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LAURINA PALMA O LA GRAN MISERIA HUMANA
Una noche de misterio,estando el mundo dormido,buscando un amor perdidopasé por el cementerio....Desde el azul hemisferio
la luna su luz poníasobre la muralla fría
de la necrópolis santa,en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía.
La luna sus limpidecesa las tumbas ofrecía.
y pulsaba el aura umbríael arpa de los cipreses.
Aquellas mil lobregueces,de mi corazón hermanas,
me inspiraron, y, con ganasde interrogar a la Parca,
entré a la glacial comarcade las miserias humanas.
Acompañado del cierzo,los difuntos visité,
y en cada tumba dejéuna lágrima y un verso.Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos,perturbando los cautivos
en sus sepulcros desiertos…¡Me fui a buscar a los muertos
por tener miedo a los vivos!
La noche estaba muy bellay el aire muy sonoro,
refulgente dalia de orosemejaba cada estrella.Y la brisa sin querella,
por ser voluble y ser vana,en esa mansión arcana,
corría llena de embelesos,poniendo sus frescos besosen la gran miseria humana.
La luna seguía brillandoen el azul de los cielos,
y las nubes con sus velossin miedo la iban tapando.Y, en procesiones pasando
por la inmensidad secreta,iban, y la brisa inquieta
retozaba en el saúzque empapaba con su luz
Diana, diosa del poeta.
La luna que Diana es,en aquella hermosa noche
se abrió como el áureo brochede una flor de esplendidez.
Sentí vacilar mis piesen tan lúgubre mansión,
y me senté en un panteóncon la lira en una mano…Como un revuelto oceano
temblaba mi corazón.
Bajo de un ciprés sombríoy verde cual la esperanza,con su fúnebre acechanza
estaba un cráneo vacío.Yo sentí pavor y fríoal mirar la calavera
pareciéndome en su esferaque se reía de mí,y yo de ella me reí
al verla calva y tan fiera:
Dime, humana calavera,¿qué se hizo la carne aquellaque te dio hermosura bella
cual lirio de primavera?¿Qué se hizo tu cabellera
tan frágil y tan liviana,dorada cual la mañana
de la aurora el nacimiento?¿Qué se hizo tu pensamiento?¡Responde, miseria humana!
Calavera sin pasiones,di qué se hicieron tus ojos
con que mataste de hinojosa idílicos corazones,
que repletos de ilusioneste amaron con soberana
pasión que no era villana,y en estas horas tranquilas
¿qué se hicieron tus pupilas?¡Contesta, miseria humana!
Aquí donde no hay tropel,calavera sin resabios,
di qué se hicieron tus labios
tan rojos como el clavel,y dulces como la miel
de la campiña romana;esos tus labios de grana
llenos de pasión mentida,¿qué se hicieron en la vida?
¡Responde, miseria humana!
Calavera a quien felizbesa la luna de plata,
di por qué te encuentras chata
si era larga tu nariz.¿Dónde está la masa grisde tu cerebro pensante?
¿Dónde tu bello semblantey tu mejilla rosada,
que a besos en noche heladaquiso comerse un amante?
Aquí donde todo es calma,contesta, cráneo vacío:
¿Qué se hizo tu poderío?¿Qué fue de Laurina Palma?¿Qué del placer de tu almaque te dio el amor un día?
Tu altivez, tu bizarría,tus sonrisas que mintieron,
dime, dime, ¿qué se hicieron,oh calavera sombría?
A mis interrogacionesel cráneo blanco callaba
mientras la luna alumbrabasarcófagos y panteones...
Y dije si aflicciones:si eres el cráneo de aquellaque en la vida sin querellame despreció con desdén,
¡despréciame ahora también!¡Eclipsa otra vez mi estrella!
Estamos en la mansiónde la austera realidad.
¿Qué se hizo la liviandadque tenía tu corazón?
No respondes, mudos sontus labios que pronunciaron
cosas que ya se tornaronen pálidas flores muertas,
cosas que no fueron ciertasy mi pobre alma mataron!
Aquí en esta soledadque sólo cruza el cocuyo,
dime qué se hizo tu orgullo,tu amor y tu vanidad;
qué se hizo tu potestadde persona soberanay mentirosa y galana
que ostentó tanta belleza;di qué se hizo tu grandeza…¡Responde, miseria humana!
Vanidad de vanidadessolamente son tus galas,
oh mariposa sin alas,llorando tus liviandades.
