Publicación Bilinguismo, Alfabetización y Metacognición

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Etnolingüística

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    NDICE

    A modo de introduccin

    PRIMERA PARTE: REFLEXIONES GENERALES

    Cultural, discurso, realidad e identidadEscritura, cultura y pensamientoHacia uma revisin del concepto de lecturaBilingismo y diglosiaBilingismo y metacognicinV.1. De qu hablamos cuando hablamos de reflexinmetasemntica?V.2. De qu hablamos cuando hablamos de reflexinmetafonolgica?

    SEGUNDA PARTE: ALFABETIZACIN INTERCULTURAL BILINGE

    / castellao

    I. El pueblo tobaII. La Comunidad toba de la Travesa (Empalme Graneros, Rosario)III. Bilingismo y educacin en el camino hacia la interculturalidadIV. Algunas apreciaciones, algunos datosV. El porqu de una Alfabetizacin Intercultural BilingeVI. Propuesta de Alfabetizacin Interculural Bilinge

    VI.1. En torno a la reflexin metasemntica VI.1.1. Actividades VI.1.2. Variables VI.1.3. Datos y registros VI.1.4. Hacia una interpretacin de los datos. VI.2. En torno a la reflexin metafonolgica VI.1.1. El rol de las conceptualizaciones en torno a laesctructura de la slaba en los procesos deadquisicin/construccin de la lecura y la escritura alfabticas. VI.2.2.Actividades VI.2.3. Variables VI.2.4. Datos y registros VI.2.5. Hacia una interpretacin de los datos.

    BIBLIOGRAFIA

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    Al respeto por la diversidad.

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    nos echen una mano, sino que nosretiren la(Rigoberta Mench)

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    A modo de introduccin

    identidad y la queremos defender,hacerla valer y no la queremosdestruir (...) no queremos que nosaslen, ni queremos que nosincluyan, (...) los estados nacionalespractican una poltica de integrar almapuche, la integracin significaasimilacin. (...) Ac no se halogrado ninguna sntesis, ac seimpuso una cultura sobre otra. Laque se crea superior destruy a laotra que, supuestamente, erainferior, brbara, salvaje (...) Poreso no queremos que nos aslen y noqueremos integrarnos, lo quequeremos es convivir... El mapuchecree en la fuerza de la naturaleza ydel espacio y dice que l es unafuerza ms entre las que existen enel mundo, as como existe el agua yla montaa, que tienen fuerza propiade crear vida, y est el hombre quetambin tiene fuerza propia, peroninguna es ms que otra, y, se tieneque lograr entre todas esas fuerzasuna convivencia y respeto para quehaya felicidad para los hombres. Nosotros no queremos volver lahistoria atrs, queremos participardel avance de la humanidad, pero loqueremos hacer con identidadpropia. Si de momento tens queutilizar una computadora nosignifica que tengas que dejar tu

    igin, tu(Jorge Nahuel,

    dirigente mapuche de la Agrupacin

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    Nehuen Mapu en Bruno Serafini, 1995)

    La diversidad lingstico-cultural es una caracterstica inherente al hombre.

    manera peculiar

    y propia y es, precisamente, esta pluralidad de visiones la base esencial del

    patrimonio de la humanidad. A lo largo de la(s) historia(s) no han sido

    pocos los intentos por establecer una hegemona discursiva que diera por

    tierra con la pluriculturalidad y el multilingismo. La dominacin, la

    marginacin, el desprecio por la otredad, y hasta ciertos abordajes tericos,

    han sido las herramientas ms destacadas del intento de silenciamiento

    cultural sin reparar en que el conocimiento

    humano, la desaparicin de cada lengua constituye la prdida irreparable

    de un conocimiento cultural, cosmognico, histrico y cientfico nico, no

    (Hamel, 2007: 77 - 78)

    El mito de Babel y los pruebas infructuosas para imponer una lengua

    universal (reedicin contempornea de la bsqueda medieval de la lengua

    de Dios) reafloran con la corriente globalizadora actual y se plasman en las

    polticas lingstico-educativas de la mayora de los Estados nacionales.

    nos hombres (,,,) andan hablando de un idioma universal, nico para

    toda nuestra especie. Son los mismos que buscan la perfeccin bajando por

    la escala zoolgica, hasta sentir envidia de las hormigas y de las abejas.

    Son los mismos que perdieron el anhelo de llegar a dioses y reniegan de

    las inquietudes que produce la sabidura. Son los mismos que consideran

    el mito de la Torre de Babel como un castigo y reniegan de la vida

    ascendente. Pero yo les digo que la variedad de idiomas, con su variedad

    de culturas, es el signo distintivo de nuestra especie, lo que nos hace

    superiores a los animales. Ah va la demostracin: un perro de Turqua

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    alla igual que un perro de Dinamarca; un caballo de las Pampas

    argentinas relincha igual que un caballo de Bretaa. Y sabis por qu?

    (Castelao, 1944: 43)

    Como seal Ernesto Cardenal en el I Congreso de LaS LenguaS (Rosario,

    Argentina, 2004) que es preferible

    As, el concepto mismo de globalizacin aparece siempre asociado al de

    homogenizacin y a polticas de negacin de las diferencias que ponen en

    peligro no slo este patrimonio cultural de la humanidad sino la vida

    misma. Innumerables guerras y genocidios se han embanderado tras los

    principios de una nica cultura, estilo de vida y forma de pensamiento

    como si la diversidad fuera una amenaza que debe ser combatida.

    Muchos intelectuales consideran que el neoliberalismo y la corriente

    globalizadora a l asociada ponen en peligro el futuro de la especie

    humana (Chomsky, 2003)

    articulado de la globalizacin, tiene

    como motor el sistema de acumulacin capitalista que entr en una nueva

    y virulenta fase de expansin donde el capital financiero se impone al

    capital productivo, con su brutal generalizacin de las leyes de mercado

    como valor supremo, la destruccin de los estados de bienestar y la

    polarizacin social en estados desarrollados y perifricos y al interior de

    (Hamel, 2007: 75)

    Podriamos, entonces, postular que las

    alternativas te

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    econmica, cuando en realidad debe ser comprendido como el discurso

    hegemnico de un modelo civilizatorio (Landner, E.)

    La hum

    exterminio radical de la alteridad. Bajo la forma de invasiones, imperios,

    Estados nacionales y/o sistemas econmicos transnacionales, las tcnicas

    de dominacin no han variado sustancialmente.

    El principio rector parece ser (como claramente se expresa en las palabras

    del dirigente mapuche que elegimos como epgrafe) la asimilacin forzada,

    el borrado de las particularidades socio-culturales y el manejo global, por

    parte de muy pocos, de las formas no slo de comercializacin sino de

    simbolizacin.

    As, histricamente, la imposicin de la lengua como pilar fundamental de

    la constitucin de los Estados Nacionales aparece claramente asociada a la

    dominacin cultural que tiene como meta primordial la generacin de

    individuos y sociedades alienadas. La integracin es, por lo tanto,

    asimilacin y esa asimilacin est muy lejos de favorecer la conviviencia

    intercultural.

    las ciencias y las artes en caso de que una sola lengua ejerza un

    monopolio, tomando en cuenta la relevancia constitutiva de la diversidad y

    heterogeneidad cultural para toda sociedad, (cf. Hamel 1999c, 2003b,

    Durand 2001). En particular, se han criticado explcitamente los siguientes

    efectos reales o potenciales de la globalizacin del ingls:

    - el desplazamiento de otras lenguas internacionales de los mbitos

    estratgicos de la comunicacin internacional, la diplomacia, el

    comercio, la ciencia y tecnologa, lo que tiene consecuencias

    negativas para el desarrollo de estas lenguas: la amenaza del

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    multilingismo internacional como base de las relaciones

    internacionales, la igualdad entre pueblos y la paz mundial;

    - la amenaza directa de las lenguas minoritarias en riesgo de

    desaparicin en pases anglfonos incluyendo las antiguas colonias

    britnicas;

    - la amenaza indirecta, por el reacomodo general de las lenguas en la

    era de la informtica, de las lenguas minoritarias en otros espacios

    lingsticos;

    - el refuerzo de la dominancia socio-econmica, poltica y cultural del

    mundo anglosajn debido a la economa poltica de las lenguas:

    significa ahorros relevantes en el aprendizaje de lenguas extrajeras

    para los pases anglosajones frente a grandes inversiones para los

    dems pases;

    - el diferencial de dominio lingstico entre hablantes nativos y no

    nativos que incrementa las asimetras de acceso a bienes materiales

    y simblicos, y de ventajas comparativas;

    - los riesgos de un creciente monolingismo social en los pases

    anglosajones, lo que reduce la comprensin de otras naciones y

    culturas e incrementa los riesgos para la paz mundial;

    - partiendo del principio que el sistema ecolgico ms diversificado es

    el ms fuerte, la amenaza de romper definitivamente el equilibrio

    eco-lingstico existente, lo que puede poner en riesgo el desarrollo

    (Hamel, 2007: 91-92)

    La globalizacin podra, por lo tanto, conceptualizarse como una

    (como macrosistema totalizador) todos los aspectos culturales, ecolgicos,

    demogrficos, polticos, educativos, jurdicos, simblicos, urbanos y

    regionales de todas las localidades, naciones y civilizaciones en un solo

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    mercado mundial, con una cultura instrumental prctica y con imaginarios

    (Lpez Corts, 2007)

    diversidad lingstico-cultural, pasa por superar el estigma de Babel para

    que la diferencia no sea sinnimo de destruccin e incomunicacin.

    generando un espacio de discusin y debate sobre las problemticas del

    lenguaje y la diversidad lingstico-cultural. De este modo la, investigacin

    cientfica, la labor acadmica y la praxis poltica van, para nosotros, de la

    mano.

    En el ao 2004 la Real Academia Espaola organiz, en la ciudad de

    Rosario (Argentina), su III Congreso de la Lengua. En esa oportunidad el

    escritor nicaragense Ernesto Cardenal fue invitado y debi sufrir, por

    hablar en nombre de las lenguas aborgenes minorizadas, una situacin de

    agresin que puso en evidencia que la RAE, como siempre lo hemos dicho,

    inmutable y por eso es importante que se mantengan siempre vivas las

    lenguas y proliferen y se diversifiquen y multipliquen. Esto me lo combati

    ayer en el Congreso de la Real Academia de la Lengua el vicepresidente de

    la lengua que era el moderador de la mesa redonda en la que yo estaba.

