Postdata - En Defensa de Las Encuestas

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En Defensa de Las Encuestas

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    Postdata vol.15 no.2 Ciudad Autnoma de Buenos Aires jul./dic. 2010

    ANLISIS E INVESTIGACINEn defensa de las encuestaspor Daniel Cabrera** Licenciado en Ciencia Poltica, docente e investigador, UBA. E-mail:[email protected]

    Resumen

    Las encuestas de opinin pblica poseen valiosos atributos y una larga trayectoria queimplican la idea de un instrumento de investigacin vlido y confiable. Sin embargo, dosacusaciones pesan sobre ellas: su falta de capacidad predictiva y la influencia queejerce sobre su mismo objeto de investigacin una vez publicados sus resultados enmedios masivos de comunicacin. Adems, muchas veces las diatribas parecen irdirigidas hacia la tcnica en s misma, mientras que han dejado indemnes a otros actores de este proceso: expertos y medios decomunicacin. Los especialistas, por su lado, han sido escasamente creativos en la defensa del mtodo, poco han hecho paraestablecer si efectivamente las crticas tienen asidero y prcticamente nada se ha estudiado acerca de por qu los pronsticos(raras veces) fallan. Todos los cargos son tratados en este artculo.Palabras clave: Encuestas; Opinin pblica; Medios de comunicacin; Pronsticos electorales; Campaas electorales.

    Abstract

    Public opinion polls contain very valuable features and show a strong track record, which implies that they are a valid and reliableresearch tool. Nevertheless, polls are always confronted with two accusations: their lack of predictive power and the influence theyhave on their very object of research once their results are published in the media. Furthermore, these attacks often seem to beaimed at the technique itself, leaving the other actors in this process -experts and mass media- untouched. Specialists, on the otherhand, have barely shown any creativity in their defense of this technique, and they have done very little to establish whether thereare any grounds for these criticisms. Furthermore, practically no studies have been carried out on the reasons why predictions (veryseldom) fail. All these charges are discussed in this article.Key words: Survey; Public opinion; Mass media; Electoral predictions; Electoral campaigns.

    Los orculos eran en lo antiguo una prediccin religiosa, la ms augusta y solemne que seconoca. El vivo e intil deseo de conocer el porvenir dio origen a los orculos de los paganos;la impostura los acredit, y el fanatismo acab de darles un carcter de autenticidad. Losorculos se consultaban no slo en circunstancias extraordinarias y con motivo de pblicautilidad, sino tambin en asuntos de poco inters y pertenecientes a la vida privada (...) Lasrespuestas de los orculos solan tener un sentido ambiguo, o doble (...) Los orculos noestuvieron siempre a cubierto de la corrupcin (...) Los orculos fueron callando a medida queel cristianismo se iba extendiendo, hasta que por fin desaparecieron por completo con ladestruccin del paganismo. Slo se conservan vestigios de esta supersticin en los pueblosidlatras y brbaros.

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  • Francisco de Paula Mellado, Diccionario universal de literatura, ciencias, artes, agricultura,industria y comercio, 1854.

    Introduccin

    El procedimiento de recoleccin de informacin conocido popularmente bajo el nombre de "encuesta"constituye una tcnica propia -y casi exclusiva- de investigaciones sociales y polticas que permitengenerar datos cuantitativos. As vista, la herramienta tiene caractersticas particulares que la diferencian deotras prcticas, y que implican una serie de posibilidades y limitaciones que el investigador no debedesconocer. La definicin del trmino que brinda la Real Academia Espaola -"conjunto de preguntastipificadas dirigidas a una muestra representativa, para averiguar estados de opinin o diversas cuestionesde hecho"- sintetiza muy bien sus tres principales componentes: el cuestionario, la muestra y su muyextendido rango temtico.El cuestionario permite la coleccin y sistematizacin de aquellos estados de opinin, siempre que estsustentado en temticas que formen parte de la agenda de la poblacin a la que ir dirigido; que incluyapreguntas fundadas en indicadores vlidos y confiables, formuladas en un lenguaje y con un orden deaparicin que minimice todo tipo de sesgo; que su diseo est basado en una lgica que balanceeproporcionalmente momentos de tensin y distensin, que permita una atencin adecuada y promueva elinters del encuestado; y en tanto la homogeneidad temtica, la duracin de su aplicacin y elentrenamiento de los entrevistadores sean apropiados.El diseo muestral, si se verifica suficientemente representativo -particularidad que no se constata entodos los sondeos y que incluso en muchos casos est fuera de las pretensiones del investigador- admitela generalizacin de las estimaciones al universo estudiado. Y toda vez que se trate de una muestraprobabilstica -es decir, basada en leyes estadsticas- el clculo del denominado margen de error muestralposibilita acotar el grado de incertidumbre de las estimaciones, caracterstico de cualquier investigacinsocial.Estas consideraciones fundamentan tres premisas bsicas que sostienen la arquitectura ontolgica de lasencuestas: los entrevistados no mienten, tienen siempre una opinin acerca de lo que se les interroga, y elconjunto de sus opiniones es coherente.Probablemente, ninguno de dichos axiomas supere un examen apoyado en el sentido comn1. Sinembargo, una explicacin a contrario sensu llevara a inquirir y cuestionar qu valor tendra preguntar si sesupiera que todos los encuestados mentirn; cul sera la pertinencia de la inclusin de la categora nosabe en todas las preguntas, y por qu un razonablemente bajo nmero de entrevistados eligenusualmente esta opcin; y desde qu ptica el analista juzga que las opiniones del encuestado no soncoherentes -de un entrevistado promedio que es, educativa, informativa y culturalmente, muy distinto delinvestigador-. Es decir que los sondeos presuponen que los encuestados no escogen sus respuestasazarosamente, y que son capaces de discernir -y admitir- si poseen opinin respecto de las temticasplanteadas. Por su parte, el investigador debe analizar los datos relevados teniendo en cuenta su contextode produccin.As las cosas, la realizacin de una encuesta permite la relativamente rpida y razonablemente econmicarecoleccin de datos acerca de una cuantiosa diversidad de variables, con el ulterior fin de generarevidencia emprica sobre ciertos tpicos. No obstante, no debe olvidarse que la encuesta es uninstrumento que opera bajo ciertas condiciones. Por sus caractersticas como mecanismo cuantitativo, nopermite profundizar temticas ni analizar procesos. Debe contentarse con obtener regularidades, detectartendencias e hipotetizar acerca de ciertas asociaciones entre variables, lo que no es poco.Por otra parte, una enumeracin de desventajas2 debera incluir no slo, como ya se seal, la inevitableintroduccin de sesgos en las preguntas que se formulan -tanto por su temtica y enunciacin como por suorden-, sino tambin la imposibilidad de lograr una muestra absolutamente representativa3 de todas lasvariables -aun reduciendo todas a aquellas que forman parte de los objetivos de la investigacin-, laimpracticabilidad de aplicar un procedimiento absoluta o extremadamente riguroso en la tarea de campo, ypor ltimo la dificultad que acarrea la aplicacin de un mismo cuestionario a una poblacin heterognea. Almismo tiempo, una serie de discusiones se vierten sobre otros aspectos de las encuestas: su inutilidadpara recabar datos a un sujeto colectivo a partir de un abordaje individual (Blumer 1982, Habermas 1990,

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  • Bourdieu 1996), la influencia de la divulgacin de sus resultados sobre el mismo objeto de investigacin(Champagne 1990, 1996, Raimondo 1995, Cabrera 2003, 2005), la imposibilidad de distinguir respuestasreflexivas de meras impresiones (Sartori 1992, Bourdieu 1996).Esta enumeracin de atributos, ms la larga trayectoria del mtodo, conlleva la idea de un instrumentovlido y confiable. Sin embargo, dos acusaciones pesan sobre los sondeos: su falta de capacidadpredictiva y la influencia que ejerce sobre su mismo objeto de investigacin una vez publicados susresultados a travs de medios masivos de comunicacin. Los dos cargos sern tratados a continuacin,especialmente en el marco de campaas electorales, las que brindan la posibilidad de cotejar vaticinios ypersuasiones con resultados y conductas.

