concha.

Estos atributos que distinguían así al peregrinode los demás viajeros eran, al mismo tiempo, obje-tos útiles durante el viaje pero también instrumen-tos a los que la literatura de peregrinación, desde

el primer momento, había concedido un significadosimbólico muy preciso. El bordón era al mismotiempo una ayuda para los trechos más difíciles delCamino, una defensa contra lobos y perros y unaimagen de la dificultad de la peregrinación que elfiel llevaba a cabo en la tierra antes de alcanzar lapatria celeste. La bolsa, que no debía llevar corre-as, representaba la generosidad que el buen pere-grino debía mostrar hacia sus compañeros de viajemás necesitados y, más generalmente, hacia suprójimo. Por su parte, la concha, con sus acanala-duras, recuerda los dedos de una mano que ofreceayuda a los demás. Antes de la partida, se bende-cían la escarcela y el bordón, siguiendo un ritualmuy preciso del que se conservan numerosos testi-monios; una de las múltiples variantes de esa ico-nografía del apóstol, y que está presente en cual-quier región de Alemania, por ejemplo, se refiere ala bendición del bordón y de la escarcela.

Pero la más importante de todas, difundidísimapor la Península Ibérica pero presente también enotros lugares, es la representación del Santiago quelucha por la fe, del “Santiago Matamoros”, vestidode caballero, empuñando una espada, aterrorizan-do y matando a los enemigos musulmanes. Unaimagen así indica un desarrollo militar y caballe-resco de la función patronal que los cristianos le

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En la portadilla,

Santiago peregrino

a caballo en una

escultura barroca

(Astorga, Museo de

los Caminos). Página

anterior, vista aérea

de la catedral de

Santiago de

Compostela y sus

edificios anejos. A

la izquierda de la

imagen se puede

ver parte del

Hospital de los

Reyes Católicos,

hoy convertido en

un hotel de lujo

(foto cortesía de

GeoPlaneta).

tela se situaba en Occidente al mismo nivel que lacapital de la cristiandad, que tanto se enorgullecíade albergar los restos de san Pedro y de san Pablo.A esta elaboración del peregrinaje colaboraron es-trechamente y de manera prácticamente indisolu-ble la religiosidad popular, la intención de algún re-ligioso, la orientación de la iglesia de la antiguaciudad romana de Iria (al fondo de la ría de Arosa,en Galicia) y los soberanos del reino de Asturias.

No debe uno maravillarse, por tanto, de que laperegrinación a Santiago sea, de todas las medie-vales, la que más ha llamado la atención de los es-pecialistas. Y no sólo de ellos, sino también de lasmás diversas categorías de personas y asociacio-nes. Todo lo escrito al respecto, no sólo en España,sino en los países de la vieja Europa representa al-gunos miles de títulos. De todos estos trabajos, unaparte trata de la complicadísima historia de la apa-rición, o mejor dicho, del descubrimiento, de la in-vención de la tumba del Santo en el lugar de la ac-tual Compostela. Pero otros versan acerca de laprocedencia geográfica de los peregrinos o sobrelos numerosos caminos que llevaban a Galicia y elmodo de viajar de los peregrinos así como sobre loslugares en los que encontraba posada. Finalmente,hay otros estudios dedicados a la influencia que laperegrinación a Santiago tuvo o pudo tener en losdiferentes aspectos de la vida medieval, desde laeconomía al arte y la literatura... Al respecto, pue-de añadirse que el peso que a veces se atribuye alCamino en el desarrollo y entramado de la civiliza-ción resulta sublimado e incluso excesivo.

El milagro del ahorcadoDel extraordinario éxito de la peregrinación a

Santiago de Compostela a lo largo de siglos y delextendido culto a que dio lugar quedan testimoniosrelativos a los milagros del Santo o a su propia fi-

gura en muchas pinturas y esculturas diseminadaspor toda la Europa católica, aunque con particula-ridades locales muy interesantes. En cuanto a losprodigios, el más representado fue probablementeel “milagro del ahorcado”, presente en varias ver-siones relacionadas con las variantes escritas de lasque se extraía. Pero todas giran en torno a una frau-dulenta acusación de robo contra algunos peregri-nos que se habían detenido en una posada o –en laversión más extendida y tardía– en torno a la falsaacusación de una criada contra un joven que viaja-ba a Santiago con sus padres y que había rechaza-do sus proposiciones. En esta última versión, elpresunto culpable resulta ahorcado, pero a su re-greso de Compostela, los padres lo encuentran aúnvivo porque Santiago, invocado por el joven, lo ha-bía sostenido por los pies, de manera que la cuer-da no le apretase el cuello. La aventura concluyecon el castigo de la verdadera culpable medianteun segundo milagro: un gallo y una gallina ya cla-vados en el espetón se ponen a cantar delante deljuez y le informan de que el chico sigue vivo en lahorca. En la catedral de Santo Domingo de la Cal-zada –allí se ambientó el milagro en las versionesmás tardías y, según el verso popular, “Santo Do-mingo de la Calzada, donde cantó la gallina des-pués de asada”– se mantiene un recuerdo singularde estos animales: allí se crían en una jaula un ga-llo y una gallina cuyas plumas recogen los peregri-nos.

Menos pintoresca pero más importante es laimagen con la que se ha representado a lo largo delos siglos en toda la Europa católica, en la escultu-ra y en la pintura, al apóstol Santiago. En un prin-cipio nada lo distinguía de los demás apóstoles quellevaban en la mano, como símbolo, un rollo o unlibro; si acaso se le agregaba una espada, símbolodel martirio sufrido en Jerusalén entre los años 42

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La concha de Santiago significaba para el peregrino la demostra-ción del largo y difícil viaje realizado. Tal y como recuerda el ser-món Veneranda dies (Liber Sancti Iacobi), una vez cumplida laperegrinación, debe recogerla en Santiago y ponérsela en el há-bito. De regreso a casa, la mostrará con satisfacción a pa-rientes y amigos y la usará como una especie de re-

liquia activable en caso de enfermedad. El autor del sermón la designa con el término “vera”,

que es probablemente una derivación de veneria, pala-bra usada por Plinio para la Pecten maximus, conchade la que se decía que había nacido Venus.

En el Liber Sancti Iacobi esta concha tiene unvalor alegórico y tipifica un modelo de comporta-miento para el peregrino: representa una mano quese abre para realizar obras piadosas. De modo que elperegrino debe ser generoso y dar limosna, conservándo-se siempre modesto, casto y sobrio. Para aquellos que vuel-ven de Compostela, la concha que traen es un recuerdopermanente del precepto de caridad que ya nunca debeolvidar.

Pero la concha es, también, un símbolo de regeneración y su imagen, re-lacionada con el sacramento del bautismo, aparece una y otra vez en escrito-res de épocas diversas y en las artes plásticas. Por ejemplo, puede leerse en Ja-cobo de Vorágine que Juan bautizó a Jesucristo con el agua de una concha. En

la antigua sacristía de San Lorenzo de Florencia, la pila bautismal de Rosse-llino (finales de siglo XV) está coronada por una concha, lo mismo

que en España existen muchas pilas bautismales en forma deconcha o estriadas como una concha. La concha, entendida

como emblema de la nueva vida que le espera al creyentetras un viaje de regeneración, viene a agregarse a la re-presentación de Cristo en su condición de peregrino. Enel claustro de Santo Domingo de Silos (mediados del si-glo XII) el Salvador aparece vestido con una túnica y lle-vando un morral adornado con una concha; en un ex-

tremo de la bandolera aparecen otras cuatro conchasmás pequeñas. En el culto de Santiago, la concha es también una clara re-

ferencia a la muerte y a la resurrección, como en elmilagro del hombre salvado de un naufragio que sedespierta por la mañana cubierto de conchas.

La salvación en una concha

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Monasterio

cluniacense de

Leyre (Navarra),

visitado por los

peregrinos que

caminaban desde

Somport a Puente la

Reina.

de la peregrinación o quizá,porque los especialistas másnotables lo consideran el nú-cleo del Liber.

El libro segundo recogeuna veintena de milagros delSanto, lo que no es muchorespecto de otros compendiosparecidos, pero resultan muysagazmente elegidos con la fi-nalidad de difundir y reforzarla idea de que las intervencio-nes del mismo tenían un ca-rácter internacional. En efec-to, implican, sobre todo, apersonas y lugares ajenos aEspaña y que se extiendendesde Francia a Italia y Ale-mania, mencionando inclusoen algunos casos a individuosque van o vuelven de Jerusa-lén, lo cual es una demostra-ción evidente de los intentosde vincular de algún modo las intervenciones mila-grosas del Santo y la peregrinación a Compostelacon la peregrinación y la cruzada a Tierra Santa.

El sueño de CarlomagnoEl libro tercero, el más breve, está constituido

por textos relativos al traslado del cuerpo de San-tiago desde la Tierra Santa a Galicia y por la narra-

ción de la costumbre de los primeros peregrinos derecoger conchas marinas en las costas gallegas. Ellibro cuarto, que introduce la figura de Carlomagnoen las historias de la peregrinación, está formadopor la crónica del Pseudo-Turpín –de quien se co-nocen muchísimos manuscritos– que, según la tra-dición, fue escrita por este religioso compañero delemperador pero que, en realidad, es atribuible a un

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Arriba, busto

relicario de

Carlomagno en

plata, oro y esmalte;

producto alemán

del siglo XIV.

(Aquisgrán, tesoro

de la catedral).

Derecha, Santiago en

un detalle de una

miniatura del

Codex Calixtinus (s.

XII), versión

primitiva del LiberSancti Iacobi, el

testimonio escrito

más importante

sobre la historia del

culto a Santiago

(Santiago de

Compostela,

archivo de la

catedral).

asignaban desde el principio, un reconocimiento yuna invocación por su intervención en los crueles yrepetidos choques militares de la Reconquista.

La guía del peregrinoLa historia del culto a Santiago, de la peregrina-

ción, del trasfondo geográfico, político y social enel que se desarrollaba, se sustenta en un extraordi-nario conjunto de fuentes escritas. La principal esel compendio en cinco libros del Liber Sancti Iaco-bi, también llamado en su versión más amplia y pri-mitiva, conservada en Compostela, Codex Calixti-nus por creerse erróneamente que su redacción sedebía al papa Calixto II. Fue éste un papa amigo dela Iglesia de Compostela y generoso con los privile-gios, ascendiéndola de obispado a arzobispado.

Tampoco debe olvidarse la Historia Compostella-na, crónica redactada por colaboradores del obispoDiego Gelmírez que, a lo largo de los primeros cua-renta años del siglo XII, gobernó la sede con ener-gía y ambición extraordinarias, hasta lograr el arzo-bispazgo. Gelmírez reforzó de modo decisivo el re-clamo internacional a la peregrinación, dando elimpulso necesario para concluir, al menos en su es-tructura básica, la gran catedral románica de la ciu-dad. Y esto a pesar de dos motines sucesivos de laciudadanía contra él –pues el obispo de Composte-la gozaba de derechos señoriales– y de las propiasdesavenencias de los canónigos de la catedral cuyonúmero quería él aumentar hasta el “apostólico” desetenta y dos.

La Historia Compostellana es importante, preci-samente, porque informa de las ambiciones, pro-yectos y realizaciones de Gelmírez y porque mues-tra, indirectamente, una imagen vivísima de mu-chos aspectos de la ciudad, de sus habitantes y dela propia peregrinación. También la composicióndel Liber Sancti Iacobi parece hoy en día achaca-ble a la Iglesia de Compostela y quizá a la iniciati-va del propio Gelmírez. En cualquier caso, se com-puso a mediados del siglo XII. Las partes que lo for-man tienen con toda seguridad orígenes y autoresdiferentes y la controversia sigue abierta.

El libro primero, con diferencia el más extensodel Liber Sancti Iacobi, recoge homilías y fragmen-tos relativos a la liturgia del Apóstol, entre los cua-les debe recordarse particularmente el largo ser-món iniciado con las palabras Veneranda dies, yasea por su belleza, o por la información que ofreceacerca de la espiritualidad y los aspectos prácticos

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El emperador Carlomagnoocupa un lugar especial en lahistoria del Camino de San-tiago, como lo atestigua lacrónica del Pseudo-Tur-pín, la Historia Karoli

Magni et Rotholandi.En el siglo XI, tanto los pe-

regrinos que se dirigen a San-tiago como los caballeros ex-tranjeros que acuden a la Pe-nínsula para luchar contra losmusulmanes, encuentran nu-merosas huellas del paso deCarlomagno por el Sur deFrancia y el Norte de España.Progresivamente, empieza averse en el emperador (y en suséquito) al salvador de laPenínsula Ibérica, alque evangelizó Es-paña con las ar-mas y en luchacontra los mu-sulmanes y co-mo el que, deentrada, abrió

el camino de Compostela y lo hizo seguro. En la crónica del francófilo clérigo auto-

denominado arzobispo Turpín y contempo-ráneo de Carlomagno, el emperador apa-

rece como el abanderado tanto de lacruzada antimusulmana como de la pe-regrinación a la tumba del Apóstol. El

objetivo principal de la obra espropagar al mismo tiempo laguerra santa española y la pe-regrinación. En la Historia,Santiago se le aparece en sue-ños a Carlomagno y lo animaa ir a España, mostrándole elcamino de estrellas que des-de Frisia le llevará a Galicia,donde se encuentra su cuerpo

y a donde, tras la liberación delsepulcro de manos mu-

sulmanas por el pro-pio Carlomagno,gentes de todoslos países iránen peregrina-ción por los si-glos de los si-glos.

Guiado por las estrellas

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El Pórtico de laGloria era, en los

siglos medievales, la

puerta de la fachada

principal. Obra

maestra del arte

románico, fue

esculpida por el

Maestro Mateo

entre 1168 y 1188.

ña se señala una serie de famosos santuarios quehay que visitar antes de llegar a Compostela: porejemplo Saint Gilles du Gard, en el camino delSomport y Conques en el de Le Puy. Esto, por unaparte, es un testimonio de un comportamiento muyenraizado en los peregrinos, quienes gustaban deestas devotas paradas intermedias y a veces inclu-so de permitirse auténticos desvíos que requeríanalgunos días de camino (por ejemplo, la desviaciónLeón-Oviedo, que permitía visitar la catedral de

San Salvador, con su Cámara Santa llena de reli-quias). Pero por otra, muestra la precisa y astuta in-tención del redactor de la Guía –o de la Iglesia deCompostela que la recibió de éste– de no poner aSantiago en competición con otros santuarios, sinode convertirlo más bien en una especie de corona-miento tras un largo y fatigoso camino de devoción.

Llegada a la metaOtros aspectos interesantes de la Guía son la

precisa descripción de Compostela y lamucho más amplia dedicada a la cate-dral, entonces en fase avanzada deobras, así como la descripción de lasgentes que el peregrino podía encontrarpor los caminos. Todos estos elementosconstituyen un documento de funda-mental importancia que ha ofrecido alos especialistas abundantes temas deprofundización y de discusión. En cuanto a la descripción de Compos-tela y de su catedral, se recordará sóloque la gran iglesia románica de Santia-go está considerada como uno de losejemplares más importantes, quizá in-cluso el más perfecto y acabado de lasiglesias de peregrinación. Este grupocomprende –o mejor dicho, comprendía,dado que las dos últimas resultaron des-truidas durante la Revolución Francesa–la iglesia de Sainte Foy de Conques, lade Saint Sernin, de Toulouse, San Mar-tín de Tours y San Marcial de Limoges.Su característica esencial era una es-tructura arquitectónica que, mediante lapresencia de naves laterales y galeríassuperiores, de un deambulatorio y de uncrucero muy desarrollado, permitía lacirculación de los peregrinos sin que lasfunciones religiosas resultaran demasia-do perturbadas. La Guía dedica un buennúmero de páginas a la descripción de la

D O S S I E R

Arriba,

representación del

momento del

hallazgo de la

tumba de Santiago

por el obispo

Teodomiro, tomada

de los Tumbos deCompostela, del

siglo XII (Santiago,

archivo de la

catedral).

anónimo del siglo XII. Allí se cuenta que Santiago,apareciéndose en sueños a Carlomagno, lo incitó aliberar su tumba de los musulmanes y a abrir el ca-mino de la peregrinación, indicándole además ladirección a seguir: un camino de estrellas.

El más famoso es el libro quinto, del que existentraducciones en varias lenguas modernas y que esconocido como la Guía del Peregrino, aunque nodebe de haber cumplido verdaderas funciones deuna guía turística al uso, dado el limitadísimo nú-mero de ejemplares que ha llegado hasta hoy –yque, además, se hallan en España–, cuyos peregri-nos tenían obviamente mucha menos necesidad de

información que la que preci-saban los extranjeros. En cualquier caso, la Guía esun texto de lectura fascinan-te. Para recordar sus rasgosesenciales, puede empezarsepor aquellos que la hicieronfamosa entre los entusiastasde la peregrinación jacobea,o sea, las descripciones delos caminos que llevaban aCompostela desde Francia.Se han elegido cuatro: el pri-mero empezaba en Arlés, pa-saba por Toulouse y cruzabalos Pirineos por el Somport.Los otros tres, que se reuníanal pie de los Pirineos antesde cruzar Roncesvalles, sehabían iniciado en Le Puy-en-Velay, Vézelay y Tours. Asu vez, el camino de Ronces-valles y el del Somport sereunían en la localidad nava-rra de Puente la Reina y deahí se continuaba por lo quevino a llamarse entre los si-glos XI y XII, por voluntad delos soberanos de las diferen-tes monarquías ibéricas, Ca-mino de Santiago. Éste cru-zaba sucesivamente las ciu-dades de Estella, nacida pre-cisamente como consecuen-cia del Camino, Nájera, Bur-gos, Sahagún, León, Astor-ga... antes de internarse enGalicia, cruzando los montesque la separan de la comarcade El Bierzo y, por fin, llega-ba a Compostela. No hace falta decir que loscaminos indicados en la Guíano fueron los únicos utiliza-dos por los peregrinos, ni enFrancia ni en España. Si aca-so, puede admitirse que qui-zá fueran, hacia mediadosdel siglo XII, los más impor-tantes y frecuentados. Claro

que debe tenerse en cuenta que el concepto de ca-mino de peregrinación, utilizado a veces con pocaprecisión crítica y la misma expresión o las expre-siones similares empleadas en las fuentes medie-vales, no se referían a caminos reservados a este ti-po de viajeros (de hecho, personas muy diversas,recorrieron los caminos durante aquel siglo: comer-ciantes, religiosos, soldados, vagabundos y hastacampesinos o artesanos en busca de empleo) sinotan sólo a aquellos frecuentados por los peregrinoso a itinerarios recomendados.

Para los cuatro itinerarios elegidos por la Guía entierras francesas y para el propio camino en Espa-

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Diego Gelmírez, obispo y más tarde arzo-bispo de Santiago, debe contarse entre laspersonalidades más notables de la prime-ra mitad del siglo XII por más de un mo-tivo. A él se deben en gran parte la con-solidación del peregrinaje, el desarrollo

de la ciudad y la dignidad arzobispal de la Iglesia de Com-postela. Él es quien lleva prácticamente a término la cons-trucción de la iglesia románica sobre la tumba de Santia-go (otros dos edificios sacros la habían precedido en si-glos anteriores) y esto permite reclamar repetidamentepara Santiago la condición extraordinaria de ciudad apos-tólica. Toda su obra se dirige a confirmar el prestigio y lagrandeza de la Iglesia y de la Señoría compostelanas.

Gelmírez gozaba de amplios poderes sobre la ciudad yel territorio circundante y llegó a construirse una flotapropia, empleando para ello a expertos artesanos y mari-nos del Mediterráneo, tan afamados desde hacía tiempo

por las cruzadas y las empresas contra los musulmanes. Gracias también al desarrollo de la peregrinación y al

consiguiente incremento en las riquezas de la Iglesia, pu-do permitirse elevar a setenta y dos el número de canóni-gos de la catedral y mantenerlos. El oro y la plata de quedisponía le fueron muy útiles para conseguir del Papa y dela Curia romana que ascendiesen a Santiago a sede arzo-bispal. Pero el aumento del prestigio de la Iglesia de Com-postela y la dignidad arzobispal se debían también a la ha-bilidad política de Gelmírez, que le permitió obtener elapoyo del poderoso abate de Cluny y del rey de Castilla.

La propia Historia Compostellana parece surgida poridea de Gelmírez o de un religioso próximo a él y, en to-do caso, los autores constituyen entre 1107 y 1149 ungrupo de religiosos vinculado al arzobispo. No en vano elobjetivo principal de la Historia no es otro que el de re-latar las empresas de Gelmírez y exaltar la grandeza de laIglesia Compostelana y sus merecidos éxitos.

Fue idea del obispo

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Santiago Matamoros

en una tabla de

autor portugués del

s. XVI, denominada

Retablo de Santiago(Lisboa, Museo de

Arte Antiguo), y en

quien los cristianos

tenían un aliado

contra el Islam.

pa o Luparia. De hecho, la pequeña construcciónmarmórea que encerraba el cuerpo identificado conel del Santo se remontaba a la época imperial ypertenecía a una antigua necrópolis romana.

El descubridor del sepulcro fue Teodomiro, elobispo de la antigua ciudad romana de Iria Flavia(actual Padrón) quien expresó el deseo de ser se-pultado al lado de los restos que había reconocidocomo los de Santiago, reforzando de este modo lacreencia. La Iglesia de Iria Flavia –cuya sede fue

transferida en un primer momento de hecho y pos-teriormente de manera formal a la pujante Com-postela– fue la primera impulsora, junto a las mo-narquías asturiana y más adelante astur-leonesa,de la elaboración del culto al Apóstol y de la subsi-guiente consolidación de la peregrinación jacobea.

Oasis de libertadEn aquella Península Ibérica ocupada por mu-

sulmanes y con una Iglesia cristiana obligada a te-ner en cuenta semejante pre-dominio y los problemas deconvivencia generados poréste, los objetivos y aspiracio-nes de la Iglesia y de los cris-tianos que vivían libres deesa presión en el pequeño án-gulo septentrional, sometidosa la bisoña monarquía astu-riana, acabaron por encontrarun terreno común de interésen el que se mezclaron fe re-ligiosa y fe política. A la Igle-sia de la España ocupada,cuya cabeza era el primadode Toledo, se contraponía laIglesia del Norte, en la quelos frailes tenían notable in-fluencia, practicando una in-transigente defensa de la or-todoxia, en contra de tesisque parecían heréticas o con-ciliadoras con los infieles. Casi no hace falta añadir quecon el paso del tiempo la rei-vindicación para Compostelade una condición absoluta-mente excepcional de aposto-licidad por la presencia de latumba de Santiago (cosa quemolestó incluso en Roma,aunque se aceptó plenamen-te después de que, a finalesdel siglo XI, se abandonase latradicional liturgia españolapor la romana) suscitó en losobispos la ambición por al-canzar el rango de arzobisposy, a renglón seguido, la desustituir a Toledo como cabe-za de la Iglesia de España,cosa que jamás consiguió. Los soberanos asturianos,que asumían propagandísti-camente el papel de herede-ros de la antigua monarquíavisigoda desbaratada por laconquista musulmana, y quese encontraban con toda se-guridad bajo la influencia dela Iglesia, comprendieronmuy pronto la importanciapolítico-religiosa de recono-

D O S S I E R

Mapa con los cuatro

itinerarios que

podían recorrerse

por tierras

francesas para ir a

Santiago. Todos

confluían hacia

Navarra, y acababan

uniéndose en

Puente la Reina, de

donde salía el

Camino de Santiago

propiamente dicho.

iglesia y de su estructura y no se olvida de dete-nerse en detalles, como la llegada de los peregri-nos, sus oraciones, su espera del milagro, susofrendas y el reparto de éstas entre los miembrosdel capítulo.

En cuanto a los personajes, se percibe una fuer-te aversión por los pueblos con costumbres o idio-mas muy diferentes e incomprensibles (las críticasse centran en gascones y navarros, pero tampocoescapan los castellanos) mientras que se conside-ran aceptables sólo aquellos que tienen costumbresparecidas a las del autor (originario del Poitou) asícomo las de los gallegos, que probablemente gozande tal consideración sólo porque su tierra acoge losrestos de Santiago… o tal vez porque la Iglesia deSantiago era la parte contratante o, en cualquiercaso, la principal destinataria de la Guía.

Un santo en el paraísoDos creencias diferentes contribuyeron a crear la

leyenda de Santiago: por una parte, la de su predi-cación en España y, por otra, la de su entierro en la

Península Ibérica. Independientes una de otra, seencontraron reunidas en el Liber Sancti Iacobi conotras leyendas menores. Ninguna de las dos tienefundamento en las Escrituras o en la Historia y, dehecho, surgieron más bien tarde, en la Alta EdadMedia.

El redescubrimiento de la tumba del apóstol po-dría haber tenido lugar entre el 818 y el 834 y lasfuentes que narran los detalles de este suceso, mu-cho más tardías, lo relacionan con una serie de sig-nos sobrenaturales que sugerían buscar la tumbabajo un cúmulo de vegetación salvaje, que es don-de efectivamente se encontró. Se creyó que el re-cuerdo de su ubicación se había perdido debido alabandono de la fe cristiana por parte de las pobla-ciones locales. Según la leyenda, el cuerpo delApóstol, ejecutado en Jerusalén, habría sido mila-grosamente trasladado a España a bordo de una na-ve, velado por siete discípulos y habría sido ente-rrado en el solar de la futura Compostela, al cabode una serie de sucesos milagrosos que indujeron ala conversión a la noble propietaria del terreno, Lu-

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Rin

Loira

MoselaM

osa

OiseSena

Marna

Róda

no

Garona

Miño

Duero

Ebro

Santiago de Compostela

La Coruña

Padrón

Sobrado

LugoOviedo

Gijón

Santillana

Santander

Mellid CebreiroVillafranca Ponferrada

AstorgaPuente

de Orbigo

León

BragaOporto Braganza

Zamora

Salamanca

Sahagún

Valencia deDon Juan

Fróm

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Castro

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Burg

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Bilbao

Zaragoza

RoncesvallesOloron

SomportJaca

Huesca

Lérida

Foix

ToulouseCarcasona

Narbona

Perpiñán

Gerona

San Cugat

Barcelona

Montserrat

Tarragona

Tortosa

Seo de Urgel

Ripoll

Puigcerdá

MontpellierMarsella

Fréjus

Aviñón

Valence

Moissac

RocamadourAurillacSouillac

Périgueux TulleVienne

Lyon

Ginebra

Soulac

La Rochela

PonsBlaye

Burdeos

SaintesAngulema

CharrouxAulnay

MelleLusignan Poitiers

Auxerre

Cluny

Saint-Léonard

Bénevent-L'Abbay

La Chatre^

Limoges

NevyySaint-Amand

Bourges La Charité

Nevers

AutunTournusChalon-sur-Saône

Digione BesançonNantes

Saint Bonoit

CléryBlois

Sainte Maure

Tours

ÉtampesOrléans

Angers

Le Mans

Chartres

Mont-Saint-Michel

Caen

Troyes

Châlons-sur-Marne

Fécamp Dieppe

RuánAmiens

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M a r C a n t á b r i c o

Ma

r

Me

di t e r r á n e o

Portugal España

Inglaterra

Francia

Page 7: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Imagen de Santiago

con el bastón de

peregrino, del s. XII

(Santiago, museo de

la catedral).

El culto al Santo se

alimentó de

creencias como la

de la llegada

milagrosa de su

cuerpo desde

Jerusalén, donde

había sufrido el

martirio.

cer el patronazgo de un após-tol –cosa excepcional entrelos santos patronos– que fue-se al mismo tiempo protectorde la monarquía y de los pue-blos destinados a ser gober-nados por ésta.

El apóstol guerreroCon estas directivas, machaconamente reitera-

das en la mente de los fieles, se sustentaron, porotra parte con gran facilidad, las necesidades deéstos, ya vivieran en las zonas marginales y monta-ñosas o fueran fugitivos, con sus trastos y su fe, delas zonas invadidas por infieles. Aquellos se encon-traron con que disponían en el cielo de un podero-so protector, apóstol tan ilustre como Pedro o Juan,dada su participación en los momentos decisivosde la vida de Jesucristo y en haber sido el primeroen sufrir martirio en nombre de la fe.

Se comprende, por tanto, cómo pasando pocotiempo, esta necesidad de protección y estos obje-tivos políticos desembocaron en el deseo de involu-crar al santo en aquello que era, y que siguió sien-do durante siglos, el problema central de la vida es-pañola, política, religiosa y social, o sea, la recon-quista de las tierras cristianas y la expulsión de losmoros. Y esto condujo al deseo de convertir al San-to en un guerrero sobrenatural, o incluso en un cau-

dillo de guerreros que com-batían por la fe. Aunque sea difícil valorar sualcance real, una de las ide-as más repetidas en libros oestudios es la que atribuye ala peregrinación a Composte-la una importancia funda-mental en toda una serie deaspectos de la vida de enton-ces. Otro concepto, de tozu-da vitalidad por más que hoyhaya sido abandonado pormuchos autores, es el queatribuye a los cluniacenses

gran parte del mérito en el desarrollo de la peregri-nación jacobea. Lo que puede afirmarse sobre esteparticular es que la amistad de aquellos frailes conlos soberanos castellano-leoneses tuvo una influen-cia indirecta –pero en ningún caso única–, ni si-quiera en relación con el conjunto general del mun-do monástico.

Los frutos del CaminoPero volvamos a las influencias de la peregrina-

ción que, por otra parte, son innegables. Hoy no seacepta la sugestiva hipótesis avanzada a principiosde siglo por el gran filólogo francés Joseph Bédierde que la epopeya francesa de la chanson de geste

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Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, era el hermano ma-yor de san Juan Evangelista. Procedente de una familia de pesca-dores, entró en contacto con Jesucristo por medio de su herma-no y se convirtió en uno de los apóstoles predilectos del Maestro,acompañándole incluso en los momentos de la resurrección dela hija de Jairo, en la Transfiguración y en el trance definitivo del

Huerto de los Olivos. De carácter ardiente y expansivo, se ganó el epíteto de Hijo

del Trueno por sus actos impulsivos, como cuando pidió al Se-ñor que hiciese bajar el fuego del cielo contra los samaritanos alno alojarles éstos cuando iban de camino hacia Jerusalén.

Al repartirse los apóstoles los diferentes lugares del mundopara su evangelización, a Santiago le tocó ir Hispania y allí –enpalabras de san Isidoro de Sevilla– “predicó el Evangelio e in-fundió la luz de la palabra en el confín del mundo”. Según la tra-dición, estuvo cerca de dos años en nuestras tierras; predicó enBracara Augusta (Braga), Iria Flavia (Padrón) y Caesarau-gusta (Zaragoza), ciudad en la que se mantiene la tradición desu entrevista con la Virgen María. Después, embarcó de regresoa Palestina, donde habría de sufrir el martirio.

Se convirtió, así, en el primer mártir por la fe entre los após-toles cuando, poco antes de la Pascua del año 42 –o del 43 e,incluso, del 44 para otros autores–, fue ejecutado por orden deHerodes Agripa, rey de Judea. Tras su decapitación, sus discípu-los recogieron su cadáver y, desde el puerto palestino de Joppe,le trasladaron al lugar donde más adeptos al cristianismo habíareunido, en la Gallaecia, llegando a Iria Flavia.

Desde allí, trasladaron el cuerpo de Santiago hasta el lugarllamado Liberodunum, donde la nueva congregación de cristia-

nos contaba con la segura protección ofrecida por las gentes de la comarca. Según la tradición, una señora de buena familia hispanorromana –la lla-

mada reina Lupa– donó el mausoleo familiar para que en él se depositaranlos restos del Apóstol; posteriormente, allí se enterrarían también los princi-pales discípulos de Santiago, Atanasio y Teodoro. A partir de entonces, en es-te lugar se estableció un culto a los mártires que pasó desapercibido en las

etapas de las persecuciones hastadesaparecer del recuerdo general enel período tardorromano. Iniciado ya el siglo IX y en tiemposdel reinado de Alfonso el Casto, Teo-domiro –obispo de Iria Flavia– fueel responsable de la recuperacióndel culto a los restos del Apóstol, conlo que comenzaron las peregrinacio-nes jacobeas y la expansión del Ca-mino de Santiago.Hace algunos años, entre los restosdel mausoleo romano –conservadosbajo el altar mayor de la catedral deSantiago de Compostela– se pudoidentificar un bloque de piedra conuna inscripción sepulcral en griego(Athanasios martyr), que corres-ponde al nombre de uno de los dis-cípulos de Santiago, lo cual supusola confirmación arqueológica de latradición secular acerca del sepul-cro del Apóstol.

El hijo del trueno

Page 8: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Las obras de la

catedral románica

se remontan a los

años sesenta del

siglo XI y acabaron

en 1128. Su aspecto

exterior ha sufrido

una transformación

con las reformas

introducidas en el

siglo XVIII, pero su

interior ha

permanecido

intacto.

en el día de la fiesta del Apóstol (el 25 de julio) yen la vigilia o durante el Año Santo, es decir, cuan-do el día de Santiago caía en domingo, como jus-tamente ocurre este año de 1999. Entonces, losperegrinos que se hubieran arrepentido sincera-mente recibían el perdón por todos sus pecados...No importa que no haya ni rastro del documentopapal que concedía a Compostela este privilegio; loimportante es que así se creyó y así se difundió.

Por los caminos de EuropaLos motivos por los que se afrontaba tan largo

viaje podían ser muy variados: por deseo de pedirsobre la tumba del santo la curación de una enfer-medad, por cumplir un voto pro-nunciado en un momento denecesidad o de peligro,por devoción, o sen-cillamente por ganasde viajar, motivo ésteque solía estar mez-

clado con los demás. Pateando los caminos tam-bién podían encontrarse peregrinos enviados aCompostela para cumplir una penitencia tras sercondenados por un tribunal eclesiástico o civil, co-mo ocurría a veces en los Países Bajos, Alemania,Polonia y Bohemia. Incluso, ya en la Baja Edad Me-dia, aparecieron peregrinos retribuidos por llevar acabo el viaje en lugar de otra persona que no podíadesplazarse o que había prometido hacerlo en al-gún momento de su vida y, en trance de muerte, re-cordaba con preocupación el incumplimiento de supromesa.

Se conoce bien la procedencia de los peregrinosgracias a los numerosos estudios realizados en este

campo y también a las noticias que de ellopueden hallarse en los documentos

más diversos. Por mucho que es-ta área geográfica no alcan-

zase la hiperbólica ex-tensión de la que hablael Liber Sancti Iacobi,puede decirse que aCompostela llegaron pe-regrinos de todos los pa-íses que hasta la Refor-ma constituyeron elmundo católico. Encambio, la cristiandadoriental se mantuvo ale-jada, dado que poseíasus propios lugares san-tos y sus propias peregri-naciones (el único desti-no común de todos loscristianos ha sido siem-pre, como es lógico, Je-rusalén y Tierra Santa). Los que peregrinaban aCompostela pertenecíana los más diversos estra-tos sociales, pero predo-minaban religiosos y no-bles. Llevar a cabo se-mejante empresa, dado

D O S S I E R

nació por el Camino de Santiago; pero permanecela idea, relacionada con aquella, de que la peregri-nación tuvo gran importancia en la migración y cir-culación de las formas artísticas.

También parece fundada la opinión de que eltránsito de peregrinos no sólo determinó la fortunay el crecimiento de Compostela, sino igualmente eldesarrollo de características particulares en loscentros urbanos atravesados por el tramo españoldel Camino: Pamplona, Estella, Nájera, Burgos oLeón... Con mayor frecuencia que en las demás, enestas ciudades se implantaron actividades mercan-tiles, manufacturas, servicios asistenciales y de re-cepción directamente vinculados al paso de pere-grinos. Los titulares de estas empresas fueron, enprimer lugar, los grupos a menudo numerosos defrancos llegados del otro lado de los Pirineos y es-pecialmente favorecidos por las condiciones otor-gadas por los soberanos españoles que intentabanrepoblar las tierras arrebatadas a los musulmanes.No todos eran de origen francés –según el signifi-cado actual del término–, pero los franceses cons-tituían sin duda la gran mayoría.

También debe decirse que los contactos estable-cidos durante la peregrinación propiciaron la circu-lación de noticias y un mejor conocimiento recípro-co entre las poblaciones locales y los viajeros. Demodo general puede observarse que un poco por to-da la Europa católica la peregrinación a Santiagopuede presumir de tener una pre-sencia abundante en las obras li-terarias más diversas de cadapaís. Y puede añadirse que,probablemente, fue la famade la peregrinación jacobeala que difundió el culto deSantiago en Europa. Pruebade esto es su éxito en elcampo de la onomásticamasculina, la supervivenciade determinadas expresio-nes y la advocación al após-tol de numerosas iglesias ycapillas y, sobre todo, de

hospitales, a veces a solas y otras conjuntamentecon otros santos protectores de los peregrinos comoNicolás, Cristóbal o Egidio.

