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    aunPublicación de Psicoanálisis

     Los usos del síntoma 

     AÑO 4 – NÚMERO 6 – NOVIEMBRE DE 2012

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    aunEs una publicación de

    DIRECCIÓN

    Vanina Muraro - Martín AlomoSECRETARÍA

    Leticia Palumbo

    COMISIÓN EDITORIALSilvana Castro Tolosa

    Luciano Lutereau

    COMITÉ CIENTÍFICOColette Soler (Francia)Sonia Alberti (España)Sol Aparicio (España)

    Rithée Cevasco (Francia) Ana Laura Prates (Brasil)

    Luis Izcovich (Francia)Bernard Nominé (Francia)

    Héctor López (Argentina)

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    aun Año 4 - Nº 6

    1ª edición, noviembre de 2012

    DIRECCIÓNViamonte 2790, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Tel: 4964-5877www.forofarp.org

    [email protected]

    © 2012, Foro Analítico del Río de la Plata

    ISSN 1852-7264

    DERECHOS RESERVADOS

    Los artículos incluidos en esta publicación son propiedad de losrespectivos autores. No se permite la reproducción parcial o total,el almacenamiento,el alquiler, la transmisión o la transformación deeste libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electró-nico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros mé-todos, sin el permido previo y escrito del editor. Su infracción estápensada por las leyes 11723 y 25446.

    Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

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    ÍNDICE

    Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

    Los usos del síntoma

    EL SÍNTOMA, UNA SATISFACCIÓN AL REVÉS . . . . . . . . 13

      › Vanina Muraro

    LA VOZ DEL SUFRIENTE. La migración de la voz en lasintomatología del caso Dora . . . . . . . . . . . . . . . 21  › Marcelo Mazzuca

    LAS TRANSFORMACIONES DEL SÍNTOMA EN LA CURA ANALÍTICA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37  › Lucas Boxaca y Luciano Lutereau

    Posiciones del analista

     ACERCA DE UN PRINCIPIO SOBERANO. Reflexiones en tornoa la abstinencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55  › Santiago Thompson

    DE LOS DESEOS DE UN ANALISTA AL DESEO DEL ANALISTA . 61

      › Florencia FaríasEL JUICIO ÍNTIMO DEL ANALISTA . . . . . . . . . . . . . 71  › Gabriel Lombardi

    Las lecciones de la psicosis

    LA PRESENTACIÓN DE ENFERMOS CONSIDERADA COMO

    UN DISPOSITIVO ANALÍTICO. Resonancias de una experiencia 83  › Martín Alomo, Carolina Zaffore y Gonzalo López

    LAS LECCIONES DE LA PSICOSIS . . . . . . . . . . . . . 99  › Colette Soler

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    El psicoanalista, su escuela

    EL ANALISTA-ANALIZANTE . . . . . . . . . . . . . . . .109  › Matías Buttini

    TRES OBSERVACIONES SOBRE EL ANALISTACONSIDERADO COMO RESPUESTA . . . . . . . . . . . .115  › Martín Alomo

    La Red Asistencial del FARP

     ANALISTAS EN RED POR TRANSFERENCIA DE TRABAJO . . .123  › Laura Salinas

    Libros

    Dixit. Bianuario del Colegio Clínico del Río de la Plata 2011-2012 129

    La histérica y su síntoma, de Marcelo Mazzuca . . . . . . .131

    Los usos del juego, de Luciano Lutereau . . . . . . . . . .133

    La elección irónica. Estudios clínicos sobre la esquizofrenia,de Martín Alomo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

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    En el marco del Campo La-caniano, he aquí el número 6 de Aun, revista del Foro Analíticodel Río de la Plata.

    Como ya es habitual en nues-tra línea editorial, interesa po-ner a consideración de los cole-gas las preguntas que orientanel trabajo investigativo y el ejer-

    cicio de revisión y crítica perma-nente –“crítica asidua” ha dichoLacan– que se lleva adelante enuna institución orientada por losprincipios de la Escuela.

    Concierne al analista, cuandoasume esa segunda instanciaque reflexiona sobre los efectos,dar cuenta de su acto. Al me-

    nos, porque ese ejercicio tieneincidencias en una nueva vuel-ta sobre la clínica. De este mo-vimiento es que este número in-tenta reflejar una praxis.

    Los usos del síntoma  indicaentonces, y en primer lugar, lavariedad discrecional que unanoción puede exponer para ladirección de la cura: ya sea enlos diferentes momentos de lapuesta en forma del dispositi-vo, hasta su consecución, por-que siempre su vértice radica

    en ser la brújula del análisis. Ensegundo lugar, se delimitan di-ferentes  posiciones del analis-ta: abstinencia, deseo y su “jui-cio íntimo”. En tercer lugar, laslecciones de la psicosis expo-nen ese recorrido que hizo dela presentación de enfermos undispositivo de transmisión, así

    como la incidencia de lo que elpsicótico enseña a la teoría. Lasúltimas dos secciones presen-tan elaboraciones sostenidas enla Escuela, en función de interlo-cuciones producidas en circuns-tancias específicas, y en la Red

     Asistencial.Este volumen interpela a es-

    píritus inquietos. Lo más inte-resante de los ensayos de res-puesta a los problemas clínicosy a las coyunturas del analistaen la Escuela, radica en la fun-ción de señalar los interrogantesque los inspiran y que, eventual-mente, podrían merecer réplicasdiversas, aun mejores.

    Por último, la aparición deeste número coincide con el na-cimiento de otra publicación delFARP: la revista digital NadieDuerma. Nessun dorma, tal la

    EDITORIAL

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    sentencia de la princesa Turan-dot que, a pesar de su dureza,puede ser leída como la exhorta-ción a no dejar escapar el amor.

    Nadie duerma da testimonio so-bre nuestro modo de no dejar es-capar la posibilidad de ese lazotan particular, que constituye lapráctica de interrogar la expe-riencia analítica junto a nuestros

    colegas. A este mismo comitéeditorial corresponderá estar ala altura de este nuevo desafío.

    En Nadie duerma  encontra-

    rán los ecos de esta AUN de pri-mavera.

    Comité editorialOctubre de 2012

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    Los usos del síntoma

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    Síntoma: una satisfacciónparadójica

    En el inicio del recorrido deeste trabajo se halla una pre-gunta, que desde hace más deun siglo, nos atraviesa a todosaquellos que nos dedicamos alpsicoanálisis: ¿cuál es el sínto-

    ma?Quisiera responderla, en pri-mera instancia partiendo de unapremisa freudiana con la que to-dos estamos familiarizados: elsíntoma es una formación del in-consciente.

    En el seminario 5: Las forma-ciones del inconsciente  (1957-

    58), en la clase titulada “Lasmáscaras del síntoma”, Lacanhace la referencia a que el des-cubrimiento freudiano esenciales que en las formaciones del in-consciente se vehiculiza algo delorden del deseo. Más aún, en elsueño –a excepción del sueñode angustia– Freud no nos ha-bla simplemente de deseo sinode cumplimiento de deseo. Enese mismo texto, encontramosuna definición de síntoma: “…llamo aquí síntoma, en su senti-

    do más general, tanto al síntomamórbido como al sueño o a cual-quier cosa analizable. Lo que lla-mo síntoma, es lo analizable.”1

    Pasemos ahora al segundotramo de la estructura, es decir,avancemos en la problematiza-ción de esta afirmación.

    Pero ¿por qué a la hora de

    escoger una brújula privilegia-mos el síntoma y no otra forma-ción del inconsciente? Es decir,¿qué lo diferencia de las demásformaciones del inconsciente?

    En la misma cita, unos párra-fos después, Lacan señala queFreud “indica que en el propiosíntoma hay ciertamente algoque recuerda a dicha satisfac-ción, pero es una satisfaccióncuyo carácter problemático esbastante acentuado, ‘una satis-facción al revés’”.2 

    “Una satisfacción al revés”no es, sin embargo, equipara-ble a algo extremadamente insa-tisfactorio y Lacan parece desli-zar en esa apreciación, un pocoirónicamente, que existiría una“satisfacción al derecho”. Con-signémoslo entonces como una“satisfacción paradójica”, en tér-

    EL SÍNTOMA, UNA SATISFACCIÓNAL REVÉS

    › Vanina Muraro

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    minos estrictamente freudianos:la pulsión y su revuelta.

    Más tarde, en un texto 16años posterior, correspondiente

    a 1973, la “Introducción a la edi-ción alemana de un primer volu-men de los Escritos”, Lacan in-siste en esta diferenciación: “Elsíntoma no opera del mismomodo que las formaciones delinconsciente, es decir, sueños,lapsus y chistes, que demues-tran su estructura por el hecho

    de ser descifrables e interpreta-bles y tener un sentido.”3 Lacan hace referencia a que

    es el propio Freud quien advier-te las características que diferen-cian el síntoma del resto de lasformaciones del inconsciente yque lo tornan un elemento úni-co. Es decir, que si bien se ins-

    cribe dentro de este conjunto, elde las formaciones del incons-ciente, está dotado de un plus.

    El síntoma posee un carác-ter paradójico. Recordemos elejemplo clásico del ataque his-térico en el que la mujer conuna mano baja su pollera y conla otra la sube, pero su carác-

    ter paradójico no sólo reside enlo que expresa sino en su com-posición misma. Se trata de uncuerpo extraño –como señalaFreud en el capítulo 3 de Inhibi-ción, síntoma y angustia– que secaracteriza por su “extraterrito-rialidad”, siendo por lo tanto lomás propio del sujeto y lo másirreconocible.

    Tal como afirma Freud en sutexto “Sobre la iniciación del tra-tamiento” (1913), el enfermo

    toma a su neurosis como a “unasuerte de ‘señorita forastera’. Nosabe de dónde viene y por esoespera que un buen día haya de

    desaparecer”.4 Elijo privilegiar esta metáfora

    porque figura al síntoma como:

    • una suerte de forastero• animado y, para colmo,• femenino.

    Tres elementos que conflu-

    yen en el síntoma y evocan lapresencia del Otro.Este desarrollo nos remite al

    texto freudiano “Lo ominoso”,donde la división entre lo fami-liar y lo extremadamente ajeno–a medida que Freud realiza elrastreo del término– se vuelveuna línea cada vez más borrosa.

