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N.º 21 • 3 er y 4º trimestre Año 2010 Caballeros de Yuste Revista Cultural de la Asociación y Fundación “Caballeros de Yuste” Retablo del Monasterio de Yuste La Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste felicita a Sus Majestades los Reyes y a los Caballeros y Damas de Yuste en estas Fiestas de Navidad y Año Nuevo 2011.

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N.º 21 • 3er y 4º trimestre Año 2010

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

Retablo del Monasterio de Yuste

La Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yustefelicita a Sus Majestades los Reyes y a los Caballeros y Damas de Yuste

en estas Fiestas de Navidad y Año Nuevo 2011.

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SumarioPag.

3.- ...................................Carlomagno, La Universitas Christiana, Carlos V, La Navidad de 2010.

8.- .......................................................Encuesta sobre la simpatía hacia El Cid y D. Juan de Austria.

14.- ....................................................................................................................................Estados - Mercados.

16.- ................................................................................................................................... ¿Qué tengo Doctor?.

22.- .........................................................Francesillo de Zúñiga, El Bufón cortesano del Emperador.

26.- .............................................................................El Emperador Carlos V y su presencia en Chile.

29.- ...................................................................................................................... Los Tapices del Emperador.

34.- ...............................................................................Diego Hurtado de Mendoza. Poesía completa.

40. - ........................................................................Alfred Kohler: Carlos V (1500-1558)Una Biografía.

48.- ................................................................................................................................................. Viaje a Egipto.

57 ...........................................................................Homilía de S.E.R. Mons. Giacomo Guido Ottonello.

Caballeros de Yuste • n.º 21.

3.er y 4.º trimestre • Año 2010.

Depósito Legal: CC-30-2001.

Edita: Asociación y Fundación Caballeros de Yuste.

Dirige: Junta Directiva y Patronato.

Diseño y producción: Gráficas Romero - Jaraíz de la Vera

La dirección de la revista pone en conocimiento de todos los Caballeros de Yuste de la Real Asociación que deseen escribir algún artículo o información en ella, deberán dirigirlo a la secretaría:

Avda. de la Constitución 3310430 - CUACOS DE YUSTE (Cáceres)email: [email protected]

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CARLOMAGNO, LA UNIVERSITAS CHRISTIANA,

CARLOS V, LA NAVIDAD DE 2010

MonseñorClemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real AsociaciónCaballeros de Yuste.

Carlomagno nació probablemente en Aquis-grán el año 742, hijo del rey franco Pipino el Breve y nieto de Carlos Martel. No se sabe con certeza la fecha de su nacimiento, pero de cual-quier manera anterior al matrimonio de Bertrada y Pipino que tuvo lugar en el año 749.

En el año 751, Pipino destronó al último rey Merovingio y asumió el título real. Desde el 760 los principales esfuerzos militares de Pipino se centraron en la conquista de Aquitania. Carlo-magno acompañó a su padre en la mayoría de esas expediciones. Sobre su educación, infancia y adolescencia no se sabe mucho puesto que no hay registros de su juventud.

Cuando Pipino el Breve, murió en el 768, sus reinos fueron divididos entre sus dos hijos Carlos y Carlomán. Ambos reyes, Carlomagno y Carlomán, fueron proclamados por la asam-blea general de los francos con la condición de repartirse equitativamente el reino, de la misma manera que Pipino y su hermano Carlomán lo habían hecho. Carlomagno luchó con diversos pueblos obteniendo la victoria y estableciendo su dominio en la mayor parte de Europa central y occidental. Su influencia fue decisiva duran-te la edad media. En el 770, Carlomagno busca una alianza con los lombardos y se casa con la hija del rey Desiderio.

En el año 771, Carlomán murió repentinamen-te y Carlomagno se apoderó de sus territorios. No se sabe bien la razón, pero Carlomagno repudió a su esposa y Desiderio, el rey de los lombardos, dejó de ser su aliado. Una de las pri-meras acciones que emprendió como rey único de los francos fue hacerse eco de la solicitud del

Papa Adriano I para expulsar a los lombardos de Italia. Fue entonces cuando invadió Italia, derrocó a Desiderio en el 774 y asumió el títu-lo real. El papa conseguía recuperar las tierras que formarán los Estados Pontificios pero las amenazas continuaban en la península Itálica. El duque de Rodgauso, se rebeló en Friul el año 776 y Carlomagno volvió a Italia para acabar con la revuelta y una vez sofocados todos los fuegos impuso a su hijo Pipino como rey.

Después, Carlomagno viajó a Roma y rea-firmó la promesa de su padre de proteger las tierras papales y servir al cristianismo. Entre los años 791 y 796 sus ejércitos conquistaron el territorio de los ávaros, correspondiente a las actuales Hungría y Austria.

Corría el año 781, después de las campañas de Italia, Carlomagno pudo destinar mayores esfuerzos a combatir a los sajones, pueblo ger-mánico que ocupaba el territorio situado entre el Elba y el mar del Norte. Las causas de la gue-rra serían la delimitación de fronteras, donde se producían continuos enfrentamientos y cuestio-nes religiosas, ya que los sajones se mostraban hostiles al cristianismo al considerarlo un ele-mento de penetración franca. Se dice que los sajones nunca cumplían los tratados y rendi-ciones firmados. Carlomagno se puso en varias

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ocasiones al frente de su ejército para luchar con su espada contra el peligro sajón, confian-do también las tropas a los condes cuando otros asuntos requerían su presencia. La guerra acabó hacia el año 804. Diez mil sajones fueron deportados mientras que los restantes serían acogidos en la fe cristiana y obligados a guar-dar fidelidad al rey franco “formando un solo pueblo”.

Se dice que el apóstol Santiago predicó primero en Galicia. Después, sus discípulos, muerto el apóstol por el rey Herodes y traslada-do su cuerpo desde Jerusalén a Galicia por mar, predicaron en la misma Galicia.

Carlomagno, habiendo conquistado tanto poder político y militar, así como innumerables ciudades de un mar al otro, las arrancó de ma-nos de los enemigos y las sometió al imperio cristiano. Fatigado por tan penosos trabajos y sudores, se propuso no emprender más guerras y darse un descanso.

Se dice que Carlomagno vio en el cielo un ca-mino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose entre Alemania e Italia, entre Galia y Aquitania, pasaba directamente por Gascuña, Vasconia, Navarra y España hasta Galicia, en donde entonces se ocultaba, descono-cido, el cuerpo de Santiago. Y como el rey franco lo mirase algunas veces cada noche, comenzó a pensar con gran frecuencia qué significaría.

Mientras con gran interés pensaba esto, un caballero de apariencia espléndida y mucho más hermosa de lo que decirse puede, se le apare-ció a Carlomagno en un sueño durante la noche, diciéndole “¿Qué haces, hijo mío?”, a lo cuál él respondió “¿Quién eres, señor?” y el apóstol Santiago contestó “Santiago apóstol, discípulo de Cristo, hijo de Zebedeo, hermano de Juan el Evangelista, a quien con su inefable gracia se dig-nó elegir el Señor, junto al mar de Galilea, para predicar a los pueblos; al que mató con la espada el rey Herodes, y cuyo cuerpo descansa ignorado en Galicia. Por esto, me asombro enormemente de que no hayas liberado a los enemigos, tú que tantas ciudades y tierras has conquistado. Por lo cual te hago saber que así como el Señor te hizo el más poderoso de los reyes de la tierra, igual-mente te ha elegido entre todos para preparar mi camino y liberar mi tierra, conseguirte por ello una corona de inmarcesible gloria. El cami-no de estrellas que viste en el cielo significa que desde estas tierras hasta Galicia debes liberar mi

camino y mi tierra, y a visitar mi basílica y sarcó-fago. Y después de ti irán allí peregrinando todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo el perdón de sus pecados y pregonando las alabanzas del Señor, sus virtudes y las maravillas que obró. Y en verdad que irán desde tus tiempos hasta el fin de la presente edad. Ahora, pues, marcha cuanto antes puedas, que yo seré tu auxiliador en todo; y por tus trabajos te conseguiré del Señor en los cielos una corona, y hasta el fin de los siglos será tu nombre recordado.”

De esta manera se apareció a Carlomagno por tres veces el santo Apóstol. Así, pues, oído esto, confiando en la promesa apostólica y, tras habér-sele reunido muchos ejércitos, entró en España para combatir a las gentes infieles.

En el año de 778 Carlomagno inició una contundente expedición contra el norte de la península Ibérica. Animado por los cristianos, él llegó a la plaza fuerte de Zaragoza tras tomar Pamplona.

Nos situamos en el año 800, cuando en la Misa de la noche de Navidad, el Papa León III colocaba la corona imperial sobre las sienes de Carlomag-no, solemnizando así el nacimiento de Europa como sociedad política. Europa vel regnum Caro-li, la Europa Carolingia que sorprendentemente, coincide con la que después hemos llamado la “Europa de los Seis”. Entonces no se le llamó Europa, sino Universitas Christiana, porque, aun-que el nombre de Europa había sido apuntado a partir, por lo menos, del siglo VII, se prefirió el de Cristiandad, ya que lo que importaba no era el territorio, sino la fe que dictaba un modo de

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CARLOMAGNO, LA UNIVERSITAS CHRISTIANA, CARLOS V, LA NAVIDAD DE 2010

ser y definía la unidad de unos hombres que, por cristianos, se sabían interiormente libres.

Esta Universitas Christiana duró hasta media-do el siglo XVI, cuando, fracasado, con la paz de Augsburgo, el intento de Carlos V -mezcla de español y flamenco- de mantener el Sacro Impe-rio Romano Germánico como unidad cultural, se dio paso a la noción territorial; momento en el cual, congruentemente, resucita el término Euro-pa para designar el occidente latino, germánico y eslavo, a impulso, entre otros, del gran huma-nista que fue Enea Silvio Piccolomini, más tarde Papa Pío II.

Carlos V era consciente de que su proyecto imperial pan-europeo debía asentarse sobre una base religiosa. El eje fundamental de esta política era la restauración de la Universitas Christiana.Su papel era convertirse en el alma de ese orden mundial y ello no implicaba la constitución de la monarquía universal dantesca, pero sí la po-sesión de un poder fuerte que se convirtiera en el centro de gravedad del orbe cristiano. Enten-día su misión como una tarea organizadora y en ningún instante proyectó su conquista sobre los otros príncipes cristianos.

El proyecto hegemónico español respecto al continente europeo cambió radicalmente a par-tir de las abdicaciones de Bruselas. El fracaso de la idea imperial que representaba la Universi-tas Christiana de Carlos V en torno al Imperio alemán, erasmista y conciliador, dio paso a otro

proyec to hegemónico de los Habsburgo, en tor-no al poderío económico y mili tar de Castilla, acrecentado con su flamante imperio americano. Con Felipe II se consumó este proyecto tras la incorporación de Portugal y su extenso imperio colonial y con la conquista de las islas Filipinas.

La sociedad avanza renovándose progresiva-mente, estamos en la Navidad, tiempo de espera y esperanza, la esperanza de un mañana diferen-te es la fuerza secreta de toda empresa original del hombre. La esperanza de un porvenir que los hombres podemos construir con nuestras pro-pias fuerzas.

Actuar en la esperanza es un don del Espíritu de Cristo resucitado, es un don insustituible de la esperanza cristiana. La esperanza del hombre orientada hacia el futuro, es la esperanza del cristiano que consiste en la conquista del Reino de Dios.

La esperanza cristiana que nace de la fe en Cristo resucitado tiende irresistiblemente a la participación en el misterio pascual. La tarea nuestra como cristianos consiste en mostrar, a hombres, mujeres y niños, que el motivo decisi-vo de sus opciones, para superar problemas es Cristo que de una manera especial se hace pre-sente en esta Navidad en la que os deseo a todos fortaleza de espíritu y que el Espíritu de Cristo en la conmemoración de su venida al mundo prote-ja a la gran familia humana y a todos vosotros.

Estamos en una nueva Navidad, es la fiesta del Señor Jesús del año 2010, los acontecimien-tos que concurren en nuestra sociedad, sobre todo en el continente europeo, me llevan a una breve reflexión sobre el hecho histórico, es decir, sobre un conocimiento detallado y completo de Cristo, Hijo de Dios, Rey-Mesías, Rey por siempre y Salvador. Esto solo es posible a partir de la Pascua de Jesús. Las palabras del ángel se armo-nizan con la confesión de fe de la comunidad cristiana para la cual Jesús es el Señor y el Hijo de Dios, el único y poderoso salvador y Juez de la Historia.

En las apariciones del Ángel a María, el interés se centra en el Hijo que va a nacer, en la naturale-za y en la grandeza de su misión: “Él será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa Jacob para siempre y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33). “Él salvará a su pueblo de los pecados” (Mt 1,21).

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CARLOMAGNO, LA UNIVERSITAS CHRISTIANA, CARLOS V, LA NAVIDAD DE 2010

La Virgen María, respondiendo al Ángel, pre-gunta “¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El Ángel la tranquiliza: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,34). Una vez cumplida la concep-ción, el mismo ángel revelará a José: “La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1,20).

Cuando María da su consentimiento al anun-cio del Ángel: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38) se rea-liza ya en ella la milagrosa y sobrenatural obra de Dios que lleva a cabo sus grandes acciones sirviéndose de la pequeñez del hombre.

María da a luz al Niño de Belén en una cueva, “porque no tenían sitio en la posada” (Lc 2,7). Jesús nace entre los pobres y en la máxima po-breza, recibe el primer saludo de unos sencillos pastores, que eran una categoría social despre-

ciada. Se trata de un detalle lleno de significado: por una parte el Mesías es rechazado desde el principio por quines lo esperaban; por otra, Él op-ta por la pobreza y la debilidad, por los pobres y los humildes, a quienes más tarde anunciará que el Reino de Dios es principalmente para ellos.

La fiesta de Navidad, la adoración del Niño, son momentos fuertes de la piedad popular, pero, sobre todo, imagen de la verdad de la en-carnación que la fe cristiana vive y anuncia.

Jesús estaba lleno de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba porque tenía una misión del Padre. Esa misión comienza en Nazaret, com-partiendo una existencia normal y anónima en medio de los demás, considerados ya como her-manos propios.

Por la Palabra de Jesús de Nazaret confiamos en los pobres, en los disminuidos físicos o men-tales, en los enfermos, ya que Cristo ha tomado su carne y los ha hecho redentores con Él. Por eso nuestra conducta con los que se sienten tris-tes y oprimidos en estas fiestas, es de estima e ilusión para incorporarlos a un proyecto común. Fuera de la fe no es posible “dar razón” de esta esperanza que vive en nosotros. La esperanza cristiana es una virtud activa no teme los ries-gos de encarnarse en la historia, cree en el éxito positivo del esfuerzo humano, lo hace suyo y se compromete con él.

Las Damas y Caballeros de Yuste, como cristianos daremos testimonio coherente de vi-talidad, de esperanza. Debemos hacer de la esperanza una virtud crítica que iluminada por la fe, sea capaz de discernir aquello que es o no es válido siempre con la mirada puesta ≠en Dios y en la vida real de nuestra sociedad, para que desde nuestro ejemplo y apoyo a las obras dignas del hombre busquemos al mismo tiempo los bienes del cielo también los bienes del cielo y de la tierra.

En la Navidad del año 800, Carlomagno fue co-ronado por el Papa León III. Han pasado muchos siglos. Ahora en esta Navidad de dos mil diez, los Caballeros y Damas de Yuste nos felicitamos con las palabras del Papa Benedicto XVI: “Al invocar la maternal protección de Nuestra Señora sobre los miembros de esa Real Asociación Caballeros de Yuste y en prenda de abundantes favores divinos que les sigan ayudando a realizar sus propósitos de vida, cristiana, el Santo Padre les imparte con afecto la Bendición Apostólica”

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Francisco Ansón.Caballero de Yuste.

Los dos descendientes más conocidos del Emperador son, Felipe ll y D. Juan de Austria. En este sentido, parece interesante conocer la simpatía que los madrileños sienten hacia D. Juan de Austria comparándole con el Cid. Para ello, se ha llevado a cabo un muestreo aleato-rio simple sin reposición de la Guía Telefónica de Madrid capital. Se ha muestreado aleatoria-mente la página, dentro de la página el número del abonado y una vez llamado por teléfono el abonado y haber contestado éste cuál es el número de personas mayores de 18 años que componen su familia, viviendo en la casa, y citadas cada una de esas personas, se ha cruza-do el número de familiares por el orden en que se han citado en una tabla de números aleato-rios para determinar el miembro de la familia que debe ser encuestado. De esta forma se ha conseguido la aleatoriedad hasta las unidades últimas. En consecuencia, la muestra es repre-sentativa de todos los abonados que figuran en la Guía Telefónica de Madrid capital (aunque en el comentario de la encuesta se les llamará los madrileños, es claro que sólo representan a las personas de 18 y más años que figuran co-mo abonados en la Guía Telefónica de Madrid capital).

La encuesta se ha realizado únicamente por teléfono y el tamaño de la muestra es de 126 encuestados de 18 y más años, lo que supone, con un nivel de confianza del 95 por ciento, que para el peor de los casos, p=q=50%, el margen de error es de +/-8,9. El trabajo de campo, incluido el “pre-test” o encuesta piloto, se ha efectuado entre el 2 de Febrero y el 6 de Abril de 2010, ambos días inclusive (a pesar del tiempo que ha durado el trabajo de campo se considera que, al no haber ocurrido ningún hecho especialmente significativo respecto del

contenido de la pregunta, las respuestas no es-tán sesgadas).

La pregunta y los resultados han sido los siguientes:

¿POR CUÁL DE ESTOS DOS PERSONAJES SIENTE MÁS SIMPATÍA?: ¿EL CID CAMPEA-DOR, CONQUISTADOR DE VALENCIA, O D. JUAN DE AUSTRIA, EL VENCEDOR DE LEPAN-TO?

CID CAMPEADOR .......................65%

D. JUAN DE AUSTRIA .................. 21%

LOS DOS POR IGUAL .....................9%

POR NINGUNO DE LOS DOS ..........3%

NS/NC .........................................2%

Total ........................................100%

Parece que el nombre de Cid proviene de Sidi, Señor, con el que los árabes llamaban a Rodrigo Díaz de Vivar en señal de respe-to y afecto. El título de Campeador lo recibió al vencer a Jimeno Garcés, el alférez del rey de Navarra, en 1067. Y el nombre de su famo-so caballo Babieca, quizá provenga de que el caballo nació o provenía de la comarca leonesa de Babia, de ahí Babieca.

Antonio Domínguez Ortiz es –fue- un sabio historiador que con más de noventa años escribió, ex abundantia cordis, una breve, pero espléndida historia de España, en cuya página 167 se lee: “Al contrario que Galicia y Asturias, de carácter generalmente sumiso, Castilla nació con ímpetus suficientes para combatir a la vez contra el soberano leo-nés y contra los ejércitos califales. Los hombres de esta tierra dura y fría dan una impresión de vitalidad tremenda; Fernán González, fundador del Condado autónomo de Castilla, se enfren-tó a la vez con sus soberanos leoneses y con un Califato de Córdoba en pleno apogeo. En el siglo siguiente saldrá de aquellas tierras un héroe, no ya nacional, sino universal: Rodrigo

Encuesta sobre la simpatía hacia El Cid y D. Juan de Austria

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ENCUESTA SOBRE LA SIMPATÍA HACIA EL CID Y D. JUAN DE AUSTRIA

Díaz de Vivar” (Antonio Domínguez Ortíz, ES-PAÑA, TRES MILENIOS DE HISTORIA, Ed. Marcial Pons, 2001, págs. 396).

En un espléndido resumen de la biografía del Cid, escribe Mª Isabel Pérez de Tudela y Velasco en su primer párrafo: “A caballo entre la historia y la leyenda Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid es uno de los mitos más sobresalientes de cuantos ha creado la cultura hispana”, y su último párrafo dice: “…la figura cidiana, en razón de sus hazañas singularísimas, merece el honor de protagonizar el primer cantar de gesta de nuestra literatura; y si es cierto que la literatura distorsionará la personalidad del héroe, no lo es menos que, gracias a la versión literaria, conservamos muchos rasgos de esa personalidad” (ENCICLOPEDIA DE HISTORIA DE ESPAÑA, dirigida por Miguel Artola, Ed. Alianza Editorial, Tomo IV, p. 258 y s.).

Aunque el Cid resultara vencedor en tantas batallas, uno de los hechos más co-nocidos y que más simpatía produce es, tal vez, el de la Jura de Santa Gadea, en que los términos del juramento que debe prestar Alfonso Vl para ser coronado, son tan tremen-dos, que el Rey destierra al Cid. He aquí cómo lo relata el romance:

En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo, le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano; tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano, sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo y con unos evangelios y un crucifijo en la mano. Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto; -Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos, de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos; mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados; abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo; capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado; con camisones de estopa, no de holanda ni labrados; caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos; frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados. Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado, sáquente el corazón por el siniestro costado; si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntando, si fuiste, o consentiste en la muerte de tu hermano. Las juras eran tan fuertes que el rey no las ha otorgado. Allí habló un caballero que del rey es más privado: -Haced la jura, buen rey, no tengáis de eso cuidado, que nunca fue rey traidor, ni papa descomulgado. Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado; pero allí hablara el rey malamente y enojado: -Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado, mas hoy me tomas la jura, mañana me besarás la mano.

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ENCUESTA SOBRE LA SIMPATÍA HACIA EL CID Y D. JUAN DE AUSTRIA

Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado, y no vengas más a ellas dende este día en un año.

(http://www.los-poetas.com/g/roman.htm#).

Y Manuel Machado poetiza la marcha a ese destierro:

El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

Otra hazaña que despierta simpatía, es el hecho de que a pesar de este comportamiento, el Cid toma posesión de Valencia en nombre de su Rey, Alfonso Vl, y según los poetas del ro-mancero le envió presentes y regalos, así como una supuesta carta, entre orgullosa y humilde, en la que decía:

Llegó Alvar Fáñez a Burgos a llevar al rey la empresa de cautivos y caballos, de despojos y riquezas, con cien llaves de las villas y castillos que rindiera. Los que a lo lejos los vían piensan que es gente de guerra, y en grande alegría tornan al saber del Cid las nuevas. Entró Alvar Fáñez al rey, y pidiéndole licencia, besóle la mano y dijo: —Rey, reciba vuestra alteza de un hidalgo desterrado la voluntad por ofrenda. De aqueste don que te envía toma solamente en cuenta que es ganado de los moros a precio de sangre buena; que con su espada en dos años te ha ganado el Cid mas tierras que te dejó el rey Fernando, tu padre, que en gloria sea. Y una merced sola pide el Cid, que tu mano besa, y te suplica le envíes sus hijas y su Jimena; salgan de su soledad de San Pedro de Cardeña y vayan a ser señoras de la ciudad de Valencia.

(http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ fondo2000/vol1/siete-infantes/html/32.html).

También son muy famosas sus espadas Tizo-na y Colada. Ésta última la consiguió al vencer al Conde de Barcelona, Ramón Berenguer ll, arrebatarle la espada y hacerle prisionero. Es-pada, que regaló a sus yernos, los Infantes de Carrión, antes de la afrenta de Corpes. En cuan-to a Tizona, se conserva, según demuestran las pruebas científicas llevadas a cabo, en perfecto estado. La consiguió al derrotar a Bucar, el Rey de Marruecos y quedarse con su espada, que igualmente regaló a los Infantes de Carrión, si bien recuperó ambas espadas tras la afrenta de Corpes y la victoria en el duelo subsiguiente. He aquí como lo cuenta el romance:

«Esto les demando a los infantes de Carrión: «por dejar a mis hijas no me alcanza deshonor, «como vos las casasteis, rey,

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vos sabréis qué hacer hoy; «mas cuando sacaron a mis hijas de Valencia la mayor, «yo bien los quería de alma y de corazón, «les di dos espadas, a Colada y a Tizón, «-—estas yo las gané luchando como varón—- «para que se honrasen con ellas y os sirviesen a vos; «cuando dejaron mis hijas en el robledo de Corpes, «conmigo rompieron y perdieron mi amor; «que me den mis espadas ya que mis yernós no son ». Otorgaron los jueces: «Todo esto está en razón».

(http://www.trinity.edu/mstroud/3331/cid3.ht-ml).

He encontrado, en una dirección de Inter-net, que expone lo que representa el Cid en la historia y leyenda, en una inmejorable exposi-ción didáctica, y que también explica, quizás, el motivo de su simpatía: “El Cid es la máxima exposición del héroe y cumple el modelo de caballero medieval con todas sus virtudes: fiel a su señor hasta la muerte, enamorado de su esposa y fuerte y valiente en la lucha”.(http://www.educa.jcyl.es/educacyl/cm/gallery/Recur-sos%20Infinity/aplicaciones/cid/popup.htm).

Quizá lo que se ha expuesto hasta ahora sobre algunos hechos que pueden suscitar la simpatía hacia este personaje, explique el re-sultado de la encuesta, esto es, que el 65 por ciento de los madrileños sientan más simpatía hacia el Cid Campeador que hacia D. Juan de Austria y un 9 por ciento igual simpatía.

Para estudiar la simpatía que puede producir la figura de D. Juan de Austria he toma-do al azar dos enciclopedias de prestigio y un diccionario de igual prestigio, porque estos textos se limitan a exponer con gran objeti-vidad los hechos y rara vez adjetivan. Sin embargo, con D. Juan de Austria hacen una ex-cepción.

