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    studios introductorios de J ouis Laville

    ite Mendell

    Universidad Nacional de General Sarmiento

  • El lugar de las economas en las sociedades ( 1957)*

    Son muy pocos los cientficos sociales que hoy aceptan sin reparos el inge-nioso punto de vista de la Ilustracin: el hombre prstino que pacta sus liber-tades y trueca sus mercancas en montes y junglas para formar una sociedad y una economa propias. Los descubrimientos de Comte, Quetelet, Marx, Maine, Weber, Malinowski, Dukheim y Freud han contribuido a ampliar nuestra visin del proceso social, entendido como una trama de relaciones entre el hombre, en cuanto entidad biolgica, y la extraordinaria estructura de smbolos y tcnicas resultante del mero hecho de conservar su existencia. Pero si bien hemos descubierto la realidad de la sociedad, este nuevo conocimiento no ha producido una visin de esta que sea comparable, al menos en popularidad, a la imagen tradicional del individualismo atomstico.

    En toda coyuntura importante, volvemos a incurrir en las viejas racionali-zaciones, segn las cuales el hombre no es sino un tomo utilitario; un error que en ninguna parte es tan evidente como en nuestras ideas acerca de la economa. Cuando aborda la economa en cualquiera de sus diversos aspectos, el cientfico social se ve limitado por una herencia intelectual que concibe al hombre como una entidad dotada de una propensin innata al trueque y al intercambio, es decir, a canje=ir una cosa por otra. Una herencia que todaVa pesa, a despecho de todas las protestas contra el "hombre econmico" y de las tentativas intermitentes de proporcionar un maico social a la economa.

    El racionalismo econmico, del que somos herederos, postula un tipp de accin "econmica" sui generis. Conforme a este punto de vista, el actor -sea el hombre, la familia o la sociedad en su conjunto- se enfrenta a un entorno natuial que no proporciona de inmediato los elementos necesarios para la vida. La accin econmica -o, ms precisamente, la accin de economizar, la esencia de la racionalidad- se considera entonces como una forma de disponer del

    ti~mpo y de la energa con miras a lograr el mximo de objetivos en la relacin Versin original: Karl Polanyi, Conrad Arensberg, y Harry Pearson, "The Place of

    Economies in Society", en Trade and Markets in the Early Empires. Economies in Hi.story and Theory, Glencoe, Illinois, The Free Press; 1957, pp. 239-242.

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    del hombre con la naturaleza. Y la economa es el lugar en el que se lleva a cabo dicha accin. Por cierto, se da por descontado que el funcionamiento de esta economa puede estar influido por otros factores de carcter no econmico, sean polticos, militares, artsticos o religiosos. Pero el ncleo esencial de la racionalidad utilitaria contina siendo el modelo de la economa.

    Esta versin de la economa como el locus de las unidades que asignan, ahorran o comercializan los excedentes, formando los precios, se origin en el entorno occidental del siglo XVIII y es, en rigor, pertinente bajo los arreglos institucionales del sistema de mercado, pues en este caso las condiciones satisfacen, en cierta medida, los requisitos establecidos por el postulado economicista. Pero nos permite este postulado deducir la generalidad del sistema de mercado en el mbito de los hechos empricos? La respuesta de la economa formal sobre la aplicabilidad histricamente universal del sistema de mercado .. es afirmativa. Por lo tanto, se afirma la presencia virtual de un sistema de mercado en toda sociedad, al margen de que tal sistema est emp-ricamente pr~sente o no. Toda economa humana debe entonces ser vista como un potencial mecanismo de oferta-demanda-precio y, en consecuencia, expli-car los procesos reales, cualesquiera que sean, en trminos de esta hipstasis.

    Si la investigacin emprica va a contribuir a nuestra comprensin tanto del funcionamiento bsico de la economa como de la posicin que ocupan sus diversas formas en diferentes sociedades, es preciso entonces poner a prueba la relevancia de este postulado economicista. Si enfocamos el proceso econmico desde la posicin estratgica del nuevo conocimiento sobre la realidad de la sociedad, comprobamos que no hay una relacin necesaria entre la accin de economizar y la economa emprica. La estructura institucional de la economa no obliga necesariamente, como en el caso del sistema de mercado, a econo-mizar. Difcilmente podran tener un mayor alcance las implicaciones de esta idea para todas las ciencias sociales que se ocupan de la economa, pues exige nada ms y nada menos que analizar la economa humana, en cuanto proceso social, desde un punto de partida fundamentalmente distinto.

    En procura de un nuevo comienzo, reemplazamos el economizar por el significado sustantivo del trmino "lo econmico", por anacrnico que parezca. Ello no implica hacer caso omiso del uso popular de "lo econmico", en el que el economizar se combina con la materialidad, sino sealar, simplemente, la aplicabilidad limitada de esa composicin del sentido comn. El ~ombre, sea racional o no, si no come, se muere de hambre. Pero su seguridad, su educadn, el arte que practica y la religin que profesa tambin requieren de medios n;iateriales, armas, escuelas, templos de madera, piedra o acero; un hecho que, ciertamente, jams se ha pasado por alto. Una y otra vez se dijo que la "economa" debera sustentarse en la satisfaccin de todas las necesidades materiales del hombre: por un lado, sus necesidades materia}.es, por el otro, los medios para satisfacer esas necesidades, sean materiales o no.

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    Tal como los entendidos en el tema reconocen unnimemente, todos los intentos de instaurar tal economa naturalista fracasaron. La razn es muy sim-ple. Ningn concepto meramente naturalista puede competir de modo alguno con el anlisis econmico en cuanto a explicar los mecanismos propios de la subsistencia en un sistema de mercado. Y dado que la economa en general se equiparaba con el sistema de mercado, las ingenuas tentativas de reemplazar el anlisis econmico por un esquema naturalista cayeron en descrdito.

    Pero era este un argumento concluyente contra el uso del concepto sustan-tivo de la economa en las ciencias sociales? De ninguna manera. Se soslayaba el hecho de que la teora econmica, el anlisis econmico o la ciencia econ-mica misma, es solo una de las tantas disciplinas que se ocupan de la subsis-tencia del hombre desde un punto de vista material, es decir, la economa. En realidad, no es ms que el estudio de los fenmenos del mercado; adems de las simples generalidades, su pertinencia para cualquier sistema que no sea el del mercado -por ejemplo, una econon;ia planificada- es insignificante. Cul es la utilidad para el antroplogo de desenmaraar la economa de los tejidos generales de una sociedad regida por un sistema de parentesco? En ausencia de mercados y de precios fijados por el mercado, el aporte del economista de poco le sirve a quien estudia las economas primitivas; de hecho, puede ser incluso un obstculo para su trabajo. O consideremos al socilogo que se enfrenta a la cuestin del lugar cambiante ocupado por las economas en las sociedades en conjunto. A menos que nos ciamos a tiempos y regiones en los que existen mercados formadores de precios, la economa no le puede ofrecer ninguna orientacin valiosa. Ello es an ms cierto en el caso del historiador de la economa, salvo en esa delgada franja de unos pocos siglos durante los cuales se generalizaron los mercados formadores de precios y, en consecuencia, la moneda corno medio de cambio. La prehistoria, la historia arcaica e incluso -segn lo proclam por primera vez Karl Bcher- la historia entera, aparte de estas ltimas centurias, tuvo economas cuya organizacin difera de todo cuanto dan por sentado los economistas~ Y ahora comenzamos a vislumbrar que es posible reducir la diferencia a una sola cuestin: la falta de un sistema de mercados que fijan los precios. En toda la gama de las disciplinas econmicas, el punto el.e inters comn est determinado por el proceso mediante el"cual se satisfacen las necesidades materiales. Solo se puede ubicar dicho proceso y examinar cmo opera si se cambia el nfasis de un tipo de accin racional a la configuracin de los movimientos de bienes y personas que constituyen realmente la economa.

    Pero una cosa es desplazar las ciencias naturales de un marco conceptual a otro y otra muy distinta hacerlo en las ciencias sociales: sera lo mismo que reconstruir una casa, sus cimientos, paredes, caeras, etctera, mientras se

    , contina viviendo en ella. Es preciso librarnos de la idea, tan arraigada, de que la economa es un campo de experiencia del cual los seres humanos han

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    sido siempre y necesariamente conscientes. Metafricamente hablando, los hechos de la economa estaban origfualmente encastrados.en situaciones que no eran en s mismas de carcter econmico; ni los fines ni los m~dios eran princip.ilinente m~te~iales. La cristalizacin del concepto de la economa . fue una cuestin de tiempo y de historia. Pero ni el tiempo ni la historia nos proporcionaron las herramientas conceptuales requeridas para penetrar en el laberinto de las relaciones sociales en las que se hallaba encastrada la eco-noma. Esta es la tarea de lo que aqu denominaremos anlisis institucional.

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    En este captulo, nuestro propsito fundamental es determinar qu signi-ficado puede adscribirse de manera consistente al trmino "econmico" en todas las ciencias sociales.

    Cualquier intento en este sentido debe partir del simple reconocimiento de un hecho: cuando se refiere alas actividades humanas, el trmino "econmico" es una composicin de dos significados cuyas races son independientes. Los denominaremos significado sustantivo y significado formal.

    El significado sustantivo se desprende de la dependencia del hombre, para su subsistencia, de la naturaleza y de sus semejantes. Alude al intercambio con el entorno natural y social en tanto el resultado de ese intercambio le proporciona los medios para satisfacer sus necesidades materiales.

