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La Construcción Discursiva del Enemigo Político La Nación (1976 – 1977) Salguero, Paula Andrea La Construcción Discursiva del Enemigo Político “La Nación” (1976 – 1977) 1

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PLANTEO DEL PROBLEMA

La Construcción Discursiva del Enemigo Político

La Nación (1976 – 1977)

Salguero, Paula Andrea

La Construcción Discursiva

del Enemigo Político

“La Nación” (1976 – 1977)

Salguero, Paula Andrea

Leg. 9193/0

INDICE

Planteo del Problema

1

Estado de la Cuestión

5

Objetivos

14

Marco Teórico

15

1. I El discurso en lo social

17

1. II El discurso en los medios

20

2. I El Adversario durante la década de los ´70

23

Estrategias de Análisis

27

Advertencias

27

Descripción Panorámica

27

Estructura del Análisis

29

Parte Primera: La Construcción de Alteridades

I El Espacio del Nosotros

44

a) Nuestro universo agroexportador

45

b) Nuestra ideología liberal

47

c) Nosotros somos y parecemos

50

d) Progreso, desarrollo y tradición

51

e) Nuestro Estado de derecho

53

f) El bienestar y la calidad de vida

54

g) La tradición inmigrante

55

h) El Poder central

57

II El Espacio del Otro

57

a) el Otro y la Guerra

59

b) Los móviles del Otro

60

c) El uso de los eufemismos

61

d) El Otro y la democracia

62

e) La amenaza en el Otro

63

f) El peso de los valores negativos

65

g) El otro y el Estado

68

h) La ideología del Otro

70

i) El Otro en las Portadas

72

j) El Otro interno y el apoyo externo

80

k) La eliminación del Otro

82

Parte Segunda: La Evolución de la Alteridad

I Etapa de Institucionalización

85

II Etapa de Transición

94

III Etapa de Consolidación

103

Parte Tercera: El Análisis por campos de la alteridad

I En la Educación

113

La columna de los martes

121

II En la Juventud y la Familia

128

III En la Iglesia

132

La columna de los martes

134

IV En lo sindical / gremial

139

La columna de los lunes

143

V En el Contexto Internacional

149

- El Otro en América

149

- El Otro en Europa

153

- El Otro del Este europeo

156

· El Otro en oriente y en los países africanos

160

Conclusiones

163

Bibliografía

172

“Por medio de la introyección (parcial o total, lenta o inmediata, violenta o aparentemente espontanea) del estereotipo hostil propuesto por los perseguidores, las víctimas acababan perdiendo su identidad cultural propia”

Carlo Ginzburg

“Como hasta las más laicas de entre las ciencias humanas nos enseñan, son los demás, es su mirada, lo que nos define y nos conforma”

Umberto Eco

PLANTEO DEL PROBLEMA

Volver a pensar el Golpe de Estado de 1976 y lo que la fatal mañana de ese 24 de marzo desencadenó implica ejercitar una vez más los mecanismos de la memoria y construir esquemas nuevos desde las interpretaciones, las aprehensiones personales y las perspectivas que el fenómeno ha desencadenado.

Pero pensar los sucesos desde las construcciones simbólicas, desde aquellas que definen los signos de la identidad y se develan como mecanismos integradores o segregadores nos lleva a buscar las coordenadas de lo que el suceso histórico denominó lo Nuestro frente al Otro dicotómico y alterno.

Develar esos códigos y esas estrategias para los medios de prensa gráficos impone la urgencia de buscarlas en el papel impreso que circuló de mano en mano, que fue parte y partido de opinión pública, protagonista más que testigo privilegiado de los discursos circulantes.

La década se revelaba ya desde sus comienzos de un modo voraz y acelerado, con una violencia política que se venía haciendo más generalizada en todo el país. Luego del brutal estallido del Cordobazo en mayo de 1969 el panorama político mostraba una profundización de las diferencias e intensificación de la militancia. Muchos sectores se fundaron en el convencimiento de que construir estrategias era la manera eficaz de contrarrestar los poderes crecientes. Con el peronismo proscrito la guerra de guerrillas cobró mayor fortaleza y aún después, ya con la salida democrática del ’73, el país estaba inmerso en un clima de convulsiones permanentes, enfrentamientos en las calles y muertes. El movimientismo de izquierda fue diezmándose por el avance progresivo de una derecha que desde 1974 cobró mayor fuerza, incluso institucionalizándose: primero en forma clandestina a través de las organizaciones lopezreguistas y luego por los militares, con el fracaso del gobierno democrático, la cooptación de los aparatos de gobierno y la articulación clara y definitiva del Terrorismo de Estado en marzo de 1976.

Muchos autores no dudaron en llamarla la peor década de la historia argentina; que tanto salpicó y mortificó al periodismo y a los periodistas.

Los lectores habituados a la tarea cotidiana de la lectura de información, comenzaron a acostumbrarse quizás, a las noticias que generaba aquella violencia. Desde comenzada la década los principales diarios de tirada nacional titulaban y daban desarrollo con fresca naturalidad acerca de los cientos de cadáveres, agresiones subversivas, acciones guerrilleras, ataques extremistas, atentados terroristas y hasta agitaciones marxistas.

La referencia en los medios de comunicación al Otro/s, y la representación de ese colectivo externo que no tiene voz, pero sí presencia en las noticias que dieron cuenta de la violencia a partir de aquel 24 de marzo de 1976, es el principal tema de preocupación de la presente investigación.

La conceptualización que elaboraron aquellos medios de comunicación sobre la diversidad, transformada en diferencia; sobre una realidad pasible de ser construida discursivamente a partir de una imagen marginadora, discriminadora y generadora de valoraciones explícitamente negativas, de asociar dicha representación con signos de amenaza, patología o peligro es el eje que ha guiado esta problemática.

La idea consiste en mirar un fenómeno político que, enlazado a la cuestión de historia nacional, se inserta en el medio de comunicación masiva. Se trata de un proceso de construcción social de historia reciente, con trascendencia en la opinión pública y que pretende acercar un aporte de resolución a los interrogantes de nuestra actualidad.

No es tan evidente hasta qué punto las consecuencias y sombras que proyectó aquella década están entre nosotros y forman aún parte de nuestra identidad. Es por ello que existen numerosos interrogantes, entre los cuales se encuentran éstos, a los que prestaremos especial atención: ¿Cómo se plasmó la idea de enemigo político en los principales medios de comunicación gráfica?. ¿Cómo fue evolucionando el concepto, y en definitiva la identidad de ese enemigo político?. ¿Dentro de qué marcos conceptuales, se desarrolló e intensificó su presencia en las crónicas cotidianas de la prensa?. ¿Asociado a qué términos, en qué marcos contextuales, con qué signos y señales?.

Subversión, guerrilla, marxismo, extremismo, terrorismo y una amplia variedad de eufemismos recorrieron los medios de comunicación de la época. ¿Construyeron una identidad social para identificar al enemigo político, instaurar el miedo a ese otro y coadyuvar de algún modo a crear un estado de violencia circulante entre la ciudadanía y la opinión pública?.

Como puede advertirse en los interrogantes planteados, el presente se inscribe dentro de los estudios que pretenden explicar cómo pensamos o concebimos el Nosotros, qué inclusiones/exclusiones presuponen los procesos históricos. Se espera realizar un aporte desde el campo de los medios de comunicación partiendo de considerar que el periodo en estudio fue decisivo para comprender el intento del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional por construir y/o establecer una determinada “identidad nacional”.

Se pretende buscar una alternativa a los estudios que han predominado hasta ahora, que evidencian las culpas y responsabilidades sociales. Esta investigación consiste en colocar la mirada en los procesos y transformaciones que son traducibles en prácticas sociales, en las formas de conceptualización cotidianas, en los dispositivos que operan en el plano de las representaciones colectivas, cómo se significan y construyen.

Con el objetivo de arrojar alguna luz sobre las cuestiones planteadas abordaremos el estudio circunscripto a un caso, que es el del análisis del discurso que se expresa en la Página Editorial del diario La Nación. Se eligió dicho medio dada su importancia en cuanto al impacto masivo de su nombre consolidado.

Para 1976 el diario tenía un nombre, una impronta, objetivos claros y una trayectoria muy bien afianzada. Ninguna de sus opiniones pudieron ser azarosas o apresuradas y por lo tanto su discurso tiene un destinatario que el diario conoce y, por eso entiende los códigos de comunicación que está entablando. Para marzo de 1976 el diario era el segundo de mayor tirada nacional y se mantuvo posicionado durante todo el primer año de gobierno militar; no se conocen intervenciones realizadas desde el poder central tanto en el cuerpo de profesionales como en las ideas expresadas desde sus páginas.

El estudio de este caso nos permitirá centralizarnos en un universo comprendido por esas ideas focales a las cuales el diario representa en la construcción de alteridades y la identificación del enemigo político.

De esta manera, nuestro estudio estará circunscripto a ese medio de comunicación específico y al período que corresponde al primer año del nuevo gobierno instaurado tras el último Golpe Militar en la Argentina. Se abordarán entonces, las Editoriales y Notas de Opinión publicadas entre el 24 de marzo de 1976 y el 24 de marzo del año siguiente. Nos interesa en particular, registrar las conceptualizaciones operadas acerca del enemigo político durante ese periodo.

