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Instituto de Investigaciones Agropecuarias – Centro Regional de Investigación Remehue Boletín Técnico Remehue N°156

PRODUCCIÓN DE CARNE

EN BASE A PRADERAS NATURALIZADAS DE SUELOS ÑADIS

Autores: Pablo Coquelet M., Ing. Agr.

Ljubo Goic M., Ing. Agr., M. S. Enrique Siebald Sch., Ing. Agr.

Humberto Navarro D., Ing. Agr., M. S. Edison Alvarado M., Téc. Agr.

Comité Editor. Giancarlo Bortolameolli S, Ing. Agr.

Humberto Navarro D., Ing. Agr., M. S. Hernán Elizalde, Ing. Agr.

Carlos Sierra B., Ing. Agr., M. S.

Editor Giancarlo Bortolameolli S.

OSORNO, CHILE, MAYO 1990

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PROLOGO

Los resultados de la investigación desarrollada en las Estaciones Experimentales, van a ser utilizados por una mayor proporción de agricultores en la medida que éstos sean validados en las distintas zonas agroecológicas existentes.

Es aquí donde el agricultor toma un rol activo e importante en la investigación agropecuaria. Su disponibilidad en tiempo, recursos y opiniones resultan ser primordiales para que la investigación llegue de la mejor manera posible al campo del agricultor.

En la medida que se pueda continuar trabajando en forma mancomunada entre investigador y agricultor, los resultados van a ser más confiables y resolutivos de los verdaderos problemas que aquejan a los sistemas agropecuarios.

El presente trabajo es el fruto de una experiencia de tres años de trabajo, en que profesionales de la Estación Experimental Remehue y agricultores de una zona agroecológica muy bien definida han validado y ajustado tecnologías de fertilización, manejo de praderas y manejo animal que se han evaluado por años en la Estación Experimental Remehue.

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PRODUCCIÓN DE CARNE EN BASE A PRADERAS NATURALIZADAS DE SUELOS ÑADIS

Pablo Coquelet M.1 Ljubo Goic M.2

Enrique Siebald Sch. 2 Humberto Navarro D. 3

Edison Alvarado M.1

INTRODUCCIÓN

En el mejoramiento de los procesos productivos, relacionados con la producción agropecuaria, se hace necesario tomar en cuenta los principales factores favorables y desfavorables que están incidiendo.

Por lo general se señala que en nuestro país existirían mayores superficies que están con serias limitaciones de tipo climáticas, edáficas y topográficas para llevar a cabo los procesos productivos agropecuarios. En la medida que nos alejamos del Valle Central, la incidencia de estos factores es cada vez mayor, lo que obligadamente hace necesario ir pasando de un sistema altamente intensivo, como son los cultivos y lecherías, a sistemas cuyos requerimientos energéticos sean menores.

Para decidir el uso de un suelo, es fundamental considerar la adaptación del rubro a las condiciones de clima, suelo, conservación del recurso y la productividad que es posible lograr.

La producción de carne, por ser un rubro cuya rentabilidad en muchas de sus etapas es menor a la de otros rubros agropecuarios, ha ido dejando los sectores de mayor productividad y ha ganado espacio en las zonas marginales, cuyas limitantes se hacen menores por las características de explotación de este rubro.

1. Programa Transferencia Tecnológica. 2. Programa Producción de Carne Bovina. 3. Programa Economía de la Producción. Estación Experimental Remehue (INIA), Casilla 24-0, Osorno, Chile.

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En la Décima Región podemos determinar como zonas marginales aptas para la producción de carne, la Costa con sus suelos Rojos Arcillosos, la Precordillera Andina y los suelos ñadis.

Tradicionalmente se ha pensado que los suelos ñadis son de muy baja productividad y que por sus condiciones de exceso de agua durante una parte importante del año, no se justificaría una incorporación de tecnología, ya que la mayor respuesta no pagaría los costos.