    Es por ello que la definición quepropongo para el síntoma esque se trata de un huésped.

    El término “huésped” proce-de del latín hospes (genitivo hos-

     pitis) y poseía entonces la mismapareja de significados contradic-torios –es lo que los lingüistas lla-man un indefinible– ya que pue-

    de significar tanto al que albergacomo al que es albergado.En español el significan-

    te “huésped” también encierraesta ambigüedad ya que puedesignificar: aquel organismo quealberga a otro en su interior o loporta sobre sí, ya sea un parási-to o un comensal. O bien, el hos-pedado y no el hospedador.

    Concebir al síntoma comoun huésped, con la ambigüedaddel término y su carácter extrate-

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    › Vanina MuraroEl síntoma, una satisfacción al revés

    rritorial, nos permite situar clara-mente el descentramiento, la di-visión del sujeto.

     Avanzando, entonces un

    poco más, el síntoma, con su“satisfacción al revés”, “satis-facción paradójica”, nos revelaal sujeto en su división, lo cualno es poco ya que –a excepcióndel acto– es el único modo en elcual el sujeto logra revelarse.

    Llamamos sujeto al efecto dedivisión que el lenguaje produce

    en el ser hablante, dividido en-tre: la determinación inconscien-te que hace de él una marionetaparlante alienada a un saber delque nada sabe y una respuestaque lo separa y le permite res-ponsabilizarse de su posición desujeto. En su texto “Singular, par-ticular, singular”, Gabriel Lom-

    bardi escribe al respecto: “Elsíntoma es ese punto de opaci-dad y de división que constituyey da presencia a un ser irrepre-sentable para sí y también parael Otro. El síntoma es la divisióninstalada en el ser hablante, divi-sión que de él hace sujeto.”5

    Por eso, la respuesta a esa

    división es el síntoma y de allí laimportancia de aguzar los oídospara transformarnos en partenai-

     res de éste. Es que el síntoma noes síntoma para el psicoanálisissin la escucha de un analista.

    Ser  partenaires  del síntomaimplica seguir la enseñanza freu-diana que, tras escuchar pacien-temente los reproches que su

     joven histérica dirige al padre,percibe que, la tos de Dora, mis-teriosamente irrumpe en su rela-

    to cuando se queja nuevamentede su padre.

    La especificidad del síntomaen las neurosis obsesivas

    Quisiera trabajar el síntomaobsesivo tomando, a modo deherramienta, dos textos: Inhi-

     bición, síntoma y angustia  y el“Historial del Hombre de las Ra-tas”.

    La primera de estas dos he-rramientas la voy a utilizar paradilucidar algunas característicaspropias del síntoma en esta neu-rosis y la segunda para verificarcómo el analista se hace  par-tenaire de la división del sujetoproduciendo de ese modo algomás que la pintura de un cua-

    dro. Es decir, logrando enlazarla ideación obsesiva al cuerpo.Si bien el síntoma para el psi-

    coanálisis es entonces, como di- jimos, una división encarnadaque constituye y da presenciaal sujeto, Freud sin embargo, enel capítulo V de Inhibición, sín-toma y angustia declara un “te-

    rreno infecundo”: el de la forma-ción de síntoma en la genuinahisteria de conversión. Dice que:“Son numerosas las neurosisen las que no se presenta nadade angustia. La genuina histeriade conversión es de esa clase:sus síntomas más graves se en-cuentran sin contaminación deangustia.”6 

     Allí donde la metáfora es máslograda lo infecundo reside enque el yo se comporta como si

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    no tuviese participación alguna,en otras palabras: no se divide.

    En el extremo aparentemen-te opuesto, en el extremo más

    metonímico, donde la multi-plicación parece proliferar enmandamientos, órdenes y con-traórdenes encontramos el sín-toma obsesivo, donde tiene lu-gar esa satisfacción paradójica,pero, por otras razones, el terre-no puede resultar tan infecundocomo en la histeria conversiva

    genuina: el problema allí es arri-bar a la encarnación en el cuer-po porque el síntoma y el lugardel goce aparecen divorciados.

    Sabemos que en la obse-sión aquello que aparece ero-tizado es el pensamiento y elpensamiento goza de ligar unsentido con otro, de sintetizar;

    si me lo permiten: puede así su-mar infinitas ratas porque las re-presentaciones se deslizan enuna metonimia sin fin y sin laemergencia del cuerpo comosuperficie de goce que funcio-ne como anclaje.

    En el capítulo siguiente delmismo texto, el número 6 de

    Inhibición, síntoma y angustia,Freud describe el “tabú del con-tacto” propio de la obsesión:tabú que procura impedir aso-ciaciones, conexiones de pen-samientos, para evitar el conta-gio escabulléndose así tanto dela investidura tierna como de laagresiva; y relaciona este aislare interpolar pausas con la difi-cultad de esta neurosis para elcumplimiento de la regla funda-mental.

    Define al aislamiento como latécnica siguiente:

    “…tras un suceso desagrada-

    ble, así como tras una actividadsignificativa realizada por el pro-pio enfermo en el sentido de laneurosis, se interpola una pausaen la que no está permitido queacontezca nada, no se hace nin-guna percepción ni se ejecutaacción alguna […] la vivencia nose olvida pero es despojada de

    su afecto y sus vínculos asocia-tivos son sofocados o suspendi-dos, de suerte que permaneceahí como aislada y ni siquiera sereproduce en el circuito de la ac-tividad de pensamiento.”7 

    El obsesivo se comporta deigual modo en su relato: puede

    ligar los significantes, aislándo-los del contacto genuino con unyo vigilante que impide sin des-canso el surgimiento de una pre-ciada falla en la cadena.

    Por lo contrario, cuando unobsesivo se analiza, es decir, sepresta al experimento de la aso-ciación libre, asiste a la expe-

    riencia del fracaso de la defensa,pero eso no es sin un analista re-suelto a aplicar la regla funda-mental.

    Un ejemplo precioso de elloes el sueño que el Hombre delas Ratas le dedica a Freud.Transcribiré el sueño que Freuddescribe como un sueño que fi-gura la ambivalencia que el pa-ciente le dirige en transferencia:

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    › Vanina MuraroEl síntoma, una satisfacción al revés

    “Mi madre ha muerto. Quie-re presentar sus condolencias,pero tiene miedo de producir larisa impertinente que ya repeti-

    das veces ha mostrado a raíz decasos luctuosos. Por eso prefie-re escribir una tarjeta con ‘p. c.’,pero estas letras se le mudan alescribirlas, en ‘p. f.’.”8

    Abreviaturas corrientes de pour féliciter  y pour condoler.

     Aquí vemos, además de ladireccionalidad al analista de laformación del inconsciente, la in-tención de precaverse, de defen-derse de ese exceso que suponela risa en una ocasión referida ala muerte. Ese intento de reducirsólo a dos letras el sentido pésa-

    me y la mudanza de una de susletras que trastoca por comple-to el contenido del mensaje, mu-dándolo en su contrario.

    Pero, por lo general, el rela-to de los padecimientos obse-sivos obedece a las leyes delaislamiento y con eso no alcan-za para que el síntoma quede

    constituido, es necesario un es-fuerzo más para que el sujeto sepercate de él. Como dice Lacanen el seminario 10: La Angustia,en la clase número XXI, “El grifode Piaget”:

    “El síntoma sólo queda cons-tituido cuando el sujeto se per-cata de él, porque sabemos porexperiencia que hay formas decomportamiento obsesivo en lasque el sujeto no sólo no ha ad-

    vertido sus obsesiones, sino queno las ha constituido como tales.En este caso, el primer paso delanálisis […] es que el síntoma

    se constituya en su forma clási-ca, sin lo cual no hay modo desalir de él, porque no hay modode hablar de él, porque no haymodo de atrapar al síntoma porlas orejas. ¿Que es la oreja encuestión? Lo que podemos lla-mar lo no asimilado del síntoma,no asimilado por el sujeto.”9

     Lo no asimilado del síntoma,es decir, retomando una de lasdefiniciones de síntoma que se-ñalamos al comienzo, es el ele-mento pulsional, lo más extran-

     jero, aquello menos susceptiblede ser tramitado y digerido porel yo, el núcleo más duro. De allí

    que la dirección de la cura lejosde conducir al paciente al rápi-do alivio del síntoma compor-te primero el empeoramiento dela enfermedad. Empeoramientoque tiene como función que elsíntoma se revele en su extran-

     jeridad y no quede amortiguadopor el carácter o la fantasía. Con-

    tinúo con la cita:“Para que el síntoma salga

    del estado de enigma todavía in-formulado, el paso a dar […] esque en el sujeto se perfile algo talque le sugiera que hay una causapara ello. Tan sólo por este ladose rompe la implicación del suje-to en su conducta, y esta rupturaes la complementación necesa-ria para que el síntoma sea abor-dable para nosotros.”10 

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    Vemos que se trata de queeso  moleste, que eso  empujepara que se produzca un pasajedel enigma a la causa y vemos

    también, claramente, cómo le- jos de hablar de implicación enla conducta, Lacan habla de rup-tura de la implicación del sujetocon su conducta, es decir, pun-to extremo de división y viven-cia de ese cuerpo como propioy extraño.

    Conclusión

     A modo de conclusión deeste desarrollo voy a tomar unpasaje del historial de Hombrede las Ratas que podemos ubi-car en el Apartado C del texto, ti-tulado “El gran temor obsesivo”. 

    Este pasaje ilustra el métodofreudiano y cómo por la vía dela asociación libre y la interpreta-ción, Freud logra convocar a es-cena el cuerpo que el obsesivoescamotea haciendo posible en-tonces el abordaje del síntomacompulsivo.

    Se trata del apartado en el

    que luego de algunos intentosde seducción dirigidos a Freudque tienen también una finalidaddefensiva, el paciente se dispo-ne a relatar el ocasionamien-to directo de acudir a consulta.Relata la presencia del capitány alude a un castigo “particu-larmente terrorífico”; entoncesse interrumpe, se pone de pie yruega ser dispensado de los de-talles.

