Roma y la unificación del Mediterráneo

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Roma y la unificación del Mediterráneo A. El origen La fundación de Roma por latinos y sabinos, pueblos arribados al centro de Italia en el contexto de las grandes migraciones indoeuropeas, puede remontarse alrededor del año 1000 a.C. Se sabe que el origen de la ciudad se encuentra en la fusión de aldeas latinas y sabinas de la llanura del Lacio, las que de esta manera formaron la Liga Septimoncial o de los siete montes. Roma quedó fundada en la llanura del Lacio, en el centro Occidente de Italia, a orillas del Río Tíber; su posición privilegiada respecto de los intercambios comerciales de la época le llevó a tener una posición hegemónica en el Lacio desde el siglo VII a.C. y, posteriormente desde allí, hacia el Mediterráneo. Con posterioridad, se popularizaron entre los romanos leyendas respecto del origen de la ciudad. Según estos mitos, de Eneas, héroe de la guerra de Troya, descenderían los gemelos Rómulo y Remo, personajes heroicos, de sangre divina y real, de los cuales, el primero habría sido el fundador mítico de la ciudad de Roma. B. La organización política y social durante la Monarquía (S. VII - 510 a.C.) La primera forma de gobierno que tuvo Roma fue la Monarquía, que de acuerdo a la leyenda, Rómulo habría sido su primer rey. Sin embargo, su independencia fue muy breve puesto que cayeron rápidamente bajo el dominio de los etruscos. El norte y centro de Italia asistió a la hegemonía de los etruscos desde el siglo VII a.C. Este pueblo, de habla no indoeuropea, tiene un origen que no ha podido ser aclarado. Su dominio no se realizaba a través de un Estado centralizado, sino mediante confederaciones urbanas, a una de las cuales -la del Lacio- perteneció Roma, siendo la ciudad hegemónica de la llanura. En cada ciudad gobernaba un rey asistido por la nobleza local. La sociedad romana desde la monarquía se organizaba estamentalmente en dos grupos sociales: los patricios y los plebeyos. Además existían los esclavos, los que no eran rigurosamente personas, sino bienes patrimoniales. Los Patricios eran una aristocracia descendiente de los fundadores de la ciudad, los compañeros de Rómulo. Detentaban

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Roma y la unificación del Mediterráneo

A. El origen

La fundación de Roma por latinos y sabinos, pueblos arribados al centro de Italia en el contexto de las grandes migraciones indoeuropeas, puede remontarse alrededor del año 1000 a.C. Se sabe que el origen de la ciudad se encuentra en la fusión de aldeas latinas y sabinas de la llanura del Lacio, las que de esta manera formaron la Liga Septimoncial o de los siete montes. Roma quedó fundada en la llanura del Lacio, en el centro Occidente de Italia, a orillas del Río Tíber; su posición privilegiada respecto de los intercambios comerciales de la época le llevó a tener una posición hegemónica en el Lacio desde el siglo VII a.C. y, posteriormente desde allí, hacia el Mediterráneo.

Con posterioridad, se popularizaron entre los romanos leyendas respecto del origen de la ciudad. Según estos mitos, de Eneas, héroe de la guerra de Troya, descenderían los gemelos Rómulo y Remo, personajes heroicos, de sangre divina y real, de los cuales, el primero habría sido el fundador mítico de la ciudad de Roma.

B. La organización política y social durante la Monarquía (S. VII - 510 a.C.) La primera forma de gobierno que tuvo Roma fue la Monarquía, que de acuerdo a la leyenda, Rómulo habría sido su primer rey. Sin embargo, su independencia fue muy breve puesto que cayeron rápidamente bajo el dominio de los etruscos.

El norte y centro de Italia asistió a la hegemonía de los etruscos desde el siglo VII a.C. Este pueblo, de habla no indoeuropea, tiene un origen que no ha podido ser aclarado. Su dominio no se realizaba a través de un Estado centralizado, sino mediante confederaciones urbanas, a una de las cuales -la del Lacio- perteneció Roma, siendo la ciudad hegemónica de la llanura. En cada ciudad gobernaba un rey asistido por la nobleza local.

La sociedad romana desde la monarquía se organizaba estamentalmente en dos grupos sociales: los patricios y los plebeyos. Además existían los esclavos, los que no eran rigurosamente personas, sino bienes patrimoniales. Los Patricios eran una aristocracia descendiente de los fundadores de la ciudad, los compañeros de Rómulo. Detentaban el poder económico y sólo ellos gozaban de privilegios políticos, sociales y religiosos, constituyendo el Populus.

Los patricios se dividían en tres tribus; los ticios, los luceres y los ramnes. Todo hombre libre pertenecía a alguna de la tribus. Cada tribu tenía 10 curias, que eran organizaciones de los varones patricios desde las cuales se generaba la fuerza armada de la comunidad o populus. Por último, las gentes (singular gens), eran los linajes patricios, comunidades con un antepasado común, con un culto privado a los antepasados, con bienes propios, solidaria y endogámica. El jefe de la gens era el pater familiae, el más anciano del clan, autoridad de carácter sacrosanto. Las características extraordinariamente patriarcales de la familia patricia romana se transmitirán con posterioridad a los restantes pueblos del Mediterráneo y desde allí a la civilización Occidental.

