Revista Cosas Nuestras - Misiones

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Notas y entrevistas realizadas en Misiones, que reflejan la identidad cultural de la provincia.

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El gran escritor Horacio Quiroga siempre añoró, mientras estuvo lejos, reencontrarse con la selva misionera. Fue en esa tierra de naturaleza exuberante, en su refugio de San Ignacio, donde logró inspiración para muchos de sus mejores cuentos. Es que Misiones es una provincia para asombrarse. Las grandes extensiones de selva virgen que aún subsisten, sus imponentes cataratas, genuinas maravillas del mundo, y los ríos Paraná e Iguazú que la enmarcan son sólo la cara visible de una región que acuna infinidad de historias y leyendas, costumbres y culturas. Una provincia de la que se hace imposible sintetizar su identidad sin reconocer los profundos aportes que recibió. Desde los pueblos guaraníes originarios hasta la fuerte impronta de las misiones jesuíticas; desde los criollos hasta la gran influencia de los colonos inmigrantes llegados de Europa y Asia desde fines del siglo XIX. Se agregan además las fuertes influencias fronterizas de vecinos como Paraguay, Brasil y la provincia de Corrientes, nada menos. Todos factores que han marcado a fuego la cultura de la tierra colorada y se reflejan en su música, en sus comidas típicas, en usos y costumbres. Pero cualquier influencia puede fecundar sólo cuando un pueblo se abre a recibirla. Y el primer paso es aceptar y respetar las diferencias, sin imponer. Un valor que seguramente identifica a muchos misioneros. Ejemplo de ello lo dan los propios chicos mbyá guaraníes. El maestro José Rodas, subdirector de una escuela intercultural bilingüe, señala: “La desconfianza siempre existe; es producto de lo que se les ha hecho históricamente, y es razonable. Pero es un pueblo que acepta al otro y eso es rico para todos”. Los misioneros, como todos los argentinos, somos fruto de la diversidad. Recordarlo es siempre una forma de reconocernos, de aceptarnos y de honrar nuestros orígenes, de cara a un futuro próspero y a un presente en paz y armonía.

Editorial

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director generaldirector editorial

Arte y diseñoasistente

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correcciónfotógrafo

Ilustración mapa y contratapaInfografía

agradecimientos

impresiónEjemplares

Gabo NazarJosé MuttiPaola Velez Sandra CapuanoPablo García LastraAndrea Frade / Alberto Moreno de la Fuente / Claudio Bertonatti / Fernando Carrillo / Graciela Maturo / Lorena García / Raúl Puentes / Sergio Limiroski / Silvia Miguens Edgardo Imas / Magdalena RodríguezJosé Luis Raota / Roberto RemonteoMariano GonzálezFernando San MartínProvincia de Misiones / Horacio Blodek, ministro de Turismo / Jorge Posdeley, subsecretario de Marketing y Promoción/ Raúl Puentes, director de Prensa/ Marcela Fernández y Felipe Lacour de Cardón Posadas y Cardón Corrientes / Gato Peters / María Eugenia Pucheu, fotógrafa y documentalistaForma Color35.000

Cosas Nuestras Número 28 / Noviembre 2012 / Es una publicación de Cosas Nuestras S.A. / Correo de Lectores: Av. Alvear 1750 (C1014AAR)Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Tel/ Fax: [email protected] www.cardoncosasnuestras.com.ar

Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Registro de propiedad intelectual en trámite. ISSN 1850-1494

Distinciones de Cosas Nuestras:- Declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2010)- Declarada de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2008)- Premio Santos Vega de Plata 2007 al Mejor Medio de Difusión Gráfica Revistas.

Foto de Tapa: José Luis Raota, Vista aérea de las Cataratas del Iguazú

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>> OTRAS NOTAS

4 > Misiones en la mirada de un naturalista12 > Artesanos18 > La misión, ecos de la película22 > Entrevista a Chango Spasiuk30 > Los fuegos de San Juan 34 > Colección Primavera Verano 2012/201358 > El desafío de preservar la selva75 > Los últimos inmigrantes78 > Horacio Quiroga, reportaje ilusorio82 > Pueblos originarios86 > Una escuela para chicos mbyá100 > El oficio de mostrar maravillas naturales

50 > Gato Peters52 > Infografía54 > Sabor y acento guaraní66 > Leyenda de Yasiyateré70 > Mapa de Misiones91 > Señales naturales96 > El mito, por Graciela Maturo104 > Andrés Guacurarí

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Misiones es una provincia para recorrer en auto, moto o bicicleta. Pero mejor aún a pie, si se tuviera la oportunidad. Porque el placer no está en llegar a un lugar, sino en disfrutar andando sus caminos de tierra colo-rada, con curvas, subidas y bajadas, rodeadas de un verde que lo abarca todo y de un cielo celeste. Cruzará el paso seguramente una corzuela, un

hurón mayor, un osito melero, una bandada de urracas, un cóndor real o el hermoso frutero overo.La misionera es una tierra de mis-terios, donde conviven el Pombero con el Yasiyateré, esos duendes so-brenaturales respetados o temidos. Es ámbito de búsquedas de especies amenazadas y enigmáticas como el pato serrucho y el desconocido

perro vinagre. Es un pentagrama de sonidos y murmullos donde re-suenan en la memoria de las ruinas los ecos de las voces guaraníes, en aquellos coros barrocos de las anti-guas misiones jesuíticas. Es esa rara mezcla de monte poblado por los mbyá que apenas toman lo que ne-cesitan y las chacras de los descen-dientes de los colonos europeos que

POR ESOS CAMINOS

DE LA TIERRACOLORADA

Misiones en la mirada de un naturalista

Por Claudio Bertonatti

Una invitación a mirar, conocer y deslumbrarse con los tesoros con que la naturaleza ha provisto a esta provincia litoraleña.

Un espacio marcado por culturas ancestrales, influencias de colonizadores e inmigrantes y con un patrimonio natural único en el país y en el mundo.

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POR ESOS CAMINOS

DE LA TIERRACOLORADA

Misiones en la mirada de un naturalista

Por Claudio Bertonatti

“…el silencio vibraen la soledad

y el latir del montequiebra la quietud”

Ramón Ayala (“El Mensú”)

no se apartan mucho tampoco de la subsistencia. Extensos yerbatales y escasos remanentes del autóctono bosque de pinos Paraná, el parien-te subtropical de la araucaria pa-tagónica. El delicado palmital y los intrincados cuentos de la selva de Horacio Quiroga. Las tallas mbyá de madera de fumo bravo y las piedras semipreciosas de Colonia Wanda.

Los retratos pintados del monte por Zygmunt Kowalski y las canciones folklóricas de Ramón Ayala.En ese contexto misionero, Iguazú es una palabra que porta muchos significados, pero todos remiten a uno de los sitios más espectaculares del mundo: las cataratas contenidas por dos parques nacionales conti-guos, el de Brasil y el de la Argen-

tina. Si bien este conjunto de saltos eran conocidos por los habitantes precolombinos de esta región, la historia oficial prefiere atribuir su “descubrimiento” a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en 1541. Éste fue el segundo adelantado y gobernador del Río de la Plata. Tuvo, sí, otros mé-ritos auténticos: el haber realizado un viaje de casi dos mil kilómetros a pie desde la costa de Brasil para socorrer a la población de Asun-ción del Paraguay. Fue en ese viaje que se topó con las cataratas a las que bautizó como “Saltos de Santa María”. Con el tiempo prevaleció su nombre original en guaraní, Igua-zú, que significa “agua grande”. A diferencia de otros funcionarios de la corona española, se opuso firme-mente a los malos tratos contra los pueblos originarios. Esta posición le costó caro: sus coterráneos lo trai-cionaron y devolvieron a España encadenado como un delincuente. Al arribar a su tierra lo esperaba una condena coherente con la in-justicia: el destierro en África. Allí pasó varios años hasta que Felipe II lo indultó (1556). Como gesto re-parador este monarca le propuso la presidencia del Tribunal Supremo de Sevilla, pero él prefirió terminar sus días tomando los hábitos. Aquel piadoso aventurero que recorrió unos 10 mil kilómetros a pie por una Sudamérica ignota para el hombre blanco murió alrededor de 1560 en un monasterio sevillano. Una placa de bronce lo sigue recordando en el parque nacional argentino.

DONDE RUGE EL AGUA

Cuando uno ingresa al Parque Na-cional Iguazú la selva comienza a ofrecer sus sorpresas: coatíes con-fiados que buscan comida, boyeros o caciques que entran y salen de sus nidos colgantes de las palmeras,

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uno que otro tucán que acecha sus huevos o pichones, jotes de cabeza negra describiendo círculos en el aire y bandadas de veloces vencejos que andan a la cacería de insectos o que se refugian detrás de una corti-na de agua de los paseos superiores. Hay un lugar donde pareciera que el agua de todo el mundo se preci-pita a un abismo rodeado de selva. Allí se escucha el grito máximo de la selva: es la Garganta del Diablo. Según se dice, Eleanor, la esposa del presidente Franklin D. Roosevelt, al contemplarlas sólo pudo exclamar: “¡Pobre Niágara…!”.En 1902 un visionario arquitecto y paisajista francés, Carlos Thays, supo que ese entorno magnífico debía ser preservado y con su pro-pio puño y letra escribió el proyec-to de creación del parque nacional argentino. Éste rivalizó con otras propuestas descabelladas, como la de construir una represa en el mis-mo río. Pero en 1934 (el año en que moría) su sueño se hizo realidad, para todos, sumando más de 55.000 hectáreas de selva. Más de 270 sal-tos a lo largo de cuatro kilómetros y con una altura de hasta 82 metros se precipitan en el “Agua Grande”. Ahora, la Argentina y Brasil los comparten y protegen con dos par-ques nacionales. Ese conjunto de cataratas y selva fue honrado como Sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1984. A través de sus senderos húmedos de tierra colorada pudieron compu-tarse más de dos millares de espe-cies de plantas identificadas (entre ellas, un centenar de orquídeas di-ferentes), 20 especies de anfibios, 40 de reptiles, 60 de peces, 70 de ma-míferos, 400 de aves e incontables de invertebrados (entre las que se cuentan unas 350 de mariposas). Un auténtico paraíso que cuenta con un centro de interpretación que po-

see un área dedicada a la flora y fau-na de la selva y otra sobre la cultura guaraní y su relación con este am-biente. Este centro es clave porque muchas personas pasan por Iguazú y no ven más que las cataratas. Se olvidan de la selva. Y es allí donde todavía ruge también el “tigre” o yaguareté, el monumento natural provincial por excelencia.

TRAMPA CONTRA EL DESMONTE

En Puerto Iguazú existe un parque temático en torno a la recreación gigantesca de lo que en la vida co-tidiana de los guaraníes era una pequeña trampa para capturar palomas o conejos del monte: La Aripuca. Esa suerte de canasta se ubicaba con la boca hacia abajo, con semillas o frutas dentro para tentar el ingreso de estos animales. Cuan-do uno de ellos “pisaba el palito”, quedaba encerrado. En lugar de pa-litos se usaron troncos de diferentes especies de árboles autóctonos res-catados de aserraderos donde iban a ser transformados en simples ta-blas. Entre ellos, timbó, palo rosa, lapacho abá, cedro misionero, pete-ribí o loro negro, curupa-í, marmele-ro, mora amarilla, guayubira, azota caballo, incienso, cañafístula o ibirá pitá, lapacho negro, samohú o algo-donero, alecrín, espina de corona, guaicá, laurel, camboatá, anchico, sombra de toro, guatambú, sapuí o palo de canga, grapia, pino Paraná y ceibo misionero. Los nombres de cada árbol están tallados en sus cor-tezas y el visitante puede subir has-ta lo más alto de La Aripuca, donde hay una vista panorámica que no deja de sorprender. Es que tiene 17 metros de altura (y unos 30 metros de diámetro, que pesan unas 500 toneladas).Este proyecto con perfil de agro-turismo fue desarrollado por la

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familia Waidelich, que se ocupó de ilustrar la riqueza maderera del monte misionero, con la intención de rescatarlos del olvido y valorar lo que muchas veces se pierde por el desmonte irracional. Ojalá que ésta sea la mortífera trampa contra la indiferencia y permita redescubrir y conservar las especies más ame-nazadas de árboles misioneros.

AVES RESCATADAS

En medio de la selva existe una suer-te de Daktari criollo. Se trata de Jor-ge Anfuso, quien junto con su espo-sa Silvia desarrollaron un eficiente centro de rescate de aves de la selva. Se trata de Güirá Oga (“casa de aves” en guaraní). Su veintena de hectá-reas conforman el Paisaje Protegi-do “Andrés Giai”, en homenaje a un gran naturalista que trabajó para el Museo Argentino de Ciencias Natu-rales y que consagró gran parte de su vida al estudio de la selva y su fau-na. Aquí no sólo pueden verse me-dio centenar de árboles de especies diferentes, otro tanto de mariposas y lo más importante: el trabajo que se realiza para rescatar, rehabilitar y devolver al monte aves accidenta-das, heridas o atropelladas. En Puerto Iguazú existe un Jardín de los Picaflores, donde en un par de horas se pueden observar cerca de 15 especies diferentes y a una distan-

cia cercana al alcance de la mano. Esto gracias a los cuidados y la inte-ligencia con la que se ha dispuesto el jardín, dotado de flores tentado-ras y bebederos que son renovados incesantemente (dado que si así no se hiciera el líquido generaría bacte-rias letales para estas aves).

RECUERDOS ENTRE RIUNAS

Mirar la selva misionera de frente es un acto que impacta e invita a revisar (o imaginar) el paso de los guaraníes, de los conquistadores y de los jesuitas a lo largo del tiempo. Si uno no lo hiciera, estaría contem-plando un paisaje a medias. Quien acepte el desafío de disfrutarlo a pleno sólo tendrá que poner rumbo al Sur, cerca de Posadas, para cono-cer las ruinas de la Misión de San Ignacio Miní, que tienen rango de monumento histórico nacional. Dos espacios completan la visión de aquel tiempo: el Museo de Sitio Rui-nas de San Ignacio, que presenta un centro de interpretación y objetos de la vida cotidiana (como morte-ros y vasijas) y el Museo Provincial “Miguel Nadasdy”, en homenaje a quien reunió una valiosa colección de piezas de alfarería y herrería de la época precolombina y jesuítico-guaraní. Por la noche una charla a modo de espectáculo con luces y sonidos entre las ruinas se podrá

transformar en un recuerdo imbo-rrable de naturaleza e historia.La vida en aquella misión giraba en torno a la plaza principal, donde la calle central está dominada por la portada monumental del templo mayor, que manifiesta su concep-ción barroca, con piedras rojizas labradas para representar ángeles, palomas y plantas con impronta guaraní. Esa fachada fue realiza-da en 1610. Todo lo que se observa o respira es el legado de jesuitas y guaraníes durante los siglos XVII y XVIII. Recordemos que aquel mun-do se desmoronó hacia 1767, cuando el rey Carlos III ordenó la expulsión de la orden de América, mientras resistían las invasiones de los ban-deirantes del sur de Brasil, que bus-caban capturar aborígenes para venderlos como esclavos. La pelícu-la La Misión retrata con crudeza ese momento. Trasladados como prisio-neros y despojados de sus bienes, 4.000 jesuitas fueron deportados a conventos apartados de Europa. Tras su expulsión sobrevinieron sa-queos e incendios. Pero las ruinas de sus misiones y reducciones en San Ignacio, Loreto, Concepción, Santa María y Santa Ana aún se conser-van. Treinta pueblos (la mitad en territorio argentino) llegaron a al-bergar más de 100 mil aborígenes. El tamaño de la Plaza de Armas, la altura de los muros de los templos

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invadidos por la selva y los símbolos de la orden labrados en piedra ha-blan de su poderío terrenal y espi-ritual. Por algo las rojizas misiones del verde montaraz son patrimonio de la humanidad.

Y EL MATE

Nuestra infusión nacional tiene por capital el Litoral y si hoy lo bebemos también es por legado de los jesui-tas. Cuando levantaron sus misio-nes, intercambiaron conocimientos con los guaraníes, tomaron nota y tomaron mate. En 1821 el famoso botánico Aimé Bonpland describió el árbol de esta especie para la cien-cia con un ejemplar cuyas hojas y flores herborizó en la isla Martín García. La costumbre de beberlo se extendió rápidamente por todo el territorio del Cono Sur y en 1903 se inició su cultivo (en San Ignacio), en reemplazo de la colecta de plantas de la selva que se hacía tradicio-nalmente. En modestas calabazas

o en piezas de fina plata labrada la infusión pasó de mano en mano por todo el país, ya sea acompa-ñando soledades o alimentando reuniones, recompensando un día de trabajo o buscando respuestas a preguntas existenciales. Bien lo sa-ben en Apóstoles, donde se celebra la Fiesta Nacional de la Yerba Mate en los primeros días de noviembre.Esta recorrida no sería justa si no mencionara tres personajes que son parte de la historia de la conserva-ción de la naturaleza misionera. Primero, don Alberto Roth (1901-1985), un colono suizo radicado en Misiones que no sólo alertó sobre el desmonte de modo pionero (por los años 40), sino que ideó técnicas para producir yerba mate bajo cubierta de selva para evitar su reemplazo. En 1957 en los Estados Unidos se le otorgó una medalla de oro por ser “el mejor conservacionista al Sur del río Grande”. Un segundo lugar de la memoria es para Luis Honorio Rolón (1945-1992), creador de las ba-

ses del actual sistema de áreas pro-tegidas de la provincia, la gestación de lo que hoy conocemos como “co-rredor verde” de selva en pie y de los primeros parques provinciales. Por último, Juan Carlos Chebéz (1962-2011), el gran difusor de la selva, de las especies amenazadas y de las reservas naturales argentinas, des-aparecido prematuramente. Tras su paso por la gestión pública en Mi-siones, dejó un legado de una vein-tena de áreas protegidas que hoy lo recuerdan en pie. Si hay selva y dan ganas de recorrerla es gracias a per-sonas como ellos, que le dedicaron su vida.

Claudio Bertonatti es museólogo, naturalista y docente. Está dedicado a la conservación del patrimonio natural y cultural desde 1983. Fue director de la revista Vida Silvestre y de la Re-serva Ecológica Costanera Sur de Buenos Aires. Actualmente es profesor de la cátedra UNESCO de Turismo Cultural, consejero de la Fundación Vida Silvestre Argentina y director del Jardín Zoológico de Buenos Aires.

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Trabajan con la inspiración y las materias primas que les brinda la selva. Son oficios tradicionales que manifiestan la sencillez pero también la paciencia, la pasión y el espíritu creador de los artesanos de la provincia.

Artes del monteHacedores misioneros

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Sentadita a la sombra, en silencio, Sabina Duarte teje. Sus manos cur-tidas van enlazando tiras vegetales sacadas a cuchillo de una caña ta-cuara. Está haciendo la base de un canasto que le llevará muchas ho-ras. Sonríe y confiesa que, si pudie-ra, se dedicaría todo el día a tejer. “Sí –dice–, hacés tranquilo, con amor”. Pero Sabina, a sus 38 años, no tie-ne todo el día para sus artesanías. También cumple el rol de agente sanitario en la comunidad Taman-duá, donde vive desde que nació, y lo asume con gran responsabilidad. Es que para los mbyá guaraníes es muy importante que ese trabajo lo realice una persona de su cultura, por el idioma y por la concepción de la salud que mantienen desde tiem-pos antiguos. Tamanduá está ubicada a 13 kilóme-tros del pueblo de 25 de Mayo, en el centro de la provincia de Misiones. Un monte espeso se levanta a espal-das del conjunto de casas construi-das en madera y techos de chapa; hay otras hechas con barro y tacuara.Son las tres y cuarto de la tarde, y frente a la casa de Sabina se pasean algunas gallinas y un perro duerme la siesta al pie de un árbol. El tiempo no corre como en la ciudad, acá se detiene, o camina, pero bien lento. A los 12 años, la madre le enseñó a tejer y Sabina continúa honrando el legado: elabora canastos, paneras o fruteras, también hace aros, anillos y pulseras, entre otras artesanías. “A ella todo le sale muy bien, por-que todo lo hace con amor”, apunta la hermana de la artesana, Jorgeli-na Duarte. Para conseguir la materia prima, Sabina primero corta las cañas en el monte y las raspa con un cuchi-llo para sacar lo verde de la parte de arriba. Después de dos días de estar al sol, para que quede blan-ca, se sacan las tiras y se las corta

bien finitas. Para hacer las guardas o dibujos en los tejidos, se logran di-ferentes colores poniendo las tiras en agua con ciertas raíces. El negro, por ejemplo, se obtiene con la raíz del guembé. Antiguamente hacían unos canastos que se ponían en la espalda para buscar el maíz, las se-millas y la fruta silvestre. “Lo col-gabas de la frente y lo llevabas en la espalda. Y lo que hacemos sería como una réplica”, señala la artesa-na. ¿Qué es lo más difícil? “Mucha paciencia para hacer bien las tiritas que deben estar todas parejas; si no, se nota en el trabajo”, explica, y agrega: “En época de plantación a veces no tenemos mucho tiempo, tenemos que carpir y eso. En verano se seca mucho. Las mañanitas no

más da para hacer. Y lo hago porque me gusta; por más que no encuen-tre comprador, yo lo hago”.

CON RESPETO

En ambos lados de la ruta 7 –que une la ruta 12 con la 14– se suceden puestos de artesanías de diferentes comunidades. Animales de la selva tallados en madera y productos de cestería son las que más abundan. Es que la cestería es una de las ar-tesanías ancestrales de este pueblo originario. Después fueron agre-gándose las tallas de animales en madera, como el yaguareté, el tu-cán o el cocodrilo, entre otros, por la demanda de los turistas. En el camino, una pequeña casa de

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madera se distingue de los otros puestos. Es la cooperativa Ka’auy Reguaré, un emprendimiento que unió a varios artesanos de la zona. “Surgió con cuatro personas. Busca-mos más gente, y ahora hay veinte que pertenecen a distintas comu-nidades, todos mbyá”, explica Lirio Jiménez, de 53 años, artesano de la comunidad Cuñá Pirú y represen-tante de la cooperativa. Lirio tiene diez hijos y relata que en la época de siembra son pocos los que pueden dedicarse a crear pro-ductos. Explica que las mujeres son las que se dedican a la cestería y los hombres a la talla de madera. Dentro de la cooperativa, un am-biente pequeño con una mesa y ta-rimas, se exhibe una amplia oferta de artículos. A unos cien metros,

encontramos la casa de un tallador. Es Elvio Benítez, de 36 años, tam-bién integrante de Ka auy Reguaré. Nos cuenta que su única herra-mienta es el mismo machete que usa a diario en el monte. “Es algo que siempre llevamos, para cortar, para cosechar, siempre en verano”. Para hacer sus productos emplea di-ferentes maderas pero siempre con mucho respeto. “Le pedimos permi-so al árbol en nuestro idioma, que le vamos a cortar pero no es por otra cosa, es para el trabajo. No vamos a cortar por cortar nomás”.