    Combati lo que yo dije y dijo incluso que era bueno que muchas lenguas

    desaparecieran, que afortunadamente estaban muriendo tambin las

    lenguas, mu

    dio por terminada la mesa redonda y no me dio tiempo a que yo

    (Ernesto Cardenal, I Congreso de LaS LenguaS, Rosario,

    Argentina, 2004)

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    Cardenal pudo hacer esta denuncia participando del I Congreso de laS

    LenguaS que desarrollamos en Rosario como contrapartida al de la RAE

    entre el 15 y el 20 de noviembre de 2004. Bajo la Presidencia Honoraria del

    Premio Nobel de la Paz Adolfo Prez Esquivel, con la participacin de

    representantes de las Comunidades Aborgenes de Argentina (y Amrica

    Latina) y de las Autonomas Histricas del Estado Espaol, y el apoyo

    invalorable de figuras de la talla del escritor Ernesto Cardenal y del Premio

    Nobel de Literatura Jos Saramago luchamos, oponindonos a la

    hegemona de la lengua espaola, por el derecho a la autodeterminacin

    lingstica de los pueblos.

    En el 2007, nuevamente, un colectivo heterogneo de instituciones

    acadmicas, organizaciones sociales y de derechos humanos, comunidades

    aborgenes, movimientos de empresas recuperadas, de documentalistas, etc;

    nos reunimos para organizar en Buenos Aires el II Congreso de laS

    LenguaS (18, 19, 20 y 21 de julio) y para demostrar y, sobre todo, para

    demostrarnos que las utopas pueden no ser quimeras si estamos dispuestos

    a accionar para hacerlas realidad. Procurando crear un espacio para la

    diversidad dimos lugar a un foro de reflexin y debate en torno de las

    polticas lingsticas.

    Sabemos que muchos discursos pretendidamente progresistas que abordan

    de inflexin para el cambio guan las mayoras de las polticas culturales de

    los Estados nacionales incrementando la desigualdad y la marginacin en la

    vida cotidiana.

    La intercultur

    positivo; pero no les otorga ningn derecho, las coloca en situacin

    estructural de inferioridad, les recuerda permanentemente que existen

    lmites, que si son rebasados, pueden llegar a decisiones de prohibicin. Es

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    mejor ser tolerado que prohibido, es cierto. Pero ser tolerado no es tener

    derechos y libertades tan grandes como los que benefician a los miembros

    de grupo dom (Wieviorka en Cisneros, 2004: 22)

    Nosotros, por el contrario, consideramos que la interculturalidad es una

    cuestin de todos que slo se reflejar adecuadamente en la dinmica

    social, cuando podamos visualizar la diversidad lingstico-cultural como

    una metfora de la pluralidad de pensamiento.

    Con la participacin de unas mil personas debatimos, durante cuatro das,

    en torno a aspectos cruciales de la interculturalidad como la importancia de

    la lengua, el rescate de la memoria histrica y el reconocimiento de los

    derechos econmicos, territoriales, sociales y culturales de los grupos

    minorizados.

    Estos debates se plasmaron en un documento general que se sintetiza a

    continuacin:

    Documento del II Congreso de laS LenguaS

    Los pueblos originarios reclamamos justicia por los 514 aos de

    genocidio, etnocidio y ecocidio evidenciados en el exterminio de nuestros

    pueblos mediante la persecucin y muerte masiva; en la tala de nuestros

    montes nativos; en la destruccin de nuestra naturaleza; en el

    envenenamiento y contaminacin de nuestros ros; y en el intento de

    borrado de la nuestra memoria y nuestra historia. Reclamamos, adems, el

    Atendiendo a que el Estado argentino se reserva derechos sobre bienes

    que, natural y jurdicamente forman parte integrante del bien principal

    (como son los recursos forestales, la fauna, las aguas y sus elementos

    relacionados, etc.) reclamamos un tratamiento jurdico especfico con

    definiciones nuevas para las cuestiones vinculadas con los Pueblos

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    Originarios. El Estado, obstinadamente, aplica un desmembramiento

    jurdico de la integridad territorial indgena, que da lugar a situaciones de

    extrema injusticia y plantea a los Pueblos Originarios serios problemas

    para el pacfico disfrute de sus territorios y para el propio

    desenvolvimiento econmico y social interfiriendo en la dinmica de los

    procesos identitarios

    Retomando las conclusiones obtenidas en la 4ta Reunin Internacional de

    Teora Arqueolgica de Amrica del Sur (TAAS), hacemos un llamado a la

    sociedad a un compromiso real y sin fronteras que se base en el respeto

    pleno de la interculturalidad entendida como un ejercicio cotidiano que

    atraviese nuestras vidas, festejando las diferencias y favoreciendo la

    concrecin y efectivizacin de nuestros derechos.

    Demandas a los Estados (Nacional, Provincial y Municipal):

    Reconocer las lenguas de los Pueblos Originarios como primeras

    lenguas.

    Generar recursos econmicos para asegurar buenas condiciones

    para que los pueblos puedan fortalecer y recupera sus lenguas.

    Asegurar las condiciones y los espacios que efectivicen la

    interculturalidad entre los Pueblos Originarios y el resto de la

    sociedad.

    Asumir la concepcin de interculturalidad como ejercicio de los

    Derechos fundamentales, que incluyen el Derecho al territorio, y al

    reconocimiento como pueblo con autonoma y autodeterminacin.

    Garantizar las condiciones, los espacios y los recursos econmicos

    para que los Pueblos Originarios recuperen y fortalezcan sus

    propias instituciones (por ejemplo el Derecho al Nombre en lengua

    materna)

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    Promover el cumplimiento de las leyes que conforman nuestro

    estatus jurdico indgena. Por ello demandamos el reconocimiento

    de los territorios que tradicionalmente ocupamos, y sus recursos

    naturales, como as tambin las tierras aptas y suficientes que

    necesitamos para nuestra supervivencia, segn reza el art. 75 inc17

    de la Constitucin Nacional. Ello implica la escrituracin de las

    mismas, y la inmediata implementacin de la ley 26160 que

    suspende los desalojos y releva nuestros territorios indgenas,

    garantizando nuestra participacin como comunidades.

    Discutir la nueva ley de radiodifusin, sancionada en democracia.

    Ante las problemticas ligadas a una colonizacin cultural asociada

    a una nueva ley de educacin, vemos necesaria la descolonizacin

    de la formacin docente, a travs de la transformacin del sistema

    educativo monocultural a un sistema intercultural. A su vez,

    exigimos revisar el otorgamiento de subsidios a instituciones

    privadas de educacin. Por lo tanto, demandamos la inmediata

    creacin de cargos titulares de docentes de los Pueblos Originarios

    idneos en el conocimiento de su cosmovisin y reconocidos por sus

    comunidades.

    Afirmamos que la lucha de cada Pueblo Originario es la lucha de TODAS

    y TODOS. Los Pueblos Originarios hemos sido milenariamente los

    Guardianes de la Tierra, del Aire, del Agua y el Fuego, todo lo que incluye

    convocamos a todos los Pueblos a sumarse a nuestras luchas.

    (Firmantes: Pueblo Toba-Qom : (Provincias de Chaco, Formosa y Santa

    F), Pueblo Kolla (Provincia de Jujuy), Pueblo Mby-guaran (Provincia

    de Misiones), Pueblo Mapuche (Provincias de Neuquen, Chubut, Ro

    Negro, Buenos Aires), eblo Av-guaran (Provincia de Salta),Pueblo

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    Quilme (Provincia de Tucumn), Pueblo Diaguito-calchaqu (Provincia de

    Tucumn), Pueblo Wich (Provincia de Salta y Formosa), Pueblo Pilag

    (Provincia de Formosa), Pueblo Mokoit-Mocov (Provincias de Santa F y

    del Chaco), Pueblo Chan (Provincia de Salta), Pueblo uusavi (Mxico),

    Pueblo Quechua ( Bolivia - Ecuador), Pueblo Aymara (Bolivia),

    Representantes de Organizaciones de Afrodescendientes, Representantes

    de Organizaciones de Colectividades Extranjeras en Argentina,

    Representantes del Pas Vasco, Representantes de la Agrupacin LaS

    LenguaS, Representantes del SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia),

    Representantes del Movimiento de Documentalistas, Representantes de

    Universidades Nacionales y Extranjeras, Representantes del Movimiento

    de Empresas Recuperadas, Adolfo Prez Esquivel (Premio Nobel de la

    Paz))

    Adhirindonos a estos reclamos y principios, y continuando nuestra lucha

    en pro del pleno ejercicio del derecho de los pueblos a la

    autodeterminacin lingstica, proponemos realizar, en este libro, un

    abordaje etnolingstico del bilingismo y el conflicto diglsico

    atendiendo a su incidencia en la constitucin de la identidad y en la

    Educacin Intercultural Bilinge. Revisaremos concepciones tericas,

    polticas lingsticas y estrategias didcticas con el fin de acercar una

    propuesta de Alfabetizacin Intercultural Bilinge basada en el desarrollo

    de estrategias metacognitivas diseada e implementada por nosotros en la

    de la Comunidad Toba de Travesa (Rosario,

    Argentina).

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    PRIMERA PARTE

    REFLEXIONES GENERALES

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    I. Cultural, discurso, realidad e identidad

    humana estn todas relacionadascon el uso de la leng (Bajtn, M.; 1952-53:245)

    Quienes trabajamos en Ciencias Sociales nos encontramos generalmente

    con la necesidad de definir trminos tan habituales como el concepto

    mismo de cultura. En el habla cotidiana y en muchos trabajos de

    investigacin, esta palabra es utilizada con una significacin ambigua. As

    como adjetivo, el

    a la

    pera, al barroco y al Teatro Coln. Entendida de esta manera, la capacidad

    con las expresiones ms alejadas de la vida cotidiana. La interaccin social,

    y la mayora de nuestras prcticas vitales quedan excluidas del mbito de la

    cultura. Lo pblico y lo domstico, lo sagrado y lo profano, lo artstico y lo

    artesanal se erigen en dicotomas que expresan la distincin entre lo que

    imaginamos culto e inculto. Heredera del enfrentamiento entre civilizacin

    y barbarie, la nocin de cultura se debate entre ser una representante de

    todas las manifestaciones del hombre o sucumbir a ser artfice de una

    cultura podra conceptuarse como el sistema de la totalidad de relaciones

    o comunicaciones establecidas entre un grupo humano y el segmento de

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    realidad que aqul define de manera peculiar y propia y cuya integracin,

    (Cordeu, 1969-1970: 68)

    Si nos detenemos en el anlisis de esta definicin, podremos reflexionar

    sobre ciertas nociones cruciales:

    a) La cultura como sistema

    Entender la cul

    que cada uno de sus componentes, interrelacionados, se evidencia y define

    en funcin de las relaciones que entabla. De este modo, todos los elementos

    de una cultura son necesarios y ninguno tiene u

    sino que depender de la vinculacin con los otros elementos .

