Revisión Crítica Del Naturalismo. Actualización de Un Debate Histórico - Óscar Barrero Pérez

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REVISION CRITICA DEL NATURALISMO. ACTUALIZACION DE UN DEBATE HISTORICO ÓSCAR BARRERO PÉREZ Universidad Autónoma de Madrid Los ŭ ltimos arios registran la resurrección de un debate, el del natura- lismo, que hacia 1880-90 hacía latir con velocidad los corazones de escrito- res y críticos de la época l , y que hoy solo es materia de análisis emocional- mente distante. La celebración de los congresos internacionales de Cerisy, Nantes, Varsovia, Catania y Toulouse (en 1976, 1982, 1984, 1986 y 19872), dedicados al análisis del naturalismo del pasado siglo, habla del interés que hoy sigue despertando el tema que entonces apasionó en tan alto grado. In- terés, por cierto, refrendado por la publicación, en 1988 y 1989, de los n ŭ- meros monográficos de las revistas Iris, Letras Peninsulares e Insuld y por el ' Eduardo López Bago escribía en 1884, aludiendo al naturalismo, que «la polémica [...] va revistiendo ya los caracteres de reñida lucha, en que está concentrado todo el interés de los literatos esparioles. En el Ateneo, en los saloncillos de los teatros, en las Academias y has- ta en las mesas de los cafés, no hablamos de otra cosa» («Naturalistas e idealistas. Contestación a una carta del serior don Víctor Balaguer», La Rustración Militan 20 jul. 1884, pág. 456). Si nos retrotraemos a tiempos más próximos resultará también posible localizar muestras de ar- dor combativo como la de Pierre Cogny en su libro de 1953 Le naturalisme (he consultado la 42 edición, de 1968; París: Presses Universitaires de France). 2 Las actas del primero se publicaron en 1978 (L,e naturalisme. Colloque de Cerisy, París: Union Générale d'Éditions); las del tercero, en 1984 (Yves Chevrel (ed.), Le naturalisme en question, París: Universidad de París-Sorbona); las del cuarto, en 1988 (Naturalismo e verismo. I generi: poetiche e technique, Catania: Fundación Verga); las del quinto, con Yvan Lissorgues como edi- tor, en el mismo ario (Realismo y naturalismo en España en la segunda mitad del siglo xix, Barce- lona: Anthropos). N ŭmero monográfico sobre el naturalismo, en his (Montpellier), 1988/1; «Reaproxima- ción al naturalismo español » , Letras Peninsulares, n 2 5 (prim. 1989); «El estado de la cuestión. El naturalismo en Esparia», ínsula, n 2 514 (oct. 1989). [55] Anuario de Estudios Filológicos, XXII/1999, 55-71

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Sobre el movimiento de Zola

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  • REVISION CRITICA DEL NATURALISMO.ACTUALIZACION DE UN DEBATE HISTORICO

    SCAR BARRERO PREZUniversidad Autnoma de Madrid

    Los ltimos arios registran la resurreccin de un debate, el del natura-lismo, que hacia 1880-90 haca latir con velocidad los corazones de escrito-res y crticos de la poca l , y que hoy solo es materia de anlisis emocional-mente distante. La celebracin de los congresos internacionales de Cerisy,Nantes, Varsovia, Catania y Toulouse (en 1976, 1982, 1984, 1986 y 19872),dedicados al anlisis del naturalismo del pasado siglo, habla del inters quehoy sigue despertando el tema que entonces apasion en tan alto grado. In-ters, por cierto, refrendado por la publicacin, en 1988 y 1989, de los n -meros monogrficos de las revistas Iris, Letras Peninsulares e Insuld y por el

    ' Eduardo Lpez Bago escriba en 1884, aludiendo al naturalismo, que la polmica [...]va revistiendo ya los caracteres de reida lucha, en que est concentrado todo el inters delos literatos esparioles. En el Ateneo, en los saloncillos de los teatros, en las Academias y has-ta en las mesas de los cafs, no hablamos de otra cosa (Naturalistas e idealistas. Contestacina una carta del serior don Vctor Balaguer, La Rustracin Militan 20 jul. 1884, pg. 456). Sinos retrotraemos a tiempos ms prximos resultar tambin posible localizar muestras de ar-dor combativo como la de Pierre Cogny en su libro de 1953 Le naturalisme (he consultado la42 edicin, de 1968; Pars: Presses Universitaires de France).

    2 Las actas del primero se publicaron en 1978 (L,e naturalisme. Colloque de Cerisy, Pars: UnionGnrale d'ditions); las del tercero, en 1984 (Yves Chevrel (ed.), Le naturalisme en question,Pars: Universidad de Pars-Sorbona); las del cuarto, en 1988 (Naturalismo e verismo. I generi:poetiche e technique, Catania: Fundacin Verga); las del quinto, con Yvan Lissorgues como edi-tor, en el mismo ario (Realismo y naturalismo en Espaa en la segunda mitad del siglo xix, Barce-lona: Anthropos).

    Nmero monogrfico sobre el naturalismo, en his (Montpellier), 1988/1; Reaproxima-cin al naturalismo espaol , Letras Peninsulares, n2 5 (prim. 1989); El estado de la cuestin.El naturalismo en Esparia, nsula, n 2 514 (oct. 1989).

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    Anuario de Estudios Filolgicos, XXII/1999, 55-71

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    rescate de las reserias de La desheredada galdosiana4 y de un prlogo de Jacin-to Octavio Picn a una olvidada novela naturalista de Martn Lorenzo Co-ria5 . Basta pasear la mirada por el completsimo artculo de Yves Chevrel in-cluido en las Actas del citado congreso italiano 6 para percatarse de la abun-dancia de datos e interpretaciones a que en los ltimos arios ha dado origenel tema.

    El enjuiciamiento del naturalismo ha merecido durante los algo ms decien arios que se han cumplido a partir de su orto valoraciones diversas quehan corrido parejas con la evolucin de la crtica literaria. As, en aquellosarios previos al cambio de siglo la valoracin del naturalismo como tenden-cia literaria fue inseparable de la interpretacin ideolgica, siempre anterioral propio texto. Y ello no solo en la geografa espariola, sino en otras porlas que se extendi la marea propagada desde Francia. Lo recuerda BrianNelson:

    The debates surrounding naturalism had, at bottom, a political andideological dimension. They were really debates about the challenge posed toaccepted political and religious assumptions by the new scientific and analyti-cal temper of the age, and about the defensibility or otherwise of hierarchi-cal models of social and moral organization7.

