S2.Fregoso y Thibaut2013. Por Todas Partes, Cientos de Miles
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La reproducción digital de este material es para fines de investigación y docencia de los cursos
académicos que imparte El Colegio de Michoacán (COLMICH), conforme a lo establecido en:
Lev Federal de Derechos de Autor, Título VI De las Limitaciones dei Derecho de Autor y de los
Derechos Conexos, Capítulo II De la Limitación a los Derechos Patrimoniales, Artículo 148
Apartado V:
Reproducción de partes de la obra, para la crítica e investigación científica, literaria o artística.
Vor f o J d ï o ì t r y f ù* J e >%>i| Cî
Natalia Fregoso - Emiliano Thibaut
Por todas partes, cientos de miles
El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón
y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros.
Aunque se le doblaron las piernas, no quería sentarse,
porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo,
al que allá atrás, horas antes,
le habían ayudado a echárselo a la espalda.
Y así lo había traído desde entonces.
"No oyes ladrar a los perros"
Juan Rulfo.
La infancia es un espacio simbólico desde el cual, históricamente, los adultos
han creado imaginarios sociales, políticos y económicos que rebasan con mu
cho las realidades y experiencias concretas de aquellos sujetos que la habitan.
Comprende a niños y niñas, pero entraña proyectos nacionales y discursos
hegemónicos que han obligado a pensar la niñez exclusivamente en su condi
ción de devenir.
Hasta hace medio siglo las concepciones en torno a los niños señalaban
que su relevancia social se debía a sus posibilidades futuras, lo que nubló la
vista sobre su vida presente y postergó, hasta nuestros días, su reconocimiento
como titulares de derechos, como sujetos con capacidad de agencia.
La idea sobre desarrollo nacional está ligada profundamente a la del
bienestar de la infancia, pues la nación se constituye con el florecimiento indi
vidual de quienes la componen, por lo que el Estado está obligado, mediante
la eficacia de sus instituciones, a asegurar la formación de ciudadanos leales y
productivos, con fuerte apego a los valores nacionales y provistos de virtudes
5
cívicas. Estos principios que manifiestan una relación entre la socialización in
fantil y su futura participación, así como con el progreso nacional, conforman
el núcleo del pensamiento moderno sobre la infancia.1
Su estudio exige un acercamiento multidisciplinar, pero resulta indis
pensable considerar la perspectiva histórica de la infancia, porque nos ofrece
la posibilidad de descifrar su construcción social, y con ello comprender que
se trata de un artefacto cultural en el que confluyen aspiraciones y deseos que
contienen figuras ideales, constituyen prácticas y valores, y producen relacio
nes sociales en contextos y tiempos históricos específicos. Lo que permitiría
entender que esta configuración se ha nutrido, en todo caso, de concepciones
ideales que se contraponen a las complejas realidades a las que hoy se enfren
tan millones de niños y niñas en el mundo.
En este sentido, los cambios sociales y culturales de las últimas décadas
han debilitado la construcción moderna de la infancia (la expansión del mer
cado global, el decrecimiento o colapso de los Estados de Bienestar, las crisis
económicas, las migraciones y diásporas más recientes, los conflictos y debates
sobre las transformaciones en la relación Estado-sociedad civil y el incremento
de la violencia social) y obligado a repensar esta noción a la luz de la emergen
cia de problemáticas nuevas.2 La infancia se vuelve objeto de investigación a
partir del reconocimiento común de su dimensión de historicidad y contingen
cia, con lo que aparece la certeza también de que es posible transformar la
visión sobre la infancia que hoy resulta añeja, para que los cambios sucedan.
Esta apertura se explica, asimismo, como parte del propio proceso recién men
cionado, en el que ha ido cobrando lugar la perspectiva de los derechos de los
niños en el marco del régimen internacional de los derechos humanos.
La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), aprobada en 1989
'Francisco Pilotti, Globalización y Convención sobre los Derechos del Niño: el contexto del texto, Naciones
Unidas / CEPAL, Santiago de Chile, 2001, p. 18.
2 Sandra Carli, "El campo de estudios sobre la infancia en las fronteras de las disciplinas. Notas para su ca
racterización e hipótesis sobre sus desafíos" en Isabella Cosse, Valeria Llobet, Carla Villalta y María Carolina
Zapiola (editoras), Infancias: políticas y saberes en A rgentina y Brasil. Siglos XIX y XX, Teseo, Buenos Aires,
2011, p. 33.
6
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es el instrumento más acep
tado a nivel mundial y constituye el resumen mejor acabado de un nuevo
paradigma para interpretar y abordar la realidad de la infancia. Este tratado in
ternacional compagina en un solo cuerpo legal derechos económicos, sociales
y culturales con derechos políticos y civiles, promovidos como un conjunto que
permitiría estar en condiciones de asegurar la protección integral e implicación
del niño socialmente.3 Sustentado en cuatro principios básicos que deben ser
atendidos por quienes tengan la responsabilidad de aplicar normas y lleven a
cabo programas y acciones a favor de la niñez: a) el de no discriminación; b) el
interés superior de la infancia; c) el de la supervivencia y el desarrollo, y d) el de
la participación.4 Con el propósito de garantizar su cumplimiento, establece
responsabilidades a la familia, la sociedad civil, la cooperación internacional y,
especialmente, al Estado.5
A pesar de su promulgación y asignación de obligaciones, su incidencia
en la realidad social sigue siendo insuficiente debido a que existe todavía una
arraigada resistencia social, y muchas veces franca oposición, a comprender que
los niños y niñas son sujetos con derechos y opiniones propias, son agentes de
cambio y actores sociales.6 Son tanto como los adultos. Ni más ni menos. Pero
sus condiciones específicas los vuelven vulnerables, por lo que es necesario in
sistir en que la infancia significa una responsabilidad social que a todos atañe.