    El carcter sistemtico de la cultura nos exige pensar, ya no en unidades

    aisladas, autodefinibles, sino en unidades relacionales. Esto nos conduce a

    descartar de plano una nocin esencialista de cultura en funcin de adoptar

    una concepcin dinmica que nos permita entenderla como un proceso en

    permanente desenvolvimiento. En este sentido, importantsimos han sido

    los aportes de la lingstica que, partiendo de la idea de que "el punto de

    vista funda el objeto" nos ha permitido concebir esta suerte de unidades

    dinmicas que encuentran su realidad y funcionalidad en el sistema de

    relaciones que entablan.La nocin de valor acuada por Saussure (1916) y

    retomada, desde la fonologa, por Jakobson y Trubetzkoy (1939), fue

    ampliamente desarrollada por Hjemslev (1946) Para l, toda unidad se

    funda en la funcin que entabla.Un ejemplo claro es su concepcin del

    signo. Podemos hablar de signo siempre que contemos con un contenido y

    una expresin que acten como funtivos de una unidad eminentemente

    relacional. La cultura toda, pueden englobarse dentro de esta concepcin de

    signo y definirse por el sistema de relaciones o de funciones que conforma.

    En el abordaje de una cultura nos hallamos, por lo tanto, con unidades

    significativas y relaciones. Signos que son en s mismos resultado de

    funciones y que se constituyen, a su vez, en funtivos de otras funciones. Se

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    entabla, as, un tejido significativo que nos permite pensarla como un

    sistema semitico (Lotman, 1979) La nocin, por ejemplo, de identidad ya

    sea individual, social o tnica, surgir de esta red de relaciones, atendiendo

    a la necesidad clasificatoria propia del ser humano.Ya en la antropologa, el

    concepto de identidad ha sido abordado por diferentes autores desde la

    nocin de sistema aportada por la lingstica estructural, siguiendo los

    pasos del antroplogo Lvi-Strauss, quien encontr en los estudios sobre

    fonologa una herramienta metodolgica adecuada para la discriminacin

    de unidades y relaciones en su mbito especfico de estudio.

    Lo que es importante tener en cuenta es que el conjunto de relaciones que

    fundan las unidades lingsticas y que puede ser observable y clasificable

    por el investigador de una manera ms a menos asptica, se complejiza

    notablemente en el obordaje de una cultura cuando las relaciones que la

    fundan son entabladas por individuos o grupos humanos.

    b) La cultura como totalidad de relaciones o comunicaciones

    Partiendo de la idea de cultura como sistema y abandonando una nocin

    sustancialista de sus componentes, su estudio debe centrarse en la dinmica

    de las relaciones que estos elementos entablan.

    El lenguaje desempea, as, un rol fundamental en la dinmica social y en

    la constitucin de la propia identidad.

    discurso en el movimiento universal del cual su lugar est ya inscripto en

    el momento de su nacimiento, aunque slo fuese bajo la forma de su

    nombre propio" (Lacan, 1966: 181)

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    De aqu que, como expresa el antroplogo francs Lvi-Strauss, " quien

    dice hombre, dice lenguaje y quien dice lenguaje, dice sociedad". Hombre,

    lenguaje y sociedad son trminos inseparables y recprocamente definibles.

    Para Jakobson, la comunicacin se erige como elemento fundamental de la

    sociedad. Retoma, en este aspecto, el pensamiento de Sapir:

    "...todo modelo cultural y todo acto de comportamiento social supone una

    comunicacin, sea explcita o implcita" (Sapir, 1921)

    Para Lvi-Strauss (1973), la cultura presupone siempre una comunicacin y

    cabra "...interpretar una sociedad en su conjunto en funcin de una teora

    de la comunicacin" en la que se intercambian:

    a) mensajes,

    b) tiles (bienes) y servicios,

    c) mujeres.

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    b) y c) pueden, a su vez, ser traducidos a mensajes verbales, rescatando la

    concepcin de la lengua como interpretante de la sociedad.

    Es por eso que nos adherimos a la postura de Charaudeau (1988) para quien

    el discurso se concibe como el conjunto de actos significativos que hablan

    el mundo a travs de la instancia misma de su transmisin. Ante este

    fenmeno psico-socio-cultural, el abordaje etnolingistico del entramado

    discursivo constitutivo de cada cultura se nos presenta como una llave de

    acceso a la compleja red significativa de la cual se genera y a la cual

    explica. Desde esta perspectiva, nuestro lugar como cientistas sociales no

    presupone la formulacin de verdad alguna, sino una constante

    interpretacin, subjetiva e ideolgica. La lengua no resulta as un fenmeno

    aislado, autosuficiente, sino como un subsistema dentro del sistema total de

    la cultura (Fernndez Gizzetti, 1981) que entabla una red de relaciones

    con los otros subsitemas culturales dando lugar a un complejo entramado

    semitico. El sistema lingstico, en muchos aspectos privilegiado por su

    amplia capacidad comunicativa y simblica, se constituye en cdigo

    interpretante de la estructura psico-socio-cultural.Esto no implica, en modo

    alguno, que postulemos un isomorfismo entre la estructura de la lengua y

    estas estructuras (lo cual nos conducir a un nocin reduccionista), sino una

    interaccin entre ellas que puede ser rastreada, pesquizada, a travs del

    abordaje etnolingstico. El dato lingstico, implcito en cualquier

    produccin discursiva, nos permite indagar los aspectos concientes e

    inconcientes del pensamiento de una cultura, una sociedad o un individuo.

    La lengua cumple con la funcin (no privativa) de significar, a partir de

    las relaciones intralingsticas de los signos (Benveniste. 1974), lo que

    podramos denominar los referentes psicoculturales (Fernndez Gizzetti,

    1981) en un sentido amplio y los referentes socioculturales, en un sentido

    ms restringido. Cuando estudiamos el fenmeno de la produccin de

    discurso en un momento determinado de su desenvolvimiento histrico-

    cultural, estamos indagando cmo se produce la significacin de lo real y, a

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    la vez, la comunicacin de dicha significacin. Conviene aclarar en este

    punto la diferencia que existe entre la nocin de significado y la de

    significacin.El significado se define como la insterseccin lgica de los

    usos y especifica ncleos semnticos que aseguran, merced a la relevancia

    abstractiva propia de la funcin simblica de la lengua, la posibilidad de la

    comunicacin (Fernndez Gizzetti, 1981) La significacin, por el

    contrario, implica todas aquellas posibles variantes interpretativas que estn

    sujetas a la recepcin de cada hablante concreto conforme a diversas

    cuestiones tales como su propia personalidad, el contexto situacional de los

    enunciados, el tipo de relacin dialogal y la red de entretejidos

    significativos que efecta al decodificar un enunciado, etc. De aqu se

    desprende una deduccin fundamental en los estudios en ciencias sociales:

    el surgimiento del como resultante de este complejo

    proceso semitico-semntico y, en consecuencia, la no universalidad del

    contenido referencial, ya que, lo que en una cultura es percibido y pensado

    de una manera, en otra lo es de diversa forma. La labor interpretativa de

    quienes nos dedicamos al estudio en las Ciencias Sociales se complejiza

    an ms si atendemos al hecho de que ninguna cultura, ninguna comunidad

    y an, ningn individuo, funciona como un todo homogneo con un

    discurso monolgico.Todo discurso social, cultural o individual es el

    resultado del entrecruzamiento de un conjunto de voces diferentes que

    responden a diversas maneras de simbolizar y comunicar. Como bien

    seala Bajtn, todo discurso es polifnico y esta polifona discursiva no

    tiene nada que ver con la extensin o la aparente complejidad del texto

    resultante. As el abordaje de una cultura implica atender a la totalidad de

    relaciones (que no son ms ni menos que comunicaciones) que su

    constitucin misma presupone.

    c) La cultura como dilogo entre un grupo humano y la realidad

  • 22

    La cultura como fenmeno inherentemente humano instaura el mundo y lo

    . Cordeu nos habla

    la realidad, mientras nosotros preferimos hablar de

    puesto que resulta difcil concebir un mun -

    sujetos acordamos, negociamos e institucionalizamos, como seala Bruner

    (1997), ciertos pensamientos y formas de vida que terminamos llamando

    As, cuando Cordeu nos habla de la cultura como el resultado de un dilogo

    un grupo humano y el segmento de realidad que aqul define de

    manera peculiar y pr creemos que a este dilogo deben sumarse,

    tambin, los otros grupos humanos con los que ste interacta.

    nuestro tiempo donde es necesaria una arquitectura simblica que permita

    dar un rostro concreto al diferente, al enemigo, al extranjero, a quien no

    es como nosotros pero vive con nosotros, en nuestras mismas

    colectividades. La intolerancia poltica contra los disidentes, considera

    que con los enemigos no se dialoga sino que se les combate, se les elimina.

    Frente a ellos no existe un lenguaje comn ni mucho menos un cdigo

    (Cisneros, 2004: 33)

    Toda cultura debe pensarse, por lo tanto, de manera dialgica (Bajtn) para

    superar su conceptualizacin como to de estigmas que tiene

    (Jameson, 1993: 102)

    Adhirindonos a los planteos realizados desde los Estudios Culturales,

    podemos decir que - la versin ms dbil y secular de eso

    llamado religin- no es una substancia o un fenmeno propiamente dicho;

    se trata de un espejismo objetivo que surge de una relacin entre, por lo

    menos, dos grupos. Es decir que ningn grupo tiene una cultura slo por

  • 23

    s mismo: la cultura es el nimbo que percibe un grupo cuando entra en

    contacto con otro y lo observa. Es la objetivacin de todo lo que es ajeno y

    (Jameson, 1993: 101)

    principales obstculos para la constitucin democrtica de un autntico

    dilogo intercultural.

    debe ser anulado porque amenaza el futuro y hace peligrar la realizacin y

    la identidad del grupo de pertenencia. El mecanismo e

    construye la idea de que la propia identidad coincide con la totalidad del

    ser. Despus se identifican los enemigos de esta identidad como los

    enemigos de la totalidad. Por lo tanto, los propios enemigos se convierten,

    inevitablemente, (Cisneros,

    2004: 43)

    d) La cultura como expresin de lo peculiar y lo propio

    El concepto de cultura se vincula con el de identidad, identidad que,

    necesariamente se define en oposicin a la alteridad, estableciendo grupos

    de referencia y grupos de pertenencia, delimitando los mbitos de la

    cultura, la anticultura y la no cultura (Lotman, 1975) Esta expresin de lo

    s: lo propio) considerado como uno de los ms poderosos parmetros

    identitarios.

