Resumen Para Final - Historia General V

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Historia general V Unidad I: El impacto de la modernidad Racionalismo e iluminismo: el siglo de las luces. Según Touraine , el pensamiento ilustrado, el pensamiento elaborado en el Siglo de las Luces es, esencialmente, revolucionario . Apunta a hacer tabula rasa de la superestructura de la sociedad medieval. El pensamiento iluminista apunta a destruir el fundamento metafísico de todas aquellas normas, costumbres e instituciones características de la sociedad medieval. En lugar de Dios (la palabra de Dios puesta de manifiesto en la biblia) o la palabra de las autoridades escolásticas, los iluministas fundaran sus juicios en la Razón. Es la razón la fuente de juicios certeros sobre la moral, la ética, la estética etc. Es a partir de la razón que es posible construir una sociedad en armonía con las leyes de la naturaleza; es a partir del uso correcto de la razón que es posible construir una sociedad racional, donde los individuos sean libres, iguales y, por ende, felices. ¿Cómo llevar a cabo esto? En primer lugar, como dijimos destruyendo el fundamento del pensamiento medieval (Dios, la biblia, la iglesia, la escolástica, la noción de autoridad) y luego el pensamiento producido a partir de él; en segundo, construyendo alternativas a partir del uso de la razón, es decir, de un nuevo fundamento. La idea, en última instancia, es construir teorías que aplicadas, den lugar a un orden en el cual el hombre y la naturaleza estén en armonía. “La concepción de la modernidad elaborada por los filósofos de las luces es revolucionaria, pero nada más.” Según Touraine, “…anima las luchas contra la sociedad tradicional antes que esclarecer los mecanismos de funcionamiento de una sociedad nueva,” (26) En este aspecto hay una coincidencia con Casullo. También Hobsbawm afirma lo mismo: “… es más exacto considerar la Ilustración como una ideología revolucionaria” 1

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Historia general V

Unidad I: El impacto de la modernidad

Racionalismo e iluminismo: el siglo de las luces.

Según Touraine, el pensamiento ilustrado, el pensamiento elaborado en el Siglo de las Luces es, esencialmente, revolucionario. Apunta a hacer tabula rasa de la superestructura de la sociedad medieval.

El pensamiento iluminista apunta a destruir el fundamento metafísico de todas aquellas normas, costumbres e instituciones características de la sociedad medieval.

En lugar de Dios (la palabra de Dios puesta de manifiesto en la biblia) o la palabra de las autoridades escolásticas, los iluministas fundaran sus juicios en la Razón. Es la razón la fuente de juicios certeros sobre la moral, la ética, la estética etc.

Es a partir de la razón que es posible construir una sociedad en armonía con las leyes de la naturaleza; es a partir del uso correcto de la razón que es posible construir una sociedad racional, donde los individuos sean libres, iguales y, por ende, felices.

¿Cómo llevar a cabo esto? En primer lugar, como dijimos destruyendo el fundamento del pensamiento medieval (Dios, la biblia, la iglesia, la escolástica, la noción de autoridad) y luego el pensamiento producido a partir de él; en segundo, construyendo alternativas a partir del uso de la razón, es decir, de un nuevo fundamento.

La idea, en última instancia, es construir teorías que aplicadas, den lugar a un orden en el cual el hombre y la naturaleza estén en armonía.

“La concepción de la modernidad elaborada por los filósofos de las luces es revolucionaria, pero nada más.” Según Touraine, “…anima las luchas contra la sociedad tradicional antes que esclarecer los mecanismos de funcionamiento de una sociedad nueva,” (26) En este aspecto hay una coincidencia con Casullo. También Hobsbawm afirma lo mismo: “…es más exacto considerar la Ilustración como una ideología revolucionaria”

“El universo de la razón, del placer y del gusto, abierto por los filósofos de la Ilustración a los modernos, ignora los conflictos internos de la sociedad o los reinterpreta como la resistencia de lo irracional a los progresos de la razón. Los modernistas… confían en la bondad natural de los hombres, en su capacidad de crear instituciones razonables y, sobre todo, en su interés, que les impide destruirse y los lleva a tolerar y a respetar la libertad de cada cual…”

“Este intento de concebir una sociedad racionalizada ha fracasado.”

¿Qué queda hoy de la ideología modernista? “Una crítica, una destrucción, un desencanto. Menos la construcción de un mundo nuevo que la voluntad y el júbilo de destruir los obstáculos acumulados en el camino de la razón. La idea de modernidad no obtiene su fuerza de su utopía positiva, sino que la obtiene de su función crítica”·

Pensamiento ilustrado y la clase media.

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Hobsbawm en el capítulo 1 de La era de la revolución 1789-1848 liga el pensamiento ilustrado con la clase media. El pensamiento ilustrado refleja la ideología de la burguesía. Si bien Hobsbawm afirma que “No es del todo exacto considerar la Ilustración como una ideología de clase media” Sin embargo “…en la práctica, los jefes de la emancipación por la que clamaba la Ilustración procedían por lo general de las clases intermedias de la sociedad”

El concepto cambiante de revolución: del retorno a lo inédito.

2 características esenciales de la revolución:

Siguiendo a Hanna Arendt (Sobre la revolución Cap. I) La revolución, en su concepción moderna, implica un punto y aparte en la historia, un barajar y dar de nuevo.

Según Arendt, toda revolución moderna apuntará a la liberación y la libertad.

Hannah Arendt afirmó que es imperativo distinguir entre estos dos conceptos (a eso dedica sus esfuerzos en el capítulo I).

La idea de liberación impulsa rebeliones radicales dirigidas a solucionar lo que hoy denominamos la cuestión social, la cual surge a partir de la toma de conciencia que la pobreza, no es un problema inherente a toda sociedad, sino que es un fenómeno producto de contradicciones sociales, por ende solucionables.

La idea de libertad, en cambio, impulsa, a través de la revolución, a convertir a hombres y mujeres en ciudadanos con iguales derechos y obligaciones, entre los cuales figuran los derechos a participar en la esfera pública.

Una revolución que aspire a la liberación, es por naturaleza utópica, por tanto condenada al fracaso; no así la revolución que aspira a la libertad, ésta es la única capaz de obtener buenos resultados. De allí que para Arendt la única revolución verdadera en la historia de la humanidad ha sido hasta ahora la revolución americana. ¿Por qué?

Arendt nos dirá que la Revolución francesa definió su camino en la búsqueda de la liberación de todos los males y penurias que el pueblo sufriera. Por tanto, hará un gran contraste con la Revolución Americana, la cual, se intereso más bien por la libertad, ya que buscó establecer instituciones fuertes y duraderas, las cuales, pudieran garantizar un gobierno que establezca leyes estables.

De este modo, cuando la revolución está motivada por la idea de liberación, es decir, cuando la revolución aspira a establecer la “Igualdad”, en nombre de las necesidades insatisfechas, llega a doblegar a cualquier otro que se oponga a este fin, lo cual podría llevar hasta un despotismo justificado. Liberación= totalitarismo (aprox.)

En contraste a esto, la idea de la libertad motivada por el establecimiento de la igualdad ante la ley y la igualdad de derechos, la construcción de espacios políticos etc. logra con éxito cristalizar en república.

Finalmente, y concluyendo con esta leve profundización en lo esencial, podemos decir que una verdadera Revolución busca principalmente la libertad y no la ficción a la cual nos mueve la liberación. A partir de la Revolución francesa, la liberación ha sido constantemente introducida en nuestras mentes a la hora de pensar en cualquier proceso de esta índole, solemos confundirla y desviamos del verdadero sentido de una Revolución. Es entonces que, desde la Revolución francesa en adelante, todas las posteriores revoluciones han confundido este fin, y se han preocupado de la cuestión social. Esto, y como se ha visto en la historia, ha terminado llevando a cada una de ellas a la

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opresión. Los medios políticos nunca deben preocuparse de la resolución de las problemáticas de la cuestión social.

Eric Hobsbawm y la doble revolución.

Entre 1789-1848, se efectuó una de las más importantes transformaciones de la historia de la humanidad. Es comparada a la revolución neolítica.

Dichas transformaciones sociales (consolidación del régimen capitalista de producción, de la producción de mercancías a gran escala en fábricas; ascenso de la burguesía, creación y difusión de un pensamiento racional y secularizado etc.) fueron posibles gracias a dos revoluciones, casi simultáneas en la región occidental de Europa: la revolución industrial inglesa y la revolución francesa. Dichas revoluciones afectaron más inmediatamente a Europa occidental y América Latina, más tardíamente al resto del mundo. Las dos revoluciones, según Hobsbawm, son como dos volcanes en erupción, erupción que, de cierta manera era previsible.

Consecuencias más importantes:

La burguesía, en el transcurso de la era de la revolución, logra constituirse en la clase dirigente de la sociedad en Europa occidental, derribando a la aristocracia feudal (el proceso es largo).

Abolición del régimen feudal. Principal causa: contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

La otra “… fue el establecimiento del dominio del globo por parte de unos cuantos regímenes occidentales sin paralelo en la historia.”

En síntesis: “La gran revolución de 1789-1848 fue el triunfo no de la `industria´ como tal, sino de la industria `capitalista´; no de la libertad y la igualdad en general, sino de la `clase media´ o sociedad `burguesa´ y liberal; no de la economía moderna´, sino de las economías y estados en una región geográfica particular del mundo cuyo centro fueron los estados rivales de Gran Bretaña y Francia”

Contrario a esta opinión es Arno Meyer. En una obra publicada a principios de los años 80 del siglo pasado, La persistencia del Antiguo Régimen, ponía en tela de juicio la idea de que las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII y principios del XIX habían dado lugar al nacimiento de sociedades nuevas.

Más allá de que las distintas revoluciones iniciaran entonces la disolución del antiguo régimen, éste, resistió en condiciones aceptables hasta 1945. Analizando la economía, la sociedad, la política y la cultura, Mayer llegaba a la conclusión de que la sociedad occidental siguió siendo fundamentalmente rural y de que aunque la vieja nobleza fuera desgastándose poco a poco, en realidad siguió conservando su poder y su capacidad de influencia y de dominio casi intactos. En términos gramscianos, seguía siendo la clase social hegemónica. Para Mayer, las dos guerras mundiales (que él llama la Guerra de los Treinta Años del siglo XX) no son sino el último intento de la aristocracia europea por mantener sus privilegios en un mundo que se transformaba más lentamente de lo que habitualmente se tiende a creer.

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Marshall Berman: modernización y modernismo.

Modernidad: forma de experiencia vital –peculiar forma de percibir el universo. Es la experiencia vital de encontrarse en un mundo en constante cambio.

Esta peculiar forma de experimentación tiene su raíz, en términos marxistas, en las transformaciones estructurales que experimentó la sociedad europea a partir del Renacimiento.

En el ámbito de las fuerzas productivas: grandes descubrimientos en el ámbito de la física, y la astrología, en el desarrollo tecnológico, la industrialización, el desarrollo de los medios de comunicación, la urbanización de la sociedad etc.) En el ámbito de las relaciones sociales: el progresivo desarrollo de la “moderna” lucha de clases entre burgueses y proletarios.

La modernización es, para Berman, este proceso de transformaciones efectuadas por la sociedad en el ámbito estructural. Esta progresiva transformación que sufre la estructura al calor de la modernización, repercuten en la superestructura.

Modernismo: son el conjunto de ideas y visiones que este estado de transformación constante de la estructura engendra; son las repercusiones de la estructura sobre la superestructura. Dichas ideas y visiones apuntan a destruir las contradicciones inherentes al proceso de modernización, apuntan a extinguir el torbellino denominado modernidad. Entre modernismo y modernización existe una relación dialéctica (como entre estructura y superestructura).

La historia de la modernidad es dividida en tres fases:

XVI XVIII- En esta época “la gente apenas experimentaba la vida moderna” Es un período en el cual faltan aun teorías y categorías capaces de hacer inteligible lo que estaba sucediendo en el ámbito estructural.

Voz arquetípica: Rousseau La nueva Eloísa. Lo que Rousseau describe en esta obra es la vida en la gran ciudad, experimentada por un hombre que viene del campo. Describe, el movimiento constante de la ciudad, el vértigo que esto le produce, las repercusiones de esta vida en sus convicciones tradicionales etc. Según Berman, Rousseau logró exitosamente describir lo que será “…la atmósfera en que nace la sensibilidad moderna” La atmosfera es caracterizada por la agitación, la turbulencia, el mareo, la ebriedad, expansión de nuevas experiencias, la destrucción de la moral y la ética tradicional etc. Percibe, en resumen, como la modernización de la sociedad hace añicos la superestructura medieval.

1790-XX Caracteriza a esta época, cierta toma de conciencia del proceso de modernización y sus consecuencias. Los intelectuales que perciben esto que la modernización trae consigo (la modernidad), intentarán destruir las condiciones históricas que dan lugar a esta era haciéndolo implosionar. En esta etapa se desarrolla el modernismo

Voces arquetípicas: Marx yNietzsche

Para Marx, las mismas contradicciones del proceso de modernización, generan las condiciones históricas para la superación de estas contradicciones. Un sujeto colectivo tiene esa misión: el moderno proletariado. Sujeto colectivo engendrado por el otro sujeto que encabeza el proceso social de modernización.

Para Nietzche, la modernidad es caracterizada por el nihilismo, producto de la muerte de Dios. A partir de este trascendental suceso, característico de la modernidad, Nietzsche pregona la construcción de una nueva moral fundada ya no en Dios, sino en un nuevo hombre: “El hombre del mañana y el pasado mañana” el “Übermensch”.

Tanto uno como otro, son en cierta forma enemigos de la vida moderna, libraron una lucha sin cuartel contra muchas de sus principales ambigüedades y contradicciones, no obstante ven en ella cierto potencial, Marx ve en el proletariado, hijo legítimo de la modernización encarada por la burguesía, el

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camino hacia una sociedad ideal; Nietzsche ve en el hombre moderno un momento de transición necesario hacia el superhombre.

Siglo XX Los intelectuales de este período en lugar de enfocar a la modernidad desde una perspectiva dialéctica, reconociendo sus contradicciones y las posibles salidas, la consideraron con un “entusiasmo ciego” o con un “desprecio olímpico” y resignación.

Primer caso: Los futuristas italianos. Segundo caso: Max Weber. Ni la clase obrera ni la burguesía son capaces de superar las contradicciones de la modernización. El destino de la humanidad es la racionalización de la vida, lo que desencadena un proceso de burocratización de la misma. Weber augura la vida en una jaula de hierro.

Berman propone revisar los modernismos del siglo XIX.

Nicolas Casullo en Modernidad, biografía del ensueño y la crisis ve a la modernidad como producto de la crisis del universo medieval; la modernidad es hija del siglo XVII, momento en el cual las ideas que conformaran la modernidad comenzarán a desarrollarse hasta madurar, hecho que, según el autor, se da en el siglo XVIII, al calor de la ilustración. En dicho período comienzan a fundarse los relatos y representaciones que configuran el mundo moderno en oposición al mundo medieval.

A partir de dicha afirmación, el autor postula que la modernidad, nace como crítica del mundo medieval y sus resabios. “La crítica es fundadora de los tiempos modernos” La crisis es su esencia, su característica distintiva, la crisis acompaña a la modernidad “sin desmayo”.

A partir de esto, afirma Casullo en La modernidad como auto-reflexión que: “…toda aquella crítica que la cuestione de la manera más profunda, en realidad está siendo Modernidad por excelencia, porque la crítica es fundadora de los tiempos modernos” A partir de esta afirmación, la posmodernidad, conjunto de relatos que afirman que las representaciones modernas han llegado a su ocaso, “representan un nuevo acto del pathos de la modernidad”.

Los comienzos de la economía política

Mercantilismo y Fisiocracia

Ambas escuelas de pensamiento, con algunos pequeños logros en materia de análisis económico, tuvieron importante predicamento hasta antes del auge económico que trajo aparejada la Revolución Industrial, época donde surgen los clásicos –Adam Smith, David Ricardo- que se acercaron un poco más a la economía tal cual la entendemos hoy.

Los Mercantilistas

Las ideas mercantilistas se desarrollaron durante los siglos XV y XVI y alcanzaron su apogeo en el siglo XVII.

Los mercantilistas no estaban interesados principalmente en obtener una reflexión sistemática sobre el funcionamiento económico, su eje era encontrar la política económica capaz de permitirle al Estado ser más rico y más poderoso.

La preocupación de los mercantilistas giraba alrededor de la acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro.

Los Estados obtenían este oro mediante tres vías:

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Por medio del comercio exterior, o sea vendiendo productos locales en el extranjero y prohibiendo o restringiendo la compra de producción extranjera.

Extrayéndolo de las colonias, como era el caso de España con respecto a América. Mediante la guerra y la piratería.

Si bien ellos reconocían el rol creciente del mercado en la actividad económica, no creían que era un libre juego en el que todos se beneficiaban. Por el contrario, lo consideraban, al igual que la guerra, un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo.

De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio de los otros países.

El mercantilismo puede ser entendido como la teoría que fundamentó la práctica económica de los Estados Nacionales durante el período de transición del feudalismo al capitalismo. Sus orígenes están ligados a la centralización del poder, que alcanza su plenitud con el Estado absolutista.

El rasgo principal que caracterizó a esta política económica fue la intervención estatal en los asuntos económicos, con el propósito de dinamizar la producción nacional y en provecho del fortalecimiento del Estado.

Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual algunas naciones eran favorecidas y otras no. No habían comprendido aún, como más tarde lo hicieron los pensadores clásicos, que la fuente de la riqueza era el trabajo.

Los Fisiócratas

La fisiocracia, que surge en Francia a mediados del siglo XVIII, puede con justicia ser llamada la primera escuela de pensamiento económico que estudió sistemáticamente la esfera de la producción y el comercio.

Esta escuela consideraba a la tierra como la fuente única de riqueza. Varios de sus principales exponentes, como Quesnay y Turgot, opinaban que un pueblo sería más rico y más poderoso cuanta más tierra cultivada tuviera.

Estos pensadores entendían que la única actividad humana capaz de producir riqueza, era, esencialmente la agricultura.

Esta escuela, a diferencia de los mercantilistas, no consideraba que el comercio pudiera favorecer la prosperidad de un país. El comercio era un mecanismo para hacer fluir riquezas previamente generada, no para producirlas.

A partir de estos presupuestos, los fisiócratas sostuvieron que el Estado debía:

Primero, substituir el minifundio por el latifundio, crear las condiciones para su consolidación. Segundo, estimular la producción agrícola ¿Cómo? Mediante la liberalización del comercio. La

expresión laissez-faire, laissez passer fue acuñada precisamente por un fisiócrata, Vincent de Gournay.

La política fiscal debe centrarse en un impuesto único que recaiga sobre los empresarios agrícolas. Este impuesto se justifica por el derecho natural del soberano a la copropiedad de la tierra. Lo recaudado mediante este impuesto debe dirigirse a obras públicas que permitan la circulación de la riqueza.

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La Riqueza de las Naciones (The Wealth of Nations)

En 1776 Adam Smith escribió su obra Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, por la cual es considerado por muchos el padre de la Economía Política. Esta obra, tiene el mérito de haber diferenciado el área de la economía política, de la ciencia política, la ética y la jurisprudencia.

Smith venía observando el gran incremento de la producción de bienes en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII, en plena revolución industrial. La pregunta central que intentaba responder no difería de la pregunta de fisiócratas y mercantilistas: ¿De dónde sale la riqueza de una nación? La respuesta, en cambio sí. Según Smith, la única actividad humana capaz de generar riquezas es el trabajo humano.

Basándose en esto afirma luego que la mejor forma de potenciar la producción de riquezas a través del trabajo es mediante la división del trabajo.

La productividad, considerada como la capacidad de producir una cierta cantidad de bienes con un conjunto de recursos dados, será mayor si el trabajo se divide entre especialistas que cumplan funciones definidas.

Si se demuestra que la división técnica del trabajo (la que se da en el seno de la fábrica) puede aumentar la productividad en un establecimiento, esto también puede ser cierto para una nación entera, razonaba Smith, denominándola división social del trabajo.

Efectuar una división social del trabajo daría lugar a una mejor calidad de las mercancías y a una mayor disposición de los mismos.

El mercado

En la visión de Smith, el intercambio de bienes es algo natural. Existe una propensión natural a hacerlo, que proviene de las propiedades naturales del ser humano hacia “la razón y el habla”.

Los seres humanos, que han producido y tienen en su poder los bienes en los que se especializaron, se los ceden a otros no por caridad, sino porque esperan obtener un beneficio. “No esperamos nuestra cena de la benevolencia del panadero o del carnicero, no apelamos a su misericordia, sino a su interés”.

Y a través de este razonamiento Smith institucionaliza el ser humano maximizador que sería hasta nuestros días modelizado por la mayoría de los teóricos de la economía, el ser humano de la mano invisible –visión que según algunos economistas Nash habría destruido matemáticamente hace algunas décadas con su “Teoría de Juegos”.

Según Smith, cada uno trata de obtener para sí, egoístamente, el máximo beneficio de ese intercambio. Tratará para ello de producir los mejores bienes y de hacerlo lo más barato posible, para ganarles a sus competidores. Como todos los miembros de la comunidad harán lo mismo, el conjunto de bienes existentes aumentará el máximo del que es capaz.

Así, sin que nadie lo decida centralmente, a partir de un sinnúmero de decisiones individuales, se obtendrá un máximo u óptimo social. Y todo gracias a “la mano invisible del mercado”.

Cualquier intervención del Estado, por más bienintencionada que sea, sólo logra trabar el funcionamiento del mercado, disminuyendo el óptimo social, razonaba Smith, criticando directamente a los mercantilistas. Decía Smith que el gobierno sólo debe tener cuatro deberes:

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· la defensa contra la agresión extranjera, · la administración de justicia,· el sostenimiento de obras e instituciones públicas que no son rentables para los particulares y · la defensa de la propiedad privada.

David Ricardo

(Londres, 1772 - Gatcomb Park, Gloucestershire, 1823). Procedía de una familia judía sefardí originaria de Holanda, y en aquel país recibió su primera educación judía ortodoxa. Luego se formó en la práctica ayudando a su padre, que era corredor de Bolsa. Tras romper con su familia por su matrimonio con una mujer cristiana (cuáquera), se estableció por su cuenta como corredor y especulador de Bolsa, acumulando en poco tiempo una gran fortuna, que le permitió retirarse de los negocios a los cuarenta años.

Fue su amigo James Mill el que, consciente del valor intelectual de Ricardo, le animó a poner por escrito su concepción teórica del sistema económico, en la época en que ya se había retirado al campo a cultivar sus aficiones. Fue así como surgieron los Principios de economía política y tributación (1817), una obra breve que contiene la formulación más sistemática y coherente del pensamiento económico clásico.

Mill quiso ir más allá y convenció a Ricardo para que entrara en la política activa, a fin de «educar» al Parlamento en materia de economía; efectivamente, se hizo elegir por un distrito de bolsillo de Irlanda en 1819 y actuó en la Cámara de los Comunes hasta su muerte como un liberal independiente.

Fue un ardiente liberal, partidario de políticas económicas que impulsaran el crecimiento económico a base de garantizar a los capitalistas altos márgenes de beneficio.

En su época los problemas económicos de Inglaterra eran los precios crecientes de los granos. Esto generaba, por un lado un aumento de la renta de la tierra, por otro la disminución de los beneficios del sector secundario de la economía a raíz del aumento del costo de vida, hecho que se traducía en salarios altos. Para Ricardo, la clave era abolir las trabas a la importación de granos, que beneficiaban al terrateniente. La abolición de las tarifas proteccionistas, darían lugar a la posibilidad de contar con una mayor oferta de granos, esto haría que los precios bajen y que se puedan pagar menos salarios, con lo cual, los beneficios de la burguesía ligada al sector secundario subirían.

Por cierto, al hablar del comercio en estos términos Ricardo se refiere al libre comercio, que sería algo así como el faro que ilumina el camino del progreso.

"En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su capital y su trabajo en empleos tales que sean lo más beneficiosos para ambos. Esta persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el bienestar universal. Distribuye el trabajo en forma más efectiva y económica posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y por el más eficaz empleo de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la naturaleza; al incrementar la masa general de la producción, difunde el beneficio general y une a la sociedad universal de las naciones en todo el mundo civilizado con un mismo lazo de interés o intercambio común a todas ellas" (Ricardo, p.102).

Sobre las ventajas comparativas

Pero Ricardo no se detiene en este punto. Después de señalar la conveniencia de la especialización pasa a explicar cómo se arriba a la misma y porqué es ventajosa aún cuando un país está mejor dotado que los demás en todas las industrias. En otras palabras, porqué la especialización es también necesaria en los casos en que la producción de todos los artículos requiera menos tiempo de trabajo en uno de los dos países que participan en el intercambio.

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Anuncia así el principio de las ventajas comparativas. De acuerdo al mismo, un país exportará aquel producto en el que tenga una ventaja comparativa relativa respecto a otro país. Para Adam Smith, es preciso notarlo, el comercio sólo era posible si un país tenía ventajas absolutas respecto a otro en la fabricación de un determinado bien.

"Inglaterra - dice Ricardo - puede encontrarse en circunstancias tales que la producción de paños pueda requerir el trabajo de 100 hombres durante un año. Si tratase de producir vino, probablemente necesitaría el trabajo de 120 hombres durante el mismo tiempo. Consecuentemente, Inglaterra prefiere adquirir el vino importándolo, a cambio del paño que produce".

"Portugal, probablemente pueda producir su vino con el trabajo de 80 hombres durante un año, mientras que para la producción del paño requiera el trabajo de 90 hombres durante el mismo tiempo. Resulta en consecuencia ventajoso para Portugal exportar vino a cambio de paños. Este intercambio puede efectuarse aún cuando la mercadería importada se pueda producir en Portugal mediante una cantidad menor de mano de obra que en Inglaterra. Aún cuando podría producir el paño con el trabajo de 90 hombres, lo importaría de un país donde se emplee el trabajo de 100 obreros, ya que sería más provechoso para él emplear su capital en la producción de vino, mediante el cual obtendría una cantidad mayor de paños procedentes de Inglaterra que el que podría producir invirtiendo en la manufactura de paños una parte del capital que ahora dedica a la producción de vino" (Ricardo, Ibidem p.103).

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Unidad II La Revolución Industrial

El concepto de Revolución Industrial: Perspectiva historiográfica.

A- ¿Revolución?... O no

Según Hobsbawm en las últimas dos décadas del siglo XVIII se produce en Inglaterra una revolución industrial (“estalló la revolución industrial”) Las fuerzas productivas humanas se hicieron capaces de una “…constante, rápida y, hasta el presente, ilimitada multiplicación de hombres, bienes y servicios”

A partir de 1780 a 1800, Se puede percibir un take off1 de la producción de mercancías y servicios, y del comercio interno y externo.

La revolución industrial es percibida, a partir de lo que produjo, como un suceso tan importante para la historia de la humanidad como la revolución neolítica. En idénticos términos se refirió Carlo Cipolla. Para este autor la clave de la revolución fue producto de la manipulación de nuevas fuentes de energía (carbón, petróleo)

Para Bergeron, a fines del siglo XVIII se produce en Inglaterra una “ruptura histórica”. “¿Cómo no reconocerle un carácter revolucionario al aumento súbito de la producción en la rama textil, primera en la que triunfó la nueva organización técnica y económica?” La producción fabril de mercancías que se consolidó en la rama textil, según el autor, sustituiría la producción artesanal de mercancías. La expansión del sistema fabril daría lugar a “…un nuevo tipo de economía y de civilización material”

Para Rule, el período que va de 1750 a 1850, es un período de “gran discontinuidad”. En este período se produce una serie de trascendentes transformaciones (agrícolas, demográficas, en los medios de comunicación etc.) que conducirían a la revolución industrial. Según Rule a partir de los últimos años del siglo XVIII se consolidaría un sistema de producción, el sistema fabril que, con el tiempo lograría consolidarse. (13)

Algo similar opina Engels: la revolución trajo consigo la victoria del trabajo mecánico por sobre el trabajo manual. Y esto “… una rápida caída de los precios de todos los productos manufacturados, el desarrollo del comercio y de la industria, la conquista de casi todos los mercados extranjeros no protegidos, el crecimiento acelerado de los capitales y de la riqueza nacional; y, de otra parte, el incremento aun más rápido del proletariado”

¿Revolución industrial?

Para Ashton, el término revolución no es del todo adecuado, el término revolución implica un cambio abrupto que realmente no hubo (el capitalismo por ejemplo se originó y expandió antes de 1760). A su vez, las transformaciones del período (1760-1830) no fueron solamente industriales. Sin embargo, admite el autor, sería “pedantesco” cambiarlo.

1 El concepto de “take off” es de Rostow, es utilizado también por Ashton. Para ambos autores, la revolución industrial es producto de la acumulación e inversión masiva de dinero en la esfera productiva. Esto es lo que, según estos autores provocó el “take off”.

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A partir de 1980, la “Nueva historia económica” mediante el empleo de variables macroeconómicas, pusieron en tela de juicio la idea de un take off de la economía inglesa a partir de fines del siglo XVIII.2 Por esto, cuestionaron la idea de una ruptura o “revolución industrial”

Conclusiones de Crafts y Harley:

a- El crecimiento económico en lugar de acelerarse a partir del período del “despegue” (último tercio del s. XVIII), se hace más lento.

b- La tasa de crecimiento económico en su conjunto del período 1780 a 1801 no fue muy notable . Si bien el sector textil y minero era muy dinámico, tenían escasa importancia dentro de la economía inglesa considerada globalmente.

c- El nivel de vida de la población, entre 1760 y 1820, no sufrió grandes modificaciones.

A partir de estos datos, sostuvieron una visión gradualista del proceso de industrialización: privilegiaron la continuidad por sobre la ruptura.

Partiendo de esta tesis, Williamson intentó explicar sus causas. Según él, las costosas guerras de fines del s. XVIII y principios del s. XIX, hicieron que la capacidad de ahorro e inversión en el sector productivo se vea disminuido. Las estrategias bélicas encaradas por el Estado inglés repercutieron negativamente en la economía inglesa, retardando el proceso de industrialización.

Lo que llama la atención de esta corriente, donde sí encuentran una “discontinuidad” es el “inusitado traslado de trabajadores del campo a la ciudad en un contexto de crecimiento gradual”

Berg y Hudson, afirman que no hay suficiente información para elaborar datos de carácter macroeconómico sobre la economía nacional inglesa durante el período XVIII y XIX que sean dignos de confianza o con escaso margen de error. Faltan documentos suficientes para elaborar datos fiables que reflejen lo que realmente estaba pasando.

El uso de fuentes cuantitativas de este tipo requiere cautela. Deberían complementarse con fuentes de otra índole (cualitativas).

Para Berg y Hudson la revolución industrial, concepto que debe ser rehabilitado, se percibe cuando se enfoca en ciertas regiones o en ámbitos locales. “Su período presenció la especialización sectorial de regiones y el desarrollo de unas economías regionalmente integradas, algunas de las cuales estaban experimentando, claramente, una revolución industrial y social, se defina como se defina el término, mientras otras se desindustrializaron. El movimiento de indicadores cuantitativos acumulados pasa esto por alto”

Rehabilitar el concepto de Revolución industrial

Berg, en La era de las manufacturas… critica la idea de revolución industrial defendida por esta escuela. Ésta, asocia revolución industrial única y exclusivamente con crecimiento económico, con “take off”. Revolución industrial, implica más que crecimiento económico. Para Berg, La revolución industrial introdujo una nueva forma de organización de la producción, la implementación de nuevas tecnologías; una nueva forma de explotación del trabajo; y una nueva división del trabajo entre las distintas regiones, etc.

2 Esto implicaría una concepción de Revolución Industrial afín a la de Rostow y Ashton. Esto quiere decir, revolución industrial=crecimiento económico abrupto. (Berg)

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Para Berg la revolución industrial es un proceso de larga duración que no se remonta a 1760 o 1780, sino mucho antes. La autora arranca de principios de siglo.

B- Las causas de la Revolución industrial:

Demanda del mercado externo

Según Hobsbawm {La era de la Revolución (Cap.2), Industria e imperio (Cap.2 y 3)} y Kemp {La Europa industrial en el siglo XIX. (Cap. 1)} “la chispa que encendió la mecha” que dio lugar a la explosión fue la creciente demanda de mercancías proveniente del mercado exterior, según Hobsbawm, la demanda proveniente de las colonias, de América Latina y de Europa Oriental.

Que la industria del algodón haya sido la primera en industrializarse no es una casualidad, ya que es lo que el mercado exterior con mayor ahínco demandaba.

Con todo, para Hobsbawm, la demanda del mercado interno no era desdeñable. Éste, de un tamaño para nada desdeñable, tendió a crecer notablemente a lo largo del siglo XVIII y XIX gracias al proceso de proletarización del campesinado (1760-1830 período de los enclousures parlamentarios) y al crecimiento de las ciudades. De hecho, fue la creciente demanda de combustible (carbón) proveniente de los hogares de las ciudades lo que hizo viable la invención y construcción de los ferrocarriles que comunicaban a la galería con la bocamina y de esta al puerto3. Sin embargo, para Hobsbawm este mercado, era más que nada una “rueda de auxilio” de las industrias orientadas a las exportaciones.

Para Kemp, la demanda exterior fue lo que habría hecho rentable la aplicación de nuevas técnicas de producción y los modernos métodos para organizar la producción.

Bergeron acuerda también con Hobsbawm”…si la rama de los empresarios de esta rama de la industria textil -el algodón- se convenció de que era necesario y provechoso disponer de nuevos medios de producción, ello se debió a la presión de un mercado exterior, europeo y atlántico, en plena expansión desde la segunda mitad del siglo XVIII”

Demanda del mercado interno

En contraposición con esta postura, Giorgio Mori sostiene que la demanda interna jugó un papel mucho más destacado que la demanda exterior, de allí provenía el impulso que hizo necesaria la revolución industrial. El comercio exterior fue considerado esporádico e irregular, no así la demanda interna que era constante y creciente.

De igual opinión es Bairoch. Según el autor: “En la primera mitad del siglo XVIII, los primeros signos de la segunda etapa demográfica aparecieron en ciertos países de Europa, especialmente en Inglaterra; las tasas de mortalidad comenzaron a descender en forma permanente y las fluctuaciones de la población a corto plazo desaparecieron para dar paso por vez primera en la historia a un crecimiento estable...

“...El progreso de la agricultura, al posibilitar la revolución demográfica o, más probablemente, desde nuestro punto de vista, siendo su causa real, inició un cambio profundo en el ritmo de crecimiento de la población, que daría lugar a un gran aumento de la demanda no sólo de productos agrícolas sino también manufacturados. Esta demanda iba a ser un poderoso estímulo para los talleres artesanos que la Revolución industrial transformaría gradualmente en fábricas.”

3 Luego esto daría lugar a l desarrollo de la industria metalúrgica.12

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“Así, pues, en la práctica, el incremento constante de la productividad agrícola lleva muy rápidamente a una disponibilidad adicional de recursos. La elección de las mercancías a través de las cuales esos nuevos recursos encuentran salida depende de factores económicos, sociales  o políticos. En Europa, donde las condiciones climáticas hacen de los textiles un renglón importante, una gran parte de tales recursos se gastarían normalmente en ropas. Dado que los suministros de textiles tradicionales eran de una naturaleza un tanto inelástica (por ejemplo, la mayor producción de lana exigía un crecimiento del ganado), la importación de algodón, en principio en tejidos y más tarde como materia prima recibió un fuerte estímulo de esta demanda...

“El algodón tenía una doble importancia. La primera era cuantitativa. En Inglaterra, hacia 1840, los textiles originaban el 75 por ciento del empleo industrial, del que el algodón representaba la mitad...

“Pero el algodón tuvo asimismo un importante papel cualitativo, pues sus fibras se prestaban al tratamiento mecánico, y esto impulsó a la mecanización de la industria textil...

Otras interpretaciones:

Para Ashton, al igual que para Rostow, lo que hizo posible la Revolución industrial en Inglaterra fue producto de la inversión masiva de dinero en la esfera productiva.

Según estos autores, los grandes terratenientes y los arrendatarios lograron acumular importantes riquezas en el transcurso del siglo XVIII. Riquezas que fueron utilizadas productivamente, en las esferas de la producción (en el campo -herramientas, cercados-, en la deuda pública- especialmente entre 1776-1815) a fin de generar más riquezas.

Ashton pareciera hacer mención al nacimiento de un nuevo tipo de mentalidad. Para el autor este tipo de mentalidad sería el que hizo posible que la revolución “…no puede decirse que la acumulación de numerario, por sí misma, conduzca a la creación de capital. Fue no sólo la voluntad de ahorrar sino también la voluntad de emplear dichos ahorros en forma productiva la que observase en ese tiempo. A principios del siglo XVII, los terratenientes habían empleado sus ahorros en el mejoramiento de sus tierras, los comerciantes en ensanchar sus mercados y los fabricantes en contratar más mano de obra” Aquí hay cierta coincidencia con los argumentos que Weber expone el su obra sobre el espíritu del capitalismo.

Carlo Cipolla, dice que la Revolución Industrial, fue posible gracias al control y manipulación de nuevas fuentes de energía. La transformación del carbón, producto del cual Inglaterra gozaba de gran cantidad, en energía mecánica fue posible gracias al peculiar desarrollo de las fuerzas productivas en Inglaterra, producto de su peculiar situación sociocultural. Dice Cipolla “La revolución es un hecho sociocultural”

Engels en armonía con esta interpretación sostiene que “… es sabido que estas invenciones -la máquina de vapor y las máquinas destinadas a trabajar el algodón- desencadenaron una revolución industrial”

La unicidad de la revolución industrial británica

Según Hobsbawm, el hecho de que la revolución se haya dado en Inglaterra, no es algo fortuito. Este autor, percibe que solo Gran Bretaña estaba en condiciones de llevar a cabo la revolución.

En Gran Bretaña, el “…el beneficio privado y el desarrollo económico habían sido aceptados como los objetivos supremos de la política gubernamental” En esto Kemp, se encuentra plenamente de

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acuerdo: la Revolución gloriosa logró subordinar al monarca a los intereses de los ricos, representados en el Parlamento.

A su vez Inglaterra, antes de la revolución industrial, había experimentado una revolución agrícola. Rostow consideraba imprescindible la preexistencia de la revolución agrícola para el surgimiento de la revolución industrial. La base del crecimiento en la Europa moderna fue, sin duda, la agricultura y también este caso sería incomprensible sin las transformaciones y desarrollo agrarios que acompañaron, más que precedieron, al desarrollo industrial.

Las transformaciones en Gran Bretaña durante el siglo XVIII: la Revolución agrícola y expansión demográfica

Ésta revolución, como veremos a continuación, es necesaria, es el paso previo a la industrialización. Según Hobsbawm, la tierra, en el transcurso del siglo XVIII y XIX terminó en manos de latifundistas (aristócratas en su mayoría), los cuales las utilizaron con el objetivo de obtener rentas en dinero. Para ello, solían cederlas a arrendatarios, los cuales, con ayuda de jornaleros (campesinos proletarizados o semiproletarizados -cottagers), las explotaban con miras a satisfacer las demandas del mercado interno en expansión.

El proceso de acumulación de tierras, acelerado por los Enclousures Acts (1760-1830) dio lugar a una proletarización del campesinado. Para Kemp el campesinado inglés desaparece entre los siglos XVI-XVIII. La nueva función del campesinado proletarizado será la de proveer fuerza de trabajo, ya sea en el campo o en la urbe; y la de demandar/consumir mercancías (alimentos y manufacturas).

A su vez, la acumulación de tierras y la orientación de la producción hacia el mercado dieron lugar a:

El desarrollo de estrategias para aumentar la producción y, por lo tanto, aumentar los beneficios La inversión en el sector (para la compra de más fuerza de trabajo, clavos y palos para construir

los cercos, herramientas etc.)

Esto hizo posible:

alimentar a una sociedad en vías de expansión demográfica, principalmente en las ciudades Suministrar un mecanismo de acumulación de capital.

En armonía con la última afirmación Bairoch, sostiene que “Las biografías de los empresarios industriales en las primeras etapas de la industrialización muestran que muchos de ellos eran de modesto origen y a menudo provenían del campo... Para abreviar, puede decirse que la investigación reciente sobre los orígenes de los industriales tiende cada vez más a confirmar la preponderancia del medio rural en los inicios de la industrialización, especialmente en lo que se refiere a los textiles, que no solamente eran la rama más importante de la industria, sino también la rama de origen de las primeras etapas de la Revolución Industrial de Europa…”

“Así pues, la agricultura no sólo aportó recursos alimentarios y trabajadores imprescindibles para la gran aventura que fue la Revolución Industrial, no sólo hizo posible y aún impulsó la revolución demográfica y generó el nacimiento de las modernas industrias textiles y del hierro, sino que también suministró, en las primeras etapas, una gran parte del capital y los empresarios que animaron a los sectores clave de tal revolución.”

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Para Bairoch el aumento de la producción en el sector primario, creó las condiciones para la revolución demográfica. El aumento del consumo de calorías dio lugar a un aumento de la esperanza de vida, factor que según Ashton, es lo que explica la revolución demográfica.

Bergeron opina que el crecimiento demográfico es producto de un descenso de la mortalidad, a raíz del aumento de la producción y consumo de alimentos.

Postura alternativa: Rule y Wrigley

Rule en oposición a esta postura, basándose en Wrigley, sostiene que el aumento demográfico fue por el importante aumento de la fertilidad producto de la disminución de la edad de las mujeres al casarse. La industrialización habría dado lugar a un aumento del empleo lo cual hizo que las parejas encuentren sustento fácilmente.

Volviendo a la cuestión de La unicidad de la Revolución Industrial británica.

Quedaba por considerar un aspecto. Hablamos de las condiciones políticas, la revolución agrícola y sus consecuencias. Resta hablar sobre las condiciones que habrían hecho posible los inventos característicos de la revolución industrial.

Según Hobsbawm “eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hacer la Revolución Industrial. Sus inventos técnicos fueron sumamente modestos… ” De similar opinión es Mathias: los conocimientos científicos y las tecnologías desarrolladas eran asequibles. Sin embargo este autor va a contramano de lo que opinan el resto de los autores.

Para Mathias el hecho de que la revolución industrial se haya desarrollado primero en Gran Bretaña, es producto del azar. El crecimiento económico inglés en la esfera de la producción y el comercio durante el siglo XVIII fue también experimentado por Francia y otras potencias europeas; en cuanto a las innovaciones agrícolas, Flandes y Holanda fueron pioneros. Allí existían relaciones capitalistas y una producción orientada al mercado. En Francia la producción de mercancías era importante ¿Por qué no dieron el salto cualitativo? Según el autor la principal causa de ello fueron las guerras napoleónicas.

El debate sobre el nivel de vida en la primera etapa de la revolución industrial.

El debate moderno sobre el nivel de vida se inició en 1926, cuando sir John Clapham, en términos de Rule “…empuño las armas contra una crítica de la industrialización que se extendía desde Toynbee, a través de los Webb, hasta los Hammond, y que había presentado una visión pesimista del impacto de aquélla sobre las clases trabajadoras” Clapham basándose en materiales estadísticos elaboró datos que lo impulsaron a afirmar que entre 1790 y 1850, el poder adquisitivo del obrero industrial medio había aumentado aproximadamente un 60%.

