Revista de pensamiento crítico Sumario Tema central · Desgarrar el misterio de los cuerpos que,...

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Revista de pensamiento crítico contra la muerte del espiritu y la tierra Revista bimestral Año IV – Núm. 8 Marzo – abril de 2007 Director: Javier Ruiz Portella Consejo de Redacción: José Javier Esparza, Jerónimo Molina, Abel Posse, Fernando Sánchez Dragó, Pascual Tamburri, Leddys Valdés-Romero Edita: Manifiesto contra la muerte del espíritu Asociación registrada en el Ministerio del Interior con el nº: 171.333 de la sección 1ª. C/ Bravo Murillo, 79, 3º B, escalera A 28003 Madrid. Tel.: 902 151 842 Correo electrónico: [email protected] Depósito Legal: B-42991-2004 ISSN: 1698-4676 Comercializa: Áltera Distribuye: Gelesa www.manifiesto.org ILUSTRACIONES Salvo si se menciona el autor, todas las ilustraciones del presente número son publicadas bajo el sello: © colección particular / derechos reservados. Ad Litteram : 55 ; col. Ad Litteram : 35, 46a ; Ad Litteram/SM : 3, 11, 14, 17, 18, 18-19, 29, 37b ; Francisco Javier Redondo Jordán, 1, 40. Diseño gráfico: [email protected] Miscelánea Fernando Sánchez Dragó ¡En pie, patricios de la tierra! Proclama de Año Nuevo . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Rodrigo Agulló Los nuevos reaccionarios . . . . . . . . 46 1 Sumario Fernando Sánchez Dragó Entrevista Jesús Laínz Han robado la historia de Cataluña y Vasconia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 Poesía Paul Valéry C.A.L.Y.P.S.O. . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Fernando Anaya Carta a Smyrina . . . . . . . . . . . . . . 35 Noticias del mundo Cientos de sacrificados . . . . . . . . 33 Correo de lectores . . . . . . . . . . . . 39 Todo se reduce a dinero . . . . . . . . 45 Letras y lecturas Josep Carles Laínez La derrota que salvó a Europa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Philippe Forget El sexo desplegado o la carne caída . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Teresa Suárez Sexología católica. Una sorprendente entrevista con la sexóloga de la COPE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Michel Houellebecq, nuevo reaccionario. Tema central Javier Ruiz Portella Carne enamorada. De su repudiación a su banalización . . . . . . . . . . . . . . . 2 José Javier Esparza La próxima revolución sexual. Hay doctrinas de libertad que desarrollan grilletes . . . . . . . . . . . . 10 Robert de Herte Ese inquebrantable núcleo nocturno… . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Josep Carles Laínez Sexualidad heroica. Hacia una plenitud de la sexualidad humana . . . . . . . . . 16

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Revista de pensamiento crítico

contra la muerte del espiritu y la tierra

Revista bimestralAño IV – Núm. 8Marzo – abril de 2007

Director: Javier Ruiz Portella

Consejo de Redacción:José Javier Esparza, Jerónimo Molina, Abel Posse, Fernando Sánchez Dragó, Pascual Tamburri, Leddys Valdés-Romero

Edita: Manifiesto contra la muerte del espírituAsociación registrada en el Ministerio del Interiorcon el nº: 171.333 de la sección 1ª.C/ Bravo Murillo, 79, 3º B, escalera A28003 Madrid. Tel.: 902 151 842

Correo electrónico: [email protected]

Depósito Legal: B-42991-2004ISSN: 1698-4676

Comercializa: Áltera

Distribuye: Gelesa

www.manifiesto.org

ILUSTRACIONESSalvo si se menciona el autor, todas lasilustraciones del presente número son publicadasbajo el sello: © colección particular / derechosreservados. Ad Litteram : 55 ; col. Ad Litteram :35, 46a ; Ad Litteram/SM : 3, 11, 14, 17, 18, 18-19,29, 37b ; Francisco Javier Redondo Jordán, 1, 40.

Diseño gráfico: [email protected]áánneeaa

FFeerrnnaannddoo SSáánncchheezz DDrraaggóó¡En pie, patricios de la tierra! Proclama de Año Nuevo . . . . . . . . . . . . . . . . 40

RRooddrriiggoo AAgguullllóóLos nuevos reaccionarios . . . . . . . . 46

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SSuummaarriioo

Fernando Sánchez Dragó

EEnnttrreevviissttaa

JJeessúúss LLaaíínnzzHan robado la historia de Cataluña y Vasconia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

PPooeessííaa

PPaauull VVaalléérryyC.A.L.Y.P.S.O. . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

FFeerrnnaannddoo AAnnaayyaaCarta a Smyrina . . . . . . . . . . . . . . 35

NNoottiicciiaass ddeell mmuunnddoo

Cientos de sacrificados . . . . . . . . 33

Correo de lectores . . . . . . . . . . . . 39

Todo se reduce a dinero . . . . . . . . 45

LLeettrraass yy lleeccttuurraass

JJoosseepp CCaarrlleess LLaaíínneezzLa derrota que salvó a Europa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

PPhhiilliippppee FFoorrggeettEl sexo desplegado o la carne caída . . . . . . . . . . . . . . . . 22

TTeerreessaa SSuuáárreezzSexología católica. Una sorprendente entrevista con la sexóloga de la COPE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

Michel Houellebecq, nuevo reaccionario.

TTeemmaa cceennttrraall

JJaavviieerr RRuuiizz PPoorrtteellllaaCarne enamorada.De su repudiación a su banalización . . . . . . . . . . . . . . . 2

JJoosséé JJaavviieerr EEssppaarrzzaaLa próxima revolución sexual. Hay doctrinas de libertad que desarrollan grilletes . . . . . . . . . . . . 10

RRoobbeerrtt ddee HHeerrtteeEse inquebrantable núcleonocturno… . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

JJoosseepp CCaarrlleess LLaaíínneezzSexualidad heroica. Hacia una plenitud de la sexualidad humana . . . . . . . . . 16

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OCURRE con el erotismo, talcomo lo experimenta hoynuestra sociedad, algo pare-cido a lo que sucede con la

modernidad en general y el reino de laTécnica en particular. Nos enfrentamosen ambos casos con la misma paradoja,absurda y cruel. Tanto en el mundo delamor y el erotismo como en el de laTécnica y la razón científica que la sus-tenta se han derruido ingentes barreras,desmoronado altos obstáculos que se alza-ban en el camino de los hombres poralcanzar algo parecido a la plenitud. Elproblema…, no, el drama es que, derrum-bados los altos baluartes que dificultabanel conocimiento o se ensañaban contralos placeres de la carne, su hundimientoha hecho que se alzaran otros que no sólodificultan, sino que aniquilan toda ple-nitud: tanto del saber como del placer.

Dejémoslo claro una vez por todas.Ni uno solo de los ataques lanzados porEl Manifiesto contra el ramplón materia-lismo de nuestra época, ni uno solo denuestros denuestos contra la dominación

¿Cómo es posible? ¿Cómo puedeser que, cuando se abren antenosotros las más altasposibilidades de plenitud eróticay existencial, sea precisamenteentonces cuando nosencontramos sumidos en la másanodina de las existencias y lamás desvanecida de las pasiones?

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Javier Ruiz Portella

Esa lánguida mirada, esa insinuante pose…,¿hacia qué extremos confines nos invitan a partir?Todo el enigma del erotismo está ahí.

Carne enamoradaDe su repudiación a su banalización

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técnica que priva de alma a los hombresy de belleza a las cosas, nada de ello impli-ca ataque alguno contra la utilización delos medios técnicos como tales —aúnmenos contra los conocimientos cientí-ficos que los posibilitan. Tanto el sabercientífico como la técnica que ha logra-do, por ejemplo, aliviar las penalidadesfísicas y duplicar la esperanza de vida delos hombres, nos merecen el mayor delos respetos y la más encendida de lasadmiraciones. Nada tenemos contra losmedios científicos o técnicos como tales.Nada, mejor dicho, tendríamos contraellos si, asumiendo su condición de tales,aceptaran subordinarse a los altos fines yelevados designios —belleza, grandeza,verdad… era su nombre— en los que secifraba antaño el destino de los hombres.Todo, en cambio, lo tenemos contra losmedios científicos y técnicos cuando,abandonando su condición de tales —erigiéndose en fines—, se lanzan comodesbocados monstruos que pretendendominarlo y ponerlo todo a su merced.

Pretenden configurar el mundo segúnsus principios y sus métodos: analíticos,racionales, instrumentales. Como si lautilidad y la instrumentalización fueranla cifra del ser y la verdad. Como si éstadejara de existir tan pronto como se saledel campo de la razón, sus análisis y cál-culos. En una palabra, como si la máshonda verdad de las cosas no estuvieratan transida de luz como de oscuridad,de razón como de misterio.

Como si fuera preciso desvelar y des-garrar el misterio profundo del mundo.

Desgarrar el misterio de los cuerposque, entrelazados, exultan; reducir a entre-tenido pasatiempo la pasión que arreba-ta, exalta o desgarra: he ahí lo que buscala sexualidad de los tiempos dominadospor la Técnica, la Razón y su pretendida

claridad. ¿Desgarrar el misterio de loscuerpos? No, en el erotismo no hay cuer-pos: hay «carne», como con certero olfa-to el cristianismo ha llamado desde siem-pre a los cuerpos que, extasiados, se abra-zan al espíritu; los cuerpos que, estreme-cidos, dejan de ser cuerpos, órganos, vís-ceras… —simple materia.

Los cuerpos se transmutan en carne;pero «carne abyecta, pecadora», dicen —o decían— los mismos que con tantoacierto la nombraron. La carne tiene queser redimida. La carne que en la lujuriaexulta sólo puede hallar cauce y purezaen el matrimonio y la procreación —eseremedio de la concupiscencia. «Bien le

está al hombre no tocar mujer. Pero, porculpa de la fornicación, que cada unoconserve su propia mujer y cada una con-serve su propio marido», decía Pablo deTarso, el fundador (I Cor. 7, 1-5).

Un poco de historia

De haber mantenido tal cual y en talestérminos su animadversión por el mundo—ese valle de lágrimas— y por la carne—ese pecado que envicia, pero arreba-ta—, jamás hubiera podido el cristianis-mo calar con la hondura con que ha cala-do en nuestras almas y corazones. Jamáshubiera podido configurar nuestra civi-lización, marcándola a fuego para lo mejory para lo peor. Lo peor: su desprecio porel mundo y por la carne. Lo mejor: sugrandeza espiritual, expresada en un alien-to, un culto y una belleza cuya desapari-

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La carne: cuerpos que,extasiados, se abrazan

al espíritu; cuerposque, estremecidos,

dejan de ser cuerpos,órganos, vísceras… —simple materia

La maternidad (Gustave Vigeland, Parque Frogner,Oslo). Íntimamente relacionadas en el ordenfisiológico, la procreación y la sexualidad se separan en el erotismo, ese orden simbólicopropio de los hombres y de ciertos dioses.

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ción, por críticos que algunos podamosser con su moral y su doctrina, nos llevaa lamentar amargamente que semejantedesvanecimiento arrastre consigo la pre-sencia activa de la religión en el mundo.

Esta presencia el cristianismo siem-pre la ha ejercido a través de una ambi-gua duplicidad. Por lo que atañe a lacarne, dicha dualidad ya aparece en elenunciado mismo de la cuestión, en esepecado que envicia tanto como arreba-ta, en esa culpa originada por lo que másseduce y atrae. Con su inevitable conse-cuencia: el pecado de la carne —la carnecomo pecado— llama irresistiblemente,desde su seno mismo, a una constantetransgresión.

La transgresión, o lo que es lo mismo,la asociación de la culpa y el placer, mar-

cará desde el siglo IV d.C. hasta tiemposmuy recientes, el corazón mismo de todonuestro erotismo. La transgresión nuncaserá, por supuesto, ni oficialmente reco-

nocida ni doctrinalmente proclamadacomo vía de virtud. Todos, sin embargo—prelados y señores, clero y pueblollano— la practicarán siempre y sin vaci-lar. Todos, salvo aquellos pobres de espí-ritu que, creyéndose que de ellos es elReino de los Cielos, harán suya la Culpaasociada al Placer, e interiorizando en sualma la palabra de la Ley, serán incapa-ces de deslizarse por la inmensa mangaancha abierta por una Iglesia y una socie-dad que, dictando normas del más estric-to puritanismo, practicarán y permitirándurante siglos —el historiador católicoRodolfo Vargas Rubio lo ha puesto cla-ramente de manifiesto en los números 1y 3 de nuestra revista— exactamente todolo contrario.

Durante siglos, decía. Hasta que llegóaquel «maldito monje alemán», como lla-maba Nietzsche a Lutero, que arreme-tiendo contra los desenfrenos de una igle-sia renacentista cada vez más envuelta enel arte y abocada al mundo, logró, juntocon Calvino, acabar con la «depravación»de una sociedad que, de haberse mante-nido y triunfado, habría cambiado la fazdel mundo.

¿Qué responsabilidad incumbe tam-bién a la Contrarreforma católica en lagran derrota que aniquiló un mundo enel que lo mejor del espíritu cristiano seestaba hermanando con el de la renaci-da antigüedad pagana? La responsabili-dad es grande, sin duda, pero debe reco-nocerse que en el catolicismo se mantu-vo al menos la antigua dualidad que,como mal menor que es, constituye unindudable bien. Sobre la carne apasiona-da de los amantes siguió pesando laprohibición que la vuelve aún más codi-ciable. Se mantuvo abierta la manga anchade la permisividad y la transgresión. Sólocuando los burgueses remplazaron a losantiguos y libertinos señores; sólo cuan-do las masas proletarias y pequeño bur-guesas sustituyeron a un pueblo de cam-pesinos y artesanos poco dado a remil-gos y mojigaterías, sólo entonces se estre-

La transgresión —la asociación

de la culpa y el placer— marcará,desde el siglo IV d.C.hasta tiempos muyrecientes, el corazón

mismo de todo nuestroerotismo

Lutero, «aquel maldito monje alemán», como lo llamaba Nietzsche, acabó con lo mejor de la historia del cristianismo. Tanto donde triunfóla Reforma como donde se impuso la Contrarreforma, desapareció aquella iglesiarenacentista envuelta en el arte, abocada al mundo, amante de voluptuosidad.

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chó y cerró la manga; sólo entonces melin-dres y gazmoñerías se establecieron comonorma única —aún transgredida, es cier-to, pero en la oscuridad del burdel— delas más encorsetadas y remilgadas cos-tumbres.

Y llegó la «liberación sexual»

Este encorsetamiento es lo que derriba-rá la denominada «revolución sexual»acontecida en las últimas décadas de lamodernidad. Con el mismo júbilo conel que saludamos la inmensa mayoría delos descubrimientos científicos y técni-cos, se impone saludar la demolición delas obtusas barreras que hacían de la mas-turbación un vicio causante de sordera yceguera; veían en la homosexualidad unanefanda tara; sólo consentían «el comer-cio carnal entre esposos en aras de la pro-creación y sin que medie ánimo concu-piscente»; denunciaban «los bailes de salónen que los cuerpos se acercan lascivamen-te», así como «esos descocados vestidosque son en verano causa de tan gran peli-gro y turbación», como puede leerse encualquier manual del nacionalcatolicis-mo de nuestros pesares. Etcétera.

¿Por qué perder el tiempo con esper-pentos definitivamente desaparecidos yque ya nadie defiende ni invoca? 1 ¿Porqué no denunciar sin más las aberracio-nes que ha traído su abolición? Por la sen-cilla razón de que, por decirlo con unhermoso proverbio que parece venir muya cuento, «de aquellos polvos procedenestos lodos», y de las aberraciones de ayerse derivan —en parte al menos y como

por reacción— las de hoy. Sólo denun-ciando los males del pasado podremosatacar con vigor y posibilidades de éxitolos del presente: si no, tal parecería comosi deseáramos reinstaurar los impedimen-tos que hace dos días constreñían aún alos amantes. Para hablar de forma másconcreta: sólo, por ejemplo, afirmandosin vacilar la legitimidad de las relacio-nes homosexuales, sólo denunciando laaberración de considerarlas una enferme-dad o una tara, se estará capacitado paradenunciar con éxito la actual insensatezdel «matrimonio» homosexual. 2

¿Por qué, cuando se podría alcanzar la más alta pasiónerótica, se convierteésta en un inocuo,placentero jugueteo

carente deestremecimiento

y pasión?

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1. Que las cosas han cambiado profunda-mente en el mundo católico lo prueba, porejemplo, la entrevista que nos ha concedidoen este mismo número la sexóloga de la COPETeresa Suárez.

2. Ahora bien, ¿cómo no reconocer que lahomosexualidad constituye una «desviación»respecto al «patrón natural» de las cosas? Porsupuesto que lo constituye, de igual formaque todo el erotismo —esta práctica exclu-sivamente humana (y divina, por lo que aciertos dioses se refiere); esta práctica emi-nentemente «cultural»— constituye algo quecontraviene o se desentiende por completodel orden fisiológico o natural. La homose-xualidad, y la felación, y la sodomía hetero-sexual…: todos y cada uno de los múltiplesartificios, refinamientos y voluptuosidadesque integran —diría Ovidio— el ars aman-di constituyen (por no hablar, por supuesto,de los medios anticonceptivos) otras tantas

Marylin Monroe, la gran sex symbolde los años cincuenta, aún sostiene, coqueta y maliciosa, el sujetador de un bikini que, años después, caería por los suelosde nuestras playas. Muchas cosas empezaban a caer en aquellos esperanzadores años. ¿Adónde, sin embargo, acabaríanconduciendo tantas promesas?

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Sentado lo cual, y después de habersaludado tanto las innovaciones científi-co-técnicas como las liberaciones sexua-les impulsadas por nuestro tiempo, pode-mos pasar a desesperarnos por el abismode sinsentido, por el pozo de nihilismoal que acaban arrojándonos tanto las unascomo las otras. Éste es el verdadero dramade nuestro tiempo: todo aquello quepodría y debería acercarnos a la plenitudnos arroja a la miseria.

Una miseria dulce y suave —bona-chona incluso: ahí radica su éxito.Ninguna norma, ningún nuevo impedi-mento se alza para maniatar la carne apa-sionada. O mejor dicho, sí, se alza la másimplacable de las normas: la que preten-de que aquí no rige norma ni principioalguno, que todo es posible —que todo,pues, resulta indiferente. En el reino dela indiferencia no se puede desde luego

transgredir nada. Pero sin transgresión,sin el impulso que lleva a los amantes atraspasar límites, a lanzarse a lo lejos, salirde sí mismos, el erotismo no es nada: sequeda en vulgar jugueteo, en mísera gim-nasia de metisaca. Si la carne estremeci-da no se ve abocada a algo que trascen-der o transgredir, la carne deja simple-mente de estremecerse.

Lo que sucede es que los límites quese transgreden en el erotismo no son enabsoluto los de la moral. Todo el colosaldesatino de dos mil años en que la «pure-za» ha pretendido combatir la «concu-piscencia» está ahí: en considerar que elerotismo tiene algo que ver con la moral;

y su transgresión, con la culpa o el peca-do. Sería difícil, sin embargo, encontraralgo que estuviera más allá del bien y delmal que el deseo de los amantes extasia-dos y arrebatados. Siempre y cuandomedie el pleno acuerdo entre adultos con-sintientes, las normas y culpas de la moralno tienen la menor vela en este entierro.Tales o cuales actitudes (por ejemplo, lasde la vacuidad y banalidad contemporá-neas) serán reprobables, es cierto; talesotras, encomiables (por ejemplo, las queagudicen la intensidad erótica, la bús-queda de plenitud máxima en el placer):pero ni las unas ni las otras tienen nadaque ver con la moral o la virtud —salvosi ésta se entiende como la virtus roma-na: «fuerza», «fortaleza», «excelencia» sig-nificaba entonces.

La familia y el erotismo

Queda, es cierto —y ello puede explicar,sin duda, tanto desatino durante tan largotiempo—, la cuestión de la familia y delchoque que puede producirse entre dosórdenes distintos, pero que se confun-den. Por un lado, el deseo erótico, eseimpulso que no entiende ni de morali-dades ni de exclusividades; y por otro, laexclusividad que debe imperar entre elhombre y la mujer que, al unirse en matri-

Sólo afirmando sinvacilar la legitimidad

de las relacioneshomosexuales se está

capacitado paradenunciar con éxito la actual insensatezdel «matrimonio»

homosexual

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desviaciones del «patrón natural» encamina-do a la procreación. Sólo la eyaculación deun pene en el interior de una vagina —comoocurre en el caso de los animales— no se apar-ta de dicho patrón. Es curioso, todos los ana-temas contra la lujuria pretendían impedirque hombres y mujeres cayéramos en la «ani-malidad y bestialidad de los bajos instintos»,cuando, en realidad, nos estaban reducien-do a la más estricta y natural de las animali-dades.

Doble penetración en una orgía griega(copa del siglo V a.d.C.,Museo del Louvre).

Pagina siguiente: bailes de moda en los clubs Play-Boy en los años sesenta.Empezaba la «liberaciónsexual». Pero… ¿coincide acaso con laliberación erótica?

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monio, tienen como fin primero asegu-rar la procreación dentro de la unidad deun linaje.

La confusión, el choque incluso entreambos órdenes, parece inevitable. Desdeque los hombres son hombres; o parahablar como si fuéramos «políticamentecorrectos», desde que los hombres sonhombres, y las mujeres, mujeres, no hacenambos sino experimentar las múltiplesconsecuencias de dicho choque. Todo elgenio de los pueblos y civilizaciones, todasu inteligencia, ha consistido, por ello,en tratar de deslindar ambos órdenes, enlimitar el conflicto entre sus exigenciasopuestas, en impedir que las normas des-tinadas a preservar la familia y el linajepasaran a reglamentar el conjunto de lavida amorosa. Huelga decir que si tal hasido la inteligencia de los pueblos, reli-giones y civilizaciones, su necedad ha con-sistido en intentar exactamente todo locontrario. 3

No es fácil, sin embargo, deslindar elorden familiar y el estrictamente sexual.No lo era, en todo caso, cuando la pre-cariedad de los medios contraceptivoshacía que, para garantizar la unidad fami-liar, sólo los varones podían permitirselicencias… que estaban vedadas a unas

mujeres cuya sexualidad tenía que que-dar estrictamente circunscrita en el ámbi-to matrimonial.

Digámoslo con toda crudeza: alto,pero indispensable ha sido el precio quelas madres —y como por contagio, lasmujeres en general— han pagado duran-te siglos para asegurar que los hijos quetraían al mundo pertenecían a una mismasangre. O si hace falta ser más claros: eladulterio de varón con mujer no casadajamás ha implicado —porque así lo impo-ne la naturaleza— la menor consecuen-cia respecto a la unidad de la sangre. Eladulterio, en cambio, de la mujer casadasiempre ha implicado (porque la natura-leza —no «la falocracia machista»— asílo impone) las más graves de las conse-cuencias.

Las ha implicado; pero hoy ya nadaimplica tales consecuencias —o sólo cuan-do media una insensata irresponsabilidad.Todo cambia radicalmente —y ello inci-de por supuesto en la estructura misma dela familia— a partir del momento en quelos medios contraceptivos alcanzan unaseguridad total, y, generalizándose su uso,la procreación y la sexualidad pasan a cons-tituir dos ámbitos que, aun implicándosesimbólicamente y coincidiendo por supues-to en ciertos y álgidos momentos de la vidade una pareja, conforman dos órdenes decosas profundamente distintos.

¿Por qué, cuando resultaría posibleque, sin menoscabo de la libertad sexual,se viera acrecentada la fuerza de la fami-lia y el arraigo del linaje, resulta que laprimera se deshilacha y diluye, mientrasque el segundo se convierte en un obso-leto término carente de sentido? ¿Por qué,cuando maternidad, sexualidad y liber-tad podrían conjugarse como nunca les

fue dado, la maternidad se convierte enla más desprestigiada de las institucionesen el seno de una sociedad deseosa de sui-cidarse; en el seno de una sociedad quelleva el desprecio hasta casi el insultocuando una mujer tiene el atrevimientode consagrar su vida a la familia, en lugarde dedicarla a la fábrica o a la oficina?¿Por qué, en fin, cuando sería posiblealcanzar la mayor intensidad en la pasiónerótica, se convierte ésta en un inocuo,placentero jugueteo carente de pasión,estremecimiento y densidad?