Los Plebeyos eran hombres libres pero carentes de todo derecho político y de protección social. En general eran descendientes de personas arribadas a la ciudad con posterioridad a su fundación, de familias extinguidas o extranjeros. Los plebeyos podían encontrar protección en una familia patricia o gens, mediante la figura jurídica de la clientela, esto no significaba que dejaba de ser plebeyo, sino que adquiría derechos sociales por intermedio de la representación del pater familiae (protección ante la ley, capacidad legal, etc.) A cambio de ello, el plebeyo se colocaba al servicio de la gens con la cual debía ser totalmente solidario.

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Políticamente, durante la monarquía el Rey era el jefe del ejército, sumo sacerdote y supremo juez; poseía además el mando supremo y la capacidad para interpretar la voluntad de los dioses. Era asistido por el Senado, consejo de 300 ancianos integrado por los pater familias y los sacerdotes, que se encargaba de sancionar los acuerdos de los Comicios.

Los Comicios por Curia eran una asamblea popular integrada por el pueblo en armas, es decir, por los patricios que concurrían a la formación del ejército. Para los romanos existía una completa identificación entre el Estado y el ejército, entre el ser soldado y el ser ciudadano, de modo que, aunque esta asamblea era integrada solo por los varones patricios, en Roma esta era la asamblea popular por excelencia.

A fines del período monárquico, cuando las necesidades militares de Roma se habían incrementado, se hizo necesaria una cierta integración de los plebeyos al ejército. Esto se realizó por intermedio de la reforma serviana. Los hombres libres fueron clasificados en cinco clases de acuerdo a su riqueza. Estas clases se constituyeron en la base de la tributación y del reclutamiento, de modo que los aportes al ejército eran en proporción a la riqueza. Se organizó la asamblea de los Comicios por Centuria, ya que el reclutamiento se realizaba en centurias de caballeros, de infantería pesada, de infantería liviana, de especialidades y de proletarios. La nueva asamblea se integró a la institucionalidad monárquica, como verdadera asamblea popular que desplazó en importancia a los Comicios por Curia. En los Comicios por Centuria se votaba timocráticamente y por centurias, de modo tal que las primeras clases, de ciudadanos más ricos, generalmente patricios, al aportar más de la mitad de las centurias, ganaban siempre las votaciones. Con todo, la pérdida del monopolio patricio de la defensa fue el primer paso del abandono del principio gentilicio en la organización del ejército y del Estado.

El fin de la Monarquía llegó con el rey Tarquino, el Soberbio, que cometió una serie de arbitrariedades, los patricios se rebelaron (510 a.C.) y estuvieron de acuerdo en conformar un estado a cargo de todos ellos, más que en delegar funciones en otro rey, pues la política era una cosa pública (res pública).

C. La República (510-31 a.C.)

Las instituciones esenciales de la organización republicana eran el Senado y la magistratura. El Senado era integrado por los pater familias y por los ex cónsules. Era el órgano directivo superior del estado. Sus resoluciones se llamaban senadoconsultos.

La Magistratura era un cuerpo de funcionarios administrativos, generalmente anuales y colegiados, a fin de evitar el despotismo de un sólo individuo. Los magistrados eran:- Los Cónsules: magistratura suprema, colegiada y anual, encargados de la conducción del ejército, de las finanzas públicas y de la justicia suprema; eran los jefes y conductores del gobierno, bajo la superior dirección del senado. Tenían una comitiva de doce lictores que portaban el símbolo del poder consular: las fasces, haces de trigo amarados con hachas.- Los Pretores: eran jueces- Los Censores: realizaban los censos que adscribían a los ciudadanos a sus respectivas clases y centurias. Vigilaban las costumbres (censura).- Los Ediles Curules: formaban la policía de vigilancia de los mercados, de los espectáculos y festejos. Estaban encargados de la conservación de los templos y del aseo de la ciudad.- Los Cuestores: eran administradores de la hacienda pública. Los magistrados superiores poseían imperium, es decir, disponían de poderes absolutos en el desempeño de sus funciones. Los restantes funcionarios poseían potestad, o sea, sus acciones se

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encontraban condicionadas por la subordinación a la ley, por el derecho de intercesión (oposición de los otros magistrados) y por la apelación ante los Comicios por Centuria.

Las Asambleas Romanas eran las formas de representación popular, tales como:

- Los Comicios por Centuria: Se organizaban de la manera que ya se ha explicado. Elegían a los magistrados superiores (cónsules, pretores, y censores), decidían la guerra y la paz, ratificaban las leyes y administraban justicia penal.- Los Comicios por Tribu: Eran integrados por los hombres libres que tributaban o se reclutaban. Elegían a los magistrados inferiores (Ediles curules y Cuestores) y funcionaba como asamblea consultiva. Su importancia fue en declinación.- Los Comicios por Curia: Era una asamblea de los varones patricios que se reclutaban en el ejército. Funcionaba como una asamblea consultiva y su importancia fue declinando. En situaciones de excepción, como guerra externa o interna, los cónsules elegían un magistrado especial que se llamaba Dictador. Este ejercía un poder ilimitado y exento de responsabilidad durante seis meses no prorrogables en una misma persona.