Pedro Aguado Bleye, prestigioso Catedráti-co de Historia de la Universidad de Valladolid y Académico correspondiente de la Real Aca-demia de la Historia, escribe sobre Don Juan

de Austria: “Este caudillo insigne es el hijo que tuvo Carlos V, ya viudo, de Bárbara de Blom-berg”.

(Pedro Aguado Bleye, Diccionario de His-toria de España, Ediciones de la Revista de Occidente, 1969. Tomo II, p. 577).

Por su parte, el también prestigioso Manuel Espadas Burgos, Catedrático y Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid e in-vestigador científico del CSIC escribe: “Hijo natural del Emperador Carlos V y uno de los hombres más preclaros de la España del s. XVI, su figura ha atraído el favor de la historiografía y un permanente fervor popular. Juan de Aus-tria es un prototipo de héroe, y hasta de héroe romántico. Todo en él –empresas, amores, su origen ilegítimo y su temprana muerte- ha contribuido a esa estampa legendaria que vela algo, la otra de su gran talla como Capitán y político.”

((Manuel Espadas Burgos, Gran Enciclope-dia Rialp, Tomo XIII, 1979, p. 543).

Igualmente, Sixto Sánchez-Lauro lo califica de “carismático caudillo” (Sixto Sánchez-Lau-ro, Enciclopedia de Historia de España, Dirigida por Miguel Artola, Alianza Editorial, Tomo lV, 1995, p. 448).

Existe en Internet una breve y acerta-da biografía de D. Juan de Austria de la que reproduzco los siguientes párrafos por con-siderar que son los que más se relacionan con la cuestión que plantea la encuesta.

“Militar español (Ratisbona, Alemania, 1545 - Namur, Países Bajos, 1578). Hijo natural de Car-los V, que sirvió como militar a su hermanastro Felipe II de España. Bautizado en realidad co-mo Jerónimo (Jeromín), fue criado en Castilla y no conoció a su padre hasta que éste le mandó llamar en su retiro de Yuste (Extremadura) en 1556. Fue Felipe II quien, siguiendo la indica-ción testamentaria de su padre, le reconoció como miembro de la familia real y le puso el nombre de Juan de Austria, otorgándole hono-res y rentas dignas de un infante (1559).

“Completó su educación en la Universidad de Alcalá de Henares, pero rehusó dedicarse a la carrera eclesiástica. Su decidida vocación mi-litar hizo que el rey le pusiera al mando de una escuadra para combatir a los piratas berberis-

ENCUESTA SOBRE LA SIMPATÍA HACIA EL CID Y D. JUAN DE AUSTRIA

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cos en el Mediterráneo (1568); luego demostró sus dotes militares dirigiendo la represión de la sublevación de los moriscos del reino de Gra-nada (1569). Aquel éxito le permitió culminar su carrera militar, al obtener el mando supre-mo de la flota de la Liga Santa que formaron España, Venecia y el Papado contra los turcos (1570); frente a la estrategia defensiva que pre-conizaban sus consejeros más prudentes, don Juan de Austria impuso su criterio de buscar a la flota turca y hundirla, lo que consiguió en la batalla de Lepanto (1571).

El resonante éxito de Lepanto, que puso fin al poderío turco en el Mediterráneo, avi-vó las ambiciones de Juan de Austria: Felipe II hubo de descartar prudentemente sus pla-nes de aprovechar la situación para una gran expansión territorial por el Mediterráneo; tam-bién rechazó sus demandas de ser reconocido oficialmente como infante con tratamiento de alteza.” (http://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/juan_deaustria.htm).

Con relación a las indudables ambiciones de D. Juan de Austria, merece la pena aportar el siguiente matiz: “En Mesina visitaron secreta-mente a don Juan dos emisarios albaneses y uno de Morea y le ofrecieron reconocerle por rey de Grecia. Don Juan avisó a Felipe II que no encontró oportuna la ocasión para disgre-gar del Imperio Otomano aquellas tierras. Don Juan se sometió a la voluntad de su herma-no, ….” (Pedro Aguado Bleye, Diccionario de Historia de España, Ediciones de la Revista de Occidente, 1969. Tomo II, p. 579).

Pero, como se ha adelantado, el hecho por el que es más conocido D. Juan de Austria es por su victoria en la batalla de Lepanto en cuya galera Marquesa combatió Miguel de Cervan-tes -que contaba veinticuatro años-, con gran valor, aunque estaba aquejado de fiebres. A pesar de ser herido en el pecho y en el brazo izquierdo, siguió luchando. Su brazo quedó in-útil, pero pasó a la historia como El manco de Lepanto, conservando la satisfacción de haber participado en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Pero no sólo su vida y sus victorias hacen atractivo a este personaje, sino que su propia muerte está rodeada de misterio, según expo-sición de Noelia Blanco: “La figura de Don Juan de Austria ha sido objeto de numerosas bio-

grafías desde el siglo XVII. Bartolomé Benassar nos introduce en la vida de Don Juan, sin ol-vidar las circunstancias políticas, nacionales y sobre todo internacionales, que marcaron su vida. Don Juan muere a los 32 años en Namur. Desde que se produce este hecho hasta la ac-tualidad se siguen planteando dudas acerca de la verdadera causa de su muerte. Así empieza esta biografía, con la exposición de los hechos y circunstancias que rodearon el fallecimiento de Don Juan. ¿Fue un error médico, envenena-miento o una simple infección? El caso es que su muerte sigue rodeada de un halo de miste-rio, dada la juventud y vitalidad del personaje.” (http://cuantoyporquetanto.com/htm/libros/libros_donjuandeaustria.htm).

En resumen, que, como en el caso del Cid, existen motivos sobrados para que D. Juan de Austria suscite simpatía: concretamente el 21 por ciento de los madrileños siente más sim-patía hacia D. Juan de Austria que hacia el Cid Campeador y el 9 por ciento igual simpatía.

Resulta alentador, por lo que significa de conocimiento de esto dos personajes, que úni-camente el 2 por ciento no haya sabido o no haya querido contestar a esta pregunta.

Finalmente, dado el margen de error con el que se está trabajando en este análisis, puede que el 3 por ciento que ha contestado “Ninguno de los dos” no sea significativo. En todo caso, la respuesta de uno de los encuestados, que ha considerado conveniente justificar por qué contestaba que no sentía simpatía hacia nin-guno de los dos, establece una posible causa para esta opción: “porque son españoles faná-ticos de la violencia y mentalidad inquisitorial”. Puesto que en tiempos del Cid no existía la Inquisición, cabría entender que, porque son españoles cristianos que lucharon con las ar-mas contra los musulmanes

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Estados - Mercados

Federico Sáenz de Santa MaríaCaballero de Yuste

Dos de los conceptos que están de moda en la terminología económica de actualidad son los que hacen referencia al presente artículo, entre ambos se ha iniciado una lucha encar-nizada para ver cuál de los dos impone su HEGEMONÍA., sobre el otro para imponer sus leyes y decisiones a toda la sociedad.

Los mercados, creación máxima del sistema CAPITALISTA, son en la actualidad un MONS-TRUO con siete cabezas, no existe fuerza humana en el universo capaz de controlarlos, todo el mundo los trata con mucha FAMILIARIDAD, los que les conocemos y sabemos de su comporta-miento los tratamos con mucho respeto porque somos conocedores de cómo las gastan cuando toman una dirección determinada.

Mis habituales lectores conocen que les considero lisa y llanamente CASINOS, lo me-jor que se puede hacer cuando no se conocen es permanecer lo más alejado posible de ellos, la persona que interviene en los mismos sin conocer los RIESGOS, no puede quejarse a posteriori de los resultados de sus decisión de intervenir sin el suficiente conocimiento.

Los mercados no sólo condicionan los mo-vimientos financieros, marcan las siguientes pautas:

1º POLÍTICAS ECONÓMICAS

2º POLÍTICAS FISCALES

3º POLÍTICAS PRESUPUESTARIAS

4º POLÍTICAS MONETARIAS

5º POLÍTICAS INDUSTRIALES

6º POLÍTICAS ENERGÉTICAS

7º POLÍTICAS –AGRÍCOLAS, ETC.

¿QUIEREN MÁS?

Ellos han sido en cierta medida los culpables de los inicios de la crisis financiera que poste-riormente se trasladó a la economía real, sus productos tóxicos invadieron los mercados en cada país con productos o formas de inversión adaptándose a las características de las dife-rentes clases de ciudadanos.

Los mercados imponen su ley, además lo hacen de una forma AGRESIVA-VIOLENTA, no dan lugar al consenso, con ellos no hay diálogo, sólo SOMETIMIENTO, sólo conocen la DICTA-DURA que imponen por las buenas o por las malas.

Los Estados han intentado CONTROLAR-LOS-FISCALIZARLOS, el G-7-20, lo ha intentado en múltiples reunione, pero recuerden la si-guiente frase:

¿HEMOS INTENTADO CONTROLARLOS -AHORA ELLOS NOS CONTROLAN A NOSO-TROS ESTADOS?

Afortunadamente empiezan a verse señales de que las ORGANIZACIONES SUPRANACIO-NALES están próximas a lograr un acuerdo para tratar de aprobar formas que permitan a los Estados un cierto control sobre los movi-mientos ESPECULATIVOS que se producen a diario en el mundo financiero.

A pesar de todo lo negativo a que me he referido hasta este momento, también les manifiesto que son ABSOLUTAMENTE impres-cindibles para el funcionamiento de la economía mundial, sin ellos y sin la ESPECULACIÓN no funcionaria la economía mundial, lo que se trata de hacer compatible son sus normas de funcionamiento con el establecimiento de unas reglas que de común acuerdo todos los intervi-nientes en la vida financiera se comprometan a respetar, fácil de manifestarlo pero muy difícil de conseguirlo.

Los Estados se vieron obligados a poner en vigor políticas KEYNESIANAS para evitar que el mundo viviera una crisis de características

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ESTADOS - MERCADOS

similares a la del 29, lo que supuso inversión de miles de millones para salvar al mundo de una RUINA total, para un Economista como yo defensor acérrimo de las políticas clásicas, fue difícil aceptar la utilización de políticas Keynesianas, pero reconozco que fue IMPRES-CINDIBLE en su momento.

Después de años de esfuerzos presu-puestarios y cuando han pasado los peores momentos fundamentalmente de los sistemas financieros, es cuando de nuevo han apareci-do los mercados con su enorme poderío y utilizando un instrumento bajo su control indi-rectamente utilizan a las empresas de RATING para someter a los Estados a una presión para que corrijan sus enormes DÉFICITS, en un pe-riodo muy breve de tiempo lo que está creando tensiones en los sectores más dinámicos de las economías mundiales.

Los ciudadanos de a pie han asistido ató-nitos ante la crisis sufriendo en sus propias carnes la dureza del ajuste que en estos mo-mentos es IMPRESCINDIBLE, no podemos seguir pensando en la economía del BIENES-TAR, durante muchos años hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ahora toca esfuerzos y sacrificios, créanme esto es inde-pendiente de la opción política que esté en el gobierno,manifiesto con frecuencia que no ten-go las ideas claras en qué fase del ciclo nos encontramos, pero todavía nos queda una zona de desierto que tenemos que recorrer.

Soy consciente que la peor parte se la lle-van los DESEMPLEADOS que en nuestro país alcanzan el 20%, desafortunadamente mis es-timaciones no son nada optimistas nuestra economía utiliza mano de obra muy INTENSIVA, que es la que más sufre cuando atravesamos periodos recesionistas.

En Europa hemos tenido un DEBATE intere-sante entre dos enfoques económicos:

CRECIMIENTO-AUSTERIDAD

Al final se ha impuesto el segundo criterio, ¿saben Vds. quién ha impuesto el criterio?

LOS MERCADOS

Alemania que es sin ningún género de du-das la locomotora Europea ha decidido aplicar a los países de la C.E.E ,una política económica ORTODOXA pura y dura, en EE.UU. son más flexibles y están dispuestos a la aplicación de una política HETERODOXA, sólo el paso del tiempo nos dirá cual de las dos opciones es-tuvo más acertada.

La crisis es de una profundidad tan gra-ve que realmente aunque cada día aparecen opiniones de lo más diverso, en el fondo los Economistas estamos dando palos de ciego, porque realmente no sabemos todavía en qué fase del ciclo nos encontramos, no crean ni a los optimistas ni a los pesimistas, necesitamos más tiempo para determinar la situación actual.

Entiendo perfectamente que mi punto de vis-ta sea muy criticable por parte de mis lectores, pero les trasmito mi sentimiento honesto aun-que sea muy decepcionante sobre todos para los que están en paro, o para aquellas fami-lias cuya situación económica es desesperante, cuando me preguntan sobre ¿CUÁNDO VA A TERMINAR LA CRISIS?, no tengo una respuesta que trasmita mi pensamiento verdadero.

Mi experiencia me recomienda que un co-mentario económico no debe ser muy extenso para que el lector no pierda el mensaje que el autor pretende trasmitir

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 José María CosculluelaCaballero de Yuste

¿Q U E T E N G O D O C T O R?, es una pre-gunta que ha permanecido invariable a través del tiempo, desde que se la hicieron al Sun nu Imhotep (Chambelán Real, gran sabio médico y científico del antiguo Egipto), considerado como un dios en la posteridad, hasta el último médico recién incorporado a un equipo de cardiología en un hospital General actual. Ambos tendrán que dar un dictamen supuestamente certero, de acuerdo con los protocolos de los textos que han aprendido y conforme a las prácticas que han realizado en sus respectivos templos, o en Hospitales actuales.

Antes, si no lograban curar al paciente y había sido por incumplimiento de las prescrip-ciones de la ley, serían sometidos a un juicio con posible castigo de muerte. Actualmente el in-cumplimiento del juramento hipocrático y de la ética profesional puede acarrear la suspensión en el ejercicio de la profesión. En la actualidad también tendrá que dar un diagnóstico, un pro-nóstico y un tratamiento medicamentoso, que por lo general se lo proporcionará elaborado y dosificado el farmacéutico.

En cuanto a la pregunta que indefectible-mente saldrá a primer plano, cual es la de la retribución de los Sun nus, (médicos en el an-tiguo Egipto faraónico),la respuesta será que carecemos de información suficiente de cómo o cuanto se pagaba al médico por sus servicios en la época de los Faraones. El trueque fue la prác-tica normal antes de que apareciera el dinero en la Epoca Baja. En otros tiempos, los ptolomeicos, se regirán por las normas establecidas, pues está escrito que los médicos en las campañas militares y en los viajes por el país, percibirán su retribución de los fondos públicos del esta-do. Como podemos comprobar la Sanidad Social Pública gratuita no es creación de la sociedad de nuestro siglo.

Pero, ¿dónde adquirían los conocimientos del arte médico los futuros alumnos?: Son incon-tables las estelas que ofrecen testimonio a los hijos que siguieran la profesión de sus padres. Diodoro Sículo historiador griego, siglo l a.c. afirmó : Los hijos son enseñados desde su niñez por sus padres o sus parientes en las prácticas que son propias a cada forma de vida....son las únicas personas a las que se prohíbe a todos sus practicantes seguir en cualquier otra ocupa-ción que aquella que les fue encomendada por sus padres.

La medicina también se enseñaba en las casas de la vida, los “sanatoria”, (per ankh), adjuntas a los templos. En ellas podían los pacientes ser sumergidos total o parcialmente en piscinas con agua bendita y practicaban cuidados especiales a los enfermos y se formaba específicamente a los médicos, por medio de prácticas contro-ladas por los sacerdotes, prácticas que luego aquellos ejercían con los clientes.

El conocimiento que tenemos sobre el tema, las enfermedades y sus remedios (Farmacopea) proviene del contenido de diversos papiros, al-gunos de los cuales enumeraremos. En cuanto a los amplios conocimientos de anatomía, como es lógico los solían adquirir en los talleres de momificación.

Será la curiosidad científica la que se desplace al antiguo Egipto para indagar la Farmacolo-gía, ya que la Química deriva del nombre KEMI (Tierra Negra, Egipto) y recoger todo tipo de co-nocimientos, datos y sustancias terapéuticas de todo origen.

Será también gracias a médicos griegos fa-mosos y a los textos médicos contenidos en los papiros, el que lleguen toda una colección de drogas al formulario médico de la Edad Media y hasta a los curanderos actuales.

Gracias a los textos médicos que se han recuperado en los papiros y a la labor de su tra-ducción y restauración, el que han facilitado un conocimiento más que aceptable de la medici-na y farmacología egipcia antiguas, si bien dada la evolución etimológica, de muchos términos

¿Qué tengo doctor?

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¡QUÉ TENGO DOCTOR?

egipcios antiguos, dejan dudas importantes en algunos conocimientos definidos.

Imothep. Estatuilla de aleación de cobredel canciller real y gran científico médico.

A pesar de los siglos de distancia, los papiros de contenido médico, podrían ser equiparados a las actuales revistas científicas médicas, con-teniendo incluso anotaciones como la de:”este medicamento lo he aplicado y ha sido efectivo”. De todas formas existen algunas diferencias notorias entre las revistas y los papiros, pues las primeras contienen literatura formativa e informativa y los segundos son formativos y normativos sin poder adjudicarles una certeza absoluta fundamentada en la investigación pu-ra, sino en el dictado impositivo de un sumo Sacerdote Supremo, que sin un suficiente co-nocimiento científico y empírico, pero con gran nivel de autoridad, imponía su dictado en las normas de los papiros.

En cuanto a una enfermedad no se la podía adjudicar a una causa u origen explicable o razonable, los papiros de texto médico hacen una mención muy específica de las influencias malignas que pueden penetrar en el cuerpo pro-cedentes del exterior. La Magia y la Religión fueron inseparables en el Antiguo Egipto junta-

mente con la Medicina. Criterio que se ha ido manteniendo válido a través de los siglos, en al-gunas culturas, hasta tiempos recientes.

Prestemos atención primeramente a un papi-ro conocido por el nombre de Ebers, que puede ser considerado como una especie de enciclope-dia médica para estudiantes, escrito en hierático, abarca todos los aspectos de la medicina y es uno de los documentos escritos por los antiguos egipcios más largo, ya que mide unos veinte me-tros de longitud por treinta centímetros de alto, conteniendo 877 apartados que describen nu-merosas enfermedades en varios campos de la medicina como la oftalmología , la ginecología, depresión clínica y demencia. También con 110 páginas contiene un “tratado del corazón”, des-tacando que el corazón es el centro del sistema sanguíneo, con vasos unidos a cada parte del cuerpo. Es uno de los tratados médicos conoci-dos más antiguo pues está redactado cerca del año 1500 antes de nuestra era; fechado en el año 8º del reinado de Amenhotep l de la dinastía XVlll. Adquirido por el alemán Georg Ebers, se conserva actualmente en la biblioteca Universi-taria de Leipzig.

Como datos base y fechas orientativas recien-tes, obtenidas por el método del radio carbono 211, aplicado a artículos del antiguo Egipto, se han fijado las fechas más precisas que las conocidas hasta el presente: El Reino Antiguo empezó con el Faraón Djoser entre 2691 y 2625 a.C. y el Nuevo con Ahmose entre 1570 y 1544 a.C..La fijación de estas fechas, nos servirán en un espacio de tantos siglos, como pautas, para situar los acontecimientos en los sucesivos pe-riodos de tiempo.

Durante cierto tiempo hemos trabajado en este apartado de la ciencia médica, la Far-macopea, que en el siglo anterior adquirió tal peso y magnitud que ha necesitado prestarle atención preferente por su trascendental activi-dad e importantes resultados en la prevención y preservación de la salud, tanto de la vida humana como de la animal, hablamos de la Farmacopea en general. El enfoque que dedica-ron los antiguos egipcios, referente al empleo de medicamentos pudo parecer razonable en los anteriores siglos, pero en la actualidad su práctica nos parece algo extraña, por que nos movemos por entre una revolución terapéutica y con un cambio de paso acelerado. Es nece-sario considerar los cambios principales para comprender el pasado. El primero es que ac-

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tualmente el tratamiento medicamentoso se encuentra dirigido a eliminar la enfermedad, más que a aliviar los síntomas y segundamente una menor confianza en los productos natura-les como medicamentos. De aquellos productos cuyos principios activos fueron reconocidos o identificados, con el tiempo fueron sintetizadas las sustancias que contenían y destinadas a un propósito específico y por causa de ello, dismi-nuyeron en los estudios actuales, el volumen de conocimientos en botánica.

Un tercer aspecto y no menos importante, es la mejora de los métodos para evaluar la eficacia y toxicidad del producto, asunto extremadamen-te difícil, teniendo en cuenta el efecto placebo, que deberá eliminarse de las cualidades del mis-mo. En las épocas faraónicas apenas se sabía de la etiología de las enfermedades internas y por lo mismo difícilmente era factible dirigir el trata-miento a la causa de la enfermedad.

Numerosos pacientes debieron beneficiar-se gracias al efecto placebo y no solo por los efectos del medicamento sino también por los cuidados de un sacerdote de Sekhmet o de un mago.

Se presume que los papiros médicos que ci-tamos, fueron escritos para los “Sun nu” pues se suponía que eran ellos mismos quienes prepara-ban sus medicamentos.

Como introducción a la preparación de un medicamento se utilizaba la frase de ritual de, “entonces la prepararás”, o bien,”entonces tu ha-rás que alguien la prepare”.Esta segunda frase lleva implícita la existencia de personas que es-taban habituadas a confeccionar medicamentos. No se conoce una voz egipcia equiparable a la de farmacéutico.

Traumatólogía. Atendiendo una lesión de codo.Pintura de una Tumba. Tebas.

Existe en el Museo Británico una inscripción (5634), procedente de Deir el Medina , que detalla unas ausencias al trabajo, en el año cuadragési-mo del reinado de Ramses ll, de Pa-hery-pedjet y dice que estuvo ausente “con Khon su” y “con Horemwia” durante ciertos dias para ”preparar unos medicamentos” por estar enfermos. Parece ser que el tal Pa-hery-pedjet sea el nombre del primer farmacéutico egipcio que se conoce.

La Farmacia en si, estaba muy desarrollada: en los papiros de Grapow y Deines, se describen hasta setecientas formulas para la preparación de remedios y las sustancias que se podían utilizar como productos terapéuticos, esta-ban dentro de productos vegetales, minerales, animales, líquidos, e incluso sustancias impen-sables como excrementos de mosca, o telas de araña, que nosotros siendo niño hemos visto aplicar, en el medio rural, como remedio en ani-males con heridas externas sangrantes.

Anteriormente, hacíamos mención de la trascendencia de los PAPIROS MEDICOS y la im-portancia de su contenido en ciencia médica, dando comienzo por el conocido con el nombre de Ebers, haciéndolo por dos razones : una por ser de los más antiguos y segundo, por su amplio contenido en materia médica, recorde-mos haber mencionado su longitud de más de veinte metros. Son honestamente abundantes el número existente de anotaciones médicas im-portantes en el contenido de algunos de ellos.

Sin un orden predeterminado principiamos por el de KAHUM : Su texto médico está es-crito en hierático, y dedicado a conocimientos ginecológicos, pero el texto veterinario que lo acompaña está redactado, lo cual es poco co-mún, en escritura jeroglífica que como regla general se empleaba en los papiros destinados a conservar textos religiosos. Debe hacerse constar que existen dos papiros Kahum diferen-ciados, el A y el B.

Lo que podemos afirmar es que otro papiro, conocido como el de EDWIN Smith, es el docu-mento quirúrgico más antiguo que se conoce, ya que data del siglo XVll A.C. y transcribe co-nocimientos de una época anterior. Tiene por su longitud, el segundo lugar después del Ebers. Lo integran 17 páginas y 377 renglones al frente y 5 páginas y 92 renglones en el reverso, am-bas caras tienen la misma letra. Está muy bien escrito en hierático. El original debió haberse re-montado a unos mil años antes de la copia que

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¡QUÉ TENGO DOCTOR?

llegó a nuestros días. Se encuentra actualmente en la Academia de Medicina de Nueva York.

Se encuentra también en América y guardado concretamente en la Universidad de California, el papiro conocido como el de HEARST, nombre de la familia que financió su recuperación, abar-ca 18 páginas convenientemente divididas en 260 parágrafos. Su contenido incluye secciones dedicadas a los sistemas alimenticio y urinario, la dentadura, la estructura ósea, el cabello, la sangre, las mordeduras, el metu y medicamen-tos para enfermedades no identificadas. Hay también un buen número de hechizos. Casi 100 parágrafos encuentran su equivalente en el pa-piro Ebers,.algunos de ellos son idénticos.

CHESTER BEATTY : Nombre de un Multi-millonario bibliófilo y coleccionista, y a la vez filántropo que regaló 19 papiros al Museo Britá-nico, que formaban parte de un descubrimiento mucho mayor realizado durante las excavacio-nes efectuadas en Deir el Medina. Estos papiros parecen haber pertenecido a un archivo familiar privado. Parte del contenido del archivo era ex-clusivamente de tema médico, pero no se piensa que ninguno de sus propietarios llevara el título de SUN NU. Hay una parte del papiro con to-dos sus parágrafos dedicados a enfermedades del ano, también se describen la preparación de enemas . El Chester Beatty Vll, contiene numero-sos encantamientos tanto en su anverso como en su reverso.

