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REVISTA EUROPEA. NÚM. 240 29 DE SETIEMBRE DE 1878. AÑO v. IA HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN Y LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. * IV LA EDAD ESCOLÁSTICO-ASCÉTICA. La antigua civilización cayó. La noche de.la Edad Media se estendió por las orillas del Me- diterráneo, resplandecientes antes de brillo, de gloria y de hermosura, y vina circunstancia fa- tal vino á completar la devastación intelectual y á detener completamento y por largo tiempo el progreso do las ciencias naturales, tan lento ya entre los antiguos. Con la caída del imperio rumano coincidió la caída del politeísmo, que tenia sus raíces en la edad antropomórfica. El cristianismo recogió la herencia del Olimpo, al que se habían agregado cien divinidades bárbaras, y precipitó á sus sectarios en el reino intermediario de los espec tros y de los demonios. Pero no se contentó con purificar los templos. Derivado del judaismo que no conocía ni la ciencia ni el arte, y que. sólo apreciaba los esfuerzos morales, la nueva fe limitó el círculo de las ideas saludables al hombre á la categoría del bien y del mal, y á las relaciones entre la criatura pecadora y Dios: En oposición al paganismo enfermo por sus es- cesos sensuales, enseñó á los fieles á despren- derse con menosprecio de la existencia terrestre y á esperar con terror y espanto el juicio que amenazaba al mundo. La tierra con toda su gloria se presentó desde entonces á los hombres como una mansión para un día, indigna de su atención, y en la que el alma debía prepararse para mejor condición. El cristianismo desde- ñaba, como á una envoltura corruptible del al- ma hecha, á imagen de Dios, este cuerpo corona y obra maestra de la naturaleza que recibimos del amor de un padre y de una madre; y le aborrecía como el origen funesto del pecado. El (") Véanse los E ameres 236 y 238, págs. 257 y 321. TOMC. x :i creyente no podia comer, sino con temor, los dorados frutos del árbol de la vida. El celibato detrás de los muros de un claustro y la vida en- teramente dedicada á la oración y la peniten- cia, eran consideradas como la manera más grata á Dios de pasar aquí bajo los dias de prueba; el consuelo y la esperanza de los elegidos era una beatitud eterna después de la muerte. Fácilmente se concibe que este nuevo modo de considerar el mundo era poco favorable al progreso de las ciencias naturales- y, sin em- bargo, difícilm nte podremos formarnos en la actualidad idea de la situación del espíritu hu- mano, con relación á la naturaleza en el cris- tianismo de la Edad Media. Un hecho de la vida de Francisco Petrarca es muy á propósito para explicar aquella situación. Manteníanse en Petrarca vivos los recuerdos de la antigüedad clásica, y se mezclaban de un modo raro con las creencias de su tiempo. Tenia en Aviñon, siempre á la vista, el monte Vento na, ese último contrafuerte de los Alpes maríti- mos, azotado frecuentemente por (-1 mistral. Deseaba hacia largo tiempo subir á la cumbre,- y este deseo se excitaba aún más cuando leia en Tito-Livio que Filipo de Macedonia (el enemi- go de los romanos) habia subido al monte He- " mus,\%n Tracia, para ver desde allí á la vez el Adriático y el Ponto-Euxino. Puso, porfin,en ejecución su proyecto el 26 de Abril de 1336. Era un hermoso dia, y una magnífica vista se presenta á las miradas de Petrarca y de Gerar- do, su hermano menor, que le acompaña. Las nubes que se extienden por debajo de ellos, le demuestran la posibilidad de lo que varias veces habia leido, sin darle crédito con relación al Olimpo y al Athos. La lejana cadena de los Al- pes le recuerda á Annibal, y más allá, con los ojos del alma, si nó con los del cuerpo, descu- , bre á Italia, el país de. sus sueños. Pero enton- ces, repentinamente, le parece que la cadena que le retiene preso se extiende y le hiere; la imagen de su prometida se eleva ante él; de su prometida, que está allí, debajo de él, en Avi- ñon, y á quien vio por vez primera nueve años 25

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 240 29 DE SETIEMBRE DE 1878. AÑO v .

IA HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN

Y LA CIENCIA DE LA NATURALEZA. *

• I V

LA EDAD ESCOLÁSTICO-ASCÉTICA.

La antigua civilización cayó. La noche de.laEdad Media se estendió por las orillas del Me-diterráneo, resplandecientes antes de brillo, degloria y de hermosura, y vina circunstancia fa-tal vino á completar la devastación intelectualy á detener completamento y por largo tiempoel progreso do las ciencias naturales, tan lentoya entre los antiguos.

Con la caída del imperio rumano coincidió lacaída del politeísmo, que tenia sus raíces en laedad antropomórfica. El cristianismo recogió laherencia del Olimpo, al que se habían agregadocien divinidades bárbaras, y precipitó á sussectarios en el reino intermediario de los espectros y de los demonios. Pero no se contentó conpurificar los templos. Derivado del judaismoque no conocía ni la ciencia ni el arte, y que.sólo apreciaba los esfuerzos morales, la nuevafe limitó el círculo de las ideas saludables alhombre á la categoría del bien y del mal, y álas relaciones entre la criatura pecadora y Dios:En oposición al paganismo enfermo por sus es-cesos sensuales, enseñó á los fieles á despren-derse con menosprecio de la existencia terrestrey á esperar con terror y espanto el juicio queamenazaba al mundo. La tierra con toda sugloria se presentó desde entonces á los hombrescomo una mansión para un día, indigna de suatención, y en la que el alma debía prepararsepara mejor condición. El cristianismo desde-ñaba, como á una envoltura corruptible del al-ma hecha, á imagen de Dios, este cuerpo coronay obra maestra de la naturaleza que recibimosdel amor de un padre y de una madre; y leaborrecía como el origen funesto del pecado. El

(") Véanse los E ameres 236 y 238, págs. 257 y 321.

TOMC. x :i

creyente no podia comer, sino con temor, losdorados frutos del árbol de la vida. El celibatodetrás de los muros de un claustro y la vida en-teramente dedicada á la oración y la peniten-cia, eran consideradas como la manera más grataá Dios de pasar aquí bajo los dias de prueba; elconsuelo y la esperanza de los elegidos era unabeatitud eterna después de la muerte.

Fácilmente se concibe que este nuevo modode considerar el mundo era poco favorable alprogreso de las ciencias naturales- y, sin em-bargo, difícilm nte podremos formarnos en laactualidad idea de la situación del espíritu hu-mano, con relación á la naturaleza en el cris-tianismo de la Edad Media. Un hecho de lavida de Francisco Petrarca es muy á propósitopara explicar aquella situación.

Manteníanse en Petrarca vivos los recuerdosde la antigüedad clásica, y se mezclaban de unmodo raro con las creencias de su tiempo. Teniaen Aviñon, siempre á la vista, el monte Ventona, ese último contrafuerte de los Alpes maríti-mos, azotado frecuentemente por (-1 mistral.Deseaba hacia largo tiempo subir á la cumbre,-y este deseo se excitaba aún más cuando leia enTito-Livio que Filipo de Macedonia (el enemi-go de los romanos) habia subido al monte He- "mus,\%n Tracia, para ver desde allí á la vez elAdriático y el Ponto-Euxino. Puso, por fin, enejecución su proyecto el 26 de Abril de 1336.Era un hermoso dia, y una magnífica vista sepresenta á las miradas de Petrarca y de Gerar-do, su hermano menor, que le acompaña. Lasnubes que se extienden por debajo de ellos, ledemuestran la posibilidad de lo que varias veceshabia leido, sin darle crédito con relación alOlimpo y al Athos. La lejana cadena de los Al-pes le recuerda á Annibal, y más allá, con losojos del alma, si nó con los del cuerpo, descu- ,bre á Italia, el país de. sus sueños. Pero enton-ces, repentinamente, le parece que la cadenaque le retiene preso se extiende y le hiere; laimagen de su prometida se eleva ante él; de suprometida, que está allí, debajo de él, en Avi-ñon, y á quien vio por vez primera nueve años

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antes, dia por dia, ol 6 de Abril dé 1327. Aplicaal estado de su corazón un verso de Ovidio:

Odero si potero, si non, inviius amaba, (1)que no demuestra un sentimiento demasiadofuerte. Llamado á la realidad por el esplendordel espectáculo que le rodea, á sus pies el Eóda-no y á lo lejos el brillante espejo del Meditevrá- .neo entre Marsella y Aguas-Muertas. Dedica-do á estas impresiones se le ocurre consultar ámanera de oráculo un ejemplar del libro Confe-siones de San Agustin que siempre llevaba con-sigo. ¿Qué encuentra allí] "Los hombres van áadmirar las alturas de las montañas, la inmen-sidad de las olas del mar, el ancho curso de losrios, la vasta estension del Océano, la marchade las constelaciones, y se olvidan de sí mis-mos, ii Este pasaje no tiene una significación as-cética en el libro de donde se ha sacado: hálla-se, por el contrario, en una explicación teórica dela memoria que honra el místico obispo de Hip-pona. Pero Petrarca ve el dedo de Dios en estaspalabras que aparentemente se aplican con tan-ta exactitud á su situación presente. Lleno deconfusión y de arrepentimiento, baja de la mon-taña sin dejar salir de sus labios una sola pala-bra, y aquella misma tarde escribe á su confesor,Dionisio de Roberti, la desconsolada carta dedonde sacamos este relato. El desgraciado, sinpensar en la salvación de su alma, se ha aban-donado un instante al inocente placer de echaruna mirada sobre el mundo pecador en lugar depermanecer abismado en una lúgubre contem-plación interior. La humanidad occidental teniaentonces tan enferma el alma, que una cosatan leve como la relatada bastaba para que unhombre de buena conciencia, dotado de senti-mientos delicados como Petrarca, pero que no

.era precisamente un espíritu fuerte, cayesa endolórosá contradicción consigo mismo.

Felizmente, el Decameron comprueba que notodos estaban montados al mismo tono. Peroea la Divina Comedia vemos una imaginaciónpoética muy poderosa, armada con todas lasnociones científicas de la época, vestir una con-cepción ascética con un realismo tan sorpren-dente que, por la descripción del infierno, el reyJuan de Sajonia ha podido levantar un planotopográfico del infierno, como si Virgilio hubie-se guiado, no á un poeta, sino á un viajero na-

(1) Aborreceré si puedo, si no, amaré á la fuerza.

muralista á una cosa parecida á un Leopoldo deBuch.

Durante aquel triste período el cristianismoapartaba los ingenios de la naturaleza, no sólorebajando en su estimación el mundo de los fe-nómenos, sino también proponiéndoles fines sin-gulares, desconocidos hasta entonces. En mediode las tinieblas que se había creado, la inteli-gencia humana se gastaba en problemas tales,que hubiera podido muy bien gritárselo comoRomeo á Mercutio; "¡Silencio,! ¡Oh! ¡Silencio!Hablas de una cosa que no es nada.n Las cabe-zas mejor organizadas de aquel tiempo consa-graban un ardor infatigable y la sutileza másingeniosa á la distinción entre la absurdidad yla falta de juicio. La filosofía antigua, comouna planta que crece en la oscuridad, produjoretoños aislados que trepaban hacia la luz, perosin fuerza y sin color. De sus dos direccionesprincipales, la una, el platonismo, llegó á caeren las locuras del gnosticismo, y la otra, el aris-totelismo, en la esterilidad escolástica. El esco-lasticismo quedó dueño del campo, y la edadascético-escolástica será siempre un ejemplo salu-dable de los errores á que se deja arrastrar el es-píritu humano, abandonado á sí mismo cuandose separa de la realidad y cree poder prescindirde la revelación de la naturaleza.

V.

LÜS ORIttENES DE LA CIENCIA MODERNA.

Como el estudio de los antiguos, restauradopor Petrarca y Boccacio, ha llamado de nuevolá humanidad á sí misma, apartándola de las víasen que se habia estraviado, se ha denominado alsiguiente período del desarrollo la edad del huma-nismo. El espíritu del Occidente cristiano, des-pertando como de un sueño confuso, ya libre ysereno, pudo echar una ojeada sobre el mundopagano á través de códices empolvado». Apenaspudo dar crédito á sus ojos cuando reconoció enqué círculo tan deplorablemente estrecho sehabia dejado encerrar hacia ya mil años y de unmodo tan inconcebible. Un mundo de ideasre-juvenecidas recorrió las escuelas, los castillos,las ciudades y hasta los claustros, y, aumentan-do más y más su poder, barrió el estéril desiertode las opiniones de la Edad Media.

Con las ideas de los antiguo/3 salieron tam-bién de su tumba sus obras de arte; del espíritu

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N.° 240 M. DU BOXS-SEYMOND.—HISTOKU DE LA CIVILIZACIÓN. 387

antiguo resucitado, nació la nueva forma de lobello, y casi repentinamente llegó el arte á aque-lla ostensión que no ha vuelto á verse después yque é3 al arte griego lo que á una ñor perfecta-mente hermosa pero sin perfume, es una flor deuna forma tal vez menos pura, pero de un olordivino.

Se ha descrito frecuentemente, y se ha expli-cado con sagacidad, esóe renacimiento del espíri-tu humano con sus consecuencias naturales, lareforma de la Iglesia y la renovación de la filo-sofía y de las ciencias que dependen de ella; pe-ro hay un punto sin embargo acerca del cual nose han ocupado antes, y sobre el cual no debepasarse muy ligeramente. Hemos tenido quenegar á los antiguos la ciencia en el sentido enque la entendemos hoy. jCómo y por qué extra-ño misterio, la resurrección de los estudios es laque ha dado el impulso al desarrollo de la cien-cia moderna? ¿Cómo han dado origen los anti-guos, que no sabían ni esperimentar, ni observar,ni pensar de un modo científico, con sus doc-trinas y sus enseñanzas, á una progenie en ]acual se han desarrollado estas facultades de unmodo continuo y con la seguridad de un instin-to, á una progenie que se asemeja á sus ante-pasados como el polluelo á la hembra que le haincubado] ¿Cómo se ha producido en los pueblosmodernos esa brusca y victoriosa irrupción delsentimiento de la causalidad que en los anti-guos sólo se manifestaba de un modo oscuro ycasi infantil?

Los celtas ylos germanos, que se asociaban áporfía con los pueblos latinos á la continuacióndel trabajo intelectual, tenían por acaso, áconsecuencia de una disposición originaria, elinstinto de causalidad en más alto grado quelos griegos y los romanos. ¿Y la sangre celta óla romana estaba mezclada con la toscana enlas venas del joven, que al fijai su atención enel balanceo de las lámparas sagradas en la cat e-dral de Buschetto supo descubrir el isocronis-mo de las oscilaciones del péndulo?

La vida del Norte, más solitaria y más con-centrada en sí misma, la apacible tranquilidadde los claustros, las exigencias de un clima másrudo, fueron, sin duda alguna, otras tantas cir-.cunsíancias que impulsaron á los pueblos mo-dernos á penetrar en el camino de las investi-gaciones y de los progresos industriales. Perosi retrocedemos algún tanto en la historia de la

ciencia moderna, hallaremos muchos hilo"» quenos llevan á los laboratorios de'los alquimistasy á los observatorios de los astrólogos, y es sa-bido que allí encontramos un nuevo elementode civilización, la filosofía árabe.

Mientras que bajo el símbolo de la cruz pesa-ba sobre el Occidente la noche de la barbarie,habíase desarrollado en Oriente, bajo el verdeestandarto delprofeta, una civilización originalque no se limitaba á conservar las conquistashechas par los pueblos clásicos en matemáticas,en astronomía y en medicina, sino que las au-mentaba con adquisiciones nuevas é importan-tes. Esta civilización tuvo una grande influeü-cia en las naciones europeas, por el intermediode las Cruzadas y de los moros de España, y ahíes preciso buscar el manantial de los pensamien-tos nuevos que el ingenio occidental, desper-tado por los escritos de los antiguos, no pudosacar de aquellos escritos.

Pero se pregunta, ¿de dónde han venido á losárabes esa concepción más científica de la na-turaleza y ese sentimiento más vivo de la cau-salidad? ¿Estaba mejor dotada esa raza inteli-gente para la observación y el estudio de larealidad? Parece como que no está esto muyconforme, por otra parte, con lo que sabemos délas tendencias del espíritu semítico que propen^de más á la sutileza dialéctica, á los trabajos deimaginación y á las meditaciones especula-tivas.

El brillo y los progresos de las ciencias natu- "ralesv)jajo la influencia del islamismo y su des-arrollo en 'el Occidente cristiano, cuando ésterompió las trabas de la teología escolástica,pueden explicarse por una causa más profundaque se aplica igualmente á estos dos hechos. Estacausa reside, en efecto, en unaparticularidaá psi-cológica de la raza semítica. Esta raza no sólo hatomado una parte directa por los descubrimien-tos de la rama árabe, en la creación de la cien-cia moderna, sino que ha contribuido tambiénindirectamente á esa creación, dando al mundolas religiones monoteístas. Aun cuando parezcapaxadógico, la ciencia moderna debe su origenal cristianismo.

Entre el politeísmo y el monoteísmo hay unadiferencia; el primero es esencialmente toleran-te, y el segundo esencialmente intolerante.Sócrates fue aparentemente víctima del fanatis-mo religioso; pero su condenación fue debida

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principalmente á motivos políticos y á su alta- Tñera actitud ante sus jueces. Los Atenienses,en tiempo de los apóstoles, dirigían sus plega-rias hasta á las divinidades desconocidas, teme-rosos de olvidar alguna. El Panteón romanoacogía todos los dioses, hasta-los de los pueblosvencidos. Si loa emperadores persiguieron á loscristianos, ñié sólo porque los consideraban co-mo peligrosos para el Estado. No sucedió lomismo en el judaismo, el cristianismo y el isla-mismo: cada una de estas tres religiones se creiaposeedora de la sola fe que salva. Así es que porellas entró en el mundo la idea de una severidadabsoluta. Lo mismo que los griegos y los roma-nos reconocian ó admitían de buen grado otrosdioses al lado de sus dioses nacionales, y queno tenia para ellos ninguna razón de ser la pa-rábola semítica de los tres anillos, igualmenteen materia de ciencia daban poca importancia ála verdad exacta. Estaba tan poco desarrolladosu sentimiento de causalidad, que les bastabaemitir una opinión ingeniosa y agradable sobrela causa de un fenómeno: para ellos la investi-gación de las causas primeras consistía en con-versaciones agradables sobre las probabilidadesaparentes. "¿Qué es la verdad?" preguntabaPoncio-Pilatos en tono zumbón. "Yo he venido

• al mundo á dar testimonio de la verdad," decíaJesús, y se dejó clavar en la cruz.

La idea de un Dios que no tolera á su ladoningún otro Dios, que no se presenta ya comouna ficción humana rodeada de fábulas indig-nas, sino como el Sor Supremo y absoluto quereclama para sí todas las aspiraciones moralesdel hombre, y cuya omnisciencia descubre todatransgresión para castigar indefectiblemente;esa idea de Dios, trasmitida durante siglos degeneración en generación, ha terminado porreobrar sobre la ciencia misma, y, acostum-brando al espíritu humano á la concepción deuna razón única de las cosas, ha inflamado enél el deseo de conocer esta razón.

