Poemas - Giancomo Leopardi

54
Poemas Giacomo Leopardi A Italia Canto I ¡Italia mía! Miro muros, arcos, columnas, simulacros, las caídas torres de nuestros padres; mas no encuentro la gloria, ni el hierro y los laureles que abrumaban a nuestros ascendientes. Hoy, inerme el seno muestras y la sien desnuda; ¡cielos! ¡Cuántas heridas! ¡Qué mortal lividez! oh, cuál te veo, ¡bellísima mujer! Al cielo digo y al mundo: ¿quién la puso en tal miseria? Y por mayor afrenta duras cadenas cíñenle los brazos. Así, suelto el cabello, el velo roto yace en tierra doliente y olvidada, y la faz escondida en el regazo, llora. ¡Llora, Italia infeliz! justo es que llores, tú, que a todos venciste en las dichas al par que en los dolores. Si dos fuentes vertieran tus pupilas, nunca pudiera el llanto igualarse a tu mal y a tu vergüenza: que de señora descendiste a esclava. ¿Quién recuerda tu historia que, contemplando tu esplendor pasado, no diga: su grandeza ya no existe? ¿Por qué ? ¿por qué ? ¿ Dó está la antigua fuerza, las armas, el valor y la constancia?

description

El gran poeta italiano, Giancomo Leopardi. Un tomo magnífico para todo aquel que ame la poesía universal y la italiana en particular.

Transcript of Poemas - Giancomo Leopardi

Page 1: Poemas - Giancomo Leopardi

Poemas Giacomo Leopardi

A Italia Canto I

¡Italia mía! Miro muros, arcos,

columnas, simulacros, las caídas

torres de nuestros padres;

mas no encuentro la gloria,

ni el hierro y los laureles que abrumaban

a nuestros ascendientes. Hoy, inerme

el seno muestras y la sien desnuda;

¡cielos! ¡Cuántas heridas!

¡Qué mortal lividez! oh, cuál te veo,

¡bellísima mujer! Al cielo digo

y al mundo: ¿quién la puso

en tal miseria? Y por mayor afrenta

duras cadenas cíñenle los brazos.

Así, suelto el cabello, el velo roto

yace en tierra doliente y olvidada,

y la faz escondida

en el regazo, llora.

¡Llora, Italia infeliz! justo es que llores,

tú, que a todos venciste

en las dichas al par que en los dolores.

Si dos fuentes vertieran tus pupilas,

nunca pudiera el llanto

igualarse a tu mal y a tu vergüenza:

que de señora descendiste a esclava.

¿Quién recuerda tu historia

que, contemplando tu esplendor pasado,

no diga: su grandeza ya no existe?

¿Por qué ? ¿por qué ? ¿ Dó está la antigua fuerza,

las armas, el valor y la constancia?

Page 2: Poemas - Giancomo Leopardi

¿Quién te robó tu acero ?

¿Quién te entregó? ¿qué dolo, qué artificio,

o qué poder tan grande

te arrancaron el manto y la diadema?

¿Cómo caíste, y cuándo

de tanta altura a tan profundo abismo?

¿Nadie lidia por ti? ¿No te defiende

hijo ninguno? ¡Al arma! ¡al arma! solo

entraré en lucha, rendiré la vida

y que mi sangre sea

fuego a nuestra nación adormecida.

¿Dó tus hijos están? Oigo son de armas,

y de carros, y voces, y timbales;

en extrañas regiones

luchan tus descendientes.

Escucha, Italia, escucha. ¿No divisas

un fluctuar de infantes y caballos,

y polvo, y humo, y fulgurar de aceros,

cual rayo entre las sombras?

¿No te animas? ¿las trémulas miradas

porqué no fijas en la incierta lucha?

¿Por quién, allá, combate

la ítala juventud? ¡Númenes sacros!

¡Sirven a otra nación nuestros aceros!

¡Mísero el hombre que rindió la vida

no por el patrio nido y por la amada

esposa e hijos caros,

mas por extraña gente,

y que morir no puede, balbuciendo:

¡alma tierra natía!

¡Tú me diste el vivir: yo te lo ofrendo!

Venturosa la edad en que corrían

a morir por la patria

los animosos pueblos en legiones!

¡Y tu siempre glorioso y venerando,

oh tesálico estrecho,

Page 3: Poemas - Giancomo Leopardi

do la Persia y el Hado menos fuertes

fueron que pocas almas generosas!

Fínjome que los troncos y las piedras

y el mar y la montaña, al pasajero

con indistintas voces

aún narran cómo la legión invicta

cubrió el lugar sangriento

de cuerpos a la Grecia consagrados,

feroz y vil entonces

Jerjes cruzaba el Helesponto en fuga,

ludibrio a nuestros nietos más lejanos,

en la cima de Antela, do muriendo

burló a la muerte la legión divina,

Simónides se alzaba

mirando el cielo, el campo y la marina.

Y bañado de lágrimas el rostro,

ansioso el pecho, el paso vacilante,

empuñaba la lira:

«¡Oh felices vosotros

que el pecho disteis a enemiga lanza,

en homenaje a la que os dio la vida!

Os honra Grecia y os admira el mundo.

En medio de los azares,

¿qué amor movió las juveniles mentes

y a temprano morir llevaros pudo?

¿Cómo tan dulce, oh hijos,

os fue la hora final, que sonriendo

fuisteis al trance lamentable y duro?

¡Dijérase que al baile y no a la muerte

ibais vosotros, o a festín glorioso,

y en cambio, os esperaban

el orco y la onda muerta!

Ni visteis a la esposa y al querido

hijo, cuando en la playa

sin un beso moristeis, ni un gemido.

Page 4: Poemas - Giancomo Leopardi

«Mas no del Persa sin horrendo duelo,

e inacabable angustia:

como león en medio de un rebaño,

la res asalta y le desgarra el lomo

con la potente zarpa,

y a otras los flancos y los muslos muerde,

tal, en medio de los persas, se encendía

la rabia en los helenos corazones.

Mira en tierra caballo y caballero;

obstáculo a la fuga

los carros son y derribadas tiendas;

de los suyos al frente

huye el tirano, desgreñado y mustio,

y bañados y tintos

en la sangre del bárbaro los griegos,

motivo al persa de infinito llanto,

vencidos por sus llagas, desfallecen

y uno sobre otro mueren. ¡Viva! ¡Viva!

¡Oh felices vosotros

mientras la humanidad hable o escriba!

«Primero, de los cielos desprendidos,

cayendo al mar, estallarán los astros

que el amor y la gloria

que conquistasteis, mengüen.

Vuestra tumba es un ara. Aquí la madre

vendrá a mostrar al párvulo la hermosa

huella de vuestra sangre. ¡Yo, postrado

¡héroes! sobre este suelo,

el césped beso y las desnudas rocas,

que alabadas serán eternamente

del uno al otro polo.

¡Ah! ¡Si yo aquí yaciera y si regado

hubiera con mi sangre esta alma tierra!

Mas si mi suerte es otra y no permite

que por la Grecia los murientes ojos,

cierre en la lid cruenta,

que a lo menos la intacta

fama del vate que os cantó, perdure

Page 5: Poemas - Giancomo Leopardi

y el numen le conceda

tanto durar cuanto la vuestra dure».

Versión de Antonio Gómez Restrepo

Último canto de Safo Canto IX

Plácida noche y pudoroso rayo

de la luna que muere; y tú que naces

sobre la roca, entre la muda selva,

nuncio del día; ¡oh caras, deleitosas

apariencias, mientras desconocía

el hado y la pasión! ; ya no sonríe

dulce visión al desolado afecto.

Sólo se aviva nuestro gozo insólito

cuando en el éter líquido girando

va, y por los campos trepidantes, la ola

polvorienta del noto, y cuando el carro,

grave carro de Júpiter, divide,

sobre nuestra cabeza, el aire oscuro.

Nos place, por barrancos y hondos valles,

nadar entre el turbión, y ver la fuga

de espantados rebaños, y del río

en la insegura orilla

la vencedora ira de la onda.

Bello tu manto es, divino cielo;

bella tú, húmeda tierra. ¡Ay! , de esta inmensa

beldad parte ninguna concedieron

los dioses y la suerte despiadada

a la mísera Safo. En tus soberbios

reinos, Natura, esclavo y grave huésped

y amante despreciada soy, y en vano

en tus graciosas formas, suplicante

fijo los ojos. Para mí no ríen

la abierta playa ni de etérea puerta

Page 6: Poemas - Giancomo Leopardi

el matutino albor; no me saludan

el canto de pintados pajarillos

ni el murmullo del haya; ya la sombra

del inclinado sauce, donde corre

del candoroso arroyo el puro seno,

a mi lúbrico pie la ondeante linfa

esquiva desdeñosa

y huye de las riberas perfumadas-

¿Qué pecado, qué exceso tan nefando

manchó mi nacimiento, que tan torvos

se me mostraron cielos y fortuna?

