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REVISION Y CRITICA del concepto cultura de masas. Miquel de Moragas S. Ubkacidn tipoldgka de b cultura popular El trabajo te6rico sobre "los medios de comunica- cion altemativos" y sobre k "eultura popular", tiene ante si la tarea ingrata de dedicar una buena parte de su tiempo a "desmontar" esquemas te6ricos tradicionales que han Qegado a constituir costumbre acad^mica y, en consecuencia, interpretaci6n sociaL £1 estudio de la "comunicaci6n altemativa'* y de la "cultura popular" pone en evidencia la necesidad de una revisidn critica de numerosos planteamientos te6ricos que diaunularon la servidumbre de los medios respecto de un poder que llega mis alia del imbito eomunieativo y se instala en el imbito m&s general del poder econ6mi-' CO y 8ocial. Quisiera recoger en este sentido una lucida inter- pretacion de Antonio Pasquali: "El sector de las comu- nicaciones, que hoy ejerce su poder global sobre el con- junto de la difusidn. divulgaci6n y diseminacidn de men- 8ajes, moddos, conocimientos y valores (bienes no asi- milable8 a ning(in otro en que predominen los compo- nentes materia/energfa), ha pasado a ser de veras y para dempre el 'cuarto poder' una vez profetizado . . . Sien- 97

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REVISION Y CRITICAdel concepto cultura de masas.

Miquel de Moragas S.

Ubkacidn tipoldgka de b cultura popular

El trabajo te6rico sobre "los medios de comunica-cion altemativos" y sobre k "eultura popular", tieneante si la tarea ingrata de dedicar una buena parte de sutiempo a "desmontar" esquemas te6ricos tradicionalesque han Qegado a constituir costumbre acad^mica y, enconsecuencia, interpretaci6n sociaL

£1 estudio de la "comunicaci6n altemativa'* y de la"cultura popular" pone en evidencia la necesidad de unarevisidn critica de numerosos planteamientos te6ricosque diaunularon la servidumbre de los medios respectode un poder que llega mis alia del imbito eomunieativoy se instala en el imbito m&s general del poder econ6mi-'CO y 8ocial.

Quisiera recoger en este sentido una lucida inter-pretacion de Antonio Pasquali: "El sector de las comu-nicaciones, que hoy ejerce su poder global sobre el con-junto de la difusidn. divulgaci6n y diseminacidn de men-8ajes, moddos, conocimientos y valores (bienes no asi-milable8 a ning(in otro en que predominen los compo-nentes materia/energfa), ha pasado a ser de veras y paradempre el 'cuarto poder' una vez profetizado . . . Sien-

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do efectivamente asi, y traiUindose comprobadamentede un superservicio/superpoder capaz de imponerse atodos los poderes tradicionales, en condiciones de decre-tar todo lo que debe decirse y callarse a nivel mundial,^c6mo extraflar8e de que genere y financie una pode-rosa ideologfa de respaldo, infiltrada en la obra filoso-fica j en la investigacion enipfrica, en la universidad yentre IDS Ifderes de opini6n?" (A. Pasquali, 197^:20-21).

Un buen ejemplo de este genero de servidumbreste6ricas, lo constituyen los criterios tradicionales acercadel papel de los medios de comunicaci6n en el desarro-llo de los pafses del Tercer Mundo, las nociones de b-bertad o planificacion de la informaci6n que en la pric-tica social con frecuencia encubren el mantenimientodel de8equilibrio o del control dictatorial de la informa-ci6n.

La ciencia de la comunicaci6n modema tiene sufi-cientes ejemplos de rcvisiones criticas a estos plantea-mientos.

Asi, por ejemplo, el largo y tenaz esfuerzo de losteoricos latinoamericanos sobre cuestiones de politicasde comunicaci6n (Behrdn, 1976) o los que interpretanlas relaciones entre un Nuevo Orden Intemacional de laInformacion y el Nuevo Orden Economico Intemacional(Capriles, 1980; Reyes Mata, 1977).

Es interesante y sugerente que sean precisamenteGarcia M^quez y Juan Somavfa quienes en los ap6ndi-ces al Informe Mac Bride hayan creido oportiino desta-car la importancia y responsabilidad de la inve8tigaci6n:

**E1 Informe no reconoce suficientemente, en gene-ral, la importancia del papel que desempefia la in-vestigaci6n para hacer de la comunicacion uno deIo8 temas centrales del debate actual y para respal-dar muchas de las decisiones adoptadas por la Co-misi6n. En particular, en el capftulo dedicado a lainvestigacion se habrfa debido destacar mis clara-

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mente la importancia fundamental que ague te-niendo una investigacion profesional y seiia parapromover la comprension de todos esos temas yadarar los fenomenos estructurales subyacentes".

No puede dedtse que todoe los sectoies y tt»m»^ tenido la. misma sueite y se hayan visto ravisadot

criticamente. Uno de eetos temas, a los que se ha presta-do.menor atencion de la requerida y no s61o en Ameri-ca Latina, sino tambi^n en Europa, ha sido, predsamen-te, el de Ia8 relaciones existentes entre los medios de eo-municacion y la cultura.

Sohre todo si tenemos en cuenta sus repercusionespoliticas, Tiacionales e intemadonales, no podremos afir-mar que las modas te6ricas en la investigad6n de lasdencias sodales y, muy especfficamente, de la teorfa dela comunicacion, hayan coinddido, precisamente, conlos m&s urgentes problemas culturaks del mundo eon-temporaneo.