El pensamiento de Fausto: "Es preciso, espreciso, aunque hubiera de costarme la vida,nfue desconocido siempre para la antigüedad. Laterrible seriedad de una religión que revindica-ba la verdad para ella sola, que amenazaba ásus adversarios con penas eternas en el otromundo y que en éste se atribuía el derecho deimponerles previamente castigos terribles, in-culcó á la larga á la humanidad ese carácter

melancólico y profundo, más en armonía con elpenoso trabajo de la investigación que la ligeraalegría del paganismo.

Habiendo enseñado tantos mártires como semueren por la fe, jcómo no habían de encontrarse hombres dispuestos á llevar por Ja cien-cia una vida de abnegación y aun á morir porella si hubiera sido necesario? Al infundir on elcorazón humano esa ardiente pasión de saber,el cristianismo representa el mal que habia he-cho á la ciencia el ascetismo.

M. DU BOIS-RBYMOND.

(Continuará.)

¿ES EL CLOROFORMO 1 1 1 1 DE LA INTELIGENCIA?

Los notables escritos del Sr. Richet acercade los venenos de la inteligencia, (1) y el colocarentre ellos el cloroformo, me han sugerido laidea de exponer algunos hechos que, aun cuan-do no son muy frecuentes, son de tal naturale-za, que no'deben, pasar desapercibidos, tantomás que aun siendo en corto número es tanta suimportancia, que por sí solos bastan, si no paraderruir por completo, á lo menos para modificarel concepto que acerca de dicho agente y otrosanálogos viene sosteniéndose referente á su ma-nera de obrar sobre los centros nerviosos.

Es, á mi entender, tanto más necesaria estaexposición, cuanto que pasando como corrien-tes y demostradas las ideas emitidas por tanilustres fisiólogos como son: Longet, Flourens,Claudio Bernard, Richet y tantos otros que sehan ocupado de la manera de obrar de los anes-tésicos, no se ha tenido presente, ni tomado encuenta, lo que ocurre en algunos casos de admi-nistración de dichos agentes, porque induda-blemente no se hubiera sentado de una maneratan terminante que son venenos de la inteligen-cia si se hubieran analizado tales hechos, porquebasta en estos casos un solo hecho positivo paraanular el efecto de todos los negativos. Por otraparte, téngase presente que en todas las opera-ciones cerebrales intervienen una serie de fac-

(1) Carlos Richet.—Los venenos déla inteligencia. 'El asco y sus causas (Ensayos psicológicos.) Versión es-pañola de Toloaa y Latour. Madrid, 187S. Un touio en8.°de XI-190páginas.—Medica, editor.

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N. 240 J. R. Y SANS.—¿ES EL CLOROFORMO UN VENENO DE LA INTELIGENCIA?

tores, y que por la suspensión de uno de ellosno puede deducirse que los demás estén suspen-sos; bastando que en un caso de cloroformiza-ción la inteligencia haya permanecido intacta,siendo completa la insensibilidad al dolor, parapoder sentar que el cloroformo para producir laanestesia no necesita obrar sobre la inteligen-cia, y que, en su consecuencia, dicho agente noes un veneno de la misma.

Que el cloroformo no es un veneno de la inte-ligencia, es lo que pretendo demostrar en esteartículo, por más que no se me oculte que talaserción es en algún tanto atrevida, y que alsentarlo así me ponga en frente de una serie deeminentes fisiólogos que tal manera de obrar lehan asignado.

Es necesario marcar lo que debe entendersepor venenos intelectuales. Sea cual fuere lamanera como concibamos la inteligencia, siem-pre resultaría que el cloroformo no podrá coló •carse entre los venenos de la misma, porque portales deben entenderse aquellos agentes queobran primitivamente, no de un modo secun-dario, aboliendo las funciones intelectuales; yes necesario hacer esta distinción entre efectosprimitivos y secúndarioa, porque si se considerala manera de ser de los fenómenos encargados álos centros nerviosos, debe hacerse con J accoudla distinción entre los conscientes y los incons-cientes, entre la sensibilidad no percibida yaquella de que recibe cuenta la inteligencia; ycomo en mi concepto el error de haberse asig-nado al cloroformo entre los venenos de la in-teligencia, entre otras causas, se basa en no ha-ber tenido en cuenta esta diferencia, forzosome es, si no, explicar, á lo menos dejar sentadosestos conceptos para no incurrir en igual falta;poique de que alterada la inteligencia no sonposibles los fenómenos sensitivos y motores, merefiero á los conscientes, porque los inconscien-tes para nada necesitan de la inteligencia, nopuede deducirse la proposición inversa de quetoda alteración de la sensibilidad debe necesa-riamente alterar las funciones intelectuales. Unligero raciocinio bastará para demostrarlo.

Sentada la diferencia entre la sensación sen-tida, pero no percibida, y la sensación percibi-da, así como siendo una verdad la existencia deloa movimientos reflejos que en la primera sebasan, cuestiones que por no dar origen á dudaen la actualidad, no creo deban ser discutidas,

ni entretenerme en su demostración, claro esque asignándose á las partes superiores de lamédula espinal, es decir, á la protuberancia elpunto de recepción y de partida de los fenóme-nos inconscientes, puede ocurrir, y en efectoocurre á veces, que la sensación allí termine, nosea trasmitida al cerebro y por lo tanto no ten-ga lugar la percepción de la misma: la inteli-gencia resta íntegra, sin tener noticia de lo queocurre. El estudio de la acción refleja demues-tra la existencia de la sensación simple; la ver-dadera interpretación do los fenómenos queocurren después de la ablación de los hemisfe-rios cerebrales coadyuva á lo mismo, y otroshechos que también lo demuestran y cuya ex-posición no creo necesaria, porque la existenciade la sensación simple y del movimiento in-consciente son dos hechos reales y seria puerilel detenernos en su demostración. Nos bastacon dejarlo sentado, pues esto nos puede dar laclave de lo que ocurre con el cloroformo, y delerror en que han caido la mayoría de los fisió-logos al colocar á dicho agente entre los vene-nos de la inteligencia.

Supongamos que una impresión viene delexterior, se transmite por la parte posterior dela médula espinal, sin querer dilucidar en estemomento si es por los cordones posteriores ópor la sustancia gris, porque para el caso pocoimporta; llega á la parte superior de la médula,á la protuberancia: allí la sensación se siento,tiene lugar la sensación simple; pero si estáimpedida la transmisión, si no funcionan lo»conductores que deben transmitirla, ya á losganglios cerebrales, ya á la capa cortical de loshemisferios, órganos éstos últimos, según todoinduce á creer, de la inteligencia, ¿qué ocurrirá"?Que la inteligencia podrá estar intacta, peroque no afectándose la transmisión de la sensa-ción sentida, no podrá percibirla, no habrá per-cepción, y la sensación sentida podrá obrar óno sobre los elementos quinesódicos, y en elprimer caso se producirá un movimiento alcual no preside la inteligencia del cual no se dácuenta, ó mejor no lo ordenará, y sin embargotendrá lugar. Este es el mecanismo de la mayo-ría de los movimientos reflejos; y tendremosque estando la inteligencia completamente in-tacta ni percibirá una sensación sentida, ni or-denará un movimiento que se realiza.

Esto sentado, supongamos que el cloroformo

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obra sobre los elementos esteaódicos, ya en losconductores de la sensación, ya en el punto enque ae sienta la sensación, ya en los conductoresque eulazan este último punto con I03 ganglioscerebrales, sobre estos ó sobre lo? elementos quelos enlazan con el panto en que se hace la ela-boración de la sensación sentida para transfor-marla en percepción, y esto tanto en los elemeu-eitesódicos do la aensibilHad general, como dela de los sentidos, y en los do la sensibilidad aldolor, ¿qué ocurrirá en estos casos? Que sin no-cosidad de que la. inteligencia esté abolida elindividuo ni sentirá, ni percibirá, y sin sensaciónni percepción, no podrá haber movimientos porfalta de un agente que los determine, y el indi-viduo sujeto al agente anestésico sufrirá laanestesia, sin que para nada intervenga la inteli-gsncia en este fenómeno, y sin que cambie ennada el síndrome que caracteriza á I03 que estánbajo la acción de dichos agentes.

Si el ligero razonamiento que acabamos dehacer, demuestra que teóricamente esto o» ad-misible, el estudio de la acción del cloroformo,no en los animales, sino en el hombre, lo confir-ma y echa por tierra cuanto se ha dicho al lo-calizar la acción del cloroformo; y rechazamoslos experimentos en los animales, porque no nospueden aportar ningún dato á la solución deeste problema, ni á ninguno de cuantos á la in-teligencia se refieran, porque una vez termina-do el fenómeno, no nos es posible investigar loshechos íntimos de la inteligencia que á dichosseres les hayan ocurrido durante el experimen-to, y por esto sólo la experimentación en elhombre tiene un valor real, siendo de un méritoinapreciable los casos raros on que se ha podidocomprobar cuanto á fenómenos de la inteligen-cia se refiere, en la anestesia, porque como anteshe dicho, basta un sólo caso positivo para anu-lar todos los negativos.

Veamos lo que ocurre en la mayoría de casosa! administrar el cloroformo. Caracterizado elprimer período por fenómenos de excitación, esseguido del período denominado de sueño qui-rúrgico. Durante el primero, los fenómenos deexcitación intelectuales demuestran que la inrtelígencia se conserva, más ó menos exaltada,tal vez debido á la acción tópica del agenteanestésico, excitación que por otra parte no esexclusiva á los centros nerviosos, sino que seproduce en otros aparato», principalmente y

donde se comprueba con la mayor facilidad enel respiratorio al principiar las inhalaciones.En el período da sueño quirúrgico, segnn laopinión más admitida, todas las facultarlos estan abolidas, exceptuando las que dependen deuna minera inmediata del bulbo raquídeo, comoson la respiración y la circulación, incluyendoen esta suspensión á las intelectuales, aducién-dose como prueba de ello, el no conservar elmenor recuerdo cuando el individuo vuelve ensí, el no dar cuenta de lo que ha pasado durantedicho período, de manera que el veneno habriaperturbado el recuerdo de las ideas, ya que noel concepto de las mismas, y de ahí la divisiónde la memoria en activa, que retiene, y pasiva,que retuvo, que hace Richet, obrando el cloro-formo y destruyendo la memoria activa, cons-ciente, reflexiva, que retiene, y no la pasiva yde los hechos pasados, de donde se deduce queestando abolida la memoria activa, está abolidala inteligencia; y prueba de que así ocurre esque haciendo obrar el cloroformo sobro el ce-rebro se obtiene la anestesia, deduciendo comoresultado final que si el cloroformo produce lainsensibilidad, es porque obra sobre la inteli-gencia.

Pero como hemos visto que teóricamente pue-do ocurrir.lo contrario, quo dada la anestesia la'inteligencia puede estar íntegra, y algunos hechos que demuestran que así pue.le ocurrir, deahí que creamos de poco valor y faltas de lógicalas deducciones antes indicadas, y que quierense desprendan de la experimentación y del estu-dio de los fenómenos que en el individuo quesufre la anestesia se presentan.

Por las indicaciones que hemos hecho acercala sensibilidad simple y la percibida, se vé quenecesariamente, cuando el cerebro no puede per-cibir, habrá anestesia; pero no puede deducirsede este hecho que cuando haya anestesia las fa-cultades intelectuales están suspendidas. Loshechos lo confirman.

Ocurre primero que al emplear para la anes-tesia el amilono, las facultades intelectuales, noya como excepción á la regla, sino como reglageneral, están íntegras; pero como podría obje-tarse si la anestesia es ó no completa con dichoagente, en el cloroformo mismo voy á buscarhechos que, aunque raros, no son menos ciertosy valederos, y prescindiendo de los que me ha-

•* yan sido referidos, voy á relatar dos, de cuy»

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N.° 240 J. R. Y SANS.—¿ES EL CLOROFORMO UN VENENO DE LA INTELIGENCIA? 391autenticidad puedo responder, puesto que los hepresenciado, y ambos ocurridos en la Facultadde Medicina de Granada.

Estando de interno en la Clínica de Operacio-nes, á cargo del Dr. Creus, se presentó un en-fermo con un tumor blanco de la articulaciónfémoro-tibial, que á causa de lo avanzado de lalesión hizo necesaria la amputación del muslo.Le administré el cloroformo: los períodos de, es-citacion y sueño quirúrgico fueron completa-mente normales. Efectuada la operación, sepa-rado el cloroformo, y al empezar á colocar elaposito, despertó el enfermo, y en la mismamesa de la operación nos refirió cuanto liabiaocurrido durante la misma, !a conversación sos-tenida entre el Dr. Creus y sus ayudantes, ycuantas peripecias habían ocurrido. El caso erararo, pero ora concluyente: el enfermo, insensi-bilizado para el dolor, había oido y liabia for-mado ideas, la memoria activa no se había ex-tinguido, las operaciones intelectuales no se ha-bían suspendido: en resumen, la inteligencia sehabía conservado intacta, siendo el enfermo in-sensible para el dolor.

Poco tiempo después otro hecho vino á demos-trarnos lo mismo: entró en la Clínica Quirúr-gica, á cargo del Dr. Guarnerio, una enfermacon una estrechez del recto. Se practicó la recto-tomía,yla enferma, al despertar del sueño cloro-fórmico, lo mismo que en el caso anterior, refiriócuanto había ocurrido á su alrededor desde elmomento en que entró el período de sueño qui-rúrgico hasta que volvió en sí; y lo mismo queen, el caso anterior la insensibilidad fue comple-ta \ el dolor no dejó el menor recuerdo en lainteligencia.

Más casos pudieran citarse, pero me bastacon estos dos, de los cuales puedo responder porhaberlos presenciado, porque en este orden dehechos, son de tal importancia que bastan parademostrar que durante el sueño quirúrgico lasfacultades intelectuales no están abolidas, y quepor lo tanto el cloroformo no es un veneno dela inteligencia.

Ahora bien, si on estos casos se ha podidocpmprobar que las facultp.des intelectuales noestaban perturbadas durante la acción del cloro-formo, y siendo la insensibilidad al dolor com-pleta, ícon qué razón, con que fundamentopuede sentarse que dicho agente obra primitivainente sobro el cerebro, que es un veneno de

la inteligencia, y que sólo por serlo es comoproduce la insensibilidad? De ningún modo: nohay ningún dato que pueda aducirse en favor detal opinión, porque si esta fuera cierta, ni po-drian relatarse, ni explicar satisfactoriamentelos casos que acabo de referir; y como estos hechos son ciertos, como no dan lugar á duda, dealú que no pueda admitirse el concepto que seha formado, acei'ca la manera ín'ima de obrardel cloroformo y en general de los agentes anes-tésicos.

Por otra parte; los fenómenos de la anestesiaquirúrgica pueden explicarse de una manera sa-tisfactoria, sin localizar su primera acción en-elcerebro, y para esto basta analizar lo que ocur-'re durante la cloroformización y aducir para laresolución de este problema, algunos datos de lafisiología y patología del sistema nervioso.

El fenómeno constante, siempre que el cloro-formo produce sii3 efectos, es la insensibilidadal dolor, y digo que es el único constante porquepor los hechos relatados vemos que la sensibili-dad especial puede conservarse; si ésta se con-serva, como os la que coloca al individuo enrelación con los agentes exteriores, la inteli-gencia será excitada y funcionará á pesar de lacloroformización; en el caso de que el clorofor-mo obre sobre la sensibilidad de los sentidos los

fenómenos intelectuales se suspenderán, pero noporque el agente anestésico obre sobre el cerebro, sino porque éste no es impresionado por elmundo exterior, y, por lo tanto, al despertar delsueño elorofórmico no nos podrán decir lo quedurante ól ha pasado; y aun en estos casos hayhechos que prueban que la inteligencia puedeseguir funcionando, como lo demuestran ciertosjuicios erróneos que al cesar el efecto del cloro-formo han emitido algunos individuos acerca delo que les ha ocurrido durante la anestesia, he-chos que¡ por otra parte, son bastante fre-cuentes. "

¿Se opone esta manera de ver a la fisiología ypatología del sistema nervioso1! En manera algu-na: no es este el lugar á propósito para analizarcuanto á funciones de dicho sistema se refiere;pero basta con sentar algunos hechos. El fenó-meno conocido on patología con el nombre deanestesia dolorosa nos demuestra que la sensi-bilidad al tacto es distinta de la sensibilidad aldolor, y por lo tanto, hay que deducir que loaagentes qne trasmiten á los centros la noción de

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la sensibilidad al tacto, sentido especial, sondistintos de los que trasmiten sensaciones dolo-rosas, así como que es diferente el punto de re-cepción. Los nervios de los sentidos espacialesno trasmiten sensaciones dolorosas; nunca suexcitación despierta mas que fenómenos de lasensación especial que les está encomendada, yde estos hechos debe deducirse que la sensibilidad que nos pone en comunicion con el mundoexterior es distinta de la sensibilidad al dolor.

¡Por qué, pues, no puede admitirse que elcloroformo, en vez de ser un veneno de la inteligencia, es un veneno directo de la sensibili-dad, obrando primero y constantemente sobrela sensibilidad al dolor; que en la mayoría decasos, pero no constantemente, obra sobre lasensibilidad general y la especial de los senti-dos, y que avanzando un grado más obra sobrela sensibilidad que trasmite á los centros lasnecesidades de la vida vegetativa, y permítase-me esta frase, pues en mi concepto no son másque un fenómeno, reflejo la respiración y la cir-culación] Y si el máximum de acción del cloro-formo produce la suspensión de los movimien-tos del aparato circulatorio y respiratorio, íporqué no admitir una gradación en su manera deobrar que, principiando por la sensibilidad aldolor, siguiendo por la sensibilidad general y laespecial de los sentidos, termine en la sensibilidad de la vida vegetati va? j Es acaso inconce-bible esta manera de obrar? ¿No hay una infini-dad de medicamentos que obran los unos exclu-sivamente sobre la fibra muscular, otros sobrelos nervios motores, etc.1* Si así está demostra-do, [por qué con ol cloroformo no puede ocur-rir una cosa análoga?

Cuestiones son estas que merecen estudiarsecon la mayor detención, y que, por el momen-to, no me atrevo más que á plantearlas. Mebasta el haber demostrado que el cloroformo nodebe colocarse entre los venenos de la inteli-gencia, para corregir el concepto erróneo que dedicho agente se tiene, y hacer ver la necesidadde formular acerca de su acción otra teoría quecomprenda y explique todos los fenómenos queen la anestesia, por medio do dicho agente,pueden presentarse.

, ; ' OSÉ EIBERA Y SANS.

7 TIC IA TOPBBSI Ua ljft 11MM.

GENERACIÓN ESPONTÁNEA. TEORÍA DEL CARB3NO.