     Ante la insistencia de Freud,ante su propia sumisión a la re-gla, el paciente continúa el rela-to: “…sobre su trasero es puesto

    un tarro dado vuelta, en éste lue-go hacen entrar ratas, que…”.Nuevamente se pone de pie ymuestra, nos dice Freud “todoslos signos de horror y la resis-tencia”… “penetraban” consi-gue decir el paciente…

    Es entonces cuando Freudadvierte su expresión particular

    en el rostro:  horror ante su pla-cer ignorado por él mismo.Continúa hablando: “En el

    momento  me sacudió una re-presentación de que eso suce-de con una persona que me escara”.

    En una nota al pie, Freud re-fiere la peculiar indefinición de

    los dichos de su paciente en es-tos pasajes y se disculpa por elcarácter imposible de reproducirdel texto.

    Será a partir de la aplicaciónde la regla fundamental y la con-siguiente escucha de eso indefi-nido que emerge el sujeto divi-dido y a partir de ello que Freud

    puede poner a trabajar al pa-ciente en torno a esta represen-tación que como él mismo dice:lo sacude.

    Pero ¿dónde recibe esa sa-cudida? Sólo a partir del trabajoasociativo Freud colige que esarepresentación había estimu-lado “cierto número de pulsio-nes”, despertado una multitudde recuerdos y adquirido unaserie de significados simbólicos,a los que se fueron agregando

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    › Vanina MuraroEl síntoma, una satisfacción al revés

    de continuo otros nuevos des-pabilando en el sujeto su erotis-mo anal.

    Es una zona precisa del cuer-

    po entonces la sede de esa sa-cudida, la sede de ese horrorante su placer ignorado. Porasociación: rata deviene dine-ro, dinero cuota y herencia pa-terna. Padre de quien heredados deudas: la deuda de jue-go y la deuda de amor, heredatambién la infección sexual. Rata

    que devendrá también pene, ex-crementos, casamiento, hijos ygusanos. Rata que asocia conel animal entrevisto en el ce-menterio y le supone que viene

    de la tumba del padre de darseun banquete, precisamente consu cadáver. Hasta concluir en laidentificación con la rata misma:

    “Viva imagen de sí. Tipejo roño-so y asqueroso que ante la irapodía morder a los demás y serpor eso azotado”.11 

    Vemos entonces cómo elgoce puede diseminarse porla cadena asociativa pero final-mente muerde, al modo de unarata, su propio cuerpo logrando

    de ese modo reconciliar el sín-toma y el escenario del goce yser atrapado por Freud por susorejas.

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    Notas

    1. Lacan, J. (1957-1958) El semi- nario 5: Las formaciones del in-

    consciente,  Paidós, Buenos Ai-res, 2006, p. 328.2. Ibid .3. Lacan, J. (1975) “Introducción a

    la edición alemana de un primervolumen de los Escritos”. En Re-vista Uno x Uno, No. 42, pp. 7-15,Eolia, Buenos Aires, 1995, p. 9.

    4. Freud, S. (1913) “Sobre la inicia-ción al tratamiento”. En Obras

    completas, Amorrortu, Vol. XII,Buenos Aires, 1991, p. 130.5. Lombardi, G. (2009)  “Singular,

    particular, singular”. En Singular, particular, singular , JVE Edicio-nes, Buenos Aires, 2009.

    6. Freud, S. (1926) Inhibición, sín-toma y angustia. En Obras Com-

     pletas, Amorrortu, Vol. XX, Bue-nos Aires, 1991, p. 106.7. Ibid ., p. 115.8. Freud, S. (1909) “A propósito de

    un caso de neurosis obsesiva”.En Obras completas, Amorror-tu, Vol. X, Buenos Aires, 1991, p.152.

    9. Lacan, J. (1962-1963) El semina- rio 10: La Angustia, Paidós, Bue-

    nos Aires, 2006, p. 302.10. Ibid ., p. 303.11. Freud, S. (1909) “A propósito de

    un caso de neurosis obsesiva”,op. cit ., p. 169.

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    “La cura es una demanda que parte de la voz del sufriente, de al- guien que sufre de su cuerpo o de su pensamiento.”

    Jacques Lacan, Televisión.

    Los usos del síntoma

    en la comunicación analíticaLa definición de la cura que

    utilizamos de epígrafe nos per-mitirá situar e interrogar el es-tatuto del síntoma en la prácticaanalítica. Más concretamente,los usos que hacen del síntomatanto el analizante como el ana-lista en los distintos momentosde la comunicación analítica.

    Desde los comienzos mis-mos de su enseñanza, Lacanformuló las condiciones estruc-turales de dicha comunicacióny estableció el esquema que de-termina las diferentes etapas deldiálogo. Una definición tempra-na de aquellas condiciones nospuede ayudar a delimitar lo quenos gustaría denominar la “mi-gración de la voz” en el espaciotransferencial de la cura: “En pri-

    mera instancia, el sujeto comien-za hablando de él, no les hablaa ustedes; luego les habla a us-tedes, más no habla de él; cuan-do les haya hablado de él a us-tedes, habremos llegado al finaldel análisis.”1 

    Dicho así parece sencillo,pero es evidente que lo que

    cuenta en esta comunicacióntan particular no se reduce a losenunciados emitidos por la pala-bra del paciente ni a las respues-tas habitualmente escuetas queprovienen de la persona del ana-lista. Mas bien habría que conce-bir el movimiento en su conjuntocomo una operación dialécticaque conduce hacia una “asun-ción de la voz” por parte del su-

     jeto analizante, proceso quese despliega en las tres etapasmencionadas por Lacan.

     Ahora bien, si la cura puededefinirse como una demanda,y como una demanda tal queparte de la voz del sufriente, seabren entonces dos puntos deinterrogación. En primer lugar,¿es también una voz lo que res-ponde a la demanda inicial? Ensegundo lugar, ¿cómo se esta-

    LA VOZ DEL SUFRIENTELa migración de la voz en la sintomatologíadel caso Dora

    › Marcelo Mazzuca

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    blecen los caminos por los cua-les aquella voz instituye la comu-nicación propiamente analítica?Dicho de otro modo, ¿cuál es

    el objeto de dicha comunica-ción, aquel  sobre el que se ha-bla, pero fundamentalmente con el cual se habla?

    Siguiendo estos interrogan-tes, vamos a partir de la siguien-te hipótesis: en la conversaciónanalítica se habla sobre el sínto-ma y con el síntoma. Y se habla

    con él de maneras diversas se-gún se trate de los distintos mo-mentos del análisis: en algunoscasos se lo toma como interlo-cutor, en otros se lo utiliza comoinstrumento de la comunicación.Es, en cualquier caso y en to-das las etapas, la variable princi-pal de la cura. Tarde o temprano

    –así lo decía Freud– el síntomacomienza a entrometerse ( mits- prechen), a “intervenir en la con-versación”.2  “Lo que constituyeel campo analítico –decía Lacan–es idéntico a lo que constituye elfenómeno analítico, a saber, elsíntoma”.3  Signo patognomóni-co de un sufrimiento mudo que

    el neurótico no siempre está dis-puesto siquiera a reconocer, elsíntoma admite diversos usos enla práctica clínica.

    La ética de lo real comoprincipio de la enunciaciónanalítica

    Pensar que la práctica ana-lítica puede hacer un “uso” delsíntoma es introducirse de lleno

    en una cuestión ética. Es, al mis-mo tiempo, sugerir que la curacomo praxis tiene una orienta-ción, una lógica y una finalidad.

    Para el caso de la cura psicoa-nalítica, Lacan designó tempra-namente ese norte a partir de lareferencia al registro de lo real.

    Lo real –dijo tempranamenteLacan– se experimenta siemprecomo “golpe” o como “choque”,es del orden de lo que se esca-pa, y puede definirse como “la to-

    talidad o el instante que se des-vanece”.4 Ahora bien, cuando setrata de la comunicación analíti-ca, aquello contra lo que chocala palabra analizante es habitual-mente el “silencio del analista”.5 

    Pero, entonces, ¿por quéconsiderar ese silencio comolo real interesado en la comuni-

    cación analítica? Si admitimoslo que la experiencia cotidiananos enseña, es decir, que el si-lencio como tal puede participarde cada uno de los tres regis-tros, ¿cómo y cuándo el silenciocomo respuesta logra presentifi-car aquel real? Evidentemente,la respuesta depende del caso

    por caso. No obstante, puedendistinguirse “tipos” de silenciosen relación a los registros. Silen-cio simbólico, cuando la no res-puesta es al mismo tiempo unarespuesta del oyente. Silencioimaginario, en la medida en queesa misma no respuesta-res-puesta puede promover el sen-tido bajo la suposición de la sa-biduría y la completud del otro.Pero también –y es allí donde ladimensión ética se presenta con

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    toda su fuerza– silencio en la di-mensión de lo real: una voz quepuede hacer surgir en la contin-gencia de un encuentro lo impo-

    sible de decir.Para situar esa dimensión de

    lo real, Lacan la definió –unosaños después– como aquelloque “vuelve siempre al mismolugar”,6 introduciendo la referen-cia más precisa a la experienciade la repetición, y muchos añosmás tarde la abordó desde la ló-

    gica para designarla bajo la ca-tegoría de lo  imposible. De allíconstruyó la definición de la clí-nica psicoanalítica que utiliza-mos como punto de apoyo: “laclínica psicoanalítica es lo realen tanto imposible de soportar”,dijo Lacan en 1975.

     Ahora bien, si la clínica analí-

    tica es ese real imposible de so-portar (primer eslabón) y si lacura es aquella demanda queparte de la voz del sufriente (se-gundo eslabón), debemos ubi-car como tercer eslabón la rela-ción del síntoma con lo real. Larespuesta se hace clara a partirdel seminario 10: el goce cons-

    tituye la dimensión real del sín-toma. El síntoma es “irrupcióndel goce fálico”, dice Lacan enel tramo final de su enseñanza,aquello que “viene de lo real”.Pero además agrega –punto im-portante para nosotros– que esun “acontecimiento” del cuerpo,y que allí se sitúa su dimensiónpulsional: “eco en el cuerpo porel hecho de que hay un decir”.

    De allí que el análisis, y másconcretamente el analista, tenga

    posibilidad de responder con sudeseo a la voz del sufriente. Y elhorizonte de su respuesta abrea la posibilidad de un uso nue-

    vo del síntoma, que Lacan cali-fica como un “saber hacer” allí,en lo real.