Cuatro años después, en la Economic History Review, J. L. Hammond respondió criticando los datos estadísticos que fundamentaban la opinión de Clapham y exponiendo datos de índole cualitativos que indicarían que la calidad de vida se habría visto afectada.

Según Thompson, Clapham, acepto las críticas de Hammond y relativizó un poco sus afirmaciones. Su crítica a la visión ortodoxa no apuntaba a demostrar todo lo contrario, sino a demostrar que la situación de los trabajadores no había empeorado tanto. Más tarde, Los Hammond, aceptaron la existencia de un leve crecimiento del nivel de vida, factor que, sin embargo, no contribuyó a elevar la calidad de vida. En fin “… ambas partes han cedido terreno”

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El debate, permaneció en stand-by, hasta fines de 1940, cuando Ashton, a partir de nuevos datos estadísticos reformuló la tesis optimista. El autor sostiene que en 1830 los miembros de la clase trabajadora que habían salido beneficiados con el advenimiento de la industria fabril superaban en número a los que no había experimentado mejora alguna.

La respuesta de los pesimistas fue elaborada por Hobsbawm. Según Taylor, su entrada tuvo gran importancia. “Por primera vez, los optimistas y los pesimistas se situaban en el mismo plano” Hobsbawm intentaría demostrar que la industrialización no solo provocó una disminución en la calidad de vida, sino también en el bienestar material.

Según Hobsbawm, durante los años 1810-40 la mortalidad habría crecido, al igual que el desempleo. A su vez el consumo de alimentos con gran valor calórico como los lacteos, los huevos y la carne habían caído consecuencia de la caída del poder adquisitivo del trabajador. Estos datos, según Hobsbawm, indicaban un deterioro en el nivel de vida, indicaba que la torta en Gran Bretaña no se repartía.

Hartwell, en 1959, dos años después que el artículo de Hobsbawm, reforzó la tesis optimista introdujendo datos sobre la renta nacional y su distribución. Para el autor, entre 1800-50 el nivel de vida aumentó. La redistribución de la renta tendió a favorecer a los trabajadores.

Según Taylor, el debate prosiguió en la década de 1960. Los contendientes afirmaron sus posiciones, con lo cual el nivel tendió a decaer.

Este debate, según Taylor aun no ha llegado a su conclusión. En parte porque, para decirlo de alguna manera, falta un acuerdo sobre que se está discutiendo:

En qué espacio físico se sitúa el debate ¿Se estudia a la comunidad trabajadora en general o a una fracción de ella? ¿Qué período tomar? ¿1790-1850 (Hob) 1800-1850 (Har) 1790-1830 (Ash) u otras? Dónde se

empieza y dónde se termina puede ser determinante. Esto es importante. Según Rule, Hartwell: “Empieza a partir de un año terriblemente pobre [1800] y, al argumentar, lo pone en relación con otro bastante mejor. Al prolongar el período hasta 1850 en vez de 1830, que era el año escogido por los optimistas, oculta el hecho sacado a la luz por las últimas investigaciones de que la mejora se redujo en su mayor parte al período posterior a 1820” (55)

El problema más importante: faltan fuentes fehacientes para elaborar datos sólidos.

No obstante, el autor realizó algunas observaciones generales:

El período de 1780-1790 a 1840-1850 mejoró el poder adquisitivo de la clase trabajadora en general; dicha mejora no fue tan grande como en el lustro posterior

El ascenso de los ingresos de la clase trabajadora fue escaso e irregular; dicho ascenso se notó más entre los trabajadores industriales que los agrícolas. Este fue más intenso en el N que en el S.

Los movimientos económicos a corto plazo influían considerablemente en la prosperidad de un individuo; también influían los cambios de su situación familiar.

La conclusión de Rule es la siguiente:

Los optimistas, a partir de Clapham, lograron liquidar la postura pesimista extrema.

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Los pesimistas modernos no subrayan un declive absoluto de la situación material del trabajador, sino más bien de uno relativo. Recompensas dignas de mención se obtendrán a partir de mediados de siglo.

Todos los trabajadores, independientemente de su calificación podían estar sujetos a empobrecerse. La inestabilidad de los empleos, las fluctuaciones de la demanda, la posibilidad de caer enfermo o de ser despedidos ocasionaban esto.

Clase obrera e industrialización:

El trabajo de Thompson (cap. 6) comienza poniendo en evidencia la relación industrialización-Burguesía industrial-obrero industrial. Con la revolución industrial, la sociedad vio nacer dos actores nuevos que con el tiempo, tal como Marx predijo se transformarían en los protagonistas de la sociedad naciente.

Con respecto a los obreros industriales los observadores de mediados de s. XIX los veían como hijos de la “maquinofactura” (Marx). Según Engels “los primeros proletarios estaban relacionados con la maquinofactura, fueron engendrados por ella… los trabajadores fabriles, primogénitos de la Revolución industrial, han formado desde el comienzo hasta el presente el núcleo del Movimiento Obrero”

Crítica de Thompson:

Los obreros fabriles, fueron una minoría insignificante hasta promediar el s. XIX, período en el cual adquirirían cierta importancia.

Los obreros fabriles no constituyeron el núcleo del movimiento obrero: “…el jacobinismo hecho raíces entre los artesanos; el ludismo fue obra de obreros calificados de pequeños talleres. Desde 1817 hasta el cartismo, los trabajadores a domicilio, en el N y las Midlands, jugaron un papel tan destacado como la mano de obra fabril en todas las agitaciones radicales”

El núcleo, se encuentra en la mano de obra cualificada, los artesanos. Esta fracción del movimiento obrero es la que aportó organización, ideas y cuadros.

Como es sabido, es muy difícil hablar de una clase obrera durante el período 1790-1830. Si se puede hablar durante éste, de un proceso de formación de la clase obrera (pág. 25). Esto quiere decir, que a partir de 1790 los trabajadores manuales comenzarán a adquirir una conciencia de clase, lo que significa la toma de conciencia de la existencia de intereses, y sensibilidades comunes al trabajador manual independientemente de su oficio.

Tesis clave: la clase obrera, es producto de las circunstancias coyunturales como el producto de su propia actividad (“se hizo a sí misma”)

El proceso de formación:Según Thompson, después de la Revolución francesa y durante la etapa jacobina el monarca y la aristocracia inglesa cerraron filas con los industriales y establecieron mecanismos para evitar que lo que ocurrió en Francia se repita en la isla. Consecuencia de esto: “el `ancien régime´ recobró su vigor” Con las Combination Acts los obreros, “…se vieron abocados al apartheid político” en un momento en que el grado de explotación se intensificaba tanto en la ciudad como en el campo.

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Los trabajadores manuales fueron sometidos a una represión legal y física, mientras el grado de explotación se intensificaba. Según Thompson se produjo durante el período1790-1830 un cambio en la naturaleza y el grado de la explotación. La industrialización fue un cambio para peor.

La transformación del campesino o el artesano en fuerza de trabajo fue un proceso duro, implicaba:

Nuevas relaciones sociales entre patronos y “oficiales” Que ya no habría relaciones paternalistas entre ambos Que no habría reciprocidad, ni respeto mutuo.

Las relaciones entre ambos se instrumentalizarían. Esto fue lo que hizo bien claras la explotación (clave para la identificación del obrero como miembro de una clase)

Rule, al igual que Thompson, pone en entredicho la relación causal industrialización-clase obrera-sindicalismo: “A menudo se ha afirmado que el sindicalismo se desarrolló como una consecuencia de la revolución industrial; en realidad, en 1750 estaba ya consolidado en el seno de muchos grupos de obreros.”

Dichos sindicatos entre sus principales objetivos se propusieron proteger su nivel de cualificación manteniendo la institución del aprendizaje; mantener sus salarios y las formas de trabajo tradicionales; y velar por el cumplimiento de los deberes patronales. Estas tres cuestiones fueron las principales causas de disputa entre capital y trabajo.

Mecanismos de resistencia de los obreros manuales:

Envió de cartas amenazadoras. Era el paso previo de la acción. Generalmente los obreros intentaban solucionar sus problemas con la patronal por la vía pacífica.

Destrucción de máquinas. La máquina no solamente era atacada porque pusiera en peligro la necesidad de la cualificación de la mano de obra, sino que también era atacada en tanto que propiedad del patrón, en tanto que medio de producción sin el cual no se podía trabajar.

Ataque a los “esquiroles”, humillaciones rituales de los trabajadores “desleales” y del patrón “recalcitrante”. Las formas más brutales se efectuaron contra colegas que delataban compañeros ante el patrón y la ley.

Huelgas.

Un punto y aparte: Los destructores de Máquinas

Revueltas Ludditas

Durante la segunda década del s. XIX se generaliza en la industria inglesa (Nottingham, Lancashire y Yorkshire) un movimiento insurreccional de trabajadores contra la introducción de las nuevas máquinas de tejer mecánicas que representaban no sólo una eliminación masiva de mano de obra masculina y femenina adulta, sino una reducción de los ingresos familiares, en la medida que las nuevas máquinas podían ser utilizadas por mano de obra infantil con menor salario. Es decir, la introducción de los nuevos telares a vapor tenía un impacto negativo inmediato sobre las condiciones de vida de la población asalariada que se cifraba en: depauperación y paro, destrucción de conocimientos y habilidades humanas que eran transferidas a la máquina, mayor control de los patronos sobre el proceso de producción y, en fin, la destrucción de una determinada forma de comunidad obrera. Es decir, los rasgos principales de la expropiación humana por medio de la tecnología que, desde entonces, se ha ido extendiendo con el desarrollo tecnológico a lo largo de estos dos últimos siglos.

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Entre los trabajadores, amenazados directamente en sus formas materiales de existencia, surge una rebelión generalizada que toma como objetivo las máquinas -la destrucción de las máquinas, en tanto causa inmediata de su miseria.

Lo que en un principio no parecía sino una rebelión más de las que tenían lugar desde varias décadas atrás, con la implantación de las primeras máquinas de vapor, muy pronto adquirió unas dimensiones inusitadas, involucrando a miles de hombres y mujeres en la quema de fábricas y la destrucción de maquinaria. La monarquía inglesa desplegó un ejército de varias decenas de miles de soldados y aplicó con profusión la pena de muerte a los trabajadores acusados de rebeldía. A pesar de todo, el movimiento se extendió a lo largo de varios años con distinta extensión e intensidad. Pues hay que tener en cuenta que el movimiento luddita fue un movimiento anónimo. El término que da nombre al movimiento (Ludd, Ned Ludd, general Ludd, etc.) era más bien una especie de pseudónimo o firma de uso colectivo, pues no hay pruebas concluyentes que existiera alguien que liderase el movimiento con ese nombre. Por otra parte, los actos de destrucción de las máquinas tenían lugar de forma colectiva o clandestina, de manera que eran atribuidas a esa imaginaria figura de Ned Ludd o Capitán Swing (equivalente de la figura mítica de Ludd en las rebeliones campesinas).

Como quiera que sea, el movimiento luddita, como primera gran revuelta de la humanidad proletarizada de la era capitalista, no fue comprendido en toda su profunda significación ni por los historiadores, ni tampoco por los teóricos revolucionarios.

Los ludditas fueron despreciados como milenaristas opuestos al Progreso; fueron etiquetados como románticos y extravagantes. El movimiento obrero, en líneas generales, liquidó la memoria histórica luddita para adoptar el punto de vista dominante de la neutralidad de la tecnología.

La profundización en la crítica a la «neutralidad de la tecnología» y al reduccionismo que comporta considerar las máquinas como meros artefactos o medios físicos de producción, ha abierto nuevas vías de comprensión del fenómeno tecnológico y, en consecuencia, de la respuesta luddita. La visión cosificada de las máquinas sobre la que se basa la «neutralidad de la tecnología» oculta la dimensión social, política, cultural, en fin, que la máquina o artefacto representa. La máquina materializa una relación social y, por ello, la maquinaria, la tecnología, constituye un sistema cuya lógica interna es inseparable de la sociedad en la que se instaura.

Es así como, recientemente, algunos historiadores e investigadores han rescatado a los ludditas del olvido.

Los ludditas se rebelaron contra una forma de sociedad (capitalista) que tiene en las máquinas (el sistema tecnológico) su piedra angular. Destruían las máquinas porque eran (son) la materialización práctica de la comunidad del capital, contrapuesta a la comunidad de mujeres y hombres libres. Bajo esta perspectiva, los ludditas dejan de aparecer como las masas enloquecidas e incapaces de entender el sentido de la Historia, para presentarse, precisamente, como una forma de conciencia de la Historia beligerante contra la Historia dominada por el capital y sus implicaciones prácticas, reales, sobre sus vidas.

La derrota de los ludditas durante la Primera Revolución Industrial representó el triunfo de la burguesía en la doble vertiente del modo de vida vinculado al desarrollo industrial y a la ideología del progreso que es asumida como una especie de verdad natural. Durante la Segunda Revolución Industrial, caracterizada por la expansión de la tecnología electrónica y la automatización de los procesos, el desarrollo tecnológico se ve como una consecuencia lógica y natural del despliegue del saber humano aplicado a la producción de mercancías y al «bienestar» concebido como la promesa de una disposición ilimitada de objetos de consumo. Puesto que el movimiento obrero había hecho suyo el paradigma burgués del progreso durante la Primera Revolución Industrial y había experimentado el fracaso de la recuperación de la tecnología bajo la consigna de la apropiación de los medios de producción, ya fuera por la vía reformista o revolucionaria, durante la Segunda Revolución Industrial

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la cuestión de la tecnología, de la integración de la nueva tecnología en los centros de trabajo, o pasa completamente desapercibida o, como fue el caso en algunos países del norte de Europa, se intenta «negociar» su implantación. Es decir, no se abordan sino en sus consecuencias más superficiales las implicaciones que la tecnología tiene para la gente, traducidas en contrapartidas o mejoras económicas y laborales. La tecnología se reduce, así, en la estrategia sindical a sus dimensiones meramente objetivas y «neutrales», lo que lleva a su traducción en términos de mercado, dinerarios, de acuerdo con la práctica reivindicativa sindical de «tecnología a cambio de mejoras salariales y/o de las condiciones laborales». La memoria del luddismo había quedado definitivamente relegada, una vez que los trabajadores aceptaban las condiciones de vida ofrecidas por el Capital, como único horizonte de sus existencias.

Sin embargo, la introducción de la tecnología en la Segunda Revolución Industrial no estuvo ausente de resistencias y prácticas de sabotaje, sobre todo, en los años setenta. En cierto modo, podrían considerarse muchas de las huelgas y movilizaciones autónomas de los trabajadores como manifestaciones de la resistencia de las precedentes formas de vida de los trabajadores contra las nuevas condiciones de vida y trabajo impuestas a caballo de la nueva tecnología de automatización, aunque sin la explícita radicalidad del cuestionamiento tecnológico que inspiraba a los ludditas. En cierto modo, esos movimientos todavía estaban imbuidos del principio de la neutralidad tecnológica que estaban en la base de consignas como la autogestión y el poder obrero.

Paralelamente a la proliferación científico-industrial y sus estragos, y más concretamente, el desarrollo de la bomba atómica, dio lugar en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial a una reflexión en torno a la técnica que no trascendió más allá del marco de la conciencia ética de algunos científicos y filósofos. No sería, sino hasta entrados los años sesenta cuando el surgimiento de la contracultura y el movimiento ecologista se vuelvan a poner en cuestión la tecnología y la sociedad industrial.

Las limitaciones de la acción obrera dentro de lo que podríamos denominar el paradigma capitalista de la tecnología se hicieron evidentes en la alternativa de la autogestión o, más concretamente, en la inviabilidad de la autogestión. Las experiencias de ocupaciones de fábricas confrontaron a los trabajadores industriales con una realidad que entrañaba una complejidad mucho mayor de la que suponía la mera apropiación o desplazamiento de la propiedad de los medios de producción. Y esas limitaciones remiten directamente al sistema técnico como «algo más» que la simple maquinaria, entendida como artefacto neutro, entraña una lógica de funcionamiento que atraviesa todas las instancias de las relaciones sociales bajo la forma del imperativo de eficiencia y el desarrollo expansivo (Progreso).

Revueltas de los braceros agrícolas de los años 1830-1831

Si las nuevas cardadoras, telares y cortadoras arrinconaban a los trabajadores calificados, los jornaleros agrícolas que regresaban del campo de batalla al término de las guerras napoleónicas se encontraban con que las trilladoras mecánicas los estaban desplazando, crecía la desocupación rural y disminuían los salarios y, si los textileros maquinófobos se hacían encabezar por el legendario General Ludd, los jornaleros agrícolas del sur de Escocia que de 1830 a 1832 rompían y quemaban trilladoras mecánicas pusieron por delante a un no menos legendario Capitán Swing, cuyo nombre remite al sonido entrañable que emite el vaivén de las trilladoras manuales. Joseph Carter, jornalero de Hampshire que se alzó contra las mecanización agrícola y fue por ello encarcelado, recordaba años después: “... nos teníamos que juntar todos... Y había que ir y sacar a los hombres de los graneros y romper las máquinas que los granjeros habían comprado para hacer la trilla” (Thompson: 64).

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Los asalariados del campo se alzaban contra la maquinaria que los desvalorizaba abatiendo aun más su raquíticos jornales, pero no habían olvidado que, antes de ser expropiados y proletarizados por quienes ahora los desempleaban, alguna vez fueron campesinos y en el fondo esa era la Edad de Oro a la que hubieran querido regresar. “Estaríamos contentos si pudiéramos recuperar un cuarto de acre...”, decía en 1834 un jornalero rebelde de Buckinghamshire, cuya voz ha recuperado Thompson, y el historiador concluye: “El caldo de cultivo de todo agravio rural planteaba una y otra vez el ansia de tierra...”(Ib: 67).

Edward Thompson, autor de La formación histórica de la clase obrera. Inglaterra. 1780-1832, texto que en mucho sustenta este apartado, sostiene que “...los rompemáquinas fueron los que comprendieron con más realismo cuáles iban a ser los efectos...

Entre 1861 y 1863, a medio siglo de las hazañas de Ed Ludd, Carlos Marx escribe en la Contribución... sobre el significado de las rebeliones contra las máquinas, luchas que no le resultaban tan remotas, pues Inglaterra -cuna de los ludditas- había sido adelantada de una industrialización que llegó mucho más tarde a Alemania, de modo que en 1828, cuando Marx tenía diez años y vivía en su natal Tréveris, Renania fue conmocionada por acciones destructoras muy semejantes a las que quince años antes habían sacudido West Riding, Lancashire y Nottingham. Más que en la rural Tréveris, el movimiento se desarrolló en la industrial Barmen -donde, por cierto, había nacido el aún más joven Federico Engels-, pero es muy posible que en alguna sobremesa el inquieto e informado Hirschel Marx haya hablado con sus hijos de los rompemáquinas renanos (Cornu: 22, 23).

En todo caso, el hecho es que, en sus apuntes de los sesenta, Marx no ve al luddismo como un movimiento reaccionario opuesto al inevitable y progresivo desarrollo de las fuerzas productivas, sino como una lucha instintiva contra las garras del monstruo, un combate precursor contra la “base general” de la producción capitalista. “La destrucción de la maquinaria y, en general, la oposición por parte del trabajador a la introducción de maquinaria es la primera declaración de guerra contra el medio de producción y el modo de producción desarrollados por la producción capitalista (...) Oposición dirigida instintivamente contra... la base general... de la producción capitalista..., la producción masificada...” (Marx, La tecnología del capital. Subsunción formal y subsunción real del proceso de trabajo al proceso de valorización, Itaca, México, 2005. 50, 51)

No es simple empatía con los rebeldes, sino que Marx está construyendo una teoría crítica del gran dinero que ubica el huevo de la serpiente en la propia tecnología desarrollada por el capital , porque “...el modo de producción capitalista no sólo modifica formalmente el proceso de trabajo sino que revoluciona todas sus condiciones sociales y tecnológicas...” (Ib: 56), de modo que “...la máquina se presenta propiamente como la revolución en el modo de producción que resulta de la forma capitalista de producción” (Ib: 56). Así, pues, al rebelarse contra las “máquinas de maldad”, “sean quienes sean sus propietarios”, los seguidores de Ludd no yerran un tiro que, presuntamente, debiera dirigirse contra los propietarios, es decir, contra la burguesía; al contrario. apuntan al corazón: a “la base general” de la producción capitalista como “producción masificada”, porque en ese momento la fábrica es el escenario privilegiado del gran drama social, el lugar donde se enfrenta “...el hombre de hierro contra el hombre de carne y hueso”, el sitio donde “...la subsunción de su trabajo al capital” se presenta al obrero “...como factum tecnológico” (Ib: 57).

Hay que seguir la pista a las implicaciones de este “factum tecnológico”, de este ominoso “hombre de hierro” que en la segunda mitad del siglo XX aparecerá travestido como La Bomba, las megaurbes, el consumismo, el masaje massmediático, la Revolución Verde, la energía nuclear, la erosión ecológica y cultural, el cambio climático por gases de invernadero, los transgénicos y el más pequeño y reciente de los frankensteins tecnológicos: la nanotecnología. Porque las veleidades ludditas de Marx en la Contribución... son muy sugerentes, pero también es verdad que en otros lugares parece bajar la guardia frente a tecnología capitalista en cuanto tal: “La maquinaria no perdería su valor de uso cuando dejara de ser capital... (la capitalista no es necesariamente la) ...mejor relación social de producción para el empleo de maquinaria” (Marx, 1971: 222).

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Retomando la cuestión del sindicalismo, afirma Rule que, si bien lograron cierto éxito en algunas de sus demandas, eran débiles. La capacidad de resistencia de la patronal era según Rule “formidable” ¿Por qué?

Durante las huelgas uno de los principales mecanismos de protesta de los obreros, estos no trabajaban, por tanto no cobraban. Por esta razón, sus recursos económicos se veían seriamente mermados. Las reservas económicas que juntaban los sindicatos para estas ocasiones, generalmente no eran suficientes. En cambio, recursos económicos, es lo que a la patronal no le faltaba. Si la huelga se alargaba y la patronal no cedía, los obreros estaban en problemas.

El Estado generalmente tendía a estar de parte del patrón. Las diversas leyes sancionadas contra las Trade Unions en diversos oficios, las posteriores Combination Laws (1799-1800) y la revocación de la V Elizabeth en 1814 son prueba de ello.

Frente a la amenaza, o al hecho real de la asociación, los patronos formaron con rapidez contra-asociaciones con el fin de luchar en conjunto contra los trabajadores. Por ejemplo, estas asociaciones, podían in bloc reducir los salarios en una región cuando la demanda del mercado declinaba, organizar Lock out patronales ante la amenaza. Exigir la firma de documentos en los que se exprese que no se afiliarán a ninguna trade union.

Resultado de las Combination Acts:

Según Thompson estas leyes obligaron a las Trade unions a asociarse con el movimiento republicano jacobino, lo cual era precisamente lo que se quería evitar.

Según Rule “Las acts… fueron más símbolo de la represión que vehículo para ella. No obstante, los trabajadores a domicilio de las Midlands y el norte -los tejedores de algodón y la lana y los tejedores de medias- se enfrentaron con un mayor grado de hostilidad de parte de patronos y los magistrados que los intentos de los artesanos urbanos”. A su vez “El primer grupo de trabajadores fabriles que se organizó, los hilanderos del algodón, también se encontraron con la intimidación y la disuasión de la ley ” Rule señala que la unión de los hilanderos de algodón era en esencia muy similar a la de los artesanos. Pero existía algo que los diferenciaba, “…el hecho de ser muchos más, lo que podría explicar por qué sus conflictos parecían más amenazadores que los de los tejedores rurales dispersos” En Lancashire, las Combination Laws, tuvieron cierto éxito

Resultado de la revocación de la V Elizabeth

Esta ley obligaba al aprendiz a efectuar 7 años de aprendizaje antes de ejercer el oficio. Esto le permitía evitar un exceso de la oferta de trabajo en el mercado y, en función a esto, proteger sus ingresos al valorizarlo.

La expansión de la demanda interna y sobre todo externa, requería una constante ampliación del mercado de trabajo, expansión que se veía dificultada por la V Elizabeth.

La maquinización de la industria textil, por ejemplo, les permitía a los patrones contratar aprendices y mano de obra no cualificada, con lo cual, tendían a reducir el valor del trabajo del artesano, y a debilitar a las trade unions ya que empleaban empleados no afiliados. Por estas razones, la abolición de la V Elizabeth hizo “necesaria”.

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La abolición de las Combination Acts

En 1825 las Combination Acts, fueron abolidas. Francis Place nos da algunos de los argumentos de esto. Este economista las califica de: “parciales, opresoras e injustas” al igual que ilegítimas y, sobre todo, inútiles para acabar con el sindicalismo. Para esto último, lo que habría que hacer es mantener los salarios en su nivel “natural”. Mientras los empresarios se nieguen a ello, el sindicalismo existirá independientemente de la legislación que se efectúe para combatirlo.

La revocación de las Combination coincidió con un aumento de la actividad comercial, coyuntura ideal para replantear sus demandas laborales.

Las nuevas unions que surgieron durante el período eran esencialmente iguales a las del período anterior sin embargo, una nueva tendencia se percibe: una tendencia a la fusión vertical (entre mismos oficios) y horizontal (entre distintos oficios) de las unions, fenómeno propio del período.

El tema de la institución del aprendizaje, la defensa de los procedimientos de trabajo tradicionales, la defensa del salario, y la disminución de la carga horaria eran cuestiones comunes al obrero manual en general.

Los sindicalistas entre 1825-1834 tomaron conciencia de que la simple asociación por oficio de carácter local, no era suficiente para obtener reivindicaciones de sus patrones, más fuertes y mejor organizados, razón por la cual surge la idea de establecer federaciones de trabajadores. Este proceso de sindicalización a “gran escala”, culminó en la efímera fundación de la Grand National Consolidated Trades Union de Robert Owen, una federación de obreros creada en Londres que intentaría fusionar distintos oficios con un objetivo político preciso: la formación de cooperativas obreras de producción y consumo.

Entre las causas del fracaso de esta gran unión, el autor cita las contradicciones entre los intelectuales, entre Owen, por ejemplo, y los redactores de Pioneer, periódico ligado a la federación (Smith y Morrison); y entre estos y las bases.

Para Owen, en tanto que socialista utópico, obreros y patrones podían llegar a un entendimiento, esto era posible. A diferencia de esto, los redactores del Pioneer, Morrison y Smith, veían en los patronos a explotadores. Según Beer, autor citado por Rule, Morrison era “el creador de la concepción sindicalista del antagonismo de clase”

Para Owen, la mejor forma de propiciar el cambio era mediante el convencimiento de que otra sociedad más justa es posible. Lo mismo pensaba Morrison, sin embargo comenzaba a considerar la posibilidad de emplear la fuerza.

El problema del líder de la GNCTU y de los redactores del Pioneer con las bases, tal como lo redactó Rule, era que estos no veían en la trade unión lo que veían los trabajadores. Los primeros veían organizaciones defensivas de carácter económico; los segundos un medio para transformaciones políticas. A su vez, Owen, repudiaba la huelga, más cuando esta se tornaba violenta. Smith y Morrison solo apoyaban huelgas generales, no huelgas limitadas de carácter local. Esta fue lo que hizo que muchas trade unions terminen alejándose.

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Conclusión

Durante el período 1825-1834 Junto con el deseo de formar federaciones de trabajadores manuales, surgen también notables cuadros (Owen, Doherty, Lowett), teóricos (Owen, Morrison y Smith) ligados a ellos y periódicos (Pioneer).

Surge al calor de este proceso un lenguaje propio de los trabajadores manuales, si se quiere una “cosmovisión obrera”.

Según Thompson, a partir de 1832, existe en Inglaterra una clase obrera formada, madura. Esta contaba con instituciones representativas y con intereses bien delimitados y característicos de su posición social. Maduraba dentro de esta clase social la idea de establecer un sistema alternativo basado en cooperativas. A fines de la década de los treinta, los trabajadores manuales vieron en el voto una vía de acceso al poder político (cartismo). En pro de la consecución de dicho objetivo organizarían la primera huelga de carácter general. A raíz de esto Thompson sostendría que “Estos años revelan la superación de la característica perspectiva del artesano, con su deseo de conseguir un sustento independiente `con el sudor de su frente´, y la aparición de una nueva perspectiva, más reconciliada con los nuevos medios de producción, pero buscando ejercer el poder colectivo de la clase para humanizar el entorno: mediante esta comunidad o aquella cooperativa, mediante el control del ciego funcionamiento de la economía de mercado…” (203)

Según Hobsbawm en Francia e Inglaterra, entre 1815 y 1848, especialmente a partir de 1830 se desarrolló una conciencia de clase proletaria. Las argumentaciones son similares a las que da Thompson: a partir de Waterloo, empiezan a aparecer indicios: periódicos, lenguaje, intentos de concertar federaciones obreras, estrategias de lucha nuevas como por ejemplo la huelga general, una ideología propia (socialismo) y aspiraciones particulares.

Esta conciencia, estaba conformada con elementos del jacobinismo.

El movimiento obrero del período1815-1850 no fue estrictamente “proletario” de trabajadores industriales y jornaleros, sino que fue un frente común de trabajadores manuales pobres. La novedad es que este frente se dirigía contra la clase media liberal y contra los reyes y aristócratas. Su núcleo, en esto coinciden los tres autores, eran los artesanos.

Ahora bien, durante este período, Rule ve más que una clase obrera con conciencia de clase que perdurase en lo sucesivo “Más bien se produjo el desarrollo de una conciencia entre los artesanos cualificados y los trabajadores a domicilio que experimentaban o temían su descenso al proletariado no cualificado.” Esta era una forma de conciencia apropiada a un determinado momento histórico (444)

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Apéndice

¿En qué puntos concretos podemos establecer conexiones entre los trabajos de Joan Scott y Maxime Berg respecto al carácter y naturaleza del trabajo femenino durante la revolución industrial?

Los trabajos de Joan Scott y de Maxime Berg, más allá de sus diferencias –nos referimos a los diferentes marcos temporales en que se centran los textos seleccionados, las distintas hipótesis de trabajo y las diferentes fuentes utilizadas para aproximarse a su objeto de estudio- poseen algunas conexiones4 que vale la pena establecer. Estas conexiones se hallan en presupuestos básicos, y en algunas conclusiones a las que las autoras, por diferentes caminos, arriban.

En principio, ambas autoras dan por supuesto en primer lugar: la importancia fundamental de la mujer durante el proceso de industrialización operado durante los siglos XVIII y XIX; en segundo, que la mujer trabajó tanto en el ámbito doméstico como fuera de él -razón por la cual la separación de la mujer del ámbito hogareño durante el siglo XIX no es desde el punto de vista histórico una novedad; y por último, que sus trabajos eran casi exclusivamente los menos calificados, más intensivos y peor remunerados.

A la hora de dar cuenta de este último fenómeno las autoras por diversos caminos arribarán a una conclusión similar, a saber: que la inferioridad de las mujeres en el ámbito laboral con respecto a los hombres no tiene una justificación de carácter “objetivo”, sino que es un producto artificial e histórico ligado a una sociedad regida por hombres.

Berg comprueba que durante el proceso de industrialización del siglo XIX en Iglaterra las mujeres, lejos de disfrutar de los beneficios de los avances tecnológicos los padecieron.

La maquinización, como era de esperarse, supuso en primera instancia, una reducción de sus salarios y un aumento del desempleo femenino estructural. Allí donde se produjeron avances tecnológicos, éstos, fueron explotados, casi exclusivamente, por mano de obra masculina. Berg nota que “Aunque las mujeres eran tradicionalmente hilanderas, solamente se les permitía seguir desempeñando esa tarea con rueca, rueca de rueda y Jenny tras la introducción de la hiladora mule, pues el trabajo en esa máquina no puso nunca en peligro el trabajo de los hombres.”5 La autora concluye afirmando que: “Se relegaba a las mujeres a realizar las tareas manuales, mientras que los hombres empleaban equipos eficaces. El resultado era un incremento de la productividad de la mano de obra masculina, mientras la de la femenina se estancaba”6

A la hora de pensar en este fenómeno histórico Berg y Scott buscaron sus causas no tanto en cuestiones económicas sino en cuestiones de índole cultural. Según ésta última, la identificación de la fuerza de trabajo femenina con determinados tipos de empleo y como mano de obra barata era el producto de un discurso desarrollado por ciertas disciplinas como la economía política, la medicina o el derecho, que durante el siglo XIX transformaron en “objetiva” la inferioridad de la mujer7 Scott sostiene que la diferencias salariales entre el trabajo del hombre y la mujer, diferencias que aun hoy en la actualidad se mantienen, fueron fundamentadas por la economía política. Para ella, son los economistas políticos quienes contribuyeron a institucionalizar la idea de que los salarios de los hombres, a diferencia de los salarios femeninos, debían ser suficientes no solo para su sostén personal, sino para el sostén de la familia. La autora concluye su reflexión sobre este asunto, mostrando los resultados que la puesta en práctica de este discurso traía para las mujeres: al considerarse al salario femenino como un ingreso suplementario de la familia“(…) las mujeres solas que vivían al margen de contextos familiares y aquellas que eran el único sostén de sus familias, serían irremediablemente pobres”8

4 En este contexto entiendo conexión como afinidad o coincidencia.5 Maxime Berg “La era de las manufacturas” Editorial Crítica, Barcelona 1987 Pág. 1636 Idem. Pág. 1647 Joan W. Scott “La mujer trabajadora en el siglo XIX” en Duby y Perrot “Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad” Editorial Taurus, Madrid, 1993 Pág 1098 Idem. Pág. 111

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Similar es el procedimiento de Berg al pensar sobre la “no calificación” del trabajo de las mujeres. La autora buscara en el ámbito de la subjetividad masculina la formación de ciertas particularidades de la mano de obra femenina. Breg nota que los empresarios destacan en la mujer determinadas cualidades, “cualificaciónes” tales como sus “ágiles dedos”, su capacidad de concentración, su docilidad etc. que la hacen atractiva. Ahora bien, “…estas características femeninas no se consideraban nunca como cualificaciones de pleno derecho”9 Por esta razón Berg afirma que “La cualificación se ha asociado tradicionalmente a las virtudes masculinas” Esto, tiene sus razones en un principio teórico elaborado por el antropólogo marxista Maurice Godelier que la autora cita y a continuación transcribimos “En sociedades dominadas por el hombre, las tareas de las mujeres son consideradas inferiores sólo porque han sido asignadas a mujeres” La autora comprueba al igual que Scott, que la cualificacion laboral, es una construcción que no se fundamenta en criterios “objetivos” sino en una ideología “machista” La burguesía quien vio en este hecho -desde el siglo XIX fundamentado por la economía política- una justificación para reducir costes de mano de obra y aumentar la tasa de plusvalía que, naturalmente, no dejó pasar.

En estos trabajos historiográficos las autoras Maxime Berg y Joan Scott entre otros aportes de trascendencia, pusieron de manifiesto la construcción subjetiva de la inferioridad de la mujer y el significativo papel de los hombres en dicha construcción. Sus trabajos, aparte de ampliar y complejizar el panorama sobre el período histórico, contribuyen a la desfetichización de ciertas categorías hoy en día vigentes -tanto en el sentido común como en el ámbito académico- de conceptos como, trabajo femenino y división sexual del trabajo. De esta manera contribuyen, a darle a la historia una utilidad social en las presentes luchas por la igualdad sexual.

9 Maxime Berg, Op cit. Pág. 16526

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Unidad 3 La quiebra del antiguo régimen.

La revolución francesa.

La construcción de la interpretación ortodoxa

La historiografía sobre la revolución francesa, comienza a desarrollarse a partir de la revolución misma. Es a partir de la obra de Barnave, Introduction á la Révolution Francaise, que comenzará a desarrollarse la interpretación clásica de la revolución francesa. La explicación de este autor, será posteriormente desarrollada por la historiografía liberal francesa (Guizot, Thierry, Thiers, Mignet, Cousin, Tocqueville).

En esencia esta interpretación, explica la revolución francesa como el producto del conflicto entre el tercer estado y la aristocracia. La revolución francesa sería el producto de una encarnizada lucha entre la burguesía, y la aristocracia feudal, el pilar del antiguo régimen.

Esta es la tesis que la historiografía socialista (Michelet, Blanc, Jaures) y marxista (Lefevbre, Soboul, Vovelle y otros) retendrán, desarrollarán y defenderán.

La escuela historiográfica marxista, en armonía con la interpretación clásica de la revolución ve en la revolución francesa un fenómeno de enorme trascendencia. Un punto y aparte en la historia de Occidente.

Para Hobsbawm, la revolución industrial transformaría definitivamente la estructura del mundo medieval, mientras la revolución francesa haría lo propio con la superestructura. La revolución francesa, dará lugar a nuevas instituciones (código civil, Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, sistema métrico decimal), programas políticos (liberal, socialismo, comunismo) y conceptos (pueblo, nación, libertad, fraternidad)

Según Vovelle, dio lugar además una nueva mentalidad, a una nueva sensibilidad, a un homus novus, el militante político etc.

Otra interpretación :

Para Palmer y Godechot la revolución francesa, más que un fenómeno único y decisivo, sería un capítulo, de un proceso histórico de mayor relevancia: la revolución occidental o atlántica, proceso que comenzó en con la revolución holandesa e inglesa, la Norteamericana, etc.

La respuesta de los historiadores marxistas.

Para la escuela historiográfica marxista la revolución francesa es un fenómeno único por varias razones:

Según Hobsbawm:

Sucedió en el más poderoso y populoso estado de Europa. Fue la única revolución social de masas, e inconmensurablemente más radical que cualquier otro

levantamiento. La revolución francesa, hasta ese entonces, fue la única ecuménica. “Fue, como se ha dicho con razón

`el primer gran movimiento de ideas que en la cristiandad occidental produjo algún efecto real sobre el mundo del Islam´ y esto casi inmediatamente.

A su vez, la influencia indirecta es universal: “proporcionó el patrón para todos los movimientos revolucionarios subsiguientes…”

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Según el mismo autor sus causas deben buscarse esencialmente dentro de Francia.

Según Soboul:

Soboul dice que el resultado de la teoría atlántica ha sido diluir las peculiaridades del desarrollo de cada uno de esos procesos y desconocer su importancia relativa en el conjunto del desarrollo histórico.

Para el autor, es indudable que las repercusiones de la Revolución Francesa han sido mucho mayores que las que tuvo en la historia mundial la revolución de Irlanda, por ejemplo.

“Los autores de la "teoría atlántica" han incurrido en el error de colocar en un mismo plano procesos de caracteres y consecuencias diferentes, minimizando de esta manera la profundidad de las luchas sociales y políticas de la Revolución Francesa, despojándola de todo contenido específico” (La Revolución Francesa. Principios ideológicos y protagonistas colectivos. Barcelona, Crítica, 1987)

Esta tesis niega por otro lado, el carácter nacional de la Revolución Francesa al transformarla en un aspecto más de una revolución occidental.

Finalmente, en aras de sostener esta construcción teórica, la de la revolución occidental, extendida sobre Europa y América, se minimiza el hecho de que, si verdaderamente hubo una sacudida social y política al menos en Europa occidental fue consecuencia de la conquista revolucionaria y del dominio napoleónico. (idem.)

Los estudios cumplidos sobre las revoluciones burguesas de los Países Bajos, Inglaterra y los Estados Unidos proporcionan a Soboul elementos para construir un cuadro comparativo que apoya esta idea. Los hechos principales que permiten afirmar esa especificidad serían:

1. La ausencia de un compromiso entre la burguesía y la aristocracia a la manera del que acabó imponiéndose en Holanda a partir de 1672 o en Inglaterra después de 1689.

2. El carácter ampliamente burgués y democrático de la Revolución Francesa, en contraste con el restrictivamente burgués de la revolución de Holanda o Inglaterra, país este último en el cual los campesinos no adquirieron ningún dominio sobre la tierra y en el cual la gentry tuvo un papel de primer orden en la organización capitalista de la economía agraria. La Revolución Francesa reivindicó de una manera particular la igualdad de los derechos del hombre mientras que el compromiso de la burguesía y la aristocracia hizo innecesaria a la igualdad en Holanda y en Inglaterra.

En Francia, la alianza de la burguesía y los sans-culottes impuso la igualdad, la democracia y el sufragio universal, al menos hasta el 9 Thermidor. A partir de esa fecha. "pareció proscrita para siempre. Pero permaneció desde entonces en la conciencia de los hombres de nuestro país la convicción de que, sin la igualdad, la libertad no es más que el privilegio de algunos, que libertad e igualdad son inseparables, que la misma igualdad política no es sino una vana apariencia cuando se afirma la desigualdad social".

3. El carácter universal de la concepción francesa de las libertades, distingue claramente el proceso francés del británico, del holandés y aún del norteamericano, que si bien proclamó en sus declaraciones la universalidad de los derechos del hombre, mantuvo la esclavitud y el régimen censitario del sufragio. En Francia, las libertades no sólo se afirmaron con carácter universal, sino de un modo más radical: se afirmó la libertad de conciencia, se abolió la esclavitud (en 1794).

4. La formulación de un nuevo derecho internacional, a partir de la concepción universal de los derechos y de la concepción de la nación como asociación voluntaria de ciudadanos libres, es otra originalidad de la Revolución Francesa. Aunque las revoluciones de Holanda, Inglaterra y los Estados Unidos tuvieron un claro sentido

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nacionalista (afirmar la soberanía y la independencia en Holanda y los Estados Unidos, fortalecer la nación y conferirle una posición dirigente en el mundo en Inglaterra) sólo en Francia la revolución produjo una teoría de la nación. (Le premier Empire. Soboul)

La opinión de Furet, principal representante del revisionismo.

Para Furet, la revolución francesa es “…la primera tentativa, en la historia universal, de reinstituir lo social desde sí mismo, es decir, sin recurrir a una legitimidad trascendente… la revolución francesa es el acto a través del cual el pueblo decide no tener otras instituciones más que las que nacen de su propia soberanía”

Revisionismo :

Uno de los padres del revisionismo actual, Cobban, manifestó que la revolución francesa, contrariamente a la interpretación ortodoxa, no habría sido una revolución anti-feudal encarada por la burguesía.

Alfred Cobban afirmó que "La abolición de los derechos señoriales fue obra del campesinado… Algo que le vino forzado a la Asamblea Nacional por el temor que le inspiraba la misma revuelta de los campesinos... De lo cual se deduce -concluía Cobban- que el derrumbe del feudalismo a manos de la burguesía, reviste en gran medida la apariencia de un mito" (Interpretación social de la Revolución francesa). Y eso es así, porque la Revolución no fue antifeudal, en el sentido de que lo que quedaba en la Francia de 1789 ya no era exactamente feudalismo; ni tampoco fue burguesa, en cuanto que no la hizo la burguesía capitalista.

Para el autor la revolución francesa, no es más que una suerte de reforma política llevada a cabo por una fracción de la burguesía: los profesionales (abogados, médicos) y los intelectuales. La gran burguesía, era indiferente, apolítica.

