Quijano Anibal-Otra Nocion de Lo Privado Otra Nocion Del Lo Publico

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    Revista de laCEPAL

    Secretario EjecutivoGert RosenthalSecretario Ejecutivo djuntoAndrs Bianchi

    Director de laRevistaAnbal PintoSecretario TcnicoEugenio Lahera

    NACIONES UNIDASCOMISIN ECONMICA PARA AMERICA LATINA Y EL CARIBESANTIAGO DE CHILE, AGOSTO 1988

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    Revista de laCEPALSant i ago de Chi l e N me ro 35

    S U M A R I OLa CEPAL en su cuad rags im o an iversar io : con t inu idad y cambio . Gert Rosenthal. 7La agricul tura en la pt ica de la CEPAL. Emiliano Ortega. 13Las regiones como espacios socialmente construidos. SergioBoisier 39

    * Algu nos alcances sobre la definicin del sector informa l . Martine Guerguil. 55Cam bios en los es t ilos de desar rol lo en el futu ro d e Am rica Lat ina. (Seminario en hom enajea Jos Medina Echavar r a ) . 63Medina Echavar r a y e l fu tu ro de Amr ica Lat ina .Adolfo Gurrieri. 71

    ^fe Cultura poltica y conciencia democrtica. Enzo Faletto. 77Una esperanzada v i s in de l a democrac ia .Jorge Graciarena. 83El desafo ortodoxo y las ideas de Medina Echavarra. Anbal Pinto. 9 3

    K Otra nocin de lo privado, ot ra nocin de lo pbl ico. Anbal Quijano. 101Sent ido y funcin de la Univers idad: la vis in de Medina Echavarra. Aldo Solari. 117Dilemas de la legi t imidad pol t ica.F rancisco C. Weffort. 125

    & Los actores sociales y las opciones de desar rol lo . Marshall Wolfe. 143Publ icaciones recientes de la CEPAL. 149

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    Otra nocin de lo privado, otra nocinde lo pblico(Notas para un debate latinoamericano)

    Anbal Quijano*En una reunin de homenaje a la memoria deJos Medina Echavarra, no es impertinente comenzar una conversacin sobre el papel de lasideas con una ancdota suya. Lo encontr unavez, en algn momento de fines de los aos sesenta, cuando sala con cara de disgusto de unadiscusin en laCEPAL "Qu pasa, donJos?",lepr eg un t al saludarlo. "Ah , esa gente", gesticul."Sabe qu han dicho? Qu e debemos tener ideasnuevas. Imagnese. Ya tener ideas es difcil...".Familiarizado con las ideas, saba de qu estaba hablando. Las produca,yse le deben mucha sde las que todava alimentan el afn de enten derycambiar nuestra sociedad. Poreso,en un nuevoperodo de debate sobre el futuro de AmricaLatina, nada podra ser ms legtimo que toma ralgunas de sus ideas como punto de partida.En esta reun inseha insistido en su visin de

    La presin por "modernizarse" se ejerce sobreAmrica Latina durante la mayor parte de estesiglo,pero de m anera muy especial,ycon ciertosatributos muy distintivos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En primer lugar, estapresin se ejerce, en gran medida, por la accinde agentes no latinoamericanos, si se quiere, externos, y en favor de los intereses de stos. Ensegundo lugar, aparece formalmente como unapropuesta de recepcin plena del modo de producir, de los estilos de consumir, de la cultura ydelossistemas d e organ izacin socialypoltica d elos pases del capitalismo desarrollado, conside

    *E xOficial de asu ntos sociales de la Divisin de Desar rollo Social de la CEPAL.

    Amrica Latina como una parte de la culturaoccidental,ytambin en su idea de que un o de losms fuertes vnculos entr e ambas es la lucha porla modern idad. Para l, sin emb argo, se tratabade una modernidad en la cual debe imperar larazn histrica,yno la razn instrumen tal.Yeso,como l sealaba, en Amrica Latina tena queser ante todo el fruto de un "esfuerzo de reelaboracin y de reconstruccin" en condiciones porcompleto diferentes a las del pasado.Creo que p ued e ser productivo partir de esasideas. Sobre todo, plantear como cuestin lasrelaciones entre Amrica Latina y la modernidad, porqu e all se encuen tran ciertos elementoscruciales de una posible respuesta latinoamericana a urgentes problemas que no afectan solamente a esta parte del mundo.

    rados como paradigmas de una exitosa "modernizacin". En la prctica, se trata de un requerimiento de cambiosyde adaptacione s de la reginalasnecesidades de capital, en la fase de m adu racin de su inter o transnacionalidad.Ya despus de la Segunda G uerra , el ncleode racionalidad histrica de la mo dern idad habaqued ado deb ilitado, y la propia m odern idad haba ingresado en un perodo de crisis, bajo laviolencia de los ataques a que fue sometida poroscuras fuerzas polticas que apelaban a lo irracional en la especie. Se trataba d e llevar a la ge ntealculto de la fuerza, prese ntando la desnudez delpoder como su ms atractivo atributo legitimador . Tales fuerzas, com o el nazismo, haban sidociertamente derrotadas en la guerra; pero despus de esa experiencia, despus de Auschwitz,

    IModernidad y "modernizacin" en Amrica Latina

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    1 2 R E V I S T A DE L A CE PAL N 35 /Agostode 1988

    las promesas de la modernidad no volverancomo seal M edina Echav arra a ser vividas"con los entusiasmos y las esperanzas de otrora".Ms an: sin duda, consolidaba con ello en elmundo el actual reinado de la razn instrumental,que ahora a dem s reclama p ara s sola, contrala razn histrica, el prestigioyel brillo del nom bre de modernidad. Y hay que observar que todava no era claro, ni admitido para amplios sectores, que ese reinado cubra no solamente elmundo llamado occidental, sino tambin el quese constituy bajo el estalinismo.De esos procesos, me parece necesario p oneraqu en cuestin dos de las consecuencias quetuvieron en Amrica Latina. La primera: como la"modernizacin" llegaestas tierras tarde , desdefuera y ya constituida y practicada, entre nosotros se acu un a idea de la cual muchos somos

    an prisioneros: la de que Amrica Latina hasido siempre slo pasiva y tarda receptora de lamodernidad. La segunda, implcita en la anterior,esla confusin entre m odernid ady"modernizacin".La modernidad como categora se acu,ciertamente, en Europa, y particularmente desde el siglo XVIII Empero, fue una resultante delconju nto de cambios que des de fines del siglo xven adelante, ocurran en la totalidad del mundoque estaba sometido al dominio europ eo. El procesamiento intelectual de tales cambios gir entorno a Europa,loqu e correspon di a la centralidad de la posicin de sta en esa totalidad, y aldominio que ejerca.Esa nueva totalidad histrica, en cuyo contexto se produce la modern idad, se constituy apartir de la conquista e incorporacin al mundodominado por Europa, de lo que luego seraAmrica Latina. Es decir, el proceso de produccin de la mo dern idad tiene una relacin directay entraable con la constitucin histrica deAmrica Latina. No quiero referirme aqu solamente al hecho conocido de que la produccin,principalm ente metalfera, de Amrica estuvo enla base de la acumulacin originaria del capital,ni a que la conquista de Amrica fue el primermomento de formacin del mercado mundial,como el contexto real den tro del cual emergerael capitalismo y su lgica mundial, fundamentomaterial de la produccin de la modernidad europea.Para Europa, la conquista de Amrica fue

