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LAURINA PALMA O LA GRAN MISERIA HUMANA Una noche de misterio, estando el mundo dormido, buscando un amor perdido pasé por el cementerio.... Desde el azul hemisferio la luna su luz ponía sobre la muralla fría de la necrópolis santa, en donde a los muertos canta el búho su triste elegía. La luna sus limpideces a las tumbas ofrecía. y pulsaba el aura umbría el arpa de los cipreses. Aquellas mil lobregueces, de mi corazón hermanas, me inspiraron, y, con ganas de interrogar a la Parca, entré a la glacial comarca de las miserias humanas. Acompañado del cierzo, los difuntos visité, y en cada tumba dejé una lágrima y un verso. Estaba allí de perverso entre seres no ofensivos, perturbando los cautivos en sus sepulcros desiertos… ¡Me fui a buscar a los muertos por tener miedo a los vivos! La noche estaba muy bella y el aire muy sonoro, refulgente dalia de oro semejaba cada estrella. Y la brisa sin querella, por ser voluble y ser vana, en esa mansión arcana, corría llena de embelesos, poniendo sus frescos besos en la gran miseria humana. La luna seguía brillando en el azul de los cielos, y las nubes con sus velos sin miedo la iban tapando. Y, en procesiones pasando por la inmensidad secreta, iban, y la brisa inquieta retozaba en el saúz que empapaba con su luz Diana, diosa del poeta. La luna que Diana es, en aquella hermosa noche se abrió como el áureo broche de una flor de esplendidez. Sentí vacilar mis pies en tan lúgubre mansión, y me senté en un panteón con la lira en una mano… Como un revuelto oceano temblaba mi corazón. Bajo de un ciprés sombrío y verde cual la esperanza, con su fúnebre acechanza estaba un cráneo vacío. Yo sentí pavor y frío al mirar la calavera pareciéndome en su esfera que se reía de mí, y yo de ella me reí al verla calva y tan fiera:

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LAURINA PALMA O LA GRAN MISERIA HUMANA

Una noche de misterio,estando el mundo dormido,buscando un amor perdidopasé por el cementerio....Desde el azul hemisferio

la luna su luz poníasobre la muralla fría

de la necrópolis santa,en donde a los muertos canta

el búho su triste elegía.

La luna sus limpidecesa las tumbas ofrecía.

y pulsaba el aura umbríael arpa de los cipreses.

Aquellas mil lobregueces,de mi corazón hermanas,

me inspiraron, y, con ganasde interrogar a la Parca,

entré a la glacial comarcade las miserias humanas.

Acompañado del cierzo,los difuntos visité,

y en cada tumba dejéuna lágrima y un verso.Estaba allí de perverso

entre seres no ofensivos,perturbando los cautivos

en sus sepulcros desiertos…¡Me fui a buscar a los muertos

por tener miedo a los vivos!

La noche estaba muy bellay el aire muy sonoro,

refulgente dalia de orosemejaba cada estrella.Y la brisa sin querella,

por ser voluble y ser vana,en esa mansión arcana,

corría llena de embelesos,poniendo sus frescos besosen la gran miseria humana.

La luna seguía brillandoen el azul de los cielos,

y las nubes con sus velossin miedo la iban tapando.Y, en procesiones pasando

por la inmensidad secreta,iban, y la brisa inquieta

retozaba en el saúzque empapaba con su luz

Diana, diosa del poeta.

La luna que Diana es,en aquella hermosa noche

se abrió como el áureo brochede una flor de esplendidez.

Sentí vacilar mis piesen tan lúgubre mansión,

y me senté en un panteóncon la lira en una mano…Como un revuelto oceano

temblaba mi corazón.

Bajo de un ciprés sombríoy verde cual la esperanza,con su fúnebre acechanza

estaba un cráneo vacío.Yo sentí pavor y fríoal mirar la calavera

pareciéndome en su esferaque se reía de mí,y yo de ella me reí

al verla calva y tan fiera:

Dime, humana calavera,¿qué se hizo la carne aquellaque te dio hermosura bella

cual lirio de primavera?¿Qué se hizo tu cabellera

tan frágil y tan liviana,dorada cual la mañana

de la aurora el nacimiento?¿Qué se hizo tu pensamiento?¡Responde, miseria humana!

Calavera sin pasiones,di qué se hicieron tus ojos

con que mataste de hinojosa idílicos corazones,

que repletos de ilusioneste amaron con soberana

pasión que no era villana,y en estas horas tranquilas

¿qué se hicieron tus pupilas?¡Contesta, miseria humana!

Aquí donde no hay tropel,calavera sin resabios,

di qué se hicieron tus labios

tan rojos como el clavel,y dulces como la miel

de la campiña romana;esos tus labios de grana

llenos de pasión mentida,¿qué se hicieron en la vida?

¡Responde, miseria humana!

Calavera a quien felizbesa la luna de plata,

di por qué te encuentras chata

si era larga tu nariz.¿Dónde está la masa grisde tu cerebro pensante?