Por otra parte, d objeto que nos oei^a ha experi-mentado en los tiltimos afios y sigue experimentando,una eontinua evolud6n y tranirformaci6n (Richeii,1982). Esta evoluci6n esti experimentando un ritmomuy superior a la capaddad de re^uesta de las institu-eiones dedicadas a la investigad&n de los medios de ma-sas y que, dicho sea de paso, sufren una crisis de recur-SOS en la mayoria de los paises del mundo, mientras que6stos se multiplican, aunque sea de manera secreta y re-servada, en el seno de las grandes empresas multinacib-nales del sector o en los Departamentos Ministoiales.

Este ritmo vertiginoso ha determinado que los te6-ricos cuando afin no habfan terminado de interpretar unfenomeno cultural de car&cter novedoso, por ejemplo laaparicidn de la televisidn, se hayan visto en la necesidadde interpretar un nuevo estado dd eeoeistema comuni-cativo y sus consiguientes repercusiones sobre el sistemaculturaL

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continua transfonnaci6n dfi la realidad ha de-terminado que muchos aspectos dejen de plantearsecuandp atin no se ha podido interpretar su naturaleza yconsecuencias sociales.

Es cierto que todas las ciencias sociales experimen-tan continuos cambios en sus puntos de vista, pero la-Teorfa de la Comunicaci6n y de la Cultura pertenece algrupo de ciencias que contemplan una continua varia-cion de su propio objeto. El siglo actual, con la moder-nizacion telematica, constituye un reto de pocos para-lelismos hist6ricos (Richeri, 1982). Ante estos retos losmas comprometidos estudiosos de la comunicacion seven obligados a trasladar sus objetos de estudio aban-donando campos teoricos en los que aun no se ha di-cho, siquiera, la pen61tima palabra.

Estas razonej3, y por qu6 no, las razones de siempr^,hacen estimulante una revisi6n del concepto "cultura demasas" que ya puede ahondar su crftica en una larga tra-dicion teorica, suficientemente contrastada por la expe-,riencia hist6rica. Esto es hoy m&s necesario que nuncaporque a los problemas tradicionales de la investigaci6nsobre los medios de comiuucaci6n se le aAade el reto deuna investigacion prospectiva, hacia adelante, indispen-sable en el presente momento histdrico en el que existeun claro desequilibrio entre las capacidades y los recur-sos de la tecnologfa comunicativa y los estadios concre-tO8 de su ap]icaci6n, cuando se multiplican los ayancesa nivel experimental sobre nuevas tecnologias de comu-nicacion, pero al mismo tiempo, las circunstancias eco-n6micas y sociales de siempre impiden su plena aplica-ci6n, o, simplemente, su uso democratico.

Estamos, pues, en una situacion de transf^maciony crisis, tan profunda como la que genero el debate en-tre "apocalipticos", "integrados", pero ahora, al pare-cer, no existe la preocupacion te6dca —que entoncesrepresento la Escuela de Frankfurt— por interpretar elalcance social de esta transformaci6n.

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Teorta de la cultura y pbindiscipttnariedad

Uno de los grandes problemas pendientes de lascieneias sociales &• el de una de£inici6n completa, actua-lizada y socialmente operativa de lo que sea "la cultu-ra".

La complejidad de esta tarea se deriva de las nu-merosas dimensiones y de la propia naturaleza del fen6-meno: relaci6n entre lo social y lo individual, entre laideologla y la politica, entre los aspectos intelectualesy los a^ectos materiales. No es, pues, casual que el desa-rrollo te6rico haya seguido distintos procedimientosepistemologicos (Moragas, 1981) y que, a6n hoy, la Teo-ria de la Cultura se encuentre depositada en diversasdisciplinas y mdtodos:

La investigacion socioldgfca sobre la cultura, porejemplo, ha experimentado algunos progresos,^dcsdeuna primera teorla de los efectoR de irupjraci/tn conduc-tista, hasta llegar a desairollos mds completo8~Ble inter-pretacidn de los medios de comunicaci6n como institu-ciones culturales. Este es el caso, por ejemplo, de la su-peracion de las primitivas teorias fiincionalistas (Lass-wel, 1948 y Wright, 1964) por la teoria de los usos y^atificaciones (Blumler, Katz, 1974).

En el sector de la investigacidn sociologica cabedestacar la vigenaa de los grandes planteamientos de laEscuela de Frankfurt, si no en el detalle, ai, desde luegb,en la necesidad de establecer un estudio de losproeesosculturales desde la 6ptic& de la teoria del conocimiento.

Expresa esta vigencia el hecho destacable de la cre-ciente curiosidad de los estudiosos de America Latinapor los trabajos de aquellos autores, particularmente yen la actuaUdad, por el trabajo de Habermas (1981).

En el campo antropoldgico, el trabajo etnogr&fieoha resultado excesivamente complejo y plural como pa-ra que puedan llegar hasta nosotros conocimientos etno-16gicos que nos permitan una interpretaci6n generaliza-

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ble a la cuttura moderna. El investigador de la culturacontemporanea si busca una fundamentaci6n antropolo-gica a 8u trabajo, debe rastrear por numerosas tradicio-nes teoricas, desde trabajos de Antropologk del Lengua-je (Sapir, 1974; Whorf, 1970), del funcional estructuta-lismo (Riidcliffe Brown, 1975), y del estructuralismo(L6vi-Strauss, 1958).