    tambin un descubrimiento. N o slo y no tanto,quizs, en el manido sentido geogrfico del trmino,sino ante todo como el descubrimiento deexperiencias y de sentidos histricos originales ydiferentes. En ellos se revelaban al asombro europe o, ms all del exotism o, ciertas cristalizaciones histricas de algunas viejas aspiraciones sociales que hasta entonces no tenan existenciasino como mitos atribuidos a un ignoto pasa do.Yno importa que esa visin europea de la experiencia americana correspond iera mucho ms alproduc to de una imaginacin cuyas fronteras sedisolvan por el asombro del descubrimiento. Noimporta, porque esa dilatacin de las fronterasdel imaginario europeo era, precisamente, consecuencia de Amrica. A estas alturas, nadie ignora ya que en la experiencia americana, andinaen primer trmino, no eran ajenas a la realidadalgunas de las formas de existencia social buscadas por los europeos, la alegra de una solidaridad social sin violentas arbitra rieda des, la legitimidad de la diversidad entre seres solidarios,condiciones por completo distintas a las de lasociedad que ellos conocan.Propongo, en consecuencia, que ese descubrimiento de Amrica produjo una profundarevolucin en el imaginario europ eo,yde sde allen el imaginario del mundo europeizado en lad o mi n a c i n :el pasado,como sede deun aedad doradapara siempreperdida , fue reemplazado por el futuro,

    como la edad dorada por conquistar o por construir.Ese es, me parece, el sentido bsico de lasutopas producidas en Europ a con posterioridadaldescubrimiento de Am rica. lsurgimiento deesas utopas puede ser reconocido como el primer momento del proceso de constitucin de lamo dernid ad. Sin el nuevo lugar del futuro en elimaginario de la humanidad, la mera idea demodernidad habra sido simplemente impensable.Para Europ a de ese perodo an no sobrepasada la crisis de la sociedad feudal la utopa

    de una sociedad sin ominosas jerarq uas, n i arbitrariedad, ni oscurantismo, era la ideologa deuna larga lucha con tra las jera rqu as feudales,contra el despotismo de las monarquas absolutas, contra el poder de la iglesia controladora yobstaculizadora del desarrollo del conocimiento,contra la supremaca del inters privado que creca con el mercantilismo. En otros trminos, era

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    OTRA NOCIN DE LO PRIVADO, OTRA NOCIN DE LO PUBLICO / A. Quijano 1 3parte de la lucha por una sociedad racional, lapromes a mayor de la mode rnida d. En ese primermomento del proceso de produccin de la modernidad, Amrica tiene un lugar fundamental.Sug iero qu e en la etapa de cristalizacin definitiva de la modernidad, durante el siglo xviii,en el movimiento llamado de la Ilustracin oIluminismo, Amrica no fue solamente receptora, sino tambin parte del universo enelcual estemovimiento se produca y se desarrollaba.Esto puede apreciarse, en primer trmino,en que, alolargo de ese siglo, las instituciones, losestudios y las ideas y conocimientos que emergan como la Ilustracin se forma ron ydifundieron al mismo tiempo en Europa y Amrica. LasSociedades de Amigos del Pas se constituyeronallyac, al mismo tiem po; circulabanlasmismascuestiones de estudioylos mismos m ateriales deldebateyde la investigacin; se difunda el mismoespritu de inters en la exploracin de la naturaleza, con los mismos instrumentos del conocimiento. Y en todas partes se afirmaba el nimoreform ador de la sociedadyde sus instituciones,para allanar el camino de la libertad polticaydela conciencia, as como la crtica de las desigualdadesyarbitrariedades enlasrelaciones entre lasgentes.

    Cuan do H umb oldt vino a Amrica, no ocult su sorpresa al comprobar que los crculos deintelectualesyde estudiosos am ericanos, en cadauno de los principales centros que visit, cono

    can y estudiaban lo mismo que su contraparteseuropeos. No slo lean los mismos libros; sobretodo, se interesaban por los mismos problemas,porque se planteaban las mismas cuestiones yprocuraban investigarlas con idntico afn apasionado, aunque en condiciones menos propicias.El espritu de la mode rnidadysus promesasy necesidades estaba en desarrollo por igual enAmrica que en Europa.No pued e ser considerado, p or eso, como unhecho meramente anecdticoelque un pe ruano,Pablo de OlavideyJu regu i, adquiriera celebridad en los crculos de la Ilustracin europea, quefuera amigo de Voltaire y participara en el ncleo central de los enciclopedistas franceses y enlas experiencias polticas de la Ilustracin espaola. Cuand o O lavide fue som etido a la persecucin del oscurantismo de la Inquisicin, nadamenos que el propio Diderot escribi su prim erabiobibliografa, e inici la campaa en su defensa. Tampoco puede sorprender que en prcticamente todos los centros europeos de la Ilustracin se desatara una vasta campaa de solidaridad.

    Por eso tampoco es sorprendente que a comienzos del siglo siguiente, cuando se reun ieronlas Cortes de Cdiz en 1810, los diputados latinoamericanos estuvieran e ntre los de ms coherente ideologa m odern a, defensores del radicalismo liberal, y cumplieran as un papel destacado en la redaccin de la Constitucin liberal.

    IILa pa rado ja de l a modern idad en Amr ica La t inaEs, pues, demostrable que el movimiento de lamodernidad en el siglo xviii se produca enAm rica Latina al mismo tiempo que en Europa .Este hecho, sin embargo, encierra una paradojasorprendente .En Europa la modernidad se difundi y floreci abonada por el desarrollo del capitalismo,con todoloque eso implica para la produccin debienes materiales y para las relaciones entre lasgentes. En Am rica Latina, especialmente desdeel ltimo tercio de siglo xvii i, se fue estableciendo una distancia ostensible entr e, de un lado, las

    necesidades ideolgicasysociales de la m ode rnidad, y del otro, el estancamiento y desarticulacin de la economa mercantil, e incluso suretroceso en ciertas zonas, como las andinas. Pasaron entonces al primer plano de la sociedad ydel poder los sectores y elementos ms ligados ala desigualdadya la arbitrarieda d, al despotismoy al oscurantismo. Con la conocida excepcin dealgunos sectores ms inm ediatame nte ligados aldesarrollo capitalista europeo, esa es la tpicacontradiccin que caracteriz a la regin queemerga como Amrica Latina.

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    En Europa, la modernidad se consolid deuna cierta forma como parte de la experienciacotidiana, al mismo tiem po como prctica socialycomo su ideologa lagitimadora. En Amrica Latina, porelcontrario , y hasta bien entrad oelsigloxx, la modernidad se fue convirtiendo en unaideologa cuyas prcticas sociales fueron reprimidas por el poder vigente, o admitidas solamen te como formas legitimadoras de otras prcticas de sentido abiertamente contraro.Lo ltimo sirve para apreciar el peso ideolgico de la mode rnidad en Am rica Latina, a pesar de que sta se encontraba aprisionada en ununiverso social de signo inverso,yperm ite explicar, por ejemplo, la curiosa relacin entre lasinstituciones y constituciones nominalmente liberalesyun poder conservador que se estableci

    Ciertamente es paradjica la historia latinoamericana de la mode rnida d. Sin emb argo, su avatareuropeo no slo no la liber de contradicciones,sino que la hizo vctima de las necesidades procusteanas del propio poder que le deba, precisamente, la existencia: la razn burguesa.En el proceso de produccin de la modernidad , la idea de la racionalidad q ueleera inherente no significaba lo mismo en cada uno de suscentros productores y difusores en Europa. Demanera simplificada, y dentro de los lmites deeste trabajo, podra sealarse que en los pasessajones la idea de racionalidad se concibe, desdela partida, como vinculada fundamentalmente alo que desd e H orkh eime r se conoce ahora comola razn instrum ental. Es ante todo, una relacinentre fines y medios. Lo racional es lo til, y lautilidad adquiere su sentido desde la perspectivadominante. Es decir, la del poder.En cam bio, en los pases del sur la racionalidad se constituye, en lo que al debate sobre lasociedad se refiere, desde el comienzo vinculadaa la definicin de fines: liberar la sociedad detoda desigualda d, de la arbitrariedad, del despotismo, del oscurantismo. En fin, se constituyecontra el pod er existente. La mod ernidad, de ese

    con la Independencia. A su vez, eso slo podraexplicarse recor dand o que la mo dernidad, comomovimiento de la conciencia, no era simplemente un producto importado y forneo, sino producto del p ropio suelo latinoamericano, cuand oste era todava un frtil y rico territorio delmercantilismo, aunque estuviera bajo una dominacin colonial.

