Sandy Blair in a Kilt 03 - Ladron de Corazones

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Ladrón de Corazones A Thief in a Kilt Sandy Blair Serie In a Kilt 3 Julia Históricos 1508 Escocia e Inglaterra, 1411 Infame... Seductor... Ian MacKay merece ser llamado el Ladrón de Corazones. Sin embargo, él es un hombre con una misión: recuperar para el rey de Escocia el trono ancestral que le pertenece por derecho. Antes, sin embargo, él precisa descubrir la verdadera

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Ladrón de CorazonesA Thief in a Kilt

Sandy BlairSerie In a Kilt 3

Julia Históricos 1508

Escocia e Inglaterra, 1411

Infame... Seductor...

Ian MacKay merece ser llamado el Ladrón de Corazones. Sin embargo, él es un

hombre con una misión: recuperar para el rey de Escocia el trono ancestral que le

pertenece por derecho. Antes, sin embargo, él precisa descubrir la verdadera

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identidad de la mujer misteriosa cuya belleza y presencia de espíritu tienen

fascinada a la corte... y por qué ella lo está evitando. Será posible que Kate

Templeton sea una espía Inglesa?

Aunque Ian insista en que nunca una mujer se le resiste, Kate jura ella resistirá a su

encanto. Escapar y obligarlo a perseguirla por toda a Escocia es la mejor manera de

proteger su corazón. Pero un apasionado enfrentamiento termina por atraerlos, y la

única palabra que le queda a Kate decir es "si"...

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Capítulo I

Final de la Primavera, 1411, Castillo Stirling

Hombres y mujeres se giraban ante Ian MacKay en la sala de recepciones del

castillo. El ambiente olía a incienso y humo. Antorchas suspendidas en las paredes

de piedra producían un juego de luz y sombras que hacia que los visitantes

pareciesen fantasmas conforme se movían. En general, todos representaban un

desafío con el poder de transformar a Escocia en un campo de guerra. Antes, sin

embargo, tenían que pasar sobre su cadáver! Los ojos de Ian se posaron sobre los

jefes de los clanes en atenta verificación, aunque no se detuviesen en ninguno de

ellos en especial. Toda precaución era poca. Cualquier gesto que pudiese ser

interpretado como una preferencia, ciertamente, provocaría comentarios y envidia

entre los clanes rivales. Ian MacKay representaba, después de todo, los ojos y los

oídos del regente. En otras palabras, era un espía de Albany, función que detestaba,

pero que luchaba por conservar con la esperanza de colaborar algún día, de alguna

forma, para que el rey por derecho subiese al trono, y que las tierras de su familia

en las Tierras Altas, al noroeste del país, fuesen preservadas.

En medio de la pequeña multitud, Ian noto que miembros del clan Sutherland

observaban a sus rivales, Saint Clair, con aires de provocación. Él frunció el ceño al

constatar que uno de los guerreros se abría camino con los hombros para llegar al

clan de los Campbell.

—Qué te parece eso? — pregunto a Shamus, su hermano menor, aunque más bien

pareciesen gemelos por su altura idéntica y por el color de los cabellos.

— Los Campbell se pelearan nuevamente con los Stewart. Una mal señal ahora que

los Stewart se aliaron con los poderosos Douglas.

— Por otro lado — le recordó Ian —, los Campbell también cuentan con importantes

aliados. Duncan MacDougall de Drasmoor, para citar apenas uno.

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Temido señor feudal, o dueño del Castello Blackstone podría mandar novecientos

guerreros entrenados al campo de batalla con sonar los dedos. La entrada de

Duncan MacDougall en una guerra representaría la derrota rápida de Angus de

Donaleigh, el temperamental jefe del clan Saint Clair. Sin embargo, como el conde

de Sutherland odiaba a Douglas, su ejército también se uniría a la disputa.

Ian esperaba que Dios los ayudase. Pues mientras los escoceses estaban a punto de

destruirse, los ingleses observaban los enfrentamientos de brazos cruzados y se

regocijaban en la anticipación de su victoria.

— Shamus, tendrás que disculparme por interrumpir nuestra conversación. — Ian se

levantó, determinado a hablar con los Campbell. — No puedo quedarme sentado

mientras una situación se escapa de control por causa de un simple malentendido.

— No, no puedes — su hermano concordó. — Orgullo, envidia y avaricia, son los

verdaderos motivos que llevan a los hombres a su perdición.

— Es lo que dice el autor del libro Inferno — Ian declaro con una sonrisa.

— Cómo conseguiste terminar de leer el libro con tanta rapidez? — Shamus

pregunto, sorprendido.

— Tuve tiempo de sobra durante el viaje de vuelta de Francia. Y vos me debes

setecientas libras. Sin excusas. Una apuesta es una apuesta.

Shamus movió la cabeza.

— Cualquier de estos días me acabarás superando en número de lecturas. Y no sé si

veo esa posibilidad con buenos ojos. Me gusta pensar que puedo destacar por lo

menos en esta actividad intelectual.

Ian hizo una señal de incertidumbre. La broma ya duraba diez años. El realmente no

podía competir con su hermano en el ejercicio de lectura. Era su memoria

prodigiosa lo que lo llevaba a repetir trechos de los libros, como si los hubiese

memorizado intencionalmente. De cualquier forma, la disputa era saludable. Era de

vital importancia que su hermano menor estuviese preparado para asumir el control

de Seabhagnead, el castillo de la familia desde antiguas generaciones, en caso de su

muerte, que podría acontecer en cualquier momento con la vida que el llevaba.

Determinado a cruzar algunas palabras con los representantes del clan de los

Campbell, Ian comenzó a andar en cuanto dio por terminada la charla con Shamus.

Un súbito encontronazo con lady Mary McKinnon fue tan violento que la hubiera

lanzado al suelo, en caso de que su instinto no lo hubiese hecho sujetarla por los

brazos.

— Mil perdones, milady.

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La señora del castillo de Brittle Moor inclino la cabeza para atrás y sonrió, como si el

incidente le hubiese agradado, y no lo contrario.

— Ian, mi querido, sentí mucho tu falta.

— Yo también sentí la suya.

Ella movió la cabeza de lado en un gesto insinuante.

— Entonces por qué no me buscaste? Supe que hace una semana que vos

regresaste de Paris.

Cumpliendo órdenes de Albany, Ian fue a Brittle Moor a proporcionar protección

real a la dama del clan después de la muerte de su marido. En retribución, la bella

dama había llorado en su pecho y buscado consuelo invitándolo a su cama. El, un

gentil caballero, con una debilidad por las mujeres morenas, no le pudo reusar

apoyo. El problema era que, a pesar de sentirse atraído en un inicio, el asedio de las

mujeres pronto lo cansaba.

— Todavía me quedan algunos escrúpulos, milady. Su nuevo casamiento acontecerá

en dos semanas — Ian toco la mano delicada, ya olvidados los placeres que Mary le

había proporcionado tres lunas antes.

Ella se había casado, por imposición de su padre, a los catorce años, con un hombre

enfermo y que tenía el triple de su edad. Cumplido un período mínimo de luto,

acordó en ser la esposa del jefe de un clan que precisaba desesperadamente de un

heredero, pues toda su descendencia se reducía a cinco hijas.

— Dos semanas sin nadie en mi cama es un largo tiempo.

— Lo siento mucho, milady. Si MacLeod no la atrae, debía haber solicitado un

convento en vez de aceptar casarse con él.

Ian percibió que había algo mal cuando Mary miro por encima de su hombro y dio

una larga sonrisa en vez de responder.

— Milord...

Al lado izquierdo de Ian surgió el novio. Con las mejillas coloradas de nervios, Mary

sonrió. Ian no reaccionó por algunos segundos. Lord MacLeod no parecía nada

satisfecho de encontrar a su futura esposa en compañía de otro hombre.

— Le estaba diciendo a MacKay que mi yegua no conseguirá enfrentar el terreno

accidentado de ida a Lewis cuando nos casemos. Él se ofreció para encontrar una

nueva y adecuada montura para mí.

El novio enlazo a Mary por la cintura con aire posesivo.

— Tengo animales de sobra para substituirla. No hay necesidad de incomodar a

MacKay con un asunto tan trivial como este.

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Ian hizo una reverencia y se despidió.

— Buenas noches, MacLeod. Felicidades por su boda, milord. Milady.

Ian suspiro al escuchar al otro susurrar una imprecación en cuanto él se alejó. Mary

estaba jugando con fuego, no había duda. Él no se sorprendería si el novio hubiese

ordenado que algunos de sus hombres la vigilasen en su ausencia.

La fama de Ian de ser un ladrón de corazones se había extendido por media Escocia,

pero eso no significaba que el fuese a cumplir con esa reputación.

Voces alteradas hicieron que se acordaran de lo que realmente le interesaba en

aquel encuentro de clanes. El conflicto entre los Campbell y los Stewart parecía

estarse agravando. Así, trato de acelerar el paso. Estaba a un metro de encontrar a

los representantes de los clanes, cuando su atención se volvió una vez más hacia

una mujer del otro lado de la sala. Ella era alta y se destacaba por su porte entre

todos los presentes. Estaba vestida de negro de la cabeza a los pies.

Según las reglas establecidas por el regente, cada jefe de clan podía presentarse en

el Castillo de Stirling, acompañado por una comitiva de hasta diez miembros. Ian,

que estaba al servicio de él hacía largos años, conocía a todos los que se

encontraban reunidos en el castillo. Tenía la certeza de jamás haber visto antes a la

hermosa mujer.

A pesar del frio de la noche que entraba por las ventanas, Katherine Templeton

sentía las gotas de sudor escurriendo entre los senos en cuanto mientras sus ojos

recorrían la multitud en busca del hombre que podría significar su gloria o su

perdición: el ladrón de corazones.

Gregory fue enfático en su advertencia:

Si al llegar a castillo vos te encontrases con un hombre extraordinariamente alto y

atrayente de cabellos castaños y ojos del color de la miel, escape de él como de las

tempestades. Él es uno de los soldados de Albany, por lo tanto, su enemigo.

Katherine suspiro. No había motivos para temer. Con su altura fuera de lo normal

para los patrones femeninos, ella no solía atraer la atención de los hombres. Sería

diferente si ellos supiesen de su rara cualidad, que también podía ser descrita por

algunos como una maldición, pero nadie, excepto su abuela, tenía conocimiento de

su don de videncia.

— Lady Campbell. Se está sintiendo bien?

Katherine pestañeo a la voz que la arranco de sus devaneos.

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— Si, milord. — Ella forzó una sonrisa. — Un poco tensa, tal vez. Es mi primera visita

a esta ilustre corte.

Charles Fraser sonrió. Era el quien había introducido a Kate dentro del castillo. El la

encontró en el jardín cuando se aproximaba a la entrada de Stirling. Llovía

torrencialmente y ella estaba mojada hasta los huesos.

— Impresionante, lo admito — el concordó. — Pero no puede ser muy diferente de

la corte francesa.

— Temo ser obligada a discordar, milord — Kate respondió. — Las mujeres de aquí

tienen otra complexión y los cabellos más claros que los míos. Temo no parecer

atrayente a la familia de Robbie, con sus mujeres de piel alba como la luna y cabellos

del color del trigo.

Kate se obligó a controlar el temor de su voz. Ella no conocía Francia. Todo lo que

sabía respecto al país y su gente lo había aprendido con su padre. Según algunos

informes que él le transmitiera, el rey de Francia tenía más polvo en sus cofres que

oro, gracias a su inclinación para la guerra y para la opulencia, en cuanto a los

escoceses, en especial sir Douglas y sir Donald, jefes de los clanes de las Tierras

Bajas, perseguían la prosperidad.

La respiración de Kate estaba jadeante. Ella cerró los ojos por un instante y procuro

controlar sus emociones. Tenía una misión doble que cumplir, cuyo éxito dependía

de su serenidad. Fuera de confiar en encontrar a la esposa de Gregory, que estaba

desaparecida, también debía descubrir la razón por la cual los escoceses estaban

demorando tanto para salvar a su rey, enclaustrado hacia cinco largos años en la

Torre de Londres.

— Confié en mí, milady, cuando digo que le sobran encantos.

Siguiendo los consejos de Gregory, Kate mando a ajustar todos sus vestidos, los

cuales acostumbraba usar siempre holgados y confortables. Ahora cada curva de su

cuerpo estaba en evidencia. Sintió ruborizarse ante la mirada de reconocimiento

malintencionado. Si estuviese en Londres, habría mirado a su acompañante con

desprecio, con todo, se encontraba profundamente infiltrada en territorio enemigo,

y todo cuidado era poco.

Así que, para cambiar de asunto y el foco de atención atrevida, ella apunto para su

lado derecho.

— Quien es aquel hombre alto de capa ajedrez? — Kate no tenía la menor idea de

quienes serían sus parientes, mediante boda falsa, en medio de la aglomeración. Era

de suma importancia que ella localizase a lady Margaret Campbell cuanto antes.

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— Duncan MacDougall.

No se trataba de un Campbell. Al menos ella había acertado en su deducción de que

el hombre era un habitante de las Tierras Altas.

— Y aquella simpática dama de verde que lo acompaña?

Charles pareció contrariado con la secuencia de preguntas, pero no se reusó a

responder:

— Es lady Beth, la cuarta esposa de MacDougall.

— Cuarta? — Kate indago con sorpresa.

— Sí. La primera murió al dar a luz. La segunda cometió suicidio y la tercera murió

en circunstancias misteriosas.

Bajo el ojo escrutador de Kate, Duncan MacDougall enlazo a su esposa por la cintura

y le susurro algo al oído de forma provocativa.

— Bien, parece que finalmente el hizo un casamiento por amor — Kate comento.

Fraser meneo la cabeza en negativa.

— Lo dudo. Conociendo a MacDougall como lo conozco, no creo que él sea capaz de

sentir amor — las risas de la mujer los alcanzaron de una forma escandalosa. Tras un

intercambio de miradas, Charles encogió los hombros. — Pensándolo bien, tal vez

con lady Beth sea diferente.

Una onda de inesperada envidia se abatió sobre Kate al notar que la mujer se

sonrojaba con los susurros de su marido. MacDougall se comportaría de la misma

forma en caso de que ella fuese su esposa? Improbable. Al final, a ningún hombre le

gustaba que una mujer lo superase en altura.

Kate culpaba a su herencia nórdica y al don de la videncia por sus infortunios. Fue

maldecida al nacer. El revelar sus premoniciones y percepciones, atraía serios

problemas para sí. A duras penas aprendió a mantenerlas en secreto para guardarse

del terrible destino que se abatiera acerca de su madre.

Su padre, de origen normando, había deplorado los dones naturales de su esposa,

hija de una gitana rumana capaz de adivinar hechos del pasado, del presente y del

futuro. Él era un hombre callado y taciturno. Ignoraba a su esposa, y la mayor parte

del tiempo parecía olvidar que todavía tenía una hija.

Como fuera nombrado tutor de James I de Escócia, por el rey Enrique, quien

aprisionara al joven cinco años antes, en una demostración del poder y la soberanía

inglesa, Kate se había hecho amiga y confidente del joven monarca. En el momento,

siendo un niño de once años, aterrorizado con la situación, ella lo calmo y lo

proveyó de distracciones que lo ayudasen a enfrentar el cautiverio. A los dieciséis

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años, sin embargo, James se volvió amargado y enojado. Hostil, en verdad, y con

razón.

El motivo que la llevara a asumir su capacidad de adivinar el futuro, contra todas las

promesas que se había hecho a sí misma de sofocarla, estaba relacionado a la

decisión de salvar a su amigo. El día en que James había cumplido su décimo sexto

aniversario, ella lo visito en la Torre de Londres y le llevo un presente. Al abrir la caja

y encontrar los dibujos que ella hiciera, basada en los relatos de las situaciones que

é había vivido en la infancia, él la abrazo con los ojos llenos de lágrimas. En ese

momento, Kate tuvo una visión horrible. El niño inocente se transformaría en un

adulto feroz y vengativo. Ella ya no podía continuar extranjera y pasiva ante la

crueldad del rey Henry. Ella precisaba salvar a su amigo del tirano en el que se

transformaría. Como aliado, ella fue a buscar el apoyo de Gregory, el anciano tutor

escocés de James. Fue así que, bajo la orientación de Gregory, ella llego a Escocia,

fingiéndose la viuda de su hijo menor.

— Le gustaría ser presentada a la pareja? — pregunto Charles.

El ofrecimiento la trajo de vuelta al presente. Asintió con entusiasmo. MacDougall

era uno de los hombres con quien precisaría conversar. A solas.

— Si, milord. Me gustaría mucho.

En medio de tantos hombres, sin embargo, apenas uno le llamaba particularmente

la atención. Un hombre alto, apoyado en la chimenea de piedra, vuelto hacia ella. Si

pudiese escoger, ejercería su poder de adivinación en ese momento, porque él

podría ser cualquiera, menos el ladrón de corazones...

Como si se sintiese atraído por su mirada, él se volvió y ella pudo estudiar su perfil.

Un escalofrío corrió a través de ella al notar el cuerpo de piel devastada por la

viruela. No era el, por tanto, el hombre que precisaba temer.

En aquel instante, deseo con todas sus fuerzas que Albany hubiese enviado a Ian

MacKay a tierras lejanas en una dura misión. De que otra manera ella lo evitaría, si

no sabía siquiera cuál era su apariencia?

— Lord e lady MacDougall, permítanme presentarles a nuestra invitada, lady

Katherine Campbell, viuda de sir Robbie Campbell.

Trémula de aprehensión, Kate se inclinó respetuosamente ante el atractivo señor

feudal y su esposa.

MacDougall, un hombre alto de cabellos oscuros, extendió su mano y la ayudo a

levantarse.

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— Es un placer tener entre nosotros otra belleza extranjera, como mi Beth. Sea

bienvenida a Escocia.

— Encantada, milord.

— Permíteme la osadía de preguntar con cual Robbie Campbell milady fue casada?

Después de todo, este es un nombre común entre nosotros.

— Mi fallecido marido era el hijo menor de sir Gregory Campbell. Nos conocimos en

Ródano y estuvimos casados por apenas tres meses antes que lo matasen.

— Mis condolencias por su casamiento.

Kate pestañeo. Él le estaba ofreciendo el pésame por la unión o por la pérdida? Su

estómago se contrajo de pánico. Que Gregory se había olvidado de mencionar

respecto a su hijo?

— Perdone a mi marido — lady Beth murmuro antes que Kate se recuperase del

asombro. — Lo siento mucho.

Cuando la mujer sujeto sus manos, una escena se formó en su mente. Kate vio la

imagen de ella inclinada sobre cuatro niños cubiertos de hollín. Al fondo, una

construcción se derrumbaba bajo las llamas en medio de tiros de cañón.

La visión se deshizo en el momento en que lady Beth soltó sus manos.

— Mira lo que hiciste, Duncan. — Kate la oyó censurar a su marido. — Lady

Campbell está llorando.

Kate se apresuró a secar las lágrimas.

— Ruego que me disculpen. Tiendo a llorar por cualquier motivo últimamente.

— No lo hice por maldad, lady Campbell — dijo MacDougall para perplejidad de

Kate. — Simplemente halle que estaría mejor sin ese hombre rudo que se

comportaba casi todo el tiempo como un oso herido.

Kate sintió que empalidecía. Aquel hombre conocía al hijo menor de Gregory y la

mujer se dirigía a él en inglés. Debería haber enloquecido para estar allí. Precisaba

encontrar una forma de irse ahora.

Sin embargo, de repente fue tomada por una ola de calor y sintió que sus rodillas

flaqueaban. Alguien se aproximaba a sus espaldas. Antes incluso de darse la vuelta,

ella supo sin duda de quien se trataba. Él estaba tan cerca que ella podía oír los

latidos de su corazón, o sería el de ella?

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Capítulo II

— Ian! Qué bueno volver a verte! — lady Beth lo saludo.

Kate deseo estar en Salisbury, en la cabaña de su abuela, donde le había dicho a su

padre que estaría. Al virar lentamente para atrás, ella se encontró con el hombre

más hermoso que había visto en su vida. Además de ser cerca de veinte centímetros

más alto que ella y de tener un físico magnífico, el parecía hecho de oro.

De piel bronceada y cabellos castaños cayendo en cascadas onduladas sobre los

hombros, tenía ojos del color de las almendras y una frente pronunciada, que le

confería un aire de gran inteligencia. Al sonreírle, dos hoyuelos surgieron en sus

mejillas, haciendo que pareciese más joven.

— Por favor, discúlpeme — dijo Kate al percibir que sus pies titubeaban y que su

cuerpo estaba inclinado sobre el de él.

Su sonrisa aumento.

— ¿Puedo ayudarla? Temo por su salud si me muevo.

Kate miro hacia abajo y contuvo la respiración al constatar que él estaba en locierto.

Se apartó, entonces, como si hubiese sido quemada. Y retrocedió, aturdida,

ciertamente dejando a los otros aún más sorprendidos.

Por los cielos! Nada estaba saliendo de acuerdo con el plan de Gregory. Si no

hubiese sido por la intervención providencial de lord MacDougall, ella no sabría

cómo se hubiera librado de aquella horrible situación.

— Como fue tu viaje a Edimburgo, Ian?

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— La ciudad está progresando a ojos vistos. La burguesía se destaca en todos los

sectores. En una década, me atrevo a afirmar, Edimburgo se equiparará a Londres y

Paris.

Lady Beth aplaudió la noticia.

— Hasta que al fin. Estoy harta de esperar por la llegada de navíos extranjeros,

cuyas mercaderías nunca satisfacen mis expectativas.

Sus hoyuelos se pronunciaron en una sonrisa aún más seductora.

— Su belleza resplandece como el sol, milady. Ella no precisa de artificios para

brillar.

— Vos sos incorregible, Ian — lady Beth se rio. — En mi opinión, lo que te falta a

vos es una buena esposa — se acercó a Kate. — Permítame presentarle

adecuadamente a sir Ian MacKay, milady. Él es consejero de nuestro regente y

seductor durante el resto del tiempo. — Lady Beth se inclinó hacia Kate en aquel

instante e hizo una broma, en tono deliberadamente más bajo. — No diga después

que no le avise!

Kate obligo a su corazón a tranquilizarse. Aparentemente Gregory no exageraba.

— Sir MacKay — Kate hizo una pequeña reverencia. — Es un placer. Su fama lo

precede.

Él le ofreció la mano, como lo había hecho lord MacDougall para ayudarla a

recomponerse.

— El placer es todo mío, milady. Espero que los comentarios que escucho respecto a

mi hayan sido favorables.

— Verdaderos. Ese sería un término más correcto.

El pestañeo y Kate se sorprendió al notarlo. Tal vez no fuese tan difícil, al final de

cuentas, llevar el plano adelante.

— Defender el bien y la verdad, milady, es la misión que abrazó en esta vida. A

propósito, que la ha traído a nuestra modesta costa?

Con manos trémulas, Kate recogió de su bolso un pequeño envoltorio hecho con la

tela tejida con el patrón exclusivo del clan de los Campbell. Retiro un broche,

rezando para conseguir imprimir veracidad en la mentira.

— Esta joya me fue entregada por mi marido. — Toco la piedra de amatista. — Estoy

aquí para devolverla a la familia de Robbie. El me dijo que ella pertenecía

originalmente a su padre...

Una tos interrumpió su explicación. Ella voltio hacia su acompañante y le sonrió

como pidiéndole disculpas. Se había olvidado por completo de Fraser.

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— Lady Kate fue casada con Robbie Campbell, fallecido hace pocos meses. Ella

estaba camino aquí cuando se perdió en la tempestad. Yo la encontré y me ofrecí

para escoltarla, ya que también me dirigía a Stirling para la reunión del consejo.

MacKay apoyo la mano en el hombro de Charles. Una estratagema para silenciarlo,

obviamente.

— Mis condolencias, milady. — Inclino la cabeza en señal de respeto. — Seria una

indelicadeza de mi parte preguntar cuando fue que acontecio?

— En noviembre.

— Perdone mi atrevimiento, pero ruego que me responda una pregunta más. Me

gustaría saber por cuanto tiempo disfrutaremos de su adorable compañía.

— No sabría decirlo. — Kate preciso tragar en seco antes de proseguir: — Todo

dependerá del tiempo que me lleve para localizar a la madre de Robbie.

Ian frunció el ceño ante esa información y paso a usar el gaélico para expresarse,

seguro de que la joven viuda no entendería lo que él estaba diciendo.

— Nadie le contó a ella?

Avisada por Gregory para no dejar que percibiesen que ella tenía conocimiento de

ese idioma, Kate necesito recurrir a toda su fuerza de voluntad para permanecer

ajena a la conversación.

Duncan MacDougall negó con la cabeza.

— Estaba preparándome para darle la noticia cuando vos te uniste a nosotros.

Kate contuvo el aliento al tener su mano presa súbitamente entre las de Ian

MacKay.

— Siento mucho, lady Campbell, ser el portador de esta triste noticia, pero la esposa

de sir Gregory falleció hace dos semanas. De corazón partido, según algunos.

La sangre se desvaneció una vez más del rostro de Kate. Pobre Gregory. Hablaba de

su esposa con tanto amor y devoción que ella aprendió a quererla como si la

conociese. El ciertamente quedaría con el corazón despedazado al recibir la noticia.

El destino parecía estar queriéndole decir que regresase, Kate pensó. Solamente

lady Margaret tenía la información que ella necesitaba. Solamente ella le podría

decir cuáles de los señores feudales eran fieles a James y cuales tramaban su

aprisionamiento y el de Gregory. Y lo que era fundamental, de acuerdo con Gregory,

lady Margaret era la única persona en aquel territorio hostil en quien Kate podría

confiar.

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Con el estómago contraído de tensión y las manos húmedas de sudor, ella miro

alrededor en busca de un medio de escape. Precisaba de aire y de tiempo para

reflexionar.

Arcadas normalmente indicaban la existencia de puertas. Pidiendo disculpas, se

encamino hacia la más próxima. Con alivio, constato que su deducción era correcta.

En el momento, sin embargo, en que se preparaba para salir, un guarda corpulento

la detuvo y anuncio:

— Sir Robert, duque de Albany, gobernador de Escocia.

Kate sintió como si el soplo de la muerte la golpeara. Los dos hombres que debería

evitar habían sido colocados ante ella en la noche de su llegada.

Había dejado escapar un grito de susto se la parálisis no hubiese vencido a sus

reflejos. Ian MacKay, antes que ella pudiese anticipar lo que estaba por acontecer, la

enlazo por la cintura y la alejo de la multitud.

— Cálmese. En un minuto la sacare de aquí.

Kate lo acompaño sin luchar en dirección a una puerta lateral. Todas las miradas

estaban vueltas hacia el duque, un hombre ricamente vestido, de cerca de setenta

años. Nadie parecía haber notado la ausencia de una simple pareja ante la

honorable presencia.

En vez de encontrar un jardín del otro lado de la puerta, como esperaba, Kate se vio

en una sala sumida en la penumbra. Estaba por preguntar a Ian lo que el pretendía

hacer cuando lo vio levantar un tapiz colgado en la pared y pedirle que lo siguiese.

Kate necesito de algunos instantes para que su visión se adaptase a la oscuridad y

descubriese dos escaleras de caracol, una en sentido ascendente, y otra en sentido

descendente. Más adelante, ella diviso una sala bien iluminada y decorada con

opulencia.

— Por aquí. — Ian intento guiar sus pasos adelante, sin éxito.

Que es lo que pretendía? Fingir que era su amigo para encerrarla en los calabozos?

Ella no era tan ingenua como parecía.

— Milady, esta escalera nos llevará a la cocina y de ahí saldremos hacía el patio

entre las murallas que cercan el castillo. El calor y el aire viciado de la sala la hicierón

empalidecer. Para recomponerse, será preciso que respire aire fresco.

Desconfiada, Kate intento nuevamente retroceder, pero él era más fuerte y

continuo tirando de ella hasta el último escalón. Ian empujo, entonces, una puerta

que los introdujo en un lugar tapado donde los olores de carne y pan se mezclaban.

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El alivio la hizo suspirar. MacKay no había mentido. Ellos estaban entre mujeres con

las caras coloradas por el vapor que se desprendía de las cacerolas y las ollas. Una

de ellas, que debería ser la jefe, sonrió para ellos y la alerto de ser cautelosa contra

MacKay.

Ellos deberían conocerse bien, Kate pensó. Hablaban con intimidad.

— Compórtese, Bridie. Vos estas casada! — Y, al decir eso, MacKay robo una

pequeña torta de manzana.

Kate sintió que la boca se le hacía agua. Hacia horas que no se alimentaba.

En seguida, MacKay empujo una pesada puerta. Kate sintió que los perfumes de

romero, tomillo y albahaca se infiltraban por sus narices. Entre camas de hiervas y

verduras, recorrieron un trecho del patio, confinado por un muro bajo de piedra.

Para salir de ahí, tenían que saltarlo. Aparentemente, no había otra salida, a no ser

que volviesen a la cocina.

Como si adivinase sus pensamientos, Ian volvió a enlazarla por la cintura. Y antes

que ella se preparase para saltar, él la cargo en sus brazos.

Kate grito para que él la soltase, abrazándolo instintivamente por el cuello. En ese

momento, presente y futuro se confundieron. Un dolor agudo se extendió por todo

su cuerpo, seguido por la imagen de Ian MacKay inclinado sobre ella, el pecho y los

brazos musculosos brillando como cobre pulido a luz de las llamas. Ella se arqueo.

Ellos estaban solos en un lugar oscuro. Los ojos de él estaban focalizados en sus

labios...

La imagen se disipo tan rápidamente como vino y ella se vio de vuelta a la realidad.

Estaba con Ian en un patio, ambos cercados por grupos de árboles, cuyas hojas se

erguían hacía la luna como se clamasen por vigor.

Que el buen Dios y los santos la protegiesen! Ella raramente tenía visiones

relacionadas a su propio futuro y las pocas que había tenido se mostraron falsas.

Haría bien en olvidar aquella escena que sugería una intimidad que solo podía

traerle sufrimiento.

— Milady se está sintiendo bien?

Kate cerró los puños. Porque todo mundo le estaba haciendo esa pregunta? Ella no?

Ella no podía decirle a nadie que estaba pésima. Que perdió su única fuente

confiable de información y que no podía desistir de su misión o James se convertiría

en un asesino, mujeres como lady Beth y sus hijos morirían, castillos serian

incendiados, animales masacrados y hombres decapitados. En nombre de la

venganza.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 16

No. Ella no podría volver a casa antes de descubrir quién de aquel pueblo quería la

libertad de James. Era imperativo que, al menos esos, fuesen salvados de la ira del

rey.

Sofocada por el pánico, llevo una de las manos al tocado que cubría sus cabellos y

parte de su rosto, desamarro el lazo que lo ataba a su cuello, y se libró de ella casi

con rabia. Ian MacKay la sorprendió con el toque delicado en su mandíbula.

— El nudo le provoco una irritación en su piel — él le dijo. — Permítame ayudarla.

Asombrada, ella soltó las manos a lo largo de su cuerpo mientras Ian retiraba lo que

sobrara de las prensillas de sus cabellos, una vez que más de la mitad de los hilos ya

se habían soltado.

— Gracias — agradeció, sin conseguir mirarlo.

— Sus cabellos son como los imaginaba. — Su mirada de admiración descendió

hasta las puntas de los cabellos que alcanzaban la cintura de Kate. — Negros como

el ala de un cuervo y brillantes como el lago Meadie en noche de luna llena.

El continúo mirándola, como si estuviese realmente fascinado con los rizos pesados

que cubrían sus hombros y se acomodaban alrededor de las caderas. Con un brillo

extraño en la mirada, susurro:

— Se vos fueses mía, no usarías nada además de eso.

Kate suspiro.

— Tonto.

Ian no podría estar más perplejo si Katherine Campbell lo hubiese abofeteado. En

primer lugar, porque no pretendía expresarse en voz alta. Sin embargo, lo había

hecho — en gaélico — y ella obviamente había comprendido. En segundo lugar,

porque las mujeres no respondían de esa forma a sus avances. Ellas, por lo general,

se tiraban a sus pies.

Lady Campbell era diferente. Ella lo cautivo al empalidecer con la noticia de la

muerte de lady Margaret. Pocas esposas gustaban de la madre de su marido. El

instinto lo hizo seguirla al verla intentar escapar como una liebre perseguida por un

lobo. Le intrigaba que, por alguna razón desconocida, ella pareciese temer su

proximidad.

Kate aprovecho que Ian se había agachado para recoger el tocado del suelo y se

alejaba.

— Que quiere de mí? — Ella se detuvo al detectar los pasos apresurados a su lado.

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Antes de responder, Ian analizo las facciones femeninas. Los pómulos eran

prominentes, los labios rojos y carnosos. Ella era bonita. Los ojos se destacaban por

el azul que se parecían al color del cielo en los meses de verano. Espléndidos.

— Vos hablas gaélico.

Con el corazón a los saltos, Kate dijo la primera cosa que se le vino a la mente.

— Porque se sorprende? Mi marido era un habitante de las Tierras Altas de Escocia.

— Su inteligencia debe ser fuera de lo común para haber aprendido tan deprisa mi

idioma. Su casamiento no duro apenas tres meses?

— Robbie y yo nos conocemos tiempo atrás y acostumbrábamos hablar en ese

idioma.

Ian no creyó esa declaración, pues había conocido a Robbie Campbell y sabía que él

no era dado a conversar.

— Cuando pretendía mencionar su fluidez en nuestra lengua?

Kate encogió los hombros.

— Cuando hubiese necesidad.

Un ruido lo hizo dudar. Parecía ser un estómago roncando de hambre.

Inmediatamente, abrió la bolsa de piel que traía ajustada al cinto, tomó una torta y

la ofreció a Kate, que, en vez de aceptar, cruzo los brazos.

El contuvo una sonrisa. Orgullo. Aposto consigo mismo que vencería su reticencia

con astucia. Dividió la torta de manzana al medio y se puso a comer una de las

mitades.

— Avísame si cambias de idea antes que sea demasiado tarde.

— Porque me está persiguiendo? — Kate estrecho los ojos.

Orgullosa y obstinada, Ian reflexiono.

— "La muerte es detestable para el infeliz, pero peor es la muerte por inanición."

— Palabras de Homero, no suyas — Kate rezongo mientras tomaba finalmente su

pedazo de torta.

Ella era letrada. De eso no había duda. E ese era otro hecho que no combinaba con

su elección de marido.

— Que pretende hacer ahora que sabe del fallecimiento de su suegra?

— Sir MacKay, para ser honesta, aún no decidí lo que hare.

— Ian. Puede llamarme Ian — el pidió, encantado con aquellos ojos que

súbitamente parecían contemplar el vacío. — Estoy a su disposición, al menos por el

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 18

momento. Imagino que esta amedrantada con la idea de que no queda nadie para

protegerla.

— Está equivocado — ella retruco después de un silencio que lo hizo entender que

adivinaba la verdad. — Aun tengo a mi padre, mi abuela y monsieur Bottes.

Un amante! Pocas mujeres se atrevían a confesar sus pecados. Ya fuese en

respuesta a la malicia que impregnaba su sonrisa o a un pequeño comentario que el

dejara escapar sin percibirlo, Kate irguió la cabeza con la dignidad de una reina:

— Monsieur Bottes no es lo que piensa!

Inteligente y segura de sí. Bonita y dueña de un cuerpo de formas voluptuosas, cuya

suavidad el aun podía sentir en el pecho y las caderas. Se ella no hubiese perdido un

marido recientemente, tal vez él hubiese sucumbido al deseo de besar aquellos

labios que estuvieron tan cerca de los suyos en el momento que saltaron sobre el

muro de piedra.

O, tal vez, no debiese resistir.