    Las citas extractadas por quienes se han dedicado al rastreo de tales opi-niones inmediatas obligan a coincidir con Jos Manuel Gonzlez Herrn ensu afirmacin de que, salvo aisladas excepciones, predominaron entonces laconfusin terminolgica, la falta de informacin, la pobreza argumental, losprejuicios ideolgicos y estticos, la mezcla indiscriminada de dictamen es-ttico y prdica moral8.

    La bsqueda de datos histricos de carcter positivista en la que GiffordDavis9 , Ferdinando Roselli l , Walter T. Pattison n y, posteriormente, Luis L-

    4 Cf Ignacio Javier Lpez, En torno a la recepcin del naturalismo en Esparia (los Or-tega Munilla, Leopoldo Alas, Toms Tuero, Luis Alfonso y las reserias de La desheredada de Gal-ds), Nueva Revista de Filologa Hispnica, xxxix (1991), pgs. 1005-23.

    5 Cf Laureano Bonet, El naturalismo en Esparia: un texto olvidado de Jacinto Octavio Pi-cn, en vv. AA., Homenaje al profesor Antonio Vilanova, Barcelona: PPU-Universidad de Barcelo-na, 1989, 1,, pgs. 73-88.

    tat present des tudes sur le naturalisme, en Naturalismo e verismo, 1, pgs. 39-78.7 Introduction a Naturalism in the European Novel. New Critical Perspectives, Nueva York-Ox-

    ford: Berg, 1992, pg. 5.8 En Emilia Pardo Bazn, La cuestin palpitante, Barcelona: Anthropos, 1989, pg. 20.9 The Critical Reception of Naturalism in Spain before La cuestin palpitante, Hispanic Re-

    view, xxn (ab. 1954), pgs. 97-108; del mismo autor, The coletilla to Pardo Bazn's La cuestinpalpitant e , ibid., xxlv (en. 1956), pgs. 50-63.

    ' Cf Una polemica letteraria in Spagna: il romanzo naturalista, Pisa: Universidad, 1963."Cf El naturalismo espaol. Historia externa de un movimiento literario, Madrid: Gredos, 1965.

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    pez Jimnez 12 se mostraron tan diligentes situ el tema en los lmites del es-

    tudio cientfico. Contbamos ya, desde los aos sesenta (y aun antes, si re-cordamos aportaciones acotadas, como la de Davis), con lo ms sustancialde la informacin, repetida (Eduardo Godoy Gallardo 13) o en trance de serinterpretada (Jos Antonio Gmez Marn") en los arios setenta'3.

    La conferencia que puso el broche final al Congreso de Toulouse era mu-cho ms que un mero resumen de aportaciones anteriores. En ella GonzaloSobejano hablaba ya de El lenguaje de la novela naturalista, enumerandoun conjunto de notas formales distintivas que podran servir de base paraun estudio global de ms amplias miras que supere el n mero de las seisobras diseccionadas en el trabajo16.

    Parece, pues, que el tema del naturalismo espariol se encuentra en unanueva fase del anlisis crtico, en la que se detecta un progresivo inters poracceder a tres espacios complementarios. En el primero de ellos se situaraese intento de acotacin formal a que aluda hablando de la ponencia deSobejano. Se trata en un caso como este de partir de lo individual (el estu-dio de la obra concreta) para llegar a lo general (los rasgos definitorios delnaturalismo globalmente entendido). Es la aplicacin a lo formal de unprocedimiento seguido no hace tantos arios por Juan Oleza para lo temti-co. La diferencia entre uno y otro acercamiento es que el primero atiendeen mayor medida la autosuficiencia esttica del texto, mientras que el se-gundo presta atencin sobre todo al contexto, para deducir de la lectura dela novela naturalista unas consecuencias de orden sociolgico. El naturalis-mo es para la interpretacin de Oleza la expresin de una cierta burgue-sa liberal, de una vanguardia burguesa 17; en definitiva, un paso ms en unproceso histrico que conduce el equilibrio propio del realismo a un calle-jn sin salida que deviene desengario y que literariamente se manifiesta enforma de naturalismo.

    El segundo gran espacio crtico abierto en estos ltimos arios ha ido en-sanchando sus fronteras, originando una reorientacin de los estudios sobre

    12 Cf. El naturalismo y Espaa. Valera frente a Z,ola, Madrid: Alhambra, 1977.Cf El movimiento naturalista y la crtica espaola del siglo xix, Mapocho, n2 23 (1970),

    pgs. 55-70.14 Cf varios de sus artculos en Aproximaciones al realismo espaol (Madrid: Miguel Castello-

    te, 1975), en especial Zola y el naturalismo en Espaa, Emilia Pardo Bazn: el paisaje comoideologa y Tres notas sobre Galds.

    " Nada nuevo se dice en el artculo de Marie Roig Miranda Le roman naturaliste en Es-pagne, publicado en el libro colectivo Hommage Nelly Clemessy (Niza: Universit de Nice-So-phia Antipolis, 1993), 11: Les caractres de ce roman naturaliste sont ceus d'un naturalismeattnue dans ses positions philosophiques et politiques (pgs. 445-46).

    16 En Yvan Lissorgues (ed.), Realismo y naturalismo, pgs. 583-615.17 La novela del siglo xtx. Del parto a la crisis de una ideologa, Barcelona: Laia, 2 1984, pg. 36.

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    el naturalismo. Aludo a la apenas iniciada remocin de tpicos y prejuicioshasta no hace mucho slidamente asentados en la historia de la literaturaespariola. Buena prueba de esa tendencia son las comunicaciones de BrianJ. Dendle is, Nelly Clemessy l9

    y Gonzlez Herrn" en el congreso de Tou-louse. Las bases de dos de los pilares del edificio naturalista, La desheredada,de Prez Galds, y La tribuna, de Pardo Bazn, fueron sometidas a juiciosque arrojaron en los tres casos sentencias distintas de las habituales. Si Den-dle rechazaba la ruptura de la primera de las novelas citadas con respecto alo escrito hasta entonces por Galds, negando, por insostenible 21 , la tesisde que el escritor canario adoptara en 1881 los mtodos de Zola, GonzlezHerrn haca ver, coincidiendo en su conclusin con Clemessy, el enlace dellibro de Pardo Bazn con un romanticismo en el que el pretendido afndocumental no sera otra cosa que costumbrismo; la historia, folletn msque fragmento de vida; y la supuesta objetividad impersonal, en el fondo s-tira tendenciosa.

