Monasterio de Santa Catalina de Siena (Arequipa)

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Monasterio de Santa Catalina de Siena (Arequipa) Convento de Santa Catalina. El Monasterio de Santa Catalina de Siena, o Convento de Santa Catalina, es un complejo turístico religioso ubicado en el centro histórico deArequipa , departamento de Arequipa , Perú . Índice [ocultar ] 1 Ubicación 2 Reseña histórica 3 Arquitectura 4 Véase también 5 Bibliografía 6 Enlaces externos Ubicación[editar · editar código ] La ciudadela se ubicó al sur del Perú en la ciudad de Arequipa fundada el 10 de setiembre de 1579 y ubicada en una zona que destaca por su belleza natural, clima acogedor y que dispone de un gran material con el cual se construye y se sigue haciendo la arquitectura de esta ciudad, el Sillar . Arequipa es denominada la “Ciudad Blanca” por el importante uso de esta piedra porosa de lava volcánica que ha permitido construir con identidad, además de espacios y proporciones de gran valor estético. Prácticamente la ciudad entera fue construida en esta piedra. En el monasterio existen dos tipos, el sillar blanco que proviene del Volcán Chachani y el rosado del Misti , este último emblema de la ciudad. La ciudadela ocupa un terreno de 20.000 metros cuadrados y está absolutamente aislada de la ciudad a

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Monasterio de Santa Catalina de Siena (Arequipa)

Convento de Santa Catalina.

El Monasterio de Santa Catalina de Siena, o Convento de Santa Catalina, es un

complejo turístico religioso ubicado en el centro histórico deArequipa, departamento de

Arequipa, Perú.

Índice

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1 Ubicación

2 Reseña histórica

3 Arquitectura

4 Véase también

5 Bibliografía

6 Enlaces externos

Ubicación[editar · editar código]

La ciudadela se ubicó al sur del Perú en la ciudad de Arequipa fundada el 10 de setiembre de 1579

y ubicada en una zona que destaca por su belleza natural, clima acogedor y que dispone de un gran

material con el cual se construye y se sigue haciendo la arquitectura de esta ciudad, el Sillar.

Arequipa es denominada la “Ciudad Blanca” por el importante uso de esta piedra porosa de lava

volcánica que ha permitido construir con identidad, además de espacios y proporciones de gran

valor estético. Prácticamente la ciudad entera fue construida en esta piedra. En el monasterio

existen dos tipos, el sillar blanco que proviene del Volcán Chachani y el rosado del Misti, este último

emblema de la ciudad. La ciudadela ocupa un terreno de 20.000 metros cuadrados y está

absolutamente aislada de la ciudad a pesar de que se ubica en el corazón de ésta. Un gran y sólido

muro de 4 metros de altura aislaba la vida de las mujeres que habitaban el monasterio.

Reseña histórica[editar · editar código]

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El virrey Francisco Toledo otorga la licencia necesaria para la fundación del tan deseado monasterio

que solicitaba la ciudadanía. Doña María de Guzmán, viuda de Diego Hernández de Mendoza,

decide recluirse en el monasterio en construcción cediendo para ello todos sus bienes. El 10 de

septiembre de 1579 se realiza la memoria de la fundación del monasterio firmada por el Cabildo,

regimiento de la ciudad y el obispado del Cusco, nombrando a María de Guzmán como la “Primera

pobladora y priora de dicho Monasterio” .El 2 de octubre de 1580 se realiza una misa mayor en la

ciudad para que desde ese día comenzaran los hábitos. Las mujeres que ingresaron como monjas

al monasterio fueron criollas, mestizas y hasta hijas de familias nobles. La historia cuenta del ingreso

de las denominadas “monjas pobres” que sin tener hábitos, ni abrazar a vida religiosa, ingresaban a

ejercitar sus virtudes y ser emperatrices de muchas otras.Se sabe que a mediados del siglo XVIII, la

ciudadela contaba con más de 300 mujeres de hábito y doncellas de servicio.

Monasterio de Santa Catalina.