El análisis del discurso de uno de los medios de comunicación de mayor influencia y penetración en la sociedad civil, nos permitirá acercar tendencias y aproximaciones sobre la relación entre discurso y sociedad en el marco de la identificación y construcción de un sujeto colectivo determinado.

ESTADO DE LA CUESTIÓN

En un doble aspecto tendremos en cuenta lo que ha sido elaborado en torno a la problemática del subversivo y aquello relativo a las problemáticas del discurso, para brindar un panorama abarcador y rastrear aquellos aspectos significativos para nuestro estudio.

Mucho se ha escrito en torno al surgimiento de las organizaciones guerrilleras como parte de una nueva cultura política en la Argentina. Especialmente los textos de Ollier y Gillespie, tienen como preocupación fundamental el análisis del fenómeno guerrillero a comienzos de la década del ’70. Los autores coinciden en focalizar a Montoneros como una de las organizaciones armadas más importantes del período, tanto por alcanzar legitimidad social y política, como por cooptar a la mayoría del resto de los grupos armados peronistas. Estos autores formulan una caracterización ideológica de las organizaciones, etapas del surgimiento, desarrollo y metodologías de acción. Aportan dentro de nuestro estudio, a la construcción de la identidad del colectivo que pretendemos identificar en el discurso del diario La Nación. Pretendemos avanzar sobre estos rasgos y sobre la lectura que proponen estos autores del período histórico que hemos de analizar, especialmente en la relación que se establece con los centros de poder, la naturaleza y efectos de las acciones guerrilleras, para finalmente contrastarlos con la lectura que de aquello realiza uno de los diarios de mayor tirada de la época.

Roberto Baschetti dentro de la misma línea que la de los autores anteriores, brinda un aporte fundamental e ilustrativo a través de una extensa compilación de documentos que abarca el período 1955 –1978, y expone el detalle de los comunicados de las organizaciones guerrilleras. Estas declaraciones y comunicados acercan la primera lectura de situación, fundamental y necesaria para el análisis.

En líneas generales, los autores focalizan en los elementos que definen la identidad de los grupos, las diferencias en las corrientes internas y las visiones de la realidad argentina que estructuraron esa identidad. No obstante la representación que los medios de prensa realizaron en torno a dichas organizaciones no es explorada por estos autores y es en este sentido que pretendemos avanzar.

Otros autores se han ocupado desde diversas perspectivas del rol de la prensa durante aquella década. Un grupo ha expresado la necesidad de hallar culpas y responsabilidades sociales, indagar en qué medida tales o cuales sectores habían tenido mayor cuota de culpa.

La primera vez que se le prestó atención a lo que los medios de prensa difundieron durante los peores momentos de la década del ’70 fue cuando recién estrenada la democracia, en 1984 Eduardo Varela Cid publicó un libro de tirada reducida: Los sofistas y la prensa canalla, que reproduce artículos de periodistas, “con el propósito de proteger, como interés público actual, el derecho del pueblo argentino a poseer una información objetiva sobre los sucesos que vivió la Argentina dentro de los luctuosos años del loperreguismo y la dictadura”. Abundando en fotografías y colocando la mirada casi exclusivamente en artículos de Mariano Grondona y Editorial Atlántida representa el primer intento serio por observar las producciones de venta y difusión masiva de aquellos años. Las reproducciones se ordenan en el libro, privilegiando más el impacto visual de la producción gráfica que el tema que aborda. Hay notas de política económica, derechos humanos, información general e internacionales. Un solo artículo reproduce abiertamente la cuestión del enemigo subversivo con el título de “Gobierno, prensa y subversión”, el resto son alusiones tangenciales y en ninguno de los casos el autor profundiza su análisis. Los comentarios del escritor llevan títulos del estilo: “lo que pienso...” , “¿Esto no es complicidad?”, o alguno más abiertamente inquisitivo como: “¿De dónde sacaba Gente la información?”.

El trabajo de Varela Cid tiene el mérito se ser la primera aproximación a una problemática que luego tendría numerosos análisis, pero posee dos carencias importantes que este trabajo pretende superar. Por un lado en la organización y clasificación del corpus; dado que Los sofistas y la prensa canalla no fue concebido como un material de análisis académico sino que apuesta a la divulgación. La segunda carencia es la del análisis, la presente investigación pretende articular aquello que ha sido publicado en los medios con una rigurosa metodología de análisis de discurso, ausente en muchas de las producciones abordadas.

Eduardo Blaustein y Martín Zubieta avanzan mucho más, en una extensa recopilación de fuentes que engloba todos los medios gráficos de difusión de entre mediados de 1975 y fines de 1983.

Los autores parten del siguiente supuesto: “la manera en que la prensa informó y opinó durante la última dictadura, no había sido hasta ahora analizada globalmente”. El trabajo reproduce fielmente las fuentes de la época, no evalúa en profundidad la posición de periodistas ni medios porque a propio entender de los autores, el análisis los convertiría en “traidores” de las versiones originales, corriendo el riesgo de “desfigurar” el material. Por tanto en la pretensión de ser veraces, exponen los artículos en la misma ubicación en que fueron publicados a fin de causar similar impacto visual.

El análisis aporta elementos que se relacionan con nuestro tema de investigación. El criterio que los autores han seguido para la selección del corpus ha privilegiado la relación que se estableció entre los ámbitos del poder y las referencias a la subversión y, en relación a los artículos de periodistas, apelan a las vivencias personales de aquellos durante los años que abarca el informe.

La principal ventaja de la producción de estos autores consiste en la extensión del material documental y la notable dimensión del corpus que abarca ya que ellos mismos definen su obra como la “de los 3000 días más trágicos de la historia argentina. Textos e imágenes con todo lo que diarios y revistas de la época dijeron”. Sin embargo es ésta también una notable limitación ya que la extensa exposición documental no permite un análisis en profundidad y lo que se plantean como objetivos del trabajo quedan a merced del lector, sin que sea expuesta una metodología específica.

César Díaz se propone reconstruir el complejo sistema de comunicación que existió en la época, la relación entre el poder político y los medios de comunicación, los circuitos de la recepción, los modos y las prácticas de lectura periodísticas que predominaron en la época para finalmente arribar a la pretensión central de su estudio: “el grado de responsabilidad que tuvo la prensa diaria en la gestación y posterior concreción del golpe de Estado de 1976, con el propósito de develar hasta qué punto se cumplió en la Argentina el apotegma: cada sociedad tiene los medios de comunicación que se merece” .

Sostiene su trabajo con una metodología que incluye entrevistas en profundidad realizadas a periodistas, docentes, estudiantes, perseguidos políticos; y por otra parte un análisis del “espacio de opinión” de los medios. El autor sostiene que tal espacio, se trata del género periodístico más eficaz y que la influencia de la columna editorial es estratificada e indirecta.

Al analizar los diarios La Nación, La Opinión, The Buenos Aires Herald y el matutino El Día el autor reafirma su teoría de la complicidad por acción u omisión en los procesos desencadenantes del Golpe Militar de 1976. La ausencia de una planificación metodológica clara es quizás una de sus principales limitaciones, ya que la presentación del material no se corresponde con un proceso articulado ni con una sistematización ordenada de un plan de trabajo.

En líneas generales para estos tres últimos casos, los trabajos intentan dilucidar los mecanismos de complicidad que existieron entre los medios y los representantes del poder. Los tres responden aquello que sintetizan con precisión Blaustein y Zubieta: “La pregunta más delicada y dolorosa que encierra ese debate es con seguridad la que se refiere a la responsabilidad social que hizo posible que en la Argentina se secuestrara, torturara, matara y desapareciera en el más tenebroso de los silencios”

Otros autores, a partir de la utilización de los medios de prensa no se ocupan de la dilucidación de una problemática específica acerca de la época sino que más bien enlazan un relato histórico de aquello que ocurría en Argentina, “desde las páginas de los diarios”. Por su parte, Sidicaro señala que la alusión al peligro terrorista derrotado, [en 1977] trazaba un balance que sugería no el fin de la experiencia castrense de poder pero sí al menos, el deseo de la sociedad de conocer cuáles eran los ritmos de los cambios. El mismo autor, en su extensa panorámica del siglo XX construye y describe el imaginario político del diario La Nación como el orientador intelectual de la clase dirigente argentina, delinea las transformaciones en las ideas y se presenta como “un aporte original para la mejor comprensión de la historia argentina”, recorriendo los sucesos del siglo XX desde las páginas del matutino. El capítulo XIV está dedicado a la etapa de nuestro tema de interés, definidos claramente como los años de plomo. Con una lectura prolija y analítica de los hechos, el estudio no se detiene en análisis de estructuras lingüísticas o semiótico – discursivas, sino que más bien apela a categorías del análisis sociológico para observar al matutino estructuralmente, como un actor social en medio del juego de intereses.

Basta con señalar que este importante estudio guarda puntos de contacto que resultan enriquecedores para éste y, al mismo tiempo, brinda las pautas de la necesidad de una profundización en lo estrictamente relativo a la relación que el diario estableció en la construcción de su enemigo, de aquel que atentaba con su propio statu – quo.

Ulanovsky, revisa la historia de los medios de comunicación en Argentina desde la inauguración de la Gazeta de Buenos Ayres en 1810 hasta la puesta en circulación de los nuevos suplementos por los ya multimedios de la década de los ’90. A lo largo de aquel recorrido exhaustivo por diarios, revistas, sucesos y periodistas el autor va reconstruyendo la fisonomía de los tiempos y concluye que “en cada época, todo gran medio encierra un mensaje”. Concebido como un manual en el que tienen registro los productos y personajes del periodismo escrito cuenta una historia que atraviesa el cuerpo social argentino.

