Prova terzo jaca new

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IntroduccinLa tentativa con estas mis pobres lineas es dar un homenaje al director de cine A. Kurosawa y a su obra maestra, Rashomon. He ambientado la historia en un cuartel militar, porqu ese mundo, me parece plausible para hilvanar una aventura sin tener que copiar el original. Asimismo, mientras que escriba, tuve las ganas de intentar de dar un final a lo que tena ya la palabra fin.Tal vez se trate de una tentativa infantil, pero cuando era nio, viendo una pelcula, leyendo una historia, pero sobre todo con pelculas, siempre me he preguntado lo que pasara despus de la palabra fin. Que otro cuento podra seguir si la ficcin no hubiera impuesto la palabra fin? Y, siguiendo todava mi ingenuidad, a menudo me coga la idea de pensar, sobre todo en las historias con final feliz, si hubieran sobrevivido al pasar del tiempo, teniendo como punto de partida ese final. Aqu intento de escribir el homenaje y continuar la historia despus del final.

Parte PrimeraUNO General y Coronel

Soy, Barranco, el general Barranco. Estamos en un lo coronel Navarrete. Nunca se ha visto que mataran a un capitn, de esa forma, en tiempo de paz y en Jaca Ser difcil mantener las investigaciones cerradas a nuestro interior. El capitn no estaba solo. Estaba en compaa de una mujerQu me ests diciendo Navarrete? Lo que acabo de decirleComo el general segua callado, subrayando el impacto de la revelacin, el coronel sigui su fro relato.las novedades o el misterio, segn los hechos se miren, no han terminado. Tenemos cuatro testigos del asesinato y los cuatro son militares nuestros.El coronel se detuvo un rato porqu le pareci que al otro lado del cable el general quisiese decir algo, pero sigui callndose, limitndose a ruidos que parecan carraspeos o gruidos.Al coronel no le importaba un bledo de la opinin de su superior y continu:He puesto en estado de arresto a cuatro militares, dos mujeres y dos hombres. La cosa ms extraa es que, a un interrogatorio preliminar, cada uno propone una versin distinta del acontecimiento. Pero que me ests contando coronel, ests de broma?Despus de un breve silencio cargado de odio hacia su superior, le repuso:General, esccheme bien, porque no lo voy a repetir, la situacin est como le he dicho, incluso se puede pensar que haya un hecho ms peligroso an, es que no hemos avisado todava a la polica. Aada al asunto que los cuatro que estn en estado de arresto, son todos originarios de Jaca y de sus alrededores, como lo era el capitn, la consecuencia sera que tenemos encerrada una bomba a punto de explotar. En extrema sntesis esto es lo que tenemos en el cuartel. Los pocos originarios de esta zona son gente rica por el turismo o por la especulacin edilicia. Son como un clan cerrado, cuando se enterarn de lo ocurrido, tendremos problemas. Estoy convencido que hace falta avisar ahora la polica, que lleve ella el caso. Me paro, usted conoce mi idea y usted ms que yo tiene medios para enfrentarse con este asunto, pinselo general, estoy a sus ordenes.No esper en linea la contestacin de su superior sino que la esper, largo rato, despus de haber colgado pero no lleg ninguna llamada.Habr ido a consultar su suboficial de servicio! se dijo el coronel, pensando que se haba equivocado con certidumbre de la llamada de su superior.El coronel tena en poca consideracin al general Barranco porqu perteneca a esos militares que haban hecho la academia por tradicin familiar sin tener la menor aficin a su uniforme. Para l era como vestir una capa de carnicero o en el caso mejor, lucir los grados en algunas fiestas. Palabras como patria, rey, nacin, bandera, defensa, eran un sonido o garabatos escritos sobre papel.Los que estn en estado de arresto son:Raquel: recluta, amante del capitn Cerezo Merche: cabo, ha sido amante del capitn Pablo: cabo de primera, instructor. Marido de una mujer que tuvo una relacin con el capitn.Ramn: cabo. Dos El cuartel

Estaban los cuatro en la parte a ellos reservada del patio de armas del cuartel, cada uno bastante apartado del otro. Sus caras delataban el profundo aburrimiento por la falta de actividad y la escasez de novedades. Pero el tiempo vino en su ayuda. Movindose rpido, las nubes formaron el cielo de un color gris uniforme como si fuera un mantel de plomo, roto por torbellinos a forma de rizos de color blanco, colgantes en varios puntos; hasta que no llegaron del norte nubes enormes de un color casi negro y antes que estuvieran en la perpendicular de donde se encontraban los cuatro, dejaron caer gotas gruesas que partan el aire con lineas oblicuas que iban a estrellarse al suelo como si fueran balas, formando un minsculo crter seguido de un ruido seco a cada llegada parecido al repiqueteo de un tambor. En unos minutos el cielo desapareci dejando caer un chaparrn de agua fina y fra. El coronel Navarrete decidi meter los cuatro juntos y que tuvieran una buena posibilidad de movimiento por si, sin demasiado agobio, se decidieran a decir la verdad sobre el homicidio del capitn Cerezo. Hasta ahora no logr ningn resultado El mismo coronel era partidario de la imposibilidad de sacar la verdad a hombres mentirosos y, a veces pensaba que era imposible escuchar la verdad de nadie. Estaba convencido que los hombres dicen mentiras durante toda su vida cambiando a menudo de opinin, que es de donde nace y crece la raz de todos los males.Casi no se acordaba de cuanto tiempo estaban encerrados, sin sus apuntes estaba perdido. De todas formas le pareca unos quince das. Se puso a correr a la salida del edificio donde estaba su despacho para cruzar todo el patio de armas, bajo la lluvia insistente. Le gustaban esos das grises y lluviosos. Lleg empapado en la zona donde se haban, por casualidad, casi reunido los cuatro militares que se movieron simplemente para saludarlo correctamente y luego se pusieron en la misma posicin de antes como si fueran estatuas.Iba subiendo y bajando lentamente los peldaos del patio, diciendo de vez en cuando: no entiendo, lo repiti varias veces, no entiendo como se pueda vivir en la mentira una pausa y continu sin que le hicieran caso, aparentemente. No entiendo porqu la mentira tenga que ser la duea de nuestras acciones, tambin arraigada encima de jvenes como vosotros que tienen un porvenir. Adems, siendo militares no sois como la gente comn, yo incluido somos el ultimo baluarte contra el enemigo. Sea ese enemigo, Francia o cualquier persona que quiera estropear el orden establecido. Los civiles hacen muestra de querernos, en realidad nos odian porque a menudo hacemos el trabajo sucio que ellos ni quieren saber. Nosotros tenemos la misin de defender la nacin, sea o no sea buena, las ordenes son nuestros principios e si no sabemos obrar juntos nos derrotarn.La ms atrevida de todos, Raquel, le dijo:Perdone coronel, pero yo me he ido de casa para no sentir los sermones de mi padre, entonces le ruego de preguntarnos lo que quiere, sin discursos filosficosNadie se maravill de la contestacin al coronel, porqu estaban convencidos de estar encerrados por un capricho del superior sumamente injusto. Por su parte el coronel no le hizo caso a las palabras de la mujer, pero le lanz una mirada tan helada y cargada de desprecio que si hubiera tenido su espada le habra cortado la cabeza en el acto. Al coronel no le gustaban las mujeres soldado a pesar de que haban pasado ya muchos aos de su entrada en el ejercito, deca que estropeaban la figura del militar, lo ablandaban, contribuan a hacer la caricatura de los soldados que gustaba tanto a los falsos de algunos periodistas que conoca bien, repeta, a veces. Se contuvo con grande esfuerzo y sigui con su refrn. No lo deca ligeramente, sus palabras eran la expresin de una conviccin que lo haca sufrir en el alma y fsicamente. Su rostro era lo de un hombre triste y sin consuelo por estar delante de personas tan dbiles.Qu tenemos que hacer, coronel, repetir lo que hemos ya dicho en el primer interrogatorio? dijo la cabo Merche. Es un trabajo intilNada es intil, si se trata de la verdad y en vuestro caso me temo que pronto tendris que presentaros delante de un juzgado civil. Ser un fracaso para el cuartel, pero antes que eso ocurra os mandar a la calle. Os lo prometoComo contestacin al coronel se oa e repiqueteo de la lluvia, nadie se atrevi a pronunciar palabra.Continuando su paseo hacia arriba y hacia abajo por recorrer los peldaos, el coronel se call.Fue Merche, otra vez, que tuvo el valor de hablar, los dems no se movieron mucho de su posicin inicial, apoyados al muro o a una columna o sentados en el peldao mas alto, como hizo el coronel, para protegerse de la lluvia que segua cayendo fina y fra.Tres Testigos I