TEOaÍA. DE LOS PLÁSXtDAS.

En las anteriores consideraciones he tratadode explicar cómo de las especies animales.y ve-getales existentes pueden formarse nuevas es-pacies; y recordareis que he resuelto el proble-ma afirmando qae la selección natural en la lu-cha por la existencia, es decir, la acción com-binada de las leyes de herencia y adaptación,basta para producir mecánicamente la infinitavariedad de los animales y vegetales, que, en laapariencia, están organizados en virtud de unplan premeditado. En el curso de mis explica-ciones, seguro estoy de que muchas veces oshabréis propuesto la siguiente cuestión: "jcóniohan nacido los primeros organismos ó el anti-guo organismo original, del que descendemostodos? ii

Lamarck ha resuelto esta cuestión con lahipótesis de la generación espontánea ó arqui-gonia, mientras que Darwin, por el contrario,no quiere penetrar en ella, y así lo manifiestaexpresamente cuando dice "que no se ocupa, nidel origen de las fuerzas fundamentales de lainteligencia, ni de las de la vida.r Al fia de sulibro, se expresa, con tal motivo, en estos tér-minos: "Admito como verosímil que todos lossores orgánicos que han existido en la tierra,desciendan de una forma primitiva cualquieraque el creador ha animado con el soplo de lavida.ti Para tranquilizar, además, á los que venen la teoría do la descendencia "la destrucciónde todo el orden moral," cita Darwin el siguien-te párrafo de una carta que le habia dirigido un

.célebre escritor eclesiástico: "Me ido poco apo-co convenciendo de que, con creer en la creaciónde un pequeño número de tipos primitivos sus-ceptibles de trasformarse por evolución espon-tánea en otras formas necesarias, no tenemos dela Divinidad una idea monos elevada que cuandola suponemos obligada á recurrir á cada paso ánuevos actos creadores, para llenar los vacíosque resultan del mismo juego de las leyes porella establecidas.ii Aquellos, pues, cuyo corazónnecesite creer en una creación sobrenatural, po-drán encontrar un refugio en esta interpreta-ción, puesto que se puede conciliar tal creencia

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N.° 240 E. HAECKÉt,.—TEORÍA EVOLUTIVA DEL USIVERSO Y DE LA TIERRA. 393

con la teoría de la descendencia; y es, en ver-dad, más digno del poder y de la sabiduría delCreador, producir un sólo organismo capaz deengendrar todos los demás por medio de la he-rencia y de la adaptación, que suponer que liaido creando sucesivamente, y una á una, lag nu-merosas especies orgánicas que pueblan latierra1.

Atribuir el origen de I09 primeros organis-mos terrestres, padres de todos los demás, á laactividad consciente y combinada de un creadorpersonal, es renunciar á encontrar una explica-ción científica de aquel origen, abandonando deeste modo el terreno de la verdadera ciencia, pa-ra penetrar en el dominio de las cresncias poé-ticas, que es completamente distinto. Admitirun creador sobrenatural es, pues, lanzarse á loininteligible: pero antes de resolvernos á dar es-te paso decisivo, antes de que renunciamos á encontrar una interpretación científica del origende los organismos estamos en el deber de tratarde explicar aquel origen por medio de una hi-pótesis mecánica. Es necesario, por lo tantoexaminar si estos fenómenos son en realidad tanmaravillosos, y ver si podemos explicar el origendel primer organismo; de un modo puramentenatural por medio de una teoría aceptable, encuyo caso forzoso será renunciar al milagro de lacreación.

Paracomeguiresto, tenemos que dirigir nues-tras miradas muy atrás, estudiar la cosmogoníanatural de la tierra, y trazar á grandes rasgosla cosmogonía natural de todo el Universo. To-dos sabsis que de la actual constitución de latierra, se ha deducido la consecuencia, hasta eldia no refutada, de que, el interior de nuestroglobo está en fusión, y que la cubierta sólida,formada por capas superpuestas, en cuya super-ficie viven los seres orgánicos, no es más queuna contra delgada, ó una corteza que envuelveá un núcleo incandescente. Observaciones ydeducciones de distinta naturaleza, pero que con-cuerdan todas, han venido á justificar esta opi-nión. Entre estas observaciones citaré, desdeluego, el hecho delaumento de la temperaturaá medida que se avanza hacia el centro del glo-bo, la cual se va elevando cuanto más nosinternamos en las capaa terrestres, siguiendo laregular proporción de un grado por cada cienpies de profundidad próximamente. A una pro-fundidad de aeis millas, hay una temperatura

de 1.500° que basta ya para tener en fusión 1»mayor parte de los materiales sólidos de la cor-teza terrestre; pero la profundidad de seis millas

no es más que — del diámetro terrestre que tie-ne 1.717 millas. Sabemos además que el agua delas fuentes cuyo origen está á mucha profundi-dad, tiene una temperatura muy elevada, tantoque á veces llega casi hirviendo á la superficiede la tierra. Tenemos, por último, como testi-gos importantes que confirman la existencia delcalor central, los fenómenos volcánicos, la erup-ción de materias minerales en fusión por cier-tas aberturas de la corteza terrestre. Todos estoshechos nos permiten deducir con seguridad, quelas capas sólidas que constituyen la corteza ter-restre no ocupan más que una pequeña fracción—ni aun la milésima parto—del diámetro de latierra, la cual, en la actualidad, tiene todavía samayor espesor en el estado de materia en fu-sión.

Aplicando esta hipótesis á la historia de laevolución del globo terrestre, llegamos á dartodavía un paso más, y á suponer que, en otrotiempo, toda la tierra ha estado en fusión, y quela formación de esta delgada corteza, sólida hasido un fenómeno consecutivo. La superficie delglobo incandescente se fue condensando poco ápoco, sin duda alguna, en virtud del enfria-miento producido por la irradiación de aquel in-menso calor en los espacios celestes, relativa-mente helados, con lo cual se formó una delgasda corteza. Multitud de hechos prueban qué latemperatura de la tierra era más elevada en elprincipio; y entre ellos se puede, por ejemplo,citar la uniforme distribución de los organismosen las primeras "edades geológicas. En el dia,cada una de las distintas zonas terrestres tieneuna. especial población animal y vegetal, quecorresponderá la diversidad de las temperaturasmedias; pero no sucedia lo mismo en otras épo-cas, porque la distribución de los fósiles duran-te los pasados ciclos, nos demuestra que la di-ferenciación de las zonas y de los organismos queá ellas corresponden, sólo llegó á verificarseen un período relativamente reciente de la his-toria orgánica terrestre, al principio de la edadterciaria. £n toda la inmensa duración de lasedades primitiva y secundaria, las llamadaaplantas tropicales, que necesitan una temperatura elevada, no sólo vivian en las actuales

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zonas cálidas ó ecuatoriales, sino en las que enel dia se llaman templadas y frías. Hay otrosmuchos hechos quo indican que se ha producidoun descenso gradual en la temperatura del glo-bo terrestre en general, y sobre todo, un en-friamiento consecutivo de la corteza terrestre delas regiones polares. Bronn lia reunido las nu-merosas pruebas geológicas y paleontológicas deesto hecho en sus notables investigaciones sobre

. laa leyes de la evolución del mundo orgánico.Todas estas pruebas, que apoya tambieri la

astronomía matemática del sistema del univer-so, sirven de base á la teoría que nos presenta ála tierra en el estado de globo incandescente,enuna época infinitamente lejana y muy anteriorá la aparición de los seres orgánicos, cuya hi-pótesis está, por otra parte, en armonía con lagrandiosa teoría de Kant sobre el origen del sis-tema del rnuudo, y en particular de nuestro sis-tema planetario. Esta teoría, que más tai-deformularon esplícitamente los célebres matemá-ticos Laplace y Herschel, fue establecida poraquél filósofo crítico, en 1755, y fundada en he-chos matemáticos y astronómicos; conservandotodavía en la actualidad, aquella cosmogonía óteoría de la evolución del universo, casi todo suvalor, porque ninguna otra teoría aceptable havenido á sustituirla, habiendo procurado losmatemáticos, los astrónomos y los geólogos am-pliarla con pruebas cada vez más sólidas y nu-merosas.

Según la cosmogonía de Kant, en un momen-to infinitamente lejano de su duración, todo elUniverso era un caos qaseoso. Los materiales queactualmente tienen distintos grados de solidezen la tierra y en los demás astros, los agregadossólidos, semifluidos, líquidos, elásticos ó gaseo-sos, que desde aquella época se han ido diferen-ciando, estaban comprendidos, en el origen, enu np masa homogénea que llenaba el Universoy se conservaba en un estado de extrema tenui-dad por medio de una temperatura excesiva-mente elevada. No oxistian entonces todavía losmillones de astros que actualmente están agru-pados formando sistemas solares, y que nacieronpor virtud de un movimiento general de rota-ción, durante el cual cierto número de masas,más sólidas que el resto de aquella sustancia ga-seosa, obraron y se condensaron sobre «lia eomo

centros de atracción. De este modo la nubecaótica primitiva, ó gas cósmico, se dividió en un

número dado do nebulosas esféricas animadas deun movimiento de rotación, que se condensabanmás y más. Nuestro sistema solar fue una deaquellas inmensas nebulosas, cuyas partes seordenaron y gravitaron alrededor de un centrocomún, que es el núcleo solar; esta nebulosatomó, como las demás, en virtud de su movi-miento rotatorio, la forma de un esferoide ó deuna bola aplastada.

Mientras que la fuerza centrípeta, llamabasiempre hacia el centro inmóvil á las molécu-las arrastradas en aquel movimiento de rota-ción, condensando cada vez más la nebulosa, lafuerza centrífuga, por el contrario, tendía á se-parar del centro las moléculas periféricas y ádiseminarlas lo más lejos posible. La mayor po-tencia de la fuerza centrífuga so ejercía en lazona ecuatorial de la esfera aplastada, y por eso,desde que, en virtud de la creciente condensa-ción, pudo hacerse superior á la fuerza centrí-peta, se empezaron á separar de la esfera gira-toria, en aquella región ecuatorial, unos anillosnebulosos, los cuales designaron las órbitas desus futuros planetas.

Poco á poco la misma masa nebulosa deaquellos anillos se fue condensando en planetasque á su vez giraban sobre su eje sin dejar degravitar al rededor del cuerpo central. A me-dida que la fuerza centrífuga iba venciendo ála centrípeta, continuaron separándose nuevosanillos nebulosos del mismo modo que los ante-riores, los cuales giraron en derredor do losplanetas lo mismo que éstos giraban al rededor,iel sol. De esta manera se formaron las lunas,una para la Tierra, cuatro para Júpiter y seis-para Urano; y el anillo de Saturno nos repre-senta, en el dia, una luna en aquella primitivafase de su evolución. A medida que descendíala temperatura, con más frecuencia se repetíanaquellos fenómenos tan sencillos decondensaciony dispersión, y de este modo se formaron losdistintos sistemas solares, los planetas! y sussatélites ó lanas, gravitando los primeros eir-cularmente al rededor de su sol central, y gi-rando los segundos en derredor de sus planetasrespectivos.

En virtud del aumento del enfriamiento y de lacondensación, los astros animados de aquel mo-vimiento de rotación pasaron poco á poco delestado gaseoso primitivo al de cuerpos en fu-sión. Como consecuencia de aquella creciente

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condensación se desprendió una gran cantidadde calor, y todos aquellos cuerpos, arrastradospoi- la gravitación, soles, planetas y lunas, seconvirtieron en globos incandescentes, pareci-dos á numerosas gotas de mefal en fusión, quedesprendían calor y luz. A causa de la pér-dida de calor producida por aquella irradiación,la masa en fusión se condensó todavía más, conlo cual se formó, en la superficie de la esferaincandescente, una delgada cubierta sólida.Nuestra madre común, la Tierra, no ha debidodiferenciarse mucho, en todos aquellos fenóme-nos, de los damas cuerpos celestes.

La índole especial de estas lecciones me im-pide exponer en todos sus detalles nía historianatural do la creación del Universo," así comoreseñar los diversos sistemas solares y planeta-rios, y enumerar todas las pruebas matemáticas,astronómicas y geológicas, en las cuales ne fun-da esta gran concepción del Universo. Me limi-taré, por lo tanto, á los datos generales queacabo de exponer, recomendándoos, para másdetalles, la lectura do uLa Historia general dela naturaleza" y de la nTeoría del cielo,n deKant. Debo, sin embargo, añadir, que aquellaadmirable teoría, á la que se puede dar el nom-bre de teoría cosmológica de los gases, está en ar-monía, hasta hoy, con el conjunto de los hechosgenerales conocidos, y de ningún modo es in-conciliable con cualquiera de ellos. Es además,.puramente matemática y unitaria; invoca úni-camente las fuerzas inherentes á la materiaeterna, y excluye por completo todos los fenó-menos sobrenaturales y la actividad volente yconsciente de un creador personal. La teoríacosmológica do los gases ocupa en la anorgano-logía, y en particular en la geología, un lugartan importante como él que la teoría de la des-cendencia de Lamarck ocupa en biología y an-tropología, y es, como esta última, el corona-miento del conjunto de nuestros conocimientos.Las dos teorías S3 apoyan exclusivamente encausas primitivas, mecánicas ó inconscientes,(causee efficientesj y de ningún modo en causasconscientes realizando un fin propuesto (causenfinales). Una y otra reúnen, por lo tanto, lascondiciones de toda teoría científica, y conser-varán todo su valor en tanto que no sean reem-plazadas por otra teoría mejor.

Debo confesar, sin embargo, que en la gran-diosa cosmogonía de Kant hay un punto vul-

nerable que nos impido aceptarla sin reser-vas, como aceptamos la teoría de la descendenciaExisten dificultades tan variadas como grandespara admitir la idea delineaos gaseoso primitiv,que llenaba el Universo, paro mayor y más in-soluble dificultad todavía es el hecho de que lateoría cosmológica de los gases no nos dice nadadel primer impulso que imprimió el movimien-to rotatorio á la masa gaseosa que llenaba elUniverso. Al buscar aquel primer impulso,vamos involuntariamente llevados á pensar enun primer principio', pero, es lo cierto, quecuando se trata del movimiento eterno delUniverso, con tanta dificultad se concibe unprimer principio, como unadetencion definitiva.

En el espacio y en el tiempo, el Universono tiene límites ni medida: es eterno, é infini-to; y respecto al movimiento interrumpido yeterno quo arrastra consigo á las moléculas delUniverso, no es posible pensar ni en un princi-pio ni en un fin. Las grandesleyes de la conser-vación de la fuerza, j de la conservación de lamateria, en las cuales estriba todo muestro con-cepto de la naturaleza, nos prohiben opinar deotro modo. El mundo, en todo lo que es objetode los conocimientos humanos, nos ofrece elespectáculo de un continuado encadenamientode movimientos materiales, produeiendoun per-petuo cambio de formas. Toda forma, como re-sultado pasajero de una suma do movimientos,es por esta raxon perecedera, y tiene una dura-ción limitada; pero á pesar de este perpetuocambio de las formas, la matexia y la fuerza"inhejsgnte á ella, permanecen eternas é indes-tructibles,

Por más que la teoría cosmológica de los ga-ses de Kant no pueda explicar, de una manerasatisfactoria, ol movimiento evolutivo de todoel Universo, mas allá del caos gaseoso; por másque se le puedan presentar muchas y muy graves objeciones, sobre todo bajo el punto de vis-ta químico y geológico, tiene, sin embargo, elgran (mérito de explicar muy bien, por evolu-cioa.,;tódo el sistema del mundo conocido, y laanatomía de los sistemas solares, y en especialla de nuestro planeta. Tal vez esta evoluciónhaya sido diferente; tal vez los planetas y latierra hayan nacido por la agregación de peque-ñas é infinitamente numerosas metoritasj dk'-persas en todo el espacio .cósmico, ó tal Tez sehayan formado de otra manera; pero hasta el

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día nadie ha podido plantear una teoría evolu-tiva que sea digna de competir con la de Kant,ni nadie la ha podido reemplazar con otra másaceptable.

Después de haber dirigido esta rápida miradaá la cosmogonía unitaria ó historia natural dela evolución del Universo, volvamos á ocupar-nos de una parte infinitamente pequeña delUniverso, de nuestra madre la tierra, que ha-bíamos dejado en el estado de globo incandes-cente, aplastado en los polos y cubierto con unadelgada corteza sólida producida por el enfria-miento. La primera costra solidificada envolvíatoda la superficie del esferoide terrestre conuna cubierta unida y continua; pero muy pron-to la superficie se hizo escabrosa y desigual. Porefeeto de los progresos del enfriamiento, el nú-cleo incandescente se condensaba y contraíamás y más, con lo cual se produjo una dismi-nución en el diámetro terrestre; y como la del-gada y rígida corteza no podia seguir en su mo-vimiento la disminución del núcleo fluido, seformaron hendiduras en muchas de sus partes;y si no hubiera existido la presión atmosféricaque sin cesar empujaba aquella corteza, entreesta y el núcleo se hubiera formado un espaciovacío. Es probable que otras desigualdades ha-yan provenido de que, en algunas partes, se ibarompiendo la corteza enfriada á la vez que sesolidificaba, y de que, por las hendiduras así for-madas, salia nuevamente la sustancia del nú-cleo incandescente, que á su vez se solidificaba;y de este modo se formaron muy pronto multi-tud de elevaciones y depresiones, que fueron lasprimeras hiladas que sirvieron de base á lasmontañas, y los primeros rudimentos de los va-lles.

Cuando la temperatura del globo terrestredescendió hasta cierto grado, se produjo un nue-vo é importantísimo fenómeno: la primera apa-rición del agua, que hasta entonces había estadoflotando, en el es'cado de vapor, en la atmósferaque rodeaba al globo terrestre. Para que ei aguapudiese pasar al estado líquido, fue preciso ©videntemente, que la temperatura atmosféricadescendiese de una manera notable. Empezó en-tonces á producirse otra modificación en la su-perficie terrestre por la acción del agua, la cual,al caer bajo la forma de una perpetua lluvia,disolvía y nivelaba las rugosidades de la cortezaterrestre, mientras que el limo, arrastrado tam-

bién por las aguas, llenaba los valles, se depo-sitaba en ellos por capas, y constituía aquellascolosales formaciones neptunianas de la cortezaterrestre, que continuaron aumentando sin in-terrupción, y de las cualeg he de ocuparme másdetalladamente en la lección próxima.

Cuando la corteza terrestre llegó á este gradode enfriamiento, cuando el agua se condensó so-bre ella en el estado líquido, cuando aquellacorteza, hasta entonces árida, se encontró cu-bierta con un líquido, empezaron á aparecer losprimeros organismos. Esto lo demuestra el he-cho de que todos los animales, todas las plan-tas, y, en una palabra, todos los organismos es-tán constituidos en su mayor parte, por el aguaen estado líquido, y combinada de una maneraespecial con los demás materiales que mantienaen el estado do agregados semi-fluidos. De to-dos estos datos generales de la historia inorgá-nica de la Tierra, podemos, pues, deducir elimportante hecho de que la vida ha dado prin-cipio en ella en un momento determinado, yque, por lo tanto, los organismos no han exis-tido siempre, sino que han nacido en aquel mo-mento determinado.

