Salvarse de Un Tsunami

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JAVIER SAMPEDRO E s difícil encontrar- las entre tanta muer- te, pero en toda ca- tástrofe se oculta al- guna historia feliz, algún golpe de pa- radójica fortuna como el pro- tagonizado por Tilly Smith, una niña británica de 10 años que sal- vó la vida a un centenar de turis- tas el pasado día 26 en una playa de la isla de Phuket, en Tailan- dia. Unos minutos antes de que la gran ola destructora fuera visi- ble desde la costa, el agua retro- cedió alejándose de la playa. Mu- chos lo vieron, pero sólo Tilly supo interpretarlo. Era el signo de que se avecinaba un tsunami. Lo había estudiado en la escuela unas semanas antes. “¡Viene una ola gigante!”, gritó. Nadie sabe por qué los turistas hicieron caso de la alarma de una niña, pero esa credulidad les salvó la vida, porque les dio tiempo de salir co- rriendo antes de que el tsunami fuera visible, y su playa fue una de las pocas de la isla de Phuket que no registraron víctimas. Entre los testimonios del ho- rror conocidos en las últimas dos semanas, llaman la atención por su consistencia los relatos del minuto anterior al desastre. “Algunos sintieron primero el temblor de tierra y otros vieron el mar desaparecer de las pla- yas”, narraba un corresponsal occidental en la zona. La turista finlandesa Katri Seppanen lo describió así: “Las aguas retroce- dían, retrocedían tanto que todo el mundo se preguntaba qué era aquello, si se debía a la luna lle- na”. Una pareja británica que se alojaba en Khao Lak (Tailandia) añadió: “En un momento, el mar estaba a nuestros pies, y en el momento siguiente había re- trocedido medio kilómetro. La gente empezó a caminar hacia la orilla para verlo mejor”. Un pes- cador de Sumatra lo vivió así des- de su barca: “El agua se retiró de la costa y los peces saltaban so- bre la arena”. Lo que Tilly había aprendido en clase es un fenómeno bien do- cumentado desde el catastrófico maremoto que destruyó Lisboa el 1 de noviembre de 1755. Lo pri- mero que vieron los lisboetas fue que el agua retrocedía exponien- do a la vista el fondo marino, y el espectáculo fue tan insólito que muchos de ellos bajaron a la are- na húmeda para presenciarlo de cerca. El muro de agua llegó unos minutos después y acabó con sus vidas de forma instantá- nea. La historia se acaba de repe- tir. Y la asombrosa actuación de Tilly demuestra lo mucho que se podría haber evitado, no ya con sofisticados detectores ni cos- tosas redes de alarma, sino tan sólo con un conocimiento básico de la física de un tsunami. Un tsunami, o maremoto, tie- ne su origen en un fuerte terre- moto con epicentro bajo el mar, y el que ocurrió el 26 de diciem- bre, de grado 9 en la escala de Richter, fue uno de los más bru- tales que se han registrado en la historia. La escala de Richter fue ideada en 1935 de una manera más bien arbitraria. Se asignó un valor próximo a cero a los te- rremotos más débiles que po- dían detectarse en aquella épo- ca. Después se aumentaba una unidad por cada incremento de 10 veces en la magnitud del terre- moto. Un terremoto de grado 9 es 10 veces más potente que uno de grado 8. La escala Richter no tiene un límite superior, pero el grado 9 es, en la práctica, casi el máximo que se ha observado des- de que hay registros. El terremoto de Sumatra ha sido el cuarto más fuerte del mundo desde 1900, y el mayor desde el que sacudió Alaska en 1964. Pero la mayor parte de sus 150.000 víctimas no murió co- mo consecuencia directa del seís- mo, sino del tsunami que éste provocó. Y de la imprevisión de los Gobiernos de la zona. Según los datos del servicio de Inspección Geológica de Esta- dos Unidos (USGS), el terremo- to del día 26 tuvo su epicentro a 30 kilómetros de profundidad y a 250 kilómetros de Banda Aceh, en la costa de Sumatra (In- donesia). Empezó exactamente siete segundos antes de las 7.59 hora local y duró tres minutos. Y liberó una energía de 475 mega- tones, el equivalente a 23.000 bombas atómicas como la de Hi- roshima. Sólo una pequeña frac- ción de esa energía se transmitió al agua que estaba encima del epicentro, pero fue suficiente para desencadenar el desastre. Inicios modestos Los inicios de un tsunami tie- nen una apariencia muy modes- ta. La energía del terremoto tie- ne el mismo efecto que una pie- dra tirada a un estanque: genera un tren de ondas concéntricas, es decir, una serie de olas que se propagan como circunferen- cias