Sin duda porque nuestro mundo abo-rrece —o teme lleno de pavor— la pasión,el estremecimiento y la densidad. Sinduda porque cuando la fealdad, la vul-garidad y la banalidad lo envuelven todo,no hay razón de que las vivencias sexua-

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3. Un claro ejemplo de deslindamiento entreambos órdenes es el constituido por Greciay Roma, donde la libertad sexual se hallabaseveramente restringida en un determinadonúmero de casos, fuera de los cuales impera-ba una libertad que, una vez abolida, se tar-daría muchos siglos en reconquistar. Ahorabien, las normas que restringían los placereseróticos de griegos y romanos no pretendíanen lo más mínimo preservar la pureza moralo combatir los pecados de la carne —con-ceptos propiamente incomprensibles en unmundo en el que dioses y diosas eran los másgozosos y promiscuos fornicadores. Lo quepretendían dichas normas era preservar, escierto, una pureza; pero como lo señala J.-N. Robert hablando de Roma, la pureza sal-vaguardada era única y exclusivamente «la dela sangre romana». Cf. J.-N. Robert, les Plaisirsà Rome, Les Belles Lettres, París, 2005, p. 191.

Es y será siempremisterioso lo que se juega en ese

arrebato propiamentesagrado —¿cómopuede un Dios

no haberlo conocidonunca?— al que

llamamos erotismo

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les escapen a su imperio gris. Sin dudaporque ese mundo que cree haber dadocon la clara razón de las cosas mira conpánico todo lo que vive y palpita en laluz densa e insondable del misterio. Esprofundamente misterioso, en efecto; esy será siempre misterioso lo que se juegaen ese arrebato propiamente sagrado —¿cómo puede un Dios no haberlo cono-cido nunca?— al que llamamos erotis-mo: ese «inquebrantable núcleo noctur-no», como lo califica en estas mismaspáginas Robert de Herte.

Ahí, en medio de ese inquebrantablenúcleo nocturno es donde nos adentra-mos —no para disolverlo, no para ani-quilarlo— cada vez que un hombre o unamujer, rompiendo la barrera de su cuer-po y de su alma, saltando por encima desu sombra, se sumergen en la ansiosacarne del otro; cada vez que los amantesrompen —transgreden— el ordencorriente y gris de los días; cada vez queentre arrebatos y espasmos se lanzan enpos de lejanos confines; cada vez que acep-tan someterse a los dictados de la voz queviene de muy lejos, de «las últimas habi-taciones de la sangre», decía Lorca. Cadavez, en fin, que aceptan perderse para,sólo así, encontrarse.

Perderse, someterse a lo que está fuerade uno… trascenderse, no quedarse ensi-mismado ni en uno mismo ni en tornoa la inmediatez roma de las cosas. Por esono hay ni puede haber hoy erotismo: por-que el hombre o la mujer de nuestros díasse niegan a salir de su ensimismamiento.Dichoso y feliz, el «individuo soberano»se encierra en la gran cárcel de egolatría,en la prisión cuyos barrotes, dorados eindividualistas, le permitirán —eso seimagina— no someterse a nada. A nada…salvo a tal cárcel. A nada grande, heroi-co, bello. A nada que no sea el hipertro-fiado yo de un mequetrefe o el desmesu-rado poder de un Mercado y un Dineroante el que, con unción, todos los meque-trefes inclinan la cerviz. �

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Javier Ruiz Portella (Barcelona, 1947),ensayista y editor. Autor del Manifiestocontra la muerte del espíritu. Entre sus libroscabe mencionar: la Liberté et sa détresse(Bruselas, 1994) y España no es una cáscara(Barcelona, 2000).

Adán y Eva, Tamara De Lempicka,1932, Petit Palais, Ginebra.

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CELEBRAD, muchachas públi-cas, el poder de Venus! Venusfavorece las ganancias de quie-nes de sus encantos hacen pro-

fesión. Al ofrecerle incienso, pedidle belle-za y los favores de la gente. Rogadle sermaestras en el arte del coqueteo y la seduc-ción. 1

En Roma, comenta el historiador Jean-Noël Robert, «las cortesanas están entodas partes, aunque abundan más endeterminados barrios […]. Desde elAventino hasta Subura cualquier roma-no puede escoger según sus gustos y elpeso de su bolsa. Las plazas públicas, loslugares de paseo y, sobre todo, los sitiosde espectáculos son los principales pun-tos de encuentro. Bajos los elegantes pór-ticos, las más ricas cortesanas exponensus lujosas galas, y cerca del Campo deMarte, los aledaños del templo de Isis tie-nen fama de ser frecuentados por las máshermosas muchachas, siendo usual quea Isis se la considere en Roma como auna alcahueta. Bajo las bóvedas del grancirco o de los anfiteatros, una categoríamás común de prostitutas aguarda a losclientes de las clases sociales medias quesalen del espectáculo […].

«Por su parte, la gente pudiente podíaposeer en sus casas pequeños lupanaresprivados, como los vemos en ciertas casasde Pompeya. Al mismo tiempo, podíanhacer participar en los banquetes a bai-larinas de voluptuosos movimientos,como las de Gades, que, según cuentaJuvenal, arrullaban a los comensales concanciones obscenas, mientras «se echa-ban por el suelo contoneando sus lasci-vas caderas». 2 �

¿Es «pecado» la prostitución?«El más viejo oficio del mundo» no siempre estuvo moral y socialmente reprobado. En Grecia se alzabanestatuas a las más hermosas hetairas. En Roma, en diversas fiestas, y en particular en la de las Vinales (23 de abril), donde se honraba a Venus junto a Júpiter, participaban activamente las muchachas públicas.Ovidio las anima a presentar con tal ocasión ofrendas a Venus:

¡

1. Ovidio. Fastos, V, 351-3542. J.-N. Robert, les Plaisirs à Rome, lesBelles Lettres, París, 2005, pp. 193-194.

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Falo de bronce con campanillasencontrado en Herculano. La conjunción de una quimera, un falo arqueado y unascampanillas multiplicaba su poderde alejar las influencias malignas

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de carne y hueso. Vemos una sexualidadindividualista, egocéntrica, donde el pró-jimo desaparece como tal, como alguiencon quien compartir una experiencia físi-ca o anímica. Vemos una libido mercan-tilizada que se extiende por todas partescomo cualquier otra mercancía en losanaqueles de un hipermercado, objeto deconsumo rápido para satisfacción de unpúblico anónimo. Vemos a unas gentesque se acercan al sexo con la actitud pro-fundamente burguesa de quien sólo busca«su mejor interés». Mientras tanto, el sis-tema —mediático, económico, cultural,todo eso a la vez— promociona sin cesarun discurso donde el derecho al placeractúa como horizonte último de todaexistencia. Hay un anuncio radiofónicoque, sin proponérselo, expresa muy grá-ficamente este reduccionismo: «Si tu vidasexual está bien, lo demás no importa».Nada menos. Se diría que el derecho alplacer se ha convertido en un nuevo opiodel pueblo.

Naturalmente, habrá quien pienseque, pese a todo, vale la pena: al fin y alcabo, pocas cosas hay más gratas que elplacer sexual, aunque sea en esta fórmu-

José Javier Esparza

La próxima revolución sexual

HAY doctrinas de libertad quedesarrollan grilletes. Lo quenos prometen es tan grati-ficante, tan amable o tan

placentero, que apenas reparamos en loque hay detrás del espejismo —hasta quees demasiado tarde y nos hallamos ya atra-pados en él. Hoy vivimos un proceso deeste tipo en las sociedades opulentas (ysólo en ellas) a propósito de la sexuali-dad. Varias décadas consecutivas de dis-curso sobre la liberación sexual nos hanpersuadido de que aquí, en los plieguesde la libido, se escondía uno de los gran-des tesoros de la condición humana; enconsecuencia, se nos ha instado a explo-tar la veta hasta que el mineral aflore para,después, hacerlo circular. Ahora bien, loque hoy vemos al otro lado del cristal, enel escaparate de la opulencia, no es exac-tamente un tesoro.

Opios del pueblo

¿Qué vemos? Vemos un erotismo cosifi-cado donde el sexo funciona como sim-ple objeto, ya real o ya, más generalmen-te, virtual, emancipado de las personas

Hay doctrinas de libertad que desarrollan grilletes

Hemos pasado de un puritanismo extremo, que sepultó lo erótico bajo toneladas de rigor, a un permisivismoradical que ha vaciado la sexualidad hasta convertirla en algo banal, propiamente sin sentido. El discurso dela «liberación sexual» quizás haya liberado al sexo, que hoy lo invade todo, pero no ha liberado a laspersonas. En vez de un erotismo espontáneo y natural, lo que hoy tenemos es una sexualidad mecánica,comercializada, una performance técnica para unos individuos que afrontan la experiencia erótica con unexceso de mediación, ya sea la mediación instrumental de la pornografía o la mediación didáctica de los«sexólogos de la tele». ¿No haría falta una revolución sexual?

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La «liberación sexual» ha liberado al sexo, pero no a las personas. El cuerpo se va convirtiendo en una especie de máquina de producir satisfacción. Página anterior: Eva vista por Alberto Durero. Arriba: Dos hermanas, Parque Frogner, Oslo.

Erotismo con grilletes

El discurso de la liberación sexual ha con-ducido a adoptar una forma de sexuali-dad sometida por entero a un prejuicioindividualista, egoísta. El individualismoes esa doctrina según la cual el horizon-te último del individuo es el propio indi-viduo y su búsqueda —individual— desu mejor interés. Hoy lo tenemos tan asu-mido —en la vida económica, en la vidapolítica, en la vida personal— que prác-ticamente se ha convertido en un auto-matismo psicológico: vivimos en tornoa nuestro propio ombligo. En el planode las relaciones sexuales, esto se mani-fiesta de la siguiente manera: la gente(mucha gente) tiende a afrontar la expe-riencia erótica desde un punto de vistaradicalmente egocéntrico, como si el otrono existiera o, más bien, como si fueraun instrumento de la propia satisfacción,del propio derecho al placer. Consumimossexo como quien consume hamburgue-sas. Con la diferencia de que nadie pen-sará que consumir hamburguesas le darála felicidad, mientras que, por el contra-rio, un insistente discurso social nos sugie-re a todas horas que el sexo sí nos la dará(«si tu vida sexual funciona, lo demás noimporta»). Las consultas de los sexólo-gos están llenas de gente que no encuen-

la de supermercado. Ya decíamos que haydoctrinas de libertad que desarrollan gri-lletes. Pero es difícil sumarse al coro delconformismo si uno repara en que losgrilletes están ahí. Por supuesto, la visiónvaría según la perspectiva que uno cobre.Para unas generaciones crecidas en larepresión sistemática de la sexualidad, yafuera bajo el peso del tabú eclesial o yabajo el estricto puritanismo protestante—o bajo el no menos estricto modelo de«decencia socialista», como en la URSSde los años cincuenta y sesenta—, la actual«liberación sexual» representa un eviden-te respiro. Pero la perspectiva forzosa-mente ha de ser distinta para las genera-ciones posteriores, que han crecido en unambiente antitético: ese ambiente en elque, por expresarlo así, la «liberación» esobligatoria, y cuya presión alcanza, deuna u otra manera, tanto a las relacionessexuales informales como a la relaciónestable de pareja o incluso a la mera per-cepción de lo erótico. Y si uno toma dis-tancia respecto al sexo en sí mismo, alpropio hecho sexual, y centra la atenciónen las formas que adopta en nuestra socie-dad, a la atmósfera que lo envuelve, lasrazones para el inconformismo aumen-tan. Es entonces cuando se percibe queciertos discursos de libertad generan gri-lletes. Veamos por qué.

Lo que hay queplantearse es si ésta es la sexualidad quequeremos: si nuestra«realización» sexual

tiene que pasarnecesariamente por

«mi» derecho al placer,por la banalización

comercial de lo erótico,por el criterio técnico

de satisfacción —«mi orgasmo»

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tra lo que busca, a pesar de que no parade buscar. Quizá porque no está buscan-do en la dirección correcta —quizá por-que sólo está buscando para sí lo quedebería busca fuera de sí mismo.

¿Otro grillete? La mercantilización,la comercialización del erotismo. La ideavigente de la sexualidad, la que nos trans-miten a todas horas el omnipresente dis-curso publicitario o la prensa in, estásometida por entero a las reglas de la civi-lización económica, del mercado total,que fija normas de comportamiento sexualy estándares de deseo, y que provee a losagentes de una superabundancia de obje-tos de consumo erótico. El mercado nospropone modelos para todo, desde lascosas que nos inspiran deseo hasta laforma en que acariciamos o en que uti-lizamos nuestros órganos sexuales, y repe-timos esas pautas con el aire de quiensigue unas instrucciones de uso. Hoy esprácticamente imposible distinguir entreerotismo y consumo de placer; pareceinimaginable una satisfacción de tiposexual —física o anímica— ajena a losbien marcados cauces que el mercado hapuesto al efecto. Por eso es cada vez másdifícil diferenciar, cuando uno mira losanaqueles del supermercado, entre ero-tismo y pornografía —al cabo, la porno-grafía ha terminado convirtiéndose en ladenominación del erotismo en la épocade su reproductibilidad técnica, con per-miso de Walter Benjamin.

La posibilidad de una inspiración eró-tica implícita, tácita, sugerida, no expre-sa, ha sido desterrada de la circulaciónpública. En la era de la exposición total,de la exhibición permanente, todo ha deestar bien clarito y con su etiqueta bienvisible en el anaquel correspondiente delsupermercado. Se progresa hacia el terre-no elemental de la obscenidad en el sen-tido en que la entendía Baudrillard: unaexhibición directa de un objeto primario,sin posibilidad de doble lenguaje, de dobleapariencia —sin posibilidad, en fin, deequívoco y, por tanto, sin posibilidad deseducción. El trámite de la seducción hasido sustituido por el pacto directo parala cópula. Eso es algo que se percibe inme-diatamente cuando uno conversa con losmás jóvenes, cuya conducta sexual es yauna pauta regular establecida por la civi-lización económica: se acuerda la cópula

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Un rasgo típico del erotismo contemporáneo es que el otro, el prójimo, la pareja, tiende a desaparecer,carece de importancia: la sexualidad como relación social es sustituida por el placer como satisfacción individual. La imagen-fetiche, deseo consumado, reemplaza a la seduccióninterpersonal. En la página anterior, fantasía erótica autosuficiente de los años treinta. Arriba, grabado del siglo XVII. Debajo, casa de baños medieval.

—normalmente, con pareja ocasional—como se alquila un vehículo, incluso conlectura recíproca de derechos. Es un lea-sing de la sexualidad. Uno «ficha» lo que«le pone». Es el mismo talante con el quelas agencias de viajes organizan expedi-ciones de turismo sexual, nueva forma desafari donde uno compra su derecho alplacer como, antaño, compraba el dere-cho a la caza en la sabana.

El sexo-máquina

Tercer grillete: la sumisión de la sexuali-dad a la técnica, rasgo igualmente espe-cífico de nuestras sociedades opulentas;sumisión a la técnica o, aún más exacta-mente, a la «forma» técnica, esto es, a unamanera de entender la vida como unaserie de actos y pulsiones regulablesmediante el adecuado ajuste, mediantesu correcta administración, con el auxi-lio de aparatos o sin éstos, en busca deun objetivo mensurable. ¿No es lo quehacemos con la actividad física, con el«deporte»? La mayoría de la gente quenos rodea no sube montañas, no correpor el campo, no sube árboles (¿quiénpuede hacerlo en nuestros grandes esce-narios urbanos?), sino que ha sustituidotodo eso por la forma técnica del cuida-do corporal: entrenamientos especializa-dos con pulsaciones reguladas, kilóme-tros de esfuerzo medidos segundo a segun-do sobre una compleja máquina que nose mueve del sitio, complemento del ejer-cicio con una dieta no menos mecánicadonde la alimentación es sustituida porla administración calculada de proteínas,carbohidratos y vitaminas. Pues bien, delmismo modo tendemos a afrontar hoy,cada vez más, la experiencia erótica comouna actividad técnica. La satisfacciónsexual va perdiendo entidad propiamen-te humana para convertirse en funciónde una tabla de cálculo, para ceñirse a unaexplotación adecuada del instrumentotécnico de satisfacción, ya sea el pornopor Internet o la gimnasia higiénica queaconsejan los sexólogos de la tele. Tareastodas ellas donde la relación personal conel prójimo puede pasar a segundo plano,porque el Otro es prescindible, porque laprioridad es rellenar correctamente la casi-lla del placer, del objetivo conseguido —una casilla donde el otro no cuenta.

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Apolo y Dionisos

Individualismo, economicismo, imperiode la forma técnica. Son tres de los gran-des males de nuestra sociedad y los tresestán íntimamente relacionados. Más aún:son los tres vectores fundamentales de lasociedad posmoderna. No hay nada extra-ño en que hayan empapado también elcontinente del sexo, del mismo modoque han desteñido sobre los más nimiosaspectos de nuestras vidas. La cuestiónque hay que plantearse es si ésta es lasexualidad que queremos; si ésta es unaforma completa, cabal, de entender lo

erótico; si nuestra «realización» sexualtiene que pasar necesariamente por laprioridad individualista («mi» derecho alplacer), por la banalización comercial dela imagen erótica («lo que me pone»), porla pauta técnica de satisfacción personal(«mi orgasmo»).

En el espacio de dos siglos, los euro-peos hemos pasado del puritanismo extre-mo a la no menos extrema tolerancia.Tras las convulsiones revolucionarias seimpuso el discurso puritano de la civili-zación burguesa triunfante; fue aquel dis-curso que acompañó a la revolución indus-trial, a la expansión colonial, a la implan-tación universal del capitalismo. Y tras eltriunfo de este modelo, asistimos ahoraal discurso hipertolerante de la civiliza-ción burguesa decadente; es el discursoque acompaña hoy a esta extraña mezclade nihilismo cultural y prosperidad eco-nómica que es el Occidente contempo-ráneo. La religión, que escoltó a la pri-mera fase del proceso —la puritana—como cobertura moral, terminó devora-da por unas ideologías que, en realidad,siempre habían querido sustituirla, siem-pre habían querido prometer por sí mis-mas la redención. Hoy, al final del cami-no, estamos en una situación forzosa-mente transitoria, como siempre que elpéndulo llega al otro extremo. Si al puri-tanismo decimonónico se le pudo repro-char el haber sublimado la naturaleza eró-tica hasta el punto de sepultarla, al per-misivismo posmoderno se le tiene quereprochar el haber banalizado lo eróticohasta el punto de vaciarlo por entero.

No inventemos la pólvora. Los hom-bres no han tenido que esperar al sigloXX para saber que el sexo era una cosaenormemente placentera, que el erotis-mo puede ser una vía de realización per-sonal extraordinaria; tampoco han falta-do civilizaciones que lo han elevado alrango de experiencia religiosa. Lo inte-resante es ver que nunca nadie osó decla-rar el placer como un derecho —¡quéingenuidad!—, ni considerar la experien-cia erótica como una parte irrenunciablede la libertad individual. Esto es comple-tamente nuevo. La Historia ha conocidofases permisivas y fases puritanas, a vecesen un mismo lugar y con muy pocos añosde diferencia, como cuando Roma pasódel despiporre generalizado a la reforma

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Lo que hemos hecholos posmodernos es

algo extraño y, desdeluego, antinatural.

Hemos cogido el sexo y lo hemos convertido

en derecho civil

El Apolo del Belvedere, en el Museo del Vaticano.

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Haría falta otra revolución sexual.Una revolución que nos enseñara de nuevoa ver la experiencia erótica como algoprofundamente personal —es decir, entrepersonas—, inseparable de un prójimoque nos dice algo, una dimensión añadi-da a otras tan hondamente humanas, irre-ductible a las reglas del bricolage y al cál-culo de «satisfacciones». Algo que es almismo tiempo deseo y función social,que es libertad y es a la vez responsabili-dad, que es una estética y es una ética, yque además y sobre todo es amor, en todala infinita complejidad de esta palabra.Se trataría de alcanzar una visión dondeApolo y Dionisos, la ética y el deseo, losublime y el instinto, puedan vivir jun-tos, como ambos conviven en la entrañadel hombre. Y romper de una vez estospesados grilletes. �

moral de Augusto. También hemos cono-cido razonables e indulgentes hipocre-sías, como cuando, en los siglos XVII yXVIII, la hegemonía de la Iglesia en Franciao incluso en España no desmentía unalibertad de costumbres que hoy nos sor-prende. No es, pues, una cuestión demayor o menor «manga ancha». Lo queuno echa en falta en la visión contempo-ránea del sexo es, ante todo, el equilibrio.

Hay una complementariedad tradi-cional de lo apolíneo y lo dionisiaco, enefecto, se echa de menos. Lo apolíneo: lamesura, el equilibrio, el rigor, la conten-ción, la línea recta, la luz clara, la razón,el orden, también lo eterno y lo augus-to. Lo dionisiaco: la desmesura, el vérti-go, lo fluido, lo desbordado, la curva, looscuro, la pasión, el caos, también lo efí-mero y lo telúrico. Cualquier sociedad,cualquier cultura tiene que reservar susespacios para ambas dimensiones. No essólo cosa de helenos, de una imagen deApolo y otra de Dionisos: en esa mismacomplementariedad han bebido muchasotras civilizaciones, como las orientalescon sus vías de la mano derecha y la manoizquierda. Digamos que si hay una formaplenamente humana de entender lo quees simplemente humano, ésa no puedeser otra que intentar entenderlo todo ala vez y con cada cosa en su lugar. Y asícomo hay una vivencia dionisiaca de losexual, debe haber también un concep-to apolíneo de lo erótico. Cuáles seanéstos y qué lugar ocupen en una cultura,

eso es algo que los hombres han resuel-to de distintas formas y con mayor omenor cierto. Pero rara vez han perdidode vista, históricamente hablando, queal lado de la pasión que arrebata está larazón que ordena, que los hombres somosasí, y que lo importante es concebir lascosas de modo tal que estas dimensionescontradictorias puedan convivir a la vez.

Lo que hemos hecho los posmoder-nos es algo extraño y, desde luego, anti-natural. Hemos cogido el sexo y lo hemosconvertido en derecho civil. Vale decir:hemos cogido a lo dionisiaco, a lo pasio-nal y, sin realmente iluminarlo, le hemosaplicado las reglas de lo apolíneo, enten-diéndolo como si fuera la ley de contra-tos, la sanidad pública o la regulación delos mercados de abastos. A lo apolíneo,por su parte, lo hemos apartado de sucontinente natural, que es el de la ética,el de la organización de la vida confor-me a reglas —reglas, horresco referens—,y lo hemos puesto a gastar luz no sobreel sexo, sino sobre el placer, es decir, sobreaquello que nunca podrá iluminar, por-que está hecho de otra naturaleza.Dionisos colocado en el altar de Apolo yApolo vestido con los atributos deDionisos. Es absurdo.

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Al puritanismodecimonónico

se le pudo reprochar el haber sublimado

lo erótico hastasepultarlo.

Al permisivismoposmoderno hay quereprocharle el haberbanalizado lo erótico

hasta vaciarlo por entero

José Javier Esparza (Valencia, 1963),periodista, ensayista y novelista. Fue directorde la revista Hespérides. Ha publicadorecientemente la novela El final de lostiempos. Entre sus ensayos cabe destacarInforme sobre la televisión: el invento del Maligno. Acaba de publicar El bienio necio. Crónica del zapaterismo.

Dionisos según la pinturamural de una taberna griega.

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como una salmodia ofertada a los Diosesy Diosas, los propios de toda pérdidamientras nos susurran que todo vuelve acomenzar, y que el placer es sagrado.