Noticias de los años de plomo, denomina el autor a los sucesos posteriores al Golpe del ’76. A modo descriptivo de titulares, portadas y fotografías comenta los medios que fueron apareciendo en la década, los censurados y el destino de los profesionales que en aquellos se desempeñaban. Describe el espíritu de los ámbitos de trabajo, el comienzo de profesionales hoy reconocidos y/o desaparecidos, la cobertura que los medios hicieron, los hitos de la década, los exilios de periodistas y la utilización del humor entre otros temas.

El estudio resulta una herramienta fundamental para el reconocimiento del clima de época desde los ojos del profesional de la comunicación, no obstante no profundiza en el análisis en particular de ninguno de los aspectos descriptos.

En lo relativo a la particularidad de las construcciones discursivas de la identidad política el tema ha sido poco explorado, menos aún relacionado con los procesos derivados de la guerrilla y la conflictividad de la violencia política.

Importante de señalar es la incursión de Silvia Sigal y Eliseo Verón, que tienen como principal objeto el análisis del último gobierno peronista en tanto situación definitoria de condiciones de producción, circulación y reconocimiento de discurso político. Los autores se proponen determinar la relación, las posibles líneas de continuidad, ruptura o diferencia relativa entre la intervención final de Perón en la escena política argentina y su participación en la década del ’40. Hubo elementos que persistieron y otros que no entre 1943 y 1973. La estrategia metodológica se sustenta en el análisis de tres aspectos que para los autores resultan fundamentales dentro del discurso peronista: “a) el modo en que el enunciador construye su propia posición de anunciación, b) el modo de construcción de las entidades (como la Patria) y los colectivos (como los peronistas) que caracterizan el imaginario del discurso político y c) el modo de construcción del adversario”. Si bien para el eje de nuestro estudio resulta de mayor interés el tercero de los aspectos no es posible a mi entender, arribar a una adecuada conceptualización del adversario si no se considera previamente los otros aspectos.

Sigal y Verón colocan la mirada exclusivamente en los discursos de Perón, no han utilizado otro tipo de material doctrinario, ni los mensajes a grupos o individuos de carácter semipúblico o privado. Clasifican su estudio para observar El modelo de la llegada (que definen fuertemente ligado al universo metafórico del imaginario militar y asociado a la idea del Mesías que brinda algún tipo de redención social), La redención y la reconstrucción (en donde se produce el refuerzo de la construcción de la entidad Patria y manifiesta con mayor claridad la urgencia de unión solidaria dentro del colectivo argentinos – espacio que luego colocará en relación de simetría con el colectivo peronistas - ), el vaciamiento del campo político (espacio en el cual analizará especialmente el lugar que ocupa el “Otro”, como el anti - Patria , en la caracterización de una naturaleza descentrada y explícitamente asociado a ideologías extrañas, traiciones y malas fuerzas).

El trabajo brinda innumerables aportes, tanto desde la concepción teórica de los elementos que componen el discurso como así también desde una perspectiva metodológica. Si bien los autores abordan un tema que poco se relaciona con lo específico de la evolución de la violencia política durante la década y con la acción de las organizaciones guerrilleras, se trata de un aporte que transversalmente enriquece y complementa notoriamente nuestro estudio.

La idea de la construcción de un enemigo político en el discurso ha sido trabajada a partir de los discursos en las cenas de camaradería que pronunciaban los jefes militares durante la última dictadura.

Paula Vera Canelo se interroga acerca de las creencias que fueron capaces de sostener la unidad interior de una corporación que se embarcaba en un proyecto disciplinador y represivo, cuáles fueron las estrategias impulsadas para crear condiciones de cohesión y el papel que jugó el enemigo político como amenaza. La investigación está guiada por la hipótesis de que la definición del “enemigo político” como amenaza extendida a los más variados ámbitos de la vida social constituyó el principal recurso de cohesión de la identidad militar en un contexto de significativas diferencias ideológicas.

El estudio aborda el período 1976 – 1981, porque entiende que para éste último año las derivaciones del Proceso estaban ya consumadas. Esboza una división precisa entre una primera etapa (’76 – ’78) que denomina represiva, en la que el enemigo principal es el subversivo y el rol de las Fuerzas Armadas en la lucha militar es el principal criterio de legitimación; y una segunda etapa (`79 - `81) donde el enemigo ya no es militar y externo a la corporación sino interno, político y se manifiesta en los resquebrajamientos y rupturas facciosas.

El estudio de Canelo es extremadamente prolijo en la definición conceptual y la utilización de las fuentes, y sin duda representa el aporte más significativo para la orientación de nuestro estudio. No obstante la idea de construcción del enemigo para provocar un efecto de cohesión en la identidad militar y disolver un contexto de diferencias ideológicas reduce y homogeneiza ciertas particularidades que en este estudio pretendemos remarcar para el caso de la prensa gráfica de difusión masiva.

Consideramos necesario observar la variabilidad en la matriz político – ideológica a fin de observar objetivos subyacentes que movilizaban a los matutinos.

La construcción del adversario para los medios de comunicación no se conecta con los objetivos y fines de construcción que realiza el cuerpo castrense. No se persigue la legitimación directa de la situación política; sino más bien, dicha construcción se representa con su propia visión de mundo, sistema de valores y creencias.

OBJETIVOS

Con el propósito de contribuir al conocimiento sistematizado en torno a la problemática que se ha planteado, y a partir del estado en que dicha problemática se encuentra según lo que se ha puntualizado en los apartados anteriores, se propone para el presente estudio el objetivo general de identificar en el diario La Nación, las marcas discursivas utilizadas para la construcción del enemigo político durante el primer año de la última dictadura militar en la Argentina.

Sin embargo, se reconoce que, a los efectos de alcanzar dicho objetivo propuesto se deberán alcanzar previamente una serie de objetivos secundarios relacionados tanto con las estrategias de análisis como con aquellas problemáticas específicas que complementan al mismo.

Esperamos entonces en los siguientes apartados, poder señalar aquellos elementos de resignificación conceptual en los enunciados, la evolución de los conceptos y una puesta en historia de dichas significaciones.

En este caso, la evaluación discursiva pretende encontrar valoraciones explícitas e implícitas que acompañan las representaciones del enemigo político, asociaciones con normalidad, anormalidad, peligro, defensa, etc.

Procuraremos, rastrear aquellos argumentos que acompañan dichas construcciones, y que justifican o dan pruebas explicativas de nociones de desigualdad, subalternidad, etc.

El análisis proyecta reconocer las categorías a través de los cuales se estableció la relación nosotros/otros dentro del discurso a través de entidades de inclusión/exclusión que permitan la definición de espacios de poder.

Es con todo lo expresado que intentaremos definir los mecanismos por los cuales en este caso en particular, la prensa escrita proporcionó elementos de legitimación para dichas categorías.

MARCO TEÓRICO

Siguiendo a Costa y Mozejko, en el ámbito de las prácticas discursivas, la probabilidad de imponer sentidos pasa por la capacidad de generar aceptación en los receptores, la cual a entender de estos autores, tendría dos fuentes principales que se articulan y potencian. Por un lado la legitimidad otorgada al agente social que produce el discurso fundada en criterios weberianos de legalidad, tradición y carisma. Por otro lado las características de las construcciones textuales que resultan de procesos de selección tendientes a persuadir, manipular y lograr la adhesión de los receptores.

Desde otra perspectiva, pero siempre pensando en la idea de la imposición de los sentidos, se puede atender a que no hay medio más eficaz para dominar a los hombres que manteniéndolos en el miedo y la esperanza, ni modo de inquietarlos que con el cambio de las causas; los que tienen aquella ambición necesitarán estabilizar las causas, las formas y los contenidos del miedo.

El siguiente marco teórico está dividido en dos partes que a mi entender resultan fundamentales para el abordaje del análisis particular del corpus, esto es y de acuerdo a lo que se ha señalado, el conjunto de portadas, editoriales y notas de opinión publicadas por el matutino La Nación durante el primer año de la última dictadura, - entre el 24 de marzo de 1976 y el 24 de marzo de 1977 -.

La primera parte describe las consideraciones teóricas relativas a los procesos de discursividad desde la dimensión de las condiciones sociales de producción. Dichas consideraciones en las perspectivas de Eliseo Verón sólo nos son útiles como herramientas de análisis colocadas en relación con lo social; esto es, que el discurso en sus condiciones de producción se articule con los procesos que la misma sociedad se autoimprimió en sus representaciones.

En la segunda parte de este marco teórico, se desarrolla el abordaje histórico relativo a las condiciones de producción del discurso. Suponemos que existió una particularidad histórica que singularizó el carácter de esas prácticas discursivas, las cuales no hubieran tenido otro desarrollo si no se hubieran presentado de ese modo.

Desde la perspectiva que se ha expresado, el presente trabajo pretende romper con la visión que hasta ahora han tenido muchos de los trabajos relativos a la relación entre dictadura y medios de comunicación, los cuales ponen el acento en la responsabilidad de la prensa en la formación de consenso. En este mismo sentido se orientó la temática del Seminario sobre Historia de la memoria Argentina donde la tópica eje estaba constituida por la cuestión de la culpa. Desde aquí se pretende observar los procesos de construcción de identidades desde los mismos mecanismos de producción discursiva de los medios. Sin que se formule juicio acerca de culpas o subjetividades, bajo la hipótesis de que la definición del “enemigo político” como amenaza extendida a los más variados ámbitos de la vida social constituyó el principal recurso de cohesión de la identidad militar en un contexto de significativas diferencias ideológicas y sin la profundización de la importancia del miedo como eje motivador del mantenimiento de los antagonismos.