Un domingo especialOtros aspectos de la peregrinación son menos

conocidos de lo que podría pensarse. Por una par-te, faltan datos generales que permitan hacernosuna idea precisa sobre el número de peregrinos quecada año llegaban a Compostela en la Edad Media;por otra, para tiempos más recientes, los pocos da-tos parciales que existen–por ejemplo, los relativosa los pacientes del gran hospital de Roncesvalles–sólo propician una idea muy aproximativa.

La impresión que se tiene es de que más allá dela naturaleza estacional del fenómeno –el flujo deperegrinos disminuía en invierno– y de las tenden-cias a medio y largo plazo, el número de peregrinospresentes diariamente en Compostela no debía desuperar unos pocos centenares.Si acaso, se incrementaban

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Page 9: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Arriba, Santiago el

Mayor,

representado como

peregrino (por Juan

de Handes, siglo

XVI, Museo

Diocesano de

Salamanca). Abajo,

la señorita

Desmares, una

peregrina francesa

(grabado del siglo

XIX, Biblioteca

Nacional, París).

barcando por ejemplo en Barcelona, Bur-deos o La Coruña y concluyendo por tie-rra. El gran puerto catalán era muy utili-zado por los peregrinos de la Italia cen-tral y meridional; a La Coruña llegabanlos ingleses, irlandeses, los alemanes delNorte y los escandinavos. La duracióndel viaje por tierra era larguísima ycuando se salía del interior de Alemaniao de la Italia central se contaba por me-ses, entre ida y vuelta. Por mar el viajeera más rápido, pero había que contarcon las contingencias de temporales,vientos contrarios o ausencia de viento.Los costes del viaje, por lo poco que sesabe, equivalían a muchos meses desueldo de un artesano o de un trabajadormanual. No debe pensarse, ciertamente,que la acogida dispensada en los hospitales que sesucedían por el Camino pudiera satisfacer todas lasnecesidades de los peregrinos.

Podían acoger al peregrino que iba de paso tan-to particulares como posadas u hospitales. Lo pri-mero, poco documentado, surgía indirectamente,es decir como una de las formas de la caridad cris-tiana recomendadas por la Iglesia. Nada impidecreer, sin embargo, que quien acogiese al peregri-no en su casa, lo hiciera mediando una compensa-ción probablemente modesta.

A partir de determinado momento, en cambio,los datos sobre las posadas se hacen más numero-sos dado que este tipo de asilo de pago se desarro-lla en estrecho contacto con la creciente animacióndel camino y con una circulación de individuos másestable. Los peregrinos aportaron una contribucióna estos fenómenos que aparecen, más generalmen-te, en relación con el desarrollo global de la vida

económica y de los intercambios, quetuvo lugar en Europa desde por lo menosel siglo XI.

Derecho de asiloEl hospital era la manifestación más tí-pica de la caridad para con los peregri-nos. El hospital medieval no descartabacurar someramente a los enfermos, perosu actividad característica principal erala asistencia al anciano, al pobre, al ne-cesitado y, de paso, al peregrino. No envano era éste, al menos temporalmente,un pobre voluntario y un hermano nece-sitado de ayuda y protección en un paíslejano y lleno de peligros. Estas características no se olvidaron deltodo ni siquiera cuando en muchas ciu-

dades europeas se desarrollaron los modernos hos-pitales como lugares de curación. En cualquier ca-so, interesa aquí recordar los hospitales que se dis-ponían a lo largo del Camino y que mantenían sis-temáticamente una marcada connotación viaria, yafueran pequeños, incluso minúsculos, y dispusie-ran de uno o pocos lechos más, o grandes y capa-ces como el celebérrimo de Roncesvalles.

Las comodidades materiales que se ofrecían alos peregrinos eran un techo, un jergón para dormir,un hogar para entrar en calor y lo que hubiera paracomer. Completaban esta oferta la práctica simbó-licamente cristiana del lavado y curado de pies,participar en las oraciones dentro del hospital o enla capilla aneja y la certidumbre de disponer delimprescindible consuelo religioso en caso de ha-llarse en trance de muerte.

Debido a esta característica de exteriorización dela caridad, la Iglesia (es decir, obispos, capítulos y

D O S S I E R

Entre los primeros peregrinos de los siglos XI y XII figuran ya al-gunos nombres de mujer. Alrededor de 1065, el conde Sigfrido deSponheim, peregrino en Tierra Santa con su mujer, halla la muer-te en el camino de regreso, pero ella prosiguesu viaje hasta Galicia para cumplir un votoformulado en ese momento.

En 1112 visita Santiago –acompañada por su marido yotros amigos– santa Paolina, que ya anteriormente habíarealizado varias peregrinaciones. Entre las mujeres pere-grinas destacan no pocas santas, como es el caso de santaBona de Pisa, compañera de toda la vida del peregrino, ode santa Brígida, que a mediados del siglo XIV parte haciaSantiago, adonde ya habían ido su abuelo y su padre, des-de la lejana Escandinavia.

Pero además de las santas, otras figuras femeninas sedirigen a la tumba del Apóstol, de modo que Santiago seconvierte en el lugar predilecto de nobles damas y reinasy, al mismo tiempo, de locas y endemoniadas que van enbusca de alivio, o de mujeres condenadas a la peregrina-ción. Distinto es el caso de la madre de santa Clara, damade familia aristocrática, casada con un hombre de su mis-

ma condición y que puede permitirse varios y extensos peregrinajes, entre losque figura el de Santiago.

Pero, ¿cómo viajan todas estas peregrinas teniendo en cuenta que el peli-gro es para ellas mucho mayor que para los hombres? Muyraramente se echan a los caminos a solas, e incluso lasmás nobles y las reinas van con el marido o en cualquiercaso, escoltadas. Se viaja por lo tanto en pareja o mejoraún, en grupo, como lo cuenta en una carta Petrarca, queen 1353 se encuentra cerca de Aix con una abultada tropade matronas romanas que se dirigen a Santiago. Respectoal temor por los peligros del viaje, el caso de la inglesaMargery Kempe es emblemático. A pesar de su matrimo-nio y de sus catorce hijos, esta mujer, siempre con el per-miso de su marido, se convierte en una auténtica expertaen peregrinaciones: Tierra Santa, Santiago, Roma y Asís.Pero cuando en 1436 empieza a dictar sus recuerdos deaquellos viajes, surge obsesivamente, en forma de pesadi-llas de trasfondo erótico, el terror a ser violada por el ca-mino. Miedo que encaja bien con una realidad en la quese dan frecuentemente estos casos, incluso para aquellasque viajan con el marido.

Violentadas por el Camino

Vista aérea de la

catedral gótica de

León, una de las

maravillas surgidas

a lo largo del

Camino de Santiago

(foto cortesía de

GeoPlaneta).

el tiempo y el dinero que re-quería, no era cosa fácil paraquien viviese del propio tra-

bajo y tuviese que mantener a una familia. También se conocen los modos de viajar. La fi-

gura del peregrino solitario no era frecuente comopudiera pensarse, aunque sólo fuera porque inclu-so la soledad –deseada o autoimpuesta como unapenitencia más– resultaba difícil de mantener a lolargo del camino, en los hospitales o en los alber-

gues de pago. Era mucho más corriente viajar enpareja, en pequeños grupos de parientes o de ami-gos e incluso en grupos numerosos, organizados demanera casi moderna en torno a una figura presti-giosa o conocedora del camino. Tampoco faltabanlas mujeres o los niños entre los peregrinos, peroeran mucho menos abundantes.

Se viajaba a pie y también a caballo, o alternan-do ambos modos, alquilando una montura. Tam-bién podía hacerse parte del viaje por mar, desem-

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Page 10: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Izquierda, peregrino

actual delante de la

Puerta del Perdónde la iglesia de

Santiago, en

Villafranca del

Bierzo (León).

Abajo, al final del

Camino, el

peregrino podía

contemplar el

relicario de plata

que contiene los

restos del Apóstol

(Santiago de

Compostela, en la

cripta bajo el altar

mayor de la

catedral).

monasterios) y, siguiendo su impulso,monarcas, príncipes, nobles, ciudades,corporaciones urbanas y hasta algunosparticulares pudientes fundaron, dota-ron y mantuvieron hospitales.

Viajar significaba descubrir nuevospaíses y gentes distintas pero tambiénentrañaba peligros y molestias. De estasúltimas bastará con recordar –y se hallanbien documentadas en las fuentes– lasque se encontraban en las posadas o susalrededores: la insistencia y las falsaspromesas del posadero a los posiblesclientes y los enredos que se perpetra-ban en perjuicio de quienes pernoctabanallí: dolo en los pesos y medidas, sospe-chosa calidad del vino y la pitanza, ma-los piensos para el caballo, estafa en elcambio de moneda... De todo ello informa con ex-presiva riqueza de detalles el Liber Sancti Iacobi.

En las posadas había gran promiscuidad y dadala costumbre de la época de dormir más de uno enla misma cama, resultaba frecuente tener que so-portar a un desconocido como vecino de lecho.

Si se prefería viajar en una nave, además de laterrible promiscuidad, se sufrían los siete males delmareo con el resultado de que acababa uno deján-dose caer en un rincón en mitad de un revoltijo desemejantes.

Tanto por mar como por tierra, había peligrosmucho más inquietantes, extendidos y diversos.En cuanto a los viajes marítimos de peregrinos ja-cobeos, constan un cierto número de naufragios,unos cuantos ataques piratas concluidos con ma-yor o menor éxito. Respecto a los viajes por tierra,las fuentes informan de la muerte de peregrinoscongelados en montañas cubiertas de nieve, deataques de lobos y, sobre todo, de asaltos por par-te de bandidos, numerosos en muchas regiones deEuropa y más numerosos y audaces en las zonasboscosas y menos pobladas como el Apenino ita-liano, el Aubrac francés o los montes de Oca, enBurgos.

Siempre alertaLa preocupación constante del peregrino, como

la de cualquier otro viajero, era ir siempre con losojos abiertos y las orejas tiesas, alertas a recibir in-formación sobre un tramo peligroso, a intuir unacelada o a reconocer en un compañero de viaje aldelincuente o al estafador disfrazado. Por si fuerapoco, aparecieron en los caminos toda serie de fal-sos bordones, malvados, embaucadores, personajespoco recomendables que se hacían pasan por pere-grinos para enredar a sus semejantes y que ibanvestidos con el mismísimo y respetable hábito delperegrino... lo que, con el tiempo, se fue haciendomucho menos respetable y más sospechoso.

No resulta fácil decir cuál fue la edad de oro dela peregrinación jacobea, básicamente porquenunca queda del todo claro en los estudios el cri-terio adoptado, que puede ser el de una mayor o

menor pureza en los motivos,siempre difícil de evaluar, oel del cálculo del número deperegrinos, lo que es funda-mentalmente imposible. Noobstante, se piensa que lossiglos de mayor éxito fueronlos siglos XI y XII y quizá tam-bién el XIII, mientras que enlos sucesivos se manifestóuna cierta decadencia, notanto en el número de pere-grinos cuanto en el espíritudel viaje, a consecuencia dela difusión de las peregrina-ciones por encargo o por con-dena civil, tal como se ha di-cho. Después, la Reformasustrajo al Camino una buena

parte de las poblaciones europeas que anterior-mente se habían volcado generosamente en él: ale-manes, escandinavos o ingleses. La peregrinaciónsufrió un nuevo ataque en el Siglo de las Luces yno me parece que pueda confundirse el interés ac-tual por el Camino de Santiago con una auténticarecuperación de su espiritualidad en ámbitos so-ciales significativos. Lo cual es algo muy distintodel amplio interés historiográfico, artístico y turís-tico que provoca, pero que no siempre se combinacon un resurgimiento religioso.

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Page 11: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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D O S S I E R

Se hace caminoal andarSe hace caminoal andar La ruta compostelana tuvo una

influencia profunda en la población,la seguridad, la sanidad, lasinfraestructuras viarias, el comercioy el arte de las comarcas por las quepasaba

Derecha, Vista aérea

del casco viejo de

Nájera, dominado

por el monasterio

de Santa María la

Real (foto Geo-

Planeta). Abajo,

peregrinos en el

siglo XIII,

(miniatura de LasCantigas, Biblioteca

de El Escorial, foto

Edilán).

José Luis Martín MartínProfesor titular de Historia MedievalUniversidad de Salamanca

H AY TEMAS, COMO EL DEL CAMINOde Santiago, en los que no es fácil dis-tinguir la leyenda de la realidad, puesen el transcurso de los siglos se le han

incorporado elementos mitificadores, o se han exa-gerado determinados acontecimientos y se han ol-vidado fenómenos propios de la época en que na-ció. Por eso, es natural que comencemos cuestio-nando la naturaleza de este Camino y su influenciaen la sociedad que lo creó y facilitó su desarrollo apartir del siglo XI: ¿Tenía la peregrinación a Santia-go otras repercusiones además de las puramentepersonales o privadas de quienes participaban enella? ¿Pudo configurar algunos rasgos peculiares enla sociedad de las localidades por las que discurría?¿Facilitó unos recursos diferentes económicos a losque vivían en su entorno?

Para contestar a esas preguntas de manera con-vincente, lo más revelador es revisar las noticiasdejadas por personas que lo conocieron desde unacultura diferente, o de aquellas que se trasladarona España sin un interés direc-to por participar en la peregri-nación y por eso su opiniónpuede resultar más objetiva.

Es el caso del geógrafo mu-sulmán al-Idrisi, que señalaen el siglo XII varias rutas ha-cia Santiago y resalta el relie-ve que tenían ciertas localida-des del Camino, como Pam-plona, Puente la Reina, Este-lla, Nájera, Burgos, Carrión,Sahagún, León, Astorga y lapropia ciudad compostelana.No es que al-Idrisi las presen-te con rasgos homogéneos; dehecho algunas, como Sahagún, son consideradascomo simples fortalezas. Sin embargo, en toda laamplia zona se observan dos aspectos interesantes:por una parte, un nivel de urbanización que no sedetecta en ningún otro territorio de la España cris-tiana; por otra, la importancia que tiene la activi-dad mercantil, como se señala de Burgos, ciudad“fuerte, opulenta, (que) tiene casas de comercio,mercados, depósitos de provisiones, y la frecuentanmuchos viajeros”, o de León, cuyos vecinos “se de-dican al comercio y la industria”.

Más tarde, se observa que ya había llegado la no-ticia del Camino de Santiago y de sus principalesciudades hasta los eruditos árabes. Abulfeda, queescribió un tratado geográfico en la primera mitaddel siglo XIV, dice de Burgos que se encuentra “enel occidente de Pamplona, por el camino ancho dela capital hacia Castilla”, y alude también a León ySantiago. Los dos rasgos señalados, desarrollo no-table del trabajo artesanal, de los intercambios co-merciales y, por tanto, más auge de las ciudades,que contrastan especialmente en un contexto rura-

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Page 12: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Izquierda, peregrino

asaltado por los

bandidos

(miniatura de LasCantigas, Biblioteca

de El Escorial, foto

Edilán). Arriba,

Puente sobre el

Arga en

Puentelarreina. El

Camino contribuyó

a la construcción de

puentes y mejora de

las vías de

comunicación.

Pelayo de Oviedo, ordenó reparar y levantar “todoslos puentes que hay desde Logroño a Santiago”.Aunque la tarea haya sido exagerada por ese autor,sí parece que ordenó construir un puente sobre elEbro, a la altura de Logroño, donde se iniciaba enesa época cierta actividad comercial.

En esa obra ya se atribuye un papel importantea Domingo de la Calzada, cuya contribución fueaún más notable en la ciudad a la que da nombre.A él correspondería la construcción del tramo entreNájera y Redecilla, o sólo la mejora de un caminoque debieron recorrer con frecuencia los ejércitoscastellanos y navarros que se disputaban la zona.

Tanto en Logroño como en Nájera y en Santo Do-mingo de la Calzada se sitúa la actividad de otro

santo constructor del Camino: Juan de Ortega, dis-cípulo y colaborador de Domingo. Por la zona deAtapuerca construiría varios puentes, saneó cami-nos y, desde luego, construyó iglesias, según docu-menta su propio testamento.

La limpieza de la ruta se debió extender tambiéna los delincuentes que poblaban la zona y asalta-ban a los peregrinos. Adentrados en Castilla, eranecesario cruzar el Pisuerga, lo que se hacía a la al-tura de Itero por un puente documentado ya en elsiglo XII, y en tierra de León destacan los del Órbi-go y el de Ponferrada donde, de nuevo, el puenteda nombre a toda la población pero, a pesar de laspretensiones, el ponsferratus parece que sólo teníade hierro algunas de sus partes.

Durante las primeras décadas del siglo XII, tam-bién se realizó un importante esfuerzo de repara-ción o de construcción entre Rabanal y Portomarín,en un tramo muy extenso de las actuales provinciasde León y Lugo que era especialmente montuoso yde muy difícil tránsito. En Lugo se cruzaba el ríoMiño gracias a un puente que fue destruido en losdisturbios acaecidos durante el reinado de doñaUrraca y que levantaría luego Pedro, uno de los po-cos ingenieros conocidos del siglo XII. Pero en te-rritorio gallego existen otros puentes documentadosdesde fecha muy temprana, en función de una mo-vilidad probablemente de alcance regional.

D O S S I E R

El Camino significó un revulsivoimportante para algunaspoblaciones del Norte peninsular:se facilitó el movimiento dehombres y de productos y semodificó el trazado de la calzada

lizado, son destacados por fuentes diversas, desdemonarcas como Alfonso VI, –que se refiere en el si-glo XI a la dedicación mercantil de los vecinos deSahagún y sus desplazamientos a otras tierras–, oFernando IV, cuando afirmaba que la mayor partede los habitantes de Burgos vivían del comercio,hasta los viajeros procedentes de países lejanos yque manifiestan de una manera aparentemente ob-jetiva las características de las ciudades que les re-sultaban más llamativas.

Así, Jerónimo Münzer consideraba que los habi-tantes de Santiago de Compostela tenían “casi porcompleto abandonado el cultivo de la tierra, siendonumerosísimas las personas que no viven más que

de explotar a los peregrinos” o bien, por recordarsólo otro testimonio, el de Antonio de Lalaing,quien señala la existencia de una mina de azaba-che cerca de León, “por lo cual hacen mucho di-nero con los rosarios de Santiago que allí fabrican;la mayor parte de los que compran los peregrinosde Santiago se hacen en León”.

Unas infraestructuras favorablesHoy, los historiadores coinciden en señalar que

el Camino y la peregrinación significaron un revul-sivo importante para determinadas poblaciones delNorte peninsular, que algunos monarcas fueronconscientes de ello y facilitaron el movimiento dehombres y de productos, e incluso modificaron eltrazado de la calzada para favorecer el desarrollo dealguna localidad o incrementar la actividad econó-mica de una región determinada.

Las rutas de mayor relieve eran consideradas unbien público que los reyes procuraban proteger. Lesinteresaba dar seguridad a los caminos, mantenerla amplitud de las vías, frente a los propietarios quepretendían reducirlas, construir o reparar puentes,fuentes y hasta túneles, si es que el de San Adrián,poco y tardíamente documentado, es fruto del es-fuerzo humano.

La realidad es que el viajero temía mucho más elrobo y la violencia que el estado de la infraestruc-tura viaria, pero ambos elementos eran importan-tes, sobre todo cuando se trataba de cruzar grandesobstáculos, y en el Camino de Santiago había mu-chos: Pirineos, Sierra de la Demanda, Montes deLeón, Ancares y otras zonas montañosas, así comobosques o el paso de los ríos.

Era precisamente en los pasos difíciles o antelas situaciones de riesgo donde el Camino resulta-ba más definido. Pero en otras circunstancias noexistía un trazado fijo, con firme sólido y homogé-neo, sino que se trataba más bien de zonas abier-tas a personas y ganados, que sólo adquirían con-sistencia y forma más clara en las proximidades delos cruces obligados, en desfiladeros o junto a va-dos, puentes o puertos. Se ha observado que variasde las ciudades del Camino nacieron precisamenteen lugares de paso, sobre todo junto a ríos, paraproporcionar alojamiento y provisiones a los que sedesplazaban. Luego crecerán porque atraen a arte-sanos para la construcción de edificios religiosos yciviles, y para satisfacer la demanda de artículos detodo tipo.

Si nos planteamos el Camino en el sentido de laida del peregrino, es decir, de Este a Oeste, el pri-mer obstáculo importante lo constituye el río Arga,y por eso allí confluyen los caminos fundamentalesque cruzan los Pirineos. La unificación la decidiódoña Mayor, esposa del monarca Sancho el Mayorde Navarra (1004-1035), o de doña Estefanía, es-posa del de Nájera, que sobre esto hay opinionesdiscrepantes, al construir un puente que enseguidadaría nombre a la población que fue creciendo a sulado: Puente la Reina.

Otro monarca, el castellano Alfonso VI, no sedescuidó en ese sentido ya que, según el cronista

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Bandidaje en el camino

Entre las molestias, fatigas y temores del viaje del peregrino, ocupa un lugarespecial el encuentro con la montaña, cuya soledad, a veces nevada, cuyo as-pecto descomunal y amenazador aterrorizaban a los hombres de la EdadMedia. Los peregrinos caminaban tan atemorizados por los peligros naturales comopor los humanos: estrechos valles, paisajes ásperos y rocosos, precipicios, po-

sibles avalanchas, pasos cubiertos por un manto de nieve, bosques impenetrables, lobos om-nipresentes y para acabarlo de arreglar, posibles asaltos de bandidos, emboscados en luga-res impracticables y desérticos.

En uno de los estribillos de la Chanson de Roland se describen así los paisajes que ro-dean Roncesvalles: “los montes son altos, los valles agrestes, tenebrosas las rocas y sinies-tras las gargantas”.

La presencia de bosques intrincadísimos y densos convierte a las montañas en lugaresparticularmente adaptados a las asechanzas de los bandidos que, normalmente, tendían susceladas en lugares que las guías de peregrino calificaban como “malos pasos”. Son sitios so-litarios, gargantas y estrechos valles que el peregrino debe atravesar por necesidad. Esto eslo que ocurre en el Apenino italiano, en las montañas francesas del Aubrac y en los montesde Oca, entre Belorado y Burgos, uno de las zonas con peor fama del Camino..

El inesperado asalto, cuyo objetivo era el robo, a veces terminaba con la muerte delinfeliz, que viajaba con la permanente inquietud de que le arrebatasen el dinero necesa-rio para los gastos del viaje, que llevaba cosido en la espalda de su camisa o en el fondode la bolsa.

Page 13: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

25

Santo Domingo de

la Calzada a finales

de la edad Media

(detalle del centro

urbano,

reconstrucción de

Miguel Sobrino).

Resulta claro que las gentes que se acogían a es-te marco jurídico disfrutaban de determinadas ven-tajas, de más libertades que las asentadas con lasleyes tradicionales. Por el contrario, cuando esti-maron que aún no disponían de la autonomía ne-cesaria, organizaron levantamientos contra la auto-ridad señorial, como sucedió en el caso de Saha-

gún, donde los habitantes protagonizaron serias re-vueltas contra el abad.

Que la legislación tuvo éxito lo demuestra el de-sarrollo de unos barrios, denominados burgos, queconstituyen un enclave peculiar de las ciudades yvillas del Camino, pues se detecta en algunas delas citadas y en otras muchas: en León, Carrión de

D O S S I E R

Para los peregrinos que se preparaban para marchar a Compos-tela o para emprender el viaje de regreso, el peligro y el riesgode no llegar eran muy grandes. Eran muy frecuentes los inci-dentes como los asaltos de los bandidos, por no hablar del frío,de la nieve, de la lluvia y del calor estival que, unidos al cansan-cio del viaje provocaban a menudo enfermedades y fiebres no

siempre sanables para la medicina de la época. Numerosos eran quienes hacían testamento antes de echarse al camino. En

León y en Castilla existían normativas legales que preveían el destino de los bie-nes del peregrino muerto en camino, a quien se le reconocía el derecho a dis-poner de ellos con toda libertad. Los compañeros de viaje, compatriotas delque muere sin hacer testamento, han de ocuparse del funeral y de la sepultu-ra, así como del reparto de sus bienes. Pero si el difunto viajaba solo, la se-pultura y los bienes pasaban a ser asunto del que lo había albergado o del cu-ra u obispo del lugar.

Distinto es el caso que nos narra en 1385 el testamento de la condesa deMontalto en Calabria, a quien un escudero, antes de ponerse en camino, ha-bía confiado una determinada suma. Del escudero nunca más se supo y la con-desa dejó establecido entre sus últimas voluntades que se repartiera en limos-nas en beneficio del alma del peregrino, la suma en cuestión. Si aquel regre-saba o aparecía un heredero, la cantidad le sería reintegrada, pero la distri-buida en limosnas pasaría a serlo por el alma de la condesa.

Otros peregrinos no llegaron a Compostela o no volvieron a casa por vo-luntad propia o por motivos más placenteros. Esto es lo que le ocurrió a Gui-do Cavalcanti, que se enamoró en Toulouse de una joven que él llamaba Aman-detta. Lo mismo le pasó al hermano ilegítimo de Salimbene de Parma, el “ma-estro” Giovanni, que a la vuelta de Santiago se detuvo en Toulouse y allí se que-dó, convirtiéndose en ciudadano y tomando esposa. Son éstos dos testimoniosde que cualquier lugar o tierra pueden atraer a quien por una razón o porotra, tiene que cruzarlos.

No todos regresaban“Dar de beber al

sediento”. El

peregrino pudo

beneficiarse de las

obras de

misericordia

practicadas en las

poblaciones que

cruzaba (S.XIV,

Pinacoteca

vaticana).

Lo que se puede concluir de esta enumeraciónes que, coincidiendo con el auge de las peregrina-ciones, se documenta un desarrollo muy notable delas infraestructuras en su vertiente de caminos ypuentes. Este fenómeno no volverá a repetirse has-ta el reinado de Alfonso X y luego se constata denuevo en el siglo XV, durante el reinado de los Re-yes Católicos.

Una sociedad más libre y heterogéneaPor tanto, se va articulando una serie de ele-

mentos positivos para el desarrollo social y econó-mico: un foco de atracción de gentes y productos:Santiago; una ruta relativamente firme y cuidadaque facilita el desplazamiento de mercancías ygentes en un comercio de largo alcance, pero, ade-más, el Camino tiene un sentido regional que nodebe ser olvidado, como punto de confluencia de

economías complementarias,del monte y las llanuras, derecolectores, de ganaderosestantes y trashumantes, deagricultores.Toda esa actividad se verá fa-cilitada por el interés de losmonarcas, que se plantearoncomo objetivo político la di-namización de la actividadurbana y el desarrollo de lademografía de las poblacio-nes, por lo que establecieronuna legislación favorable a lainmigración y al asentamientode artesanos y comerciantes.Lo primero que buscaron fuela seguridad, en sentido gene-ral y también la específica delos comerciantes. En el entor-no cortesano se acuñó unaimagen propagandística se-gún la cual el ser más vulne-rable y desvalido –una mujersola– podría desplazarse lle-vando los más valiosos obje-tos por todo el territorio his-pano sin que nadie la moles-tara, y lo mismo se procurabapara mercaderes y peregrinos.Ese objetivo, ciertamente, nose alcanzó, pero por él se es-forzaron no solo los reyes sinotambién obispos y arzobispos,como Gelmírez, que elabora-ron una legislación canónicacomplementaria al respecto.La legislación real abarcabadiversos aspectos: exención alos mercaderes del pago deportazgo en determinados pa-sos o concesión de “fueros defrancos” a ciudades y villasdel Camino. Se pretendía contodo ello facilitar el asenta-

miento de gente foránea dedicada a la artesanía yal comercio concediéndoles una serie de ventajaspara ello. Así, por ejemplo, el fuero de Jaca esta-bleció una feria anual de quince días de duración,limitaba la costumbre de tomar bienes en prenda yotros usos que podían dañar la movilidad de losmercaderes, confirmaba como propiedad las here-dades disfrutadas durante un año y un día, todoello con la pretensión reconocida de conseguir unaciudad “bien poblada”.

Tal fuero debió parecer un instrumento adecua-do, pues fue concedido pocos años después a Es-tella, Puente la Reina o Pamplona, entre otras lo-calidades del Camino. Otro “fuero de francos” esel de Logroño, concedido por Alfonso VI en 1095,y que se aplicaría más tarde en Navarrete, SantoDomingo de la Calzada, Miranda de Ebro y Gra-ñón.

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Page 14: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

27

Detalle de la pila

bautismal de

Redecilla del

Camino, Burgos.

los Condes, Sahagún (donde un fuero reconoce laexistencia de dos merinos, uno de castellanos yotro de francos), y en numerosos lugares gallegos,como Portomarín, Mellid o Ferreiros, aunque loshubo también en otras localidades de fuera del Ca-mino, pero con presencia franca. Entre los rasgosespecíficos de esos barrios, además del derechopropio, se encuentra la actividad artesanal y mer-cantil de sus habitantes, certificada por la presen-cia de lugares permanentes de venta, que han que-dado en el callejero como rúa de las Tiendas, o rú-as de francos, de gascones, o con el nombre de losdiversos oficios que allí se practicaban, o de loshospitales que fueron levantados para acoger a laspersonas que llegaban enfermas en la peregrina-ción o en su desplazamiento.

Se ha planteado el tema de si en la composiciónde la población de las poblaciones del Camino hayun nivel de extranjeros relevante. Ciertamente, nose puede responder con segu-ridad, debido a la escasez defuentes y la imprecisión quetienen, pero hace ya más demedio siglo que el profesor La-carra estimaba que la pobla-ción extranjera de Pamplonasuperaba a la autóctona. Re-cientemente, García de Cortá-zar ha ampliado estas valora-ciones con datos de Burgos ySanto Domingo de la Calzada.De acuerdo con sus conclusio-nes, hacia finales del siglo XIIuna cuarta parte de los nom-bres documentados en ellas esde origen ultrapirenaico. Ade-más, el topónimo que detallala procedencia de estas perso-nas remite con frecuencia a una localidad extranje-ra, y las profesiones más corrientes son: eclesiásti-co, artesano o mercader. Claro que los francos lle-garon también a otros lugares lejos del Camino,aunque todavía no se ha valorado su proporción enel conjunto de la población.

Abastecimientos y servicios Parece el resultado natural de los datos que se

han ido avanzando, y se encuentra confirmado porotras fuentes muy diversas: los informes de viaje-ros, las tarifas de portazgos o los cuadernos que de-tallan los peajes que fueron cobrados en algunasciudades del Camino en los siglos XIV y XV mues-tran las cargas de alimentos que llegaban, bien co-mo destino final o como etapa en el transporte:aceite, sal, cereales o vino eran desplazados confrecuencia; también animales, como los cerdos, yproductos extraordinariamente diversos, desde pie-les hasta hierro, desde útiles agrícolas hasta seda otejidos diversos.

Para facilitar la movilidad y el intercambio deproductos se organizaron las ferias, con una perio-dicidad anual, y los mercados, de regularidad se-manal. Las primeras fueron fijadas en fechas ade-

cuadas por la previsible abundancia de excedentesde los artículos más demandados, –en septiembrese celebraban muchas, cuando se había culminadola recolección–, mientras que los días de mercadofueron establecidos buscando la sucesión con losexistentes en localidades próximas, para que loscomerciantes pudieran completar un circuito regio-nal cada semana.

Ferias muy antiguas son las de Miranda de Ebro,probablemente de finales del siglo XI; la de Belora-do, que existía ya a comienzos del siglo XII; o lasde Sahagún y Carrión, de mediados de esa mismacenturia. En cuanto a los mercados, Martínez So-pena ha mostrado en un gráfico la clarísima suce-sión semanal entre Frómista y León, que permitiríaparticipar en la primera localidad en el mercadoque se celebraba los miércoles, el jueves en el deCarrión, el viernes en Paredes de Nava, el sábadoen Villalón. Y, tras el preceptivo descanso domini-

cal, se podría reiniciar el lu-nes en Sahagún, el martesen Mansilla y el miércolesen León. Varias de estas eta-pas suponían un recorridodiario de unos 20 kilóme-tros, que se podía realizarmás fácilmente si se dispo-nía de alguna caballería.Además, el Camino fue do-tado desde fechas tempra-nas de una red de hospita-les, de iglesias y de otrosservicios que facilitaban eldesplazamiento, pues dabanseguridad material y espiri-tual a quienes se desplaza-ban. La prueba más clara dela importancia de estas ins-

tituciones consiste en la progresiva implicación dela sociedad en su construcción y mantenimiento.

Los hospitales del Camino normalmente desem-peñaban tres funciones complementarias: alberguepara peregrinos y hospital y asilo para pobres, y nosuelen hacer distinción entre ellas, quizá porquenormalmente la enfermedad, la penuria y la fatigase presentaban unidas. La beneficencia se desarro-lló mucho a lo largo de la Edad Media, sobre todosi consideramos el aspecto cuantitativo. Así, sabe-mos que Burgos contaba al final de esa época conunas 30 instituciones hospitalarias; Astorga, conunas 25; León tenía al menos 17; Oviedo, unas 11;Sahagún, 4, por lo menos, y Puente la Reina, 3.Otra cosa distinta es la calidad de los servicios pro-porcionados, pues la mayor parte de ellos no dis-ponía de personal especializado.

Es verdad que hospitales, lo mismo que cami-nos, puentes y otras infraestructuras, o que merca-dos, ferias y francos que se desplazaban y asenta-ban en villas y ciudades, se detectan en otros luga-res de la Península, pero todos estos elementos for-man una red más tupida en el Camino de Santiago,están mejor organizados allí y, por eso, constituyenuno de sus elementos distintivos.

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Page 15: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Página izquierda,

Santiago carga

contra los

sarracenos en la

batalla de Clavijo,

que probablemente

nunca se libró,

aunque hubiera

combates en esa

zona (por Casado

del Alisal, iglesia de

San Francisco el

Grande, Madrid).

Página derecha,

arriba, Ordoño I, un

rey casi legendario

que habría reinado

entre el 850 y el 866

(Miniatura del

Tumbo A, catedral

de Compostela, foto

Edilán). Abajo,

Ramiro I de

Asturias, padre del

anterior (ilustración

del Libro de losRetratos de losReyes de Españadel Alcázar de

Segovia, M. Prado,

Madrid, foto

Edilán).

José-Luis Martín Rodríguez Catedrático de Historia MedievalUNED, Madrid

C ADA AÑO, EL DÍA 25 DE JULIO, EL JEFEdel Estado, o su representante, hace alApóstol una ofrenda a cuyos orígenes for-males se remontan a una disposición de

Felipe IV, de 1643, y a otra de las Cortes de Casti-lla tres años posterior, y tanto la ofrenda del sigloXVII como la llegada hasta nosotros recuerdan elTributo de las Cien Doncellas que, segúnla leyenda, pagaban anualmente los re-yes asturleoneses a los musulmanes has-ta que la intervención armada de Santia-go puso fin a tal humillación.

Nadie concede fe en la actualidad auna milagrosa aparición de Santiago acaballo en una supuesta batalla de Cla-vijo ganada por Ramiro I, del que textosdel siglo IX se limitan a decir que “conlos sarracenos hizo la guerra dos veces”,mientras otros declaran que el santo desu devoción no fue Santiago sino el ar-cángel san Miguel, en cuyo honor edifi-có una iglesia para agradecer los triunfosalcanzados “sobre sus enemigos”; San-tiago a caballo es impensable para el pe-regrino griego cuyas palabras recoge laCrónica Silense de comienzos del sigloXII: al oir a los nativos hablar del apóstolcomo de un “buen caballero” lo niega yllega incluso a poner en duda que supiera montar acaballo, hasta que en la noche se le aparece San-tiago con unas llaves en la mano sobre un caballoblanquísimo y le anuncia que al día siguiente daráal rey Fernando I las llaves de Coimbra, ciudad en-tonces ocupada por los musulmanes.

Aunque Santiago no peleara a favor de los cris-tianos hasta época tardía, el hecho de que se sitúesu intervención en la batalla de Clavijo tiene, sinduda, alguna explicación: en Albelda, lugar muypróximo a Clavijo, combatieron Ordoño I de Astu-rias y Musa ibn Musa, caudillo de los musulmanesdel Ebro, en el año 859. El lugar era un punto es-tratégico que dominaba la vía de comunicación en-tre las actuales Soria y Logroño y que, cruzando elEbro, llegaba hasta Pamplona. Tal vez, por su inte-rés estratégico, aluden a la batalla con detalle lascrónicas escritas poco después en la corte de Al-fonso III, hijo de Ordoño, y el relato pudo llamar laatención de quienes –en la primera mitad del sigloXII– precisaban una batalla lo suficientemente im-portante y antigua para justificar los votos que losfieles pagarían en adelante al Apóstol Santiago.