    Provistos de estas referen-cias tomaremos el caso Dora–“caso casi inaugural de la ex-periencia propiamente psicoa-nalítica”,7 según las palabras delpropio Lacan– para examinar lo

    que sucede con el síntoma enlos preliminares de una cura yen la puerta de entrada al traba-

     jo propiamente analítico.8 

    El uso de la casuísticafreudiana: Dora, el caso “casiinaugural”

    Comencemos destacan-do una de las particularidadesmás llamativas del caso que sir-vió a Freud y a Lacan de mode-lo de la neurosis histérica. Setrata –como lo dice inicialmen-te Freud y lo destaca luego La-can– de una “pequeña histeria”,

    en la medida en que no son lossíntomas corporales los que ca-racterizan el cuadro clínico ni losque llevan a Dora a la consul-ta con Freud: “Los signos prin-cipales de su enfermedad eranahora una desazón y una altera-ción del carácter, y un tedium vi-tae  probablemente no tomadoen serio.”9 

     A diferencia de lo que ocu-rre con Elisabeth von R. o conel Hombre de las Ratas –para

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    mencionar otros dos casos pa-radigmáticos–, el síntoma que-da inicialmente desdibujado, yla conversación del análisis re-

    corre otros caminos. Por estasrazones, Freud se ve obligado arealizar un trabajo preliminar quepermita localizar con mayor pre-cisión la posición que adopta elsujeto frente al padecimiento.

    Entonces, ¿cómo entenderen este caso que la cura es unademanda que parte de la voz del

    sufriente? Para responder, inten-taremos situar el modo en queaquella voz participa de la co-municación inconsciente en lasdistintas etapas de la configura-ción del síntoma.

     Ahora bien, ¿sobre qué temase establece el diálogo incons-ciente en este caso? Dicho de

    otra manera: ¿cuál es el tema, elasunto, o en definitiva el “sujeto”de dicho diálogo? En este pun-to, es Lacan quien aporta preci-siones, y su respuesta sorpren-de tanto por la reiteración y eldetalle como por la precisión yla novedad con la que aborda elproblema de la histérica a lo lar-

    go de su seminario: se dialogasobre La mujer.Para ordenar este diálogo,

    examinaremos por separadotres etapas diferentes y los suce-sivos puntos de empalme entreellas: la etapa preliminar al aná-lisis (Etapa 1), que abarca el pe-ríodo previo a la consulta másel primer tramo del tratamiento.Luego, la etapa del análisis pro-piamente dicho (Etapa 2), quese extiende desde la denomina-

    da por Lacan “rectificación sub- jetiva” hasta la interrupción deltratamiento. Y, finalmente, la faseanterior a la consulta (Etapa 0),

    más precisamente aquella quese extiende desde la apariciónde los síntomas de la tos y la afo-nía hasta la bofetada propinadapor Dora al Sr. K en la ya famo-sa “escena del lago”. En este re-corrido, prestaremos especialatención a lo que va sucediendocon el síntoma.

    Etapa 1. El síndrome de per- secución (de la voz del cuerpo ala voz del pensamiento) 

    Esta primera fase es la quenos parece decisiva, y por esola utilizaremos como referenciaprincipal. Su desarrollo condu-ce a la puerta de entrada del tra-

    tamiento, aquella donde situa-mos con Lacan la “rectificaciónde las relaciones del sujeto conlo real”.10  Esta rectificación deldiscurso es esencial –y por esola ponemos en primer plano– enla medida en que puede trans-formar la demanda inicial dandolugar al análisis propiamente di-

    cho. En este caso, de esas rela-ciones con lo real, interesan fun-damentalmente dos cosas que–aunque articulables– se distin-guen una de otra.

    Por un lado, aquello de loreal que se hace presente porlos “golpes” que produce enlos bordes de la realidad imagi-naria que mantiene ligado al yocon sus objetos. Por otro lado,aquello de lo real que se hacepresente en el síntoma, y que se

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    localiza en el punto donde lossignificantes del Otro (es decir,del discurso inconsciente) ac-tualizan y preservan una moda-

    lidad de goce.Respecto de la primera cues-

    tión (la que prepara el terrenopara la rectificación), ubicamosla cualidad “alucinatoria” con laque Dora experimenta su pensa-miento relativo a la persona desu padre y a las motivacionesque determinan su conducta.

    Nos referimos a la posición rei-vindicativa que Dora adopta ha-cia su padre ubicándose comouna inocente víctima de susmaltratos. Ella invoca su pro-pia conducta como prueba desu inocencia, aunque lo hace in-virtiendo los términos y denun-ciando la conducta de su pa-

    dre. Intentemos ponerle texto ala enunciación de su voz, seríaalgo así como: “Mírenlo como secomporta, él no me ama, y poreso me vende”. No hay dudasni lagunas del recuerdo en estepunto, es decir, ningún tropiezoen el discurso que permita haceraparecer una enunciación equí-

    voca que determine su posiciónde sujeto en el inconsciente.Sin embargo –y este es el

    punto importante por el padeci-miento que trae aparejado–, nopuede abandonar ese pensa-miento ni por un instante. Es en-tonces, aún por fuera de la refe-rencia al síntoma, el primer signode la presencia muda de la vozdel sufriente. Una significaciónque sobrecarga un fragmentode su pensamiento consciente

    y se le impone con una valenciapsíquica casi alucinatoria, culmi-nando en un desmayo que an-gustia a su padre.11 Son pensa-

    mientos “hipervalentes” –segúnla expresión de Freud– compa-rables a la sensación de reali-dad efectiva de aquellos sue-ños en los que se inserta unamoción pulsional, o de aquellosotros de los que se despiertacon una sensación “crepuscu-lar”12 (como ocurre con el “olor a

    humo” en el primero de los sue-ños del historial).Encontramos allí un primer

    signo del padecimiento e índicede un real desconocido. En estecaso no se trata estrictamentehablando de un síntoma ni deun sueño, sino de un fenóme-no que Lacan califica como in-

    terpretativo y alucinatorio, y queforma parte de lo que no dudaen llamar el “pequeño síndromede persecución” de Dora.13 Po-dría haberlo considerado comouna alucinación verbal, si no fue-ra por el hecho de no presentar-se bajo la forma de palabra im-puesta que injuria al sujeto. De

    todos modos, presenta las ca-racterísticas de una suerte de“eco” del propio pensamiento,y de allí su cualidad alucinatoria.Pero, ¿cuál es su objeto?

    Sin duda es Dora quien pien-sa, pero una interioridad extrañahace que su pensamiento cobreuna fuerza inhabitual, como siuna voz interior la aturdiese has-ta provocar la salida de la reali-dad a través del desmayo. Y lahipótesis que nos guía es que

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    esto sucede porque la voz queimpulsa a Dora en esta etapa hamigrado de su lugar de origeny no consigue ser alojada en el

    lugar del Otro. Es ella –es decir,su yo– quien carga con todo elpeso libidinal de esa voz.

    No vamos a extendernos mu-cho en este punto, que formaparte de las consideracionespsicopatológicas del caso. Sim-plemente recordamos al lector,que son las palabras del Sr. K en

    el lago las que alteran el equili-brio de la realidad preexistente.Ubicamos allí el inicio de un mo-vimiento migratorio de aquellavoz que con el análisis se trans-formará en texto y letra. Segúnla lectura de Lacan, parte de laspalabras pronunciadas por el in-terlocutor de turno: al ya no po-

    der identificarse Dora con el Sr.K, la alteridad del personaje delpadre se modifica sensiblemen-te, promoviendo la confronta-ción agresiva con el semejante.Los caminos del diálogo pasandel inconsciente a la concienciay del cuerpo al pensamiento. Di-cho en términos del objeto de

    nuestra interrogación: la voz mi-gra del Otro al otro, y habrá queesperar el desarrollo de la trans-ferencia para que vuelva a mi-grar en dirección contraria.

    Como puede verse, intenta-mos ubicar aquí la forma en queadviene en esta etapa la voz delsufriente, principio de localiza-ción de la demanda neurótica.Digámoslo del siguiente modo:encuentra su punto de partidaen el “pasaje al acto” que repre-

    senta la bofetada al Sr. K. Inten-temos, pues, adjudicarle un textoinconsciente. En este caso seríaalgo así como: “Estúpido, si ella

    ya no significa nada para ti, tú yano significas nada para mí; bus-caré entonces la significación deesa voz en la respuesta de mipadre”. Pero esta migración dela voz termina chocando contrala rigidez de la “persona” del pa-dre, y entonces regresa hacia lapropia persona. Es este el movi-

    miento que conduce al “ataque”histérico, cuya enunciación –im-posible de articular en primerapersona– podría traducirse máso menos así: “Yo gozo de esavoz, goce pulsional pero tam-bién sexual, hago de mi cuer-po falo, órgano sexual que trasel goce del orgasmo detumesce

    mi cuerpo y me hace perder elconocimiento”. El punto de an-gustia queda en este caso elidi-do, y el que termina angustián-dose es el padre.

     Ahora bien, ni los enuncia-dos del Sr. K, ni los que podría-mos adjudicarle a Dora, terminande explicar el estatuto de aquella

    voz que migra durante el lapso dedos años desde la bofetada en ellago hasta el desmayo en la casapaterna. Por eso, en términos dela comunicación analítica, no al-canza con la rectificación que po-dría implicarla a Dora en la parteque le toca en calidad de “cóm-plice”. Lo era desde mucho tiem-po antes y sin lugar a dudas es laprimera voz del Otro que la trans-ferencia consigue establecer apartir de la réplica que Freud pro-

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    duce en el diálogo: “¿Cómo de-signas tú el lugar que te toca enesta realidad sufriente de la quete quejas?”.

    Pero aquí lo decisivo es loque de aquella voz se había des-oído en el tiempo anterior al aná-lisis, y que aun antes del desma-yo se muestra en el  acting queconstituye la amenaza de suici-dio. Es la voz del síntoma, aque-lla que podría articular el sujetode los significantes. De allí el se-

    gundo aspecto de aquella recti-ficación de las relaciones del su- jeto con lo real, y es esto lo quenuestro recorrido pretende des-tacar: la apertura al trabajo pro-piamente analítico depende deeste segundo aspecto de la rec-tificación subjetiva.