Porque aquí estoy hablando de sexo,de la reciprocidad pasional entre dos per-sonas insustituibles. Luego, por añadi-dura, se va a dar la monogamia y la fide-lidad, nivel superior donde la comuniónse ha convertido en epifanía de un nuevoascenso: de un ser dividido, a la existen-cia de la pareja en una misma esfera devoliciones, sustentadas, cómo no, en elacto de ofrecerse mutuamente para siem-pre, en un rito cada vez más largo, cadavez más luminoso, donde los líquidos sonbrebajes y la transmutación corporal unproceso alquímico, amenazado hoy porla fragmentación de las relaciones casua-les y su continua alabanza.

En la pareja hacia lo uno, el hombrey la mujer se han transformado en esaElella tan magistralmente descrita porMiguel Serrano. Y esa nueva entidadadquiere una libertad per se, sin necesi-dad de establecer pactos con rituales dela sociedad donde sobrevive, mediatiza-da y envenenada por las consignas de otrotipo de vínculos, de una clase bien dife-rente de expectativas. Porque sólo se unirá

Josep Carles Laínez

Sexualidad heroica

EL sexo debería ser, sobre todo,una puerta abierta a la trans-cendencia: desde el grito aho-gado del orgasmo que nos

sumerge en el tiempo anterior al tiem-po, o desde la ofrenda que es reiniciar lapesquisa de un cuerpo diferente. Debemossaber y transmitir que en el sexo algo seestá poniendo en juego y nos sobrepasa,nos saca de nosotros, nos ejecuta en elmismísimo momento de afianzarnos enel deseo; pues no hay deseo sin ansiedad,ni ansiedad sin búsqueda, ni búsquedasin necesidad. Y en tal calidad deben con-templarse las relaciones sexuales: una nece-sidad de la mujer y del varón por igual,de dos mitades que buscan acoplarse enuna autofagia hacia el otro: yo te devoroporque me destruyo por ti. Con la ame-naza siempre presente de engendrar vidadetrás del acto. La relación sexual máspura sería, por tanto, aquella que nodevendría en gestación, salvo en la denuestro yo más profundo, de quien admi-te en sí los fluidos de la vida para adqui-rir el conocimiento de la creación antesde lo creado. Al fracturar tal posibilidad,ese ser no nato habrá tomado forma enel interior de los amantes, transmután-doles el sentir, elaborando los gemidos

Hacia una plenitud de la sexualidad humana

El sexo es libertad, es gozo, es plenitud… Pero es también la mayor de las entregas, la absoluta cesión de nosotros mismos. Paradójicamente ambas cosas se han olvidado en la sociedadconsumista de hoy día, donde las relaciones sexuales se convierten en el colofón de una noche de copas, sin experimentar esa plenitud, esa entrega que haría del sexo una experiencia sagrada, transcendente.

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La fuerza del deseo, Gustav Vigeland, Parque Frogner, Oslo.

Pagina anterior : dorso de un espejo romano, 320 a.d.C.

esclavistas), destinado a la procreación ya la amabilidad, a la cual no le era nece-sario pensar en demasía ni, sobre todo,le ha sido permitido desear. El tiempohizo para que, a estas desigualdades, seañadiera, en la mayoría de los casos, lafalta de respeto. Esta hembra sumisa, aúnabundante, con una vida programada deantemano, fue puesta en cuestión y, encierto modo, estigmatizada con la pre-tendida liberación sexual del último ter-cio del siglo XX. Esta secuela del freudo-marxismo no supuso ninguna «liberacióndel sexo», sino el cambio de rumbo deun aprovechamiento sin tapujos de lamujer. Afortunadamente, tal «liberación»fue ya cuestionada por los movimientosfeministas, conscientes de la paradoja queencerraba pretender alcanzar la libera-ción sexual de la mujer a través de unmodelo marcado de antemano por elpoder normativo, y masculino.

Se impone, por tanto, romper estadinámica de ritmo doble, cuya existen-cia sitúa a la mujer en una gama de posi-bilidades por las cuales siempre acabasucumbiendo a la férula del imaginariomasculino, algo que, aunque parezca locontrario, tampoco beneficia en nada aese supuesto macho inmaculado, puesvivirá en la esquizofrenia de la contem-plación de la mujer como objeto de uso,y de la «hermandad» masculina en ges-tos, palabras y elecciones que, necesaria-mente, debería conducir al cuestiona-miento de sus verdaderas querencias. Sincontar, claro está, la estructura dual de lamirada masculina: por un lado, las muje-res que ve como objeto de deseo; por otro,aquellas que piensa le pertenecen (madre,hermana, esposa, hija) y sobre las cualesno tolera la mirada que él ejerce sobre lasprimeras. Se ha de fomentar y se debenponer las bases de ese hombre y mujerque se reconozcan y se unan en la carney por la carne igual que se unen los tra-zos de una runa sobre la piedra. Esas bases,sin embargo, no pasarán ni por encuen-tros de familias, ni por el sexo adolescen-te de probaturas, e imitación de una vidaadulta, a todas luces ridículas y peligro-sas. El recuerdo de experiencias pasadasha de ser siempre puro, vívido, pleno. Yesto sólo se consigue a través del respe-to, la mutua dación y, cómo no, por laredención del amor.

quien mutuamente se haya conocido,quien haya experimentado el vuelco delcorazón en una ligadura cada vez másestrecha, más poderosa, más inextricable.

Escasas personas mantienen relacio-nes sexuales plenas en la actualidad; tansólo lo hacen a modo de simulacro, repi-tiendo los gestos y modelos aprendidosgracias a los medios de comunicación yasumiendo los roles de actividad y pasi-vidad imperantes. Hemos de trabajar, portanto, con una hipótesis radical: los hom-bres y las mujeres no existen en cuantoindividuos; están en proceso de construc-ción. Disponemos, sobre todo, de machosprototipo y de hembras sumisas, pero enpocos ambientes existen el hombre-huma-

no y la mujer-humana conscientes dequerer iniciar una labor de zapa. Las mirasserían encontrarse y alimentarse sólo deellos mismos, en una tarea de desescom-bro, a fin de hacer emerger la verdaderaparidad, fundamentada en el deseo, noen consignas políticas ni en el qué diránde los unos o de los otros.

La sociedad occidental ha buscadohacer de la mujer algo sumiso (la judíaortodoxa y la islámica son directamente

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Trampas de la desigualdad

Los usos sociales impiden que los hom-bres y las mujeres puedan tener una visiónde la sexualidad como algo sagrado. Noen vano han intentado detener siemprecualquier posibilidad de crecimiento espi-ritual que los condujera más allá de suopresiva moral bíblica. Evidentemente,se han provisto de pequeñas válvulas deescape, controladas y estigmatizadas, afin de hacerlas aparecer en calidad detransgresiones o de «normalidad» tolera-da, cuando en el fondo sólo son trampasque reafirman todavía más el imperio deuna sociedad que busca en la perpetua-ción de la dependencia femenina (amade casa, esposa y madre), que la recluyeen el hogar a pesar de los trabajos quedesempeñe en el exterior, y en la hiper-sexualidad del varón, los lugares dondeel statu quo es capaz de perpetuarse sinsufrir grandes quiebras.

Por lo dicho no extraña, en un momen-to de subversión de todos los valores, lacreación de un caldo de cultivo mediáti-co a favor de la legalización de la prosti-tución y la liberalización (en algunos paí-ses donde hasta ahora estaba prohibida,por ejemplo el Principado de Andorra)de la pornografía, y de intentar vender-lo a modo de conquista de mayores liber-tades, en vez de considerarlos dos siste-mas donde la mujer es reducida a la con-dición de agujero y el hombre a la deinexorable pene en erección. El sexo geni-tal convertido en comercio trastoca lacimentación de un ámbito donde las rela-ciones entre los sexos puedan llegar a unequilibrio.

El advenimiento de una sociedad quere-cree el sexo como un espacio donde loque prime sea la experiencia de un hechotan esencial de cualquier cultura y, a lavez, territorio donde explorar nuestra pro-pia desaparición y estrecho vínculo emo-cional con el otro, no puede tener, en pri-mera instancia, un carácter democrático.No se puede pretender que sea algo rápi-damente extensible a quien ostenta elpoder simbólico en la relación o, por para-dójico que parezca, a quien se encuentrafeliz en una posición de sumisión porhaber sido «educada» y adiestrada para

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Sigue en la pagina 20 �

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A la izquierda: motivo masculino, reja del Parque Forgner en Oslo.Abajo: un hombre sodomiza a un joven, La copa Warren, siglo I a.d.C., The British Museum.

En la nueva sociedad heroica se habrá dedistinguir dos tendencias al analizar lavolición de un segmento social en la actua-lidad muy concreto. Por un lado, el delos individuos que forman el gueto gay/lés-bico; por otro, el de quien, fuera de talgueto, se sabe único y no desea ser asi-milado a grupo alguno. Del primero delos casos, se enseñorea la ética bajo laforma de cómodo bienestar; el segundohabrá de verse transportado al senderode la estética. Y en esta contradicción seencuentran también dos proyectos devida humana: el vivir cotidiano reduci-do a la subsistencia, o la vida más altaarraigada en el mito. La opción de la masagay se ha decantado por la primera, aun-que la mítica que la envuelve se siguenutriendo de aquello que ha desprecia-do (el amor griego o la bisexualidad deRoma). Se ha huido del silencio y la reclu-sión de los últimos dos mil años, peroadviene el acoplamiento a unos valorespretendidamente laicos y con una evi-dente marca social (y, además, heterose-

xual: noviazgo, boda con tarta, hijos,amistades de parejas, familias políticas,planes de pensiones…).

Tenemos con ello que la homofilia hadejado de existir. El lazo que unía aAlejandro-Hefestión, Adriano-Antinoo,Byron-Shelley, Rimbaud-Verlaine,Whitman y sus «camaradas» o Kerouac-Cassady ha desaparecido. Igualmente, elhomoerotismo de Homero, Platón, JulioCésar, Marcial, Tibulo, Virgilio, RicardoCorazón de León, el rey David, Henryde Montherlant o Yukio Mishima. Ya nohay exaltación en las relaciones homofí-licas, no existe el exceso viril que llevabaa la emulación y a la camaradería de atrac-ción por unos valores y comportamien-tos, sino, para la comunidad rosa, un

acceso a la mera vulgaridad (en su acep-ción literal), una imitación de los hechosheterosexuales, con la salvedad de queéstos constituyen el basamiento de la civi-lización y no su remedo ridículo a travésde pantomimas que pretenden tener lavalidez de los ritos. Aceptando estas unio-nes como un logro, se está acabando conotro de los pilares de la Europa transcen-dente. Así, frente a la homosexualidadentendida como opción personal de dis-coteca, como posibilidad en el supermer-cado de las elecciones, la homofilia heroi-ca entra en el ámbito de la leyenda, de loque nunca existió pero ha sido siempre,por encima de relaciones genitales, anclán-dose en la mirada exultante del hombrehacia los dioses, o hacia los hijos de losdioses...: ese grito de Aquiles por la muer-te de Patroclo, ese treno de David por lacaída de Jonatán, esa locura de Alejandrotras el último latido de Hefestión, quélejos se encuentran de la moral del beatopadre de familia o del heterosexual misó-gino; pero cuánto más del gay promis-cuo y blando, de la drag queen enloque-cida, en esta Europa que ha perdido elespíritu heroico de lo antiguo, el verda-dero valor de los sentimientos y las atrac-ciones, pues la belleza siempre será labelleza… �

Excursus sobre la homofilia masculina

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ello. Por tal motivo, el problema de laprostitución y de la pornografía quieresituarse, de nuevo, en un universo de elec-ciones personales, respeto (comercial, nolo olvidemos) y presunta alegría, cuandoen ellas no es sólo quien ejerce la prosti-tución quien se ve sometido a una con-

dición de vulnerabilidad y semiesclavi-tud, sino el mismo usuario, pues estárebajándose y desconsiderándose al ofre-cer su cuerpo a aquella persona que nose le da, salvo en el marco de una meratransacción económica; si se arguye queen el «cliente» no hay tal «dación» nosencontraremos no con una pretendidasuperioridad del macho sobre la hembra,sino con la carcasa vacía de lo que unavez fue un hombre, o podía haber sidoun hombre, y ahora no es sino un sacode carne aferrado a un pene.

Se trata de apreciaciones muy sutiles,no lo niego, a la hora de romper los este-reotipos sobre los que se ha sustentadouna forma esquizofrénica de entender las

relaciones humanas; y tal vez más toda-vía para quienes vean en la fuerza brutael paradigma de todas las jerarquías. A lomejor no nos vendría mal releer aPropercio, tal vez nos haríamos una ideade cómo podrían funcionar lazos hom-bre-mujer más igualitarios y tendentes aesa ofrenda, ese deseo y ese amor, en unmismo plano, y sin necesidad de renun-ciar a uno en beneficio del otro: Caigasobre mis enemigos una chica pasiva. /Véanme en el cuello mis amigos marcasde mordiscos; / muestren mis moradu-ras que ella ha estado conmigo (III, 8,20-22); echemos a suertes, un tiro detabas por intermediario, / a quién el niño[el amor] atiza más fuerte con sus alas

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Escena erótica en la Casa del Centenario, en Pompeya. Al descubrir el fresco, los arqueólogos creyeron que se trataba de uno de los numerosos burdeles de los que la ciudad parecía plagada. Se trata, sin embargo, de una de las más suntuosas mansiones privadas…, la inmensa mayoría de las cuales estaban adornadas de tal suerte.

Página siguiente: ahí sí se trata de la escena de un burdel.

En el sexo algo se estáponiendo en juego,

y nos sobrepasa, nos saca de nosotros,

nos ejecuta en elmismísimo momento

de afianzarnos en el deseo

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órbita de las relaciones sexuales que noson tales, sino masturbaciones median-te el uso y disfrute de otra persona; a lavez, y en primera instancia, a una pru-dente distancia de las uniones que ten-gan como meta única la procreación.

Se ha de huir del pudor ante la des-nudez o del miedo ante la toma de la ini-ciativa por uno o por otro, igual que seha de huir del cumplimiento de los este-reotipos y del refrendo de las estructurassociales. Evidentemente, quien más hade cambiar en el establecimiento de estenueva clase de alianza es el varón, acos-tumbrado a sentirse el rey del mundo yla medida de todas las cosas, así como laúnica forma posible de mirar y de juz-gar.

Cuando se haya establecido esta sexua-lidad heroica, de hombre y mujer comoiguales, fuera de los estereotipos burgue-ses herederos del cristianismo, la gesta-ción y los hijos no serán un error, unacarga, un capricho o «cosa de mujeres»,sino la materialización de la pasión en lacarne, para que por ella viva más carne,y todo el espíritu de Europa. �

(III, 10, 27-28); Admiro mucho, Esparta,las normas de tu palestra, / y sobre todoel acierto del gimnasio femenino, / por-que chicas desnudas practican sin desdo-ro / juegos físicos y luchan entre hom-bres (III, 14, 1-4)1.

La mente judeocristianoislámica veráen el sexo el más nefando pecado, y per-vertirá la natural inclinación europea ala vida transformándola en artimañas satá-nicas. Con todas las distancias y precau-ciones necesarias, por tratarse de formasy figuras sociales sensiblemente diferen-tes a las actuales, los versos del poeta dela Ciudad Eterna nos devuelven unos sen-timientos donde se aprecia una pasiónsin freno y una nula desconsideraciónhacia la mujer, valorándola como un igual,al menos como amante, con la mismacapacidad electiva, con la misma posibi-lidad de cambio y de desprecio. La mujer,aquí, ni es una presa, ni una madre, niun mero señuelo de excitación; es aque-llo por lo que el poeta llega a ser lo quees.

Instauración de una aristocracia sexual

La nueva aristocracia sexual ha de estarformada por los hombres y las mujeresque se hagan dueños mutuamente en elamor, pero del amor situado fuera de la

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Josep Carles Laínez es autor, entre otros,del libro de aforismos In Hoc Signo Vinces(1998), traducido al alemán, italiano y estonio. Recientemente ha publicado La tumba de Leónidas (Áltera, 2006), donde recrea la gesta de los espartanos en las Termópilas. Es asimismo jefe de redacción de la revista Debats.

1. Estas soberbias traducciones de los versosde Propercio son del profesor Pedro-LuisCano Alonso: Propercio, Elegías, Barcelona,Bosch, 1985. Cito números de libro, poemay versos.

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Philippe Forget

El sexo desplegadoo la carne caídaPor todas partes cuerpos y más cuerpos: desnudos,ofrecidos, expuestos… Éste es el problema: «cuerpos»—materia. Todo lo contrario de la «carne», todo lo contrariode este encuentro estremecido,ya sea conyugal o libertino, que abre a un mundo. En su lugar, la infantilizaciónregresiva y la histerización de la sexualidad. En su lugar,arrinconando cualquierembriaguez carnal, hombres y mujeres se buscan bajo el imperativo del humor, la seguridad material y la diversión, en tanto que,almibarada, la ternura sustituyeal apasionado amor.

PULPOSAS bocas, sugerentes mus-los, exuberantes nalgas, huecaso voluptuosas miradas, enhies-tos senos tapizan publicitaria-

mente las paredes de nuestras ciudades oel mobiliario urbano. Cada semana,numerosas revistas de sexo, o de salud, ofemeninas exhiben titulares relativos a lasexualidad, al orgasmo, a incontables rece-tas para «seducir», «disfrutar del sexo» yobtener grandes éxitos sexuales.

Así como se supone que disfrutamosde una plenitud de «derechos» y de «demo-cracia», así también se supone que todosnosotros, y en primer lugar las mujeres,hemos llegado al feliz puerto de la eman-cipación y la libertad sexual. Queda apa-rentemente lejos el tiempo en que los

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Insinuándose bajo la tela, los muslos de Greta Garbo aún se desvelan más. Esta foto(de la película Mata Hari) fue censurada en 1930 por las autoridadesnorteamericanas: sugería demasiado.

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ce la experiencia viva de un mundo consu hondura espiritual, moral y estética.La gente cree sin duda que está más alládel bien y del mal… cuando donde estáes debatiéndose más acá. La erosión delsentido que caracteriza a la sociedad occi-dental afecta al corazón mismo de susexualidad. Así como el hombre y la mujer

de hoy no tienen por destino afirmarsecomo ciudadanos a través de la tempo-ralidad de una polis y de una historia porconstruir, así tampoco están destinadosa crecer como seres eróticos a través delacontecimiento carnal. La carne…. Heahí lo que caracteriza ese momento y eselugar en el que la relación sexual no puedeconstituir un acto disperso y parcial, sinoun acontecimiento que sitúa a cada unode sus protagonistas en una identidad y

los dirige hacia un mundo. Ya sea con-yugal o libertina, la carne manifiesta elcrecimiento de una existencia que, supe-rando la pulsión, se realiza como liber-tad. Ahora bien, la vivencia sexual ultra-moderna, lejos de hacer signo hacia unmundo, lejos de transcribir la experien-cia de una totalidad moral y espiritual,expresa muy al contrario la descomposi-ción del sujeto encarnado, engendradopor una infantilización regresiva y unahisterización de la sexualidad, así comopor el descomedimiento narcisista delindividualismo.

Esos factores de descomposición, porlo demás, no afectan tan sólo al vínculosexual, sino también al social y político.Son las consecuencias lógicas de una socie-dad que, enseñándole al hombre a con-cebirse a sí mismo como un ser de nece-sidades e intereses, lo entrega cada vezmás al fetichismo de la mercancía y a laobjetivación técnica. Como la líbido sevierte ahora en la competición laboral yel consumo, el sexo no tiene que consti-tuir el crisol de una rica intersubjetivi-dad que se interpondría entre el indivi-duo y el objeto mercantil. La expansiónilimitada de la economía-mundo indu-ce ahora la desvalorización de la ley y de

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Antes las gentesintrigaban,

se encontraban,fornicaban, pecaban,jubilaban… Vivían.Hoy, en cambio…

situacionistas, denunciaban en 1967 Lamiseria sexual en los medios estudianti-les. La revolución sexual ha pasado poraquí, y la mediatización del sexo, su obs-cenización, tienen que convencernos deque el mundo feliz en el que vivimos estambién el de Eros.

El sexo degradado en un simple mecanismo

de bienestar

Sin embargo, la realidad no es tan decolor de rosa. ¡Curiosa sociedad la delsexo liberado, esa sociedad en la que nodeja de aumentar el consumo de psico-trópicos; en la que se incrementa la clien-tela de los psicólogos y sexólogos; en laque arrecia moral e ideológicamente laguerra de los sexos; en la que sigue sien-do sospechosa la experiencia erótica; enla que perece el arte erótico; en la que elsexo se comprende como un simple meca-nismo de bienestar; en la que la expan-sión del sida, su dramatización, acabaproscribiendo toda exuberancia carnal eintegrando la experiencia sexual en el pro-ceso general de objetivación técnica ymercantil.

Es cierto que desde hace más de vein-te años se ha producido una revoluciónsexual; pero ésta no ha modificado tantolas prácticas sexuales como nuestra cul-tura del encuentro amoroso y erótico. Hatransformado sobre todo la relación entreel hombre y la mujer, la relación de losjóvenes con su sexualidad, así como elrostro de la familia. Nada prueba, en efec-to, que se haga mucho más el amor, y demás variada manera, que en los años sesen-ta o que en el siglo XVIII. Heredera delsiglo pasado, burgués y puritano, ¿porqué nuestra sexualidad ultramoderna seríamucho más viva que la de otros tiempos?Herodoto, Safo, Ovidio, Apuleyo,Marcial, Margarita de Navarra, Bocaccio,Brantôme, Bussy-Rabutin… atestiguan,cada uno a su manera, la vivacidad amo-rosa de su época: cuando las gentes intri-gaban, se encontraban, fornicaban, peca-ban, jubilaban. Vivían, en suma.

Emplazado bajo los auspicios de laternura, de la normalidad higiénica y dela seducción mercantil, el sexo contem-poráneo no procede de un arte de vivirni de una cultura del espíritu. No tradu-

Príapo, dios de la fecundidad,cuyo fresco orna el vestíbulo de la casa de los Vetti en Pompeya. Quienquiera que entraba o pasaba por la callepodía admirarlo en todomomento.

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la simbología paternas: al carecer de seme-jante eje unificador, legislativo y judicial,el ser-en-común se disuelve en la inma-nencia de los antojos.

Desde muchos aspectos, la sexuali-dad siempre ha concentrado en sí mismael espíritu y las prácticas sociales de unaépoca; la nuestra lo refleja abundante-mente, bastando ver hasta qué punto elsexo —troceado— se produce en cam-pos de explotación comercial, mediáti-ca, técnica y política. La sexualidad actualsufre así la ingeniería del capital que, sopretexto de emancipación, la expropiadel mundo de la vida (Lebenswelt) y laarroja a la ciega circulación del valor ydel signo. Como en tantas otras dimen-siones de nuestra existencia, la sexuali-dad es condenada por las fuerzas de la

Técnica a su definitiva debilitación.También en el ámbito sexual está vigen-te nuestro destino de alienados.

Pero semejante destino no es tan sóloel fruto de una historia social y política.Abandonando sociología y psicología,dejándonos guiar por una fenomenolo-gía antropológica y moral, veremos cómola sexualidad ultramoderna es originaria-mente elaborada por el trabajo del resen-timiento: la civilización occidental queha ambicionado en demasía lo verdade-ro, se dedica por ello a neutralizar la carnedel mundo y a escamotear la intimacióna emplazarse entre Cielo y Tierra, Origeny Promesa.

Gusto, carne y sentido

La atracción que los amantes se inspiranestá determinada en primer lugar por elgusto. Las cualidades que esperan el unodel otro ponen de manifiesto su gusto ysu vivencia preferenciales, al tiempo quesuscitan las modas por las que se expresasentimiento amoroso. Así es como, tradi-cionalmente, el amor de una mujer haciaun hombre se expresaba las más de lasveces a través de la admiración. Las cua-lidades que una mujer esperaba encontraren un hombre y por las cuales le admira-ba eran, entre otras, las de brillantez yaudacia (ideal griego), de valentía e hidal-guía (ideal caballeresco), de elegancia ymordacidad (ideal libertino), de probidady orgullo (ideal republicano), de conoci-miento y trabajo (ideal burgués), de luchay de solidaridad (ideal revolucionario)…Por su parte, la atracción que un hombreexperimentaba por una mujer podía pasarpor la emoción del corazón, no sólo porla de los nervios; el hombre siempre se veíaimpresionado por cualidades como la belle-za y la voluptuosidad, la gracia y la pure-za, el espíritu y la astucia, la bondad y lavirtud, la discreción y la entrega, el com-promiso y la generosidad.

