Reimaginar la política para los nuevos desafíos

14
Reimaginar la Política para los nuevos desafíos

description

Documento elaborado durante el invierno del 2007 por los siguientes compas de nuestro Movimiento: Alejandra Botinelli, Cristián Jamett, Camilo Lagos, Pablo Moya, Carlos Soto, Héctor Testa, Claudio Venegas.

Transcript of Reimaginar la política para los nuevos desafíos

Reimaginar la Política para los nuevos desafíos

Reimaginar la Política para los nuevos desafíos

Documento para promover el debate

Yo soy un moro judío que vive con los cristianosNo sé que dios es el mío

Ni cuales son mis hermanosNo hay muerto que no me duela

No hay un bando ganadorNo hay nada más que dolor

Y otra vida que se vuelaLa guerra es muy mala escuelaNo importa el disfraz que viste

Perdonen que no me alisteBajo ninguna bandera

Vale más cualquier quimeraQue un trozo de tela triste

Drexler

(Zona Cero)0. En qué quedamos, en qué estamos, y por qué esta propuesta…

El Congreso de la SurDA recién pasado (el único que hemos hecho por cierto), espacio de institucionalidad básico del movimiento, acordó diversas centralidades sintetizadas en los siguientes puntos:

• La centralidad del período será el desafío de la emergencia política de un nuevo actor político social...posible en atención al desorden imperante y la embrionaria aparición de un nuevo tipo de lucha social.

• Articular un polo político heterogéneo social, política y culturalmente.

• Ampliar el actual marco de alianzas (FSD-MNI, principalmente), hacia otros sectores y actores posibles de convocar (incluidos críticos de la Concertación).

• Inscribir, a partir del polo, un instrumento partidario que permita participación electoral, y siempre evaluando las cambiantes condiciones, en las municipales del 2008 y las presidenciales del 2009.

• El carácter del nuevo referente, los niveles de unidad y fusión orgánica entre sus componentes no se resuelven a priori sino avanzando.

• EL Movimiento Surda requiere reinventarse y superarse históricamente, sin dejar de existir, para aportar a la construcción de ese referente como motor y fuerza que disputa por la conducción del polo.

• Privilegiar los espacios educacional (movilizaciones y articulaciones mediante), regional y cultural (con un fuerte contenido juvenil), para potenciar nuestro anclaje social.

Si bien, seguimos considerando correcto el plan para el período en lo general, su aterrizaje y materialización se vio obstaculizado, si no impedido, por diversas razones:

- Por un lado, no haber ponderado, visto y/o considerado todas las dimensiones que involucraba la profunda crisis orgánica y política de nuestra organización.

- Por otra, la insuficiente voluntad de la Coordinación electa de ejecutar los distintos aspectos de la propuesta general sancionada en el Congreso, partiendo por la imposibilidad de colectivizar entre la militancia los planes políticos para el periodo, incapacidad que permeó también tareas específicas y urgentes, tales como:

• Repotenciar, o al menos revertir, la crítica situación del trabajo universitario en términos nacionales (a pesar de haber sido definido, en el Congreso como uno de los espacios eje del trabajo político de la organización).

• Intervenir de manera más eficiente en las coyunturas (Transantiago, movilizaciones estudiantiles, entre los principales).

• Llevar de manera coordinada las relaciones, compromisos y acuerdos con otras fuerzas políticas o representantes de ellas (díscolos PS, FS-NI, Andha, entre otros).

• Realizar un proceso de búsqueda y acercamiento con otros actores político-sociales (por ejemplo: ecologistas).

• Reagrupar política y orgánicamente al movimiento.

Este último punto explica nuestra dificultad para avanzar hace ya demasiado tiempo. Si bien es cierto que la centralidad de las organizaciones políticas (o aquellas que pretenden serlo), es precisamente construir e implementar una política, esta condición, siendo necesaria, no es suficiente por sí misma. En nuestro caso, la falta de un andamiaje orgánico mínimo ha facilitado el desorden y el desgaste político de las y los miembros que componen nuestro movimiento. Aún no podemos resolver el dilema circular: sin una política no se sostiene una orgánica, pero sin orgánica no puede emerger una política.

No obstante, esta crisis tiene al menos algo de bueno, y es que el estado actual de las cosas ha servido para sincerar algunas situaciones colectivas y particulares. En este marco, un grupo de compañeras/os, nos hemos seguido reuniendo por afinidades personales y políticas con la finalidad de ver si es posible y por qué caminos, avanzar colectivamente.

