¿QUÉ FUTURO PARA LA ALIMENTACIÓN DE LA … · grado de conocimiento mucho mayor que en todo...

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STVDIVM. Revista de Humanidades, 19 (2013) ISSN: 1137-8417, pp. 175-191 ¿QUÉ FUTURO PARA LA ALIMENTACIÓN DE LA ESPECIE SAPIENS? What does the Future Hold for the Nutrition of the Sapiens Species? Ricardo Ávila y Bárbara Gama * Universidad de Guadalajara, México Resumen A partir de las pesquisas y reflexiones de cinco autores que abordan temas históri- cos de índole antropológica, sociológica, política y económica, se esboza un esce- nario posible sobre el futuro de la sociedad de los sapiens a escala planetaria, espe- cíficamente respecto de la cuestión alimentaria. Como parte de ello, se repasan brevemente ciertos ejemplos sonados de hambrunas recientes en la historia huma- na, se presentan algunos datos sobre la situación alimentaria actual y se bosqueja el telón de fondo económico en lo que ello ocurre. Palabras clave: alimentación, especie sapiens, mundo, futuro. Abstract Based on the research work and reflections made by five authors who approach historical subjects of anthropological, sociological, political and economic nature, a possible future of the society of sapiens on planetary scale is outlined, in parti- cular respect to the food question. As part of it, some recent prominent examples of famines in human history are briefly reviewed, and some data on the present food situation as well as the economic framework in which it happens, will be depicted. Key words: food, sapiens species, world, future. * Ricardo Ávila Palafox es profesor de Historia y Antropología y director del Departa- mento de Estudios Mesoamericanos y Mexicanos. Correo electrónico: riavila@cencar. udg.mx. Bárbara Gama es Licenciada en Historia por la Universidad de Guadalajara. Correo electrónico: [email protected]. Fecha de recepción del artículo: 9 de septiem- bre de 2013. Fecha de aceptación: 6 de marzo de 2013. Versión final: 11 de noviembre de 2013.

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¿QUÉ FUTURO PARA LA ALIMENTACIÓN DE LA ESPECIE SAPIENS?

What does the Future Hold for the Nutrition of the Sapiens Species?

Ricardo Ávila y Bárbara Gama*

Universidad de Guadalajara, México

Resumen

A partir de las pesquisas y reflexiones de cinco autores que abordan temas históri-cos de índole antropológica, sociológica, política y económica, se esboza un esce-nario posible sobre el futuro de la sociedad de los sapiens a escala planetaria, espe-cíficamente respecto de la cuestión alimentaria. Como parte de ello, se repasan brevemente ciertos ejemplos sonados de hambrunas recientes en la historia huma-na, se presentan algunos datos sobre la situación alimentaria actual y se bosqueja el telón de fondo económico en lo que ello ocurre.

Palabras clave: alimentación, especie sapiens, mundo, futuro.

Abstract

Based on the research work and reflections made by five authors who approach historical subjects of anthropological, sociological, political and economic nature, a possible future of the society of sapiens on planetary scale is outlined, in parti-cular respect to the food question. As part of it, some recent prominent examples of famines in human history are briefly reviewed, and some data on the present food situation as well as the economic framework in which it happens, will be depicted.

Key words: food, sapiens species, world, future.

* Ricardo Ávila Palafox es profesor de Historia y Antropología y director del Departa-mento de Estudios Mesoamericanos y Mexicanos. Correo electrónico: [email protected]. Bárbara Gama es Licenciada en Historia por la Universidad de Guadalajara. Correo electrónico: [email protected]. Fecha de recepción del artículo: 9 de septiem-bre de 2013. Fecha de aceptación: 6 de marzo de 2013. Versión final: 11 de noviembre de 2013.

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¿De qué serviría a los humanos acumular montañas de trigo o de carbón, de petróleo y de todos los metales si, por desgracia, se pierde el gusto (un gusto geométricamente progresivo) de actuar, es decir, de ser cada vez más humano por la vía de una totalización planetaria?

Th. de Chardin

…hay que afrontar la soledad de nuestra consciencia constructiva, sin recurrir a mitos y falsas divinidades, para dejar de entender el progreso como algo natural y para generar condiciones de progreso material e in-telectual colectivos…

E. Carbonell

1. cavilar sobre el fuTuro

La fisiología de nuestra especie no nos permite «recordar» los eventos fu-turos. Sin embargo, éstos ocurren, como bien lo han señalado físicos teó-ricos, por ejemplo Stephen J. Hawking (1988). De hecho, las personas no sólo pensamos en los posibles acontecimientos por venir, sino que trata-mos de calcular su ocurrencia y aun controlarlos. Ejemplos sobran. Pién-sese en las ideas y disposiciones que para la caza hacían los hombres del Neolítico, en las proyecciones financieras que concibe un corredor de Wall Street, o en los cálculos que hacen los astrónomos para intentar desviar ciertos meteoritos de talla mayor que eventualmente pudiesen estrellarse contra la Tierra. Un ejemplo más que muestra bien la capacidad previsiva de la especie sapiens es el problema del «Dilema del prisionero», que en el ámbito de la teoría de juegos desarrollaron Merril M. Flood y otros auto-res en los años cincuenta del siglo pasado. No hay duda: la capacidad inte-lectual de nuestra especie incluye la previsión, el pensamiento estratégico.