Hombre y mujer se acercaban así eluno al otro por medio de todo un patri-monio moral y estético, lleno de cuali-dades intersubjetivas y personales queparecen haberse esfumado de la psicolo-gía y del vocabulario ultramodernos.Caracteres y personas trataban de encon-trarse; el temple y la delicadeza, la auto-ridad y la amabilidad, la elegancia y la

Ya sea conyugal o libertina, la carne

manifiesta el crecimiento de una

existencia que,superando la pulsión,

se realiza comolibertad

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Insinuación, coquetería, miradas maliciosas o lánguidas…: galanteo en pos del amor o de una noche de placer. Todo un arte hoy casidesaparecido.

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También en el ámbitosexual está vigente

nuestro destino de alienados

lujuria constituían un cosmos moral yestético, principalmente ordenado entorno a la belleza del alma y del cuerpoen cuanto al vínculo carnal en el que habi-taban hombres y mujeres.

En su calidad de seres-afectados losamantes se conocían y se sentían. La sexua-lidad se comprendía dentro de un desti-no personal, de un proyecto existencialen el que estaban en juego la dignidad yla indignidad, la libertad como acepta-ción o como transgresión. El sexo se vivíaasí dentro de una tematización herme-néutica de la existencia, a la vez que semanifestaba en él el sentido de una vidainterpelada por la decisión y la respon-sabilidad.

Lo que está en juego no es el cuerpo.

Es la carne exaltada

A través de la sexualidad yo me compro-meto también ante el mundo y ante elotro. Pero la palabra «sexualidad» es impro-pia para designar la experiencia munda-na del sujeto. De lo que se trata es de lacarne, de una carne que me asigna entreCielo y Tierra, elevación y perdición, con-templación y consumación. Hay carneporque, arrojada como cuerpo entre loscuerpos, la existencia, al tener que cono-cer la opacidad de los elementos, se veobligada a iluminar, dándoles una direc-ción, al sujeto, al mundo y al otro. Laexistencia es una encarnación en la quese enfrentan el Sentido y lo Oscuro, loEnunciado y lo Enigmático. La carne eseste cuerpo habitado por el sentido, estainstancia en la que se muestra en la mate-ria y el espíritu el vínculo fundador deuna persona y de una historia. Más queun cuerpo, soy una carne. Por ello, si noquiere perecer, el sexo es envuelto por lacarne, y ésta me convoca como sujetomoral y erótico.

Eros es en efecto este dios que noslleva a buscar la presencia del otro. Perosi yo puedo dar muestras de gusto, es por-que yo mismo estoy encarnado. Los aman-tes se encuentran como carne; carne con-tra carne, carne dentro de la carne, se bus-can, se sienten como presencia encarna-da. La proximidad del otro y del mundoes posibilitada por la carne que concitaa la vez al espíritu y a la materia, al alma

y al cuerpo. Cuando se rehúsa carne, laexistencia se queda desgarrada, divididaentre retos contradictorios, entre visio-nes del mundo opuestas y estalladas.

El Homo sapiens es también el hom-bre del gusto (sapor). Conocer y buscarel bien y el mal, lo bello y lo feo, proce-den ante todo de una sola y misma expe-riencia antepredicativa. En este sentido,las fecundas, y ya citadas, cualidades mora-les de la relación amorosa no hacen sino

expresar el movimiento de una carne quepuede anhelar tanto la altura del abismocomo la plenitud o la simple linealidaddel sujeto. Cuando los amantes se eligen,es que han reconocido compartir unamisma dirección, por una noche o poruna vida, o que uno de ellos, desgarradoentre dos direcciones, sucumbe al otro,aunque luego sufra quizás hasta la muer-te para restaurar el sentido inicial que-brantado: pensemos por ejemplo en laPresidenta de Las amistades peligrosas.

Caída nocturna o redención solar,serenidad, quemadura o glaciación, man-cilla o pureza: el sexo siempre es inter-pretado según el rasero del «gusto», esdecir, de una tradición metafórica en laque el espíritu y la materia se compene-tran, en que la experiencia moral es vivi-

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Eros: el dios que nos lleva a buscar la presenciaencarnada —no «pura», no «abstracta»— del otro. «Los amantes se encuentrancomo carne; carne contracarne, carne dentro de la carne,se buscan, se sienten comopresencia encarnada.»

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da como dirección, en la que, en defini-tiva, la existencia es aprehendida comocarne. Por ello, poco es lo que se puedecomprender de la sexualidad si se la des-vincula de la carne. Por ello también, sino remite a los retos de la carne, el amorcorre el riesgo de convertirse en una pala-bra huera. La seducción pone en presen-cia a seres encarnados y no a existenciasobjetivadas.

Penuria afectiva: no se busca ni belle-za moral, ni tensión existencial, ni embria-guez carnal

Este largo análisis antropofenomeno-lógico del encuentro carnal puede per-mitirnos ahora evaluar los actuales crite-rios de la seducción y el comportamien-to amoroso. La acción seductora se des-arrolla hoy bajo el imperativo del humor,de la seguridad material y de la diversión.Son, por cierto, las mujeres quienes bus-can sobre todo tales cualidades en unhombre: que las haga reír, que salga conellas, que les posibilite comodidad mate-rial y tranquilidad burguesa. 1 Sin embar-go, los hombres tampoco se quedan atrás

en materia de prosaísmo materialista,estando simplemente su demanda máscentrada en la satisfacción de la pulsiónsexual.

Así resulta instructivo constatar quenadie espera del otro ni belleza moral nicualidad espiritual, como tampoco halleningún profundo anhelo de embriaguezcarnal. Ambos sexos o sea del frente seaprecian según el orden de los placeresponderados por el dispositivo mercantil:se trata de consumirse un poco buscan-do un buen «equilibrio psicosexual», derelajarse juntos participando ambos en elcircuito del ocio. La seducción ultramo-derna está programado por una antropo-logía de las necesidades que determinanlas elecciones sentimentales de cada cual.

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Manifestación de prostitutas en las calles de París exigiendo que se reconozcan y legitimensus servicios.Sobreimpreso, un divertido anuncio de preservativos. Su uso parece aumentar cadavez más entre los adolescentes: una afortunadaconsecuencia de la educación sexual, la cual privilegia, sin embargo, «el aspectonaturalista, científico y médico de la sexualidad».

Más que un cuerpo, yo soy una carne.

Por ello, si no quiereperecer, el sexo es envuelto por

la carne, y ésta meconvoca como sujeto

moral y erótico

1. En un artículo publicado en l’Evenémentdu jeudi, n.º 495 y titulado «Encuesta sobre30 millones de francesas», se indica que parael 87% de las mujeres, el hombre ideal es elque «las hace reír»; para el 84% el que «abreuna cuenta de ahorro-vivienda para ofrecer-les la casa de sus sueños»; para el 74% «el queles da la sorpresa de invitarlas al restauran-te»; para el 59% «el que se queda con ellasmirando la televisión». Con independenciade los porcentajes indicados, el contenido delas preguntas ya expresa cuál es el ambientedel encuentro amoroso.

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2. Cabe subrayar a este respecto que nume-rosos artículos de la prensa femenina preco-nizan regularmente la atmósfera tierna de lospreludios a expensas de la penetración, juz-gada demasiado pulsional y masculina. Hacefalta que la mujer civilice al hombre…

La mujer europea, que con la promesa

de sus favoresempujaba al hombre

a la gloria, la audacia,el deber o la revuelta,

lo selecciona hoy por sus capacidadeshumorísticas y sus

talentos de ahorrador

Frente a frente ambos, el hombre yla mujer ultramodernos se descodificanmutuamente según una tabla de los ser-vicios que pueden prestarse el uno al otro;prestaciones sexuales, prestaciones deentretenimiento, prestaciones de seguri-dad (en el plano de la imagen social, delcuerpo o del yo narcísicos) constituyenlos argumentos del contrato que, sin decla-rárselo nunca abiertamente, conciertanel hombre y la mujer que supuestamen-te se gustan. No son, pues, unos seres decarne que se abordan, sino unos indivi-duos funcionales que buscan la buenaconexión. El otro, concebido como uncomplemento funcional, gustará si traeconsigo la imagen y las recetas de la feli-cidad. La selección de las parejas se efec-túa especialmente según el ritmo y lajerarquización de las prestaciones porcumplir. ¿Qué esperan al encontrarse?¿Compartir lo mejor y lo peor de sí mis-mos y de la vida? No, desde luego: espe-ran que su «conexión» les proporcioneun ambiente bueno y «simpático», unaatmósfera en la que puedan «expandir-se» como productores y consumidoresfuera de cualquier riesgo de compromi-so.

Dentro de esta perspectiva debemosinsistir en este «humor» que tanto se soli-cita. Se tiene que reír porque, aparte dela sobrevivencia material y financiera,nada debe tomarse en serio; cualquierdimensión moral, histórica y política dela vida intersubjetiva o bien es ridiculi-zada, o bien es considerada aburrida ofútil. Es preciso desterrar cualquier sen-timiento fuerte, cualquier sentimientonoble, cualquier gravedad, cualquier ela-boración crítica: amenazarían con com-prometer a la gente en un rumbo y unaresponsabilidad comunes. Ahora bien, elindividuo ultramoderno está condicio-nado a cultivar tan sólo su pequeño ego;por ello, payasadas y jugueteos le resul-tan necesarios para evitar ser responsablede sí mismo y del otro, así como paraabolir cualquier horizonte polémico ydecisivo.

La mujer europea, que siempre hadado el tono de las relaciones sociales, yque mediante la promesa de sus favoresempujaba al hombre a la gloria, la auda-cia, el saber, el deber o la revuelta, se haconvertido ahora en esta occidental que

lo selecciona según sus capacidades humo-rísticas y sus ridículos talentos de ahorra-dor. Pero ¿no será acaso que esta mujer,vaciada de cualquier transmisión, estáexpresando su zozobra al no querer acla-mar otra cosa que gesticulaciones? ¿Noserá que al hombre sólo le queda el papelde payaso, cuando se sabe impotente paraasumir la ley vertical del Padre?

Y la ternura sustituye,almibarada,

al apasionado amor

A la seducción efectuada mediante elhumor corresponde el amor definido porla ternura. La demanda de ternura carac-teriza el vínculo amoroso de nuestra época,estando ambos sexos persuadidos de amar-se cuando son cariñosos el uno con elotro. Se aman en función la de la ternu-ra obtenida; con otras palabras, se inten-ta obtener gracias a la «pareja» un ambien-te tierno y almibaradamente algodono-so que tranquiliza y protege. El acto car-nal, por lo tanto, sólo tiene que expresarla ternura en medio de una blandengueintimidad cuyo calor hace oficio de acuer-do entre las carnes. 2

Lejos de constituir un encuentro conel otro, este amor centrado en la ternu-ra traduce una vivencia profundamenteinfantil de la relación carnal. Como loobserva muy atinadamente TonyAnatrella, «la ternura no es el amor. Laternura es la actitud afectiva mediante lacual el niño tiene necesidad de ser pro-tegido para vivir en seguridad Con suentorno y consigo mismo».

A este respecto conviene añadir quela educación sexual en la escuela no des-alienta esta tiranía de la ternura. Es cier-to que instruye acerca de la «naturalezade las cosas» y de los procesos biológicos;pero, por otra parte, proporciona estasinformaciones al niño ignorando dema-siado a menudo la fase de evolución desu vivencia psíquica, como si el niño

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pudiera asimilarlas intelectualmente aligual que un adulto; y, por otra parte, alprivilegiar el aspecto naturalista, cientí-fico y médico de la sexualidad, se olvidasu dimensión antropológica y simbólica,reduciéndola de tal modo a una funcio-nalidad parcial de un cuerpo dominadopor la técnica.

Lejos de rechazar cualquier educaciónsexual en favor de una mojigatería oscu-rantista, sería mejor que, manteniendosu enfoque fisiológico, se la dotara pro-gresivamente de sentido mediante todauna pedagogía de la relación humana. Lainfantilización de la sexualidad y el impe-rativo solipsista del cariño están esencial-mente ligados a la infantilización de nues-tra cultura.

Detrás de la obnubilación de la ter-nura, gobiernan emociones y humorescaóticos. «Al estar condenada la pareja amantenerse adolescente y sometida a loaleatorio de la emotividad, de ellos sederivan frágiles relaciones las que, antela menor dificultad, quedan disueltas enla nada.» Esta reflexión de Tony Anatrellase ve confirmada por el creciente núme-ro de divorcios y por la expansión de lafamilia monoparental. En 1999 la cifrade divorcio superó los 100 000 casos,

mientras que en 1900 era de aproxima-damente 7000, y en 1970 de 37500. Enla actualidad, aproximadamente uno decada tres matrimonios corre el riesgo deacabar en divorcio, cuya iniciativa tomangeneralmente las mujeres.

Esta crisis de las parejas ilustra su difi-cultad para situarse y actuar en una tem-poralidad y en una dirección comunes.Han creído poder repetir la atmósferaalgodonosa de la ternura de los padres, y

han fracasado en la confrontación de susanhelos y de su narcisismo. El artista creasu obra en torno a un motivo, y éste leinsta a abrirse y crecer como energía cre-ativa; la pareja ultramoderna, que no actúani en pro de un linaje ni de una polis, yni siquiera en pro de una negatividadlibertaria, no dispone de ningún pode-roso motivo para conjuntar los aconte-cimientos de su vida.

El creciente número de hogares mono-parentales se deriva de esta temporalidadrota entre hombres y mujeres. Puesto queya no hay ningún proyecto que asumir,ningún linaje que proseguir, ningún pro-greso trasgeneracional que sostener; pues-to que el dispositivo social pretende que-brantar cualquier búsqueda espiritual des-tinada a superarse a sí mismo, al igualque cualquier utopía social; puesto quela procreación ya sólo se la considera desdeel punto de vista de la necesidad fisioló-gica y sentimental, los hombres tienenescasos motivos para querer ser padres; ysi lo son, no lo son en absoluto comopalabra de axiología y de autoridad. Enla esfera de las costumbres —y no delpoder económico y científico—, los hom-bres saben que han perdido el poder deregular las conductas, y que esta regula-

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«El imperativo solipsista del cariño» da lugar a frágiles relaciones que, ante la menor dificultad,acaban en divorcios cada vez más numerosos.Cuando el divorcio era la excepción, daba lugar a divertidas comedias; como aquí, en los EstadosUnidos, en las postrimerías del siglo XIX.

Se intenta obtenergracias a la «pareja»un ambiente tierno y almibaradamente

algodonoso quetranquiliza y protege

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Philippe Forget. Filósofo. Antiguoinvestigador en el Instituto UniversitarioEuropeo de Florencia. Director de la revistal’Art de comprendre. Autor, junto con PillesPolicarpo, de l’Homme machinal. Techniqueet progrès : anatomie d’une trahison(Syros-Alternatives, 1990).

ción pasa en lo sucesivo por el discursode lo femenino o de lo juvenil.

Su valor lo experimentan en sus com-petencias profesionales y en las recom-pensas del consumo. Así pues, ya no tie-nen por qué molestarse con los deberesdel cabeza de familia, ya no tienen porqué preocuparse de defender su autori-dad ante todos; es incluso lógico que tra-ten de deshacerse de la mujer y de susnecesidades (entre otras, del niño) a finde dedicarse mejor a las exigencias deltrabajo o de la distracción. Como la leysimbólica del Padre ya no ordena el vín-culo social, los más lúcidos de los hom-bres no se sienten obligados a ejercerlacomo una competencia particular den-tro del matrimonio funcional. Por lo queatañe a la mujer, al aceptar su liberacióncomo sexo, al liberarse del cosmos mas-culino, sabe que su nueva soberanía repo-sa en la prohibición de cualquier regre-so del Padre. Le resulta, pues, necesariovivir ahora en un mundo sin transmisiónpatrimonial y sin historia. ¿Qué expe-riencia del mundo le queda por vivir,fuera de cualquier tradición o de cual-quier utopía? Su único bien es el frutoorgánico de su vientre, y la mujer no tieneningún motivo de compartirlo con unhombre cuyo regreso se dedica a impe-dir constantemente. Por lo que atañe alniño, demasiado a menudo sólo consti-tuye el teatro vivo del luto inconcluso delPadre y de su ley, tanto por lo que con-cierne a la familia como por lo que res-pecta al cuerpo social, ese ersatz de unmundo perdido y de un alba sin prome-sa.

Desde que todos los ideales del pro-greso moral y político han sido conquis-tados por las potencias de la economíay la técnica, la inversión del sentido causaestragos por doquier. El sexo liberado nosignifica la gloria de la carne, sino la feti-chización mercantil y técnica del cuer-po. La sexualidad se hizo visible el díaen que el sistema del «consumo dirigi-do» se apropió de ella como campo deexplotación. En la antropología liberaly puritana del capitalismo, la verdad delas cosas reposa, en efecto, en su valorañadido, procedente de su producciónpor el trabajo y de su circulación comobienes mercantiles. Por consiguiente,cosas y seres no tienen derecho a repo-

sar en el lugar que es el suyo, en el secre-to de su vivencia y en la guardia de unemplazamiento identificado y compren-dido como lengua, gusto, narración ehistoria. Tienen que ser exteriorizados yexpuestos como objetos, es decir, como«material de signos que se intercambian»bajo la norma de un equivalente sobe-rano: el dinero. �

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«Al no haber ni proyecto queasumir, ni linaje que proseguir, los hombres tienenescasos motivos de querer ser padres; y si lo son, no lo son en absoluto comopalabra de axiología y de autoridad.» Padre e hijo,Parque Frogner, Oslo.

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cada vez mayores, lo que vemos es unagrave disminución de la libertad comoexperiencia existencial, que no tiene nadaque ver con la posibilidad de elegir sinode estar satisfecho. Pongo un ejemplo. Siyo encuentro al compañero de mi vida,si me enamoro, si le amo con todo miser, ¿cuándo soy, desde el punto de vistaexistencial, no teórico, más libre? ¿antesde conocerle que podía elegir entre todoslos posibles «candidatos» a mi amor ocuando estoy en sus brazos? Eviden-temente, cuando estoy en sus brazos y,evidentemente también, en ese momen-to la libertad como capacidad de elegirha desaparecido. Por este motivo, nos-otros entendemos la libertad como lacapacidad de estar satisfecho, no de ele-gir. La mal llamada «liberación sexual»ha aumentado la capacidad de elegir (siem-pre entre lo que los poderosos nos ofer-tan) pero no la capacidad de estar satis-fecho, que se relaciona más con la expe-riencia de «ser de», de «pertenecer a», esdecir, la satisfacción se relaciona más conel vínculo y la liberación sexual nos vendela autonomía como máxima liberación:solos y tristes, basta mirar a nuestro alre-dedor.

—Sabemos cómo se entiende el placer desdeel discurso dominante: es una suerte de dere-cho individual (el «derecho al orgasmo»,como se decía antes) vinculado a un acto

José Javier Esparza

Sexología católica

A la ortodoxia católica se le ha reprochado desde siempre el haber impuesto una visión coercitiva de la sexualidad, una condena de la carne que relegaba el erotismo al terreno del pecado. Sin embargo,desde una visión netamente católica de la vida también es posible aportar un concepción abierta y francadel sexo. Ésa es la tarea que viene desarrollando, para sorpresa de muchos, la sexóloga Teresa Suárez, cuya sección radiofónica en La tarde con Cristina, en la cadena COPE, ha cobrado justa fama. Hela aquí.

—¿Ha existido alguna vez una sociedaddonde el sexo sea tan importante y esté tanpresente como en la nuestra?—Yo no creo que el sexo como tal seatan importante en nuestra sociedad; loque parecen importantes son algunas prác-ticas sexuales, casi siempre relacionadascon algún tipo de industria. Me refieroa que la sexualidad como forma de estaren el mundo no es algo opcional —y deuna manera u otra ha sido siempre impor-tante en la sociedad— porque los huma-nos somos personas corporales, es decir,sexuadas (no como los ángeles). Nuestrasociedad liberal ha tenido la pretensiónde traducir los deseos que constituyen elcorazón de cualquier ser humano en nece-sidades para las que oferta servicios quecuestan dinero y, por lo que se ve, el enga-ño es bastante rentable desde el punto devista económico (parece que en estemomento la industria del «sexo» compi-te con la droga en el ranking de factura-ción a nivel mundial).

—Desde los años sesenta, corrientes muyfuertes de la cultura occidental emprendie-ron una ofensiva para conseguir la «libe-ración sexual». Hoy el sexo se ha emanci-pado, sin duda, pero, desde su punto devista profesional, ¿ha significado tambiénuna mayor liberación de las personas?—En una sociedad como la nuestra dondeparece que las posibilidades de elegir son

Una sorprendente entrevista con Teresa Suárez, sexóloga en la COPE

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sexual. Pero, desde su perspectiva profesio-nal, ¿se corresponde ese concepto del placercon el de las personas comunes y corrientes?¿Lo que uno espera realmente es satisfacerun «derecho”, o se trata más bien de otracosa? ¿Cómo entendemos hoy el placer?Desde el punto de vista sexual consideroque existen tres niveles de placer. El orgas-mo sería el nivel más biológico, relacio-nado con mecanismos neurológicos y hor-monales. Después podríamos señalar unplacer que tiene que ver más con las emo-ciones, con el estar a gusto, con la desapa-rición de ciertas tensiones, es decir, máspsicológico. Por último, estaría el placerespiritual, que incluye a los otros dos.Hablando del placer sexual se trataría de

un placer intenso a nivel biológico, queproduce bienestar psicológico y que seacompaña de la experiencia apasionantede tener entre los brazos al amado, a todasu persona, con todo su ser, no sólo sucuerpo sino sus deseos y sus miedos, todassus posibilidades de valor. Cuando unarelación sexual se da de esta manera, elplacer no produce sólo satisfacción, setransforma en gozo y el gozo es durade-ro. En una terapia sexual se trata de edu-car a las parejas para que la experiencia deplacer sea completa de manera que les«construya» humanamente.

—A la pornografía se le han atribuido tantoefectos perniciosos (en particular en el ámbi-to moral) como efectos benéficos (una espe-cie de «sexualidad de sustitución para casosde urgencia»). Desde una perspectiva sexo-lógica, ¿cómo puede valorarse la explosióndel mercado de la pornografía, especial-mente a través de Internet?

—La pornografía crea adicción y la adic-ción produce falta de libertad. Cuandoalgún paciente acude a consulta porquese encuentra «enganchado» a la porno-grafía, en mi opinión, la tarea más impor-tante es ayudarle a que haga experienciade por qué no le ayuda la pornografía.Creo que siendo leales con la propia expe-riencia, las personas pueden reconocer loque les ayuda y lo que no les ayuda.Muchas personas afirman que la porno-grafía es buena y útil, que les ayuda ensus relaciones sexuales, y esta afirmaciónrefleja que nunca han hecho experienciadel verdadero placer sexual de que habla-ba antes. Es confundir el prensado depaletilla de York con el jamón de pata

son reflejo del verdadero erotismo, tie-nen dentro el «para siempre»: nadie puedeabrazar a la persona que ama con toda sualma sin que en ese abrazo esté escritoeste «para siempre”. En la pornografía loque está escrito es un precio.

—La pornografía ha fijado un canon nosólo de atracción sexual, sino también decomportamiento. ¿Ese canon se refleja real-mente en la conducta sexual de las perso-nas?—El mercado fija patrones de compor-tamiento de la misma manera y por elmismo motivo por el que fija tallas deter-minadas de ropa: para vender. La genteacaba por compararse con patrones exter-

nos en lugar de admirar y admirarse delmilagro de una relación sexual con elamado. Es repugnante. Hemos cambia-do la admiración por el milagro del amorpor la competición o la comparación,como si alguien de fuera pudiese decirlea mi corazón si está contento o no lo está.Las consultas están llenas de parejas quesufren por este «compararse». Es realmen-te triste todo este deterioro humano.