SI TE APURÁS, ROMPÉS

En la ciudad de Iguazú llegamos al taller de César Rivero (47 años), misionero, oriundo de Bernardo de

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Irigoyen. También es tallador, pero él se dedica a hacer escudos, rostros, paisajes y algunos carteles. Gene-ralmente con diseños que le en-vían. César usa gubias, formones y mazos. Cuenta que aprendió de chi-co como ayudante de un escultor, y hace unos años se dio cuenta de que podía solo. “Jamás pensé que iba a ser sustento de mi familia”, confie-sa hoy dentro de su taller, pegado a su casa, con una despensa al frente que atiende su mujer. “Cada pieza tiene su valor –dice César–, pero cuando más bien me sale, es una propaganda gratis que tengo. Y cumplo siempre en cuanto a la fecha de entrega”. Trabaja prin-cipalmente con madera de cedro porque es blanda, “te ayuda con la terminación y es fácil de trabajar”, explica, y describe el proceso: “Pri-mero marco con formón el diseño, y con la gubia saco con paciencia. Después se tiñe (con tinta de agua), se lija y se lustra”. Parece fácil cuan-do lo dice, pero alcanza con ver los pequeños detalles de un paisaje o de un yaguareté, para darse cuen-ta de la precisión que demanda su oficio. César, humilde, dice que es todo paciencia: “Trabajas tranquilo donde te querés apurar un poquito rompés, eso dalo por hecho”. En la comunidad Fortín Mbororé, en las afueras de Iguazú, José Caba-ria, de 52 años, vive con su mujer y cuatro hijos en una casa de madera rodeada de tierra roja. Elabora cer-batanas, maracas, arcos y lanzas, que aclara que son para adorno. También talla animales. Y la úni-ca herramienta que agrega a su machete es un pequeño cuchillo, para los detalles finales. Todo lo que produce lo vende en un puesto que comparte en la zona de las catara-tas. “Cada quince días tengo turno y dura dos días”, cuenta, y describe que la venta no es gran cosa, pero

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Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

que en época de vacaciones “se sal-va”. De joven trabajaba en chan-gas y le costaba mucho sobrevivir. “Me enfermé –recuerda–, estuve en cama dos meses, y soñé que era chico, estaba en el monte y un señor que era Dios me dijo: ‘Dejá ese labu-ro, sé tu propio artesano, hacé tu trabajo’”. Al día siguiente, tomó la decisión y lo hizo. “Antes no había salida, y ahora con esto mantengo a mi familia”.

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En la casa de Milán Cardozo se respi-ra música. Este hombre, misionero, de 71 años, que vive en el barrio Fátima de la ciudad de Posadas, además de músico es un reconocido lutier y uno de los pocos fabricantes de arpas que tiene la Argentina. Los instrumentos que llevan su firma se destacan por una excelente sonoridad, fruto de la experiencia, el talento y el saber elegir los mejores materiales. Con sus manos también hace guitarras, charangos y violines.

Un arpa tallada a mano y dos guitarras están apoyadas en una pared, en la sala de entrada. La sencillez y la humildad de Milán se perciben en la calidez con que nos recibe. En el fondo nos mues-tra un taller hecho de madera y techo de chapa. Hay guitarras colgadas, algu-nas a medio hacer y en arreglo, moldes y muchas herramientas típicas de la carpintería, como serruchos, escofinas, pegamento, también una sierra eléc-trica, sobre la cual después aclarará: “Sierra eléctrica, pero después todo a

mano”. Ése es el lugar donde trabaja junto a su hijo Darío, de 34 años, quien sigue el camino de la música y la fabri-cación de instrumentos. Milán nació en un hogar en que se con-jugaban la música y el trabajo en ma-dera. El padre era violinista y carpinte-ro y por eso no es raro que se hubiera entusiasmado cuando era muy joven. Cuenta que a los 11 años aprendía con un profesor de arpa, pero no tenía po-sibilidades de comprar una. “Se fue al monte, trajo unas maderas y fabricó un arpa solo”, relata Darío con orgullo. Milán aclara que era bastante preca-ria, pero que le servía para aprender. Con una habilidad natural, se fue co-rrigiendo y estudiando con gente que hacía instrumentos y carpinteros que le daban consejos. Hasta que se com-pró el arpa y fabricó la propia. Mien-tras seguía puliendo su oficio, a los 20 años formó un grupo. “Hacíamos música para bailar, corridos, cumbias, chamamé, guaranias, polcas, folklore. Esa época era buena y había mucho trabajo, ahora es otra cosa”, recuerda. Explica que el arpa es más fácil de to-car que la guitarra, pero más difícil de hacer: “Es más grande y con más deta-lles. Tiene 36 cuerdas y hay que estar bien seguro; si no está bien, puede sal-tar la tapa”. También describe con paciencia la fa-bricación de una guitarra, desde la se-lección de la madera: “Algarrobo para el cuerpo, que es livianito; el mango es de cedro y la tapa de pino abeto ale-mán que trajimos de Buenos Aires”. El doblado de la madera, despacito para que no se rompa; el encolado, la esca-la, los refuerzos, el diapasón, los trave-saños, el clavijero, el puente de ébano, el lustre de goma laca, cada parte tie-ne su secreto. Pero Milán lo comparte gustoso, por algo es maestro de lutie-res. Antes de irnos, nos invita al patio y con su arpa nos regala a dúo con su hijo, en guitarra, el típico tema Pájaro campana. Dan ganas de quedarse.

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Música en las manos

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LA MISIONEcos de la película

La película La Misión fue una de las primeras grandes producciones cinematográficas internacionales que se rodaron en las Cataratas del Iguazú. Apoyado en una magistral banda sonora, el filme se adentra en el enfrentamiento de las misiones

jesuíticas con Portugal y España.La exuberancia de la selva misionera y la belleza de las cataratas llegaron a la pantalla del cine internacional en 1986 de la mano de La Misión, un filme del director inglés Roland Joffé que contó con los protagónicos de

Robert De Niro y Jeremy Irons, y un papel secundario para el todavía ig-noto Liam Neeson. Una película que mostró el contacto inicial entre la cultura europea y la guaraní y que trajo a escena el origen de un drama del cual las comunidades nativas

Ganadora de un Oscar a la mejor fotografía, protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons, marcó un hito en el turismo de la región. Especialistas afirman que significó el reconocimiento de las Cataratas en el mundo entero. Anécdotas de la filmación contadas por el propio director ejecutivo.

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Una escena particularmente fuerte de la película muestra a una figura huma-na (blanco, europeo), crucificada y a la deriva en un caudaloso río. La cruz se bambolea entre los rápidos, se acerca al borde de la catarata y se pierde bajo el salto. La imagen, al comienzo del fil-me, sólo cobrará sentido en el final.Muy lejos del dramatismo de esa escena, Alejandro Azzano se ríe al contar detalles. “Era un muñeco articulado que simulaba ser un ser humano y de lejos se lo veía muy real. Nosotros filmamos la escena y la cruz cayó por la catarata y ya no la recuperamos. Sin embargo, al día siguiente nos enteramos del revuelo que generó aguas abajo, cuando lo

vieron pasar flotando por el río”.El rodaje de La Misión dejó esta y va-rias anécdotas, todavía frescas en la memoria del productor ejecutivo del filme. Entre otras, Azzano cuenta que Robert De Niro era un hombre ameno al trato pero muy reservado y fóbico del periodismo, el que infructuosa-mente trató de dar con él en sus días en Misiones. La contracara era Jeremy Irons. “El úl-timo día, cuando ya habíamos termi-nado de filmar, alto como es se vistió con un traje de lino blanco, sombrero panamá y bastón. Histriónico como era, se presentó ante el equipo y nos dijo divertido: ‘Hoy quiero pasar desapercibido’”’.

ANÉCDOTAS DE FILMACIÓN

afectadas nunca se recuperaron.Y lo hizo a través de una compleja historia -todavía muy viva en la memoria guaraní- simplificada magistralmente en el guión de Ro-bert Bolt. La acción se desarrolla a fines del siglo XVIII y, pese a las enormes licencias históricas que se tomó Bolt, plantea el conflicto ori-ginario de las guerras guaraníticas en las que Portugal y España pelea-ron contra los pueblos originarios asentados en las misiones jesuíti-cas. El marco de intereses está dado por el reparto de tierras americanas

entre los dos reinos europeos y el rechazo en conjunto a la Compañía de Jesús, la orden de los jesuitas que llegó a tener una amplia inserción en el Nuevo Mundo.Jeremy Irons es el padre Gabriel, un cura jesuita que dedica su vida a evangelizar a una comunidad indígena asentada en lo alto de las cataratas de Iguazú. Robert De Niro encarna a Rodrigo Mendoza, un tra-ficante de esclavos arrepentido. His-toria, acción, intriga y política bajo la incomparable lente de Cris Men-ges, que por este trabajo obtuvo el

Oscar 1987 a la Mejor Fotografía. En la película, la selva y la majestuosi-dad de las cataratas se hacen prota-gonistas.Además del Oscar, La Misión ganó la Palma de Oro 1986 del Festival de Cannes (Roland Joffé); tres pre-mios BAFTA 1987 y dos Globo de Oro 1987. Uno de ellos a la Mejor música, por el recordado trabajo de Ennio Morricone.‘Gabriel’s Oboe’ es el título del tema musical con el que el padre Gabriel “conquista” a los nativos en su pri-mera incursión a las cataratas. Y su

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melodía, desde entonces, trascendió la pantalla ligado a la inocencia, lo puro, la naturaleza, lo intacto. Y son sones reconocibles a más de 25 años de estrenada la película.Las gestiones para que La Misión se filmara en Argentina corrieron por cuenta de Alejandro Azzano, pro-ductor ejecutivo del filme. “Me pare-ció interesante invitar a produccio-nes extranjeras aprovechando tres cosas que tenemos en Argentina: talento profesional, bajos costos en relación a otros países, y gran can-tidad de locaciones, en escenarios naturales y en ciudades”, explica. En realidad, las pocas escenas urbanas que aparecen en la película corres-ponden a fragmentos rodados en Cartagena de Indias, Colombia, si-

mulando una colonial Asunción, la ciudad más importante en la región hacia el siglo XVIII. Pero todo el ro-daje en escenarios de naturaleza se hizo en Misiones. “Incluso tuvimos que recrear una iglesia en medio de la selva. También pensamos filmar en San Ignacio, pero como son rui-nas y están protegidas no las pudi-mos usar”, cuenta Azzano.La Misión abrió la proyección inter-nacional de las cataratas como gi-gantesco set de filmación natural, y llevó al mundo la belleza de sus sal-tos, lo que en buena medida poten-ció la llegada de turistas a un sitio hasta entonces dedicado al turismo nacional y brasileño. “Siempre digo que La Misión fue el despertar de las Cataratas, porque fue la prime-

ra vez que se presentaba en forma marketinera en el mundo”, descri-be Charles Donato Irala, oriundo de Iguazú, dueño de la empresa de Tu-rismo Aguas Grandes, con una gran trayectoria en la región. “En los pri-meros años, hemos recibido mucha gente que vino por la película, como visitantes japoneses, hindúes, britá-nicos y todos señalaban a La Misión como motivo del viaje. Antes era una expedición a las Cataratas, ahora es una excursión. Antes las ibas a des-cubrir, hoy es un turismo masivo. En el ´85 llegaban 200 mil pasajeros por año y ahora estamos en el millón y medio”, asegura el empresario. Y sin duda La Misión marcó un hito para el turismo. Tanto es así que la pro-vincia de Misiones y las autoridades del Parque Nacional Iguazú supie-ron explotarla a su favor y hasta hoy lo siguen haciendo: el tren que pasea a los visitantes entre los saltos viaja amenizado por los acordes de Morri-cone.Un dato no menor: un año antes de que comenzara el rodaje, la Unesco había nombrado al Parque Nacional Iguazú y a las misiones jesuíticas como Patrimonio de la Humanidad.

GUARANÍES

“Esta película no podría haberse realizado sin el apoyo de todo cora-zón de las comunidades indígenas y en particular de los miembros de la comunidad guaraní de Iguazú”, dijo en 1986 Roland Joffé durante la presentación del filme en Can-nes. De hecho, durante el rodaje, el equipo tuvo contacto directo con algunas de ellas. Así lo cuenta Azanno: “Metidas en el monte to-davía quedan aldeas guaraníes que visitamos y que en ese momento vi-vían en una carencia casi absoluta, situación que no debe haber cam-biado mucho; pero curiosamente,

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zación de la película. Pero no hubo, según explicó Azzano, participa-ción actoral de estos guaraníes en el filme. Sin embargo, la totalidad de los extras estuvo compuesta por actores locales. Y es la música el hilo simbólico de-trás de la trama de la película.En una magistral escena al comien-zo del filme, el padre Gabriel (Irons), internado en la selva, toca una bella melodía que llama la atención de los aborígenes. Se conjuga allí buena parte del conflicto: la música como primer contacto entre el cristia-no y el indígena; el rechazo de una facción de la comunidad y la acep-tación, embelesada, de la mayoría. Esos sones son también la llave que le permite al jesuita entrar al cora-zón indómito del nativo, trastocar sus creencias y enriquecer también en cierta medida su cultura con algo

propio de la sociedad europea: el amor a la música y la luthería.A más de 200 años de las guerras guaraníticas, se calcula que actual-mente habitan en territorio de Mi-siones entre 5.000 y 10.000 descen-dientes directos de guaraníes, pero en su mayoría relacionados con los grupos Mbyá, que desde un princi-pio se resistieron al contacto con el hombre blanco. Viven en aldeas más o menos cerradas y lejos están de poder disponer de los territorios que originalmente los contenían. Sin embargo, la sangre guaraní, mezcla-da con la del colonizador, es ya parte constitutiva de la sociedad misione-ra. Su idioma se mantiene vigente y también la huella cultural que le dejó el contacto con los jesuitas. Y su historia, rica, trágica, violenta, atrac-tiva, está más viva que nunca.

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dentro de esa carencia material, todavía guardaban la tradición en la construcción de instrumentos musicales que les habían enseñado los jesuitas 200 años antes y que ha-bían ido transmitiendo oralmente de generación en generación”.Es así como algunos de los instru-mentos que aparecen en escena fueron adquiridos a estas comuni-dades especialmente para la reali-

Los mbyá, una de las etnias amplia-mente extendida en Misiones, sur de Brasil y Paraguay, reivindican su condición de guaraníes pero se pre-ocupan por marcar una diferencia: son descendientes de los grupos que rechazaron la presencia del hombre blanco en la zona y no aceptaron su-marse a las misiones jesuitas. Este y otros grupos, desde un principio se mostraron hostiles con el con-quistador, al punto que, se cree, la denominación ‘guaraní’ podría ve-nir el error fonético del término abá guariní, que en esa lengua, remite al de “hombre de guerra”. Los españo-les y portugueses terminaron nom-brando de esta manera tanto a los hostiles como a los que se sumaron a las misiones.

EL NOMBRE Y LA GUERRA

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Alejandro Azzano

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“La tierra colorada, el calor, la siesta, las chicharras; pisar la tierra des-calzo a la tardecita, con esa luz del sol de verano que brilla fuerte en el horizonte y te hace ver todo como fuera de foco, son imágenes que siempre están”, dice Chango Spasiuk al recordar su primer mundo, el de su infancia y adolescencia en Após-toles, Misiones. Allí nació hace 44 años y allí siempre regresa.Está sentado en una pequeña ban-queta de pianista en el living de su casa, en Buenos Aires. Es un am-biente despojado, en un costado hay una mesa baja con dos de los tantos premios atesorados en su carrera: un Carlos Gardel como mejor disco de folklore por Pynandí (“los descal-zos”, en lengua guaraní), y un Mar-tín Fierro, por el programa Pequeños universos, que se emite por el Canal Encuentro.Se lo nota una persona activa pero no apurada, que se toma su tiempo para pensar antes de hacer o res-ponder. Acaba de tomarse unos ma-tes –rito que repite dos o tres veces al día– y cuenta que está muy feliz porque pronto nacerá su segunda hija. La charla va nuevamente ha-cia la infancia, cuando su padrino jujeño lo bautizó con el apodo que

EL ACORDEÓN,UN CHAMAMÉ

Y DESCALZOS A LA TARDECITAEntrevista a Chango Spasiuk

Es uno de los más destacados artistas misioneros. Su estilo recrea el sentir de la gente de su tierra. Su música abreva

en los maestros del chamamé, las polcas de sus antepasados, recuerdos y paisajes de su provincia.

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cambiaría para siempre por su nom-bre oficial, Horacio. “En Jujuy a los chicos se les suele decir changos, no en Misiones, pero a mí me quedó por mi padrino.” Luego vuelve sobre las imágenes y sonidos de su tierra que, como dice, lo acompañan en su memoria a to-dos lados a los que va a tocar, ya sea en un pequeño pueblo del interior o en un prestigioso teatro de Europa. “Siempre está presente el arroyo fresco, mi padre en la carpintería con su radio arriba de la heladera, y mi madre haciendo pan. El mate, el mate cocido, la fruta de la planta de mango en diciembre. Todas esas imágenes están y me siguen acom-pañando indudablemente, tal vez ahora con cierta distancia. En este momento de mi vida en los proyec-tos conceptuales que desarrollo me pongo mucho más en foco esos ele-mentos, cuando uno vive allá los tenés incorporados. No sólo la pos-tal de las Cataratas, mi postal es el agricultor al costado del camino, la selva verde, el monte, las mariposas, la frontera, ese otro lado que es tan parecido a mi lado está presente en mi música y en mi vida.”–Imagino esa radio arriba de la hela-dera que menciona pasando mucha música. ¿Qué tipo de música era?–Era mucha música de Paraguay y del sur de Brasil. Hay dos horarios típicos en que se escucha chamamé, uno es a la mañana, tipo 6, y otro es a la hora de la siesta, a la una o dos de la tarde. Y cuando terminaban esos programas mi papá giraba el dial y cambiábamos a Radio Encar-nación, de Paraguay, que pasaba al-guna polca o purahéi jahe’o que es una música del interior de ese país. “Purahéi” es canto y “jahe’o” es una formación de dúo donde los cantores cantan como llorando, un lamen-to, un canto-lamento. Y la música folklórica del sur de Brasil también

estaba muy presente. Está muy re-lacionada a la nuestra, se toca con acordeón, guitarra. En toda esa zona hay una complejidad étnica y esté-tica multicultural en donde aparece un sincretismo de gran cantidad de elementos. Por eso mi postura no es pararme ante toda esta diversidad preguntando, o diciendo es esto o aquello, sino marcar “es esto, y esto también, y esto, y esto”.–Es difícil definir una frontera.–Sí, incluso dentro de la misma pro-vincia, donde hay una historia com-

pleja y una superposición de colores, de estéticas y de culturas a lo largo de los últimos 200 o 300 años. Está la influencia del mundo guaraní, toda la población mestiza y criolla, con expresiones desde donde se es-tructura nuestro folklore. Y luego el aporte de la inmigración, que vino a principios de 1900, con polacos, ucranianos, rusos. Mis abuelos eran inmigrantes ucranianos, suizos, ale-manes. Es una superposición de es-téticas, y cuanto más uno las conoce y las profundiza, las integra y toma todo eso como colores para construir su propio mundo sonoro. Algunos pondrán más en juego unos elemen-tos y otros pondrán otros. Yo pongo sobre la mesa los elementos que se ven en mis discos, en mis conciertos, en todo lo que llevo adelante a lo lar-go de los últimos 25 años.

LA DIVERSIDAD

–Dentro de esta compleja frontera, ¿aparece una identidad misionera?–Sí, precisamente, lo que pasa es que

la particularidad de la identidad mi-sionera es la diversidad. Uno no pue-de decir que no hay una identidad, pero nuestro concepto de identidad debe flexibilizarse. Creo que esto vale para Misiones y también para el país. Cuando hablamos de identi-dad argentina tenemos incorporado un concepto bastante limitado, po-bre, al que solamente le adjuntamos determinadas imágenes, como el gaucho por ejemplo. Nuestro país nos muestra regiones con una mul-ticulturalidad, con sociedades con

un complejo étnico enorme. Esto se ve en Misiones con esa diversidad de colores, de elementos que convi-ven y de las cuales yo estoy rodeado, que son un tesoro. Enriquecen mi propio mundo, mi vida, mi música. No es “esto es paraguayo”, o “esto es muy correntino”, o “esto es muy brasileño”. Todos ellos son mis ele-mentos y los integro como propios. Y esa combinación de elementos, es-pontánea y genuina, es lo que uno llama identidad. –Y esa identidad se revela mucho en la música, en los instrumentos…–En Misiones se usan como instru-mentos de identidad el acordeón, la guitarra, el violín, de percusión, el bandoneón. Y en estilos musicales está por supuesto el chamamé, pero también el llamado chotis o polca rural, músicas europeas que hace 100 años se tocan en la provincia, y que ya son también misioneras, han adquirido un color y una impronta muy del lugar. Esta provincia, que es relativamente nueva con respec-to a otras, con la gran cantidad de

Es una provincia que hay que caminarlay recorrerla. Hay que meterse

por los pueblos para entenderla

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inmigrantes que ha recibido desde principios de 1900, tuvo una inyec-ción de un montón de otros tonos. Dentro de la misma provincia desde el Sur hacia el Norte va cambiando. Donde se han asentado más las co-lonias de inmigrantes es en el cen-tro, en lugares como Oberá, Puerto Rico o Eldorado. Después están los diversos matices que dan las costas de los ríos Paraná y Uruguay. Es una provincia que hay que caminarla y recorrerla. Hay que meterse por los pueblos para entenderla, como Panambí, a unos 45 kilómetros de Oberá, yendo para la orilla del río Uruguay. Es un lugar único. Cuando vas por la ruta llegando al pueblo, aparecen imágenes que te quedan, como el carro de bueyes tirado por el agricultor, es maravilloso.–¿La orilla es importante para el mi-sionero?–Es importante en el sentido que integra, es un vaso comunicante sumamente enriquecedor y fortale-cedor de toda una cultura. Nosotros dentro de nuestro país tenemos mu-

chas orillas y sería importante que reflexionemos cómo nos paramos ante ellas, en cuanto a idea de país, en cuanto a nuestro concepto de co-munidad, de sociedad. –¿Y cómo es el misionero?–El misionero es el que cuando ha-bla se come las eses (risas). El mi-sionero es el que duerme la siesta, toma mate dos o tres veces al día, y está por sobre todas las cosas muy conectado con lo cotidiano y sus relaciones muy cercanas, el patio de su casa, todo lo que sucede allí, su vecino, su familia. Pone mucha energía en eso, en lo más cercano.Llama la atención no encontrar en ese living cálido, de paredes blan-cas, donde se desarrolla la charla y donde Chango compone parte de sus creaciones, alguno de los acor-deones con los que ha recorrido el país y el mundo. En cambio, hay un piano de pared del que el artista saca algunos acordes. “Lo que pasa que el elemento del compositor es el piano –explica–. Es más ilimitado, es más amplio armónicamente. La

anatomía del acordeón, las maneras en que están acomodadas las teclas para la mano izquierda le da una cierta estructura, condiciona. Por eso todo lo que suena tradicional lo compongo en el acordeón, pero todo lo que no suena tradicional y que tiene desarrollo en una nueva direc-ción está puesto en el piano.”–¿Empezó a componer de joven?–A los 15, 16 años. El compositor co-mienza a venir cuando uno empie-za a querer dejar su impronta. Uno va impregnando con su estilo desde un arreglo o una manera de reinter-pretar a otro compositor, lo que en el chamamé se hace siempre sobre músicos tradicionales. A veces hay una necesidad de decir muchas co-sas más, y esa necesidad de reinter-pretar no alcanza, entonces uno ne-cesita crear su propio lenguaje, ahí aparece el compositor. Cuando uno empieza a componer no hace gran-des cosas, pero si uno sigue ahon-dando en esa dirección probable-mente se encuentre en el futuro con algunos resultados más constructi-

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Chango Spasiuk empezó a tocar el acordeón haciendo chamamés junto a su padre y su tío en kermeses y fies-tas del pueblo los fines de semana. Comenzó a hacerse conocido en su provincia luego de presentarse en el programa Expresión Regional Chama-mecera que difundía por televisión a los músicos locales. A los 18 años viajó a Buenos Aires para aprender acor-deón con el maestro Norberto Ramos, y empezó a tocar en algunas peñas. En 1989 se presentó en el festival de Cos-quín y recibió el premio consagración, iniciando una exitosa carrera que lo ha llevado a presentarse por todo el país y en teatros de Europa, Canadá y Estados Unidos.Participó en conciertos y discos de músicos como Mercedes Sosa, León Gieco, Divididos, Raúl Barboza, Jaime Torres, Chucho Valdés y Fito Páez, entre otros. Entre su obra discográ-fica puede nombrarse Chango Spa-siuk, Polkas de mi Tierra, Tarefero de mis Pagos, El encanto del chamamé, Chamamé crudo. Su útimo trabajo es Pynandí (pies descalzos).

