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VIDA COTIDIANA EN EL SIGLO XIX (RUSIA) CLASES SOCIALES Clase baja- campesinos, criados, obreros industriales, mineros, artesanos y mendigos Clase media- médicos, abogados, periodistas, profesores, curas, oficiales del ejército, funcionarios, campesinos acomodados y pequeños empresarios Clase alta- aristócratas, alto clero, banqueros, industriales, generales y comerciantes ricos AGRICULTURA En esta época alrededor del 80 % de la población rusa vivía en pueblos pequeños y se dedicaba a la agricultura. La mayoría de los campesinos se agrupaban en comunidades campesinas, en los que la tierra era de todos y se repartía cada 10 ó 20 años. Entonces el consejo de la aldea, formado por los hombres del pueblo, repartía las tierras entre las familias y daba más a los que tenían más hijos, lo que animaba a los padres a tener una familia numerosa. Las tierras que te daba la comunidad no se podían vender, ya que había que devolverlas al cabo de un tiempo. En las familias campesinas trabajaban todos, incluyendo mujeres y niños. Casi todos los campesinos rusos dependían de un noble, al que tenían que pagarle un tercio de la cosecha, además de hacer algunos trabajos gratis para él, normalmente en sus tierras. Hasta 1861 la mayoría de los campesinos eran siervos, lo que significa que no podían irse del pueblo sin permiso del señor, que podía azotarles y venderlos como esclavos, si quería. Esto motivó muchas revueltas campesinas, en las que miles de personas se rebelaban, se negaban a pagar tributos, pedían la libertad y atacaban las casas de los nobles, hasta que intervenía el ejército y acababa con las protestas. Algunas de estas revueltas duraban meses y afectaban a regiones enteras, ya que los campesinos conseguían armas y mataban a unos cuantos soldados, antes de ser aplastados. En 1861 el zar Alejandro II abolió la servidumbre, pero las condiciones de vida de los campesinos siguieron siendo malas, ya que las parcelas eran muy pequeñas y el suelo era poco fértil (salvo en Ucrania), lo que no permitía alimentar adecuadamente a las familias campesinas. Por ello muchos se veían obligados a buscar trabajos extras, arrendando

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VIDA COTIDIANA EN EL SIGLO XIX (RUSIA)

CLASES SOCIALES

Clase baja- campesinos, criados, obreros industriales, mineros, artesanos y mendigosClase media- médicos, abogados, periodistas, profesores, curas, oficiales del ejército,

funcionarios, campesinos acomodados y pequeños empresariosClase alta- aristócratas, alto clero, banqueros, industriales, generales y comerciantes

ricos

AGRICULTURA

En esta época alrededor del 80 % de la población rusa vivía en pueblos pequeños y se dedicaba a la agricultura. La mayoría de los campesinos se agrupaban en comunidades campesinas, en los que la tierra era de todos y se repartía cada 10 ó 20 años. Entonces el consejo de la aldea, formado por los hombres del pueblo, repartía las tierras entre las familias y daba más a los que tenían más hijos, lo que animaba a los padres a tener una familia numerosa. Las tierras que te daba la comunidad no se podían vender, ya que había que devolverlas al cabo de un tiempo. En las familias campesinas trabajaban todos, incluyendo mujeres y niños.

Casi todos los campesinos rusos dependían de un noble, al que tenían que pagarle un tercio de la cosecha, además de hacer algunos trabajos gratis para él, normalmente en sus tierras. Hasta 1861 la mayoría de los campesinos eran siervos, lo que significa que no podían irse del pueblo sin permiso del señor, que podía azotarles y venderlos como esclavos, si quería. Esto motivó muchas revueltas campesinas, en las que miles de personas se rebelaban, se negaban a pagar tributos, pedían la libertad y atacaban las casas de los nobles, hasta que intervenía el ejército y acababa con las protestas. Algunas de estas revueltas duraban meses y afectaban a regiones enteras, ya que los campesinos conseguían armas y mataban a unos cuantos soldados, antes de ser aplastados. En 1861 el zar Alejandro II abolió la servidumbre, pero las condiciones de vida de los campesinos siguieron siendo malas, ya que las parcelas eran muy pequeñas y el suelo era poco fértil (salvo en Ucrania), lo que no permitía alimentar adecuadamente a las familias campesinas. Por ello muchos se veían obligados a buscar trabajos extras, arrendando tierras de nobles o trabajando como jornaleros, albañiles, descargando en muelles o haciendo actividades artesanales en casa. Además, al abolirse la servidumbre los nobles se quedaron con un tercio de la tierra y se obligó a los campesinos a compensar a sus antiguos señores durante 50 años, pagándoles durante ese tiempo una parte de la cosecha. Por todo ello la miseria en el campo continuó y siguió habiendo revueltas de vez en cuando, sobre todo cuando había malas cosechas y los campesinos pasaban hambre. Entonces invadían las tierras de los nobles para quedarse con ellas, o se negaban a pagar los impuestos, hasta que llegaba el ejército y disolvía las protestas.

Pero no todos los agricultores habían sido siervos. Siempre hubo también campesinos libres, que tenían sus tierras y que fueron prosperando al comprar tierras de la nobleza o de otros campesinos, sobre todo a partir de 1861. Estos agricultores introdujeron técnicas modernas (máquinas tiradas por caballos, abonos químicos) y consiguieron así mayores beneficios. Esto les permitió contratar a mano de obra asalariada, tener un nivel de vida más alto y pertenecer a la clase media.

Luego estaban los jornaleros, que eran campesinos sin tierras a los que los terratenientes contrataban para sembrar y recoger la cosecha. Muchos no tenían casa fija, ya que se movían continuamente, buscando un sitio donde ganarse la vida. Cuando llegaban a un lugar donde había trabajo, dormían en una cabaña que les prestaba el dueño de la tierra y trabajaban allí durante diez o quince días, hasta que se acababa el trabajo y se iban a otro sitio. Trabajaban desde que amanecía hasta que anochecía y sólo descansaban el domingo. Como los sueldos eran muy bajos tenía que trabajar toda la familia, incluyendo mujeres y niños. A veces no tenían

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faena (sobre todo en invierno) y pasaban hambre, ya que entonces no cobraban nada y tenían que vivir de los ahorros, pedir limosna o buscarse otros trabajos (como trabajar en construir una vía de tren o una carretera).

Para sembrar el campo se utilizaba un arado tirado por bueyes o caballos, que hacía unos surcos, donde se echaban las semillas para enterrarlas después. De vez en cuando había que quitar las malas hierbas y abonar, lo que se hacía a mano. También había que dedicar tiempo a buscar leña (y cortarla), ir a por agua, dar de comer a los animales o a limpiar los establos. Tres meses después de la siembra se podía recoger el cereal, lo que necesitaba mucha mano de obra y se hacía con hoces. Después había que trillar, es decir, separar el grano de la paja, lo que se hacía con una especie de rastrillo. Luego el grano se llevaba al molino, para hacer harina (y ésta al horno para hacer pan), mientras que la paja se utilizaba para dar de comer a los animales o para rellenar los colchones. Lo que más se cultivaba era trigo (para hacer pan), cebada (para cerveza y alimentar al ganado) y patatas. Una parte de la parcela se dejaba cada año sin cultivar, para que la tierra recuperase sus nutrientes. Allí se llevaba al ganado para que pastase.

Cuando llovía los jornaleros no trabajaban y tampoco cobraban, por lo que varias semanas de lluvia podían hacer pasar hambre a muchas familias. También podía haber heladas, inundaciones, sequías o plagas de insectos que destruyeran la cosecha, algo que pasaba de vez en cuando. Entonces muchos agricultores podían morir de hambre y algunos se escapaban a la ciudad, para buscar trabajo allí. A partir de 1861 los campesinos ya pudieron irse legalmente a las ciudades, lo que aumentó mucho la emigración.