3 Francisco Pilotti, Op. Cit., p. 10.
4 Rosa María Álvarez de Lara, "El concepto de niñez en la Convención sobre los Derechos del Niño y en la
legislación mexicana" en María M ontserrat Pérez Contreras y Ma. Carmen Macías Vázquez (coordinadoras),
Marco teórico conceptual sobre menores versus niñas, niños y adolescentes, UNAM, México, 2011, p. 5.
5 La asignación de responsabilidades es una de las principales características de la CDN: "la función que la
Convención otorga a los progenitores, la fam ilia y la com unidad en la protección, dirección y orientación de
los niños y niñas. Reconoce a los progenitores com o las personas encargadas de brindar la atención primaria
y protección a los niños, mismas que se debe dar, preferentemente dentro del ám bito familiar, ya que se
considera que la fam ilia es el espacio apropiado, donde el ser hum ano puede crecer y alcanzar su plena
madurez, y donde adquiere una mayor responsabilidad en el ejercicio de sus derechos." Rosario Esteinou en
Rosa María Álvarez de Lara, Op. Cit., p. 6.
6Consideración relevante dentro de la Convención: "de que niños y niñas son titulares de derechos, y como
tales tienen que desempeñar un papel activo en el disfrute de los mismos, esto conlleva a suponer que se
les tiene que dar la oportun idad de contribu ir a defin ir la form a en que esos derechos se satisfagan. De
ahí la importancia de escuchar y atender la op in ión de los niños y niñas." Rosario Esteinou en Rosa María
Álvarez de Lara, íbid.
La Convención establece que un niño es "todo ser humano menor de
dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable,
haya alcanzado la mayoría de edad,"7 por lo que en México son alrededor de
cuarenta millones. Entre éstos, 21.4 millones de niños y niñas viven en pobre
za, de ellos, cinco millones sobreviven en pobreza extrema.8 Lo que significa
que casi seis de cada diez niños y niñas en el país son pobres, y difícilmente
sus derechos humanos pueden ser garantizados. ¿Entonces, de qué infancia
hablamos? ¿Qué es ser niño o niña en México en estos tiempos?
Las cifras dibujan un panorama de emergencia nacional que tendría que
obligar a los distintos sectores sociales, y al Estado, en su función directiva, a
colocar la situación de la infancia en la agenda nacional, pues se trata de su
jetos a quienes se les anulan sus derechos humanos y, con ello, se suprime la
posibilidad de que puedan desplegar sus potencialidades.
Por tanto, la pobreza es un factor que determina que a los niños y niñas
se les incumplan sus derechos. En México, y el mundo, los más pobres entre
los pobres son ellos. Lo que "es más que la escasez o la insuficiencia de ingre
sos que afecta a los individuos, a los hogares o a las comunidades enteras."9
En la infancia, la pobreza se manifiesta en formas específicas que es preciso
atender. "La probabilidad de que la pobreza se vuelva permanente es más
alta que en el caso de los adultos, al igual que la posibilidad de que se repro
duzca en la siguiente generación, lo que compromete su desarrollo presente
y fu tu ro ."10
Niños y niñas en México viven sin que haya sido registrado su nacimien
to, situación que no sólo les niega su derecho a identidad, también les impide
su adscripción a servicios sanitarios, programas sociales e incluso su derecho
a educación. No cuentan con seguridad social ni espacios para su recreación.
7 Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada y abierta a la firm a y ratificación por la Asamblea Ge
neral en su resolución 44/25, de 20 de noviembre de 1989. Entrada en vigor: 2 de septiembre de 1990, de
conform idad con el artículo 49, A rtícu lo 1.
8 Medición de la pobreza, 2008-2010, CONEVAL, México, 2012.
9 Pobreza y derechos sociales de niñas, niños y adolescentes en México, 2008-2010, CONEVAL / UNICEF
México, 2012, pp. vi.
10 íbid.
Otros y otras asisten a estudiar con hambre. Viven hacinamiento y están ex
puestos a violencia doméstica y social. No tienen casa. Viven en la calle o
situaciones de calle que agravan su condición de vulnerabilidad. Cientos de
niños y niñas habitan instituciones en donde permanecen aislados, alejados
de sus familias.