    Desde los Estudios Culturales se sostiene que las negociaciones sociales

    que llevan a la conformacin de grupos de pertenencia y de referencia en

    relacin con las nuevas identidades fluctan entre dos polos de tensin: la

    (Gramsci) y se manifiesta en un intento de apropiarse de la cultura del otro

    grupo. Constituye un tributo y una forma de reconocimiento grupal que se

  • 24

    los sndromes clsicos de peligro y pureza. Acta como una suerte de

    defensa de las fronteras del grupo primario contra esa amenaza que se

    percibe como inherente a la existencia misma del otro. Es la base

    fundamental del racismo.

    La larga que, como sealaba Foucault, existe

    desde mucho tiempo atrs fue inscripta en los mecanismos del Estado con

    la emergencia del biopoder y la determinacin de una separacin entre

    unas razas, la jerarqua de las razas, la calificacin de unas razas como

    buenas y otras como inferiores, ser un modo de fragmentar el campo de

    lo biolgico que el poder tom a su cargo, ser una manera de producir un

    desequilibrio entre grupos que constituyen la poblacin. En breve: el

    racismo es un modo de establecer una censura en un mbito que se

    presenta co (Foucault, 1976: 182)

    ya que como seala

    Umberto Eco

    ) tiene una doble funcin. Por

    un lado, procura fragmentar, desequilibrar; y por el otro imponer el

    principio que sostiene que mi vida depende de la muerte del otro.

    (Foucault, 1976: 183)

    La historia de la humanidad sabe, sin dudas, de esto. Como seala Ana

    Arendt (1963) en muchas sociedades el mal se naturaliza y pierde la

  • 25

    caracterstica de constituir una t

    de posibilidades no slo instrumentadas desde el aparato jurdico. Los

    medios de comunicacin y el sistema educativo en general cumplen una

    funcin primordial en la difusin de estas ideas.

    ntolerancia cultural

    genera un tipo de racismo que justifica el uso de la violencia para la

    elimincin de las diferencias. Este rechazo a la diferencia da vida a la

    heterofobia (hetero: diverso; fobia: miedo) como una actitud que

    representa la enfermedad moral de las sociedades contemporneas. La

    los distintos, los extraos, los forasteros, los que irrumpen desde el

    (Cisneros,

    2004: 55)

    Los atravesamiento semiticos que la conformacin de nuevas identidades

    genera cuestionan la validez de los paradigmas tradicionales y de las

    hasta los sistemas ms rgidos poseen.

    El entramado discursivo que da cuenta, an en los mbitos urbanos, de esta

    pluralidad, sirve de vehculo interpretativo de una dinmica social que,

    estrategias identitarias.

    pueblos de ascendencia africana, el segundo afecta a los indgenas que son

  • 26

    percibidos socioculturalmente (e incluso geogrficamente) como ms

    alejados y distintos de los gruidos dominantes (blanco, mestizo, mulato),

    del los patrones dominantes del racismo cotidiano en Latinoamrica, el

    (Van Dijk, 2003:

    102)

    e) La cultura como un proceso histrico

    Cordeu introduce en su definicin un rasgo fundamental de los fenmenos

    culturales: su historicidad. De esta manera, la cultura y las culturas (as

    como las identidades) no constituyen algo dado, estanco y homogneo, sino

    un proceso de permanente refuncionalizacin. Y esta refuncionalizacin no

    depende de La Historia, sino de su historia, de la historia del grupo humano

    comprometido en una determinada cultura.

    Podramos decir, sin temor a equivocarnos, que en el dilogo intercultural

    no hay nada ms importante y constitutivo de la identidad que la propia

    lengua, lengua que, siendo un componente ms del sistema cultural de cada

    pueblo o grupo, ocupa, sin embargo, un papel privilegiado por su capacidad

    de simbolizar, interpretar, construir y comunicar no slo las dems

    expresiones culturales sino el entramado de la dinmica social.

    Si revisamos brevemente algunos postulados tetricos notaremos que, por

    ejemplo, el marxismo ha hecho del lenguaje un escenario pivilegiado de

    los conflictos sociales e ideolgicos y de la constitucin de las

    Gramsci rescata el lugar determinante del lenguaje y la

    cultura en la constitucin de hegemonas y contrahegemonas. Bajtn y

    Voloshinov sealan la densidad ideolgica y dramaticidad poltica del

    habla cotidiana. Es importante rescatar que para Bajtn la trama social no

  • 27

    es simplemente discursiva. As,

    (Grner, 1998)

    En los postulados Bajtinianos, la sociedad es heteroglsica y slo porque

    los discursos existen bajo la hegemona de la clase dominante es que

    producto de una cierta relacin de fuerzas ms que de un consenso. Es por

    esto que Gramsci, Bajtn, Adorno, Benjamin, Althusser no descuidan el

    anlisis de la realidad de la textualidad en vinculacin con la lucha de

    clases y con la forma en que los discursos ideolgicos o culturales en

    general se encarnan en instituciones, prcticas, conductas y enunciados

    Es, precisamente, la tensin entre esa

    -discursiva, la que constituye la escena de la lucha

    por el sentido y las identidades (Grner, 1998)

    El llamado Giro Lingstico propone otra versin y comienza con el auge

    de la lingstica, la semitica y la filosofa del lenguaje (Sausure, Pierce,

    Wittgenstein) implicando un rescate de la palabra que terminara con

    postulados que sostienen la constitucin discursiva de la realidad. As Eco

    nos dir que (Eco, 1997) y Lacan que " no

    existe ninguna realidad prediscursiva. Cada realidad se funda y se define

    en el discurso (Lacan, 1972- 1973)

    sobre el carcter de constitucin discursiva y ficcional de los discursos

    permiti superar el condicionamiento materialista proclamando una

    ficcionalizacin del universo que elimin la diferencia entre realidad y

    representacin. Algunos autores sostienen que esta actitud conduce a un

    por el triunfo de la imagen de los medios de

    comunicacin y el capitalismo actual y llegan a proclamar que "...la lucha

    de clases, la violencia poltica y el inconsciente s existen fuera del texto:

  • 28

    casualmente son ellos los que constituyen esa otra escena que permite

    que el texto sea, que se erija en toda su irreductible especificidad y

    autonoma como sntoma de lo indecible y de lo impensable" (Grner,

    1998: 47)

    En el mbito de la reflexin y de la interpretacin de los fenmenos

    sociales y culturales, se produce, entonces, un quiebre entre aqullos que

    buscan en la "materialidad" la razn de la verdad y quienes se centran en la

    "abstraccin" discursiva para entender la constitucin de la referencia.

    La idea del universo como ficcin, como simulacro, se arraiga en diferentes

    perspectivas tericas que, de algn modo, cambian el abordaje del ser por

    el decir. Desde los Estudios Culturales, y tratando de proponer una lectura

    neomarxista del fenmeno cultural que d lugar a pensar que la trama

    social no es simplemente discursiva, se llega a criticar esta nocin

    absolutizadora del texto, sosteniendo que se convierte en una nocin

    reductiva y paralizante que termina provocando el efecto que pretenda

    combatir. En una intencin conciliadora, podramos decir que muchas

    veces se ha confundido la nocin de ficcin con la de mentira, ya que, el

    hecho de considerar una fundacin ficcional, o si queremos, "mtica", de

    nuestro universo referencial, de ningn modo significa que sta carezca de

    "realidad", sino que se trata de la nica realidad posible. Todos los aos,

    cuando acercamos a nuestros alumnos universitarios esta problemtica,

    surge el ya clsico ejemplo de la puerta. Cuando decimos que ningn

    objeto tiene existencia "per se", fuera del mbito de la cultura y que no

    existe, en un sentido estricto, hasta que no es "pertinizado", no falta nunca

    quien argumente que, aunque en su cultura no exista la puerta, si l va

    caminando y no la abre, terminara chocndose con ella. Lo que a veces

    cuesta trabajo transmitir es que no es con una puerta (objeto cultural) con lo

    que el sujeto se chocara, sino con una suerte de "resistencia material" que,

    en el acto mismo del choque, pasara a ser un objeto cultural cuyo

    significado resulta impredecible. De la misma manera que esa resistencia

  • 29

    material no es, "per se", una puerta, no habra nada que, "per se", fuera la

    propuesto por Grner (1998) Como respecto de la "puerta" de nuestros

    alumnos, cabra preguntarse cul es el estatus "real" de las categoras de

    anlisis mencionadas por Grner, si en tanto tales, ellas mismas formaran

    parte de lo que Samaja (1994) entiende como la construccin del "discurso

    cientfico". Estas categoras, producto de las teoras desde las cuales se

    construyen, seran, para Grner, parte de ese plus que desborda el texto y

    que lo justifica. La incorporacin de la dimensin histrica, el rescate de

    cierta "materialidad" le permite a los Estudios Culturales suponer una

    diferenciacin entre el texto y su afuera, "donde afuera no significa

    necesariamente una exterioridad absoluta, sino un deslinde de los

    registros, no hay ningn inconveniente en pensar la percepcin de la

    realidad como constituida discursivamente" (Grner, 1998: 56) Esta

    ltima concesin, sin embargo, pasa por el filtro de la percepcin,

    considerando que es sta, y no "la realidad", la que se construye

    discursivamente. Si hablamos del inconsciente, se nos torna evidente su

    existencia discursiva, ya que podramos preguntarnos qu es lo

    "inconsciente" fuera de la teora que lo sustenta, y an ms cuando, para

    describirlo se dice que "se estructura como un lenguaje" (Lacan, 1966)

    Muchos argirn que, si bien la categora de inconsciente podra ser de una

    realidad extradiscursiva dudosa no sera el mismo caso el de la violencia

    poltica y el de la lucha de clases. Si retomamos el ejemplo de la puerta,

    notaremos que la acuacin de los conceptos mismos de "violencia

    poltica" y "lucha de clases", no referencian hechos que "naturalmente"

    puedan ser concebidos como tales, sino que implican una interpretacin

    cultural, social e ideolgica (ampliamente discursiva) de fenmenos que,

    como la puerta, pueden ser simbolizados (si es que son pertinizados) de

    mltiples maneras. Para los Estudios Culturales (Stuart Hall) la diferencia

    entre lo real y el discurso pasa por una teora que permita pensar que no

  • 30

    todo lo real es articulable en el discurso. Se produce, as, una diferenciacin

    (terica) entre "lo real" y "la realidad" (originariamente postulada por

    Lacan) Lo que desborda el texto, y no puede ser reducido a l, aunque

    dependa de l para hacerse aparente, es uno de los ejes de la obra de Zizek.

