Revista Poesía V.1n3
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ESPASA - CALPE S. A.
HA PUBLICADO
OBRAS CQMPLETAS
JOS ORTEGA Y GASSET
C O N T I E N E T O D A L A V A S T A Y H O N D A L A B O R E S C R I T A
R E A L IZ A D A H A ST A A H O R A PO R E L IL U ST R E
P E N S A D O R E S P A O L
p . f En tela un volum en $ 27.50
recios j Edicin de lujo dos volmenes . . . 75.-
C A N G U R O
por
D .
H. LAWRENCE
Primero de los volmenes que se propon e editar la Revista Su r de Buenos
Aires. Lleva un extenso prlogo de Doa Victoria Ocampo.
HELADE Y ROMA
Nue vo volumen de la magnfica His toria Univ ersal que viene publicando
Esp asa - Calp e bajo la direccin de W al te r Goetz y la colaboracin de
notables especialistas. Contiene numerosos mapas y lminas en color
y centenares de grabados en negro.
Precio de subscripcin a los 10 volmenes
de que contar la obra:
$ 7.50 mensuales.
D E V E N T A E N T O D A S L A S B U E N A S L I B R E R A S O E N
E S P A S A - C A L P E S A.
T A C U A R I 328 B U E N O S A IR E S
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VoL . I - NM . 3 - E N T R . 2
R e v i s a In ferna- a , Ji ^ gj l B ^ g ^ ^ ^ ^ gg | | j | D i r e cc . y Admin .
cio na l de P oe sa ^= ;;^pigfSB> >iC^ *^^B Se av er 1656 (5-n)
m e n s n a l m e n e B J t ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ S (I^ep. A rgen in a )
Dir e c to r : PEDR O JUAN VI GNALE
E N E S T E N U M E R O C O L A B O R A N :
AR TUR O MARASSO - JORGE LUIS BOR-
GES - KELLER SARMIENTO - O. V. DE
LUBICZ MILOSZ - L. Z. D. GALTIER -
GONZLEZ LANUZA - CARLOS MAS-
TRONARDI
T. S. ELIOT - JULIO YRA-
ZUSTA - CORDOVA ITURBURU - AMADO
VILLAR - F. E. GUTIRR EZ - LISARDO
ZIA J. C JOUNG - RAIMUNDO LIDA ^
DRUMMOND DE ANDRADE - XILOGRA
FAS DE VCTOR DELHEZ
LA ETERNIDAD Y T. S. ELIOT
FRAGMENTO)
P
uede afirmarse, con un suficiente margen de error, que la Eter
nidad fu inventada a los pocos aos de la dolencia crnica
intest ina l que mat a Marco Aure l io , y que e l lugar de esa ver t i
ginosa invencin fu la barranca de Fourvire, que antes se nombr
torum vetus clebre ahora por el funicular y por la baslica. Pese
a la autor idad de quien la invent , el obispo I reneo^ esa pr imera
JEternidad fu otra cosa que un vano paramento sacerdotal o lujo
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eclesist ico: fu una resolucin y fu un arma. El Verbo es engen
drado por e l Padre , e l Esp r i tu Santo es producido por e l Padre
y el Verbo; los gnst icos sol an inferir de esas dos innegables ope
raciones que el Padre era anterior al Verbo, y los dos al Espri tu.
Esa inferencia disolva la Trinidad. Ireneo aclar que el doble pro
ceso generacin del Hijo por el Padre, emisin del Espri tu por
los dos no aconteci en el t iempo, sino que agota de una vez el
pasado, el presente y el porvenir . La aclaracin prevaleci y hor
es dogma. As fu decre tada la e ternidad, antes apenas consent ida
en la sombra de algn difuso texto platnico. La buena conexin y
dist incin de las Tres hipstasis del Seor, es un problema inveros
mil ahora, y esa fut i l idad parece contaminar la respuesta; pero no
cabe duda de la grandeza del resul tado, s iquiera para a l imentar la ;
e spe ra nz a : Aeternitas est merum hodie, est inmediata et lucida
fruitio rerum infinitarum.
Lo cierto es que la sucesin es un a into
lerable miseria y que los apeti tos magnnimos codician toda la va
riedad del espacio y todos los minutos del t iempo.
T. S . El iot [Selected essays, 1932, p gin as 13 a 2 5 , tamb in,
ha requisado una Eternidad, pero de carcter est t ico. Estas son
sus c la ras pa labras : El sentido histrico hace escribir a un hom bre,,
no meram ente con su generacin en la sangre, sino con la conciencia
de que toda la literatura europea, y en ella la de su pas, tiene un
simultneo existir y forma un orden que es tambin simultneo. . .
