Robert Castel El Ascenso de Las Incertidumbres

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E l ascenso de las incertidumbres Trabajo protecciones estatuto del individuo ROBERT C STEL

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El ascenso

de las incertidumbresTrabajo, protecciones,

estatuto del individuo

ROBERT CASTEL

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26 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

acrobática un poco de ayuda social, un poco de ayuda familiar, algunos traba-

jitos, e incluso los recursos de la economía paralela).

LAS ZONAS GRISES DE UNA SOCIEDAD DE INDIVIDUOS

Hay que tomar en serio en nuestra formación social esta presencia de un número

creciente de individuos así afectados po r la nueva coyuntura que se implanta

desde hace unos treinta años como una consecuencia del pasaje al nuevo régi-

men del capitalismo. Esta comprobación condu ce a interrogarse sobre los límites

de la celebración general de los méritos de la promoción del individuo sustenta-

da por la ideología dominante. Es cierto -y no se trata de volver sobre la índolerevolucionaria de la promesa que sostiene la Declaración de los derechos del hombre

y del ciudadancr- que la posibilidad de que el individuo se comporte como un suje-

to libre y responsable constituye realmente el valor de referencia de la moderni-

dad. Pero también es cierto que la capacidad de ser un individuo no está dada de

entrada y de una vez por todas, porque el individuo no es una sustancia sino una

c ~ n s t r u c c i ó n histórica. Esta capacidad depende de condiciones que fueron

Cimentadas a lo largo de la historia de la constitución de la modernidad. Es posi-

ble llamar propiedad social al basamento de recursos y derechos que en la socie-

dad moderna dieron a la mayoría de los individuos (aquellos que no estaban

protegidos Y reconocidos sobre la base de la propiedad privada) los medios de su

indepen dencia Y los proveyeron así de una ciudad anía social, semejante a la ciu-

d a d ~ ~ í a política.22

Gracias a la generalización de la propiedad social, es decir, a la

~ a r ? ~ I p a c i ó n en recursos y derechos colectivos, la capacidad de existir como un

Individuo con todas sus ventajas y derechos no estaba ya reservada a una elite

que podía basar su independencia en la propiedad privada (en la terminologíade Peter Wagner, es el pasaje de la modernidad liberal restringida a la moderni-

d . ~ d organizada). En todo caso, es así como era posible representarse la promocion d 1 d. ·d. . e m IVI uo moderno hasta hace unos treinta años. Pero todo ocurre como

SI recientemente se hubiera producido una bifurcación en esa trayectoria.

. . Por un lado, el proceso de promoción del individuo se prolonga y se inten-

Sifica. Est amos en verdad y cada vez más en una "sociedad de los individuos" 23

para hablar como N b tEl. 1 11 . 'or er 1as, en a cua a capaCidad de conducirse como un

: ~ V é a s e má s abajo el capítulo 6: "En nombre del Estado social".

índ· .Norbert Elias, La Socíété des índívidus, París, Payot, 1991 [trad. esp.: La sociedad de loslV!duos. Ensayos, Barcelona, E dicions 62, 1990].

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 27

actor social responsable es cada vez más requerida y cada vez más valorizada.

Esta afirmación de la autosuficiencia del individuo puede llegar hasta la postu

ra solipsista de individuos tan provistos de recursos y de bienes u . e , . c o m o nue

vos Narcisos, se encierran en sí mismos en la cultura de su sub¡ehv1dad, hasta

olvidar que viven en sociedad. Podría entonces hablarse de individuos por exce

so. Pero hay otros individuos que carecen de los soportes necesarios para pode.r

afirmar un mínimo de independencia social. Podrían ser calificados como indi-

viduos por defecto, cuya presencia prueba hoy que la dinámica de la modernidad

también conlleva una posibilidad de descalificación del individuo.

En efecto, hay que atreverse a formular esta pregunta, que evidentemente

no implica ningún desprecio para con estas personas: un desocupado de larga

duración, un beneficiario del Ingreso Mí nimo de Inserción (RMI), un joven quelas pasa moradas -como antaño un vagabundo en la sociedad preindustrial o

un proletario de los comienzos de la industrialización, pero esto era antes de la

invención de la propiedad social- ¿son reconocidos y tratados como individuos

de pleno derecho? La respuesta es no. Ciertamente son individuos en la medi-

da en que tienen afectos, deseos, miedos y ambiciones, que experimentan pla-

ceres y penas como cualquier hijo de vecino. Pero les faltan los recursos para

poder llevar a cabo sus proyectos y ser dueños de sus elecciones. A menudo

viven al día y dependen de la necesidad o de la benevolencia de otro, o de la

asistencia pública que sin duda les concederá una ayuda, pero haciéndoles sen-

tir con claridad que no pertenecen al régimen común. Y ellos pagan con dureza

el hecho de ser incapaces de arreglárselas por sí mismos. La campaña actual

que estigmatiza a los asistidos, acusados de vivir a costa de la Francia que se

levanta temprano, e incluso a los desocupados, acusados de serlo de una mane

ra "voluntaria", nos recuerda que la secular condena de los "malos pobres"

siempre está viva y que se censura a las víctimas con facilidad. Vivir estas situa-ciones representa una manera tan problemática de ser un individuo que está a

mil leguas de la concepción dominante del individuo libre y responsable que

se celebra en el linaje de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.

La dinámica de la individuaci ón implica así efectos contrastados. Maximiza las

posibilidades de unos e invalida las de otros. En última instancia, tiende a

escindir dos perfiles de individuos: unos provistos de todos los recur sos Y otros

a quienes les faltan los medios para realizar sus aspiraciones sociales.

Por supuesto, se trata aquí de las dos posiciones extremas en un espectro

que no excluye una multitud de situaciones intermedias. Pero el punto sobre el que

hay que insistir es que, aunque haya un espectro, no estamos ya en el marco del

continuo de las posiciones de la sociedad salarial que, como se ha recalcado,

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28 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

permitía sostener desigualdades, incluso muy marcadas, y fuertes protecciones

para todos. La característica más específica de la coyuntura actual no es que las

desigualdades se agravan, aunque efectivamente lo hacen (digamos de manera

muy esquemática que los ricos tienden a volverse más ricos y los pobres más

pobres, y que éstos lo serían todavía más si no se hubieran tomado diversas

medidas para tratar de remediar esas situaciones degradadas a través del trata

miento social de la desocupación, las políticas de inserción y de lucha contra la

exclusión, la política de la ciudad,* etc.). Pero, más profundo que el aumento de

las desigualdades, es preciso recalcar el hecho de que se asiste a una transfor

mación del propio régimen de las protecciones que hace que los "individuos

por defecto" sean remitidos hacia formas inferiores de protección. Son así deva

luados no sólo porque no están integrados en el régimen del empleo (y por esono están protegidos por el sistema de la seguridad basado en el trabajo), sino

también a través de los dispositivos montados para paliar las carencias del

empleo y la ausencia de protecciones construidas a partir del trabajo.

En efecto, desde mediados de los años setenta vemos multiplicarse las

prestaciones realizadas en concepto de recursos a categorías de públicos que

no están integrados al mercado de trabajo (como la lógica de los mínimos

sociales,** entre los cu ales el RM I es el más representativo). Estas prestaciones

c o m p ~ ; t e n el hecho de ser inferiores a los seguros procedentes del trabajo.

Tambien todas ellas son condicionales: son otorgadas a públicos que deben

demostrar que están en déficit respecto del régimen común. Y además tienen

e . n . c o ~ ú n que deben inscribirse en una lógica de la contraprestación: los bene

ficianos deben o l a b o r a r con los dispositivos que les son propuestos para ayu-

darlos. La consigna de la "activación de los gastos pasivos" se ha convertido

así en el leitmotiv de la recomposición de la acción pública. Ella implica que

recursos Y los servicios ya no deben ser distribuidos en forma automática,smo que su obtención exige la movilización de los beneficiarios.

Esta evolución expresa a la vez la progresión de una lógica mercantil en el

campo de lo social (toma y daca, nada de prestación sin contraprestación) y la

•La" r· d ·. P0 Itlca e la Ciudad" consiste en un conjunto de acciones estatales que apuntan a

revalonzar determ·n d b · b . .. I a os arnos ur anos y a reducir las desigualdades sociales entre territo-

no:. C:omprende medidas legislativas y reglamentarias en el campo de la acción social y del

ur amsm_o, en asociación con las colectividades territoriales. Véase en p. 289 un pequeñocomentano sobre estas medidas. [N. del T.]

· ~ L o s mínimos sociales [minima sociaux] son los niveles mínimos de ingreso que el Estado

~ o n s i d . e r a necesarios para sus ciudadanos. Puede tomar la forma de un subsidio universal0

e un mgreso mínimo. (N. del T.]

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 29

extensión del llamado a la responsabilidad del individuo que debe ser la parte

interesada en las empresas que apuntan a su rehabilitación (nada de ayuda

otorgada a quien no trate de ayudarse a sí mismo). De este modo,. marca el

triunfo del principio de individualización que en adelante debe aplicarse por

igual a los individuos que están en las situaciones más ~ i f e r e n t e s : ~ n c l u s o las

más difíciles: po r ejemplo, construir un proyecto profesiOnal, rectificar su tra-

ectoria de vida, cuando uno está sin empleo desde hace meses, o inclusoy b . . l d' d'años, y es presa de las dificultades para so revivir en e Ia a Ia. .

Habrá que proseguir con este tipo de interrogaciones que en la actuali

da d me parecen esenciales para apreciar el sitio, positivo pero también en

ocasiones más que problemático, que ocupa el individuo en la modernidad.24

Ellas conciernen a la recomposición del campo de la protección y las inter-venciones sociales, pero también a algunos sectores de la s políticas de

empleo y de l tratamiento de la desocupación. En efecto, parece que esos

"individuos por defecto" no son sólo aquellos que no tienen trabajo. Con la

degradación de la categoría del empleo y la multiplicación de las formas de

subempleo, cada vez más trabajadores (por ejemplo, los "trabajadores

pobres") carecen también de la s condiciones necesarias para conducirse Y

ser reconocidos como individuos de pleno derecho. Los individuos por

defecto ya no son sólo aquellos que dependen de lo que antaño se denomi-

naba asistencia y hoy ayuda social. También pueden trabajar, se r activos,

porque se multiplican las actividades que, hablando con propiedad, no son

empleos de pleno derecho. Vemos así cómo se desarrolla una zona híbrida

de la vida social entre trabajo y no trabajo, seguridad y asistencia, integra-

ción y desafiliación, donde faltan las condiciones para construir su indepen-

dencia económica y social. Nuestra modernidad tardía, que se despliega

como una "sociedad de los individuos", implica muchas zonas grises, y unatarea esencial de la sociología en la actualidad es a mi juicio la exploración

de esas partes un poco vergonzosas del cuerpo social.