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vos. Es una cuestión de tiempo. Se-guir ahondando en esa necesidad, no solamente por crear una melodía nueva o una armonía. Uno va crean-do un concepto sonoro no sólo con lo que compone sino también por cómo lo interpreta, cómo arma ese repertorio, el disco, un concierto, es toda una construcción de un mundo sonoro que habla de uno y del punto de vista que tiene sobre las cosas.

LOS TAREFEROS

Spasiuk empezó con la música des-de muy chico, influido por su padre,

un carpintero ucraniano que tocaba el violín y que le regaló su primer acordeón cuando el Chango tenía 12 años. Después de tocar en fiestas y kermeses, a los 18 años vino a Bue-nos Aires y no paró más. Recibió el Premio Consagración en Cosquín y siguió su carrera ascendente. Siem-pre tratando de estar muy cerca de sus orígenes y de los hombres y mujeres de su tierra al momento de expresarse, de llevar su música por el mundo. Su primer disco editado internacionalmente, en 2006, fue Tarefero de mis pagos, un homenaje a quienes trabajan, generalmente,

en condiciones durísimas en las co-sechas de la yerba mate.“El disco es una interpretación del trabajo de dos compositores de Con-cepción de la Sierra, los hermanos Héctor y Félix Chávez, que habla del oficio de tarefero. Sentía que era un nombre, un disco y un concepto so-noro como para decir ‘si yo viajo por el mundo en un circuito donde to-dos tienen algo para decir, lo que yo tengo para decir es sobre este oficio’. No sólo hablo de la música y el len-guaje sonoro sino de todas las his-torias que hay detrás de ese sonido. Y yo sentía que un lugar único en el

El ARTISTA

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Sergio LimiroskiFotos: Robert Remonteo

mundo es la provincia de Misiones. Un lugar donde crece una planta que no crece en otros lados, que es la yerba mate. En donde crece algo que es más argentino que el fútbol, el vino y el asado. Porque se consume en toda la Argentina, en todos los estratos sociales y de edad, y porque es algo muy lleno de imágenes. En el librito del CD hay una reseña sobre qué significa, qué es el tarefero, qué cosecha, con explicaciones para que lo lea un inglés o un alemán. Y vi que en Argentina, salvo los misione-ros, la gente tampoco sabía qué era un tarefero. Algo lindo también es que busqué un nombre que no tenga traducción al inglés. No existe una traducción de tarefero o de pagos.”–¿Y cómo nace su última producción, Pynandí?–Nace de los recuerdos. Está rela-cionado con el patio de mi casa, y en la carpintería de mi padre, don-de aprendí a tocar el acordeón. Esos fondos de las casas son lugares calu-rosos, entonces uno estaba descalzo mientras aprendía los sonidos del instrumento. Hoy en día los lugares donde me presento son muy dife-rentes al patio de mi casa, pero trato de no perder esa capacidad de asom-bro con el sonido, de entusiasmo con la música de cuando era un niño. De alguna manera Pynandí habla de no perder esa cosa de chico, de sor-prenderse uno todavía de esos acor-des que lograba por primera vez.–Al pensar en los pies descalzos apa-rece la imagen de una provincia tam-bién de mucho sacrificio.–Pies descalzos es una palabra llena de imágenes. Es la imagen de pueblo rural, también uno la asocia con la carencia, con la ausencia, la pobre-za, el agricultor, y la música que di-rectamente está relacionada con un mundo de campesinos que no tiene nada que ver con un mundo urbano. –¿Quiénes han sido sus maestros en

la música?–Hay dos grandes maestros de la música de Misiones: uno es Blas Martínez Riera, y el otro es Luis Ángel Monzón. Riera, nacido en Posadas, es más chamamecero, y Monzón, que es de Concepción de la Sierra, más de hacer chotis. Tengo casi todos sus discos, me crié escu-chándolos, aprendí mucho de ellos. Más tarde aparecieron Cocomarola, Ernesto Montiel, Yupanqui, Piazzo-lla. Estos músicos, como decía Yu-panqui, son como una antorcha que usan los pueblos para ver la belleza en el camino. Después me gusta la poesía de Ramón Ayala. También me inspiran artistas plásticos como Mandové Pedrozo, que muestra una costa del río que ya no está. Habla de una relación de los posadeños con el río que ya no existe. Los niños pes-cando, las canoas, las lavanderas.–¿Cómo ve a los más jóvenes con el folklore, el chamamé? ¿Hay interés, renovación?–Hay interés, lo que pasa es que la sociedad cambió mucho. Cuando yo empecé a tocar había dos canales de televisión y eran en blanco y negro, no había canales de música, no ha-bía iPod ni computadoras. La mayor dificultad que tiene la nueva gene-ración de músicos es vivir en una sociedad donde constantemente te están pidiendo resultados inmedia-

tos. Eso hace que se pierda un poco el sentido de la música. Se pierde la reflexión de si es constructiva, no sólo entretenimiento. Hoy todo es como un torbellino. Por eso hay que estar en eje y tener mucho amor por el camino que uno quiere hacer para mantenerse firme y fuerte en eso que uno elige. Por otro lado, la gran ventaja que tienen es que poseen un gran manejo de las herramientas tecnológicas y pueden grabar músi-ca en sus casas, crear una red para mostrar sus trabajos. Creo que por sobre todas las cosas hay que tener presente que la música es parte de la vida, y uno no la puede sacar de ese contexto. Hay muchos músicos jóvenes que hoy van por buen ca-mino. De Misiones puedo nombrar a los hermanos Núñez, Fabián Mesa. Son una generación de músicos res-ponsables, con mucho entusiasmo, y profundos conocedores de la pro-vincia y de su historia.Spasiuk va en busca de un acordeón. Entra en juego con el instrumento y aparece una hermosa melodía. “A pesar de los cambios –dice– creo que en Misiones nunca dejarán de exis-tir los chicos descalzos tocando el acordeón y las reuniones en el patio de casa”.

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En Concepción de la Sierra figura la primera casa inscripta en el registro catastral de Misiones. La edificación fue construida y habitada por Artu-ro Pernigotti desde 1890, quien vio nacer el pueblo que dos siglos atrás había albergado a la primera colonia jesuítica del Alto Uruguay. Abando-nada por varias décadas, la familia del colono donó la casa a la Munici-

palidad, que hace siete años la recu-peró para convertirla en la Casa de la Cultura de Concepción. La edifica-ción fue puesta en valor mantenien-do las piezas originales del frente y sus techos. Actualmente, además de brindar actividades relacionadas con las artes, la casa alberga elemen-tos y restos de las construcciones de los primeros jesuitas.

Inaugurado el 18 de octubre de 1952, el Palacio del Mate es uno de los patrimonios culturales más destacados de la ciudad de Posa-das. Ubicado en la esquina de Riva-davia y Bolívar, sus salas sirvieron desde sus comienzos como punto de encuentro del pueblo posadeño. Allí se desarrollaron peñas folkló-ricas, clases de enseñanza de dan-zas, charlas de escritores, bailes y hasta contó con una sala de truco y pulpería. Utilizado luego para otras actividades por gobiernos de facto, recién hace 14 años recuperó sus funciones, y hoy se encuentra en etapa de recuperación. Volvie-ron las actividades culturales y se han puesto en valor destacados murales de artistas como René Brousseau y Adolfo Neunteufel.

Las vistas que ofrecen los mirado-res de las cataratas del Iguazú son únicas en el mundo. Pero Misiones también permite observar otros paisajes, otras panorámicas. Por ejemplo, las del Parque Temático de la Cruz, un emprendimiento tu-rístico localizado en las cercanías de la ciudad de Santa Ana. En casi 58 hectáreas sobre el cerro que da nombre a la localidad, además de apreciar la selva autóctona, el pri-mer mariposario de la provincia, y la variedad de aves naturales, se puede ascender a una cruz metá-lica que con su base de hormigón llega a unos 82 metros de altura que permiten mirar el hermoso paisaje verde y rojo, divisar las aguas del río Paraná y las ciudades de Posadas, La Candelaria, Lean-dro Alem, Oberá y Santa Ana.

NOVIEMBRE DE 2012 - ARGENTINA

PALACIODEL MATE

LA PRIMERA CASA

DESDE LA CRUZ

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Cada 23 de junio, Misiones se en-ciende. Lo pagano se entrelaza con lo religioso para celebrar la fiesta de San Juan, cuyo origen se remonta a tiempos inmemoriales, y envuel-ve a cada barrio en las ciudades y a cada pueblo de la tierra roja en ver-daderas batallas entre el fuego y la fe. Sus rituales esconden la búsque-da de la purificación de las almas y la salud de los cuerpos que enfren-tan el poder del fuego. Gran parte de los asistentes tocan las llamas con sus manos o caminan sobre brasas. Desafían el temor y, muchas veces, lo vencen.La tradición de culto al fuego –ori-ginariamente un homenaje al sol– es una ceremonia que se reitera

en muchas partes del mundo. De origen pagano, se convirtió desde hace algunos siglos en la fiesta de San Juan. Ese proceso, derivado del intento de la Iglesia católica por cristianizar la celebración, hizo que –por imperio de la colonización– la noche más larga, el 21 de junio, ce-diera su lugar al día 23, nacimiento de Juan el Bautista. Más allá de ese cambio, “la fiesta sigue mantenien-do mucha fuerza laica, atávica”, explica la doctora Liliana Daviña, investigadora de la Universidad Na-cional de Misiones.Los rituales festivos comienzan en toda la provincia cuando caen las luces del día, y se mantienen hasta la madrugada del 24, según permi-

tan las temperaturas para una fies-ta que, por su naturaleza, se celebra al aire libre. Las ferias, los alimentos típicos –entre los que jamás faltan el chipá y las porciones de sopa pa-raguaya–, las danzas y las kermeses que los asistentes comparten esa noche en las calles casi son excusas. Todos esperan en realidad los desa-fíos del fuego. En ese elemento que la naturaleza humana respeta, pero también teme, está el sentido real del encuentro.

SECRETOS DEL FUEGO SAGRADO

Misiones da su propio tinte a las fiestas, aunque respetando la ma-yoría de las tradiciones que repiten

Celebración popular misioneraLOS FUEGOS DE SAN JUAN

Es una noche al año donde la fe y el fuego son los principales

protagonistas y la caminata sobre brasas ardientes, el

mayor desafío. Una antigua tradición que se mantiene en

las ciudades y en el interior de esta provincia litoraleña.

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otros lugares del mundo. El cruce de brasas es, sin dudas, la más di-fícil de las pruebas. Los celebrantes caminan descalzos a medianoche sobre un colchón real de brasas candentes de casi tres metros de longitud, y la tradición sostiene que aquellos que se entregan a la fe y a la fuerza de sus promesas no se quemarán. Aunque eso no siempre suceda y, al decir de Daviña, algu-nas veces “se dañen feo”. Miguel Maiztegui es un médico mi-sionero que hace muchos años vive en Buenos Aires, pero recuerda las anécdotas de su padre, don Aníbal, un maestro rural ya fallecido: “Mi padre hizo el cruce en 1950. Recuer-do su relato de esa noche, en la que fue a la fiesta con mi madre, que era muy creyente”. Si bien don Aníbal no lo era –según su hijo–, esa noche fue el único que no se quemó en el cruce. “Mi padre me contaba que

caminó despacio, lentamente. Que sintió un enorme calor por todo el cuerpo. Al llegar al fin del camino, no tenía una sola quemadura. Él no era partidario de acercarse a ningu-na celebración; sin embargo, a ésa sí quiso ir y hacer nada menos que eso”. Y “eso” es algo que a Maiztegui, como hombre de ciencia, le genera sus zonas inexplicables. “Lo único que puedo decir como médico es que cuando la piel toca fuego, se quema. Es así de simple. Pero –concede son-riendo– la mente es poderosa”.La manera en que se preparan las brasas guarda un secreto profundo que muy pocos conocen. Uno de los portadores de ese legado ancestral es Andy Ruiz, un misionero que desde hace diez años se ocupa en Posadas de ese ritual. Su aprendiza-je empezó cuando era muy peque-ño. “Iba a observar y a conversar con los que preparaban las brasas

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en la parroquia de mi barrio, San Miguel”, recuerda. Según Andy, la madera debe ser dura: lapacho o petiribí. Quienes preparan las brasas acomodan los trozos de leña en cruz y, sin la ayuda de ningún combustible que conta-mine el proceso natural de encendi-do, velan ese largo proceso que dura cerca de seis horas. Las brasas deben estar listas para ubicarse sobre el rectángulo excavado en la tierra para la medianoche, hora del cruce. “La verdadera esencia de ellas es la oración”, dice Andy. Son palabras que se mantienen ocultas para todo

el que no haya sido ungido por esa enseñanza. “Ahí está el secreto –re-vela–; hay que pronunciarlas antes de encender el fuego, y eso es lo que da el poder de purificar o hacer que las brasas quemen al que cruzó sin fe en sus promesas”.

JUEGOS DESAFIANTES

Las llamas toman en la noche de San Juan otras formas lúdicas. Como la pelota tata –“fuego”, en guaraní–, una suerte de fútbol que se juega encendiendo una esfera armada con alambres, rellena de trapos em-

bebidos en querosén. Ahí empieza una danza de destreza en los pies que la patean y sostienen, intentan-do salir airosos de las quemaduras. Es un juego desafiante, riesgoso, atractivo, que no tiene un ganador, ya que, según señala Daviña, “quien se atreve a jugarlo ya lo es”. Esos participantes son adultos y, a veces, también niños. Menos peligroso, aunque no menos bello, es el juego del toro candil. Un enorme muñeco con forma de toro que alguien ma-neja y cuyos cuernos –“guampas” los llamará Daviña– se encienden y persiguen, anaranjados y feroces, a

UN APORTE COLECTIVO

El grupo teatral La Murga de la Esta-ción es un colectivo cultural que nació en 1999 y desde hace algunos años incorporó a la fiesta de San Juan un aporte que ha generado la inclusión activa de las nuevas generaciones en la tradicional celebración. Por lo menos en Posadas, la jornada suma

el teatro popular, con Liliana Daviña como directora. “Todos los años par-ticipamos de la fiesta, y el libro de la obra cambia anualmente, producto de una construcción colectiva que está marcada por los códigos popula-res. Hay cuestiones que se mantienen, pero hay otras que cada año varían”. Así, mucho antes de esa noche, todos quienes quieran participar de la cons-

trucción del guión se suman libremen-te. La letra que se construye es mu-chas veces una alquimia de lenguas. Daviña, experta en relatos, lo resume: “Mezclamos lo que sea necesario. Hay cosas que sólo pueden ser respetadas en su condición, si están en su idioma. Eso para nosotros es muy natural, por-que somos una región cultural más allá de las fronteras”.

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los atrevidos toreros casuales.Los juegos tienen un punto culmi-nante. Es el momento de la quema del muñeco de Judas, que se realiza, indefectiblemente, en la exacta me-dianoche. En ese instante hay mú-sica de tambores y cantos. Y cuan-do las llamas casi han devorado al muñeco de más de dos metros de altura, todo se inunda de un silen-cio profundo. El ritual en Posadas ha sumado en la actualidad un nuevo sentido. Cada año, Judas cambia de rostro, tomando la imagen de aque-llo que la comunidad desea castigar. A veces es una persona, otras un fla-gelo colectivo. “Judas se desprecia, se quema –explica Daviña–, y esa tradición de sátira y denuncia tam-bién tiene en ocasiones figuras abs-tractas, por ejemplo, la de un cartel que diga ‘Hambre o guerra’”.Tan profundo es el sentido de ese mo-mento, que es el único que no deja de celebrarse jamás. Si ese día en Misio-nes llueve, los fuegos duermen hasta el año siguiente en casi todo, menos en lo que al muñeco respecta, que es-perará el primer fin de semana seco para sellar su incendio. Solemne, dice la investigadora: “Ese muñeco es maldito. Nació para ser quemado. No debe guardarse jamás.”San Juan tiene un misterio que ex-cede otras fiestas. Es la búsqueda de la paz de los perdones desafiando el riesgo de las llamas. Sus asistentes

no saben bien por qué se arriesgan, pero se entregan. Es la imagen del respeto a los legados festivos ances-trales. Algo parece claro: San Juan es una fiesta de profundo arraigo, más allá de su convocatoria o de cuán artesanal sean las diferentes expre-siones de su celebración. Es evidente que todo lo que tiene de antigua lo tiene de presente en el legado a las futuras generaciones. “A veces veo a los que cruzan las brasas y pienso qué será lo que pasa

por dentro de ellos en ese momento. Es una fuerza rara. Hay gente que llega hasta el colchón y, de repente, se saca los zapatos y cruza. Vi que al-gunos, cierta vez, lo hicieron hasta dos y tres veces en una misma no-che. Es como si una fuerza los toma-ra y les dijera que tienen que hacer-lo”. Andy, dueño del misterio hecho palabras, confiesa sin embargo: “Yo jamás me animé”.

Andrea FradeFotos: Gentileza Mauro Machuca

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CATARATAS DEL IGUAZÚOTOÑO - INVIERNO 2012

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las imponentes cataratas del iguazú,

una de las siete maravillas naturales del mundo,

resaltan la esencia de una nueva experiencia cardón®,

espíritu de nuestra autenticidad como estilo de vida.

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Director: José Mutti - Gerente de Producto: Florencia Bayá - Diseño y Estilismo: Sol Duhart, Patricia Lerzo, Verónica Martorelli, Soledad Márquez, Patricia Mendonça, Micaela Musi, Agustina Mutti, Virginia Pastore, Alfonsina Romani - Producción: Sandra Capuano, Mariana Castelli, Silvina Inda - Diseño: Florencia Nuñez, Paola Velez - Fotógrafos: Raúl De Chapeaurouge, José Luis Raota - Modelos: Azul González Aparicio, Gastón Elola - Gurises: Milagros y Bautista Ortíz - Peinados: Leo Paparella - Maquillaje: Natalí Rensin para Estudio Novillo - Locaciones: Don Enrique y Parque Nacional Iguazú - Agradecimiento especial a: Ministerio de Turismo de la Nación, Secretaría de Turismo de la Provincia de Misiones, Administración de Parques Nacionales, Parque Nacional Iguazú, Lodge Don Enrique, Sheraton Hotel Iguazú, Iguazú Forest, Aguas Grandes, Marcela y Felipe Lacour, franquiciados de Cardón Posadas y Corrientes.

las imponentes cataratas del iguazú,

una de las siete maravillas naturales del mundo,

resaltan la esencia de una nueva experiencia cardón®,

espíritu de nuestra autenticidad como estilo de vida.

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El Primo Del CampoGATO PETERS

Azul cielo, todo verde, tierra roja… es Iguazú…Aguas grandes… guaraní… para decir cataratas…Alto Paraná en el mapa… el litoral de la patria…

Mundo de las cataratas, asombro de todo el mundo…Los ciento cincuenta saltos… y la Garganta del Diablo…

Patrimonio universal, una maravilla más…Cálido clima… y húmedo, subtropical

Misiones de los jesuitas, generosidad en paisajeMisiones diversidad, fauna y flora abundante…

Mercosur desde el principio… ecología desde antesacuífero Guaraní… acomodando discursos

reserva de agua al mundo, potestad de los recursos…Cuento de Horacio Quiroga…

Mensú de los yerbatales, letra de Ramón Ayala…Y la voz de María Ofelia, susurro arisco del agua…

Misiones Chango Spasiuk, acordeón de la nostalgiade aquella gente ucraniana

Misiones de la madera, Misiones, agua que canta…Iguazú del norte y este… frontera internacional

Viejo cuento de frontera, cuando íbamos a Paraguay a comprar cosas baratas, locos por la electrónica…

Venían unos folkloristas de regreso de una gira…y ahí en el control de aduanas, les abrieron la valija y… llena de transistores…

–¿Y esto qué es?... Dice el control…–Ah –dice–, es para darles de comer a los pollos…

–¿Y los pollos comen esto?–Ah… no sé, yo se los doy… si lo comen o no, es cosa de ellos…

Como Iguazú,… Cosas Nuestras…

www.gatopeters.com.ar

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Bajo el escenario exuberante de la selva, con sus ríos y arroyos, Mi-siones reúne una riquísima mez-cla de culturas. Nativos, criollos, inmigrantes y fuertes influencias fronterizas marcaron la identi-dad de la provincia, y sus comidas típicas reflejan esos matices tan diferentes. “Existe una gran varie-dad: una mezcla de los productos nativos, que se vio invadida por la cocina guaraní paraguaya –que es el chipaguazú o sopa paraguaya–, y todo lo que se incorporó por los inmigrantes de colonias alemanas, suizas, entre muchas otras, con lo

que se logró una mixtura grandio-sa”, señala con entusiasmo Octa-vio Chazarreta, chef reconocido en Iguazú, donde vive hace once años y tiene hoy su propia empresa de catering.“Algo muy particular de la cocina misionera –explica Octavio– es que se trata de una comida suave, sin condimentos muy fuertes ni pican-tes, que todo el mundo puede co-mer. Pero no deja de ser una comida pesada, con muchos carbohidratos”.Como un plato sería insuficiente para sintetizar tanta diversidad, el chef eligió un menú completo:

surubí envuelto en hojas de bana-na, acompañado con caburé, reviro y mbeyú. Para el postre: dulce de mamón en almíbar.El surubí, explica el chef, abunda en los ríos Paraná e Iguazú y tiene car-ne muy noble. El embeyú es como una tortilla hecha con almidón de mandioca, el caburé, una masa de chipá enrollada de un palo que se hace al fuego, y el reviro -que oficia como una especie de pan- se prepa-ra con harina, agua y huevo. El ma-món es una fruta típica misionera. Para acompañar, un buen vino blanco suave y a disfrutar.

Sabor y acento guaraní

3 tazas de almidón de mandioca3 huevos batidos 3/4 taza de leche 1 cucharadita de sal fina100 g de manteca1/4 kg de queso tipo Chubut, pa-tegrás o criollo

Poner el almidón sobre la mesa en forma de corona, echar en el hueco que queda los huevos bati-dos, la manteca, la leche y la sal. Unir los ingredientes lentamen-te. Si la masa queda seca, agregar un poco de agua hasta obtener una masa suave y blanda. Ama-sar bien y una vez que la masa no se pega a las manos, está lista. Envolver un palo limpio o un es-peto redondo y cocinar durante 15 o 20 minutos girando sobre la brasa o leña.

500 g de harina común100 g de grasa para freírSal y agua

La masa es similar a la de la torta frita. Se mezcla la harina con la sal y el agua hasta que queda una masa más bien blanda. Luego se forma un bollo. Calentar en una olla negra (esas de tres patas) un poco de grasa y cuando esté tibia colocar la masa dentro. Cuando está dorada la parte de abajo, se da vuelta y con una cuchara de madera se va golpeando despa-cito la masa hasta que se vaya partiendo en pedacitos. De esta manera se va cocinando el resto de la masa. Una vez que se “picó” la masa, dejarlo un ratito más en el fuego hasta que se cocine por completo.

Almidón de mandiocaQueso tipo parmesano rallado fino, a gustoAgua y aceite

Colocar el almidón y el queso en un bol, incorporar agua de a poco mientras se va mezclando hasta que quede una masa are-nosa y húmeda. En una sartén antiadherente colocar un cho-rrito de aceite y cuando esté ca-liente dispersar una fina capa de la masa, aplastarla con una es-pátula y una vez que se doró dar vuelta y cocinar. Estas tortillitas tienen que comerse calientes.

Caburé Reviro Mbeyú

Preparación

Preparación Preparación

Ingredientes Ingredientes Ingredientes

COMIDAS TÍPICAS MISIONERAS

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1,5 kg de filete de surubí Hojas de banana

Sal y aceite

Cortar las porciones de surubí, sellarlas en sartén de

ambos lados y salpimentar. Envolver las porciones en

hojas de banana asegurando con palitos de escarbadientes.

Cocinar en horno a temperatura media durante 15 minutos. Se

acompaña con arroz blanco.