Posteriormente, determinados autores franceses han hecho el mismo reconocimiento, empezando por Furet y Richet y terminando por Emmanuel Leroy Ladurie, para quien "la burguesía que hizo la Revolución no es una clase capitalista de financieros, comerciantes e industriales, que entonces eran apolíticos o aristócratas. La burguesía se componía entonces de oficiales, médicos, intelectuales, cuya misión no podía consistir en alimentar una revolución industrial".

Sobre el revisionismo se hablará más adelante

Consecuencias del revisionismo en la historiografía marxista sobre la revolución francesa:

Soboul admite que el papel de los intelectuales y los funcionarios oficiales es fundamental en la maduración y conducción de la revolución pero subraya el hecho de que, si es posible distinguir diversas categorías burguesas, entre las cuales la más progresista fue la de los intelectuales y funcionarios, la burguesía constituía una unidad: si era, de hecho, diversa y múltiple, se distinguía claramente de las otras clases de la sociedad por su estilo de vida, su educación y sobre todo, su fortuna"...no tanto por su volumen como por su origen, su naturaleza, la manera en que era gestionada y gastada" (Soboul, A. La Revolución Francesa... op. cit. pág. 40)

También admite Soboul que los profesionales, funcionarios e intelectuales se preocuparon muy poco por promover el capitalismo a través de su acción en las asambleas revolucionarias. Sin embargo, llama la atención sobre la necesidad de tomar en cuenta a los grupos de presión tales como el Club Massiac y los diputados extraordinarios de las manufacturas y del comercio.

Por otro lado, el carácter social de la revolución no debería establecerse de acuerdo con las intenciones de sus protagonistas, que comprendían una gama muy variada, tanto desde el punto de vista social como del ideológico, sino examinando principalmente sus resultados: "el feudalismo fue abolido, el antiguo sistema de

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producción destruido, la libertad de empresa y de beneficio establecida sin restricción, abriendo así la vía al capitalismo” (Ibíd., pág. 42)

Las contradicciones en el seno del antiguo régimen; la trama de las relaciones sociopolíticas. Nobleza y burguesía en los orígenes de la revolución; la cuestión de las elites.

La interpretación ortodoxa, hoy puesta en tela de juicio, ve las causas de la revolución en las contradicciones internas entre el tercer estado y la nobleza, amparada esta por la monarquía. Según Hobsbawm “…el conflicto entre la armazón oficial y los inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas sociales era más agudo en Francia que en cualquier otro sitio” Rudé, afirma que “…resultaba difícil que una clase media cada vez más próspera y más consciente de su importancia no comenzara a resentirse de la ineficacia, la extravagancia y la pequeña tiranía de una Corte y un gobierno a cuyo mantenimiento tanto habían contribuido y sobre los cuales no poseían control alguno.”

El mismo autor, al igual que Hobsbawm, sostenía que Luis XVI estaba deseoso de realizar reformas sociales y económicas capaces de liberar las fuerzas productivas. De ahí, su deseo de contar con Turgot (1774-76) como primer ministro. Este economista fisiócrata, que contaba con gran apoyo del tercer estado, al intentar liberar el desarrollo de las fuerzas productivas mediante medidas tendientes a liberalizar la producción y el comercio, se encontró con la resistencia de los aristócratas, celosos de sus privilegios y derechos.

La reacción feudal

A partir del último ¼ del s. XVIII la “reacción feudal” se hacía sentir. La nobleza, especialmente la nobleza de provincia, a fin de aumentar sus ingresos, en caída libre a raíz de la inflación del período, explotaron más intensivamente sus derechos feudales, hecho que perjudicaba al campesinado. Esta fracción social, si bien era libre y poseía la propiedad de las tierras, económicamente, su situación no era óptima. Su capacidad de acumular era escasa, dado que se encontraba obligado a pagar, impuestos reales, eclesiásticos y derechos feudales. En tiempos de crisis (1788-89) su situación era crítica.

A su vez, con la ayuda real, los nobles comenzaron a monopolizar los principales cargos de los parliaments, la milicia y el clero cerrando su acceso al tercer estado. Por otro lado, las cargas fiscales que pesaban sobre la producción y el comercio, cargas que eran consumidas ineficientemente para financiar guerras, el pesado aparato burocrático y las cortes, no caían del todo bien en la pequeña y gran burguesía.

Al finalizar la guerra de la independencia de EE. UU, las finanzas del monarca, que había intervenido, estaban en números rojos. La única forma que encontró para salir de la bancarrota fue aumentar impuestos (timbre) y establecer un impuesto agrario “…sobre la producción anual del suelo pagadero en especie por todos los propietarios y fijado y recaudado por medio de asambleas locales de propietarios representantes de los tres estados.” Que teóricamente sería aceptado por una asamblea de notables. Entre pito y flauta, el rey se ve obligado por la presión proveniente de los notables y el parlamento de parís a convocar la reunión de los Estados Generales.

Según Hobsbawm, a través de esta convocatoria, la nobleza a cambio de ayuda financiera apuntaría a acrecentar su poder político. Este intento haría que el tiro les saliera por la culata. El tercer estado encontró en la convocatoria de los Estados Generales, el espacio propicio para demostrar su poder.

Otra postura

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En oposición a esta interpretación, desde mediados de siglo pasado se ha ido consolidando una visión que tiende a minimizar/relativizar el antagonismo entre nobleza y burguesía.

Los trabajos de los primeros apuntan a demostrar la coincidencia de intereses económicos y políticos entre la nobleza y la burguesía, quienes en un largo proceso de mutua asimilación e identificación conforman una "élite" dirigente que se encarga de la destrucción del obstáculo a la realización de sus aspiraciones —la monarquía absoluta—; en esta línea Richet sostiene: "Lo que quieren los filósofos y patriotas es esta élite abierta, aceptando las preeminencias de la nobleza, pero integrando la propiedad, la fortuna y el talento que estaba en gestación desde el siglo XVI"

Su colega, Chaussinand, lo complementa al sostener que la noción de "honor" distintiva de la condición de nobleza, es remplazada por la noción burguesa del "mérito", rompiéndose de esa manera una de las principales divisiones que separaban a la nobleza y al tercer orden: "Esa decisiva revolución se concluyó en el siglo XVIII, concretamente después de 1760... la noción de honor es remplazada por otra: la del mérito, valor burgués que la nobleza hace suyo, acepta y reconoce oficialmente como criterio de nobleza. A partir de este momento, ya no hay diferencias significativas entre nobleza y burguesía... lo importante es que nobles y burgueses se identificaron en una misma definición de la 'calidad'. Es un paso decisivo. Consecuencia de una educación, de una idéntica formación intelectual, de una comunidad de intereses, de actividades, de comportamientos" Se trataría en suma, de un proceso de aburguesamiento de la nobleza que se percibe también en los cambios de los términos utilizados en las cartas de ennoblecimiento por ejemplo.

Al analizar comparativamente los cuadernos de quejas de la nobleza y del tercer estado redactados esencialmente por la burguesía, se confirmaran la identidad de intereses entre estas capas sociales, su hostilidad común al despotismo y al absolutismo y sus preferencias por un régimen constitucional, lo cual les permitió mantenerse "Profundamente unidas en la reivindicación fundamental: la libertad", no obstante las diferencias en torno al problema de los privilegios; pero hay afirmaciones aun más sorprendentes, que de ser aceptadas conjuntamente con las anteriores, implican un vuelco total a la historiografía de la Revolución Francesa elaborada sobre la certeza de la oposición entre burguesía y nobleza en Francia, veamos: "A través del paso de la 'barbarie gótica' a las luces de la razón fue la nobleza la que alumbró este revolucionario sistema de valores: el liberalismo"

Se comprende que las razones por las cuales los integrantes de esta escuela prefieren hablar de "revolución de las luces" en vez de "revolución burguesa" tienen que ver con el protagonismo que le asignan a la nobleza, no sólo como el orden más "dinámico del capitalismo mercantil", sino también como "iniciador y educador" de la nueva conciencia; de donde se desprende que el carácter revolucionario de la burguesía francesa es un mito e igualmente se minimiza la importancia de otros asuntos como el de la significación y alcance del complo aristocrático en el curso de la Revolución.

Grenon y Robin no niegan la existencia de cierta unidad entre burguesía y nobleza. Dicha unidad, cimentada a lo largo del siglo XVII y XVIII, con motivo de la “reacción nobiliaria”, será rota. Grenon y Robin, toma partido por la tesis del fracaso del compromiso, porque la "burguesía… desarrolla, a partir de los años 1770-1780 sus propias reivindicaciones, su propia dinámica ideológica y... una ideología hostil a la nobleza"

Las fases del proceso revolucionario:

1787

22 febrero: Reunión de la Asamblea de notables. 16 Julio: El Parlamento de Paris apela a los Estados generales.

1788

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8 agosto: Convocatoria de los Estados Generales

Para Hobsbawm la mecha que inflamaría el “barril de pólvora” es la “reacción nobiliaria”. Lo que pareciera haber sido la chispa fue la Guerra de la independencia de Los EE. UU., o más precisamente, sus consecuencias. Dice el autor: “La victoria sobre Inglaterra se obtuvo a costa de la bancarrota final, por lo que la revolución norteamericana puede considerarse la causa directa de la francesa” En otro lugar dice: “Guerra y deuda… rompieron el espinazo de la monarquía.

La “reacción nobiliaria”: La nobleza a lo largo del siglo XVIII, a fin de mantener o, en el mejor de los casos, elevar su nivel y calidad de vida, recurrió a dos mecanismos: por un lado tendió a monopolizar los principales puestos en los aparatos de Estado (Clero, Ejercito y Parliaments) y exprimir al límite sus considerables derechos feudales para obtener dinero o, con menos frecuencia, servicios. Esto, como era de esperarse generó cierta antipatía tanto en las clases medias como en el campesinado.

Con motivo de la bancarrota de la monarquía, Calonne, primer ministro de Luis XVI, a fin de salir de la crisis económica intentó, al igual que Turgot, establecer un impuesto sobre la producción anual del suelo que sería pagado por la totalidad de los propietarios.

Para Rudé “La primera chispa fue la declaración de la bancarrota del gobierno después de la guerra de América” El rey y su ministro, sabiendo la resistencia que presentarían el clero, y la nobleza decidió reunir el 22 de febrero de 1787 una Asamblea de notables para hacer que las acepten. Estos, en líneas generales, no se sintieron competentes, razón por la cual delegaron esta actividad al Parlamento de Paris. Brienne, reemplazante del anterior primer ministro, se encontró con un Parlamento hostil: éste último no solo se opuso al nuevo impuesto sobre la renta agraria, sino que también demandó la convocatoria de los Estados Generales para tratar la cuestión financiera. El Parlamento de Paris, obtuvo el apoyo del resto de los parlamentos provinciales. “Abrumado por este movimiento nacional de protesta, el gobierno se vio obligado a ceder. [El 8 agosto de 1788]Se prometió la convocatoria de los Estados Generales en mayo de 1789”

La “revuelta aristocrática” triunfó… en primera instancia, como veremos, el tiro le salió por la culata.

Para Furet, las demandas del Parlamento de París, no representan los intereses de la aristocracia, sino también del tercer estado.

1789

Los Estados generales

Tradicionalmente, cada estado poseía igual número de diputados y cada Estado representaba un voto (con esto la aristocracia se aseguraba la supremacía). A su vez el rey deliberaba con los Estados por separado.

Los representantes del tercer estado, una vez que se supo la fecha de la reunión de los Estados generales, demandaron:

Doble representación, con lo cual se establecería un equilibrio de poderes entre tercer estado y la aristocracia.

Que los estados se reunieran en una asamblea deliberativa (con esto aspiraban a atraer miembros de la nobleza y del clero a su causa)

El primer ministro de Luis XVI, les concedió doble representación. La segunda demanda no fue satisfecha. Sin poder debatir en una asamblea deliberativa el tercer estado sería incapaz de romper el equilibrio de fuerzas. Como consecuencia de esto decide formar, con miembros de los otros dos estados, una Asamblea Nacional que el 20 de junio, terminaría declarándose constituyente .

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Los intentos de frenar esta tendencia adoptando medidas de fuerza, no hicieron más que avivar el fuego. Según Rudé, esto fue lo que hizo estallar la rebelión en París.

Cuando las noticias de Versalles llegaron a París la revolución comenzó: se destruyeron las barriers (puestos de aduanas), edificios representaban simbólicamente la causa del aumento de los precios de las mercancías, y se saqueó al monasterio de San Lázaro y, en busca de armas, el Hôtel des Invalides y la Bastilla, la cual fue tomada el 14 de julio. Los insurgentes luego de esto crean una Guardia Nacional que se alió a las autoridades de la Asamblea Nacional.

Con este movimiento, como bien capta Rudé “… se salvaba la Asamblea Nacional y además recibía reconocimiento real” La caída de la Bastilla, según Hobsbawm “…ratificó la caída del despotismo y fue aclamada por todo el mundo como el comienzo del proceso de liberación”

A partir de Julio, el tercer estado, dominado notablemente por la burguesía (de los 610 diputados 25% eran abogados 5% miembros de otras profesiones 13% industriales, comerciantes y banqueros), rompió con el monopolio legítimo de la violencia física detentando por el monarca absoluto. Esta es precisamente la fecha de defunción del absolutismo, por lo menos de facto. La rebelión parisina se extendió al resto de las ciudades a medida que las noticias llegaban.

Papel del campesinado

Sin duda, los sucesos ocurridos en el campo durante la segunda quincena de julio son susceptibles de ser denominados como “La mayor jacquerie de la historia de Francia” (Furet)

Rudé afirma que la inestabilidad social en el ámbito agrario era un fenómeno perceptible ya desde 1775. Con el paso del tiempo las sublevaciones por el grano se tornaron en sublevaciones contra los derechos feudales. Las noticias de Paris dieron nuevo aliento a estas. Con sorpresa afirma “El movimiento fue acompañado de un extraño fenómeno conocido como `la Grande Peur´ (el Gran Miedo) el cual, a su vez, fue producto de la crisis económica y de la revolución de Paris. Para colmo se añadían las intrigas de la Corte y de la aristocracia de Versalles y la derrota de ambos y la victoria popular en París, seguida, a su vez, por la emigración de Artois y Condé y la dispersión de las unidades militares en los distritos rurales. Esto dio lugar a la creencia de que los aristócratas se estaban preparando para realizar una sumaria venganza, con ayuda de los vagabundos armados o `bandidos´ de los que se suponía merodeaban por el campo” Los campesinos por esto se habrían armado esperando la llegada de los invasores, como estos no se materializaron volvieron las armas contra las mansiones señoriales etc.

El movimiento campesino de 1789-1794 y los posteriores levantamientos fueron, según Furet y Richet auténticas revueltas sociales con objetivos y propuestas independientes de la “revolución burguesa”10: a los campesinos les interesaba la liberación de la opresión señorial y feudal y en la búsqueda de dichas metas sobrepasaban los objetivos de dicha revolución.

10 La revolución fue “una revolución burguesa” sólo porque se inicia por las elites de los tres estamentos, como un movimiento dirigido contra todo tipo de privilegios, que intentó el establecimiento de la igualdad y seguridad personal en la legislación. Esta revolución burguesa se presentó durante la fase de la monarquía constitucional (1789-1792) en su forma típica, adecuada, mientras que a lo largo del régimen de la Convención (1792-1794) se desvió, y sólo recobró su auténtico carácter en la época del Directorio.Desde este punto de vista, el factor decisivo de todo el movimiento de 1789 no fue el levantamiento de las masas urbanas y campesinas, sino la puesta en marcha de la reestructuración del Estado por medio de la Asamblea Nacional, creadora de la Constitución. No hubo lucha de clases (burguesía contra nobleza) sino que lucharon las élites ilustradas y liberales de los tres estamentos y, especialmente, de la burguesía, contra los representantes del antiguo orden político y social, que eran, sobre todo, nobles, pero que también contaban con la burguesía propietaria de tierras ente sus partidarios.

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Lo mismo ocurre con el movimiento de los sans-culottes que comenzó a superponerse a la “revolución burguesa” y al sistema político de la monarquía constitucional y contribuyó– según estos autores– a que la revolución se desvíe de su rumbo y entre en un callejón sin salida.

A diferencia de la interpretación socialista que considera a las luchas políticas de 1792-1794 como el punto culminante de la “revolución burguesa”, Furet y Richet las consideran como una interrupción, un intermedio innecesario y sin consecuencias para la evolución político-social del siglo XIX.

Nuestro comentario:

Desde la clásica obra, de Lefevbre, el Gran Miedo es considerado como una acción de carácter irracional producto de un pánico nacido a partir de las fantasías del campesinado francés. Ante esto Vovelle afirma lo siguiente: “El Gran Miedo es una manifestación pánica, rezagada de una sociedad de cultura oral, en que la noticia fantástica puede levantar a las multitudes de la noche a la mañana. No cabe duda, pero el hecho histórico tiene una doble faz; cuando los aldeanos, armados contra el ilusorio peligro de los bandoleros, se desengañaron, se sabe perfectamente que no volvieron a sus casas, sino que pasaron, por un reflejo que no tiene nada de mágico, a un auténtico frente de lucha de clases: al castillo vecino, que a veces saquearon pero donde el asesinato fue la excepción… Se hacen entregar los documentos de la imposición señorial, con los que se hace una fogata” 66

Nosotros sostenemos que la acción del campesinado fue una acción racional en el sentido weberiano del término. Viendo como las relaciones de fuerzas evolucionaban a favor del tercer estado, dieron su esperado golpe, razones no le faltaban.

Si estamos argumentando que el tercer estado estaba luchando contra la nobleza por la igualdad ante la ley y la igualdad de derechos, el Gran Miedo, como el apoyo del pueblo parisino y del resto de las ciudades, le vino como anillo al dedo. El 4 de agosto, frente a estos acontecimientos la Asamblea Nacional con el visto de la aristocracia abole gran parte de los derechos feudales (el último paso en esta materia es dado en 1793).

Días después se da a conocer la Declaración de los derechos del Hombre y el ciudadano, documento, que en cierta forma, sintetiza las demandas estipuladas en los cahiers del tercer estado. Según Hobsbawm, el documento es “un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los privilegios de los nobles, pero no a favor de una sociedad democrática o igualitaria” Según el autor, “Una monarquía constitucional basada en una oligarquía de propietarios que se expresaran a través de una asamblea representativa, era más adecuada para la mayor parte de los burgueses liberales que una república democrática” (Hay concordancia con Rudé)

La monarquía y sus adictos, aspiraron a dar lugar a una constitución como la inglesa. Los defensores de esta postura eran los “monarchiens” o “ingleses”. Su objetivo era mantener un equilibrio de poderes entre las distintas fuerzas redistribuyendo el poder equitativamente entre el monarca, la nobleza y los grandes propietarios plebeyos. Estos abogaron entre otras cosas por el establecimiento de una cámara alta y sostuvieron el derecho a veto del rey. Esta última cuestión genero un debate que trascendió el marco de la Asamblea llegando a ser tema de discusión en el Palais Royal en Paris.

Cuando el 16 de septiembre se difundió en Paris la llegada a Versalles de un regimiento proveniente de Flandes y ciertos sucesos ocurridos durante un banquete brindado por la Guardia Personal del rey a los recién llegados, la consigna fue traer al rey a Paris.

En las jornadas del 5 y 6 de octubre, la Guardia Nacional acompañada por civiles armados fue a buscar al rey demandando su regreso a París, el abastecimiento de la ciudad, sancionar los decretos de agosto y la Declaración de Derechos. Con esta segunda intervención popular. Las medidas de agosto fueron consolidadas y el rey vigilado.

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“La revolución de 1789 fue la fusión de dos movimientos diferentes, el burgués y el popular, fusión que dejaría su impronta en todo el desarrollo de la revolución en Francia” Rudé.

1791

Febrero: formación del clero constitucional 20-21 junio: huida de la familia real y su arresto en Varennes. 27 agosto: Declaración de Pillnitz 3 septiembre: se termina la Constitución (sancionada el 13 de septiembre) 1 octubre: apertura de la Asamblea legislativa.

“Entre 1789 -fin de año-y 1791 la burguesía moderada victoriosa, actuando a través de la que entonces se había convertido en Asamblea Constituyente, emprendió la gigantesca obra de racionalización y reforma de Francia que era su objetivo” (Hobsbawm)

Según Hobsbawm, la mayoría de las realizaciones duraderas de la revolución datan de aquel período:

Igualdad ante la ley e igualdad de derechos===) Los cargos públicos quedaron abiertos al talento. El poder judicial se declaró independiente del poder ejecutivo y legislativo. Se reestructuró el sistema fiscal: se impuso un impuesto general sobre la renta agraria, a los

inmuebles, y a los beneficios comerciales e industriales. Se abolieron los antiguos derechos feudales y eclesiásticos y las aduanas internas.

Instauración del Sistema métrico decimal. Los monopolios comerciales fueron abolidos. Los gremios fueron suprimidos al igual que los controles sobre los bienes manufacturados. La famosa Ley Le Chapelier que declaraba ilegales las asociaciones de trabajadores (abolida recién en

1884) Libertad de cultos Las tierras del clero fueron nacionalizadas y puestas en venta. El clero quedo subordinado al Estado

francés. Condena del Papa Sanción de la Constitución de 1791: Monarquía constitucional, dominada por una Asamblea Legislativa,

compuesta por ricos. Dividía a la ciudadanía entre “activos” y “pasivos” según sus ingresos.

Ahora bien, antes de la sanción de la Constitución, el rey, en el fondo, reacio a aceptar la constitución burguesa, decide escapar de Francia para, teóricamente reunirse con los nobles que fueron emigrando durante el proceso revolucionario y establecer alianzas con otros monarcas absolutos para recuperar su poder. Lamentablemente para el rey este fue detenido en Varennes. Según Furet, el rey, a través de este acto: “…lo que hace es firmar el acta de defunción de la monarquía del Antiguo régimen ante la opinión” luego afirma que “Luis XVI murió por primera vez el 22 de junio de 1791”

La reacción a esto fue, lanzada por pequeños círculos ilustrados en torno a Condorcet: “República”. El rey al abandonar a sus súbditos, se convierte en traidor, viola el pacto establecido entre este y el pueblo. Robespierre reclama juicio y castigo al rey. Parte de la población se subleva nuevamente. La manifestación central en el Campo de Marte fue reprimida. La Asamblea se pone al lado del rey: esta intentará convencer a la opinión pública de que el rey fue “raptado”

Dos consecuencias Este conflicto dividió a los Jacobinos, una parte se separó de ellos (Feulliants) La otra consecuencia fue que el rey “se aviene a prestar juramento de fidelidad a un régimen que acepta menos que nunca, y La Constituyente proclama orgullosamente, antes de disolverse: `Ha llegado el final de la revolución´” (Furet)

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La República Jacobina.

1792

20 de abril: se declara la guerra al rey de Bohemia y Hungria. 28 y 29 abril: Revés en la frontera norte. 11-21 Julio: se declara la patria en peligro 10 Agosto: Toma de las Tullerías y caída de la realeza. 10-11 Agosto: Convocatoria de una Convención. 20 septiembre: Final de la Asamblea legislativa 21 de septiembre: Abolición de la monarquía; año I de la República

1793

21 Enero: ejecución de Luis XVI 10 Marzo: Creación de un tribunal “revolucionario” 6 de Abril: Formación del Comité de salvación pública 31 de Mayo: Manifestación popular contra la fracción Girondina de la Convención. 2 de Junio: Arresto de los Girondinos 24 de Junio: Sanción de la Constitución del año I 27 de Julio: Robespierre queda al mando del Comité de salvación pública 29 de Septiembre: Institución del máximo general de las mercancías y salarios.

Según Furet, después de Varennes, Luis XVI desea un conflicto entre Francia y las potencias absolutistas. Desea una Francia derrotada y desmoralizara, desea la restauración. La declaración de Pillnitz apoyada por el monarca de Prusia y Austria, fue interpretada como una declaración de Guerra. Frente a esta amenaza, que era más potencial que real, los girondinos, fracción de la Asamblea legislativa liderada por Brissot sostuvo que era hora de declarar la guerra: había que adelantarse a las fuerzas absolutistas y expandir la libertad. A su vez, tanto Furet como Hobsbawm, sostenían que la guerra podría servir para solucionar problemas domésticos: Furet, paliar la desocupación urbana y rural.

El 20 de abril Francia declara la guerra a Austria. Los vaivenes de las guerras, sobre todo las primeras derrotas del ejército francés tendrían enormes repercusiones. Según Hobsbawm, al calor de estas, la revolución se radicalizará; según Furet, las derrotas serán el catalizador de las revueltas parisinas “Pues ¿qué mejor prueba de la traición que la derrota? Si el ejército revolucionario retrocede ante el enemigo ello se debe a que el rey, los nobles, los generales y los ricos traicionan a la nación: hay, pues, que castigar para vencer como hay que castigar para comer”.

Los reveses sufridos por el ejército francés, el ingreso de los invasores en tierras francesas tienen serias consecuencias. Para el mes de julio, mes en el cual se declara a la patria en peligro, generó el ascenso de los jacobinos, particularmente de la figura de Robespierre interprete de los deseos populares, el 10 de Agosto la abolición de la monarquía y el comienzo de la República.11

El 11 de agosto se establece la necesidad de establecer una Convención votada por sufragio universal. El partido dominante de la Convención era el de los girondinos (según se los suele describir, eran gente de provincia, representaban los intereses burgueses de esa región). Contra ellos se alineaban la montaña o los jacobinos (son dominantes en Paris).

11 El 21 de enero a instancias de la presión jacobina el rey fue decapitado.

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A raíz de los reveses militares exteriores, la crisis económica, la insurrección de la Vendee etc. contribuyeron a desprestigiar a los girondinos. Quienes aumentaban el prestigio que perdían los girondinos eran los jacobinos.

En reacción a la contrarevolución y a los reveses militares, durante la primavera de 1793 se instaura un tribunal revolucionario, un comité de seguridad pública y un comité de salvación pública.

Ya en marzo los sectores más radicales de Paris, los enragés comandados por Jacques Roux, en armonía con los intereses de los sans-culottes reunidos en el Club de los Cordeleros propugnaban la purga de la Convención.

El dos de junio la Comuna e Paris organizo un ejército revolucionario compuesto por sans culottes que eficazmente sitio el edificio de las Tullerías y arresto 29 diputados girondinos de la Convención. Los jacobinos que, desde el vamos apoyaron esta movida, se transformaron en la mayoría real de la Convención. Basándose en esto aprobaron la Constitución de 1793.

Según la carta dotaba a la nación de un sistema republicano de gobierno; dejaba en manos de los hombres maduros la elección de las autoridades gubernamentales. Se aseguró el derecho al trabajo y a la insurrección; se abolieron lo que quedaba de los derechos feudales -esta vez sin indemnización- y la esclavitud.

El 27 de Julio, en reemplazo de Marat, Robespierre se hace cargo del Comité de salvación pública.

Este último suceso, según Rudé, hizo que la revolución entre en una nueva fase.

La purga de la Convención, la declaración de la Constitución del año 1793, la levée en masse, la ley del Maximun Général que fijaba el precio de los bienes de consumo básico y el exterminio sistemático de los contrarrevolucionarios, la cancelación de la deuda de los campesinos con sus antiguos señores y la venta en pequeños lotes de las tierras de los émigrés, les granjeó a los jacobinos el apoyo popular en el campo y en la urbe necesario para llevar a cabo uno de sus principales objetivos: la supervivencia de la revolución.

Dice Hobsbawm: “En junio de 1793 sesenta de los ochenta departamentos de Francia estaban sublevados contra París; los ejércitos de los príncipes alemanes invadían Francia por el norte y por el este; los ingleses atacaban por el sur y por el oeste; el país estaba desamparado en quiebra. Catorce meses más tarde, toda Francia estaba firmemente gobernada, los invasores habían sido rechazados y, por añadidura, los ejércitos franceses ocupaban Bélgica y estaban a punto de iniciar una etapa de veinte años de ininterrumpidos triunfos”

Sin embargo, a finales de 1793, según Rudé, la alianza entre los jacobinos y el pueblo comenzaba a resquebrajarse. La oposición que se fue gestando desde la derecha (Danton y Club de los indulgentes) y desde la izquierda (los herberttistas, el Club de los cordeleros y Comuna de Paris) fueron barridos, Danton y Hebert fueron ejecutados, la Comuna fue depurada y transformada y la armée ravolutionnaire de Paris fue disuelta.

Cuando los últimos restos de las tropas enemigas fueron derrotadas en Fleurs. El “terrorismo” jacobino perdió progresivamente su razón de ser.

Los sans-culottes

En la fase ascendente de la revolución -1792-1794- se puede constatar un crecimiento de la movilización en las urbes (especialmente en Paris), sobre todo entre junio y agosto de 1792, período en el cual cae la monarquía.

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Quienes son: según Vovelle y Soboul, son pequeños propietarios, artesanos, tenderos, pequeños comerciantes; también se encuentran oficiales etc. Son, en su mayoría hombres mayores, y casados, padres de familia. Según el primero, el sans-culotte es el arquetipo el homus novus, el militante.

Si hay algo que los caracteriza es el igualitarismo de sus propuestas: esto queda atestiguado por su celosa adhesión al sufragio universal y a la democracia real; a la defensa de la redistribución equitativa de la riqueza, de la pequeña propiedad y a la defenestración del rico, sobre todo del gran comerciante (sinónimo de acaparador); la vestimenta, el tuteo, la carmañola12 etc.

Remarca Soboul, que los sans-culottes no constituyen una clase. Es una masa heterogénea y por momentos contradictoria. La célula del movimiento sans-culotte eran las secciones, las cuales solían formar asambleas y su poder político residía en la guardia nacional compuesta por un batallón por distrito.

Según Vovelle: “Reducirlo a un conjunto de pulsiones, cuya clave sería la ignorancia y su motor un sueño ingenuo, equivaldría a condenarse a no comprenderle hasta el fondo… Equivaldría a negar la realidad del proceso de politización y aculturación que tiene lugar en caliente, entre 1792 y 1794”

El club de los jacobinos

El club de Los jacobinos, junto con el de los Cordeleros, uno de los más importantes, nace en Paris. Originalmente era una suerte de sociedad exclusiva en la cual se debatía abiertamente sobre temas varios. Durante la revolución el club, inicialmente adherente a la instalación de una monarquía constitucional, se irá tornando progresivamente hacia la izquierda, cada vez acercándose a los proyectos de los sans-culottes. En parte porque así lo exigía la coyuntura: a partir de los sucesos de Varennes, el club se dividirá, una parte conformaran la Asociación de los Fouldenses (monárquicos). El surgimiento de clubes nuevos que supieron interpretar los deseos de las mayorías ganándose adeptos a su causa (Club de los Cordeleros) los movilizó a ampliar sus bases a fin de no ser superados.

A partir del otoño de 1792 aparece el jacobino con todas las letras afirma Vovelle. La Sociedad de los amigos de la Constitución se transforma en Sociedad de los jacobinos amigos de la libertad y la igualdad. Como dice Vovelle se constituyen en los mejores intérpretes de la coyuntura histórica “Hay que reconocer que los jacobinos poseen tanto un sentido de la iniciativa política como un realismo táctico que les sitúa constantemente en primera línea de la acción, en contacto directo con las aspiraciones de las masas”

Si hay una característica que lo distingue del resto es, según Vovelle “La mayor originalidad del club en 1790 es la importante red de correspondencia y coordinación que, desde entonces, supo establecer a través de la afiliación de clubes y sociedades populares de las provincias: se teje una trama cada vez más densa a lo largo y ancho de Francia”

El club de los cordeleros, ejerció un papel notable en la purga de la toma de las tullerías en 1792 y en la purga de la Convención. El asesinato de Marat y de Hébert privará a uno de sus principales líderes.

De Termidor a Brumario

El 9 termidor (27 Julio de 1794) Robespierre fue derrocado por una alianza de fuerzas opositoras dentro de la convención. Él y sus seguidores fueron ejecutados.

Dice Furet “Es la hora de la llanura”. Según Rudé, la revolución dio un giro hacia la derecha. La constitución sancionada el 22 de agosto ilustra las frases de estos autores.

12 Hay que hacer menguar a los gigantes/ Y hacer a los pequeños más grandes/ Todos de la misma altura/he ahí la ventura.

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Según Rudé, en la Constitución del año III: “…la igualdad se convertía, ante todo, en igualdad ante la ley, y no en derechos civiles; desaparecía el derecho a la insurrección; se definían con mayor claridad los derechos de propiedad y se arbitraban mejor su defensa… Desaparecía el sufragio masculino adulto de 1793 y se volvía al voto restringido y al sistema de elección indirecta de 1791; pero los requisitos electorales eran más amplios”

El ejecutivo se encontraba compuesto por un directorio formado por cinco miembros, cada uno de los cuales ejercía el cargo durante cinco años. La Asamblea se dividió en dos Camaras.

Con la caída de Robsespierre, la contrarrevolución adquirió poder. Los realistas, los “ultras” y los monárquicos constitucionales, especialmente estos últimos, lograron acumular fuerzas y constituirse para 1797 en la mayoría dentro de la Asamblea. Dice Rudé “parecía como si la monarquía fuera a regresar por medios constitucionales” Ante esta situación el ejército apareció como el principal actor social capaz de asegurar la república. Dice Rudé: “En adelante el destino de la República ya no dependía de los políticos, sino de los generales.

Un año antes el golpe vino de la izquierda, la liberalización de la economía llevada a cabo por los termidorianos y sus consecuencias hicieron posible que Babeauf pudiera reunir a los restos herbertianos y robespierristas para dar lugar a un putsch que desde el vamos fue un fracaso.

Los reveses militares sufridos por Francia en el exterior durante el año 1798 y 1799 y la posibilidad de una invasión crearon las condiciones para el resurgimiento de las fuerzas jacobinas, las cuales crearon las condiciones para fortalecer el ejecutivo, y para que Napoleón pueda establecer su dictadura.

El período Napoleónico

En noviembre de 1799 -el 18 brumario- un golpe de Estado militar comandado por Napoleón y apoyado por Sièyes y sus aliados acabó con el período del Directorio.

Poco después se instituía un nuevo ejecutivo, el Consulado formado por tres miembros, uno de los cuales concentraría las atribuciones del ejecutivo (Primer cónsul). Un año después la Constitución del año VIII establecía las nuevas normas del juego. Según Hobsbawm: “Napoleón sólo destruyó una cosa: la revolución jacobina, el sueño de libertad, igualdad y fraternidad y de la majestuosa ascensión del pueblo para sacudir el yugo de la opresión”

Napoleón fue, primero designado Primer Cónsul, luego declarado Cónsul vitalicio, más tarde emperador. En menos de 4 años Napoleón alcanzó a poseer los atributos de un monarca absoluto. El título de emperador de Francia, se hizo hereditario, se fundó una nueva aristocracia imperial.

Sin embargo es menester destacar que durante los tres años del consulado logro institucionalizar muchos de los logros revolucionarios:

En materia económica, Napoleón retomando los postulados mercantilistas, intentó asegurar una balanza comercial favorable y proteger la industria nacional, razón por la cual restableció el proteccionismo. A fin de asegurar las necesidades elementales del pueblo, para evitar cualquier tipo de levantamiento, limitó las exportaciones de grano.

Se creó el código civil en el cual se institucionalizó algunos de los fines más importantes de la revolución. En él se institucionalizaron muchos de los principales logros de la revolución: la igualdad ante la ley, la anulación de los privilegios y la libertad de conciencia.

Se crearon los Lycées, escuelas secundarias destinadas a la formación de las clases medias, pensadas para hacer de estas intelectuales instruidos para la dirigencia y la administración.

Mediante el Concordato que firmó con Pio VII logró que el papado aceptara las expropiaciones de los bienes eclesiásticos que había efectuado la Revolución y el derecho del Estado francés de designar a los dignatarios eclesiásticos, pagarles un sueldo y exigir fidelidad.

El imperio Francés

A partir de 1804, Napoleón es el emperador de los franceses.

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En 1805 la guerra contra Francia se inicia nuevamente. Una nueva alianza conformada por ingleses, austríacos, prusianos y rusos enfrentó a Francia. El resultado fue un memorable triunfo de los franceses en el continente y un notable fracaso en el mar. Luego de los sucesos de Trafalgar, Inglaterra logró controlar definitivamente el mar. Cualquier intento de invadir la isla atravesando el canal de la mancha se hizo inviable. La estrategia articulada por Napoleón fue privar al Reino Unido del mercado europeo mediante el establecimiento de un bloqueo. Dicho bloqueo tendría una doble ventaja: aparte de separar al Reino Unido del mercado Europeo, el continente quedaría subordinado a los intereses de Francia. Pero para ello, Napoleón debería controlar primero Europa, sobre todo las costas.

El imperio Francés hacia 1811, a costa de triunfos militares, alianzas, matrimonios y tratados de no agresión había reducido a Bélgica, Holanda y Los Estados pontificios a departamentos del Estado Francés; el Reino de Italia y las provincias ilíricas, se encuentran, respectivamente, bajo el control de un virrey y un gobernador establecido por Napoleón. Los “napoleónidas” gobiernan el Reino de Nápoles, el gran ducado de Toscana, El reino de Westfalia, el gran ducado de Berg y el Reino de España; la Confederación del Rin, La Confederación Helvética y El gran ducado de Varsovia se hallan bajo el protectorado de Napoleón. Los países nórdicos, Austria y Rusia, permanecen aliados. Esto quiere decir que a excepción de Gran Bretaña, Europa estaba a sus pies.

Sin embargo, el bloqueo no funcionó, es más fue contraproducente en el largo plazo. Viendo que la situación no cambiaba, Napoleón decidió cambiar de estrategia y pasar a la ofensiva invadiendo a Rusia en 1812. El resultado fue un fracaso. Un año después, en Leipzig, las fuerzas aliadas de Prusia, Austria, Suecia y Rusia derrotarían al desgarrado ejército de Napoleón mientras que los ingleses invadían Francia vía España.

Francia y Europa entre 1789 y 1815

Entre 1789 y 1815 Europa estuvo en guerra, mejor dicho Francia estuvo en guerra contra el resto de Europa. En el campo de batalla se enfrentaron no solamente dos ejércitos, sino dos concepciones del mundo, de la sociedad y de la organización política. Como dice Hobsbawm “Francia como revolución convocaba a los pueblos del mundo para derribar la tiranía y abrazar la libertad, a lo que se oponían las fuerzas conservadoras y reaccionarias.” Sin embargo, concluye que: “A finales del reinado de Napoleón, el elemento de conquista imperial y de explotación prevalecía sobre el elemento de liberación…”

A diferencia de los príncipes absolutistas, Francia solo podía contar potencialmente con la ayuda de un Estado importante (EE UU), pero este se situaba allende los mares y no tendría interés en embarcarse en una empresa bélica en Europa. Los aliados con los cuales podía contar era con las minorías ilustradas de las grandes urbes europeas (en las ciudades holandesas, belgas, suizas e italianas encontró en las élites ilustradas un punto de apoyo) en otras regiones de Europa el filo-jacobinismo era una fuerza insignificante (Austria, España y Rusia).

Aparte de Inglaterra, la principal potencia anti-francesa era Austria, desde la caída de los borbones, la indiscutible potencia absolutista de Europa occidental.

El avance del imperio napoleónico implicaba también la expansión e imposición de la ideología de la Revolución. Las instituciones del antiguo régimen eran reemplazadas por las de las luces. Según Rudé Destruyó de modo más radical que cualquier otro “déspota ilustrado” las instituciones del Antiguo Régimen allí donde todavía estaban profundamente arraigadas e introdujo la igualdad ante la ley, el matrimonio civil y la educación secular, abolió los privilegios, las corporaciones, el diezmo y los derechos feudales y aplicó los nuevos derechos de herencia y propiedad que se encerraban en el Código Civil. Por encima de todo, el Código Civil había de ser la piedra de toque, la panacea universal” Estos cambios tendieron a ser implantados de lleno en aquellas regiones incorporadas durante el Directorio o el Consulado (Bélgica, Holanda, Piamonte, Liguria y los territorios del Rin) A su vez, por cuestiones militares y económicas “…solemos encontrar en los primeros puestos de sus listas de reformas para cada una de sus posesiones, la construcción de carreteras y canales, las zonas aduaneras unificadas, sistemas unificados de justicia y pesas y medidas, economía en el gasto del gobierno, institución de ejércitos nacionales constituciones escritas, la secularización de las propiedades de la iglesia…” (Rude 329)

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En función a esto afirma Rude, “Con titubeos e imperfecciones, Europa continuó siendo `revolucionada´ bajo el imperio, como lo había sido bajo el Consulado y el Directorio”

Otra de las consecuencias fue que, según Hobsbawm “… fue una racionalización general del mapa político de Europa, especialmente en Alemania e Italia” Los pequeños estados feudales desaparecieron y ciudades-estado (quedaron reducidas a cuatro)desaparecieron.

A su vez, afirma el autor, a partir de 1815, “… se sabía que la revolución social era posible; que las naciones existían como algo independiente de los estados, los pueblos como algo independiente de sus gobernantes, e incluso que los pobres existían como algo independiente de las clases dirigentes”

Los sucesos de 1789-1815, para Francia, la única nación capaz superar a Inglaterra económicamente hablando, supuso el estancamiento de su industria y su comercio. En cambio, Inglaterra “A costa de un ligero retraso en una expansión económica que, a pesar de ello, siguió siendo gigantesca, Gran Bretaña eliminó definitivamente a s u más cercano y peligroso competidor y se convirtió en `el taller del mundo´ para dos generaciones”

El debate historiográfico reciente sobre la revolución francesa; cuestionamientos a la interpretación social clásica. ¿Fue la revolución una Revolución burguesa?

Principales tesis de la interpretación clásica

Es uno de los fenómenos históricos más trascendentales del 1er milenio La revolución es un bloc. La revolución francesa es una revolución burguesa. Según Hobsbawm, esto quiere decir que la lucha

de clases entre la burguesía y la nobleza resultó a favor de la primera; como consecuencia de esto, la sociedad aristocrática feudal dio paso a la sociedad burguesa capitalista del siglo XIX.

La revolución francesa fue necesaria para la transición a la sociedad burguesa. El apoyo del pueblo era imprescindible para enfrentarse a la aristocracia. Siguiendo a A. V. Dicey,

“Confiar en el apoyo del populacho parisiense implicaba conivencia con ultrajes y crímenes que hacían imposible el establecimiento de instituciones libres en Francia. La represión del populacho parisiense conllevaría una reacción, y con toda posibilidad, la restauración del despotismo”

La etapa jacobina, es el período donde la revolución se consolida (según la interpretación marxista)

La crítica del revisionismo

Para Furet y Richet no hay una revolución, sino tres revoluciones: la revolución de la elite; el movimiento insurreccional de los sans-cullotes y los pobres de las ciudades; y, finalmente, el de los campesinos. Según los autores, estos tres movimientos que no necesariamente marchan juntos, son relativamente autónomos. En el transcurso de la revolución se superpusieron y se condicionaron mutuamente.

Esto es lo que permite explicar las diferentes tendencias políticas a lo largo de la revolución.