El papiro BERLIN, vendido en 1827 a Federico Guillermo lV de Prusia como una parte de una gran cantidad de antigüedades que se exhibirían en el Museo de Berlín, donde aún se conserva. Passalacqua fue el primer curador de la colec-ción egipcia, sustituyéndole Lepsius. No se sabe de su procedencia, pero el estilo y la escritura son característicos de la XlX dinastía. La traduc-ción al alemán la hizo Wrezinski en 1909.En tres lugares se hace referencia al autor quien tam-bién es mencionado en otros papiros de texto médico. La traducción definitiva al alemán se en-cuentra en el Grundriss. El Berlín comparte con el Ebers la distinción de poseer una antigüedad declarada en el texto.

El papiro esta constituido por 24 paginas. Los parágrafos 13-18 incluyen una sección dedicada a las enfermedades del pecho y que solo la igua-la el Ebers 810. El parágrafo 199 contiene la muy afamada (aunque sin validez), prueba para saber si el embrión será un niño o una niña.

El papiro LONDRES. No se sabe nada del origen de este papiro. Inicialmente traducido al alemán por Wrenzinski en 1912 en la misma pu-blicación que presentó el pairo Hearst. El papiro se encuentra en muy mal estado y se trata de un palimpsesto escrito sobre una obra anterior escrito en una fecha cercana al reinado de Tu-tankamón, tiene 19 páginas con 61 parágrafos de los que solo 25 son textos médicos y el resto mágicos. Hay una sección reducida que trata de ginecología.

Papiro CALRSBERG Vlll. El origen de este do-cumento es desconocido, pero ha sido datado como perteneciente a la XlX o XX Dinastía, pero pudiera existir un original procedente de la Xll Dinastía o poco después del papiro Kahum. Es-tá escrito en el anverso y en el reverso por dos manos diferentes. El frente trata de enfermeda-des de los ojos. Sin embargo parece ser la copia exacta del pairo Ebers.

Todas las partes sobrevivientes del papiro se refieren a las formas de cómo determinar el embarazo, el sexo que tendrá el niño, aun no nacido y la habilidad para lograr un embarazo.

Papiro RAMESSEUM lll, lV y V.

En 1896 se encontraron 17 papiros en una caja de madera en una bodega de la parte poste-rior del templo de Ramesseum en Tebas. parece que se trataba del equipo profesional de un ma-go y un practicante de la medicina, si bien no se ha conocido el nombre del dueño de la tumba. Están bastante mal conservados y el interés mé-dico se basa en los lll lV y V que se encuentran escritos en columnas verticales, cubren un am-plio campo de la medicina e incluyen secciones que se refieren a los ojos, a la ginecología y a las enfermedades infantiles. El texto está escrito en hierático. El Ramesseum V es único entre los papiros de texto médico por haber sido escrito en jeroglíficos cursivos, como el papiro veteri-nario Kahum. Hay unos cuantos paralelismos con la sección correspondiente del papiro Ebers (Ebers 627-696).

El Papiro BROOKLYN. Este notable papiro que se encuentra en el Museo de Brooklyn trata ex-clusivamente de las mordeduras de serpiente. El rollo ha sido cortado en dos mitades y cada mitad, la superior y la inferior ha recibido una numeración. Se le ha fechado como pertenecien-te a principios dele periodo Ptolemaico aunque está escrito en Egipcio medio. Está publicada una

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traducción al francés aunque se han extraviado el principio y el final del papiro, pero las partes intermedias se hallan en buena condición.

Página del papiro médico de Edwin Smith.

Dado que estos textos médicos han tenido que perdurar varios milenios y seguramente rea-lizar varias copias de los papiros, para alcanzar nuestros tiempos, es lógico que hayan tenido que atravesar también por los diferentes tipos de escritura. Por ello nos referiremos que en los papiros nos encontraremos con las escrituras je-roglífica, la conocida como hierática, de la cual se pasó a una más rápida para poder escribir nú-meros en papiros y de esta forma los números pasaron a escribirse en hierático, que posterior-mente se convertiría en demótica que es mixta (ideográfico y consonántico). Por ello en algunos papiros, se encuentran conjuntamente, dos ti-pos diferentes de escrituras .

PRÁCTICA MÉDICA : Hasta aquí, se ha efec-tuado una aportación densa de textos médicos, cuya finalidad ha sido la de proporcionar una visión certera de los conocimientos de que po-dían disponer los Sun nus en el ejercicio de la profesión y de esta forma valorar la eficiencia de

su profesionalidad médica en aquellos tiempos, cosa que en ocasiones hasta nos sorprende.

Ante los ojos de su pueblo, el médico era un maestro en el arte de curar todas las enferme-dades, incluidas los males de amor. El médico podrá atender al enfermo en su casa, presen-tándose con el ceremonial correspondiente, iniciando el acto médico con un interrogatorio a su paciente y familiares, de las dolencias y sus síntomas, observando la piel y sus mucosas, la respiración ,realizando maniobras como la de girar el cuello o las extremidades, efectuando una palpación corporal y controlando el cora-zón. Establecía así un diagnóstico e indicaba el correspondiente tratamiento con instrucciones precisas.

Según los datos recogidos, el pronóstico po-día ser leve, reservado o grave y el médico debía determinar :

“Enfermedad que puedo tratar”

“Padecimiento que quiero combatir”

“Desgracia que escapa a mis conocimientos y experiencias”

Después de pronunciar algunos salmos, el enfermo grita:”¡Yo soy aquel a quien Dios quiere mantener con vida...!.

”Se permitía que a los enfermos más pobres y con enfermedades tenidas por incurables fueran abandonados en el desierto sin que interviniera la ley.

Los médicos egipcios prestaban dedicación a la medicina preventiva y por ello dice Herodo-to :”Por esta causa, los egipcios muy atentos a su salud, provocan cada mes, durante tres días seguidos evacuaciones, mediante enemas o vo-mitivos, por estas prácticas y el clima del país, los egipcios pasaban por ser gente sana.

Para la práctica médica, los egipcios fueron acumulando un ingente catálogo de sustancias de toda clase, que formaba una abultada far-macopea, con la cual se realizaban cientos de formulaciones para toda clase de enfermedades, algunas realmente efectivas y otras meramente placebos. Mencionemos que los egipcios eran también conocedores de los efectos beneficio-sos de la música; del reposo, de la dieta, ya que opinaban que algunas enfermedades entraban con la comida y se identificaban con síntomas en las extremidades.

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¡QUÉ TENGO DOCTOR?

De algunos de estos productos que formaban la farmacopea, hacemos un breve resumen des-criptivo, de los más conocidos.

Por su importancia para la vida anotamos en primer lugar:

LA SAL COMUN (Cloruro Sódico), denominada como sal del Bajo Egipto, de donde seguramen-te se obtenía mediante la evaporación del agua del mar. Su principal efecto en altas concentra-ciones debería ser osmótico como en el caso del Natrón, pero en una solución de aproximada-mente el 1% su presión osmótica es muy cercana a la de los fluidos corporales. La solución de sal en agua caliente tiene un efecto ligeramente emético. Se la incorporaba con frecuencia en las recetas conjuntamente con otros componentes y quizás como saborizante. La sal posee usos muy amplios, ingerida oralmente como emética, o incorporada a enemas; también tenía aplica-ciones locales para los ojos, oidos y en especial la piel en donde se la mantenía aplicada median-te vendas. En la medicina actual continua siendo uno de los ingredientes mas utilizados de la far-macopea, como sustancia básica en todos los sueros fisiológicos inyectables, en los sueros Ringer , en los sueros hipertónicos como anti-eméticos y como líquido solvente de productos inyectables.

Para comprender la utilidad de algunas de estas sustancias en la terapia clínica hay que te-ner presente sus formas de administrarlas y su duración. Las vías de administración solían ser cinco, oral, rectal, vaginal, externa y fumigación o también inhalatoria a través de un pequeño tubo y frecuentemente la duración solía ser de cuatro días.

LECHE (Irtet). La leche gozó de un uso ex-tenso, con frecuencia como un excipiente adecuado, un papel que ha sido señalado en los textos sobre todo cuando no se especifica la cantidad, suele ser de vaca, de burra y humana su administración suele ser oral, o también anal y vaginal, con frecuencia de aplicación externa, frecuentemente en la terapia ocular y en los oí-dos (Ebers).

MIEL (bit). Fue el medicamento de uso más amplio en el antiguo Egipto, usado interna co-mo externamente; compuesta mayormente por azúcares y con actividades antibacterianas y an-tifúngicas debido a su efecto osmótico y por lo mismo útil en heridas y ulceras. Es un excelente

excipiente pues aparte de conservar en solusus-pensión muchos medicamentos, los saboríza y como jarabe junto con otros ingredientes calma la tos. En la actualidad se sigue utilizando como base para la elaboración de caramelos terapéu-ticos de las afecciones buco-faríngeas.

VINO Y CERVEZA. dos materias generosa-mente usadas en muchas fórmulas por que resultaban buenos excipientes medicamentosos y por otro lado por su contenido alcohólico que ayuda a solubilizar algunas sustancias y por otro aspecto según la cantidad suministrada mitigan el dolor.

ALGARROBA (Djaret). Ceratonia Silicua. El Al-garrobo arbol típico del área Mediterránea, no subsiste más allá de unos 40 kms. distanciado del mar, su producción en frutos en forma de vainas, con un sabor dulzón dada su riqueza en azúcacres es utilizado desde tiempos remo-tos por sus cualidades nutritivas y terapéuticas, tanto humanas como ganaderas. Sus frutos contienen un elevado porcentaje de Hidratos de Carbono y fibra y sus semillas, muy duras, tienen un gran contenido en sustancias muci-laginosas. molturada muy fina la utilizaban en oftalmología para el tracoma. Antidiarreico en las enteritis. Mezclado con la miel como calman-te de la tos (seryet).Curativo aplicándolo sobre quemaduras (Ebers 482).

Era interesante su utilidad en la Disfunción Eréctil, para la cual tenían remedios fabricados con algarrobo pino o sandía. Estudios actuales indican que tiene alto contenido de histidina componente principal de la histamina: se ha demostrado en estudios de laboratorio que los ratones con deficiencia de histamina tienen una baja tasa de reproducción debido a una disminu-ción de la líbido en el macho. Es una suposición que en aquellos tiempos pudiera existir un mé-dico interesado por un producto con una acción similar al actual Sidenafilo (viagra).

GRASA ANIMAL (adj, merhet) Las grasas ani-males tuvieron un uso muy extenso debido a la facilidad con que se convierten en una formula de ungüento; para hacer que le crezca el pelo a una persona calva : grasa de león l; grasa de hipopótamo l; grasa de gato l; grasa de serpien-te l; grasa de ibex l; mezcle todo hasta que se incorpore. Unte con ella la cabeza de la persona calva . No se ha podido constatar su efectividad, pero se ha podido calcular lo inasumible de su costo, como tantas otras fórmulas

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Francesillo de ZúñigaEl Bufón cortesano del Emperador

Antonio José Mérida Ramos Caballero de Yuste

Los que quieren oír de mi las nuevas,

las saben, y quien no las quiere saber,

yo se las digo; y si vos habéis muerto a diez,

yo mato a ciento con esta lengua que Dios me dio.

D. Francés de Zúñiga

Llamase bufón aquel que hace reír, que divierte con su verbo y su figura en general contrahecha y grotesca. Si bien es todo esto y mucho más, también es “aquel que por su in-teligencia podía decirle la verdad al soberano, haciéndolo reír en su propio espejo”.

Ha habido bufones asombrosos en todos los países y épocas, personajes que acumula-ron durante parte de su vida gran autoridad y poder, siempre bajo el paraguas protector de un hombre poderoso, que en muchas oca-siones cuando moría, se llevaba consigo a la tumba la buena estrella del cómico o bufón que protegía.

Homero habla de Térsites en el canto segun-do de la Iliada. Térsites que significa en griego desvergonzado, era contrahecho, calvo y biz-co, pero capaz de cantarle en la cara cuatro verdades al mismísimo Agamenón.

El tener una figura deforme era básica en la profesión de bufón no solo para proyectar empatia y divertir haciendo que el poderoso realzase aun más su privilegio y autoestima frente al discapacitado, sino que a su vez se blindaba de alguna manera al no transmitir una figura amenazante u ofensiva sino coadyu-vando a que el poderoso bajase la guardia, relajando el ambiente y haciendo reír a perso-nas poco propensas a la risa fácil.

Esta imagen débil y desamparada es aprove-chada en ocasiones por el bufón para decir o hacer cosas que a cualquier otra persona no se le consentiría de ninguna de las maneras.

Un personaje que representó en todas sus facetas a este bufón inteligente y mordaz que divierte y humilla con su fácil palabrería, su sorna y comentarios procaces es D. Francés de Zúñiga conocido como el bufón de Carlos V.

Pero antes y después de él existieron insig-nes y desgraciados personajes, críticos con las costumbres y desgracias de su época que hi-cieron reír con sus destrezas y deformidades y a su vez fueron ellos los que con sutileza e ingenio se ciscaron y burlaron de todo y de todos, creando una corriente literaria que po-demos llamar bufonesca y en la que sin lugar a dudas destaca como obra insigne la “Cróni-ca burlesca del Emperador Carlos V”, escrita y publicada después de su trágica muerte por el mencionado Francés o Francesillo de Zúñiga.

Galba, Capitolino y Cecilio en la Roma Im-perial, Capadoxo en la corte de Rodolfo de Habsburgo, Kutz van den Rosen en la del em-perador Maximiliano, o Archibald Armstrong en la Inglaterra de Carlos I fueron bufones que despertaron respeto y admiración y obtuvieron

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FRANCESILLO DE ZÚÑIGA, EL BUFÓN CORTESANO DEL EMPERADOR

el poder de influir en los acontecimientos de su época.

El más conocido de todos ellos fue Triboulet que amenizó con sus charadas y chocarrerías la corte de Francisco I de Francia, y en cuyas desgracias se inspiró el escritor Víctor Hugo para el personaje principal de su dramática y trágica obra “El rey se divierte” y sobre el que años más tarde compuso su opera Rigoletto el italiano Giuseppe Verdi.

La figura del bufón ha pasado como hemos visto a la literatura universal si bien es de reco-nocer que de una manera tangencial, aparece este personaje en la Comedia dell’Arte, en San Troilo de Shakespeare, en las Empresas de Saavedra Fajardo o en la Zahúrdas de D. Fran-cisco de Quevedo.

Nuestro gran maestro de la pintura universal D. Diego de Velásquez los inmortalizó en sus lienzos, transmitiéndoles una extraña dignidad a personajes histriónicos como el enano Juan Calabazas, apodado Calacillas o al Niño de Va-llecas, sin olvidarnos de personajes deformes como D. Sebastián de Morra, D. Cristóbal de Castañeda, Diego de Acedo o Pablo de Valla-dolid.

El grado de familiaridad que llegaron a al-canzar alguno de estos pintorescos personajes nos queda reflejado en el cuadro de las meni-nas en que se representan casi en situación de igualdad a princesas y enanas.

Existen referencias de personajes bufones-cos en el Antiguo Egipto, en el Imperio Azteca y en China. En Grecia actuaban en el teatro bu-fones al igual que se representaban dramas de Sófocles o Eurípides.

Los romanos también gozaron en actos públicos con personajes bufonescos, así en Pompeya se han hallado vasos con la forma monstruosa de individuos que servían de en-tretenimiento a una sociedad cada vez más decadente y corrompida.

Se cuenta que el emperador Augusto hi-zo exhibir a un joven llamado Licinio que no levantaba más de 60 cm de altura y pesaba al-rededor de 8 kg poseyendo una extraordinaria y poderosa voz.

Es en la Edad Media cuando el bufón ad-quiere mayor difusión y protagonismo siendo extraño encontrar Corte de príncipe o duque que no tuviesen un personaje singular del que muchas veces la risa se obtenía tan solo con el placer de molerle a palos.

En cualquier caso debemos de distinguir entre unos bufones y otros, los bufones reales que no teatrales solían ser unos per-sonajes mucho más sofisticados, de elevada inteligencia natural, ironía y dotes para la dialéctica, siendo empleados en algunas oca-siones para sonsacar información entre bromas y zalamerías.

Aunque no todos si muchos vivieron peli-grosamente, en primer lugar debían renovar casi de continuo el favor del protector y más tarde cuando se daba el infortunio de que es-te muriese antes, no era raro que alguien les pasase factura por alguna mayor o menor des-avenencia o crítica mal asumida.

Esto mismo es lo que pasó con D. Francés de Zúñiga, el bufón cortesano del Emperador, que cuando perdió su favor en 1529, muerto también su otro protector el duque de Bejar encontró la muerte a cuchilladas en plena ca-lle por sicarios de algún personaje conocido al que en vida debió de zaherir y que aguar-dó la oportunidad de ajustarle las cuentas un 2 de febrero del año de 1532 dejándolo en la calle malherido aunque pudieron llevar-le a su casa con vida, donde al parecer no perdiendo su sentido del humor se dice que respondió a los gritos de su mujer diciendo

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“no es nada, señora, sino que han muerto a vuestro marido”.

Al parecer todavía tuvo fuerzas para dictar testamento a favor de su hijo Álvaro y a ser visitado por otro bufón D. Perico de Ayala al servicio del marqués de Villena, gran amigo suyo y que corrió al pronto al ser informado de tan mal lance.

Murió el 3 de marzo de ese año a resultas de las heridas sufridas, fecha en que consta que su mujer ratificó y aprobó la escritura de mayorazgo y de testamento de su marido.

Sobre los orígenes de tan pintoresco y sin-gular personaje poco se sabe, según D. José Antonio Sánchez Paso el más importante es-tudioso de la vida del autor de la “Crónica burlesca del Emperador Carlos V”, nos dice que debió ser Bejar en Salamanca la localidad en que nació probablemente hacia 1480 pertene-ciente a una familia de indudable ascendencia judía, que trocó de religión bautizándose ante el decreto de expulsión que promulgaron los Reyes Católicos en 1492.

Se ha venido barajando para su nacimiento otros lugares como Navarra por el origen de su apellido o Navarredonda, pero fue Bejar donde casi con seguridad nació y donde con total se-guridad murió.

Su primer oficio fue el de sastre, oficio es-te habitual entre conversos, pasando poco después siendo todavía mozo como criado al servicio de D. Álvaro de Zúñiga de quien adop-ta el apellido.

En 1505 contrae matrimonio con Doña. Isabel de la Serna, de la que tuvo dos hijos, Mariana y Álvaro.

D. Francés tuvo ocasión de conocer a D. Carlos de Habsburgo el mismo año que vino a España en Valladolid el 18 de noviembre de 1517 merced a estar al servicio de uno de los grandes de Castilla, el duque de Béjar.

Ya en esta época al servicio del duque em-pieza a escribir chocarrerias y chascarrillos sobre los altos personajes que va conociendo en la corte de Valladolid.

Es en esta ciudad donde le coge el conflicto de las Comunidades, donde se ve sin quererlo involucrado.

Al acompañar a D. Álvaro de Zúñiga, está presente en la batalla de Villalar así como en la rendición de Toledo, criticando a ambos contendientes aunque decantándose por los imperiales.

Consta por sus escritos que estuvo con el duque en la conquista de Navarra siempre a retaguardia y escribiendo ácidos comentarios de todo y de todos.

Es en el año de 1522 una vez ya coronado Emperador y pacificados sus reinos en España cuando al parecer entra al servicio de Carlos V, servicio este que le protege para escribir su corrosiva Crónica que le daría fama universal.

Solo son seis años los que esta al servicio del Emperador como su bufón de corte, pero sin lugar a dudas fueron los mas intensos y productivos de su vida.

En estos años no deja títere con cabeza, ridi-culizando y zahiriendo a lo mas alto y granado de la aristocracia castellana, que no le perdo-nará nunca sus crueles y ácidas reflexiones y comentarios.

Declinó un viaje a Italia invitado por el marqués de Pescara con el que llega a tener una sólida amistad. Viaja sin embargo por distintas ciudades de España siguiendo al Em-perador, y llegará a acompañar al séquito de la Infanta doña Catalina hermana menor del Emperador, en su viaje de esponsales con el rey de Portugal.

Es en este año de 1525, cuando D. Fran-cés, toma la decisión de poner en orden sus diversos apuntes, y redactar una Crónica que comenzando en 1517, con su entrada en España

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del Emperador, abarque todo el periodo en que tiene contacto con la Corte y con el monarca.

En 1527 tiene terminada gran parte de su Crónica y aunque no la publica, si se llega a difundir ampliamente con copias, haciendo que se levantase una terrible tempestad en la corte que le obligaría a dejarla y retirarse de mo-mento a Bejar hasta que se calmen los ánimos encendido por su procaz y despiadada Crónica.

Apaciguados los ánimos reaparece, termi-nando de escribir su libro en 1528 en Madrid. Es en Toledo el año siguiente cuando tras unas ofensivas y desafortunadas bromas sobre la lealtad de algunos nobles principales cercanos al monarca provoca las iras del Emperador y su expulsión del palacio y de su servicio.

Como en otras ocasiones encuentra en el duque D. Álvaro y la villa de Béjar el refugio que necesita, obteniendo de este el empleo pú-blico de Alguacil Mayor, cargo este que detenta muy poco tiempo al ser como ya hemos rela-tado asesinado por arma blanca por un grupo de maleantes, seguramente a sueldo de algún resentido y ofendido prócer.

D. Francés de Zúñiga aun siendo descono-cido para muchos, es sin lugar a dudas un personaje notable en la literatura española y

universal. Maestro de una corriente literaria escasa en su producción pero grande en su im-portancia y calidad literaria e histórica.

D. Francés no manifiesta otro propósito para escribir su Crónica que “la necesidad de comer sencilla y aplastante”, defendiendo su estilo literario diciendo que “necesario y cosa razonable es a los hombres, buscar manera de vivir”. Así pues él no escribe su Crónica sino por motivos de intentar con ello un beneficio y obtener el favor de aquellos que no salen mal parados y gozan de la crítica ajena.

Durante toda su vida intentó subir a un es-calafón social que por nacimiento y etnia le estaban vedados.

Su libro ofendió a muchos y alegró a pocos pero con ello pretendió alzar su posición moral y ética, sobre valorándose con el rebaje de per-sonas de mas alta alcurnia y linaje.

Al final lo que consiguió fueron dos buenas cuartas de acero toledano en sus vísceras aun-que hay que decirlo, sin saberlo fue el creador de un nuevo estilo literario de enorme impor-tancia en la literatura universal

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El Emperador Carlos V y su presencia en Chile

Rafael García HerranzCaballero de Yuste

En mi último viaje a Santiago de Chile gi-ré visita a la iglesia capitalina de la Vera Cruz, pues me habian informado que, en ella, los guias turísticos mencionaban, un dia si y otro tambien, al Emperador Carlos V.

Llevado por la curiosidad encaminé mis pasos hacia dicha Iglesia, sita en el céntrico y recoleto barrio de Lastarria y, tras recorrerla, leí en un pergamino enmarcado,colocado en una de sus paredes, que habia sido construida entre los años 1852 a 1857; no llegaba a com-prender que tenia que ver Carlos V con una iglesia construida 300 años después de su fa-llecimiento y, por ello, me dirigí al despacho parroquial, donde amablemente se me infomó que el Cristo que preside la Iglesia, colgado so-bre el presbiterio, y un fragmento de la cruz en la que fue inmolado Jesucristo, fueron donados por el Emperador al conquistador de Chile y fundador de la ciudad de Santiago de Chile,en 1541.

Con este hilo argumental, ya tenia una co-nexión entre la Iglesia de la Vera Cruz y el Emperador, pero ello no era motivo suficiente para que diariamente se mencionase;la razón de ello tendria que buscarla en otros hechos o circunstancias y,en efecto, la causa está en el Decreto nº 616, de 29 de junio de 1983, por el que la Iglesia de la Vera Cruz fue declarada Mo-numento Histórico a preservar, en órden a los pormenores que rodearon su construcción y, especialmente, el recuerdo del fundador de la ciudad, el extremeño Pedro de Valdivia; con es-ta declaración, la Iglesia entró en los circuitos turísticos y habida cuenta que el altar mayor de

la misma es muy simple y arquitectónicamente tiene poco que resaltar, no debe extrañar que los comentariosde los guias turísticos se cen-tren en el Cristo donado por el Emperador.

Iglesia de la Veracruz de Santiago de Chile

Evidente es que la conquista de Chile tuvo lu-gar durante el reinado de Carlos V y fue llevada a cabo , no sin gran resistencia por parte de los aborígenes, por parte de Pedro Valdivia, tras el fracasado intento de Diego de Almagro, que quedó estancado en las áridas tierras del desierto de Atacama. De ahí que, en rememo-ranza de su patria chica, le diera el nombre de Nueva Extremadura a las tierras por él conquis-tadas, ya que habia visto sus primeras luces en Villanueva de la Serena.