Yo tena que defender la parte sur de una dehesa y me haba apostado justo al lmite derecho, detrs de una grande encina. Al poco rato me llam la atencin, entre los arbustos, una parte de uniforme de camuflaje y pens: he aqu el gamberro de turno que se mete con las bromas! Quise acercarme ms antes de marcarlo con la puntera lser de mi ametrallador y me di cuenta que no haba nadie y, peor an que se trataba del uniforme del capitn Cerezo. La dej enseguida y empec a preocuparme, porqu segn mis clculos el capitn Cerezo no tena que participar a esa maniobra. Pues continu, encontr un pauelo de nuestro regimiento que dej donde lo vi. En ese mismo instante o un ruido de frondas y de ramas rotas que se estaba acercando, me agach entre los arbustos y vi pasar corriendo, casi desnuda a Raquel, con la uniforme de camuflaje abultada al pecho, se fue hacia el norte. A mi no me vio, porqu estaba corriendo en el sentido contrario al mo.Me qued perpleja por la situacin que, en ese momento, me pareci grotesca. Avanc con ms animacin pensando de encontrarme con algo diferente. En un claro, en medio de los arboles, estaba el capitn Cerezo en calzoncillos y camiseta, con las mano atadas en la espalda, la cabeza hacia delante y con una grande brecha en la garganta. Por el susto me habra puesto a huir, pero en el mismo instante, apareci de la nada un hombre, me asust y di un salto atrs resbalando, me ca. El hombre, me pareca un vagabundo, se arregl los pantalones en la cintura y se puso a rer por mi cada y porqu no lograba ponerme de pie. De repente enfoc una senda, medio escondida, se lanz corriendo y lo perd de vista, oa tan solo los ruidos de las ramas que se alejaban. Me detuve un rato todava en el suelo y luego decid de volver a mi sitio. Pero cuando estuve all donde me haban mandado, decid volver a la base de encuentro de la compaa. Durante el recorrido intent de reflexionar sobre lo acontecido, a pesar del miedo que tena, me vino a la memoria quien podra ser el vagabundo, es un hombre muy conocido en el valle y en los alrededores, todos lo llaman Montero y a mi siempre me ha dado miedo. Sobre su persona, los mayores contaban cosas horribles, decan tambin que era muy rico. Luego me dije tambin que s que vi al capitn, pero no estoy segura si estaba muerto o todava con vida.Vaya ejercito dijo el coronel, afortunadamente que no tenemos que enfrentarnos con enemigos verdaderos. Luchamos tan solo contra nuestros fantasmas. Todo esto es difcil de entender!. La lluvia continuaba a caer, a lo mejor haba aumentado de intensidad. En el patio de armas empezaban a formarse pequeos charcos de agua marrn y en los muros blancos, recin pintados, se formaban dibujos por la humedad que parecan seres monstruosos presos en las paredes. Raquel, llamada en juego por Merche, no se movi, sigui acurrucada y apoyada a una columna con los brazos cruzados sobre el pecho para combatir el aire fro.Las mujeres sois todas iguales fue el comienzo de Ramn.Cada una defiende la otra tal vez as juzg el silencio de Raquel.La verdad de los acontecimientos es otra y lo sabis perfectamente, pero nadie quiere admitirlo porqu cada uno ha de encubrir a su diablito interior.Jajajajajajaj lo interrumpi con una sonora carcajada Pablo, quieres saber una cosa? Hay un antiguo cuento de estos valles sobre la brujas que dice que hacan sus festejos propio en la zona donde han construido la parte trasera del edificio del cuartel y se marcharon porqu no podan aguantar las mentiras de los hombres. T que eres blanco como la nieve, entiendes? Ramn no hizo caso a la provocacin de Pablo y empez su relato, intentando de coger la mirada del coronel que, dndose cuenta de su intencin, baj los ojos y se puso a mover algunas pequeas piedras delante de l en el peldao.Yo era al mando de un pelotn que tena que penetrar en el bosque como exploradores. Vimos un grupo de enemigos en posicin lateral izquierda a la nuestra. Tom la decisin de que empezramos a movernos de forma aleatoria para no ser un blanco fcil, con intencin, si todo iba bien, de reunirnos en un claro del bosque que ense en el mapa. Segu caminando en linea recta hacia el llano, cuando o voces de un hombre y una mujer. Para mi no fue una grande sorpresa, porqu saba que ese bosque era frecuentado a menudo por las parejas que queran estar en intimidad. Lo lgico habra sido no organizar una maniobra en ese lugar, pero ahora es intil quejarse. Total que vi al capitn Cerezo y a Raquel. Lo que me maravill s fue que ambos tuviesen el uniforme de camuflaje, pero luego, pensndolo bien, me di cuenta que hicieron una buena jugada. El capitn no tena que estar en la maniobra, Raquel, al contrario s, entonces eligieron el uniforme correcto. A parte de eso me pareca que estuviesen discutiendo, el capitn le tena las manos, pero no como si las estuviese acariciando, sino con la intencin de sujetar a Raquel para que no se fuera. Me senta incomodo y sorprendido de estar escondido detrs de un arbusto, tendido al suelo, con la intencin de escuchar lo ms posible. El capitn estaba ligeramente rojo en la cara, tal vez por el esfuerzo de retenerla o por lo que le deca la mujer, que, al contrario era estupenda, nunca la vi con esa luz, aunque fuera de origen indiana, su piel pareca que emanara un brillo mgico, los ojos negros se fijaban sin miedo en el rostro del hombre que pareca asustado.Raquel quiso puntualizar: Ahora te acuerdas de mi origen? Que importa? Acaso no hago lo mismo del trabajo que haces t? No me lo esperaba que hablaras de mis orgenes! Adems yo nunca he visto la India. Un golpe bajo que define ms que otra cosa el hombre que eres!He dicho solo la verdad, porqu te molesta? Raquel se call volviendo la cara a otro lado sin dar ninguna otra contestacin.Puedo continuar o tengo que esperar tu permiso?Raquel no hizo ni un movimiento.Entonces Ramn reanud su cuento. Pues, me acerqu ms para entender mejor, fue entonces que o de Raquel, con voz tranquila: estoy harta de ti, me invitas solo cuando tienes ganas, yo quiero una vida cmoda y esto tambin quiero hacerlo bien y no cinco minutos para satisfacerte y luego adis y el capitn, casi quejndose la rogaba que lo perdonara, prometa que terminaran pronto esos encuentros. Le hablaba intentando de besarle las manos que pareca que resbalaran al toque de sus labios. Finalmente se oy una carcajada seguida de estas palabras: aqu tenemos problemas? ser Montero a solucionarlos? Jajajajajajaja los dos se quedaron inmviles y yo me escond ms que pude. Era una voz fuerte, el capitn, ms plido que nunca sac del cinturn la bayoneta, sin demasiada conviccin, Raquel, no pareca asustada, su cara era la de una mujer curiosa, hizo un paso atrs y, apartando las frondas, sali Montero con una sonrisa gris amarilla, con la barba mal afeitada que le daba un aspecto hosco, marcado tambin por un pelo negro y medio sucio.Qu estis haciendo aqu a molestar mi reposo? Dijo como fuera una declaracin de posesin de esa zona. Raquel y el capitn se miraron a los ojos sin poder decir ninguna palabra.Fue Montero que habl: Jajajajaj, ya entiendo, t capitn no le hiciste nada y ella se queja de tu incapacidad, jajajajaj, se le ve en los ojos. Pues ser Montero que te resolver el problema, djame la mujer, te la devolver como nueva, jajajajajaja.El capitn hizo un paso hacia Montero que retrocedi: tendrs que pasar debajo de esta y ense su bayoneta.Ah, un duelo a la antigua por el amor de una mujer. Si gano yo, ella viene conmigo y si pierdo contigo. Uuuuhhhmmmm. Est bien, acepto, que no se diga que Montero es un cobarde! Raquel no dijo una palabra, no tena ni miedo ni otra cosa, pareca divertida, su sonrisa estaba llena de irona. Se puso de lado, tanto que con los pies casi rozaba mi hombro izquierdo. Aprovechando del alboroto que hicieron los dos en su lucha de mentira, parecan dos nios, uno se acercaba y el otro iba hacia atrs, tambin yo me escond mejor. Levantaron ms polvo que enfrentarse de verdad, aunque Montero hubiese sacado una larga navaja, pareca que tuviese miedo de usarla. Luego, en este saltar de un lado al otro sin tocarse, el capitn resbal y le cay de la mano la bayoneta, Montero rpido como una serpiente se le ech encima y lo inmoviliz, poco despus pudo atarle las manos detrs de la espalda. Se qued el capitn con la cabeza gacha y humillado.Con una sonrisa de alivio y resoplando por los saltos, cogi de la mano a Raquel que gritaba, no, no, por favor te lo pido , pero iba donde quera el vagabundo. Poco despus desaparecieron y se hizo silencio. El capitn no tena la fuerza o las ganas de levantar la cabeza. Yo casi no crea a lo que haba visto, me pareca de estar en medio de un cuento de brujas, no por el miedo, sino por lo que acababa de ver: un capitn cobarde y una mujer que iba con un desconocido, dejando al amante. Cuando volvieron donde estaba el capitn, Raquel se estaba vistiendo y Montero tena el aire de un hombre satisfecho. La mujer lo abraz dicindole que la llevara consigo, pero el pareca perplejo. Qu hacemos con este hombre, a mi l no me ha hecho nada?Ella insisti: lo dejamos aqu, alguien lo encontrar! Por favor no me dejes, quiero irme. Si me dejas me matar, no lo ves como me mira?El capitn la miraba con la cara torcida y una media sonrisa cargada de odio, si hubiera tenido las manos libres es posible que la hubiera matado. Montero, a pesar de las insistencias de Raquel, segua siendo dudoso y se rascaba la cabeza. Por fin se acerc al capitn y lo levant: No tengo nada contigo pero esta mujer me suplica y puede ser que con ella tenga la posibilidad de empezar una nueva vida, una vida legal, una vida que no sea de vagabundoPiensas que de una injusticia pueda nacer algo bueno? Lo digo a ti Raquel, has borrado en un momento todo lo que ha habido entre nosotros por la novedad que representa este tipo, creo que no lo logrars.Dile que se calle, haz algo en vez de estar all como alucinadoSin decir una palabra pero excitado, levant al capitn, lo desnud, dejndolo en calzoncillos y camiseta, con las manos atadas detrs.Ahora s que eres un hombre. Te quiero, me gustan los hombres fuertes, y la mujer intent de acercarse a l que se le alej de varios pasos.Eh, los hombres! Vamos Tenemos prisa. Hay una maniobra militar en esta zona y quiero alejarme cuanto antes de la vida antigua.Montero rabioso, con la navaja extendida hacia Raquel, le dijo:no me provoques, todava no s si vendrs conmigo!todos iguales los hombres, pero luego hars lo que digo yo, y dio media vuelta dndole la espaldaMontero se lanz hacia ella pero, desgraciadamente, tropez en una raz que sobresala del suelo y cay encima al pobre capitn, clavndole la navaja en el cuello.Los dos fueron presa del pnico, iban de un lado para otro, sobre todo Montero pareca un len en una jaula, se acercaba al capitn y luego iba hacia la mujer con las manos levantadas hasta que Raquel le cogi de la mano y lo arrastr hacia una senda en el bosque donde desaparecieron. Por lo que s yo no estuvieron demasiado rato juntos, porqu Raquel la encontraron dos das despus, enfriada y hambrienta, a lado de una casa en ruinas. Supongo que ella, por lo menos esto lo podr confirmar. De Montero creo que no se sepa nada hasta hoy.Cuatro testigos II

