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REVISTA EUROPEA, NÚM. 228 7 DE JULIO DE 1878. Atov,, í Dibfíiir ILñulUW iiüiL MolíiMn UME Ó TEORÍA DE LA DESCENDENCIA. El movimiento intelectual á que el natura- lista inglés Charles Darwin ha dado el primer impulso; al publicar, hace diez y nueve años^ su célebre Tratado del origen de las especie?, ha adquirido tal extensión en un espacio tan corto de tiempo, que merece escitar el interés uni- versal. Sin embargo, la teoría de historia natu- ral expuesta en aquella obra, que habitualmente se designa con la breve denominación de Teoría de Darwin ó Dartvinismo, es, simplemente, un pequeño fragmento de otra doctrina mucho más estensa: de la Teoría universal de la evolución., cuya importancia es tan grande, que domina á todos los conocimientos humanos. Con su teo- ría ha demostrado Darwin, de una manera tan convincente la de la evolución, cuyas fatales consecuencias han trastornado de tal manera la opinión que los, pensadores se habían for- mado del Universo, que nunca se podrá enco- miar lo bastante el valor del darwinismo; y, entra los progresos tan importantes y numero- aps de la Historia natural contemporánea, la inmensa estension que esta doctrina ha dado al concepto del origen de la humanidad, nos la hacte considerar como la más grandiosa y fe- cunda en resultados. Al llamar, con fundada razón, á nuestro siglo la era de las ciencias naturales; al contemplar con legítimo orgullo sus inmensos é importantes progresos realizados en todos los ramos del sa- ber humano, no se nos ocurre tanto pensar en la extensión de nuestros conocimientos genera- les sobre la naturaleza, como en las consecuen- cias puramente prácticas que do estos conoci- mientos s^, derivan. Llama nuestra atención, en primer lugar, el vasto desarrollo de las relacio- nes comerciales, cuyos incalculables resultados se deben á la perfección de las máquinas, á los ferro-carriles, á los buques de vapor, álostelé- TOMC XII grafos y á otras aplicaciones de las propiedades físicas do los cuerpos; y profundizando más, nos admira la poderosa influencia que la química ejerce en el .irte de curar las enfermedades, ea la agricultura, y en general, en¡ la mayor parte de las artes é industrias, Pero por grand^ ¡que sea el aprecio que os inspire la influencia de las ciencias naturales estudiándolas en sus aplica- ciones práctica^, es preciso que las consideréis bajo otro aspecto más elevado y más general, y las coloquéis en lugar muy inferior ,ai de la ova.-. nipotente, acción que los progresos teóricos d^ la historia natural moderna no pueden menos d<j ejercer sobre nue^ros conocijinientcis, sobré nuestros conceptos generales 4©1 m ; undo ; y : sobr? el perfeccionami^nijo. de nuestra civilización. Recordad, por ejemplo, el cambio Completo qu$ algunas teorías han sufrido pon la generaliza- ción del empleo del microscopioj recordad la teoría celular que, al desmentir la aparente uní-i dad del organismo humano, no|S lo,hace conce- bir como el resultado complejo de la unión : so-* cial de multitud de unidades, vivas elementaíes, de células, ó recordad el extenso ; y nuevo cami- no abierto á nuestras especulaciones teóricas por el anáfisis espectral y la teoría mecánica de^l calor, y aun cuando os admiren todos aquellos no^bles. progresos teóricos l os veréis precisados á admitir que ¡es mucho mayor- la importancia de la teoría que Darwin ha formulado., r ...^ No hay ninguno entre vosotros que desconozca el nombre de Darvin; pero de fijo que la mayor parte de los que me escuchan (1) sólo tienen una idea imperfecta del valor de-su doctrina; porque si se recopila todo cuanto se ha espritp bajo este particular desde que apareció el li.bro de Darwin—-libro que ha hepho época pjx los anales científicos—se verá que, no estando muy familiarizado con las ciencias naturales orgáni- cas,; y no poseyendo con gran perfección lazpqlq- (1) Este artículo constituye la primera de las con- ferencias celebradas en la Universidad de -lew* peí; 'el profusor de zoología Ernesto HaeokeJ, sybre la,.Histeria de la creación natural. ,

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REVISTA EUROPEA,NÚM. 228 7 DE JULIO DE 1878. Atov,,

í Dibfíiir ILñulUW iiüiL MolíiMn U M E

Ó TEORÍA DE LA DESCENDENCIA.

El movimiento intelectual á que el natura-lista inglés Charles Darwin ha dado el primerimpulso; al publicar, hace diez y nueve años^su célebre Tratado del origen de las especie?, haadquirido tal extensión en un espacio tan cortode tiempo, que merece escitar el interés uni-versal. Sin embargo, la teoría de historia natu-ral expuesta en aquella obra, que habitualmentese designa con la breve denominación de Teoríade Darwin ó Dartvinismo, es, simplemente, unpequeño fragmento de otra doctrina mucho másestensa: de la Teoría universal de la evolución.,cuya importancia es tan grande, que domina átodos los conocimientos humanos. Con su teo-ría ha demostrado Darwin, de una manera tanconvincente la de la evolución, cuyas fatalesconsecuencias han trastornado de tal manerala opinión que los, pensadores se habían for-mado del Universo, que nunca se podrá enco-miar lo bastante el valor del darwinismo; y,entra los progresos tan importantes y numero-aps de la Historia natural contemporánea, lainmensa estension que esta doctrina ha dado alconcepto del origen de la humanidad, nos lahacte considerar como la más grandiosa y fe-cunda en resultados.

Al llamar, con fundada razón, á nuestro siglola era de las ciencias naturales; al contemplarcon legítimo orgullo sus inmensos é importantesprogresos realizados en todos los ramos del sa-ber humano, no se nos ocurre tanto pensar enla extensión de nuestros conocimientos genera-les sobre la naturaleza, como en las consecuen-cias puramente prácticas que do estos conoci-mientos s , derivan. Llama nuestra atención, enprimer lugar, el vasto desarrollo de las relacio-nes comerciales, cuyos incalculables resultadosse deben á la perfección de las máquinas, á losferro-carriles, á los buques de vapor, álostelé-

TOMC XII

grafos y á otras aplicaciones de las propiedadesfísicas do los cuerpos; y profundizando más, nosadmira la poderosa influencia que la químicaejerce en el .irte de curar las enfermedades, eala agricultura, y en general, en¡ la mayor partede las artes é industrias, Pero por grand^ ¡quesea el aprecio que os inspire la influencia de lasciencias naturales estudiándolas en sus aplica-ciones práctica^, es preciso que las consideréisbajo otro aspecto más elevado y más general, ylas coloquéis en lugar muy inferior ,ai de la ova.-.nipotente, acción que los progresos teóricos d^ lahistoria natural moderna no pueden menos d<jejercer sobre nue^ros conocijinientcis, sobrénuestros conceptos generales 4©1 m

;undo;y: sobr?el perfeccionami^nijo. de nuestra civilización.Recordad, por ejemplo, el cambio Completo qu$algunas teorías han sufrido pon la generaliza-ción del empleo del microscopioj recordad lateoría celular que, al desmentir la aparente uní-idad del organismo humano, no|S lo,hace conce-bir como el resultado complejo de la unión :so-*cial de multitud de unidades, vivas elementaíes,de células, ó recordad el extenso ;y nuevo cami-no abierto á nuestras especulaciones teóricaspor el anáfisis espectral y la teoría mecánica de lcalor, y aun cuando os admiren todos aquellosno^bles. progresos teóricosl os veréis precisadosá admitir que ¡es mucho mayor- la importanciade la teoría que Darwin ha formulado., r ...

No hay ninguno entre vosotros que desconozcael nombre de Darvin; pero de fijo que la mayorparte de los que me escuchan (1) sólo tienenuna idea imperfecta del valor de-su doctrina;porque si se recopila todo cuanto se ha espritpbajo este particular desde que apareció el li.brode Darwin—-libro que ha hepho época pjx losanales científicos—se verá que, no estando muyfamiliarizado con las ciencias naturales orgáni-cas,; y no poseyendo con gran perfección lazpqlq-

(1) Este artículo constituye la primera de las con-ferencias celebradas en la Universidad de -lew* peí; 'elprofusor de zoología Ernesto HaeokeJ, sybre la,.Histeriade la creación natural. ,

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REVISTA EUROPEA. 7 DE JULIO DK 1878. N.° 228

gía y la botánica, es forzoso dudar del valor delas teorías en él expuestas. Los jiticios sobre élemitidos son tan contradictorios y con frecuen-cia tan defectuosos, que no debe admiraros que,en el dia, diez y nueve años después de haberaparecido la obra de Darwin, no hayan adquiri-do todavía sus teorías toda la importancia queile derecho le pertenece y que, seguramente, hande adquirir tarde ó temprano. La mayor parfcede los numerosos escritos que durante este espa-cio de tiempo se han publicado en pro ó en con-tra del darwinismo, proceden de personas quecarecian de la instrucción biológica, y sobre todozoológica necesaria, para emprender un trabajode esta clase; y aunque casi todos los más dis-tinguidos naturalistas contemporáneos son par-tidarios del darwinismo, muy pocos han tratadode hacerlo conocer y apreciar al público ilustra-do. Hó aquí la rftzon por qué con tal profusiónse ven circular las contradicciones y loa absur-do» juicios que á cada paso vemos formularcontra fe teoría de Darwin; y hé aquí tambiénla razón que he tenido para dar unas leccionesfamiliares sobre el darwinismo y sobre la teo-ría más extensa que de él se deriva. Creo quelos naturalista» no deben limitarse á buscar elprogreso ni los descubrimientos en los estrechoslímites de la especialidad á que se dedican, sinoentregarse con solicitud, hasta con pasión, álosestudios dé detalle, hacer fructuosos para elconjunto de la ciencia los resultados generalesde sus trabajos particulares, y hacer partícipeal público de los conocimientos que en las cien-cias naturales hayan adquirido. El triunfo másglorioso del genio del hombre, es decir, el ver-dadero conocimiento de las leyes más generalesde la naturaleza, no puede ni. debe ser patrimo-nio de una casta privilegiada de sabios, sino elbien comunal de toda la humanidad.

La teoría de Darwin, que es el coronamientode las ciencias naturales, se llama habitual-mente doctrina genealógica, ó teoría de la des-cendencia, y también se la suele llamar doctri-na de las metamorfosis ó teoría de la transmuta-ción. Ambas denominaciones son adecuadas,porque esta doctrina pretende que la totalidadde los diversos organismos, que todas las espe-cies animales y vegetales, que han vivido enotras épocas y viven hoy en la tierra, se deri-van de una sola forma anterior, ó de un reducidonúmero de formas anteriores excesivamente

sencillas, las caales Bán ido poóo á poco evolu-cionando por medio de graduadas metamorfosis.Por más que esta teoría de la evolución hayasido ya expuesta y defendida al principio deeste siglo-por algunos notables naturalistas, yespecialmente por Lamarck y Goethe, Darwines el único que la ha desarrollado en toda suextensión, dándole una base etiológica, y héaquí por qué se la conoce especialmente con elnombre de teoría de Darwin ó darwinismo.

La inmensa y en realidad inapreciable impor-tancia de la doctrina genealógica, se presentabajo distintos aspectos, según que nos limitemosá estudiar su influencia en la historia naturalorgánica, ó según que se considere la influenciamucho mayor que ejerce en el conjunto delos conocimientos sobré el mundo, que en el díaposeemos. La historia natural orgánica, ó seala biología, que, como zoología comprende el es-tudio de los animales y como botánica el de lasplantas, ha sido trasformáda por completo yedificada sobre nuevos cimientos bajo la influen-cia de la doctrina genealógica, porque la teoría

. de la descendencia nos dá á conocer las causaseficientes de las formas orgánicas que á nuestravista se presentan, mientras que hasta ahora lazoología y la botánica no se ocupaban de las for-mas, sino simplemente Como hechos, lió aquípor qué consideramos la doctrina genealógicacomo la explicación mecánica de los aspectos delas formas del mundo orgánico, ó como »la ciencia de las verdaderas causas de la naturaleza or-gánica, ii

Como ignoro si las expresiones imaturalezaorgánica, naturaleza inorgánican son familiaresá los que nos escuchan, y como tendré que ocuparme con frecuencia en el curso de estas lec-ciones de estas dos opuestas fases de los cuerpos,me es forzoso dar una explicación de ambas de-nominaciones. Llamamos organismos ó cuerposorgánicos á todos los seres que viven ó hanvivido, á todas las plantas y animales, sin es-ceptuar al hombre, porque en ellos se encuentrasiempre un compuesto de partes diferentes, deaparatos ó de órganos que combinan su acciónespecial para producir los fenómenos de la vida.De esta estructura especial carecen, por el contrario, los cuerpos sin órganos ó inorgánicos,que son los que llamamos cuerpos sin vida, ósean los minerales ó piedras, el agua, el aireatmosférico, etc. Esta importante diferencia

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N.d 228 t. HAECKEL.—'TÉQEÍA DE LA DESCENDENCIA.

es la causa que ha obligado á dividir ía-historianatural en dos grandes secciones principales: labiología ó ciencia de los organismos, que com-prende la zoología y la botártitía, y la anorga-nologia ó ciencia de los cuerpos sin órganos, quecomprende la mineralogía, la geología, la me-teorología, etc.

El valor, inapreciable para la biología, de ladoctrina genealógica, consiste también, comoya lo he hecho notar, en que explica mecá-nicamente el origen de las formas orgánicas ysus causas eficientes. • Pero por grande que seaesta ventaja, no puede compararse con la in-mensa importancia de una de sus principales ydemostradas consecuencias, cual es la que nospone en evidencia el origen animal del génerohumano.

La importancia del lugar que el hombre ocu-pa en la naturaleza y de sus relaciones con elconjunto do los seres, cuestión de las cuestionespara la humanidad, como dice tari acertada-mente Huxley, se resuelve definitivamente pormedio del conocimiento del origen animal delgénero humano. Al mismo tiempo, y mer-ced á la teoría do la descendencia, tal y comoDarwin la ha reformado, nos encontramos porla vez primera en situación de hacer la historia,científicamente fundada, de la evolución delgénero humano; puesto que, así los partidarioscomo los adversarios de Danvin, reconocen, decomún acuerdo, que la consecuencia necesariade su teoría es que el origen del hombre estárelacionado con el de los mamíferos simios; y,retrocediendo én la serie de los tiempos, con é]de los vertebrados inferiores.

Y sin embargo, el mismo Darwin no habiaformulado esta consecuencia, que es la más im-portante de todas las de su doctrina. En su libroDel origen de las especies, no hay una sola pala-bra qué indique el origen animal del hombíe.Uniendo aquel naturalista el valora la pru-dencia, deja de intento de tocar este importantepunto, calculando, con fundamento, que estaconsecuencia de la doctrina genealógica, por serla más importante de todas, seria también elmás poderoso obstáculo para que fuese aceptaday propagada; porque, de fijo, que el libro deDar-win habria suscitado más escándalo y promovi-do más oposición si en él se formulase clara-mente una consecuencia tan capital. Sólo doceaños después, en 1871, al dar á luz su trabajo

Sobre la descendencia del hombre y la selección "natu-ral, se ha atrevido á preclamar francamente unaconclusión tan importante de su sistema, po-niéndose, á la vez, de acuerdo con los naturalistasque ya la habían formulado. Inmensas son, enverdad, las consecuencias de tal deducción, decuyos resultados ninguna de las ciencias cono-cidas podrá evadirse; y, bajo su poderosa in-fluencia, la antropología, y'mástarde la filosofía^han de sufrir una revolución en todas sus fama9.

Objeto ulterior de mis lecciones sucesivas,será el examen de este punto particular: y asíque os haya expuesto los hechos generales y elverdadero sentido del darwinismo, me ocuparéde la descendencia animal. Esta consecuencia,tan importante á la vez que extraordinaria,ante la cual retroceden la nftiyor parte déloshombres, no es más que la simple deducciónparticular, que en virtud de leyes inductivascientíficamente fundadas, necesariamente ; séderiva de la teoría de' la descendencia, sin salirdel riguroso terreno de la lógica inflexible.

De ningún modo se puede expresar con clari-dad en muy pocas palabras toda la importanciade la doctrina genealógica, cómo titulándola1

Historia de la creación natural. Adoptaré,por lotanto, esta denominación, en mis lecciones su-cesivas, por más que ésta expresión sólo seaexacta en cierto sentido, porque, como podréisobservar, en el sentido extrieto de laS palabrasla denominación de Historia de la creación na-tural, encierra una contradicción implícita, unacontradictió in adjeto.

rara comprender este aserto, es necesarioexaminar con alguna atención la idea de crea-ción. Si, por la palabra creación se entiende elorigen de un cuerpo por el hecho de Una poten-cia, de una fuerza creadora, este! concepto noslleva á pensar en el origen de la materia de uncuerpo, ó en el origen de su forma. Tómadaenel primer sentido, la idea de creación no es deeste lugar. Este medio de creación, si se hapresentado alguna vez, sale desde luego de laesfera de los conocimientos humanos, y nopuede, por lo tanto, ser objeto de ninguna in-vestigación que pertenezca al dominio de lahistoria natural. Esta ciencia considera lámate-'ria eterna é indestructible, porque nunca se hapodido demostrar experirnentalmente la apari-ción ó desaparición de la menor partícula demateria. Cuando un cuerpo parece disiparse,

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BEVISTA EUROPEA.-r-7 DH JULIO DE 1878. N.° 228

como, por ejemplo sucede en la combustión, ón <•la putrefacción, en la evaporación, etc., nohace mas que cambiar de forma, de modo deagregación física ó de composición química. Dela misma manera, la aparición en la naturalezade un nuevo cuerpo, por ejemplo, de un cristal,do un hongo, de un infusorio, significa única-mente qu© diferentes partículas materiales quepreexistian bajo cierta forma ó modo de agru-pación particular;, han adoptado, como resul-tado de modificaciones realizadas en las condi-ciones de su existencia, una nueva forma, unnuevo modo de agrupación; pero ni una aolavez se ha observado que la más imperceptiblepartícula de materia haya desaparecido, ni quese haya añadido un solo átomo á la materiapreexistente. El «aturalista se reconoce, pues,tan impotente para explicarse el origen comola destrucción de la materia, y esta es la razónporque considera la cantidad de materia queexiste en el universo como.un hecho dado. Sialguno siente la necesidad de creer en el origen deesta materia como producto de una actividadcreadora sobrenatural, de una fuerza creadoraque existe fuera de la materia, nada tenemosque decirle, limitándonos á hacerle observarque de este concepto no resulta la menor venta-ja pira el conocimiento de la materia. La ideade una fuerza inmaterial que ha creado la ma-teria, es un artículo de fe que no tiene nada decomún con la humana ciencia: en donde la fe,principia, la ciencia termina. Estas dos fases dela actividad del espíritu humano, son esencial-mente distintas: la fe deriva de la imaginaciónpoética; el saber es producido por la razón hu-mana estudiando el mundo exterior. Misión dela ciencia es recoger lo? bienhechores frutos delárbol del saber, importándole poco que sus con-quistas per judiqueu, ó no, á lasfantásticas crea-ciones de la fe.