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EL EMPERADOR CARLOS V Y SU PRESENCIA EN CHILE

En 1541, tras llegar a un acuerdo con los indios mapuches o araucarios, fundó la ciu-dad de Santiago de Nueva Extremadura y con sus huestes, cifradas en unos 150 caballeros y 3.000 incas, se asentó en las estribaciones de un peñón conocido por los aborígenes como Huelen, que en lengua mapuche viene a signi-ficar lugar de melancolia,tristeza o desgracias, por la muerte d personas que se despeñaban por él, al intentar acceder a su cumbre. Pedro de Valdivia lo bautizó como Cerro de Santa Lucia y lo adoptó como lugar defensivo, en el que refugiarse en caso de ser atacados y por las amplias vistas que se tenian del valle del rio Mapocho, escenario por el que se movian los indómitos araucanos, capitaneados por sus caudillos Caupolican, Letauro y Colocolo, los que, tras la fria y recelosa acogida inicial, pronto pasaron a una oposición frontal contra los que ellos consideraban “sus invasores”.

A los pies del cerro de Santa Lucia estableció su casal Pedro de Valdivia y alli convivió, duran-te un tiempo, con su concubina Inés de Suarez, hasta que, una vez consolidada la presencia española en Santiago, prosiguió la conquista hacia el sur, donde fundó las ciudades de San Fernando(1544), Concepción(1550), La Impe-rial(1551) y Valdivia(1552), entre otras. Llegado a esta última dio por finalizada la conquista, al encontrarse con un terreno inhóspito, con nieves casi perpétuas, volcanes, islas, fuertes lluvias y rios rápidos e infranqueables, por lo que regresó a Santiago, donde fue nombrado Gobernador de Nueva Extremadura por el Vi-rrey de Peru; en el desempeño de este cargo sufrió una emboscada mapuche en Tucapel, en 1553, siendo hecho prisionero y, tras tre-mendas torturas, fue sacrificado.

Con el correr de los tiempos, nos situa-mos en el año 1847, en el que llegó a Chile el Coronel Salvador Tavira y Acosta, que habia sido designado Encargado de Negocios por el Gobierno de la reina Isabel II y, deseoso de estrechar lazos entre ambos paises, propuso dignificar y perpetuar la figura del fundador de Santiago, con la construcción de algún in-mueble o pomposa escultura dedicados a su memoria.

La propuesta fue bien recibida por el Alcal-de e Intendente de Santiago,Francisco Angel Ramirez, y por el Arzobispo capitalino,Rafael Valentín Valdivieso;este último propuso erigir una iglesia “en el solar donde supuestamente

habria habitado don Pedro de Valdivia, al lle-gar al Valle del Mapocho, al costado oriente del Cerro Huelen….” y estimado el proyecto,el primer escollo a solventar fue el de determinar el lugar exacto en el que habia estado situado el casal de Pedro Valdivia, pues no habia cons-tancia documental del mismo.

No obstante, siguiendo los comentarios trasmitidos boca a boca y los testimonios de las familias establecidas desde hacia tiem-po en la zona, se llegó al convencimiento de que dicho lugar coincidia con el solar en el que habia una casa de adobe que, por aquel entonces,pertenecia a la familia Barrie y,en vista de ello, el Gobierno de Manuel Mont subvencionó la compra de la citada casa y del terreno circundante, al tiempo que encomen-daba a Jose Gandarillas la materialización del proyecto.

Con la financiación de las obras por parte de la Alcaldia e Intendencia de Santiago, estas dieron comienzo en 1852, con arreglo a los planos del prestigioso arquitecto frances Clau-de Francois Brunet de Baines, tal como consta en el pergamino que se halla a la entrada de la Iglesia, junto a la Capilla de San Jose Escrivá de Balaguer.

En 1855 falleció el arquitecto frances y las obras,que ya estaban muy avanzadas, fueron continuadas por el arquitecto chileno Fermin Vivaceta y,ese mismo año, fue inaugurada la iglesia con el nombre de la Vera Cruz, durante la celebración de las fiestas conmemorativas de la independencia chilena y ello aun sin que hubieran finalizado las obras.El año 1857 con-cluyeron éstas y el Cristo,con el fragmento de la Cruz en la que fue inmolado,autentificado por la Santa Sede, fueron trasladados en so-lemne procesión, desde la cercana iglesia de la Merced,en la que estaban en depósito.

En sus inicios, la iglesia se erigió como rectoral,si bien,en 1928, el que fuera 5º Ar-zobispo de Santiago, monseñor Crescente Errazuriz Valdivieso, sobrino del Arzobispo Rafael Valentin Valdivieso, que la inauguró, la convirtió en parroquial, siendo en la actuali-dad muy utilizada para bodas y bautizos, por su intimismo y por tratarse de un monumento histórico.

La calle en la que está ubicada la iglesia es la de Jose Victorino Lastarria,lo que algún au-

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EL EMPERADOR CARLOS V Y SU PRESENCIA EN CHILE

tor ha interpretado como un contrasentido, ya que dicho personaje fue un escritor chileno que pasó a la historia como uno de los mas feroces agitadores contra España y todo lo es-pañol, siendo la iglesia de la Vera Cruz una viva representación de españolidad, al estar empla-zada en terrenos en los que habitó el fundador de Santiago e introductor de la fe católica en Chile, el conquistador Pedro de Valdivia. Con sus artículos, Lastarria dio pie a la alianza chi-leno-peruana,que a lo largo de los años 1865 y 1866 protagonizó contínuas escaramuzas con-tra las fuerzas españolas, a las que pondria fin

la Armada de España,con el bombardeo de Val-paraiso el dia 31 de marzo de 1866.

Lo cierto es que Carlos V está presente en Chile y su magnanimidad y profunda religiosi-dad puestas de manifiesto diariamente, lo que constituye un motivo de satisfacción para los que formamos parte de la Asociación que, en-tre otros honrosos fines, tiene el de exaltar la figura y los hechos del gran Emperador que fue Carlos V y máxime cuando éstos han tenido lu-gar allende nuestras fronteras

Cristo De La Veracruz

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Los Tapices del Emperador

Antonio José Mérida RamosCaballero de Yuste

“Yo vos mando que luego que esta cédula viéredes,

traigáis a esta dicha Corte todas las tapicerías

de vuestro cargo que están en el dicho Alcázar[...]

y traedlo todo a buen recaudo, y venid vos con ello.”

Real cédula de Fernando el Católico dirigida a

Rodrigo de Tordesillas,

Toro, 10 de abril de 1505.

Según el profesor de historia del Arte de la UCM y exdirector del Museo del Prado D. Fernando Checa, se pueden distinguir dos épocas doradas en la vida artística del tapiz, y tal vez incluso se podría hablar de una tercera más moderna y española.

La primera iría desde mediados del S. XV hasta bien entrado el S. XVI y el país prota-gonista sin lugar a dudas sería el antiguo territorio del Ducado de Flandes.

Ciudades como Bruselas, Oudenaarde, Ma-linas, Brujas o Tournai, como antes fueron Arras o París se convierten en centros donde se ejecutaban con un refinamiento técnico ini-gualable modelos o cartones hechos muchos de ellos por pintores famosos.

Flandes unió a una antigua tradición arte-sana en la fabricación de paños de calidad el arte pictórico de grandes artistas locales como Jordaens, Rubens, Van Orley, Coxcie o Vermeyen, sin olvidar al italiano Rafael, pin-tor este cuyos cartones fueron ampliamente representados por los tapiceros flamencos introduciendo nuevos aires clásicos y rena-centistas a su producción.

Las sangrientas y prolongadas guerras que asolaron durante los S XVI y XVII las tierras de Flandes, hicieron que lentamente fueran desapareciendo los hasta entonces prósperos talleres decayendo la producción y perdiéndo-se en gran medida esta tradición artesanal y artística.

Apocalipsis

Una segunda época totalmente distinta, de inspiración ya no gótica ni renacentista sino más bien barroca tiene lugar en Francia du-rante el reinado de Luis XIV con el nacimiento de la llamada manufactura de los Gobelinos.

El pintor Oudry produjo una verdadera re-volución en el arte de la tapicería al pretender suprimir los colores tradicionales del tapiz dando a este el aspecto de un cuadro pintado al óleo.

El profesor Checa describe otra tercera época, esta ya en el S. XVIII, que tiene como protagonista la Real Fabrica de Tapices de Santa Bárbara en España.

Esta fue fundada en las afueras de Madrid en 1720 por Felipe V siguiéndose patrones franceses al interrumpirse la importación de tapices flamencos tras la paz de Utrecht.

Su creciente importancia comienza en 1746 durante el reinado de Fernando VI que vino

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LOS TAPICES DEL EMPERADOR

a actuar como impulsor y mecenas, renován-dose el estilo de los cartones, destacando pintores italianos como Jacopo Amiconi o Corrado Giaquinto o franceses como Michel Ange Houasse.

Es con Rafael Mengs pintor de cámara de Carlos III cuando llega el aprecio por los tapices españoles a su más alta cota intro-duciéndose un concepto neoclásico en su composición, desarrollándose y proliferando temas costumbristas con escenas, tipos y pai-sajes totalmente españoles.

Francisco de Goya eleva la calidad artística del tapiz en esta época, merced a sus extraor-dinarios cartones cuyo color no llegan a poder reproducir en su esplendor los artesanos tapi-ceros de Santa Bárbara.

Es tras la guerra de la Independencia cuando podemos observar como declina la producción y el aprecio por estas pinturas tejidas.

Estos paños tejidos en lana o seda y algunas veces con hilos de oro y plata que denomina-mos tapices tienen un origen lejano, antiguo y oriental probablemente de pueblos nómadas que llevaban en sus desplazamientos telas or-namentales con la doble función de producir confort y estética a sus precarios y móviles alojamientos.

La introducción en Europa de estos tejí-dos viene sin lugar a dudas de la mano de los griegos. En un vaso heleno del S. V a.c. se ve representada a Penélope delante de un telar y en este un pedazo de tapiz con figuras de animales alados.

Los romanos hábiles continuadores de todo lo útil y estético de los pueblos que conquista-ron, imitaron a los griegos difundiendo estos tejidos por todo el imperio, comenzándose a decorar palacios y templos con grandes y vis-tosos tapices.

El poeta Virgilio en sus Geórgicas nos habla de un espectacular telón de teatro púr-pura con figuras tejidas de enemigos galos vencidos.

El mundo musulmán da un gran impulso a estos tejidos estéticos y funcionales. Se sabe que el califa Fatimí de Kairuam, Maerlidin-

Allah, hizo ejecutar un extraordinario tapiz representando toda la tierra conocida con los nombres de sus ríos montañas y ciudades magníficamente bordados con hilos de seda, oro y plata. Al parecer su realización costo la fabulosa cantidad de 22.000 dinares de oro.

Apocalipsis

Con el comienzo del segundo milenio Europa despierta de un largo y prolongado periodo de inactividad en muchos campos, iniciándo-se una época de progreso en las ciudades y de bonanza económica generalizada mejorán-dose muchos instrumentos de producción e introduciéndose junto a las especias, la seda de oriente y el oro subsahariano.

Los señores en Europa, ven en los tapices un elemento decorativo de primer orden, útil para embellecer y calentar castillos y casonas, sus austeros alojamientos y sobre todo fácil de transportar y proteger.

En un primer momento, ya en los S. XIII y XIV se concentra la manufactura de estos grandes y valiosos paños tejidos y decorados en las re-giones del centro y norte de Francia y Flandes.

París, Bruselas y sobre todo Arras se constituyen como centros de la industria y ela-boración del tapiz.

Los ducados de Flandes, Brabante y Borgo-ña monopolizan durante todo el S XV el gusto artístico por los tapices de estilo gótico de al-ta calidad por la estética de sus diseños y el primor de su confección.

Con el encargo del papa León X de los He-chos de los Apóstoles cuyos cartones fueron encargados a Rafael se invierte el estilo hasta

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LOS TAPICES DEL EMPERADOR

entonces imperante en Bruselas conviviendo y posteriormente reemplazando el gusto gótico por el renacentista.

La Batalla de Pavía

La tenencia de tapices era un signo de po-der, distinción, señorío y riqueza.

El tapiz poseía en si mismo un gran valor real por la cantidad de hilo de seda, oro y plata que tenían.

Los tapices flamencos eran codiciados por-que constituían una sólida inversión de gran valor por su estabilidad, cuando no revaloriza-ción económica así como su fácil protección y transporte.

En los inventarios de la época figuran estos enseres como preciadísimos objetos de arte, solo superados por las joyas, siendo considera-dos muy por delante de pinturas y esculturas.

Como explica Fernando Checa, gran entendi-do en el arte del tapiz “si una pintura en aquella época se valoraba en uno el tapiz valía diez”.

Cuando murió en Yuste en 1558, el Empera-dor Carlos V dejo como herencia una docena de cuadros incluidos cinco Tizianos y mas de trescientos tapices.

Si Carlos V valoro algo la pintura sobre todo la de Tiziano ello fue sobre todo por su esposa Isabel de Portugal gran admiradora del pintor italiano, por el contrario fueron los tapices los

que obtuvieron su verdadero interés, siendo objeto de su mayor pasión y orgullo.

Carlos de Gante fue un gran coleccionista y comprador de tapices sobre todo de proceden-cia flamenca.

Aunque se especula que pudiese haber sido su hermana Maria de Hungría, gran coleccionis-ta también ella misma de los llamados “frescos móviles del norte”, el promotor del proyecto es el propio Emperador quien encargó lo que el profesor Fernando Checa ha venido a llamar “el encargo artístico mas importante de la vida de Carlos V”, la serie de tapices conmemorativo de la Conquista de Túnez.

El encargo se hace al célebre pintor fla-menco Cornelio Vermeyen que llego incluso a acompañar a la flota en la campaña norteafri-cana, correspondiendo su ejecución al maestro tapicero también flamenco Pannemaker.

Los tapices en su conjunto tienen una longitud de casi 20 metros y desarrolla una secuencia gráfica de los momentos épicos de la toma de Túnez en 1535 por las tropas imperiales.

La obra se termino 10 años mas tarde constituyendo un extraordinario elemento de reputación y propaganda, representándose al mismo Emperador que acudió físicamente a la jornada.

La Batalla de Pavía

La seda que se utilizó exigió personalmen-te que fuera de Granada y la lana castellana. Como curiosidad podemos señalar que no se representan elementos religiosos en los doce tapices que conforman la serie de la colección tan al gusto de la época, ni se representa al

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gran enemigo Jayradin Barbarroja, quizás por la vergüenza sufrida al conseguir este escapar al cerco.

En realidad debemos decir que el Cesar Carlos tan solo se limito a continuar con una antigua costumbre que ya era tradición en su familia por ambas partes.

No solo fueron su abuela paterna María de Borgoña, su padre Felipe el Hermoso y Mar-garita, una de sus tías preferidas, grandes coleccionistas de tapices sino que su propia madre y abuela materna asimismo lo fueron.

Heredero de una extraordinaria cantidad de piezas de alta calidad que a su vez transmitió a su hijo Felipe junto al amor y afición a coleccio-narlas, fue un comprador entendido durante toda su vida.

Los Reyes Católicos con una corte itinerante así como otros reyes castellanos y aragoneses anteriormente dieron gran importancia orna-mental, estética y funcional a los tapices. Allá donde se establecía provisionalmente la corte se extendían los tapices que se transporta-ban, dando con ello una imagen de autoridad y poder.

Las amplias y antiguas relaciones comercia-les con los artesanos de paños flamencos se remontaban a muchos años atrás vendiéndo-se la lana castellana, y adquiriéndose paños y bordados flamencos en perjuicios de los cier-tamente de peor calidad confeccionados en Berjar y Segovia.

Ya desde entonces se fueron adquiriendo una buena cantidad de tapices artísticos y de gran calidad.

Pocos son los que se conservan del siglo XV aunque algunos hay en los inventarios del Pa-trimonio Nacional.

Algunos de los tapices mas antiguos con-servados son el tríptico del Nacimiento de Jesús inspirados en grabados de la Biblia Pam-perum.

Este tapiz fue tejido en forma de tríptico y regalado a Isabel la Católica por el converso Abraham Senior que tomo el nombre de Her-nán Núñez Coronel al ser bautizado en 1492 y apadrinado por los propios reyes.

El paño reúne diferentes escenas basadas en relatos proféticos del antiguo testamento y en los textos de los evangelistas Mateos y Lu-cas sobre el nacimiento del Mesías.

Se cree que el cartonista anónimo perte-necía al circulo estilístico de Van Eyck o de Van der Weyden.

Este tapiz forma parte de la colección de Isabel la Católica (1451-1504) según recoge el inventario de su tesorero Sancho de Paredes, heredándolo su hija Juana.

Otro extraordinario tapiz del siglo XV propiedad este de la Colegiata de Pastrana es la Toma de Tánger de la serie sobre las conquistas de Alfonso V de Portugal, recien-temente restaurado del inclemente paso del tiempo y también porque no decirlo de la in-curia de sus guardadores.

Uno de los liceros flamencos que mas alto elevaron el arte del tapiz fue sin lugar a du-das Pieter Van Aelst. Nacido en la ciudad de Alost fue nombrado en 1502 ayuda de cáma-ra y tapicero de Felipe el Hermoso a quien ese mismo año acompaño en su viaje a España.

Van Aelst tejió numerosos paños de devo-ción para la reina Juana con escenas entre sacadas de las sagradas escrituras.

La conquista de Túnez

Estos tapices bíblicos eucarísticos y apolo-géticos fueron denominados “paños de oro” o “paños dorados” por incorporar hilo de oro de gran pureza a sus entramados de seda y lana. Algunos de ellos son el Camino del Calvario, o La Misa de San Gregorio.

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Por un recibo fechado el 10 de agosto de 1502 queda constancia de la compra al tapi-cero Van Aelst de una serie de seis grandes tapices de oro y seda de la Devoción de Nues-tra Señora. Cuatro de estos se encuentran en el Escorial y dos en San Idelfonso.

Estos paños que señalamos pertenecien-tes al inventario de Juana de Castilla al llegar a Tordesillas y que sumaban 67 piezas, fue-ron entregados por Felipe II al monasterio de San Lorenzo del Escorial. Allí vistieron la iglesia vieja o iglesia de prestado, donde bajo el altar mayor, quedaron sepultados los cuer-pos de Carlos e Isabel de Portugal antes de su traslado definitivo en 1586 a la Basílica del Monasterio.

Una de las colecciones que junto a la de la Conquista de Túnez sin duda constituye una de las mas conocidas por su valor y especta-cularidad es la serie de nueve paños conocido como la de Los Honores que se encuentra ex-puesta en el museo de tapices del Palacio Real de la Granja de San Idelfonso.

Esta magna obra fue realizada por Pieter Van Aelst para conmemorar la elección y ele-vación de Carlos de Habsburgo, a la dignidad de Emperador del Sacro Imperio romano-ger-mánico en 1520.

Sus tapices forman un cortejo triunfal con las alegorías de los pecados o vicios que el joven monarca debía evitar, así como las con-siguientes virtudes que por el contrario podría alcanzar.

Cada paño se relaciona con el anterior y el posterior por su contenido y composición, de manera que forman grupos iconográficos de tres en tres. La Fortuna, la Virtud y la Pru-dencia.

De otra parte podemos decir que cuando murió Margarita de Austria dispuso esta en su testamento que una buena parte de sus va-liosos tapices fueran a parar a manos de su sobrino predilecto.

Mediante esta herencia pasó el empera-dor a poseer mas tapices de extraordinaria calidad, como La Pasión Cuadrada de Pieter Pannemaker, cuatro paños de devoción que decoraron el Palacio de Margarita en Malinas.

Por primera vez y con anterioridad a la Or-denanza promulgada en los Países Bajos el 15 de mayo de 1528, y confirmada por Edicto imperial en 1544 (que obligaba que todos los paños confeccionados en esas tierras lleva-sen un distintivo que garantizasen su origen), ofrecen estos paños de su tía Margarita de Austria la marca tejida en oro, Bruselas- Bra-bante prueba indiscutible de su procedencia y alta calidad.

La elaboración de estos “frescos móviles”, estas obras de arte tejidas a mano en tela-res especiales podían llevar un número de hilos que variaban según la combinación del asunto a representar pero que en ningún ca-so bajaban de ochocientos llegando hasta los mil doscientos por metro cuadrado, lo que un operario hábil venia a tardar un mínimo de un año en tejer.

España es el país con un número mayor de estas “pinturas tejidas”, de todo el mundo.

Se estima que su número ronda los tres mil cien tapices solo propiedad del Patrimonio Na-cional a los que habría que añadir otro tanto algo menor en posesión de la Iglesia española.

Los Honores

Mas difícil sería contabilizar el número de estos en manos privadas y que se encuentran en casas y palacios particulares constituyen-do un patrimonio privado valiosísimo al que el profesor Checa denomina “fósiles de la cultura aristocrática”

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Diego Hurtado de MendozaPoesía completa

José María Nin de Cardona. De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación.Caballero de Yuste.

Edición, introducción y notas de José Ignacio Díez Fernández. Editorial Planeta (Autores His-pánicos)., Barcelona, 1989, 545 páginas.

En la época a la que nos vamos a referir con cierto detenimiento -el final de la Edad Media- en España había -o coexistían- tres pro-fesiones singulares: poeta, soldado o clérigo; tres formas de vivir la existencia que tenían sus aúreos sueños en la alta clrecia, en el lau-rel de la lírica y en la gloria de la milicia. Cada hombre, en dicha época -afirmaba mi maestro A. Muñoz Alonso-, quiere realizar por sí mis-mo toda la grandeza con que sueña todo un pueblo. Por eso, las individualidades son todas como paradigmas y ejemplo, en vez de ser, co-mo en nuestros días, peligro y vitandas. Había en la Edad Media un respeto y una veneración por el héroe que se ha ido perdiendo hasta tal punto que poesía “Épica” parece ser sinónimo de poesía medieval. Por eso mismo, siempre que me acerco a un libro de poemas de Die-go Hurtado de Mendoza, el poeta-soldado, la sístole y diástole de mi corazón se aceleran. En él tenemos, sin duda alguna, la vieja cues-tión que Don Quijote expone ante los cabreros de la determinación de la supremacía de las letras sobre las armas o las armas sobre las letras; antiquísima cuestión que don Miguel de Unamuno, en su, por otra parte, excepcio-nal libro de la “vida de Don Quijote y Sancho”, evitó el pronunciarse; pero, ante el autor de los versos que motivan el presente comentario -como más adelante veremos con mayor pro-fundidad-, no cabe el evadirse: el autor es tan excelente poeta como valiente soldad. La so-lución la tiene el propio Miguel de Cervantes que, en igualdad de circunstancias -como es

bien sabido-, fue, igualmente, extraordinario poeta y aguerrido soldado. Muchas veces me he imaginado la escena del curioso discurso de Don Quijote ante los cabreros: “... volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, se-gún las razones que cada una de parte alega; y entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y es-tá sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto res-ponden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los rei-nos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúbli-cas, los reinos, las monarquías, las ciudades. Los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra, el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe estimar en más. Alcanzar al-guno a ser eminente en letras cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vaguidos de cabe-za, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que al es-tudiante en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida...”.

Don Diego Hurtado de Mendoza, el poeta y soldado, amén de aristócrata acrisolado, pre-ferido por el Emperador Carlos V, por encima de todos sus servidores de Estado y Palacio, era un hombre fascinante. Fue, ha escrito Blan-ca Berasatégui recientemente -y a sus palabras nos atenemos-, el gran personaje público del siglo XVI. Nació en la Alhambra en torno al 1500, su padre, Íñigo López de Mendoza, Ca-pitán General del Reino de Granada ejercía de gobernador, y el joven Diego recibió una edu-cación exquisita, contando con los mejores

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preceptores de la época, como Pedro Mártir de Anglería. Conocía el latín, el griego, el hebreo y el árabe, entre otras lenguas. Fue delegado del Emperador Carlos V en el Concilio de Trento y Embajador en la Corte de Inglaterra, en Roma y en Venecia, donde se convirtió en una per-sonalidad respetadísima, protector de Vasari y Tiziano, otros.

En cualquier caso, a decir verdad, echamos en falta la bibliografía precisa sobre su personali-dad y sobre su obra lírica; tal vez, como hemos dicho anteriormente, el no atreverse a califi-carlo de una forma sólida como poeta o como soldado es lo que ha llevado a no pocos his-toriadores a marginarlo como auténtica figura literaria.

Cuesta algún trabajo encontrar su nombre, debidamente reconocido en los diccionarios li-terarios e históricos al uso; en el importante estudio que se le dedica en el Diccionario de Historia de España, publicado por la Revista de Occidente, se afirma que fue autor de muy esclarecidos versos y, especialmente, un buen

historiador, así como la importancia de su “co-rrespondencia” diplomática. Su mejor obra, sin embargo -para el redactor de su semblan-za intelectual en el mencionado diccionario-, no entraña un signo poético, sino, por el con-trario, muestra un carácter meramente de investigación histórica: La Guerra de Granada, publicada en 1627. En dicho libro, como que-hacer valiosísimo para historiadores, el autor critica duramente la burocracia española, la causa de la rebelión de los moriscos y nos ha-bla de la absoluta desorganización política y militar en el desarrollo de la mencionada cam-paña. Cuesta imaginarse a un poeta metido en estas cuestiones y, además, a un “intelectual” -por lo que sabemos- que era, por encima de todo, un hombre de estudio; llegó a tener la mejor biblioteca de su tiempo; biblioteca que, por las buenas o por las malas -ya con Felipe II-, donó a la entonces incipiente Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Hay quien dice, co-sa no del todo probada, que por esta actitud rebelde en lo tocante al desprenderse de sus “libros”, que no gozó de la simpatía ni el favor del sucesor de Carlos V.