de radio creciente a partir del lugar del impacto. Y esas olas parecen insignificantes. Un barco que hubiera estado justo encima del epicentro ha- bría presenciado el nacimiento del maremoto, pero no le ha- bría otorgado la menor impor- tancia: una simple ola de me- dio metro de altura. La ola baja lentamente. Entre diez minu- tos y una hora después llega otra ola similar, y así. La energía destructora de esa onda no está acumulada en su al- tura, sino en su longitud. En el caso de la piedra tirada al estan- que, la longitud de onda (la dis- tancia entre una ola y la siguien- te) es de 20 o 30 centímetros. En el tsunami del día 26 era de 100 o 200 kilómetros. Cada ola circu- lar se movía en todas las direccio- nes a una velocidad cercana a los 500 kilómetros por hora. A medi- da que se iba acercando a cual- quier costa, la fricción con el fon- do marino cada vez más somero iba reduciendo su velocidad. Y los físicos conocen bien lo que ocurre cuando se reduce la velo- cidad de propagación de una on- da: su longitud se acorta y su al- tura crece en correspondencia. El tsunami es una onda tan lar- ga que este proceso puede llegar a producir olas de 30 metros de altura en sólo 10 minutos. Y jus- to al lado de la costa. El tsunami del Índico no superó los 10 me- tros de altura. Pudo ser peor. Una onda tiene picos y valles, y lo primero en llegar a la costa puede ser un valle. Eso quiere de- cir que la ola, que se está forman- do allí atrás, chupa el agua que está delante de ella, y, por tanto, el mar retrocede de las playas. El retroceso puede llegar a medio kilómetro en sólo diez minutos, como relataba la pareja británi- ca de Khao Lak, y suele suscitar una fatal curiosidad entre los ob- servadores costeros, como ocu- rrió en Lisboa en 1755. Pero es la señal de que un tsunami se acer- ca. Ésta es la lección que tan bien se había aprendido la niña Tilly Smith. “La zona afectada ha sufrido bastantes tsunamis en los últi- mos dos siglos, lo que hace in- l l j b l y l y l b l l b A l y Unos minutos antes de que la gran ola destructora fuera visible desde la costa, el agua retrocedió alejándose de la playa. Muchos lo vieron, pero sólo Tilly supo interpretarlo Los inicios de un ‘tsunami’ tienen una apariencia muy modesta. La energía del terremoto tiene el mismo efecto que una piedra tirada a un estanque: genera un tren de ondas concéntricas Un barco que hubiera esta- do encima del epicentro ha- bría presenciado el nacimien- to del maremoto, pero no le habría otorgado la menor importancia: una simple ola de medio metro de altura EL TERREMOTO DE SUMATRA QUE PRODUJO LA OLA HA SIDO EL CUARTO MÁS FUERTE DESDE 1900 Cómo salvarse de un ‘tsunami’ Sumatra 500 km Golfo de Bengala Océano Índico I. Andaman (INDIA) I. Nicobar (INDIA) Phuket Banda Aceh TANZANIA KENIA BANGLADESH BANGLADESH MYANMAR ISLAS MALDIVAS MALAISIA TAILANDIA SOMALIA INDIA INDONESIA SRI LANKA +1h +2h +5h +6h +7h +8h +3h +4h Tiempo de propagación de la cadena de olas Tiempo de propagación de la cadena de olas EPICENTRO PAÍSES AFECTADOS Por qué se produce un maremoto A. EGUINOA / EL PAÍS Cinturón de Fuego: 81% de los terremotos. Epicentro del terremoto Magnitud: 9,0 (escala de Richter) LAS PLACAS TECTÓNICAS TERRESTRES OLAS GIGANTES La zona donde se produjo el maremoto, no disponía de un sistema sísmico de vigilancia. Las olas pierden velocidad según se van acercando a la costa y ganan altura a medida que disminuye la profundidad del fondo. La fuerza de las olas hace que el agua penetre varios cientos de metros en la costa, inundando todo lo que encuentra a su paso. En costas poco profundas pueden llegar a superar los 30 metros de altura, por lo que son completamente destructivas. Generalmente los maremotos o tsunamis se generan por un deslizamiento de las placas tectónicas bajo el agua. El movimiento del lecho marino desplaza una enorme cantidad de agua hacia arriba. Levantamiento de la placa Hundimiento de la placa Las olas llegan a desplazarse a una velocidad superior a los 500 km/h Longitud de onda Antes de la llegada del tsunami se produce una bajada repentina del nivel del mar. Lecho marino Desplazamiento de la placa Si el relieve de la costa es escalonado contribuye a frenar la velocidad de las olas. Cuando el agua desplazada tiende a nivelarse, se generan las olas. La distancia entre las crestas de las olas puede ser de varios cientos de kilómetros. 30 m 4 REPORTAJE EL PAÍS, DOMINGO 9 DE ENERO DE 2005