    La realidad, que se asocia a lo imaginario, es aquello que constituye para el

    sujeto una totalidad de sentidos sin fisuras, es un "cierto anudamiento de lo

    Imaginario a lo Simblico que permite que la experiencia compartida de la

    realidad deje lugar para la singularidad de la imagen, vuelta sobre s

    misma" (Grner, 1998: 49) Lo Simblico se monta sobre ese Imaginario

    para cuestionarlo desde adentro. Lo Imaginario apuntara a la

    universalidad. Lo Simblico repone la singularidad que muestra las

    fracturas, la falta en ese sueo de plenitud. De algn modo se vincula con

    el fantasma de la castracin. Lo Real en su nexo con lo Simblico,

    desborda el discurso pero se hace aparente en l. La Realidad basa sus

    races en lo Imaginario. De este dilogo, entre Imaginario y Simblico

    surge la "nostalgia" de la totalidad, base de la globalizacin posmoderna.

    De aqu que las clasificaciones cult

    dialgicas. En muchos trabajos acadmicos se habla

    que, creemos, encubren una dicotoma que, aunque ms sofisticada que la

    misma ideologa: presuponer la existencia de una cultura prestigiosa en

    oposicin a otras nico o

    poderoso de la ciencia o de la cultura dominante designa e instaura al otro

    en el lugar de la desventaja. Entendiendo la cultura como un dilogo

    descubriremos que alguna responsabilidad tenemos para que, en el marco

    de las negociaciones interculturales, haya tantos y tan variados grupos

    apartados del mbito del poder y del saber. Surge, as, un nuevo concepto

    necesariamente vinculado con la definicin de cultura: el estereotipo. Toda

  • 31

    cultura es una abstraccin colectiva que, como ya hemos sealado, a partir

    de la imbricacin de lo simblico en lo imaginario (Lacan), permite que un

    individuo particular, nico e irrepetible, pueda sentirse parte de una unidad

    mayor trans-individual y plural.

    que Barthes llama la nusea de las mitologas: es la abstraccin en

    virtud de la cual mi individualidad se alegoriza y se transforma en una

    (Jameson, 1993:106)

    Llegamos, as, al planteo de una antinomia muy comn en los estudios

    sociolgicos o antropolgicos y en la dinmica social misma. Si en el

    mbito

    marginacin, no sabemos cul es el beneficio de tal propuesta. Como

    tambin se plantea a partir de los Estudios Culturales

    los grupos son siempre estereotipadas en la medida en que implican

    abstracciones colectivas del otro grupo, ms all de cun adocenadas,

    respetuosas o liberalmente censuradas sean. Lo que es polticamente

    correcto hacer bajo estas circunstancias es permitir que el otro grupo

    construya la imagen propia que prefiera para, en adelante, funcionar con

    (Jameson, 993: 105 - 106)

    estigmas que permiten

    atributos fsicos, sociales o culturales. Los elementos caractersticos de los

    produce una identidad social basada en un descrdito proveniente de los

    integrantes de las diferentes categoras sociales, as como en sus supuestos

  • 32

    defectos, fallas o desventajas. El estigma es un atributo profundamente

    (Cisneros, 2004: 78)

    Remitindonos a los planteos baj

    (Gramsci) de la ciencia obliga, muchas veces, a ciertos grupos a la

    que responde a la determinacin de un discurso percibido como

    poderoso, dominante y monoltico. La funcin de los investigadores (y de

    la propia sociedad) sera evidenciar las fracturas, las grietas, la polifona

    (que se pretenden negar) propias de todas las sociedades con el fin de

    equiparar las fuerzas en la negociacin de sentidos caracterstica del

    entramado cultural.

    Construir una identidad dialgica no implica subordinarse al discurso del

    poder, sino interactuar con ste, haciendo poderoso el propio discurso.

    Como en toda situacin comunicativa que rescate como tal la

    intersubjetividad esencial del lenguaje, este dilogo fundador implica la

    presuposicin de mente y cultura en el otro (como en nosotros mismos)

    para permitir su constitucin como sujeto cultural. Slo en este autntico

    dilogo, podr advenir el sujeto, propietario de su cultura y su discurso, un

    sujeto que negocia sentidos con otro, que se compromete en esta

    transaccin. As, yo y t conforman una dada indispensable y fundante no

    slo

    (Bruner, 1982).

    Dueos de un discurso y una mirada construidos como poderosos,

    ejercemos, generalmente, nuestra hegemona, adoptando una actitud

    paternalista respecto de las culturas

    mximo sentido democrtico de justicia es proponer para ellas una

    integracin a nuestros propios parmetros culturales, de tal modo que

    , como ya hemos sealado, una

  • 33

    su aceptacin para poder gozar de los beneficios de nuestra sociedad. Si los

    rasgos culturales resultan la frontera que aleja al individuo de un adecuado

    desenvolvimiento social, no hay dilogo posible. Lo que debemos

    comprender es que as como nosotros definimos a los otros con nuestra

    mirada, tambin somos definidos por ellos. Nuestra cultura se enriquecer

    cuando ms rica veamos a la cultura del otro. De este modo, sera

    de un grupo como subconjunto desaventajado de otro, propone la

    convivencia equitativa de dos elementos necesarios para el funcionamiento

    del sistema.

    La unidad formada por esta combinacin o articulacin es siempre,

    necesariamente, una estructura compleja: una estructura en la que las

    cosas estn relacionadas tanto por sus diferencias como por sus

    similitudes. Ello hace necesario que se exhiban los mecanismos que

    conectan los rasgos dismiles, ya que no hay una correspondencia

    (Stuart

    Hall, citado por Jameson, 1993: 99)

    Esto, creemos, es lo que nos reclama el miembro de la agrupacin neuquina

    Nehuen Map, cuando dice que no queremos que nos aslen y no

    queremos integrarnos, lo que queremos es convivir Debemos,

    claramente, favorecer la revisin crtica de nuestras propias estrategias

    identitarias y de nuestras formas de vincularnos con los otros. De nada

    sirve enunciarnos como democrticos si esgrimimos la intolerancia y

    fomentamos la marginacin.

  • 34

    tal vez un da podamos hablar del genocidio tnico como cosa del

    pasado pero el genocidio cultural sigue activo cada vez que tratamos de

    imponer mejores formas de vida y nos felicitamos cuando pueblos altivos e

    independientes van sucumbiendo, en el mejor de los casos, a las buenas

    intenciones de hacerlos lo ms parecidos posible a nosotros y en, el peor

    (Romano,

    2007: 190)

    El abordaje etnolingistico tiene, creemos, mucho que decir para

    vehiculizar un adecuado dilogo intercultural. Como se sabe, en relacin

    con la cultura, cada lengua construye su universo referencial especfico.

    Esto se debe a que, como muy bien lo seal Saussure (1916) en los

    comienzos de la lingstica moderna, las lenguas no son nomenclaturas.

    Las diferentes lenguas

    para expresar una realidad nica y universal que pre-existe. Cada cultura

    define su propia realidad de una manera peculiar y toda instancia discursiva

    implica, como ya hemos sealado, no un hablar del mundo sino

    el creemos, puede ser pesquisado

    mediante el abordaje etnolingstico.

    La lengua en tanto sistema comunicativo y simblico da cohesin a la

    cultura, estructura el pensamiento, interpreta la dinmica social

    (Benveniste) y mediatiza la percepcin (Vygotski; Luria) Por esto, para

    Bajtn el discurso no es un registro totalmente autnomo: es un aspecto

    emergente de una complejidad multifactica de relaciones sociales y de

    poder; un escenario inconciente de la trama social; una forma compleja de

    existencia, y los textos y signos que los han constituido, siguen

    conservando la huella de esta construccin histrica permanente. En un

  • 35

    estado sincrnico dado, el locutor de una lengua se encuentra, pues,

    confrontado a ese doble producto histrico de los mundos representados y

    de los textos ya existentes. Y la continuacin de la negociacin de las

    significaciones de los signos (de sus pretensiones de validez designativa),

    en la cual se persigue la construccin de los conocimientos de los mundos,

    se opera no solamente en la confrontacin con las represtaciones

    vehiculadas por los textos de los contemporneos, sino tambin, y sobre

    todo, en la confrontacin con las representaciones que los textos de las

    generaciones anteriores han ido configurando. As pues, las producciones

    verbales de un individuo se efectan necesariamente en la interaccin con

    la intertextualidad, en sus dimensiones sociales sincrnicas, y en sus

    dimensiones histricas en tanto que huellas de las construcciones

    (Bronckart,

    2004: 28 y 29)

    Atendiendo a esto, podemos decir que a

    travs de los enunciados concretos que lo realizan, as como la vida

    (Bajtn, 1952-53:248) y

    que

    correas de transmisin entre la historia de la sociedad y la historia de la

    (Bajtn, 1952-53:251)

    De aqu la importancia de los gneros discursivos que

    nuestro discurso casi de la misma manera en que lo organizan las formas

    (Bajtn, 1952-53:265) Esto permite sostener que

    tuviramos que irlos creando cada vez dentro del proceso discursivo,

    libremente y por primera vez cada enunciado, la comunicacin discursiva

    habra sido casi (Bajtn, 1952-53:265)

  • 36

    -histricamente

    para realizar finalidades de una accin comunicativa; as pues, en

    trminos marxistas, constituyen herramientas, incluso mega-herramientas

    que median la actividad de los humanos en el mundo. En el transcurso del

    proceso de adopcin-adaptacin de los gneros, el agente, y ms

    particularmente el agente que aprende, les aplica esquemas de utilizacin

    parte el agente

    calcula la adecuacin del gnero a su situacin de accin, pero al mismo

    tiempo (o en reciprocidad), el conocimiento de los gneros define el

    de los gneros constituye un mecanismo fundamental de la socializacin,

    de la insercin prctica en las actividades comunicativas humanas. Y la

    persona humana se configura en ese proceso general de apropiacin de los

    (Bronckart, 2004:65)

    Esta apropiacin discursiva que no se da en forma aislada sino en la

    interaccin socio-cultural implica un permanente juego dialgico entre lo

    propio y lo ajeno:

    desarrolla en una constante interaccin con los enunciados individuales

    ajenos. Esta experiencia puede ser caracterizada, en cierta medida, como

    proceso de asimilacin (ms o menos creativa) de palabras ajenas (y no de

    palabras de la lengua). Nuestro discurso, o sea, todos nuestros enunciados

    (incluyendo obras literarias), estn llenos de palabras ajenas de diferente

    concientizacin y de manifestacin. Las palabras ajenas aportan su propia

    expresividad, su tono apreciativo que se asimila, se elabora, se reacenta

    (Bajtn, 1952-53:276)