En el no menos prestigioso y eficaz elemen-to de trabajo del “Nuevo Espasa Ilustrado”, por el contrario, con muy buen acierto se destaca su faceta lírica que prevalece sobre la bélica y, en todo caso, se subraya la importancia real que para la literatura española entrañan sus composiciones “Epístola a Boscán”, “Fábula de Adonis”, “Hipómenes y Atalanta” y, natural-mente, sus sonetos y cancioncillas amorosas. Incluso se nos avanza un hecho -ya casi proba-do-, y del que nos ocuparemos más adelante, de la indudable paternidad, por otra parte de Diego Hurtado de Mendoza, de ser el fiable autor de las sugestivas páginas de la novela picaresca “El Lazarillo de Tormes”.

De sus numerosos y brillantes cargos polí-ticos el más sugestivo, y el que al final de su vida activa le debió pasar “factura” (por aquello de la envidia española), fuel el de Embajador en el Concilio de Trento donde, como ha dicho uno de sus biógrafos, defendió con energía la política que le fue encomendada; su ente-reza evitó la disolución del Concilio, en 1546, al entrar en el Tirol el ejército de la Liga de Esmalcalda acaudillada por Mauricio de Sajo-nia. Protestó de su traslado a Bolonia, teniendo algunas diferencias con Paulo III. Al subir a la sede pontificia Julio III, en 1549, las relacio-nes entre el Pontífice y Carlos V mejoraron, el

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Concilio volvió a Trento y el Embajador de Es-paña fue nombrado Alférez Mayor o General de la Santa Iglesia Romana, en la guerra que entonces sostenía contra el duque de Castro, Horacio Farnesio. Como ya hemos insinuado algo en líneas precedentes nos maravilla su gran actividad profesional y, sobre todo, el he-cho -casi insólito en la Historia de España-, de saber compaginar hábilmente la pluma con la espada, al extremo de no saber cual de ambas actividades prevalece sobre la otra: grandísimo poeta y muy valiente soldado.

Figura, pues, típica del tardío Renacimien-to español; producto, por decirlo de alguna manera, que tan pródigamente se ha dado en nuestra patria y, sobre todo, en su época: el poeta-guerrero; así, por lazos de sangre, algo le une al Marqués de Santillana, a Gómez y a Jorge Manrique; ninguno desprecia la poesía y el ejercicio de las armas; incluso saben morir heroicamente alguno de ellos asaltando una fortaleza enemiga. Cabe hablar, incluso -con un poco de benevolencia por parte de los espe-cialistas literarios-, de una Generación poética del 1400 en la que, desde luego, incluiríamos a Jorge Manrique, Fray Íñigo de Mendoza, Juan del Encina, Gil Vicente, Fernán Pérez de Guz-mán, Juan de Mena, García Álvarez de Toledo -primer Duque de Alba-, Gómez Manrique y, muy especialmente, al Marqués de Santillana. Para un conocimiento más detenido y profun-do de la que hemos denominado, por nuestra cuenta y riesgo, Generación del 1400 -año o más o año menos-, debe el elector curioso consultar la “Antología de la Lírica Medieval de la Península Ibérica” -“Locus Amoenus”-, edi-tada por Galaxia Gütenberg de Barcelona; en la misma encontrará el lector una espléndida connotación, entre otros grandes creadores, de los “hechos líricos” y de los “hechos de armas” -en su caso-, de los poetas anteriormente cita-dos. Es tan impresionante el currículum vitae de don Diego Hurtado de Mendoza que, a de-cir verdad, en los estrechos límites de una vida -aún extensa en lo que cabe para los niveles de su época (setenta y cinco años)-, pudiese cum-plimentar tantas y tan variadas empresas. Para Doña Blanca Berasatégui, en el monográfico especial que le dedicó el suplemento semanal “El Cultural”, del 11 de Marzo del 2010, de el periódico “El Mundo”, independientemente de su obra personal, fue mecenas de pintores y escritores, lector infatigable de manuscritos; amigo de sus amigos, como Gracián, Teresa de Jesús y Lope de Vega; maestro sin par en el

arte de las “redondillas” y hombre público de innegable prestigio funcionarial. Por si su glo-ria literaria fuese escasa, para que su memoria se conserve sin mácula alguna, parece ser, que ya de forma irrebatible, es cierta su paternidad de la novela “El Lazarillo de Tormes”. Así, efec-tivamente, “El Lazarillo” ya no es una novela anónima; la insigne paleógrafa Mercedes Agu-lló documenta que su autor es Diego Hurtado de Mendoza; volvemos a las consideraciones de “El Cultural”, en el que, entre otras cosas, se afirma lo siguiente: “La noticia es trascen-dental para la historia de nuestra literatura. “El Lazarillo”, considerada como la primera novela moderna, embrión del Quijote, no es anónimo, como hasta ahora se ha venido considerando. La paleógrafa más prestigiosa y reconocida en el mundo académico, Mercedes Agulló, documenta en un libro que aparecerá dentro de unos días en la editorial Calambur con el modesto título de “A vueltas con el autor del Lazarillo”, que Diego Hurtado de Mendoza -per-sonaje fascinante del siglo XVI- es, con toda probabilidad, su autor. Los papeles encontra-dos por Mercedes Agulló en la testamentaría del cronista López de Velasco, su albacea, así lo acreditan”.

Pero, ocupémonos ahora, de la razón prin-cipal que justifica la razón de ser de nuestro comentario: los versos de don Diego Hurtado de Mendoza. Delicioso libro el que debemos al esfuerzo, por una parte, del profesor Jo-sé Ignacio Díez Fernández, de la Universidad Complutense de Madrid, y, por otra parte, a la sensibilidad cultural de la Editorial Planeta, de Barcelona, habida cuenta de que, como es bien sabido, un libro de versos, y de las carac-terísticas del que inspira nuestro comentario, lamentablemente, no se “vende” fácilmente. Afirma el citado profesor, que la finalidad de si-tuarnos ante el ilustre poeta-soldado, en rigor, es esencial; se trata de un poeta que es cono-cido a medias, de un historiador poco citado y, en definitiva, de un hombre público bastan-te lejano en el tiempo que, cosa de lamentar, no ha inspirado la publicación de grandes biografías. Tenemos que comenzar desde ce-ro: “Mendoza, poeta innovador y conservador a un tiempo, se mueve dentro de la escuela garcilasista, y contribuye con sus poemas y su prestigio personal a acelerar la aclimatación y aceptación de los nuevos metros. Este rasgo -la innovación-, debe añadirse a la completa visión de hombre renacentista que deriva de su biografía. Mendoza conjuga -junto con Bos-

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cán-, subraya el autor citado, en escribir una epístola clásica, al estilo horaciano, en tercetos encadenados; en los sonetos, las rimas de los tercetos ofrecen algunas disposiciones insóli-tas; inició la escritura de tercetos burlescos y satíricos, así como los sonetos de octavas; fue el primero en traducir lo que se ha llamado “so-netos epigramáticos”, cultivó la sátira clásica; y fue de los primeros poetas que alternaron de forma natural el metro italiano y el castellano”.

No constituye, por lo tanto, ninguna tonte-ría el afirmar que es -salvo en lo tocante a lo gloria de la milicia- un claro precedente de lo que, más tarde, en el campo literario llevaría a efecto Don Francisco de Quevedo.

Su forma creativa predilecta, si aceptamos la tesis del autor de la presente antología, fue el “soneto”. Con el soneto hace auténticas maravillas; bien es verdad que dicha forma li-teraria se presta a ello. “Es el Soneto -alguien ha escrito- la más hermosa composición, y de mayor artificio y gracia de cuantas tiene la poesía italiana y española. Sirve en lugar de los epigramas y odas griegas y latinas, y res-ponde a la elegías antiguas en algún modo...”. Es como la “sinfonía” en la música selecta; lo que no se pueda “decir” en un “soneto” o en una “sinfonía” prácticamente se queda sin de-cir. Efectivamente, Hurtado de Mendoza, Lope, Quevedo y Cervantes lo “dicen” todo en sus maravillosos sonetos. Centrándonos en el caso de Mendoza, tal y como subraya el antólogo, en sonetos se burla de dioses y satiriza a las damas viejas, canta a Doña Marina (su amor inolvidable) y define lo que es el amor, exalta las glorias del imperio español y expresa que-jas desde una óptica pastoril, traduce pasajes de la literatura grecolatina, etc.

Nuestro poeta, inicialmente, según la con-sideración ensayística del profesor de la Universidad Complutense que glosa sus ver-sos, no busca otras “formas poéticas” distintas de las que muestran sus primeros poemas puesto que el autor, ciertamente, se muestra cómodo, complacido y satisfecho con seguir por la senda poética señala por Garcilaso: co-rrió un inmenso peligro de índole histórica: ser olvidado muy pronto como poeta precisamen-te por su “enamoramiento” garcilacista. Pero Mendoza reconocía que el ejemplo casi cons-tante de Garcilaso había hecho por la poesía muchísimo más que otros poetas; justamente habituado el oído a la armonía de sus versos,

no se concebía más tipo de endecasílabo que el suyo. El tema principalmente preferido por Diego Hurtado de Mendoza, es, naturalmen-te, el del amor; así, comenta el autor de esta antología, el amor es el tema principal de su poesía, como lo es, en general, de la poesía derivada de Petrarca y en los compañeros de generación de Mendoza, como Garcilaso y Boscán. En numerosos casos se ignora quién es el destinatario de estos textos al no indi-car nombre alguno, sino sólo un “señora”, o un “tú” o un “vos”. Sin embargo se conservan algunos poemas que utilizan el nombre de la amada; Isea, Angélica, Sirena, Alcida, etc. Estos textos encubren con el sobrenombre pastoril la identidad de las personas de car-ne y hueso que recibirían, complacidas o no, los mensajes poéticos de Mendoza. He aquí, poema contenido en este libro, un esclareci-do ejemplo:

“Canción mía, yo temo

que quien te ha de leer

me querrá dar consejos por remedio;

pero no puede ser,

siendo mi mal extremo,

que se pueda curar con ningún medio,

dirásle que no quiero

sino morir por ella como muero”.

Hay, ciertamente, en los versos de Mendoza, independientemente, del tema amoroso, una innegable preferencia por lo meramente “humanístico”. Así, por ejemplo, abundan las consideraciones “morales”. Ya se sabe que la Moral (consejos, reflexiones y amistad) es una de las bases del Renaci-miento y uno de sus temas recurrentes, y los tercetos encadenados fueron los que recibieron entre sus versos unos conteni-dos que, relacionados con ese sentimiento, llenan las famosas epístolas renacentistas; pues aunque Garcilaso utilizó el verso suel-to, ya desde las primeras epístolas (como las cruzadas entre Boscán y Mendoza) se ma-nifiesta una preferencia por el terceto que quedará fijada como característica genérica para la segunda mitad del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII. Estas cartas-poemas no van dirigidas al receptor que habitualmente nombran en el título, sino que las ideas de los versos buscan inmortalizar al poeta en

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la fama llegando a un público mucho más amplio, público en el que se cuentan los receptores futuros, como los lectores ac-tuales. En las epístolas, que a menudo son verdaderos capitoli, nos dice el distinguido profesor de la Universidad Complutense, al-gunos a la manera de los clásicos toscanos, se hallan las poesías más perfectas de Men-doza, porque iluminan la vida interior del poeta. He aquí un bello ejemplo -epístola a una dama a la que el paso del tiempo va marchitando-:

“Gran cosa es que no pueda curarse

la dolencia y siniestros en que queda

la hermosura cuando va a acabarse.

Gestos, meneos, vueltas como en rueda,

el descontentamiento en el espejo,

animal que a ninguna deja leda.

Como si en nuestra tierra el mozo, el viejo

fuesen tan solamente diferentes

en la edad, en el pelo o el pellejo.

La hermosura no tiene parientes,

ni Dios, ni ley, ni rey, ni tierra o casa,

ni vecinos, ni amigos bienhacientes…”.

Tuvo éxito como poeta viviente aunque, lo mismo que ha acontecido con algún que otro vate coetánea -en nuestro tiempo- de Mendo-za fue prontamente olvidado, pero, conviene recordar que fue apreciado por sus contem-poráneos y también en los años posteriores a su muerte (Gálvez de Montalvo, Cervantes, Lope y Herrera elogian sus poemas). Bien es verdad, afirma el profesor de la Universidad Complutense, que pronto -también- se ini-cian las primeras críticas severas sobre su poesía: el mismo Herrera se queja del descui-do y la poca dedicación de Don Diego a sus poemas. Pronto se valora solo su poesía oc-tosilábica. Hoy, con el peso del Romanticismo en el ánimo de todo observador, no es posi-ble calibrar con justeza el mérito literario de Mendoza; sin embargo, y con Herrera, cree-mos que lo mejor de don Diego está en su afán experimentalista e innovador, y, además en su poesía burlesca -incluso de sí mismo-. He aquí otro delicioso ejemplo de cuanto an-teriormente queda dicho:

“Gloria y descanso perdido,

puesto que si gloria tuve,

no fue por el bien que hube,

sino de haber bien servido;

ya que os perdí por mi suerte

y he de callar y sufrillo,

adoro y beso el cuchillo

que me viene a dar la muerte.

No lo perdí como loco,

ni con fantasía vana,

sino con intención sana

Y apartado poco a poco…”.

El autor de esta deliciosa antología poética nos informa, finalmente, que sus versos, en edición, más o menos lograda, fue tardía: la primera edición de la poesía de Mendoza es de 1610, es decir, treinta y cinco años después de la muerte del poeta. Las limitaciones de la edición son fundamentalmente: excluir los poemas de tipo burlesco y recoger los poemas de fuentes diversas y corruptas, ideas éstas re-conocidas por el antólogo. Los noventa y seis poemas dan idea de que no sólo han quedado fuera los poemas satíricos sino otros muchos textos de los que el tiempo borró su trayec-toria textual. La labor -dice José Ignacio Díez Fernández- de: 1) recoger la poesía completa, 2) depurar el texto y 3) aclarar las atribuciones dudosas, es una labor extraordinariamente compleja y mi objetivo ha sido más modes-to: ofrecer una lectura lo más amplia posible, cotejar los manuscritos y señalar algunas de las dobles y triple atribuciones. Esta edición, confiesa humildemente su autor, sólo preten-de rescatar a un poeta del olvido y completar los esfuerzos de una exigua transmisión tex-tual impresa. Agradezcamos al distinguido profesor el hecho de que, por ejemplo, no se haya perdido versos tan hermosos como los siguientes:

“Muere el deseo y ciégame la fe.

Muchas veces querría disimular,

pero descubro más disimulando.

Liviano es el cuidado que decirse

puede y el que no puede sufrirse

él mismo se descubrirá callando,

Que no presta ser mudo ni hablar…”.

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DIEGO HURTADO DE MENDOZA. POESÍA COMPLETA

No obstante ser el hombre “preferido” por Carlos V, como poeta y como soldado, recorrer las principales Embajadas de su tiempo, brillar en la milicia y en las letras, hacer algo tan fácil como suele hacer, entonces y ahora, cualquier vulgar funcionario: retirarse a tiempo. Y es que dejar las cosas de este mundo es algo profun-damente difícil. A quien tanto había luchado y servido se le otorga, en 1554, un magnífi-co cargo en el Consejo de Estado -cargo que sería la antesala de su muerte-: Proveedor de Laredo. A consecuencia de unos versos mal-entendidos y de una “contabilidad” poco clara se le destierra de la Corte: es llegada la hora

de la amargura. Muere trágicamente el 14 de agosto de 1575 a consecuencia de la gangre-na de una de sus piernas; pero, en el fondo, su muerte -su impresionante final- está escrito en las estrellas. Atentó a la diosa fortuna -co-sa que deben tener muy presente los hombres públicos (el arte de saber bajar las escaleras)-. Lo dice Maquiavelo, y él mismo experimentó en su cabeza este aserto, que “los hombres pú-blicos desean todos por encima de cualquier cosa, alcanzan los bienes de la Fortuna. Igno-ran, sin embargo, que todo buen gobernante debe evitar las tentaciones de la gloria y las riquezas mundanas”

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Alfred Kohler: Carlos V (1500-1558)

Una BiografíaMarcial Pons, Historia, Madrid, 2000, 448 páginas.

José María Nin de Cardona. De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación.Caballero de Yuste.

Confiesa el autor de la presente monografía que tres han sido los motivos que le llevaron a la redacción de su libro: el hecho de que, en Alemania, la última obra que su publicó sobre Carlos V, el trabajo original del eminente histo-riador Karl Brandi, cuenta sobre sus espaldas con unos sesenta años; en segundo lugar, el acontecimiento de los fastos del Quinientos Aniversario del nacimiento del Emperador y, en tercer lugar, la aparición de escritos diversos que llevaron al autor de este libro a verificar una detenida investigación sobre los mismos. To-davía podría añadirse un motivo más, a saber: que nunca ha existido un Emperador, monar-ca o rey que tuviese en sus manos el inmenso poder que antesoró Carlos V. Esta biografía, en cualquier -confiesa su autor-, debe muchí-simo al profesor Karl Brandi, probablemente el biógrafo alemán más destacado de Carlos V, pues tuvo el mérito de investigar la persona-lidad y la política del Emperador, así como de sus consejeros y funcionarios, y de elaborar y expresar la autenticidad de sus intenciones y actos. Puedo hacerlo gracias a su conocimiento directo de las fuentes y a su experiencia en la interpretación de las mismas. La presente mo-nografía es deudora de esta forma de trabajo con las fuentes, en cierto sentido, se propo-ne contemplar “de cerca” al Emperador y a sus consejeros y analizar ciertas situaciones y mo-dos de actuar decisivos.

Aunque parezca una extraña paradoja el gran problema que nos depara el estudio de la vida del Emperador radica, precisamente, en

la enorme bibliografía, crónicas y escritos di-versos que, a la larga, ocultan la “verdad del personaje”. Ya en los propios días de la exis-tencia del Emperador surgieron varias crónicas: son dignas de mención, ante todo, la Crónica del Emperador Carlos Quinto, de Alonso de San-ta Cruz; una biografía del Emperador que llega hasta el año 1551, y De rebus gesti Caroli Quinti, de Juan Ginés de Sepúlveda; adeversario de De las Casas. Ambos eran miembros de la Corte y en parte actuaron también como educadores de Felipe II. También el humanista Francisco Ló-pez de Gómara, más conocido como el autor de la Historia de las Indias, confeccionó una bio-grafía de Carlos V; lleva el título de Anales de Carlos Quinto. En cualquier análisis del estado actual de las investigaciones en torno a la histo-ria de Carlos V y su época no sería comprensible sin una mirada a la historiografía. Esto es par-ticularmente importante para la localización y publicación de las fuentes actuales. El estudio realizado por los investigadores más señalados de este soberano se distingue precisamente porque tuvieron que dedicarse tanto a labores de edición como a la representación biográfi-ca o bien monográfica. Del material intelectual tal es el caso de Karl Brandi, Ludwig Cardauns, Manuel Fernández Álvarez y Heinrich Lutz. El descubrimiento y edición de fuentes nuevas o de partes de fuentes fueron siempre premi-sas esenciales para nuevos hallazgos. Y en el caso de Carlos V esta circunstancia reviste un valor especial, ya que los documentos están diseminados por los diversos archivos más im-portantes europeos; desde Viena a Simancas, y por eso mismo su valoración requiere un gran esfuerzo. La historia de Carlos V está marcada hoy por un extraordinario problema referido a la originalidad de las fuentes, que resulta del ingente número que existe, y cuya localización y edición, así como disponibilidad, constituye una tarea inabarcable para el investigador. Los progresos decisivos en este campo se deben a la investigación histórica del siglo XIX, y, ante

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todo, a la valoración de los archivos de Viena. Bruselas, Simancas, Sevilla y París, de modo que desde entonces se ha localizado una cantidad enorme de material añadido a lo ya conocido y que sólo en parte ha llegado a editarse.

A pesar de tan ingente material documen-tal, llegada la hora de estudiar en profundidad la vida y la obra del Emperador Carlos, la ver-dad es que, según el autor de las páginas que comentamos, en el marco de la historiografía carolingia se forman en el transcurso de los años dos líneas de interpretación que siguen teniendo validez hoy: una sureuropea y otra cen-troeuropea. A la línea interpretativa sureuropea se adscriben una serie de investigadores espa-ñoles, franceses e italianos: Ramón Carande, Manuel Fernández Álvarez, Pierre Chaunu, Fer-nad Braudel, Henri Lapeyre, Federico Chabod, Bruno Anastra y otros; en el caso centroeuropeo tenemos, a Royall Tyler, John Lynch y Koenisber-ger. Hay otros “independientes”, como Ramón Menéndez Pidal que ven un Carlos V sublimado por la idea imperial del Estado.

Tras ocuparse durante más de veinte años de la vida del Emperador estima el profesor Kohler que, todavía, quedan muchísimas cosas por “decir”; sigue habiendo campos enteros para investigar, de forma adecuada, la persona-lidad de Carlos, de su Corte, de su aparato de gobierno y administración y la historia de sus ideas, así como los aspectos financieros y eco-nómicos de su gobierno, incluyendo el tema de América. El Imperio de Carlos V era, sin duda, un territorio económico inmenso, único hasta la fecha, que también dejaba participar en el mismo a las casas comerciales y banqueras de los Fugger, Welser, Höchstatter, etc. Las opor-tunidades y posibilidades que abría este gran espacio económico se han atendido muy poco en el contexto de la política de Carlos V; tam-bién falta una iconografía amplia y moderna.

Es obvio que la vida de Carlos V estuvo siempre nimbada por los lazos de la “leyenda”. Así, subraya el autor, la actitud de Carlos co-mo soberano, y, sobre todo, como Emperador, estaba marcada por las nociones de predes-tinación y primacía indiscutible. Esta es tan patente que en su trato con los miembros de su familia como el juicio que le merecen sus enemigos políticos. Si jamás dejó que aquéllos pusieran en entredicho sus “prerrogativas” co-mo primogénito, a éstos les achacó, siempre que le pareció necesario, la culpa del fracaso

de la política que él practicaba. Una especie de imagen en blanco y negro que repartía lo bue-no y lo malo en el mundo. Trató de definir la política de los príncipes europeos y no toleró ninguna opinión contraria ni visiones alterna-tivas. En el periodo culminante de su poder (1547-1548) era un ser arrogante, pagado de si y vanidoso. La formación de la leyenda comen-zó ya en vida de Carlos, el propio Emperador colaboró a que así fuera: solía rodearse de cro-nistas, historiadores y artistas que observaban y documentaban sus hechos. Sus victorias y sus ejércitos reunidos en Pavía (1525), Túnez (1535) y Mühlberg (1547) pasan -también en las memorias- por ser los logros más impor-tantes, y las pruebas más contundentes, de la imbatibilidad del Emperador y se constituye-ron en el punto de partida de una glorificación sin parangón. También, naturalmente, “varió el enemigo” y el programa a seguir que, con más o menos altibajos se mantendría hasta su refugio espiritual en Yuste, a saber: enfrenta-miento continuo con la monarquía francesa; lucha contra el Imperio otomano y, finalmente, la disputa -larga disputa- contra el protestan-tismo y sus esfuerzos a favor de la reforma de la Iglesia Católica.

De todos estos quehaceres administrati-vos, políticos y sociales el Emperador fijó su preferencia en resolver el problema de la Igle-sia. Carlos, así nos lo explica el autor de estas páginas, erigió la Reforma de la Iglesia como una de sus principales tareas; se correspondía con su idea institucional del Emperador y ex-presaba la afinidad entre su idea universal y el Imperio universal. Como Emperador respe-taba la institución del papado, pero esto no le impedía criticar a quienes desempeñaban di-cho cargo. No podía imaginarse una reforma eclesiástica sin la celebración de un concilio general: rechazaba por principio los concilios nacionales, como el que, en 1524, exigieron los Estados del Imperio. En relación con la lla-mada cuestión de Lutero, el Emperador había seguido, en Worms (1521), la vía tradicional de proscripción del “hereje” y publicó el edito de Worms. Pero hasta 1530 no tuvo conciencia de la evolución dinámica de la Reforma; sólo entonces ganó en importancia el concilio, no sólo como medio táctico contra la política pa-pal, como en la década de los años veinte, sino como instrumento de una reforma eclesiástica que debía dar al Emperador el privilegio de una delimitación teológica frente al protestantis-mo. En 1530, Carlos acometió el primer intento

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de dirimir las diferencias teológicas. Cuando éste fracaso y la intervención militar -otra va-riante de la política imperial- resultó también inviable, toleró en una serie de acuerdos de paz (1532) y (1539) medidas provisionales váli-das hasta que se celebrase un concilio general, que parecía protegerle a la larga de tener que renunciar a sus principios religiosos-eclesiásti-cos. Ante el trasfondo de su política europea y de otras prioridades, consideraba de vital im-portancia mantener de este modo su “statuo quo” y con ello la paz del Imperio.