La materia prima del trabajo de los historiadores son los hechos del pasado, aunque también lo son en sentido amplio de los científicos y en general de cualquier persona. Pero al tiempo que recordamos los hechos del pasado cogitamos sobre los eventos por venir. Cuando historiadores y cientificistas sociales en general examinan los procesos históricos, de modo automático reflexionan, en general, sobre su continuidad en el presente y su proyección futura. Benedetto Croce (1952) decía que el estudio de los hechos del pasado está motivado en buena medida por la búsqueda de respuestas, al menos parciales, para las preguntas que los hombres se ha-cen sobre su presente. En este orden de ideas, Soren Kierkegaard senten-ciaba que la vida «sólo podía ser comprendida mirándola hacia atrás [ha-cia el pasado], pero únicamente podía ser vivida mirando hacia adelante

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[hacia el futuro.]»1 El filósofo danés, el historiador italiano y muchos más, desde Cicerón2 hasta Edgar Morin (2011), pasando por Marc Bloch (1949), Lester Brown (2003), Jacques Attali (2006) o Ignacio Ramonet (2009), han establecido con claridad que hay que estudiar el pasado para comprender el presente y para preparar el futuro.

En las páginas que siguen citaremos sumariamente a cinco autores ac-tuales que, a partir de sus pesquisas sobre el pasado, esbozan escenarios posibles sobre el futuro de la sociedad de los sapiens a escala planetaria. Repasaremos brevemente algunas de las hambrunas ocurridas durante los últimos dos siglos en diversos lugares del mundo y trataremos en particu-lar el caso del hambre y de la mala alimentación que subsiste en México. Expondremos algunos ejemplos de lo que significa alimentarse hoy, a es-cala planetaria, poniendo énfasis en el telón de fondo económico y político en el que esto se produce. Y aunque hablar del futuro es sin duda aventu-rado y puede resultar pretencioso, trataremos de hilar algunas conclusio-nes relativas al modo en que percibimos el futuro de la especie sapiens, en particular el alimentario.

2. cinco auTores de cara al fuTuro

Antes de enunciar los argumentos centrales de los cinco autores seleccio-nados para apoyar este texto, es pertinente señalar que, a diferencia de periodos históricos precedentes, hoy nuestra especie ha acumulado un grado de conocimiento mucho mayor que en todo estadio anterior y cuen-ta con una perspectiva espacial de escala global (Grataloup, 2011). Por consecuencia, ambos elementos permiten tener una idea más precisa y completa de la especie sapiens a escala planetaria, tanto como de sus posi-bles escenarios futuros. Este es el contexto que subyace en los argumentos de los cinco autores que se mencionan enseguida, quienes a partir de sus indagaciones históricas se interrogan sobre el futuro de la sociedad auto-denominada humana.

1 Véase http://www.frasesypensamientos.comar/autor/soren-kierkegaard.html (Consulta: 01.11.2011.)

2 A propósito de la necesidad de recurrir al pasado para conocer el presente, hace ya dos mil años el cónsul romano Marco Tulio Cicerón (106 a 46 antes de la era común [AEC]) acuñó su sabia sentencia: Historia vero testis temporum, vita memoriae, magistra viate… Véase http://www.archive.org/stream/cicerodeoratore01ciceuoft/cicerodeoratore01ci-ceuoft_djvu.txt (Consulta: 18.11.2011)

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Desde una perspectiva etológica y antropológica, en Guns, Germs, and Steel, Jared Diamond (1998) analiza la naturaleza del comportamiento de los sapiens y cómo este comportamiento ha marcado sus propios procesos históricos. Por medio de las nociones de «pauta» y «reverberación» histó-ricas, explica las concatenaciones y consecuencias presentes de fenómenos propiciados por miembros de nuestra especie, pero que ocurrieron hace cientos o miles de años; por ejemplo, el descubrimiento, conquista y colo-nización de América por los europeos y sus consecuencias históricas y presentes.

En un argumento compartido a partir del cual construyeron The Hu-man Web (2003), John y William McNeill, hijo y padre, exponen cómo la interacción de los hombres en el espacio y a lo largo del tiempo crea redes que los aproximan y les hacen actuar conjuntamente. Algunas de esas tra-mas desaparecen por circunstancias específicas. Sin embargo, el examen de los procesos históricos muestra que las redes mejor anudadas se mantie-nen, se fortalecen y se hacen densas y complejas. El resultado de los múl-tiples procesos históricos es la red humana actual, una idea central para la construcción viable del futuro de la sociedad humana, cuyo alcance es el planeta todo, y cuya envergadura y densidad imponen su consideración de cara a cualquier porvenir posible.