  • 37

    En esta instancia intersubjetiva, los gneros actan como canales

    expresivos fundamentales que vehiculizan y posibilitan la comunicacin.

    discurso en formas genricas y al or el

    discurso ajeno, adivinamos su gnero desde las primeras palabras,

    calculamos su aproximado volumen (o la extensin aproximada de la

    totalidad discursiva), su determinada composicin, prevemos su final, o

    sea que desde el principio percibimos la totalidad discursiva que

    (Bajtn, 1952-

    53:265)

    El dilogo constitutivo de todo acto comunicativo conlleva, en el proceso

    un destinatario. Esto

    convierte a todo enunciado en un gesto argumentativo que se estructura y

    fundamenta en la contra-argumentacin que presupone y que est

    por la comunidad de esfera de la comunicacin discursiva. Todo

    enunciado debe ser analizado, desde un principio, como respuesta a los

    (Bajtn, 1952-53:278) Estos

    fundamental de toda expresin discursiva que se estructura siempre no slo

    en dilogo con el pasado

    la comunicacin discursiva. Cuando el enunciado est en la etapa de

    creacin por el hablante, estos ltimos, por supuesto, an no existen. Pero

    el enunciado se construye desde el principio tomando en cuenta las

    posibles reacciones de respuestas para las cuales precisamente se

    construye. El papel de los otros, como ya sabemos, es sumamente

    importante. Ya hemos dicho que estos otros, para los cuales mi

    pensamiento se vuelve tal por primera vez (y por lo mismo) no son oyentes

    pasivos sino activos participantes de la comunicacin discursiva. El

  • 38

    hablante espera desde el principio su contestacin y su comprensin

    activa. (Bajtn,

    1952-53:281-282)

    El dialogismos propio de la comunicacin que se refleja en la constitucin

    misma de lo gneros discursivos puede ser pensado para entender a toda

    cultura como una intercultural y a la identidad como el resultante de un

    proceso dinmico y transaccional (Bruner, 1982) La determinacin de la

    propia identidad y de la alteridad se vincula con la apropiacin que el

    individuo o el grupo humano hace de la capacidad clasificatoria, capacidad

    que no pocas veces se desvincula de la circulacin del poder. La nocin de

    identidad surge, de esta manera, de mecanismos que ponen en juego

    procesos de aceptacin y de rechazo, de inclusin y de exclusin, y de

    apropiacin de la palabra. En trminos sociolgicos, me identifico con un

    grupo en la medida en que me incluyo en l y acepto y asumo sus

    estrategias de interaccin comunicativa y simblica, y en la medida en que

    -

    como sujeto social y con mi propio imaginario acerca de cmo creo que el

    otro me ve. Esta cuestin que, indudablemente se relaciona con la

    definicin discursiva de lo standard y lo marginal en el seno de una

    sociedad, es fundamental tambin en el plano cultural para la conformacin

    de las llamadas "identidades tnicas".

    Amrica Latina (...) Frente al dilema de promover una asimilacin cultural

    o preservacin originaria de la cultura indgena, los autores optaron por

    el mximo rendimiento de las partes en contacto cultural, evitando en lo

  • 39

    posible la deculturacin y la prdida de los valores etnoculturales. (...)

    (Hamel, y otros, 2004, pg. 104)

  • 40

    II. Escritura, cultura y pensamiento

    varios lugares de nuestrocontinente, se produjeron tentativas,incluso hechas por los mismosindgenas, de crear escriturasalfabticas a imitacin de la nuestrapara escribir sus idiomas. Y conmayor xito, escrituras silbicaspara lo mismo entre las cualesdescuella luminosamente lainventada en 1821 por el indgenacheroqu, Seuuoyah, que es una delas ms perfectas del mundo, ya quese puede aprendera escribir conella en dos das y que es usada hoypor su pueblo. Es de hacer notarque ese indgena era analfabetocuando invent la escritura y lo hizocon el slo conocimiento de que los

    (Ibarra Grasso, 1967:489)

    Cuando Ibarra Grasso nos dice que el indgena cheroqu era

    (lo cual no quiere decir que era grafo),

    seala que lo hizo con conocimiento de que los blancos escriban.

    En este podemos leer mucho saber asociado al

    reconocimiento de la inscripcin simblica de la escritura como tal y a la

    asignacin de una verdadera funcionalidad, bases imprescindibles para su

    desarrollo. Al decir que el cheroqu no estaba alfabetizado, pero no era

    grafo, queremos sealar que lo que no tena an era un sistema alfabtico,

    lo cual no implica, de ningn modo, decir que no poseyera algn otro

    sistema de escritura.

  • 41

    Segn la UNESCO en su Delimitaciones del campo problemtico de la

    educacin bilinge La mayora de los cuatrocientos grupos aborgenes

    de Amrica Latina todava no poseen escritura y, por lo tanto, carecen de

    alfabeto."

    Una perspectiva muy difundida en antropologa y en etnolingstica es la

    clasificacin de los pueblos y las culturas en funcin de la posesin de un

    o, en su versin revisada, aparentemente menos etnocntrica, de tradicin

    oral / de tradicin escrita. Esta clasificacin ha llevado a sostener la

    existencia de diferentes organizaciones sociales y cognitivas y condujo, a la

    primitivo o pre-lgico, concreto, sujeto a lo situa

    esta manera, una relacin entre escritura, cultura y pensamiento que resulta,

    en muchos casos, difcil de desentraar a tal punto que, como seala

    Cardona emos preguntarnos si el tipo de escritura usado por una

    sociedad [ o su ausencia] est influido por la cultura de la sociedad

    (1981: 185)

    Antes de intentar dar respuesta a este interrogante, convendra especificar

    qu entendemos por escritura y cules son las caractersticas que convierten

    a un grupo de notaciones en un sistema de escritura. Por un lado tenemos

    como obvio, a los fines de aproximar una definicin, que el concepto de

    escritura se opone al de oralidad, atendiendo, como mnimo, a su carcter

    de marca (comunicativa y simblica) que requiere algn tipo de soporte

    material no fontico. Este carcter opositivo, que permite por s mismo el

    advenimiento de un sistema, conduce a pensar que, as como existen

    diferencias entre uno y otro trmino de la relacin, deben existir

    similitudes. Durante mucho tiempo, se indag la relacin entre oralidad y

    escritura, considerando a sta ltima como una mera transcripcin de la

    oralidad que tena por objeto reproducir todo lo que poda ser hablado con

    el fin de conservarlo ms all de los lmites de la memoria. Entendido de

  • 42

    esta manera, el sistema alfabtico se ubica en la cspide de los sistemas de

    escritura, convirtindose en paradigma, cuando no en sinnimo del

    concepto mismo de escritura. Desde este punto de vista, es evidente que,

    podramos sostener sin equivocarnos que son numerosas las culturas que

    no han gozado ni gozan de esta forma de comunicacin. En tales casos, si

    bien podemos aseverar que no existe una forma de escritura alfabtica, no

    podemos expresar con la misma certeza la ausencia total de escritura.

    culturas carentes de un sistema escriturario del tipo occidental (salvo la

    presencia siempre inevitable y anecdtica del chino o de alguna otra cultura

    tiene una serie de acepciones que nos conducen a reflexin. Entre ellas

    idicaremos como signficaciones posibles: dibujar, registrar, grabar, realizar

    trazos significativos. En tal sentido, no creemos que sean numerosas, por

    no decir nulas, las culturas que puedan ser calificadas de este modo:

    rara y expre

    responden ms a una distincin cmoda con fines didcticos o a una

    divisin etnocntrica entre alfabetizados y no alfabetizados, que no es una

    verdadera distincin an (Cardona, 1981:130)

    La confusin proviene de analogar grafa con letra, de donde salen

    clasificaciones como: letrados / no letrados, que, de ningn modo, deben

    ser tomadas como sinnimos de con o sin escritura, ya que, sin profundizar

    xcluye de su seno a

    numerosas culturas y sistemas de escritura, ampliamente reconocidos en la

    actualidad.

    Atendiendo a que intentamos despojar aqu a la definicin de escritura de

    su vinculacin exclusiva con la letra, a la vez que incorporamos el carcter

  • 43

    ms amplio y plural de la grafa, es que creemos que debemos

    interrogarnos acerca de cul es la especificidad de la escritura. Toda

    ser consideradas como escritura. En este sentido cabra sealar que

    estamos, intencionalmente, dejando de lado la concepcin mucho ms

    amplia de escritura y lectura aportada por la semitica. Como decamos,

    durante mucho tiempo se consider que la meta de la escritura era la

    transcripcin de la totalidad de la oralidad:

    afa en el sentido de una escritura real... no consiste slo en

    imgenes, en representaciones de cosas, sino en la representacin de un

    enunciado, de palabras que alguien dice o que se supone que dice (... ) La

    irrupcin decisiva y nica en los nuevos mundos del saber no se logr

    dentro de la conciencia humana al inventarse la simple marca semitica,

    sino al concebirse un sistema codificado de signos visibles por medio del

    cual un escritor poda determinar las palabras exactas que el lector

    generara a partir del texto. Esto es lo que hoy en da llamamos escritura

    en una acepcin ms estricta (...) Las muescas en las varas y otras aides-

    mmoire conducen a la escritura, pero no reesctructuran el mundo vital

    (Ong, 1982: 86 - 87)

    Ong manifiesta aqu un criterio alfabticocntrico a partir del cual la

    escritura parece tener esa capacidad de reflejar fielmente la oralidad y,

    asegurar, de algn modo, que el lector entienda exactamente lo que el

    escritor quiso comunicar. Obviamente, si pensamos en que todo texto surge

    como evento de lectura y depende de la interpretacin que su lector le

    otorgue, tendramos que concluir que ni siquiera el tan mentado y halagado

    sistema alfabtico es capaz de representar ese anhelado todo de la oralidad.

    En tal sentido, tanto las irnicamente citadas ,

    tendran el mismo status que la .