¿Dónde tu bello semblantey tu mejilla rosada,

que a besos en noche heladaquiso comerse un amante?

Aquí donde todo es calma,contesta, cráneo vacío:

¿Qué se hizo tu poderío?¿Qué fue de Laurina Palma?¿Qué del placer de tu almaque te dio el amor un día?

Tu altivez, tu bizarría,tus sonrisas que mintieron,

dime, dime, ¿qué se hicieron,oh calavera sombría?

A mis interrogacionesel cráneo blanco callaba

mientras la luna alumbrabasarcófagos y panteones...

Y dije si aflicciones:si eres el cráneo de aquellaque en la vida sin querellame despreció con desdén,

¡despréciame ahora también!¡Eclipsa otra vez mi estrella!

Estamos en la mansiónde la austera realidad.

¿Qué se hizo la liviandadque tenía tu corazón?

No respondes, mudos sontus labios que pronunciaron

cosas que ya se tornaronen pálidas flores muertas,

cosas que no fueron ciertasy mi pobre alma mataron!

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Aquí en esta soledadque sólo cruza el cocuyo,

dime qué se hizo tu orgullo,tu amor y tu vanidad;

qué se hizo tu potestadde persona soberanay mentirosa y galana

que ostentó tanta belleza;di qué se hizo tu grandeza…¡Responde, miseria humana!

Vanidad de vanidadessolamente son tus galas,

oh mariposa sin alas,llorando tus liviandades.

Las ópticas realidadeste circundan con profundomarasmo donde infecundoes el amor que iluminan…Es aquí donde terminanlas vanidades del mundo

Aquí en este camposantose terminan los amores,las alegrías, los dolores,el poderío y el encanto;cesa en los ojos el llantoy el mundo vivo suspira;

aquí no llega la irade la muchedumbre inquieta;

aquí termina el poetay se enmudece su lira.

En este mundo hedonista,de egoísmo y de censura,

tan sólo la sepulturaes la que no es egoísta.Ella recibe humanista

al santo y al condenado,al pobre, al acaudalado,

al perverso, al bueno, al caco,al honrado, al gordo, al flaco,

al bruto y al ilustrado.

Al rodar el ataúden la hueca sepultura

se igualan en línea oscurael crimen y la virtud;y en eterna laxitud

que todo movimiento;lanza gemidos el viento

y la soledad se aterray ruedan sobre la tierra

los cráneos sin pensamiento.

Aquí en este triste erialdonde sucumbir es ley,el esqueleto de un rey

al de un esclavo es igual;Aquí el toque funeralde la sonora campana

es a la cabeza canacomo a la de negro pelo,

y ñata dando receloes la calavera humana.

Aquí en este entristecidoy lúgubre camposanto

termina del vate el canto,y del músico el sonido;del pintor el colorido,

y de su cerebro el focose consume sin sofoco,

y sólo queda el recuerdo.Aquí tanto vale un cuerdo,como lo que vale un loco.

Todo corazón se aterraal llegar a esta mansiónviendo clavar el cajón

que se comerá la tierra.Cuando una tumba se cierra

el alma gime angustiada,pero esa humana bandada

que a otro hoy viene a sepultar,

mañana en este lugarserá polvo... ¡será nada!.

En esta mansión glacialdonde lo fatuo refleja,se pudre la carne viejacomo la carne jovial;

aquí el necio se hace igualal urbano de ilustrada

sociedad civilizada,y aquí la diosa riquezaes igual a la pobreza…

¡Todo aquí es polvo y es nada!

Y dijo la calavera:Aquí en este camposanto,se perdió todo mi encanto

con que vanidosa era.Se acabó mi cabellera

que en un tiempo fue dorada,

y mi mejilla rosadacomo gasa de arrebol;

mis ojos que envidió el sol,aquí se volvieron nada!

Tan sólo el dolor es fuertela vida es vano capullo,

yo vi acabarse mi orgullobajo el peso de la muerte.Ya todo es materia inerte,

y en este triste lugarse tiene que terminar

el genio que esplendor tieney melancólico vienelas tumbas a visitar.

Llorar en estos desiertoses una cosa muy vaga

porque el llanto nada pagani resucita a los muertos,que de paños recubiertos

están en la loza fría;aquí en un tétrico día

cae el que peca, el que no peca…

Así, haciendo horrible mueca,la calavera decía.

Aquí está la gran verdadque sobre el orgullo pesa:

aquí la gentil bellezaes igual a la fealdad;aquí acaba la maldad

y la bondad apreciada;aquí la mujer casadaes igual a la soltera…,me decía la calaveracon su voz apagada.

Yo soy el cráneo de aquellaa quien le cantaste un díapoemas que no merecía

porque no era así tan bellacomo la primera estrellade Oriente o el tulipánal que las auroras danel rocío que deslíe...

Aquí el que de mi hoy se ríede él mañana se reirán.