Arquitectura[editar · editar código]

El encanto de esta ciudadela reside en la solidez y plasticidad de sus volúmenes, y la belleza que

maestros y alarifes lograron en la arquitectura de esos recintos mediante soluciones arizantes como

los arbotantes o la construcción de recias arquerías asentadas sobre pilares.

En los interiores, las cúpulas y las cubiertas de bóveda amplían considerablemente el espacio y

aumentan la sensación de fortaleza de los edificios. Se percibe así mismo, sobre todo en la zona de

las callejas, la intervención de albañiles que, carentes de un diseño propiamente arquitectónico,

fueron levantando muros, tejados, celdas, patios y portadas de sencillo planteamiento.

El actual edificio atesora espléndidas piezas de arte, como un altar barroco de madera tallada y

dorada, de un cuerpo y tres calles, que exorna la capilla, y varias pinturas de la escuela cusqueña.

Debido a los constantes terremotos que se vio afecto el monasterio, las familias de las religiosas

optaron por construir celdas únicas y privadas para cada uno de ellas. Lo que provoco que hubiera

sectores ordenados y a falta de un plan otros con un notorio desorden. Durante casi dos siglos en la

época virreinal, los claustros y celdas del monasterio han sufrido diversas modificaciones,

agregados y nuevas construcciones que hacen que Santa Catalina se haya convertido en un

mostrador escala humana de la arquitectura colonial arequipeña.

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Portada del Monasterio

La portada de ingreso está adornada con un relieve de Santa Catalina de Siena, bajo cuyo

patrocinio se fundó el convento. Está labrado en el sólido muro de sillar que bordea toda la

manzana. La sobria sencillez de formas y color de esta portada, contrasta con el alegre colorido que

el visitante encontrará en los ambientes interiores.

Claustro los Naranjos

Data de 1738. Debe su nombre a la presencia de árboles de naranjo. Las tres cruces ubicadas en

medio del claustro forman parte de una tradición del Monasterio de Santa Catalina, donde las

religiosas representan la Pasión de Cristo todos los Viernes Santo.

Patio el Silencio

Era el lugar donde las monjas se reunían a rezar el Santo Rosario y leer la biblia en completo

silencio.

Claustro Mayor

Construido entre 1715 y 1723, es el claustro más grande del Monasterio, al costado izquierdo se

encuentran 5 confesionarios que contaban con la privacidad requerida. Alrededor se ubican pinturas

destinadas a la preparación, enseñanza y catequización de religiosas, al igual que en los otros dos

claustros. Hay un total de 32 cuadros, 23 hacen referencia a la vida de María y 9 a la vida pública

de Jesús.

Cocina

Esta cocina llama mucho la atención por la particularidad de su ambiente que nos remonta siglos

atrás. Algunos expertos creen que su techo tan alto y de cúpula se debía a que fue o iba a ser

destinado a una capilla. La cocina funcionaba con carbón, leña y otros combustibles, por eso todas

las paredes se ven tiznadas y los utensilios que en ella se aprecian son originales de esa época.

Lavandería

Fue construida en 1770, cuando Arequipa se abastecía de agua mediante acequias, en ella

encontramos 20 medias tinajas, que son grandes recipientes de barro, usados antiguamente para

almacenar granos, maíz o vino, que servían de bateas. El agua corría por un canal central, que se

desviaba a cada tinaja colocando una piedra y en el fondo de la batea ponían un tapón, que luego

de lavar quitaban y el agua corría hacia el canal subterráneo que llevaba los desechos al río.