    Orculos?

    A partir de algunos pocos pero espectaculares pronsticos electorales fallidos, efectuados por analistas yestudiosos de la opinin pblica basndose principalmente en resultados provenientes de encuestas, seha generado un debate que lanz sus principales crticas hacia la herramienta empleada: las encuestas notendran suficiente potencial predictivo y seran un mero entretenimiento (Korn 1995, 2002, 2005), enocasiones financiado por polticos interesados en mejorar su imagen con la connivencia de losconsultores. Iniciales predicciones acertadas haban encumbrado exageradamente el poder de lasencuestas hasta que llegaron yerros ms notorios que numerosos, que derrumbaron lo que entoncespareci un castillo de naipes: si bien se recuerda tanto el increble pronstico de Gallup en 1936 como suinesperado equvoco en 1948, este ltimo resultado parece cobrar ms fuerza en las discusiones,volviendo especialmente rgidas las repulsas "cuanto ms elevada es la posicin intelectual" (NelleNeumann, 1970: 12).En Argentina, la actividad tom impulso a partir de la reapertura democrtica de inicios de los aosochenta. Una dcada despus, el pblico interesado se anotici de algunos desaciertos producidos enotras latitudes -Gran Bretaa, Francia, Espaa- pero con fuerte impacto en el medio local (Laffont 1995,Clarn 1995a, 1995b, mbito Financiero 1995, Kollmann 1995, 1996, Bosoer 1996). Por su lado, losexpertos vernculos saltaron a la fama gracias a sus errores y no a sus virtudes. Desde el inolvidable yanticipatorio caso Otaegui (Somos 1993), pasando por los enredos polticos protagonizados por Aurelio(Kollmann 1997, Rodrguez 1997, Clarn 1997, 1997b), casi todos los especialistas nativos han tenido sulado oscuro4.El poder de vaticinio de las encuestas ha sido poco tratado en la literatura especializada, especialmenterespecto de su frecuencia y profundidad. En tanto algunos estudios hacen foco en las limitaciones de lossondeos para proporcionar un pronstico (Beltrn y Valdivia 1997), otras investigaciones evalan lacapacidad predictiva de las encuestas a partir de varios indicadores (Vujosevich 1996; Acosta, Jorrat yPrez Lloveras 2000; Donoso y otros 2006; Aceves Gonzlez 2007; Lpez y Figueroa 2009), la mayorade ellos basados en la distancia entre el vaticinio y el resultado final. A pesar de que la investigacin deBeltrn y Valdivia profundiza en las limitaciones de las encuestas, los autores sealan que "cinco puntoses un error promedio comn..." (Beltrn y Valdivia 1997: 2), aludiendo a los casos de Gran Bretaa,Espaa y Francia, producidos entre 1992 y 1996. Citando a Crespi destacan, por otra parte, que el errorpromedio de 453 encuestas en Estados Unidos fue de 5,7 puntos porcentuales, otorgando a Gallup elderecho de reclamar que despus de 1950 no han tenido errores superiores a los 1,6 puntos.Vujosevich, por su parte, evala la certeza de los pronsticos en funcin de la distancia entre la predicciny el resultado -medido en puntos porcentuales- y establece que los investigadores son competentes apesar de las dificultades que presenta el mtodo de la encuesta, ya que el promedio de aquellasdiferencias se situ en los dos puntos -el estudio evalu la prediccin de nueve consultoras para una solaeleccin: la de Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 1996-.Por su lado, Acosta, Jorrat y Prez Lloveras retoman un trabajo de Mitofsky (1998) que responda a lascrticas efectuadas por Ladd a predicciones provenientes de encuestas electorales en 1996, concluyendoque los pronsticos no haban sido desacertados. Los autores, para estudiar la precisin de las encuestasen ocasin de las elecciones presidenciales argentinas de 1995 y 1999, emplean cinco de los ochoprocedimientos presentados por Mitofsky, agregando una propuesta de su autora. Sus conclusiones nobrindan un juicio rotundo y terminante respecto de las quince predicciones examinadas, pero realizan una

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  • serie de observaciones muy detallistas y atinadas.El estudio de Donoso y otros compara los promedios de los vaticinios de trece empresas para los comiciospresidenciales chilenos de 2005 con los resultados de dichas elecciones -no se lo indica en el artculo,pero se trata del mtodo tres de Mitofsky-, adicionndole un anlisis que ajusta el resultado segn elmargen de error muestral de la estimacin. Como corolario, los autores encuentran que las diferencias"slo en algunos casos superan el 3 y 4%, encontrndose la mayora de las discrepancias entre el 0 y el2%" (Donoso y otros 2006: 168).Aceves Gonzlez confronta las predicciones de 13 casas encuestadoras con los resultados de laselecciones presidenciales mexicanas de 2006, concluyendo que "las encuestas reflejaron con granfidelidad el carcter cerrado de la contienda (...) [resultando] elementos confiables para la medicin depreferencias electorales" (Aceves Gonzlez 2007: 102). Sin embargo, y contradictoriamente, el autormenciona ms tarde que "en su calidad de instrumento demoscpico de prediccin, las encuestaselectorales exhiben amplias limitaciones...", aunque atena su crtica al completar la frase diciendo que"habra que precisar que dichas limitaciones no se encuentran vinculadas, necesariamente, a susprocedimientos metodolgicos, sino que se derivan de las regulaciones impuestas por la legislacin..."(Aceves Gonzlez 2007: 107)5.Por su parte, Lpez y Figueroa se valen de la comparacin de los resultados electorales con el promediode las estimaciones obtenidas por siete encuestas para cada uno de los postulantes en los comiciospresidenciales chilenos entre 1989 y 2005, y para el plebiscito trasandino de 1988. Esta investigacinverifica que las diferencias entre resultados y estimaciones no superaron los seis puntos porcentuales, entanto sita el promedio de error en torno de los tres puntos porcentuales.Finalmente, basado en el anlisis de las predicciones efectuadas por catorce empresas que realizaronencuestas en cuarenta y nueve elecciones ocurridas en Argentina entre 1987 y 2007, un trabajo reciente(Cabrera 2009b) demuestra, sobre la base de tres de los indicadores de Mitofsky y otros propios, que almenos tres cuartas partes de los pronsticos electorales basados en datos provenientes de sondeos deopinin pblica han sido razonablemente acertados.