¿UNA SOCIEDAD DE L RIESGO?

Una sociedad que se convierte cada vez más en una "sociedad de los indivi

duos" es también un a sociedad en la cual la incertidumbre aumenta de un a

24 Véase más abajo, conclusión: "El desafío de convertirse en un individuo".

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30EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

m a n ~ r a virtualmente exponencial porque las regulaciones colectivas para

d o m m a ~ t o d o ~ los avatares de la existencia están ausentes. Por ese motivo, la

referencia al nesgo se vuelve omnipresente y desemboca en u. , . . na representa-

cwn totahzadora de la sociedad contemporánea como una "sociedad del• " 2- 1 1

nesgo , " o cua es otra manera de decir que vivimos tiempos inciertos. Pero

me ~ a r e c e po r lo ?'.enos s a ~ u d a b l e bosquejar una perspectiva de esta preocu

pacwn por la :emattca del nesgo a partir de varios núcleos, para aclarar lo que

encubre y desmflar un poco la obsesión generalizada con la que se complacen

muchos de nuestros contemporáneos. Pueden distinguirse por lo menos t .f · . res

con Iguracwnes prmcipales de riesgos en la sociedad contemporánea. Insistiré

sobre todo en el hecho de que tienen muy pocas cosas en común.

Una primera constelación de riesgos se organiza alrededor de la ·,d · · 1 . nooone nesgo soeza. Sm.duda es la primera que ha sido identificada con precisión y,

en t o ~ o caso, la pnmera que ha si do eficazmente cubierta. Se trata de la con _t 'd " 'd Sr u c c ~ o n e una sooe ad de la seguridad" a través de la mutualización de

e_ste tipo de i e s g ~ s m e ~ i a n t e la tecnología del segur o obligatorio con la garan

tla Estado o c i a ~ . Este es el núcleo de nuestra concepción de la protección

s o ~ t a l . tal como se Impuso en Francia (y, con variantes significativas, en las

p r m c i ~ a l e s democracias occidentales) principalmente a partir del períodopostenor a la Segun da Guer ra Mundial.27

. nos encontra_mos en esa configuración, y ésta aún constituye la base

prmopal de nuestro Sistema de protección Sin embargo una de 1. · , as mayores

con.s_ecuencias de la "gran transformación" actual es, po r lo menos, su fragili-

zacwn. A lo largo de esta obra se propondrán varios análisis que se esfuerzan

tener en .cuenta la amplitud de este cambio. Para simplificar, digamos

q los_ S I ~ t e m a s de cobertura de los riesgos se ven confrontados con dos

d e s a f i ~ S P : ~ n c i p a l e s . El primero es que no sólo la desocupación masiva y laprecanzaci?n de las relaciones de trabajo amenazan el financiamiento del sis

tema amphamente fundado en las cotizaciones salariales, sino que también

vuelven a poner entredicho la generalidad de su propia estructura, puesto

que parte creciente de la población, fuera del trabajo o en situaciones de

trabaJO muy precarias, ya no puede ser "cubierta" por esa modalidad de hacer

se cargo de los riesgos. El segundo desafío radica en la aparición, desde hace

:: ! r i c h Beck, La Socíété d1  r;ísque, op. cit.

ase Fram;ms Ewald, L Etat-Providence París Grasset 198627 V#" , , , .

social ~ a s e una buena exposición de la implantación progresiva de este sistema de se uridadeJ la soc1edad francesa en Bruno Paher, Gouverner la Sécurité socia/e, París, PUF, :foos.

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 31

unos veinte años, de nuevos riesgos sociales. Por ejemplo, el " r i e s ~ o d e p e ~ -dencia", que no es estrictamente "nuevo", pero que dejó de ser margi.nal debi

do a la prolongación general de la duración de la vida. Sucede lo mismo_c_on

los riesgos que acarrean los factores de disociación familiar. Las "familias

monoparentales", po r ejemplo, plantean problemas difíciles de f r ~ n t a ~ y

no pueden ser asumidos por el sistema de la seguridad. Hoy podna anadirse

el "riesgo desocupación" y el "riesgo precariedad", que si bien tampoco son

nuevos, adquirieron tal amplitud que desestabilizan en profundidad nuestro

sistema de protección social.

Por lo tanto, al día de hoy la situación no está controlada. La mutualiza

ción de los riesgos sociales mediante la tecnología de la seguridad representó

y sin duda representa todavía la solución más eficaz que se haya e ~ c o n t r a d opara combatir una inseguridad social que le había caído en desgraCia a lo lar

go del tiempo a una mayoría de trabajadores. Pero el financiamiento y la

estructura de esta respuesta hoy están amenazados. No obstante, me parece

que la problemática de los riesgos sociales puede seguir siendo pensada a par-

tir de ese marco, desarrollando la cuestión de las posibilidades de flexibilizar

lo y de ampliarlo. Hay un difícil debate que plantear y un equilibrio que

encontrar entre lo que puede depender de la responsabilidad personal y lo

que debe depender de la solidaridad nacional en la cobertura de los riesgos

sociales. Por ejemplo, el riesgo dependencia es sin duda mutualizable, pero

¿en qué medida puede o debe ser mutualizado y cómo? No hay respuestas

simples a estas preguntas, que s erán encaradas en algunos de los capítulos

siguientes. Parece indudable que el seguro contra los riesgos sociales bajo la

garantía del Estado sigue representando un modelo privilegiado de lucha efi

caz contra la inseguridad social, pero hay que discutir seriamente sus campos

de aplicación y sus condiciones de ejercicio en la coyuntura actual.

Muy distinta es la configuración que lleva a pensar en términos de

"poblaciones en riesgo". Ella resulta de un deslizamiento de la noción de pe

ligrosidad hacia la de riesgo que se produjo a lo largo del siglo xx. Hay po-

blaciones peligrosas, o que son percibidas como tales, como locos que había

que encerrar o delincuentes que había que condenar. No obstante, estas tec

nologías de intervención son pesadas, costosas, y no tienen ningún valor

preventivo. Hay que esperar que la crisis de locura haya estallado o que el

crimen haya sido cometido para que el médico o el policía intervengan y las

instituciones sanitarias o sociales, penitenciarias o judiciales, se movilicen.

Se trata de un bricolaje progresivo y que a menudo se produce cuando el mal

ya está hecho.

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32 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

Las cosas pueden cambiar por completo si se razona en términos de Jacto-

res de riesgos. Pensar en estos términos da la posibilidad de anticipar un acontecimiento indeseable antes de que se produzca. No se comprueba un peligro,sino que se construye un a combinatoria de factores que lo vuelven más omenos probable. Este pensamiento del riesgo promueve una modalidad inéditade la vigilancia, la gestión previsíonal a distancia de las poblaciones. El panópti-

co de Bentham, al que Michel Foucault dio sus cartas de nobleza, exigía todavía la copresencia del vigilante y el vigilado. En adelante se puede detectar un

peligro virtual en ausencia completa de la persona que lo acarrea. Las poblaciones de riesgo están construidas a partir de la deconstrucción de los individuos: ya no hay individuos de carne y hueso, sino una nube de correlaciones

estadísticas.Semejante abordaje del riesgo promueve al mismo tiempo una verdaderamutación de las modalidades de intervención sobre el otro. El médico debe

estar en una relación frente a frente con su paciente, al igual que el asistentesocial con el usuario de su servicio o el policía con el delincuente que quiereinterpelar. Esta relación puede desarrollarse para mejor o peor, pero es una

modalidad de encuentro y también el ejercicio de una profesionalidad que

pasa por un intercambio entre individuos. La construcción de poblaciones de

riesgo da nacimiento a un tipo de profesional, o de experto, mu y diferente.Éste trabaja a distancia, en una administración acaso, o un ministerio, o en una

oficina cuyo no mbre na die sabe. Recoge datos, recorta informaciones, construye perfiles. Nunca te vio y tú no lo verás jamás. Sin embargo, es posible que,de una u otra manera, el resultado de sus cálculos caiga sobre ti algún día.

Me parece que desde la época en que yo había empezado a explicitar lascondiciones de ese pasaje de la peligrosidad al riesgo y a extraer las primeras

implicaciones de esta forma de gestión de los riesgos,28 a comienzos de losaños ochenta, esta orientación adquirió amplitud y encontró nuevas ramificaciones. Al menos po r dos razones. Por un lado, porque las infraestructuras

tecnológicas que soportan estas operaciones se desarrollaron fantásticamenteYnuestro mundo social se duplicó con una red sobre la cual circulan todas lasinformaciones necesarias para construir tod os los perfiles de riesgos posiblese imaginables.29 Por el otro, porque desde hace má s de veinte años nuestra

28 Robert Castel, LA Gestion desrisques, París, Mínuit, 1981 [trad. esp.: La gestión de Jos ries-gos. (De la antí-psiquiatría al post-análisis), Barcelona, An agrama, 1984].

29 Véase Michalís Lianos, Le Nouveau Controle social. Toile ínstitutionnelle nom1atívité et liensocial, París, L'Harmat tan, 2001. '

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 33

·b·l"dad a los riesgos se exacerbó de manera considerable. Si el riesgo estásensi 1 1 . .en todas partes y si le tenemos tanto miedo, hay que sahr a la caza de los ~ l e s -

conocerlos todos, detectarlos para prevenirlos. Desde ese punto de VISta,

gos, f"l d · d" "d ·la construcción de poblaciones en riesgo y de per 1 e m 1::'1. uos en nesgo

herramienta extraordinaria que abre perspectivas vertigmosas.es una . . , .