Torre del Campanario

La distinguida torre que luce el Monasterio de Santa Catalina fue construido en 1748 siendo

Presidenta del Consejo, la supriora Sor Catalina de San José Barreda y Obispo Juan Bravo de

Rivero.Su campanario tiene cuatro campanas dispuestas con frente a las calles que rodean el

monasterio: Con frente a la calle Santa Catalina (al este) una antigua campana sin ninguna

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inscripción. Con frente a la calle Ugarte (al sur) está la campana más antigua con la inscripción

“Santa Catalina Ora Pronobis ,1749”. Con frente a la calle Bolívar (al oeste) existe la campana con la

inscripción “R.M. Maria de Villegas, 1787”

Iglesia

Bella y antigua iglesia de larga nave y de cúpula de media naranja, que tiene una construcción de

planta básica de 1660 aproximadamente. Debido a diversos terremotos que sacudieron la ciudad de

Arequipa desde la época de la colonia, ha sido reconstruida varias veces respetando su original

diseño.Su altar principal es de plata repujada que representa un trabajo muy esmerado, con bellos y

delicados motivos religiosos, de los antiguos artesanos a los que se les encomendó la obra. En la

misma encontramos interesantes habitáculos para los confesores de las religiosas que se

encontraban en clausura. Asimismo, se aprecia un bello altar dedicado a la Beata Sor Ana de los

Ángeles Monteagudo. Existe una gran reja de metal entre la iglesia y el coro bajo, que es donde se

ubicaban y lo siguen haciendo las religiosas para la celebración de la sagrada misa, para separar la

clausura del mundo exterior. En la parte superior se encuentra el coro alto donde hay un grande y

antiguo órgano europeo de muy bella manufactura.

El Convento de Santa Catalina, se envolvió en un velo de misterio y silencio hasta 1970 en que una

parte grande del convento abrió sus puertas para el público. Las religiosas permitieron que una

empresa privada lo administrara. Todavía viven monjas en el área norte del complejo.

En gran parte fue restaurado para poder lograr un mejor atractivo del público, conservando su planta

y características originales. Las pequeñas calles y claustros están llenas de flores coloridas y las

paredes son pintadas en tintes frescos. Los callejones estrechos llevan a las diversas partes del

convento que atraviesan por sitios pintorescos y sitios de estar y dormir con los muebles originales.

Pileta del Convento de Santa Catalina.

Al interior se puede apreciar el claustro de la beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo la cual fue

beatificada en la visita de Juan Pablo II en1985 debido a su ejemplar vida conventual y a la

atribución de algunos milagros. Uno de ellos aprobado por la Iglesia, fue una curación de un cáncer

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uterino verificado en el primer tercio del siglo pasado. La favorecida, doña María Vera de Jarrín, vivió

más treinta años después del prodigio.

MONASTERIO DE SANTA CATALINA. AREQUIPA

Pileta en la Plaza Zocodober. Al

fondo la cúpula de la iglesia.

Siempre que puedo me gusta visitar el Monasterio de Santa Catalina, en Arequipa, Perú. Esta joya de la arquitectura colonial en Latinoamérica, es el monumento más famoso de Arequipa y Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Pero no es sólo por su rica historia de más de 400 años, por su peculiar estilo (producto de una turbulenta historia sísmica, del mestizaje y la innovación de los alarifes), por su impresionante estado de preservación, o por el valioso compendio pictórico de su rica pinacoteca.

Imagen del claustro Mayor, el más

grande del monasterio, construido entre 1715-23 con sus paredes de color naranja encendido. Alrededor del claustro se ubican

una serie de 32 pinturas. Al fondo se observa la cúpula de la iglesia.

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Lo que más me atrae de esta ciudadela es su intermitente y cautivante tejido urbano, su riquísima variedad y calidad espacial, su dramático tratamiento de la luz, su abrupto y sorprendente manejo de escala, su admirable definición de dominios, su estimulante uso del color y la nobleza y masividad de sus edificios, que se hace a veces transparente mediante arquerías o elementos sutiles. Todo ello orquestado magistral y coherentemente en un lenguaje sobrio, sencillo y sin aspavientos, propio de un convento de clausura.

Ondulante recorrido de la calle

Toledo

Masivo, contundente y austero juego

de volúmenes, característico de la arquitectura colonial arequipeña.

UBICACIÓN

El Monasterio de Santa Catalina se encuentra a una cuadra hacia el norte de la imponente Plaza de Armas de Arequipa. Urbanamente se distingue del resto del damero colonial ya que ocupa una manzana y media del mismo.