La revolución de las elites “la revolución de las luces”, fue realizada con el objetivo de abolir los privilegios, y establecer la igualdad ante la ley entre todos los ciudadanos franceses. Por medio de la Asamblea Nacional, se apuntó a crear una Constitución que limite el poder del monarca y les asegure la posibilidad de ejercer influencia política a la elite ilustrada.

No hubo lucha de clases (burguesía contra nobleza) sino que lucharon las élites ilustradas y liberales de los tres estamentos y, especialmente, de la burguesía, contra los representantes del antiguo orden político y social, que eran, sobre todo, fracciones nobiliarias, pero que también contaban con la burguesía propietaria de tierras ente sus partidarios.

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La reunión de los Estados Generales en Versalles, en 1789, puso a las elites en la situación de llevar a cabo sus ideas sobre la configuración de un Estado controlado por las capas superiores ilustradas, esto es, por la gente con propiedad y formación.

Entre las consecuencias de estas ideas se encontraban también las medidas de la revolución burguesa: la parcial derogación de los derechos feudales, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Constitución civil del Clero, la venta de bienes nacionales, la eliminación de las provincias y su sustitución por Departamentos, la abolición de los gremios y de toda corporación de los antiguos Estados y, finalmente la Constitución de 1791.

Los revolucionarios de 1789 no pensaron jamás en una abolición total de la monarquía o en una exclusión del monarca del proceso político, ni tampoco en un sufragio universal e igualitario como pretendían los sans-culottes.

Una vez que se produjo el estallido de la Revolución de 1789, los movimientos campesinos y los de los sans culottes desarrollaron su propia dinámica.

A partir de 1792, comienza para Furet y Richet el "dérapage" (deslizamiento) de la Revolución. Furet y Richet no ven en las luchas políticas de 1792-1794 el punto culminante de la revolución burguesa -como ocurre con la interpretación marxista-, sino una interrupción de la revolución burguesa, un intermedio innecesario y sin consecuencias para la evolución del siglo XIX burgués.

Para estos dos historiadores, las luchas de esta época son luchas por el monopolio del ejercicio del poder entre agrupaciones políticas competidoras. Los "montañeses" buscaron el apoyo de los "sans cultotes" parisinos y de una parte del campesinado. En realidad, la lucha que esos montañeses mantuvieron con los "girondinos" eran enfrentamientos que carecían de una dimensión social más profunda. Todos los dirigentes de los grupos de la Convención procedían del mismo sustrato social, es decir, de la burguesía. Habían recibido la misma formación y pertenecían todos a profesiones burguesas intelectuales, predominando las jurídicas.

Aunque algún historiador como Mathiez (Girondins et Montagnards, París, 1930) se esforzase en demostrar que entre girondinos y montañeses había un antagonismo social, porque -según ellos- los primeros pertenecían a la gran burguesía de negocios y los segundos eran hombres de leyes, pequeños comerciantes y artesanos, en realidad no hay que exagerar esta diferencia en cuanto a su reclutamiento.

Los "sans cultotes" constituían, por su parte, un grupo heterogéneo y no una clase, en el sentido marxista del término. Ese grupo estaba formado por trabajadores independientes, artesanos y obreros. Su revolución se unió con la lucha por el poder del grupo parlamentario dirigido por Robespierre, lo cual le permitió establecer su dictadura y hacer frente al peligro exterior. Sus aspiraciones fueron traducidas por hombres que habían comprendido sus deseos, pero que no pertenecían a su grupo; un médico, Marat; un abogado de éxito, Robespierre; un desclasado convertido en periodista, Hébert; un sacerdote, Jacques Roux.

En cuanto al campesinado, lo primero que habría que saber es hasta qué punto la relación entre los señores propietarios de la tierra y los "tenanciers" (vasallos) era una relación de presión agobiante que afectaba a la vida diaria del campo. Soboul afirma que la existencia del impuesto territorial había dominado generalmente la vida campesina del Antiguo Régimen. Furet, por su parte, cree que el impuesto territorial que pagaban los campesinos y que ingresaban los señores no era el más importante y que fue superado en el siglo XVIII por los impuestos reales. Lo que ocurre en realidad es que, aunque parezca mentira, hay todavía lagunas en la investigación de estas cuestiones, que no permiten a los historiadores llegar a conclusiones ciertas y rigurosas sobre la situación del campesinado francés en este momento. Aun así, contando con estas carencias, podemos saber que, por lo pronto, la abolición de los derechos señoriales por parte de la Asamblea Nacional, el 4 de agosto de 1789, no se realizó por un estallido espontáneo del idealismo por parte de una asamblea compuesta por nobles, clero y burgueses, ansiosos por liberar al oprimido campesinado de sus cargas. Esa abolición fue

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una medida destinada a limitar y controlar la extendida y alarmante revuelta campesina de la primavera y comienzos del verano de 1789.

Que la revuelta campesina iba, por tanto, por otro camino que el de los intereses de la burguesía, lo puso ya de manifiesto el historiador inglés Alfred Cobban (Interpretación social de la Revolución francesa) cuando afirmaba que "La abolición de los derechos señoriales fue obra del campesinado: algo aceptado contra regañadientes, contra la propia voluntad, por los hombres que redactaron los cahiers rurales y urbanos del baillage. Algo que le vino forzado a la Asamblea Nacional por el temor que le inspiraba la misma revuelta de los campesinos... De lo cual se deduce -concluía Cobban- que el derrumbe del feudalismo a manos de la burguesía, reviste en gran medida la apariencia de un mito". Y eso es así, porque la Revolución no fue anti-feudal, en el sentido de que lo que quedaba en la Francia de 1789 ya no era exactamente feudalismo ; ni burguesa, en cuanto que no la hicieron burgueses en el sentido exacto de la palabra. La tesis parece convincente, aunque puede resultar exagerada.

Posteriormente, determinados autores franceses han hecho el mismo reconocimiento, empezando por Furet y Richet y terminando por Emmanuel Leroy Ladurie, para quien "la burguesía que hizo la Revolución no es una clase capitalista de financieros, comerciantes e industriales, que entonces eran apolíticos o aristócratas. La burguesía se componía entonces de oficiales, médicos, intelectuales, cuya misión no podía consistir en alimentar una revolución industrial".

Cada vez se tiende a admitir en mayor grado que la Revolución política retrasó en Francia la revolución industrial, al contrario de lo que pasó en Inglaterra. Así pues, en la burguesía revolucionaria hubo hombres de negocios, pero fueron una minoría. La mayor parte de los hombres que dirigieron la Revolución se reclutó entre los profesionales, los abogados, los médicos, los intelectuales, los funcionarios de la administración territorial o local, y -dado su número en proporción nada despreciable- ex-privilegiados de ideas progresistas.

Las respuestas de los historiadores marxistas:

En primer término, Soboul ataca la tesis de la supuesta revolución de las élites que en 1789 habrían llegado a una convergencia táctica contra el absolutismo: en realidad, nos dice Soboul, no había en 1789 una élite francesa unificada y lo menos que puede decirse es que las élites (aristocráticas y burguesas) se dividieron frente al problema del privilegio, volviéndose imposible el compromiso.

Por otro lado, contra la idea central de Furet y Richet en cuanto el papel unificador de la ideología de la Ilustración, Soboul apela al carácter ambivalente de este movimiento de ideas, cuyos más connotados voceros han proporcionado argumentos tanto a los dirigentes revolucionarios como a los partidarios de la reacción y a los nostálgicos del antiguo orden.

En tercer lugar, para Soboul, la capacidad de arbitraje y reforma del rey de Francia, a la cual Furet y Richet, apegados a una visión contingente de la historia, asignaron tanta importancia en la determinación del giro de la revolución, era inexistente en las condiciones del estado monárquico del Antiguo Régimen. Un análisis en profundidad de este sistema político revela cómo la alianza entre monarquía y aristocracia era inextricable:

La monarquía había probado que era el Estado de la aristocracia, afirmación que encuentra su prueba no sólo en las declaraciones reales de 1789 en defensa de la sociedad de órdenes y de todo el sistema de privilegios que protegía a la "buena y fiel nobleza" sino en toda la política posterior del rey y la corte para impedir y finalmente aplastar la revolución con el concurso extranjero.

Por consiguiente, el rey no podía sino inclinarse hacia un solo lado no sólo por falta de capacidad de arbitraje sino por falta de real interés en un supuesto arbitraje.

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"Ni la nobleza ni la monarquía podían, sin negarse a sí mismas, aceptar la supresión del privilegio, cuyo mantenimiento, por otra parte, no podían aceptar las élites burguesas. Una necesidad interna hacía que el enfrentamiento fuese ineluctable"

En cuarto término, la distinción que los autores han hecho entre las tres revoluciones de 1789 y entre éstas y el supuesto resbalón o desviación de 1792 a 1795, es resultado según Soboul, de la introducción de lo contingente y lo irracional en la explicación histórica, de un lado, y de la falta de un análisis minucioso de las estructuras de la sociedad del Antiguo Régimen caracterizadas por el privilegio y el feudalismo, de otro lado. Efectivamente, teniendo en cuenta este último aspecto, resulta evidente la contradicción de la burguesía con todo el fundamento feudal de esa estructura social y su necesidad de alianza con otros sectores para destruirlo. El análisis del tercer estado revela su realidad social múltiple y diversa y permite establecer, en su interior, corrientes específicas y autónomas, hecho que justifica las investigaciones de Lefebvre sobre los campesinos y las del propio Soboul y Georges Rudé sobre los "sans culottes" y la "muchedumbre" urbana. Sin embargo, esta realidad diversa del tercer estado no permitió, en el estudio de estos movimientos particulares, desconocer su inserción en el curso general de una revolución burguesa. De esta manera la alianza, entre la burguesía opulenta y los "desarrapados” que a Furet y Richet les parecía tan asombrosa e inesperada, es para Soboul perfectamente lógica y explicable en términos históricos: lejos de constituir una desviación o un accidente, la intervención del movimiento popular fue indispensable para el éxito de la revolución liberal iniciada en 1789. En el período 1792-1795 que Soboul caracteriza como "el despotismo de la libertad" fue cuando la burguesía pudo, gracias a la alianza popular, exterminar todas las formas de contrarrevolución y hacer así posible, al fin, el sistema liberal que se afirmó definitivamente después de 1795, para alcanzar su plenitud después de 1830.

Dentro de la explicación de Soboul, la guerra no aparece como un mero accidente, debido a un expansionismo pasional de los franceses sino como un resultado de las propias tensiones internas de la revolución a la vez que como un factor dinamizante del proceso revolucionario. Esa relación dialéctica entre guerra y revolución admirablemente desarrollada en su historia de la Revolución Francesa, es un argumento central en la tesis unitaria de la revolución.

En 1789 no hubo tres revoluciones, sino una sola, burguesa y liberal, con apoyo popular, particularmente campesino. No hubo desviación, ni deslizamiento de la revolución de 1792 a 1794, sino la voluntad de la burguesía revolucionaria de mantener la cohesión del tercer estado, gracias a la alianza con las masas populares, sin cuyo sostén las adquisiciones de 1789 hubieran sido comprometidas para siempre. El año II no fue "un tiempo de desamparo", sino un momento de radicalización necesaria para asegurar la victoria sobre la contrarrevolución y la coalición y por consiguiente la victoria de la revolución burguesa

Ni tampoco la movilización de los sectores populares, apremiados por la cuestión del pan cotidiano, es para Soboul un accidente, una respuesta irracional y violenta ante el mito del complot aristocrático sino un movimiento con motivaciones específicas, ligadas a las condiciones económicas generadas por la crisis y agravadas por la guerra.

De manera que la ruptura con la estructura del Antiguo Régimen que provocaron los acontecimientos de 1789, se desarrolló y se configuró como un nuevo orden bajo el gobierno revolucionario del año II. El sentido revolucionario de la Revolución Francesa radica, precisamente, en esa instauración de un orden nuevo, diferente esencialmente del precedente, proceso que superó con mucho los cambios en el gobierno y que involucró la destrucción de las antiguas relaciones sociales: es en este sentido que Soboul reclama la noción de revolución para el caso francés, rechazando los conceptos de reforma o transición con los que ha intentado rotularse los acontecimientos posteriores a 1789.

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Por consiguiente, revolución: transformación radical de las relaciones sociales y de las estructuras políticas sobre los cimientos de un modo de producción renovado

Explicar la revolución como un momento político clave, dentro de una fase prolongada de transición hacia el capitalismo, que permitió el reajuste político, institucional y la redistribución del poder en beneficio de la burguesía para adecuar el sistema político a un equilibrio ya capitalista implica dejar sin explicación el por qué de la revolución como cambio violento y total, sostiene Soboul.

Siguiendo el planteamiento de Marx acerca de las vías de la transición del feudalismo al capitalismo, establece que en Francia se cumplió "la vía realmente revolucionaria" tal como Marx la definió, en la medida en la que la Revolución tuvo como consecuencia final la subordinación del capital comercial (ligado a la alta burguesía, a su vez aliada a la oligarquía de grandes propietarios feudales) al capital productivo.

De este análisis se desprende una importante conclusión que articula, como un eje, la obra entera de Soboul sobre la Revolución Francesa:

"En ese sentido, el elemento motor de la revolución se encontró entre los artesanos y campesinos independientes, pequeños y medianos productores, en una palabra en la pequeña y media burguesía, y no en la alta burguesía más o menos coaligada con el poder del Estado absolutista, gentes de finanzas, grandes negociantes, fabricantes, empresarios. Históricamente, este antagonismo se concretó en la oposición entre jacobinos y montañeses, por una parte, por otra monárquicos, luego feuillants, por último girondinos, unos y otros inclinados siempre al compromiso con la aristocracia"

Al suprimir los derechos feudales, la revolución liberó a los productores directos, los pequeños y medianos productores, comerciantes a partir de entonces independientes, asegurando así la autonomía de la producción capitalista, creando las condiciones necesarias para la formación del capital productivo. En este sentido, son, en el análisis de Soboul, especialmente relevantes estas medidas revolucionarias: la afirmación de la concepción burguesa de la propiedad, la supresión de los derechos feudales, los diezmos eclesiásticos, las obligaciones comunitarias, los monopolios corporativos, los privilegios de las grandes compañías de comercio colonial, la libertad económica definida por el artículo 17 de la declaración de derechos de 1793, la ley Le Chapelier, de larga vigencia en la historia de las relaciones del "capital" y el "trabajo" en Francia, que prohibía las coaliciones obreras y las huelgas y fundaba un individualismo social igualitario, la unificación del mercado nacional que, al tiempo que destruía la organización institucional del estado del Antiguo Régimen, eliminaba las autonomías y particularismos provinciales y locales, racionalizaba la economía e impulsaba la libre competencia.

Sin embargo, Soboul reconoce que los progresos del capitalismo fueron lentos durante el período revolucionario, que la dimensión de las empresas siguió siendo modesta y el capital comercial preponderante, porque el tránsito al capitalismo no es un proceso simple (Compendio sobre la revolución francesa) ¿Por qué?

Soboul, en “Del feudalismo al capitalismo. La revolución francesa y la problemática de las vías de transición” afirma que "...el elemento motriz de la revolución burguesa estuvo en el desarrollo de los pequeños y medianos productores, artesanos y campesinos independientes, en una palabra, de la pequeña y mediana burguesía, y no en la alta burguesía", por ello en Francia la evolución hacia el capitalismo industrial fue más lenta a diferencia de Inglaterra.

Como quiera que Soboul había afirmado "la Revolución de 1789-1793 marcó el advenimiento de la sociedad moderna burguesa, capitalista" en su ensayo titulado "La Revolución Francesa en el mundo contemporáneo" (en Comprender la revolución francesa), se ve en la obligación de matizar esta tesis cuando dice "Sin duda la victoria sobre el feudalismo y el Antiguo Régimen no significó la simultánea aparición de nuevas relaciones sociales". Ahora bien, ¿cómo explica Soboul el hecho paradójico de que la vía revolucionaria, dé lugar a un

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desarrollo más lento del capitalismo industrial, en tanto la vía compromisoria tiene por resultado un desarrollo más rápido de éste? la respuesta está dada en las referencias a las transformaciones de carácter político-social, en el sentido de que el carácter revolucionario de los cambios de Francia, se explica por la imposición "desde abajo" por la presencia activa y protagónica de campesinos y artesanos, de la destrucción del orden feudal. Al concluir su artículo, Soboul advierte sobre la necesidad de acompañar estos debates teóricos de investigaciones eruditas y empíricas sobre la época.

En la discusión sobre el problema de la transición, no se puede hablar de una completa identidad de criterios de los investigadores de tendencia marxista, la diversidad de sus puntos de vista en la defensa de la Revolución Francesa, expresa la multiplicidad de matices característicos del pensamiento marxista actual. El artículo de M. Grenon y R. Robin "A propósito de la polémica sobre el Antiguo Régimen y la Revolución, para una problemática de la transición", contiene elementos críticos a la teoría de las "élites", de la "vía única", pero así mismo, señala los problemas de la interpretación de Soboul según la cual la Revolución Francesa habría marcado el advenimiento de la moderna sociedad burguesa, en cuanto conduce a la negación de la "vía del compromiso". Se distancian de Soboul al sostener que la "vía revolucionaria" no fue una "necesidad", sino el producto de una crisis orgánica que afectó a toda la superestructura. A ello responderá Soboul que el problema no radica en si era inevitable o no el camino revolucionario en Francia, porque lo cierto es que ese fue el camino tomado, después de una intensa confrontación entre la posibilidad de resolver la crisis por medio del compromiso o por medio de la revolución.

Apendice 1

Perry Anderson y el concepto de revolución Burguesa:

Anderson a partir de un breve análisis del concepto de revolución burguesa llega a las siguientes conclusiones, conclusiones a tener en cuenta a la hora de pensar en el concepto.

Burguesía y nobleza feudal no son necesariamente contradictorias. Feudalismo y capitalismo, no son necesariamente regímenes de producción incompatibles. El segundo,

nace de las entrañas del primero, nace en sus insterticios. A su vez, no hay un abismo entre el tipo de propiedad feudal y burguesa.

La principal víctima de la revolución burguesa más que el señor feudal es el campesinado.

Según las revoluciones burguesas occidentales y orientales (Japón) las revoluciones burguesas constan de dos fases:

Primero tiende a conformar alianzas con otras fracciones sociales a fin de conseguir sus propósitos. Una vez logrados sus propósitos rompe esta alianza y establece una alianza de nuevo cúneo con la

aristocracia feudal más progresista.

Apéndice 2

¿La Ilustración hizo la Revolución Francesa o la Revolución Francesa hizo la Ilustración?

Roger Chartier

Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución francesa.

C hartier es conocido como uno de los pioneros de la historia del libro , de las bibliotecas, de las ediciones, en definitiva, de las formas de circulación y consumo de los textos escritos en el Antiguo Régimen. Pero en este libro de 1991, el historiador francés propone una verdadera revolución

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copernicana en lo que se refiere al estudio de las denominadas causas y antecedentes de la Revolución de 1789.

Con espíritu provocador, Chartier se pregunta si la Revolución fue hecha por la Ilustración o si, por el contrario, el razonamiento correcto es el inverso. De hecho, una de las hipótesis fuertes del libro sostiene que la Revolución fue la responsable de la construcción del concepto de Ilustración que ha llegado hasta nosotros, reproduciéndose hasta el cansancio en los manuales y textos escolares.

R oger Chartier sostiene, entonces, que el concepto de Ilustración como conjunto de creencias monolítico, fue una invención de muchos políticos y dirigentes del período revolucionario. El Iluminismo no fue un conjunto de pensamientos homogéneo, un bloque de pensadores sin fisuras. Por el contrario, en la Ilustración convivieron filósofos de matrices ideológicas diversas, que en ocasiones sostenían puntos de vistas contradictorios e incompatibles.

Pero una vez iniciado el levantamiento de 1789, los líderes burgueses seleccionaron detenidamente aquellas figuras de la filosofía dieciochesca cuyas ideas mejor podían servir para otorgar legitimidad y prestigio al proceso revolucionario . Así, cuando en 1791 hubo qué decidir qué filósofos debían pasar a integrar el Panteón de los héroes nacionales en Paris, sólo Voltaire y Rousseau fueron admitidos . La incorporación de otros autores, como Descartes, Fénelon, Buffon o Mably, fue rechazada. Como vemos, la propia Revolución iba "seleccionando" sus precursores a posteriori, iba "seleccionando" sus héroes, estableciendo relaciones que luego fueron acríticamente reproducidas hasta el presente. Esta construcción ficticia de genealogías revolucionarias se puede percibir en las propias inscripciones grabadas en el sarcófago de Voltaire, con motivo del traslado de sus restos al Panteón, el 11 de julio de 1791: "Combatió a los ateos y a los fanáticos. Inspiró la tolerancia. Reclamó los derechos humanos contra la servidumbre del feudalismo". Otra inscripción sostenía: "Poeta, Historiador y Filósofo. Engrandeció al ser humano y le enseñó que debe ser libre". Los dirigentes revolucionarios hacían coincidir los dichos y hechos de Voltaire según las necesidades y la lógica de sus propios programas políticos.

En cuanto a Rousseau, el jacobino Maximiliano Robespierre explícita aún más la utilización a posteriori del mote de "precursor". El 7 de mayo de 1794 sostuvo Robespierre: "entre quienes, en la época de que hablo, se destacaron en la carrera de las letras y de la filosofía, un hombre [Rousseau], por la nobleza de su alma (...) se mostró digno del ministerio de preceptor del género humano (...). ¡Ah!, si hubiera sido testigo de esta revolución de la que fue precursor y que lo llevó al Panteón [el 12 de octubre de 1793], ¡quién puede dudar que su alma generosa hubiera abrazado con arrebato la causa de la justicia y de la igualdad". El discurso de Robespierre convertía a Rousseau en un revolucionario avant-la-lettre: "si hubiera vivido, hoy estaría de nuestro bando, en las barricadas, en las calles". No muy diferente fueron las operaciones ideológicas llevadas a cabo por los primeros historiadores americanos, cuando hicieron de Tupac Amaru un precursor de las revoluciones independencias de 1810 (en realidad, el líder indígena sólo perseguía una lucha social contra la opresión de los indígenas, y la ruptura del vínculo político con España no ocupaba un lugar destacado en su programa; considerarlo un precursor de las revoluciones es producto de una construcción ficticia).

Estas afirmaciones de Roger Chartier se inscriben en un programa más amplio de crítica del concepto tradicional de causa y antecedente, de matriz positivista, que propone en la historia una relación causal copiada de las ciencias de la naturaleza. Por ello, Chartier utiliza para su libro el título de "orígenes culturales de la Revolución", negándose a recurrir al más tradicional concepto de "orígenes intelectuales de la Revolución". Este último (utilizado en un texto clásico del historiador Daniel Mornet publicado en 1933) supone que las ideas influyen directamente en las acciones humanas, supone que los libros hacen las revoluciones. Chartier en cambio, sostiene que son las más profundas

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transformaciones culturales las que permiten la producción, circulación y aceptación de ciertas ideas en una época determinada. Dicho de otra manera, las ideas de Rousseau, Voltaire o Montesquieu no hubieran tenido el auge y la difusión que lograron, si para mediados del siglo XVIII no se hubieran ya instalado profundas transformaciones en la cultura francesa. Estos cambios culturales son los que crean el momento propicio para el éxito de ciertas ideas, para la aceptación de determinados pensamientos, y no a la inversa. Entre estos cambios culturales que estaban ya instalados firmemente en 1750, Chartier menciona el incremento de la lectura individual y el mayor acceso a los libros, la perdida de hegemonía de la Iglesia Católica y los comienzos de un proceso de descristianización, la crisis del carácter sagrado de la monarquía absoluta, el nacimiento de una nueva cultura política en torno a la prensa escrita, la reunión en clubes y salones, y el despuntar de la opinión pública.

Estos cambios culturales posibilitaron una revolución en las mentalidades. En definitiva, hicieron pensable la revolución, crearon las condiciones para la destrucción violenta del Antiguo Régimen. Y estas condiciones fueron las que provocaron la aparición, difusión y éxito de las ideas de los pensadores de la Ilustración. A la pregunta que se formula Chartier, "los libros ¿hacen revoluciones?", la respuesta parece ser inequívocamente negativa: los libros y sus ideas sólo comienzan a actuar cuando la revolución se ha puesto ya en marcha de una u otra manera. Las transformaciones culturales ya instaladas permitieron que los intelectuales pudieran pensar en la posibilidad de una ruptura revolucionaria con el pasado; en tanto que también permitieron que los lectores pudieran entonces aceptar sus libros y compartir sus propuestas. En síntesis, para Chartier el proceso revolucionario tuvo condicionantes culturales que lo hicieron posible, y no orígenes intelectuales que lo prefiguraron antes de que se produjera.

La revolución estaba ya en marcha silenciosamente mucho antes de que una airada multitud, el 14 de julio de 1789, atacara con furia la fortaleza de la Bastilla.

Apéndice 3

Las siguientes notas son un ejercicio de indagación acerca de la virtual utilidad y fecundidad historiográfica de la noción de revolución burguesa. Estas notas se construyen en función del muy debatido trabajo de Francois Furet Pensar la revolución francesa.

Como es sabido la revolución francesa constituye el arquetipo fundamental de lo que sería la revolución burguesa, esto es, los procesos de ruptura e innovación que caracterizarían la irrupción y el establecimiento de formas sociales propiamente modernas, estructuradas las actividades productivas en torno al mercado, regidas por una cultura de corte individualista y con unas instituciones políticas y jurídicas correspondientes a la democracia representativa. Para Furet la noción clásica, predominante en la historiografía de revolución burguesa no tiene un genuino rango conceptual, es más bien una noción que enmascara dos presupuestos sin fundamento: el carácter necesario del evento o acontecimiento histórico revolución francesa, y el de que se trata de una ruptura de épocas.

A su parecer "revolución burguesa" es una especie de punto focal en el que se traslapan los tiempos y se sobreponen todos los niveles de la realidad histórica. Anulación del pasado, constitución del presente y diseño del porvenir, operación reductiva carente de fecundidad explicativa. Consideración de acontecimientos que generan capitalismo en el nivel económico, predominio burgués en el orden social y político y valores ideológicos de clase [1]. Operaciónque confunde los diversos niveles y que erige a la clase burguesa como actor histórico homogéneo y protagónico "A una obra considerada inevitable se le ofrece un agente perfectamente adaptado. Al sistematizar la idea de una ruptura radical entre el antes y el después, la interpretación social de la revolución francesa corona una metafísica de la esencia y de la fatalidad " [2]. Así, la revolución burguesa estaría haciendo referencia simultánea a un contenido y a un actor históricos que se desarrollan al unísono durante la necesaria e inevitable explosión revolucionaria.

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No obstante que Furet desecha con vehemencia la noción de revolución burguesa en tanto ruptura necesaria explicada causalmente, reconoce en el fenómeno revolucionario variables inéditas, independientes de la situación precedente y que desarrollan consecuencias que le son propias; hay pues, el reconocimiento de novedades que rompen efectivamente con sus antecedentes. Este elemento de ruptura es caracterizado como "una modalidad de la acción histórica", se trata "de una dinámica que podría llamarse política ideológica o cultural, para decir que su múltiple poder de movilización de los hombres y de acción sobre las cosas pasa por un reforzamiento del sentido" [3]. Esta irrupción, catalogada incluso como novedad histórica, encuentra sus condiciones de posibilidad en una crisis política, sin por ello ser necesaria. Este nuevo tipo de práctica y de conciencia históricas están ligadas a un tipo de situación sin ser definidas por ella. La novedad revolucionaria, el elemento de discontinuidad, pertenece al ámbito de la representación simbólica (ideológico-político-cultural), dirá Furet. "La revolución francesa consiste en un imaginario colectivo del poder. Su interés histórico reside en lo que ella tiene de único y es precisamente este único lo que llegó a ser universal: la primera experiencia de la democracia" [4].

Hay pues, en Furet, un rechazo a los intentos de explicación integral (tanto temporal como de niveles sociales) implícitos en su comprensión de la noción de revolución burguesa. Hay, en cambio, una propuesta comprometida con el ámbito imaginario-cultural que implica una teoría y una práctica específicas del proceso revolucionario francés; esta modalidad única e inédita se manifestó en la revolución francesa aunque habría de tener proyección universal. Es notable su insistencia en una discontinuidad no derivada de la explicación causal y en una originalidad particular con potencialidades universales; notable, sobre todo, por provenir de un discurso historiográfico fuertemente arraigado a la idea de continuidad en los procesos históricos.

2.

Las reflexiones de Furet son sólo aparentemente polémicas, en rigor estamos frente a un ensayo sistemático de construcción de un discurso de historiografía crítica. Trabajo que se articula con otros discursos historio-gráficos, opera frente a ellos negativamente, para extraer elementos de esclarecimiento para la explicación y la investigación históricas, incluso en los puntos ciegos de las perspectivas criticadas, como es en el caso de la historiografía comunista-militante francesa representada por Soboul y Mazauric. A este comportamiento crítico negativo Furet incorpora perspectivas historiográficas, como las de Tocqueville y Cochin, las que en su parcialidad analítica y problemática sirven de correctivo a la historiografía tradicional, aportándole al discurso de Furet elementos de apoyo y perspectivas indispensables para la construcción de su propuesta.

3.

Es llamativa la presencia constante no sólo de consideraciones políticas vinculadas al ambiente intelectual de la tradición de izquierda en Francia, sino a la permanente intervención de elementos discursivos de la teoría política moderna y contemporánea. El hecho de que para Furet la novedad histórica de la revolución francesa radique en el espacio del imaginario político cultural, la ideología práctica de la revolución —por ello centra su atención en el análisis del jacobinismo como forma clásica de la conciencia revolucionaria, al igual que Cochin — refuerza esta necesidad de que incorpore como condición de su criticidad, elementos discursivos y problemáticas del discurso de la política.

Para Furet una historiografía crítica es aquella capaz de conceptualizar los objetos que analiza. En última instancia, en tanto que la resultante de su análisis histórico concluye en la inédita experiencia histórica de la democracia, el concepto que está en juego y que toca dirimir es el de la democracia. El ensayo de un trabajo históricocrítico pasa por la discusión teórico-política.

4.

¿Cuál es el andamiaje historiográfico del que arranca la propuesta de Furet? Las premisas del trabajo histórico son enunciadas a partir de la constatación en la historiografía tradicional, particularmente la de orientación comunista-socialista —vulgata marxista—, de los defectos en la construcción del objeto histórico, las periodizaciones y cortes que propone, el tipo de relatos y el orden discursivo de los mismos.

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En la historiografía francesa, bajo la determinación de la cultura política predominante, la cuestión de la revolución francesa atañe a la identidad nacional y por lo tanto ha estado siempre presente en la dinámica de la historia francesa y, particularmente, en los avatares de la política. Hacer la historia de la revolución francesa no ha dejado de ser un quehacer político (ciertamente el caso de Furet, pese a sus esfuerzos, no será la excepción). Esta identificación política con el objeto de estudio ha tendido a vincular el trabajo historiográfico a la conciencia, las intenciones y la acción de los revolucionarios. Donde esta precariedad historiográfica aparece más ostensiblemente, sostiene Furet, es en la historiografía de izquierda: su pathos militante la hace reduplicar los orígenes y la identifica acríticamente con su tarea de transformación social y valorativa (cultural). En consecuencia, afirma, los procesos de revolución son observados como una ruptura que necesariamente tiene que ocurrir y que puede ser entendida mediante un esquema de explicación causa efecto, independientemente de que las explicaciones de un fenómeno político sean de índole económico-social y que el relato del acontecimiento político abandone la intención explicativa en favor de una simple narración en interioridad con los protagonistas.El problema de fondo, señala Furet, consiste en la superposición de dos objetos de naturaleza diferente: la revolución en tanto proceso, susceptible de ser explicada en términos causales sobre la larga duración, de ser abordada en términos de su balance, y la revolución acontecimiento en tanto modalidad de acción circunscrita al tiempo corto. Esta superposición intelectual de dos objetos, insostenible a todas luces, se traduce en quiebres al interior de la estructura lógica del relato historiográfico: mestizaje de géneros (analítico y descriptivo), yuxtaposición de marcos cronológicos diferentes, subsumidos en un período siempre reiterado. Se hacen historias del período y no de problemas, afirma Furet. Si la historiografía tradicional no ha sido sensible a estas inconsecuencias, sostiene el autor, es porque se yuxtaponen y mezclan en ella estos diferentes niveles a costa de una hipótesis implícita: la necesariedad del acontecimiento revolucionario. De allí que no resulte necesario explicar el acontecimiento, basta con referirlo a sus causas, hay una coincidencia entre la necesidad histórica y la acción revolucionaria.

La fatalidad de la ruptura que aparece en el relato historiográfico parece calcada sobre la ilusión que los protagonistas tuvieron de la revolución. A esa incapacidad de los hombres por conocer la historia que hacen se unen, según Furet, los vicios de la mala historia, entre ellos el de creer que lo ya sucedido tiene la fuerza de lo necesario.

5.

En virtud de las consideraciones anteriores la propuesta historiográfica de Furet aparecerá vinculada a las pautas del comportamiento teórico contemporáneo; su propuesta reclamará una historia capaz de conceptualizar problemas, apta para descomponer el objeto en sus dimensiones analíticas y en sus correspondientes duraciones cronológicas.

Con estas pautas, propias de una historiografía de pretensión crítica, Furet acude a dos discursos histórico-políticos en los que encuentra características y orientaciones que le resultan iluminadoras. Se trata de las obras de Tocqueville y Cochin. En lo que sigue, Furet señala.

La obra de Alexis de Tocqueville consiste en un trabajo his-tórico-conceptual a caballo entre la historiografía y la teoría política, ciertamente en contravía de la historiografía tradicional dominante acerca de la revolución francesa. Intención conceptualizadora y, sobre todo, análisis guiado no por la idea de la ruptura sino por la hipótesis de la continuidad entre el Antiguo Régimen y las consecuencias del proceso revolucionario, "...la Revolución no ha creado un nuevo pueblo, una nueva Francia: 'la revolución ha ordenado, coordinado y legalizado los efectos de una gran causa sin haber sido esta causa'. Representa más bien la culminación, el remate de tendencias que actuaban en la sociedad del Antiguo Régimen, que una transformación radical de Francia y de los franceses. El conjunto de estas tendencias democráticas, analizadas sucesivamente en el nivel de la sociedad civil, de las costumbres, del gobierno y de la ideología forma una especie de tronco común entre el Antiguo Régimen, y la Revolución aparece como una simple etapa en el desarrollo de sus efectos..." [5]. Ese tronco común encontrará su lógica en el prolongado proceso de centralización administrativa desarrollado por el Antiguo Régimen; las costumbres democráticas que paulatinamente ocuparán los espacios de la sociedad serán la indicación de que las contradicciones causales de la revuelta no serán de carácter social sino, más bien, de carácter intelectual y moral.

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La presentación de esta tesis requiere de una descomposición y distinción del objeto histórico y sus temporalidades correspondientes. Analizar la revolución francesa en tanto que proceso supone estudiar la estructura y dinámica del Antiguo Régimen y remitirse temporalmente a un período de larga duración. La descripción y análisis de los hechos mostrará la destacada presencia del ámbito político que, llegado el momento, será preeminente para entender la dinámica de la sociedad. Tocqueville analizará la compleja dialéctica de la democratización de los espacios sociales y de la cultura, democratización de los espíritus, con el proceso de descomposición aristocrática que permea los avances administrativos de la centralización, verdadero mecanismo del cambio [6].

Analizado y conceptualizado el proceso de la revolución francesa cabría esperar el análisis subsiguiente de la revolución francesa en tanto acontecimiento. Tocqueville no lo considera. La historiografía de Cochin es precisamente esta página dejada en blanco por Tocqueville. Lo que preocupa a Cochin es la revolución francesa como acontecimiento, la revolución-modalidad. Con un sentido historiográfico, si se quiere más tradicional, Cochin atiende a la ruptura y la califica enfáticamente como política. Su trabajo es una tentativa por conceptualizar el resorte, el movimiento interior de la dinámica político-cultural de la Revolución, es ahí donde encuentra la clave explicativa del acontecimiento, "tentativa de conceptualizar lo que es fundamental y al mismo tiempo inapresable en la Revolución: su fluir" [7] El objeto privilegiado de la perspectiva de Cochin radica en la explosión del acontecimiento. La distinción entre la vivencia y el pensamiento crítico de la vivencia aleja a Cochin de la perspectiva psicologista de la historiografía tradicional identificada con los puntos de vista de los actores. Más sociológico, Cochin pretende explicar la situación y no la intención de los protagonistas frente al evento. Las representaciones imaginarias mediante las cuales se expresan las intenciones no explican nada, son, por el contrario, precisamente de lo que hay que dar cuenta.

Bajo la influencia de Durkheim Cochin concentra su atención en aquellas formas típicas de la época, susceptibles de cohesionar o desestructurar las solidaridades sociales; las sociedades de ideas. En estos ámbitos de discusión y producción de opinión pública, la unidad orgánica se construye mediante una relación abstracta del individuo con la idea, único vericueto posible para constituir la unanimidad, el consenso unánime. El jacobinismo es un modelo típico ideal de las mismas. Se constituye como la forma clásica de la conciencia revolucionaria, con forma la matriz de una nueva relación política original y específica del período. En el poder, en tanto que amalgama de la acción y del imaginario colectivo que representa simbólicamente la voluntad general, se convertirá en una forma de coacción colectiva. Se trata de la inauguración moderna de la política de los significados, nuevo e inédito principio de legitimidad cuyo mecanismo de producción es analizado por Cochin [8].

El jacobinismo en tanto matriz de una política de coacción colectiva, representante unánime de la voluntad general, sólo puede comprenderse en tanto que una compleja articulación entre mecanismos sociológicos y un centro conceptual filosófico centrado en el individuo. Esa articulación es la condición para que la sociedad pudiera acceder a la política. En ella los individuos tienen que alterar su naturaleza o singularidad concreta, a diferencia de la política del Antiguo Régimen. El espacio político inaugurado por la Revolución requiere esta metamorfosis del individuo, ecuación resuelta por Rousseau por medio de la voluntad general y representada simbólicamente por el carácter popular de la nueva política. "La política aparece así como complementaria de la democracia: es una especialidad del consenso míticamente liberado de sus pesos sociales. Necesita, pues, encontrar sustitutos a la práctica natural que hacían los cuerpos organizados de las cuestiones del Estado: éstos son los políticos, los partidos, las ideologías" [9] .

Este proceso de identificaciones y representaciones simbólicas, por ausencia de mecanismos de representación política reales, es lo que pone en movimiento comportamientos en los que no existe legitimidad alguna posible para el disenso o la oposición "el jacobismo, tras la ficción del 'pueblo' sustituye a la vez a la sociedad civil y al Estado. A través de la voluntad general, el pueblo-rey se identifica a partir de ese momento míticamente con el poder, esta creencia es la que origina el totalitarismo" [10] .

La propuesta de Furet nutrida por estos elementos críticos de los discursos de Tocqueville y Cochin estará en condiciones de ensayar una visión y una interpretación sistemática más completas.

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6.

Furet entiende la revolución como proceso virtual de recuperación de pasado y también como acontecimiento de quiebre, como ruptura. El análisis del proceso nos provee de los materiales para una explicación causal. El análisis del acontecimiento nos permite interpretar lo decisivo, esto es, lo novedoso que surge del acontecimiento y que, sin embargo, no se puede derivar de sus causas.

El estudio de los antecedentes nos ofrece materiales prácticos y teóricos que iluminan el evento revolucionario propiamente dicho. Un material práctico, vinculado al comportamiento político y social consiste en el desarrollo político contradictorio de la monarquía francesa del Antiguo Régimen y que hará evidente su crisis y el consecuente vacío de poder a partir de 1787 [11]. Furet señala que son las particularidades derivadas de la forma de constitución del Estado absolutista las que ofrecen los rasgos de esta evolución. El permanente esfuerzo de conciliación del Estado absolutista con la sociedad de órdenes se le aparece como el principal mecanismo de corrosión. Siguiendo a Tocqueville, encontrará a la sociedad francesa como demasiado democrática para lo que tenía de nobiliaria y demasiado nobiliaria para lo que ya contenía de democrática.

La atención principal, clave para la comprensión del desenvolvimiento político francés y de su culminación crítica radicaría en la preservación de la jerarquía y su orden a costa de la paulatina pérdida de la significación política de ese orden. La representación plástica más elocuente es el papel de la aristocracia, detentadora de privilegios pero desposeída paulatinamente de función política. De ahí la relevante función que comienzan a desempeñar los intelectuales con sus formas institucionales de organización: las sociedades de ideas. Emergencia de una socialidad política que en la medida en que sustentaba y desarrollaba a la ideología igualitaria podía ser calificada de democrática. En su afianzamiento como circuito de poder real mediante su intercambio sustitutivo de funciones, estatus y privilegios con la aristocracia, estas sociedades van fraguando una idea de poder, reflejo invertido del poder tradicional y por lo tanto incompatible y excluyente con éste, vertical y jerárquicamente organizado. El poder del Antiguo Régimen cuya vieja idea de legitimidad se arraigaba y se producía en la voluntad providencial y la opción de poder de la ideología revolucionaria cuya nueva idea de legitimidad se arraigaba y se producía en lo social y en su imagen mítica: la voluntad general, producían, ambos, la imagen de un poder indiviso propio de una sociedad idealmente no contradictoria; a final de cuentas, la imagen y el deseo de un poder absoluto.

Otro material, este de índole teórico o ideológico y que será decisivo para la comprensión de la dinámica del hecho revolucionario, apunta Furet, lo constituye la ideología igualitaria [12]. La categoría operativa de este discurso es la noción de pueblo, su centro conceptual el problema del individuo. En la tradición dominante (Rousseau) de la cultura política francesa el individuo se estatuye, en virtud de una igualdad natural común a todos, en un sujeto libre consagrado por el derecho. ¿Cómo pensar lo social desde ese punto de partida? ¿Si sólo desde el individuo se funda el poder y la ley, la soberanía, qué es lo social? El concepto de voluntad general contratada por los individuos funda la institución social capaz de interconectar al conjunto de los ciudadanos, los propietarios privados. Sólo de esa manera, cuando el individuo libre obedece a esa voluntad, constituida en Estado, es que se puede predicar que el individuo sólo se obedece a sí mismo. ¿Cómo es que este sistema de representaciones se funda y deviene sistema de acción política? Las condiciones para que esto suceda consisten en la existencia de un poder disponible por un lado, y en la capacidad de atribuirse, de expropiar, la interpretación de la voluntad general del pueblo, por el otro. Eso se ha realizado, y Furet señala que eso es lo radicalmente nuevo o revolucionario del acontecimiento, mediante el discurso. Un discurso portavoz de la voluntad general y de la nación: el discurso de la nueva legitimidad [13].