La organización reseñada configuraba un gobierno aristocrático, en la que los plebeyos se hallaban, en la práctica, excluidos de derechos políticos efectivos. Por ello, los primeros siglos de la República romana se caracterizaron por la lucha de los plebeyos por acceder a la igualdad política.

D. La República: la lucha de los plebeyos por la igualdad jurídica (510 - 287 a.C.)

La evolución de la aristocrática organización de la República se debió al elemento dinámico que representaron los plebeyos en sus luchas por acceder al Estado. A su vez, la apertura del Estado aristocrático frente a las presiones plebeyas, estuvo impulsado, sobre todo, por el aumento de las necesidades militares de la ciudad, como producto de la expansión territorial que se verificaba paralelamente y que llevará a Roma a unificar la península itálica hacia el siglo III a.C. y también por el progresivo endeudamiento de la plebe y las promesas incumplidas de los patricios.

El año 494 a.C. ocurrió la retirada al Monte Sacro, ocasión en la que los plebeyos formaron una fuerza armada y se retiraron al monte Aventino, lugar sagrado de la religión plebeya. Los plebeyos regresaron a la urbe sólo después de lograr la creación de la Asamblea de la Plebe, presidida por los Tribunos de la plebe. Esto significa el reconocimiento del derecho de reunión, la asamblea elegía a los tribunos y trataba asuntos propios de la plebe y sus resoluciones se denominaban plebiscitos. Los Tribunos de la Plebe al comienzo eran dos, eran inviolables, sacrosantos y anuales. Protegían a la plebe frente a los actos arbitrarios de los magistrados, intercedían en caso de castigo o arresto, y suspendían o vetaban los actos de los magistrados o las deliberaciones del Senado, salvo en tiempos de guerra. Auxiliares de los Tribunos eran los Ediles plebeyos, administradores del santuario de la plebe en el monte Aventino.

El patriciado reaccionó cerrando el número de gentes y movilizando a sus clientes del agro. Los tribunos, a su vez, amenazaron a los patricios con procesos frente a la Asamblea popular. Se intentó entonces un acuerdo mediante la codificación del derecho consuetudinario, lo cual dio origen a las Leyes de las Doce Tablas el año 450 a.C. Una comisión de diez personas, llamados decenviros, fue encargada de su redacción, en ellas se trata de derecho civil, procesal, penal y religioso. Quedó prohibido el matrimonio entre patricios y plebeyos.

El año 445 a.C., los plebeyos obtuvieron la revocación de la ley que prohibía los matrimonios entre estamentos. Desde entonces, el acceso a las dignidades y cargos se fue abriendo paulatinamente: hacia el año 300 a.C. los plebeyos habían logrado plena igualdad jurídica; y el año 287 a.C., las resoluciones de la asamblea de la plebe o plebiscitos fueron válidas para todo ciudadano romano, de

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tal forma que esa asamblea se convirtió en el principal cuerpo legislativo de Roma, a tal punto que, como la sociedad estamental se desdibujaba, los propios patricios comenzaron a asistir a la asamblea.

Como consecuencia de este proceso, surgió una casta de altos funcionarios llamados la nobilitas o los optimates cuya extracción social provenía de los patricios y plebeyos más adinerados que tenían vinculaciones de parentesco o económicas con las gentes. Esta nueva clase alta monopolizaba el manejo del Estado, fomentaba la expansión territorial romana y acaparaba los beneficios de esa expansión, así, el aristocrático estado romano surgido el año 510 a.C. se había ido transformando en un estado oligárquico

E. La Expansión Romana (s. V - II a.C.)

Durante los siglos V al III a.C., Roma se expandió por la península italiana, librando guerras contra etruscos, volscos, samnitas, galos, griegos de la Magna Grecia y epirotas. Hacia el año 250 a.C. los romanos habían unificado Italia, a la par que comercialmente dominaban buena parte del Mediterráneo Occidental. Esto los enfrentó a la ciudad de Cartago, poderoso centro comercial de origen fenicio que controlaba por entonces el noroeste de Africa, Sur de España, Córcega, Cerdeña y Sicilia. El largo enfrentamiento entre ambas potencias por el dominio del Mediterráneo occidental se conoce como las Guerras Púnicas.

De manera más o menos paralela a las Guerras Púnicas, Roma se lanzó a la conquista del Mediterráneo Oriental aprovechando la situación de inestabilidad de la zona, donde numerosos reyes se disputaban los despojos del Imperio de Alejandro. Las legiones romanas invadieron los Balcanes y derrotaron a las falanges macedónicas, pactando una serie de alianzas con los griegos, ante los cuales se presentaron como libertadores.

De esta forma a mediados del siglo II a.C. Roma dominaba toda la cuenca del Mediterráneo, mar que se había convertido en un lago romano que intercomunicaba el Imperio.

La conquista militar se consolidó por una eficaz organización de los territorios, procedieron con los vencidos con una gran habilidad, pactando tratados especiales con cada uno de ellos. Había ciudades con derecho latino, que sin ser latinas, podían gozar de los mismos derechos y obtener la ciudadanía si se casaban con una romana; otras comunidades tenían "ciudadanía sin sufragio". Otros pueblos se convirtieron en "confederados" por medio de alianzas reconociendo la hegemonía de Roma y obligados a proporcionar ayuda militar.