—Sin miedo a la political correctness: ¿lahomosexualidad puede entenderse realmen-te como una «opción personal», según se nosdice, o más bien viene determinada porfactores psicológicos y ambientales? Y, eneste último caso, ¿cuánto hay en ella dedeterminación genética y cuánto de con-ducta «desviada» respecto al patrón natu-ral?—De la homosexualidad sabemos real-mente poco, pero de lo poco que sabe-mos es que uno es lo que es y que no

El amor posee una dimensión carnal, física, que tradicionalmente quedaba oculta en el discurso católico. Sin embargo, la entrega completa al cónyuge es un ejemploinsuperable de charitas. Sobre esta base es posible construir desde el catolicismo una sexología muy elaborada, como propone Teresa Suárez.

negra, basta haberlo probado alguna vezpara que nadie pueda engañarnos.

—Erotismo y pornografía: ¿son dos mun-dos antagónicos, dos dimensiones distintasde una misma realidad?—El erotismo es el mundo de los deseos,en este sentido, es inextirpable de unarelación sexual verdadera, es el deseo delhombre como hombre, en su carne —como decía Benedicto XVI en su encí-clica Deus Caritas est—, por su mujer yel deseo de la mujer, como mujer, en sucarne, por su marido. No debemos tenermiedo a llamar a las cosas por su nom-bre. Es importante no confundirlo conel comercio de las personas que se llamapornografía. Se habla de congreso de ero-tismo cuando en realidad se trata de vul-gar pornografía; no deberíamos permitireste uso inadecuado de algo tan bello.Todo el arte de la seducción, del deseoentre un hombre y una mujer cuando

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podemos elegir nuestra identidad sexual,sólo reconocerla. Un homosexual es aquelque tiene como sujeto de su deseo sexuala otro de su mismo sexo, no aquel querealiza prácticas homosexuales, aunquelas realice de forma exclusiva.

La experiencia de la complementa-riedad es una grandeza. Un hombre sólopuede hacer experiencia del mundo feme-nino cuando una mujer, su compañera,le introduce en ese mundo, y una mujerpuede hacer experiencia de lo totalmen-te otro, totalmente diferente, del otrosexo, cuando un hombre, su compañe-ro, le introduce en el mundo masculino.Quien es homosexual nunca podrá haceresta experiencia humana y esto es clara-mente un menos.

Me parece cruel la forma tan banal dehablar de la homosexualidad que hay hoyen día, sin tener en cuenta el sufrimien-to de personas a las que está vedada laexperiencia humana de la complementa-riedad. No concibo una opción libre quedecida impedir esta experiencia. Aquí tam-bién hay mucho negocio con el sufrimien-to humano, basta ver las cifras económi-cas que se manejan en el mundo del com-portamiento homosexual.

—En una sociedad como la nuestra, cadavez más individualista y, a la vez, más anó-nima, donde los aparatos sustituyen cadavez más a las personas, ¿podremos recon-quistar el erotismo como algo genuina yplenamente humano?—Sin duda, basta un poco de ternurapara con uno mismo, una pizca de ter-nura que recupere al propio yo como pro-tagonista de nuestra vida, basta no cen-surar nuestros deseos, no renunciar a ellos.Es necesario ser leales con nuestra expe-riencia y compararla con aquello que Otroha escrito en nuestros corazones desde laeternidad: estamos hechos para amar y

ser amados sin límite, y menos que estono nos basta. No nos conformemos conla paletilla de York: ¡existe el pata negra!Creo que la dificultad está dónde mirar,dónde encontrar esta seriedad con lospropios deseos, dónde somos tomadosen serio: hace falta un lugar concretodonde uno pueda hacer experiencia deesto que digo, poco a poco, recuperan-do nuestra persona, un lugar donde haga-mos experiencia de ser amados sin con-diciones.

Yo sólo puedo contar mi experiencia.El lugar donde no sólo no se censuranmis deseos, sino que son tomados en serio;el lugar donde la pretensión del infinitose va cumpliendo paso a paso, en un cami-no humano, es la Iglesia: Jesús de Nazarethes Aquel que transforma en infinito cadauno de mis abrazos limitados. �

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La homosexualidad: ¿genética o adquirida? En sí misma, la cuestión —a cuyo respecto las opiniones científicas andan divididas— es de todo punto intrascendente. Sin embargo,ciertas investigaciones sobre gemeloshomosexuales podrían favorecer tal vez la perspectiva de la «homosexualidad genética».Ello podría incluso hacer correr el riesgo de que a ciertos médicos se les ocurriera la aberración de «curar» a los homosexuales de modo similar a como se cura —y ahí sí se tratade una deficiencia— a los siameses.

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LOS cráneos y huesosencontrados en la zonade Tecuaque, cerca deCiudad de México,

revelan que sacerdotes aztecasarrancaron el corazón a unas 550personas, que luego fueron des-membradas y hervidas, informaCatherine Bremer, de la agenciaReuters. Aparentemente la cara-vana fue interceptada porque via-jaba lentamente y estaba integra-da también por hombres y muje-res mulatos, mestizos, mayas ycaribeños.

Los prisioneros estuvieron enjaulas durante meses, mientrasque los sacerdotes aztecas selec-cionaban a unos cuantos diaria-mente para sacrificarlos sacán-doles el corazón en honor a susdioses. «Durante seis meses elsacrificio fue continuo. Mientraslos prisioneros escuchaban comoeran sacrificados sus compañe-ros, otros iban siendo seleccio-nados», narró el arqueólogoEnrique Martínez, jefe de la exca-vación en la ciudad deCalpulalpan. Hay algunos restosde soldados españoles, pero sonpocos; la mayoría pertenecen ala población civil que les acompañaba.

Algunas veces los sacerdotes y losancianos del pueblo, que realizaban losrituales en las escaleras de los templos, se

comían los corazones ensangren-tados o la carne de brazos y pier-nas que se desprendía de los hue-sos al hervirlos. Abundan los cor-tes de cuchillo de obsidiana y mar-cas de dientes en los esqueletos.Los aztecas blanqueaban los hue-sos con lima y los llevaban comoamuletos. Algunos se utilizabancomo ornamentos en los hoga-res.

Al enterarse de la prolonga-da masacre, Cortés renombró ellugar con el vocablo náhuatlTecuaque, que significa «donde secomieron a la gente», y envió asu ejército a acabar con sus habi-tantes que, al saber que los espa-ñoles se aproximaban, tiraron laspertenencias de sus prisioneros alos pozos. «Escondieron todas laspruebas de lo que habían hechocon los prisioneros», concluyóMartínez.

El soldado Bernal Díaz delCastillo, cronista de la conquis-ta de México, cuenta que, al apro-ximarse al Templo Mayor y obser-var el altar de Huitzilopochtli,«...éste tenía en las paredes tan-tas costras de sangre y el suelotodo bañado de ello, como en los

mataderos de Castilla no había tantohedor. Y allí le tenían presentados (al diostutelar) cinco corazones de aquel día sacri-ficados». �

La película de Mel Gibson Apocalypto, criticada por los partidarios del indigenismo, permitecomprender por qué mueren las civilizaciones.

Encuentran restos de cientosde sacrificados y devoradospor los aztecas durante la conquista de México

mmuunnddooNNoottiicciiaass ddeell

Numerosos esqueletos encontrados en un yacimiento prehispánico descubierto recientemente en México demuestran que los aztecas capturaron, sacrificaron y comieron parcialmente a cientos de personas que viajaban con una columna de las fuerzas conquistadoras españolas en 1520. El lugar fue rebautizado «Tecuaque», que significa «donde se comieron a la gente», por Hernán Cortés.Los prisioneros estuvieron enjaulados durante meses esperando su turno.

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SURGIDA apenas Calypso a la mirada del día en elumbral de su gruta marina, todo se hacía ardiente yamargo en las almas, y tierno en los ojos.

INTRODUCÍASE ella sutilmente en el mundo visible,arriesgándose poco a poco y con mesura.A veces, con admirables movimientos de fragmentos, sucuerpo puro y perfecto se proponía a los cielos, ofrendadocomo único objeto del sol.

PERO nunca se adentraba tanto en el imperio de la luzplena como para que todo su ser se desprendiera del miste-rio de las sombras de donde emanaba.

SE HUBIERA dicho que, tras ella, una potencia la reteníade entregarse entera a las libertades del espacio, debiendo, sopena de la vida, mantenerse semicautiva de esa inauditafuerza de la que su belleza sólo era, acaso, una especie depensamiento, o la figura de una Idea, o la empresa de undeseo encarnado en esa aventurada CALYPSO —a la vez suórgano y su acto.

ES por ello, y por la prudencia de sus maniobras delicada-mente pronunciadas y reanudadas, y por toda su temblorosay nacarada carne, por lo que cabía soñar que ella fuera no séqué parte infinitamente sensible del animal cuya grutahabría sido la inseparable caracola.

PARECÍA ella agarrarse y pertenecer a esa caracola que seahondaba en tinieblas que se adivinaban tapizadas por una

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sustancia viva, cuya expansión en torno a su ser, en la oscuraroca de los bordes, la envolvía con temblorosas guirnaldaspropagadas con escapes y pliegues curiosamente irritables, ydesde donde germinaban brillantes gotas.

CALYPSO era como el fruto natural de ese cáliz de carnehúmeda en torno a ella entreabierto.

APENAS surgida Calypso, y en el umbral de su marina cuevaplantada, creaba amor en toda la plenitud desplegada. Lorecibía y devolvía con un donaire, una energía, una ternura yuna sencillez que sólo suyos fueron siempre. Mas también con un capricho que, sin duda, le era ley.

ASÍ sucedía siempre que ella se recogía y retiraba, sin que sehubiera podido saber nunca la causa, ni prever el motivo detan funesta recogida, esquivándose a veces, fundida como unreptil en medio del más estrecho de los abrazos, y retrayéndo-se otras, pronta y viva como mano que se arranca cuando elhierro ardiente roza.Y sobre ella el manto vivo de su caracola caía.

INAUDITOS males y calamidades se alzaban de inmediatobajo los cielos. Toda la mar se hinchaba y precipitaba contrala roca, rompiendo y sacrificando contra ella enorme cuantíade sus más altas ondas. Se divisaban náufragos diseminadosen la amplitud del agua trastornada. Terriblemente rugía ygolpeaba el agua en las cavidades sumergidas de la isla, encuyos antros mugían abominables blasfemias y las más obsce-nas injurias, o se exhalaban lamentos que el alma rompían.

C.A.L.Y.P.S.O. Paul ValéryTraducción de Javier Ruiz Portella.

La cueva ocupada por Calypso (isla de Malta).

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Carta a Smyrina Fernando Anaya

Quién podría pensar que tú,cisne de termas oscuras,novia fugaz de los instintos,cayeras esclava por siempre de un esbozo.

Nadie sostiene ya tu rumor de desaparecida,

diosa del alivio,

rosada encubridora,

a tu espalda se citan los reos de la carne,

un cortejo de siglos,

que esperan

pacientemente

a ser petrificados.

QUISO Dios, el destino o el peor de los demoniosque la voluptuosidad de tu sien no se perdiera nunca.

Atrapada entre la ceniza y la piedraun mosaico retiene tu imageny el mismo gesto íntimo con el que probablemente pereciste.

La serenidad de tu boca,visible apenas,mantiene el abandonocon el que te ofrecías.

Por azar sigue todo intacto:la música despeinada sobre tus hombros,tu aparente indiferencia de reina desnudaenumerando entregas por leves suicidios.

Y qué es el deseo decíassino una tentativa inútil por dejar de ser.

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Fresco en Pompeya: Venus saliendo de las aguas.

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Robert de Herte

Ese inquebrantablenúcleo nocturno…Que el erotismo responda a su ser, que se mantenga luminosamente nocturno, que preserve la contradicciónque constituye su núcleo, que no regrese a la negra noche del sexo maniatado por la moral, ni se pierda en la pastosa, desapasionada luz de la norma que promulga, implacable, que aquí no hay norma… ni transgresión. A ello nos exhorta Robert de Herte.

NO existe ninguna definiciónverdaderamente satisfacto-ria del erotismo, esa cuali-dad propiamente humana

que hace que el deseo sexual siga el rumbode la inventiva entre dos seres. El erotis-mo no es lo contrario del pudor, el cualsólo tiene sentido en la medida en quehace que algo sea deseable. Tampoco eslo contrario de la pornografía, la cual sóloresulta sugerente (es su gran ventaja) cuan-do, mostrándolo absolutamente todo,revela… que no hay nada que ver. Por lodemás, D. H. Lawrence ya lo dijo todocuando denunció la hipocresía de unasociedad que condena la pornografía altiempo que cierra los ojos ante su propiaobscenidad. Cualquier discurso publici-tario, cualquier discurso perteneciente ala lógica del mercado resulta hoy más obs-ceno hoy que una vagina abierta fotogra-fiada en primer plano.

Durante siglos, el erotismo fue denun-ciado como lo opuesto a las «buenas cos-tumbres», como algo que excitaba laspasiones sensuales, contradecía una moralbasada en la devaluación de la carne.Contrariamente a otras religiones, el cris-tianismo siempre ha sido incapaz de ela-borar una teoría del erotismo, no porhaber ignorado el sexo, sino por lo con-trario: por haberlo convertido en unaobsesión negativa. Pasado el tiempo delos mártires, la abstinencia se convirtióen la marca de la vida devota y la sexua-lidad en el campo escogido del pecado.

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La actriz PamelaAndersonfotografiada en 1990 porStephen Waydapara la revistaPlayboy. O el erotismo vistopor la industria del espectáculo y de la prensa.

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La actividad sexual, considerada un malmenor, sólo será admitida en el marcoconyugal. La Iglesia condenaba una sexua-lidad que no estuviera destinada a la pro-creación, al mismo tiempo que cultiva-ba la idea virginal de una procreación sinsexualidad. Por tal motivo, sin duda, eldiscurso sobre el sexo se mantuvo duran-te tanto tiempo en el ámbito exclusiva-mente literario, médico o simplementevulgar —aunque resulta significativo que,desde siempre, el desnudo ha servido debase a la enseñanza de las bellas artescomo la forma más adecuada de formarde cara a la categoría de lo hermoso.

La modernidad naciente emprendióluego un vasto trabajo de simbolizacióndel que fue víctima el erotismo. Basándoseen una idea del ser humano como indi-viduo autosuficiente, le resulta imposi-ble pensar una diferencia sexual que, pordefinición, implica lo incompleto y locomplementario. La descalificación delas pasiones y emociones, supuestamen-te generadoras de «prejuicios», acompa-

ñó por otra parte el auge del poder delindividuo en favor del racionalismo cien-tista. La inteligencia sensible —la delcuerpo— se vio por consiguiente deva-luada, ya sea como portadora de pulsio-nes «arcaicas», ya sea por emanar de una«naturaleza» de la que el hombre, parahacerse propiamente humano, tenía pormisión emanciparse. La modernidad, porúltimo, transformó sistemáticamente elinterés en necesidad, y la necesidad endeseo. Sin ver que el deseo no se reduceprecisamente al interés.

Autor de una hermosa Antología his-tórica de las lecturas eróticas, Jean-JacquesPauvert llegó a estimar que «en el año2000, pese a las apariencias, hay muypoco —o casi nada— de erotismo». Estaafirmación del experto puede sorpren-der. Y, sin embargo, se limita a constatarque el erotismo, reprimido ayer por unacensura que lo condenaba a la clandesti-nidad y a la prohibición, está hoy ame-nazado exactamente por su contrario.

Si la omnipresencia de la imagen impi-de ver, y si la gran ciudad constituye enrealidad un desierto, así también el sexoensordecedor llega a hacerse inaudible.La omnipresencia de las representacio-

nes sexuales priva a la sexualidad de todasu carga. Contrariamente a lo que se ima-ginan los reaccionarios pornófobos, lapornografía mata al erotismo por exce-so, en lugar de amenazarlo por defecto.Es éste también un efecto de la moder-nidad. El proceso moderno de individua-lización, en efecto, ha conducido en pri-mer lugar a la constitución de la intimi-dad, luego a la inversión dialéctica de laintimidad, y ha acabado transformándo-se en exhibición del sujeto en nombre deun ideal de transparencia.

Al sexo se le incita hoy a ponerse a laaltura del espíritu de los tiempos: huma-

nitario, higienista y técnico. La norma-lización sexual encuentra nuevas formasque ya no tratan de reprimir el sexo, sinoque intentan convertirlo en una mercan-cía como las demás. La seducción, dema-siado complicada, se convierte en unapérdida de tiempo. El consumo sexualtiene que ser práctico e inmediato. En elmundo de la comunicación, el sexo tieneque dejar de ser lo que siempre ha sido:

La desnudez no es, en sí misma, sinónimo de erotismo. Basta ver la esculturahiperrealista de la izquierda… Y confrontarla con las tres mujeres (arriba), cuya sensualidad está enaltecida por la obra del escultor.

Cualquier discursopublicitario resulta

más obsceno que una vagina

abierta fotografiadaen primer plano

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Al sexo se le incita hoy a ponerse

a la altura del espíritude los tiempos:humanitario,

higienista y técnico

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apariencia de comunicacióntanto más deliciosa cuantoque se sitúa en un fondo deincomunicabilidad. En unmundo alérgico a las dife-rencias; en un mundo quedesde múltiples aspectos hareconstruido social y cultu-ralmente la relación de lossexos bajo el horizonte deun dimorfismo sexual ate-nuado; en un mundo quese empecina en ver en lasmujeres unos «hombrescomo los demás», cuandoson en realidad lo otro delhombre, es preciso que elsexo deje de «alienar», cuan-do no es en realidad sino unjuego de alienaciones volun-tarias. El deseo políticamen-te correcto de suprimir lacorrelación de fuerzas quese establece a veces a favorde un sexo y otras del otromata de tal forma el erotis-mo, puesto que ya no hayninguna relación amorosaque se despliegue en unaplena igualdad, sino sólo enuna lid: una inestable des-igualdad que permite darlela vuelta a todas las situa-ciones. El sexo no es sinodiscriminación y pasión,atracción o rechazo igual-mente excesivos, igualmen-te arbitrarios, igualmenteinjustos. En este sentido noresulta exagerado decir queel verdadero erotismo —sal-vaje o refinado, bárbaro olúdico— sigue siendo másque nunca un tabú.

La voluntad de suprimirla transgresión mata parcial-mente el erotismo. Porquesí hay normas en materiasexual…, como las hay en todas las cosas.El error consiste en creer que son nor-mas morales, mientras que el otro errorconsiste en imaginarse que cualquier con-ducta puede erigirse en norma, o que laexistencia de una norma deslegitima porello mismo todo lo que está fuera de nor-mas. El erotismo implica la transgresión,

siempre que esta transgresión resulte posi-ble sin dejar de ser transgresión, es decir,sin ser erigida como norma.

Entre los «jóvenes de los suburbios»para quienes las mujeres sólo son aguje-ros con carne alrededor, las chupadorasprofesionales envueltas en siliconadas for-mas, y las revistas femeninas transforma-

das en manuales de sexologíabarata, el erotismo aparecebloqueado por doquier. Losjóvenes, en particular, tienenque hacer frente a una socie-dad que es a la vez mucho máspermisiva y mucho menostolerante que en el pasado.Así como la dominación des-emboca en la desposesión,también la pretendida libera-ción sexual sólo ha conduci-do finalmente a nuevas for-mas de alienación. Pero elsexo, porque pertenece antetodo al ámbito de lo inciertoy de lo turbio, siempre se esca-pa a la transparencia. El exhi-bicionismo aún lo hace másopaco que la censura, pues aeste deseo de transparenciaresponde siempre con la metá-fora. A la iluminación bajolos proyectores, el mundo delsexo opone, afortunadamen-te, lo que André Breton deno-minaba su «inquebrantablenúcleo nocturno». �

¿Quién es quién?… A la izquierda, la masculinizadaculturista Ana Cowen; arriba, un joven en pose afeminada.¿Será que la (pretendida) igualdad implica la indiferencia?…

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Robert de Herte, ensayista, editorialista de la revista francesa Elémentsdesde comienzos de los años setenta. Entre sus obras figura en español: 11 de septiembre de 2001: ha empezado el III milenio, Barcelona, 2002.

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El Manifiesto sigue despertando entusiasmo y esperanza

Muchas gracias

Topé con el texto del Manifiesto contrala muerte del espíritu (como muchas delas mejores cosas en la vida) por puracasualidad y de rebote mientras «bucea-ba» por esta inmensa maraña de infor-mación que es la Red. Y me caló. Supongoque todo el mundo conoce la sensaciónde ver en algún momento plasmados enel papel muchos de los sentimientos queuno encierra acerca de las cosas más tras-cendentales que una persona puede plan-tearse, pero que uno nunca pudo expre-sar en palabras. A partir de mi encuen-tro con el Manifiesto, lo transcribí conmi puño y letra (para hacerlo un pocomás mío, pero sin dejar de ser de todos)y lo guardo en un cajón de mi habita-ción como si fuera mi personal «mapadel tesoro», al que acudo siempre que —por causas de la inmisericorde vidadiaria— se me olvida dónde está la X quemarca el lugar. Muchas gracias a todas laspersonas que han hecho esto posible.

Benjamín R. OrmaecheaEstudiante, La Coruña

Esto no es democracia

Permítanme, como joven que soy, expo-nerles, a la luz de una iniciativa como ladel Manifiesto, algunas consideraciones

sobre una juventud, que detrás de su abo-rregamiento, no deja de manifestar unaprofunda desazón.

En el fondo estamos hartos de todo.Es algo mucho más profundo que la expre-sión violenta de un descontento generalque se está extendiendo entre la juven-tud […]. No es el paro. No son nuestrosmíseros trabajos […]. No es el exorbi-tante precio que hay que pagar por vivirbajo techo. […] Tampoco es la contami-nación, la deforestación, el acelerado cam-bio climático o el exterminio diario decientos de especies.

Lo que realmente nos encoleriza esque todas estas cosas se camuflen tras elhermoso velo de la democracia.

No existe tal democracia. […] Losseñores que hoy dominan siguen siendounos pocos. Detentan un inmenso poder[…]. Desde sus bancos, sus multinacio-nales, sus constructoras o sus escañosmanejan nuestra vida. Dirigen nuestrospasos, buscando en último término supropio beneficio.

Les entregamos el diezmo para no serexpulsados de su sistema, ese abomina-ble sistema del dios Dinero, que no entien-de de belleza ni de justicia, y que tiene laparticularidad de hacer creer a muchosnecios que las cosas deben ser así. […]

Nos estamos dando cuenta de que elmundo que hemos heredado está corrup-to, podrido. […] Nos han hecho caer enel más estúpido de los sinsentidos.

Trabajamos para proporcionarles mayo-res riquezas, para poder pagar cosas queen realidad no necesitamos, pero que sehan tornado en indispensables a nues-tros ojos.

El verdadero problema lo podremosapreciar dentro de unos cuantos años,cuando una generación de bestias semi-humanas, criadas y educadas en este envi-lecedor ambiente, salgan a nuestras callescon la intención de atropellar a los demásen su carrera por ser el más rico o el máspoderoso, pues esto y poco más es lo quede sus padres han podido aprender. […]

Ignacio Ramiro EscaladaMadrid

Me ha impactado el contenido del Manifiesto

Tengo veinticinco años, trabajo de pana-dero y desde hace poco he empezado anavegar en Internet y a buscar informa-ción sobre aquellos temas que me inte-resan. Una de las primeras paginas quehe visto es la vuestra y me ha impactadoel contenido del Manifiesto, pues siem-pre me he debatido entre la idea del Diosde los curas y la existencia de un «algo»diferente.

Sigfrido ReyesSabadell (Barcelona)

CCoorrrreeoo ddee lleeccttoorreess

«No es la contaminación o el paro lo que encoleriza, sino que todas estas cosas se camuflen tras el hermoso velo de la democracia.»