ALIMENTACIÓN

La gente de clase baja comía sobre todo pan, patatas, sopa y legumbres (lentejas, garbanzos, alubias). La comida solían hacerla las mujeres de la casa, normalmente calentando una olla con leña. La carne era cara y se reservaba para ocasiones especiales. Pescado sólo se comía en localidades costeras o cerca de grandes ríos, porque enseguida se estropeaba. Algo parecido sucedía con la leche, que sólo la tomaban los que tenían vacas u ovejas. En cuanto a las frutas y verduras, en Rusia se cultivaban pocas (sólo manzanas, peras, zanahorias, remolacha, lechugas y coles) y esas eran las únicas que se consumían. No obstante, a veces se podía ir al bosque a recoger bayas, moras, arándanos o frambuesas. Para beber tomaban agua o cerveza. Como comían pocas proteínas y pocas grasas, solían estar muy delgados y crecían poco. Y si se quedaban sin trabajo podían pasar varios días sin comer.

La gente de clase media comía carne de vez en cuando, ya que ganaba más dinero. También comía más pescado y queso, que en esa época era bastante caro. Normalmente tenían una criada que era la que les hacía la comida (y se la servía). Si vivían en una ciudad, a veces salían a comer a algún restaurante. A partir de 1880 empezaron a ponerse de moda las conservas, con lo que las personas podían comer cosas que venían de lejos.

La clase alta comía mucha carne (faisán, perdices, ternera, cerdo) y bastante vino y vodka, además de marisco, queso y pasteles. Apenas comían pan, legumbres, patatas, frutas ni verduras, ya que eso lo consideraban comida de pobres. Su dieta era muy mala y por eso enseguida engordaban o tenían problemas de salud, a partir de los 60 años, por falta de vitaminas (en esa época aún no se sabía ni lo que eran las vitaminas). A veces salían a comer a algún restaurante. Tenían muchos criados que les hacían y les servían la comida.

CIUDADES

En el siglo XIX San Petersburgo era la capital y la ciudad más grande de Rusia, con 300.000 habitantes en 1800 y 1.400.000 en 1900. La segunda ciudad más grande era Moscú y después venían, a mucha distancia, Kiev, Varsovia, Nizhny Novgorod y Jarkov. Las ciudades crecieron sobre todo a partir de 1861, cuando muchos campesinos pobres empezaron a llegar allí, al abolirse la servidumbre. La poca industria que había en Rusia se concentraba en las

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ciudades y allí trabajaban sobre todo inmigrantes del campo. Otros se ocupaban en la construcción, en el servicio doméstico o en el comercio. Las ciudades tenían barrios de clase alta y media, con casas elegantes, muchas tiendas, restaurantes, teatros y parques. Por esas calles se veían carruajes y gente bien vestida. Hacia 1840 se pusieron las primeras farolas de gas y desde entonces empezó a haber luz por la noche, con lo que surgieron locales de copas, para hacer salidas nocturnas.

A principios de siglo las ciudades estaban bastante sucias, incluso los barrios de clase acomodada, ya que no había alcantarillado ni recogida de basuras, con lo que se tiraba todo a la calle. Además, las calles eran de tierra y se llenaba todo de barro cuando llovía. Pero esto cambió a partir de 1860, cuando se empezó a poner alcantarillado, suministro de agua a las casas y adoquines en el suelo. Entonces los barrios de gente con dinero empezaron a estar más limpios y pudieron empezar a tener agua en casa (antes tenían que ir a comprarla o tenían pozos en casa).

Estos avances no llegaron a los barrios obreros hasta la década de 1890. Allí vivían los trabajadores de las fábricas y la gente más pobre. Estos barrios estaban muy sucios, ya que no tenían alcantarillado, ni adoquines en el suelo. Por eso a menudo estaban llenos de barro, de ratas y olían mal las calles. También estaban contaminados, pues estaban al lado de las fábricas, que no dejaban de tirar humo. También contaminaban bastante las chimeneas de las casas, que usaban carbón para calentarse. En estos barrios había pocas tiendas, no había parques y no tenían luz en las calles por la noche. En cuanto al suministro de agua, tenían que comprarla o ir a la fuente a por ella, lo que les obligaba a hacer bastantes colas. Además, los barrios obreros eran peligrosos, ya que, como había muchos pobres, la delincuencia era algo habitual. Había muchos robos y asesinatos, por venganzas o porque se resistían a que les robaran. También había mucha prostitución en esos barrios, pues muchas mujeres no tenían dinero para vivir de otra forma. Muchos niños se dedicaban a pedir por las calles o a robar a los que pasaban. Salir por la noche era muy peligroso en esos barrios.

Por otra parte, en las ciudades había frecuentes atascos. Había muchos carruajes (de gente rica o que servían como taxis) y a veces no cabían todos en la calle. También había muchos carros con mercancías y, a partir de 1870, tranvías tirados por caballos, que ocupaban la vía pública. Además, los peatones no respetaban las aceras y andaban por todas partes, dificultando el tránsito de los carruajes. Por eso eran frecuentes los atropellos, cuando había menos tráfico y se circulaba a toda velocidad.

COMERCIO

En esta época no había supermercados ni grandes superficies. Todo eran mercados callejeros o tiendas pequeñas, donde pedías lo que querías y el dependiente te lo daba. Si era comida tenía que pesarlo y te lo llevabas tú en tu propia bolsa (no había bolsas de plástico. Eran de tela). La ropa no estaba hecha, sino que te la tenían que hacer a medida. Ibas al sastre, éste te tomaba las medidas y volvías al cabo de una o dos semanas a recogerla. Como esto era caro, había mucha gente que compraba las telas y se hacían ellos la ropa (normalmente las mujeres de la casa). Otros iban a mercados y compraban allí ropa de segunda mano, que solía estar sucia y a veces tenía pulgas o piojos. En las ciudades había tiendas (sobre todo en los barrios ricos), pero en los pueblos no, ya que la gente se alimentaba de lo que cultivaba, se hacía sus propias casas y su propia ropa. Lo único que había en los pueblos era carpinteros y herreros, que abastecían a los campesinos de algunos productos. Los campesinos que tenían más tierras iban a veces a las ferias de las ciudades, donde podían comprar animales u otros artículos, contratar a trabajadores o vender parte de su cosecha.

En las ciudades había muchos vendedores callejeros, que vendían bebidas (café, limonada, sopa) y comida (empanadas, patatas calientes, pescado frito, pasteles), ya que mucha gente pobre no tenía cocina en casa o llegaban muy cansados del trabajo para ponerse a cocinar. También había muchas mujeres que vendían flores y niños que repartían los periódicos, gritando las noticias. Otros se dedicaban a limpiar las botas de la gente a cambio de un poco de dinero.

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DINERO

La moneda era el rublo, que a mediados de siglo equivalía a unos 40 euros actuales. Se dividía en 100 kópecs, valiendo cada uno unos 40 céntimos actuales. Hasta 1850 se pagaba casi siempre con monedas, pero a partir de esa fecha los billetes se fueron haciendo cada vez más habituales.

La gente de clase baja guardaba sus ahorros en casa, pero esto era peligroso, ya que les podían robar. Por eso escondían el dinero debajo de una baldosa, detrás de un ladrillo, dentro de un colchón o en un calcetín. La gente de clase media y alta tenía armarios que se cerraban con llave y donde guardaban su dinero, hasta que hacia 1850 aparecieron los primeros bancos rusos. Entonces dejaron allí parte de su dinero, para que estuviera más seguro. Eso sólo lo podían hacer los que vivían en ciudades, ya que en los pueblos no había bancos. Además, los bancos a veces quebraban y entonces los que tenían ahorros allí se quedaban sin su dinero.

Los bancos sólo prestaban dinero a la gente rica, al gobierno y a las empresas, por lo que muchos tenían que vender las joyas de la familia cuando necesitaban dinero. Otros recurrían a prestamistas, que te dejaban el dinero pero con un interés muy alto. Y si no devolvías el dinero a tiempo se quedaban con tus tierras o con tu casa.