Fuera de Italia la organización de los territorios fue diferente, ya que les dieron la categoría de Provincia y eran gobernadas por un magistrado que recibía el nombre de Procónsul, en el caso de las violentas, y el de Propretor, en el caso de las pacíficas.

Las Provincias no tenían ninguna autonomía y debían pagar un tributo a Roma, a cargo de los publicanos, que eran concesionarios particulares que se adjudicaban la recaudación. Había excepciones a lo anterior, ya que algunos reinos aceptaban dejarse guiar por Roma en política exterior

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y en ocasiones en política interna, recibiendo el nombre de Protectorados o Tributarios; y a cambio debían aportar contingente militar cuando Roma lo requería.

La división que realizaron los romanos de los pueblos de Italia duró hasta el año 89 a.C., cuando los italianos que no tenían la ciudadanía se rebelaron en la llamada Guerra Social. Tras varios reveses militares, los romanos otorgaron la ciudadanía a todos los pueblos de Italia, con lo cuál la península quedó unificada jurídicamente.

Esta organización responde al extraordinario pragmatismo que caracterizó a los romanos, quienes dieron diferentes estatutos jurídicos a cada pueblo. Desde el siglo II a.C. los romanos impulsaron una paulatina extensión de la ciudadanía romana a la par que la integración del imperio marchaba también por la vía de la intensificación de los intercambios, la construcción de caminos y de obras públicas y el control militar de las zonas dominadas.

De paso, esto muestra la solidez del dominio romano en Italia, ya que debe notarse que los italianos se rebelaron demandando más pertenencia al imperio y no la autonomía local. La ciudadanía romana se fue extendiendo con cautela, proceso que culminó el año 212 d.C., cuando el emperador Caracalla la hizo extensiva a todos los habitantes libres del imperio. La paulatina unificación jurídica del imperio resulta decisiva, ya que de esta manera el derecho romano se transformó en una herencia cultural para los pueblos de Europa y Asia.

F. Consecuencias de la Expansión:

F.1. Guerras Civiles y crisis de la República (s. II - I a.C.)

A consecuencia de la expansión, Roma se había convertido en el centro de una gran zona comercial que abarcaba toda la cuenca del Mediterráneo, para lo que acuñaron un denario de plata iniciando la plena economía monetaria

Los nuevos negocios surgidos de la expansión motivaron el surgimiento de una clase adinerada de carácter comercial, denominada los caballeros u orden ecuestre. La movilización en el ejército de grandes contingentes de pequeños y medianos campesinos, produjo el abandono de las tierras de cultivo triguero en Italia, las que fueron usurpadas por la clase senatorial, la misma que, por su ambición de tierras, envió a esos contingentes a las guerras de expansión. Las guerras por lo tanto produjeron una gran concentración de la propiedad rural italiana en pocas manos. Al cabo de tres siglos, la pequeña y mediana propiedad rural triguera había desaparecido, siendo reemplazada por el latifundio ganadero en manos de la clase de los optimates, la cuál monopolizaba además el manejo del Estado.

En la sociedad, esto produjo la desaparición del campesino libre italiano y su proletarización. Debido al gran aumento de la esclavitud que se produjo por la expansión (los prisioneros de guerra eran esclavizados) estos proletarios no encontraban trabajo productivo que realizar y emigraron a las urbes, especialmente a Roma.

De esta manera, el imperialismo romano proporcionó nuevos y grandes ingresos a la clase dominante a la par que empobreció a la gran mayoría de la población. Roma se convirtió en una ciudad donde convivían los dos polos de la sociedad italiana: la clase dominante (políticos, usureros,

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comerciantes, publicanos) y los proletarios indigentes, frente a los cuáles el Estado desarrolló una política de asistencia y entretenimiento ("pan et circenses" = pan y circo), ya que representaban un potencial político al ser, a esas alturas, ciudadanos de pleno derecho. De esta manera, un siglo de guerras civiles seguiría a la expansión romana, en su transcurso la República poco a poco fue evolucionando en un gobierno de autoridad personal para terminar como un Imperio.

En las Guerras Civiles se enfrentaron los intereses de la nobilitas, representada por el Senado, y el Partido Popular, que representaba a los sectores más desposeídos que exigían reformas. Los primeros intentos reformadores fueron llevados a cabo por los hermanos Tiberio y Cayo Graco proponiendo leyes agrarias de reparto de tierras, pero ambos murieron en el intento.

El fallido intento de los hermanos Graco mostró que la clase senatorial estaba dispuesta a todo, incluso a romper la legalidad, con el fin de mantener el monopolio del Estado y de los beneficios de la expansión. Por ello, del año 123 en adelante, las clases populares urbanas de Italia confiarían la concreción de sus aspiraciones en la voluntad de algún hombre fuerte, más que en la institucionalidad republicana, que se mostraba inflexible. Esos hombres fuertes se encontraban en el ejército, fortalecido y engrandecido por las guerras de expansión; de la misma manera, la clase senatorial encontraría en algunos caudillos militares lo que ellos denominaban "la salvación de la República", que no era otra cosa que la mantención de sus privilegios oligárquicos. Por lo demás, al invocar caudillos militares, el propio Senado reconocía la impotencia de las instituciones regulares del sistema republicano.