La aparicin de una obra de arte afecta a cuantas obras de arte la
precedieron. El orden ideal es mod ificado por la introduccin de la
nueva {de la efectivamen te nueva obra de arte. Ese orden es cabal
antes de aparecer la obra nueva; para que sta no lo destruya, una
alteracin total es imprescindible, siquiera sea levsima. E l pasado es
mod ificado por el presente, el presente es dirigido por el pasado. Y
l ue go : El poeta debe sentir que la mente de Europa la mente de
su propia nacin: esa mente que uno llega a reconocer como mucho
ms importante que su mente particular
es
una mente que vara
y que esa variacin es un desarrollo que no pierde nada en su
avance, que no jubila a Shakespeare ni .a Hom ero ni a los decora^
dores murales de la caverna de Altamira.
La singular idad de esa doct r ina es ms evidente que su preci
sin o su empleo. Para no demorjarnos en el asombro, conviene re
cordar los conceptos que intenta concil iar o eludir . Uno es la idea
de progreso. Esa idea inestable bien puede corresponder a la rea l i - -
dad, pero el abyecto siglo diecinueve la apadrin. Somos del siglo
veinte id est, ya somos demasiado evolucionados para dar er--
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T S E L I O T
XILOGRAFA DE
VCTOR DELHEZ
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dito a groses falacias como la evolucin. Quede esa ingenuidad para
los varones de los daguerrotipos desvanecidos y de los botines de
elst ico. Burlas aparte, el indefinido progreso hace de todo l ibro el
borrador de un l ibro sucesivo: condicin que si l inda con lo prof-
t ico, da en lo insensato y embrionario tambin. Los historiadores
ms alemanes pierden la paz ante esas dinast as de la variacin, del
plagio y del fraude; los franceses reducen la historia de la poesa a
las generaciones de Poe, que engendr a Bandelai re , que engendr
a Mal larm, que engendr a Rimbaud, que engendr a Apol l inai re ,
que engendr a Dada , que engendr a Bre tn . Espaa admi te con
fervor esa cosmogona, s iempre que Gngora sea el iniciador de la
serie,
e l pr imer Adn.
La hiptesis contraria, la de los clsicos, es mucho ms inepta.
Bernard Shaw hace no ta r que San Mateo Evange l i s ta in s i s te en
dos cosas: en el claro linaje de Jess como hijo de Jos el carpintero
que era de la casa real de David) y en que Jess no era hi jo de
Jos, s ino del Espri tu y de una virgen. Los postulados de la hip
tesis clsica no son menos incompatibles. De un lado afirma que
la erudicin y el fino trabajo son las condiciones del arte; de otro
que las tortugas moralis tas de Lafontaine y la novela popular Don
Quijo te y la anal fabeta Odisea t ienen secreta y permanente razn.
El pblico venera esas prescripciones, porque le importa menos la
claridad que la aprobacin de sus gustos entre los que se cuesita
el opinar que no hay como el progreso pero que no hay como lo
antiguo tambin. A esa benvola admisin de opiniones confusas
debe su favor la teora. La contradiccin es fundamental . El clasi
cismo quiere ser un canon estt ico, pero est henchido de eruditas
lealtades y de fines vindicatorios. La prioridad le importa mucho
m s que no la perfeccin. H a prod ucido u n m onstruo peculiar - la
antologa histrica donde se quieren concil iar vanamente el goce
li terario con la distribucin precisa de glorias . Ha bendecido abe
rraciones como la fbula, que degrada los pjaros del aire y los
rbole s de la t ierra a tr is tes orna m entos de la m oral . H a fom entado
con tesn el anacronismo: la palabra Jpiter en la boca que cree en
el Dios hebreo, la palabra Dios en la boca que cree en el generoso
Azar . Ha conservado imaginaciones horr ib les : d iosas par idas por
la espuma, las seis gargantas y los dieciocho arcos de dientes de
Escila, l lenos de muerte negra, el perro venenoso d tres caras que
cuida los dormitorios de hierro de las Emenides, una ingeniosa vaca
de madera que sortea los inconvenientes de la
li ison
de una mujer
y un toro, un anciano aquejado de elefantiasis que contrae matrimo-
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nio con su madre despus de resolver una adivinanza, quimeras y
amorcillos y basiliscos y ftidas harpas, un orbe de animales combi^
nados y de obscenidades inti les . Ha inventado el sentido histrico:
recurso invulnerable, que expone la rudeza de la poca para cubrir
las imperfecciones de Caldern, y que venera en Caldern el ms .
al to genio de esa poca fel iz, cuyo esplendor apenas imaginamos.
