Poética musical igor stravinsky

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Igor Stravinsky y Charles Chaplin, 1937 En su Poética musical, Stravinsky nos habla de sus procesos creativos, de su “cocina musical”, donde incansablemente observa lo que le rodea y lo captura con su ávida atención. Es un depredador de realidades que le cercan y acompañan, de las que es capaz de extraer un algo inesperado que provoque un hallazgo. “La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acompañada del don de la observación. El verdadero creador se reconoce en que encuentra siempre en derredor, en las cosas más comunes y humildes, elementos dignos de ser notados. No necesita de correr a la búsqueda del descubrimiento, porque lo tiene siempre al alcance de la mano. Le bastará echar una mirada alrededor. Lo conocido, lo que está en todas partes, es lo que solicita su atención. El menor accidente lo retiene y dirige su operación. Si el dedo resbala, lo notará, y oportunamente sacará provecho de este imprevisto que le ha sido revelado por un error.” Es una búsqueda activa del azar, desprejuiciada de axiomas iniciales, libre y explorativa, abierta a lo desconocido. “Durante el transcurso de mi trabajo tropiezo a menudo con algo inesperado. Este elemento inesperado me choca. Lo noto. A veces le saco provecho. Pero no hay que confundir este aporte de lo fortuito con ese capricho de la imaginación llamado comúnmente fantasía. La fantasía implica la voluntad preconcebida de abandonarse al capricho. Bien diferente es aquella colaboración de lo inesperado que de una manera inmanente participa en la inercia del proceso creador, y que, llena de posibilidades que no han sido solicitadas, viene a punto para doblegar todo lo que, con un poco de rigor excesivo, existe en nuestra voluntad desnuda. Y es bueno que así sea.” Así entendemos debe comportarse un arquitecto, como cazador de imágenes y abiertos sus ojos a su alrededor.

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Igor Stravinsky y Charles Chaplin, 1937

En su Poética musical, Stravinsky nos habla de sus procesos creativos, de su “cocina musical”, donde incansablemente observa lo que le rodea y lo captura con su ávida atención. Es un depredador de realidades que le cercan y acompañan, de las que es capaz de extraer un algo inesperado que provoque un hallazgo.

“La facultad de crear nunca se nos da sola. Va acompañada del don de la observación. El verdadero creador se reconoce en que encuentra siempre en derredor, en las cosas más comunes y humildes, elementos dignos de ser notados. No necesita de correr a la búsqueda del descubrimiento, porque lo tiene siempre al alcance de la mano. Le bastará echar una mirada alrededor. Lo conocido, lo que está en todas partes, es lo que solicita su atención. El menor accidente lo retiene y dirige su operación. Si el dedo resbala, lo notará, y oportunamente sacará provecho de este imprevisto que le ha sido revelado por un error.”

Es una búsqueda activa del azar, desprejuiciada de axiomas iniciales, libre y explorativa, abierta a lo desconocido.

“Durante el transcurso de mi trabajo tropiezo a menudo con algo inesperado. Este elemento inesperado me choca. Lo noto. A veces le saco provecho. Pero no hay que confundir este aporte de lo fortuito con ese capricho de la imaginación llamado comúnmente fantasía. La fantasía implica la voluntad preconcebida de abandonarse al capricho. Bien diferente es aquella colaboración de lo inesperado que de una manera inmanente participa en la inercia del proceso creador, y que, llena de posibilidades que no han sido solicitadas, viene a punto para doblegar todo lo que, con un poco de rigor excesivo, existe en nuestra voluntad desnuda. Y es bueno que así sea.”

Así entendemos debe comportarse un arquitecto, como cazador de imágenes y abiertos sus ojos a su alrededor.