Cayo Mario fue cónsul romano durante siete años consecutivos. Era un destacado militar de origen popular, que se había destacado en la guerra contra el reino de Numidia, en la defensa territorial de las invasiones de cimbrios, teutones y ambrones y en diversas guerras en el Oriente. Había apoyado en el año 100 y en año 91 a.C. los proyectos de reforma agraria que los tribunos de la plebe habían impulsado, fracasando por la oposición del Senado. Su popularidad creció cuando reformó el ejército de modo de permitir que la gente de las clases populares accediera a la carrera militar.

Lucio Cornelio Sila era un optimate conservador, colega de Mario en el consulado. Su pensamiento era que la crisis de la República se debía a la perdida de autoridad del Senado en favor de las clases inferiores; todo el remedio estaba, por lo tanto, en acrecentar los poderes del Senado. Encargado por esta institución de la dirección de la guerra en Grecia contra la sublevación del rey del Ponto, Mitridates, sufrió un gran revés cuando 80.000 romanos fueron asesinados por turbas molestas por la política oligárquica del Senado en Asia Menor. El pueblo romano lo destituyó del cargo y nombró a Mario. Así comenzó la guerra entre ambos cónsules. Sila atacó Roma, restableció el dominio senatorial y desterró a Mario. Cuando Sila partió al Asia Menor, Mario volvió y desencadenó una ola represiva contra los optimates. Pero concluida la guerra contra Mitridates, Sila volvió y derrotó a los marianos en la Batalla de Porta Collina en año 82 a.C.

Entre los años 82 y 79 a.C. se estableció en Roma la Dictadura de Sila. Este eliminó a los partidarios de Mario mediante el sistema de listas negras o proscripciones. Por medio de las leyes cornelianas restauró la autoridad del Senado, debilitando la de las otras instituciones, en especial la de

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los Tribunos de la Plebe. El año 79 a.C Sila renunció voluntariamente a la dictadura y echó a andar una República supuestamente restaurada.

Después de Sila, la inestabilidad política continuó y siguió siendo decisivo el factor militar. El año 60 a.C. se formó el Primer Triunvirato, organización privada e ilegal entre tres militares que forman un bloque antisenatorial que, en la práctica, era una repartición personal del poder y de los territorios del imperio. El primer triunvirato estuvo integrado por Pompeyo, que había destacado por sus triunfos en Oriente y por derrotar la rebelión de esclavos de Espartaco y, aunque había sido partidario de Sila, se enemistó con el Senado que no aprobó su reorganización de los territorios de Oriente. Licinio Craso, cónsul que junto a Pompeyo abolió las leyes cornelianas, destacó en la lucha contra Espartaco y era el hombre más rico de Roma. Julio César, patricio que había seguido una carrera política y militar regular, era un demagogo y partidario de sustituir la República por un gobierno personal.

El Triunvirato se repartió los territorios del imperio, Julio César partió a la conquista de las Galias, cuestión que realizó con pleno éxito entre los años 58 y 51 a.C. El gran poderío acumulado por César provocó en Italia la alianza del Senado con Pompeyo, que fue nombrado "cónsul sin colega para que salvara la República". El Senado envió a Cesar un ultimátum para licenciar sus tropas, pero este se negó e ingresó con su ejército a la jurisdicción italiana, desencadenándose la guerra civil contra Pompeyo a quien derrotó en la batalla de Farsalia, el año 49 a.C.

Persiguiendo a Pompeyo, César llegó a Egipto, reino tributario de Roma. Allí intervino en las disputas dinásticas a favor de la princesa Cleopatra, con la cual concibió un hijo. Por lo pronto, César volvió a poner orden en Italia, en donde fue nombrado dictador perpetuo, cónsul único, jefe supremo del ejército, pontífice máximo y tribuno perpetuo. Virtualmente, la República había dejado de existir.

La acumulación de poder en manos de César y la sobrevivencia aparente de las instituciones republicanas han hecho caracterizar su gobierno como una monarquía, sin tomar el título de rey. La obra de César fue muy amplia y duradera, entre los años 49 y 44 A..C impulsó una profunda reorganización del imperio entregando una mayor participación política a las provincias y ampliando el Senado a 900 miembros; reformó el abastecimiento de las provincias e impulsó su romanización mediante el envío de colonos italianos. A favor de las clases más pobres organizó un censo de ciudadanos, inició obras públicas para absorver la masa ociosa y limitó los esclavos en los latifundios. También introdujo el calendario egipcio en Roma, que es conocido como Calendario Juliano.

El 15 de Marzo del año 44, cuando se disponía a entrar al Senado, Julio César fue asesinado por un grupo de senadores conjurados que de esta manera querían restablecer la República.

F.2. El Segundo Triunvirato y el fin de las guerras civiles (43 - 31 a.C.)