Sus condiciones sociales, familiares e individuales promueven -por no
decir que obligan- su participación económica, cuando tendrían que estar
ocupados en asistir a la escuela, recibir clases de música y jugar con sus cole
gas. Según las estimaciones oficiales, son cerca de 215 millones de personas
menores de edad en el planeta las que forman parte de las filas de la población
trabajadora. Y más de la mitad, 115 millones, labora en ambientes peligrosos,
en trabajos forzados y actividades ilícitas.11 Hay 10.5 millones de niños y niñas
desempeñando labores domésticas en hogares que no son los suyos, en con
diciones peligrosas o cercanas a la esclavitud.12 La enorme mayoría trabaja en
Asia y el Pacífico, 113.6 millones; en África Subsahariana laboran 65.1 millo
nes, y la estimación para América y el Caribe es de 14.1 millones.
La erradicación del trabajo infantil sólo fue reconocida como un tema de
los derechos humanos en el trabajo -de la misma importancia que la libertad
sindical y de asociación, el derecho a la negociación colectiva, la abolición del
trabajo forzoso y la no discriminación en el empleo y la ocupación- en fechas
muy recientes. Y numerosas organizaciones de la sociedad civil han señalado
que el modelo actual de erradicación del trabajo infantil debe comenzar por
reconocer a estos niños y niñas trabajadores como sujetos sociales con plenas
capacidades para transformar su realidad social.
En el mundo, se ha registrado un descenso significativo en el número de
niñas que trabaja. Sin embargo, entre los varones y el grupo de edad entre los
15 y 17 años, las tendencias reflejan un ligero aumento. Es el sector agrícola
11 La mayor parte del trabajo infantil peligroso tiene lugar en el sector agrícola, pero en realidad hay niños
trabajando en casi todos los sectores de la economía, entre ellos algunos considerados de extremo riesgo,
com o la minería y la construcción. M anua l para empleadores y trabajadores sobre trabajo in fantil peligroso,
OIT, 2011.
12 "OIT: laboran en condiciones de esclavitud 10.5 millones de niños", La jornada, 12 de jun io de 2013.
el que sigue concentrando al grueso de esta población. Sólo uno de cada cin
co desempeña un trabajo remunerado. La inmensa mayoría son trabajadores
familiares no remunerados.13
El trabajo infantil agrícola en México presenta enormes desafíos para la
sociedad, pero especialmente para las instituciones del Estado responsables de
erradicarlo y el sector productivo, que insiste en perpetuar esta práctica. El Mó
dulo de Trabajo Infantil (MTI), de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
(ENOE), estima que más de un millón de niños y niñas trabaja en la agricultura,
principalmente en los cultivos de caña, tomate rojo, café y naranja.
En América Latina, son Brasil, Perú y México los países que enfrentan las
tasas más altas de ocupación infantil. En el primero hay más de cinco millones
de niños y niñas laborando, principalmente, en trabajos domésticos que les
consumen más de cuarenta horas a la semana. En Perú trabajan alrededor de
3.5 millones, lo que representa que uno de cada cuatro niños y niñas peruanos
labora.
Una de las razones que se ofrece como justificación al problema, que
paradójicamente promueve su permanencia, se halla en la precariedad de las
condiciones de vida. La escasez a la que se enfrentan los niños y niñas en la
región tiene relación directa con la inestabilidad laboral de sus padres o fami
liares cercanos; no sólo se trata del desempleo, sino también del subempleo y
la ausencia de seguridad social en el trabajo informal, que en el caso mexicano
representa el 60% de la población ocupada.14
Sus claroscuros son profundos; no caben las explicaciones llanas de que
se trata de una explotación ejercida o fomentada por los familiares con quie
nes comparten el espacio doméstico, que son éstos los únicos responsables.
No son individuos o núcleos familiares que deciden voluntariamente que los
niños deben colaborar económicamente -aunque también sucede-, sino, ines
tabilidad económica y otros factores como la falta de preparación profesional
13 Intensificar la lucha contra el trabajo infantil. In forme global con arreglo al seguim iento de la Declaración
de la OIT relativa a los principios y derechos en el trabajo 2010, México, p. 7.
14 "Empleo informal en M éxico", Boletín de prensa núm. 449/12, INEGI, 11 de diciembre de 2012.
10
y baja escolaridad, de espacios en donde confiar la seguridad de los hijos, el
aumento de la violencia social, y de padres que también trabajaron desde
pequeños, normalizando la idea de que los niños deben participar en la eco
nomía familiar, siendo además motivo de orgullo.
En México, las condiciones de vida de la niñez muestran de manera
evidente la disparidad entre la legislación que protege al niño y su realidad.
Los niños y niñas entre 5 y 17 años son 28.9 millones. Lo que representa el
25.3 por ciento de la población mexicana. Para el 2012, la población infantil
ocupada se ubicó en 3.2 millones.15 De ésta, casi un millón es menor de 14
años: estos niños y niñas trabajan a pesar de que la Ley Federal del Trabajo y
la propia Carta Magna lo prohíben.16 Lo que facilita la explotación y que sus
derechos laborales, que deberían ser otorgados de facto, no sean respetados.
Es esta población infantil de la que intentamos dar cuenta en este libro. Nos
asomamos a algunas de estas historias que, aunque pocas, permiten entrever
lo que ocurre hoy en Jalisco.