La primera brillante conclusión a la que llegamos, es que la política y los procesos sociales seguirán su curso, independientemente de si nosotros, como orgánica, seguimos o no en carrera. La segunda prístina claridad, es que el desorden político general imperante abre posibilidades para esfuerzos como el nuestro (no como estamos, obviamente); la tercera revelación, es que algunos/as de nosotros/as aún creemos que podemos aportar y, por qué no, incidir, en esos procesos (cáchense la autoestima); la cuarta inspiración nos aclaró que más allá de las grandes y nobles causas que nos animan, nos empujan otras más vulgares y seculares: tenemos ganas, inclusive algunos han dicho que estar en esto les provocaría una extraña forma de “placer” (motivación no menor por lo demás); la quinta manifestación de la fuerza nos mostró que no todo ha sido en vano ni que hay que sentarse a esperar nada ni a nadie para seguir la travesía; de la mano de lo anterior, el sexto destello de luz nos indicó que -al igual que lo dijeran el Agente Mulder, Spilberg, George Lucas y otros próceres de la historia- no estamos solos en el universo (lo que tampoco significa que todos estemos en la misma).

Una vez salidos del trance político-espiritual, se nos ocurrió transcribir algunas de la ideas que lo sostienen...aquí les van...

I. Introducción

En estos 15 años de historia de nuestra organización, son muchos los aportes que hemos hecho a las luchas sociales de nuestro país, principalmente durante la década de los 90’, en los ámbitos sociales, políticos, pero también ideológicos.

La secularización de la izquierda y del llamado “campo revolucionario”; asumir la derrota del campo popular construido hasta los 80’; los esfuerzos por la re-construcción y articulación de una fuerza social para esta época; la autonomía política y social como fundamento de una práctica e identidad política de nuevo tipo; entre otros, marcaron a fuego a toda una generación de jóvenes de tiempos pasados y presentes. “Desde y para esta generación”, sintetiza la voluntad, empeño y disposición de ese esfuerzo. Prácticas y planteamientos que permearon a parte importante de sectores del campo popular y de la izquierda chilena.

Y aunque esto no ha sido poco, a todas luces tampoco ha sido suficiente: La emergencia e irrupción de una nueva fuerza político social capaz de contener, dar cause y viabilizar un proceso de transformaciones en nuestro país; es decir, con capacidad de incidir en las actuales correlaciones centrales de fuerzas, es aún una tarea pendiente; mucho más si pensamos en el carácter revolucionario que dicha fuerza debiera expresar.

Son muchísimas las razones que pueden explicar, desde nuestro lado, esta situación y, más allá de recalcar que un balance en propiedad es aún una tarea pendiente y que no es menester de este texto dilucidarlas, es posible vislumbrar algunas pistas y varias situaciones específicas que explicarían el actual estado de cosas:

1. No haber dimensionado en toda su magnitud la profundidad de la derrota de la izquierda en general, misma que nosotros pusiéramos sobre el tapete, y, por ende, el esfuerzo de renovación, actualización de ese campo; sin dejar de tener presente la complejidad y duración temporal que implicaría una eventual salida a dicha crisis.

2. Alguien decía por ahí que “cuando uno no avanza, es el enemigo el que lo hace”, y en estos 17 años de gobiernos civiles, obviamente se han generado profundos e importantes cambios, de toda índole, en nuestra sociedad frente a los cuales no hemos logrado actualizar una mirada y construir nuevas respuestas históricas como proyecto político.

3. La renovación y actualización (en un sentido revolucionario), política, ideológica, organizativa y de nuestras propias prácticas no han sido todo lo profundas y radicales que demandan las nuevas condiciones1.

1 Obviamente estos tres elementos gruesos no operan aislados unos de otros, por el contrario, son absolutamente interdependientes.

El sentido que tiene hacer una introspección, aunque sea somera como en este caso, en ningún caso apunta a buscar “responsables internos o externos” de esta situación, (si es que estas dimensiones siguen teniendo alguna validez a la luz de los hechos). Muy por el contrario, creemos honestamente que no cabe otra cosa que sentirse orgullosos/as de nuestro intento, mas no satisfechos.

No hay nada de que acomplejarse, salvo de no aprender, de no atreverse a seguir haciendo preguntas y dibujando soluciones posibles. No sirve imaginarse el futuro mirando por el espejo retrovisor, sino volver, como siempre, como nunca, a apropiarnos del presente con todas las limitaciones que esto implica, pero también con todas las posibilidades que contiene y que muchas veces no logramos apreciar ni dimensionar.