Sin duda, hay que cuidarse de dar una mterpretacwn umlateral (¿para-noica?) de esas posibilidades. Si es cierto que "más vale prev enir que. ~ r a r " ,poder estar informado de la posibilidad de que ocurra a c o n t e c i m i e ~ ~ oindeseable antes de que se produzca puede ser mu y valioso. Pero ¿quien

construye esos datos, qu ién los controla, y cuáles son exactamente los objetivos perseguidos? Esta instrumentalización de la noción de riesgo está en vías

de dar un poder que pod ría ser exorbitante a expertos que uno espera competentes y a responsables que uno espera esclarecidos, pero que están ubicadostan alto por encima de los ciudadanos ordinarios como lo estaban antaño losdioses del Olimpo con respecto a los simples mortales. 30 Aunque esta lógicano conduzca necesariamente a Minority Report, lo menos que se puede decires que no es tranquilizadora, lo que es paradójico si realmente se trata de con-

jurar riesgos.Existe por lo menos una tercera constelación de riesgos, igualmente hete-

rogénea con respecto a las dos precedentes. En los años ochenta comenzó ahablarse de "nuevos riesgos", sobre todo para designar las consecuencias nefastas que se pro ducen como un efecto bumerá n de los desarrollos de la cienciay las tecnologías y de la explotación descontrolada de los recursos del planeta.Por ejemplo, las catástrofes nucleares del tipo Chernóbil, el efecto invernadero,el recalentamiento del planeta, el prión de la "vaca loca", la exposición a productos tóxicos para la salud. Su multiplicación y su gravedad s on tales que en

adelante habría que pensar el porvenir de la civilización bajo el signo de laamenaza, y no ya del progreso como en el tiempo de las ilusiones perdidas.Nuestra sociedad es una "sociedad del riesgo" (Ulrich Beck). "Estamos sobreesta tierra como sobre un asiento eyectable", llega a decir Ulrich Beck, expresión que a mi juicio excede los límites del sentido común. Pero la audienciaconsiderable de la obra de Beck (publicada el año de la catástrofe de Chernóbil)muestra con claridad que esta dramatización de los riesgos confirma una sensi

bilidad hacia éstos ampliamente extendida.

Jo Encaré este problema en "Savoir d'expertise,et production de ~ r m e s ' : , en. o ~ m . e s s ~ c i a les el regles juridiques. Acles des joumées de la Soc1éle franr;msc de socwlog1e, Pans, Librame CenéraJe du Droit et de la Jurisprud ence, 1990.

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34 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

Cabría sorprenderse de que las sociedades que desarrollan esta sensibili-

dad exacerbada a los riesgos sean aquellas en las cuales los más dramáticos

como la hambruna o los riesgos sociales mayores, han sido conjurados. T o d ~ocurre como si al haber alcanzado cierto nivel de protección los riesgos resi-

duales resultaran intolerables y, en suma, inaceptables. Pero sin embargo no es

posible librarse del problema haciendo de este miedo generalizado del riesgo

una simple fantasía de pudientes. Esta hipertrofia del riesgo en adelante forma

parte de nuestra realidad social, y como problemática contempor ánea tiene

mucho que ver con que la proliferación y la amalgama entre los diferentes

tipos de riesgos mantengan a la vez una loca preocupación de seguridad y unmiedo generalizado a la inseguridad.

La respuesta que hay que buscar no puede ser la erradicación total detodos los riesgos, mito de una seguridad absoluta cuya realización es imposi-

ble, salvo en la muerte. En la actualidad, el riesgo de los riesgos es quizá cargar

a tal punto la barca que nos haga zozobrar con ella, por su cantidad y por no

saber cómo afrontarlos. No todos los riesgos pueden ser combatidos en pari-

dad, habida cuenta de los conocimientos que tenemos de ellos, de las tecnolo-

gías de que disponemos y también de los medios financieros que se pueden

asignar a dicha tarea, y que no son infinitos. De ahí la necesidad de construir

hoy una s ~ e r t e de deontología frente a los riesgos. Consistiría en distinguir

entre los nesgas, luchar contra la tendencia a adicionados y arbitrar entre

aquéllos que se deben tener en cuenta de manera prioritaria.

~ i s t i n g u i r entre los riesgos en lugar de adicionados: acabo de bosquejar

semeJante dis tinción entre tres configuraciones de riesgos que a todas luces

habría proseguir y refinar. Pero vemos ya que estos tipos de riesgos no

son adioonables, hablando con propiedad, puesto que son heterogéneos en

cuanto a su origen, su estructura y los efectos que conllevan. En consecuencia,no son acumulables, aunque conservan lo que efectivamente tienen en común,

a saber, el hecho de que implican una amenaza y generan miedo. Pero la adi-

c i ó ~ _ d e los miedos nunca fue buena consejera, ni para la reflexión ni para la

accwn. La amalgama entre los riesgos conduce más bien a la confusión inte-lectual y a la impotencia práctica.31

31He analizado más ampliamente las consecuencias perversas, tanto en el plano intelec-

tual como en el político, de la amalgama tan frecuentemente operada en la actualidad entrelos factores que conducen a la inseguridad civil (a grandes rasgos, la cuestión de la delin-

cuencJa) Y aquel}?s 9 u e c ~ n d u c e n a i n s e g u ~ i - d a d s o c ~ a ~ (los factores de disociación social):Rober: Castel, L msecunte soeza/e. Qu est-ce qu etre protege?, París, Seuil, col. "La Républiqu edes Idees", 2003.

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 35

Segunda regla: interrogarse sobre Jos medios de que se puede disponer, o

por el contrario de los que no se dispone, para enfrentar los riesgos. Siempre

habría que asociar a una reflexión sobre el riesgo otra sobre las tecnologías

necesarias para hacerle frente. En efecto, no sólo es importante no confundir

los riesgos sino también no confundir los medios para enfrentarlos. Un riesgo

social que se puede mutualizar no se cubre de la misma manera que aquellos

que no pueden resultar sino del perfil de poblaciones en riesgo, ni del mismo

modo que las amenazas que implica el recalentamiento del planeta.

Sobre estas bases, habría que emprender el muy difícil problema de ope-

rar arbitrajes entre los riesgos que se deben tener en cuenta de manera priori-

taria. Si evidentemente es ridículo tener la pretensión de establecer una jerar-

quía entre los riesgos sobre bases estrictamente objetivas, la apreciación de lagravedad de un riesgo y el hecho de disponer o no de una tecnología para

combatirlo pueden suministrar criterios para tenerlos en cuenta prioritaria-

mente. Si se reflexiona sobre las orientaciones de esta obra, no resultará sor-

prendente que considere que los riesgos sociales son esenciales. En efecto, son

particularmente graves porque amenazan la cohesión de la sociedad y, al mis-

mo tiempo, no estamos desprovistos para enfrentarlos gracias a las tecnolo-

gías de protección social elaboradas desde hace más de un siglo. Así, me pare-

ce más urgente emprender la cuestión de la dependencia de las personas de

edad, que va a imponerse cada vez más con el correr de los años, que angus-

tiarse ante el prión de la "vaca loca". Pero evident emente esto no significa que

sólo sean importantes los riesgos sociales. Pienso en particular en las cuestio-

nes especialmente dramáticas que plantea el recalentamiento del planeta, es

decir, la urgencia de una movilización de los medios y de las presiones políti-

cas que serían necesarias para hacerle frente, y que por otra parte no entran en

competencia con aquello que concierne a los riesgos sociales, ya que éstos seubican en un registro muy diferente. Pero la cuestión no es instaurar una com-

petencia entre los riesgos. Más bien, es producir los medios para llevar a cabo

las opciones más eficaces para reducirlos, lo que en mi opinión pasa por la

necesidad de deconstruir la concepción globalizadora del riesgo que actual-

mente prevalece.

EL ESTADO SOCIAL EN CUESTIÓN/CUESTIONES

Esta proliferación de los riesgos contribuyó al cuestionamiento de las capaci-

dades del Estado social: ¿cómo podría controlar todos esos factores de

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36 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

incertidumbre? 32 Pero más generalmente, el conjunto de las transformacionesque afectan a la sociedad francesa desde hace un cuarto de siglo desembocan

naturalmente en la impugnación de la forma de Estado que había constituidola piedra angular del compromiso social del capitalismo industrial: un Estadoprotector, que se apoyaba en las formas de organización colectiva del trabajopara garantizar una seguridad social generalizada. Pueden distinguirse dos

series de cuestiones que conducen a reformular en la actualidad la problemá

tica del Esta do social. Éstas recae n sobre su perímetro de intervención y sobrelas modalidades de su reorganización.

a) Sobre su perímetro de intervención: el período que acabamos de atravesar

marcó el fin de la hegemonía del "Estado nacional social". Con esta expresión,que evidentemente no tiene nada que ver con el nacionalsocialismo, entiendo

esta característica esencial del Estado social: que fue construido en un marco

nacional cuando la nación -d e hecho varias naciones, las más "desarrolladas"

de Europa occidental- controlaba los principales parámetros de su desarrolloeconómico y social.33 Ese Estado, que llamé "Estado de crecimiento", aplicapolíticas de inspiración keynesiana a través de las cuales el desarroll o económico alimenta la demanda social, que a su vez mantiene el crecimiento. Podría

tomarse el ejemplo del Estado gaullista, que po r cierto nunca fue "d e izquierda", pero que sin embargo promovió el desarrollo económico y la moderniza

ción de la sociedad francesa, y paralelamente políticas sociales consistentes yla implantación de un programa ambicioso de seguridad social.

La mundialización de los intercambios, la libre circulación de las mercancías y los capitales, van a hacer que ese Estado nación carezca de la autonomía

suficiente para decidir sus políticas económicas y sociales y pone rlas en marcha.Esto ya ocurre en Europa, cuya construcción se paga con una reducción de la soberanía de los Estados en ese doble registro. En Francia se tomó conciencia de estotras el fracaso que sancionó la tentativa de reactivación de una política de inspira-

32otra parte, es en este punto donde se injertó la recuperación liberal de la ideología

generalizada del riesgo. Si los riesgos están en todas partes y el Estado social es incapaz de

mutualizarlos, al individuo asediado de riesgos y a su vez portador de los mismos le corresponde hacerse cargo, asegurarse él mismo como un individuo responsable (evidentemente

con la condición de que pueda hacerlo, vale decir, en la mayoría de los casos, que lo pague).El ~ e f e r e n t e principal de la cobertura de los riesgos pasa así de lo colectivo al individuo, de lasolidaridad nacional a la seguridad privada. Véase sobre este punto F r a n ~ o i s Ewald y DenisKessler, "Les na ces du risque et de la politique", en Le Débat, núm. 109, 2000.