Tributos humanosLa batalla de Clavijo no existió, pero se comba-

tió en Clavijo; no hubo Tributo de las Cien Donce-llas, pero las crónicas del siglo X recuerdan que elrey Aurelio “no hizo guerra alguna, porque tuvo pazcon los árabes”, y sabemos que la paz exige tribu-tos como los “30 cautivos entre hombres, mujeres

y niños” llevados a Córdoba por el conde Borrell Ide Barcelona el año 971, o como las princesas cris-tianas que se ofrecen a los califas en el siglo X, en-tre las que merece la pena recordar a la vasconaAurora, mujer de al-Hakam II y más que probableamante de Almanzor, y a Teresa de León, enviada aCórdoba para deleite del caudillo musulmán: loscaballeros que la acompañaban le piden que apro-veche la intimidad del lecho para abogar a favor deLeón y a tan mezquinos requerimientos respondióla doncella con frase que se ha hecho célebre:

“Una nación debe confiar la guarda desu honor a las lanzas de sus guerreros yno a los encantos –no fue esta la palabrautilizada– de sus mujeres”.Nada tiene, pues, de extraño que algu-nos cronistas del siglo XIII digan de Au-relio que no guerreó contra los musul-manes y “que les dio en matrimonio al-gunas mujeres cristianas nobles”, a lasque añadió Mauregato otras no pertene-cientes a la nobleza; siguiéndoles, afir-ma Alfonso X que Mauregato “tomabalas doncellas hijasdalgo y de las otrasdel pueblo y dábalas a los moros que hi-ciesen con ellas sus voluntades”. Lamisma petición harán a Ramiro I los mo-ros: “que les diese cada año 50 donce-llas de las más hijasdalgo con que casa-sen y otras 50 de las otras del pueblocon que tuviesen entre sí sus solaces ysus deleites; y estas cien doncellas que

fuesen todas vírgenes”. Ramiro, buen cristiano, seniega y combate a los musulmanes, con poco éxitohasta que el Apóstol le anuncia que luchará a su la-do “montado en un caballo blanco con una bande-ra blanquisima”, y con su ayuda dio muerte a másde setenta mil enemigos.

La aparición de Santiago justifica la creación delos Votos y la entrega a los servidores de su iglesiade una medida degrano y de vino porcada yugada de tie-rra; el origen mili-tar se recuerdaconcediendo a laiglesia de Santiagola parte correspon-diente a un caba-llero en el botín to-mado a los sarrace-nos. Pagarían el vo-to los habitantes delas tierras ocupa-das y que se ocu-paran en el futuro alos musulmanes o,según la CrónicaCompostelana, es-crita por orden y enalabanza del obis-po Diego Gelmírez,quienes vivían

D O S S I E R

28

La leyenda delMatamorosLa leyenda delMatamorosEl Tributo de las Cien Doncellas, los votos, la ofrendaal Apóstol y las maniobras del obispo Gelmírez paraquedarse con la sede arzobispal de Mérida

Page 16: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

31

D O S S I E R

Arriba, la doble

faceta de Santiago:

peregrino y

guerrero (Tumbo B,catedral de

Santiago, foto

Edilán). Derecha, el

Pórtico de laGloria, en esta

catedral.

“desde el río Pisuerga hasta la costa del Océano”.La figura de un Santiago guerrero no choca a los

hombres de fines del siglo XI y comienzos del XIIque han asistido a la predicación de las Cruzadas ya la creación de órdenes militares que tienen comoobjetivo combatir a los musulmanes que impiden odificultan el viaje de los peregrinos que se dirigena Jerusalén; Gelmírez recuerda a estos soldados deCristo “que abrieron con mucho esfuerzo y muchoderramamiento de sangre el camino hacia Jerusa-lén” y llama a los hispanos a unirse a los caballe-ros de Cristo y abrir “hasta el mismo sepulcro delSeñor... un camino que a través de las regiones deEspaña es más breve y mucho menos laborioso”,palabras que tienen un claro sentido para Gelmírezy para sus contemporáneos.

Un obispo ambiciosoEste nuevo camino habría de pasar por Mérida,

ciudad cuya conquista es vital para que Santiagode Compostela siga siendo sede arzobispal. La ha-bilidad y las buenas relaciones de Gelmírez con Ro-

ma le habían permitido, en 1120, trasladar a San-tiago la archidiócesis de Mérida hasta que fuese re-conquistada la ciudad. Cuatro años más tarde, laconcesión temporal se hace perpetua y un año des-pués Gelmírez convoca a la Cruzada, a su cruzada,que debía permitirle ocupar Mérida y garantizar asíla estabilidad de la concesión.

Los arzobispos de Toledo y de Braga vieron, sinduda, con recelo la intromisión compostelana enzonas sometidas a su influencia, pero mientrasCastilla y León permanecieron unidas y Portugalfue un condado del reino, el problema no salió delámbito eclesiástico y sólo cuando, hacia 1140,Portugal se independiza y, en 1157, se separanLeón y Castilla, las diferencias eclesiásticas ad-quieren un fuerte matiz político: la continuidad dela archidiócesis de Santiago depende más que nun-ca del control físico de la ciudad de Mérida, aspi-ración manifestada por Gelmírez al conseguir, en1129, que el rey le hiciera donación de la ciudad.

Los privilegios reales eran importantes, pero só-lo válidos si la ciudad era conquistada por el rey le-onés. El problema consistía en que, desde 1160, lazona extremeña era disputada a los musulmanes ya León por castellanos y portugueses o, si se pre-fiere, eclesiásticamente por Braga y Toledo. Los in-tereses del rey de León coincidían con los del arzo-bispo toledano y si, en 1170, Fernando II confirmala donación de Mérida, un año más tarde el arzo-bispo pone los medios para hacer efectiva la con-quista, ocupación y control al firmar un pacto de fa-miliaridad o hermandad con la recién creada ordenmilitar de Cáceres, que pronto cambiará su nombrepor el de Santiago: el arzobispo Pedro III, de acuer-do con sus canónigos, recibe al maestre Pedro Fer-nández y a sus sucesores como canónigos de laiglesia de Santiago y a los freires como vasallos ycaballeros del Apóstol para que luchen por Cristo“bajo la bandera de Santiago, para honra de suiglesia” y ampliación de la fe. Por su parte, el ar-zobispo se ofrece y es admitido, él y quienes le su-cedan, entre los caballeros.

En nombre de SantiagoEl pacto se convirtió en acuerdo militar tras el

compromiso arzobispal de dar consejo y ayuda ar-mada, personalmente y con sus vasallos y caballe-ros, a la Orden; a la ayuda militar se une la eco-nómica: la mitad de los votos de Santiago proce-dentes de las diócesis de Zamora, Salamanca yCiudad Rodrigo y la totalidad de los votos de Ávi-

30

La habilidad y las relaciones deGelmírez con Roma le permitieron, en1120, trasladar a Santiago laarchidiócesis de Mérida hasta quefuese reconquistada la ciudad...

Page 17: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

La iconografía de

Santiago como

Matamoros

prolifera a partir

del último tercio del

siglo XV. Véanse dos

muestras: en la

página izquierda,

representado en

compañía de Isabel

la Católica

(miniatura del

manuscrito de

Marcuello); página

derecha, en un

relieve de la

portada principal

del convento de San

Marcos, León,

ambos de la misma

época.

Respondiéronli todos: señor, de muy buengrado

Santiago y san Millán aceptaron complacidos laoferta y cuando los cristianos están en peligro ele-van sus ojos al cielo y allí:

Vieron dos personas hermosas y lucientesEran mucho más blancas que las nievesrecientesVenían en dos caballos más blancos que cristalarmas como nunca vio hombre mortalCuando cerca de tierra fueron los caballeros,Dieron entre los moros dando golpes certeros

El rey don Ramiro, que tenga paraíso,Heredó al apóstol como se lo promisoEl conde Fernán González con todos susvaronesPusieron e juraron de dar todas sazones A San Millán cada casa dar tres pepiones...”

El conde de Castilla y san Millán prestan suayuda al rey leonés y al Apóstol, y éste devuelve elfavor haciéndose presente en la batalla de Haci-nas narrada en el Poema de Fernán González, es-crito a mediados del siglo XIII cuando en toda Eu-ropa se conoce una serie de milagros atribuidos aSantiago: libera cautivos, perdona pecados incon-fesables, hace concebir a las estériles, resucitamuertos, da sepultura a sus fieles, salva náufra-gos... y es invocado por los caballeros en sus ba-tallas con los turcos. La fama de Santiago es talque el propio Diablo se disfraza con los vestidosdel Apóstol para convencer a un romero de quesólo se salvará si se corta “los miembros que ha-cen el fornicio” y después se degüella; así lo hizoGuiraldo y trabajo tuvo el Apóstol para arrebatarsu alma a los diablos y conseguir devolver la vidaal peregrino, que tuvo como recuerdo de su acciónla cicatriz del cuello y

... lo de la natura cuanto que fue cortadono le creció un punto, fincó, en su estado.De todo era sano, todo bien encueradoPara verter su agua fincóle el forado...

D O S S I E R

la, la mitad de los de Alburquerque y la cuarta par-te de los de la ciudad de Mérida; a lo que se agre-gaba la mitad de los frutos de las heredades y de-rechos de la sede compostelana en Zamora, Sala-manca y Ledesma, que conservarían los freireshasta que la frontera musul-mana se aleje de Alburquer-que, Cáceres y Mérida, con-solidando en Extremaduralos derechos del Apóstol yde sus arzobispos.

De esta manera, una detantas cofradías u órdenessurgidas en las zonas fronte-rizas adquirió importanciagracias al apoyo interesadodel arzobispo de Santiago ydel rey de León, que necesi-taban neutralizar a Portugaly Castilla, evitando el cierredel paso por el sur al reinoleonés y la restauración des-de Castilla o desde Portugalde la sede emeritense o –o,lo que es lo que es lo mis-mo, desde el punto de vistadel arzobispo de Santiago–que Braga y Toledo ejerzanel control sobre el clero y lasdiócesis del reino leonés sidesaparece la archidiócesiscompostelana. En nombrede Santiago y en defensa delos intereses de su iglesia

combatieron los caballeros, organizados para lu-char contra los sarracenos en España y, una vez ex-pulsados al otro lado del mar, en Marruecos y, sifuera preciso, siguiendo sin conocerlo el proyectode Gelmírez, hasta en Jerusalén.

La actividad de su orden reforzaría la figura ca-balleresca del Apóstol, indisolublemente unido enadelante a la guerra contra los musulmanes, a losque se combate al grito de “Dios, ayuda e Santia-go”, frase que se transforma en “Santiago y cierraEspaña” o en el grito de “Castilla, Santiago” quelanzan los seguidores de Enrique II en la batalla deNájera –1367– en respuesta al “Guyena, san Jor-ge”, que estimulaba a los ingleses del príncipe deGales aliados de Pedro I. De la misma forma que laCruzada pasa de guerra contra los musulmanes aguerra contra los enemigos del Papa, la invocaciónal Apóstol se extiende a las guerras contra los ene-migos de la patria, sea cual sea su religión.

La unión de Castilla y León a partir de 1230 yla posterior identificación de Castilla con Españahan hecho olvidar el origen astur o leonés de la le-yenda santiaguista, pero lo que los hombres de lossiglos XII y XIII veían en Santiago era al defensorde Galicia y de León, desde el Pisuerga hasta elOcéano; por eso, frente o al lado de este guerrerocelestial, Castilla creará su propio héroe sobrena-tural en la persona de san Millán, magníficamentecantado por el monje Gonzalo de Berceo, que rei-vindica para el monasterio de este nombre votosequiparables a los de Santiago en versos –actuali-zo el texto– que resumen la idea existente en el si-glo XIII sobre la ayuda prestada por el Cielo a loscristianos y sobre la gratitud que éstos han de de-mostrar:

El rey Abderramán, señor de los paganosMandó a los cristianos el que mal siglo prendaQue le diesen cada año 60 dueñas en rentaEl Rey de los cielos, de cumplida bondadQuiso tomar en ellos, hacerles caridadDióles en este tiempo un señor venturado,El duque Fernán González, conde muy valoradoEl rey don Ramiro era sobre León,Ambos eran católicos como dice la lecciónEnviaron mensajes a la gente renegadaQue nunca más viniesen a pedir esta soldadaEl rey Abderramán y los otros paganosSupieron estas nuevas que decían loscristianos:Por poco con despecho no se comían las manosEl rey don Ramiro de la buena venturaAfinó un buen consejo de pro y de cordura,Pagar a Santiago por alguna mesura,Tomarlo de su parte en esta lid tan duraPrometer al apóstol un voto mesurado,Al que yace en Galicia en España primadoHicieron su consejo todos los castellanosOídme, dijo el conde, amigos y hermanos:Hicieron leoneses como buenos cristianosQuema que hiciésemos otra promisiónMandar a Sant Millán nos tal infurciónCual manda al apóstol el rey de León

32

De peregrino a guerrero

La iconografía original de Santiago Apóstol va siendo sustituida parcialmente, aconsecuencia de la peregrinación, por la del Santo en hábito de peregrino: deesta manera, el Santo se identifica con el lugar que es la meta del viaje de ex-piación. No obstante, a esta representación del Santo como peregrino (simbó-licamente expresada por el bordón, la escarcela, la concha y el gran sombrero)se llegó muy lentamente. De hecho, en el primer tercio del siglo XII, momento

culminante de la peregrinación a Santiago, éste aparece en la Puerta de Platerías de la cate-dral como un apóstol más entre sus compañeros sin ningún elemento específico particular,aparte de la belleza y nobleza de su rostro y cuerpo. Puede admitirse, como alguno ha su-gerido, que el bastón en forma de tau y en el que apoya las manos el Apóstol en el Pórticode la Gloria mientras acoge sentado a los peregrinos que entran en la iglesia, sea una lla-mada a la peregrinación. Pero es más probable que indique su función de evangelista, deapóstol y de obispo.

En cualquier caso, la imagen de Santiago peregrino se va difundiendo desde España aFrancia y a los demás países europeos. Pero la iconografía nos ofrece detalles interesantesy variantes en la representación del santo. Así, en el pórtico central y en el meridional de lacatedral francesa de Chartres, figuran entre los atributos de Santiago, además de la escar-cela (símbolo de la peregrinación, es decir, territorio del hombre) la espada que evoca elmartirio. Es un binomio curioso porque la espada caracteriza la figura del Santo sólo en elNorte de Francia, en Aquitania sólo se encuentran la escarcela y el bordón.

Además de la iconografía del Santo peregrino existe otra, directamente vinculada a sufunción nacional de protector de la cristiandad y colaborador especial en la lucha contra losmusulmanes. El Santo se representa como un guerrero feudal armado y a caballo que con-duce a las tropas cristianas a la Reconquista. Se le conoce entonces por el Matamoros.

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perceptibles cambios significativos. El autor anóni-mo de la Historia Silense –inacabada crónica delreinado de Alfonso VI– nos ha transmitido el primertestimonio explícito de una expresión de la devo-ción a Santiago, la del apóstol caballero, que tanamplio y largo éxito habría de tener desde enton-ces. Una versión del mismo relato, algo diferente yde menos interés para lo aquí tratado, figura entrelos milagros atribuidos a Santiago en el Calixtino.Este Santiago guerrero de Cristo, especial interce-sor de Fernando I en la conquista de Coimbra, quese aparece a un incrédulo griego a las puertas de laiglesia compostelana sobre resplandeciente corcelblanco, es imaginación difícil de desvincular deléxito de la ideología de la cruzada en el tránsito delos siglos XI al XII.

La narración del cronista, de las primeras déca-das de esta última centuria, subraya la novedad delhecho imaginado: produce asombro en el peregrinoextranjero que quienes entran en el templo de San-tiago lo invoquen como guerrero de Cristo; le resul-ta chocante a él, cristiano de Oriente recién llega-do de Jerusalén, la imagen de un Santiago caballe-ro. Por eso, el sentido que se da a la visión es tan-to la idea del patrocinio apostólico de la reconquis-ta –con el anuncio de la toma de Coimbra– como elvalor probatorio de la imaginación nueva, con la de-mostración de habilidad ecuestre que el propioApóstol lleva a cabo.

Mito y realidadNi la profunda renovación de la vida material

que la ciudad comporta, ni las maneras nuevas deentender el mundo propias de la Europa feudal –en

D O S S I E R

Ermelindo PortelaCatedrático de Historia MedievalUniversidad de Santiago

L OS PEREGRINOSque, en el siglo XII,llegando por el Camino Francés, alcanza-ban el Monte del Gozo –el altozano desde el

que por vez primera podían divisar Compostela–contemplaban una ciudad integrada en el paisaje y,al mismo tiempo, nítidamente diferenciada dentrode él. Esa imagen se ha guardado en las páginasdel Codex Calixtinus, rico conjunto de testimoniosreferidos a la peregrinación a la tumba del Apóstol:

“La ciudad de Santiago está situada entre dosríos; uno de ellos se llama Sar y el otro Sarela. ElSar está hacia el oriente, entre el Monte del Gozoy la ciudad; el Sarela, hacia el ocaso”.

La descripción del paisaje: la ciudad, al pie delmonte y entre dos cursos de agua. Pero, en segui-da, la diferencia: urbis vero introitus et porte suntseptem. La palabra clave es vero, que indica justa-mente el contraste con lo que se acaba de decir. Laciudad está en el territorio, pero definiéndose en él,destacándose y separándose de él por una murallaque crea un espacio diferente, al que se accede porsiete puertas. La ciudad de Santiago, que, ocupan-do el mismo espacio que se describe en el códicedel siglo XII, nos parece hoy admirable decantacióndel paso de los siglos, era entonces una novedad y,sobre todo, pensando en Galicia y en las primerasdécadas del siglo XII, puede decirse que una rare-za. Esta realidad nueva es, ante todo, la conse-cuencia material y visible del culto al apóstol San-tiago y del camino de peregrinación que conducíaal lugar en que, según se afirmó por vez primera enel siglo IX, se hallaba su tumba.

En el nivel de las mentalidades, también eran

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Con la venia delarzobispo Gelmírez:consecuenciasartísticas, culturales,económicas, religiosas ysociales de laperegrinación aCompostela en lahistoria de Galicia...

Hija de la peregrinaciónHija de la peregrinación

Page 19: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Detalle de la

fachada de la iglesia

del monasterio deSan Martín Pinario(Santiago de

Compostela).

tancial, Compostela va claramente por delante. Yno sólo en el tiempo; también en la intensidad conque el fenómeno se manifiesta. Las siete puertasde entrada, que enumera la guía del siglo XII, co-rresponden a un perímetro amurallado que perma-neció en pie hasta el fin de la Edad Media y que de-limitaba el espacio reconocible aún hoy como cen-

tro histórico de la ciudad. Dentro de él, a lo largodel siglo XII, se realiza una intensa actividad cons-tructiva que, encabezada por los trabajos en la ba-sílica románica, se relaciona con la demanda crea-da por la peregrinación y se muestra también en laerección de iglesias, en las transformaciones delhospital, en la nueva canalización de aguas y la

D O S S I E R

Izquierda, pila

bautismal situada

en el centro del

claustro neoclásico

de la catedral de

Santiago de

Compostela.

Derecha, escudo de

España con las

armas de los

Borbones, que

adorna la fachada

del monasterio deSan Martín Pinario(Santiago de

Compostela).

este caso, los clichés generados por la crecientetensión generada por la expansión del Occidente la-tino sobre otras áreas– pueden entenderse, en laGalicia del siglo XII, sin el activo cauce de comu-nicación que fue el Camino de Santiago. Pero noconviene exagerar, convirtiendo en causa única detodo, un hecho que, transformado en mito paraconsumo de romeros, termina por alejarse conside-rablemente de la realidad.

Ha de advertirse que el cultivo de la propagan-da, desde ángulos de visión e intereses diferentes,es fenómeno común a la peregrinación medieval ya sus actualizaciones contemporáneas. Quede,pues, claro que la ruta a Compostela, un espacio decomunicación por el que circulan personas, merca-

derías, ideas, costumbres, ritos... constituye unamanifestación más del dinamismo de la sociedadeuropea.

No es –como se escucha hoy con frecuencia– elCamino el que hace a Europa; es el Occidente lati-no, en la fase de maduración del feudalismo, el queproduce el Camino. Pero es cierto que en Galicia,como en otras partes del recorrido de la Ruta y enalgunos aspectos con más intensidad que en otros,los cambios que se producen en los siglos centra-les del Medievo pueden entenderse mejor, tanto ensu específica realización como en su proyección te-rritorial, si se asocian al culto a Santiago y a la pe-regrinación que generó.

Atendiendo a las realidades materiales, es evi-dente que la ciudad de Compostela es directo re-sultado del culto al Apóstol y de la peregrinación.Inexistente en las primeras décadas del siglo IX, eslugar de culto progresivamente desarrollado a lolargo del mismo y asentamiento humano cada vezmás diversificado en el transcurrir de la siguientecenturia. Después del año mil, Compostela desa-rrolla los rasgos que le confieren su carácter urba-no y que, cuando la describe el autor de la guía deperegrinos incluida en el Calixtino, están ya plena-mente configurados.

Su precocidad a este respecto en el contexto ga-llego es notoria y notable. Los síntomas de la urba-nización medieval no son visibles en la vieja urbslucense hasta las últimas décadas del siglo XI y lavinculación con el Camino no es del todo descarta-ble. Las demás sedes episcopales gallegas habránde esperar al siglo siguiente para conocer la forma-ción de una aglomeración urbana. Todavía en la pri-mera mitad del XI, la guía de peregrinos del Calix-tino describe Galicia como “país de escasas ciuda-des”. Algunos burgos mencionados como etapasdel tramo gallego del Camino, y otros que no se ci-tan, consolidarán en ese siglo y en el siguiente uncarácter urbano. El tránsito del siglo XII al XIII esetapa de aceleración en el proceso de creación delas villas costeras. Habrá deesperar aún a que avance elsiglo XIII para que se com-plete, en la costa y en el in-terior, la red urbana de la Ga-licia medieval.

En esa modificación sus-

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La existencia y la prosperidad de la ciudad de Santiago de Compostela están te-nazmente vinculadas al descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago, a suculto y a la peregrinación. La ciudad se convirtió en el centro religioso, económico y político más impor-tante de Galicia. Del descubrimiento de la tumba surgió también la urbaniza-ción de la zona que rodeaba a los edificios que se irán construyendo sucesiva-

mente sobre el hallazgo. En el siglo XI, la peregrinación ha alcanzado ya una dimensión europea. Paralelamente,

se terminó antes del 1065 el segundo cerco de murallas y se inició antes del 1075 la cons-trucción de la nueva catedral románica.

La relevancia de este centro urbano se confirmaría con el traslado a Compostela del obis-po de la antigua Iria Flavia y posteriormente con el ascenso de la sede a arzobispado. Porvoluntad de los monarcas, la ciudad se convirtió en el núcleo de un señorío amplio y pode-roso, capital no sólo religiosa y eclesiástica sino también política.

Las riquezas y los ingresos de la Iglesia fueron considerables y el obispo –que en casode guerra se echaba al monte a la cabeza de su propia tropa– gozaba de poderes señorialesexcepcionales sobre la ciudad y el territorio dependiente de la Iglesia. Económicamente, laciudad obtenía beneficios de los productos y de las rentas de las tierras del obispo y del ca-pítulo, pero además, era lugar de mercado diario para los habitantes de los contornos. Pe-ro la peregrinación y la presencia de extranjeros disparó las actividades del zapatero, he-rrero, cambista de moneda, posadero e incluso la del fabricante y vendedor de conchas me-tálicas de plomo o estaño que, poco a poco, van haciendo la competencia y sustituyendo alas naturales.

Una mina de oro

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Situada en lugar

destacado de la

población, la

catedral deSantiago marca el

final del camino de

ida en la Ruta

Jacobea.

laicos es un principio básico reafirmado por los ecle-siásticos reformistas en el tránsito del siglo XI al XII,hasta convertirlo en uno de los elementos caracteri-zadores de la reordenación que propugnaban.

Si, en los años centrales del siglo X, Sisnando IIy san Rosendo, titulares de la sede iriense, sonmiembros de dos de los más importantes gruposaristocráticos de la Galicia de la época, siglo y me-dio más tarde Diego Gelmírez no es sino el hijo deun caballero de segunda fila. Pero no cabe pensarque su influencia y poder estuvieran por debajo delos de sus antecesores. Pero Gelmírez es personajecuya actuación política no puede explicarse exclu-sivamente por sus influencias de ámbito local, sinoque ha de ser entendida por sus estrechos contac-tos con los centros de decisión de la Iglesia latina.

Así, en este horizonte temporal, la nobleza laica,por una parte; los eclesiásticos que el obispo enca-beza y dirige, por otra y, finalmente, los grupos –in-tegrados no solamente por laicos sino también porclérigos– con específicos intereses urbanos, consti-tuyen los elementos a distinguir en el intento de ex-plicar la nueva articulación política.

Política e historiaLa información disponible, gracias esencial-

mente a la Historia Compostelana, arroja una in-tensa luz sobre Gelmírez y los acontecimientos quetuvieron lugar durante sus años al frente de la dió-

cesis. Aunque la realidad haya sido mucho más ri-ca, resulta obligado hacer pasar por este persona-je las líneas de fuerza del acontecer histórico de sutiempo.

La activa comunicación que la peregrinación fo-mentó a fines del siglo XI y principios del XII hizoque en Compostela se entrecruzasen de modo visi-ble los diferentes planos en que se desarrollaba laacción política. Señálense, en primer lugar, losgrandes niveles territoriales y competenciales enque se desenvolvía la actividad política peninsular.

Primero, la Cristiandad latina por la que co-mienza a identificarse, precisamente entonces,con Europa occidental. Sobre ese nivel, los obis-pos de Roma de fines del siglo XI y principios delXII aspiran a ejercer el dominium mundi, es decir,una capacidad de distinguir el bien del mal, quese sitúa por encima de la capacidad de mandar,que corresponde a emperadores y reyes y con laque choca. La Cruzada, la Reconquista o la diso-lución del matrimonio de Urraca y El Batallador–por poner sólo tres ejemplos– no se entenderíanbien sin la referencia a este primer ámbito delejercicio del poder.

El regnum Hispanie, en segundo lugar. Esta esuna vieja noción teórica, bien conocida por Gelmí-rez, que la fragmentación real de los poderes feu-dales no hace olvidar. Es la tradición del Imperiohispánico, de raíz visigótica, que se vincula con la

D O S S I E R

Rosetón de la

iglesia de SanNicolás, iglesia-

fortaleza que

protegía al antiguo

pueblo, trasladado

por la construcción

del embalse de

Belesar

(Portomarín, Lugo).

construcción de la fuente del Paraíso o en las ins-talaciones de los cambistas, los hospederos y loscomerciantes.

Es un tejido urbano que se condensa físicamen-te por las actividades que desarrolla su crecientenúmero de habitantes. Una parte muy significativade esas actividades tiene directa relación con elculto a Santiago para un grupo de clérigos numero-so y con peso en la ciudad; junto a ellos, cambis-tas, concheros, azabacheros, plateros y otros co-merciantes y, desde luego, posaderos y mesoneros–cuyos engaños y abusos padecen los visitantes–viven de la atención que, en diferente grado, pres-tan a los peregrinos.

Un problema de poderEl pontificado del primer arzobispo compostela-

no, Diego Gelmírez, que seextiende durante las primerascuatro décadas del siglo XII,se ofrece –gracias principal-mente a la información de laHistoria Compostelana, cuyacomposición él mismo pro-movió– como el período demás intensa comunicacióncultural de Santiago con loscentros del Occidente latino.El conjunto arquitectónico yescultórico de la iglesia-cate-dral, que recibe y proyectaampliamente influencias enla Europa del Románico ma-duro, es sin duda el testimo-nio artístico más notable yexpresivo. En el plano de lariqueza intelectual, la escue-la catedralicia que Gelmírezorganiza –pensando, sobretodo, en la formación de losclérigos– cuenta con maes-tros de Francia o Italia.

La relación con los pontífices de Roma o los aba-des de Cluny, principales promotores del profundomovimiento reformador de la iglesia latina, es per-manente e intensa. Tras Gelmírez, en la segundamitad del siglo XII, la comunicación y la actividadcontinúan y se expresan, por ejemplo, en la ampliadifusión gallega de la reforma monástica cister-ciense, a partir de la fundación, impulsada por Ber-nardo de Claraval, de Santa María de Sobrado en1142 o en el Pórtico de la Gloria del Maestro Ma-teo, en la fachada occidental de la basílica com-postelana.

Esta somera descripción de las consecuenciasen la evolución histórica de Galicia del culto alApóstol no debe ocultar las realidades que, en elcambio del entramado social, responden a movi-mientos de fondo de la evolución histórica de laépoca. En este sentido, el observatorio político esespecialmente revelador. En una sociedad que co-noce transformaciones muy significativas y relativa-mente rápidas, los grupos emergentes tratan de

asentar su dominio en el marco de los reinos y alamparo legitimador de la Monarquía. Esta cristali-zación política encuentra en Compostela y su en-torno un ejemplo característico que está estrecha-mente vinculado a la devoción a Santiago y a la pe-regrinación.

En realidad, desde sus mismos orígenes, el cul-to a Santiago tiene relación con el dominio del es-pacio y de los hombres que lo ocupan. No muchodespués del reconocimiento y afianzamiento delpoder de los reyes astures en el territorio de la dió-cesis de Iria, las noticias del hallazgo de lo que seidentificó como la tumba de Santiago el Mayor –di-fundidas probablemente en la tercera década delsiglo IX– fueron sin duda bien recibidas en la corteovetense. Noticias que pudieron verse allí como im-portante apoyo ideológico en el proceso de la cons-

trucción neogoticista y de laruptura con Toledo.Pero, desde el centro emisor,podían entenderse también,sin abandonar la idea del for-talecimiento monárquico enel territorio recientemente in-tegrado, como afirmación deposiciones y dominios porparte de los poderes locales.Al fin y al cabo, el núcleo his-tórico que pueda haber en losdiplomas dirigidos a los titu-lares de la sede iriense por Al-fonso II y Ordoño I no es sinola confirmación y la reafirma-ción del poder de los obispos–muy cualificados miembrosde la elite aristocrática– en elámbito local.De todos modos y por másque la permanencia del poderepiscopal pueda dar una apa-riencia de continuidad, entrelos siglos IX y XII las diferen-

cias, desde el punto de vista del análisis político yde la lucha por el poder, son muy importantes. Haydos ciertamente destacadas y destacables. De laprimera, la ciudad, ya hemos hablado. Después delos descubrimientos del siglo IX y durante muchosaños aún, Santiago no pasó de ser, en lo funda-mental, el asentamiento de un conjunto de edifica-ciones de carácter religioso que respondían a nece-sidades casi exclusivamente cultuales o relaciona-das con la administración eclesiástica. Por el con-trario, la Compostela de comienzos del siglo XII esel resultado maduro de un proceso urbanizador car-gado de nuevas y decisivas consecuencias socialesy políticas.

La segunda novedad subrayable es menos evi-dente, pero tiene repercusiones de interés. Si en elsiglo IX la condición episcopal puede entendersearropada en el rango aristocrático sin tajantes dis-tinciones en su interior entre eclesiásticos y laicos,no sucede lo mismo trescientos años más tarde. Laindependencia de los clérigos y su separación de los

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Page 21: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Detalle del claustro

románico del

monasterio deSanta María del Sar(Santiago de

Compostela).

Corona leonesa. Alfonso VI, Urraca y Alfonso VII es-tán en esa larga línea política. Justamente una delas dificultades del momento es, ante la ausenciade heredero varón de Alfonso VI y el fracaso del ma-trimonio de Urraca con Alfonso I de Aragón, la ines-tabilidad generada por el rechazo a que la idea im-perial sea encarnada en una mujer. De todos mo-dos, la existencia del regnum Hispanie es algo quenadie discute en el entorno del obispo de Santiago.

Por debajo de este nivel, deben considerarse, entercer lugar, los regna dentro del regnum. En el rei-no de Hispania conviven reinos diferentes; Galiciaes uno de ellos. Una multiplicidad interna que nose vive como una contradicción. Su apariencia con-tradictoria se resuelve con la preeminencia, al me-nos teórica, de los reyes de León, vinculados al reg-num Hispanie. Y, precisamente en este momento,la adopción de las costumbres feudales ultrapire-naicas facilita argumentos teóricos e incluso ins-trumentos jurídicos prácticos a tal preeminencia.Aquí se plantea el nacimiento de la monarquía por-tuguesa y, como consecuencia de ello, la escisióndel reino de Galicia.

Queda, en fin, el fundamental nivel del señoríoque conforman la ciudad y tierra de Santiago. Clé-rigos, aristócratas, campesinos y burgueses entre-tejen en ese marco las relaciones y adoptan las de-cisiones que, desde la acción política, condicionansu proyección social.

Es posible que, en buena parte, los designios po-líticos de Diego Gelmírez sean por siempre inescru-tables. Pero, hasta donde puedan ser conocidos,sólo lo serán considerando estos diferentes nivelesde la acción política que, por otra parte, están pro-funda y profusamente imbricados en la realidadhistórica. En el ámbito de la Cristiandad, es evi-dente que Gelmírez no aspira a ejercer el dominium

mundi; pero sí pretende hacerlo en representaciónde los responsables de su ejercicio. En ese sentido,como representante, por formación y por convic-ción, de los obispos de Roma, entiende que debehacerlo por encima de los reyes de Hispania. Mu-chas actitudes, comportamientos y decisiones deGelmírez se explican solamente desde esta posi-ción.

Señor y arzobispoNadie cuestiona la existencia del reino de His-

pania y nadie, en el entorno del arzobispo de San-tiago, discute su integridad. No le rondan a Gelmí-rez por la cabeza las ideas que la Historia Compos-telana endilga a su antecesor, Diego Peláez, acercade la escisión de Galicia y su anexión al reino an-glonormando. Gelmírez desea moverse como con-sejero moral y participar en la toma de decisiones–desde ambos puntos de vista, su condición decanciller le facilitaría las cosas– y, sobre todo, de-sea beneficiarse de la protección que reporta el po-der real.

Inmediatamente por debajo, en el nivel corres-pondiente a los reinos interiores, Gelmírez aspira aalgo más que al ejercicio de una preeminencia es-piritual o moral. En Galicia –un reino sin rey– él,señor entre los señores (baculum et ballista), sepropone ejercer realmente el poder. En la persecu-ción de ese objetivo, fracasado el intento de ponerbajo su dominio la sede de Braga, no tiene incon-veniente –y favorece el proceso, al menos de modoindirecto– en admitir la creación de un nuevo reinoen Galicia.

Es en el ámbito señorial donde los éxitos políti-cos de Gelmírez son más duraderos. Desde AlfonsoVI hasta Alfonso VII se suceden las concesiones re-gias hasta conformar, en la ciudad y tierra de San-tiago, el más acabado ejemplo hispánico de seño-río feudal. Su actuación en Galicia –y, seguramen-te, también parte de la que desarrolla a niveles po-líticos más elevados– parece esencialmente enca-minada a apuntalar este sustrato básico del domi-nio. En ese escenario, el obispo encuentra las re-sistencias más fuertes y, por ello, se producen en éllas luchas más violentas. Las revueltas de los años1116 y 1136, con las que los sectores más influ-yentes de la sociedad urbana, tanto clérigos comolaicos, denuncian la condición de señor de Gelmí-rez, son el más expresivo testimonio del dinamismosocial que han generado el culto al Apóstol y la pe-regrinación.

Después, los cambios se detienen y se aquietanlas efervescencias hasta la crisis bajomedieval. Pe-ro en ese tiempo la historia de Galicia se explicamenos en razón del Camino de Santiago, por lo de-más en fase de decadencia, que de otros fenóme-nos, como la ya consolidada independencia de Por-tugal o los nuevos ejes verticales que estructuran laCorona de Castilla. De todos modos, el acusadopredominio eclesiástico, que para entonces es yaun rasgo distintivo de la sociedad de la Galicia feu-dal, tiene seguramente alguna relación con el granseñor compostelano del siglo XII.

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Page 22: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Miguel Cortés ArreseProfesor Titular de Historia del ArteUniversidad de Castilla-La Mancha

L OS ESTUDIOSOS NO HAN DEJADO DEdefinir al Camino de Santiago como un es-pacio de intercambios artísticos que, entreotras cosas, permitió el asentamiento del

Románico pleno en el Norte peninsular. No puedenegarse que, al tratarse de una de las vías medie-vales más seguras y transitadas, sirvió para encau-zar la difusión de las artes plásticas, facilitar loscontactos internacionales con los reinos de másallá de los Pirineos y animar el desplazamiento delos artistas. Por lo demás, el arte ocupaba su lugar

en esa gran red de relaciones que fue el Camino yvenía a certificar a su manera la intensidad y efica-cia del carácter espiritual de la Ruta.