El ensayo de Jacques Attali, Une brève histoire de l’avenir (2006), plan-tea que en la progresión de los procesos históricos tienen lugar fenómenos frecuentes que llama «invariantes», una suerte de «leyes de la historia» que permiten comprender con mayor claridad el acontecer pasado y, en conse-cuencia, el del futuro.3 Para demostrar esto analiza la experiencia mercantil y capitalista de Occidente, desde la aparición de las ciudades-estado me-dievales que se organizaron, sobre todo, en las riberas del Mediterráneo. Con base en dicho examen, este autor concluye que los grandes logros de la historia humana durante los últimos 800 años se deben a dos invariantes: el mercado y la democracia, y que éstos, correctamente modulados por la intervención humana, serían los cimientos que harían viable el futuro de la sociedad planetaria. Su horizonte prospectivo son los próximos cincuenta y cien años.

En su libro The Next 100 Years (2010), George Friedman analiza las tendencias subyacentes en la historia humana de los últimos doscientos

3 Ávila & Knauth (2010) llaman a ese tipo de fenómenos «elementos históricos persisten-tes».

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años para prefigurar la organización del mundo durante el siglo en curso. Examinando con cuidado las tendencias subyacentes de los procesos so-ciales, en particular las geopolíticas, tecnológicas, demográficas, militares y culturales, el autor prefigura los escenarios por venir a escala global, pre-diciendo cómo persistirá el poderío de ciertas naciones, cómo crecerá el de otras, y cómo declinará el de otras más.

Finalmente, en su libro El nacimiento de una nueva conciencia (2007), Eudald Carbonell examina la progreso cultural de la especie sapiens en el contexto de la evolución de los homínidos y en una escala de varios millo-nes de años. Plantea cómo la selección técnica ha sido determinante para la desenvolvimiento de los sapiens, sobre todo en términos de producción de cultura, fenómeno crecientemente complejo. En tanto que elemento bási-co del desarrollo cultural, la selección técnica ha permitido a la especie sapiens extraer más y más energía del medio, y ha propiciado que la cultu-ra misma se esté convirtiendo en relevo de la evolución natural. En poten-cia, este fenómeno tiende a catapultar al Homo sapiens a estadios insospe-chados de progreso, hecho que lo podría transformar en «verdaderamente humano», a decir del autor. Empero, el camino a esos supuestos estadios es, aún, harto incierto.

Por medio del examen de diversas facetas de ese complejo objeto de estudio y pesquisa que es el desenvolvimiento de la especie sapiens en su procesualidad espacio-temporal, los cinco autores citados hurgan en su pasado para escudriñar su futuro. Sus diferencias argumentativas no son tanto de enfoque analítico sino de orden temático y de escala; pero lo que más llama la atención es la incertidumbre con la que miran el futuro de nuestra especie, y en ello coinciden en términos generales.

3. noTicia de algunas hambrunas

El hambre es la antítesis de la satisfacción alimentaria, es la representación paradigmática de la carencia de comida. Fiel a su compañero humano, el hambre ha acompañado al hombre desde su aparición en el planeta. Aun-que su historia de largo aliento es poco conocida por no estar suficiente-mente documentada, como fenómeno social el hambre entre los sapiens es un elemento histórico persistente. Y en ese sentido no es descabellado pen-sar que durante toda la historia de la especie haya habido muy numerosas hambrunas. Las más sonadas y conocidas durante los últimos dos siglos son las de Irlanda, Ucrania, Bengala, China, Etiopía, Biafra y la más re-ciente de Somalia, ocurrida en 2011.

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Como todas, la hambruna de Irlanda (1845-1849) fue producto de una concatenación de hechos: el aumento de población en esa isla y su despla-zamiento; el incremento concomitante de enfermedades virales; una gran inequidad en la distribución de la riqueza social; una gestión ineficiente de la administración pública; y —factor detonante— la aparición del hongo de la patata (Phytophthora infestans). Se calcula que murieron entre dos y dos millones y medio de personas.

La hambruna de Ucrania (1932-1933) se debió al conflicto que opuso a los agricultores y campesinos de la región —kulaks— con el gobierno de la Unión Soviética. Para someterlos, los comunistas del Kremlin hicieron quemar los cultivos de la región, bloquearon las carreteras para impedir que los productores locales comercializaran las cosechas que habían logra-do salvar e impidieron la entrada de alimentos. Se calcula que murieron de hambre entre tres y diez millones de personas.

La causa medular de la hambruna de Bengala en la década siguiente (1942-1943) fue la sustitución de cultivos de subsistencia por té y algodón. Dicha sustitución fue impuesta a los bengalíes por los colonos británicos. Se agregó a lo anterior un cambio en el patrón climático que propició una sequía severa. Además, debido a las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico otorgó prioridad alimentaria a su metrópo-lis, de tal suerte que los alimentos se encarecieron y escasearon en Bengala. Se calcula que murieron tres millones de personas.