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PROCLAMA de Año Nuevo. Y pro-clamación, mediante ella, de losDerechos Universales de laLiteratura. Decía Nietzsche que

«sólo como fenómeno estético se justifi-can eternamente la existencia y el mundo».Así es, aunque así no os parezca. Lo sabíade niño, lo olvidé en mi juventud, lonegué luego, lo reconozco ahora. Sólo unanciano, al que la edad torna invulnera-ble, puede atreverse a decir en la Europade hoy, depresiva, represiva y mojigata,que la estética es su ética y que siemprehabía sido, para él, así.

Proclama de Año Nuevo

En esta proclama, publicadaoriginalmente en El Mundo,Fernando Sánchez Dragó se muestra como un verdadero reaccionario, es decir, alguien quereacciona ante la indignidad y el oprobio. El nuevo y brillante presentador del telediario nocturno de Telemadrid sostiene que cualquier tiempo pasadofue mejor que el que estamosviviendo, pero que todavía no hemos alcanzando el fondo de la decadencia.Para seguir hurgando en ellasiempre habrá poceros.

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Fernando Sánchez Dragó

«Hoy navego a todo trapo con pabellón pirata»,proclama Dragó, que en la foto (de Francisco Javier Redondo Jordán) luce un hermoso yukata japonés.

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¡En pie, patriciosde la tierra!

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Fue la estética de la aventura y la lite-ratura, por ejemplo, y no la tediosa éticade la política, la que me condujo a correral toro del antifranquismo. Lo que de ver-dad me importaba entonces era el anti,no el franquismo. Hubiera luchado conigual denuedo contra cualquier otro sis-tema dominante. Rebeldía, j’écris ton nom.

Poeta y profesor Valverde: Nulla ethi-ca sine æsthetica.

Hoy puede ser un gran día, hoy gana-ré unos cuantos —pocos— amigos y megranjearé una montonera de enemigos.Tanto lo uno como lo otro me causa inten-so placer. Sobre todo lo segundo, puesde amigos voy sobrado, y de enemigos,en los últimos tiempos, no. Su mutismome preocupa. Sería horrible carecer deellos. Cela, que los tenía a mares, les agra-deció los servicios prestados en la dedi-catoria del Pascual Duarte. ¿Cómo es posi-ble que mi última novela sólo haya sus-citado elogios sin merecer o, por lo menos,recibir el espaldarazo de una, digo una,crítica aviesa? ¡Con lo que se prestaba aello por tratar, entre otras cosas, de laGuerra Civil y elogiar, por ejemplo, lafigura de José Antonio, en lo que, dichosea de paso, me ratifico! Mal asunto. ¿Seráporque he cumplido los setenta, llevounas cuantas soldaduras en los sifones delcorazón y me dan por amortizado o inclu-so por amortajado?

Lo dicho, pues… A situación de emer-gencia, toque de rebato. Hoy puede serun gran día (para mí, se sobrentiende).Hoy salgo sin adarga a campo abierto,hoy diré lo que me plazca, hoy canto deplano, hoy —los Dragó vienen deCórcega— navego a todo trapo con pabe-llón pirata. ¿Nunca se ha de decir lo quese siente?

Señor Conde-Duque de León y demásvalidos —balidos— del Santo Oficio dela Corrección Política: desplieguen, porfavor, sus servilletas, desayúnense con estaepístola satírica y censoria, con este des-ahogo, y envíenme después a los corche-tes.

El dictador Primo de Rivera, padre deun héroe, tildó a Valle-Inclán, máximoesteta, de eximio escritor y extravaganteciudadano. Razón llevaba en las dos cosas.

Por cierto: hace poco, al término deuna conferencia por mí dada no sé dónde,se me acercó un joven licenciado en

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Según Nietzsche, recuerda Dragó, «sólo como fenómeno estético se justifican eternamente la existencia y el mundo». «El dictador Primo de Rivera, padre de un héroe, tildó a Valle-Inclán, máximo esteta, de eximio escritor y extravagante ciudadano. Razón llevaba en las dos cosas.» He aquí dos imágenes relacionadas tanto con el esteta como con el héroe.

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Económicas para preguntarme qué dia-blos significaba una rarísima palabra queyo había utilizado en el curso de mi expo-sición.

—¿Cuál? —pregunté con cortesía.—Eximio —dijo él.No pude evitarlo. Monté en cólera.—¡Pues eso significa que tú no eres

un ex simio —aullé—, sino que siguessiendo un mono y no has bajado de losárboles!

Perdóneme el cuitado. La culpa noera suya, sino de la LOGSE y demás pla-nes de estudio. Yo, amigos lectores y ene-migos inquisidores, no soy ni pretendoser escritor eximio, engorrosa etiquetaque a nada bueno conduce, pero sí metengo —desde niño— por ciudadanoextravagante. Reconózcame el Estado esa

distinción y extiéndame el certificadopertinente. A tal deseo responde mi pro-clama.

¿Acaso no decía el mejor Neruda ensu poema Walking around que sería deli-cioso asustar a una monja con un liriocortado o dar muerte a un notario conun golpe de oreja?

Pues ni más ni menos. Estoy, vuecen-cia, hasta el gorro de la modernidad, dela posmodernidad, de las postrimerías delsiglo XX, de las estribaciones del XXI, deltercer milenio y del apocalipsis que nosrodea. Derivó el mundo desde la aristo-

cracia —gobierno de los mejores; nadaque ver con la sangre azul— hacia la rebe-lión de las masas y ahora estamos meti-dos hasta el cuello en la de la chusma.¿Apocalipsis, dije? No, no… Post-apoca-lipsis, quise decir. El fin del mundo hallegado y nadie —o casi nadie; seré opti-mista— se ha dado cuenta. La telebasu-ra, sin necesidad de acudir a otras con-tundentes pruebas de cargo, aunque lashay, lo demuestra.

Estoy hasta el gorro de que todos lospolíticos entonen una sola y misma can-tilena, la del cambio, dando así por supues-to que se cambia siempre para mejor ynunca —lo que es mucho más frecuen-te— para peor. Donoso Cortés, filósofodecimonónico casi tan cavernícola comoyo y diputado en Cortes, dijo durante uncelebérrimo discurso pronunciado enellas:

—Señorías, están ustedes completa-mente equivocados. El mundo no avan-za. Retrocede.

Lo suscribo. ¿Por qué se dice siempre—en todas las épocas, en todos los luga-res— que cualquier tiempo pasado fuemejor? Así es, y eso sirve también paramí y para cuanto había en el mundo cuan-do yo vine a él. No me refiero al fran-quismo, que es anécdota pasajera y baga-tela exclusivamente española, sino al pla-

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Fue la estética de la literatura y la aventura

la que me empujó a correr el toro

del antifranquismo

«Confieso que, como a Álvaro Mutis, no meinteresa casi nada de lo que en el mundo hasucedido tras la caída de Constantinopla; detestoa los sans-culottes de la toma de la Bastilla y mehubiera gustado ser lugartenienteantirrevolucionario de la Pimpinela Escarlata.»

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«Aborrezco al comodoro norteamericano que con sus naves negras descerrajó el secularbloqueo de Japón y abrió ese último reducto de la belleza al salvajismo fabril del mundoexterior.» En la imagen, el comodoro Pery dibujado por un artista japonés.

¿Por qué se dicesiempre –en todas las épocas, en todos

los lugares– quecualquier tiempopasado fue mejor?

neta entero y a cuanto en él se cuece. Lode ahora es infecto; en lo de entonces, notodo lo era; y en cuanto a lo que se ave-cina… Mejor salgo corriendo. ¿Dóndela traditio —que en latín significa entre-ga— y la aurea catena, la cadena dorada,que con sólidos eslabones de metalprecioso se forjaba y a cuyo hilotransmitían el saber y la sophia peren-nis los abuelos a los nietos, los padresa los hijos, los maestros a los apren-dices, los profesores a los alumnosy los curas a los monaguillos?

¡Otro mundo es posible! Gritanahora los ignaros. Y lo grave es que,seguramente, llevan razón. Todo,incluso el generalizado horror y labarbarie generalizada de los tiem-pos que corren, puede ir a peor.

Estoy, vuecencia, hasta el gorrode los revolucionarios, de los rup-turistas, de los reformistas, de losprogresistas, de los predicadores,de los salvadores de la humanidado, simplemente, de la patria y delos grandes hombres, clérigos sinsotana y solemnes aguafiestas quetodo lo cuestionan y lo ponen patasarriba. Se da mandato a los políti-cos para que administren y conser-ven el mundo, no para que se lolleven por delante. Así ha sido siem-pre, decía la sabia voz del puebloen el Egipto de Sinuhé, y siempreserá así.

Pero no era verdad.¿A do fue Tebas? ¿Dónde Tell-

el-Amarna? ¿Qué se hizo deAlejandría? ¡Ojalá siguiera el islamizado,occidentalizado y descabalado Egipto dehoy en manos de los faraones, del gue-rrero Horemheb y de los sacerdotes deAmón!

Me arrogo, vuecencia, como escritorextravagante, aunque no eximio, el sobe-rano derecho —conferido por mi realgana— de anteponer la estética de losublime a la ética prosaica de los buenosciudadanos y no tengo, por ello, incon-veniente alguno, en confesar que, comoa Álvaro Mutis, no me interesa casi nadade lo que en el mundo ha sucedido trasla caída de Constantinopla; que detestoa los sans-culottes de la toma de la Bastillay que me hubiera gustado ser lugarte-niente antirrevolucionario de la Pimpinela

Escarlata; que deploro la victoria deAbraham Lincoln frente a los gallardoscaballeros del Sur en la guerra de Secesiónde los Estados Unidos; que aborrezco alcomodoro norteamericano que con susnaves negras descerrajó el secular bloqueo

de Japón y abrió ese último reducto dela belleza al salvajismo fabril del mundoexterior; que maldigo a quienes asalta-ron y destrozaron el Palacio de Invierno,bendigo la memoria de los últimosRomanov y cierro filas con las fuerzas lea-

les del Ejército Blanco; que des-precio al masonazo, militarotey borrachín Kemal Ataturk, yderramo inconsolables lágrimaspor el naufragio de la fastuosacultura otomana; que me asqueaSun Yat-Sen y añoro la Chinadel taoísmo, los emperadores,los guerreros de terracota y losmandarines; que me gustaríahaber llegado a la India Eternacuando lo hizo Burton o cuan-do Kipling andaba por allí yantes, en todo caso, de queNehru, Indira Gandhi y sus des-cendientes la profanaran ymodernizaran; que aún sueñoantes de dormirme, como lohacía en mi niñez lectora y peli-culera, con el África Negra delos exploradores y los coloniza-dores, de Tanganika y Zanzíbar,de la búsqueda de las fuentesdel Nilo, de Livingstone, deStanley, de Speke, de Tarzán delos Monos… Hoy sólo quedanallí sátrapas tribales, negreros,funcionarios de la ONU y curi-tas laicos de oenegé.

Esto por lo que hace almundo y a su universal histo-ria, pero no consentiré que mi

país —crema, traca, hit parade y apote-osis de cuanto aquí denuncio— se vayade rositas.

¡Linda trayectoria! De la EspañaMágica, que yo mismo, en otros tiem-pos, canté, y de lo que me arrepiento, ala España Trágica de las guerras civiles yde mis Muertes Paralelas, y de ella, ahora,a la España Hortera. ¿Final de trayecto?¿Qué vendrá después? Tiemblo al pen-sarlo.

Estoy, vuecencia, hasta el gorro de suGobierno y de cuanto su Gobierno hacey representa, de los Estatutos —todos—y de las trifulcas cainitas, de las disputasmediáticas, de la Memoria Histórica, laRepública, el Alzamiento y la guerra, delos flatus vocis (tolerancia, solidaridad,

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multiculturalismo, diálogo, talante, nego-ciación, Alianza de Civilizaciones), de lospedigüeños y los quejicas, de los que sólosaben protestar y poner el cazo, de quie-nes se fotografían en pelotas o se rapanel pelo al cero para mamonear, de losnacionalistas, de los turistas, de las femi-nistas y feministos que quieren obligar-me a decir albañila y a rezar el madrenuestra, del desarrollismo, de los parques

temáticos, los minicines y los centroscomerciales, de Marina D’Or vacacionestodo el año, de Marbella, de El Pocero,de los banqueros, del Ibex, de Endesa, delas opas, de la obras de Gallardón, delcrecimiento económico, de las guberna-mentalísimas organizaciones no guber-namentales, de los emigrantes (que Aláme proteja por decirlo), de los manifes-tantes, de la televisión, de la OperaciónTriunfo, de la Fórmula 1 y de la místicadel fútbol, el tenis y el baloncesto, de losguiris de pantalón corto y en chancletas,de las púberes canéforas que van por elmundo enseñando los michelines delombligo con el borde superior del pan-talón a la altura de la rabadilla, de laspasarelas, de las top model y su ridículaforma de caminar, de las alegres coma-dres y los atontolinados compadres quehibernan, bailan el rock y se alimentancon mortadela en los hoteles cutres deAguadulce, Oropesa y Benidorm, delCódigo Da Vinci, el Temple, el SantoGrial y María Magdalena, de los tertu-lianos radiofónicos (yo lo soy), de lasencuestas, de las campañas de fomento

de la lectura, de la moralina de los anun-cios institucionales, de los matrimoniosciviles adobados con tul ilusión, de losestúpidos controles de los aeropuertos,de la tortilla de patatas servida en copa,de las gilipolleces de Ferrán Adriá y loscocineros creativos, de los millones decursis, de los millones de horteras, de losmillones de consumistas papanatas, de laplebe en general y de casi todo lo que porser español y habitante del siglo XXI meha caído en perra suerte.

¿Qué esperar, por otra parte, de unpaís en el que hubo un ministro del Interiorque se llamaba Mayor Oreja (perdóna-me, Jaime, pero un chiste es un chiste),hay ahora otro que se llama Rubalcaba,manda en Cataluña un individuo quelleva nombre de vino andaluz y el ban-quero más importante se apellida Botín?

Nomen est omen

Y ahora, Conde-Duque, envíeme vue-cencia los corchetes, pero es mi deber avi-sarle de que va a perder el tiempo. Losseptuagenarios y los niños somos, ya lodije, por ley de edad y de encogimientode hombros, invulnerables. Tanto, ver-bigracia, como por trágala del Sistema loson Sus Señorías. Y además me importaun pito, se lo aseguro, lo que vuecenciapiense, lo que sus ministros opinen y loque la gente diga. A la vista está.

Non serviam.Año nuevo, ¿vida nueva?¡Viva Valle-Inclán! ¡Abajo Salsa Rosa, elsocialismo, los okupas, el centenario delQuijote, Soria Ya y Teruel Existe! ¿Seráel de hoy un gran día? ¿Tendrá cojonesEl Mundo para publicar este artículo? ¡Enpie, patricios de la tierra! Tal es mi envi-te. Fin de la proclama. �

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Los septuagenarios y los niños somos, por ley de edad

y de encogimiento de hombros,

invulnerables

Fernando Sánchez Dragó (1936, Madrid)es uno de los intelectuales españoles más originales e inclasificables. Es ensayista y novelista, recuperador de las tradicionesespañolas y difusor de lo japonés, director de programas culturales y de debate. En la actualidad presenta el telediario de la noche en Telemadrid. Su última novela es Muertes paralelas, en la que reconstruyelos asesinatos de su padre y de José Antonioal comienzo de la guerra civil.

«¡Abajo Salsa Rosa, el socialismo, los okupas!…»,proclama también Sánchez Dragó. En la foto, José Montilla, presidente socialista de la Generalitat de Cataluña, cuyo Gobierno es particularmente complaciente con los okupas.

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DDaarrddoo ccoonnttrraa eell eessppíírriittuu

Todo se mide, todo se pesa…Todo se reduce a dinero¡Los hijos también!

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EN el año 2002 aparecía enFrancia el libro Llamada alorden. Encuesta sobre los nue-vos reaccionarios 1 firmado por

Daniel Lindenberg, profesor de cienciaspolíticas en París y miembro del Consejode redacción de la revista Esprit. El «libro»(94 páginas de afirmaciones mal razona-das y extrapolaciones chapuceras, en tonode denuncia) mete en el índice a todauna retahíla de autores franceses acusa-dos de transgredir impunemente los códi-gos de la «decencia» progresista, y poneren cuestión los dogmas sagrados del mejorde los mundos posibles en el que vivi-mos. ¿Y cuales son esos «tabúes» tan impú-dicamente puestos en cuestión? DanielLindenberg ofrece una lista: la cultura demasas, la libertad de costumbres, los inte-lectuales, Mayo del 68, los Derechos delHombre, el mestizaje, el islam y la ideade igualdad.

El mismo título y tono del libro reve-la esa vocación de «policía del pensamien-to» y ese afán depurador característicosde la nueva izquierda «moral» y «buenis-ta» que, instalada en el confort de la ide-ología oficial, ha hecho dejación de la

Rodrigo Agulló

¿Primeros signos de descomposición de la hegemonía del «pensamiento único» de la «izquierda divina»instalada en el aparato mediático-cultural? ¿O tempestad en un vaso de agua? La polémica sobre los«nuevos reaccionarios» que se abrió hace unos pocos años en Francia deja al menos entrever una evoluciónen el panorama intelectual europeo en el que el cuestionamiento de las verdades oficiales de los evangeliosdel progresismo apoltronado está dejando de ser patrimonio de extremistas marginales, ultraconservadoresnostálgicos y otros «malos oficiales» del sistema.

Los nuevos reaccionarios

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«Para el escritor y ensayistaPhilippe Muray, el imperativo de “ser absolutamente moderno”es la consigna de los nuevos esclavos.»

1. Daniel Lindenberg, le Rappel à l’ordre.Enquête sur les noveaux réactionnaires. Seuil,París, 2002.

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función crítica propia de toda actividadintelectual que se precie de serlo, y ade-más se permite trazar las líneas de lo per-misible y lo no permisible. Ello pone demanifiesto la auténtica función social deesa intelligentsia progresista: la legitima-ción ideológica del orden de cosas impe-rante, el aplastamiento de cualquier atis-bo de pensamiento crítico y disidente, yel embalsamamiento de nuestras socie-dades en las delicias de la sociedad delespectáculo, feliz y post-histórica en laque vivimos.

¿Y quienes son los denunciados? Setrata de una miscelánea de intelectuales,historiadores de las ideas, filósofos y escri-tores que, lejos de constituir un grupo

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rreeaacccciioonnaarriioossLLooss nnuueevvooss

El novelista Michel Houellebecq (aquí en compañía de Fernando Arrabal) «explora el universo de este hombrecontemporáneo que es el primer espécimen de una mutación antropológica inédita en la historia: la del hombre encerrado en su pura contingencia material, sin ningunadimensión de trascendencia, religiosa o profana».

Jean-Marie Le Pen… o el diablo personificado,según ha decretado el Sistema.

Otros «nuevos reaccionarios». Abajo, a la izquierda: el politólogo Pierre-André Taguieff. En la segunda columna, arriba (a la derecha),Samuel Trigano; abajo (a la izquierda), el filósofo Alain Badiou.

organizado o un movimiento conscien-te de serlo, se caracterizan por sus dife-rencias de formación y de enfoque, porsus distancias generacionales y por lo hete-róclito de la producción de algunos deellos. Muchos proceden de la izquierdao incluso de la extrema izquierda, y suobra está lejos de poner en cuestión elfundamento básico de la forma políticay sistema de convivencia de las socieda-des occidentales, esto es, la democracia.

Dicho esto, conviene poner de relie-ve que entre ellos se encuentran algunasde las mejores cabezas en el panoramaintelectual francés. No se trata precisa-mente de «marginales» publicados en edi-toriales de catacumba, sino de intelec-tuales, académicos y escritores interna-

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cionalmente reconocidos. Entre estos«nuevos reaccionarios» se encuentran figu-ras como los filósofos Alain Finkielkraut,Marcel Gauchet y Alain Badiou, los poli-tólogos Pierre Manent y Pierre-AndréTaguieff, el historiador y sovietólogo AlainBesançon, el escritor yensayista Philippe Muray,el sociólogo SamuelTrigano, los novelistasMichel Houellebecq yMaurice Dantec, los perio-distas Élisabeth Lévy yPhilippe Cohen, el lingüis-ta Jean-Claude Milner, elescritor Régis Debray ymuchos otros. La lista eslarga. ¡Se incluye hasta unextraño rastreo de los «atis-bos reaccionarios» en una«vaca sagrada» del 68 comoGuy Debord! Buen traba-jo para 94 páginas. Cuandode lo que trata es de denun-ciar, sobran los análisis.

Más allá del contextoen el que se inscribe el pan-fleto de Lindenberg —esatradición tan francesa dedenuncias estilo «J’accuse»,de búsqueda de publici-dad mediática y de ajustesde cuentas entre vedettesintelectuales— el libro, ymucho más que el libro,la polémica posterior gene-rada en torno al mismo,ponen de relieve que «algose mueve» en el remanso autocompla-ciente de lo «políticamente correcto».Algo que revela una tendencia que, deconsolidarse, podría significar el princi-pio del fin de la hegemonía incontesta-da de esa «ideología orgánica» (valga eltérmino gramsciano) que se sirve comopitanza espiritual para nuestras socieda-des. El principio del fin del discurso deesa nueva izquierda que ya hace tiempoevacuó todos sus valores revolucionariosoriginarios, para inflarse de sentido moraly de humanitarismo soft. Esa izquierdaque, tras acelerar la desvalorización detodos los valores, se ha sumado al nuevodogma relativista, dogma que viene afavorecer la inercia de nuestras socieda-des frente al proceso de hibridación de

pueblos y culturas en el seno del merca-do global y del «mundo feliz».

La llegada del Frente Nacional a lafase final de las elecciones presidencialesfrancesas en 2002 dio en el país vecinola primera señal de alarma seria de que

«algo falla» en el seno de la ciudad alegrey confiada. Algunos empezaron a pre-guntarse qué. Quizá fuese que en todasesas fiestas… se estaba quedando fuerael pueblo. Pero la contestación a estosaguafiestas no podía ser, evidentemente,acusar al pueblo de «reaccionario» —almenos todavía no—, sino más biendenunciar al «populismo», la nueva «bes-

tia negra» de los biempensantes. Habíaque señalar culpables —y ahí se sacó aescena a los «nuevos reaccionarios». Laacusación principal dirigida contra ellosera la de haber favorecido, con sus ata-ques a los fundamentos sagrados de nues-

tras democracias avanza-das, los avances —¡oh, cie-los!— de la bestia inmun-da del populismo de extre-ma derecha, de la exclu-sión y de la xenofobia.

Lo cierto es que granparte de la reflexión demuchos de esos «nuevosreaccionarios» se dirige aexplorar las líneas de frac-tura entre la realidad ofi-cial y la realidad «real»,líneas de fractura que expli-can sobresaltos como el delas elecciones presidencia-les francesas de 2002. Yello no con el objetivo depromover un

modelo antidemo-crático —todos estos autores están muyalejados de lo que comúnmente se con-sidera «extrema derecha»—, sino en elejercicio de algo que se supone constitu-ye un elemento esencial del auténticoorden democrático: el pensamiento crí-tico.

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rreeaacccciioonnaarriioossLLooss nnuueevvooss

El escritor Regis Debray en 1975, pocos añosdespués de haber participado en accionesterroristas con la guerrilla del Che en Bolivia.

A la derecha: Regis Debray en la actualidad, el «nuevo reaccionario» para quien «no hay sociedad sin una idea de lo trascendenteo sacro que la cohesione».

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Por un retorno de la política

La sorpresa electoral en Francia, los resul-tados negativos de los referendos sobrela Constitución europea y la prolifera-ción de partidos populis-tas son señales significati-vas de una tendencia delos ciudadanos europeos ano seguir acatando con dis-ciplinada docilidad lasdecisiones que otros tomanpor ellos. El aparato mediá-tico-cultural europeo, enla línea de las élites trans-nacionales favorecidas porla globalización, suminis-tra un discurso legitima-dor al servicio de ese pro-yecto de mercado globalde consumidores que hacetabla rasa de culturas, iden-tidades o valores, y que ins-tala definitivamente aEuropa en la post-histo-ria. El mérito de estos «nue-vos reaccionarios» consis-te en «reaccionar» contralas convenciones de ese«pensamiento débil»,nómada y desarraigado, yasea en su vertiente «pro-gresista» o en su vertiente«neoliberal», para pasar acuestionar los fundamen-tos de nuestras sociedadesy analizar las preocupacio-nes reales de los ciudadanos.