No quiero traer ms ejemplos: el amor anticuario del clasicismo es
tan poderoso que un clasicismo recto, que juzgara segn su propio
canon y prescindiera de p iedades h is tr icas , importar a una novedad
superior a cuantas nos remiten desde Par s , cada tan tos inviernos .
Llego a la tesis formulada por Eliot. No es la vindicacin o el
instrumento de un gusto personal . No se propone recusar el acu
mulado orden clsico ni promete a sus cl ientes un tal ismn que va
t icine glorias . N o es una idea pol t ica, por ms qu e su inventor quiera
enardecer la contra las buenas invenciones s in tct icas de Cari Sand-
bu rg o en pr o del inverosmil R os ta nd . Su corolario ' la influencia
del presente sobre e l pasado es de una veracidad l i tera l , aunque
parece una t ravesura re la t iv is ta . Pruebas no fa l tan . Los contempo
rneos ven en el l ibro una generosa efusin, los descendientes un
mundito especial que consta sobre todo de l mites. Por obra de
Barbusse y de Lawrence, las camas turbulentas de la saga de los
Rougon - Macquart son de una reserva ya c ls ica . En cambio , Gn-
gora, la extre m a izquie rda , en el proceso l iterario espa ol, era
esencialmente un art f ice algo menos complejo que Pope, que en el
proceso l i terario ingls hace de Boileau.
J O R G E L U I S B O R G E S .
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ANUNCIACIN
J^a voz blanca que viene del a lba olorosa de Dios y sus
cria turas
Y una sonr isa b b lica de suaves verd ores a rd iendo en mon -
tes y collados
Le da la posesin de amor que manifiesta su divina esencia
Albor amoroso viene de e l la y en vsperas blancas l lorando
est todo e l amor sobre e l la
El amor hiere al mundo: gozada est su voz en la herida
del canto sobre e l mundo
Ella t iene la gracia de su rostro a lumbrado de nubes sobre
aguas difanas de gracia
Ale luya b lancura b lancura los nge les b lancos nac iendo
de toda b lancura
Alzad a imagen de su hermosura : a lba corona da de v speras
Noche blanca de un da de amor cuyo albor mira en El su
faz blanca
Alcemos e l candor de su ve lo nevado en la hermosura
Eduardo Keller
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CRECIENTE
lejos
viene de lejos
donde nacen af luentes capi lares
de los val les perdidos
con olvidados de tan hondos c ie los
i canteras de siglos,
entre turbios i ca l lados tanteos
de iniciales caricias?
por las gru tas am usga das de sueos
i las faunas lunares
huyen sobre las cl idas arenas
del r o adolescen te
cuya incipiente calma incontenible
viene desde los t iempos a los t iempos
i desde el tuyo al fondo de mi mismo
ya curva que a la grave luz se comba,
ya recto gavi ln hacia su presa
o ya sinuoso i cauto laberinto
que va ta tu an do con su luz lo ve rde
viene en m urm ullo , en cnt ico v elad o
con leve irisacin i dulce prisa:
viene a m i, sob re t i crucificado
lcida c lar idad, hoi s in recuerdo
cuyo somos el cauce?
qu ladera
se desgaja rodando por s misma?
ya se desborda e l mundo de mi cuerpo
en olas, en cascadas de centurias
i v iv o i soi en la ver da d m s a l ta :
la carne ardida en a lma
i el alma en carne viva
sobre tus ascuas, contoj
chisp a de dios fund indo nos en uno
E G onz lez Lanuza
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FUENTES DE INSPIRACIN DE
RUBN DARO
1. SONATINA
T?\
tema de
Sonatina
est exp resa do en e l ve rso : E l fel iz caballero que te
-*-^ ad ora sin ver t e . T em a m edieval de la pr incesa le jana , re apa rece en e l
siglo XIX; aspiracin casi mst ica , f lota en los l ibros de caballer as , ideal
quiz inaccesible , conquista de un Santo Gria l . La pr incesa le jana no es Iseo,
en lo maravil loso de la magia del c ic lo bre tn, ni es Oriana, ni Anglica .