    En muy pocos arios, los que median entre 1977 (cuando Mercedes Etre-ros afirmaba que La tribuna era

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    recen ms fundadas las ideas expuestas por Maurice Hemingway y Dario Vi-llanueva en sendos trabajos en que se cuestionaba (en 1983 y 1984, respec-tivamente) el naturalismo de Insolacin y Los pazos de U11oa28 Es inevitable,adems, recordar la rotunda afirmacin de Mariano Baquero Goyanes, se-gn el cual La madre naturaleza es uno de los ms artificiosos y menos na-turalistas relatos del siglo xix 29 . 0, despus, la tesis de Claire Nicolle Robin,que estudiando Le naturalisme dans La desheredada de Prez Galds habia Ilega-do a la conclusin de que on peut dire qu'il n'y a pas de thorie natura-liste chez Galds, mais une pratique naturaliste30.

    Falta hablar de un tercer espacio critico, lindante con teorias sociopol-ticas de moda (sobre todo en Estados Unidos) en el final de siglo. Es esteun espacio cuya atractiva presentacin actual viene favorecida por el auge deun pensamiento politico que ha hallado su proyeccin literaria en la pala-bra ginocrtica. El libro de Mary Lee Bretz Voices, Silences and Echoes ejempli-fica la aportacin a nuestro tema del feminismo norteamericano, proclive ala lectura ideolgica y poco propicio a la estticam.

    Es obligado partir del naturalismo de Zola para tratar del espariol. Pocoscasos en la historia de nuestra literatura mostrarn de manera tan clara comoeste la interrelacin entre sucesos histricos acaecidos en diferentes paises.

    ralismo de la novelista gallega en sus cuentos, Lou Charnon-Deutsch se limita a constatar lavariedad de registros, incluso dentro del mismo libro (Naturalism in the Short Fiction of Emi-lia Pardo Bazn, Hispanic Journal, 3/1 (1981), pgs. 73-85).

    28 M. Hemingway, Emilia Pardo Bazn. The Making of a Novel (Cambridge: Universidad, 1983),especialmente pg. 16; y D. Villanueva, Los pazos de Ulloa, el naturalismo y Henry James, His-panic Review, LI1 (1984), pgs. 121-39. Los dos han insistido en la idea ms recientemente: parala primera, the novels usually considered to be her most naturalist, far from being directedtoward the conclusive demonstration of a thesis, are in fact structured on uncertainly (Emi-lia Pardo Bazn: Narrative Strategies and the Critique of Naturalism, en B. Nelson (ed.), op.cit., pg. 136); el segundo llega a hablar del antinaturalismo de Los pazos de Ulloa (en M.Mayoral (coord.), Estudios, pg. 29). El ttulo del artculo de Carlos Feal Deibe, Naturalismoy antinaturalismo en Los pazos de Ulloa (Bulletin of Hispanic Studies, itt (1971), pgs. 314-27),es desorientador: ninguna observacin puede extraerse de el sobre el tema aparentemente pro-puesto.

    29 La novela naturalista espaola: Emilia Pardo Bazn, Murcia: Universidad, 2 1986, pg. 75.38 Le naturalisme dans La desheredada de Prez Galds, Paris: Les Belles Lettres, 1976, pg. 77.31 El punto de partida de la autora queda resumido en estas frases de la pg. 8: Natura-

    lism is not a purely aesthetic question nor is it a largely literary matter with secondary religiousor aesthelic-philosophical considerations. [...] The individuals who intervene in the various lite-rary debates are generally active in politics and can almost never be defined solely as literarywriters (Voices, Silences and Echoes. A Theory of the Essay and the Critical Reception of Naturalism inSpain, Londres: Tamesis, 1992). Lo cual no obsta para que haya que reconocer que, como es-cribe Eamonn Rodgers, the reaction to naturalism in Spain tells us less about literature thanit does the deep ideological divisions within Spanish society (The Reception of Naturalismin Spain, en B. Nelson (ed.), op. cit., pg. 134).

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    Toda aproximacin al naturalismo divulgado entre nosotros en los ariosochenta que margine las referencias francesas ser incompleta.

    Apenas me detendr en datos de dominio com n: la afirmacin pre-naturalista incluida por los hermanos Goncourt en el prlogo de GerminieLacerteux (1864); la existencia de un primer artculo de Charles Bigot fe-chado en 1876 y publicado en Revista Contempornea, artculo que dio a co-nocer en Esparia el naturalismo de allende los Pirineos; la inexistencia demencin alguna al movimiento en ese Discurso sobre la moral en el arte conque un ario despus Alarcn pona el pie en la Real Academia y que, porsu tema y enfoque, tan bien se prestaba a la alusin directa; la misma au-sencia, y en el mismo ario, en otro artculo igualmente propicio para el trata-miento del asunto, como lo era La tendencia docente en la literaturacontempornea, de Manuel de la Revilla, precisamente el autor del que hasido considerado el primer estudio serio aparecido en nuestro pas sobre loque poco tiempo despus habra de ser la cuestin palpitante (El naturalis-mo en el arte, artculo publicado en 1879 en Revista de Espaa); las tra-ducciones, en 1879, de un cuento de Zola publicado en Revista Contempor-nea, y en 1880 de varias novelas del autor francs (una de ellas, La taberna,por partida doble), todo ello muy poco antes del clebre debate en el Ate-neo madrilerio sobre el tema.

    Henri Mitterand nos recuerda que la palabra naturalismo la utiliz Zolaya en 186632 , aunque su existencia fuera muy anterior. Son sos arios en queZola pretende abrirse camino en la selva literaria. Francisco Caudet viene aafirmar que la creacin de esta escuela que se pretende nueva con respectoa las anteriores podra explicarse parcialmente con este enunciado: Zola sepreparaba para, afirmando su personalidad y su temperamento, diferenciar-se de los dems y tener, as, su parte de protagonismo y dominio en la so-ciedad33.