Se ha querido justificar la presencia de las nue-vas formas románicas en el Camino por el interésde la abadía de Cluny –la gran impulsora de la pe-regrinación– en ofrecer un paisaje familiar a la granmayoría de los romeros, que solía ser de origenfrancés, así como a las colonias que se fueron asen-tando en las ciudades de la Ruta al amparo de pri-vilegios y franquicias. Así se podía entender que en

D O S S I E R

Vista aérea de

iglesia de San Tirso,

en Sahagún, León,

siglo XII (foto

GeoPlaneta),

izquierda. El anciano

de la luz blanca e

infierno (miniatura

del f. 23 del Beatodel Burgo de Osma,

1086, manuscrito

procedente del

monasterio de San

Facundo de

Sahagún, que se

conserva hoy

en la catedral

del Burgo de

Osma, Soria).

42

Parece como si las distintas tonalidades de la gran esculturadecorativa de comienzos del siglo XII se hubiesen fundidoen Santiago: la de Toulouse, la de León, la de Jaca e inclusola de Conques...

Los parentescosartísticos del CaminoLos parentescosartísticos del Camino

Page 23: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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D O S S I E R

Iglesia románica de

San Martín de

Frómista, Palencia,

arriba. Pórtico sur de

San Isidoro de

León, abajo. Portada

de la iglesia de

Santa María la Real

de Sangüesa,

derecha.

el extremo más occidentalde Galicia se levantase unedificio del mismo estilo ar-tístico que el de las catedra-les y monasterios de muchaspoblaciones francesas. Así se explicaba también elorigen y advocación del san-

tuario estellés de Nuestra Señora del Puy: empla-zado en una colina que dominaba el caserío, dela-ta el origen geográfico ultramontano de los primiti-vos habitantes de la ciudad y también la proceden-cia de su maravillosa imagen gótica; la influenciafrancesa de tipo cortesano de la talla se suavizahasta humanizarse entrañablemente en rasgos y ac-titudes –en palabras de María del Carmen Lacarra–y acabaría por convertirse en la patrona de Estella.

Hoy se tiende a considerar este proceso como unfenómeno mucho más complejo y que, por lo querespecta al asentamiento del Románico pleno enlos reinos occidentales, va estrechamente unido alas circunstancias que condicionaron la apertura deestos Estados a la Europa occidental; circunstan-cias vinculadas a la aceptación dela liturgia romana en sustitución dela tradicional hispana, los vínculosmatrimoniales de Alfonso VI o San-cho Ramírez, la necesaria organi-zación del Camino ante el flujo cre-ciente de peregrinos y la Recon-quista entendida como cruzada.Por todo ello –añade Barral– el Ro-mánico hispánico no se consideraya como un estilo importado deFrancia, sino que fueron los reinosoccidentales los que ingresaron enel contexto en el que se estaba ge-nerando el Románico.

Dada su proximidad, recibieroninfluencias, en particular del Suro-este francés, que se mezclaron conexperiencias arquitectónicas detiempos prerrománicos y entre las

que no se han de considerar desdeñables las de ori-gen islámico. Fueron varios los centros que desta-caron al mismo tiempo y notables los contactos quese establecieron entre ellos; y no siempre se tuvoen cuenta a Compostela, aun cuando fuese el grancentro internacional y meta de la peregrinación.

Resistencias al cambioResulta revelador de lo expuesto más arriba el

caso del Beato de Burgo de Osma, fechado en elaño 1086 y hoy conservado en el museo de esta ca-tedral soriana. Procede del monasterio de San Fa-cundo de Sahagún, que jugó un papel fundamentalen la sustitución de la liturgia mozárabe por la ro-mana a instancias de Alfonso VI. Los abades Ro-berto, primero, y Bernardo, más tarde, y sus com-pañeros francos se pusieron a la cabeza de un planque incluía el propósito del monarca de hacer deeste monasterio la casa principal de los cluniacen-ses del reino.

Para ello fue necesario asegurar el dominio delcenobio sobre la villa que iba creciendo al amparodel primitivo núcleo monástico, atraídos numerosospobladores extranjeros por la riqueza del lugar; fuenecesario igualmente someter otros monasterios yprioratos y enviar a los monjes salidos de sus cel-das a ocupar las sillas de las diócesis del reino. Nofue, sin embargo, un dominio sin resistencias y asíparece acusarlo el mencionado Beato. Se hizo enescritura hispana o visigótica, en un momento enque el propio monasterio abogaba, de la mano desu abad Bernardo, por su sustitución por la letra ca-rolina o romana. Y, sin embargo, estamos ante elprimer Beato hispano que es posible calificar derománico por lo que respecta a sus imágenes.

Posee una unidad estilística que permite afirmarque es obra de un solo artista, quizá Martino, quienutiliza unos tonos claros distintos de los más tradi-cionales, propios de los otros Beatos. Los fondosamarillos, verdes y tonos rojizos han sustituido a lasbandas cromáticas característicos de ejemplos tancercanos geográficamente como el realizado en Le-ón para Fernando I. A su vez –precisa Yarza– la re-

lación con la pintura monumentalse ratifica cuando se contempla lavisión del trono, los ancianos y eltetramorfos, compuesta de modoque las figuras se distribuyan co-mo si se tratara de la transposiciónde una bóveda o cúpula pintada alfresco.Es interesante, además, porque suestilo ha sido puesto en relacióncon el de las pinturas de San Isi-doro de León y una de sus minia-turas, la que escenifica la difusiónde los apóstoles cristianos a travésdel mundo, denota una especialvocación jacobea: su famoso ma-pamundi se hace eco de la rela-ción entre los apóstoles predicado-res del Evangelio y los territoriosobjeto de su atención y la precisa

44

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47

Aspecto de la Plazade las Platerías de

Santiago de

Compostela, con la

portada románica

de la catedral que le

da el nombre.

cuña, tal es el caso de la abacial de Saint-Pé deGëneres y en el Languedoc.

Las enseñanzas del maestro Esteban enNavarra y Aragón

Cabe matizar, no obstante, que la influencia delmodelo de Santiago si se acusa, de manera parciala lo largo de la ruta; así se aprecia en San Isidorode León: cuando se llevó a cabo la ampliación deltransepto, hacia 1100, se tuvo en cuenta la pro-puesta de la catedral compostelana y, al parecer, sehizo por iniciativa del arzobispo santiagués Gelmí-rez. En Pamplona, fue el obispo Pedro de Rodezquien incorporó las novedades aportadas por San-tiago. Había conocido personalmente las iglesias deConques, Toulouse y Compostela, pues había reci-bido su primera formación en la abadía de SanMartín, formó parte del cortejo que consagró SanSaturnino de Toulouse el día 24 de mayo de 1096y, nueve años más tarde, se documenta también enla catedral de Santiago. Fue por este motivo, pro-bablemente, por el que se incorporó el transeptoacusado en planta a la catedral de Santa María de

Pamplona.A este prelado se debe también la donación de

casa y viñas en plena propiedad al maestro Este-ban, en Pamplona, en el año 1101: “por los servi-cios que había prestado” y que Dios mediante“prestará” en el edificio de Santa María. Este ma-estro, calificado de magister operis Sancti Iacobiha sido vinculado a la Puerta de las Platerías de lacatedral compostelana y es un buen testimonio tan-to de la circulación de artistas por el Camino comode la renovación artística que de su mano tuvo lu-gar en los reinos de Aragón y Navarra.

Su estilo se identifica con los capiteles de seiscolumnas y el del mainel de la Puerta Speciosa delmonasterio de Leyre, así como con la decoraciónimaginaria de sus arquivoltas. Y dos de sus temasrecurrentes –las almas pájaro picándose las patas ylas mujeres en cuclillas mesándose los cabellos enmedio de lamentos temerosos– repiten modelosque se pueden observar también en la cripta deSan Esteban de la iglesia de Sos y en Pamplona.

No menos interesante es el recorrido seguido porel Maestro de Jaca, con una formación guiada por

D O S S I E R

Adán y Eva, detalle

de la decoración

escultórica de la

Puerta de lasPlaterías, de la

catedral de

Santiago, abajo.

al situar la cabeza de cada uno de ellos junto a loslugares donde esa predicación tuvo lugar. Y dedicamayor atención a la ciudad hispana que la tradiciónhispana admitía que conservaba el cuerpo de San-tiago. Ningún otro Beato había sido tan rotundo.

El modelo de Santiago de CompostelaCuando se concluyó el Beato de Burgo de Osma

hacía once años que se había iniciado la gran cate-dral románica en Santiago de Compostela: de plan-ta de cruz latina con sus tres naves de diez tramos,nueve torres, transepto muy acusado, un amplio de-ambulatorio o girola que abraza en semicírculo lacapilla mayor o santuario y galería alta que discurrepor encima de las naves laterales; ha sido conside-rada el ejemplo más acabado de la denominadaiglesia de peregrinación. Y ello, porque al enlazar lasnaves laterales con el deambulatorio por medio delcrucero el edificio era capaz de ofrecer un itinerariosecundario que no alteraba el quehacer de la navecentral destinada al culto; además, permitía que latribuna o galería alta se abriese a la nave central pormedio de arcadas, haciendo posible que algunos pe-regrinos se alojasen allí y la instalación de algún al-tar para celebraciones particulares. Se añadían a loscinco de la cabecera y cuatro del transepto que con-virtieron a la catedral compostelana en un gigantes-co martyrium, un espacio litúrgico donde oficiaban

los canónigos guardianes de la tumba del Santo, ellugar de las devociones de aquellos que respondíana la llamada de la Ruta.

Fue admirada por sus contemporáneos, entreotras cosas, por su magnífica factura: Aymeric Pi-caud no duda en calificarla de “grande, espaciosa,luminosa, armoniosa y bien proporcionada en an-chura, longitud y altura”. Hoy día, los especialistasla destacan como una obra sin precedentes en Es-paña siendo necesario acudir a Francia para buscarlos modelos más próximos. Por eso, se ha puesto enrelación con San Saturnino (Saint-Sernin) de Tou-louse, con cuyo recinto Durliat aprecia parentescosmuy cercanos: en cuanto a sus dimensiones, a lafecha de comienzo de las obras y admitiendo, esosí, que el edificio de Compostela tiene un caráctermás proporcionado y la utilización del granito aquíy el ladrillo allá confiere a cada edificio su propiapersonalidad. También se la ha relacionado conSan Martín de Tours, al apreciarse semejanzas es-tructurales que no pasaron desapercibidas al autordel Codex Calixtinus, con San Marcial de Limogeso la Santa Fe de Conques.

Pero a pesar de la admiración que le profesaronsus contemporáneos y que puede ser consideradacomo el mejor ejemplo del periodo de madurez delestilo, el modelo que ofrecía la catedral de Santiagono fue adoptado por las construcciones tempranas

surgidas a lo largo del CaminoFrancés; aragoneses, nava-rros, castellanos y leonesesprefirieron la denominadaplanta benedictina de tres na-ves sin transepto acusado enplanta y tres ábsides escalo-nados en la cabecera. Y lo hi-cieron, tal vez, porque no es-taban obligados a atender lasnecesidades litúrgicas y esce-nográficas que demandabaSantiago y, probablemente,porque carecían de los me-dios materiales que propor-cionaba el tesoro compostela-no.La tipología arquitectónica dela planta benedictina es laque puede observarse en lacatedral de San Pedro de Ja-ca, el monasterio de San Sal-vador de Leyre, Santa Maríala Real de Sangüesa, San Pe-dro de Arlanza, San Martín deFrómista y San Isidoro deLeón; tipología arquitectóni-ca de ejecución más senci-lla, adoptada con ligeras va-riantes en cuanto a los sopor-tes –Jaca–, adaptada a lascondiciones de terreno –San-güesa– y que volvemos a en-contrar en el Suroeste deFrancia, sobre todo en Gas-

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Page 25: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Detalle del tímpano

central del Pórticode la Gloria, del

Maestro Mateo, en

la catedral de

Santiago de

Compostela.

los modelos tardorromanos, dado su tratamientodel cuerpo humano, preferentemente desnudo, y lamanera de transmitir el volumen, los ademanes ylas vestiduras; buena prueba de ello es el magnífi-co capitel del sacrificio de Isaac de esta catedralaragonesa. Maestro, que según Moralejo, se habríainiciado en San Martín de Frómista, en tierras cas-tellanas, y su influencia habría de alcanzar tanto aSan Isidoro de León, al pórtico de entrada al recin-to amurallado del castillo de Loarre e incluso a SanSaturnino de Tolosa.

Bernard de Guildin y el Maestro deJaca

Si este maestro trajo a Aragón el recuerdo de labelleza clásica aprendida en Frómista, al mismotiempo, a fines del siglo XI, surgió en Toulouse otroescultor preocupado también por la plástica anti-gua y que había de dejar su sello en la mesa del al-tar de aquella catedral francesa en 1096: se trata-ba de Bernard Guilduin cuyas enseñanzas habríande ser compartidas con el Maestro de Jaca.

De hecho, es en el diseño de la portada meridio-nal de la iglesia de San Pedro donde el escultor ja-qués llevó a cabo su mejor trabajo: aquel en el quese muestra a Isaac desnudo en la mejor tradiciónde la estatuaria antigua, recuerda la disposición dela Puerta de los Condes de San Saturnino; las imá-genes de san Pedro y Santiago evocan el emplaza-miento de las de los santos fundadores de Toulou-se y, al mismo tiempo, nos conducen a San Isidorode León, a la Puerta del Cordero. El prototipo ha-bría de madurar de nuevo en Toulouse poco tiempodespués en la Puerta de Miëgeville.

Ahora, encontramos ya un tímpano que acoge larepresentación de la Ascensión de Cristo, escoltado

por dos ángeles y flanqueado por las imágenes dePedro y Pablo. A su vez, en la Puerta del Perdón deSan Isidoro se ha incorporado la misma teofaníagloriosa, la de la Ascensión y con la misma parti-cularidad iconográfica: los ángeles que acompañana Cristo le ayudan físicamente a ascender a los cie-los. Y aunque en León esta escena forma parte deun programa más amplio que incluye un Descensode la Cruz y una Resurrección, el papel asignado alos apóstoles Pedro y Pablo se mantiene. Por todolo anterior, puede pensarse con fundamento que laPuerta del Perdón es ligeramente posterior a lafrancesa.

De Toulouse a SantiagoAhora bien, todas las experiencias del Langue-

doc se tuvieron en cuenta cuando fue necesario ar-ticular las portadas del transepto de la catedral deSantiago. Desaparecida la Francígena, nos queda lade las Platerías, cuya estructura arquitectónica re-mite a las propuestas tolosanas, mientras que laproliferación de su decoración por toda la fachadarevela un acercamiento a la monumentalidad de laescultura antigua y vincula Compostela con SanSalvador de Leyre o Santa María la Real de San-güesa. Parece como si las distintas tonalidades dela gran escultura decorativa de comienzos del sigloXII se hubiesen fundido en Santiago: la de Toulou-se, la de León, la de Jaca e incluso la de Conques.Es como si todos estos dia-lectos artísticos uniesen susvoces para celebrar la grande-za del Dios cristiano y la delapóstol Santiago.

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Page 26: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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viajase a Arabia: "Ahora, que has acabado con lossantos lugares de la Cristiandad, en Oriente lospueblos musulmanes están esperando que cumplascon la peregrinación a los santuarios del Islam, pa-ra rendirte su lealtad y obediencia." (trad. M.A.Makki)

Ibn Idari termina la primera parte introductoriade su crónica sobre la destrucción de Santiago:"Ningún otro rey musulmán antes de Almanzor ha-bía intentado conquistar esta ciudad, ni siquierallegar hasta ella por su difícil acceso, su abruptoemplazamiento y su lejanía de las tierras musulma-nas...". Y así debió ser, confirmándolo la ausenciade las menciones a la ciudad de Santiago y a su ca-mino de peregrinación en las fuentes árabes, ante-riores y posteriores a la de Ibn Idari.

La ciudad de Santiago y su iglesiaAnte tal vacío, –habitual, por otro lado, en las

obras de historiadores y cronistas musulmanes enlo que respecta a los países cristianos que les ro-deaban, salvo cuando se trataba de enfrentamien-tos– cabe destacar una mención leve pero ilustrati-va de la importancia que tenía la ciudad composte-lana como meta de peregrinaciones. Se trata de lavisita que hizo a la ciudad el poeta jienense Alga-zel (Yahya b. al-Hakam al-Bakri), como broche a suembajada –representando a Abd al-Rahman II– an-te el rey de los normandos tras su invasión de la Pe-nínsula Ibérica en el año 844. Después de cumplirsu misión, Algazel abandonó la corte normanda,acompañado por embajadores del rey, que llevabanuna misiva al gobernador de la ciudad de Santiagoy aprovechaban la ocasión para peregrinar a la tum-ba del Apóstol "[Algazel] colmado de honores, per-maneció dos meses con aquellos magnates hastaque dieron fin a su peregrinación. De Santiago pa-só a Castilla con los peregrinos que regresaban aesta región; de allí a Toledo, y por último a la cortede Abd al–Rahman, después de veinte meses deausencia..." (Abu l-Hattab b. Dahya, siglo XIII).

Aparte de la visita de Algazel y de las crónicasrelacionadas con la victoria de Almanzor, las fuen-tes históricas árabes apenas si mencionan al Após-tol y a su ciudad. Sin embargo, las obras de tipo en-ciclopédico–geográfico proporcionarán abundanteinformación y demostrarán, de hecho, que tanto laperegrinación como el templo se restauraron a lolargo del siglo XI, poco después de la destrucciónde Almanzor. El geógrafo andalusí, Ubayd Allah b.Abd al-Aziz al-Bakri (m. 1094) dice que Santiagoestá situada al Noroeste y es "la ciudad del templode oro, a la cual acuden en la fiesta gentes de Fran-cia, de Roma y de todas las regiones vecinas" (Li-bro de los caminos y de los reinos).

Los geógrafos musulmanesCasi un siglo más tarde, el célebre geógrafo ceu-

tí Abu Abdallah Muhammad al-Idrisi (1100-1162),príncipe de la dinastía hammudí, descendiente delos emires de Málaga, que trabajó para el rey nor-mando Rogerio II en Sicilia, escribió Recreo dequien desea recorrer el mundo, conocida también

D O S S I E R

Soha Abboud HaggarProfesora de ÁrabeUniversidad de Salamanca

L LEGÓ ALMANZOR A LA CIUDAD DE SAN-tiago, en los confines de Galicia, tierra quealberga la mayor ciudad santa cristianaexistente en las tierras de al-Andalus y en

todas las tierras que la rodean. Los cristianos vene-ran tanto su iglesia como nosotros veneramos laCaaba; pues en ella prestan los juramentos solem-nes y a ella acuden en peregrinación desde los con-fines de Roma y desde mucho más allá..."(*). Asícomienza a narrar el historiador magrebí del sigloXIV, Ibn Idari al-Marrakusi, el ataque de Almanzorcontra Santiago de Compostela (El libro que aclaralo raro sobre las noticias de los reyes de al-Andalusy del Magreb). Y sigue diciendo: "Pretenden loscristianos que el sepulcro visitado en aquella ciu-dad, es el del apóstol Jacobo uno de los doce queDios haya acogido en su piedad. El cual, entre to-dos ellos, era el más familiar y próximo a Jesús,bendito sea, tanto que le decían hermano de Jesúspor su adhesión a él. Algunos además pretendenque era hijo de José el carpintero. Santiago es don-de está enterrado Jacobo, al que llaman el Herma-no de Dios (que no se ofenda Dios de tal denomi-nación). Y Jacobo en la lengua de ellos, es lo mis-mo que Yacub que era obispo de Jerusalén, y comorecorriese diversas regiones, predicando a sus ha-bitantes, pasó a España y penetró hasta este remo-to lugar. Después volvió a tierra de Siria, donde fuemuerto a la edad de ciento veinte años solares, ysus discípulos trasportaron su cadáver y lo enterra-ron en esta iglesia, en el más apartado de sus con-fines..."

La expedición de AlmanzorEstas informaciones las había tomado Ibn Idari

de la obra del gran historiador andalusí del siglo XI,Abu Marwan Ibn Hayyân, testigo personal de las ex-pediciones de Almanzor y la fuente más fiable so-bre esta época andalusí para los historiadores ára-bes posteriores. Muchos detalles confirman que Ibn

Hayyân consultó obras cris-tianas, como los datos de lapoblación que las huestes deAlmanzor atacaron antes dellegar a Santiago "cruzaron elrío Ulla, junto al cual se sitúaotro de los santuarios de Ja-cobo (la crónica se refiere alprimitivo santuario composte-lano de Santa María de Iria,actual Padrón) y que sigue enimportancia al que encierrasu sepultura. Este santuario

es muy venerado por la cristiandad, cuyos peregri-nos acuden a visitarlo desde sus más apartadosconfines, desde el país de los coptos, la Nubia yotras; las huestes musulmanas la arrasaron antesde dirigirse a la desdichada ciudad de Santiago..."

El ataque de Almanzor contra Santiago de Com-postela (julio-octubre del año 997) constituyó la al-garada cuadragésimo octava del total de las 56campañas de Almanzor, chambelán de la corte delCalifa omeya Hisam II, contra las tierras cristianasdurante los veinticinco años en los que asumió lajefatura militar en Córdoba. Fue, por tanto, unaaceifa más de las emprendidas por el caudillo an-dalusí para imponer la autoridad de Córdoba sobrelos reyes cristianos y cobrar tributos.

Cuenta Ibn Idari que cuando llegaron los musul-manes a la ciudad del Santo, la encontraron total-mente desierta; sólo estaba sentado, al lado del se-pulcro, un viejo monje que, según dijo al jefe an-dalusí, estaba "haciendo compañía a Jacobo". Des-pués de saquear la urbe y obtener un sustanciosobotín, los musulmanes, por orden de Almanzor,destruyeron la ciudad, sus murallas, sus edificios ysu iglesia. Sólo fue respetado aquel viejo monje y elsepulcro del Santo, ante el cual puso guardias Al-manzor. Crónicas posteriores añadieron más deta-lles de esta victoria legendaria; Abu Zayd Ibn Hal-dun, historiador tunecino del siglo XIV, refirió en suHistoria de los Beréberes, que Almanzor mandó lle-var las puertas de la ciudad, a hombros de cristia-nos, hasta Córdoba, donde fueron colocadas en eltecho de la mezquita. Por su parte, el historiadorAbu l-Abbas Ahmad al-Maqqari añadió en el sigloXVII que las campanas del templo de Santiago fue-ron colocadas en la mezquita como lámparas.

Los versos del poeta Ahmad b. Muhammad IbnDarray al-Qastalli (Algarbe; m. 1030) cantaron este

triunfo en tres famosos poe-mas que mostraban la tristezade la ciudad y de su Santo porla derrota y la destrucción yanimaban a Almanzor a exten-der los dominios cordobesespor el Norte de África y a que

50

Santiago de Compostelaen las fuentes árabes:”Los cristianos venerantanto su iglesia comonosotros veneramos la Caaba; puesen ella prestan los juramentossolemnes y a ella acuden enperegrinación desde los confinesde Roma y desde mucho más allá...

La ciudad del templo de oro

Page 27: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

53

Arriba, los caminos

de Santiago según

al-Idrisi, vistos

sobre un mapa

actual. Abajo, ataque

árabe contra una

fortaleza cristiana

(miniatura de LasCantigas, Biblioteca

de El Escorial, foto

Edilán).

Santiago" (Libro de la extensión de la tierra en sulongitud y latitud, trad. J. F. Simonet).

El geógrafo magrebí Ibn Abd al-Mun'im al-Him-yari (m. 1461), corrobora, también, el prestigio quetenía Santiago para los cristianos y recalca la íntimarelación que guardaban, para los musulmanes, elnombre de Almanzor y el de Santiago: "San Jacobo:Iglesia de gran importancia para los cristianos, si-tuada en la frontera con Mérida; fue erigida sobre elcuerpo del Apóstol Jacobo, que dicen fue muerto enJerusalén y lo llevaron sus discípulos en barca a tra-vés del Mar de Siria y luego del Océano Atlánticohasta llegar el lugar donde fue levantada la iglesiaque tomó su nombre. A ella acuden desde Francia,Roma y Constantinopla en un día señalado que es lafiesta del Santo. Almanzor atacó San Jacobo en elaño 387Hg; mató y capturó a muchos de sus habi-tantes; destruyó y quemó sus pueblos y sus mura-llas..." (diccionario geográfico: El libro del jardínperfumado relativo a las noticias de los países).

El Camino visto por un musulmánAunque el número de obras de carácter geográ-

fico, en lengua árabe, que tratan de la ciudad deSantiago y de su bella y famosa iglesia es relativa-mente numeroso, el camino de la peregrinaciónapenas si merece la atención de los autores musul-manes. La gran excepción es al-Idrisi, cuya abun-dante información, riqueza de detalles e intuicióncientífica (dividió la Península Ibérica según los ac-cidentes orográficos) compensa con creces el gene-ral silencio de las restantes fuentes árabes y de-muestra que en la primera mitad del siglo XII loscaminos santiagueños estaban perfectamente deli-mitados y concurridos (Recreo de quien desea re-correr el mundo).

Las incongruencias, dudas, repeticiones e im-precisiones que se puedan detectar, sobre todo enlo referente a las distancias entre localidades, sedeben a la extensión geográfica abarcada por laobra -ya que al-Idrisi no pudo visitar personalmen-te todos los lugares aludidos-, y a que del libro só-lo ha llegado hasta hoy el primer borrador. Al-Idrisicontó con varias fuente de información: geógrafosclásicos, como Tolomeo y Orosio, y sus predeceso-res árabes, principalmente al-Mas'udi, al-Razi e IbnHawqal, todos del siglo X (como probó César Du-bler: Los caminos a Compostela en la obra de Idri-si). Al Idrisi obtuvo muchos datos de fuentes oralesy por los detalles y los pormenores fonéticos, Du-bler pudo probar que algunos de sus informadorespudieron ser navegantes galaicoportugueses, mu-sulmanes de la comarca cristiano-islámica de

D O S S I E R

M a r

C a n t á b r i c o

Duero

Boga

MiñoOtoivenLérez

Ulla Ebro

SANTIAGO de COMPOSTELA

Ortigueira

Torre de Hércules

Astorga

Ponferrada

Tuy

Braga

Vilaboa de Quires

ViseuSan Miguel de Outeira

CoimbraMontemayor Avo

León

Burgos

Carrión

Sahagún

SuancesSantillana

Logroño

PamplonaPuente la ReinaEstella

Nájera Sansol

RoncesvallesSt. Jean-dePied-de-Port

Port-aux-Pecheurs

Bayona

Auch

A Burdeos

Morlaas

St. Bertranddes Comminge

Cabo Finisterre

Burdeos-Santiago, por tierra

Bayona-Santiago, por mar

Coimbra-Santiago, por tierra

Ruta fluvial y marítima, por

tierra portuguesa

Europa y norte de

Africa, con la

Península Ibérica en

primer plano,

según detalle del

planisferio de Al

Idrisi, siglo XII.

(I.H.A. de Cultura,

Madrid).

como Libro de Rogerio. En esta obra, concluida en1154, Al-Idrisi dividió la tierra en diferentes regio-nes o climas, incluyendo Galicia, la ciudad delApóstol y sus caminos en el quinto. En su descrip-ción de la ciudad de Santiago, en cuyas inmedia-ciones hay "un gran puente de cinco arcos (en laactual Puentecesures), bajo el cual pasan los bar-cos sin abatir los palos, cerca de él está la fortale-za que lleva el nombre de Unast" (arabización deCastellum Honesti, actual Torres del Oeste); a unasseis millas de la fortaleza se eleva esplendorosa "laiglesia de Santiago, célebre por los peregrinos quela visitan. Los cristianos acuden a ella de todas par-tes y, exceptuando la iglesia de Jerusalén, no exis-te ninguna más imponente que ella. Por su bellezay grandiosidad en la edificación y por las riquezasque atesora, fruto de las generosísimas ofrendas ydonaciones, sólo puede comparársele el Templo dela Resurrección (Santo Sepulcro). En ella se guar-da gran cantidad de cruces labradas en oro y plata,engastadas con todo tipo de piedras preciosas, za-firos, esmeraldas... y que rebasan las trescientaspiezas entre grandes y pequeñas. Se pueden contar

hasta doscientas columnas recubiertas de orna-mentación en oro y plata. Atienden al culto cien sa-cerdotes, sin contar los acólitos y otros servidores...Está rodeada por villas tan extensas y pobladas queparecen ciudades, en las que florece el comercio..."

El historiador, geógrafo y poeta granadino Abu l-Hasan Ibn Said al-Magrebi (m. 1286) escribió que"la ciudad de Santiago, asentada en la parte N.O.de nuestra Península, no lejos del mar, y regada pormuchos arroyos que bajan de una montaña situadaen Oriente, alcanzaba gran consideración entre lacristiandad por encerrar el sepulcro del apóstol

52

En ella se guarda gran cantidad de

cruces labradas en oro y plata,

engastadas con todo tipo de piedras

preciosas, zafiros, esmeraldas... y que

rebasan las trescientas piezas

Page 28: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Peregrinos a

Santiago por mar,

salvados de una

tempestad por

mediación de la

Virgen María

(Miniatura de LasCantigas, Biblioteca

de El Escorial, foto

Edilán).

Coimbra, gascones nativos de Bayona y castellanosconocedores del Codex Calixtinus.

Cuatro son los caminos de los peregrinos a San-tiago según al-Idrisi, que sorprende al lector por laamplitud y precisión de sus datos viajeros, muchosde los cuales no han conservado las propias fuen-tes cristianas y registró, al lado de las vías princi-pales, cuidadas por las autoridades, modestos sen-deros regionales, indicados por sus eventuales in-formadores.

El primer camino es el marítimo-fluvial, que va

desde Coimbra a Santiago. El relato ofrece abun-dante información sobre flujo y reflujo de las mare-as, navegabilidad de las desembocaduras fluviales,configuración de islas y pormenores costeros.

El segundo camino es el que parte de Santiagohasta Bayona por mar. Se compone de tres tramos:Santiago-Santa Marta de Ortigueira; desde Orti-gueira (La Coruña) hasta Santillana del Mar (Can-tabria); desde allí hasta Bayona, en el Sur de Fran-cia.

Observa Dubler que, según los datos de al-Idrisi,al hacer la suma total de las distancias recorridasdesde Ortigueira hasta Bayona, se contabilizan 215

millas, o sea unos430 kms.(dos kiló-metros por milla, se-gún era común en laépoca) cuando en re-alidad son unos 650kms., lo que muestrala deficiente infor-mación de al-Idrisi alrespecto.El tercer camino esel terrestre que uneCoimbra con Santia-go y que, según elgeógrafo, podría re-correrse en ocho jor-nadas, que parecemucho andar porqueese camino superaríalos trescientos kiló-metros –y más conlas curvas que antes

trazaban para evitar cumbres y quebradas– por loque se recomendaría hacerlo como mínimo en diezdías

Por último, al-Idrisi recoge el Camino Francésque principia en León, yendo primero hacia Occi-dente hasta llegar a Santiago y desde allí a Orientehasta Francia. Ahora bien, si el peregrino iniciaseel recorrido trazado por el al-Idrisi en Santiago susindicaciones le llevarían a Ponferrada y luego a As-torga. Una jornada después está León y a otra mástarde, Sahagún... Y, así, seguiría el Camino Francésde retorno: Carrión, Burgos, Nájera, Logroño, Este-lla, Puente la Reina, Pamplona y Roncesvalles...Realmente, unos veinte días de buen andar. Traslos Pirineos, hay que cruzar Saint-Jean-de-Pied-de-Port, Saint-Bertrand-de-Comminges, luego Morlaasy Auch. Desde esta población hasta Bayona hay 90millas y a Burdeos 70 millas... Es decir, según al-Idrisi, en las condiciones climatológicas más favo-rables, con escaso equipaje y pies ligeros se ibadesde Santiago a Burdeos en un mes.

Debe observarse, para fi-nalizar, que ningún otro autormusulmán se detuvo tantocomo él en este recorrido.

(*) Salvo cuando se indicaotra cosa, las traducciones sonde la autora del artículo.

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Los recorridos de al-Idrisi

Camino marítimo-fluvial Coimbra-Santiago Se embarcaba en Coim-bra, en el río Mondego, hasta Montemayor desde donde se sigue la travesía hasta el río Bo-ga, principio de las tierras portuguesas para entrar en el río Duero; entre este punto y Za-mora, hay 60 millas (en realidad son unos 300 kms.); se pasa entonces al río Miño, luegoal río Otaiven para pasar luego por las islas Cíes hasta el río Lérez y desde allí a la isla Ons.Desde la desembocadura del Lérez se va hasta el río Ferraría para pasar luego al río de San-tiago y de allí a la desembocadura del río Ulla, sobre el cual cruza un puente -el de Cesures-donde hay que desembarcar porque desde la fortaleza que está en su extremo a Santiago hayaproximadamente 6 millas (de hecho, 20 kms.).

Camino marítimo Santiago-Bayona (Francia). Desde la iglesia de San-tiago se toma la ría de Tamarco hasta Finisterre, luego alAgua Roja (ría de Noya, en la desemboca del Tambre) y deallí al Puente de Ceso, hasta llegar a la Torre de Hércules y deallí a la ría de Ortigueira y a la población de Santa Marta deOrtigueira. En el segundo tramo del itinerario hay que reco-rrer el Golfo de Vizcaya en el que, por la fuerza del viento, lastravesías suelen ser bastante rápidas (aquí se observan bas-tantes imprecisiones debidas, según Dubler, al afán de al-Idrisi y sus colaboradores de ajustar todas las informacionesproporcionadas por las fuentes orales a los mapas); desdeOrtigueira hay que llegar a Santillana del Mar o, probable-mente, al estuario del río Saja, es decir, al actual Suances. Eltercer trayecto lleva desde este punto hasta Bayona; el viaje-ro navegará por el Cantábrico hasta alcanzar el río Orobide,afluente del Nivelle, donde está el monasterio de San Salva-dor de Urdax y desde allí al Cabo Pesquer, que es el Port-aux-Pêcheurs, al abrigo de la punta de Biarritz y al lado de la mis-ma ciudad de Bayona.

Camino terrestre Coimbra–Santiagoen ocho jornadas. De Coimbra se sale hacia Avo, so-bre el río Alva, afluente del Mondego en una jornada. De es-te pueblo hasta San Miguel do Outeira, cerca de Viseu, hayotra jornada de viaje y luego otra más hasta la frontera de Portugal y otro día a través de es-tas tierras hasta llegar a Vilaboa de Quires, a 4 kms. de la confluencia del Duero y el Tame-ga; desde este último pueblo hasta Braga hay dos jornadas. De Braga hasta Tuy hay dos jor-nadas más y desde Tuy hasta Santiago hay una jornada (este último dato es otra de las im-precisiones ya, que de hecho hay 107 kms. entre ambas ciudades).

Camino León-Santiago-Bayona. Por último, al-Idrisi recoge el caminofrancés que principia en León, yendo primero hacia Occidente hasta llegar a Santiago y des-de allí a Oriente hasta Francia. Si el peregrino inicia el recorrido trazado por el al-Idrisi enSantiago sus indicaciones le llevan a Ponferrada y luego a Astorga. Una jornada después es-tá León y a otra más tarde, Sahagún. Luego hay que llegar a Carrión, más tarde a Burgos yasí a Nájera, Estella y Logroño pasando por la localidad de Sansol. Después de Estella hayque llegar a Puente la Reina, Pamplona y los Pirineos, que se cruzarán por Roncesvalles.Allende los Pirineos, hay que cruzar Saint-Jean-de-Pied-de-Port, Saint-Bertrand-de-Commin-ges, luego Morlaas y Auch. Desde esta población hasta Bayona hay 90 millas y a Burdeos 70millas... y siguen las indicaciones para enlazar con otras ciudades de Francia.

Page 29: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

57

miento del sepulcro del apóstol Santiago fue, deesta forma, un atractivo más que intensificaría laconexión hispano-británica.

Un intento de anexiónExiste constatación de que muchos peregrinos

ingleses que, en los siglos X y XI, acudían a Roma–incluyendo a reyes y reinas– a su ida o regreso porvía marítima se detenían en algún puerto gallegopara luego, en Compostela, venerar al santo Após-tol. Está confirmado el hecho de que la reina Em-ma, esposa de Canuto, rey de Inglaterra y Dinamar-

ca, al retornar de su peregrinación a Roma, entrelos años 1026 y 1027, desembarcó en La Coruñapara postrarse en Compostela ante el sepulcro deSantiago.