Las ópticas realidadeste circundan con profundomarasmo donde infecundoes el amor que iluminan…Es aquí donde terminanlas vanidades del mundo
Aquí en este camposantose terminan los amores,las alegrías, los dolores,el poderío y el encanto;cesa en los ojos el llantoy el mundo vivo suspira;
aquí no llega la irade la muchedumbre inquieta;
aquí termina el poetay se enmudece su lira.
En este mundo hedonista,de egoísmo y de censura,
tan sólo la sepulturaes la que no es egoísta.Ella recibe humanista
al santo y al condenado,al pobre, al acaudalado,
al perverso, al bueno, al caco,al honrado, al gordo, al flaco,
al bruto y al ilustrado.
Al rodar el ataúden la hueca sepultura
se igualan en línea oscurael crimen y la virtud;y en eterna laxitud
que todo movimiento;lanza gemidos el viento
y la soledad se aterray ruedan sobre la tierra
los cráneos sin pensamiento.
Aquí en este triste erialdonde sucumbir es ley,el esqueleto de un rey
al de un esclavo es igual;Aquí el toque funeralde la sonora campana
es a la cabeza canacomo a la de negro pelo,
y ñata dando receloes la calavera humana.
Aquí en este entristecidoy lúgubre camposanto
termina del vate el canto,y del músico el sonido;del pintor el colorido,
y de su cerebro el focose consume sin sofoco,
y sólo queda el recuerdo.Aquí tanto vale un cuerdo,como lo que vale un loco.
Todo corazón se aterraal llegar a esta mansiónviendo clavar el cajón
que se comerá la tierra.Cuando una tumba se cierra
el alma gime angustiada,pero esa humana bandada
que a otro hoy viene a sepultar,
mañana en este lugarserá polvo... ¡será nada!.
En esta mansión glacialdonde lo fatuo refleja,se pudre la carne viejacomo la carne jovial;
aquí el necio se hace igualal urbano de ilustrada
sociedad civilizada,y aquí la diosa riquezaes igual a la pobreza…
¡Todo aquí es polvo y es nada!
Y dijo la calavera:Aquí en este camposanto,se perdió todo mi encanto
con que vanidosa era.Se acabó mi cabellera
que en un tiempo fue dorada,
y mi mejilla rosadacomo gasa de arrebol;
mis ojos que envidió el sol,aquí se volvieron nada!
Tan sólo el dolor es fuertela vida es vano capullo,
yo vi acabarse mi orgullobajo el peso de la muerte.Ya todo es materia inerte,
y en este triste lugarse tiene que terminar
el genio que esplendor tieney melancólico vienelas tumbas a visitar.
Llorar en estos desiertoses una cosa muy vaga
porque el llanto nada pagani resucita a los muertos,que de paños recubiertos
están en la loza fría;aquí en un tétrico día
cae el que peca, el que no peca…
Así, haciendo horrible mueca,la calavera decía.
Aquí está la gran verdadque sobre el orgullo pesa:
aquí la gentil bellezaes igual a la fealdad;aquí acaba la maldad
y la bondad apreciada;aquí la mujer casadaes igual a la soltera…,me decía la calaveracon su voz apagada.
Yo soy el cráneo de aquellaa quien le cantaste un díapoemas que no merecía
porque no era así tan bellacomo la primera estrellade Oriente o el tulipánal que las auroras danel rocío que deslíe...
Aquí el que de mi hoy se ríede él mañana se reirán.
Yo escuchaba aquella cosay lleno de horrible espantosalí de aquel camposanto
como veloz mariposa.La luna pura y radiosavertió su lumbre fugaz,
y la calavera audazdijo al mirarme correr:
“¡Tú aquí tienes que volver,y calavera serás!”
Yo, ante razón tan sentida,sentí por el cuerpo míoun extraño escalofríocasi perdiendo la vida.
Con el alma entristecidavolví a mi celda cristiana,meditando que mañana,por firme ley de la parca,debo habitar la comarca
de la Gran Miseria Humana.
Gabriel Escorcia Gravini (colombiano, 1892 – 1920)
Gabriel Escorcia Gravini nació en Soledad, Atlántico, el 14 de marzo de 1892 y tempranamente, en su infancia, fue diagnosticado con el mal de Hansen. En la biografía de su vida se mezcla el mito y la realidad al mejor estilo de realismo mágico propio del Caribe colombiano y en su pueblo natal el poeta lugareño es capítulo especial en las clases de literatura básica de los colegios, al lado de Cervantes y García Márquez. En el cementerio su tumba permanece impecable, siempre con flores frescas y la lápida lustrada. Su obra máxima, La Gran Miseria Humana, aún se edita en viejas imprentas soledeñas y se vende cerca a los puestos de verduras en el mercado municipal.