Los distintos avances de la Antropologia Cultural,nos han puesto en evidencia que la inteipretacidn del fe-nomeno cultural debe relacionarse con el conjunto deexperiencias wciales, costumbres, economia, geograffa,etc., que considerados en relacion con factores de car^c-ter intelectual, de conocimiento, son capaces de expUcarel funcionamiento de la sociedad.

La naturaleza de estas interrelacioties y su comple-jidad parece m&s fdcil de interpretarse en sus rasgos es-tructurales bisicos, cuando se trata de una sociedad dis-tinta a la que pertenece el investigador. Pero no es soloeste genero de dificultades lo que encuentra el investi-gador de la cultura moderna, sino que nuestra misma so-ciedad parece que ha complicado sus niveles de interre-Iaci6n, sus mecanismos de producci&n de la cultura queparecen vulrierar los esquemas tradicionales, la relaci6ndel hombre con su experiencia, de la misma manera quehoy vemos c6mo se vulneran las relaciones del medioambiente con la naturaleza.

Dejando ahora aparte, por razones epistemol6gicasohvias, la problematica de la percepci6n y del desarrollodel conocimiento, la psicologfa de la cultura ha debidoatender dos aspectos principales: los relativos al desa-rrollo del psicoanalisis y a la dindmica de interrelaciongrupal (Deutsch, 1974).

El psicoandlisis, concretamente, aparece hoy comouna dptica imprescindible para las teorfas que se refie-ren a lo que la "gente hace con los medios", para el de-sarrollo de la teoria de los usos y gratificaciones, deriva-das del uso de los medios y de los procesos culturales.

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En el mecanismo de creaci6n de necesidades y en laspropue8tas de los medios para satkfacer aquellas necesi-dades, se encontrara, sin duda, la explicacidn de nume-rosas contradicciones culturales, como lo es, por ejem-plo, el gusto popular por productos culturales funcional-

. mente antipopulares (Fromm, 1970).Son numerosas las aportaciones de la semidtica al

analisis de los fen6menos culturales de alcanbe madvo.Por de pronto jcabe destacar las aportaciones de la Se-miotica al andlisis de contenido de los medios de comu-nicacion de masas (Moragas, 1980), que permitio inter-pretar el' universo intelectual que constituye la cultura,y que de una u otra forma, se construye y pervive a tra-ves de textos.

Este reconocimiento de valor, no es ajeno a las con-sideraciones de orden hist6rico que referiamos a la Teo-rfa de la Comunicacion. No puede negarse que en losaflos 6d's —tambi n en America Latina— se depositd unanotable esperanza en los resultados que podfa ofrecer lasemi6tica, sobre to do por lo que respecta al conocimien-to de los esquemas ideologicoSj^eneralmente ocultos, opo conscientes, que aparecfan en los medios de comu-nicacion. Este interes por la aportacion semiotica, cuyoestudio sigue siendo necesario, se vio intemimpido, se-g(m mi opini6n, por dos causas principales: una de ellasreside en el hecho de que en los uhimos ailos se hayan.muMplicado los problemas de orden econdmico y polf-tico en los medios de comunicacion, lo que hizo desviarla atencion de los te6ricos de Am»ica Latina hacia pro-blemas polfticos de interns m&s urgentes e inmediatos;por otra parte, resulta innegable que los centros de pro-duccion te6rica europeos, antafio tan vigorosos, aban-don^n , a medio hacer, la investigaci6n semi6tica apli-cada a los grandes fenomenos culturales (Barthes, 1970.:Lotman, 1979), replegando su esfuerzo a la tarea —sinduda necesaria— de fundamentar te6rica y metodol6gi-camente su disciplina, o centrando su into'es en proble-

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mas textuales concretos, en una especie de ihicrosemid-tica.

Aquella fundainentaci6n te6rica y inetodol6gica hadado ya unos primeros frutos de apUcacion al andlisiscultural: los avances de la Semiotica pragmitica y de laSemi6tica del discurso (Casetti, 1980) que aportan anuestros problemas datos y metodos de la m&xima uti-lidad.

La Semi&tica del discurso que analiza las estructu-ras de composici&n del texto es capaz de distinguir losniveles de presentacion del sujeto emisor —enunciador,enunciatario— lo que facilita la comprensi6n de uno delos problemas bisicos de la moderna teoria de la cultu-ra: las estnicturas textuales de la persuasion. La Semio-tica pragm&tica (Van Kijk,, 1980) permite interpretarlos procesos de comunicaci6n como acci6n, "como ha-ca cosas con palabras" (Austin, 1971), nos permite lacomunicacidn, como intervencion.

Este conjunto de i^ortaciones teoricas (sociol6gi-cas, antropologicas, psicol6gicas y semioticas), que aqufhe resumido en forma de inventario, precisan un poste-rior trabajo de sistematizacion si, como es deseable, sepretende confrontar estos conocimientos especializadoscon los e8tudios descriptivos de la cultura y de los me-iios de comunicaci6n.