Se hizo silencio en la pequea zona del patio de armas donde se haban establecido los cuatro y el coronel, se oa solo el tintineo de la lluvia que no paraba de caer de un cielo negro amenazador. T no dices nada Pablo? Adems eras muy amigo del capitn, creo tambin pariente por parte de su madre.ests bien enterado de todo, Ramn, te gustara tambin hacer el juez entre nosotros, para que tu rabia pueda golpear a cualquiera o ms bien a todos! Eres un mentiroso a quien no confiara ni un cntimo.escuchad el Catn del cuartel! Me parto de risa. T que ibas con las mujeres que dejaba el capitn, tu grande amigo, nada ms que prostitutos sois al sueldo de quien manda en esta mierda de ciudad.Porqu no has hablado as al coronel en vez de darte aire del buen soldado, todo s seor, a sus ordenes seor. T s que eres un cobarde. Te contar mi historia de lo acontecido, pero no quiero que me interrumpas como es tu costumbre para que las personas se harten y te den la razn a causa de tu molestia.Ramn se limit a una sonrisa irnica, contento de haber obligado a Pablo a proponer su versin.Pablo pareca triste y con poca ganas de hablar, estaba apoyado a la columna central con los ojos mirando hacia el suelo.Era el nico que esperaba de ver muerto al capitn todos volvieron la cabeza hacia l afectados por lo que haba dicho. Solo Ramn sigui mirndolo con dibujada en el rostro su sonrisa socarrona.S, eso es, el capitn tuvo una historia, aunque corta, con mi mujer. Lo he odiado y me lo vea casi todos los das en el cuartel. Amaba a mi mujer en aquel tiempo, se puede decir que compartamos todo.Le escap una risa a Ramn que contuvo enseguida. No s como la conoci, supongo en una de esa malditas fiestas de regimiento. Desde entonces, por una temporada, mi vida fue un infierno. Luego mi dolor se suaviz, tuve ocasin de hablar con l y aclaramos muchas cosas y me separ. Pero todo esto ya pertenece al pasado y que de vez en cuando se asoma y me hace sufrir.En el bosque yo proceda del lado norte hacia este y me encontr enseguida con ese llano donde vi claramente al capitn y a Raquel. Pero antes quiero poner en claro una duda.El comandante de la maniobra era el teniente coronel Valds, un militar bueno, inteligente y querido por todos, pero ese da creo que se equivoc o tena un plan que desconozco, porque envi varios pelotones hacia el lado este y la cosa careca de sentido porqu bamos a dejar descubierto sobre todo el centro. Poco importa en referencia a mi relato, se trata de un simple pensamiento. Entonces me agach como un idiota, como si fuera yo que tena algo de esconder. Pero ya era tarde para corregir mi tontera porqu o que hablaban entre ellos de planes de huida y de amor. El capitn estaba sentado, apoyado a un rbol, y Raquel casi tumbada sobre sus rodillas, l la sujetaba con la derecha en un abrazo. Hubo un momento que se levant el aire y por el ruido de las frondas no pude or bien lo que se decan. Un aire fresco y agradable, como una rfaga que, me pareci, hizo estremecer a los dos que se besaron con pasin. De repente sali de mi lado izquierdo un vagabundo, ni me percat de su presencia antes que apareciera, se puso en medio del llano bostezando en la manera ms indecente que haya visto. El capitn se levant rpido y le dijo: qu quieres? Vete de aqu y no molestes!Jajajaja, veo que tienes una trtola, a lo mejor est blanca o no? Jajajajaja. Este es mi territorio, apuesto a que t no lo sabias? Vete t! O no, s vete t y djame tu pajarito! Jajajajaj.Eres un cerdo y pagars por tu desfachatez. Sac la bayoneta y por un momento el vagabundo se qued sin saber que hacer. Luego l tambin desenvain una larga navaja y se puso en actitud de luchar. En mi cabeza tena una maraa de pensamientos. Era verdad lo que vea o era un sueo? Qu maldicin poda haber producido semejante situacin? Los dos empezaron a enfrentarse de verdad, lanzndose uno contra el otro con la intencin de hacer dao. Con un certero golpe, el vagabundo desgarr el uniforme del capitn a lado del cuello, en la parte derecha, le brot sangre pero la herida no era profunda. Con ms furia se puso a luchar el capitn que logr darle en las costillas, luego una esquivada, un lance, un ataque; poco a poco se alejaron del llano y los perd de vista. Raquel en todo este tiempo no haba dejado de gritar, por favor, parad, os vais a matar, que alguien me ayude. Estaba casi echada al suelo con las piernas dobladas, la cara en el polvo tapada por ambas manos. Gritaba y lloraba. Los dos haban desaparecido. Me puse a esperar bastante rato desde cuando no se oan ruidos de frondas y de metal junto a los gritos de los dos hombres, incluso Raquel se haba callado. No saba si ir hacia la mujer y en aquel momento aparecieron los dos duelistas conversando y riendo entre ellos. Me qued asombrado de ver a los dos en esa actitud y tambin Raquel se qued atnita, se quit las manos de la cara sucia de polvo y lgrimas. No pudo salir ninguna palabra de ella. El vagabundo deca al capitn como viejos amigos:Te lo aseguro, la tengo en mi refugio, es una daga antigua, tiene el mango tachonado de joyas. Si no me crees, ven conmigo que te la enseo, a lo mejor puedes hacer un buen negocio.Os lo aseguro que no crea a lo que oa. Poco antes intentaban matarse y casi lo lograron. Dejando asombrados a todos, ahora se iban a contratar un asunto como si lo de antes no hubiese ocurrido. Llegaron al refugio del vagabundo, una casucha bien escondida, que empez a ensearla al capitn, sobre todo las cajas donde, en algunas, sobresalan partes de tejido, pero, al agacharse para intentar de abrir una, con un movimiento rpido, se dio media vuelta y clav la navaja en su cuello. Sali la sangre a borbotones pero el capitn se qued como paralizado por la sorpresa, tanto que asust al vagabundo que dio un paso atrs, el capitn con los ojos ya vacos, cay de rodillas y luego se dobl, lentamente, hasta a apoyar la cabeza al suelo, se qued en la misma posicin en que estaba Raquel cuando suplicaba a que no se pusieran a luchar los dos. El vagabundo volvi adonde estaba Raquel, todava de rodillas, le ech una mirada inexpresiva y se fue corriendoEl coronel se levant lentamente, comprob que segua lloviendo y dijo: para hoy es suficiente, las mentiras persisten y aunque sean evidentes las contradicciones, ninguno quiere ablandar su orgullo.Es usted que interrumpe nuestras declaraciones, nosotros estamos disponibles a decirle todo lo que ha ocurridoYa, estis disponibles a decir toda la verdad! T Raquel decidida a confirmar que queras cambiar vida, que no fuera entre estas cuatro paredes del cuartel, pero no sabes decir que vida quisieras. Ya veremos los prximos das junto con un comisario de polica, mi deber me lo impone. Esto es todo.Fue Raquel, otra vez, que se enfrent al coronel: ahora tiene que escuchar an mi versin, porqu quiere marcharse? Primero nos ha empujado a hablar y ahora quiere irse sin que todos hayan presentado su historia! Porqu coronel, tiene miedo de algo? Tiene miedo de una pequea mujer indiana?El coronel se volvi a sentar sin decir nada.Sabe con qu empiezo, con una gran carcajada, jajajajajajajajajaja, referida a quien? Est clarsimo, referida a los hombres, sobre todo a esos dos que han intentado de estar entre mis piernas, pensando de ser muy majos y valientes, esta es mi respuesta: jajajajajajajajajaja. El capitn no poda estar dos das sin una mujer a su lado, se hubiera sentido inacabado. A la desgraciada que le tocaba de estar con l, porqu la naturaleza nos ha hecho una mala jugada, nos ha dado el sentimiento materno y esto es tan fuerte a pesar de los hombres, que nos empuja a estar a lado del los machos, que, sin cualquiera de nosotras habran sentido demasiado la falta de valor que tenan. La incapacidad de escuchar era su caracterstica ms evidente y el egosmo la actitud ms constante. Se envalentonaba detrs de su uniforme que limpiaba continuamente y el hecho de que lo hubieran nombrado capitn, ese que tiene el mando, le pareca de tocar el cielo. Solo le gustaba decir, te quiero, en la intimidad y marcharse cuando no la necesitaba ms. Sola fardar con los amigos su capacidad de conquista. Nunca se ha dado cuenta que en sus conquistas de don Juan, a menudo, la ultima palabra era de las mujeres. No ha habido ninguna mujer que no fuera ella a dejarse conquistar. Tan solo en este mundo machista nos hacen pensar lo contrario.Del otro que decir! No es nadie, un perro de compaa que no sabe que camino coger si no se lo indicas. S, un hombre fuerte que puede darte la ilusin de la novedad. La ilusin de poder empezar algo nuevo, partir de cero sin la sombra de la modernidad. Una ilusin infantil. Porqu la realidad te ensea enseguida que es un hombre que huele como los dems, que tiene miedo a las enfermedades como un nio y que a ti te toca lo tuyo y lo suyo. No merecen la pena ni l ni el otro. Hay que aprovechar del momento mgico que dura un instante y saber que lo puedes repetir pocas veces. Ya est. Los hombres no merecen la pena. Otra mala jugada de la naturaleza. Pero estas cosas ya la sabis por experiencia y es intil que lo repita.Los hechos de ese da! A menudo lo que ves no es como aparece. Con el capitn estbamos all para acabar con la relacin, el muy cerdo ya tena otra. Quera que pagara su traicin, lo quera con todo mi corazn, pero cuando vi a Montero no tuve el valor de continuar con mi venganza y hu corriendo y corriendo sin volverme atrs. Hasta ahora el recuerdo de estos dos que se crean chulos y que todas las mujeres tenan que caer a sus pies, me hace partir de risa y la imagen ms clara que se me presenta en mi cabeza es su figura, de los dos, en calzoncillos con parte de la tripa que desborda junto con ese paquete intil que tienen delante.El coronel se puso a rer tristemente y dijo:Creo que Raquel tenga mucha razn pero no es suficiente para solucionar el embrollo y creo que, cada uno de nosotros tengamos nuestras culpas. Ya veremos los prximos das. Esta vez se fue definitivamente sin preocuparse de la lluvia que haba aumentado de intensidad y que iba salpicando la cara de los cuatro llevada por las rfagas del viento.Cuatro Bis Testimonio del capitn

Raquel, la ms viva de los cuatro, coment poco despus de la ida del coronel:Todos hemos escuchado la historia de cada uno, pero no sabemos lo que habra dicho el capitn Cerezo! Bueno tampoco sabemos la opinin de Montero, pero creo que un da de estos se dejar coger, no es un hombre que tenga valor.La miraron de una manera que faltaba que aadiesen: Ests loca, que vas diciendo? El capitn ha muerto, como se podra llamarlo para que diese su testimonio? Pero nadie abri la boca para decir algo.Entonces continu Raquel: Si estuviramos en una pelcula o a teatro, ya habra aparecido algn truco para que hablara el capitn o se conocera su historia. Habra aparecido un espritu o una neblina parlante, se habra formado una luz o habra bajado del techo algn testimonio con la apariencia del capitn. Por qu esto no puede ocurrir en un libro, en una novela? Aqu tambin pertenecemos al mundo de las mentiras, quien decide cual es la verdad? No me contestis nada porqu nadie os ayuda a hablar. Pero si lo pensis bien tenemos un testigo privilegiado que puede contarnos todo lo que quiere y de quien quiere. Silencio total de vuestra parte! Os lo digo yo: es el narrador, l sabe todo. Es l que inventa las mentiras y las verdades, si es que existen. Ha tambin inventado a nosotros, no estaramos aqu sin l, por lo tanto, si quiere, puede decirnos la versin del capitn. Cada uno se qued en su sitio sin decir una palabra y pareca que estuviesen envueltos en un sopor que no les permita casi de moverse. Los colores de la tarde cambiaron del todo, el gris oscuro se transform en un indefinido gris amarillo y la atmsfera quebrada por relmpagos y truenos.El capitn Cerezo era un buen chico, s le gustaban mucho las mujeres, creo que nunca lo haya visto pasear en la calle sin que tuviese una chica a su lado. Pero volviendo al acontecimiento que nos interesa, hay que decir que el capitn lleg en el bosque mucho antes que los dems, pero es mejor que lo diga l.Tuve que ir mucho antes porque con las maniobras en acto y al mando del teniente coronel Alonso, tena miedo que me descubrieran. Aunque, no estoy del todo seguro, pero, en esa zona, alguien estaba al acecho ya cuando llegu yo. Luego tuve la clara sensacin que alguien se fue en el momento en que lleg Raquel. Mi deseo me deca de ir persiguindolo y por un rato lo hice. Raquel me llamaba, casi me imploraba de volver a ella y perd la estela del mirn. Ya antes me haba quitado el uniforme de camuflaje para no tener tanto calor y mientras volva a donde estaba Raquel encontr a Montero que estaba intentando de acosar a Raquel. Me lanc encima de l, pero sin uniforme no tena la bayoneta, tuve que luchar contra l solo con mis manos, al contrario Montero tena una grande navaja. Luch hasta a agotarme y, en un momento de cansancio, Montero, por casualidad, acert un gran golpe que me hiri a la garganta. Yo no par, no senta dolor, pensaba solo en defender a mi amor. Montero cay varias veces por el susto y lo habra vencido, pero se puso en medio la naturaleza, empezaron a aflojarme las rodillas y no vea casi nada, pude decir, adis mi querida, antes de desmayarme definitivamente.Hubo un trueno ms fuerte que los dems que hizo temblar todos los cristales de las ventanas seguido por un relmpago que dej en el aire una instantnea de los cuatros militares como si se tratara de un poderoso flash. Decidieron de marcharse, pero todos se quedaron, por varias horas, con la fotografa, sacada por el relmpago, grabada en la retina. Parte segundaCinco Las vacaciones