Sin embargo, el agricultor desde hace bastante tiempo ha ido mejorando la condición de estos suelos, a través del drenaje. Al mismo tiempo, la investigación nos ha dado resultados interesantes de cómo aprovechar en mejor forma la pradera naturalizada allí existente y medir el potencial que se podría lograr, realizándose mínimas normas de manejo.

Los resultados obtenidos en un ensayo que se está llevando a cabo en un campo particular, ubicado en el sector de Ñadi-Frutillar, hace necesario presentarlos, puesto que nos dan una pauta del potencial que se podría obtener al aplicar tecnologías conocidas y adaptadas a las condiciones de estos suelos.

ANTECEDENTES GENERALES

Características de los suelos ñadis

Según Ortega (1987) en la Décima Región existen 324.303 hectáreas de suelos ñadis. De éstas, el 46% está ubicado en la provincia de Llanquihue cuya serie más importante es la de Frutillar, la cual tiene 60.000 hectáreas en la Provincia de Osorno y 43.000 hectáreas en Llanquihue.

Del total de la superficie de Llanquihue, el 31,5% es ñadi, cuya capacidad de uso se distribuye en un 36% clases III y IV (arables) y un 64% clases V - VI y VIl las cuales no son aptas para la agricultura.

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Los suelos ñadis son de origen de cenizas volcánicas desarrollados en condiciones de mal drenaje (Besoain, 1985). Muchas de sus características físicas y químicas son similares a los trumaos, aunque la diferencia está en que parte del año se encuentran con un nivel freático en la superficie (Wright, 1965).

Los factores que han influido para que estos suelos presenten las características de una napa freática alta según Besoain (1985) son: - Posición topográfica plana, - Cementación de la parte superior del substrato, y - Formación de fierrillo.

Estas características han hecho que los agricultores logren productividades tanto en cultivos como en praderas y por tanto en producción animal, menores que en otras zonas edafológicas. Al mismo tiempo, les ha implicado un mayor costo de producción, puesto que han entrado a mejorar el sistema de alguna forma (mediante drenaje), o bien han tratado de convivir con las limitantes produciéndose serias deficiencias en sus procesos productivos.

La alternativa de solución técnica que presenta Ortega (1988) y que los agricultores están utilizando, es el drenaje a través del arado topo combinando con drenes colectores abiertos. De esta manera, los agricultores han logrado aumentar el escurrimiento de las aguas que se infiltran en los primeros centímetros del suelo y evitar así un aumento de la napa freática.

Sin embargo, existen otras limitantes en estos suelos, que hacen que el sistema productivo que debe implementarse sea a través del mejoramiento de la pradera natural, sin cultivar. La suma de bases (Calcio, Magnesio, Sodio y Potasio) que presenta la serie Frutillar en sus once primeros centímetros es de 3,1 meq/100 gr (muy baja), esto implica que la capacidad de intercambio de cationes sea también baja. Al analizar en profundidad, esta suma de bases disminuye aún más, lo que lo hace cada vez menos productivo y con menor respuesta a la fertilización.

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Es por ello, que se plantea trabajar este tipo de suelos con un sistema en base a la pradera naturalizada a la cual se le puede sacar un buen provecho utilizándola con animales altamente eficientes como es la etapa de recría. Coquelet y Goic (1986) señalan que los requerimientos de consumo de materia seca por kilogramo de peso vivo son menores entre los 250 y 400 kg de peso vivo total, lográndose en esta etapa un menor costo de alimentación.

Al mismo tiempo, si se aprovecha esta curva de requerimientos del ternero en su etapa de recría, en forma tal que los menores requerimientos de materia seca coincidan con los menores aportes de la pradera y, que los mayores requerimientos coincidan con el mayor aporte de la pradera, que en este caso sucede en primavera, se podrá lograr una mayor producción por hectárea.

Bajo este sistema, Siebald y otros (1989), han logrado producciones entre 278 y 428 kg de carne por hectárea en praderas naturalizadas sin fertilizar del valle central de la Décima Región. Este ensayo que se está evaluando ya por 12 años, ha demostrado el alto potencial que tiene este tipo de praderas en la región, utilizándolas con animales de recría.