Luego de su diagnóstico, fue retirado de su escuela y debía ser aislado pues de acuerdo a la ignorancia de la época, la
lepra era considerada contagiosa y un problema de salud pública, algo parecido a la costumbre descrita en el capítulo 13 del Levítico, donde el leproso era declarado inmundo por el sacerdote, y obligado a vivir solo, fuera del poblado.
En ese entonces los médicos estaban en la obligación de reportar los enfermos de lepra y las autoridades los confinaban en un leprocomio en la pintoresca población pesquera de Caño de Loro, en la isla de Tierrabomba, frente a Cartagena. Pero las hermanas del poeta, María Concepción y Salvadora, prefirieron esconderlo antes que enviarlo al leprocomio público. Según las crónicas ante la insistencia familiar y la intervención del alcalde de Soledad Luis De La Hoz, quien ofreció al médico la alternativa de construirle un cuarto en el inmenso patio de la casa para que estuviera cerca de su familia y donde estaría aislado. El médico no informó a las autoridades y el niño se instaló en su nuevo cuarto, que más tarde llamó “Mi celda cristiana”. Allí se hizo autodidacta, cultivo su trabajo literario, escribió sus versos más sentidos y su maravilloso poema “La Gran Miseria Humana”, que le valió el título de “Uno de los más grandes poetas cantores de la muerte”.
Gabriel Escorcia Gravini sufrió el dolor físico y el tormento psíquico pero la vida le deparó deparó un amigo para que le hiciera menos difícil el viacrucis de sus existencia, se llamó José Miguel Orozco,
poeta soledeño cuatro años mayor que el y condiscípulo de sus días de escuela. El poeta Orozco le proveía en su cuarto de enfermo libros, revistas, periódicos que devoraba en su cuarto de enfermo. Es Orozco quien actúa de intermediario y ayuda en la publicación local de las poesías de Escorcia Gravini.
Breve fue su estadía en este mundo y el 28 de diciembre de 1920 fallece en su tierra natal. Mucho de su prolífico trabajo se perdió en el fuego que ordenaron sus padres prenderle al cuarto donde vivió los últimos 14 años de su trágica existencia, pero su hermano menor Luis Felipe, logró arrancarle a las llamas algunos documentos de este poeta.
Se dice que todas las noches, a la hora en que Soledad se disponía a apagar los mechones, el poeta hacía su entrada en el cementerio Central, vestido de blanco de pies a cabeza, para internarse entre sombras y tumbas. Al poeta Gabriel Escorcia Gravini lo inspiraba el cementerio. Y de aquellas misteriosas incursiones nocturnas surgió La Gran Miseria Humana, la crónica poética, escrita en treinta estrofas de rigurosas décimas, sobre el hombre que llegaba al cementerio y protagonizaba el mordaz encuentro con la calavera de la mujer que lo despreció en vida.
El tema de La Gran Miseria Humana es el amor. Y a través del Amor, el poeta aborda el asunto de la muerte, para
llegar a conclusiones axiológicas. Es una obra de gran belleza, cargada de imágenes y metáforas. De principio a fin campea un fino trabajo de filigrana poética, y la evocación de un mundo mágico y misterioso, poblado de fantasmas que rodean al hombre de un modo inexorable.
Allí, en La Gran Miseria Humana, el poeta expone consideraciones generales sobre el amor y la mujer, sus atractivos y sus delicias, para llegar a reflexiones generales sobre la vanidad y sus engaños. La Gran Miseria Humana no es el poema de un hombre sin esperanzas. Es el tema de un predicador de verdades. En el fondo, La Gran Miseria Humana es un poema al servicio de la ética, con un ideal moral impresionante.
La leyenda dice que una tarde de domingo, Escorcia Gravini escuchó a un trovador decimero que pasaba cantando por su ventana. Lo llamó y le entregó el manuscrito de La Gran Miseria Humana.— Délo a conocer—le dijo.Fue como publicar el poema. Por aquella época, los decimeros andantes cumplían el papel de periódicos y noticieros. En un santiamén, la obra se hizo conocida a lo largo y ancho de la región del Caribe.