Las definiciones de cultura

Completando estas distintas aproximaciones te6ri-cas al concepto, de cultura, pueden meneionarse ahoraalgunas definiciones que por su propia tension teorica,pretenden ofrecer a las ciencias del hombre una visi6ncompleta, global, del fen6nieno culturaL

Se trata de definiciones paradigm&ticas que propo-nen las categorfas fundamentales del fenomeno y sus co-rrespondientes relaciones y dependencias.

Entre estas definiciones podrfamos recordar y se-

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leccionar, por ejempio, las siguientes:"La palabra cultura, tomada en su sentido etnogri-

fico laks amplio, designa este todo complejo que com-prende a la vez las ciencias, las creencias, y las dem&sfacultades y hdbitos adquiridos por el hombre en tantomiembro de la sociedad" (Tylor, 1871).

"Cultura es el aspecto intelectual del medio artifi:cial que el hombre se ha creado en el transcurso de lahistoria" (Moles, Sociodynamique de la Culture, 1966).

"La cultura se AtixA en el camino entre lo intelec-tual y lo afectivo, equivale al punto de vista social delsistema psico-afectivo que estructura y orienta los ins-tintos, construye una representaci6n o visi6n del mun-do, opera la osmosis entre lo real y lo imaginario a tra-ves de los simbolos, mitos, normas, ideologfas. Unaideologfa ofrece puntos de apoyo y de emnarcaci6npractica a la vida imaginaria, y puntos de salida y decrista]izaci6n imaginarios a la vida pr&ctica" (E. Morin,Enciclopedia Universalis, 1973).

Igual como sucedia con los numerosos paradigmas,comunicacionales, estas definiciones se limitan a situarel problema, a delimitarlo, para que una tarea que se:evidenciar^ pluridisciplinaria los procure resolver.

Por lo que respecta a los aspectos bisicos del fe-nomeno cultural puede afirmarse que existe un acuerdogeneralizado entre los estudiosos de las ciencias del hom-bre. Se reconoce que junto a las condiciones de car&ctereconomico, geografico, hist6rico que condicionan laconducta de los individuos y permiten modelos concre-tos de oiganizaci6n social, existen otros factores, de or-den "cognoscitivo" —tambi6n se ha dicho de "la inteli-gencia" o del "espiritu"— que seg6n intervenciones dis-tintas determinan aquella conducta y brganizaci6n. Elproblema consiste, por tanto, en la necesidad de recono-cer las rdaciones estructurales que se establecen entreestos dos universos.

Numerosos estudios etnogrificos y filos6ficos han

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demostrado que el contexto extra-intelectual determinala compi-ension de las cosas, la visi6n del mundo, es de-cir, la cultura. Otros estudios, sobre todo los de inspira-cion marxista, establecen relaciones de fntima depen-dencia entre las estnicturas culturales y los comporta-mientos sociales, permitiendo estados de falsa concien-cia o alienacion.

Esto es asi porque existe un doble nivel integrado—superador del idealismo— cuyos terminos se corres-ponden con los de infraestructura y superestructura. Es-to permite la reproduccion de las condiciones sociales.La cultura —como cultura Lurguesa— se interpreta co-mo un instrumento de dominaci&n que enajena la inter-pretacion realista de la sociedad y de la historia.

Estos trabajos te6ricos, sobre todo despu6s de lapolemica inicial entre los apocalipticos, los integrados yla escuela critica de Frankfurt, han ido demostrandoque existe un universo de referencias —valores, creen-cias, asociaciones de significaci6n, temores, deseos— quese construyen a traves de formulaciones semioticas con-cretas.

Aceptada la existencia de este universo intelectualno es aquiera suficiente el mis moderno trabajo semi6-tico de descripcion de los g^neros, de las estructuras ymodalidades de los discursos; es necesaria una perspec-tiva pluridiscipUnaria que permita hermanar los puntosde vista de la Semiotica de la cultura, la Etnologia o laSociologfa, que sea capaz de poner de manifiesto losdistintos niveles culturales y sus formas de interrelacion,compensacion o neutralizaci&n.

Para el desairollo de esta perspectiva seri del todoindispensable atender a las tipologfas de cultura y, delmismo modo, a las tipologfas de los medios de comuni-cacion, que constituyen los instrumentos de divulgaciony consolidaci6n de los generos y de las modalidades delos discursos sociales.

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Cultura de masas: un concepto equivoco

La aparici6n, relativamente brusca, de nuevos as-tema8 culturales que produjo el advenimiento de la in-du8trializaci6n, como tambi6n estd sucediendo hoy conlas innovaciones telematicas, determin6 que los plantea-mientos te6rico8, excedvamente influenciados por laimipcidn de la novedad, no advirtieran que la altera-cion, m&s que representar un cambio, si^iifica un re-fuerzo de las relaciones sociales existentes.

No deberfamos olvidar que el trabajo te6rico deorientaci6n y voluntad crftica convive con una nume-n>8a parafemalia de documentos y dedaradones, progra-mas de radio y televisi6n divulgativos, ensayos elogio-sos, pubUcidad de los nuevos productos, que crean unaactitud' favorable y acritica de la opini6n p6blica antelos cambios. Las nuevas tecnologlas implicamlesarrollosindustriales y consumlsticos que dependen de grandesintereses econ6micos. Estos intereses proporcionan unamplio tejido de valores dispuestos para una aceptacionsocial de la tran8formaci6n y de los nuevos usos.