Yo escuchaba aquella cosay lleno de horrible espantosalí de aquel camposanto

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como veloz mariposa.La luna pura y radiosavertió su lumbre fugaz,

y la calavera audazdijo al mirarme correr:

“¡Tú aquí tienes que volver,y calavera serás!”

Yo, ante razón tan sentida,sentí por el cuerpo míoun extraño escalofríocasi perdiendo la vida.

Con el alma entristecidavolví a mi celda cristiana,meditando que mañana,por firme ley de la parca,debo habitar la comarca

de la Gran Miseria Humana.

Gabriel Escorcia Gravini (colombiano, 1892 – 1920)

Gabriel Escorcia Gravini nació en Soledad, Atlántico, el 14 de marzo de 1892 y tempranamente, en su infancia, fue diagnosticado con el mal de Hansen. En la biografía de su vida se mezcla el mito y la realidad al mejor estilo de realismo mágico propio del Caribe colombiano y en su pueblo natal el poeta lugareño es capítulo especial en las clases de literatura básica de los colegios, al lado de Cervantes y García Márquez. En el cementerio su tumba permanece impecable, siempre con flores frescas y la lápida lustrada. Su obra máxima, La Gran Miseria Humana, aún se edita en viejas imprentas soledeñas y se vende cerca a los puestos de verduras en el mercado municipal.

Luego de su diagnóstico, fue retirado de su escuela y debía ser aislado pues de acuerdo a la ignorancia de la época, la

lepra era considerada contagiosa y un problema de salud pública, algo parecido a la costumbre descrita en el capítulo 13 del Levítico, donde el leproso era declarado inmundo por el sacerdote, y obligado a vivir solo, fuera del poblado.

En ese entonces los médicos estaban en la obligación de reportar los enfermos de lepra y las autoridades los confinaban en un leprocomio en la pintoresca población pesquera de Caño de Loro, en la isla de Tierrabomba, frente a Cartagena. Pero las hermanas del poeta, María Concepción y Salvadora, prefirieron esconderlo antes que enviarlo al leprocomio público. Según las crónicas ante la insistencia familiar y la intervención del alcalde de Soledad Luis De La Hoz, quien ofreció al médico la alternativa de construirle un cuarto en el inmenso patio de la casa para que estuviera cerca de su familia y donde estaría aislado. El médico no informó a las autoridades y el niño se instaló en su nuevo cuarto, que más tarde llamó “Mi celda cristiana”. Allí se hizo autodidacta, cultivo su trabajo literario, escribió sus versos más sentidos y su maravilloso poema “La Gran Miseria Humana”, que le valió el título de “Uno de los más grandes poetas cantores de la muerte”.

Gabriel Escorcia Gravini sufrió el dolor físico y el tormento psíquico pero la vida le deparó deparó un amigo para que le hiciera menos difícil el viacrucis de sus existencia, se llamó José Miguel Orozco,

poeta soledeño cuatro años mayor que el y condiscípulo de sus días de escuela. El poeta Orozco le proveía en su cuarto de enfermo libros, revistas, periódicos que devoraba en su cuarto de enfermo. Es Orozco quien actúa de intermediario y ayuda en la publicación local de las poesías de Escorcia Gravini.

Breve fue su estadía en este mundo y el 28 de diciembre de 1920 fallece en su tierra natal. Mucho de su prolífico trabajo se perdió en el fuego que ordenaron sus padres prenderle al cuarto donde vivió los últimos 14 años de su trágica existencia, pero su hermano menor Luis Felipe, logró arrancarle a las llamas algunos documentos de este poeta.

Se dice que todas las noches, a la hora en que Soledad se disponía a apagar los mechones, el poeta hacía su entrada en el cementerio Central, vestido de blanco de pies a cabeza, para internarse entre sombras y tumbas. Al poeta Gabriel Escorcia Gravini lo inspiraba el cementerio. Y de aquellas misteriosas incursiones nocturnas surgió La Gran Miseria Humana, la crónica poética, escrita en treinta estrofas de rigurosas décimas, sobre el hombre que llegaba al cementerio y protagonizaba el mordaz encuentro con la calavera de la mujer que lo despreció en vida.

El tema de La Gran Miseria Humana es el amor. Y a través del Amor, el poeta aborda el asunto de la muerte, para

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llegar a conclusiones axiológicas. Es una obra de gran belleza, cargada de imágenes y metáforas. De principio a fin campea un fino trabajo de filigrana poética, y la evocación de un mundo mágico y misterioso, poblado de fantasmas que rodean al hombre de un modo inexorable.

Allí, en La Gran Miseria Humana, el poeta expone consideraciones generales sobre el amor y la mujer, sus atractivos y sus delicias, para llegar a reflexiones generales sobre la vanidad y sus engaños. La Gran Miseria Humana no es el poema de un hombre sin esperanzas. Es el tema de un predicador de verdades. En el fondo, La Gran Miseria Humana es un poema al servicio de la ética, con un ideal moral impresionante.