    Horscopos?

    El argumento ms importante de quienes pugnan por limitar la difusin de resultados de encuestas enperodos preelectorales se basa en la creencia de que la abierta difusin de encuestas y sondeos deopinin produce fuertes y decisivas inclinaciones a la hora de decidir el voto, principalmente el de losindecisos. Estas influencias operan como manipulaciones, contaminaciones externas al libre albedro delindividuo (Alonso, Cabrera y Tesio 2007). Sin embargo, slo puede especularse con que las encuestasestn en condiciones de orientar opiniones, actitudes y conductas si se admite que, en realidad, es lapublicacin de sus resultados en un medio masivo de comunicacin lo que puede tener alguna incidenciasobre el comportamiento de los ciudadanos.Aunque no est debidamente estudiado el eventual impacto que la publicacin de resultados de un sondeopuede ejercer sobre el pblico, abundan antecedentes en relacin con el influjo que los medios tienensobre sus audiencias.En el contexto de una campaa electoral, debera entenderse que la divulgacin del resultado de unsondeo electoral podra surtir un efecto en los consumidores de medios similar al que podra ejercercualquier otra publicacin acerca de idntica temtica -la aparicin de un candidato en un programa, laopinin de un periodista, la difusin de un acto de gobierno, etc.-. Lo distintivo es que podra considerarseque el pblico, al leer o escuchar el resultado de una encuesta, se ve a s mismo, se est mirando en unespejo. Si, como sostienen Braun y Adrogu (1998), es en los casos en que los resultados de encuestastoman estado pblico cuando se generan las crticas de la audiencia a los sondeos, especialmente sobresu verdad y confiabilidad, no podra descartarse que el propio pblico vuelque en este tipo de informacinsus dudas acerca de la res pblica, genricamente hablando, tan cuestionada en las ltimas dcadas.Por otra parte, no slo los medios de comunicacin transmiten mensajes que orientan, moldean ycolaboran en la decisin del votante. En este sentido, no puede desdearse la influencia que tienen lasopiniones de familiares, compaeros de trabajo, vecinos, amigos, etc. Ni tampoco deben descartarse lascreencias y valores previos de los ciudadanos acerca de las cuestiones pblicas, especialmente respecto

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  • de los gobernantes, los partidos y la poltica. Tambin los hechos vividos cotidianamente ayudan aformarse una opinin y prefiguran actitudes sobre las cuestiones pblicas, entre ellas el voto. Un aumentosalarial, una baldosa floja, un despido, el incremento de las expensas, un corte de calles, la inauguracinde una conexin cloacal; centenares de sucesos van conformando las impresiones e ideas que luego seexpresan en el cuarto oscuro y, en ocasiones, en una encuesta que, publicacin mediante, se vuelve sobrelos emisores y permite contrastar la propia opinin con la de los semejantes.Por lo expuesto, las reflexiones para explicar la relacin entre la publicacin de una encuesta y el voto,deben orientarse 1) hacia los estudios que procuran dar cuenta de las motivaciones de los electores alsufragar, y 2) hacia la extensa gama de teoras que intentan explicar la influencia de los medios sobre elpblico.En este ltimo sentido, la historia de la investigacin acadmica sobre el tema puede dividirse en tresetapas: a) la de los efectos poderosos, que rene un conjunto de teorizaciones, vigentes entre 1920 y1940 aproximadamente, acerca de que los medios impactan fuerte e inmediatamente en un pblicoatomizado -individualismo metodolgico mediante- a travs de "irresistibles tcnicas de persuasincolectiva" (Dader 1990); b) la de los efectos limitados, que postula que los medios slo tienen capacidadcomo para reforzar opiniones y actitudes preexistentes en los individuos -quienes, por otra parte, hacenuso de una selectiva percepcin- y que la campaa activa las predisposiciones polticas de los ciudadanos(Lazarsfeld 1985), ideas en auge hasta los aos 70; y, con posterioridad, c) la de los efectos cognitivos,con la que resurge la concepcin de medios poderosamente influyentes, aunque sus efectos sonpensados desde una perspectiva socioestructural y cultural global, y no ya individual. Se alude, adems, acambios y transformaciones complejas y lentas, de mediano y largo plazo. Se ponen de moda las teorasde la agenda setting (Saperas 1987) -los medios no dicen cmo hay que opinar sino sobre qu temashacerlo- y la de la espiral del silencio (Nelle Neumann 1995) -el temor al aislamiento social conduce alindividuo a ocultar aquellas opiniones que l percibe como no dominantes-. Por otra parte, recientesestudios otorgan a las audiencias cierta competencia para decodificar los mensajes, independientementede las intenciones de los mensajeros (Grimson y Varela 1999, Jensen 1993, Rubin 1996). Sin embargo,todava no se ha podido demostrar la calidad ni la cantidad de las secuelas de la publicacin de unaencuesta electoral ni de, por lo dems, cualquier tipo de sondeo, a pesar de los "ms de setenta aos deinvestigacin en anlisis de opinin pblica" (Braun y Adrogu 1998).No obstante, y sobre la base de las teoras de los efectos cognitivos, lo que razonablemente puedeestablecerse es que, si la divulgacin de una encuesta surte algn efecto en el comportamiento electoral,ste no tiene por qu ser uniforme, inmediato, o unidireccional, ni afectar a todos por igual.En este sentido, por ejemplo, no sera aventurado sostener que alguna parte de la ciudadana de la CapitalFederal decidi inclinarse por el Frente Grande en 1994 luego de publicados los resultados de variasencuestas que lo daban ganador en ese distrito, o que algo similar pudo haber ocurrido con el electoradoantimenemista en las presidenciales de 1995 cuando los medios informaron -basndose, claro est, envarias encuestas- que Jos O. Bordn se consolidaba como la primera oposicin. Pero no necesariamentesos tienen que haber sido los efectos surtidos por la informacin que generaban los estudios de opininpblica. Tambin puede pensarse que, probablemente, en ambos ejemplos, el oficialismo vio incrementarsus votos como consecuencia de las circunstancias antes relatadas6.Como se desprende de lo antedicho, puede hipotetizarse que las encuestas ejercen algn tipo deinfluencia en la conducta electoral de los individuos slo enmarcando dicha presuncin encomportamientos sociales orientados hacia lo coyuntural, y especialmente ligados a la valorizacin deciertas actitudes de las que las teoras de los efectos cognitivos de los medios pueden dar cuenta.Ahora bien, y a pesar de lo predicho, actualmente pareciera existir una extendida creencia (crtica) queindica que la publicacin de un pronstico electoral surgido de un sondeo de opinin, especialmente enmedios muy masivos como los televisivos, puede provocar una toma efectiva de posicin en un pblicoindeciso en materia de voto, o un cambio en la opinin ciudadana, lo que implicara dar lugar aconsideraciones poco laudatorias acerca de la capacidad de la masa para elaborar juicios propios,otorgando a los medios un poder manipulatorio de la opinin pblica que, hasta el momento, no hademostrado tener.Al margen del poder que estas tesis otorgan -en forma desmesurada- al falsamente voluminoso y pocogravitante en lo electoral grupo de indecisos, estas posturas son especial y enfticamente sostenidas por