Al utilizar estas mismas praderas naturalizadas pero fertilizadas con 72 unidades de fósforo y 38 de nitrógeno, se han logrado obtener entre 600 y 900 kg de carne/ha con animales de recría (Siebald y otros, 1989).

Se planteó determinar el potencial que existe en estas praderas naturalizadas pero en condiciones de marginalidad como son los suelos ñadis de la serie Frutillar, el cual se ha evaluado durante tres temporadas. A continuación se presentan los manejos que se han realizado y los resultados obtenidos.

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METODOLOGIA

La experiencia se realizó en el predio El Campanario a 24 kilómetros de Frutillar hacia Tegualda. Corresponde a suelos tipo ñadis, los cuales están drenados y bajo praderas naturalizadas que prácticamente se araron una sola vez hace más de 20 años después que se destroncó.

Se utilizaron tres hectáreas, subdivididas con cerco eléctrico en tres potreros de una hectárea. El pastoreo fue rotativo en primavera-verano y continuo durante otoño-invierno, según la disponibilidad de forraje.

Se rezagó para heno todos los años 1/3 de la superficie, el cual se utilizó como suplemento además de las sales, minerales, durante el invierno. Esta suplementación se dio en el mismo potrero que se cortó para heno, y que todos los años fue cambiando. También se realizó un corte de limpieza en los potreros en que no se henificó.

La fertilización se determinó según el análisis de suelo; se hizo una vez al año de la siguiente manera:

Los animales utilizados, fueron terneros de 180 a 220 kg de peso vivo, los cuales ingresaban cada año en abril y se sacaban en marzo del año siguiente. Sólo en el año 1986, el cual fue pre-experimental, se ingresaron los animales en noviembre. Todos los años recibieron antiparasitario externo e interno una o dos veces al año.

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La raza utilizada fue variable dependiendo de la disponibilidad en el mercado. Por lo general, fueron varios tipos, de acuerdo a lo que habitualmente se encuentra en las ferias.

La carga animal varió en los tres años de estudio, lo que dependía de la disponibilidad de forraje inicial de la pradera y del peso inicial de los terneros. La situación fue la siguiente:

Los niveles iniciales de fósforo eran muy bajos, siendo normal para este tipo de situación, donde las praderas han tenido un bajo historial de fertilización fosforada. Los niveles de potasio y nitrógeno eran medios, y no bajos, ya que estas praderas siempre fueron utilizadas con animales de carne, donde hay un alto reciclaje de estos nutrientes (Cuadro 1).

Cuadro 1. Evolución de la fertilidad del suelo*.

* La toma de muestra siempre se realizó antes de fertilizar en agosto.

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Al incluir alrededor de 70 u de P2O5 en forma anual, se mejoró el nivel de fósforo entre 3 a 4 partes por millón anualmente. Sierra (1985) señala que, para mejorar las praderas naturales vía fertilización se debe corregir primero el nivel de fósforo en el suelo.

Además, el aumento de potasio se debe fundamentalmente a que al hacer más intensivo el sistema, hay un mayor reciclaje de este elemento, ayudado por la incorporación de otros vía sales minerales. Siebald y otros (1988) señalan que al mantener un sistema de recría cerrado, sin incorporar fertilizante a la pradera, se mantiene estable el nivel de fósforo y aumenta el nivel de potasio por el reciclaje.

La baja del fosforo y potasio determinada el último año, es por una cadena de efectos que se producen momentáneamente en el suelo al incorporarle cal. A modo de referencia, se llevó desde el inicio del ensayo un potrero testigo donde se empezó también con 6 ppm de fósforo. A este testigo no se le incluyó cal, pero sí la misma fertilización anual, cuyo aumento de fósforo fue muy similar al del ensayo (6,0 - 9,0 y 12,4 ppm de P2O5 para los años 1986, 1987 y 1988 respectivamente); salvo el último año (1989) que llegó a 15,7 ppm. (Cuadro 1).