Este falso planteamiento, esta legitimacion ddcambio tiene su expresion en la propia concepci6n delfen6meno y del progreso cultural La cultura de masasvinculada por los "nuevos medios" no se interpreta tan-to como un nivel cultural que coexiste con otros mode-los culturales, sino que se la interpreta como el modelode conocimiento moderno. Lo cierto es que la novedadcomunicativa y la mercantilizacidn de los mensajes, pa-ra citar una de las caracterfsticas mas llamativas de la"cultura de masas", coexiste con otras formal culturalesy se interTelaciona con«ellas para determinar las catego-rfas de conocimiento que determinan el cnmportamien-to individual y la organizaci6n social.

Generalmente se ha considerado que la influenciadef los medios de comunicaci6n sobre la cultura es delmismo g6nero que la que ejerce la tecnologfa sobre la

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tranrformacion del diseflo de los artefactos mecinicos.Es derto, por ejempio, que los viejos carros de traccidnanimal impusieron durante un tiempo su estilo sobre loscarros/coches de tracci6n mec^ca.

Estos diseilos experimentan durante algun tiempouna influencia mim6tiea de los antiguos carromatos parair abandonando progresivamente los antiguos estilos.

En la:s transformaciones culturales, aunque existanprocedimientos de esta misma naturaleza, no se produceestrictamente un desplazamiento, sino una reorienta-ci&n. No eabe duda que el trdnsito de una comunidadrural a una comunidad urbana no significa, por ejempio,la sustituci6n de la comunicacion primaria o interperso-nal por los medios de comunicacion t6cnicos, sino quelo que sucede es, precisamente, una readaptacion de laestructura a la nueva situaci6n, y unos nuevos sistemasde interrelaci6n e influencia en el sistema comunicativoy culturaL

Esta cuesti6n que estimo central, ha sido vista conmucha lucidez por A. Pasquali en su reciente libro Paracomprender la Comunicacidn, cuando afirma: "la abe-rrante reducci6n del fen6meno comiuiicacion humanaal fendmeno medios de comumcaci6n constituye uncaso de perversi6n intencional de la raz6n, de tosco ar-tificio ideol6gico". (PasquaU, 1978:11).

En efecto, la interpretacion de la comunicaci6n hu-mana como un problema b^ico de la "mass comunica-tion research" deterinina un desenfoque de importantesrepercusiones en el terreno de las polfticas de comuni-cacidn, por cuanto que excluye la importancia y auto-nomia de los sistemas de comunicaci6n que escapan alcontrol e influencia de las modernas necesidades de es-tablecimiento del consenso en las sociedades industrialesdesarrolladas, o en \iaa de desarroUo, las crisis sociales yculturales de finales de los afios 6O's, despert6 el inter^de los te6ricos de la cultura por interpretar el por qu6de las contradicciones —rechazo, contrasentidos ideol6-

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gicos, aburrimientos e incapacidad creativa— de una cul-tura que muchos habfan imaginado todopoderosa. Algu-nos de Ids te6rico8 pioneros del anilisis de las estructu-ras culturales de nuestro tiempo (Mwin, 1962) y (Eco,1968) revisan urgentemente sus posiciones (Morin,1975, 1982; Eco, 1979) y descubren la necesidad deproceder a tin estudio de Ja cultura desde la 6ptica delpiiblico receptor, abandonando la contemplaci6n exclu-siva de los productos —contenidos— como supuestospoderes inequfvocos de los "mass media". Es entoncescuandq se presenta la necesidad de estudiar el fendmenode la cultura desde los deseos de la poblaci6n, y desdelas distintas formas culturales que crean, alimentan ysatisfacen estas necesidades.

La dificultad del analids radica, precisamente, en estadoble funci6n de creaci6n y posterior oferta de satisfac-ci6n a estas necesidades, no s61o por el juego oferta/de-manda, sino por el complejo entramado social que se es-tablece en cada etapa y higar geogr&fico para su estable-cimiento.

Cultura popular y comunicacidn aUemativa

Podemos destacar ahora el hecho de que exista unaclara asociacidn conceptual entre comunicaci6n de ma-sas y cultura de masas y que, en cambio, esta misma re-Iaci6n no se produzca entre cultura popular y comuni-caci6n ahemativa. Este hecho pone claramente de ma-nifiesto la necesidad, que ya apuntaba al inicio, de pro-ceder a una re\isi6n de las tipologfas de los medios y delos niveles culturales.

Se entiende por "comunicaci6n altemativa", porlo general, im proceso que permite una inversi6n de sig-no respecto a la "comunicacidn dominante". Esta inver-si6n puede situarse a diversos niveles y funciones comu-nicativa8: a nivel del contenido, a nivel de la naturalezadel proceso que se establece, y por consiguiente, a ni-

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vd de la funci6n social que se derive de los dos anterio-res aspectos.

Por su parte, la cultura popular-no suele reconocer-se como una cultura altemativa, respecto de los conte-nidos y funciones culturales de la cultura de masas.

"La cultura popular" no se plantea de manera di-cotomica. como altemativa, se acepta como actividad no

Imilitante, incluso recreativa, y que podrfa distinguirsepor algo fundamental, y que debe ser analizado con lamixima precisi6n, que es su funci6n de autorrepresen-tacion sociaL

Esto es asf porque existe una clara diferencia entrelos procesos de comunicacion y los procesos de cultura:la comunicacidn, como hemos criticado reiteradamente,suele ser entendida como un acto aislado, individuaUza-do, en el que la intencionalidad (la emisi6n) puede con-vertirse en elemento definidor de su naturaleza.