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  • Sartori (1998, 2004) al postular que la televisin produce imgenes y anula conceptos, con lo que elhombre (el homo videns en oposicin al homo sapiens) pierde su capacidad para formular ideas ypensamientos abstractos y, en consecuencia, su sentido crtico. Expresa Sartori que la televisin forma laopinin pblica, pero que sta debe considerarse slo opinin en el pblico, dada su falta de autonoma,muy diferente a la opinin del pblico. El autor resalta el papel de la escuela como nica herramienta quepuede lograr desarrollar una aptitud crtica, que permita contrarrestar la influencia televisiva, sobre todo enlos "video-nios que en el futuro sern homo videns, zombies incapacitados para pensar" (Abdala 1998).En relacin con la influencia de la televisin sobre el pblico, particularmente en los nios, otros autoressostienen que "las audiencias no estn formadas por individuos pasivos" (Morduchowitz 2005) y que "apartir de los ocho aos las personas son capaces de cuestionar el punto de vista del avisador" (De Biase2004). Los televidentes reformulan y dan nuevos significados a los mensajes. Morduchowitz, crtica de loscontenidos televisivos, asigna a la escuela y a la familia un rol formador en este sentido, que logre jvenesque "lejos de apagar siempre la televisin, aprenda a encenderla slo para elegir lo que quiere ver, concriterio y reflexin" (Morduchowitz 2005).En definitiva, las diferentes respuestas de los ciudadanos -o de una parte de ellos- pueden serinterpretadas como voto estratgico; es decir, como el resultado de una racional especulacin -en el mejorsentido de la palabra- electoral por parte de los votantes o, por el contrario, como la consecuenciarelativamente irracional a estmulos mediticos. Sea como fuere, la difusin del resultado de una encuestaopera como insumo, ya sea en la impensada decisin o en la estrategia del elector, a pesar de queaparentemente "lo que subyace es la idea de que un voto tctico es de peor calidad democrtica que unvoto ideolgico", como plantea Wert (2002: 244). La visin pesimista sobre los ciudadanos contrasta conlas conclusiones de una encuesta nacional (citada por Braun y Adrogu 1998) en la que los entrevistadosvaloraron estar informados, pero en la que dijeron prestar poca atencin a los resultados de encuestas7.Desde Lazarsfeld hasta el presente se han escrito innumerables trabajos que demuestran que la toma dedecisiones y la prctica efectiva del voto es un proceso sumamente complejo imposible de reducir bajo laidea de estmulo-respuesta.En sntesis, es probable que la publicacin del resultado de una encuesta produzca algn sntoma en laactitud de los votantes, que puede manifestarse de varias maneras y en distintos grados. Es decir, ladivulgacin de un sondeo de opinin a travs de los medios puede ser -nada menos pero nada ms- slouno de los factores orientadores del sufragio.

    Dioses, adivinos o pitonisos: los verdaderos responsables

    Los ataques hacia la incapacidad premonitoria de los sondeos, por un lado, y las crticas a la publicidad delos resultados de las encuestas, sobre todo en perodos preelectorales, por otro, parece confundirsemuchas veces -quizs a raz de los apurados tiempos televisivos y radiales que en ocasiones impiden unanlisis pormenorizado y mesurado de lo que se dice en esos medios- con un embestida a la tcnica en smisma, mientras ha dejado indemnes a otros actores de este proceso -expertos y medios decomunicacin- a los que parece dejar, al mismo tiempo, sin funciones especficas. Debe tenerse en cuentaque si "una encuesta no dice lo que la gente piensa, sino lo que la gente dice" (Schuster, en Sued 2003),entonces "no fracasaron las encuestas preelectorales sino su lectura lineal y esquemtica" (Bosoer 1996).Una de las motivaciones centrales, sino la principal, que conlleva la realizacin de anlisis einvestigaciones sociales es la de conocer las caractersticas de la opinin pblica incluyendo lo que ellapudiera sugerir. En este marco, el sondeo es un instrumento que provee informacin para aquel objetivo y,como tal, "no prescribe cursos de accin (...) los resultados de una encuesta no indican de manerainmediata qu decir o qu hacer. El dato requiere -para tener alguna utilidad- del valor agregado que lebrindan el anlisis y la reflexin sociopolitolgica" (Adrogu 1998: 15)En sntesis, el conjunto de insumos que una encuesta concibe, bien procesados e interpretados a la luz dehiptesis y teoras, y eventualmente adicionados a otra masa informativa, da lugar a diagnsticos y nuevashiptesis -coronadas con algunos pronsticos- que elaboran los investigadores. Este proceso se ha vistosimplificado, muchas veces, bajo la idea de que son los sondeos -y no sus realizadores- los que logran laprediccin. Esta reduccin conlleva la idea de que la tcnica es la que acierta o falla en el pronstico,generando elogios y crticas por lo general desmedidos, que no alcanzan -o al menos no