Preparación

Ingredientes

2 kilos de mamónAzúcar: según el peso del mamón pelado y sin semillaAgua 10 clavos de olor

Pelar el mamón, quitar la semilla y cortar en cubos. Luego pesar y ese mismo peso se agrega en azúcar en una olla. Cubrir el azú-car con agua, poner a calentar y cuando comience a hervir, agre-gar la fruta y los clavos de olor. Hervir a fuego fuerte hasta que la fruta quede translúcida. Coloque en un frasco y deje enfriar.

Preparación

Ingredientes

Mamónen almíbar

Surubí envueltoen hoja

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La provincia de Misiones es la única región que preserva parte de la selva original que fue devastada en Brasil y Paraguay. El valor ambiental, cultural y social de una zona única. La toma de conciencia, los desafíos y los peligros que siguen al acecho.

Sabiduría de la selvaEl cuidado del bosque atlántico

La selva peligra. “Si se pierde, desapa-recerán quince millones de años de sabiduría”, aseguran los protagonis-tas de la cruzada por su conservación. Misiones es un enorme cofre que guarda un tesoro natural invalora-ble. La última parte de un gigantesco pulmón que también poseían Brasil y Paraguay, pero que ha sido destruido casi totalmente.El bosque atlántico, o selva paranaen-se, es la mata verde más imponente de nuestro país, una de las mayores y más amenazadas del mundo y un eco-sistema único. Allí habitan la mitad de todas las especies de aves y mamí-feros existentes en Argentina. Sus ríos se pueblan con más de 300 especies de peces, y existen 250 tipos diferentes de arbóreas junto a las que viven 200 variedades de orquídeas. Lo profundo de su suelo está atravesado por una de las mayores reservas de agua dulce del mundo, el acuífero Guaraní. Hasta mediados del siglo XX, ese

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manto verde alcanzaba las cien millones de hectáreas y abarcaba territorios de Argentina, Brasil y Paraguay. Los mapas de extensión selvática elaborados entre los siglos XVIII y XIX muestran que, original-mente, Argentina era el país que menos extensión boscosa poseía dentro del bloque de esas tres nacio-nes. Hoy, en cambio, es el único que la conserva. Casi la mitad de su he-rencia histórica natural permanece intacta, y representa el 7,8% del total que existía en los tres países hasta el siglo pasado. Hoy, Brasil y Paraguay apenas tienen algo de bosque resi-dual. Casi todo sucumbió al mono-cultivo sojero y la deforestación. Buscar las razones que nos hacen aún depositarios de lo que nuestros vecinos ya no poseen es bucear en el interior de un interesante ciclo que conjuga tiempo, demografía y conciencia. “Brasil hace 500 años que avanza sobre sus zonas natu-

rales, y otros tantos años Paraguay. Misiones es una provincia joven, con poco más de 200 años de vida y carece de zonas densamente po-bladas”, explica Jerónimo Torresin, docente e investigador experto en biodiversidad. La conciencia sobre la importancia de la preservación del ambiente es, en la actualidad, el factor más importante: “Hemos sido ejemplo en la toma de conciencia sobre el cuidado que es necesario te-ner”, reconoce el especialista. Misiones tiene hoy más de setenta áreas protegidas, y existe entre los conservacionistas una particular obsesión por evitar la fragmenta-ción del bosque. El motivo no es ca-prichoso: “El yaguareté necesita 525 mil hectáreas para tener garantiza-da una superficie de sustentabilidad para la especie. El águila arpía, 700 mil”, explica el ingeniero Luis Rey, ex ministro de Ecología provincial. En la mención de los dos más grandes

predadores que se conozcan –hoy en riesgo de extinción– se explica la pa-sión que los conservacionistas ponen para tratar que se comprenda que una selva segmentada es una selva en agonía. Desde 1999, la Fundación Vida Silves-tre desarrolla el proyecto de conserva-ción “Selva paranaense”. Convertido en otro actor fundamental, financia programas específicos llevados ade-lante por profesionales del Centro de Investigaciones Bosque Atlántico (CeIBA-Conicet) en los que monito-rean –entre otras tareas– estas espe-cies cuyo riesgo de desaparición es concreto. El yaguareté, o panthera onca, es un verdadero desvelo para los expertos. Declarado monumen-to nacional natural en 2001, el ícono entre los animales capturado con fi-nes de monitoreo fue Guacurarí, un ejemplar de 71 kilos –así bautizado en honor a un caudillo misionero– al que en 2009 se le colocó un dispositivo

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que permitió, sin ocasionarle ningún daño, obtener datos valiosos para tra-bajar con la especie. Guacurarí murió víctima de cazadores este año. La re-percusión e indignación fue enorme, no sólo entre los conservacionistas, sino en todo Misiones. “Mataron al rey” fue una consigna que convocó, incluso, a los vecinos en las calles.

ESFUERZOS DE PRESERVACIÓN

Un estudio realizado por la Univer-sidad Nacional de Misiones muestra que, entre 1930 y 1975, las hectáreas protegidas de selva se mantuvieron

sin superar las 100 mil. Los exper-tos consideran un hito a la década del 80, momento en que la toma de conciencia se volvió acción directa. Entre esa década y el 2000, las super-ficies protegidas se quintuplicaron por la creación de parques naciona-les, provinciales, reservas culturales o de vida silvestre. La tarea implicó un complejo entramado jurídico que vinculó tierras de propiedad privada y pública. Un camino que no fue fácil, sobre todo en la década del 90, cuan-do multinacionales madereras pre-sionaron fuertemente para extender sus zonas de explotación.

Ese proceso de toma de decisiones para el cuidado de la selva tuvo alti-bajos a lo largo de todos estos años, pero nunca se cortó. “Tuvimos el pri-mer Ministerio de Ecología que hubo en el país, y se creó el corredor verde, que fue una idea revolucionaria por su concepción”, cuenta Torresin. El biólogo habla de la franja que une los Parques de Salto Encantado por el sur con el Parque Nacional Iguazú al nor-te, protegiendo otras reservas que es-tán en esa traza –como la de Yaboty–, lo que permite que actualmente el bosque tenga una franja de sustenta-bilidad basada en un millón 100 mil

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hectáreas continuas. “Una extensión que permite contener la biodiversi-dad intacta original”, explica Rey.La preservación de esa franja, impul-sada por la gestión del ex ministro en 1998 e ideada por expertos recono-cidos, como el fallecido Juan Carlos Chébez, un especialista “de culto” para los conservacionistas misione-ros, es crucial. El proyecto original fue pensado con alcance internacional, aunque cuestiones burocráticas y presuntamente vinculadas a las polí-ticas de explotación agrícola llevadas adelante por Paraguay y Brasil abor-taron esa continuidad territorial. Una

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imagen lo resume: “Los guaraníes van migrando. Toman un pedazo de tierra, hacen algunos cultivos mien-tras cazan, agotan ese pedacito y se corren. Siempre, claro, orientados ha-cia el mar. Ahora, cuando van hacia el Este se encuentran con un mar, pero de soja”, explica Rey cuando describe la frontera este con Brasil. Es eviden-te, entonces, que existe una urgencia estrictamente humana. Las comu-nidades originarias subsisten sólo gracias a su absoluta simbiosis con el ecosistema reinante en la selva. Sin ella, sufrirían un proceso de peli-grosa aculturación, que los condena-ría a desaparecer. “Sin selva, no hay guaraníes”, dice Rey, parafraseando al médico indigenista Luis Honorio Rolón, ya fallecido, quien supo dejar una profunda huella entre los con-servacionistas misioneros.

DESARROLLO SUSTENTABLE

Todos los caminos del debate sobre la conservación del bosque coinciden en

señalar la importancia del desarrollo sustentable. Esto es, permitir que las tierras que cuentan con recursos ex-plotables no sean sujetos de devas-tación, sino de un aprovechamiento racional y escalonado, que permita la autorrecuperación de suelos y es-pecies. El bosque implantado es uno de los mayores focos productivos de la provincia. Se trata de extensiones en las que se plantan especies no na-tivas, pero sí “maderables”, para ser luego explotadas económicamente. Entre ellas predomina el pino, cuya tasa de crecimiento es en Misiones muy superior a la que registran otros países productores de esa madera. También lo es el turismo. “Hace unos años, el Parque Nacional Iguazú tenía una afluencia de 300 mil visitantes anuales. Hoy tiene un millón y me-dio”, explica Rey. Ese enorme poten-cial de flujo visitante permite un inte-resante foco de desarrollo económico en la explotación de los llamados “re-cursos secundarios” de la selva. Un ejemplo son los frutos, a través de los

dulces y licores que preparan y co-mercializan las chacras que rodean al parque. Una industria que es sin duda una oportuna aliada de la conciencia por impedir la pérdida del último gran pulmón de la región. Existe una ley –“De verdadera avan-zada”, opinan los expertos– que desde 1948 otorga a los árboles del macizo boscoso el estatus de “bien de utilidad pública”. Los propietarios privados de tierras selváticas son dueños del sus-trato, pero no de lo que crece en ellos. Para explotarlo, necesitan permisos especiales. Misiones cuenta con un rígido sistema de controles, pero la ley no siempre tiene un correlato en la conducta social. Las leyes se in-cumplen y los destrozos aparecen. Por eso sólo la conciencia colectiva puede salvar a una reina que, aun jaqueada, nos enseña los misterios más profun-dos de la vida: esos quince millones de años de sabiduría que no podemos permitirnos perder.

Andrea FradeFotos: José Luis Raota

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“La yerba mate de Guayakí es conce-bida como una bebida sagrada.” Alex Pryor, alma máter de esa empresa en-raizada en la mata atlántica, ve a su producto como una comunión entre la hierba, las manos que cosechan y el medio ambiente. Desde hace más de una década trabaja en un proyecto que apunta a ganar con un precio dis-tinto al de la destrucción. “El costo social y ambiental, a la lar-ga, lo pagamos todos”, dice el joven empresario formado en Estados Uni-dos. “Allá estaba siempre con el mate. A veces me decían: ‘Acá no se fuman esas cosas’. Me costó que entendieran que era la bebida de mi país”, relata. Allí empezó a pensar en producir yer-ba mate. Difundió sus propiedades nutritivas y lo instaló en sus ámbitos. Así nació Guayakí, que desde hace más de una década produce su yerba mate orgánica comprando materia prima a pequeños productores que cultivan a la sombra de especies nati-vas y cosechan con daño mínimo. Tras un proceso artesanal de secado a leña y un año de estacionamiento, llegará a los mercados de Estados Unidos y Canadá.En ese circuito productivo están in-tegrados colonos y guaraníes, con un vínculo que Pryor define como “ho-rizontal y sin asimetrías.” Las hojas cultivadas bajo la sombra de las es-pecies nativas son elaboradas para el consumo de una sociedad que se ubi-ca a miles de kilómetros, pero que se lleva dentro de sí una parte de todos. “Existen alternativas para no destruir. Tenemos una deuda con la naturale-za y es hora de pagarla”, dice Pryor. Por eso, impulsó además la creación de un vivero en Andresito, donde se rescatan especies para forestar zonas urbanas y difundir el valor del cuidado ambiental. Allí se vincula la tarea de la Fundación Agroecológica Iguazú, que también creó y que promueve nuevas formas de explotación agrícola. Más

Producircon amora la tierra

de cien alumnos de escuelas locales participaron ya de talleres de inter-cambio cuyo fin es encontrar, dicen, “el valor de la diversidad para crear caminos en común”.La tierra por un lado, las comunidades nativas por otro, el interés empresario como tercera pata. “El mayor conflic-to es la educación recibida de gene-ración en generación y que traemos todos, con eje en la estructura ‘ganar-perder’”, explica Pryor. El empresario

propone el esquema ‘ganar-ganar’, con lucro razonable y sin daño. Un co-mercio justo con sustentabilidad eco-nómica y social, sin daño ambiental ni falsa filantropía: “No sirve tener una empresa con el objetivo único de la rentabilidad y luego donar un porcen-taje por medio de una fundación para paliar el daño. Así no se logra jamás cumplir con las necesidades sociales y ambientales”, dice Pryor. Y Guayakí predica con el ejemplo.

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Guayakí es ejemplo de una nueva ge-neración de empresas que incorporan una solución ambiental y social en su núcleo de negocios. Con una sede en la localidad de Andresito, elabora diferentes productos derivados de la yerba mate, pero su misión es re-generar 60 mil hectáreas de la selva misionera y lograr la inclusión de mil familias. ¿Y el lucro? Es importante, pero para ellos no es lo principal y, tal vez por eso especialistas afirman que estas empresas integran lo que se da en llamar Nuevas Economías. Es un fe-nómeno nacido en Norteamérica, que también desembarcó en Argentina. Se trata de un concepto que va más allá de lo que se conoce como Res-ponsabilidad Social Empresaria. Son las denominadas Empresas B. Pedro Tarak es un hombre apasionado por lo que hace. Con una larga trayec-toria impulsando el desarrollo susten-table en Latinoamérica, “Peter”, como lo conocen sus amigos, es uno de los creadores en esta región de Sistema B (www.sistemab.org) que promueve el desarrollo de este tipo de empresas en Argentina, Brasil, Chile y Colombia. “La esencia es que son empresas crea-das para resolver problemas sociales y ambientales, y que lo logran a tra-vés de las actividades que desarrollan con la fuerza del mercado”, explica este emprendedor que también es socio fundador de Emprendia (www.emprendia.net), una de las primeras empresas en lograr la certificación B en Argentina. Peter describe que las empresas B definen claramente un “Para Qué”, o sea manifiestan el valor público que tienen como objetivo aportar. Para certificar se ponderan los diferentes aspectos de la relación de la empre-sa con su entorno y con sus públicos de interés (accionistas, empleados, clientes, proveedores, entre otros). “Este proceso – explica Tarak- incluye una escala de valores del ser humano

Inclusión yregeneración

en sociedad”. Después de certificar la empresa está comprometida a dar algunos pasos fundamentales. Por un lado debe hacer una “declaración de interdependencia” en la que se manifiesta conciente de su mutua dependencia con sus públicos y con la Tierra. Por otra parte, se obliga le-galmente a incorporar las soluciones ambientales y sociales a su estatuto. “Eso hace que ya no sea voluntario como la RSE”, explica el emprendedor

¿Y qué consecuencias tiene? “Cuando las papas queman –responde Tarak- la empresa no puede decir ahora me dedico al lucro, en las B no podés, porque tu naturaleza sigue siendo integrada. Es decir, ante dificultades Guayakí no puede comprar la yerba bajo sol, porque lo que vende son pro-ductos de regeneración de selva. Sino no podría venderlos. Por eso en su pu-blicidad, Guayakí vendé la vivencia de un bosque lluvioso. Es otra cabeza”.

Pedro Tarak

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yra en mi cuento “El salvaje”. Solo como un hongo al pie de esas aguas capaces de reabsorber de punta a punta una lancha de vapor…–¿Como un Robinson Crusoe que podría autoabastecerse, y escribir… harto de una sociedad que todo lo da hecho? Porque, según dicen, usted confecciona y construye ropa, mue-bles, canoas, redes… hasta las sanda-lias que lleva puestas... –Valdría la pena exponer un día esta peculiaridad mía (desorden) de no escribir sino incitado por la econo-mía. Desde los 29 o 30 años soy así. Hay quien lo hace por natural des-cargo, quien por vanidad; yo escribo por motivos inferiores, bien se ve. Pero lo curioso es que, escribiera yo por lo que fuere, mi prosa sería siem-pre la misma; […] misterios vitales de la producción que nunca se acla-rarán. Como agricultor y artesano vocacional, casi todo mi pensar ac-tual (respecto de la cuestión social) proviene de un gran desengaño.–¿Desengaño también en Misiones? Quizá porque suele no ser bien visto que un gran escritor trabaje como un hombre común…–Lo averigüé un día que, estando yo con la azada o con el pico, me dijo un peón que entraba: “Deje ese trabajo para los peones, patrón”. […] Yo robo, pues, el trabajo a los peones. Yo no tengo derecho a trabajar, ellos son los únicos capacitados. […] El único trabajador que lo ama (al trabajo), es el aficionado. Y éste roba a los otros.–Horacio Quiroga, ha sido un gran exponente de su tiempo. Pareció vi-vir con ciertos privilegios y bohemia hasta que decidió combatir la indo-lencia del escritor con la actitud pro-fesional, y la del peón con la actitud vocacional. ¿Buscaba en los libros la respuesta? –Estoy leyendo ahora una Enciclope-dia Agrícola de 1836, un siglo, justo, por donde saco que muy poco hemos

El primer contacto que tuvo con Misiones fue en 1903, cuando su amigo Leopoldo Lugones lo invitó a tomar fotos en una expedición de estudio a las ruinas de San Ignacio, ¿verdad?… Horacio Quiroga se atu-sa la barba y calla. No responde. En realidad pregunta no hubo. Pero qué es una pregunta, me cuestiono y, curiosamente, para definirlas son válidas las palabras con las que Qui-roga, definió qué es un cuento: “…

es una flecha que, cuidadosamente apuntada, parte del arco para ir a dar en el blanco. Cuantas mariposas trataran de posarse sobre ella para adornar su vuelo, no conseguirían sino entorpecerlo”. El escritor cruza sus manos sobre las rodillas y son-ríe. Espera… Intento.–¿La soledad ha sido su utopía, don Horacio? ¿Necesitaba vivir fuera del mundanal ruido, y solo?–Solo como un hongo. Como el Gua-

Soledades, pasiones, su relación con Soledades, pasiones, su relación con Soledades, pasiones, su relación con Soledades, pasiones, su relación con Soledades, pasiones, su relación con Soledades, pasiones, su relación con la tierra y con las mujeres. Una charla la tierra y con las mujeres. Una charla la tierra y con las mujeres. Una charla la tierra y con las mujeres. Una charla la tierra y con las mujeres. Una charla ilusoria realizada por la escritora ilusoria realizada por la escritora ilusoria realizada por la escritora ilusoria realizada por la escritora Silvia Miguens, con párrafos textuales Silvia Miguens, con párrafos textuales Silvia Miguens, con párrafos textuales de Quiroga, para honrar el recuerdo de de Quiroga, para honrar el recuerdo de de Quiroga, para honrar el recuerdo de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de uno de los más grandes cuentistas de la historia de la lengua española. la historia de la lengua española. la historia de la lengua española. la historia de la lengua española. la historia de la lengua española.

Reportaje ilusorioa Horacio Quiroga

AQUEL HOMBREY SU SELVA

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adelantado en la materia.–Después de que su última esposa, María Elena, y su hijita regresaran a Buenos Aires, volvió a quedarse solo; hubiera podido, entonces, escri-bir mejor sin tensiones familiares, con sólo aquel bicherío que ululaba de día y de noche. Sin embargo, se dedicó por completo a escribir car-tas… ¿Sentía que ya nada tenía para contar o necesitaba interlocutores y lectores más cercanos?–Cuando he escrito esta tanda de aventuras de vida intensa (la serie de cuentos publicados en la revista Fray Mocho), vivía allá, y pasaron dos años antes de conocer la más mínima impresión sobre ellos. […] venía por aquí (Buenos Aires) cada dos años, apenas si uno que otro me decía dos palabras sobre esas historias, que a lo mejor llevaban meses ya de apareci-das cuando veía a alguien.–Quiere decir que, a pesar del aban-dono al que terminaron por some-terlo sus mujeres, era mayor con-flicto la falta de respuesta de los lectores. ¿Por eso tal vez las cartas a un lector tan avezado como su ami-go Ezequiel Martínez Estrada? –Sabe usted qué importancia tienen para mí su persona y sus cartas –re-cuerdo haberle escrito–. Voy que-dando tan, tan cortito de afectos e ilusiones que cada uno de estos que me abandonan me lleva verdaderos pedazos de vida.–¿Abandono, pedazos de vida…? Tal vez, vivir sea ir perdiendo pedazos de vida hasta agotarla. Pero ¿acaso no dice que desde niño llenaba sus días con la lectura?–Poe era en esa época el único autor que yo leía. Ese maldito loco había llegado a dominarme por completo; no había sobre la mesa un solo libro que no fuera de él. Toda mi cabeza estaba llena de Poe. Ahora comprendo. Recuerdo a Poe como vital pero oscuro, una carac-

terística de Quiroga, oscuridad, cer-canía a la muerte y a la locura. Me gusta practicar un ejercicio con la lectura y con el cine: retomar la mis-ma historia, escrita o en películas en diferentes momentos míos y descu-brir o redescubrir cosas nuevas. Re-leyendo a Quiroga y acerca de él, me sucede de nuevo. A tres años de la expedición de estudio a las Ruinas Jesuíticas, compraba terrenos en San Ignacio sobre una ensenada del Paraná donde, con un par de peones, levantó una cabaña. Allí vivió con

su esposa, Ana María Cirés, y na-cieron sus hijos Eglé y Darío, hasta que Ana María se suicidó. Él volvió a Buenos Aires con los niños. Años después, cuando regresó a la selva, llegaba con un nuevo amor, María Elena, compañera de su hija Eglé… –¿Y las mujeres? ¿Ha tenido relaciones complejas con ellas? –La complejidad es femenina, no cabe duda –responde esbozando una vez más una pobre sonrisa–. Y las mujeres emotivas, creo que sin excepción, razonan como lo hace un hombre con 40 de fiebre. Tienen para la vigilia la lógica descabellada que nosotros hallamos solamente en lo más absurdo de los sueños.–Pero usted no ha sido fácil de llevar, por algo su fama de hombre fatal y apasionado… ¿Escritor al fin? Quién sabe, primero se es un ser humano con todas las mañas y luego se devie-ne escritor, conquistador, romántico,

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esto es capital y él sólo debe ocupar la gran vidriera.–¿Y las mujeres? ¿Y Alfonsina? –insis-to. Él baja los párpados sobre el brillo intenso que de pronto han tomado sus ojos y sólo murmura unos versos de la Storni.–Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta: deseamos y gustamos la miel / Y en el cerebro habemos un poquito de estopa. […] mi alma es toda fantástica, viajera, y la envuel-ve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino.–Sabe que sus mujeres han sido libres para decidir, y que hasta Alfonsina decidió cuando la invitó a vivir con él y ella sólo hizo caso a Quinquela, que le advirtió: “¡¿Con ese loco?!”. –Nada más responde. Se aleja por el cañaveral, alcanzo a ver su melena re-negrida y ensortijada entre la maleza. Tuve ocasión de conocer la cabaña en los noventa. Una precaria casa con un precario mantenimiento. Pude presentir a Quiroga y cada uno sus fantasmas. Sus apasionados amores, el murmullo de los niños en la semioscuridad, el sol arrasando las paredes a la cal, el patio de la-drillos, el aljibe. Un gato, lagartijas escurriéndose entre los muros, y la culebrita enroscándose en las glici-nas. Todo estaba ahí, todo sigue ahí como en sus historias: y la muerte, y el suicidio, tan frecuentes en su en-torno. El suyo fue apenas uno más en su vida. Internado en el Hospital de Clínicas, el 19 de febrero de 1937, eligió no seguir siendo presa del cáncer, y con una copa de cianuro brindó con la muerte. En cierta oca-sión escribió: “Abandonábamos la vida porque ella nos había abando-nado ya... ”

Bibliografía: Genio y figura de Horacio Quiro-ga, de Emir Rodríguez Monegal; El hermano Quiroga. Cartas de Quiroga a Martínez Estrada, de Ezequiel Martínez Estrada.