Sin embargo, este mismo proceso aislacionista resul-ta mucho mds ficil de comprender en los anilisis cultu-rales en los que la intencionalidad emisora o el propioanalisis de contenido de los textos queda relegado a unsegundo piano —incluso diacronicamente. Cultura es lacristalizacion social —conocimiento— de aqueUos proce-sos y de sus contenidos.

Estas primeras distinciones nos permiten avanzaren el andlisis tipologico de la cultura en nuestro tiempo,para insistir en el hecbo de que lo que caracteriza a lacultura actual, no es tanto la existencia de uno u otromodelo cultural aislado sino, precisamente, de su in-tersecci6n. La interseccion se manifiesta a un triple ni-vel: a nivel de los textos —y por tanto en un terreno quees competencia del analisis semiotico—, a nivel del co-nocimiento, y a nivel de sus consecuencias sociales,— enel terreno de las demis ciencias sociales incluidas la so-ciobgfa y la ciencia politica.

Baste hacer una observacion superficial del com-portamiento de las clases trabajadoras en sus conversa-

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ciones. en las organizaciones de fiestas vecinales, paracomprender que no pueden ubicarse estos dos modelosde cultura en espacios aislados, porque entre ellos seproducen .distintas formas de cooperacion y neutrali-zaci6n.

Los propios medios de comunicaci6n, hechos poremisores que no son ajenos a los conflictos sociales,recogen la voz, tarde o temprano, poco o mucho, de lasexpresiones de origen popular. Las asimilan, las rechazano las ridiculizan, pero circulan.

No existe impermeabilidad entre los medios y losniveles culturales. Cualquier intento de interpretaci6naislada, como ha sido practica habitual de la teoria de lacomunicacidn dominante, divide en dos el universo indi-visible del conocimiento ~y de la estructura social.

En cualquier caso deberd recordarse que por mdsque se distinga a nivel conceptual entre modelos cultura-les, la sociedad de la que se trata es una sola y unica so-ciedad, con las diierencias de clase que la caracterizan.Mds alld de las propuestas culturales, como nos recomen-d6 Eco (1979), es necesario formular preguntas sohrelas actitudes de la gente. Esto debe hacerse preguntandopor las razones de aceptacidn y de rechazo de los pro-ductos culturales; fuera del texto, fiiera del productocultural, encontraremos las bases de interpretacion de suincidencia.

Una buena parte de las razones de aceptacion delos productos de la cultura de masas —que bien podrfa-mos calificar de "antipopulares aceptados de grado porlas clases populares"— se encuentran en las formas de vi-da a las que se somete el hombre contemporaneo.

Asi, por ejempio, el uso de la televisi6n, debe rela-cionarse directamente con el horario laboral, con las di-mensiones de la vivienda media, con su organizaci6n enbloques, con el tiempo de transporte, con la fatiga fM-ca, la alimentacion, el consumo de alcohol, etc. Estasnecesidades, generadas extrasemi6ticamente por las

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condiciones de vida, exigen respuestas comunicativas,sean directas o sustitutivas.

A ello re8ponde el desarrollo de las t^cnicas de pro-duccion y de adaptacion de los mensajes a los gustos dela mayorfa.

Pero mds alM de los contenidos, y dentro de hapropias condiciones comunicativas, cabe a<in destacarla creacion de estados especfficos de ansiedad y necesi-dad comunicativa, incluso, a nivel perceptivo. Es nece-sario reflexionar sobre la modema necesidad de rupturacon el silencio que empieza hacerse ya obsesiva en lasmodernas ciudades v de cuyo slndrome creo que es unbuen ejemplo el hecho de que la mayorfa de personas alllegar a su hogar, y antes que cualquier otra acci6n,aprieten el bot6n del aparato de television o el ya pro-lijo uso de Walkman en las grandes ciudades europeas.

Condiciones comunicativas y extracomunicativasdeterminan el establecimiento de comportamientos co-municativos que deben interpretarse en terminos de ne-cesidad.

El analisis de la interrelaci6n no se agota con las ra-zones de "aceptacion" y las mutuas interferencias en es-te sentido; existe una segunda coordenada de interrela-cion en la que se expresa el "rechazo", la fuerza de re-sistencia de la comunicacion popular.

Es un hecho indiscutible que no todos los intentosde manipulaci6n de la cultura y de la informacion demasas llegan a su objetivo de "encantamiento". Existeel rechazo, y las condiciones de este rechazo se aseme-jan, conceptualmente, a las que determinan la acepta-ci6n. En ambos casos encontramos razones comunica-tivas y razones extracomunicativas.

La aceptacion del mensaje, en sus diversas formasde gratificaci6n simb61ica o practica inmediata, chocacon las exigencias derivadas de estados de necesidad so-cial y de evidenda de la intenci6n manipuladora. Asf, lasituaci6n actual del desarroUo capitalista ha sumido a

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ampUas capas de la pobladdn a las miserias del desem-pleo, sentimiento de inutilidad, desbaratando los inten-tos de estabkcimientos de consesos en la poblaci6n,forzando la maTginacidn, incluso cultural, de esta clase,la de los desempleados, para seguir alimentando las ilu-siones de consumo de la clase trabajadora con ocupa-ci&n. La aparici6n del desempleo, como fen6meno real,genera una ampUa actitud de rechazo a los esquemas ac-tuales de la cultura de masas. La desconfianza en la ges-ti6n polftica, en las democradas formales, genma oinisituaci6n de rechazo de los esquemas dominantes y abrelas puert^s a una cultura juvenil llamada del "pasotis-mo", reacia a aceptar cualquiera de las escalas de valo-res, incluida-la democrada y sus esquemas culturales.