    De todos modos, y sobre todo desde el sigloxix, la modernidad en Amrica Latina aprendia vivir como conciencia intelectual, pero no comoexperiencia social cotidiana. Quizs eso explica latrampa de toda una generacin del liberalismolatinoam ericano e n esa centuria, obligada a cultivar la quimera de la modernidad sin la revolucin. De esa trampa no se ha terminado de salir.

    modo, se concibe como la promesa de una existencia social racional, en tanto que promesa delibertad, de equidad, de solidaridad social y demejoramiento continuo de las condiciones materiales de esa existencia, no de cualq uier o tra. Esaes la racionalidad histrica, tan cara a MedinaEchavarra.Quiero insistir en que, algo obligado por lasexigencias de esta ocasin, estoy simplificandoesa diferenciacin en tre las concepciones de modernidad y racionalidad entre el sur y el norteeuropeos,yque no preten do liberar a la Europalatina de sus pecados, que pueden ser tantos como los del norte. Tambin quiero decir que ladiferenciacin est simplificada, pero en mi opinin no es excesivamente arbitraria.Sin duda no es accidental el que los lderesdel movimiento antimodernista de los "neoconservadores" norteamericanos insistan en su rechazo de la "ilustracin francesa-continental" yen su ad hesin a la "ilustracin anglo-escocesa",la de Locke, Hume, Smith, para reivindicar elprivilegio de unos respecto de otros en la sociedad. O que los voceros de ese pensamiento notitubeen en afirm ar q ue, fuera de la defensa de laautoridad y del orden (que incluye las desigual-

    IIIPo d e r y m o d e r n id a d en Eu r o p a

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    d a d e s , e l despot i smo y la arb i t rar iedad) , e l modern i smo es una mera u topa , en e l mal sent idodel t rmino.Esa diferencia se convirt i en una cuest incrucia l para e l des t ino d e la mod ern idad y de suspromesas ; l a hegemona en e l poder de capi ta l ,en las re laciones de po der e n t re l as burgues as deEuropa, se fue desplazando ya desde e s ig loX V I I I ,pe ro sobre to do en e l x ix , hacia l a burg uesa bri tnica. De ese modo, la vert iente "anglo-escocesa" de la i lustracin y de la modernidad seimpuso sobre e l conjunto de la razn burguesa ,no so lamente en Europa, s ino tambin a escalamundial , debido a l poder imper ia l mundial quela burgu es a br i t n ica logr conq uis tar . La raznins t rum ental se imp uso sobre l a razn h i s tr ica .Su dominio mundial se hizo todava ms fi rme yextendido cuando la hegemona imper ia l br i t n ica cedi an te l a hege mo na imper ia l e s tadouni dense, desde f ines de la Pr imera Guerra Mundial.

    Ya bajo el domi nio de la Pax Amer icana y desu ext rema vers in de la razn ins t rumental , seejerci sobre Amrica Lat ina despus de la Segunda Guer ra M und i a l una p res i n de "m oder nizacin": se t rataba ya de una racional idad despojada d e toda conex in con las prome sas pr imi genias de la modernidad , basada nicamente enlas urgencias del capi tal , de la productividad, dela eficacia de los me dios p ara fines impu estos porel capi tal y por el imperio. En defini t iva, de unmero ins t rumento del poder . Eso reforz , enampl ios sectores de Am rica Lat ina , la t ram posaquimera de la modernidad s in revolucin . Susconsecuencias an es tn v igentes : no terminamos de sal i r del osc uro tn el del mil i tarismoydelau t o r i t a r i s m o .

    Acaso el ms completo ejemplo de lo que la"mo derniza cin" ex i tosa impl ica en Amrica Lat ina, es el pasaje del E stado ol igrq uico al Estadomodernizado. En todos los pases los Estados sehan "modernizado" . Sus aparatos ins t i tucionales ha n crecid o, e incluso se ha n profesiona l izadoen c ier ta med ida, e l Es tado es men os pr i s ionerode la socied ad, y en cierto sent ido (el mbito de suaccin) es ms nacional . Tod o eso , s in em barg o,no lo ha hecho ms democrt ico , n i ms ap topara organ izar l as sociedades nacionales para sat isfacer las necesidades de su poblacin, ni msleg t imamente representat ivo y quizs t ampocoms estable.

    La hegemona de la razn ins t rumental noafect solamente a la razn burguesa. Incluso elsocialismo, que se origin com o la al ternat iva a larazn burguesa, como la ms directa y leg t imapor t ado ra d e las prom esas l iberadoras de la modern idad , se p leg durante un per odo ms b ienlargo a las seducciones de la razn instrumental ,y no logr const i tuirse sino como el "social ismorealmente existente", como el estal inismo.Esa es la mo de rn ida d cuya cris is ha estal lado,pregonada por nuevos profetas, casi todos el losapstatas de su ant ig ua fe en el social ismo o, porlo menos, en un l iberal ismo radical . En amboslados del Atlnt ico, esos profetas de la "postmodern idad" o de la ms f ranca ant imodernidadqu i e ren adem s pe r s uad i rnos de que la s p rom esas l iberadoras de la modernidad no s lo sonimposibles ahora, s ino que siempre lo fueron,que nadie puede creer an en e l l as despus delnazism o y del estal inismo,yque lo nico real es elpoder, su tecnologa, su discurso.

    La cri si s de es ta mo der nida d , rede f in ida porel completo predominio de la razn ins t rumental, corre en el mismo cauce que la cris is de lasociedad cap i tal is ta, sobre todo tal como am bas seprocesan desde fines de los aos sesenta. Y esamodernidad , c ier tamente , no t i ene que ser defendida, n i t ampoco objeto de saudaden i ngun a ,mucho menos an en Amrica Lat ina . Fue bajosu imperio que nos fueron impuestas las tareasde sat isfacer las peores necesidades del capi talextra njer o, y de desplaza r de la conciencia de losla t inoamericanos en e l momento mismo de laIndependencia , l a hegemona de la razn h i s trica.