La historia natural, cuando comprende que"la historia de la creación natural^ es su objotomás. elevado, más precioso, más capital, se veobligada á tomar la idea de la creación en elúltimo de los dos sentidos arriba enunciados:es decir, en el sentido del origen de la forma delos cuerpos. En tal sentido, se podria llamar"historia de la creación de la tierran á la geolo-gia que estudia los diferentes esta los de la su-perficie terrestre, y hace la historia de las mo-dificaciones que ha sufrido la forma de las ca-

pas geológicas. Del mismo modo se podri^llamar "historia de la creación de los» organis-mosn á la historia de la evolución de los anima-les y de las plantas, que se ocupa del origen dolas formas que han vivido, y escribe la historiade las múltiples metamorfosis que han sufridolos animales y las plantas. Sin embargo, comola idea de creación, tomada en el sentido antesindicado, lleva consigo la noción de un creadordistinto de la materia que la modela á su volun-tad, será preferible, en lo sucesivo, reemplazarlapalabra "creacionn con la más precisa de "evo-lución n

La gran importancia de la historia de la evo-lución para el conocimiento científico del mun-do de los animales y de las plantas, es tan uni-versalmente reconocida desde algunos años, quosin ella seria imposible dar un paso en la mor-fología orgánica, ó sea en la ciencia de las for-mas. Y, sin embargo, la expresión "historia dola evoluciona casi nunca, &e ha aplicado mas queá una parte de esta ciencia, es decir, á la evo-lución de los sores orgánicos, á lo quo habitual-mente ae llama embriología, y que estaria mejor designada con la expresión más precisa y ge-"neral de ontogenia. Pero, aparte de esta ciencia,existe también una historia de la evolución delas especies, de las clases, de las familias orgáni-cas; y esta historia, unida á la primera con la-zos importantes, ha recibido los materiales deque está formada por el intermedio de la paleon-tología. Esta ciencia nos enseña que, durantelos múltiples períodos de la evolución terrestre,cada grupo de animales y de plantas ha pasadosucesivamente por toda una serie morfológicade clases y de especies muy distintas. El grupode los vertebrados, p.e j . , ha pasado por la clasede los peces, por la do los anfibios, por la de losreptiles, por la de las aves y mamíferos, y cadauna de estas clases ha pasado á su vez por unaserie de variadas especies. Esta historia de laevolución paleontológica de los organismos, quese podria llamar historia de las familias ó philo-genia, está ligada, por lo tanto, del modo másimportante y más notable eon la otra rama dela historia de la evolución orgánica que se ocu-pa del individuo, ó sea la ontogenia: la últimaes, pues, extrictament? paralela á la primera.En resumen, la historia do la evolución indivi-dual, ó la ontogenia, es una breve y rápida repsticion, ó una recapitulación de la historia evo-

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Ñ.° 228 J. TEORÍA-DE T;A DESCENDENCIA. slntiva, paleontológica; ó sea de la filogenia, énconsonancia con las leyes de la herencia y de laadaptación á los medios.

Cómo os he de exponer más tarde en todossus detalles estos hechos tan interesantes y sig-nificativos, no quiero insistir ahora en ellos, li-mitándome á haceros observar que la doctrinagenealógica es la única que puede explicar lascausas'primarias, que sin el conocimiento de loshechóá por ella consignados serian de todo pun-to incomprensibles y oscuros y decimos porqué los animales y las plantas están sometidosá la ley de evolución, y por quA no entran enla vida completamente desarrollados. Todas lashistorias de creación sobrenatural son impoten-tes para darnos la clave del gran enigma del dos-arrollo orgánico. En esta cuestión, como en losdemás grandes problemas biológicos, la doctri-na de la descendencia nos ofrece respuestas queno sólo son satisfactorias, sino que tienen, ade-más, el mérito de atribuir únicamente á causasmecánico-naturales, á las fuerzas físico-quími-cas, fenómenos que desde muy antiguo era cos-tumbre achacar á fuerzas creadoras sobrenatu-rales. Por consiguiente, merced á nuestra teo-ría, todas las regiones del dominio botánico yzoológico, y en particular del antropológico—lamás importante de las regiones zoológicas-—senos presentan despojadas de aquel velo míticode milagro y de sobrenaturalismo con que has-ta el dia se complacían todos en cubrir los fe-nómenos evolutivos de aquellas ramas de lahistoria natural. El oscuro fantasma creado porla poesía mitológica se desvanece ante la luzdeslumbradora del conocimiento científico delas leyes naturales.

Los fenómenos biológicos más interesantesson los absolutamente inconciliables con la hi-pótesis habitual; que consigna que todo orga-nismo es producto de una fuerza creadora queobra con un fin determinado. Diremos, con estemotivo, que nada ha entorpecido tanto los pro-gresos de la antigua historia natural como ladificultad de darse cuenta de los órganos rudi-mentarios, esas partes del cuerpo que en los ani-males y las plantas carecen completamente defunciones, de significación fisiológica, y sin em-bargo, tienen una existencia real. Esos órga-nos, poco ó nada conocidos por los profanos ála ciencia, son dignos del mayor interés: no hay,tal vez, organismo de animal ó de planta que, al

lado de aparatos evidentemente encargado» dodesempeñar una función, no posea otros Cay»objeto es absolutamente imposible d«scubrir¡

En todas partes se encuentran ejemplos • d«este género de órganos; Numerosos embrionesde rumiantes, entre otros los; de los rumiantesdomésticos, poseen en la mandíbula superior, en,el espesor del hueso intérmaxilar, dientes ioci*-!sivos cuya erupción ó salida no se verifica jaKmás, y que, por lo tanto, no tienen ninguna utinlidad. Los embriones de machos cetáceos, (balle^ñas) que más tarde tendrán ballenas en vez dedientes, tienen antes dé nacer, Cuando les esabsolutamente imposible comer, mandíbulasprovistas de dientes que jamás han de funcionar.La mayor parte de los hombres no pueden mo-ver voluntariamente el pabellón déla oreja,: y¡¿sin embargo, poseen músculos á propósito paraproducir este movimiento, tanto que hay per-sonas que llegan á conseguir, después de un largoejercicio, imprimirá sus orejas algunos movi-mientos voluntarios. Por medio de una gimna-tsia especial, y sometiendo por mucho tiempo ala influencia de la voluntad estos órganos atro-fiados, que no quieren desaparecer, se puedehacer revivir nuevamente en ellos la actividadcasi extinguida; mientras que, por el conttfariOjnos es absolutamente imposible obtener eote re-!

sultado en los pequeños músculos que se encuen-tran sobre el mismo cartílago de la oreja, y^notienen ninguna acción. Nuestros antepasados delargas orejas, que vivían en la época terciaria,los monos, maquis y marsupiales que, como lamavor parte de los mamíferos podian imprimirmovimientos libres y rápidos ásus orejas extex-;ñas, muy pronunciadas en aquellas especies^ te-nian estos músculos muy desarrollados; y muirtitud de perros y conejos, cuyos antepasados sal-vajes podian imprimir muehos movimientos asus orejas rectas, los han perdido bajo la in-fluencia de la domesticidad, y tienen actual-mente los músculos atrofiados y las orejas blan-das y caidas.

El hombre posee, en otras regiones de sttcuerpo, órganos rudimentarios que no tienen im-portancia alguna para la conservación de lavida, y que no funcionan jama». Uno de los máscuriosos, aunque de los menos aparentes, es élrepliegue semilunar (plica semilunaris) que tene-mos en el ángulo interno del ojo, cerca de laraíz déla nariz. Este repliegue cutáneo, inCitil

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para nuestros ojogj es el resto, completamenteatrofiado; de un tercer párpado interno, que enotros mamífero; en las ares y en, los reptiles,está muy desarrollada, sin qae por eso les faltenlos párpados superior é inferior. Nuestros ante-pasados de la época siluriana, que existían des-pués de haber aparecido las primeras formas,parece que ya poseían este tercer párpado, lla-mado membrana guiñadora;ymuchosde sus pa-rientes más cercanos que, con formas casi idén-ticas, viven actualmente, por ejemplo, los tibu-rones, tienen una membrana cliñotante muydesarrollada^ la cual está inserta' en el ángulointerno del ojo, y puede cubrir todo el globoocular.

Entre los más notables ejemplos de órganosrudimentarios, conviene citar los ojos que noven, que tienen muchos animales que viven enlas tinieblas, ya en cavernas, ya debajo de latierra. Los ojos existen, y frecuentemente estánmuy desarrollados, pero aparecen cubiertos conuna membrana dispuesta de tal manera, queningún rayo de luz puede penetrar en ellos, ypor lo tanto, que jamás podrán ver. Estos ojos,sin función posible, los poseen muchos ani-males subterráneos, por ejemplo, muchas espe-cies de topos, ratones eiegos, serpientes, lagar-tos, anfibios (Proteus, Cecilia) peces, y tambiénmuchos animales invertebrados, cuya vida sepasa.»» la» tinieblas, multitud de escarabajos,crustáceos, caracoles, gusanos, etc.

La osteología comparada, que es una de lasramas más interesantes de la anatomía compa-rada, nos suministra multitud de ejemplos muyinteresantes de órganos rudimentarios. Del tron-co de la mayor parte de los vertebrados salendos pares de miembros el uno anterior y pos-terior el otro. Con mucha frecuencia se atrofiauno do ellos; y muy rara vez se atrofian losdos como, sin embargo, se vé en las serpientesy en algunos peces anguiformes; pero ciertasserpientes, por ejemplo las grandes (boa python)llevan, todavía en la parte posterior de su cuer-po algunas piezas óseas inútiles, resto de losmiembros posteriores que han perdido. Lo mis- 'mo les sucede á los mamíferos pisciformes, á loscetáceos, que sólo tienen bien desarrollados losmiembros anteriores, las aletas pectorales, yllevan sin embargo detrás, en el espesor de lacarne, un par de piezas óseas superfinas, que sonlos reatos de los miembros posteriores atrofia-

dos. Otro tanto se observa en muchos pecesverdaderos, que han perdido los miembros pos-teriores ó sean las aletas ventrales. Por el con-trario, nuestros orvetos (anguisj y algunos otrosreptiles llevan debajo de la piel la armazón oseacompleta do la espalda> y sin embargo carecende los miembros anteriores que debían estar ar-ticulados en ella. Por último, algunos verte-,brados presentan cada uno de los huesos de I03dos pares de miembros, en todos lps grados deatrofia, y con frecuencia los huesos en vías deretrogradacion; y los músculos que se insertanen ellos existen parcialmente, aunque «in me-dios de ejercer la menor función. E\ instru-mento existe pero no se le puede hacer sonar.

Es un hecho casi general la presencia de ór^ganos rudimentarios en las flores, en las pualesse encuentran, más ó - monos atrofiadas, una úotra parte de los órganos ¡masculinos ó femeni-nos de la reproducción, los estambres, anteras,,ovario, etc. En ellas también se pueden seguir,comparando especies análogas, los múltiplesgrados de la retrogadacion del órgano. La fami-lia tan numerosa y tan natural de las bilabi^idas(labiadas) á la cual pertenecen la melisa, la men-ta pimentada, el sándalo, la yedra terrestre, eltomillo, etc., tieno por carácter encerrar en sucorola labiada dos estambres largos y dos cor-tos; pero en muchas especies de esta familia,por ejemplo, en las diversas especies de la salviay del romero, sólo se desarrolla un par de estam-bres, estando el otro par más ó menos atrofiado,y en ocasiones faltando completamente. Otrasveces existen los estambres, pero sin anteras,siendo por lo tanto inútiles, lío con tanta fre-cuencia se suele encontrar el rudimento, el restoatrofiado de un quinto estambre, órgano fisio-lógicamente inútil, puesto que no tiene ningúnpapel que desempeñar; pero de extrema impor-tancia morfológicamente considerado ¿ si se deseacomprender la razón de la forma de sus parientesnaturales. En mi Morfología general de los orga-nistruys, hay un capítulo que se titula: "Déladesproporción de los órganos, ó de la dysteleolo-gía/> en el cual cito muchoa ejemplos de estaclase de hechos.

No hay fenómeno biológico que haya dejadomás perplejos á los zoólogos y á loa botánicos,que estos órgamos rudimentarios ó abortados.¿Cómo puede haber herramientas sin empleoposible, aparatos orgánicos que existen y no

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E. HAECKEL.,—TEORÍA DE LA DESCENDENCIA.

funcionan, que so han construido con ua .ímdado y que son incapaces de llegar á, este finíCuando se considera los esfuerzos hechos por loaantiguos naturalistas para adivinar este enigma,cuesta, en verdad, mucho trabajo contener Jarisa ante las deducciones extrañas á que habíanllegado en el asunto. Como no podian encontrarla verdadera explicación del hecho, habían es-tablecido la conclusión de que el Creador habíahecho -estos órganos "por amor á la simetría, n óbien suponían que le. liabia parecido inconve-niente y fuera de razón que unos órganos inca-paces de funcionar, faltasen en absoluto á losorganismos que los poseían, cuando otros orga-nismos muy parecidos ¡á ellos los tenian; y que,por lo tanto, había querido, para compensar laausencia de la función, dar, á lo monos á títulode adorno, una vana apariencia de órganos: delmismo modo, sin duda, que los empleados civi-les de la corte llevan en su uniforme una inocenteespada que jamás sale de la vaina. No debo creerque mis oyentes se preocupen un momento contal explicación-

E! fenómeno tan general y enigmático de losorganismos rudimentarios que los naturalistasantiguos no han podido explicar, se aclara per-fectamente de un modo sencillo y evidente porla teoría de la herencia y de la adaptación or-gánicas fundada por Darwin. Es fácil observaren la práctica las leyes de la herencia y de laadaptación en los animales y plantas domésti-cas, obteniendo crias artificiales; y de este modose llega á establecer la serie de las leyes de laherencia. Sin tratar, por ahora, á fondo esteasunto, me limitaré á decir, que la influencia,merced á la cual podemos dar una explicaciónmecánica de los órganos rudimentarios, y quenos permite considerar la aparición de los mis-mos como un fenómeno puramente natural, con-siste en la falta de uso de los órganos. Del traba-jo de adaptación á las condiciones exteriores dela vida, resulta que órganos que en otro tiempoestaban en actividad y funcionando, dejan pocoá poco do ser empleados, y no llegan á encon-trar después su uso, atrofiándose por conse-cuencia de la falta de ejercicio; y, sin embar-go, la herencia los lega de Una á otra genera-ción, hasta que al fin desaparecen en parte ó ensu totalidad. Supongamos que todos los verte-brados aarriba mencionados desciendan de unantepasado común provisto de dos ojos y de un

doble, par de miembros; nac}a: más f¿,<pl, en ea);ecaso, qae comprender la atrofia y Ja retrpgrad,a-cion gradual de estos órganp3, ,en, sus descen-dientes, que se veian imposibilitados de hacerde ellos el uso conveniente. Con la misma facili-dad so comprende loa diversos grados de desar-rollo de los cinco estambres,que existen origina-riamente en las labiadas (botpn floral), si se adrmite que todas las plantas de esta familia des-cienden de un antepasado común provisto decinco estambres. , . :

De intento me he extendido en este fenómenode los órganos rudimentarios, porque es de, lamayor importancia y porque nos lleva á abordaruna de las más grandes, más generales y másprofundas cuestiones fundaméntalas de filoseda,y de historia natural, que seria imposible re-solver en el día, sin recurrir á la teoría de ladescendencia.Desde que, de acuerdo con estfiteoría, no se admite, así en el mundo de loscuerpos orgánicos, como en él de los inorgáni-cos, otras causas reales que las físico-quítnicaa,al punto se proclama el triunfo definitivo de esteconcepto del universo llamado mecánico, qiie esel antípo.da del conceptipn teleológica. Com-parad las diferentes ideas emitidas reapeato &• 1»naturaleza del mundo, en distintos pueblos y di •ferentes épocas, y veréis que, en resumen, se laspuede colocar en dos grupos bien diversos:(unoque se puede llamar grupo causal ó mecánico, yotro que pertenece al tcleologismo ó vitalismo, yque es el que hasta nuestros dias ha predom|-na^i on biología, puesto que se considerábanlosreinos animal y vegetal como producto de unaactividad creadora que obraba con un fin deter-minado.

Al ver un organismo cualquiera, la convic-ción que desde luego parece imponerse sin dudaalguna, es, que una máquina tan perfecta, \xnaparato de movimiento tan desarrollado, sólopueden haber sido producidos por una actividadanáloga á la que el hombre emplea en la cons-trucción de sus máquinas, aunque mucho másperfecta; poro, por sublime que sea la idea quenos hayamos formado del Creador y de su acti-vidad creadora, po.r más esfuerzos que hayamoshecho para separarlo, de tpda analogía humana,cuanto más y con más madurez se piensa eneste asunto, más necesaria é inevitablementepersiste esta analogía en el concepto fisiológicode la naturaleza, y acabamos forzosamente ]£>or

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8 REVtSTA EUROPEA.'; 7 DE JÜiAO DE 4878. N." 228

representamos al Creador como un organismo,como un Ser que, ! siendo análogo al hombre,aunque infinitamente mejor conformado 'queéste, piénsíi enf él empleo 'que dará á su activi-dad creadora y se forja el plan de su máquinapara terminarla con un objeto dado, emplean-do los materiales convenientes. Todas estas ideasestriban en la frágil base del antropomorfismo; yrazonando de este modo, 'por alta que sea laidea qué uno "se haya formado del Creador, nose puede prescindir de revestirle de los atributoshumanos necesarios para trazar 'un plan y cons-truir uñ organismo con ún propósito determi-nado. Esta idea se ha expresado con suma clari-dad en el sistema más opuesto al de Darwin, ydel cuál Agassiz ha sido el principal defensor.En su celebré obra titulada: Essay on ela$ijication>que es de hecho antí-darwihiana, y qué ha apa-recido casi al mismo tiempo que el libro deDarwiñ, ha expuesto aquel naturalista extensa-mente,1 y con todas sus consecuencias, las absur-das ideaé antropomórficas sobre el (Jreador, deqrfl acabo de ocuparme.