Y entre esas preocupaciones, que seencuentran en las raíces del alejamientoentre gobernantes y gobernados, seencuentra lo que en Francia se ha veni-do en llamar la creciente sensación deuna «triple expropiación» de las liberta-des ciudadanas, ocasionada por tres fenó-menos: la inmigración, la tecnocracia bru-selense y la globalización neoliberal.

Los «nuevos reaccionarios» reaccio-nan contra esa idea, propagada por lanueva izquierda post-marxista, que entien-de la democracia como la dictadura dealgunas minorías (inmigrantes, homose-xuales, antiglobalizadores…) que, con elapoyo mediático, imponen su voluntada la mayoría. Por el contrario, redefinen

la democracia como participación en elproceso de toma de decisiones, confor-me a las reglas dictadas por la mayoría.Los «nuevos reaccionarios» reaccionan,entre otras cosas, contra ese ejercicio maso-quista de denigración sistemática del pasa-

do y la cultura europeas, contra la degra-dación de la escuela y la educación, con-tra la disolución de las identidades y con-tra la alienación de la cultura de masas.

Y en primer término, varios de estosautores reivindican un retorno fuerte dela política frente a la dominación de lalógica económica y frente a la tecnocra-cia. Apuestan por la democracia —enten-dida como participación organizada delpueblo en las decisiones comunes— fren-te a ese despotismo ilustrado softque prac-

tican las oligarquías reinantes adeptas alliberalismo economicista.

Durante las últimas décadas se havenido acentuando en Europa el declivede lo político. El poder político se para-liza ante la toma de decisiones que pue-

dan implicar desgastes elec-torales o costes sociales. Laeconomía y la gestión téc-nica desplazan a la políti-ca, en un enfoque asépticoque recuerda más a la direc-ción de una empresa osociedad anónima que a lade una nación. Los Estadosnacionales europeos cedensus poderes frente a las gran-des fuerzas económicas dela globalización, así comofrente a los regionalismosy otros intereses particula-res. El Estado pierde pro-gresivamente su carácter deportador de un sentidocomunitario que supere ala mera agregación de indi-viduos. El Estado ya notiene nada que proponer,ni que ofrecer, aparte de ser-vicios sociales y del nivel debienestar suficiente para«comprar» las próximaselecciones. Por otra parte,el proceso de construcciónpolítica europea se estancao se diluye, y se perpetúaasí el estatus de la UniónEuropea como gigante eco-

nómico y enano político.La política implica en primer térmi-

no la voluntad de tomar las decisionesnecesarias para el bien común, aun lasmás difíciles o dolorosas. Implica unaasunción realista del carácter conflictivode las sociedades humanas. Implica sobretodo un sentido trascendente de servicioa la comunidad, entendida como algomás que una mera suma de los indivi-duos que la componen. Ésta es una inter-pretación fuerte del hecho político, defen-dida por algunos de los pensadores denun-ciados, en un ejercicio calificado —nopodía ser menos— como eminentemen-te reaccionario.

De entre los pensadores denunciadospor Lindenberg, quizás el que cuenta con

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Guy Debord en un aula universitaria italiana.Incluso una «vaca sagrada» de Mayo 68 como el fundador de la Internacional Situacionista y detractor de «la sociedad del espectáculo» es considerado un «nuevo reaccionario».

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la más veterana trayectoria neo-reaccio-naria es el antiguo comunista y conseje-ro de Estado de la era Miterrand, RégisDebray. Ya en fecha tan temprana como1978 Debray arremetía contra la «leyen-da dorada» de Mayo de 1968, al señalarque este acontecimiento fue en realidad«la cuna de la nueva sociedad burguesa»,mercantil, individualista y despolitizada.Debray se interesa especialmente por elestudio de las creencias colectivas en elámbito de los grupos humanos. ParaDebray no hay sociedad sin una idea delo trascendente que la cohesione.Trascendencia que no tiene por qué impli-car necesariamente confesionalidad reli-giosa: el ateísmo no excluye forzosamen-

te todo sentido de lo sacro. Este sentido,como se ha demostrado históricamente,puede referirse también a elementos noconfesionales, tales como el culto a loshéroes, a los orígenes míticos de la comu-nidad, a una cierta idea de la nación o dela misión de la misma. 2

En el terreno del pensamiento polí-tico, el autor más destacado del grupo essin duda Pierre Manent. Manent —dis-

cípulo de Raymond Aron, y uno de losprincipales filósofos políticos europeosen activo— es un liberal en sentido clá-sico. Pero es el suyo un liberalismo máspolítico que económico, tan cercano aTocqueville como alejado de los «neoli-berales» al uso. Manent desarrolla el aná-lisis político de Tocqueville, que parte dela defensa del principio democrático paraadvertir a continuación de los peligrosque conlleva la aplicación absoluta de eseprincipio: erosión de los valores que cohe-sionan el cuerpo social, y exacerbaciónigualitaria. Para Pierre Manent, la demo-cracia es viable en la medida en que elprincipio de igualdad formal se conjugacon el mantenimiento de determinados

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El escritor Maurice Dantec (exiliado en el Canadá por su denuncia de «la islamización de Francia») anuncia su exilio en un club nocturno de París.

2. Régis Débray, Modeste contribution auxdiscours et ceremonies officielles du dixièmeanniversaire, Maspero, París, 1978. Unavibrante reivindicación del patriotismo repu-blicano francés se encuentra en À demain DeGaulle, Gallimard, París, 1992.

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valores que se sitúan por encima del dic-tado de las leyes. El principio democrá-tico debe, entonces, establecer compro-misos con «las necesidades de la vidasocial, con los contenidos morales here-dados de las épocas predemocráticas». 3

Manent denuncia la meliflua visiónirénica que renuncia a asumir la realidaddel conflicto. Reivindica la política en loque conlleva de capacidad de mando y

de toma de decisiones. Invoca la perma-nencia del Estado y de la nación comoagentes esenciales de la realidad política.Se rebela contra la pérdida del sentidotrascendente de la función del Estado ycontra la «desacralización» de la nación.Sus denuncias contra la futilidad de inten-tar unificar Europa en torno a valoresuniversales abstractos, contra la entradade Turquía en la Unión Europea y sobrela incompatibilidad esencial del islam conla identidad europea han levantado ampo-llas en la intelligentsia biempensante.

Una parte de la obra del muy emi-nente neorreaccionario Marcel Gauchet —Director de Estudios en la École deshautes études en sciences sociales y redac-tor jefe de la revista le Débat— se inscri-be dentro de esa preocupación. ParaGauchet no son los intercambios econó-micos los que aseguran la cohesión social,sino la política. Sin embargo —subrayaGauchet—, «la hegemonía de la com-prensión económica del movimiento delas sociedades está anclada de tal formaen el espíritu de los dirigentes que todareflexión política cae en un abandonocada vez más pronunciado». 4

Este autor denuncia el cosmopolitis-mo de la clase dirigente francesa, queasume «un discurso neoliberal, transna-cional, post-nacional, que […] no casacon la herencia y el genio histórico deFrancia». Para Gauchet, esa clase dirigen-te, cegada por sus intereses a corto plazo,hace dejación del servicio a los interesesde la nación y de los ciudadanos. Gauchetdenuncia el proceso de disolución delpueblo francés —asumida como inevi-table por las clases dirigentes— en nom-bre del universalismo «buenista», en lacorriente de la globalización.

Ése es un punto esencial que explica elabismo de incomprensión que se abre entrelas «élites, desconectadas de la realidad, y

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Es el retrato de unasociedad que

en su fuero interno se auto-odia, reniega

de su pasado, se suicida

demográficamente y terminará gritando«¡Osama, mátanos!»

3. P. Manent, «Tocqueville et la nature de ladémocratie»: «Para amar bien la democracia,es preciso amarla moderadamente». Citadoen Pierre Manent et la question de l’homme.Daniel Tanguay. Universidad de Ottawa.Politique et Societés, vol 22, n.º 3, 2003.

4. Marcel Gauchet, «Les élites perdent la tête».Entrevista en La revue pour l´intelligence dumonde, n.º 6, enero/febrero de 2007 (traduc-ción del autor). Una interesante síntesis dealgunos aspectos del pensamiento de MarcelGauchet se encuentra en el artículo de JacquesGevaudan «Marcel Gauchet, le fossoyeur desillusions», 29 de noviembre 2003: http://www.polemia.com.

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las expectativas de los pueblos, desorien-tados y en busca de sentido». Porque, paraGauchet, «es un gran error creer que lospueblos están dispuestos, a ese precio, arechazar su historia y su cultura».

En su obra La democracia contra símisma, Gauchet analiza el papel centralde la ideología de los derechos del hom-bre en la consagración del «individuorey», irresponsable y titular de todos losderechos, desarraigado y sin puntos dereferencia colectivos. Los derechos huma-nos —advierte Gauchet— no son en símismos una política. Identificar la esen-cia de la democracia con el mero respe-to de los derechos humanos es un error:ese enfoque no proporciona por sí sololos medios para cumplir con la vocaciónesencial de toda construcción política,que es asegurar la cohesión del cuerposocial. Para asegurar esa cohesión es nece-sario proponer metas comunes que hagande contrapeso frente al individualismo,frente a un individualismo alimentadopor la consagración de la «religión» de

los Derechos del Hombre como valorsupremo.

«La capacidad de anticipación de nues-tras sociedades es muy débil, y la de nues-tros dirigentes es nula.» Deserción de lapolítica y de la voluntad frente a proce-sos considerados inevitables: la globali-zación es inevitable…, la inmigración esinevitable… ¿Cuáles serán los resultadosfinales, para Europa, de tanta inercia? 5

Solo una crisis grave marcará la horadel despertar. No se puede ignorar impu-nemente la política, tal parece ser la lec-ción de Gauchet. Reivindicación de lavoluntad política, y búsqueda de un sen-tido colectivo… Indudablemente, nosencontramos más cerca de Carl Schmitty de Heidegger que de Mayo del 68.

La crítica de la modernidad

Parecida crítica a la ideología de los dere-chos del hombre —que él denomina «lareligión de la humanidad»— se encuen-tra en la obra de otro neorreaccionarioilustre, Alain Finkielkraut. Este pensa-dor judío-francés se sitúa por méritos pro-pios a la cabeza del palmarés neorreac-cionario, por cuanto su obra tiene comohilo conductor la crítica sistemática dela modernidad. El análisis de la crisis dela educación, que desarrolla a partir desu obra La derrota del pensamiento, se ins-cribe entre las preocupaciones centralesde Finkielkraut. Para éste, la educación

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5. Marcel Gauchet, «Les élites perdent la tête».En esta entrevista —que no tiene desperdi-cio— señala Gauchet: las élites «vuelven suagresividad contra este pueblo que no quie-re ser como los otros —mientras que ellos,nuestros brillantes sujetos, se han sabido hacercooptar por la nueva internacional de losbiempensantes y de los bien provistos. […]Ello nos permite designar la urgencia, masallá de la derecha y de la izquierda, de unareforma del discurso y del proyecto públicos.Pero para actualizar el modelo nacional, seríapreciso comenzar por reconocer que la glo-balización no es el fin del Estado-nación».

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se entiende como transmisión de unaherencia, como nexo de continuidad entrelas generaciones, como proyección desdeel pasado hacia el futuro. Esta dimensiónes esencial, y sin embargo queda en nues-tros días relegada por el enfoque pragmá-tico que concibe la educación como merapreparación para un mundo hipertecni-ficado. Retomando los análisis deHeidegger sobre la Técnica, Finkielkrautalerta sobre el riesgo de desaparición dela cultura general, para ser sustituida poruna razón instrumental al servicio de lasnecesidades de la Técnica. 6

La defensa del estudio y del esfuerzo,el vínculo con la tradición, la reivindica-ción de una cierta idea de sabiduría, todoello entra en confrontación directa con

las teorías de la «nueva pedagogía», la dis-criminación positiva, el igualitarismo yel culto a la novedad «per se» en la escue-la. La educación se ha convertido en ungran campo de experimentación de lasteorías del progresismo a la moda, quehan convertido a buena parte de los sis-temas educativos en una grotesca «máqui-na de descerebrar». 7

En la estela de Heidegger, de HannaArendt, de Leo Strauss y de Nietzsche,Finkielkraut estudia la génesis y el des-arrollo de la modernidad, y sus conse-cuencias para el espíritu y para la tierra.De Heidegger y Hanna Arendt retoma lareflexión sobre el desenvolvimiento de larazón instrumental, la erosión de las tra-

diciones y la cultura, el dominio de laTécnica sobre el hombre, y los riesgos queello entraña para la supervivencia delmundo. Con Leo Strauss coincide en lareivindicación de los pensadores antiguos.En la línea de Nietzsche, aborda la críti-ca de la fase final en la evolución de lamodernidad: el advenimiento del nihilis-mo.

La crítica de la modernidad y la disec-ción de su elemento central, la idea deProgreso, está en el centro de la obra delfilósofo y politólogo P.-A Taguieff. Eldiagnóstico de Taguieff sobre nuestraépoca es que sufre de una crisis colecti-va de depresión o de melancolía. Sumidosen el relativismo y la indiferencia, loshombres pierden la voluntad de actuar yde ejercer sus responsabilidades. Esta fati-ga de vivir es la desastrosa consecuenciapsicológica del hundimiento de la ideade progreso heredada de la Ilustración.Al hundirse los dos pilares —el culto alFuturo y la fe en el Progreso— sobre losque reposa la religión civil de la moder-

6. Alain Finkielkraut, La derrota del pensa-miento, Anagrama, Barcelona, 1987. Para unadisección del sentido de la modernidad: Nousautres, modernes, Ellipses/École Polytechnique2005.

7. La revista francesa Éléments en su núme-ro 104 (marzo 2002) incluye un interesantedossier sobre la crisis del sistema educativo:«la Machine à décerveler? L´École est-elle àvendre?». Igualmente la revista El Manifiesto,en su número 5 (junio 2006), «Juventud: elhundimiento».

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Manifestación dolorida en París con ocasión del entierro del cura de los pobres, el abatePierre. O cuando la caridad está de moda.

A la derecha, Alain Finkielkraut, uno de los más ilustres «neorreaccionarios», hablando en Jerusalen.

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del resentimiento, y que constituyen un«opio psíquico» y como tal esencialmen-te incapacitadas para transformar elmundo. Entre esas utopías, incluye al«inmigracionismo» como «la última uto-pía de los biempensantes». 9

Sobre las ruinas de la utopía progre-sista, Taguieff apela a edificar un «conser-vadurismo alternativo» que no violenteni el pasado de la humanidad ni su natu-raleza, y que responda a exigencias mora-les y espirituales. Semejante llamada a sus-traerse a ese nihilismo relativista de lasélites, semejante incitación a asumir elpatrimonio del pasado para reinstaurar

un sentido y dotarse de un proyectocomún, no podía sino sonar a oídos «pro-gresistas» como algo eminentemente reac-cionario o, lisa y llanamente, fascista.

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nidad, sólo queda la duda y la angustia,de la que el hombre de nuestros días tratade escapar instalándose en un presentecontinuo, en un presentismo sin finali-dad ni sentido. El hombre posmodernotrata de llenar su vacío interior aturdién-dose en la pléyade de sensaciones que leofrecen las sociedades del capitalismo glo-balizado. Pero se trata de un vano inten-to de escapar del aburrimiento. Este agi-tarse sin sentido, esta idolatría por las«novedades» cada vez más «nuevas», esapuerilización generalizada constituyen lacaricatura posmoderna de la idea moder-na de progreso. Taguieff lo denomina

«bougisme» (podría traducirse algo asícomo «movimentismo») y llama a la resis-tencia contra ello. 8

A la par, Taguieff denuncia las «uto-pías azucaradas» de la nueva izquierda yde los movimientos antiglobalización,nacidas —según él— de la decepción y

Deconstruyendo el «mundo feliz»

El pensamiento de estos autores parte deun enfoque claramente antiutópico. Pocoslugares comunes más caros al pensamien-to progresista que la arrebolada invoca-ción —con suspiros y ojos en blanco—a la utopía, como sueño irrealizable perodeseable, cuya sola mención ya otorga unmarchamo de superioridad moral. Perolos «nuevos reaccionarios» no están porlas cursiladas, como veremos.

Phillipe Muray, novelista y autor deuna inclasificable obra crítica de estilo

Es en Houellebecqdonde verdaderamente

«tocamos fondo» en la expresión de la sordidez

de la falta de perspectivas

del hombre occidental

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El mundo de Houellebecq es siniestro. Y lo es, sobre todo, porque no alberga ninguna esperanza. Disturbios en París.

8. Pierre-André Taguieff. Résister au bougis-me. Démocratie forte contre mondialisationtechno-marchande, Mille et une nuits, París,2001. Le Sens du progrès. Une approche his-torique et philosophique, Champs-Flammarion,París, 2004, págs 328 y ss.

9. Pierre-André Taguieff. «L´inmigrationnis-me, dernière utopie des bien-pensants».Publicado en le Figaro, 9 de mayo de 2006.En este texto Taguieff denuncia «la instru-mentalización de la compasión por los pobresy de la indignación frente a la miseria huma-na». Este «gran chantaje de los biempensan-tes» […] «desarma a las naciones democráti-cas frente a las nuevas amenazas».

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sardónico y panfletario, combate elmundo moderno en todos sus aspectos.Para Muray, el imperativo de «ser abso-lutamente moderno» es la consigna delos nuevos esclavos. Muray acuña la expre-sión «homo festivus» para designar al pro-totipo de hombre de la post-historia, pro-ducto del igualitarismo de la cultura demasas y de la sociedad del espectáculo,que vive en un eterno presente de felici-dad festiva y de sonrisa tonta, privado desentido y vacío de proyectos. Auténticaepítome del nihilismo, se trata en reali-dad del «último hombre» que anuncia-ba Nietzsche, y que se manifiesta en la

forma de un turista bronceado y en ber-mudas. Para Muray, vivimos en el «impe-rio del bien», donde lo virtual ha susti-tuido a lo real, y lo políticamente correc-to ha aplastado la libertad crítica. El «mal»ha sido oficialmente proscrito, y quienno se someta es arrojado a las tinieblasexteriores por los nuevos inquisidores. Laobra de Muray es una corrosiva diatribacontra los dogmas y fetiches de las socie-dades contemporáneas, desde el neo-len-guaje políticamente correcto hasta la reli-gión de los derechos humanos, desde laomnipresencia reivindicatoria de las mino-

rías hasta la «tolerancia» como supremovalor. El culto a la imagen, el turismo,los «rebeldes» de diseño, la solidaridadde pacotilla, la obsesión del cambio porel cambio, el feminismo, la caza de «fobias»(homofobia, xenofobia…), el multicul-turalismo, la apología del mestizaje, el

pacifismo, el «arte» contemporáneo, el«buen rollito»… Todo un catálogo demojigaterías contemporáneas que pasapor la criba de un autor que no duda engritar que el rey está desnudo. 10

Si el retrato del «último hombre» tienesu expresión crítica en Phillipe Muray, es

en la obra del novelista MichelHouellebecq donde encuentra su defini-tiva plasmación literaria. Es enHouellebecq donde verdaderamente«tocamos fondo» en la expresión de lasordidez de la falta de perspectivas delhombre occidental. Provocador oportu-nista para algunos, gran escritor paraotros, Houellebecq es sin duda el granfenómeno literario europeo de los últi-mos años. En sus novelas Las partículaselementales, Ampliación del campo de bata-lla, Plataforma y La posibilidad de unaisla, Houellebecq explora el universo deeste hombre contemporáneo que es, sin

saberlo, el primer espécimen de una muta-ción antropológica inédita en la historia,esto es, la del hombre encerrado en supura contingencia material, sin ningunadimensión de trascendencia, ya sea reli-giosa o profana, inerme en su inconsis-tencia, desprovisto de voluntad y de sen-tido. La del hombre cosificado, rebasa-do por la ciencia y por la técnica, antecuya realidad no presenta mucha masrelevancia que la que presentaría un insec-to.

El mundo de Houellebecq es sinies-tro. Y lo es, sobre todo, porque no alber-

Alain de Benoist: no pocos enfoques de los«nuevos reaccionarios»convergen con los análisisdesarrollados por la «nueva derecha» francesa a lo largo de tres décadas.

Malos tiempos, en la patria

de la Ilustración, paralos espíritus libres

10. Philippe Muray, Après l´Histoire, I et II,les Belles Lettres, 1999 y 2000. Exorcismesspirituels, cuatro volúmenes, id., 1997-2005.Festivus Festivus, Fayard, París, 2006. PhilippeMuray falleció en 2006.

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ga ninguna esperanza. Desprovisto deartificio literario y de enfoques morales,con la frialdad del escalpelo de un ciru-jano, nos desentraña la miseria de ese tris-te pelele que intenta sobrellevar su vidacon un poco más de placer. Es el retratode una sociedad que en su fuero internose auto-odia, reniega de su pasado, se sui-cida demográficamente y terminará gri-tando «¡Osama, mátanos!». En realidad,toda la obra de Houellebecq puede leer-se como un largo ajuste de cuentas conel proceso puesto en marcha por Mayodel 68: con ese proceso de desvaloriza-ción de todos valores de una civilizaciónpara, en último término, sustituirlos porel vacío de un mundo aséptico configu-rado como un gigantesco supermercado.La obra de Houellebecq puede sinteti-zarse en una constatación escueta quedice: «¡esto es lo que hay!». 11

Y es que estos autores, de un modou otro, prestan su voz a una melancolíasubyacente, callada o reprimida por elhombre contemporáneo. Lo hacen allevantar acta de la pérdida definitiva delsentido de lo sagrado, del desencanta-miento del mundo; al deplorar la susti-tución de la razón simbólica por la merarazón instrumental; al hacer el inventa-rio de la gran aventura de la moderni-dad, y de su implosión final en la edaddel vacío; al diseccionar el nuevo hom-bre del nihilismo y la «perfección» ano-dina de su mundo. ¿Nostalgia de la imper-fección de las épocas anteriores, de susverdades simples y de sus valores «fuer-

pecho del acusado, y condena final a pur-gar los pecados en el ostracismo, todoello en un clima de delación generaliza-do. En caso contrario, el reo se arriesgaa comenzar un peregrinaje por los tribu-nales de justicia, donde afrontará las con-secuencias de sus crímenes de pensamien-to y de sus ofensas a minorías varias. Ytal vez algo peor. ¿A que tipo de conde-na equivale, en la Europa de nuestrosdías, la acusación de islamófobia?

Las campañas de difamación, el hos-tigamiento sistemático y el acoso judicialestán a la orden del día para quien se atre-va a abordar ciertos temas intocables, talescomo la inmigración o la presencia delislam en Europa. Tal ha sido el caso deMaurice Dantec —escritor «de culto», acaballo entre la novela negra y el cyber-punk, hoy expatriado en Québec— alreferirse a la islamización de Francia. Oel caso de Houellebecq, por referirse crí-ticamente al islam en una de sus novelasy en declaraciones públicas. La lista seríalarga…

Malos tiempos, en la patria de laIlustración, para los espíritus libres. Sinembargo, el exceso de celo y la torpezadel comisario político Lindenberg hicie-ron que el libro produjera, en cierto modo,un efecto contrario al que sus promoto-res esperaban. La lista de acusados erademasiado larga, la importancia de losmismos demasiado grande, la maniobrademasiado burda y el «libro» demasiadomalo… Excesivos fallos. Por otra parte,estos «nuevos reaccionarios» no resulta-ron ser presa fácil, y demostraron no estardispuestos a dejarse intimidar. En con-secuencia, en el país vecino se produjouna cierta reacción de solidaridad con losperseguidos en esta nueva «caza de bru-jas». Y lo que es más importante, se pro-dujo una novedosa toma de concienciasobre el «matonismo» intelectual del esta-blishment progresista, así como sobre lascrecientes cortapisas al debate público enel seno de nuestras modélicas democra-cias. 12

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Los «nuevosreaccionarios»

reaccionan contra la democracia

entendida como la dictadura

de algunas minorías(inmigrantes,homosexuales,

antiglobalizadores…)que, con el apoyo

mediático, imponen su voluntad a la mayoría

El Estado ya no tienenada que proponer

ni ofrecer, salvoservicios sociales

y el bienestarsuficiente para

«comprar» las próximas

elecciones

11. Michel Houellebecq: «El mundo comosupermercado y como burla» (http://biblio-web.sindominio.net). En este artículoHouellebecq analiza la imposibilidad del hom-bre contemporáneo para hacerse portador deuna Voluntad: « La lógica del supermercadoinduce […] a la dispersión de los sentidos; elhombre de supermercado no puede ser orgá-nicamente un hombre de voluntad única […].De ahí viene cierta depresión del querer enel hombre contemporáneo […] no es quedeseen menos; al contrario, desean cada vezmás; pero sus deseos se han teñido de algoun tanto llamativo y chillón […] son en granparte un producto de decisiones externas […]publicitarias. Nada en esos deseos que evo-que la fuerza orgánica y total, tercamenteempeñada en su cumplimiento, que sugierela palabra «voluntad».

