Santa Catalina de Siena

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Santa Catalina de Siena. 29 de Abril. Santa Catalina de Siena de gran atractivo externo y de una gran fuerza de voluntad. En sólo 33 años vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Era "contemplativa total y activa sin límites". - PowerPoint PPT Presentation

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Santa Catalina de Siena de gran atractivo externo y de una gran fuerza de voluntad.

En sólo 33 años vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor.

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En muchas imágenes aparece con un corazón en la mano, porque en alguno de sus arrebatos místicos cambió el corazón con el de Jesús, para amar más profundamente.

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A veces se la repre-senta con la tiara por su gran amor al papa, a quien llamaba “el dulce Cristo en la tierra”.

Decía. “En la Iglesia se debe dar una reforma ante todo interna, y después externa; pero siempre en la comunión y en la obediencia filial a los legítimos representantes de Cristo”.

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Otros símbolos representati-vos son: la cruz, las azucenas, la triple corona y el libro, como doctora que es de la Iglesia.

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Tuvo muchos sufrimientos, físicos y del alma. Sufría las ofensas contra Jesús, contra su Madre, contra la Iglesia, contra los pobres. Sufría en general por los pecadores. – Cuando se ama mucho, se sufre por el amado.

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Sus virtudes heroicas son dignas de admirar, pero también nos sirven de orientación para buscar la santidad. En santa Catalina vemos lo que Dios puede hacer con un corazón que se deja llenar de amor por Él y por la Virgen.

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Santa Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de Marzo de 1347.

Era la penúltima hija, entre 25, de Jacobo Benincasa, tintorero de pieles, y de Lapa Piacenti, quien, a pesar de haber tenido 25 hijos, vivió hasta los 90 años, después de haber visto a su hija Catalina en los altares.

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De su padre heredó Catalina la bondad de corazón y la caridad para con los pobres. De su madre, el amor al trabajo y la admirable energía para emprender labores difíciles y vencer dificultades.

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Desde niña fue devota del Salvador, que sería el centro de sus experiencias místicas.

Pero desde muy niña comenzó a tener una muy tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima. Oraba especialmente a la “Reina de Siena” y solía bajar las escaleras de su casa rezando el avemaría.

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Cuando tenía 6 años tuvo una experiencia mística. Caminaba por las calles de Siena con un hermano. De pronto sobre el techo de una iglesia vio a Jesús como rey de reyes.

Estaba en un trono, vestido como el papa con la tiara o corona papal. Jesús miró con ternura a Catalina y la bendijo haciendo tres veces la señal de la cruz sobre ella.

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Desde ese momento Catalina quedó como enamorada de su amado Salvador. Y su empeño era vivir imitando a los ermitaños.

Así pues, en un escondrijo del huerto de su casa jugaba a ser ermitaña: rezando, ayunando y flajelándose.

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Al año siguiente, ante un cuadro de la Virgen, se ofreció al Señor que la había bendecido. Y oró a la Virgen:

“Santísima Virgen, no mires mi debilidad, sino dame la gracia de tener como esposo a aquel a quien yo amo con toda mi alma, tu santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo. Le prometo a Él y a ti, que nunca tendré otro esposo”.

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Cuando tenía 12 años, su familia quería obligarla a contraer matrimonio. Ella, después de consultar con un sacerdote dominico sobre su voto de castidad y para defenderse de esas amenazas, se cortó el pelo.

Era un signo de haber “cortado” con el mundo.

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Sus padres la pusieron a trabajar a toda hora y la trataban como la sirviente de la familia. Catalina aceptó humildemente este rechazo de su familia y actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret.

Tomaba a María como su madre y se la figuraba trabajando junto a ella.

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Su padre, al ver un día cómo una paloma se posaba en la cabeza de Catalina, mientras oraba, se convenció de la sincera vocación de su hija. La defendió ante todos y les persuadió que la dejaran actuar libremente.

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Durante un cierto tiempo se vistió de gala, para complacer a sus hermanas y amistades que la insistían a que participara en sus diversiones y vanidades.

Pronto se arrepintió y le dolió mucho, pues lo consideraba como una gran infidelidad a su esposo del cielo.