Kate intento protestar al toque en su hombro cuando viro para apartarse. No

consiguió hablar. Labios se cerraron sobre los de ella obligándola a callarse. Su

corazón paro de latir por un segundo como el ala de un pájaro estrellándose en

vuelo.

La voz de la prudencia le ordenaba que ella lo empujase y se alejase. En vez de eso,

se entregó al calor delicioso que se extendía por todo su cuerpo y las sensaciones

que experimentaba por primera vez.

— Lady Campbell?

El aire frio de la noche la trajo de vuelta a la realidad al escuchar el llamado de

Charles. Por suerte, él se detuvo en medio del jardín o habría presenciado el papel

de tonta que acababa de hacer.

— Mi tocado! No pueden verme sin el!

Como por arte de magia, el accesorio se materializo en una de las manos de Kate.

Sin que ella necesitase pedirlo, Ian la ayudo a colocarlo y a esconder la larga

cabellera. A él no le tomo más de un minuto para hacer algo que le había exigido

horas! No le fue posible agradecer. Mucho menos preguntar el secreto de tanta

eficiencia. Ian desapareció en las sombras, dejándola con una inexplicable sensación

de abandono.

— Al fin la encuentro — dijo Charles con una sonrisa de alivio. — Que hace aquí,

sola?

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— Mil perdones, sir Fraser, si fui motivo de preocupación. Sentí una súbita

necesidad de respirar aire fresco.

— La noche está linda. Espero que se esté sintiendo mejor. Mi nostálgica Peg

adoraba las noches de luna llena.

El lamento de Fraser hizo a Kate acordarse de su querida abuela. Por insistencia de

Gregory, ella llego a Escocia por mar y fue instruida de volver de la misma forma. No

obstante, no era eso lo que pretendía hacer. Su viaje de regreso seria por tierra, de

modo de pasar por Salisbury, donde su abuela vivía. Tanteo su bolso,

tranquilizándose con la sensación de las monedas de cobre y plata que trajera.

Como sabía que su padre nunca tendría condiciones de disponer de dinero para su

dote, ella había economizado. Con todo, después de diez años y sin vislumbrar un

casamiento en su futuro, decidió comprar un caballo... Kate interrumpió sus

divagaciones al percibir el silencio de su acompañante.

— Algún motivo especial para que el señor haya venido a buscarme?

— Ah, sí! Le traigo una buena noticia. Alistair está aquí.

Alistair? Quien sería ese hombre?

— Que Alistair? — intento ganar tiempo.

— Alistair Campbell, su cuñado. A quien más me podría estar refiriendo?

El aire se congelo en su pecho de Kate. Gregory la alerto que evitara que su camino

se cruzase con el hermano de Robbie.

— Que bien que vos decidiste salir al patio, MacKay — dijo Charles ante la figura

femenina extendida en el sofá de terciopelo. — Yo no habría conseguido cargarla

para dentro del castillo.

Alojado en la cabecera de Kate, Ian colocaba un trapo mojado sobre su frente.

— Lo que importa es que lady Campbell está segura ahora y se está restableciendo

al calor del fuego.

Él estaba preocupado, sin embargo, con la demora de la joven viuda en recuperar

los sentidos. Más todavía con la causa de aquel desmayo. Por qué el anuncio sobre

la llegada de Alistair Campbell en Stirling le provoco tan intenso malestar? Alistair

era, al final, el representante principal del clan de los Campbell, además de hermano

de Robbie.

La historia contada por lady Campbell no lo convencía en absoluto. Se fuese verdad

que ella no estaba desamparada, alguien la habría escoltado de Francia a Escocia.

Las mujeres no viajaban sin compañía. A menos que fuesen aventureras. Sintió un

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escalofrío al pensar la desgracia que podría haberse abatido sobre ella en caso de

que hubiese sido encontrada en las tierras de Gunn, un hombre sin escrúpulos.

— Parece que ella está despertando — dijo Fraser, apoyado en la consola de la

chimenea. — Voy a buscar un poco de agua.

Una sensación de alivio que Ian no tenía intención de cuestionar hizo que contuviese

un suspiro.

— Lady Campbell, consigue oírme?

Sus parpados temblaron y una de sus manos toco su frente, asustándose al contacto

frio de la compresa. Un gemido de dolor precedió al esfuerzo que hizo para

sentarse.

— Tenga calma. Milady sufrió una caída y se golpeó la cabeza — Ian explico en tanto

se llevaba la mano de Kate a los labios y la besaba.

Ella no sonrió, como el esperaba. Ciertamente estaba enojada por que el había

desaparecido cuando Fraser se aproximó. Le gustaría haberse quedado, pero la

viudez de Kate era demasiado reciente y su presencia habría provocado comentarios

malintencionados. La última cosa que una mujer necesitaba para intentar

recomenzar su vida, especialmente siendo extranjera, era de fallas al respecto de su

carácter.

Ian pasó un brazo bajo los hombros de Kate para ayudarla a levantarse. Al percibir

que ella se preparaba para protestar y ciertamente para tratar de escapar otra vez,

susurro en su oído que volvería a besarla en caso que ella no reposase.

— En ese caso — Kate resongo —, trate de encontrar un padre.

— Si me está haciendo una propuesta de casamiento, debo informarla...

— Para darle la extrema unción, tu idiota!

— Está sintiéndose mejor, milady? — Fraser pregunto al volver a la sala.

— Mi cabeza duele.

— No es de extrañar. Por el modo en que cayó como un pino bajo el hacha de un

leñador. — Le ofreció la copa de agua. — Tome algunos sorbos, lentamente.

Al extender la mano, Kate se estremeció. Sin querer golpeo la copa y la derramo.

Charles se dispuso a buscar otra.

— Todo cuidado es poco, milady — Ian murmuro así que ellos estuvieron

nuevamente a solas. — Su reputación está en juego.

Apenas en ese momento ella se dio cuenta del ambiente extraño en que se

encontraban.

— Dónde estoy?

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— En una de las salas del castillo. Yo la cargue hasta acá.

Ella noto la inmensa mancha negra en su vestido. También percibió que estaba sin el

tocado. Antes que pudiese entender lo que había pasado, Charles volvió a entrar.

— Le he traído algo que la ayudará a reanimarse.

Kate agradeció la gentileza y se disculpó por el trabajo que estaba dando. La bebida

con gusto de miel y pimienta la revigoriza al primer trago. Mientras bebía el resto de

la taza, noto un escritorio del otro lado y una puerta entreabierta más atrás.

— Donde va a dar?

— Los aposentos del rey. Actualmente, de Albany — Ian respondió.

Kate se habría ahogado si la otra puerta no hubiese sido abierta en aquel momento

por un hombre de cerca de cuarenta años con rizos dorados presos en una túnica

verde y roja. Tomándolo por el bobo de la corte, ella dirigió una mirada de

interrogación a Ian.

— Este es Alistair Campbell — el anuncio a medida que el extraño atravesaba el

recinto.

— Entonces fue usted quien la trajo para acá — constato el recién llegado

dirigiéndose a Ian. — Como está ella?

Ian le pidió a Fraser que fuese a buscar una taza más de hidromel antes de

responder:

— La caída fue fuerte. Lady Campbell sentirá dolores por algunos días antes que la

hinchazón disminuya.

Alistair deseará que vos caigas muerta al verte. Las palabras de Gregory resonaron

en los oídos de Kate. La razón de tamaño odio, no obstante, le era desconocida.

— Que le ha pasado?— Alistair, de quien Kate no conseguía apartar los ojos, cruzó

los brazos con arrogancia.

— Ella se desmayó. Supe que no se alimenta desde esta mañana.

— Vos, entre todos los presentes en este castillo, ciertamente fuiste el único que se

enteró de esa condición — Alistair comentó, con malicia.

— Que está queriendo insinuar? — Ian protesto. — Está ante la viuda de su propio

hermano! — Se silenció en ese instante y luego busco algún otro asunto. — A

propósito, acabo de recordar que esta es la primera vez que ustedes se encuentran.

Ruego que me disculpen. Kate, este es sir Alistair Campbell, el hermano mayor de su

fallecido marido. Campbell, esta es su cuñada, lady Kate Campbell.

Su enemigo sonrió con ironía mientras se inclinaba.

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— Ahora que nuestra presentación se formalizo, me gustaría hablar en privado con

mi cuñada.

— Para qué? — Ian arqueo una ceja. — Para tratar de convencerla de desistir de la

herencia?

Kate irguió las manos de modo de interrumpir la conversación.

— Los señores podrían parar de fingir que no estoy aquí? Que historia de herencia

es esa? — Como Gregory pudo enviarla en aquella misión, omitiendo datos de tal

importancia? No bastaba haberle ocultado que su hijo era un bruto?

— Con la muerte de su marido, un tercio de todos los bienes que le pertenecían

pasaran a la señora.

Un nudo se cerró en la garganta de Kate y ella necesito esforzarse para respirar. Eso

era todo por lo que el sujeto frente a ella quería matarla.

— Pero Robbie era un segundo hijo! Un simple caballero! Los bienes de la familia y

la autoridad conferida por los títulos de sus antepasados eran transmitidos a los

primogénitos. Los segundos hijos eran meros substitutos en de una fatalidad, razón

por la cual la mayoría abrazaba la carrera religiosa o militar.

— Déjanos a solas, MacKay — Alistair volvió a pedir y Kate concordó, a pesar de la

evidente contrariedad de Ian. Ella acreditaba la frase de Tito Lívio de que el mal que

se conoce es más tolerable.

Queriendo intimidarla, Alistair avanzo en dirección al sofá así que Ian se retiró del

recinto.

— Entonces, donde está la niño?

— No hay ningún niño.

Campbell suspiro, irritado.

— Milady, yo conocía bien al canalla de mi hermano! Ninguna mujer decente se

relacionaría con él, mucho menos se dispondría a desposarlo. Si no quedó

embarazada contra su voluntad, sin duda dormía con una perra.

Kate levanto la barbilla.

— Yo ya le dije que no hay ningún niño. No soy una desclasificada como piensa. Al

contrario. Soy hija de un hombre letrado y le agradecería que usase un lenguaje

civilizado cuando se dirija a mí.

El hombre dudo por un instante.

— Se no existe un niño y su venida a Stirling no se relaciona a asuntos referentes a la

herencia, cual fue el motivo que la trajo aquí?

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— La esperanza de poder devolver algo que sería de su madre por derecho. — Kate

saco el broche del bolso y lo presento sobre la palma de la mano.

Alistair se apodero de él con un movimiento tan brusco que Kate retrocedió

instintivamente.

— Aquella mujer no era mi madre.

Aunque shokeada con la revelación y con la actitud grosera, ella trato de ponderar.

— En ese caso, pido que me lo devuelva, para que se lo pueda entregar a su padre.

— Que sabe sobre él?

Consciente de que había cometido un error táctico, Kate se preguntó hasta donde

podría dejar transparentar que tenía información al respecto de Gregory, sin

despertar mayores sospechas. Si ella hubiese estado realmente casada con Robbie

Campbell, él le habría contado que su padre estaba preso, entre otras cosas.

— Robbie me contó que su padre fue capturado por los ingleses y estaba encerrado

en una Torre de Londres.

— El menciono la razón?

Kate asintió, sin apartar los ojos del broche que era la única prueba, que poseía, de

que ella era quien decía ser, y la única justificativa legítima para su presencia en

Escocia.

— El dijo que su padre fue capturado mientras escoltaba al rey James hacía Francia.

— La última vez que vi este broche fue con mi padre antes de que el embarcara

hacía ese destino!

Kate oro para que el pánico no se manifestase en su voz.

— Está equivocado. Él se lo dio a Robbie antes de partir.

— A propósito, vos aun no me dices por que se casó con mi hermano.

— Él le presto un gran favor a mi padre — Kate respondió con un hilo de voz, sin

mirar a su oponente, que se reía con desprecio.

— Vendida. Yo estaba en lo cierto, entonces, sobre que mi hermano se había

casado con una vividora. Fue un casamiento de conveniencia.

Kate se levantó. Estaba harta de oír los insultos de aquel cobarde. Avanzo sobre él,

tomándolo desprevenido.

— Como me puede despreciar? Solo Dios sabe lo que pase para llegar hasta aquí con

la única intención de devolver una joya de familia a quien le pertenece por derecho.

Una joya de la que usted se apodero. Quien es el ladrón aquí, al final?

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Un dolor lacerante la hizo doblar el cuerpo. La punta de la espada de Alistair estaba

presionando su abdomen. Los ojos de él estaban inyectados de odio. Él la mataría si

ella no hiciese alguna cosa rápidamente...

Como comenzar a gritar!

Del lado de afuera, Ian se levantó de un salto y corrió. El debería haber perdido el

juicio para dejar a Kate a solas con Alistair.

La puerta golpeo contra la pared de piedra por la fuerza con que fue abierta. Con un

puñal en la mano derecha, atravesó la sala. Estaba atemorizado, pero aliviado por

encontrar a la moza incólume. Por el horror del grito, el creyó que la encontraría

mortalmente herida.

— Que está pasando aquí?

— Nada que sea de su incumbencia, MacKay — vocifero Alistair.

— Milady?

Pálida como la luna, Kate suplico que Ian se la llevase de ese lugar. Mientras

recorrían los corredores del castillo, tres guardas los abordaron.

— Oímos un grito — declaró uno de ellos.

— Lady Campbell se llevó un gran susto — Ian contó la primera mentira que se le

ocurrió.

— Con qué? — pregunto otro.

— Com uma aranha.

— Pero ella grito como si estuviese amenazada de muerte! — exclamo el tercer

guarda.

— Era una araña enorme y peluda — Kate se apresuró a decir de forma de apoyar la

explicación.

Sin tener más que hacer, los guardias se miraron entre ellos y se alejaron. Ian

guardo el puñal bajo la axila y cumplimento a Kate por sus habilidades de raciocinio.

Ella era una mujer intrigante. Sonrojada de satisfacción con el elogio, parecía aun

más adorable. Deseo que estuviesen en otro lugar, en otra situación. No se

acordaba de haber sentido antes un impulso tan fuerte de tomar una mujer en sus

brazos. Bajo su cuerpo. Susurrar palabras sensuales en sus oídos y descubrir sus

secretos.

O serian sus propias expectativas que estaban manifestándose en esta fantasía?

Porque, antes de aquel momento, jamás se permitió admitir el deseo de encontrar

una mujer en quien confiase o bastante para revelarle sus secretos. A quien pudiese

decir lo que jamás dijera en sus treinta años de vida: Yo te amo.

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Acordes de gaitas de fuelle los alcanzaron al subir la escalera que los llevaría al

tercer piso. En lo alto, Ian viro hacía la izquierda y abrió firmemente la puerta que

daba a sus aposentos. Dudo en la entrada, verificando antes que el local no ofrecía

peligro.

La chimenea estaba encendida y había un jarro con dos tazas sobre la cómoda,

indicando que alguien los precedió para cuidar de su confort.

— Siéntase libre. Aquí estará segura.

Al ver Ian colocar una tranca en la porta, Kate enrojeció.

— A quien pertenece este lugar?

— A mí — respondió mientras tomaba la espada de la vaina y la lanzaba sobre la

cama cubierta por una colcha de piel — No es preciso tener miedo. Esto es apenas

un cuarto y yo soy apenas un hombre.

Inmediatamente, Kate retiro la tranca.

— Nada que diga respecto a vos es simple, Ian.

Ella lo había llamado por el primer nombre. Era una buena señal.

— Estaba comenzando a pensar que podríamos entendernos. Olvida que ya la salve

tres veces de situaciones difíciles?

— No, yo no me olvide. — Ella abrió la puerta. — Pero eso no significa que pasare la

noche en su cuartó.

— Como quiera. Tenga cuidado, sin embargo. Los hombres de Campbell ciertamente

estarán buscándola por el castillo.

Kate cerró la puerta.

— Usted cree?

Ian encogió los hombros.

— Tal vez si, tal vez no. no puedo tener certeza. Pero si yo fuese el, con la rabia que

debe estar sintiendo de vos...

Ian no preciso terminar la frase para que Kate llegase a su propia conclusión. Nadie

gritaba de la manera que ella había gritado sin tener un fuerte motivo.

De vuelta a él, Ian avivo el fuego en la chimenea, mientras Kate reflexionaba sobre

que actitud tomar. Al oír un leve ruido, él se volvió a tiempo de impedir un desatino.

Kate estaba sirviendo el contenido del jarro en una de las tazas.

En cuestión de segundos, él le quito el jarro de las manos también la taza y arrojo

toda la bebida por la ventana.

— Porque hizo eso? — ella indago, aturdida. — Estoy con sed.

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— No era agua, era una bebida hecha de cebada fermentada y conservada en

barricas de roble. Por su propio bien, jamás beba cualquier cosa que encuentre

disponible, sin vigilancia, en el castillo.

— Yo ya bebí algo — ella declaró, asustada.

— La poción que Fraser le sirvió era segura. Aquella bebida fue preparada para ser

consumida por todos durante la reunión.

Kate bajo la cabeza. No parecía más aquella mujer decidida y corajosa que Ian

conociera aquella noche. Incapaz de resistir, él la siguió por el cuarto y la hizo

mirarlo.

— Que sucede? — pregunto, gentil, al ver lágrimas en aquellos lindos ojos.

— Yo no debía haber venido.

Imposible discordar.

— Que fue lo que Alistair dijo para asustarla de esta forma?

— No fue lo que él dijo, más de lo que él hizo. — Kate toco sus senos en un gesto

instintivo de protección. — Tuve miedo de que el fuese a clavar la espada en mi

pecho.

Ian se acordó de haber visto a Alistair con los brazos a lo largo del cuerpo cuando él

había invadido la sala. El miserable estaba escondiendo el arma que usara para

amenazar a Kate.

— Ese bastardo!

Kate agarro a Ian por el brazo.

— Por favor, no blasfeme — ella suplico. — Ya oí demasiados insultos esta noche.

— Yo no estoy blasfemando — retruco, serio. — Alistair es un bastardo. El único hijo

legítimo de sir Gregory fue su fallecido marido.

Súbitamente, Kate sintió un temblor subir por sus costados. Su sexto sentido le

decía que Ian y ella no estaban solos en aquel cuartó. Alguien estaba espiándolos...

Sus cabellos se erizaron al sonido de una voz aguda, llamando a Ian de atrás de un

biombo que ella no notara antes.

— Quédate quieto, Leo! — Ian ordeno, caminando hacía el fondo del cuartó,

mientras Kate corría en dirección a la chimenea.

— Dios del cielo! — ella exclamo, con el rosto escondido entre las manos. — Un

Loro! Ya había oído hablar de pájaros parlantes, pero nunca había visto uno.

— Yo lo gané de un turco.

— Ya estuvo en Turquía? — Kate pregunto, espantada.

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— No. Lo conocí en Venecia. Lo salve de morir ahogado y él quiso darme a Leo en

señal de gratitud. Ven conócelo.

Kate se aproximó con cautela a la jaula dorada.

— Leo como abreviación de Leonardo?

— No. Leo de león. Él sabe imitar un uno a la perfección cuando está irritado.

— Tal vez él ya había vivido en África — Kate sugirió. — A propósito, como sabe si es

macho?

— En verdad, no sé, pero él nunca ha puesto huevos.

— Puede ser que aun sea un pichón.

— No es el caso — Ian explicó. — El turco me dijo que el pájaro le pertenecía hacia

doce años y hace una década que yo lo gane.

Un golpe brusco en la puerta los hizo callar. Antes que Kate pudiese pensar en una

salida, Ian la coloco tras de sí. En seguida, saco un cuchillo de la vaina.

Capítulo III

— Entre.

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— Albany quiere verte.

Ian dejo escapar un suspiro de alivio. Era Shamus.

— Si continuas golpeando mi puerta de esa forma, cualquier día tendrás una daga

clavada entre tus costillas, hermano.

Shamus se disculpó y sonrió para Kate.

— Quien es la moza?

Ian movió la cabeza. Tanto esfuerzo y preocupación para nada. La mujer no temía

por su reputación.

— Lady Campbell, este es mi hermano, Shamus MacKay de Siar Dochas. Shamus,

esta es Kate Campbell de França, viuda de Robbie Campbell, de Ardkinglas.

Sin que Kate lo notase, por estarse inclinando para saludarlo, Shamus miró hacia su

hermano, manifestando su incredulidad, Ian le hizo una señal de que estaba

hablando en serio.

— Que desea Albany de mí?

Shamus le respondió después de besar la mano de Kate.

— No lo sé, pero parece tener urgencia en hablarte. Estaba andando de un lado para

otro como una fiera enjaulada.

Apresurándose en salir del aposento y, mientras recorrían los interminables

corredores del castillo, Ian sostuvo el hombro de su hermano.

— Ahora puedes decirme lo que está pasando?

— Alistair estuvo en reunión con Albany por más de una hora hasta la llegada de un

mensajero. Luego de eso Albany mando a llamarte.

— Alistair no está feliz de saber que la viuda de su hermano está en el castillo.

Shamus dio una risotada.

— Difícil de creer que la dama que está en tu cuarto haya sido realmente casada con

aquel bruto montes. Debe haber algún engaño.

Siempre conciso en sus palabras, Shamus había expresado precisamente lo que Ian

venía pensando desde el momento en que la dama le fuera presentada. La mera

idea de que Robbie Campbell pudiese haberla tocado era insoportable.

— Ve allá y cuida que nadie entre al cuarto durante mi ausencia — determino. — La

prohibición es para vos también.

Bajo la mirada maliciosa de su hermano, Ian entro en la sala donde Albany lo

aguardaba.

— Mando llamarme?

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El gobernante extendió una carta.

— Un mensajero acaba de entregarme esto.

Ian verifico la firma. A carta era enviada por el capitán McLellen que relataba haber

visto fuego cuando conducía su ganado por la frontera. Los ingleses, convencidos de

que el incendio era provocado, habían quemado dos aldeas, provocando muertes

lamentables y gran número de heridos.

Albany se sentó desalentado, en la silla de espaldar alto que el rey Robert usara

como trono, y que debería estar siendo ocupada por James I y no por un regente.

— Si esas investidas continuasen, una guerra contra a Inglaterra será inevitable.

— Alguna oportunidad de recurrir a Francia para cambiar el foco de atención de los

ingleses?

— Si, mas cuanto eso nos costará esta vez? — Albany enrollo la larga barba roja y

gris. — Estamos en un dilema, mi amigo. No tenemos recursos para declarar una

guerra al enemigo y la situación en que nos encontramos llego al límite de lo

tolerable. — Levantándose golpeo la mesa. — Estamos hartos de las emboscadas.

Nuestros cofres están vacíos. Como ellos esperan que paguemos el rescate exigido

para la libertad de nuestro rey? Los franceses consumirán todas nuestras reservas.

Sin palabras de confort, Ian sirvió vino en una copa y la ofreció al regente.

— Que espera que yo haga, milord?

— Por el momento, preciso de vos aquí. Decretare un aumento en los impuestos por

la mañana debido a la situación precaria en que nos encontramos, y esa orden

ciertamente no agradará a la mayoría. En caso que ocurran manifestaciones de

protesta, su pronta atención será necesaria.

Albany volvió a sentarse como si las fuerzas le faltasen.

— Vos aún eras pequeño la última vez que pagamos por la libertad de un rey. El país

fue a bancarrota. El hambre ataco a miles de niños y mujeres. Cuando los ingleses

nos atacaron casi no hubo resistencia. Fue fácil para ellos asumir el control. — Los

ojos del regente suscitaban la revuelta. — Yo no estoy dispuesto a arruinar nuestras

tierras una vez más para salvar un monarca, demasiado joven aun para

gobernarnos.

Un frio de hielo se apodero del corazón de Ian. El entendía la lógica del raciocinio de

Albany. Conocía el sufrimiento que los escoceses vivieran en el pasado y no quería

ver la desgracia abatirse nuevamente sobre su clan. Pero saber que su rey, a quien

todo le fuera robado, inclusive la infancia, estaba encarcelado en una torre inglesa

también era intolerable. Además, la situación podría agravarse aún más en caso que

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el muriese, lo que ya había pasado con muchos prisioneros, pues Escocia se lanzaría

en una guerra civil.

Sin razones para argumentar, Ian pidió que Albany lo dispensase. Pero antes decidió

intentar desentrañar el misterio acerca del grito de Kate.

— Que trajo a Alistair Campbell a su presencia?

— Nada sucede en este castillo que sus ojos no lo vean, ni siquiera aquí? — Albany

replico con una expresión que Ian no supo definir, más lo tomo como positivo por el

contenido de la respuesta. — Campbell pretende procesar a la viuda de Robbie. Él

no quiere destinarle siquiera un centavo de la herencia y abomina la idea de ella

viviendo bajo su techo, pues alega una probable tentativa de interferencia en la

seguridad de Loch Fyne y, por extensión, de Ardkinglas. Como señor feudal activo, el

goza del derecho de ser oído ante un tribunal. — Hizo una ligera pausa. — Intento

convencerlo de lo contrario, pero no escucho. La corte se reunirá en cuatro días.

Así que la puerta se cerró detrás de Ian y Shamus, Kate trató de distraerse con el ave

parlante.

— Que pájaro lindo! Tal vez yo debiese invertir mi poco dinero en un compañero

como vos y no en un caballo.

— Pájaro lindo! — repitió el loro.

Kate sintió la sangre subir a sus mejillas.

— Oh, no! No digas eso! Beidheach eun, Leo! Beidheach eun — Kate repitió la

expresión en gaélico.

— Pájaro lindo!

Ella se tocó los labios como implorando silencio. Santa Madre de Dios! Ella estaría

perdida se Leo hablase en inglés delante de Ian. Mas en vez de callarse, Leo

comenzó a gemir.

— Oh... Ian, oh...

El sonido era inconfundible. Kate río a pesar de las circunstancias. Ian debería tener

más cuidado al llevar sus conquistas amorosas para aquel cuarto.

— Que está sucediendo aquí que es tan gracioso? — Ian abrió la puerta en aquel

preciso instante, y frunció el ceño cuando la risa de Kate aumento al oír al loro gemir

otra vez en respuesta.

— Yo ya escuche lo suficiente por esta noche — el rezongo y, para espanto de Kate,

recogió un trozo de tela oscura y la tiró sobre la jaula.

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— No puedo afirmar lo mismo — ella confesó. — Leo se reveló un compañero

divertido.

Ian entro en el cuarto con los brazos llenos de comida. Kate lo vio preparar un

pequeño banquete en frente suyo. Estaba hambrienta, mas, extrañamente, era

hacía el y no hacia los alimentos que ella miraba. Aunque era un hombre alto y

fuerte, con piernas y brazos musculosos, sus movimientos eran agiles.

— Puede quedarse con el — dijo Ian, colocando una copa de vino en la mano de

Kate.

— Está hablando en serio? — Un pájaro parlante debería valer una fortuna.

— Ya tenía pensado regalarlo antes, pero nadie lo quería. Él es todo suyo, si quiere

levarlo.

— Podría pensar al respeto antes de dar una respuesta?

— Como quieras. — Levantando su propia copa. — Por la dama más adorable de

Stirling!

— Quien sería ella? — Kate arqueo una ceja.

— Vos.

Ella ponderó sobre que decir. La fama de Ian MacKay lo precedía. El pájaro en la

jaula dorada era testigo.

— Por el mentiroso más atrayente de Stirling!

— Yo fui obligado a desaparecer, milady. Si Fraser nos sorprendiese, su reputación

sufriría un daño irreparable.

— No obstante, acá estoy yo, en su cuarto, con el conocimiento de su hermano.

— La diferencia es que mi hermano sabe quién soy yo de verdad, mientras los otros

piensan lo peor respeto a mí.

Kate se calló, decidida a darle a Ian el benefició de la duda. Su comportamiento, en

verdad, no coincidía con su fama. Él le parecía un hombre más gentil que audaz.

Como en aquel momento. Parecía concentrado en cortar un pedazo de carne para

ella. Preocupándose más por ella que por sí mismo.

De repente, el levanto la cabeza y la sorprendió examinándolo. Sus ojos se

encontraron y Kate temió que el pudiese oír los latidos de su corazón.

— Cuénteme sobre Robbie — el pidió. — Él era bueno con vos?

La pregunta casi la hizo Kate atragantarse. Bueno? Según lo que lord MacDougall le

dijera, ella pensaba que no. Para no comprometerse, apenas encogió los hombros. Y

trató de cambiar el tema de la conversación. Los hombres acostumbraban discutir

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por largas horas sobre sus batallas. Más Ian era diferente. Con él, esa estrategia nao

funcionaría y ella trato otra, levantándose abruptamente.

—Necesito irme.

Con una mirada de desafío, Ian coloco la mano sobre la de ella. Hacia un largo

tiempo que no se sentía tan bien en compañía de una mujer. Necesitaba distraerse.

Los pensamientos lo atormentaban. Él no se conformaba con la información que

Albany le diera. Alistair Campbell era un maldito. Como podría decirle a Kate que la

corte se reuniría en el plazo de cuatro días para juzgarla?

— Siéntese, por favor. No ha comido casi nada. No quiero que se enferme. — El

trato de colocar un pedazo de carne en la boca de Kate, pero ella rehusó.

— Preciso salir de aquí.

Sin responder, el llevo el pedazo de carne a su propia boca y lo engullo antes de

ceder a la curiosidad que lo dominaba.

— Que realmente vino hacer aquí, Kate?

— Oiga. Son las gaitas otra vez. — Ella apunto hacia la puerta, refriéndose a la

música que venía del salón.

— Se acostumbrara a ellas, si se queda con nosotros.

— No puedo.

— Cuando pretende partir? — pregunto, después de insistir en el ofrecimiento que,

esta vez, Kate no reúso, aunque mantuviese el ceño fruncido.

— Cuáles son sus aspiraciones, Ian MacKay?

El miro hacia el techo.

— Paz, una cosecha abundante, un invierno ameno.

— Vos entendiste lo que quise decir.

Por qué ella se iba? Por qué los secretos precisaban ser compartidos?

— Yo quiero verla segura.

— Por qué? Vos apenas me conoces. — Kate se levantó, decidida a dejar aquellos

aposentos de una vez por todas. Pero Ian la detuvo, abrazándola por atrás e

inmovilizándola,

Ella sintió que el aire le faltaba y cerró los ojos. Ian se aprovechó de aquel momento

de flaqueza para posar los labios en la piel alba de su cuello.

— Suave y con perfume de rosas, como lo imaginaba — murmuro.

Kate pensó en resistirse, más él le rozo el lóbulo de la oreja con la punta de la

lengua, haciéndola gemir.

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— Preciso irme.

— Solo un minuto más — Ian imploro. Su cuerpo pulsaba junto al de ella. Ansiaba

tocar cada curva, cada parte de aquel cuerpo lindo y femenino. Deseaba besarlo por

entero.

Un fuerte golpe en la puerta los interrumpió y Kate pareció transformarse en piedra

en sus brazos. Ian atendió a su hermano.

— Que pasa ahora?

— Albany mando avisarte de que la corte se reunirá en la noche del miércoles para

juzgar el pedido de Campbell.

Ian apretó los dientes. Que más podría salir mal? De nada sirvió tratar de ocultar a

Kate, al menos por una noche, de modo que ella pudiese descansar y estar más

preparada para enfrentar la mala noticia.

— Que es lo que ellos harán conmigo? — Kate pregunto, aterrorizada. — Podrían

aprenderme? Yo dije que no quería tomar nada del hermano de Robbie. Apenas le

pedí que me devolviese el broche que arranco de mi mano.

Ian la siguió hasta la chimenea donde ella buscara refugio y la abrazo por la cintura.

— No tenga miedo, milady. Alistair probablemente será declarado el único heredero

de Robbie. Nada peor que eso podría acontecer. No somos salvajes. No aprendemos

mujeres ni les cortamos la cabeza, como los infames ingleses.

Kate sintió un frio de hielo apoderarse de su corazón. El único hombre por quien ella

se sintiera atraída, el único que la besara, despreciaba la sangre que corría en sus

venas, las tierras donde naciera y creciera. Y que sería de su destino al ser llevada a

un tribunal para ser inquirida al respecto de un hombre que no conoció, por el

propio hermano de él?

Como podía creer en las buenas intenciones de Gregory Campbell? Si algún día ella

tuviese oportunidad de volver a casa lo haría pagar por ocultar datos y situaciones

de las cuales dependía el éxito de su misión. Lo que Gregory hiciera con ella fue peor

que clavarle una daga en su espalda.

— Gracias — dijo, al tener una segunda copa de vino colocada en su mano, que

también fue rápidamente vaciada. Cuando no estaba tratando de seducirla, MacKay

era una excelente compañía.

— Calma! — Ian reflexiono, tomando la copa vacía. — No hay motivo para el pánico.

Albany no permitirá que Alistair domine la sesión. Y recuerde que yo estaré dándole

mi apoyo a lo largo de todo el proceso.

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Los ojos de Kate se cerraron. Con o sin los nombres de aquellos que querían al rey

James de volta al trono, ella tendría que dejar el castillo antes del miércoles.

— Nada malo le pasara, Kate, lo prometo.

— Vos tienes razón. Gracias. Mas ahora preciso realmente descansar.

— Insisto en que se quede. Dormiré en el suelo, si acepta mi invitación.

Podría confiar en una promesa hecha por Ian MacKay? El parecía sincero, pero la

experiencia le había enseñado que todo cuidado con los hombres era poco...

— Le agradezco, mas prefiero estar con las otras mujeres en el ala femenina.

Había un brillo en los ojos de Ian que Kate no consiguió descifrar en el momento en

que se despedían. El sonrió y la toco delicadamente en la cara. Después la guio al

cuarto piso, donde dormían las mujeres y niños.

— No hay ningún lecho disponible — el murmuro al espiar por una rendija de la

puerta. — Véalo usted misma.

Kate se mordió el labio. Que debería hacer? La idea le surgió como un estallido.

— Vos podrías llevarme de vuelta al salón?

— Porque no duerme en mis aposentos? Yo dormiré en el salón en su lugar. A nadie

le extrañará mí presencia. Aunque tenga derecho a comodidades especiales como

hombre de confianza del regente, no seria la primera vez que el sueño me vence

antes que de poder buscar la privacidad de mis aposentos.

— No me sentiría cómoda desalojándolo de su propio cuarto. Muchos están

durmiendo en el salón. En estas circunstancias, estaré mejor donde pueda ser vista

en público.

Ian suspiro. Kate estaba en lo cierto, pero él no quería dejarla. Había un enemigo al

acecho. Y un lecho frio en su cuarto.

Era preciso pensar en alguna cosa. Para ganar tiempo, el la cumplimento y le

extendió la mano.

— Está bien. La llevare hasta allá.

Kate se detuvo en la entrada principal y aparto la cortina de terciopelo para espiar el

interior en penumbra. La respuesta para su dilema estaba en una esquina al fondo,

del lado derecho. Al percibir que ella dudaba, Ian empujo un poco más la cortina.

Regocijándose secretamente con lo que vio.

— Venga conmigo. — El soltó la cortina y avanzo por el corredor. Si la escena vista

de lejos no perturbara a Kate, ella cambiaria de idea instantáneamente sobre pasar

la noche en el salón cuando sorprendiese a la pareja bajo otra perspectiva.

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El conocía el castillo como la palma de su mano. Llevándola a la biblioteca empujo

un painel que daba hacia una cámara secreta. Kate quiso protestar frente a la

oscuridad del lugar, pero Ian la convenció de silenciarse.

— Si habla seremos descubiertos. — Apartando un cuadro la hizo espiar por una

abertura casi imperceptible en la pared de piedra.

Mientras Kate se inclinaba para mirar por el orificio, Ian la enlazo por la cintura y la

atrajo contra su propio cuerpo. Ella pensó que se desmayaría. Su cabeza daba

vueltas. Todos dormían en el salón, menos aquella pareja que estaba cerca de un

metro de distancia. El hombre estaba sentado, con la espalda apoyada en la pared.