En cuanto á la famosa' conformidad con el finen la naturaleza, debo aseguraros que existeúnicamente paiá aquellos que estudian superfi-cialmente los fenómenos de los reinos animal'yvegetal; pero los órganos rudimentarios de queos he hablado han dadoya un golpe contunden-te á esta doctrina. Cualquiera que conozca conalguna profundidad la organización y el modode ser'de los animales y plantas, cualquiera que iesté familiarizado con la actividad del torbellinovital, con lo que se llama la economía délanaturaleza, llegará forzosamente á deducir queesta conformidad conol fin tiene pocas probabili-dades de existencia. Estas optimistas opinionesno tienen, desgraciadamente, más fundamentoque la expresión tan usada del orden moral del" mundo, ii orden que irónicamente desmientetoda la historia. I.a soberanía»moraln del Papay de su piadosa inquisición, no era menos sig-nificativa enla Edad Media, que el predominiodel moderno militarismo consu aparato " moral Hde fusiles de aguja y otros ingeniosos ardides,inventados para eausar la muerte.

Examinad con detención la vida general ylas relaciones recíprocas de los animales y plan-tas, sin esceptuar al hombre, y en todo halla-reis lo contrario de esa unión tierna y apaciblepreparada, según dicen, á la criatura, por la

bondad del Creador; y en todo verois una guerraencarnizada y sin cuartel de todos contra todos.En cualquier lugar de la naturaleza que fijéisvuestras miradas, no hallareis aquel idilio depaz cantado por los poetas, sino, por el contra-rio, la guerra, el esfuerzo para exterminar alvecino más próximo, al antagonista más inme-diato. Pasión y egoísmo; hé aquí, tengamos óno conciencia de ello, todo el secreto de la vida.El adagio poético: ida naturaleza es perfecta,en donde el hombre no introduce sus medios dedestrucción,n no carece de belleza, pero es des-graciadamente muy exacto. Bajo este punto devista, el hombre en nada áe diferencia de losanimales; y en las consideraciones que os he deexponer al hablar-de ida lucha por la existen-cia, ii veréis plenamente justificado este aserto.A Darwin se debe, también, el haber hecho luzsobre este importante punto, y el haber hechoresaltar su elevado sentido, dándolo á conoceren toda su generalidad: es este uno de los pun-tos más capitales de su sistema, y por eao émismo lo ha llamado nía lucha por la existen-cia, H

Una vez precisados á rechazar en absoluto laopinión vitalista ó teleológica, respecto ala na-turaleza orgánica, opinión que hace de las for-mas animales y vegetales, los productos de uncreador benévolo que obra con un fin dado, óde una fuerza creadora que tiene también de-signios preconcebidos, nos es preciso aceptar de-cididamente el concepto del universo llamadomecánico ó casual. Se piiede, también, llamar áesta, opinión morrística ó unitaria por oposición ála dualística implícitamente contenida en laesplicacion teleológica del mundo. Hace algu-nos años que el concepto mecánico de la natu-raleza ha adquirido también carta de ciudadaníaen el sólido dominio de la historia natural, yen esta parte, ya nadie emplea inútilmente unasola palabra para combatirlo; á ningún natu-ralista ó astrónomo se le ocurre invocar la ac-tividad de un creador persiguiendo un objetodado, para explicar los fenómenos que á cadapaso se le presentan en sus dominios %cienti -fieos. Esta clase de hechos se considera sin discu-sión, como el producto necesario ó incontesta-ble de las fuerzas físico-químicas inherentes ála materia; este concepto e3, pues, puramentematerialista, "tomando en cierto sentido estaequívoca palabra. Cuando el físico estudia los

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N.* 228 K. HAECKET...-^-TEORÍA DE 1A DESCENDENCIA.

fenómenos del movimiento en la electricidad yel magnetismo, ó la caida de un cuerpo grave,ó las oscilaciones de-las ondas luminosas, muydistante está de llamar en su ayuda la interven-ción, de una fuerza creadora sobrenatural.

Hasta aquí la biología, considerada como laciencia de los cuerpos llamados nanimados.ii seencontraba-, bajo este punto de vista, en com-pleta oposición con la ciencia de I03 cuerpos in-orgánicos; la nueva fisiología ha aceptado la doc-trina mecánica para explicar los movimientosde los animales y de las plantas; pero la morfo-logía, la ciencia de las formas de unos y otras,no ha recibido todavía la influencia de esta doc-trina. Los que estudian la ciencia de las formasse encuentran ahora como antes; y en el dia,muchos de olios niegan la doctrina mecánica delas funciones, y miran las formas animales yvegetales como hechos que no se explican por lateoría mecánica, y que proceden ele una poten-cia creadora, superior, sobrenatural, obrandocon un fin determinado. Importa poco que seconsidere esta potencia creadora, como un Diospersonal; que se le llame fuerza vital (visvüalisjó causa final (causa finalis); en uno y otro caso,hay—¿á qué negarlo?—que recurrir al milagropara encontrar alguna explicación, entregándo-se á una creencia poética que no puedo tenerningún valor en las ciencias naturales.

Respecto á los esfuerzos hechos antes deDarwin para establecer una interpretación me-cánica del origen de las formas animales j vege-tales, diremos que todos han abortado sin haberobtenido jamás el asentimiento general. Estabareservado el éxito á la doctrina de Darwin, yeste es uno de sus mayores méritos, porque conella ha establecido sólidamente la idea de la uni-dad de la naturaleza orgánica ó inorgánica, y haencarrilado con las demás ciencias naturales, enuna solaMa de perfeccionamiento,, á la partedela historia natural que trata de la estructura delas formas vivas y del significado del origen deestas formas, que hasta aquí con más tenacidadse apartaba de toda explicación mecánica, esta-bleciendo así definitivamente la unidad de todoslos fenómenos naturales.

Esta un.dad de toda la naturaleza, esta uni-ficación de todas las variedades de materias, estaunión indestructible do la fuerza espiritual y dela materia corporal, ya Goethe las había estable-cido, al decir: "la materia y el espíritu no pue-

den obrar ni existir separados." Los grandes fi-ósofos unitarios de todos los tiempos, han de-

fendido estas proporcione» fundamentales deloncepto mocánico del Universo. Ya Demócrito

de Abdera, el inmortal fundador de la teoría,atomística, las había: formulado casi quinientosaños antes de Jesucristo; pero sobre todo lasproclamó valientemente el monje dominicanoGiordano Bruno, que por esta razón, fue quema-do en Roma, por orden de la Inquisición cris-tiana,; el 17 de Febrero de 16Q0y precisamenteel aniversario del dia en qu©, treinta y, seis añosmás tarde, nacia su ilustre compatriota y cotn-'pañero de armas Galileo. A tales hombres, queson capaces de vivir y morir por ana granidea, se les denigra con el epíteto de "materia-listas, ii encomiando, como "espiritüaliáta»,ií á'sus adversarios, que emplean, como medioa depersuasión, la hoguera y el tormento!

Merced á la teoría de la descendencia nosencontramos, por la primera vez, en aptitud dafundar la doctrina de la unidad de la naturale-za, lo bastante para que la inteligencia de todospuela explicarse por causas mecánicas los com-plicados fenómenos del mundo orgánico, con lamisma facilidad que cualquier hecha físico, porejemplo, los torreniotos, la dirección del vientoó las corrientes marítimas; y llegamos tambiéná tener la convicción, en extremo importante1»de que todos los cuerpoB conocidos de la na tan-raleza están igualmente iianimados,n y que la¡oposición, en otro tiempo establecida, entre loscuespos vivos y los muertos, no tiene razón deser. La caida de una piedra al encontrarse libredespués de lanzada en el espacio, en virtud déleyes determinadas, la formación de un cristalen una solución salina, son fenómenos que per-tenecen á la vida mecánica lo mismo que elcrecimiento y florescencia de las plantas, que lamultiplicación y actividad consciente de losanimales, y que la sensibilidad y el ©atendi-miento del hombre. Haber sentado sobre sa-lidas bases este concepto unitario de la natura-leza, es el mérito indisputable de la doctrinagenealógica reformada por Darwin.

ERNKSTO HAECKEL.Traducción d< Claudio Cuvelro.

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10 REVISTA EUROPEA.*—7 DE, JDJ.IO DE 1878. N.? 228.

FILOSOFÍA GRIEGA.ESCUELAS ANÍERlOBES Á; SÓCRATES.

Las Edades en la Historia de la Filosofía.—Edad grecoromÉma/^Filosofía griega.1—Relaciones entre la filo-sofía griega y la filosofía oriental.—La Religión y laFilosofía.r-La raza griega.~Eelaoionés con el Asia. ICausas que favorecen el desarrollo de la yida inte- •lectual en Grecia.

Hay en la Historia edades; épocas y periodos,aspectos relativos de una entidad goneral, reve-laciones parciales del ser que va expresando suesencia en la vida. Allí donde haya ser finito,esencia, realización de esta esencia, apareceránlas edades, con valor real y objetivo, como as-pectos del ser que vive, y que, por vivir, cambiay muda.

La Historia de la Filosofía es la historia delpensamituto humano, que podemos estimarcomo el pensamiento de un solo hombre que váeslabonando con perseverancia unos tras otrosrazonamientos á ideas, concepciones y teorías.Y si en cada, uno de los hombres se suceden in-fancia y adolescencia, virilidad y senectud, asítambién la Humanidad pasa por diferentes eda-des que van mostrando las virtualidades y ener-gías del pensamiento en su desarrollo histórico,energías y virtualidades que ellas mismas nosdan la división de la Historia dé la Filosofía.Edad Oriental, Edad Greco-latina ó Indo-pelásgica, Edad moderna ó cristiana, son lastres grandes etapas de la historia del pensamien-to humano, dejando aparte la edad contempo-ránea ó novísima, edad que continúa abiertapara que nuevas ideas y nuevos pensadores lallenen y completen.

Extendida y propagada la civilización deOriente á Occidente, é implantada la semillade la raza Jafética, la raza pensadora por exce-lencia, «n las reglones europeas, aparece la se-cunda Edad de la Historia de la Filosofía, conla Filosofía griega. Y lo primero que natural ylógicamente se exige al estudiar la Filosofíagriega, es fijar las relaciones entre esta segundaEdad y la Edad precedente.

Atendido el concepto de la Edad en la Histo-ria, como un nuevo estado ó modo de desarrolloque, junto á condiciones que responden á lanueva faz del sujeto histórico, refleja caracteresde estados que fueron y que explican su apari-

ción como natural desenvolvimiento de gérme-nes que constantemente se hallan dados en laesencia del ser ó entidad que se historia; recor-dando que, ni en la Naturaleza ni en el pensa-miento, jamás se procede como á saltos ó deun modo fortuito ó casual, sino que todo vivesujeto á leyes inmutables y principios eternosque revelan á Dios y la presencia de Dios en elMundo, y dirigen la marcha y sucesión de losacontecimientos; no perdiendo de vista qu« elpensamiento humano vive también sometido áesas leyes y principios, fecundando el pensa-miento de ayer al pensamiento de hoy; vere-mos surgir relación entre la cultura oriental'yla cultura griega inmediatamente y como linaconsecuencia necesaria. Y sin embargo, no fal-tan autores—y de gran talla en los estudioshistórico-filosóficos,—para quienes la filosofíagriega aparece sin lazo, sin vínculo con el pen-samiento indio, hasta el punto de poder tejersela historia del pensar- humano, pasando por altolos esfuerzos intelectuales de lo¿ pueblos delantiguo Oriente.

Para otroa la Filosofía griega es un segundoperíodo de la Filosofía antigua;esta es su prece-dente natural. La indagación indiano sepierde,sino que, muy al Contrario, es la que sirve deguía y faro al pensamiento en Grecia. Final-monte, afírmase también,—y sin negar la co-nexión y enlace del pensamiento en ambas ci-vilizaciones,—que son tales y tan extraordina-rios loa caracteres de la Filosofía griega quecrean, no un segundo período, sino él comienzode una nueva Edad.

La Filosofía griega presenta tres momentosdistintos por BUS tendencias y condiciones es-peciales. Es fenómeno que se origina de exis-tir en uno de estos momentos relación viva ymanifiesta con la Filosofía oriental, reflejándoseen otro la propia genial manifestación del pen-samiento griego, y finalmente, predominandoen el último un sincretismo y un afán tal decomposición y discusión cíe ese pensamiento contodas las virtualidades del pensar en otras re-giones, que vuelven las influencias orientales ysé abren nuevos y anchos horizontes al espíritufilosófico.

Los ciento cincuenta primeros años de la Fi-loíofía griega no pertenecen propiamente á lahistoria de la raza Pelásgica, sino que en ellos

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N.° 2 K. BELTRA.H Y RÓZP1DR.—FILOSOFÍA. GRIESA.

Ia3 distinga razas, tradiciones y vicisitudes desu complejo pueblo crean múltiples escuelas quecada una. expresa antecedente* y refleja ense-ñanzas de la Filosofía antigua. Estudiado á fon-do este primer período, aparecerá evidente elvínculo con la Filosofía oriental.

En el segundo período, la historia y la vidapasan á Atenas, brilla la Escuela Socrática, en-cuentra en ella su centro la aspeculacion filosó-fica, aparece y se desenvuelve toda la originali-dad genial del espíritu pelásgico, y es el períodogriego por excelencia.

Y después, cuando la cultura griega irradiaa Roma, y por medio de ésta á casi todo elOrbe, y vuelve á Alejandría y á los países orien-tales, y entra en sincretismo con todo lo que secreia y pensaba, se nos presenta el tercer períodode su filosofía, período en que esta pierde granparte de sus caracteres originales.

Así nos separamos de opiniones extremas yafirmamos que la Filosofía griega ni fue repro-duccion de la Filosofía sanskrita, ni apareciósin precedentes en la historia.

Dedúcese de lo expuesto que son tres los perío-dos en que puede subdividirse la vida del pensa-miento griego, á saber:

Primer'período. Comprende las cuatro es-cuelas anteriores á Sócrates, desde Thales deMileto hasta los dias en que florece aquel filó-sofo, abarcando siglo y medio ó dos siglos. Elsentido y carácter de esas escuelas es tan con-tradictorio, que parecen venir de fuentes com-pletamente opuestas; la finalidad y problemasde las Escuelas Jónica y de Abdera nada ofrecende común con los principios y soluciones de losPitagóricos y Eleáticos. EL pensamiento grie-go se va elaborando en medio de perpetuas con-tradicciones.

Segundo período. Empieza con Sócrates yabraza las Escuelas socráticas, imperfectas yperfectas; las Escuelas Cyrenáica, Cínica, Me-gárica, Elica y Erótrica; la Academia, el Liceoy el Pórtico.

Tercer período. Aparece cuando esta filosofíaviene á Italia, se infiltra en la civilización ro-mana y sigue sus aventuras; abarca las dos pe-nínsulas y los focos de cultura que establecenlos últimos esfuerzos del Paganismo y los j)ri••meros anuncios del Cristianismo. En la luchade pensamientos prepondera la filosofía de losSantos Padres y la especulación teológica, y este

predominio caraoteria» al período, dequé media desde la decadencia de las EscuelasSocráticas hasta San Agustin y ¡Proclo.

Nos proponemos estudiar el primer periodo,,lasEjcuelas Jónica, Jifcálica, EleáticayAíamAiti-íca, representadas porThalesde \ tüéta, Pitágoraa>Parméetiides: de Ele» y , Denjíócñtbj coaxpíear1

diendotiambien AEmpedocles.de Agr.ijeé.to,-r—tía*,yas teorías se formulan en una- especia de s in-cretismo que no permite afiliarle 4 ninguna deaquellas, y como Corolario y último resaltado d»la anarquía científica y desorganización socialque promueven las luchas de escuela y departidoen aquel gran pueblo que jamás supo alcanzar la;unidad política, los Sofistas, cuyas argucias prorvocaron la violenta reacción que parsonifieátSócrates, abriendo á la Filosofía nuevos y másvastos horizontes. .••-•

A manera de precedente, conviene recordarlos conceptos religiosos de Grecia, porque es va*hecho constantemente repetido en todos ; loapueblos la existencia: de relaciones entre lafilosofía y la religión. Pero entre lo esencialá la naturaleza del hombre y las religiones po-sitivas no cabe establecer relación natural. Nohemos de ir tras lin fundamento - historie©^pues de lo particular no podríamos deducirlo general ó filosófico, En el fondo de todo mo-vimiento religioso, en lo esencial de todas lasreligiones, hay algo común que puede consideñrarse como lo que funda capitalmente el earácwter ,$e religión, á saber: umion del hombrecon Dios. La religión supone Dios y Hom-bre, y unión, concacto, ascendimiento ó des-censo. Sin esto, no hay religión. Ahora bien, laidea religiosa se declara primeramente ¡ po¿medio da revelación, tradición ó autoridad; mascuando del período espontáneo se pasa al refle-xivo, os ley natural delespíritu aplicar la razónal examen y crítica de loa dogmas y preceptosr e l i g i o s o s . . . • • . . . • ' • . - .

En ellos se vislumbran con más ó menos claridad principios relativos al Ser, á Dios, al Mundo,al Alma, alBien, cubiertos con el velo delmiste-rio y ensalzados con la aureola del milagro, y alllegar La edad de la razón, al hombre se esfuerzaen su propio pensamiento para desechar el pen*samiento impuesto, y aparece el filósofo que de-pura y acrisola I03 mismos principios religiosos!,y loa afirma ó ios niega (ortodoxo ó heterodoxo).

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tía REVISTA K0ROPEA.— 1 DE JOLIO DE 1878. «*-:'• 828

En Grecia, los pueblos pelasgos y helenos re-velan en sus primitivas manifestaciones religiónsas las tendencias > del sfaturalismo indio, contoda la> grandeza y deformidad que reviste alllegar al Occidente de Asia. Como aquí, "tribú-tase culto á la luá, adóransa los astros y se¡ pros-terna* el hombre aate los grandes fenómenos dela Naturááeza^Los poetas homéricos-^ú Hornero,si existió—-fueron los que llevaron á cabo, pormedio del arte, la tiasformacion de i las anti-guas ideas religiosas,, poniendo frente á frentede aquellas terribles divinidades asiáticas lasbellas creaciones del antropomorfismo'. Hornerofue el Lutero griego, el engendrador de un nuevoaspecto1 religioso, que es aceptado por los cole-gias sacerdotales, y alcanza muy luego predomi-nio en loa himnos sagrados de lals dos principalescastas, dorios y jonios.

Este antropomorfismo que no desmentia lapersonificación de las fuerzas naturales, sinoque por una figura las convertía en personifica-ciones de los astros, este tropo religioso que asíconcertaba la idea antigua con la nueva, llegóá ser la genial expresión da la originalidad delpueblo griego. Y ¡es un concepto tan plásticode la religión, que parecen abandonadas susideas capitales, inmortalidad, destino futuro,sumo bien, etc. El antropomorfismo tiende másá representar la vida del cielo que no á estable-cer relación entre los dioses y el hombre. Noquedan, sin embargo, olvidadas esta relaciónni aquellas ideas. Están eri el fondo de la religióngriega, por más que no aparezcan la mitologíaartística homérica.. No hay ninguna religión queno decida esóa capitales problemas. Hay relaciónmanifiesta de Júpiter; Juno,; Marte, Venus,Diana, etc., al hombre, relación particularísima,individual, no general, de lo divino con lo hu-mano,; que, sin embargo, existe, porque el fon-de de toda religión, es algo real y objetivo, dadoen la'posibilidad de que Dios esté en el hombrey el hombre en Dios, y ella por sí misma llamabaá la especulación; filosófica y la engendraba talvezudel modo>y manera que la desenvolvióSócrates.