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Con la humildad, obediencia y caridad para con su familia, les conquistó y la permitieron ser miembro de la tercera orden de santo Domingo y tener un cuarto privado. Así comenzó a hacer actos heroicos de mortificación.

También asistía a pobres y enfermos. Siem-pre sometiéndose a la voluntad del Señor.

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En la noche antes de su pro-fesión, tuvo grandes tentacio-nes, presentándose el demonio como un caballero elegante.

Catalina tuvo que gritar ante el Crucifijo: “Mi único, mi amado esposo, Tu sabes que jamás he deseado a nadie más que a ti. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador”.

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De pronto vio allí a la Madre de Dios, que había venido para consolarla.

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Por fin, en 1365, a los 18 años, recibió el hábito de la tercera orden dominicana.

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Durante tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió en la soledad de su pequeño cuarto y en su capilla favorita.

Fue creciendo en su auto-negación y fue desarrollando su trato personal con Jesús y con su Madre. Con nadie más hablaba que con su confesor.

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Cuando pasó lo peor, le visitó el Señor. Ella le dijo: “¿Dónde estabas, mi divino Esposo, mientras estaba abandonada?”. Jesús le contestó: “Estaba contigo… No hubieras podido vencer sin mi presencia”.

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“Ya que por amor a mi has renunciado a todos los goces terrenales y deseas gozarte sólo en mi, he resuelto solemnemente celebrar mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe”.

Un día en que Catalina había orado todo el día con extraordinaria fe, se le apareció Jesús y le dijo:

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Mientras Jesús hablaba, aparecieron muchos ángeles, san Juan, san Pablo y santo Domingo de Guzmán.

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Y mientras el rey David tocaba el arpa, la Virgen María tomó la mano de Catalina y la

puso en la mano de su Hijo.

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Entonces Jesús puso un anillo de oro en el dedo de Catalina, y dijo: “Yo, tu Creador

y Salvador, te acepto como esposa y te concedo una fe firme que nunca te fallará. Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe y prevalecerás sobre todos tus enemigos”.

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Sintió una voz interior que la decía saliese ya de su retiro para dedicarse al apostolado

Con la fortaleza recibida del Señor, comenzó su apostolado en Siena, Pisa, Florencia. Y después en Avignón y Roma. Y fue atrayendo un grupo de devotos amigos.

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Y comenzó a escribir cartas a personas importantes para buscar la paz.

Comenzaba todas sus cartas con estas palabras: “En el nombre de Jesucristo crucificado y de la dulce María”. Y manifestaba su gran corazón y espíritu.

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A través de Catalina varios papas y numerosos prelados y religiosos sintieron los mensajes divinos. El factor principal fueron las oraciones y sacrificios de esta joven esposa de Cristo.

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Nannes era un poderoso personaje apartado de Dios. Le llevaron ante Catalina; pero nada de lo que ella decía parecía hacerle efecto. Entonces Catalina hizo una pausa para concentrarse en la oración. En ese momento el joven comenzó a llorar arrepentido.

Una casa ofrecida por Nannes, le sirvió a Catalina para poner un convento.

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Si siempre les atendía con esmero, tuvo que esforzarse más durante la peste de 1374.

Curaba los cuerpos y buscaba la salud del alma, acompañando a otros en la muerte.

Les servía como si se tratase del mismo Jesús.

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Como Catalina dedicaba toda su vida al servicio del Crucificado y de su dulce Madre, ésta venía a menudo en su auxilio.

Cuando Catalina tenía entre sus manos la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza a la Madre de la Misericordia. Y pronto notaba los efectos benéficos.

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Un sábado, “día de María” dice ella, lo comenzó a escribir. Propiamente no lo escribía, sino que lo dictaba. Solía tener varios secretarios, entre sus discípulos, pues dictaba algo rápido.

Trata sobre la vida espiritual en general y su título es: “Diálogo de la Divina Providencia”.

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La santa había orado mucho tiempo para poder tener un buen confesor y director espiritual.

Estando Catalina en la iglesia de los dominicos en Florencia vio a la Virgen a su lado que le indicaba un sacerdote para que fuese su guía: el padre Raimundo de Capua.

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Fue al mismo tiempo padre e hijo o discípulo, pues aprendía de ella, de modo que llegó a ser beatificado.