Una teorfa critica de la comunicaci6n y de la cul-tura eeti obligada a esforzarse en reconocer las condi-ciones de aceptad6n y de rechazo de las propuestas deconsenso que pretenden establecer los medios de comu-nicacidn.

Esto significa tomar en consideraci6n las formasespecificas de cultura que permiten aghitinar los senti-mientos de animadversidn o rechazo de la cultura ma-siva, adoptando exteriorizadones semi6ticas que bus-can el contraste con los discursos sodales establecidos.

Junto' a las razones sociales —extracomunicativas—tambi6n existen razones estrictamente comunicativaspara el rechazo. La sociedad de la ubictiidad contem-pla el crecimiento de los sistemas de emisidn comuni-cativa centralizada, pero al mismo tiempo contemplael credmiento y la aparici6n de nuevas formas comu-nicativas s e g ^ esquemas contrarios.

En este punto, tipologfa de la cultura y tipoktgfade. Io8 medios de comunicaci6n aparece como constitu-yente de un marco comfin.

Es fidl comprenderlo asf si se acepta que la vehi-culad6n -acd6n comiuiicativa- de los valores cuHu-rales no constituye una simple tarea de transmisi6n in-

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capaz de intervenir sobre los eontenidos, sus condicio-nes y resuhados sodales. Por el contrario, en el an&li-sis de su alcance, de sus dmbitos de cobertura, descu-brimos los aspectos determinantes de las tipologfas dela cultura y, en consecuencia, de sus correspondientesusos sociales.

El dmbito de recepddn del proceso cultural ycomunicativo: Cultura popular y cultura local.

El cardcter transnacional de la cultura de masas(Reyes Mata, 1982) no ha dejado de ponerse en eviden-da, hasta presentarse como una de las cuestiones clavede la sociedad actual. La expansidn internacional del ca-pital, k aparici6n de las grandes muMnacionalea y dconsiguiente aumento del consumo a escala planetaria,ha ido acompaftado de una penetraci6n y extensi6n in-temacionales de los bienes culturales.

No vamos a extendemos en este J)_unto que tienenumerosos testimonios cientificos (Flychi, 1982; Ha-meHhk, 1981; Mattelart y Kemme, 1980; Schiller, 1970;etcetera).

En los afios 6O's la reflexi6n se centraba en la in-fluencia internacional del cine de Hollywood y de sufunci6n transmisora de las formas y valores del modelode vida norteamericano. En la actualidad, este mecaius-mo se ha extendido en cantidad y en calidad a su sinffnde productos culturales, hasta constitiur una familia denegocios entre las m&s importantes y rentables del mun-do.

Ya no es s61o cultura cinematogrdfica la que se veatravesada por esta influencia, sino que esta presencia sedetecta a otros niveles, entre los que destaca, necesaria-mente, el de la informacion polftica.

Es evidente que en la actualidad, como nunca anteshabia sucedido en la historia, se produce una oferta cul-tural de dmbito internacional, cuya expansi6n viene aus-

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piciada por la existencia de nuevas t^cnicas de transmi-8i6n y de recepci6n, que han convertido en un hecho,cuando menos en una posibilidad, la aldea globaL

Gualquiera que sea la conclusion a la que se llegue,lo cierto es que la tipologfa de los medios de comunica-ci6n, y m&s concretan^nte, las dimensiones de su dmbi-to de cobertura, son puntos de referenda obligados a latipologfa de la cultura.

Sabemos que existe un punto de partida: el dmbitode las propuesta8 culturales de mayor circulacidn en elmundo actual es transnacionaL

^Pero acaso esto nos obliga a un planteamientotransnacional, tanto del "rechazo", como de la "acep-taci6n" de las prbpuestas culturales? Fernando ReyesMata (1982), phmtea la necesidad de superar la dimen-si6n (reducci6n) local de la comunicaci6n akemativa.Esta inquietud nace, desde hiego, de la evidencia de ladimension trasntcional de la infonnaci6n dominanteque ve reforzar continuamente su eje de c^itralizacidn(transnacionaUzacidn).

Para Reyes Mata "el desaflo analMco esti en bus-car la integradon de una diversidad de fen6meno8 quehan surgido en el marco de las respuestas parciales dedistintas sociedades, frente a un fendmeno que tieneun polo comun de origen" (Reyes Mata, 1982:7).

En efecto, a primera vista parecerfa necesario en-contrar un polo comun de respuesta a un mismo polocomfin de origen. Ahora bien, si contemplamos esteproblema —como tambi6n hace Reyes Mata— desde latipologja de los medios, podemos abrir un camino dereencuentro, no organizado, es decir, no centralizado,de esta respuesta y, al mismo tiempo, abrimos nuevasperspectivas a las politicas comunicativas de &mbito na-cional y local. Frente a la acci6n de un polo de origencomCin y en distintos Hncones del mundo, m&s que pro-ducirse una misma respuesta, se produce una respuestadel mismo signo. Una respuesta de oposici<^ a la pro

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pue8ta centralizada que se transmite desde el polo deorigen; la cuhura homog^nea transnacional se instalaen la sociedad en contraposici6n a la pugna que le

' plantean los esquemas culturales y comunicativos queestabl^cen la estrategia del rechazo. Mientras m^ fuer-tes sean estos procesoa (Mattelart, 1980 a) mayor esla po8ibi]idad de neutralizaci6n. La respuesta eficaz noes tanto una respuesta espontanea, como la organiza-ci6n de respuestas locales concretas.