Precisamente a través de ellos el famoso músico de acordeón Lisandro Meza habría de conocer el poema cincuenta y cinco años después, para convertirlo en
un fenómeno de popularidad en 1975. Cuenta Lisandro que estaba durmiendo una noche en su casa de Los Palmitos, Sucre, cuando fue despertado por un decimero que cantaba La Gran Miseria Humana, interrumpiendo el silencio de las tres de la mañana.Lisandro se levantó muy temprano y se fue para la casa del decimero. «Lo encontré con la misma borrachera«, cuenta. Le llevó de regalo una botella de ron y armado de una grabadora le pidió que repitiera el canto que había llamado su atención. De esa manera el poema dio un salto audaz a través de medio siglo, desde el confinamiento del poeta hasta la grabadora de Lisandro Meza, quien lo montó con melodía y ritmo de son cubano.
Hoy los académicos de Soledad aventuran en la teoría de que el poeta escribió La Gran Miseria Humana para burlarse de todas las mujeres que lo despreciaron en vida; que es una especie de diatriba generalizada contra aquellas que salieron corriendo al verlo llegar y quemaron sus versos para no contagiarse.
A Margarita Debayle
Margarita está linda la mar, y el viento,
lleva esencia sutil de azahar; yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento: Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita,
tan bonita, Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor,
con un verso y una perla y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».
La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado: «Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar, y el viento
lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil
pensamiento al que un día te quiso contar
un cuento.
Rubén Darío.
Los motivos del lobo
El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió: al lobo buscó
en su madriguera. Cerca de la cueva encontró a
la fiera enorme, que al verle se lanzó
feroz contra él. Francisco, con su
dulce voz, alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal contempló al varón de tosco
sayal; dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte? ¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el
dolor de tanta criatura de Nuestro
Señor, no han de contener tu encono
infernal? ¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial? Y el gran lobo, humilde: ?¡Es
duro el invierno, y es horrible el hambre! En el
bosque helado no hallé qué comer; y busqué
el ganado, y en veces comí ganado y
pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un
cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.
Francisco responde: ?En el hombre existe mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener
desde hoy qué comer. Dejarás en paz
rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser
montaraz! ?Está bien, hermano Francisco
de Asís. ?Ante el Señor, que todo ata y
desata, en fe de promesa tiéndeme la
pata. El lobo tendió la pata al
hermano de Asís, que a su vez le alargó
la mano. Fueron a la aldea. La gente
veía y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le
seguía como un can de casa, o como
un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó. Y dijo: ?He aquí una amable
caza. El hermano lobo se viene
conmigo; me juró no ser ya vuestro
enemigo, y no repetir su ataque
sangriento. Vosotros, en cambio, daréis
su alimento a la pobre bestia de Dios. ?
¡Así sea!, contestó la gente toda de la
aldea. Y luego, en señal
de contentamiento, movió testa y cola el buen
animal, y entró con Francisco de Asís
al convento.
*
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo. Sus bastas orejas los salmos
oían y los claros ojos se le
humedecían. Aprendió mil gracias y hacía
mil juegos cuando a la cocina iba con los
legos. Y cuando Francisco su oración
hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por el monte, descendía al
valle, entraba en las casas y le
daban algo de comer. Mirábanle como a
un manso galgo. Un día, Francisco se ausentó.
Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno,
el lobo probo, desapareció, tornó a la
montaña, y recomenzaron su aullido y
su saña. Otra vez sintióse el temor, la
alarma, entre los vecinos y entre los
pastores; colmaba el espanto los
alrededores, de nada servían el valor y el
arma, pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera fuegos de Moloch y de
Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña a buscar al falso lobo
carnicero. Y junto a su cueva halló a la
alimaña. ?En nombre del Padre del
sacro universo, conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo
perverso!, a que me respondas: ¿Por qué
has vuelto al mal? Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
?Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía, y si algo me daban estaba
contento y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las
manos y los pies. Seguía tus sagradas
leyes, todas las criaturas eran mis
hermanos: los hermanos hombres, los
hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí, a me defender y a me
alimentar. Como el oso hace, como el
jabalí, que para vivir tienen que
matar. Déjame en el monte, déjame
en el risco, déjame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano
Francisco, sigue tu camino y tu santidad.
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...
Rubén Darío.