¿En qué pequé de niña, cuando ignara

de maldad es la vida, que privada

de juventud, y desflorado, el huso

de la inflexible Parca retorcía

mi oscuro hilo vital? Incautas voces

tu labio esparce; el destinado evento

rige arcano poder. Arcano es todo

menos nuestro dolor. Prole olvidada,

para el llanto nacemos, y el motivo

sólo los dioses saben. ¡Oh esperanzas

de la más verde edad! A la apariencia

el Padre dió en el mundo eterno reino;

y por grandes que sean las empresas,

docto el canto o la lira,

no luce la virtud en feo manto.

Moriremos. Caído el velo indigno,

desnuda el alma bajará al Averno,

y el crudo fallo enmendará del ciego

dispensador de eventos. Tú, que hondo

amor y fe me inspiras, por quien vano

furor me oprime de áspero deseo,

vive feliz, si puede en este mundo

feliz alguien vivir. por mí no vierte

el suave licor del vaso avaro

Jove, después que el sueño y los engaños

Page 7: Poemas - Giancomo Leopardi

de mi niñez murieron. Los alegres

días de juventud rápidos pasan.

Quedan los males, la vejez, la sombra

de la gélida muerte. Así, de tantos

gratos errores y esperadas palmas,

resta el Tártaro; y va el osado ingenio

a la tenaria diosa,

la oscura noche y la silente orilla.

Versión de Diego Navarro

El primer amor Canto X

Vuelve a mi mente el día en que el combate

sentí de amor por vez primera, y dije: .

«¡Ay de mí, si es amor, cómo acongoja! »

Con los ojos clavados en la tierra,

yo contemplaba a aquella que, inocente,

mi corazón hizo vibrar primero.

¡Ay, amor, y cuán mal me gobernaste!

¿Por qué tan dulce amor debió consigo

llevar tanto dolor, tanto deseo,

y ni sereno, ni íntegro y sencillo,

mas lleno de lamentos y de afanes,

bajó a mi corazón tanto deleite?

Y dime, tierno corazón, ¿qué espanto,

qué angustia era la tuya al pensamiento

junto al cual era hastío todo goce? ;

el pensamiento aquel, que, lisonjero,

se te ofreció en la noche, cuando todo

quieto en el hemisferio aparecía.

Page 8: Poemas - Giancomo Leopardi

Tú, infeliz venturoso e intranquilo,

me fatigabas el costado sobre

el lecho, fuertemente palpitando.

Y cuando triste, exhausto y afanoso,

yo los ojos cerraba, delirante

como por fiebre, el sueño no acudía.

¡Oh, qué viva surgía en las tinieblas

la imagen dulce, y los cerrados ojos

la contemplaban bajo de los párpados!

¡Qué latidos suavísimos sentía

recorrerme los huesos, qué confusos,

mudables pensamientos en el alma

alzábanse, lo mismo que en las copas

de antigua selva el céfiro soplando

arranca un largo y trémulo murmullo!

Mientras callaba, sin luchar, ¿ qué hiciste,

¡oh corazón! , cuando partía aquella

por quien pensando y palpitando vivo?

Me sentía quemado lentamente

por la llama de amor, cuando la brisa

que la avivaba se extinguió de pronto.

El nuevo día me encontró sin sueño,

y al corcel que debía dejarme solo

piafar oía ante el paterno albergue.

Y yo, tímido, quieto e inexperto,

en el balcón oscuro, inútilmente

aguzaba la vista y el oído

esperando escuchar la voz que de unos

Page 9: Poemas - Giancomo Leopardi

labios debía salir por vez postrera;

aquella voz que el cielo, ¡ay! , me vedaba.

¡Cuántas veces el vacilante oído

plebeya voz hirió, y heló mis venas

e hizo latir el corazón con fuerza!

Y cuando al corazón bajó el acento

de aquella voz amada, y se escucharon

de carros y caballos los rumores,

me quedé ciego, me encogí en el lecho

palpitando, y, cerrados ya los ojos,

oprimí el corazón entre mi mano.

Luego, arrastrando las rodillas trémulas

por la callada estancia, tontamente,

decía: «¿Qué dolor puede ya herirme ?»

Amarguísimo entonces, el recuerdo

se me emplazó en el pecho, y se oprimía

a toda voz, ante cualquier semblante.

Largo dolor mi mente iba minando,

cual lluvia que al caer del vasto Olimpo

melancólicamente, el campo baña.

No sabía de ti, garzón de nueve

y nueve soles, a llorar nacido,

cuando en mí hiciste la primera prueba.

Y el placer desdeñando, no me era

grato el reír de un astro, ni el silencio

de la aurora, ni el verdecer del prado.

También faltaba el ansia de la gloria

del pecho, al que inflamar tanto solía,

pues la borró el amor por la belleza.

Page 10: Poemas - Giancomo Leopardi

Desatendí el estudio acostumbrado

y lo creía vano, porque vano

cualquier otro deseo imaginaba.

¿Cómo pude cambiar de tal manera

y que un amor borrara otros amores?

En verdad, ¡ay de mí! , cuán vanos somos.

Mi corazón tan sólo me placía,

y de un perenne razonar esclavo

espiaba el dolor que lo embargaba.

La vista fija en tierra o abstraída,

insoportable me era ver un rostro

fugitivo, ya fuese hermoso o feo,

pues temía turbar la inmaculada,

cándida imagen en mi mente fija,

cual la onda del lago turba el aire.

Y aquel no haber gozado plenamente

-que de arrepentimiento llena mi alma

y el placer que pasó cambia en veneno-

en los huidos días, a mi mente

estimula; que de vergüenza el duro

freno mi corazón ya no sujeta.

Juro a los cielos ya las nobles almas

que nunca un bajo anhelo entró en mi pecho,

que ardí en un fuego inmaculado y puro.

Vive aquel fuego aún, vive el afecto,

alienta en mi pensar la bella imagen

de quien, si no celestes, otros goces

jamás tuve, y sólo ella satisface.

Versión de Diego Navarro

Page 11: Poemas - Giancomo Leopardi

El infinito Canto XII

Amé siempre esta colina,

y el cerco que me impide ver

más allá del horizonte.

Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,

los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,

me encuentro con mis pensamientos,

y mi corazón no se asusta.

Escucho los silbidos del viento sobre los campos,

y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:

me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,

la realidad presente y todos sus sonidos.

Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:

y naufrago dulcemente en este mar.

Versión de Carlos López S.

El infinito Canto XII (otra versión)

Siempre querido me fue este yermo cerro

y este cerco que tanta parte

a la mirada excluye del último horizonte.

Mas, sentado y mirando interminables

espacios de allá lejos, sobrehumanos

silencios y su hondísima quietud,

me quedo ensimismado hasta que casi

el corazón no teme. Y como el viento

cuyo tráfago escucho entre las hojas, a este

silencio sin fin esta voz

voy comparando, y pienso en lo eterno

Page 12: Poemas - Giancomo Leopardi

y en las muertas estaciones y en la viva presente,

y sus sonidos. Así a través de esta

inmensidad se anega el pensamiento mío;

y naufragar en este mar me es dulce.

Versión de L.S.

A la luna Canto XIV

Oh tú, graciosa luna, bien recuerdo

que sobre esta colina, ahora hace un año,

angustiado venía a contemplarte:

y tú te alzabas sobre aquel boscaje

como ahora, que todo lo iluminas.

Mas trémulo y nublado por el llanto

que asomaba a mis párpados, tu rostro

se ofrecía a mis ojos, pues doliente

era mi vida: y aún lo es, no cambia,

oh mi luna querida. Y aún me alegra

el recordar y el renovar el tiempo

de mi dolor. ¡Oh, qué dichoso es

en la edad juvenil, cuando aún tan larga

es la esperanza y breve la memoria,

el recordar las cosas ya pasadas,

aun tristes, y aunque duren las fatigas!

Versión de Luis Martínez de Merlo

El sueño Canto XV

Era el alba, y detrás de los postigos

por el balcón el sol insinuaba

la luz primera en mi cerrada alcoba;

Page 13: Poemas - Giancomo Leopardi

cuando en el tiempo que es más leve el sueño

y más suave cubre las pupilas,

junto a mí vino, y me miró ala cara

el simulacro de la que primero

el amor me enseñó, y me dejó el llanto.