A él le dictaba la santa sus principales páginas.

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El 1 de Abril de 1375, estando en Pisa, recibió santa Catalina los estigmas invisibles. Sentía el dolor, pero las llagas no eran visibles externamente.

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El papa residía en Avignón (Francia) desde que en 1314 fue elegido el francés Juan XXII. Creían que era un lugar más seguro que Roma. En 1376 era papa Gregorio XI cuyos estados estaban en guerra con Florencia. Pidieron a santa Catalina que fuese mediadora. Y se fue a Avignón.

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El papa se reunió con santa Catalina. Y se quedó admirado de su prudencia y santidad.

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Gregorio XI había hecho un voto secreto para regresar a Roma, pero no se decidía, al notar la resistencia de la corte. El papa lo consultó con Catalina. Y ésta decididamente le dijo: “Cumpla lo que le ha prometido a Dios”. El papa quedó sorprendido de que supiese lo del voto, pues no se lo había manifestado a nadie.

Así que decidió volver, haciéndolo ese mismo año de 1376.

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Con mucho trabajo logró santa Catalina la reconciliación de Florencia con el papa.

Después volvió a Siena para continuar su vida de oración intensa y solitaria. Vivía en abstinencia rigurosa, alimentándose prácticamente sólo de la Eucaristía.

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En una visión, le presentó el Señor dos coronas, una de oro y otra de espinas, invitándola a escoger una. Ella respondió: “Yo deseo, ,oh Señor, vivir aquí siempre conformada a tu pasión y a tu dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento mi respuesta y deleite”.

Entonces, con decisión tomó la corona de espinas y la presionó con fuerza sobre su cabeza.

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Una noche de Navidad vio a la Virgen María con el Divino Niño. Catalina pidió humildemente el poder tomar al Niño en sus brazos. Así lo besó y le dijo cosas hermosas.

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En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI es elegido Urbano VI. Varios cardenales, especialmente franceses no estaban contentos con la elección y eligieron otro, poniendo su sede en Avignón.

Santa Catalina escribe a cardenales y príncipes de países procurando evitar el cisma. También al papa Urbano VI exhortándole a dominar su temperamento, causa de la división.

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El papa pide a Catalina que vaya a Roma para que le ayude a persuadir a los que se habían separado.

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Trabajando en esa misión, en Roma, la santa se puso enferma. En el lecho de muerte, rodeada de sus fieles discípulos, hizo esta oración:

“Dios eterno, recibe el sacrificio de mi vida a favor del Cuerpo Místico de la Santa Iglesia. No tengo otra cosa que darte si no es lo que tu me has dado a mi. Toma mi corazón y estrújalo sobre la faz de esta esposa”.

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Santa Catalina de Siena murió, de un ataque de apoplejía, el 29 de Abril de 1380, a la edad de treinta y tres años.

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Fue enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde puede visitarse su cuerpo

que yace bajo el altar.

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Fue canonizada por el papa Pio II, que era también de Siena, el 29 de Junio de 1461.

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En 1970 fue declarada doctora de la Iglesia por el papa Pablo VI, quien decía:

“En sus obras aparece la sabiduría infusa, es decir, la luminosa, profunda y extraña asimilación de las verdades divinas y de los misterios de la fe contenidos en los Libros Sagrados”

Es un carisma místico el don de sabiduría, don que es para provecho de todo el Cuerpo de la Iglesia.

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El 1 de Octubre de 1999, el papa Juan Pablo II declaró a santa Catalina de Siena Copatrona de Europa.

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Dice Jesús que si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto. La vida de santa Catalina de Siena es difícil de imitar; pero nos debe ayudar a dar gracias a Dios y hacer que nuestra vida vaya “muriendo” a fin de florecer para Dios.

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Como la semilla que se rompe al pudrir

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han de ser las vidas que se entregan al Señor.

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No esperemos nunca dar la vida sin morir,

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nada hay que se rompa sin que duela el corazón.

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No sabré quién has sido sin sufrir.

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No pretendas nunca amarrar cosas de Dios,

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pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicad”.

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Si las amarramos proclamamos nuestro yo

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y nuestra misión tan sólo es la de sembrar.

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y regar todo aquello que planté,

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y al sembrar en Jesús los liberé.

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AMÉN