Se trata ahora de averiguar cómo debemosfigurarnos el origen de los primeros organismo».La mayor parte de los actuales naturalistas, unavez llegados á este punto, se inclinan á renun-ciar á toda explicación natural y á buscar unrefugio en el milagro de una creación incom-prensible; pero con esto, ya os he hecho obser-var que se colocan fuera del dominio de la his-toria natural y desisten de continuar estudian-do el encadenamiento de los hechos que á estaciencia pertenecen. Por mi parte, antes de des-corazonarme de este modo, antes de dar un pasotan decisivo, antes de perder la esperanza de noposeer jamás una clara noción de un hecho tancapital, quiero probar si es posible explicarlo.Veamos, pues, si el origen del primer organis-mo nacido de la materia inorgánica, ó la gene-ración de un cuerpo vivo por medio de la mate-ria sin vida, son en realidad fenómenos incom-prensibles y ajenos á todas las experiencias co-nocidas; en una palabra, abordemos y exami-nemos la cuestión de la generación espontaneaó arquigonia. Importa ante todo determinar laspropiedades fundamentales de los cuerpos lla-mados sin vida ó inorgánicos y de los cuerposvivos ú orgánicos, y conocer lo que es común

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á estas dos clases de cuerpos, y lo que es exclu-sivo de cada una de ellas. Y es tanto más nece-sario insistir en esta comparación entre loscuerpos orgánicos y los inorgánicos, cnanto quese la ha abandonado, por más indispensable que3ta para formarnos una idea exacta y unitariadel conjunto de la naturaleza. Nuestro primordeber, en esta comparación, es examinar aisla-damente las tres propiedades fundamentales detodos los cuerpos, á saber: la materia, la forma yla fuerza. Empocemos por- la materia (Morf.gen., I., 111/

Merced á los progresos de la química, liemospodido reducir todos los cuerpos conocidos áun pequeño número de elementos ó materialesprimitivos, no descomponibles, como son, entreotros, el carbono, oxígeno, ázoe, azufre; y enlos metales, el potasio, sodio, hierro, etc. En laactualidad conocemos próximamente sesenta deestos elementos primitivos, la mayor parte delos cuales son raros y poco importantes, mien-tras que algunos existen en abundancia y consti-tuyen, no sólo la mayor parte de los cuerpos in-orgánicos, sino todos los orgánicos. Si compa-ramos estos elementos constituyentes de los or-ganismos con los que se encuentran en los cuer-pos inorgánicos, observaremos en seguida unhecho muy importante, á saber: que ni en losanimales ni en los vegetales existe ninguna cíase de materia primitiva que no se encuentre enla materia privada de vida. No hay, pues, ele-mentos ó materiales primitivos orgánicos. Lasdiferencias físicas y químicas que existen entrelos organismos y los anorganismos, no consistenen la diversidad de naturaleza de los materialesprimitivos que los constituyen, sino en los mo-dos especiales de combinación química de aque-llos primitivos elementos. De esta diversidaden los modos de combinación, resultan, en efec-to, ciertas particularidades ffcicas, especialmen-te en lo que se refiere á la densidad de los ma-teriales, cuyas particularidades parece á prime-ra vista que abren un abismo entre las dos cla-ses de cuerpos. Los que están constituidos in-orgánicamente ó sin vida, ó bien se presentan conaquel grado de densidad que llamaremos sólido,como sucede á los cristales y á las piedras amor-fas, ó bien están en el estado líquido como elagua, ó bien aparecen en el estado gaseoso. Yasabéis que estos tres distintos grados de densi-dad, que estos modos do agregación, do ningún

modo consisten en la diversidad de los elemen-tos constitutivos, sino que dependen del gradode la temperatura; y tanto es así, que cualquiercuerpo sólido inorgánico puede, por efecto de laelevación de temperatura, pasar al estado lí-quido ó de fusión, y elevando más la tempera-tura, pasar al estado gaseoso ó elástico; delmismo modo que cualquier cuerpo gaseoso pue-do, haciendo descender su temperatura, pasarprimeramente al estado líquido, y después al es-tado sólido. '

Además de estos tres modos de densidad deIo3 anorganismos, todos los cuerpos vivos, ani-males ó vegetales, nos ofrecen un cuarto modoespecial de agregación, que no es ni el estadosólido de la piedra, ni el líquido del agua, sinoun estado intermedio, semi-sólidoósemi-fluido.En todos los cuerpos vivos sin escepcion, se unede una manera especial cierta cantidad de agua,álos materiales sólidos, y de esta unión carac-terística del agua con las materias orgánicas,procede aquel estado, ni sólido ni fluido, quetan importante papel desempeña en la explica-ción de los fenómenos de la vida. La razón esen-cial de este estado, hay que buscarla en las pro-piedades químicas de una de las sustancias pri-mitivas indescomponibles; esta sustancia es elcarbono. (Morf. fien., 122-130).

El carbono es el más interesante é importan-te de todos los elementos, porque, como acabode decir, desempeña el principal papel en todoslos cuerpos animales y vegetales. Este elementoes el que, en virtud de su especial tendencia áfonSar complicadas combinaciones con los de-más, produce una gran diversidad en la compo-sición química, y por lo tanto, en las formas y enlas propiedades vitales do los organismos. Supropiedad característica es poder combinarsecon los demás elementos en proporcione» infi-nitamente variadas en sn número y en su peso.De la combinación del carbono con los treselementos, oxígeno, hidrógeno y ázoe, á loscuales con frecuencia se asocian el azufre y elfósforo, nacen aquellas en extremo importantescombinaciones, aquel primer ó indispensablesubstratum de todos los fenómenos vitales, quellamamos compuestos albuminoideos (materiasproteicas).

,, Al ocuparme de las móneras os he habladode la existencia de organismos extremadamentesencillos, cuyo cuerpo, aun en su mayor estado

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de desarrollo, consiste únicamente en un pequeño grumo semi-sólido albuminoideo, y loscuales son infinitamente preciosos para expli-carnos el origen de la vida. La mayor parte delos organismos, en aquel momento de su exis-tencia en que todavía permanecen en el estadode óvulos ó de células germinativas, son tam-bién, en su esencia, simples, grumos de aquellasustancia albuminoidea, plasma ó protoplasma;diferenciándose entonces de las móneras, únicamente en que, en el interior del corpúsculoalbuminoideo, el núcleo fnucleusj se distinguede la materia celular exterior. Estas células,de una textura tan sencilla son, como ya os hedicho, ciudadanos que, por medio de su concer-tada acción y de la división del trabajo, con-vierten el cuerpo de Jos más perfectos organis-mos en un estado celular republicano. Mercedá la actividad de aquellos* corpúsculos albumi-noideos, llegan á realizarse los fenómenos vita-les y á producirse las complicadas formas de losorganismos superiores.

Para la moderna biología, y en especial parala histología, ha sido un gran triunfo el haberreferido á estos elementos materiales el milagrode los fenómenos vitales, y el haber demostradoque las infinitamente variadas y complejas propiedades físicas y químicas de los cuerpos alhuminoi-deos son las causas esenciales de los fenómenos or-gánicos ó vitales. Todas las variadas formas or-gánicas son el primero y más inmediato resul-tado de la asociación de los diversos tipos decélulas. Las infinitamente variadas diferenciasde formas, volumen y agrupación de las células,proceden únicamente de una lenta división deltrabajo, de un lento perfeccionamiento de laspartículas plasmáticas, sencillas y homogéneas,que eran al principio los únicos representantesde la vida celular. De esto se deduce, en el acto,que los fenómenos primitivos de la vida orgáni-ca, la nutrición y la reproducción, así como sussencillas ó complicadas manifestaciones, puedenreferirse á la constitución material de la sus-tancia plástica albuminoidea, ó plasma; y que,de estas dos actividades vitales, se han idoformando, poco á poco, todas las demás.

La explicación general de la vida, no es,pues, ahora más difícil para nosotros que la delas propiedades físicas de los cuerpos inorgáni,-cos. Todos los fenómenos vitales, todos los he-chos de la evolución de los organismos, depen-

den íntimamente de la constitución química yde las fuerzas de la materia orgánica, así comolos fenómenos vitales de los cristales inorgáni-cos, es decir, su crecimiento y suu formas es-pecíficas, dependen de su composición químicay de su estado físico. Es evidente que, en amboscasos, desconocemos las causas primitivas. Queel oro y el cobre cristalicen en octaedros pira-midales, el bismuto y el antimonio en exaedros,el yodo y el azufre en romboideos, son hechospara nosotros tan misteriosos como cualquierfenómeno elemental de la aparición de las for-mas orgánicas, como la formación espontánea delas células. Bajo este punto de vista, hay queconfesar que, en la actualidad, no nos es posi-ble determinar la distinción fundamental, tanadmitida en otro tiempo, entre los cuerpos or-gánicos y los inorgánicos.

Examinemos ahora las analogías y diferenciasque pueden comprobarse en la formación de unosy otros cuerpos. (Morf. gen., I, 130.) Se trató depresentar como una diferencia de primer ordenla estructura, que es complicada en los organis-mos y sencilla en los anorganismos. Los cuer-pos de los primeros, se decia, están compuestosde partea diferentes, de aparatos, de órganosque contribuyen todos al fin de la vida; mien-tras que los de los segundos, aun los de los másperfectos, como son los cristales, se componende una sustancia homogénea. A primera vistaparece que esta diferencia es esencial; pero haperdido toda su importancia desde que, en es-tos últimos años, se han descubierto las móne-rag, porque el cuerpo de aquellos organismostan sencillos no consiste sino en una pequeñamasa albuminoidea, amorfa y sin estructura,no siendo, en realidad, otra cosa qué un simplecompuesto químico; y su estructura, por lo tan-to, es tan sencilla como la de un cristal cual-quiera, bien sea una sal metálica, ó bien uncompuesto de sílice.

No satisfechos con haber querido encontrar,en la., estructura íntima, diferencias entre loscuerpos orgánicos y los inorgánicos, se ha pre-tendido ver otras diferencias en la forma exte-rior, y en particular en la configuración mate-mática de los cristales. Es evidente que la cris-talización es una propiedad que en especial per-tenece á los cuerpos inorgánicos. Loa cristalesestán, en efecto, limitados por superficies pla-nas, que se cortan formando líneas rectas y án-

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LEOPOLDO ALAS. EL DEitECHO Y LA. MORALIDAD. 399

gulos constantes y mensurables; mientras quelas formas de I09 animales y plantas parece ápri mera vista que se separan de toda determina-ción geométrica, puesto que, en la mayor partede los casos, están limitadas por superficies curvasque se cortan en líneas, también curvas, que for-man ángulos variables. Perolosradiolariosy otrosmuchos protistas nos han presentado, en estosúltimos tiempos, un gran número de organismosinferiores, cuya forma puede referirse, como lade los cristales, á una configuración matemáti-ca determinada, puesto que está limitada porsuperficies y ángulos geométricos. En mi Teoríageneral de las formas primitivas, ópromorfologia,he demostrado explícitamente este hecho, y he de-terminado un sistema general de formas, cuyotipo ideal, estereométrico, explica tan perfecta-mente las formas reales de los cristales inorgá-nicos, como las do los individuos orgánicos.fMorf. gen., I, 475-574.)

Hay además organismos completamente amor-fos, como las móneras, las amibas, etc., quecambian de formas á cada momento, y en loscuales es tan completamente imposible deter-minar una forma fundamental, como en losanor-ganismos amorfos, en las piedras no cristaliza-das en los precipitados. Tan imposible, es,pues, encontrar, entre los organismos y los anor-ganismos, una diferencia radical en su formacomo en su extructura.

ERNESTO HAECKEL.

(Traducción da Claudio Cuveiro.){Concluirá )

EL DERECHO Y L \ MORALIDAD.

CAPITULO IIT:

RELACIONES DEL CONCEPTO DEL DEUEOHO

CON EL DE LA MORALIDAD.

Con las ciencias propias de cada elemento delos que entran á componer el concepto del dere-cho se ha ido confundiendo la ciencia de estepor diferentes ponsadores que. se fijaron en taló cual término, poniendo en olvido los demás,todos integrantes. Así, la escuela utilitaria, prin-

(*) Véanse los números 236, 237, 238 y 239 páginas260, 292 326, y 360.

cipalmente rapresentada por Beat ham, reconociendo, muy legítimamente, que el derecho esútil, dijo que era su ciencia propia la de la utili-dad y esta su cualidad característica. Pero elutilitarismo olvidaba, según dejamos advertido,que el derecho no es utilidad solo, sino que esesta propiedad en combinación con otras, y asíes una especie de utilidad dentro del género quela utilidad misma.

Otra doctrina, que también pudiera confun-dirse con la del derecho, según el concepto ex-puesto, es la de la habilidad ó del arte, adopta-ción del medio al fin, pues hemos visto que enel derecho también se trata de esta relación, peroes, asimismo, con un carácter especial que lehace relacionarse con la ciencia del arte sin du-da, pero no ser ella misma, como con un senti-do parcial, pretende el conocido economista fran-cés que citábamos en la introducción.

En la historia do la filosofía del derecho noha sido ninguna de estas ciencias (que en su as-pecto general están por formar) las que másveces se han confundido con el derecho, sinootra, la de la moralidad, que otros en cambio,abstractament e, han separado de la esfera jurí-dica.

La distinción entre la moralidad y el dere-cho ha venido siendo, y aun es hoy, la cuestiónmás debatida entre todas las de estas ciencias.

Según el más corriente sentido, hay en todolo que mira á la utilidad algo que se consideraopuesto á la moralidad, en la que todo es des-interés mientras que á la utilidad se le supone-interesada; y se ha creido ver en el derecho unaesfera intermedia, ser útil, sin degradarse, y almismo tiempo moral. De considerar así el dere-cho, como un punto medio, han venido en lahistoria de su filosofía interminables discusio-nes, no estériles, por cierto; pues, á partir dela indiferencia de la filosofía griega en estepunto concreto, se ha llegado á los términosque hoy presenta la cuestión, que suponen ungran adelanto en el sentido del derecho y en elde sus relaciones con la moralidad. En una bre-vísima mirada dirigida á la historia veremosesto; reseña que nos servirá (como la hecha enla introducción) para ponernos en la corrientedel debate filosófico y aplicar oportunamente l,aque á nosotros nos parece solución verdadera.

En el mundo antiguo la cuestión, que yaexistia, era tratada por el pueblo griego super-

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ficialmente, porque se consideraba el derechodesde un punto de vista que Sthall llama obje-tivo, para nosotros impropiamente, pero signi-ficando loque para los más es la palabra. Elconcepto del derecho del pueblo griego se im-pone á sus más grandes pensadores, y á pesar dela diversidad de escuelas, es igual en el Fedonde Platón, que en Aristóteles, quo en Epicuro,es la connivencia de intereses en que, al reali-zarse el fin de todos en conjunto, se realiza elde cada uno. Desde el momento en que el hom-bre fue considerado como miembro de ese todo,que era entonces el ideal del derecho, ya nadale quedaba fuera de la sociedad, ningún fin quecultivar por sí mismo. Este criterio fue conser-vado y desenvuelto por el pueblo romano, quelo llevó en sus leyes á nn mecanismo tan mate-rial, que con razón ss ha dicho que era aquelun derecho de piedra.

Mas entonces aparece el cristianismo, y, enparte, por su naturaleza esencial, en parte porlas circuntancias históricas, por la época quecon él so abre, se ve obligado á rechazar eseconcepto del derecho, según el cual la sociedadlo es todo y el individuo nada. El cristianismorepresentaba el principio contrario; contra underecho forma1, material, puramente exterior,trajo el elemento individual, interno del dere-cho, el derecho de la conciencia, sagrado en elhombre sobre todas las convenciones humanas.El hombre, por sus destinos ultramundanos, noera un ciudadano únicamente, era algo más, eraun hijo de Dios y su verdadera patria el cielo.

En las relaciones religiosas y familiares fuedonde este espíritu de la justicia cristiana semanifestó más claro y poderoso: el cristiano seencontró en lucha con el ciudadano, y confun-diendo el estado histórico, aquel que le negabasu derecho, con el Estado en sí, la sociedad pa-gana con la sociedad, se condenó ésta, su vidanatural; y llegó en algunos la exageración hastarecomendar y guiar á la vida ascética, al aban-dono de las relaciones sociales. Claro es que estono se deducia necesariamente de la doctrinacristiana que en tiempos posteriores se vio queera compatible con una sociedad fundada en elderecho verdadero; pero aquí no se trata delcristianismo en su esencia, sino del de los cris-tianos de aquel tiempo que, en lucha con el Es-tado pagano, creyeron que debían ponerse enfrente de aquella instrucción para salvar los in-

tereses espirituales, que tenían por mucho másimportantes que los sensibles y materiales áque atendía la sociedad pagana.

Sobre esta creencia do aquellos siglos hay unideal armónico á que ellos no pudieron llegar;pero en el que la antinomia se resuelve, mercedá un más alto concepto de la misión del Estado,institución de un derecho concebido con más al-tas miras, con mayor valor ético.

La antítesis no pudo resolverse científicamen-te por la reflexión, porque los hechos, quizá de-masiado pronto, vinieron á aplazar la contien-da, entregando la sociedad toda al Cristianis-mo ; y por de pronto, ya no fue necesariocolocarse en frente del Estado, sino declararsesubdito fiel para ser buen cristiano, pues el Es-tado amparaba la religión de Cristo. A pesar delas luchas del Papado y del Imperio, que con-sistían, no en el principio mismo, sino en cues-tiones secundarias, en aquella paz se vivió hastael Renacimiento; y la Eeforma vuelve á plantearel problema. El movimiento de la Reforma es,en este punto, análogo al que había traido el'Cristianismo; se buscaba un sagrado para la con-ciencia, que ya no era en algunos pueblos cató-lica, que podia, sin dejar de ser religiosa, llegarmuy lejos de la dogmática Cristiana por el der-rotero del libre examen. Así como el Cristianis-mo había procurado hacer independiente delEstado la conciencia individual, la Reformaquería librar déla acción católica la concienciamoral y religiosa. Todos conocen las célebrespalabras de G-rocio respecto á la justicia y elbien que existirían "aunque no hubiese Dios_»si esto podia suponerse, fórmula" que ha escandalizado á muchos escritores. Pero no era Gro-cio el llamado á fijar la cuestión claramente ydarle camino para su solución. Tomasio trabajamás y mejor en este particular.

Leibnitz habla hecho un revolución en lafilosofía práctica; hasta él la Moral era conse-cuencia de la Teología, careciendo así de unprincipio propio, y sufría todas las vacilacionesy oscilaciones originadas por las contiendas re-ligiosas. Leibnitz, que llega á ser el arbitro en-tre católicos y protestas, estaba en situación,por sus principios y su carácter de estimar conbenevolencia todas las sectas, y la paz religiosale debe no poco. Puso sus conatos en buscar unprincipio de razón para la Morar, y sin salir delas bases de la cristiana, dentro de esta doctrina

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N.# 240 LEOPOLDO ALAS. EL DERECHO Y LA MORALIDAD. 401

erigía una moral racional, destinada á demos-trar que, aunque pereciese toda revelación, lamoral se salvaría.