De manera cotidiana, se esgrime también como justificación el argu
mento de que la población infantil que trabaja representa una aportación sig
nificativa a la economía doméstica, que son brazos que se suman a los de los
padres para completar con esfuerzo el gasto familiar. A la luz de los resulta
dos que arroja el MTI, esta explicación no se sostiene plenamente, pues dos
terceras partes de estos niños y niñas ocupados no aportan ingresos al hogar
debido a que prácticamente uno de cada dos no recibe pago alguno por su
trabajo. Entre las explicaciones al problema están factores relacionados con la
cultura y costumbres familiares que entrañan ideas positivas sobre el trabajo
infantil, como preservar la tradición familiar en ciertos oficios, la transmisión
que se da de generación en generación, o el pensamiento de que trabajar
desde muy pronto disciplina, dota de responsabilidad y forma buenos hábitos
en los niños.
En años recientes, a los factores anteriores, se han sumado otros que
15INEGI 2010, ENOE - MTI 2011 y CONEVAL 2012.
16 Y la propia Convención sobre los Derechos de los Niños en su artículo 32.
empujan a los padres o sus familiares a obligarlos a trabajar para que estén
ocupados. Los niveles de inseguridad en las calles y el crecimiento exponencial
de las pandillas en las comunidades, aunado al escaso tiempo que tienen los
padres durante el día para estar en casa, hacen sentir que los niños y niñas
están más seguros mientras trabajan. Los espacios públicos significan, muchas
veces, lugares donde se corren riesgos. Donde además del abuso y la violencia,
están expuestos al secuestro.
Los menores de edad que desde muy pronto comenzaron su experiencia
como trabajadores, y han tenido que enfrentarse a resolver problemas de la
vida diaria, no reconocen en qué medida les beneficia cursar la educación bá
sica; aparentemente, lo que aprenden en la escuela no les ayuda a resolver los
desafíos de todos los días. La enorme mayoría proviene de hogares donde los
padres no reciben salarios dignos ni suficientes para cubrir los gastos familiares
mínimos; y los adultos tampoco tuvieron educación, por lo que no están en
condiciones de apoyar a sus hijos en actividades escolares. La estrategia, por
tanto, para la erradicación del trabajo infantil debe considerar las condiciones
estructurales de marginación y exclusión sociales en las que los niños y niñas
trabajadores se desenvuelven, que atañen a las familias y comunidades en su
conjunto.
Capullos de mi tierra
La situación en el estado de Jalisco es un espejo de agua de lo que ocurre en
la nación. Registra 1.1 millones de niños y niñas en situación de pobreza, de
los cuales más de 100 mil sobreviven en carencia extrema. De acuerdo con el
Décimo informe sobre la situación de los derechos de la niñez en Jalisco, en la
entidad laboran siete mil niños y niñas bajo las peores formas de explotación
laboral, concentrándose en los campos agrícolas donde trabajan en condicio
nes de franca esclavitud.17
Cuando observamos la pobreza en la infancia es posible constatar que
se compone de diversas manifestaciones de desigualdad. "La probabilidad de
17 Observatorio C iudadano de los Derechos de la Infancia.
12
que una niña, un niño o un adolescente sea pobre no presenta diferencias por
sexo, pero es relativamente mayor para los grupos de menor edad, para la
niñez indígena, para los que viven en hogares ampliados, de mayor tamaño,
con una tasa de dependencia más alta, donde el jefe o jefa del hogar es menos
educado o de menor edad y donde hay menos personas que participan en el
mercado de trabajo".18
Estos factores observados por el CONEVAL coinciden con lo que se vive
en los hogares de los niños y niñas trabajadores que conocimos y aparecen en
este libro. La dimensión de los datos duros cobra cuerpo, y es posible palpar
los distintos niveles de carencia y discriminación que vive esta población en
territorios urbanos y del campo jaliscienses. Lo que inevitablemente nos lleva a
reflexionar sobre la infancia que hoy estamos construyendo. ¿A qué proyecto
de nación se suscribe?
A este libro llegamos con el convencimiento de que es urgente docu
mentar lo que en Jalisco viven los niños y niñas trabajadores, y sus familias. En
todos los tiempos se han desempeñado en actividades económicas, lo que con
el transcurso de los años, y la profundización de la pobreza, parece haberlos
vuelto invisibles. Nos hemos acostumbrado a mirar niños y niñas trabajar como
si formasen parte del paisaje mexicano, en condiciones muchas veces alarman
tes, incluso deplorables, pero los vemos sin reparo. Como si fuera su destino y
no pudiésemos hacer nada, ni siquiera indignarnos.
Desde el comienzo de nuestra investigación nos enfrentamos a dos fac
tores que pensábamos de otras dimensiones que dificultaron nuestra incursión
en campo. El primero, la violencia profunda que México vive ha convertido
enormes capas de nuestra geografía en territorios hostiles. A quienes habita
mos esta parte de la tierra se nos obliga, por razones distintas, a pagar peaje:
riesgo a la integridad física, a ser despojado de la libertad; a ser cosificada y
sometida a explotación sexual; a ser presa del sinsentido de no poder asistir
a la escuela ni tener trabajo. El segundo, la desconfianza profunda que hoy
18 Pobreza y derechos sociales de niñas, niños y adolescentes en México, 2008-2010, CONEVAL / UNICEF
México, 2012, p. 10.
despierta el interés de conocer a otros. Más de una vez la inclinación del ánimo
por saber de estos niños y niñas que trabajan despertó alarma en los adultos.