La conquista de Inglaterra en 1066 por Guiller-mo, duque de Normandía, fue seguida por la pací-fica y benefactora invasión de los monjes negros deCluny, patrocinadores del culto a Santiago y de loscaminos que conducían a Compostela. Esta in-fluencia santiaguista de los monjes de Cluny , quepretendían la unión de los pueblos cristianos, ten-dría muy positivas repercusiones en Inglaterra,

La emperatriz

Matilde (miniatura

del siglo XII,

Museos Vaticanos),arriba. Interior de lacatedral deSantiago y elPórtico de la Gloria(por Pérez Villamil,

siglo XIX, Palacio de

la Moncloa,

Madrid), derecha.

Mariano González-ArnaoHistoriador

S OBRE EL TODAVÍA TAN DEBATIDO ENIG-ma de la veracidad de la predicación delapóstol Santiago en España, quizá el másantiguo documento que se conserva es cu-

riosamente el testimonio, de mediados del sigloVIII, del clérigo y hombre de letras inglés san Adel-mo, obispo de Sherbone, hijo de Kentred, rey de lossajones. En su libro De Aris Crea-te Marie et Apostolis dedicatis, in-cluye la estrofa: Iacobus primusHispanas convertit dogmate gen-tes. Otro inglés, Beda el Venera-ble, nacido en 637, confirma lamisma creencia y hay que teneren cuenta que estas afirmacionesse proclamaban cuando todavíano se había descubierto en Galiciael supuesto sepulcro del Apóstol.

Pero la invención o descubri-miento del mencionado sepulcroen tierras gallegas no supuso elarranque de una relación entre in-gleses y gallegos; entre británicose hispanos. Mucho antes del sigloIX existieron estrechos contactos entre los habitan-tes de las Islas Británicas y los –en expresión delhistoriador Matthew Arnold– morenos ibéricos. Elprofesor G. M. Trevelyan llega a afirmar que “en laactualidad no existen ingleses por cuyas venas nocorra alguna porción de sangre ibera...”

Muchas de las mejoras que, en aquellos siglos,experimentaron los ingleses en los sectores de laagricultura y del tratamiento de los metales se lasdebieron a los iberos y fueron nuestros antepasadosquienes enseñaron a los isleños a construir naveslargas y galeras de guerra. Esta relación se incre-

mentó sensiblemente durante la existencia del Im-perio Romano.

No debe olvidarse la participación de las legio-nes hispanas en la conquista de Inglaterra por Ro-ma. La Legio IX Hispana, la Legio HispanorumEquitata, la Legio II Hispanorum y muchas otrascombatieron a las órdenes del emperador Claudio y,posteriormente, a las de Adriano, otro hispano na-cido en Itálica. Muchos de aquellos legionarios seestablecieron en Inglaterra, en los castros o cam-pamentos militares –de ahí el sufijo inglés chester–y fundaron familias hispanoinglesas. El descubri-

56

DevociónbritánicaLa peregrinación más célebredel siglo XII fue la de laemperatriz Matilde, que con granpompa y acompañamiento dedamas y caballeros arribó aCompostela en 1125

D O S S I E R

Page 30: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

59

Vista exterior de la

iglesia del

monasterio de las

Huelgas Reales de

Burgos.

Papa hubiera de casarse no tendría esposa más dig-na que la abadesa de Las Huelgas”.

Cronicones, esforzados nobles y guerrasciviles

Las crónicas escocesas del siglo XIV participanque, antes de morir, el valiente rey Roberto I con-gregó a sus caballeros y les manifestó su deseo deque, una vez muerto, sacaran de su pecho el cora-zón y lo llevaran a Tierra Santa o a España. WalterScott, en su Historia de Escocia, recuerda que elcaballero elegido para llevar a cabo esta misión fueel bravo lord James Douglas quien en 1330, con200 escoceses, marchó a Compostela. Y, al pos-trarse ante la imagen del Apóstol depositó el estu-che que contenía el corazón de su rey.

En 1343, otros dos caballeros ingleses, los con-des de Salisbury y Derby–llamados en las crónicascastellanas Solusbre y Arby– después de orar anteel sepulcro del Apóstol acudieron con 300 infantesa Andalucía para cooperar con las fuerzas de Al-fonso XI de Castilla en el cerco de Algeciras.

También el santuario compostelano estuvo pre-sente en el siglo XIV, durante los posteriores y com-plejos episodios de la guerra civil castellana entrePedro I y su hermanastro, Enrique de Trastámara,en los que tan destacado papel tuvieron los contin-

gentes ingleses al mando delPríncipe Negro.El apoyo inglés al rey Pedrose materializaría en el enlaceentre la infanta Constanza,su hija, y Juan de Gante, du-que de Lancaster y hermanomenor del Príncipe Negro,heredero de la corona. Lan-caster, al considerar que elvencedor Trastámara era unilegal bastardo, se alzó con labandera de la legitimidadque le otorgaba su matrimo-nio y pretendió la corona deCastilla. En julio de 1386 de-sembarcó con siete mil infan-tes en La Coruña y su primeracto fue arrodillarse, juntocon su esposa e hijas, ante elsepulcro del Apóstol. Pero laaventura gallega de Lancas-ter no duraría mucho y los in-mediatos reveses bélicos quesufrió le obligaron a retirarsus pretensiones.Los bruscos cambios de lapolítica y las guerras dificul-taban lógicamente, aunquenunca del todo, el tránsito delos peregrinos. En este senti-do, la Guerra de los CienAños (1337-1453) entre In-glaterra y Francia incidió no-tablemente en las peregrina-ciones inglesas que en aque-

llos siglos llegaban mayoritariamente a Galicia pormar. Sería en el siglo XIV cuando comenzaran a exi-girse licencias y permisos para los desplazamientosa Compostela.

Hasta ahora nos hemos referido a peregrinosdestacados por su importancia histórica. Pero, na-turalmente, hubo millares de ellos que, por mar ytierra, llegaron a Compostela, sobre todo en los si-glos XIV y XV, cuando la afluencia de visitantes in-gleses alcanzó su máxima cota. De entre estos pe-regrinos modestos, podría destacarse aquel párrocode Chichester que, según las crónicas, “había ad-quirido la costumbre de fornicar con varias muje-res”. Enterado de esto, el arzobispo de Canterbury,tras tomarle confesión, le impuso la penitencia: elprimer año, peregrinar a Compostela; el segundo, aRoma y el tercero, a la alemana Colonia. Se ignorasi con tales peregrinaciones el cura consiguió final-mente vencer su inclinación.

Comentaristas y descriptoresTras el matrimonio del infante castellano Enri-

que con Catalina de Lancaster –hija de aquel frus-trado pretendiente inglés al trono castellano– el si-glo XV se caracterizó por la venida a Compostela deuna mayor número de grandes señores ingleses.Uno de ellos fue Anthony Woodville, conde de Ri-

D O S S I E R

Representación de

Ricardo I de

Inglaterra como

cruzado (azulejo del

siglo XIII, Chertsey

Abbey, Surrey).

acentuando el interés de sus pobladores por San-tiago e Hispania, incluso en algunas ocasiones ex-presado de forma agresiva.

Guillermo el Conquistador, ya ocupada Inglate-rra y dolido por no haber conseguido casarse conuna de las hijas de Alfonso VI de Castilla, conspi-ró con el obispo Diego Peláez para ocupar Galiciay apoderarse del sepulcro del Apóstol; deseo queno pudo cumplir debido a su repentina muerte enel año 1087.

Reyes y peregrinos de a pieEl primer peregrino inglés del que se tiene noti-

cia fue un tal Ansgot, del condado de Lincoln, quellegó a Compostela hacia 1110. Pero sin duda lamás célebre de las peregrinaciones del siglo XII de-bió ser la de la emperatriz Matilde –hija de EnriqueI de Inglaterra y viuda del emperador romano-ger-mánico Enrique V– quien, congran pompa y acompaña-miento de damas y caballerosarribó a Compostela en 1125.

Tan agradecidos le queda-ron los compostelanos por lapropaganda que todo ello sig-nificaba que sus prelados leregalaron una de las manosdel Patrón. Hasta las destruc-ciones de la Reforma del sigloXVI, la mano fue venerada enla gran abadía de Reading.Tras una larga serie de com-plejas vicisitudes, hoy día,una supuesta mano de San-tiago se conserva en el pueblode Marlow, a orillas del río Tá-mesis.

Más de una expedición cruzada procedente delNorte arribó a Galicia, antes de dirigirse a TierraSanta y se detuvo allí para rogar la protección delApóstol. En 1107 lo hizo el príncipe Sigurd –consesenta embarcaciones y cuatro mil hombres– de-sembarcó a este fin en La Coruña y, en 1147, fue-ron las naves del almirante Simon de Dover las queatracaron con la misma idea en Vivero. Posterior-mente, estos cruzados lucharían a favor de AfonsoEnriques, primer rey de Portugal, contra los musul-manes. En 1189, una flota inglesa que intentó fon-dear en el puerto coruñés fue rudamente rechaza-da al sospecharse “que la intención de aquellos vi-sitantes era robar la cabeza de Santiago”.

El Codex Calixtinus alude, entre los peregrinos,a ”los irlandeses, escoceses, los del País de Gales,los anglos, los de Cornualles”. Aquellos países te-nían sus propios santuarios, pero el compostelanojamás fue superado en popularidad y devoción porningún otro propio.

Desde mediados del siglo XII, con la imposiciónsobre suelo francés del poder de los Plantagenet in-gleses, quedaron definitivamente establecidas lasrutas terrestres y marítimas a Compostela. Durantemás de doscientos cincuenta años, los peregrinosingleses pudieron cruzar toda Francia, desde Nor-

mandía hasta Guipúzcoa, caminando por territorioinglés.

Rutas para elegirLos peregrinos podían embarcar en Dover o cual-

quier otro puerto de su costa sur y, tras desembar-car en Normandía, alcanzar en París la Via Turo-nensis hasta entrar en España por Roncesvalles yseguir luego el Camino Francés. Otra alternativaera, desde Southamptom u otros puertos del sures-te, dirigirse a Burdeos o Bayona y allí tomar la ci-tada Via Turonensis o, para evitar los Pirineos, atra-vesar Guipúzcoa y Álava y alcanzar en Burgos lagran Ruta.

Otra ruta, básicamente marítima, comunicabadirectamente el sur de Inglaterra y Gales con La Co-ruña y otros puertos gallegos. Esta travesía durabaentre cuatro y seis días y, aunque en aquel tiempo

el viaje suponía soportar la violencia delmar, la piratería y toda clase de incomo-didades, muchos la preferían porque re-ducía notablemente la durante del viajey su mismo precio.Todas las dinastías reinantes en Inglate-rra mostraron una gran devoción porSantiago, pero fueron los Plantagenetquienes con mayor vehemencia buscaronsu protección, en lo que no faltaban losintereses políticos y económicos. Enri-que II, el primer rey Plantagenet, solici-tó en 1172 de Fernando II de León –el“rey de Santiago”, como le llamaban losingleses al considerar el santuario comolo más importante de su reino– un salvo-conducto para desplazarse a Galicia. Pe-ro por razones de Estado no podría cum-plir su deseo.

Parece que la principal razón del matrimonio–en 1191– del legendario hijo de Enrique II y susucesor al trono, Ricardo Corazón de León, con lainfanta Berenguela de Navarra fue, a través de es-ta alianza, asegurar la protección a los peregrinosingleses a su paso por tierras de Gascuña.

En el año 1170 contraen matrimonio, en Tara-zona, el rey Alfonso VIII el Noble con la princesaLeonor, hija de Enrique II Plantagenet. A doña Le-onor, reina ya de Castilla, se debe la fundación delburgalés Hospital del Rey y, en 1180, la del mo-nasterio de Las Huelgas, uno de los más emblemá-ticos del Camino. El prestigio de las religiosas quelo habitaban llegaría a ser tal que, ya en el sigloXVII, el cardenal Aldobrandini afirmaba “que si el

58

Todas las dinastías reinantes en Inglaterra

mostraron una gran devoción por Santiago,

pero fueron los Plantagenet quienes con

mayor vehemencia buscaron su protección,

en lo que no faltaban motivos políticos

Page 31: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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chos otros, se desvió a Oviedo para orar ante las re-liquias conservadas en la Cámara Santa de su ca-tedral. Este peregrino no regresó directamente a In-glaterra, sino que continuó por media España,Francia e Italia y posteriormente embarcó en Nápo-les hacia Tierra Santa.

Nuevos tiempos, viejos usosYa entrado el siglo XVI, entre otros muchos debe

ser destacado el ilustre prelado Robert Langtonque, en 1511 y cruzando Francia por la Via Turo-nensis, arribó a Compostela. En su diario indicaque también desde León se desplazó a Oviedo,donde contempló en la Cámara Santa “las vasijasen las que se cambió el agua por vino en las bodasde Caná.” Andrew Boorde, ex cartujo y médico, au-tor de otra conocida guía, estuvo dos veces en Com-postela, en 1532 y 1534. No obstante, fue un pe-regrino escéptico y muy crítico; influido por la co-rriente erasmista y la Reforma, aseguró que enCompostela no había ni un solo hueso de Santiago.

Y en el siglo XVI no puede dejar de ser mencio-nada otra española reina de Inglaterra, la infantaCatalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos que,antes de embarcar para casarse con Arturo, prínci-pe de Gales, solicitó en Compostela la proteccióndel Apóstol. Por cierto que, en aquel día de 1501,el Botafumeiro que cuelga de las bóvedas de la ca-tedral se soltó y salió disparado por una puerta delcrucero derramando brasas sin, afortunadamente,causar víctimas. Otro rey consorte de Inglaterra, elfuturo Felipe II de España, pasó también por Com-

postela en 1554, cuando se dirigía a Inglaterra pa-ra contraer matrimonio con la reina María Tudor.

La Reforma y las luchas políticas y religiosas quese produjeron a partir de mediados del siglo XVI re-dujeron sensiblemente el flujo de peregrinos ingle-ses a Compostela. Dentro de estos contingentes de-be citarse a los seminaristas ingleses del Colegio deSan Albano de Valladolid, muchos de los cualesfueron martirizados al regresar clandestinamente asu patria.

A principios del siglo XVIII, exactamente en1719, llegó a Compostela, para recibir la ayuda delApóstol y de España, Jacobo III Estuardo de Ingla-terra y VIII de Escocia. En esos días, este legítimorey inglés, que no pudo reinar por ser católico, sealojó en el monasterio de San Martín Pinario y supresencia coincidió con el desembarco de 4.000ingleses que saquearon Vigo. Pero afortunadaman-te, tampoco en esta ocasión –como había sucedidocon el frustrado intento de Drake en 1589– los in-vasores llegaron a Compostela.

El culto a Santiago estuvo profundamente enrai-zado en la cultura anglosajona. El historiador inglésLangton muestra cómo centenares de escudos he-ráldicos de familias británicas exhiben la conchajacobea. En Londres se cita la Corte de Saint James–de Santiago– porque el monarca inglés instaló suresidencia, hace ya quinientos años, en un edificioque había sido hospital de peregrinos jacobeos.Junto a esto, el escudo del distrito londinense deHolborn luce, no una, sino tres vieiras compostela-nas en su parte superior. Y, por último, debe men-cionarse el curioso e ilustrativo hecho de que elgran Albert and Victoria Museum es el único en elmundo que posee una reproducción a tamaño na-tural del incomparable Pórtico de la Gloria com-postelano, obra cumbre del arte Románico.

D O S S I E R

La Reforma y las luchas políticas y

religiosas que se produjeron a partir de

mediados del siglo XVI redujeron

sensiblemente el flujo de peregrinos

ingleses a Compostela

Cuerpo central de la

fachada del

Obradoiro, de la

catedral de Santiago

de Compostela;

arriba derecha, portal

norte de la iglesia

de Santiago de

Noya, La Coruña.

Santiago peregrino

en la Puerta Santade la misma

catedral, abajo.

derecha.

vers, cuñado de Eduardo IV de York, hombre de le-tras y gran soldado que, en el verano de 1473, em-barcó con su esposa. Rivers consiguió todos losperdones e indulgencias solicitadas, pero su estan-cia en Compostela se vio entristecida por la muer-te de la condesa. Él mismo comprobaría en su pro-pia carne el escaso efecto práctico de tales bendi-ciones, ya que ocho años más tarde sería decapita-do por orden de su rey Ricardo III, el más siniestromonarca de la dinastía de los Plantagenet.

Otros peregrinos del siglo XV tienen su impor-tancia porque dejaron breves guías y diarios de suexperiencia peregrina. Master William Wey, profesorcofundador del célebre Colegio de Eton, embarcó

en Plymouth en 1457 y, tras arribar a La Coruña,llegó a Compostela donde residió durante dos se-manas. En su libro Mis Itinerarios, da interesantesnoticias sobre los reinos peninsulares y se fija conadmiración en la liturgia y administración del arzo-bispado compostelano. Al reembarcar en La Coru-ña, Wey comenta que de los ochenta barcos fonde-ados en su puerto, más de treinta eran ingleses, loque indica el gran volumen de tráfico existente en-tre Inglaterra y Galicia.

El anónimo viajero de la guía publicada por Sa-muel Purchass, en 1625, peregrinó a Compostelahacia 1435. Tras desembarcar en Normandía, si-guió la Turonensis pero, al llegar a León, como mu-

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Page 32: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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D O S S I E R

MisericordiasLos hospitales no eran instituciones asistenciales destinadasa toda la población, sino centros para ejercer las obras demisericordia con los necesitados y en la Ruta compostelana,con los peregrinos

Vista aérea del

conjunto

monástico-

hospitalario de San

Juan de Ortega,

fundación del

propio santo en el

siglo XII (Geo-

Planeta).

San Jerónimo cura

al león ante sus

monjes, un trasunto

de la caridad

cristiana para con

los peregrinos

(relieve del retablo

de San Nicolás de

Bari, en el

monasterio-hospital

de San Juan de

Ortega, Burgos).

María Luz López TerradaInstituto de Estudios Documentalese Históricos sobre la CienciaUniversidad de Valencia-C.S.I.C.

A L HABLAR DE LOS HOSPITALES PARAperegrinos que había a lo largo del Ca-mino de Santiago, hay que tener presen-te que, excepto por ser lugares donde se

acogía a personas necesitadas, estas institucionespoco o nada tuvieron que ver con lo que para unapersona de finales del siglo XX es un hospital.

A diferencia de lo que propugnan otras religio-nes, para el pensamiento cristiano, la enfermedadno es una consecuencia del pecado; por ello, aprincipios de la Edad Media, el enfermo fue consi-derado como un miembro de la comunidad con elque se podía ejercer de modo especial la caridad.Esto dio sentido a la asistencia médica desintere-sada e, incluso, a la asistencia con peligro de lapropia vida, lo que condujo, entre otras cosas, a lacreación del hospital como institución específica.Los hospitales surgidos en toda la Europa medie-val a partir de esta mentalidad no fueron institu-ciones asistenciales destinadas a toda la población,sino centros de acogida para desvalidos y enfermos,con los que ejercer la caridad cristiana.

Obras de misericordia para peregrinosÉstas son las instituciones que jalonaron el Ca-

mino de Santiago hasta bien entrada la Edad Mo-derna. Su principal característica era que se trata-ba de hospicios y hospitales a un mismo tiempo,donde se daba alojamiento gratuito a los peregri-nos, se les proporcionaba alimento y cama, y en al-gunos casos, las medicinas y los cuidados médicosnecesarios para sus heridas y enfermedades. Hayque tener en cuenta que, detrás de la fundación deestos centros, y esto es válido para todo el sistemahospitalario medieval, no había una idea colectivade salud pública, sino que respondían a obras demisericordia, realizadas con carácter individual yvoluntario para ganar mérito a los ojos de Dios.

Por ello, “ni el viajero ni sus hospitalarios soncapaces de entender la atención dispensada al ne-

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Misericordias

Page 33: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Izquierda, peregrinos

y trabajos del

Camino en una

plancha de cobre

que recubre la

puerta de acceso al

Hospital del Rey, en

Burgos, levantado

por Alfonso VIII

tras la batalla de

Alarcos, 1195.

Derecha, cruz de

peregrinos en

Roncesvalles, siglo

XIV, cerca del

Hospital, fundado

por el obispo de

Pamplona en 1127-

1132.

Cristo”. También recoge una larga lista de las en-fermedades que curaba: “leprosos, frenéticos, ne-fríticos, maniáticos, sarnosos, paralíticos, artríti-cos, estomáticos, flemáticos, coléricos, posesos,extraviados, temblorosos, cefálgicos, hermieráni-cos, gotosos, estranguriosos, disuriosos, febricitan-tes, caniculosos, hepáticos, fistulosos, tísicos, di-sentéricos, mordidos por serpientes, ictéricos, lu-náticos, estomáticos, reumáticos, dementes, enfer-mos de flujo, albuginosos y de muchas traidorasenfermedades”.

Aún más, las propias conchas distintivas del pe-regrino tenían propiedades curativas. Crónicas y le-yendas sobre las peregrinaciones están llenas deejemplos de curaciones milagrosas atribuidas aSantiago y existen vestigios de este tipo de cura-ciones en distintos lugares a lo largo del Camino.

Fundaciones muydiversas

Por estas razones, en to-das las ciudades de la Ruta,e incluso en lugares aislados,existía una hospedería-hospi-tal. Sin embargo, la creaciónde la red asistencial no fueefectiva hasta el estableci-miento definitivo, en la se-gunda mitad del siglo XI, dela Ruta Jacobea. Hubo mu-chas formas y clases de cen-tros, tanto por su tamaño co-mo por el tipo de su funda-ción o el momento en quefueron construidos; por elloresulta imposible hacer unadescripción única y válidapara todos ellos.

En primer lugar, las funda-ciones tuvieron orígenes muydiversos. Hubo hospitales monásticos, muchos vin-culados a los cluniacenses, como el anejo al mo-nasterio de Santa María de Nájera, donado por Al-fonso VI en 1079 a Cluny, pero también hospitalesdirectamente fundados por los monarcas, por co-fradías de tipo gremial, por obispos o por personasparticulares en legados testamentarios.

Según González Bueno, los reyes fueron los pri-meros en estar interesados en la creación de hospi-tales, “de dotar al camino de las infraestructuras

D O S S I E R

Un hospital de cinco estrellas

Situado en un paso tan obligado como difícil, por la fatigosa soledad del reco-rrido y por las montañas y gargantas que lo envuelven, el hospital de Roncesva-lles desempeña una función esencial para el peregrino que necesita cruzar elpaso pirenaico. En su acta de fundación (1127 - 1132) se habla de “los muchosmiles de peregrinos muertos, algunos asfixiados por las tormentas de nieve, mu-chos otros atacados y devorados vivos por los lobos”.

El hospital, a pesar de estar situado entre montes a menudo nevados, envueltos en unadensa niebla y sobre un terreno bastante pobre, logra desde el principio acoger y abastecera los pobres, enfermos y peregrinos que se detienen ante su puerta. Dirigido por una co-munidad de agustinos, la estructura se caracteriza por su amplitud y la cantidad de mediosdisponibles.

Ya en la misma puerta de entrada se encuentra un encargado que reparte pan a quien vade camino y lo pide. Al que entra, como primera medida se le lavan los pies y la cabeza, sele afeita, se le peina y se recomponen sus zapatos gastados. El lavado de pies del peregrinoes fundamental para quien administra un hospital: recuerda simbólicamente a Jesucristo la-vándoles los pies a los apóstoles y se considera un gesto de caridad y de humildad, ademásde como gesto de higiene para dar descanso a quien se ha tirado horas caminando. La ali-mentación que se suministra a los viajeros y peregrinos se compone normalmente de pan,legumbres, verduras e incluso fruta traída de muy lejos.

Además, el hospital se ocupa de los enfermos, facilitándoles una cama blanda y cómodaen recintos separados por sexos e iluminados de noche. Cuando muere algún peregrino,aquí recibe digna sepultura.

Pero más allá de los servicios que podríamos llamar materiales, prestados por caridadcristiana, los hospitales no suelen nunca descuidar el alma de quien se detiene en ellos. Po-bres y peregrinos pueden disfrutar en la capilla del hospital o en una iglesia cercana de ser-vicios religiosos y especialmente de la misa del domingo.

Abajo, escudo de

Navarra sobre la

puerta del antiguo

Hospital General de

Pamplona,

convertido hoy en

Museo de Navarra.

cesitado sin afrontarla desde esta doble perspecti-va... lo espiritual y lo material se conjugan en un to-do unitario, definitorio y característico de la aten-ción hospitalaria en la ruta jacobea” (A. GonzálezBueno). Así, en los hospitales que fueron surgien-do a lo largo del Camino se mantuvo la idea de ayu-dar, acoger y auxiliar al peregrino por caridad.

Además de estas cuestiones, detrás de la funda-ción de estos centros estuvo la necesidad real quede ellos había para realizar la peregrinación a Com-postela. Afrontar el Camino tuvo un fuerte ingre-diente de aventura pues, tal como señalan las dis-tintas narraciones y guías de peregrinación, eranfrecuentes tanto los ataques de salteadores y ladro-nes a los peregrinos para robarles, como los de ani-males, lobos y osos principalmente.

De hecho, Fernando el Católico dio una orden en1478, en la que dispuso que se persiguiera con to-do rigor a las personas que “prenden et roban, etmanan, et fieren” a los peregrinos. También hay no-ticias de personas que fueron ajusticiadas por estacausa en distintas localidades del Camino. Por otrolado, como la larga ruta se hacía andando, los pe-regrinos debían sufrir las inclemencias del tiempo.De hecho, parece que en la Edad Media la mayorparte de peregrinos realizaba el viaje entre Pascuay San Miguel, y muy pocos se arriesgaban a hacer-lo durante el invierno. Por ejemplo, el hospicio deRoncesvalles, que aún funciona como tal en la ac-tualidad, fue fundado en 1132 por el obispo dePamplona debido al elevado número de peregrinosque había muerto en la zona; unos, perdidos en lastormentas de nieve y otros, devorados por los lobos.

Por ello, los que hacían el Camino necesitabanlugares a lo largo de la ruta, no sólo para descansary comer, sino también con frecuencia para ser aten-didos de sus heridas y enfermedades. Era frecuen-te enfermar durante el viaje, pues había que sopor-tar las fatigas e incomodidades inherentes a tan lar-

go desplazamiento en condiciones adversas, por loque los peregrinos estaban expuestos a todo tipo dedolencias, y necesitaban ser atendidos.

Un santo sanadorCon mayor motivo, los numerosos peregrinos que

iniciaban su viaje hasta Compostela para curarsede alguna enfermedad precisaban de lugares a lolargo de la ruta donde les proporcionasen cuidadosmédicos. El recurso a santos sanadores era habitualen la sociedad medieval y, para los peregrinos, elsanto sanador por excelencia es Santiago.

Según el Codex Calixtinus, el Apóstol “devolvíala vista a los ciegos, el paso a los cojos, el oído alos sordos, el habla a los mudos, la vida a los muer-tos, curaba a las gentes de toda clase de enferme-dades, curaba a las gentes para alabanza y gloria de

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pital, a dar alojamiento y comida a los peregrinos,siendo una función secundaria la atención estricta-mente médica. Esto ocurrió incluso en fundacionestardías, como el Hospital de Nuestra Señora laBlanca en Puente de Villarente, donde en 1539 se

estableció: “y porque allí nose podrán curar los enfermospor no aber médico y los otrosaparejos que son necesarios,mando que el dicho mayordo-mo compre un asno o unabestia, que esté diputada pa-ra el servizio de dicho hospitaly para traer los enfermos queallí binieren y tuvieren nezesi-dad de ser curados con médi-co o zirujano, a esta ciudad,al Hospital de San Antonio o aotro ... donde sean curados ...y este cargo de llevarlos allítenga el hospitalero”.

Lazaretos para leprososy contagiososDe acuerdo con esto, en mu-chos hospitales había normasestrictas acerca de que losacogidos no estuvieran allímás de dos o tres días, dadasu función de dar hospedaje,no de curar. No obstante, estovariaba según la ubicación ydisponibilidades del centro.Por ejemplo, el Hospital delEspíritu Santo y San Juan

Bautista, de Jaca, acogía una media de 38 enfer-mos al año; los de la ciudad podían permanecer in-definidamente en el centro, pero los peregrinos,únicamente tres días.

También hubo centros dedicados exlusivamenteal tratamiento de enfermos, como ocurrió con loslazaretos construidos a lo largo del Camino, dondese atendía a quienes padecían de lepra, enferme-dad considerada muy contagiosa en la época. Muysimilares fueron los hospitales dedicados al ignissacer o fuego de San Antonio, enfermedad produ-cida por comer centeno contaminado que, por lossíntomas, se tenía por contagiosa. En ambos casos,se trataba de lugares para aislar a los enfermos.

Esta necesidad se tuvo presente también en lafundación de otros centros, como el Hospital deSan Roque, en la ciudad de Santiago. Estaba des-tinado únicamente para “enfermos de bubas y otrosmales contagiosos”, por considerar “que su necesi-dad es muy grande, porque entre los que vienen enromería a Santiago es frecuente que haya enfermosde dichos males que, de no hallar remedio y curagratis, se morirían y echarían a perder y contami-narían a otras muchas personas”.

Los hospitales estaban, pues, hechos para lospobres. Por esto, en el Camino, la estancia en loshospitales de peregrinos fue férreamente controla-da. Así, Alfonso XI, en las Cortes de Burgos de1315, prohibió que los nobles los usaran: “que nonpossasen los cavalleros en los ospitales, que fueronfechos para pobres et para los enfermos ca quandovienen y posan, echan los pobres fuera et muerenen las calles porque no han de entrar”. Como un úl-

D O S S I E R

Caridad para pobres desvalidos y enfermos

“Tres columnas necesarias para sostener sus pobres instituyó el Señor en este mundo...Son estos hospitales, puestos en sitios adecuados, lugares santos, casas de Dios, reparaciónde los santos peregrinos, descanso de los necesitados, consuelo de los enfermos, salud delos muertos, protección de los vivos. Así pues, quienquiera que haya edificado estos lugaressacrosantos, sin duda alguna poseerá el reino de Dios”

(AYMERICO PYCAUD, Liber Sancti Iacobi. Codex Calixtinus, Trad. de A. MORALEJO; C. TO-RRES Y J. FEO, Santiago de Compostela, 1951

Abajo, izquierda,

hospital de

peregrinos de

Puente de

Villarente, León.

Derecha, arriba,

fachada principal

del Hospital de San

Marcos, León. Abajo,

derecha, un leproso

y un inválido

solicitan ayuda

(miniatura del

Miroir Historial, de

Vincent de

Beauvais).

necesarias”, luego fueron los nobles, a imitación delos monarcas, los que fundaron y crearon núcleosasistenciales, siendo a partir del siglo XII cuando, aconsecuencia del crecimiento urbano y el cambiode la estructura económica de la población, co-menzaron a proliferar las fundaciones a cargo decofradías y particulares de las ciudades por las quepasaba la ruta. Así, la Iglesia dejó de asumir en so-litario las tareas asistenciales, y surgió un grupo so-cial y unos poderes urbanos capaces de encargarsede los asuntos relativos a salud y beneficencia.

En la mayoría de los casos, en los documentosfundacionales se dejaba claro las razones por lasque se creaba la institución y cuáles iban a ser susfunciones y finalidad. Por ejemplo, el Hospital deNuestra Señora la Blanca en Puente de Villarente(León), fue fundado en 1539 por un canónigo de lacatedral de León, Andrés Pérez de Capillos, en cu-yo testamento dice: “Otrosí, por cuanto edifiqué eldicho Hospital de la Puente a mis propias espen-sas, por ber la gran necesidad que avía de él enaquel lugar donde se edificó por ser despoblado yestar en camino francés, y a causa del río que porallí pasa, que cuando creze impide el paso de losperegrinos y caminantes, ypor no allar donde se acoger,rescivian muchas fatigas ensus personas y, a las bezes elpeligro de las vidas”.

Por todo ello, el canónigodejó en su testamento bienesy rentas para el sostenimientodel centro por él fundado. És-ta fue la forma de financia-ción habitual de los hospitalesdel Camino, basada casi ex-clusivamente en las rentas delos bienes consignados en sufundación y en las limosnasrecibidas, además de la pro-tección, mediante diversos ti-pos de exenciones, por partede las autoridades.

En general, puede afirmar-se que los hospitales másgrandes e importantes esta-ban en las ciudades, dondesolía haber varios. Por ejem-plo, Burgos llegó a contar enalgunos momentos con másde treinta hospitales de dife-rentes características, situa-

dos en el interior de la ciudady a las afueras. León, por suparte, disponía asimismo devarios hospitales, tanto en losarrabales como en el centrode la ciudad.

En Jaca, en el siglo XIV,había tres hospitales: el de San Andrés, extramu-ros, para peregrinos; el del Espíritu Santo, ecle-siástico y el de San Juan Bautista, dependiente delas autoridades urbanas. Un ejemplo de hospital re-lativamente grande fue el fundado, a principios delsiglo XII, en Sahagún, dependiente del Monasteriode San Facundo, de la orden de Cluny; tenía 70 ca-mas y había dos monjes permanentemente dis-puestos para hospedar y recibir a los peregrinos,darles de comer, hacerles las camas y curarlescuando estaban enfermos.

Las estructuras básicasSin embargo, en su mayoría eran hospitales pe-

queños, donde se instalaban unas cuantas camaspara peregrinos y enfermos. En Puentedeume habíaun hospital de peregrinos, creado por Enrique II amediados del siglo XIV, que tenía sólo cuatro ca-mas. Su función era atender a los peregrinos ingle-ses que desembarcaban en el puerto de El Ferrol oen zonas próximas. No era raro que varias personasocupasen una misma cama para aprovechar el es-pacio de que se disponía, algo habitual en todos loscentros hospitalarios europeos de la época. Porejemplo, en un testamento de 1341, hay un lega-do para un hospital de Astorga, según el cual semanda que “se pongan y quatro lechos... para quecada día sean y albergados ocho pobres o más”.

Casi todas estas instituciones solían te-ner una capilla si no estaban junto a unmonasterio o ermita, y contaban con uncementerio propio, donde se enterraba alos peregrinos. El personal que trabaja-ba en estos hospitales varió, lógicamen-te, de un centro a otro. La mayoría solíatener únicamente un mayordomo y unhospitalero, que se ocupaba de todo,ayudado por unos serviciales. En otroscasos eran los monjes de los monaste-rios los que atendían a los peregrinos.Muy pocos hospitales del Camino tuvie-ron personal médico fijo entre sus em-pleados, al menos antes del siglo XV. Por ejemplo, el Hospital de Santa Maríala Real, en Burgos, fundado en 1341,no tuvo un médico hasta 1431 y, a par-tir de entonces, sólo de forma ocasio-nal. En otros casos, se hacía cargo delos enfermos un cirujano, como ocurríaen el Hospital de la Cofradía de San Fé-liz en Astorga cuando, en 1495, se con-trató al Maestre Alfón para “curar los fe-ridos que venyaren al dicho espital deçerurgya para toda su vida”.Es decir, muchas de estas institucionesse limitaban, pese a su nombre de Hos-

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En su mayoría eran hospitales depequeño tamaño, simplemente unlocal donde se instalaban unascuantas camas para peregrinos yenfermos

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cirujano y un boticario, un barbero-sangrador y va-rios enfermeros. Los médicos, uno de los cuáles re-sidía en el Hospital y no podía asistir a enfermos defuera de éste, visitaban las enfermerías dos vecesal día, junto con el boticario y los enfermeros de lassalas. Durante la visita debían “mirar las aguas decada enfermo, y detenerse con cada uno algún es-pacio para informarse del largamente de todo lo ne-cesario, y mire y tiente los pulsos, toque y tiente laspartes del cuerpo que convenga, y catándole la len-gua al que lo hubiere menester, haciéndosela lim-piar, y para ello el administrador haga tener los ins-trumentos necesarios”.