Empieza a estar suficientemente comprobado quelas burguesfas locales apuntan, con algunas contradic-ciones en algimos pafses, por los esquemas de dominiotransnacional. Aunque el localismo no puede definirse'como unjcamente progresista es, con todo, la condici6nde posibilidad de la pervivencia de las culturas popu-lares, al operar como refuerzos y defensa de la identidadcolectiva, frente a la tendencia actual del capitalismo deborrar toda frontera a los llmites de su expansidn y ho-mogeneizaci6n transnacionales.

La nccesidad de elaborar una nueva tipologfa delos medjos aparece ahora como una necesidad de la pro-pia teoria de la cuhura. De la misma forma que no pue-de confundirse "cukura de masas" y "cultura moder-na", tan^oco pueden confundirse "comunicaci6n demasas" y "comunicaci6n social". Por las mismas razones"cultura popular" y "comunicad6n altemativa" sonconceptos insuficientes y equfvocos, sobre todo si seproponen como altemativos a los conceptos clave "cul-tura de masas" y "comunicacidn de masas", respectiva-mente.

La tipologfa de los medios permite, pues, estable-cer tambien una nueva tipologfa de las culturas, en lasque la "cultura", como estructura inteleictual de inter-pretaci6n de la reaUdad, se establece en el contacto yen la pugna de distintas acciones comunicativas, de di-versos y contradictorios discursos sociales.

ejemplo, la tipologfa de los medios que

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distingue diversas categorias de su ambito de cobertura(megamedios, macromedios, mesomedios, microme-dios), aunque sean f6rmulas provisionales, permitendefinir e interpretar los distintos niveles que constituyeaquella interrelaci6n, superando el limitado esquema enel que s61o existia comunicacidn de masas y comunica-W6n interpersonal, dando cabida a experiencias que per-miten la existencia de poUticas nacionales y, aim, regio-nales de comunicad6n.

No debe pensarge en la reduccion al localismo delas altemativas culturales (Reyes Mata, 1980), pero estos61o es posible cuando existe im movimiento social ypolitico —los pafses no alineados son un qemplo deello—, capaces de generar sus propios sistemas y circui-tos de comunicaci6n.

No siempre es posible alcanzar estos grados o nive-les de organizaci6n comunicativa. Esto degende, desdeluego, de condiciones poUticas y econdmicas ^-extra-comunicativas— de cada pais y circunstancia bistdrica.No debe concebirse un terreno de lucha social aisladopara la comuiiicacion y la cultura. Esto es el objetivoprictico y te6rico de la comunicad6n como instrumen-to de dominacidn, lejos de proponer esquemas cultura-les para la participaci6n efectiva de los individuos en lavida social, la comunicaci6n dominante pretende el de-sarrollo de un sistema de satisfacci6n imaginario a lanecesidad de participaci6n sodaL Se pretende multipK-car y enriquecer los suefios.

El estudio de la cultura como un universo aut6no-mo constituye cl pi^to de apoyo te6rico a esta prdcticacultural de la evasi6n.

Lucha polftica y> hicha-euUural y comunicativa secorresponden estrictamente. La diferencia reside en k>que es peculiar de la comunicacidn y de la cuhura. Lacomunicacidn es un instrumento de creacidn de consen-so, es un instrumento para convertir en p6blico, en co-mfin, el conocimiento condicionado por las condiciones

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sociale8 y esta tarea, como la pugna social, se establccea distintos niveles y con distintas y opuestas intenciones.

El trabajo te6rico de los investigadores de la cultu-ra tiene la tarea de contribuir^ a la comprension globaldel siBtema comunicativo —contextualizdndolo—, lo queimplica una tarea necesariamente crftica e independien-te, pero que tambien impliea aportaci6n de datos parael desarrollo de los medios de comunicacion "interme-dios" entre la comunicaci6n transnacional y la comu-nicaci6n interpersonal, y que constituye, sin duda, elterreno propio de supervivencia de la cultura populary la salvaguarda de la identidad de los pueblos.

El trabajo te6rico debe, incluso, contribuir a supe-rar los Ifmites naturales de la experiencia local.

Los investigadores, entre los que existe una limita-da pero valiosa circulaci6n de ideas, pueden contribuira crear un consenso en la acd6n k>calizada, que puedahacer que lo h>cal, lo reduddo, tenga una clara proyec^ci6ii intemacional.

Si estos te6ricos se encuentran en contacto con losmovimientos culturales de su propio contexto y no selimitan a una pura tarea academica, el trdnsito de infor-maciones te6ricas a nivel intemacional, contribuirtf apromovCT el origen popular, di^erso y comun, de la co-municaci6n locd, sin que ello signifique alteraci6n algu-na de los limites de identificacion de cada cultura, sino,Dredsamente, todo lo contrario.

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