La leyenda dice que una tarde de domingo, Escorcia Gravini escuchó a un trovador decimero que pasaba cantando por su ventana. Lo llamó y le entregó el manuscrito de La Gran Miseria Humana.— Délo a conocer—le dijo.Fue como publicar el poema. Por aquella época, los decimeros andantes cumplían el papel de periódicos y noticieros. En un santiamén, la obra se hizo conocida a lo largo y ancho de la región del Caribe.

Precisamente a través de ellos el famoso músico de acordeón Lisandro Meza habría de conocer el poema cincuenta y cinco años después, para convertirlo en

un fenómeno de popularidad en 1975. Cuenta Lisandro que estaba durmiendo una noche en su casa de Los Palmitos, Sucre, cuando fue despertado por un decimero que cantaba La Gran Miseria Humana, interrumpiendo el silencio de las tres de la mañana.Lisandro se levantó muy temprano y se fue para la casa del decimero. «Lo encontré con la misma borrachera«, cuenta. Le llevó de regalo una botella de ron y armado de una grabadora le pidió que repitiera el canto que había llamado su atención. De esa manera el poema dio un salto audaz a través de medio siglo, desde el confinamiento del poeta hasta la grabadora de Lisandro Meza, quien lo montó con melodía y ritmo de son cubano.

Hoy los académicos de Soledad aventuran en la teoría de que el poeta escribió La Gran Miseria Humana para burlarse de todas las mujeres que lo despreciaron en vida; que es una especie de diatriba generalizada contra aquellas que salieron corriendo al verlo llegar y quemaron sus versos para no contagiarse.

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A Margarita Debayle

Margarita está linda la mar, y el viento,

lleva esencia sutil de azahar; yo siento

en el alma una alondra cantar;

tu acento: Margarita, te voy a contar

un cuento:

Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día

y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita,

tan bonita, Margarita,

tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer;

la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla decorar un prendedor,

con un verso y una perla y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas se parecen mucho a ti:

cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar,

a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba, por la luna y más allá;

más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?

te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».

La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad:

«Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho

que el azul no hay que cortar?.

¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...

El Señor se va a enojar».

Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento

fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado: «Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado

vas ahora a devolver».

La princesa se entristece

por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas esa rosa le ofrecí;

son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,

y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes

a la orilla de la mar.

La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor

en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar, y el viento

lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil

pensamiento al que un día te quiso contar

un cuento.

Rubén Darío.

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Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,

alma de querube, lengua celestial,

el mínimo y dulce Francisco de Asís,

está con un rudo y torvo animal,

bestia temerosa, de sangre y de robo,

las fauces de furia, los ojos de mal:

el lobo de Gubbia, el terrible lobo,

rabioso, ha asolado los alrededores;

cruel ha deshecho todos los rebaños;

devoró corderos, devoró pastores,

y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros

fueron destrozados. Los duros colmillos

dieron cuenta de los más bravos perros,

como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió: al lobo buscó

en su madriguera. Cerca de la cueva encontró a

la fiera enorme, que al verle se lanzó

feroz contra él. Francisco, con su

dulce voz, alzando la mano,

al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano

lobo! El animal contempló al varón de tosco

sayal; dejó su aire arisco,

cerró las abiertas fauces agresivas,

y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!

¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas

de horror y de muerte? ¿La sangre que vierte

tu hocico diabólico, el duelo y espanto

que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el

dolor de tanta criatura de Nuestro

Señor, no han de contener tu encono

infernal? ¿Vienes del infierno?

¿Te ha infundido acaso su rencor eterno

Luzbel o Belial? Y el gran lobo, humilde: ?¡Es

duro el invierno, y es horrible el hambre! En el

bosque helado no hallé qué comer; y busqué

el ganado, y en veces comí ganado y

pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un

cazador

sobre su caballo, llevando el azor

al puño; o correr tras el jabalí,

el oso o el ciervo; y a más de uno vi

mancharse de sangre, herir, torturar,

de las roncas trompas al sordo clamor,

a los animales de Nuestro Señor.

Y no era por hambre, que iban a cazar.

Francisco responde: ?En el hombre existe mala levadura.

Cuando nace viene con pecado. Es triste.

Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener

desde hoy qué comer. Dejarás en paz

rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser

montaraz! ?Está bien, hermano Francisco

de Asís. ?Ante el Señor, que todo ata y

desata, en fe de promesa tiéndeme la

pata. El lobo tendió la pata al

hermano de Asís, que a su vez le alargó

la mano. Fueron a la aldea. La gente

veía y lo que miraba casi no creía.

Tras el religioso iba el lobo fiero,

y, baja la testa, quieto le

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seguía como un can de casa, o como

un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza

y allí predicó. Y dijo: ?He aquí una amable

caza. El hermano lobo se viene

conmigo; me juró no ser ya vuestro

enemigo, y no repetir su ataque

sangriento. Vosotros, en cambio, daréis

su alimento a la pobre bestia de Dios. ?