Fijándose en el pasado generacional del Em-perador -en la España que hereda- considera el autor de este libro, entre otras muchas cosas, que la evolución de España hasta convertirse, en realidad en potencia mundial, desde el paso del siglo XV al XVI, fue factible por su grado de consolidación y por la “unidad” política que se encauza a finales del siglo XV. Los Reyes Católicos y el emperador Carlos reducirían la distancia que, determinada por lo geográfico, separaba a España del centro de Europa, y a su política se deben cambios de mucha enverga-dura. El matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón comienza en 1469. Isabel ocupa el trono en 1474, y Fernando hereda el de su padre, Juan, en 1479. Desde entonces go-biernan en unión personal los dos soberanos, ambos descendientes de la Casa Trastámara, los reinos de Castilla y Aragón. Isabel es des-crita por los cronistas de la época como una soberana de gran peso político: justa, genero-sa y muy hermosa; Fernando es un soberano “entregado a los placeres”, que da la vida; no obstante, desde el punto de vista político, Fer-nando fue un gobernante eficaz, pues sacó a la Corona fortalecida de las guerras con la aris-tocracia y, junto a Isabel, sometió a Castilla y Aragón a su deseo común. Nicolás Maquiavelo le honra como merecía en su Príncipe, cuando opina: “Casi se puede decir de él que acaba de llegar al rango de soberano, ya que de ser un príncipe sin poder ha pasado a ser, por la gloria de su nombre, al primer gobernante de la Cristiandad. Si consideramos sus hechos, ve-remos que todos son significativos y algunos extraordinarios”.

Más sombría es la consideración que hace el autor de los padres del Emperador y, especial-mente, en torno de Doña Juana a la que -dice- la Historia, y sus especialista, no han levantado todavía el velo de sus tempranas “melanco-lías” juveniles: ¿esquizofrénica desde su albol

o simplemente una víctima más de su entorno -objeto político- de sus padres, sobre todo de su padre, de su esposo, y más tarde incluso de su hijo? Felipe el Hermoso, el padre de Carlos V, pasaba por ser el indiscutible soberano bor-goñón en su calidad de “prince naturel” desde el duque Carlos el Temerario. Por eso en 1494 los Estados de los Países Bajos insistieron con éxito en que ocupase su cargo. Felipe pasaba por ser apuesto, valiente en los torneos y justo. Y se confiaba en la competencia de sus conse-jeros; su temprana muerte dio al traste con no pocos proyectos políticos.

Quizás, a nuestro parecer, uno de los capí-tulos más curiosos y originales de este libro, lo constituye un apartado especial que el pro-fesor Kohler dedica al estudio de las extrañas “alianzas matrimoniales” que, para cumplimen-tar ciertas ambiciones políticas lleva a cabo la Casa de Austria, en la Europa entonces oficial. Alianzas matrimoniales que sólo un hombre se atreve a criticar: el gran Erasmo de Rotterdam. En efecto, la exagerada política dinástica de la Casa de Austria tuvo en el pensador cita-do un temprano y eminente que, en 1515, hace de las políticas que en este campo siguen las casas reales europeas. Se movía en el entor-no de Carlos V en los Países Bajos, es decir, cerca de la Corte de ese gran beneficiario de los cálculos dinásticos. Escribió para Carlos V (y para Fernando I) un “espejo de príncipes”, la Institutio Principis Christiani, que incluye un capítulo titulado “De Principum affinitatibus” -sobre la política de enlaces de los soberanos- donde reflexiona sobre la política dinástica de la Casa de Austria. Erasmo juzga severamente esa ensalzada política de enlaces y le repro-cha la creación de dependencias de una clase que no puede encontrarse ni en Maquiavelo ni en otros pensadores de su tiempo; se tra-ta, según opina Erasmo, de la confusión entre intereses privados de los príncipes y el bonum commune, el bien público y general, y al res-pecto afirma: El matrimonio de los monarcas es un asunto personal, pero vemos que a me-nudo pueden considerarse nudos vitales de la historia, de modo que nos ocurre como a los griegos y troyanos con Helena.

La primera visita de Carlos V a España (no parece cosa propia considerarlo como viaje de placer, habida cuenta de la profunda des-organización del mismo) no hay duda de que dejaría, en su ánimo, una enorme huella: el 17 de Septiembre de 1517 llegó a al costa española

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de Tazones (Norte de España); sin ceremonial alguno, sin júbilo, ni fiesta; nadie sabía quien llegaba en aquellas naves. Pero quien tomó buena nota fue el gran chamberlán Chiévres, y su canciller Sauges, que percibieron, y nun-ca jamás lo olvidarían, el frío rechazo de la aristocracia española; el resto lo hizo el idio-ma absolutamente desconocido para el futuro Emperador; la visita protocolaria en las viejas almenas de Tordesillas a su madre (la reina Jua-na) y la mano tendida a su hermano Fernando que, advirtiendo que en España las ocasiones de medro no estaban claras, se embarcaría con su hermano en el viaje de regreso del Emperador para ver otros mundos; dejando a la aristocracia española anonadada; así, co-menzaban las cosas. Las Cortes entregaron a Carlos 88 artículos en los que no sólo repetían exigencias ya planteadas, sino que resalta-ban la actualidad de los siguientes asuntos: la prohibición de sacar oro, plata y caballos de España, la venta de bienes reales, la solución de situaciones anómalas en la judicatura, la li-mitación de las indulgencias, los reparos ante el agravamiento de los juicios eclesiásticos y la adjudicación de prebendas a extranjeros por el Papa. Concedían gran importancia a que Car-los aprendiese español, se casase pronto y no dejase el país hasta el nacimiento de un infan-te para asegurar así la sucesión de los Reinos españoles. Otra exigencia consistía en que fue-sen las propias ciudades las que recaudasen los impuestos y no los recaudadores reales…

Naturalmente, en las páginas de este libro, consta la alusión al eterno sueño de Car-los: el dominio mundial. Poco después de su elección como cabeza del Imperio, el 28 de Junio de 1519, el gran canciller Gattinara di-rigió a Carlos, en un largo discurso retórico, las siguientes palabras: “¡Sire! Ya que Dios, el Creador, os ha concedido la gracia de elevar Vuestra dignidad por encima de todos los re-yes y príncipes de la Cristiandad al convertiros en el mayor emperador y rey desde la partición del Imperio de Carlomagno, Vuestro predece-sor, y os ha indicado el camino hacia la justa monarquía universal a fin de unir el orbe en-tero bajo un único pastor, es justo y necesario que Vuestra Imperial Majestad se proteja del pecado de desagradecimiento y reconozca al Creador como dador de todos los bienes. A él ha de ofrecer Su Majestad el correspondiente agradecimiento, las debidas alabanzas y dejar a sus espaldas toda vanidad y gloria pasajera, por la cual el enemigo de la naturaleza humana

busca confundir y pervertir a aquellos que son ensalzados en grandes dignidades”. Por otra parte, respecto de las ambiciones caballeres-cas y militares del Emperador opina Contarini que, “en el manejo de las armas de justas y de las lanzas es tan hábil como cualquier caba-llero de su corte”; respecto de los asuntos de Estado, dice otro autor, no se muestra ambi-cioso, pero tiene una gran predilección por lo militar y alberga el deseo de dirigir un día una guerra. También querría dirigir una cruzada contra el infiel y marchar a Italia, en la creen-cia de que su grandeza depende de su llegada allí. Todo lo dicho parece pertinente a la luz de la evolución posterior de Carlos. Queda por señalar su inmensa religiosidad que tanta im-portancia tendría llegada la hora de resolver los grandes problemas de Estado.

Hay un importante capítulo destinado a la época en la que, aunque parezca imposible en una vida dedicada por entero a la milicia y a la alta política, constituye un periodo de paz: un hermoso momento: son los días que pasó el Emperador recién casado con su esposa Isa-bel en Andalucía, en la primavera de 1526; el 10 de marzo se casaron en Sevilla para tras-ladarse en verano a la fresca Granada, donde vivieron hasta concluir el año en la Alhambra. Los miembros del Consejo de Estado pensaban que esta estancia de la pareja imperial en el sur de España se dilataba en exceso; en noviembre de ese año advirtieron: “Que V. M. con la gracia de Dios debe partir de aquí lo más presto que sea, porque según la necesidad que se ofrece conviene que sea breve. Y los lugares conve-nientes para ir a estar son Toledo y Valladolid”. Muchos indicios revelan, confiesa finalmente el autor, que Carlos siempre “se sintió ínti-mamente ligado a su menuda, dulce y muy femenina Isabel. Tiziano la retrató más tarde tomándola por epitome de la elegancia, como lo quería el Emperador”. Un indicio puede ser el hecho de que Carlos criticase el retrato de Tiziano -pues encontraba que no había acerta-do con la nariz- y pidió al artista que retocase el cuadro. Carlos no soportaba bien las largas separaciones de Isabel, como refiere varias ve-ces Santa Cruz, y Gattinara suponía que, en el año 1528, la emperatriz había intervenido en la decisión de posponer la partida de su esposo hacia Italia. No ha de extrañar que la muerte de Isabel, el 1 de Mayo de 1539 conmoviese de forma profunda al Emperador, al mismo ni-vel del por entonces Capitán militar y después santo, San Francisco de Borja. Honda y mara-

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villoso capítulo, éste de la muerte trágica de la emperatriz Isabel, en el quehacer del nacimien-to de su séptimo hijo, que deberían cantar más a menudo los poetas nacionales. Estremecido homenaje el que, el propio Tiziano, rindió a Isabel con su cuadro La Gloria -idealizada y en trance- que consoló los últimos días de El Em-perador en la soledad de Yuste.

Vamos otra cosa: la legitimidad con la que usa el Título de Emperador. Para Kholer, en el siglo XV, el concepto de la monarchia y la aspi-ración ligada a él de un gobierno universal no sólo sirve de directriz propagandística al Empe-rador, sino también a las monarquías española y francesa. Esta noción entra en concurrencia con la idea del Emperador como sustentador tradicional de una imagen de soberanía uni-versal y monarquía terrenal. A partir de Carlos V, el concepto vuelve a anclarse en el Impe-rio, siendo precisamente él -y en esto radica su fenómeno- el que más posibilidades pre-sentaba para la construcción de un sistema de gobierno universal. En la época de Carlos V se debatieron sin cesar las cuestiones vinculadas a él, y se dirimieron argumentos a favor y en contra con fines propagandísticos. Las discu-siones que se mantienen en el siglo XVI sobre la monarquía universal se encuentran en los tratados jurídico-teológicos, en los memoriales y en los escritos históricos y propagandísticos, pero también en las profecías mesiánicas y en la idea de un “último Emperador”. La propa-ganda de la Casa de Austria estuvo marcada por el concepto de la monarquía universal hasta 1530, es decir, durante el tiempo en que Gattinara ejerció el cargo de gran canciller. Lo mismo vale para los años 1549-1550, en que el hijo de Carlos, Felipe, entona el panegírico en su calidad de presunto sucesor suyo en los Países Bajos y en el trono imperial. En ambos se trataba de caracterizar con los conceptos de “Monarcha” y “Monarchía”, y apoyándose en tratados medievales esencialmente teóricos, la extraordinaria posición de preeminencia que ocupa Carlos. Con ello se retomaba tanto la tradición del derecho romano -orbis terrarum imperium- como el ideario de una Cristiandad de constitución corporativa -“Rex regum”-, y se erigía a Carlos en soberano de todos sobera-nos...

Considera el autor, en otro lugar de su li-bro, que uno de los grandes aciertos de la política administrativa llevada a efecto por el Emperador fue la creación del llamado Consejo

de Estado que, por una parte, agilizó su for-ma de gobierno y, por otra, permitió al insigne estadista cierta forma de descanso, además de exonerarle de graves responsabilidades en la toma de importante resoluciones jurídi-cas, políticas y administrativas. Efectivamente, con la formación del Consejo de Estado en el transcurso de la reorganización de los órganos administrativos centrales españoles (1521-1522), la monarquía de Carlos V estableció su núcleo central. La presidencia se reservaba al Emperador: el Consejo de Estado carecía de atribuciones jurídico-administrativas, poseía únicamente funciones consultivas. Especial-mente importante era la actividad del canciller como relator y consejero, de la que ya anterior-mente, al hablar de la “influencia” de Gattinara en las decisiones del Emperador, hemos habla-do. La fijación por escrito de las resoluciones del Consejo de Estado recaía en el canciller y en el secretario de Estado. De acuerdo con la amplitud de sus competencias, el Conse-jo de Estado era el órgano que asesoraba al Emperador en todos los asuntos políticos -en particular los de política exterior-. Sin embar-go, el Consejo de Estado no llegó a convertirse en la instancia máxima de gobierno, y los Consejos de Guerra, de Hacienda, y de Indias no llegaron a rendir cuentas al mismo de sus deliberaciones, como al parecer deseaba Gat-tinara. Podría hablarse de “celos”, influencias “malentendidas” y gruspúculos de “integran-tes” que, ciertamente, nunca faltan en ninguna clase de gobierno. Hay quienes opinan, y así lo subraya Kholer que, en esos primeros momen-tos de poner en funcionamiento el “invento” -el Consejo de Estado-, había todavía excesiva “proximidad” entre Consejeros áulicos, simples cancilleres menores y otros gobernantes con mayor o menor relieve. Para demostrar su efi-cacia el Consejo de Estado necesitó bastante tiempo; eran muchos los problemas, las am-biciones y las incomprensiones; no olvidemos que, de alguna manera, “los servidores directos de Palacio” y los “altos dignatarios de la Iglesia católica” echaban, de alguna manera, sus cuar-tos a espadas. Hay personajes, auténticamente maquiavélicos -estudiados primorosamente en este libro-, que sin estruendo alguno, sin aspavientos, sin grandes voces se constituían sin que sea posible determinar la “forma” o “modo”, en los “ojos, las manos y el cuerpo del Rey”. Por ejemplo Francisco de los Cobos, el Sr. de Gravelle y el siempre “discreto”, has-ta el final de su existencia, el Capitán General y eximio poeta, Diego Hurtado de Mendoza;

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amén, claro está, de la “fauna burocrática” ex-tranjera que pululaban, como advertimos en las páginas de este libro, con mayor o menor “autonomía” funcionarial, pero siempre instala-dos en las mismas fuentes del Poder -así con mayúscula-. Un imperio enorme necesitaba, evidentemente, un cúmulo inusitado de “ser-vidores”; aunque la mayor parte lo eran “pro causa mea”.

Un clarísimo ejemplo de cuantos venimos hablando lo constituye el primer confeso que tuvo el Emperador: Michael de Pavie. Era miembro de la corte borgoñona y del Conse-jo Privado y contaba con el favor de la tía de Carlos, Margarita. Le siguió Johann Brisselot, antes de que Chiévres lo sustituyese en 1520 por el monje franciscano oriundo del condado francés de Maine Jean Glapion, que ejerció es-tas funciones hasta su muerte en el año 1522 (en Valladolid). Glapion había estudiado teolo-gía en la Sorbona y alcanzó el título de doctor. Se le pidió consejo en materia política y llegó a vincularse a la política filofrancesa de Chiévres. Durante la dieta de Worms de 1521 se esfor-zó no sólo por mantener la paz con Francis, sino que fue un interlocutor informal esencial con las fuerzas proluteranas; Glapion era par-tidario de instaurar un tribunal de arbitraje. Su influencia fue muy grande en esa época; pú-blicamente logró dar la impresión de que el emperador simpatizaba con Lutero. Pues bien, multitud de cosas de esta índole surgían en la política Imperial sin saberse a ciencia cierta de donde provenían; humildes clérigos, sin ape-tencias de gloria personal alguna, inspiraban las decisiones más importantes de la época.

Veamos ahora, muy brevemente, la evolu-ción de la política económica del Emperador. Para Kholer la financiación de los gastos inter-nos del Imperio dependían enormemente de los créditos. Ya con motivo de la Coronación de Carlos, en 1519, este modo de atraerse fon-dos constituyó la única posibilidad de recabar en un corto plazo sumas superiores a 850.000 florines. De este préstamo debía responder Castilla con unos 200.000 ducados. La mayor parte del dinero se lo proporcionó Fugger a los electores. “Con estos negocios comienzan las relaciones, que durarían más de dos genera-ciones, entre Jakob Fugget, sus descendientes, y Carlos V, y la morosa liquidación de los diver-sos préstamos se refleja en quejas que se hace llegar al Emperador por escrito, en el año 1523, el patriarca de la casa, una vez solicitado el pri-

mer arrendamiento sobre los maestrazgos de las órdenes militares, que finalmente obtuvo”. Por otra parte, el Emperador financia sus pri-meras guerras con dineros borgoñones, antes de que la economía española, apoyada en las recientes remesas de metales preciosos ameri-canos, se convirtiese en el nervio de la política financiera imperial. En los primeros años de su reinado, los ingresos regulares de Castilla no supusieron más que un millón de ducados, y a partir de 1542 nunca subieron de 1’5 millones. En el transcurso de esos 37 años, la percepción de cerca de 40 millones de ducados por parte de Castilla tuvo un efecto muy negativo sobre la situación financiera. El precio de estos cré-ditos resultaba cada vez más gravoso para el erario público y de la economía castellana, ya que la devolución de un préstamo de 40 millo-nes de ducados podía ascender a 60 millones. Los elevados gastos de la guerra, ante todo a partir de los años treinta del siglo XVI, reque-rían la mayor atención por parte de las finanzas españolas, pues la liquidez de España y de sus territorios en Ultramar se estaban convirtiendo en el respaldo financiero de la política europea de Carlos. Sin los impuestos recaudados en Castilla, el Emperador no habría podido finan-ciar sus guerras.

Digamos por último, puesto que la limita-ción del espacio editorial disponible nos lo impide, que desde que fuera elegido Empera-dor, Carlos mantuvo estrechos contactos con la élite económica de Europa y, por lo mismo, con sus recursos monetarios “móviles”. Ante todo, la mayor parte de las plazas importantes de flujo y cambio monetario en Europa se en-contraba en los dominios del Emperador, y en particular el principal mercado mundial, que era Amberes. Esto no quería decir que no se hubiera dado un intenso intercambio comer-cial dentro de la clase dirigente de los grandes mercaderes y financieros durante los largos decenios de enfrentamiento entre los Habsbur-go y los Valois, pero desde luego las grandes casas genovesas no servían prácticamente más que al Emperador. Lo mismo puede de-cirse de las casas comerciales alemanas, ante todo de los Fugger y los Welser, mientras que otras empresas de Augsburgo, y ante todo las de Nüremberg, seguían teniendo una posición relevante en el crédito de la Corona francesa.

Veamos finalmente dos cuestiones más de las muchísimas que brillantemente se abordan en este libro: la cuestión gubernamental de las

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“Dietas” y algunas cosas jurídicas, políticas y económicas que al Emperador le deparó el Im-perio de América. Por lo pronto, la inmensidad de sus territorios, le impulsaron a establecer un sistema jurídico en el que, de alguna ma-nera, participaban las Juntas o Congresos de algunos de sus Estados, formando una especie de confederación, para “deliberar” sobre ne-gocios o problemas que les eran, por alguna razón, comunes. El Emperador convocó las de Augsburgo de los años 1518, 1530, 1547, 1548 y 1555 y la de Worms de 1521, que se hizo es-pecialmente famosa por el “procedimiento” a Lutero; siendo igualmente muy destacada la de Augsburgo de 1555 en la que se proclama una especie de paz, más o menos mantenida posteriormente, entre los diferentes estados imperiales.

El profesor Kholer estudia muy detenida-mente el episodio luterano y la ingenuidad del Emperador al considerar que con la “pros-cripción” del inquieto fraile había terminado todo puesto que el Emperador tenía prisa por “resolver” otros problemas surgidos en sus nu-merosos estados; no obstante, manifiesta el autor de este libro, durante bastante tiempo el tema del luteranismo relegaron a segundo término otros problemas del Emperador. Y ello lo prueba los atisbos de paz propuestos en la Dieta de Augsburgo del año 1530. “En Augsburgo debían aplazarse las discordias, confesar a nuestro Salvador (Cristo) pasados extravíos, escuchar amorosa y benévolamente los pareces y opiniones de todos, compren-derlos y sopesarlos, exponerlos y compararlos con una verdad cristiana única, y eliminar todo aquello que no convenga o no acuerden ambas partes: adoptar todos una única religión verda-dera y mantenerla; y, así como todos vivimos y disputamos bajo un solo Cristo, viviremos en una Comunidad, una Iglesia y una Unidad…” Esta convocatoria -nos dice el autor- expresa el programa de una concordia eclesiástica en la que el Emperador se ve como juez, sin hacer mención del enjuiciamiento papal o imperial de Lutero y sin referencia alguna a la autoridad papal. Este programa hizo que los protestantes concibiesen grandes esperanzas, pues podía interpretarse como una renuncia al Edicto de Worms. Y precisamente esto tuvo que desagra-dar al bando papal, a los estrictos partidarios de Roma de los Estados. Un punto esencial de la convocatoria era la invitación a que ca-da Estado expusiese su “parecer y opinión”. La conciliadora iniciativa de Carlos V con motivo

de la Dieta de Augsburgo de 1530 se explica por las prioridades teológicas y universales y los problemas del Imperio pasaban a un se-gundo plano. Carlos siempre fue consciente de su misión pacificadora como Emperador mien-tras preparaba desde Bolonia la Dieta, pues sus directrices políticas -llámese religiosidad “estricta” o “tradicional”-, así como su idea im-perial cristiana no le permitían renunciar a las posiciones eclesiásticas. Al comenzar la Dieta de Augsburgo la política universal y la ayuda contra los turcos eran los puntos centrales de la política imperial global; la política eclesiás-tica ocupaba entre sus intereses un puesto mucho más bajo y se entendía como solución de problemas políticos y nunca como cuestión teológica. Sin duda, subraya Kohler, Carlos era fiel a la Iglesia, pero no a sus servidores, y tam-poco al Papa. Detrás de todo ello se encuentra una religiosidad ortodoxa y no meditada como idearios básicos. Carlos jamás estuvo dispues-to a apartarse de esta actitud con respeto a la Iglesia o de aceptar compromisos. Una política de conciliación sólo era posible para él den-tro de este marco, que por lo demás dejaba abiertas más alternativas hermenéuticas que la época confesional que siguió a la suya. Pro-bablemente, los esfuerzos por restablecer la paz procedían menos del propio Carlos V que de ciertas personas de su círculo. Cabe supo-ner una convergencia de todas las “influencias” en acción.

Considera el autor, tesis bastante discu-tible, que el Emperador Carlos V no se sintió atraído por el tema de América; para hacerle justicia digamos que tuvo una especial preocu-pación por la legislación que debía conformar los estados de las entonces lejanas tierras; se preocupó muchísimo de la organización admi-nistrativa de las mismas, de las personas que debían ir al otro lado del Atlántico, de las acti-vidades mercantiles y de las instituciones que debían de regir esas actividades. Dice el autor, y el lector de estas páginas es libre absolu-tamente de adherirse o no a la subsiguiente consideración, que, “en términos generales, el Emperador debió de tener poco interés en América. Da la impresión de que los miembros castellanos del Consejo de Indias asumieron la resolución de las cuestiones de Ultramar, como ya ocurriera bajo los predecesores de Carlos, y que trataban de mantener dentro de unos lí-mites la voluntad e influencia del Emperador, e incluso de que Carlos “desaparece”, por decirlo así, tras esta institución -como también de-

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trás de otras instituciones similares-. Tampoco reaccionó, por lo que hasta la fecha se sabe, a las propuestas de Cortés, por ejemplo, en el sentido de una reformulación de la jerarquía en sus territorios para expresarla en títulos de nuevo cuño”.

Cabe destacar el capítulo en el que el autor nos habla del declive del Poder imperial: no hay ninguna extraña sorpresa en estas páginas. Pa-ra el profesor Kohler los años 1548 a 1556 se caracterizan por una creciente resistencia en el imperio y en Europa hacia la ampliación del poder de Carlos V, así como por su declive. Se trató de una resistencia organizada en el año 1526, y en la que participaron, desde los prín-cipes imperiales protestantes y el rey Enrique II de Francia, hasta Italia y el norte de África. El resultado ya se sabe, con más o menos certeza, tiene un nombre: Yuste. El Emperador, aunque por poco tiempo, se convirtió en el número

uno de los intrigantes: hasta la deliciosa paz de Yuste llegaban las noticias de la Europa hos-til al Emperador. Estaba aislado en Yuste hasta cierto punto: recibía regularmente visitas de personalidades como los condes de Oropesa, los condes de Escalona, el presidente del Con-sejo de Castilla y el padre Francisco de Borja, con los que mantenía largas conversaciones; llegaba el Cardenal Primado de Toledo -Carran-za-, y tenía fieles servidores que le hicieron, dentro de lo que cabe, bastante agradables sus últimos días. Muere tras la lectura emocionada de los monjes de el salmo De profundis. Era el 21 de Septiembre, las 2’30 horas, cuando se cierra esta inmortal página de la Historia, y se iniciaba otra época; así sucede siempre cuan-do una figura señera desaparece. Todavía, los hombres de esclarecido pensamiento, como lo es el autor que inspira el presente comentario, no le han olvidado

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Ana María Heitzmann. Dama de Yuste.

Éramos un grupo de 38 personas, amigos, Damas y Caballeros, de la Real Asociación de Caballeros de Yuste, los que un domingo 17 de Octubre del 2010, con Monseñor Clemen-te al frente nos reunimos, dispuestos a iniciar nuestra gran aventura hacia un país fantásti-co: Egipto

En El Cairo nos esperaba Ahmed Samir Abd El Hady, el que sería nuestro guía que quien durante el trayecto hasta el hotel, nos habló de Egipto, de su situación y extensión, de su emblemático río Nilo que lo atraviesa de Norte a Sur de cómo sus habitantes se concentraron en su valle, etc.