Entre 1958 y 1961 hubo una gran hambruna en China. Su causa: una serie de medidas económicas y políticas erráticas tomadas por el gobierno comunista, conocidas como «El Gran Salto Adelante». Además de tratarse de disposiciones draconianas y por tanto no necesariamente populares, és-tas se concatenaron con factores climatológicos adversos, de tal manera que el arroz, alimento básico del pueblo chino, escaseó dramáticamente. En la versión gubernamental, esta hambruna entrañó la muerte de quince millones de personas; sin embargo, cálculos no oficiales hablan de varios millones más.

Una hambruna más fue la que tuvo lugar en Etiopía al principio de la década de los años 1970. Ahí se encadenaron varios factores: una desertifi-cación creciente del territorio etíope, un profundo apego de la población a formas tradicionales de producción y consumo agrícola, una mala gestión gubernamental y una serie de ciclos pluviales erráticos. Dado que el go-bierno etíope de entonces ocultó el problema, nunca se supo con certeza cuántos muertos hubo, aunque se señala que fueron más de trescientos

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mil. Años después, en 1984, una nueva sequía hizo perecer a más de un millón de habitantes de ese país.

En ese orden de hechos, entre 1967 y 1970 hubo otra hambruna en África que resonó mucho en la opinión pública de Occidente; fue la ocu-rrida en la región de Biafra, actual Nigeria. Ahí, el surgimiento de conflic-tos étnicos tras ser declarada la independencia del Reino Unido, desembo-có en una guerra civil cuya consecuencia fue la muerte de cientos de miles de personas —se habla de un millón y medio—, la mayor parte como con-secuencia de la falta de alimentos.

En 2011 se vuelven a producir noticias de hambrunas en África, esta vez en Somalia. En un contexto de plena desorganización y desagregación social, y con problemas similares a los de Etiopía durante los años setenta del siglo pasado, en Somalia murió de hambre mucha gente; se habla de doscientas mil personas, sobre todo niños.

La historia revela que los factores físico-biológicos, como sequías pro-longadas o enfermedades de los alimentos, juegan un papel de primer or-den en la aparición de hambrunas. Pero también lo hacen los elementos de índole socio-cultural —económicos y políticos—, como el acceso diferen-cial a los recursos disponibles, los conflictos grupales, étnicos y militares, las disrupciones exógenas, los cambios en el modo de producir alimentos, el desequilibrio ambiental provocado por factores antropogénicos, las bu-rocracias ineficaces que asumen medidas económicas y políticas erradas, o las élites disfuncionales —por naturaleza cleptocráticas—, que en lugar de conducir los procesos sociales se inclinan por el medro y la ritualidad sun-tuaria y ociosa.

Las hambrunas se producen, pues, por una concatenación de factores físico-biológicos y de factores socio-culturales; estos últimos ocurren como elementos persistentes del decurso histórico. De hecho, las hambru-nas mismas son uno de ellos; y en tanto que invariantes de los procesos socio-culturales, es posible escudriñar las posibilidades de su aparición y, en consecuencia, es viable prevenirlas.

4. el caso mexicano

A través de los siglos, las hambrunas han afectado a las sociedades agrarias, sobre todo, donde persisten formas tradicionales de explotación y de con-sumo, como es el caso de las sociedades mencionadas más arriba. En su condición de país tradicional, en México ha habido numerosas y dramáti-

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cas hambrunas. Éstas se presentaron cuando el carácter mayoritariamente agrario de la sociedad se empalmó con sequías prolongadas y con la mala gestión social de sus élites. Entonces surgieron crisis agrícolas que afecta-ron a la gente de menos recursos, sobre todo de áreas rurales (Florescano, 1969), culminando en hambre y muerte.

En tal orden de condiciones, a partir de 1930 la burocracia política mexicana decidió que el campo debía subsidiar a las ciudades (Pilcher, 1998). El resultado de esa política fue la degradación de la agricultura tra-dicional que, pese a sus recurrentes crisis, pudo hacer subsistir durante centurias a millones de personas. Por otra parte, la medida provocó la emi-gración masiva del campo a las ciudades, la marginalidad crónica de buena parte de esos migrantes, así como la erosión paulatina de su alimentación.4 Hoy en día, la dieta de esos millones de marginales de las ciudades mexica-nas es de calidad mediocre: se alimentan mal y en gran medida con una alimentación a base de la denominada «comida chatarra». Este hecho ha incrementado dramáticamente las tasas de obesidad así como las cardiopa-tías y la diabetes, aunque paradójicamente, millones de estas personas se encuentran desnutridas.