Con estos materiales teórico-prácticos Furet pasa a interpretar el acontecimiento que, como portador de lo novedoso, escapa a la determinación material de sus supuestas causas [14]. En el jacobinismo se expresará ese dominio del imaginario representado sobre las acciones, esa mentalidad colectiva revolucionaria en acción, que constituye la nueva modalidad histórica que inaugura la revolución. Según Furet durante el acontecimiento propiamente revolucionario (1789-1794) la lucha por el poder es el centro de gravedad. El poder se disputa mediante la palabra, pero el poder ya tiene dueño, es del pueblo. El es la sustancia del igualitarismo revolucionario, quien aspire al poder no puede dejar de pertenecer a él puesto que el poder se define por el control que el pueblo (sus políticos) ejerce sobre el discurso, sobre la palabra, sobre la opinión . Esa naturaleza discursiva e imaginaria de la lucha política es la que hace imposible toda forma de

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representación política, instaura la ficción de la democracia directa y enajena los intereses reales de la sociedad a la preeminencia inapelable de la política. El pueblo y su voluntad unánime en tanto que general, fuente absoluta de la soberanía (popular), no puede sufrir extrañamiento en ninguna representación. Las consecuencias, según Furet, consisten en que el nuevo principio de legitimidad sólo puede representarse simbólicamente (ideas, discursos, ritos, signos), ante la imposibilidad de la representación política sólo es dable la representación simbólica. Esta es la paradoja peligrosa de la democracia directa, su entraña totalitaria, su terrorismo enmascarado.

Esta dinámica del terror habita el conjunto del espacio social, habita en el pueblo, es decir en ninguna parte. El control de las opiniones en aras de la unanimidad es el eje de la disputa por el poder. Hay que vigilar, estar atento a las desviaciones, señalar a los desviados, excluirlos, adivinar e imaginar a quienes complotan. La red del complot va de lo más ínfimo, porque cada individuo está facultado para producir soberanía, a la confrontación entre el pueblo y su enemigo imaginado y real, y llega hasta la conspiración de las naciones para abatir a la Revolución. Desviación de los individuos, complot aristocrático, guerra contra los reyes de Europa.

La ideología igualitaria, la puesta en acción de esa mentalidad colectiva revolucionaria, es la clave de la integración nacional, su gran poder integrador, seductor; opera sobre la base de su contrario, el principio de la exclusión. El funcionamiento de esta dinámica alucinada y alucinante reina en la interacción y contraposición entre las sucesivas Asambleas Legislativas, quienes en tanto que representantes del pueblo expresan su soberanía en las leyes, y el conjunto de instituciones de ideas que simbolizan al pueblo y que por ello fiscalizan, denuncian y eventualmente sustituyen a los representantes infieles. El jacobinismo realiza en sí mismo esta dinámica, la fusiona; durante un tiempo será la sociedad de ideas que logra representar al pueblo y simbolizarlo, encarnarlo.

Fuera del pueblo no hay salvación, es la dictadura del Comité de Salvación Nacional, la unanimidad sin fisuras, la consagración de la guillotina. Esta es la mecánica del ejercicio del poder, sobra decir que se volverá en contra de sus ejecutores. La Revolución crea e inventa sus circunstancias adversas, las imagina. La guerra europea no será más que la ampliación continental de esa necesidad de política interna que es el complot [15].

Para Furet la derrota del jacobinismo el 9 Thermidor es el fin de la revolución francesa, de lo genuinamente novedoso y específicamente revolucionario [16]. Es el fin del modelo actuante de la mentalidad colectiva revolucionaria. La ideología igualitaria deja de ser el corazón que daba vida a la política toda. Esa imagen que la revolución tenía de sí misma, ese discurso que la legitimaba, esa mecánica que la mantenía viva se degrada en un instrumento táctico, eventualmente utilizado. Ese meollo revolucionario de la revolución francesa llega cumplidamente a su fin, realiza plenamente sus finalidades, convirtió en acto todas sus posibilidades, sus sueños de poder absoluto. La dictadura inapelable de la política se resquebraja, comienza la revancha de lo social, la aparición de los intereses diferenciados, expresión de individuos desiguales. Comienza la política verdadera, la genuinamente moderna. Muere la democracia directa con sus paradojas imposibles. Comienzan dos instauraciones: la de la democracia representativa y la de una legalidad que pondere el poder sin freno. La revolución francesa ha concluido.

7.

Pensar la revolución francesa es pensarla como una revolución política. Furet desvirtúa la historia social de la Revolución. Los elementos explicativo-causales de índole económica y social como los que nos ofrecen los discursos históricos tradicionales si acaso sirven para iluminar el acontecimiento revolucionario, pero de ninguna manera explican su necesidad y ni siquiera lo hacen posible. La revolución francesa es un fenómeno de carácter político cuyas claves interpretativas y explicativas son y no pueden ser más que políticas.

Pensar la revolución francesa con perspectiva historiográfica crítica es conceptualizar los problemas básicos que la caracterizan. Estos grandes problemas son problemas políticos, de la constante intervención del discurso de la teoría política como condición de posibilidad de una conceptualización en la historia política. En Pensar la revolución francesa Furet recrimina a la historiografía tradicional su insuficiencia conceptualizadora. Pareciera que Furet piensa que la conceptualización histórico-política de un fenómeno como la revolución francesa sólo pudiera hacerse desde su propia manera de conceptualizar. Su afán, a veces más polémico que

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crítico, le dificulta ver con precisión que el problema de conceptualizar en la historia, de que la historiografía sea teóricamente productiva, es una de las antinomias básicas del quehacer historiográfico. Sin duda que hay conceptualización, incluso conceptualización política en los empeños historiográficos serios de hacer una historia social de la revolución, ciertamente, se trata de un modo de conceptualizar diferente al de nuestro autor. Los intentos de explicación integral o social de fenómenos históricos como las revoluciones burguesas construyen su conceptualización política desde una comprensión económico-social de la política; no así Furet que construye su conceptualización política del fenómeno de la revolución francesa desde una perspectiva política de la política, muy en la tendencia de la contemporánea discusión politológica.

La historiografía está y ha estado atravesada por una antinomia sin solución en lo relativo a sus posibles modos de producir teoría, de conceptualizar. A grandes rasgos se puede afirmar que se producen conceptos apriorísticamente y se opera con ellos mediante la lógica deductiva —el Furet crítico-político de la primera parte de Pensar la revolución francesa—, o bien se producen conceptos a posteriori como resultado de una operación lógica inductiva —el Furet polémico-historiográfico de la segunda parte de Pensar la revolución francesa

Dificultad mayor para los historiadores de gran vuelo, como Furet, aceptar que la fecundidad interpretativa y explicativa del trabajo histórico produce verdades, verdades parciales, relativas y que nunca accede o produce la Verdad.En Pensar la revolución francesa, hay tres conceptos que constituyen la columna vertebral de su interpretación, ellos son la noción de democracia y la dupla conceptual básica sociedad y política.

La noción de democracia juega un papel determinante en la viabilidad de la tesis de Furet de que con la derrota del jacobinismo y el colapso de la actualidad de la imposible democracia directa se pone punto final a la revolución francesa como acontecimiento; la instauración de otra forma democrática, la de la democracia representativa abriría paso a la manifestación de los intereses de la sociedad y así, allanaría el camino para la instauración de la legalidad.

¿Cuál es el concepto de democracia en Furet? ¿Lo hace explícito, tienen deliberado empeño en hacerlo? En rigor, no sabemos cuál es el concepto de democracia en Furet, sabemos eso sí de su repudio a la democracia directa y de su beneplácito por las formas representativas de la democracia. Furet muestra el argumento que lleva a la construcción de la noción de democracia directa, su vinculación con la ideología igualitaria y al individuo como el pivote conceptual de tal construcción. Como sea, eso no es suficiente para conceptualizar, ni siquiera en el sentido negativo, puesto que no hay un trabajo crítico en relación al argumento del concepto rousseauniano de democracia.

Furet, cobijándose en la tradición de la cultura política francesa, no permite la presencia de la economía política y el pragmatismo ingleses ni de la filosofía crítica alemana en la constitución de la ideología igualitario-individualista; queda de este modo prisionero en la tradición del igualitarismo iusnaturalista. Furet quiere conceptualizar pero no es plenamente consecuente con ese empeño. Incluso al interior de la tradición de la cultura política francesa Furet podía habernos mostrado la argumentación racional que lo lleva a preferir la democracia representativa y a entender así por qué poseía las condiciones para terminar con el Terror. La originaria soberanía del pueblo fue en efecto reinterpretada como libertades políticas individuales. De allí que el derecho no se hubiese fundado en el mantenimiento de los naturalmente iguales sino que se fundase en la tarea de garantizar las libertades civiles de los individuos. La famosa distinción de Constant entre "libertad de los modernos" y la "libertad de los antiguos" resuena permanentemente en el trasfondo del texto de Furet. La democracia antigua, bárbara, en tanto participación directa y colectiva en la formación de leyes que representan y norman al "bien común", es obsoleta, imposible y contraproducente para las libertades civiles y políticas modernas, sostuvo Constant. En sentido contrario a la participación colectiva y directa en el poder, el acento fue depositado por esta corriente filosófica en un sentido de la participación política para la defensa y expansión de las libertades civiles y políticas, ejercicio de la democracia como decisión libre de las voluntades individuales (privadas) sobre el poder y la gestión públicas, por ello el énfasis se cargaba en la representación y se propendía por la paulatina reducción de los espacios y materias de competencia pública a favor de intervenciones de los privados.

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Furet nos obliga a adivinar esta concepción detrás de su tesis del final de la revolución francesa en la que adviene la democracia representativa sobre las ruinas de la democracia directa y el Terror. Así como describió el argumento y la dinámica de la democracia directa en el jacobinismo y nos ayudó a comprender la articulación entre este concepto y la práctica del Terror, la conceptualización explícita de su idea de democracia habría evitado el que su tesis interpretativa fuese moralizante. Conceptualizar rigurosamente, como es la fecunda exigencia crítica de Furet, habría requerido o bien contra-argumentar el concepto de democracia directa y no sólo describirlo acontecimentalmente en su desarrollo práctico, o bien argumentar positivamente el concepto —que él juzgaba superior— de democracia representativa como dotado de las condiciones para liquidar el Terror. En el trabajo de Furet opera un concepto a priori que le sirve para interpretar y juzgar el problema; consiste en que resulta un concepto secreto, que no se pone en juego deductivamente en la construcción y descripción de los hechos históricos, por eso su juicio sobre el 9 Thermidor no queda fundamentado; sus detractores podrán, a su vez, ser moralizantes y calificar a Furet de reaccionario. Si la conceptualización de Furet hubiese sido consecuente, la discusión estaría situada en el nivel de la argumentación de los conceptos de la historia política y no en el de las adhesiones ideológico-políticas.

Otros conceptos problemáticos y, sin embargo, decisivos para el apuntalamiento de las tesis de Furet y de su propuesta de historiografía crítica son el binomio sociedad y política. Como resultará evidente, se encuentran fuertemente ligados a su noción no plenamente conceptualizada de democracia. A final de cuentas, la idea de democracia ha sido siempre una noción mediadora y articuladora entre sociedad y política (sociedad civil-Estado).

En Pensar la revolución francesa la noción de sociedad es abordada mediante descripciones relativas a su estructuración y funcionamiento. Muy en la línea de Tocqueville, la serie de las contradicciones sociales constituye el motor de una continuidad básica en lo social que, sin embargo, corroe la sociabilidad política. Resulta claro que si la idea de sociedad estuviese operando sobre el análisis historiográfico que realiza nuestro autor la igualdad abstracta del pueblo, esa categoría sustancial y operativa de la conciencia revolucionaria, hubiese sido quebrantada. La sociedad francesa, en su solución de continuidad, presentaría fisuras y diferencias, desigualdades, no sólo entre los ciudadanos, sino diferentes intereses, muchos de ellos contrapuestos, si no contradictorios. Sin embargo el compromiso de Furet con la explicación política lo inhibe a incorporar argumentaciones provenientes de lo social. De haberlo hecho su tesis habría seguramente ganado en consistencia: la democracia representativa, en tanto que reivindicadora de intereses reales, habría podido mostrar virtudes de articulación y conciliación de intereses, mientras que la democracia directa en su dinámica ciega y excluyente habría aparecido más apegada a la tierra y menos alucinada en su obsesión complotista.

Es curioso que esta sociedad "dormida" durante la explicación-interpretación del fenómeno jacobinista se "despierte" súbitamente el 9 Thermidor. Con Ro-bespierre derrotado, con la revolución finiquitada, los intereses reaparecen, dan vigor y toman cauce en los mecanismos de representatividad de la nueva democracia. Cabe preguntar: ¿no está haciendo Furet lo que le imputa a la historiografía de izquierda? es decir, ¿no está manipulando la presencia de lo social con sus continuidades y diferencias de acuerdo a un esquema explicativo si no preconcebido sí arbitrariamente afirmado como político?

Pero quizás donde el legítimo afán de conceptualización de Pensar la revolución francesa encuentra un mayor escollo radique en la problemática comprensión de la política que tiene. Sobra decir que este concepto es la clave de la propuesta historiográfica y de las tesis interpretativas de Furet "Me parece —dice el autor— que la primera tarea de la historiografía revolucionaria consiste en volver a descubrir el análisis de la política en cuanto tal".

Ello es así porque la propuesta de Furet consiste en reivindicar la idoneidad de la explicación política e histórica para el fenómeno de la revolución francesa, excluir o debilitar consistentemente cualquier elemento explicativo ajeno al ámbito político y por último, confiar en que la dinámica propia de la política en cuanto tal es apta para representar adecuadamente la dinámica del acontecimiento revolucionario. Furet se compromete a fondo con la "autonomía de lo político". Una primera debilidad está en no permitir la interconexión con argumentos económicos o sociales: la dimensión económico-política ha mostrado fecundidad teórica a la

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teoría crítica de la política así como la competencia de intereses y valores son un momento no desechable del juego político.Ahora bien, donde la inconsistencia aparece con mayor radicalidad es en la comprensión deficiente del ámbito determinante de la política en cuanto tal, que es lo que define su autonomía. La política se afirma independiente de la razón y/o la moral, su dinámica es la de la fuerza de las voluntades, la de la violencia y el choque de los valores y el instinto. La política es, en su desnudez, brutal voluntarismo. Que ese voluntarismo remita a intereses materiales de clases sociales y/o a lugares precisos de relaciones de producción no cambia la dimensión específica de lo político, ni el destino político de sus protagonistas. Para Furet la dinámica política radica en esa amalgama singular de sistema de representaciones imaginarias y sistema de acción, fusión genéricamente contenida en las sociedades de ideas e históricamente realizada en el jacobinismo. Lo inquietante, sobre todo para una concepción politicista de la política y la historia, es que la explicación de la dinámica política se asiente en el nivel de lo imaginario y nunca aparezca la fuerza como el elemento que dirime y, a final de cuentas, decide el sentido de los hechos. Las condiciones de la fuerza, el control de las armas, la obediencia de los verdugos, el filo de la guillotina son momento consustancial si no primordial en la acción y el pensamiento de los revolucionarios. Que el imaginario colectivo sea una condición de fuerza material no suprime el que la coacción violenta, las connotaciones de la fuerza hagan posibles y determinen los significados de las mentalidades y de la conciencia revolucionaria. La concepción estrictamente imaginaria de la política en Furet, da al traste con la pretensión de una virtual explicación políticamente autónoma de los acontecimientos. El olvido de la fuerza deja sin aliento la interpretación política de la historia.

8.

Pensar la revolución francesa, de Furet resulta ser un libro complejo y estimulante para la investigación historiográfica y la reflexión acerca de ella. Su propuesta de historiografía crítica, conceptual, problematizadora, con aliento analítico, política en sentido fuerte, no puede menos que poner a debate algunos de los problemas centrales y decisivos del que hacer histórico contemporáneo.

Pensar la revolución francesa es un intento crítico de corrección de la historiografía dominante en Francia, visión "historiográfica vinculada a la ideología de izquierda, proclive a buscar explicaciones socio-económicas bajo el conjuro, según Furet, de la noción de revolución burguesa. Nuestro autor asume deliberadamente la vía de la explicación y la interpretación políticas como contra-tendencia a la vía de índole social. Su fecundidad y riqueza se derivan, en buena medida, de ese movimiento pendular correctivo en cuanto al énfasis de las explicaciones.

Otro punto fuerte del texto de Furet es su insistencia en la conceptualización, como condición necesaria para que la historia dé frutos teóricos; con ello se toca uno de los puntos más sensibles del hacer de los historiadores: el de que la historiografía cumpla con la aspiración de ser una disciplina que no sólo describa los hechos sino que sea susceptible de producir conocimiento teórico. La insistencia de Furet no sobra. Su compromiso con la conceptualización es problemático, como ya se ha indicado; el texto de Furet hace evidente que siempre hay conceptualizaciones teórico-políticas implícitas en los tratamientos de los fenómenos revolucionarios, que uno de los problemas consiste en hacerlas explícitas, otro —por supuesto— hacerlas bien, lo que no es fácil, y, el último, ponerlas en juego en el análisis sea por vía deductiva o inductiva. Furet realiza la tarea con insuficiencias. Lo relevante consiste, quizás, en que en la insuficiencia de la conceptualización se puede localizar una de las fuentes de deficiencia historiográfica. No jugar abierta y explícitamente con nuestros conceptos en los análisis e interpretaciones puede derivarse en irespetar los hechos y su sentido intrínseco.

El texto Pensar la Revolución francesa de Furet es una contribución lúcida y fecunda en los intentos de corregir los viejos vicios de la nueva historia.

BIBLIOGRAFÍA

Schaff, Adam, Historia y verdad, México, Grijalbo, 1982. Pereyra, Carlos, El sujeto de la historia, Madrid, Alianza, 1984.

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Castoriadis, Cornelius, El imaginario social y la institución, Barcelona, Tusquets, 1989. Furet, Francois, Pensar la revolución francesa, Madrid, Petrel, 1980. Hobsbawm, Eric, Las revoluciones burguesas, Madrid, Labor, 1985.Bobbio, Norberto, "La revolución francesa y los derechos del hombre", Revista Letra Nos. 15-16, Madrid, 1989.

Arias, Alan, "Preliminares para la discusión de la democracia en América Latina", Revista Interamericana de Sociología No. 1, Segunda Época, México, 1988. . "Inteligencia y poder. Los limites del discurso teórico", Revista Análisis Político No. 10, Bogotá, Universidad Nacional, 1990.

[1]. Cfr. Furet, Francois. Pensar la Revolución, págs. 32-33.

[2]. Furet, Francois, op. cit., pág. 33.

[3]. Ibidem, pág. 36.

[4]. Ibidem, pág. 104. [5]. Ibidem, pág. 172 [6]. Cfr. "La democracia (la igualdad de condiciones) no puede caracterizar el estado social anterior a la Revolución puesto que define el estado social posterior a la Revolución. De ahí, la necesidad de una conceptualización diferente: el elemento común al antes y al después es la centralización, agente del cambio; esta centralización democratiza los espíritus de una sociedad que padece aún las tensiones provocadas por sus formas aristocráticas vaciadas de contenido. La contradicción que empuja a esta sociedad a la revolución, si intentamos definirla en términos históricos, no es pues, esencialmente de orden social, sino intelectual y moral...", pág. 98. [7]. Ibidem, pág. 218

[8]. Ibidem. "En el consenso de las logias, de los círculos y de los museos, se puede ver ya esbozada la voluntad general de Rousseau, aquella arte imprescindible del ciudadano que no puede reducirse a sus intereses particulares; 'aquel acto puro del entendimiento que razona en el silencio de las pasiones sobre lo que su semejante tiene el derecho de exigir de él: la sociedad filosófica es la primera forma de producción de una coacción colectiva nacida en la confluencia de un mecanismo sociológico y de una filosofía del individuo. La suma de las voluntades libres crea la tiranía de lo social, religión de la revolución francesa y del siglo XIX", pág. 222. pág. 222 [9]. Ibidem, pág. 223. [10]. bidem, pág. 228

[11]. Cfr. págs., 36-37; 52-59; 168-208

[12]. Cfr., págs. 46-52

[13]. "Me parece pues que hay dos condiciones indispensables para el nacimiento de esta ideología: la existencia, ante todo, de un poder disponible, abandonado por las autoridades tradicionales y luego, que ella pueda investir este poder... Pero la Revolución necesita también, para desarrollarse como idea, la posibilidad de confiscar en provecho propio la interpretación de la 'voluntad del pueblo' ", pág. 61 [14]. Cfr. págs. 34-37; 66-82

[15]. Cfr. págs. 83-87.

[16]. Cfr. págs. 97-104

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Unidad 4 El despliegue de la doble revolución. La confrontación social e ideológica

La restauración: clima ideológico y límites históricos.

Congreso de Viena:

Según Rudé y Hobsbawm, el principal objetivo de este congreso fue deshacer el imperio napoleónico y restablecer el equilibrio de poderes en Europa, para lo cual se procedió a reinstalar las viejas dinastías y reorganizar geográficamente, a favor de las potencias vencedoras, el territorio europeo.

A Holanda, se añadió Bélgica y el Ducado de Luxemburgo. Según Rudé¸ el propósito era formar un único Estado que sirviera de freno cualquier intento de expansión francesa por el N

A Prusia, a fin de fortalecerla para estar lista para resistir a cualquier intento de expansionismo francés, se le concedió el control los territorios del Rin y una parte de Sajonia.

En Alemania se creó una confederación de 39 Estados subordinados a la autoridad de Austria, la cual obtendría además el control directo de Lombardía, Venecia y el señorío de Parma, Módena y la Toscana.

El sur de Italia, Nápoles y Sicilia quedaría en manos de los Borbones españoles. Rusia se quedaría con el control del Ducado de Varsovia y de Finlandia Inglaterra ampliaba sus posesiones coloniales.

Los representantes en el congreso, se comprometieron durante los próximos años a mantener el status quo vigente y a evitar cualquier tipo de conflicto bélico. Estos estados, en adelante, intentarían arreglar sus asuntos, exclusivamente, mediante la vía diplomatica. El objetivo propuesto fue, en cierta medida, alcanzado: a excepción del la Guerra de Crimea y la guerra de 1870-71 no hubo grandes conflictos bélicos hasta 1914 en Europa.

Por iniciativa del Zar los monarcas absolutos de Prusia y Austria, formaron una “Santa Alianza” con el propósito principal de emprender una cruzada ideológica contra las ideas de la ilustración. El objetivo era hacer una tabula rasa del pasado y restaurar la superestructura del antiguo régimen. El segundo propósito consistía en, si fuese necesario reprimir conjuntamente, todo brote de nacionalismo y liberalismo en Europa.

Esta intención poco realista, de volver el tiempo atrás, era irrealizable. Muchos de los progresos que efectuaron los virreyes napoleónicos en los territorios ocupados (abolición de los privilegios señoriales, patricios y eclesiásticos; abolición de los derechos feudales y de la servidumbre; instauración del código civil napoleónico etc.), salvo en España, siguieron vigentes. Decretar su abolición hubiera tenido un costo demasiado alto.

2) obras del período que reflejan este deseo de volver atrás:

Joseph de Maistre Consideraciones sobre Francia y Del papa

Consideraciones sobre Francia

"El pueblo francés era un pueblo escogido, tenía una misión que cumplir y al no hacerlo Dios desata su ira sobre él. Desde la reforma, el pensamiento arbitrario del hombre se había alejado de la verdad original. Esta es la causa fundamental de la Revolución".

La otra gran causa la encuentra, de una manera idealista, en la filosofía subversiva, la Ilustración. Esta alejó al pueblo de la religión.

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El concepto católico del castigo cuya función es purificar está bastante claro:

...jamás la Divinidad se ha mostrado de una manera tan clara en ningún acontecimiento humano. Si emplea los instrumentos más viles, es porque castiga para regenerar.

Así, según Maistre la regeneración será lograda a través de un estrecho vínculo con la religión: hay que retornar al camino correcto.

Maistre rechaza todo lo que tenga sabor a violencia, a revolucionario, a ruptura. Aquel sentido de continuidad histórica típico de los conservadores es puesto en primer plano. Para nuestro autor no existe ni la problemática social ni la económica. Maistre no parece ver la historia. La Revolución es contingente obra de la irracionalidad, de la casualidad y de la Providencia. Se distingue, más bien, una filosofía de la historia, un cierto determinismo histórico; una ineluctable senda; extraviarse desatará la cólera de Dios.

Del Papa

Según el autor, Dios, en tanto que creador del universo es el único real soberano. El Papa representante de Dios en la tierra, es el único mortal con poder soberano legítimo y, por ende el único autorizado a delegarla

Las tensiones sociales y políticas. El avance del liberalismo.

Reflejo de la inviabilidad de querer hacer retroceder el tiempo fueron los levantamientos populares de la década de 1820 y el 1830. En 1848 alcanzarán su punto álgido.

La propuesta de la Santa Alianza era inviable. Al respecto, Hobsbawm dice que “…los sistemas políticos reinstaurados en Europa eran profundamente inadecuados-en un período de crecientes cambios sociales- a las circunstancias políticas del continente, y porque el descontento era tan agudo que hacía inevitables los trastornos.”

En líneas generales los levantamientos, profundamente influenciados por principios liberales y nacionalistas. El objetivo era la independencia de los pueblos, la creación de naciones y la realización del programa político del liberalismo (Constitución escrita, igualdad de derechos, parlamento, elecciones etc.)

3 oleadas:

1820-1824: España, América Latina, Nápoles y Grecia. Los levantamientos en este último país trajeron la independencia Griega del Imperio otomano. Habría que mencionar también que durante este período, América Latina, a excepción de Cuba, quedó liberada del yugo español. España durante un breve lapso gozó de un Monarca limitado por una constitución liberal (1820-1823).

1829-1834: en Francia a comienzos de la década de 1830 caen los borbones. La revolución de 1830 desemboca, no en la república, sino en la proclamación de Luis Felipe de Orleans (1830-1848) como rey de una monarquía liberal moderada, que sigue teniendo como constitución la Carta Otorgada. Es monarquía pero con la bandera tricolor de la Revolución Francesa. Bélgica se independizó de Holanda. En Suiza, los liberales comienzan a tomar el poder en algunos cantones. En Polonia también estalla una revolución que apunta a independizarse de Rusia y establecer un régimen político acorde al liberalismo pero fracasa. En Italia los señoríos austríacos se levantan pero son también exitosamente reprimidos por las fuerzas militares.

1848: es el punto álgido de las oleadas revolucionarias. Triunfará en Francia, en Suiza, en algunos estados alemanes y en Prusia, en casi toda Italia y en ciertas regiones austríacas.

Peculiaridades del proceso revolucionario (según Hobsbawm):59

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Las revoluciones del período pos-napoleónico fueron estudiadas y planeadas no tanto por partidos políticos, sino por organizaciones políticas compuestas por intelectuales y miembros descontentos de las clases medias +, y -. El caso de la revolución griega es paradigmático. El papel de los carbonarios, es clave. Estas organizaciones, nacidas en Italia en la segunda mitad de la década de 1800 en Italia, con el objetivo de armar un frente contra la reacción, de notable diversidad ideológica, fueron las que iniciaron el levantamiento griego y los que contribuyeron a mantener encendida la llama revolucionaria.

Objetivo de los revolucionarios: instauración de los modelos políticos establecidos a partir de 1789.Los modelos políticos:

Liberal moderado: relativo a la aristocracia liberal y la clase media +. Modelo constitucional: Constitución 1791. Aspira a una monarquía constitucional

Radical-democrática: relativo a la clase media -, intelectuales de raigambre jacobina. Modelo constitucional: Constitución 1793. Aspira al establecimiento de una república democrática.

Socialista: relativo a los trabajadores pobres. Modelo constitucional: -. Aspira a llevar a cabo los proyectos de la sociedad de los iguales.

Todas estas tendencias políticas eran igual de subversivas para los ordenes establecidos durante el año 1815. La reacción veía a todos con los mismos ojos. En última instancia, razón no le faltaba, las diferencias entre las distintas tendencias, en el fondo no eran tan importantes durante el momento, es decir, eran compatibles. Todas tenían un enemigo común: la reacción, la Santa Alianza, el antiguo régimen.

A partir del proceso revolucionario de 1830, que en todos los casos lleva al poder, a la fracción moderada de la clase media, la izquierda se divide, entre estos y los radicales, estos últimos ligados a lo que se conocería como la clase trabajadora, nuevo actor social. Hay, por ende, una nueva delimitación político social.

A partir de 1830 Europa queda dividida. Al oeste del Rin, al igual que en Inglaterra se consolidan fuerzas políticas liberales-moderadas. Es el caso de Francia y Bélgica. En la península ibérica, durante los años de 1830 las fuerzas liberales y absolutistas se confrontaron a lo largo del siglo. Ninguno tuvo la última palabra por mucho tiempo.Al este del Rin, la situación no cambió demasiado. Las fuerzas de la reacción eran todavía lo suficientemente fuertes para resistir un tiempo más.

Liberalismo y democracia.

El trabajo de Norberto Bobbio hace entendible, entre otras cosas, por qué razón, por ejemplo, los cuadros burgueses adheridos al liberalismo, se opusieron a los socialistas. Nos permite, a su vez, saber por qué razón los socialistas utópicos franceses jamás encontraron apoyo de la burguesía para financiar sus proyectos, como a continuación veremos. Por último, nos permite comprender por qué los Estados controlados por burguesías y aristocracias liberales tendieron a ampliar a lo largo del siglo el sufragio.

La tesis central de su trabajo es, más o menos la siguiente: Un gobierno de corte liberal es capaz de crear las condiciones para el desarrollo y consolidación de la democracia y seguir fiel a sus preceptos teóricos (siempre y cuando no confundamos democracia con igualitarismo). Esto es así porque es posible conciliar al liberalismo y la democracia, o la igualdad y la libertad.

La otra tesis es que los gobiernos liberales tienden a devenir democráticos “Liberalismo y democracia están ligados necesariamente, en el sentido de que sólo la democracia es capaz de realizar en plenitud los ideales liberales y solo el estado liberal puede ser la condición para la práctica de la democracia” (cursiva nuestra)

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¿Es el liberalismo incompatible con el socialismo? De la misma manera que la democracia es compatible con el liberalismo, es compatible con el socialismo. Esto, según Bobbio implicaría que existe cierta armonía entre el liberalismo y el socialismo.

Liberalismo conservador sostiene que socialismo y liberalismo son contradictorios (Tocqueville) El liberalismo radical pareciera que no (J. S. Mill)

Para Tocqueville, el liberalismo y la democracia (entendida como igualitarismo) traerían como consecuencia el despotismo no ya de los monarcas sino de la mayoría, la libertad individual cara a liberalismo estaría en peligro. Para Tocqueville el socialismo traería consigo definitivamente el fin de la libertad debido a la omnipresencia del Estado.

Mill, liberal democrático, “…consideró la democracia, en particular el gobierno representativo, al que también llamaba `gobierno popular´, como el desarrollo natural y consecuente de los principios liberales” (subrayado nuestro)

La democracia representativa, es para Mill la mejor forma de gobierno. Él será uno de los principales promotores de la ampliación del sufragio en 1832. Todos los seres humanos tienen interés en ser bien gobernados y por tanto todos tienen igual necesidad para asegurar la parte de los beneficios que a cada uno corresponden. Sin embargo, sostiene que las mujeres deberían tener el derecho a votar.

Sostiene Bobbio, que el autor que estamos tratando estaba lejos de aspirar al sufragio universal. Los analfabetos, los que viven de limosna, los que están en bancarrota y los deudores fraudulentos deberían quedar excluidos.

Los orígenes de socialismo

a- Los socialistas utópicos :

Engels ve en el socialismo utópico, el antecedente inmediato del socialismo moderno, y a los primeros los considera como herederos del pensamiento ilustrado del siglo XVIII.

Si los pensadores ilustrados criticaron al antiguo régimen, catalogándolo de irracional, los socialistas utópicos, criticaran las inconsecuencias de la sociedad hija de las luces.

Dice Engels: “El contrato social de Rousseau venía a tomar cuerpo en la época del terror, y la burguesía, perdida la fe en su propia habilidad política, fue a refugiarse, primero, en la corrupción del Directorio y, por último bajo la égida del despotismo napoleónico” A la vez, “… la prometida paz eterna se había trocado en una interminable guerra de conquista… El antagonismo entre pobres y ricos, lejos de disolverse en el bienestar general, habíase agudizado…”

Los socialistas utópicos nacen en este contexto, son los que percibieron estas contradicciones, las expusieron, y en tanto que hombres de acción, intentaron solucionarlas.

Rasgos en común:

No se presentan como representantes del proletariado, sino de la humanidad Son profundamente idealistas.

Filósofos con algo de profetas, estos hombres a quienes se suele denominar “socialistas utópicos” anunciaron el advenimiento de una nueva era histórica y de una nueva sociedad basada en la armonía y la justicia. Aparte de, según Capeletti esto tenían en común:

El menosprecio a la política

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El aborrecimiento de la violencia y de la revolución La fe en la educación y en la ilustración como mecanismo de cambio social La fe en la bondad natural de los hombres y en la posibilidad de asociación y mutuo acuerdo entre las

fracciones sociales.

Claude-Henri de Roucroy Conde de Saint Simon

Miembro de la aristocracia francesa. Conde de Saint Simon. Su actitud frente a la revolución fue ambivalente. Sin lugar a dudas, se encontraba convencido de que

el antiguo régimen debía ser abolido. De hecho renuncia a su título nobiliario y adopta el plebeyo nombre de Claude Henri Bonhomme. Sin embargo estaba en desacuerdo con la forma “siente honda repugnancia por la violencia y la destrucción. Por esto se mantiene al margen de los acontecimientos.

Las diferentes obras que escribió entre 1817 y 1823, tanto las obras individuales como en colaboración, entre otras cosas, abogan por el advenimiento de los industriales (no burguesía!) Este impulsa a los industriales a apoderarse de los aparatos de Estado y reorganizar la sociedad.

¿Quiénes son los industriales? “Un industrial es un hombre que trabaja en producir y en poner al alcance de la mano de los diferentes miembros de la sociedad uno o varios medios materiales [capaces] de satisfacer sus necesidades o gustos…” Quedan en la misma bolsa, industriales propiamente dichos, agricultores, artesanos, obreros

La revolución francesa dio lugar al advenimiento de la burguesía (grandes terratenientes, abogados, burócratas y militares de carrera). Según Saint Simon, esta clase “rehízo en su provecho el feudalismo”. Al igual que la aristocracia, es una clase ociosa que gobierna en pro de sus intereses, lo cual genera el resentimiento de los dominados y el conflicto social.

Con los industriales el conflicto social desaparecerá. Su advenimiento dará lugar a una “época orgánica”. Los industriales solo se interesan en producir y en facilitar la vida a los miembros de la sociedad en general. Su principal objetivo es, mediante la técnica, dominar a la naturaleza, no a la sociedad.

Con ellos el imperativo de Jesús “amar al prójimo como a ti mismo” es realizable. A partir de ellos postula un nuevo cristianismo.

Charles Fourier

Miembro de la clase media: hijo de un comerciante del cual hereda una enorme fortuna. Durante la revolución terminó arruinado

En este autor encontramos uno de los críticos más agudos a la sociedad que se estaba gestando entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Los vaticinios de los intelectuales ilustrados y los enciclopedistas quedaron en letra muerta. En todo caso el “progreso” es un progreso negativo, un progreso de la barbarie. Esto hace de este autor uno de los primeros críticos de la sociedad moderna y del pensamiento ilustrado.

En sus obras “Teoría de los cuatro movimientos y de los destinos generales” (1808) “Teoría de la unidad universal’’ (1822) “El nuevo mundo industrial y societario” (1829) puso al desnudo las lacras del capitalismo, la anarquía de la producción inherente a dicho régimen —anarquía que conduce a las crisis—, el parasitismo, la universal venalidad y la codicia, la creciente miseria de los trabajadores y la riqueza de una minoría, la hostilidad de sus intereses.

Fourier elaboró planes para la transformación pacífica de la “irracional” sociedad burguesa en un “régimen de armonía” en el que el hombre se desarrolle libremente y pueda satisfacer todas sus necesidades. El eslabón fundamental de la “sociedad armónica”, según Fourier es la falange (asociación) cuya base radica en el trabajo universal. Entendía Fourier que el trabajo perderá sus rasgos repulsivos y se convertirá en la primera necesidad del hombre, en un placer, dado que cada miembro de la falange elige voluntariamente su clase de trabajo y en el transcurso de la jornada

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laboral puede cambiar sus ocupaciones en la industria y en la agricultura. En lugar de la competencia burguesa, se establecerá la emulación entre los individuos para alcanzar los mejores resultados, desaparecerá la división del trabajo, división que deforma al hombre, desaparecerá la contradicción entre el trabajo intelectual y el trabajo físico, entre la ciudad y el campo.

Marx y Engels tuvieron en mucha estima estas geniales conjeturas de Fourier sobre la sociedad futura. En la falange, a juicio de Fourier, el trabajo alcanzará una gran productividad, y se obtendrá la abundancia de bienes materiales que se distribuirán en consonancia con la labor realizada y el talento. El paso a la nueva sociedad tendrá lugar, según Fourier, como resultado de la propaganda que se haga en torno a la experiencia de los falansterios, cuyo ejemplo será seguido por la humanidad entera. Fourier confiaba en poder organizar los falansterios con la ayuda de capitales facilitados por burgueses de buen corazón.

No comprendió la misión histórica del proletariado, negaba la significación de la lucha de clases y la necesidad de que la sociedad capitalista se transformara por vía revolucionaria, lo cual reflejaba el escaso desarrollo del proletariado Sin embargo, a pesar del carácter utópico y fantástico de muchas de sus conjeturas, la doctrina de Fourier tuvo un influjo positivo y constituyó una de las fuentes del socialismo científico.

Robert Owen

Siguiendo a Engels, Owen, es uno de los primeros intelectuales que reconoce que la riqueza social es engendrada por el trabajo del obrero. Como consecuencia de esto a ellos deberían pertenecerle los frutos de su trabajo.

A partir de esto comienza a postular la necesidad de colectivizar los medios de producción. En 1823 propone la fundación de colonias comunitarias para combatir la miseria en Irlanda. Con esto

dio a entender su convencimiento de la necesidad del comunismo. Tres obstáculos los que según él se alzaban contra la reforma social: la propiedad privada, la religión y

el matrimonio. Tras sus fracasados intentos en EE. UU. vuelve a Inglaterra y se liga al movimiento obrero. Crea la

GNCTU y cooperativas de producción y consumo, las cuales, según Engels: “… han servido, al menos, para demostrar prácticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables”

Etienne Cabet

Miembro de la clase media: abogado.

Viaje a Icaria. (1841) En esta famosa novela encontramos por primera vez una imagen de lo que sería una sociedad comunista. Icaria es una ciudad ideal. Se trataba de una comunidad igualitaria basada en los siguiente principios:

Asociación voluntaria de sus miembros (icarianos).

Cada comunidad es soberana en sus territorios. La soberanía reside en el pueblo; cada uno de sus miembros la ejerce por igual a la hora de elaborar la Constitución y las leyes, de elegir y ser elegidos para todas las funciones públicas. Todos los funcionarios y magistrados serían elegidos y revocados, en cualquier momento, por voto popular.

Socialización de todos los bienes. No habrá propiedad privada ni sistema monetario. Los medios de producción serán de uso colectivo.

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Obligación general de trabajar. Socialización directa del trabajo. Cada comunidad debe elaborar, anualmente, detallados planes de producción basados en el cálculo de las necesidades, y distribuirá entre grupos organizados de trabajo las diferentes participaciones en la ejecución del plan previsto, poniendo a disposición de estos grupos el equipo y los materiales necesarios.

Distribución del producto social según las necesidades de cada cual. Los bienes producidos se depositarían en almacenes públicos, de los cuales cada icariano retiraría libremente lo que necesitase. No obstante, la comunidad debe hacer todo lo posible por uniformar el consumo: que todos coman lo mismo, vistan el mismo tipo de ropa y vivan en el mismo tipo de casa; estos estándares de vida obligatorios serían fijados por las autoridades.

Igualdad entre los sexos, pero conservando la institución familiar, con el padre como jefe.

No habría ni partidos ni asociaciones políticas, y la palabra escrita sería estrictamente supervisada para evitar cualquier peligro a la moral. Todo esto es un corolario de la desaparición de las clases y de la correspondiente reducción del papel del Estado a tareas exclusivamente administrativas. La asamblea de delegados dirigiría su actividad fundamentalmente a distribuir las tareas correspondientes a cada grupo funcional descentralizado, encargados de las distintas ramas de la producción y servicios colectivos

¿Cómo realizar esta idea? Los intentos por llevar a cabo la democracia (comunismo) mediante procedimientos revolucionarios, fracasaron. Al comunismo, según Cabet, se llega por propio convencimiento. No quiere violencia ni lucha de la clase obrera sino tratar de convencer a la gente de su necesidad.

b- Del socialismo utópico al socialismo reformista o parlamentario

Luis Blanc:

Según Capeletti, Blanc es el eslabón que une al socialismo utópico con la moderna socialdemocracia. Es su antecedente.

Extracción social: clase media (hijo de un burócrata de la corte de José Napoleón) Padre de la visión socialista de la revolución francesa. En su trabajo Historia de la revolución francesa

(1847), al igual que en el de Michelet (publicado en el mismo año), entre los hacedores de la revolución, junto a la burguesía, aparece el pueblo.

Durante la insurrección de 1848 formó parte del gobierno provisional y desde allí se propuso llevar a cabo las reformas sociales y laborales que proyectó en sus diferentes escritos.

Sus ideas:Para Blanc la raíz de todos los males de la sociedad moderna (la miseria, la violencia, la inseguridad, la inestabilidad etc.) descansaban en la competencia y la libre empresa. La competencia, hace que las fracciones más débiles de la burguesías quiebren, hacen que el proletariado caiga en la miseria, hecho que con cierta razón, lo impulsan a encarar revoluciones, lo cual genera miedo e inseguridad en la burguesía. En fin todos salen perjudicados. Por esta razón la sociedad debe crear las condiciones para evitar, en primer lugar, el desempleo; en segundo, la competencia.¿Cómo? El Estado debe encargarse de promover asociaciones y legislar sobre ellas. A partir de estas asociaciones laborales pretende crear una forma alternativa de producción.

De los socialistas utópicos conserva: el temor a la violencia, y por ende a la revolución y el ideal de la armonía entre las clases. Del republicanismo de viejo cuneo: su valoración positiva de la política, y en la legislación como medio para propiciar el cambio político, imprescindible para lograr el cambio social.

c- El comunismo

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Babeuf:

Miembro de la clase media. De profesión: feudista. A través del ejercicio de la misma, tomara contacto con la nobleza feudal, sus aspiraciones y los problemas de los campesinos.

Fuertemente influenciado por Rousseau y otros pensadores iluministas. Participa activamente en la Revolución Francesa, esencialmente por intermedio de publicaciones

periodísticas. Aboga por hacer realidad las proclamas de los derechos humanos, por la instauración de la república, por reformas agrarias.

A medida que la revolución, después de la muerte de Robespierre, “finaliza” Babeuf junto a Maréchal comienzan a pensar en cómo realizar la revolución. En el famoso Manifiesto de los iguales Maréchal, este escribe el programa político de “La revolución francesa no es sino la precursora de otra revolución mucho más grande… que será la última.” Dicha revolución apuntara a establecer una sociedad comunista, es decir, una sociedad donde los medios de producción se encuentran socializados. Principalmente la tierra. ¿Cómo llevar a cabo esto?