33Para una puesta en perspectiva de las políticas sociales en el nivel internacional, véase

F r a n ~ o i s - X a v i e r Merrien el al., L'État social. Une perspective international, París Armand Colin2005. ' '

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 37

. , k nesiana por parte de Fran<;ois Mitterrand tras su llegada al poder enoo n ey . .1981

. Los interca mbios intraeuropeos son ya ta_n I m p o r t a n ~ e s que_ r a n ~ I a no

uede aislarse, salvo que abandone Europa. El giro. que to mo dos anos mas. tarp

1"iz uierda plural" fue interpretado en ocaswnes como un a renuncia al

de a q b 1 . , - 1. 1  pero cualquier ¡"uicio de valor que se haga so re esa e ecoon sena asooa Ismo, . , . .

de Conciencia del hecho de que el Estado naoon no puede ya deCidirla tomasolo acerca de sus políticas económicas y sociales, salvo que se ponga en grave

peligro en el plano de la competenc ia internacional. . .Desde comienzos de los años ochenta, estas preswnes extenores se acen-

y globalizaron cada vez más Para tratar de hacerles frente sería nece-tuaron ·saria la construcción de regulaciones transnacionales que no dejaran el campo

libre a las meras dinámicas económicas. En el plano europeo, es lo que deberíarealizar una Europa social digna de ese nombre y, en el nivel mundial, sería

necesario dotarse de instancias que tengan poderes reales para encuadrar la

expansión salvaje del mercado.Pero basta con enunciar estas exigencias para comprobar hasta qué punto

estamos todavía lejos de ello. La Europa social en la actualidad se reduce adirectivas generales, por lo demás bastante poco coercitivas. De hecho, en

cuanto a lo esencial siempre son modelos nacionales de protección social y de

legislación del trabajo que se ponen en competencia. En el plano de las políticassociales, la influencia de Europa es marginal. En el nivel mundial es todavía

más evidente. La Organización Internacional del Trabajo y algunas ON G sin

duda sostienen aspiraciones sociales, pero su poder es incomparablemente más

débil que el de las grandes instancias internacionales como el Banco mundial,

el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización para la Cooperacióny el Desarrollo Económico (ocnE), cuya preocupación principal no es (se tratade un eufemismo) imponer fuertes coerciones a la hegemonía del mercado.

En consecuencia, estamos obligados a comprobar en la actualidad un

inmenso déficit de instituciones internacionales con el poder de imponer realesprotecciones frente a la competencia despiadada que se despliega a escala pla

netaria bajo la égida del capitalismo financiero internacional. El alcance de estacomprobación es doble. En primer lugar, hay que insistir en la necesidad de

tales instancias transnacionales dotadas de poderes reales, porque lo que sejuega hoy en materia social depende fundamentalmente de dinámicas mun

dializadas. Pero en segundo lugar, hay que añadir de inmediato que, puesto

que tales controles transnacionales no existen todavía o son escasos, no se debe

enterrar al Est ado nacional social demasiado rápido antes de haberlo reemplazado. Incluso debilitado, el Estado nación sigue siendo la principal instancia

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38 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

política donde pueden hacerse las elecciones y tomarse las decisiones en a t e ~ria de políticas sociales. El Estado social no lo puede todo, ni mucho menos,pero es el que más puede en este campo. Afirmar a la vez la necesidad de su

superación y la exigencia de defenderlo no es ciertamente una posición c ó m ~da, ni de las más satisfactorias para el espíritu, pero sin duda no hay otras

posibilidades en la actualidad.34 Resta entonces preguntarse cuál puede ser elpapel de ese Estado social en esta difícil coyuntu ra.

b) Porque el Estado social no es solamente discutido por el e m p e q u e ñ e c í ~miento de su perímetro de acción en la época de la globalización de los í n t e r ~cambios, también se cuestiona su modo de funcionamiento. En efecto, procede

por regulaciones generales que conciernen a grandes categorías homogéneas

de la población. Garantiza contra los riesgos, indemniza, repara déficits0

distribuye auxilios, y sus prestaciones son la mayoría de las veces derechos de

crédito exigibles por los beneficiarios. Pero se dice que este modus operandi yano está adaptado al estado de una sociedad cada vez más móvil, obsesionadapor procesos de individualización que ponen en primer plano la heterogeneidad de las situaciones locales y la diversidad de las trayectorias personales.Desde comienzos de los años ochenta también se multiplicaron las críticas alcarácter burocrático de este Estado social que opera como un distribuidor

automático de recursos y que desresponsabiliza a los usuarios, reducidos alpapel de consumidores pasivos. En adelante existe un amplio consenso para

apelar a un Estado a su vez más flexible o "activo".

Es cierto que hay que tener en cuenta, aquí como en otras partes, la s

t r a ~ : f o r m a c i o n e s acaecidas desde hace un cuarto de siglo y reorganizar laacoon del Estado social en esta nueva coyuntura. Pero también habría que

velar por que la reorganización no se pague con una renuncia a algunas de sus

f u ~ ~ i o n e sesenciales. En primer lugar, hay que comprobar que muchas de lasc n t ; c a ~ d e ~ Estado que hoy están de moda se parecen a caricaturas, porque

estan msp1radas po r la única preocupación de promover un menos Estado.

E ~ t o n c e s se le reprocha su índole monolítica y congelada. Pero ya en el plano

mas general de la reforma de las estructuras administrativas del apa rato estatal, el Estado está comprometido en un proceso ambicioso de descentralización(leye_s de 1982 y de 2002). Para un Estado que hereda una pesada tradiciónmulhsecular de monopolización de los poderes, es una reforma de largo alean-

34 Los " lt d. ¡· "a ermun 1a 1stas no carecen de ideas y de propuestas interesantes, pero por elmomento son del orden del deseo o a lo sumo del proyecto, y no representan una alternativaactual.

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓ!'J 39

ce, y es realmente la voluntad de flexibilizar la acción pública acercándola alas expectativas de los usuarios lo que anima la empresa descentralizadora.Lo que aquí se busca es un mejor Estado.

Ése es también el objetivo, en el plano de las políticas sociales propiamente dichas, del desarrollo de las políticas incitativas y de las políticas de insercíón que hacen de un territorio circunscrito el lugar donde se reorganizan y senegocian las políticas públicas alrededor de proyectos que implican la participación de los diferentes interlocutores locales, designados y administradores,profesionales de lo social, repres entantes de asociaciones .. El Estado puede

tener un papel incitador y participar en el financiamiento de las operaciones,pero son los actores locales los que sustentan el proyecto y los responsables de

su realización. La asociación y la transversalidad tienden así a reem plazar lapirámide jerárquica de las administraciones clásicas. La política de la ciudad

es emblemática de estas tentativas para sincronizar un impulso dado primeropor el Estado, pero que exige la movilización de los actores locales para su

realización. En este sentido se ha llegado a hablar de un "Estado animador".35Esto no significa que esas políticas territoriales hayan llegado hoy a buen

puerto, pero los esfuerzos en ese sentido son innegables.En líneas más generales, la consigna de la "activación de los gastos pasi

vos" está en vías de recomponer con bastante profundidad las modalidades

de ejercicio de la acción pública. Más allá de su dimensión financiera, se trata de

implicar a los beneficiarios de la intervención del Estado y de hacerlos cooperar en la realización de las medidas que se toman a su respecto. Instaurar una

lógica de la contraprestación relacionando el otorgamiento de una prestaciónpública con un esfuerzo desplegado por el beneficiario es querer responsabilizar a los usuarios volviendo sobre la automaticídad de la entrega de los servicios y los auxilios. Ya no se trata solamente de indemnizar o de reparar. Loideal sería intervenir sobre los propios individuos, y con ellos, para reforzarsus capacidades y hacerlos responsables del manejo de su vida.

Existe así una amplia convergencia de opiniones que preconizan un Estado social activo que se desplegaría lo más cerca posible de los usuarios para

cubrir su situación particular y para ponerlos en condiciones de enfrentar labatalla por la vida (incluso la batalla económica), más que asistidos. El problema es que esos objetivos pueden dar lugar a resultados por lo menos ambiguossi no son cuidadosamente controlados. Así, la descentralización de los serví-

35 Jacques Donzelot y Philip pe Estebe, L'État animateur, París, Seuil, 1996.

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40 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

do s estatales es una necesidad en una tradición nacional marcada por el peso

aplastante del centralismo, pero la experiencia muestra que se corre el riesgo

de producir grandes disparidades en el tratamiento de las poblaciones que

más necesidad tienen de la ayuda pública (por ejemplo, la transferencia a los

departamentos de la responsabilidad de administrar y financiar el RM I tiene

como consecuencia disparidades en las condiciones de acceso al dispositivo

según los recursos de que disponen los departamentos o su orientación políti

ca). La proximidad no es un bien en sí. A falta de regulaciones fuertes y resuel

tamente extralocales, es decir, que tengan fuerza de ley, se corre el riesgo de

profundizar las desigualdades y ratificar relaciones de fuerza locales que los

usuarios de los servicios sociales sufrirán particularmente, por ser los peor

ubicados para influir sobre las decisiones que los conciernen.

Puede haber un desvío igualmente temible en el hecho de transferir al pro

pio individuo una responsabilidad exagerada en la puesta en marcha de las

políticas públicas. Esto implica olvi dar el hecho de que los individuos están

desigualmente equipados para entrar en una lógica de la contraprestación. Al

imponérsela, a menudo se solicita más a quienes menos recursos tienen que a

aquellos que tienen más. La bella consigna de tener que comportarse como un

individuo responsable corre entonces el riesgo de convertirse en lo contrario,

para hacer responsables -pero con el objeto de condenarlos y culpabilizarlos- a

todos aquellos que están por debajo de esa exigencia simplemente porque son

incapaces de asumirla, sin por ello merecer el desprecio con que se los atavía.