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  • significativamente- a investigadores y analistas, sus verdaderos idelogos y hacedores.El mecanismo de produccin de datos involucra la participacin de una serie de roles -clientes,investigadores, sponsors-, y logra un punto de inflexin cuando los informes son publicados, lo quesignifica la introduccin de un nuevo actor: la prensa. La intervencin de los medios de comunicacin lograla difusin de algunos atributos de la investigacin a travs de encuestas, especialmente de aquellosaspectos que cumplen con ciertos postulados bsicos de las noticias: dar lugar a lo inesperado, a lo fuerade lo comn, a la excepcin (Muoz Alonso 1989).Cuando las predicciones no se cumplen los mass media logran su cometido, forjando -entre otros efectos-una fuerte crtica hacia las encuestas. Sin embargo, los ataques apuntan slo a la tcnica, y no a losrestantes y necesarios partcipes del proceso antes resumido. Como se dijo, las estimaciones que lasencuestas logran sirven de insumo para la presentacin de conclusiones, explicaciones, hiptesis y,muchas veces, pronsticos que realizan los investigadores. Si bien las limitaciones pueden minimizarse ylas crticas responderse desde la epistemologa y la teora metodolgica, lo cierto es que la crecienterealizacin de sondeos -especialmente los electorales, tanto pre como post- conllevan ataques tambinprogresivos al mtodo en s mismo. As, pareciera que las encuestas son las responsables de sus propiasrestricciones, de la insuficiencia de las explicaciones y de los yerros de los pronosticadores.Sin embargo, las injurias no advierten que se trata slo de un instrumento -tcnica, mtodo, procedimientoo como se lo quiera denominar- en manos de expertos -y no tanto-, siendo stos los falibles. Del mismomodo en que no resultara razonable esperar que una tomografa o un anlisis de sangre advirtiera: "nofume tanto y deje las grasas o no pasa del mes que viene"; tampoco podra esperarse que un barmetro,un termmetro o cualquiera de los aparatos que miden vientos, humedad, altura de las aguas o densidadde las nubes dictaminara: "algunas lluvias por la tarde, desmejorando hacia la noche".Las crticas, generalmente, quedan circunscriptas a la encuesta y no se trasladan a los encuestadores,quienes no tienen otra posibilidad que hacer uso de los datos que aquella provee para, mediante suprocesamiento, dar lugar al pronstico. Los datos derivados de encuestas -de por s, construccionesepistemo metodolgicas- son estimaciones y, por lo tanto, deben contextualizarse, interpretarse,adecuarse, compararse, agruparse, analizarse; en fin, tienen que someterse a un proceso de manipulacinbien entendida: el denominado procesamiento, en el que el estudioso incorpora su valor agregado, basadoen su capacidad analtica, su reflexin, su conocimiento y su experiencia. En esta instancia es donde seproducen, como corolario, las predicciones. Aquel proceso de anlisis puede aparejar algunos -o muchos-errores que den lugar a pronsticos fallidos.El anlisis de los expertos se basa en las estimaciones que la encuesta produce, pero no pueden dejar deconsiderar, como se dijo, el marco terico que la contiene, incluyendo las sensaciones colectivas -o climasde opinin- del momento. Varias hiptesis y teoras dan lugar a debates acerca de cmo tratar diferentes ycomplicados climas de opinin. En particular, los investigadores y las encuestas deben enfrentar -medir yevaluar adecuadamente- la emergencia de la espiral del silencio (Nelle Neumann 1995), la contingenciadel efecto tercera persona (Wert 2002, Mora y Araujo 2005), el abordaje de temticas que no forman partedel imaginario colectivo (Noguera 1998), las respuestas de eventuales abstencionistas frente a laproximidad de una eleccin -que suelen ocultar su intencin de no concurrir al comicio-, y la asignacin dela intencin de voto en pblicos indecisos.Incluso los datos -los errneos datos- pueden ser la causa de las fallas de interpretacin; pero, aun as, sedeber convenir que tambin aquellos son (mal) construidos por el especialista mediante la formulacin de(defectuosas) preguntas, (imperfectas) muestras, o (metodolgicamente no rigurosos) procedimientos derecoleccin.Lo que debe entenderse es que el responsable es, siempre, el investigador. A l -o ella- le caben elogios ycrticas. stas parecen ser verdades de Perogrullo que, no obstante, no se ven reflejadas, como se dijo alinicio, en la tarea diaria ni -a veces- en la bibliografa. Al menos, no en la medida en que parecierarazonable. Mientras algunos autores parecen batallar en contra de las encuestas (Blumer 1982, Sartori1992, Bourdieu 1996, Korn 1995, 2002, 2005) otros tratan de poner las cosas en su exacto lugar (Archenti1995, Jorrat 1995, Vujosevich 1996, Adrogu 1998, Aurelio 1999, Acosta, Jorrat y Prez Lloveras 2000,Cabrera 2003, Mora y Araujo 2005).Por ahora, los politlogos, socilogos u otro tipo de profesionales no llegan a convertirse -a pesar de supretensin- en los mdicos de la sociedad (Vommaro 2008) ni tampoco las encuestas en sus tcnicos

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  • radilogos. En este sentido, la distincin justa entre encuestas y encuestadores no parece abarcar a laopinin pblica ni, menos, a sus propaladores ms importantes: los medios de comunicacin masiva.Tampoco la opinin pblica ni los medios han acusado a los expertos, ni menos condenado, por malapraxis. Los dardos apuntan, equivocadamente, a las encuestas, salvo en contadas ocasiones (Vommaro2008), aunque algunos autores sealan que "ningn medio reporta como pronstico electoral losresultados de su ltima encuesta sin modelar" (Beltrn y Valdivia 1997, destacado en el original), es decir,sin sufrir algn tipo de interpretacin por parte de los investigadores. De todas formas, cuando se generun debate fue por estmulo de los medios, y a raz de los -por ellos denominados- yerros de las encuestas.Ante las notorias diferencias entre el pronstico y lo sucedido, la mayora de los expertos consultados porel periodismo esgrimieron distintos tipos de respuestas -ms o menos cientficas, o tcnicas- parajustificar, explicar o entender los errores. Entre ellas, en primer lugar, los estudiosos reconocen larelatividad de la encuesta como pronstico electoral y su posible falibilidad (Kollmann 1996, Clarn 1999,Vern 2006). En segundo trmino, reiteran las posibilidades del voto oculto, vergonzante o espiral delsilencio (Kollmann 1997a, Florit 1999, Clarn 1999, Torres 1999 y Vern 2006). Tercero, plantean lasdificultades especficas de ciertos escenarios electorales: ley de lemas, electorado rural (Florit 1999, Torres1999). Cuarto, admiten fallas en el diseo de la encuesta, tanto en la elaboracin de la muestra como en elcuestionario (Vern 2006). Quinto, mencionan el vuelco inesperado de los indecisos (Somos 1993, Fioriti2006). Sexto, sealan limitaciones propias de una tcnica particular: la encuesta telefnica (Pensa 1993,Somos 1993). Por ltimo, agregan la mala interpretacin de los datos proporcionados por el sondeo(Kollmann 1997a, Vern 2006).Dos casos conmovieron el crculo de encuestadores y periodistas dedicados al tema. En 1993, casi en losalbores del protagonismo de las encuestas en el marco de una campaa electoral, el consultor JavierOtaegui -contratado permanentemente por el programa televisivo conducido por Mariano Grondona-pronostic el triunfo del radicalismo en la provincia de Buenos Aires por algo ms de dos puntosporcentuales, mientras que el escrutinio determin el triunfo peronista por ms de veinte puntos. El experto-en un impreciso descargo- asumi su responsabilidad, aunque adujo que el procedimiento por l utilizado-encuestas telefnicas- era empleado por varias empresas y estaba en una etapa de "ensayo y error"(Somos 1993: 65). Ms tarde, en 1997, la oposicin gan las elecciones legislativas en la provincia deBuenos Aires, a pesar de que varios pronsticos otorgaban el triunfo a la candidata oficialista. Algunosespecialistas admitieron sus equvocos (Kollmann 1997b), pero lo destacado fue el intercambio deopiniones entre algunos de ellos producidos en el marco del debate organizado por la AsociacinLatinoamericana de Consultores Polticos (ALACOP) -recogidos por Calvo (1997)-.La discusin puso en tela de juicio el papel de algunos medios grficos, que publicaron resultados enplena veda electoral, y apunt los dardos al socilogo Julio Aurelio, proveedor del insumo informativo. Lacontroversia gener, tambin, un altercado entre los propios medios (Pgina 12 1997).Por otra parte, un aislado testimonio sobre el rol de las encuestas en la campaa electoral lo constituy lacrtica a dirigentes partidarios, efectuada por uno de los padres fundadores de la actividad (Mora y Araujo1999). Con posterioridad, las argumentaciones cambiaron de tono: esta vez, algunos consultores trataronde minimizar el problema y otros asumieron directamente sus responsabilidades8.Tambin vale la pena destacar el solitario y sutil alegato del especialista Esteban Lijalad quien, bajo lahiptesis de que el problema de los fallidos de las encuestas radicaba en que los encuestados ya habanencontrado la lgica del sondeo -y respondan, en consecuencia, ocultando su verdaderocomportamiento-, prometi no volver a encarar encuestas en boca de urna hasta que no se dierancondiciones para l ms saludables y razonables (Lijalad 1999).Los propaladores: sin responsabilidad?