Esta fundación de Leibnitz, proseguida porla escuela de Wolff, debía influir en la distin-ción que Tomasio empezara á establecer entrela moral y el derecho. Para Tomasio hay dosesferas en el hombre, la que mira al bien pú-blico, al común del Estado, á la paz externa, yla que pertenece al individuo en sí, á »u inte-rioridad; y así se señala la diferencia: la primeresfera es la del derecho, la segunda la de la mo-ralidad.

Aceptaba Tomasio todo el sentido que desdeel Renacimiento, y sobre todo desde Grocio,parecía tomar como característica del derechola autoridad del legislador. Se decia: allí hayderecho donde llega la acción de la ley; se con-sideraba que la esfera del derecho sólo alcanzaá lo externo, y su único medio se veía en lacoacción, escapando por completo á su acciónel mundo interior de la conciencia. Pero To-masio acepta la división de tal manera, porqueasí la halla consentida; nada dice para explicarpor qué la coacción ha de ser el límite de laacción jurídica. Este vacío tenia que llenarse,este silencio tenia que ser suplido, y en Kantllega el principio de la coacción á su plena ma-durez reflexiva.

Kant divide su filosofía en teorética, la delconcepto, y práctica, cuyo principio es la li-bertad; sólo es práctico lo que el hombre puedecon su libertad. El reino de esta se divide . endos esferas: la libertad exterior es el derecho,la libertad interior es la ética. Desde el mo-mento en que considera el derecho como la li-bertad exterior, la coacción, que en Tomasiono tenia fundamento, sirve á Kant para con-servar la armonía de las libertades exterioresde los diferentes individuos; pues no será, ensuma, esa coacción sino el límite que á la liber-tad de cada cual se impone para quo no perju-dique la armonía general de la libertad exte-rior, del derecho de todos. Es un gran méritoen Kant fundar el principio de la coacción, yaunque por lo dicho en el capítulo anterior secomprende que para nosotros es vicioso el con-cepto del ilustre filósofo, no debemos incurriren la precipitada censura muy generalizada,que hace del concepto Kantiano del derecho elprincipio de la arbitrariedad, creyendo que en

TOMO XH

tal doctrina no hay fundamento par» el derecho,no hay ley superior, dependiendo todo del lími-te relativo de la esfera individual, nada de losuperior y fundamental. No es ese, en rigor, elconcepto de Kant, pues la libertad de que élhabla no es la arbitrariedad, sino la libertadracional, que sirve de nexo y fundamento á lalibertad jurídica ó exterior y á la libertad in-terna ó ética.

Mas con todo esto, el concepto de Kant es de-ficiente, pues la libertad sea la que sea, es en lavida práctica el elemento formal, no es conteni-do, que siempre es el bien.

Este concepto del derecho debido á Kant, ha-bia de degenerar en formalismo subjetivo conFichte y otros; pues desde que Kant había pre-tendido hallar la imposibilidad de llegar al prin-cipio de la realidad al noúmeno, en su lenguaje,había minado por su base el fundamento de lalibertad racional, que no es subjetiva, y con estoSaqueaba toda su construcion de filosofía prác-tica, el derecho lo mismo que la moral.

Fichte, efectivamente, cae en un exageradosubjetivo. Decia que la moral enseña deberessolo y que el derecho es la extensión de la liber-tad. Ya ha desaparecido la libertad racional qneen Kante era contradictoria; aquí la moral esrestricción de la libertad, y el derecho el siste-ma de las extensiones de la libertad limitadaFichte dice que el derecho tiene este principio:ámate á tí mismo sobre todo y por tí; mientrasque la moral se funda en este otro: ama á loademás contra tí.

ScWüng extrema la doctrina materialistadel derecho hasta el punto de considerar quedebiera ser como de metal, gobernado por reglasexternas, fijas, mecánicas, como la máquina deun reloj; el derecho en su concepto, debe aproxi-marse todo lo posible á ser copia de la naturale-za, que es independiente de la influencia moraldel hombre, laa leyes deben serlotanfbien en lasociedad, y el más perfecto Estado será aquel enque todo esté previsto, regularizado con carác-ter mecánico, para que la libre acción del hom-bre nada pueda trasformar ni alterar. Estas ex-tremadas doctrinas son una verdadera decaden-cia en el concepto del derecho; por ella» seautoriza y explica ese pernicioso sistema políti-co de los poderes equilibrados en que nada de-pende del fondo humano de las instituciones,sino del juego mecánico, fatal de lo» poderes pú-

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REVISTA. EÜEQPEA.^29 DE SETIEMBRE DE 1878. N.° 240

bucos formalmepte comprendidos y organizados.Los autores que siguieron esta corriente, que

cada vez apartaba más la esfera jurídica de lamor»l¡ hasta tal punto lleváronla exageración,que hubo quien dijo, que nada importaba la in-moralidad do los agentes del dereclio en un Es-tado artísticamente constituido; es más, queallí donde el derecho estuviera organizado comouna perfecta mecánica, se notaría que coincidíaesta ventaja con la inmoralidad de sus indivi-duos; en fin, se llegó á decir que allí está elderecho ejerciendo su verdadero influjo, toda lamisión que le está encomendada, donde ningúnotro principio existe que sirva de freno á laspasiones.

Después de todo esto, era lógica una reaccióncontra el sentido formal del derecho, y viene,efectivamente, dentro de la misma filosofía deSchelüng; esta reacción se realiza en Hegel poruna parte y en la escuela teológica por otra.

Sehelling, en su última evolución había aban-donado el principio del yo absoluto para laciencia, y sólo creía en la féy en el sentimien-to como única regla. De esta segunda direcciónde Sehelling se originó la escuela teológica quese proponía hacer resaltar la prioridad de la fésobre la razón y traer á la esfera del derechocomo un ¡sentido más alto que no fuera algo deartificial, sino más digno y más importante,aunque solo exterior todavía. El concepto de laescuela teológica carece de unidad de principio;ya en De Maistre, Bonald, etc., etc., (l)se notaque le falta una concepción unitaria, pues ápesar de la procedencia no está libre del senti-do Kantiano del derecho, y ni aun se libran deél Sthall, Muller ni el mismo Taparelli, paraquien todavía el orden del derecho mira á loexterior, por lo cual poco importa que, contra-dictoriamente, traigan un elemento ótico á laesfera jurídica. Este elemento hubiera sidofirme baso para el verdadero concepto del dere-cho á no haberse preocupado tal escuela con lomismo que pretendía combatir, el carácter for-mal, exterior del derecho.

Pero, si de todos modos, es preciso reconocer-le el mérito de haber traído ol principio meta-flsico al derecho, no estaba sola al combatir el

(1) La eaouela teológica alemana coincide con estosautorea, pero no se originó de ellos históricamente sinode lo que hemos dicho, de la segunda tendencia deSohelling.

sentido Kantiano formalista y en ciertos pueblosextremadamente reformista.

La escuela histórica, aunque radicalmenteanti-científica, hizo no poco por el derechocombatiendo el prurito de cambiar arbitraria-mente y por abstraceion las leyes, que no sien-do puros formularios, sino algo real y positivoen la vida moral de las naciones, necesitan len-ta marcha y un proceso biológico que obedece áleyes á su vez, y no puede ser ad libiium, alte-rado por el legislador. La escuela histórica te-nia, sin embargo, el inconveniente de no fun-dar en nada científico estas pretensiones en sílegítimas; fundábalas en un empirismo provi~síonal, atropellado, que no podia satisfacer.

Y así como Kant vino á fundar en la asieracientífica el sentido que Tomasio dejara formu-lado, pero sin razón científica; así Hegel apare-ció, para dar en este punto á la escuela histó-rica un fundamento: fundamento con que talescuela no habia soñado, pero que, en fin, seriapara razonar sus pretensiones.

También Hegel procedía de Sehelling; paralos dos es lo absoluto lo que se manifiesta entodos los ordeños de ia vida finita y lo que ma-nifiestan los seres en su proceso; pero hay den-tro de ésto antagonismo, porque, para Sehelling,esta manifestación de lo absoluto en lo finito escoordenada y paralela, mientras para Hegel essucesiva y progresiva. Para Hegel es lo prime-ro la idea que luego se exterioriza en la natura-leza resolviéndose sus oposiciones unas en otras;la naturaleza llega á agotarse en este proceso desus formas y se produce el cuerpo humano, quees reflejo y resumen de todas las formas ante-riores; pero con ser tan perfecto este cuerpohumano, sólo es base para el espíritu; superiorfruto para el cual sirve la naturaleza—contrala idea de Sehelling—por fin, se produce el es-píritu en el estado común, en el organismo ex-terno de los espíritus individuales, utilizadospara esta superior manifestación, la superiorque se puede pensar en lo finito, y con estaaparece el derecho. De parte de los subditos esla libertad la característica del derecho, perode otro lado, un interés que no reparó Kant, eldel Estado, que está sobre todos. Este principiode Hegel de un Estado tan real, ó más, que elindividuo contiene el sentido restaurado- delpueblo' griego, que miraba, según dijimos, elfin del Estado como el Supremo.

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N.° 240 LEOPOLDO ALAS.—EL DERECHO Y LA MORALIDAD. 403Realízase, para Hegel, el derecho siempre

por el espíritu exteriorizado, siendo subjetiva-mente (dentro del individuo quiere decir), es lamoral, y cuando trasciende prácticamente á las .esferas de la familia, la corporación, etc., etc.,es. el derecho propiamente dicho.

De este sentido de Hegel participan otrospensadores, por diversos caminos; los más porhaber dejado sin reflexionar esta cuestión de ladiferencia entre la moralidad y el derecho. Porejemplo, Jauffroi no ofrece verdadera distinciónde una á otra esfera en su curso de derecho na-tural ó filosofía del derecho, que lo mismo esun examen de la moral que del derecho.

Como contrarias á esta confusión se mostra-ban las derivaciones de las doctrinas ya citadasque hacían insolubles las diferencias entre eltérmino derecho y el término moralidad. Peroal fin, el sentido hoy reinante no es ninguno deestos extremos; hoy se procura distinguir yunir, si bien por la mayor parte da los autores•on poco feliz resultado.

Muchos han fijado la distinción, no en laesencia, sino en la relación de cantidad r v así,se han ideado esquemas para representar el de-recho como un círculo interior en la moral,dándose á entender que es un mundo el del de-*recho que entra todo é] en la moral, pero quede esta no puede decirse que sea toda de derecho, habiendo esferas de moralidad en donde elderecho no tiene acción propia. Con este senti-do se encuentra ligado el de los escritores quedicen que es solo temporal, histórica la diferen-cia de moral al derecho, estimando algunos queel progreso de la vida moral va concluyendocon el derecho, hasta llegar un dia al bello idealen que todo sea cumplido por la moralidad,sin intervención del derecho: en este sentido seinspira Moliviari, la mayor parte de los econo-mistas con él, y el mismo Bastiat, aunque deuna manera implícita, y quizá sin darse cuentade ello. Otros, por el contrario, estiman que laesfera jurídica se irá extendiendo á todo, y quela intervención del Estado no encontrará límiteen esfera alguna. Tal es el ideal de los verdade-ros socialistas.

Otros que creen permanente la diferencia lafundan en la consideración de que la moral tocaal individuo y el derecho al Estado; pero contraesto protesta el sentido común, pues la moralabarca también los deberes sociales. Hay tam-'

bien quien intenta referir la moralidad á la vidainterior, de relaciones íntimas, y el derecho á laexterior, pecando de igual inconveniente parael sentido común de injusticia. Tampoco «n másfundada la teoría que considera de derectí)» lórelativo al cuerpo y de moral lo relativo al es-píritu .

De todas estas teorías, la que más fortuna hahecho es la que antes indicábamos, que consisteen representar esquemáticamente el derecho yla moral como dos círculos concéntricos, el unointerior, el del derecho; y el otro, el de la moral,el exterior, teniendo una propia zona á que elderecho no llega.

En todas estas doctrinas se observa el defec-to común de considerar el derecho como un or-den de relaciones exteriores á que siempre llegala acción del Estado. Según el concepto del de-recho que hemos determinado, no podemos ad-mitir esta limitación, pues hemos visto todauna esfera jurídica, la de nuestros fines en loque de nosotros dependen, en que nada es tras-cendente (inmediatamente) quedando dentro denosotros sujeto y objetó del derecho.

A más de esto, el derecho no se dá sólo pararelaciones sociales, sino de nosotros directamen-te para con otro ser, el Supremo Dios, sin queesta relación sea externa ni aparezca necesaria-mente en el mundo, pues el primer y principalelemento de la religión es la conciencia, y deésta á Dios hay relaciones jurídicas en que paranada entiende el Estado. En considerar esta es- "fera <J$1 derecho (el divino) como real y efecti-va, conviene también la escuela teológica qusno pretende encerrar el derecho en el mundo delas relaciones sociales.

Otros autores, por i\ltimo, han llegado á decii1

que estos círculos con que se representa la moraly el derecho no son concéntricos, sino que tie-nen una sección común, y así, hay moral queno es de derecho y derecho que no es moral.

Para rectificar de una vez y tedas juntas la»diversas doctrinas, demos por terminada esta re-seña preliminar, que nos pone en el estado ac-tual de la cuestión, y veamos por propia análi-sis, teniendo en cuenta lo hallado en él capítuloanterior, lo que la reflexión nos dice sobre elparticular.

LEOPOLDO ALAS.

(OonUnuari.)

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404 REVISTA EUROPEA..—29 DE SETIEMBRE BE 1878. N.° 240

Y NUEVA TEORÍA. DE LA FORMACIÓN DE LA T I E R R A .

(Conclusión.) *

La albura media de éstas, según Herschell New-ton y el P. Secebd, es de Í20 kilómetros al princi-pio de su aparición y de 80 al concluir su tránsitovisible. Es preciso, pues, admitir que á aquella óá mayor altura flotan constantemente nubes de su-tilísimo polvo cósmico, producido por la tal vezsúbita condensación de aquellos vapores. Uuagranparte del polvillo que vemos flotar por todas par-tes, que por su constante movimiento y el peque-ñísimo tamaño de sus partículas no intercepta lavisión de los cuerpos que nos rodean, y aun nospasa desapercibido hasta que algún rayo de luzvivísima como la del Sol, entrando en un recintopoco alumbrado, nos lo pone de manifiesto, debe-rá su existencia á esa condensación de que hemoshablado.

Si cupiese alguna duda, trabajos resientes nosla desvanecerían por completo, que cuando previ-siones de una taoria racional son confirmadas porestudios prácticos llevados á cabo sin conocimien-to de ella, y por lo tanto sin preocupaciones, ob-tienen nuestro asentimiento y no dejan lugar á ladesconfianza.

Recordemos al efecto los trabajos de Tissandier,el afortunado héroe de las ascansiones aeronáuti-cas, sobre los corpúsculos ferruginosos magnéticosque flotan en el aire. Los hay en cuantos polvosatmosféricos ha examinado, en los sedimentos delas nieves de los Alpes recogidos en Montblanch á2.716 metros de altura, eti los de las lluvias en laspraderas y en las inmediaciones del mar, en másde cuarenta muestras de diferentes localidades.Examinando luego con el microscopio polvos delos minerales de hierro más comunes, nada ha en-contrado que afectara la forma de tales corpúsculos,deduciendo de ello que aquéllos están formadospor Óxido3 de dierro magnéticos de origen cósmi-co; En su opinión, su existencia en el aire se debeá los meteoritos y estrellas errantes que al rom-perse en fragmentos los desprenden en derredor enforma de partículas incandescentes. Sélo seles pa-rece, al mirarlo en el microscopio, el residuo delhierro en polvo fino quemado en la llama del hi-drógeno.

También Nordenskiold, según vemos en el ya

• Véanse los números 236 y 238, paga. 284 y 345.

citado nCronieon científico,n ha hecho estudiossobre el polvo cósmico que desciende á la tierracon las lluvias y nieves.

Difícilmeute podemos suponer que haya sus-tancias en estado líquido en las más elevadas re-giones de la atmósfera, puesto que la tensión delos vapores debe ser muy considerable y remotí-simo el punto de saturación. Tampoco es fácilque haya allí vapores descomponibles por la luzpara producir las nubes actínicas estudiadas contanto ingenio y perseverancia por el célebre físicoTyndall Ha demostrado con esos estudios lo queya podia preverse, esto es: que las sustancias con-vertidas en partículas de un diámetro excesiva-mente paqueño escapan á la ley de Brewster, cosala más natural, puesto que siendo oasi nulo eespesor de la sustancia, la influencia de la refrac-ción llega á anularse.

Pero no habiendo, como he dicho, partículaslíquidas en las altas capas atmosféricas, ni vapo-res descomponibles por la luz para dar nubes ac-tínicas, es inútil acudir á osa excepción. Feliz-mente el mismo físico ha demostrado que siendolas más cortas y pequeñas de todas las ondas vi-sibles emitidas por el Sol, las que correspondenal color azul, las partículas pequeñas tienen máspoder sobre esas ondas que sobre las grandes, yque por lo tanto el color azul domina en toda laluz reflejada por partículas extremadamente pe-queñas, con independencia da- las propiedadesópticas que poseerían si tuviesen grandes dimensiones.

¿Será debido, pues, el azul del firmamento á laluz solar polarizada por el levísimo polvo cósmicoque proviene de la condensación de los vaporesdesprendidos por las estrellas fugaces?

Al ocuparnos de los asteroides que producenestas bellas manifestaciones, de los pequeños sa-télites que giran alrededor de los conocidos yahora al hablar de ese tenuísimo polvo que puedeproducir el magnífico azul del firmamento, y quereuniéndose y cayendo lentamente, contribuyedesde miles y miles de años á la formación de losmundos, vemos una vez más que usí en los objetosque manejamos ordinariamente como en los infinitos que llenan el espacio ilimitado, siemprenos perdemos entre dos remotísimos polos, lo in-mensamente grande que no podemos abarcar y loinmensamente pequeño que se nos escapa de lasmanos.

¡Cuan exacto es lo que ha dicho un célebre fí •sico, que al tropezar con lo infinitamente peque-ño, luchamos siempre con el mismo infinito, gi-gante disfrazado de pigmeo!

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N.V240 D. BOTET Y CA.KBERA.S.-r-TRANSFORMA.CIONES CÓSMICAS. 40&

IV

Aquí habría podido dar por terminado mi tra-bajo, si no quisiese sacar de él las naturales de-ducciones, y, sobra todo, dejar perfsotamenteestablecidos algunos hechos que con cierta vague-dad dejo expresados.