    El significado formal se deriva de la relacin entre medios y fines tal corno aparece, por ejemplo, en las palabras "economizar" y "econmico".** Se refiere a la situacin determinada de elegir, esto es, a la eleccin entre los distintos usos de los medios inducida por la insuficiencia de dichos medios. Si llamarnos lgica de la accinracional a las reglas que determinan la eleccin de los me-dios, podemos entonces denominar esta variante de la lgica con un trmino improvisado, corno el de economa formal.

    Los dos significados de "lo econmico'',.el sustantivo y el formal, no tienen nada en comn. El ltimo proviene de la lgica, el primero de la realidad. El significado formal implica un conjunto de reglas concernientes a la eleccin entre los usos alternativos de medios insuficientes. El significado sustantivo no implica eleccin alguna ni insuficiencia de medios; el sustento del hombre

    . puede comportar o no la necesidad de elegir y, en caso de haber eleccin, no precisa estar inducida por el efecto limitante de la "escasez" de los medios. En realidad, algunas de las condiciones fsicas y sociales ms importantes de la subsistencia, tales como la disponibilidad del aire y del agua, o la devocin de una madre por su criatura, no soh por lo general tan limitan tes. El sentido

    ; Versin original: "The Economy as Instituted Process", en Karl Polanyi, Conrad Arensberg y Harry Pearson, Trade and Markets in the Early Empires. Economies in History and Theory, Glencoe, Illinois, The Free Press, 1957, pp. 243-270.

    Economical en el original. En el sentido de bajo costo. [NdT]

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    de una y otra raz difiere de la misma forma en que el poder de un silogismo difiere de la fuerza gravitacional. En el primer caso se trl:).ta de las leyes del intelecto; en el segundo, de las leyes de la naturaleza. Los dos significados no podran estar ms separados. Semnticamente hablando, se hallan en direc-ciones opuestas de la brjula.

    Segn nuestra propuesta, solo el significado sustantivo de "lo econmico" es capaz de proporcionar los conceptos que las ciencias sociales necesitan para investigar todos los sistemas econmicos empricos del pasado y del presente. El ni.arco general de referencia que procuramos construir exige, por lo tanto, un tratamiento del tema en trminos sustantivos. El primer obstculo con el que tropezamos se encuentra, como ya indicamos, en ese concepto de "lo econmico" ingenuamente compuesto por dos significados diversos: el formal y el sustant;ivo. Por cierto, la fusin de significados no es recusable siempre y cuando seamos consc.ientes de sus efectos restrictivos. Pero el concepto habi-tual fusiona los significados de "subsistencia" y "escasez" de lo econmico sin tomar suficientemente en cuenta los peligros que dicha fusin entraa para la comprensin clara del tema.

    Tal combinacin de trminos surgi de circunstancias fortuitas desde un punto de vista lgico. Las dos ltimas centurias generaron en Europa occiden-tal y en Norteamrica una organizacin del sustento humano para la cual las reglas de la eleccin resultaban singularmente aplicables. Este tipo de econo-ma consista en un sistema de mercados formadores de precios. Dado que los actos de intercambio, tal como se los practicaba en ese sistema, involucraban a los participantes en elecciones inducidas por una insuficiencia de medios, el sistema poda ser reducido a un patrn que se prestaba para la aplicacin de mtodos basados en el significado formal de "lo econmico". En la medida en que la economa estaba controlada por ese sistema, los significados formal y sustantivo coincidan en la prctica. Los legos aceptaron el concepto compuesto como algo natural, y lo mismo hicieron Marshall, Pareto y Durkheim. Solo Menger critic el trmino en una obra pstuma, pero ni L ni Max Weber, ni Karl Marx ni, posteriormente, Talcott Parsons comprendieron la importancia de esa distincin para el anlisis sociolgico. En rigor, no pareca haber una razn vlida para establecer una distincin entre las dos races de significado de un trmino que, como dijimos, estaban destinadas a coincidir en la prctica.

    Aunque hubiera sido una crasa pedantera diferenciar los dos significados de "lo econmico" en el lenguaje comn y corriente, su fusin en un concep-to nico demostr ser nociva para uria metodologa precisa de las ciencias sociales. La economa era, naturalmente, la excepcin, pues en el sistema de mercado sus trminos tenan que ser bastante realistas. Pero cuando el antroplogo, el socilogo o el historiador se dedicaron a estudiarel lugar ocupado por la economa en la sociedad descubrieron una gran variedad de instituciones diferentes del mercado en las que estaba encastrado el sustento

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    humano. Sus problemas no podan abordarse con la ayuda de un mtodo analtico concebido solo para una forma especial de la economa que dependa de la presencia de elementos especficos del mercado.1

    Todo lo dicho deja sentada una secuencia aproximada del argumento. As pues, comenzaremos por un anlisis detallado de los conceptos que se

    desprenden de los dos significados de "lo econmico" centrndonos primero en el formal y pasando luego al sustantivo. Se demosp:ar, entonces, que es posible describir los sistemas econmicos empricos -sean primitivos o arcai-cos- de acuerdo con la manera en que el proceso econmico se ha instituido. Las tres instituciones del comercio, la moneda y el merc?do nos darn la po-sibilidad de poner a prueba esas ideas. Dichas instituciones se han definido previamente solo en trminos formales y, por lo tanto, excluyen todo abordaje que no sea el del mercado. Su tratamiento en trminos sustantivos debera entonces acercarnos al anhelado marco universal de referencia.

    Los significados formal y sustantivo de "lo econmico"

    Vamos a examinar los conceptos formales partiendo de la manera en que la lgica de la accin racional genera la economa formal y esta, a su vez, da origen al anlisis econmico.

    La accin racional se define aqu como la eleccin de los medios con respecto a los fines. Los medios son todo aquello que resulta apropiado para servir a un fin, sea en virtud de las leyes de la naturaleza o en virtud de las leyes del juego. Por consiguiente, "racional" no se refiere ni a los medios ni a los fines, sino, ms bien, a la relacin de los medios con los fines. No se supone que sea ms racional desear vivir que desear morir, o que en el primer caso resulte ms racional alcanzar ese objetivo mediante la ciencia y no mediante la supersticin. Cualquiera sea el fin, es racional elegir nuestros medios en concordancia con el objetivo propuesto; y en cuanto a los medios, no sera racional actuar segn criterios diferentes de aquellos en los que uno-cree. As, para el suicida, es racional elegir medios pasibles de causarle la muerte; y, en caso de ser adepto a la magia negra, pagarle a un brujo para lograr su cometido. . La lgica de la accin racional se aplica entonces a todos los medios y fines concebibles que cubren la casi infinita variedad de los intereses humanos. En el ajedrez o en la tecnologa, en la vida religiosa o en la filosofa, los fines

    1 El uso acrtico del concepto combinado foment lo que podra muy bien llamarse la "falacia economicista". La falacia consista en la identificacin artificial de la economa co,n su forma de mercado. Desde Hume y Spencer hasta Frank H. Kriight y Northrop, el pensamiento social sufri de esta limitacin.siempre que abordaba la economa. El ensayo de Lionel Robbins (1932), aunque til para los economistas, distorsionaba por completo el problema. En el campo de la economa, la obra reciente de Melville Herskovits (1952) representa un retroceso con respecto a su trabajo pionero de 1940.

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    pueden abarcar desde las cuestiones ms banales hast~ las ms recndit.as y complejas. Anlogamente, en el campo de la econorma, en el cual los fii:es varan desde la momentnea mitigacin de la sed hasta el logro de na ve3ez vigorosa, los medios correspondient~s incluyen un ~aso de ~gu~ Y la confianza en la solicitud filial sumada a las virtudes de una vida al arre libre.

    Si suponemos que la eleccin est inducida por una insuficiencia de medios, la lgica de la acc:in racional se coi;vierte en esa variante, de la teora ~e la eleccin que denominarnos econorma formal. Y aunque aun no se relacione lgi~amente con el concepto de economa humana,} ha avanza?o ui: paso en esa direcin. La economa formal alude, como di3rmos, a una s1tuac10n de eeccin que surge a partir de una insuficiencia de medios. En esto consiste el llamado postulado de la escasez, el cual requiere, eh primer lugr, insuficiencia de medios y, en segundo lugar, que la eleccin est inducida por dicha insufi-ciencia. La insuficiencia de los medios con respecto a los fines se determina con la ayuda de una simple operacin de "marcado" [earmarlcing], que muestra si hay 0 no lo suficiente para todo. Para que la insuficiencia induzca la eleccin, debe haber ms de un uso de los medios, as como fines categorizados, es decir al menos dos fines ordenados segn un orden de preferencia. Ambas condlciones son fcticas. La razn por la cual los medios pueden utilizarse de determinada manera -sea convencional o tecnolgica- es, por cierto, irrele-vante. Y lo mismo se aplica a la categorizacin de los fines.