No parecía muerta, sino triste,

con semblante infeliz. Con la derecha

cogiendo mi cabeza y suspirando

"¿Vives –me dijo– y guardas de nosotros

algún recuerdo?" Respondí: "¿De dónde

y cómo vienes, oh belleza? ¡Ah cuánto,

cuánto pené por ti: yo no pensaba

que pudieras saberlo, y esto hacía

aún más desconsolado mi dolor.

¿Pero vas a dejarme una vez más?

Lo temo mucho. Di, ¿qué te ha ocurrido?

¿eres tú la de ayer? ¿y qué te aflige

eternamente?" "Ofusca la olvidanza

tu pensamiento, y lo confunde el sueño

-dijo-. Estoy muerta, y hace muchas lunas

me viste por postrera vez". Inmenso

dolor el pecho me oprimió al oírlo.

y prosiguió: "Morí en la flor del tiempo,

cuando la vida es más hermosa, y antes

que el corazón comprenda que son vanas

las esperanzas. El mortal enfermo

desea fácilmente a quien le libra

de afanes; mas la muerte sin consuelo

llega a la juventud, y es duro el hado

de la esperanza extinta bajo tierra.

Vano es saber lo que a los inexpertos

de la vida natura les esconde,

y al saber inmaduro en mucho gana

el dolor ciego." "Oh cara, oh sin ventura,

calla, calla -le dije- pues el pecho

tu voz me rompe. ¿Así pues, estás muerta,

oh mi dilecta; y yo estoy vivo? ¿el cielo

Page 14: Poemas - Giancomo Leopardi

ordenó pues que aquel sudor extremo

este cuerpo tan tierno y tan querido

probar debiera, y para mí quedaran

enteros mis despojos? ¡Cuántas veces,

al pensar que no vives y que nunca

te volveré a encontrar en este mundo,

no lo puedo creer! Ay, ay ¿qué es esto

llamado muerte? ¡Si hoy por experiencia

lo supiese, e inerme la cabeza

sustrajera a los odios del destino!

Soy joven, mas se pierde y se consume

mi juventud igual que la vejez

que aún está lejos, pero que me espanta.

Pero de la vejez poco difiere

de mis años la flor." "Los dos nacimos

-dijo- para llorar; a nuestra vida

la dicha no rió; y se gozó el cielo

con nuestras penas." "Si de llanto el párpado

-añadí- y mi semblante emblanquecido

por tu partida ahora, y si de angustia

llevo el pecho cargado, di, ¿de amor

ascua alguna, o piedad alguna vez

hacia el mísero amante ardió en tu pecho

cuando vivías? Yo desesperando

y esperando pasaba día y noche

entonces; y hoy se cansa en vanas dudas

mi mente. Que si al menos una vez

dolor sentiste de mi negra vida

dímelo, te lo pido, y me socorra

el recordar, pues de futuro privan

a nuestros días”, y ella: "Oh desdichado,

consuélate. Yo de piedad avara

en vida no te fui, ni ahora lo soy,

mísera yo también. No tengas queja

de esta desgraciadísima muchacha."

"Por nuestra desventura, y el amor

que me oprime –exclamé– por el querido

nombre de juventud, y la perdida

Page 15: Poemas - Giancomo Leopardi

esperanza, permíteme, oh amada,

que tu derecha toque." y con un gesto

triste y suave me la dio, y al tiempo

que de besos la cubro, y de afanosa

dulzura palpitando a mi anhelante

seno la aprieto, de sudor hervían

pecho y rostro, la voz se me cortaba,

y vacilaba el día ante mis ojos.

Cuando ella tiernamente su mirada

fijó en la mía, " ¿Olvidas, oh querido,

-dijo- que estoy desnuda de belleza?

y tú de amor en vano, oh desdichado,

tiemblas y ardes, y ahora, al fin, adiós.

Nuestros cuerpos y mentes se separan

eternamente. Para mí no vives

y nunca vivirás. Ya rompió el hado

tu fe jurada." Entonces con angustia

yendo a llorar, y delirando, henchidas

las pupilas de llanto sin consuelo,

dejé el sueño. Mas ella sin embargo

quedó en mis ojos. Y en el rayo incierto

del sol me pareció seguirla viendo.

Versión de Luis Martínez de Merlo

La vida solitaria Canto XVI

La lluvia matinal, cuando las alas

batiendo, salta alegre la gallina

en la cerrada estancia, y el labriego

sale al balcón, y la naciente aurora

vibra su rayo trémulo, esmaltando

las transparentes gotas, en mi albergue

dulcemente llamando, me despierta.

Salgo, y la leve nubecilla, el canto

primero de las aves, la aura grata

Page 16: Poemas - Giancomo Leopardi

y de las playas la quietud bendigo.

Harto os he conocido, infaustos muros

de la ciudad, en donde el odio sigue

y acompaña al dolor: ¡que en la desgracia

vivo y he de morir, quizás en breve!

Un resto de piedad tienes, Natura,

para mí en estos sitios ¡ay! un tiempo

más compasivos a mi mal. Tú apartas

del triste la mirada, y desdeñando

los dolores y afanes, a la reina

Felicidad te humillas. El que sufre

no halla en cielo ni tierra amiga mano,

ni otro refugio encontrará que el hierro.

Tal vez me asiento en solitaria parte,

sobre una altura que domina un lago

coronado de plantas taciturnas;

allí, cuando al cenit radiante asciende

el sol, refleja su tranquila imagen,

y ni hoja o yerba se conmueve al viento;

no se ve ni se siente a la redonda

encresparse las olas; ni su canto

entonar la cigarra; ni las plumas

el pájaro agitar entre las hojas,

o retozar la mariposa leve.

Calma profunda envuelve aquella orilla,

donde yo, inmóvil, reposando, casi

del mundo odioso y de mi ser me olvido;

y pienso que mis miembros se desatan,

que se extingue el sentir y que mi antigua

calma con la del sitio se confunde.

¡Amor, amor! ha tiempo abandonaste

este mi corazón, que antes ardía

hasta abrasar. Con su aterida mano

oprimióle el pesar, y en duro hielo

en la flor de mis años, convirtióse.

Acuérdome del tiempo en que viniste

Page 17: Poemas - Giancomo Leopardi

a habitar en mi pecho. Era aquel dulce

e irrevocable tiempo, cuando se abre

al ojo juvenil la triste escena

del mundo, cual soñado paraíso.

El tierno corazón ledo palpita

de virgen esperanza y de deseos,

y se lanza a la acción, como pudiera

al juego y a la danza. Mas tan pronto

como pude entreverte, la Fortuna

mi existencia rompió, y a mis pupilas

tocó por suerte sempiterno lloro.

Si alguna vez por los abiertos campos

en la callada aurora, o cuando brillan,

al sol techos, collados y llanuras

miro de hermosa jovenzuela el rostro;

si alguna vez, en la serena calma

de estiva noche, el paso vagabundo,

de la ciudad en derredor guiando,

la hosca tierra contemplo, y de afanosa

niña, que activa nocturnal faena,

oigo sonar en la apartada estancia

el canto melodioso, se conmueve

mi corazón de piedra; pero torna

pronto el férreo sopor, que es ¡ay! extraña

toda suave emoción al pecho mío.

Oh cara luna a cuya luz tranquila

danzan las liebres en el bosque, dando

enojo al cazador, que a la mañana

halla intrincadas las falaces huellas

que del cubil lo alejan: ¡salve, oh reina

benigna de las noches! Importuno

entra tu rayo por selvosos riscos

o en ruinoso edificio, iluminando

el puñal del ladrón, que escucha atento

fragor de ruedas y de cascos duros

y rumor de pisadas en la vía,

y saliendo de pronto, con estruendo

Page 18: Poemas - Giancomo Leopardi

de armas y roncas voces, y el ceñudo

aspecto, hiela al tímido viandante

a quien desnudo y semivivo, deja

entre las piedras. Importuno baja

también tu blanco rayo a las ciudades

sobre el vil corruptor que se desliza

de los muros al pie, y en las espesas

sombras se oculta, y párase y se asusta

de la luz que difunden los abiertos

balcones. Importuno a los malvados,

a mí siempre benigno, tu semblante

aquí será, do sólo me descubres

risueñas cuestas y espaciosos campos.

En otro tiempo, lleno de inocencia,

tus bellos rayos acusar solía,

cuando me denunciaban de los hombres

a la mirada, en la ciudad, o cuando

ver me dejaban el humano aspecto.

Ora celebrarélos, ya te mire

envolverte entre nubes, ya serena

dominadora del etéreo campo,

esta morada mísera contemples.

A menudo verásme, solo y mudo,

errar por bosques y por verdes ribas,

o yacer en la yerba, satisfecho,

si aún el poder de suspirar me queda.