Frente a estas ambigüedades, sólo un a referencia al derecho y a cierta

incondicionalidad del derecho puede ser la garantía de la presencia de un

Estado social digno de tal nombre. El Estado no es solamente grandes regula

ciones colectivas que tratan en masa a categorías enteras de la población, y un

Estado social activo puede tener el objetivo de intervenir lo más cerca posible

del individuo para reforzar sus capacidades. Pero con la condición de tratarlo

también como un sujeto de derecho. Sólo si el beneficiario de una prestación,

el usuario de un servicio son considerados como sujetos de derecho, vale

decir, ciudadanos, la administración de lo social no se reduce a una lógica

mercantil de la contraprestación, un toma y daca: ser ciudadano es también

tener derechos (y deberes) de manera incondicional, y po r lo tanto tener el

derecho de ser socorrido, aunque no se pueda dar nada a cambio.

Por eso la cuestión esencial de la reorganización d el Estado social es hoy, a

mi juicio, en gran medida, la reorganización del derecho. En una "sociedad de los

individuos" un Estado social activo, o flexible, implicaría el acercamie nto del

derecho social con respecto a las situaciones locales y a las trayectorias de las

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACION41

s De este modo habría un mejor Estado, y no un menos Estado. ¿Cómo

persona l. d ho en el sentido fuerte de ponerlo efectivamente en marcha, enr ar e erec 1 • 1 1ap I . d d d nd e el desarrollo de las diferenciaciones sociales ma ogra e

a soCie a 0 'd 1E t dun. _

1  d los principios sobre los cuales se había constrm o e s a o

niVersa ¡smo e . 1f , "?36u .

1d d de oro de lo que se llamó el"modelo sooa rances .

social, en a e a

ON SOCIAL LA CUESTIÓN URBANA Y LA CUESTIÓN ÉTNICA

LA CUESTI '

d· t que desplegué en Las metamorfosis de la cuestión social es que

El punto e vis a .

b· t' tuye el epicentro de la cuestión social. Para decirlo de una

el tra aJO cons 1 . .

t emadamente simplificada una relación estable con el trabaJO baJO

manera ex r ' . . , 1d l tatuto del empleo ofrece el basamento para una mtegrac10n a a

la forma e es .· d d mientras que relaciones desdic hadas con el trabaJO como la de socu-

socie a , d' h·, la 1nstalación en la precariedad vuelven a poner en entre 1c o o

pac10n y .impiden el acceso a las condiciones requeridas para tener un u g a r en la socie-

dad y ser reconocido como un individuo con todas s u s . v e ~ t a J a S y d ~ r : ~ h o s .Esta posición no apunta a subest imar la import ancia m la espeCificidad de

las transformaciones qu e se produjeron simultáneamente en otros s e c t o ~ e sde la vida social y a decir verdad en casi todos, desde la familia hasta las pnn-

' 1" 37 d. 'cipales instituciones sociales, cuyo "programa i n s t i t ~ c i o n a , c ~ m o .

Fran<;ois Dubet, se encuentra, aunque de una m a . n e ~ a ,dife.rente segun la mstl

tución, profundamente desesta bilizado. Pero mi hipotesiS es. que la onda de

choque que nace en el epicentro del trabajo repercute las d 1 f e r ~ n t ~ s esferas

de la existencia social, donde produce efectos diferenciales m u l t 1 p h c a ~ o s .una formación social que se vuelve cada vez más una "sociedad los ~ ~ d i V I -duos". Evidentemente hay que analizar por sí mismas esas

c o n f ¡ g u r a o ~ n e srespetando la especificidad de su régimen de transformación. Pero seme¡ante

tarea supera las capacidades de una persona, y el h e c h ~ de no _Ia haya

emprendido no significa que subestime su importancia, smo mas bien que

remito a los trabajos de aquellos y aquellas que se han hecho cargo de ella.38

36 Véase más abajo el capítulo 6: "En nombre d_el E s t ~ d o social". . . . _37 F r a n ~ o i s Dubet, Le Déclin de l'ínstitution, Pans, Semi, 2002 {trad. esp . El decltve de la ms

tilllción, Barcelona, Gedisa , 2006]. , . ¡38 s· b p' enso que hoy habría que conceder un lugar más espeoflco del que yo

d. 1 m eml ar?oR, 1 selllama la "desinstitucionalización de la familia" (La Famílle mcertm-l a o que ,oms ous . - t

ne, París Odile Jacob, 1989). Es significativo que a par tir de e ~ t a d o s de los a_nos sesen' f " fundamental de las relaciones famthares en el sentido de su con

opere una trans ormac10n

7/27/2019 Robert Castel El Ascenso de Las Incertidumbres

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42 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

No obstante, la relación con dos campos particulares de la investigación sobrelas transformaciones contemporáneas debe ser aclarada porque ellas mantie

nen vínculos extremadamente estrechos con el tratamiento de la cuestión

social. En efecto, desde hace algunos años, algunos trabajos importantes tendieron a desplazar ese epicentro de la cuestión social qu e planteé a partir del

trabajo hacia la "cuestión urbana", y luego hacia la "cuestión étnica".En la primera dirección evoco en particular la colaboración de Jacques

Donzelot, que desde hace una decena de años dio su forma más sistemática aesa transferencia del centro de gravedad de la cuestión social hacia el territorio.39 Estos análisis parten de la comprobación de que la conflictividad socialya no se cristaliza principalmente, como en la sociedad industrial, en torno de

los problemas relacionados con el trabajo y los grupos definidos por su lugaren la división del trabajo (las clases sociales). A partir de entonces, es en elespacio, y en particular en el espacio urbano, donde se reorganizan las líneasde escisión, las oposiciones y los conflictos que estructuran la vida social, ydonde se cristalizan las principales desigualdades.

De hecho, se observa en verdad desde hace al menos unos veinte años un

desplazamiento que hace que el habitante, más que el trabajador, se conviertaen el principal interlocutor de los poderes públicos (véase la política de la ciudad) y, a través de la descentralización y la reorganización de las políticas

públicas, es también por lo general a partir del territorio como se redefinen losdesafíos que estructuran los modos de vida de los actores sociales. El barrio

popular, en especial, dejó de estar estructurado alrededor de la figura del trabajador y de la omnipresencia de los modos de sociabilidad y de las formas de

organización gobernadas por el trabajo.40 Realmente se asiste as í a una redis-

tractualización, según una cronología semejante a aquella que afecta a las instituciones deltrabajo, pero sin que se pueda establecer no obstante una estricta relación de causalidad en

un sentido o en otro. Sin embargo, esta transformación de la familia tiene acaso una importancia tan fundamental como la que afectó al trabajo, porque cuestiona la estructura familiartradicional a través de la cual se efectúa la filiación en la articulación de lo biológico y losocial. Su papel es aparentemente tan decisivo para conducir a una "sociedad de los individuos" como las transformaciones del trabajo. ¿Cómo pensar la articulación de esa doble

mutación, de la familia y del trabajo? ¿Qué puede decirse de las relaciones que mantienen?Hay un núcleo de problemas difíciles que acá no puedo sino formular.

39 Véanse en particular Jacques Donzelot, "La ville a rois vitesses: gentrification, relégation,périurbanisation", en Esprit, marzo de 2004, y Quand la ville se défait, París, Seuil, 2006. Véasetambién Éric Maurin, Le Ghetto franglis, París, Seuil, col. "La République des Idées", 2007.

40 Véase Denis Merklen, Quartiers populaires, quartiers politiques, París, La Di spute, 2009.También desarrollé este punto en mi prefacio a esa obra, que analiza la reorganización de

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 43

·, ·al de las poblaciones que conduce a que diferentes categoríastribuclOn espaci . , l. les se reagrupen entre ellas, de un modo obligado o escogido, segun ossoCia · , 1' ·

de que disponen. Esta recomposición del espaciO segun una ogicarecursos · . f

1"entre nosotros" reconfigura además los problemas que tienen que en ren-

de 'l con respecto al hábitat, sino también con respecto al acceso a lostar no so o . d d

. ' los servicios y las protecciones; asimismo, gobierna su capaCida ebienes, . f · 1

. . , 0 menos seguros las posibilidades de éxito en su carrera pro es10naVIVIr mas ' . .. ,

1Iidad de la escolaridad y el porvemr de sus hiJOS, etcetera.

o a ca . . d . . 1Semejante desplazamiento invita a reconocer una ImportanCia eCISIVa a

l e se ocupa en el seno de un territorio y a intentar una lectura de losugar qu . . . .

d fíos que tienen que enfrentar los actores sooales a partir de esa mscnp-

esa . l " f , bción territorial. No pienso, sin embargo, que por ese motivo a cues Ion ur a-" haya reemplazado a la "cuestión social", ni que haga falta oponerlas entre

na 1 b · 1 ·1, Lo que es polémico* tiene siempre su epicentro en e tra a¡o, como o I us-SI. d. dtra la descomposición del barrio obrero que he evocado: es en la me I a en

que deja de estar estructurado alrededor del : r a b ~ j o que e_l barrio p o p ~ l a r se

convierte en lo que hoy se llama "los barrios , o los barnos sensibles , vale

decir, espacios donde los factores de disociación social ~ r e d o m i n a ~ s o ~ r eformas de sociabilidad organizadas alrededor del traba¡o y de sus mstituclOnes. Podría decirse que el espacio urbano se ha convertido así en el receptácu

lo privilegiado de la cuestión social, o incluso que, a m e d ~ d a se agr:van,

los factores de disociación social se enquistan en el terntono. Ha y asi una

especificidad indiscutible de la cuestión urbana que progresivamente se ha

separado y que debe seguir siendo afirmada. Pero más que en_ oposición con

ella, me parece que hay que seguir pensándola en la trayectona de las trans

formaciones de la cuestión social de la que sin duda representa, al día de hoy,

su modo de cristalización más significativo.Otra dimensión de la cuestión social, lo que hoy se llama la "cuestión

étnica", 0 incluso la "cuestión racial", apareció de manera más reciente, o en

todo caso llamó la atención más tardíamente. En efecto, sólo a partir de finesde los años noventa y sobre todo a comienzos de 2000 los problemas plantea

dos por las discriminaciones étnicas realmente comenzaron a se r llevados al

nuevas formas de acción colectiva a partir de la situación de los barrios en Francia Yen

Argentina. . " .• "Ce qui 'fait question"' en el original. El autor juega con la palabra questwn, cuestión

urbana", "cuestión social", etcétera. [N. del T.]