La mujer, con la túnica abierta de modo de exponer los senos, se movía sobre él.

Ian sintió que se hinchaba de deseo al percibir un murmullo de excitación. Kate

quería apartarse de allí. Algo, sin embargo, le impedía hacerlo. El hombre ahora

estaba apoderándose de un pezón con los labios y ella sintió que Ian la tocaba, por

encima de la ropa, de manera correspondiente.

Incapaz de reaccionar y de razonar, cerró los ojos.

— Míralos. — Ian la beso en el cuello y presiono su miembro rígido contra ella,

imitando los movimientos de la pareja.

Sin embargo deseaba más. Él quería sentir piel contra piel. Sumergirse en aquella

boca suave y caliente.

La beso. Y mientras la besaba, aparto el vestido para exponer uno de los senos.

— No. No podemos...

— Nadie nos está viendo. — Trato de persuadirla a dejar que continuase tocándola,

al notar la fragilidad de la protesta.

Ian casi suspiro alto al descubrirse victorioso. Kate no se apartó cuando le levanto su

vestido, en seguida, y toco la parte interna del muslo. Un instante después, sin

embargo, ella trato de detenerlo, colocando su mano sobre la de él.

— No hay nada que temer. No voy a lastimarte.

Aunque irradiase calor como una bosque en llamas, Kate no parecía convencida a

dejar que el continuase con sus caricias exploratorias. Para no arriesgarse a echar

todo a perder, él se apartó. Kate estaba tratando de recuperar el aliento, cuando el,

con falsa inocencia, sugirió que ella verificase si el ambiente en el salón ya estaba

propicio para recibirla.

Al espiar nuevamente por la abertura, Kate dejo escapar una exclamación de

asombro. Ian apoyo las manos en los hombros de ella y susurro:

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— Ves lo que ellos están haciendo. Puedes imaginar como ella se está sintiendo con

esas caricias íntimas?

Kate apenas pude tomar aliento antes de que Ian la girara y se apoderara de su

boca.

Ella intento empujarlo. Aquello no podía continuar. Su cuerpo quemaba como una

hoguera. Ian jadeaba. Un perfume almizclado se desprendía de la piel de él,

embriagándola. Ella tuvo la impresión de que las rodillas cederían bajo su peso si el

no apartase pronto la mano que llegaba ahora al centro de sus muslos.

Lo enfrento con firmeza. Aquello tenía que acabar. Pero, entonces, Ian volvió a

cerrar los ojos y a inclinar la cabeza para besarla.

— Suélteme!

No esperaba realmente que fuese a obedecerla. El aparto los labios de los de ella y

se sumergió en sus ojos, devorándola en silencio. Un silencio que fue creciendo

hasta vencer su última voluntad.

Kate lo abrazo por el cuello. No tenía fuerzas para luchar contra el deseo que la

asaltaba. Seria de Ian, si el la quisiese.

Y él la quería, pero no era el momento adecuado. No aun. No podía tener prisa.

Antes la haría experimentar el placer y subir a las alturas con caricias.

Deslizando la mano entre las piernas entreabiertas, la toco en su intimidad con

movimientos rítmicos y la beso hasta sentir que ella se tensaba y que sus músculos

se contraían en ondas sucesivas de espasmos. Sosteniéndola hasta que la

respiración volvió a la normalidad. Solo entonces oso tomarle la mano y conducirla

hasta su miembro entumecido.

— Ves lo que vos haces conmigo.

Kate pensó que su cuerpo iba a explotar en sensaciones. No conseguía responder.

Apenas sentir.

— Vos ya descubriste el placer que un hombre puede proporcionar a una mujer.

Ahora quiero que intentes imaginar cómo se sentiría conmigo dentro de vos.

Antes que ella pudiese reaccionar, Ian la beso levemente y la guio fuera de la

cámara y de vuelta hacía el salón. Permaneció en silencio hasta que ella se

acomodase. Despidiéndose, finalmente, bajo la mirada confusa de Kate, y volvió a

sus aposentos.

* * *

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Alistair verifico que estaba solo en el establo antes de entrar en el compartimento

en que su caballo dormía. Aquel era el único lugar en el castillo en que sería capaz

de rendirse al sueño. No confiaba en nadie. Hasta la muerte de su hermano trataba

de apoderarse de lo que siempre debería haber sido suyo por nacimiento. Por

treinta años, se conformó con recibir las míseras limosnas que su padre arrojaba en

su mano, mientras Robbie se llenaba los bolsos. Todo porque el, el primer hijo, nació

fuera del matrimonio.

Ahora, sin embargo, era un señor de tierras. Con Robbie muerto y su padre

encerrado en una Torre de Londres, el finalmente conquisto la autoridad que se

merecía por derecho y las tierras de Ardkinglas. Estaba dispuesto a pagar cualquier

precio para conservarlas.

Con la espalda apoyada contra la pared y las piernas dobladas junto al pecho, Kate

se prometió a si misma que nunca más tomaría siquiera una gota de la bebida de la

noche anterior. Su cabeza latía y se sentía enferma. Como si no bastase con el

terrible malestar, los pensamientos revoloteaban por su mente. Su problema

parecía insoluble. Ninguna idea se le ocurría. Su única certeza era la de haber hecho

todo mal desde la llegada al castillo.

Por causa de Ian MacKay.

La verdad era que él la hacía sentirse una nueva mujer. Incapaz de pensar. Excepto

en él y en las emociones que le despertara con su toque de fuego y seda.

Sin conseguir conciliar el sueño, se levantó. Precisaba respirar el aire puro y fresco

de la noche. Mas ese alivio le fue negado. Una pesada tranca mantenía la puerta del

frente cerrada. Para levantarla serían necesarios dos hombres fuertes. Fue cuando

se acordó de la otra salida, por donde Ian la condujera hacia el patio. Con cuidado

para no tropezar con los hombres que dormían bajo el efecto potente del alcohol,

desparramados por todas partes, ella paso por debajo de una pesada tapicería y

siguió hacia el frente, guiándose por las paredes y descendiendo las gradas con

extrema cautela, pues no había ninguna fuente de luz.

Al final de la escalera, empujo la puerta y suspiro de alivio al verla ceder. Estaba en

la cocina y el aroma de carne asada hizo que se acordara de la necesidad de

prepararse para la continuación de su misión. Miró al redor. Sin encontrar el asado,

se sirvió de lo que estaba a su alcance. Corto un grueso trozo de un queso duro

colocado sobre una mesa de la esquina y tomo un pan de centeno.

La puerta rechino al ser abierta. Aturdida, Kate se detuvo y trato de pensar en una

disculpa, en caso de que el barullo hubiese despertado a alguien. A medida que el

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silencio se extendía, ella volvió a respirar. Recuperando la confianza, respiro

profundamente y se sumergió en la noche de luna.

La imagen de Ian vino a su mente al saltar por el pequeño muro que separaba la

huerta del resto del patio. También la visión del momento en que él la cargara en

brazos. El hecho de que él no se hubiera tendido sobre su cuerpo, ni se hubiese

aprovechado de las circunstancias le daba esperanza. Porque tal vez ella también se

hubiese engañado en sus premoniciones sobre James y sobre lady Beth.

De cualquier modo, no podía arriesgarse a ignorarlas. Se trataba de una cuestión de

vida o muerte.

Una onda de desaliento la inundo ante el pensamiento de que sus oportunidades de

salvar James y millares de vidas eran casi nulas. Y que la oportunidad de ella de

sobrevivir a esa misión era aún menor. Una voz en su corazón le recordó, sin

embargo, de que el desafío que estaba enfrentando le posibilito experimentar el

sabor de un beso y sentir el calor del cuerpo de un hombre junto al de ella.

— Está sintiéndose bien, lady Campbell?

Kate levanto la mirada con ímpetu y se apresuró a enjuagar una lágrima que se

había deslizado inadvertidamente por su mejilla.

— Oh, lady MacDougall, la señora me asusto!

La dama de Blackstone se aproximó de Kate. Parecía un fantasma con sus prendas

blancas largas y el cabello escuro y liso suelto en la espalda.

— Disculpe. Yo me desperté con hambre y decidí ir a la cocina a fin de ver si había

algo que pudiese comer. Encontré la puerta abierta. Así que decidí dar una mirada

aquí afuera para verificar que estaba todo en orden.

Kate encogió los hombros.

— Yo no conseguía dormir. El salón está lleno y acalorado además.

Lady Beth estaba comiendo una barra de pan. Le ofreció a Kate, que reúso.

— Oí decir que el tribunal se reunirá el miércoles para resolver un asunto ligado a las

tierras de su fallecido marido.

— Si — ella admitió, aturdida. Todos en el castillo ya estaban enterados de la

situación?

— Milady no precisa preocuparse. Ian MacKay, aparentemente, se interesa por la

causa.

— Y eso que significa? — Kate no contuvo la curiosidad.

— El ya hablo con Duncan y con Angus Donaleigh y tengo casi la certeza de que John

Campbell de Dunstaffnage también ya fue informado del problema. — Lady Beth

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estrecho los ojos como si quisiese leer la mente de Kate. — MacKay parece haber

gustado de vos.

Kate intento contener el rubor que esas palabras provocaron.

— Oh, no. El simplemente estaba aburrido y la convocatoria fue un cambio positivo

a su rutina.

Lady Beth sonrió.

— No creo en eso, querida. Yo conozco Ian y note que él no retiro los ojos de vos

mientras conversábamos en el salón. Él está atraído por vos de una manera

diferente. Por lo demás, ya era hora de que eso pasase.

Kate trago en seco. Aquella mujer tal vez supiese algo que ella desconocía. Seria

también una clarividente?

— Este lugar es espléndido — ella observo algunos minutos después, en la tentativa

de iniciar finalmente las averiguaciones. — El castillo parece pertenecer más al Cielo

que a esta Tierra, habiendo sido construido en lo alto de una colina. Su rey debe

sentir inmensa nostalgia de estos paisajes.

Lady Beth camino hasta las almenas y apunto hacía el campo que se perdía de vista.

— Cuatro años atrás, estos campos fueran preparados para la celebración del

cumpleaños de James. Yo había llegado recientemente a este país para casarme.

Aprendí a amar estas montañas. Tuve un hijo en ese período e imagino como sería

terrible si él fuese apartado de mi para ser encerrado en lo alto de una torre, lejos

de todo lo que le era amado.

Kate coloco su mano sobre la de lady Beth.

— Yo pienso de la misma forma.

— Muchas personas participan de nuestra opinión — afirmó la dama. — Todos

están economizando lo que pueden. Esperamos haber juntado lo suficiente para

pagar el rescate cuando los ingleses estipulen el valor.

— Quiere decir que el monto aun no fue decidido? — Kate indago, perpleja.

La información de lady Beth no tenía sentido para ella. Su presencia en Escocia se

debía justamente a esa demora de los escoceses en rescatar al rey en poder de los

ingleses. Según Gregory le dijera, el pedido de rescate ya había sido hecho.

el encuentro con lady Beth parecía haber sido obra del destino.

— Todos los clanes desean, por unanimidad, la vuelta de James? — Kate pregunto,

incapaz de contenerse.

— Puedo responder por el pueblo de las Tierras Altas. Nada puedo afirmar sobre los

habitantes de las Tierras Bajas.

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— Ruego que disculpe mi ignorancia, milady — Kate murmuro. — Siento dificultad

para entender esta situación porque no soy de aquí.

— Conozco la sensación. Tampoco soy de aquí, como ya le dije. En verdad, los

propios escoceses tienen dificultad para entenderse. No existe una lengua oficial, si

no tres.

— Si, la francesa siendo la predominante.

— Las montañas constituyen el motivo principal. Los habitantes de las Tierras Altas

que viven aislados usan el gaélico y se guían por las leyes dejadas por sus

antepasados, de generación a generación. Los habitantes de las Tierras Bajas, por

otro lado, siguen el sistema normando y hablan el escocés. Moradores de ambas

regiones, sin embargo, aprendieron a comunicarse en francés, por causa de las

alianzas políticas con ese país.

— Ian sabe hablar las tres lenguas — Kate observo, sin prestar atención al desliz.

— Entonces vos ya lo estás llamando por el primer nombre. — Lady Beth le dio una

sonrisa de complicidad. — Parece que la pasión de él encontró resonancia en su

corazón. Si, Ian habla ocho idiomas.

Kate se mordió el labio. Como fuera presuntuosa. Antes de descubrir que Ian

hablaba ocho idiomas, ella se sentía la dueña del mundo por hablar cuatro.

— Espantoso!

— Sí. El también habla el italiano, el español, el latín, el alemán y el inglés.

Kate forzó una sonrisa.

— Porque los escoceses no se unen para traer al rey a casa?

— En el Sur, la situación es complicada. Las dos familias más poderosas, los Donald y

los Douglas, reclaman el derecho al trono. Ambas realmente tenían tanto derecho

como los Stewart a la corona. Porque solo Robert, el padre de James, si no también

Donald y Douglas fueron nietos de antiguos reyes. Fue a golpes de espada que los

Stewart tomaron el poder, mas las armas de otros dos clanes y la paciencia. En el

caso de James no asumir el gobierno, o de Albany morir, uno u otro deberá subir

finalmente al trono.

Kate noto que el cielo estaba tornándose violáceo y ya era hora de regresar al

castillo.

— Perdóneme por haber tomado tanto de su tiempo. El día ya está naciendo.

— Pregunte lo que quieras siempre que desees, querida. Yo también fui una extraña

en tierras extrañas y se cómo vos te estás sintiendo.

Kate se dejó llevar por la voluntad súbita de confirmar al menos una de sus visiones.

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— Cuantos años tienen sus hijos?

— El más grande es un niño de cuatro años. Después tuve dos niñas, una está con

tres años y la otra con uno. — Lady Beth entrelazo los dedos. — Estamos pensando

en probar por un niño más.

El marido debería adorar lady Beth. Dios derramara sus bendiciones sobre aquella

familia. La pareja estaba esperando por un hijo más.

Kate pensó en Ian y en cómo serían sus hijos. Altos, bonitos e inteligentes,

ciertamente.

— Me gusto conocerla — dijo lady Beth, trayéndola de vuelta de su devaneo. —

Recuerde que puede preguntarme lo que quiera, siempre que precise.

Sonrojada de vergüenza, pero ansiosa por obtener más información que pudiese

facilitar su misión, Kate carraspeo.

— Solo una pregunta más. Cual es su origen?

— América — lady Beth respondió con un suspiro de nostalgia.

— Nunca oí hablar — Kate confeso.

Sin más explicaciones, lady Beth se inclinó y la beso en el rosto antes de volver al

castillo.

Que mujer extraordinaria! Kate cruzo los brazos, protegiéndose del soplo frio del

viento. Aun no sabia cual seria el resultado de su misión, pero haría que James

supiese que podía contar con el apoyo de los MacDougall. Esperaba que el creyese

en su palabra. Con la muerte de lady Margaret, ella no podría presentar ninguna

prueba de que estuviera en Escocia.

Angustiada, se puso a andar de un lado para otro del patio. James estaba tan

cansado de esperar y de sufrir que acabo volviéndose un joven amargo y

desconfiado de todo y de todos.

El sol despunto en el horizonte en aquel instante y sus rayos tornaron el castillo

dorado. Kate estaba perdida en admiración cuando milagrosamente encontró la

respuesta a su dilema. La bandera fue su fuente de inspiración. Ella era demasiado

grande para ser llevada a la presencia de James, pero si pudiese encontrar algo

significativo que le perteneciese y le fuese devuelto, él no tendría como dudar de

sus esfuerzos en salvarlo.

Faltaba descubrir lo que podría llevar a su amigo que fuese de su real estima!

Quizás Ian MacKay podía ayudarla en esa empresa. El problema era; a qué precio?

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En la entrada do salón principal del castillo, Ian pasaba cada hombre y cada mujer

bajo su escrutinio. Donde estaría Kate? Donde se escondería la mujer vestida de

negro que había robado su sueño aquella noche? Por qué acepto que ella durmiese

entre los demás visitantes y moradores del castillo? Antes debió haber insistido en

dividir su lecho. De que había válido sacrificarse y reprimir su obsesión, si ahora no

podía encontrarla en parte alguna?

Una terrible pesadilla la esperaba en cuatro días. Quería proporcionarle alguna

distracción hasta ese momento. Cabalgar tal vez fuese una buena idea. La mañana

prometía ser soleada.

Así pensando, descendió los escalones de dos en dos, seguro de que la encontraría

en el patio. Casi derribo a lady Beth al saltar sobre ella en los últimos tres escalones.

— Lo siento mucho. Espero no haberla machucado.

— Oh, no. — Aun con el traje que usaba para dormir y con los cabellos sueltos, lady

Beth le dio una sonrisa enigmática. — Puedo saber a dónde va con tanta prisa?

— Estoy buscando a lady Campbell.

— Acabo de verla por las murallas alrededor de la torre.

Ian agradeció por la información y se dirigió hacia el lugar. Apenas podía esperar

para verla. Sonrió consigo mismo al pensar en ella. Bonita, sensual y dueña de una

fuerte personalidad, Kate era una mujer adorable.

Sin encontrar ninguna señal de ella a lo largo de la muralla, él se dirigió al área

próxima a los depósitos de alimentos. Estaba preocupado. Aquella era una de las

partes más desprotegidas del castillo. Algo que se demostró una vez más por la

presencia de sólo tres centinelas.

— Lady Campbell se encuentra por aquí?

— Vi dos mujeres conversando algunos minutos atrás, pero no se decir si lady

Campbell era una de ellas — respondió uno de los guardias.

— Ella es alta y se viste de negro. — Ian alzo las manos sobre el pecho e hizo el

movimiento clásico para indicar que los senos eran llenos.

— Ah, sí! — El guarda pronto entendió el mensaje y apunto hacia el norte. — Ella

fue por allí.

Entre las almenas, en lo alto del castillo, Kate sentía el viento soplar sobre el rosto

haciendo que los cabellos se soltasen. Como le gustaría poder transformarse en un

pájaro y sobrevolar la aldea. Seguiría rumbo al Sur y no pararía hasta llegar a

Salisbury.

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Perdida en esa imagen, no noto la aproximación de Ian hasta que el la abrazo por la

cintura.

— Buen día!

Kate estaba sin aliento. Ian MacKay era bonito como el pecado e insinuante como la

tentación. Sus cabellos relucían bajo los rayos del sol matinal. El olía a limpieza y

cuero. Vestía un Gibbon sin mangas sobre una camisa blanca y un manto a cuadros

azul-marino, prensado en el hombro por un broche dorado. El kilt, la falda en patrón

a cuadros usada por los hombres de aquel país, lo hacía parecer aún más masculino.

— Casi me matas de susto!

Ni un poco arrepentido de lo que hiciera, él se inclinó y la beso en la frente.

— El día está glorioso. Vine a buscarte para que cabalguemos juntos.

— Los guardas nos verían — ella respondió, a lo que Ian encogió los hombros.

— Cual es el problema? Ayer en la noche pude entender su preocupación, pero

estamos a plena luz del día ahora.

Kate dudo. La idea de recorrer los alrededores del castillo a caballo en compañía de

Ian era seductora. Todo su cuerpo vibraba con esa posibilidad de vida y de aventura.

— No me parece cierto.

— Tan temerosa sobre lo que los otros puedan decir?

— Ayer vos dijiste que debería velar por mi reputación. — Kate lo encaro, seria. —

No hayo prudente que nos encuentren juntos.

La declaración lo tomo de sorpresa. Ella parecía diferente aquella mañana.

— Si yo la asuste anoche, ruego que me disculpe. No era mi intención...

Ella lo hizo callar con un toque en los labios.

— No se disculpe. La falta fue tan mía como suya. Si yo le hubiese pedido que vos

parases, tengo la certeza de que me habría escuchado.

La franqueza de Kate también lo seducía. La miro con fascinación.

— Por qué negar lo que sentimos uno por el otro? Sentí que mi toque le dio placer.

Por qué lo teme?

El corazón de Kate latía desacompasadamente. Por qué él estaba siendo tan

insistente? Será que no percibía que la necesidad de reusarse la estaba matando?

— Yo aún estoy de luto. Vos deberías interesarte por mozas en condiciones de

desposarlo.

— Tales cómo?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 44

— Como puedo saber? — Ella no controlo el súbito mal humor ante la provocación.

— Vos debes conocer decenas de mujeres que aceptarían su pedido de casamiento

sin pestañear.

— Pero yo no me siento atraído por ninguna. — Ian hizo una pausa y la sujeto

quieto. — Qué hizo ese animal con quien estuvo casada con vos?

Incapaz de responder, sin siquiera haber puesto los ojos sobre Robbie Campbell, ella

bajo la cabeza. Ian MacKay estaba siendo claro y directo. El no deseaba una mujer

en su vida, mas quería una en su cama. Ella no seria un juguete, un trofeo

conveniente. Su corazón permanecería seguro dentro de su pecho. No dejaría que

Ian lo despedazase. Era preciso apartarse de él.

Un llamado de Shamus interrumpió providencialmente la escena. Albany quería a

Ian en sus dependencias.

— Bajare en un minuto.

— Ahora! — insistió el hermano menor. — El caso es urgente. Parece que los Lennox

se asociaran a los McLellen.

Ian miro hacia su hermano y asintió. Al despedirse, beso la mano de Kate y le pidió

que reflexionase sobre el asunto.

Mientras esperaba que Albany terminase de leer un documento, Ian pensaba en las

tribulaciones que lo esperaban. Como si no bastase que la corte fuese a reunirse

para discutir las exigencias del maldito Campbell, ahora el tendría que ir a la

frontera a fin de promover la paz entre los jefes de los clanes que parecían no tener

más que hacer, excepto provocar problemas! El no estaba en condiciones de

concentrarse. No conseguía parar de pensar en Kate Campbell, desde que la

conociera en la noche anterior.

— MacKay!

El llamado lo saco de sus divagaciones.

— Si?

— Que está mal contigo? Oíste alguna palabra de lo que he dicho?

Ian enderezo la espalda.

— Mis disculpas. Que es lo que desea que haga?

Con el ceño fruncido, Albany extendió el documento.

— Lee y dime lo que piensas de esto.

Una hora más tarde, Ian sentía la boca amarga como hiel. El propósito de Albany era

abominable. El no solo quería determinar un aumento abusivo en los impuestos

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sobre los productos importados, si no que imprimiría su propio sello en el

documento, al contrario de lo que hiciera con los anteriores. El nuevo aumento no

levaría el sello del rey, si no el del duque de Albany, gobernador de Escocia.

Los habitantes de la región montañosa estarían indignados y probablemente

ignorarían los edictos. Sin embargo los Donald no se cruzarían de brazos. Albany se

volvería un enemigo al reusarles la concesión del condado de Ross. Era verdad que

tanto los Douglas como los Donald lo reclamaban, pero era irrefutable que los

Donald tenían mayor derecho al condado por los lazos de matrimonio.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Ian. Durante largos años el creyó en Albany.

Juzgándolo un administrador capaz e inteligente, un escocés de corazón devoto al

rey, sin ambiciones de reclamar la corona. Sin embargo, el hombre que redactara

aquel decreto estaba cortejando a la guerra.

Kate se froto las manos delante de los aposentos de Charles. Estuvo andando de un

lado para otro en el corredor antes de tomar coraje para entrar. Detestaba lo que

estaba por a hacer, sin embargo, a quien más ella podría recurrir para indagar sobre

James, con la certeza de que sus preguntas serian olvidadas luego de ser de

respondidas?

El atendió al segundo golpe.

— Que sucede? — indago sorprendido. — Entre, entre. Milady parece haber visto

un fantasma!

— Discúlpeme por incomodarlo, más preciso hacerle una pregunta.

Charles Fraser se colocó de lado, permitiendo que ella entrase.

— No es común que una linda joven me visite en mis aposentos — el comentó,

sonriendo.

Kate retribuyo espontáneamente la sonrisa.

— Las mozas lo perseguirían se supiesen que está disponible. Soy capaz de apostar

que el señor se vería con varias opciones antes de lo que imagina.

El viejo hombre pareció rejuvenecer en cuestión de segundos. Su semblante, no

obstante, luego se tornó serio.

— Que la está perturbando, mi joven? Desea que yo coloque a MacKay en su debido

lugar?

— Cielos, no! Yo solo preciso que me dedique un poco de su tiempo.

En el mismo instante, Fraser empujo una silla y se sentó de frente a Kate, que

examinaba el cuarto casi monástico en tamaño y simplicidad. El aposento era

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 46

enteramente diferente del de Ian, sin arcos, flechas, espadas o libros. Apenas una

cama, dos banquetas y una mesa con una vela y un mazo de velas,

— Disculpe a observación, milord, mas casi no hay nada de suyo en este aposento.

Paréceme extraño que le reserven apenas esto durante una larga estadía.

Fraser miro al redor como se estuviese notando la situación por la primera vez.

— A mi edad se viaja prácticamente con apenas la ropa del cuerpo.

Kate asintió. Antes que perdiese el coraje, resolvió hacer la pregunta que la

atormentaba.

— El señor conoció al rey James?

Una sonrisa precedió a la respuesta.

— La propia imagen del padre. Cabellos rojos y todo. Un completo en testarudez,

pero fuerte y de gran inteligencia. Nunca me olvido del día en que visito el Castillo

Muchalis. Él se encontraba sobre el parapeto y se cayó, quebrándose un diente. La

suerte fue que el diente era de leche. Aun así, sangro de asustar. — La mirada de

Charles se tornó distante como si él hubiese vuelto en el tiempo. — Dos días

después, el cayo en el lago y casi se ahoga. La siguiente vez que lo vi, él estaba

cuidando a la madre. Mi corazón se partió al ver al pobre niño abrazado a un

caballito de juguete, con el rosto humedecido por las lágrimas.

Un rayo de esperanza brillo para Kate al escuchar tales palabras.

— El señor cree que aquel caballito aun exista?

— No sé decirlo. Parece que al crecer, James lo cambio por un poni de verdad. Pero

creo que todas las cosas que pertenecieran a James debieron haber sido mantenidas

en sus aposentos. Seria inadmisible que alguien las hubiese destruido cuando él fue

llevado por los ingleses.

El corazón de Kate estaba dando saltos. Faltaba ahora descubrir el lugar en que las

pertenencias de su amigo estaban guardadas.

Ella se levantó, agradecida. Para demonstrar su aprecio, invito a Charles a

acompañarla en un pequeño paseo por el castillo. Entretanto, el viejo hombre

declino el convite, alegando cansancio y necesidad de sueño antes de la reunión del

consejo.

Kate estaba alejándose por el corredor cuando escucho pasos. Rezo para que no

fuese Ian. Rezo, en seguida, para que el viniese a salvarla, en caso de que su

intuición fuese cierta. La sangre desaparecido de sus mejillas al encontrarse con

Alistair Campbell.

— Mira, si es la vagabunda con quien mi hermano se casó...

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La mano derecha de Kate se movió en el aire como se tuviese vida propia e impacto

sobre el responsable por el insulto. La bofetada resonó en el silencio del ambiente.

Al darse cuenta de lo que hizo, ella se encogió. Era la muerte en un corredor del

Castillo Stirling lo que deseaba?

El hombre frente a ella pareció aumentar de tamaño. La sonrisa maliciosa se

transformó en una mueca cruel. Ella retrocedió hasta golpear la espalda contra la

pared.

— No se aproxime a mí!

Alistair continúo avanzando. Paro tan cerca que ella sintió su aliento caliente y

fétido.

Capítulo IV

Donde estaría Kate? Ella lo estaba enloqueciendo. Siempre que se interesaba por

alguna mujer antes, podía encontrarla a cada paso.

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No era el caso de Kate. Él se consideraría con suerte se la vislumbrase. Como pasara

cerca de media hora atrás, cuando a había sorprendido atravesando el salón en

dirección a la escalera.

En la expectativa de encontrarla nuevamente en el patio, Ian descendió las gradas

hacia la cocina, pero no había señal de ella. Busco también escalera arriba, pero ella

había desaparecido como si el aire se la hubiese tragado.

Kate lo estaba evitando. De eso tenía la certeza. La próxima vez que la viese,

pretendía pagarle con la misma moneda. Nunca podría imaginar que al doblar el

corredor, ella fuese a chocar contra él.

— Que paso? — Pregunto al verla pálida y jadeante.

Un gesto de retroceso de parte de ella lo hizo cuestionarse de una vez por todos los

comportamientos intolerables. Ahora ella tendría que explicar por qué lo trataba

con tanto entusiasmo en un momento, y con total frialdad en otro. Tendría que

explicar por qué suspiraba con sus besos, pero lo rechazaba en sus tentativas de

estar a solas.

Encima de todo, quería saber lo que a ella le gustaba, lo que no le gustaba y, lo que

era más importante, de que sentía miedo.

La razón de querer conocer la esencia de Kate no venía al caso. La simple idea de

que él estaba apasionándose por primera vez en su vida era absurda.

— Yo estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado — ella respondió,

enigmática.

— Ven conmigo. — El la tomo de la mano. — Necesitamos conversar.

— No, Ian. No en este momento.

— Ahora!

Tiro de ella sin mirar hacia atrás. Un batacazo lo detuvo. Aturdido, vio a Kate

estirada en lo alto de la escalera, agarrándose a una columna. Murmuro una

maldición y volvió a tirar de ella. Sin éxito, acercándola a la fuerza la cargo sobre su

hombro.

— Suélteme, bruto! — Ella se puso a golpearlo en la espalda.

— No. No la soltare mientras no resolvamos esta situación.

— Te odio, Ian MacKay!

— No, no me odias. Vos me quieres, pero tienes miedo de admitirlo. No me

sosegare mientras no descubra las razones de eso.

Ian no esperaba que lady Beth fuese a interceptar su camino.

— Ian MacKay! Coloque a lady Campbell en el piso inmediatamente!

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El quedo inmóvil, el ceño fruncido de contrariedad.

— Si no la suelta, comenzare a gritar.

Decían que la esposa de Duncan realizó la proeza de colocar a Angus, el sanguinario,

de rodillas a sus pies, una vez. Maldita mujer!

Con la mandíbula y los puños cerrados, resolvió obedecer. Fulminándolo con los

ojos, Kate enderezo su vestido.

— Gracias, milady.

— Compórtese como un vándalo y será tratado como uno! — Lady Beth miro a Ian

con una ceja arqueada. — Ahora procure ser civilizado y sígame. Estamos siendo

esperados en la mesa.

Albany y los otros huéspedes ya se encontraban sentados para la cena. Lady Beth

apunto para los dos lugares al lado de lord MacDougall para que Ian y Kate se

acomodasen.

Aunque estuviese sin apetite, Kate tomo asiento. Continuaba pálida. Sentía dolor de

estómago y las manos estaban húmedas de sudor. Ian por su parte, estaba tan

enojado que ondas de calor se desprendían de su cuerpo.

Con la esperanza de encontrar una disculpa para retirarse, Kate miro al redor. Del

otro lado de la mesa, Alistair Campbell alzo la copa de vino y sonrió. Él la había

amenazado de muerte. Habría colocado veneno en la copa en que ella bebería?

Pronta a alegar una indisposición, ella se silenció con la llegada de un lacayo

trayendo trinchadores en un saco de cobre, que fueron siendo colocados ante de

cada invitado. En seguida, fueron servidos el vino, las carnes y las frutas.

— Que estás haciendo? — Ian pregunto bajo, en tonó reprobatorio, al verla recoger

la copa para ocultarla y limpiarla con el borde de una toalla.

— Vos dijiste que debía tener cuidado...

Ian suspiro.

— Me gustaría que vos confiases un poco en mí.

Ella paro al reconocer que él estaba en lo cierto. Campbell no tenía como adivinar en

qué lugar ella se sentaría. Tal vez pudiese realmente comer sin medo de ser

envenenada.

De repente, alguien grito al fondo del salón. Los hombres se levantaron

rápidamente. Una lucha estaba aconteciendo. Kate resolvió aprovechar el momento

de distracción para realizar una búsqueda del caballito de y salir de allí lo más

rápido posible— Ahora o nunca! — se dijo a sí misma y corrió hacia fuera, solo

deteniéndose cuando llego al ala reservada para las mujeres. Busco la vieja bolsa de

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cuero que dejara cerca de la ventana y la encontró sobre un baúl. Al tomarla

percibió algo caer. Era un pequeño envoltorio azul amarrado con una cinta y una

nota que decía: "Dulces para un dulce de mujer". Ian lo firmaba.

Llevo el pequeño mimo a la nariz y sintió un aroma de canela. Cerró los ojos y tuvo

la impresión de sentir los labios de Ian sobre los suyos. Los ojos se le llenaron de

lágrimas al pensar que no volvería a verlo. Que nunca más sentiría el calor de su

cuerpo viril. Que nunca más recibiría sus besos calientes y las caricias que la

embriagaban.

Un sonido metálico la arranco de su devaneo. Ella se colocó junto a la ventana en las

puntas de los pies a fin de espiar a la multitud. La lucha se trasladó para afuera. El

destino aparentemente conspiraba a su favor. Nadie debería haber notado su falta.

Enjuago las lágrimas y coloco el pequeño envoltorio azul de vuelta en la bolsa. Más

tarde, cuando estuviese a salvo, ella lo abriría. No para comer los dulces, sino

porque ellos le recordarían al hombre que se los obsequiara. Ellos serían la única

prueba tangible, en el futuro, de que Ian MacKay no fue una ilusión, un mero

producto de una mente solitaria.

Como última providencia antes de verificar la antigua ala real y partir, Kate

distribuyo sus parcas pertenencias: dos vestidos, dos capas con capucha, un par de

zapatillas, una barra de jabón hecho con pétalos de rosas y un cepillo para los

cabellos. Las cosas de mayor valor las cargaba en su propio cuerpo: una cadena de

oro heredada de su madre y un puñal que le fuera dado por su abuela.

Con la capa puesta sobre los hombros, ella tomo aliento y abrió la puerta. Espió para

los dos lados del corredor y corrió hacia la escalera. Abajo, aliviada por no encontrar

ningún guardia, abrió diversas puertas en la tentativa de encontrar los aposentos

que habían pertenecido a James. Sus pasos resonaban en el vacío, pero ella persistía

en su misión. Fue recompensada finalmente al avistar un escudo rojo y dorado con

un adorno de leones. Tuvo ganas de gritar de rabia y de patear la puerta cuando

noto un viejo y oxidado candado. No obstante no se desanimó de su empresa. Saco

el puñal del bolso y dos prensas para el cabello. No tenía por hábito forzar

cerraduras. Utilizará ese recurso apenas una vez, cuando perdiera la llave de la

cómoda que su abuela le diera, para poder recuperar objetos de su estima.

Ian sonrió consigo mismo al reconocer un sonido. Kate estaba cerca. Era su manera

de expresar satisfacción con un logro. Esta vez la suerte estaba de su lado. Tal vez

ahora consiguiese descubrir el misterio que la envolvía sin que fuesen

interrumpidos. Aquella ala del castillo, por demás, no podría ser más perfecta para

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sus intereses. Oscura y desierta, nada podría ser más conveniente para una sesión

de besos.

Anticipando la sorpresa que daría a Kate, el estiro el cuello para mirar más allá de la

curva del corredor. Y se sorprendió al verla tirando del candado que mantenía los

aposentos de James cerrados desde que él fue secuestrado. Estaba explicada la

razón de su exclamación de júbilo. Ella había acabado de abrir la cerradura para

poder entrar en el recinto.

Kate era una ladrona! Por más que el quisiese encontrar una justificación para su

proceder, ninguna le parecía aceptable.