Versión de Antonio Gómez Restrepo

A su dama Canto XVIII

Cara beldad que, ausente,

amor me inspiras, o escondiendo el rostro

salvo que el alma ardiente

Page 19: Poemas - Giancomo Leopardi

en el sueño tu sombra no sorprenda,

o en el campo en que esplenda

mas claro el día y la creación más pura,

¿acaso el inocente Siglo de Oro

colmaste ventura,

y eres en esta vida alado espíritu,

u ocultándote ahora suerte avara

para futuras horas te prepara?

Poder mirarte viva

mi corazón no espera,

sino en el día en que desnuda y sola

por nueva ruta a peregrina esfera b

marche mi alma. En el albor primero

de mi jornada incierta y tenebrosa,

te imaginé viajera,

por el árido mundo. Mas no hay cosa

que aquí se te asemeje, y aunque alguna

recordase tu rostro, nunca fuera

en actos y en palabras tan hermosa.

Entre tantos dolores

como a la vida humana ofrece el hado,

si verdadera y cual te pinta el alma

te amase algún mortal, para él sería

el vivir más preciado.

Bien claro veo que tu amor me haría,

cual en los verdes años, todavía

ansiar gloria y virtud. En vano el cielo

esquivo se mostrara a mis afanes;

que al lado tuyo este mortal camino

fuera un sueño divino.

Por los valles, que escuchan

del laborioso agricultor el canto,

y donde me lamento mientras huye,

el ilusorio y juvenil encanto,

y por las cumbres, en que evoco y lloro

Page 20: Poemas - Giancomo Leopardi

los deseos sin fruto y de mi vida

la perdida esperanza, en ti pensando

comienzo a palpitar. ¡Ah si pudiera,

en el ambiente tétrico y nefando

del siglo, conservar tu imagen pura!

¡Ella sola endulzara mi amargura!

Si tú de las ideas eternales,

eres una, de aquellas que de formas

sensibles no vistió la eterna ciencia

ni entre caducos restos

soportan el dolor, de la existencia,

o si acaso en el cielo donde giras

otra tierra te acoge entre sus mundos,

y más bella que el sol próxima estrella

te alumbra, y más benigno éter aspiras,

desde aquí, donde llora aquel que vive,

de ignoto amante la canción recibe.

Versión de Fernando Maristany

Canto XX La resurrección

Yo imaginé que, íntegro,

en mis años floridos

el dulce afán faltaba

de la primera edad ;

el afán, el ternísimo

latir del hondo pecho,

todo lo que en el mundo

hace grato el vivir.

¡Cuántas quejas y lágrimas

vertí en el nuevo estado,

cuando en mi pecho frío

hasta el dolor faltó!

Page 21: Poemas - Giancomo Leopardi

Faltó el latido sólito,

faltó el amor incluso,

y endurecido el pecho

cesó de suspirar.

Y lamenté lo exánime,

desnudo de mi vida,

la tierra desolada

que el hielo recubrió ;

yermo el día; la tácita

noche oscura más sola ;

la luna y las estrellas

se ocultan para mí.

Causa de aquellas lágrimas

era el afecto antiguo:

aun en lo hondo del pecho

vivía el corazón.

Pedía sus imágenes

la fantasía exhausta,

y la tristeza mía

era dolor aún.

A poco hasta aquel último

dolor también moría,

y ya de lamentarme

fuí del todo incapaz.

Postrado, loco, atónito,

no demandé consuelo;

el corazón, perdido,

muerto, se abandonó.

¡Qué fuí! ¡Qué cambiadísimo

está aquél que de ardores,

de errores tan dichosos

su alma alimentó!

La golondrina rápida

de mi ventana en torno

Page 22: Poemas - Giancomo Leopardi

cantando al nuevo día,

no me causó placer,

ni en el otoño pálido

en solitaria aldea

la vespertina esquila,

el fugitivo sol.

Brillar en vano el véspero

vi por mudos caminos;

en vano el triste canto

del ruiseñor oí.

Esos ojos dulcísimos,

furtivos y errabundos,

de amadores gentiles

dulce amor inmortal,

y esa mano que, cándida,

se abandona en mi mano,

disipar no pudieron

mi penoso sopor.

De todo goce huérfano,

triste, mas no aturdido,

y plácido mi estado,

serena era mi faz.

Hubiera ansiado el término

de la existencia mía,

mas muerto era el deseo

del laso corazón.

Como en la edad decrépita

que avanza vil, desnuda,

el abril conducía

de mis años así ;

pasaron ya los plácidos

días, corazón mío,

que, breves y fugaces,

el cielo me otorgó.

Page 23: Poemas - Giancomo Leopardi

¿Quién de la grave, incólume

paz me despierta ahora?

¿ Qué virtud nueva es ésta,

ésta que siento en mí?

Movimientos, imágenes,

latidos, dulces yerros,

¿para ellos cerrado

mi corazón está?

¿Sois acaso la única

luz de la vida mía,

los afectos perdidos

en la edad juvenil?

Si el cielo, o verdes márgenes,

dondequiera que mire,

todo, dolor me inspira,

todo, placer me da.

Bosques, playas, montículos

conmigo a vivir tornan;

con el mar y la fuente

habla mi corazón.

¿Qué me torna las lágrimas

después de tanto olvido?

¿Cómo el mundo aparece

cambiado a mi mirar?

¿Es la esperanza, oh mísero

corazón, que sonríe?

¡Ay, de esperanza el rostro

nunca volveré a ver!

Los engaños dulcísimos

me dió naturaleza.

Adormeció mis ansias

la ingénita virtud.

No pudieron vencérmela

ni el hado ni las cuitas,

Page 24: Poemas - Giancomo Leopardi

ni con su vista impura

la infausta realidad.

Con sus dulces imágenes

ella no está de acuerdo;

que la natura es sorda,

no tiene compasión.

Que no es del bien solícita,

mas sólo de la vida;

sólo el dolor le importa

e ignora lo demás.

Sé que no encuentra el mísero

piedad entre los hombres,

y que, huyendo, se burla

todo mortal de él.

Ignora la vil época

la virtud y el ingenio;

que falta al digno estudio

la inútil gloria aún.

Vosotros, ojos trémulos,

tú, rayo sobrehumano,

lucís inútilmente,

no brilláis con amor.

Ningún ignoto e íntimo

amor brilla en vosotros;

no guarda una centella

el blanco pecho en sí.

De otros los ternísimos

cuidados pone en juego,

y de un fuego celeste

desprecio es la merced.

En mí ya siento vívido

el conocido engaño;

de sus propios latidos

se asombra el corazón.

Page 25: Poemas - Giancomo Leopardi

De ti sólo esta última

energía procede;

viene cualquier consuelo

solamente de ti.

Siento que falta al ánima

alta, gentil y pura,

la natura, la suerte,

el mundo y la beldad.

Mas si tú vives, mísero,

si no cedes al hado,

no llames inclemente

a aquel que te creó.

Versión de Diego Navarro

A Silvia Canto XXI

¿Todavía recuerdas

de tu vida mortal, Silvia, aquel tiempo,

en el que la beldad resplandecía

en tus ojos huidizos y rientes,

y alegre y pensativa, los umbrales

juveniles cruzabas?

Resonaban las calmas

estancias, y las calles

vecinas con tu canto inagotable,

mientras a las labores femeniles

te sentabas, dichosa

de aquel vago futuro de tus sueños.

Era el mayo oloroso: y tú solías

pasar el día así.

Yo los gratos estudios

tal vez dejando y los sudados pliegos,

Page 26: Poemas - Giancomo Leopardi

que mi temprana edad

gastaban y de mí la mejor parte,

en los balcones del hogar paterno

escuchaba el sonido de tu voz

y tu mano ligera

recorriendo la tela fatigosa.

Miraba el cielo calmo,

los dorados caminos y los huertos,

y allá el lejano mar, y allá los montes.

Lengua mortal no dice

lo que mi alma sentía.

¡Qué dulces pensamientos

que esperanzas, qué pálpitos, oh Silvia!

¡Cómo la vida humana

y el hado contemplábamos!

Cuando recuerdo tantas ilusiones,

me abruma un sentimiento

acerbo y sin consuelo,

y me vuelve a doler mi desventura.

Oh tú, naturaleza,

¿por qué no das después

lo que un día prometes? ¿por qué tanto

engañas a tus hijos?

Antes que el frío arideciera el prado,

de extraña enfermedad presa y vencida,

moriste, oh mi ternura, sin que vieras

las flores de tu edad;

no alegraba tu alma

el dulce elogio o de las negras trenzas

o de tu vista esquiva y amorosa;

ni contigo en las fiestas las amigas

de amoríos hablaban.