No basta entonces con esforzarnos por reimaginar la izquierda ni la propia SurDa. El desafío hoy es distinto e incluso un poco más atrevido: de lo que se trata es de un cambio de perspectiva radical y profundo.

Hay que inaugurar una nueva forma de hacer política que sea constituyente y constitutiva, proporcional a sus respectivas circunstancias y posibilidades, y que aporte a la emergencia y articulación de un nuevo sentido común político: ese que sentenciará que un esfuerzo como el nuestro no solo es necesario, sino posible.

La crisis “interna” de la SurDA, es la crisis del campo revolucionario, de la propia izquierda chilena pero, sobre todo, de una forma de entender y actuar en política. La SurDA hizo un sustantivo aporte mostrando un camino de salida para la derrota, mas no cruzó el umbral. Hoy ése es el desafío, traspasar, transgredir, jugar, conciente y responsablemente, pero jugar, con todo lo de incierto que eso implica.

Si algo en común han tenido los revolucionarios de toda índole y toda época, no ha sido el don de la clarividencia, sino el de abrir nuevos horizontes para la evolución humana ahí donde parecía no haberlos.

II. Algunos datos de la coyuntura...

“El país está revuelto, Joseph”, le decía su tío a Pepito en Vampiros en la Habana. Y que duda hay de eso.

La impopularidad del cuarto gobierno de la Concertación y el debilitamiento del consenso liberal interno han contribuido a crear un escenario de incertidumbre frente a las próximas coyunturas electorales, intentando remediar dicho desorden mediante el disciplinamiento interno, llamados de retorno a la centro izquierda, incremento del gasto social, etc..

Es así como la idea del “desalojo” prende entre la derecha y asusta a la Concertación.

Demás está decir que las crisis coyunturales del bloque dominante no implican necesariamente, la existencia de crisis orgánicas del sistema de dominación. O sea, no estamos hablando del fin de la Concertación o del pacto interburgués. Sin proyecciones de unidad social y política de los sectores subalternos, dichos “desordenes” seguramente se traducirán en nuevas oportunidades funcionales para la circulación de las propias elites en el poder. Y aún cuando efectivamente dieran cuenta de un problema más estructural, esto no significa per se la emergencia espontánea de una alternativa política para el país (mucho menos una revolucionaria).

Sin embargo, tampoco es menos cierto que estas crisis constituyen señales de debilitamiento y agotamiento de, al menos, el actual orden de las cosas.

En el otro rincón de la galaxia, lejos, muy lejos de donde alumbra el sol, los instrumentos marginales del sistema político (movimentales, partidarios, coalicionales, etc.) han demostrado una progresiva incapacidad para expresar los embrionarios momentos de unidad o malestar de los sectores sociales subalternos (movilización pingüina, transantiago, malestar de las regiones, votantes independientes, etc.). Llegando tarde a donde no pasa nada.

Hoy por hoy, uno de los datos relativamente “nuevos”, son los anuncios más claros de algunos miembros de estos sectores y que se han parado con mayor nitidez desde fuera del campo extraparlamentario tradicional (ANDHA, ecologistas, PT del Norte, regionalistas, FSD y MNI, etc.), y han hecho explícitas sus intenciones de ingresar a la arena política mediante la legalización de partidos políticos propios, de formas relativamente autónomas y determinadas a partir de sus específicas posiciones y ubicaciones en la sociedad. Ello, sin atisbos de unidad orgánica en el corto plazo.

La oposición por su parte, ha tratado de mostrase más resuelta en su intento de capitalizar la nueva conflictividad social en la búsqueda de sintonía social (léase electoral) y justificar la necesidad de la alternancia en el control del Ejecutivo -sin lograrlo por la vía electoral en las últimas cuatro décadas, pero siempre con altas posibilidades de conquistarlo-.

En este contexto, las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2009 constituirán una coyuntura electoral posiblemente histórica de recambio y tensionamiento interno de las coaliciones sobretodo entre los sectores liberales y progresistas en el ámbito de la concertación.

Si bien lo más probable es que la contienda se termine resolviendo en favor de una de las fuerzas principales en contienda y sus respectivos subsectores, no es menos cierto, que en este contexto general de desorden también se abre la puerta para clavar una bandera en el proceso de consolidación de nuevas fuerzas políticas, que no queden en lo meramente testimonial o voluntarista, sino que constituyan un hito dentro de un nuevo ciclo de luchas.