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44 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDlJMBRES

debate público.41 En el plano político, estas prácticas discriminatorias cuestionan la viabilidad de un modelo republicano que supuestamente garantiza laigualdad de todos ante la ley. En el plano social, y en especial en los suburbios,este modo de tratamiento de una parte de la población acarrea graves conflictos recurrentes (cuya expresión más espectacular es la recurrencia de las "violencias urbanas") y en última instancia hace pesar una amenaza de secesión deesos territorios marginado s de la nación.

Aunque no sea especialista ni de la cuestión de los suburbios ni de losproblemas de la inmigración, recientemente llegué a la convicción de que

había aquí un punto fundamental de cristalización de la conflictividad socialque era urg ente enfrentar, con la condición de asumir algunos riesgos al aven-

turarse en esos terrenos minados.42 De e c h o ~ yo recogí tantas impugnacionesmás o menos violentas como aprobaciones, a tal punto es difícil en Franciatocar nuestro famoso "modelo republicano", aunque sea con la intención de

hacerlo más digno de lo que pretende ser. Pero sostengo que está en juego lacohesión de nuestra democracia y el honor de la República en no tolerar que

se perpetúen prácticas que contradicen sus principios y dejan en la más completa soledad a una parte de sus propios ciudadanos.

Sin embargo, ¿debe pensarse que al recalcar la importancia de la discriminación étnica se haya pasado "de la cuestión social a la cuestión racial"?43 A mi

juicio, de ninguna manera se trata de un reemplazo, sino de un refuerzo de lacuestión. Lo que constituye la especificidad de la cuestión étnica, y la torna atal punto explosiva, es que asocia dos tipos de factores, unos que remiten a laetnia o a la raza, y otros a la clase. Las poblaciones "surgidas de la inmigra-

41En 1998 el Alto Consejo para la Integración reconoce explícitamente la discriminaciónétnica, y se crean organismos públicos para combatirla, el último de ellos, la Alta Autoridad

de ~ u ~ h a contra las Discriminaciones y por la Igualdad (HALDE), en 2004. Se desatan algunas

polem1cas alrededor de la Ley Taubíra, que hace de la esclavitud un crimen contra la huma-

nidad (2001) y diferentes leyes "memoriales", así como sobre el papel de la colonización. "Elllamado de los indígenas de la República", la creación de l Consejo Representativo de la s

Asociaciones Negras (2005), el "caso Dieudonné", etc., reactivan el debate por el lado de

a q ~ e l l o s que se consideran víctimas de las discriminaciones. La temática de la poscolonia es

ob¡eto de varias obras históricas que alimentan también la controversia en la prolongación

d ; aquellade Véronique De Rudder, Christian Poiret y Fran.;ois Vourc'h, L'Inégalité raciste.L llll!Versalzsme républicain al' preuve, París, PUF, 2000.

42 Robert Castel, La Discrimination négative. Ci/oyens ou indigimes?, París, Seuil, col. "LaRépublique des Idées", 2007.

43 Didier y Éric Fassin (dirs.), De la question socia/e ií la question racia/e?, París, La Découverte, 2006. Ambos autores, por otra parte, ponen ellos mismos el punto de interrogación, yeste compendio contiene varias colaboraciones ricas y matizadas sobre ese tema.

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 45

ción", sobre todo magrebí o subsahariana, y cuyo paradigma está representadopor los "jóvenes del suburbio", llevan en efecto la marca de la pertenencia auna cultura extranjera percibida como la cultu ra inferior propia de los territorios anta ño colonizados, estigma que los discrimina negativamente, vale decir,que los hunde en su diferencia y los convierte en objeto de oprobio.44 Al mismotiempo, una parte importante de estas poblaciones, y en particular "los jóvenesdel suburbio", constituy en la punta de lanza de un proceso de degradación de

las condiciones de trabajo y de vida que, junto con la desindustrialización, ladesocupación masiva, la precarización del emple o y el fracaso escolar, instalóla incertidumbre acerca del mañana y la insegurid ad social en el corazón de laexistencia de una gran cantidad de gente, sobre todo en los medios populares.

Para las poblaciones "surgidas de la inmigración" esas dos series de factores se adicionan y conjuga n sus efectos. El descrédito de la connotación étnica relacionado con su estado se suma al descrédito de la descalificación socialque padecen al mismo tiempo. Ha y aquí con qué mantener todas las frustraciones, y tambié n todas las violencias. Pero conviene observ ar que si la cuestión de estos jóvenes reviste así una connotación totalmente específica, esaetnización no ocupa el lugar de la cuestión social, sino que se enrosca en ella yla sobrecarga. A semejanza de la cuestión urbana, hay que pensarla como una

sobredeterminación de la cuestión social. Por ejemplo: el alejamiento del mercado de trabajo es un determinante mayor de la desventaja social que aqueja aesos jóvenes "surgidos de la inmigración". No obstante, afecta también a nu-

merosos jóvenes de origen autóctono, sobre todo en los medios populares.

Pero el joven solicitante de empleo que tiene un nombre con connotacionesmagrebíes tendrá cinco veces menos posibilidades de ser convocado a una

entrevista de trabajo que un joven de origen autóctono. Así, a la desgracia de

ser desocupado, compartida por ambos, se añade para el joven "surgido de lainmigración" un sentimiento profundo de injusticia por no haber sido tratado

en paridad como solicitante de empleo.

44 Hay que concebir esta forma de racismo como un racismo cultural o "diferencialista"que no necesariamente implica determinismos biológicos o genéticos. Lo que autoriza aquí ahablar de racismo es el hecho de que algunos rasgos culturales son naturalizados y transmitidos a la descendencia, como cuando se habla de "inmigrantes de la segunda generación" o"de la tercera generación", expresiones curiosas que implican que el hecho histórico de que

su padre o su abuelo emigró se adhiere a la piel del joven como un estigma hereditario. Así,estas expresiones funcionan en el lenguaje corriente como eufemismos para significar un a

marcación étnica. Sobre este punto, véase Étienne Balibar, Le Racisme apres les races, París, PUF,

col. "Actuel M arx", 2004.

7/27/2019 Robert Castel El Ascenso de Las Incertidumbres

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46 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

No pretendo llevar todo a la cuestión social, pero me parece que a medida

que ella se instala, se agrava y se carga de nuevas connotaciones. Éstas semanifiestan en particular bajo la forma de la "cuestión urbana" y la "cuestiónétnica", que entonces deben ser analizadas a partir de lo que tienen de específico y a la vez ser reinscriptas en el marco de la "gran transformación" queatravesamos.

DE 1995 A 2009, ¿Y DESPUÉS?

Los diferentes puntos de este prefacio invitan a continuar algunos de los aná

lisis que había propuesto en 1995 en Las metamorfosis de la cuestión social. También conducen a preguntarse si la línea directriz de estos análisis debe ser

mante nida o rectificada. En 1995 me pareció que podía diagnosticar un deterio-

ro de la sociedad salarial para caracterizar los efectos de conjunto de las transformaciones en curso. Hablar de deterioro significa que la estructura de una

formación social permanece pero se fragiliza y se descompone. Esta evaluación se oponía a aquellas que en esa época iban viento en popa y hablaban de

su derrumbe profetizando el fin del salariado, e incluso el fin del trabajo. Estosdiscursos hoy están completamente devaluados, y más bien sería la sobrevaloración casi histérica del valor trabajo lo que habría que interpelar ahora.Pero al mismo tiempo, en el plano de las formas de organización del trabajo,la situación parece haberse agravado en el transcurso de estos 15 años. Por

ejemplo, en 1995 se podía y se debía subrayar la importancia de la precarización de las relaciones laborales que era, con la desocupación masiva, la manifestación principal de la degradación de la condición salariaL Hoy se puede y

se debe interrogar más profundamente sobre la instalación en una precariedad que podría constituir un registro permanente de las relaciones de trabajo,una suerte de infrasalariado en el seno del salariado.45

No obstante, si bien la situación parece haberse deteriorado globalmente,no creo que los discursos más apocalípticos estén aún a la orden del día. Seguimos estando en el marco teórico, práctico y político de un deterioro de lasociedad salarial, porque una parte esencial de nuestro destino social se siguejugando, tanto como nunca, alrededor de la consistencia del salariado. ¿Seguirá degradándose para desembocar en una remercantilización completa de las

45Véase más abajo el capítulo 5: "¿Más allá del salariado o m ás acá del empleo? La insti

tucmnalización del precaria do".

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 47

elaciones laborales? ¿O bien un nuevo registro de regulaciones laborales

;o rará, según la fórmula de Karl Polanyi, "domestícar el mercado"? Estau ~ s t i ó n continúa en el corazón de la cuestión social porque, en contra de las

~ I u s i o n e s del posmodernismo, sigue siendo cierto que nuestro destino estáaún inscripto en los marcos de una modernidad todavía estructurada po r lasrelaciones conflictivas que manti enen el trabajo y el mercado. La modernidad

se afirmó a partir del siglo xvm, como lo demostró con fuerza Adam Smith, apartir de esa doble centralidad del trabajo y el mercado. Por cierto, las relaciones entre ambos fueron prof undamente tr ansformadas y complejizadas desde

Adam Smith. Adoptaron la forma de un antagonismo radical entre el capital yel trabajo que durante un tiempo se cristalizó en una lucha de clases, antes de

que esa conflictividad fuera no suprimida sino acondicionada y edulcorada através del compromiso social de la sociedad salarial, que luego a su vez sedegradó hasta llegar a la situación actual. No obstante, el núcleo de la cuestión principal que nos concierne a to dos permanece: ¿qué pasa en la actualidad con esta relación entre el trabajo y el mercado?