1. I EL DISCURSO EN LO SOCIAL

Según Benveniste, un individuo puede movilizar la lengua por su cuenta, tomarla como instrumento, convertirla en discurso y colocarla en posición de hablante por medio de índices específicos, se refiere al acto mismo de producir un enunciado que en la conceptualización de Ducrot, aparece como el resultado de ese proceso, la entidad concreta producida en un particular contexto y que contiene una carga semántica tal que compromete su sentido.

Todo texto o discurso es interacción entre sujetos, que dejan su impronta o marca de subjetividad. Las huellas subjetivas, según Kerbrat-Orecchioni, aparecen en forma constante, sistemática, y constituyen las marcas textuales que señalan la posición del locutor.

Así definidos estos conceptos, podemos avanzar en la suposición de que estas estrategias discursivas apuntan a producir efectos perlocutivos: influyen, seducen, convencen, consuelan, emocionan, impresionan, calman y un sinfín de finalidades accionales y psicológicas.

A fin de complementar los conceptos hasta aquí propuestos, quisiéramos introducir la perspectiva de Eliseo Verón y su propuesta de modelo ternario, esto es lo que él llama tricotomía cualidad/hecho/pensamiento: “(...) el concepto de “discurso” abre la posibilidad de (...) tomar a su cargo lo que yo llamo pensamiento ternario sobre la significación (...)”

En el desarrollo de su Teoría de la discursividad, Eliseo Verón propone una metodología para el estudio empírico de la producción de sentido.

Uno de sus puntos de partida consiste en rebatir el concepto binario que la lingüística asigna al discurso. Establece entonces un pensamiento ternario sobre la significación y da lugar a una reformulación que le permite recuperar por un lado la materialidad del sentido y por otro la construcción de lo real en una red semiótica.

Cuando Verón habla de semiosis se refiere a una acción dinámica inserta en una o alguna de las diferentes áreas de la sociedad, puesto que considera un doble anclaje del sentido en lo social y de lo social en el sentido. Pero bien, decíamos entonces que para Verón esta acción dinámica implica la interrelación de tres sujetos: (sujetos en el sentido de términos) un objeto, un signo y un interpretante.

Ahora bien, en relación a los conceptos definidos pero desde la perspectiva abarcadora de Verón, cuando hablamos de rasgos enunciativos, nos referimos al efecto de sentido de los procesos de semiotización por los que en un texto se construye una situación comunicacional a través de dispositivos que podrían ser o no de carácter lingüístico. La definición de esa situación puede incluir la de la relación entre un emisor y un receptor implícitos no necesariamente personalizables. “(...) Hablar de enunciador implica una modelización abstracta que permite el anclaje de las operaciones discursivas a través de las cuales se construye, en el discurso, la imagen del que habla (...)”.

Esta metodología propone un ejercicio de interdiscursividad puesto que nos llama a concebir los fenómenos de sentido como conglomerados de materias significantes y como remitiendo por al funcionamiento de la red semiótica, conceptualizada como sistema que cristaliza las tres posiciones funcionales (operación – discurso – representaciones). Sin embargo Verón destaca que se debe atender que siempre partimos de configuraciones de sentido identificadas sobre un soporte material, esta materialidad del sentido define la condición esencial, el punto de partida. “Cualquiera que fuera el soporte material, lo que llamamos un conjunto discursivo no es otra cosa que una configuración espacio temporal de sentido”. Más aún, a continuación aclara: “analizando productos apuntamos a procesos”.

Hay que recordar que todo discurso tiene determinaciones que restringen su generación y su recepción. Verón llama a las primeras, condiciones de producción y a las segundas condiciones de reconocimiento, y establece que las distancias entre producción y reconocimiento son extremadamente variables según el nivel de funcionamiento en que uno se coloca en el análisis.

No obstante es importante destacar que lo que interesa al análisis no está ni dentro –“en”- los discursos, pero tampoco está “fuera” de ellos, sino en alguna parte de la realidad social objetiva. El análisis no es ni externo ni interno, son sistemas de relaciones que todo producto mantiene con sus condiciones de generación por una parte y con sus efectos por otra.

En un aporte que realiza al análisis político propiamente, válido para nuestro estudio puesto que los hechos se encuadran en un marco de neta actividad de gestión. Verón sostiene que el discurso político supone la construcción de adversarios, en este sentido el autor habla de la dimensión polémica del discurso político “es evidente que el campo discursivo de lo político implica enfrentamiento, relación con un enemigo, lucha entre enunciadores. (...) La enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario”.

Siguiendo a Verón, la situación discursiva en el plano político supone la construcción siempre de un destinatario, Verón habla de al menos dos destinatarios, un destinatario positivo y uno negativo, el discurso político se dirige a ambos al mismo tiempo. “El destinatario positivo es esa posición que corresponde a un receptor que participa de las mismas ideas, que adhiere a los mismos valores y persigue los mismos objetivos que el enunciador. El destinatario positivo es antes que nada el partidario. Hablaremos de prodestinatario (...) La relación entre el enunciador y el prodestinatario cobra en el discurso político, la forma característica de una entidad que llamaremos colectivo de identificación. El colectivo de identificación se expresan en el “nosotros” inclusivo (...) El destinatario negativo está excluido de ese colectivo de identificación, esta exclusión es la definición misma del destinatario negativo al cual llama contradestinatario.”

Un plano del enunciado a señalar es el de los componentes, nivel que según Verón opera como articulación entre el enunciado y la enunciación, ya que los componentes definen las modalidades a través de las cuales el enunciador construye su red de enunciaciones con las entidades del imaginario. Así, Verón distingue los cuatro componentes: descriptivo, didáctico, programático e interpelativo. El autor advierte que a lo largo de los discursos políticos, el enunciador permanentemente pasa de un nivel a otro.

1. II EL DISCURSO EN LOS MEDIOS

Martín Barbero afirma que informar es dar forma a un hecho acontecido, que los acontecimientos no hablan sino convertidos en noticia, esto es, puestos en discurso. “(...) La prensa muestra cada día que el sentido no existe sin la forma y que toda forma es una imposición de sentido. No hay formas neutras ni universales. La ideología es no sólo la forma sino la materia prima de la información (...)”

A partir de esta conceptualización, concebimos a la Página Editorial como el mecanismo por excelencia a través del cual el medio atraviesa su ideología; más aún la editorial en su conjunto y como paquete de significados que se conforma tanto a través de la nota editorial propiamente como así también acompañada de la Nota de Opinión y la selección de las Portadas.

Lo que en términos de Lalinde Posada sería: “(...) Los medios masivos de información participan activamente de los avatares políticos, económicos y culturales de la sociedad. Considerarlos implica una “puesta en historia”, una atención especial por el desarrollo de la sociedad de la que son productores y producto a la vez”.

El trabajo de Jacques Aumont, brinda considerables aportes en torno a la concepción que se pretende imprimir a la importancia fundamental del dispositivo técnico. Este autor detalla que se trata de aquello que regula una relación entre el que recibe y emite el mensaje, y que determina así lo que llama contexto simbólico, “este contexto simbólico es también, necesariamente un contexto social, puesto que ni los símbolos ni la esfera de lo simbólico en general existen en abstracto sino que son determinados por las características materiales de las formaciones sociales que lo engendran”.

En definitiva, todo mecanismo constructor de ideología como dispositivo determinante de un contexto simbólico posee aquella retórica propia que Steimberg, define para el caso específico de los medios masivos de comunicación como “la dimensión esencial a todo acto de significación, abarcativa de todos los mecanismos de configuración de un texto que devienen de la combinatoria de rasgos que permite diferenciarlo de otros”. Pero que en su sentido general puede se concebida como una técnica y además, como una práctica social lúdica que no deja de ser un metalenguaje. Roland Barthes en “La retórica antigua” dice que “de la inventio parten dos grandes vías, una lógica y una psicológica: convencer y conmover” según la misma definición ésta requiere un apartado lógico o pseudológico que se denomina en conjunto la probatio: mediante el razonamiento se trata de introducir una violencia justa en el espíritu del oyente, cuyo carácter, las disposiciones psicológicas, no se tienen en cuenta: las pruebas tienen una fuerza propia.

Como se ha señalado, el enfoque de este estudio pretende englobar otras perspectivas para el desarrollo del análisis, de modo tal que resulte más integradora y que pueda puntualizar en concreto nuestra problemática.

La perspectiva desarrollada desde la sociología del conocimiento a través del aporte de Berger y Luckmann, estudio que es fundamental en el intento de interpretación de los mecanismos sociales de construcción de la realidad, nos brinda ese acercamiento a nuestros interrogantes esenciales: La cuestión del subversivo en la construcción social de la realidad.

Nuestro problema de análisis nos enfrenta a la disyuntiva de indagar si aquella construcción discursiva conlleva o conduce de algún modo a un proceso de institucionalización. Dicho en otras palabras, Si la reiterada alusión a la idea de subversivo; con un puntual refuerzo y acompañamiento de cualidades y cualificaciones, introducido en un marco discursivo particular, es factible de conducir a un proceso de transformación de aquello que la sociedad percibe como “realidad”.