La composición botánica inicial correspondía a la típica pradera permanente de baja producción, que según Bernier (1985) se caracteriza por tener entre 1 a 5% de leguminosas y 40 a 50% de gramíneas, siendo el resto malezas. Durante los cuatro años de ensayo, esta pradera ha ido evolucionando en su composición botánica, aunque aún permanece en la categoría de baja producción (3 a 6 ton de m.s./ha/año).

En el Cuadro 2 se observa la evolución de la composición botánica de la pradera donde hay un aumento de Ia presencia de trébol blanco, lotera y pasto miel. Se ha producido una disminución de bromo, pasto oloroso y chépica.

Esta evolución nos señala que se va logrando paulatinamente una pradera de mejor calidad, siendo la única alternativa para alcanzar altos

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Cuadro 2. Variación de la composición botánica a través de los años (% base peso seco).

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rendimientos y una mayor presencia de trébol blanco. Sierra (1985), plantea que se debe tener una alta presencia y permanencia del trébol blanco en la pradera, de modo tal que produzca la nitrogenación del suelo y un aprovechamiento de éste por parte de las gramíneas. Ahora bien, señala este autor que la permanencia del trébol blanco está determinada básicamente por la fertilización fosfatada de mantención y el manejo con residuo bajo en otoño, invierno y primavera. Ambas herramientas tecnológicas se han utilizado en este ensayo, produciendo el aumento de la leguminosa.

El último año se observó un incremento fuerte de la ballica, producto de las 25,6 unidades de Nitrógeno incorporadas en otoño.

La producción de la pradera naturalizada en los tres años evaluados correspondió a una pradera de baja productividad según Bernier (1985). Sin embargo, a través de la fertilización y el uso de un tipo de animal adecuado, se ha logrado una buena productividad secundaria (carne).

El segundo año (1988/89) por efecto de un año con problemas de temperatura y pluviometría, la producción bajó en un 19% con respecto al primer año. Esta baja se vio más afectada aún por la carga alta que tuvo ese período. Sin embargo, al año siguiente, la pradera logró recuperarse produciendo un 33% más que el primer año de evaluación (Cuadro 3).

Cuadro 3. Variación en la producción de forraje a través del año y entre años (kg M.S./ha).

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En la medida que se va fertilizando año a año, se va eliminando la estática de la pradera donde la mayor producción se obtiene en los meses de primavera. En el primer año, el 59% de la producción total se produjo entre octubre y diciembre. Durante el segundo año, sólo se produjo el 40% en estos meses de primavera y aumentó más la producción estival. El último año, se mantuvo en un 48% la producción entre octubre y diciembre, aumentando durante el período invernal. Vale decir, a medida que se va aumentando la fertilidad en el suelo y mejorando la composición botánica de la pradera, el crecimiento de los pastos comienza antes de la temporada, alargándose además la primavera (Figura 1).

Figura 1. Curva de producción de forraje de una pradera naturalizada de suelo ñadi.

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Siebald y otros (1987) lograron producciones de materia seca variables de una temporada a otra de acuerdo a la fertilización y al clima en suelos de ñadi. La máxima producción fue de 6,5 ton por hectárea, mientras que cuando no se fertilizó sólo se lograron 2,74 ton/ha.

No sólo es importante la fertilización de estas praderas naturalizadas para incrementar la producción de materia seca y mejorar la distribución del crecimiento de los pastos, sino que también para mejorar la calidad nutritiva de éstos. El aporte de proteína cruda tiende a aumentar en los meses de invierno y primavera en general. Al fertilizar estas praderas, el incremento de proteína aportada por los pastos es generalizada durante todo el año, aunque su curva sigue siendo con un mayor aporte entre junio y septiembre (Cuadro 4). Lo mismo sucede con la digestibilidad de los pastos, que se incrementa a través de la fertilización y manejo (pastoreo, corte de limpieza, reciclaje, etc.).

Cuadro 4. Variación en la calidad nutritiva de la pradera naturalizada fertilizada.