    Muy a pesar de los mass media, tambin los periodistas contribuyen a la revuelta del ro. Lo inadecuadodel gnero periodstico para una correcta transmisin de anlisis sociales, polticos o electorales, y lairresponsable o errnea falta de preparacin en reporteros y editores, podran contribuir a la inexactapropagacin de anlisis y pronsticos producto de resultados de encuestas.Los conceptos que subyacen a estas afirmaciones no son nuevos. Rodrguez Lara recoge un conjunto depuntualizaciones en relacin con la tarea periodstica. Afirma que ya en 1973 "Philip Meyer acu el

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  • trmino precision journalism para plantear la necesidad de que el periodismo fuera capaz de evolucionarcomo lo haba hecho la nueva ciencia social en los ltimos veinte aos" (Rodrguez Lara 1992: 192). Elautor citado por Rodrguez Lara sealaba cinco ejemplos de la debilidad del viejo periodismo: 1) malainterpretacin periodstica de los datos recogidos por la ciencia social, 2) tardo reconocimiento de losprocesos sociales, 3) cambios que escapan a la atencin periodstica, la que slo les presta consideracincuando se desarrollan tomando un curso diferente al esperado, 4) aceptacin de ancdotas como pruebasvlidas para el total poblacional, y 5) el hecho de que el sentido comn periodstico no se modifica ni aun ala luz de la investigacin social. Asimismo, Meyer indica una serie de recomendaciones para los medios decomunicacin: 1) examinar continuamente los resultados de investigaciones sociales, 2) formarse en eluso de datos sociales, y 3) encargar investigaciones, sin esperar a que tomen la iniciativa otras instancias.Por otra parte, en 1980 Nelle Neumann -tambin citada por Rodrguez Lara (1992)- sealaba una seriede dificultades que tenan los periodistas para comprender las encuestas, resumidas en las distintas ideasque investigadores y periodistas tienen acerca de los conceptos de medicin, prognosis, entrevista,probabilidad y correlacin9.Si "para muestra basta un botn", obsrvense los siguientes ejemplos, extrados de peridicos decirculacin nacional en la Argentina reciente10.1. Ttulo: Los argentinos se oponen a la guerra (La Nacin, Buenos Aires, 19 de septiembre de 2001,pgina 10). Mientras el ttulo de la noticia se refiere a "los argentinos", slo en su interior se advierte que laencuesta se realiz en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires.2. Ttulo: El 60% no quiere que Argentina se sume a una accin militar (Clarn, Buenos Aires, 16 deseptiembre de 2001, pgina 24). Un caso similar al anterior, pero con un ttulo ms impreciso: no se aclaraen l a quin refiere el "60%", de lo que podra deducirse que, en tanto no haya advertencia, alude a todoel conjunto -los argentinos-. Adems, en dicho encabezado figura la palabra Argentina y el ttulo del grficoinserto en la nota refuerza la idea: "La opinin de la gente". Sin embargo, la ficha tcnica indica que elsondeo se efectu en Capital Federal y Gran Buenos Aires.3. Ttulo: Para el 75% de los adolescentes la TV abierta es mala o regular (La Nacin, Buenos Aires,16 de noviembre de 2004, pgina 10). La contundencia de los adolescentes dejara ms que satisfecho aquienes los defienden de los ataques que reciben por consumistas, endogmicos y poco apegados a lasmanifestaciones ms elaboradas de la cultura -de las que la televisin en particular es poco afecta-. Noobstante, en su cuerpo interior, la noticia informa que el 75 por ciento mencionado est compuesto por un26 por ciento de opiniones negativas y un 49 por ciento de juicios regulares. El restante 25 por ciento loconforman las respuestas positivas. De lo que resulta que la opcin regular se convierte en el puntointermedio -ni bueno ni malo-, lo que reduce las diferencias entre las opiniones buenas y malas a lamnima expresin: 26 en contra; 25 a favor. La contundencia de la noticia se diluye.4. Ttulo: El 70% de los pobres del Norte dice que pasa hambre (La Nacin, Buenos Aires, 30 denoviembre de 2004, pginas 1 y 15). A pesar de que el peridico comunica -no en el ttulo, desde ya- quela encuesta fue realizada entre los hogares por debajo de la lnea de pobreza del norte argentino, elinforme de la consultora -al que se tuvo acceso- que realiz el diseo muestral, el trabajo de campo y elprocesamiento de los datos -una de las empresas ms noveles y pujantes de Buenos Aires: Knack-advierte que el estudio admite un sesgo intencional que consisti en la seleccin de las provincias mspostergadas en su nivel de desarrollo, donde los indicadores sanitarios muestran mayores gradientes y lasfamilias tienen mayores necesidades, expresadas a partir de los niveles de pobreza y exclusin social, yque la muestra se circunscribi a la poblacin indigente; es decir, aquella que no tiene los recursosmateriales para completar una dieta que pueda satisfacer un umbral mnimo de necesidades energticas yproteicas. En sntesis, si los que deben pasar hambre no afirman que la sufren, quin lo podramanifestar? Que sientan hambre slo siete de cada diez de los que -por definicin- deberan padecerla,podra considerarse, en realidad, una buena noticia.Los medios de comunicacin estn en su derecho de interpretar como les plazca los datos que recibencomo insumo de sus noticias, siempre que no infrinjan norma alguna. Desde ya, puede darse el caso devarias interpretaciones diferentes de un mismo dato.5. Ttulos: Mejora la visin sobre el futuro econmico (La Nacin, Buenos Aires, 8 de diciembre de2002, pgina 6) y El optimismo es cauto y adems est en una meseta (Pgina 12, Buenos Aires, 8 de