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tsunamis

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JAVIER SAMPEDRO

Es difícil encontrar-lasentre tantamuer-te, pero en toda ca-tástrofe se oculta al-guna historia feliz,algún golpe de pa-

radójica fortuna como el pro-tagonizado por Tilly Smith, unaniña británica de 10 años que sal-vó la vida a un centenar de turis-tas el pasado día 26 en una playade la isla de Phuket, en Tailan-dia. Unos minutos antes de quela gran ola destructora fuera visi-ble desde la costa, el agua retro-cedió alejándose de la playa. Mu-chos lo vieron, pero sólo Tillysupo interpretarlo. Era el signode que se avecinaba un tsunami.Lo había estudiado en la escuelaunas semanas antes. “¡Viene unaola gigante!”, gritó. Nadie sabepor qué los turistas hicieron casode la alarma de una niña, peroesa credulidad les salvó la vida,porque les dio tiempo de salir co-rriendo antes de que el tsunamifuera visible, y su playa fue unade las pocas de la isla de Phuketque no registraron víctimas.

Entre los testimonios del ho-rror conocidos en las últimasdos semanas, llaman la atenciónpor su consistencia los relatosdel minuto anterior al desastre.“Algunos sintieron primero eltemblor de tierra y otros vieronel mar desaparecer de las pla-yas”, narraba un corresponsaloccidental en la zona. La turistafinlandesa Katri Seppanen lodescribió así: “Las aguas retroce-dían, retrocedían tanto que todoel mundo se preguntaba qué eraaquello, si se debía a la luna lle-na”. Una pareja británica que sealojaba en Khao Lak (Tailandia)añadió: “En un momento, elmar estaba a nuestros pies, y en

el momento siguiente había re-trocedido medio kilómetro. Lagente empezó a caminar hacia laorilla para verlo mejor”. Un pes-cador de Sumatra lo vivió así des-de su barca: “El agua se retiró dela costa y los peces saltaban so-bre la arena”.

Lo que Tilly había aprendidoen clase es un fenómeno bien do-cumentado desde el catastróficomaremoto que destruyó Lisboael 1 de noviembre de 1755. Lo pri-mero que vieron los lisboetas fueque el agua retrocedía exponien-do a la vista el fondo marino, y elespectáculo fue tan insólito quemuchos de ellos bajaron a la are-na húmeda para presenciarlo decerca. El muro de agua llegóunos minutos después y acabócon sus vidas de forma instantá-nea. La historia se acaba de repe-tir. Y la asombrosa actuación deTilly demuestra lo mucho que sepodría haber evitado, no ya consofisticados detectores ni cos-tosas redes de alarma, sino tansólo con un conocimiento básicode la física de un tsunami.

Un tsunami, o maremoto, tie-ne su origen en un fuerte terre-moto con epicentro bajo el mar,y el que ocurrió el 26 de diciem-bre, de grado 9 en la escala deRichter, fue uno de los más bru-tales que se han registrado en lahistoria. La escala de Richter fueideada en 1935 de una maneramás bien arbitraria. Se asignóun valor próximo a cero a los te-rremotos más débiles que po-dían detectarse en aquella épo-ca. Después se aumentaba unaunidad por cada incremento de10 veces en la magnitud del terre-moto. Un terremoto de grado 9es 10 veces más potente que unode grado 8. La escala Richter notiene un límite superior, pero elgrado 9 es, en la práctica, casi el

máximo que se ha observado des-de que hay registros.