Silvia Miguens

apasionado con ese delirio por las pa-siones tortuosas…–Yo soy bastante fuerte, y el amor a la naturaleza me sostiene más to-davía; pero soy también muy senti-mental y tengo más necesidad de ca-riño –íntimo– que de comida. A mi lado, mi mujer es cariñosa a la par que cualquiera, pero no vive conmi-go, aunque viva a mi lado. –…es que a esa complejidad femeni-na se la ha enfrentado con esa lógica descabellada de los hombres que –se-gún ha dicho– sólo encuentran en sus sueños, y ninguna duda de que usted ha sido un gran soñador…–¡Qué tremendo y complicado es todo esto! Hay cien razones morta-les para condenar, y otras cien para excusar. Pero yo soy un solitario, es lo cierto. Mi exceso de personalidad –como dice mi mujer– me hace sen-tir cadenas en la más ligera traba a mi voluntad. –¿Solitario que necesita un interlocu-tor o varios… y mucha actividad…?–La única cura para estados como el mío es el trabajo. […] Verá mi día, el de hoy: 5.45. Me levanto, tomo tres mates flojísimos, asunto de excitar el hígado. Enseguida, a rastrillar el ensanche del jardín: 45 x 22 metros, que hice arar ayer y donde he puesto

17 frutales que compré en Bonpland. 6.30, desayuno. 6.40 a 8, en el par-que, macheteando el yuyo que inva-de la gramilla. ¡Viera mi parque! Lo verá y pronto. 8 a 10, arreglo del ta-ller, muy ordenado desde hace tiem-po. 10 a 11.30, vuelta a rastrillar. 11.30 a 12.45, almuerzo. […] 13 a 14, apronte de elementos para calafatear y arre-glar la canoa. 14 a 16, en el río con la canoa. […] Todas las tardes, al con-cluir el trabajo, me pongo pulcrísi-mo de punta en blanco. […] 17.30, voy al correo y al almacén a traer bulo-nes de 2” para la canoa. (El pueblo queda a 1.700 metros de aquí). 18, en-ciendo el farol de nafta y arreglo un poco la radio, con radiotrones que he traído del pueblo para ensayo. […] 19, comienzo a escribirle, amigo, y hace un instante pasan el noticioso de La Prensa…–¿Un escritor necesita soledad, y al mismo tiempo interlocutores válidos y saber qué pasa en ese mundo coti-diano que no lo incluye? ¿Compartir su entorno y sus inquietudes? –Deje las ideas de lado y ordene sus sentimientos. Aquéllas están bien en cualquier lado. Y cuanto menos espacio ocupen, mejor. Pero los sen-timientos –el verdadero sentimien-to de lo que debe ser nuestra vida–,

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ApóstolesAristóbulo del ValleBernardo de IrigoyenComandante Andresito Eldorado El Soberbio Jardín América Monte Carlo OberáPosadas Puerto IguazúPuerto RicoSan IgnacioSan JavierSan Pedro San VicenteWanda

y sus riquezas

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El espejo de Misiones

Alguna vez la totalidad de su territorio es-tuvo cubierto por densas selvas, salpicadas por caudalosos ríos que despeñaban sus aguas en cataratas estruendosas. Sus tie-rras rojas, albergaban todo tipo de animales y aves, y exóticas flores de colorido único. En los caudalosos torrentes del Paraná y el Iguazú, abundaban el patí, el manguruyú y el dorado. Este verdadero Paraíso era el re-fugio de las tribus káingang y xokleng pri-mero, y de los mbyá-guaraní después hasta la llegada de los españoles en 1527, quienes quedaron azorados por la magnitud del pai-saje. La presencia de los Jesuitas le daría a Misiones un carácter único, distinto al de cualquier otra provincia de la Argentina. La cultura europea no se impondría a la fuerza como en el resto del país, arrasan-do con la cultura originaria. En su lugar, el trabajo conjunto llevado adelante en las re-ducciones jesuíticas a partir del siglo XVII, fusionaría el legado mbyá-guaraní con la impronta ibérica y cristiana, creando una matriz única de usos y costumbres que en-riquecerían los inmigrantes europeos que empezaron a llegar a la provincia a fines del siglo XIX y principios del XX. Esta nueva afluencia cultural comenzaría en 1898, con el arribo de polacos y ucranianos de la zona de la Galitzia, y se reforzaría con inmigran-tes alemanes llegados de Brasil o de Europa. En Misiones, a diferencia de lo que ocurre en el resto de las provincias de nuestro país, no predominó una de estas culturas sobre las otras, lo que produjo una diversidad cul-tural única en la Argentina, que se celebra en la fiesta nacional del inmigrante que se realiza en Oberá, ciudad que alberga hoy numerosas colectividades: paraguaya, sue-ca, danesa, noruega, finlandesa, islandesa, española, rusa, Japonesa, francesa y árabe. Hoy, Misiones cuenta con una población que supera el millón de habitantes y se dis-tribuye sobre una superficie de 29.801 km 2 (lo que la convierte en la segunda provincia más pequeña del país). La selva misionera representa el principal

aporte a la economía provincial, gracias a la explotación forestal de especies como el cedro misionero, el petiribí, el gautambú o el incienso. Las tierras ganadas a la selva se destinaron a la agricultura, otro punto fuerte de la economía misionera, destacán-dose la yerba mate y el té como los cultivos más importantes, aunque no los únicos ya que abundan las plantaciones de cítricos y frutas, por ejemplo. Los procesos de indus-trialización asociados a estas producciones primarias, como los molinos yerbateros, se-caderos de té y tabaco, fabricación de celulo-sa y papel y transformación de la madera y muebles, completan el sustento económico de la provincia. La selva misionera ya no es la reina exclusiva del paisaje: la tala in-discriminada la ha reducido a un 35% de lo que fue hasta mediados del siglo XX, cuan-do todavía cubría la totalidad del territorio provincial. Sin embargo, sigue siendo un imponente pulmón natural, alimentado por sus ricas tierras y por una humedad que se mantiene siempre entre el 75 y el 100%. En esta jungla subtropical vive una riquísi-ma variedad de especies animales, muchas de las cuales –acechadas por la destrucción de su hábitat- se encuentran en peligro de extinción. El yaguareté, el puma, el oso hor-miguero, el tapir, el yacaré overo, el tatú carreta, el guacamayo rojo, el macuco, el tu-cán y la yacutinga son tan solo algunos de los miembros de esta fauna tan maravillosa como amenazada. Afortunadamente, estas acechanzas no le han quitado a Misiones su carácter de incomparable belleza. Por el contrario, su voluptuosa naturaleza, la ge-nerosidad de sus paisajes, y las bondades de su clima subtropical sigue siendo un imán irresistible que atrae al turismo del mundo entero. El Parque Nacional Iguazú, un semi-círculo natural de 2.700 m de extensión con 275 caídas de agua, convocan anualmente cerca de un millón de visitantes. Las emble-máticas Cataratas son la síntesis perfecta de ese tesoro natural que es Misiones, un rincón del Paraíso en la Tierra.

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Las palabras se forman con las siguientes sílabas:A – BA – CA – CAN – CU – CU – CU – CO – COR – CHA – CHI – CHO – DAS – DO – DO – DO EL – EN – FA – GA – GUA – GUA – JA – LA – LA – LA – MA – MEN – MOR – NI – NIO – PA – PA PA – PE – PHO – PO – PO – PRI – RA – RA – RE – RE – RE – RE – RI – SA – SAL – SO – SU – TA TA – TE – TE – TIN – TO – YA – YA – YA.

Soluciones en página 104

Definiciones

1. Especie arbórea portadora de bellísimas flores, que en Misiones abunda bajo su tipo rosado.2. Nombre que recibe la tarea de cosecha manual de la yerba mate.3. Nombre de la lengua original de la principal et-nia originaria de la zona misionera.4. Nombre de un ave que, aunque es oriunda de Brasil, abunda en Misiones.5. Especie de féretro construido en cerámica en el que los guaraníes depositaban a sus difuntos en posición fetal, o a sus huesos, tras dejarlos descar-nar en el monte.6. Nombre de la mariposa cuya especie azul abunda en la zona selvática misionera. Posee alas iridiscentes, por lo que es a veces criada artificial-mente para su manufactura en joyas.7. Trópico que se ubica apenas por sobre la provin-cia de Misiones.8. Pez que habita y se desarrolla en las aguas del río Paraná. De forma ovoide y plana; es habi-tualmente capturado por los nativos de la zona mesopotámica con trampas, dado que su boca pequeña complica las carnadas.9. Salto de aguas ubicado en el departamento de Cainguás, municipio de Aristóbulo del Valle, bau-tizado así por una leyenda guaraní vinculada con el amor.10. Nombre de origen guaraní que recibían los obreros que, en condiciones de hacinamiento y precariedad, trabajaban en las cosechas de yerba mate hacia el siglo XIX.11. Ciudad ubicada al nordeste de la provincia de Misiones, fundada en 1919, como centro de colo-nización europea.12. Actual capital de la provincia de Misiones, fun-dada por primera vez el 25 de marzo de 1615, por el jesuita San Roque González de Santa Cruz.13. Nombre de la roca cuyos minerales compo-nentes otorgan a la tierra de la zona su natural y característica tonalidad roja.14. Apellido de un reconocido cantautor misionero nacido en Posadas, en 1927. Creó un ritmo propio, el gualambao, con el que pretendió identificar musicalmente a su provincia.15. Felino típico del cordón de la selva paranaense que se ubica entre Iguazú y Jardín América, tam-bién conocido como Panthera onca.16. Alimento típico de la zona mesopotámica, ela-borado con harina de mandioca, huevo y queso.17. Famoso sendero del Parque Nacional Iguazú, cuya principal característica es su gran porte, que alcanza hasta 53 centímetros de ancho y 7.000 metros de longitud lineal.18. Danza típica cuyo desarrollo en la zona se re-monta a la época posterior a la guerra de la Triple Alianza. Es un baile vivo, que se despliega con las parejas sueltas y cuyos pasos se asemejan mucho al chamamé.19. Tradicional infusión que se elabora con yerba mate y se bebe generalmente muy fría, con el agregado de jugos cítricos como limón o pomelo.20. Apellido del abogado que gobernó la provin-cia de Misiones entre 1908 y 1911, impulsor de la línea férrea que unió Posadas con Buenos Aires y del primer escudo misionero.

Se podrá leer el título de uno de los cuentos que componen el libro Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga.

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El fuerte olor a jengibre mezclado con otras h ierbas de la coc i na misionera perfuma el ambiente. Una olla hierve la fusión de las culturas mientras el mate, símbolo de la tierra colorada, pasa de mano en mano.El lenguaje es extraño, pero la tona-da vuelve a tener la impronta local. De fondo, una radio le pone ritmo tropical al grupo que repasa su his-toria. Estamos sentados debajo de un árbol de mango, sobre unas tari-mas de madera que ofician de asien-to, de unos tres metros de largo. El lugar parece salido de una vieja pelí-cula: las casas se ubican unas frente a otras, como en un gran círculo, for-mando un patio central por donde pasa la vida social. Es a las afueras de la ciudad de Posadas, donde vi-ven hoy doce familias de los laosia-nos hmong.Phonh Phanthachith es tatuador de

oficio, fuma un cigarrillo tras otro y casi no para de hablar, aunque pa-rece tener una respuesta meditada para cada pregunta. “Ayer hablé con mi mamá, que está en Laos. Estamos contentos porque puede ser que el año que viene me vaya a verla, por primera vez en todos estos años”, cuenta con entusiasmo. Esos años que menciona son más de tres décadas. Llegó a Misiones con 22 años cumplidos y desde entonces no volvió a ver a su familia, ni a su madre, que hoy tiene 80 años. “Pasa el tiempo… mis hijos ya están todos grandes. Acá están mis amigos, mi gran familia; siempre estuvimos juntos y nos ayudamos mucho entre nosotros, como también otros ami-gos argentinos que nos enseñaron a hablar, a movernos”, señala.Vinieron a Misiones, una provincia con casi cien años de experiencia re-cibiendo inmigrantes de todo el pla-

neta. Y trajeron sus costumbres, su espiritualidad, sus ganas de trabajar y su gran experiencia como horticul-tores, masajistas y tatuadores.Un siglo antes, en 1876, el presiden-te Nicolás Avellaneda promulgó la Ley de Inmigración y Colonización que fomentó la llegada de europeos que vinieron a poblar la Argentina. Misiones, por entonces territorio na-cional, fue uno de los que más se be-nefició con aquella ley y recibió, en pocos años, a inmigrantes de todos los rincones del mundo. Alemanes, rusos, ucranianos, austríacos, fin-landeses, polacos, italianos, dina-marqueses, suecos, suizos, brasile-ños, libaneses, franceses, ingleses, españoles, sirios, japoneses, corea-nos del sur, taiwaneses, senegale-ses y haitianos habitan la provincia desde entonces y ayudaron a confor-mar su particular idiosincrasia, que se manifiesta en la fisonomía de sus

LOS ÚLTIMOSINMIGRANTESLAOSIANOS EN POSADAS

Es una de las comunidades menos conocidas de Misiones. Llegaron en 1980 huyendo de la guerra y buscando la paz en una tierra desconocida, pero muchos no lograron insertarse y decidieron emigrar. Los que quedaron viven en un pequeño poblado a las afueras de la ciudad.

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alguna cuestión especial. Acá en la colonia son todos laosianos que vi-nieron hace 32 años, pero vivimos casi igual que como viven mis pa-dres o mis amigos argentinos”.La colonia abarca 22 hectáreas de campo donde cultivan básicamente verduras y crían cerdos, que venden en las carnicerías y mercados de la ciudad. “Con esto vivimos, más algu-nas tiendas o algunos trabajos como masajes o tatuajes, donde los laosia-nos son especialistas, pero sacrifica-dos como cualquier misionero que vive de su trabajo”, agrega Sandra.De acá salen el jengibre, el nabo, lechugas, cebollita de verdeo y pe-rejil, ají y repollo que, al igual que la carne de cerdo y algunas aves, comercializan en Posadas. “Estamos tranquilos, nos gusta estar acá, aun-que muchos de nosotros se fueron

a otras provincias en busca de un futuro mejor, o se radicaron en los Estados Unidos o en Europa, pero siempre vuelven”, concluye Phonh.

BUDISTAS

La religión es importante dentro de la comunidad. El budismo es la prin-cipal, aunque recién recuperaron su práctica hace poco más de diez años. El templo, atípico para el paisaje mi-sionero, se yergue detrás del portal del ingreso a la colonia. El templo de iniciación que funciona los fines de semana y la casa de oración, donde dos monjes budistas pasan gran par-te de sus días, son las edificaciones más llamativas y las más respetadas. La casa tiene las puertas abiertas y los monjes interrumpen su medita-ción para escuchar y responder gus-

habitantes, en la arquitectura reli-giosa y hasta en la traza de sus pue-blos y ciudades.Los laosianos, los últimos inmigran-tes, llegaron a la Argentina en 1980, en plena dictadura militar, huyen-do, paradójicamente, de la violencia y represión en su país. Los diarios de la época los muestra sumidos en la miseria, aunque la propaganda apela a los misioneros a tenderles una mano: “Buscaron con el riesgo de sus vidas trabajo, paz y libertad. La Argentina les dará trabajo, paz y libertad”, dicen las publicidades de entonces. Pero instalarse no fue fácil y muchos decidieron emigrar a otras provincias y a otros países americanos mientras otros tantos regresaron a Laos. Los que se queda-ron pudieron insertarse aun sobre las diferencias.Es una tarde de septiembre tran-quila en la Colonia Laosiana. Unos pocos chicos juegan y corren entre árboles y mascotas, se hablan entre risas y mezclan vocablos en español y en laosiano. Sandra Bonifacio, ar-gentina criolla y de familia misio-nera, rescata a su pequeño Maitri, de un año y medio, que se esconde tras cajones de verduras. Sandra tiene 26 años y dos hijos (Jahir y Maitri) con el laosiano Maitri.“Vivimos tranquilos, integrados y como una gran familia –explica–. No tenemos presente que ellos vie-nen de Laos y que yo soy argentina, salvo cuando se habla del tema por

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tosos las preguntas de este cronista.El budismo no es sólo una religión. Es también una expresión artística y social que tiene más de 2.500 años. En sus creencias, algunos podrán alcanzar la iluminación de Buda du-rante la vida. Otros necesitan varias vidas. Es que creen en la reencarna-ción y sustentan esa creencia en las mismas prácticas que realizan como parte de su fe: marcar con carbón al-guna parte del familiar recién falle-cido y esperar a que vuelva a nacer, reencarnado en niños que exhiben las mismas marcas tiempo después.Es 21 de septiembre, Día de la Prima-vera, y están casi todos los laosianos de Posadas reunidos en el gran patio. Proyectan, opinan y colaboran con la construcción del primer Buda que tendrá la Colonia Laosiana, de más de 10 metros de altura, frente al tem-plo y al portal de acceso al barrio.Los monjes, los venerables Youth Ba-rua y Pallab Barua, junto al inquieto Phonh Phanthachith, trabajan en la construcción de la estatua que pro-meten imponente, erigida mirando hacia el portal de entrada. Ya está he-cha la fosa de la base, comenzada en los primeros días de primavera.Phonh, el que hace los tatuajes, es el director de la obra. Los monjes, los principales ayudantes que, con las túnicas arremangadas, cavan la tie-rra colorada. Ellos llevan sólo trece meses en Misiones y pareciera que se quieren quedar. “Si nos vamos o nos quedamos va a depender de esta co-munidad y de lo que nos pase en este tiempo”, señalan. Los laosianos hoy sienten suya a la tierra colorada y los que se quedaron por más de tres décadas ya no pien-san en volver a emigrar. Sus hijos argentinos y ese mate amargo que pasan de mano en mano son los sím-bolos de la identidad adquirida.

Raúl Puentes

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Robles levantó el rancho cerca de un ojo de agua, para que la Juana tuvie-ra a mano agua fresca para hacer la comida, lavar la ropa y paliar la sed en las horas ardientes del verano. La Juana era muy jovencita y Robles sabía que no se había querido venir de Posadas al monte, pero el trabajo es el trabajo. Robles necesitaba estar encima del obraje, sabía que de vez en cuando algún peón se ponía me-dio remolón y entonces había que ponerlo en caja. “Hay que dar ejem-plo –decía–; si no, todos los demás se tiran a chantas”. Así se instalaron nomás, y mientras Robles se iba al obraje, la Juana se quedaba en el rancho, haciendo las labores de la casa y mirando pasar el tiempo hasta que su marido volviera. A la Juana le gustaba irse hasta el ojo de agua, tan cerquita que esta-ba, a pasar el rato. Se sentaba ahí, a mirar su reflejo joven en el agua y a escuchar el canto de los pájaros. El sol no golpeaba tan fuerte gracias a los árboles. Era el único lugar y el único momento del día en que la Juana sentía cierta alegría. En ese rato junto al agua clara, se olvida-ba de todo lo que extrañaba de Po-

sadas, de su familia, de su casa, de sus amigas. Juana se había casado demasiado joven; Robles era más grande y experimentado que ella, era duro. La muchacha sentía que se la había llevado al monte para dejarla languidecer en el olvido, alejada de todo aquello que amaba. Y para colmo estaba lo del bebé, esa daga en el alma. Cada vez que pen-saba en él era como si la tristeza se volviera física, invadiendo su cuer-po y aplastándola por completo. De-cían que el tiempo cura las heridas,

pero ella sentía su corazón en carne viva, incapaz de lidiar con el dolor de esa pérdida absurda. Una mañana, andaba perdida en sus pensamientos, cuando le llamó la atención el grito de un pájaro. El Chongo, un perrito cimarrón que siempre la acompañaba, se paró enseguida, las orejas firmes y la cola tiesa, atento. Juana escuchó de nuevo ese grito extraño, deforme, casi humano, que brotaba de algún

lugar entre los árboles. El lomo del Chongo se erizó y empezó a gruñir, con la vista clavada en la espesura. “Vamos, Chonguito –susurró Juana mientras se ponía de pie–. Mejor volvamos a casa…”. Pero el perro se-guía quieto, tenso y vigilante. “¿Q… qué hay, Chongo?”, dijo Juana. La única respuesta fue un tercer grito, más largo y lastimero que los ante-riores. Y más cercano también… De pronto, el Chongo empezó a ladrar, mientras giraba nerviosa-mente en el lugar. Juana, que ya se

alejaba presurosa, miró hacia atrás. Del otro lado del ojo de agua ha-bía aparecido un niño. Era muy rubio, el pelo casi blanco, y estaba agachado, revolviendo el agua con algo que pa-

recía una vara de color dorado. Su piel era muy pálida, casi traslúcida, y brillaba ligeramente a la luz del sol, como si estuviera húmeda. El Chongo lanzó un aullido, y enton-ces el niño levantó la vista hacia el perro y su dueña. Sus facciones eran extremadamente hermosas, delica-das; parecían haber sido creadas por un artista. Pero cuando Juana vio sus ojos, no pudo evitar que un estremecimiento le sacudiera todo

Leyenda misioneraYasiyateré

una mañana, andaba perdidaen sus pensamientos, cuando le llamó

la atención el grito de un pájaro

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el cuerpo. Eran grandes, de un ex-traño color indefinido. De tan gran-des, casi no se les veía el blanco, lo que los hacía ajenos, como si no fue-ran de este mundo. Sin embargo, a pesar de la inquietud que le genera-ban, Juana no podía dejar de mirar-los. El niño le sonrío. Y esa sonrisa no era agradable, había algo malé-volo en ella, algo que gritaba peli-gro. Juana no podía apartar la vista de aquellos ojos que parecían tener vida propia. La mirada del niño do-minó todo el espacio de su concien-cia, escarbando en su cerebro, en su alma, en sus recuerdos. Y del fondo de sus entrañas surgió el fantasma torturado del bebé, de su chiquito, del Luisito… Los ojos se le llenaron de lágrimas. El dolor era un puño de acero que le estrujaba el corazón. Con las pupilas empañadas miró al niño. Ya no estaba allí. En su lugar estaba su chiquito, el Luisito. Estaba parado ahí nomás, del otro lado del agua, sonriendo. “Mami”, le dijo. Y la Juana corrió hacia él.Cuando Robles volvió al rancho, sólo lo recibió el Chongo. Estaba asustado con la cola entre las pa-tas. Las luces apagadas y el silencio absoluto de la casa le presagiaron alguna desgracia. Llamó a su mu-jer, la buscó por todos lados, pero

no había la más mínima señal de ella. Convocó a los peones y juntos emprendieron la búsqueda. Corrie-ron al ojo de agua, el primer lugar al que la lógica les indicó ir. Allí estaba el balde de la Juana, incluso uno de sus zapatos, pero no había rastros de la mujer. Uno de los peo-nes encontró sus huellas, que se in-ternaban en la selva. Y junto a ellas otras más extrañas, más pequeñas. “¡Parecen las de un niño!”, exclamó Robles. “Es el Yasi… ¡Se la llevó el Ya-siyateré!”, murmuraban los peones. Robles se enfureció. Su mujer ha-bía desaparecido y aquellos brutos salían con habladurías de pueblo. Montó su caballo y galopó hasta la comisaría, que estaba a un par de leguas. Ya había caído la noche y la policía se negó a emprender la búsqueda, pero al día siguiente se organizaron varias partidas para tratar de encontrar a la muchacha. La buscaron durante una semana, sin éxito alguno. Finalmente desis-tieron. Robles no tuvo más salida que transitar el arduo camino de la resignación.Había pasado casi un mes de la des-aparición de la Juana. El Gringo Po-

povic, un polaco que se dedicaba a elaborar caña con un alambique, volvía de traficar damajuanas en el obraje cuando escuchó una voz que le llegaba desde lo alto. Levantó la vista y allá arriba, entre las ramas de un quebracho, vio un bulto ex-traño y pálido. Se asustó y sacó la escopeta, listo para tirarle a lo que fuera aquella cosa. Pero un segundo antes de apretar el gatillo, alcanzó a darse cuenta de que no se trataba de un monstruo misterioso. Era una persona. Una mujer, casi completa-mente desnuda y con los pelos des-greñados, estaba encaramada a las ramas del árbol y se balanceaba ha-cia delante y hacia atrás, mientras repetía algo ininteligible. El Gringo la llamó varias veces, pero la mujer seguía con la vista perdida, murmu-rando. Popovic se fue de vuelta al obraje y volvió con varios hombres, Robles entre ellos. La bajaron. Robles cayó de rodillas ante ella. “¡Juana!”, gimió, los ojos llenos de lágrimas. Pero ella ya no estaba allí. Su mente era sólo un recuerdo remoto, tamba-leando en un abismo infinito. Ape-nas repetía una y otra vez: “Mi Lui-sito… se perdió… se perdió”.