¡Así sea!, contestó la gente toda de la

aldea. Y luego, en señal

de contentamiento, movió testa y cola el buen

animal, y entró con Francisco de Asís

al convento.

*

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo

en el santo asilo. Sus bastas orejas los salmos

oían y los claros ojos se le

humedecían. Aprendió mil gracias y hacía

mil juegos cuando a la cocina iba con los

legos. Y cuando Francisco su oración

hacía,

el lobo las pobres sandalias lamía.

Salía a la calle, iba por el monte, descendía al

valle, entraba en las casas y le

daban algo de comer. Mirábanle como a

un manso galgo. Un día, Francisco se ausentó.

Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno,

el lobo probo, desapareció, tornó a la

montaña, y recomenzaron su aullido y

su saña. Otra vez sintióse el temor, la

alarma, entre los vecinos y entre los

pastores; colmaba el espanto los

alrededores, de nada servían el valor y el

arma, pues la bestia fiera

no dio treguas a su furor jamás,

como si tuviera fuegos de Moloch y de

Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,

todos lo buscaron con quejas y llanto,

y con mil querellas dieron testimonio

de lo que sufrían y perdían tanto

por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.

Se fue a la montaña a buscar al falso lobo

carnicero. Y junto a su cueva halló a la

alimaña. ?En nombre del Padre del

sacro universo, conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo

perverso!, a que me respondas: ¿Por qué

has vuelto al mal? Contesta. Te escucho.

Como en sorda lucha, habló el animal,

la boca espumosa y el ojo fatal:

?Hermano Francisco, no te acerques mucho...

Yo estaba tranquilo allá en el convento;

al pueblo salía, y si algo me daban estaba

contento y manso comía.

Mas empecé a ver que en todas las casas

estaban la Envidia, la Saña, la Ira,

y en todos los rostros ardían las brasas

de odio, de lujuria, de infamia y mentira.

Hermanos a hermanos hacían la guerra,

perdían los débiles, ganaban los malos,

hembra y macho eran como perro y perra,

y un buen día todos me dieron de palos.

Me vieron humilde, lamía las

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manos y los pies. Seguía tus sagradas

leyes, todas las criaturas eran mis

hermanos: los hermanos hombres, los

hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos.

Y así, me apalearon y me echaron fuera.

Y su risa fue como un agua hirviente,

y entre mis entrañas revivió la fiera,

y me sentí lobo malo de repente;

mas siempre mejor que esa mala gente.

y recomencé a luchar aquí, a me defender y a me

alimentar. Como el oso hace, como el

jabalí, que para vivir tienen que

matar. Déjame en el monte, déjame

en el risco, déjame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano

Francisco, sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.

Le miró con una profunda mirada,

y partió con lágrimas y con desconsuelos,

y habló al Dios eterno con su corazón.

El viento del bosque llevó su oración,

que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

Rubén Darío.

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El pájaro yo

(Pablo Insulidae Nigra)

ME llamo pájaro Pablo,ave de una sola pluma,

volador de sombra claray de claridad confusa,las alas no se me ven,

los oídos me retumbancuando paso entre los árboles

o debajo de las tumbascual un funesto paraguas

o como una espada desnuda,estirado como un arco

o redondo como una uva,vuelo y vuelo sin saber,

herido en la noche oscura,quiénes me van a esperar,

quiénes no quieren mi canto,quiénes me quieren morir,quiénes no saben que llegoy no vendran a vencerme,a sangrarme, a retorcerme

o a besar mi traje rotopor el silbido del viento.Por eso vuelvo y me voy,

vuelo y no vuelo pero canto:soy el pájaro furioso

de la tempestad tranquila.

El miedo

Todos me piden que dé saltos,que tonifique y que futbolee,

que corra, que nade y que vuele. Muy bien.

Todos me aconsejan reposo,todos me destinan doctores,

mirándome de cierta manera.Qué pasa?

Todos me aconsejan que viaje,

que entre y que salga, que no viaje,

que me muera y que no me muera.

No importa.

Todos ven las dificultadesde mis vísceras sorprendidaspor radioterribles retratos.

No estoy de acuerdo.

Todos pican mi poesíacon invencibles tenedoresbuscando, sin duda, una

mosca,Tengo miedo.

Tengo miedo de todo el mundo,

del agua fría, de la muerte.Soy como todos los mortales,

inaplazable.

Por eso en estos cortos díasno voy a tomarlos en cuenta,

voy a abrirme y voy a encerrarme

con mi más pérfido enemigo,Pablo Neruda.

El futuro es espacio

EL futuro es espacio,espacio color de tierra,

color de nube,color de agua, de aire,

espacio negro para muchos sueños,

espacio blanco para toda la nieve,

para toda la música.

Atrás quedó el amor desesperado

que no tenía sitio para un beso,

hay lugar para todos en el bosque,

en la calle, en la casa,hay sitio subterráneo y

submarino,qué placer es hallar por fin,

subiendoun planeta vacío,

grandes estrellas claras como el vodka

tan transparentes y deshabitadas,

y allí llegar con el primer teléfono

para que hablen más tarde tantos hombres

de sus enfermedades.