    Etapa 2: El síntoma analizable(de la voz del pensamiento ala voz del texto)

    Como decíamos, la primeraintervención de Freud permiterectificar las relaciones del suje-to con la realidad que éste de-

    nuncia, convirtiendo a Dora en“cómplice” de la empresa de supadre. “Cómplice” es el nombredel segundo desarrollo de ver-dad –según la lectura inicial deLacan–, luego de la primera in-versión en el diálogo del análi-sis. Dora abandona su posiciónde inocencia al quedar implica-da en calidad de partícipe indi-recto del delito de infidelidad.

    Pero lo que no se advierteaún es el usufructo que Dora po-

    dría obtener por semejante deli-to, y por eso la maniobra rectifi-cativa corre el riesgo de quedarperdida en las idas y vueltas de

    la conversación. Todavía no seha cruzado el umbral del análisisa partir del cual se torna imposi-ble volver atrás. Por momentos,es Freud quien corre el riesgo dequedar aturdido por la insisten-cia de sus propios pensamien-tos. Dice Freud: “No me resultafácil guiar la atención de mi pa-

    ciente hacia su trato con el Sr.K”.Lo que es innegable, es que

    la intervención produce un efec-to terapéutico por el quite de in-vestidura que opera. Esto pare-ce suceder en la medida en queel eco alucinatorio se reparteahora –fruto del diálogo– entre

    las personas de Dora y Freud,ubicando la instancia tercera deun referente ausente: el deseoabusivo del padre. Dora ya nohabla con él sino de él. Pero loque aún no se logra es hacer mi-grar la voz hacia otro registro. Loúnico que sale a la luz en esteprimer movimiento, es el meca-

    nismo de proyección por el cualun reproche hacia el otro encu-bre un autorreproche, es decir:el mecanismo de la proyección,típico de la paranoia y de la re-lación especular que mantienenlos niños con sus semejantes.

    En cambio, la segunda inter-vención hace surgir una verdadde otro orden. Ya no se trata deimplicarla en el delito sino de ha-cerle notar el modo en que es-taba ya demasiado implicada

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    en otro asunto, el de sus sínto-mas, lo suficiente como para nopoder advertirlos como tales, esdecir, como elementos ajenos y

    extraños a su propia persona. Loque comenzará a quedar al des-cubierto ahora, son los usos delos síntomas que toman comoreferencia cardinal el deseo delpadre.

    Pongamos aquí toda la aten-ción y destaquemos lo siguien-te. Esto no se logra por la in-

    sistencia de Freud en que Dorahable del Sr. K, ni por las inter-pretaciones provistas de lógicapero inservibles que lo propo-nían como objeto de sus fanta-sías. “Cuando le formulé estaconclusión –dice Freud, refirién-dose al amor que Dora sentiríapor el Sr. K–, no tuvo aceptación

    alguna de su parte”. Tampocose logra por insistir en la conver-sación que toma por objeto lasoscuras intenciones del padre,aún cuando fuese ese el terrenodel diálogo a partir del cual po-der intervenir.

    Esto sucede –estrictamentehablando– por haber sabido es-

    perar Freud, en silencio, la oca-sión para alzar la voz de la inter-pretación. Dicho de otro modo:por haber logrado instrumentaruna modalidad de la voz com-patible con el deseo del analista.El ritmo del diálogo demuestraser aquí el adecuado: en primertérmino, la espera de un silencioabstinente que aguarda la inter-vención del síntoma en la con-versación; y en segundo térmi-no, la interrogación alusiva que

    eleva la palabra del analista al ni-vel de la interpretación.14 

    Veamos cómo lo expresael propio Freud en el historial:

    “Cierto día se quejó de un su-puesto nuevo síntoma, unos la-cerantes dolores de estómago,y yo di en lo justo preguntán-dole ‘¿a quién imita usted coneso?’.”

    Nótese que esta intervenciónya no toma en consideración laqueja hacia el padre, sino aque-

    lla otra que Dora dirige a sus pro-pios dolores, y por eso produceun eco distinto al del síndromede persecución. Representa elpunto preciso en que la voz delsufriente migra hacia el espaciotransferencial del análisis, aque-lla misma voz que el  acting po-nía en escena sin lograr articular

    un sujeto del diálogo. A partir deallí, el síntoma comienza a inter-venir en la conversación –comodice Freud– y la comunicacióndel análisis va adquiriendo clara-mente la tonalidad de la asocia-ción libre.

     A Freud le corresponde ahorael lugar desde el cual puede se-

    ñalar la significación que adquie-ren los síntomas de las mujeres,y el modo en que hacen uso deellos. Aparece allí el asunto o su-

     jeto del diálogo histérico: signi-ficación de “envidia” en el casode la prima (con quien Dora seidentificaría) y significación de“rechazo del hombre” en el casode la Sra. K (a quien Dora toma-ría como rival).

     Al mismo tiempo, a Dora lequeda ofrecido un sitio para po-

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    der calibrar la voz y acomodar-la a la asociación libre. Y exac-tamente desde ese lugar es quese oye venir la réplica del diálo-

    go. Así lo dice Freud: “Una ob-servación de Dora acerca de supropia alternancia entre enfer-medad y salud cuando era niñase insertó en este lugar”. La co-municación empieza a mostrarsus puntos de quiebre y sus in-terferencias, dando lugar a unapalabra de otro orden que ya no

    es la denuncia ni la “auto” impli-cación. Encontramos aquí unaocurrencia genuina, una aso-ciación aparentemente libre quedemostrará no serlo del todo.Dora no sabe bien lo que dice, oal menos el por qué dice lo quedice. Y es en este punto dondeFreud advierte la intervención

    –en el marco de la comunica-ción propiamente analítica– deun mecanismo distinto al de laproyección, que se expresa através de una relación de con-tigüidad   entre ocurrencias disí-miles. Y la puesta en función deeste aspecto de los mecanismosinconscientes –según nuestra

    perspectiva– es el que da inicioal proceso de escritura que tienelugar en la cura analítica.

    Para decirlo de otro modo:la voz del sufriente, en la medi-da en que es alojada en el espa-cio vacío producido por la mani-festación del deseo del analista,comienza literalmente a “escri-birse” en el texto del análisis. Eneste caso Freud lo dice así:

    “Una conexión interna, perotodavía oculta, se da a conocerpor la contigüidad , por la vecin-dad temporal de las ocurrencias,

    exactamente como en la escritu-ra una a y una b puestas una allado de la otra significan que haquerido formarse con ellas la sí-laba ab.” 

    Sigamos entonces a Freud ytraduzcamos: a = la aparición ydesaparición de los dolores de

    la Sra. K se mueve al ritmo de la presencia de su marido; b = re-cuerdo que siendo niña mis do-lores aparecían y desaparecían.

     Y el elemento siguiente surge dela referencia al síntoma que ha-bía demostrado ser el más esta-ble e insistente en las consultasprevias de Dora a los médicos.

    Freud lo dice así: “Dora habíapresentado gran cantidad deataques de tos con afonía; ¿laausencia o la presencia del ama-do habrá ejercido una influenciasobre la venida y la desapariciónde estas manifestaciones pato-lógicas?”

    Es con esta hipótesis que

    Freud vuelve a intervenir en eldiálogo, para finalmente estable-cer lo que sería el “ abc” que leotorga texto y lógica al análisis:la significación y el uso que Dorahace del síntoma de los ataquesde tos con afonía. La duracióndel ataque, coincidente con lasausencias del Sr. K, confirmala presencia de una significa-ción de la voz alojada en el sín-toma. Freud parece haber dadoen el blanco del síntoma anali-

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    zable, acentuando mucho másel polo de la “afonía” que el delos “ataques de tos”. Aunque nopodemos dejar de señalar que

    se apresura en querer atribuirleel viejo y obsoleto sentido de la“demostración de amor hacia elSr. K”, lo cual desvía un poco eltrabajo de escritura del síntoma.Veamos cómo podemos enten-der las razones de este desvío.

    Reparemos en la respuestaque Dora da a Freud acerca del

    supuesto sentido del síntoma,aquel que pretendía explicar suaparición por referencia a las au-sencias del Sr. K. La réplica deDora es mucho más asociativaque explicativa: “La escritura (le)fluía siempre con particular facili-dad de la mano”, dice la pacien-te refiriéndose a los períodos de

    su afonía. De allí que Dora op-tara por escribir en lugar de ha-blar. Y la reflexión que produceel desvío de Freud es la siguien-te: “El hecho de que uno entablecorrespondencia con el ausen-te, con quien no puede hablar,no es menos natural que el detratar de hacerse entender por

    escrito cuando uno ha perdidola voz.”Freud se da esta explicación

    por referencia a otra serie de ca-sos donde la escritura toma ellugar del habla. Pero lo que noqueda aclarado es en qué senti-do se ha “perdido la voz”.

    Encontramos aquí el nudo delo que está en juego. La pregun-ta es: ¿qué estatuto adquierenla palabra, la voz y la escrituraen el espacio de la comunica-

    ción analítica? En el argumentode Freud, el habla y la escriturason equivalentes, la primera in-cluye la voz y la segunda la ex-

    cluye, pudiendo una reemplazara la otra. Si seguimos esta líneaargumentativa, la voz queda re-ducida a la sonoridad y la comu-nicación a un proceso de traspa-so de información. En cambio, sinos atenemos al lazo del sínto-ma con el inconsciente, no pare-ce acertado reducir la afonía a la

    ausencia de sonido y a la pérdi-da de la voz. Por el contrario, laexperiencia muestra que la au-sencia de sonoridad le otorgamás peso a la voz, en la medidaen que su consistencia dependede las relaciones del cuerpo eró-geno con las propiedades de lacadena significante que el suje-

    to encuentra en el discurso delOtro. Es más bien la ruptura dela cadena la que –como muestrala alucinación verbal en la psico-sis– produce una sonorizaciónextraña.