La alegría de encontrarla se evaporo. Con cautela para no ser oído, permaneció

donde estaba, de modo a continuar observándola sin ser visto, en caso que ella

resolviese mirar hacia atrás.

— Hasta que al fin! — La oyó susurrar al empujar la puerta. En ese instante la

decepción amenazo con vencer su propósito de solo mantenerse en vigilancia. Kate

acababa de confirmar su peor sospecha. Ella realmente no era quien decía ser o no

habría usado el idioma inglés para expresar su alivio.

Aturdido, se obligó a reflexionar sobre la situación antes de tomar una actitud de la

cual podría arrepentirse más tarde.

Que Kate podría querer en aquel lugar que ahora funcionaba como un mero

depósito? Allí solamente eran guardados muebles de cuarto, ropas infantiles

antiguas, juguetes viejos... O el lugar también guardaba algunas preciosidades como

cuadros y tapetes?

Como nada tenía sentido, decidió permanecer donde estaba. Esa seria su única

oportunidad de descubrir lo que Kate tanto quería, al punto de arriesgar la vida para

intentar encontrarlo.

Kate apenas podía esperar para apoderarse del caballito y salir de aquel depósito

empolvado y con olor a moho. Se sentía enojada. Sus cabellos debían estar llenos

de telas de araña. Ellas pendían del techo como cortinas. Necesitaba armarse de

valor para apartarlas y llegar al lugar donde estaban las cómodas y baúles.

Abrió más de diez en vano. Ropas devoradas por polillas, frascos de perfume, peines

y cepillos, pero ningún juguete.

Con las manos en la cintura, ella miro al redor y finalmente vislumbro una

oportunidad de encontrar el caballito en una caja metálica adornada con caballos.

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Abrió la tapa con la respiración en suspenso. Cobertores. Debajo de ellos, había una

pequeña caja con pedazos de tiza y otra con soldaditos de madera. Su corazón latió

tan rápido que podía oírlo.

Con ánimo renovado, saco los cobertores de modo de facilitar su investigación. Sus

manos temblaban. Todos los juguetes del pequeño James deberían estar guardados

allí, inclusive el caballito.

Y estaba!

— Gracias a Dios! — Abrazo el delicado objeto hecho de fieltro marrón, bastante

gastado por el tiempo y por el uso. Era la prueba que necesitaba. Ahora James

creería en sus buenas intenciones.

— Por más que lo intentase no conseguiría traducir en palabras la decepción que

estoy sintiendo en este momento.

Kate había cerrado los ojos al abrazar el caballito. Volvió a abrirlos al oír la voz de

Ian. Antes de levantarse y enfrentarlo, guardo el juguete entre los pliegues de su

capa.

— Quien sos vos? — el estaba de brazos cruzados y su expresión era letal.

— Vos sabes quién soy.

El grito que el dio hizo eco en la cámara. Kate se estremeció. No podía culparlo por

estar pensando lo peor sobre ella. Para Ian, ella era una espía. No había disculpa

para lo que hiciera.

— Cual es su nombre? — El avanzó y la sujeto rudamente por el brazo, obligándola a

quedar de pie.

Kate trago en seco. La pregunta fue echa en inglés. Eso significaba que Ian descubrió

de alguna forma que ella no era quien afirmaba ser.

Contéstale la verdad!, susurro una voz en su mente. Cálmalo hasta que consigas

pensar en una forma de salir del castillo.

Ella separo los labios al sentir la presión aumentar en su brazo.

— Kate... Kate Templeton. Katherine Margarita Templeton.

Ian soltó el brazo, pero continúo sosteniéndola por la barbilla. Por un instante, ella

pensó que él iba a besarla, tal era la intensidad de su mirada. Pero el calor de la

pasión se transformó rápidamente en una fiereza implacable.

— Prepárese para morir, Katherine Margarita Templeton. Los traidores no merecen

perdón.

El instinto de sobrevivencia fue más alto. Olvidándose del caballito, Kate coloco las

manos atrás de su espalda en busca de cualquier cosa con la que se pudiese

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defender. Tanteo en una superficie de madera. Allí había un móvil. Continúo

tanteando. Al detectar un objeto duro y frio, de forma redondeada, lo agarro y

envistió contra Ian con toda su fuerza. Solo después que lo alcanzo en la cabeza y lo

vio caer, sangrando a sus pies, supo que el objeto de la agresión fue el cueco en que

James debería lavarse las manos y el rosto.

— Dios, que he hecho?

Asustada, se arrodillo al lado del cuerpo inerte. Se apresuró a verificar si el corazón

de Ian estaba latiendo. Lo toco en el pecho, rezando para que no lo hubiese matado,

aunque él la hubiera amenazado de muerte. La túnica de cuero no le permitió

constatarlo. Afligida, trato de verificar si estaba respirando, pero su desesperación

solo aumento cuando vio el charco de sangre en el piso.

Con un movimiento brusco, levanto la túnica y poso el oído en el pecho de él. Antes

de detectar los latidos, sintió que el respiraba. Se llenó de una emoción

indescriptible. Sin darse cuenta, de repente estaba llorando de alivio. Ian estaba

vivo! Precisaba detener la hemorragia sin pérdida de tiempo para que continuase

así. En medio de las cajas y baúles, recordaba haber visto sabanas.

Pero en cuál de ellos?

Ella se puso a abrirlos alucinadamente, sin preocuparse en cerrarlos. O que

importaba que fuesen a descubrir que alguien estuvo espiando en la cámara real?

Ian estaría vivo y ella lejos de allí.

Después de rasgar una tira de paño y hacer un vendaje sobre la lesión, ella tomo una

almohada y una manta y lo cubrió hasta la barbilla. En seguida, escribió un mensaje

de despedida sobre una pequeña tabla con un pedazo de tiza.

— Adiós. — Ella lo beso delicadamente en los labios. — Nunca te olvidare.

Antes de salir del cuarto, tuvo el cuidado de verificar que no había nadie en el

corredor. Recorrió la distancia hasta el patio externo sin ser vista. Con su espalda

pegada a las paredes, siguió hasta los establos. Era posible oír los gritos de la

multitud, lo que significaba que la pelea aun no había acabado. Lo que era un

motivo más para agradecer.

Ni siquiera los encargados de velar por los caballos estaban en sus puestos.

Kate entro en una estancia, dispuesta a robar el primer animal que encontrase. Pero

parecía viejo y enfermo, obligándola a seguir hacia una segunda y hacia una tercera,

con idéntico resultado. Hasta que un bello garañón negro miro hacia ella como

retándola a montarlo.

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Con una sonrisa de satisfacción y el corazón latiendo fuerte con expectativa, ella

extendió la mano para acariciar al animal. El acepto. Alentada, trato de acercarse

más y el casi le acertó con una patada.

Un grito de susto fue inevitable. Los caballos se movieron alborozados. Ella trato de

calmarlos, aunque no consiguiese el mismo efecto consigo misma. Miraba para atrás

a cada instante, segura de que no demoraría en ser descubierta.

El único animal que no parecía extrañar su presencia fue un pura-sangre blanco. Se

encamino hacia los fondos y lo acaricio.

— Vos eres una belleza, lo sabias? — En seguida, lo monto.

— Por el amor de Dios, despierta!

Ian sentía un peso en el hombro y abrió los ojos. Su hermano estaba inclinado sobre

el con expresión preocupada. La cabeza le dolía. Habría bebido más de la cuenta?

— Que paso?

— Es lo que yo pregunto! — Shamus dijo, atónito. — Que es lo que estabas

haciendo ahí tirado en una poza de sangre, cubierto con un cobertor infantil?

Al acordarse de Kate, Ian intento sentarse, pero una puntada en la cabeza lo obligó a

permanecer inmóvil. Él estaba herido cerca de la oreja izquierda. Toco el lugar y

descubrió que estaba vendado.

— Ayúdame a levantarme.

Antes de atender a su hermano, Shamus señalo la tabla que encontrara sobre el

pecho de él y se la mostro.

Ian pestañeo. Estaba atontado y preciso de algunos segundos para focalizar las

letras.

El mensaje decía:

Lo siento mucho. Con amor, Kate

Ella lo sentía mucho. Y lo sentiría mucho más cuando le pusiese las manos alrededor

de su lindo cuello!

— Vos la viste por el castillo antes de encontrarme aquí?

— Sí. Ella estaba andando en dirección al patio externo, más no le di importancia al

acto.

Shamus no necesito decir más nada. Ian entendió. Kate estaba dirigiéndose a los

establos. Ella huiría.

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— Mira esto! — Shamus mostró algunos fragmentos de loza. — Apuesto que esta

fue el arma que te derribo.

Un cuenco! El haría que Kate pagase caro por aquello. Matarla seria poco ante

aquella humillación!

— Voy avisar a los guardias — Shamus anuncio.

— De ningún modo! — Ian interrumpió el paso y se volteó antes de llegar a la

puerta. — Nadie debe saber lo que ocurrió aquí. Yo iré tras ella. Solo. Estaré de

vuelta antes que anochezca y que noten mi ausencia.

Ella seguramente no estaba lejos. La alcanzaría y la traería de vuelta. No obstante, al

llegar al establo, jamás había imaginado que ella se hubiese llevado justamente a

Thor!

Murmurando imprecaciones, Ian preciso ensillar el caballo de Albany. Donde

habrían ido a parar los malditos escuderos y tratadores? El caballo de Albany no era

dócil ni veloz como Thor. Pero aun así era el mejor de entre los otros que quedaban,

y el no tuvo opción más que tomarlo prestado.

Kate sujetaba las riendas como si su vida dependiese de eso. Lo que no dejaba de

ser verdad. Los hombros y el cuello le dolían terriblemente de tanto mirar hacia

atrás. Más no podía parar para descansar. El miedo de ser alcanzada se lo impedía.

No tenía certeza, pero calculaba estar cabalgando por más de cuatro horas.

Tampoco tenía idea de cuantos guardias podrían haber salido en su persecución.

La puesta de sol le sirvió como guía. En un inicio, había seguido por el camino, pero

después resolvió orientarse por la intuición. Desviando, entonces, la ruta por los

pastos y campos. El caballo parecía haber apreciado el cambio. Principalmente

cuando entraron por un largo trecho cubierto de hierba, que le llegaba a la altura

del pecho.

Cuando el sol se puso, ella decidió permitir que el pobre animal tuviese un merecido

descanso y aprovechara para alimentarse. Su propio estómago roncaba. Le gustaría

haber guardado aquel pan de centeno en vez de haber cedido a la tentación de

comerlo. Mas la verdad era que, en el momento de la fuga, solo conseguía pensar

en Ian.

Sentiría su falta. Le haría falta el modo como el la abrazaba, provocaba y la besaba.

Le haría falta su naturaleza obstinada y temperamental. Sus atenciones y su desvelo

que hicieron que se sintiese alguien especial por primera vez en su vida. Una mujer

deseable. Una mujer por quien un hombre podría enamorarse.

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Jamás lo olvidaría.

Con los ojos llorosos, se obligó a volver a la realidad. Una misión esperaba para ser

cumplida. Necesitaba encontrar una taberna en vez de dejarse llevar por la nostalgia

y por sueños de un futuro imposible. Tal vez debiese buscar una distracción

cualquiera para ayudarla a olvidar. Como encontrar un nombre apropiado para su

montura.

— Qué opinas de marfil? — Kate hablo en voz alta. — No, ese nombre no combina

con tu porte. — Mármol? Tiza? Luna? Ganso? — Ella se detuvo por un instante para

mirar al cielo. Una gota fría acababa de caer en su frente. Seria un anuncio de lluvia

o un copo de nieve? — Qué opinas de Bola de Nieve? — Ella sugirió, inspirada por el

cambio de tiempo. — Eres demasiado grande para ser llamado Copo!

Coincidencia o no, el caballo paro bruscamente. Kate preciso agarrarse con fuerza a

las riendas para no perder el equilibrio. Bola de Nieve debería haber visto un gamo

o una liebre. Sus orejas estaban empinadas y viraba la cabeza hacia la izquierda.

La curiosidad la hizo estudiar los alrededores, pero no vio nada extraño. Cuando el

caballo arqueo el lomo y vacilo sobre las patas, la curiosidad se transformó en

pánico. El peligro parecía acechar en las sombras.

Ella lo incito a correr. Asustado, el animal no obedeció.

A pesar del dolor que le quemaba las rodillas después de tantas horas de continuo

esfuerzo, Kate los apretó contra los flancos del caballo, que finalmente partió en

disparada.

— Pobre criatura! — murmuro al inclinarse sobre el cuello del caballo y quedar la

palma de su mano empapada de sudor. — Necesito darte agua y reposo. Los dos

precisamos descansar.

Un lago surgió providencialmente en medio de un bosque de pinos. Kate condujo a

Bola de Nieve hasta el margen. Al mover la pierna para bajarse, el dolor la hizo

perder el aliento. La sensación era como una puñalada.

La furia y la indignación crecían en su pecho mientras Ian meditaba sobre lo que

haría con Kate en el momento en que la alcanzara. Como ella fue capaz de

traicionarlo cuando la tratara con admiración y respeto? Debería haber sospechado

que una mujer despierta e inteligente como Kate no podría haber aceptado casarse

con un cretino como Robbie Campbell. Fue un ciego para no ver que ella había

demostrado más miedo en responder las preguntas sobre su matrimonio que en ser

llevada ante un tribunal.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 57

Aquellas formas generosas le habían despertado la lujuria al punto de nublar su

mente?

Con la imagen de Kate en la cabeza, Ian tardo en notar la huella dejada por las patas

de un caballo sobre el campo de heno.

Un súbito presentimiento lo hizo saltar del caballo aun en movimiento. Río al

reconocer las patas de Thor. Ningún caballo que el conociera tenía patas tan largas.

Volvió a montar. El entusiasmo venciendo la apatía. Estaba en el camino correcto.

Faltaba poco para alcanzar a Kate. Y, en el momento en que eso sucediera, ella se

arrepentiría de haber nacido.

Dos horas más tarde, Ian llego a las inmediaciones de Airdrie. La villa se encontraba

a oscuras excepto por la luz de una lámpara en una única ventana.

Seguro de que Kate buscaría abrigo en aquellos parajes, el amarro el caballo de

Albany junto al bebedero y siguió a pie hacía el establo.

Al terminar de verificar las estancias, su respiración estaba suspendida. Donde,

después de todo, estaba Kate? Ella no sería tan insensata para arriesgar su vida y la

de Thor corriendo por regiones desconocidas en medio de la noche! Aunque los

animales tuvieran un fuerte instinto para el peligro, encontrar la muerte por caer en

un precipicio era algo relativamente común.

Sin elección, el volvió a montar el caballo negro y siguió al frente. No le quedaba

hacer más nada a no ser rezar para que la claridad de la luna fuese suficiente para

protegerlos.

Faltaba poco para amanecer, después de Ian haber subido y bajado colinas y

atravesado valles, campos y claros, cuando un grito de mujer que el reconocería en

cualquier parte lo hizo estremecer.

Despertada de su sueño por un hombre sin dientes, Kate abrió los ojos y dio un

grito. El intento tapar su boca mientras el compañero le torcía el brazo para atrás.

Ella se estremeció y grito de nuevo, aterrorizada por una de sus visiones, repleta de

sangre. Arrojó el cuerpo hacia atrás con fuerza, en la esperanza de hacer que uno de

los asaltantes la soltase. Con un poco de suerte, tal vez se caería y se golpearía la

cabeza en una piedra. En vez de eso, el llamo a un tercero que dejase a Bola de

Nieve y viniese a ayudarlos a sujetarla.

Kate se distrajo al mirar hacía el garañón blanco. Fue suficiente para que uno de los

hombres la derribase. Trato de empujarlo cuando se vio dominada, pero él era más

fuerte.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 58

La desesperación la hizo tantear el suelo bajo sus espaldas. Podía sentir las piedras

rasgando su piel, mas no le importó. Ellas serian su salvación.

Golpeo la cabeza del agresor con toda su fuerza. El no dejo escapar siquiera un

quejido. El peso con que se desplomó sobre ella le impidió respirar. Intento

empujarlo sin éxito. Estaba perdida. Su compañero lo vengaría. Ella nunca más vería

a Ian. No le quedaría ni el consuelo de escribirle algún día contándole la verdad y

rogando su perdón.

Sola y triste como jamás se sintiera antes, cerró los ojos y lloro hasta sentir un

profundo alivio cuando aquel peso sofocante fue retirado de su pecho.

Abrió los ojos y se encogió instintivamente.

— No tengas miedo. Soy yo.

Ian. Los brazos fuertes la sujetaron. Ella debería haber muerto y llegado al cielo. Aun

lloraba, pero ahora de alivio, de gratitud, de felicidad. Ian estaba vivo y bien!

— Vos! Vos me encontraste!

— Gracias a Dios, llegue a tiempo. — el murmuro, angustiado.

— Gracias a Dios vos estás aquí conmigo — concordó, emocionada.

Ian la salvo. Habría salvado también al caballo?

Ella miro en dirección del árbol bajo el cual lo dejara y no lo encontró. Un nudo cerro

su garganta y su estómago se revolvió al encontrarse con los cuerpos de dos

asaltantes bañados en sangre.

— No hay más que temer — Ian procuro tranquilizarla. — Ellos no harán mal a más

nadie.

Dios! El los mato por causa de ella. Sin embargo, no era un asesino. Debería tener

eso en mente, aunque descubrir lo peligroso que él podía ser la hizo tragar en seco.

— No veo a Bola de Nieve...

— Bola de Nieve?

— Un magnífico caballo blanco que yo robe... quero decir, que tome prestado, en

Stirling.

Ian la aparto de modo a poder encararla. Y antes que Kate pudiese decir algo, el

silbo tan alto que casi la deja sorda. Pocos segundos después, Bola de Nieve volvía

junto a ellos, trotando alegremente.

— Katherine Margarita Templeton — dijo Ian en tonó de reprobación. — Este es mi

caballo. Su nombre es Thor.

Kate sintió las mejillas ardiendo.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 59

— Se hubiera sabido que era suyo, jamás...

— No diga más nada!

Ian la llevo consigo hasta la orilla del agua, donde lavo la sangre de la espada antes

de volver a envainarla. Sin soltarla, al menos por un instante, la condujo hacia el

bosque donde la hizo montar en el caballo negro que tratara de patearla. Atándola,

finalmente, prendiéndole las muñecas a la silla.

— Esto es realmente necesario?

Sin darse el trabajo de responder, amarro el caballo de Albany a Thor. Kate no huiría

de él nuevamente. La haría se arrepentirse de haberlo traicionado.

— Como está su cabeza? — ella pregunto después de cabalgar un largo tiempo en

silencio.

Ella había abandonado la farsa. Se dirigía a el en inglés. Ian apretó la mandíbula. Su

cabeza aun dolía y la herida dejaría una cicatriz. La primera en su cuerpo.

— Lo siento mucho por todos los problemas que le cause — Kate emendo.

Implacable, Ian continúo ignorándola. Tenía prisa en llegar a Stirling. Se había

perdido la Reunión del Consejo el día anterior y necesitaba estar presentes esta

tarde en la Conferencia, costase lo que costase. Albany era un administrador, no un

guerrero. No entendería los motivos de su ausencia. Además de eso, los ánimos

estaban acerrados entre los clanes.

— Vos no pierdes por esperar. Hare que respondas todas mis preguntas. Los

calabozos están llenos de ratas. Un día con ellas y vos no me ocultaras ningún

secreto.

En pánico, Kate dijo la primera cosa que le vino a la mente:

— Preciso parar. Tengo hambre y preciso aliviarme.

— En la celda vos tendrás pan y agua.

— Estoy hablando en serio. Se no paras inmediatamente, tendrás que buscar una

forma de explicar al dueño de este caballo porque le ha sido devuelto mojado.

Ian miro hacia el cielo en busca de control. Y después hacia el paraje. Un precipicio

se encontraba a pocos metros de donde ellos estaban. Del otro lado, un bosque de

pinos podría resolver la situación. Kate tendría la privacidad que necesitaba y el

estaría tranquilo porque allí ella no conseguiría escapar.

Deshizo los nudos de la cuerda que la ataban y la sujeto por la cintura para ayudarla

a desmontar. Sus ojos se encontraron por un instante y el casi desistió de castigarla.

Antes lo había hecho.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 60

Sola entre los árboles, Kate pensó en como escapar. A pesar de todo su coraje y

valentía, la amenaza de ser encerrada con ratas la dejaba aterrorizada. Camino

hasta la orilla del barranco. Pero al mirar hacia abajo, sintió un escalofrío de miedo.

Ciertamente no sobreviviría la caída, si intentara bajar por las piedras. A no ser

que...

Ella se despojó de la capa y se apresuró a llenar la capucha y las mangas con grama.

De lejos, Ian tal vez creyese que fue ella la que saltara al abismo. Faltaba esperar

para que la capa no quedase enganchada en ninguna raíz o estaca.

Con una oración invocando protección, arrojo la capa. Espió hacia abajo y la vio con

las mangas extendidas, una de cada lado de una inmensa roca. Hasta allí, su plan de

emergencia iba perfecto. Ahora solo faltaba tirar una piedra que hiciese barullo

como si fuera su cuerpo golpeando en el barranco. Y gritar como se estuviera

cayendo.

Oculta por la sombra de los árboles, ella escucho a Ian jurar y correr. Vio cuando él

se detuvo bruscamente en el borde del precipicio y comenzó a bajar. Ella también lo

oyó pedir a Dios que ella no estuviese muerta.

— Perdóname — ella dijo bajito, con los ojos llenos de lágrimas. Ian gustaba de ella.

Tal vez no tuviese la intención realmente de encerrarla en una celda oscura con

ratas. De cualquier modo, ella necesitaba desaparecer de allí antes que el volviese.

El caballo negro no permitió que Kate se acercara. Ella lamento decepcionar a Ian

otra vez, pero no había alternativa. Thor era un caballo más dócil y obediente, y

también rápido y despierto. Además de eso, el caballito de juguete y los dulces que

él le diera estaban guardados en su alforja.

— Lo devolveré — ella prometió al montar. — No se aun como lo hare, pero Thor

volverá con su verdadero dueño.

— Kate!

Con los ojos fijos en el cuerpo inerte sobre las piedras y el corazón en la garganta,

Ian rodo en la empinada ladera sin tener en cuenta los baches y el abrumador dolor

causado por el impacto de la caída. Su mente solo tenía lugar para Kate. Como pudo

haber sido tan irresponsable para parar en un lugar tan peligroso?

— Kate, habla conmigo! — el imploro al llegar finalmente al fundo y levantarse a los

tropezones para poder socorrerla. — Oh, Dios, ella no puede estar muerta! —

Arrodillándose tuvo que cerrar los ojos por un instante. Los brazos de Kate estaban

abiertos de un modo extraño. La cabeza colgaba entre las piedras, como si ella se

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 61

hubiera quebrado el cuello. Él era un hombre valiente. Convivía diariamente con la

muerte. Pero necesito tomar aliento antes de volver a abrir los ojos y tocarla,

inmediatamente soltó una maldicion.

— Diablos! De nuevo, no!

Un espantapájaros. Kate lleno su propia ropa con malezas y la arrojara desde lo alto,

como un espantapájaros. Ella lo burlo una vez más. Como pudo haberle hecho eso?

Se reusaba a creer que ella fue capaz de fingir su propia muerte para librarse de él.

— Te encontrare aunque sea en el infierno! Está me oyes, Kate? — Ian grito hacía lo

alto, esperando que ella aun estuviese cerca, lo suficiente para saber que su truco ya

fue descubierto. No bastaba haberle mentido? Necesitaba haber robado su caballo?

Robado su caballo? El sujeto una raíz que crecía fuera de la tierra antes de comenzar

a emprender el camino de vuelta, ya adivinando cual sería el resultado.

Los pies, las rodillas y también las manos estaban en carne viva cuando llego arriba,

más el deseo de venganza era mayor que los dolores. Kate que pagaría muy caro

para tenerlo de bufón. Principalmente si hubiese tenido el descaro de huir

llevándose nuevamente a Thor. Resolvió silbar. Tal vez aun hubiese alguna

posibilidad de que Thor oyera y regresara. Pero, conforme imaginaba, fue el caballo

de Albany el que encontró esperandole.

En la ante-sala del regente, donde la corte se reuniría para juzgar su queja, Alistair

Campbell andaba de un lado para otro. El día anterior, mientras Babcock y

MacFarIane luchaban en el patio interno delante de la multitud de criados y de

visitantes, aprovecho para entrar en el ala femenina a fin de verificar si los dulces

aún estaban donde los dejo. El resultado fue mejor de lo esperado. La bolsa de

terciopelo ya no estaba. La viuda de su hermano tenía los minutos contados.

Después de frotarse las manos alegremente, el volvió al patio de modo que nadie

sospechase por su ausencia y resolviese culparlo por la muerte súbita de la intrusa.

Lo que no podría haber anticipado era que Ian MacKay también fuese a

desaparecer como si la tierra se lo hubiera tragado.

El sujeto habría salido en búsqueda de la infame que pretendía apoderarse de lo que

era de él? Nadie sentiría la falta de una desconocida. Pero, si MacKay fuese

encontrado muerto al lado de ella, la causa de la muerte seria investigada con

funestas consecuencias para él.

Fue un loco temerario al exponerse a la opinión pública. No era un secreto para

nadie su desconfianza sobre la mujer de su hermano. Inadvertidamente podría

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 62

haber cavado su propia tumba. Porque, si se supiese que él era culpable de la

muerte de su cuñado, Black Angus, el jefe del clan, lo mataría.

Si lo peor pasase, podría confiar en el apoyo de Donald? Nadie lo sabía aun, pero él

había firmado un pacto con el jefe del clan Donald de que se volvería su aliado en

caso que decidiese luchar por la posesión de la corona. La reciprocidad seria válida?

Se fuese sincero consigo mismo, no apostaría en la fidelidad del otro.

Shamus MacKay surgió en la puerta y el corazón de Alistair se paró por un instante.

Jamás le agrado Ian MacKay, pero si pudiera escoger, Ian seria la persona que el más

desearía ver en el mundo en ese momento.

— Alguna noticia de su hermano o de lady Campbell? Los doce miembros de la corte

están aguardando en la sala del tribunal.

— Si supiese, le diría.

Shamus se alejó sin decir una palabra más. Alistair se puso a rezar para que Ian

MacKay llegase al castillo en breve, sano y salvo.

Kate no tenía noción de donde se encontraba. Sentía hambre, frio, miedo y

remordimiento. El remordimiento era mayor que todo. El calor de Thor la

confortaba durante el viaje, mas ahora ella iba a pie, por si sola. Si no dejase al

caballo descansar, acabaría matandolo.

Entre los pinos, Thor intentaba encontrar algo para comer. Miraba hacia ella todo el

tiempo como si le extrañase que ella no parase de llorar. Antes de soltarlo, Kate se

acordó de buscar la muda de ropa que trajera y que estaba guardada en la alforja.

Por suerte, también había traído un par de zapatillas y una capa extra en caso de

una eventualidad.

A cada kilómetro recorrido, el fardo de la culpa se volvía más pesado. Jamás

olvidaría el terror que detectara en el grito de Ian al pensar que ella se había tirado

de lo alto del precipicio. Nunca la perdonaría por lo que hiciera.

Aunque no supiese silbar como Ian, fue así que atrajo la atención de Thor para que

volviese a su lado. Necesitaban proseguir. La cuestión era: hacia dónde? El cielo

estaba nublado. Las nubes oscuras impedían que el le indicase el rumo a tomar.

Para no dejar pistas, como hiciera al atravesar los campos altos, ella opto por

recorrer las sendas sinuosas abiertas por las cabras montañesas, que los escoceses

llamaban carreteras.

Temiendo que fuese a desfallecer de inanición, Kate se obligó a enderezar el cuerpo

y erguir la cabeza. Aun había esperanza. Al alcanzar la cima de una colina, ella

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encontró una aldea en el fundo de un valle. Donde había casas, había gente. Y

donde había gente, había comida.

— Coraje! — se dijo si misma. — Falta poco! Adelante, Thor!

Antes que alcanzase el poblado, ella noto la aproximación de una vieja señora

conduciendo un rebaño de cabras. Incapaz de prever la reacción del caballo a los

pequeños animales, ella lo guio a la orilla del camino. Sonrió para la mujer y ella

retribuyo su gesto.

— Buen día! Puede decirme que lugar es este?

— Es Roxburgh, milady — la mujer respondió, sorprendida.

El alivio la hizo suspirar. Nunca escucho hablar de aquel lugar, pero el acento de la

anciana sonora era indicativo de las Tierras Bajas y eso significaba la proximidad de

Inglaterra.

— Gracias.

— Puedo saber su nombre, milady? — la mujer pregunto, de repente con aire de

desconfianza.

Kate paso una de las manos por los cabellos. Su aspecto ciertamente dejaba mucho

que desear. Las mujeres, para comenzar, no acostumbraban aparecer en público

con la cabeza descubierta. Mucho menos sin compañía. En especial las que se

vestían de negro por luto.

— Mil perdones, señora. Soy lady Campbell, viuda de Robbie Campbell de

Ardkinglas.

La mujer abrió los ojos con espanto.

— Que hace aquí sin una escolta?

— Recibi un mensaje de que mi madre estaba muriendo. Partí sin demora. La señora

piensa que hice mal en venir?

La mujer movió la cabeza y apunto hacia el castillo.

— Antes, cuando los Douglas eran los señores de Roxburgh no habría problema, más

el castillo fue tomado por los Pockpuds. Si yo estuviese en el lugar de milady,

trataría de irme de aquí inmediatamente.

El consejo era sensato. En caso que fuese abordada, ella no tendría como justificar

su presencia en aquellos parajes.

— Puedo saber cuál es su destino?

Una pregunta razonable. Como Kate no tenía una respuesta razonable para dar,

invento un nombre.

— Shepkirk.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 64

— No lo conozco — la mujer declaró después de un instante de reflexión.

Kate forzó una sonrisa.

— Queda cerca de la Muralla Romana.

La explicación pareció satisfacer a la mujer.

— Entonces milady está en el camino correcto. Siento decir, sin embargo, que aún

falta mucho para alcanzarlo y que hay salteadores al acecho atrás de cada curva.

Kate se inclinó y acaricio el cuello del caballo.

— Con la ayuda de Dios, Thor me llevará hasta allá segura.

— Espero que sí. Es un bello animal. Pena que los salteadores deban ser de la misma

opinión.

El recuerdo de los tres rufianes saltando sobre ella hizo que se estremeciese. Pero

era preciso tener coraje. No podía desistir de su plan a aquella altura.

— Que debo hacer para cruzar el rio?

— Una balsa acostumbra llevar pasajeros de una margen a otra, mas no es

recomendable que haga uso de ella. Siga a lo largo del rio Tweed rumbo al Oeste. —

La mujer apunto hacia la derecha. — Más abajo encontrará un trecho raso lo

suficiente para que atraviese con su caballo.

Kate agradeció por la información. En el momento en que busco una moneda para

dar a la mujer, noto la falta de su bolsita de terciopelo. En la prisa de librarse de la

capa y del vestido, que tirara por el barranco, se olvidó de soltar la bolsa. Como

haría ahora para comprar algo para que ella y Thor comieran?

— Milady? Se siente bien?

Un suspiro acompaño la respuesta.

— Lo lamento mucho. Quería recompensarla por su bondad, pero perdí mi bolsita

de monedas.

— No es preciso pagarme. No hice nada extraordinario. Más agradezco su intención.

Horas después, sin encontrar ningún trecho raso que posibilitase la travesía, Kate

apelo a su último recurso: cambiar la única muda de ropa que le quedaba por una

torta de carne y dos manzanas. Pretendía dar una a Thor y guardar la otra para

comer por la mañana. Más él la devoro con un solo bocado y ella no tuve otra

opción excepto ofrecerle también la otra. Prefería pasar hambre a negar comida al

caballo. Dependía enteramente de él para regresar a su casa.

— MacKay! — Graham exclamo, sorprendido, al encontrar al viejo amigo delante de

su puerta. — Entra, entra. Pensé que vos estabas en Stirling,

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 65

El hombre escruto los alrededores para verificar que nadie más era testigo de la

llegada de Ian.

— Estaba, pero surgieron problemas en la frontera.

Graham coloco dos tazas de fermentado de cebada en la mesa e invito a Ian para

acompañarlo.

— Es serio? — Graham frunció el ceño.

— Nada que pueda afectarlo por el momento, mas mantente atento. Que está

pasando en Roxburgh?

— Hay guardias patrullando la región día y noche. Generalmente los grupos son

formados por diez elementos. De acuerdo con los rumores, refuerzos serán

solicitados.

Ian sonrió, por primera vez en días, al notar las uñas negras de su amigo.

— Continuas plantando macizos de flores en las horas libres?

— Un hombre tiene que hacer lo que nació para hacer. — Graham encogió los

hombros. — Y vos? Que te trajo por estos lados?

— Estoy buscando una mujer. Tal vez ella haya pasado por aquí. Es alta, de cabellos

negros como carbón, grandes ojos azules y cabalga un pura-sangre blanco.

Ahora fue su amigo quien se puso a reír.

— Ella robo tu caballo, no es así?

Ian sintió la sangre subirle a la cabeza.

— No hay nada gracioso, Graham!

Su amigo meneo la cabeza.

— Ora, ora. Si no fuera el ladrón de corazones que tiene su propio corazón robado

esta vez! Pero, dime. Que puedo hacer por vos?

No había tiempo que perder. El había perdido la pista de Kate y necesitaba

encontrarla.

— No puedo andar por ahí por causa de eses patrullas — Ian explicó. — Necesito

que vos vayas a la villa y descubras si alguien la vio.

— Sin problemas. Ponte cómodo. Volveré lo más rápido que pueda.

Ian recupero el aliento al reconocer los pasos de su amigo del otro lado de la puerta

cerca de una hora más tarde.

— Tu presentimiento era correcto. La moza estuvo por aquí. — El suspiro de alivio

fue interrumpido a la mitad. — Pero ahora ya se fue.

— Al menos supieron decirte cual dirección ella tomo y a qué hora?

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— Ella seguía el curso del rio Tweed rumbo al oeste. El sujeto a quien ella pidió

orientación dijo que el encuentro se dio cuatro horas atrás. Además, él me contó

que ella también quiso saber si había algún trecho próximo que posibilitase la

travesía a caballo hacía la otra margen.

La información tranquilizo a Ian de cierta forma, porque eso significaba que Kate

persistía en su trayecto en dirección al sur. Por otro lado, le extrañaba que ella no

hubiese aprovechado para hacer la travesía en Roxburgh. Que se lo habría

impedido?

— Existe algún trecho que corresponda a eses términos en los alrededores?

— Sí. Queda a quince kilómetros de aquí, sentido oeste.

Ian palmeo amigablemente el hombro de Graham y le busco una moneda para

demostrar su gratitud.

La sonrisa desapareció de su rosto en el momento en que sus dedos tocaran el

presente que trajera en el fondo del bolso y que habría ofrecido a Kate se ella le

hubiese dado esa oportunidad.

— Ten cuidado — Graham alerto mientras caminaban hacía el lugar donde habían

escondido el caballo negro. — Redoblan la vigilancia después del amanecer.

Kate despertó bajo las miradas curiosas de docenas de gallinas. Si alguien hubiera

sugerido que ella sería capaz de comer huevos crudos algunos días antes, a ella le

hubiera hecho gracia. El hambre que la devoraba ahora, sin embargo, hacía que los

mirase como si fueran un manjar de los dioses.

Una brisa soplo en su rosto y ella cerro los ojos para disfrutar del aroma delicioso del

pan fresco. Los moradores de la cabaña al lado también habían despertado. Sería

maravilloso poder participar del desayuno en familia, pero ella era del tipo que

agradecía por lo que tenía en vez de sufrir por lo que no poseía.