Club del Panteón: asociación política de izquierda que apunta a la conspiración y la revolución. Según Mazauric “primer partido revolucionario organizado” Entre sus miembros Buonaroti. Le tribun du People se constituye en portavoz. En dicho club se analiza el momento histórico y se piensa como intervenir en él. Principal objetivo (provisorio) restablecer la constitución de 1793.

En 1796 se establece un “Directorio secreto ejecutivo de salud pública” A partir de esta asociación, mediante la agitación y la propaganda aspiran a ganarse la adhesión de la plebe parisina. El golpe de Estado que tenían planeado cae rápidamente. Después de esto Babeuf y Darthé son condenados a la pena capital.

Las ideas que Babeauf pretendió realizar son modernas, este intelectual es hijo de las luces. La idea que postula que la real igualdad, solo se consigue cuando la igualdad jurídica es complementada con la igualdad económica, la encontramos en potencia en Rousseau y Condorcet.

Valoración histórica: es el principal antecedente del comunismo y el anarquismo.

Auguste Blanqui

Es “descendiente” de Babeuf y Buonarroti. Su obra representa una suerte de estadio previo al socialismo científico. Si se quiere el momento de transición del socialismo utópico al científico.

Ligado a los carbonarios, con los cuales participó.13

Participó activamente en la revolución de 1830 que termino derrocando al monarca Borbón, el cual fue sustituido por Luis Felipe de Orleans. Pronto comenzó a conspirar contra este también. Comenzó entonces a unirse a asociaciones, al margen de la ley que aspiraban a instaurar una república y de la democracia. Allí es donde comenzó a volcarse hacia el socialismo.

En 1839, producto de una fallida tentativa de derrocar al “rey burgués” fue a parar a la prisión. Lugar donde pasaría gran parte de su vida.

Participó activamente en la insurrección de 1848 y terminó preso de vuelta en 1849. De igual manera termino en 1870. Lo cual lo privó de participar en la comuna de París.

Su propuesta: crear una asociación política secreta jerárquicamente organizada y a partir de ella derrocar al gobierno y establecer una dictadura que aboliría la propiedad privada y su superestructura. La dictadura propiciará el cambio político. La organización y la planificación son para Blanqui claves

13 Extensión: sociedad secreta, originado en Italia durante el período en el cual Napoleón ocupo Italia, y organizada por un grupo de oficiales italianos antibonapartistas. Primer objetivo: conspirar contra la ocupación francesa. El segundo, una vez que Napoleón fue derrotado, fue la lucha política e ideológica contra la Santa Alianza. Desempeñaron importantes papeles en la promulgación de constituciones en España y, sobre todo, en la independencia de Grecia. Nunca logró arraigar en otras clases que no sean las clases medias

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“Lo esencial es organizarse a cualquier precio. Basta de esas tumultuosas revueltas de diez mil hombres aislados, que obran al azar, en desorden, sin ningún pensamiento unitario, cada uno en su rincón según su propia fantasía” La dictadura revolucionaria por lo demás, no impondrá por decreto el comunismo. Éste “debe esperar su advenimiento de las libres resoluciones del país y tales resoluciones pueden nacer solamente de la difusión general de las luces” El comunismo nace de la libre voluntad de los individuos. Este es un punto que conserva del socialismo utópico.

La propuesta de Marx, se diferencia de esta en cuanto éste, apunta a formar un partido cuya base social sería el proletariado. A su vez, Marx, al igual que Lenin, sostienen que la dictadura revolucionaria no solo debe destruir el orden establecido, sino que también debe instaurar las bases del nuevo.

¿En qué se diferencia de los socialistas utópicos?Diferencias:

Según Blanqui, el socialismo se construye con las armas en la mano “no se puede ser revolucionario sin ser socialista, y viceversa” (carta a Maillard, 1852)

La posibilidad de establecer una asociación entre obreros y burgueses es imposible. “Que el pueblo ahora, gritando su hambre, vaya a pedir a los privilegiados que abandonen sus privilegios, a los monopolistas que renuncien a sus monopolios, a todos que renieguen de su ocio: se le reirán en las narices”

Construir modelos alternativos de organización social le parece un esfuerzo intelectual vano.

Lo que aun no pudo vislumbrar, a diferencia de los fundadores del socialismo científico, es el papel de la lucha de clases en la historia. Para Blanqui, la lucha de clases no es motor de la historia. El motor es la innata tendencia de los hombres a la igualdad. Blanqui es idealista.

La formación de la clase obrera en Inglaterra y Francia.

Hobsbawm, sostiene que durante las convulsiones de principios de la década de 1830 comienza a delinearse el proletariado como actor político independiente.

Francia:

Rudé, ve que, en Francia, los obreros a partir de 1830, comienzan a transformarse en una clase revolucionaria. Los levantamientos de Lyon en 1831 y1834 fueron de enorme importancia, dado que aspiraron a algo más que reivindicaciones económicas; a su vez, la década de 1830 se vio acompañada por la expansión de la ideología socialista y comunista en el seno del movimiento obrero. Según el autor, la historia del movimiento obrero francés comienza aquí.

Sewell Los artesanos, los obreros de las fábricas y la formación de la clase obrera francesa.

Características fundamentales de la industrialización francesa:

o Comienzo gradual y temprano.o Predominio de la producción artesanal.o Crecimiento relativamente lento de la producción fabril.o Tasa baja de crecimiento demográfico.

La producción francesa ya había comenzado su movimiento ascendente en la década de 1750, y aumentó gradual pero constante a partir de entonces. Dicha expansión tuvo lugar tanto en las industrias rurales como en las urbanas. Gran parte del crecimiento industrial des s.XX siguió centrándose en la artesanía, especialmente en la producción de artículos de lujo.

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La forma del desarrollo económico en Francia fue muy diferente a la de GB. El modelo de industrialización francés tuvo dos importantes consecuencias para la formación de la clase obrera:

Debido a los bajos índices del aumento de la población, las ciudades francesas crecieron mucho menos rápidamente que las primeras etapas de la industrialización que las ciudades británicas, americanas o alemanas.

Los artesanos siguieron siendo durante mucho tiempo la gran mayoría de los trabajadores industriales franceses en las ciudades y el campesinado siguió existiendo y constituyendo la mayoría de la población.

La sociedad, siguió siendo, esencialmente agraria.

A partir de la supresión de las corporaciones gremiales en la Revolución Francesa cuando el capitalismo industrial comenzó a tener efectos profundos sobre las industrias artesanales.

Los sistemas de producción, especialmente en el sector textil, fueron reorganizados para poder producir una mayor cantidad de artículos, se estandarizaron, se bajaron los costes, bajo la calificación de la mano de obra, se empezaron a contratar niños y mujeres.

Esto provocó la protesta de los antiguos oficiales. La incorporación de trabajadores no calificados, reducía el valor del trabajo calificado.

No es sorprendente que estos cambios produjeran cierto descontento entre los artesanos y cierta nostalgia por el pasado, por la antigua corporación.

Sin embargo, el “espíritu corporativo” predominó. Si bien las corporaciones habían sido abolidas, de facto ciertas prácticas características de los antiguos gremios siguieron vigentes. Esto fue positivo porque hizo posible que entre los obreros, por lo menos dentro de un mismo oficio, existiera cierta unidad. Sin embargo el mantenimiento del espíritu corporativo era una traba para la adquisición de una conciencia de clase.

Para Sewell los trabajadores manuales adquirieron conciencia de clase, cuando incorporaron el discurso político revolucionario, el discurso liberal. Con algunos elementos de este discurso, adquirirían conceptos que les permitirían captar la realidad de manera distinta a la tradicional.

Para el autor, La incorporación del concepto de asociación, dio a los trabajadores una herramienta teórica de importancia decisiva para poder identificarse con otros trabajadores manuales de distintos oficios y, mediante ella, establecer sus reivindicaciones comunes.

La revolución francesa había transformado a la sociedad en un conjunto de individuos con iguales derechos y obligaciones. La nación francesa, a partir de la revolución, era la consecuencia de la libre voluntad de los ciudadanos franceses a asociarse. Los trabajadores pensaron en una asociación voluntaria conformada con otros fines alternativos. Esto les permitió no entrar en contradicción con el discurso dominante y pensar en una asociación que trascienda el marco del oficio.

Esta última idea se desarrollaría durante la década de 1830.

En Trabajo y revolución en Francia Sewell sostiene que a partir de 1830 los trabajadores manuales adquieren conciencia de clase. Comienzan a aparecer periódicos obreros, a difundirse teorías socialistas, y a establecerse organizaciones laborales “modernas”.

A partir de 1833 los obreros empiezan a hablar de una asociación que uniría a todos los oficios. Como vimos para que esto sea posible era menester que los obreros se vean como individuos libres, iguales en derechos y obligaciones que efectuaban un oficio.

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Para Inglaterra hasta la década de 1830, ver Unidad II, clase obrera e industrialización

En el año 1832, el Parlamento inglés extiende el derecho a voto. Los favorecidos: las clases medias. Como era de esperarse, la clase obrera quedó excluida. No obstante, dada la participación de ellos en las manifestaciones en pro de la extensión del sufragio, creyeron que el Parlamento reformado, tendría un poco más en cuenta sus demandas.

Para sorpresa de los obreros, la Cámara de los Comunes whig se puso del lado de los patrones contra las trade unions.

La Cámara había aprobado la deportación de los mártires de Tolpuddle (Eran 6 braceros que intentaron armar una unión. Si bien esto para el momento era legal, al haber hecho un juramento secreto, hecho que estaba prohibido, fueron sentenciados al destierro durante siete años)

Respaldaron los lock-out patronales

Respaldaron a los patronos en su intento por imponer el uso del “documento”. Después de 1834, año en el que el movimiento sindical alcanzó su punto álgido, los patrones, apoyados por el Estado, impusieron a sus trabajadores la firma de un documento en el cual se estipulaba que los trabajadores renunciarían a adherirse a una trade union.

En el período posterior a 1834, según Rule, producto de los sucesivos fracasos y de una coyuntura económica negativa a partir del año 1836, los sindicalistas, progresivamente fueron modificando sus estrategias de lucha. Se perciben en los discursos, cambios en los métodos para obtener reivindicaciones económicas. Rule sostienen que los trabajadores manuales comenzaron, muchos de ellos, comenzaron a buscar formas alternativas a la huelga para obtener reivindicaciones. Algunas unions sostenían que el mejor medio para solucionar los conflictos era el uso de la razón (Cajistas de Londres en 1835) Las manifestaciones de sindicalistas contra la huelga se tornaron comunes, algunos incluso intentaron prohibirlas.

Los Webb, veían el surgimiento de un nuevo tipo de sindicalismo, de carácter local, sectorial y con objetivos centrados casi exclusivamente en el mantenimiento del status quo. Sin embargo Rule se ve obligado a matizar, las actividades sindicalistas no oficiales siguieron existiendo.

Cartismo

El Cartismo fue la tercera oleada de agitación que sacudió a la sociedad británica en una década. Se inició pocos años más tarde del movimiento en favor de la reforma, cuya solución excluyente de los intereses de los sectores populares tuvo bastante que ver en el nacimiento del Cartismo, y coincidió en el tiempo con el movimiento en favor de la abolición de las Leyes de Cereales, sin llegar a unir sus fuerzas con él.

Las raíces del Cartismo se sitúan en el contexto de movilización y agitación social y política de la década de 1830, en la que destacan, entre otros episodios, la lucha por la reforma política o la resistencia a la implantación de la nueva ley de pobres;

El Cartismo tiene un cierto carácter cíclico, con tres oleadas, cada una de las cuales culmina con una petición al Parlamento respaldada por un número millonario de firmas (1839, 1842 y 1848)

Los seis puntos de la Carta del Pueblo, aprobados en 1837, reivindican derechos políticos: sufragio universal masculino, voto secreto, abolición del requisito de propiedad para ser elegido miembro del Parlamento, pago a los parlamentarios, circunscripciones iguales y parlamentos anuales. El texto, surgido de la London Working Men's Association, contó con el apoyo de un puñado de parlamentarios radicales, que se adhirieron a él en 1837, y fue publicado en Londres en mayo de 1838.

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Pero más allá de la literalidad de las demandas está el significado que se les da. Muchos líderes cartistas (O'Brien y O'Connor) veían en el cartismo un medio para un determinado fin: mejorar la condición social de la población trabajadora.

The Northern Star, se convirtió desde poco después de su aparición (noviembre de 1837), aprovechando la reducción del impuesto sobre la prensa en 1836, en el órgano por excelencia del Cartismo. Su difusión semanal por todo el país dotó al movimiento de una homogeneidad y continuidad más allá de las tendencias centrífugas y los flujos y reflujos del Cartismo. En sus momentos de mayor auge llegó a una tirada de 50.000 ejemplares, pero el número de quienes lo leyeron o escucharon su lectura fue mucho mayor, lo que permitió a su propietario y frecuente articulista, O'Connor, ejercer una gran influencia sobre el movimiento

Feargus O'Connor (1796-1855), fue el más conocido de los líderes cartistas y aquel cuya actuación ha sido más discutida por la historiografía. Este hijo de un terrateniente protestante irlandés había apoyado inicialmente los planteamientos autonomistas de O'Connell para Irlanda y había ganado cierta notoriedad por su campaña en favor de la reforma radical del Parlamento antes de crear, en 1837, el Northern Star, que le dio un papel relevante en la dirección del Cartismo. Rompió con los líderes cartistas más moderados y, tras propugnar el empleo de la fuerza para el cumplimiento del programa de la Carta, en 1845 anunció un Plan de la tierra, a través del cual facilitar la reconversión en cultivadores a aquellos trabajadores que hubiesen comprado participaciones en el mismo. El plan resultó inviable, aunque durante algún tiempo contribuyó a mantener la esperanza y la cohesión de los seguidores del Cartismo

Las reivindicaciones cartistas resultaban inasimilables para la clase dirigente británica, que entendía que las peticiones cartistas comportaban algo más que una democratización de la vida política. El discurso de Macaulay (el mismo político whig que había argumentado en favor de la aprobación de la ley de reforma) ante el Parlamento el 5 de mayo de 1842 es, con su insistencia en la amenaza contra la propiedad implícita en la Carta, una buena prueba de ello. Esta firme toma de posición del conjunto de la élite gobernante resultará un obstáculo insuperable para el triunfo del Cartismo, tanto o más que las divisiones internas o la dispersión de objetivos.

Según Rule “Con la redacción de la carta de seis puntos de 1838, la London Working Men´s Association inauguró el primer movimiento del mundo que contó con un apoyo amplio del sufragio universal”

El mismo autor sostiene, que este movimiento obtuvo apoyo de las unions de los viejos oficios en declive (ámbito urbano: sastres, zapateros, oficios de la construcción; ámbito rural: tejido manual, tejido a punto y fabricantes de clavos) especialmente en Londres. En los oficios de mayor categoría (mecánicos e impresores) el apoyo al movimiento no se veía tan claramente.

El movimiento cartista logró organizar la primer huelga general de la historia. Según los historiadores citados por Rule (Mather, Sykes y Red) sostienen, en síntesis, que muchos oficios, a instancias de la movilización cartista, agregaron sus demandas económicas las demandas políticas cartistas (ver pág. 480-481).

El cartismo es para Rudé el primer movimiento independiente de la clase obrera inglesa.

Su programa político lo extrajo no como los parisienses de las nuevas ideas que nacieron de la revolución francesa (socialismo, comunismo) sino de los reformistas radicales del pasado. Cuando William Lovett y la Asociación de Trabajadores de Londres ayudados por Francis Place redactaron los puntos de la Carta del Pueblo en 1838 (sufragio masculino universal, voto secreto, elegibilidad de los propietarios) estaban demandando lo que un Comité de Reforma de Westminster había redactado 58 años antes.

Para los trabajadores manuales ingleses, la Carta era más que un fin, un medio. Tal vez un medio más eficaz para obtener reivindicaciones que las unions y las huelgas. Mediante el voto los trabajadores manuales podrían influenciar en las políticas estatales.

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El cartismo era un movimiento heterogéneo, comprendía trabajadores manuales ligados al putting-out system (tejedores) y obreros fabriles (hiladores de Escocia y Lancashire) y mineros (Midlands). Entre el movimiento se encontraban desde pastores metodistas hasta socialistas, intelectuales liberales y tories etc. Esto fue lo que hizo del cartismo un movimiento de carácter nacional.

Entre 1838 y 1842 los esfuerzos de los cartistas consistieron en redactar los puntos hacer pasar la voz y presentar la Carta del Pueblo al Parlamento. A partir de 1842 y gracias a la crisis económica de mediados de la década de 1840 se crearon las condiciones para apuntalar el movimiento por la Carta del Pueblo. Mediante movilizaciones y recolecciones de firmas pusieron de manifiesto el apoyo social del cual eran acreedores. No obstante la hostilidad del parlamento, que se manifestó mediante la indiferencia y la represión abierta hicieron caer al movimiento.

Gareth Stedman Jones a la luz del análisis del lenguaje político del movimiento (mediante el estudio del vocabulario de su prensa y proclamas), afirma que el movimiento cartista tiene un carácter interclasista, pues lo que hay en él es una crítica a la vieja corrupción y al monopolio del poder político de la aristocracia, ya formulada por el radicalismo desde el final del siglo XVIII, que no se acompaña de una conciencia de la explotación económica del trabajador por la burguesía. Por eso precisamente, según Jones, el Cartismo pierde credibilidad cuando en la década de 1840 la aristocracia gobernante inicia un camino de reformas que desmienten en la práctica su naturaleza supuestamente corrupta e irreformable (pensar en la ley de minas de 1842, la ley de pobres). en "Reconsideración del cartismo", en Lenguajes de clase

Las revoluciones de 1848: alcances y proyecciones. La primavera de los pueblos.

Introducción

Según Hobsbawm, como las otras crisis gubernamentales europeas, coincidió con una “catástrofe” social: la gran depresión que cruzó por el continente desde mediados de la década de 1845. Disminución de los beneficios producidos por la industria, caída de salarios, paro + malas cosechas y aumento de los precios de los bienes de primera necesidad generaron huelgas y disturbios en las ciudades. Esto, entre otras cosas fue lo que hizo movilizar a la incipiente clase trabajadora urbana. Dice Hobsbawm “Suya, y casi sólo suya, fue la fuerza que derribó los antiguos regímenes desde Palermo hasta las fronteras de Rusia. Cuando el polvo se asentó sobre sus ruinas, pudo verse a los trabajadores… que en pie sobre ellas no exigían solo pan y trabajo, sino también una nueva sociedad y un nuevo Estado”(308)

La revolución de 1848, afectó a casi la totalidad de los Estados europeos. A partir de Francia, la oleada revolucionaria se extendió a la Confederación Alemania y Prusia, luego a Austria, inmediatamente a Hungría y Milán. Al poco tiempo, de Milan, la revolución se extendió a Italia. Es decir, se efectuó a excepción de Francia, en las regiones dominadas por monarcas absolutos.

Los objetivos de la revolución iban desde la modificación al cambio del régimen político (En Prusia las movilizaciones populares berlinesas demandaron la redacción de una constitución escrita de carácter liberal; en el Imperio austríaco, a raíz de las revueltas vienesas, el parlamento constituyente inaugurado el 22 de julio, abole el feudalismo y crea una Constitución; en Francia, el pueblo logró exitosamente una vez más construir una república sobre las ruinas de una monarquía) a la liberación nacional (Italia y Hungría- ambas naciones intentaron romper con el dominio austríaco y conformar una nueva nación independiente pero fracasaron)

Esta oleada revolucionaria, la “primavera de los pueblos”, como tal estación no perduró.

Todas ellas, con escasas excepciones, no prosperaron y se debilitaron rápidamente. En Agosto de 1849 después de la capitulación de Húngaros y venecianos acaecida en agosto de 1849, la revolución feneció.

Con la única excepción de Francia, los antiguos gobiernos cediendo muy poco, retuvieron el poder.

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Único cambio digno de mención: la abolición de la servidumbre en el imperio de los Habsburg

Según Hobsbawm, las revoluciones tuvieron algo más en común: “… fueron las revoluciones sociales de los trabajadores pobres”

En Francia la revolución de febrero fue encarada por el proletariado parisino con el objetivo expreso y consciente de establecer una república democrática y social.

Sewell sostiene que a diferencia de 1830, para febrero de 1848 existe en Francia una clase obrera con conciencia de clase.

Según Rudé los obreros no solo ayudaron a la burguesía liberal a hacer la revolución, sino que también, una vez obtenida la victoria inicial, intentaron imprimirle su sello: los obreros impulsaron al gobierno provisional a declarar la república, establecer el sufragio universal, la comisión del trabajo, el derecho al trabajo, la organización de talleres nacionales, la jornada de 10 horas.

Según Marx, los sucesos de abril, del 4 de mayo, cuando se reunió la Asamblea Nacional Constituyente fruto de las elecciones generales y directas que consagraron el triunfo de la burguesía progresista y del 15 del mismo mes, cuando los obreros y sus líderes irrumpen en la Asamblea y son reprimidos y arrestados; y, por último, la insurrección obrera de 21 de junio, producto del cierre de los talleres nacionales dieron lugar a un fenómeno hasta el momento sin precedentes: “se libró la primera gran batalla entre las dos clases en que se divide la sociedad moderna. Fue una lucha por la conservación o el aniquilamiento del orden burgués”

En esto, Tocqueville está de acuerdo. Para el autor, lo que distinguió a la insurrección de Febrero y sobre todo a la de Junio14, fue que los insurgentes, inspirados por ideas socialistas, aspiraban a cambiar no ya el gobierno, sino el orden establecido. El autor la describe los sucesos de junio como una guerra de clases entre el proletariado parisino y un ejército interclasista comandado por la burguesía.

Otra cita: “… desde junio [25 de junio de 1848], revolución significaba: subversión de la sociedad burguesa, mientras que antes de febrero había significado: subversión de la forma de gobierno”

Según Hobsbawm donde el objetivo de la revolución era la liberación nacional, el frente revolucionario pareció estar mejor cohesionado frente al enemigo común. Caso de Italia y Hungría.

Italia: La insurrección de Milán fue acompañada por la insurrección en los señoríos austríacos de Italia. Las fuerzas militares agrupadas por los insurrectos fueron derrotadas.

Hungría: a diferencia de Italia, Hungría era una entidad política unificada, con una Constitución y una notable autonomía. Carecía de independencia. La revolución contó con el apoyo del pueblo magiar. Esta fue derrotada.

Balance:

Según Hobsbawm, a partir de 1848 la burguesía dejaba de ser una fuerza revolucionaria. Su lugar sería ocupado por el proletriado urbano. Sin embargo, aun “…carecían de organización, de madurez, de dirigenes, y , posiblemente, sobre todo de coyuntura histórica para proporcionar una alternativa política” A su vez, ni siquiera eran mayoría en las ciudades

Los defensores del orden social tuvieron que comenzar a legitimar sus actividades frente al pueblo. El nacionalismo como ideología revolucionaria y la democracia política comenzarían a formar parte del

vocabulario político

14 Esta insurrección fue producto del intento del gobierno de terminar con los talleres nacionales. Esto implicaba que el Estado dejaría progresivamente de garantizar el derecho al trabajo.

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La novedad de la nación; el nacionalismo naciente.

Transformaciones en el concepto de nación a lo largo del siglo XIX

Hobsbawm, al igual que Campi, sostiene que el concepto nación, a lo largo del tiempo ha ido transformando su significado. Esto es lo que percibe el primer autor, al comienzo del primer capítulo al citar como este significado ha ido mutando en los diccionarios a lo largo del tiempo. A su vez este autor, al igual que el segundo, registrará las transformaciones que a lo largo del siglo XIX fue experimentando este concepto.

Hobsbawm:

Este autor se centrará en desarrollar la concepción que los ideólogos de la era del liberalismo burgués triunfante efectuaron.

Cualidades necesarias de una nación según el liberalismo durante el período 1830-1880:

Una nación tenía que ser del tamaño suficiente para formar una unidad de desarrollo que fuese viable . Si quedaba muy por debajo de este umbral, no tenía ninguna justificación histórica. Dice lis: “Una nación restringida en el número de su población y en su territorio, especialmente si tiene una lengua propia, sólo puede poseer una literatura inválida, instituciones inválidas para la promoción del arte y la ciencia. Un estado pequeño nunca puede llevar a la perfección completa dentro de su territorio las diversas ramas de la producción.” De esta tesis se desprenden 2 principios: a- el “principio de nacionalidad era aplicable en la práctica sólo a comunidades de cierta importancia. b- La edificación de naciones era vista inevitablemente como un proceso de expansión. Según Mill, “La experiencia demuestra que es posible que una nacionalidad se funda y sea absorbida en otra” Agrega Hobsbawm: “Para las atrasadas e inferiores ello sería una gran ganancia”.

Tres criterios que harían de un pueblo una nación: A- Su asociación histórica con un estado que existiese en aquellos momentos o un estado con un

pasado bastante largo. (Caso inglés y francés)B- La existencia de una elite cultural poseedora de una lengua vernácula literaria y administrativa

de carácter nacional y escrita. (Caso Alemán e italiano)C- Probada capacidad de conquista.

Consecuencia de esto fue que pocas naciones eran dignas de serlo.

Característico de la concepción de nación del período: la etnia, elemento que formaría parte del concepto de nación durante el período 1880-1914,

Campi

A partir de Rousseau, la categoría nación se complejiza

En primer lugar, la nación aparece como una construcción, un artificio, es el producto de la voluntad humana . Dice Campi “Rousseau… habría dado un paso adelante decisivo y original al apelar a la voluntad, antes que a la naturaleza y a la historia, como factor fundador de la nación políticamente entendida” Para Rousseau, el espíritu nacional es conformado por las instituciones y las leyes, las cuales son la manifestación de una voluntad general.

Con Sieyès la categoría nación entra de lleno en el terreno político. En Qu´est-ce que le Tiers-Etat? el autor define al tercer estado como la nación y por tanto la fuente legítima de soberanía, la única fuente de poder real. ¿Qué es el tercer estado? “el Tercer Estado es la nación menos el clero y la nobleza” La nobleza y el clero,

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son presentados como algo ajeno a la nación, más que nada, como un obstáculo. El tercer estado, lease la nación, representa la voluntad general, representa la fuente de soberanía, es por tanto la única entidad con derecho de sancionar la constitución y las leyes.

Según Campi, a lo largo del siglo XIX, la nación se constituye como una “…nueva y más avanzada fórmula política y socio-simbólica de agregación colectiva” La idea de nación les ofrece a las masas un “…factor de integración sociocultural… en un instrumento conceptual gracias a la cual una comunidad, además de unida políticamente en el marco de un ordenamiento estatal, también puede volverse solidaria y homogénea…”

Campi adhiera a la tesis de Benedict Anderson. El nacionalismo cumple una función similar a la religión, es un artefacto cultural que tiende a unificar a los hombres independientemente de sus condiciones materiales o si se quiere, independientemente de las clases sociales.

Ahora bien “Si en el siglo XIX la nación se impuso no sólo como un revolucionario criterio de legitimación política, sino también como un poderoso instrumento mítico-simbólico de integración social… se debió a que estuvo en el centro de un grandioso proceso de elaboración cultural que involucró a todos los sectores del conocimiento e hizo participar, a distinto nivel, a todos los sectores sociales.”

Campi a través del análisis de distintos intelectuales que trataron el concepto nación, nos mostrará las transformaciones que el concepto ha ido sufriendo.

El influjo de los intelectuales románticos en el concepto de nación:

Se desarrolla al calor de la ocupación francesa de Alemania. Los Discursos… de Fichte, obra clave para entender el aporte del romanticismo al concepto de nación, fueron pronunciados en Berlin durante los años 1807-1808.

Fichte ve en la nación alemana a un “Urvolk” un pueblo que, a diferencia del resto se mantuvo siempre asentado en su propio territorio, conservando a su vez su “Ursprache” y su unidad espiritual. Esto hace del pueblo alemán, el pueblo, el único capaz de constituirse en un “pueblo en sentido absoluto” Para ello el pueblo debe tomar conciencia de lo que es y de lo que se tiene en común. Hacer que el pueblo alemán tome conciencia de aquellas características que unen al pueblo alemán y hacen de él una nación es el objetivo de los discursos.

Arndt, un poeta e historiador romántico, sostiene que el pueblo alemán aparte de su lengua, es una etnia.

Friedrich Jahn, postula que el volk, aparte de reconocerse a sí mismo como una nación, debe crear un Estado. Sin él “es nada, es una construcción sin alma; un Volk “… sin Estado es nada, es un fantasma implacable y descarnado, como los gitanos y los judíos”.

El economista Friedrich List publica en 1841 su Sistema nacional de economía política. Entre otras cosas, el autor critica a Adam Smith al ignorar la existencia de la nación. Para List, la economía política es nacional. El objetivo consiste en proporcionar instrumentos para que cada nación pueda desarrollarse en las diferentes esferas de la economía, hasta estar lo suficientemente desarrolladas para competir en el mercado internacional con otras naciones. La autonomía de la nación depende de su poder económico.

Heinrich von Treitschke. Define lisa y llanamente a la nación como una comunidad de sangre. A esto agrega, en armonía con los autores anteriormente vistos, la necesidad de disponer de un Estado poderoso.

Autores italianos:

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Pasquale Stanislao Mancini, (jurista y político). Este intelectual, en armonía con los alemanes, sostiene que una nación requiere para su supervivencia de un Estado. Esta entidad, no solo le puede asegurar su autonomía, sino su unidad cultural.

Giuseppe Mazzini, considera que lo que constituye a la nación y lo que asegura su existencia es el hecho de hija de un pueblo asociado voluntariamente, compuesto por individuos iguales en derechos y obligaciones, que comparten una misma lengua y se consideran soberanos. La emancipación del individuo lograda por la revolución francesa debe ser complementada por la emancipación de los pueblos. Los pueblos tienen derecho a autoregularse independientemente.

El marxismo y la cuestión nacional

Según Campi, Marx y Engels nunca se abocaron a desarrollar sistemáticamente el concepto de nación, no obstante cree que existe en su obra una “teoría implícita sobre el concepto”

Para los fundadores del materialismo histórico, relacionaron el ascenso de la nación y el nacionalismo con el ascenso social de la burguesía.

La nación es por tanto un constructo histórico y por ende efímero. El proletariado debe aspirar a objetivos internacionales, en última instancia por lo menos. El ámbito

donde se debe mover el proletariado para tener éxito es el ámbito internacional.

Ernest Renan ¿Qué es una nación? (1882) Es una suerte de respuesta a F. Strauss, quién sostiene que Alsacia y Lorena, región que Francia pierde durante la guerra de 1870, pertenece a Alemania en tanto que en función de la etnia y la lengua de sus habitantes son descendientes de los germanos

¿Qué dice al respecto? Los datos objetivos que Strauss cita, no son suficientes para constituir una nación. Papel clave desempeña la voluntad del pueblo, es decir factores subjetivos cuentan también. Según Renan, la formación de la nación alemana, debe mucho a la influencia histórica que Francia ha ejercido en ella. Solo bajo la presión que significaba su amenaza la unión alemana fue posible sino necesaria.

Para Renan, no existen pueblos que hayan permanecido inmunes a las influencias de otros . Todos, algunos más, otros menos, se encuentran influenciadas por otros pueblos, precisamente porque no se encuentran aislados sino que interactúan. No se puede hablar de pureza racial ni lingüística, sobre todo de la última. La lengua es una constructo en constante proceso de modificación.

Por esto, dice Renan, “El olvido y hasta diría el error histórico, constituyen un factor esencial en la creación de una nación” Toda nación cuando reconstruye su pasado es selectiva, “el progreso de los estudios históricos a menudo representa un peligro para las nacionalidades”

Lo que define a una nación es su Espíritu: “Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que en realidad son una sola […] Una es la común posesión de una rica herencia de recuerdos; otra, el consenso actual, el deseo de vivir juntos…”

No se pertenece a una nación por cuestiones lingüísticas o raciales etc. sino en función de una elección.

EL surgimiento de la nación: Hobsbawm y Anderson

Hobsbawm:

Las “comunidades imaginadas”, devienen de las “comunidades reales” preexistentes a las primeras. La pregunta que se plantea Hobsbawm es la siguiente: “¿Por qué la gente, después de perder las comunidades reales, desea imaginar este tipo concreto de sustituto?

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Respuesta provisoria: “… en muchas partes del mundo los estados y los movimientos nacionales podían movilizar ciertas variantes de sentimientos de pertenencia colectiva que ya existían…” Estos sentimientos de pertenencia los llamó proto-nacionales. Allí donde existían facilitaron el arraigo del nacionalismo.

Sentimientos de pertenencia protonacionales:A- La lengua: no la lengua hablada por el pueblo, sino la lengua hablada por las elites, por los

intelectuales. Esta lengua se convertiría en lengua oficial, la lengua utilizada por los funcionarios estatales. Esta lengua, por medio de la expansión del sistema educativo sería expandida, transformándose en la lengua real, en la lengua hablada por la mayoría, por ende en un mecanismo de identificación nacional.

B- La etnicidad: es necesario tenerla en cuenta, no obstante no es tan importante. Los contrastes étnicos no siempre son tan marcados.

C- La religión: especialmente los símbolos, o prácticas religiosas.D- La pertenencia o el hecho de haber pertenecido a una entidad política de trascendencia

(franceses, ingleses, castellanos etc.) es uno de los sentimientos de pertenencia protonacionals más fuertes

Anderson

A partir de admitir que “el ‘fin de la era del nacionalismo’, anunciado durante tanto tiempo, no se encuentra ni remotamente a la vista,” “trata de ofrecer algunas sugerencias tentativas para llegar a una interpretación más satisfactoria” de éste. Rápidamente, después de justificar la relevancia de éste en el escenario político mundial, el autor ofrece para comenzar su construcción teórica una definición de nación; ésta es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana.”

Es imaginada porque aunque sus miembros nunca se conozcan personalmente, “en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.”

Es limitada porque siempre tendrá “fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones.”

Se imagina como soberana debido a circunstancias históricas: el concepto nació en la época de la Ilustración y la Revolución, momento en el cual la labor política consistía en derribar a los reinos dinásticos para liberar a las naciones.

Se imagina como comunidad porque sin importar las distinciones internas que puedan existir, “la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo, horizontal.”

Es en este punto en el cual surge para el autor una pregunta fundamental: “¿Qué hace que los individuos miembros de una nación en pro de esta comunidad imaginada efectúen sacrificios tan colosales?” Simplificando: ¿por qué somos capaces de matar y morir por la nación, una comunidad imaginada?

Para Anderson, el nacionalismo es un sistema cultural. En este sentido es que hay que entenderlo “alineándolo, no con ideologías políticas conscientes, sino con los grandes sistemas culturales que lo precedieron, de donde surgió por oposición.” Estos serían, La comunidad religiosa y los reinos dinásticos.

Equiparar al nacionalismo con la religión es contraponer la nación a Dios. Desde aquí es posible comenzar a entender el sacrificio aludido en la pregunta arriba expuesta: ¿cómo no morir por aquello que dota de sentido a la vida? (El autor no vacila en afirmarlo: el nacionalismo vino a llenar el vacío que dejó la religión, vacío que ni el marxismo o el liberalismo cubrieron –el primero no considera que el individuo sea la variable que defina los cambios políticos y el segundo, aunque dice preocuparse por el individuo, nunca fue capaz de responder el gran por qué metafísico.)

La Comunidad religiosa

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“Las grandes culturas sagradas… incorporaron concepciones de comunidades inmensas. Pero el cristianismo, el Islam Umah y aun el Reino Medio… eran imaginables en gran medida por medio de una lengua sagrada y una escritura” La expansión llevada a cabo por los países de Europa occidental ampliaron el horizonte cultural y geográfico. A su vez, el auge de las lenguas vernáculas, hicieron que en Europa, el latín entrara en crisis.

EL reino dinástico

“El reino lo organiza todo alrededor de un centro elevado. Su legitimidad deriva de la divinidad, no de las poblaciones, cuyos individuos, después de todo, son súbditos, no ciudadanos” El “giro copernicano” de Hobbes, y la divulgación de sus ideas y las revoluciones inglesas y francesas enterraron estas viejas ideas. Las personas dejaron de ser súbditos y se convirtieron en individuos libres e iguales que crean un pacto social para gobernarse.

Un tercer factor: nueva aprehensión del tiempo

Tercera, la concepción del tiempo religiosa (“que Benjamín llama tiempo mesiánico, una simultaneidad del pasado y el futuro en un presente instantáneo” ) fue sustituida por la del tiempo “homogéneo, vacío”, “donde la simultaneidad es transversa, de tiempo cruzado, no marcada por la prefiguración y la realización, sino por la coincidencia temporal, y medida por el reloj y el calendario” (aquí el autor analiza dos géneros literarios: la novela y el periódico, ambos capaces de lograr esa conexión imaginaria tan fundamental para la nación).

Además de lo anterior, fue la dinámica entre otros tres factores que terminó por impulsar a las comunidades “reales” como diría Hobsbawm a conformarse en naciones: aquella que se suscitó entre el capitalismo, la tecnología y la diversidad lingüística. La interrelación que se creó entre el capitalismo, la imprenta y las lenguas vernáculas permitieron que en el siglo XIX comenzara lo que en el XX culminó: una reestructuración completa del mapa mundial.Fueron múltiples los eventos y circunstancias que posibilitaron lo anterior, dentro de los cuales se encuentran la Reforma (la gran difusión de las ideas de Lutero –que además escribió en alemán, no en latín– fue gracias a la imprenta), el surgimiento de la clase burguesa (ávida de poder político y con suficiente poder económico para utilizar en su momento indicado a la imprenta como medio de transmisión de ideas), la utilización de las lenguas vernáculas en la escritura (a partir de que el mercado agotó su primer público consumidor de libros –las altas clases educadas–, tuvo que encontrar la forma de llegar al resto, y su manera de hacerlo fue “adaptándose” a él: si las masas no pueden leer en latín, publiquemos los libros en su lengua) y su adopción como lenguas oficiales de los imperios (en una lucha que estos libraron contra los primeros movimientos nacionalistas del siglo XIX), la Revolución Francesa y la independencia de las colonias de América, etc.Sin embargo, independientemente de lo anterior, el factor decisivo para el cambio fue sin duda el capitalismo: la imprenta y las lenguas terminaron por convertirse en medios. ¿De quién y para qué? De la clase dominante para construir la nación, para consagrar y perpetuar la comunidad imaginada.

El nacimiento del mito de la nación comienza por la construcción de una historia común: la creación [1] de ésta comienza con el reconocimiento de sus raíces, tanto históricas como geográficas, para que finalmente aquellos que pertenecen a ella la sientan como parte intrínseca, inherente, natural: se forja el parentesco nacional [2]. Y es así que se puede decir que nacemos con una nacionalidad: es tan parte nuestra como el género o el color de piel [3]. Es nuestra identidad.

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Unidad V : La consolidación del capitalismo en el siglo XIX y la crisis del liberalismo

Expansión y desarrollo de la Revolución Industrial en Europa. Especificidad de algunos procesos nacionales: Francia, Alemania, Italia.

Siguiendo a Supple, en el proceso de modernización europeo, el Estado jugó un papel de gran importancia. Éste a través de sus aparatos logró crear las condiciones propicias para fomentar el desarrollo industrial en sus territorios.

El Estado interviene, legislando, regulando los mercados es decir, dándole uniformidad

En Europa, la incidencia del Estado en el proceso de industrialización fue: indirecto en el caso inglés y directo en el caso alemán, francés e italiano.

En Inglaterra la intervención estatal en el área económica carecía de sentido. Existían ya las condiciones para el crecimiento económico autosostenido. El régimen político consolidado a partir de la Revolución era estable, las reglas del juego estaban claras, el sistema impositivo era racional, la burguesía tenía representación en el parlamento, había estabilidad social, a su vez el mercado interno se encontraba relativamente unificado y bien articulado.

Donde el Estado sí tuvo un papel importante fue en la conformación de un mercado para las exportaciones inglesas mediante la conquista militar.

Durante el período 1815-1870 los ingleses, se constituyeron en la principal potencia económica Europea.

A mediados del s. XIX Europa comenzó a industrializarse. Este fenómeno favoreció a la burguesía inglesa dado que se amplió la demanda de carbón, hierro y, sobre todo, maquinarias británicas.

Francia

En el caso francés y Alemán, en esto hay concordancia con Kemp, (“La revolución Industrial en el siglo XIX”) la industrialización provino de políticas implementadas por el Estado y de sus necesidades estratégicas.

Durante el II Imperio, el Estado impulsó la construcción de ferrocarriles otorgando condiciones favorables para los inversores: les garantizó a las líneas recién construidas un beneficio del 4%, los bancos estatales y privados se amoldaron a las necesidades de los concecionarios y orientaron sus recursos monetarios al financiamiento de los ferrocarriles. La construcción de ferrocarriles estimuló durante el período el desarrollo de grandes industrias siderúrgicas.

Kemp, destaca que hacia fines del s. XIX Francia seguía siendo un país rural en el cual predominó la pequeña propiedad, lo cual frenó la proletarización del campesinado, y la conformación de un mercado interno importante.

Meine Liebe Deutschland

La industrialización alemana, se fue produciendo al calor del proceso de conformación de la Confederación Alemana del Norte y luego del Imperio.

Dicha industrialización se encuentra ligada a la expansión de la red ferroviaria. La expansión es propiciada por el Estado prusiano, el cual, a través de los ferrocarriles intentaba, unificar política y económicamente el imperio.

La expansión ferroviaria, estimuló notablemente el desarrollo de la producción del carbón en la cuenca del Rhur y de industria siderúrgica (hierro y acero): entre 1850 y 1870 se cuadruplicó la producción de hierro, en 1903 será el principal productor de hierro en Europa)

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Las industrias de bienes de consumo (tejidos, ropa, cuero y elaboración de alimentos) tuvieron tasas de crecimiento sustancialmente inferiores a la media, situación que constrasta con Francia.

Destacan dos industrias nuevas: la química y la eléctrica. La industria química se desarrolló gracias al rápido crecimiento de otras industrias que precisaban productos químicos, especialmente álcalis y ácido sulfúrico, también los agricultores empezaron a demandar fertilizantes artificiales. La industria química alemana utilizando personal y fondos de las universidades alcanzó la supremacía mundial y fue la primera que tuvo sus propios investigadores y creó ayudas a la investigación. El resultado fue la introducción de muchos nuevos productos nuevos y el dominio de la producción de productos farmacéuticos. La industria eléctrica creció con mayor rapidez que la química, favorecida por la demanda de las ciudades en rápido crecimiento. La iluminación y el transporte urbano fueron los primeros usos, posteriormente, también se aplicó a los motores, que rivalizaron con los de vapor. Al igual que la química, también utilizó personas procedentes de las universidades alemanas.