    No es difcil determinar la equivalencia entre ese punto inicial y otro denuestra geografia: la condesa de Pardo Bazn, legtimamente deseosa de ha-cerse con un espacio propio en nuestra literatura, alza su voz belicosa (asla define en su prlogo a la cuarta edicin de La cuestin palpitante), con ob-jeto de hacer notar su presencia. Nada ms a propsito para conseguir suobjetivo que uncirse al carro naturalista que ya en torno a 1880 comenzabaa ser objeto de atencin o preocupacin, segn los casos.

    Volvamos a Zola. En 1868 se ha atrevido (segunda edicin de Teresa Ra-quin) a desgajar su naturalismo de los troncos romntico y realista, situndo-

    32 Les trois langages du naturalisme, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y naturalismo, pg. 22.33 Zola, Galds, Clarn. El naturalismo en Francia y Espaa, Madrid: Universidad Autnoma,

    1995, pg. 38.

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    lo en plano de igualdad con respecto a ellos. eQu mejor idea que ampliarel espacio con objeto de que hallen cabida en l otros autores, y asi eludirel peligro de que llegue a identificarse el naturalismo con su propia perso-na? De ahi sus frecuentes referencias a ese plural nosotros, escritores natura-listas, que tan poco dice al historiador. Y no solo al actual, sino tambin alque enjuici el fenmeno de manera inmediata. Basta repasar los nombresincluidos por Ferdinand Brunetire en su capitulo Les petits naturalistes,incluido en la segunda edicin de su libro sobre Zola y su escuela (1892),para percatarse de que los nombres a ella adscritos son figuras secundariaso bien creadores demasiado personales (Maupassant, por ejemplo) paraadmitir el fcil encuadramiento34.

    Sin embargo, en la Carta a la juventud fechada en mayo de 1879 yreproducida por Laureano Bonet en su edicin de los escritos de Zola hayya una muestra de esa ampliacin del concepto de naturalismo", ampliacinque reitera en la misiva enviada por l al traductor al francs de La papa-llona, de Narcis 011er (carta fechada el 15 de octubre de 1885); una amplia-cin, en fin, no muy certera, si hemos de ceriirnos a la realidad espariola,porque el naturalismo francs fue para nuestros escritores Zola, y prctica-mente nada ms. Tal vez el propio novelista francs era consciente de su vo-luntaria manipulacin de los datos de la realidad cuando justificaba (muypoco convincentemente, por cierto) la inexistencia de escuela naturalista yla falta de jefe de esta por el hecho de que la tendencia dejaba campobre a todas las individualidades36.

    Si, como han puesto de manifiesto David Baguley y Colette Becker, laexistencia del naturalismo como tal corriente organizada es discutible en elmbito francs", resulta evidente que nunca pudo hablarse en Esparia de ungrupo organizado, aunque si de una novela, La desheredada, y de un autor,

    34 Cf. Le roman naturaliste, Pars: Calmann Lvy, 21892. Hans Hinterhuser afirma: En elfondo, el naturalismo francs fue una corriente nutrida por un solo hombre. Zola tena unafuerte tendencia ingnita a formar y guiar grupos, pero los diriga luego de forma tan aplas-tante que todos los talentos le abandonaban antes de palidecer a su sombra (Notas sobre elnaturalismo de antao y de hogao, en vv. AA., Homenaje a Alonso Zamara Vicente, Madrid: Cas-talia, 1994, rv, pg. 210).

    35 . Zola, El naturalismo, Barcelona: Pennsula, 2 1989, pg. 107.36 Car ta a la juventud, en El naturalismo, pg. 99.37 If [...] we look at the same relations from the point of view of a number of detailed,

    Nvell-researched studies of individual naturalist writers, the sense of unity virtually disintegra-tes (D. Baguley, Naturalist Fiction. The Entropic Vision, Cambridge: Universidad, 1990, pg. 20;adaptacin al francs: Le Naturalisme et ses genre.s, Pars, Nathan, 1995). Le mouvement natu-raliste n'a jamais constitu une cole au sense strict du terme. Quelques grandes dates, pu-blications ou vnement ponctuent l'histoire d'un groupe fluctuant, qui se fait et se dfait augr des amitis et des inimitis, rassembl non par une doctrine rigoureuse, mais par quelquesg-rands principes (Lire le Ralisme et le Naturalisme, Pars: Dunod, 1992, pg. 60).

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    Galds, enarbolados como banderas victoriosas por quienes saludaron el ini-cio de una nueva etapa.

    Zola poda ser consecuente (y aun eso termin siendo inviable) con susteoras, pero era mucho ms difcil que los escritores esparioles de la pocaasumieran en bloque sus presupuestos. Pinsese en la esquizofrenia literariade Pardo Bazn, admiradora de la figura de Zola, creyente en sus teoras, peroincapacitada para llevarlas a la prctica porque sus principios religiosos nose lo permitan.

    Entre los inicios de la primera camparia de Zola en defensa de sus ideas(1866) y la publicacin de La taberna, diez arios ms tarde, el escritor fran-cs no haba disfrutado de ninguna oportunidad de resucitar un concepto,naturalismo, que pareca muerto antes de nacer. Pero a la postre, el emperiode Zola por hacer pasar por tendencia lo que no dejaba de ser una creacinfuertemente personal habra de dar un resultado positivo. Los estudios zo-lianos ms recientes son claros al respecto: en palabras de Mitterand,

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    nocidos los intentos de nacionalizar el naturalismo hasta el punto de en-troncarlo con la picaresca de siglos atrs. Federico Moja y Bolivar, UrbanoGonzlez Serrano, Prez Nieva, entre los crticos, y Jos Ortega Munilla, Gal-ds, Valera y, por supuesto, Pardo Bazn, entre los escritores, son algunos delos nombres insoslayables a la hora de recordar los intentos que en Espariase realizaron por desnaturalizar la nueva tendencia. .Ijesnaturalizacin o apro-piacin?, cabra preguntarse".

    Ya a Oleza le pareci muy digna de inters esa obsesin de los escritoresy crticos de la poca por vincular el naturalismo con nuestra tradicin lite-raria. A sus explicaciones pueden ariadirse al menos dos notas. Sobre unade ellas algo ha dicho ya Caudet al recordar que el nacionalismo lo mues-tran tanto los defensores del naturalismo como sus detractores:

    Se empez a tomar conciencia de que Espaa dependa culturalmente deFrancia. Todo lo cual explica que aparecieran unos mecanismos compensa-torios, tendentes a potenciar la idea de que exista una tradicin realista au-tctona, en la que irnicamente se hallaban articuladas las bases de la escue-la naturalista francesa. e:Quin influa a quin? eDe quin era la dependenciacultural? As las cosas, en la querella naturalista se introduca un factornacionalista41.