Son conocidas las historias de personas desaparecidas. Aquí, como en las zo
nas urbanas más exclusivas de las ciudades, se vive con temor.
Movidos, pues, por el interés de saber sobre sus condiciones de vida, nos
dimos a la tarea de recorrer zonas distintas de nuestra geografía local, algunas
veces orientados por la experiencia de organizaciones sociales e individual y
otras por nuestro propio instinto e interés. Después de meses de trabajo, y
con el objetivo de que algunas de estas historias quedaran impresas para que
pudiesen ser conocidas, conformamos un cuerpo narrativo tejido por diez de
ellas que intenta no sólo dar cuenta de trayectorias personales, sino también
de recorridos familiares, contextos sociales, y con ello poner sobre la mesa un
tema de emergencia nacional que no ha sido comprendido suficientemente,
pues las opiniones que con frecuencia se vierten sobre el trabajo infantil de
notan juicios de valor y un profundo desconocimiento sobre las realidades de
estos niños y sus familias.
¡Llévame a la escuela!
Así comenzamos la ruta por Jalisco y conocimos a Coni y su familia. Ellos viven
en Tonalá, un municipio ubicado en el centro del estado que con 478,689
habitantes forma parte de la mancha urbana de la Zona Metropolitana de
Guadalajara.19 Es la mayor de siete hermanos y tiene diez años. Entre los pe
queños hay algunos que aún no están registrados. Tienen nombre, pero no
la documentación que lo acredite, por lo que no asisten a la escuela. Coni sí,
gracias a su propia insistencia, cuenta su madre.
Es una niña tenaz, inteligente y tímida. Además de estudiar, trabaja en
labores domésticas en su casa. Una casa de piso de tierra con techo de lámi
nas. De tres o cuatro láminas que el gobierno del estado les regaló, para luego
colocar en la fachada, en lo alto de uno de los postes de madera que pare
19 La Zona M etropo litana de Guadalajara (ZMG) está conform ada por la capital del estado de Jalisco y los
municipios que la circundan: Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá y el Salto.
14
ce venirse abajo: "Vivienda beneficiada. Este gobierno está contigo". Es una
casa de dos habitaciones en la que viven diez personas, y Coni se encarga de
limpiar, cuidar a sus hermanos, lavar la ropa que todos usan y salir de pesca,
medio jugando, con la intención de volver con algo para cenar. Sus dos padres
trabajan y entre ambos ganan 400 ó 500 pesos semanales. No saben leer ni
escribir.
Las veces que estuvimos en su casa, sobre la mesa en la que se reúnen
para comer hubo siempre una Big Cola. ¡Es gigante! También estuvieron sus
primos, esperando ser retratados.
Entre las peores formas de trabajo infantil
Todavía en penumbras, cerca de las cinco de la mañana, en el lugar señalado
previamente por los taxistas, aparecieron Torito y el Gato, con su hermano
Eduardo y su padre el Pala. Junto con otros trabajadores que conforman las
cuadrillas, vinieron a buscarlos en camiones de redilas para llevarlos, tierra
adentro, a cosechar caña de azúcar. El cultivo principal de Tala, zona agrícola
de la región Valles de Jalisco. Con doce y trece años, tienen brazos duros y
musculosos a fuerza de manejar con destreza los machetes.
Con su padre y dos hermanos mayores, trabajan de lunes a domingo, sin
asistir a la escuela. Comienzan a las seis de la mañana una labor extenuante
que ha sido señalada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como
"trabajo infantil en sus peores formas", porque afecta su salud y seguridad, y
limita la posibilidad de romper su círculo de pobreza.
Su madre trabaja como empleada doméstica en jornadas de ocho horas
y media por las que le pagan 130 pesos; y se levanta diariamente a las cuatro
de la mañana para preparar los lonches que los hombres llevan al cañaveral.
En esta familia hay amor y alegría, es evidente; y preocupación en los
padres por el futuro que parece esperarles irremediablemente a sus hijos, don
de además ahora han visto agravarse las condiciones de seguridad y pobreza
de su entorno.
Niño obrero
Sin certezas sobre sus padres, el apoyo a Víctor Daniel le viene de su abuela,
con quien vive en El Sauz, una colonia en la ciudad de Guadalajara con índices
alarmantes de violencia y muerte, donde también está su trabajo.
Las historias de las familias en México no podrían contarse sin la presen
cia de las abuelas, quienes muchas veces juegan papeles centrales. Como el
que ocupa en la vida de Víctor la suya, un niño obrero de trece años. Trabaja
en un lugar donde fabrican boquillas y reparan instrumentos de viento. Lo
hace entre máquinas pesadas y herramientas que le demandan precisión. Aun
que sus manos de niño lo delaten, sus labores parecieran ser las de un adulto,
como su gesto serio e impasible. Víctor Daniel está en su trabajo de nueve de
la mañana a seis de la tarde; en este negocio, que alberga a pocos trabajado
res, pasa la mayor parte de su día.