    En el caso que nos ocupa,habría que postular que la vozdel síntoma comienza a ser ar-

    ticulada en forma de texto porel hecho de haber sido coloca-da en el lugar del Otro. Ese es–para decirlo con la terminologíade Freud– el principio del desci-framiento, que no implica sólouna operación de lectura (comosucede con el desciframiento delos jeroglíficos) sino también deescritura. ¿Escritura de qué? Delsaber inconsciente que respon-de a la pregunta por la relaciónsexual, cosa que el caso Dora

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    ilustra con mucho detalle, en es-pecial a través de los sueños.

    No vamos a extendernos enesta dirección, porque lo que

    nos interesa es resaltar el puntode empalme entre los prelimina-res del tratamiento y el comien-zo del análisis propiamente di-cho. Solamente mencionaremos–antes de pasar al último punto–las coordenadas significantesque en este caso hacen del Otroel sitio donde aquella voz se ar-

    ticula y se despliega como textoen el análisis.El primero de esos significan-

    tes es la-comedia-del-suicidio.Surge de las acusaciones deDora hacia su padre, relativas aluso que éste hacía de sus sín-tomas. Pero al mismo tiempo seaplica a la voz disimulada por el

     acting que precedió a la consul-ta con Freud (el cuento del suici-dio), denunciando el mismo usodel síntoma por parte de Dora.La referencia primordial es, en-tonces, a los síntomas y a lasenfermedades del padre. En de-finitiva, este primer significantesurgido de la rectificación de las

    relaciones con lo real, represen-ta un sujeto, el del análisis, sinque esto coincida ni con la per-sona del padre ni con la personade Dora. Los “cómplices” y “cul-pables” quedan fuera de juegoen lo que tiene que ver con la lo-calización significante del sujetoen el síntoma.

    El segundo de los significantessurge de las mismas acusacio-nes hacia el padre, pero ya tieneuna relación directa con el sínto-

    ma que las acompañaba: los ata-ques de tos. Las circunstanciasde su escritura tienen que vercon lo que podríamos considerar

    un “desliz” en las asociacionesde Dora referidas a la potenciadel deseo del padre, y represen-ta la apertura del síntoma hacia lasignificación sexual y el goce oralde las fantasías. Freud no nosaporta la clave técnica de aquelloque escuchó, pero da a entenderque se trata de algo del orden de

    la entonación. Mas precisamentede la entonación del significante acaudalado o afortunado, y de lainflexión de la expresión alema-na “ein vermogender Mann” ha-cia “ein unvermogender Mann”.Queda allí situada en la escrituradel texto –por obra de una inter-vención poco ruidosa pero efecti-

    va– la referencia primordial al de-seo del padre y a su impotenciasexual.

    Finalmente, señalemos elque tal vez sea el significante apartir del cual el síntoma de los“ataques de tos” se abre hacialos múltiples significados queconectan la satisfacción oral con

    el goce propiamente sexual. Setrata del significante catarro, so-bredeterminado, surgido en elanálisis luego de que el primersueño aportara texto para eldesciframiento. El segundo sue-ño, surgido puramente del dialo-go del análisis, aportará el restodel texto de la denominada porFreud “geografía sexual”, unasuerte de figuración en clave je-roglífica de la relación sexual im-posible de escribir.

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    No vamos a cartografiar el re-corrido completo de aquella es-critura de la relación sexual por-que no es el objeto de nuestro

    trabajo. Simplemente señale-mos que lo que se constitu-ye como síntoma e instrumentoprincipal del análisis puede divi-dirse en dos componentes: porun lado, los “ataques de tos”; ypor otro, la “afonía”. Y que –en símismo– ni el significante catarro (significante principal de los ata-

    ques de tos) ni los que se escri-birán después, logran terminarde dar sentido a la pregunta porel ser de la mujer. Es más bienla voz del texto lo que habrá queasumir para resolver el proble-ma de la imposible escritura dela relación entre los sexos. Y enesto el síntoma de la afonía tiene

    una significación central.Pasemos entonces a delimi-tar las coordenadas migratoriasque dieron origen a estos sínto-mas.

    Etapa 0: El síntoma histérico(de la voz del cuerpo a la voz del

     pensamiento)

    Esta primera fase recorta-da del relato del análisis, se ex-tiende de los 12 a los 16 añosaproximadamente, y los aconte-cimientos que la escanden son–en el inicio– la aparición de los“ataques” de tos y afonía y –enel final– la bofetada propinadapor Dora al Sr. K. Es el tiempo dela voz fuera de transferencia, almenos fuera del marco del diá-logo propiamente analítico. Noobstante, es un tiempo recons-

    truido al cual sólo se accede ver-daderamente por la vía de la his-torización en transferencia.

    Lo primero que el análisis

    permite revelar, es que esta faseque antecede a la consulta secaracteriza por un determinadouso que Dora hace de sus sín-tomas. “Cuando entró en trata-miento conmigo, a los dieciochoaños –dice Freud–, tosía de nue-vo de manera característica”. Esque la tos, e incluso la afonía, ya

    estaban presentes en la primeraconsulta a Freud, realizada condos años de anterioridad (a los16), poco tiempo antes que Doraoyera las “palabras fatídicas” delSr. K en el lago. Sólo que enaquella oportunidad, Freud nohizo más que recetar una curapsíquica de la que Dora pres-

    cindió rápidamente porque eseataque (cuya duración se habíaextendido más de lo habitual)desapareció de manera espon-tánea. Dicho de otra manera: selogró un efecto terapéutico sinque la voz haya sido enlazada ala transferencia. Mientras que enesta segunda consulta, “el sín-

    toma más molesto” –según laapreciación de la propia pacien-te– se presentaba durante la pri-mera mitad del ataque, y consis-tía en una “afonía total”.

     Ahora bien, ¿cuál es el pun-to de arranque de los síntomasde Dora, y particularmente deestos ataques de tos y afonía?La respuesta indica claramentela participación de las enferme-dades del padre, más aquelloque podríamos llamar las suce-

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    › Marcelo MazzucaLa voz del sufriente

    sivas “migraciones” de una fa-milia que se desplazaba de unsitio a otro al ritmo de los sínto-mas de la “persona dominante”:

    el padre.Los desplazamientos comien-

    zan a los 6 años de la paciente,cuando el padre enferma de tu-berculosis, y a partir de allí lasmanifestaciones sintomáticas deDora marchan al ritmo de la ba-tuta de las enfermedades del pa-dre. Las coincidencias son muy

    notorias, basta simplemente conprestar atención a las cifras quesurgen del trabajo de historiza-ción. No obstante, los ataquesde tos nerviosa  no se presen-tan sino a partir del momento enque el padre (acompañado porel Sr. K) consulta a Freud a raízde sus propios “ataques” cuan-

    do Dora tenía 12 años. El signi-ficante que designa la enferme-dad del padre es el mismo que elde su hija, sólo que en este casose trataba de un “ataque de con-fusión”. De este modo, el ataque se presenta primero ligado a lasenfermedades del padre.

    Pero lo que nos interesar su-

    brayar no es el historial comple-to de aquellos movimientos mi-gratorios, sino el modo en queen el análisis surge la clave paraentender su origen y su significa-ción. El punto de calce es el de-seo sexual del padre y, tras él, lasignificación de la relación entrelos sexos. En eso estaban anali-zante y analista en el momentoen que aparece el primero de losdos sueños. Es Dora quien pre-gunta a Freud por qué razón ha-

    bía enfermado, y antes que ésteresponda es la paciente quienadjudica la motivación al padre.Freud lo dice así: “Para mi sor-

    presa, la muchacha conocía dequé clase había sido la enferme-dad del padre”. Y luego agre-ga: “Después que este regresóde mi consultorio, había espiadocon las orejas una conversacióndonde se mencionó el nombrede la enfermedad”. Allí aparecie-ron los ataques de tos y afonía,

    en el punto en el que queda in-terrogada la causa del ataque deconfusión del padre.

    No obstante, siguiendo aFreud, para poder localizar lasignificación enigmática de laenfermedad hay que poder ubi-car los dos tiempos del trauma.De manera semejante a lo que

    ocurre con el Hombre de las ra-tas, no son los dichos que Doraoye de su padre los que provo-can de manera directa y lineallos ataques de tos y afonía, sinoel modo en que quedan signifi-cados a partir de los dichos alu-sivos de una de sus tías, dosaños antes de que se presenten

    los ataques de padre-hija. En elhistorial lo encontramos dichode este modo: “la curiosa y aler-tada muchacha –dice Freud refi-riéndose al desprendimiento deretina sufrido por el padre a lo 10años de Dora– oyó esa vez decira su tía: ‘estaba enfermo ya an-tes de casarse’, y agregó algo in-comprensible para ella, que mástarde interpretó entre sí como re-ferido a una cosa indecente”. Deallí surge toda la línea del “con-

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    tagio” de las enfermedades delpadre hacia sus familiares quehace surgir la referencia a los ca-tarros: el que oficia de “grano de

    arena” para el caso de la tos yel que lleva a la investigación delgoce sexual, el catarro genital.

    En síntesis, es una interpreta-ción de los dichos del Otro (la tíaen este caso) la que le permite aDora conectar la referencia a laenfermedad del padre con la re-ferencia al deseo sexual del pa-

    dre. A partir de allí, el goce delsíntoma se abre, se amplifica yse articula en el lugar del Otro.

     Y como consecuencia de los su-cesivos encuentros con el de-seo del Otro, la significación derechazo del goce sexual se ex-presa a través de una corrientemigratoria del síntoma que reco-

    rre casi por completo el cuerpode Dora: de los genitales al pe-cho (en la escena del beso), delos oídos a la garganta (en la es-cena fantaseada), de allí haciael estómago (en el laberinto delas identificaciones), luego afec-ta el rostro con una neuralgia fa-cial (en la escena transferencial)

    y finalmente llega a los oídos enel síndrome de Meniere (con susegundo analista). Nosotros nosdetendremos aquí. Sólo agrega-remos, a modo de conclusión,una última apreciación acercadel conjunto de estos diversosmovimientos migratorios.

    Conclusiones

    Sabemos por Lacan que nose trata de ubicar el origen de

    la neurosis en algún momentodel desarrollo evolutivo de nues-tros pacientes, sino en el puntoen donde una matriz fantasmáti-ca viene a responder al encuen-tro con el deseo del Otro y conel goce sexual. Es allí dondela contingencia de un encuen-tro y lo imposible de represen-

    tar fuerzan la respuesta del serdel sujeto. Y es esto lo que la co-municación analítica tiene queactualizar, o poner en acto, ha-ciendo uso  del síntoma comoinstrumento principal de la cura.