    El hecho de que unos y otros hicieran causa comn en torno al nacionalis-mo parece indicar un arraigo en lo patrio mayor que el que poda engen-drar una referencia fornea como la de Zo1a42 . Que los antinaturalistas vol-vieran sus ojos a la tradicin es natural; que lo hicieran tambin sus con-trarios, cuando menos curioso.

    En su Carta a la juventud Zola asume que su patria ha reinado du-rante mucho tiempo sobre las naciones, para terminar haciendo profesinde fe de un nacionalismo prximo al patriotismo exaltado al que tanto seacercan algunos textos sobre la cuestin naturalista aparecidos por entoncesen Esparia: Que la juventud francesa me comprenda, esto es el patriotismo.

    40 Esta afirmacin de Hans Jorg Neuschfer admite importantes matizaciones: El natura-lismo espaol, aunque con algn reu-aso, ya no nos parece tan distinto al de otros pases eu-ropeos (Apuntes para una historia social del naturalismo espariol: la imagen del pueblo des-de Galds hasta Blasco Ibez, en vv. AA., Actas del Sexto Congreso Internacional de Hispanistas,Toronto: Universidad, 1980, pg. 519).

    41 La querella naturalista. Esparia contra Francia, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y natu-ralismo, pg. 64.

    42 Una vez sancionada la genealoga literaria, el recurso siguiente radica en reivindicar laespecificidad de la prctica hispana, caracterizada arguyen por la impronta catlica del es-pritu nacional que aleja nuestras novelas del determinismo fatalista y el pesimismo estril delos autores galos (Pura Fernndez, Orgenes y difusin del naturalismo: la especificidad dela prctica hispana, Reoista de Literatura, n2 115 (en.jun. 1996), pg. 109.

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    Solo aplicando la frmula cientfica podr tomar de nuevo algn da la Al-sacia y Lorena43.

    En autores como Galds o Pardo Bazn la idea de la inferioridad de laEsparia cultural de hacia 1880 con respecto a Francia es constante. El pri-mero se congratula de que por fin Esparia cuente con una novelstica paran-gonable con la de Zola, e incluso acepta que se la denomine naturalista, por-que (subrayo la consideracin) de otro modo nos veramos obligados a re-conocer la primaca francesa. En su prlogo a la segunda edicin (1901) deLa Regenta el escritor canario llega a hablar de imposicin francesa de unareforma de nuestra propia obra, sin saber que era nuestra; aceptmosla,admite por ltimo; eso s, injertndole humorismo y recuperando la tradi-cin cervantina. Es el propio Galds quien reconoce, en el mismo texto, queFrancia, poderosa, impone su ley en todas partes; nosotros no somos nadaen el mundo, y las voces que aqu damos, por mucho que quieran elevarse,no salen de la estrechez de esta pobre casa.

    Sumar esas dbiles voces a otras ms potentes, las escuchadas en el pasvecino, poda devenir fruto granado. Solo por el hecho de conseguir un ma-yor nmero de lectores para la novela espariola de la poca se habra gana-do algo gracias al debate. El recurrir a la tradicin (sobre todo, a la pica-resca) para justificar el naturalismo no era nicamente una ariagaza endul-zadora, sino tambin una reaccin autodefensiva. El sentimiento de peligroante el agresor es palpable en las palabras de Pardo Bazn en La cuestin pal-pitante cuando habla de nosotros, los del lado ac del Pirineo, como sa-tlites mal que nos pese de Francia 44 . En la escritora (es otro reflejode la disociacin permanente de su pensamiento) la admiracin se une alrepudio moral. Reconoce con las palabras anteriores la superioridad cultu-ral de Francia, pero no deja de serialar que en el pas vecino hay males quepor ac, a Dios gracias, an no nos afligen, porque a Dios gracias, nues-tras ltimas capas sociales se diferencian bastante de las que pintan los Gon-court y Zola 45 . Una afirmacin como esta merecera ser recordada cuandode estudiar el supuesto naturalismo de Pardo Bazn se tratase, porque pa-rece claro que tras ella late un humanitarismo de raz cristiana que alejaraconsiderablemente su obra del pensamiento de Zola.

    No poda ocultarse el peso de la literatura francesa, pero s poda minimi-zarse su influencia. Smese a esto la idea, sin duda muy extendida por en-

    43 En El naturalismo, pgs. 107 y 108, respectivamente. Este altisonante comentario de Zolaprovoc las burlas de F. Daz Carmona en una tan extensa como feroz diatriba (La novelanaturalista, La Ciencia Cristiana, mar.-dic. 1884).

    44 La cuestin palpitante, pg. 66.45 Ibicl., pg. 327.

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    tonces en ciertos ambientes, de que Francia era el foco irradiador de todaposible inmoralidad, y se encontrar un cuadro ms completo sobre las ra-zones de la aludida nacionalizacin.

    La discusin sobre el naturalismo prolongaba, de manera ms virulenta,otra anterior en torno al realismo, discusin en la que el eje del debate ha-ba sido precisamente la pretendida inmoralidad de la literatura francesa.Nada de particular tiene que cuando Alarcn, en sus Juicios literarios y artsti-cos de 1883, dirigi sus dardos contra la nueva literatura entendiera estacomo continuacin de aquella realista contra la que se haba manifestadoarios atrs. Haba, como ha dejado de manifiesto Davis, una lnea de conti-nuidad:

    The earliest manifestation of the debate was a seemingly indiscriminate at-tack on all French writing, even on the work of Victor Hugo, and especiallyon the theater of social realism as represented by the plays of Mexander Du-mas, fi1s46.

    La nacionalizacin tena ya, por tanto, un antecedente. Viene aqu a pro-psito la distincin establecida por Mitterand y Jacques Beyrie entre el dis-curso y la prctica naturalista 47

    (distincin, por cierto, rechazada rotunda-mente por Cheve1 48). Las ms recientes teoras de uno y otro retoman la ideade la discrepancia entre un discurso ciertamente rgido y una traduccinteraria ms abierta a sugerencias, simbolismos, rasgos de estilo, etc., de loque la teora de aquel permite.