Lo importante es apenas divisarse,

gritar desde una dura cordillera

y ver en la otra puntalos pies de una mujer recién

llegada.

Adelante, salgamosdel río sofocante

en que con otros peces navegamos

desde el alba a la noche

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migratoriay ahora en este espacio

descubiertovolemos a la pura soledad.

(Pablo Neruda)

El mar

NECESITO del mar porque me enseña:

no sé si aprendo música o conciencia:

no sé si es ola sola o ser profundo

o sólo ronca voz o deslumbrante

suposición de peces y navios.El hecho es que hasta cuando

estoy dormidode algún modo magnético

circuloen la universidad del oleaje.

No son sólo las conchas trituradas

como si algún planeta tembloroso

participara paulatina muerte,no, del fragmento reconstruyo el día,

de una racha de sal la estalactita

y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,

incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven

que aquí llegó a vivir con sus

incendios,y sin embargo el pulso que

subíay bajaba a su abismo,

el frío del azul que crepitaba,el desmoronamiento de la

estrella,el tierno desplegarse de la ola

despilfarrando nieve con la espuma,

el poder quieto, allí, determinado

como un trono de piedra en lo profundo,

substituyó el recinto en que crecían

tristeza terca, amontonando olvido,

y cambió bruscamente mi existencia:

di mi adhesión al puro movimiento.

Déjame sueltas las manos...

DÉJAME sueltas las manosy el corazón, déjame libre!Deja que mis dedos corran

por los caminos de tu cuerpo.La pasión �sangre, fuego, besos �

me incendia a llamaradas trémulas.

Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos

doblegando la selva sensible de mis nervios.

Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!

Es el incendio!

Y estás aquí, mujer, como un madero intacto

ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas

hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libre las manosy el corazón, déjame libre!Yo sólo te deseo, yo sólo te

deseo!No es amor, es deseo que se

agosta y se extingue,es precipitación de furias,

acercamiento de lo imposible,pero estás tú,

estás para dármelo todo,y a darme lo que tienes a la

tierra viniste �como yo para contenerte,

y desearte,y recibirte!

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LOS CAMELLOS

Lo triste es así...

Peter Altenberg

Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,

de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,

los cuellos recogidos, hinchadas las narices,

a grandes pasos miden un arenal de Nubia.

Alzaron la cabeza para orientarse, y luego

el soñoliento avance de sus vellosas piernas

�bajo el rojizo dombo de aquel cénit de fuego �

pararon silenciosos, al pie de las cisternas...

Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,

y ya sus ojos quema la fiebre del tormento;

tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico

perdido entre las ruinas de infausto monumento.

Vagando taciturnos por la dormida alfombra,

cuando cierra los ojos el moribundo día,

bajo la virgen negra que los llevó en la sombra,

copiaron el desfile de la Melancolía...

Son hijos del desierto: prestóles la palmera

un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,

y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera

¡sopló cansancio eterno la boca de la Esfinge!

Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:

«Amamos la fatiga con inquietud secreta...»

y vieron desde entonces correr sobre su espalda,tallada en carne viva, su

triangular silueta.

Los átomos de oro que el torbellino esparce

quisieron en sus giros ser grácil vestidura,

y unidos en collares por invisible engarce

vistieron del giboso la escuálida figura...

Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,

la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos

de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...

todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.

Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,

ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,

ni el ruido sonoroso de claros cascabeles

alegran las miradas del rey de la fatiga.

¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio,

que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas;

sólo esos ojos pueden deciros el cansancio

de un mundo que agonia sin sangre entre las venas!

¡Oh, artistas! ¡Oh, camellos de la llanura vasta

que vais llevando a cuestas el sacro monolito!

¡Tristes de esfinge! ¡Novios de la palmera casta!

¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!

¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas

de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?

Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,

sólo su arteria rota la Humanidad redime.

Se pierde ya a lo lejos la errante caravana

dejándome �camello que cabalgó el Excidio... �

¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,

entre las ondas grises del lóbrego fastidio!

Page 12: poemas

¡No! Buscaré dos ojos que he visto, fuente pura

hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente

hasta que suelta en hilos de mística dulzura

refresque las entrañas del lírico doliente.

Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre

mientras el vago fondo de esas pupilas miro,

dirá que vio un camello con onda pesadumbre

mirando, silencioso, dos fuentes de zafiro.

Guillermo Valencia Castillo

(Popayán, Colombia, 20 de octubre de 1873 - Popayán, Colombia, 8 de julio de 1943) fue un poeta y político colombiano. Fue pionero del Modernismo en Colombia.Además, fue diplomático y candidato presidencial, creador de una poesía pictórica con influencias del romanticismo y del parnasianismo.