IV. La Construcción del Nuevo Polo Político Social

a) La opción, la centralidad…

Si bien en las actuales condiciones no es posible determinar a priori cuáles serán los actores sociales de las transformaciones del siglo XXI, ni menos cuáles serán sus expresiones políticas privilegiadas, hoy por hoy hemos venido observando en Chile los gérmenes de nuevas luchas sociales. Luchas que no responden a las lógicas “sectorizadas”, a las convocatorias ni a sujetos tradicionales que acostumbramos ver durante los noventa (aunque tampoco estamos frente al fin de esas formas más “clásicas”), y que nos hablan de una gran heterogeneidad que se comienza a expresar transversalmente (demandas educacionales 2006; demandas por servicio de transporte 2007, etc.).

Y no es raro que así ocurra. Al observar las cifras de concentración del ingreso, los niveles de desigualdad existentes en Chile parecen ir constituyendo la homogeneización de las condiciones de vida de cada vez mayores segmentos de población, esto es, la masificación de modos y expectativas de vida: integrados a través del consumo por la vía del endeudamiento, y al mercado laboral en condiciones de precarización; con acceso condicionado a los servicios básicos; con bajas expectativas de promoción social a través de la educación; y convertidos, además, en clientes de un sistema político extremadamente cerrado, se ha ido conformando este “amorfo” de los que están “en medio”. Diremos mejor, de los que “se quedaron” en medio.

Esta homogeneización desde lo deficitario y ejercida por la fuerza, contiene la posibilidad de ir generando una coincidencia estructural entre sectores cada vez más amplios y diversos de nuestra sociedad que, eventualmente, comiencen a identificarse entre sí: en sus necesidades, anhelos y también en sus limitaciones, es decir, en las condiciones objetivas que les impiden concretar sus anhelos.

Este contexto dibuja las preguntas del millón: ¿Cómo expresar políticamente los anhelos y las preocupaciones de esos sectores cada vez más amplios y diversos?, y lo que es más importante ¿cómo viabilizarlas? (o sea ¿cómo incidir en el mapa general de fuerzas?).

El abanico de respuestas tradicionales a este dilema han ido desde: meterse a la Concertación e impulsar los cambios “desde adentro”; apostar a la acción discursivamente consecuente, e inmunizada de la sucia política, pero marginal; asociarse con la izquierda tradicional; adoptar alguna forma remozada de “camino propio”; o irse para la casa a esperar que baje la marea y ver con qué nos encontramos… esperando un milagro.

En opinión nuestra, crear otras condiciones para la emergencia de los sectores subalternos a los escenarios de lucha por el poder, pasa hoy por abrir el proceso de conformación de una gran coalición social y política que logre

expresar aquellas demandas generales y transversales de los sectores subalternos que están en proceso de constitución.

b) Cómo se baila...

Este contexto debemos explicitar la tesis de bloque histórico-partidario (perspectiva estratégica) como un polo político de movimientos sociales, de nuevos partidos políticos, de dirigentes sociales, de personalidades, y, sobre todo, de gente de a pie (perspectiva táctica), en el marco y al calor de la disputa concreta en las futuras coyunturas electorales y sociales.

Consideramos que dependerá grandemente de estas disputas futuras y de la manera cómo se enfrenten, la posibilidad de avanzar en la convergencia o profundizar la disgregación de estas heterogéneas experiencias.

La constitución de este polo político y socialmente heterogéneo, como condición histórica para la apertura de un proceso de reestructuración de la política en Chile, requiere, por tanto, de la superación de todo reduccionismo unipartidario. Es decir, pretender responder a la crisis de incidencia del campo popular con una suerte de organicismo burocrático a través de la mera formación de un partido, EL partido, es desestimar la centralidad de los objetivos estratégicos de dicho bloque histórico y no considerar las características particulares de la realidad chilena.

Superar este riesgo organicista y deshistorizante requiere colocar como centralidad los modos en que debemos ir produciendo justamente la articulación, en ascenso, de un nuevo polo social y político y su estrategia histórica, que deberá contemplar no solo las futuras batallas electorales, y los intentos de trasformación social concretos y más inmediatos, sino también las luchas de carácter ideológico. Escenario en el cual un movimiento con el acervo de la SurDA resulta de gran importancia estratégica, ya que constituye una experiencia actualizante de la izquierda revolucionaria chilena diferenciada de las opciones más tradicionales y neoliberales.