  • 44

    De concepciones similares a la de Ong, surge la idea de analogar la

    escritura a las lenguas, infiriendo una estructura isomrfica entre ambas

    que es la base de la mayora de las definiciones que suelen encontrarse y

    que llevan, adems, implcita, la concepcin de evolucin hacia este tipo de

    relacin ideal, sin tener en cuenta que:

    gica y semiolgica - es decir, laica- puesto

    que la esfera de la escritura es la produccin y el uso de sistemas grficos

    con fines comunicativos (tambin) no tiene sentido hablar de formas

    menos o ms evolucionada por cuanto cada sociedad habr de exhibir

    aquellos tipos de escritura que les sean connaturales y necesarios o bien

    adoptar elementos exteriores por efecto de presiones e impulsos de

    aculturacin, y en este caso, los integrar en los otros sistemas simblicos

    . (Cardona, 1981: 24)

    De aqu podemos inferir que la escritura y las lenguas tienen en comn su

    carcter simblico y comunicativo y que, si bien existe entre ellas una

    importante relacin, ambas conservan una cierta autonoma. De esta

    manera, la escritura no puede ser definida, como ya dijimos, como la

    transcripcin de la oralidad, porque en muchos casos observamos que

    cuenta con una dinmica y funcionalidad que le son propias. En este

    sentido, creemos que tambin debe desecharse, a la hora de intentar

    restringir el campo de la escritura, el criterio de doble articulacin, tan

    especfico de las lenguas, que en el plano de la escritura permitira incluir

    slo los sistemas alfabticos. Esta postura errnea se ve claramente en la

    definicin que Lon Vandermeersch (1986) hace de la escritura, tratando

    de determinar la especificidad de la ideografa china:

    orales, emitidos por la palabra. Entre los signos grficos de la escritura y

  • 45

    los signos orales hablados rige una correspondencia biunvoca que

    permite, por un lado, representar por la escritura - escribir- cualquier

    discurso generado por la palabra, y, por el otro, encontrar de idntica

    manera, el discurso hablado en su representacin escrita - leer-.

    Establecer esta correspondencia equivale a codificar los signos orales, tal

    como estn organizados en la lengua hablada, en un sistema de signos

    escritos - grafas -elaborados con ese fin (...) La incapacidad de llegar a

    un anlisis bastante exacto de la articulacin de la palabra fue durante

    mucho tiempo el primer obstculo para la elaboracin de una verdadera

    escritura, como lo atestigua, en las culturas de lengua no escrita el empleo

    de sistemas de signos, grficos o no grficos (formados por ramas partidas

    de determinada manera, por piedras de determinado color, etc.) ,

    diseados, a menudo, con mucha inteligencia para registrar mensajes en

    un sustrato relativamente permanente pero inarticulado desde el punto de

    (Vandermeersch , 1986:45)

    Ms all de

    lo son, podemos decir que las exigencias que este autor pretende para la

    escritura, no slo dejan fuera de su alcance a un gran nmero de sistemas

    ampliamente reconocidos, sino que, en muchos casos, podramos dudar

    acerca de que si las escrituras alfabticas responde plenamente a esta

    definicin. El paralelismo tan estrecho entre lengua y escritura, basado en

    i

    discurso, puede jaquear las pretensiones de los sistemas de escritura ms

    itura

    una forma de transcribir la oralidad que permite codificar los signos orales

    . En este isomorfismo

    estructural se lee una idealizacin de la escritura que difcilmente encuentra

    un parmetro de realizacin concreta. En lo que respecta a este paralelismo

    vuelve a plantearse la cuestin de la doble articulacin de las lenguas que

  • 46

    se erige como parmetro valorativo de los sistemas de escritura que, segn

    el autor, deben u hacia la nica forma de escritura posible que

    es la alfabtica. Como ya hemos sealado, someter a los sistemas de

    escritura al concepto de doble articulacin, entendido como mecanismo

    anlogo al lingstico, nos conduce a dejar de lado un gran nmero de

    sistemas que, si bien presentan como tales algn grado o modo de

    articulacin, no desarrollan una dinmica equivalente a la establecida entre

    monemas (primer articulacin) y fonemas (segunda articulacin) Esta

    caracterstica que se evidencia en los sistemas alfabticos, dando lugar al

    hecho de que a partir de un nmero limitado de elementos se pueden

    escribir todo lo conocido y lo por conocer, no se evidencia en

    determinados sistemas de escritura en donde la necesidad de incorporar

    una nueva expresin lleva, en muchos casos, a la incorporacin de un

    nuevo grafo, mecanismo que parecera proyectarse en forma ilimitada.

    Desde nuestro punto de vista, la especificidad de la escritura radica en

    erigirse en sistema de marcas (en el sentido griego de grafo o grafas y

    no en el estrictamente lingstico de grafemas) que, en tanto productos del

    psiquismo humano de ndole cultural, con una intencin comunicativa y

    simblica, representan algo diferente de s, ms all del alcance, la forma y

    el soporte material no fontico que adopten. En este sentido, podramos

    pensar en la no existencia de culturas grafas, pero s en la existencia de

    culturas no letradas en el sentido tradicional de letra y de sistema alfabtico

    de escritura. Esta definicin que hoy proponemos nos permite, en un primer

    momento, diferenciar (para tranquilizar el espritu de muchos

    investigadores) cualquier tipo de marca (accidental, tal vez) de las marcas

    de la escritura por su carcter sistemtico especfico. Cuando hablamos de

    sistema pensamos en unidades interrelacionadas que se fundan en las

    oposiciones que entablan. La nocin de oposicin est ntimamente ligada a

    la de sistema y se constituye en la base estructurante de cualquier cdigo.

    El carcter sistemtico es independiente del nmero de unidades y de

  • 47

    combinaciones o relaciones que lo constituyen, de lo cual se deduce que en

    la oposicin de dos elementos, debemos presuponer ya la existencia de un

    sistema. Este postulado se ahonda si consideramos, como Jakobson, que la

    oposicin binaria, como primera estructura lgica de conocimiento,

    precede a la formulacin de identidades cuyo fundamento debe asociarse

    siempre a lo opositivo y, por ende, a lo sistemtico.

    combinacin no puede considerarse pertinente para definir un sistema

    grfico. El criterio que considera escritura aquello que est en

    correspondencia biunvoca con la lengua es un despropsito en trminos

    semiolgicos: si la escritura y la lengua son dos sistemas semiticos,

    siempre ser posible codificar completamente el primero en el segundo,

    porque la lengua es el ms vigoroso de los sistemas semiticos, en tanto

    que lo inverso no es posible: la lengua nunca puede ser completamente

    codificada en otro sistema, y la escritura no es una excepcin.

    La diferencia entre el alfabeto (que permite un nmero elevado de

    combinaciones) y un sistema que consista, por ejemplo, slo en signos para

    designar mercancas o en nombres de lugares, est dentro del nmero de

    las posibilidades admitidas, pero no hace intrnsecamente diferentes a los

    (Cardona, 1981: 29)

    En tanto sistema semitico, definimos las marcas de la escritura como

    signos, productos del psiquismo humano con una intencin representativa

    de algo distinto de s mismos. As como las letras pueden estar (o no) en

    un sistema alfabtico representando un fonema (unidad psquica abstracta

    independiente de la materialidad del sonido), tambin los pictogramas

    tienen como referencia a entidades psquicas a las cuales, de algn modo,

    exterior al sujeto (individual o socioculturalmente considerado), sino una

  • 48

    marca, un registro de orden cognitivo que lo inscribe, como tal, en el

    proceso mismo de escritura.

    Cuando decimos, ,

    rescatamos el carcter variado de las marcas e intentamos superar la

    analoga con el fonema que el trmino grafema presupone y que parece

    conducirnos a pensar siempre en sistemas de escritura alfabticos. Los

    grafos, grafas o marcas, si bien deben conservar su valor distintivo, pueden

    ser de cualquier ndole y realizarse sobre diferentes soportes materiales

    r

    1981).

    Como podemos advertir, la escritura representa un fenmeno complejo

    cuyo estudio no debe quedar fuera del mbito de la etnolingstica si

    entendemos a esta disciplina como la ciencia que teniendo como objeto el

    estudio del lenguaje, las lenguas naturales, su adquisicin y sus

    actualizaciones concretas, desde una perspectiva interdisciplinaria, permite

    un abordaje psico-socio-cultural de los fenmenos de simbolizacin y

    comunicacin. En cuanto producto de la capacidad humana de crear

    sistemas simblicos y comunicativos, la escritura debe ser abordada por la

    etnolingstica pero no con el fin de traspolar los criterios empleados para

    el anlisis de las lenguas naturales, sino con el objetivo de dar cuenta de su

    propia dinmica y funcionamiento. En este sentido, es importante rescatar y

    jerarquizar las diferentes prcticas escriturarias (no slo aqullas que

    mostraban una relacin ms estrecha con la oralidad) y revisar crticamente

    las teoras acerca de la vinculacin entre escritura, pensamiento y cultura.

    Como ya hemos dicho, el poseer un sistema de escritura, generalmente

    ligado a un concepto alfabetocntrico, condujo a diversas clasificaciones

    de las culturas que, a partir de la definicin que hoy hemos propuesto de

    escritura, deberan ser cuestionados. El hecho de tomar al sistema

    alfabtico como parmetro y cumbre de la forma de simbolizar en la

    escritura implica una postura claramente etnocntrica. Este etnocentrismo

  • 49

    tal vez pueda deberse al hecho de que la escritura alfabtica como sistema

    es compartido por diversas lenguas, por lo cual podramos pensarlo como

    un macro sistema que da cuenta de una macro cultura. Parecera que en

    esto, Grecia, influida por los fenicios, contina teniendo el peso de Cuna de

    nuestra cultura Occidental. Sin embargo, la adquisicin del sistema

    alfabtico no implica la exclusin de otros sistemas escriturarios.

    Adoptar esta nueva concepcin de escritura nos ha llevado a revisar, en el

    plano de la investigacin, muchos de los postulados que solamos sostener.

    Desde hace varios aos estamos estudiando en diferentes escuelas los

    obstculos que se presentan a los nios en los procesos de adquisicin de

    la escritura y de la lectura. En numerosas ocasiones nos hemos encontrado

    con nios que manifestaban serias dificultades para acceder a estos

    conocimientos y construir un sistema alfabtico de escritura. En su

    momento, asociamos estos obstculos con la adquisicin de la escritura,

    como cdigo comunicativo y simblico, sin advertir, quizs, que lo que se

    estaba planteando era una dificultad o resistencia a adquirir un determinado

    parmetro de escritura (el alfabtico) Tambin durante esta primera etapa, y

    tratando de dar respuesta a este fenmeno, indagamos la incidencia de la no

    alfabetizacin de los padres en la resistencia manifiesta en los nios,

    partiendo de la premisa , que hoy consideramos errada, de que situados,

    quizs en el marco de la oralidad, los padres no lograban transmitir la

    inscripcin simblica y funcionalidad de la lectura y de la escritura. Hoy

    nos preguntamos, en qu tipo de lectura y escritura estbamos pensando y

    debemos reconocer que en nosotros subyaca una concepcin muy

    restringida de la escritura.