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  • diciembre de 2002, pgina 10). Ambos encabezados se basan en la misma encuesta, y presentan losmismos datos y grficos. Sin embargo, las interpretaciones son distintas. En tanto La Nacin promueveuna interpretacin optimista, Pgina 12 se muestra ms cauto.Lo ejemplificado no es exclusivo de las encuestas polticas, y ni siquiera de las encuestas o de las cienciassociales. Para las llamadas ciencias duras ocurren fenmenos parecidos. Vase un ltimo ejemplo.6. Ttulo: Pronstico del tiempo para Capital Federal y Gran Buenos Aires (Clarn, Pgina 12 y LaNacin, Buenos Aires, 2 de agosto de 2000).Clarn: Descenso de temperatura. Nubosidad variable. Temperatura entre 7 y 14. Sensacin trmicaentre 3 y 14. Fuentes: Servicio Meteorolgico Nacional, Observatorio Naval y Fundacin Argentina Siglo21.Pgina 12: Parcialmente nublado. Probabilidad de lluvias. Temperatura entre 9 y 14. No se citan fuentes.La Nacin: Nublado a parcialmente despejado, ventoso. Temperatura entre 11 y 14. Sensacin Trmicaentre 6 y 9. Fuentes: Telemet/Accu Weather y Servicio Meteorolgico Nacional.Al basarse en diferentes fuentes, los medios elaboran conclusiones distintas. No obstante, slo encontadas ocasiones los especialistas -quienes, se descuenta, proveyeron los datos e informes a la prensa-retrucaron los artculos periodsticos11.Para colmo, en un contexto en el que la poblacin considera prestigiosa la labor periodstica y, en trminosgenerales, aborrece la poltica y todo lo que la rodea, en el duelo medios-encuestadores, estos ltimosllevan las de perder, sin contar sus propias inhabilidades como comunicadores.Algunos medios de comunicacin creyeron advertir, en los ltimos aos, que las encuestas eran unelemento ms dentro de las campaas electorales, y que los polticos -con la anuencia de losinvestigadores- hacan uso de ellas tratando de llevar agua para sus molinos (Aulicino 2003, Gallo 2004,Galak 2007, Lindner 2007, Kollmann 2008, Blanck 2009). As, se acus a dirigentes partidarios de"comprar sondeos"; es decir, de promover -retribuyendo adecuadamente- operaciones que se basaban enla publicacin de resultados que favorecan a sus candidatos, sin que aquellos reflejaran la verdad:"informacin distorsionada o deliberadamente dibujada" (Aulicino 2003: 5).Las respuestas de los expertos, consultados por los propios medios, oscilaron entre la admisin de laexistencia de una lucha poltica (Lidner 2007, Kollmann 2008), la alusin a las diferentes metodologas quepueden ponerse en prctica para conseguir un mismo objetivo12 (Kollmann 2008), y la imputacin lisa yllana entre ellos (Galak 2007). Otros analistas se inclinan por diferentes tipos de respuestas,responsabilizando a varios actores a la vez (Amado Surez 2007, Gervasoni 2002).Finalmente, las acusaciones y las defensas exageran el poder de los medios de comunicacin masiva alpublicar resultados de encuestas. Se adjudica a la prensa un poder -que no tiene- proporcional al intersde los electores -que no poseen-. Por lo menos, no en la medida y forma en que el habitual sentido comnproclama (Wert 2002, Cabrera 2005).Resulta sumamente vlido e ilustrativo transcribir algunos prrafos de un asesor de campaas: "Las ideasque estn en la mente de quienes falsifican resultados de encuestas para favorecer a una candidato sonlas siguientes: los electores, sobre todo si son poco informados, pobres y marginales, son fciles demanipular; todos los electores estn pendientes del resultado de la eleccin; los indecisos tienden a votarpor ganadores; si exagero mis posibilidades de triunfo, los que quieren votar ganador' votarn por m.Detrs de todo esto hay una hiptesis: los ciudadanos comunes son como los activistas de la campaa yse desvelan por el resultado de la eleccin. Esto es falso. La mayora de electores y especialmente losindecisos tienen otras preocupaciones. Si no fuera as se dedicaran a la poltica (...) Las investigacionessobre el tema comprueban que los electores indecisos son los menos interesados en la poltica, los quemenos leen o ven los resultados de las simulaciones y por tanto los que menos se afectan por esaspublicaciones. Deformar los nmeros no da votos" (Durn Barba 2000)13.Conclusiones

    Los especialistas han sido escasamente creativos en la defensa del mtodo, poco han hecho paraestablecer si efectivamente las crticas tienen asidero y prcticamente nada se ha investigado acerca depor qu los pronsticos (pocas veces) fallan14. Algunos expertos relativizan y hasta niegan su propiacapacidad predictiva -basada, entre otros insumos, en las encuestas que ellos mismos disean e

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  • implementan-15. Por humildad o por temor a equivocarse no atienden a la estadstica -disciplina cientficaen la que dicen apoyarse para varias decisiones metodolgicas en las que asientan sus sondeos-, la quenotoriamente seala la capacidad de acierto de los vaticinios. Luego, frente a eventuales fracasos,endosan los errores a cuestiones de carcter coyuntural y no a yerros propios.Uno de los padres fundadores de la disciplina en Argentina ensaya una argumentacin ms queinteresante. Sugiere que para evaluar el desempeo de los vaticinadores debe medirse su capacidad parareducir la incertidumbre previa a la prediccin, y seala que las encuestas disminuyen la imprecisinbastante ms que un 1 por ciento, que ya es mucho mejor que nada. Que "las encuestas electorales, enlos ltimos veinte aos, pronostican mejor los resultados electorales que los pronsticos meteorolgicoslos propios, los macroeconmicos los suyos y los burstiles los de su tema. Pero, por sobre todo,pronostican mejor que cualquier analista poltico periodstico, para no hablar de los mismos polticos"(Mora y Araujo 2005: 494).Adems, aboga por investigar las fuentes de los errores y transparentar mtodos y modelos analticospuestos en juego para la interpretacin de los datos duros que provee la encuesta. De todas maneras-parece resignarse- el pblico no se interroga por "el fascinante significado de la expresin 30 por cientode probabilidad de chaparrones'" (Mora y Araujo, 2005: 495).En definitiva, las encuestas, como cualquier otra tcnica de investigacin social -sea cual fuese laorientacin metodolgica- no pueden producir resultados certeros sino que slo posibilitan la produccinde datos que sirven como insumo para lograr una aproximacin al fenmeno que se est estudiando. Enese marco, las estimaciones logradas resultan sumamente razonables a pesar de algunos espectacularesdesvos.Adems, debido a que no est claro que algunas complejidades estructurales de las elecciones dificultenla elaboracin de predicciones acertadas -dicho esto en funcin de los contradictorios resultadosaportados por los procedimientos estadsticos empleados para estudiar la incidencia de las caractersticasde las elecciones sobre los pronsticos-, puede aventurarse otra hiptesis: aun en circunstanciasdifciles los sondeos son instrumentos aptos para el anlisis prospectivo (Cabrera 2009b)16.Nuevas investigaciones podran abrirse si, como plantean algunos expertos, hubiese algn banco de datosen donde depositar las bases de las encuestas (Galindo 2002, Zovatto y Mora y Araujo 2006, Mora yAraujo 2009) o, por lo menos, si se regulara la publicacin de encuestas dando a conocer obligatoriamentesus principales caractersticas metodolgicas resumidas en una ficha tcnica (Alonso, Cabrera y Tesio2007).Como fuera, esta estrecha relacin que se verifica entre pronsticos, prensa y votos no implica queconocer aquellos signifique -necesaria y, mucho menos, linealmente- modificar opiniones que luego setraducen en votos.A esta altura de los acontecimientos, debe quedar claro que una de las utilidades de las encuestas es,para los polticos, orientar la oportunidad de modificar las conductas de los electores (Archenti 1995), quedependen mucho ms de sus acciones que de la publicacin de resultados de sondeos.En relacin con el papel pblico de los expertos, ser que los investigadores ocultan su verdaderaresponsabilidad creyendo que no es tal o que las eventuales crticas podrn menoscabarla o deteriorar suprestigio? El comportamiento de los medios de comunicacin es ms oscuro todava. Por qu noresponsabilizan a los expertos y se ensaan con las encuestas? Los interrogantes abrirn nuevasdiscusiones.