En este marco, pensamos que la centralidad y el objetivo estratégico de la SurDA es reimaginar la política, a partir de la emergencia de un nuevo y amplio actor político-social con el objeto de reeditar efectivamente una nueva mayoría y no el mero tercio -adjudicado a la izquierda- como punto de llegada. Ello, puesto que la constitución real de esa nueva mayoría implica necesariamente el reordenamiento del mapa político conocido.

Esta articulación implica, sobre todo, un acuerdo en lo político para el período, traducible en una heterogénea alianza social, política, movimental y, por cierto, partidaria que, en las actuales circunstancias, en principio, tendrá un carácter eminentemente instrumental.

Esta opción debe ser un planteamiento político que la SurDA haga explícito donde esté: nuestra política es la política de la articulación de este polo y de los instrumentos partidarios pertinentes para su expresión electoral.

Creemos también que un aporte distintivo de nuestro esfuerzo en el plano ideológico, está en desarrollar y profundizar el concepto de autonomía o autonomismo como elemento identitario, estratégico, táctico e intersubjetivo. La autonomía, como concepto general, apunta al desarrollo y ejercicio, de la posibilidad y facultad de las personas y/o colectividades de decidir sobre su propio destino.

Una SurDA organizada como una red de constructores de la unidad de este bloque político-social, que a la vez que construye su posibilidad histórica, disputa la conducción de los distintos referentes en desarrollo. Evidenciando con ello y fomentando decididamente, a la vez, la imprescindible articulación de una corriente autonomista en el marco de esta política del polo amplio, multipartidario y plurisocial.

V. La SurDA: movimiento transversal para el Polo Político Social

La crisis interna de la SurDA pasa de sobremanera por su incapacidad para repensarse más allá del “camino propio”. Sería un error histórico que la SurDA avanzara hoy asumiendo definiciones políticas relativas a espacios y actores críticos como si fuesen “disyuntivas” (del tipo de “esto O aquello”); la única “disyuntiva” que debemos observar es entre hacer una opción ciega –pues no tenemos los elementos de certeza para decidir en razón- o probar la construcción de una amplia alianza de actores sociales y políticos que quieren la transformación social.

Para lograr avanzar progresivamente sobre las necesidades estratégicas, es necesario realizar el esfuerzo táctico de participar en las distintas experiencias de organización referencial y/o partidaria (FSD-MNI, ANDHA, PT del Norte, ecologistas, etc.), con el objeto de lograr una similar agenda política para el período y la sumatoria al polo.

La única variable a tener en cuenta, es que debemos estar ahí donde consideremos viable avanzar en la perspectiva de una articulación más amplia de este nuevo actor que debe incluir a sectores subalternos “clásicos” de la política, pero sobre todo, a los “nuevos” sectores que comienzan a prefigurase y entre quienes predominan los sectores juveniles, los no inscritos, que no se identifican con ninguno de los referentes existentes en la actualidad.

Un aspecto central de esta apuesta, se relacionaba con el supuesto de que no será posible avanzar en la irrupción y emergencia de un nuevo actor político social, sin sustento social, anclaje, el nicho propio, el plus. En nuestro caso,

debieran ser aquellos ámbitos donde la SurDA posee un capital político instalado y, por ende, puede ser más competitiva, específicamente, por ejemplo, el ámbito juvenil, educacional (íntimamente ligado con el anterior), ambiental y el regional (el primero de los mencionados pensamos puede ser un eje transversal y diferenciador de otros esfuerzos).

En ese sentido, urge acordar una propuesta que considere la importancia del anclaje social de la SurDA en estos campos. Los conflictos sectoriales de los que somos hoy simples espectadores, y otros que vendrán irremediablemente pueden tener una lectura radical desde una mirada “juvenil”. Ese un “plus” que la SurDA puede imprimir a las luchas sociales y políticas futuras: siendo más radicales, más autonomistas, más subversivos.

Afrontando el ciclo del 2007-2009…

Las posibilidades de constitución de un bloque histórico en el largo plazo, requiere de la formación y formalización de sus instrumentos políticos por un lado, y de la articulación de personalidades y sectores sociales al calor de las coyunturas electorales y sociales por otro. Intentando superar la brecha burocrática que separa a ambos mundos.

De las coyunturas electorales tenemos más certezas: Elecciones municipales del 2008 y de las parlamentarias y presidenciales 2009. De que estas puedan contribuir a la emergencia de un nuevo sector, aún esta por determinarse.

La voluntad de ciertas personalidades díscolas de la concertación de unir fuerzas para enfrentar las futuras coyunturas electorales entre el mundo PODEMOS, FSD y MNI, constituye tanto un desafío como una oportunidad para la articulación del polo político. No obstante, el riesgo de terminar reeditando un tercio de izquierda minoritaria como punto de llegada también es alto.