Tras la muerte de César asumió el Senado la dirección del Estado, refrendando todas las disposiciones de aquel aunque anmistiando a los asesinos. Aunque César había nombrado heredero a Octavio, su sobrino, para estabilizar la situación, se formó el II Triunvirato entre Octavio, Marco

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Antonio y Lépido, todos los que eran enemigos entre sí, pero reclamaban ser herederos de César. Este Triunvirato implicó la partición del imperio entre sus integrantes: Antonio recibió Oriente, Lépido Africa y Octavio el Occidente, en tanto que Italia quedó bajo administración común.

Marco Antonio se unió en Egipto a la reina Cleopatra,; luego, influenciado por ella, trató de fundar un reino helenístico oriental cediendo territorios en su testamento a Cleopatra y a Cesarión, el hijo de César, de quién se declaró regente. Cuando Octavio hizo público el testamento estalló la guerra entre Octavio y el reino de Egipto, protegido de Marco Antonio. Investido de poderes extraordinarios y apareciendo como el salvador de Roma y de la República, Octavio derrotó a las legiones romano-egipcias en la batalla de Accio, el año 31 a.C. Egipto, reino tributario, quedó ahora como provincia romana.

Al volver triunfalmente a Roma, Octavio restauró la República entregando los poderes al Senado, en el convencimiento de que este no sería capaz de gobernar. Poco a poco, Octavio fue investido de tantos poderes por el propio Senado, que se puede afirmar que luego de la Batalla de Accio la República romana había dejado de existir definitivamente. F.3. El Imperio: el Principado de Augusto (27 - 14 d.C.)

Entre los años 31 y 27 a.C. Octavio, supuesto salvador de la República romana, acumuló una serie de poderes y dignidades e instauró un sistema político basado en el consenso general: el Principado, en el cual consideró el poder del Senado y dejó subsistir las instituciones republicanas, por lo cual el Senado le otorgó el título de "Princeps civium", es decir, el primero de los ciudadanos en emitir su voto.

En el principado, Octavio detentaba los poderes y dignidades de: Augusto ("el sublime"); Imperator (mando supremo de ejército); tribuno perpetuo (supremo legislador); Pontífice Máximo (jefe religioso); Censor (vigilante de las costumbres) y; cónsul. Quedó además gobernando las provincias imperiales a través de los legados, representantes directos suyos y controlando las finanzas y el tesoro público. El Senado quedó administrando las provincias pacificadas o senatoriales y controlando las magistraturas. La plebe y el pueblo romano en general fueron marginados del poder y las instituciones representativas de la República perdieron significado.

La obra de Augusto, como se le llamó a Octavio desde el año 27 a.C., consistió básicamente en la pacificación interna del imperio (fin de las guerras civiles), y en la pacificación externa (abandono de la expansión hacia el norte controlado por la tribus germanas). Con ello el Imperio Romano adquirió una fisonomía definitiva.

La paz creó las condiciones para la intensificación de los intercambios, la prosperidad, el auge cultural, la extensión paulatina de la ciudadanía romana a las provincias y, en fin, para que el imperio fuera adquiriendo homogeneidad a partir de la romanización de los territorios controlados por Roma. Después de siglos de guerras externas e internas, Roma controlaba un pacífico imperio.

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G. La cultura latina y sus principales manifestaciones

Es aquí donde se inicia la obra civilizadora de la cultura romana, después de siglos de guerras, Roma controlaba un pacífico imperio y se iniciaba así un período de paz que duraría tres siglos llamado la paz romana (s. I - III d.C.). Durante esta época se desarrolló un proceso de integración cultural, en el cual los pueblos dominados accedieron a los beneficios del Imperio, ya que hasta donde llegaba el ejército romano, llegaban también sus creencias, sus normas y su idioma.

Cada legión formaba un campamento que se transformaría en una ciudad con sus propios caminos, acueductos y termas, eran como una "pequeña Roma". Estos tipos arquitectónicos de los romanos fueron creados a las medidas de las necesidades humanas, y a diferencia del urbanismo griego que se ocupaba de exaltar a sus dioses, Roma no olvido la comodidad ni el placer de los mortales, quizás ahí esta su aceptación.

Si bien los primeros edificios fueron templos, desde el siglo II a.C. aparecen con mayor frecuencia las construcciones civiles donde el genio romano supo unir el arte y la ingeniería. Utilizaron preferentemente la mezcla de cemento para sus construcciones logrando paredes gruesas y sólidas sobre las que apoyaba cúpulas y bóvedas adoptadas de los etruscos; las columnas y frontones griegos también fueron incorporados, pero sólo los utilizaban en la fachada. Una muestra de esta

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síntesis de elementos fue la basilíca, que originalmente fue un edificio romano reservado para las transacciones comerciales y la administración de justicia, y luego adaptado a sus necesidades por la Iglesia Católica.

G.1. La religión romana

La religión romana era animista, politeísta y sus deidades más importantes se identificaban con el panteón griego, existiendo total concordancia entre ellas; es así como, por ejemplo, el Zeus griego era Júpiter en Roma. Las deidades del culto público se complementaban con el culto privado en el que estaban los penates, protectores de las provisiones; los genios, jefes de las facultades procreadoras del hombre y; los lares, protectores de los campos y de los hogares.