También murieron pronto

mis dulces esperanzas: a mis años

también les negó el hado

la juventud. ¡Ah, cómo,

Page 27: Poemas - Giancomo Leopardi

cómo pasaste, cara compañera

de mi primera edad,

mi llorada ilusión!

¿Es este el mundo aquel? ¿Éstas las obras,

el amor, los sucesos, los placeres

de los que tanto entre los dos hablábamos?

¿esta es la suerte de la raza humana?

Al llegar la verdad

tú, mísera, caíste: y con la mano

la fría muerte y la desnuda tumba

de lejos señalabas.

Versión de Luis Martínez de Merlo

Los recuerdos Canto XXII

No pensé, bellas luces de la Osa,

aún volver, cual solía, a contemplaros

sobre el jardín paterno titilantes,

y a hablaros acodado en la ventana

de esta morada en que habité de niño,

y donde vi el final de mi alegría.

¡Cuántas quimeras, cuántas fantasías

creó antaño en mi mente vuestra vista

y los astros vecinos! Por entonces,

taciturno, sentado sobre el césped,

me pasaba gran parte de la noche

mirando el cielo, y escuchando el canto

de la rana remota en la campiña.

Y erraba la luciérnaga en los setos

y en el parterre, al viento susurrando

las sendas perfumadas, los cipreses,

en el bosque; y oía alternas voces

bajo el techo paterno, y el tranquilo

Page 28: Poemas - Giancomo Leopardi

quehacer de los criados, ¡y qué sueños,

qué pensamientos me inspiró la vista

de aquel lejano mar, de los azules

montes que veo, y que cruzar un día

pensaba, arcanos mundos, dicha arcana

fingiendo a mi vivir! De mi destino

ignorante, y de todas cuantas veces

esta vida desnuda y dolorosa

trocado a gusto hubiera con la muerte.

No supo el corazón que condenado

sería a consumir el verde tiempo

en mi pueblo salvaje, entre una gente

zafia y vil, a la cual extraños nombres,

si no causa de risas y de mofa,

son doctrina y saber; que me odia y huye,

no por envidia, pues que no me tiene

por superior a ella, pero piensa

que así me considero, aunque por fuera

no doy a nadie nunca muestras de ello.

Aquí paso los años, solo, oculto,

sin vida y sin amor; y entre malévolos,

en huraño a la fuerza me convierto,

de piedad y virtudes me despojo,

y con desprecio a los humanos miro,

por la grey que me cerca; y mientras, vuela

el tiempo juvenil, aún más querido

que el laurel y la fama, que la pura

luz matinal, y el respirar: te pierdo

sin una dicha, inútilmente, en este

inhumano lugar, entre las cuitas,

¡oh, única flor en esta vida yerma!

Viene el viento trayendo el son de la hora

de la torre del pueblo. Sosegaba

este son, lo recuerdo, siendo niño,

mis noches, cuando en vela me tenían

mis asiduos terrores en lo oscuro,

Page 29: Poemas - Giancomo Leopardi

y deseaba el alba. Aquí no hay nada

que vea o sienta, donde alguna imagen

no vuelva, o brote algún recuerdo dulce.

Dulce por sí; mas con dolor se infiltra

la idea del presente, un vano anhelo

del pasado, aunque triste, y el decirme:

"yo fui". La galería vuelta al último

rayo del día; los pintados muros,

los fingidos rebaños, y el naciente

sol sobre el campo a solas, en mis ojos

mil deleites pusieron, cuando al lado

mi error me hablaba poderoso, siempre,

doquier me hallase. En estas viejas salas,

al claror de la nieve, en torno a estas

amplias ventanas al silbar del viento,

resonaron los gozos, y mis voces

joviales, cuando el agrio y el indigno

misterio de las cosas de dulzura

lleno se muestra; entera, sin mancilla

el mozo, cual amante aún inexperto,

va a su engañosa vida cortejando,

y celeste beldad fingiendo admira.

¡Oh esperanzas aquellas; tierno engaño

de mi primera edad! Siempre, al hablar,

vuelvo a vosotras; que, aunque pase el tiempo,

y aunque cambie de afectos y de ideas,

no sé olvidaros. Sé que son fantasmas

la gloria y el honor; placer y bienes

mero deseo; estéril es la vida,

miseria inútil. Y si bien vacíos

están mis años, si desierto, oscuro

es mi estado mortal, poco me quita,

bien veo, la fortuna. Mas, a veces,

os recuerdo, mis viejas esperanzas,

y aquel querido imaginar primero;

luego contemplo mi vivir tan mísero

y tan doliente, y que la muerte es eso

Page 30: Poemas - Giancomo Leopardi

que con tanta esperanza hoy se me acerca;

siento el pecho oprimido, que no sé

de mi destino en nada consolarme,

y cuando al fin esta invocada muerte

esté a mi lado, y ya se acerque el fin

de mi desdicha; cuando en valle extraño

se convierta la tierra, y de mis ojos

el futuro se escape, estad seguras

de que os recordaré: y que suspirar

me hará esta imagen, y el haber vivido

en vano será amargo, y la dulzura

del fatal día aliviará mis cuitas.

Ya en el primer tumulto juvenil

de contentos, de angustias y deseos,

llamé a la muerte en muchas ocasiones,

y largo rato me senté en la fuente

pensando en acabar dentro de su agua

mi esperanza y dolor. Luego, por ciega

enfermedad mi vida peligrando,

lloré mi juventud, y de mis pobres

días la flor caída antes de tiempo,

y sentado a altas horas en mi lecho

consciente, muchas veces, dolorido,

bajo la débil lámpara rimando,

lamenté, con la noche y el silencio,

mi alma fugitiva, y a mí mismo

exhausto me canté fúnebres cantos.

¿Quién puede recordaros sin suspiros,

juventud que llegabas nueva, días

hermosos, inefables, cuando al hombre

extasiado sonríen las doncellas

por vez primera; toda cosa en torno

pugna por sonreír; calla la envidia,

aún dormida o tal vez benigna; y casi

(inusitada maravilla) el mundo

su diestra mano tiende generosa,

Page 31: Poemas - Giancomo Leopardi

excusa sus errores, y festeja

su entrar nuevo en la vida, y se le inclina

mostrando que por amo lo recibe?

¡Días fugaces que como el relámpago

se desvanecen! ¿y un mortal ajeno

habrá de desventura, si pasada

esta hermosa estación, si el tiempo bueno,

su mocedad, ay mocedad, se extingue?

¡Oh Nerina! ¿y de ti no escucho acaso

hablar a estos lugares? ¿De mi mente

acaso te caíste? ¿Dónde has ido,

que aquí de ti tan sólo la memoria,

dulzura mía, encuentro? No te ve

esta tierra natal: esta ventana

en que hablarme solías, y que ahora

triste luce a la luz de las estrellas,

está desierta. ¿Dónde estás? ¿No escucho

sonar tu voz, igual que en aquel día

cuando me hacía algún lejano acento

de tu labio, al llegarme, emblanquecer

el rostro? En otros tiempos. Ya se fueron

tus días, dulce amor. Pasaste. A otros

hoy les toca pasar por esta tierra

y habitar estas lomas perfumadas.

Mas rápida pasaste; y como un sueño

fue tu vida. Danzabas; en la frente

te lucía la dicha, y en los ojos

el confiado imaginar, el brillo

de juventud, cuando sopló el destino,

y yaciste. ¡Ay, Nerina! El viejo amor

reina en mi pecho. Si es que a una tertulia

o a alguna fiesta voy, para mí mismo

digo: ¡oh Nerina!, ya no te aderezas,

ya no acudes a fiestas ni a tertulias.

Si vuelve mayo, y ramos y cantares

los novios les van dando a las muchachas,

digo: Nerina, para ti no vuelve

Page 32: Poemas - Giancomo Leopardi

nunca la primavera, amor no vuelve.

Cada día sereno o florecido

prado que miro, o gozo que yo siento

digo: Nerina ya no goza; el aire

y los campos no ve. ¡Pasaste, eterno

mi suspirar! ¡Pasaste! Y compañera

será ya de mis sueños, de mi tierno

sentir, de las queridas y las tristes

emociones, la amarga remembranza.

Versión de Luis Martínez de Merlo

Canto XXIV La calma después de la tormenta

Pasó ya la tormenta;

los pájaros gorjean; la gallina

ha tornado al camino

y vuelve a cacarear. Sereno el cielo

surge a Poniente, sobre la montaña;

despéjanse los campos

y aparece en el valle el claro río.

Todo pecho se alegra; en todas partes

renacen los rumores;

el trabajo prosigue.

A contemplar el cielo, el artesano,

obra en mano, cantando,

asómase a la puerta;

sale la joven a coger el agua

de la reciente lluvia;

repite el verdulero

de camino en camino

el cotidiano grito.