EDUCACIÓN

En Rusia había pocas escuelas en esta época, por lo que sólo los niños de clase alta y media podían aprender a leer y escribir. Hasta 1830 sólo había escuelas parroquiales, lo que significa que era el cura del pueblo el que enseñaba a los niños, normalmente en la iglesia. A partir de esta fecha se fueron creando escuelas municipales, sobre todo en las ciudades. Los judíos y los musulmanes iban a escuelas especiales, dirigidas por sacerdotes de sus respectivas religiones. La mayoría de las escuelas eran muy pequeñas y tenían sólo una clase con unos 20 alumnos y un profesor. En todas las escuelas había que pagar, pero las municipales eran más baratas. A principios de siglo irían a la escuela alrededor del 20 % de los niños, pero poco a poco se fueron creando más escuelas y en 1900 ya iban alrededor del 40 %. En las ciudades se iba más a clase que en los pueblos.

Los que vivían lejos del colegio tenían que andar a veces hasta una hora, incluso con lluvia o nieve, para llegar a clase. En las ciudades había escuelas y liceos (institutos) privados donde la gente con dinero llevaba a sus hijos. Los niños de familias de clase baja (que eran casi todos) trabajaban desde muy pequeños en las fábricas o en el campo, ayudando a sus padres, por lo que muy pocos iban a clase y eran analfabetos durante toda su vida. En las escuelas se enseñaba a leer y a escribir, las matemáticas básicas y religión. Los profesores eran muy estrictos y pegaban (con la mano, con una correa o con un palo) a los que se portaban mal o no se sabían la lección. Las niñas y las niñas iban a colegios separados y los profesores eran siempre del mismo sexo que los alumnos. A las niñas se les enseñaba sobre todo religión, bordar y coser, para que pudieran ser buenas esposas y amas de casa. Pero muchas niñas de clase media no iban a la escuela, ya que eran sus madres las que les enseñaban en casa lo que necesitaban saber para ser buenas madres y esposas. Además, la mayoría de los padres pensaban que no era tan importante que una niña estudiara.

La gente de clase media y alta estudiaba durante mucho más tiempo que los pobres y normalmente pasaban a secundaria (a partir de los 11 años). Allí aprendían historia, geografía, matemáticas, ciencias naturales, latín, francés y literatura. En esta época era muy importante saber francés, ya que era el idioma que utilizaban para entenderse la gente de distintos países. Los alumnos iban con uniforme, la disciplina era muy estricta y se castigaba con azotes o con expulsiones (para siempre) a los que incumplían las normas. Muchos de los que iban a estos centros estaban internos y dormían allí, sobre todo en los colegios de élite. En estos casos veían

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poco a sus familias, ya que sólo volvían a casa los fines de semana. Y si eran de pueblo sólo en vacaciones, ya que el transporte era caro.

A partir de 1870 hubo institutos públicos de secundaria, que eran más baratos que los colegios privados, lo que hizo que más gente de clase media pudiera estudiar. A estos institutos se permitió estudiar a las mujeres. Los que no podían estudiar allí eran los campesinos, que lo tenían prohibido. Las madres de familias ricas contrataban institutrices o profesores particulares para sus hijos, para que aprendieran las cosas fundamentales para ser un perfecto caballero o señorita. Las chicas podían recibir clases de piano, de francés, de urbanidad, de baile y de equitación, mientras que los chicos de familias ricas aprendían en sus casas baile, francés, urbanidad, esgrima y equitación.

Muy poca gente iba a la universidad. Los que lo hacían eran normalmente hijos de licenciados universitarios o de gente con dinero que daba mucha importancia a la educación de sus hijos. Había pocas carreras y eran sólo para hombres. Sólo se podía estudiar medicina (para ser médico), derecho (para ser abogado, juez, fiscal o notario), filosofía y letras (para ser profesor o funcionario), ciencias (para ser profesor o funcionario) o teología (para ser cura). Quien quería ser maestro no iba a la universidad, sino que estudiaba durante un año en una escuela especial para maestros. Lo mismo los que querían ser ingenieros, que estudiaban en una escuela politécnica. Estudiar en la universidad era caro y no había becas, así que los estudiantes más pobres trabajaban para sus compañeros lavándoles la ropa, limpiándoles la habitación (muchos estaban internos) o llevándoles el equipaje, para poder pagarse los libros o la matrícula. Las mujeres sólo podían estudiar para ser maestras, institutrices o enfermeras, en centros privados, a partir de 1850. A partir de 1874 se permitió a las mujeres estudiar medicina en la universidad.

FAMILIA

En esta época los chicos y las chicas de clase baja solían conocerse en fiestas populares, por ser vecinos o paseando por el pueblo o la ciudad, normalmente los domingos. Entonces podían bailar juntos, charlar o irse de excursión al campo con la pandilla, lo que aprovechaban para conocerse mejor y quedar en más ocasiones. Normalmente no tenían relaciones sexuales antes del matrimonio, ya que si una mujer aceptaba y luego su novio la abandonaba, ya nadie se querría casar después con ella, pues ya no era virgen. Si además se quedaba embarazada y el padre no quería casarse ella no podía obligarle a hacerse cargo del niño. Además, una madre soltera era rechazada por todos (incluso por su familia) y tenía que sacar adelante al hijo ella sola, por lo que a menudo acababa abandonándolo en la puerta de un convento o de un orfanato. Para evitar estas cosas, las personas se casaban bastante jóvenes, las chicas entre los 15 y los 20 años y los chicos entre los 20 y los 25. Para hacerlo el chico tenía que pedir la mano de la chica a los padres, que entonces hablarían con él para conocerlo mejor (a él y a su familia). Otras veces hablaban también con los padres del novio, aunque en los pueblos esto no hacía falta porque todos se conocían. Si veían que eran gente honrada normalmente daban el permiso y se celebraba la boda.

En las familias de clase media y alta, las cosas eran algo distintas. En estos casos los chicos y las chicas se conocían en fiestas privadas o porque los padres eran amigos y se presentaban a los hijos. Siempre que quedaban estaban acompañados por más personas (amigos, familiares), pues estaba muy mal visto que un chico y una chica se quedaran a solas. Si querían besarse tenía que ser a escondidas (en un descuido de los demás) y sólo podían tener relaciones sexuales después del matrimonio. Muchas veces los padres solían acordar el matrimonio de los hijos y no les dejaban que se casaran con otra persona. Casi siempre los emparejaban con alguien de un nivel económico parecido, pues querían que la pareja de su hijo o hija perteneciese a una buena familia, nunca a una más pobre que ellos. Otras veces el chico y la chica se conocían antes, se enamoraban y era el chico el que iba a ver al padre para pedir la mano de la chica. Entonces el padre se interesaba por el nivel económico de su familia, ya que si eran más pobres que ellos no le dejaba casarse con su hija. Normalmente el chico tenía más libertad para elegir a la novia, pero si había mucha diferencia de nivel social, su padre no le

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dejaba casarse. Antes de contraer matrimonio los novios podían quedar algunas veces para conocerse mejor, pero no podían besarse ni cogerse de la mano, ni tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Lo más frecuente es que les acompañara algún criado o algún miembro de la familia para que esto no sucediera.

Al poco de casarse llegaban los primeros niños. En esta época los campesinos tenían seis o siete hijos por pareja, aunque tres de ellos morían antes de llegar a adultos, sobre todo cuando tenían menos de 5 años. En las ciudades la gente tenía menos hijos (4 ó 5), ya que las casas eran más pequeñas y las personas menos religiosas. Además, en las familias de clase media y alta morían menos niños, pero tampoco se libraban del todo, pues en esa época había muchas enfermedades que no se sabían curar. Los hijos nunca llamaban papá o mamá a sus padres, sino padre o madre. Además, les hablaban de usted y les trataban con mucho respeto, ya que en esta época era frecuente que los padres pegaran a sus hijos. Les pegaban si se portaban mal, si hablaban con poco respeto o si sacaban malas notas en el colegio. Normalmente los padres castigaban a los niños y las madres a las niñas. Los padres hablaban de tú a sus hijos y les llamaban por su nombre. En las familias ricas los niños eran cuidados por una niñera y estaban poco tiempo con sus padres.