El terremoto de Sumatra hasido el cuarto más fuerte delmundo desde 1900, y el mayordesde el que sacudió Alaska en1964. Pero la mayor parte de sus150.000 víctimas no murió co-mo consecuencia directa del seís-mo, sino del tsunami que ésteprovocó. Y de la imprevisión delos Gobiernos de la zona.

Según los datos del serviciode Inspección Geológica de Esta-dos Unidos (USGS), el terremo-to del día 26 tuvo su epicentro a30 kilómetros de profundidad ya 250 kilómetros de BandaAceh, en la costa de Sumatra (In-donesia). Empezó exactamentesiete segundos antes de las 7.59hora local y duró tres minutos. Yliberó una energía de 475 mega-tones, el equivalente a 23.000bombas atómicas como la de Hi-roshima. Sólo una pequeña frac-ción de esa energía se transmitióal agua que estaba encima delepicentro, pero fue suficientepara desencadenar el desastre.

Inicios modestosLos inicios de un tsunami tie-nen una apariencia muy modes-ta. La energía del terremoto tie-ne el mismo efecto que una pie-dra tirada a un estanque: generaun tren de ondas concéntricas,es decir, una serie de olas quese propagan como circunferen-cias de radio creciente a partirdel lugar del impacto. Y esasolas parecen insignificantes.Un barco que hubiera estadojusto encima del epicentro ha-bría presenciado el nacimientodel maremoto, pero no le ha-bría otorgado la menor impor-tancia: una simple ola de me-dio metro de altura. La ola bajalentamente. Entre diez minu-

tos y una hora después llegaotra ola similar, y así.

La energía destructora de esaonda no está acumulada en su al-tura, sino en su longitud. En elcaso de la piedra tirada al estan-que, la longitud de onda (la dis-tancia entre una ola y la siguien-te) es de 20 o 30 centímetros. Enel tsunami del día 26 era de 100o 200 kilómetros. Cada ola circu-lar se movía en todas las direccio-nes a una velocidad cercana a los500 kilómetros por hora. A medi-da que se iba acercando a cual-quier costa, la fricción con el fon-do marino cada vez más someroiba reduciendo su velocidad. Ylos físicos conocen bien lo queocurre cuando se reduce la velo-cidad de propagación de una on-da: su longitud se acorta y su al-tura crece en correspondencia.El tsunami es una onda tan lar-ga que este proceso puede llegara producir olas de 30 metros dealtura en sólo 10 minutos. Y jus-to al lado de la costa. El tsunamidel Índico no superó los 10 me-tros de altura. Pudo ser peor.

Una onda tiene picos y valles,y lo primero en llegar a la costapuede ser un valle. Eso quiere de-cir que la ola, que se está forman-do allí atrás, chupa el agua queestá delante de ella, y, por tanto,el mar retrocede de las playas. Elretroceso puede llegar a mediokilómetro en sólo diez minutos,como relataba la pareja británi-ca de Khao Lak, y suele suscitaruna fatal curiosidad entre los ob-servadores costeros, como ocu-rrió en Lisboa en 1755. Pero es laseñal de que un tsunami se acer-ca. Ésta es la lección que tanbien se había aprendido la niñaTilly Smith.

“La zona afectada ha sufridobastantes tsunamis en los últi-mos dos siglos, lo que hace in-

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Unos minutos antes de quela gran ola destructorafuera visible desde la costa,el agua retrocedióalejándose de la playa.Muchos lo vieron, pero sóloTilly supo interpretarlo

Los inicios de un ‘tsunami’tienen una apariencia muymodesta. La energía delterremoto tiene el mismoefecto que una piedra tiradaa un estanque: genera untren de ondas concéntricas

Un barco que hubiera esta-do encima del epicentro ha-bría presenciado el nacimien-to del maremoto, pero no lehabría otorgado la menorimportancia: una simple olade medio metro de altura

EL TERREMOTO DE SUMATRA QUE PRODUJO LA OLA HA SIDO EL CUARTO MÁS FUERTE DESDE 1900

Cómo salvarse de un ‘tsunami’

Sumatra

500 km

Golfode Bengala

OcéanoÍndico

I. Andaman(INDIA)

I. Nicobar(INDIA)

Phuket

Banda Aceh

TANZANIA

KENIA

BANGLADESHBANGLADESH

MYANMAR

ISLASMALDIVAS

MALAISIA

TAILANDIA

SOMALIA

INDIA

INDONESIA

SRI LANKA

+1h+2h+5h+6h+7h+8h +3h+4h

Tiempo de propagaciónde la cadena de olas

Tiempo de propagaciónde la cadena de olas EPICENTRO

PAÍSES AFECTADOSPor qué se produce un maremoto

A. EGUINOA / EL PAÍS

Cinturón de Fuego: 81% de los terremotos.