Una de las características principales de las industrias alemanas es el gran tamaño de sus empresas. El tamaño estaba relacionado, en parte, con la utilización de tecnología avanzada y costosa, ya que resultaba más barato emplear maquinaria con gran volumen de producción para reducir los costes unitarios (economía de escala técnica), y en gran parte por economías de escala monetaria, es decir, acuerdos que proporcionaban beneficios o rentas extras a promotores o contrastistas sin reducir el coste real a la sociedad.

A diferencia de Francia, en Prusia la tierra estaba concentrada en grandes propiedades explotadas con miras a abastecer el mercado. De esta región muchos proletarios emigraron hacia las ciudades en busca de oportunidades laborales, con lo cual proveyeron a los capitalistas de abundante fuerza de trabajo para explotar.

Italia

Italia pertenece al grupo de países que como España y Rusia se desarrollaron muy lentamente. Estos tres países tienen una serie de características comunes:

1. No alcanzaron un nivel industrial importante hasta 1914, lo cual se tradujo en bajos índices de renta per cápita y gran incidencia de la pobreza.

2. Existen marcadas diferencias regionales, con escasos centros industriales que destacan sobre el marcado atraso económico de la mayoría del país.

3. Bajo nivel del capital humano. Los tres países poseen los índices más bajos de alfabetización entre adultos y de escolarización de menores.

4. Ausencia de reforma agraria previa, lo que supone una productividad agraria muy baja.

5. Escasez de carbón durante el inicio y proceso de industrialización.

6. Todos padecieron, en distintos grados, gobiernos autocráticos, corruptos e ineficientes.

En Italia el desarrollo económico estará marcado por la unificación política que no se realizará hasta 1861. Desde el punto de vista económico se diferencian dos zonas y esta dicotomía se intensifica con la industrialización:

La zona norte de Piamonte y valle del Po, donde la productividad agrícola era bastante elevada y había industria, fundamentalmente textil. Enorme importancia tiene la industria textil de la seda dirigida hacia la exportación, mientras que la del algodón es doméstica y de poca calidad. Es en esta zona precisamente donde nace el proyecto de unificación política del país, será Cavour, Primer Ministro del Piamonte, quien inició el proceso de unificación apoyado por Francia.

La zona sur, con una agricultura muy atrasada en manos de terratenientes latifundistas más preocupados en recoger las rentas que en modernizar las explotaciones. Se trata de una zona

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tradicionalmente muy deprimida, con mano de obra muy poco cualificada que emigrará en gran medida durante todo el siglo XIX.

ÉTAPAS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN ITALIANA:

Cafagna “La revolución industrial en Italia”

Primera étapa (1830-1860):

Se intensifican las diferencias entre Norte y Sur. El Norte se especializa cada vez más en la producción de seda cruda para la exportación y comienza a utilizar energía hidráulica en sus industrias; además, posee gran abundancia de mano de obra barata. Durante este período las industrias estarán protegidas del exterior por aranceles muy elevados.

A mediados de siglo entra capital francés que se invierte en el ferrocarril, bancos y otras Sociedades Anónimas. Aunque la construcción del ferrocarril se inició pronto (1830), se desarrollo muy lentamente, obstaculizado por la división política, solo se construyó a buen ritmo en el Piamonte. Este retraso hará que no se desarrolle en este período la siderurgia italiana, que estará organizada en pequeñas fábricas separadas con escasa producción y que siguen utilizando el carbón vegetal.

Segunda étapa (1861-1880):

Con la unidad política se acelera la construcción del ferrocarril importando materiales y capitales extranjeros, sobre todo franceses. La legislación progresista y el sistema administrativo del reino del Piamonte se extendieron a toda la nación, pero no pudieron salvar los obstáculos impuestos por la escasez de recursos naturales, analfabetismo y escaso capital. Se imponen políticas librecambistas.

El librecambio encontró apoyo entre los terratenientes y los agricultores que producían bienes para la exportación (seda, aceite, queso, etc.) y que eran bastante más numerosos, más fuertes y estaban mejor representados en el Parlamento que los pocos industriales dedicados a la producción de algodón, lana o hierro. Las exportaciones se vieron favorecidad por la adopción por parte del Gobierno del corso forzoso (inconvertibilidad de los billetes de banco) obligado por los gastos de la guerra de 1866 contra Austria. El corso forzoso, alterando el tipo de cambio, actuó como una devaluación de la lira, favoreciendo a los productos italianos.

Aparecen las primeras Sociedades Anónimas industriales, y los terratenientes y bancos comienzan a invertir en la industria. Se produce un progreso bastante sustancial en ferrocarriles y obras públicas, así como en la industria textil de la seda y del algodón. El mercado interior es más amplio gracias a la unificación política.

Tercera étapa (1880-1896):

La llegada de cereales baratos de América (1876) amenazó seriamente los intereses agrarios y se adoptaron políticas proteccionistas a partir de 1878. El Estado intervino apoyando directamente las industrias del hierro y de la maquinaria, estipulando cupos de privilegio para la maquinaria italiana en los pedidos destinados al suministro de los ferrocarriles, concediendo ayudas a los astilleros nacionales, promoviendo el desarrollo de la siderurgia e impulsando la construcción en las grandes ciudades. También en estos años se promulgaron las primeras disposiciones en legislación social. La reducción del precio de los fletes disminuyó el precio del carbón importado, circunstancia que benefició a la industria italiana. La crisis agraria redujo el interés de las inversiones en tierras y en la agricultura y canalizó el capital privado hacia inversiones en la industria; así mismo, la supresión del corso forzoso en 1880 produjo la entrada de capital extranjero, proveniente especialmente de Francia.

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Sin embargo, los efectos beneficiosos de estas nuevas circunstancias se vieron reducidos debido a la crisis internacional de 1889 y 1896 que afectó profundamente al sistema bancario italiano; además, una gran parte de las inversiones se dirigieron a la construcción y no a la industria. La industria menos afectada por la crisis y más beneficiada por el apoyo del Estado fue la textil del algodón, que se desarrolló gracias al mercado interior reservado y exportó sobre todo hacia Latinoamérica, como consecuencia de una amplia corriente de emigración que comenzó en Italia en estos años.

Las características de las empresas italianas que han persistido hasta ahora son: tamaño pequeño o mediano, empresas familiares, autofinanciación, mayor importancia de los aspectos comerciales en detrimento de los aspectos técnicos u organizativos, individualismo, resistencia a la fusión y a la concentración industrial.

Cuarta étapa (1896-1914):

Fase de despegue con altos índices de crecimiento industrial, gracias a la situación internacional favorable y al mantenimiento de la política económica proteccionistas e intervencionista. La balanza de pagos se mantuvo equilibrada a pesar del incremento de las importaciones de energía, materias primas, productos semiacabados y maquinaria (necesarios para la industrialización) gracias a las exportaciones de alimentos, textiles de seda y algodón, fletes, turismo y las remesas de emigrantes. Reducida entradas de capital extranjero. Nacimiento de nuevas industrias: acero, química, automóvil e industria hidroeléctrica que recibió capital nacional privado y apoyo de los bancos mixtos de depósito e inversión de origen alemán que habían sustituido a los franceses tras la crisis financiera de 1893.

Los procesos de unificación nacional: Italia y Alemania.

Italia

El Congreso de Viena había formado en Italia siete estados distintos unidos en bloques ligados a distintos monarcas. El Reino Lombardo-Veneciano y los ducados de Parma, Módena y el Gran Ducado de Toscana estaban controlados por Austria; en el centro los estados pontificios se encontraban bajo la soberanía absoluta del Papa; en el sur el Reino de las dos Sicilias se encontraba ligado a la monarquía borbónica. La única dinastía indígena, controlaba el denominado Reino de Piamonte-Cerdeña (Saboya, Piamonte, Niza, Génova y Cerdeña).

Grenville La Europa remodelada

Il Risorgimiento tano

Durante los años 1848-49 las revueltas producidas en el N de Italia contra la Monarquía austríaca, en pro de la liberación y la unificación italiana y la instauración de regímenes liberales habían fracasado.

El principal obstáculo para llevar la unificación italiana a cabo era, entre otras cuestiones, la monarquía austríaca. La única potencia italiana que podía organizar una guerra capaz de derrotarla, el Reino de Piamonte Cerdeña, era incapaz de lograrlo por sus propios medios y según Grenville, no tenía intención de ello. Sin embargo estaba interesado en controlar el N de Italia.

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Los apostoles de la unidad eran los intelectuales republicanos reunidos en torno a la figura de Mazzini15, principal mentor de la unificación.

Las alianzas bélicas programadas por el primer ministro de la dinastía saboyana durante la década de 1850, y la osadía de Garibaldi fueron claves. El azar jugó también su papel

La intervención del Reino de Piamonte en la Guerra de Crimea como aliada francesa les dio la posibilidad de exigir su apoyo en un eventual enfrentamiento con Austria. En la guerra que llevaron a cabo, los piamonteses, los apoyaron en su enfrentamiento contra Austria.16 Resultado: Lombardía, quedó en manos de El reino de la dinastía Saboya.

Los ducados de Toscana, Parma y Módena, y la mitad norte de los Estados Pontificios (las Marcas y Umbría), optaron, mediante plebiscitos populares, por la unión con Piamonte, que se había convertido en el reino de Italia del Norte en el transcurso de la primera mitad de 1860.

En el Sur durante el mismo año Garibaldi desembarcó en el sur de Italia y con su ejército y la ayuda del pueblo logró arrebatar a los borbones el Reino de las dos Sicilias.

Garibaldi fue el héroe de la siguiente fase de la unificación italiana. Seguidor de Mazzini y partidario de una Italia unificada bajo una forma republicana, en mayo de 1860 embarcó en dos pequeños barcos, desde un punto próximo a Génova, con un contingente formado por poco más de mil jóvenes soldados (‘expedición de los Mil’, también llamados los ‘camisas rojas’). Desembarcó en Sicilia, que fue ocupada rápidamente. Su extraordinaria campaña culminó en el mes de septiembre con la entrada en Nápoles, poniendo fin al reino de las Dos Sicilias. Garibaldi creó un sistema dictatorial en Nápoles y se preparó para marchar a Roma, lo que provocaría un conflicto internacional. Con el fin de recuperar la iniciativa, Cavour ocupó los territorios pontificios y trasladó un ejército piamontés a Nápoles, donde el antiguo republicano reconoció como rey a Víctor Manuel. Un parlamento que representaba a toda Italia, excepto a Roma y a Venecia, proclamó a Víctor Manuel II rey de Italia el 17 de marzo de 1861. Tras su intervención en la Guerra Austro-prusiana (1866) como aliada a Prusia, Italia obtuvo el Estado de Venecia por la Paz de Viena. Para completar la unificación sólo restaban los Estados Pontificios, que Italia consiguió gracias a su intervención en la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), apoyando nuevamente al dirigente prusiano Otto von Bismarck. Italia logró así la unidad peninsular, pero mantuvo las reivindicaciones territoriales sobre Trentino e Istria, especialmente respecto de la villa de Trieste, lo que originó la cuestión del irredentismo. También quedó pendiente la relación con el Papado, que no renunciaba a recuperar sus territorios en el centro de la península ni reconocía al reino de Italia, situación que no se normalizó hasta los Pactos de Letrán (1929), firmados en época de Benito Mussolini.

Cuando visitó Nápoles en 1888, Gladstone, el político inglés, quedó sorprendido por la formidable mejora que la ciudad había experimentado en veinte años. Y en efecto, ese desarrollo, que era aún más evidente en Roma, Milán o Turín, venía a ser la expresión del cambio que Italia había experimentado desde la unificación. El "transformismo" -nombre que se dio al sistema político de 1871 a 1887, que consistió en el gobierno permanente en coalición de liberales y conservadores monárquicos- creó el Estado moderno italiano, esto es, una administración eficiente, un sistema judicial independiente, un sistema nacional de educación primaria y secundaria, universidades, una Hacienda saneada, un Ejército y una Marina nacionales, un sistema estatal de ferrocarriles, una policía de Estado (el bandolerismo fue prácticamente erradicado), etcétera.

15 Cursa la carrera de Derecho en Génova. Su talante revolucionario rápidamente se manifiesta cuando en 1815 ve como su ciudad natal se incorpora a Piamonte-Cerdeña. Sus ansias por contribuir de forma activa le animan a unirse en 1827 a los carbonarios, pero abandona esta sociedad de carácter revolucionario al considerarla poco eficaz. Tras permanecer preso durante un año en Savonna se traslada a Marsella. Allí crea la agrupación Joven Italia, para luchar contra el dominio austriaco y promover la unificación italiana. Sin embargo, no disfrutó del éxito y tuvo que huir a Suiza. Sin desfallecer en su causa, Mazzini en 1834 vuelve a promover otra revuelta, pero de nuevo fracasa. Después de un breve retiro en Gran Bretaña, regresa a Italia en 1848, coincidiendo con el periodo de Revoluciones. Aunque fue escogido dirigente para liderar los movimientos nacionalistas con la República Romana, el fin de este sistema en 1849 supuso otra derrota más para Mazzini. Defensor de la república promovió en Mantua y Milán algunos actos que nunca llegaron a cuajar. Frente a la ideología que defendía este revolucionario, Cavour experimentó con éxito su proyecto de unificación bajo una monarquía liberal. Una vez conseguida la unificación de Italia, Mazzini es encerrado en Gaeta por promover levantamientos para ocupar Venecia y Roma. Retirado ya de la vida política marcha a la ciudad de Pisa, donde muere.16 Dicho apoyo costo más tarde: Niza y Saboya.

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Lo había hecho, además, sin que los problemas del país -atraso industrial, desequilibrios regionales, subdesarrollo y pobreza rural del Mezzogiorno- hubiesen provocado grandes conmociones políticas. El sistema político -dos Cámaras elegidas por sufragio censitario, con sólo 2 millones de electores en 1882- no era plenamente representativo: los gobiernos "hacían" las elecciones, y mediante la presión administrativa ejercida por los prefectos, el entendimiento con los notables locales y la manipulación electoral, lograban las mayorías parlamentarias que requerían. Pero el sistema resultaba, pese a ello, casi natural, debido fundamentalmente a la desmovilización política de la Italia rural y a la fuerza que las relaciones tradicionales de deferencia y patronazgo tenían en ella, no rotas ni siquiera a pesar de estallidos ocasionales de violencia campesina. Era, además, un sistema regido por una clase política -profesiones liberales, burguesía de negocios, viejas familias aristocráticas, notables locales- por lo general bien formada, hábil y competente.

Con todo, el "transformismo" supuso una gran decepción para quienes habían creído que la unificación crearía, como en Alemania, una gran Italia: de ahí, por ejemplo, la exaltación por poetas y escritores de la figura de Garibaldi cuando murió en 1882, como encarnación del ideal heroico y de la grandeza de la que carecía la Italia oficial. Eso es lo que quiso rectificar al llegar al poder en julio de 1887 -a la muerte de Depretis, creador del transformismo- Francesco Crispi (1819-1901), político siciliano, antiguo mazziniano y garibaldino, anticlerical y masón, temperamental y enérgico y gran admirador de la obra de Bismarck. Crispi, que ocupó la presidencia del Gobierno en 1887-91 y 1893-96, quiso poner fin al transformismo, revitalizar la política doméstica y exterior, y galvanizar el país: lo hizo, pero ello provocó las primeras graves crisis del sistema liberal.

En efecto, Crispi, gobernando casi por decreto, desplegó una actividad legisladora inusitada. Reformó la administración local, ampliando el electorado para elecciones municipales (1889) y haciendo que el nombramiento de alcaldes fuese por elección y no por designación gubernamental (1896). Transformó la estructura, funciones y organigrama burocrático de varios ministerios y del Consejo de Estado. Reformó muy positivamente la sanidad pública (1888) y los sistemas penal y penitenciario. Suprimió los diezmos eclesiásticos, abolió la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas elementales y renovó las obras pías, transformándolas en un sistema moderno de orfanatos, hospitales y asilos municipales. Respondiendo a presiones de determinados sectores industriales y de algunos grupos agrarios, pero sobre todo por razones de prestigio nacional y por creer que ello favorecería a la economía del país , Crispi asumió una política netamente proteccionista, y en 1887 impuso una drástica elevación arancelaria. Deseoso de relanzar el papel internacional de Italia, reforzó sensiblemente su presencia en la Triple Alianza, a la que Italia pertenecía desde 1882, y obtuvo mayores garantías de sus aliados -Alemania y Austria- de cara a las aspiraciones italianas en el Mediterráneo y África y frente a Francia (convencido, además, de que la aproximación a Alemania y a Austria terminaría por devolver a su país la Italia irredenta del Trentino y Trieste, retenida por Austria). En África, en efecto, en la zona del Mar Rojo y Abisinia donde Italia se había implicado en 1885 como respuesta a la presencia francesa en Túnez, Crispi, que en su momento (1885) se había opuesto a la expedición sobre Assab y Massawa, impulsó ahora, por las mismas razones de prestigio internacional ya citadas, la expansión colonial: estableció un protectorado sobre Abisinia (Tratado de Uccialli, mayo de 1889) y formalizó la colonia de Eritrea (1890).

Todo el vigoroso esfuerzo de Crispi terminó, en su segundo mandato al frente del Gobierno, en el mayor desastre que el joven reino de Italia había conocido: en la derrota de Adua el 1 de marzo de 1896 ante las tropas abisinias (la guerra se había reanudado al entender el emperador de Abisinia, Menelik II, que las pretensiones italianas sobre Somalia violaban el tratado de 1889), derrota en la que murieron dos generales italianos, 4.600 oficiales y soldados (más 500 abisinios enrolados en el Ejército italiano) y en la que otros 1.500 fueron hechos prisioneros. Pero antes de Adua -cuyo recuerdo alimentaría las reivindicaciones del nacionalismo italiano y que Mussolini vengaría en 1935-, la política de Crispi ya había generado gravísimas tensiones. Su laicismo provocó un serio enfrentamiento con el Vaticano y con todo el mundo católico italiano, justo cuando éste renacía con vigor sin precedentes merced a las reformas de León XIII y a la Obra de los Congresos, un amplio movimiento surgido en 1895, dirigido por laicos y sacerdotes progresistas (Romulo Murri, David Albertario) con el objeto de cristianizar la vida social y reconquistar la sociedad italiana que tuvo particular éxito en Venecia, Piamonte y Lombardía.

El proteccionismo de Crispi desencadenó una durísima y larga guerra aduanera con Francia, principal mercado de las exportaciones italianas, que, si bien pudo favorecer a los sectores siderúrgico y cerealista, resultó muy

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negativa para Italia: provocó una espectacular caída de las inversiones extranjeras y una fuerte contracción del comercio exterior, lo que, a su vez, dio lugar a una muy grave crisis bancaria (1889-93), al hundimiento de los sectores vinculados a la exportación y al encarecimiento del coste de la vida, en especial, del pan y del azúcar. El resultado fue una grave crisis social reflejada, ante todo, en el aumento de la emigración italiana a América y en el estallido de protestas sociales y desórdenes públicos.

Los sucesos más graves fueron las revueltas agrarias, huelgas, ocupaciones de tierras comunales, quema de cosechas y manifestaciones contra la carestía y los impuestos que tuvieron lugar en Sicilia en 1892-93, protagonizadas por los Fasci Siciliani (los Fascios Sicilianos), especie de ligas o sindicatos de campesinos, artesanos, obreros y algunos intelectuales de ideología confusa -un vago socialismo con impregnaciones religiosas y objetivos radicales (reformas fiscales, municipales y agrarias) pero también confusos, al extremo de que algunos fasci estaban dominados por la Mafia. En todo caso, Crispi reprimió el movimiento con brutalidad manifiesta. En su segunda etapa de gobierno, disolvió los Fasci (3 de enero de 1894) y el PSI, declaró la ley marcial, envió unos 50.000 soldados a la isla, arrestó a los principales líderes y deportó a unas 1.000 personas a otras islas cercanas.

La caída de Crispi tras el desastre de Adua y la paulatina superación de la crisis agraria tras la firma de la paz comercial con Francia (21 de noviembre de 1898), restablecieron la paz social en el Sur. Pero Crispi había, en efecto, galvanizado la política italiana y roto el viejo y precario consenso sobre el que se basaba el sistema liberal.

Éste vivió su peor crisis desde la unificación en los años 1896-1900. En concreto, el malestar social, extendido ahora al Norte como consecuencia de la carestía de los precios, provocó desórdenes en numerosos lugares hasta culminar en los gravísimos "hechos de mayo" de Milán de 1898 en los que murieron unas ochenta personas en choques entre manifestantes y tropas del Ejército. No fue sólo que como respuesta, los líderes socialistas, en parte protagonistas de los sucesos, fueran condenados a duras sentencias de cárcel. Sino que además, el gobierno del general Pelloux, formado el 28 de junio de 1898, que inicialmente había tomado medidas para restablecer el orden liberal (indultos, reforma tributaria, etcétera), presentó una drástica ley de seguridad pública y un conjunto de reformas parlamentarias que, de haber prosperado, habrían supuesto la transformación de Italia en un régimen casi autoritario. Pero la derrota del citado gobierno en las elecciones de junio de 1900 -que vieron el avance de liberales, republicanos, radicales y socialistas- lo impidió: los años 1900-1914, la edad giolittiana, fueron en esencia los años de la restauración liberal (a lo que contribuyó también la crisis creada por el asesinato del rey Humberto I por un anarquista en julio de 1900; su sucesor, Víctor Manuel III, quiso vincular su reinado a la Italia de la libertad y de la Monarquía que, según dijo en su primer discurso a la nación, creía indisolublemente unidas).

Aunque ya el gobierno de Giuseppe Zanardelli (febrero 1901-octubre 1903) significó un giro determinante, el hombre de la restauración liberal fue Giovanni Giolitti (1842-1928), un piamontés equilibrado, discreto, eficaz y prudente, formado en la carrera funcionarial y en la vida administrativa, y dotado por ello de un gran sentido del Estado. Giolitti gobernó en octubre 1903-marzo 1905, mayo 1906-diciembre 1909 y marzo 1911-marzo 1914; dio, así, a la política italiana una estabilidad sólo comparable a la británica, que coincidió con, y en parte propició, el "primer milagro económico" italiano -electrificación, metalurgia, química, automóviles, industria de la seda- que se mencionó con anterioridad.

Giolitti recompuso el consenso liberal por medio de una política de neutralidad del Estado en los conflictos sociales, y de integración y atracción de los partidos o fuerzas sociales marginales al sistema (a pesar de lo cual Italia conocería, como se recordará, grandes huelgas sobre todo, en 1911-14). En el caso socialista, Giolitti supo sintonizar con el pragmatismo democrático y reformista de Turati, que llevó al PSI hacia la acción electoral y parlamentaria con éxito creciente (28 diputados en 1904, 41 en 1909, 79 en 1913); la contrapartida fue de una parte, una política fiscal más progresiva, con nuevos impuestos, por ejemplo, sobre la herencia y sobre la renta, y de otra, la introducción de leyes sociales como el descanso semanal, el fondo de maternidad y otras, además de que la neutralidad del Estado en huelgas y conflictos favoreció las posibilidades de negociación laboral de los trabajadores.

Respecto a la Iglesia y los católicos, Giolitti buscó algún tipo de acomodación que pusiera fin a aquella paradoja que suponía la inexistencia de relaciones entre el Vaticano y la Monarquía de uno de los países más católicos del mundo (cuestión que no se resolvió hasta 1929), pero sin alterar por ello la política de "Iglesia libre en el

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Estado libre" que regía desde la unificación en 1870. Giolitti hizo concesiones en cuestiones como el divorcio, la educación religiosa en las escuelas públicas, nombramiento de obispos, indemnizaciones debidas a la Santa Sede y protección de establecimientos católicos en el extranjero; y respetó escrupulosamente las decisiones -como se recordará, condenatorias- de la jerarquía eclesiástica respecto a la naciente democracia cristiana y al modernismo teológico. Giolitti logró así el apoyo de los elementos más conservadores del catolicismo italiano, apoyo explícito y decisivo en las elecciones de 1904 y 1913. Pero todo aquel amplio movimiento católico social de cooperativas, círculos obreros y universitarios, prensa y bancos rurales surgido en la década de 1890 por la Obra de los Congresos -que en 1919 confluiría en el Partido Popular de Luigi Sturzo- permaneció al margen, en detrimento de la base social de la Monarquía liberal.

Por supuesto, Giolitti no resolvió los problemas de Italia. La relativa prosperidad y aquel primer despegue industrial del país siguieron apoyándose en un proteccionismo industrial excesivo. Hasta cierto punto, además, acentuaron los desequilibrios regionales del país: la emigración continuaba siendo la única salida al subdesarrollo y atraso del Mezzogiorno, como denunciaron reiteradamente meridionalistas como Fortunato, Saverio Nitti, Salvemini, Arturo Labriola y otros. El reconocimiento del derecho de huelga no supuso el fin de las actuaciones violentas de las fuerzas de orden público en conflictos y disturbios sociales. Giolitti siguió recurriendo al clientelismo y a la corrupción electoral para asegurarse las mayorías parlamentarias que necesitaba para gobernar. Bajo su mandato, las elecciones fueron particularmente fraudulentas en el Sur : en 1909, Salvemini, el historiador y militante socialista, le calificó como el "ministro de la delincuencia", calificativo de gran efecto que dañaría sensiblemente su imagen pública.

La modernización de Italia había avanzado sensiblemente desde 1900. Pero el mismo desarrollo del país socavó los cimientos del "giolittismo". Los problemas pendientes -Trento, Trieste- y la debilidad internacional de Italia, puesta de relieve en la derrota de 1896, habían provocado, como vimos, la aparición de un nuevo nacionalismo populista y antiliberal; el catolicismo social permanecía sin integrarse en el sistema; el sindicalismo revolucionario y la izquierda del PSI suponían una permanente amenaza al equilibrio "giolittiano". Giolitti quiso hacer frente a todo ello relanzando, de una parte, la acción exterior de Italia y ensanchando, de otra, las bases sociales del sistema político. Así, el 29 de septiembre de 1911, a fin de afirmar sus posiciones en el norte de África y en el Mediterráneo ante la tensión franco-alemana suscitada por la segunda crisis marroquí -que estalló tras el envío el 1 de julio de aquel año del cañonero alemán Panther a Agadir-, Italia declaró la guerra a Turquía, invadió Libia, donde envió un ejército de 70.000 hombres y, en mayo de 1912, ocupó un total de trece islas turcas en el Egeo: el 8 de octubre, Turquía le cedió Libia. La guerra tuvo un primer efecto político: el gobierno Giolitti introdujo en ese mismo año el sufragio universal masculino para mayores de 21 años (o de 30, en el caso de los analfabetos).

Precisamente entonces, y contra lo que el mismo Giolitti había esperado, la situación se volvió contra el propio orden "giolittiano". La guerra fue un gran triunfo del nacionalismo (no de la Monarquía), que supo capitalizar en las calles y en la prensa el entusiasmo popular suscitado por los éxitos militares italianos. Las elecciones de 1913, las primeras celebradas con sufragio universal, pusieron de relieve el papel decisivo del voto católico, y que el liberalismo italiano no era un movimiento de masas. Fueron elegidos 29 candidatos con esa denominación de "católicos", y unos 229 diputados liberales (de un total de 318 elegidos) debieron su escaño a acuerdos con las organizaciones y los dirigentes católicos. En julio de 1912, además, la "corriente revolucionaria" dirigida por Lazzari y Mussolini se hizo, como se indicó, con la dirección del PSI: los años 1912-14 vieron un grave deterioro del orden social, hasta culminar en la "semana roja" de junio de 1914.

Giolitti, que en el mes de marzo había cedido la jefatura del gobierno al conservador Antonio Salandra, seguía teniendo mayoría en el Parlamento. Italia tenía problemas graves, o muy graves, pero no insolubles: la misma semana roja, que las autoridades controlaron con relativa facilidad, fue en realidad un jarro de agua fría para las expectativas revolucionarias de los extremistas: no creo -diría el líder maximalista del PSI, Serrati- "que la situación en Italia permitiese pensar seriamente en la revolución". Incluso estaban cristalizando las condiciones sociales y económicas que podían teóricamente dar estabilidad a un régimen liberal moderno. El problema fue el que señaló Benedetto Croce, el filósofo más importante del país: que el liberalismo hacia 1914 era un sistema, un régimen, y había dejado de ser un ideal, una emoción.

Unificación Alemana

Grenville ob. cit.

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Después del tratado de Viena el territorio germano antiguamente compuesto por más de 300 estados soberanos quedó reducido a 39 estados incluyendo a Austria. La creación de un Confederación entre estos estados con el fin de preservar la independencia y la soberanía de los estados puso freno a la centralización. El status quo favoreció a Austria, quien se transformó en el principal baluarte de la reacción.

Según Tilly dado que la vía diplomática era inviable “La unificación, por tanto, tuvo que viajar por otra ruta: la unión económica y la fuerza de las armas. Prusia, el mayor Estado alemán, abrió la marcha.”

Primero una ley eliminó las barreras arancelarias internas en Prusia y redujo las barreras arancelarias en el exterior. En 1833, La Zollverein unió a los mercados más importantes de Alemania a excepción de Austria. Con esta movida se comenzó a cimentar la unión de Alemania bajo la hegemonía prusiana.

La unificación económica fue seguida en los próximos años por la unificación política. El principal obstáculo fue Austria.

Luego de la guerra que en 1863 Austria y Prusia declararan a Dinamarca con el objetivo de incorporar Schleswig-Holstein al Bund, se generó al poco tiempo un conflicto entre ambas potencias, conflicto que culminó con el triunfo de Prusia. Luego de este triunfo, uno de los primeros objetivos propuestos por Otto von Bismarck fue alcanzado. Prusia controlaría todo el Norte de Alemania. La flamante Confederación Alemana del Norte de la cual Austria quedó excluida, era la manifestación de dicho predominio.

La guerra contra Francia en 1870-71, ligo a los estados del sur con la Confederación Alemana del Norte. La guerra culminó con la derrota francesa, la anexión de Alsacia y Lorena y la conformación del Imperio.

El sonderweg alemán

El punto de partida de Blackbourn y Elley es el peculiar desarrollo alemán o “Sonderweg” que ha dominado la historiografía sobre Alemania hasta la actualidad. Los autores pretenden revisar este enfoque examinando enfáticamente la idea hegemónica del fracaso de una revolución burguesa en el siglo XIX como producto de una aberración inherente a la historia de Alemania.

Durante esta revisión, los autores pusieron en tela de juicio todo un conjunto de juicios que tienden a considerar a la burguesía alemana del siglo XIX como “feudalizada” e incapaz de emanciparse del “matrimonio del hierro y centeno”, es decir, de la vieja aristocracia conformada por los terratenientes prusianos, los Junkers. A la idea de una clase burguesa que vendió “al mejor postor su propio derecho de existencia”, los autores contraponen una visión, hasta el momento, bien distinta de la burguesía. Para fundar esta visión se basan en una noción modificada de revolución burguesa, que cuestiona la lógica determinada que, según sus precursores, enlaza los términos burguesía-liberalismo-parlamentarización-democracia en una cadena casual necesaria. A su vez hablan de dos cuestiones propias de la burguesía en la Alemania del siglo XIX: sus grandes logros en el plano material y social, y sus deseos en lo público y político. En el primer conjunto de logros, los autores ven una verdadera, aunque silenciosa revolución burguesa que demuestra la unidad y la fuerza de la burguesía alemana, manifiesta en la esfera económica. En el plano público y político, al contrario, se manifiestan según los autores la división y debilidad inherentes a la burguesía alemana. Si bien estaba cohesionada y unida respecto a los derechos de la propiedad y el fundamental peso de la ley, no lo estaba en cuestiones políticas de mayor alcance. Para Blackbourn y Elley, las divisiones entre diferentes secciones de la burguesía a nivel político son la razón principal de sus debilidades como clase social. Allí, y no en la persistencia, aún indudablemente existente, de tendencias autoritarias o semi-constitucionales en el sistema político alemán, yace la clave de la falta de impulso reformista en la Alemania Imperial.

Nosotros coincidimos con los autores en cuestión cuando declaran que la falta de unidad de la burguesía alemana en el campo de la política nacional dificultaba y hasta impedía cambios importantes conformes al reformismo liberal. No obstante, creemos necesario poner en duda la suposición de que un fuerte impulso reformista realmente hubiera sido tan compatible con los intereses de la burguesía alemana como clase social en esta época.

Con un partido socialdemócrata cada vez más fuerte, cuyo éxito político aumenta pese, o gracias, a la política represiva del gobierno de Bismarck, el principal interés de la burguesía fue el de defender su cómoda posición económica y social. La evidente falta de cohesión de la burguesía alemana en el momento de concretar

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proyectos de reforma liberal-parlamentaria se debió en parte a la necesidad de mantener un sistema de funcionamiento político con fuertes rasgos autoritarios y semi-constitucionales, para contener las exigencias del PDS y su electorado: los trabajadores. La falta de cohesión de la burguesía alemana que Blackburn y Elley interpretan como debilidades podrían ser analizadas como reacciones defensivas y coherentes contra un nuevo sector social que estaba desafiando la posición social de la burguesía alemana.

Apogeo y crisis de la sociedad liberal burguesa. Cambios económicos, sociales, políticos y culturales.

Para Eric Hobsbawm, el período histórico comprendido entre 1870 y 1914, es el período en el cual la burguesía, a raíz de las contradicciones económicas y sociales generadas al calor de su hegemonía, se ve obligada a reestructurar su estrategia de control social a fin de revalidar su posición social dominante.

A lo largo de este período la weltanschauung liberal, teoría que guió su praxis, comenzó a hacer aguas, siendo incapaz de dar respuestas a las nuevas cuestiones surgidas durante el período. A raíz de esto, se vio obligada a revisar su ideología y sus prácticas y reformarlas a fin de adaptarlos a la nueva situación.

Cambios económicos

La crisis económica de 1870 y sus consecuencias

A partir de la crisis de principios de la década de 1870, los precios comenzaron a caer afectando la rentabilidad de las inversiones, agravada por un aumento de la producción y de la competencia internacional. La agricultura fue la principal actividad económica damnificada. Los precios de los productos agrarios bajaron notablemente. Sus principales víctimas fueron los pequeños terratenientes y, naturalmente los jornaleros. Consecuencia de esto fueron las revueltas producidas entre 1879-1894 (España, Sicilia, Irlanda), la migración masiva de población en regiones pobres de Europa (Irlanda, Noruega, España, Sur de Italia) En otros lugares la respuesta a esta crisis llevó a la modernización de la producción agropecuaria (Dinamarca), la organización de cooperativas (Francia, EE UU y Nueva Zelanda) o a la implementación de tarifas proteccionistas (Alemania, Francia y EE. UU.).

Quienes bregaron por el establecimiento de tarifas proteccionistas, no eran solo la burguesía agraria y los pequeños agricultores, sino también pequeños artesanos y las pequeñas empresas familiares, sectores que veían en este mecanismo la ocasión de aumentar su margen en el mercado mediante la supresión de mercancías extranjeras que compitieran contra las suyas. El proteccionismo económico en el transcurso del período histórico en cuestión paso de ser un recurso económico para la protección del sector agrario a constituirse en un recurso económico para proteger el equilibrio de las economías nacionales y fomentar la expansión industrial local17. La gran depresión dice Hobsbawm “… puso fin a la era del liberalismo económico, al menos en el capítulo de los artículos de consumo. Las tarifas proteccionistas, que comenzaron a aplicarse en Alemania e Italia (en los productos textiles) a finales del decenio de 1870, pasaron a ser un elemento permanente en el escenario económico internacional…”

Hobsbawm sostiene que “En conjunto, el proteccionismo industrial contribuyó a ampliar la base industrial del planeta, impulsando a las industrias nacionales a abastecer los mercados domésticos, que crecían también a un ritmo vertiginoso” y luego, a fin de justificar su afirmación, dice “En 1870, los cuatro estados industriales más importantes producían casi el 80 por 100 de los productos manufacturados del mundo, pero en 1913 esa proporción era del 72 por 100”18

Mediante el proteccionismo, la burguesía -aparte de asegurarse el mercado doméstico- contuvo la protesta social de los pequeños propietarios de tierras, y los artesanos. El Imperialismo, sirvió no solamente para la acumulación capitalista, sino también para ganarse la popularidad de las clases medias y financiar, como más arriba vimos, las políticas asistenciales.

17 Las tarifas proteccionistas no afectaron al movimiento de mano de obra y de capitales.18 Idem. Pág. 51

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La aplicación del proteccionismo, es decir, la intención de dejar que el Estado intervenga en el mercado controlando el flujo de mercancías, la oferta y la demanda, y la implicación del Estado en las relaciones capital-trabajo implicó la abdicación del liberalismo como teoría económica en la práctica. La expansión industrial de la Europa continental, y la mínima estabilidad de las relaciones sociales dependió de ahora en más -como en realidad siempre fue- de la regulación Estatal.

Una de las respuestas de la burguesía a la situación económica del período 1870-1895 fue la racionalización de la producción y la conformación de oligopolios o monopolios (Trusts o Cartels)19. Esta según Hobsbawm es una tendencia notable en las industrias pesadas, en los sectores que producía y distribuían nuevas formas de energía, así como en el transporte.

La racionalización de la producción, o si se quiere la `gestión científica´ de las fábricas encontró en el yankee F.W. Taylor a su principal mentor. El objetivo de Taylor era encontrar con la forma de aumentar la productividad de la mano de obra. “El objetivo –dice Hobsbawm- se intentó alcanzar mediante tres métodos fundamentales:

1- Aislando a cada trabajador del resto del grupo transfiriendo el control del proceso productivo a los representantes de la dirección, que decían al trabajador exactamente lo que tenía que hacer y la producción que tenía que alcanzar, a la luz de...

2- …una descomposición sistemática de cada proceso en elementos cronometrados y…3- …sistemas distintos de pago de salarios que supusieran un incentivo producir más

Otra opción aparte de las enumeradas era el imperialismo. Según Hobsbwam “…no puede negarse que la presión del capital para conseguir inversiones más productivas, así como la… búsqueda de nuevos mercados, contribuyó a impulsar la política de expansión, que incluía la conquista colonial”

Imperialismo y democracia.

Si bien Hobsbawm, como Lenin, está de acuerdo en que el imperialismo es un fenómeno económico “La pretensión de explicar `el nuevo imperialismo´ desde una óptica no económica es tan poco realista como el intento de explicar la aparición de los partidos obreros sin tener en cuenta para nada los factores económicos” Sin embargo, para Hobsbawm, lo que motivo la expansión europea a conquistar íntegramente África y Oceanía y a controlar Asia, no era tanto la necesidad de colocar mercancías y capitales en mercados coloniales, sino la necesidad de asegurarse la apropiación de materias primas claves que casualmente se encontraban en abundancia en lugares remotos.20

El motor de combustión, necesitaba de petróleo La industria eléctrica necesitaba de cobre La industria del acero necesitaba metales no ferrosos (Niquel) La necesidad de contar con oro y plata, impulsó la búsqueda y a la explotación de los yacimientos

auríferos en América y en África donde se hallaban en cantidad (Sudáfrica).

Aparte de estas materias primas, cuyo consumo estaba ligado a las nuevas tecnologías desarrolladas, el mercado europeo comenzó a demandar de manera creciente productos “propios” de las colonias: desde diamantes, azúcar, café, cacao, hasta productos agropecuarios baratos con los cuales poder reducir el costo de vida, y por ende, el de los salarios.

Otras razones alternativas para explicar el surgimiento del imperialismo

Luego, es decir, posteriormente la posesión de colonias se convirtió en una condición sine qua non de una gran potencia. Razón por la cual muchos Estados intentaron ocupar alguna región allende los mares para elevar su status (Ej: el fallido intento de Italia por ocupar Etiopía)

Muchos territorios fueron colonizados también por cuestiones estratégicas. A fin de controlar la ruta hacia la India Inglaterra habría debido controlar puntos estratégicos en África y el Océano Índico.

19 Hobsbawm está a favor del uso del término oligopolio.20 EL punto fuerte de la tesis de Hobsbawm es que las inversiones de capital efectuadas por las potencias europeas se concentraron en Europa

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A partir de la famosa frase de Cecil Rhodes, según la cual el imperialismo sería la forma de evitar la guerra civil, se han sostenido hipótesis que afirman que el imperialismo haría tenido una función social. Hobsbawm, en desacuerdo con esta postura, sostiene sin embargo, que la expansión imperial habría dotado al Estado de cierta legitimidad y popularidad, “… el imperialismo ayudaba a crear un buen cemento ideológico” El sentimiento de superioridad racial era algo que como la religión o la nación, tendía a unificar a la sociedad.

Algunas consecuencias del imperialismo

Al calor del imperialismo se produjo una división internacional del trabajo entre Europa y el resto del mundo, visto por Hobsbawm, como un conjunto de de territorios coloniales y semicoloniales. Estos últimos dos se convirtieron en productores especializados de materias primas.

Otra de las consecuencias del imperialismo fue la “occidentalización de las élites”

El racismo: “La novedad del siglo XIX consistió en el hecho de que cada vez más y de forma más general se consideró a los pueblos no europeos y a sus sociedades como inferiores, indeseables, débiles y atrasados, incluso infantiles. Eran pueblos adecuados para la conquista.”

La expansión de las redes de comunicación, dio lugar a la mayor accesibilidad de a los países colonizados, con lo cual se crearon las condiciones para mayores posibilidades de confrontación y fusión cultural.

Cambios sociales

Al calor del período de depresión (1870-1895 en números redondos), mientras el capital tendía a concentrarse, el proletariado tendía a crecer en todo el mundo mediante la proletarización del artesanado y el campesinado. Este proceso se dio de forma más espectacular en Inglaterra, Francia, Alemania, EE UU y Japón.

Más allá de poseer experiencias similares, la unificación nacional del proletariado, no digamos internacional, era harto complicada. Diferencias de oficios y de ingresos, de idioma, de nacionalidad, de religión y de otras características atentaron contra cualquier intento de unificación del proletariado. Más allá del sindicato por oficio organizar al movimiento obrero era difícil a nivel nacional e internacional.

Sin embargo en el transcurso de los últimos 2 decenios del siglo, este objetivo se logró

Un papel notable tuvieron las Ideologías transmitidas a través de organizaciones políticas con ideologías proletarias: anarquismo y socialismo (a partir de la Segunda Internacional el marxismo se transforma en la corriente dominante del socialsimo). Estas organizaciones se acercaron a ellos, les ofrecieron una organización que los represente, una teoría de la sociedad en armonía con sus intereses, categorías de análisis, una ideología liberadora etc. En pocas palabras les aportaron conciencia de clase.

La maquinización hizo progresivamente innecesaria la calificación de la mano de obra e hizo posible el descenso de los salarios, provocados también por el aumento de la oferta de fuerza de trabajo. Esto, como era de esperarse agudizó los conflictos entre burgueses y proletarios a nivel local, nacional e internacional al tiempo que se homogeneizaba la condición material del proletariado.

La segregación social manifestada en la distribución de la población de la urbe, dio lugar a barrios obreros, con lo cual la transmisión de experiencias y de ideologías se hizo posible (Berlin: Wedding y Neuköln; Berlin: West Ham )

En la formación de la conciencia de clase, el Estado desempeño su rol. La lucha por la extensión del sufragio en Europa durante el último 1/3 del siglo y la represión estatal puso de manifiesto la identidad de sus intereses. Los movimientos socialistas se convirtieron en los grandes adalides del sufragio universal.