    El problema, no obstante, es que los profetasde l a "pos t m od ern i dad" y de la a n t i m odern i da dno solamente nos invi tan a celebrar los funeralesde las promesas l iberadoras de la razn histricay de su modernidad especfica, s ino principalmente a no volver a plantearnos las cuest ionesimplicadas en esta l t ima, a no volver a la luchapor la l iberacin de la sociedad contra el poder,y a ace ptar en a dela nte n icam ente la lgica de latecnologa y el discurso del poder. Bajo el humode ese debate, no es posible no percibir el pecul iar al iento de las mism as fuerzas que , des pu s dela crisis qu e l lev a la Prim era G ue rra Mu ndial , seorgan izaron para asal tar y t ra tar de des t ru i r has ta la s imiente de toda utopa de equidad, desol idaridad y de l ibertad. No lo consiguieron del

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    106 REVISTA DE LA CEPAL N 35 / gosto de 1988todo,pero s lograron debilitar la posicin de larazn histrica. Hoy, esas mismas fuerzas parecen emerger de nuevo.Por otro lado, la conjuncin de ambas crisisha logrado convertir ciertas encrucijadas del debate cont em por neo sobre la sociedad en callejones aparentemente sin salida. Eso es particularmente serio en el debate sobre los problemasde las sociedades dependientes, configuradas sobre la base de extremas desigualdades, y que nohan conseguido del todo la erradicacin perdurable del ejercicio arbitrario y desptico del poder, ni siquiera enellimitado sentido delassociedades del capitalismo desarrollado. Sobre las sociedades d ependie ntes, como las de Amrica Latina, recaen las presiones de los problemas de laconcentracin extrema del poder y, al mismotiem po, las que se gener an en el nivel especficodel desarrollo capitalista de Europa o de EstadosUnidos.

    En Amrica Latina, sin embargo, la historiade la modernidad tiene dimensiones ms complejas que las de la historia euronorteamericana.En ella quedan, y, ms an, vuelven a reconstituirse, los elementos de una propuesta de racio

    Dos posiciones extremas compiten por dominaren la orientacin econmica de la sociedad actual. La p rim era es el "socialismo realm ente existente", com o se conoce ahoraloque se estructurbajo el estalinismo. Para esta posicin, la propuesta de la estatizacin total de los recursos deproduccin, d e los mecanismos d e distribucin yde las decisiones sobre a orientacin de todo elengran aje econm ico, est en el centro de la ideade socialismo. Esa idea, recibida en Am rica Latina, ha sido influida no slo en las propuestasdefinidas como socialistas, sino tambin en losvarios matices del populismo-nacionalismo-desarrollismo. Setenta aos despus, se puedetener ya la razonable conviccin de que por allno se va muy lejos en el camino hacia un a socie

    nalidad alternativa. La lgica del capital y de surazn instrumental no fue capaz, por la insuficiencia de su desarrollo, de extinguir o anular alextremo los sentidos histricos que, revelados alasombro europeo a comienzos del siglo xvi, produjeron el comienzo de una nueva racionalidad.Sin duda el ms destacado de los callejonessin salida del discurso de la razn instrum ental esel del conflicto entre la propiedad privada y lapropiedad estatal de los recursos de produccin.Hasta el debate ms general sobre las relacionesentre el Estado y la sociedad queda finalmenteordenado en torno de esa disputa.

    Por supuesto, en esos trminos, el debateentre lo pblicoylo privado en la economayenla sociedad no pued e salir de su actual entrampamiento. Ambos bandos asumen, en lo fundamen tal, los mismos supu estos y las mismas categoras: lo privado alleslo privado moldeado porel inters capitalista, y lo estatal o pblico es loestatal-pblico de ese privado, su rival quizs,pero n o su antagonista. En am bos enfoques, es lamisma razn instrumental la que se muerde lacola.

    dad racional, en los trminos de las promesas delsocialismo. La economa puede ser desarrolladaslo hasta el lmite en que son excesivas las asfixias burocrticas. La equidad, la solidaridadsocial y la libertad , la democracia de los pro duc tores, no pueden ni enraizarse ni desarrollarseall. En el otro extremo est la propuesta del"neoliberalismo", para el cual la propiedad privada capitalista delosrecursos de produccinyla"mano invisible" del mercado, idealmente libresde todo lmite, control u orientacin por partedel Estado, son las basessine quano nde la creacin y distribucin generalizada de la riqueza yde toda plena democracia poltica. Tambin esapropuesta ha probado fuera de toda duda, y

    IVLas bases de otra modernidad: la otra nocin delo privado y la otra nocin de lo pblico

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    OTRA NOCIN DE LO PRIVADO, OTRA NOCIN DE LO PUBLICO / A. Quijano 107sobre todo en la experiencia de la inmensa mayora de los latinoamericanos, q ue n o conduce ni ala igualdad, ni a la solidaridad social, ni a lademocracia poltica.En la experiencia histrica que actualmentevivimosyobservamos ese concepto de lo privadoconduc e al verticalismo de las grandes corporaciones, que es probablem ente equivalente al verticalismo "modernizado" (es decir, liberalizadopor la reintroduccin mayor o menor de la propiedad privada y del mercado privado) de lasgrandes burocracias del "socialismo realmenteexistente".

    En Am rica Latina, hoy, no muchos ms quelosdefensores inme diatos del dominio del capitalpueden confiar en los cantos de sirena del"neoliberalismo". Pero, del mismo modo, despus de las expe riencias recientes del "socialismoreal", es difcil que sean tan numerosos comoantes los adictos a la estatizacin de la econ oma.Quizs eso,yno o tra cosa, es lo que se expresa enla virtual parlisis de la accin econmica denuestros pases. To dos ellos,sin excepcin, ma rcan el paso del cortoycon frecuencia del cortsimo plazo, sin proyectos de largo alcance, ni muchas propuestas en esa direccin. En verdad, eldebate entre el "neoliberalismo" y esa suerte d e"neodesarrollismo" que se le opone ("neo", porque sus temasysus propuestas sonlasmismas delviejo desar rollismo , pero cada u na de ellas empalidecida y de poco audible voz), se ha convertidoen un a tram pa, en u n callejn del que no parecehaber salida.No me parece muy difcil distinguir en eseentrampamiento del debate, el hecho de que seopo nen lo privado capitalistay loestatal cap italista, es decir, dos caras de la misma razn instrumental , cada una d elascuales encubre uno d e losagentes sociales que ah ora com piten po r el lugarde control del capital y del poder: la burguesaprivadayla burocracia (para algunos, la burgue sa estatal). En definitiva, ning una de ellas ofreceuna solucin para los urgentes problemas de

    nuestras sociedades, ni mucho m enos las promesas liberadoras de la razn histrica.Lo privado capitalista, o ms generalmentelo priva do m ercan til, implica intereses opuestos alos del conjunto de la sociedad, de modo q ue slohasta el lmite del inters priv ado p ue de ser compatible con la equidad, la solidaridad, la libertado la democracia. Lo estatal o lo pblico, en ese

    concepto de lo privado, es, exactamente, la expresin de esa limitada compatibilidad: emergeyse impon e, precisam ente, cuan do la lgica ltimade la dom inacin est en peligro.Yen sus formaslimitadas, bajo la presin de sus dominados. Elcapitalismo de Estado, el "socialismo real" y el"welfare State" pertenecen a una misma familia,pero actan en contextos y para necesidades especficas diferentes. La plena estatizacin de laeconomayel domin io del E stado sob re la sociedad se presentan como portadores del interssocial global contra el privado. Sin embargo,puesto que con ello la dominacin y la desigualdad no se extinguen , ni tienden a extinguirse, loprivado vuelve a ser reinstalado en esas economas.En esas circunstancias, lo privado aparececomo opcin necesaria cu and o la asfixia b uroc rtica de la estatizacin estanca el dinam ismo de laproduccin.Lo privado se presenta, pues, como funcional.E mpe ro, la experiencia histrica d e A mricaLatina permite sugerir que lo privado capitalistao mercantil no es la nica nocin posible de loprivado,yq ue lo estatal o lo pblico en el especfico sentido de estatal, tampoco es la nica otracara de lo privado. De hecho, y aunque no estpresente formalmen te en el debate de estas cuestiones, hay otro concepto de lo privado y de lopblico, que no solamente forma parte de la anterior historia de A mrica Latina, sino que contina activo, y tiende a em erger en m s amplios ycomplejos mbitos.