Debe atravesarnos una cuestión fundamental que ya inquietaba a Berger y Luckman pero al que matizaremos con nuestra problemática particular: ¿Cómo es posible que la apreciación subjetiva del concepto de subversivo se transforme en una facticidad objetiva, y en qué radica ese proceso de institucionalización que lo objetiviza?

Existen procesos sociales que se producen desde la individualidad que la conforman, y la vuelven relativa a otras subjetividades. La auto producción del hombre es siempre y por necesidad una empresa social. Los hombres producen juntos un ambiente social con la totalidad de sus formaciones socio-culturales y psicológicas. Los medios de comunicación son en este sentido un engranaje esencial en esta empresa

2.I EL ADVERSARIO DURANTE LA DÉCADA DE LOS ´70

El objetivo del siguiente apartado en el presente Marco Teórico, pretende aclarar las cuestiones relativas al contexto histórico en el que se encontraba nuestro país a mediados de la década de los ´70, dentro de la cual se inserta nuestro objeto de análisis. Asimismo brindaremos en esta sección las implicaturas ideológico políticas que el diario La Nación fue construyendo a lo largo de su propia historia y que lo refuerzan en su producción discursiva.

Pretendemos romper con una serie de concepciones que tiñeron las observaciones que suelen realizarse acerca de los procesos que se produjeron durante esta década. Pretendemos también, desechar definitivamente la muy difundida teoría de los dos demonios y evitar el apasionamiento militante, que nos cegaría de una perspectiva más plural y abarcadora de visiones integrales.

Sin duda el Proceso de Reorganización Nacional no se instituyó por generación espontánea en marzo de 1976 y sería erróneo para nuestro análisis desconocer las condiciones históricas previas de posibilidad, en definitiva en – por lo menos – una descripción de los años de convulsión y efervescencia que se signaron desde los comienzos de la década.

Una vasta producción bibliográfica ha llevado como eje de atención la década de 1970. Luego de la modernización económica que se había vivido en la década anterior, una variedad de consecuencias sociales habían comenzado a estallar, el Cordobazo había sido la expresión más significativa, pero parecía ser más un punto de partida que un hecho aislado. El espacio sindical se había transformado, la radicalización ideológica emergía en los diferentes sectores de la sociedad y un nuevo escenario político asistía a una conflictividad social creciente.

Las nuevas izquierdas y particularmente las organizaciones guerrilleras comenzaron a formar parte de una nueva cultura política, también para el caso es de destacar que así presentadas las cosas, el peronismo tuvo un rol central.

La posibilidad cercenada de construir espacios de disidencia en la legalidad, la proscripción del peronismo como eje depositario de las manifestaciones populares alimentan las manifestaciones guerrilleras. Ollier analiza, para una representación del sentido que queremos darle en esta investigación y siguiendo a Pasquino y Della Porta, que “se trata de una actor colectivo que opta por recorrer el camino de la violencia como medio de lucha política”, y observa tres niveles para su constitución. Colocando el acento en las raíces ideológicas de la llamada cultura del ´68, es decir de los movimientos culturales emergentes: “Si bien no es posible encontrar un denominador social común en el movimiento, es cierto que desde el punto de vista psicológico, esa generación parece dotada de un verdadero coraje, de una espantosa voluntad de actuar y de una confianza no menos espantosa en las posibilidades de un cambio”.

Con el líder político en el exilio y la violencia permanente en las calles, la década de 1970 no comenzó con buenos augurios para el poder militar. El retorno de Perón al país intensificó las fracciones dentro y fuera del propio partido, la sociedad completa fue espectadora de una ola creciente de violencia que tomaba las calles, los campos, y las maneras de ver y de actuar en la política.

Con la muerte del presidente y luego de atravesado el primer periodo de duelo, la situación de caos y de irregularidad ocupaba todos los estrados. Para fines de 1975 – tiempo histórico en el que pretendemos posicionarnos – la situación era insostenible.

Novaro y Palermo han relatado los sucesos desde fines de aquel año, a mediados de la década. En el mensaje navideño previo al Golpe, Videla había colocado el eje en “la guerra antisubversiva” como ultimatum a las autoridades constitucionales. Poco después desde la editorial, La Nación advierte que “las fuerzas militares hacen destacar reiteradamente que nadie podrá decir que no lo habían señalado.

El golpe de 1976 no es simplemente un eslabón más en la cadena de intervenciones militares que se inició en 1930. La crisis inédita que lo enmarcó, dio paso a un régimen mesiánico inédito que pretendió producir cambios irreversibles en la economía, el sistema institucional, la educación, la cultura y la estructura social, actuando de cara a una sociedad que se presentó debilitada y dócil.

El diario publica también el “Acta de objetivos” el mismo 25 de marzo de 1976. Allí se señala: “vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino (...) vigencia de la seguridad nacional, erradicando la subversión y las causas que favorecen su existencia (...) relación armónica entre el Estado, el capital y el trabajo, con fortalecido desenvolvimiento de las estructuras empresariales y sindicales, ajustadas a sus fines específicos; (...) conformación de un sistema educativo que sirva efectivamente a los objetivos de la Nación (...) ubicación internacional en el mundo occidental y cristiano.

Según los investigadores, el asalto al poder se venía pergeniando por lo menos desde febrero de ese año. Se preveían tareas de inteligencia, despliegue de tropas, acción psicológica y la lista de personas a detener en las primeras horas del operativo. Se clasificó entre “enemigos activos” y “enemigos potenciales”.

Las primeras medidas pretendieron evidenciar los alcances del régimen: intervención de los sindicatos; prohibición de huelgas, negociaciones colectivas y actividad estudiantil; la supresión de la CGE y de los partidos políticos; todos acusados de promover actividades subversivas. Pretendían según sus propias palabras, poner en vereda una sociedad sumida en el caos, cuyos males la convertían en presa fácil de la subversión.

Novaro y Palermo evalúan además que la ruptura del orden constitucional contaba con un amplio consenso social y con un monopólico respaldo en las FFAA., en algún punto motivado por la fuerte tensión de la etapa previa, el temor por la generalización de la violencia, la evaporación del orden público, desafección frente a la política democrática, los partidos y las organizaciones sociales.

También se persiguió un definitivo objetivo de despolitización de la población. De un modo que sería revolucionario se operó desde el nuevo gobierno una profundización de transformaciones con el doble objeto de utilizar a la población como garantía de acatamiento y convertirla en rasgo permanente del nuevo orden social. La politización para determinados sectores había demostrado ser peligrosamente permeable a la subversión.

ESTRATEGIAS DE ANÁLISIS

I. ADVERTENCIAS

El estudio que a continuación se presenta se circunscribe a una etapa particular de la historia y a un tiempo específico dentro de un medio de comunicación determinado. Las conclusiones a las que arribaremos sólo pueden ser contempladas dentro de dichos marcos y son factibles de representar el puntapié inicial de indagaciones posteriores ya que sin duda se encuadran dentro de otras problemáticas mayores.

Esta investigación ha sido realizada a partir de un recorte puntual del objeto de análisis, atendiendo al marco de conceptualizaciones teóricas y metodológicas que se circunscriben al universo que ha sido definido a lo largo de estas consideraciones previas que singularizan su particularidad.

II. DESCRIPCIÓN PANORÁMICA

Se realizó una observación detallada del diario “La Nación” a lo largo del periodo comprendido entre el 24 de marzo de 1976 y el mismo día del año siguiente. Tal relevamiento estuvo concentrado en la observación de tres aspectos considerados esenciales para este estudio ya que de acuerdo a lo expuesto entendemos que la Página Editorial en su conjunto refleja de un modo articulado no sólo aquello sobre lo cual la dirección del medio desea expresarse, sino también, la ideología del mismo.

De este modo, el presente análisis estará circunscripto al conjunto de relaciones y a la particularidad de las expresiones puestas de manifiesto en el discurso publicado en:

a) La Tapa o Portada.

b) La Nota Editorial.

c) La Nota de Opinión.

Así, de acuerdo a lo que detalla el Anexo I del presente estudio, se realizó el fichaje y recolección de los principales conceptos referidos a nuestro asunto de estudio a lo largo de los 365 días iniciales de la última dictadura argentina, esto supuso como criterio básico para la selección del material, la transcripción de fragmentos y referencias explícitas (o que estuvieran a nuestro entender sugeridas pero de algún modo latentes en la trama textual) relativas al conjunto de los temas que se entrelazan con la problemática específica que nos preocupa, esto es el del enemigo político en el discurso del diario La Nación.

Hemos advertido que el diario no sostiene una secuencia o periodicidad en la alusión al enemigo político. Por ese carácter aleatorio, decidimos al momento de la recolección y conformación del corpus de análisis, realizar una observación detallada de todas las Editoriales, Portadas y Notas de Opinión, y una vez fichado ese universo, registrar para el análisis la totalidad de las referencias explícitas o sugeridas que han sido publicadas durante el período seleccionado.

Surgieron de este modo una variedad de referencias que agrupamos a través de un fichaje cronológico (una ficha por día), en las que fueron consignadas aquellas alusiones manifiestas por el enunciador acerca de la subversión, a la violencia política y a las expresiones de alteridad o disidencia. También se tomó nota de ciertos temas recurrentes que el diario expone, giros gramaticales reiterados, tópicos y expresiones que a lo largo de la continuidad de las editoriales y luego de la confrontación, nos dan la pauta de que identifican al medio, lo dotan de rasgos cualitativos propios y distinguen al conjunto o colectivo que para nuestro análisis hemos denominado como el Nosotros.