12. A poco de aparecer el libro de Lindenberg,varios de los denunciados (Alain Finkielkraut,Marcel Gauchet, Pierre Manent, PhilippeMuray, Pierre-André Taguieff, Samuel Triganoy Paul Yonnet) firmaron en el semanarioL’Express, en noviembre de 2002, un

tes»? La obra de estos autores puede tam-bién leerse como un homenaje póstumoal viejo mundo…

Cuando el pensar es un oficio de riesgo

En el libro de Lindenberg se manifiestael reflejo totalitario de cierta izquierdaque no busca sino la intimidación y eleventual aplastamiento del disidente. Elmismo método elegido —la lista de nom-bres y de crímenes cometidos, acompa-ñada de calificativos bien sonoros— tieneun claro sabor estalinista. El proceso esconocido: campaña de denigración sis-temática, arrepentimientos y golpes de

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¿Nuevasconvergenciaspara el futuro?

En realidad, no cabeasignar a este conjuntode autores, agrupadosbajo la etiqueta perio-dística de «nuevos reac-cionarios», las caracte-rísticas de grupo o decorriente identificablecomo tal dentro de las«familias de pensamien-to». Se trata de autorescon notable disparidadde intereses y de enfo-ques, con diferente for-mación y con marcadasdistancias generaciona-les. Entre ellos se dantomas de posición socialy políticas contrapues-tas, y sus puntos de coin-cidencia tal vez nuncahubieran llevado adesignarlos con un ape-lativo común, de nohaber sido porLindenberg y la amal-gama realizada en sulibro-denuncia. 13

Pero en todos estos autores, de unmodo u otro, asoma un estado de ánimocomún. Una estado de ánimo que se mani-fiesta en la crítica de la deriva que, desde

hace unas décadas, hantomado nuestras socie-dades. Deriva que ellosanalizan sin detenerseante los tabúes impues-tos por la correcciónpolítica. De ahí sus con-vergencias. Y ahí residesu fuerza: en la denun-cia sistemática delsecuestro de la realidadpor la ideología, de loreal por lo virtual; en elestar a la escucha de losciudadanos y de sus pre-ocupaciones reales.Porque, cuando la ide-ología oficial al serviciode las élites transnacio-nales quiere forzar larealidad a encajar en sumodelo de mundo feliz,la realidad no siemprese somete. ¿Es la reali-dad reaccionaria?

Es en Francia dondesiempre aparecen losprimeros signos de lastormentas venideras.Francia es el laborato-rio de las ideas que han

incendiado Europa. ¿Fue solamente lapolémica sobre los «nuevos reacciona-rios» una nueva trifulca en los salones,siempre agitados, de la inteligencia pari-sina? Tal vez sí. ¿Puede haber sido el sín-toma de fuerzas mas profundas que tra-bajan en el seno de la conciencia euro-pea? En ese caso, tal vez estemos ante losprimeros signos de que, más allá de lavieja división entre la izquierda y la dere-cha, se dibujan nuevas convergencias queapuntan al futuro. Cuando la reacción sehace más subversiva que conservadora,de la reacción a la revolución no hay másque un paso. La Historia siempre estáabierta. 14 �

Rodrigo Agulló es licenciado en Derecho y diplomado en Relaciones Internacionales.Simultanea su trabajo en una consultoríainternacional con la crítica literaria y de ensayos en diversos medios nacionales y extranjeros.

«Manifiesto por un pensamiento libre». Eneste texto los autores reivindicaban su dere-cho a inquietarse «de la indiferencia crecien-te de las élites que abandonan al pueblo a susuerte», y añadían que «esta caza de brujassustituye la vana agitación denunciadora a lareflexión sobre los fundamentos y finalidadesde la acción política en el mundo actual».También denunciaban el intento de los biem-pensantes de «militarizar la vida del espírituy recuperar la calurosa mediocridad del anti-fascismo estalinista y sus mentiras». Citadoen Jean-Claude Marin: «Fièvre épuratrice dansl’intelligentsia». Dossier en la revista Élémentsn.º 108, abril de 2003 (págs. 34-42). Para unapequeña historia de las prácticas en Franciade esta nueva «policía del pensamiento», lesMaîtres Censeurs, J. C. Lattès, 2002. En España,el dossier de la revista Hespérides: «La nuevaInquisición», otoño de 1996.

13. Muchos de estos autores (la mayoríaprocedentes de la izquierda o extrema izquier-da) se sitúan hoy en un arco ideológico quevaría desde la izquierda socialdemócrata clá-sica a posiciones liberal-conservadoras, si bienla crítica radical que realizan de los fundam-

entos de nuestras sociedades les sitúan cuan-do menos en una posición «extravagante» conrespecto a esas etiquetas ideológicas. Un puntode desencuentro importante entre muchosde estos autores son sus posiciones en políti-ca internacional: así en lo referente al pesode los Estados Unidos en el mundo, la polí-tica exterior norteamericana o la del Estadode Israel.

14. Se echa de menos una mayor presen-cia de todos estos temas —que podemos cali-ficar en propiedad como «el tema de nuestrotiempo»— en el debate público español. Talvez cuando acabemos de dilucidar si Españaexiste o no existe, o cuando finalice el enési-mo recuento de los muertos en la guerra civil.

Cartel electoral de la izquierda según el cual votar a Sarkozy equivale a votar a Jean-Marie Le Pen.

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—La principal impresión que uno sienteal concluir la lectura de tu libro La Naciónfalsificada1 es una profunda desazón. Unose queda como aplastado bajo un gran peso:el de la colosal patraña sobre la que se asien-ta la vida de nuestra nación —o lo que deella queda. El lector, incluido aquel queaún ama a España, que aún se siente con-cernido por nuestro destino colectivo, sequeda abrumado al constatar cómo estaorwelliana falsificación de nuestra historiay de nuestra identidad lo marca todo…,incluso a él mismo. Porque todos —insis-to, incluso los antiseparatistas— estamosvagamente convencidos de que nuestro con-flicto nacional es algo que viene de lejos,como mínimo de 1714, si es que no de másatrás. Unos lo lamentamos con pesar, otroslo celebran con júbilo, pero todos creemosque vascos y catalanes son gentes que, desdemuy antiguo, por no decir desde siempre,se han alzado en contra de lo español; songentes que para afirmar la peculiaridad de

su lengua y de su idiosincrasia han renega-do de su pertenencia a lo español. Y sinembargo… ¿Podrías en pocas palabras expli-carnos por qué ello no es en absoluto así?

—Porque, desde que a finales del siglo XIX,con la excusa del 98, arrancaron los fenó-menos separatistas como rechazo a unaEspaña en grave decadencia, no se hadado una contestación contundente alartificio ideológico que han ido creandopara intentar legitimar en el pasado susaspiraciones para el futuro. Evidente-mente, como decía aquel añorado pro-grama de Sánchez Dragó, todo está enlos libros: la obra de Menéndez Pelayo,Sánchez Albornoz, Menéndez Pidal y tan-tos otros no se escribió en vano, y en susmuchas y maravillosas páginas cualquie-ra puede encontrar la verdad histórica deEspaña. Pero dichas obras de erudiciónno han tenido efecto político alguno,mientras que las patrañas de Sabino Arana,Prat de la Riba y sus seguidores, sí, pueslos partidos políticos que las sustentanhan sabido propagarlas de forma magis-tral, por muy necias que sean. En toda la

Entrevista con Jesús Laínz

Javier Ruiz Portella

Los nacionalismos vasco y catalán se basan en la mentira. Desde su aparición, con motivo del Desastre del 98, han manipulado la historia y las personalidades de sus regiones para tratarde inventarse unas identidades distintas de una España caricaturizada. Jesús Laínz ha estudiadola historia que los Sabino Arana y Prat de la Riba, así como sus discípulos, han ocultado.

Han robado la historia deCataluña y Vasconia

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1. Jesús Laínz, La Nación falsificada, Encuentro,Madrid, diciembre de 2006, 517 páginas.Ilustraciones de Julen Urrutia.

Arriba, moneda de plata acuñada en 1642 en Barcelona con la cara del rey francés Luis XIII.Abajo, portada de un libro de alabanza a la armada francesa, editado en Barcelona en 1641.

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historia de España no huboni un solo catalán, ni un solovasco que no se sintiera, queno se supiera español. Paraeso hay que esperar a la cre-ación de las adulteradas«conciencias nacionales»vasca y catalana surgidasdel laboratorio de losnacionalismos finisecula-res, que transportaronretroactivamente losesquemas mentales y lasmodas de los separatistasde hoy a los vascos y cata-lanes de siglos pasados.Pero échese un vistazo, porejemplo, a las memoriasde Jaime I el Conquistadory podrá verse lo que opi-naban los catalanes sobreEspaña ya en aquel lejanosiglo XIII; o a los versos deAlonso de Ercilla sobreLepanto y la campaña con-tra los araucanos; o a laproclama de Casanova el11 de septiembre de 1714,que ningún nacionalistacatalán conoce; o a los cantos, versos, dis-cursos y proclamas de los catalanes duran-te las guerras de la Convención y la de laIndependencia; o los poemas dedicadospor los versolaris vascongados a dichasguerras y a las carlistas, así como a las deÁfrica y Cuba, versos que, evidentemen-te, se ocultan cuidadosamente a los esco-lares y al público en general.

Además, los españoles somos muy afi-cionados a regodearnos en nuestra leyen-da negra, así que la hispanofobia está ser-vida, incluso entre quienes no sean sepa-ratistas. Ahí se entronca, por ejemplo, laya larga tradición izquierdista de rechazode la nación española. Por todo esto, elpueblo español es un pueblo desmemo-riado. Si se conociera a sí mismo no esta-ría en la actual situación. Y si los vascosy los catalanes conocieran de verdad suhistoria, los separatismos no existirían.

—Cuando uno piensa en toda esa inmen-sa cantidad de gentes, pensadores, literatos,militares, sin olvidar al pueblo llano, quevan desfilando por las páginas de tu libro;cuando uno se da cuenta de lo que fueron

capaces todos esos españoles para quienes elentroncamiento con su nación era cosa deci-siva, vital; cuando uno piensa en particu-lar en estos catalanes y vascos que, frente alinvasor francés fueron los primeros, tu librolo deja clarísimo, en alzarse en defensa de«Dios, la Patria y el Rey»; cuando uno pien-sa igualmente en todos los demás españoles

que reaccionaron en todas partes por igual;cuando uno recuerda, por un lado, a nues-tros antepasados… y piensa, por otro, enlos blandengues españolitos de hoy paraquienes la palabra «heroicidad» es simple-

mente repulsiva; cuando uno piensa enesos bien nutridos señoritos incapa-

ces de sentir la menor inquie-tud colectiva, de mover unsolo dedo frente a un separa-tismo que nos amenaza muchomás gravemente hoy que ayerNapoleón, ¿cómo no acabardiciéndonos que esta gente noes la misma, que nos la hancambiado, que aquí se ha pro-ducido una brutal mutaciónhistórica?

—Evidentemente, si Españano fuese una nación en inten-sa decadencia, no tendría suexistencia futura al borde delprecipicio. Esto sólo les pasaa los pueblos débiles, yEspaña lo es. De nada sirvedar la espalda a la realidad.El narcisismo no sirve de

nada. La debilidad física, intelectual yespiritual de España es manifiesta, sobretodo si la comparamos con la España deotras épocas, orgullosa, vital y atrevida.O con otros países en los que aún se con-servan ciertas virtudes viriles que aquí sedesprecian, como Gran Bretaña o losEstados Unidos. Aunque en los llamadospaíses de nuestro entorno las cosas tam-poco difieren tanto. La enfermedad moralque tiene a la vieja España postrada en ellecho de la impotencia y el auto-odiotambién la padecen, en mayor o menormedida y en una u otra variante, todoslos países europeos. Fijémonos, por ejem-plo, en el lamentable separatismo esco-cés que les está saliendo a los británicos,en el incierto futuro de Bélgica o en elinterminable y espinoso debate sobre lamulticulturalidad que agita a toda Europay a los Estados Unidos. Es una enferme-dad occidental. Sobre ella ya escribieronhace décadas muchos insignes autores,como Nietzsche, Spengler o Le Bon. Yhoy, cada día más, insisten en ello perso-nalidades de los más diversos campos eideologías, desde el compositor Pendereckio la periodista Oriana Fallaci hasta el pro-

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En toda la historia deEspaña no hubo, hasta

finales del siglo XIX, ni un solo catalán,

ni un solo vasco queno se sintiera español

Escena del combate de Montjuic en la guerra de los Segadors en el que fueron derrotadas las fuerzas del marqués de Vélez. La Cataluña que se alzó en 1640 contra los planes unificadoresde Felipe IV pidió ayuda al mucho más centralistarey de Francia. Al final, los catalanes,escarmentados, prefirieron volver a ser parte de la Corona de España.

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pio Papa, quien hace unos pocos días hadenunciado, una vez más, la voluntad demorir que demuestra Europa con inten-sidad creciente.

—Volviendo a la cuestión estrictamentevasca y catalana, hay en tu libro algo queno dejará de asombrar a más de un lectoracostumbrado a los planteamientos mani-queos y simplistas. Resulta que tu libroemprende el más demoledor ataque contralos postulados del nacionalismo catalán yvasco. Y, sin embargo, este ataque lo efec-túas… en defensa de la identidad, la his-toria, las raíces de catalanes y vascos, defen-diendo —dices— «su innegable persona-lidad frente a quienes la ocultan y menos-precian». ¿Podrías explicarnos esta aparen-te paradoja?

—No es una paradoja. Los principalesenemigos de lo que ellos llaman tan obse-sivamente «identidad» vasca y catalanason los nacionalistas vascos y catalanes.

¿Cómo se puede defender una identidad,si para ello no se hace otra cosa que men-tir, falsificar, ocultar y manipularla dia-riamente en el parlamento, la prensa, launiversidad, la televisión, las escuelas, loslibros y hasta los comics? La identidadque salga de esa sonrojante campaña defalsificación no puede ser otra cosa queuna identidad falsa, un esperpento, uninsulto contra la inteligencia y la decen-cia. Si algún día los ciudadanos vascos ycatalanes consiguieran despertar de la alz-heimerización colectiva a la que han sidosometidos por los nacionalistas, éstos ibana tener que salir corriendo de miedo yvergüenza.

—Quienes ocultan y menosprecian hoy lainnegable personalidad de catalanes y vas-cos son todos estos separatistas que se venobligados a falsificar su propia historia —

a silenciar, por ejemplo, el profundo espa-ñolismo de pretendidos iconos de la «resis-tencia antiespañola» como Rafael Casanova,Verdaguer, Zumalacárregui o Iparraguirre.Pero no privemos al lector del placer de des-cubrir lo que dice de España un JacintoVerdaguer, o lo que pasó el famoso 11 deseptiembre de 1714 cuando —pretendenlos engañabobos— un Rafael Casanova,«héroe nacional de Cataluña», combatióhasta la derrota contra la «opresión espa-ñola”. No quiero preguntarte sobre ello, sinosobre lo siguiente. Como antes decías, estafalsificación constituye el mayor menospre-cio hacia la historia y la identidad de cata-lanes y vascos. Ahora bien, ¿no se debe reco-nocer que en otros momentos el menospre-cio vino por parte de un centralismo cerrily jacobinista, incapaz de comprender y acep-tar la riqueza que representa la multipli-cidad de lenguas y personalidades de España?En tal sentido, aludes por ejemplo a la opor-tunidad que en el siglo XIX se perdió con laMancomunidad de Cataluña. ¿No crees,sin embargo, que aún mayor fue la opor-tunidad perdida por un franquismo que,si lo hubiese querido, habría podido hacerlas cosas de manera profundamente distin-ta? ¿Cómo olvidar, por ejemplo, que la vic-toria de la España nacional había sido apo-yada con la mayor de las entregas por laque históricamente fue la principal fuerzacatalanista: la Lliga de Cambó?

—Los errores y la obcecación han sidomuchos, y el inoperante centralismo deci-

monónico causó bastantes de los proble-mas que luego se enquistaron. El inde-bido tratamiento dado al evidente bilin-güismo de Cataluña fue, por ejemplo,causa de no pocos agravios que no hicie-ron sino enconar la cuestión. Pero losnacionalistas catalanes y vascos de hoyhan aprendido muy bien de sus maestrosfranquistas, y ahí están repitiendo el error,esta vez en sentido contrario. Algunosnunca aprenderán.

—¿Podemos concluir con alguna nota deesperanza… o no hay lugar, en nuestra Ex-paña de hoy, para la esperanza? El Adiós,España con que titulabas irónicamente tuanterior libro, ese gran éxito editorial, sería

Los principalesenemigos

de la «identidad»vasca y catalana son

los nacionalistas vascosy catalanes

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Jesús Laínz (Santander, 1965): abogado. Es columnista de El Semanal Digital y autorde dos libros de éxito sobre la manipulaciónde la historia por los nacionalistas, Adiós España y La nación falsificada,publicados por Encuentro.

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tal vez un adiós inapelable? O viendo porel contrario lo sucedido estos últimos años,viendo la forma en que una parte conside-rable de la sociedad española está reaccio-nando por fin ante la destrucción de nues-tras señas de identidad, ¿no cabe conside-rar que el aparente «adiós» encubre en rea-lidad un inminente «renacer»? Cuando,hace cosa de un siglo, unos reducidísimosnúcleos de intelectuales y políticos nacio-nalistas comenzaron en Cataluña y lasVascongadas lo que tú llamas su magistrallabor de falsificación histórica, ¿no se encon-traban, como ellos mismos reconocían, enuna situación de extrema marginaciónsocial?

—El tiempo dirá. Yo no soy ni optimis-ta ni pesimista. Estoy a la expectativa.Francamente, me considero incapaz deavanzar un pronóstico. El futuro está ennuestras manos, y será como nosotros noslo fabriquemos. Los vascos, los catalanesy todos los españoles habrán de estar a laaltura de las circunstancias si quierensobrevivir como sociedades caracteriza-das por una cultura arraigada en muchossiglos de historia. Los problemas a los quehabremos de enfrentarnos —a los quenos estamos enfrentando ya— no sonpocos ni pequeños. Si sabemos encarar-los con firmeza, inteligencia y energía,los venceremos. Si no, los españoles, losvascos y los catalanes —todos sin excep-ción— no tardaremos en pasar a la cate-goría de recuerdo. �

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Página anterior: buque real junto al puerto de La Habana, en el siglo XVII. Los soldados y marineros vascos figuran entre los principales forjadores del Imperio español.

A la derecha: el presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, habla a la multitud a su regreso a Cataluña el 23 de octubre de 1977.

Abajo: manifestación de la Diada el 11 de septiembre de 1976 en Barcelona.Ninguno de los manifestantes sabía —ni sabe— que el 11 de septiembre de 1714 Rafael de Casanova llamó a los barceloneses a luchar «per son Rey, per la patria y la llibertat de tot Espanya».

Sobreimpresa, la portada del libro de Jesús Laínz.

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Josep Carles Laínez

Fernando Anaya

La tumba de Leónidas. Áltera, octubre de 2006, 128 p., 15 €, www.altera.net. Tel. 902 151 842 (venta directa)

HE de reconocer que Latumba de Leónidasde JosepCarles Laínez me ha con-cedido, además de un

aprendizaje de hechos históricos, unhallazgo literario. El peligro de escuchara un poeta hablando de Historia es quenos puede dejar sin aliento.

El acontecimiento sobre el que secimienta el libro es conocido por todos:Leónidas, rey de los espartanos, condu-ce a una muerte segura a los suyos al pasode las Termópilas (480 antes de lo queLaínez llama «la era vulgar»).

Su objetivo era bloquear al ejércitopersa de Jerjes. Un contingente de sietemil guerreros hizo frente a trescientos milasiáticos, y aun así fueron abatidos poruna traición y desde la cobarde distanciaque otorgan las flechas.

Su sacrificio no fue en vano, ya quela sangrienta contención permitió orga-nizar la escuadra que, posteriormente,vencería en Salamina.

No nos referimos a meras escaramu-zas arcaicas sino, sencillamente, a hechosfundacionales de Europa.

Sin embargo, si La tumba de Leónidasse hubiera limitado a ser un relato de cir-cunstancias, estaríamos ante otra radio-grafía más, aséptica, de unas batallas intras-cendentes para todo utilitarista.

Queda ello muy lejos de la intencióndel autor que, atizando su estribo de poeta,trasciende la cita histórica para conver-tirla en angustia vital.

Por ello, emplazo al lector al repasode los sucesos que originan este libro acambio de hacer míos los silencios que

nuestro cronista de altos vuelos acepta ladolorosa evidencia de haber llegado tardea la concentración de los héroes.

Y recorre la ciudad, que es igual atodas, con sus restos de épocas mayorescamuflados por el asfalto y la ignorancia.

Y duda en demorarse ante cada foto-grafía que recuerde su paso, diferencián-dose así de cualquier recopilador com-pulsivo de postales, porque el poeta nofue a Esparta para eso sino para demos-trar que el tiempo, a veces, puede llegara ser más que una acumulación secuen-cial de actos.

La conclusión de tanto trasiego por suscalles le aturde: en Esparta, al igual que enel resto de Europa, ya nadie recuerda.

Horroriza pensar que el verdaderoverdugo de Leónidas es la senilidad desus herederos.

La Poesía es el oráculo de la Historiay Laínez lo sabe, por eso resulta un suje-to tan peligroso para los esclavos de loevidente.

Busquemos cada respuesta en sus pre-sagios y dejemos a los antólogos de tim-bre oficial que mantengan su tono mono-corde de enciclopedia burguesa, porqueno será su «Historia» la que redima a losbuscadores de la luz.

La tumba de Leónidas es el recuentoa solas de una derrota de la que todosparticipamos. �

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se propagan por sus páginas y que, porsuerte, pasarán inadvertidos a los estu-diosos de lo visible.

En la Esparta de hoy, desde una habi-tación de hotel, en la absoluta quietud querequiere el nerudiano ritual de sus piernas,

DDee lleettrraassyy ddee lliibbrrooss

La derrota quesalvó a Europa

En el año 480 a.d.C., el ejército persa acometiócon miles de hombres la invasión de Grecia.Esparta, coaligada con Atenas, se enfrentó al invasor asiático por medio de un ejércitocapitaneado por su rey Leónidas. Con sólotrescientos guerreros, sus fuerzas eran netamenteinferiores, aunque parecían suficientes para detener la primera acometida persa. Sin embargo, una traición condujo a los soldadosde Jerjes a la retaguardia de los griegos, a los que aniquilaron por completo. Pese a ello, el sacrificio de Leónidas y sus guerreros acabóconvirtiéndose en una victoria para Grecia. Al haber retrasado el avance persa, resultó clavepara que el ejército invasor acabara derrotado en Salamina, evitándose lo que hubieserepresentado, para el futuro de Europa, la dominación persa.

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