    Una situacin similar se nos plante hace ya muchos aos al iniciar nuestro

    trabajando en la Escuela 1344 de la Comunidad Toba de Rosario. Partimos,

    dificultades en la adquisicin de este tipo de cdigo se fundaban

    en esta caracterstica. Del trabajo concreto con los alumnos, padres,

  • 50

    ervaba una homogeneidad que,

    como suponen algunos tericos, pudiera justificar estrategias diferenciadas

    para la adquisicin de estos conocimientos. Un aspecto que result central

    en nuestro trabajo fue indagar la inscripcin simblica y funcionalidad

    asignadas a la lectura y a la escritura y en esta indagacin logramos advertir

    que, lo que en muchos casos considerbamos como ausencia de estos

    aspectos, en realidad implicaba una falta respecto del sistema alfabtico

    que no impeda la formulacin de hiptesis respecto de otros sistemas

    escriturarios como el pictogrfico y el ideogrfico. El concepto de la

    interpretadas, nunca se encontraba ausente, aunque, de hecho, no se

    reconocieran la inscripcin simblica y funcionalidad de la escritura

    alfabtica. Lo que queremos decir es que, de algn modo, la capacidad de

    reconocer e interpretar cdigos comunicativos y simblicos, dependiente de

    la capacidad humana del lenguaje, siempre se halla presente en un sentido

    mucho ms amplio que el de la interpretacin de cdigos alfabticos y

    deber ser parametrizado segn las caracterstica adoptadas por cada

    sociedad o cada cultura, segn la forma de escritura standarizada.

    Estas cuestiones deben ser tenidas en cuenta en la escuela en relacin con

    la habilitacin simblica y la funcionalidad de la lectura y de la escritura,

    funcionalidad e inscripcin que no estn vedadas, de ante mano, a los

    culturas de

    respecto de los sistemas alfabticos, para quienes pertenecen a un cultura

    Prueba de ello es la presencia de obstculos en este proceso de adquisicin

    en nios provenientes de hogares alfabetizados y la existencia de

    implicado la construccin de un conocimiento. La escritura, entendida

  • 51

    como un conocimiento, debe estar siempre al servicio de la comunicacin

    y encontrar un lugar de inscripcin y funcionalidad en la sociedad que la

    posee. De manera contraria, se convierte en el simple aprendizaje de una

    tcnica muchas veces vaca de sentido.

    En nuestro trabajo concreto con nios del Ciclo Inicial y del Primer Ciclo

    de varias escuelas, hemos observado una gran capacidad para interpretar

    sistemas de escritura de tipo pictogrfico, ideogrfico o logogrfico.

    Contrariamente a lo que sostiene Ong (1982), no podemos decir que el

    hipotetizar sobre estos sistemas no alfabticos, impida o disminuya la

    capacidad cognitiva de los sujetos para adjudicar a las grafas una

    correlacin con el discurso oral. De hecho, los nios observan dibujos que

    provocan en ellos interpretaciones orales en las que se manifiesta

    generalmente (salvo que el investigador lo induzca y fuerce la situacin) la

    construccin de un esquema narrativo mnimo. Muy a pesar de lo que se

    cree, en nuestra vida de relacin nos vemos obligados permanentemente a

    realizar una lectura pictogrfica de numerosos grafos que, de esta manera,

    se manifiestan con mayor eficacia y rapidez. As nos basta con observar

    una calavera cruzada por dos tibias para saber que se trata de una sustancia

    txica que no debe ingerirse. La adquisicin de estos semantismo, que

    tambin es social, no deja de tener funcionalidad en nuestra cultura, pese al

    desarrollo de un sistema alfabtico de escritura. Muy por el contrario, se

    hace cada da ms necesario y til si pensamos en la compleja capacidad

    de lectura que exige, por ejemplo, una pantalla de una computadora. El

    principio de linealidad y orientacin convencional de la lectura y escritura

    alfabtica de poco nos sirve en este caso, en el que debemos recurrir a esta

    capacidad mayor de interpretacin de diferentes cdigos escriturarios que

    nos permite escapar del mbito restringido de la parametrizacin alfabtica.

    Sorprende observar cmo los nios, de quienes sus maestros muchas veces

    dicen que no saben leer ni escribir, son capaces de manejarse con absoluta

    soltura y solvencia frente a una computadora y operar, an ms

  • 52

    exitosamente que los adultos, mbitos de trabajo como Windows que

    exigen una lectura simultnea de conos en diferentes niveles. An situados

    en el mbito de los sitemas alfabticos y en relacin directa con su tan

    mentada viculacin con la oralidad, en lo que hace a su carcter

    doblemente articulado, podemos sostener que las estrategias mentales que

    se ponen en juego en la produccin e interpretacin de enunciados escritos

    no siempre responden a esta caracterstica considera muchas veces como

    esencial. Lo que queremos sealar es que, en numerosas oportunidades, la

    interptretacin y produccin de determinada escritura alfabtica no

    responde al rticulacin, sino que el

    enunciado es concebido en bloque, casi a la manera de un ideograma,

    dando lugar a un acceso directo de la configuracin grfica a la

    representacin visual del lxico en la memoria. Este aspecto, bastante

    caracterstico de las escrituras y lecturas de los nios en el Ciclo Inicial y

    Primer Ciclo de escolaridad trae aparejado una cuestin que, vinculada con

    la problemtica ortogrfica, se actualiza en todos los niveles de escritura en

    sistemas considerados como alfabticos. La inadecuacin entre sistema

    fonolgico y alfabetos hace que la pretendida relacin biunvoca entre

    escritura y oralidad pierda valor, provocando que, en muchas lenguas,

    como el ingls y el francs (indiscutiblemente alfabticas), no se pueda

    sostener tal tipo de correlacin. Esto nos conduce a pensar que la dinmica

    de adquisicin de la escritura en estas lenguas no se diferencia, en gran

    n

    se realiza en bloque, buscando una asociacin directa con el lxico mental.

    Sin ir ms lejos, ste es uno de los motivos por el cual no slo los nios

    ingleses presentan una adquisicin tarda de la escritura alfabtica,

    ue tambin en

    nuestro sistema de escritura esta caracterstica tiene importantes

    de relacin entre escritura y oralidad

    que parecen encarnar los sistemas alfabticos de escritura (entendidos

  • 53

    como transcripcin literal de la oralidad) es uno de los principales

    obstculos para la adquiscin de estos sistemas en los que, como vemos,

    entran en juego estrategias culturales y mentales diferentes que hacen de la

    escritura un complejo cdigo simblico con leyes y dinmica propias,

    aunque de hecho est ntimamente relacionado con la lengua.

    Estas falaces concepciones acerca de la relacin entre escritura y oralidad

    guan muchas de las caracterizaciones de los pueblos y sus culturas, y la

    planificacin e implementacin de propuestas educativas fundadas en la

    alfab

    Podramos decir que

    (Rosas, 1996: 5) y que negarle a un pueblo la posesin de

    un sistema de escritura es negarle, adems, una historia o al menos el

    si no

    estuvieran atravesados por esta mirada estigmatizante que los aleja del

    instaura (Lacan) no fuera suficientemente significativa.

    La mayora de las propuestas destinadas a la implementacin de la

    Educacin Bilinge para las comunidades aborgenes americanas pretenden

    de escrituras propias de cada grupo (no alfabticas) sino que se niega toda

    si los destinatarios no hubieran vivido en contacto con los

    extrao autmata de laboratorio que nada tiene que ver con la vida

    cotidiana de seres que da a da luchan por sobrevivir en una sociedad

    hostil. Pensar que estos grupos, en permanente contacto con la sociedad

    globalizada, no estn atravesados por la escritura es partir de una falacia

    fundante que terminar desvirtuando toda conclusin o posible propuesta

  • 54

    de trabajo. Dar la espalda a la realidad y a la idea de concebir a la

    identidad como un proceso, lleva a muchos antroplogos y etnolingistas a

    apropiarse de decisiones ajenas y a asumir roles paternalistas que nadie les

    ha conferido. De este modo se desconoce la dinmica de los fenmenos

    Situada en este lugar de importancia y entendida como un proceso de

    alfabtico de escritura parece ser el nico gesto de solidaridad que la

    sociedad global est dispuesta a realizar en favor de la articulacin de estos

    tratando de imponer una forma de comunicacin para la cual no se ha

    logrado una real inscripcin simblica ni se le ha asignado una autntica

    funcionalidad. De este modo se garantiza el fracaso de una empresa que

    termina liberando a la sociedad global y al aparato gubernamental de toda

    responsabilidad sobre el proceso de educacin formal de estos pueblos

    que, en nuestro pas, no slo es un derecho sino una obligacin.

    De todos modos y como sealan Messineo Gerzenstein (2002)

    pueblos indgenas de Sudamrica, incentivados por el avance de

    programas de educacin bilinge intercultural estn intentando escribir su

    El problema es que

    en esta tarea se encuentran, frecuentemente, no slo con los obstculos que

    implica la adopcin de esta nueva forma de comunicacin sino con la mala

    a las necesidades y dinmica propia de la cultura en cuestin, generando en

    estos grupos la sensacin de que las caractersticas especficas de su lengua

    y su cultura son las principales causas de las dificultades que se

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    manifiestan. As no se echa sobre este proceso una mirada equivalente a la

    haciendo que se le exijan a la escritura en lengua verncula, para su

    consolidacin, principios a los que no podran someterse ninguno de los

    Hay variedades lingsticas que gozan de un prestigio mayor que otras a

    los ojos de quien las habla y sobre todo de quien no las habla, y lo mismo

    podemos decir de la escritura: la historia de la difusin de la escritura es

    tambin la historia de jerarquas de prestigio. (Cardona, 1981:111)

    ario social de

    los grupos aborgenes sino en las teoras y las prcticas implementadas por

    muchos investigadores que pretenden trasladar las caractersticas de un

    sistema de escritura a otro y que llegan hasta a confundir el verdadero

    propsito de la escritura como sistema comunicativo y simblico.

    Ms all de la representacin ortogrfica de los sonidos y de la manera

    en cmo deben escribirse las palabras, la escritura de las lenguas

    indgenas plantea tambin un interesante desafo en la transcripcin de los

    discursos orales. El inters por captar la riqueza comunicativa y expresiva

    de las conversaciones y discursos de las culturas indgenas se remonta a la

    poca de Boas y Malinowski quienes consideraban que mostrar las fuentes

    lingsticas de sus investigaciones etnogrficas, es decir, los relatos orales

    de los informantes, era la tarea ms importante de los antroplogos.

    Actualmente, las nuevas generaciones de antroplogos lingistas han

    retornado a la preocupacin tradicional de registrar por escrito textos en

    lenguas indgenas y han producido un considerable refinamiento que

    incluye transcripciones detalladas y completas de la produccin discursi