Nació en Popayan,

departamento del Cauca,

el 20 de octubre de 1873, hijo

de Joaquín Valencia Quijano y

Adelaida Castillo Silva. Quedó

huérfano a los diez años de

edad. Gracias a su hermano

mayor consiguió estudiar en

el colegio de San José De

LaSalle, ubicado en guapi,

donde empezó a demostrar

su inclinación a la poesía

De muy joven ingreso a la

política (diputado a los 23

años, cuando ya había sido

secretario de Hacienda en el

Cauca desde dos años antes) y

desempeñó puestos

diplomáticos en Francia, Suiza

y Alemania, y misiones

diplomáticas en Brasil, Chile y

Perú; fue jefe civil y militar del

Cauca (1901), gobernador, y

senador de la República desde

1908. Candidato dos veces a

la presidencia de la República,

fue derrotado en ambas

ocasiones. Fue un gran

orador, un político discutido y

discutible, y un excelente

poeta; conservador en política

y modernista en poesía, ello

entrañaba una contradicción

que hoy no se advierte tan

bien como entonces.2

En su trayectoria poética, se

pueden reconocer tres

etapas; en la primera tendió

al parnasianismo, después

siguió la línea del simbolismo

francés, y, por fin, recibió la

influencia de Rubén Darío y el

modernismo. Su único libro

original de versos fue Ritos,

compuesto entre 1896-98 y

publicado por segunda vez en

Londres, en 1914. Luego

compuso muchos otros

poemas, algunos incluso de

mayor valor que los de Ritos,

buena parte de los cuales

fueron publicados en 1952 en

su Obra poética completa.

Otra de sus obras fue Catay

(publicada en 1929), en la que

recoge distintos poemas

chinos, traducidos en verso al

español a partir de los años

74 gracias a su edad era mas

facil vender porque a la gente

le daba pesar era temeroso

de las arañas y no le gustaba

la aguapanela.

Page 13: poemas

Simón el bobito

Simón el bobito llamó al pastelero:

¡a ver los pasteles, los quiero probar!

-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero

ver ese cuartillo con que has de pagar.

Buscó en los bolsillos el buen Simoncito

y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito.

A Simón el bobito le gusta el pescado

Y quiere volverse también pescador,

Y pasa las horas sentado, sentado,

Pescando en el balde de mamá Leonor.

Hizo Simoncito un pastel de nieve

Y a asar en las brasas hambriento lo echó,

Pero el pastelito se deshizo en breve,

Y apagó las brasas y nada comió.

Simón vio unos cardos cargando viruelas

Y dijo: -¡qué bueno! las voy a coger.

Pero peor que agujas y puntas de espuelas

Le hicieron brincar y silbar y morder.

Se lavó con negro de embolar zapatos

Porque su mamita no le dio jabón,

Y cuando cazaban ratones los gatos

Espantaba al gato gritando: ¡ratón!

Ordeñando un día la vaca pintada

Le apretó la cola en vez del pezón;

Y ¡aquí de la vaca! le dio tal patada

Que como un trompito bailó don Simón.

Y cayó montado sobre la ternera

Y doña ternera se enojó también

Y ahí va otro brinco y otra pateadera

Y dos revolcadas en un santiamén.

Se montó en un burro que halló en el mercado

Y a cazar venados alegre partió,

Voló por las calles sin ver un venado,

Rodó por las piedras y el asno se huyó.

A comprar un lomo lo envió taita Lucio,

Y él lo trajo a casa con gran precaución

Colgado del rabo de un caballo rucio

Para que llegase limpio y sabrosón.

Empezando apenas a cuajarse el hielo

Simón el bobito se fue a patinar,

Cuando de repente se le rompe el suelo

Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar!

Trepándose a un árbol a robarse un nido,

La pobre casita de un mirlo cantor,

Desgájase el árbol, Simón da un chillido,

Y cayó en un pozo de pésimo olor

Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco:

Y volviendo a casa le dijo a papá:

Taita yo no puedo matar pajaruco

Porque cuando tiro se espanta y se va.

Viendo una salsera llena de mostaza

Se tomó un buen trago creyéndola miel,

Y estuvo rabiando y echando babaza

Con tamaña lengua y ojos de clavel.

Page 14: poemas

Vio un montón de tierra que estorbaba el paso

Y unos preguntaban ¿qué haremos aquí?

Bobos dijo el niño resolviendo el caso;

Que abran un grande hoyo y la echen allí

Lo enviaron por agua, y él fue volandito

Llevando el cedazo para echarla en él

Así que la traiga el buen Simoncito

Seguirá su historia pintoresca y fiel.

Cutufato y su gato

Quiso el niño Cutufato Divertirse con un gato;

Le ató piedras al pescuezo, Y riéndose el impío

Desde lo alto de un cerezo Lo echó al río.

Por la noche se acostó; Todo el mundo se durmió, Y entró a verlo un visitante

El espectro de un amigo, Que le dijo: ¡Hola! al instante

¡Ven conmigo!

