Resumen Páginas 58 a 97 Las Liturgias del Poder

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RESUMEN DESDE PÁGINAS 58 A 97 El Modelo Militar La guerra contra los indígenas araucanos, real o imaginaria, aportaba un refuerzo simbólico a las fuentes de prestigio y de status de las elites hispanocriollas. La estratificación jerárquica militar se plantea como modelo de la sociedad civil, incluso si la capital chilena no posee un sector militar regular. Las fuentes apuntan con frecuencia la participación de los “cuerpos militares” de la ciudad en dichos eventos. Estas milicias urbanas no eran sino otro esquema de organización - que respondía al esquema militar tradicional, pero de tipo no profesional y circunstancial- de la misma sociedad civil. Una estructura de identidad corporativa que funcionaba en forma paralela al sistema de “etnias”, de cofradías, de gremios, etc. Todo miembro de la elite santiaguina poseía un grado militar que hacia relucir, y que era ostentado como marca de prestigio. Estos grados servían no solo como signo de superioridad frente al resto de la sociedad, sino como una referencia de las jerarquías individuales en el propio seno de dicho grupo. Junto con los nuevos gobernadores llegaban oficiales prestigiosos. La elite santiaguina se esmeraba en acoger a estos últimos y mostrar la similitud de sus rangos con los de los oficiales españoles. La intensificación circunstancial de la militarización litúrgica en Santiago podía deberse también a la existencia de una coyuntura bélica en el sur. Se insiste sobre el papel puramente honorífico de las nominaciones militares en Santiago, con todo el peso simbólico que ello acarreaba en la configuración y jerarquización de la elite. La carrera militar significaba un ascenso social para los soldados, y así poder formar parte de la elite criolla. Muchos soldados eran recompensando, además de un ascenso militar, con tierras y encomiendas. También hacían que sus hijos formaran lazos matrimoniales con los hijos de la elite tradicional santiaguina.

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Resumen del libro las liturgias del poder de Jaime Valenzuela

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RESUMEN DESDE PÁGINAS 58 A 97

El Modelo Militar

La guerra contra los indígenas araucanos, real o imaginaria, aportaba un refuerzo simbólico a las fuentes de prestigio y de status de las elites hispanocriollas.

La estratificación jerárquica militar se plantea como modelo de la sociedad civil, incluso si la capital chilena no posee un sector militar regular. Las fuentes apuntan con frecuencia la participación de los “cuerpos militares” de la ciudad en dichos eventos.

Estas milicias urbanas no eran sino otro esquema de organización -que respondía al esquema militar tradicional, pero de tipo no profesional y circunstancial- de la misma sociedad civil. Una estructura de identidad corporativa que funcionaba en forma paralela al sistema de “etnias”, de cofradías, de gremios, etc.

Todo miembro de la elite santiaguina poseía un grado militar que hacia relucir, y que era ostentado como marca de prestigio. Estos grados servían no solo como signo de superioridad frente al resto de la sociedad, sino como una referencia de las jerarquías individuales en el propio seno de dicho grupo.

Junto con los nuevos gobernadores llegaban oficiales prestigiosos. La elite santiaguina se esmeraba en acoger a estos últimos y mostrar la similitud de sus rangos con los de los oficiales españoles.

La intensificación circunstancial de la militarización litúrgica en Santiago podía deberse también a la existencia de una coyuntura bélica en el sur.

Se insiste sobre el papel puramente honorífico de las nominaciones militares en Santiago, con todo el peso simbólico que ello acarreaba en la configuración y jerarquización de la elite.

La carrera militar significaba un ascenso social para los soldados, y así poder formar parte de la elite criolla.

Muchos soldados eran recompensando, además de un ascenso militar, con tierras y encomiendas. También hacían que sus hijos formaran lazos matrimoniales con los hijos de la elite tradicional santiaguina.

Adaptaciones, extensiones y refuerzos de las elites

Las prácticas de los militares fueron llevadas a cabo por el grupo de comerciantes del siglo XVII, quienes obtuvieron cierta riqueza.

La caída de la demografía indígena y de los parámetros de la economía de conquista produjo una reorganización del sistema económico. Debido a que la elite originaria carecía de los medios para mantener con su estilo de vida, ya que la encomienda no constituía un indicador de la situación económica, sino tan solo mantenía un cierto grado de prestigio.

Se flexibilizan los límites de las clases sociales estrictas del siglo XVI, ya para el siglo XVII no se puede hacer clara diferencia entre las elites y los vecinos feudatarios. Siendo estos últimos

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quienes tuvieron encomiendas en el pasado o pertenecen al linaje que las tuvo, mientras que su apellido aún tiene una carga de “nobleza”.

La actividad económica queda dominada por mercaderes criollos, pero sobre todo por españoles. Los cuales buscan tener un nivel de integración equivalente al poderío comercial que ostentan.

La tierra era la base definitiva de la economía chilena y constituía uno de los requisitos simbólicos para acceder plenamente al status de elite. Otro mecanismo de integración serán los enlaces matrimoniales.