    Habiendo definido eleccin, insuficiencia y escasez en trminos opera-cionales es fcil ver que as como hay eleccin de medios sin insuficiencia, tambin, hay insuficiencia de medios sin eleccin. Es posible que la eleccin est inducida por el hecho de preferir lo correcto a lo incorrecto e eleccin moral) o que en una encrucijada nos veamos obligados a elegir entre dos senderos para llegar a destino, los cuales ofrecen idnticas ventajas y de~ventajas ~elecci?n inducida operativamente). En los dos casos, la abundancia de med10s, lejos de disminuir las dificultades de.la eleccin, las multiplica. Desde luego, la escasez puede estar presente o no en casi todos los campos de la accin ra~ cional. No toda filosofa es pura creatividad imaginativa, tambin puede ser cuestin de economizar valindose de supuestos. En cuanto al mbito de la subsistencia humana, hay civilizaciones en las que las situaciones de escasez son casi excepcionales, mientras que en otras son dolorosamente habituales. En ambos casos, la presencia o ausencia de escasez es una cuestin de hecho, no importa si la insuficiencia se debe a la naturaleza o a la ley. ,

    Por ltimo, pero no por ello menos_ importante, nos ocup.aremos del an~lisis econmico. Esta disciplina no es smo el resultado de aplicar la econqmrn formal a una economa de determinado tipo, esto es, al sistema de mercado. Aqu la economa est incorporada en instituciones que hacen que la~ eleccio-nes individuales generen movimientos interdepend1entes qu~ constituyen el proceso econmico. Ello se logra generalizando el uso de mercados formadores

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    de precio. Todos los bienes y servicios, incluidos la mano de obra, la tierra y el capital, estn a la venta en los mercados y, por consiguiente, tienen Un pre-cio. Todas las formas de ingreso se derivan de la venta de bienes y servicios: los salarios, la renta y los intereses aparecen como diferentes casos de precio segn los artculos vendidos. La introduccin general del poder de compra como medio de adquisicin convierte el proceso de satisfacer lo requerido en una asignacin de medios insuficientes con usos alternativos, a saber: la moneda. De esto se infiere que tanto las condiciones de eleccin cuanto sus consecuencias son cuantificables bajo la forma de precios. Cabe afirmar, en-tonces, que al centrarse en el precio como el hecho econmico par excellence, el mtodo formal de abordaje brinda una descripcin total de la economa en cuanto determinada por elecciones inducidas por una insuficiencia de medios. Las herramientas conceptuales que permiten llevar esto a cabo constituyen la disciplina del anlisis econmico.

    A partir de ah se deducen los lmites dentro de los cuales el anlisis econmico puede demostrar su eficacia en cuanto mtodo. El uso del signi-ficado formal denota que la economa es una secuencia de actos inherentes al economizar, vale decir, de elecciones inducidas por la escasez de medios. Aunque las reglas que determinan esos actos sean universales, la medida en que son aplicables a una economa especfica depende de si dicha economa consiste realmente en una secuencia de tales actos. Para producir resultados cuantitativos, los movimientos locacionales y apropiativos que constituyen el proceso econmico deben presentarse como funciones de acciones sociales respecto de medios insuficientes orientadas por los precios resultantes. Una situacin de esa ndole solo es posible en un sistema de mercado.

    La relacin entre la economa formal y la economa humana es, en efec-to, contingente. Fuera de un sistema de mercados formadores de precios, el anlisis econmico pierde gran parte de su pertinencia en cuanto mtodo para indagar el funcionamiento de la economa. Un caso bien conocido es el sistema planificado centralmente basado en precios que no son de mercado.

    La fuente del significado sustantivo es la economa emprica. Esta puede definirse brevemente (si no atractivamente) como un proceso instituido de interaccin entre el hombre ysu entorno, cuyo resultado es un continuo abaste-cimiento de medios materiales para satisfacer las necesidades. La satisfaccin de las necesidades es "material" cuando implica el uso de medios materiales para satisfacer los fines. En el caso de un tipo especfico de necesidades fisiolgicas, tales como el alimento o el techo, ello incluye el uso de los llamados servicios.

    La economa es, por tanto, un proceso instituido en el que se destacan dos conceptos: el de "proeso" y su "condicin de ser instituido" [institutedness]. veamos qu aportan a nuestro marco de referencia.

    Proceso sugiere un anlisis en trminos de movimiento. Los movimientos se refieren o bien a cambios en la localizacin o en la apropiacin, o bien en

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    ambas. En otras palabras, los elementos materiales pueden modificar supo-sicin sea cambiando de lugar, sea cambiando de manos .. Estos cambios de posicin tan diferentes pueden ir juntos o no. Puede decirse que, entre ambos tipos de movimientos se agotan las posibilidades comprendidas en el proceso econmico en cuanto fenmeno natural y social.

    Los movimientos locacionales incluyen la produccin junto con el trans-porte, para los cuales el desplazamiento espacial de objetos es igualmente esencial. Los bienes son de orden superior o de orden inferior, de acuerdo con su mayor o menor utilidad desde el punto de vista del consumidor. Este famoso "orden de bienes" contrap

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    tabilidad, es decir, por la interdependencia y recurrencia de sus partes. Ello se logra mediante la combinacin de unos pocos patrones, que pueden ser denominados formas de integracin. Puesto que estas formas se dan juntas en diferentes niveles y en diferentes sectores de la economa, con frecuencia resulta imposible seleccionar una de ellas como la dominante, y de ese modo poder utilizarlas para una clasificacin de las economas empricas como un todo. No obstante, al establecer diferencias entre los sectores y los niveles de la economa, dichas formas de integracin ofrecen un medio para describir el proceso econmico en trminos comparativamente simples e introducen, de esa manera, un grado de orden en sus infinitas variaciones.

    Desde el punto de vista emprico, los principales patrones que encontra-mos son la reciprocidad, la redistribucin y el intercambio. La reciprocidad denota movimientos entre puntos correlativos de agrupaciones simtricas; la redistribu~in designa los movimientos de apropiacin hacia un centro y luego nuevamente hacia fuera; el intercambio se refiere aqu a los movimientos recprocos [vice-versa] que se llevan a cabo "entre manos" en un sistema de mercado. La reciprocidad supone, entonces, un trasfondo de agrupaciones dispuestas simtricamente; la redistribucin depende de la presencia de algn grado de centralidad en el grupo; el intercambio, a fin de producir integracin, requiere un sistema de mercados formadores de precio. Es evidente que en las distintas pautas de integracin se da por sentada la existencia de apoyos institucionales concretos.

    A esta altura, puede venir bien una aclaracin. Los trminos reciprocidad, redistribucin e intercambio con los que nos referirnos a nuestras formas de integracin suelen utilizarse para denotar interrelaciones personales. Superficialmente, podra parecer que las formas de integracin reflejan con-glomerados de las respectivas formas de comportamiento o conducta perso-nal: si fuera frecuente la reciprocidad entre los individuos, cabra suponer una integracin recproca; donde es habitual que las personas compartan sus bienes se producira la integracin redistributiva; de manera similar, los frecuentes trueques entre personas daran lugar al intercambio como forma de integracin. No obstante, si esto fuera as, nuestras pautas no seran sino un simple conglomerado de formas correspondientes de comportamiento a nivel personal. Hemos insistido en que el efecto integrador estaba condicio-nado por la presencia de determinados arreglos institucionales tales como las agrupaciones simtricas, los puntos centrales y los sistemas de mercado, respectivamente. Pero tales arreglos parecen representar un mero conglo-merado de las mismas pautas personales cuyos efectos finales se supone condicionan. El hecho significativo estriba en que los simples agregados de las conductas individuales en cuestin no crean por s solos esas estructuras. El comportamiento de reciprocidad entre individuos solo integra la economa si se dan estructuras simtricamente organizadas: por ejemplo, en un sistema

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    simtrico de grupos de parentesco. Pero un sistema de parentesco nunca es el mero resultado de un comportamiento de reciprocidad a nivel personal. Lo mismo se aplica a la redistribucin. Esta presupone la existencia de un centro distribuidor en la comunidad; sin embargo, la organizacin y validacin de tal centro no ocurre, simplemente, como consecuencia de los frecuentes actos de compartir bienes entre los individuos. Finalmente, esto tambin es cierto en lo relativo al sistema de mercado. Los actos de intercambio a nivel personal determinan los precios solo si se dan en un sistema de mercados formadores de precios, una organizacin institucional cuya creacin nunca se ha debido a los meros actos aleatorios del intercambio. No queremos implicar, por cierto, que estos patrones de soporte sean el producto de fuei;-zas misteriosas que actan fuera del mbito de la conducta personal o individual. Simplemente, repetirnos que si, en un caso dado, los efectos societales del comportamiento individual dependen de determinadas condiciones institucionales, no por esa razn dichas condiciones son el resultado del comportamiento personal en cuestin. A primera vista, el patrn sustentante puede parecer el resultado de la acumulaci~n de un tipo correspondiente de conducta personal, pero los elementos vitales de organizacin y validacin son aportados, necesariamente, por una clase de conducta completamente distinta.

    Hasta donde s, el primer autor que encontr la conexin fctica entre el comportamiento de reciprocidad a nivel interpersonal, por un lado, y agrupa-ciones simtricas dadas, por el otro, fue el antroplogo Richard Thurnwald, en 1915, en un estudio emprico sobre el sistema matrimonial de los bnaros de Nueva Guinea. Unos diez aos ms tarde y remitindose a Thurnwald, Bronislaw Malinowsld predijo que el fundamento de la reciprocidad social-mente relevante se encontrara, normalmente, en las formas simtricas de la organizacin social bsica. Su propia descripcin del sistema de parentesco trobriands y del comercio kula confirman el aserto. Atenindose a ese en-foque en lo relativo a la simetra, dedujo que este no era sino uno de varios patrones sustentantes. Luego agr:eg la redistribucin y el intercambio a la reciprocidad, entendidos como nuevas formas de integracin. De manera anloga, agreg la centralidad y el mercado a la simetra como otras instancias de soporte institucional. De ah resultan nuestras formas de integracin y l~s Correspondientes patrones estructurales de soporte.