En efecto, si la forma de equilibrio a la que había llegado esta relación en

Francia y en los principales países de Europa occidental está profundamente

cuestionada, la historia que la constituyó no está agotada. Ella se despliega en

adelante a escala planetaria. Si lo que se denomina "mundialización" tiene un

sentido, es que las fuerzas del mercado ejercen ahora su dominio hasta lasmás lejanas fronteras de la economía-mundo.46 Pero ¿qué es la cuestión socialhoy en día en China, po r ejemplo, si no es que allí se organiza en este momento un nuevo episodio de esas relaciones problemáticas del mercado y el trabajo? Tanto en China como en Francia, pero bajo modalidades completamentedistintas, el destino de la gran mayoría de los hombres y las mujeres sigue

jugándose en torno de las formas de equilibrio, o de desequilibrio, que se anu-dan entre el mercado y el trabajo.

46 La globalización de los intercambios ciertamente no data de hoy, y los trabajos de Fernand Braudel muestran que una economía-mundo se impuso en el Occidente por lo menosdesde el siglo XIV. Lo que es nuevo desde hace unos treinta años, más allá de la intensificación de esos intercambios, es que dejaron de hacerse en beneficio exclusivo de los Estadosnación del "primer mundo". Se ha pasado de una economía de intercambios desiguales quefuncionan en sentido único a una estructura global en la cual los intercambios siguen sien dodesiguales, pero en adelante las transformaciones que inducen a las periferias provocan uncontragolpe sobre el centro. Por ejemplo, los bajos costos de la mano de obra en los países"en vías de desarrollo" desestabilizan la estructura de los empleos en los países "desarrollados", y las mercancías producidas en China o en India entran en competencia con las producciones autóctonas de las naciones occidentales en su mercado interno.

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48 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

Una de las tareas esenciales de la sociología, a mi juicio, es seguir tratan

do de dar cuenta de esta historia cuyo porvenir es incierto. China recorrerá sin

duda po r sus propias vías po r lo menos una parte del camino que condujo a la

Europa occidental hacia formas de capitalismo menos salvajes. Ya emergen en

ese país movimientos de protesta contra modos de explotación absoluta que

evocan nuestro siglo XIX. Sin duda pronto habrá en China sindicatos más

poderosos, clases medias má s consistentes, con las cuales el poder político

estará obligado a entenderse. Hasta dónde llegará esto y en cuánto tiempo

nadie puede decirlo hoy, pero estas cuestiones ya empiezan a plantearse. En

Francia y en las sociedades salariales occidentales parecemos comprometidos

en una dinámica inversa, porque los sistemas de regulaciones colectivas cons

truidos al final del capitalismo industrial son impactados po r esa competenciaexacerbada que hace qu e las naciones compitan entre ellas, al igual que los

individuos en el seno de una misma nación. Estas situaciones sólo pueden ser

dolorosas de vivir para todos aquellos que padecen directamente esta dinámi

ca. Hasta pueden dar la impresión de qu e nos encaminamos al desastre.

Sin embargo, nadie puede decir si este proceso llegará a su término o si

estamos en lo alto de una ola, en un período de inflexión entre formas de equi

librio que se deshacen y nuevos equilibrios qu e se buscan, lo que Joseph

Schumpeter llamaba los momentos de "destrucción creativa". Ha y qu e acep

ta r esta postura incómoda de .tener que asumir que el porvenir es imprevisi

ble. Esta situación, po r otra parte, no es inédita, y la historia nunca revela de

antemano sus secretos. Pongámonos un instante en el lugar de los observado

res sociales de la primera mitad del siglo XIX, en el momento de la implanta

ción del capitalismo industrial en Europa occidental, cuando la explotación

máxima de los trabajadores parecía imponerse como la contrapartida necesa

ria de la industrialización. Todas las tendencias políticas fueron unánimes endescribir con el término "pauperismo" la situación espantosa de esos proleta

rios a los que no hubieran podido predecir un porvenir mejor, salvo que plan

tearan, como Karl Marx, la necesidad de destruir el capitalismo y abolir el

salariado. Sin embargo, algo mu y distinto ocurrió. La revolución no tuvo lugar

en Europa occidental, el salariado no fue abolido, y no obstante el proletario

miserable salió bastante bien del mal paso, puesto que se convirtió en el asala

riado protegido de los años sesenta. La construcción de la sociedad salarial

constituyó una suerte de astucia de la historia que un siglo antes de imponer

se era totalmente imprevisible.

Evidentemente no estoy sugiriendo que esta historia se reproducirá, sino

que hoy en día el porvenir del salariado es una vez más aleatorio. Los análisis

PREFACIO. UN A GRAN TRANSFORMACIÓN49

propuestos en los capítulos que siguen duda no inclinan al o p t i m i s m o ~ue son conducidos po r la preocupacwn de subrayar los efectos del ca m

porq h · - p

b. de trayectoria que afectó a nuestra sociedad desde ace tremta anos. orlO . l' t d

Onen el acento en lo que se degradó, pero eso no tmp tea qu e es a egra-

eso p . . .dación sea irreversible, aunque má s no sea porque s1 b.ten la herenoa de, la

sociedad salarial se desquició, no está derogada. P r o g r e s t v a m e n t ~ engendro y

consolidó en Europa occidental una verdadera cultura de lo soctal. Co n ~ s ~ oentiendo qu e los derechos sociales, el derecho a tener derechos, como dtna

Hannah Arendt, fueron profundamente interiorizados po r nuestros contem

poráneos, al punto de que para muchos de ellos f ~ r m a n parte del e j e r c i c i ~normal de su ciudadanía. Para ellos, au n en la actuahdad, los derechos adqm

ridos, 0 conquistados, no son solamente "ventajas adquiridas", simples privilegios. Ellos estructuran la personalidad del individuo moderno o . c c i ~ e ~ t a l ,constituido po r su historia social como un sujeto de derecho. Este mdtvtduo

no es una tabula rasa sobre la cual se inscribirían "naturalmente" las exigencias

del mercado. Po r lo tanto, no todo está jugado en el conflicto qu e ho y en día

opone a los partidarios de un a solidaridad hecha "de derechos y de deberes

que relacionan a los hombres entre sí de manera duradera"47 y aquellos para

quienes la maximización de las riquezas materiales a cualquier precio es el

principio y el fin. Nuestra sociedad es lo contrario de una sociedad apacigua

da, y habría que ser profeta para predecir hacia dónde la conducirá la conflic-

tividad que la atraviesa.Máxime cuando no es evidente que, en el interés bien entendido del capi-

talismo má s moderno, la instrumentalización má s cínica de la fuerza de traba

jo sea también la más rentable. Más que de "trabajadores desechables" expri

midos a voluntad, el nuevo capitalismo tiene y sin duda tendrá cada vez más

necesidad de operadores responsables, móviles, polivalentes, capaces de adaptarse a los cambios incesantes, de tomar iniciativas, de reciclarse. Pero ¿pue

den esos trabajadores conducirse así si no disponen de un mínimo de seguri

da d y de protecciones, de derechos a la formación, al descanso, al respeto, si

no pueden escapar a la dictadura de la urgencia y al miedo de ser anulados de

la noche a la mañana? El derecho al trabajo y la protección social en particular

constituyeron los soportes de la independencia económica y social de los tra

bajadores, pero a menudo también de su eficacia profesional. Ha y qu e recor

da r que lo "económico" y lo "social" no están necesariamente en situación de

47 Émile Durkheim, De la division du travail social [1893], París, PUF, 1986 [trad. esp.: La

división del trabajo social, Madrid, Akal, 1982].

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50 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

antagonismo estructural, y que, por el contrario, su articulación al final del

capitalismo industrial permitió de manera simultánea un desarrollo económi

co y social sin precedentes. Si bien es cierto que las nuevas reglas de juego del

capitalismo exigen siempre más movilidad, flexibilidad, competitividad, tam

bién podrían exigir nuevos modos de protección y de seguridad para aquellos

y aquellas cuyo trabajo también es esencial para que el mercado marche bien.

No son éstos deseos piadosos inspirados por el rechazo a tomar en cuen

ta con seriedad todas las exigencias del nuevo régimen del capitalismo. El

triunfalismo liberal que asimila la liberalización absoluta de la economía a la

rentabilidad máxima de la s empresas comienza a ser discutido incluso en los

medios gerenciales. Cierta toma de conciencia de los efectos contraproducen

tes de una hiperexplotación y de una hiperprecarización de la fuerza de trabajo está en curso (véase la importante literatura anglosajona sobre el burn

out). Incluso aquellos que razonan en términos de "capital humano", en la

tradición de Gary Becker, pueden verse llevados a pensar que su precio no

equivale al costo financiero más bajo calculado en términos de rentabilidad

inmediata. Una instrumentalización salvaje de la flexibilidad rompe las cul

turas de empresa, que la sociología industrial mostró que son esenciales para

garantizar la transmisión de los conocimientos y las habilidades indispensa

bles para la productividad de las firmas.48 Las imposiciones de los mercados

financieros también pueden arruinar a empresarios, e incluso a banqueros.

De este modo, la exigencia de imponer regulaciones extraeconómicas a los

mercados y a l juego de la competencia ilimitada puede imponerse, no por

filantropía, sino en nombre de la eficacia económica. Una dirección inteligen

te del capitalismo no es necesariamente sinónimo de la instrumentalización

más cínica del "capital humano".

Una nueva economía del trabajo también podría imponerse en función deotros factores, como los demográficos. Con el envejecimiento de la población

y la llegada al mercado de trabajo de generaciones menos numerosas la pro

porción de los activos disminuye. Si los trabajadores se vuelven más escasos,

la relación de fuerzas tan desfavorable a los asalariados en período de desocu

pación masiva puede modificarse en su favor. El salario no está necesariamen

te destinado a constituir para siempre la principal "variable de ajuste" sobre

la cual se puede jugar para maximizar las ganancias y minimizar los costos.

Por cierto, si los trabajadores se vuelven proporcionalmente menos numero-

48 Sobre estos puntos, véase también Daniel Cohen, Nos temps modernes, París, Flammarion, 1999 [trad. esp.: Nuestros tiempos modernos, Barcelona, Tusquets, 200I].