El ideal nobiliario marcaba con una impronta profunda a la sociedad colonial, y factores como el prestigio o la antigüedad del linaje cobraban gran importancia al momento de establecer las alianzas.

El poseer un apellido que ostentara nobleza era un requisito para los enlaces matrimoniales que buscaban los hombres de negocios.

Así, todas las diferencias en el origen de la elite terrateniente/mercantil del siglo XVII van a ser digeridas a través de una trama inextricable de matrimonios que tendieron a fundir en un solo grupo a esta capa multiforme.

Para poder ser aceptado por la aristocracia santiaguina era necesario, y fundamental, vivir de manera noble. Guardando las apariencias y reflejar los ideales hidalgos.

La "aristocracia" actuara no sólo como un nódulo de poder y de riqueza, sino también como un centro de referencia cultural y un ejemplo permanente para el resto del universo humano que buscaba un mejor espacio en la sociedad.

El corazón de la ciudad

El modelo de lo hispano y de lo “hidalgo” se instala como marco valórico y simbólico, proyectado por una elite renovada y cargada de prestigio. Se le une el encuadramiento religioso, que actúa sobre el conjunto de los distintos grupos étnico-sociales de Santiago. El modelo atraviesa la pirámide social, y programado sobre la base de un espacio ideado: la ciudad.

La finalidad de la ciudad viene de desde la Edad Media, y es la de reunir a los habitantes en un sector determinado; un territorio rodeado por casas, iglesias y calles. Un lugar donde se reúnen y mezclan visualmente los rangos sociales. Pero para la época colonial, la ciudad ha dejado su forma circular por la de damero, la administración se instala en el centro de la ciudad. Chile responde a esta conformación.

El tipo de arquitectura de la ciudad de Santiago, el tamaño de la población y el tamaño de la ciudad como tal le daban un aspecto pueblerino, no obstante su estructura y funciones le daban un aspecto de centro urbano.

La estructura de la ciudad colonial se había establecido en Ordenanzas de descubrimientos, nuevas poblaciones y pacificaciones de 1573.

En la plaza de armas de Santiago, el costado norte estaba reservado a los edificios del poder civil. En el costado poniente fue establecida la iglesia principal, erigida como catedral luego de que Santiago fuera designado como sede episcopal. En el costado sur de la plaza, por su parte, se

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alineaba una serie de edificios de dos pisos con residencias de ricos comerciantes. El costado oriente presentaba una estética similar, al menos hasta el terremoto de 1647: una línea de edificios ''todavía a lo antiguo".

Debemos detenernos unos instantes sobre las consecuencias que trajeron los movimientos telúricos que asolaron esta región americana. Cada terremoto obligaba a reconstruir lo desplomado, lentamente, para volver a derrumbarse con el sismo siguiente. La marca de estos eventos fue indeleble en la conciencia de todas las generaciones. Además se producía una retroalimentación del concepto del castigo divino, así como también se producía, en términos arquitectónicos, una ausencia de tradición arquitectónica.

Un espacio jerarquizado

La plaza de armas es el centro del poder, de la vida pública y del comercio, con su mercado cotidiano.

Las residencias de la aristocracia ocupaban los terrenos de mayor valor, en las manzanas en torno al centro de la ciudad, donde aparecen habitando los más altos grados militares.

Hacia el norte del río Mapocho se irán constituyendo progresivamente los barrios "populares" que en el siglo XVIII se identificarán como "La Chimba" y "La Cañadilla".

Santiago mantenía aún en el siglo XVIII su característica semicampesina, con su plaza mayor actuando como centro del comercio agrícola local, permanentemente ocupada por animales, productos y gente venida de los campos cercanos.

Lo urbano controlado por lo sagrado

La Iglesia es tercer actor fundamental del sistema de poder, el que puede otorgar una identidad simbólico-espacial, alimentando una sensación colectiva de pertenencia a una comunidad que fuera más allá del aparente “desorden” étnico-social y de las desigualdades jerárquicas en la ocupación del espacio.

La Iglesia en una herramienta fundamental de control de la población urbana, actuando a partir de la presencia generalizada de sus edificios. En la iglesia comenzaba y terminaba la vida -con el bautizo y el funeral.

Las campanas cumplían un rol de verdadero medio de comunicación de masas, convocando a la comunidad no sólo para eventos religiosos sino también para emergencias civiles, a través de códigos auditivos comprensibles por todos.

Por el poniente, la predominancia era jesuita, pues la mayor parte de la urbe edificada finalizaba en el Colegio Máximo de San Miguel. Más hacia el oeste, las quintas, huertas y viñas se extendían en el horizonte, ya rural.

El extremo sur-poniente de la capital también sería controlado en parte por los jesuitas con su colegio de novicios y la pequeña iglesia de San Miguel.

En resumen, existía una gran cantidad de centros religiosos que estaban distribuidos por todo Santiago.

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LOS PILARES INSTITUCIONALES

Santiago, centro de poder local y regional, es sede de los principales organismos que aseguran la presencia de los distintos componentes activos del poder: los vicarios del monarca, el patriarcado local y los interlocutores ante la divinidad.