Epicentro delterremoto

Magnitud: 9,0(escala de Richter)

LAS PLACAS TECTÓNICAS TERRESTRES

OLAS GIGANTES

La zona donde se produjo el maremoto,no disponía de un sistema sísmico de vigilancia.

Las olas pierden velocidadsegún se van acercando a la

costa y ganan altura a medida quedisminuye la profundidad del fondo.

La fuerza de las olas hace que el agua penetre varios cientos de metros en la costa, inundando todo lo que encuentra a su paso.

En costas poco profundaspueden llegar a superar los 30 metros de altura, por loque son completamente destructivas.

Generalmente los maremotos o tsunamisse generan por un deslizamiento de las placastectónicas bajo el agua.

El movimiento del lecho marino desplaza una enorme cantidad de agua hacia arriba.

Levantamiento de la placa

Hundimiento de la placa

Las olas llegan a desplazarse a

una velocidad superior a los 500 km/h

Longitud de onda

Antes de la llegada del tsunami se produce una bajada repentina del nivel del mar.

Lecho marino

Desplazamiento de la placa

Si el relieve de lacosta es escalonadocontribuye a frenar la velocidad de las olas.

Cuando el agua desplazadatiende a nivelarse, se generan las olas.

La distancia entre las crestas de las olas puede ser de varioscientos de kilómetros.

30 m

4 REPORTAJE EL PAÍS, DOMINGO 9 DE ENERO DE 2005

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creíble que la población no hayarecibido la información básicapara protegerse”, dice el especia-lista en tsunamis Íñigo Losada,catedrático de Ingeniería Oceano-gráfica y de Costas de la Universi-dad de Cantabria. “El retrocesodel agua suele ser muy rápido yllamativo, porque hace emergerregiones del fondo que los habi-tantes de la zona no habían vistojamás. Es un problema de cultu-ra. Los hawaianos, que tienen untsunami cada siete años en pro-medio, saben perfectamente loque significa el retroceso del agua,de qué tiempo disponen y qué ha-cer para evacuar las zonas de ries-go. Esa mínima información hu-biera salvado muchísimas vidasen el Índico”.

Las personas habrían dispues-to de más de diez minutos hastala llegada del tsunami, y esetiempo habría bastado en la ma-yoría de los casos para correr has-ta zonas en que el agua ya no lle-ga con fuerza. La cultura generalsalva vidas.

No todos los tsunamis lleganpor el valle de la onda. Otras ve-ces, lo primero que se puede ob-servar es una primera ola de buentamaño. “Ocurre a menudo quela gente ve la primera ola, que noes necesariamente la más grande,y se cree que eso era todo”, expli-ca Losada. “Entonces se acercana la orilla para hacer unas fotos”.

Sistemas de alertaHay muchas más cosas que se po-drían haber hecho. “Un sistemade alerta no puede prevenir untsunami, pero con toda seguri-dad habría reducido la pérdidade vidas el 26 de diciembre”, ase-guraba el jueves la sismóloga An-ne Meltzer, de la Universidad deLehigh (EE UU), en un comuni-cado de esa institución. La redglobal de sismógrafos puede de-terminar la posición y la magni-tud de cualquier terremoto a lospocos minutos de que ocurra, yes fácil estimar entonces cuál esla probabilidad de que provoqueun tsunami, y hacia dónde se di-rigirá, y en cuánto tiempo. “Unsistema de ese tipo no está enmarcha en el océano Índico,pero sí en muchos países del Pa-cífico”, dice Meltzer.

Un repaso a los horarios delmaremoto asiático basta para in-tuir el profundo efecto que hu-biera tenido ese sistema de aler-ta. El tsunami se movía a 500 ki-lómetros por hora. Lo primeroque alcanzó fue la costa norte deSumatra, situada a sólo 250 kiló-metros del epicentro. Aun así,los habitantes de esa zona ha-brían dispuesto de media horapara correr. Es el triple de losdiez minutos que Tilly Smith re-galó a los turistas de su playa.Aún más tiempo habrían tenidoen Tailandia y Malaisia (unahora), y no digamos ya en la In-dia y Sri Lanka (casi cuatro ho-ras). En estos dos últimos paísesmurieron casi 40.000 personas.