    La pregunta inmediata, constatada esta divergencia que disocia al teri-co del novelista, es en qu medida el hecho se produce tambin en elnaturalismo espariol. A Lissorgues corresponde la siguiente afirmacin:

    Durante los ltimos aos, los investigadores y los criticos se han emperia-do en deslindar dos actitudes de naturaleza distinta, aunque fuertementerelacionadas: la que elabora el discurso naturalista y la que se dedica a la crea-cin (necesariamente imaginativa) del mundo novelesco49.

    46 The Spanish Debate over Idealism and Realism before the Impact of Zola's Naturalism,Papers of the Modern Language Association of America, L'oouv (oct. 1969), pgs. 1649-56.

    47 Le discours naturaliste thorise un roman qui n'a pas t crit (H. Mitterand, Zola etle naturalisme, Paris, Presses Universitaires de France, 1986, pg. 19). Cf., de Beyrie, A prop15-sito del naturalismo: problemas de terminologa y de perspectiva literaria en la seg-unda mitaddel siglo xix, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y naturalismo, pgs. 33-46.

    48 Au contraire: Zola-thoricien et Zola-crateur no font qu'un: il y a cohrence profon-de entre l'auteur des Rougon-Macquart et celui du Roman exprimental (Le naturalme. tudedn mouvement littraire international, Pars: Presses Universitaires de France, 2 1993, pg. 217).

    46 El naturalismo y la novela, en Francisco Rico e Iris M. Zavala, Historia y crtica deteratura espaola, 5/1. Romanticismo y realismo. Primer suplemento, Barcelona: Crtica, 1994,pg. 244.

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    OSCAR BARRERO PREZ

    El interrogante a que aludo solo tendra sentido si en realidad se dieradiscrepancia entre teora y prctica. Lo cierto es que, excluidos los autoresdel naturalismo ms marginal, discurso y novela del naturalismo espariol vie-nen a coincidir en un punto intermedio que siempre fue concebido comoideal deseable. En no pocos textos de nuestros novelistas podra rastrearseese propsito de no llevar hasta el exceso el planteamiento de Zola y dejaras una va de escape para el humanismo, la religin, la bondad, el optimis-mo, el humor. En Clarn, por ejemplo, cuando defiende en un artculorelativamente temprano (E1 Imparcial, 16 de agosto de 1880) la idea de queel realismo verdadero abarca la moderna escuela [naturalistal, que se creenica legtima, y el postergado idealismo, de glorioso abolengo.

    No hace falta insistir en que el presupuesto naturalista bsico, el del de-terminismo, no alcanz en Esparia el relevante papel que le haba concedi-do Zola. Pero podran citarse otros ejemplos de cuestionamiento prctico dela teora. El llevado a cabo sobre el concepto de novela experimental, por ejem-plo. Lissorgues ha demostrado, hablando del naturalismo espariol radical, lafalacia de la experimentacin aplicada al texto narrativo, pero su apreciacinsera ampliable a todo el discurso naturalista: se pretende demostrar algocon la novela, cuando lo cierto es que el autor experimental parte de unapriorismo que hace innecesario el mismo experimento. De esa realidad sededuce la paradjica consecuencia de que el naturalista radical (Lpez Bago,por ejemplo) termina escribiendo novelas de tesis50. El hecho de que LpezBago defendiera en 1884 (El Progreso, 3 de marzo) una literatura necesitadade lo bueno, lo bello y lo verdadero, o la pasin que por la Belleza siempresinti otro naturalista radical, Alejandro Sawam , puede no ser tan sorprenden-te si consideramos que la contradiccin estaba implcita en el propio siste-ma de ideas del escritor rgidamente naturalista.

    En ningn autor se evidenciaron esas tensiones entre extremos con msclaridad que en Pardo Bazn, naturalista y catlica a la vez, en una sintesis

    El naturalismo radical: Eduardo Lpez Bago (y Alejandro Sawa), en Y. Lissorgues (ed.),Realismo y naturalismo, pgs. 237-52. Vase la siguiente afirmacin de P. Fernndez en su mi-nucioso libro Eduardo Lpez Bago y el naturalismo radical. La novela y el mercado literario en el si-glo xix (Amsterdam-Atlanta: Rodopi, 1995): La novela acuriada por Lpez Bago se gesta admaiorem gloriam de la ciencia experimental y de la filosofa positivista, con el resultado para-djico de que el espritu tendencioso y el recurso frecuente del tremendismo restan credibi-lidad y valor cientfico al proyecto (pg. 71).

    51 Cf su apndice a la novela de Lpez Bago El cura, reproducido en el artculo de MiguelAngel Lozano Marco El naturalismo radical: Eduardo Lpez Bago. Un texto desconocido deMejandro Sawa (Anales de Literatura Espaola, 11 (1983), pgs. 341-60). Sawa elogia las contro-vertidas novelas de su colega, pero sobre todo La buscona (precisamente la menos radical delas publicadas por Lpez Bago hasta entonces), tomando partido por una realidad no degra-dada.

  • REVISION CRTICA DEL NATURALJSMO. ACTUALIZACJON DE UN DEBATE HISTORICO 67

    imposible que al propio Zola habra de sorprender, aunque haya quien su-giera que su intento de salvar las apariencias desde el catolicismo no resultatan contradictorio como en ocasiones se ha serialado 52 . Sin duda que a laescritora gallega la satisfara en grado sumo aquella reseria de Jess Murais(El Imparcial, 27 de febrero de 1882) que serialaba Un viaje de novios comopunto intermedio entre idealismo y naturalismo. A fin de cuentas, esa inte-gracin de elementos no precisamente homogneos fue su caballo de bata-11a, aunque la crtica posterior haya dejado claro que, como escribi Robin,el eclecticismo est certainement l'oppos de naturalisme". En cualquier caso,no es a Pardo Bazn a quien ha de atribuirse la originalidad de la idea sintti-ca; si acaso, la insistencia en ella. En 1880, por ejemplo, ya Julio Nombelahaba reprochado al naturalismo exactamente lo mismo que censurara de lPardo Bazn muy poco tiempo despus: su olvido de la realidad no material,de la realidad espiritual (El Demcrata, 24 de abril). No pasara un ario antesde que la escritora recogiera la idea en su prlogo a Un viaje de novios.