Para que los médicos y el resto del personal asis-

tencial pudieran entenderse con los pe-regrinos extranjeros, actuaban como in-térpretes los capellanes de lenguas. ElHospital también proporcionaba ciertaatención médica a los habitantes de laciudad; así, los médicos, acabada la vi-sita de la mañana a las enfermerías, pa-saban consulta a las puertas del mismo,dándoles el boticario las medicinas ne-cesarias y realizando el cirujano las cu-ras, todo ello de forma gratuita.Sin embargo fue, básicamente, un hos-pital de peregrinos hasta bien entrado elsiglo XVIII y, aunque admitiese en algu-nos casos enfermos de la ciudad y de suentorno, su función central era “curaren sus enfermerías y peregrinerías lospobres enfermos naturales y extranjerosque concurren al dicho Hospital de to-das las partes de la christiandad para vi-sitar al Santo Cuerpo del Glorioso Após-tol Santiago, para cuyo refugio y cura-ción fue fundado y dotado por los seño-res Reyes Católicos”.La asistencia médica aquí proporciona-da estaba en función de su carácter dehospital de peregrinos, es decir, de po-ner a los que llegaban a Santiago encondiciones de iniciar el camino de re-torno a su lugar de origen. Por ello, losque vinieren enfermos de enfermedadescontagiosas, o incurables, así como bu-bas, o pestilencia, o de San Lázaro, noeran admitidos, sino tan sólo los que ne-cesitaban algún tipo de tratamiento qui-rúrgico o los enfermos de calenturas, co-mo se aclara en las Constituciones: “Yporque es cosa justa y piadosa que co-

mo no sea peste, o bubas o lepra, todoslos demás enfermos de tabardillo, sarnay otros males, se reciban por no habercontagio”. Ténganse en cuenta que parala medicina académica del siglo XVI, delcual datan estas Constituciones, los con-ceptos de enfermedad y contagio no eranasimilables a los actuales.En las salas, los ingresados eran atendi-dos por el enfermero mayor, ayudado porun sirviente por cada seis enfermos. En

la sala de mujeres había una enfermera mayor, ayu-dada por otras mujeres. En ambos casos, los enfer-meros suministraban las comidas y las medicinas,cuidaban de la limpieza de la sala y de las ropas decama. La asistencia que proporcionaba este centroera mucho mejor de lo habitual; por ejemplo, habíaun solo enfermo por cama y la alimentación eraabundante (pan de trigo, vino y una ración diaria deunos 500 gramos de carne), llegando a reglamen-tarse que se pusieran braseros en las salas para quela comida se sirviese siempre caliente. Por último,el centro tenía incluso una botica propia, donde sepreparaban los medicamentos necesarios, y unhuerto para el cultivo de plantas medicinales.

D O S S I E R

Era un hospital con gran capacidad ymuchas dependencias: tenía dosrefectorios y dos cocinas, y hastacuarenta habitaciones destinadas alpersonal del centro

Izquierda, escena de

hospital medieval

(miniatura del

manuscrito De

Propietatibusrerum, Fitzwilliam

Museum,

Cambridge). Abajo,

botica de Santa

María la Real de

Nájera, actualmente

en el Museo Cusí de

Farmacia (El

Masnou, Barcelona).

Derecha, catedral de

Santiago iluminada;

en la plaza del

Obradoiro, se halla

el Hospital de los

Reyes Católicos, la

institución

asistencial-sanitaria

más grande y

avanzada de su

época.

timo apunte sobre los enfermos, debe consignarseque los estatutos y constituciones de los hospitalessolían obligar a la separación de los peregrinos deacuerdo con su sexo, algo bastante difícil de cum-plir en los de pequeño tamaño.

La asistencia proporcionada en los hospitales delCamino se reducía normalmente a alojamiento ycomida y, como hemos ido viendo, sólo en algunoscasos se asistía al peregrino enfermo. Sin duda, laalimentación del peregrino fue una de las principa-les funciones de estos centros, puesto que muchasveces a lo largo del Camino encontraban dificulta-des para obtener alimentos. En muchos, sólo se lesdaba pan y vino, pero en otros, también verduras ycarne o pescado. Por ejemplo, en el Hospital del

Rey de Burgos, la ración alimenticia querecibían estaba compuesta por un par depanes, dos vasos de vino, potaje de le-gumbres y un trozo de carne de cordero,que era sustituida por pescado durantelos días de abstinencia.

El Gran Hospital Real deSantiago

Con todo lo dicho, se puede concluirque la función fundamental de los hos-pitales de la ruta era poner a los peregri-nos en condiciones de continuar el viajehasta llegar a Santiago. Aunque en laciudad existían numerosos hospitalesdesde finales del siglo XI, en el otoño de1486, los Reyes Católicos, en una visitaa la ciudad, comprobaron que no habíaninguno lo suficientemente preparado ycapaz de acoger a todos los peregrinosque llegaban. Por ello, decidieron dotar yconstruir un gran hospital de patronatoreal, donde pudieran ser conveniente-mente asistidos. La etapa fundacionaldel Gran Hospital Real de Santiago cul-minó en 1509, cuando la reina DoñaJuana ordenó “pasar a poner dentro en eldicho Hospital todos los enfermos queen él se hobieren de curar, así de los quehasta a-quí se curaban en las enfermerí-as fuera de la casa por no estar acabada,como todos los otros que aquí adelante sevinieren a curar al dicho hospital”.

El edificio, construido por EnriqueEgas y de típica construcción hospitala-ria renacentista de planta cruciforme, nofue terminado definitivamente hasta mu-chos años después. Tenía cuadro gran-des patios en su interior y dos pisos. En la plantabaja se situaban las peregrinerías, donde se dabaalojamiento y comida a los sanos, y en la planta al-ta estaban las distintas enfermerías. Había variassalas para hombres y una sola para mujeres, por sermayor el número de varones que peregrinaba. Ha-bía enfermerías especiales “para personas princi-pales a un mismo tiempo, y también salas especia-les para personas de honra o nobles y sacerdotes”y para agonizantes. Era, pues, un hospital con grancapacidad, muchas dependencias y un funciona-miento complejo, muy diferente de los que se ocu-paban de los peregrinos a lo largo de la ruta de pe-regrinación. Por ejemplo, tenía dos refectorios ydos cocinas, y hasta cuarenta habitaciones desti-nadas al personal del centro.

El gobierno del Hospital estaba en manos delCapellán Mayor, y bajo su autoridad se encontrabanlos capellanes y clérigos. Los demás empleados es-taban a las órdenes del administrador. La organiza-ción administrativa fue muy compleja, entre otrasrazonas por la gran cantidad de personal con quecontaba esta institución. El grupo más numeroso eimportante estaba integrado por los eclesiásticos.Para atender a los enfermos había dos médicos, un

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Page 36: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Las órdenes religiosasen la apertura a EuropaLas órdenes religiosasen la apertura a Europa

D O S S I E R

Página izquierda, San

Benito entrega su Regla

a los monjes del

monasterio de

Montecasino, Italia

(miniatura de un

manuscrito del siglo

VIII, B.R. Nápoles).

Derecha, el monasterio

benedictino de Santa

María de Irache,

Navarra, visto desde el

aire (Geo-Planeta).

Antonio LinageProfesor de Historia MedievalUniversidad de San Pablo, CEU

E L ARGUMENTO DE LA RELACIÓN ENTREel camino de Santiago y las órdenes reli-giosas es pintiparado a las miras de undeslinde inicial genérico del tema del Ca-

mino sin más, a la luz de la proliferación bibliográ-fica que lo viene invadiendo, teniendo en cuenta loatractivo que resulta y la permanencia o incluso re-novación de su actualidad. De hecho, para ningunade las familias religiosas, ni tampoco para su ex-pansión concreta en la Península, el Camino resul-tó decisivo, aunque para casi todas contó. Lo queni siquiera vale la pena, por ejemplo, es detenerseen la opinión que atribuye a los monjes benedicti-nos de Cluny y su imperio la creación del Caminolisa y llanamente. Ello es, por otra parte, un botónde muestra de los desposorios indisolubles de estamateria con la hipérbole: ¿No llamó Américo Castroal abad Hugo de Cluny el Napoleón de su tiempo?

Mas decimos que acabó contando para casi to-das, en virtud de un doble motivo. De una parte, encuanto al que se llama por antonomasia Camino–en la realidad, hay que hablar de cami-nos pluralmente– fue el Camino que tam-bién se dice francés. Y teniendo en cuen-ta que de Francia llegó la benedictiniza-ción al monacato peninsular –cuya evolu-ción visigótica se había visto perturbadapor la dominación musulmana, la despo-blación, la reconquista y la repoblaciónconsiguiente–, y que también en Francia tuvieronluego su cuna los cistercienses, o sea los benedic-tinos blancos, huelga ponderar lo que esa intensifi-cación de las relaciones con el país vecino hubo decontar en ese ámbito. De otro lado, el Camino ja-cobeo tenía esencialmente una meta final, el se-pulcro del Apóstol, pero resultaba habitual haceraltos, también de motivación sacra, cuales peregri-naciones menores inmersas en la peregrinaciónmayor. Es decir, que en torno al Camino surgieronotros santuarios de devoción para los propios pere-grinos. Un detalle: en el Año Santo anterior, 1993,tuvo lugar en Santiago mismo un congreso sobre elcamino de vuelta. A propósito de lo cual, y tambiénde la mentalidad monástica hacia las peregrinacio-nes sin más, es necesaria alguna reflexión previa.

El ideal monástico es endémicamente paradóji-co, en cuanto trata de vivir en la tierra una antici-pación escatológica, siendo así que ello no es posi-ble literalmente. Una de sus consecuencias es el

contraste entre su vocación de vida retirada y lapredisposición irresistible a la influencia social. Eneste ámbito entran los injertos de activismo en unaexistencia teóricamente contemplativa; uno deellos, el cuidado y la atención a los enfermos. Peroademás, a pesar de su apartamiento del mundo, elmonje tiene por su propia condición el deber de lahospitalidad, salvo en algunas familias religiosassingulares que han extremado su soledad y retiro.

Los monjes y las peregrinaciones En cuanto a la peregrinación como tal, la Regla

de san Benito, que acabó monopolizando el mona-cato de la Europa católica, imponía al monje la es-tabilidad en el monasterio de su profesión. Sin em-bargo, una de las ideas que han alimentado la es-piritualidad monástica es la identificación simbóli-ca con una peregrinación de toda la vida del mis-mo. Además, materialmente, ha habido maneras devida monástica que han corporeizado esa idea. Esel monacato errante, entregados sus monjes –enprincipio perpetuamente– a la llamada peregrina-ción por Cristo.

Así fue la tradición más extendida en el mona-cato irlandés de la Alta Edad Media, mientras que

hasta los tiempos modernos los viajeshan sido un ingrediente bastante difun-dido en la vida de los cenobitas de laiglesia ortodoxa rusa, viajes de motiva-ción pía, peregrinaciones en una u otramodalidad. Y en los orígenes, así comolos monjes egipcios, de extracción cam-

70

Para ninguna de las familias religiosas resultódecisivo el Camino, aunque para casi todas contó.No merece la pena discutir la teoría que atribuye alos monjes benedictinos de Cluny y su imperio lacreación del Camino

Page 37: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

monjes de hábito negro los canónigos regulares dehábito blanco.

Y antes de proseguir, es necesario consignar lasfechas fundamentales de este tramo histórico. Elmonasterio de Cluny fue fundado el año 908, y elde Cîteaux, o sea el Císter, en 1098. Después delos monjes vinieron los canónigos regulares, unamanera intermedia entre ellos y los frailes o men-dicantes, éstos ya andariegos y más activos, acor-demente a la nueva sociedad bajomedieval. El flo-recimiento de las diversas ramas de los canónigosregulares en este período de la historia de la Iglesiatuvo lugar sobre todo en el siglo XII, aunque co-menzó en la centuria anterior. Los frailes francisca-nos empezaron su andadura en el año 1209. En elsiglo anterior, a continuación y consecuencia de laprimera cruzada, se fundaron en Tierra Santa lasórdenes militares del Temple, Teutónicos y de SanJuan, ésta también llamada del Hospital, lo cual es

todos ellos, acarreándolos desde los cuatro puntoscardinales del horizonte poético, encaminarlos a latumba de Galicia enfervorizados por un mismo an-helo, y hacerlos pasar de vuelta por Roncesvalles, afin de que en esa última etapa el Apóstol les otor-gara, a todos a la vez, su recompensa suprema, nimás ni menos que la alegría del martirio”. Pero elcaso era que, en la misma mente de su autor, estaconjetura se había fraguado ante la imposibilidadde explicarse de otro modo el predicamento de laruta. Pero salta a la vista que otras posibles expli-caciones no faltan.

En el mismo orden de cosas, el propio Bédier hi-zo suya la opinión de un estudioso anterior, Dreves,sobre el origen cluniacense del Liber Sancti Iacobide Aymerico Picaud. Pero bastaría con un argu-mento en contra, por ser éste decisivo. Entoncesestaban muy vivas las polémicas entre las distintasórdenes. Precisamente una enconada acusacióncisterciense a los cluniacenses, a la cual contestóvivamente el mismo abad de Cluny, Pedro el Vene-rable, fue su tibieza en el ejercicio de la hospitali-dad. Y en dicho libro se ponen por encima de los

pesina, propendieron a la vida sedentaria, sus coe-táneos sirios, de abolengo mercantil, se movieroncon generosidad.

Desde el alba jacobeaCasi es una metáfora de veracidad literal definir

como una sinfonía de piedra la ciudad de Santiagode Compostela. Una de las inmensas moles que laintegran, inmediata a la catedral, es un monasteriobenedictino femenino, San Pelayo o San Payo deAntealtares, enorme plano rectangular alzado de si-llares y rejas. Pero inicialmente fue mucho más pe-queño y diferente.

Era de monjes y consistía en la comunidad basi-lical encargada de asegurar el culto litúrgico a latumba del Apóstol. Un documento de mediados del

siglo X asegura que fue fundado en la anterior cen-turia por Alfonso II el Casto, con una dotación dedoce monjes, numero simbólico tanto para el mo-nacato como genéricamente para el cristianismo.Uno de sus abades fue san Pedro de Mezonzo. En-tre los años 926 y 929, se otorgó una escritura dedonación a la casa de dos “villas” en tierra de Ri-badavia. Es decir que, en los orígenes del Camino,la custodia del sepulcro apostólico estaba atribuidaa monjes. Desde luego, no es una casualidad. Mon-jes que, teniendo en cuenta el contexto del país, noserían todavía benedictinos, sino observantes de lallamada regla mixta, variable para cada monasterio,integrada por la yuxtaposición miscelánea de variasreglas o fragmentos de las mismas. Y que van a se-guir estando desde luego presentes a los bordes delCamino, aunque no llegaran, ni lo pretendierannunca, a ser sus protagonistas, pese a lo que se haafirmado.

Fue Joseph Bédier, el estudioso de las leyendasépicas, con mucha erudición pero también impreg-nado de poesía él mismo, quien desorbitó la in-fluencia cluniacense en la consolidación y propa-gación del Camino, en concreto valiéndose de losautores de los cantares de gesta como agentes desu turismo sacro. “Su idea –le transcribimos– fueagrupar en las landas de Burdeos a los héroes de

73

Izquierda, fachada

del convento-

hospital de la

Orden de Santiago,

en León. Derecha,

bóveda plateresca

del claustro del

convento de San

Zoilo, de los

canónigos

regulares, en

Carrión de los

Condes.

D O S S I E R

FR

FRCR

ASTORGA

BENEVÍVERE

CL

CL

CL

SAN PEDRO DE DUEÑAS

BFRÓMISTASS

HOSPITALDE ÓRBIGO

B

SAHAGÚN

Atípico

RABANAL DEL CAMINO

San MarcosRua de Francos SA

SA

SS

CALZADILLA DELA CUEZA

VENTA DEBAÑOS

CARRIÓN DELOS CONDES

LEÓN VILLARENTE

Izquierda, claustro

del monasterio

cisterciense de

Sobrado de los

Monjes, La Coruña.

Derecha, Iglesia de

Peñalba de

Santiago, León,

junto al monasterio

benedictino. Abajo,

peregrino por esta

vía de conventos y

monasterios que se

ha trazado de Oeste

a Este, a lo largo de

cuatro páginas,

camina Santiago

(detalle de un

capitel del claustro

de San Juan de la

Peña, Huesca).

72

SANTIAGO

FR

HERBÓN

BSAMOS

BSAN PEDRO DE MONTES

B

SANTIAGO DE PEÑALBA

CICARRACEDOSS

PORTOMARÍN

T

PONFERRADA

SS

SARRIA

CI

SOBRADO DELOS MONJES

FR

PUEBLA DE BURÓN

Page 38: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

1076, por una donación nobiliaria, se hizó allí conSan Zoilo, en Carrión de los Condes. Y el gran mo-nasterio de Sahagún, el favorito de Alfonso VI, fuereformado con arreglo a sus usos, muy conflictiva-mente por cierto, pues hubo un período en que te-nía dos comunidades, cada una con su abad. Jun-to a Sahagún estaba San Pedro de Dueñas. Entre elPisuerga y el Carrión quedaba San Isidoro de Due-ñas, de Cluny ambos. También había dos monaste-rios benedictinos en Frómista. En Astorga se ha ci-tado como cluniacense San Salvador, pero era demonjas y antes había sido doble.

El Bierzo era una verdadera Tebaida desde losdías visigóticos. Al atravesarlo el Camino, dejaba a

sus lados monasterios de una tradición muy anti-gua, como Santiago de Peñalba, el luego cister-ciense de Carracedo y San Pedro de Montes. Ya enGalicia, en ella está uno de los más venerables, an-tiguos y permanentes, San Julián y Santa Basilisade Samos. Acercándose a Santiago, en la cuencadel Tambre, cerca del Camino, está Sobrado de losMonjes, fundado en el siglo X, pero que pretendela primacía cisterciense peninsular. Se cita tam-bién una dependencia cluniacense próxima a lameta: Fereiros o Ferreras.

Canónigos, caballeros, frailesCerca de Carrión estaba Benevívere, una gran

abadía de canónigos de regla agustiniana, como erala mayoría de las canónicas, fundada por un mayor-domo de Alfonso VIII, Diego Martínez Sarmiento deVillamayor. Una orden canonical de prestigio, lapremonstratense, fundada en Francia por un ale-mán, san Norberto de Xanten, tuvo un hospital enLa Rioja, Fuente Cerezo. La Rioja estuvo poblada deilustres monasterios no lejanos, pero de los queaquí no podemos ocuparnos. Citemos sólo San Mi-llán de la Cogolla, muy cerca de Nájera. Los citadospremonstratenses, o mostenses, como se los llama-ba en España, tuvieron un gran monasterio en Ibe-as de Juarros, cerca de Atapuerca, en el llamado se-

significativo a nuestros fi-nes. Luego las hubo tambiénen la Península Ibérica–donde además estuvieronaquéllas– y en el Este deAlemania.

Viejo y nuevo monacatosDe Cluny hay que tener en cuenta que su pene-

tración en los Estados occidentales fue mucho másallá del ámbito monástico, incluso del eclesiásticogenérico. Iniciada ya, allí y en Aragón y Navarra,por Sancho el Mayor, bajo Fernando I y Alfonso VIse llegó a una vinculación del reino castellano-leo-nés al monasterio borgoñón de naturaleza dudosapero de intensidad cuasi-vasallática. Los clunia-censes protagonizaron la restauración de las sedesepiscopales reconquistadas o repobladas, influye-ron en los matrimonios regios y hasta en la suce-sión al trono, contaron en la sustitución del rito his-pánico por el romano y, a cambio de un pingüe cen-so, decisivo para la construcción de la más magni-ficente de sus iglesias, fueron pródigos en la ora-ción litúrgica por estos monarcas.

En el monacato, su huella fue varia, desde la ad-quisición de monasterios como dependencias suyashasta la presencia de sus monjes en las comunida-des, pasando por la reforma de otras con arreglo asu espíritu. Un espíritu en cuya penetración másdifundida en los condados catalanes halló Ramónd’Abadal la coincidencia con la apertura del país alexterior. En Castilla ello también implicaba tantouna realidad como un símbolo europeístas. Unacoincidencia bastante acusada con la ruta jacobea.

Es un síntoma que, estandoen Leyre, el monasterio realnavarro, Sancho el Mayor hi-zo reformar San Juan de laPeña, el cual se encuentra,junto al femenino de SantaCruz de la Serós, muy poco alsur de la ruta aragonesa delcamino que entra por Som-port, al poco de pasar Jaca,ruta en la cual aparece des-pués el propio Leyre, y que seune en Puente la Reina a la

que viene de Ron-cesvalles. En estelugar, el monaste-rio era canonical,constituyendo unacongregación in-dependiente, perotenía un origen nohabitual, en unacofradía asisten-cial. Después dePamplona, al pocode pasar Estella,había otro monas-terio benedictinoilustre hasta el fin,Irache. Leyre pasóluego al Císter.Un hito de los clu-niacenses en la

Rioja Alta es Nájera, otra fundación real navarra,que les dio Alfonso VI en 1076. En la misma ciu-dad de Burgos tenían Santa Coloma. Recordemosque junto a ella estaba el benedictino San Pedro deCardeña, y sobre todo el cisterciense femenino deLas Huelgas, fundación de Alfonso VIII para pante-ón real, cuya abadesa tenía tantas facultades queha planteado problemas teológicos. Sometido a ellaestaba el Hospital del Rey, cuidado por una comu-nidad de freires y freiras. En el mismo Burgos, Al-fonso VI había dado la iglesia de San Juan a un be-nedictino amigo suyo, monje de la Chaise-Dieu,monasterio con muchas dependencias. Era el futu-ro san Lesmes, ahora patrón de la ciudad.

Otra presencia francesa aislada fue la del hospi-tal de Hornillos del Camino, pasado Burgos, dadopor Alfonso VII, en 1156, a los benedictinos deSaint-Denis, el monasterio de los reyes de Franciaa las puertas de París. Alfonso VIII, en 1181, se lodio a los de San Martín de Tulle, en la diócesis deLimoges, como dependencia del monasterio que asu vez tenían en la Virgen de Rocamador, junto aAtienza. De Hornillos dependieron otros dos hospi-tales en tierra leonesa afluente al Camino, Mayorgay Villalobos.

Cluny estaba muy presente en la Tierra de Cam-pos o sea, la diócesis de Palencia. También en

75

Abajo, ventanales

del claustro del

monasterio

templario de Santa

María la Real de

Nájera, La Rioja.

Derecha, el insólito

claustro del

monasterio

benedictino de San

Juan de la Peña,

Huesca.

D O S S I E R

SL

LOGROÑO

BRODILLA

T

NÁJERA

B

IRACHE

CI

B

B

A

B

CI

CR

CL

FR

PR

SA

SJ

SL

SS

T

SANTA CRUZDE LA SERÓS

GRISALEÑA

SAN JUANDE LA PEÑA

Antoniano

Benedictino

Cisterciense

Cluniacense

Canónigos regulares

Franciscano

Premonstratense

Orden de Santiago

“ de San Juan

“ de San Lázaro

“ del Santo Sepulcro

“ del Temple

LEYRE

RONCESVALLES

SL CR

Claustro del

monasterio de

monjas

cistercienses de Las

Huelgas, Burgos,

fundación de

Alfonso VIII, siglo

XII, como panteón

real para los reyes

de Castilla, cuya

abadesa era famosa

en todo el orbe

católico.

74

A

CASTROJERIZ

B

SLHORNILLAS

BSAN PEDRO DE CARDEÑA B

SAN MILLÁN DELA COGOLLA

A

SAN ANTÓN

B

CL

CI

A

SAMBOAL

Atípico

San JuanSta. ColomaHospital del ReyLas Huelgas

IBEASBURGOS

PR

Page 39: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

77

Santiago

Matamoros, una

figura que no

parece ser anterior

al ocaso del siglo XI

o al comienzo del

XII (relieve

policromado,

catedral de

Astorga).

Jacques PulbarMedievalista

I NDEPENDIENTEMENTE DEL PROPÓSITOreligioso y de la motivación personal de cadacual, las peregrinaciones se convirtieron envías difusoras de mercancías, costumbres,

modas, monedas, legislación, canciones y métodoscurativos. En una palabra, modos y formas de vi-da, entre los que se hallaban los préstamos lin-güísticos y la propagación de distintas literaturas,bien por medio de la circulación de libros, bien através del recitado de poemas, leyendas o relatos.

La peregrinación santiaguistaEn la Edad Media, algunos géneros y temas fue-

ron más o menos comunes a las peregrinaciones demás calado (Jerusalén, Roma y Santiago), segúnsucede con los itinerarios de peregrinación y conmotivos literarios como la imagen del peregrino deamor, el peregrinaje como metáfora de la vida delhombre en la tierra, la imagen del peregrino peca-dor o la de la peregrinación del alma; y otros menoshabituales, como la peregrinación al castillo de laFama o en busca de un señor.

Mas, por lo que atañe a la peregrinación santia-guista, además de servir como vehículo para la in-troducción en la Península Ibérica de géneros forá-neos (la épica francesa o la lírica provenzal), propi-ció también guías escritas en las lenguas más di-versas y un conjunto de motivos típicamente san-tiaguista que se difundieron a lo largo de la EdadMedia. Tal ocurre con los votos de Santiago, la dis-cusión sobre su venida a España y su conversión enun caudillo militar, en los que todavía cabe escu-driñar, ya que, para otros puntos, cabe remitir a unreciente artículo de síntesis, escrito por María Je-sús Lacarra.

Origen y extensión de la figura bélicade Santiago

Con estas premisas, me limitaré a indagar aquíel motivo de la visión militar de Santiago, junto aotros tres aspectos colaterales. Evidentemente, laactividad militar de Santiago nada tiene que vercon los Evangelios ni con la tradición canónica, por

lo que hay que preguntarsecuándo, cómo y por qué sur-ge.Según una concepción histo-riográfica que arranca del si-glo XIII, con Ximénez de Ra-da –arzobispo de Toledo– laimagen guerrera de Santiagoy la costumbre de entrar enbatalla advocando su nombreremontan a la novena centu-ria y, más en concreto, a labatalla de Clavijo.Esa explanación la retoma laEstoria de España alfonsí,aunque lo que el arzobispotoledano presentaba sin gran

compromiso (fertur: se cuenta) se da como seguroy se adorna con una conclusión: Et desde aquel díaadelante ouieron et tomaron los cristianos en usode dezir en las entradas de las fazienda et en losalçancos de los moros sus enemigos mortales:“Dios, ayuda e Santiago” (Cap. 629). Todavía Ro-dríguez de Almela conserva la redacción alfonsí demanera casi literal (cap. IV).

D O S S I E R

¡Dios, ayudae Santiago!La peregrinación compostelana yla literatura medieval: creación delmito del Matamoros

Alfonso II el Casto

(791-842), en cuyo

reinado se

descubrió

probablemente, el

sarcófago con los

restos que fueron

atribuidos a

Santiago el Mayor

(estatua en una

calle de

Compostela).

gundo camino de Villafranca a Burgos, en el cual,inmediato a Villalbura, había también un hospital delos canónigos de Benevívere.

Pasando a las órdenes militares, la supresiónviolenta de los templarios, de quienes era la enco-mienda de Ponferrada –recordemos la novela deEnrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre– de-termina aún que tengamos lagunas acerca de suactuación en el Camino. Más huellas visibles handejado los hospitalarios de San Juan de Jerusalén,o sea los hoy llamados de Malta, como el hospitalmás antiguo de Sarria y la encomienda de Porto-marín. En los bordes leonesestuvieron también el Hospitalde Orbigo y el de Villapañada,en Asturias. De las órdenesmilitares españolas, la deSantiago es la única que apa-rece en el Camino, pero hayque hacer constar que sunombre nada tiene que vercon éste. Les fue donado elhospital de San Marcos deLeón, y en tierra palentina te-nían también el de Las Tien-das. Aunque la exhaustividadno es posible en esta relación,debe citarse a los caballerosdel Santo Sepulcro, institu-ción confraternal internacio-nal pero no propiamente or-den, que sostuvieron conjun-tamente con el cabildo leonésel hospital, extramuros de lapropia ciudad, de la calle deFrancos.

Foncebadón, en Rabanaldel Camino, fue una funda-ción hospitalaria atípica, delermitaño Gaucelmo, quien en1106 la donó a la catedral deAstorga. En esta ciudad epis-copal estuvo uno de los con-ventos franciscanos del Cami-no, con la tradición de haberestado en el lugar el mismosan Francisco de Asís en suviaje a España. La presenciafranciscana en el Camino seintensificó ya tarde en el No-roeste, por ejemplo en los si-glos XIV y XV en Villarente (León), Puebla de Burón(Lugo) y Herbón (La Coruña), y actuaba sobre tododando limosnas, sobre todo alimenticias –Id pobresa San Francisco- sin recelo a pedir pan, en cincopuertas lo dan, se decía de Herbón–. De los domi-nicos no hay noticias. Ya en la Edad Moderna, sesabe que los jesuitas del colegio de Burdeos, fun-dado en 1580, se comprometieron a hospedar a losperegrinos de paso.

Las órdenes hospitalariasEstrictamente dedicadas a los enfermos eran las

de San Antonio y San Lázaro, especializadas en losleprosos. Los primeros eran canónigos regulares,aprobados como tales por Bonifacio VIII despuésde un período anterior de confraternidad laical, lla-mados de Vienne, en el Delfinado, y llegaron a unadifusión y popularidad impresionantes. San Lázarode Jerusalén se desarrolló, también bajo la Reglade san Agustín, a partir de un hospital de orígenesigualmente confraternales, a la vez que otros dosdaban, en cambio, lugar a las citadas órdenes mili-tares de templarios y hospitalarios. Ella mismatambién tenía carácter militar.

Los antonianos tuvieron en España laencomienda navarra de Olite, y la deCastrojeriz, en el Camino. En éste tenían,junto al mismo Castrojeriz, el gran con-vento de San Antón, con los blasones delDelfín francés y el águila imperial austrí-aca, síntesis de la historia de su familiareligiosa; San Boal, Bol o Baudilio, entreHornillos y Hontanas, y algunos otrosmenores. Todavía en 1741, el comenda-dor de San Antón hizo reimprimir en Ma-drid el ritual antoniano. Hay que teneren cuenta que las órdenes que, como és-tas, se extinguieron a la caída del anti-guo régimen o antes, están menos trata-das historiográficamente. Hubo un hos-pital de San Lázaro en las afueras de Lo-groño, al oeste, pasado el puente de pie-dra sobre el Ebro. Otro estuvo en lasafueras del citado Hornillos. Y uno másconsta en el camino afluente de la Pue-bla de Arganzón a Burgos, concretamen-te el de Grisaleña. Camino en el que des-pués, en el término de Santa Olalla deBureba, hubo un antiguo monasterio be-nedictino, Rodilla. En Castrojeriz tam-bién se cita uno de su nombre, pero hayque tener en cuenta que la advocaciónno indicaba forzosamente la pertenenciaa sus religiosos. Por ejemplo, no estuvie-ron en el de Astorga.Para terminar, señalemos una orden hos-pitalario-militar surgida al otro lado delos Pirineos, pero al servicio exclusivodel Camino Francés. En el departamen-to de Aveyron, a mil cuatrocientos me-tros de altitud, el vizconde de Flandes,Alardo, volviendo de Santiago tuvo la vi-sión de un bosque tenebroso que oculta-

ba una caverna, en la cual se amontonaban las ca-bezas de treinta peregrinos muertos por los bandi-dos. Y no mucho después, su copero, Adelardo deEyne, fundó allí mismo, a fines del siglo XI, el hos-tal de Aubrac –actual municipio de Saint-Chélyd’Aubrac, en la diócesis de Rodez–, servido porunos religiosos que tenían una rama armada. Fue-ron patrocinados por el abad benedictino de Con-ques y en 1162 los aprobó el papa Alejandro III.Contaban con seglares y clérigos, damas y herma-nas, y soldados capaces de defender a los peregri-nos por la fuerza.

76

Page 40: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Además, quienes consideran que laimagen belicosa de Santiago se gesta yaen el siglo IX interpretan que su funciónconsistió en servir como abanderado delenfrentamiento de los cristianos españo-les contra los árabes. Así, para MenéndezPidal, Santiago “era el que guiaba laguerra de cristiandad, misión perpetuade España, y aliento permanente de lapoesía cristiana, como un contrapeso aMahoma”, “combatió bajo el estandartede su profeta apóstol” desde el siglo IX,de manera que, desde esa centuria, fue“su continua intervención en la guerracontra la morisma (no su ocasional inter-vención)” la que “lo dotó de un prestigiosin análogo dentro y fuera de España”frente a Mahoma, quien apoyaba a losmusulmanes en sus guerras.

Las explanaciones con las que preten-de fundamentarse la conversión del Após-tol en un adalid militar son, con todo, me-nos simplistas, por más que tampocoquepa asegurar que la mutación constitu-ya “un misterio”, como creía E. Asensio.

Así, según ha resumido B. Palacios endos artículos recientes, ya en san Agustínse halla el concepto de miles Christi (sol-dado de Cristo), cuya misión consiste encombatir a los enemigos de la fe. Portanto, “cuando los cristianos inician sulucha contra los infieles, el miles seculi(soldado laico) se pudo integrar en el mi-les Christi con sólo abrazar la causa de laCristiandad o de la Iglesia” (Palacios).

Semejante concepción se ex-pandió en la sociedad cristia-na, de modo que, según G.Duby, los caballeros francesesla aceptan entre los años1030 y 1095, al considerar sufunción como una forma demilicia en versión laica. Talesideas, amén de otros influjosinstitucionales, contribuyerona desarrollar un concepto no-vedoso del caballero, al queva a adornarse no sólo con va-lores militares sino con otrosque afectan a la cultura y alcomportamiento religioso.En tal contexto, coincidente con el mo-mento en que surgen en la Iglesia demanera reglada las militiae Christi (Mili-cia de Cristo) y los miles Sancti Petri(soldados de San Pedro), deben situarsela aparición de la figura de Santiago co-mo “soldado de Cristo”, lo que tambiénviene a coincidir con la cronología de lostextos hispanos, dada la fecha de la Ch-ronica Silensis, al tiempo que iluminanlas reticencias expresadas por el peregri-no griego, las cuáles prueban “las resis-

Vista aérea del

Cebrero, con sus

típicas pallozas y la

iglesia de Santa

María, lo único que

queda del antiguo

monasterio y

hospital (Geo-

Planeta).

tencias que en la mentalidad de la época provoca-ba tal transformación” (Palacios).

Una vez que el símbolo militar de Santiago seasienta en Castilla, los diversos textos historiográfi-cos y de ficción lo acogen; aluden a cómo se advo-ca su nombre antes de entrar en combate; y, en ca-sos, se refieren a su intervención personal en la ba-talla. Asimismo, aunque no quepa entrar en por-menores, en esos textos se va configurando una ca-racterización física del personaje que afecta al ros-tro y a la mirada, a las armas de que va dotado, alas peculiaridades de su caballo y a otros rasgos.

Pero, además la importancia concedida a Santiagoguerrero explica otros hechos significativos, de losque elijo dos a título de inventario.

Así, por caso, cuando, en 1322, Alfonso XI de-cide “tomar honra de caballería”, con el propósitode fomentarla en sus reinos, se dirige en romeríahasta Santiago, en cuya iglesia vela sus armas du-rante una noche. Mas, al no haber caballero de ran-go superior que pudiese armarlo, lo hizo, segúncuenta la Crónica, “tomando él, por sí mismo todaslas armas del altar de Sanctiago, que se las non dioninguno; et la imagen de Sanctiago, que estaba en-

79

D O S S I E R

El mito del apóstol

que combate junto a

los españoles pasó a

América: Santiago

Matamoros en una

pintura de la

escuela cuzqueña

del siglo XVIII

(Perú, colección

particular).

Ahora bien, independientemente del posible ca-rácter apócrifo de la batalla de Clavijo, en caso deaceptar tal cronología nos las habríamos con unatradición coetánea al hallazgo del sepulcro y, portanto, tempranísima. Así lo suponen algunos estu-diosos, como A. Castro y Menéndez Pidal, paraquienes la dimensión bélica de Santiago se consti-tuye a lo largo de la novena centuria. Ya E. Asensio,sin embargo, hizo ver, aunque sin aportar ningunasolución cronológica, que, al descubrirse el sepul-cro en el siglo IX, no se indica que el cuerpo lleva-ra ningún atributo bélico, mientras que SánchezAlbornoz, tras repasar las crónicas de los siglo IX alXI, concluye taxativamente que en ninguna se vis-lumbra el menor atisbo de un Santiago guerrero nicooperador en las victorias cristianas.

Más aún, cabe asegurar que la figura de Santia-go como soldado no pareceque sea anterior a finales delsiglo XI o comienzos del XII,ya que no se documenta hastala Chronica Silensis. Ella, enefecto, relata cómo, durante elsitio de Coimbra en 1064, unperegrino griego que se halla-ba en Compostela se sorpren-de al escuchar las súplicasque se dirigían a Santiago co-mo personaje ecuestre y com-bativo cuando, a su entender,tan sólo había sido un simplepescador. Debe ser el propioSanto quien, apareciéndoseen sueños sobre un caballoblanco, le increpe por sus du-das y anticipe incluso el día yla hora en que Fernando I to-mará Coimbra. En suma, elorigen del Santiago guerreroha de situarse entre la fechade conquista de esa ciudad yla data de escritura de tal cró-nica que, según los estudio-sos, oscila entre la segunda ycuarta décadas del siglo XII.