En casa el padre era la máxima autoridad y después la madre. La esposa estaba obligada a obedecer al esposo, pero podía dar órdenes a los hijos. En las familias más pobres eran habituales los malos tratos a las esposas, sobre todo cuando el marido estaba borracho o era alcohólico, algo bastante frecuente. Además, la gente consideraba normal que un marido diera un bofetón o un puñetazo a su esposa, si ella no le obedecía o le faltaba al respeto. No existía el divorcio, por lo que el matrimonio era para toda la vida.

En las familias de clase baja las mujeres también trabajaban fuera de casa. Si vivían en el campo como campesinas y si estaban en la ciudad como criadas (en casas de familias acomodadas) o en fábricas textiles. Una vez se casaban tenían que encargarse también de las tareas de la casa, por lo que cambiaban de trabajo y se dedicaban a vender en el mercado, a planchar y a coser para otros o a dar el pecho a hijos de otras mujeres. Otras eran lavanderas (lavaban en el río ropa de otros) o fabricaban en casa cepillos o cajas de cerillas por encargo, cobrando muy poco por cada una, para ganar algo de dinero. Estos trabajos estaban muy mal pagados y les obligaban a trabajar más de diez horas al día. Además, en casa se dedicaban a cuidar a los niños, a cocinar, a hacer la compra y a lavar la ropa (a mano, en un río o en un fregadero), ayudadas por sus hijas. En las ciudades las mujeres de clase baja estaban tan ocupadas que no tenían mucho tiempo para limpiar la casa, que solía estar por ello bastante sucia.

En las familias de clase media las mujeres eran amas de casa y sólo se dedicaban a la familia, lo que les dejaba algo más de tiempo libre. Además, contaban con la ayuda de una criada que les ayudaba a cocinar y a limpiar la casa. En cuanto a las familias ricas, en ellas la esposa tenía a su disposición a gran cantidad de criados: mayordomo, cochero, jardinero, ama de llaves (jefa de criadas), cocinera y numerosas doncellas. De esta manera, estas mujeres sólo se tenían que preocupar de dar órdenes a la servidumbre, así como de elegir a los nuevos criados.

El adulterio estaba prohibido y se castigaba con varios meses de cárcel, en el caso de la mujer. A los hombres sólo se les castigaba con una multa y si matan a su esposa infiel y a su amante apenas se les castigaba. Otras veces había duelos (a espada o a pistola) por cuestiones de celos o por querer dos hombres a una misma mujer. Pero estos duelos sólo los hacía la gente de clase media y alta. Aunque estaban prohibidos, nunca se castigaba a nadie por ello. Si un niño nacía fuera del matrimonio (y los padres no se casaban después), la madre y el niño eran mirados con desprecio durante toda la vida, como una pecadora o como un fruto del pecado. En cambio el padre podía seguir llevando una vida normal, sin que nadie lo mirase mal por ello.

Si el padre de familia moría la viuda se quedaba en una situación muy difícil, sobre todo si tenía hijos pequeños o era de clase baja. Las mujeres cobraban la mitad que los hombres, por lo que, aunque se pusieran a trabajar, no podían mantenerse a ellas y a sus hijos y acababan mendigando o vendiendo sus propiedades para poder sobrevivir. Por eso muchas intentaban casarse otra vez para tener a alguien que las mantuviera a ellas y a sus hijos.

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GUERRA

De vez en cuando se hacían sorteos entre los jóvenes solteros de cada pueblo o ciudad y al que le tocaba hacía el servicio militar, del que estaban excluidos los nobles, los sacerdotes y los casados. Al principio del siglo XIX el servicio militar duraba 25 años, pero se fue reduciendo poco a poco, a 20 años (en 1834), luego a 12 (en 1855) y al final a 6 (en 1874). Las guerras más importantes que tuvo Rusia en esa época fueron contra las guerras napoleónicas (contra Francia, en 1805-1807 y 1812-1814). En 1812 los franceses invadieron Rusia y llegaron a conquistar Moscú, pero fueron derrotados y expulsados. Otra guerra importante fue la de Crimea, que enfrentó a Rusia con Francia, Gran Bretaña y el Imperio Otomano, entre 1853 y 1856. También tuvieron otras guerras contra el Imperio Otomano (1806-1812, 1827-1829 y 1877-1878, con combates en los Balcanes y en el Cáucaso), contra Suecia (1807-1808, conquistando Finlandia) y contra Persia (1804-1813 y 1826-1828, con combates en el Cáucaso). También tuvieron muchas guerras para conquistar a los pueblos del Cáucaso (chechenos, circasianos, cherqueses, adigues) hasta 1864 y a los sultanes de Asia Central (Bujara, Merv, Kokand, entre 1860 y 1882. La mayoría de estos reinos están actualmente están en Uzbekistán, Kazajstán o Turkmenistán).

El ejército ruso estaba muy mal equipado y a los soldados se les rompían las botas o el uniforme se lo tenían que arreglar ellos como podían, hasta que recibieran equipo nuevo. Además, la disciplina era muy estricta, siendo frecuente los azotes con látigo por cualquier falta, incluso por jugar a las cartas o llevar botones desabrochados. Si uno intentaba escapar era fusilado por desertor, en época de guerra, o metido en un calabozo durante un tiempo, en época de paz. Además, cuando había guerra a menudo pasaban hambre, sed, frío o calor, ya que tenían que marchar y dormir en tiendas de campaña aunque nevase, hiciese muchísimo calor, lloviese o estuviese todo lleno de barro. Andaban durante muchas horas al día y se levantaban muy pronto, además de no poder cambiarse de ropa ni lavarse durante meses, por lo que muchos acababan con piojos o pulgas. Al cabo de unos años los soldados eran licenciados y podían volver a sus casas, pero a veces morían antes o quedaban mutilados por heridas de guerra. Todos los militares muertos o mutilados tenían derecho a una pequeña pensión del estado, que llegaría a ellos o a sus viudas. Pero era muy poco y apenas daba para vivir.

Los oficiales del ejército pertenecían a la nobleza y eran oficiales porque su familia había pagado mucho dinero o por haber estudiado en academias militares. Eran los únicos que podían llegar a ser generales o gobernadores.

En el sur de Rusia vivían los cosacos, que eran rusos a los que el zar había dado tierras para que las trabajasen como agricultores, a cambio de que sirviesen en el ejército o en la policía. Vivían en sus propios pueblos, que eran gobernados democráticamente entre ellos. Si había guerra iban a luchar a caballo y volvían a casa cuando terminaba el conflicto. Pero no se ponían a las órdenes de los generales rusos, sino que luchaban por su cuenta, en pequeños grupos. Eran soldados muy valientes y eran temidos por sus enemigos. Otros trabajaban como policías, disolviendo con sus espadas y fusiles las manifestaciones y las huelgas.

INDUSTRIA Y TRABAJO

Durante la primera mitad del siglo casi no había fábricas, existiendo en su lugar muchos pequeños artesanos, que tenían un taller y que elaboraban lo que fuera necesario. Había tejedores (que hacían telas), carpinteros, herreros, panaderos, alfareros (cerámica), barberos, zapateros, molineros y otros muchos oficios. Estos artesanos tenían a menudo a aprendices y a gente a sueldo, que les ayudaba en su trabajo. A partir de 1860 empezó a haber grandes fábricas con máquinas modernas en las ciudades y cerca de las minas. Estas industrias fueron arruinando a estos artesanos, que no podían vender tan barato. Muchos de ellos tuvieron que irse a trabajar a las fábricas, donde ganaban mucho menos dinero y trabajaban más, al igual que muchos campesinos pobres, que llegaban del campo buscando empleo en la ciudad. En las fábricas textiles trabajaban muchas mujeres y niños, porque cobraban menos y no hacía falta fuerza

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física. Pero en las demás industrias predominaban los hombres, pues a menudo había que cargar pesos y mover cosas pesadas.

No obstante, en los pueblos siguió habiendo artesanos, ya que allí apenas llegaban los productos de la ciudad. Los más solicitados eran los carpinteros (que fabricaban toneles, puertas, muebles y reparaban carros) y los herreros (que fabricaban herramientas, ponían herraduras a los caballos y hacían rejas).