El jueves partió hacia la zonaun equipo de investigación orga-nizado por el USGS estadouni-dense y el Gobierno de Nueva Ze-landa. Su misión es examinar lasáreas inundadas, estimar la altu-ra que alcanzaron las olas, bus-car depósitos de sedimentos yevaluar los daños estructurales,con el objetivo de preparar el de-sarrollo futuro de un sistema dealerta. Uno de los 10 miembrosdel equipo es James Goff, direc-tor de la firma neozelandesaGeoEnvironmental Consultants.

“Muchos pueblos y aldeas sim-plemente han desaparecido”, diceGoff en una entrevista por correoelectrónico. “Que se reconstru-yan o no dependerá de un delica-do equilibrio entre el riesgo de

que vuelvan a ser destruidos porotro tsunami y la política de pre-vención que adopten los Gobier-nos de la zona. Recuerdo que,tras el tsunami de 1998 en PapúaNueva Guinea, los expertos acon-sejaron no reconstruir los pue-blos en el mismo sitio en que esta-ban, debido al riesgo extremo denuevos maremotos. Pero la ver-dad es que la mayor parte de lagente no tenía otro sitio adondeir, de modo que acabaron volvien-do al mismo lugar”.

Goff prosigue: “En cuanto almedio natural, el principal efec-to es la erosión. Muchas playashan perdido toda su arena, porejemplo. El ajuste natural de lalínea de costa restaurará la geo-grafía anterior al tsunami, peroeso llevará años en algunos ca-sos, y sospecho que décadas o si-glos en otros. La erosión tam-

bién ha rellenado algunos hume-dales, ha formado otros nuevos yha ensanchado los ríos. Algunosde estos efectos obligarán a redi-bujar los mapas”.

Como cualquier otro experto,Goff no tiene la menor duda deque los maremotos seguirán cau-sando catástrofes. “La cuestiónno es si volverá a ocurrir”, dice.“La cuestión es cuándo. Estetsunami asiático ha llegado casiexactamente en el 250º aniversa-rio del célebre maremoto de Lis-boa, y no deberíamos perder laoportunidad de concienciar a laopinión pública. Estoy al tantode los excelentes trabajos sobreel tema de mis colegas españolesy portugueses sobre los tsuna-mis y sus efectos, pero, por des-gracia, la percepción pública delriesgo de estos fenómenos siem-pre ha sido el hermano pobre de

otros peligros que parecen másinminentes o más interesantes,como los terremotos, las inunda-ciones y los incendios. Tal vezahora cambie el énfasis”.

El especialista neozelandésconcluye con una curiosa coinci-dencia: “Unos días después deltsunami del Índico, leí en un pe-riódico una frase de una mujer deSri Lanka: ‘He vivido aquí toda mivida, y esto no ha pasado nunca’.Un rato después volví a leer la mis-ma frase en un periódico neozelan-dés, pero esta vez pronunciadapor una figura pública para expre-sar su rechazo al informe sobre elriesgo de tsunamis que acababade elaborarse para su ciudad. Loscientíficos de tsunamis saben delo que hablan, pero muy poca gen-te les escucha. Es extraño”.

Nuevos mapas“Probablemente no tengamosque redibujar los mapas geográfi-cos convencionales, pero sin du-da tendremos que rehacer losmapas topográficos”, explica aEL PAÍS otro de los miembrosdel equipo, Costas Synolakis, unespecialista de la Universidad deSouthern California. “El gran va-lor de las imágenes comparati-vas de satélite [entre ellas lasque se muestran en esta página]es que nos permitirán calibrarnuestros modelos matemáticosde evolución de tsunamis y delas inundaciones que causan.Hasta ahora, los modelos se hanajustado midiendo la penetra-ción máxima que ha alcanzadoel agua. Incluso en la última ins-pección del tsunami de 2002 enPapúa Nueva Guinea, la expedi-ción dirigida por mi colega JoséBorrero tuvo que guiarse por lasdescripciones de los testigos paraprogramar su trabajo. Los paresde imágenes de satélite nos ha-rán avanzar mucho en los progra-mas de reducción de riesgos porlos maremotos”.