    Ello debera ayudar a explicar por qu en la esfera econmica es tan fre-cuente que el comportamiento interpersonal no tenga los efectos previstos en ausencia de ciertas precondiciones institucionales. Solo en un entorno simtricamente organizado, el comportamiento de reciprocidad generar instituciones econmicas de cierta importancia; solo donde se han estableci-do centros de asignacin, pueden los actos individuales de compartir bienes producir una economa redistributiva. Solo si hay un sistema de mercados formadores de precio, los actos individuales de intercambio tendrn como

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    consecuencia precios fluctuantes que integren la economa; de no ser as, tales trueques sern ineficaces y tendern a no darse. Si, no obstante, ocurren en forma aleatoria, ello suscitar una violenta reaccin emocional, ~orno en el caso de los actos indecentes o de los actos de traicin, puesto que la conducta comercial no es nunca moralmente indiferente y, por tanto, no es tolerada por la opinin fuera de los canales aprobados.

    Volvamos ahora a nuestras formas de integracin. Un grupo que deliberadamente emprende la organizacin de sus relacioi;e_s

    econmicas sobre la base de la reciprocidad, para llevar a cabo su proposi-to, tendr que dividirse en subgrupos cuyos correspondientes miembros se identifiquen como tales entre s. Los miembros del grupo A podrn ento~ces entablar relaciones de reciprocidad con sus contrapartes del grupo B, y vice-versa. Pero la simetra no se limita a la dualidad. Tres, cuatro o ms grupos pueden sei simtricos con respecto a dos o ms ejes; asimism?, los miembros de los grupos A y B no necesitan reciprocar unos con otros, smo que pu:den hacerlo con los miembros correspondientes de un tercer grupo, con qmenes mantienen relaciones anlogas. Un hombre trobriands, por ejemplo, es responsable de la familia de su hermana, pero l mismo no es asistido por su cuado sino que, si est casado, ser ayudado por el hermano de su esposa, miembro de una tercera familia situada en una relacin de correspondencia.

    Aristteles ense que para cada tipo de comunidad (koinonia) existe un tipo correspondiente de buena voluntad (philia) entre s:is miembros que se expresa en la reciprocidad (antipeponthos). Est~ ~e aplica~a tanto a las comunidades ms permanentes tales como las familias, las tribus q las ciudades-estado como a las menos permanentes, que pueden estar compren-

    ' ' . didas dentro de las primeras y subordinadas a ellas. En nuestros termmos, ello implica una tendencia, en las grandes comunidades, a establece~ una simetra mltiple respecto a la.cual puede desarrollarse un comportamiento recproco en las comunidades subor~ina~a.s. Cuanto ms ;strecha s.ea la rela~ cin entre los miembros de la comurndad crrcupdante, mas generalizada sera la tendencia a desarroliar, entre eios~ actitudes de r~procid.d con respecto a relaciones especficas limitadas en el espacio, en el tiempo o de alguna otra forma. El parentesco, la vecindad o el ttem pertenecen a las agru~ac~ones ms permanentes y de mayor amplit;id. De~~o de su e_sfera, la~ a_sociacio~es voluntarias o semivoluntarias de caracter militar, vocacional, religioso o social crean situaciones en las cuales, al menos transitoriamente o con respecto a una localidad dada o a una situacin especfica, se formarn agrupaciones simtricas cuyos miembros practican algn tipo de mutualidad.

    La reciprocidad, entendida como un~. forma de inteis:ac~n, ~?bra ~s poder en virtud de su capacidad para utilizar tanto la redistribuc10n y el _m-tercambio como mtodos subordinados. La reciprocidad pu~de lograrse si se comparte la carga laboral de acuerdo con reglas concretas de redistribucin:

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    por ejemplo, cuando se realiza un trabajo "por turnos". Anlogamente, la reci-procidad se obtiene, en ocasiones, a travs del intercambio segn equivalencias establecidas para beneficio de la parte que carece de ciertos produi:tos bsicos (una institucin fundamental de las antiguas sociedades orientales). En efecto, en las economas que no son de mercado, estas dos formas de integracin -la reciprocidad y la redistribucin- se dan generalmente juntas.

    La redistribucin es posible dentro de un grupo en la medida en que la asignacin de bienes se recolecte en una mano y se lleve a cabo en virtud de la costumbre, la ley o una decisin ad hoc. A veces ello equivale a una recolec-cin fsica acompaada por el almacenamiento y la redistribucin [storage-cum-redistribution]; otras veces, la "recoleccin" no es fsica, sino.meramente apropiativa, vale decir, el derecho a disponer de los bienes en su localizacin fsica. La redistribucin se produce por muchas razones y en todos los niveles de la civilizacin, desde las tribus de cazadores primitivas hasta los vastos sistemas de almacenamiento del antiguo Egipto, Sumeria, Babilonia o Per. En los grandes pases, la redistribucin se debe, por lo general, a las diferen-cias del suelo y del clima; en otros casos est causada por desfases en cuanto al tiempo: por ejemplo, el lapso transcurrido entre la cosecha y el consumo. En lo relativo a la caza, cualquier otro mtodo de distribucin conducira a la desintegracin de la horda dado que solo la "divisin del trabajo" garantiza aqu los resultados. La redistribucin del poder de compra puede ser valiosa por s misma, esto es, para alcanzar los fines que demandan los ideales sociales, como en el moderno Estado de bienestar. El principio sigue siendo el mismo: recolectar hacia un centro y distribuir desde este. La redistribucin se aplica, asimismo, a un grupo ms pequeo que la sociedad, tal corno la familia o el feudo, independientemente de la manera en que se integre la economa en su conjunto. Los casos ms conocidos son el kraal del frica central, la familia patriarcal hebrea, la hacienda griega de la poca de Aristteles, la familia romana, el feudo medieval o la tpica familia campesina ampliada antes de la comercializacin generalizada de granos. Sin embargo, solo b::-jo una forma comparativamente avanzada de la sociedad agrcola es practicable la economa domstica, y en tal caso, de una manera bastante generalizada. En pocas an-teriores, lq. pequea familia, aunque ampliamente difundida, no est instit:Uida desde el punto de vista econmico, excepto para la preparacin de ciertas comidas; el uso de las pasturas, la tierra y el ganado an sigue dominado por mtodos redistributivos o de reciprocidad en una escala mayor que la familiar.

    La redistribucin tambin es apta para integrar grupos en todos los niveles y en todos los grados de permanencia, desde el Estado mismo hasta unidades de carcter transitorio. Aqu, corno ocurre con la reciprocidad, cuanto ms estrechamente entretejida est la unidad englobante, ms variadas sern las subdivisiones en las que la redistribucin pueda actuar con eficacia. Platn deca que todo Estado debera contar con 5040 ciudadanos. Este nmero era

    I'

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    divisible de 59 maneras distintas, incluida la divisin por los primeros diez numerales. Adems, explicaba, su campo de aplicacin era v:i.stsimo, pues per-mita calcular los impuestos, formar grupos para las transacciones comerciales, para la realizacin "por turnos" de cargas militares y otras, entre otras cosas.

    Para que el intercambio sea una forma de integracin, se necesita el soporte de un sistema de mercados formadores de precio. Por consiguiente~ deben diferenciarse tres tipos de intercambio: el movimiento puramente locacional de "un cambio de lugares" entre las manos (intercambio operativo); los movi-mie~tos apropiativos de intercambio realizados a un precio fijo (intercambio decisional), o bien a un precio negociado (intercambio integrador). En tanto el intercambio se realiza a una tasa establecida, la economa es integrada por los factores que fijan esas tasas, no por el mecanismo de mercado. Incluso los mercados qe forman precios son integradores solo si estn interconectados en un sistema que tienda a difundir el efecto de los precios a otros mercados distintos de los directamente afectados.

    El regateo ha sido considerado, con justa razn, como la esencia de la conducta de negociacin. Para que el intercambio sea integrador, el compor-tamiento de las partes debe estar orientado a generar un precio que sea tan favorable como sea posible para cada una de las partes. Tal comportamiento contrasta claramente con el del intercambio a precio establecido, aunque la ambigedad del trmino "ganancia" tiende a encubrir la diferencia. En el intercambio a precios establecidos solamente implica lo que gana cada parte involucrada en la decisin de intercambiar bienes. El intercambio a precios fluctuantes tiene por objeto la ganancia, que nicamente se obtiene median-te una actitud que denota una relacin distintiva de antagonismo entre las partes. Por diluido que est, el antagonismo que acompaa a esta variante del intercambio es imposible de erradicar. Ninguna comunidad que desee proteger la fuente de solidaridad entre sus miembros puede permitir que se desarrolle la hostilidad latente en torno a la comida, un asunto tan vital para Ja existencia animal, y, por tanto, capaz de sus.citar una ansiedad extrema. De ah la prohibicin universal de hacer transacciones de ndole lucrativa con respecto a la comida y a los productos alimenticios en la sociedad primitiva y arcaica. La prohibicin misma de regatear el precio de los vveres excluye automticamente los mercados formadores de precio del mbito de las pri-meras instituciones.

    En este sentido, resultan esclarecedoras las agrupaciones de economas que se aproximan, en alguna medida, a una clasificacin acorde con las formas de integracin dominantes. Lo que los historiadores suelen llamar "sistemas econmicos" parece ajustarse perfectamente a esta pauta. El predomino de una forma de integrdn se identifica aqu coh el grado en que abarca la tie-rra y el trabajo en la sociedad. La llamada sociedad salvaje se caracteriza por la integracin de la tierra y del trabajo en la economa mediante los lazos de

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    parentesco. En la sociedad feudal son los lazos de fidelidad los que determinan el destino de la tierra y del trabajo que la acompaa. En los imperios hidru-licos, la tierra era principalmente distribuida y, a veces, redistribuida, por el palacio o el templo, y lo mismo ocurra con la mano de obra, al menos en su forma dependiente. El surgimiento del mercado como la fuerza dominante de la economa puede rastrearse advirtiendo el grado en que la tierra y los alimentos se movilizaron a travs del intercambio y el trabajo se convirti en una mercanca libre de ser comprada en el mercado. Ello puede ayudarnos a explicar la importancia de la teora histricamente insostenible de las etapas de esclavitud, servidumbre y trabajo asalariado, tradicional en el marxismo, pues la clasificacin en etapas se originaba en la conviccin de que el carcter de la economa estaba determinado por el estatus de la mano de obra. Sin embargo, la integracin del suelo en la economa no debe considerarse menos vital.