Nos seduce en zona apacible de soledad y no resignada melancola ; vive en
la espera , en e l instante indef inible de lo que se aguarda o se busca. El mismo
Don Qui jo te , enamorado de la Pr incesa de l Toboso , cuando mira en lo fu
turo del caballero andante , ve asomar a la infanta o pr incesa le jana, que en
cuentra e l hroe en cualquier captulo de novela caballeresca Quijote, I,
XXI ) . Esa a sp i r a c in i r r e a l ha s ido a dm i r a b le m e n te p in t a da po r C e r va n te s :
la infanta viene a ser su esposa; e l ta l caballero es hi jo del valeroso rey de
no s qu re ino , porque no debe de es ta r en e l mapa . Quimera que adquie re
vida en e l devaneo de lo imposible , la pr incesa , s i nos detenemos en Dulcinea,
que es semi le jana , e s pa ra M en nde z y Pe lay o , un a grand e y b iena ventu
rad a idea p la tnica ; idea p la tnica indepen diente , en la edad m edia , de un
pla tonismo inmedia to . No es t en una esfe ra de amor como la Bea t r iz de
Vida Nueva o la Beatr iz del Paraso, o Laura o todas las heronas del l i r is
mo e r t ico y pas tor i l de l Renac imiento . Quiz podamos buscar la en nosot ros
y quiz no exis ta en n inguna pa r te ; s in embargo:
Est presa en sus oros, est presa en sus tules,
En su jaula de mrmol del palacio real ;
de ese palacio que asoma en los hor izontes de la aventura de cuentos de
caba l le ros andantes y de hadas .
En Trpoli de Sir ia se ven todava los muros del cast i l lo de la pr incesa
Melisenda, hacia e l cual se encamin, por e l mar , e l t rovador Jaufr Rudel ,
pr ncip e de Biaza, que se enam or de la pr ince sa de Tr p oli s in ver la , por
el gran bien y la cor tesa que oy decir de e l la a los peregr inos que volvan
de Antioqua . Esta histor ia novelesca y tr is te , es la histor ia del amor a la
pr incesa le jana :
Amors de trra londanna.
Per vos totz lo cors mi dol.
En los aos en que Daro escr ibi Sonatina el tema de la pr inc esa le jana
haba l legado a ser famihar a los poetas modernos, a Heine, a Uhland, a
Swimburne , a Mary Robinson, a Ros tand . Carducc i le dedic , en 1888, un
es tudio {Jaufr Rudel, P oe s a antica e moderna), y tambin Ga s tn Par s
{Revue Historique,
1893) y Savj Lpez,
Mstica profana
(e n
Trovatori
e
poeti).
Pe ro no es la pr incesa Mel ise nda , la que inspi r a Dar o , que no oba
tante debi tener la presente en su espr i tu.
En 1896 e l poeta escr ibi en la revista
La Biblioteca,
un comen ta r io de
los
Fabliaux
de Bdier . El fi llogo f rancs, a l hab lar de los cuen tos y
fabliaux;
en la an t ig edad , e sc r ibe : H ab a una vez un joven pr nc ipe , e l ms e nca nta
dor de l mundo; pe ro haba ca do en una sombr a melancol a , que n inguna de
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las bellezas de la cor te poda disipar . A las splicas de sus consejeros, res
ponda que deseaba por esposa a una joven que haba visto en sueos, bel la
como las estre l las . En otro confn de la t ierra , viva una pr incesa, la ms
encantadora de l mundo, pero que rechazaba a todos los pre tendientes a t ra
dos de los re inos vecinos por e l renombre de su belleza. Deseaba desposarse ,
deca , con un pr ncipe joven que ha ba visto en su eos , bel lo como el sol .
Bdier se pr eg un ta : Q u histor ia es sta? Sin du da el comienzo de un cu en
to de la condesa d e Aulnoy , o b ien de Per rau l t? O uno de los amables r e
la tos recogidos en nuestras chozas por Blade o por Sebil lot? No, este pr ncipe
encantador es Zoriadres y la pr incesa que l ama como ella lo ama, por ha
berse visto e l uno al otro en sueos, es Odatis , la ms bella de las hi jas de
A sia . Es te re la to es t en Aten eo. El poe ta lo ha le do en e l comen ta r io de
Bdier o en e l Banqu ete de los sabios.
Daro pas a la pr incesa a l pr imer trmino. No es la piadosa Melisenda,
es la entr is tecida Odatis . Lo que el comentar io de Bdier ref iere del pr ncipe,
Dar o d ice de la pr incesa . No pueden d is t rae r su profunda melancoUa ningu
no de los enca ntos d e la cor te . El pr ncipe bello como el sol , es en D ar o :
ms br i l lante que el a lba, ms hermoso que abr i l .