Este carácter especial de la religión griega, elpredominio de las formas que anonadaba bajo'laa múltiples y admirables creaciones del arteplástico y de la poesía^ lo que hay de perma-nente y esencial en toda concepción religiosa,la carencia de dogmas bien definidos, de leyes

morales fundamentadas en'un principio supe-rior, explican la bposicion de las escuelas ysistemas filosóficos á las ideas religiosas.

En Crrecia penetran influencia» y tradicionesorientales y, sin detenernos en la Consideracióny juicio en este lugar dé • excursiones y viajesmás ó menos legendarios llevados á cabo por susprincipales pensadores, reconocemos como basede nuestros estudios que 1» filosofía griega nonierece él dictada de autóctona. Pe roá lá vezque esto animamos, será preciso confesar quehay mucho de genial; y propio en el mundo es-piritual de los griegos, asertos que podrían jus-tificarse—si acaso no bastara'el examen de lasdoctrinas filosóficas en los tres periodos de suhistoria—considerando por una parte la filia-ción etnológica y el origen de l6s pueblos quevinieron á establecerse en territorio griego, ypor otra el genio particular de la nación helena,que trasciende á todas las esferas de la vida:'in-telectual, mediante ese espíritu curioso y ávidode ciencia que distingue á la raza griega, si he-mos de creer á Platón.

Los Jonios, Dorio3, Aqueos y Eolios son des-cendientes directos de aquellos hombres primi-tivos que habitaban al Oriente y Mediodía delaa márgenes del Caspio y en las riberas del Oxoy el Yaxartes: son aquellos Jávanas que podoantes de la gran excisión que dio lugar á laemigración meridional de los Aryos, abandona-ron su patria y dirigiéndose á Occidente, pene-traron en Europa por las regiones qw limitanol Ponto-Euxino. Es, pues, la población griegade raaa indo europea, no obstante, que algunade sus familias refleje antecedentes semíticos.Los griegos y los indios reconocen un mismotronco común, y los primeros pobladores de laEuropa oriental que la historia menciona noolvidan su cuna. Tradiciones primero, datoshistóricos después, revelan activa y sostenida:comunicación entre las gentes que moraban enel Peloponeso é islas del Archipiélago, y: los

pueblos de origen semita ó indo-europeo qu«• dominaban los territorios del Asia menor, Pe-nínsula que durante siglos ñió lazo de unión en-tre;it!s dos. continentes.

ífSbre la base de las propias ideas religiosas,cuyo fondo se enlaza siempre con las doctrinasfilosóficas de carácter general, y tomando puntode apoyo en tradiciones más ó menos incierta»

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228 B. DÉ MEDINA.-rLA, MONEDA EN LA ANTIGÜEDAD.

ü. oscuras del antiguo Oriente, comienza á, ela-borarse el pensamiento griego. Pero rigen, suvida,principios desconocidos ó apena» desen-vueltos en la cultura oriental, porque en Greciael' orden civil se impone al orden religioso, elindividuo tiene ya responsabilidad corno ciuda-dano y el pensamiento es libré. Condicionesson estas- que, unidas á aquel espíritu curioso yávido de ciencia, explican la nueva fase de lacultura humana y el alto grado de independen-cia y desarrollo que allí alcanzan las artes y laespeculación filosófica. Y son de tal índole lascircunstancias especiales que favorecen y esti-mulan el ejercicio de la razón que, á pesar delas sentencias dictadas, por influjo de la clasesacerdotal ó por causas políticas, contra algunospensadores, se continúan las Escuelas y consi-gue la filosofía el brillo, la importancia, el ma-jestuoso desenvolvimiento que obtuvo ©n losdias de Platón y de Aristóteles.

Pero hay momentos históricos en que las fa-cultades no se armonizan, sino que viven másó menos confundidas en el espíritu. En las pri-meras edades, en los períodos espontáneos lafantasía se asocia íntimamente al laboreo dela razón, y así aconteció en Grecia, donde, noobstante • manifestarse ya en el período ante-socrático y. con gran empuje las tendencias racionalistas, se acudió á los mitos, á las personi-ficaciones del culto, á los misterios, á las formaspoéticas para exponer ó conservar las doctrinas.

Para terminar, recordaremos, que la consti-tución social y política de los Estados griegosfavorecía en sumo grado el ejercicio de todaslas facultades del espíritu, y bajo una forma degobierno civil.no hierática, allegó la filosofíamayores condiciones de vida y desarrollo. Elmundo; griego acude á la razón y encuentra enella anchos y nuevos horizontes donde espaciarsu inteligencia, desligándose completamentedel colegio sacerdotal, y adquiriendo de aquíesa libertad y audacia en el pensar que tantorenombre ha dado á su filosofía. La lenguagriega, ademas, analítica con relación á la len-gua de los semitas y al habla de los Vedas, conuna fecundidad de raíces y derivaciones i quemaravilla, era también mucho más apta para eldesenvolvimiento y progreso del pensamientofilosófico. ,

RICARDO BELTSUK ¡Y RÓZPIDE.

Los que no ven satisfecha su curiosidad enlos grandes rasgos de la historia, los que deseanentrar en el detalle de las costumbres,, los quequieren saber cómo se vivía en el,mundo anti-guo, cómo se efectuaban los casamientos, cómose educaba- á los niños, cómo se vestía, cuál erala moneda corriente, en qué forma pagaba cadacual á sus proveedores, de qué manera los Roths-child de la, época arreglaban £us cuentas, si elpatrón ó el marco era el oro ó la. plata, y siAtenas y Roma conocieron las crisis monetariascomo Londres y París, encuentran seguramenteun experto guíaren el autor francés M. Lenor-mant,'

La última obra suya que se ha publicado enParís lleva el mismo título, con que encabeza-mos estas líneas, y constituye jin interesante es.tudio acerca de la moneda en los antiguos tiem-pos, que no sólo ofrece atractivo á los sabios yeruditos sino á cuantos buscan en «1 eonocirmiento del pasado la justificación ó la críticadélas leyes económicas, establecidas en el pré-sente. Merece, pues, que demos cuenta de soaparición, y á ello tienden estos rápidosapuntes. ••

j£l instrumento de los cambios, en la más re-mota antigüedad conocida, no era ni una piezade plata ni una pieza de, oro; era un buey ó uncarnero.

Sabíamos que pecunia viene aspeáis;, pero ig-norábamoSf que rupia se deriva de répa, palabrasánscrita que tiene el mismo significado quepecus.

En el nombre mismo de las monedas se en-cuentra la huella ó señal de las costumbres pri-,mitivas.

Todos los pueblos de raza ariana arreglabansus cuentas al principio por cabezas de ganado.En el Rig- Veda, los honorarios de los médicosse valuaban de este modo. Después de una lar-ga enfermedad, se daba al médico un carnero óun buey. Pero ¿cuál era el precio de una simpleconsulta1! Probablemente una pierna ó una chu-leta, según la mayor ó menor celebridad deldoctor á quien se consultaba.

En Roma, en una época en que la monedametálica era ya conocida desde hacia largo

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REVISTA ÉUR-OPEA.^-7 DE TOMO <DE"1'878; Ñ'.** 228

tiempo, las leyes Aternia-Tarpeia y Menenia-Sestia fijaban aun en animales el importe delas multas. Un buey, según aquellas leyes,equivalía á diez carneros. Kn las antiguas leyesCHcandinavas, un buey valía cinco carneros más.

En Atenas, de un hombre que habia vendidosu silenció, sé decía que habiá pasado un bueysobre su lengua (3o?í í-x! •y\có<rH €Í£WM). "Ésteproverbio," dice M. Lenormant, se conservabaen el lenguaje como un vestigio del tiempoen qué sí hácian los pagos en gaflado.it :

Las relkcíoíies de comerció, al desarrollarse,hicieron buscar un medio más cómodo de gra-duar el precio de Tas cosáis, y se emplearon losmetales oomo instrumento de cambio, muchoantes déla invención de la moneda propiamentedicha. Se usaban pedazos de cobre, de plata ó deoro, de cualquiera forma y peso. Estos pedazos secolocaban en una balanza, y según era necesarioñe recordaban1 algunos á fin de obtener el pesofijado de antemano entre el comprador y él ven-dedor.

Mas tarde sé Fabricaron lingotes rnétálióos dedeterminados pesos, guardando entre sí relacio-nes exactas, como de] sencillo al doble. Los máspequeños, correspondientes á los Valores mini-nos, se empleaban en las transacciones diarias.

Esto constituía ya Un progreso indudable-mente; pero los que recibían aqixellos lingotes;iun no tenían garantía alguna de su valor in-trinseco.

La invención de la riloneda propiamente di-cha no se remonta más allá del siglo VII antesde nuestra era. Los griegos y los lidienses sedisputan el honor de esta invención qué datadel''día énque el Estado, por un empréstito ofi-cial, garantizó la ley al mismo tiempo que el pe-so de los lingotes metálicos empleados como ins-trumentos de cambio. Aquel dia la moneda tomó un carácter fiduciario, y el Estado pudoobligar á los particulares á recibirla.

Pero una vez inventada la moneda, so presen-tó la cuestión siguiente: ¿Se empleará un metalpara la fabricación de la moneda, ó (Jos metales?La antigüedad en masa se pronunció en favorde lo que hoy llamamos el monometalismo. EnGrecia Ka prevalecido constantemente la medi-da de plata. En ííoma se adoptó primero la decobre, después la de plata hasta el fin de la re-pública, y por último la de oro, en tiempo delos emperadores.

M ; Lenofmant dá detalles interesantes acer-ca del sistema monetario de los atenienses. Aun-que la moneda legal era la de plata, los grandesnegocios en el inercadó de Atenas se regulabanen Oro. Pero este oro, por lo general, no estabaamonedado; circulaba en la forma de lingotes,cuyo curso variaba de un dia á otro. El comer-cio, la banca era quien determinaba el valor deloro, y no el Estado.

Se conocen, sin embargo, monedas dé oroatenienses. En ciertos casos, las necesidades delTesoro público obligaron al Gobierno'á emitirpiezas dé oro; pero siempre ofrecieron el carác-ter particular de qué, si el Estado garantizabasu peso y sil ley, no fijaba su valor. Las pieza»ñ& oro eran verdaderos lingotes que seguían li-bremente las fluctuaciones del'valor del metal.

Hasta Alejandro, lá relación dé la plata con eoro era, por termino medio, de uno á doce; untalento de oro valia doce talentos de plata.Después de las conquistas de Alejandro se tras-portaron de Asia á Grecia grandes cantidades deloro. Entóneos, un talento de oro no válitt yamás qtíé diez talentos dé plata; y esta relaciónSubsistió con ligeras variaciones hasta la con-quista romana.

Como sé vé, Alejandro Cambió sin saberlo lascondiciones económicas del viejo inundo, y tienederecho, en lo sucesivoj á ocupar un puesto enla historia de lá economía política.

Otro hecho podemos citar. Los emperadores¡| romanos, á partir de Séptimo Severo, alteraron

las monedas de plata, y en seguida empezó laexportación del oro. Este metal, muy abundan-te hasta entonces en el imperio, fue escaseandocada vez más. Lo cual demuestra que en todotiempo y lugar, el valor escapa á las prescripcio-nes de las leyes y los decretos; porque siempre,y en todas partes, depende déla naturaleza delas cosas y dé las necesidades del hombre.

Entre él mundo antiguo y el moderno haytufa analogía económica de la que se creería apf'íi)ri. Hoy, la mayor parte do las transaccionesde nación á nación, ó de una ciudad á otra, severifican por medió de efectos dé comercio.Pues bien; el efecto de comercio por excelencia,la letra de cambio, era ya conocida de la anti-güedad. Y, £á qué pueblo creerán nuestros lec-tores que Corresponde el honor de esta invencióntan importante acaso como la de la moneda? ¿Alos fenicios, los mayores' negociantes del viejo

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V. Dfí Í A FUEíTTE.—¡í'üBT.IOAGIÓííBS ESPAÑOLAS.

mundo, los holandeses é ingleses de aquellos le-janos tiémpcte? TSTó. A loa asirios, de quienes trié-nos pudiera esperarse.

Las Tetras de cambio asirías se espedían oñplanchitas de barraque recuerdan, por la formay las dimensiones, nuestras pastillas de jabón.Se trazaban Ion caracteres en el barro blando, ydespués se metia la pastilla en el horno. El pro-cedimiento no era muy cómodo, seguramente, yhornos hecho bien en preferir el emborrona-miento de Un pedazo de papel timbrado; peroofrecia al monos la ventaja do dar tiempo á lareflexiona ¿Quién sabe? Si los jóvenes que fir-man efectos de comercio tuvieran necesidad dellevar su pastilla al horno, y esperar á que estu-viera perfectamente cocida, más de uno, tal vez,retiraría su letra de cambio y la haria pedazos.

Las condiciones del comercio entre los asiriosy los babilonios, explican que estos pueblos ha-yan sido los primeros en realizar la idea de laletra.de cambio. El comercio fenicio se haciaprincipalmente por mar. Y el de la Asiría yBabilonia, por el contrario, no podia ser, porefecto de la situación geográfica, mas que ter-restre, por medio de caravanas y á través degrandes desiertos. El trasporte de numerario erapor consiguiente muy costoso, y sobre todo ofre-cía grandes riesgos. Estas razones indujeron álos asirios á servirse de la letra de cambio; ycuando los judíos de la Edad Media la inventa-ron por segunda ve/¿¡ obedecieron indudablemen-te á motivos análogos.

RICARDO DE MKDINA.

SOBRE Z.A HISTORIA DEL SISI.O XVI.

Respuesta al artículo de H. Baumgarten.

Hace un año que salió á luz en Madrid unopúsculo intitulado uLa Reseña del movimientohistorial en España, de M. Alfred Morel-Fatio,por Augusto Pecoul, antiguo discípulo de laEscuela de los Diplomas en París, M El trabajode Mr. Pecoul se publicó primoramente en laEevista de Archivos y Bibliotecas: después sa-i ó á la luz en un folleto de 20 páginas, impreso

en casa de Fortánet, en gran papel, y tamañocasi de á folió. '"

Es Mr. Pecoul muy conocido en la buena so-ciedad de Madrid, y aún máa entre los liféíatbsespañoles, por haber residido algunos añoa entrenosotros, agregado á la embajada francesa: EnMadrid se hallaba también á principios del añopasado 1877, cuando principió á circular poraquí la Reseña del movimiento historial deEspaña, que publicó Morel-Fatio en la Revuéhistorique •

El trabajo de Mr. Morel-Fatio, de mérito ensu fondo, y nutrido de datos, ni era completo,ni exacto siempre fin stis apreciaciones, ni me-nos imparcial. Pero sobre estas cualidade"s' ne-gativas descollaban dos defectos graves, una;'al-tanería1 y arrogancia tales, que rayaban en des-precio, y Un abuso ele calificaciones fuertes yduras, que salían do los límites que la cortesíapermite en la apreciación de los trabajos lite-rarios, cuando se hace aquélla con la serenidady buena fe que debe presidir en la crítica justay desapasionada, para que el censor y la censu-ra corrijan sin lastimar ni herir. La censura dela Historia de los judíos por el'Sr. Amador delos Ríos, tirándola, como suele decirse, á lospies de los caballos, y lo mismo las de otro» li-teratos, por su misma exageración vino á quitartoda su fuerza á las observación! 3 críticas, mu-cho más cuando estas se hacían sin prueba al-guna y bajo palabra de honor, como decirse suélev

Así que Mr. Pecoul, como correspondiente dela Real Academia do la Historia, se creyó en elcaso de volver por el decoro de nuestra literatu-ra ante aquella corporación, y publicar el tra-bajo que leyó en ella. En la primera plana (pá-gina 5), dice á este propósito:

"Con elogios muy merecidos tributados á doc-tos españoles, elogios a los cuales se asiente conjusticia, el Sr. Morel-Fatio, endereza á otrosescritores, y á la ciencia histórica española engeneral, censuras, quizá alguna vez fundadas,pero que son inadmis bles por la forma ofenstvausada en ellas. 11

"Podríase preguntar si los autores que el se-ñor Morel-Fatio encomia habrán estimado susalabanzas, por supuesto muy merecidas, tantocomo si hubiera procedido con mayor equidadrespecto de otros á quienes maltrata, siendodignosdelasmayoresconsideraciones.it

Lo que decía Mr, Pecoul acerca de las califi-

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eaciones altaneras é injustificadas de Mr. Mo-rcl Fatio, se viene, no solamente á las mientes,sino á la pluma, á propósito del articulo de H.Baumgarten, "acerca de las publicaciones espa-ñolas sobre la historia del siglo xvi, n que havisto la luz en el tomo XI de la REVISTA E U -

ÍÍOFUA, núm. 217 de la colección, correspon-diente al dia 21 de Abril de 1878. Y se vienetanto más á la memoria, cuanto que el artículode Baumgarten, en muchas de las cosas que encae número se dicen, parece un eco fiel de aquelotro, has'a el punto de hacer creer (Dios y elescritor me perdonen el juicio temerario, si loes) que algunas de las obras las ha visto Baum-garten con los ojos de Morel-Fatio, lo mismo enlo que aplaude que en lo que vitupera. Nues-tros lectores comprenderán la necesidad de con-testar á loa dos á la vez, y de paso juzgarán si eljuicio que formo es temerario. Abstendréme detoda calificación dura ni fuerte, á fin de que noso me diga que incurro en los mismos defectosque censuro, y solamente heriré en lo que seanecesario por vía de defensa y restablecimientode la verdad. Mi objeto no es defender mi Historia eclesiástica (cuestión personal y secunda-ria) sino manifestar que no estamos en el casode pasar por las apreciaciones de la críticaracionalista estranjera.