    Notas

    1 Por qu un encuestado debera ser sincero, sabelotodo y congruente, si la mayora de los individuos no lo somos regular y

    habitualmente?

    2 No es intencin de este artculo poner en discusin ventajas y desventajas de las encuestas. Al respecto, pueden consultarse,

    entre otros, Wert (2002), Mora y Araujo (2005), Rey Lennon y Piscitelli Murphy (2006).3 El concepto de representatividad de una muestra est asociado, en la bibliografa, a las nociones de espejo (Rodrguez Osuna

    1991: 43), reproduccin (Rodrguez Osuna 1991: 11), reemplazo (Weiers 1986) y sustitucin (Bosch y Torrente 1993). Sinembargo, debido a que resulta fcticamente imposible reflejar, en un subconjunto ms pequeo (la muestra), la distribucin de losvalores de las innumerables variables que caracterizan a una poblacin, no se suelen designar a las muestras en funcin de un

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  • criterio de representatividad sino bajo el de su significacin.4 Si bien son la especie metodolgicamente ms complicada dentro del gnero, si fuera por los resultados de encuestas en boca

    de urna, Hctor Cavallero hubiera sido gobernador de Santa Fe en 1995 y, en 1999, Antonio Bussi de Tucumn, GracielaFernndez Meijide de Buenos Aires y Lidia Satragno "Pinky" intendenta de La Matanza. Un detalle de los fallidos ms significativosde los sondeos preelectorales en Argentina puede encontrarse en Alonso, Cabrera y Tesio (2007).5 Evidentemente, el autor escogi un escenario muy conflictivo y estrecho para ejemplificar sus hiptesis: el resultado de las

    elecciones arroj que el vencedor (Felipe Caldern) super por 0,58 puntos porcentuales a su inmediato seguidor (Andrs LpezObrador), en tanto la legislacin acerca de la publicacin de resultados de encuestas restringe esta posibilidad a los ocho dasprevios a la eleccin y hasta la hora de cierre de las mesas de votacin (Cdigo Federal de Instituciones y ProcedimientosElectorales, art. 190).6 La literatura pone de moda palabras que identifican conductas tipolgicas: bandwagon (efecto de arrastre de votos que permite

    subirse al carro ganador); underdog (voto hacia el candidato perdedor para convertirlo en ganador). Donsbach ha listado otrosefectos: como el letrgico (desmovilizacin de los electores del partido que aparece como ganador seguro), movilizacin y guillotina(Wert 2002).7 Un estudio similar en Espaa lo presenta y analiza Rodrguez Lara (1992).

    8 Segn Julio Aurelio "los errores no fueron de tal magnitud" (Clarn 1999, Torres 1999). En cambio, para Hugo Haime,

    "diagnostiqu mal, no vi ese proceso", Graciela Rmer sostuvo que "me equivoqu en mi hiptesis de proyeccin de indecisos"(ambos en Kollmann 1997); por su parte, Artemio Lpez dijo: "mi muestra tena errores tcnicos (...) no tom nota efectivamentedel estado de opinin de la gente de una manera adecuada" (Vern 2006). En el anecdotario queda lo dicho por Ricardo Rouvier:"Usted no me lo va a creer, pero en la ltima encuesta, del viernes por la noche, que no alcanz a salir publicada tenamos losvalores muy cercanos a los que finalmente hubo" (Vern 2006).9 Otro artculo que hace referencia a la incidencia de la (in)capacidad de los medios de comunicacin para una adecuada

    publicacin e interpretacin de datos provenientes de encuestas, es el de Amado Surez y Bongiovanni (2005), aunque los autoressolo aluden a datos sobre imagen presidencial. Adems, un trabajo indito de Andrea Kobilsky recopila informacin publicada encinco diarios de circulacin nacional, a travs de los ltimos cuatro meses de 1998, sobre resultados de sondeos: slo el 11porciento de los artculos dan a conocer la ficha tcnica de los estudios y apenas el 13 por ciento publican el margen de errormuestral.

    10 Los ejemplos aluden a sondeos de opinin pblica, aunque no a encuestas electorales; sin embargo, se infiere que a stas le

    caben las generales de la ley. No se hace referencia a las temticas de los artculos ya que no hacen al fondo la cuestin tratadaaqu. Por otra parte, varios estudios indican que la mayora de las personas lee slo el ttulo de las noticias (http://portal.educ.ar/debates; http://www.poynter.org; http://periodistas21.blogspot.com/2008/05 y http://www.icei.uchile.cl/noticias).11

    En 1993, en el diario Pgina 12, el consultor Heriberto Muraro objet la interpretacin del periodista respecto de datos aportadospor una encuesta de Otaegui (Verbitsky 1993), y en 1996 la experta Mara Braun envi una carta de lectores al diario Clarncomentando crticamente un artculo del 5 de febrero anterior que se basaba en resultados de encuestas (Braun 1996).12

    Distintas respuestas que pueden generar dismiles maneras de preguntar, desemejantes contextos en que son generadas laspreguntas a los entrevistados, desiguales procedimientos de recoleccin -otra vez, las encuestas telefnicas-.

    13 Algunos de estos conceptos ya haban sido puestos a prueba hace ms de cincuenta aos, encontrndose evidencia emprica

    razonable. Vanse los estudios de Lazarsfeld, Berelson y Gaudet (1960) y Lazarsfeld (1985).14

    Una excepcin se encuentra en un libro que no se especializa en la temtica (Freedman y otros 1993) el que atribuye a erroresde procedimiento de muestreo las causas del fallido de 1948, indicando que los pronsticos Gallup han sobrestimado el porcentajede votos que obtendran los republicanos: as sucedi entre 1936 y 1988 (Freedman y otros 1993: 384).15

    Si con un ejemplo basta, se reproduce a continuacin el pie de pgina del informe de Consulta Mitofsky, una de las principalesempresas mexicanas del rubro: "Advertencia: Como toda encuesta de opinin, los datos aqu presentados reflejan el estado denimo y las percepciones de la poblacin al momento de la aplicacin de las entrevistas, no pretenden ser pronsticos,predicciones o vaticinios, todas las preguntas sin excepcin son solo un indicador de la situacin presente en el momento de llevara cabo el levantamiento de las entrevistas, nada garantiza que los resultados del presente informe sea los que prevalezcan atravs del tiempo (sic)" (Informe de Consulta Mitofsky titulado As van..., junio 2009). La advertencia se repite tres veces en uninforme de siete pginas (extrado de www.consulta.com.mx).16

    An ms: Lpez y Figueroa (2009) advierten que los principales errores de estimacin no se constataron en las elecciones mscompetitivas; aunque los autores no lo sealan explcitamente, se refieren a la escasa distancia -en puntos porcentuales- entre losdos principales candidatos.

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