He ahí el sol que retorna y que sonríe

por pueblos y colinas. Los balcones

y las terrazas abre la familia ;

en el sendero escúchase a lo lejos

Page 33: Poemas - Giancomo Leopardi

tintinear de esquilas; cruje el carro

del viajero que sigue su camino.

Todo pecho se alegra.

¿Cuándo tan dulce y grata

es como ahora la vida?

Con tanto amor, el hombre,

¿cuándo se da a su estudio,

torna al trabajo, o nueva cosa emprende?

¿Cuándo se acuerda menos de sus males?

Placer, de afanes hijo;

vano goce, que es fruto

del pasado temor, donde temblaba

de espanto ante la muerte

el que odiaba la vida;

donde, en largo tormento,

fría, callada y pálida,

palpitaba la gente, contemplando

desplomarse sobre ella

viento, rayos y nubes.

Naturaleza afable,

las dádivas son éstas,

son éstos los deleites

que ofreces al mortal. Salir de penas

goce es para nosotros.

Penas derramas largamente; el duelo

espontáneo surge, y los placeres

que por milagro algunas veces nacen

de los afanes, son gran suerte. ¡Humana

prole cara a los dioses! Feliz casi

si descansar te dejan

de algún dolor; dichosa

si la muerte te cura de ellos todos.

Versión de Diego Navarro

Page 34: Poemas - Giancomo Leopardi

El sábado en la aldea Canto XXV

A la puesta del sol, la alegre niña

torna de la campiña

con su haz de yerba y el florido ramo

en que lucen al par violeta y rosa,

y que, inocente, apresta

para adornar gozosa

pecho y cabellos al llegar la fiesta.

A par con la vecina

siéntase a hilar en el umbral la anciana

volviendo el rostro al astro que declina,

y se transporta a la estación lejana

cuando, aún fresca doncella,

danzaba al terminarse la semana,

con sus amigas de la edad más bella.

El aire se obscurece,

se matizan de azul los horizontes,

y descienden las sombras de los montes

cuando la luna cándida aparece.

La torre de la villa

la fiesta anuncia, y sus alegres sones

bajan a confortar los corazones.

Sobre la plaza la vivaz cuadrilla

de rapaces gritando

y aquí y allí saltando,

alza rumor que anima y alboroza;

mientras silbando el labrador regresa

y sentado a su mesa

con el descanso que prevé, se goza.

Cuando el silencio con la sombra crece

y toda luz fenece,

oigo el martillo que tenaz golpea

en el taller, do el oficial se afana

por dejar terminada la tarea

antes de que despunte la mañana.

Page 35: Poemas - Giancomo Leopardi

Este es de la semana

el más hermoso y el postrero día.

Mañana tornarán fastidio y pena,

y a la habitual faena

cada cual volverá como solía.

¡Jovencillo gracioso!

Tu dulce edad florida

es como un día de alborozo lleno,

día claro y sereno,

que precede a la fiesta de tu vida.

¡Goza, gózalo pues! Edad de flores,

suave estación es esta:

nada más te diré; pero no llores

si se retarda tu anhelada fiesta.

Versión de Antonio Gómez Restrepo

Canto XXVI El pensamiento dominante

Poderoso, dulcísimo

dominador de mi profunda mente;

terrible, mas querido

don del cielo; consorte

de mis lúgubres días,

pensamiento que siempre ante mí tornas.

De tu natura arcana,

¿quién no habla? Su influjo entre nosotros,

¿quién no siente? Mas siempre

que al decir sus efectos

la humana lengua el sentir propio excita,

nuevo parece por lo que razona.

¡Cuán desierta mi mente

Page 36: Poemas - Giancomo Leopardi

quedó desde el instante

en que tú la escogiste por morada!

Raudos como el relámpago, de en torno

todos mis pensamientos

se alejaron. Lo mismo que una torre

en solitario campo,

estás solo, gigante, en medio de ella.

¡En qué, fuera de ti, se han convertido

las obras terrenales,

toda la vida entera ante mis ojos!

¡Qué intolerable hastío

el ocio acostumbrado,

la del vano placer vana esperanza,

al lado de ese gozo,

gozo celeste que de ti procede!

Como desde las rocas

del Apenino abrupto

a un campo verde que lejano ríe

los ojos vuelve ansioso el peregrino,

tal yo del rudo y seco

mundano conversar, ávidamente

regreso a ti como a un jardín ameno

y restauro a tu lado mis sentidos.

Me parece increíble

que la vida infeliz y el necio mundo

durante tanto tiempo

sin ti haya soportado;

entender no consigo

que por otros deseos

de ti distintos, haya quien suspire.

Jamás desde el momento

en que entender la vida lograr pude

turbó mi pecho el miedo de la muerte.

Hoy me parece un juego

la que el inepto mundo,

Page 37: Poemas - Giancomo Leopardi

loando a veces, aborrece y teme,

necesidad extrema;

y si acaso el peligro se presenta,

arrostro sonriendo su amenaza.

Siempre al cobarde, al alma

miserable y abyecta

desprecié. Y hoy cualquier acción indigna

me hiere los sentidos;

desdén siente mi alma

por todo ejemplo de vileza humana.

A esta edad orgullosa

que se nutre de huecas esperanzas

y ama lo vano y la virtud combate,

que clama por lo útil

y no ve que la vida

por eso en más inútil se convierte,

superior yo me creo.

Me burlo del humano juicio; al vulgo

que el bello pensamiento

desdeña, pisoteo con desprecio.

Ante aquello que inspiras,

¿qué otro afecto no cede?

Más aún, ¿qué otro afecto

asiento tiene aquí entre los mortales?

Avaricia, desdén, odio, soberbia,

ansias de honor, de mando,

¿qué son sino caprichos

comparados con él? Sólo un afecto

vive en nosotros; uno,

poderoso, que dieron

eternas leyes al humano pecho.

Valor no tiene, ni razón la vida,

sino por él, que para el hombre es todo;

sola disculpa al hado

que al mortal en la tierra

Page 38: Poemas - Giancomo Leopardi

puso para sufrir sin otro fruto;

sólo por quien a veces,

no la estúpida gente, al alma digna

la vida es más hermosa que la muerte.

Por alcanzar tu gozo, pensamiento,

probar humanas ansias

y sufrir muchos años

esta vida mortal, no ha sido indigno;

volvería de nuevo,

experto como soy de nuestros males,

hacia tu meta a recorrer la senda;

que tras la arena y tras la viperina

picada, tan cansado

por el mortal desierto

nunca llegué hasta ti que nuestras penas

vencer no lo creyera un bien muy alto.

¡Oh qué mundo, qué nueva

inmensidad, que edén aquel a donde

frecuentemente tu sublime hechizo

me elevó, donde errando

bajo otras luces que las habituales,

mi terrenal estado

y toda realidad echo en olvido!

Tales son, imagino,

los sueños de los dioses. ¡Ay! Un sueño

que en parte la verdad realza, eres

tú, dulce pensamiento;

sueño y error. Mas tu naturaleza,

entre gratos errores,

divina es; tan viva y poderosa

que junto a la verdad, tenaz, perdura

y a menudo se iguala,

disipándose sólo con la muerte.

Tú, pensamiento mío, tú tan sólo,

vital para mis días,

Page 39: Poemas - Giancomo Leopardi

causa dilecta de infinitas ansias,

conmigo morirás cuando me muera;

dentro del alma las señales siento

de que tú por señor me fuiste dado.

Otros dulces engaños

la realidad solía

desvanecer. Cuando de nuevo vuelvo

a contemplar a aquella

de quien contigo vivo razonando,

crece aquel gran deleite,

crece el delirio por el que respiro.

¡Angélica hermosura!

Cualquier hermoso rostro me parece

casi fingida imagen

que a tu rostro imitó. Tú, sola fuente

de toda donosura;

tú, la sola belleza verdadera.

Desde que pude verte,

¿ de mi solicitud último objeto

no fuiste tú? ¿Cuánto pasó del día

sin que pensara en ti? En los sueños míos,

tu soberana imagen

¿cuántas veces faltó? Bella cual sueño,

aparición angélica,

en la terrena estancia,

en la altura de todo el universo,

¿qué espero yo, qué pido,

que sea más bello que los ojos tuyos,

que sea más dulce que tu pensamiento?

Versión de Diego Navarro

Amor y muerte Canto XXVII

Page 40: Poemas - Giancomo Leopardi

El amado del cielo muere joven

Menandro

Hermanos a la vez creó la suerte

al amor y a la muerte.

Otras cosas tan bellas

en el mundo no habrá ni en las estrellas.