Había ocho huevos. Kate comió cuatro y guardo los otros para el día siguiente.

Estaba preparándose para montar a Thor cuando algo llamo su atención. La

sensación fue horrible. Ella se giró, lentamente, y un temblor de aprehensión

recorrió su espina. Estaba ante el mayor ganso que viera en su vida y él estaba con

las alas abiertas preparándose para atacarla.

Sin acordarse de que los dueños de la casa podrían no ver su intrusión en la

propiedad con buenos ojos, ella se puso a correr y a gritar por socorro. La puerta fue

abierta por una mujer con la mitad de su altura, pero el doble de su anchura. Lo

peor era que traía una escoba consigo.

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Si le preguntaran, Kate no sabría que responder que dolía más: los escobazos o los

picotazos.

Detrás de la cabaña, Ian asistía a la batalla con los brazos cruzados. No podía decir

que lamentaba la escena. Si no fuese por los gritos de Kate y del ganso, el habría

pasado derecho por el lugar. El castigo era merecido. Al menos de su parte, él se

sentía reconfortado.

Aprovechando la distracción de la dueña de la cabaña, él se apresuró a verificar si

Thor estaba bien y a darle de comer y de beber al caballo de Albany. Al volver a su

puesto de vigía, sin embargo, vio a Kate prostrada de dolor y de cansancio. Sintió un

peso en el pecho. Ella ya había sido castigada demás.

— Basta!

La mujer se volvió y soltó inmediatamente la escoba.

— Milord!

— Señora.

El ganso continúo atacando. Sin decir nada, Ian tiro a Kate por la cintura y golpeo al

ganso con el codo. Fue suficiente para hacerle desistir de su presa y alejarse.

— Ian! — El pecho de Kate ardía. Lágrimas abundantes se deslizaban por sus mejillas

sonrojadas y sucias de tierra. El temió que ella fuese a desfallecer en sus brazos. —

No quería robar los huevos... Estaba hambrienta...

Ian movió la cabeza e hizo un gesto de súplica para que la propietaria del lugar

olvidase la afrenta.

— Mi esposa no está bien. Lo siento por su perjuicio. Cubriré todos los daños que

ella pudo haber causado.

Kate reunió las fuerzas que le quedaban para alzar los ojos en protesta y para alisar

el vestido. Y antes que Ian se recuperase de la sorpresa, ella intento escapar

nuevamente. Él la alcanzo a tiempo de impedir que montase en Thor.

— Siento tener que repetir el procedimiento, pero vos me obligas. — Ian tiro una

correa de la mochila y amarro las muñecas de Kate antes de colocarla sobre la silla.

Con el caballo de Albany atado a Thor, él se dirigió a la dueña de la cabaña y le

ofreció tres monedas.

Dos horas después, Kate reclamo que las manos y las muñecas estaban dormidas.

Ian no se dejó impresionar.

— No lo creo. Sus manos están claras y calientes.

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Kate tuvo ganas de gritar de rabia. Ian estaba llevándola de vuelta para Stirling,

donde las ratas la esperaban para roer sus pies. Donde apenas Dios sabia los

tormentos que la esperaban.

— Vos sos insoportable.

— Obstinado también. Como vos — el completo. — Algún motivo especial para no

haber hecho el cruce en Roxburgh?

Más que especial. Ella podría haber sido presa. Que respondería a los guardias si le

preguntasen lo que hacía en el lugar?

— No es que sea de su incumbencia, pero la posibilidad no se me ocurrió.

— No le creo.

Un encogimiento de hombros le dijo a Ian que a ella no le importaba lo que él podía

pensar o no a su respecto. La observo. Estaba con la mirada perdida en el campo de

un verde exuberante del inicio de la primavera y salpicado de copos de nieve.

Por qué la vida era tan injusta?, Kate pensó. En su lucha de salvar personas, ella

estaba pasando hambre, sed y dolor. Además de haber sido amenazada de muerte y

de torturas. Por qué Ian, entonces, no hacía que los caballos corrieran de modo de

abreviar el viaje?

Como si leyese sus pensamientos, de repente Ian tomo las riendas y condujo los

caballos hacia el linde de los árboles. Ella no hizo preguntas. Entendió rápidamente

que el ruido a sus espaldas significaba extremo peligro.

Ian desenvaino la espada y corto la cuerda que mantenía los animales juntos.

— No podemos ser vistos — el murmuro.

— Quien crees que son?

— Ingleses. Probablemente de Roxburgh.

Kate rezo para que Ian encontrase un escondrijo. Estarían muertos si los ingleses los

hallasen. Esperaba que el no hubiese perdido el juicio, y ella, la capacidad de

calcular la relación entre velocidad y distancia. Porque su impresión era que Ian

pretendía hacer a Thor volar sobre el barranco que se aproximaba.

Ella grito al sentir su cuerpo ser proyectado hacia lo alto.

— Shhh! — Ian pidió silencio. — El viento podría llevar su voz hasta ellos!

Kate trago en seco y cerró los ojos. Solo volvió a abrirlos después de descubrir que el

impacto no quebrara las piernas de Thor, que sorprendentemente continuaba

andando. Miro hacia la cima y dio un suspiro de alivio. La altura no era tan grande

como la juzgara. Las aguas del rio, sin embargo, estaban mucho más frías de lo que

ella desearía.

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— Piensa que alguien pudo habernos seguido?

— Espero que no, pero siempre existe la posibilidad.

Conteniendo un escalofrío de pánico, Kate se dejó conducir sin discutir. Después de

lo que pareció un siglo, finalmente llegaron a lo alto de una colina desde donde se

avistaba toda la región. El paisaje era de quitar el aliento. El verde-oscuro de los

árboles en contraste con el verde-claro del valle a sus pies, los lagos negros, los ríos

plateados y las montañas transformadas en un tapete lilas de flores la hicieron

olvidar la aprehensión por un momento.

— Dios, cuanta belleza!

— Sí. Y vos podrás disfrutar de este escenario por algún tiempo.

— Que quieres decir con eso?

— Estamos casi llegando.

Kate debería haber adivinado que Ian estaba refriéndose a una gruta o a una

caverna, o a cualquier lugar donde pudiesen estar seguros. Enseñado a obedecer la

orden de su dueño, Thor se agacho para entrar en el escondrijo. Ella no se expresó.

Se apeó en silencio y examino las paredes de piedra a su alrededor mientras era

informada de que allí permanecerían hasta que el sol se pusiera.

— Vos debes estar loco.

— Por qué? — Ian sonrió. — Porque la he traído aquí? — Apunto hacia el fondo

donde la oscuridad amenazaba tragarlos.

— No. Por estar pensando descender la montaña durante la noche.

— La montaña no es alta y Thor ve casi tan bien de noche como de día.

— Pero yo no! — ella protesto.

— Ni yo — dijo Ian mientras sacaba una daga de la cintura.

Kate sintió que empalidecía. Estaban solos en el fin del mundo. El podría hacer con

ella lo que quisiera. Nadie la oiría. No serviría gritar por socorro. Asustada, comenzó

a retroceder. Su pie golpeo contra una piedra más prominente y ella perdió el

equilibrio.

Ian extendió las manos para ayudarla a levantarse. En vez de aceptar la ayuda, ella

doblo las rodillas y las abrazo. Sin coraje para mirarlo, escondió el rosto entre los

brazos.

Con un suspiro, Ian volvió a guardar a daga. Ante las circunstancias, había decidido

cortar la cuerda que amarrara alrededor de las muñecas de Kate.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 70

— Que piensas? — Espero que la curiosidad la venciese y que ella resolviese mirarlo.

— Que yo voy a cortarte el cuello? — El modo como ella mordió su labio y huyo de

su mirada lo decepciono. Por quien, después de todo, Kate lo tomaba?

Obligándola a seguir sus pasos, se acercó al caballo, le examino las piernas y lo

acaricio. Después bebió un gran trago de agua.

— Quieres? — pregunto, cínico. Sabía que ella estaba muriendo de sed y de

cansancio.

Kate asintió con un gesto de cabeza.

— Que la trajo a Escocia?

— Ya se lo dije.

— No. Apenas admitió haberme mentido. Si realmente desea que comparta mi agua

con vos, tendrá que decirme la verdad.

— Ya le dije que vine a devolver el broche de lady Margaret.

— Como fue a parar en sus manos?

— Está bien, respondo. El broche me fue confiado. Ahora puedo beber de su agua?

El broche fue entregado a Kate con que finalidad? Y quien, en su sano juicio,

confiaría una misión peligrosa a una mujer sola?

— Quien se lo dio? — Ian insistió, después de dejar que ella bebiese dos tragos. — El

mismo hombre que le dio esa alianza?

Kate bajo los ojos y giro el anillo en su dedo.

— Esta joya perteneció a mi madre.

— Entonces nunca estuviste casada?

— No.

Por algún motivo que no quiso analizar, la tensión en su pecho disminuyo. Kate era

soltera. Por otro lado, debería continuar tratándola con reservas. Las doncellas

también significaban problemas.

— Voy a dar una mirada afuera para verificar de que no fuimos seguidos.

Así diciendo, se alejó, llevando a mochila consigo. Aquella agua era su única ventaja.

No temía más que Kate intentara otra fuga.

Cual era el secreto que ella escondía? El que ella no hubiera buscado abrigo en

Roxburgh lo intrigaba. Y por qué no aprovecho para pedir que la patrulla inglesa la

auxiliase?

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Después de escudriñar los alrededores y percibir que todo parecía tranquilo, regreso

a la caverna. Kate continuaba sentada donde la dejo y estaba sacando algo de

dentro de una pequeña bolsa de terciopelo.

— Que estás tomando?

— Uno de los dulces que me diste.

Kate pestañeo al sentir la bolsa arrancada de sus manos. Súbitamente, sintió los

dedos de Ian clavados en sus brazos como se fuesen tentáculos, y su cuerpo ser

levantado con ímpetu.

— Cuantos comiste?

— Ninguno. Aun.

Sin decir nada, él la sacudió. Ella lo encaro con espanto. Que hizo mal ahora?

— No te dije que jamás debías comer o beber algo que encontrases por el castillo?

— Si, pero los dulces eran un presente suyo!

— Yo nunca le di ningún presente.

Confusa, Kate le mostró la nota que había encontrado con la bolsa de dulces y que

Ian dejara en el piso junto con la bolsa. Él la tomo y se pasó una de las manos por los

cabellos.

— Yo no escribí esa nota, Kate. No fui yo quien le dio esos doces.

Un temblor de miedo la recorrió por entero. Los dulces estaban envenenados.

Alguien intento matarla.

— Alistair Campbell — ella murmuro después de un instante de aturdimiento.

— A menos que vos hayas hecho otro enemigo durante su estadía en Stirling.

Ian salió de la caverna sin decir más nada. Kate sintió los ojos ardiendo por las

lágrimas no derramadas. Por qué todo estaba saliendo tan mal? Tomo todas las

precauciones y siguió las instrucciones de Gregory al pie de la letra. Y donde había

ido a parar? Presa en la guarida del león. Y lo que era peor: enamorada de él...

Un sollozo broto de su pecho. Todo lo que quería era volver a casa. Era pedir

demasiado? Estaba soñando con su cama, con su almohada de plumas, con un baño

caliente y con su jabón de pétalos de rosas. En las actuales circunstancias, la vida

simple que dejara atrás era el paraíso.

Momentos después, Ian volvió con el ceño fruncido. Sin decir nada, le ofreció más

agua.

— Que te preocupa? — Kate resolvió quebrar el pesado silencio que se extendía

insoportablemente.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 72

— No podremos seguir viajando esta noche — murmuro. — Los ingleses montaron

campamento debajo de aquí.

Recelosa de descender la montaña en las sombras de la noche, ella se sintió aliviada.

— Porque estás tan nervioso con eso?

— Porque no se lo que está pasando en Stirling. Porque estamos presos y

hambriento mientras el enemigo se harta de comer a poca distancia. Porque la

noche traerá el frio y no podremos encender una hoguera para calentarnos o

delataríamos nuestra presencia.

Una hora después la noche se hizo por completo. Ráfagas de viento penetraban en

la caverna y obligaban a Kate a mantener los brazos cruzados sobre las piernas

dobladas para protegerse. El cielo estaba forrado de estrellas y la luna llena

iluminaba la noche.

Ian noto como ella se encogía. A pesar del frio, el sentía la sangre hervir en sus

venas. Deseaba a Kate. Dios era testigo de que nunca tuvo intención de castigarla. Si

la había herido, fue en el afán de salvarla. Ella habría muerto si no hubiese sido

rápido en impedirle llevar el dulce envenenado a la boca.

Jamás en su vida se había visto ante un dilema tan serio. No podía dejar que Kate

partiese sin que le dijese la verdad sobre su venida a Escocia. Tenía la certeza de que

ella poseía información vital, que podría comprometer la seguridad del país.

Esperaba que resolviese confiarle su secreto durante el trayecto de vuelta, antes de

llegar a Stirling.

— Vos precisas dormir. Los dos precisamos descansar para poder proseguir mañana.

— Él le extendió la mano y adivino que ella frunciría el ceño ante la sugerencia.

Aunque casi no fuese posible mirar la parte del fondo de la caverna, consiguió llegar

hasta allá, andando con cautela. Al sentir arena bajo los pies, supo que había

alcanzado el lugar más adecuado para improvisar un lecho. En ese instante pidió a

Kate que le cediese su capa y la extendió en el suelo.

— No me voy a acostar con vos — ella dijo a la defensiva.

— No temas. La cuestión es que estaremos más calientes si nos recostamos juntos.

Kate observo en silencio a Ian tirar el cinto y la espada antes de aconsejarle que se

acostase a su lado, apoyándose en su espalda. El uso la capa para cubrirlos y ella se

sintió inmediatamente abrigada entre sus brazos fuertes. Continuo tensa, sin

embargo, hasta que lo escucho roncar. En ese momento finalmente se relajó y

volvió al pasado en el sueño.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 73

Tenía seis años y brincaba cerca de su madre.

— Mamá, mamá, voy a tener una muñeca.

— Como lo sabes?

— Papi me lo dijo antes de salir. Ella es linda. Tiene una falda verde y roja y un

sombrero con velo.

— Quieres una así de regalo. Le pedirás a papi que la compre, no?

— No. La tendré hoy!

— Yo estaba con vos cuando tu padre salió y el no dijo nada a ese respecto.

— Ele dijo, pero no con palabras.

La madre la miro y acaricio los cabellos de su hija.

— Como paso?

— No lo sé. Fue cuando él me abrazo y me dio un beso.

La madre lloro al abrazarla.

— Vos heredaste ese don de tu abuela. Dios, que haremos?

Kate lloro con su madre.

— Hizo alguna cosa mala?

— No, mi bien, pero este tendrá que ser un secreto solo nuestro.

— Que secreto?

— Ese de que vos puedes ver el futuro.

— No podemos contarle ni siquiera a papi?

La madre hizo un movimiento enérgico de negación.

— No, mi bien. El debe pensar que vos sos una niña normal.

— Pero yo soy normal!

— No, hija mía. Tú eres una sensitiva y ese es un secreto que deberás guardar

contigo para siempre.

— Vos también eres una sensitiva, mami? — Kate pregunto.

— Si, mi querida, pero no como vos. Tu don es especial.

El miedo desapareció con aquellas palabras. Kate vio el rosto de su madre y ellas

sonrieron la una para la otra. Se sintió reconfortada en el sueño y suspiro de

satisfacción. Con todo, las sombras de una pesadilla se estaban avecinando...

— La verdad!

Un escalofrío la recorrió ante el sonido gutural de una voz masculina. La voz era

familiar, pero ella no consiguió identificarla. El lugar donde estaba olía a sudor y

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aceite quemado. Le parecía haber estado allí antes. Un grito de agonía la dejo

paralizada. Miro hacia atrás y vio una pila de ropas y un par de botas amontonadas

en una esquina. El grito se repitió. Un hombre estaba amarrado a una rueda. Su

rostro estaba hinchado y ensangrentado. El tercer grito fue ella quien lo dio al

reconocerlo.

— Papa!

Capítulo V

— Kate, despierta! Tranquila! Es solo un sueño. — Ella continuaba revolviéndose. —

Shhh... Calma. Está todo bien, ahora.

— Necesito ir! No lo puedes entender — murmuro, ya totalmente despierta.

— Entonces explícame.

— No puedo.

Ian cerro los puños al sentir los senos de Kate rosar contra su pecho. Tal vez si ella

sintiese que estaba segura, pudiera contarle lo que tanto la afligía.

— Estás temblando. Voy a encender un fuego para calentarte.

— Seria demasiado peligroso! Vos no dijiste que los ingleses están acampados aquí

cerca?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 75

Le pareció extraño que ella estuviera más asustada de los ingleses de lo que lo

estaba él.

— No te preocupes. Hare la hoguera bien al fondo de la caverna, de modo que ellos

no puedan vislumbrar la claridad.

Acostada de espaldas, con los ojos cerrados, Kate siguió la operación por los ruidos

de hojas y palos secos que estaban siendo amontonados. En el momento en que oyó

el fuego crepitar, se sentó para aprovechar el calor y lo que vio la obligo a cerrarlos

nuevamente.

— Ian! Estás...!

— Si, estoy desnudo. Como esperabas que estuviera? La cubrí con mi capa y a mí

mismo con el kilt.

Sin decir nada, con la cabeza vuelta hacia el otro lado, Kate devolvió las prendas

para que el pudiese vestirlas. Lo que hizo refunfuñando.

Aún no había amanecido y no podrían proseguir el viaje. Tendrían que permanecer

confinados en la caverna, sin tener nada que hacer, por dos o tres horas. Ian sabia

de algo que podría divertirlos y que haría al tiempo pasar en un pestañeo. Nadie

podría imaginar la fuerza de voluntad que estaba siendo necesaria para no tocar a

Kate.

— Porque no descansas un poco más a mi lado? — sugirió. — Recuéstate aquí.

— No tengo más sueño — Kate respondió, nuevamente abrazando sus rodillas.

— Bien, yo sí. — Volvió acostarse. — Buenas noches.

Algún tiempo después, despertó con un golpe sordo, poso la mano inmediatamente

en la empuñadura de la espada. Aun soñoliento, miro a su alrededor y vio que Thor

no estaba en el mismo lugar donde lo dejara y la silla había sido colocada sobre él,

aunque aún no hubiese sido ajustada.

— Que te paso? — Él se levantó y se inclinó sobre Kate, que estaba caída de

espaldas en el piso, con la falda levantada y las piernas de fuera, en medio de una

nube de polvo.

— Necesito irme — ella murmuro. Lágrimas escurrían por su cara cuando lo miro.

— No mientras no me cuente porque mintió sobre su identidad — el declaró,

retirando la silla de Thor.

El movimiento hizo que la bolsa de Kate cayese y todo su contenido se esparciera

por el suelo. Eran objetos femeninos que Ian ignoro. Un caballito de tela, sin

embargo, era la última cosa que esperaría que ella cargase consigo.

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Estaba examinándolo, perplejo, cuando ella se aproximó y trato de quitárselo.

Levantándolo para que ella no lo alcanzase lo mantuvo a distancia cuando percibió

que Kate estaba dispuesta a luchar para recuperarlo.

— Me acuerdo de este juguete. Era de James. — Ian frunció el ceño. No entendía la

razón de que arriesgase su vida para apoderarse de él. Era eso lo que buscaba

cuando entro en aquellos aposentos, verdad?

En vez de responder, Kate dio un salto para intentar tomar el juguete de las manos

de él. En ese instante Ian entendió. Podía ver un papel saliendo por una de las

costuras del caballito. No era el juguete en sí lo que Kate quería, si no el papel que

estaba escondido dentro de él.

Lo retiro así con todo el algodón que servía para llenarlo. En el papel, con la letra de

Kate, estaban escritos varios nombres: Duncan MacDougall, de Drasmoor, Angus

MacDougall, de Donaleigh, Brion Grant, de Uruhart, Robert Mackintosh, de Dalcross

y otros. La mitad de los señores feudales estaban en la lista. Notablemente, los

nombres de Douglas y Donald no aparecían.

Un frio de muerte lo asalto. Kate no era parte de un plan para llegar a Alistair. La

evidencia en su mano probaba que su objetivo era otro y más temible.

— Como pudo hacer eso? — ella pregunto sin mirarlo, ocupada en recoger el

material para intentar recomponer el juguete de alguna manera. Ahora, la única

prueba que lograra obtener para presentar a James estaba irreconocible. Debido al

vandalismo de Ian, sus esperanzas de salvar a su amigo estaban perdidas.

Sin que lo esperase, Ian la sujeto por los cabellos y la obligo a encararlo.

— Que significa esto? — El agito el papel. — Responde!

Con los primeros rayos del sol cayendo sobre su rostro, Ian parecía hecho de oro.

Magnífico y mortal. Kate trago en seco. De que serviría continuarse callando? El

estaba al servicio de Albany y la lista de nombres era prueba suficiente para

condenarla a muerte por traición. Tal vez se calmase si le contaba toda la verdad. A

pesar de las amenazas, é fue bueno con ella. Hasta aquel momento...

No había opción. Apelar a la compasión de Ian era su única esperanza de volver a su

casa. Si no fuera demasiado tarde.

— Esta es la lista con los nombres de aquellos que desean tener al rey de vuelta. De

aquellos que están juntando dinero para pagar su rescate.

Ian la soltó aunque continuase tan cerca que ella podía verse reflejada en sus ojos.

— A quien pretendes llevar esta lista?

— A James. A James I, rey de Escocia.

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Ian suspiro y Kate supo que él estaba en el límite de su paciencia.

— Te aconsejo hablar más claro que el agua, se no quieres que te rompa el cuello —

exclamó. — quien le dio estos nombres?

— Lady Margaret era la persona que debería darme esa información. Con su

muerte, recurrí a lady Beth. No soportaba la idea de que ella y sus hijos también

fuesen muertos por causa de James. Él se está llenando de odio. Esperaba

entregarle el caballito para que creyese en mis buenas intenciones. James piensa

que todos lo abandonaron. Pero, en mi opinión, ni vos ni la mayoría de los clanes

saben que el valor del rescate del rey ya fue estipulado. — Hizo una pausa. — Lo

intente. Hice todo lo que estaba a mi alcance. Ahora sir Gregory tendrá que

encontrar otra persona para concluir la misión. Porque yo moriré así como mi padre

antes de completarla.

Kate apretó convulsivamente los brazos contra el pecho. Prefería morir por las

manos de Ian, en aquella caverna, a ser ahorcada en plaza pública, ante miradas

curiosas y desdeñosas. No obstante, el la soltó.

— Que historia es esa del rescate?

Ella abrió los ojos. Una vena latía en la sien de Ian. Asustada, oro mentalmente para

que creyese en sus palabras.

— Nosotros sabemos que Henry estableció un alto precio en libras esterlinas para

liberar a James.

Ian la miraba como si quisiera leer sus pensamientos.

— A quien te refieres como nosotros?

— Sir Gregory, James, mi padre y yo. Éramos más. Tres guardas y una anciana

señora desaparecieron cuando James fue llevado a la Torre de Londres.

— Quien es ese sir Gregory? Descríbalo para mí.

Inicialmente Kate pensó en describirlo como lo conociera al ser preso cinco años

antes, pues sería como Ian se acordaría de él. Pero algo la hizo retratarlo en la

situación presente.

— El es un palmo más bajo que yo. Sus cabellos rubios emblanquecieron. Su postura

altiva ahora se encorvo. El continúa usando barba. Le faltan los dientes frontales,

que, según él, fueron perdidos en campos de batalla.

Se hizo un largo silencio.

—Sabes a quien fue entregado el pedido de rescate?

— No, pero hace años que sé que existe.

Kate se estremeció frente al golpe que Ian dio contra la palma de su propia mano.

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— Como es que tienes conocimiento de esa historia?

Segura de que Ian no creería que poseía el poder de la visión, Kate respondió con la

verdad que estaba a su alcance.

— Mi padre, Hugh Dupree Templeton, es el tutor de James por la ley de Inglaterra,

Yo soy solo una amiga.

Sin decir nada, Ian se encamino hacia Thor y tomó el depósito de agua. Para

sorpresa de Kate, tomó un sorbo y arrojó la bolsa en su regazo. Parecía aún más

furioso que en el momento en que encontrara la lista.

— Aun tienes mucho que contarme. Es amiga de James en qué sentido?

— Yo leía con él en inglés, y para retribuirme el gesto de apoyo el me enseño el

escocés. Acostumbraba escuchar las lecciones de gaélico de sir Gregory y acabe

aprendiendo algunas palabras. James cambio mucho desde entonces. Ahora que

creció, insiste que le llame Majestad.

Después de algunos instantes, Ian se colocó la capa sobre los hombros y empuño la

espada. Ella temió en aquel momento. El actuó, de repente, como si estuviese

preparándose para pelear.

— Voy a dar una mirada a los hombres acampados allá abajo. — Apunto con la

espada hacia Thor y luego hacia ella. — Tóquelo y se arrepentirá hasta el último hilo

de cabello.

Por atrás de los arbustos, Ian vigilada a los ingleses. Estaba ciego de rabia y de

indignación. Más aun, se eso fuera posible, de lo que estaba al descubrir los secretos

de Kate. Un alto precio fue estipulado por el rescate de James y ninguno de los jefes

de los clanes fue informado al respecto. El responsable por la abominable situación

solo podría ser Albany.

Ian se reusaba a creer que el líder de los escoceses, un hombre a quien había

servido por largos años con total dedicación y fidelidad, se estuviese aprovechando

de su buena fe. Prefería dudar de Kate. Ella le dio motivos de sobra para eso. Sin

embargo, lo que la mente decía, el corazón y el instinto se negaban a oírlo.

No podía ser mentira. De otra forma, ella no tendría condiciones de describir a

Gregory Campbell tan bien. Una sombra de decepción empaño sus ojos cuando le

contó que James pasó a exigir que lo tratase con formalidad. Aquello no podía ser

fingido. Por otro lado, ella era una mujer inteligente. Alguien podría haberla

entrenado para sembrar la discordia entre la casa de los Stewart el resto de los

clanes. Pero, en ese caso, no habría sido más simple si ella representase el papel de

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cortesana? Con toda seguridad habría conquistado su confianza con facilidad. Sin

embargo, hizo exactamente lo opuesto.

Por más que quisiese creer que Kate estaba diciendo la verdad, tenía la certeza de

que continuaba escondiendo algo. Su dilema persistía. Sin pruebas, no podría

confrontar a Albany. Y esas pruebas solo le podrían ser dadas por el rey.

Escondido atrás de una roca, Ian pudo constatar que los ingleses aun dormían. Los

caballos descansaban. No se veía a nadie andando entre las tiendas. Era el momento

ideal para que él y Kate escaparan. Pero antes sería preciso eliminar al único

obstáculo que se alzaba entre él y la verdad: el encargado de vigilar el campamento.

— Debo estar soñando! No es posible que esté pasando esto!

Shamus se sorprendió con la palidez de Douglas después de que Albany anunciara la

elección del nuevo conde de Ross. Donald parecía igualmente indignado. El color de

su cara, sin embargo, brillaba en escarlata. Todos los que estaban reunidos en el

gran salón permanecieron en aturdido silencio ante el gesto que dirigió a su

comitiva, indicando que lo siguiesen hacia fuera del recinto.

Alistair Campbell también estaba pálido. Con la certeza de un desastre inminente,

Shamus se levantó y salió por los fondos, corriendo por la escalera en caracol, yendo

al encuentro de Donald antes que se fuese con su clan.

— Espere un momento, Donald!

El lord se volvió sobre la silla.

— No queda nada más que decir, MacKay. Albany dictará las órdenes a partir de

este día. Puedes estar seguro de eso.

— Él lo apuñalo por la espalda. Yo también concuerdo que el condado de Ross le

pertenece por ser de su esposa por derecho, pero ruego que no haga nada en el

calor de la emoción. Millares de vidas dependen de nuestra capacidad de

enfrentarnos a esta situación con serenidad. Si obtuviéramos el apoyo de algunos

clanes y nos levantáramos contra Albany, creo que podríamos forzarlo a retroceder.

Donald posiciono las riendas y el caballo en dirección a los portones de Stirling.

—Es demasiado tarde, MacKay. Los dados fueron lanzados.

En su camino de vuelta al salón, Shamus encontró a varios otros líderes reuniéndose

en el patio y montando sus caballos. Un clamor de protesta venía de dentro del

castillo. Shamus resolvió subir hacia las almenas a fin de poder pensar. Le gustaría

que su hermano estuviese presente. Ian sabría qué hacer. Tal vez hubiese impedido

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que Albany tomase aquel tipo de actitud. O no. Albany parecía determinado a

fortalecer la influencia de los Stewart sobre Escocia a cualquier costo.

Un destello rojo se hizo súbitamente en el cielo oscuro. Shamus trago en seco.

Donald seguiría en aquella dirección. Él estaba mandando un aviso a todo su clan:

que se preparasen para entrar en guerra.

Aturdido, acompaño los signos de recepción del mensaje. Otros destellos se hicieron

a medida que el mensaje era transmitido. Si él no hubiese intentado encontrar un

poco de paz en lo alto del castillo, nadie en Stirling tendría conocimiento de la

situación. Como un MacKay, debía fidelidad a su propio clan en primer lugar y a su

jefe, Black Angus. Tendría que avisarlos de inmediato y después a los MacDougall,

sus aliados. Solo entonces buscaría a Albany. Le correspondía al infame la misión de

informar a los demás que una nueva guerra estaba por comenzar.

Ian irrumpió en la caverna con tanto ímpetu que Kate retrocedió de susto y se apoyó

contra la pared de piedra.

— Que pasa?

— Precisamos partir sin demora. — A pesar de las circunstancias, el lucia satisfecho

por que Kate no hubiera intentado escapar. — Recoge las cenizas. — Comenzó a

ensillar a Thor. — Necesitamos un modo de disfrazarlo.

— Puedes decirme hacia dónde iremos?

— Hacia Londres.

— Londres? — ella repitió, atónita. — No estoy entendiendo. Por qué arriesgaría su

vida para llevarme de vuelta a casa?

— En breve conocerás mis motivos. Ahora haz lo que pedí y frota las cenizas por el

cuerpo de Thor o el blanco se destacará entre los árboles y seremos detenidos antes

que salgamos de aquí.

Exultante con la noticia, Kate abrazo a Ian por el cuello y le dio un sonoro beso en

los labios.

— Gracias, gracias!

El no esperaba aquella reacción. Levarla a su casa no era su primera intención. Si

pudiese escoger, iría solo. El viaje, después de todo, encerraba un gran peligro. En

otras circunstancias, la habría alejado debido a la urgencia de la misión. Pero algo lo

detuvo. Una declaración inesperada, susurrada en su oído.

— Yo te amo, Ian MacKay.

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No podía ser verdad. Seguro oyó mal. Pero, si ella hubiera pronunciado realmente

aquellas palabras, debería entenderlas como motivadas por gratitud. Esa idea, más

el malestar de sentir la macicez de aquellos senos presionados contra su pecho sin

que los pudiese tocar, lo hicieron volver en sí.

— Deprisa. Tenemos que partir antes que ellos despierten.

Kate se apartó con una sonrisa.

— Si, milord.

Algunos minutos después, la aventura proseguía por las pendientes escarpadas de

un paisaje gris. Encima de ellos, el sol intentaba penetrar la densa niebla.

Era extrañó, sin embargo, que la luz estuviese adelante. Si estaban cabalgando hacia

el sur, el sol debería nacer del lado izquierdo.

— No estamos siguiendo en la dirección errada.

— Está todo bien — Ian respondió con una sonrisa enigmática.

— No, no está. — Kate apunto hacia la derecha. — Si el sol nace al este, el sur queda

hacia allá.

La sonrisa aumento.

— Vos estás en lo cierto. Estamos yendo hacia el este.

— Pero por qué?

— Luego lo descubrirás.

Kate suspiro de exasperación. Ian no hablaba casi nada desde que habían dejado la

caverna. Su consuelo era que él estaba de buen humor. No podría quejarse, en caso

que no lo estuviese, pues la estaba llevando a casa.

Se sorprendió al verlo jalar las riendas.

— Vamos a parar aquí?

— No tienes hambre? — El indico un vasto campo cubierto de flores amarillas.

— Vamos a comer dientes-de-león?

— Estoy abierto a sugerencias.

Los dos se apearon en silencio. Eran las flores o nada. El sabor era amargo, pero al

menos serviría para alimentarlos.

— Háblame de vos — Kate pidió al retomar la cabalgata.

— No hay mucho que contar. Soy un emisario al servicio de la Corte.

— Tienes familia, además de tu hermano?

— Una hermana más joven, llamada Mary Kelsea. Está casada y tiene tres hijos. El

menor cumplirá dos años el próximo mes.

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— Y tus padres?

— Ellos murieron hace un largo tiempo. Y en cuanto a vos? Como es tu vida en

Londres?

— Después yo cuento. Aún tengo preguntas para hacerle.

— Tales cómo?

— Donde vives?

— Vos ya conoces mis instalaciones. Yo vivo en Stirling.

— Es casado? — Un hombre bonito como Ian debería tener decenas de mujeres a

sus pies. El hecho de vivir solo tal vez significase que era viudo.

— No.

— Porque no se casó?

— Hallo que ya hablamos demasiado sobre mí. Ahora quiero saber sobre vos.

Que tenia de interesante ella para contar en comparación con la vida ocupada que

el llevaba? Preferiría continuar con las preguntas.

— Yo me despierto todas las mañanas y preparo el café. Después arreglo la casa, voy

al mercado, lavo la ropa y cocino. Cuando sobra algún tiempo, gusto de pintar.

— Cuadros?

— Sí. Yo misma preparo las tintas.

— Espero ver tus creaciones algún día.

— Apuesto que no. Mis habilidades son nulas en comparación con las obras de los

artistas que decoraran las capillas y las catedrales de Londres. Yo... — Kate paro de

hablar cuando Ian incito a Thor a correr. — Que está pasando?

— Mira hacia atrás y velo vos misma.

Ella vio numerosos puntos negros y una nube de polvo en el horizonte.

— Ingleses?

— No sé y no quiero estar aquí para descubrirlo. Sabes nadar?

— Nunca trate.

Ian murmuro una imprecación. Comenzaron a correr como el viento. Kate vio que

estaban cambiando de dirección y, antes que pudiese preguntar el motivo, noto que

había un rio justo a continuación por el brillo del sol reflejado en las aguas. Más allá,

se perdía dentro de un bosque.

Un conglomerado de cabañas indicaba la cercanía de una villa. Estaban cansados y

hambrientos. Antes de dejar el bosque y proseguir por el camino de grava, habían

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borrado los rastros dejados por las patas de Thor con ayuda de una rama seca y de

hojas caídas de los árboles.

Ian se apeó. Estaba ayudando a Kate a desmontar cuando la puerta de la cabaña se

abrió.

— MacKay.

Era Bret Home, un hombre de cerca de treinta años, moreno, de barba, que Ian

conocía desde niño.

— Como vas, mi amigo?

— Bien, en la medida de lo posible ante la actual coyuntura — Bret respondió. —

Quien es ella?

Hechas las presentaciones, Bret los llevo hacia el establo e instruyo a Ian a esconder

los apertreches de montura bajo la paja.

— Cuantos hombres están tras ustedes? — el pregunto como si hubiese adivinado la

situación.

— De seis a ocho. Calculo que les llevara cerca de una hora para llegar aquí — Ian

respondió.

Bret les proveyó agua y cepillos para que pudiesen dar un baño a Thor y librarlo del

camuflaje y se retiró diciendo que tomaría las providencias necesarias para que

pudiesen proseguir seguros.