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A pesar de ello, hasta antes de 1970 los arequipeños no tenían idea de lo que acontecía tras sus callados y sólidos muros. De hecho, es muy difícil encontrar fotografías antiguas del monasterio; inclusive guías turísticas de 1960 prescindían del conjunto monástico, que curiosamente es ahora el símbolo por excelencia de la arquitectura colonial arequipeña.

La fachada sobre la Calle Santa

Catalina, antes de la restauración en 1970, cuando sus muros se mantenían pintados. Foto cortesía de Arkinka.

Luego de 1970 el monasterio se dividió en dos partes, una antigua que se abrió al público y otra moderna, que es donde viven actualmente las monjas en clausura. A ellos se suma la Iglesia de Santa Catalina, la que está lógicamente abierta al público, y a la que acceden las monjas desde un ámbito no visible.

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Fachada principal de la Iglesia, en

cuya portada se encuentra una imagen de de Santa Catalina de Siena. En la torre del campanario, construida en 1748, hay 4

campanas.

BREVE HISTORIA

En 1576 Doña María de Guzmán, una rica y adinerada viuda, decidió a sus 30 años entregar todos sus bienes para la construcción de un monasterio en honor a Santa Catalina de Siena, de la que sería su primera priora. El primer monasterio fue erigido en un terreno modesto compuesto por 4 solares, pero adiciones y donaciones importantes lo harían extenderse hasta ocupar una manzana y media en alrededor de 20,000 m2. Esta expansión es producto de la donación de Fray Juan de Almoguera (1660-1672), y que según Zamácola

“…diole más extensión al terreno, sin reparar en el perjucio que causaba a la ciudad y al público cortando dos calles rectas”.

Vista del monasterio (el norte se

ubica a la derecha de la imagen). Nótese cómo el tejido más orgánico se encuentra más hacia el norte, mientras que los

claustros rectangulares se ubican hacia el sur. Imagen Google Earth

A lo largo de los siglos XVII y XVIII muchas monjas de familias pudientes ingresaban al convento, pagando importantes sumas y construyendo sus propias celdas y las de sus sirvientes y esclavos. Algunas veces niñas ingresaban al convento sólo por algunos años, pues era símbolo de estatus entre las familias ser educado en un convento o monasterio. Las

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religiosas pasaban los días entre rezos, cánticos, meditaciones, actividades educativas, labores domésticas e incluso preparación de alimentos que algunas veces ofrecían al público.

Entre todas las religiosas que habitaron en el convento, la más famosa es Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, piadosa mujer que llevó una vida de austeridad y que llegó a ser priora del monasterio, y a quien se le atribuye la capacidad de predecir hechos. Diversos hechos milagrosos la llevaron a ser beatificada por Juan Pablo II, no sin cierto temor entre la población mistiana, ya que según la leyenda el día que la santifiquen el volcán Misti reventaría. En realidad, lo que la humilde mujer dijo fue “no me considero digna de que me llamen santa. Eso es tan improbable como que el Misti reviente”.

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Calle Sevilla. El foco visual del fondo, enmarcado por

soberbios contrafuertes, corresponde a la antigua iglesia de Santa Catalina, posteriormente convertida en cocina.

TRAZADO URBANO

La sucesión de plazas, patios y callejuelas, producto de las modificaciones impuestas a través de los siglos conforman un paisaje urbano coherente, pero complejo, por momentos laberíntico,

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muy rico en sensaciones visuales y espaciales. Patios de proporciones cuadradas definidos por claustros en la zona sur contrastan con una trama más irregular y orgánica en la zona norte, que es más antigua.

Planta del Monasterio antiguo

Espacios concatenados a lo largo de una secuencia de calles y plazas que establecen un dominio paulatino y claro entre el espacio público y el privado.

Vista de la Calle Córdoba, con sus

tradicionales maceteros de geranios contrastando con la pared blanca de sillar.