Perdió el habla; ni un saludo Cutufato hacerle pudo. Tiritando y sin resuello

Se ocultó bajo la almohada; Mas salió, de una tirada

Del cabello

Resistido estaba el chico; Pero el otro callandico,

Con la cola haciendo un nudo De una pierna lo amarró,

Y, ¡qué horror! casi desnudo Lo arrastró.

Y voló con él al río, Con un tiempo oscuro y frío,

Y colgándolo a manera De un ramito de cereza

Lo echó al agua horrenda y fiera

De cabeza

¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!

¡qué chiquito el Cutufato! ¡Y qué caro al bribonzuelo

su barbarie le costó! Más fue un sueño, y en el

suelo Despertó.

Page 15: poemas

La pobre viejecita

Érase una viejecita Sin nadita que comer

Sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez

Bebía caldo, chocolate, Leche, vino, té y café,

Y la pobre no encontraba Qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en que vivir Fuera de una casa grande Con su huerta y su jardín

Nadie, nadie la cuidaba Sino Andrés y Juan y Gil

Y ocho criados y dos pajes De librea y corbatín

Nunca tuvo en qué sentarse Sino sillas y sofás

Con banquitos y cojines Y resorte al espaldar

Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar,

Con colchón de blanda pluma,

Mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita Cada año, hasta su fin,

Tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir

Y al mirarse en el espejo La espantaba siempre allí Otra vieja de antiparras,

Papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita No tenía que vestir

Sino trajes de mil cortes Y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos, Chanclas, botas y escarpín,

Descalcita por el suelo Anduviera la infeliz

Apetito nunca tuvo Acabando de comer,

Ni gozó salud completa Cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas, Ya encorvada como un tres,

Y jamás volvió a quejarse Ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita Al morir no dejó más

Que onzas, joyas, tierras, casas,

Ocho gatos y un turpial

Duerma en paz, y Dios permita

Que logremos disfrutar Las pobrezas de esa pobre

Y morir del mismo mal.

El renacuajo paseador

El hijo de rana, Rinrín renacuajo

Salió esta mañana muy tieso y muy majo

Con pantalón corto, corbata a

la moda Sombrero encintado y chupa

de boda.

-¡Muchacho, no salgas!- le grita mamá

pero él hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino, a un ratón vecino

Y le dijo: -¡amigo!- venga usted conmigo,

Visitemos juntos a doña ratona

Y habrá francachela y habrá comilona.

A poco llegaron, y avanza ratón,

Estírase el cuello, coge el aldabón,

Da dos o tres golpes, preguntan: ¿quién es?

-Yo doña ratona, beso a usted los pies

¿Está usted en casa? -Sí señor sí estoy,

y celebro mucho ver a ustedes hoy;

estaba en mi oficio, hilando algodón,

pero eso no importa; bienvenidos son.

Se hicieron la venia, se dieron la mano,

Y dice Ratico, que es más veterano :

Mi amigo el de verde rabia de calor,

Démele cerveza, hágame el

Page 16: poemas

favor.

Y en tanto que el pillo consume la jarra

Mandó la señora traer la guitarra

Y a renacuajo le pide que cante

Versitos alegres, tonada elegante.

-¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,

pero es imposible darle gusto ahora,

que tengo el gaznate más seco que estopa

y me aprieta mucho esta nueva ropa.

-Lo siento infinito, responde tía rata,

aflójese un poco chaleco y corbata,

y yo mientras tanto les voy a cantar

una cancioncita muy particular.

Mas estando en esta brillante función

De baile y cerveza, guitarra y canción,

La gata y sus gatos salvan el umbral,

Y vuélvese aquello el juicio final

Doña gata vieja trinchó por la oreja

Al niño Ratico maullándole: ¡Hola!

Y los niños gatos a la vieja

rata Uno por la pata y otro por la

cola

Don Renacuajito mirando este asalto

Tomó su sombrero, dio un tremendo salto

Y abriendo la puerta con mano y narices,

Se fue dando a todos noches muy felices

Y siguió saltando tan alto y aprisa,

Que perdió el sombrero, rasgó la camisa,

se coló en la boca de un pato tragón

y éste se lo embucha de un solo estirón

Y así concluyeron, uno, dos y tres

Ratón y Ratona, y el Rana después;

Los gatos comieron y el pato cenó,

¡y mamá Ranita solita quedó!

Rafael Pombo

Nació el 7 de noviembre de 1833 en Bogotá.

Formado como matemático se doctoró en Inglaterra. Después de la guerra civil de 1854 viajó aWashington en donde prestó servicios al gobierno colombiano como secretario de la legación y como encargado de negocios.

Pombo conoció en Estados Unidos los textos de los grandes románticos como Keats, Shelley y Poe. Su popularidad se debe a las antologías de poesías para niños, y sus textos para el público infantil, contenidos en su libro Cuentos pintados y cuentos morales para niños formales (1854). Sus textos fueron reunidos de forma póstuma en Poesías (1916-1917) y Traducciones poéticas (1917).

Rafael Pombo falleció en su ciudad natal el 5 de mayo de 1912.