Ante todo, -es de advertir que el criterio deuno y otro escritor, lo mismo Mr. Morel-Fatio,que Baumgarten. es protestante, con sus punta»de racionalista: en tal supuesto, claró está queen las cuestiones de religión y de catolicismo hade ser distinto, y les ha de parecer á ellos muymal lo que á los católicos nos parece muy bien.Pero á la vez en estas disputas interminables, loscatólicos tenemos derechos iguales á los de losprotestantes, y no hago poco en calificarlos deiriuales para ante el tribunal de los indiferentis-tas, pues ante los católicos, y como buen cató-lico, no me es lícito reconocerles derecho-i igua-les, pues sería equiparar el error á la verdad.Así que, lejos de sentir la censura que uno yotro hacen de mis libros, y en especial de la"Historia eclesiástica de España," las he leidouna y otra vez con singular complacencia, y mealegraré de que las repitan, pues tales diatribas,no solamente no me rebajan, sino que me enal-tecen. Mas yo no voy á llevar esas cuestiones alterreno de la Teología, sino al de la crítica his-torial.

Morel-Fatio dice que está nllena de ultramontañismo repugnante." Es verdad que enotros puntos me elogia y faltaría yo á los deberesde cortesía y gratitud si por ello no le mostrasereconocimiento. Pero repetir esas frases lison-jeras seria también falta de modestia, sobre queá nada conducen. No estoy menos reconocidoá los elogios que me prodiga (pues excesivos loshallo) Hermann Baumgarten en su citado ar-tículo, y aunque en algunos puntos coincide conlas apreciaciones de Morel-Fatio, en otros sehallan algunas que son suyas peculiares, y queindican haber leido la obra:y no de priesa. Esmás, en el artículo de Baumgarten hay inexac-titudes pero no ofensas. Cayóme en gracia lacalificación católico¡ terriblemente, ortodoxo, (¡vál-gamo Dios si viera cómo me han puesto ciertasgentes!) que no puede hablar sin cierto extreme-cimiento (sic) del protestantismo. Los paisanosdel poeta Marcial, de allá del riñon de la cel-tiberia no nos asustamos tan fácilmente. Yocomprendo á un racionalista con sus negacione sabsolutas, pero no me hacen gracia las mediastintas protestantes, creyendo en la Trinidad yno creyendo en la Transubstanciacion. Que nose describe el movimiento progresivo de laIglesia, es un cargo gratuito que ni el censorprueba ni puede probar, ni creerá nadie quehaya leido la historia eclesiástica de España.Es más, como yo no admito el principio casifatalista del progreso continuo, presento lasépocas de retroceso hasta por siglo3, pues descri-bo la gran decadencia del siglo v, los esfuerzosde restauración del VI, el gran explendor del VII,l.i decadencia de la Iglesia en este desde el des-tronamiento de Wamba y la ruina completaá principios del VIII.

Después de la gran oscuridad de los siglos IXy X miorar los principios de la restauración re-ligiosa desde el XI y las causas que contribuye-ron á ello, la influencia cluniacense, con susgrandes ventajas y sus pequeños inconvenientes.

, los esfuerzos progresivos, pero poco felices, delsiglo XII que dieron los brillantes resultados dela gran restauración del siglo XUI, el siglo degran esplendor en la Edad Media, que yo sólodescribo en España, pero que más de una vezparangono con el de la Iglesia en general; la de-cadencia que viene, en los siglos xiv y xv, co-mo describo con vivos colores la del siglo xvny primera mitad del xvm con respecto al i ran

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N.° 228 V. DE LA FUKNTE. PUBLICACIONES ESPAÑOLAS. 17

explendor y progreso del siglo xvr. Quien nohaya visto esto en ella, no la ha leido bien.

Vamos, pues, á ver los puntos concreto» enqne halla faltas el citado crítico:

1." No servir para el estudio del desarrolloprogresivo de la Iglegia.

2.° Mosaico de hechos aislados y muchasveces de interés secundario.

3. ° No entrar en la gran corriente del movi-miento histórico.

•í.° Desconocimiento completo de la historiade Alemania.

5.° Poner en caricatura á Francisco T.G.° Equivocar una fecha con respecto al

concilio de Trento.7.° Callar el conflicto entre Felipo TT y la

curia romana.Ya me daria yo por contento con que no tu-

viera mi obra más que estos siete pecados, casode que sean cierfos, pues al fin no son de losmás graves, y mucho más reconociéndome im-parcialidad, rectitud y amor á la verdad sinambajes ni disimulos, que es lo principal en elhistoriador. Pero veamos si esos cargos sonexactos, cuáles de ellos y hasta qué punto.

El primero de no diseñar el desarrollo pro-gresivo de la Iglesia, coincide con el de no entraren la gran corriente del movimiento histórico.

Por lo que hace á esos cargos, es de advertir,que uno de los mayores defectos de que adole-cen las historias particulares, es el de meterseen las corrientes de la historia general, en las cua-les, como de más fondo, se navega mucho mejorque en las aguas bajas de las historiasparticula-res. Tengo más de veintehistorias de poblacionesde España, en que se habla de todo menos dela historia del lugar, pues sus autores, nave-gando dulcemente por esa gran corriente, hanpretendido hablar, por ejemplo, de la(políticadel emperador Carlos V, para venir á decir alfin del capítulo, que aquel señor estuvo en sulugar, donde oyó misa y almorzó en casa delcura ó el alcalde. El afán de generalizar es unode los vicios que se achacan á la literaturamoderna en general, y á la historiografía con-temporánea en particular. He procurado evitarese escollo, para reducir á seis tomos los ma-teriales que tenia para más de doce.

2.° "Mosaico de hechos aislados, y á veces deinterés secundario.M

Es cuestión de gusto, y en este punto cadaTOMO XII

uno tiene el suyo. Precisamente de Alemanianos ha venido ese modo de escribir la historia,fraccionándola en cuadros aislados. Yo hube dehacer la primera edición calcada sóbrela de Al-zog, que publicó la Librería Keligiosá, y hubede .adaptar la mia á la de aquél. Reprendiómepor ello un sacerdote español tan ilustrado cómocompetente. Yole manifesté los graves incon-venientes do volver al estilo clásico de loscronistas, y que, de seguro, si me hubiese suje-tado á él, se me hubiera zaherido por ese mo-tivo.al hacer la segunda edición.

En cuanto á contener la historia particularpuntos secundarios, ésto, lejos de ser un defecto,es una ventaja. Pues qué, [el buen labrador des-perdicia loa terrenos de segunda? En vegas ytierras de primera, cualquiera cosecha. El cen-sor desciende aquí á probar su aserto, y precisa-mente indica con ello, que es más fácil censurarlo escrito, que evitar lo censurado al pasar á es-cribir. Échame en cara el haberme detenido congrandes detalles en el origen de la PolíglotaComplutense. No haré á mi censor la injusticiade creer que considere la impresión de la Com-plutense como cosa de segundo orden, pues for-maría bajo concepto de su saber bibliográfico ycompetencia en la materia si tal asegurase. Su-pongo que querrá dar á entender que me exten-dí demasiado sobre ese punto. Por de pronto, jono hablo del origen, sino de la impresión: olorigen databa de las Hexaplas de Orígenes. Elpárrafo en que se habla de ella lleva por epígra-fe: LciHipografia en España al amparo de la Igle-sia, Políglota Complutense. Yo no iba á tratar dela tipografía metiéndome en la gran corrientede la historia general, ni bajo el punto de vistasecular y profano, sino sólo en lo religioso é im-portante para la Iglesia.

Tiene el párrafo poco más de siete planas. Deestas se dedica la mitad á la celebérrima Polí-glota, la primera de la cristiandad, y recien des»cubierta la imprenta, ¿quién que la conozca lohallará demasiado? Aun eso está tomado delP. Quintanilla, y por cierto que no debe echár-melo en cara, pues poco antes me había elogia-do por "dejar la palabra á los contemporáneos,lo cual presta atractivo al libro."

Pódia haber cercenado en la narración delfranciscano unas veinte líneas; pero, ¡.merecíaesto la pena de poner puntos suspensivos?

Por lo que hace á Erasmo, si tuvo influencia

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on la Europa central y del Norte, en la parte me-ridional, y sobre todo en España, tuvo tan poca,que apenas merece citarse. El que haya algúnprelado que le mostrara aprecio y algún frailoque otro do qaien á principio de la protesta sedijera que erasininaba, son datos tan recónditosque, aun cuando se conozcan, no merecen ci-tarse como cosa importante, y menos por quienecha en cara el descender á noticias do segundoorden. Ya sabemos la manía de los eruditos eneste punto: cada noticia que ellos saben y no secita por el escritor, es una cosa importantísima,trascendental, capaz de trastornar el mundo.

Lo mismo podemos decir do Valdós: las mis-mas obras que se han escrito acerca de los he-terodoxos españoles le dan importancia secun-daria,, y la obra del Sr. D. Fermín Caballero loacredita así. Publicóse ésta en 1875, y para en-tonces ya estaba terminada mi historia. Por depronto, podría preguntar á mi censor de cuál delos Valdós habla, pues el libro del Sr. Caballe-ro (donde está la correspondencia de Alonso deValdós con Erasmo, que lo ha sugerido esta ad-vertencia) trata de los dos hermanos, Alonso yJ lian de Valdés. Do Alonso, el amigo do Eras-íno, dice el Sr. Caballero al hablar de su muer-te: "El último período de la vida de Alonso deValdós había permanecido hasta ahora muy os-cuxo.ii Malos católicos como él los habia entón-eos á centonaros en España, y buenos católicosque influyeran más que ól en las cosas de la Igle-sia los habia también, y no he podido citarlos nidescribirlos. jQué importan, pue>j, las relacionesde Valdés con Erasmo para la marcha generaldo la Iglesia, ni para la particular de la do.Es-paña] A dónde íbamos á parar si la historia hu-biese de descender á todos esos pormenores queencantan en las biografías, y estorban en la his-toria.

Dejemos á un lado lo de la falta de humanis-mo de que habla el autor: es una frase huoca deesas que se usan ahora, que parece que quierendecir mucho, y nada de cierto ni fijo expresan.La calificación de bondadoso niega que sea opor-tuna con respecto á Paulo III: no lo estraño,pero como mi criterio no e3 racionalista, ni pro-testante, sino católico, lo sostengo y ratifico.

El presentar los vicios de Francisco I reco-nocidos por biógrafos y cronistas, y explotadoshasta por novelistas y pintores, en el género ro-mancesco, no es hacer caricatxira sino crítica;

La historia general de la Iglesia católica, en sugran corriente, la acusa y acusará de mal ca-tólico, y do haber preparado con su mala con-ducta las guerras religiosas y civile3 que aso-laron la Francia. Los protestantes no lo venasí: jpero he de guiarme yo por su capricho?Son ó no son ciertos los hechos do que yo leacuso. No sirvo decir que fue un Rey galante ycaballero: se puede ser Rey galanhwmo y sermal católico. La escuela liberal le aplaudirá,pero la católica no; y sobro todo, una cosa escensurar, y otra hacer caricaturas.

Lo de la equivocación de fecha de 1517 por1552, que me acumula el censor, es un cargogratuito; y eso que la califica nada monos que detorpe. Los escritores contemporáneos indicanquo durante la primera reunión del Concilio de1542 á 1547, en cuya fecha me ratifico, con elConcilio de Trento en la mano, los padres nosiempre se dieron por seguros en Trento, pjr te-mores que exageraban los italianos, pero que noabrigaban ios españoles y alemanes, como allídigo.

La Bula misma do traslación dada en Fe-brero de 1547 y que viene on la sesión VII,dice que puedan hacerla los legados ad aliamcommodiorem el opportuniorem SEÜ TUTIORTCMciviiatem. En el párrafo siguiente se dice: ElHimperador manifestó gran sentimiento por latraslación, cabalmente en el momento en quesus victorias sobre los hereges ponían la ciudadde Trento á cubierto de un golpe de mano.» Ahorasabemos las posiciones que tonian entonces loscontendientes, pero no era tan fácil saberlo en-tonces, y el historiador tiene que ponerse en olterreno histórico, no en el de la casualidad.Vea, pues, mi censor cómo mi torpe equivoca-ción es una equivocación suya, quo yo me abs-tengo de calificar do torpe.

En cuanto al conflicto de Felipe II con laCuria romana, debia mi censor ser algo más ex-plícito. Yo doy noticia de varios conflictos, yes posible que él no los haya hallado: en la pá-gina 318 so habla de los conflictos de 1572 y1593. En la misma página cito un conflicto dejurisdicion centre mil que se pudieran citar porel mismo estilo.u

Dadas las exiguas proporciones á que yo hotenido que reducir la Historia eclesiástica deEspaña, por condiciones editoriales y otros con-ceptos, no me parece un exceso do galantería

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N.'° 228 E. CASTELiWOVO. LA. PIERNA DE JUAÍSTITO. 19

el suponer que el historiador sabe algo más quelo que ha dicho en su obra.

Nada diré respecto al cargo de desconoci-miento de la Historia de Alemania... nde decirtantos absurdos como palabras acerca de la ligade Esmalkalda... u y do llamar uinonslruosidadeswá mis calificaciones respecto al Duque de Sajo-rna, á quien yo acuso y él defiende. El criterioprotestante desdo Lutero hasta Morel-Fatio yBaumgartem, ha propendido siempre á llamargalantería la lascivia de los reyes. Por ese mo-tivo no podemos convenir en apreciaciones,cuando nuestros puntos de vista son tan distin-tosy nuestro criterio tan diferente. jAquó,pues,discutir, si no nos hemos de entender? El ha-blar de la habitual lascivia y otras malas caa-lidades de Francisco I, lo llama mi censor cari-catura: ¿qué extraño es que llame bondadoso áJuan Federico? Loa que participaron do sus ra-piñas á la Iglesia en Alemania, como de los deEnrique VIH en Inglaterra, no habían de llamarmalvados al uno y al otro, siquiera por decen-cia. Pero si digo tantos desatinos como palabrasacerca de la liga de Esmalkalda, haga por probarque loa protestantes ganaron la batalla de Albis(según suelen llamarla nuestros escritores,) puescasi es de lo único de que hablo incidentalmentecomo cosai-elacionadaconnuestra historia, pues-to que las vicisitudes de aquella liga correspon-den á la historia general y no á la particular deEspaña.

Concluyo con esto mi vindicaccion y rea-puesta, á la cual, contra mi voluntad he dadomas extensión do la que queria y pensaba: acha-que deplorable de las réplicas, pues si no se con-testa á todo parece como que se confiesa uno der-rotado en lo que no contesta. Por ese motivo herasgado citas y pruebas que tenia amontonadas.

Una observación me permitiré solamente acer-ca de las apreciaciones que Mr. Morel-Fatio, ensu dia, y ahora el Sr. Bamgarten, hacen relati-vamente al viaje de su mimado libro de E. Cock,Mr. Morel, que al hablar de las crónicas que pu-blica Rivadeneira bajo la dirección del Sr. Ilo-sell, dice que en ellas "las notas brillan por suausencia" jpor qué no las puso él á la obra deCock? Pues bien las necesitaba, porque adolecende inexactitudes, que, de pasar sin correctivo,como se han impreso pueden inducir en errores.Desde las primeras páginas los hay de conside-cion.

Principia el viaje en la pág. 10, en la cual sellama Canalejas al pueblo de Canalejas. Al ha-blar de la Universidad de Alcalá, pág. 11, dice desu rector: "este tiene la autoridad de casi todala villa, excepto la justicia seglar que pone SvjMajestad.ii Ni el rector tenia la autoridad decasi toda la villa, pues solamente tenia la juris-dicción del fuero académico en los matriculados,ni!a justicia seglar la ponia Su Majestad. La villade Alcajá de Henares fue de los arzobispos deToledo en lo espiritual y temporal hasta el año1834. El arzobispo nombraba un vicario gene-ral para lo primero, y un corregidor para lo se-gundo. El primer corregidor nombrado por lacorona lo fuó D. Pedro Gómez de la Serna, ytambién el primer corregidor que entró en laUniversidad con bastón, pues llanta entoncesnunca se le habia consentido esto, como tam-poco en la de Salamanca.

En lo que dice luego acerca de la jurisdiccióneclesiástica, hay otras dos inexactitudes. A SanJusto y Pastor los llama estudiantes: no es cos-tumbre llamar estudiantes á los doctrinos, ó niñosde la escuela, ni llegaban aquellos á mancebos niaun á ser adolescentes, pues eran niños, y lomuestran sus reliquias.

Tampoco es cierto que los graduados para obte-ner canonicatos en la iglesia de San Justo, hu-bieran do ser todos de la Universidad de Alcalá,pues en las prebendas del arzobispo podia éstepresentar graduados de Salamanca, Valladolid yBolonia.

En Jas cosas de Aragón se tropiezan también'varias inexactitudes, áqueno necesito descender.Bastará con indicar estas para manifestar cuanconveniente hubiera sido salvar por medio denotas estas inexactitudes.

VICENTE BE LA FUENTE.

Madrid 23 de Mayo de 1878.

LA PIERNA DE JUANITO,

Ni nada grave tenia yo que reprochar á Ade-la

(Suplico al lector tenga en cuenta que no soyyo, el autor, el que habla, pues á esta Adela nola conozco ni do vista. Quien así se expresa eael Sr. Eoberto Cefali, doctor en leyes, propieta-rio y marido de Adela.)

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20 BEVISTA. EüaOPEA.. 7 DE JULIO DE 1878. N.° 228

Ni nada grave tenia yo que reprochar á Ade-la, ni nada de sório tenia Adela que reprocharen mí, pero ello es que no podíamos sufrirnos, ópara hablar en justicia, yo no la podia soportar,pues Adela era tan flemática de carácter, queni ile una violenta antipatía era capaz. Plati-cando con mis amigos, solía yo llamarla míramey no me toques, aun cuando no la tenia en elconcepto de mujer frágil, líbremo Dios de talpenwarüiento, sino porque cuando hacia cual-quier movimiento ó abria la boca para hablar,pereda una persona que temiera quebrarse ódeshacerse.

Kra yo en.otros tiempos un joven algo insus-tancial, pero habiendo adquirido luego, sin dar-iiio cuenta de cómo, mayor valor é importanciamural, considerábame á mí mismo cual unavictima del matrimonio. A mi edad, con mitalento (pase por modestia), mi título de doctor•ia ukoque, regular fortuna é independencia ab-soluta (pues mis padres habian fallecido pocotiempo hacia), hubiese llegado á hacer un bri-lhinte papel en el mundo á no ser por aquellami bendita consorte que no tenia un átomo si-quiera de idealismo. Basto decir, en corrobora-ción de lo dicho, que cuando durante nuestraluna de miel! tuve la ingenuidad de leerla algu-nos de mis versos, jamás la pude arrancar ungrito de admiración. No se vaya á creer que éstatüfira la principal razón en que mi antipatíahacia ella se fundaba. Suele decires: iquién esel ¿ai Mas yo diria, investiguemos, sí, quién esella, pero sepamos también cuál es la rason delos hechos, que muy bien puede encontrarse enla humana vanidad, pues vanidad herida ó va-nidad halagada suelen ser los manantiales demuchos odios y muchos amores, y véase cómosegún que me hago viejo, vóiine haciendo filó-sofo.