    Solamenteamod o de ilustracinyno porqueest proponindola como la opcin deseada yeficiente, qu iero trae r aqu el ejemplo de la viejacomunidad andina. Planteo una pregunta sobresu carcter: es privad o o estatal-pblico? La respuesta es que es privado.Yfuncion,y funciona.Antes de la dominacin imperial y colonial ydur an te toda la Colonia, fueelmbito nico de lareciprocidad, de la solidaridad, de la democraciay de sus libertades; refugio de la alegra de lasolidaridad bajo la dominacin. Ms tarde, funcion frente al embate de u n liberalismoyaganado a la razn instrume ntal,yfrente al gamonalism o. Y an funciona frente al capital. Y es privado.

    Lo que qu iero decir, con ese ejemplo, es quehay, pues, otra nocin de lo privado qu e no es elcapitalista, ni el mercantil. Que no hay un soloprivado. Cmo denominarlo? Por el momento,

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    a falta de mejor nombre, propongo conocerlocomo un privado social, para diferenciarlo delprivado egosta.Debe que dar claro, sin embargo , que no propongo en m odo alguno el regreso a un comunitarismo agrario como el de la historia andina precolonial o incluso actual. La sociedad actualysusnecesidadesyposibilidades son, sin duda, demasiado complejas como p ara ser cobijadasyresueltas dentro de una institucin como aqulla. Lodicho n o quita que ella sea o pueda ser despus labase o una de las bases de la constitucin de o traracionalidad. Despus de todo acaso sus efectossobre el imaginario europeo no comenzaron lahistoria de la modernid ad europea yla poderosautopa de una sociedad racional?Del mismo modo, debe quedar claro, tam

    bin, que si aludo a la reconstitucin de unanocin de lo privado social en Amrica Latina,equivalente a la de la comunidad andina, es porque en su experiencia actual, enelpropio contexto de una sociedad compleja y tremendamentediversificada, es posible registrar y observar suactuacin. La organizacin solidaria y colectiva,demo crticam ente constituida, que repo ne la reciprocidad como el fundamento de la solidaridadyde la democracia, es actualmente un a delasmsextendidas formas d e la organizacin cotidianayde la experiencia vital de vastas poblaciones deAmrica Latina, en su dramtica bsqueda deorganizar la sobrevivencia y la resistencia a lacrisis y a la lgica del capitalismo del subdesarrollo.Esas formas de la experiencia social no pueden ser consideradas simplemente coyunturaleso tran sitorias. Su institucionalizacinesyalosuficiente como para qu e sean admitidas como prcticas sociales consolidadas p ara mucho s sectores,en especial los que habitan el universo de laspoblaciones pobres de las ciudades, que constituyen la amplia mayora de la poblacin, en muchos casos. Por ejemplo, en el Per, lo que se

    conoce como la barriada forma alrededor del70 % de la poblacin urbana, y sta a su vez, el70 % de la poblacin nacional. No resulta exagerado sealar entonces qu e la barriada es actualmente, en particular en la constitucin de unanueva intersubjetividad, la experiencia social ycultural fundamental del Per de los ltimostreinta aos. Y esas nuevas formas del privado

    social son una instancia central de esa experiencia.En otros trminos, la reciprocidad andina haengendrado la actual reciprocidad en las capasms oprimidas de la sociedad urbana "modernizada" del capitalismo dependienteysubdesarrollado de A mrica L atina. Sobre esta base se constituye un nuevo concepto de lo privado social,alternativo respecto del concepto de lo privadocapitalista, hoy dominante.

    Dos cuestiones de ben ser aclaradas aqu. Primero,no hay duda de que lo privado capitalistapredom ina ampliam ente en el conjunto del pas,y en el conjunto de la poblacin urbana de labarriada y entre las capas pobres de esa poblacin. Incluso, su lgica noslocoexiste con la qu eproviene de la reciprocidad, de la solidaridad yde la democracia, sino que adems la penetraylamodifica. Las instituciones que se forman sobrela base de la reciprocidad , d e la igualdad y de lasolidaridad, n o son en el mun do u rbano islasen el mar dom inado por el capital. Son parte deese mar que, a su vez, modifican y controlan lalgica del capital. Segund o, esas instituciones n oexisten dispersasysin conexiones ent reellas.Porel contrario, especialmente en las dos ltimasdcadas, han tendid oaarticularse formand ovastas redes que en el caso de muchas de ellas, cubre n el espacionacional.Las instituciones as surgidas han comenzado a su vez a formar articulaciones m s complejas. Es decir, como lo hacano lo hacen los sindicatos obreros tradicionales, seagrupan segn sectores y en organizaciones nacionales. En el caso de las nuevas instituciones delprivado social, sin embargo, se articulan entre ssectorialmenteyel conjunto de todos los sectoresen una red nacional que no necesariamente implica un organismo. En otros trminos, el privado social institucionalizado tiende a generar supropia esfera institucional pblica, la cual, sinembargo, no necesariamente tiene carcter deEstado: no se convierte en un aparato institucional que se separa de las prcticas socialesyde lasinstituciones de la vida cotidiana de la sociedadpara colocarse por sobre ellas. La esfera institucional que articula global o sectorialmente lo privado social, tiene carcter pblico, pero no el deun poder estatal, sino el de un poder en la sociedad.Puesto qu elasinstituciones del privado socialy de su esfera pblica se encuentran en un con-

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    entonc es , e l deb ate sob re l as re laciones en t re suprop ia h erencia cu l tural y l as neces idades de un anue va racio nal ida d histrica. Sugiero que los elemen tos de esa herencia cu l tural puede n ser reconocidos como por tado res de un sent ido h i s tr icoopuesto por igual al imperio de la razn instrumental y a un cul tural ismo oscurant is ta, principalmente en virtud de las experiencias socialesde vastas colectividades. Las prcticas socialesconst i tu idas con la t ram a de la recipro cidad , de laequidad, de la sol idaridad, de la l ibertad individual y de la demo cracia co t id iana, han proba do,contra muy adversos factores, su apt i tud para serpar te de una nueva racional idad l iberadora .