Calles amplias definidas por muros altos encuentran escala humana mediante arcos que las atraviesan. Callejuelas estrechas definidas por construcciones bajas de techo de teja nos apuran el paso y de pronto nos conducen a adorables placitas, o descubren generosos huertos. De hecho, los nombres de algunas de ellas (Granada, Córdoba, Sevilla) nos permiten transportarnos al paisaje urbano andaluz. Recorrer el monasterio expone al visitante a una experiencia fenomenológica estimulante y variada.

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Patio de los Naranjos, debido a los

árboles de naranjo, presenta un característico color añil. Cada viernes santo, las religiosas representan la Pasión de Cristo en

estas tres cruces verdes.

ESTILO

En palabras del arquitecto Frederick Cooper, el Monasterio de Santa Catalina es

“un valioso documento que afirma y corrobora la existencia ininterrumpida de una cultura arquitectónica viva, permanente y segura, encarna la vigencia continua que tuvo un ordenamiento constructivo y formal a la cual se integraba y subordinaba la creación personal.”

Efectivamente el estilo constructivo del monasterio, llevado a cabo hábilmente por alarifes, diestros en el tratamiento del sillar (piedra volcánica pusolánica de color blanco, predilecta en las construcciones arequipeñas antiguas) pero desprovistos de formación académica estilística, no difiere sustancialmente al resto de las construcciones de la Arequipa colonial.

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Detalle de la cocina.

Los juegos de luz y sombra producen efectos dramáticos y espacios

cargados de gran espiritualidad. A ello coadyuva la fuerte incidencia solar característica del cielo arequipeño.

Sin embargo, la ciudad y el monasterio recorrerían caminos diferentes a partir del sismo de 1868, en que la primera se entrega a nuevos estilos foráneos, el higienismo, neoclasicismo y posteriormente el movimiento moderno, mientras que el último mantendría el estilo colonial austero del conjunto, sin mayores aspavientos ni cambios de estilo (que sí sufrieron otros

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templos, como la catedral, la iglesia de la Compañía, el templo de San Francisco, entre otros), haciendo primar el conjunto a la individualidad.

Otra vista de la calle Sevilla.

UNA DESCRIPCIÓN DEL CONVENTO

Para una interesante descripción del monasterio, citaré a la reconocida escritora francesa Flora Tristán, quien a su paso por Arequipa dejaría importantes testimonios de la ciudad colonial, en su libro “Peregrinaciones de una Paria”, en 1838. La cita está tomada d la revista Arkinka N. 31.

El Patio de la lavandería. Obsérvese

el hermoso retranqueo de volúmenes con el que se resuelve esta esquina, que da lugar a una agradable placita.

“La iglesia del convento es grande. Los adornos son ricos, pero mal cuidados. El órgano es muy hermoso, los coros y todo lo relacionado a la música de la iglesia es objeto de cuidados muy especiales de parte de las religiosas. La distribución interior del convento es muy extraña. Se compone de dos cuerpos de construcción, uno de los cuales se llama el antiguo convento y el otro el nuevo. Este último comprende tres claustros pequeños muy elegantemente construidos.

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Las celdas son pequeñas pero ventiladas y muy claras. En el centro del patio hay un círculo sembrado de flores y dos hermosas fuentes que alimentan la frescura y la limpieza. El exterior de los cuadros está tapizado con viñas. Se comunica con el antiguo convento por medio de una calle escarpada. Es éste un verdadero laberinto compuesto de una cantidad de calles y callejuelas en toda dirección y atravesado por una calle principal a la que se sube como por una escalera. Estas calles y callejuelas están cerradas por las celdas que son a su vez otros tantos cuerpos de una construcción original.

Las religiosas que las habitan se hallan como en pequeñas casas de campo. He visto algunas de aquellas celdas que tienen un patio de entrada bastante espacioso, como para criar aves y en donde se encuentra la cocina y el alojamiento de los esclavos. A continuación un segundo

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patio, en el que se han levantado dos o tres cuartos. En seguida, un jardín y un pequeño retiro cuyo techo forma una terraza.”

VER TAMBIÉN

Arequipa y el rio Chili en el siglo XIX y XX

La Plaza de Armas de Arequipa, Evolución Histórica