— Pernotaremos aquí? — Kate pregunto mientras limpiaban a Thor.

— No. Sería peligroso. Embarcaremos así que Bret regrese.

Kate se encogió ante una súbita náusea.

— Que dices?

— Que seguiremos hacia el puerto así que... — Ian se detuvo, el ceño fruncido. —

tienes algún problema con barcos?

Sin coraje para admitir su flaqueza, Kate se concentró aún más en la tarea que

estaba realizando, de modo de evitar su mirada interrogativa.

— No. Solo no esperaba ese cambio de planes.

De una puerta lateral surgió una mujer alta y rubia.

Kate suspiro de alivio. Sin saberlo, esa mujer la salvo. Ian debería conocerla por la

familiaridad con que la saludo. Ella, sin embargo, tal vez tuviese algo contra él, pues

no demostró ninguna alegría al verlo.

— Se estás trayendo problemas para nosotros, como la otra vez, juro que te

arrepentirás de haber vuelto aquí.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 84

La observación hizo a Kate dudar por un momento. Para aumentar su espanto, Ian

dio una carcajada.

— Continúas siendo la misma Iona de siempre. — El tomo la comida y la cerveza que

ella traía y le dio un beso en el rosto. — Adorablemente geniosa como cuando te

conocí. — Responsable por el casamiento de los dos, al haberlos presentado, Ian se

creyó en el derecho de preguntar: — Entonces, alguna queja contra tu esposo?

Quieres que le de algún consejo específico?

Incapaz de resistir la provocación, Iona lo empujo, sonriendo.

— Tal vez sea conveniente para vos oír un consejo! No metas la nariz donde no te

han llamado!

Bret llego en aquel instante y la broma fue olvidada ante la expresión preocupada

en su rosto.

— Traten de terminar pronto lo que están haciendo. Los rumores ya están

circulando entre la tripulación. Necesitamos ponernos en camino cuanto antes.

Ian tomo el cepillo de las manos de Kate y lo coloco sobre un banco junto con el

suyo. Se froto las manos.

— Podemos partir inmediatamente. Iona nos trajo algo para comer, pero podemos

esperar hasta llegar al navío — declaró Ian.

— Navío? No dijiste barco?.

Las miradas se volvieron hacia Kate.

— Si viajar por mar te parece un problema, habla ahora — Ian ordeno, — Aún hay

tiempo de cambiar nuestra ruta.

— No, no. No es preciso. Está todo bien.

Todos los instintos de Ian brincaron en alerta. Se no hubiese problema, Kate no

habría dado tanto énfasis a la respuesta.

Lo voy a pasar mal.

A medida que hundía los pies en el agua para llegar al bote, la certeza de Kate

aumentaba. El recuerdo de su primer viaje por mar era tenebroso. Ahora, a cada

onda que golpeaba contra el barco, la amenaza de un mareo se tornaba más y más

concreta. Por más que intentase afirmar la mirada en el horizonte, como la

orientaran a hacer, en pocos segundos sus ojos preferían la oscuridad. Cualquier

cosa era mejor que pensar que el cielo y el mar se confundían en algún lugar lejano

y azul.

— Kate?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 85

Ella pestañeo. Ian ya se encontraba en la cubierta y le extendía la mano para

ayudarla a subir por la escalera de cuerda.

— Puedo hacer solo una pregunta más? — Kate miro hacia el cómo quien se prepara

para subir a la horca.

— Claro que sí.

— Se fuera preciso, vos serias capaz de matar una ballena con tu espada?

— Una ballena?

— Sí.

Kate debía tener un miedo terrible de las ballenas. No le diría que su miedo de

encontrar una durante la travesía era infundado.

— Si, seré. Soy un caballero. Fui entrenado para matar.

Un suspiro de alivio broto del pecho de Kate. Ella nunca conoció un caballero antes,

pero sabía que eran valientes y fieros.

— Haz alguna cosa, MacKay! La moza está distrayendo a mis hombres. Camina de la

popa hacia la proa en círculos, examinando cada tabla, cada mástil, cada agujero y

cada saliente que se encuentra en frente. Si no la sacas de la cubierta y no la

encierras en una cabina, seré forzado a tomar una providencia!

Ian soltó el libro que intentaba leer inútilmente. Pensamientos sobre Kate

revoloteaban por su mente. Si fuese sincero consigo mismo, admitiría que se

interesaba por Kate como jamás se interesara por alguien. Ella era la mujer más

intrigante que había conocido.

Con un suspiro, descendió de la red y escalo los peldaños que levaban a cubierta.

Kate no estaba en parte alguna. Fue preciso registrar cada rincón del Bruja del Mar

para encontrarla sentada, con las piernas dobladas y el mentón apoyado en las

rodillas, sobre un montón de cuerdas.

— Kate! — Tuvo que gritar sobre el barullo del viento para hacerse oír. Pero ni así

ella lo escucho. O simplemente no consiguió moverse por causa del pánico. — Kate

— Volvió a gritar. — Debes venir conmigo!

Como ella continuase con los ojos cerrados, sin atenderlo, Ian extendió los brazos y

la tiro por los codos. Asustada, ella trato de soltarse.

— Me estas lastimando!

Ian la soltó solo después de entrar en la cabina de Bret haber cerrado la puerta. Por

ser el capitán del navío, Bret tenía derecho a un alojamiento amplio que cedió a la

acompañante de su amigo. En vista de las circunstancias, Ian decidió que se

instalaría allí también a partir de aquel instante. Después de todo, mientras el

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 86

intentaba descansar en una hamaca en el sótano, seguro de que Kate hacia lo

mismo en la seguridad de aquella cabina, ella anduvo deambulando por la

embarcación y perturbando a los tripulantes.

— Detente — aconsejo. — Si continuas andando de un lado para otro, o mejor,

intentando equilibrarte de un lado para otro, con el balanceo del navío acabarás

enfermando.

— Pero yo...

La red era lo suficientemente amplia como para dar cabida a dos personas. Ian la

abrazo por la cintura y se acostó con ella.

— Estoy hablando en serio — insistió, viendo que Kate intentaba levantarse. — El

navío está oscilando por causa del viento. Las olas están más fuertes de lo normal.

Vos estarás segura conmigo.

Ella estiro el cuello para mirar por la escotilla. Montañas de agua y de espuma se

proyectaban en dirección al navío. El cielo estaba escuro.

Inconforme, Kate se acomodó entre los brazos fuertes sin argumentar más. Esta vez

Ian tenía razón.

— Vengo soñando todas las noches con tenerte conmigo en esta posición — el

murmuro al sentirla relajarse contra su pecho. — Te está gustando tanto como a mí?

— No — Kate respondió, el rubor desmintiéndola.

Ian reprimió una sonrisa. La necesidad de mentir era una prueba de que ella se

estaba sintiendo como él. Entusiasmado, la aseguro por los hombros por debajo de

la cascada de cabellos y la beso cerca de la oreja. Sintió que ella se estremecía.

— Tus labios parecen haber sido hechos para besar.

Ella respondió con un murmullo. Él se aprovechó de los labios entreabiertos para

tocarlos y probar su sabor con la punta de la lengua. En seguida sintió la suavidad y

el calor de aquella boca tentadora, de la misma forma que esperaba hacer con todo

el cuerpo de Kate en el momento oportuno. Cuando el peligro no estívese a la

espera. Cuando no fuese preciso mantener la lucidez.

Su esfuerzo por controlarse fue recompensado. Por voluntad propia, Kate presionó

la cadera y los senos contra él. Parecía que hubieran sido hechos el uno para el otro.

Ella le toco el pecho. Sin pérdida de tiempo, el coloco su mano sobre la de ella y la

condujo bajo su túnica. Kate deslizo la palma suave por su piel dura y comenzó a

masajearle los pezones, haciéndolo gemir. Incentivada por su reacción, recorrió toda

la extensión del abdomen hasta detenerse en la cintura y tratar de soltarlo.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 87

Sin interrumpir el beso, Ian lo soltó, aprovechando la oportunidad para librarse de

los pequeños objetos que traía en la bolsa antes que se golpeasen.

Kate le acompaño desnudándose espontáneamente, apenas respirando. El no sabría

decir por cuanto tiempo suportaría aquella tensión. Mal podía esperar para admirar

aquel cuerpo que hasta un momento antes solo pudiera ver en su imaginación. Los

senos eran verdaderamente lindos. Firmes y voluptuosos. Justo como le gustaban.

Incapaz de contenerse, comenzó a hacer con los labios un camino de besos, que se

deslizaba por el mentón, por el cuello, por la clavícula. Apoderándose de un seno

con la mano, sujetándolo de modo a facilitar el acceso de su boca al pezón. Estaba

ansioso por probarlo, por saborearlo. Kate permitió que lo hiciese, tal vez porque,

como el, mal podía esperar para rendirse por completo a las sensaciones.

Al minuto siguiente, Kate arqueo la espalda y sumergió los dedos en los cabellos

largos. Se besaban y rozaban sus cuerpos uno contra el otro, aprovechando el vaivén

de las olas. Hasta que ella, con las manos en su rosto, lo hizo encontrar sus ojos y

nuevamente sus labios.

Estaba bajo el comando de Kate, dispuesto a dar lo que ella quisiese. Moldeo su

cuerpo una vez más al de ella. El movimiento que ella hizo con sus caderas lo guio

hacia la próxima experiencia. Conforme esperaba, Kate no reusó en aceptar las

caricias entre sus muslos. Si estuviesen en tierra firme, acostados en un lecho, le

gustaría probar el sabor de aquella intimidad húmeda y caliente. Una red no ofrecía

esa posibilidad. De cualquier forma, estaba determinado a sentirla y a

proporcionarle placer. Al encontrar el botón rosado entre los pelos sedosos, lo toco

con delicadeza al principio y después con más intensidad. En el momento en que ella

gimió, interrumpió el contacto y susurro en su oído:

— Dime lo que deseas.

— Vos... — Kate respondió sin pudor. Porque era verdad. Jamás había querido algo

con tanta intensidad. Una oportunidad como aquella podría no repetirse. Y, si

tuviesen que separarse, quería que la esencia de Ian permaneciese con ella. Que la

emoción que estaba provocándole marcara su alma. Ian era el hombre que amaba.

Todo lo que él le estaba mostrando seria preservado como una reliquia sagrada.

Para demonstrar que estaba pronta para recibirlo por entero, tomo la iniciativa de

besarlo. Quería que Ian la penetrase sin demora. La estaba enloqueciendo con sus

caricias. Necesitaba derribar la muralla de control con la que él se revistiera. Quería

sentir su masculinidad endurecida dentro de ella.

Con una osadía de la que jamás se juzgara capaz, aparto el kilt y se apoderó del

miembro rígido y palpitante.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 88

Ian perdió el aliento. Ella lo deseaba intensamente. La miro y el tiempo se paró.

Ansiosa, ella lo envolvió con las piernas. Aturdido, cerró los ojos ante el contacto

con la piel suave como terciopelo, intentando controlarse. Era preciso resistir. Tenía

que recordarse de las circunstancias que colocaran a Kate en sus brazos. Era un

hombre honrado. Sería incapaz de dejarse guiar por un placer egoísta y desflorar

una mujer indefensa.

— No puedo hacer esto, Kate.

— Pero yo quiero que suceda tanto como vos — ella protesto.

— Algún día podrás conocer a alguien y casarte. A tu marido no le gustará saber que

hubo otro antes de él.

— Ian, el cuerpo es mío.

— La pasión puede impulsar al cuerpo a querer ahora lo que traerá arrepentimiento

más tarde.

Kate lo callo con un beso.

— Nunca me casare. Nunca me arrepentiré de nuestro encontró porque te amo. Sé

que soy considerada una enemiga por tu regente y por tu pueblo, pero eso no me

impide de amarte y querer ser tuya.

La resistencia de Ian persistía. Era evidente la lucha entre las ansias de hombre y el

código de honor de caballero. Decidida a permitir que la naturaleza siguiese su

curso, Kate se entregó por completo al impulso del sexo. Tomo, por él, la iniciativa

de la penetración. Tomándolo firmemente, lo condujo hacia dentro de su cuerpo.

En shock, Ian no conseguía reaccionar. Por un instante, solo se quedó mirándola en

aturdido silencio.

— Kate, que fue lo que hiciste?

— Lo que más deseo en el mundo en este momento. Vos pretendes negarme eso?

Sin poderse controlar más, finalmente se rindió a la pasión que tanto lo

atormentara.

— No, Kate. Vos ahora eres mía.

Se controló al máximo, probando cualquier limite. A partir de aquel momento, haría

todo con lo que había soñado. Proporcionaría sensaciones inimaginables a Kate.

Hasta que le suplicara para que parase o hasta que ambos cayesen, sin fuerzas, en

los brazos del otro.

Ian la condujo a la cima del placer, sin permitirse dar total salida a sus propias

necesidades. Sus envestidas fueron acompañadas por caricias durante todo el

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tiempo. Sería capaz de esperar hasta que Kate alcanzase las alturas y se

recompusiese.

— Tienes hambre? — el pregunto más tarde, cuando Kate reposaba, relajada, en sus

brazos.

— Y sed. — Ella movió las muñecas, intentando liberarse. — Me puedes

desamarrar?

Sonriendo, el abrió la alforja y encontró queso, un trozo de pan negro fresco y un

pote de barro.

— En un momento — respondió.

— Mas?... — Ella bufo, exasperada.

Ian la miro, recorriendo lentamente su cuerpo con la mirada, haciéndola moverse y

enrojecer de la ingle hasta la frente.

— Ah, nunca supe donde comenzaba un rubor antes. Interesante. — Los hoyuelos

en el rosto de él se acentuaron con expresión divertida.

— Ian, eso no es gracioso. Suéltame para que pueda comer.

— No te preocupes. Voy a alimentarte — dijo, partiendo el pan y colocando un

pedazo entre los labios de ella. En seguida, dispuso los otros pedacitos sobre el

cuerpo de Kate, comenzando en el cuello y terminando pronto encima de los vellos

sedosos entre las piernas. Hizo el camino inverso al repetir con el queso el mismo

procedimiento. — No sé cómo tu padre permitió que vinieses tan lejos sola.

Kate desvió la vista, tentada a mentir, pero pensó mejor el asunto. Ian tenía una

forma extraña de sentir la verdad.

— Él no sabe.

— Como?

Lo vio mirarla con incredulidad e interrumpir lo que estaba haciendo.

— El piensa que estoy en Salisbury con mi abuela. — Miro, de nuevo, para otro

lado. — El no comprendería. — Y, si comprendiese, la odiaría, pensó.

— Alguien sabe que estás aquí?

— Sir Gregory — reveló. Lo que Gregory no sabia era que no permanecería mucho

tiempo en este mundo.

Ian retomó la tarea.

— Y como tu padre reaccionara cuando sepa en que se metió?

— El nunca podrá saber! — Exclamó, asustada, volviéndose hacia él.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 90

Meneando la cabeza, Ian continuo distribuyendo el queso por el cuerpo de Kate

hasta colocar el último pedazo en su boca.

— Moza, el acabara sabiendo, si es que no lo sabe ya.

— Vos no le contarías! No puedes. Por favor.

— Yo no haría eso, pero y si tu abuela le escribe a él preguntando por vos. Y si

Gregory o James dejaran escapar algo?

Kate se relajó.

— Abuela no sabe escribir y Gregory no revelará nada. Apenas James tal vez sea

preocupante. Muchas veces el habla primero y piensa después — murmuro.

— Más vos gustas de él.

— Gusto de quien él fue.

Frunciendo la frente, Ian puso otro pedazo de pan en los labios de ella y pidió:

— Explícame.

Como era posible explicar lo que había sentido y visto? O quien y lo que ella era? Y si

Ian pensase como su padre? La relación entre ellos era inestable. No se arriesgaría a

estropear las últimas pocas horas que tenían juntos diciendo que ella

ocasionalmente sabia las cosas antes que aconteciesen. Y por qué había previsto

aquello? Estar acostada, desnuda, las manos amarradas y las rodillas cerradas con el

hombre más hermoso del mundo, que también estaba desnudo, pero sentado con

las piernas abiertas?

— Kate, vos no me respondiste. — El sacudió el vino delante de ella. — Si quieres un

trago, debes responder.

Ella curvo una esquina del labio y, entonces, bufo de nuevo.

— James fue un niño dulce y ahora él es... bravo y presuntuoso.

— Hum... — Ian retiro el tapón del vino y bebió.

— Ei, yo respondí. No es justo.

Sonriendo, él le aparto las piernas de ella, se inclinó sobre su cuerpo y le presiono la

boca. Por instinto, ella entreabrió los labios, permitiendo que el vino, cálido y

sabroso, fluyese lentamente hacia su boca. Oh, Dios! El alimentarla era una cosa,

pero aquello...

Él se enderezo, mirando sus labios con un aire taciturno.

— Entonces, porque a vos te importa si él está o no amargado o si será o no

rescatado?

Esperando desviar el rumbo de sus pensamientos, Kate murmuro:

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 91

— Por que las mujeres sientan de piernas cerradas y los hombres las mantienen

abiertas?

— Se vos cargases esto — el paso la mano por el miembro rígido — entre esos

adorables muslos, también te sentarías con las rodillas separadas.

— Estoy viendo — ella dijo, sintiéndose ruborizar y apartando la vista de la mano de

él.

— Pensé que verías. — Guiño para ella y tomo un trago de vino. — Entonces,

porque te preocupas por James?

Y tanto esfuerzo para distraerlo!, pensó Kate. Percibiendo que sus piernas aún

estaban abiertas ante él, comenzó a cerrarlas, pero él lo impidió.

— No, yo adoro mirar hacia vos. Quédate como estás.

Oh, cielos!, ella suspiró. Bien... había comenzado con aquello, no estaba incomoda y,

si le agradaba, por qué no? A pesar de no conseguir imaginar porque el iría a querer

mirarla de aquella forma, relajo las piernas, revelando toda su intimidad.

— Estabas hablando de James — le recordó. El hombre no desistía!

— Un poco de queso, por favor — ella pidió.

— Como mi lady desee. — Ian se inclinó entre sus muslos y acaricio el pezón

derecho con la lengua, haciéndola estremecer. Usando los dientes, atrapo uno de

los pedacitos de queso depositados entre los senos y lo llevo hasta su boca.

Fascinada, ella espero que los labios se tocasen. Después de depositar el queso en

su boca, la beso rápidamente y se apartó. Y, durante todo el tiempo, ella había

estado bien consciente del miembro rígido rosando levemente su vientre.

Cerró los ojos y comió, segura de que no sobreviviera a una comida completa

servida de aquella manera. Había acabado de pensar eso cuando lo sintió de nuevo.

Abrió los ojos y lo encontró mordisqueando más pan y queso sobre su piel. Trago y

la miro. Mientras la observaba, lamia lentamente las migajas entre sus senos.

Los pezones le dolían y ella se sentía derretir. Aun había otras seis pequeñas pilas de

comida en su vientre.

Mi Dios, no voy a sobrevivir a esto!

Ian se enderezo y tomo la bebida.

— Mas vino? — quiso saber.

A pesar de tener mucha sed, reúso, meneando la cabeza y, por autodefensa, trato

de cerrar las piernas nuevamente.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 92

— No. Nada de eso. — Las aparto de nuevo. — Tenemos tan poco tiempo para

nosotros dos que quiero apreciar lo máximo posible de vos por el mayor tiempo

posible — dijo y, entonces, tomo un trago más de vino.

Kate lo observaba beber, maravillándose con el movimiento de la garganta. Al

terminar, se pasó el dorso de la mano por los labios bien delineados y sonrió para

ella. Aquella sonrisa derretiría el corazón de cualquier mujer.

— Entonces, que vas a hacer cuando vuelvas a Londres?

— Londres?

— Si, hacia donde estamos yendo.

— Ah. — Reprendiéndose mentalmente. — Primero, tengo que ver a papa. Después,

debo ir hasta la Torre y contar lo que descubrí a James y Gregory.

Y, entonces, debo atacar a Gregory por todo lo que el dejo de decirme. Mirando

hacia el techo, lo imagino como la última vez que lo había visto, todo sonrisas y

asegurándola de que no necesitaba preocuparse.

— Ian, al usar una espada, donde golpearías para provocar el máximo de dolor?

— Tomando en cuenta tu mirada, no creo que sea prudente de mi parte contestar.

Ella sonrió.

— No, yo no sería capaz de herirte por nada del mundo. Solo estaba imaginando lo

que haría en caso que tuviese necesidad.

El tomo un trago más de vino y se inclinó de nuevo sobre ella. Incapaz de resistir,

ella bebió con avidez. Suspiro al verlo alejarse.

Sonriendo, aparentemente consciente del efecto que ejercía sobre ella, dijo:

— Mejor no usar una espada. Aun siendo fuerte y alta, un hombre podría arrancarla

da tu mano. Es mejor que uses la rodilla.

— La rodilla?

— Si, apunta entre los muslos de él. Cuando se doble y, créeme, el hará eso,

agárralo por las orejas y golpéalo con la rodilla en el mentón o en la nariz.

Cualquiera de las dos opciones va a derribarlo.

— Hum... — Gregory, espérame, pensó. — Gracias.

— De nada. — Él se inclinó de nuevo y, de la misma forma que había hecho antes,

tomo un pedazo de queso y pan y los llevo hacia ella. Lamiendo el restante de su

vientre, sin dejar una migaja, haciéndola arder de deseo.

Oh! Gracias a Dios había acabado. Habría muerto de deseo si aun quedase algo.

Abriendo los ojos, lo encontró sonriendo.

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— Porque estás sonriendo ahora?

— Nada. — Y todo, pensó.

La mujer esparramada delante de él era un banquete para los ojos. Y necesitaba

hacerla beber más. No estaba embriagada lo suficiente para sus propósitos y, sin

duda, aún tenía sed.

— Bebe, moza, antes que te marchites como una hoja de otoño — dijo, llevando la

bebida a sus labios.

Pareciendo grata, ella obedeció, sorbiendo con voluntad. Ian, entonces, alcanzó el

saco y retiro el pote de barro.

— Ah, que tenemos aquí? — Abrió la tapa y sonrió. — La jalea de fresa de Iona. —

Retiro un poco del dulce con el dedo y lo llevo a los labios de ella.

Kate lamio el azúcar de su dedo, provocándolo y haciendo a su cuerpo pulsar de

deseo. Que los santos lo protegiesen. No podía dejarla tomar lo mejor. Aun tenía

que descubrir la motivación real detrás de la jornada de Katherine Margarita

Templeton. Retiro el dedo y lo colocó de nuevo en la jalea, observándola lamerse los

labios.

— Dime, de donde viene tu nombre Margarita?

— De mi abuela. — Ella suspiró, sintiendo al vino comenzar a hacer efecto. — Ella

era hija de una princesa gitana, una adivina. Era muy bonita, así como mi madre.

Ah, de ahí venia la piel dorada, pensó. Hizo que bebiese un poco más de vino antes

de preguntar:

— Vos también adivinas el futuro?

Los ojos de Kate se agrandaron y ella desvió el rosto, inquieta.

— No — mintió.

Ella mentía. Seria adivina? Eso con certeza explicaría como ella siempre escapaba de

el con tanta rapidez. Esparció la jalea sobre el pezón derecho.

— Que estás haciendo? — Kate pregunto, con la mirada fija en aquellas manos

sobre su cuerpo.

— Preparando la sobremesa. — Retiro con el dedo más jalea y aplico una capa

generosa en el pezón izquierdo, viendo con placer que se endurecía rápidamente.

Ella se contorneo, intentando escapar.

— Eso no es... voy a quedar toda melada... y no hay agua para lavarme...

Ian sonrió y uso tres dedos para retirar más jalea del pote. Comenzó a esparcir el

dulce entre los senos y marco un camino por el vientre hasta las curvas suaves entre

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las piernas. Habiendo terminado, lamio los dedos, experimentando su esencia por

primera vez, pulsando de deseo. Envolvió las piernas de ella en su espalda.

— No te preocupes, voy a lamerte hasta dejarte limpia.

— Aaah!...

Inclinándose, circundó el pezón izquierdo con la lengua. Aproximándose un poco

para que ella sintiese su deseo, susurro:

— Hum... como lo imaginaba.

— Ian, por favor — Kate gimió, arqueando la espalda, los movimientos restringidos

por la cuerda que ataba sus muñecas.

Le levanto el seno y lo tomo en la boca, dedicándose al pezón rígido. Dios, ella se

sentía tan bien!

Habiendo degustado toda la jalea, trazo con la lengua la ruta hasta el otro seno y

susurro:

— Porque es tan importante que James tenga aquellos nombres?

— Aaah!...

— Hum... — Masajeando los dos senos, chupo uno de los pezones, acariciándolo

lentamente, estimulándolo hasta librarlo de cualquier resquicio de dulce. Al levantar

la cabeza, encontró su mirada. — Adoro sentirte en mi boca.

— Ah.

— Si, y mal puedo esperar para saborear el resto. — Comenzó por el valle entre los

senos, paso por el vientre, que se estremecía de un modo delicioso y, al llegar a los

vellos, los soplo levemente, haciéndola gemir.

Ah, moza, te he deseado tanto de las maneras más íntimas posibles, pero debemos

hacerlo bien.

Escurriendo las manos bajo ella, levantándole las caderas, haciéndola apoyar las

piernas en sus hombros. Lamio levemente la capa de vellos, presionando la lengua

hacia dentro de la senda femenina.

— Qué... o qué?

Agarrándola con más firmeza, pidió:

— Cuéntame un secreto, Katie. Algo que no has revelado a ninguna otra alma viva y,

entonces, yo compartiré un secreto mío con vos. — Lo que estaban prontos a hacer

era tan íntimo que debía ser una fusión de cuerpo y alma. — Sabes lo que voy hacer,

Katie?

— No!

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— No, no quieres compartir un secreto o no, no sabes lo que voy hacer? — Se

permitió saborearla un poco más, haciéndola arquearse aún más.

— Yo... yo... no...

Ah, la pobre chica estaba respirando con tanta dificultad que estaba revirando los

ojos. Era suficiente. Alcanzo la cuerda.

— No podemos hacer esto de forma apropiada es esta red miserable. Ven.

Al liberar las manos de Kate, hizo que ella lo envolviese con los brazos y pasase las

piernas por su cintura. Cuando se levantó, ella se deslizó hasta su miembro,

gimiendo con dulzura y escondiendo su rostro en su pecho.

— Mí Dios, es tan bueno sentirte.

Sujetándola con una mano, recogió las pieles de la cama de Bret y las coloco en el

piso, recostándose sobre ellas y colocándola sobre su cuerpo.

— Vos tienes el control — dijo, colocando las manos bajo la cabeza y separando las

piernas. — Inclínate hacia el frente y estira las piernas.

Kate, con el corazón latiendo con fuerza, obedeció. Tenía el cuerpo pegado al de él,

las bocas próximas. Se levantó un poco, se movió lentamente y le gusto aquello.

Ian la observaba con ojos semi cerrados. Nunca lo habría imaginado... Ah, y él se

sentía tan bien, ellos se sentían tan bien juntos. Aquella necesidad pulsante la

estaba atormentando. Ella comenzó a moverse más rápido.

— Eso, moza, haz lo que quieras conmigo.

Oh, Dios, y ella lo estaba haciendo. Se deslizaba hacia el frente y hacia atrás,

adorando como los vellos del pecho rozaban y estimulaban sus senos, como los

músculos de la mandíbula se contraían y como el comenzaba a sudar en respuesta a

lo que ella estaba haciendo. Ah, sí, la sensación de poder era maravillosa.

— Aaah... — gimió Ian, las manos súbitamente agarrando sus caderas, ayudándola a

encontrar el ritmo.

— Cuéntame tu secreto.

— Aaah... — El arqueo el cuello.

Ah, no señor. Él la había atormentado durante horas.

— Cuéntame tú.

Jadeando, los dientes cerrados, el gruño:

— Primero vos.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 96

Ella? Bien, por qué no? Ya le había entregado el cuerpo y el corazón. Por qué no

entregar el alma? Tal vez fuera un alivio que alguien además de su abuela supiera.

De todos modos, como podría perder su amor, si era algo que no poseía?

Enojada por tener que revelar primero su secreto, por saber que él la rechazaría, ella

se movió con más fuerza.

— Soy adivina, Ian. Veo lo que va a pasar en el futuro.

Él la miro, los ojos emitiendo llamas doradas. Oh, que estaría pensando? La mecía

con más fuerza, con más velocidad, estaba tan cerca...

Aproximándola más, sumergiéndose en sus ojos, el susurro:

— Mi secreto, Katie, algo que yo nunca dije... Te amo. No debería, no podría, pero

yo te amo.

— Vos me amas?

Sonriendo, la sujeto por las caderas y paso a controlar la unión de sus cuerpos.

— Si, te amo.

Como sería posible? La amaba... todavía? aun sabiendo? Oh... Oh... Oh... el mundo

pareció estallar en millares de fragmentos brillantes.

— Aaaah, Ian... — grito.

Katie cayo, como una muñeca de tela, en su pecho.

Ian río envolviéndola con los brazos y acariciando su espalda. Sí. Nunca dejaría que

dijeran que no podía llevar a una mujer a la locura en caso que se dedicase con el

corazón y la mente. Había finalmente pronunciado aquellas palabras especiales que

pensara que nunca diría a nadie. Se sentía tan bien. Algo caluroso y fuerte ahora

ocupaba su corazón.

Hum, el aun pulsaba y estaba ansioso por poseerla más íntimamente. Mas para cada

cosa había un momento... Y Escocia venía antes que su corazón.

— Es verdad lo que dijiste? — Kate pregunto, más tarde, acurrucada en el pecho de

Ian, con las piernas entrelazadas a las de él.

— Sobre amarte? — Ian la beso en la frente y en los cabellos y ella asintió. — Si, es

verdad. — Que Dios lo ayudase! — Puedo preguntarte algo?

— Cualquier cosa.

— Que quisiste decir cuando mencionaste que lady Beth y sus hijos podrían ser

muertos?

Kate se movió de lado y se apoyó sobre el codo. Ian percibió que ella estaba en

conflicto. Que estaría en juego? El amor por el o el amor por la patria? Solo le

quedaba esperar que fuese sincera como el acababa de ser.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 97

Después de lo que pareció una eternidad, Kate se levantó y tomo un gran trago de

vino.

— Tendrás que prometer que nunca transmitirás ninguna palabra de lo que voy a

decir aquí. A nadie. Principalmente a Albany.

Ian balbuceo. El había jurado fidelidad a Albany, hasta que James fuese coronado.

De la misma forma, había acabado de declarar su amor a Kate y su lealtad por ella

no era menos verdadera.

— Juro jamás divulgar tu nombre, en caso que lo que tengas para contarme

involucre mi necesidad de actuar por el bien de mi país.

Kate lo encaro por un largo minuto antes de responder.

— Quiero que me prometas que jamás reirás o me harás sentir ridícula en la

eventualidad de que te contara algo que vislumbre del futuro que consideres

absurdo.

Cómo podría burlarse de un poder por encima de él y de la mayoría de las personas?

Con humildad, Ian cerró la mano y cruzo el brazo sobre el pecho.

— Lo prometo.

Kate se arrodillo delante de él y coloco las manos sobre el regazo.

— Yo he recibido avisos toda mi vida. El don forma parte de mi familia hace

generaciones. Nació con mi bisabuela y paso por todas las mujeres hasta llegar a mí.

— Como suceden las visiones? — Ian indago, genuinamente interesado.

— En sueños, la mayoría de las veces. Los más precisos y generalmente los más

temibles surgen con los contactos directos, como cuando alguien sujeta mis manos

o me abraza.

Ian se había apoyado sobre uno de sus codos. El impacto de la noticia lo hizo sentar

con un movimiento abrupto.

— Tuviste alguna visión cuando estabas en mis brazos?

Frustrada, Kate levanto un dedo en respuesta.

— Una vez — ella murmuro.

Ian supuso que la visión tuvo algo a ver con el acto de amor que habían compartido.

— Al respecto de lady Beth...

Kate comenzaba a explicar cuando fueron interrumpidos por golpes en la puerta.

Ella sintió el aire ser arrancado de sus pulmones. Ian la enlazo por el hombro y le

garantizo que estaba todo bien.

— Algún problema, Bret?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 98

— Faltan dos horas para llegar a puerto.

— Gracias.

Kate oyó un murmullo, pero no entendió lo que fue dicho. Un instante después, el

dueño del barco se marchó.

— Me estabas contando sobre lady Beth — Ian le recordó.

— Era el cumpleaños de James. En el momento en que lo salude, vi sangre correr

por todos lados. En lugares diferentes, en diferentes estaciones. Vi, tragedia,

muerte, fuego y destruición. Lady Beth y sus hijos también serían asesinados.

Inclusive el hijo que está por nascer. — Kate sollozo. — Yo vi James blandiendo su

espada. Él se volverá un tirano. Un ser cruel.

Ian la atrajo contra el pecho en un gesto de consuelo.

— Cuando pasara eso?

— No sé decirlo. Pero el aparece más mayor en las visiones. Los cabellos también

están más largos. Sus trajes son opulentos. — Kate cerro los ojos ante un súbito

escalofrió. — El será liberado y castigara a aquellos por quien cree haber sido

traicionado, en caso que la situación real no sea esclarecida. Fue por eso, Ian, que

prepare aquella lista. James precisa ser informado de que no todos sus súbditos lo

olvidaron. Que muchos están luchando por él. Tengo que verlo antes que sea

demasiado tarde y el odio y el resentimiento lo enloquezcan al punto de cegarlo a la

razón.

— Y yo destruí la única prueba que conseguiste.

Ian bajo la cabeza, arrepentido. Kate lo hizo encararla.

— Vos no podías saber. Algo se me ocurrirá a su debido tiempo. Nada me hará

perder la esperanza de salvar a James y millares de vidas inocentes.

Ian asintió. No sabía si creer realmente en las predicciones de Kate, pero admitía la

posibilidad de haber criaturas con dones especiales. De cualquier modo, nada de lo

que ella le contara lo llevaría a alterar su plan original. Gregory Campbell poseía

información de su interés. El le diría a quien fue entregado el pedido de rescate. El

revelaría la identidad del miserable traidor de Escocia.

— Creo en vos, mi amor.

Lágrimas de emoción se deslizaron por las mejillas de Kate.

— No puedes imaginar lo bien que me hace oír esas palabras, Ian. No tengo nadie

con quien compartir mis sueños y temores. Gregory fue el último con quien tuve

oportunidad de conversar francamente sobre James. El me incentivo a venir a

Escocia cuando sugerí una investigación sobre el motivo por el cual el rescate nunca

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 99

fue pagado. Me oriento para que buscara a su esposa porque ella sabría informarme

sobre la presente situación política del país. Fue de él la idea de que me presentase

como la viuda de Robbie. Fue el quien me dio el broche.

Ian reflexiono por un momento sobre la explicación. Margaret Campbell nunca se

interesó por algo más allá de su bienestar. Conscientes de ello, Albany cuido de

mantenerla aislado con su hermana, rodeada por todo confort.

— He oído decir que la Torre encierra, en verdad, numerosas construcciones.

— Diecisiete — Kate respondió. — James es mantenido en la llamada Torre del

Campanario.

— Porque allí queda el puesto de vigía?

— Si — Kate admitió, sorprendida. — Como sabes eso?

— No lo sabía — Ian respondió con una sonrisa satisfecha. — Pero tiene sentido.

Dime, con qué frecuencia vos lo visitabas?

— Una vez por mes. En los últimos tiempos, espacie un poco más las visitas. Como

dije, James estaba volviéndose insoportable.

Una vez por mes. Los guardias, por tanto, no se extrañarían de la presencia de Kate.

— Precisas identificarte al guardia con alguna seña? Algún gesto o código secreto?