    Si, como parece evidente, sin la aceptacin del determinismo no es po-sible jugar con las cartas naturalistas, ni siquiera Pardo Bazn (o, si se pre-fiere, ella menos que nadie) podra iniciar la partida reclamada por el de-bate sobre la nueva tendencia. Cuando la sintesis de discurso y novela pudopor fin encontrarse, la discusin haba perdido sentido, porque Zola ya noera el punto de referencia, sustituido a esas alturas (1888, ario en que pa-rece que se introduce en Esparia la literatura rusa, aunque ya en 1887 Par-do Bazn haba publicado La revolucin y la novela en Rusia) por nombrescomo los de Dostoyevski o Tolstoi. Fue entonces (desde el captulo ci de For-tunata y Jacinta, y no desde arios atrs, como quiere la interpretacin deMariano Lpez Sanz54) cuando se pudo hablar de naturalismo espiritual o, ensu defecto, de idealismo, moralismo, espiritualismo, novela de ideas, psicologismo55.

    52 Delfin Garca Guerrero, La condicin humana en Emilia Pardo Bazn, La Gorua: Xun-tanza, 1990, pg. 336. En sentido similar se pronuncia N. Clemessy, para quien la paradojaexistente entre las convicciones religiosas de doa Emilia y sus ideas sobre el naturalismo es[...] solo aparente. La autora de La cuestin palpitante profesaba un catolicismo enrgico perotolerante; su fe era sincera y firme, pero en absoluto militante como crea Zola (Emilia Par-do Bazn como novelista (de la leora a la prctica), Madrid: Fundacin Universitaria Espaola,1981, pg. 109).

    Pour une dfinition du naturalisme en Espagne, en NT. AA., Aspectes du XIx". sicle ibri-que et ibro-amricain. Actes du xx Congres de la Societ des Hispanistes Franais de l'Enseignernent Su-perior, Lille: Universidad, 1977, pg. 49.

    Cf Naturalismo y espiritualismo en la novelstica de Gakls y Pardo Bazn, Madrid: Pliegos,1985.

    55 Como escribe Inmaculada Ballano, en cualquiera de los casos, se trataba de la manifes-tacin de un sentimiento de repulsa hacia la exagerada pintura naturalista de la realidad ex-terna al sujeto (El psicologismo francs de fin de siglo y Emilia Pardo Bazn, en FranciscoLafarga (ed.), Imgenes de Francia en las letras hispnicas, Barcelona: PPU, 1989, pg. 338).

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    Pero esta vez el proceso no haba necesitado un empuje externo, porque elsustrato integrador (la deseada amalgama de realismo e idealismo) ya tenacierta consistencia. Seguramente no fue el conocimiento de la novelsticarusa lo que impuls el nacimiento de ese naturalismo espiritual, sino queeste encontr en aquella un motivo ms para afianzarse58.

    Tras un laborioso proceso de autoindagacin, nuestra novela (la de Par-do Bazn, Galds, Clarn, Palacio Valds) haba alcanzado la sintesis por laque luch desde el principio. Pero el naturalismo ya era irreconocible y, ade-ms, haba dejado de ser motivo de controversia. El proceso ha sido docu-mentado, para los casos de Galds y Clarin sobre todo, por Stephen Miller.La proximidad de ese fin de siglo que deja de identificarse con el realis-mo/naturalismo se traslada a la literatura en datos tales como la sustitucinde lo que Miller denomina una imitacin de la sociedad nacional quedescansaba sobre una compenetracin de lo individual y de lo colectivo57,compenetracin a la que pronto renunciar el escritor para refugiarse en elprimero de estos mundos. Esa es, en definitiva, la fase final de los novelistasque pudieron ser considerados ms o menos prximos al naturalismo.

    Ya antes de la acuriacin del concepto de naturalismo haba flotado en elambiente la conciencia de las peculiaridades de la narrativa espariola: en sufolleto Le naturalisme en Espagne. Simples notes, fechado en 1885, Albert Savi-ne marcaba la distancia existente entre la novela naturalista de su pas y laespariola en el mayor espiritualismo de esta, catlica y por ello (completabaSavine) jams pesimista58.

    Sin necesidad de recurrir a fuentes secundarias, he localizado no menosde cuarenta rasgos distintivos del naturalismo espariol. Tantos, que fuerzana plantearse la diferenciacin del naturalismo con respecto a otros ismos.Obviar los posibles contactos entre el costumbrismo y el naturalismo (con-tactos admitidos por Baquero Goyanes, Roselli y Pattison 59), porque el vn-culo parece ms casual que de fondo. A las concomitancias del naturalismocon el folletin seran aplicables idnticas consideraciones a las que otros es-tudiosos han efectuado a propsito del realismo y sus vinculos con la nove-

    56 Como recuerda Oleza, en Espaa el modelo ruso no fue visto siempre como un mo-delo alternativo al francs, sino al naturalista; [...] en Francia hubo asimismo un movimientoliterario convergente con el espiritualismo ruso, de una importancia decisiva para el fin de si-glo (Espiritualismo y fin de siglo: convergencia y divergencia de respuestas, en F. Lafarga(ed.), Inidgenes de Francia, pg. 78).

    57 Del realismo/naturalismo al modernismo: Galds, Zola, Revilla y Clarin (1870-1901), Las Pal-mas: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, pg. 27.

    58 El folleto de Savine lo comenta Pattison.59 Tambin Ignacio Elizalde, El naturalismo de Prez Galds, en Y. Lissorgues (ed.), Rea-

    lismo y naturalismo, pg. 470.

  • REVISION CITICA DEL NATURALISMO. ACTUALIZACJON DE UN DEBA7E HISTORICO 69

    la popular. Me interesa mucho ms estrechar los lazos entre el naturalismoy el realismo por un lado y el naturalismo y el romanticismo por otro.