Nos advirtió de “cuan dura es la vida del turista”, y de que bebiéramos siempre agua embotellada para que no nos afectara “la mal-dición del Faraón”.

De camino hacía el hotel, pudimos obser-var que nos encontrábamos en una ciudad moderna, de grandes avenidas y altos y ele-gantes edificios.

El antiguo Egipto se extendía desde el delta del Nilo en el Norte hasta Elefantina en el Sur.

En la época Neolítica, es decir unos 10.000 años a. de C. ya vivían en el país dos pueblos distintos de diverso origen. Uno de raza afri-cana, que se asentaron en el norte, y otro de raza mediterránea llegados del Asia Central, que se asentaron en el sur creándose así dos grupos de civilizaciones diferentes, que con el tiempo se fueron unificando.

A esta época los egipcios la llamaron “Tiem-po de Dios” en el que el rey Osiris ocupaba el trono de Egipto.

La Civilización Egipcia, comenzó hacía el año 3.150 a. C. y terminó en el año 31 a.C. cuando el Imperio romano conquistó y absor-bió el Egipto ptolemaico.

El hotel Fair Montt es realmente magnifico. Lástima que dispusiéramos de tan poco tiem-po para poder disfrutar de él.

El lunes día 18 comenzó realmente nuestra gran aventura, y como no podía ser de otro modo la iniciamos con nuestro cántico:

“Alegre la mañana que nos habla de Ti”.

Todo el recorrido hasta llegar a Gizeh para contemplar las Pirámides, lo hicimos práctica-mente junto al Nilo.

Hay que reconocer que la impresión de ciudad moderna e iluminada que experimen-tamos la noche anterior, nada tenía que ver con la ciudad que estábamos contemplando a la luz del día.

La llegada a Gizeh, nos cautivó. El es-pectáculo que se ofreció ante nuestros es espectacular. No es de extrañar, por lo tanto la fascinación de Herodoto o la que experi-mentó cuatro siglos más tarde Diodoro de Sicilia, y la de otros personajes más modernos como Napoleón Bonaparte.

El refrán egipcio que dice. “Todo el mun-do le teme al tiempo, pero el tiempo le teme a las Pirámides” es desde luego de lo más acertado.

Sabemos que la inmortalidad del alma y por ello la vida después de la muerte, fue para los egipcios su más firme creencia, pero para que ello fuera posible se requería la presen-cia física del difunto, que tenia que retomara su espíritu o KA que había desaparecido tras la muerte. Era muy importante disponer para la vida que le esperaba, de todo aquello que le fuera necesario. Podemos decir por lo tan-to que las pirámides fueron construidas para albergar el alma del difunto, y todo lo que pu-diera necesitar para la vida eterna.

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Nos detuvimos frente a la pirámide de Keops que él mismo mandó construir y en la que de-bía ser enterrado, aunque su momia nunca fue hallada.

La teoría más generalizada sobre cómo se construyeron las pirámides, se basa en los es-critos de Herodoto en los que nos habla de que se emplearon grupos de 100.000 personas que se iban relevando cada tres meses, para construir primero el camino por el que debían llevar las piedras para la construcción y poste-riormente la Pirámide propiamente dicha.

Según sus escritos, en la construcción de la Pirámide se utilizaron pequeñas máquinas formadas con tablones de madera cortos que levantaban los bloques de piedra y los trasla-darían de escalón en escalón.

Y mientras paseábamos por Gizeh, nos pre-guntamos: ¿Se construyó la Pirámide realmente en la forma que describe Herodoto?

Herodoto se limitó a recoger las narraciones que le contaron. De hecho él mismo en sus na-rraciones dice:

”Si alguno hubiere a quien se hagan creí-bles esas fábulas egipcias, sea enhorabuena, pues no salgo fiador de lo que cuento y solo me propuse por lo general escribir lo que otros me referían”.

La pirámide de Keops alcanza hoy los 137 m. de altura frente a los 146 m. iniciales. Su reves-timiento exterior se ha perdido por completo. Debió ser maravillosa revestida de granito rosa y rematada con cubierta metálica que resplan-decía como el oro.

La pirámide de Kefrén es algo más peque-ña, aunque queda a la misma altura que la de Keops debido a que se construyó sobre un terreno más elevado. Es la única que en su cumbre mantiene su revestimiento exterior.

Kefrén hijo de Keops, fue el cuarto faraón de su dinastía. A pesar del largo reinado de Kefren que según Herodoto duró más de cin-cuenta años su historia está velada por un alo de misterio.

Una de las “joyas” más estudiadas debido a lo misterioso de su relato, reside en el in-terior de la pirámide: El misterio de la tumba

de cristal, cuyo acontecimiento, fue motivo de enfrentamientos entre arqueólogos.

A comienzos del siglo XX, tras la localiza-ción de la entrada a la pirámide de Kefrén, una centena de hombres, al frente del arqueólogo francés Caparat accedieron a las entrañas de la tumba descubriendo su gran secreto guardado durante siglos:

Una gigantesca tumba de cristal macizo, se erguía en su interior y guardaba un cadáver que no parecía humano. Después de un intenso estudio sobre multitud de jeroglíficos hallados en su interior, Caparat aseguraría haber encon-trado el testimonio del faraón sobre la firma de un cambio de refugio en esa prolifera región. El intercambio de conocimientos por parte de ambas “criaturas” y el hallazgo del Más Allá, embriagaron la mente del faraón y pareció ac-ceder gustoso al cumplimiento del pacto.

Se dice que el alienígena vivió en paz el resto de su longeva vida y que la tumba se construyó a partir de un diseño que dibujó antes de morir ????.

Contemplamos la pirámide de su hijo Mice-rino que es más pequeña y modesta aunque también estaba recubierta de granito rosa. Su cámara funeraria encerraba un esplendido sar-cófago de basalto que desgraciadamente se fue a pique frente a las costas portuguesas en el naufragio del barco que lo transportaba a Inglaterra.

Nos dirigimos después al lugar donde se encuentra la Gran Esfinge que en verdad impre-siona. Representa a un león con cabeza humana, y se cree que la imagen de su cara es la del fa-raón Kefrén que vigilaba así su propia tumba.

Visitamos la necrópolis de Sakkara, cons-truida por el faraón Djoser, que reinó casi 20 años La importancia de su reinado está reco-nocida en los papiros de Turín y de Westcar, marcados en rojo, siendo su obra principal la construcción del citado complejo funerario de Saqqara.

Tuvo como Visir a Imhotep, primer arqui-tecto conocido del mundo que diseñó para su faraón Zoser una tumba con un diseño revo-lucionario: La Pirámide Escalonada, que dio origen al resto de las pirámides levantadas con posterioridad.

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Zoser confió a su arquitecto la construcción de un monumento distinto a las mastabas tra-dicionales, y este erigió para su rey la Pirámide Escalonada, cuya originalidad consistía en que la tumba del faraón se pareciera a una escalera gigante por la que el espíritu del rey muerto pudiera acceder a las estrellas circumpolares, que no conocían la fatiga ni la destrucción.

A pesar de la importancia del reinado de Djoser, su visir Imhotep ha pasado a la posteri-dad siendo mucho más conocido que su dueño y Señor. Además de su fama como arquitecto, fue un sabio de la época, Gran Sacerdote y un ilustre médico tan genial que 2000 años más tarde los griegos lo divinizaron con el nombre de Esculapio.

Visitamos el interior de “La Casa del Sur” sorprendiéndonos al ver el buen estado en que se encuentran las pinturas que adornan las paredes, que al igual que en las mastabas re-presentan hechos cotidianos de la vida familiar.

En un patio enorme se celebraba entre otras, la fiesta Sed del Faraón que conmemo-raba la renovación real, una de las ceremonias más importantes de los soberanos egipcios.

Cuando el soberano tras años de gobierno llegaba a la senectud, se le inmolaba en una emotiva ceremonia.

Pero con el paso del tiempo, se cambió el ritual. En vez de sacrificarle se le insuflaban nuevas energías para gobernar a través de varios sistemas y el faraón luchaba simbólica-mente con un animal sagrado.

Nos dirigimos a Menfis capital del imperio antiguo de Egipto de la que muy poco o casi nada queda de ella.

La profecía de Jeremías de que “Menfis sería reducida a un desierto, devastada y despobla-da” desgraciadamente se cumplió.

El Museo (Mit Rahina), contiene una gran es-finge hecha de un solo bloque de alabastro, se trata de la estatua de Ramsés II, que yace tumbado. Mide 13 m y es impresionante, sobre todo visto desde arriba, donde pudimos apre-ciar su perfección y gran hermosura.

Visitamos una tienda especializada en la reali-zación de papiros, hechos a través de una planta

tropical de gran belleza. Su tallo es alto y esbel-to y su parte alta está rematada por una especie de gran flor compuesta de numerosos pétalos muy largos y finos de un intenso color verde.

El soporte de la escritura a través del papiro ha sido uno de los elementos más importantes en la historia antigua.

Volamos hacía Luxor, encontrándonos poco después en el puerto donde nuestra magnífica motonave “Concerto” nos esperaba.

La mañana del día 19 amaneció preciosa. Globos aerostáticos parecían darnos la bien-venida, invitándonos a contemplar los templos de Luxor y de Karnak. El trayecto hasta llegar, fue muy agradable. Las aguas del Nilo, parecen limpias no hay suciedad en sus orillas, la ve-getación es muy abundante y flores preciosas adornan el camino.

El templo de Luxor se realizó durante el Im-perio Nuevo y fue construido principalmente por dos faraones, Amenhotep III que constru-yó la parte interior y Ramsés II que finalizó el templo, aunque también intervinieron otros fa-raones y Alejandro Magno.

Habíamos llegado a una hora muy tem-prana, en la que afortunadamente no había prácticamente nadie. Estábamos solos, la tem-peratura era la ideal y solo puedo decir que quedamos atónitos ante tanta belleza y majes-tuosidad.

Quedamos impresionados ante su fachada grandiosa con las dos gigantescas estatuas de Ramsés II, su monumental obelisco, su espec-tacular pilón de 63 m. de largo en el que están esculpidas bajo relieve la campaña militar de Ramsés II contra los hititas así como el “Poema de Pentaur” que habla de las hazañas guerre-ras de Ramsés II. A través de una doble hilera de columnas nos adentramos en la corte de Ramsés II con estatuas de Osiris, el pequeño templo de Tutmosis III Una columnata de 25 m. Nos lleva a la corte Amenofis III y tantos monumentos más que nos cautivaron por su esplendor y belleza.

El Templo de Luxor está unido con el de Karnak a través de una amplia avenida de 3 ki-lómetros adornada en un tiempo por esfinges con cabeza de carnero y que fueron reempla-zadas por esfinges de cabeza humana.

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La misma sensación que nos ha causado el templo de Luxor, fue la que experimentamos al contemplar la extensa área de Karnak, que durante siglos fue el más influyente centro re-ligioso egipcio.

El conjunto consta de tres centros separa-dos, el más grande de unas 30 hectáreas está dedicado al dios Amón, cuyas dimensiones son realmente asombrosas siendo el templo más grande del mundo.

Unos treinta faraones contribuyeron a la realización este complejo conjunto que por su tamaño no se había conocido jamás.

Nos adentramos en él a través de dos in-mensos pilonos, que están precedidos por una avenida de esfinges con cabeza de carnero símbolo del dios Amón.

Accedimos a un gran patio porticado donde a la izquierda se encuentra un templete del fa-raón Sethy II, una de las columnas de Taharqo y la monumental estatua de Pynedyem I y a la derecha el templo de Ramsés III y al frente la sala hipóstila y más al fondo los obeliscos de Thutmosis I de 23 m. de altura y el que mandó construir su hija Hachepsut que es aún más alto.

La sala hipóstila es sin duda alguna la más extraordinaria y grandiosa con sus 134 colum-nas de 23 m. de altura, que parecen desafiar al tiempo. En el centro del templo se encuentra el santuario donde tan solo tenían acceso los sacerdotes.

Digna de mención es la sala de las fiestas “el Akh –Menu de Tumosis III, hermosa sala hipós-tila. Lo llamativo de esta sala son las pinturas de la pared que atestiguan el uso de esa zona del templo como iglesia para los cristianos. Se pueden observar imágenes donde se ve a Jesús con sus discípulos.

Junto a este, encontramos uno de los símbolos de Egipto, el escarabajo que repre-sentaba al Sol naciente y que es símbolo de la resurrección en la mitología egipcia. En vida proporcionaba protección contra el mal dando diariamente fuerza y poder.

Resumiendo: una auténtica maravilla. Un grandioso museo a cielo abierto que muestra importantes restos de la cultura del antiguo Egipto.

Nos dirigimos después al templo de la rei-na Hatshepsut, hija de Tutmosis I, que debería haberle sucedido en el trono al ser nombrada Heredera por su padre y no tener hermanos varones.

Sin embargo y debido a intrigas palaciegas, fue su medio hermano Tutmosis II con quien tuvo que casarse convirtiéndose en la Gran Esposa Real, y después el hijo de este y una concubina quienes lo ocuparon.

Dado la temprana edad de Tutmosis III asu-mió la regencia autoproclamándose después Faraón de las Dos Tierras. Más tarde recurrió a la Teogamia declarando al pueblo que Tutmo-sis I no fue su verdadero padre, sino el propio dios Amón, convirtiendo de ese modo su figu-ra, como sagrada.

A partir de entonces y como respeto a la tradi-ción, Hatshepsut, se representó como un hombre tocándose con una barba postiza, y gobernó en corregencia con su sobrino, aunque hubo un cla-ro dominio de la primera sobre el segundo.

El “faraón” dedicó la mayor parte de su reina-do a embellecer el país y a restaurar los templos. También mandó construir su tumba y un poco más alejado de ella un templo funerario.

Hatshepsut, ha pasado a la historia como una gobernanta pacifica que prefirió gastar par-te de su tesoro en construir templos en vez de conquistar territorios.

Otro hecho relevante de su reinado fue la doble misión a Punt, el país legendario de donde proce-dían los mejores árboles de incienso y mirra.

Pero Tutmosis III, cada vez ansiaba más el poder por lo que no es de extrañar que en poco menos de un año murieran los dos principa-les apoyos de la reina Hapuseneb y Senenmut, quienes la habían estado apoyando en todas sus decisiones.

La muerte repentina de su querida hija la princesa Neferura, nacida, al parecer de una historia de amor ente ella y su fiel aliado Se-nenmut, fue tan favorable para Tutmosis III, que hay quien piensa que fue intencionada.

A partir de entonces se retiró parcialmente de su cargo y el rey Tutmosis III comenzó a to-mar las riendas del gobierno.

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Hatshepsut murió en su palacio de Tebas, tras veintidós años de reinado.

Su tumba se encuentra en el Valle de los Re-yes como la KV20, donde descansó junto a su padre al que tanto amó.

El espectacular monumento funerario que tenemos ante nosotros fue diseñado por su arquitecto y ministro Senen-Mut quien eligió para ello un valle inaccesible sabiendo apro-vechar el esplendor de las rocas que se alza al fondo del valle para construir este.

Llegamos al santuario a través de un conjun-to de terrazas unidas por rampas, y pudimos observar que en una de las paredes quedan aún bajorrelieves con escenas del nacimiento y niñez de la reina, así como de la expedición militar que la soberana organizó para llegar al misterioso país de Punt donde están repre-sentados muchos animales de esa región del África central.

Más tarde el templo de la reina fue transfor-mado en un convento cristiano, “Deir el-Bahari” y gracias a ello el templo faraónico quedó pro-tegido de mayor degradación.

Nos dirigimos a continuación hacia el Va-lle de los Reyes donde se yergue majestuoso el “Corn”, la cima de la colina tebana, que por azares del destino tiene forma piramidal.

La historia del Valle comienza por la deci-sión del faraón Tutmosis I, de ser enterrado en una tumba separada y secreta lejos del templo funerario.

A partir de entonces los reyes se entierran en la intimidad de la montaña sin ningún signo exterior, con la intención de que sus tumbas no pudieran ser encontradas ni profanadas.

Sin embargo, el descanso de Tutmosis I y el de los reyes que le siguieron duro muy poco, pues el Valle se convirtió en lugar de robos y rapiñas nocturnas. También súbditos fieles te-merosos de que sus soberanos no estuviesen a salvo los llevaban a escondidas de una tumba a otra.

En Gurnah la familia de Abdul Rasul guar-daba un secreto: La ubicación de una tumba anónima y solitaria en la que estaban reunidos los sarcófagos de treinta y seis faraones.

En el año 1.881 el lugar fue desvelado y el vi-cerrector del museo de El Cairo fue conducido a la entrada del pozo, quedando al descubierto los restos mortales de los faraones de la Antigüedad.

Unos días más tarde doscientos hombres embalaron los sarcófagos y los bajaron por el valle hasta el río donde un barco lo llevaría hasta el museo de El Cairo.

Y algo insólito sucede: Empieza a amanecer, los rayos del sol tiñen de oro la tierra de Egipto anunciando la llegada de un nuevo día.

RA surge del cuerpo de Nut diosa del firma-mento, extendiendo sus cálidas alas sobre el Valle de los Reyes, sobre esas almas que ya no permanecen aferradas a su amada tierra: sus reyes difuntos.

Un hecho admirable nos conmueve. Al anuncio de que los faraones abandonaban su sepulcro, campesinos y esposas se juntaron a las orillas del Nilo para rendir homenaje a sus antiguos soberanos, los hombres disparando salvas al aire y las mujeres cantando sus la-mentos y cubriéndose la cara de polvo.

Fueron tres las tumbas en las que nos intro-ducimos la de Ramsés III. Se la conoce con el nombre de “tumba de los arpistas” debido a un maravilloso bajorrelieve que representa a dos arpistas ciegos, la de Ramsés VI, que tiene una pared superior muy hermosa en la que figuran los dos hemisferios celestes y los dioses este-lares en procesión siguiendo los barcos solares que navegan en el Nilo, y la de Ramsés IX, po-siblemente nieto de Ramsés III.

Hacía mucho calor en el interior de las tumbas, pero debido a ello nuestro paseo fue sosegado. Estábamos caminando por las entrañas de la tierra, recorriendo corredores angostos admirando sus pinturas magnífica-mente conservadas, hasta llegar al fin, a la cámara del sarcófago hoy vacío, pero que de cualquier forma desprende un destello de mis-terio que en cierto sentido te hacen llegar a aquellos tiempos en cuyos lugares se celebra-ban los ritos que facilitarían la vida eterna del faraón.

De camino hacia el “Concerto”, paramos durante muy poco tiempo ante los colosos de Memnon, dos gigantescas estatuas de piedra que representa a Amenhotep III.

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Desgraciadamente parece ser que un terri-ble terremoto arrasó Tebas, quedando muy dañado el coloso de la derecha.

Desde entonces todas las mañanas a la sa-lida del sol el coloso, emitía un sonido que se asemejaba a un canto triste y armonioso, era el mítico guerrero Memnón, hijo de la Aurora y muerto en un enfrentamiento con Aquiles. La Aurora desconsolada suplicó entonces a Júpi-ter que resucitara a su hijo al menos una vez al día, y he aquí, que todas las mañanas cuando la Aurora aparecía en el horizonte acariciando con sus rayos a su hijo, este le respondía con un susurro largo y triste.

La realidad es que ese sonido era producto de la contracción de la piedra por el cambio de temperatura entre la noche y el día.

Este día fue algo más tranquilo, pues por la tarde y hasta llegar a Esna no estaba pre-vista ninguna actividad, por lo que muchos de nosotros nos dedicamos a disfrutar de nues-tro paseo por el Nilo, contemplando sus aguas brillantes bajo el Sol, sus orillas adornadas por profusa vegetación, los barcos que como el nuestro navegaban lenta y majestuosamen-te por él y nuestra imaginación vuela hacia la antigüedad, cuando a las orillas de este em-blemático río se alzaban maravillosos templos llenos de vida que nos llevan al mundo de los faraones, y al del África profunda, un mun-do donde se unen historia y naturaleza en su máximo apogeo.

Su nacimiento, es todavía un enigma, la ma-yoría apunta al lago Victoria, y el Nilo después de pasar por montañas, valles selvas y de-siertos desemboca ya muy cansado en el mar Mediterráneo.

Ya anochecido nos encontramos en Esna donde el capitán y la tripulación nos dieron la bienvenida.

El miércoles, día 20 nos encontramos en Edfú dispuestos a visitar el templo de Horus. Pero esta vez el trayecto hasta allí no lo hi-cimos en el autobús, esta vez lo hicimos en calesa que aunque bonita y llamativa por sus colores, lo cierto es que estaba viejita.

Fue un paseo muy agradable. Había muchas calesas de vivos colores como la nuestra, y de vez en cuando nuestro caballo trotaba más de-

prisa de lo debido queriendo adelantar a otras calesas que iban en nuestra misma dirección.

El templo que teníamos ante nosotros es una de las arquitecturas más importantes del antiguo Egipto, y ha sido considerado como: “el lugar del arpón”, “la casa de RA”, “Placer de vivir dentro”, “la ventana del halcón” el Altar de Horus” y también “el lugar para alabar a Dios”, en consecuencia un lugar sagrado concebido para rendir pleitesía a los dioses.

Es el templo mejor conservado de Egipto y el más importante después de Karnak. Dos mag-nificas esculturas de granito negro montan guardia a la entrada del templo representan al dios Horus en forma de halcón. Detrás de estos se encuentra la gran muralla exterior del templo adornado con figuras de Horus y de Hathor. y a ambos lados del portal, diversidad de ranuras donde colocaban los estandartes.

Había muchísima gente, tanta que realmen-te uno se sentía agobiado dentro del templo. Lástima que no pudiéramos verlo con más tranquilidad para apreciar su gran belleza. Su estructura es una verdadera maravilla, y repre-senta a la típica construcción de los templos, con el Pilono, un gran patio, salas hipóstilas, cámara de ofrendas, bibliotecas, sala central. Es muy característica la iluminación del Templo con habitaciones cada vez más pequeñas que impedían el paso de la luz gradualmente hasta llegar al oscuro santuario que recibe la ilumi-nación solo desde el eje. La capilla albergaba la Barca Sagrada.

Nos llamó la atención el observar que en una de las salas, el techo parecía estar pinta-do de negro. Ello se debe a que los ortodoxos coptos que venían huyendo se instalaron allí, realizando su vida cotidiana, y con el humo de las hogueras y del incienso dañaron el techo. También muchas de las figuras con las que es-taban decoradas las paredes fueron picadas ya que no permitían imágenes en sus templos.

En el exterior, en el corredor entre el tem-plo y el recinto amurallado, aparecen gran cantidad de inscripciones, entre ella la que nos narra la Leyenda de la Victoria, que Ahmed con humor nos narró a su manera con cuatro de nosotros como protagonistas.

Realmente estos relieves representan a Seth el malvado en forma de hipopótamo. Su forma

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más pequeña significa que lo negativo aparez-ca siempre en desventaja. Estos bajos relieves narran diversos episodios del mito y ensalza el heroísmo del dios Horus.

El templo data del año 237 a.C. y se cons-truyó bajo el mandato de Ptolomeo III. Estaba prácticamente cubierto de escombros y are-na, lo que ha contribuido a preservarlo ya que apareció casi intacto cuando fue limpiado y es-cavado por el francés Auguste Mariette que fue quien lo descubrió en el año 1.860.

El calor apretaba de lo lindo cuando regre-samos al Barco, por eso algunos de nosotros aprovechamos para darnos un baño en la pis-cina del “Concerto” que aunque pequeña nos sirvió para refrescarnos relajarnos y al mismo tiempo tomar un poco el sol en su estupenda terraza.

Nos dirigíamos hacia Kom-Ombo, y antes de llegar subimos de nuevo a la terraza para con-templar desde el barco el maravilloso Templo que arrogante se erguía a la orilla del Nilo.

Este templo estaba cubierto de arena hasta casi la mitad debido a las crecidas del Nilo, y fue el francés Jacques de Morgan quien en el año 1.893 comenzó con su excavación hasta dejarlo en el estado en que se encuentra ac-tualmente.

Los antiguos egipcios adoraban las cosas y los seres, unas veces para beneficiarse de ellas y otras para protegerse de su mal.

El dios del templo de Kom Ombo era Sobek con forma de cocodrilo que representaba al mal. Pero al cabo de los años las gentes del pueblo decidieron que este tenía que estar acompañado de su hermano bueno el dios Ho-rus.

El templo está formado efectivamente por dos templos yuxtapuestos, es decir, se trata de un templo doble. El templo de la derecha está dedicado a Sobek y el de la izquierda al dios Horus.

La fachada dispone de dos entradas y cada una de ellas corresponde a un templo para-lelos entre sí. A pesar de esta bipartición, las dos partes están unidas, muchos recintos son comunes e incluso en ambos se tributaban ho-nores a las dos divinidades.