También asiste a la escuela nocturna diariamente, de siete a nueve de la
noche. Ya está en sexto de primaria. Una de esas veces que lo visitamos, una
señora de edad mayor, con grietas profundas en el rostro, nos dijo que des
pués de las seis de la tarde es mejor no estar en la calle. Aquí la incertidumbre
está en el aire.
¡Casi un equipo de fútbol!
En la isla de Mezcala, un pueblo en resistencia en la Ribera de Chapala, viven
los músicos de la Banda La triunfadora de Mezcala. Comenzaron a tocar
en cubetas y ollas que su madre ya no usaba. Son siete hermanos que van de
los cuatro a los 17 años, y sin haber estudiado música empezaron a sacar "de
oído" canciones que les gustaban y escuchaban en la radio. La Triunfadora
toca todos los domingos por la tarde en el malecón del pueblo, en los restau
rantes que están frente al lago, donde llegan los turistas; también amenizan
fiestas religiosas y eventos sociales de toda especie. Por canción, cobra veinte
pesos. Y es generalmente los fines de semana cuando la banda suena.
Para estos hermanos, todos varones, que sonríen y se reparten abrazos
entre ellos, ganarse lugar en la zona turística de la isla no ha sido fácil, pues
se han sentido segregados por su edad y la envidia de quienes saben que
16
escuchar tocar a niños es muy potente, causa "ternura". Por lo que entre los
músicos adultos hay recelo por la aceptación del público.
Los padres de la Banda son jóvenes, tienen menos de cuarenta años.
Y ocho hijos. El papá recoge camote del cerro que después vende. Y de eso
viven. Juana, la mamá, que ahora amamanta al más pequeño, asegura que
por su propia iniciativa comenzaron a tocar públicamente. La condición es que
no dejen la escuela. Todos estudian. Ella se dedica a las labores domésticas y
hacer sentir a sus hijos confianza en ellos mismos. "Yo les digo siempre: quié
ranse mucho, cuídense, no se peleen." Les insiste, machaconamente, que es
importante que terminen la escuela para que puedan tener un buen trabajo
cuando sean adultos.
A ras de suelo
Carmen y Ernesto no se conocen, pero ambos viven en La ladrillera, una colo
nia en Tonalá donde más de la mitad de su población infantil trabaja amasando
el barro, con los pies hundidos en el lodo con "basurita", como le llaman al
estiércol, haciendo con sus manos los ladrillos que sostienen las ciudades, que
son su entraña.
Ella trabaja con sus padres, hacedores de ladrillos desde pequeños.
Como seguramente lo hicieron sus abuelos. Como ocurre aquí con casi todas
las familias. Es un oficio que se hereda. Carmen vive en una vecindad que pa
rece levantarse como una sombra en medio de un terreno árido, color ocre,
donde el sol quema irremediablemente. Su casa tiene un solo espacio, que es
cocina y dormitorio. Que lo es todo. El baño está fuera, es un espacio com
partido. Además de trabajar "en el campo", asiste a la primaria con uno de
sus hermanos. La más pequeña va a preescolar. Los riesgos a los que se ven
expuestos son evidentes, pueden olerse en ese pasillo largo y fétido que lleva
hasta su casa.
En La ladrillera todo es tierra y es naufragio. El artificio que se consi
gue con arcilla intenta alimentar a familias enteras, numerosísimas, sin que
se consiga. Como le sucede a Ernesto y su familia, que se compone de nueve
hermanos y sus padres. Sus abuelos maternos viven a un costado de su casa.
De ellos es el terreno en el que sus padres consiguieron levantar una casa de
dos habitaciones que tiene un patio con un pozo medio lleno de agua turbia.
Excepto el padre, que es albañil, todos trabajan haciendo ladrillos. Como Car
men, Ernesto tiene diez años y también va a la primaria.
Una de las veces que conversamos con Modesta, su mamá, nos dijo que
el dinero le alcanzaba a duras penas para darle de comer a su prole dos veces
al día: tortillas con frijoles. Y nos contó cuando uno de sus hermanos le dijo
una vez que la encontró desesperada: "Yo, si estuviera como tú, ya me hu
biera ahorcado." A lo que respondió: "No, el mundo es todavía muy hermoso
para matarme".
Bajo sol y agua salada
Casi no se ven, pero están ahí, caminan entre los turistas que parecen no mi
rarlos. Aparentemente, a nadie le sorprende que se trate de niños y niñas que
trabajan mientras otros, ataviados en telas diminutas de colores, se zambuten
en el mar. César es uno de estos niños que trabaja rondando las costas de
Puerto Vallaría, en Jalisco, con su "mercancía" en las manos. Es vendedor de
ostiones en el nuevo malecón, como también lo fue su padre, don Trino, que
ya a los diez años sacaba frutos de las fauces del mar.
Ostiones y otras delicias marinas son arrebatadas al agua por don Trini
dad en una práctica milenaria en la que él creció y ahora su hijo aprende. César
dice que el secreto para reconocer el ostión de entre las piedras en la orilla del
mar es tocarlas y sentir unos pequeños chipotes que salen de lo redondeado
de las rocas.
Se van de pesca a las aguas de las playas cercanas a Mismaloya y Boca
de Tomatlán, para después acercarse al bullicio, ofreciendo los frutos marinos
en platos de plástico, con limones y sal.