En lo relativo a las especificaciones técnicas, es importante mencionar que se tomó nota exclusivamente de los titulares de portada relativos a la cuestión del subversivo / la subversión, y en algunos casos se prestó atención además a aquellos titulares cuya trascendencia resultara significativa en un aspecto relacional con el resto de nuestro análisis. En general, pero no en todos los casos, se desecharon los titulares de índole económica, deportiva y artística por considerarlos en abundancia de contenidos técnico específicos. Sólo se los ha incluido cuando el tema al que refieren o las características del discurso que proponen son relacionables con nuestro tema.

III. ESTRUCTURA DE ANÁLISIS

Nos interesa particularmente describir el modo en que será presentada la investigación a lo largo de los próximos capítulos o partes subsiguientes, puesto que en la estructura del presente estudio radica buena parte del enfoque metodológico que deseamos imprimir al análisis del discurso.

El lector podrá observar que el material está estructurado en tres partes que la descripción detallará una a una. Sin dudas poseen características propias, pero forman parte de una unidad indivisible y describen la problemática en forma integral. Cada nueva categoría amplía la información consignada en la categoría precedente que a la vez explica de algún modo a la posterior. Cada nuevo apartado pretende desarrollar aspectos novedosos acerca del asunto particular, complementar la información y abordarlo desde vértices particulares.

En una primera aproximación se puede denominar de un modo esquemático cada una de ellas de la siguiente manera:

Parte Primera: La identificación de la oposición Nosotros / Otros y la construcción que realiza el diario La Nación de una relación de alteridad en la sociedad.

Parte Segunda: La evolución cronológica de la alteridad.

A) Etapa de Institucionalidad: La alteridad en el marco del establecimiento de los objetivos y la planificación de un nuevo Estado.

B) Etapa de Transición: Las transformaciones en las características del discurso: “De una lucha militar contra la guerrilla al enfrentamiento cultural al subversivo”.

C) La Consolidación: El refuerzo del sentimiento de nosotros y de la identidad nacional. Se consolida en el discurso la idea del enemigo latente en todos los espacios de la sociedad.

Parte Tercera: El análisis de la alteridad en relación a los distintos campos o ámbitos de la vida social. Se pretende desentrañar cómo ha operado la construcción de esa alteridad y su evolución en espacios puntuales de intercambio social de significados, esto es colocar la mirada en la manera como el diario los ha percibido y ha dado cuenta de la existencia del enemigo en aquellos:

A) En el sector Gremial. (implica también la opinión que el diario manifiesta acerca del enemigo en el marco de los sindicatos, el discurso acerca de la actividad oficial en la cartera de Trabajo y de las distintas consideraciones del el sector empresarial)

B) En el espacio de la Familia y la Juventud. (Relacionado aquí con los valores morales y las conceptualizaciones acerca de la ética).

C) En el sector Educativo. (Pretendemos dar cuenta de aquello que el diario advierte como enemigo en los claustros universitarios y en el marco de la educación media. Las prácticas, normativas y contenidos sobre los cuales el discurso del medio se encuentra poniendo el énfasis).

D) El sector eclesiástico, la Iglesia. (En este apartado vale también la relación que puede establecerse con los valores éticos y morales pero es necesario identificar aquello que el diario toma del discurso oficial de la iglesia acerca del enemigo y cuánto lo que reconstruye en su propio discurso).

E) La Política Internacional. (En este apartado es preciso identificar la manera en que el diario se refiere al enemigo político en el contexto internacional y la relación que establece entre el enemigo exterior a las fronteras nacionales y el enemigo interior).

Teniendo en cuenta el esquema inicial que ha sido expuesto y pretendiendo acercar mayores especificaciones acerca de la metodología que se ha optado para el presente estudio, consideramos necesario precisar que el primero de los aspectos describirá la relación que se establece a lo largo de las páginas del matutino entre el enunciador nosotros que esboza y construye el discurso, y el enunciatario ellos u los otros, al cual se refiere. Pretendemos en primer término dar cuenta de los momentos y evidenciar los términos con los que el diario narra u establece opiniones acerca de ese otro colectivo al que identifica como opositor / enemigo político.

Se trata de una primera distinción, que diferencia en el discurso al agente nosotros, de un ellos u otro/s, en cuanto construcción discursiva que remite a la separación de colectivos sociales en tanto pertenecientes o excluidos de un determinado bien social, o cualidad identitaria.

La clasificación que se expone a lo largo de este apartado, identifica a ambos colectivos sociales como parte de una misma relación a través de la cual el uno no podría tener entidad sin la afirmación del otro. Señala aquellos estereotipos o naturalizaciones que hemos advertido en el discurso y desmenuza desde la mirada desnaturalizada la representación de cualidades, rasgos, ubicación contextual, apariencia física, descripciones psicológicas, asignación de roles, actitudes verbales, signos de pertenencia, lugares desde donde provienen, valores que promueven, etc.

A lo largo de la observación panorámica que hemos realizado, luego del fichaje del material y considerando la visión global del corpus, esto es sin el desmenuzamiento en particular, podemos decir que el diario estaría construyendo una posición de enunciador situando los enunciados desde un espacio a través del cual puede ser identificada una determinada matriz de pensamiento y una identidad particular.

No obstante como ya expresáramos anteriormente, la identificación del yo sólo puede construirse a partir de otro, sólo a partir del reflejo en el otro es que se develan las particularidades propias y es por ello que esta primera aproximación espera dar cuenta de esa relación que el diario establece entre el yo en cuanto grupo social constituido / instituido; con intereses, valores, conceptualizaciones y formas de ver el mundo, frente al enemigo dicotómico.

La primera sección de nuestro análisis entonces, pretende dar cuenta de una relación antagónica y de enfrentamiento político reflejado en el discurso del diario. Se trata de una contienda desigual en tanto que el objeto de nuestro estudio es el discurso hegemónico y la perspectiva es el abordaje desde la posición del que se sabe dominante.

Hemos expuesto anteriormente que concebimos a la construcción de identidad como un proceso relacional y que por tanto es en la identificación de los demás que tomamos conocimiento de los rasgos propios.

La primera clasificación consistirá entonces en buscar aquellas marcas discursivas que definen la posición desde la que se esboza el discurso. Se trata de representar no sólo a quién habla sino también desde dónde se habla, el cómo y el por qué. Pretendemos también identificar las temáticas que son abordadas, y que le sirven a ese enunciador para reforzar el sistema de representaciones por encima de los cuales construye tal identidad.

El diario La Nación, a la altura en que ocurren los acontecimientos que nos ocupan, poseía como se ha dicho una historia consolidada de nombre y tradición, llevaba ya 106 años de existencia y acumulaba elementos políticos, ideológicos (cuanto también económicos), que le fueron de suma utilidad para el establecimiento de legitimidad para sus opiniones.

No es casual que ya desde el titular de la editorial se defina como “una tribuna de doctrina”, cuando la Real Academia Española hace referencia a la idea de doctrina como la enseñanza que se da para la instrucción, como ciencia o sabiduría y como la opinión de uno o varios autores en materia de algún asunto. Nociones de instruir y opinar no se pierden de vista a lo largo de las páginas editoriales que han sido relevadas, y se mantienen como una constante permanente e ineludible.

El diario tenía pleno conocimiento del universo de lectores que consumía sus páginas, el Manual de Estilo y Ética periodística del diario, publicado tiempo después, en 1997 pone de manifiesto un elemento que ya en las ediciones de la década del ’70 puede constatarse: “hay algo que caracteriza cada producto editorial, simboliza su más íntima personalidad y lo identifica con sus lectores de manera indiscutible. Ni el fárrago noticioso ni el ingenio popular alcanzan a alterarlo: es el estilo”.

En 1944 Luis Mitre, definió el lugar y la importancia que acordaba a su rol y que confería a los editoriales en el diario: "preservar 'la doctrina, es decir, la defensa de las instituciones y los medios de estimular el adelanto del país en sus más variadas manifestaciones es objeto de su continuo desvelo. Sino fuese así no cumpliría sus obligaciones para el pueblo'. Al centrarse sobre temas de coyuntura, los editoriales suelen tener un toque dramático, al anunciar que quizás se esté ante la última oportunidad de evitar catástrofes o males mayores. Luego, en nombre de la tradición, la ciencia o el buen sentido, explican la solución del problema"

Blaustrein y Zubieta se ocupan de describir con detalles el perfil del lector a quien los autores denominan: “ (...) universo cautivo de lectores notables: funcionarios judiciales y diplomáticos, hombres de empresa, políticos semijubilados pero no clandestinos, la gente del campo, miembros de las FFAA, profesionales, la Curia, figuras de la cultura señera y de la que hoy denominaríamos progresía liberal (...) el público de La Nación, en un sentido un tanto exacerbado, sería el de un club selecto que se sabe dominador (...)” .

Por otro lado, al referirnos al colectivo ellos u otros hablamos puntualmente del enemigo político que fue designado a partir de la noción o idea de subversivos, terroristas, extremistas, etc. Pretendemos llevar adelante un recorrido que ponga en evidencia los distintos calificativos que el diario utilizó en el diseño discursivo de una identidad de grupo particular.