Las medidas erráticas de las élites gobernantes mexicanas relativas al modelo de desarrollo del país, en particular a su sistema alimentario, han llegado a un estadio preocupante: En primer lugar, casi la mitad de la po-blación, es decir, 52 millones de personas, se ha empobrecido y malgasta un porcentaje muy alto de sus ingresos en alimentación de calidad medio-cre, por lo que se encuentra mal nutrida y con problemas de salud crecien-tes.5 En segundo término, alrededor del 20% de la población se encuentra francamente desnutrida y alguna parte de ella padece hambre.6 Y, en tercer

4 Durante muchos años la compañía MASECA, principal productor en México de tortillas de maíz, se negó a agregar minerales y vitaminas a la materia prima con la que producía las dichas tortillas, para mejorar así la nutrición de los millones de consumidores, argu-mentando que eso podría afectar su sabor (Pilcher, 1998: 181-182). Por otra parte, hacia 1980 el gobierno federal mexicano decidió subsidiar el costo de la harina y del azúcar con las que muchas compañías preparaban alimentos de calidad mediocre, lo que se convirtió en un «negociazo» para sus propietarios.

5 Véase http://www.cnnexpansion.com/economía/2011/07/29/pobreza-mexico-2010 (Consulta: 16.11.2011.) También http://www.coneval.gob.mx/contenido/med_pobre-za/2011.pdf (Consulta: 21.11.2011.)

6 En 2003, el 30% de la población del país, ubicada en 70% de los municipios de México —aproximadamente 700 de un total de 2200—, mayoritariamente indígenas y por tanto más tradicionales en sus formas de vida, presentaba graves problemas de nutrición. En la actualidad las cifras oficiales del Instituto Nacional de Salud Pública indican que «la des-

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lugar, la marginalidad, la malnutrición y el hambre erosionan azarosamen-te el tejido social.

Una consecuencia directa del modelo de desarrollo adoptado en Méxi-co ha dado como resultado formas alimentarias perversas: el país se sitúa en el segundo lugar mundial en obesidad adulta, sólo después de Estados Unidos. Empero, ocupa el primer lugar en obesidad infantil, considerada entre 5 y 11 años. Asimismo, ha dado lugar al fenómeno llamado baby sugar, el cual implica obesidad en niños menores de 5 años causada por el aporte calórico excesivo.7 A esta situación se suma una predisposición a la obesidad, debida a que una parte importante de las mujeres en edad repro-ductiva padece sobrepeso. En estas condiciones el argumento de Igor de Garine (1999) adquiere sentido, cuando señala que el desfase entre fisiolo-gía humana y cultura alimentaria podría constituir el germen de la extin-ción humana. También resuena lo señalado por Claude Fischler (1990), en el sentido de que la selección natural no preparó al hombre para la abun-dancia, en especial para la de calidad mediocre.

Por sus características históricas y culturales, y debido a la fuerte influen-cia del patrón alimentario norteamericano, el modelo alimentario mexicano se ha convertido en un paradigma de deficiencia. La sustitución de su esquema agrícola tradicional, que de alguna manera alimentaba con suficiencia a la po-blación de México (Pilcher, 1998), así como la ausencia de alternativas agríco-las e industriales capaces de alimentarla con suficiencia y equilibrio, han he-cho que una parte muy importante de los mexicanos se encuentre alimentada con deficiencia y sufra enfermedades relacionadas con una mala alimentación; y además, como se ha dicho, un sector de esa población padece hambre.

¿Es el mexicano un caso único de malnutrición masiva y desnutrición relativa de su población? En todo el planeta, pero sobre todo en los países con desarrollo limitado, que son la mayoría, varias características del caso alimentario mexicano están presentes. Dicho de otro modo, buena parte de la población mundial está padeciendo lo que soporta la de México. Pa-radójicamente y como en numerosos países, México ha tenido y aún tiene recursos importantes, pero sus proyectos sociales han sido erráticos y, de seguir las cosas como están, su futuro no parece viable.

nutrición ha disminuido» (¿…?) Véase http://www.insap.mx/images/stories/ENSA-NUT/Docs/Ensanut 2006.pdf (Consulta: 21.11.2011.)

7 Véase http://www.ine.gob/descargas/ord_ecol/inf_2007_migración_rural.pdf (Consul-ta:18.11.2011.) Informe de Alejandro Toledo Ocampo.

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5. alimenTarse hoy

A los críticos de la modernidad, Jack Goody (2002: 307) les ha repli-cado que la «decadencia industrial […] ha contribuido notablemente al desarrollo en cantidad, calidad y variedad de la dieta […] de la clase tra-bajadora urbana del mundo occidental.» La respuesta es categórica: la dieta en el «mundo occidental» ha mejorado significativamente durante las últimas décadas, especialmente, y dicho progreso se ha sofisticado, por ejemplo, con las cadenas de frío que llevan productos frescos a las mesas con recursos suficientes (González-Turmo, 1998). Pese a estos lo-gros, la búsqueda desaforada de rendimiento ha impuesto una amplia uniformidad alimentaria y en no pocas ocasiones la degradación cualita-tiva de los víveres. Además, en la producción masiva el riesgo de adulte-ración y deterioro de los alimentos acrecienta la potencial inseguridad alimentaria de la población. En este tema es oportuno recordar los casos de inseguridad alimentaria, como el de la «vaca loca» en Europa, el de la gripe aviar que surgió en China, el de los pepinos contaminados con Es-cherichia coli en Alemania, o el de la leche en polvo para uso infantil contaminada con desechos nucleares que México compró a Irlanda hace algunos años.8