En las fábricas había muchas máquinas que eran movidas por una máquina de vapor, que funcionaba quemando carbón. Por eso en las fábricas había siempre mucho ruido (por las máquinas en funcionamiento) y bastante humo (por las chimeneas). Los accidentes eran frecuentes y a veces los trabajadores quedaban inválidos o morían, por alguna caída o corte con alguna máquina. Otras veces cogían enfermedades por trabajar con productos químicos tóxicos, como el fósforo o por respirar vapor de mercurio. Durante la primera mitad del siglo XIX la gente trabajaba doce horas al día y sólo descansaban los domingos. Solían empezar a las seis de la mañana, paraban un rato para comer y salían a las siete de la tarde. Como los trabajadores eran gente pobre, normalmente vivían en casas de la empresa, que estaban al lado de la fábrica y que el empresario les alquilaba. En las fábricas y las minas había unas sirenas que avisaban cuando tocaba empezar o dejar de trabajar.

El trabajo en la industria y en las minas era muy cansado, porque apenas dejaban descansar. Los capataces (que eran siempre hombres) recorrían la fábrica y gritaban a los que estaban descansando o charlando, e incluso pegaban a los niños si hacían lo mismo. Si uno hacía algo mal se le ponía una multa o se le despedía. Los sueldos eran muy bajos, por lo que en las familias pobres trabajaban todos, ya que con el sueldo del padre no bastaba para vivir. Si uno protestaba o intentaba organizar un sindicato se le echaba del trabajo, pero aún así cada vez se fueron haciendo más sindicatos, ya que la gente estaba harta. Entonces los obreros se reunían a escondidas, para que no se enterara el empresario y ponían un poco de dinero cada semana, para poder aguantar en caso de huelga. Así si el empresario no les hacía caso le montaban una huelga y resistían hasta que cediera o se quedaran sin ahorros. A menudo el empresario traía gente de fuera para trabajar, pero entonces los huelguistas se ponían a la entrada de la fábrica y se enfrentaban con los recién llegados. Si la huelga salía mal el empresario echaba a los jefes de la huelga. Además, como las huelgas estaban prohibidas, muchos líderes sindicales eran detenidos y enviados a prisión o a campos de trabajo en Siberia. Si la huelga salía bien se podía conseguir un aumento de salario o una reducción de la jornada laboral.

En esta época no había vacaciones y si uno no trabajaba un día, porque estaba enfermo o había tenido un accidente, no cobraba. Por ello una enfermedad prolongada o un accidente grave del padre de la familia podía llevar a una familia a la pobreza. Tampoco había subsidios de desempleo, ni se cobraba ninguna indemnización en caso de despido. Por otra parte, los accidentes también eran frecuentes en las minas y en la construcción. Muchos trabajadores morían o quedaban mutilados por un desprendimiento del techo o explosión (en las minas) o por caer desde un andamio (en la construcción). Muchos mineros cogían silicosis, una enfermedad del pulmón por respirar polvo de carbón. Al final estaban tan mal que no podían trabajar y entonces eran despedidos.

Las familias de clase baja solían dejar a sus hijos muy pequeños (de menos de 5 años) al cuidado de alguna vecina (pagándole un poco de dinero), de algún familiar o de alguna hija más mayor, mientras iban a trabajar. Cuando crecían, lo normal era que los hijos se dedicaran a lo mismo que el padre, quien les enseñaba su oficio en cuanto llegaban a los 12 ó 14 años. Si la familia tenía una tienda o cualquier otra empresa, eran los hijos varones los que ayudaban al padre y se quedaban luego con el negocio. Las hijas, en cambio, iban orientadas al matrimonio. A veces en las tiendas había dependientes, que cobraban muy poco y que dormían en la trastienda (un cuarto detrás del mostrador).

En esta época había muchos criados, casi todos mujeres jóvenes, que dejaban el trabajo en cuanto se casaban y tenían hijos. Dormían en casa de sus señores y estaban disponibles casi todo el tiempo. Las que más trabajaban eran las doncellas, que se levantaban a las 6 de la mañana y trabajaban hasta las 10 de la noche, cuando se acostaban exhaustas. Se les daba de comer allí y ganaban muy poco dinero. Sólo podían descansar un poco el domingo.

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Las mujeres que eran despedidas y no encontraban trabajo acababan ejerciendo la prostitución. Las prostitutas podían ganar en un día lo mismo que una chica trabajando durante siete días en una fábrica, pero tenían otros problemas. A menudo eran maltratadas por sus clientes, se quedaban embarazadas a menudo y cogían enfermedades de transmisión sexual. A medida que envejecían iban ganando cada vez menos hasta que acababan en la miseria. Por eso muchas chicas dejaban la prostitución en cuanto encontraban otro trabajo.

JUSTICIA

En esta época había mucha delincuencia en las ciudades. Como no había ningún tipo de subsidio de desempleo ni indemnización por despido, mucha gente sin trabajo acababa en la miseria y terminaban robando por las calles, sobre todo de noche o aprovechando la multitud. También había muchos que asaltaban casas y se llevaban lo que podían, incluso ropa. Los ladrones eran tan pobres que robaban cualquier cosa que encontraran y que pudieran llevarse consigo.

En esta época uno podía ir a prisión por deudas, lo que afectaba sobre todo a la gente pobre, que pedía dinero prestado y luego no lo podía devolver. En la cárcel se les obligaba a trabajar y sólo salían cuando pagaban lo que debían. Por otra parte, se castigaba con mucha dureza cualquier robo, aunque fuera pequeño. Uno podía pasarse varios años en la cárcel por robar una manta o algo de comida para dar de comer a la familia, por ejemplo. En las cárceles se amontonaban muchos presos, que vivían allí en malas condiciones y que eran obligados a hacer trabajos duros. Las epidemias y la suciedad eran frecuentes, así como la mala alimentación. A los asesinos se los castigaba con la horca, algo que se hacía en una plaza de la ciudad, con muchos curiosos que iban a contemplar la ejecución. Los violadores iban a la cárcel, pero se los perdonaba si se casaban con la víctima (siempre que fueran los dos de la misma clase social). En Inglaterra muchos casos, como los de asesinato, los juzgaban jurados, es decir, gente elegida por sorteo, en vez de un juez.

Los autores de delitos más graves, así como los líderes sindicales y presos políticos eran enviados a campos de trabajo en Siberia. Allí pasaban varios años, cortando leña, construyendo carreteras o trabajando en una mina. Eran trabajos muy duros y a menudo se hacían con mucho frío, por lo que muchos morían por enfermedades o por congelación. Estos campos estaban en medio del bosque, en zonas muy alejadas de cualquier pueblo, por lo que era muy difícil escapar. Casi todos los que lo intentaban morían de hambre o de frío por el camino.

Por otra parte, en Rusia la gente tenía pocos derechos. Aunque había juicios y abogados, los detenidos podían ser torturados para que confesaran o delatasen a sus cómplices. Podían tirarse meses en un calabozo hasta que eran juzgados y la policía podía registrar su casa cuando quisiera.

POLÍTICA

Sólo la gente de clase media y alta se dedicaba a la política, ya que entonces la mayoría de los cargos públicos no cobraban nada. Por eso los que se dedicaban a eso tenían que tener rentas u otros ingresos para poder pasar mucho tiempo sin trabajar. Casi todos los cargos eran nombrados por el gobierno o algún representante suyo, como alcaldes, concejales, miembros del senado (órgano que aconsejaba al zar) y gobernadores provinciales. Los cargos más importantes eran casi siempre para nobles o para gente rica. No había elecciones ni parlamento, ya que el zar (el rey de Rusia) tenía todo el poder. Quien criticaba al gobierno o defendía otra forma de gobernar el país era detenido por la policía secreta (la Ojrana) y enviada a prisión o a un campo de trabajo en Siberia.

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Hasta 1820 no hubo apenas oposición al zar, pero a partir de entonces se fueron difundiendo las ideas liberales en la universidad. Algunos estudiantes se reunían para hablar sobre filósofos occidentales, sobre un régimen más democrático o sobre una Rusia más moderna. Pero en cuanto se enteraban las autoridades, expulsaban a estos alumnos de la universidad o los enviaban a prisión. También se prohibían libros y se detenía al que tenía libros prohibidos. Y despedían a los profesores sospechosos de tener ideas liberales.