El pájaro yo
(Pablo Insulidae Nigra)
ME llamo pájaro Pablo,ave de una sola pluma,
volador de sombra claray de claridad confusa,las alas no se me ven,
los oídos me retumbancuando paso entre los árboles
o debajo de las tumbascual un funesto paraguas
o como una espada desnuda,estirado como un arco
o redondo como una uva,vuelo y vuelo sin saber,
herido en la noche oscura,quiénes me van a esperar,
quiénes no quieren mi canto,quiénes me quieren morir,quiénes no saben que llegoy no vendran a vencerme,a sangrarme, a retorcerme
o a besar mi traje rotopor el silbido del viento.Por eso vuelvo y me voy,
vuelo y no vuelo pero canto:soy el pájaro furioso
de la tempestad tranquila.
El miedo
Todos me piden que dé saltos,que tonifique y que futbolee,
que corra, que nade y que vuele. Muy bien.
Todos me aconsejan reposo,todos me destinan doctores,
mirándome de cierta manera.Qué pasa?
Todos me aconsejan que viaje,
que entre y que salga, que no viaje,
que me muera y que no me muera.
No importa.
Todos ven las dificultadesde mis vísceras sorprendidaspor radioterribles retratos.
No estoy de acuerdo.
Todos pican mi poesíacon invencibles tenedoresbuscando, sin duda, una
mosca,Tengo miedo.
Tengo miedo de todo el mundo,
del agua fría, de la muerte.Soy como todos los mortales,
inaplazable.
Por eso en estos cortos díasno voy a tomarlos en cuenta,
voy a abrirme y voy a encerrarme
con mi más pérfido enemigo,Pablo Neruda.
El futuro es espacio
EL futuro es espacio,espacio color de tierra,
color de nube,color de agua, de aire,
espacio negro para muchos sueños,
espacio blanco para toda la nieve,
para toda la música.
Atrás quedó el amor desesperado
que no tenía sitio para un beso,
hay lugar para todos en el bosque,
en la calle, en la casa,hay sitio subterráneo y
submarino,qué placer es hallar por fin,
subiendoun planeta vacío,
grandes estrellas claras como el vodka
tan transparentes y deshabitadas,
y allí llegar con el primer teléfono
para que hablen más tarde tantos hombres
de sus enfermedades.
Lo importante es apenas divisarse,
gritar desde una dura cordillera
y ver en la otra puntalos pies de una mujer recién
llegada.
Adelante, salgamosdel río sofocante
en que con otros peces navegamos
desde el alba a la noche
migratoriay ahora en este espacio
descubiertovolemos a la pura soledad.
(Pablo Neruda)
El mar
NECESITO del mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navios.El hecho es que hasta cuando
estoy dormidode algún modo magnético
circuloen la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus
incendios,y sin embargo el pulso que
subíay bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,el desmoronamiento de la
estrella,el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
Déjame sueltas las manos...
DÉJAME sueltas las manosy el corazón, déjame libre!Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.La pasión �sangre, fuego, besos �
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!
Déjame libre las manosy el corazón, déjame libre!Yo sólo te deseo, yo sólo te
deseo!No es amor, es deseo que se
agosta y se extingue,es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,pero estás tú,
estás para dármelo todo,y a darme lo que tienes a la
tierra viniste �como yo para contenerte,
y desearte,y recibirte!
LOS CAMELLOS
Lo triste es así...
Peter Altenberg
Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
�bajo el rojizo dombo de aquel cénit de fuego �
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...
Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento;
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.
Vagando taciturnos por la dormida alfombra,
cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra,
copiaron el desfile de la Melancolía...
Son hijos del desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca de la Esfinge!
Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:
«Amamos la fatiga con inquietud secreta...»
y vieron desde entonces correr sobre su espalda,tallada en carne viva, su
triangular silueta.
Los átomos de oro que el torbellino esparce
quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura...
Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,
la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.
Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas del rey de la fatiga.
¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio,
que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas;
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agonia sin sangre entre las venas!
¡Oh, artistas! ¡Oh, camellos de la llanura vasta
que vais llevando a cuestas el sacro monolito!
¡Tristes de esfinge! ¡Novios de la palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!
¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas
de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la Humanidad redime.
Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome �camello que cabalgó el Excidio... �
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises del lóbrego fastidio!
¡No! Buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente.
Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con onda pesadumbre
mirando, silencioso, dos fuentes de zafiro.