    Sea como fuere, las formas de integracin no representan "etapas" de desarrollo ya que no implican ninguna secuencia en el tiempo. Es posible que algunas formas subordinadas acompafien e incluso reemplacen a la dominante, la cual puede reaparecer tras un eclipse momentneo. Las sociedades triba-les practican la reciprocidad y la redistribucin, en tanto que las sociedades arcaicas son predominantemente redistributivas, aunque permitan, hasta cierto punto, el intercambio. La reciprocidad, que desempea un papel pre-ponderante en algunas comunidades melanesias, constituye una caracterstica subordinada, pero no por ello carente de importancia en los imperios arcaicos redistributivos, donde el comercio exterior (llevado a cabo mediante regalos y devolucin de regalos) an se organiza segn el principio de la reciprocidad. En rigor, este principio fue reintroducido en gran escala en el siglo x:x, durante una emergencia blica, bajo el nombre de prstamo y arriendo [lend-lease] en sociedades en las que previamente haban predominado la comercializacin y el intercambio. La redistribucin, el mtodo principal utilizado en la sociedad tribal y arcaica, en la cual el intercambio desempeaba un papel menor, cobr gran importancia en el Imperio romano tardo y hoy est ganando terreno en algunos Estados industriales modernos. La Unin Sovitica representa un caso extremo. Por el otro lado, en el transcurso de la historia humana, los mercados han desempeado, en ms de una ocasin, un papel importante en la economa, si bien nunca a escala territorial ni con instituciones globa-les comparables a las del siglo XIX. No obstante, aqu tambin se percibe un cambio. Con el fracaso del patrn oro, comienza en nuestro siglo una recesin del rol mundial del mercado si se lo compara con el auge que alcanz en el siglo XIX, un cambio de te.ndencia que, dicho sea de paso, nos devuelve al punto de partida, esto es, a la creciente inadecuacin de nuestras limitadas definiciones del mercadeo para el estudio del campo econmico por parte de los cientficos sociales.

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    Formas de comercio, usos de la moneda y elementos del mercado

    La influencia restrictiva del enfoque del mercado en las instituciones del comercio y la moneda es incisiva: inevitablemente, el mercado aparece como el locus del intercambio; el comercio, como el intercamb.io mismo y la mone-da, como medio de cambio. Dado que el comercio se rige por los precios y los precios son una funcin del mercado, todo comercio es entonces comercio de mercado, as como toda moneda es moneda de cambio. Por consiguiente, el mercado es la institucin generadora cuyas funciones son el comercio y la moneda.

    Estas nociones no se corresponden, sin embargo, con los hechos de la antropologa y la historia. El comercio, al igual que algunos usos de la mo-neda, es tlll: antiguo como la humanidad; en tanto que los mercados, aun cuando pueden haber existido ya desde el neoltico encuentros de carcter econmico, no cobraron importancia hasta un perodo comparativamente tardo de la historia. Los mercados formadores de precios, que son los nicos constitutivos del sistema de mercado, hasta donde se sabe no existieron antes del primer milenio de la antigedad, solo para ser eclipsados por otras formas de integracin. Ni siquiera estos hechos fundamentales pudieron ser descu-biertos mientras el comercio y la moneda fueron pensados como reducidos al intercambio como forma de integracin, como su forma especficamente "econmica". Los largos perodos histricos en los que la reciprocidad y la redistribucin integraron la econorra, y los numerosos campos dentro de los cuales continuaron hacindolo, incluso en los tiempos modernos, fueron excluidos por una terminologa puramente restrictiva.

    Considerados como un sistema de intercambio o, en una palabra, cata-lcticamente, el comercio, la moneda y el mercado constituyen un todo in-disoluble cuyo marco conceptual comn es el mercado. El comereio aparece como un movimiento bilateral de bienes a travs del mercado y la moneda, como bienes cuantificables utilizados en el intercambio indirecto a fin de facilitar dicho movimiento. Un enfoque de esas caractersticas debe inducir a una aceptacin ms o menos tcita del principio heurstico segn el cual, donde hay evidencias de comercio, cabe suponer la existencia de mercados, y donde hay moneda, cabe suponer la existencia del comercio y, por tanto, de mercados. Ello conduce, naturalmente, a ver mercados donde no los hay y a no reparar ni en el comercio ni en la moneda, cuando estn presentes, porque los mercados estn ausentes. El efecto acumulativo termina por crear up. estereotipo de las economas pertenecientes a lugares y pocas menos familiares que se asemeja, en cierto modo, a un paisaje artificial con poco o ningn parecido con el original.

    As pues, es preciso emprender ahora un anlisis separad

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    sociolgica o tecnolgicamente significativos. Atenindonos a estos cuatro factores, esperamos aprender algo acerca del lugar cambiante ocupado por el comercio en la sociedad.

    Comenzaremos, pues, por las personas involucradas. Un comerciante puede "adquirir bienes situados a distancia" por motivos

    relacionados con la posicin que ocupa en la sociedad, la que generalmente est vinculada con el cumplimiento de obligaciones y servicios pblicos (el mvil del estatus), o bien puede hacerlo por los beneficios que obtiene en las transacciones de compra y venta e el mvil 'de la ganancia).

    Pese a las mltiples y posibles combinaciones de estos incentivos, el honor y el deber, por un lado, y el beneficio, por otro, se destacan como motivaciones primarias claramente distintas. Cuando el mvil del estatus est reforzado por el beneficio material, este ltimo no consiste, por lo general, en la ganancia obtenida eri el intercambio, sino en donaciones provenientes del tesoro o de la renta de la tierra otorgadas al comerciante por su amo o seor a ttulo de recompensa. Dada la naturaleza de las cosas, las ganancias hechas en el intercambio equivalen a sumas irrisorias que no guardan relacin alguna con las riquezas otorgadas por el seor al comerciante hbil, arriesgado y exitoso en sus empresas. As, quien comercia movido por el deber y el honor se en-riquece; en cambio, quien comercia por el vil afn de lucro contina siendo pobre, lo cual explica por qu los mviles lucrativos eran mal vistos en las sociedades arcaicas.

    La cuestin del personal puede abordarse, asimismo, desde el punto de vista del nivel de vida que se juzgaba apropiado para el estatus del comerciante dentro de su comunidad.

    En la sociedad arcaica no se conoce, por regla general, ningn tipo de comerciante que no pertenezca al estrato superior o al estrato inferior de la escala social. El primero est vinculado con la autoridad y el gobierno, pues as lo exigen las condiciones polticas y militares del comercio; el otro depende para su.subsistencia del rudo trabajo del transporte. Este hecho es de gran importancia para comprender la organizacin del comercio en icis tiempos antiguos. As pues, no puede haber comerciantes de clase media, al menos entre los ciudadanos. Adems del Lejano Oriente, del que no nos ocuparemos aqu, se registran solamente tres casos de una amplia clase me-dia de carcter comercial en los tiempos premodernos: el mercader helnico de ascendencia meteca de las ciudades-estado del Mediterrneo oriental; el ubicuo mercader islmico, quien aplic las tradiciones martimas griegas a las modalidades del bazar y, por ltimo, los descendientes de lo que Henri Pirenne denomin la "escoria flotante" de Europa occidental, una suerte de meteco continental del segundo tercio de la Edad Media. La clsica clase media preconizada por Aristteles era un!i clase terrateni~nte, de ningn modo comercial.

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    La tercera forma de abordar el problema es ms estrechamente histrica. Los comerciantes tpicos de la Antigedad eran el tamkarum, el meteco o residente forneo y el "extranjero" ..

    El tamkarum domin la escena mesopotmica desde los comienzos sume-rios hasta la aparicin del Islam, es decir, durante unos tres mil aos. Egipto, China, India, Palestina, la Mesoamrica previa a la conquista o el frica oc-cidental nativa no conocieron otra clase de comerciantes. El meteco alcanz por primera vez notoriedad histrica en Atenas y otras ciudades griegas como un mercader de clase baja y evolucion con el helenismo hasta convertirse en el prototipo de una clase media comercial levantino y grecohablante, desde el Valle del Indo hasta los Pilares de Hrcules. El extranjero es, ciertamente, ubicuo, pues practica el comercio con tripulaciones extranjeras y en bajos fondos extranjeros; no "pertenece" a la comunidad ni goza del semiestatus de residente forneo, sino que es miembro de una comunidad por completo diferente.

    La cuarta distincin es antropolgica y proporciona la clave de esa fi-gura peculiar: el extranjero que comercia. Aunque el nmero de "pueblos comerciantes" a los que pertenecan estos "extranjeros" era comparativa-mente pequeo, representaban, no obstante, la institucin tan difundida del "comercio pasivo". Los pueblos comerciantes diferan entre ellos en un importante aspecto: los pueblos comerciantes propiamente dichos, como cabe denominarlos, dependan exclusivamente para su subsistencia del comercio, en el cual participaba, directa o indirectamente, toda la poblacin, corno en el caso de los fenicios, los habitantes de Rodas, los gaditanos (de la moderna Cdiz) o, en algunos perodos, los armenios y judos. En lo que concierne a los otros -un grupo mucho ms numeroso-, el comercio era solo una de las ocupaciones en las que intervena, de vez en cuando, una parte considerable de la poblacin viajando al exterior, en ocasiones con su sus familias, durante perodos ms cortos o ms largos. A este ltimo grupo pertenecen los haussa y los mandinga del Sudn, occidental. Los mandingo se conocen \amqin comQ. duala, aunque recientemente se ha descubierto que esa era la forma corno .. se los denominaba cuando viajaban al exterior. Anteriormente, aquellos con quienes comerciaban suponan que eran dos pueblos distintos.