    Aqu es imprescindible intentar algunas presiciones. En primer lugar, cabe recordar queAm r i ca p roduc a l a m odern i dad , a l m i s m ot iempo que Europa, con pro tagonis tas que erand o m i n a d o r e s , d e s c e n d i e n t e s d e e u r o p e o s . Aellos, su propia condicin de dominadores lesimpidi ver que en la cul tura de los dominados,los "indios", residan muchos de los elementosque luego in tegrar an la racional idad europea,an guiada por la relacin entre razn y l iberacin . Cuando esa re lacin qued oscurecida yrelegada bajo el predominio de la relacin entredominacin y otra razn, el bloqueo de la visinde los dominadores se h izo an ms fuer te .La cul tur a criol lo-ol igrquica, que fue el pro ducto pr iv i leg iado de ese desencuent ro , ve t er

    minar hoy da, en toda Amrica Lat ina, el t iempode su pr ed om inio . Sus bases sociales y sus fuentesestn socavadas, y en la mayora de los pasesdes in tegradas , y ha dejado de reproduci rse . Pareci en un mo me nto ab r i r el paso exclus ivamente a la "modernizacin" en la cul tura, es decir, alimpe r io de la razn ins t rum ental . As habr a qui zs ocu rr ido s i e l per odo d e expan s in del capi ta l in ternacional no hubiera t ropezado con susactuales l mites, e ingr esa do en un a cris is pro funda y pro lo nga da, ju n t o con todo e l andamiaje depoder en estos pases. Sin embargo, en ese contexto de crisis la diversidad social, tnica y cultural se ha hec ho m s fuer te, y no se vive el t rnsi tounil inea l y unidire ccion al e ntr e la "tradicin" y la"modernizacin" que imaginaban los idelogos .Por el contrario, en un t iempo de confl icto y decrisis en la sociedad y en la cul tura, y mientrasms subdesarrol lado es el rgimen del capi tal ,ms ampl ias son las grie tas por do nd e reem ergela herencia cul tural global extraa a la "moderni

    zacin" . C ier tamente , s ta v iene cuando los dominados acceden a l pr imer p lano de es ta cont ienda.Todo esto no significa que la herencia cul tural global de Am rica L at ina, o la que p ro du ce ny

    viven los dominados , provenga nicamente delas ancestrales fuentes precoloniales. Nada deeso. Ella se al imenta de los veneros de ant iguasconqu istas de la racion al idad e n estas t ierras, qu epro duj ero n la recip rocid ad, la sol idarida d, la alegra del trabajo colectivo. Estos confluyen con losprovenientes de la exper iencia af r icana, y preservan jun tos la integ rida d d el rbol de la vida,escindido en otras cul turas entre el rbol de lavida y el del conocimiento: con el lo se cierra elpaso a la redu ccin de la raciona l idad a un entec oy superficial racional ismo. Tambin las corrientes de la cu l tura europea y euronor teamericana,que no cesan de fluir hacia nosotros, hacen aportes ajenos a la mera razn de poder. Desde elAsia, en forma ms reciente, tambin se contribuye a enr iquecer , a hacer ms d iversa , heterognea y rica, esa mlt iple herencia. El la no es,por eso, ni dbi l , ni susceptible de ser reducida ala mera razn instrumental . La peculiar tensindel pensamiento la t inoamericano proviene de lacomplej idad de esa herencia.

    No tenemos , por eso , neces idad de confundi r e l rechazo a l eurocent r i sm o en la cu l turaya lalgica instrumental del capi tal con algn oscurant i s ta reclamo de rechazar o de abandonar l aspr imigenias promesas l iberadoras de la modernidad: la desacral izacin, ante todo, de la autoridad en el pensamiento y en la sociedad, de lasjerarquas sociales y de los prejuicios y de susmitos consiguientes; la l ibertad de pensar y deconocer , de dud ar y de preg unta r ; l a de e xpresary de com unica r; la l ibertad individual l iberad a d eindividual ismo; la idea de la igualdad y de lafrater nida d de todas las pers ona s, as como de sudignidad . No tod o es to se or ig in en Euro pa. Nifue, t ampo co, a ll cum pl ido o s iquiera respetad o.Pero fue com o des de Eur opa qu e viaj a AmricaLatina.La prop ues ta del mbi to pr iva do socia l y desus inst i tuciones de art iculacin en el mbito delo pblico no e statal , es una al ternat iva al cal lejnsin salida al qu e no s han llevad o los estatistas y losprivat is tas del capi tal y de su poder. Se t rata deuna propues ta l a t inoamericana ubicada en laperspect iva de que A mrica L at ina es, como nin

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    OTRA NOCIN DE LO PRIVADO, OTRA NOCIN DE LO PUBLICO / A. Quijano 111

    gn otro m bito histrico actual, el ms antiguoypermanente surtidor de una racionalidad histrica constituida p or la confluencia d e las conquistas racionales de todas las culturas. La utopa deuna racionalidad liberadora de la sociedad, no es

    Son muchas y muy grandes las cuestiones que seplantean a partir de aqu. No puedo pretenderabordar ni siquiera las ms importantes, ni menos an discutirlas a fondo, dentro de estos lmites.Pero algunas de ellas deben qued ar al menosenunciadas.En prim er trm ino, estamos en presencia deuna clara necesidad de redefinicin de la problemtica de lo pblico y de lo privado, y no solamen te en el debate de Am rica Latina. Me parece relativamente menos difcil de aprehender laideayla imagen de otro m bito privado, distintoy en el fondo con trapuesto a de la propiedadprivadayal andam iaje de pod er que apareja. Sinem bargo , creo que hay que decir algo ms sobreel problema de lo pblico no estatal, es decir, loque es distintoytambin contrapue sto al Estadoy a su mbito de lo pblico.Una prim era dimensin de esa cuestin de lopblicoyde lo privad o es que, en la relacin queentre ambos trminos se establece dentro delcapital (y en general dentro de todo poder queincluya el Estado), lo privado aparece como unaesfera autnoma de prcticas e instituciones sociales que se defienden contra el Estado y, almismo tiempo, se articulan con l y se expresanen l. En este esquema predomina el problemade la autonoma de lo privado frente al Estado,as como la capacidad de ste para imponersesobre la sociedad. En esa contrad ictoria relacin,las instituciones pblicas que vinculan entre sdiversas p rcticas de la sociedad civil no son tanvisibles como las instituciones pblicas del Estado.El Estadoes ,por su naturaleza, un a esfera deprcticasyde instituciones colocadas por encimay por fuera de la cotidianeidad de la sociedadcivil. En cambio, no pueden plantearse ese tipode conflictos en la relacin que surge entre lo

    hoy da en Amrica Latina solamente una visiniluminada. Con ella ha comenzado a ser urdidaparte de nuestra vida diaria. Esta racionalidadpuede ser reprimida, derrotada quiz; pero nopuede ser ignorada.

    privad o social y lo pblico no estatal, puesto quelo pblico all existe solam ente como instancia dearticulacin de lo privado social, y no pod ra serde otro modo, salvo alterando su naturaleza yconvirtindose en Estado . Por su lado, todo Estado pue de existir,ygeneraryre produ cir sus instituciones especficas, no solamente fuera de lasociedad civil, sino muchas veces en contra de lasinstituciones caractersticas d e esta ltima. Am rica Latina presen ta a todo lo largo de su historiaese peculiar desencuentro. En el debate sobreEstadoysociedad civil en A mrica Latina , ste esuno de los aspectos ms confusos, precisamenteporqueelanlisis ms conocido p arte del supu esto de la correspondencia entre las institucionesdel Estado y el carcter de la sociedad civil, sincuestionar la representatividad de ese Estado.No obstante, toda nuestra experiencia histricagravita en contra de esos supuestos. Y ahora,durante la actual situacin, el problema de larepresentacin est, sin duda, tambin en crisis.Esa problemtica remite al tema de la libertadyde la democracia en relacin con lo pblicoy lo privado, que es crucial en el debate actualdentro y fuera de Amrica Latina. Como todossaben, una vertiente hoy dominante en la teorapoltica, de origen escocs-anglo-norteamericano, prese nta el problem a de las libertades individuales como caractersticas de lo privado, afirmando que deben defenderse de la intromisinde lo estatal pblico. Pero, de otro lado, planteala necesidad de la autoridad y del orden, quedeben ser impuestosy defendidos por el Estado.As queda planteada una relacin contradictoriaentre la libertad, por una parte, y el orden y laautoridad , por otra, que en el fondo da cuenta dela misma relacin entre el Estado y la sociedadcivil. El problema, entonces, no queda resuelto,