Cuenta la leyenda que Sobek el hermano malvado de Horus en forma de cocodrilo, tra-maba contra su hermano Horus en forma de halcón echarle del pueblo. La población al ver a su dios amado abandonar el pueblo, también se marcha dejando a éste totalmente desierto. Sobek al querer reanudar la vida en la pobla-ción, resucitó a los muertos quienes en lugar de construirlo, lo destruyeron y en lugar de sembrar trigo sembraron arena.

Este templo acogía a enfermos por ello grabados en la pared pudimos ver diferentes utensilios de medicina y cirugía. Ya en aquel tiempo operaban cataratas, practicaban la tre-panación, fimosis e incluso crearon productos para anestesiar.

Por último, nos asomamos al Nilómetro de forma ovalada. Es una especie de pozo cuya función es la de medir el nivel de las aguas del Nilo y se tomaba como referencia de la situa-ción económica y también para establecer los impuestos.

Esa noche tuvo lugar la fiesta de disfraces. Creo que todos nos disfrazamos convirtiéndo-nos por una noche, ellos en jeques apuestísimos y nosotras en las más bellas esposas del harén o en preciosas bailarinas. Lo cierto es que fue una noche muy divertida en la que todos baila-mos y lo pasamos en grande.

Los días van pasando y el jueves día 21 nos levantamos tempranito para aprovechar el día que se presentaba bastante movidito.

Nos dirigimos hacia Asuan deteniéndonos en la cantera de granito rosa, que hoy en día no se utiliza. Surgiendo de entre las rocas se encontraba el famoso obelisco inacabado que hubiese sido el más grade del mundo, encargo al parecer de la reina Hachepsut, pero que se resquebrajó y tuvo que ser abandonado.

Es difícil imaginar la forma en que se cons-truían estos obeliscos. Ahmed nos explicó que primero se realizaban unas ranuras que deli-mitaban los bloques que debían extraerse y en ellas se clavaban cuñas de madera que luego se mojaban. La madera al hincharse reventaba partiendo la piedra en dirección a la ranura, lo que daba lugar a bloques lisos y regulares, que quedaban ya preparados para ser pulidos. Una vez terminados estos obeliscos eran transpor-tados al lugar para el que se había destinado,

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VIAJE A EGIPTO

aprovechando la subida del Nilo y mediante dos barcas de unos 40 m. de larga.

Asuan se encuentra al sur de Egipto, y tiene un emplazamiento privilegiado. Es puerta que se cierra al medio oriente y se abre a África, Normalmente en Asuan los desiertos se fun-den con el río y como resultado su paisaje es espectacular. Es un lugar donde el río toma el color del ámbar y fluye majestuoso y serpen-teante entre sus preciosas islas.

De camino hacia la presa pudimos con-templar el Monumento a la Amistad que se construyó como agradecimiento a Rusia por la gran ayuda y subvención que prestaron para la construcción de la presa.

El río se desbordaba anualmente, cuando las aguas procedentes de Uganda y Sudan fluían hacia el bajo Nilo en verano. Con estas crecidas en ocasiones las cosechas se perdían bien por anegamiento o por sequía, por lo que se hizo necesaria la construcción de una presa que regulara el nivel de las aguas.

La construcción de la presa de Asuan ha sido realmente una obra colosal y magnífica. Los efectos de las peligrosas inundaciones y el de las terribles sequías se han mitigado, se ha generado energía eléctrica, se ha conseguido el aprovechamiento real de las aguas, se crea-do una nueva industria pesquera alrededor del lago Nasser y muchos beneficios más. Pero también han surgido serios inconvenientes, como una sedimentación excesiva aguas arri-ba, erosión aguas abajo, salinización del delta, emigración de animales marinos al suprimirse la barrera de salinidad entre otras.

Contemplamos el lago Nasser que resulta realmente grandioso. Se trata de un lago arti-ficial creado en la cuenca media del río Nilo, Es el resultado de la construcción de la presa de Asuan. Mide aproximadamente 550 Km. de largo y 35 de ancho en su punto de mayor amplitud.

Es aquí en el Lago Nasser donde se en-cuentra un elevadísimo número de cocodrilos, algunos de los cuales puede llegar a medir has-ta 6 m.

Después de comer nos dirigimos a Abu Simbel, un templo cuya construcción tardó en realizarse 20 años y que comenzó en el año 1.264 a.C. durante el reinado de Ramsés II.

Podemos decir que es la más bella y más caprichosa construcción del más grande y más caprichoso faraón de la historia egipcia: Ram-ses II el Grande.

Se ha pensado y se ha escrito mucho sobre las razones por las que Ramsés II y sus arqui-tectos decidieron escoger un lugar tan lejano para construir estos monumentos. Muchos di-cen que fue debido a que la esposa del faraón, Nefertari era nubia y por ello quiso hacer allí el mayor templo dedicado a una reina en el Egip-to Antiguo.

Si la construcción del templo fue un gran de-safío para los arquitectos del faraón, no lo fue menos tres mil años más tarde, para ingenie-ros de todo el mundo que decidieron salvarlo de las aguas del Nilo.

El peligro de que estos templos quedaran sumergidos por las aguas debido a la construc-ción de la presa de Asuan para crear el lago Nasser, conmovió a todo el mundo por lo que la UNESCO nombró inmediatamente dos comi-siones para que estudiasen la forma de salvar estos monumentos.

Se trataba de un arduo problema hasta que al fin se escogió un proyecto sueco que con-sistía en trasladar los templos, que se hallaban situados a la orilla del río, colocándolos en una plataforma situada a un nivel superior (60 m. más alta) y 200 m. más atrás.

Se inició una campaña internacional para re-caudar fondos y los países participantes fueron recompensados con algunos pequeños tem-plos nubios .A España le fue donado el Templo de Debod, que se encuentra en Madrid.

Durante el trayecto hasta llegar a ABU SIM-BEL Ahmed nos puso un video en el que se aprecia la forma en que se realizó esta ma-ravillosa obra de ingeniería que fue la más fantástica operación de desmantelamiento y reconstrucción nunca realizada.

El complejo arquitectónico que estábamos admirando es realmente grandioso. Consta de dos templos. El primero resulta realmente im-presionante. Tiene 38 m. de fachada y 65 de profundidad. En su fachada aparecen cuatro estatuas colosales de Ramsés II sentado en su trono. Si el exterior nos causó gran impresión lo mismo ocurrió con lo esplendoroso de su in-

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VIAJE A EGIPTO

terior, que tiene diversas estancias: Santuario, sala de ofrendas, pequeñas salas contiguas pronaos vestíbulo y el templo solar.

Nuestra visita a Abu Simbel, se produjo jus-to un día antes de que tuviese lugar el llamado “milagro del Sol”.

Dos veces al año el 21 de Marzo y el 21 de Septiembre, fechas al parecer del nacimiento y coronación del faraón, a las 5 horas 58 mi-nutos un rayo de sol atraviesa los 65 m. que separan el santuario del exterior e inunda de luz iluminando las caras de Amón, Ra, y Ram-sés, quedando solo la cara del Dios Ptah en penumbra pues es el dios de la oscuridad.

La decoración de las paredes del templo es realmente magnifica, y celebra la gloria militar de Ramsés II.

Pasamos después al segundo templo más pequeño, que como el primero es impresionan-te. La fachada está compuesta por seis colosos de pie, dividido en dos grupos de tres a cada lado de la puerta de entrada. Los extremos re-presenta a Ramsés II y el del centro a su esposa Nefertari siendo del mismo tamaño que los del faraón.

Ramsés II, nació alrededor del año 1.326 a.C. y accede al trono en el año 1.301 a.C.

Era un hombre atractivo, de nariz promi-nente que le daba un aspecto majestuoso y también alto de estatura para aquella época.

Desde pequeño fue educado para heredar la doble corona, por lo que aprendió a leer, escribir y a interpretar las imágenes escritas. Estudió concienzudamente astronomía, mate-máticas y geometría y además los sacerdotes le instruyeron en materia religiosa.

Con tan solo diez años fue nombrado here-dero y comandante en jefe del ejército, lo que le permitió acompañar a su padre en diversas campañas.

Fueron muchas sus campañas militares, siendo famosa la que se produjo contra los hiitas que convencidos de su inexperiencia de-bido a su juventud le dejaron avanzar hasta el río Orontes, a los pies de las murallas de Kadesh, donde fue cercado por el enemigo y abandonado por gran parte de su ejército.

Creyendo haber ganado la batalla los hiitas intentaron el asalto, pero Ramsés pidió ayuda a Amón, y se produjo una gran victoria, (al me-nos así es como figura en el largo poema que Pentaus compuso sobre esta expedición cuyo texto jeroglífico está grabado en los muros de los templos de Carnac y de Luxor).

El reinado de Ramsés fue de gran esplendor siendo posiblemente el más prestigioso de la historia de Egipto, por lo que su nombre se en-cuentra en todos los monumentos de Egipto y Nubia, y se le considera como el último gran faraón.

Tuvo varias esposas, y llegó a tener más de cien hijos. Murió a una edad muy avanzada, casi centenaria.

Nefertari fue la amada esposa de Ramsés II, y aunque sabemos poco de ella una cosa es segura, que su personalidad fascinó al faraón su esposo.

Nefertari se casó con el príncipe heredero siendo ambos muy jóvenes, alrededor de los quince años cuando ya Ramsés tenía a otra esposa.

Cuando subió al trono las dos fueron nom-bradas grandes esposas reales. Sin embargo Nefertari fue la verdadera reina, su particu-lar carisma, su brillante mente política y el profundo amor que le profesaba su esposo sumieron en la sombra a todas sus rivales y la convirtieron en la mujer más importante del reino, por enciman incluso de la reina madre Tuya.

En las inscripciones encontradas y que ha-cen referencia a ella vemos que se la nombra de varias formas todas ellas bellísimas que parecen alabanzas del propio Ramsés: Dama Adorable, Digna de Alabanza, Hermosa de Ros-tro y Dulce amor. Ramsés, debió quererla tanto que mandó construir el primer templo dedica-do a una reina en Egipto.

continuará ....

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S.E.R. Mons. Giacomo Guido Ottonello. Nuncio Apostólico en Ecuador

Caballero de Yuste.

Excmo. Mons. Dr. Ing. Clemente Martín Muñoz, Presidente de la Real Asociación de Ca-balleros del Monasterio de Yuste

Estimados Sacerdotes

Ilmos. Señores miembros de la Junta Directiva,

Hermanas y Hermanos en el Señor

1 Hemos sido convocados para celebrar la Santa Misa, en memoria de las Damas y los Caballeros de la Real Asociación de Caballeros del Monasterio de Yuste, fallecidos este año. “señor, dales el descanso eterno y brille sobre ellos la luz perpetua”1.

Coincide esta conmemoración con el inicio de la Novena da Navidad, que invita al jubilo porque se han cumplido las promesas. “Alégrate”, dice Isaías en la primera lectura, uno de los poemas más bellos del libro, y de una profunda riqueza teológica, “rompe a cantar Pueblo de la Promesa… porque el que te hizo te tomará como esposa” (Is 54, 5). Es la Nueva Alianza esperada por siglos: “…aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará” (Is 54, 10).

2. Isaías nos introduce en el diálogo de amor entre Yahvé y su pueblo en clave matrimonial, de llamada a la esposa abandonada. El destierro de Babilonia es un castigo, pero ya ha pasado, es tiem-pote volver a llamar a la esposa con palabras de amor. Es la historia de Israel y la nuestra con Dios, hecha de amor e infidelidad, ruptura y reconcilia-ción de parte de Dios. Su amor es eterno y nos ama como puede amar un esposo a su esposa, con amor celoso y apasionado.

Jesús es la perfecta manifestación de este amor. No hay contradicción entre la memoria de los que murieron en el Señor y la celebración del nacimiento

1 Introito de la Misa pro defunctis

del Deseado de las naciones; son dimensiones del mismo misterio del Amor misericordioso, “si mo-rimos, morimos para el Señor, si vivimos, vivimos para el Señor, en la vida y en la muerte somos del Señor” (cf. Rom 14, 8).

3. ¿De donde le vino la idea al Canónigo de la Seo de Zaragoza, don Francisco Fernández Serrano y a las gentes de Cuacos de Yuste - tan sólo trece per-sonas- de pasar en solitario ese 21 de septiembre de 1956, en las ruinas del viejo Monasterio de los Jerónimos? ¿Velaron las armas de la fe, a la manera de Ignacio de Loyola, en la Santa Cueva de Manresa? Caballeros de Dios, soñadores de hazañas, con-templativos rumiantes de los cielos, los frailes que habitaron esos ruinosos claustros, inspiraron la no-che en vela y la creación de la Real Asociación, que ahí tuvo su alborada.

Recordamos con gratitud el pasado de Yuste, de su Monasterio y de la Real Asociación de Caballe-ros, que de ese lugar toma su nombre e inspiración. Quienes nos precedieron nos invitan con el testi-monio de su vida a “vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro”, como lo pedía Juan Pablo II al inicio del Tercer Milenio2

Están en la memoria de la Asociación los trabaja-dores de la primera hora, los que trazaron sendas, el obispo de Plasencia, Mons. Sarranz y Pueyo; los frailes jerónimos, Manuel Sanz, restaurador y már-tir, Antonio de Lugo, primer prior de Yuste nuevo; y los primeros en recorrerlas, don Abelardo Muñoz Vivas y don José Antonio García Calderón, Alcalde y Notario de Jarandilla; los que fueron más allá de las fronteras del País, como el Coronel Narciso Sánchez Morales y los que de paena y dolor murieron, co-mo el médico de Plasencia, Fernando Barona. Y los trabajadores de la última hora, las Damas y Caballe-ros de la Real Asociación, fallecidos este año, y por los que ofrecemos esta Eucaristía, sacrificio puro y santo. Que el Dios de bondad les premie con “una medida buena, remecida y rebosante” (Lc 6 38).

4. Hay una certeza que nunca se ha desmentido, la muerte Se halla escrita en nuestra vida como con-dición ineludible de nuestra existencia terrena.

2 JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, 1

Homilía de S.E.R. Mons. Giacomo Guido Ottonello,Nuncio Apostólico en el Ecuador, en la Misa en memoria

de las Damas y Caballeros de la Real Asociación de Caballeros del Monasterio de Yuste, fallecidos durante el año 2010

(Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas de España)Madrid, 16 de diciembre de 2010

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Pero, la historia no termina hoy. El hombre siente la necesidad de sobrevivir a su aún efímera condición presente. Y la revelación divina viene al encuentro de este anhelo, indicando que la muerte no es la consunción de la vida, sino su consumación; no es el fin, sino el origen de la vida plena; la loza del sepulcro cierra el tiempo y abre la eternidad.

Sin embargo, la muerte duele, duele abandonar el cuerpo, compañero de viaje, y duele la orfandad de los que se quedan. Duele la muerte, que lo diga Jesús, ante la tumba de Lázaro, o en la huerta del Getsemaní.

¿Quién puede asomarse, sin temblor, al Miste-rio de la muerte? Para tan sólo vislumbrarlo, es preciso acercarse con respeto a la Cruz de Cristo. En esto, San Pablo es maestro, “morir en el Señor”, dice, “es morir en Cristo, por eso deseo morir para estar cerca de Cristo” (cf Rom 14, 8; Fil 1, 23). Con razón, les nació en el alma, a los místicos caste-llanos, Teresa y Juan de la Cruz, el gran deseo de morir; que mueren porque no mueren; el deseo de ir al encuentro definitivo del amado, no les restó el entusiasmo de vivir. Todo el misterio del sufri-miento y del dolor encuentra luz y redención en la muerte de Cristo.

5. Vivir con pasión el presente. Estamos en la ple-nitud de los tiempos (Gal 4, 4), desde que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 14).

Vivir con pasión el presente, en un mundo agnós-tico, incapaz de entrar en el Misterio. Allí, la Iglesia, al decir de San Agustín, cumple su misión “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”3, anunciando a todos los hombres la Pasión y Muer-te del Señor, hasta que Él venga (cf 1Cor 11, 26), siempre puesta la mirada el Jesús, “Alfa y Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (Ap 22, 13).

Con la mirada puesta en Jesús, no hay razón para la desesperanza, ni tiempo para quedarnos conge-lados en el pasado. Es mucho lo que nos espera. “La oscuridad cubre la tierra y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece” (Is 60, 2).

Es la Iglesia, siempre joven, que, con renovado sentido de responsabilidad, es llamada a revestirse de luz (Is 60, 1), para brillar como una ciudad cons-truida sobre el monte. “La Iglesia - afirmaba el Papa Juan Pablo II - no puede permanecer escondida (cf Mt 5, 14), porque los hombres necesitan recibir el mensaje de luz y esperanza y dar gloria al Padre que está en los cielos (cf Mt 5, 16)”4

6. Somos conscientes de las limitaciones de nues-tros conceptos, palabras y acciones, y por eso toda la confianza está en Jesús, “el hombre nuevo” (Ef 4,

3 SAN AGUSTÍN, De Civitate Dei, XVIII, 51, 2; PL 41, 6144 JUAN PABLO II, Homilía en la Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de

enero de 1999

24). Es él quien llama a la humanidad al banquete de la vida, es él quien redime y santifica.

Ahora lo contemplamos con rostro de niño recién nacido en Belén y recostado en un pesebre. En la En-carnación, la antropología encuentra su más firme base y la capacidad de ir más allá de sus propios límites y contradicciones. Porque el Hijo de Dios se hizo hombre, el hombre puede ser realmente hijo de Dios. Como escribe San Gregorio de Nisa, “para que las disposiciones del Evangelio y la actividad del Espíritu Santo se desarrollen en nosotros es necesa-rio que Cristo nazca en nosotros”5.

7. “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” (Hech 2, 37), preguntan a Pedro y a los Apóstoles los fieles de la primera comunidad de Jerusalén. ¿Qué hemos de hacer?

La respuesta no es una fórmula, sino una perso-na, Cristo. El programa ya existe y no cambia con los tiempos y las culturas; al contrario, las toma en cuenta para encarnarse en ellas, en diálogo entre fe y cultura, tan presente en el magisterio de Juan Pa-blo II y de Benedicto XVI. Es la invitación a sembrar las semillas del Verbo en los núcleos vitales de la sociedad.

“¿Qué hemos de hacer, hermanos?”, pregunta Pablo VI a los obispos presentes en la apertura de la Segunda Sesión del Concilio Vaticano II, hace 47 años. Y continúa el Papa: “¿De dónde arranca nues-tro viaje?¿Qué metas debe fijarse nuestro itinerario? La respuesta para nosotros y para el mundo es una sola, ¡Cristo!, Cristo nuestro principio, nuestra vida y nuestro guía, nuestra esperanza y nuestro térmi-no, de El venimos y por El vivimos y al El vamos; que no se cierna sobre nosotros otra luz si no es Cristo, Luz del mundo”6.

Por nuestra condición de bautizados, no pode-mos frustrar el plan de Dios en nuestra vida, como lo hicieron los fariseos, que no aceptaron la conver-sión predicada por Juan y, mucho menos, la buena noticia predicada por Cristo.

8. El Bautista es un profeta del desierto, servidor de la verdad. Sincero, recto, su amor a la verdad le costó la vida. Su humanidad y su humildad hacen de él un hombre sensato. Podría haber usado su in-fluencia en las masas a su favor; pero no, estaba al servicio de otro ministerio mayor: “El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su ple-nitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 29-30).

Cristo ha nacido en la ciudad de Belén. Esta es la gran noticia que el Adviento nos anticipa “un Niño

5 SAN GREGORIO DE NISA, Contra Eunomium, III6 PABLO VI, Discurso de Apertura de la Segunda Sesión del Concilio

Vaticano II, septiembre de 1963

HOMILÍA DE S.E.R. MONS. GIACOMO GUIDO OTTONELLO. (IGLESIA CATEDRAL DE LAS FUERZAS ARMADAS DE ESPAÑA)

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HOMILÍA DE S.E.R. MONS. GIACOMO GUIDO OTTONELLO. (IGLESIA CATEDRAL DE LAS FUERZAS ARMADAS DE ESPAÑA)

nos ha nacido” (Lc 2, 11). Y en él se cumple la profe-cía de Isaías, “no recordéis lo de antaño, mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando ¿no lo notáis?” (Is 43, 18).

Mirad que realizo algo nuevo. Dios no descansa, porque Dios es amor y el amor no se cansa. Dios no se jubila, ama siempre, perdona siempre, crea siempre. Ya está brotando, ¿no lo notáis? No siem-pre lo notamos, por ceguera del alma. Para ver, se necesitan ojos limpios y corazón apasionado. Ya es-tá brotando; es un niño que nace en Belén y nace cada día. Nace, a pesar de tantos egoísmos e irres-ponsabilidades; nace, para compartir la dramática realidad humana; nace, cuando se acoge la Palabra y se da ancho cauce al Espíritu; nace, cuando se rom-pen los lazos que atan y se crea libertad; nace en el trabajo de cada día y en el dolor, porque no hay parto sin dolor.

9. Estamos al filo de lo nuevo. Amanece cada día. El cristiano no tiene derecho a ser pesimista o a en-fermarse de desencanto; no se ríe de los sueños ni de las utopías, sino que las toma muy en serio y se empeña en hacerlas realidad. Soñamos un mundo nuevo, un reino de justicia, de amor y de paz, y tra-bajamos para que los pueblos se acerquen y para que a la misma mesa se sienten Epulón y Lázaro.

Somos felices, porque creemos, como María. “Dichosa tú, porque creíste” (Lc 1, 45), le dice su pa-riente Isabel en la Visitación, y porque María cree, proclama la grandeza del Señor y alaba su nombre santo y misericordioso (cf Lc 1, 46-56).

Navidad es alegría, porque creemos que el Hi-jo de Dios ha nacido, que la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, porque su luz brilló en las tinieblas y se nos ha concedido de contemplar su gloria (cf Jn 1, 1-14). Ante el Dios con sonrisa de niño, ¿qué otra cosa podemos hacer nosotros, pe-queños cristos del tercer milenio, sino alegrarnos, porque “el Reino de Dios ya está entre nosotros” (cf Lc 17, 21)? Alegrémonos y adoremos.

10. Adorar y dar testimonio de Cristo exige contemplar su Rostro. San Lucas nos dice que los discípulos de Emaús, caminantes taciturnos, se ale-graron, cuando vieron al Señor; lo vieron y creyeron en Él, y presurosos fueron a Jerusalén para dar testi-monio de que había resucitado (cf Lc 24, 33-35). Ver a Jesús con la sonrisa de un niño es el mejor regalo de Navidad.

“Quien no ha entendido el misterio de la Na-vidad, no ha entendido el elemento decisivo de la existencia cristiana”7, nos dice Benedicto XVI; “Los cristianos tenemos la misión de difundir, con el testimonio de la vida, la verdad de la Navidad, que Cristo trae a todo hombre y a toda mujer de buena voluntad. Al nacer en la pobreza del pesebre, Jesús

7 BENEDICTO XVI, Audiencia General, 23 de diciembre de 2009

viene a ofrecer a todos la única alegría y la única paz, que pueden colmar las expectativas del alma humana. Que el niño Jesús, al nacer en nosotros, no nos encuentre dedicados simplemente a deco-rar con luces nuestra casa. Más bien preparemos en nuestra alma y en nuestra familia una digna morada en la que Él se sienta acogido con fe y amor”8.

11. “Vivamos intensamente estos días que prece-den a la Navidad junto a María, la Virgen del silencio y de la escucha. Ella, que fue totalmente envuelta por la luz del Espíritu Santo, nos ayude a compren-der y a vivir en plenitud el misterio de la Navidad de Cristo”9

¿Quién mejor que María puede enseñarnos a amar y anunciar aquel Rostro que ella miró con in-menso amor y con total dedicación durante toda su vida, desde el momento del nacimiento hasta la muerte en la Cruz y después al alba de la Resurrec-ción?

De la Madre de la Iglesia podemos obtener la emergía indispensable para anunciar y testimoniar a todos el mensaje del Evangelio, imitando su fe. Ella, mujer “eucarística”, “primer tabernáculo de la historia”10, que unió el cielo y la tierra con su “amen” a las palabras del Ángel, nos enseñe a pronunciar un “amen”, lleno de “estupor eucarístico” y de fe, cada vez que nos acerquemos a los hombres para ofrecerles esa Verdad que anhelan, muchas veces sin saberlo: Cristo Jesús, “el que vive” (Ap 1, 18), “aquel que es, que era y que va a venir” (Ap 1, 4).

12. Cristo no nos exime de la muerte, como no se eximió a si mismo, sino que nos la hace experimen-tar como un acontecimiento positivo de esperanza, que Él también vivió.

Nosotros somos conscientes de que “vida y muerte lucharon en singular batalla, y, muerto, el que es la vida, triunfante se levanta”11.

En la Pascua de Cristo, el Padre nos abrió el cami-no a la vida eterna, y con su Espíritu nos renueva para hacernos renacer en el Resucitado.

13. Con esta Por los que, en este año, se nos ad-elantaron en la visión perfecta de Dios, y por los que, hoy, nos alegramos por a cercana Navidad, “misericordias Domini in aeternum cantabo” (Sal 89 [88], 2).

Amen.

8 . BENEDICTO XVI, Audiencia General, 20 de diciembre de 20069 BENEDICTO XVI, Audiencia General, 21 de diciembre de 200510 JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 55

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Real Asociación “Caballeros del Monasterio de Yuste”Fundación “Caballeros de Yuste”

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Tfno. 927 172 311e-mail: [email protected]

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