Al caer la tarde se hace perdedizo, y entonces se toma su tiempo para
jugar con otros niños que también pasan sus días en estas playas colmadas de
turistas, porque también ahí trabajan o cuidan de sus hermanos más pequeños.
18
Con olor a muerte
El "Pelón" de la Huizachera se llama José, tiene doce años. Desde que su
mamá se fue, doña Victoria lo ha criado con sus otros cinco hermanos. Viven
en una casa de dos habitaciones, a la vuelta de donde viven sus tías con sus pa
rejas y sus hijos, y los hijos con sus parejas y sus hijos, en esta colonia del Salto.
Justo en la periferia del corredor de 400 plantas en las que se manejan celulosa
y químicos, y que mantienen -al amparo de los gobiernos- al río Santiago en
una crisis socio-ambiental grave desde hace tres décadas. A la vera de la casa
del Pelón está el canal que resguarda al río, del que emergen olores hediondos
que se deslizan por las calles sin asfalto y entran por las ventanas hasta colarse
en los lugares más secretos.
Es una zona de miseria y marginación que en los últimos meses ha sufri
do el crecimiento exponencial de la violencia, donde habitan, afincados desde
hace tiempo, el abandono, la desintegración familiar, el alcoholismo y la vio
lencia doméstica. En este ambiente, que está lejos de ser endémico, los vecinos
ya no salen por las noches ni atraviesan ciertas calles que parecieran pertene
cer a otros. Doña Victoria dice que prefiere no salir de la Huizachera por temor
a que entren en su casa.
Aquí mismo es donde el Pelón trabaja. Labora diariamente desde medio
día y hasta que la tarde cae, va en bicicleta vendiendo pan dulce y virote. Hay
días mejores que otros, pero, con todo y los primeros, Pelón no saca más de
100 pesos diarios, cuando mejor le va. Una parte de su sueldo la utiliza para
sus gastos y otra se la da a su abuela Victoria. Cursa la escuela abierta los
sábados en la mañana, pero apenas está en primero de primaria, y dice que
le cuesta mucho esfuerzo estudiar. Lee muy poco y recién escribe su nombre.
En cambio, la propia experiencia laboral lo ha vuelto "ducho" en las cuentas.
Perfumes que vienen de lejos
Daniel va a la escuela por las tardes, pero confiesa que no le gusta. No la
encuentra útil. Donde mejor está, uno se da cuenta nomás mirarlo, es en su
trabajo. Su empleador es un hombre joven, con quien trabaja comprando y
vendiendo chatarra, cartón y plástico. Se llama Lalo, y con él juega y bromea
todo el tiempo. Con frecuencia le dice a Daniel socarronamente: "Pronto te
voy a llevar con las Perfumadas". Con Lalo, en este lugar y deambulando por
las calles en busca de los materiales con los que después comercia, Daniel se ve
contento, cómodo. En cambio en su casa, este niño de once años que aparen
ta ser mayor, luce desanimado, como que pierden brillo sus ojos. ¿Será porque
le toca dormir cada noche en un sofá en el que ni siquiera cabe del todo? En
el que su cuerpo no se acomoda.
Su familia son tres hermanos menores y sus padres. La madre se ocupa
de las labores domésticas y su papá trabaja como asistente de albañil. Venden
ropa usada en un tianguis cercano a su casa los fines de semana, en Paraísos
del Colli, en Zapopan. A la mamá de Daniel no le gusta que trabaje con Lalo,
dice que lo amarrará, para que no se salga. Parece que no espera nada bueno
de la relación, pues ya en el pasado encontró su ropa con olor a cigarro y está
segura que con él Daniel bebe alcohol.
Romper el círculo, cambiar de rumbo
Es hija de vendedores de papas y dulces de la zona de Periférico y Colón. En
donde el tránsito urbano se concentra y la gente abunda. A sus doce años,
Janeth colabora con su trabajo al sustento familiar los fines de semana y
durante las vacaciones escolares, porque su madre cuenta con la suficiente
claridad para estar convencida que si Janeth no estudia, como ella no lo hizo,
no podrá romper con el círculo de pobreza que le viene de muy lejos. Por eso
no le permite trabajar en horas que impidan que asista a la escuela ni en las
que dedica a las actividades extra-escolares.
Janeth terminará la primaria este verano y está en sus planes seguir estu
diando, como lo hacen sus dos hermanos mayores. Ahora tiene su propio pues
to los fines de semana, junto al de su madre, en el que vende productos (chinos)
de temporada. La mayoría de esta población migrante se dedica al comercio.
Se concentran en la venta de productos de temporada y papas fritas. Lo que
ella vende son adornos de plástico que encienden con una pila de reloj, irradian
luces de colores y cuestan quince pesos. Las horas en el trabajo las pasa de rodi
llas, pues su puesto es una caja de cartón, cubierta con una tela, a ras de suelo.