De la teoría expuesta se deduce que en cadaastro deben estar los cuerpos estratificados ó su-perpuestos por esferas ordenadas según su densi-sidad aproximadamente, ocupando el centro lasmaterias más densas, ó, como dije en otro lugar,las más sordas; lo que podria asegurarse en abso •luto, si cada uno de los asteroides que se formaroncon independencia no hubiese traído al predomi-nante su contingente de materia donsa contenidaen su centro, causa que puade producir en aquellaregla una perturbación considerable.

Esto hace suponer que existen en el interior delos astros, que es, por desgracia, desconocido porcompleto, una porción de simples y compuestosde propiedades muy distintas de las que presentanlos cuerpos que manejamos ordinariamente; y sila teoría hace suponerlo, los esperimentos deDraper lo han confirmado, pues de ellos se deduceque la mayor parte de las rayas halladas en losextremos del espectro solar no corresponden á losmetales conocidos.

Pero dejando esto á un lado, como la regla estra-tigráfica no solamente debe regir para esta cadaplaneta ó astro, sino aun para el conjunto del sis-tema, nos explicamos bien la densidad aproxima-da de algunos, casi todos, creciendo considerablemente desde los más apartados hasta los más pró-ximos al sol; pero de ningún modo podemosadmitir la de 1'37 para ésto; pues aun cuando, porsu mayor masa, haya podido arrebatar á sus órbi-tas y asimilarse luego, muchos cometas formadospor cuerpos de pequeña densidad que hayan de-bilitado la suya, la diferencia nos parece tan con-siderable, qua suponemos^ se ha exagerado suvolumen al investigar su densidad media. Secomprende perfectamente que haya sido así. pues-to que todas las observaciones se hacen examinan-do la fotosfera, que oculta á nuestras miradas conun velo luminoso la atmósfera y parte sólida delastro radiante.

Expuesto á quienes puedan resolverlo este sen-cillo problema, ya que nos ocupamos del sol, estu-diemos de nuevo una cuestión que ha quedado sinresolver cuando hemos pasado á ocuparnos de lamateria que formó los anillos

¿Qué fue de la que se halló siempre dentro dellímite en que se equilibraban la fuerza atractivay la centrífuga? Debió sufrir iguales transforma-

ciones que la de los anillos, sólo que siendo laesfera de actividad más reducida, el trabajo doagregación debió ser más rápido, y A medida qviela masa del astro central aumentaba, la atracciónpara los demás mídeos ó asteroides formados debiacrecer igualmente. Siendo la suya la masa másvoluminosa, las lluvias meteórieas en él debenhaber sido más considerables y Cfmstantes, por loque se hace naturaltsima la célebre teoría meteó-rica del calor solar, debida al poderoso genio in-tuitivo del eminente Mayer.

Las parles que hayan tardado más en solidifi-carse, se habrán ido reuniendo, como todas, enpequeñísimos asteroides que se asemejarán á in-visibles satélites del astro del dia, los cuales iráncayendo poco á poco sobre él, siendo abundantesmanantiales de luz y de calor.

Asi es como puede asegurar perfectamente elseñor Wright que la luz zodiacal viene del sol y esreflejada por una materia sólida, y que ésta con- >sisto en pequeños cuerpos meteóricos que hacensus evoluciones en órbitas cercanas á la eclíptica.

Aquí es necesario repetir lo dicho al tratar delos cometas, á quien suponga que dicha luz debedepender de una especie de atmósfera tenuísimadel sol, por la Vínica razón de que dá paso á la luzde las estrellas; un enjambre de meteoritos giran-do alrededor del sol con velocidad suficiente, nosdeja ver los rayos de cualquier foco luminoso sin.intermitencias á causa del tiempo que persistenlas impresiones en la retina.

Y ya que, con motivo de dejar establecida lanaturalidad de esta explicación, admitiendo miteoría, he tratado de la meteórica del calor solar,séame permitido añadir breves líneas. ¿Dependetal calor y la luz del sol únicamente del bombardeame jórieo?

En este punto he de mostrar cierto eclecticis-mo, he de admitir casi todas las explicacionesque se han dado, porque todas las causas asigna-das tienen en su producción una buena parte. Esindudable que la teoría del sabio médico alemánda una explicación satisfactoria de tal desarrollode calor y luz en cantidades inmensas é inagota-bles, pero EO es meaos cierto que la constantecontracción de la masa, como quiere Helmholtz,debe producir una grandísima parte de los queconstantemente irradian de dicho foco, y por úl-timo la rotación del inmenso astro rozando con eléter que llena los espacios siderales y que le oponesiempre resistencia como un freno indestructible,debe producir también su contingente.

El Sr. Cailletet ha probado que la llama de uncuerpo que arde bajo la presión de 40 atmósferases 200 veces más luminosa que si arde librementeen el aire. Así una pequeñísima chispa impercep-

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406 REVISTA EUROPEA.—29 DE SETIEMBRE DE 1878. N.° 340

tibie bajo la presión atmosférica, ilumina enaquellas condiciones un gran espacio con Una luzextraordinariamente brillante.

í,No dependerá también gran parta del brillode la luz solar, de la presión á que están someti-das las materias que la emiten, puesto que allítodas las acciones son más poderosas?

El rozamiento de los astr03 con el éter que lesenvuelve, debe engendrar luz y calor, y, como esnatural, dicha producción, deba tener su máxi-mum en el ecuador y en los polos su mínimum, ydistribuidos sus grados intermedios entre esosdos extremos.

Las moléculas en el ecuador están animadas deun movimiento velocísimo que va disminuyendopara oada una á medida que nos acercamos á lospolos. Esto explica la distribución del calor de unmodo general, prescindiendo del recibido del sol,y hacer ver que los planetas y todos los cuerposcelestes, además del calor y luz reflejados, emananluz y calor propios.

Aquí Tiene de molde una prueba más de misideas. Si tales manifestaciones de la materia sonengendradas por el movimiento, disminuyendoéste, es preciso que se aniquilen ó disminuyanellas. Una molécula en el ecuador está animadapor uno de rotación máximo; á medida que nosinternamos hacia el centro del astro; dicho movi-miento es menor para cada molécula, y la que ocu-pa el centro geométrico no experimenta más queel de traslación, lo o.ial la hace permanecer en unreposo relativo completo.

Esta inmovilidad, este reposo, al parecer abso-luto, de los cuerpos que ocupan el centro, se avie-ne mal con las ideas que los suponen en una es-pecie de paroxismo del movimiento, impreso álas moléculas por una temperatura de 250.000grados que algunos han concedido á tales ma-terias; mientras que presta un buen apoyo á misideas que las suponen en masa coherente é in-flexible.

También he dejado otro punto sin resolver. Heconvenido con algunos autores en que los cometasSOK enjambres de meteoritos, pero no he explica-do la aparición súbita de las colas ni sus rápidosmovimientos aparentas.

Ignoro »i los que admiten que son agregadosde meteoritos, han hallado alguna explicaciónpara tales fenómenos; pero ya que me he permi-tido rehusar la que quiere dar Tyndall con susprecipitados actínicos, tengo casi el deber inelu-dible de intentar alguna.

Los cometa» son emjambres de meteoritos querecorren con velocidad asombrosa largas elipses,uno de ouyos focos es ocupado por el sol. Como ensu interior, lo mismo que en el de las nebulosas,

hay un trabajo de condensación, los núcleos á me-dida que van creciendo, adquieren mayor veloci-dad, y, colocándose*» la cabeza del enjambre, for-man el llamado núcleo de los cometas. La bandaluminosa que vemos en ellos, está formada por losde menor tamaño y el extremo de la cola por untenuísimo polvo cósmico.

La resistencia que opone el éter á su rápida mar-cha, engendra calor y luz; pero esta luz, propia detale3 cuerpos celestes, no es bastante intensa parahacernos sensible su presencia, así que sólo son vi-sibles por la luz que reciben del sol. Esto explicaperfectamente que no los veamos cuando estánmuy apartados, mientras que cuando ya llegan áuna distancia en que pueden enviarnos dicha luzreflejada, siendo su marcha tan rápida, el instanteen aue la cabeza ó núcleo nos muestra esa luz yaquel en que se nos manifiesta la cola, pueder» es-tar separadas por un pequeño intervalo.

Como los astaróide3 de mayor tamaño reflejanmayor cantidad de luz y ocupan la cabeza, el nú-cleo siempre se nos presenta más brillante. ¿Porqué dicho núcleo parece continuo y da paso á laluz de las estrellas1? Ambas cosas dependen de lapersistencia da las impresiones eu la retina. Porella ya he explicado cómo podemos ver aquellosfocos da luz, con sólo suponer que el núcleo delcometa e3 discontinuo y está animado de gran ve-locidad. La materia del núcleo parece continuapor igual razón que nos parece ver una banda lu-minosa al dar vueltas á un tizón encendido, porla persistencia d» las impresiones.

Los movimientos de la cola no son más que ma-nifestaciones del trabajo interior del polvo y ga-ses cósmicos (porque cada núcleo tendrá su pe-queña atmósfera), puestas en evidencia por la luzsolar, del mismo modo que á favor d« ella vemosflotar arrebatado en incierto remolino al polvoalmosf órico, cuya existencia y vario movimientoignoraríamos si un rayo de sol no nos lo hubieserevelado.

Pasado ya en revista este punto, para que lateoría de la formación de la tierra sea completa,es preciso dar cuenta de algunos accidentes se-cundarios, que han solido tomarse como bases ca-pitales de la teoría geoErénica.

En cada un» de las infinitas fases por que ha pa-sado el núcleo en su paulatino crecimiento, habráhabido líquidos, y, por lo tanto, mares de distin-ta composición y propiedades.

Esos líquidos habrán podido disolver poco ápoco algunas materias de las ya, solidificadas, y deeste modo se habrán internado y producido oque-dades que, determinando hundimientos y cam-bios diversos en la parte exterior del planeta, semanifestarían en forma de terremotos y volcanes.

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N.° 240 D. BOTET Y CAKBEBAS.—TRANSFORMACIONES CÓSMICAS. 401

Los actuales, que son loa que podemos estudiarfácilmente, dependen de las mismas causas, esto _es: de las oquedades y con ellas los hundimientosproducidos por el agua que hoy forma ios maresy lagos, ya por una acción puraments mecánica,ya por la sucesiva disolución de las materias solu-bles puestas en su contacto. Hay que añadir áésto, que ya seria bastante por sí sólo, las nume-rosas acciones químicas que provoca, y como todasellas producen un desprendimiento de calor con-siderable, contribuyen perfectamente á hacer másviolentas las explosiones. Para comprender ésto,hay que fijarse además en que la mayor parta detales reaeeione8, aun cuando la temperatura seamuy elevada, no pueden efectuarse si las materiasestán sometidas á una gran presión, pero que enel momento en que ésta disminuye por cualquiercausa, obrando con libertad el calor sobre aqué-llas, las halla comunmente rodeadas de las condi-ciones más ventajosas para hacer que la confla-gración sea instantánea.

Hay otros hechos secundarios, que pueden al-gunas veee3 tenar una poderosa influencia; tal es,por ejemplo, uno muy conocido por haber moti-vado dolorosas pérdidas, haciendo estallar algu-nas calderas de vapor. El agua, cuando no tieneaire en disolución, puede calentarse hasta unatemperatura bastante considerable; pero llega unmomento en que la formación del vapor es tansúbita, que produce una explosión violentísima.

Sin embargo, todos esos fenómenos y cambiosen la supsrficie del g'obo, que son tan considera-bles y tan espantosos para las débiles fuerzas yrecursos del hombre, son insignificantes cuandose comparan con la enorme magnitud del astroque los sufre, y hasta parece imposible qiia sabióndolo, se haya acudido para su explicación áuna teoría tan descabellada y antinatural, comola que supone fundido su centro y su costra sóli-da tan débil, que está representada por una hojade delgado papel, en uno de los globos con queordinariamente figuramos á la tierra.

Pero dejemos ya á nuestro globo completamente macizo y con agitaciones tan sólo en capa ex-terna, y yaque para establecer ésta que podria-mos llamar teoría meteórica de la formación de latierra, me he ocupado da tolo el sistema solar,digamos algunas palabras más sobre sus transfor-maciones.

¿Acabarán éstas con el estado actuali El trabajode condensación y de agregación de astros, ¿quedará estacionado en la forma alcanzada en estos mo-mentos1! Creo que no. Creo que las fuerzas quehan hecho que una nebulosa que ocupaba un es-pacio tan considerable, «cupe uno mucho más re-dueido, y que lo que eran materias diseminadas,

se hayan reunido en un relativamente corto nii-.maro de astros; irá obrando paulatina pero cons-tantemente en el fugitivo remolino ¡de millonea3e siglos, y así como unidas unas moléculas conotras formaron el polvo cósmico, y la agregaciónde éste formó pequeños asteroides, y de la reuniónde éstos nacieron planetas y satélites; éstos seránabsorbidos ásu vez por aquellos, hasta qus en untiempo para nosotros infinito, la antigua nebulosa se haya convertido en un sol único y más bri-llante que el actual, que se habrá asimilado todoslos cuerpos del sistema.

Pero, ¡.acabará con ésto el que podemos llamartrabajo de composición ó asimilación1? ¿Que moti-vo hay para que lo que ha pasado con el sistematan pequeño cuyas metamorfosis dejamos estudia-das, no pase también en mayor esfera1? Como elnuestro no está aislado en el universo, si dichotrabajo signe, soles y soles de un sistema inmen-samente mayor se irán juntando poco á poco, enun tiempo infinito, formando astros de luz in-comparablemente más grandes y más bellos.

Pero me diréis que siguiendo de este modo po-dia llegar un dia infinitamente lejano, sí, paroinevitable al fin, en que todo quedaría terminado.

No, en la naturaleza no hay más que un flujo yreflujo constante, nacimiento y muerte, combina-ción y descomposición, cambios incesantes, peionunca aniquilamiento. Hace tiempo que se hadicho, nada se pierde, nada sa gana, todo se tras-forma.

Y lo que se ha asegurado con respecto ala ma-teria, puede afirmarse con referencia al movi-miento. Ni la inmensa cantidad del que irradiadel sol en forma de luz, ni el que en forma derayo abrasador hiende las nubes, ni el que coa-vertido en mágicos sonidos nos hace escuchar ms-lodiosas armonías, ni el que en forma de leva vi-bración odorífera desprende la débil é ignoradavioleta campestre, son perdidos en el universo;cada uno cumple su destino, y en hervor incesan-te se van trasformando continuamente, y el queera rayo de luz en nuestro sistema, e3 en otro má-gico sonido, y el que calentaba nuestros ateridosmiembros, es para otros fulgurante rayo, y el queproducía aromáticas sensaciones, convertido enbrillante luz reparte suavísimos y matizados oolo-res"á los frondosos campos de algún remoto mundo.

El calor, el movimiento abandonado por la con-densación de nuestra nebulosa; no se ha psrdiáo>ha sido ganado por otros sistemas; la muerte'deun ser es la vida de otros', y lo que • Temos en pe-queño, pasa en lo infinito; la composición en unlado es la descomposición- en otro, la agregaeiotode aquí es la disgregación da allá, de modo qnecon este incesanto remolino, nunca tendrá fin,

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REVISTA EUROPEA.—29 DE SETIEMBRE DE 1878 . N.° 240

sis tira eternamente el flujo y reflujo de los mundos.Hagamos una observación final. Todos los que

quieren explicar la formación del sistema plañe,tario, parten de una nebulosa primitiva. ¡.Signifi-ca esto que ln primera forma que tuvieron las cós-micas esferas fuese una nebulosa, un inmensocaos? De ningún modo. Es simplemente una hipótesis ingeniosa que, de deducción en deducción,nos permite llegar hasta el estado actual de nues-tro sistema, con algún fundamento.

Es claro que la supuesta nebulo-ta debia sertransformación de sistemas anteriores, y estosá iu vez de otros más remoto3 que ignoramos porcompleto y que ni aun podemos imaginar por fal-ta de datos que nos presten algún ligero indicio.

Pero el que no podamos hacer la historia delCosmos desde un principio, si lo ha tenido, jim-pedira que investiguemos con afán las evolucionespróximas cuando podemos sospecharlas1?

Tanto valdría abandonar el estudio de la histo-ria universal en los cuatro ó seis mil años que co-nocemos, porque ignoremos la suert» del hombreen edades más remotas; tanto valdría abandonarel estudio de las manifestaciones de la materiaque se desarrollan constantemente á nuestra vista,por ignorarse una infinidad de ellas y aun la mis-ma esencia de la materia y el mecanismo in-terno de tales manifestaciones.

No; el ignorar lo remoto no ha de ser obstáculopar* investigar lo próximo, puesto que sabemosque nunca podremos saberlo todo, que no haremosmás que ir robando uno por uno á la naturalezasus secretos; pero que siendo infinita, por muchoque vaya amenguando, también será inmensatiempre, siempre infinita, nuestra rústica igno-rancia.

DOMIHGO BOTET Y CABRERAS.

Manila. 1S78.

LOS PINTOHES FEDERICO PRELLER Y FELIPE VEIT.

Un gran artista, uno de los primeros y másoriginales de Alemania que enriqueció el artegermano con una de sus concepciones más nobles,el maestro de la pintura del paisaje ideal que poralma de su arte tenia lo heroico, lo sublime, yque recordaba los más eminentes artistas germa -uo» de la Edad Media que salieron de la discipli-na severa de la profesión, ha pagado há poco elcomún tributo á la naturaleza. Pero no es de lamuerte la victoria. Vamos á la orilla de su fosa,para que los gusanos de la tierra den testimoniode la persistencia de nuestro cariño que merecía

quien como el hijo de Turingia, el alumno de, Carlos Augusto, el protegido de Goethe, Federico

Preller, era de los seres más armónicos, siendosus obras como la imagen de su esencia, como unpedazo de él propio, teniendo la sangre de fuegode los italianos y la solidez del Norte, y parecién-dose él cuando anciano de canas y de negros ojosardientes á una venerable figura homérica, áLaertes, ó á Néstor, ó á otro héroe de su poetafavorito, cuya Odisea pintaba en un cicloidegrandiosos paisajes históricos, acompañando alprotagonista de aquella gran epopeya de la nos-talgia desde su salida de Troya hasta el momentoen que vio otra vez á su anciano padre Laertes,acompañando á Odiseo á través de sus luchas conmoradores bárbaros de costas lejanas y con cíclo-pes rudos y pórfidos, y desde la maga astuta Circeá los horrores del infierno, á la isla de Calypso, ála isla encantadora de los feacos, á su entrevistacon la princesa Nausicea, y por fin á su patriaItaca.

La sencillez de los antiguos era en el ilustradorde la Odisea esencial. Era el menor de edad deaquella soberbia generación de artistas romano-germanos que, empezando con Mengs y Carstens,nos conquistaron un arte nuevo, á que los Corne-lius y Overbeck, Wachter y Sehik, Koch ySchnorr, Fübrich y Véit prestaron un esplendorinmortal, y en que se distinguieron también losGenelli y Rahl; erft el último caballero de la con-templación ideal del arte, que en el retiro de suactividad modesta, en el silencio rodeado de losdioses, se levantaba á las alturas de los clásicosde la pintura.