A partir de 1860 empezó a haber grupos anarquistas que querían destruir el sistema para que no hubiera gobierno y todo fuera de todos. La mayoría de ellos eran estudiantes universitarios o gente que había estudiado en la universidad, ya que sabían que en otras partes de Europa había más democracia. Algunos iban a los pueblos y hablaban a los campesinos para que vieran lo injusto de su situación, pero no conseguían nada. Otros se dedicaban a cometer atentados contra políticos o personajes importantes. En 1866 se intentó un atentado contra el zar Alejandro II que fracasó, pero en 1881 tuvieron más suerte y consiguieron asesinarlo, cuando paseaba en su carruaje por San Petersburgo. De todas maneras, no consiguieron nada y durante todo el siglo XIX las cosas siguieron como estaban.

Aún así la mayoría de la gente adoraba al zar, porque los curas les decían que era el representante de Dios en la Tierra. Cuando el zar iba a algún sitio, las masas se agolpaban para verlo y casi todos se alegraban mucho. Si había algún problema no echaban la culpa al zar, sino a los malos ministros o gobernadores.

RELIGIÓN

La religión predominante era la cristiana ortodoxa, que es parecida a la católica, pero que no acepta la autoridad del Papa. Además, las misas se hacen de pie, los curas se ponen a cantar de espaldas a los fieles y suelen llevar largas barbas. La gente era muy religiosa e iba a misa con frecuencia, sobre todo en los pueblos. Era normal rezar antes de comer, antes de irse a dormir y tener en casa varios crucifijos o imágenes religiosas (iconos). Muchos soldados llevaban crucifijos o imágenes religiosas debajo del uniforme, pensando que así la virgen o Dios les protegerían.

Además de cristianos había algunos judíos, que estaban muy discriminados. Vivían en barrios propios y tenían sus propias escuelas. Tenían prohibido vivir en ciudades y, si alguno de ellos llegaba allí ilegalmente, era enseguida devuelto a su pueblo por la policía. Tampoco podían dedicarse a muchos trabajos, ni casarse con cristianos, ni ocupar cargos importantes. A los cristianos no les gustaban los judíos y a menudo les acusaban sin pruebas de todo lo malo que pasaba (robos, asesinatos, violaciones, epidemias). Entonces la gente, enfurecida, iba a los barrios donde vivían los judíos y se dedicaba a matarlos. Los cosacos (la policía de las zonas rurales) no hacían nada para impedirlo, sino que ayudaba a los que iban allí y a veces también mataba judíos. Por eso muchos judíos emigraban a Austria, Polonia o a Estados Unidos, donde estaban mejor.

En el Cáucaso, Crimea y Asia Central había, además, muchos musulmanes. En esas zonas eran mayoría y tenían sus propias escuelas y mezquitas. Normalmente estaban exentos del servicio militar.

SANIDAD

En esta época la gente de clase baja moría sobre todo de tuberculosis, pulmonía, tifus y cólera. El tifus lo transmitían los piojos y el cólera se cogía por beber agua contaminada por bacterias, aunque también se contagiaba. A veces había epidemias que mataban a miles de personas en las ciudades. Los que tenían más dinero y podían huir se iban entonces a pueblos cercanos para no contagiarse y las autoridades establecían un cordón sanitario, para impedir el paso de infectados. Cuando la gente se ponía enferma seguía trabajando (ya que si no, no comía) y sólo cuando estaban muy mal iban a un hospital municipal o de alguna institución religiosa. Allí muchas personas compartían la misma habitación y había pocos médicos y

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medicinas para atenderlos. Las salas estaban sucias (las sábanas se lavaban poco) y estaban llenas de ratas y pulgas, a veces con enfermos en el suelo, si no había camas para todos. Por ello era fácil contagiarse de nuevas enfermedades en los hospitales. Además, sólo existían en las ciudades, por la que la gente de los pueblos no tenía asistencia sanitaria. La gente de clase baja vivía poco, sobre todo los obreros de las ciudades, que respiraban mucho aire contaminado, estaban mal alimentados y vivían en barrios muy sucios y con mucha gente, donde era fácil contagiarse. Muchos niños morían por infecciones (sobre todo los de menos de 5 años) y los que llegaban a adultos vivían una media de 40 años (en las ciudades) ó 50 (en el campo). En las ciudades se vivía menos porque había más suciedad, más contaminación y era más fácil contagiarse.

Las clases medias y altas podían pagar un médico, que iba a su casa en caso de enfermedad. Pero aún así había numerosas enfermedades que todavía no se sabía curar, por lo que vivían menos que ahora. Muchos morían de tuberculosis (porque alguien se lo contagiaba) o de de pulmonía y los que iban a prostíbulos morían a veces de sífilis (enfermedad de transmisión sexual). Otros fallecían de infartos y apoplejías (infarto cerebral) porque comían demasiadas grasas. O de cáncer, porque fumaban y bebían mucho alcohol, no tomaban casi frutas y verduras y en esa época no se conocía esa enfermedad. De repente se ponían enfermos (a partir de los 50 años) y después de una semana o dos en la cama, con fuertes dolores, se morían, sin que los médicos supieran por qué. Por eso en las familias acomodadas, si uno no moría de niño por alguna enfermedad, lo normal era vivir unos 65 años. Muy pocos llegaban a los 75.

Muchas mujeres morían en partos, porque había poca higiene y los niños nacían en casa, sin ningún médico que ayudase a la madre (sólo comadronas). También había muchos niños que morían poco después de nacer por lo mismo. Pero las mujeres llevaban una vida más sana que los hombres, ya que no fumaban y no bebían alcohol. Por ello, si no morían en un parto solían vivir algo más que los varones.

Si una persona tenía una herida grave en la pierna o en el brazo lo más frecuente es que se le amputara el miembro para que no muriera de la infección. Esto se hacía con unas sierras, que cortaban la carne y el hueso, aunque provocando grandes dolores al paciente. Al principio no había anestesia y se emborrachaba al paciente para que se enterara menos. También se le ponía una mordaza en la boca para que apretara los dientes y no se oyeran tanto sus gritos. A partir de 1850 empezó a usarse el cloroformo como anestesia, pero al principio sólo los ricos podían pagarlo.

Por otra parte, la gente no se cepillaba los dientes, por lo que muchos se infectaban y dolían mucho. Entonces tenían que quitárselos con unas tenazas y sin anestesia, algo que era aún más doloroso, pero evitaba sufrir más dolores. Por eso a la mayoría de los adultos les faltaba algún diente y a partir de los 50 les faltaban ya la mayoría. La gente de clase alta se ponía dentaduras postizas, aunque se soltaban con facilidad y no podían comer cosas muy duras. Los demás ancianos se veían obligados a alimentarse a base de líquidos y de papillas, a partir de los 60 años, aunque eran pocos los que llegaban a esa edad.

En esa época ya se vacunaba a algunos niños para que no cogieran la viruela, enfermedad que poco a poco se fue haciendo más infrecuente. Pero aparte de eso, los médicos sabían muy poco del funcionamiento del cuerpo humano y no podían curar casi nada. Cuando uno estaba muy enfermo le sacaban sangre con sanguijuelas (una sangría) lo que empeoraba aún más su estado o le hacían una lavativa (le metían agua con una jeringuilla por el culo, para limpiar los intestinos). Otras veces le decían que cambiase de aires, para irse a un clima más fresco o más cálido. O que tomase las aguas en un balneario. Pero eso no solía servir de mucho y sólo lo podían hacer los más ricos.