Una pequea serpiente iba desplazndose lenta y ondulante, sobre las baldosas desiguales de la acera, a pocos centmetros de la tierra a lado de las casas donde alguien haba aprovechado para plantar rosales preciosos que trepaban en las paredes. El movimiento sinuoso evidenciaba sus escamas de color marrn claro a los lados, que se transformaban en marrn oscuro, casi negro, en el dorso. Por sus recuerdos infantiles, l hubiera sabido que hacer. Un golpe seco en la columna, partindosela, con un pequeo bastn que ya haba podido recuperar o, como segunda opcin, cogerla con el mismo bastn y llevarla a algn sitio donde no sera un peligro. Su primer pensamiento fue de matarla, era como un instinto que tena dentro desde pequeo que le traa malos presentimientos. Las serpientes hay que matarlas, sus apariciones repentinas dan miedo, ese siseo que hacen cuando estn enfadadas o tienen miedo, asusta. Son animales que hacen parte de nuestros temores ancestrales, record a si mismo como si fuera un refrn escuchado cuando era pequeo. Acercndose a esa maravilla de la naturaleza perteneciente a los animales de los ms inquietantes, se dio cuenta que era una vbora, no del todo desarrollada, pero su cabeza triangular, la pupila vertical y la inequvoca evidencia de la cola, confirmaban que era una serpiente venenosa.No le importaba mucho si fuera peligrosa o no, le habra gustado cogerla con las manos para poder notar el estremecimiento de los fuertes msculos de ese pequeo ser. De repente pens, porque matarla? Ni se haba percatado de su presencia, ella continuaba su camino. Para l ningn peligro, pero decidi cogerla con el trozo de madera que haba encontrado, para llevarla adonde? En el glacis, poda ser peligroso, con toda la gente que pasaba por all, entonces, despus de varias protestas de la serpiente que no se decida a dejarse coger, la deposit en un campo cultivado. Vete pequea, habr ratones o saltamontes en abundancia. Pens con una sonrisa de complacencia para si mismo.Eran las nueve de la maana, el aire fresco traa olores de perfumes suaves que, mezclados con el frescor, daban una sensacin de bienestar a cuerpo y alma.Decidi seguir su caminata con la esperanza de volver a casa y encontrar a todo el mundo con los planes para la jornada ya preparados. Cerca del mirador de las Canteras donde se abre la mirada hacia el valle y se perfilan las montaas al sur, sudoeste, not, en alto en el cielo, el vuelo planeado y circular de algunas aves rapaces. Nunca lo supo a ciencia cierta, pero le gustaba pensar que se tratara de quebrantahuesos. Tena una particular simpata para esa ave, por el nombre y por su rara manera de alimentarse. A Martinez le gustaba mirarse alrededor siempre que estaba en montaa. Le gustaba poder encontrar algo nuevo, no haca falta compartir lo que podra descubrir, lo importante era maravillarse, emocionarse. Pero pensndolo bien, se trataba de una actitud natural en l, solo que estando de vacaciones se senta ms relajado y le pareca una novedad en su manera de ser. Cada vez que segua avanzando en su paseo, desaparecan los pensamientos sobre si mismo para concentrarse en lo que haba a su lado e inevitablemente se asomaban en su cabeza los recuerdos de su mujer. Aunque hubieran pasado ms de dos aos de su fallecimiento, el recuerdo era vivo, presente y cada lugar tena en si su presencia. A veces suavizaba sus angustias pensando a una persona que no poda ni nombrar, ni imaginar en su futuro. Por lo tanto era preciso volver a la realidad y enfrentarse con ella sin demasiadas ilusiones y sin mentiras aunque fueran hacia si mismo. Seis Vacaciones en familia

Martinez haba aceptado de ir de vacaciones con toda la familia, hijos, cuados y sobrinas, para dar satisfaccin a los chicos. Libre del trabajo, se senta como aliviado de un peso, tambin ms ligero en la mente pensando que tena por delante una decena de das de relajamiento.Pero, poco despus, se infiltr en l una leve sensacin como de pnico que se apoder de su cabeza: en una pequea ciudad como Jaca no haba muchas cosas que hacer, cmo pasar todos estos das? se dijo.Por la tarde, despus de una cena en compaa y hablando de los planes para los das siguientes, haba cambiado, otra vez, completamente de idea. Despus de un paseo nocturno por el parque del centro y una parada en el bar de la plaza principal, la idea se le haba borrado del todo, no haba existido nunca. Los das siguientes transcurrieron en la manera ms tranquila que pudiera esperar.Visit todo lo que se poda visitar en unas vacaciones tan cortas. De todas formas, no pensaba que sus recuerdos fueran tan persistentes evidenciando una carga de angustia y tristeza, solo en parte aliviados por la ternura. Mientras todo el grupo suba en alegra a la pea Oroel, hizo voto a la Virgen de no hablar ms de su mujer. Saba perfectamente que estara siempre con l. En cada paso que recorriera en los sitios donde haban estado juntos, el voto no le quitara la nostalgia del recuerdo, pero, por lo menos no aburrira a los que estuviesen a su lado.. La pea es una excursin fcil, para mayores y pequeos, una caminata sin dificultad que permite, una vez llegados a la cima, de poder gozar del gran espectculo del valle donde parece descanse Jaca, hasta divisar las cumbres mas altas de los Pirineos. Si se tiene la suerte de un da despejado, dando media vuelta hacia el sur, se puede reconocer la zona donde est el Monasterio de San Juan de la Pea. Despus de la frescura en la punta por ese alegre aire que la roza suavemente y a veces con fuerza hasta doblando la hierba reseca como si fuera la melena rubia de un enorme caballo listo para dar el salto. Los das que siguieron fueron dedicados a los nios, libres de cansarse cuanto quisiesen en la pista de hielo.Martinez quiso dedicar un poco de tiempo a si mismo y cada uno hizo lo que le apeteca sin depender de planes o de ideas extravagantes.l casi se escondi en el frondoso parque del centro con la idea de disfrutar del ambiente sin hacer nada y con en mano un libro: El Juicio de Kafka. Despus de una hora pasando las hojas con atencin, se dio cuenta que a lo mejor no era el libro adecuado para poder descansar. Dej por fin las angustias del seor K. Para ir a pasear por el centro y distraerse mirando la gente y los escaparates. Pero a punto de cruzar la carretera principal, cambi de idea, quiso seguir adelante con la intencin de llegar hasta el Cuartel Militar, atrado por antiguos recuerdos.No siendo un militar ni pidi si pudiera entrar por ser yerno del coronel C., pero lo que vio desde fuera le fue suficiente para renovar los recuerdos de las tantas veces que haba entrado a comer, en el comedor de los Oficiales. Pudo darse cuenta que haban arreglado la fachada y renovado el color. La construccin era bonita, adecuada con el sitio veraniego de Jaca. De los tantos, quiso renovar la memoria de un recuerdo divertido cuando lo grab en la cabeza y ahora le daba alegra pensando en el.Estbamos comiendo y, como siempre, con su innata cautela e irona mi suegro nos indic que en una mesa casi a lado de la salida de la sala, se haba sentado un general. Para nosotros una simple curiosidad mientras que para mi suegro, a lo mejor, era algo ms, porque estuvieron compaeros de curso para el alto grado. Tanta premisa para decir que, aunque estuvisemos en un cuartel, la presencia de un general tena siempre su efecto, porqu, cada militar que sala por haber terminado de comer, se vea obligado a saludarlo y l, naturalmente, a contestar el saludo. El general lo haca con un gesto de la mano con aire de bonachn y una sonrisa que no era una verdadera sonrisa, abra la boca a medias y se quedaba all como en suspenso, subrayando el gesto con dos o tres movimientos de la cabeza. Lo divertido, simplemente para mi, que hasta ahora no he compartido con nadie la ancdota, era que a intervalos regulares los militares dejaban la sala saludando al general y l contestaba, encontrando bastante difcil su deseo de comer, si a cada uno lo saludaba de esa forma. La cosa me hizo rer tambin pensando que: o el seor general lo haban puesto all porque no haba sitio, a mi no me pareca, o l haba elegido de sentarse all para que todo el mundo lo viera y lo saludara. Yo creo en la segunda hiptesis, pero result que el general us una tctica equivocada, fall el objetivo de comer en paz. Siete El cuartel y la ciudad

Se qued bastante rato delante de la entrada del cuartel. Respecto a sus antiguos recuerdos le pareca que no hubiera cambiado nada, solo haban renovado las fachadas de los edificios, por lo que le permita ver de su posicin. Decidi seguir un poco adelante porqu vio un agrupamiento de militares que le pareca en agitacin, a lado de una ambulancia. No se equivoc porqu entrevi que suban una camilla que llevaba seguramente una persona y en seguida la UCI se puso en movimiento con la sirena a tope, el trfico se par en la carretera y el militar a guardia de la entrada le dio paso con rapidez. Martinez hizo los pensamientos de siempre, en esos casos, esperemos que no sea nada para la persona que llevaban, aunque nunca pudo librarse del escalofro que le produca la sirena. Decidi dar un largo paseo para olvidar la tristeza que le haba entrado en la cabeza a causa de la ambulancia. Se fue hasta el nuevo centro deportivo, pero como la estructura de los edificios no le deca nada y no lo invitaba a quedarse ms: o eres un deportista o que vienes a hacer por aqu? Entonces empez a trepar la carretera que lo hubiera llevado al centro de la ciudad. Llegado al lado de la entrada del parque central, estaba, otra vez, indeciso si meterse en el centro de la ciudad o continuar y dar un paseo en el verde prado de la ciudadela. Se conform con la segunda opcin. Mientras se encaminaba hacia el monumento identificativo de Jaca se puso a pensar, sin un orden lgico o cientfico, sobre esa ciudad y los que vivan all.Los das que pudo pasear en las calles del centro, para comprar pan o otras cosas, le pareca de estar en una calle de Zaragoza. Se vean personas vestidas con ropa de veraneo, se notaban olores tpicos de las cremas de proteccin solar, se vean muchas personas con gorro, las mujeres, por lo menos en el medioda, vestan ligero y coloreado, siempre, o casi, con algn artilugio en el atuendo que permitiese ensear un poco de piernas. O sea, era del todo evidente que la mayora de la gente eran veraneantes. Entonces donde estaran los jaqueses? Seguramente trabajando o a su vez de vacaciones a disfrutar de los beneficios del crecimiento de la ciudad. O eran tan rpidos al salir de casa y volver enseguida en su guarida para que no se contaminasen con los brbaros de la ciudad?Ideas y consideraciones desordenadas tal vez sin sentido.Puso los pies en el glacis a lado de la entrada principal de la ciudadela. El verde oscuro y brillante de la hierba haca contraste con el color marrn y gris de la fortaleza. Le llegaban ecos lejanos de soledades en las guardias interminables de los militares que, durante siglos, en largos caminos entre un baluarte y el otro esperando a un enemigo que nunca se atrevi a atacar. Ordenes gritados por sargentos o oficiales orgullosos de estar en un punto estratgico muy importante en los enfrentamientos con Francia. Ahora monumento muerto a un tiempo y a hombres que nadie recuerda, simplemente un rastro para turistas distrados. Posiblemente tambin a los jaqueses interesan ms las urbanizaciones que los recuerdos del pasado. Para demostrarlo sera suficiente trasformarse en una de esas aves rapaces que voltean a menudo en cielo y dar tan solo dos vueltas por encima de la ciudad para darse cuenta de que Jaca ha desaparecido, se ha ido a otro lugar. Ahora existe un conjunto de casas con colores y de formas extravagantes, grupos poligonales o grupos zigzagueantes, o sea nada que ver con las ideas y las tradiciones de la jacetania. Continuaba su camino entorno a la ciudadela y consideraba que para que no se reflexionara sobre el monumento, pusieron enjaulados en el foso, una decena de ciervos. Todo para el gozo de los turistas. Con esas imgenes en la cabeza prefiri tomar la va hacia casa.Casi por una especie de premonicin quiso comprar un peridico, cosa que no haba hecho hasta ahora. En la portada, bien evidenciado se lea: Capitn del Galicia muere en circunstancias poco claras. Luego otro articulo de refuerzo: Es caza al hombre. El vagabundo Montero parece sea la clave del enigma. Iba caminando y leyendo el relato del crimen intrigado por la presencia de un vagabundo, que llamaban bandido, mezclado con un grupo de militares de cuartel de Jaca.Ocho El general jubilado