La leyenda del Yasiyateré tiene origen guaraní y está muy difundida por Paraguay y el Litoral argentino, especialmente en Misiones. Este duende con aspecto de niño rubio, dueño de un

hipnótico canto semejante al de un ave, se aparece a la hora de la siesta y tiene por afición raptar a niños y mujeres, a los que vuelve locos para dejarlos luego abandonados.

Alberto Moreno de la FuenteFoto: José Luis Raota

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Crónica de viaje al mundo mbyá

Viven en medio del monte pero interactúan con el pueblo que está a unos 13 kilómetros. Mantienen sus creencias ancestrales y luchan por resguardar su identidad frente a los avances del mundo moderno. Es la comunidad Tamanduá, en el centro de la provincia Misiones.

GENTE DE LA TIERRA

Es mediodía y el sol quema sobre el camino polvoriento que a tramos se hace empinado, resbaladizo. Nos detenemos para mirar la selva que se yergue sobre todo el paisaje. A lo lejos, sobre un valle escondido bajo un monte espeso, se ven las casitas de la aldea. Estamos recorriendo los trece kilómetros de tierra colorada que separan al apacible pueblo de 25 de Mayo, en el centro de Misio-nes, de la comunidad Tamanduá. Allí, en medio de unas 3.200 hectá-

reas que les fueron cedidas con títu-lo de propiedad en los años setenta, viven unas treinta familias mbyá guaraníes. Un poblado que busca resguardar su cultura y su identi-dad, y aunque interactúa lo necesa-rio con el mundo moderno, no está exento de sus potentes influencias. A los costados del camino se nota el avance del desarrollo económi-co. Hay terrenos recién desmonta-dos, alambrados, vacas que pastan, también plantaciones de té y taba-

co. Nos cruzamos con tres chicos que caminan hacia el pueblo. Más adelante una mujer viene monta-da en un moderno cuatriciclo. Nos saluda. Es una de las maestras de la Escuela Intercultural Bilingüe nº 683 Yakà Paù, que está en el interior de la comunidad. No vemos más personas en todo el camino.Una hora antes de viajar, buscamos en 25 de Mayo al cacique Alcides Fe-rreira, quien está haciendo trámi-tes en el pueblo. Es un hombre

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PUEBLOS ORIGINARIOS

joven, agradable, y nos da permiso para ingresar en Tamanduá. Una cuestión de respeto. Para entrar a la aldea cruzamos un pequeño puente por encima del arroyo Alegre, nombre que hace honor a sus aguas cristalinas y me-lodiosas. El auto se detiene. Hay un profundo silencio, sólo se escuchan algunas risas de chicos que juegan. El tiempo parece otro tiempo.En Tamanduá encontramos a Jorge-lina Duarte, una joven de 36 años

que nació y vivió en la comunidad hasta los 18 años. Ahora vive en Po-sadas y regresa todos los fines de semana que puede para estar con su familia: tres hermanos, primos, y su madre, que vive en una comunidad mbyá de Brasil pero la acompaña en estos días. Su abuelo es Dionisio Duarte, el opyguá, o guía espiritual, a quien entrevistaremos por la tar-de (ver aparte). Jorgelina recuerda que cuando era chica solía hacer los 13 kilómetros a pie, unas tres horas caminando, hasta llegar al pueblo. Hoy trabaja y estudia la carrera de Antropología en la Universidad Na-cional de Misiones, y enseña la ma-teria Lengua y Literatura Mbyá en colegios secundarios. Tenemos mu-cha suerte de haberla encontrado. Su conocimiento y buena voluntad nos abren la puerta al pensamien-to de Tamanduá. Nos revela que su

nombre originario es Jachuká Reté y después nos explicará por qué es muy importante para ella. Lo primero que nos enseña es el ¡Agujyevete!, un saludo que se ofre-ce con los brazos levantados y las manos abiertas. Es también una forma de agradecimiento que nos retribuye cada persona que cruza-mos, joven o mayor, siempre con un gesto similar y una sonrisa.“El agujyevete –explica Jachuká– quiere decir que todo esté en orden nuevamente, que todo se renueve, y que todos estemos en la búsqueda constante de la perfección. ¿Escu-chaste que el mbyá va buscando la tierra sin mal? Es como una tierra donde no existe nada malo. Pero esa tierra esta acá, no es que está arriba como el paraíso, o el cielo”.En la comunidad viven unas 140 personas, pero se ven pocos hom-

Jorgelina Duarte, Jachuká Reté

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bres; muchos están haciendo traba-jos rurales o changas en el pueblo. Las casas son de madera, techos de chapa, piso alisado y están ubica-das en un radio de no más de tres-cientos metros. Pegada a su casa, cada familia tiene un espacio cu-bierto más pequeño, una especie de casita hecha con barro amasado y caña tacuara. Es el lugar de en-cuentro, donde se suelen reunir a la noche y “donde hacen el fuego y se sienten más cómodos”, explica Jorgelina. En lo que sería el centro de la comu-nidad está el opy, el lugar sagrado, una especie de templo hecho tam-bién de barro y tacuara, donde se llevan a cabo las ceremonias enca-bezadas por el opyguá. Además de la escuela, hay un puesto de salud donde atienden dos agentes sanita-rios que son mbyá, y un médico que pasa cada quince días. Poseen agua corriente gracias a una perforación que se realizó hace ocho años por un programa de desarrollo comuni-tario indígena. “Antes buscábamos el agua de una vertiente de allá arriba (señala el monte), pero ahora

en verano se seca”. También tienen luz y gas en garrafas. Cerca de la entrada nos cruzamos con el cementerio. “Para nosotros es el lugar donde se entierra a alguien cuando muere, pero no lo solemos visitar –dice Jorgelina–. Nosotros creemos que tienen que volver a la naturaleza y hay que dejarlos en paz, descansar, no hay que ir a mo-lestarlos”.

IDENTIDAD, TERRITORIO

Después de recorrer la comunidad, de dar y recibir muchos agujyevete, caminamos hasta el arroyo y nos sentamos cerca del agua para que Jorgelina nos cuente más sobre su cultura y su forma de vida actual. Aclara que lo que dice es siempre sobre “la realidad de esta comuni-dad, eso no quiere decir que sean todas iguales”. “Nunca escuché que un mbyá estu-viera depresivo –afirma–, y no hay casi enfermedades cardiovascula-res como infartos, por ejemplo. Hay enfermedades que son por la con-dición de vida, y sí, enfermedades que son muy evitables, lamentable-mente”. Explica que la organización social de Tamanduá tiene un fuerte sentido comunitario. Se conforma con un cacique elegido por el pue-blo para los asuntos externos, y el opyguá, que no se elige, sino que es alguien que nace con un don y se va formando y es quien sostiene a toda la comunidad espiritual y emocio-nalmente. Sobre la identidad de los mbyá, hay al menos cuatro elementos funda-mentales que destaca Jorgelina en los tiempos que viven. El nombre –que reciben después del año de vida–, el concepto de territorio, el conocimiento de la lengua mbyá y el saber dar el agujyevete. “El nombre es tan importante para

APERTURA, ACEPTACIÓN

Jorgelina (Jachuká) muestra res-peto y adoración por su abuelo, el opyguá Dionisio Duarte. Sus consejos marcan parte de su vida. “Siempre quise estudiar –recuer-da–, no para ser alguien, como di-cen ahora que tenés que estudiar para ser alguien. Yo creo que uno es lo que es como persona, no por el título. Creo igual que estar ha-blando ahora con ustedes es gra-cias a mi abuelo, que siempre tuvo esa visión mucho más amplia de lo que era su comunidad. Él decía que era importante la educación como una forma de comunicarse con el otro, aprender el otro idioma como una herramienta de lucha y que ya no iba a ser más como antes. Uno no podía vivir más aislado de lo que es el mundo actual y envol-vente de la sociedad. Era como una utopía pensar que íbamos a estar en el monte y vivir de lo que la na-turaleza nos brinda. La realidad te demuestra que mi abuelo no esta-ba equivocado”.

GENTE DE LA TIERRA

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MONTE PROVEEDOR

Jorgelina Duarte recuerda una anécdota que de alguna manera aclara la importancia que tiene el monte para el mbyá: “Creo que en los pueblos originarios el sentido comunitario es tan fuer-te que a veces me río cuando hablo con un juruá amigo y nos dice: ` Un mbyá tiene mil pesos y capaz que se lo gasta en un día y no le importa' . Como que no tiene noción de lo que es acumu-lar, ahorrar, de pensar qué me va a faltar mañana. Creo que por esa relación que tienen con la naturaleza, saben que siempre el monte les proveyó todo lo que necesitaban. No necesitaban nada más que eso”.

nosotros que es imposible creer que alguien se lo puede cambiar. Nues-tro nombre quiere decir muchas cosas: si sos callado, sensible, si sos fuerte o si tenés el don para hablar con las personas. Por ejemplo, cuan-do eligen a un representante para hablar con otras personas lo hacen a través de su nombre. Por eso el nombre es todo para los mbyá. A mí no me desagrada Jorgelina, pero Jachuká Reté es lo que me identifi-ca”, afirma, y cuenta que jachukásignifica “feminidad”, y reté, “cuer-po y alma”. Su nombre también se reconoce como el de la consorte de Ñamandú, uno de los dioses de su creencia.Jachuká afirma que tal vez lo más importante para entender su cultu-ra es comprender el concepto de te-rritorio: “Algunos dicen: ‘¿Para qué quieren tantas hectáreas los mbyá, si ellos no plantan pindó, no plan-tan tabaco, yerba o maíz en grandes hectáreas, no hacen uso de la tierra

con un fin económico?’. Es muy difí-cil entender para qué. El desmonte cambió tanto la realidad, con los problemas de desnutrición, de sa-lud, en todos los ámbitos, y es todo producto del tema del territorio. Siempre digo que el desarrollo hu-mano para alguien de la ciudad sig-nificaría tener una casa, todo lo ne-cesario, como el acceso a la salud y la educación, tener medios para lle-gar, trabajo, todo para vivir digna-mente. El desarrollo humano para el mbyá pasa por otro lado. El de te-ner un territorio amplio para vivir como mbyá, con arroyos para ir a pescar, monte para cazar animales. Nuestras comidas típicas nos hacen bien a nosotros, a nuestro espíritu. Hay cosas que le hacen bien a uno en su entorno. Por eso la alimenta-ción pasa por comer, por ejemplo, las frutas del bosque, de compartir si cazás un animalito. Se hace un agujyevete, un saludo comunitario, se come un pedacito cada uno, pero se reparte a todos los integrantes de la comunidad. Es toda una vida co-munitaria. No es el hecho de ir a ca-zar y, si te sobra, guardás en el free-zer; compartís todo en el momento. La vida comunitaria no es posible si

no tenés un territorio amplio”.Jachuká reafirma que hoy el desa-fío para la mayoría de los jóvenes que van a la ciudad es reconocer-se como mbyá. “Cómo mantener el equilibrio –se pregunta–, si soy mbyá, hablo distinto, los valores son distintos. No estoy diciendo mejor o peor, sino distinto. Es im-portante ver cómo se puede tomar lo que es útil de la otra cultura sin tapar lo mío, porque la historia me dice que era así, que todo lo que ve-nía después era lo mejor. Entonces cómo uno puede mantener esa fe, ir tomando lo que le sirve sin dejar de ser uno, es difícil. Hay cosas que se fueron perdiendo, como toda cul-tura que va cambiando, se va mo-dificando, no puede quedarse en el tiempo. Y los jóvenes se encuentran con ese desafío, y desde afuera los juzgan despectivamente por cómo se visten, porque usan celulares; pero no viven en otro planeta, son ciudadanos. Cómo hacer valer todo eso que sos sin dejar de pertenecer a este mundo que vivimos todos. Ése es el desafío”.

PUEBLOS ORIGINARIOS

Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

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GENTE DE LA TIERRA

SABIAS PALABRASEntrevista a Dionisio Duarte

Es uno de los ancianos más respetados entre los mbyá de Misiones. Cumple la función de guía espiritual de su comunidad y comparte con generosidad su visión del mundo, del ser humano y la sabiduría ancestral que ha sostenido en pie a este pueblo originario.

Considerado uno de los sabios de los mbyá guaraníes de Misiones, Dionisio Duarte, de 88 años, es el opyguá, el guía espiritual de la co-munidad Tamanduá, ubicada en el departamento de 25 de Mayo. Aún

mantiene el título de cacique ge-neral de Misiones, que recibió en la década del 70, aunque concede que por su edad ya no se mueve mucho de la tierra que habita. Nos invita a sentarnos en unas sillas ubicadas

en círculo, bajo unos árboles, a pocos metros de la casa hecha de made-ra y techo de chapa donde convive con su mujer, su kuña karaí, Aurora Almeida, de 80 años. Ella se sienta a su lado. Dionisio sabe castellano,

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PUEBLOS ORIGINARIOS

pero prefiere hablar en su lengua de origen y pedirle a su nieta, Jorgelina Duarte, que nos ayude con la traduc-ción. En varias de las respuestas par-ticipa también Aurora. –¿Hace cuánto tiempo está la comu-nidad en esta región?–En los años setenta nos asentamos pero ya habíamos estado hace mu-cho antes. En el año 41 estábamos en la zona de Campo Grande, que es acá cerca nomás; y todo esto era territo-rio mbyá, no había rutas, eran todas comunidades. En aquel momento había sólo un almacén en esa zona. Y la relación de los mbyá con ese al-macén era de trueque; por ejemplo, llevábamos miel y cera para hacer velas, y las canjeábamos por co-mestibles. El resto vivía de la caza, de la pesca, de todo lo que el bosque proveía; entonces no había muchos juruá (en lengua guaraní significa “hombre con barba”, la forma en que llaman al hombre blanco). –¿Hoy siguen cazando?–Sí, se caza y se pesca, pero no hay animales como antes, porque hay cazadores furtivos que vienen y los matan. Ahora es mucho más difícil consumir animales de la caza y lle-va mucho más tiempo atrapar un animal, porque no hay tantos. Antes podías vivir del monte, de lo que te proveía la naturaleza, pero hoy es difícil depender sólo de eso. Nos ali-mentábamos con animales y la die-ta era equilibrada: como postre bus-cábamos frutas del bosque y miel, y los chicos crecían sanos y fuertes.–¿Y ahora cómo se alimentan los chicos?–En esta comunidad no hay grandes problemas en la alimentación. En la cultura mbyá es más importante la prevención que curar, y nosotros aconsejamos a las futuras madres. Por ejemplo, cómo debe alimentarse

para que su hijo sea sano. Por eso los chicos todavía no tienen problemas. También tiene que ver que los mbyá tenemos esa forma de alimentarnos con lo que necesitamos, como en castellano se dice, con medida, una dieta equilibrada, no comer mucho ni de más ni porque tengo. Por eso son importantes los consejos que puedan recibir de los mayores las futuras madres y los futuros padres también.–¿Es una función del opyguá?–De eso se ocupan el opyguá y la kuña karaí para poder criar bien a los hijos, que sean personas sanas, con todo lo que implica mental y es-

piritualmente. Sano de cuerpo y de espíritu. –¿Y qué es ser sano de espíritu?–Es la tranquilidad. La salud espiri-tual uno la encuentra en un equili-brio justo de las cosas. Eso se logra solamente recibiendo los consejos de los sabios de la comunidad, escu-chando a los mayores. –¿El opyguá enseña valores como la tolerancia o la paciencia? ¿Cuál es el rol que cumple?–Sí, su rol es ése. El opyguá recibe mensajes constantemente de los espíritus y tiene un chondaro (un vocero) que a la vez transmite al resto de los integrantes de la comu-nidad cómo se deben comportar. Por ejemplo, compartir lo que yo tengo con el otro, la tolerancia, la no envi-dia; todos esos valores los enseña el opyguá pero a través del chondaro. Esos mensajes que se reciben de los espíritus son palabras sabias para transmitir al resto de la comunidad.

–¿Se mantiene hoy esa forma de aprender de los mayores? –Lo que está pasando hoy en día en la juventud es que se está perdiendo esa sabiduría. Nosotros los llevamos desde niños al patio del opy (es el templo, lugar sagrado) para hablar-les y después van alcanzando la sa-biduría a una edad adulta. Pero hoy en día, al no recibir esos mensajes desde chiquitos, llegan a tener barba y no saben, no tienen esa sabiduría. Por eso pedimos constantemente por todas las personas de la comu-nidad, por los parientes que están le-jos, que tengan esa fortaleza espiri-tual. Siempre que tengan esas ganas

de alegrarse la vida, y por los más chiqui-tos, porque los niños son algo fundamental para la cultura mbyá. –¿Ustedes creen en la existencia de un Dios creador?

–Si, Ñañendrú tenondeguá es el Dios todopoderoso creador. Después si-guen cuatro en el orden: Karaí ruetè, Ñanamandú ruetè, Jakairá ruetè y Tupá ruetè. Todos tenemos un espíritu, cada per-sona tiene un ñeê, que es espíritu. Y en el momento de enfermarte tenés que saber de dónde viniste, de qué espíritu de esos que nombré, que es a quien se debe invocar para sanar. –¿Cómo saben de cuál provienen?–Todos los mbyá poseen un nombre sagrado con un significado que mar-cará toda su vida, su personalidad, su capacidad, sus dones. Ese nombre se les otorga a partir del año de vida. Se hace a través de una ceremonia comunitaria en el opy, durante los meses de diciembre y enero, cuan-do se cosechan los primeros frutos y vienen también los padres con sus hijos de otras comunidades que no tienen opy. Todos los padres llevan una ofrenda, un fruto del monte.

La salud espiritual uno la encuentraen un equilibrio justo de las cosas

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GENTE DE LA TIERRA

–¿Y cómo se elige el nombre de cada uno?–El opyguá realiza la ceremonia, que dura toda la noche, y pide a los es-píritus los nombres de cada uno. Al otro día, a la salida del sol, el opyguá revela a cada padre el nombre que ha recibido para su hijo. Por eso to-dos saben de qué dios proviene y qué personalidad tiene, según el nombre que lleva. –¿Qué pasa si una persona no en-cuentra el equilibrio, si uno está mal emocionalmente?–Lo que decide todo es lo espiritual. Lo espiritual es lo más importante de todo. Si estás bien espiritualmen-te, todo lo demás se puede solucio-nar. Si no estás bien espiritualmen-te, en algún momento cualquier cosa te puede pasar, estás mucho más expuesto a las cosas externas.–¿Cuándo un hombre se desarrolla plenamente? –Nuestro espíritu es el que decide nuestra existencia. Cuando Ñande-rú Tenondé nos envía a esta tierra donde estamos, nos manda y nos dice todo cómo debemos ser, para ser una persona feliz e íntegra; cómo debemos comportarnos, cómo ser canoso así (señala su cabeza) y ser feliz. Si nuestro espíritu no se halla más, o sea, no le gusta más este lu-gar terrenal, es como que vuelve a esa morada, la morada del dios que lo envió–¿Y cómo hacen los mbyá para estar bien?–Desde la mañana damos el Agujye-vete (saludo de agradecimiento que se da con las manos levantadas). Desde que te levantás a la mañana temprano agradecés por la vida que tenés, agradecés todo el tiempo, que tenés el sol, que tenés la mañana para compartir con tu familia, ya que Ñamandù quiere ver que nos levantemos temprano. Dar siempre el Agujyevete, también a la tarde, es como agradecer tener cosas para

compartir, dar las gracias por poder descansar con mis seres queridos, esas cosas.–¿Qué es el opy?–El opy es un lugar donde uno reci-be todas las palabras que vienen de esos seres superiores (de los espíri-tus). Solamente ahí uno puede reci-bir fortaleza y nutrirse para poder sobrevivir en este mundo lleno de males. Porque venimos de un lugar perfecto, donde no hay necesidades, para enfrentar este mundo de los imperfectos. Para venir acá, es como que venimos a través de un sueño. Por eso es que cuando uno no se halla, puede que el espíritu quiera volver a ese lugar, a la tranquilidad absoluta.Aurora agrega: “Donde no hay opy, los niños no se hallan y por eso se mueren muchos”. –Dijo que el espíritu viene con un mandato. ¿La persona debe cumplirlo? –Sí, uno viene con un mandato de cómo uno tiene que ser. Lo que te transmiten esos espíritus es cómo vos mismo tenés que escucharte. También tiene mucho que ver con el nombre sagrado que lleva cada uno. Eso lo lleva a actuar de una forma u otra ante las distintas situaciones de la vida. Algunos tienen persona-lidades más frágiles, otros más fuer-tes espiritual y emocionalmente, se-gún el dios de donde provienen. –¿Hay mucha gente que no cumple con ese mandato entre los mbyá? Por ejemplo, si siente que debe hacer un trabajo y se dedica a otra cosa…–Antiguamente la vida del mbyá era muy distinta, no se puede com-parar con la actual. Ahora puede haber esas contradicciones con lo que se hace, puede pasar que se hace algo y no es lo que el espíritu quiere. Antes era más armonioso.–¿Cómo es la relación con la naturaleza?–El monte es un lugar sagrado para nosotros. Ñanderú nos envía para

que habitemos este monte. Es donde nos sentimos parte de la naturaleza; por eso nuestros abuelos y tatara-buelos ya vivían en comunión per-fecta con la naturaleza. Así es como se halla nuestro espíritu, estamos sanos, y nos permite cazar tatúes, venados, jabalíes y diferentes ani-malitos del monte que fueron crea-dos para que los consumamos, pero

Dionisio Duarte (Opyuá) y

Aurora Almeida (Kuña karaí)

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PUEBLOS ORIGINARIOS

conscientemente, o sea, cuando ten-gamos necesidad.–¿Qué piensa de la actividad econó-mica del hombre blanco? –Nos van corriendo. Veo tanto mon-te despejado desde acá que quisiera ir a un parque nacional donde haya mucho monte. Pensé que no iban a venir hasta acá los juruá. Donde antes íbamos a cazar era monte, y

ya no podemos hacerlo más, por lo tanto ya no nos hallamos en este lugar. Siento que a veces la cultura blanca viola las culturas origina-rias, en muchos aspectos, como en las creencias. Yo nunca voy a violar las creencias de los juruá, nunca voy a imponer ni a establecer un opy en un pueblo. Pero veo en las comunidades esa violencia, donde

van a imponer la creencia de al-guien, como una iglesia evangélica o católica, y la intromisión de otras religiones. Eso violenta las creen-cias de las personas. Cada cultura tiene su propia espiritualidad, su modo de vivirla, y de última todos tenemos un solo Dios.

Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

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COMUNIDAD FORTÍN MBORORÉ

La escuela, un puenteentre dos culturas

“En memoria de todos los sabios analfabetos del pueblo guaraní”, dice el cartel tallado en madera que está en la entrada de la escuela de la comunidad Fortín Mbororé, ubicada a seis kilómetros de Puerto Iguazú. La frase recuerda la principal fuente de conocimiento de esta cultura origi-naria, basada en la transmisión oral, en un presente que se construye tam-bién con escritura, aulas y maestros. Es que hace unas tres décadas no-más, comenzó a desembarcar la educación sistemática al pueblo mbyá guaraní en muchas de las comunidades de Misiones. Hoy, la escuela que cuenta con más alum-nos en toda la provincia es, justa-mente, la del cartel que honra a los sabios analfabetos, la Intercultural Bilingüe 807, en la que estudian 412 chicos guaraníes. Su subdirector, José Javier Rodas, es un maestro de vocación, de 43 años, nacido en la provincia de Santa Fe, que llegó a Puerto Iguazú en 1978 y vive con su familia en una casa del barrio Igna-cio Abirú. Rodas cuenta que la escuela abrió sus puertas en 1986 y estaba en las afueras de la ciudad, en un pequeño edificio con una sola aula, en el co-razón de la comunidad Mbororé. La población de la aldea fue creciendo y también su territorio. Ocupaban 24 hectáreas y hace unos diez años les fueron cedidas otras doscientas

donde hoy viven cerca de trescien-tas familias, en total 1.240 personas. Frente a ese incremento poblacio-nal, Rojas señala que “en el 97 había sólo tres docentes, hoy ya somos 27, de los cuales la mitad habla guaraní y cinco pertenecen a la nación origi-naria”. Hijo de paraguayos, el maestro sabía hablar guaraní, pero recién aprendió a escribirlo cumpliendo su oficio en el aula. El idioma justa-mente es una de las problemáticas que enfrenta la enseñanza. “Los chicos de nivel inicial no hablan castellano y tienen dificultades en lengua –explica–. Entonces se traba-ja en parejas pedagógicas, es decir, el maestro con un auxiliar guaraní, cuya función no es ser traductor de la lengua, sino transmitir su cultu-ra, su identidad, su cosmovisión”.