Producción de Carne

El sistema a evaluar considera terneros en su etapa de recría, comenzando en otoño y finalizando a finales del período estival. De esta manera se aprovecha la mayor eficiencia de conversión de los animales y

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sus menores requerimientos cuando existe menor disponibilidad de la pradera.

Durante el invierno se contempló una suplementación de heno cosechado en un tercio de la superficie empleada. La cantidad utilizada siempre fue menor a la cosechada dando un balance positivo (Cuadro 5). Incluso, el último año se comenzó rezagando una hectárea pero se utilizó una cuarta parte para pastoreo directo. Lo mismo se realizó en la temporada 1989/1990.

Cuadro 5. Balance forrajero de acuerdo al forraje conservado y suplemento consumido.

La calidad nutritiva del heno cosechado, varió dependiendo de la fecha de rezago y fecha de elaboración. El efecto del primer factor se observó en el año 1987, donde se comenzó a rezagar una parte en octubre y la otra en noviembre. Se produjo una diferencia de 2,9% de proteína cruda, la que mejoró cuando se rezagó más tarde (Cuadro 6).

Cuadro 6. Calidad nutritiva del heno realizado.

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Como factor más determinante en el aporte de proteína cruda del heno está la fecha de su elaboración. Al cosechar heno en diciembre se mejora notablemente el aporte de este nutriente a los animales.

La digestibilidad tendió a aumentar al rezagarse más tarde la pradera, pero hay un incremento sostenido a través de los años, indicando que la fertilidad del suelo juega un rol importante (Cuadro 6).

La producción de carne obtenida varió de acuerdo al año, coincidiendo con la producción de forraje.

El año 1988/89, siendo el más helado en invierno y más seco en verano-otoño, se logró apenas un aumento de peso por animal de 120,7 kg, obteniéndose una producción de carne por hectárea de 394 kg. Por el contrario, la última temporada, la cual se destacó por tener lluvias bien distribuidas y un año poco helado, se lograron ganancias de peso por animal de 172,5 kg y una producción de carne de 517,4 kg/ha. En los dos primeros años se logró obtener animales para engorda, mientras que en el último año se obtuvo animales gordos.

Estas producciones, tanto del año más malo, como del mejor, reflejan el potencial que presentan estas praderas (Cuadro 7).

Cuadro 7. Producción de carne en base a aumentos de peso vivo por animal y por hectárea.

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Para este tipo de suelos y praderas, se observa sí una gran limitante que es el invierno. Prácticamente durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre se observa una disminución o mantención del peso vivo de los animales. La suplementación con heno no es capaz de lograr una mantención de los pesos. En años normales, recién en octubre se producen incrementos de pesos, que están acelerados producto de un efecto compensatorio (Figura 2).

Figura 2. Ganancia de peso promedio por animal.

Esta curva de ganancia de peso coincide perfectamente con la curva de producción de materia seca de la pradera (Figura 1), donde se observa un pequeño incremento durante el mes de abril-mayo para después disminuir fuertemente, recuperándose sólo a partir de septiembre.

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Para mejorar esta condición y lograr aumentos de pesos durante el período restrictivo es posible suplementar a los animales con concentrado o grano (melaza o avena), incluso es probable que con este tipo de suplementación no sea necesario suplementar con heno. Esto haría que no se rezague para conservar forraje, con lo que se podría obtener un mayor aumento de peso no sólo en invierno, sino que también en primavera, por tener una mayor superficie de talajeo disponible.

CONCLUSIONES

- Al fertilizar y manejar las praderas naturalizadas de suelos ñadis es factible lograr producciones de la pradera que varían entre 4.000 y 7.000 kilogramos de materia seca por hectárea.

- Se pueden lograr producciones entre 390 y 520 kilogramos de carne por hectárea bajo un sistema de recría.

- La carga óptima para este tipo de pradera es entre 3 y 3,3 animales por hectárea, comenzando con un peso entre 190 y 220 kg.

- Durante el invierno se logra una mantención de peso, e incluso pérdida de éste, lo que obliga para mejorar este sistema incorporar una suplementación más energética.

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