Estaba para llegar a la entrada del edificio donde tena el apartamento cuando vino a su encuentro un seor mayor que, por lo visto, lo conoca porqu lo llam por nombre. Los dos decidieron de ir hacia el bar central para poder charlar tranquilos. Durante el recorrido, Martinez supo que el seor que lo necesitaba era el general Cerezo, jubilado, y que le peda su ayuda profesional por la muerte de su hijo, el capitn del Regimiento de Jaca..Aqu no tengo autoridad para meterme en las investigaciones y adems tendra que pedir permiso a mi jefe, estoy de vacaciones y las termino dentro de unos das.Por eso no encontrar grandes dificultades, me he permitido de sondear la situacin con su jefe, sin decidir nada por supuesto, tambin con el jefe del cuartel y de la polica local que estaran encantados de su colaboracin. Usted est en plena libertad de aceptar o no. Pero a mi me hara un grande favor. Entrese bien del asunto y luego, maana, me dir sus decisiones.Martinez no quiso contestar nada, pero saba, por experiencia, que en un grupo o un equipo de trabajo que se encuentra a colaborar con una persona ajena, habra algo de sospecha hasta que no entraran en confianza. Seguramente esto lo saba perfectamente el general que quiso disimular una mentira para facilitar la decisin del comisario.El general le cont solo unos detalles del asunto porqu prefera que fuera l a penetrar en la situacin sin ser condicionado por un padre que quera solo que la memoria del hijo no estuviera ensuciada por ese extrao acontecimiento. Estaba convencido que su hijo no era del mismo nivel bajo de los otros militares testigos del asesinato. Subray la palabra testigo como se tratase de algo asqueroso. A Martinez no le hizo gracia que lo hubieran buscado a casa y estando de vacaciones. Dijo claramente al general que no era su costumbre aceptar cargos fuera de su actividad institucional. Pero como haba ya hablado con su jefe, el asunto podra ser distinto. No le dijo al general enseguida que se ocupara del homicidio, le dijo que estaba de acuerdo en contactarlo al da siguiente. Pero, en serio a Martinez le intrigaba la situacin, tener que investigar sobre un asesinato en un sitio que conoca poco, sobre todo donde no tena ninguna relacin con las personas de ese lugar y, por lo que haba podido leer, pareca envuelto con algo de misterio entre un grupo de soldados. Tampoco descartaba el inters de tener que meterse en medio de militares que, por tradicin, se portaban como un circulo cerrado, como una asociacin secreta, con sus ordenes que no podan ser contradichos, con sus sobres cerrados y sellados. Poco despus se dio cuenta de estar todava en compaa del general e intent de recuperar una actitud profesional.Comisario, creo que la polica har todo lo necesario, pero lo que pido a usted es que vigile para que no se dejen arrastrar por las relaciones de largas amistades o intereses que puedan haber nacido en una pequea ciudad. No s si me explico bien!Perfectamente, entiendo lo que me quiere decir, generalLe dejo este sobre con mis datos, donde puede encontrarme y algunas noticias de mi persona y de mi familia, por si quiera averiguar algo.Se saludaron con cordialidad. Martinez se qued y abri el sobre.General Cerezo originario de Vigo con mandos en muchos lugares de Espaa y varias misiones al exterior, estuvo en Jaca cuando era un joven capitn. Se cas aqu con una joven del lugar, de la que tuvo cuatro hijos, el capitn asesinado era el solo macho. Cuando se jubil decidi de venir a vivir aqu. Las noticias que le daba el general no eran de gran ayuda. Entonces decidi de coger todos los peridicos del da que poda encontrar y de buscar si haba algo en Internet. Decidi tambin que al da siguiente habra ido a hacer visita al comandante del cuartel y a la polica local.Nueve Al cuartel y a la polica

Fue fcil llegar a la comisara en la avenida Zaragoza, justo delante de la ciudadela. Eleccin muy oportuna del lugar, pens Martinez, pero muy decepcionado cuando lleg al portal del edificio. Una construccin que no delataba lo que haba adentro si no fuera por un coche patrulla aparcado y la bandera de Espaa en el asta. Fue atendido por el vice comandante porqu el jefe acababa de irse de vacaciones. Una conversacin muy amable donde el oficial confirm la total disponibilidad a la colaboracin del departamento y le dara como referencia al inspector M. que ha seguido directamente el caso. Desde all se fue hacia el cuartel militar con la esperanza de encontrar el comandante. Haca un da esplendido que evidenciaba los colores y las sombras de todos los seres animados e inanimados. Era imposible ir en direccin del sol sin bajar la cabeza por los reflejos de los rayos.Esta vez pudo entrar en el cuartel sin problemas porqu haba pre advertido al comandante.Vino a su encuentro un cabo mayor que se present saludndole militarmente, para acompaarlo al despacho del coronel. Pasaron a lado del patio de armas, un rectngulo, con a lado construcciones pintadas de blanco, con puertas y ventanas que se asomaban a la plaza de color verde. Enseguida entr en el despacho del coronel.He podido hacerme una idea relativa a todo lo que ha acontecido alrededor de la muerte del capitn Cerezo, pero me gustara escuchar de usted lo que piensa de lo sucedido y si ha creado angustia entre sus hombres y los vecinos.Comisario, usted est tocando el meollo de la cuestin. Su pregunta, por lo menos en una parte, es embarazosa. Me pide lo que pienso yo? Lo que pienso yo creo sea poco importante, aunque se lo dir, lo que cuenta, para mi, es lo que est pasando en este cuartel donde parece que algunos hombres hayan perdido la orientacin, que estn tanto llenos de odio o de rabia de no poder ver los acontecimientos como tal sonMartinez intent de interrumpir al coronel que, cortsmente y con autoridad, le hizo entender de dejarlo continuar:Hace bastante que tengo angustia, djeme continuar. Son todos buenos militares, con experiencia, excepto una, me parece, y por lo visto al confrontarse sobre un hecho que parece evidente, han empezado a contradecirse y no hay manera ni que puedan pactar una declaracin comn.Porqu lo afecta tanto esta actitud? Cada uno tiene una responsabilidad personal y responder de sus actos antes los jueces o antes Dios.Ha empezado a enfrentarse con el asunto en una manera racional y profesional. Al fin y al cabo es posible que sea la nica manera de solucionar el embrollo, pero hay algo ms que me impide de analizar framente lo sucedido. Estos jvenes representan todos los militares de Espaa y gran parte de la comunidad de Jaca. Se acuerda del Juramento a la bandera?Martinez, viendo al coronel tan inspirado no quiso interrumpirlo.Hay un momento que el jefe de la unidad dice:Soldados! Juris por Dios o prometis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitucin como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de Espaa?Los soldados contestan: S, lo hacemos!. Y luego:Si cumpls vuestro juramento o promesa, la Patria os lo agradecer y premiar, y si no, mereceris su desprecio y su castigo, como indignos hijos de ella, y aadir: Soldados, Viva Espaa! y Viva el Rey! Este juramento no es un cuento de hadas o una historieta, est de acuerdo comisario?S, ha sido muy claro y en este momento no s que contestarle. No quiero evitar sus consideraciones pero ahora hay que obrar framente y tambin teniendo en cuenta que, si sirvo de algo, acabo de empezar a conocer el asunto por lo tanto necesito noticias y ayudas concretas. El coronel le hizo sea que continuara.Quiero ver el lugar del asesinato y entrar en contacto, uno a la vez, con los testigos, aunque todava no s si har falta para todos, pero la cosa ms urgente sera hacer un esfuerzo para encarcelar a Montero. Los peridicos, si son fiables, dicen que est viviendo en una zona fronteriza con Francia. ?????? (col du Pourtalet) Fabreges
Claro dijo el coronel y como si estuviera hablando por si mismo dijo:Es una situacin en la que parece que a mis soldados no les importe mucho que una persona haya muerto ni tampoco saber que exista un responsable, quieren actuar como si estuvieran en un teatro donde la verdad o la mentira es solo un pensamientoPerdone coronel pero mi idea es ms ftil, dira casi carnal; es posible que sus soldados estn encubriendo algo o alguien.En ese momento tocaron a la puerta y, sin esperar, entr un teniente coronel que se disculp en cuanto no saba de la presencia de Martinez y en al acto de marcharse, el coronel lo hizo entrar y lo present al comisario como el vice comandante del cuartel.Salud en manera muy formal al comisario y se fue.Es un buen oficial, tal vez demasiado reservado. fue el nico comentario del coronel. ??????????????????????????????????????????????????????????????????????????????????

Diez - Quien es Montero?