Esperamos aproximarnos a establecer las categorías a través de las cuales el diario trabajó cualidades, asignó valoraciones, y describió una particular visión de mundo y de objetivos.

Una vez evidenciada esta relación dicotómica, el segundo apartado o sección pretende indagar en las transformaciones que operaron a lo largo del período de estudio en torno a esa dicotomía puesta en evidencia en el primer análisis.

La segunda sección espera detallar las distintas etapas de esa dialéctica y desde una visión diacrónica del fenómeno, establecer aspectos de evolución y la forma en que se fue transformando la relación establecida entre el Nosotros y el Otros que fue puntualizado en la sección anterior.

Esta segunda etapa de análisis pretende ubicar la relación de alteridades en un plano temporal/cronológico y observar las características distintivas de etapas diferenciadas. Dichas etapas de ningún modo son definitivas o tajantes, sino que más bien constituyen el reflejo de tendencias aproximadas que pueden deducirse a partir de rasgos generales.

Podríamos ubicar cronológicamente una primera etapa entre marzo de 1976 y fines de julio – principios de agosto de ese año. Etapa a la que denominamos como de Institucionalización.

A lo largo de estos primeros meses y en líneas generales identificamos que las temáticas que el diario aborda para sus editoriales y opiniones son aquellas referidas a la organización general del nuevo gobierno, la idea del enemigo político se encuentra fuertemente asociada al establecimiento de los objetivos iniciales del Proceso y a una Planificación metodológica estructural. En esta etapa las preocupaciones giran en torno a quién ocupará los distintos cargos operativos, la designación de mandatarios provinciales, interventores, funcionarios menores y diplomáticos. Las notas pretenden interpretar los primeros comunicados oficiales y las declaraciones oficiales de la Junta Militar. Conceptos como idoneidad, eficacia, y moralidad están fuertemente vinculados a los de metas, objetivos y proceso. En este tiempo se instala la idea de que una etapa ha culminado, de que debe realizarse una “limpieza” en el Estado y fundamentalmente en los ámbitos administrativos y burocráticos es imprescindible alcanzar un “equilibrio”. No obstante los objetivos o metas que explicita concretamente son dos: “la primera erradicar la subversión, y la segunda promover el desarrollo económico de la vida nacional” (viernes 26/03/76).

En esta primera etapa el espacio que se le asigna al enemigo político es fuertemente de naturaleza militar, de enfrentamientos armados y lucha física. Las portadas hablan de capturas, enfrentamientos que no cesan en Tucumán, muertes en sucesos violentos y aparición de cadáveres. La portada del viernes 23 de abril de 1976 enfatiza declaraciones de Videla quien comienza a señalar que “La lucha contra la subversión se llevará con la máxima energía en todos los terrenos”.

En una segunda etapa, que podríamos ubicar entre principios de agosto y fines de noviembre, se observan elementos de Transición en el discurso del medio y pueden señalarse procesos de transformación en las características de identidad del enemigo político. Se opera a nuestro entender, una transpolación de espacios y el enemigo deja de ser la guerrilla militar para instaurarse definitivamente como una subversión que comienza a operar ahora en los distintos ámbitos de la vida cultural. La idea de “infiltración ideológica”, de “penetración extremista”, está más presente en las notas sobre educación, iglesia y familia; comienza a aumentar la cantidad de notas sobre política internacional y se observan las primeras evidencias de una relación entre un supuesto enemigo político que opera desde el exterior de las fronteras nacionales y un enemigo interno difícil de identificar. Tanto las editoriales como las notas de opinión comienzan en esta etapa a referirse a un enemigo que se traslada de los espacios rurales, sugiriendo que deja las armas y comienza a tomar otros elementos simbólicos para un supuesto “convencimiento de las voluntades”.

Finalmente en una tercera etapa, que podemos ubicar entre diciembre de 1976 y marzo de 1977, el diario trabaja elementos de Consolidación Nacional. Con el supuesto de encontrarse ante la evidencia de una “penetración ideológica subversiva”, se produce un refuerzo de elementos nacionales, se advierte a la población para que reconozca al enemigo, se realizan grandes convocatorias masivas en ocasión de festejos tradicionales y actos oficiales, y se apela más que en otras ocasiones a los valores representativos o identificatorios del ser y la identidad del argentino asociado a los vocablos de nosotros o la conjugación de verbos en la primera persona del plural.

La tercera perspectiva que se ha señalado, la de los distintos campos de la vida social espera describir la visión del diario La Nación, acerca de la alteridad en los mismos espacios sociales de intercambio.

Los criterios para la selección de los campos obedecen principalmente a la recurrencia con la que el propio diario ha decidido abordar dichos tópicos. Luego de la recopilación del material, hemos advertido que ciertos temas resultaron para el diario motivo de opinión habitual, de seguimiento y análisis permanente. A nuestro entender, tanto desde las Editoriales como desde las Notas de Opinión, el diario profundiza los distintos aspectos que hemos seleccionado y en particular el tema de análisis: la presencia del enemigo político se evidencia en cada una de sus páginas.

Sin duda algunos aspectos se presentarán comunes para uno o varios de los espacios, otros sin embargo tendrán particularidades que precisan ser señaladas. Cada uno de los apartados que a continuación se detallan aborda la problemática desde una perspectiva distintiva, cada uno le agrega elementos de análisis particulares pero sin duda todos se encuentran relacionados e imbricados.

PARTE PRIMERA: LA CONSTRUCCIÓN DE ALTERIDADES

Durante las primeras semanas de producido el golpe, la alusión al subversivo se presenta asociado a elementos de planificación y en el marco del establecimiento de objetivos estructurales para el nuevo gobierno instaurado. Es importante inclusive señalar que, durante estos primeros meses el enemigo no es identificado claramente por el diario y sólo las referencias asociadas a otros asuntos nos dan la pauta de que se lo está mencionando. En ocasiones también el diario utiliza tópicos o palabras para construir la relación de opuestos aunque sin referirse claramente al Otro político de forma explícita. Se redunda en la cuestión de una “crisis general”, “la necesidad de reordenamientos” y “el vacío de poder preexistente”.

Si observamos la editorial del mismo 24 de marzo de 1976, ésta se aboca al análisis de la apertura del ciclo lectivo y hace referencia al discurso del ministro del área evidenciando una situación de crisis que el diario observa. La cuestión del subversivo se entreteje con el resto de las argumentaciones, el diario se refiere al asunto pero sin mencionarlo directamente: “(...) Antes, durante y después del discurso del ministro, la subversión más decidida ha continuado cobrando víctimas (...)”.

Sin embargo y para el análisis específico de nuestro tema de estudio, comenzaremos colocando nuestro punto de partida en la Editorial publicada el primer domingo siguiente a la instauración del Golpe, bajo el título “Una doble lección”. El diario hace referencia a la detención por parte de fuerzas militares de quien denomina “la integrante de una organización subversiva”. El autor del texto ha optado de entre varios conceptos y ha decidido finalmente referirse a la idea de “organización”. Podría haberse referido a un “grupo”, un “conjunto”, una “asociación” o “agrupamiento”, no obstante la selección semántica que el autor del texto realizó adquiere una especificación conceptual que remite a componentes específicos y un carácter particular ya que, estando “organizado” un grupo responde a determinados preceptos ideológicos y pragmáticos.

El texto cumple una funcionalidad específica ya que muestra a la juventud como blanco de “un peligro que asecha”, de hecho son “las declaraciones formuladas” por esta chica las que “constituyen el aporte esclarecedor”. Es notable que el texto no precisa datos acerca de la detenida: ni su nombre, ni su edad, ni su lugar de pertenencia revisten importancia, la filiación al grupo contrario a la ideología de pertenencia es la cualidad única sobre la que se coloca el hincapié al momento de la emisión de un juicio de valor acerca de ella. Sin embargo, el diario manifiesta a la vez un sesgo de optimismo en relación a que existirían “razones para a abrigar esperanzas”. Se atribuye a los jóvenes un doble carácter: de víctimas – de fines y métodos – a los que califica de “siniestros”, y a la vez los llama también victimarios – de las instituciones y de sus compatriotas -. Concluye que para el caso de “la terrorista” (vale la observación además de que el sujeto que había sido señalado inicialmente como “la integrante de una organización subversiva”, atravesó los calificativos de “víctima” y “victimario” hasta llegar finalmente al mote de “la terrorista” como en una cadena ascendente de peligrosidad) debe ser culpada por “el terrible mal que han hecho a la sociedad” pero cuestiona también su vulnerabilidad a lo que denomina “esas capturas iniciales”.

Este texto resulta significativo para observar también la manera en que el diario estructura su propio análisis acerca del fenómeno ya que seguidamente coloca el acento en las vertebraciones y explora las causas de que este mal se encuentre entre los jóvenes: “la culpa (...) de sus maestros ideológicos”. Coloca en la descripción de causas, una supuesta deficiencia en los núcleos familiares, en los valores y principios, con lo cual podemos deducir que habría una relevancia que el diario otorga a la cuestión moral.

Esta editorial, publicada a pocos días de establecido el golpe, nos sirve como catalizador o punto de partida. En ella se entrecruzan pautas para observar distintos aspectos relativos a las categorías que hemos establecido para nuestro análisis en el establecimiento de las estrategias: por un lado el diario está materializando un sujeto físico a través del cual objetiviza sus afirmaciones (la integrante de una organización subversiva, la terrorista capturada por las Fuerzas del Ejército), establece una dicotomía pero, además, explicita las características de esa integrante en el marco de una confrontación de fuerzas político - doctrinarias.