Guillermo Valencia Castillo
(Popayán, Colombia, 20 de octubre de 1873 - Popayán, Colombia, 8 de julio de 1943) fue un poeta y político colombiano. Fue pionero del Modernismo en Colombia.Además, fue diplomático y candidato presidencial, creador de una poesía pictórica con influencias del romanticismo y del parnasianismo.
Nació en Popayan,
departamento del Cauca,
el 20 de octubre de 1873, hijo
de Joaquín Valencia Quijano y
Adelaida Castillo Silva. Quedó
huérfano a los diez años de
edad. Gracias a su hermano
mayor consiguió estudiar en
el colegio de San José De
LaSalle, ubicado en guapi,
donde empezó a demostrar
su inclinación a la poesía
De muy joven ingreso a la
política (diputado a los 23
años, cuando ya había sido
secretario de Hacienda en el
Cauca desde dos años antes) y
desempeñó puestos
diplomáticos en Francia, Suiza
y Alemania, y misiones
diplomáticas en Brasil, Chile y
Perú; fue jefe civil y militar del
Cauca (1901), gobernador, y
senador de la República desde
1908. Candidato dos veces a
la presidencia de la República,
fue derrotado en ambas
ocasiones. Fue un gran
orador, un político discutido y
discutible, y un excelente
poeta; conservador en política
y modernista en poesía, ello
entrañaba una contradicción
que hoy no se advierte tan
bien como entonces.2
En su trayectoria poética, se
pueden reconocer tres
etapas; en la primera tendió
al parnasianismo, después
siguió la línea del simbolismo
francés, y, por fin, recibió la
influencia de Rubén Darío y el
modernismo. Su único libro
original de versos fue Ritos,
compuesto entre 1896-98 y
publicado por segunda vez en
Londres, en 1914. Luego
compuso muchos otros
poemas, algunos incluso de
mayor valor que los de Ritos,
buena parte de los cuales
fueron publicados en 1952 en
su Obra poética completa.
Otra de sus obras fue Catay
(publicada en 1929), en la que
recoge distintos poemas
chinos, traducidos en verso al
español a partir de los años
74 gracias a su edad era mas
facil vender porque a la gente
le daba pesar era temeroso
de las arañas y no le gustaba
la aguapanela.
Simón el bobito
Simón el bobito llamó al pastelero:
¡a ver los pasteles, los quiero probar!
-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero
ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito.
A Simón el bobito le gusta el pescado
Y quiere volverse también pescador,
Y pasa las horas sentado, sentado,
Pescando en el balde de mamá Leonor.
Hizo Simoncito un pastel de nieve
Y a asar en las brasas hambriento lo echó,
Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.
Simón vio unos cardos cargando viruelas
Y dijo: -¡qué bueno! las voy a coger.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas
Le hicieron brincar y silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos
Porque su mamita no le dio jabón,
Y cuando cazaban ratones los gatos
Espantaba al gato gritando: ¡ratón!
Ordeñando un día la vaca pintada
Le apretó la cola en vez del pezón;
Y ¡aquí de la vaca! le dio tal patada
Que como un trompito bailó don Simón.
Y cayó montado sobre la ternera
Y doña ternera se enojó también
Y ahí va otro brinco y otra pateadera
Y dos revolcadas en un santiamén.
Se montó en un burro que halló en el mercado
Y a cazar venados alegre partió,
Voló por las calles sin ver un venado,
Rodó por las piedras y el asno se huyó.
A comprar un lomo lo envió taita Lucio,
Y él lo trajo a casa con gran precaución
Colgado del rabo de un caballo rucio
Para que llegase limpio y sabrosón.
Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar!
Trepándose a un árbol a robarse un nido,
La pobre casita de un mirlo cantor,
Desgájase el árbol, Simón da un chillido,
Y cayó en un pozo de pésimo olor
Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco:
Y volviendo a casa le dijo a papá:
Taita yo no puedo matar pajaruco
Porque cuando tiro se espanta y se va.
Viendo una salsera llena de mostaza
Se tomó un buen trago creyéndola miel,
Y estuvo rabiando y echando babaza
Con tamaña lengua y ojos de clavel.
Vio un montón de tierra que estorbaba el paso
Y unos preguntaban ¿qué haremos aquí?
Bobos dijo el niño resolviendo el caso;
Que abran un grande hoyo y la echen allí
Lo enviaron por agua, y él fue volandito
Llevando el cedazo para echarla en él
Así que la traiga el buen Simoncito
Seguirá su historia pintoresca y fiel.