    En segundo lugar, la organizacin del comercio en los primeros tiempos difiere segn los bienes que se transporten, la distancia que se recorra, los obstculos que deban superar los transportistas y las condiciones ecolgicas y polticas de la aventura. Por esta, si no por otra razn, todo comercio es originalmente especfico. Los bienes y su traslado hacen que sea as. En esas circunstancias hablar del comercio "en general" no tiene ningn sentido.

    A menos que se torne seriamente en cuenta este hecho, no ser posible comprender el desarrollo temprano de las instituciones comerciales. La deci-sin de adquirir bienes situados a una distancia y en un lugar determinados

  • Karl Polanyi

    se tomar,. necesariamente, en circunstancias distintas de aquellas en las que otros bienes se hubieran tenido que adquirir en una regin diferente. Por esta razn, las aventuras comerciales constituyen una actividad discontip.ua, pues estn restringidas a emprendimientos puntuales que se liquidan uno tras otro y, por tanto, nunca llegan a convertirse en una empresa privada permanente. La societa.s romana y, posteriormente, la commenda eran asociaciones comer-ciales limitadas a un solo emprendimiento. La incorporacin de la societa.s publicanoruin, para el arrendamiento de la recaudacin de impuestos, fue la nica e importantsima excepcin. .

    Es natural que la especificidad del comercio se acente por la necesidad de adquirir bienes importados con los exportados ya que, cuando no hay mercado, las importaciones y exportaciones tienden a caer bajo diferentes regnenes administrativos. El proceso de recolectar los bienes para la exportacin, por lo general, est separado y es relativamente independiente del proceso por el que se reparten los bienes importados. El primero suele ser una cuestin de tributo, impuestos, donaciones feudales o cualquiera sea la designacin bajo la cual fluyen hacia el centro, mientras que las importaciones reparti-das pueden descender en una cascada jerrquica segn modalidades muy diversas. En su "Seisachtheia" [conjunto de leyes], Hammurabi parece haber hecho una excepcin en lo relativo a los bienes simu, que pueden haber sido importaciones entregadas a veces por el rey-a travs del tamkarum- a aquellos arrendatarios que deseaban intercambiarlas por sus propios productos. En el perodo previo a la conquista, algo del comercio de larga distancia del que se encargaban los pochteca.s [mercaderes] de los aztecas de Mesoamrica tiene, al parecer, caractersticas similares. .

    El mercado toma homogneo todo cuanto la naturaleza hizo diverso. In-cluso puede desaparecer la diferencia entre los bienes y su transporte, pues ambos pueden comprarse y venderse en el mercado: el primero en el mercado de mercancas, el segundo en el mercado de fletes y seguros. En ambos casos hay oferta, demanda y precios que se forman de la misma m~era. El _trans-porte y los precios -dos de los tres constituyentes del comercio-- poseen un denominador comn en trminos del costo. La preocupacin por el mercado Y su homogeneidad artificial contribuye a la buena teora econmica antes que a la buena historia econmica. Por ltimo, las rutas comerciales y los medios de transporte tienen incidencia en las formas institucionales del comercio tanto como los bienes trasladados, pues en ambos casos las condiciones geogrficas y tecnolgicas se entrelazan con la estructura social.

    Segn el fundamento de la bilateralidad, hay tres tipos principales de comercio: el intercambio de regalos, el comercio administrado y el comercio de mercado.

    El intercambio de regalos une a los asociados en relaciones P.e reciprocidad: los amigos invitados; los asociados en el kula y los grupos visitantes. Duran-

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    te milenios, el comercio entre los imperios se llev a cabo intercambiando regalos puesto que no haba otro fundamento de la bilateralidad capaz de satisfacer tan acabadamente las necesidades de la situacin. En este caso, la organizacin del comercio es generalmente ceremonial e implica la entrega mutua de regalos, adems de embajadas y arreglos polticos hechos entre los jefes o reyes. Los bienes son suntuarios, esto es, objetos de circulacin elitista. En el caso de los visitantes, los regalos pueden tener un carcter ms "democrtico", pero los contactos son poco slidos y los intercambios, escasos y espaciados en el tiempo.

    El comercio administrado se fundamenta en relaciones derivadas de tratados de ndole ms o menos formal. Dado que el inters por las importa-ciones es determinante para ambas partes, el comercio circula a travs de los canales controlados por el gobierno. El comercio de exportacin se organiza habitualmente de manera similar. Por consiguiente, el comercio en su conjunto se desarrolla de acuerdo con mtodos administrativos. Ello se extiende a la forma en la que se efectan las transacciones comerciales, incluidas las dispo-siciones relativas a las tasas o proporciones de las unidades intercambiadas; instalaciones portuarias, al pesaje; al control de calidad; al intercambio fsico de bienes; al almacenamiento; a la conservacin y custodia de mercancas; al control del personal; a la regulacin de "pagos"; a los crditos y a los precios diferenciales. Algunas de estas cuestiones se vinculan, naturalmente, con la recoleccin de los bienes exportados y con el reparto de los bienes importados, ambos aspectos pertenecientes a la esfera redistributiva de la economa inter-na. Los bienes que se importan mutuamente se normalizan con respecto a la calidad y empaque, al precio y a otros criterios fcilmente discernibles. Solo los "bienes comerciales" pueden comercializarse. Las equivalencias se estable-cen en simples relaciones de unidad: en principio, el comercio es uno a uno.

    La negociacin o el regateo no forman parte de los procedimientos pues las equivalencias se fijan de una vez y para siempre. Pero tomando en cuenta que a menudo resulta imposible evitar los ajustes en circunst1}ci.as variables, se los aplica solo a otros tems distintos del precio, por ejemplo: las medidas, la calidad o los medios de pago. Es posible que se susciten interminables discu-siones sobre la calidad de los productos alimenticios; la capacidad y el peso de las unidades empleadas; las proporciones de las diferentes monedas, si se usan. A veces se "negocian" hasta los beneficios. La razn fundamental del procedimiento consiSte, desde luego, en mantener los precios estables. Cuando es preciso ajustarlos a situaciones reales de abastecimiento, como en el caso de una emergencia; se hace referencia a comerciar dos a uno o dos y medio a uno o, como diramos nosotros, con lin beneficio del 100% o 150%. El mtodo de negociar a precios estables, que puede haber sido bastante comn en la sociedad arcaica, se halla documentado en gran medida en el Sudn central en una poca tan tarda como el siglo XIX.

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    El comercio administrado presupone la existencia de organismos relativa~ mente estables tales como el gobierno, o al menos las compaas protegidas por el Estado media:i;ite la concesin de un privilegio [chartered companies]. El acuerdo con los nativos puede ser tcito como ocurre en las relaciones tradicionales o consuetudinarias. Pero el comercio en gran escala entre cuer-pos soberanos supone la existencia de tratados formales, aun en pocas tan tempranas como los comienzos del segundo milenio antes de Cristo.

    Una vez establecidas en una regin, bajo la solemne proteccin de los dioses, las formas administrativas del comercio pueden practicarse aunque no exista ningn tratado previo. La institucin principal, como comenzamos a advertir, es el puerto de comercio, como llamamos aqu el emplazamiento de todo comercio exterior administrado. El puerto de comercio brinda seguridad militar al poQer interno; proteccin civil al comerciante extranjero; servicios de fondeado, desembarque y almacenamiento; autoridades judiciales; acuerdo sobre los bienes que sern comerciados; acuerdo sobre las "proporciones" de las diferentes mercaderas en los fardos mL'{tos o "surtidos".

    La tercera forma tpica del intercambio consiste en el comercio de mercado. Aqu el intercambio es la forma de integracin que relaciona mutuamente a las partes. Esta variante comparativamente moderna del comercio liber un torrente de riquezas materiales sobre Europa occidental y Estados Unidos. Aunque en la actualidad se encuentre en recesin, contina siendo, con mucho, la ms importante de todas. La variedad de los bienes transables [commodities] es prcticamente ilimitada y la organizacin del comercio de mercado responde a los lineamientos trazados por el mecanismo de oferta-demanda-precio. El mecanismo del mercado muestra su inmenso campo de aplicacin al adaptarse a la manipulacin no solo de bienes, sino de cada elemento del comercio mis-mo -almacenamiento, transporte, riesgo, crditos, pagos, etctera-mediante la creacin de mercados especiales para flete, seguros, crditos a corto plazo, capital, espacio para depsito, facilidades bancarias, entre otras cosas.

    El principal inters del historiaqor de= lq econqma se centra hoy en las. siguientes preguntas: cundo y cmo el comercio lleg a vincularse con los mercados? y en qu tiempo y lugar encontramos la solucin general conocida como comercio de mercado?

    Estrictamente hablando, dichas preguntas han sido excluidas debido a la influencia de la lgica catalctica, que tiende a fusionar el comercio y el mercado en una unidad inseparable.

    2. Los usos de la moneda

    De acuerdo con la definicin catalctica, la moneda es el medio indirecto de intercambio. La moneda moderna se utiliza para pagar y como un "patrn"

    La economa como proceso instituido

    o estndar precisamente porque es un medio de cambio. As, nuestra moneda es moneda para "todo propsito". Los otros usos de la moneda no son sino variantes de poca importancia de su empleo como medio de cambio, y todos sus usos dependen de la existencia de mercados.