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN51

también se puede intentar hacerlos "trabajar más", con mayor n t e n ~ i d a dsos,, fempo sin qu e su. situación deje sin embargo de degradarse, y esa es

y ~ a b s . 1 la o;ientación política que prevalece en la actualidad. Pero tampocomas ¡en . d

. · t 1 cielo de las ideas. Puede haber límites y nesgos e rupturaestá mscnp a en e . l .

b 1mundo del trabajo toda la carga de garanhzar a Vla-si se hace pesar so re e . ,

. "d d d un régimen económico sin preservar, como fmalmente habw logra-bÜl a e . . . , f" . " t l

·t 1· · dustrial cierta "d1stnbuc10n de los bene 1c1os en re edo el cap1 a 1smo m '

capital y el trabajo.En consecuencia, la situación actual no está totalmente gobernada por un

determinismo económico que iría en el sentid_o del a r r a s ~ m ~ e n t o d: los d e r ~ -chos del trabajo y de la protección de los traba¡adores. Mas esta a r a c t e ~ l -zada por la coexistencia de varios parámetros que J e r ~ e n p r e ~ 1 ~ n e s contradictorias. y el "factor humano" es sin duda el ma s 1mprev1s1ble: :ntre_

capacidades de resistencia y de rebelión y las tentaciones de la r e s 1 g ~ a c 1 0 ~ ,·cuáles prevalecerán, ante quién y cuánto tiempo? La rueda de la h1stona

~ i e m p r e gira, la bola no está inmovilizada sobre un número y la suerte_no está

echada, y en el momento en que le do y el último retoque a este texto (fmes del

año 2008) la terrible crisis económica que atravesamos propone un argumento

decisivo en favor de ese carácter aleatorio del porvenir. La creencia en el fun

cionamiento armonioso del mercado "autorregulado" se derrumba y los Esta

dos y los fondos públicos están de regreso, por lo menos para salvar a los

bancos. Pero ·se trata de una reacción de defensa que durará lo mismo que la¿ . l '

"crisis"? ¿O se impondrán verdaderas regulaciones políticas y soCia es, cuan-

do, cómo y durante cuánto tiempo? La suerte no está echada y vivimos tiem-

pos muy inciertos. . ,Como quiera que sea, la función de la sociología no es predeCir de que

estará hecho el porvenir. Es mediante la auscultación de los pliegues del presente a la luz de su pasado que se puede tratar de deslindar los lineamientos

que lo atraviesan, pero que al día de hoy no han llegado a su término. Por lo

tanto, hay que asumir la imprevisibilidad del porvenir, sabiendo que también

dependerá en parte de lo que hagamos o dejemos de hacer hoy para tratar de

dibujarle un rostro humano. Desde ese punto de vista, la búsqueda un nue

vo compromiso, diferente pero homólogo al del capitalismo industnal, entre

una exigencia de competitividad-flexibilidad por el lado de las empresas Yuna

exigencia de protección-seguridad por el lado de los trabajadores, aparece

como la articulación que sería necesario promover para qu e los trast?rnos

actuales no desemboquen en una salida po r la parte inferior de la s o ~ 1 e d a dsalarial, cuyo desenlace sería una remercantilización completa del traba¡o.

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52 EL ASCENSO DE LAS INCERTIDUMBRES

Si se deja de pensar que es posible encarar una alternativa global al capitalismo en un porvenir previsible (porque, ¿quién puede pensarlo hoy seriamente?), uno es, lo admita o no, adepto de una posición reformista. A partir de esemomento la lucha para promover ese nuevo compromiso entre trabajo y mercado representa la opción política más avanzada para tratar de oponerse a lahegemonía del mercado. Esta elección es la más voluntarista que se puede

hacer si uno no se resigna a dejar que las cosas sigan su curso. Pero es un a

opción, o un desafío, porque su pertinencia no es estrictamente demostrable

por la razón misma, así como tampoco la opción inversa, que hace de la maximización de la capacidad de producir riquezas el impera tivo categórico al que

debería someterse la sociedad en su conjunto. Es una elección entre la volun-

tad de vivir en una formación social cuyos miembros permanecerían unidospor relaciones de reciprocidad y serían capaces de estructurar lo que KarlPolanyi llama también, retomando una noción de Aristóteles, la "vida buena",

y una sociedad escindida en función de las meras exigencias de la competenciaeconómica entre ganadores y perdedores, pudientes y sacrificados, incluidos ydesafiliados. Sería posible ilustrar las dos ramas de esta alternativa con la alegoría de la oposición entre el "buen gobierno" y el "mal gobierno" que Ambrogio Lorenzetti pintó en Siena en 1338, en un momento en que los hombres

comenzaron a tomar conciencia de que podían contribuir a escoger su destino.Todo el mundo, o casi, coincide hoy en pensar que es necesario reformar

la sociedad francesa para permitirle enfrentar el porvenir. Pero la elecciónentre reformas inspiradas po r la preocupación por el bien común y aquellas

que pretenden dar libre curso a los intereses más ricos y poderosos está en elcorazón de la oposición entre un reformismo de izquierda y un reformismo

liberal. Precisamente porque no hay ninguna evidencia de que un o u otro

habrá de prevalecer, propuse ubicar esta tentativa de diagnóstico en el estadode nuestro presente bajo el signo de la incertidumbre. Efectivamente, debe-

mos enfrentar un porvenir incierto.

DE L MÉTODO

Algunas palabras sobre las dos posturas de orden metodológico que hacen

que todos estos textos se relacionen con un proceder común bajo la heterogeneidad de los temas que tratan. La primera es que una situación actual siempre debe ser replanteada en el seno de un proceso de transformación. El pre-

sente no es sólo el contemporáneo, sino que se percibe en la conjunción de los

PREFACIO. UNA GRAN TRANSFORMACIÓN 53

f ctos de herencia y de innovación. En consecuencia, es necesario hacer una

~ ~ s t o r i a del presente" que comprenda la actualidad como el punto de dese_n-

. ·onal de una dinámica que hunde sus raíces en el pasado. Esta his-Iace provisi . d

. h"stori·a fáctica pero se esfuerza por reconstrUir procesos etona no es una I ' . .

d ·o'n que no se despliegan de una manera !mea!, smo que pasan po rlarga urao . . ,t de tensiones y desequilibrios, y operan bifurcaciOnes a traves de

momen os · ¡las cuales se efectúan cambios de régimen que produce_n nueva arhcu a-. 'n del antiguo y el nuevo (metamorfosis). Por eso la histona ocupa un lugar

CIO . ' . 1 COrelevante en estos análisis, pero como una pro_greswn n : c ~ s ~ n a en e marde una ambición que de punta a punta sigue siendo sooologica, a saber, tra-

, h 49tar de comprender lo que ocurre aqm y a ora. , . .

La segunda postura, esta vez en la sincronía, es que sena o s i b . l ~ a i s l a ~una situación social como si se la pudiera analizar en sí misma. Tambien aqm

se trata de deslindar procesos transversales que recorren amplios sectores de

la sociedad y configuran las situaciones concretas. En particular los p r o ~ l e m a sue parecen plantearse en la periferia de una formación social, como el mmen-

;0 problema del vagabundeo en las sociedades preindustriales o el " p r o b l e ~ ade los suburbios" en la actualidad, deben comprenderse como una relacwn

del margen al centro y del centro al margen que remite tanto a que se juegaen el corazón de un a sociedad (hoy en día en las empresas, po r e1emplo) como

a ¡0 que ocurre en las periferias (hoy en día en los "barrios s e n s i ~ l e s ~ , _por

ejemplo). Incluso, y sobre todo para dar cuenta de las si_tuaciones mas r a g i l e s ,hay que impugnar los análisis sustancialistas y estáticos que, po r e 1 e m p l ~ ,hacen de la exclusión un estado, cuando es el efecto de un proceso de desafiliación que comienza mucho antes. Nadie está fuera de lo social: menudo

son las posiciones que parecen más alejadas del centro las que ma s dicen sobre

la dinámica interna de un a sociedad.50Esta manera de hacer sociología no es la única, ni mucho menos (por eso

hablé de posturas). Se le ha podido reprochar no conceder una importancia

49 Varias veces traté de justificar este abordaje en el plano de una reflexión e p i ~ t e m o ~ ~ g i -ca. Véanse, por ejemplo, Robert Castel, "Problematization as a of Readmg H1story , enJan Goldstein (dir.), Foucault and the Writing of H1story, Cambndge (MA), Bas1l B l a c k w e l , ~ ,1994,

0"Présent et généalogie du présent: une lecture non évolutionniste du changement ,

en A u risque de Foucault, París, Centre Pompidou, 1997.·1· · 1· ·t de una manera

so En la última parte de esta obra encontraremos ana ISIS que exp ICI an ..más concreta este abordaje: "Los marginales en la historia" (capítulo _11), "La excluswn, unanoción tramposa" (capítulo 12), "Ciudadanía y alteridad: el tratam1ento diferenCial de las

minorías étnicas en Francia" (capítulo 14).

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Nuestra vida se desenvuelve bajo el signo de lo incierto. Somos testi-

gos de una transformación decisiva: asistimos al derrumbe progresivo

de la sociedad salarial que treinta años atrás prometía la gradual

reducción de las desigualdades. En estas páginas, Robert Castel evi-

dencia cómo aquel compromiso social entre intereses divergentes,

condición de posibilidad de la ciudadanía social, hoy es puesto en

duda, lo que provoca que el conjunto de la estructura de la sociedad

se conmueva y que la dinámica misma de la individuación moderna se

vea alterada.

En los capítulos que conforman El ascenso de las incertidumbres,

Robert Castel retoma una serie de análisis elaborados desde 1995 que

presentan las diferentes facetas de dicha transformación. Así, exami-

na las consecuencias de la precarización de las relaciones de trabajo,

la descolectivización y la ubicua exhortación a afianzar nuestro indi-

vidualismo. ¿Qué sucederá ahora con quienes se ven arrastrados por

estos cambios, sin llegar a dominarlos? ¿Cuál será el lugar del Estado

social? ¿Qué tipo de protección social podrá garantizar cierta autono-

mía a la mayoría de la población?Es menos importante encontrar nombres para estos tiempos que

comprender cómo se ha visto modificado el marco de producción e

intercambio que caracterizó al capitalismo industrial de antaño. Deu-

dora de su enorme trayectoria intelectual, esta obra le permite al autor

volver sobre sus principales preocupaciones teóricas y ofrecer una

mirada renovada. "El porvenir está abierto", sostiene Robert Castel,

sin claudicar ante el pesimismo que pueden suscitar las transforma-

ciones presentes y arriesgándose a dar respuestas a los interrogantes

sociales y vitales que la época plantea.