El asunto de Sonatina est- en Bdier , pero no la decoracin del po em a
que es de extraordinar ia r iqueza. El re la to de Ateneo, quien a la vez lo ha
recogido de Chare s de Mit i ene , es s imple y dram t ico . De dnde tom D a
r o e l ap ara to ornamenta l? Pos ib lemente de edic iones i lus t radas de cdices ,
pue s con excepc in de e l tec lado de su c lave son oro , que tambin pu do
ser suger ido por la edad media o por la fantasa decorat iva del s iglo XIX,
todas las imgenes t ienen apar iencia medieval . El teclado exist i en los siglos
medios ; e l rgano por t t i l puede parecer c lave . Dante Gabr ie l Rosse t t i en
Noel y en otros cuadr os prerrafaelis tas p inta el rg ano port t i l con teclado ;
este teclado est en i luminaciones de manuscr i tos anter iores a l s iglo XVI. Los
pavosrea les abundan en las i lus t rac iones de La Plume y ot ras revis tas moder
n a s , en los motivos persas de obras de ornamentacin y en histor iados l ibros
de Ho ra s. El poeta , a l evocar e l t r iunfo de los pav osr eale s , sugiere la pom
pa or ien tal de los jard ine s. La du ea, e l bufn vest id o de rojo, la ruec a de
plata , e l halcn, son motivos medievales y renacentistas de pintores i ta l ianos
y franceses: los c isnes, los bellos c isnes de los pr imit ivos de I ta l ia , de las i lus
t rac iones de l ibros de Horas , de Lohengr in , de l Caba l le ro de l Cisne , decoran
con su b lancura los lagos de ja rd ines donde se ce lebra e l t r iunfo de Venus ,
de l amo r y de las da m as. La distr ibucin geo grf ica d e las f lores: los jazm i
nes de Or ien te , los ne lumbo s de l N or te , e s capr ichosa . El h ada mad r ina le
pres ta una colorac in de cuento de Per raul t . E l caba l le ro que t rae
En el c into la espada y en la mano el azor ,
viene de la pintura medieval . En las miniaturas de los manuscr i tos aparece,
por e jemplo, e l mes de Mayo, caballero con la espada en el c into y e l azor
en la mano; va en caballo sin a las. Daro da a las a l caballo:
En caballo con alas hacia ac se encamina
el feliz caballero que te adora sin verte.
Es e l cavallo alato de l Orlando ( I I , 4 8 ) , e l h ipgr ifo de Rog gero (1 ) , e l ca
ba l lo pegaso que es t en e l fondo de l cuadro de Rubens donde Perseo l ibe r ta
a A n d r m e d a .
j ( l ) V a se P o R a j na , Le foni dell Orland o Furioso, cap. V I .
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Resa l ta en
Sonatina
un a mag nif icencia ar iostesc a . La pr incesa est cu s
tod iad a en e l cast i llo por un drag n (e l dra g n de los cuen tos de ha da s, d e
las sagas escandinavas, de i lustrac iones de Dor , de las lacas) y por c ien ne
gros con sus c ien a laba rdas . Un conocedor minuc ioso de la s min ia turas e
i lustrac iones medievales y modernas y de la arqueologa podr a ver mejor la
imagen; apunto de paso e l maravil loso cast i l lo , con su e t ope en la puer ta , ,
que p in ta Ar ios to en e l
Orlando.
El halcn era la mejor joya de los palacios. Por qu Daro le l lama,
encantad o? Es una reminiscenc ia de l c ic lo bre tn? M en nde z y Pe layo en
El pjaro de Aglaya, recuerd a el ja rd n de Arm ida de la Jerusaln libertada-.
de l Ta s so :
Recuerdas cmo el p ja ro enca ntado
despus con sabia lengua refer a
cual pasa y se marchita la lozana
nica flor que en la existencia crece?
Es este pjaro e l que habla a l odo de la pr incesa y le dice collige rosas?
Los boscajes d e A rm ida ha n qu eda do como is la para disac a en la imag inacin,
de Dar o . As exc lama en la Balada en honor de las musas de carne y hueso:
Por re sp i ra r los pe r fumes de Armida
y por sorber e l vino de su beso,
vino de ardor , de beso, de embeleso,
furase a l c ie lo en la best ia de Orlando.
Aunque la pr incesa es e terna y est fuera del t iempo, la vemos en una^
fabulosa edad media y en correspondencia con nuestro mundo inter ior . No