    VILas cuestiones y los riesgos

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    ni tiene en ese enfoque ninguna perspectiva desolucin distinta d e la emprica, tal como se registra en la poca atractiva historia de las relacionesentre el orden y la libertad, sobre todo aqu enAmrica Latina.Sugiero, poreso,que noessorprendente queno sea la razn histrica, la liberadora, sino laotra, la instrumental, la que gobierna tanto laprctica como la teora de las relaciones entre lalibertad y el orden, aunque la idea de libertadpoltica sea una de las conquistas de la modernidad . Eso perm ite pon er de relieve quelasrelaciones entre la libertad person alylas necesidades d ela sociedad global {u "orden), son radicalmentediferentes en el contexto de las relaciones entrelo privado social y lo pblico no estatal. En estembito, las necesidades de la sociedad global,expresadas en lo pblico no estatal, no son y no

    pueden ser otra cosa que la articulacin de lasnecesidad es d e lo privad o social. Por ello no hayoposicin ni conflicto en tre las necesidades de lasolidaridad colectiva, de la reciprocidad y de lademocracia y las necesidades de la realizacinindividual diferenciada.La defensa de la libertad pers onalyaun de laigualdad, dadas ciertas condiciones, puede noser tan difcil de lograr en el rea de lo privado.Lo problemtico en la historia ha sido siempreconstituirlas y hacerlas valer en la esfera de lopblico, que es don de se jueg an. En la experiencia de las relaciones entr e lo privad o y lo estatal,hasta ahora, hacer valer la libertad personal sloresulta posible, en el fondo, para unos a costa delos otros. Siempre son unos no solamente "msiguales" que o tros, sino tambin ms libres. En elcontexto alternativo, el "orden" slo podra resultar de la realizacin de la libertad person al detodos; p ero es, justam ente, lo que el orde n nohace, y no puede hacer, en las relaciones entreEstado y sociedad. El orden siempre sirve a lalibertad de los unos sobre la de otros. Se puedever qu e esta relacin en tre lo privado social y lopblico no estatal que em erge en Amrica Latinaobligaareplantearelproblema delaslibertadesyde la democracia a o tra luz y desde otro ngu lo.

    Volviendo al concepto de lo privado social,ste permite considerar el problema de la produccin y de la distribucin, as como sus perspectivasybasamen tos, en un nu evo contexto. Eneste sentido, cabe plantear el tema de la reciprocidad, que he prese ntado antes como fundamen

    to principal indispensable del otro conce pto de lopriva do. El concepto m ercantil o capitalista de loprivado se basa en la ruptu ra de la reciprocidadysu reemplazo p or el mercado ; en el concepto delo privado social, el mercado no puede ocupar elmismo lugarono pued e tener la misma naturaleza. Aunq ue el concepto de m ercado ha sido trasmutado en el debate actual en una categora casimstica, seguramente es obvio para todo el mundo que implica una correlacin de fuerzas, y nootra cosa. Esto es, implica un a relacin de pod er,una estructura de poder o una parte y un momento deella.Po reso,la racionalidad d el mercado no tiene cmo admitir un contenido que nosea la razn instrume ntal ms des nuda. El mercado excluye, por su carcter, la reciprocidad, oslo puede admitirla de modo excepcional comouno de sus medios, para sus propios fines. Lareciprocidad es un tipo especial de intercambio:no necesariamente considera el valor de cambio,y tiende ms bien a fundarse en el valor de uso.No es la equivalencia abstracta, lo comn a lascosas lo que cuen ta, sino precisamen te su diversidad. En un sentido, es un intercambio de servicios,que puede asum ir la forma de un intercambio de objetos, pero no siempre, ni necesariame nte. Por eso es ms viable articular la recipro cidad con la igualdad y con la solidaridad. Lareciprocida d no es una catego ra unvoca, ni tiene una prctica nica, por lo menos tal como seprese nta en las publicaciones antropolgicas. Sinembargo, mientras que el mercado implica lafragmentacinydiferenciacin de intereses en lasociedad, y est ad he rido a una visin atomsticadel mundo, la reciprocidad implica la articulacin de los intereses en la sociedad, es parte deuna concepcin globalizante del mundo.

    En la historia andina, por ejemplo, la reciprocidad n o impidi el poder ni la dominacin.No obstan te actu en dos niveles: en la base y enla cspide de la estructura de dominacin, comomecanismo d e solidaridad, un intercambio entreiguales. Y, al prop io tiempo, entre d omina ntes ydominados, como mecanismo de articulacin yde solidaridad entre desiguales. Esto indica quela reciprocidad no necesariamente implica laigualdad. Pero, a diferencia del mercado, s implica la solidaridad. En el mercado, las personasslo actan como agentes de intercambio deobjetos eq uivalentes. En la reciprocidad , los objetos apenas son smbolos de las personas mismas.

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    OTRA NOCIN DE LO PRIVADO OTRA NOCIN DE LO PUBLICO /A uijano 113El mercado es impersonal por naturaleza. Lareciprocidad es personal.

    En el actual proceso de constitucin de lasprcticas sociales, la reciprocidad viene vinculada a la igualdad, a la libertadya la demo cracia, yno solamenteala solida ridad. Esto indica, visiblemente, la confluencia entre la racionalidad deorigen and ino y la que proviene de la modernidad euro pea . Si bien no est, por lo tanto, liberada del todo del asedio de la dominacin, en estenuevo contexto puede estudiarse como fundamento de una nueva racionalidad, producto,precisamente, de una historia alimentada porotras mltiples y diversas. A pesar de ello debetambin ser percibida como parte de una estructura de poder, y no como una suerte de disolucin de todo p ode r. La diversidad articulada quela reciprocidad implica, la solidaridad social, laigualdad social, la libertad personal, como componentes constitutivos de una nueva estructurade dem ocracia, no indican la disolucin de todopoder. La democracia, por muydemosque puedaser, no deja de ser tambin cratos.Eso es, por lodems, lo que est implcito en la formacin deuna esfera pblica de ese nuevo m bito privado.Sin emba rgo, la estructura de pod eresnecesariamen te de natu raleza d istinta de aquella en que searticulan lo privado capitalista y lo estatal. Setrata de un poder devuelto a lo social; existeenorm e dem anda de una expresin polticamente directa de lo social, no necesariamente mediante el Estado.

    La cuestin es demasiado importante comopara ser omitida en esta problemtica. simprescindible dejar en claro que estas nuevas prcticasde lo privadoyde lo pblico no pued en conquistar he gem on a e nt re las prcticas sociales sino enla medida en q ue pueda n em erger como un poder alternativo. La prctica actual de lo privado,junto con su Estado, no dejarn de bloquearlas,fragm entarlas, distorsionarlas o liquidarlas. Lasnuevas instituciones slo pued en desarrollarse yconsolidarse como poder capaz de defendersedel actual, y adems de imponerse finalmentesobre l. A diferencia de otras opciones, ese poder alternativo no es solamente una meta, sinotambin su camino, y se est actualmente recorriendo.

    No sera pertinente querer traspasarloslmites de esta ocasin, y plantear cuestiones cuya

    indagacin llevara a n ms lejos. Lo ya dicho es,creo, suficientemente significativo como parainiciar un debate. Es, sin em bargo, necesario hacer ciertos deslindes y algunas aclaraciones.Algunos se preguntan si las instituciones delo privad o socialyde lo pblico no estatal, puestoque se fundan en la reciprocidadyen la solidaridad, son privativas de ciertas reas culturales,incluso quizs tnicas, donde la reciprocidad esuna parte clave de su historia cultural (como es,por ejemplo, en el caso de la cultura andina).Pero, se preg unta n qu tienen que ver esasprcticas con las otras reas de Am rica Latina, yen especial con los pases del Cono Sur?