    Por esta vía, y ateniéndose alos usos que el neurótico hacede sus síntomas, podría encon-

    trar los referentes necesariospara promover con su interven-ción la consecuente entrada enel análisis. Esta referencia esen-cial a los “usos del síntoma”puede permitirle eludir la tram-pa de la confrontación especu-lar, aquella que podría inclinar-lo hacia un forzamiento inútil de

    la “implicación del paciente” enaquello de lo que se queja.Para el caso de la histérica, la

    pregunta que ordena la distribu-ción de las respuestas sintomáti-cas concierne al enigma de la fe-minidad: ¿qué es ser una mujer?Sobre este asunto gira la con-versación y el diálogo del análi-sis cuyo fin se alcanzaría –segúnla apreciación dialéctica de La-can– una vez que el sujeto le ha-ble de él al analista.

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    Siguiendo esta línea argu-mentativa, podemos insertaraquí nuestra concepción de lacura como “demanda que par-

    te de la voz del sufriente”. Lohacemos retomando las refe-rencias iniciales con las que La-can examina el horizonte y el findel tratamiento de Dora: aquella“matriz imaginaria” que daría larespuesta de lo que es una mu-

     jer. Es esto lo que esencialmentearticula la voz afónica del sínto-

    ma conversivo: “un objeto impo-sible de desprender de un primi-tivo deseo oral”, dice Lacan. Porno poder darse esa respuesta,Dora permanece en un estado

    de fragmentación correlativo alrechazo de la feminidad corpo-ral. Solamente podrá asumir sumodo singular de responder a la

    pregunta, si asume aquella vozdel síntoma que la hace existir.

    Esta voz que el análisis intentaponer en acto, principio del ma-soquismo erógeno y de la distri-bución de los goces fantasmáti-cos, no pertenece ni al sujeto nial otro, sino al resultado de la dia-léctica entre ambos. Será enton-

    ces cuestión de ahuecarla paraasumirla y ponerla en causa. Asípodrá migrar de la condición degoce a la causa del deseo.

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    Notas

    1. Lacan, J. (1955-56) El seminario3: Las psicosis, Paidós, Barcelo-

    na, 1984, p. 230.2. Freud, S. (1895) Estudios sobrela histeria. En Obras completas,

     Amorrortu, Vol. II, Buenos Aires,1992, p. 163.

    3. Lacan, J. (1955-56) El seminario3: Las psicosis, op. cit ., p. 234.

    4. Lacan, J. (1953) Simbólico, Ima- ginario, Real , Paidós, Buenos Ai-res, 2008, p. 32.

    5. Ibid ., p. 55.6. Lacan, J. (1955-56) El seminario3: Las psicosis, op. cit ., p. 97.

    7. Ibid ., p. 131.8. Dejaremos para otra oportuni-

    dad el examen de lo que ocurreen la fase final de la cura y enla salida del análisis, pero subra-yamos que es sobre la base deaquella concepción del final que

    se pueden delimitar mejor lascaracterísticas de los movimien-tos de apertura.

    9. Freud, S. (1905) “Fragmento deanálisis de un caso de histeria

    (Dora)”. En Obras completas, Amorrortu, Vol. VII, Buenos Ai-

    res, 1988, p. 22.10. Lacan, J. (1958) “La direcciónde la cura y los principios de supoder”. En Escritos 2, Siglo XXI,Buenos Aires, 2002, p. 578.

    11. Recordemos que respecto deesta pérdida de concienciaFreud conjetura un ataque his-térico, es decir, una experienciade excitación sexual que condu-

    ce al desmayo, como si el cuer-po de la histérica de comportaracomo un falo en detumescencialuego del orgasmo.

    12. Lacan, J. (1951) “Intervenciónsobre la transferencia”. En Es-critos 1, Siglo XXI, Buenos Aires,2002, p. 217.

    13. Lacan, J. (1955-56) El seminario3: Las psicosis, op. cit ., p. 234.

    14. Lacan, J. (1958) “La dirección dela cura y los principios de su po-der”, op. cit ., p. 621.

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    El propósito de este artícu-lo es exponer diversos usos delsíntoma en la cura analítica. Paradar cuenta de este objetivo to-maremos como hilo conductorlas transformaciones del mismoen el curso del tratamiento.

    En términos generales, po-dría entenderse por “uso” las

    funciones pragmáticas que unconcepto adquiere en sus di-versas manifestaciones clínicas.De este modo, el “uso” requie-re la consideración de la singu-laridad clínica del momento deltratamiento en que se manifiestadicho concepto, convirtiéndoseentonces en un operador para

    la lectura de la lógica del caso,así como las intervenciones pro-pias que un analista podría rea-lizar con dicho operador clínicode acuerdo con la dirección dela cura. El precedente inmedia-to de esta orientación puede ras-trearse en el artículo “El uso dela interpretación de los sueñosen el psicoanálisis” (1911), enque Freud sostiene lo siguiente:“Abogo, pues, por que en el trata-miento analítico la interpretaciónde sueños no se cultive como un

    arte autónomo, sino que su ma-nejo se someta a las reglas téc-nicas que en general gobiernanla ejecución de la cura.”1

    En este contexto, con la ex-presión “reglas técnicas” Freudse refiere principalmente a latransferencia y al momentodel tratamiento en cuestión, tal

    como sus escritos técnicos seocuparon de demostrar. Cabedestacar que la palabra “mane-

     jo” (Handhabung) también po-dría ser traducida como “uso” –obien como “empleo”, según fue-ra traducida por López Balleste-ros–. En cualquiera de estos ca-sos, lo que se busca transmitires que no habría una teoría de lainterpretación de los sueños quepueda ser operativa clínicamen-te independientemente de laconsideración del momento deltratamiento en curso, y que esincumbencia del analista poderservirse de las formaciones de lacura en función de la coyunturade los fines del análisis.

    Otro precedente, mucho másreciente, en esta misma orienta-ción, se encuentra en el artículode C. Soler “Acerca del sueño”

    LAS TRANSFORMACIONES DELSÍNTOMA EN LA CURA ANALÍTICA

    › Lucas Boxaca y Luciano Lutereau

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    (1988), donde la autora distin-gue distintas funciones del sue-ño, articuladas a diversos mo-mentos del tratamiento: junto al

    sueño como metáfora, tambiénestaría el sueño en su condición“mostrativa”, destinado a pre-sentar la inserción de la pulsiónen la formación onírica. El analis-ta puede servirse de esta doblevertiente con usos distintos: enel primer caso, el analista realizauna invitación a la metonimia sig-

    nificante en la asociación libre;en el segundo, cuando el sueño“muestra la invocación del suje-to fuera del desciframiento”,2 elanalista se sirve de aquél para in-dicar el “ser de goce”3 que sub-tiende la sujeción inconsciente.

    En este artículo nos propone-mos desarrollar esta considera-

    ción del “uso” clínico –ya no delsueño– en función de la lectu-ra del síntoma en el tratamientoanalítico. De este modo, la cues-tión general del síntoma y sustransformaciones está asociadaa dos variables específicas: porun lado, las intervenciones delanalista, que promueven la mo-

    dificación del estatuto del pade-cimiento; por otro lado, las elec-ciones del ser hablante, que,coyunturalmente, puede va-riar su posición subjetiva y, porende, su relación con el síntomaen el trascurso del tratamiento.Las transformaciones del sínto-ma en la cura analítica no se pro-ducen naturalmente, o de formaespontánea, sino que requierenesta doble pertinencia; ambasresumen –tienen conjugada re-

    levancia en la determinación desu curso– la dirección ética deltratamiento psicoanalítico, queLacan enunció en los siguien-

    tes términos: “Hasta cierto pun-to este penar de más es la única

     justificación de nuestra interven-ción. […] Los analistas nos me-temos en el asunto en la medidaen que creemos que hay otrasvías, más cortas, por ejemplo.”4

    De la ego-sintoníaa la extra-territorialidad

    La demanda a que el analis-ta hace lugar, en las entrevistaspreliminares al tratamiento, nosiempre le presenta de modofrontal un síntoma. Suele ocurrirque el síntoma se encuentre re-

    cubierto por la aceptación que elpaciente no ha tenido más reme-dio que efectuar con respecto alcuerpo extraño que éste consti-tuye.

    De este modo, la primera po-sición del “síntoma” en el trata-miento suele caracterizarse porla “ego-sintonía”. Decimos “sín-

    toma” (entre comillas) dado queen rigor el síntoma se encuentravelado por dicha ego-sintonía.En resumidas cuentas, este úl-timo término indica que el suje-to no reconoce al síntoma comosufrimiento, es decir, no advier-te que padece de él; por lo tan-to, hay una acomodación relati-va del yo al síntoma.

    Freud daba cuenta de estecarácter “funcional” del síntoma–por ejemplo, en Inhibición, sín-

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    › Lucas Boxaca y Luciano LutereauLas transformaciones del síntoma en la cura analítica

    toma y angustia (1926)–, cuandose refería a la adaptación a quepodía mover el padecimiento“mediante el enunciado de que

    el yo se lo ha procurado única-mente para gozar de sus ven-tajas”.5 En este punto, su ejem-plo más célebre es el del lisiadoque jamás aceptaría recuperarsus capacidades, dado que haadquirido el hábito de dependerde su invalidez para sobrevivir.