78

Fuentes

Amén de otras obras tangenciales citadas, he contado de manera sistemática conun puñado de textos hispanolatinos: tres crónicas del siglo XII (la Historia Si-lensis, la Chronica Adephonsi imperatoris y la Chronica Naierensis); el Po-ema de Almería, que cierra la segunda de las crónicas citadas; y las dos mag-nas obras de la historiografía del siglo XIII: el Chronicon Mundi, de Lucas deTuy, y De rebus Hispaniae, de Ximénez de Rada. A los mismos, se suma un ro-

sario de libros en castellano con una cronología que abarca desde los albores del siglo XIIIa fines del XV: la Estoria de España alfonsí, denominación que daré a la impresa como Pri-mera crónica general por Menéndez Pidal, pese a los problemas textuales que comporta,y otros de carácter ficticio que enumero cronológicamente: el Poema de mio Cid; la Vidade san Millán de la Cogolla, de Berceo; el Poema de Fernán González; el Poema de Al-fonso onceno; el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena; y la Compilación de los mila-gros de Santiago de Rodríguez de Almela.

Page 41: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

D O S S I E R

Arriba, Alfonso XI,

que quiso ser

armado caballero

por el propio

Santiago (del Librode los Retratos delos Reyes deEspaña, M. Prado,

Edilán). Abajo,

traslación del mito

del Matamoros a

América: “Santiago

favorece a los

castellanos y

persigue a los

indios” (grabado,

siglo XVII). Derecha:

detalle de uno de

los laterales del

Pórtico de laGloria, en la

catedral de

Santiago.

cima del altar, llegóse el Rey a ella, et fí-zole que le diese la pescozada en el ca-rriello” (cap. XCIC).

Otro ejemplo representativo, en lamisma centuria, lo constituye el hechode que la Orden de la Banda, en su ca-pítulo anual de Pentecostés, celebrarauna misa en honor de Santiago, rogando“por lograr bien su caballería”.

Con todo, no parece que entre los pe-regrinos extranjeros privara una visiónmilitar de Santiago e incluso, en ocasio-nes, era bien distinta, pues en ese mis-mo siglo XIV aparecía como uno de lospatronos de las empresas comercialesde la Hansa.

Santiago, supeditado a Dios y ala Virgen

Si la figura de Santiago como guerre-ro tiene un orígen tardío, ni siquiera des-pués de su aparición monopoliza la ayu-da a los castellanos en sus combatescontra los musulmanes; si bien, en cuanto durantela Edad Media esos fueron los enfrentamientos máshabituales, la asimilación de Santiago a una fun-ción de matamoros caía por su propio peso. De ahíque el rey Yúçaf, en el Poema de Alfonso onceno,afirme haberlo visto participar en la lucha contra suejército o la denominación de “ayudador de loscristianos contra los moros” que todavía le asignaRodríguez de Almela.

Es más, de acuerdo con los textos examinados,las invocaciones exclusivas a Santiago para solici-tar su auxilio militar son raras; lo habitual es que la

mención de su nombre seacompañe con los de Dios ola Virgen, a quienes siemprequeda supeditado, pues, alfin y al cabo, es “criado deDios”, como lo denomina elPoema de Fernán González(407c). Así, la Chronica Nairensis cuenta que, du-rante el reinado de Ramiro III, el conde WillemusSantionis, harto de los estragos causados por losnormandos en tierras de Galicia, se enfrentó a elloscon un gran ejército “en el nombre de Dios y en ho-nor de Santiago apóstol”, relato que repiten, con le-ves diferencias que no afectan al fondo, Ximénezde Rada (V, xi) y Alfonso (cap. 727). Sin embargo,pese a la invocación al Creador y a Santiago, el au-tor de la Nairensis deja bien claro que fue Diosquien aseguró la victoria cristiana (“Dedit illis Deusvictoriam”). De manera similar, según la ChronicaAdephonsi imperatoris, ante las amenazas del reycordobés Azuel y del sevillano Avenceta, los cristia-nos invocan a Jesús Nazareno, María y Santiago;pero, en su oración, prometen entregar a la iglesiatoledana de la Virgen cuanto consigan (cap. 164).

Incluso en otros muchos enfrentamientos arma-dos, los cristianos se limitan a impetrar o recibir elfavor de Dios o de la Virgen, sin que para nada apa-rezca Santiago. Un paradigma relevante en extremolo proporciona la decisiva batalla de Las Navas deTolosa, en la cual, según cuenta Ximénez de Rada,en el estandarte del arzobispo toledano flameaba“la cruz del Señor”, mientras que los estandartesde los varios reyes peninsulares portaban “la ima-gen de Santa María Virgen que siempre fue protec-tora y patrona de la provincia de Toledo y de todaEspaña” (VIII, x). Precisamente, el papel de ayudaque se adjudicaba a la Virgen en la Reconquista ex-plica que a la misma estuvieran dedicadas casi to-das las iglesias y catedrales fronterizas y que Al-fonso X y otros poetas cantaran el amparo que pres-taba a los cristianos.

Ninguna exclusividadQuiero destacar, por fin, otros tres aspectos ínti-

mamente imbricados con la figura bélica de San-tiago, el primero de los cuáles es el error de consi-derar que su protección militar constituyó una de-manda de los españoles en general, según han afir-

80

Pese a la devoción que suscitaba y a la fe

que se le tenía, en la lucha Santiago siempre

aparece supeditado a la voluntad de Dios y

de la Virgen o, incluso, desaparece, como

ocurrió en Las Navas, donde los estandartes

eran los de la Cruz de Cristo y los de Santa

María Virgen

Page 42: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

83

Qui multum peregrinantur, rarosanctificantur.(Tomás de Kempis, Imitaciónde Cristo)

La concepcióndel cristianoen el Medievocomo cami-nante impreg-nará de esen-cia efímera ysimbólica lasperegrinacio-nes. De ma-

nera que éstas pasaron a serconsideradas actos meritoriosy piadosos en tanto trasuntodel viaje final que todos losfieles deberían hacer más tar-de o más temprano a la geo-grafía de la eternidad. En estaconvicción, hombres de fe en-filaron el camino hacia los grandes santuarios de la Cris-tiandad.

En los anales más realistas de la Historia, desde la mis-ma pasión y muerte de Jesucristo, atrevidos viajeros habí-an recorrido la Tierra Prometida en actitud penitente yevangélica, sobre todo a partir de la conversión a la Cruzdel emperador Constantino. De esta forma, irían estable-ciéndose cenobios y hospitales en los lugares sagrados pa-ra atender a los romeros del Camino de Jerusalén y de sussucursales, y hasta una Guide du Pèlerin aportará la ade-cuada información literaria para facilitar el itinerario, acu-ñándose el arquetipo del peregrino bendecido en su parti-da, tocado con sombrero y bastón y postrado de hinojos enla meta de su viaje.

Con el tiempo, a la recompensaespiritual se añadieron el deseode conocer otros pueblos y cul-turas, la ruptura con la vida co-tidiana, la atracción de lo exóti-co, la mezcla de excitación yriesgo que se da en la aventuray las promesas mesiánicas y pa-radisíacas. De resultas, se regu-larizaron las rutas y las mentali-dades.La peregrinatio también con-templará una deformación desu sentido originario, al puntoque su voto se podía incluso sa-tisfacer por poderes o mediantedonativos monetarios. De ahíque, en las lenguas romances,se empiece a distinguir entrelas palabras peregrino –queconservará su acepción de ex-tranjero en tránsito hacia un lu-gar de veneración– y palmero y

bordonero, en recuerdo de las hojas de palma y los bordo-nes –bastones para arrimo y defensa– que algunos vaga-bundos y pícaros portaban en las romerías.

El resultado es toda una corriente de pensamiento críti-co hacia las peregrinaciones, que, incubada en el seno dela misma Iglesia, pasará a la condena por la Reforma pro-testante, cuyos mentores la consideran en la confesión deAugsburgo del año 1530 como "esfuerzos infantiles e in-necesarios". Pues bien, en esta última parte del dossier seanaliza esa suerte de cruzada pacífica hacia los grandescentros del Cristianismo -Santiago, Jerusalén y Roma- trasla Reforma y el intento revitalizador de las peregrinacioneshecho por el Concilio de Trento.

Pedro García Martín

Ocaso peregrinoLa Reforma protestante consideró las peregrinacionescomo “un esfuerzo inútil e innecesario” y la Europa

del Norte dejó de peregrinar. Paulatinamente, ladecepción por sus múltiples corruptelas también las

fue relegando al olvido en el Sur

D O S S I E R

Santiago, en el

altar mayor de la

Catedral.

San Jorge, guerrero

patrono de Cataluña

y Portugal, mata al

dragón (xilografía

de José Abadal,

siglo XVII,

Biblioteca de

Cataluña,

Barcelona).

mado tantos estudiosos, hasta el punto de que A.Castro llegó a escribir que “la diversidad de los rei-nos de España se hacía convergente al tratarse delApóstol”. Pues si la citada descripción de los es-tandartes portados en Las Navas desmiente esa im-presión, los escritores medievales tampoco se lla-maban a confusión y, así, el marqués de Santillana,al describir la entrada en Ponza de los catalano-ara-goneses, les hace gritar en nombre de san Jorge, esdecir, el patrón guerrero de Cataluña y Portugal:

“Allí todas gentes cuytauan llamar“¡Sant Jorge!” con furia, como quien desseatraer a victoria la crua pelea,jamás non pensando poderse fartar”(LXVIII, vv.

541-544).En segundo término, hay que recalcar que, si

Santiago constituyó en la Edad Media una advoca-ción militar específica de Castilla, incluso allí tuvocompetidores y debió com-partir su caudillaje no sólocon Dios y la Virgen, sinotambién con otros santos yfiguras celestiales, en cuyoauxilio para la Reconquistaconfiaban los cristianos.Así, tanto san Pedro, comosanto Domingo de Silos yotros, junto a los arcángelesMiguel y Gabriel, “inspira-ron a los soldados cristianosuna confianza sustentadapor leyendas milagrosas, vi-siones y reliquias”, segúnrecordó D. Lomax. Entre to-dos, destacó san Millán, alque se creía protector deNavarra y Castilla la Vieja,por lo que ya en el año 997,es decir, un siglo antes deque se implicara a Santiagoen actividades bélicas, Gar-cía de Navarra peregrinó asu tumba para pedirle ayu-da contra Almanzor. Delmismo san Millán se pensa-ba que se había aparecido aFernán González en la bata-lla de Hacinas y a García IIIen La Calahorra (1045), an-tes también de que Santia-go apareciera nimbado conla aureola militar. Por eso,

sin contar con su mención enposibles leyendas épicas, elautor del Poema de FernánGonzález y Berceo destacanla acción protectora de sanMillán, hasta el punto de queel poeta riojano lo coloca almismo nivel de Santiago, lo que explica que el reyde León envíe a ambos el mismo tributo anual (SanMillán, 429cd) y le apellide “padrón de españoles,el apóstol sacado” (431B.). Bajo estas considera-ciones, se entiende que la ayuda militar de Santia-go, amén de supeditada habitualmente a Dios y laVirgen, se produzca, a veces, en compañía de algu-nos ángeles o de otros santos.

En tercer lugar, si esa variedad de santos milita-res asegura que la protección bélica no se conside-raba limitada a Santiago, mayor equivocación cons-tituye todavía pensar que ese tipo de auxilio se ex-plica por las peculiares circunstancias de la Espa-ña medieval. Bien al contrario, en la Baja Edad Me-dia, el culto de los santos militares tomó tal augeque, según ha probado Ph. Contamine, incluso al-gunos se especializaron en actividades bélicas con-cretas, como san Sebastián para los guerreros ysanta Bárbara para los artilleros, mientras que casitodos los ejércitos de la época se acompañaban deabundantes imágenes religiosas, sus armas porta-ban inscripciones devotas y las banderas de san

Lamberto de Lieja o sanDionisio poseían un carác-ter tan milagroso y sacrocomo las que portaban laimagen de Santiago.Asimismo, era habitual in-vocar la ayuda celeste enmedio de la batalla con gri-tos de guerra que definíanel origen (“San Jorge”, losingleses; “San Dionisio”,los franceses; “San Ivo”,los bretones), porque, ensuma, pese a las reservas yenseñanzas de la Iglesia,“cristianismo y guerra,Iglesia y guerreros, lejos deser antitéticos, hacían unabuena pareja, vivían en es-tado de constante simbio-sis y se aprovechaban de sumutuo apoyo” (Contamine).Por eso, en fin, no chocabaque predicadores y teólo-gos, a la zaga de san Pablo,recurrieran frecuentementea comparaciones, metáfo-ras o símiles militares parareferirse tanto a una acti-tud religiosa como a unsentimiento amoroso o aotro tipo de conducta.

82

La variedad y el culto de los santosmilitares tomó tal auge queterminaron especializándose: sanSebastián para los guerreros, santaBárbara para los artilleros...

Page 43: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

85

Vista aérea de la

catedral gótica de

Astorga (León), el

Palacio Episcopal

–obra de Antonio

Gaudí y hoy sede

del Museo delCamino– y las

murallas romanas

(foto Geo Planeta).

cándose los permisos que conceden los reyes” (Lasperegrinaciones...) de aquel país. Cada embarca-ción podía transportar entre varias decenas y doscentenares de peregrinos, y solían hacer el trayectoentre Plymouth y La Coruña. Otra fuente de noti-cias son los salvoconductos expedidos por los reyesde Aragón a favor de peregrinos que atravesabansus dominios. Eran gentes de muy diversos países:franceses, italianos, alemanes, polacos, checos,húngaros y otros centroeuropeos que recorrían lasvías terrestres o utilizaban las marítimas del Medi-terráneo occidental.

Hay también muchos datos sobre peregrinacio-nes alemanas a Santiago, tanto por tierra, desde la

Alta Alemania, como por mar, tomando como pun-to de partida los puertos hanseáticos de Danzig,Lübeck y Hamburgo, principalmente. Aquellas pe-regrinaciones se hicieron mucho más frecuentes ynumerosas desde la década de 1430. Todavía a co-mienzos del siglo XVI, Santiago “seguía siendo unaetapa posible para los que iban por mar a TierraSanta desde los puertos de los Países Bajos o de laAlemania del Norte”, pese al riesgo siempre pre-sente de los corsarios.

Los Reyes Católicos acudieron a Santiago duran-te su viaje a Galicia del año 1488 y en las cuentasdel Limosnero de la reina, Pedro de Toledo, hayejemplos interesantes sobre la condición de los

D O S S I E R

Diversos episodios

de la vida de

Santiago Apóstol

rodean la figura de

éste en una

representación

popular (grabado

del siglo XVII).

Miguel-Ángel Ladero QuesadaCatedrático de Historia MedievalUniversidad Complutense. Madrid

D ESDE EL SIGLO XIII, “LA PEREGRINA-ción iba siendo, cada vez menos, la ex-presión espontánea de un sentimientosincero de fe y devoción, para conver-

tirse en un acto utilitario u obligado. Este últimocarácter se acentuará en adelante, al unirse a suanterior uso como penitencia canónica el de penaimpuesta por la autoridad civil o los tribunales dela Inquisición” (Las peregrinaciones, en adelante,cuando no se indique otra cosa, los párrafos entre-comillados que hay en el texto proceden de este li-bro).

El texto expone con claridad el giro que la pere-grinación a Compostela dio en los últimos siglosmedievales, a partir de su primitiva y más potentemotivación devocional. Las razones de la peregri-nación se enumeran en las Partidas de Alfonso X,entre otros textos: la devoción pura con el deseoañadido de beneficiarse de las indulgencias y per-dones, el cumplimiento de un voto o promesa, y laejecución de una penitencia impuesta por la auto-ridad competente. A estas tres motivaciones, entrelas que van siendo más frecuentes la segunda y, enespecial, la tercera, se añadieron en el transcursodel siglo XV otras, como la práctica itinerante de losideales y modos de vida de la caballería, la curiosi-dad por conocer tierras y gentes de otros países, yel uso de la peregrinación como pretexto para lamendicidad y el vagabundeo de individuos y gruposmarginales.

Las nuevas corrientes de la espiritualidad cris-tiana occidental propias de la Edad Media tardía noprodujeron por sí mismas la decadencia de las pe-

regrinaciones, cuya práctica estaba muy arraigadapor los motivos enumerados, aunque su propuestade nuevas formas de devoción incidiera a la larga,de una manera crítica, sobre la estima en que se te-nía a las peregrinaciones. Además, en los siglos XIVy XV, tomaron un auge considerable las rutas marí-timas que llevaban a Compostela y las procedentesde países centroeuropeos de modo que, aunque ca-recemos de datos cuantitativos, sería aventuradoafirmar que hubo un descenso del interés por la pe-regrinación. Lo que sí había concluido, ya a media-dos del siglo XIII, era el papel del tradicional Ca-mino de Santiago, desde los Pirineos hasta Galicia,como vía de entrada de inmigrantes –que se afin-caban definitivamente en la España cristiana– y demercaderes.

Las noticias sobre años de jubileo o perdonançajacobea en el siglo XV –1434, 1445, 1456,1479...– informan sobre la presencia de muchosperegrinos. En 1434, por ejemplo, Juan II de Cas-tilla dio salvoconducto general a cuantos vinieran“de los reinos de Italia, Francia, Alemania, Hun-

gría, Suecia, Noruega o de otra cualquier nación”,y lo mismo hizo su hija Isabel I en 1479. Sin du-da, en los jubileos crecía el número de los peregri-nos, pero su presencia era habitual, como lo de-muestran testimonios personales y datos obtenidosen documentos de origen muy diverso. En 1448, elviajero alemán Sebastián Ilsung llegaba a Santiagoel día de Corpus Christi y constataba que es el sitioentre cristianos adonde más peregrinos acuden, sise exceptúa tan sólo el Santo Sepulcro de Jerusa-lén.

En el siglo XV, “las peregrinaciones inglesas pormar, en barcos fletados expresamente con ese ob-jeto, se hacen cada vez más frecuentes, multipli-

84

El declivedel CaminoLos abusos de los peregrinos, ladesconfianza religiosa hacia elvalor santificante de laperegrinación, el miedo a laInquisición y el control político delas fronteras vaciaron deperegrinos las rutas jacobeas

Page 44: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

Castilla pues, debido a la alta calidad del persona-je, Alfonso V de Aragón le otorgó la Orden caballe-resca de la Jarra y del Grifo, establecida por su pa-dre Fernando I –la más característica del ámbitoaragonés en el siglo XV– y Juan II de Castilla hizolo propio al imponer al peregrino y a algunos de susacompañantes el collar de la Orden de la Escama.Muy poco después, en 1434, aprovechando laafluencia de gentes con motivo del Año Santo, elcaballero leonés Suero de Quiñones llevó a cabo suconocido paso honroso, junto al puente sobre el ríoÓrbigo, en plena ruta jacobea, entre el l0 de julio yel 9 de agosto, donde midió sus armas con decenasde caballeros naturales y extranjeros –“se quebra-ron ciento sesenta y seis lanzas”–, antes de pere-grinar él mismo a Santiago como broche final de suacción.

En otras ocasiones, la peregrinación de grandesy pequeños nobles, aun conservando parte del sim-bolismo caballeresco, no se distinguía por el afánde hacer proezas de armas, o bien se reservaban és-tas para la guerra contra los granadinos, combinan-do ambos fines en un mismo viaje. Así, por ejem-plo, en 1462, Sebald Ritter, de familia noble deNuremberg, aprovechaba su peregrinación para res-taurar y pintar de nuevo el escudo de armas de sufamilia, en la capilla mayor de la catedral compos-telana, que había instalado allí su padre, en un via-je efectuado en 1428. No cabe duda de que enaquellas marcas de presencia era menor la piedaddel peregrino que el orgullo de los nobles, que con-sideraban especialmente propia de su honra socialaquella manifestación religiosa, cruzada pacíficamezclada a veces con la violenta: por ejemplo, lordRivers, señor de Woodville, que peregrinó en 1472-1473, y otros miembros de su familia combinaronen aquél o en otros viajes su condición de peregri-nos con la de combatientes en Granada.

En los relatos de aquellos viajeros hay multitudde noticias interesantes, aunque algunas de ellaspoco o nada tengan que ver con la peregrinación. Eltestimonio del viaje por España que realizó en1494-95 el médico de Nuremberg, Jerónimo Mün-zer, es uno de los más amplios e interesantes, e in-cluye muchas noticias sobre Santiago y la peregri-nación. Poco después acudió ante el sepulcro delApóstol otro viajero singular, el obispo armenioMártir de Arzendjan, que dejó su país en 1489 pa-ra peregrinar a Roma y a Santiago, adonde llegó dosaños después utilizando la ruta costera cantábrica.

Y también merece la pena citar el relato del in-glés Andrew Boorde, un antiguo cartujo que visitóCompostela en 1532 y de nuevo años después, apesar de la escasa fe que tenía en la presenciaefectiva del cuerpo del Apóstol en la ciudad –afir-ma que estaba en Toulouse, adonde lo habría lleva-do Carlomagno– y de las dificultades con que tro-pezó en su viaje por vía terrestre: Yo aseguro a todoel mundo que prefiero ir cinco veces a Roma desdeInglaterra que una a Compostela. Por mar no cues-ta trabajo, pero por tierra es el viaje más penosoque puede hacer un inglés.

Otros peregrinos, con mayores medios, no lo ha-

regrinación en el siglo XV y primera mitad del XVIse debe a relatos de viajeros con nombre conocido,a menudo de condición noble, que integraban en-tre las motivaciones de su viaje el deseo de obtenermayor prestigio político y renombre como caballe-ros. Aunque la causa religiosa seguía siendo princi-pal, a veces, “la meta piadosa del viaje era pocomenos que un pretexto para tener ocasión de verpaíses y costumbres exóticas, frecuentar cortes ex-tranjeras y lucir su valor, habilidad y destreza en lostorneos”.

He aquí algunos ejemplos: A comienzos de1430, Ulrich von Cilli, sobrino político del empera-dor Segismundo, emprendió otra típica peregrina-ción caballeresca, acompañado por un séquito deen torno a sesenta caballeros y escuderos, de la queha quedado testimonio tanto en Aragón como en

M a r

d e l

N o r t e

M a r

C a n t á b r i c o

M a r

M e d i t e r r á n e o

M a r B á l t i c o

F R A N C I A

S U I Z A

E S P A Ñ A

D I N A M A R C A

S U E C I A

Gotland

P O L O N I AI N G L A T E R R A

I R L A N D A

A L E M A N I A

P A Í S E SB A J O S

La Coruña

O B E R E S T

RA

S

SE

Pamplona

AuchOrthez

AMSTERDAM

Aquisgrán

Bruselas

ValenciennesArras

Amiens

Stettin

Danzig

HamburgoLübeck

COPENHAGUE

GOTEMBURGO

OSLO

PARÍS

Orleans

Tours

PoitiersSaintes

BurdeosBlaye

Bayona

Vitoria

LONDRES

DoverSouthampton

Plymouth

SANTIAGO de COMPOSTELA

PonferradaLugo

AstorgaLeón

SahagúnBurgosLogroño

St. Jean-de-Pied-de-Port

Toulouse

CarcasonaNarbona

BezieresMontpelier

NimesMontelimart

Valence

Chambery

GinebraLausana

Berna Lucerna

Einsiedeln

NE

ID

E

R

ST

RA

SS

E

Canal deLa

Man

cha

87

D O S S I E R

Arriba, los caminos

alemanes, según la

Guía de Künig von

Vach (1495), por E.

Ortega. Derecha, un

combate entre

caballeros en un

capitel del pórtico

de la iglesia de

Rebolledo de la

Torre (Burgos).

anónimos peregrinos que se beneficiaron de la ca-ridad regia durante aquellas jornadas compostela-nas. Son instituciones hospitalarias, en especial la-zaretos, y gentes pobres de diversos países, comolos que recibieron más de cien reales repartidosdentro en palacio, o bien otro montón de romerosque pedieron a la señora ynfanta a la red. O casossingulares, como aquellos dos romeros, marido emuger, que trayan un niño en una canasta a las es-paldas, o una muger de Flandes desnuda a la quese dio paño para hacer una saya, o bien un françesal que se dieron diez reales para curar a su muger,que estaba echada a la puerta de Sant Françisco.Pero las noticias más abundantes se refieren a lafundación del Hospital Real de Santiago, obra delos monarcas en honor al patrón de España.

La nobleza en el CaminoLa mayor parte de lo que sabemos sobre la pe-

86

El viaje de Arnold von Harff (1496-1499)

Arnold von Harff, noble ciudadano de Colonia, tenía 25 años cuando comenzóuna larga peregrinación que duró tres años, entre noviembre de 1496 y no-viembre de 1499. Visitó, en primer lugar, Roma para después, utilizando las ru-tas habituales de comunicación marítima que partían de Venecia, viajar a Ale-jandría, El Cairo, visitar el monasterio de Santa Catalina –en el monte Sinaí– y,por supuesto, Jerusalén. A su regreso, viajó desde Venecia a Santiago por vía te-

rrestre y por ella regresó también a Colonia. “El itinerario de Von Harff es muy detallado yexacto... Su comentario versa sobre la geografía del país que atraviesa, las particularidadesde sus habitantes y, ante todo, sobre la relativa importancia de las localidades que encuen-tra en su camino”. Así, por ejemplo, se extraña ante el tocado, en forma de cuerno, de lasmujeres en Gascuña, y anota algunas expresiones en vascuence; alaba Roncesvalles (“unahermosa iglesia y una gran abadía, cuyo abad mantiene un excelente hospital para pobres yperegrinos: allí en la iglesia se nos enseñó un grande y largo cuerno que se dice fue el cuer-no de caza del gigante Rolando”) y aprecia la calidad urbana de Pamplona. En cambio, nose entera bien de la tradición del milagro del gallo en Santo Domingo de la Calzada: “en lamisma iglesia, a mano izquierda del altar mayor, hay un agujero enrejado con un gallo y unagallina blancos. Se nos quiere decir a nosotros peregrinos que han llegado allí milagrosa-mente”. Pondera la importancia del monasterio burgalés de San Juan de Ortega como cen-tro hospitalario y limosnero. Da cuenta de las sumarias ejecuciones de reos de delito encampo abierto –muerte a saetazos–; “le llaman la atención los muros de adobe en Frómis-ta”; se queja, en diversas ocasiones, del cobro de portazgos en localidades navarras de Ul-trapuertos y, en general, de la mala calidad de los alojamientos: “desde Orthez hasta Santia-go ya no encontrarás ninguna buena posada para tí ni para tu caballo. Si quieres comer obeber, tienes que comprártelo en el camino, y no encontrarás para tu caballo avena ni paja.Además, hay que dormir en el suelo y comer cebada”. Y, en fin, al llegar a Compostela, ladescribe como “una ciudad pequeña, bella y alegre, situada en Galicia, sujeta al rey de Cas-tilla. En ella hay una hermosa y grande iglesia. Sobre su altar mayor está un gran santo demadera en figura de Santiago, que tiene encima una corona de plata, y los peregrinos, su-biendo por detrás del altar, se colocan la corona sobre sus cabezas, con lo que los habitan-tes de la ciudad se burlan de nosotros los alemanes... Además, se dice que el cuerpo de San-tiago el Mayor está en el altar mayor. Algunos dicen que está en Tolosa en el Languedoc, dela que he escrito más arriba”. “Yo traté con grandes ofertas de que me enseñasen el santocuerpo. Se me contestó que no se acostumbraba hacerlo; que el cuerpo santo de Santiagoestá en el altar mayor, y que el que dudase de que fuese su cuerpo, en el mismo momentose volvería loco, como un perro rabioso. Con esto me bastó y fuimos a la sacristía, dondenos enseñaron la cabeza de Santiago el Menor y otras muchas reliquias”. “Delante de la igle-sia encuentras innumerables conchas grandes y pequeñas, que habrás de comprar y sujetara tu sombrero para hacer ver que has estado allí”.

Page 45: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

89

La Puerta Santa de

la catedral de

Santiago de

Compostela se abre

el 1 de enero de

cada año jubilar o

Año Santo –aquél en

el cual el día 25 de

julio es domingo– y

se cierra en la

medianoche del 31

de diciembre.

valor de las indulgencias, atribuían a aquella acti-vidad un valor devocional y significado religiosomuy escasos en relación con las aberraciones yabusos a que daba lugar: las razones de Lutero sehallan tanto en su proposición o resolutio inicial so-bre las indulgencias como, especialmente, en suescrito A la nobleza cristiana de la nación alemana.

La implantación de la Reforma protestante y laintervención en ella de los poderes políticos produ-jo en muy poco tiempo el final del aflujo de nórdi-cos, ingleses y alemanes a Compostela. Los queaún procedían de las regiones católicas de Alema-nia podían tropezar con la desconfianza de la In-quisición, si veía en ellos posibles protestantesocultos. Y, en lo que toca a la Europa católica, aun-que se mantuvieron los argumentos sobre el valordevocional y penitencial de la peregrinación y la va-lidez de las indulgencias obtenidas en su transcur-so, parece claro que, desde mediados del XVI, per-dió casi toda su importancia frente a otras prácti-cas religiosas, aunque –como apunta Lacarra– co-nociera algún renacimiento más adelante y se man-tuviera siempre el significado político-simbólico delpatronazgo de Santiago sobre la España cristiana.

Además, en el transcurso de aquel siglo, se de-sarrollaron mucho las tendencias políticas que

acentuaban el control de fron-teras, territorios y poblacionespor los respectivos poderesmonárquicos y, con ello, ladesconfianza ante las perso-nas y grupos itinerantes y lasdificultades con que tropeza-ban los peregrinos auténticos,confundidos con los “vagos,tunantes, haraganes y delin-cuentes que procuraban encu-brirse bajo el sombrero de alasanchas y la esclavina”. Ya enel XV, la excusa de la peregri-nación había sido una de lasutilizadas por los gitanos paraentrar en los reinos de la Es-paña cristiana sin abandonarel modo de vida nómada queperpetuaba su marginalidadrespecto a las poblaciones se-dentarias. Baste un solo ejem-plo del año 1435: el condeTomás de Egipto “el chico”dixo que él con sus gentes etfamilias fuesse por el mundoen peligrination por la fe ch-ristiana, e el muyt inclito prin-cep et senyor el senyor donAlffonso rey d’Aragon agorabienaventuradamente reg-nant, li haviesse dado licenciahir et passar por su regno ettierras con toda su companyaet familia, francamente etquita, sienes pagar peatge nicarga otra alguna.

En junio de 1590, Felipe II promulgaba unapragmática en la que sintetizaba bien la cuestiónal prohibir “el uso del traje de romero a los natu-rales y exigiendo a los extranjeros que llevasen de-terminados documentos”, para evitar que so colorde la peregrinación proliferara el número de losque, dice el documento, andan vagando sin que-rer trabajar ni ocuparse de manera que puedan re-mediar su necesidad sirviendo o haciendo otrosoficios y ejercicios necesarios en la república conque se puedan sustentar, y andan hurtando, ro-bando y haciendo otros delitos y excesos en grandaño de nuestros súbditos y naturales.

Por último, en la decadencia de la peregrinaciónjacobea influyó también, y mucho, el oscureci-miento o, tal vez, la manifestación por otros caucesde una forma de religiosidad que tuvo su mayor au-ge en los siglos centrales de la Edad Media, cuan-do el pobre, el enfermo, el desarraigado y el pere-grino eran vistos todavía menos como peligro o malsocial a controlar y más como hermanos menoresde Cristo, en los que ejercitar la caridad (Peregrinéy me acogísteis, Mateo 25,35-36), y como testi-monio personal de la condición transitoria y azaro-sa de la vida, concebida como prueba del hombreen su camino hacia el Más Allá.

D O S S I E R

Izquierda, Santiago

recibe a Isabel la

Católica como

peregrina, según el

manuscrito de

Marcuello, realizado

en el siglo XV.

Abajo, el escudo de

Isabel y Fernando

tal como se puede

ver aún en el

Hospital Real de

Santiago, hoy

Hostal de los Reyes

Católicos.

brían pasado tan mal. Hacia 1500 continuaban via-jando a Santiago algunos grandes nobles, a vecesperegrinos casi profesionales, como el duque Enri-que de Sajonia, que visitó Compostela en 1506-1507, completando así su viaje a Jerusalén de1498. O el conde de Zimmer, Johann Werner, quehizo la peregrinación desde Constanza en 1515. Aalgunos de aquellos viajeros y a especialistas en lacuestión se deben los mejores relatos-guías de pe-regrinación, que se muestra vigente en los momen-tos previos a la Reforma protestante. Es el caso deArnold von Harf, noble de Colonia, que peregrinótres años, de noviembre de 1496 a noviembre de1499, recorriendo Roma, Jerusalén y el PróximoOriente mediterráneo para concluir en Compostela:“en su manuscrito se representa arrodillado ante laimagen de Santiago y, entre ambos, un escudo consus armas”.

Muy poco antes, en 1495, se había editado laGuía del Peregrino a Santiago escrita por un monjeservita de Estrasburgo, Herman Künig von Vach,obra que tuvo otras cuatro ediciones hasta 1521 yse considera “un documento típico de la peregrina-ción alemana popular, la que tuvo más importan-cia”, formada a menudo por grupos “que pedían li-mosna cantando y que tenían el mayor interés ensaber dónde habían de encontrar hospitales en queles diesen lecho y comida gratis”.

Reforma y decadencia La decadencia de la peregrinación no se debió

sólo a motivos religiosos, aunque éstos fueron losmás importantes puesto que al fin, con las refor-mas del siglo XVI, prevalecieron, sobre todo en elcampo protestante, los argumentos críticos respec-to al valor de las peregrinaciones. Ya de antiguo

afirmaban los autores eclesiásticos que peregrinarsignificaba poco si el hecho no iba acompañado poruna mejora de la actitud religiosa y moral del suje-to, pues sólo así podía estar en condiciones para re-cibir las gracias o carismas propias de aquella acti-vidad.

De ahí a afirmar que éstos se alcanzaban igualaunque no hubiera peregrinación, en la acción reli-giosa habitual que ponía al hombre en contacto conDios, había sólo un paso. Ya lo había dado en el si-glo XIII el franciscano Bertoldo de Ratisbona en supredicación: ¿Qué encuentras en Compostela cuan-do llegas allí? ¡El cuerpo de Santiago! Bueno estáeso: es un cuerpo muerto y un cráneo; la parte me-jor está allá, en el cielo. Dime, ¿qué encuentras entu pueblo, cuando un sacerdote dice misa en la igle-sia? Allí encuentras al verdadero Dios y verdaderoHombre, con la fuerza y el poder que tiene en el cie-lo, sobre todos los santos y sobre todos los ángeles.

Muchos pensadores religiosos de fines de laEdad Media criticaban la idea de que la prácticaperegrinal supusiera por sí misma un medio de san-tificación, así como los abusos, e incluso supersti-ciones, a que daba lugar. Tanto el autor de la Imi-tación de Cristo como Bernardino de Siena en suspredicaciones insistían en los mismos argumentos:Qui multo peregrinantur raro sanctificantur (Quienmucho peregrina difícilmente se santifica), se lee

en el Kempis, y el segundo critica aaquéllos que peregrinan con curvi e stor-ti intenti di curiosità, superstizione epresunzione, credendo per quel peregri-naggio e no per Christo salvarsi (con tur-bios y torcidos propósitos de curiosidad,superstición y presunción, creyendo quese salvarán por la peregrinación y no porCristo).Los reformadores actuaron, en conse-cuencia, sobre un terreno ya preparado.Lutero y sus seguidores, que negaban el

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Jubileo e indulgencias

La perdonanza o jubileo “tenía lugar todos aquellos años en que la fiesta principalde Santiago –el 25 de julio– caía en domingo. Durante tales años “todos los que,devotamente arrepentidos y contritos, visitasen la basílica compostelana... podrí-an ganar indulgencia plenaria y obtener la absolución de sus culpas incluso enlos casos reservados a la Sede Apostólica”. Esto ya era así en el siglo XV, cuandose atribuía la concesión del jubileo al papa Calixto II, hacia 1120, confirmado por

Alejandro III en 1179. Sin embargo, a mediados del XIII lo que, por lo que parece, se conocíay practicaba más era la toma o ganancia de indulgencias parciales, éstas en especial:

- El peregrino que acude a Compostela en cualquier momento obtiene la remisión de latercera parte de la pena debida por sus pecados. Si muere allí o en el camino de ida o devuelta, la remisión o indulgencia es total.

- 40 días de indulgencia cada vez que participe en la procesión dominical en el interiordel templo compostelano. 200 más si es en la llamada “fiesta de las mitras” portadas por loscanónigos.

- 600 días si participa en los cultos de la vigilia de Santiago y del día de su fiesta, y en losdel día conmemorativo de la dedicación del templo.