Dos sucesos contribuyeron a hacer del movimiento obrero un movimiento de carácter internacional

La Primera y Segunda Internacional y la declaración del día internacional del trabajo el primero de mayo.

Todavía los obreros sindicalizados, con ideologías anarquistas o socialistas, es decir, con conciencia de clase, son escasos. No obstante ya se podía divisar, como dijimos, ciertas tendencias.

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Los partidos socialistas más importantes se identificaron con el socialismo marxista (Por ejemplo, el SPD) La clave según Hobsbawm era que sus principales afirmaciones eran plausibles y sus propuestas, en cierta medida eran realizables.

Debido a la persistencia del régimen capitalista, fracciones del movimiento obrero ligadas al marxismo comenzaron a pensar en la posibilidad de efectuar una revolución sin revolución. El revisionismo, de la mano de Edward Bernstein, aporto la teoría de una práctica que sería dominante en los partidos socialistas. El SPD en la práctica era un partido político que aspiraba a obtener reivindicaciones proletarias por la vía “diplomática”. Esto a los ojos de los obreros de otras naciones hizo de Marx un reformista y no un revolucionario.

Punto débil de los partidos socialistas: escaso apoyo. Más allá de los proletarios no solían contar con el apoyo masivo de otras clases sociales. No obstante, el socialismo, en tanto que heredero de la revolución, contó con el apoyo de ciudadanos afines a ideologías análogas (jacobinos). Su oposición incondicional a los ricos, su crítica al capitalismo, al Estado burgués y al orden establecido, su crítica a la explotación etc. le granjeó el apoyo de sectores descontentos con el nuevo régimen social.

Cambios políticos

Las masas entran en escena:

Según Hobsbawm en cuestión “a partir de 1870 se hizo cada vez más evidente que la democratización de la vida política de los estados era absolutamente inevitable. Las masas acabarían haciendo su aparición en el escenario político, les gustara o no a las clases gobernantes”21 Éstas, más allá de sus prejuicios y miedos, no pudieron hacer oídos sordos por mucho más tiempo a los reclamos de los ciudadanos europeos con aspiraciones a participar activamente en política.

A lo largo del período, a medida que fueron aumentando la intensidad de las protestas en pro de la expansión del sufragio, las clases dominantes se vieron obligadas a ceder a la presión de las masas. A partir de fines del s. XIX, la burguesía debió integrarlas.

La movilización política de las masas trajo como consecuencia:

La formación de partidos políticos de masas capaces de cooptarlas La creación de mass media, para expandir las propuestas de los partidos políticos Elaboración de un discurso susceptible de ser internalizado por las masas, y en armonía con sus

intereses. Demagogia.

Los partidos de masas:

Una de sus características distintivas era que el nuevo partido representaba una visión del mundo. Era esto más que el programa político en sí lo que atraía las masas al partido.

Aspiraban a ser globales, aspiraban a trascender el marco local o regional. De estos partidos comenzarían a salir los nuevos líderes políticos que reemplazarían a los viejos

notables.

Entre los partidos de masas más importantes y más peligrosos para la burguesía encontramos a los partidos políticos de la clase obrera, especialmente los partidos socialistas (los partidos nacionalistas, racistas o religiosos no representaban problemas para la propiedad privada).

La respuesta de la burguesía frente a sus movilizaciones en pro de reivindicaciones fue en primera instancia, durante la década de 1870 y 1880, la coacción y la proscripción, hecho que más que atentar contra su salud, la mejoraba. Según Hobsbawm, a partir de 1890, la burguesía y sus secuaces, resignados, debieron aceptar la presencia de partidos obreros de raigambre socialista.

Las fracciones más lucidas de la burguesía, ante el ascenso del socialismo, no se quedó cruzada de brazos. Intentó, mediante la formación de partidos de masas, cooptar obreros a su causa.

21 Eric Hobsbawm “La era del imperio 1875-1914” Bs. As., Crítica, 2006. Pág. 9589

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Como era de esperarse, los partidos burgueses intentaron cooptar a las fracciones moderadas dividiéndolo.

Otros gobiernos intentaron hacer de los partidos socialistas, movimientos sociales superfluos. Es el caso de Alemania. Bismarck luego de proscribir a la socialdemocracia, intentó efectuar una redistribución de la riqueza un tanto más equitativa mediante un plan de seguridad social sin precedentes. Estas medidas luego fueron imitadas durante el primer decenio del s. XX por Austria, Inglaterra y Francia. No obstante, los partidos socialistas siguieron creciendo

Dice Hobsbawm: ¿Consiguieron las sociedades políticas y las clases dirigentes de la Europa occidental controlar esas movilizaciones de masas, potencial o realmente subversivas? Así ocurrió en general en el período anterior a 1914… Los movimientos que rechazaban el sistema, como el socialismo, eran engullidos por éste o… podían ser utilizados incluso como catalizadores de un consenso mayoritario.

Conclusión:

Como vemos, la burguesía, gracias a la habilidad de sus sectores más lucidos, logro adaptarse a las coyunturas históricas que se le fueron presentando sacando ventajas de diversas situaciones. No obstante, la burguesía que va a encarar la primer guerra mundial por la hegemonía imperial, no es la misma que la burguesía que se consolidó en el período 1848-1870. Esta burguesía ya no gobierna sola, gobierna con representantes de la clase obrera, las clases medias, con representantes de grupos nacionalistas y racistas.

El Estado, su instrumento, ya no es el mismo. Sus aparatos se encuentran controlados por distintos sectores sociales. El Estado ya no es solamente garante de la propiedad privada. Ahora, del “guardián nocturno”, depende, la regulación de la actividad económica mediante el control de las principales variables económicas, tales como los precios y el costo de la mano de obra, otrora regulado por la ley de la oferta y la demanda.

El autor en cuestión, toma el año 1914 como el momento en el cual el proyecto de la burguesía liberal se torna definitivamente inviable, incapaz de dar respuesta a las nuevas cuestiones sociales. Desde 1914 según Hobsbawm “(…) el liberalismo burgués, enfrentado con lo que un destacado liberal llamo “la crisis mundial” (Elie Halévy), se sentía perplejo. Podía abdicar o desaparecer. Alternativamente, podía asimilarse a algo como los partidos socialdemócratas no bolcheviques, no revolucionarios y “reformistas” que surgieron en la Europa occidental después de 1917 como garantes principales de la continuidad social y política (...) En resumen, el liberalismo burgués podía desparecer o hacerse irreconocible. Pero de ninguna manera podía mantenerse en pie en su antigua forma.”22.

La crisis económica causada por la primera guerra mundial, la Revolución Rusa, la crisis de 1930 y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, no solo demostrarían el acierto de la afirmación de Hobsbawm, sino también comenzaron a dar cuenta de la inviabilidad de una sociedad guiada por la burguesía.

Las transformaciones del nacionalismo

Según Hobsbawm, el nacionalismo de 1880-1914 difería en tres aspectos del nacionalismo de principios de siglo XIX:

Abandonó el “principio del umbral”. “En lo sucesivo cualquier conjunto de personas que se consideraba como `nación´ reivindicó el derecho a la autodeterminación, que, en último término significaba el derecho a un Estado aparte”

La etnicidad y la lengua se convirtieron en los criterios centrales de la condición de nación. La primera se desarrolló al calor de la expansión imperial. El darwinismo aplicado al estudio de la sociedad, -darwinismo social- creó una teoría que justificaba las prácticas imperialistas y la superioridad racial de ciertas naciones.

El nacionalismo, surgido en las postrimerías del s. XIX, comenzó a emplearse para definir a grupos ideológicos de derecha que agitaban la bandera contra liberales, socialistas, extranjeros y sobre todo, judios

22 Pág. 34190

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Dice Hobsbawm: “No ha de sorprendernos que el nacionalismo ganara terreno tan rápidamente entre el decenio de 1870-1914. Estaba en función de cambios tanto sociales como políticos, por no hablar de la situación internacional que proporcionaba muchas oportunidades de expresar hostilidad para con los extranjeros. Desde el punto de vista social, tres fenómenos aumentaron considerablemente las posibilidades de crear nuevas formas de inventar comunidades `imaginadas´ o incluso reales como nacionalidades:

la resistencia de grupos tradicionales que se veían amenazados por la embestida de la modernidad; las clases y estratos nuevos y no tradicionales…; y las migraciones sin precedentes.

El Estado también jugó su papel: contribuyó a la creación de una lengua oficial, creaba los símbolos nacionales, mediante la instrucción primaria y el ejército, dio a la nación cierta homogeneidad lingüística y cultural. Si el Estado es una entidad cuya función es la cohesión de la formación social, la nación y el nacionalismo era la ideología-cemento clave.

Aquella clase social que se artículo al nacionalismo fue la pequeña burguesía. Esta hizo del nacionalismo, -termino ligado originariamente al pueblo, el liberalismo y la izquierda- un término ligado al chauvinismo, la xenofobia, el racismo, el imperialismo y el antiliberalismo.

Las fracciones bajas de la clase media, encontraron en el nacionalismo una manera de identificarse entre ellos “Les proporcionaba una identidad colectiva como `defensores auténticos´ de la nación que les eludía como clase, o como aspirantes a alcanzar el estatus burgués que tanto codiciaban. El patriotismo compensaba su inferioridad social”

Apéndice

La Iª Internacional y la Comuna de Paris

La Iª Internacional y la Comuna de París son las dos experiencias políticas más importantes del movimiento obrero en el siglo XIX y se encuentran estrechamente relacionadas. La Iª Internacional es la primera experiencia de organización política-social de la clase obrera con una clara perspectiva anticapitalista, la Comuna es la primer experiencia de revolución obrera triunfante.

Ya en el Manifiesto Comunista de 1848, Marx y Engels habían definido a la conquista del poder político como un objetivo fundamental de la clase obrera, en el camino de su emancipación. Esto significaba que para abordar el proceso de transformación social desde la sociedad capitalista hasta la sociedad sin clases o sociedad comunista, era necesario la destrucción del estado burgués y un periodo político de transición más o menos largo caracterizado por el ejercicio del poder político por la clase obrera y los sectores oprimidos durante el cual "la sociedad irá reabsorbiendo todo el capital". (Manifiesto Comunista).

Esta opinión no era compartida por muchas corrientes socialistas de la época. Los llamados socialistas utópicos se caracterizaban por proponer diversos sistemas de transformación social que eludían el objetivo de la lucha social y política por derribar el poder político de la burguesía. Se orientaban en cambio a la construcción de islotes comunitarios como cooperativas de producción, sociedades fraternas, mutualistas, comunidades, etc. en el seno de la sociedad capitalista y se imaginaban un proceso de transformación social por el crecimiento y extensión de estas comunidades.

La primera Internacional: Marx y Proudhom

Un aspecto central del debate de las corrientes obreras y socialistas entre 1848 y 1870 fue justamente la discusión del camino de la transformación social. La polémica entre Marx y Proudhon se centró en este terreno.

Produhom

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Proudhon puede ser caracterizado cono el último de los socialistas utópicos. Como la gran mayoría de este grupo social, Proudhon no veía en el confrontamiento clasista la vía para llegar al cambio social; descreía del valor de la huelga y de la organización sindical.

Con respecto a las huelgas llegó a sostener que "Todo movimiento de elevación de los salarios no puede producir más efecto que el de un alza sobre el trigo, el vino, etc, es decir, el efecto de una escasez... Es imposible, sostengo, que las huelgas, seguidas de aumento de salario, no concluyan en un encarecimiento general: esto es tan cierto como dos y dos son cuatro" (Prouhdon, "Filosofía de la miseria", citado en Marx "Miseria de la filosofía", P.248, Ediciones Jucar 1974, Madrid)

Con más ahínco aún Proudhon se oponía a todo lo que pudiese concebirse como una lucha o una organización política de los explotados. De la idea correcta sobre el Estado como una máquina de opresión, sacaba la conclusión incorrecta de que toda lucha política era una actividad huera que apartaba a los obreros de la tarea de construcción de sus organizaciones mutuales y cooperativas.

Las ideas de Proudhon tuvieron un gran arraigo en su patria (Francia) y pervivieron con fuerza durante los primeros años de la Iª Internacional.

Su propia constitución va a obedecer en lo inmediato a un motivo eminentemente político: la solidaridad del movimiento obrero inglés y francés con el pueblo polaco sojuzgado por la autocracia rusa que era visualizada como la fortaleza de la reacción europea. Este es el tema del gran acto convocado en el St. Martin Hall en Londres en 1864 que da nacimiento a la Internacional.

Aunque en el Manifiesto inaugural, redactado por Marx, se planteaba la conquista del poder político, en lo que se considera como verdadero primer Congreso de la Internacional, realizado en setiembre de 1866 en Ginebra, siguen predominando las ideas proudhonianas. En su resolución central se plantea el cambio social "sobre la base de la reciprocidad, por medio de la organización de un crédito mutuo gratuito, nacional y luego internacional; no se trata de destruir la sociedad existente, sino de arreglarla" (Reproducido en Droz, Historia General del Socialismo). Esto significaba un rechazo implícito a la huelga y a la revolución. Bakunin considerará retrospectivamente un gran avance las resoluciones de este Congreso: "El punto central, que se encuentra igualmente en el Manifiesto redactado por Marx en 1864 en nombre del Consejo General provisional, y que en el Congreso de Ginebra de 1866 fue eliminado del programa de la internacional, es la conquista del poder político por la clase obrera" (Carta a la redacción de "La liberté" de Bruselas, Zurich 5 de octubre de 1872)

En el Congreso de Lausana del año siguiente (1867) comienza a disminuir la influencia proudhoniana, pero va a ser en el Congreso de Bruselas (1868) cuando finalmente se proclamará la legitimidad y necesidad de la huelga. Otra resolución importante de este congreso es el nuevo lugar que se asigna a las cooperativas, no ya como el método de la transformación social sino como base de la organización económica de la futura sociedad luego de la conquista del poder. Finalmente se aprueba el objetivo de la propiedad colectiva del suelo, minas, canteras, bosques y medios de transportes.

En el Congreso de Basilea (1869) se reafirman las resoluciones del Congreso anterior por 54 votos a favor, 4 en contra y 13 abstenciones (todos ellos de proudonianos) a lo que se agrega que "la sociedad tiene derecho a abolir la propiedad individual de la tierra y a colectivizarla", realizando también un llamamiento a la creación de sociedades de resistencia (sindicatos) en los diferentes grupos de oficio y una organización sindical internacional.

Todas estas posiciones en el seno de la Iª Internacional, se desarrollan con el correlato del desarrollo de un gran movimiento huelguístico en Inglaterra y en el continente. En Francia las sociedades fraternas se van transformando en sociedades de resistencia (sindicatos). El próximo paso se dará luego de la Comuna de París en la Conferencia de Londres de setiembre de 1871 cuya resolución fundamental, ratificada en el Congreso de La Haya de 1872, reafirma la necesidad para la clase obrera de constituirse como una fuerza política independiente de los partidos burgueses y de la unidad de la lucha social con la lucha política:

"Considerando:

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Que el proletariado no puede actuar como clase contra el poder colectivo de las clases poseedoras más que constituyéndose él mismo en un partido político diferente, opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras.

Que esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y su objetivo último: la abolición de las clases.

Que la coalición de las fuerzas obreras conseguida ya en las luchas económicas debe servir de palanca en las manos de esa clase en su lucha contra el poder político de los explotadores.

La conferencia recuerda a los miembros de la Internacional que en el estado militante de la clase obrera su movimiento económico y su acción política están indisolublemente unidos"

(Historia General del Socialismo, Jacques Droz y otros, T. I, Vol. 2, pág. 847-848)

Es este pronunciamiento el que determinará la ruptura de la Iª Internacional por la oposición a la misma por parte de la minoría anarquista orientada por Bakunin. Es interesante el balance que realiza Bakunin de esta evolución:

"Toda esta tormenta se desencadenará por la desgraciada intención de los marxistas de querer convertir la cuestión política en una base, en un principio obligatorio para la Internacional.

Hoy en día, en efecto, ya no existe reconciliación posible entre las dos citadas tendencias. Sólo la praxis de la revolución social, nuevas y grandes experiencias históricas, así como la lógica de los hechos son capaces de conducirlas tarde o temprano a una solución común"

Agregando estar "firmemente convencido del valor de nuestros principios... de condenar la política que en realidad no es más que el arte de dominar y explotar a las masas". ("Carta a los hermanos españoles de la Alianza", Locarno, primavera de 1872,

Es necesario considerar, a los efectos de clarificar el debate desarrollado en el seno de la Iª Internacional que Bakunin, más allá de sus diferencias con el teórico francés, se reivindica como continuador de la corriente prodhoniana:

"Por todo ello existen esos dos sistemas contrapuestos, el sistema anarquista de Proudhon, que nosotros hemos ampliado, desarrollado y liberado de todos los accesorios metafísicos, idealistas y doctrinarios, adoptando claramente la materia en la ciencia y la economía social en la historia como bases para todo desarrollo posterior. Y luego el sistema de Marx, jefe de la escuela alemana de los comunistas autoritarios" (ídem, pág. 328).

Es decir que, hasta donde creemos entender, se trata de diferencias de orden filosófico con Proudhon, pero reivindicando en lo esencial su sistema negador de la necesidad de la acción política y de la necesidad de conquistar el poder político por parte de la clase obrera para impulsar la transformación social.

La Iª Internacional fue una organización internacional social y política de la clase obrera que abarcó al conjunto de las corrientes ideológicas de los trabajadores, unidos en su oposición a la explotación capitalista. A pesar de esta gran heterogeneidad, cumplió un rol activo de primer orden en la construcción y el desarrollo de las organizaciones obreras en todos los países donde tuvo actividad. Se puso de relieve por primera vez que no existe una muralla entre la organización social y política y que ambos aspectos de la misma lucha contra el capital son inseparables.

Fue la propia experiencia de la lucha la que fue decantando las ilusiones utópicas de contenido antipolítico, comunitarista y mutualista. La Comuna de Paris como primer gobierno efectivo de la clase obrera representó la culminación de esta experiencia.

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La Comuna de Paris

Carlos Marx, en su libro La Guerra Civil en Francia, rinde un homenaje profundo y sincero a la clase obrera parisina; su defensa del proletariado que se ha rebelado contra los explotadores es incondicional y completa; la descripción que en este texto realiza de los crímenes que la burguesía es capaz de llevar a cabo con tal de mantener sus privilegios, ha pasado a la historia como una de las denuncias más contundentes del régimen burgués y de todo lo que lo sostiene que se hayan escrito jamás.

Pero la trascendencia histórica de La Guerra Civil en Francia, escrito en forma de manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), supera ampliamente la mera denuncia de los crímenes de la soldadesca al servicio del capital.

Antecedentes de la Comuna

La Comuna de Paris, según Marx, es uno de los efectos de los sucesos de la Revolución de 1848. La correlación de fuerzas entre las clases resultante de los sucesos de junio (una clase obrera debilitada, sin la suficiente fuerza para sobreponerse y una burguesía dividida e incapaz de dirigir firmemente a la sociedad) creó las condiciones para que el Estado se elevara por encima de las clases sociales para defender y gestionar más eficazmente el sistema capitalista.

En 1851, Luis Bonaparte (hasta ese momento presidente de la República francesa) y sus aliados (entre ellos se destacan el campesinado y el lumpen-proletariado parisino) se impusieron gracias al equilibrio de fuerzas entre la burguesía (fraccionada) y el proletariado (debilitado por los sucesos de Junio).( Karl Marx El 18 Brumario de Napoleón Bonaparte)

Durante el II Imperio la política exterior se orienta a la expansión ultramarina y a la ampliación de las fronteras francesas en Europa. Esto traería como consecuencia inevitable confrontamientos bélicos con los vecinos. La guerra franco prusiana es consecuencia de esto.

La derrota del ejército de Napoleón III (y su apresamiento) en la batalla de Sedán, dando fin a la guerra franco-prusiana, determinó el colapso del Imperio Francés y el surgimiento de un gobierno burgués provisorio con sede en Versalles. El problema inmediato que se le presentó al gobierno burgués fue el control de París donde carecía de fuerza militar propia. En efecto, la ciudad quedó bajo el control de la Guardia Nacional que respondía a los trabajadores parisinos. Fue el intento de Thiers (político burgués al frente del gobierno de Versalles) de desarmar a la Guardia Nacional la que provocó la insurrección de Paris que derrotó militarmente a la maniobra, fusilando a sus dos responsables e instaurando un gobierno propio: el gobierno de la Comuna.

La comuna de París, primer Estado obrero de la historia

En El manifiesto comunista más que un esbozo de la sociedad comunista no hay. Se sabe que el proletariado, mediante una dictadura temporal socializaría los medios de producción; que las diferencias de clase quedarán abolidas; y que el Estado quedará extinguido. Ahora bien había muchas cuestiones sin resolver con respecto a la sociedad que el proletariado construiría: ¿Cómo establecer una dictadura del proletariado? ¿Cómo organizarla? ¿Qué medidas políticas y económicas llevar a cabo para poner en marcha el cambio social? etc. La experiencia de la Comuna aportará respuestas provisorias a estas cuestiones.

El gobierno de la Comuna estaba integrado por Consejeros Municipales elegidos por sufragio universal en todos los distritos de la ciudad, responsables ante sus electores y revocables en todo momento . Se constituyó así un Consejo General de la Comuna de 65 miembros de los cuales 25 eran obreros y el resto se repartían entre artesanos relativamente independientes, comerciantes, profesionales, maestros y periodistas. En cuanto

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a la composición política Droz habla de una presencia importante de Internacionalistas (adherentes o simpatizantes de la Iª Internacional) entre los que, con todas las precauciones del caso, se puede hablar de una mayoría de Proudhonianos, doce blanquistas (partidarios de Auguste Blanqui) y tan sólo dos "marxistas" Serviller y Frankel, aunque apunta la presencia de otros activos simpatizantes de Marx en el movimiento que no integraron el Consejo General.

La Comuna de París, como poder político de los trabajadores y del pueblo de París, toma una serie de resoluciones políticas fundamentales que debemos reivindicar:

1) Supresión del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas expresado en la Guardia Nacional como milicia popular organizada democráticamente. La Guardia Nacional, aún antes de la insurrección de marzo, estaba dirigida por un Comité Central elegible y revocable.

2) La ya mencionada elegibilidad y revocabilidad permanente de todos los mandatos.

3) El establecimiento de instituciones gubernamentales no parlamentarias, sino concebidas como corporaciones de trabajo ejecutivas y legislativas al mismo tiempo.

4) Instauración de la separación de la Iglesia y el Estado

5) Educación laica y gratuita

6) Jueces y magistrados electivos responsables y revocables.

8) Instauración de un gobierno nacional ejercido por una Asamblea Nacional de delegados de las diferentes Comunas con sede en París. Obviamente este último propósito no pudo ser concretado por la derrota de la Comuna de París a los setenta y dos días de su existencia.

Junto a estas resoluciones políticas hay que recordar la instauración de otras reivindicaciones de carácter netamente social:

1) Prohibición del trabajo nocturno en las panaderías.

2) Prohibición del trabajo de menores.

3) Moratoria para el cobro de las deudas.

4) Oficina de colocación en cada ayuntamiento.

5) Supresión de las multas y retenciones salariales.

6) Prioridad de las cooperativas de producción en el otorgamiento de mercados.

7) Establecimiento de un salario mínimo.

8) Expropiación de talleres abandonados y su puesta en funcionamiento por cooperativas obreras de producción.

9) Expropiación de grandes empresas.

La experiencia revolucionaria de la Comuna de Paris pondrá de manifiesto definitivamente que la clase obrera junto al resto de las masas populares en su lucha por la transformación social se enfrenta ineludiblemente a la necesidad de conquistar el poder político destruyendo al estado opresor.

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Todas las ilusiones anteriores de las diversas fórmulas utópicas en el sentido de desconocer la acción política y emprender directamente la transformación social, empezarán a quedar relegadas a partir de la Comuna. Creo que tuvo razón Engels al señalar que los propios Comuneros partidarios de Proudhon, en la práctica, rompieron con sus concepciones anteriores al integrar el Consejo General de la Comuna ejerciendo el poder político popular para el que fueron elegidos por el pueblo parisino insurrecto.

En la actualidad, como una expresión más del retroceso político de toda la tradición revolucionaria, han vuelto a aparecer posiciones de corte comunitaristas y utópicas, que descreen de la necesidad de la conquista del poder político.

En síntesis

1- La primera tarea de los obreros fue destruir los aparatos del Estado burgués. Esta necesidad se concretó en la abolición del ejército profesional y la creación de una nueva -la Guardia Nacional- compuesta el pueblo en armas.

2- La Comuna se organizó a través de asambleas populares seccionales que elegían sus representantes. Todos los representantes eran elegibles y revocables en cualquier momento y los ciudadanos que asumían una tarea de gestión de cualquier índole (judicial, distribución de alimentos, supervisión de la producción, etc.), también eran elegibles y revocables en cualquier momento y su retribución no superaba en ningún caso el sueldo medio de un obrero cualificado, lo que suponía un poderoso antídoto contra el arribismo.

3- La Comuna, una vez afirmada, intentó tomar medidas tendientes a fortalecer la hegemonía de la clase obrera. Para ello era necesario establecer alianzas con otras fracciones sociales. Para ganar el apoyo de la clase media de París, prorrogó por tres años el pago de las deudas y abolió el pago de los intereses generados por ellas. La comuna también inició el camino para ganarse a los campesinos de toda Francia, que hasta ese momento habían sido la base del régimen imperial, exigiendo que el pago de la factura de la guerra lo hicieran los capitalistas y los grandes terratenientes a la vez que planteaba el levantamiento de las hipotecas sobre las tierras, algo que se cernían como una espada de Damocles sobre las cabezas de millones de campesinos amenazándolos con la ruina.

4- La Comuna encabezada por la clase obrera, toma en sus manos las principales fuentes de creación de riqueza y las pone al servicio de la sociedad. Con estas dos medidas el proletariado da el primer y decisivo paso para la desaparición de las clases sociales.

Como dijera Marx "la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo". (Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871). Esta forma política finalmente encontrada, con todo su contenido de democracia irrestricta de masas, de autogobierno de los explotados, es la tradición que debe ser rescatada cuando se cumplen 130 años de aquella gesta heroica, piedra liminar de la tradición revolucionaria de la clase obrera en su lucha permanente contra el yugo del capital.

La Comuna de Paris 1871

Alain Dalotel

Transcripción de un vídeo de O. Ressler con la colaboración de Rebond pour la commune, grabado en Paris, Francia, 25 min., 2004

Mi nombre es Alain Dalotel. Como historiador, trabajo en el campo de la historia social con un interés especial en todas las preguntas relacionadas a las rupturas: guerras, revoluciones, huelgas, feminismo, que implica también rupturas, y en particular La Comuna. A propósito, este es el libro más reciente que he escrito en este tema, acerca de André Léo, un manuscrito que fue utilizado para la realización de la película de Peter Watkins, "La Comuna de París".

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Estamos ahora frente al muro Federado, donde un número de Comuneros están enterrados.

La pregunta sobre los orígenes de la Comuna es siempre un tema de debate. Algunos piensan que nació a partir de una serie de circunstancias: la guerra de 1870 oponiéndose al 2do Imperio y Prusia, otros encuentran respuestas en el movimiento revolucionario que fue muy importante desde que la 1ra Internacional había sido fundada en 1864 en Londres, por Karl Marx y otros. Asimismo, un movimiento revolucionario muy fuerte se forma en París durante los últimos años del Imperio, puesto que este Imperio liberal había autorizado reuniones públicas. Varios grupos revolucionarios trataron entonces de tomar control de este discurso libre y público mucho antes de la Comuna, puesto que estas miles de reuniones públicas tomaron lugar de 1868 a 1870. Luego la guerra estalló, y este movimiento de discurso democrático y libre continuó a través de la toma de París con el nacimiento de los "Clubes Rojos" que eran los descendientes directos de las reuniones públicas que habían sido finalmente prohibidas. Había un arrebato democrático extraordinario durante la toma de Paris que afectó las libertades individuales. Pero lo que hizo especial este asedio fue que la población estaba armada en la Guardia Nacional junto a las tropas regulares. Aproximadamente 300, 000 hombres fueron alistados y armados con rifles Chassepot, armas y cañones. Esto condujo rápidamente a las sublevaciones populares desde que el llamado Gobierno de Defensa Nacional fue acusado de traición y capitulación. Entonces aquí hay algunas otras causas. Algunas causas son militares, otras son sociales... o revolucionarias. La situación rápidamente se deterioró bajo un asedio muy duro que condujo a una privación amplia y extensa… y especialmente a la humillación de esta capitulación que tuvo lugar a fines de Enero de 1871. Es ahí cuando se creó una nueva organización: la Federación de la Guardia Nacional que conducirá a una nueva sublevación, el 18 de Marzo de 1871.

La Comuna se inicia el 18 de Marzo de 1871, día en que el poder es tomado por los Federados (la Guardia Nacional) y los grupos Blanquist, y termina el 28 de Mayo de 1871: 72 días para una revolución es de hecho un tiempo muy corto. La Comuna pasó un cierto número de medidas sociales que fueron todas dirigidas por el mismo generoso propósito. Medidas a favor de los niños, a favor de incrementos de salarios, etc. Todas estaban en la misma línea. La medida social más interesante y la que más asustó a la burguesía, fue el decreto tomado el 16 de Abril concerniente a los talleres abandonados por los patrones. Estos talleres debían ser supuestamente entregados a los comités de sindicato de los trabajadores. Esto realmente aterró a la gente, era una medida realmente socialista adoptada por la Comuna. Esto explica la fuerza de la represión que seguiría, hablaremos de la enorme escala de esta represión más adelante. Por otro lado, uno debe recordar que este es tiempo de guerra civil. Algunos sindicalistas que están peleando en las filas de los Federados están en contra el establecimiento del socialismo porque creían que el momento no era adecuado. Lo que importaba para ellos era la lucha contra Versalles. No olviden que la lucha está tomando lugar al oeste de París, justo en las afueras de los resguardos. Contra una armada de Versalles que está rápidamente construyendo su poderío, poco después, con la ayuda de Prusia.

La Comuna está asociada con la idea de democracia directa.¿Y qué significa eso?En el momento, habían numerosas elecciones, en todos lados y todo el tiempo, casi demasiadas. Por toda clase de razones; dentro de la Guardia Nacional por ejemplo, para deponer a los líderes que habían sido juzgados impopulares, etc. La democracia directa está ligada al mandato instantáneamente revocable. Esta es la idea central: un mandato imperativo. Se define el programa y luego alguien es enviado a defenderlo. Si no lo hace así, es obligado a ser destituido. Las elecciones ocurrieron el 26 de Marzo. Lo que trajo al poder en el municipio a cierto número de revolucionarios. Luego el debate empezaba. Hablamos de debates pero con mucha frecuencia era sólo abuso, a gritos. Se gritaban unos a otros por semanas y semanas. Además, parece que estos miembros electos tenían una relación difícil con la gente del vecindario, quienes muy a menudo cuestionaban su debilidad. Muy rápidamente la gente se puso furiosa, ellos invadían iglesias y organizaron los "Clubes Rojos" donde venían a presentar sus propios programas y expresar sus críticas. Estos tipos de relaciones hicieron las cosas más y más difíciles. Hacia el final de la Comuna, parecía que se había desarrollado un divorcio completo entre los representantes y los representados. Esta situación llegó tan lejos que llevo a algunos Comuneros al suicidio. Entonces esta democracia directa condujo a una situación bastante dramática hacia el fin. En cualquier caso, durante la Comuna nadie obedece a nadie.

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Uno tiene que ser muy cuidadoso. Aunque cierta gente junto a Karl Marx había afirmado que la Comuna había abolido el Estado, yo creo que ese no es realmente el caso. La Comuna tenía un gobierno débil, que funcionaba a través de algunas comisiones y que era llamado la Comisión Ejecutiva. Más adelante, luego de los reveses militares, se buscaron modelos antiguos como el Comité de Seguridad Pública, dos de los cuales fueron creados pero nunca funcionaron. Entonces uno tiene que ser muy cuidadoso, la Comuna no era una carencia de gobierno, era un gobierno débil. Débil debido a discusiones, conflictos, debates. Nadie sabe exactamente en qué dirección la Comuna está yendo. Especialmente, la gente de abajo que sólo quería no ser gobernada. La palabra anarquista no existe o tiene un significado distinto en este tiempo. Aún así, la Comuna tiene un aspecto libertario muy fuerte. De hecho, Marx en su panfleto "Guerra Civil en Francia", presentó una imagen casi anarquistaque fue una breve distorsión de la verdad. Dentro del municipio, había más tradición de la que mucha gente creía. Y había también un elemento jacobino significativo que siempre abogaba la necesidad de un gobierno e incluso de una dictadura. Y el debate entre la mayoría y la minoría mostró que alguna gente deseaba decidir en lugar de otros. La única diferencia es que durante la Comuna, esto ya no funcionaba. Esto es lo que muy nuevo a nivel político.

La mayoría de los funcionarios había huido a Versalles. Para los servicios postales por ejemplo,esto era un gran problema porque todo tenía que comenzar de nuevo, ellos tenían que encontrar gente calificada. La Comuna podía hacer todo eso y reemplazar a la gente que quedaba. La fuerza policial también se fue. Hacia el final del Imperio y durante la toma, la policía era muy impopular. Entonces era totalmente impensable que pudiera quedar en Paris un solo policía. Para seguir con el ejemplo, los Comuneros abolieron la policía. De hecho, ellos renombraron los cuarteles de la administración policial y les llamaron los cuarteles de la ex-policia. Guardias y policías fueron reemplazados por la Guardia Nacional. Ellos lograron encontrar a la gente necesaria para hacer funcionar los servicios públicos: sistema de aguas residuales, etc. Sin embargo, esta no es una característica específicamente revolucionaria. Uno puede decir solamente que la clase obrera de París probó que tenía las habilidades para hacer funcionar los asuntos públicos. Pero el aspecto más revolucionario de la Comuna no puede ser encontrado de nuevo en esta capacidad para la administración. Eran capaces de manejarlo, es verdad. Pero las cosas tenían que ir mucho más lejos que eso. Aún así, la Comuna hizo lo mejor de sí para asociar a la clase obrera con la administración de la ciudad.

Ha sido dicho, por Marx por ejemplo, que la Comuna era el gobierno de la clase obrera. Engels habló de la dictadura del proletariado. Indudablemente, los trabajadores desempeñaron un papel central en este episodio revolucionario. Sin embargo, pensar que la Comuna dio lugar a una auto-administración económica generalizada es poco creíble. Las tentativas que tuvieron lugar durante el Imperio y la toma para establecer y desarrollar cooperativas fueron seguidas en mayor escala y en un ambiente más optimista durante la Comuna. Pero el problema seguía siendo el mismo, es decir el financiamiento, lo que significó lidiar con los bancos. Además, no toda la economía funcionaba sobre una base socialista durante la Comuna, lejos de eso. Cierto número de empleadores o contratistas permanecieron en París. Los grandes jefes huyeron a Versalles así como los actores financieros principales. Aún así, mucha gente del Banco de Francia permaneció y siguió adelante algo bien con varios miembros electos de la Comuna como Charles Beslay, por ejemplo . El Banco de Francia fue de hecho amenazado por algunos grupos revolucionarios, pero los Comuneros nunca asumieron el control del banco. Si eso hubiera ocurrido, probablemente la Comuna hubiera durado un poco más. En cualquier caso, el banco estaba seguramente protegido. En términos de economía, lo que era necesario era una economía de guerra puesto que estábamos en el centro de una guerra civil. Por lo tanto cierto número de contratos fueron renovados con los empleadores y contratistas existentes. Cierto número de ejemplos importantes de la autoadministración ocurrieron en ciertos talleres como en el Louvre o en ciertos vecindarios en donde los talleres abandonados habían sido tomados. Los sindicalistas y los internacionalistas trabajaron duro para hacer funcionar estos casos de auto-administración en un ambiente radicalmente democrático que no era siempre muy productivo. Sabemos por Avrial, que era un miembro electo para el 11avo distrito, que Rossel, un militar que había reunido la Comuna, era muy difícil hacer funcionar esta nueva economía socialista. Una razón por la cual no funcionó bien era que había un debate muy grande alrededor de este tema. Escribí un artículo en una revista popular y le di el título de "la trampa cooperativa". Este tema era de hecho el corazón de una discusión muy áspera entre los revolucionarios que deseaban comenzar tomando el poder político, agarrar la arena política y luego provocar una revolución socialista y aquellos que pensaron que era posible ganar terreno gradualmente con la arena de la revolución económica desarrollando estas cooperativas. Pero el

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problema financiero permanece y también la cuestión de la organización. Además, estas cooperativas fueron denunciadas por algunos revolucionarios por recrear asociaciones desiguales entre la cooperativa real de trabajadores y los auxiliares que eran generalmente más jóvenes y no recibían los mismos salarios. Esta era una discusión muy real que de hecho duró todo el siglo XX y continúa hoy. Uno podía organizar un seminario llamado "las dificultades de la auto-administración".

Una de las características más interesantes de la Comuna es el desarrollo de un movimiento vasto de mujeres . Por alguna u otra razón, las mujeres estaban involucradas. Una derrota histórica que fue la más olvidada era la de la Revolución Francesa donde el movimiento de mujeres había sido eliminado por los Jacobinos. Una vez más, vemos que las mujeres se levantan durante la Comuna, en medio de un mundo relativamente macho revolucionario. Hablamos de los soldados, bueno, a ellos no les gustó la idea de que las mujeres pidieran participar en la lucha armada contra Versalles. Finalmente, no recibieron armas, por lo menos algunas de ellas, hasta los días de la semana sangrienta para defender Montmartre. Lo que era absolutamente algo increíble, puesto que ellos pidieron a un grupo de solamente 50 mujeres mantener a salvo la Comuna defendiendo Montmartre que era el símbolo y el lugar de nacimiento de la Comuna. Entonces, levantaron barricadas y junto a los hombres dispararon contra el enemigo, algunas murieron y otras fueron masacradas. Algunas lograron sobrevivir y dar testimonio.

Después de la caída de la Comuna o de su "fracaso", el movimiento revolucionario siguió un camino diferente y lógico: establecer un partido organizado de la clase obrera. Esto conduce hacia el partido Bolchevique... y otros. La Comuna, que no había sido olvidada, se convierte en una referencia negativa: no haga lo que ellos hicieron. Y sepa que todos estos partidos y países han fracasado en establecer el socialismo, y que el muro de Berlín cayó. Una vez más gente de todo el mundo miraba hacia la Comuna de París para probar y encontrar sus secretos.¿Qué hizo su fuerza, cuáles eran sus debilidades?Bueno, su fuerza es parte de sus debilidades y sus debilidades son parte de su fuerza: democracia directa, esta forma de discurso, y de tomar el tiempo para el debate. En la luz de los sucesos actuales - estaban en el centro de una guerra civil - el tiempo no era necesariamente el mejor para organizar discusiones y peleas. Pero esto significa también que soñamos con una Comuna que nunca existió. En un nivel militar, las cosas eran por supuesto muy complicadas puesto que ni los miembros electos de la Comuna ni los oficiales de la Guardia Nacional obedecieron. Los "Ministros" o los delegados de la Guerra fueron completamente ignorados. De hecho, una serie entera de esos funcionarios cayó uno después del otro. Así pues, debe ser dicho que los Comuneros estaban totalmente opuestos a todas las formas de jerarquía. Incluso cuando nominaron a los líderes, era solo para poder desobedecerlos. Así encontramos nuevamente el elemento libertario - incluso si la palabra no existía en ese entonces - que caracteriza a la Comuna y la hace muy específica. Sigue siendo una referencia hoy en día. De un lado, el socialismo se está desintegrando o se ha desintegrado en el Este, y en el otro lado, el neo-liberalismo no funciona.Entonces ¿qué debe hacerse?Bueno, estudiemos la Comuna, que es la mejor manera de identificar el valor de esas ideas y la manera de ponerlas en práctica.

La Comuna ha sido simultáneamente una referencia negativa y positiva. Como el movimiento revolucionario tomó otro camino, la única herencia fue la real toma armada del poder político por la Comuna. Eso era verdad para los bolcheviques, así como para los Espartaquistas, y el resto de los movimientos revolucionarios, incluso si no hay muchos restantes hoy en día. La Comuna ha sido siempre recordada de una manera conmemorativa. Tenía también otros aspectos, uno puramente patriótico. La Comuna no fue usada como un modelo y muy pronto incluso el movimiento francés de trabajadores y los grupos anarquistas se distanciaron de este modelo. No habrían más insurrecciones en Francia. Tuvimos acción directa por grupos anarquistas que hicieron cosas como poner bombas en diversos lugares. Pero en un nivel más general la estrategia adoptada por el movimiento de trabajadores será el arma de la huelga general incluso entre los libertarios, desde que eran ellos los que establecían el sindicato principal como el CGT. Entonces, la Comuna seguía siendo algo bastante comprensivo pero globalmente negativo. Hoy en día, las cosas han cambiado, pues hay más y más gente que está realmente interesada en la Comuna. Una cosa cierta es que este muro de Federados ha visto toda clase de cosas. Los movimientos revolucionarios de todo el mundo han venido a este lugar de peregrinaje. Una vez conocí a un chino de Shangai que me habló sobre la Revolución Cultural proletaria. Él sabía sobre la Comuna y

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él decía que en escuelas la Comuna era enseñada aunque fuera totalmente desconocida aquí en Francia porque era ilegal introducir este tema en las escuelas.

De cualquier ángulo, que se le prefiera ver, la Comuna es primero que todo una revolución armada. Así pues, en términos de los medios, es ya muy específica. Un periódico Comunero afirmó una vez: "cada ciudadano es un soldado". Ésa es la idea básica de la Federación, usted no puede gozar de ciudadanía completa si no está armado. Y esa es una gran diferencia, comparada a la situación actual en nuestras sociedades donde la gente está indefensa contra el Estado. Algo que realmente se debe enfatizar es que la Comuna de Paris de 1871 es una democracia directa. Y esta democracia directa particular no tiene nada que ver con la democracia participativa. La Comuna no quiere reformar los servicios públicos; se trata de cambiar la sociedad, no adaptarla. En 1871, la gente quiere revolución y cree que tiene la capacidad de llevarla a cabo con pistolas y cañones.

André Léo, Leonine Champsey, que era una de las mujeres más importantes de la Comuna, probablemente más importante que su amiga Louise Michel, escribió un artículo muy bueno en su revista "La Social" llamado "los Soldados de las Ideas". Primer y principalmente, la Comuna se trata de gente expresandose, discutiendo temas y debatiendo sobre la utopía revolucionaria. Porque la resistencia no puede existir sin utopía, a menos que caiga en la trampa del nacionalismo miope. El socialismo y el comunismo revolucionarios en su totalidad, incluso en sus tendencias libertarias, se construye en una recopilación de ideas y especialmente en el debate. Y si la Comuna puede enseñarnos algo, es que debemos reunirnos, discutir, debatir y cuando sea posible, unirnos.

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