Desde el día de la catástrofe,Synolakis sólo ha podido dejarde trabajar un día, el 30 de di-ciembre. Para casarse. “Necesita-mos mapas del fondo marino”,prosigue el científico. “Como todoel mundo sabe, conocemos me-jor la superficie de Venus que elfondo de nuestros océanos. El te-rremoto fue muy fuerte, y proba-blemente ha producido grandescambios en el fondo marino. Ne-cesitamos cartografiarlos paracomprender lo que ocurrió eidentificar los futuros riesgos”.

Synolakis concluye: “Será elprimer terremoto en que se ha-gan medidas precisas de todoslos cambios topográficos y geo-gráficos”. Y ésa será la única bue-na noticia que saldrá de esta ca-tástrofe.

A LAS 9.30 del 1 de noviembre de1755, un terremoto sacudió el fondomarino 200 kilómetros al oeste delcabo de San Vicente, en el extremosuroccidental de Portugal. La escalaRichter no existía todavía, pero elterremoto debió aproximarse al gra-do 9 porque no sólo causó gravesdaños en Marruecos, sino que tam-bién afectó a Cádiz y Huelva y sedejó sentir en Francia, Suiza, Italia yFinlandia. Pero fue Lisboa la ciudadque sufrió la mayor destrucción.Primero, por el terremoto en sí;después, por los miles de incendioscausados por las velas caídasy los fuegos de cocina, y posterior-mente, por el tsunami.

Tras la primera sacudida del te-rremoto, muchos lisboetas buscaron

refugio en las barcas amarradasen la desembocadura del río. Mediahora después de la sacudida, lasaguas retrocedieron, y esto atrajo amás gente hacia la orilla. Y en po-cos minutos llegó el tsunami. Fuerontres olas, y probablemente no supe-raron los seis metros de altura, perodestruyeron casi por completo laparte occidental de la ciudad y daña-ron gravemente muchas otras zo-nas. Las barcas en las que se habíarefugiado la gente se hundieron consu carga humana, y los curiososque se habían acercado a la orilladesaparecieron para siempre.El tsunami causó también muchasmuertes hasta 80 kilómetrosal norte de Lisboa. Y la situaciónfue aún peor en el Algarve, la región

sur de Portugal, más cercanaal epicentro, donde casi todas laspoblaciones fueron destruidas porel tsunami, que allí alcanzó alturasde 30 metros.

El terremoto fue ya desastroso,pero en las ciudades costeras elmaremoto subsiguiente causó aúnmás destrucción que la misma sacu-dida. El tsunami de Lisboa causó da-ños en las costas de Cádiz y Huelva,y la onda subió por el Guadalquiviry se dejó notar en Sevilla. Ya conmenos potencia, alcanzó las costasde Francia, el Reino Unido, Irlanday Holanda. Este año se cumpleel 250º aniversario de la catástrofe.

Más de un siglo después, el 28de agosto de 1883, entró en su máxi-mo nivel de erupción el volcán

Krakatoa, en la isla de Pulau Rakata,entre Java y Sumatra. Su violenciafue tal que las cenizas ascendieron25 kilómetros hacia el cielo y lasexplosiones se oyeron en Australia,a mil kilómetros. El fenómeno tuvotal violencia que provocó una seriede tsunamis que llegaron a registrar-se en Latinoamérica y Hawai. La ma-yor de las olas alcanzó una alturamonstruosa, cercana a los 40 me-tros, y mató a 36.000 personas al gol-pear las costas de Java y Sumatra.

Ha habido muchos más tsuna-mis en el Índico, aunque de menormagnitud que el de 1883 y con me-nos víctimas que el de hace dossemanas. Sólo cabe esperar quela próxima vez alguien le haya dichoa la gente cómo salvar su vida.

Lisboa y Krakatoa: dos precedentes célebres

Bahía sumergida por el tsunami en la isla de Katchall, en el archipiélago indio de Nicobar, al norte de Sumatra. / NATURE

Como cualquier otro exper-to, Goff no tiene la menorduda de que los maremo-tos seguirán causandocatástrofes. “La cuestiónno es si volverá a ocurrir”,dice, “sino cuándo”

El par de fotos por satélite (antes y después del tsunami) muestra la devastación en Banda Aceh, norte de Sumatra. / NATURE

EL PAÍS, DOMINGO 9 DE ENERO DE 2005 REPORTAJE 5