Pero no parecía al principio que Preller pertenecia á tan ilustre falange. Hijo de un confiterode Eisenach, donde nació en 25 de Abril de 1804,había pasado las horas que le dejaba libres la es-cuela, en los bosques de Turingia para hacersecazador, aunque tenia también gran afición á di-bujar.

Una mañana de pr imavera de 1823, paseábaseen el parque de Weimar delante de la casa llama-da Romana, que encierra tantos recuerdos deGoethe, un hombre de alta estatura y de ojos cla-ros, saludando por septuagésima cuarta vez laépoca floreciente de la primavera, época en queforman las aves en la copa del árbol el nido queha de cobijar sus amores, época en que los cora-zones sienten más necesidad de amar, y fijando áveces su mirada en la cercana casita rústica don-de hacia largos años había pasado él también suprimavera de amor. De repente un joven, tenien-do en la mano un cartapacio, acercábase al ancia-no que le dijo: "Espera un momento, ya te anun-ciaré al Serenisimo.ii Y un rato después se abrió

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N." 240 J. FASTENRATH.—LOS PINTORES FEDERICO PRELLER Y FELIPE VE1T. 409

la puerta, y los dos entraban en el cuarto, incli-nándose respetuosamente ante un caballero vigo-roso, aunque anciano, que estaba cerca de unaventaiia.

"Permítame, Serenísimo presentarle al jovenpintor de que le he hablado,» dijo el compañerodel joven, y entre éste y el magnate se entabló lasiguiente conversación:

"¿Eres tú quien ha pintado el paseo por trineo so-bre la nieve que figuraba en nuestra Exposición1!*!Sí, Serenísino. —"¡¡No quieres salir de aquí?»—Qui-siera ir al Tirol, pero me faltan los recursos.—"jO quisieras ir á los Países-Bajos'?.!—Con sumogusto, pero para eso también me falta el dinero.—"Pobrecito,—contestó el caballero, —eso será co-sa mia. Veta á tu casa, arreglo tu hatillo, puesmañana saldremos. n Con eso se concluyó la au-diencia.

Los ancianos de que acabamos de hablar eranel duque de SajoniaWeimar, Carlos Augusto yGcethe, unidas por la amistad, la benéfica amis-tad que es sublime como el amor, y cuyos encan-tos resplandecen en el alma sensible, como brillaen el cielo la apacible viajera de la noche, y abreel corazón á I03 tiernos afectos, como abre elblando céfiro el botón á los rayos acariciadoresdel dorado sol, y aquel joven era nuestro FedericoPseller.

Al dia siguiente verificóse el viaje á los PaísesBajos. El duque iba en un coche viejo, que no te-nia siquiera uu tacho, y cuando llovía, envolvíaseen un largo capote de húsar, apretaba sobre lafrente su bonete verde, que llevaba siempre, ydejaba á la lluvia hacer lo que quisiera. En el se-gundo carruaje se hallaba su séquito. El viaje, sibien no era cómodo, fue provechoso é instructivo.Pues el generoso príncipe dedicaba á su alumnouna atención verdaderamente paternal, mandandohacer alto cuando habia que ver algo interesante;y cuando el joven cayó enfermo en Gante, le pro-digó los cuidados más tiernos, difiriendo el viajequince dia9 hasta que se hubo restablecido. Porfin, llegaron á Amberes, donde Federico fue en-tregado al director benemérito de la Academia deBellas Artes, Mr. Van Bree. En los dos años queel joven alemán pasó en aquella escuela, estudióel arte antiguo, el cuerpo humano y animal, y eltecnicismo de la pintura al óleo; y en 1825, gra-cias á un estipendio del duque, dejó la llanuraflamenca por la Lombardía, en cuyos bellísimoslagos conoció por primera vez la grandeza de lanaturaleza meridional.

En 1827 llegó á la patria de todos los verdaderosartistas, la Ciudad Eterna, donde gozó del tratode los Thorwaldsen, Cornelius, Overbeek, Stein-le, Führich, Genelli, Bietschel y Semper, y donde

ejercitaba sobre él la mayor influencia sü modelóy compañero el paisista insuperable José AntonioKoeh, el primero que, no aspirando á producir ensus paisajes efectos de luz ni de aire, ai queriendollamar la atención por la vegetación, reducía elpaisaje á su base orgánica, el terreno. En 1831 sa-lió Preller para Ñapóles, prestándole Sorrento yCapri muchos motivos para dibujos, y allí com-prandió completamente la verdad y belleza de laOdisea, no dejando de poblar en sus pensamientosaquellas orillas encantadoras con las figuras ho-méricas. Siendo ya un artista consumado, volvióen 1831 á Weiinar, pero su protector, el duque, nose encontraba más entre los vivos, y si el mismoGoethe no pudo familiarizarse bien con el estilonoble de los estudios italianos de nuestro pintor;no es de extrañar que los otros weimaranos nohayan comprendido las tendencia? estéticas delque habia trocado su existencia ideal de Eoma conla vida modesta de un maestro de diseñar en laciudad del Ilm. Pero, ¡qué satisfacción tan inde-cible habia de experimentar el artista cuando unapasionado de las artes y amigo suyo, el doctorHartel, le confirió el salón de su nueva casa deLeipzie para que lo adornase con paisajes históri-cos! Así tuvo ocasión de dar cuerpo á loa cuadrosque llenaban su alma desde su estancia en el marTirreno, y desde 1832 á 1834, pintó al temple aque-llos siete cuadros referentes á la Odisea, que sonlos principios de la obra principal de su vida, ynos embelesan con un explendor y una frescurajuveniles que los hacen una aparición encantado-ra. Pero siendo vistos sólo raras veces por hallarseen una casa privada, y siendo aún menos compren-didos, no popularizaron el nombre de su autor,que d^pues de haber contraído matrimonio, ha-bia de volver durante veinte años á los paisajesde la escuela de Ruisdael y de Everdingen, si aoquería ver á su familia en la miseria.

Hasta cuando el gran duque de Sajonia-Wiemarle encargó adornar la sala de su palacio consagra-da á Wieland, las escenas tomadas de las obras dedicho poeta, no logró llamar la atención, y laamargura empezó ya á consumir sus fuerzas. Perouna mujer, cuya misión es de consuelo y de glo-ria, una mujer que dice á todos, y siempre: "Pazy esperanza á los corazones generosos", es el máshermoso presente que el cielo puede hacer á loshombres. Así fue la compañera de Preller. Ella le.alentaba para que llevase á cabo lo que estabasiempre en sus labios, la representación cíclica dela Odisea. Y en 1855 empezó á hacer aquellos dibu-jos que, refiriéndose al poema inmortal del cantor,griego, produjeron en 1858 en 11 Exposición his-tórica de Munich un efecto mágico.

Jamás la unión orgánica entre el paisaje y laa

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figuras salió tan bien como en aquellas composi-ciones excelentes, las joyas más hermosas del artemoderno, la mejor encarnación de la epopeya helé-nica, ese canto prodigioso de peregrinaciones quepresentan á nuestros ojos el más verídico esce-nario.

En el arte de Preller, la naturaleza alcanzó unaespecie de vida histórica, participando de las su-cesos del mundo de los hombres. A él, que hastaentónces habia vivido en las sombras, le sonrió ála edad de cincuenta y ooho años, por primera vezel íoldela fortuna, y ahora vióse honrado por elnieto de Carlos Augusto, el gran duque CarlosAlejandro, con el encargo de pintar al fresco euuna sala del nuevo Museo de Weimar los paisajesde la. Odisea. Rejuvenecido por la fortuna, pasódos años con su familia en la patria antigua de lobello, diseñando en ülevano y Capri los estudiosmás hermosos para todos los detalles de sus com-posiciones.

Así como los frescos de Roltmann (1) introduje-ron en Alemania el paisaje histórico, Preller fun-dó con los suyos el paisaje heroico, y mientrasaquél nos ofreció en sus cuadros un retrato ideali-zado, creó éste una poesía libre que, hermanándo-se con las figuras y acontecimientos místicos deHornero, no forma un conjunto sino con ellos, to-mando los detalles de la naturaleza. Es interesan-te observar en las composición os de Preller elcambio déla esencia y estilo del paisaje conformeá la variedad infinita de acontecimientos. Losfrescos en que vive el genio de Hornero los guar-da Weimar como perla del arte, mientras de losdiez y seis cartones originales, se precia el octó •gono del Museo de la misma, Leipzic, que treintaaños sin tes no hizo caso de las primeras figuras delmismo pintor, respectó también á la Odisea, yahora recuerda con orgullo haber sido la cuna detan bellas creaciones.• Para comparar los diferentes cuadros de Prellerrelativos á la epopeya homérica, diremos que susdiez y seis cartones muestran una vida dramáticamás libre, un tiempo más rápido en la acción, uncambio más animado en la atmósfera, una mayorpredilección á la tempestad que los ensayos deLeipzie, y que en la manera con que trata el airese revela el influjo de la naturaleza septentrional.

Pero en la obra de última mano, en los frescos

(1) Los veintiocho frescos de Carlos Rottuiann, figurando paisajes isílicos, y distinguiéndose por su com-posición grandiosa y la belleza de las lineas, ornan lasarcadas del Jardin Real de Munich, mientras sus en-cantos, llenos de efectos pictóricos, representando paisa-jes helénicos, te encuentran en una sala expresamenteestablecida para ellos en la Pinacoteca de Munich.

de Weimar, vemes el cielo del Sur, mostrando elmar y la tierra aquella hermosa claridad de formay de movimiento propio de la naturaleza itálica.Y si en la segunda concepción observamos ciertaprecipitación en la acción, así en los hombrescomo en los elementos movibles- del paisaje, nosencanta en la tercera la solemnidad del movimien-to; las figuras son más nobles y forman grupos demayor importancia, y las olas tienen una expre-sión más serena.

No sólo en Weimar y Leipzic pueden admirarselas creaciones del maestro, sino que los círculosmás dilatados se encauzan con ellos, gracias á lapublicación cuya tercera edición vio la luz enLeipzie en 1877, conteniendo cuarenta composi-ciones originales de Preller, juntas con la traduc-ción de la Odisea por Voss.

Además del poema homérico que le tenia ocu-pado desde 1859 á 1869, mencionamos la ingenio-sa y noble composición que hizo con motivo de lamuerte de su amigo Genelli, cuya vida de artistarepresentaba en un friso.

Volviendo otra vez á Italia creó allí, y despuésen Weimar, gran número de hermosas composi-ciones referentes á la Biblia y á la Iliada.

En Abril de 1878 la población de Weimar erigióun nuevo túmulo al lado de las tumbas de sus fi-nados ilustres: pues el 23 de dicho mes murióFederico Preller, uuo de los últimos alemanes enque se derramaba un rayo del aol de Goethe. Mu-rió sin dolor alguno, sin presentir su fin.

Descansa en paz, venerable anciano, á cuyamemoria consagramos el homenaje de nuestroduelo. Duerme tranquilo sobre tu lecho funerariodonde encontrará reposo tu cuerpo, mientras quetu alma asciende á la región de inmensa luz.¡Ojalá no se extinga contigo entre nosotros elarte de la pintura de paisajes ideales! Fuistefeliz porque conseguiste madurar el plan de tujuventud, llevándolo á cabo en lienzos monumen-tales, y como si la antigüedad misma hubiesequerido aplaudir tu empresa de prestar nuevavida á sus concepciones ideales, salieron á luzdesdeuna noche de largos siglo3, mientras tú esta-bas trabajando en Roma, las más antiguas pintu-ras de paisajes referentes á la Odisea, mostrandosu comparación con las tuyas que sólo tú supistepintar á la perfección la epopaya siempre joven,en cuyas páginas respira el aliento de los dioses,la primavera brillante de los hombres y el cielotrasparente de Grecia.

Sólo pocos meses sobrevivió Preller á su compa-ñero de Roma, el campeón del arte y de la bellezacristiana, Felipe Veit, que, teniendo por modelosá los antiguos florentinos,-tan llenos de sentimiento y de calor, inspiraba en la eterna fuente, y

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N." 2 4 0 J. FASTENBATH. LOS PINTORES FEDERICO PRfiLLER Y FELIPE VEIT. 411

cuya paleta sublime celebraba el triunfo de la re-ligión, sabiendo representar también eon la mayorlibertad de contemplación el escudo de Aquilea deque habla Homaro. Murió en Maguncia el 15 deDiciembre de 1377; cogiendo aún en sus postrime-rías, á semejanza de sus amigos Gornalius y Over-beck, el carbón para trasladar al lienzo los Sera-fines que en el Empíreo moran, y que transfigura-ban ya el semblante del artista moribundo. Nofue viejo porque llevaba en sí la juventud deDÍO3. Un eminanta artista alemán, el Sr. Steinle,ha caracterizad» bien á Cornelius, el de la menteclara, á Overbsek, el de la profunda devocióncontemplativa, y á Veit que unía la clara menteá la delicadeza más extraña en la expresión delsentimiento en un dibujo ideado después de la-muerte de Veit, en el que se vé á los tres maestrosvolviendo I03 ojos á la Virgen con el Niño en suviaje á Egipto.

Nació Felipe Veit en Berlín en 1793 de un ban-quero judío y de Dorotea, hija del filósofo MoisésMendelssohn. Después de haber disuelto su primermatrimonio, siguió é3ta eon sus dos hijos Juan yFelipe á su segundo esposo el poeta FedericoSchlegel, á París, donde los trataba el apasionadode las artas Sulpicio Boisgerée. Felipe visitó des-de 1809 á 1811 la Academia de las Bellas Artes deDresde, pasando después á Viena, y participócomo voluntario, primero como cazador del cuer-po de Lützow, y de3puej como coracero prusianode la campaña da 1813 contra Francia, tomandoparte también en la entrada triunfal en París.Después peregrinó á Boma, donde hallaba almashermanas que sentian lo que su alma sentía,uniéndose á Cornelius, Overbeck y Guillermo Scha-dow por la amistad más pura, ese destello deDios, ese genio del bien, ese faro de la vida, esaunión que coiao el amor ennoblece el alma y essanta como la virtud. Uniéronse los cuatro ami-gos para pintar al fresco la vida de Josef para lossalones del palacio Zviecaro, perteneciente al cón-sul prusiano Bartholdy, pintando Veit la tenta-ción de Josef por Putif ar, y la representación ale-górica de los siete añoa pingües, en la que se vé lamás alegre abundancia. Para el marqués Massimipintó frescos referentes al Paraíso del Dante, yvolvió á la Iglesia católica, siendo uno de suslienzos más soberbios el retrato al óleo de su con -fesor Martin de Noirlieu, que tiene una expresiónparecida á los retratos que salieron de la manomaestra de Alberto Durero.

El pintor caballero que habitaba en Roma elcuarto piso del antiguo palacio Guarniere, en elsitio más alto del mente PinciO, se casó en 1820con la hija de su casero, el escultor Pulin. Caro-lina—así se llamaba la joven—unia á las gracias

exteriores, á la hermosura que como la esmeraldahace bien á la vista, haciéndonos sentir la armo-nía, laa cualidades del espíritu y del coraron, tac-to seguro, sano criterio y virtudes domésticas.Dicen que Veit fue entonces una alta bellezaoriental de aspecto severo, y en el retrato que élmismo hizo de su persona, aparece su semblantecomo imagen embellecida del rostro feo, pero in-genioso de su madre.

S'endo católico, no pintaba sino asuntos de laSagrada Escritura. Entre las obras principalesque hizo después de haber aceptado en 1830 la vo-cación de dirigir el Instituto de Stiidel de Franc-fort, mencionaremos las dos Marías en. el Sepulcrodel Señor, cuadro de colorido claro y de la armo -nía más pura; el Descanso de la Sacra Familia, elMagníficat: el encuentro entre María Santísimay Santa Isabel, y el fresco representando la Intro-ducción de las artes en Alemania por el Cristianis-mo, figurando de un lado Italia, coronada de lau-ro, y del otro Germanía, coronada de encina. En-cuéntrase aquel fresco en el nuevo edificio delInstituto de Stadel. Para la sala imperial de lasCasas Consistoriales de Francfort, llamadas Ro-iver, donde se verificaba la elección de los empera-dores, y donde el emperador con inado celebrabaun banquete con los electores, hiz > el cartón representando á Arnulfo y á Luis el Niño, y pintóá Othon el Grande, Federico II y Enrique VII, yel gran retrato de Cario Magno.

Cuando el Instituto de Stadel compraba el co-nocido cuadro de Lessiny, Hust ante el ConciliolVeit, sintiéndose ofendido en su conciencia cató-lica, dejó la dirección de dicho Instituto, trasla-dando su estudio á, la Casa alemana de Sachser-hausen, á donde le siguieron sus discípulos Ret-hel, vthle, Ballenberger y Settegast. Allí pintópara el Duomo ó catedral de Francfort la Asun-1

cion de María, y para el rey Federico Guiller-mo IV de Prusia una repetición de sus dos Maríasen el sepulcro de Nuestro Señor, y la parábola delpiadoso samaritano, en la que representaba almismo Jesús salvando á un herido que yacía alborde de un abismo, mientras pasaban sin apia-darse de él Moisés y Aaron.

En 1853 trasladó sú domicilio á Maguncia,donde el cabildo de la catedral leencorgóde ador-narla con frescos. El número de estos sube átreinta, representando diez y ocho la Pasión deNuestro Señor. Todos son bellísimos, y sobre todoproducen un gran efecto La Presentación de Jetúsen el templo, Jesús bendiciendo á los niños, Lacanción del monte, y La Transfiguración de Jesús.Los cartones los hizo Veit, dirigiendo la ejecu-ción de los frescos su yerno el pintor Settegast.En Maguncia nació también el hermoso cuadro al

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óleo de Veit, El bautismo del Señor en el Jordán,y entre lo más bello que salió de sus manos figurael gran cuadro al óleo La Exposición de Moisés.Poco tiempo antes de morir el maestro hizo sumismo retrato: ya ostenta en vez de la hermosacabellera de la juventud, la nieve de la anciani-dad, pero ha conservado el fuego de sus ojos ne-gros y la expresión caballeresca del que, cuandojoven, fue un caballero en pro de la libertad, elque fue un hijo fiel de la Iglesia, y cuando an-ciano entre nubes de clara transparencia miró elceleste coro.

JUAN FASTENRATH.

Colonia, 15 de Junio de 1878.

QUIEBRAS DEL OFICIO,COMEDIA EN UN ACTO Y EN VERSO, ARREGLADA

A LA ESCENA ESPAÑOLA.

PERSONAJES.

MERCEDES.E L VIZCONDE.PARDO.PEPE.

ACTO ÚNICO.

Habitación cerrada en tina fonda de San Sebastian. Alforo, izquierda, una cama con colgaduras: i la dere-cha un» ventana con cortinas sostenidas .por una,galería, que hace quede bastante hueco para que pue-da ocultarse una persona entre las nortinas y la ven-tana. En el centro una puerta, con llave. A la iz-quierda, en primer término, una cómoda: á la dere-«ha una chimenea, con un despertador sobre la repisa.En el mismo lado, cerca del proscenio, un velador ydos butacas. Sillas, etc. Por la ventana entran en lahabitación las ramas de una madreselva. Es denoche.

