REVISTA VEOVEO 60

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A Kuymi le contaron que en las montañas se escondía el tesoro de su pueblo, que fue dejado por sus ancestros, que muchos lo habían buscado de generación en generación, y nadie pudo encontrarlo.

Kuymi lo sabía desde muy pequeña, por lo que tenía gran curiosidad y deseo de ser ella quien lo encuentre. Por eso, ahora que había crecido y era una niña fuerte, inteligente y con una gran salud -porque su madre la alimentó con los granos sagrados de Los Andes: quinua, amaranto, cañahua, maíz y todo lo que la tierra le daba-, tomó la

decisión: “Saldré en busca de aquello que nadie encontró aún”.

Esa mañana el sol despertó muy radiante, se despidió de su madre y sus hermanos y les dijo: “Solo regresaré cuando sepa dónde está el gran tesoro de nuestro pueblo”.

Y Kuymi emprendió su viaje de día y de noche, por montañas y

páramos, por laderas y ríos, alimentándose de lo que la tierra

le ofrecía, porque siempre recordaba los consejos de su madre:

“Recibe con amor lo que la tierra te ofrece y aliméntate de sus frutos

porque ella sabe lo que necesitas para sobrevivir”.

Su energía era grande y su voluntad aún más, por ello enfrentó las fuertes caminatas y aunque el frío mordía en las noches y el sol la envolvía en las mañanas, ella siguió su camino.

Transcurrió mucho tiempo y Kuymi caminó sin detenerse, por ello necesitaba descansar para continuar; se acostó al pie de un añoso árbol y se quedó dormida. Al despertar estaba invadida de una gran felicidad. ¡Lo encontré! ¡Lo encontré!, gritaba y el eco repetía su grito.

En ese momento Kuymi emprendió el viaje de regreso, de día y de noche, por montañas y páramos, por laderas y ríos, alimentándose de lo que la tierra le ofrecía, hasta que llegó a casa y abrazó a su madre y a sus hermanos. ¡Lo he descubierto!, les dijo.

Mientras estaba en las montañas soñé que una de ellas cobró vida y me dijo:- El tesoro de tus ancestros está en tu propio nombre y en cada grano y alimento que te ofrezco, ellos han permitido la subsistencia de tu pueblo y son los que te han dado la energía para hallar la verdadera magia.

Desde ese día Kuymi, cuyo nombre Flor de Amaranto, sigue

cultivando y cuidando la tierra con mucho amor y transmitiendo su saber de generación en generación.

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