— No. Ellos me conocen.

Satisfecho con lo que acabara de descubrir, Ian jugo con una mecha de cabello de

Kate.

— Porque no me cuentas un pasaje divertido de tu vida, para variar?

— Quieres saber la historia de la niña que fue desterrada de la Corte?

— Vos?

Kate hizo que sí.

— Era día primero de mayo, fiesta de la primavera, y yo tenía diez años. La

celebración ya había iniciado cuando mis padres y yo llegamos al palacio de

Windsor. Quede deslumbrada con el espectáculo de marionetas, de magia y de

acrobacias. Estaba anocheciendo y yo ya había tomado una considerable cantidad

de ponche. Andaba por un corredor a oscuras cuando vi un hombre bonito

levantando la falda de una moza. No me impresione con el acto. Mi madre ya me

había contado que era así que los casados hacían los bebés. Más tarde, con todos

reunidos en el salón para la gran cena, mi padre nos presentó, a mí y a mi madre, al

caballero elegante y a una mujer gorda que estaba al lado de él, diciendo que era su

esposa. Yo, en la inocencia de mis diez años, moví negativamente la cabeza y dije a

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 100

mi papá que estaba equivocado. Que la esposa del hombre bonito era una moza

vestida de rojo con quien yo lo vi haciendo un bebé.

Ian se atraganto con el vino.

— Vos no hiciste eso!

— Oh, sí, lo hice! Como resultado, fui llevada hacia fuera de la fiesta por la oreja.

Pude saber, algún tiempo después, que la duquesa expulso al hombre bonito de su

vida. Lo mismo pasó con la moza de rojo. El rey estaba cerca y escucho mi

declaración. Hasta aquel momento, la joven era su favorita.

— Es fácil entender por qué fuiste desterrada de la corte.

— Para nunca más volver — Kate agrego.

Ian acaricio los cabellos sedosos, le dio una sonrisa y decidió hacer la pregunta que

estaba en su mente hacia días.

— Te has enamorado antes?

— Nunca.

El contuvo un suspiro de alivio. Detestaría descubrir que otro probara antes de él el

sabor de aquellos labios y la suavidad de aquella piel y de aquellos cabellos.

Kate también quería hacerle una pregunta. Aprovecho el momento de intimidado

para tentar su suerte.

— Pretendes convertirte en jefe de tu clan algún día?

— Si, pero para que mi sueño se haga realidad, antes tendré que formar mi propio

clan. Los MacKay tienen a Black Angus como líder, y su hijo deberá ser su sucesor.

Un nuevo golpe a la puerta interrumpió la conversación.

— Que sucede ahora, Bret? — Ian rezongo.

— Vamos a encorar dentro de algunos minutos.

Kate se encamino hacia la escotilla. El tiempo parecía haber volado en los brazos de

Ian, Ella llego a olvidar su miedo al mar.

Ian estaba vistiendo una calza negra cuando ella se volvió. En seguida, él se sentó y

saco un par de botas negras de un armario.

— Que estás haciendo? — ella pregunto, sorprendida.

— Voy a descender con vos. La falda escocesa no sería apropiada como vestimenta,

no crees?

La perplejidad la dejo sin voz por un instante.

— No! No puedo permitir que te expongas por mi causa!

Ian envaino la espada.

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— No podrás detenerme.

Kate se recompuso mientras argumentaba.

— Pero su acento lo traicionara al primer momento.

— Que acento?

Las sorpresas nunca acababan. Ian comenzó a hablar como ella, como su padre,

como cualquier inglés.

— Deprisa —dijo mientras la ayudaba a terminar de vestirse, colocando la capa

alrededor de sus hombros. — Estás adorable.

Antes que dejaran la cabina, Ian la beso gentilmente en el rosto. Ella se sintió sola

como nunca se sintiera antes. No podía engañarse. Ian y ella pertenecían a mundos

opuestos.

No obstante, Kate intento deshacer el nudo que apretaba su garganta. La playa

estaba próxima y estaba de vuelta en Inglaterra. Su país de nacimiento. Porque,

entonces, el paisaje no le parecía más familiar?

Londres. Ian detestaba este lugar. Era allí que retenían a su rey. Estuvo en esa

ciudad cinco años antes como un mercenario y juro nunca más regresar. Sin

embargo, allí estaba el!

La sombra de la iglesia de Greyfriars, una construcción imponente con vitrales

coloridos a lo alto, aguardaban el cruce de un coche de bueyes para proseguir

rumbo a la parte sur de la ciudad, donde Kate vivía.

Quedo impresionado con la elegancia del barrio que Kate llamo de Strand. Ella, sin

embargo, no se detuvo delante de ninguna de las casas de ladrillos aparentes,

características del lugar. Tuvieron que recorrer varias calles hasta que ella indicase

un pequeño edificio y lo llevara a la segunda planta.

Campanadas de la iglesia comenzaron a repicar en ese momento. Ian conto seis

toques. Faltaban tres, por lo tanto, para que pudiese entrar en la Torre.

— Mi padre no está en casa — Kate aviso después de golpear la puerta. — Pero eso

no será problema. — Levanto la mano y tomo una llave escondida en el marco. Dejo

escapar un grito de espanto al encontrar la sala volteada.

Libros y panfletos habían sido desparramados por el suelo. Las frutas se estaban

estropeando en la frutera.

— Tu padre debe haber sido asaltado!

— Tal vez no. — Kate se calmó después del impacto. — Él siempre fue desordenado.

Mi ausencia tal vez justifique este lio. Siéntete libre. Voy a ver si el sr. Boots está por

aquí.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 102

— Podemos ser presentados en otro momento. — Pronto a despedirse de ella, la

última cosa que necesitaba era conocer un admirador.

Cuando Kate regreso, estaba sonriendo y cargando un gran gato gris.

— Ian, este es el sr. Boots.

— Un gato?! — Ian río, aliviado. — Un placer conocerlo, sr. Boots.

— Tienes hambre? — pregunto Kate, ofreciéndole pan, miel y vino. Sonreía como si

hubiese acabado de recibir un premio. — El pan está fresco. Papá estuvo aquí hasta

hace pocos instantes. Gracias a Dios!

— Alguna razón para pensar lo contrario? — Ian pregunto, curioso.

— Tuve un sueño aterrador. No pude ver su rosto, pero sabía que era mi padre.

La aflicción causada por la pesadilla hizo a Kate estremecer. En breve ella e Ian

tendrían que separarse. Fue asaltada por un intenso malestar.

— Amor, yo preciso...

— No digas más nada! — Kate lo hizo callar con un toque en los labios. No

suportaba pensar en su vida sin Ian.

— Te amo, Kate. Antes de conocerte, jamás pensé que pudiera amar a alguien.

Los ojos de Kate se inundaron y ella lo abrazo por el cuello.

— Yo también te amo. Más de lo que jamás sabrás.

Con un suspiro de pesar, Ian retiro gentilmente las manos que lo ceñían. Kate pensó

en arrojarse a sus pies e implorar que se quedase. Pero ella sabía que la elección no

era de ninguno de los dos. Sintiéndose débil e impotente como nunca, sollozo.

Ian volvió a abrazarla.

— Me gustaría quedarme, pero no puedo. Solo después que haya paz entre

nuestros pueblos volveremos a encontrarnos. Prometo que ese día volveré a

buscarte.

Un beso sello la promesa. Kate correspondió con todo su amor. Ese beso de

despedida habría de permanecer por mucho tiempo como un bálsamo de confort y

esperanza. Porque, en lo íntimo de cada uno, quedaba el presentimiento de que el

conflicto entre Inglaterra y Escocia nunca cesaría.

Ian la aparto con evidente esfuerzo. Sus ojos brillaban, él estaba vulnerable. Kate se

obligó a mantener el control. Era difícil para los dos. No quería empeorar la situación

poniéndose a llorar en el último minuto mientras Ian partía para embarcarse en un

camino de lo más peligroso.

— Antes de irme sin embargo, tengo algo para darte. — El tomo de un saquito de

cuero del cinto una cruz hecha de ametista unida a una cadena de plata.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 103

— Es maravillosa.

Se colocó atrás de ella y puso la cadena en su cuello.

— Perteneció a mi madre, y antes a mi abuela. La vengo cargando conmigo desde

antes de que me golpearas aquel día. Quiero ofrecértela ahora porque eres la mujer

con quien deseo pasar el resto de mi vida.

Por más que luchase para contenerse, Kate no resistió esa confesión. Tanto tiempo

desperdiciado, tantas oportunidades perdidas...

— Esperare por vos por siempre, se fuera necesario— Kate prometió con una

sonrisa mojada de lágrimas.

Se abrazaron con ímpetu. El pecho de Ian ardía. Él la encontraría en el fin del mundo

se fuese preciso. Así que descubriese la identidad del hombre que traicionara a su

pueblo y les devolviese la paz, volvería para buscarla.

— Un último beso, amor, antes que me vaya.

Incapaces de separarse, los amantes permanecieron en los brazos del otro mientras

recuperaban el aliento, que volvieron a perder con la llegada abrupta de Hugh

Dupree Templeton.

— Papá!

— Que significa esto? Quien es este hombre? — El padre de Kate, un hombre alto,

delgado y calvo, pregunto atónito.

Aturdida, Kate se enjuago los ojos y se volvió hacia Ian, sin saber que decir. El, sin

embargo, se inclinó, impasible.

— Sir John Goodman de Hawks Nest, señor.

Templeton frunció el ceño.

— Hawks Nest? Nunca oí ese nombre. Porque estás llorando, Kate? Pensé que ibas a

estar tres meses con tu abuela.

Ian resolvió esclarecer inmediatamente la situación. En parte. Porque aún no había

posibilidad de revelar su verdadero nombre. Enlazo a Kate por la cintura y sonrió.

— Está llorando de emoción, señor. Acabo de pedir la mano de su hija en

matrimonio y ella dijo que si, en caso que el señor lo apruebe.

Su padre pestañeo.

— Es verdad? Vos aceptaste la petición? — Después de la señal afirmativa de Kate,

su padre quiso saber si Ian tendría condiciones de dar un techo a su hija.

— Sí, señor. Soy un caballero. Recibí mis espuelas a los doce años.

— Está bien, entonces. Pueden casarse. — Se giró hacia Kate. — Estoy hambriento.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 104

Ian se despidió con un apretón de manos y se encamino hacia la puerta. La frialdad

de Templeton lo sorprendió. Su hija estuvo fuera de casa y casi murió de

preocupación con él. El hombre no le dio un abrazo ni le deseo felicidades por el

noviazgo.

Partía con el corazón apretado y el firme propósito de compensarla por el resto de

sus días con todo amor y dedicación. La beso y finalmente se fue, llevando consigo la

capa de Kate.

Aunque el sol ya hubiese desaparecido en el horizonte, las calles de Londres

continuaban ocupadas. Ian, con la capa de Kate doblada bajo el brazo, procuraba

evitar los caminos por donde pasaban los soldados de Henry. En el camino a la

Torre, resolvió hacer una parada en el mercado entre High Street y Emms Iane.

Había de todo en los puestos. Los vendedores anunciaban sus productos a buenos

precios. Le quedaba al cliente considerar si decían la verdad. Las tiendas exponían

alimentos en general, desde huevos y peces hasta granos y frutas. Había un ala, más

al interior de la plaza, con tiendas hechas de ladrillos, que vendían tejidos, utensilios

domésticos y baratijas.

Apresurado, Ian resolvió comprar un trozo de queso y un pote de frambuesas de

modo de poder comer por el camino, sin perder tiempo.

Cuando llego al rio Támesis solo quedaba una frambuesa en el pote. En Anchorage,

tomo dirección este, pasando por centenas de embarcaciones. El aire estaba

pesado, aunque soplase una brisa. Los olores se confundían. Como, vino, pimenta y

madera quemada.

Cargadores de muelles y hombres del mar se ocupaban en mover las cargas.

Entretenidos con su trabajo, nadie reparo en Ian, que caminaba entre las pilas de

cajas y de toneles como si también perteneciese al grupo.

Un fardo de algodón llamo la atención de Ian por estar amarrado con una cuerda

que amenazaba soltarse. Para lo que pretendía hacer, aquello sería útil. Así, después

de mirar hacia los lados y verificar que no había nadie cerca, saco la daga del cinto,

corto un pedazo y lo enrollo sin parar de andar hasta avistar la Torre. La cadencia de

los pasos fue disminuyendo gradualmente sin que Ian se diese cuenta. La

construcción colosal lo impresiono. Circundada por un foso y delimitada por el

Támesis al sur, la torre parecía inexpugnable. Proyectada sobre un fuerte romano,

sus paredes tenían más de un metro de ancho. Al menos era eso lo que la gente

decía.

A medida que se aproximaba a la Torre del Campanario, al sudoeste, Ian meditaba

sobre la improbabilidad de llevar su plan a cabo. Había muchos obstáculos. El foso,

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 105

la vigilancia, el portón de acceso, los innumerables corredores y cámaras, todos los

centinelas en sus puestos, pasando por la Torre Blanca, la residencia real, donde la

guardia debería ser redoblada, hasta finalmente llegar al lugar donde James estaba

aprisionado.

Lo conseguiría. Tenía que conseguirlo.

Hasta que las campanas anunciasen la novena hora sería preciso encontrar un

refugio donde su presencia no fuera notada. El lugar perfecto surgió después de Ian

doblar una esquina. Un refugio de carruajes. No había movimiento. Después de

espiar su interior y verificar que nadie lo vería entrar, Ian siguió directo hacia el

fondo. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en una rueda, y suspiro de

alivio. Hasta allí todo iba bien.

La etapa siguiente demandaría mayores habilidades. Ian saco de las largas mangas

de la túnica la cola que cortara de un caballo negro, amarro una de las puntas con

una parte de la cadena y se puso a trenzar los hilos que, de parecido con los cabellos

de Kate, solo tenían el color y el largo.

Terminados los preparativos, se recostó, determinado a aprovechar el tiempo que le

quedaba para descansar. Esa sería una larga noche.

En Benochie, en las proximidades de Aberdeen, Shamus contemplaba sobre su

caballo la extensa charneca de Harlaw, cortada por el rio Drie. Aquel era el punto

que los habitantes de las Tierras Altas consideraban el portal de entrada hacia las

Tierras Bajas de Escocia.

Por detrás de la formidable cadena de montañas, diez mil personas furiosas

aguardaban órdenes para atacar.

El pueblo estaba sediento de sangre después de oír las historias contadas por

Donald, el Señor das Ilhas. El sabía que sus fuerzas originales, que incluían los

miembros del clan de los Cameron, habían sido asaltadas y abatidas a golpes de

espada y de artillería en Inverness y Dingwall por soldados de los Stewart. Los

Stewart contaban con la protección del ejército de Albany, después del anuncio de

que el condado de Ross seria entregado a su hijo John, y no más a Donald, que

debería recibirlo por derecho.

El territorio y el poder estaban siendo amenazados. Tal vez también la corona. Eso

significaba que ningún hombre en la retaguardia abandonaría su puesto hasta que el

enemigo se desbandase o fuese derrotado. La gran preocupación de Shamus era con

el hecho de que los clanes frente suyo mantuviesen esa misma disposición.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 106

Del lado opuesto, montado en su caballo, estaba John, el hijo de Albany, conde de

Buchan, y su primo Alexander Stewart, conde de Mar. Con ellos, se presentaban

Irvine, Davidson y sir Andrew de Leslie con sus seis hijos, entrenados en batallas.

Siguiéndolos, a pie o a caballo, toda la población masculina de burgo de Aberdeen.

Pero eso no era lo peor.

Shamus había estudiado el área en detales y la conocía a fondo. Guiándose de

acuerdo con lo que su hermano Ian haría, se pasó la noche argumentando con el

comando montañés, intentando desertar de la idea de atacar de frente. Sin

embargo, fue derrotado. Para Shamus, los habitantes de las Tierras Altas sufrirían

grandes pérdidas. La experiencia le decía que el grupo debería atacar

simultáneamente por tres frentes distintos. Pero no. El ataque seria directo y

frontal, al amanecer. Donald y Cameron creían en su oportunidad de conquistar la

victoria por estar en mayor cantidad.

Seria un baño de sangre.

En el pasado, Shamus fue testigo de la estrategia de Mar en los campos de batalla. El

investía a sus soldados de armaduras. Mientras derribaban al enemigo a golpes de

espada, la mayor parte de sus hombres permanecía ilesa.

Con una imprecación, Shamus miro hacia el cielo y localizo la Estrella del Norte.

Rezo, en ese momento, para que Ian estuviera seguro donde quiera que fuese, e

también la moza que tuvo el poder de cautivar su corazón, lo que ninguna otra

mujer consiguiera. Rezo por todos los montañeses. Por último, rezo por si mismo.

— Que el cielo nos proteja!

* * *

Ian fue arrancado del sueño por el monótono repicar de las campanas. Nueve

campanadas. Había llegado la hora.

Sacudió la capa de Kate para retirar cualquier partícula de polvo que pudiera

haberse adherido a ella o al bordado. La llevo al pecho y la olio para poder sentir el

perfume de rosas y de mujer. Quería estar al lado de ella. Cuantas lunas iluminarían

las noches hasta que volviese a verla?

Para escapar del dolor de la nostalgia, tiro la capa sobre sus hombros y cerro el

único botón. Sostuvo, en seguida, sus propios cabellos, que usaba a la altura de los

hombros, sobre la oreja derecha y los amarro atrás. Con la frambuesa que había

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guardado, tiño sus labios, de modo que quedaran rosados como los de Kate. Por fin,

para completar el disfraz, se puso la capucha en la cabeza y la puso sobre el rosto.

En silencio, agradeció por Kate ser alta y tener pasos largos, lo que facilitaría su paso

delante de los centinelas.

— No es esa la Templeton quien llegó para una visita más al Príncipe? — Ian

escucho a uno de los guardias. — Ella nunca se cansa?

— Si, es ella.

Con la respiración suspendida y la cabeza baja, Ian asintió. Los guardias descruzaron

sus lanzas. Conforme Ian atravesaba el portal, uno de ellos pellizca su muslo.

— Cuando termines de servir a Su Majestad, te estaré esperando, dulcecito.

Ian sintió que empalidecía bajo la capucha. Sus puños se crisparon. Era odioso

pensar que estaba de manos atadas. Su voluntad era engañar al sujeto. Y todos los

otros que encontró por el camino, que habían molestado a su Kate, hasta alcanzar el

ala infame donde James estaba encerrado.

El único que lo trato con respecto, tomándolo por Kate, fue justamente aquel que

guardaba los aposentos del príncipe.

— Ha vuelto. Como fue su viaje a Salisbury?

Rezando para que el guardia abriese pronto la celda, contrajo la garganta para afinar

la voz.

— Bien.

La puerta finalmente fue abierta e Ian se apresuró a entrar. El silencio solo fue

quebrado por el sonido sordo de la puerta al ser nuevamente cerrada y por la llave

al ser girada en el cerrojo.

Con el ceño fruncido de expectativa, subió la escalera de caracol de dos en dos

escalones. En los primeros dos pisos, no vio ninguna luz por debajo de las puertas.

Los lugares parecían desiertos. Continuo, entonces, rumbo al tercero.

Había un solo hombre guardando la única puerta de donde escapaba por el ojo de la

cerradura un poco de claridad. Ian lo toco en su hombro para llamar su atención.

El guardia se levantó, sobresaltado. Se llevaría una seria reprimenda si su descuido

llegase al conocimiento de sus superiores. Antes que la amiga del príncipe pudiese

llevar el hecho adelante, pensó que tal vez pudiese facilitarle la visita, atendiéndola

rápida y gentilmente.

— Buenas noches, señorita.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 108

Sorprendido con la rapidez de su acceso a la Torre del Campanario, Ian hizo una

señal de agradecimiento con la cabeza y se giró en dirección a la cámara real. Aun

no había dado el segundo paso cuando la puerta se cerró a su espalda.

Un joven larguirucho, sentado a un escritorio, soltó el libro que estaba leyendo y

levanto lentamente los ojos, revelando un rosto pálido al extremo.

— Ah, sos vos. — El viro de espaldas y ordeno que Kate le sirviese vino, como si ella

fuese su esclava.

Ian tiro la capa con un movimiento brusco y escondió la trenza entre los pliegues de

la tela.

— Sírvete vos mismo.

James volvió a virarse. Sus ojos doblaron su tamaño. Su queja cayó.

— Quien es usted?

Seguro de que James se pondría a gritar por los guardias así que recuperara el

aliento de susto que se llevó, Ian cubrió la distancia que los separaba en tres largas

zancadas, agarro al príncipe por la nuca y le tapó la boca,

— Soy Ian MacKay — respondió junto al oído de James. — Le aconsejo permanecer

en silencio durante mis explicaciones. Baje el tono de voz al hablar o ninguno de

nosotros vivirá para recuperar la libertad.

Aún más pálido, si era posible, James asintió. Ian aflojo inmediatamente la presión

alrededor de su cuello.

Le molesto la humillación a que su monarca fuera sometido. La chimenea estaba

apagada. La alfombra en que pisaban estaba vieja y gastada. Las paredes eran

groseras, sin ningún tipo de acabado. No había armarios ni estanterías. Los libros

estaban apilados en la parte superior de la mesa. Las velas estaban a la mitad.

— Donde está Campbell? — indago, a lo que James apunto hacia una sala

adyacente. Después de mirar en esa dirección, Ian sonrió. — Quisiera tener la

bondad de llamarlo, Majestad. Tenemos mucho que discutir y poco tiempo para

hacerlo.

James se apresuró a obedecer. Instantes después, Gregory Campbell se presentó. A

pesar de la información de Kate, Ian se sorprendió al constatar cuanto el hombre

envejeciera en esos años.

— No este tan sorprendido, Campbell. Vos me conoces de largo tiempo.

— Vos eres la última persona sobre la faz de la Tierra que imaginaba encontrarme

en este momento.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 109

Sin esperar que le ofrecieran vino, Ian se sirvió de una copa que supo pertenecía al

viejo hombre.

— Los he buscado en la esperanza de que podamos intercambiar información de

vital importancia. Vine con el propósito de liberarlos y de garantizar la seguridad

para Escocia. No en ese orden, necesariamente.

Gregory concordó con evidente escepticismo. En silencio, se sentó sobre un

taburete. James permaneció de pie. Colocándose atrás del otro prisionero y

cruzando los brazos

Ian lo encaro como si quisiese leer sus pensamientos.

— Nuestra Majestad no fue olvidado. Nosotros lo queremos de vuelta. Los

responsables de muchos clanes están economizando cada centavo para juntar el

dinero exigido por el pago de su rescate. — Ian enumero los nombres de los jefes,

iniciando por su propio líder y terminando con Duncan MacDougall de Drasmoor. —

Ninguno de ellos está midiendo sacrificios de modo de garantizan su libertad, en el

momento en que el valor sea estipulado.

Campbell levanto la mano, interrumpiendo el discurso.

— Como así? Cuando el valor sea estipulado? El valor fue estipulado hace mucho

tiempo!

Ian fingió desconocer la información.

— A quien el pedido de rescate fue enviado?

Gregory enrojeció de indignación.

— Justamente vos me haces esa pregunta? El brazo derecho de Albany?

Entonces Kate estaba en lo cierto. Todo lo que ella le contara era verdad. Sacudido

con la confirmación de su sospecha, Ian se dejó caer sobre una silla y suspiro,

desalentado.

— Cuando?

— Hace cuatro años. Exactamente un año después de que nos trajeran,

encadenados, a este maldito lugar.

El gusto amargo de la decepción se infiltro en la sangre de Ian. Por casi una década

había servido fielmente a Albany. Sin saber, también había traicionado a su gente,

su soberano. Su querida Escocia se encontraba al borde de una guerra civil. Porque

oficialmente el trono estaba vacío. Y, si la duplicidad de Albany se hiciese pública,

mucha sangre seria derramada.

Ian sintió que las entrañas se le retorcían. Como pudo haber sido tan ciego?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 110

— Mi Dios, hombre! — La mano de Campbell se posó sobre su hombro echado hacia

el frente, como si un inmenso fardo hubiese sido depositado. — Vos realmente no

sabías, verdad? Nadie sabía.

Ian movió la cabeza negativamente. En seguida se levantó. No podía dejarse vencer

por el impacto de la revelación. El futuro estaba en sus manos. Confrontaría a

Albany. Estaría dispuesto a matarlo, si fuese preciso.

— De cuanto es el rescate?

— El documento firmado por Su Majestad, como prueba de que estaba vivo,

establecía la cantidad de sesenta mil libras en plata.

El rescate de un rey. Un valor más allá de la capacidad de las arcas de Escocia. Ian

tenía conocimiento de las cifras. Él tuvo la oportunidad de ver los registros. Pero

James no debía ser consciente de ese hecho. No era de admirar que el joven

monarca hubiera perdido la fe en sus súbditos. Cuatro años de espera era un largo

tiempo.

— Nosotros lo sacaremos de aquí, Majestad. Yo y los señores que mencione

inicialmente. Esto es una promesa.

La cuestión era cuanto tiempo más les llevaría hacerlo, pensó Ian.

— Como consiguió entrar aquí? Parece increíble que haya pasado por los guardias.

Ian se puso a andar de un lado para otro.

— Ustedes tienen un ángel en el cuerpo de una mujer. Fue su buena amiga Kate

Templeton quien me informo de la verdad.

Gregory dejo escapar una exclamación de sorpresa.

— Entonces ella consiguió llegar a Escocia!

Y para salvarlo y a James, ella casi pierde la vida.

— Sí. Ella fue hasta Escocia y consiguió volver a casa, de donde no debe salir

nuevamente — Ian declaró. Las circunstancias eran siniestras. La muerte rondaba

sobre todos los envueltos en la trama urdida por Albany. James ciertamente no

tenía idea del plan que Campbell colocara en acción, al enviar a Kate hacia Escocia.

— Ella le hablo sobre mi esposa? Sabe si ella está bien?

Ian permaneció en silencio. Su duda hizo que Campbell adivinase la respuesta.

— Mi Dios!

— Lo siento mucho, milord — Ian murmuro. — Siento ser el portador de esta triste

noticia.

— No puede ser!

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 111

La palidez del hombre asusto a Ian. Al verlo vacilar, se apresuró a ayudarlo a

sentarse.

— Ella se fue en paz, milord. Partió durante el sueño — mintió, sin saber de qué otra

forma podría confortar al viudo. — Me dijeron, durante el cortejo, que sus últimas

palabras fueron dichas en las oraciones por su seguridad y su breve regreso al hogar.

— Vos estabas allá? — Campbell sollozo.

— Claro que sí. Lady Margaret era una dama respetada en nuestra tierra. Como

podría faltar a su ultimo homenaje?

— Gracias.

Ian palmeo amigablemente el hombro del otro. Callo la verdad. Campbell, al final,

no precisaba saber que el motivo de su presencia en el funeral era intentar

recuperar cualquier documento que pudiese estar guardado bajo su protección.

Las campanas comenzaron a tocar en aquel instante. El sonido resonó por las

paredes del recinto, obligando a Ian a taparse los oídos. Tenía la impresión de que

su cabeza explotaría con la próxima campanada. O que enloquecería. Para su

espanto, ni a James ni a Campbell parecían molestarles.

— Como lo soportan?

James encogió los hombros.

— Después algunos años, acabamos acostumbrándonos.

Era casi la hora del cambio de guardia. Ian se recordó que necesitaría apresurarse.

Aparto algunas monedas de oro que traía en la bolsa atravesada sobre el pecho y las

entrego a James.

— No es mucho, pero podrá ayudarlo a comprar algunos favores mientras es

obligado a permanecer aquí. Espero que su liberación no tarde. Ahora debo irme.

Ian se disfrazó nuevamente y se cubrió la cabeza con la capucha. Antes de salir, hizo

una profunda reverencia a James.

— Nunca pierda la esperanza y nunca olvide quienes son sus amigos, Majestad.

— No me olvidare, MacKay. Ahora vaya, antes que sea descubierto.

Diez minutos más tarde, Ian estaba de vuelta en el portal oeste. Su deseo de dar una

lección al imbécil que lo confundía con Kate, tomándose libertades, preciso ser

contenida. Lo que no esperaba era que al intentar ignorar al sujeto, fuera a querer

palpar el lugar donde imaginaba estaban los senos de Kate.

— Aaaaaaaaai!

El grito broto del fondo del pecho de Kate.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 112

Ian! Era el quien estaba siendo torturado en la rueda. No su padre. Desnudo. Los

pies y las manos amarrados con cuerdas. Ella vio su rosto cubierto de sudor y sintió

el olor de la sangre.

El grito y su grito se confundió con el de ella.

— Kate! Despierta! Estás teniendo una pesadilla.

Alguien estaba tratando de sujetarla y ella lucho para soltarse.

— Kate! Abre los ojos! Estás segura aquí, hija. Despierta!

Aun a los gritos y con el corazón latiendo acelerado, Kate hizo lo que le pedían.

Estaba tan fuera de sí que demoro en percibir que estaba en su propio cuarto, en los

brazos de su padre.

— Papi?

Él la abrazo con evidente alivio.

— Oh, Kate, gracias a Dios! Casi me matas de susto. — El acaricio los cabellos de su

hija como si aún fuera una niña. — Ya debería haberme acostumbrado a tus

pesadillas, pero ellas aún me aterrorizan. Esta fue la peor que recuerdo.

— Ian! — Entre el sueño y la vigilia, Kate necesito de algunos instantes para vencer

el letargo. No podía ser real. Ella no podía estar sin Ian. Ella no podía estar en los

brazos de su padre. Él la ignorara como hija desde la adolescencia, así como pasara a

ignorar a su madre.

— Gritaste varias veces ese nombre — dijo su padre.

Desesperada de preocupación, Kate comenzó a vestirse.

Debía ir hasta la Torre de Londres. En el sueño, la capa que prestara a Ian estaba

colgada en una esquina de la celda junto con las botas de él. Como fue capturado

era un misterio, pero el hecho era ese. Ian estaba preso y necesitaba ayuda.

— Que está pasando? — su papá pregunto, pero Kate continuo vistiéndose como si

no lo hubiera oído. — Kate, responde!

— No puedo.

Para sorpresa de Kate, su padre volvió a abrazarla.

— Mi pequeña! Mi pobre hija!

De repente, Kate vio a su madre en los ojos de su padre. Sus cabellos largos y negros

se movían con el viento. Ella sonreía tímidamente para él. Kate podía sentir la

emoción y la aprehensión en su pecho.

— Si — ella dijo, entonces, y su sonrisa se acentuó. — Me quiero casar con vos.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 113

Sus padres estaban rodeados por un campo dorado de trigo. Una felicidad tan

grande la inundo, que sus ojos se llenaron de lágrimas.

La imagen se desvaneció y Kate cerró los ojos por un instante. Cuando volvió a

abrirlos, su papá, con los ojos llorosos, indicaba la cruz en su cuello.

— Sé que eres sensitiva, Kate. Así como lo fue tu madre. Hace un largo tiempo que

lo descubrí.

Se le ocurrió a Kate negar su condición, pero de que serviría? Viviera una mentira

por veinte años y estaba cansada de guardar ese secreto. No era algo, después de

todo, de lo que tenía que avergonzarse. A pesar del juramento que su madre la

obligara a hacer, especialmente por causa de su padre.

— Ahora también vas a odiarme, como odiabas a mamá?

Su padre sollozo, para espanto de Kate.

— Yo nunca sería capaz de odiarte, hija. Te amo y también ame mucho a tu madre.

— Dejaste de amar a mamá cuando supiste sobre su don — retruco, amarga y

escéptica.

— No. Nunca deje de amarla. En mi ignorancia, me retraje. Cometí un error

imperdonable al dejar que ella muriese sin implorar por su perdón. — El sujeto las

manos de Kate. — Tenía miedo. No de tu madre y de sus visiones. Pero que ella

pudiese predecir el futuro a una persona sin escrúpulos y que la aprendiesen y la

juzgasen por herejía. Y a toda nuestra familia. Sin saber cómo lidiar con el problema,

mi temor se manifestó en rabia. Rabia contra mí mismo, no con tu madre. Fui

egoísta, tonto y cruel. No quería perder mi puesto en la corte, mi prestigio ante el

rey. Me falto coraje para apoyarla y defenderla.

Kate espero a que su padre terminase de hablar, sin interrumpirlo.

— Porque estás contándome esto ahora?

— Porque no quiero perderte como perdí a tu madre. No quiero que te vayas sin

saber que te amo y que ahora soy capaz de entender que tienes un don especial,

como lo tenía tu madre.

La voluntad de creer que su padre estaba siendo sincero la venció. Lo abrazo,

emocionada. Necesitaba de su afecto. Pero Ian estaba corriendo peligro y él era su

prioridad.

— Papá, puedes ayudarme?

— Que necesitas?

— Monedas.

—Cuantas?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 114

— De todas las que puedas darme.

Su padre vacío la bolsa en las palmas de las manos de Kate.

— Que está sucediendo? —le pregunto, su ceño fruncido.

— Desearía poder contarte, pero juro que es por una buena causa. Te agradezco

desde el fondo de mi corazón.

Sin pérdida de tiempo, tomo el único vestido limpio que le quedaba y lo vistió por

encima del que estuviera usando en los últimos días. En una cesta, coloco algunas

mudas de ropa interior, las cintas de las que disponía, sus tijeras, un poco de vino y

pan.

— Sentiré tu falta, hija mía.

— Yo también la suya, papá. Cuidará bien del sr. Boots?

El dijo que sí y la abrazo una vez más. En el camino de la puerta, Kate se agacho y

recogió la capa que su padre dejara caer. Pidió quedarse con ella y el la coloco sobre

sus hombros, en un gesto de despedida y protección.

Así que la puerta se cerró, sin que Kate desconfiase del plan de su padre, el corrió

hacia su cuarto, levanto una tabla del piso y recogió una pequeña bolsa de cuero. No

era solo el nombre Ian que Kate gritara durante la pesadilla. Sabía que ella estaba

caminando hacia la Torre de Londres, donde su novio probablemente fue detenido.

En medio de la noche, Kate recorría los callejones del puerto con el aliento

suspendido. Marineros la llamaban para divertirse. Con pasos apresurados,

ignorando sus asedios, Kate buscaba mujeres que llevaran la famosa vida fácil. Sin

encontrar ninguna en las calles, resolvió entrar en un bar.

Dos mujeres, excesivamente pintadas, se encontraban sentadas en los regazos de

dos hombres. Les hizo una señal para que se aproximasen. Una de ellas se levantó y

gesticulo, imitándola, invitándola a participar de la diversión. Decidida a seguir en su

búsqueda, Kate decidió irse. Una de ellas, la más baja, a quien llamaban Rose, la

alcanzo antes que llegase a la puerta.

— Que deseas aquí? — La rubia, de acento irlandés, miro a Kate de los pies a la

cabeza.

— Quieres ganar una libra?

La mujer estrecho los ojos, desconfiada.

— A cambio de qué?

— De venir conmigo y traer tres amigas.

— Depende. Que tendremos que hacer?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 115

— Distraer algunos guardias de Su Majestad para que yo pueda hacer... lo que tengo

que hacer.

La mujer movió la cabeza de lado y le guiño un ojo.

— Ya entendí. Su hombre está en la Torre de Londres. Para que pueda visitarlo,

nosotras tendremos de alejar a los guardias de sus puestos.

Kate asintió. La mujer era experta.

— Está bien. Pero eso le costará dos libras. Una para mí y la otra para mis colegas.

Serán necesarias siete. Por alguna razón, doblaron la guardia. — Rose extendió la

mano. — La mitad ahora. Para los gastos del vino y de las mozas.

Kate deposito las monedas en la mano extendida con desconfianza. Quien le

garantizaba que ella cumpliría el trato? De cualquier forma, no había opción.