Al igual que con los griegos, los dioses romanos no tenían un decálogo en el que ordenaran a los hombres su conducta, sólo les exigían el cumplimiento de ritos formales. Este formalismo vacío de la religión romana explica la pronta acogida de los cultos orientales, más emotivos, susceptibles de satisfacer las necesidades del alma. También con ello se preparó el camino al cristianismo que, por la vía del Imperio, se constituyó en una de las bases de la civilización occidental.

Sin embargo, si los dioses romanos sobrevivieron fue porque a través de su ritualidad se garantizaba el orden del mundo, de la cual Roma se hacía responsable y adecuaba su propia acción a la de los dioses, de allí que los fundamentos del Estado romano fueran sustancialmente religiosos y por lo tanto, al tener grandes implicancias políticas fuera supervisado por magistrados y sacerdotes, agrupados en colegios dependientes del Estado. Esto se vio reforzado en algún sentido, cuando, desde Augusto en adelante, se comenzó a divinizar a los emperadores. Cuando el Imperio Romano se encontraba en crisis, algunos emperadores utilizarán el cristianismo como base para lograr recuperar la resquebrajada unidad imperial. Los cristianos fueron duramente perseguidos por más de dos siglos, debido a que su religión planteó una radical separación entre lo terrenal y lo trascendente ("dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios") y a que desde un principio se planteó como una religión de validez universal ("nadie viene al padre sino por mí"). Esto llevó a los cristianos a negar los fundamentos religiosos del Estado romano y a rechazar los cultos oficiales al emperador el cuál había sido endiosado desde los tiempos de Calígula.

Mediante el Edicto de Milán (313 d.C.), Constantino declaró la tolerancia para la religión cristiana e impulsó un trato preferencial para esta creencia que había nacido como una secta desgajada de la religión judía. Esto exigía, además, la institucionalización y jerarquización de lo que hasta entonces era más bien un movimiento religioso y social, tomaron del Imperio su administración territorial, las antiguas provincias, divididas en diocésis pasaron en forma intacta a la administración eclesiástica, y posteriormente fue extendida a todo el mundo, teniendo vigencia hasta hoy.

También se estableció, ya desde esta época el orden en torno al dogma eliminando la diversidad de doctrinas y ritos que se habían desarrollado. Por ejemplo, los jerarcas cristianos más allegados al imperio impulsaron la realización del Concilio de Nicea en el año 325 d.C., en el cuál fue condenada la doctrina llamada arrianismo, la cuál negaba la divinidad de Cristo.; expulsados de la iglesia, los arrianos difundieron su doctrina entre los pueblos germanos, y una vez que estos ingresaron al imperio, se reeditó el problema de esta herejía.

Profundizando la línea trazada por Constantino, Teodosio (379-395 d.C.) declaró al cristianismo religión oficial, única y exclusiva del imperio romano (391 d.C.), con lo cuál fueron abolidos los otros cultos y la iglesia se transformó en una institución estatal. Fue así como la iglesia

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cristiana se formó al alero del Estado romano, tomando de él su ideal de universalidad, su administración territorial, su idioma latino, los títulos y cargos de la jerarquía eclesiástica.

G.2. El Derecho Romano

El Derecho fue el mayor aporte de Roma a las civilizaciones venideras y surgió de la necesidad religiosa de garantizar el orden cósmico, debido a ello hasta el siglo IV a.C. estuvo vinculado a las funciones sacerdotales.

En el Derecho se expresan la disciplina, el respeto y la fidelidad a los compromisos, bases del carácter romano que dominaban todos los aspectos de la vida, siempre puestas al servicio del Estado. Junto a estos valores que constituían el ideal de la vida ciudadana, destacan dos factores que influyeron en la orientación y las características de Roma: un radical pragmatismo y una gran eficacia organizadora. La vida del ciudadano se desarrollaba en dos ámbitos bien delimitados: res pública (asuntos colectivos) y res privata (cuestiones privadas), supeditándose siempre la segunda a la primera, ya que para los romanos el bien común era la ley máxima y suprema. Junto al ius civile (derecho procedente de fuentes tradicionales: ley y costumbre) se desarrolló, como consecuencia de la expansión romana, el ius gentium o derecho de gentes aplicable a los individuos no romanos, que, tras posterior desarrollo, fue la base del derecho internacional. Tanto el ius civile como el ius gentium correspondían al ámbito del derecho público, que abarcaba las relaciones con el Estado romano. En contraposición se desarrolló el ius privatum, sólo aplicable a las relaciones jurídicas interfamiliares.

Animados, finalmente, de un agudo sentido práctico, los romanos agregaron a la noción de ius la de aequitas, es decir, la de un principio de adaptación razonable del Derecho vigente a las exigencias concretas de la vida real; lo cual permitió desarrollar las instituciones jurídicas originarias adecuándolas a unas condiciones sociales cambiantes.