Un pobre tipo que los ltimos aos ha vivido al margen de la pobreza, alguien y no pocos afirman que lo hace por eleccin, otros por qu siempre ha huido de la polica, otros mas porque huye de una mujer y de sus hijos. Parece que venga de Francia, de la ciudad de Toulon o de Aix-en-Provence. No se sabe bien. Dicen que hace unos veinte aos se instal en Benasque y luego se fue a vivir en Sabianigo, zona ms cntrica por su trabajo y menos cara. Sin molestar a nadie en aquellos tiempos estaba metido en un trabajo extrao o mejor dicho antiguo que haca con una perfeccin que, pronto, fue requerido por todas partes. Se encargaba de arreglar mantas, colchones y todo lo que era tejido de lana o similar. Le iba bastante bien, daba la vuelta a todos los pueblos de los Pirineos. Nadie saba con certidumbre su nombre, probablemente se llamaba Abdul Mantara., alguien dice que es un nombre de origen Libanes otros de origen italiana, pero su tez oscura, el pelo rizado y los brazos y piernas largos traicionaban su origen rabe. Todos lo queran por su manera amable de portarse y porque sus obras eran buenas y ninguno de los montaeses las despreciaba. Lo recuerdan como un tipo callado no acostumbrado a los bares y a las juergas. Los miedosos o los envidiosos que hay por todas partes, chismeaban sobre l cuando lo vean descansar dando largos paseos. Las malas lenguas se atrevan a decir que poda ser peligroso para las muchachas y las mujeres, pero nunca hubo una queja, que fuera verdadera, sobre Mantara. Pronto, los ms inteligentes, que hay tambin de esos, como seal de simpata, le cambiaron el nombre y, poco a poco, Mantara fue acogido tambin por el apellido, trasformado en Montero. A l le hizo gracia y nunca corrigi a nadie que lo llamara as, entenda perfectamente que era una manera de acogerlo en ese mundo, bastante cerrado, de los montaeses de los Pirineos. Pas aos buenos y una temporada en que tenia amigos. Acostumbraba reunirse los fines de semana en un bar del centro donde se jugaba a naipes y a domino. Todo iba muy bien, pero, se sabe como son las cosas, a veces uno toma un vaso de vino, otro un segundo y un tercero, alguien que desafa al primero, tambin llegan algunas chicas y acaban todos medio bebidos. Los ms atrevidos ponen en medio a las chicas, la atmsfera cambia, las chicas participan con gusto. Uno toca, el otro abraza, se baila un poco, el erotismo con el humo del alcohol flota en el aire y todos lo respiran sin darse cuenta. Al final se trasladan fuera del local y poco a poco se va esfumando el efecto del vino, algunos se marchan, las chicas tambin lo intentan, pero una es casi desnuda con a lado Montero. Los gamberros empiezan a tomarle el pelo con frases picantes y a veces injuriosas, Montero en vez de quedarse y ponerse a rer haciendo camaradera con los dems, se mete a correr como si fuera culpable de algo, Los gritos y las risas suben de intensidad y l corre hasta que no oye nadie ms. No volver jamas a ese pueblo, piensa entre si. Fue un error de orgullo o de timidez? Quien puede saberlo. En el pueblo no se habl nunca de ese episodio, nadie ech la culpa a Montero y, por lo visto no pas nada, nadie fue perjudicado, solo en su cabeza hubo dao que lo llev a vivir apartado de todo y de todos por mas de un ao. Durante este tiempo hizo de todo, se escondi en los bosques y, a menudo, coma lo que le ofreca la selva, hasta pescaba peces y ranas. Pero el hambre hizo que se acercara cada vez ms a los pueblos donde la gente, un tiempo lo acoga con la sonrisa. Algunos lo reconocan y le daban algo de comer, sobre todo las mujeres solas que, de vez en cuando, cedan al deseo de un hombre forajido, de un bandido. Haba algo que lo iba convirtiendo en un hombre deseado por las solteronas o las amargadas de una vida solitaria y sin novedades. Cuando volvi al pueblo ya no exista Montero, se haba transformado en otra persona.Llevaba un abrigo negro como el carbn, fuera invierno o verano, pelo largo y barba mal afeitada, a menudo zapatos rotos, una expresin de la cara como si estuviera siempre rabioso. Mientras tanto haba perdido el trabajo y la casa donde viva, tuvo que refugiarse en una construccin en ruina y sigui tirando adelante de lo que le regalaban y de los pocos trabajos que lograba. Se haba convertido en un vagabundo. Con la paradoja de que segua siendo muy conocido y muchos, que un tiempo, eran amigos suyos, no se atrevan a hablar con l, se dira que le tenan miedo y su fama de vagabundo hurao e intratable creca. Algunos, a veces, lo oan repetir: Un da, todos sabrn quien es Montero. Once La captura

Al da siguiente Martinez volvi a la polica para tratar de coordinar los esfuerzos e intentar de perseguir a Montero. Como no se fiaba mucho de la polica local quiso que Suelves se pusiera en contacto con la gendarmerie de Fabreges, en Francia, para que organizaran la persecucin de Montero. Los franceses dieron toda clase de informacin a Suelves y, por lo visto, no era un hombre que viva escondido. Cuando se lo cont al comisario, Martinez no se qued muy perplejo, se puso sombro pensando a toda la historia, no llegaba a considerar todo una broma, porque estaban implicadas personas mayores y de un ambiente donde no se admitan las bromas. Aunque no se tratase de eso, se senta acorralado por un grupo de jvenes que tenan sus claras intenciones para portarse de esa forma pero l no tenia ninguna idea esclarecedora. Haba ledo con atencin los relatos de cada militar sin tomar parte por ninguno. Para l la conclusin era evidente, los cuatro defendan algo con el riesgo, fuerte, de perder mucho de su carrera militar. Pero, quien estaban o qu estaban defendiendo? Cual sera la fuerza que los empujaba a mentir, cual poda ser un inters tan fuerte? Martinez no llegaba a darse cuenta. Mientras razonaba entre s de estas cosas, para distraerse, quiso ir a saludar a sus hijos y parientes que se preparaban para volver a Zaragoza. l se quedara el tiempo necesario para intentar de desembrollar el asunto. Despus de un corto paseo al centro del parque gozando del aire y de la sombra, lleg al despacho que le haba puesto a disposicin la polica y mientras se sentaba con la intencin de llamar a Suelves, son el telfono. Era l mismo.He llamado varias veces y usted no estabaYa, haba ido a por unos recados. Hay novedades?S, tenemos a Montero. hizo una pausa de suspensin esperando las felicitaciones del comisario, pero ninguna palabra, entonces continu:Est todava en Francia pero parece que no haya ningn problema para que venga a EspaaComo lo cogieron?Fue una tontera comisario que casi no merece la penaNo te preocupes, a este punto, estoy dispuesto a escuchar tambin las tonteras Primero hay que aadir que l viva tranquilo en Laruns, no tena ni la menor idea que lo buscasen en Espaa. Aqu viene lo divertido de como le pidieron los documentosMartinez estaba esperando que se decidiese a venir al grano, ya no tena ganas de discutir con su inspector.Bueno resulta que Montero, en compaa de un amigo estaba en un bar tomando algo. Hay que decir que estaban en un local con bastante movimiento de gente porque es el ultimo bar de ese pueblo, en Francia, antes de empezar el col du Pourtalet. De repente a Montero le entr ganas de ir a la toilette, all se llama as. Entr pero no sala, los minutos pasaban y se form una pequea fila para entrar, este no sala y mientras tanto entraron dos guardas forestales a tomar un refresco. Montero no sala, probablemente se qued encerrado por quince minutos. Por fin sali y su amigo le dijo: C'etait dur eh Montero! Y todo el mundo se puso a rer sin rechistar por el retraso. Viendo que Martinez no se rea ni deca palabra, continu: Fue entonces que los dos gendarmes franceses le pidieron los documentos, Les documents s'il vous plait! Y amablemente y sin protestas de parte de Montero, se lo llevaron a la gendarmerie. Por toda respuesta Martinez le dijo: Muchas gracias y colg el telfono.Suelves se qued casi ofendido porqu el jefe no le dijo nada mas, ningn cumplido por la rapidez con que lo haba encontrado y sobre todo por que no le dijo nada de su francs.Martinez un poco lo hizo adrede de no halagar a su inspector al fin de que no creciera demasiado su amor propio y porque no quera parecer el profesor con las notas, aunque la verdad era que se le haba ocurrido de pensar sobre el porque habra aceptado ese encargo y se haba puesto negro. Tena miedo que se cerrara en un fracaso con perjuicio por su carrera. No quiso seguir desanimndose, volvi a llamar a Suelves para que viniera a Jaca a recogerlo para ir juntos a Laruns y decidir si era el caso simplemente de interrogarlo o invitarlo a venir en Espaa.Doce Excursin a Laruns

Puntual como un reloj suizo, Suelves se hizo encontrar a lado de la cafetera central de Jaca, el coche lo haba aparcado a lado del parque. Desayunaron con gusto y en silencio disfrutando del aire fresco y de croisants muy ricos. En una pausa de la alimentacin Martinez le dijo:Te lo agradezco que hayas venido, porque prefiero tu compaa a la del vice comandante de la polica local y adems, con tu francs, puedes ser til si no entendemos algo.Suelves, sin exagerar, para no dar demasiada satisfaccin a su jefe, cambi de cara, pareca hasta ms joven. Empez a soltarsele la lengua, tanto que a su vez agradeci al comisario de haberlo llamado, porque nunca haba estado en los Pirineos. Se pusieron en marcha y todo era una novedad para Suelves. A Martinez le daba gusto porque el viaje se puso muy agradable. Comentaban, los dos, los lugares que atravesaban. Biescas hubo una atencin mayor por la tragedia de antao donde murieron muchas personas en un camping, por una inundacin. Bajo el sol de un verano que se estaba acercando al final, los valles parecan espolvoreados de estrellitas de oro casi invisibles que centelleaban por todas partes dando vida nueva a los rboles y a la hierba de todos los valles.Haba tambin, entre ellos, largos ratos de silencio para contemplar lo que vean, el embalse de Bbal, todas las poblaciones que pareca que trepasen el valle de un lado al otro. Antes de empezar la subida haca Francia pararon un rato en Sallent de Gllego. Se dirigieron a un bar en la plaza central y se sentaron en la terraza a tomar el almuerzo a base de jamn y tortilla con dos caas.Qu piensas de Montero que vive tranquilo en Francia?Mi sensacin, comisario, por lo que me ha contado usted, es que los militares utilizan a Montero como tapaderaMe quieres decir que estn escondiendo algo y que todos estn de acuerdo, o sea que se han puesto de acuerdo antes de hablar?No dira eso, pienso que las circunstancias han jugado en su favor y han empezado a mentir porque ninguno quera ser involucrado en algo que temanLo que dices tiene sentido! Pero lo que me deja confundido y molesto es la mentira estudiada, organizada para despistar, para borrar la verdad sobre lo acontecidoCreo que un poco de verdad haya en todos los cuentos, porque sino estaran locos perdidos si hubiesen inventado todo. Montero, puede que nos de una pistaCorrecto, Suelves, veo que el aire de montaa acelera tus ritmos cerebralesSe rieron de buenas ganas mientras se encaminaban hacia el coche.Pero Martinez tena ganas de hablar y sigui con sus pensamientos en voz alta en cuanto se pusieron en marcha.El hecho que haya venido a buscarme el padre del capitn, que es un militar aunque retirado, por una parte lo entiendo y por otra me sienta a raro. Salvar la honorabilidad del hijo creo que lo haya dicho simplemente por decir, tengo la sensacin que no se fa de los militares actualmente al mando del cuartel, de la polica local no digamos y es posible que haya intuido que algo no marcha en el relato de los, dichos testigos y de todo el teatro que ha armado ese coronel con el arresto y al mismo tiempo la repeticin de un juicio contra los soldados que no es precisamente de su incumbencia.La idea de haberlos puestos todos juntos podra ser buena, porque si hay algn problema entre los soldados, incluso el odio, saldra a la luz. La cosa que ms me afecta es que pienso que no haya obrado segn la ley y me parece raro que nadie se haya rebelado. Contest Suelves.La sola respuesta de Martinez fue un leve gruido sin aadir palabras.Probablemente estaba persiguiendo un pensamiento que no tena claro del todo o que no quera compartir con Suelves.Si lo piensas bien, el teatro del cuartel, lgicamente es grotesco, dira intil, pero en su sencillez es de una verdad sorprendente.No entiendoNo entiendes que los hombres mientan? Nuestras jornadas, nuestra vida estn llenas de mentiras. Mentiras de todo tipo.S, es verdad, pero se trata de mentiras inocentes! dijo con ingenuidad Suelves.Martinez se qued un rato pensativo como si no quisiese aadir nada, luego solt:Te acuerdas de la potente frase de la Biblia, - Vuestro hablar sea s, s y no, no - El discurso no continua haciendo distinciones entre mentiras inocentes y mentiras peligrosas, por eso que la frase es tan formidable. Estoy seguro que no la cumplen ni los creyentes ni los otros, pero queda el hecho, en toda su verdad y firmezaEstaba conduciendo Suelves y recorrieron varios kilmetros sin decir una palabra. Volviendo a su realidad de hombres dbiles, fue Martinez a romper el silencio con una noticia tcnica:Dentro de poco pasaremos el puerto y estaremos bajando el Col du Pourtalet, es una carretera muy estrecha y con muchas curvas, ten cuidado.Por toda respuesta Suelves se limit a mover la cabeza.