El dinamismo del mercado y la uniformidad alimentaría son innega-bles. Sin embargo, ambos fenómenos se han visto limitados debido a la mala distribución de las capacidades productivas, propiciada precisamente por la desigual distribución de la riqueza.9 Un botón de muestra es el caso de Ghana. Ese país es un importante productor de cacao de excelente cali-dad. Ahí los productores tradicionales de cacao no sólo no reciben un in-greso justo por su producción, de acuerdo con un principio elemental de equidad distributiva de la riqueza, sino que ni siquiera pueden degustar un buen chocolate, como los que se elaboran en Europa, destino principal de su producción cacaotera (Goody, 2002).

8 Véase http://www.mexico.cnn.com/nacional/2011/03/17/revisar-las-importaciones-provenientes-de-japon-no-es-mala-idea (Consulta:19.11.2011.)

9 Los treinta países más desarrollados del planeta agrupan al 20% de la población mundial, pero producen y consumen el 85% de los productos químicos sintéticos, el 80% de la energía fósil y el 40% del agua dulce. Además, sus emisiones de gases de efecto inverna-dero por habitante, comparadas con las de los países del Sur, son diez veces más elevadas. La situación del mundo 2002, Barcelona, Icaria 2002. citado por Ramonet, (2009: 96-97). También http://www.un.org/french/events/wssd/

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En el mismo orden de ideas, hay que señalar que los paquetes tecno-lógicos desarrollados para una agricultura intensiva comienzan a presen-tar rendimientos decrecientes, abstracción hecha de la dilapidación de energía para su producción, la degradación que imponen a los suelos y la contaminación que provocan. Un ejemplo revelador es el de la produc-ción extensiva e intensiva de soya en Argentina.10 Además, no se conoce con certeza el alcance de las aplicaciones biotecnológicas sobre los pro-ductos comestibles, particularmente en términos de su impacto en la sa-lud humana. Lo que sí se sabe es que la estandarización alimentaria y las innovaciones biotecnológicas se inclinan más por los intereses de los productores y grandes inversores que por los de los consumidores (Con-treras, 2004: 373).

En 2011 la Organización de la Naciones Unidas (ONU) declaró que «ya no hay hambre en el mundo sino malnutrición…»11 y que ésta sólo concierne a 925 millones de personas,12 es decir, más del 13% de la pobla-ción global. ¿Fue una declaración políticamente correcta?

En el actual estado del mundo es difícil pensar que sólo un billón de personas padecen malnutrición y no hambre. Inclusive, aceptando en principio la cifra de la ONU, hay que señalar que la malnutrición es una manera de tener hambre, que entraña la muerte anticipada e igualmente tortuosa. Para paliar la alimentación deficiente que reconoce, la ONU misma recomienda a los gobiernos de los países que cuentan con pobla-ción desnutrida, buscar fuentes alternativas de nutrientes. Sugiere extraer-los de los ambientes «no alterados» y propone volver a los modos alimen-tarios tradicionales. Sin embargo, es sabido que los ambientes «no alterados» se encuentran altamente perturbados, sometidos a presión cre-ciente, y muchos de ellos degradados de modo irreversible13. Por otra par-te, la vuelta a las prácticas alimentarias tradicionales es poco menos que una ilusión.

10 Véase http://www.youtube.com/watch?v=evpUuJ10fXU&feature=uploademail (Con-sulta: 06.11.2011.)

11 Véase http://www.fao.org/hunger/es/ (Consulta: 06.11.2011.)12 «TV5 Monde», noticiero internacional. (París, 17.11.2011.) También en: http://www.fao.

org/news/story/ es/item/45291/icode/ (Consulta: 19.11.2011)13 Véase ftp://ftp.fao.org/es/esn/nutrition/ncp/lao.pdf (Consulta: 19:11.2011.)

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6. Telón de fondo

Es sabido que durante los últimos años se han incrementado los precios internacionales del maíz, la soya, el sorgo, el café y otros más (Ramonet, 2009: 101-102), y es probable que dicha tendencia no cambie, al menos en el mediano plazo. El Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) constató en 2011 la propensión señalada, cuando anunció que los precios de los alimentos de origen agrícola habían aumen-tado el 39%.14 En el mismo sentido, OXFAM declaró tiempo después que los precios de los productos agrícolas no cerealeros aumentarían más del 200% en los próximos años.15