El Derecho y la Familia.Aunque la familia es una institución universal, en la sociedad romana tuvo un carácter particular, del que hemos heredado algunas percepciones culturales. La familia, que comprendió mujer, hijos, parientes de descendencia patrilineal, clientes y esclavos, se subordinaba a la potestad del pater familia. Todos los hijos "legítimos" estaban bajo la autoridad del pater familia, siendo su carácter despótico, ya que podía determinar la venta de un filius familiae, ademas de sancionarlo con la muerte. La institución familiar era sagrada. Se proyectaba en el tiempo, aunque existía la posibilidad de divorcio en el derecho romano. El matrimonio respondía a un convenio de convivencia fundamentado en el afecto de la pareja, de modo que cuando terminaba el afecto, se consideraba lógica la separación.(citado de "Cs. Sociales, Ed. Media, III" Lucia Valencia y otros.)

G.3. El idioma

La extensión de la romanidad acaecida luego del Principado de Augusto se realizó a través del idioma latín, el cuál dio origen a una serie de lenguas contemporáneas llamadas romances, como el

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castellano. La literatura romana no se destacó hasta que Roma entró en contacto con las refinadas civilizaciones de Oriente desde el siglo II a.C., sintiendo especial admiración por la cultura griega y asimilando muchos de sus elementos, ya que muchos griegos, esclavos o libres, llegaron a la Península Itálica convirtiéndose en amigos y en ciertos casos directores de conciencia de sus protectores.

De las tendencias filosóficas llegadas a Roma, la más acogida fue la de los estoicos, cuyo punto culminante de desarrollo estuvo en Séneca. De esta fusión nació la cultura greco-latina, base de todo el desarrollo cultural de Occidente. El idioma fue el más vulnerable a esta influencia enriqueciendo su vocabulario con préstamos y calcos; de esta manera se fue creando todo un arsenal de conceptos sobre el modelo de los griegos, pero con matices propios importantes que el pensamiento occidental heredó no directamente de los arquetipos helénicos, sino de su copia latina.

La entrega de estos elementos culturales a los pueblos conquistados contribuyó a la romanización del mundo mediterráneo, pero paralelamente se desarrolló la influencia y mezcla de los elementos culturales de los "bárbaros" sobre los romanos, como por ejemplo la adopción del culto de Mitra por parte de los soldados.

H. La decadencia desde el siglo III

Hacia el siglo III el imperio comenzó a manifestar síntomas de descomposición que afectaban especialmente a la parte occidental.

La inestabilidad política era porque los ejércitos se convirtieron en factor decisivo del poder, tratando de entronizar en el sillón imperial a caudillos militares, especialmente de las provincias. La mayoría de estos emperadores murió asesinado luego de breves períodos de gobierno.

En la administración el imperio era excesivamente grande y exigía para su administración una gran burocracia que, además, estaba sobredimensionada.

En lo económico, desde el siglo III comenzó un proceso de regresión comercial provocada por la incapacidad del imperio de mantener condiciones seguras en los intercambios. Al acentuarse el decrecimiento del comercio, volvió a aparecer la economía natural y el centro de gravedad económico se trasladó de las ciudades al campo. Los campesinos, incapaces de protegerse del bandidaje y agobiados por los crecientes impuestos que exigía el Estado, cedían los derechos de propiedad a los grandes terratenientes a cambio de protección. El proletariado urbano, por su parte, se trasladaba al agro para obtener dentro de un régimen de servidumbre, los medios de subsistencia que la ciudad ya no podía ofrecer. La regresión comercial y la ruralización de la economía, provocaron el fin del lugar central que, desde el punto de vista económico, tenían Roma e Italia en el imperio: las ciudades eran abandonadas y las provincias se hicieron autónomas económicamente.

El agotamiento cultural se produjo por el contacto con los pueblos civilizados de Oriente. Este provocó la orientalización cultural del imperio, sobre todo en materia religiosa. Las bases espirituales del estado romano desaparecieron y la cultura latina reseñada anteriormente se agotó.

Por último, hacia el siglo III, la presión de los germanos en la frontera norte (ríos Rin y Danubio) constituía un problema de seguridad crítico, frente al cuál el imperio se defendió construyendo fortificaciones o limes y, cuando la defensa era imposible, integrando a algunos pueblos en calidad de federados y colonos, con la misión de que ellos defendieran la frontera El asentamiento de pueblos germanos dentro del imperio o inmediatamente allende de las fronteras

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constituye un hecho decisivo, ya que a la penetración pacífica que significó la federación impulsada por el imperio, seguirá la invasión violenta de los germanos provocada por el desplazamiento de los Hunos. Ello a su vez, fue la causa directa de la caída del imperio romano occidental.

En el siglo IV, Teodosio decidió dividir definitivamente el imperio en una parte occidental y otra oriental y repartirlas a sus hijos Honorio y Arcadio, ya que ambas habían alcanzado una identidad diferente. Ambos imperios tendrían destinos diversos: el Imperio Romano Oriental existió hasta el año 1.453 d.C. En cambio, en el Imperio Romano Occidental desde los primeras décadas del siglo V se empezó a precipitar la crisis con las violentas invasiones de los bárbaros, llegando hasta la propia Roma que sucumbió el año 476 d.C. cuando el rey del pueblo germano de los Hérulos, Odoacro, depuso al último emperador llamado Rómulo Augústulo y envió las insignias imperiales a Oriente. Este hecho marcó el fin de la Antigüedad y el comienzo de la Edad Media.