“El SOL, EL LUNA” A Rodas le apasiona pensar en la clase. Sobre lo complejo de ejercer la educación en tierras guaraníes cuenta una anécdota: “Una maestra estaba enseñando los artículos y el género y número de los sustantivos: femenino, masculino, singular y plural. Les decía: ‘El sol, las estrellas, la luna’. Uno de los chicos repetía: ‘El sol, el luna’. La maestra lo corri-gió, pero él insistió y repitió: ‘El sol, el luna’. Hasta que ella entendió que

GENTE DE LA TIERRA

El respeto de enseñar sin imponer, el desafío de enfrentar una lengua diferente y otra forma de ver el mundo. El maestro José Javier Rodas, de la escuela intercultural con más alumnos de Misiones, descubre cómo es el trabajo con chicos mbyá guaraníes.

insistía porque en el mito de los ge-melos de los guaraníes, el sol y la luna son dos hermanos. Entonces, la luna es un varón en la mitología guaraní”. Esta anécdota explica cla-ramente un concepto de la educa-ción actual que va ganando espacio en las escuelas de América Latina. Se trata de la “interculturalidad”, basada en la interacción respetuosa de culturas para que ningún grupo esté por encima del otro, favorecien-do la diversidad, la convivencia y el enriquecimiento de ambas partes. “En el 94 se reconoció en la Consti-tución Nacional el derecho a la edu-cación intercultural bilingüe –ex-plica el maestro–. Y a partir de 2004 se la implementó como modalidad de enseñanza en las escuelas, que

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PUEBLOS ORIGINARIOS

empezaron también a incorporar a miembros de las comunidades”. Aun así, Rodas cuenta que tienen una gran dificultad en la prepara-ción de los maestros. “Las comuni-dades crecen y ya no se encuentran docentes. Entonces la formación del maestro blanco para entrar a las co-munidades es totalmente ajena a la cultura guaraní. Y para poder ense-ñar desde la interculturalidad hay que conocer la cultura”, sostiene y ante este panorama muestra un proyecto de ley que presentó ante las autoridades. Su objetivo junto a “hermanos guaraníes y profesores de Iguazú” es crear en Misiones un Instituto de Formación Docente con orientación en la Educación Inter-cultural Bilingüe (EIB).

Ante la tapa de su reciente libro, Los derechos de los pueblos originarios, José Javier Rodas explica que es una compilación de las leyes internacio-nales, nacionales y provincialas, junto a normativa educativa, derechos colectivos e individuales, especialmente frente al derecho a la tierra,

los bienes, los recursos vitales, la cultura, la identidad y la lengua. Cuenta que hoy hay 105 aldeas mbyá guaraní en Misiones y que solo el 22 % tienen título de propiedad. “Los pueblos originarios no se han regido por tí-tulos de propiedad porque siempre se han sentido parte del territorio con el que con-viven”, afirma y apela al derecho que tienen las comunidades de mantener la visión pro-pia, económica y social, pero asume que es complejo: “Porque al reconocerse o al titular-se esas tierras se está reconociendo que las otras tierras no les pertenecen”.

LA PUJA PERMANENTE

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es justamente pescar ni cazar, por-que su territorio ha quedado reduci-do, ocupado, con dueños ajenos a la comunidad guaraní”, señala Rodas, y explica por qué es importante esta nueva modalidad de enseñanza: “Cualquiera puede decir que la edu-cación es algo nocivo para los gua-raníes porque modifica su entorno y no permanecen puros como son. Pero la realidad hoy es que los espa-cios se han modificado y por eso la escuela es una herramienta esen-cial para el futuro comunitario y su perpetuidad”.En Fortín Mbororé se está constru-yendo una nueva escuela con una infraestructura que supera amplia-mente en comodidad y espacio a la actual. Las obras están muy avanza-das. “Va a ser la escuela más grande de toda la provincia, con catorce au-las de grado y dos niveles iniciales. Esperamos inaugurarla para marzo de 2013”, dice Rodas con entusiasmo.–¿Cómo se vinculan los chicos con la cultura dominante?–Históricamente ha habido mucha

discriminación, pero en la última década es mayor la visibilización de la población originaria guaraní. Además hoy, en primer grado, de 75 alumnos que asisten, el 95 por cien-to tiene documento. El cambio es gradual en todo al interactuar con la sociedad envolvente.–¿Cómo te relacionás con los alumnos?–Mis alumnos me respetan mucho. Cuando saben que internalizás sus creencias, te ven de otra manera. La desconfianza siempre existe, es pro-ducto de lo que se les ha hecho his-tóricamente, y es razonable. Pero es un pueblo que acepta al otro y eso es rico para todos.Honrar a los sabios analfabetos, tal como reza el cartel de la escuela For-tín Mbororé, es construir y reforzar ese puente de ida y vuelta desde las posibilidades de la educación de hoy hacia la cultura ancestral de esta nación originaria.

En su experiencia de vida en esta aldea, el maestro recuerda que des-de el primer día aprendió la acep-tación y el respeto por el otro, “eso de no querer imponer tu idea, sino de aceptar que el pensamiento dis-tinto es también riqueza, que la diversidad es la riqueza. Es lo que no tiene la sociedad blanca, que es avasallante y sólo gobierna un pen-samiento único”. La complejidad del mundo en que se vive va cercando cada vez más a los pueblos originarios. “El Ñande Reko es el modo de vida guaraní, que consiste en cazar, pescar, melar (recoger miel del monte). Pero lo que no pueden hacer hoy los guaraníes

GENTE DE LA TIERRA

Lorena GarcíaFotos: José Luis Raota

“Yo busco darles voz a los ori-ginarios con los otros cinco docentes de la escuela que son guaraníes”, cuenta entusiasta José Javier Rodas, quien, ade-más de crear la página Escuela Mbororé Iguazú en Facebook, desarrolló el blog “Crónicas de la tierra sin mal” (cronicasinmal.blogspot.com.ar). “La sociedad capitalista es la que está llevan-do al mundo a su destrucción –afirma–. Y en el rescate de la sabiduría de los pueblos origi-narios está la respuesta: cómo volver a las raíces, a los ances-tros, vivir en forma pacífica con los cuatro elementos, el respeto por la Madre Tierra. Quiero que el que lea eso se enamore de la sabiduría de los pueblos origi-narios. Yo también estoy apren-diendo todos los días, me llama-ría más aprendiz que maestro. Lo que yo veo lo comparto y lo difundo porque soy el primero que lo ha ignorado”.

UNA VOZ EN LA WEB

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Para seguir la huella de los antiguos, tendríamos que orientar el pen-samiento hacia el principio: aquel tiempo en donde aún no existían los planetas, en donde todo era viento, energía, pensamiento.Los abuelos decían que el cuerpo es parte de la Mapu (tierra), y que el es-píritu (viento) es parte del Kalfú (el azul del cielo), que no tiene dimen-sión de espacio. Dentro de ese azul hay mucha vida, pero es otra dimen-sión, es una vida espiritual. De ahí venimos y ahí vamos a volver. Por eso, es muy importante reconocer y valorar a la energía y aprender su lenguaje, el idioma del silencio.Esa energía nace con nosotros como una chispa inicial, ascendente y per-manente. El cuerpo debe entender que acompaña el crecimiento de esa chispa, que va evolucionando cada vez más, hasta llegar al punto de su totalidad, para integrarse como ali-mento al Kalfú. Entonces dejamos el cuerpo en la Tierra, que ha sido un filtro para esa energía y empieza a ser más cielo el cielo, más grande, más fuerte y por eso no tiene fin.

IDIOMA DEL SILENCIO

Todo se inició por el pensamiento en silencio. Los planetas, los astros, la naturaleza y todo lo que hay en el universo. Si miramos la inmen-

sidad y el tamaño de lo que no tiene dimensión ni medida y com-paramos con ese espacio, con esa inmensidad sin fin, somos muy pe-queños pero sí ascendentes porque venimos de ese mismo pensamien-to iniciador de todo lo que existe. Somos herederos de esa energía. Y ahí, es cuando comprobamos por lo visible que venimos de lo invisible, porque desde antes del inicio en la gestación natural dentro del vien-tre de una mujer, ya existíamos. Los abuelos decían que desde antes de ese inicio ya somos como una semi-lla invisible porque somos pensa-

miento.A través del pensamiento nos co-municamos. El hablar es la comuni-cación del compartir entre la gente de la tierra. El idioma del silencio es la comunicación del espíritu con el hombre. El lenguaje del viento se percibe por los sentidos y es per-manente para cada uno a través de señales, sueños, movimientos de la naturaleza que se leen e inter-pretan cuando elevamos el pensa-miento.No estamos solos, caminamos por esa fuerza y debemos llegar a la amistad para escucharlo, conocer

SEÑALES NATURALESPor Juan Curá Curá Curá

Enseñanzas de los antiguos para el buen andar del hombre. Un lonko mapuche acerca valores del principio. El idioma del silencio para recuperar la raíz natural del hombre.

GENTE DE LA TIERRA

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su lenguaje que nos guía en esta vida. Tenemos la opción, la capaci-dad de volver a encontrarnos con nuestra energía. Mientras caminamos en amistad con el espíritu, escuchando su len-guaje, recibimos la energía fértil, esa que nos da alegría, equilibrio, ánimo… y va creciendo de esa ma-nera la chispa que inició la vida de cada uno hacia el Kalfú. Cuanta más amistad tenemos con el espíri-tu que nos prestan, más sano es el cuerpo y más ascendente para irra-diar fertilidad.

SEÑALES

La claridad que da la luz del amane-cer es una señal. Marca la vida que nos presta Futa Chao (Gran Espíri-tu, Gran Padre) y nos recuerda que es un nuevo inicio y que el día con-

tinúa, decían los abuelos. También decían que miremos las señales en la naturaleza: la tierra gira perma-nentemente, los pies apuntan hacia delante, la semilla va hacia arri-ba y luego da otra semilla y sigue continuamente pero no retrocede. La planta no se achica y se mete de nuevo en la semilla, produce ferti-lidad y nosotros los hombres con el pensamiento debemos ser fértiles continuamente hacia adelante. La sabiduría que hay en el universo nos marca en esas señales que so-mos ascendentes sin límites.Cuando nos pasa algo en lo físico, en lo personal, a los seres queridos, o que vemos y sentimos, antes de pensar algo debemos preguntarnos ¿qué quiere decirnos o hacernos recordar? Es un instante para que elevemos el pensamiento y leamos en el viento (espíritu) qué nos está

diciendo Newen (la fuerza que nos da la vida). Es una enseñanza que nos ayuda a seguir ascendiendo en la escalera de la sabiduría. La energía se comunica a través de lo que sentimos en el cuerpo. Noso-tros hablamos y Newén nos contes-ta a través de su lenguaje en la piel. Cuando sentimos un escalofrío en la piel es un alimento de la energía. Es una señal de que es verdad lo que decís, lo que escuchás o lo que pen-sás. Es un sí de Newén que se pre-senta en ese momento.

LOS SUEÑOS

Los sueños son un lenguaje de las señales naturales, son enseñanzas para guiar el crecimiento y el desa-rrollo espiritual del hombre. Son una de las asistencias más claras que te-nemos del Newén de cada uno.

decían los abuelosque miremos las señales

en la Naturaleza

SABIDURÍA DEL ORIGEN

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Cuando estamos durmiendo reci-bimos las señales del sueño, imá-genes. A veces el espíritu nos avisa lo que ya te ha hecho hacer o va a hacerte hacer con el cuerpo.Muchas veces nos puede pasar que vamos a un lugar y sentimos que ya hemos estado ahí y después recor-damos que habíamos soñado antes ese lugar. Es una señal, el espíritu ya estuvo allí para luego llevarnos físicamente.Tal vez soñamos con un ser querido que ya viajó, es decir que ya dejó el cuerpo, y vemos que nos habla o nos deja un mensaje. Al comprender lo que es un sueño, nos damos cuenta de que existe la riqueza espiritual, y comprobamos que esa persona ha hecho esa riqueza en la tierra para poder transmitirnos ese mensaje.

SEÑALES EN LOS TEJIDOS

Los antiguos leían las señales que les transmitía Futa Chao a través de la naturaleza. Por eso, dejaron en muchos lugares las escrituras de esa sabiduría que fueron conocien-

do y aprendiendo. Se guiaron por el movimiento natural de todo lo vi-sible: los animalitos, la vegetación, los cerros, las huellas, los ríos, las piedras. Así es como hay muchos tejidos que tienen señales de los animales y es justamente para mi-

rar, pensar, elevar el pensamiento y captar la memoria de la mano que estuvo haciendo ese tejido.

EDUCACIÓN DEL PENSAMIENTO

La educación del pensamiento tien-de a ascender hacia la próxima eta-pa de la vida, que sería cuando deje-mos el cuerpo.

Cuando una madre está embaraza-da, en ese tiempo de espera, prepara todo para la vida que va a traer. Una ruka (casa) para vivir, un lugar para el descanso… Ese bebé que se va ali-mentando con los pensamientos de los que están a su alrededor, no sabe lo que va a ocurrir, pero tendrá conocimiento cuando esté en la si-guiente etapa. De la misma manera nosotros, podemos preparar ese lu-gar al que iremos cuando dejemos el cuerpo.Son señales que nos marcan la con-tinuación permanente de la energía. Todo esto que hablamos sobre los pensamientos, recuerden que es energía, que es viento, porque el pensamiento no se ve. Es algo que el hombre debe escuchar, analizar y sentir por medio de las señales naturales. Queridos Lamén y Peñi: esa es la vida que nos espera cuando deje-mos el cuerpo. Decían los abuelos que toda la energía, todo el pen-samiento ascendente que realice-mos y guardemos en el andar, va a seguir tal cual con lo que hemos enriquecido para ser semillas para esa chispa maravillosa que da vida a los planetas.Me gustaría que pudieran sentir en esa suavidad del pensamiento qué hermoso es la tranquilidad que transmite el cielo, como las aves que se deslizan sin obstáculo. Así será la continuación en la siguien-te dimensión. Con toda humildad y respeto a otros conocimientos, de aquellos que pueden transmitir los pensamientos que reciben, y hasta el próximo mate…

Juan Curá Curá Curá recibió el mandato para repre-sentar a la Comunidad Mapuche Linares, compartir la cultura ancestral y acompañar a los que reconoz-can la herencia del principio que dejaron los abuelos. [email protected]

cuando vamos caminando alrededor

del quetel, vamos aprendiendo que los

escalones marcan una fuerza para ascender

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En las provincias argentinas, en sus ciudades tocadas por la actual modernización pero más fieles a sus legados que las grandes metró-polis, podemos constatar en forma permanente la convivencia cultu-ral de mito y ciencia, de tradición y modernidad. Incluso en provincias fuertemente inmigratorias, como lo son las del Litoral argentino, pue-de comprobarse la vigencia de ritos, mitos, celebraciones y expresiones simbólicas que hacen el núcleo úl-timo de la cultura y se manifiestan plenamente en el ámbito popular, no colonizado por el racionalismo. Los grupos inmigrantes, formados en general por agricultores y pe-queños artesanos, se asimilan al tronco originario de la cul-tura criolla, amasada en varios siglos anteriores a la emancipación. La filosofía occidental se ha planteado desde muy temprano esta relación –alentada o negada– del mito y la racionalidad, que en ciertos casos dio origen a dicotomías insolubles. Aristóteles fue hostil al mito, como lo fueron más tarde los pensadores de la Ilustración, que irradiaron sobre la cultura urbana. Algunos filósofos llegaron a admi-tir que el mito era a lo sumo una ilustración alegórica de verdades fí-sicas y morales que podrían ser pre-sentadas de modo directo, lo cual de hecho haría superfluo el lengua-je de la metáfora. Este rechazo –ya anticipado en el Libro II de la Repú-blica, de Platón– abarca a un mismo tiempo el símbolo, el mito, la poe-sía, la cultura popular, que pasan a ser considerados como infancia de

la humanidad, etapa ingenua, pre-filosófica, confusa y balbuceante.También desde antiguo ha germi-nado una vía distinta, cuya histo-ria no es el momento de esbozar, otro tipo de filosofía más próxima de lo popular y de las artes, filoso-fía que culmina en el movimiento romántico. Esa tradición filosófica, que podría ser abarcada en general con el nombre de humanismo, vie-ne afirmando la insuficiencia del conocimiento puramente racional y la impostergabilidad de hacerse cargo de una razón ampliada, sim-bólica, religiosa. El hombre no tiene un único modo de conocer. Conoce también por la percepción, el sen-timiento y la intuición, frente a

los cuales la iluminación racional abarca siempre una pequeña zona. Por otra parte, esa misma corriente, tanto clásica como moderna, com-porta una definición de lo huma-no que excede la idea de un sujeto pensante, autosuficiente, dueño de la naturaleza y satisfecho de su propia racionalidad. Las propias ciencias, y no solamente la filoso-fía, fueron demostrando la fragili-dad de esa pretendida autonomía racionalista. Sólo la existencia real de una apertura al misterio, a lo totalmente “otro” inabarcable por

la sola razón, hace comprensible la vigencia de símbolos y mitos en la cultura contemporánea. Es más, el pensamiento del siglo XX signi-ficó un regreso de la filosofía a ese fondo de sapiencia de los pueblos. Admitirlo no es negar la ciencia ni tampoco la razón, bien del hombre, sino afirmar otro modo de pensar la cultura y el destino de la huma-nidad. El arte, como lo ha señalado Mircea Eliade, cumple en la cultu-ra de nuestro tiempo el papel que correspondió antiguamente a las celebraciones y expresiones sim-bólicas, a la representación sacra. Los mitos son recreados en el arte, como se recrean, en otra escala, en las manifestaciones de la cultura

popular. En nuestras provincias esto se hace visible. Al notable desarrollo de la música y de las artes plás-ticas se le superpone la vigencia del cuento y el canto tradicional, sin que esa supervivencia impida el desarrollo de los géne-ros modernos, el cuento, la novela, las formas de

una literatura más crítica que nun-ca alcanza a disolver ese lazo pro-fundo que religa la cultura con sus núcleos ético-religiosos. Este rasgo, presente en la literatura llamada del “interior del país”, marca tam-bién la continuidad de la Argentina con las naciones latinoamericanas con las cuales comparte una iden-tidad de origen y destino. Unifica-da por su sello humanista y diver-sificada en distintos matices, esa cultura reclama ser comprendida a través de una racionalidad am-pliada, cuyo ejemplo puede darlo

LEGADO DE LAAMÉRICA PROFUNDA

El mito como valor permanente de la culturaPor Graciela Maturo

el pensamiento del siglo XX significó un regreso

de la filosofía a ese fondode sapiencia de los pueblos

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la “razón poética” propuesta por la filósofa española María Zambrano, esa singular pensadora fallecida en 1991, que nos enseñó a comprender la identidad de los pueblos latinos. Cualquiera sea su formación, las provincias argentinas han dado ejemplo de esa vocación amalga-mante e integradora de Oriente y Occidente que caracteriza a un gran proceso de “transculturación”, no verificable en otras regiones del mundo. Es imposible pensar lo indo-afro-latino-americano en función de un marco teórico racio-nalista o de concepciones ideoló-gicas generadas en la abstracción. La América criolla, visible en las poblaciones más apartadas y re-cónditas como asimismo en las ciu-dades, se presenta como un mundo humano variado y rico, para el cual no se ha bolo y concepto, entre fe y racionalidad. Esto hace la peculiar vitalidad de una cultura que ha sido recogida y estudiada por antropólogos como Fernando Ortiz, Bartomeu Meliá y Gilberto Freyre, comprendida por pensadores como Rodolfo Kusch, cantada por poetas como Juan Lis-cano, Juan L. Ortiz o Jorge Sánchez. Así como algunos de nosotros lo hemos intentado a través de una hermenéutica literaria, ellos dan cuenta de un continente (o subcon-tinente) que ha sido llamado má-gico, mítico, paradisíaco, bárbaro, profético, abierto a la revelación. Ofreceré el ejemplo de Antonio de León Pinelo, un autor judeo-portu-gués del siglo XVII que vivió largos años en América y produjo al volver a España singulares obras. Una de ellas, no editada sino anticipada en su tiempo y redescubierta por

el poeta Juan Larrea, situaba el Pa-raíso (originario o final) en Améri-ca del Sur. Y lo hacía precisamen-te –como puede verse en el mapa que dejó dibujado y anotado de su mano– en la región que vincula la Argentina con Bolivia, el Paraguay y el Brasil. No se trata por supues-to de arqueología científica sino de un mito, una imagen poética, que al reconocer la belleza natural de la región la vinculaba con antiguas profecías, o acaso le adjudicaba un destino sobrenatural. Entraba así en el nivel mítico-poético, el que permite al hombre –aun en medio de grandes dificultades– construir su morada sobre la tierra y alentar la esperanza. El mito da que pensar, dijo Paul Ri-coeur. Pero, sobre todo, es materia espiritual que da impulso al pro-yectar y al vivir.

Graciela Maturo (Santa Fe, 1928) es doctora en Letras, de larga actuación en la docencia universitaria. Fue investigadora principal del Conicet. Poeta y ensayista, es autora de numerosas publicaciones, en-tre las cuales mencionamos las últimas: La mirada del poeta (2ª edición ampliada), Amargord, Madrid, 2008; Los trabajos de Orfeo, Ediunc, Mendoza, 2008; Antología poética, FNA, Buenos Aires, 2008; La opción por América, Editorial Ross, Rosario, 2009; Bosque de alondras. Antología poética 1958-2008, Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo, 2009; América: recomienzo de la historia, Biblos, Buenos Aires, 2010; El humanismo en la Argentina indiana, Biblos, Buenos Aires, 2011.

“En la leyenda no tienen cabida la mentira ni la mera exageración. En ella jue-gan la fantasía, el sueño, la necesidad del espíritu de crearse un mundo mejor, y así manejarlo, dominarlo, transformarlo. Por eso la leyenda tiene poesía, y vuela sin dejar la tierra, la pequeña patria, la comarca nativa. … Cada país tiene una suerte de leyendas del más diverso tipo. Y todas ellas revelan un carácter, una modalidad, una forma de ser y de pensar, una fisonomía un pulso de la vida, una particular manera de entenderla, o de enfrentarla.Nuestra tierra tiene leyendas magníficas, algunas ya universales. Cada pro-vincia, cada región, cada aldea argentina guarda su sagrada tradición en la leyenda lugareña”.

SAGRADA TRADICIÓN

Atahualpa Yupanqui(Fragmento del libro El Canto del viento)

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Las mañanas posadeñas nacen en el río Paraná cuando el amanecer se refleja sobre las aguas y la ciudad se despierta. Algunos caminantes y ciclistas ya transitan los cinco kiló-metros de su impactante costanera convertida desde hace pocos años en el principal paseo de la ciudad. Lapachos, paraísos, ambay, sauces, cipreses, jacarandás, mangos, entre otros árboles de la región embelle-cen los amplios canteros centrales. Apenas dos décadas atrás, la ciudad daba las espaldas al Paraná. Hoy al hablar de Posadas es ineludible ha-

cer referencia a la avenida Costa-nera Monseñor Jorge Kemerer, que se extiende desde el puente inter-nacional que une Posadas con En-carnación, hasta la avenida Roca. A mediados de los 90 se inició la cons-trucción, cumpliendo con la idea surgida en 1972 que la proyectaba como obra complementaria de la re-presa Yacyretá. En 1999 se inauguró el primer tramo de esta obra monu-mental de 5 kilómetros de extensión -que serán 20 al finalizar los traba-jos-, que le cambió definitivamente la cara a la capital de Misiones.