    La definicin sustantiva de la moneda, como la del comercio, es indepen-diente de los mercados. Se deriva de usos determinados atribuidos a bienes cuantificables, esto es, el pago, el patrn o estndar y el cambio. Por consi-guiente, la moneda est definida aqu como objeto cuantificable utilizado en uno o varios de estos usos. El problema reside en saber si es posible definir independientemente tales usos.

    Las definiciones de los diversos usos de la moneda constan de dos criterios: la situacin definida sociolgicamente en la que surge el uso y la operacin realizada con los objetos monetarios en esa situacin.

    El pago es el cumplimiento de obligaciones en las cuales los objetos cuan-tificables cambian de manos. En este caso, la situacin no se refiere solo a un tipo de obligacin sino a varios, pues nicamente cuando se utiliza un objeto para cumplir con ms de una obligacin, podemos designarlo como "medio de pago" en el sentido distintivo del trmino (de otro modo, la obligacin simplemente debe cumplirse en la especie con la que se paga).

    La utilizacin de la moneda como forma de pago constituye uno de los usos ms comunes en los tiempos antiguos. Las obligaciones no surgen aqu comnmente de las transacciones. En una sociedad primitiva no estratificada, los pagos se hacen, normalmente, en conexin con las instituciones relativas al precio de la novia, a la moneda que debe entregar el homicida a la familia de la persona asesinada [blood money] y a las multas. En las sociedades arcaicas dichos pagos, aunque sigan vigentes, se ven eclipsados en gran medida por las obligaciones tradicionales, los gravmenes, la renta y el tributo que dan lugar a desembolsos en gran escala.

    El patrn o uso contable de la moneda consiste en igualar las cantidades de las distintas cla,ses de bienes para fines concretos. La "situacin" es~:o bien de trueque, o bien de almacenamiento y manejo de productos bsicos. La "operacin" estriba en asignar rtulos numricos a los distintos objetos a fin de facilitar su manipulacin. En el caso del trueque, la suma de objetos de cada parte puede eventualmente igualarse; en el caso del manejo de produttos bsicos, es posible planificar, equilibrar y hacer un presupuesto, adems de una contabilidad general.

    El uso estndar de la moneda es esencial para la elasticidad de un sistema redistributivo. La igualacin de productos bsicos tales como la cebada el aceite y la lana, con los cuales deben abonarse los impuestos y la rent~ o, alternativamente, las raciones o salarios ser reclamados, es sin duda de vital importancia puesto que asegura la posibilidad de elegir entre los distintos productos, tanto para el que paga cuanto para el que recibe. Al mismo tiempo,

  • Karl Polanyi

    se crean las condiciones previas a una financiacin "en especies" a gran escala, que presupone la nocin de fondos y balances, en otras palabras, el carcter intercambiable de los productos bsicos.

    El uso de la moneda como medio de cambio se origina en la necesidad de contar con objetos cuantificables para el intercambio indirecto. La "operacin'' consiste en adquirir unidades de esos objetos mediante el cambio directo, cuyo propsito no es otro que obtener los objetos deseados a travs de un acto posterior de intercambio. A veces los objetos monetarios se encuentran disponibles desde el comienzo y el doble intercambio sirve nicamente para conseguir un nmero creciente de estos. Tal uso de los objetos cuantificables no se establece por los actos aleatorios de trueque -una fantasa favorita del racionalismo del siglo XVIII-, sino, ms bien, en relacin con el comercio organizado, especialmente en los mercados. Cuando no los hay, el uso de la moneda como medio de cambio no pasa de ser una caracterstica cultural subordinada. La sorprendente renuencia de los grandes pueblos comerciantes de la antigedad, tales como Tiro y Cartago, a adoptar monedas metlicas -la nueva forma de la moneda eminentemente adecuada para el intercambio-puede haberse debido al hecho de que los puertos de los imperios comerciales no estaban organizados como mercados sino como "puertos de comercio".

    Conviene tomar en cuenta dos extensiones del significado de la moneda: una incluye en la definicin objetos distintos de los fsicos, es decir, unidades ideales; la otra comprende, adems de los tres usos convencionales, la utili-zacin de objetos monetarios como artefactos operativos.

    Las unidades ideales son meras verbalizaciones o smbolos escritos que se emplean en calidad de unidades cuantificables, sobre todo para el pago o como estndar. La "operacin" estriba en la manipulacin de las cuentas por deudas conforme a las reglas del juego. Esas cuentas son hechos comunes de la vida primitiva y no, como se ha credo con frecuencia, inherentes a las economas monetizadas. Tanto las economas del templo en la Mesopotamia cuanto los primeros comerciantes asirio~ efectuaban la comp~nsacin de q~entas sin la. intervencin-de objetos monetarios.

    Por otra parte, parece aconsejable no omitir la mencin de los artefactos operativos entre los usos de la moneda por muy excepcionales que sean. Los objetos cuantificables se usan ocasionalmente en la sociedad arcaica para fines aritmticos, estaqsticos, impositivos, administrativos y otros usos no mone-tarios relacionados con la vida econmica. En el siglo XVIII, los cauris whydah (conchillas marinas) se utilizaban con fines estadsticos y los frijoles damba (nunca empleados como moneda) representaban el peso en oro y, por tanto, se usaban inteligentemente como un instrumento apto para la contabilidad.

    La moneda primitiva es, como vimos, una moneda para propsitos es-peciales. Se utilizan distintas clases de objetos en los distin.tos usos de la moneda ms an los usos se instituyen independientemente unos de otros.

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    Las implicaciones son de largo alcance y de la ms variada naturaleza. No hay, por ejemplo, contradiccin alguna en "pagar" con un medio con el que no se puede comprar ni en utilizar como patrn o estndar objetos que no se usan como medio de cambio. En la Babilonia de Hammurabi, la cebada servia para pagar y la plata era el patrn universal; en el intercambio -escaso, por cierto- se usaban ambas cosas junto con el aceite, la madera y otros productos bsicos. Resulta entonces evidente por qu los usos de la moneda, al igual que las actividades comerciales, pueden alcanzar un desarrollo casi ilimitado, no solo fuera de las economas dominadas por el mercado, sino tambin en ausencia misma de mercados.

    3. Elementos del mercado

    . Catalcticamente hablando, el mer.cado es el locu.s del intercambio. El mer-cado y el intercambio son coextensivos pues, segn el postulado catalctico, la vida econmica es reductible a .los actos de intercambio efectuados me-diante la negociacin y, a la vez, se materializa en el mercado. El intercambio se presenta, en consecuencia, como la relacin econmica con el mercado como la i.."1stitucin econmica. La definicin se desprende, lgicamente, de las premisas catalcticas.

    Con la amplitud de los trminos en sentido sustantivo, el mercado y el intercambio tienen caractersticas empricas independientes. Cules son, entonces, los significados aqu de intercambio y de mercado? y en qu medida se hallan necesariamente vinculados?

    El intercambio, definido sustantivamente, no es sino el movimiento de apropiacin de bienes "entre manos". Tal movimiento puede efectuarse, como dijimos, con tasas fijas o contractuales, y solo estas ltimas son el resultado de la negociacin o regateo entre las partes.

    Por tanto, cuando hay interr.am bio tambin hay una tasa. Eso es as ya sea que la tasa sea negociada o establecida. Conviene advertir que el intercambio a precios contractuales es idntico al intercambio catalctico, o intercambio "como una forma de integracin". Solo esta clase de intercambio se limita a un tipo particular de institucin de mercado, vale decir, a los mercados for-madores de precio.

    Las instituciones de mercado se definirn como instituciones que com-prenden una multitud de ofertas o una multitud de demandas, o bien ambas. La multitud de ofertas y la multitud de demandas se definen a su vez como una multiplicidad de manos que desean adquirir o, alternativamente, vender bienes en el intercambio. Si bien las instituciones de mercado son instituciones de intercambio, el mercado y el intercambio no son cotrminos. El intercam-bio a ndices fijos se lleva a cabo bajo formas recprocas o redistributivas de

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    integracin; el intercambio a tasas negociadas est restringido a los mercados formadores de precio. Quiz resulte paradjico que el intercambio a tasas fijas sea compatible con cualquier forma de integracin, excepto c.on la del intercambio. Sin embargo, ello se infiere lgicamente por cuanto solo el in-tercambio negociado representa el intercambio en sentido catalctico, en el que constituye una forma de integracin.

    La mejor manera de abordar el mundo de las instituciones de mercado es en trminos de "elementos del mercado", pues ellos no solo nos guan a travs de la variedad de configuraciones subsumidas bajo el nombre de mercados e instituciones similares al mercado, sino que tambin son herramientas tiles para examinar en detalle algunos conceptos convencionales que obstaculizan nuestra comprensin de dichas instituciones.

    Hay dos elementos del mercado que deben considerarse especficos: la multitud de ofertas y la multitud de demandas. Si cualqiera de las dos est

    presente, hablaremos entonces de una institucin de mercado (si ambas estn presentes, la denominaremos mercado; si solo una, institucin del orden del mercado). Lo siguiente en importancia es el elemento de equivalencia, esto es, de la tasa de cambio; segn sea el carcter de la equivalencia, los mercados son formadores de precio o mercados de precios fijos.