     Asimismo, una segunda indica-

    ción freudiana al carácter sintó-nico del síntoma se encuentraexpuesta en el caso Dora, en lossiguientes términos:

    “El síntoma es primero, enla vida psíquica, un huéspedmal recibido. […] Al comienzono cumple ningún cometido útil

    dentro de la economía psíquica,pero muy a menudo lo obtienesecundariamente; una corrientepsíquica cualquier halla muy có-modo servirse del síntoma, y en-tonces este alcanza una función

     secundaria y queda como ancla-do en la vida anímica.”6 

    En este contexto, la “fun-ción primaria” del síntoma seríala evitación del conflicto; ahorabien, la función secundaria seríael nombre propio de lo que lla-mamos ego-sintonía. De acuer-do con estas referencias, se tra-ta aquí de presentaciones delpadecimiento que no generanun enigma para el que consul-ta. Retomando el caso Dora, porejemplo, podría pensarse en sureivindicación, al menos en el

    inicio del tratamiento, de quesu padre rompa relaciones conla señora K.7 O, también, lo po-demos encontrar en el escrupu-

    loso rechazo de la herencia delpadre en el Hombre de las ra-tas y en el mandato de devol-ver las 3,80 coronas para honrarsu deuda.8 Se trata de formacio-nes que pueden llegar a produ-cir un malestar, pero el sujeto noquiere desembarazarse de ellos.No son del todo un problema,

    sino más bien algo con lo que elconsultante puede reconocerse,hasta llevar como bandera. Porejemplo, es de destacar que elHombre de las ratas tenía la es-peranza de recibir un certifica-do de Freud que prescriba quelos demás le ayuden a cumplir elmandato en cuestión. Así, se tra-

    taría en este caso de “esas for-mas de comportamiento obsesi-vo en las que el sujeto no sólono ha advertido sus obsesiones,sino que no las ha constituidocomo tales”, tal como lo expresaLacan en el seminario 10.9

    De este modo, puede notar-se –como una primera obser-

    vación– que la “ego-sintonía”del síntoma en absoluto signifi-ca homeostasis, o ausencia depadecimiento; en todo caso,se trata –de acuerdo con la in-dicación anterior de Lacan– deun padecimiento “no adverti-do” que demanda un gasto psí-quico, sostenido en la funciónde desconocimiento constituti-va del yo. En todo caso, en estemomento, el síntoma puede lle-gar a producir un malestar, pero

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    no posee el empuje necesariocomo para que el ser hablan-te quiera desembarazarse de él.Es por esto que resulta un tan-

    to problemático llamar síntomaen sentido estricto a estas coor-denadas del sufrimiento, ya queno implican la división subjeti-va. No son del todo un proble-ma, no son un enigma, sino másbien algo en lo que el consultan-te apenas puede reconocerse.

    El franqueamiento de la ego-

    sintonía del síntoma –es decir,cuando éste demuestra sin am-bages su vertiente de sufrimien-to– constituye entonces unacondición excluyente para el co-mienzo de la cura analítica. Sóloa partir de este umbral, el sínto-ma se consolida como “lo queel sujeto conoce de sí, sin reco-

    nocerse en ello”.10

     No obstante,este viraje requiere de un actopor parte del analista. Un actoque redunde en la localizaciónde ese sufrimiento. Por ejem-plo, en el caso de Hombre delas ratas, ese acto puede ubicar-se en la posición abstinente deFreud ante el pedido del certifi-

    cado. Freud no da lugar a esepedido, y se hace claro, enton-ces, que éste no es más que unaextensión de los temores obse-sivos. Sólo a partir de este puntoel Hombre de las ratas deman-da ser liberado de las ideas ob-sesivas que lo empujaban a se-mejante mandato. Situamos asíla primera transformación quese produce en la cura: de la con-ducta ego-sintónica a la locali-zación del padecimiento, a tra-

    vés del acto del analista. De estemodo, el síntoma pierde su fun-ción secundaria y puede recu-perar su “extra-territorialidad” al

    yo;11  o, dicho nuevamente conlos términos del caso Dora: elsíntoma debe ser notado comoun “huésped extraño” para quequien consulta no tenga más re-medio –ya no un remedio narci-sista– que solicitar desembara-zarse de él.

    Como esta referencia indica,

    lo que queda alterado en estemovimiento es el reconocimien-to narcisista en el síntoma (mu-chas veces expresado como unrasgo de carácter: “soy así”) y,por lo tanto, el desconocimien-to yoico –de que para ese sufri-miento hay una causa incons-ciente–.

    En resumidas cuentas, estemovimiento se realiza a partir deuna apuesta específica del ana-lista: poner en cuestión la iden-tificación narcisista y promo-ver la producción de la divisiónsubjetiva. En el seminario 20 La-can expresa este último puntoen los siguientes términos: “De-

    cir que hay un sujeto no es sinodecir que hay hipótesis. La úni-ca prueba que tenemos de queel sujeto se confunde y que el in-dividuo que habla es su soporte,es que el significante se convier-te en signo.”12

    De este modo, puede notar-se que la división subjetiva nonecesariamente es un punto departida en el tratamiento analí-tico. Que, en todo caso, se tra-ta de que el analista busque esa

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    instancia en que el padecimien-to haga signo de una afecciónpor un saber inconsciente.

     Ahora bien, cabe preguntarse

    si por esta vía ya se ha alcanza-do la formalización de un pade-cimiento que se ha transforma-do en un síntoma pasible de serinterpretado en análisis. Es posi-ble que sean necesarias variasentrevistas preliminares al tra-tamiento y, como hemos dicho,la intervención del analista, para

    que el síntoma muestre su carade sufrimiento y no sea recono-cido como parte del yo. Pero,aunque se pueda pensar aquíen una variación, todavía no seha transformado en un síntomapropiamente analítico. Para darcuenta de esta precisión, podríaconsiderarse la oposición que

    Lacan establecía respecto del acting out :

    “En su naturaleza, el síntomano es como el  acting out , quellama a la interpretación, pues-to que lo que el análisis descu-bre en el síntoma es que no esllamada al Otro, no es lo que se

    muestra al Otro. El síntoma, ensu naturaleza, es goce, no lo ol-viden, goce revestido, no los ne-cesita a ustedes como el actingout, se basta a sí mismo.”13

    Por lo tanto, la pregunta ante-rior parece haberse modificado,tomando un carácter pragmáti-co: ¿cómo hacer para que estepadecimiento que no necesitadel analista, se avenga a trans-formarse en un síntoma que dia-

    logue y demande al Otro? Este“Otro” debe ser entendido en undoble sentido: por un lado, unotro que encarne la función de

    sede de la palabra; pero también,por otro lado, que represente lafunción de Otra escena, es de-cir, que incite a la pregunta porel motivo de ese padecimiento.En el seminario 10, Lacan orien-ta concretamente respecto delpaso a realizar para que sucedaesta transformación:

    “El primer paso del análisises que el síntoma se constitu-ya en su forma clásica […]. Paraque el síntoma salga del estadode enigma todavía informulado,el paso a dar no es que se for-mule, es que en el sujeto se per-file algo tal que le sugiera que

     hay una causa para eso.”14

    Este no es un paso que se danaturalmente, sino que requie-re de una operación específicadel analista. Pero, ¿a qué causahace referencia el psicoanálisis?¿Cómo se perfila esta causa enel sujeto? En la “Conferencia en

    Ginebra”, cuyo tema era el sínto-ma, Lacan resume este aspecto,demostrando una vez más hastaqué punto su enseñanza seguíauna orientación freudiana:

    “Lean un poco, estoy segu-ro que esto no les sucede muya menudo, la introducción al psi-coanálisis. Hay dos capítulos so-bre el síntoma. Uno se llama ‘Loscaminos de formación de sínto-ma’, es el capítulo 23, y se per-

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    catarán luego de que hay un ca-pítulo 17 que se llama Der Sinn,el sentido de los síntomas. SiFreud aportó algo es eso. Que

    los síntomas tienen un sentido yque sólo se interpretan correc-tamente –correctamente quieredecir que el sujeto deja caer al-guno de sus cabos– en funciónde sus primeras experiencias, asaber, en la medida en que en-cuentre lo que hoy llamaré larealidad sexual.”15

    En consecuencia, para quetenga lugar una nueva trans-formación, se trata entoncesde poder hacer que el síntomasuelte uno de sus “cabos”, esdecir, algún sentido inconscien-te del cual jalar, tirar y hacer po-sible que el síntoma comience a

    dialogar con el analista. En estepunto, ya hemos franqueado unnuevo pasaje, en el cual el sínto-ma no sólo se define por su ex-traterritorialidad, sino que se havuelto analizable.

    Del síntoma analizable

    al síntoma analíticoPara introducir este nuevo

    movimiento nos valdremos deun pequeño rodeo, de cuyo ca-rácter literario extraeremos laimagen que permita anticipar elconcepto en cuestión. Según laley argentina los propietarios li-mítrofes con los ríos están obli-gados a dejar una calle o caminopúblico de treintaicinco metroshasta la orilla del río o canal. Los

    propietarios ribereños no pue-den hacer en ese espacio ningu-na construcción, es decir, es unespacio de terreno que se debe

    dejar liberado a ambas márge-nes de un río para permitir, libre-mente, el paso por allí. Este ca-mino se conoce con el nombrede “Camino de sirga”. Esta de-nominación proviene de cuan-do los barcos eran remolcadosdesde la orilla de los ríos porquetenían que ir a contra corriente,

    por medio de cuerdas gruesasque se llaman, precisamente,“sirgas”. La navegación “a la sir-ga” era a tracción a sangre. Poresos caminos hacían pie los “sir-gueros”.

    Podría decirse que este es-pacio –este camino de sirga– essemejante a aquel Otro escena-

    rio psíquico inconsciente que elanalista funda con su interpre-tación para el trabajo del anali-zante-sirguero. Ocurre de estemodo que para el síntoma, queen su naturaleza no llama a la in-terpretación, se perfila una cau-sa, y puede ser tirado, como losantiguos barcos a vela, al terre-

    no de lo interpretable; para quesufra, entonces, una transforma-ción fundamental, que lo cons-tituye como propiamente ana-lítico en tanto se dirige al saberinconsciente.

    Este camino de sirga, enton-ces, es aquel Otro escenario psí-quico que alude a esa realidadsexual inconsciente en donde eldispositivo hace lugar a la causadel padecimiento psíquico. Deeste modo, se inaugura la supo-

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    sición de un saber donde podríaubicarse el sentido de los sín-tomas. Eventualmente, es la in-terpretación del analista –cuya

    “cuya función primaria” ha desta-cado Gabriel Lombardi (1992)–16 la que promueve este movimien-to. En estos casos, la interpre-tación opera sobre la superficiediscursiva de las ocurrencias li-bres que causa el analista al ha-cer aplicar la regla fundamental.

    Un modo de cernir clíni