- 200 días por asistir a misa celebrada en el templo por un arzobispo, obispo, deán ocardenal.

Page 46: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

91

Izquierda, Jerusalén

en la actualidad. En

primer término, la

Ciudad Vieja,

destacando la gran

mezquita de Omar,

erigida en la

explanada sobre la

que estuvo el

Templo de

Salomón. Abajo,

detalle de esa

mezquita, una de las

más antiguas que se

conservan; dicen

que desde ella

ascendió Mahoma a

los cielos.

Pedro García MartínProfesor Titular de Historia ModernaUniversidad Autónoma de Madrid

D e do, con mucha razón, dicen todos co-múnmente que tres cosas hacen a unhombre sabio, prudente y discreto: o tra-tar con los que son tales, o peregrinar

por muchas tierras, o leer en muchos libros de filó-sofos" (Antonio de Sosa: Diálogo de los mártires deArgel, Valladolid, 1612)

La ciudad moral, simbólica y perfecta será, paralas grandes religiones monoteístas, Jerusalén. LaCiudad Santa de las tres culturas encarnará la espe-ranza mesiánica y se convertirá en uno de los temasecuménicos del Medievo. Para la tradición cristiana,era el Paraíso Terrenal, escenario de la pasión deCristo, donde se cumplirían las predicciones apoca-lípticas. Para la hebrea, alguna de las puertas de sumuralla, anillo protector del Templo de Salomón, da-ba paso al Infierno, donde ardía la ira de Dios. Parala musulmana, que situaba en la mezquita de Omarla ascensión de Mahoma a los cielos, también dosentradas de signo contrario conducían al deleite edé-nico y al fuego devorador del abismo. Todas la con-sideraban el microcosmos de la Tierra de Promisión,a donde el creyente, convertido en hijo del camino,debía orientar su esperanza de redención física o es-piritual.

Ahora bien, los arquetipos idealizados de la Jeru-salén celestial serán desplazados por el realismo dela Jerusalén terrenal, a medida que los cristianos seadentren e instalen en Tierra Santa por medio de lacruzada y de la peregrinatio, aunque la Ciudad de

D O S S I E R

90

Peregrinos enJerusalénPeregrinos enJerusalénDevoción, ganancia de indulgencias, cumplimiento devotos, curiosidad y ansia de aventuras llevaron durantesiglos a los peregrinos hasta Tierra Santa. Allí les esperabauna pelea escandalosa por el control de los SantosLugares, un rosario de contribuciones y una colección defábulas que no se tragaban ni los más crédulos

Devoción, ganancia de indulgencias, cumplimiento devotos, curiosidad y ansia de aventuras llevaron durantesiglos a los peregrinos hasta Tierra Santa. Allí les esperabauna pelea escandalosa por el control de los SantosLugares, un rosario de contribuciones y una colección defábulas que no se tragaban ni los más crédulos

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Lo cierto es que en los siglos modernos cambia-ron los hábitos centenarios de la peregrinación. Losviajeros partirán de los distintos países y ciudades dela Cristiandad católica: Félix Fabri desde Ulm, San-to Brascha desde Milán y Pierre Barbatre desde Ver-non lo hicieron en 1480; Bernardo de Breydebachdesde Maguncia, en 1483; Fray Antonio de Lisboadesde Tomar, en 1507; don Fadrique Enríquez deRibera desde Bornos, en 1518; Íñigo de Loyola des-de Roma, en 1523, Pedro Escobar Cabeza de Vacadesde Valladolid, en 1586...

Tras atravesar la dificultad de los Alpes o em-barcarse hacia Italia, lo más común es que los pe-regrinos se concentrasen en Venecia, que se habíaespecializado en esta modalidad excursionista. Atal efecto, los viajeros eran alojados en fondaco“por naciones” y aliviaban sus males en ospedali,concertaban un contrato escrito con sus correspon-dientes cláusulas con un patrón naviero y, en previ-sión de abusos, el Dogo concedía licencias oficia-les a los capitanes, nombraba intérpretes que apos-tados en la plaza de San Marcos o en el puente deRialto les ayudaban a sacar pasaje, comprar basti-mentos y cambiar monedas. Asimismo, en la Perla

0 500 1000 1500 Kilómetros�

Principales estancias

Viaje de retorno

Viaje de ida

Peregrinación de don Fadrique Enríquez de Ribera

SEVILLA

BORNOS

AVIÑÓN

MONTSERRAT MARSELLA

MILÁN

GÉNOVA

FLORENCIA

ROMA

NÁPOLES

VENECIA

ISTRIAZARA

ZANTE

RODAS

CHIPRE

JAFFA

JERUSALÉN

24 de noviembre de 1518

4 de agostode 1519

20 de octubre de 1520

MA R

ME D I T E R R Á N E O

Info

graf

ía: J

uan

Seb

asti

án.

M A R N E G R O

M A R R O J O

D O S S I E R

Diario de un peregrino

Llegamos a Jerusalém este día Jueves a vísperas poco más, o menos, que no fuepoca la alegría, cuando lo vimos, que está en un valle. Fuímonos a apear juntoa una casa, que está fuera, que solía ser de Mercaderes: y agora posan en ellalos peregrinos Moros, que van a la Meca. De ahí nos fuimos a Monte Sión a pie:porque a todos los Christianos hacen allí apear; y según el mucho Sol había-mos pasado, y mucha aspereza del camino, no nos fue muy apacible. Y fuimos

por defuera de la ciudad junto al Castillo de Pisano, que fue una fortaleza, que los pisanoshicieron, cuando tuvieron a Jerusalém: que hoy está entera y no es fuerte. Y así nos fuimosa Monte Sión, que habrá media milla: e allí dieron de cenar a los peregrinos. Y después re-partiéronse los de la otra nao en el hospital de Santiago, que fue donde degollaron a San-tiago de Galicia. Y los de nuestra nao fuimos, a posar al Patriarcado, que es la casa de el Pa-triarcha de Jerusalém. La cual está incorporada con la iglesia del Santo Sepulchro: y en ellareside hoy el Patriarcha de los Griegos.

Jerusalém es larga, y angosta: y tiene en largo hoy mil y novecientos pasos: y en anchomil y quinientos y dos; y habrá tres mil vecinos".

(Viaje de don Fadrique Enríquez a Jerusalén, 1518-1520).

El 24 de noviembre de 1518, Don Fadrique Enríquez de Ribera,Comendador de Santiago y marqués de Tarifa, peregrinó a

Jerusalén, dejando de su viaje –cuyo itinerario se refleja en el mapa–un interesante relato del que se extraen estas líneas:

Arriba, Jerusalén y el

Templo de Salomón

–reconstruido por

Herodes el Grande–

en tiempos de

Jesucristo (grabado

de La IlustraciónArtística, 1888).

Abajo, Lutero, cuya

reforma

consideraba las

peregrinaciones

como innecesarias

y, en muchos casos,

como idolátricas

(detalle, por

Cranach, Gallería

degli Uffizi,

Florencia).

Dios se nos presentará siempre entronizada en me-dio de un halo a la par arcano y privilegiado: "situa-da al centro de la Tierra –en el verbo del Sumo Pon-tífice– y fructífera más que cualquier otra, semejan-te a otro paraíso de las delicias", como dijo el papaUrbano II en Clermont-Ferrand, en el año 1095, enaquel famoso sermón que desencadenó la PrimeraCruzada.

A la búsqueda de la experiencia religiosa en esasuerte de Jardín del Edén habían peregrinado duran-te siglos fieles devotos desde todos los confines de laCristiandad. Si los menos fueron empujados a la sen-da por la presión social, los más caminaban en la es-peranza de obtener una ayuda divina que les era ne-gada por los hombres, desde la recuperación de lasalud frente a las enfermedades del cuerpo a la cu-ra de las heridas del alma mediante la penitencia porlos pecados inconfesables. A veces, era para cumplirel voto formulado en un momento de necesidad o pe-ligro, agradeciendo a la divinidad las oraciones escu-chadas y los beneficios recibidos, ganar indulgenciasdesde el mismo nacimiento de ese espacio de eter-nidad que es el purgatorio y, cómo no, alimentar elansia aventurera que comporta la creencia en que loimportante es el viaje y no la arribada.

Lo cierto es que en toda peregrinación–y máxime en la más luenga de todasellas, como era la jerosolimitana– los san-tuarios y las imágenes harán de mediado-res para la satisfacción de la meta reden-tora. De manera que encontraremos tem-plos, santos y reliquias intermedios queacelerarán el pulso de la emoción conte-nida, hitos o cruceros que sacralizarán laruta, hasta extasiarse los fatigados cami-nantes ante los iconos arcaicos o llegadosdel cielo que se veneran en la CiudadSanta, y cuyos destellos fragmentados sellevarán a casa en forma de reproduccio-nes votivas y souvenirs.

Esta práctica cristiana fue puesta en

tela de juicio por reformistas y reformados de la Igle-sia romana en pleno Renacimiento y, tras la rupturaconfesional del siglo XVI, se bifurcan las actitudesreligiosas ante la peregrinación a Tierra Santa. De re-sultas, mientras luteranos y calvinistas abominaránde lo que consideran un itinerario mercantilizado, loscatólicos se reafirmarán en las convicciones tradicio-nales, máxime cuando el Concilio de Trento justifi-que la peregrinación con prudencia, consolidandouna especialidad de diarios romeros que dan cuentade expediciones cada vez más uniformes y regla-mentadas. Ello hasta el punto de hacerse un huecoen el catálogo de los viajes regulares, ora como des-tinos de moda entre los estamentos acomodados oracomo trayectos penitenciarios por disposiciones judi-ciales o mandatos sacerdotales, hasta desembocaren nuestros días en el denominado turismo religioso,que desnaturaliza la esencia misma del antiguo IterHierosolymitanum, Ruta de Jerusalén.

La cruzada pacíficaLas peregrinaciones a los Santos Lugares habían

adquirido para los fieles católicos del Cinquecentoel aspecto de lo que se ha dado en llamar una cru-zada pacífica. Los acicates de este flujo transeúnteno sólo eran la recompensa piadosa de revivir la pa-sión de Cristo, sino también el deseo de conocerlos pueblos exóticos de Oriente Próximo, ganar in-dulgencias en las diferentes estaciones y misterios,venerar santos y cumplir promesas. Además, estaexcursión penitente adolecía de una extrema pola-rización social, pues tan sólo era emprendida poruna minoría rica, en su mayoría aristocrática yacompañada de una comitiva, o por desarrapadosbuscavidas y errabundosque sobrevivían gracias a lalimosna caritativa y a lastretas de la picaresca, comolos disfraces que bordabanal bordonero y hacían rome-ra a la ramera.

92

Page 48: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

95

Arriba, iglesia del

Santo Sepulcro,

meta irrenunciable

de los peregrinos

cristianos. Abajo,

una de las calles del

casco viejo de

Jerusalén.

la inversa, en función de las actitudes más o menostolerantes de sultanes y gobernadores.

La decepción empezó a hacer mella en los pere-grinos a medida que avanzaba el siglo, apareciendoun espíritu crítico que se concretó en la utilizaciónde la fórmula “se dice” para dar cuenta de sus im-presiones ante las estaciones y “maravillas” de Tie-

rra Santa, puesto que muchas leyendas y restos di-vinos hacían flaquear hasta la fe del más crédulo.Los testimonios empezaron a dar cabida también alos aspectos negativos de este paisaje sagrado. Así,por ejemplo, Fray Antonio de Aranda, tras recordarque en tiempos lejanos "esta Tierra de promisiónera abundante de todas las especies... agora, des-pués de tantas destrucciones, lo más y mejor fal-ta...", concluirá afirmando "que no ay en Palestinacosa que cause novedad en España". Y el maestrode capilla hispalense Francisco Guerrero, que pere-grinó desde Sevilla en 1591, anotó en su cuadernode viaje "que esto se vee (las ruinas) por toda estatierra de Palestina: que passamos por ciudades quefueron muy grandes, y no vemos sino piedras, y al-gunos paredones. Dicen se parece ser la voluntadde Dios que estén destruydas por los pecados deaquel tiempo".

La Europa barroca entendió el peregrinaje demanera más objetiva y racional, lo que no es óbicepara que esta devoción, en la que se daba el ma-ridaje de la gracia espiritual y el prestigio social,siguiese formando parte de la cultura aristocráticade los países católicos. Aunque a su abrigo mu-chos hubiesen viciado la práctica, como deja en-trever Miguel de Cervantes con discreción y pru-dencia en su testamento literario de Los trabajosde Persiles y Sigismunda, cuando pone en boca deuna romera un juicio de esta guisa: "...pero estoymal con los malos peregrinos como son los que ha-cen granjería de la santidad, y ganancia infame dela virtud loable; con aquéllos, digo, que saltean lalimosna de los verdaderos pobres. Y no digo más,aunque pudiera."

D O S S I E R

En 1568, el insigne músico Francisco Guerrero, a la sazón maes-tro de capilla y racionero de la catedral de Sevilla, acompañó alcardenal Rodrigo de Castro a la convocatoria que le había cur-sado el papa Sixto V. Como el arzobispo se dilatara en Madriden tanto pasasen los recios calores del estío, nuestro composi-tor obtuvo licencia para ade-

lantarse hasta Venecia con la disculpa de es-tampar sendos libros, aprovechando para em-barcarse el 14 de agosto junto a su discípuloFrancisco Sánchez rumbo a Tierra Santa, “alos sesenta años de mi hedad, sin temor delmar, ni de tantas naciones de enemigos comoen esta peregrinación ay”. Tras un mes de na-vegación por Levante, atracó en el puerto deJaffa, donde comenzarán sus evocaciones bí-blicas, formando con otros romeros una re-cua de jumentos con la que alcanzaron la ale-gre vista de Jerusalén, “bessando muchas ve-zes la tierra dando muchos loores a Dios”.Las jornadas se sucedieron entre visitas a es-taciones, santuarios y reliquias de los SantosLugares, en cuyo transcurso aflorará la venaartística de nuestro viajero hispalense. De es-ta forma, en el Santo Sepulcro, “a la media

noche es gran contento oir a todas estas naciones dezir maytines, y a cada unoen su lengua y canto”. En Belén, cantando antífonas y versos en la capilla delNacimiento “que parece que entramos en el Parayso”, tendrá “mil ansias ydesseos de tener allí todos los mejores músicos del mundo, assí de bozes co-mo de instrumentos, para dezir y cantar mil canciones y chanáonetas al niño

Iesus y a su Madre sanctissima, y al benditoIoseph, en compañia de los Angeles, y Reyes,y Pastores, que en aquel diversorio se halla-ron...”. Y al contemplar el Calvario anhelaráque discretos músicos interpretaran en coroangelical las Lamentaciones de Jeremías. Porfin, con las indulgencias ganadas y las bolsasmás ligeras, los peregrinos uniéronse a unacaravana de mercaderes para retornar a la pa-tria a través de la deslumbrante Damasco y dela portuaria Trípoli siríaca hasta echar el án-cora en la Perla del Adriático al cabo de cin-co meses. En adelante, cada vez que el buenodel maestro Guerrero compusiese villancicospara celebrar la Navidad en su jubilación ca-tedralicia, le vendrán a sus mientes los paisa-jes de Palestina, hasta el punto de no cambiar“el contento de haberla visto por todos los te-soros del Mundo”.

La peregrinación de un músico hispano

Arriba, mapa de

Jerusalén y

situación de sus

monumentos más

importantes

(Civitates OrbisTerrarum, de

Braun, siglo XVI).

Abajo, el Santo

Sepulcro.

del Adriático o en Palestina adquiríanla famosa Guía del Peregrino, redac-tada por los custodios franciscanosde Monte Sión y actualizada en suce-sivas ediciones, que amén de oracio-nes e himnos para la ocasión, conte-nía la relación de lugares sagrados yaún la recompensa evangélica a obte-ner en cada uno de ellos.

La ruta marítima seguida por estasgaleras y naos de peregrinos, a modode flota regular que hacía sendas tra-vesías en primavera y verano paraaprovechar las buenas condicionesde navegabilidad del Mare Nostrum,contemplaba escalas obligadas enRodas y Chipre por razones de abas-tecimiento y seguridad, hasta que, apartir de 1523, los caballeros de SanJuan fueron obligados por los turcosa establecer su nueva base en Malta.Desembarcados en Jaffa y recibidoscon un sermón por el Guardián de losSantos Lugares, para que respetasenel patrimonio y las costumbres islá-micas, sufrían un auténtico rosariode exacciones a cargo de trujamanes,vendedores, tansportistas y delegados del señor deSiria –vasallo del Gran Turco, que, bajo el sultana-to de Selim II, había arrebatado Jerusalén en 1517a los mamelucos–, a cambio de protección y fran-queza de paso. Al llegar a Jerusalén se iniciaba unapretado calendario de visitas obligadas a capillasy lugares bíblicos –desde Belén al río Jordán, des-de Nazaret al valle de Josafat– repartidos y dispu-tados por diferentes sectas cristianas (griegos, ar-menios, coptos, nestorianos, maronitas, etcétera),cuyo punto álgido estribaba en el ritual de investi-dura como caballeros en el Santo Sepulcro.

Luego, no restaba sino desandar el camino has-ta los reinos de partida, bien por la vía segura de laida navegando próximos a los enclaves venecianos,o bien por vías alternativas en manos islámicas,bien hacia el Este (Damasco, Trípoli y Acre), bienhacia el Oeste (desierto del Sinaí, el Nilo y Alejan-dría), cruzándose en no pocas ocasiones con las ca-

ravanas que se dirigían en peregrinación hacia LaMeca o, incluso, a la propia Jerusalén.

Y, ya en el reposo de las moradas familiares, losnobles romeros rememoraban su peregrinación enmanuscritos que han pasado a la literatura de via-jes bajo el subgénero de libros de peregrinación.

El “camino sin pesadumbre”La mudanza en las peregrinaciones a Jerusalén

fue diluyendo la idea medieval de la errance, laaventura arriesgada de los paladines caballerescos,de los cruzados que pretendían liberar Tierra Santadel Islam, de los héroes artúricos en busca del San-to Grial, que habían de superar peligros y pruebasiniciáticas para alcanzar la gloria y el honor. Ahora,modificados sus argumentos ideológicos, se con-vertirán en viajes de lujo, que sus privilegiados pro-tagonistas calificarán de "camino sin pesadumbre",según decía Fray Antonio de Aranda, que peregrinóa Jerusalén desde Alcalá de Henares en 1529.

Pasando del uso al abuso de la romería jerosoli-mitana, el voto se pudo satisfacer mediante donati-vos monetarios y hasta por poderes, lo que contri-buyó a la desnaturalización de su sentido originarioy multiplicó las censuras erasmistas y luteranas. Lamisma mala impresión se llevaba el creyente alcontemplar el vergonzante reparto espacial de Pa-lestina entre las diversas religiones cuyas disensio-nes llegaban a Europa (Amaro Centeno escribía que"estas naciones de Christianos andavan fuera delgremio de la Santa Madre Yglesia Romana, y tení-an ciertos errores que havían tomado de sus maes-tros”. No era menor la indignación que producía larapaz explotación de los visitantes. A esto hay queañadir una reutilización de los recintos sagrados,que pasaban de iglesias a mezquitas y, a veces, a

94

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97

Paulo III, el

pontífice que

convocó el Concilio

de Trento (por

Tiziano, Pinacoteca

Vaticana).

las basílicas para venerar las reliquias, sino paraganar las indulgencias. De esta manera, para E.Delaruelle, la figura del Papa reemplazaba a lasde san Pedro y san Pablo en el orden de preemi-nencia de los caminantes.

Babilonia infernalLa Edad de Oro de la ciudad como la encarna-

ción de la Jerusalén celeste entró en decadenciacuando arreciaron las críticas de prelados, teólo-gos y reformadores contra la licenciosa vida de losperegrinos, críticas que se insertan dentro de lasnuevas corrientes de la espiritualidad. La mismapublicística romana culmina el siglo XV tildando ala ciudad regida por los papas Borgia (Calixto III yAlejandro VI) como la encarnación de la Babilonia

infernal, la antítesis del ideal de quienes se acercanpara alcanzar la remisión de sus pecados por la in-dulgencia plenaria de los años jubilares y la con-templación de las reliquias más sagradas de la Cris-tiandad.

Los requisitos para lograr la indulgencia se habí-an complicado a lo largo de los siglos: el preceptoimpuesto por Bonifacio VIII (1300) de la visita delas basílicas de San Pedro y San Pablo para lograrel perdón de los pecados fue ampliado por Clemen-te VI (1350) a la basílica de San Juan de Letrán;Urbano VI (1390) amplió el circuito romano de losromeros con la de Santa María la Mayor. En el siglosiguiente se completó el itinerario, recomendándo-se la visita de las tres iglesias menores: San Loren-zo, Santa Cruz y Santa María del Pópolo.

D O S S I E R

Plaza de San Pedro

llena de peregrinos

para asistir a la

coronación del

papa Sixto V.

Obsérvese que aún

no existía la

columnata de

Bernini y que la

cúpula de la Basílica

ya aparece, aunque

esté en segundo

plano, tras la iglesia

antigua (sala

Sixtina, Vaticano).

Miguel Ángel de Bunes IbarraColaborador científico del Centro de Estudios Históricos,CSIC, Madrid

R ENACIMIENTO, REFORMA Y CONTRA-rreforma cambiaron radicalmente el senti-do y el significado de la peregrinación a laCiudad Eterna. En la transformación de

las sensaciones y las emociones que deparaba lacontemplación de las basílicas romanas para losperegrinos, así como de la propia ciudad por partede sus príncipes, influyó no sólo la crítica que des-de el siglo XIV se realizaba contra las peregrinacio-nes y peregrinos que proliferaban a lo largo de todaEuropa, sino también el reparto de poder que seinauguraba en los albores de la Modernidad. Lacuestión oriental y la pérdida de Constantinopla,Jerusalén y Tierra Santa influyeron decisivamentepara que la ciudad de las siete colinas recuperaseimportancia como el gran centro de peregrinaciónde la Cristiandad. Una urbe que se atribuía el títu-lo de la Nueva Jerusalén, el único lugar donde es-taban enterrados dos apóstoles y que guardaba losfragmentos de la Vera Cruz o el velo de la Verónica,entre otras muchas reliquias...

Roma era, además, la sede de un Estado que sehabía convertido en el centro político de Italia alsuperponerse a la Florencia de los Médici y a laVenecia de los Dogos. Los Papas se presentabanante los reyes occidentales como los abanderados

de la lucha contra el infiel Turco, reivindicando supapel de aglutinadores de la Cristiandad contra elpeligro otomano. Gobernaban en el único lugar nosometido por el Islam donde se conformaba la re-ligión católica, al mismo tiempo que preservabaníntegramente el legado de la tradición clásica ensus calles y plazas. Tras la Reforma protestante,Roma sería la cabeza del enfrentamiento contralos herejes.

La promulgación del primer año jubilar en1300 logró que Roma fuese el centro del mundocristiano, acabando de esta manera con una delas primeras épocas de decadencia de la peregri-natio; pero tuvo el efecto perverso de alterar elprincipal fin de la visita a los sepulcros de los dosapóstoles, ya que los romeros no se acercaban a

Ante los ataques de la Reformacontra las peregrinaciones, elConcilio de Trento reafirmó suvalor espiritual y San Ignacio deLoyola se convirtió en su granpaladín, titulándose el peregrinoy resaltando las vivenciasmísticas del viaje

La romeríaa la CiudadEterna

96

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Derecha, Pío V, el

papa que puso en

vigor las reformas

propuestas por el

Concilio de Trento

(anónimo, siglo

XVI, Pinacoteca

Vaticana). Abajo,

plaza del Esquilino,

con la fachada de

Santa María la

Mayor, antes de la

reforma barroca

(anónimo del siglo

XVIII, Pinacoteca

Vaticana).

promulgado por Clemente VII en 1525, el ambienteintelectual y religioso se muestra contrario e, inclu-so, hostil a los peregrinos. Tras décadas de diatribasy críticas, dentro y fuera de la ortodoxia católica, laúnica peregrinación aceptada por reformadores y hu-manistas es “la peregrinación como un camino espi-ritual del cristiano”, idea defendida por Juan Luis Vi-ves y por el propio Calvino. La Contrarreforma tuvoque justificar teóricamente la importancia de los ro-meros y, sobre todo, defender la trascendencia de laperegrinatio religiosa como el único espíritu quemueve a los católicos a iniciar el viaje.

Revulsivo conciliarVarios de los decretos de la última sesión del

Concilio de Trento se redactaron para justificar elvalor sagrado de las imágenes, la vigencia de las in-dulgencias y la importancia de la veneración de lasreliquias, alejándolas de toda manifestación su-persticiosa. Las decretales conciliares que relanza-ban las prácticas religiosas vigentes desde el Me-dievo, y que se oponían a las críticas realizadas porlos protestantes, se vieron favorecidas por la apari-ción de grandes personalidades de la Reforma ca-tólica que convierten la peregrinación en uno de loselementos esenciales de su tránsito y transforma-ción espiritual. Ignacio de Loyola fue el abandera-do del valor de la visita a los Santos Lugares y a losgrandes santuarios de la Cristiandad, titulándose así mismo en su Autobiografía como El Peregrino,defendiendo la importancia de la experiencia delviaje y de la interiorización de las vivencias místi-

cas y la dureza del camino de las estaciones paraalcanzar la contemplación de los lugares de devo-ción y la visita de las reliquias de los santos, comodefiende en sus Ejercicios espirituales.

Este impulso a las peregrinaciones tuvo su re-

D O S S I E R

Roma en 1549.

Obsérvese, arriba, a

la derecha, el palacio

de Belvedere; el

Vaticano (B), la

iglesia de San Pedro

(C); el castillo de

Sant’Angelo (A), San

Juan de Letrán (M),

Santa María del

Pópolo (Q); fuera de

las murallas, a la

izquierda del grabado,

San Lorenzo (R) y

San Sebastián (S).

Grabado de

Sebastian Munster,

(Biblioteca

Vaticana).

La peregrinación al final de la Edad Media sehabía convertido en un fin en sí mismo que llevaa muchas personas abandonar sus quehaceres yobligaciones para recorrer –como afirma A. Mac-zak– caminos peligrosos e insanos, que muestranuna excesiva credulidad por el culto a las reli-quias y las leyendas de todo tipo que se narranpor los lugares donde pasan y que llegan al con-vencimiento, más o menos generalizado, de quelas peregrinaciones son necesarias para alcanzarla salvación. Incluso se pueden referir casos depersonajes adinerados que pagan a otros hombrespara que realicen las estaciones hasta Roma en sunombre, con el fin de alcanzar el jubileo.

Las críticas a las licenciosas prácticas de loscaminantes religiosos en sus desplazamientos porEuropa se generalizan en la mayor parte de lostratados teológicos del momento, así como en laspropias obras literarias, en las que suelen apare-cer peregrinos pícaros y borrachos portando lasenseñas de los caminantes a los centros de pere-grinación, que cometen todo tipo de acciones li-cenciosas y contrarias a los ideales cristianos. To-dos estos errores, transcritos casi literalmente delos escritos de Erasmo, son atacados por este au-tor, intentando liberar al hombre del ritualismo delas ceremonias religiosas y exaltando el espíritude la caridad para lograr un diálogo solitario delalma con Jesucristo, ideas contrapuestas a lasprácticas habituales de muchos de los hombresque visitan Roma.

Paganismo e idolatríaLas críticas de Erasmo y de los otros reformadores

se orientaban a recomendar otro tipo de prácticas re-ligiosas y de espiritualidad, pero fueron los reforma-dores protestantes los que propugnaron la prohibi-ción absoluta de todas las peregrinaciones, tanto alos pequeños centros locales como a los tres desti-nos mayores (Jerusalén, Roma y Santiago) de las pe-regrinaciones tradicionales de la Edad Media. Luterorazona esta idea en el Llamamiento a la nobleza cris-tiana de la nación alemana, al afirmar que durantelas romerías se dan “innumerables ocasiones de pe-car y de menospreciar los mandamientos de Dios”.Como resumen J. Chélini y H. Branthomme, las ide-as del dominico alemán sobre las peregrinaciones, elculto a las reliquias y a los santos sirven para de-mostrar la tendencia idólatra de los papistas, que es-tán acabando con los valores más importantes delmundo moderno: la estabilidad, el trabajo, el dinero,la familia y la moral.

Para Calvino y Zwinglio, ahondando un poco máslas críticas realizadas por Lutero, la simple venera-ción convierte en ídolos a las reliquias de la pasiónde Cristo (la Vera Cruz o el velo de la Verónica), lastumbas de los Apóstoles o los vestigios de los santos.Según ellos, el Papa instigaba una piedad falsa, máscercana al mundo de los dioses paganos que de laverdadera revelación, al no desear defender una reli-gión del espíritu y de la verdad, sino mercantilizar lapráctica religiosa.

Coincidiendo con el primer jubileo del siglo XVI,

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S

M

R

B

A

Q

Page 51: SANTIAGO DE COMPOSTELA- Dossier

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Roma y sus

monumentos en

1570 (grabado del

Civitates OrbisTerrarum, de

Braun).

tifican con la diritta via que transporta a los hom-bres al templo celestial.

El peregrino se lleva de la Ciudad Eterna, ade-más del recuerdo de la grandiosidad de los tem-plos y la abundancia de reliquias contemplados,pequeñas imágenes de san Pedro o san Pablo y,

sobre todo, cuadros con el Velo de la Verónica...La extensión de la imprenta permitió que los cos-tosos cuadros fuesen sustituídos por grabados dela Cara de Cristo impresa en el Santo Sudario, ex-tendiéndose la leyenda que el original que semostraba a los romeros durante la Edad Media ha-bía sido robado o destruido por los soldados im-periales durante el Saco de Roma de 1527. Solíaser costumbre, también, la compra de pequeñasmedallas de cada una de las basílicas y la recogi-da de tierra, piedras y otros objetos de los lugaresvisitados, que luego eran guardados como amule-tos y objetos casi de devoción.

Los ritos, leyendas, visitas y descubrimientosque deparaba la ciudad a los peregrinos que pe-netraban en su recinto amurallado propiciaron laconfección de guías para los viajeros, tales comoel Itinerarium urbis Romae del franciscano Maria-no de Florencia (1517), por citar sólo una de lasmás editadas, en las que se narran desde las ges-tas de los emperadores de Roma hasta el origende las reliquias guardadas en las más de 1500iglesias y oratorios que se podían visitar, ademásde marcar los itinerarios para evitar perderse enlas intrincadas ruas romanas. Mundo antiguo y ci-vitas cristiana se mezclaban en esas obras, quellevaban títulos como Cose maravigliose, Mirabiliao L´antichitá di Roma, en las que se intentabaconciliar el esplendor del pasado pagano con elpresente católico.

D O S S I E R

La obra más completa sobre el Camino desigue siendo: VÁZQUEZ DE PARGA, L., LACARRA,J. M. y URÍA, J., Las peregrinaciones a San-tiago de Compostela, Madrid, 1948-1949, 3vols. (3ª ed., Pamplona, 1992). También:ALFARO, T., Plantas y remedios naturales delos Caminos de Santiago, Plaza Janés, Barce-lona, 1999.ALMAZÁN, V., “Lutero y Santiago de Compos-tela”, Compostellanum 32 (1987).ALONSO LUENGO, L., El Camino de Santiago, lahospitalidad monástica y los peregrinos, Sala-manca, 1992.ARRONDO, E. G., Rutas jacobeas. Historia, ar-te, caminos, Los Amigos del Camino, Estella,1971.BANGO, I. G., El Camino de Santiago, Madrid,1993.BENITO RUANO, E., (ed.), Libro del Limosnerode Isabel la Católica, Madrid, 1989.BENNASSAR, B., Saint Jacques de Composte-lle, Julliard, Paris, 1970.BOTTINEAU, I., El Camino de Santiago, Orbis,Barcelona, 1985.CARANDELL, LUIS, Ultreia. Historias, leyendas,gracias y desgracias del Camino de Santiago,El País Aguilar, Madrid, 1998.CHÉLINI, J. y BRANTHOMME, H., Les chemins de

Dieu. Histoire des pèlerinages chrétiens, desorigines à nous jours, Hachette, Paris, 1982.CHOCHEYRAS, J., Ensayo histórico sobre San-tiago en Compostela, Gedisa, Barcelona,1999.FREEDBERG, D., "Imagen y peregrinación", enEl poder de las imágenes. Estudios sobre lahistoria y la teoría de la respuesta, Madrid,Cátedra, 1992.G. ATIENZA, J., Leyendas del Camino de San-tiago, Edaf, Madrid, 1999.GARCÍA GUERRA, D., El Hospital Real de San-tiago (1499-1804), La Coruña, 1983.GARCÍA MARTÍN, P., La cruzada pacífica. La pe-regrinación a Jerusalén de don Fadrique Enrí-quez de Ribera, El Serbal, Barcelona, 1997.GAUTHIER, M-M., Les routes de la foi. Reli-ques et reliquaires de Jérusalem à Compos-telle, Paris, 1983.GONZÁLEZ BUENO, A., El entorno sanitario delCamino de Santiago, Madrid, Cátedra, 1994.GUERRA, J., Exploraciones arqueológicas entorno al sepulcro del Apóstol Santiago, Cabil-do Catedral de Santiago, 1982.HERETER, R., El Camino de Santiago monu-mental, Planeta, Barcelona, 1998.LINAGE, A., “Presencia de Cluny en el Oestepeninsular”, en Studia Monastica 37 (1995).LOMAX, D. W., “Algunos peregrinos ingleses a

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Bibliografía

La plaza de San

Pedro en la primera

mitad del siglo XVII.

Obsérvese que ya

había sido erigido el

obelisco (1590); que

estaba terminada la

fachada (se

concluyó en 1612),

pero aún no existía

la columnata de

Bernini, iniciada en

1657 (anónimo,

siglo XVII,

Pinacoteca

Vaticana).

flejo directo en la propia configuración urbana yurbanística de la ciudad de Roma. Los dos últi-mos Jubileos del siglo XVI establecieron el augede visitantes y viajeros que se acercan a la ciudadpara ganar las indulgencias, para recorrer sus ca-lles y para conocer la gran urbe del mundo católi-co. Ésta se equipó para acoger a las ingentes ma-sas de peregrinos con la fundación de hospederí-as –como la establecida por Felipe Neri en 1549–salvaguardando el orden público, controlando amaleantes y bandoleros y acondicionando itinera-rios para conducir a los fieles. La ciudad, que te-nía en esta época unos 100.000 habitantes, fuevisitada por 400.000 peregrinos en 1575 y pormás de medio millón en 1600.

La exaltación del culto mariano propugnado porlos reformadores de Trento creó nuevos centros deperegrinación asociados a la Ciudad Eterna, comoel caso de la Santa Casa –la casa de la Virgen– enLoreto. Gregorio XIII conectó la visita de Romacon el lugar donde se produjo la Anunciación aMaría, –¡una casa trasladada milagrosamente des-de Nazaret hasta Italia!– y los jesuitas, comen-zando por el propio Ignacio de Loyola, fueron losmáximos defensores del valor de la visita a estelugar, que encarna muchos de los nuevos usos re-ligiosos nacidos del concilio tridentino.

Reformas para el turismo religiosoEn Roma se levantaron a lo largo de todo el siglo

obeliscos para indicar las estaciones y puntos dereferencia para los caminantes, se reformaron yampliaron basílicas e iglesias, se erigen nuevospuentes sobre el río y se construye ex novo la basí-lica de San Pedro, magna obra que muestra la im-portancia de la peregrinación y el valor de la Iglesiaromana, ideas realzadas con la gran cúpula de Bra-mante (cambiando el proyecto original de MiguelÁngel) que se levanta majestuosa sobre la línea delhorizonte de la ciudad. La colina donde está latumba del Apóstol se presenta al orbe como el Nue-vo Gólgota, idea que se perfilaría con las reformasposteriores del edificio y su entorno urbano.

Durante todo el siglo XVI, Roma adquiere el es-plendor de ciudad triunfante que se engalana pa-ra suscitar la admiración, el orgullo y la exaltacióndel catolicismo victorioso, obras que se rematarona lo largo de la centuria siguiente. Las vías anchasy rectas que conducen al Vaticano o a Santa Ma-ría la Mayor no son simple ampliaciones para fa-cilitar recorridos, sino que muestran caminos ide-ales con programas ideológicos perfectamenteconcebidos y que variarían según la mentalidad yla concepción religiosa de cada uno de los pontí-fices del periodo, siendo la actuación urbana másimportante la reorganización emprendida por Six-to V para comunicar las diferentes basílicas par-tiendo de Santa María la Mayor. El Vía Crucis ro-mano se engalanó con cruces, obeliscos y fuentesen las diferentes vías. Los caminos rectos se iden-