TIEMPO LIBRE

Lo que se hacía en el tiempo libre dependía mucho del sexo y de la clase social. Los hombres de clase baja tenían poco tiempo libre porque estaban casi todo el tiempo trabajando. Mientras estaban en el trabajo sólo tenían libre un rato para comer, cuando podían aprovechar

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para charlar con los compañeros. También tenían la última hora de la tarde (después de las siete) cuando aprovechaban para irse a la taberna y tomarse unas cervezas con los amigos. A partir de 1863 el vodka bajó mucho de precio y empezó a ser una bebida popular entre los rusos más pobres. Allí podían jugar a las cartas o hablar sobre asuntos del trabajo. Había hombres que se gastaban gran parte de su sueldo en bebida, mientras que su familia pasaba hambre. Si eran jornaleros dormían en una cabaña con sus compañeros y aprovechaban para charlar con ellos por las noches, antes de irse a dormir. Los domingos descansaban y podían ir a pasear con su mujer, quedar con los amigos o divertirse en algunas fiestas populares (ferias, verbenas, etc), donde había músicos y se bailaba. En las ferias había vendedores de comida, se hacían concursos de fuerza, de tiro o se intentaba coger algo subiendo a un palo. Otras veces iban andando al campo para comer allí y pasar el día con la familia. Los artesanos y obreros cualificados ganaban un poco más y podían ir de vez en cuando al teatro, si vivían en una ciudad.

Las mujeres de clase baja tenían aún menos tiempo libre, ya que cuando acababan de trabajar tenían que encargarse de las tareas de la casa y, si vivían en la ciudad, de comprar la comida. Además, los domingos también tenían algo de faena, pues había que hacer la comida y cuidar a los niños pequeños. No obstante, charlaban con otras mujeres en las tiendas o en el mercado, donde podían encontrar a sus amigas. También podían encontrarse con ellas en los ríos o fregaderos, cuando iban a lavar la ropa. O en las fuentes, cuando iban a por agua. Y los domingos podían permitirse descansar algo y charlar con sus amigas, a menudo de cotilleos de otras personas del pueblo (o del barrio).

Los hombres de clase media compraban todos los días el periódico y les gustaba leerlo en el sillón de su casa, mientras fumaban o se tomaban alguna bebida. También iban a los cafés a charlar con los amigos, habitualmente de noticias recientes o del trabajo, así como jugar a las cartas. De vez en cuando iban a algún restaurante, al teatro o, si vivían en una ciudad importante, a un museo. Entonces iban con su mujer y se ponían ropa elegante. En el teatro silbaban, gritaban o incluso tiraban cosas a los actores si no les gustaba el espectáculo. También podian ir a la ópera, al circo (cuando había) o a las carreras de caballos o de excursión al campo, a pasar el día descansando con la familia. Otras veces leían libros, normalmente novelas (de Gogol, Tolstoi, Dostoievski o Turgueniev) o de historia. Los jóvenes leían libros de aventuras o salían a pasear con los amigos, para conocer chicas. A partir de 1880 se empezó a poner de moda el patinaje, el ciclismo y el tenis.

Las mujeres de clase media tenían poco tiempo libre, porque se dedicaban sobre todo a ser amas de casa. Pero de vez en cuando charlaban con las vecinas o acompañaban a su marido al teatro, a un restaurante o a otros espectáculos. De jóvenes leían libros románticos o religiosos. También leían folletines, que eran historias de amor por entregas, que aparecían todos los días en el periódico. A partir de 1885 empezó a haber revistas ilustradas de moda, así como prospectos publicitarios para pedir cosas por catálogo. También por esas fechas se puso de moda el patinaje, el ciclismo y el tenis.

Los hombres de clase alta ocupaban su tiempo libre organizando o acudiendo a fiestas privadas, en las que bailaban y cenaban. Allí aprovechaban para charlar con otras personas de la alta sociedad, aumentando así sus amistades. También les gustaba ir de cacería, a la ópera, a restaurantes caros, a las carreras de caballos o al teatro. Otras veces salían a pasear a caballo, con algún amigo. También solían fumar, leer periódicos y libros, al igual que la clase media. Normalmente vivían en las ciudades, menos en verano, cuando se iban de vacaciones a su casa del campo, acompañados por sus criados. Los más ricos iban a los balnearios de Baden-Baden (Alemania) y Karlsbad (Austria), para tomar las aguas y curarse enfermedades. Hasta 1870 se viajaba sobre todo en diligencia y desde entonces fueron más habituales los viajes en tren.

Las mujeres de clase alta pasaban las mañanas dando instrucciones a los criados. Cuando querían visitar a alguna amiga mandaban a una criada para que pidiera cita y acudían luego a verla, normalmente por la tarde. Entonces charlaban mientras tomaban té o chocolate con pastas. Algunas eran aficionadas a leer, normalmente novelas de amor, folletines o libros religiosos. También acompañaban a sus maridos a la ópera, a restaurantes, al teatro o de viaje. Había mujeres de clase alta que hacían obras de caridad, dando dinero a mendigos o a instituciones religiosas para que ayudaran a los pobres.

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Los niños de clase baja se pasaban el tiempo libre en la calle con sus amigos, peleándose con otros niños o haciendo travesuras (tirar piedras, romper cosas). Los de clase media y alta estaban más tiempo en casa y jugaban con soldaditos de plomo, con triciclos, con rompecabezas, con caballos de madera o con otros juguetes. Los niños de familia rica tenían, a partir de 1870, trenes de juguete, con vías y estaciones, que montaban en sus casas. Las niñas de clase baja pasaban su tiempo libre charlando con sus amigas o saltando a la comba en la calle. Y las otras, que salían menos a la calle, tenían muñecas u otros juguetes y jugaban con familiares o con hijas de amigos de sus padres.

TRANSPORTE Y VIAJES

La gente trabajadora de las ciudades apenas viajaba y lo normal era que pasaran toda su vida sin salir de su ciudad. Los de los pueblos se movían más, ya que a veces iban a la ciudad o pueblo grande más cercano para vender sus productos, buscar trabajo o comprar cosas. Pocas veces se alejaban más de 50 km de su pueblo, salvo que decidiesen emigrar, buscando una vida mejor. Si se movían por el país iban andando o en carro hasta 1870. A partir de esa fecha podían también coger el tren, si iban lejos. Si se hacía de noche por el camino dormían al aire libre, en medio del campo, o sobre la paja de una fonda, en el establo, con más gente.

Las personas de clase media podían viajar por asuntos de trabajo. En ese caso cogían la diligencia o, a partir de 1870, el tren. Las diligencias eran como los autobuses ahora: se cogían en las plazas o delante de una fonda y se podía subir si se pagaba un billete. Si se llevaba equipaje se pagaba más y se ponía en el techo o en el maletero. En una diligencia podían ir hasta diez personas (ocho dentro y dos al lado del conductor, lo que salía más barato). Una diligencia iba a 10 km/ h y hacía 100 km al día, parando de vez en cuando para cambiar los caballos en las casas de postas, ya que los animales necesitaban descansar. Al final del día, si no se había llegado al destino, se paraba en una fonda, donde podías comer y dormir en una habitación. Y al día siguiente continuaba el viaje. Sin embargo, las carreteras estaban llenas de baches, que hacían muy incómodo viajar. Además, si llovía el camino se llenaba de barro y el carruaje podía quedarse atascado. Entonces había que bajar y empujar, para desatascar la rueda.

Cuando empezó a haber trenes las diligencias fueron dejando de usarse, pero como el tren no llegaba a todas partes, aún se usaban para muchos trayectos. Los trenes iban muy despacio, entre otras cosas porque iban parando en muchos sitios. Contando las paradas iban a 25 km/h de media y en un día podían hacer 400 km. Si se hacía de noche durante el viaje, la gente dormía en el tren. Los ricos comían en el restaurante del tren e iban en coches-cama, para dormir durante el trayecto. Además, había vagones de primera (los mejores), segunda o tercera (los peores), siendo más caros a medida que mejoraban. Por eso, la gente rica que viajaba en tren nunca se mezclaba con la pobre. Por otra parte, los trenes se estropeaban a menudo, por lo que no era raro salir de una estación con una hora o más de retraso. En las ciudades más grandes había hoteles de lujo para la gente rica.