    No cabe duda de que esas nuevas prcticassociales, que se afirman como po rtadoras de u nanueva racionalidad histrica, encue ntran un suelo ms receptivoyfrtil all do nd e se enraizan enprevias herencias histricas. As sucede, seguramente, en el caso de las poblaciones de origenandino. No obstante , exis te documentacinabundante sobre la presencia de prcticas delmismo carcter en virtualmente todos los sectores de poblacin urbana empobrecida bajo laprolongada crisis en curso, en todos o casi todoslos pases latinoamericanos. Para testimoniarlono hay sino que ac udir a la historia de las invasiones de tierra urbana para poblar, de sus formasde organizacin, de movilizacin y de sostenimiento. No es muy distante esa historia en Chile,por ejemplo. En ese mismo pas, investigacionesrecientes sobre el proceso agrario desde 1973,han sealado la formacin de comunidades campesinas en reas donde antes existan solamenteparceleros o inquilinos, porque ciertos grupos decampesinos han descubierto que slo puede n sobrevivir jun tan do sus pequeas tierras y sus pocos recursos. Ese descubrimiento de la reciprocidadyde la solidaridad e ntr e iguales, como condicin misma de sobrevivencia, no necesariamenteocurre, pues, solamente como prolongacin deantiguas historias culturales propias, y no siempre slo como una virtud producida por unanecesidad lmite, como la sobrevivencia; tam binproviene de necesidades de un sentido histricocolectivo para resistir al colapso de los hasta aqudom inantes o suficientemente firmes. La ampliared de organizaciones en donde los cristianos dela teologa d e la liberacin, los pobres , los perseguidos y los ncleos de intelectuales y profesionales se asocian para resistir en la totalidad de

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    nuestros pases, es una buena muestra de esaposibilidad.En la experiencia reciente de algunos pases,Per por ejem plo, ciertas denominaciones como"autogestin", "empresas asociativas"yotras hansido usadas para caracterizar instituciones bsicamente burocrticas, pero presentadas enrealidad con mucho xito de propaganda, sobretodo fuera del pas como instituciones de democracia directa. Los grupos sociales vinculadosa las entidades llamadas "autogestionarias", fueron vistos entonces como bases de una reorganizacin corporativa del Estado , como va para superar una muy prolongada crisis de representacin. El fracaso de estos esquemas, principalmente por las contradicciones del rgimen quelos sustentaba, llev al incumplimiento de susobjetivos, y la crisis no ha hecho sino agravarse,fortaleciendo en muchas gentes el antiguo estereotipo de que todo tiempo pasado fue mejor. EnAmrica Latina, la experiencia de las dcadasrecientes ha sido para tanta gente tan desastrosa,que se ha llegado a pens ar qu e en el futuro siempre hay algo peor. De ello puede desprende rse lasospecha d e qu e las nuevas prcticas sociales quecaracterizan lo privado socialy lopblico no estatal,estn siemp reopued en e star, en riesgo de serredefinidas y distorsionadas. Ese riesgo es real,seguramente, comolo esla represin ms abiertay dirigida a la destruccin de esas prcticas, noslo a su apropiacin indebida o a su distorsin.

    Un deslinde equivalente pued e ser necesariorespecto de todas las derivaciones ideolgicas ypolticas asociadas a la categora de "informalidad", de tantos usos ahora en Amrica Latina.Aqu, y por el momento, ser suficiente insistiren algo ya sealado. En el mu ndo d e la barriada{o de las callampas, o de las favelas, o de lasciudades perd idas, los rancheros,yotros) conviven, se opon enyse usan las estruc turas norm ativas del mercado, las del capitalismo, y las de lareciprocidad y de la solidaridad. U na buena parte de la poblacin se mueve flexiblemente entreambos universos no rmativo s, segn sus necesidades, como seal de que no tienen an definidadel todo su adhesinylealtad definitiva a algunode ellos. En ese sentido (no slo psicosocial, sinoestructural) esa poblacin sigue siendo marginaly forma parte de la gran diversidad social quehoy caracteriza la estructura de la sociedad latinoamericana. La economa "informal" est for

    mada, en gran medida, por esa poblacin, aunque otra parte de ella correspond e a gentes definitivamen te asimiladas a la lgica y a las norm asdel capitalya sus intereses. El conflicto en tre lasperspectivas pertenecientes a la lgica y a losintereses del capital y las de la reciprocidad y lasolidaridad es aprovechado, en favor de las primeras, por ciertas propuestas polticas.Obviamente, para el "neoliberalismo", nadapue de ser tan plausible como la economa llamada "informal": en ese mundo las reglas del mercado pueden operar con la mxima libertad posible;la calidadyel precio de los produc tos (bieneso servicios) no estn sujetos a control alguno; lossalarios no estn regidos por ninguna estructuralegal; no hay seguro social, vacaciones, com pensaciones, derechos sindicales. Nadie paga impuesto directo alguno, aun que todos exigen servicios del Estado. Ninguna organizacin de losexplotados del sector sera tolerada. Todo esopermite un complicado engranaje de articulacin entre la gran empresa "formal"yel trabajoyel mercado "informal", cuyos beneficiarios sonobvios, pues to que ning una econom a "inform al"est realmente fuera del aparato financiero global del capital en cada pas,ynadie ha dem ostrado que estn cortados los canales de transferencia de valor y de beneficios entre la economa"informal" y la "formal". Nada de eso impidedestacar la excepcional energa y capacidad deiniciativa que los trabajadores "informales" pone n en accin cada da, para ser capaces de sobrevivir en las condiciones de crisis, y tambin paraproduciryganar, para obten er empleo, ingresosy vivienda al margen del Estado y a veces en sucontra. Todo ello, sin duda, puede y debe serestimulado y desarrollado. Pero puede tambinser orientadoycanalizado,yall estelproblema:hacia el pleno desarrollo del capital o hacia lasolidaridad, la reciprocidad, la democracia directa de los productores?

    Hay que insistir con cuidad o. La opcin no seplantea solamente en tre el estatismoyel control,por un lado,yla libertad de mercad oyde ganancia, por el otro. Los defensores de la segundaalternativa la presentan como la nica garantareal de democracia, contra el peligro de totalitarismo estatista de la primera. Esa disyuntiva esfalaz. El otro sendero lleva, en definitiva, a lomismo, al verticalismo d e las corpora ciones, quepuede com petirycompite coneldel Estado, per o

  • 8/12/2019 Quijano Anibal-Otra Nocion de Lo Privado Otra Nocion Del Lo Publico

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    OTRA NOCIN DE LO PRIVADO, OTRA NOCIN DE LO PUBLICO / A. Quijano 115que est siempre profundamente articulado conl .La disyuntiva en tre lo privadoy loestatal no esotra cosa que un a diferencia de ntro de la mismaracionalidad instrum ental, cuyo dominio ha termin ado prod ucien do la crisis secular y el actualdesconcierto.

    EstatismoyPrivatismo capitalistas no son actualmente otra cosa que Scila y Caribdis para losnavegantes de la historia actual. No tenemos queoptar entre ellas, ni tampoco temerlas. La navede la racionalidad liberadora viaja hoy con unanueva esperanza.