En suma, hubiera sido difícil el encontrar-otro matrimonio más aburrido que el nuestro, yera cosa de gusto el ver cómo siempre queAdela y yo nos hallábamos juntos á solas, bos-tezábamos uno frente á otro. El nacimiento de«luanito no vino á alterar en nada tan interes.mte situación. Adela quiso criarle, y durantela lactancia pasó á ocupar habitación separada;mas terminada esta no manifestó propósito devolver á la antigua costumbre.—Ella hablará,—decíame yo con profunda sabiduría, y entreíanto buscábame en los teatros distracciones

que iiX3 indemnizaran de mi solitario tálamoAdela no hablaba: era, eso sí, testaruda como

una piedra. Como á la mayor parte de las mu-jeres virtuosas, la bastaba con un hijo.

Hay que confesar que Adela queria mucho áJuanito, al que prestaba todo género de cuida-dos, y c ratínuaimnte le estaba lavando, mu-dándole de ropí y haciéndole saltar sobre susrodillas, pareciéndome que jugaba al pelele conél, puei, yo coino hombre superior, desdeñaba losmimos y sentía por mi hijo un afecto lleno dodignidad. Loa grande t sacrificios, las virtudesheroicas comprendíalas perfectamente y sen-tíame capaz solamente que el siglo en quevivimos es tan prosaico! Eso sí, mientras tantoJuanito crecía perfectamente y á los tres años ymedio era uii niño hermoso, vivo, un verdade-ro capullo de rosa que hubiera hecho las deli-cias de un hombre más serio que. yo. Pero pormi parte, atendíale poco; hasta aquel niño,pobrecillo! me parecia un cómplice de la com-presión de mi fantasía; y él por tampoco me ha-cia muchas fiestas, siempre teniendo en partesuya á su mamá. Esta, y yo, á propósito del ni-ño, de continuo sosteníamos cuestiones, no re-cuerdo sobre qué, pero siempre por cosas fútiles,y como unas palabras traen otras, dijo una vezAdela:

—¡Vaya una vida agradable que llevamos!—Pues que cada uno tire por su lado,—res-

pondí.—¡Oh! por mi parte...—añadió ella.Cogí entonces la ocasión por los cabellos,

y espuse mi pensamiento de una separación,cuya enunciación la puso un poco pálida; perocuando se hizo cargo de que todo se haría ensecreto, y que la dejaría á Juanito hasta losdoce años, sin otra obligación que enviarlo ápasar conmigo quince dias cada seis meses, con-vino en que indudablemente esto sería mejorpara mí. Yo completó su pensamiento, diciendo:

—Mejor páralos dos,—y continué:—Será pre-ciso escribir á tu padre que venga á buscarte.

—Yo misma le escribiré mañana.—No hay necesidad de decirle el por qué.—-Ciertamente; eso sería darle un disgusto.—Se finje cualquier pretexto; tu salud, la ne-

cesidad de respirar el aire de tu país, además,á Juanito le sentará bien.

—Juanito no puede estar mejor de lo queestá.

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N." 228 E. CASTELNUOVO. LA PIERHA DE JUANITO.

—No importa, esas son cosas que se dicen.Luego de que estés allí, poco á poco, le cuentasclaramente lo que pasa.

Ella no me contestó, pero pareció quedar con-vencida de la conveniencia de mis observacio-nes, y me alejé de su presencia lijero como unapluma. Estaba á punto de reconquistar mi li-bertad, y pensé en el mejor modo de emplearla.Ya en adelante todo me sería permitido, menoscasarme, y esta vínica prohibición confieso queno me era penosa en modo alguno. Tampoco,sin embargo, pensaba en comprometer mireputación, pues no era ningún mal hombre;pero, lo repito, lo esencial para mí era estar li-bre. La presencia de Adela que, á decir verdad,no tenia nada de fea, me atacaba á los nerviosy me cortaba las alas. ¡Era una fatalidad!

Mis amigos, todos solteros, aplaudieron miresolución.

•—A esto hay que venir á parar. Cuando no seC3tá bien juntos, lo mejor es que cada uno echepor su camino.

Tal fue la profunda sentencia que lanzó undoctorcillo en filosofía, que era el Solón de latrinca, y después cada cual dijo la suya. Ténga-se en cuenta que allí el más viejo contaba trein-ta y dos años, y yo, casado, y con un hijo, te-nia solamente veintisiete. Habíame casado á losveintidós y medio, antes de haber terminadomia estudios universitarios. ¡Puede darse mayordesatino1!

- -A esa edad no es uno responsable de laspropias acciones,—decia nuestro sabio:

-—Asi es; no es uno responsable,—dije yo.Me sentí con la conciencia tranquila y el alma

desahogada, como hacia mucho tiempo no mevela. Para decirlo todo, aquella noche nos bebi-mos una botella de Champagne en celebridadde mi emancipación, y so brindó á mis futurostriunfos literarios, de los cuales [quién podiadudar? Los otros pudiera ser, pero yo, segura-mente que no.

Habiendo salido de mi casa después de comer,torné á ella á hora ya avanzada de la noche, ycon gran asombro mió, mi muj^r me salió alencuentro.

—Juanito se ha caído,—me dijo,—y se hacausado una terrible contusión en la rodilla.

—Qué, ísehacaidoly, jcómo?... ¡Dios mi o 1...el niño... pero... si no tenéis cuidado ningunocon él.

—Culpa de nadie ha sido,—me respondió'tranquila, pero seria. ~-A vis < en seguida al mé-dico .

—-No será para tanto. Con unóB baños de ár-nica hubiese bastado.

—No tal... El médico dice que hay que espe-rar á ver lo que resulta.

—¡Oh!... el médico...—Le ha puesto un vendaje y lia dicho que

volverá mañana.—Y vestida aún... ¿Por quó no te acuestas!

-Porque el pobrecito niño no está tranquiloun momento. Óyele cómo llora. Voy á allá5

¡Quieres verle?—Ahora, ipara qué! Ya le veré mañana.Y me retiré á mi cuarto, que estaba situado

al estremo opuesto de la casa. Cerré cuidadosa-mente laa dos puertas para que no mo incomo-dase ningún ruido, me desnudó y me metí en la.cama.

—Las mujeres,--reflexionaba entre mí, pocualquier bagatela arman un aparato de mil de-monios, y los médicos vienen á echar leña alfuego... Y todo es únicamente para darse im-portancia y para sacar más provecho... Si eneate mundo no hay más que egoistas.

Estiré, los brazos voluptuosamente, acomodébien las almohadas bajo mi cabeza y poco tardéen dormirme, bien persuadido de tres cosas:primero, que Juanito no se habia hecho ca.iidaño: segundo, que Adela habia de propósitoexagerado el mal con objeto de darme un dis- -gusto, y tercero, que yo era la única persona detalento y moderación en la casa.

Por la mañana; después de levantarme bas-tante tarde, fui á la habitación de Juanito,donde mi mujer habia velado toda la noche.Juanito se quejaba poco, pero tenia el rostroencendido y algo de calentura.

El módico lo examinó la pierna que estabamuy hinchada por la parte de la rodilla, y lemandó poner sanguijuelas.

—|Hay fractura? -le preguntó.— Fractura no...—Pues no habiendo fractura...—dijo yo gra-

vemente.—Oh!—contestó el doctor,—hay contusiones

que son peores que las fracturas.—¡Qué gusto tienen los médicos en alarmarle

á uno!—penBé. ,En último resultado, como la cosa no se vei»

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elara, me fue imposible escribir á mi suegropara que viniese á buscar á Adela.

Y á todo esto Juanito no mejoraba. Seguiacon la pierna siempre, hinchada y sin poderlaapoyar en tierra, y cualquier movimiento ha-cíale sufrir.

Acostumbrado á correr y saltar todo el día,debía padecer mucho el pobre chiquitin, te-niendo que estar de continuo en la cama ó sobreel sofá.

En pocos días perdió su color sonrosado, na-járonse sus mejillas y sus vivos y brillantes ojosae tornaron lánguidos. Adela, que no se movíade Hulado, hacia cuanto estaba de su parte portenerlo contento, y cada voz que yo salía medecía:

—Trae juguetes para Juanito.Y decia esto como la cosa más natural del

mundo: como si fuese una obligación propiapara mí el ir yo mismo á las tiendas de jugue-tes, y cual si entre ella y yo no mediase olacuerdo de separarnos. ¿Y qué habia de hacer1?No tenia otro remedí oque comprar los juguetesafrontando las risitas de mis amigos. ¡Dichosaemancipación! Aquella enfermedad de Juanitohabia venido á ser un gran entorpecimientopara conseguirla.

A todo esto la cosa iba larga. El módico decabecera manifestó que creía necesaria unaconsulta, y llamamos para éste objeto á uno delos más entendidos profesores de cirugía de lapoblación, el cual, tras muchos preámbulos, vinoá decir en conclusión que se habia formado untumor, que el niño debía tener tendencia lin-fática, que la curación tendría que ser larga yoirás varias cosas tan agradables como éstas.

Desde aquel momento la pierna del pobroJuanito sufrió toda suerte de martirios. Em-plastos, vejigatorios, incisiones, inyeccionescáusticas, cada din una nueva tortura.

Tales espectáculos eran superiores á mis fuer-zas, por lo que así que venia el doctor sentíaana necesidad imperiosa de irme á tomar elaire. Mi mujer, ¡dichosa ella! merced á su fle-mático carácter, podía asistir á la cura, sostenercon firmeza la pierna del enfermo, y merecer eltítulo de enfermera-modelo, y cuando yo, con-dolido verdaderamente por los padecimientosdel niño, dejaba escapar de mis labios dos ótres juramentos, aún hallaba modo de decirmesonriendo:

—i Qué se vá ganando en rebelarse contra laProvidencia?

Por lo demás, á mi en nada me maravilla-ban, ni su paciencia ni su resistencia física. Alprimer aspecto cualquiera la hubiese tenido poruna mujer de naturaleza débil; mas tenia in-dudablemente una fibra de acero para no caerenferma, velando la mayor parte de las nochesy constantemente encerrada entre cuatro pare-des. Yo, sin embargo, padecía mucho más, yeso que me acostaba á mi hora de costumbretodas las noches y pasaba fuera de casa la ma-yor parto del dia. Cuestión de temperamento,de nervios, mi mujer no tenia nervios.

Cuatro semanas habían pasado desde queJuanito se causó el daño en la pierna, y el pi-caro tumor que se le habia formado no llevabatrazas de curarse. Los dos médicos que le asis-tían se mostraban algo embarazados al respon-der á nuestras preguntas. Esperaban que prontose arreglaría todo, aunque convenían en que lacosa iba larga y que se habían manifestadocomplicaciones inesperadas. De un millón docaídas que tienen los niños, apenos hay una quetenga estas consecuencias, y esta una habíanostocado á nosotros.

Adela, triste, pero tranquila, manifestó deseosde oir un tercer parecer, y esta vez se recurrióá un médico muy célebre de otra población, unode esos hombres cuyas palabras son de oro, ydígolo sin metáfora.

Examinó éste durante una hora larga la pier-na de Juanito, tocando, comprimiendo ó intro-duciendo la sonda sin misericordia. El niñohubiera causado lástima á una roca. Yo sentíaun sudor frío que me obligó á salir tres veces delcuarto.

Mi mujer, con la mano del pobre mártir en-tre las suyas, ni hacia un movimiento ni pro-nunciaba una palabra; tenia los ojas secos ylos labios blancos.

Tras el examen local vino el examen general,el cual pareció dar un resultado satisfactorio,pues no obstante su tendencia linfática, Juanitoera muy robusto. Los tres médicos se retiraroná un extremo de la habitación á conferenciarentro sí y de común acuerdo dispusieron un mé-todo curativo.

—Si este no dá resultado.... —'dijo el doctorAllinori, que era el último á quien se habiallamado.

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N.° 228 E. CASTELNUOVO. LA. PIERNA DE JUANITO.

—¿Entonces?—preguntó mi mujer con vozapagada.

—Entonces pensaremos en otro,—contestó elmédico sin dar más claras explicaciones.

Cuando so hubo despedido yo lo seguí por elpasillo, y poniéndolo en la mano un billete deBanco de los de más valor, le preguntó en vozbaja:

—I Y bien]—Pues se hará otra experiencia.—jPero no creéis quo conseguiremos algo?—Yo espero que sí. Mas si así no fuese, habria

que acudir á un medio heroico.—¿Cuál?—¡Oh!... por ahora os inútil que tratemos do

él... Ya hablaromos más adelante.—No, decid, decid... ¿Qué medio es ose]El doctor Allinori, bajando la voz, murmuró:—La amputación.OyÓ3O un grito comprimido. Era mi mujer,

quo había venido de puntillas, y estando algooscuro el pasillo habia podido llegar sin ser no-tada hasta oir la terrible palabra pronunciadapor el doctor.

—Señora, señora,—dijo ésto muy pesaroso dolo ocurrido,—no hay que alarmarse; eso es unaeventualidad remota... Nosotros los médicos es-tamos en la obligación de prevenir todos loscasos.

Axlola parecía ya más tranquila.—Lo sé,— contestó.—Pero volvereis, ¿no es

verdad?Quedó convenido que el doctor volvería de

allí á los quince diag, y entre tanto^ae esporo elresultado del nuevo plan curativo.

Aquello de la amputación era horrible. Nopodia avenirme á la idea de ver aquel diablillodo Juanito sin una pierna. Sus muslos de rosasy leche, sus duras pantorrillas eran el gran or-gullo do su madre, la cual apenas encontraba áalgún conocido ya estaba levantando lospauta-loncitos al niño para enseñar sus formas redon-das y llenas; cosas todas estas en que yo habíareparado poco mientras Juanito estaba sano,pero que apreciaba en todo su valor ahora quela fatalidad venia á castigar tan cruelmente ála pobre criatura. Sí, lo confieso, entonces fuecuando comencé-verdaderamente á experimen-tar el sentimiento ¡do. la paternidad. La piornado Juanito me pertenecía; yo no podia permitirque el cuchillo de un cirujano la cortase, y tra-

taba de poner de mi parte á mi mujer y do ar-rancarla una fiera y decisiva protesta contra labarbarie que se tramaba en nuestro daño, peroolla limitábase á decir:

—Confiemos en que no será necesario,Juanito no sufría siempre. Tenia lúcidos

intervalos, durante los cuales reia y jugueteabacomo en otros tiempos. Habíamos hecho cons-truir para él un cochecito de mano con muellesque era una maravilla, y cuando hacia buentiempo lo llevábamos al jardín y aun fuera decasa, y entonces absorbía ávidamente el aire yel sol y recreábase con el perfumo de las florea yel vuelo do las mariposas, él, que hasta haciapoco tiempo) era una mariposa y una flor. Eranecesario obligarle á permanecer quieto en suasiento, porque olvidando su enfermedad, ácada momento quería saltar de él y echar á cor-rer como veia hacer á los otros niños. ¿Por quéhabia de ser de diversa condición, que ellos? El,por supuesto, no tenia conocimiento de la gra-vedad de su estado y echaba siempre cuentasdo poderse levantar mañana ó de hacer mañanaaquello quo deseaba. Su madre le secundaba enestas ilusiones,.y yo, cada vez que le oía talesfrases.faltábanlo poco para echar á llorar. Cuan-do la niñera se fatigaba do llevar el cochecito,Adela, que era la única que tenia autoridadsobre el enfermito y que por tanto habia de irconstantemente á su lado para impedirle mo-verse me decia:

—Roberto, ponte un poco en el lugar de laLisa.

Y& la obedecía y comencé de esto modo áadquirir confianza con mi hijo. ¡Y qué hermosoora Juanito! El viento levantaba .sobre.su can-dida frente los rubios ricitos y teñía de rosa suspálidas mejillas; perdían por algunos momentossus ojos la expresión del sufrimiento y refleja-ban un rayo do su antigua brillantez; sus delga-dos bracitos agitábanse gozosos y batia las ma-nitas una contra otra, . ; • r, ,

—¡Qué bonito es!—exclamó un dj,a ,en presen-cia de Adela. • ' . . :

.-r-¡0h!.—respondió,—¿ahora? Y sus pupilas sehumedecieron y parecieron mirar al pasado,como diciendo: .

—¡En otro tiempo sí que era hermoso!¡ Y en otro tiempo yo casi no habia reparado

oa ello! ,Por las mañanas, cuando no venia,, alguno de

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los médicoa, Adela caraba la pierna al niño, des-empeñando oficio tan delicado con una seguri-dad, una paciencia y ana solicitud admirables,líubiérase dicho al verla que habia pasado diezaños de practicante de cirujano en un hospital.No se podia negar que mi mujer tenia buenascualidades y era, por lo menos, extraño que yotratase de separarme de una mujer como ella,mientras tantos maridos... en fin... Pero porotra parte aquella bendita incompatibilidad decaracteres! Y luego que Adel? deseaba la sepa-ración tanto como yo! Por supuesto que nohabia que pensar en semejante cosa, mientrasdurase la enfermedad de Juanito. Cuando yaestuviese curado seria otra cosa... Pero, ¿y si nose curaba? Idea era esta que apartaba siemprede mí, pero qué tornaba inexorable á mi imagi-nación. .. Si no se curaba... Ciertamente que laseparación entonces hacíase mucho más fácil;/qué vínculo quedaría entonces que á Adelayámínos uniese?... Si no se curaba... ¡Oh, era horri-ble pensar esto!

Yo que no me sentía nunca con valor paraasistir á la cura, la preguntaba siempre á Adela:

—Y bien?Pero nunca ni de ella ni de los médicos logra-

ba obtener una respuesta satisfactoria.La'nueva visita del doctor Allinari, nos dio

un resultado desconsolador,—Hasta ahora no se nota mejoría alguna,--

dijo como respondiendo á las anhelantes mira-das de Adela y mías, y después, volviendo lacabeza púsose á hablar en voz baja con sus co-legas.

—Podemos esperar todavía un poco,—dijollevándome á parte —-¿Quién sabe? La natura-leza á veces hace milagros Mas si el milagrono tiene lugar, no habrá remedio, será forzosorecurrir al último medio que la ciencia sugiere.

Los otros a3Íntíeron á esta idea.—-¡La amputación! — exclamé. La terrible

palabra abrasábame la .lengua y retorcí rabio-samente mi pañuelo entre mis dedos. No tardómi mujer en reunirse á nosotros. Todo lo habiaadivinado, y poniéndome la mano en el hombromurmuró:

—¡Valor!¡Y era ella quien trataba de infundir valor

e n m í ! " 1 ' 1 ' • ' • • ' • ' ' • • '

—Urgencia, á decir verdad, no existe,—aña-dió el'doctbr1 Állinóri,—paro tampoco se podrá

dejar que el mal tome demasiado incremento,si no se quiere encontrar el cuerpo exhausto defuerzas. Yo volveré para fin de la semana queviene, y entonces...