Nacen de aquél los bienes,

los placeres mayores

que en el mar de la vida el hombre halla;

y todos los colores,

todo mal borra ella.

Bellísima doncella,

de dulce ver, no como

se la imagina la cobarde gente,

al tierno Amor le hace

compañía frecuente,

y el camino mortal juntos recorren

y a todo corazón más sabio

que el herido de amor, ni que la vida

infausta más desprecie,

ni que por otro dueño

como por éste los peligros busque;

donde tu llama prende,

amor, nace el aliento

o se despierta; y su saber en obras,

no, como suele, en pensamiento vano,

muestra el linaje humano.

Cuando encendidamente

nace dentro del alma

un afecto amoroso,

juntamente con él un misterioso

lánguido anhelo de morir se siente;

cómo, no sé; mas ésta es la primera

señal del verdadero amor potente.

Quizás a la vista entonces

espanta este desierto; acaso espera

Page 41: Poemas - Giancomo Leopardi

el mortal que ha de hallar inhabitable

la tierra sin aquella

nueva, sola, infinita

felicidad que su pensar figura;

mas presintiendo el corazón por ella

terrible tempestad, quietud ansía

y refugio apetece,

ante el fiero deseo

que en torno ruge y todo lo oscurece.

Cuando lo envuelve todo

la formidable fuerza

y fulmina en el alma afán constante,

¡cuántas veces te implora

con intenso deseo,

oh dulce muerte, el dolorido amante!

¡Cuántas veces, oh, cuántas a la noche

o al alba abandonándose rendido

juzgó gran dicha que jamás pudiera

despertar de su sueño

ni ver la luz amarga nuevamente!

Y al son a veces de la triste esquila,

del canto que conduce

a los que mueren al eterno olvido,

con suspiros ardientes

de lo íntimo del pecho envidia tuvo

de aquel que bajo tierra a habitar iba.

Hasta la tosca plebe,

el labriego, que ignora

toda virtud que del saber deriva,

hasta la joven tímida y esquiva,

que de la muerte al nombre

sentía sus cabellos erizarse,

contemplan ya la tumba y el sudario

con un mirar de fortaleza lleno,

y en hierro y en veneno

meditan largamente,

y aun en su indocta mente

Page 42: Poemas - Giancomo Leopardi

la gentileza del morir comprenden.

Tanto a la muerte inclina

de amor la disciplina. Y es frecuente

que la interna pasión llegue a tal punto

que la fuerza vital no se sostenga,

y ceda el cuerpo frágil

a la terrible lucha, y de esta suerte

por fraterno poder triunfe la muerte,

o tanto instigue amor en lo profundo

del corazón que el tosco campesino

y la tierna doncella

con mano violenta

su carne juvenil den a la tierra.

Ríe entonces el mundo,

al que el cielo vejez y paz consienta.

Al ferviente, al dichoso,

al animoso ingenio

conceda el hado alguno de vosotros,

dulces dueños, amigos

del humano linaje,

cuyo poder no hay quien aventaje

en el mundo, pues sólo la potencia

del hado es superior a vuestra esencia.

y tú, a quien ya desde mis verdes años

honrando siempre invoco,

bella muerte, piadosa

tan sólo tú de la aflicción terrena,

si celebrada fuiste

alguna vez por mí, si del mezquino

vulgo la ofensa a tu esplendor divino

enmendar un día quise,

no tardes más, mis ruegos

vehementes escucha,

¡cierra mis ojos tristes

para siempre a la luz, reina del tiempo!

Me hallarás ciertamente, a cualquier hora

en que tus alas hacia mí despliegues,

Page 43: Poemas - Giancomo Leopardi

levantada la frente, apercibido,

resistiendo al destino;

la mano que al herirme se colora

con mi sangre inocente

no he de colmar de elogios

ni bendecir, cual hace

por antigua ruindad la humana gente;

toda vana esperanza en que se engañan

como niños los hombres,

todo necio consuelo

desecharé, y a nadie en tiempo alguno,

¡oh muerte!, he de aguardar sino a ti sola;

tan sólo el día esperaré sereno

en que decline adormecido el rostro

en tu virgíneo seno.

Versión de Fernando Maristany

A sí mismo Canto XXVIII

Reposarás por siempre,

cansado corazón! Murió el engaño

que eterno imaginé. Murió. Y advierto

que en mí, de lisonjeras ilusiones

con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.

Para siempre reposa;

basta de palpitar. No existe cosa

digna de tus latidos; ni la tierra

un suspiro merece: afán y tedio

es la vida, no más, y fango el mundo.

Cálmate, y desespera

la última vez: a nuestra raza el Hado

sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,

desdeña tu existencia y la Natura

y la potencia dura

Page 44: Poemas - Giancomo Leopardi

que con oculto modo

sobre la ruina universal impera,

y la infinita vanidad del todo.

Versión de Antonio Gómez Restrepo

Canto XXX Sobre un antiguo bajorrelieve sepulcral,

donde una joven muerta está representada

en el momento de partir, despidiéndose de los suyos

¿Dónde vas? ¿Quién te llama

lejos de los que quieres,

bellísima doncella?

¿Sola, peregrinando, el patrio techo

abandonas tan pronto? ¿A estos umbrales

regresarás? ¿Alegrarás un día

a estos que hoy te están llorando en torno?

Secos los ojos, de animoso porte,

afligida te encuentras, sin embargo.

Si grato o no el camino, si el retiro

adonde vas es triste

o alegre, por tu aspecto

grave, mal se adivina. ¡Ay! No podría

asegurar, ni acaso lo comprende

el mundo aún, si en disfavor del cielo

estás, o ser llamada

afortunada o mísera tú debes.

Muerte te llama, al comenzar del día

su último instante. Al nido que abandonas

no volverás. La vista

de tu familia dejas

por siempre. Está ése sitio

al que vas, bajo tierra;

allí residirás eternamente.

Page 45: Poemas - Giancomo Leopardi

Feliz eres tal vez; mas quien contempla

tu destino, pensando en sí, suspira.

Mejor era, imagino,

no ver la luz. Pero nacida cuando

regiamente se extiende la belleza

por los miembros y el rostro,

y empieza todo el mundo

a inclinarse ante ella desde lejos;

al abrirse la flor de la esperanza,

y mucho antes que en la alegre frente

la lúgubre verdad relampaguee,

como el vapor que se condensa en nube

bajo formas fugaces a lo lejos

disipándose apenas ha nacido,

y cambiar el futuro

por el silencio oscuro de la tumba,

esto, si al intelecto

feliz parece, invade

de compasión el pecho al más constante.

Madre dura y llorada

desde el nacer de la familia humana,

natura, pavorosa maravilla,

que por matar engendras y amamantas,

si es un daño la muerte

prematura, di, ¿ cómo la permites

en estos inocentes?

Si es un bien, ¿por qué aciaga

sobre todos los males

al que parte y al que con vida queda

haces inconsolable la partida?

Mísera dondequiera

que mire, que se vuelva o que se acoja

esta sensible prole!

Quisiste que engañosa

fuese aún de la vida

Page 46: Poemas - Giancomo Leopardi

la joven esperanza; de ansias llena

la onda del tiempo; al mal único amparo

la muerte, y este signo ineludible,

esta ley inmutable

Pusiste al curso humano. ¡Ay! ¿Por qué al menos.

tras los arduos caminos, no nos diste

una meta gozosa? Pero ella

que por suerte futura

siempre al vivir llevamos ante el alma;

ella, a quien nuestros daños

tan sólo la consuelan,

vela con paños negros,

ciñe de triste sombra,

y, espantoso a la vista,

más temible que el mar parece el puerto.

Si desventura es este

morir que tú destinas

a aquellos que, inocentes y sin culpa,

sin quererlo, abandonas a la vida,

la suerte del que muere es preferible

a la de aquel que siente

morir a los que ama. Que si es cierto,

como creo seguro,

que desdicha es la vida

y una gracia el morir, ¿quién, pues, podría

desear que a los suyos

el instante postrero les llegara,

y quedar al fin solo

y fuera de sí mismo,

y ver desde el umbral cómo se aleja

la persona querida

junto a quien ha pasado tantos años,

y decirle el adiós sin esperanza

de encontrarla de nuevo

por la senda del mundo,

y luego, solitario, abandonado,

mirando en torno los usuales sitios,

Page 47: Poemas - Giancomo Leopardi

recordar la perdida compañía?

¿Cómo, ¡ay! , cómo, natura, no te importa

arrancar de los brazos

del amigo al amigo,

del hermano al hermano,

de los hijos al padre,

de la amante a la amada, y, muerto uno,

al otro conservar? ¿Cómo pudiste

hacernos necesario

el dolor de que, amando, sobreviva

al mortal el mortal? Pero natura

Jamás en sus acciones

de nuestro mal o nuestro bien se cuida.