Por si lo anterior fuese poca cosa, habría que considerar otros datos. En agosto de 2010, la televisión internacional francesa16 anunció que la capacidad productiva anual del planeta, en términos de recursos renova-bles, había sido rebasada por los consumidores. Es decir que, a partir de septiembre de 2010 la población global había comenzado a consumir la cuota de recursos renovables que se producen en la Tierra pero corres-pondientes al ciclo posterior, o sea, los que tendrían que haberse comen-zado a consumir a partir de enero de 2011. En la misma emisión se seña-laba si la población mundial actual realizase un consumo anual similar al que comete la sociedad norteamericana, se requeriría del producto com-pleto de tres planetas y medio de la talla de la Tierra; del producto total de un planeta y medio si el consumo global fuese como el que realiza la so-ciedad francesa en la actualidad; o el producto de medio planeta Tierra para mantener el consumo que en el presente practica la población de Benín. Todo parece indicar que día con día habrá menos alimentos —es decir, inequitativamente distribuidos— y su calidad tenderá a la mediocri-dad; paulatinamente se incrementará la desnutrición de la población mundial y las hambrunas, con lo cual se acrecentarán las tensiones socia-les. La ecuación es simple: el modelo productivo y de consumo actual está acentuando los desequilibrios globales, está poniendo en crisis el «meta-bolismo intelectual» (Carbonell, 2007) del sistema social que ha creado la especie sapiens.

14 «TV5 Monde», noticiero internacional. (París, 17.11.2011.)15 «Imagen», noticiero nacional. (México, 31.05.2011.)16 «TV5 Monde», noticiero internacional. (París, 20.08.2010.) También http://www.maxis-

ciences.com/gaspillage/le-gaspillage-alimentaire-inquiete-les-ecologistes_art14260.html (Consulta: 10:11.2011.)

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En un orden concomitante de ideas, hay que señalar que en octubre de 2011 la ONU celebró el nacimiento del humano que completó la cifra siete mil millones. La mitad de esas personas vive hoy en conglomerados urbanos. Por otra parte, se calcula que en 2050 la población global llegará a 930017 millones de personas, y que el 75% de esa cantidad vivirá en ciu-dades —sobre todo en las de los países subdesarrollados—, es decir, más de siete mil millones, más de la actual población mundial. ¿Cómo se alimen-tarán esas personas?

Al crecimiento vigoroso de la población, a la crisis global de la agricul-tura tradicional —básicamente autosustentable—, y al incremento de pre-cios de los productos agrícolas, se agrega la crisis económico-financiera global. Ésta es producto de un modelo de desarrollo que «ha privilegiado al mercado sobre las capacidades de los Estados nacionales; que ha sido permisivo con los sistemas financieros, [que] ha prohijado la codicia y la avaricia empresarial y [que] ha sometido a las poblaciones al deterioro de sus condiciones de vida.» (Acosta, 2011: 36) Esta situación ha hecho explo-tar el hartazgo social: cada vez más personas manifiestan su indignación en todo el mundo por el manejo abusivo de banqueros y financieros, y contra el laissez-faire de las élites políticas. Empero, no es creíble que las solas protestas puedan cambiar las cosas.

7. imagen de un Porvenir Probable

No es posible conocer el futuro pero sí hacerse una buen idea de él, y con ella, eventualmente, actuar en consecuencia. Eso es lo que hacen los auto-res citados al comienzo de este texto: estudiar el pasado para entrever el futuro y pronosticar escenarios posibles a modo de guía para hacer frente a su consecución inevitable. Sus consideraciones han servido de contexto para nuestra presente reflexión sobre el porvenir de la alimentación de la especie sapiens. Dicho lo anterior, hay al menos dos elementos persistentes en la historia de los procesos sociales cimentados por nuestra especie, que revelan claves de cara a su futuro: 1) La constante producción y acumula-ción de conocimiento y su aplicación tecnológica, que en última instancia han servido para extraer más y más energía del medio, energía útil para su supervivencia y confort, aunque lamentablemente se halle inequitativa-

17 Estado de la Población Mundial 2011, Fondo de Población de las Naciones Unidas (UN-FPA). También La situación demográfica en México, 2010, Consejo Nacional de Pobla-ción (CONAPO), México, 2011.

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mente distribuida. 2) Una creciente complejidad del sistema social, ahora de escala global, propiciada por ese fenómeno que de modo genérico lla-mamos cultura, y que se ha revelado arma de doble filo: altamente eficaz tanto para construir como para destruir.

El conocimiento acumulado y su aplicación, así como la complejidad cultural en general, constituyen la base de la densa e intricada red social construida por los sapiens, cuyo ámbito es hoy el planeta todo. Sin embar-go, en esa red social de escala global, el acceso al conocimiento y su aplica-ción, así como la energía que se extrae del medio, son harto disparejos. Esto está incrementando azarosamente los desequilibrios del sistema social glo-bal. En el ámbito de la alimentación, estas inestabilidades se manifiestan, grosso modo, en un acceso desigualdad a alimentos suficientes y de calidad —alimenticia, se entiende—, así como en una producción alimentaria ca-rente de planificación, cuya dilapidación energética es demencial, abstrac-ción hecha de la progresiva contaminación que provoca en el ambiente.