—¿Tenéis alguna seguridad de salvarlo con laamputación?—interrumpió mi mujer con vozmás firme que la que yo hubiese podido tener.

—Seguridad completa no se tiene nunca,pero puédese sí tener una seguridad relativa. Siel niño no fuera robusto, si todas sus viscerasno estuvieran sanas, si el mal que so le ha ma-nifestado no tuviera una causa traumática, con-fieso que no me atreverla á aconsejar esta prue-ba... que, es seria... Pero, en fin, en el caso pre-sente, tenemos un sesenta por ciento de proba-bilidades en favor nuestro.

—¡Un sesenta: por ciento!—dije yo triste-mente.—[Y las otra cuarenta?

—Señor abogado,—replicó el doctor,—esta-mos pasando una borrasca, y no debemos ha-cernos ilusiones; un sesenta por ciento de pro-babilidades favorables valen más que un noven-ta y nueve por ciento de probabilidades ad-versas. •

—¿Con que no queda otro remedio?— dije yode nuevo con la angustia en el alma.

—Si en ocho ó diez dias no sobreviene algunacrisis benéfica, no veo otro, —replicó el doctor.—A lo monos tal es mi parecer. ¿Qué dicen miscolegas?

Sus colegas dijeron lo mismo que él. Pare-cíanme dos papagayos.

No pude más, y salí de la habitación mien-tra» mi mujer le repetía al doctor:

—|Con que volvereis la semana que viene!Aquel mismo dia aproveché un rato en que

Juanito dormía, para hablar á solas con Adela.—No, no,—-la dije,—los módicos podrán de-

cir cuanto quieran, pero nosotros no podemosdejar cortar la pierna á Juanito. Hacer de él unser inútil, un desgraciado... No, no podemos'absolutamente.

;.—¿Y si se muere!i :—Será una desgracia, una desgracia inmen-

sa; p&ro no habremos cometido üfla barbaria...No lo habremos sacrificado á nuestro egoismo.

—¡Roberto! ¡Roberto! ¿Y podemos dejarlomorir?—prorrumpió ella con acento indignado;

Me faltó poco para contestar que sí; pero envez de esto me cogí la cabeza con las manos, ylá sacudí con violencia, diciendo: ;

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N.° 228 V. DE ARA.NA..—0CHOA. DE

—Maldita sea la medicina, y malditos seanlos médicos. Todos son unos ignorantes, todosunos impostores, todos unos charlatanes!,...jPor qué no habia uno de pasar sin ellos?

Y me levantó con violencia de la silla, excla-mando con admirable lógica:

—Quiero consultar á otro más. Será el cuar-to... No importa... Lo buscaré, si es preciso,en el fin del mundo.

Adela no me contradijo; pero evidentementeno esperaba nada de esta nueva consulta que yoestaba dispuesto á hacer sin saber con quién enaquel momento.

ENRIGO CASTELNUOVO.

(Concluirá.)(Trad. del italiano por G. Cerrajería.)

SONETO.

Cansadas de los crímenes atrocesde Fulano, Zutano y compañía,ante Apolo, Melpómene y Taliallegaron desgreñadas dando voces.

Acusaron, y—¡oh tú, que ya conoces—dijeron,—de esos vates la osadía,tu rayo formidable les envía;asi de Dafne los placeres goces.

El dios, oyólas, y á piedad llevado,armó en el arco horrendo una saetapor cumplir de sus hijas el deseo;miró, y no hallando, prorrumpió indignado:—"A cualquier chirle audaz llamáis poeta.¿Dónde esa gents está, que no la veo?n

MANUEL FERNANDEZ Y GONZÁLEZ.

OCHO A DE MÁRMEX.LEYENDA.

A D. Armando Palacio y Valdés.

¿Quién es el gallardo ginete que baja con majes-tuosa lentitud por la estrecha senda que conduceá la f uente?

No aparta de él los ojos la hermosa joven quesentada junto al abundante y cristalino manantialespera que el cántaro se llene.

No aparta de él los ojos; pero los baja, pudoro-sa, cuando el caballero llega junto á ella, y clava

en su angélico rostro su dulce y penetrante mi*rada.

—"¡Guárdsta Dios, doncella hermosa! ¿Sabeshacia que lado está la torre de Lamindano?»

—"Datrás de ese monte, sobre una loma que do*mina el valle. Esta angosta vereda oa conducirá áella, .i

—"¿Conoces por ventura á sus moradores? Di-cen que Rodrigo Urtiz de Lamindano tiene unahija muy hermosa.

—"No mienten los que tal dicen: Alida de La-mindauo es la más bella joven de estos contor-nos. H

—"En ese caso no deban faltarle amantes. >•—"Bastantes tiene; pero ninguno es tan noble,

ni tan rico, ni, según dicen, tan gentil como suprometido, que en breve debe llegar á la torredonde le espera Cjn grande impaciencia.n

—"¿Y ama la hermosa Alida á ese caballero?!.—"Mal puede amarle, pues, jamás le ha visto.

Rodrigo de Lamindano y su íntimo amigo Iñigode Mármex, concertaron el enlace pocos meses des-pués del nacimiento de Alida. El novio Ochoa deMármex apenas contaba entonces nueve años. Des-de aquel dia el 8r. de Mármex y su hijo han esta-do ausentes de su país; D. Iñigo estaba al serviciódel rey de Castilla, y sin duda habrá llegado ávuestros oidos la fama de sus hazañas. En la re-ciente guerra contra los moros aún se ha distin-guido más el hijo que el padre, pero por desgracia.éste ha sido muerto en uno de los últimos com-bates. Terminada ya la guerra y vencida la moris-ma, el huérfano volverá muy pronto á Vizcayapara casarse con Alida de Lamindano.n

Mientras hablaban el caballero y la doncella elcántaro se habia llenado y el agua estaba rebosan-do: la joven lo nota, y, poniendo el cántaro en lacabeza, saluda graciosamente á su gentil interlo-cutor, y toma por la vereda que conduce á la tor-re de Lamindano. El ginete va tras ella, diciendo:

—nMe alegro de que tomes el camino que yodebo seguir, porque de ese modo podremos conti-nuar hablando."

—n Voy á la torre de Lamindano, pues en ellavivo con mi tío Rodrigo y mi prima Alida."

—n¿Es posible? ¡Tú sobrina del señor de Lamin-dano!"

--i.Eso os parece increible porque me veis tanpobremente vestida y con el cántaro en la cabeza;pero es la verdad. Me llamo Graciosa de Lamindaño, y mi padre era hermano de Rodrigo Urtiz."

—n ¡ AhL ¡ El señor de Lamindano trata de essmodo á su sobrina y Alida es capaz de consentirlo!¡Debes ser bien desgraciada, pobre niña!"

—IINO tanto como imagináis, pues los servido-res y las gentes de armas del castillo me quieren

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REVISTA KUROPEA.-^-7 DE JULIO DE 1878. Ni° 228

mucho y me tratan con la mayor dulzura. Por otraparta yo amo el trabajo; y seria feliz enteramenteai mis tios y mi prima me mostraran algún cari-ño; pero no tienen; para mi más que palabras du-ras, y miradas más duras aún."

—"Entonces, jpor qué no I03 dejas1? En cualquierparle estarlas mejor. >i

— "{Y á dónde iré si no tengo otros parientes?Mi pobre madre murió al darme á luz; á mi padrale mató á disgustos su hermano Rodrigo, quien,no contento con arrebatarle sus bienes, envenenósu existencia de mil mañeras. Pero cuando quedóhuérfana me recogió en su casa, para hacer alardede generosidad, y de buenos y cristianos senti-mientos.»

—"¡Qué rasgo tan sublime! ¡Cuánto te compa-dezco, pobre niña! Por fortuna eres más bella queun serafín, y es de esperar que antes de muchotiempo algún honrado mancebo de estos valles secase contigo y te libre de tan odiosa esclavitud.

"No te sonrojes y contéstame con franqueza.Si tu prima tiene tantos amantes, por fuerza de-bes también tú tener alguno. n

•—"líolo creáis. Cuando alguno de los jóvenesque frecuentan la torre es cortés y atento conmi-go, ó me muestra el más leve interés, no tardanAlida y. mis tios á darle á entender que su presen-cia es importuna y que no debe volver á poner lospiéa en la casa. Dicen que no necesito mejor novioquejoane.selcorcovado.it

—"¡Joanesel corcovado! jQuién es ese hombre?j,Un corcovado para tí que eres tan derecha y tanairosa1?!! " ,

—"El pobre Joanés es un infeliz y contrahechoidiota, más feo que una pesadilla; por eso se com-placen en decir queme casarán con él, creyendoque de ese modo me afligen, n

—"Harás mal en afligirie. No te faltarán aman-tes sin corcova; pero hasta con JoaneS: el idiotaserías más feliz que con tus parientes, que segúnveo tienen tan horrible corcova en el.corazon.n

La joven no contesta. Camina por «1 escabrososondéro tan gallarda y desembarazadamente comosi en lugar del pesado cántaro^ no llevara sotee susdorados cabellos más que una ligera guirnalda dellores. •

El mancebo cabalga á su lado, y no se cansade contemplar el dulce y hermoso semblante ¿tal»niña.

De ese modo llegan á la-torre. El caballero ad-mira la grandeza y solidez de la, fábrica,, que. es deforma rectangular, la muralla esterior y loa cubosde sus cuatro ángulos, el cuerpo saliente ochavadoque ocupa el centro de la cortina que mira al sur,ios grandes ajimeces abiertos en los espesos muros

del edificio ylos adarves coronados de almenas ysaeteras. • • , . . , , . . . : . . : •

Como el rastrillo es taba alzado, tendido el puentey abierta la puerta interior, el caballero y la jóvqnpenetraron en la fortaleza: otro muro almenadocomo elprimero se ofrece á sus ojos, y por la granpuerta ojival en él abierta entran en la anchurosaplaza de armas, en el centro de la cual se alza latorre de: Lamindano.

—"Te ruego, amable joven,—dice el caballero,—quedes noticia á t u t i o de mi arribo á su casa.Dile que Oehoa Iñiguez de Mármox desea yerle.u

—"¡O.ehoalñiguezde Mármex! u—repitola joven.Y después- de mirar al caballero de un modo inde-finible, súbela ancha escalera de marmóreos pel-daños que conduce á la puerta principal. ¡Qué pe-sarosa está l a ^doncella de haber sido tan francacon el forastero!

Al cabo de un momento, Eodrigo Urtiz apareceen el umbral seguido de algunos servidores. Unode estos lleva á la cuadra el caballo del señorde Mármex, y entretanto el da Lamindano saludaeortesmente al recien llegado, baja á recibirle alpié de la escalera y le conduce al salón principaldel castillo. . • . ; .

Allí esperan la señora de Lamindano y Alicia suhermosa hija; y tan ansioso está: el de Mármex .dever á su novia, que no se fija en el ancho friso deroble primorosamente tallado, ni en los tapicesque cubren las paredes ni en el artesonado techoque es una maravilla de arte, de gusto y de pa-ciencia. ..• •;. '••• : . . . . - • ,

Bella, muy bella es -en verdad la heredera deLamindano, casi tan bella como suprima; pero ensu rostro no se,ven.retratados, como en el do Gra-ciosa, el candor, la bondad y la dulzura, que sonel mejor adorno de su sexo.

Su madre, la esposa de Rodrigo Urtiz, no esmás que unos cuantos huesos envueltos en amarilloy arrugado pergamino; pero tiene, sin embargo,una descomunal nariz que parece el pico de un avede rapiña, y unos ojos brillantes que miran conrepulsiva expresión dé maldad, dé dureza, de des-medido orgullo.

Rodrigo de Lamindano presenta á las damas elcaballero; ellas le reciben eortesmente, y el deMármex ¡entabla una .an.ima.jia conversación,con lamomificada esposa de su huésped".

..Alida iftttúrA áhurtadillas^y ¡parece,satisfechadel resultado dp,su examen. Verdad; eá gu.e Ochoade Mármex es un muy gentil mancebo,>y quq eLhi-joso traje:negro y las brillante^ armas .realzabanla belleza de su rostro y la. mag«stac].,de .su conti-nente. • • / .-, ,,; ,-;,., ; ..., . . . .

—n¡Y cómo es, mi noble amigp,,T»ex;elamA elde Lamindauo,—que habéis

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N:* 228 V. DE ARANA.—-OCHOA DE MÁRMEX. 27

rámente solo? ¿Cómo es que no 09 acompaña ni unsimple escudero1!"

—nHe dejado á mis servidores en casa de mideudo Gonzalo de Idokiliz, donde Habitaré hastael dia de las nupcias."

—nNo estoy muy bien con don Gonzalo, y sien-to bastante que os hayáis hospedado en su cá3a. n

—-nNinguna noticia tenia yo de vuestras des-avenencias, en cuyo caso hubiese escogido una mo-rada que fuera más de vuestro agrado. Como <?1 deIdokiliz es deudo y amigo mió, y como sabia quesu torre no estaba lejos de la vuestra, me parecióque seria acertado hospedarme en ella. Don Gon-zalo ha querido darme un servidor que me condujese aquí; pero no he aceptado, y le he pedidome dijera qué camino debia tomar, pues preferiavenir solo. Y como he tenido la torpeza de extra-viarme, tal yez andaría ai^n vagando por esosmontes á no haber encontrado á vuestra lindasobrina, con quien he venido desde la fuente."

En estas y otras pláticas llega la hora de comer.Se sientan á la mesa, y Graciosa les sirve con airetriste pero resignado.

Todos hacen debido honor á la abundante ybien sazonada comida, menos Alida, á quien laalegría ha quitado el apetito. Piensa en la envidiaque tendrán sus amigas cuando la vean acercarse

al altar con aquel gallardo mancebo.Graciosa escancia con profusión la deliciosa s i -

dra y él generoso vino; la pobre niña acude á todocon presteza y esmero. Ni necesita que se le hagala más ligera advertencia, pues parece adivinarlos deseos de todos.

Ochoa de Mármex está muy alegre. Hablando dejdia en que debe celebrarse el matrimonio, ex-clama dirigiéndose al Sr. de Lamindano:

—-"Espero qué cuidareis de que aquel dia noveamos á nuestro lado ningún rostro triste.

nDisponéd de cuanto "poseo, disponed de ello ávuestro talante para alegrar al infortunado, parasocorrer al menesteroso.

nQue aquel dia vea yo la risa en todos I03 sem-blantes, la alegría en todos los corazones. No seréfeliz si no lo son todos los que nos rodean.

nEspero que hasta viiestra linda sobrina, quetan triste parece, Cambiará do semblante paraaquél dia. No creo que sea imposible hacer des-aparecer sú ' tristeza y trocarla enf la más vivaa l e g r í a r •••:•• • " •

uSii tristeza me parece tristeza de doncella casa-dera á quien no agrada ya la libertad, 'y que'sus-pira por las dulces cadenas del himeneo.

njóven y linda es, á fe mia, y no os serádifícilencontrar algún noble y gallardo mancebo que laquiera por esposa: ii ••;'•:

El de Mármex ha pronunciado las última pala-

bras en tono chancero, y en el mismo tono le dice;la señora de Lamindano, sin das asa esposo tiem-po para contestar:

•—"No necesita esa' joven que nadie se toma eltrabajo de busearle amante. Há ya mucho tiempoque lo tiene.» . . .

—"Pues si ella le ha escogido, antójaseme queno le faltarán nobleza, virtud y gallardía, ii

—"Todas esas prendas,—-exclama Alida son-riendo malignamente, y aun otras no menos pre-ciosas, reúne Joanes el corcovado, n

•—"¡Joanes el corcovado!—dice riéndose el señorde Mármex.—El nombre no dá muy buena idea dela persona. ¡Un amante con corcova! ¿Tendrán ra-zón los que dicen que los corcovados ejercen sobrelas mujeres una singular fascinación1! ii ¡ .¡ •;

Alida, el señor de Lamindano y su esposa, aco-gen con estrepitosa risa estas palabras del mance-bo; la horrible viaja deja ver al reir sas desmesu-rados colmillos. • : ;

A la infeliz Graciosa le tiemblan las piernas: Lesorprende y aflige profundamente la crueldad delcaballero y apenas puede contener las lágrimas quehumedecen sus bellos ojba.

¿Lo habrá notado Ochoa de Marines? ¿Se habrácompadecido de la probrecilla? Lo cierto es queabandona su tono zumbón, y dice, dirigiéndose alde Lamindano:

—''Puesto que el dia de las nupcias1 está tan oes-cano, creo de mf deber, mi noble huésped, hacerosuna advertencia importante} á fin de que jamás osllaméis á engaño. . : : , . . .

"¿Os acordáis de Sancho Emaldi, señor? ¿Habéisconocido jamás un mozo-más sano, más robusto;más alegre! • , : • ,•

"Pues bien, si ahora le vierais, no le reconoce-ríais, ^ i s t e , pálido, demacrado, macilento; nisombra es ya de lo que fue un dia. '

"Dotado de un carácter débil y de un corazóndemasiado- bondadoso, no tirvo desde que se casómás voluntad que la de su esposa, á quien amabacon ternura: asi es qua ésta ha llegado á dominar-le enteramente, á ejercer sobre él la más odiosa t i-ranía, á tratarle como á un vil esclavo.

"Sancho deEmaldino tiene ya fuerzas para romper la pesada cadena que le oprime, y que acabarápor ahogarle. Por nada en el mundo quisiera vermeen tan triste situación, y fuora.gran'locura no to*mar oportunamente medidas pata evi tarlo. < i

i, Yo amaré á mi esposay-no le daré ninguna ri-'val; ella poseerá entero mi corazón, pero en cambiodeberá hacer en todo mi voluntad; humilde y ale-gremente, . ' • ' • ' • :¡ • •••••••; '•'

nPata'qaó se acostumbra á considerarme como ásu absoluto señor y dueño, quiero queák* u»éno9durante algunos años estén • encomendados •-• á¡ ©lia

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28 REVISTA EUROPEA. 7 BE JULIO DE 4878. N." 228

los más humildes quehaceres de mi casa: ellatraerá agua de la fuente, lavará a vajilla, y cui-dará del aseo de la cocina. Sólo de tiempo en tiem-po, cuando esté satisfecho de su conducta, la hon-raré permitiéndole servirme á la mesa.u

Alida y su madre no saben que pensar de laspalabras del caballero. Al de Lamindano le parece lachanza harto pesada, y no acierta á contestar.