Versión de Diego Navarro

Canto XXXI El retrato de una bella mujer esculpido

en el monumento sepulcral de la misma

Tal fuiste: hoy bajo tierra

polvo, esqueleto eres. Sobre el fango,

inmóvilmente colocado en vano,

mudo, mirando de la edad el vuelo,

está, de la memoria

y del dolor custodio, el simulacro

de la muerta hermosura. La mirada

dulce, que hacía temblar si, como ahora,

se fijaban en otro; el labio, donde

el placer derramábase

cual de urna llena; el cuello, circuído

ya de deseo; la amorosa mano,

que a menudo, al posarse,

sintió helada la mano que oprimía,

y el seno, ante el que todos

se tornaban visiblemente pálidos,

fueron un tiempo; huesos

Page 48: Poemas - Giancomo Leopardi

y fango eres ahora;

visión tan triste oculta hoy una piedra.

A eso reduce el hado

a aquello que creímos la más viva

imagen celestial. Misterio eterno

de nuestra vida. Inenarrable fuente

de excelsos pensamientos y sentires,

hoy triunfa la belleza,

y parece, cual llama

de natura inmortal en este yermo,

de altísimos destinos,

de afortunados reinos y áureos mundos

esperanza segura

dar al mortal estado;

mañana leve fuerza

en abyecto, soez y abominable

trocará a lo que tuvo

casi angélico aspecto,

y también de las mentes

desaparece aquello

que admirable concepto suscitaba.

Deseos infinitos

y soberbias visiones

crea en el pensamiento

por natural virtud, docta armonía,

y por un deleitoso mar, arcano

yerra el humano espíritu

como por divertirse

osado nadador por el océano;

mas si un discorde acento

hiere el oído, en nada

se torna aquel edén en un instante.

Natura humana, ¿cómo,

si polvo y sombra eres,

si eres frágil y vil, sientes tan alto?

Si gentil todavía,

Page 49: Poemas - Giancomo Leopardi

¿por qué el más digno de tu pensamiento

55 es así de liviano

y origen de razones despreciables?

Versión de Diego Navarro

Canto XXXIII El ocaso de la luna

Como en noche callada,

sobre el campo argentado y la laguna,

donde aletea el céfiro

y mil aspectos vagos

y objetos engañosos

fingen lejanas sombras

en las ondas tranquilas,

en setos, lomas, villas y ramajes,

junto al confín del cielo,

tras de los Alpes o del Apenino

o del Tirreno en lo hondo,

cae la luna, y el mundo palidece;

las sombras huyen, y una

oscuridad envuelve monte y valle;

ciega la noche queda,

y, cantando con triste melodía,

la última luz del fugitivo astro

que fue su guía hasta ahora

saluda el carretero en su camino,

así también se aleja

y la vida abandona

la juventud. En fuga

van sombras y ficciones

de agradables engaños; se disipa

la lejana esperanza

en que mortal Natura se sustenta.

Abandonada, oscura

Page 50: Poemas - Giancomo Leopardi

queda la vida. En ella la mirada

pone en vano el confuso caminante,

en busca de un sendero que le lleve

a una meta; y comprende

que en la mansión humana

en un extraño ya se ha convertido.

Harto alegre y dichosa

nuestra mísera suerte

pareciera, si el juvenil estado,

en donde un goce es fruto de mil penas.

durase todo el curso de la vida.

Dulcísimo decreto

el que a todo animal condena a muerte,

si en medio del camino

no surgiesen dolores

aun más terribles que la muerte misma.

De mentes inmortales

hallazgo digno, extremo

de todo mal, fué para los eternos

la vejez, donde se halla

intacta el ansia, la esperanza extinta,

secas las fuentes del placer, las penas

So mayores siempre, sin hallar ventura.

Llanuras y colinas,

caído el esplendor que al occidente

el velo de la noche plateaba,

huérfanas largo tiempo

no quedaréis, que por el otro lado

pronto veréis el cielo

de nuevo clarear, surgir la aurora,

y el sol apareciendo detrás de ella

y fulgurando en torno

con poderosos rayos,

de lúcidos torrentes

os bañará, ya los etéreos campos.

Mas la vida mortal, cuando se extingue

Page 51: Poemas - Giancomo Leopardi

la hermosa juventud, no se ilumina

jamás con otras luces ni otra aurora.

Viuda será hasta el fin; oscura noche

que a las otras edades

marcan los dioses como sepulturas.

Versión de Diego Navarro

Canto XXXV Imitación

Lejos del propio ramo,

pobre boja delicada,

¿adónde vas? Del haya

allá donde nací, me arrancó el viento.

Él, retornando, al vuelo

del bosque a la campiña,

del valle a la montaña me conduce.

Con él, perpetuamente,

voy peregrina, y lo demás ignoro.

Voy donde todo va,

donde naturalmente

va la hoja de rosa

y la hoja del laurel.

Versión de Diego Navarro

Canto XXXVI Pasatiempo

Cuando muchacho vine

a entrar en disciplina con las Musas.

Una de ellas cogióme de la mano

y durante aquel día

en torno me condujo

para ver su oficina.

Page 52: Poemas - Giancomo Leopardi

Me mostró uno por uno

los útiles del arte,

y el distinto servicio

a que cada uno de ellos

se emplea en el trabajo

de la prosa y el verso.

Yo lo miraba, y dije:

«Musa, ¿y la lima?» Y contestó la diosa:

«La lima se gastó; ya no la usamos».

Y yo: «Mas rehacerla

es preciso, ya que es tan necesaria » .

Y contestó: «Así es, mas falta tiempo».

Canto XXXVII Fragmento

ALCETA

Oye, Meliso: he de contarte un sueño

de esta noche, que vuelve a mi memoria

al contemplar la luna. Yo me hallaba

en la ventana que da al prado, a lo alto

mirando, y he aquí que de improviso

la luna se desprende, y me parece

que cuanto en su caer va aproximándose

tanto crece a la vista; en fin, que vino

a dar de golpe en medio el prado; y era

tan grande como un cántaro, y de chispas

vomitaba una niebla, que chirriaba

cual carbón encendido que en el agua

se sumerge y se extingue. De este modo,

la luna, como he dicho, sobre el campo

se apagó poco a poco, ennegreciéndose,

y alrededor las yerbas humeaban.

Vi entonces que en el cielo había quedado

un vislumbre, una huella o bien un nicho

Page 53: Poemas - Giancomo Leopardi

donde ella fué arrancada, de manera

que me helé de terror, y aun me estremezco.

MELISO

Y bien has de temer, que fácil cosa

fuera caer la luna entre tu campo.

ALCETA

¿Quién lo sabe? ¿No vemos en verano

las estrellas caer?

MELISO

Tantas estrellas

hay, que no importa que una u otra caiga,

si mil han de quedar. Pero la luna

está sola en el cielo, y de ninguno

nunca caer fué vista sino en sueños.

Versión de Diego Navarro

Canto XXXVIII Fragmento

Aquí, vagando del umbral en torno,

la lluvia y la tormenta invoco en vano,

para que la retenga en mi morada.

Bramaba el huracán en la floresta

y el trueno retumbaba entre las nubes,

antes que el alba iluminase el cielo.

¡Oh amadas nubes, cielo, tierra, plantas!,

parte mi amor: piedad, si en este mundo

piedad existe para un triste amante.

¡Despierta, torbellino, y trata ahora

Page 54: Poemas - Giancomo Leopardi

de envolverme, oh turbión, hasta el momento

que en otra tierra el sol renueve el día!

Se aclara el cielo, cesa el viento, duermen

las hojas y la yerba, y, deslumbrado,

de llanto el crudo sol llena mis ojos.

Versión de Diego Navarro

Canto XLI Del griego de Simonedes

Que humana cosa dura poco tiempo

es máxima muy cierta,

dice el viejo de Quíos,

que la misma natura

tiene el hombre y las hojas.

Mas esta voz muy pocos

oyen. A la esperanza inquieta, hija

de juveniles pechos,

todos le dan asilo.

Mientras rojas las flores

de nuestra edad acerba

son, el alma orgullosa

cien dulces pensamientos nutre en vano,

ni muerte espera, ni vejez; ninguna

dolencia al hombre sano preocupa.

Mas tonto es quien no mira

cuán presto juventud emprende el vuelo.

Y cómo de la cuna

cercano está el sepulcro.

Tú, que el pie pondrás pronto

en el fatal camino

de la sede plutónica,

a los goces presentes

tu breve edad confía.

Versión de Diego Navarro