Lo señalado apunta en el sentido de que en los años por venir se incre-mentarán las hambrunas, tanto como la alimentación deficiente, léase des-nutrición. Y por supuesto, estos fenómenos afectarán a más y más miem-bros de nuestra especie. Esto hará prosperar los movimientos de población, cuyos participantes buscarán escapar a sus degradadas condiciones de vida y reproducción. Los desplazamientos migratorios profundizarán los des-equilibrios en la red social global, sobre todo en los grandes conglomera-dos urbanos.

Por otra parte, los actuales problemas de contaminación se agudizarán, ya que cada día será más complicado y costoso extraer y consumir energía limpia del medio para transformarla en alimentos, sin contar que a los sue-los, ya sobre-explotados, habrá que agregarles más fertilizantes, hoy en día todavía muy sucios, lo que a su vez causará mayor contaminación. En las ciudades, independientemente de las diversas tensiones sociales que con alta probabilidad irán en aumento, el manejo desbordante de los desechos generará más y mayores problemas sanitarios. En este enmarañado escena-rio la calidad de vida en general se degradará paulatinamente, con lo cual la subsistencia humana se tornará más difícil.

Como nunca antes, la especie sapiens se halla confrontada a desafíos de envergadura formidable, y no se vislumbran en el horizonte alternativas viables para superarlos. Pareciera que el hedonismo individualista y el cul-to a la banalidad y a la frivolidad, tanto como el comportamiento irracio-nalidad e inconsciente, están ganando en la partida que el Homo sapiens se

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juega con su futuro. En este sentido, Carbonell (2007) argumenta que en-frentamos una severa crisis de especie.

De cara a tal estado de cosas, hay quienes expresan actos de fe, argu-mentando que la humanidad no se destruirá porque cuenta con el talento y el conocimiento suficientes para superar sus problemas, para solventar cualquier crisis. Es en cierto modo el caso de Attali (2006: 270), quien opi-na que para enfrentar el incierto futuro de la sociedad humana, «los desas-tres serán, una vez más, los mejores abogados del cambio…» Cierto: las catástrofes han discurrido como paladines del cambio, pero sólo en cierto sentido. En efecto, los cambios operados hasta ahora —todos ellos basa-dos en el conocimiento acumulado y su aplicación—, por más asombrosos y extraordinarios que sean, han terminado por ser conducidos por los ac-tores sociales de siempre, actores que continúan comportándose como pri-mates mejorados, quienes han empleado y lo siguen haciendo, la manipu-lación, el estatus, la territorialidad y la violencia como formas privilegiadas de relación social. Por ello Carbonell (2007) argumenta que, aunque así nos nombremos, aún no somos humanos. Y precisamente, ese es el gran obstáculo: si fuésemos verdaderamente humanos nuestro comportamiento sería diferente, sería racional, mesurado, solidario, no territorial, estatuta-rio y violento. Pero, ¿cómo superar nuestra condición de primates mejo-rados? ¿Cómo detener nuestras tendencia autodestructivas? Ya se otean en el horizonte propuestas al respecto, pero tratarlas aquí rebasaría el objeti-vo de nuestros argumentos.

Aunque como especie aún estamos en pañales respecto de una verdade-ra humanización, humanización que se divisa difícil, hay millones que in-tentan superar nuestra condición de monos manipulando los poderosos instrumentos de la cultura. En el caso de la alimentación, la auténtica hu-manización tendría que asegurar que todos los miembros de la especie co-miesen con suficiencia y calidad. De hecho, por encima de toda considera-ción moral, hoy en día es posible hacer comer a satisfacción y con calidad a todos los miembros de nuestra especie: existe el conocimiento suficiente así como su aplicación técnica para apilar y distribuir de modo limpio y sostenido la energía que se extrae del medio y que es transformada en ali-mentos. Aún más: una autentica humanización tendría que asegurar la dis-tribución equitativa de bienes en general, factible por medio de una verda-dera y amplia socialización del conocimiento.

La posibilidad de asegurar la buena alimentación de toda la especie de-pende de sí misma, de sus capacidades intelectuales prodigiosas, cuyos lo-gros se han hecho tangibles gracias a ese extraordinario instrumento que es

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la cultura, producto de la evolución general de la materia, el cual juega, cada vez más, un papel de primer orden en la evolución en general y en la del Homo sapiens en particular. La cultura, elemento constructivo y destructivo a la vez, es la mejor y única herramienta que puede asegurar la buena alimen-tación humana, ahora y en el futuro. Asimismo, la cultura puede hacer sos-tenible nuestra estancia en la única casa que tenemos por ahora, el planeta Tierra. Empero, el instrumento cultura, al margen de una moral verdadera-mente humana que la acote, no asegurará la subsistencia de los sapiens. ¡He ahí la gran paradoja! ¿Cómo lograr una verdadera moral humana?

Todos somos corresponsables de nuestro futuro. Y si éste es viable, sin duda estará unido a la razón, una razón humana, por encima de la irracio-nalidad del primate evolucionado que todavía somos.

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