Cutufato y su gato
Quiso el niño Cutufato Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo, Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo Lo echó al río.
Por la noche se acostó; Todo el mundo se durmió, Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo, Que le dijo: ¡Hola! al instante
¡Ven conmigo!
Perdió el habla; ni un saludo Cutufato hacerle pudo. Tiritando y sin resuello
Se ocultó bajo la almohada; Mas salió, de una tirada
Del cabello
Resistido estaba el chico; Pero el otro callandico,
Con la cola haciendo un nudo De una pierna lo amarró,
Y, ¡qué horror! casi desnudo Lo arrastró.
Y voló con él al río, Con un tiempo oscuro y frío,
Y colgándolo a manera De un ramito de cereza
Lo echó al agua horrenda y fiera
De cabeza
¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!
¡qué chiquito el Cutufato! ¡Y qué caro al bribonzuelo
su barbarie le costó! Más fue un sueño, y en el
suelo Despertó.
La pobre viejecita
Érase una viejecita Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate, Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba Qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en que vivir Fuera de una casa grande Con su huerta y su jardín
Nadie, nadie la cuidaba Sino Andrés y Juan y Gil
Y ocho criados y dos pajes De librea y corbatín
Nunca tuvo en qué sentarse Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines Y resorte al espaldar
Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.
Y esta pobre viejecita Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir
Y al mirarse en el espejo La espantaba siempre allí Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita No tenía que vestir
Sino trajes de mil cortes Y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos, Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo Anduviera la infeliz
Apetito nunca tuvo Acabando de comer,
Ni gozó salud completa Cuando no se hallaba bien
Se murió del mal de arrugas, Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse Ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial
Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal.
El renacuajo paseador
El hijo de rana, Rinrín renacuajo
Salió esta mañana muy tieso y muy majo
Con pantalón corto, corbata a
la moda Sombrero encintado y chupa
de boda.
-¡Muchacho, no salgas!- le grita mamá
pero él hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino, a un ratón vecino
Y le dijo: -¡amigo!- venga usted conmigo,
Visitemos juntos a doña ratona
Y habrá francachela y habrá comilona.
A poco llegaron, y avanza ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón,
Da dos o tres golpes, preguntan: ¿quién es?
-Yo doña ratona, beso a usted los pies
¿Está usted en casa? -Sí señor sí estoy,
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa; bienvenidos son.
Se hicieron la venia, se dieron la mano,
Y dice Ratico, que es más veterano :
Mi amigo el de verde rabia de calor,
Démele cerveza, hágame el
favor.
Y en tanto que el pillo consume la jarra
Mandó la señora traer la guitarra
Y a renacuajo le pide que cante
Versitos alegres, tonada elegante.
-¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,
pero es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa
y me aprieta mucho esta nueva ropa.
-Lo siento infinito, responde tía rata,
aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar
una cancioncita muy particular.
Mas estando en esta brillante función
De baile y cerveza, guitarra y canción,
La gata y sus gatos salvan el umbral,
Y vuélvese aquello el juicio final
Doña gata vieja trinchó por la oreja
Al niño Ratico maullándole: ¡Hola!
Y los niños gatos a la vieja
rata Uno por la pata y otro por la
cola
Don Renacuajito mirando este asalto
Tomó su sombrero, dio un tremendo salto
Y abriendo la puerta con mano y narices,
Se fue dando a todos noches muy felices
Y siguió saltando tan alto y aprisa,
Que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón
y éste se lo embucha de un solo estirón
Y así concluyeron, uno, dos y tres
Ratón y Ratona, y el Rana después;
Los gatos comieron y el pato cenó,
¡y mamá Ranita solita quedó!
Rafael Pombo
Nació el 7 de noviembre de 1833 en Bogotá.
Formado como matemático se doctoró en Inglaterra. Después de la guerra civil de 1854 viajó aWashington en donde prestó servicios al gobierno colombiano como secretario de la legación y como encargado de negocios.
Pombo conoció en Estados Unidos los textos de los grandes románticos como Keats, Shelley y Poe. Su popularidad se debe a las antologías de poesías para niños, y sus textos para el público infantil, contenidos en su libro Cuentos pintados y cuentos morales para niños formales (1854). Sus textos fueron reunidos de forma póstuma en Poesías (1916-1917) y Traducciones poéticas (1917).
Rafael Pombo falleció en su ciudad natal el 5 de mayo de 1912.