Trece Martinez y Montero

Les cost una hora llegar a aparcar delante de la gendarmerie, una construccin no muy grande con la bandera francs ondeando colgada a un asta.Los policas franceses los acogieron con amabilidad y un oficial explic a Martinez que, como no recibieron ninguna orden de arresto, dejaron que Montero hiciese su vida, por otra parte, durante todos los aos que lo conocieron, nunca tuvieron que reprocharle nada. Martinez, por su parte, explic, con la ayuda de Suelves, la situacin que se estaba viviendo en el cuartel de Jaca y en toda la ciudad. A continuacin el oficial francs les ofreci un caf de maquina que no tuvieron el valor de rechazar y se vieron obligados a sorber de mala gana, tanto era asqueroso. El francs de vez en cuando levantaba el vaso de plstico diciendo: Bon y Suelves y Martinez le devolvan una sonrisa amarga no antes de haberse mirado de reojo.Despus de varios bon el oficial francs acompa a Martinez y Suelves en un cuarto que les puso a disposicin para interrogar a Montero donde se present poco despus de quince minutos.Se sent a un lado de una mesa rectangular, el ms lejos posible de los dos policas, quedndose en un silencio total. Tambin Martinez y Suelves estaban callados, pero, aparentemente, no lograron debilitar la coraza de Montero que los desafiaba con la barbilla hacia el alto y los ojos fijos en las manos de Martinez, como si de ellas pudiera nacer el peligro.La vida es muy desigual dijo Montero en voz baja. Suelves ech una mirada a su jefe que con un cerrar y abrir de ojos le contest que lo dejara continuar.Solo Dios sabe porque la vida es as. Porque un pobre desgraciado como yo que no tiene nada y nunca ha hecho dao a nadie, ha de ser acusado de homicidio?Quien te acusa? Los franceses, por lo visto, no. Los espaoles tampoco, hasta ahoraDice bien, hasta ahora. He ledo algn peridico espaol y lo ponen claramenteLos peridicos no son los juecesEso es verdad pero es como si me hubieran ya condenado.Martinez quiso ponerse ms rgido porque se iba a dar cuenta que la conversacin no llevaba a nada.Vale de quejas Montero. Estuviste presente cuando muri el capitn Cerezo? Lo has matado t?Yo no he matado a nadie y el capitn, si es que haba un capitn, ni lo he vistoQu pas ese da, en el bosque? T estabas all y adems ocurri a lado de la casa donde te refugias? Todos los testigos te vieron, quieres decirme que pas ese da?Esta vez no voy a echarme encima una culpa que no tengo, como ocurri antao y me estrope la vida. No huir como hice entonces. Pagar los errores puede que sea justo, pero pagarlos dos veces sin haber hecho nada es de idiotas. Qu ocurri ese da?Montero pareca ms seguro de si mismo y no le importaba enfrentarse con el polica.Ese da no pas nada de lo que tenga que avergonzarme.Y como es que todos los testigos te indican a ti l que ha matado al capitn?Porqu mienten y lo saben. En mi vida ca una vez en los juegos de estos nios de pap. Han crecido pero son siempre los mismos. Nios, chicos ricos y malos. Pregunte en la ciudad, vaya a los otros sitios de veraneo a ver lo de que son capaces estos defensores de la patria. Habl con firmeza y un poco tembloroso, porque se daba cuenta que haba entrado en un camino donde no haba vuelta atrs. Martinez entendi la situacin de Montero y le habl con calma:No me ests contestando a lo que te pregunto, que es lo que viste?A Montero le habra gustado, otra vez, intentar de postergar la respuesta, pero no haba remedio, los dos policas estaban esperando de l algo sensato.Yo saba que ese da haba una maniobra militar, no me preocup porqu mi casa, digamos, estaba fuera de las posibles acciones de los militares y me qued a descansar. Sal cuando se oy una especie de alboroto y cuando vi un gran polvo levantarse de esa parte del bosque. Al comienzo pens que eran los movimientos de las tropas, me acerqu y me di cuenta con grande sorpresa, que solo un grupo de militares, con las botas y con algunas frondas procuraban que se levantara todo ese polvo. De repente logr apenas distinguir un militar que se puso a correr, era un oficial, desapareci enseguida del polvo al bosque. Pero puedo asegurar que no era un capitn.T no tuviste la curiosidad de ver lo que estaba pasando?Claro que la tuve, si se lo estoy contando.Quera decir si no fuiste a donde estaban los militares para pedirles explicaciones?Suelves se dio cuenta que el jefe hizo una pregunta inoportuna que habra podido dar ventaja a Montero, pero este pareci no darse por aludido y Martinez, a pesar de la mirada de Suelves, no le dio importancia.Ir a pedir explicaciones a esa gente? No estoy loco, lo estuve hace aos, pero no quiero repetir el error. Claro que me acerqu, ellos me vieron claramente sin que mi aparicin los molestara. Tuve la impresin de que saban que estaba all cerca y no se maravillaron cuando me vieron aparecer en medio del polvo. Por otra parte yo me qued a una distancia de seguridad, listo para largarme en caso de necesidad. Cuando vi el grupo me fui inmediatamente de ese lugar. El mismo da me fui tambin de Jaca, porque presenta algo raro. Ha sido una sensacin o viste algo en concreto que te asust?Seor comisario, he pasado aos muy malos y, ahora que tengo la oportunidad de recuperarme, con el trabajo y psicolgicamente, no voy a mentirle. He visto lo que le he dicho, muy poco, pero es la verdad.No te pusiste en contacto con los militares y no participaste al asesinato de capitn Cerezo?Ya se lo he dicho, no vi a ningn capitn, pero s que vi a dos del grupo que conoca muy bien y que me hicieron mucho dao, con sus bromas pesadas, los aos pasados. Fue uno de los motivos que me empuj a no acercarme y a largarme cuanto antes.Puedes demostrar lo que me ests diciendo?No del todo, lo que vi se lo he contado y es mi verdad clara como el sol. Puedo decirle que antes de las cinco de la tarde estaba en Benasque, a casa de una amiga, que el da siguiente me acompa en Francia a Laruns. El nombre de la mujer se lo dar si me promete de no meterla en este asunto.Sin decir una sola palabra, el comisario le pas su libreta de notas y un boli. Los dos se miraron a los ojos unos instantes y luego Montero escribi algo en la libreta del comisario. Quienes son los del grupo de los que desconfas?Son Pablo y Ramn. Participaron antao a una broma pesada contra de mi que me hizo ir fuera de cabeza. Son hombres malos que quieren divertirse y no le importa el dao que puedan procurar. Pregunte usted mismo a la gente del pueblo. Pregunte cuantas veces tuvieron que intervenir los padres.Descuide Montero lo har.Tienen locales favoritos donde a menudo se renen, ellos con su pandilla e con mujeres, por supuesto, me han dicho que a veces van en sus propias casasMartinez tena la cara seria de sus peores momentos. Senta que algo no encajaba en toda la historia de los militares y Montero que lo hicieron pasar por vagabundo y casi loco le pareca el ms equilibrado.En ese momento le surgi la idea de utilizar a Montero. No estaba del todo seguro del hombre pero tena que mover algo, tena que hacer una jugada arriesgada.Montero, le pido un favor, est libre de no aceptar. Tendra que quedarse unos das en Francia, digamos cinco das, donde yo pueda encontrarle y luego volver a Jaca en el lugar que le indicar. A partir de ese momento, como no hay nada en contra de usted podr ir donde quiera.Se dio cuenta Martinez de tratarle de usted pero le sali natural. Montero, por su parte con media sonrisa, se lo pens un rato y luego le dijo que s a Martinez e hizo sea que le devolviera su libreta donde anot algo.Catorce Martinez se enfrenta con el coronel

El da siguiente a la excursin a Francia y despus del interrogatorio decepcionante con Montero, Martinez fue a ver al coronel del cuartel. No quera revelarle el trato hecho con el mismo Montero, pero por ser correcto, quera decirle algo y sobre todo de sus planes para el futuro.El comandante lo hizo esperar demasiado, tanto que Martinez se puso nervioso llenando la cabeza con malos pensamientos hacia el coronel Navarrete. Despus de cuarenta minutos cronometrados fue admitido al despacho del militar, que como escusa de tanta espera, dijo simplemente: lo siento, un general. Martinez quera marcharse por la larga espera que, en ese momento, consider una ofensa. Logr tranquilizarse pensando que podra ser verdad que algn general lo hubiera puesto bajo presin. Adems se dio cuenta que estaba presente tambin el teniente coronel Valds que era el vice comandante. Se dijo Martinez: a ver que sacan los dos juntos. El coronel Navarrete no tena la actitud de disponibilidad que haba demostrado en otros momentos, su mirada era dura y reforzada por dos profundas arrugas en la frente. Aunque hubiera saludado al comisario con aparente amabilidad, esos rasgos delataban que algo haba cambiado. Martinez se senta satisfecho de haber pedido a su jefe un encargo oficial, por parte de la jefatura de polica de Zaragoza de acuerdo con la de Jaca. Tena el papel en el bolsillo que le daba plena autoridad y autonoma en las investigaciones sobre la muerte del capitn Cerezo, como si el homicidio lo hubiese abogado la Comisara de Zaragoza.En el caso que el coronel le hiciera dificultades estaba dispuesto a echarle a la cara el documento.Entonces me dicen que ha encontrado al bandido Montero! dijo con aire irnico y continu:Estaba de vacaciones en Francia sin que nadie lo molestara! Vaya jugada de la polica, aqu tenemos un muerto y el asesino est de juerga en Francia!Martinez ni se molest en contestarle y esper el siguiente movimiento.El coronel se qued un poco sorprendido por la falta de reaccin del comisario.Ha podido arrestar a Montero comisario o le han dado problemas las autoridades francesas?Todo a su tiempo coronel dijo MartinezEl coronel se puso rojo, molesto de no tener de frente a un oficial sometido a sus ordenes: Que coo me est diciendo?Le digo que lo tendr aqu cuando lo necesite.Le recuerdo que tengo personas en estado de arresto y que el presunto asesino est libre como el aire. Que manera es esta de actuar?Vea coronel, yo no me meto en sus responsabilidades de comandante militar, pero un asesinato es una cosa muy grave y usted falt a su deber de avisar a la polica y todava nadie ha juzgado a Montero. De eso se trata. Yo me encargar de interrogar a los militares, que para mi tienen que estar libres.Usted, un civil, viene a ensearme lo que tengo que hacer en este cuartel?No, en absoluto, pero los militares estn sometidos a las leyes como todos, no existen preferenciasNo se pase de la raya comisario, aqu usted es un husped y como tal puede volver de donde ha venido!Martinez sac el papel de encargo oficial y lo puso en la mesa del coronel.Otro error coronel, aqu est mi encargo, y como le veo poco dispuesto a la colaboracin, hoy por la tarde le enviar la lista de las personas que quiero interrogar. Ese documento es una copia, puede tenerloSe levant Martinez pero no se fue enseguida en cuanto el coronel le dijo, casi gritando,Los civiles pensis que los militares sean una imperfeccin de la sociedad moderna, pero no es as. Si no estuviramos nosotros dispuestos a tomar las decisiones incomodas, vuestra sociedad se caera como un castillo de cartas. Si no estuviramos nosotros a luchar contra el enemigo, sin discusiones, de vuestra sociedad no quedara rastro.Martinez no contest para que el coronel no se alterara ms, pero dispuesto a cumplir su deber a pesar de las palabras del militar.Seor coronel, donde prefiere que interrogue a sus hombres y, si hace falta, usted mismo, aqu en su cuartel o con convocatoria oficial, en un despacho de la polica local?Le pondr yo a su disposicin un cuarto adecuadoMartinez se march dejando enfurecido al coronel.Mientras Martinez cerraba la puerta, Navarrete se volvi al teniente coronel que pareca adormilado: Y t no digas una palabra sino te mando a esperar la jubilacin a Melilla, ya sabes que soy capaz de hacerloSiempre he hecho lo que me has pedido contest irritado ValdsMi problema es saber si aguantaras un interrogatorio sin contradicciones. Ahora vete que no quiero ni verte.