Sin embargo, al cabo de algunos instantes excla-ma tratando en vano de encubrir su enojo:

—"Bien só que os chanceáis, pues no os creo ca-paz de imaginar que Alida de Lamindano se re-bajaría jamás hasta el punto de ocuparse en cosastan viles, M

—"Estoy muy lejos de chancearme; por el con-trario, hablo de todas veras', y si no os agrada loque he dicho, si queréis para vuestra hijo un ma-rido que se parezca á Sancho de Emaldi, tendréisque buscarlo en otra parte, pues él hijo de mi pa-dre no está dispuesto á dejarse gobernar por nin-guna hembra, i.

—"¡Por Santa María!—exclama Rodrigo Urtizlevantándose y apartando violentamente la silla.^-¡Tanta insolencia es ya insoportable. La hija deun patán y no la de un caballero conviene á quientangroseramenteseconduce.il

La señora de Lamindano y su hija dejan tam-bién la mesa; la primera se deshace en denuestoscontra el de Mármex, y Alida, la orgullos» Alida,trata en vano de aparecer fria y desdeñosa.

Sólo el joven conserva su calma, ¡solo él perma-nece frió y sosegado!

Sa levanta de la mesa reposadamente, y excla-ma con tono de sorpresa:

—"No sé como mis sencillas palabras, mi franqueza digna de agradecimiento, han.eausado aquítm grande conmoción.

¿Creáis acaso que sólo la hija de un rústieo de-be ocuparse en esas faenas que tan viles os pare-cení ¿Por ventura era,un patán grosero vuestrohsrmano, él padre de Graciosa de Lamindano?

"Acercaos, hermosa niña, y nada temáis. Yo ostomo bajo mi protección.

"Decidme, ¿no haríais dé buen grado lo que hedicho, y aún más, por un marido que amarais yque os amara? ' • •

"Pero no; otra cosa he de preguntaros. Si os di-jera que os amo, que vuestra dulzura y vuestraresignaciónjne han subyugado, que deseo tomarospor esposa, ¿aceptaríais mi mano?

¿Y haríais por mí, que os amó tanto, lo quehacéis por los que tanto os aborrecen?

"Eesponded, os suplico; nada tenéis que temer,pues estoy aquí para defenderos. ¿Aceptaisi miproposición?!! • •• •

Un sí casi imperceptible se escapa de loa trému-

los Iábio3 de Graciosa. Al oírlo la vieja, loca defuror redobla sus injurias, haciendo esta vez blan-co de ellas á su sobrina, y también Alida empiezaá denostar á la pobre niña; el de Lamindano dáalgunos pasos hacia ella con ademan amenazador;pero Graciosa se refugia al lado del de Mármex, se-mejante al tímido polluelo que al ver al gavilánque se acerca, corre á ocultarse bajo las alas de sumadre.

Ochoa de Mármex la tiende una mano para in-fundirla valor, y extiende la otra para impedirque Eodrigo Urtiz se llegue á la doncella.

El de Lamindano, vivamente irritado, lleva lamano al cinto buscando la empuñadura de su es-pada, mas no encontrándola, aprieta los puños ylanza un regido de impotente furor. ¿Qué no dieraél en aquel momento por estar armado, por tenerun puñal ó una espada para matar á su enemigo?

Este deseüvaina la suya, y dá un paso hacia elde Lamindano, sin soltar la mano de Graciosa.

—"¡Ah! ¡Queréis asesinarme!—aulla don Ro-drigos—pero os tengo en mi poder, y no os esca-pareis. I!

—"Estoy en vuestro p >der, es cierto; pero osjuro por el alma de mi padre, que si no me dejaispartir libremente, si llamáis á vuestras gentes, sihacéis el más leve• movimiento sospechoso, os héde matar sin compasión.

"Reportaos, pues, señor, y haced que se repor-tan esas damas. Reflexionad lo que os convienehacer.

"Vuestros criados podrian quitarme la vida,pero vos moriríais primero; y por otra parte, alia-dos y deudos tengo que no dejarían de vengarme.

¡Ah! miráis á la puerta! ¡Desdichado de vos sialguien atraviesa el umbral para venir eii vuestraayuda! Antes que nadie se llegue á mí os he deatravesar el corazón con la espada.

"Fuerza es que me dejéis partir libremente convuestra sobrina; pero como sois muy1 capaz de en-viar tras de nosotros á vuestros hombres de armas,quiero que vos mismo nos acompañéis hasta latorre de Idokiliz. Con vuestra vida responderéisde nuestra seguridad en el camino.

ti Andad, señor, andad; guiadnos á la morada demi deudo Gonzalo de Idokiliz. Iremos á pié, puesla distancia es corta, y guardareis mi caballo has-ta, que yo mande por él; espero qué lo entregareisal que lo pida en mi nombre, y que no me obli-gareis; á poner sitio á 1» torre para recobrarlo.

i.Y tú, Graciosa, amor mió, no tiembles así.Apóyate en mi brazo y nada temas. Te amo tantoque. me siento con fuerzas para defenderte contrael mundo entero.

iiQue no te atriste tampoco el pensar que másbien que la esposa váa é ser la esclava de Ocho» de

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N.°.228 E. BLASCO.—RELA.GION DE

Mármex. N"o te pareces tú á Alida de Lamindanoni á la esposa da Sancho de Eraaldi, 7 no serástratada como ellas merecen serlo.

uTú serás mi reina y señora; cif caré mi orgulloen hacerte feliz, en colmar tolos tus deseos, y teserviré de rodillas si es preciso.

nOchoa de Mármex es tierno y complacientecon el bueno, con el humilde; áspero é inflexiblecon el orgulloso, n

Algunos servidores del castillo, atraidos por lacuriosidad á la puerta de la estancia, han escucha-do la singular altarcacion; paro como idolatran áGraeiosa, se regocijan de lo que paaa, y en lugarde acudir en defensa de su señor, corren á dar no-ticia de lo ocurrido á los demás servidores y gen-tes de armas, y cada uno trata de colocarse en sitioá propósito para yer, sin ser visto, la salida de losdos caballeros y de la joven.

Delante vá el de Lamindano, y en vano tratade aparecer sereno para que loa que le vean noadivinen su humillación.

Oehoa da Mármex y Graciosa le siguen á muycorta distancia. ¿Qué le dice el gallardo manceboá la hermosa doncella?

Habla tan bajito, ton bajito, que no me es po-sible entender lo que le dice.

Pero sin dada daba ser algo muy dulce, muyagradabla, pvm la j ¡van baja los ojos sonriendo.

VICENTE BE ARANA.

RELACIÓN DE VIAJE.

Es el reino de Aragónuna hospitalaria tierra,donde en la paz y en la guerrareina franco el corazón.

Cruzando sus verdes pradostres alegres pasajeros,en tres jauos caballerosy por el hambre aguijados.

Buscando cena y abrigoque gran falta nos hacia,íbamos al fin del diapor aquel pats amigo.

Y al ver la cima cercanade un altivo campanario,donde llamaba al rosariola resonante campana,

Fuimos'trotando á buscarla luz que alcanzan los ojos,invadiendo unos rastrojosy atravesando un pinar.

Ya el pueblo la vista alcanza,

ya se oye tras loa pinaresruido de alegres cantaresy de perros de labranza.

Torna el maestro de escuelade pasear con el cura,y suena en la plaza oscurael rasgar de la vihuela.

Y ya del pueblo á la entradacon muy humildes modales,pedimos á unos zagalesla señas de una posada.

Uno alegre y rubicundodice: La tendrán de valde,porque en casa del alcaldehay posada pa tel mundo.

Seguimos, pues, sus pisadas,y después de andar á oseuraspor estrechas angosturasy cuestas empecatadas,

Llegamos frente á un portalrecién pintado de blanco,y en el cual habia un bancode reluciente nogal.

Era espaciosa la puerta,ancho el patio y empedrado;en un rincón, un arado,un azadón y una espuerta:

La escalera desigualal fin de doce escalones,daba entrada á los salonesde la autoridad local.

Cruzamos una antesalaque decoraban sencillaslas mazorcas amarillasy unas estampas de Átala;y en la sala entramos ya,donde esperaba á los tresel alcalde, á quien despuésmás despacio se verá.

Era más ancho que estrechoel sitio donde nos vimos,y mil fragantes racimospandian del alto techo.

En tersura sin igual *que casi á la vista ofende,la blanca pared trasciende ,á la fresca y limpia cal.

Son de la estancia el adornoun sofá de tosco asiento,y diez sillas de conventode las paredes en torno.

A un lado;, sobre una mesa,cintas de varios colores,que anunciaban la» laboresde la señora alcaldesa.

Y en amable confusión

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30 REVISTA EUBAPEA.-^-7 3}E JULIO DE 1878. N.°,228.

con la aguja y el dedal,y á la lumbre artificialde un reluciente velón,

Un sombrero y una faja,un tintero de vagilla,un paquete de holandilla,un limón y una baraja.

En un rincón un altarlie1 o de santos primores,y en ól cubierta de flotes,una Virgen del Filas.

Y en los otros tres rinconespor el orden que lo expreso,una guitarra, y un peso,y una carga de melones.

En las paredes colgadosdos á dos y tres á tres, .la historia de Hernán-Cortésen diez cuadros apaisados,

.Un,espejo, y un pandero,,una rastra de camuesas,un relóde cinco pesasy un retrato de Espartero.

Tal era el tranquilo hogar ,del alcalde aragonés,.:,;donde sentimos los tresen el punto de llegar,

De alegre sartén el sony un sonar de aceite frito,que esoitaba el apetitoy ensanchaba elcorazon. .

Era él alcalde sencillo,de semblante satisfecho,un hombre de pelo en pechoy un mozo como un castillo.

Alto, fornido, patente,robusto, de faz tostada,franca y noble la mirada,y ancha y serena la frente.

Viéndole en su noble agradole amó si alma agradecida,como si toda la vidanos hubiéramos tratado.

Ya la robusta alcaldesa,digna de eternos pinceles,tiende los blancos mantelessobre la. redonda mesa.

Y en torno sentados yay por su mano servidos,cual-tierna familia unidos,la cena llegando va.

Brindan sabroso «regaloblando pan y f rescky vino,y ancho vaso.cristalino

y las cucharas de palo. i . .Ya los hondos platos llena

la caldosa sopa hirvientey aroma en ella el ambientela fragante yerbabuena. ,

Tras ella, de oro vestidas,llegan chillando quejosaslas anchas magras hermosasen blanca fuente extendidas.

Viene después, bien servidoel capón que ostenta en tornomagnas lonjas por adornodel oloroso embutido;

Y las berengenas rojasy.aromáticas lechugas,que en las rizadas arrugasde frescas y blancas hojas

Cubren la yema amarilladel huevo en ruedas cortado,que es adorno regaladode la legumbre sencilla.

Postres vienen diferentes;blanca miel, dulce mostilloy tierno queso amarillo,y las almendras crugientes;

Y de las huertas colmadasricos y sabrosos doneslos dulces melocotonesy las ciruelas doradas;

Las uvas que vierten mieles,las peras frescas y sanas,las encendidas manzanasy los dulces moscateles. :'

Harto el estómago estáde tan abundante cena,y obliga á decir con pena:¡Basta por Dios, basta ya!

Y el alcalde, sonriente,mientras la cena reposa,cuenta con voz cariñosasu pasado y su presente;

Las glorias de aquella guerraque humilló al francés odioso,su casamiento dichoso,la labranza de su tierra.,.

Alma entera, hombre de hierroque funda sus regocijosen su mujer y sus hijosy en su escopeta y su perro!

Ya en el reloj del rincón,con sonido agudo y breve,ha dado el cuco las nuevey horas de acostarse, son.

Ya la alcaldesa nos llama

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N.° 228 MISCELÁNEA.:—TEATROS*

y con la luz vá guiando,y á cada cual vá dejandoá la orilla de su cama.

En ella, por dulce empeñodel huésped y franco amigo,encontramos blando abrigoy tranquilo y dulce sueíío.

Y cuando el sol sus fulgoresvertió, por los altos, cerro",,nos despertaron los perrosy el cantar de los pastores.

Al oir qua la jornadacontinuar debemos pre3to,los esposos con un gestomuestran que no les agrada.

Y antes de vernos partirla. huarta ensenarnos quieren,porque nuestros ojos vierencómo allí saben vivir.

Ábrese el ancho granerodonde en montón soberanobrilla el rubicundo grano,fruto del rústico esmero.

Su oculto lujo despliegarico el caudal de lasiivas,en las opulentas cubasque llenan la ancha bodega.

I a huerta, en sus mil labores,muestra el bien de. sus hogares,en los anchos patataresy en las verdes coliflores.

Y hay al costado un jar Jindonde encantan el ambientelos murmurios de una fuente,y el aroma del jazmin;

Y bajo fuertes techadosdoce muías descansadas,y hoces, y trillos, y azadas,y refulgentes arados.

Todo con faz placenteramuestra el huésped cariñoso,mientras vá el aol presurosoremontando su carrera.

Y después de agradecercon el alma y con la vidala dulce y tierna acogidaque logramos merecer,

En Ío3 caballoa subimosy como buenos hermanos,les estrechamos las manosy con pesar nos partimos.

Ellos, pidiendo perdones,de aquel humilde hospedaje,nos dan el feliz buen viajecon alegres expansiones,

Y saludando los dos

y atravesando el lagar, , : :volviendo el ros bío por darotra vez un tierno; adiós,

Al ver del campo en la planael sol con dulces reflejos, ••. •• •y al 63 cuchar á lo lejosel tañer de la campana,

Y al contemplar los pas torosy los humildes rebaños,la sombra de los castañosy el esplendor de las flores,

Gritó, envidiando ln. calmade aquel retiro silvestre:¡Oh dnlce vida campestre!¡Oh tranquilidad del alma!

EUSEBIO BLASCO.

MISCELÁNEA.

TEATROS. í

El arreglo en cuatro actos y en prosa titulado,La tabla de salvación, que los señores Coello yHerrero han hecho de la obra de Emilio AugiérLes Fourchambault, merece ciertamente los aplau-sos que le prodiga el público en el teatro de Apo-lo; y otro tanto puede decirse de los principalesartistas que toman parte en su ejecución, señorasTubau, Zapatero, Calderón y Pérez, y señores Mo-rales, Jiménez y Guerra. !

En el mismo teatro se dispone para el beneficiodel Sr. Guerra la comedia arreglada del francéscon éPtítulo de El yerno ielSr. Manzano, y se con-tinúa ensayando la pieza titxüaás,'Llevar la cor •rienle.

En el Teatro y. Circo del Principe Alfonso sees-tá ensayando, para ponerse en escena en la semanapróxima, la zarzuela cómica nueva en dqs actos,divididos en cuatro cuadros, original de un aplau-dido autor, música de un reputado maestro, quelleva por título, El últirno paraguas, en. la quetomarán parte los reputados artistas Sres. Arde-ríus y.Rossell, que ejecutarán los papeles que pa-ra ellos ha escrito expresamente el autor.

Las zarzuelas estrenadas últimamente en elteatro del Jardin del Buen Befciro coa los títulosd&En ¡acalle deToledoy Zas ferias, han sido

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BEVÍSTA EUROPEA.—7 DE JULIO DE 1878.

bien acogidas por la numerosa concurrencia quellena diariamente aquél agradable sitio de recreo.En la primera, las Sras. Toda y Eamirez y losSres. Carrataláy Riset, y en la segunda el se-iíor Fernandez y las Sras. Nuñez, Peral y Ferreti,han sabido captarse las simpatías de los especta-dores siendo objeto de sus aplausos.

Tanto por las curiosos novedades que continua-mente exhibe la actual empresa, como por la no-table variedad de las f unciouée, ha llegado á sereste año el eirco de Price Uno de los centros dedistracción más concurridos, A las especialidades,últimamente presentadas, cómo Vanghan, Alvesda Silva, Grant, Leonee, Abdy y Miss Sanyeah,se unirán en breve otros nuevos artistas de reco-nocido mérito. Además se está ensayando, paraponerlo en escena muy pronto, un gran espectácu-lo titulado.Zas/msí de Hong-Kong, que se com-pone de cinco cuadros acrobáticos, gimnásticos ybailables, y para cuya representación se está cons-truyendo un nuevo atrezo y vestuario, y se ha con-tratado un cuerpo de bailo numeroso.

BIBLIOGRAFÍA.

Estudios sobre los clasicos latinos aplicados alDerecho civil romano.—1.a serie.—Los satíricos. —Horacio.—Persio.— Marcial.—Juvenal. — Por M.Benech.—Traducción de J. Martin Navarro.—Untomo en 4:° de 240 páginasv—Madrid, 1878.—-Im-prenta déla Revista de legislación.

Se halla de venta en las principales librerías alprecio de 12 rs.

Ejército del Centro, desde su creación, en <¿c> deJulio de 1S14, hasta el l.°de Octubre del mismoaño, por su general en jefe el teniente general donManuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque. Unvohimen en 4.", de 244 páginas, con un mapaiterinario del Maestrazgo y provincias limítrofes.Madrid, 1878. Imp. de M. Minuesa.

Este nuevo libro constituye una Memoria justi-ficada con documentos oficiales, que el distinguidogeneral D. Manuel Pavía ha creido oportuno daráluz, acerca de su mando en jefe del ejército delCentro, para que el publico aprecie y juzgúeloshechos con pleno conocimiento; cuy»- Memoria hasido dedi cada por su au tor ala Comisión histórica

de la guerra civil,' que está escribiendo el cuerpode Estado Mayor.

Anales de la construccion.-^Einúm&to XII, úl-timamente publicado, contiene los trabajos dol si-guiente sumario:

"Conducción de aguas á Trujillo (continuación),por D. Manuel Pardo.—Exposición internacionalde París (conclusión), pprD. J. A. Rebolledo.—Salvamento de náufragos, por D. Pedro P. de laSala.— El Pabellón del Ministerio di Obras Públi-cas.—Estado de los ferro-carri'esportugueses en1877.—Noticias. — SECCIÓN OFICIAL. Subastas.—Noticias generales.—LÁMINA XV: Monasterio dePoblel.,,

Los venenos de la inteligencia.—El asco y tuscausas, por Carlos Richel, versión española de M.de Tolosa y Latour.—Un abultado tomo en 8.°, de200 páginas—-Madrid, 1878. Preeio dos pesetas.

La casa editorial de Medina, deseosa de difun-dir por todos los medios los conocimientos cientí-ficos, y con objeto de facilitar á muchas personasla adquisición de esta importante libro, ha hechola nueva edieion que hoy anunciamos, después dehaberse publicado en esta REVISTA, cuyos suscri-tores han sido los primeros que la han conocidoen España.

Un drama en el desierto, por José Alvarez Pérez.—Un abultado tomo en 8.°, de 338 páginas, queforma el volumen 93 de la acredita Biblioteca deinstrucción, y recreo, quehaee años está publicandola casa editorial de Medina.—Madrid, 1878. Pre-cio, una peseta en toda España.

Nuestros suscritores han sido también los pri-meros en leer esta preciosa novela, pues la hemospublicado en esta REVISTA.