    La confusin francesa entre realismo y naturalismo se trasplant prontoa Esparia. Fue para algunos una simple cuestin de nombre: asi lo escri-bia, contradiciendo a Aureliano J. Pereira, Luis Vidart (Dos cartas acercadel naturalismo en el arte literario, Revista de Espaa, 88 [sept.-oct. 1882],pg. 528). De ahi que, por ejemplo, cuando en 1882 el mismo autor reseria-ra Un viaje de novios, de Pardo Bazn, hablase de la profesin de fe realis-ta o naturalista de la autora gallega (El naturalismo en el arte literario yla novela de costumbres, Revista de Espaa, 85 [mar.-ab. 1882], pg. 183).De ahi, tambin, que en su prlogo de Marta y Mara (1883) Palacio Valdshablara de el realismo actualmente llamado naturalismo. Felipe Beni-cio Navarro, sin embargo, alababa el buen acuerdo de diferenciar amboscuando reseriaba De tal palo, tal astilla, de Pereda (Revista de Espaa, 75 Ljul.-ag. 18801). Marcelino Menndez Pelayo, al hablar de Pereda (y en fecha tem-prana: 1880), dejaba constancia de esta confusin entre realismo y naturalis-mo, al escribir que como el sentido de las palabras anda tan trocado [...]hemos llegado a no entendernos (Ilustracin Espaola y Americana, 8 deabril). Es el mismo desconcierto que lleg a confesar implicitamente la pro-pia Pardo Bazn cuando se preguntaba si la novela de Pereda Pedro Snchezes realista, o naturalista, o ambas cosas a un mismo tiempo, o ninguna delas dos (E1 Imparcial, 31 de mayo de 1884)60.

    Lo habitual ha sido apelar, para ensayar la diferenciacin, a aspectos te-mticos como la ambientacin preferentemente burguesa del realismo, fren-te a los bajos fondos por los que en general opt el naturalismo. Esa preo-cupacin casi exclusiva por lo temtico dio pie a libros cientificos o juridi-cos que tomaban la literatura naturalista de pretexto para exposiciones comola de Benito Mariano Andrade hablando de La antropologa criminal y la no-vela natura1ista. Quiz el primer intento de dar carcter formal a la escri-tura naturalista lo esboz, anticipndose a observaciones posteriores de Ba-quero Goyanes, A. J. Pereira, en un articulo publicado en 1882 (Dos cartasacerca del naturalismo, Revista de Espaa, tomo 88), en el que esbozaba la

    60 Rafael Altamira propona en La Rustracin Ibrica de ab.-oct. 1886 el vocablo experimen-talismo. Pero Gonzlez Serrano hablaba del idealismo de los naturalistas, que bordan con fili-granas de forma el asunto de sus creaciones, satisfacen quizs los anhelos de protesta contranecias convenciones sociales; pero en medio de todo, no son realistas, como pretenden, sinoidealistas, aun renegando el idealismo (La novela naturalista, La Rustracin Ibrica, 9 feb.1884). Remachaba en otro artculo: Zola tiene vestidura emprica que oculta su exaltacinidealista (El arte naturalista, Revista de Espaa, 15 jul. 1885). Cf, en un sentido similar, Au-gusto Charro-Hidalgo Daz (Don Jos Mara de Pereda, Revista Conternpornea, 15 ab. 1884).

    61 Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1896.

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    distincin entre realismo y naturalismo sobre la base de la impersonalidaddel narrador de este ltimo.

    Al discurso naturalista le interes ms el pensamiento que la forma deexpresarlo. No es casual el hecho de que en el texto terico ms importan-te de Zola, La novela experimental, la cuestin del estilo quedara relega-da al captulo final de la exposicin, captulo que adems parece forzado.Recurdese, por otra parte, cmo cuando Zola tuvo noticia de la existenciade una autora espariola naturalista, afirm con rotundidad que, siendo Par-do Bazn catlica, su acercamiento a la tendencia haba de ser puramenteformal, artstico o literario (palabras recogidas en varios nmeros de Revis-ta de Espaa, 1891). Antepona Zola, por tanto, las ideas al estilo, porque elnaturalismo era para l, ante todo, pensamiento.

    El concepto de realismo es en s mismo atemporal. As parece entenderloRolf Eberenz al titular su estudio sobre la produccin cuentstica de PardoBazn, Clarin y Blasco Ibriez Semitica y morfologa textual del cuento natura-lista, aduciendo (no sin razn) que la palabra realismo empieza a carecer defuerza definidora en literatura62.

    Es la conexin del naturalismo con el romanticismo la que me interesaen mayor medida. Pierre Martino haca notar en su libro de 1923 que en1864, an lejana su consagracin, Zola es un romntico arrebatado, del g-nero sentimental y humanitario, con una vaga filosofa pantesta 63 . Ya Vale-ra (artculos en Revista de Espaa, 10 de septiembre de 1886 y 10 de febre-ro de 1887) se percat de la existencia de ese vnculo romntico, luego reafir-mado para el mbito espariol por Baquero Goyanes.

    Sobejano ha enmarcado la literatura decimonnica en un esquema quepresenta al personaje del romanticismo sobreponindose con su poesa almundo prosaico; al realista, en tensin con este; al naturalista, vencido porl, y al modernista, ensimismado en un arte que se propone como refugiotras la derrota de los ideales64.

    Birut Ciplijauskait ha hablado de un hipotexto romntico que recorre laspginas del texto realista65 . por qu no tambin del naturalista? Porque siZola hered del romanticismo no pocos elementos, es lgico deducir quenuestro naturalismo escuch por lo menos sus ecos 66. Frente a la tesis de la

    62 Semitica y morfologa textual del cuento naturalista, Madrid, Gredos, 1989, pg. 21.63 El naturalismo francs, Buenos Aires: Huemul, 1967, pg. 33.64 Art. cit., pgs. 584-85.63 Cl El romanticismo como hipotexto en el realismo, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y

    naturalismo, pgs. 90-97.66 E. Gmez Ortiz, en la memoria leda en el Ateneo madrilerio y publicada en 1882 (La

    Amrica, 8 y 28 en. y 8 feb.), dejaba entrever la existencia de la deuda romntica del natura-lismo, sobre todo el de Daudet.

  • REVISION CRITICA DEL NATURALISMO. ACTUALIZACJON DE UN DEBATE HISTORICO 71

    sucesin de movimientos literarios, fflodra aventurarse la existencia de ungran hipotexto romntico ineludible para casi cualquier escritor del siglo xix?Seria esa idea tan fructfera como la distincin entre discurso y novela que

    se ha utilizado en el caso de Zola?De hecho, el crculo de relaciones se estrecha con el modernismo finise-

    cular, que Santiriez Ti ha propuesto vincular con la prctica naturalista67.Antes de terminar el siglo, nuestro naturalismo haba discernido ya la de-seada salida contemporizadora para el asfixiante mundo cerrado propuestopor el Zola inicial. Pero esta es la materia de otro trabajo.

    67 Cf su arculo En el umbral de las vanguardias: deseo y subversin en la novela natu-ralista espaola, Bulletin Hispanique, mc (1995), pgs. 583-604.