Quince El Paqui

Sin duda una reaccin fuera de lo normal, pens Martinez, mientras sala del cuartel y se encaminaba hacia el centro de Jaca. Es posible que est agobiado o que quiera encubrir algo. Y si hubiesen montado el teatro, todos de acuerdo entre ellos? Que inters podran tener? Porque propio ese pobre diablo? Si la culpa fuera de Montero . Ya, porque no tiene nadie que lo defienda, est claro. Avanzaba hacia la ciudad y segua pensando al mal trato del coronel, por lo tanto decidi que, si hubiera necesidad, hara los interrogatorios en los locales de la polica. Se fue a preparar una nota oficial para el coronel Navarrete donde pona los nombres de los militares que quera encontrar y la comunicacin que la Polica no tena motivo para retener, de momento, a ningn soldado por el asesinato del capitn Cerezo. Hizo una copia para la polica de Jaca, otra para la Jefatura de Zaragoza y otra para el comandante del cuartel Galicia que envi por medio de un agente encargado de la polica local.Suelves que se haba quedado en Jaca como refuerzo, tena el encargo de ir buscando cuales eran los locales donde se reunan los jvenes del lugar y con un ojo de atencin a los sitios antiguos . Al final se dio cuenta que los bares de ahora coincidan con los de antao, ms modernos, por supuesto, y con nuevos grupos de clientes veraneantes que hacan de corona a los verdaderos jefes del local, en algunos casos. Personas que eran de referencia para los recin llegados y porque eran los ms alegres o mejor que otros saban estar en compaa.Segn Suelves, aparentemente, nada de muy interesante, jvenes de varias edades que llenaban las terrazas para tomar un trago, escuchar msica y para ligar.Ms que otros, le llam la atencin un local, no de los ms grandes, pero siempre lleno que se llamaba: El Capitn de la Compaa.Esta vez, a Martinez le toc meterse en las entraas de la pequea ciudad. Caminando con placer en la calle principal, con sus adoquines bien cuidados, se senta presa de pensamientos nostlgicos de cuando la modernidad todava no se haba adueado de los pirineos y los pueblos eran pequeos, donde la vida tena un ritmo pausado sin dejar de ser duro. Ahora todo pareca adormilado y desganado, gracias a los millares de veraneantes de la ciudad. Al comienzo del desarrollo de la ciudad, los montaeses sentan como vergenza hacia los nuevos que venan desde las llanuras y estaban a la defensiva, luego se dieron cuenta que tenan a su alcance las vacas gordas y el actitud cambi en un desprecio velado contra los que se daban aire de seores. Nunca ha sido una convivencia pacifica entre el ncleo antiguo de jaqueses y los veraneantes procedentes de la ciudad.Finalmente lleg en la plaza donde haba una grande concentracin de bares y restaurantes, grandes y pequeos, pero todos llenos de clientes, aunque hubiera pasado la cumbre de la estacin. Se levantaba de la plaza un murmullo incomprensible, a Martinez, sonriendo, le vino a la memoria algunas imgenes de documentales sobre el paso de las langostas.Dio un paseo entorno para darse cuenta del ambiente. Le pareca de ser una persona invisible en medio de tanta gente sonriente y en medio del gritero casi ensordecedor, si uno se fijaba en el. Se sent a una mesa que acababan de dejar libre y que le permita de ver el movimiento en el bar El Capitn de la Compaa, aunque pronto se dio cuenta que los aficionados lo llamaban simplemente El capitn.La terraza estaba llena, le pareci distinguir un grupo de unos cinco o seis chicos que destacaba de los dems, tenan el modo de estar all ms seguro que otros, se quedaban de pi delante de la entrada, charlando entre ellos y algunos con el cigarrillo en los labios, casi tapando la corta escalera que serva de acceso al bar. De repente le pareci, cruzando los ojos con un tipo, probablemente, el ms mayor del grupo y que este quiso sostener adrede la mirada del comisario, como si quisiera desafiarlo. En medio de los amigos pareca el que tena ms autoridad, porque a menudo los otros le echaban miradas como esperando una seal de su aprobacin. Vesta una camisa blanca que resaltaba su bronceado de todo un verano sin hacer nada, en conjunto con un par de jeans a la moda con varios cortes hechos con estilo, se supone. Tena el pelo largo, bien cuidado, a mechones de color rubio y castao. Un chico que habra podido encontrarse en cualquier revista de moda, lo que las mujeres diran un chico guapo. Mientras estaba pensando de como pudiera ser que el tipo ese se hubiera dado cuenta de su presencia en la ciudad, estaba tambin juzgando que los jvenes, hoy en da, tenan bien poca fantasa si se agrupaban todos los das como en una colmena con la esperanza que ocurriera algo que los quitara del sopor o del tedio De repente entraron en su cerco visual, dos personas que estaban gritando entre ellos. No les hizo caso porqu pens que se tratara simplemente de una ria que pronto acabara, pero no fue as. Se dirigan hacia el grupo que estacionaba delante del Capitn y el mayor de los dos, un hombre pasados lo cincuenta, con un puo levantado gritaba: Paqui te arruinar, estate seguro. Mi hija est enferma por ti!El Paqui, entonces se llamaba as el jefe, se ri echando la cabeza de lado como si estuviera listo a soportar otros ataques. No mucha gente se dio cuenta realmente de lo que ocurra, era un gritero ms que se aada a lo que ya se levantaba de la plaza, pero a Martinez no le escap ningn detalle. El seor mayor se acerc ms y los amigos del Paqui, involuntariamente quizs, se estrecharon ms junto a l como a protegerlo.Eres un mal nacido y un gran hijo puta la sonrisa de antes se le borr del todo al Paqui porque tema de perder autoridad a los ojos de los amigos. Continu el hombre:pasar mi vida a estropearte la tuya como lo has hecho con la de mi hija, no lo dudesEl hombre ms joven logr sacarlo de en medio de la gente que estaba delante del bar y con esfuerzo lo enderez fuera de la plaza. El Paqui intent buscar espacio para largarse, pero, probablemente sus amigos ms jvenes no haban entendido su estado de nimo y se puede decir que lo bloquearon para festejarlo por haber sabido enfrentarse a un enemigo.He aqu el sufrimiento de los jefes!Martinez no saba si acercarse al grupo o dejarlos. Pero no pudo quedarse all parado en la espera que pasara algo, se levant y al mismo tiempo vio que sala del bar, empezando a bajar la escalera una mujer todava joven, un poco sobrepeso que la oblig a dejar tambalear sus pechos generosos mientras pasaba de un peldao al otro con cuidado. Se dirigi hacia el Paqui y los amigos le dejaron paso como a una seora, le apoy el brazo derecho en el hombro y se notaba que le estaba diciendo algo al odo, mientras l tena la mirada clavada en algo que estaba muy lejos de l o que se fijaba en el vaco de su alma. Martinez dej cinco o seis euros en la mesa y se fue hacia el bar El Capitn. No poda perderse el efecto que procurara, llegado a la entrada de la escalera, el ligero roce de su cuerpo pasando a lado de los dos. Se acerc sin hacerles caso y se dio cuenta que se miraron a los ojos, con sorpresa, sin decir palabra y con cara tiesa. En el bar reinaba la penumbra pero era un ambiente confortable, ms amplio de lo que se poda pensar del exterior. No quiso sentarse y como era de suponer el Paqui y la chica entraron con el codazo de los amigos y se fueron a sentar en un rincn que pareca a ellos reservado.A Martinez no le quitaron los ojos de encima, pero l no tena ninguna intencin de seguir provocndolos, como primer contacto poda ser suficiente. El grupo y los dos ahora tenan de que hablar. Se le acerc el barman con un trapo en las mano, con la escusa de limpiar la barra que pareca un espejo, y le susurr:son delincuentes, no se meta con ellos y se fue a limpiar a otro ladopara disimular Martinez le pidi, en voz alta, un cortado y cuando se le acerc para ponrselo, le pregunt: cuando puedo hablar con usted?, soy polica.Le contest en voz baja: lo s comisario, por la maana temprano y se fue a atender otros clientes.

Diecisis El bar El Capitn El grupoMartinez decidi de ir a desayunar a el Capitn para tener todo el tiempo que le hiciera falta de hablar con el dueo. A pesar de que era todava verano, haca bastante fro, era temprano segn los ritmos lentos de la ciudad y el sol no tena an la fuerza de calentar todo. Lleg a la plaza de los bares que, sin el vocero de los turistas, pareca un lugar distinto, casi triste donde destacaban tan solo los carteles de colores que pregonaban bebidas y comidas. Pudo disfrutar del desayuno sin discursos. Lo atendi el dueo que se fue a sentar a la misma mesa del comisario cuando termin de retirar los restos para volver con un mantel blanco de rayas de un color verde delicado, junto a dos cafs solos humeantes.Sin que Martinez le hiciera preguntas, el dueo del Capitn empez a contarle la historia de su vida en Jaca. Fue as que el comisario se enter que el dueo actual, originario de Mainar, vino a trabajar en la ciudad hace treinta aos, propio al Capitn y gracias a la enfermedad del antiguo propietario y con la ayuda de la herencia de su mujer pudo comprarse el local, hace veinte aos. Perdone Toni, as quiso que lo llamara Martinez, su vida es una historia muy interesante y me quedara a escucharla con gusto, pero el tiempo corre y, no se olvide que estoy aqu para que me cuente algo del Paqui y de sus hazaas.El Paqui es como muchos de los que se hacen llamar jefe de bar, con la diferencia que l es un verdadero delincuente, los dems piensan a jugar y a divertirse. A este le gusta hacer dao respaldado por su digna pareja Rosangel.Qu quiere decirme Toni? Han hecho algo ilegal, han hecho dao a alguien? Si es as, porqu nadie lo ha denunciado?Le he dicho lo que quiero que sepa. Es una tradicin an