La Conformación de un Gobierno Vicario

Las formas del Estado en América colonial

La 'aparición" del "Nuevo Mundo" hizo necesaria la elaboración progresiva de una red institucional encargada de la administración colonial..

Un gran paso se dio al formar grandes submetrópolis coloniales con capitales en México en Lima.

El Virrey presidia la Audiencia establecida en su ciudad de asiento y estaba facultado para legislar en nombre del Rey para casos específicos en su jurisdicción.

El gobernador chileno: un vicario militar frente a la capital civil

Durante el período estudiado, se marca una particularidad regional, debido a que los sucesivos gobernadores van a ser militares de carrera, orientados a terminar la guerra contra los araucanos. Por ello su residencia casi permanente será Concepción. Sus viajes a Santiago serán esporádicos, siendo por estancias breves, generalmente en forma anual. No obstante, el carácter esporádico de su presencia no impedía la mantención del rol de capital política que tenía Santiago en el reino.

La ausencia constante del Gobernador generaba que se desprendiera, presencialmente, de las ceremonias realizadas en Santiago, asistiendo tan sólo a las que coincidían con sus viajes a Santiago.

Recién a fines del siglo XVII y sobre todo a partir de 1710, cuando el gobernador decide instalarse definitivamente en la capital.

La Real Audiencia en Santiago

Durante el siglo XVII, si bien el Gobernador está prácticamente ausente, la capital no carece de su propia “corte”, modesta y provincial, pero de gran peso simbólico.

Una institución conflictiva

La implantación de una institución con tanto peso objetivo y simbólico no dejo de suscitar conflictos. Las disputas de atribuciones con este último y los roces con el Cabildo fueron frecuentes.

Ya a la década de 1630 las críticas a la audiencia de Santiago desaparecen, apuntando con ello a una consolidaci6n de su papel tutelar sobre la zona de paz.

Un sueño cortesano para las elites

La corrupción de los gobernadores, ligados al comercio con la frontera del sur, se repetía con los miembros de la Audiencia.

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La presencia de la Real Audiencia contribuirá con su parte de protocolo fundamental a aproximar a la elite de Santiago al sueño cortesano de la metrópoli limeña.

EL CABILDO: LAS ELITES INSTITULIONALIZADAS

El modelo de la metrópoli

El Cabildo o Concejo era un órgano de gobierno descentralizado creado junto con cada ciudad americana y, como el resto de las instituciones, según el modelo de la Península.

El poder alcanzado por el Cabildo, como centro de la independencia del estamento “noble”, llevo la monarquía a iniciar una serie de ataques contra su autonomía.

Entre otras medidas, se creó el cargo de Corregidor, representante del Rey en la función de alta justicia, y que a partir de 1480 se generalizó como instrumento de centralizaci6n en todas las ciudades.

Los criterios de la organización municipal en Santiago

El modelo piramidal del imperio americano de España -encabezado por el Virrey-, la base institucional estaba conformada por las administraciones concejiles.

La propia cabeza del Cabildo, el Corregidor, era un nombramiento estatal, pues era designado por el Gobernador. Y concentraba en su función la unión del sector cívico-laico del sistema de poder. Además asumía las funciones de gobierno local, reemplazando la mano ejecutiva del Gobernador cuando éste estaba ausente del distrito.

El Cabildo de Santiago estaba compuesto, además, por dos alcaldes ordinarios, uno que en teoría representaba a los habitantes titulares de una encomienda -el “alcalde de vecinos”- y el otro a aquellos que no la tenían -el “alcalde de moradores”.

En teoría, también, existían otros seis cargos venales, aunque no de por vida: un alférez real, un alguacil mayor, un fiel ejecutor, dos alcaldes de la Santa Hermandad, un depositario general y un escribano. Este ordenamiento era más bien teórico, pues en la práctica el número total de integrantes muchas veces estaba incompleto.

Cargos en venta. . . para las elites

La competencia por ingresar al Cabildo se hizo, pues, más latente, luego de que en 1612 se decretó la venta de cargos; y su aplicación demostró la caída importante que habían tenido los ingresos de la elite tradicional. Los seis cargos de regidores, por ejemplo, fueron adquiridos por ricos mercaderes. Las funciones políticas: del rol a la pretensión

El Cabildo, entonces, como cabeza de las poblaciones urbanas actuaba como intermediario entre su población y las máximas autoridades del Estado. Es ante ella que se dirige el Gobernador o el propio Monarca para hacer cumplir en la práctica sus disposiciones. La principal autoridad del reino, incluso, debía presentar su nombramiento oficial y jurar públicamente como tal ante el Concejo de Santiago, en tanto que ciudad cabecera de gobernación.

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Dentro de sus funciones de alta política, el Cabildo podía informar al Rey de la gestión administrativa de las autoridades, de las necesidades y problemas de su distrito.

De esta forma, a lo largo del siglo XVII la elite institucionalizada no solo estaría omnipresente en toda ceremonia pública -civil o religiosa- sino que su participación será sobreactuada, recargada y revestida de un aura cortesana exagerada para el nivel relativo de la importancia de Santiago.