    La competencia es otra de las caractersticas de las instituciones de mer-cado tales como los mercados formadores de precio y las subastas, pero a diferencia de las equivalencias, la competencia econmica est restringida a los mercados. Por ltimo, hay elementos que pueden calificarse de funcionales; por lo general se presentan como separados de las instituciones de mercado; sin embargo, cuando hacen su aparicin junto con la multitud de ofertas y la multitud de demandas, configuran esas instituciones de una forma que puede tener una enorme importancia prctica. Entre estos elementos cabe destacar el emplazamiento fsico, los bienes en existencia, la costumbre y la ley.

    Esta diversidad de instituciones de mercado ha sido opacada, en los ltimos tiempos, en nombre del concepto formal de un mecanismo de oferta:demanda-

    -.. precio. N~ es sorpr~nd~nt~, -pues, que el entoqe ssi:antivo produzca tina considerable apertura de nuestra perspectiva cuando se ocupa de los trminos axiales de oferta, demanda y precio.

    La multitud de ofertas y la multitud de demandas a las cuales nos referi-mos, son elementos del mercado separados y distintos. En lo que respecta al mercado moderno, esto sera, por cierto, inadmisible; existe aqu un nivel de precios en el que los osos se vuelven toros, y otro nivel de precios en el que el milagro se revierte. Ello ha inducido a muchos a soslayar el hecho de que en todos los mercados, excepto en el moderno, los compradores y vendedores son distintos, lo cual ha dado pie a una concepcin doblemente errnea. En primer lugar, "la oferta y la demanda" aparecen como fuerzc:s elemef1tales combinadas, cuando en realidad constan de dos componentes muy diferentes:

    La economia como proceso instituido (1957) 111

    una cantidad de bienes, por un lado, y un nmero de individuos relaciona-dos con esos bienes en calidad de compradores y vendedores, por el otro. En segundo lugar, "la oferta 'y la demanda" parecen hermanas siamesas, pero en rigor constituyen grupos diferentes de individuos, segn si venden los bienes como recursos o si los compran para satisfacer necesidades. La multitud de ofertas y la multitud de demandas no precisan estar presentes al mismo tiempo. Cuando, por ejemplo, el general victorioso subasta el botn al mejor postor, solo es evidente la multitud de demandas; de manera anloga, solo nos encontra-mos con una multitud de ofertas cuando se asignan contratos al licitador que ofrece el precio ms bajo. Sin embargo, las subastas y las licitaciones estaban muy difundidas en la sociedad arcaica, y en la antigua Grecia figuraban entre los precursores de los mercados propiamente dichos. El carcter distintivo de la multitud de "ofertas" y "demandas" configur la organizacin de todas las instituciones de mercado premodernas.

    En cuanto al elemento denominad9 "precio'', se hallaba subsumido bajo la categora de equivalencias. El uso de este trmino general nos ayudar a evitar malentendidos. Precio sugiere fluctuaciones, mientras que equivalencia carece de esa connotacin. La misma expresin precio "fijo" o "determinado" supone que el precio, antes de ser "fijado" o "determinado", era apto para cambiar. De ese modo, el lenguaje mismo torna difcil transmitir las circunstancias reales, vale decir, que el "precio" es, originalmente, una cantidad fija e inamovible en cuya ausencia el comercio no puede iniciarse. Las variaciones o fluctuaciones de precio de carcter competitivo son un desarrollo comparativamente tar-do, y sus formas de aparicin constituyen uno de los principales temas de la historia econmica de la antigedad. Tradicionalmente, se daba por sentado que el orden era el inverso, pues se conceba el precio corno el resultado del comercio, no como su precondicin.

    El "precio" no es sino la designacin de proporciones cuantitativas entre diferentes clases de bienes efectuada a travs del trueque o la negociacin. Es Ja forma de equi:v.alenci;:i caraGte-r:fstica de las ec.onomfas-que se integran mediante el intercambio. Pero las equivalencias no se limitan en modo al-guno a las relaciones de intercambio; tambin son comunes en las formas redistrihqtivas de integracin. Ellas designan la relacin cuantitativa entre los distintos tipos bienes que son aceptables para el pago de impuestos, rentas, obligaciones y multas o que denotan calificaciones para acceder a un estatus cvico que depende de un censo de la propiedad. Asimismo, la equivalencia estipula la proporcin que es dable reclamar en las raciones o salarios pagados en especies, segn elija el beneficiario. La elasticidad de un sistema de finanzas asentado en los productos bsicos, esto es, la planificacin, los balances y la contabilidad, depende de este dispositivo. La equivalencia no denota aqu lo que correspondera dar a cambio de otro bien, sino lo que cabe reclamar en lugar de l. Bajo las formas recprocas de integracin, las equivalencias deter-

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    minan cul es la cantidad "correcta" respecto de la parte colocada simtrica-mente. Queda claro, entonces, que este contexto relativo al, comportamiento difiere tanto del int~rcambio como de la redistribucin.

    Los sistemas de precios, tal como han evolucionado en el transcurso del tiempo, suelen contener estratos de equivalencias que se originaron, hist-ricamente, bajo diferentes formas de integracin. Los precios del mercado helenista aportan pruebas fehacientes de haber derivado de las equivalencias redistributivas de las civilizaciones cuneiformes que los precedieron. Las treinta monedas de plata entregadas a Judas como el precio de un hombre por traicionar a Jess eran una variante aproximada de la equivalencia de un esclavo estipulada en el Cdigo de Hammurabi, unos 1700 aos antes. Las equivalencias redistributivas soviticas, por otro lado, se atuvieron durante largo tiempq a los precios del mercado mundial decimonnico. Estas, a su vez, tuvieron sus.predecesores. Max Weber seal que dada la falta de una base de costeo, el capitalismo occidental no habra sido posible de no ser por la red medieval de precios estatuidos y regulados, de las rentas consuetudinarias y de todo cuanto constitua, en suma, el legado de la guilda y del feudo. Por lo tanto, los sistemas de precios pueden tener una historia institucional propia en trminos de los tipos de equivalencias que entraron en su construccin.

    Con la ayuda de los conceptos no catalcticos de comercio, moneda y mercados de esta naturaleza, es como mejor podemos abordar y, finalmente -al menos as lo espero-, resolver los problemas fundamentales de la historia econmica y social tales como el origen de los precios fluctuantes y el desarrollo del comercio de mercado.

    En conclusin: un examen crtico de las definiciones catalcticas del comer-cio, la moneda y el mercado debe proporcionarnos un nmero de conceptos que constituyen la materia prima de las ciencias sociales en su aspecto eco-nmico. El alcance de este reconocimiento en cuestiones de teora, polticas y perspectiva ha de considerarse a la luz de la trasformacin institucional, gradua!, que se ha v~nido operr.indo desde la Primera Guerra Mundial. Aun. con respecto al sistma de mercado mismo, el mercado como nico marco de referencia resulta un tanto anacrnico. Sin embargo, es preciso comprender, con mayor claridad que con la que a veces se lo hizo en pocas anteriores, que el mercado no puede, de manera alguna, suplantarse como marco de referencia, a menos que las ciencias sociales logren desarrollar un marco ms amplio, al cual pueda referirse el propio mercado. Tal es hoy nuestra principal tarea intelectual en el campo de los estudios sociales. Como hemos tratado de demostrar, una estructura conceptual de esa rndole tendr que fundamentarse en el significado sustantivo de lo econmico.

    Aristteles descubre la economa (1957)*

    Es posible que, al examinar los captulos precedentes, el lector haya tenido la impresin de que qued pendiente alguna conclusin significativa. El debate sobre.el oikos y nuestro anlisis de los mtodos comerciales de los asirios, as como de los puertos comerciales en el Mediterrneo oriental, parecan indicar que el estudio del Mundo Antiguo a prtir del cual la civilizacin se desarroll hasta alcanzar el esplendor de Grecia nos deparara alguna sorpresa. Dicha expectativa ;nP habra sido del todo injustificada ya que el reconocimiento de la ausencia de mercados en la Babilona de Hammurabi tiene importantes consecuencias en la valoracin de la historia econmica griega.

    La imagen familiar de la Atenas clsica tendr que absorber lo que podra apar?cer como un entr~~zamient? ~e contradicciones. Y la conclusin pre-dorrunante debe ser la s1gu1ente: el Anca no fue, como creamos a pie juntillas heredera de las tcnicas comerciales que supuestamente se desarrollaron e~ Oriente, sino tal vez pionera de los nuevos mtodos de comercio de mercado. En efecto, si Babilonia y Tiro no fueron, como parece ser el caso, los antecedentes antiguos del mercado formador de precios, entonces los elementos de esa insti-tucin seminal deben de haber surgido de la esfera helnica, en algn momento del primer Inilenio antes de Cristo. Por lo tanto, la Grecia de los siglos VI yv a. c. era, en. ciertos aspectos esenciales, econmicam~nte mucho ms elemental de lo que piensan incluso los "primitivistas" ms extremos, niientras que en el sigl~ IV esos mismos griegos iniciaron las prcticas comerciales lucrativas que mucho tiempo despus se convirtieron en la drnamo de la competencia de mercado. . Esto pone de relieve un aspecto de la controversia sobre el oikos que solo ahora resulta evideIJ-te. Los "primitivistas" afirmaban solamente que hasta las

    guerras mdicas elAtica no constitua una comunidad mercantil. No negaban que hacia el siglo IV los fenicios hubieran perdido su preeminencia martima a manos de los navegantes helnicos, cuyo espritu emprendedor, respalda-do por los prstamos martimos, les permiti imponerse sobre sus antiguos

    versin original: ''.Aristotle Discovers 'the Economy'', en Karl Polanyi, ConradArensberg, Y Harry Pearson (1957), Trade and Markets in the Early Empires. Economiesin History and Theory, Glencoe, Illinois, The Free Press; pp. 64-94.

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