Un acuerdo por arriba y solamente electoral, es un acuerdo insuficiente como punto de partida. Necesitamos construir un puente entre la mayoría silenciosa de este país y este nuevo sector, superando todo tipo de suplantación, control burocrático y tradicionalismo. Para eso las coyunturas electorales (municipales, parlamentarias o presidenciales) deben entenderse como espacio para representar otro tipo de práctica política, más democrática y popular.

En este marco, se hace sumamente necesario que la SurDA tenga incidencia y presencia en la formación de algún instrumento partidario (ya sea con FSD-MNI, PT del Norte o ANDHA), de lo contrario, y a pesar de nuestra importancia cualitativa, correremos el peligro de quedar en una posición subordinada para este ciclo que se cierra el 2009.

La forma...

El desafío actual de la SurDA no tiene precedente del cual aprender, por lo que requiere asumir que en esto habremos de hacer camino al andar. Esto exige que la SurDA también sea reimaginada radicalmente como instrumento político para expresar y encausar esta diversidad de esfuerzos partidarios y sociales, respetando las distintas experiencias e identidades, disputando su conducción en el ámbito de lo político e ideológico y superando toda suerte de control burocrático o prácticas de carácter conspirativo.

Es la SurDA repensada -y rebautizada de ser necesario- como un movimiento que tiene “brazos” políticos en diversos espacios bregando hacia un objetivo común, que es la construcción de un nuevo polo político multipartidario y plurisocial que logre expresar una alternativa a las coaliciones políticas actuales para construir una nueva mayoría.

Todo lo anterior, implica hacer una opción por repensar radicalmente la orgánica del movimiento para los nuevos desafíos: generando espacios y dinámicas de trabajo que impulsen y releven la acción individual y colectiva (local, sectorial, territorial; organizativa y política) de cada uno de sus miembros y construyendo espacios de diseño y evaluación política nacional ampliada, donde participe todo quien tenga una experiencia de intervención, de construcción política desde la cual aportar; es decir, desburocratizar los espacios, en la medida en que estos se llenan de compañeros/as que están interviniendo y pensando la política.

Los brazos mencionados anteriormente, no han de ser solo cuerpos colectivos. Hemos de crear una dinámica que permita formas de identificación y de participación también desde los espacios personales, individuales, en la que cada miembro que se identifique con la surdez, pueda actuar. Habrá momentos y/o deberemos crear las dinámicas e instancias para que esas identificaciones puedan conectarse y hacerse parte de lo colectivo.

Equipos y vínculos activos, dúctiles y móviles que implementen la política general que impulsará el movimiento en diversos lugares en aras de la construcción de este nuevo polo político-social; espacios de vocerías rotativas de los acuerdos y posiciones políticas de la SurDA; un espacio nacional amplio y permanente donde puedan representarse la pluralidad de trabajos sociales y políticos, donde se construyan acuerdos políticos marco para períodos acotados y mayores, y donde se trabaje, por ejemplo en torno a “campañas” en pos del polo y la unidad de los sectores sulbalternos.

Todo ello, y la constitución de redes internas y externas abiertas, son formas que pueden permitir a este nuevo movimiento SurDA comenzar a expresarse desde sus lugares de inserción en la política de manera coordinada y aprovechar el capital político que posee, de manera de efectivamente, contar con una SurDA “recargada” para las luchas que vendrán.

En síntesis, las prioridades inmediatas que vemos:

1. Involucrarnos y articularnos con los distintos esfuerzos organizativos presentes o potenciales (nuevos partidarios, movimientos, sectores sociales, díscolos de la concertación, etc.),

2. Promover activamente la articulación del polo político social en estos distintos espacios. (nuestro trabajo y el tiempo nos dirán cuáles de estos esfuerzos apuntan en la dirección trazada).

3. Potenciar un discurso “juvenil” que aborde las problemáticas principales a nivel nacional, pero con claras señales regionales sea el caso… “desde esta y para esta generación”.

4. Avanzar lo más rápidamente posible en cambiar la dinámica, forma e identidad de nuestro esfuerzo particular, hasta hoy día conocido como “SurDa”, trasformándola en una corriente de acción y coordinación política e identidad ideológica para los nuevos tiempos (y relativamente independiente de los esfuerzos concretos en que estemos involucrados).

El Frío Invierno del 2007... el más frío que hemos visto pasar