ESCENA PEIMERA.

El VIZCONDE y PEPE, entrando. Este lleva unapalmatoria encendida y una maletilla de mano.

PEPE. Pase usted, señor vizconde.Vizc. Vamos allá. ¿Este es el cuarto

que ocupaba esa señoraque al mió se ha trasladado1!

PIPE. Sí, señor. Como la tal

doña Matilde Avendañoes joven y guapa, y viuda,y la visitan mil zánganos,aquí no estaba á su gusto;y, si usted no accede al cambio,

• deja la fonda. Para ellaera más que necesario

un gabinete.Vizc. ¿Qué menos

puede querer"?PEPE. Pero chasco

se lleva si jl nuevo alberguepiensa que ha de ser tan sanoy tan alegre: aquí cuelganlas madreselvas sus ramos,y entra el sol en cuanto asomapor la montaña.

Vizc. ESO es gratoPEPE. S Í . ¿Desea usted que cierre

las persianas1!Vizc. Al contrario;

ábrelas más: tengo ideade levantarme temprano.

PEPE. ¿Va usted con los que mañanapasan el dia en el campo?

Vizc. Si.PEPE. Pero usted es de hierro.

Ayer, á las tres y cuarto,llegó usted en el expressá San Sebastian.

Vizc. ExactoPEPB. Anoche fue usted de baile.Vizc. ¡Cabal! y estuve bailando

sin cesar.PEPE. Y hoy, á las cinco,

fue usted á tomar su baño.Debe usted tenar el cuerpopidiendo á gritos descanso.

Vizc. S Í , Pepe, sí.PEPE. . Puede usted

acostarse descuidado,á pesar de su proyectode madrugar. Este añotenemos en las alcobasdespertadores... Un trastomuy útil. Mírelo usted.Alrededor del horariose va corriendo la aguja:si la deja usté en las cuatroá las cuatro en punto empiezaasonar...

Vizc. Ya sé. (Este bárbaropiensa que vengo del Congo.)

PEPE. Aquí dejo á usted el sacode noche. (Sobre la cómoda.) La palmatoriaaquí. (Sobre el velador.)

Vizc. Bien.PEPE. ¿ Manda usted algo?Vizc. Nada.PEPE. Entonces, buenas noches, (Sin mo-

yerse.)

señor vizconde.Vizc. Adiós.—¡Vamos!

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N.° 240 P . M. BARRERA..—QUIEBRAS DEL OFICIO. 413

PBPE.

VIZC.PEPE.

VIZC.

PEPE.

VIZC.

PEPE.

VIZC.PEPE.

Vtzc.

PEPE.VIZC.

PBPE.

¿qué esperas?Vd. dispense,

pero...¿Quél

Si por acasonecesita usté un ayudade cámara...

i,Y á qué saiitoviene esa pregunta?

Vieneá que yo por ser criadode usted, darla una oreja.¡Hola! ¿te cansa el trabajodel hotel?

No, señor, no.Es que siempre ma ha gustadoservir á solteros.

¡Ya!Pero he tenido tal manoque á todos los que ha servidoen seguida se han. casado.Y como con usted nocorro ese riesgo...

¡Canario!¿Ya en San Sebastian sa sabeque soy enemigo natodel matrimonio? Bien, Pepa;tendré presente tu encargo.Mi gratitud...

Bueno, bueno...Adiós.

(Si paieo este amo,tengo casa para un siglo.)

ESCENA. I I .

EL V I Z C O N D E .

Casarme!... ser, como tantos,el editor responsablede una mujer... ¡nunca! A saltode mata, de unas en otras,sin alarde y sin escándalosme doy buena vida. Hoy mismoestoy aquí porque trazola conquista de una rubiasuperior. Salga el retrato... (Abre la maleta.)y el billete, que me anuncianque el triunfo no está lejano.¡Es celestial!... un besito (Besa el retrato y lodeja en la maleta, que queda abierta).y á casa. Obro al perfumado (Besa el billetey lo deja en la maleta).billete y también á casa...—La vi al salir de palacioen Madrid, hará dos meses,un día- de besamano:

me insinué: resultómujer de mi amigo Pardoy ¡claro está!... desde entoncesla adoro.—Se llama Amparo.Anoche, cuando en un valsla estrechaba entre mis brazos,le dije:—"Ahora son las doce;á esta hora mañana aguardoque baje usted al jardíndel hotel: allí esperandoestaré."—Se sonrióy me dijo:—"¿Y si no bajo?"Bajará.—Hoy en la mesala he tenido en frente: ha estadoamy risueña: con mi pióvaria» veces al asaltohe llegado al suyo ..—Y ellarie que rie.—A mi lado,por cierto, estaba una joventambién muy iinda. De cuandoen cuando su hermoso rostrotomaba ese tinte pálidode la azucena, y me hablabacon loa ojos. ¿Ha notadolos íntimos pisotonesque daba á Amparitol.. El diabloque lo averigüe!...—Ahora sonlas diez: me abruma el cansancio,y si me duermo y se pasala hora de la cita... ¡Malo!—Ah! el despertador: magnífico!(Toma la luz.)

' Aquí en las docs le planto, (Córrela agnja.)y ya me puedo dormir (Apaga la lai.)á pierna suelta. (Se acuesta.) Si Amparome ampara... si á media noche...

•» si el jardín... si entre los álamos...

ESCENA I I I .

El VIZCONDE, dormido. MSRCEDKS, con una palma-toria encjnlidn, que pone sobre el velador, allado de la que está apagada.

Matilde! soy yo... No tengasmiedo: ta vango á contarmuchas cosas entretantoque echa un sueño mi mamá.—¿Dónde anda?—¿Estás ya en la cama1!¡Matilde!(Se acerca al lecho: el Vizconde se levanta.)

¿Qué es eso?... tDanlas doce?

¡Jesús!¿Qué miro1?

¡Una mujer!... bueno va-Dispense usted, caballero,

Vizc.

MEBC.Vizc.

MEHC,

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414 REVISTA EÜBOPBA.—29 DE SETIEMBRE DE 1878. N.9 240

si equivocad»...—Encontrarpensé aquí á una amiga mía...

Vizc. ¡Pues!... era muy natural.Doña Matilde Avendaño,iehí)

MERC. Sí, sí. (¿Cómo sabrá? ..)Vizc. (ES la joven que ha comido

á mi lado.)MERC. (ES el galán

que hoy en el almuerzo el pióme pisaba sin cesar.)Kepito á usted que dispense.Estoy confusa... En mi afánde ver á Matilde, vine...

Vizc. Y soy yo el feliz mortalque vé usted.

MEBC. Sin intentarlo,sin sospecharlo...

Vizc. Es verdad;lo creo.

MEUC. N O me perdonohaber venido á turbarel descanso... ,

Vizc. ¡Oh! Yo bendigola feliz casualidad...

MERC. ¡Cielos! (Acercándose i la puerta.)Vizc. jSe pone usted mala?MERC. Me parece que oigo hablar

en el corredor.Vizc. La voz (Cerca lela puerta.)

es de Pardo. Charlarácon algún amigo ..

MERC. ¡ES Pardo! ,el que goza en murmurarde todo el mundo... Si ahorasalgo, salir me verán,y estoy perdida.

Vizc. Pues esoes fácil de remediar.Espere usted que se vayan.

MEBC. ¿Que espere aquí? No; jamás.Imposible.

Vizc Sin embargo,¿qué ha de hacer usted? se vá,ó se queda: Usté elija.

MERC. ¡Aturdimiento fatalel mió!

Vizc. ¡Vamos, qué diantre!no sé apure usted.—(Estáhechicera.)

MERC. (Cerca de U puerta.) ¡Nunca acabanesos hombres!... {Qué tendránque decirse?

Vizc. Casi casipuedo á usted asegurarque le quitan el pellejoá alguno:-la caridad

no es virtud que tiene Pardo.MERC. Pues eso me apura más.

¡Si él supiera que he venidoal cuarto de usted!...

Vizc. (Cerca de la puerta.) No hay malque ciea años dure: creoque se despiden.—Aja! (Asomándose al foro.)Ya puede salir usted.

MERC. ¡Gracias á Dios! (Tomando la palmatoria.)Vizc. ¡Voto á San!...MERC. ¿Qué?...Vizc. Pensó que tenia fósforos...MERC. Encienda usted. (Volviendo con la palmatoria )Vizc. (Encendiendo.) (¡Celestial

criatura!... es remonísima).MERC. Si usted tiene la bondad

de no referir á nadie...Vizc. Sobre eso puede usté estar

tranquila.MER". Gracias, mil gracias.

(Vamos! es moro de pazeste joven. Yo creía,al notar la terquedadcon que me pisaba el pió,que era insolente y audaz;pero es muy juicioso.)—Adiós.

Vizc. Señorita... (inclinándose.)MERC. ¡Oh! (Llaman en la puerta )Vizc. ¿Quién vá allá?PARPO. Soy Pardo: tu amigo Pardo. (Fuera.)MERC. ¡Esehombre! (Dejándola palmatoria.)PARDO. ¿Puedo pasar? jMERC. Aquí me escondo. (Detrás di la cama.)Vizc. Adelante. (Abriendo.)PARDO. Dios te guarde, perillán. (Entrando.)

ESCENA IV.E L VIZCONDE, PARDO, MERCEDES, escondida. PARDO

sale con otra palmatoria.Vizc. ¡Hola, Pardo! Dios te guarde.

¿Quá quieres?PARDO. Vengo á que hablemos.Vizc. ¿Hablar? Mañana lo haremos;

hoy va siendo tarde.PARDO. ¡Tarde!

Tú, trasnochador asiduo,dices eso.

Vizc Amigo Pardo:si has pensado que es un fardoó cosa así mi individuo,te equivocas. Vine ayer,me viste anoche bailary me voy á levantarmañana al amanecer.Con que si me has de deciralgo urgent6...

PARDO. . No, no vengo. .

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N.° 240 P. M BABRERA..

Vizc. Entonces...PARDO. Pero no tengo

muchas ganas de dormir;y como en mi habitaciónsucedió aquella tragedia...

Vizc. ¿Cuál?PARDO. Dicen que en la Edad Media,

entrando por el balcón,diez sombras con antifazcosieron á puñaladasá dos damas desdichadasque allí dormian en paz.Hoy lo han contado y no puedoarrojar de mí la idea...

Vizc. ESO es miedo.PARDO. Tal vez sea;

pero no!... ¡yo tener miedo!¡Yo que con serenidadme bato si es necesario,y que á más de un adversariohe echado á la eternidad!...

Vizc. Nunca llegó á mis oidos...PARDO. Esto debe ser nervioso.

Soy algo supersticioso,y sombras, aparecidosy muertos... te lo declaro:tengo horror á lo impalpable.

Vizc. • Pero eso es inexplicableestando contigo Amparo.

PARDO. ¿Mi mujer? ¡Cá! SI ella habitaal fin del corredor, sola,desde esta mañana.

Vizc. (¡Hola!buen dato para mi cita.)

PARDO. Y como está delicaday, acá Ínter nos, me ha prohibidoir de noche...

Vizc. ¡A su marido!PARDO. YO la tango muy mimada

por sistemaVizc. ES bueno, sí.PARDO. Con que ya ves que hay razón

que abone mi decisiónde pasar la noche aquí.

Vizc, ¡Demonio!MERC. (¡Esto es horroroso!)PARDO. Podemos jugar al tute.Vizc. TÚ quieres que no disfrute

ni un momento de reposo.P\RDJ. Suprima todo reproche,

y acuéstate: eres muy dueño...'Yo aquí velaré tu sueño.

MERO. (¡Nada! pasa aquí la noche )Vizc. Sentado... vestido...—No:

mañana estarás rendido.PARDO. Bah! bah! sentado v vestido

—QUIEBRAS DEL OFICIO. 41Í

Vizc.

MERC.

PARDO.

VIZC.

PARDO.

VIZC.

MERC.

PARDO.

VIZC.

PARDO.

V I Z C

PARDO.

MKRC.

PARDO.

VIZC.

MERC.

VIZC.

PARDO.

MERC.

PARDO^

VIZC,

MEBC.

PARDO.

MERC.

VIZC.

PARDO.

VIZC.

PARDO.

.ViZC;

estoy en la gloria yo. (Dcjanflo sn palmatori.en el velador).Mas... (¡Tenacidad maldita,!)(¿Qué haré?)

¿Tenias dos luces?Pues deduzco...

Qué deduces?Esto me huele á visita;cuéntame, cuéntame...

¡Bah!¡Yo visitas!

(¡Qué zozobra!)Una palmatoria sobra.Si; sobra...—Mira, seráque Pepe la habrá dejado.(Si al fin me altera la bilis...)Eso será. (Aquí hay busilis:ya sabré lo que ha pasado.)Con que á dormir, á dormir...¿Te vas?

Me quedo. (Sentándose)

(¡Asesino!)Duerme, y yo de mi sobrino,pensaré en el porvenir.Ya le conoces: Simón.Antes de que dé un mal pasoquiero ver si yo le casocon Merceditas Morón.Es tu vecina de mesa.¿Quien?... ¿esa?

(¡Hablador!)¿Le quiere

ella?¡Si por él se muere!

(¿Embustero!)¡Buena es esa!

Lo he notado al almorzar:ella estaba conmovida,pálida .. muy distraidn..,(Ahora me empiezo á explicar...)(No era por aquel bigardo.)Ella es guapa, es elegante;pero es- tonta.

(¡Qué galante!)¡Tonta!... ¿has dicho tonta, Pardo?Instruida, bella, inocente,graciosa...—Así es esa chica.¡Pchs! Lo mismo dá: si es ricaya es un partido excelente.(Es fuerza echar á este bolo.)¿Con que te vas?

¡Yo!... ¿Qué es ir?)No.

Pues si algo he de dormir,tengo que estar solo ¡solo!...

, Sá razonable.

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416 REVISTA EUROPEA.— 29 DE SETIEMBRE DE 1878. N*. 240PARPO. (Sin moverse.) Lo soy.

Vizc. ¿Y tú mi amigo te nombras?PARDO. ¿Ir yo al cuarto de las sombras

y aparecidos? ¡No voy!Vizc. Si tu decisión es esa,

en el almuerzo mañanatu incomprensible medranacontaré de sobremesa

PARDO. j,Y el vizconde del Rocíoobrará conmigo asi?

Vizc. ¡Justo! Y se reirán de t í :broma por broma, hijo mió.

PARDO. ¡NO, no! no quiero tener (Levantándose.)más desafíos: ya parto.(Tomando su palmatoria.)

Mwic. (¡Al fin!)PARDO. Me voy á mi cuarto. (Muy alto.)

(Me voy al de mi mujer.) (Bajito)PEDRO MABÍÁ BARRERA.

(Concluirá)

MISCELÁNEA-TEATROS.

El notable descenso que empezó á sufrir la tem-peratura en los últimos dias déla semana anteriorno podia menos de redundar en beneficio de lasempresas teatrales que habian inaugurado ya latemporada de invierno, entre las cuales se halla-ban las del lindo coliseo de la Comedia y el teatrode Eslava.

En el primero, cada noche ha sido mayor laconcurrencia en la presente semana, durante lacual se han representado las comedias del inmor-tal Bretón de los Herreros La escuela del matri-monio y Alo hecho pecho, y la del no monos cele-brado autor, Narciso Serra, titulada Don Tomás,todas ellas interpretadas con esmero por los artis-tas encargados de su ejecución, y especialmentepor las señoras Alvarez Tubau, Dolores Fernan-dez y Balbina Valverde, y los señores Mario,Manini, Zamacoiay Aguirre.

En el teatro Eslava han continuado siendo muyapkudidas las piezas La filoxera en el poder y Laba*ba del vecino, por el acierto con que en ellasdesempeñan sus papeles la Sra. Vedia y los seño-res Mariscal y Julián Romea. Uno de estos diasse estrenará en dicho teatro una comedia tituladaDot suicidas, de cuyo éxito daremos cuenta en elpróximo número; y para la mayor brevedad sedisponen otras dos obras nuevas que llevan portítulo Gara y careta y El afán de bullir.

De los teatros que aún no han empezado á f un-cioaar, el primero que dará principio á sus tareases el Español, en el que esta noche se inaugura latemporada con la comedia de Alarcon El semejan-

te á sí mismo. A esta obra seguirá una producciónnueva del joven autor Sr. Caves tany ¿cuyo tituloes Grandezas humanas; y para más adelante sepondrá pronto en ensayo un drama nuevo del señor Cabiedes, titulado Cruz y corona,, para cuyoestreno ha mandado la empresa construir algunasdecoraciones y un lujoso vestuario.

La empresa española que ha tomado á su cargoel teatro de la Alhambra, no tardará en ofrecer alpúblico las notabilidades artísticas que ya ha con-tratado ó tiene en ajuste, tan renombradas algu-nas de ellas como el célebre artista del Palacio deCristal de Londres, que pinta un cuadro al óleo, deun metro de alto por dos de ancho, á la vista delpúblico, en el preciso tiempo de cinco minutos.

En los Circos y teatros del Príncipe Alfonso yde Price, siguen llamando mucho la atención, res-pectivamente, la suntuosa zarzuela fantástica, degran espectáculo, El hijo cíe la bruja y El hombreanfibio. Los ejercicios que hacen dar este nombreal capitán Mr. James Swan son dignos de versemás de una vez, como la obra que tan buenos re-sultados está dando á la afortunada empresa delSr. Arderius.

BIBLIOGRAFÍA.

Orlando furioso.—Poema escrito en italiano porLuis Ariosto; traducido al español en octavasreales, por D. Vicente de Medina y Hernández.

Se acaba de publicar la 7.a entrega, que formaun cuaderno de 80 páginas en folio menor. Bar-celona, 1378.

En las principales librerías de España ne ad •miten suscriciones á toda la obra, al precio dados pesetas cada cuaderno. •

***Biblioteca de señoras.- Sendas opuestas. La ben-

dición paterna, Inés ó la hija de la caridad, nove-las originales de la señora doña Faustina Saez deMelgar. Tres tomos en 8." menor, de 250 á 300páginas cada uno. Madrid, 1878. Imprenta délosSres. Rojas.—Precio de cada tomo, una peseta entoda España.—Administración, calle de Silva,29, segundo.

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Los juzgados municipales; disposiciones legalesreferentes á los mismos, anotadas, comentadas yconcordadas por D. José Fernandez Giner y DonAntonio Rodríguez Mareos, jueces municipalesdel distrito de la Audiencia de Madrid.—Cuaderno 2.°: Del juicio de desahucio. Un volumen de74 páginas en 4.°—Madrid, 1878. Imprenta deAurelio J.»Alaria.

Se vende en las principales librerías, al preciode 4 reales en Madrid y 5 en provincias.