20
Raíces y desarraigo
Nunca se imaginaron que hubiesen podido echar raíces al otro lado del país,
lejos de su lugar de origen, de sus amigos y familiares. Como antes había suce
dido, don Pancho, indígena chol, dejó Palenque en busca de trabajo fuera de
Chiapas, en zonas agrícolas más al norte de México donde se dice que la tierra
deja más. Pero después de un tiempo, más de un año, lo siguieron su esposa
y su primer hijo, lo extrañaban demasiado. Ya afincados en Arandas, en la re
gión Altos Sur de Jalisco, nacieron otros tres chamacos y decidieron, entonces,
dejar de viajar porque sentían que aquí tendrían mejores condiciones de vida.
Francisco es el mayor, el que viajó con dos años desde Chiapas, a don
de no quiere volver, porque se siente ya de Arandas, a pesar de que la so
cialización en esta localidad de raigambre conservadora y fuerte apego a la
religión católica no ha sido fácil. Ser cristiano e indígena de piel oscura en esta
ciudad -como lo es toda la familia- no ayuda a estrechar lazos. En todo caso,
lo contrario. Estos mexicanos del sur han sufrido discriminación racial por parte
de sus paisanos. En últimas fechas han sentido más hondamente el desarraigo
que los lleva a pensar en volver al sur, en sentir el sur otra vez.
Pero son aquí ya diez años, y Francisco cursa ahora sexto de primaria y
abriga esperanzas de seguir adelante. También trabaja con su padre en jor
nadas fatigosas en las plantaciones de agave de las enormes compañías que
controlan la producción de tequila. Cuando es tiempo de la pisca de tomate,
no sólo Francisco suma sus brazos a los de don Pancho, que parece cansado.
Lo hace toda la familia, incluso los pequeños dejan la escuela y se van también
al campo a recoger tomates.
Ante la omisión y el desdén del Estado por ciertas comunidades específicas a
las que históricamente les han sido negados derechos humanos, la profundi-
zación de la pobreza y la falta de políticas sociales eficaces, las organizaciones
sociales cobran lugar en la esfera pública. En México hay decenas involucradas
en asuntos de la infancia, lo que obliga igualmente al Estado mexicano a moni-
torear sus actividades de manera permanente para distinguir tanto las buenas
prácticas como los abusos.
De sobra sabemos que el Estado precisa sumar esfuerzos para conseguir
un mejor gobierno, pero sin duda debe hacerlo sin olvidar su papel directriz ni las
responsabilidades que le competen.
Para este proyecto contamos con la colaboración de la asociación civil mexi
cana CODENI (Colectivo Pro Derechos de la Niñez A.C), que apoya a hijos e hijas
de comerciantes que se desempeñan especialmente en el centro de la zona me
tropolitana; y las organizaciones internacionales no gubernamentales Save the
Children, creada en 1920 y responsable de la iniciativa que culminó con la Decla
ración de Ginebra sobre los derechos del niño en 1924, y Children International,
que en México se desempeña exclusivamente en Jalisco, ofreciendo asistencia a
16 mil niños en el ZMG. Esta organización, que acuña el adjetivo de "humanita
ria", a lo largo del año apoya a estos niños y niñas con uniforme y mochila con
útiles escolares, una despensa y atención médica básica que ofrece en sus distin
tos centros comunitarios.
Paradójicamente, como ocurre con el trabajo infantil, Children International
México está auspiciada por transnacionales corresponsables de las condiciones de
precariedad que se viven en el mundo, como lo es Monsanto, acusada de dise
minar semillas transgénicas, contaminando centros de origen, y concentrando el
monopolio de ciertos cultivos que terminan desplazando a los agricultores locales.
Si bien es posible reconocer los granos de arena que estas iniciativas apor
tan, estas pequeñas contribuciones seguirán siendo insignificantes mientras se
insista en desconocer que las condiciones de pobreza y marginación social son
estructurales y rebasan, por mucho, a la población infantil.
Asimismo, los esfuerzos a favor de la infancia serán vanos, si éstos no con
templan transformar la resistencia social en reconocimiento hacia los niños y ni
ñas como sujetos de derechos, con capacidad plena para transformar su realidad,
lejos de lo que de ellos pueda esperarse solamente en el futuro. Este cambio
cultural permitiría pensar en la erradicación del trabajo infantil sin criminalizar la
pobreza, con estrategias que por principio garanticen los derechos de los niños a
participar de manera activa y comprendan sus contextos sociales y familiares, lo
que permitiría, igualmente, terminar con la persecución contra los niños y niñas
que trabajan.
La sociedad debe hacerse cargo de sus niños: la crianza, el afecto, su
seguridad y desarrollo no pueden ser más responsabilidad exclusiva de la ma
dre o del entorno familiar, que se vive o se padece solitariamente. Pensar en
una transformación de fondo sobre las condiciones de la infancia en el planeta
pasa por considerar el bienestar de niños y niñas como una tarea social.
Sin que estén, pues, todos los que son, porque en estas historias no
se cuentan las de niños que viven en las sombras, encerrados y obligados a
trabajos forzados o tareas ilícitas ni aquellas sobre explotación sexual o las de
niños y niñas que nos hemos acostumbrado a ver viviendo en las calles, este
libro es un pequeño homenaje, un reconocimiento a ellos, a los niños y niñas
que están por todas partes, pero que insistimos en no mirar por lo mucho que
nos dicen de nosotros mismos. Son cientos de miles.
Anayanci Fregoso Centeno