— Doblaron la guardia? — Conocía de memoria el trayecto hacia la celda real, pero

no tenía idea de donde Ian podría estar.

— No se preocupe — dijo Rose después de guardar las monedas. — Uno de los

guardias es mi cliente asiduo. Diré que es el cumpleaños de una de las mozas y que

fuimos festejar la fecha con ellos. Hare que beban hasta caer. Mientras los

distraemos, vos podrás entrar sin ser notada. Pero recuerde que precisaremos estar

fuera de la Torre en el plazo de una hora. Si somos atrapadas en el cambio de

guardia, estaremos en problemas.

Recorrieron juntas diversos estabelecimientos hasta reunir la cantidad necesaria de

mozas. Cada una de ellas llevaba consigo un frasco de vino.

Al acercasen a la entrada sudoeste de la Torre, Rose hizo que Kate parase.

— Espere aquí. — ella indicó un lugar protegido por un tejado. — Después, intente

aproximarse al foso lo más que pueda y observe. Se no nos encuentra, ya habremos

entrado y todo estará bien. Pero, si aun estuviéramos en el portón, habrá gastado su

dinero por nada.

Los minutos parecían horas. Kate se frotaba las manos, impaciente. Desde donde

estaba podía oír las voces y las risas. Estaba comenzando a perder la esperanza

cuando tuvo la impresión de que el ruido parecía volverse más y más distante.

Con el corazón a los saltos, entro en el edificio. Sus ojos captaron un movimiento.

Era Rose. Al verla, la mujer señalizo para que se apresurara e hizo que el guardia

quedara de espaldas a la puerta. Con el otro guardia, no fue preciso preocuparse.

Estaba completamente entretenido con la colega de su salvadora.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 116

La segunda barrera fue igualmente transpuesta. Las otras mozas demostraron la

misma competencia. Apenas al aproximarse al patio, Kate pensó que aún no sabía

cómo hacer para sacar a Ian de allí.

El guardia de planta en la Torre del Campanario se posiciono de modo a bloquear su

acceso. Kate se quitó la capucha para que el pudiese verla.

— Es un poco tarde para visitas, no cree? — dijo, serio, al reconocerla.

— Si, es tarde — ella concordó. — Pero mi padre está con fiebre y pedio que le

viniese a buscar algunos libros de literatura.

El guardia saco una llave del bolso y abrió la puerta.

— Sea breve.

Kate tuvo certeza de que las piernas cederían bajo su peso, so la vida de Ian no

dependiese de su pronta acción. Mientras cruzaba los corredores en dirección a la

Torre Beauchamp, rezaba para encontrarlo en condiciones de caminar. Si alguien

cuestionase su presencia, mentiría sobre estar buscando a su padre. Los centinelas

no se extrañarían por la explicación. Aficionado por la historia del lugar, su padre

acostumbraba visitarlo con frecuencia. Kate sintió un temblor. Como alguien podía

gustar de un lugar impregnado de dolor y revuelta?

La Torre Beauchamp estaba desierta. Tal vez estuviese en la Torre Devereaux. Pero

el lugar también se encontraba a oscuras. Angustiada, siguió hacia la Torre Flint. A

punto de perder el control, se puso a correr escaleras abajo. Habrían llevado a Ian

hacia los sótanos? A las horribles cámaras de tortura?

En el momento en que descendió el último escalón, Kate trato de gritar. Una figura

se movía en la sombra y parecía querer agarrarla. Antes que pudiese defenderse, su

boca fue tapada por una mano grande y fuerte.

— Soy yo, hija.

Los ojos de Kate doblaron de tamaño. Que estaba haciendo su padre allí?

— Papa?

— Yo rece para estar equivocado, pero tu presencia prueba que estaba en lo cierto.

— La empujo junto a la pared. — Se hacia dónde tu novio fue llevado. Ve hasta la

Torre Salt. Dale de comer y de beber y vuelve inmediatamente. Te prohíbo arriesgar

tu vida de esta manera.

Antes que Kate se recuperase del estupor, su padre la condujo por el corredor.

— Prepárate, hija mía. Tu mozo está muy herido.

En silencio, su padre la llevo hasta la celda. Al ver a Ian desfallecido, Kate casi dejo

escapar un grito.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 117

Ian estaba desnudo, como en su visión, y cubierto de sangre. Su lindo rostro estaba

hinchado, irreconocible. Ella intento empujar la puerta de hierro, pero no cedió.

En el mismo instante, su padre abrió la bolsa que traía en el hombro y saco una

llave. Y otras más. Hasta conseguir encajar una de ellas en la cerradura.

— Papá? — Kate cuestiono, asombrada.

— Tengo en mi poder copias de las llaves de todas las prisiones de la ciudad —

explicó. — Yo vivía con miedo de que vos o tu madre pudiesen decir algo

equivocado a la persona equivocada.

— Pero esas llaves no te fueron confiadas!

— No. Ellas me costaron algunas botellas de vino, conversación fiada y moldes de

cera.

La puerta finalmente cedió y ella corrió a arrodillarse al lado de cuerpo inerte.

— Ian, mi querido, que hicieron con vos?

— Kate? Debo estar soñando — Ian murmuro en gaélico. Sus ojos estaban tan

hinchados que mal podía abrirlos.

— La misma. Mi padre y yo vamos a sacarte de aquí. — No sabía por cuales medios,

pero moriría intentándolo si fuese preciso.

— El es escocés! — su padre exclamo, sorprendido. — Kate! Que has andado

haciendo?

— Después te explico, papá. Ayúdame a levantar a Ian.

Por más que se esforzase, era muy débil para cargar un hombre fuerte y alto como

Ian.

— Déjame, Kate — Ian suplico. — Huye antes que ellos vuelvan.

— No me iré sin ti.

Al decir eso, ella lo tiro de los brazos y él aulló de dolor.

— Por el amor de Dios, Kate! — su padre la reprendió. — Sus hombros están

dislocados. No podemos hacer nada excepto ofrecerle un poco de confort.

Precisamos salir de aquí antes que seamos descubiertos.

Incapaz de creer lo que los ingleses, sus compatriotas, habían hecho con Ian, ella

solloza.

— No me iré sin él.

—Serás acusada de traición.

— No me importa. Mi futuro es al lado de Ian. Aunque sea en la extremidad de una

cuerda.

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— Escucha a tu padre, Kate — Ian imploro. — No estoy en condiciones de moverme.

—Lo amas tanto así? — Su padre suspiro, ya anticipando una respuesta afirmativa.

— Entonces rasga una tira de tela de una de las ropas que traes en la cesta. — Miro

hacia Ian con pesar. — Entiendes lo que debe ser hecho, verdad?

Ian cerró los ojos y asintió.

Kate le dio vino y coloco una tira de tela entre sus dientes. Después, Le sujeto la

cabeza con firmeza. El dolor que Ian sintió cuando Templeton jalo su puño derecho,

mientras empujaba su pie contra su hombro, expulso todo el aire de sus pulmones.

Su único consuelo fue haber conseguido resistir sin desmayarse ante Kate.

Más vino le fue ofrecido. Intento relajar el cuerpo y concentrarse en la imagen

adorable de Kate. Pero el dolor fue aún más fuerte esta vez y lo precipito hacia el

fondo de un abismo negro.

— Precisamos vendar el brazo contra su pecho — instruyo su padre. — Ellos lo

quebraron.

— Ah, papá, el ira a morir? — Kate sollozo.

— No si nosotros conseguimos levantarlo y sacarlo de aquí. Deprisa, hija. Deja las

lágrimas para más tarde.

Ian volvió en si durante las tentativas de padre e hija de colocarlo de pie. Su cabeza

giraba y temblores se esparcían por todo su cuerpo, pero el creía que tendría

condiciones de caminar.

Templeton lo sujeto por la cintura y lo condujo por los corredores. Ian avanzaba en

su lucha para mantenerse consciente. Pronto alcanzaron la salida, y su padre dijo a

Kate que colocara la capa de él en Ian.

— Abrázalo como si fuese yo y no lo sueltes hasta que estén en la calle, a salvo.

— Pero, y los guardias? — Kate le conto sobre las mujeres que pagara para que los

distrajesen. — Tenemos que salir por el portón oeste, el mismo por donde entre.

Su padre movió la cabeza negativamente.

— El no conseguirá llegar hasta allá. No en ese estado.

— Si, lo conseguirá — Kate declaró, confiada. — Con nuestra ayuda, lo conseguirá.

La voz de Templeton se volvió súbitamente ronca.

— Yo no iré con ustedes, hija. Mi vida está aquí. Estoy demasiado viejo para iniciar

una nueva vida. También despertaremos sospechas, se dejamos la ciudad juntos.

— Pero...

— Sin argumentos, Kate. En el momento en que pases por el portón, te volverás una

enemiga de la corona. Hablare ahora con James y Campbell, de modo que ellos

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 119

puedan confirmar tu historia de que estuviste en la Torre para buscar un libro para

mí. También diré a todos los que me pregunten que me sentí mejor y resolví venir

aquí a tu encuentro y que volvimos juntos a casa. No se expongan. Procuren andar

por las esquinas y tomen la primera desviación que pase por la calle. Sigan hacia el

oeste. Los soldados probablemente tomaran rumbo al norte. Yo saldré en pocos

minutos por el portón oeste. Traten de apresurarse.

Kate aún intento protestar, pero su padre la callo con una mirada significativa y la

abrazo en despedida.

— No lo conseguiremos sin ti — ella murmuro. — No conseguiré sujetar a Ian. Él

está muy mal...

Ian respiro profundamente. Kate estaba separándose de su padre, tal vez

permanentemente, para quedarse con ele. Aún no sabia como, pero Dios le daría

fuerzas para alcanzar el portón de salida y la salvación.

— Te mandare noticias, papá — Kate prometió.

Al despedirse, Ian fue testigo de la emoción del viejo hombre, que preciso pasar las

manos por los ojos para secar las lágrimas.

— Gracias. Debo mi vida a Kate y a usted. Juro cuidar bien de su hija.

— Haga eso, mi joven. Ella es mi tesoro.

Templeton se alejó con pasos acelerados y hombros inclinados, sin mirar hacia atrás.

Ian acaricio el rostro de Kate en un gesto de confort.

— No me gustaría estar en el lugar de tu padre. No se si conseguiría hacer lo que

hizo.

Kate se enjuago las lágrimas y enderezo el cuerpo.

— No hay tiempo que perder. Apóyate en mí. — ella poso los labios en los de él

rápidamente. — En la salida, viraremos a la derecha y seguiremos en sentido oeste

por el embarcadero. Estas listo?

No. No lo estaba.

— Sí.

Ian tomo aliento y apretó los dientes para colocarse lo más derecho posible, a pesar

de estar con un brazo y algunas costillas rotas. Kate coloco la capucha sobre su

cabeza. Al aproximasen a los guardias, tuvo una inspiración.

— Papá, cuantas veces te he dicho que no comas ostras? Que estás queriendo?

Morir? Juro que, si vomitas una vez más en mis zapatos, te arrojare al rio!

Ian doblo el cuerpo y bajo instantáneamente la cabeza. Con inmenso alivio, percibió

que algunos pares de botas retrocedían para abrirles camino. Las fuerzas

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amenazaban abandonarlo. Así que pasaron por la garita, Kate lo acerco con firmeza

hacia si y prácticamente lo arrastro por la calle.

— Si te caes ahora, nunca te perdonare — ella aviso, jadeante.

— Yo no me perdonare! — Ian garantizo.

Después de decir esas palabras, se sumergió en un estado de sopor. Su mente se

tornó un vacío. El dolor lo cegó. Segura de que Ian no conseguiría alcanzar el establo

más próximo, mucho menos viajar en la grupa de un caballo hacia fuera de Londres,

Kate rezo por un medio de salvación.

En pocos instantes, un bote le llamo la atención. Estaba oscilando en las pequeñas

olas que se formaban al margen del rio. Rápidamente, miro hacia los lados para

verificar que no había nadie cerca. Coloco el cesto dentro sin pérdida de tiempo y

apretó la cintura de Ian para que la acompañase en el movimiento de embarcar.

Pero las piernas de él flaquearon. Cayó y la llevo consigo. Kate apretó los dientes por

causa del dolor. Ian dejo escapar un fuerte gemido. Se no estuviesen corriendo un

gran peligro, ella cedería a su mayor deseo en aquel momento: llorar. No podía

haberlo dejado caer. Y si el empeorase aún más por causa de ella?

— Que he hecho con vos? — lamento.

— Hiciste lo mejor que pudiste — el murmuro. — Ahora, siéntate y quedémonos

aquí.

Kate miro hacia el reloj en lo alto de la Torre. Era casi media noche. En pocos

instantes, los guardias estarían haciendo la ronda y dando la alarma.

Por poco ella no volteo el barco, algo que milagrosamente no paso en el momento

que se precipitaron hacia su interior. Soltó la cuerda que lo sujetaba al ancoraje y se

regocijo al verlo deslizar suavemente. La corriente los llevo en pocos instantes hacia

el medio del rio.

— Que pasa? — Ian pregunto, asustado, al sentir el barco balancear conforme Kate

se precipitaba a sujetar los remos.

— Nada. No te preocupes. — Ella no sabía remar. Pero si no hiciese alguna cosa,

golpearían contra un navío que navegaba en su dirección.

Ella gemía y jadeaba. Ian levanto la cabeza.

— Kate, estás remando en la dirección contraria!

Ella miro hacia él, perpleja. Ian estaba acostado en el fondo del barco. Como podía

saber?

— Cuidado!

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Kate paro de mirar hacia los remos y levanto la vista. El galeón continuaba

avanzando hacia ellos. Estaban casi golpeando. Algunos marineros se asomaban

sobre la baranda.

— Moza, gírate! Estás sentada al contrario!

Kate se apresuró a cambiar de posición, pero parecía ser demasiado tarde.

— Use apenas el remo izquierdo! — alguien grito.

Ella soltó el remo derecho y agarro el otro con ambas manos. Tomo aliento y coloco

toda su alma en la conducción del pequeño barco. No había salvado a Ian de la Torre

de Londres para perderlo en libertad.

Por algunos centímetros, consiguió pasar al navío. Su corazón latía a punto de

robarle el aire, los brazos y las piernas parecían querer soltarse del cuerpo. Pero

estaban a salvo.

— Lo hiciste muy bien.

Ampollas surgieron en las palmas de las manos de Kate. Ella respiro, aliviada, al

notar que la corriente los estaba llevando, sin que fuera preciso usar los remos.

Aprovecho para descansar.

Kate no sabría decir cuantos minutos habían transcurrido hasta percibir que Ian

estaba extrañamente inmóvil.

— Ian? — No le respondió. Lo toco en el rosto y sintió la piel caliente y seca. Estaba

ardiendo en fiebre. Precisaban desembarcar y buscar socorro. Pero, al mirar

alrededor, solo vio cielo y agua. El agotamiento la venció. El rio los llevaba hacia el

mar!

Capítulo VI

— Ian! Por el amor de Dios, despierta!

No tengas miedo. Mira alrededor. Intenta ubicarte.

Kate seguía la voz de la razón, pero se arrepintió de haber fijado la mirada en el agua

cuando una fuerte náusea le subió por la garganta. Sin embargo, se rehusó a

flaquear. No había tiempo para sentirse mal.

Los remos se habían deslizado hacia el fondo del barco mientras ella pensaba.

Atrapados bajo si misma. Consiguió avistar una franja de tierra de un lado y algunas

formas blancas recortadas contra el horizonte.

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Aún con miedo de los soldados, decidió remar en dirección a las velas extendidas. El

agua, sin embargo, parecía estar más pesada que antes. O, tal vez, fuesen sus

músculos doloridos.

Continúa remando. No pienses en las olas ni en la distancia.

Las velas parecían estar más próximas. Luego pudo ver el casco oscuro de una gran

embarcación.

Que ese no sea un navío inglés de guerra! Que ellos puedan salvarnos!

Aunque sus labios murmurasen una plegaria, Kate se entregó a la desesperación. Tal

vez fuese demasiado tarde. Ian no parecía tener oportunidad de sobrevivir.

Ella soltó los remos y los dejo en su regazo.

— Lo siento mucho. Siento haber fallado. Daria mi vida para que pudieras volver a

casa, sano y salvo. Jamás amare otro hombre. Eres el dueño de mi corazón y de mi

alma.

Una sombra oscura se proyectó sobre ellos. El barco comenzó a balancearse. No le

importó. Abrazo a Ian junto a su pecho y así se quedó. Parecía estar oyendo voces.

Madera resonando. Velas agitadas por el viento.

— Es MacKay y madame Campbell! — Kate escucho a alguien decir su nombre y el

de Ian y su corazón desbordo de esperanza. Bret Home y el Bruja del Mar!

Ian fue izado hacia el navío. Ella subió por una escalera de cuerdas. O trato. Al

percibir que las manos de Kate estaban en carne viva, Bret le impidió continuar,

arreglando para que ella también fuese izada el resto del trayecto.

— Donde está Ian? —pregunto en cuanto que llego a la cubierta. — Quiero verlo.

Tiene un brazo y varias costillas quebradas.

— Que paso con él?

— Fue capturado al buscar a James en la Torre de Londres.

El capitán la condujo al interior del navío. Al encontrar a Ian acostado en una mesa,

sintió la cabeza rodar. Estaría muerto?

— Ian está en las manos de Dios — informó el hombre que estaba en la cabina. —

Además del brazo izquierdo y tres costillas, el pie izquierdo también está quebrado.

Y el hígado hinchado.

Kate cerró los ojos, pero eso no impidió que las lágrimas se escurrieran.

— Madame, venga conmigo. — Bret intento alejarla del lugar, pero ella movió la

cabeza negativamente.

— No saldré de aquí.

— Ian está en buenas manos. Precisamos cuidar ahora de las suyas — Bret insistió.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 123

Como Kate continuase negándose a obedecer, Home proveyó algo para que ella

comiese allí mismo.

— Le gustaría de darle el remedio? — pregunto el marinero médico después de

vendarle el pie, el brazo y el torso.

Ella asintió. El le mostró como proceder y salió con la promesa de que volvería

luego.

Harlaw Moor, antes un campo verde donde perder la vista, ahora parecía un mar de

sangre. Millares de vidas desperdiciadas. Shamus, herido, cargaba al jefe de su clan

hacia la seguridad del bosque.

— Falta poco, Angus. No pierda la fe — le dijo, intentando creer en sus propias

palabras.

Como surgido de la nada, Kyle, otro miembro del clan y maestro de armas de Angus,

se presentó para socorrerlos.

Los dos compartieron una mirada significativa al constatar la palidez del líder y el

pecho teñido de rojo.

— Prometan cuidar de John —pidió en un soplo. — Traigan a Ian de vuelta para

asumir el liderazgo del clan hasta que mi primogénito alcance la mayoría de edad.

— No hable — Shamus pidió. — No se canse. Vamos a sacarlo de aquí. — Shamus

paro de hablar al sentir la mano de su amigo en su hombro y descubrir que Angus

acababa de dar su último suspiro. Su hermana sufriría con la perdida. Angus fue un

buen marido y un buen padre, además de haber sido un jefe justo y competente

para el clan. Pero el luto tendría que quedar para más tarde. Con la falta de Angus,

Kyle y el precisaban tomar el frente de la situación.

— Cuantos hombres nos quedan? — Shamus pregunto.

— Cerca de setecientos — Kyle respondió. — Volveré al campo para verificar los

sobrevivientes si vos puedes reunir los caballos.

Los dos se separaron. Shamus seguía pensando en como haría para darle la noticia a

su hermana y a sus tres sobrinos.

Ian despertó con el sonido familiar de olas rompiendo en la playa. Abrió los ojos y se

sorprendió al ver a Kate acostada a su lado. Intento abrazarla y el dolor y lo hizo

retomar la posición inicial. Que le estaba pasando? Por qué su brazo y su tórax

estaban vendados? Trato de levantarse y descubrió que el pie izquierdo también lo

estaba.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 124

Parte de los recuerdos lo asaltaron, paralizándolo por un instante.

— Kate!

Ella se levantó con un salto.

— Ian! Oh, gracias a Dios, despertaste! Cómo te sientes?

— Dolorido, pero feliz de verte. Feliz por estar vivo. Que paso después que entramos

en el barco?

Kate relato los acontecimientos de manera concisa. Ian se sintió aliviado al descubrir

que Bret continuaba creyendo que ella era francesa. Cuanta menos gente supiera

que era inglesa, más segura estaría. El amor, la admiración y la gratitud lo hacían

olvidar los sufrimientos por los que pasara.

— Desearía poder abrazarte — murmuro. — Si no fuera por tu coraje y obstinación,

yo estaría muerto. — Como vinimos a parar aquí?

— El capitán Home nos llevó hacia Edimburgo, pero, al ser informado sobre lo que

paso en Harlaw, decidió traernos aquí.

— Que paso en Harlaw? — A Ian le extraño la observación.

Kate tomo la mano derecha de Ian entre las de ella.

— Una batalla sangrienta. Tu líder está muerto. Muchos soldados murieron.

— Mi hermano?

— Fue herido, pero sobrevivió.

Aturdido con las noticias, él se silenció por un momento.

— Cuando fue eso?

— Dos semanas atrás.

Una vez más, Ian intento levantarse, sin éxito.

— Ayúdame, Kate. No puedo estar aquí parado después de todo lo que paso.

— No estás en condiciones.

— Estoy sí! — protesto, pero, antes que pudiera dar un paso, un fuerte mareo lo

obligo a volver al lecho.

— Aún necesitas de reposo — Kate explicó, dándole de beber. — Avisare a Shamus

que recuperaste los sentidos y el vendrá hasta aquí.

— No. Se puedo me apoyarme en vos, tengo certeza de que conseguiré llegar hasta

la casa de mi hermana.

En medio del camino, con la hierba húmeda, el viento trayendo resquicios de lluvia,

Ian pensó si no debería haber oído el consejo de Kate. Pero ya había conseguido

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cubrir la mitad del trayecto y el aroma de carne asada y de pan fresco lo

incentivaron a recorrer los últimos metros.

Al llegar a la puerta, todos se viraron en dirección a los dos.

— Ian! — Su hermana corrió a recibirlo, así como Shamus. Las bienvenidas se

escucharon.

— Mi pobre querida! — Ian la atrajo tiernamente cuando ella recostó la cabeza en

su pecho. — Lo lamento mucho.

Ella lo miro con lágrimas en los ojos.

— El murió con honor. La espada estaba en su mano cuando dio su último suspiro.

Shamus jalo un banco y lo ayudo a acomodarse. En seguida, se sentó a su lado

derecho e hizo una señal para que su hermana se sentase del lado izquierdo.

— Abre un espacio para Kate — Ian pidió, y se sorprendió ante su negativa.

— No. Una extranjera no puede sentarse al lado del jefe del clan.

— Que estás diciendo? — Ian frunció el ceño.

— Fue la voluntad de Angus. — Shamus explicó. — La asamblea concordó con tu

nombre por unanimidad.

Ian esperaba volverse jefe de su clan en el futuro, cuando Escocia fuera un lugar

seguro para criar una familia. No contaba con eso en el momento, pero fue escogido

por el destino y no podía decepcionar a su pueblo.

— Es un gran honor para mí.

Aplausos irrumpieron en la sala. Gritos de entusiasmo se hicieron oír. Los adultos,

reunidos en la mesa, se levantaron y vinieron a prestar su homenaje y a jurar lealtad

al nuevo líder. Ian sintió la falta de muchos compañeros. Y de Kate.

Ella había permanecido junto a la puerta. Miraba hacia el suelo. Su expresión era

inescrutable.

— Kate, por favor, ven aquí.

Ella espero que los hombres retomasen sus lugares.

— Esta mujer salvo mi vida — Ian anuncio. — Espero que ella nos conceda el honor

de sentarse a esta mesa.

Pidió a Shamus que se apartase y cediese su lugar a ella. Durante la cena, su

hermano le narro los acontecimientos que llevaran a la deflagración de una guerra.

— Yo conté la situación a Angus, a los principales hombres del clan de los

MacDougall y también a Albany. Cuando llegue aquí, las noticias ya se habían

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 126

extendido de que Donald encendiera fuego en Inverness y estaba en camino a

Dingwall. El quería que todos los clanes lo apoyasen y se unieran a él en Aberdeen.

Ian sintió la sangre desaparecen de su cara.

— Que hicieron los MacKay?

— Angus mando que nos juntásemos a Donald, al norte de Aberdeen.

Ian se levantó, a pesar del pie quebrado.

— Cómo pudieron?

— Nosotros debemos obediencia a nuestro líder! Que querías que hiciéramos? —

Indignado con la acusación, Shamus dio un golpe en la mesa.

— Donald es un miserable egoísta! Buenos hombres murieron por nada!

Los hermanos se pusieron a gritar y a acusarse mutuamente. Movida por un súbito

impulso, Kate se levantó y los encaro.

— Paren con eso! Estas personas están de luto! Que importa ahora quien está en lo

correcto y quién no? Acabo!

Un silencio total se hizo en el recinto. De repente, uno de los hombres se levantó y

apunto un dedo hacia Kate.

— Ella es una inglesa! Es enemiga!

Sin pérdida de tiempo, Ian la jalo de modo a protegerla con su propio cuerpo. Los

bancos resonaron con un fuerte ruido conforme los hombres del clan se levantaban

y avanzaban. El saco una faca del cinto de su hermano.

— Necesito de tu ayuda, Shamus.

— Que, finalmente, está pasando aquí? — Shamus grito tan alto que los otros se

detuvieron.

Consciente de que solo la verdad podría calmar a su clan, Ian levanto el brazo sano.

— Compañeros, escuchen! Les dije que esta mujer salvo mí vida. No una, sino dos

veces. Su nombre es Katherine Margarita Templeton, no Campbell. Si, ella es

inglesa, pero está al servicio de nuestro rey, James I, hace cinco años.

Murmullos de sorpresa sustituyeron los gritos de protesta con la mención del rey

escocés.

— La presencia de Kate se justifica. James no entiende por qué su rescate jamás fue

pago. Sí, porque los secuestradores estipularon una cantidad para liberarlo.

— Mentira! — algunos de los miembros exclamaron. — Nunca fue mencionada

ninguna exigencia!

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— Es verdad! — Ian respondió. — Escuchen lo que tengo que decir. Al tomar

conocimiento de esta sórdida historia, busque a James personalmente.

— Él está en la Torre de Londres! — interrumpió uno de los hombres. — Como

quieres que creamos que conseguiste penetrar en una fortaleza inexpugnable?

— Entre disfrazado de mujer — Ian confeso, avergonzado. Y prosiguió con la

explicación ante las miradas escépticas del grupo. — Use la capa de Kate sobre mis

hombros y con la capucha puesta sobre el rostro, los guardias me confundieron con

ella. También teñí mis labios de rojo con sumo de frambuesa e hice una trenza con

la cola de un caballo. — La actitud de los hombres cambio por completo. Ahora

todos acompañaban el relato con atención y respeto. — James se volvió casi un

adulto. Creció bastante, aunque delgado y su piel es blanca como una sábana.

Gracias a Kate y su padre, recibió una buena educación. Campbell, en contrapartida,

envejeció terriblemente.

— Como es la celda donde fue encerrado?

— El y Campbell ocupan una suite de tres pisos en la Torre del Campanario. El

mobiliario es adecuado, aunque la alfombra era vieja y estaba gastada. La vigilancia

es permanente. Guardias se relevan en su puerta las veinticuatro horas del día.

James está bien, de modo general, pero se volvió amargo por creer haber sido

abandonado por los suyos.

Las voces se levantaron en inmediata negación. Ian preciso silenciarlas.

— Yo le conté que no era verdad. Aproveche, ese momento, para pedir una

confirmación sobre el rescate. James me dilo que firmó un documento como prueba

de que estaba vivo y que el pedido de rescate fue enviado al Castillo Stirling cuatro

años atrás. — La sala estallo en revuelta e indignación. Ian garantizó que hizo un

juramento a James de que descubriría el nombre de la persona que recibiera la

exigencia de Henry y que lo divulgaría a todos los clanes. — Estaba intentando salir

de la torre cuando me capturaron. Kate me saco de allá casi muerto. Para salvarme,

ella tuvo que dejar su propio país.

— Porque ella hizo eso?

Kate retorció las manos y respondió en gaélico.

— Yo conocí a James como un niño. Me siento como una tía protegiendo un sobrino

querido.

— E Ian? — otro quiso saber. — No lo conoció como niño.

— No, lo conocí como un gran hombre. Un hombre especial — ella respondió con

una sonrisa.

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 128

— Como fue que sucedió?

— La esposa de MacDougall nos presentó cerca de un mes atrás.

Y ella se enamoró perdidamente de él.

— Vean! — Uno de los hombres apunto hacia el pendiente que Kate usaba en el

cuello. — Ella está usando la cruz que perteneció a la madre de Ian!

Las protestas recomenzaron. El hombre que Kate conociera como Kyle tomo la

palabra para sí.

— Ellos están en lo cierto, mi señor. Ahora que fuiste nombrado como nuestro líder,

no podrá casarse con una extranjera.

— Si, yo podré — Ian retruco. — MacDougall desposo una extranjera. Davidson

desposo una inglesa. Hasta uno de nuestros reyes se casó con una.

Un viejo flaco, en el otro extremo de la mesa, se levantó y los otros se callaron, sin

que ningún otro gesto fuera necesario. La elogio como una mujer de fibra y de

coraje, Además de dueña de una rara belleza. También enalteció su inteligencia y

sagacidad. Pero termino su discurso recordando que Ian, como líder de los MacKay,

precisaría casarse con alguien del propio clan por motivo de seguridad y de

tradición.

Cuando los ojos del viejo señor encontraron los de ella, Kate lo reconoció como

alguien igual a su abuela, a su madre y a ella. Con su poder de videncia, le estaba

diciendo que, si realmente amara a Ian, debería dejarlo.

Con lágrimas en los ojos y un nudo cerrando su garganta, ella asintió con la cabeza.

— No. No dejare que te vayas! — Ian protesto, — Yo te quiero como mi esposa!

Kate comenzó a apartarse e Ian trato de detenerla. Shamus lo impidió.

— Ella está en lo correcto,

Ian se debatió en los brazos de su hermano y Kate resolvió intervenir.

— Cálmate! No tengo derecho de cambiar tu destino. Te amo y te amare por

siempre, pero mi amor por vos no basta. Un hombre precisa de trabajo, de un

propósito, del respeto de su pueblo, y vos no tendrás nada de eso si permanezco a

tu lado. — Kate saco la cadena de su cuello, la beso y la coloco en él. — Te amo

demasiado para destruirte, Ian MacKay.

Todos acompañaron con los ojos los pasos de Kate en dirección a la puerta y a un

futuro incierto.

— Se te atreves a salir por esa puerta, juro que te encontrare aunque sea en el fin

del mundo! — Ian grito.

— Nunca me encontrarás!

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 129

— Se hacia dónde pretendes ir! A la casa de tu abuela!

Ella se mordió el labio. Era exactamente hacia allá que estaba pensando ir.

— No. Pretendo ir directo hacia el establo y robar nuevamente tu caballo.

— No te dejare hacer eso.

— No puedes impedírmelo. No en el estado en que te encuentras.

— Kate!

— Adiós, Ian. Queda con Dios, mi amor.

Ella abrió la puerta y su brazo fue sujetado por dedos que parecían tentáculos.

— No dejare que partas. Ni ahora, ni nunca. — Ian se volvió hacia los representantes

del clan. — Aun dudan de la integridad de esta mujer? Piensan que ella no es digna

del nombre MacKay?

Consumida por el dolor, Kate invoco a la muerte para librarse de aquella situación.

— Si se trata de una especie de prueba, quiero que sepas que me...

— No es una prueba! — Ian negó. — Es una cuestión de vida o de muerte. Porque

yo me rehusó a asumir la jefatura del clan sin vos.

— Por todos los santos, Ian! Yo no puedo...

El levanto la mano en una señal para que Kate se callase.

— Escucha el silencio.

Sin entender, Kate miro hacia el y después hacia los hombres sentados alrededor de

la mesa. Estaban sonriendo. De repente se levantaron y comenzaron a aplaudir.

— Que está pasando?

Ian también estaba sonriendo.

— Yo, Ian MacKay, tomo, a Katherine Margarita Templeton, como mi esposa —lo

repitió tres veces. Está declaración, hecha ante tres testigos del clan, establece un

compromiso de un año y un día, según la tradición escocesa.

— Pero...

— Creíste realmente que iba renunciar a vos, lady MacKay?

Kate no pudo responder. De repente, Ian y ella estaban rodeados por todos los

presentes, que esperaban para felicitarlos. El viejo fue el último en abrazarlos.

— Gracias — Kate le agradeció telepáticamente.

— No hice nada — le respondió de la misma forma. — No tengo el poder de doblar a

los otros a mi voluntad más que vos. Apenas busco plantar buenas semillas y

esperar que germinen. Solo un gran amor puede vencer las barreras de un país. Vos

e Ian probaron que merecen la aceptación de este pueblo.

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— Gracias — dijo Kate, esta vez en voz alta.

Epílogo

Castillo Seabhagnead, Escocia, 1424

El castillo Seabhagnead con sus cuatro pisos construidos en piedra rodeado por

almenas largas y cóncavas y un foso, ofrecía una espléndida vista hacia el lago

Eriboll. Al sur de la región, una villa comenzaba a instalarse. Era pequeña aún,

insignificante en comparación con lo que Ian soñara para su futuro, pero los tiempos

habían sido difíciles después de la confrontación con Albany y su renuncia como jefe

del clan MacKay. Todos los que decidieron continuar bajo su liderazgo ahora vivían

de lo que el mar les ofrecía.

Después de su regreso, Ian envió la información que obtuviera en la Torre de

Londres a cada jefe escocés. Hasta que los doce clanes consiguiesen reunir la

cantidad exigida para el rescate del rey habían pasado trece años.

Ahora, finalmente cumplida su misión, con James seguro en Perth, preparándose

para la coronación, Ian estaba regresando a sus tierras en compañía de su hermano.

— Ya marcaste la fecha de tu casamiento con la viuda?

— Aun no se si estoy preparado para asumir una familia — Shamus confesó.

— Si quieres mi consejo, nada me proporciona mayor placer que sentarme ante la

chimenea en compañía de mi linda esposa y de mis ocho hijos.

— Papá! Papá!

Ian se apeó con una sonrisa y corrió para abrazar a sus hijos que jugaban en el patio.

Eran todos adorables. Los rubios, los morenos y los pelirrojos. Mhaire, de tres años,

era la más parecida a Kate. Al verlo, extrañamente se alejó. Pero luego entendió el

motivo. La pequeña fue buscar un ramo de flores para ofrecerle como bienvenida.

— Ellas están marchitas, Mar — Ian, el mayor, señaló. — Te dije antes que no las

recogieses.

— Pero yo lo vi llegar antes de mañana!

Kate surgió en la puerta de la cocina y batió palmas.

— Será que yo puedo tener una oportunidad ahora con papá?

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Ladrón de Corazones (A Thief in a Kilt) Sandy Blair 131

Ian abrazo a su esposa con tanto ímpetu que la levantó del suelo. Kate continuaba

linda e irresistible. Apenas sus cabellos ahora estaban mezclados de plata.

— Que es lo que Mar quiso decir con haberme visto llegar antes de mañana,

querida?

— Ella es como yo.

— También tiene visiones?

Kate beso a su marido en los labios.

— Que quieres que piense? Ella se despertó antes que mí y se subió en nuestra

cama. Estaba sonriendo. Me beso, eufórica. Dijo que vos estabas volviendo a casa

con Thor, acompañado del tío Shamus, y que el luego iría a casarse y le daría tres

primos...

Fin