MIRANDOAL PARANÁLA NUEVA COSTANERA DE POSADAS

Privilegiada por ocupar un gran recodo del Paraná, la capital misionera ahora disfruta del ancho río que la separa de Encarnación, Paraguay.

Pedro Lacour

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Dos historias de vida vinculadas a los imponentes escenarios

naturales de la tierra misionera. Anécdotas y experiencias de

dos emprendedores del turismoque aprendieron a compartir

los regalos de la naturaleza.

Por la forma en que se vinculan con la tierra y han crecido junto a ella, podría decirse que Miguel Ángel Tassi y Charles Donato Irala nacie-ron con la misión íntima de “cele-brar a la naturaleza”. Porque decir de estos dos misioneros que sola-mente han fomentado el turismo en las cataratas del Iguazú y en los saltos del Moconá suena simplista

ante sus historias de vida, atravesa-das por estas dos majestuosidades de la provincia de Misiones. En realidad, se criaron viviendo las maravillas de su tierra como algo natural. Charles cuenta que nació con las cataratas del Iguazú a sus espaldas. Las mismas que fueron declaradas Patrimonio de la Hu-manidad en 1984 y en 2011 elegidas

como una de las siete maravillas naturales del mundo, lo esperaban al nacer a 600 metros de su casa, con vacas y cabras. Miguel Ángel es oriundo de Oberá, pero hace 23 años que vive en El Soberbio, a orillas del río Uruguay, en el límite con Brasil, donde se encuentra el único salto longitudinal en el mundo, Moconá. Los dos crecieron y se formaron

CATARATAS Y SALTOS DEL MOCONÁ

EL OFICIO DE MOSTRARMARAVILLAS NATURALES

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como “guías” en épocas de visi-tantes excéntricos y expediciona-rios que llegaban a esos terrenos virginales. El “turismo” se aplica-ría como palabra moderna recién avanzados los noventa. Para la fa-milia de Charles tenía que ser “ex-pedicionario y loco” aquel turista que le regaló a su hijo la primera foto junto a las cataratas a los 7

años. “Las pasarelas eran árboles caídos que papá sacaba con hachas. Armaba un puente y le ponía un alambre –recuerda Charles–. Y no-sotros teníamos un gorrito borda-do por mamá con la palabra “guía”. Mis hermanos mayores iban con la carretilla al aeropuerto. A la gente VIP la esperaba un jeep de la Fuer-za Aérea y a quienes tenían que ca-

minar hacia el hotel le cargábamos las valijas. Yo me subía a los árbo-les, les daba a los turistas frutos de pitanga”. El nombre Iguazú significa en gua-raní “agua grande”. Moconá, “el que todo lo traga”. Miguel Ángel se fue aventurando en el río, inquieto por conocer. “Tenía una lancha con un motorcito 40 –cuenta–. Al principio iba a pescar dorado, hasta que se declaró parque del lado argentino y se dejó de pescar. Yo trabajaba en salud pública, entonces cuando no tenía guardia me dedicaba a mos-trarles a los que llegaban. Como no había Internet, la gente venía sólo por los artículos en la revistas”. “Yo me bañaba en las caídas de agua, me divertía, me peleaba con los ya-carés –revive Charles–. Pero para mí no era nada extraordinario. Hasta que a los 17 años en Barilo-che me hacen subir 252 escalones para ver la cascada Los Cántaros. La gente se emocionaba. Yo les de-cía: ‘¿Sabés cuántos saltos tengo de éstos en mi casa?’. Ahí entendí que hay que ver otras cosas para saber lo que tenés”. El crecimiento turístico ha modi-ficado no sólo su entorno de vida, sino también la forma de interac-tuar con el ambiente. Charles co-menta: “Parques Nacionales em-pezó a sacar a todo su personal de cataratas, les dio un terreno a cada uno en Iguazú y nos tuvimos que venir acá. Pero todos nacimos atrás de donde ahora está el Hotel Shera-ton. En ese entonces era muy espo-rádico ser guía, sólo en los meses de verano y julio, hasta que se convir-tió en una actividad central”.Junto a sus dos hijos varones, Mi-guel Ángel tiene una pequeña agencia de viajes en Moconá, pro-mocionado como el único salto lon-gitudinal en el mundo, un cañón de tres kilómetros de largo con caídas

Charles Donato Irala

Miguel Angel Tassi

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de agua paralelas a su cauce, una zona considerada parque provin-cial e incluye a la reserva de biosfe-ra Yabotí. “Para apreciarlo depende de las alturas del río. Cuando el río crece, esta falla se llena de agua y se tapa. Es mejor cuando el río está bajo, que alcanzan una altura de 15 metros”, explica Miguel Ángel, quien dirige este paseo con la misma pasión y espíritu de aventura que el primer día pero con una lancha mucho más po-tente y segura. “Moconá es más humilde –afirma–. En catara-tas hay mucha gente, mucha estructura. Acá lo vivís como tuyo, más de cerca. Hoy en ca-taratas tenés 5.000 personas por día, en Moconá, en julio 1000”.Charles, el niñito de gorrita borda-da, pudo conocer otras maravillas naturales y volver a su terruño. Fue gerente de Singer Tour: “De 300 pa-sajeros por mes, en un año le puse 3.000 por mes. Pero renuncié cuan-do murió el patrón. Y sin plata armé mi propia agencia. Teníamos nada más que un escritorio”. Hoy Char-

les es director de Aguas Grandes, una empresa de turismo en Iguazú. Al mismo tiempo que creció como empresario, comenzó a recordar sus raíces. “Con mi hermano em-pezamos a tributar al indio, a dar-le su valor. Crecí con la burla en la escuela de ‘indiecito, negrito olor a humo’. Uno a esa edad no se da

cuenta de que tiene cara de indio, mirás la cara de tu vieja y la vida si-gue. Pero en Buenos Aires sentí que no había nada que esconder, me pareció importante reconocerme como indio”. Charles dice que tomó ciertos cono-cimientos indigenistas, a los que él llama “el positivismo”. “Si se es positivo, se tiene el mundo en las

manos. Las personas tenemos el poder de curarnos el 90 por ciento de las enfermedades, ya que son ne-tamente autoproducidas. Con el po-sitivismo, atraés y elevás el cuerpo y el espíritu al más allá. Yo aprendí esto de los indígenas en el noroeste y pude entender luego a mi gente de acá. Yo creo en eso: Dios te da todo

lo que querés, el único tema es saber distribuirlo, no es sola-mente para vos. Por eso, si me muero, me muero feliz, logré todo lo que quise en mi vida”. Miguel Ángel dice que lejos del Moconá no viviría mucho. “Yo disfruto con la gente que pasea. A veces hay gente que te dice: ‘Yo de esto conozco mu-

cho porque anduve en lancha en Ti-gre’. Y de repente, aparece un puma sobre las piedras y se quedan todos helados”. Para Charles, estar fren-te a las cataratas “es verle la cara a Dios. Yo voy y le hablo y las catara-tas me contestan con su música”.

Lorena GarcíaFotos: Ministerio de Turismo

de Misiones

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de repente, aparece un puma sobre las piedras

y se quedan todos helados

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“Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga

> DIAGRAMA CRIOLLO

> Rana coralina (Leptodactylus laticeps)

> Rana de bigotes (Leptodactylus

mystacinus)

> Sapito cavador(Rhinella fernandezae)

> Sapito de cuatro ojos coicoy (Pleurodema thaul)

> Ranita de Darwin (Rhinoderma

darwinii)

> Ranita cuatro ojos rojiza (Pleurodema

borellii)

> Rana de las tormentas (Scinax

aromothyella)

> Rana criolla (Leptodactylus

ocelatus)

> Ranita del Chalhuaco

(Telmatobius nitoi)

> Sapo buey(Rhinella schneideri)

> Escuercito(Pleurodema tucumanum)

> Sapito de montaña salteño (Telmatobius

atacamensis)

> Sapito cuatro ojos patagónico (Pleurodema

bufonina)

> Escuercito (Odontophrynus

americanus)

> Rana cavadora (Leotodactylus bufonius)

> Ranita del zarzal (Hypsiboas pulchellus)

> Rana trepadora enana (Dendropsophus

nanus)

> Rana pehuenche (Alsodes pehuenche)

> Rana del Somuncurá (Somuncuria

somuncurensis)

> Ranita del lago del desierto

(Chaltenobatrachus grandisonae)

> Ranita llorona o de cuatro ojos (Physalaemus

biligonigerus)

> Rana mono yungeña (Phyllomedusa

boliviano)

> Escuercito de salina (lepidobatrachus asper)

> Sapo espinoso(Rhinella spinulosa)

> Rana de Pintas Claras (scinax fuscovarius)

> Escuercito fantasma (Pleurodema nebulosa)

> Sapito boscoso de tres rayas (Bufo variegatus)

> Sapito de color (Melanoprhyniscus

stelzneri)

> Culebra ciega del Río de la Plata (Chthonerpeton

indistinctum)

> Rana de Müller (Dermatonotus muelleri)

> Ranita pingüino o aceituna (Elachistocleis

bicolor)

> Escuercito Cururú(Odontophrynus

occidentalis)

> Rana boyadora grande (Pseudis

paradoxus)

> Sapito de panza roja (Melanoprhyniscus

rubriventris)

> Ranita trepadora chaqueña

(Hypsiboas raniceps)

> Rana tractor (Argenteohyla

siemersi)

> Escuerzo común(ceratophrys

ornata)

> Sapo común (Rhinella

arenarum)

> Sapo de Achala (Rhinella Acalensis)

Solución:1. Lapacho2. Tarefa3. Guaraní 4. Yaguareté5. Japepo6. Morpho7. Capricornio8. Pacú9. Encantado10. Mensú

11. Eldorado12. Posadas13. Basalto14. Ayala15. Yacutinga16. Chipá17. Macuco18. Chamarrita19. Tereré20. Solari

FE DE ERRATASPedimos disculpas por los siguientes errores cometidos en la edición Nº27 de Cosas Nuestras

Pág. 6, 64 y 75: no figuraron los créditos de las fotos cedidas gentilmente por María Eugenia Pucheu. Pág. 18: donde dice “17 mil hectáreas” debió decir “1.700 hectáreas”. En la misma nota debió figurar el apellido de casada de la entrevistada: Sara Anchorena de Elizalde.

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Callado y taciturno, de rostro lampi-ño y levemente rojizo con pequeños ojos encendidos y apenas un esbozo de sonrisa, aún hoy, Andrés Guacu-rarí, “Andresito”, encarna el espíritu del pueblo guaraní. Nació el 30 de noviembre de 1778, en Santo Tomé (Corrientes), o en São Borja (Brasil). No hay datos ciertos; sin embargo, don José Gervasio Ar-tigas le reconoce en una carta: “el pueblo de San Borjas, su amada cuna y la de sus padres”. Vivió su infancia con su madre y los guaraníes, y en su educación influyó el Padre Céspe-des, con quien oficiaba misa, como sacristán, en Santo Tomé; también con el sacerdote aprendió música y a escribir, y hablar el guaraní, el es-pañol (su padre era español) y el por-tugués. En 1801, cuando fueron inva-didos por los portugueses, Andresito y otros jóvenes guaraníes escaparon al otro lado del río Uruguay. Recibió instrucción militar en Montevideo, y regresó para luchar de por vida en su tierra. En 1810, cuando Manuel Belgrano ve-nía del Paraguay rumbo a las costas del Uruguay, se detuvo en Misiones e incorporó 300 hombres guaraníes-

misioneros a su ejército en apoyo del sitio de Montevideo. Andresito era uno de ellos. Al año siguiente, cuan-do Artigas fue nombrado coman-dante general de Misiones, conoció a Andresito y lo adoptó. Andrés Guacurarí y Artigas fue designado ciudadano, capitán de Blandengues y comandante general de las pro-vincias de Misiones y de Corrientes. Nombramientos recibidos de su pa-dre adoptivo.La llegada de Andresito y sus huestes a un pueblo significaba la libertad de indígenas, negros y mulatos; los ve-cinos más encumbrados eran obliga-dos a limpiar las calles y sus mujeres a cuidar a los heridos. En una oca-sión, las fuerzas correntinas, derro-tadas en Saladas por los guaraníes, pasaron por San Antonio de Mburu-cuyá y arrebataron niños guaraníes a sus madres para enviarlos como esclavos a Buenos Aires. Los guara-níes increparon a Andresito, que de inmediato incorporó a sus huestes a niños de la “clase decente”. Las “ma-tronas correntinas” le hicieron recla-mos por temor a que sus hijos fueran enviados al campo de batalla; no to-leraban, además, que se los obligara

a cumplir ‘tareas de los indígenas’. “Pueden llevarse a sus hijos –les con-cedió–, pero en adelante recuerden que las madres indias también tie-nen corazón”. Andresito dedicó sus días a erradicar el racismo, a combatir a los invaso-res luso-brasileños, paraguayos y correntinos, y a la defensa del fede-ralismo. Aun así le fueron cortadas las alas. En 1819 lo arrancaron de su patria, y la de sus ancestros, la tierra guaraní, o tierra misionera. Pero qué era, y desde cuándo, la tierra misionera. Se dice que Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue el prime-ro, en 1541, que avistó la zona. Sin em-bargo, al llegar, una especie similar a la humana, sin ropas ni religión ni cultura ni valores, los enfrentó. ¡Qué osadía!, se dijo don Cabeza de Vaca. Eran hombres, mujeres y niños que vivían en esta tierra desde siempre. Cuando la corona española lo supo, envió a la Compañía de Jesús para ca-tequizarlos, o “civilizarlos”. En nom-bre de la corona española, aquellos jesuitas bautizaron la tierra guaraní como “provincia de las Misiones” y fundaron tanto pueblos como misio-nes. Una vez que los jesuitas fueron

ANDRÉS GUACURARÍ

El Comandante Andresito dejó su huella de héroe en un escenario y un tiempo castigados por la guerra. La escritora Silvia Miguens narra momentos fundamentales de un hombre indómito en los albores de la patria.

FUEGOCONTRA

FUEGO

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echados, no por los guaraníes sino por Carlos III, la región quedó como tierra arrasada. Pese a su condición de “conquistados” o “sometidos”, los guaraníes heredaron de los jesui-tas la música, la palabra escrita y la agricultura, entre otras artes. Como si no hubiera sido suficiente con la conquista, ellos y sus ancestrales do-minios fueron repartidos entre los herederos de las colonias de España y Portugal, Fernando VII y su herma-na Carlota. Las “fraternales” peleas familiares, las intrigas de su entor-no, los embates portugueses, britá-nicos, franceses, paraguayos, criollos y porteños dieron como resultado un nuevo reparto de límites.Desde que las tierras guaraníes fue-ron invadidas por los portugueses, en 1801, se pensaba cuál era la mejor es-trategia para recu-perarlas. Recién en 1815, Artigas decidió la contrainvasión, convocó a su ahi-jado Andrés Gua-curarí y lo nombró comandante general. Andresito se instaló en la Candelaria y pronto re-cobró los pueblos a orillas del Paraná y volvieron a funcionar los cabildos indígenas pudiendo administrar es-tancias y yerbatales, además, instaló una fábrica de pólvora. Pero, en 1816, los portugueses amenazaron de nue-vo y Andresito tuvo que abandonar la Candelaria para combatirlos, con mil hombres reclutados en São Borja. A pesar de su valentía, no era bien considerado. En una carta al gober-nador interino reflexionaba: “…cuan-do pensaba que con mis servicios y desvelos adquiría un nombre de fiel americano que aspiro a mi libertad, he adquirido el de opresor y tiraniza-dor de los hombres que se desvelan por este ídolo encantador […] Cuartel

de Candelaria, 15 de abril de 1816. An-drés Artigas”. El resquemor no sólo era con Andresito. En una tertulia, en Río de Janeiro, el embajador del Director Supremo alardeaba de lo que el mismo Pueyrredón le había comentado: “Necesitamos la fuerza de un poder extraño no sólo para ter-

minar nuestra contienda, sino para formarnos un centro común de auto-ridad, capaz de organizar el caos que están convertidas estas provincias… La escuadra está al ancla, esperando el viento, Artigas dejará de moles-tar…”.Ninguno se amilanó. Al amanecer el 2 de julio de 1817 el ulular del gallo y un galope los despertó con malos au-gurios. Eran los Dragones de Río Par-do y la Infantería de Santa Catalina, unos ochocientos, en su mayoría ve-teranos de las guerras napoleónicas, pero que desconocían la convicción de los guaraníes y la de los gauchos que, junto a sus familias y enarbo-lando una bandera roja, defenderían la guarnición de Apóstoles. Y al frente de los Dragones, el briga-

dier Francisco das Chagas Santos, que en uno de sus partes de guerra relata: “…la batalla se definió al-rededor de las tres de la tarde, en momentos en que, encabezando un cuerpo de caballería compuesto por doscientos hombres, el comandante Andrés Guacurarí, llegaba al galo-pe […] Las cargas de los fusiles esta-llaron y los choques del acero de las lanzas, los facones y los sables, se mezclaron con sapucays de coraje y gritos de dolor”.Chagas y Andresito se convertirían desde entonces en enemigos a ul-tranza. En São Borja se ponen en marcha una decena de canoas y ca-rretas con piezas de artillería más unos quinientos hombres, con el

único fin de acabar con Andresito. Al comienzo, pareció contrarrestarlos, pero decide reti-rarse a Yapeyú. Chagas encuentra la posición aban-donada y la ocupa. Andresito había recibido órdenes

de Artigas de no arriesgar hombres ni poblaciones que pudieran quedar en medio del fuego cruzado. Cha-gas, avanza con su idea: “atacar en viva forza os povos dos insurgentes, arruinarlos e queimarlos”, así des-truyó La Cruz y Yapeyú, remontó el Uruguay hasta Santo Tomé, siguió hasta Santa María, San Javier y Már-tires. Ordenando destruir y saquear todo, salvo los pueblos a orillas del Paraná, reclamados por el Paraguay. Después de la derrota de Ibiritingay, las tropas de Andresito volvieron a desplazarse y se refugiaron alrede-dor de las viejas estancias, esperan-do ayuda de los correntinos, pero ya habían acordado con los portugueses quedar fuera de la Liga de los Pueblos Libres, de la influencia de Artigas.

Andresito dedicó sus días a erradicar el racismo, a combatir a los invasores

luso-brasileños, paraguayos y correntinos, y a la defensa del federalismo

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“No cederemos –ordena Artigas a Andresito–. Al Jefe de los Orientales podrán arrancarle la vida, pero no llegarán nunca a envilecerlo al ex-tremo de que venda el rico patrimo-nio de su Patria, al bajo precio de la necesidad. Eleve el ánimo de los in-dios desparramados por los contor-nos de la laguna del Iberá...”. Cuatro-cientos muertos son sembrados en el campo de batalla y Andresito cede, provocando gran malestar en Arti-gas. No hay tiempo de resquemores y Artigas los abandona. Pero en ciertos sectores de la población no desapa-rece el odio contra Andresito y sus hombres, que, según los describe el historiador Mantilla, eran “un con-junto aterrador y repugnante, una indiada poco menos que desnuda, sucia, fea y de aspecto fe-roz. Unos llevaban harapos; otros, raí-dos chiripaes tan sólo, y otros se cu-brían con pedazos de cuero”. Vistos de ese modo, y sabien-do que Caá Catí era paso obligado de Andresito, la población esconde lo comestible, las joyas y todo lo de va-lor, por ejemplo, las mujeres. A pesar de los recaudos, a la fami-lia Esquivel “le fue arrebatada” una hermosa muchacha de cabellera abundante. ¿Arrebato o fuga? Quién sabe. Andresito la llevó o juntos se fueron hacia Saladas. Al año, María Mercedes regresó. Los padres y ami-gos habrían pagado un rescate. La muchacha –dicen– reapareció en el pueblo en medio de gritos y dispa-ros con una custodia guaraní, que, sintiéndose observados, la dejaron y escaparon. Otras versiones, agregan que María Mercedes traía ropa nue-va, un crucifijo de madera y un ma-letín de cuero con monedas de oro.

Al parecer, “la cautiva” regresó bien vestida, acicalada, con regalos para sus padres. Y embarazada.María Mercedes fue “cautivada” en 1818 por Andresito, que venía de triunfar en los combates de Caá Catí y Saladas; desde esa fecha y hasta abril de 1819, cumplió fun-ciones como gobernador de Co-rrientes. Es de imaginar, entonces, que María Mercedes pasó sus días no en un feroz cautiverio con un “cacique guaraní” sino, tal vez, en una amable convivencia con el “se-ñor gobernador”… Pero el viejo enfrentamiento entre el patriciado y las masas rurales no los dejaría en paz. Andresito seguía luchando para cambiar esa socie-

dad que, durante la conquista y la colonia, se había acostumbrado a la encomienda, a no pagar sueldos sino con un plato de comida; los gua-raníes y sus hijos eran vistos como sus criados y esclavos, y Andresito se empeñaba en liberarlos repar-tiendo tierras para ser trabajadas en beneficio propio y de sus familias: “imperdonable”. Y María Mercedes tuvo que regresar con su familia, o ser reintegrada a ella, porque el go-bernador una vez más tuvo que salir al campo de batalla. Los portugueses amenazaron de nuevo con apropiar-se de todo y, como Artigas ya no es-taba bien pertrechado, era Andresito quien debía combatir. Andresito y Chagas se enfrentaron

en Curuví, en un sangriento combate en el que murió el cacique Tiraparé. Para no perder más hombres, Andre-sito decidió atravesar el Uruguay, en una jangadilla. En medio del río fue alcanzado por una patrulla, mania-tado y trasladado a Porto Alegre; An-dresito iba caminando, y lo envolvie-ron con un cuero crudo al cuello que, durante el trayecto, se resquebrajaba y le dificultaba la respiración. Una vez encarcelado fue puesto a traba-jar en obras públicas, hasta que lo trasladaron a un pontón en Río de Janeiro, y más adelante a la Ilha Das Cobras, donde se dice que murió. Sin embargo, existe otra versión: des-pués de dos años de cárcel, el espa-ñol Borja Margariños consiguió que

fuera liberado y, el 3 de julio de 1821, habría arribado a Montevideo. Desde esa fecha nada se supo. Nin-gún indicio de su vida ni de su muer-te. Tampoco de un probable ren-cuentro con María Mercedes y su hijo,

nacido en 1819 y bautizado como José Mariano Esquivel. Sólo que el hijo de Andresito vivió en Caá Catí hasta muy anciano y que lo denostaban di-ciéndole que era un hijo del cacique Guacurarí, desestimando el hecho de que aquel cacique guaraní había sido comandante y gobernador ge-neral de la provincia de Misiones y Corrientes, y que gracias a su convic-ción y valentía esa tierra guaraní, la provincia de Misiones, nunca dejó de pertenecer a nuestra Patria.

la batalla se definió alrededor de las tresde la tarde, en momentos en que,

encabezando un cuerpo de caballeríacompuesto por doscientos hombres, el comandante Andrés Guacurarí,

llegaba al galope

Silvia Miguens

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LES LA RIOJA

La Rioja: Pelagio B. Luna 627 Tel: (0380) 443-7557

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La Plata: Diagonal 74 (entre 47 y 48)Tel: (0221) 421-4434La Plata Pasaje Rodrigo: Calle 51Nº 488 (entre 4 y 5), loc. J15Tel: (0221) 410-0438

Lincoln: Urquiza 55 Tel: (02355) 42-2332

Mar de las Pampas: Paseo La Pinocha, Lucero y Santa María. Tel: (02255) 47-2473

Mar del Plata: Avellaneda 1302(esq. Güemes) - Tel: (0223) 451-6719

Mercedes: Calle 27 Nº 401 (esq.18)Tel: (02324) 431-387

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