En cuanto a los barcos, la mayoría eran de vela hasta 1860. Entre 1860 y 1890 eran de vapor, pero tenían también velas por si fallaba el motor o se producía alguna explosión de la caldera, algo que sucedía de vez en cuando. A partir de 1890 los barcos habían mejorado mucho y la gran mayoría ya eran sólo de vapor. Los de vela eran mucho más lentos, ya que tardaban ocho semanas en cruzar el Atlántico, mientras que los de vapor lo hacían en una semana. Hasta 1860 no había apenas barcos de pasajeros y si uno quería viajar por mar (normalmente para emigrar a América) tenía que ir a un barco mercante y pagar al capitán por un camarote. Si uno era pobre podía pagarse el viaje trabajando en el barco, si necesitaban a gente. Cuando empezó a haber barcos de pasajeros había diferentes camarotes. Los pobres iban en tercera clase (en habitaciones compartidas con más familias, durmiendo en literas y sin ventanas), la clase media en segunda clase (en camarotes con ventanas) y los ricos en primera (habitaciones grandes y lujosas). Además, había salones y cubiertas distintas para cada clase, para que no se mezclaran.

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En esta época el movimiento de los rusos estaba muy limitado. Hasta 1861 los campesinos no podían irse del pueblo sin permiso de su señor. Los que no eran siervos necesitaban un pasaporte para alejarse más de 50 km de su ciudad y tenían que explicar para qué querían viajar, conseguir el permiso y pagar unas tasas. Además, los rusos tenían prohibido emigrar al extranjero, salvo los judíos y la gente rica que iba de viaje. Algunos campesinos emigraban a Siberia, donde había muchas tierras disponibles. Pero hasta 1891 no hubo tren allí, con lo que el viaje era muy largo y pocos lo hacían.

VIVIENDA

La mayoría de los campesinos vivía en casas pequeñas, de madera y con el techo de paja. Normalmente toda la familia dormía en la misma habitación, sobre paja o colchones, encima del suelo. Luego había otra habitación para guardar la comida y las herramientas del campo. Y un establo para los animales. Cuando los jóvenes se casaban se hacían su propia cabaña, en terreno de la familia. Si eran jornaleros y no tenían tierras tampoco tenían casa fija, ya que dormían muchas personas juntas en barracones que les dejaba el dueño de la tierra.

En las ciudades la mayoría de la gente vivía alquilada, pues no había préstamos para comprar casas. La gente de clase media pagaba su alquiler cada trimestre y los de clase baja cada semana. Si uno se retrasaba un poco se le echaba a la calle enseguida, con todas sus cosas. Por eso, si en una familia de clase baja el padre se quedaba sin trabajo y no encontraba otro rápido, enseguida se encontraban viviendo en la calle y pidiendo limosna.

Los que vivían en la calle podían ser recogidos por la policía, que los llevaba a casas de pobres, donde se les obligaba a trabajar a cambio de comida y alojamiento. O se les alquilaba a empresarios que les hacían trabajar muchas horas a cambio de mucho menos dinero que a la gente normal. En esas casas de pobres se separaba a las familias por su sexo y no se podía salir, a menos que uno demostrara tener un trabajo. Pero aún así seguía habiendo muchos mendigos. Muchos eran niños abandonados, cuyos padres habían muerto o que se habían escapado de un orfanato.

En las ciudades la mayoría de las casas eran de madera, pero el techo ya no era de paja. Sólo la clase media y alta tenía casas de piedra o de ladrillo. Como no había ascensor, las casas no eran muy altas, normalmente de planta baja y dos o tres pisos. Los obreros vivían en casas pequeñas (de una sola habitación) y en malas condiciones, aunque no todas eran iguales. Los más afortunados podían contar con una vivienda pequeña en un tercer piso. Los que peor estaban eran los que vivían en sótanos húmedos de una habitación, mal ventilados y sin apenas luz, teniendo que subir por una escalera para salir a la calle. Eso hacía que cogieran a menudo enfermedades. Sus casas estaban sucias y tenían cucarachas. Apenas tenían muebles y los más pobres dormían sobre paja, ya que no podían pagarse camas.

La clase media vivía mejor, en viviendas unifamiliares de dos plantas o en pisos relativamente grandes, a poca altura (un primero o un segundo), para no tener que subir muchas escaleras. Sus casas estaban bien iluminadas y tenían varias habitaciones, una de las cuales (la más pequeña) era para la criada. Tenían muchos muebles, así como alfombras, espejos, cortinas y jarrones para decorar la casa. Era habitual pegar papel o tela de colores en las paredes para decorarlas. A partir de 1860 empezó a ser habitual hacerse fotografías, para enmarcarlas y tenerlas en casa. Al principio eran caras y por eso sólo se las podían hacer las personas de clase media y alta.

Los ricos vivían en grandes mansiones. Normalmente tenían una en el campo, con grandes jardines, y otra en la ciudad, con un patio privado, donde guardaban el carruaje y los caballos. Sus casas solían tener tres plantas. En la planta baja estaban los almacenes, las cocinas y los establos. En la primera planta vivía la familia y en la segunda estaban las habitaciones de los criados. Las habitaciones de la familia estaban lujosamente decoradas, con muebles caros y decoración abundante. Los cuadros eran muy caros y sólo podían pagarlos los ricos. Por eso en las casas de la clase alta había retratos de la familia o de sus antepasados. También podían comprar cuadros de pintores famosos, normalmente religiosos, de paisajes, mitológicos o escenas de la vida cotidiana.

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En el campo la gente se calentaba quemando leña en las chimeneas. En las ciudades los más ricos tenían chimeneas de leña, pero la mayoría de la gente usaba estufas de carbón, pues era mucho más barato. Pero había que mancharse para subir el carbón y ensuciarse de nuevo para vaciar las cenizas, por lo que eso lo hacían los criados en las familias pudientes. Había deshollinadores, que trabajaban limpiando las chimeneas de hollín (polvo de carbón) y acababan muy sucios y con enfermedades pulmonares, por respirar ese polvo.

A principios de siglo no había alcantarillado y la mayoría de la gente no tenía ni aseos. La clase media y baja hacía sus necesidades en un orinal y, cuando se hacía de noche, lo vaciaban en la calle. Los ricos tenían una habitación donde hacían de vientre en una caja, que luego sus criados vaciaban. A partir de 1860 empezó a haber alcantarillado en los barrios más elegantes y poco a poco fueron dejando de hacer sus necesidades en orinales. En los barrios pobres eso tardó más y cuando empezaron a tener aseos (a partir de 1880, aproximadamente) los compartían entre varias casas. Por eso a menudo había que hacer cola para ir al retrete o lavarse la cara.

A principios de siglo no había suministro de agua en las casas. La gente tenía que comprar el agua a un aguador o la sacaban de un pozo en el patio de su casa. En los pueblos podían ir al río o a alguna fuente a llenar los cántaros de agua. Como no había agua en las casas, la gente no se lavaba casi nunca y olía bastante mal, aunque ellos estaban acostumbrados. Sólo los mineros se lavaban cada día llenando una bañera de agua de alguna fuente, porque salían muy sucios del trabajo. A partir de 1860 empezó a haber suministro de agua en las ciudades, ya que pusieron tuberías que la llevaban hasta las casas. Entonces ya pudieron empezar a bañarse de vez en cuando, llenando bañeras y tomando el baño junto a la chimenea. Pero sólo la clase alta y media tenía al principio agua corriente en casa. Los más pobres tenían que ir a una fuente pública para llenar los cántaros de agua.

En cuanto a la luz, a principios de siglo la gente se iluminaba con velas o candelabros, lo que hacía que las casas estuvieran bastante oscuras por la noche. Entre 1830 y 1880 se usaban lámparas de aceite o petróleo (estas últimas desde 1870), que iluminaban más, pero que a veces olían mal. A partir de 1890 empezaron a poner bombillas eléctricas en las casas, que daban mucha más luz que las anteriores. Pero sólo las tenía la gente de clase alta y media que vivía en las ciudades.

En esa época no había neveras, por lo que se hacía necesario hacer la compra cada día. Tampoco había lavadoras, por lo que las mujeres lavaban la ropa a mano, en un fregadero en su casa (en las ciudades) o en uno público o en el río (en el pueblo). Para planchar había que calentar unas brasas y meterlas luego dentro de la plancha. Entonces se planchaba hasta que se enfriaban las brasas.