La nota comenta que las fuerzas armadas prosiguen su lucha contra la subversión y el terrorismo, poniendo en evidencia el proceso de acción concreta en el campo militar. Esta es la característica propia de esta primera etapa en la que se inserta el artículo dando cuenta, además, de los distintos campos en los que observa plausible el enfrentamiento con el enemigo político.

No es casual la decisión de publicar una Editorial de estas características el primer domingo siguiente de producido el golpe. Vale recordar que los diarios ampliaron su tirada en estos días y suponemos - además - que las características particulares de la coyuntura motivaron un incentivo en las ventas, y por lo tanto aumentó la masa de lectores que tuvo contacto con el mensaje publicado este día.

Sidicaro menciona una editorial publicada un día más tarde de la que hemos analizado (el 29/03/76), y cuyo título “La edad de la razón” expresa las expectativas positivas con el nuevo gobierno, coincidente con el día en que el General Videla asumía la presidencia. El texto, según la interpretación de Sidicaro podría haber hecho recordar a los lectores la trilogía de Jean-Paul Sartre y dado que finalizaba con una conocida incitación de Ortega y Gasset: “Argentinos a las cosas mismas”, inspira a interpretar que la satisfacción y el tono atemperado caracterizan este primer tiempo para las editoriales del diario. La recurrencia a la idea del “vacío de poder” también da la pauta de que para el diario no está definido del todo el enemigo político, sino que esta identificación permanece aún latente.

Nuestra editorial de partida, “Una doble lección”, marca un hito o punto inicial analítico en el corpus documental y brinda una panorámica acerca del tono general de las editoriales frente al análisis cuidadoso que se expresa en las notas de opinión. Con un sesgo más literario, los títulos con los que presenta las editoriales pretenden el giro metafórico, Raramente se expresan con verbos conjugados y abundan en indeterminados o sustantivos abstractos e inmateriales. Son ejemplos de ello los siguientes titulares:

· “Lo que termina y lo que comienza”(25/03/76)

· “El rumbo de las Fuerzas Armadas”(26/03/76)

· “Los problemas de la prosperidad” (27/03/76)

· “Una doble lección”

(28/03/76)

· “La edad de la razón”

(29/03/76)

· “La tarea por delante”

(30/03/76)

· “Mensaje refirmatorio”

(01/04/76)

· “El fondo y las formas”

(05/04/76)

· “Una corriente bifurcada”

(06/04/76)

· “El corto y el largo plazo”

(13/04/76)

· “Contrabando y desidia”

(20/04/76)

En numerosas ocasiones, tales titulares anuncian oposiciones como punto de partida para los artículos. No anticipan aquello sobre lo cual se desarrolla el artículo sino que se tratan de oraciones sugerentes, a fin de que el lector pueda encontrar las respuestas en el texto. En la mayoría de los casos, la editorial ofrece una moraleja de enseñanza o un consejo desde una perspectiva paternal. En ocasiones diagnostica y hasta se permite formular propuestas concretas de política, de acciones específicas acerca de los más variados temas.

Hemos observado que la Nota de Opinión en cambio, posee una estructura más analítica y pretende acercar una perspectiva de examen que oriente la visión del lector acerca de distintos aspectos de la realidad. Se puede decir que, mientras que en la editorial el enunciador se permite ciertas licencias literarias, en la nota de opinión el diario marca una línea ideológica fuertemente interpretativa de los principales temas que para el diario están latentes o en agenda. Algunos de los ejemplos más sobresalientes en este sentido son los siguientes:

· “El Proceso de Reorganización Nacional”

(28/03/76)

· “Concluyó una época”

(29/03/76)

· “¿Es posible el marxismo nacional?”

(01/04/76)

· “El poder de un primer ministro británico”

(07/04/76)

· “En el campo laboral. La política y los gremios”

(19/04/76)

· “Panorama en la enseñanza superior”

(22/04/76)

· “La futura política exterior de EE.UU.”

(23/04/76)

· “El fin de los códigos morales y el futuro del hombre” (29/04/76)

· “Necesidad de la investigación científica”

(05/05/76)

· “Moscú frente a los disidentes”

(20/05/76)

En líneas generales y en forma descriptiva panorámica, se puede decir que las Notas de Opinión definen de un modo algo más explícito la perspectiva analítica del diario. Las hemos incluido especialmente en nuestro estudio porque introducen el valor agregado del análisis directo acerca de los acontecimientos, sin la carga metafórica de la editorial. Es más habitual encontrar en los títulos de las Notas de Opinión, indicadores de acciones concretas, de necesidad y obligación. A través del título de las Notas de Opinión es más fácil deducir el asunto acerca del cual el autor va a referirse. Para el lector habituado a incursionar en la página editorial, la sola mención de determinados autores que firman recurrentemente sus artículos constituye un signo del tema, estilo y particularidades del asunto de referencia. Hemos constatado la existencia de notas de opinión firmadas por autores cuyas columnas son de publicación recurrente, se trata de especialistas en distintos temas pero también hay columnas firmadas de autores esporádicos o eventuales a los que se convoca a efectos de que brinden colaboración específica. Asimismo no dejaremos de considerar aquellas columnas de opinión que el diario publica en forma semanal y que inamoviblemente desarrolla acerca de temas específicos. Las columnas semanales serán abordadas en el tercer apartado de este estudio puesto que se corresponden con el tratamiento por campos que el matutino realiza de los temas, pero no quisiéramos dejar de mencionar que el diario posee una estructura claramente definida de las cuestiones a las que alude, estructura que se mantiene inalterable a lo largo de todo el período que hemos seleccionado para nuestro análisis.

La construcción de las alteridades se presenta tanto a partir de la estructura textual como del contenido semántico – pragmático de los conceptos. Si bien aquellas referencias textuales que nos dan la pauta de un ente colectivo contrario, o que nos significan la presencia de un enemigo político no se encuentran aisladas esperamos a continuación brindar un acercamiento a su identificación a fin de desmenuzar el contenido discursivo.

Reconocemos que la noción del otro político sólo se construye en relación permanente con la idea de nosotros en un interjuego lingüístico indiferenciado, no obstante el análisis en particular de cada una de las categorías nos permitirá distinguir las cualidades específicas de cada uno de los sujetos colectivos de nuestro estudio.

Elementos como tiempos y personas de los verbos, la aplicación del discurso directo e indirecto, el empleo de subjetivemas, las asociaciones alrededor de un término (enlaces positivos) y la utilización de ciertas palabras clave, nos servirán como herramientas de análisis a partir de las cuales podremos desentrañar mecanismos utilizados para la construcción de la relación de alteridad que pretendemos describir.

I El espacio del Nosotros

Según lo señaláramos oportunamente en el Marco Teórico de este estudio, la idea que abordamos del Nosotros corresponde a una concepción analizada en diversas oportunidades por la lingüística tradicional. Ducrot explica que lo que debe observarse en el caso del pronombre yo, no es solamente el hecho de que constituya una manera abreviada de hablar de uno mismo, sino y sobre todo que el empleo de yo constituye un aprendizaje y un ejercicio permanente de la reciprocidad. En un sentido similar, Benveniste aplica este concepto al señalar que los pronombres personales marcan en el interior mismo de una lengua, la intersubjetividad.

Hemos señalado que para el tiempo en que ocurren los acontecimientos, el diario llevaba ya más de un siglo en circulación. Desde su fundación estuvo vinculado a la historia de nuestro país y, por tanto, la construcción de su discurso se establece a partir de elementos sólidos de una definida identificación ideológica y sin filtraciones en los argumentos y las exposiciones.

Una línea de pensamiento adusta y doctrinaria recorre cada uno de los textos donde las referencias al grupo de pertenencia se presentan a través de elementos retórico – enunciativos, estéticos, estilísticos y temáticos no tanto asociados a la coyuntura histórica de crisis en el sistema político de gobierno sino más bien a aspectos estructurales, relacionados con todas las opiniones del diario acerca de los más variados temas.

Lo que a continuación detallan cada uno de los apartados es el ejemplo de la adustez y rectitud con que el matutino se expresa desde una misma posición cuando habla de política, deportes o vida cotidiana, editorializando habitualmente sobre temas que podríamos asignar como de competencia o interés de un grupo específico de la sociedad.

Coincidimos en este punto con Sidicaro cuando interpreta que el diario mantuvo su posición de interlocutor del poder sin dejarse confundir con quienes lo ejercían, y advertimos además que a lo largo de sus editoriales y notas de opinión La Nación deja en claro aspectos relacionados con su matriz de pensamiento que no necesariamente se vinculan en todos sus aspectos con la construcción ideológico – conceptual del nuevo poder instaurado.

a) Nuestro universo agroexportador

Temas recurrentes son los de la problemática de la productividad agrícola, la enfatización del poder agrario nacional, los índices de exportación y la situación del sector ganadero. El día viernes 9 de abril de 1976, en página 4 la Editorial titulada “La nueva política agropecuaria” recalca la ineficacia del gobierno anterior y apunta que la prioridad ahora es la promoción de toda producción exportable. Reclama además la necesidad de afianzar el sector rural con tecnología e inversión, señalando expresamente: “La política agropecuaria deberá jugar dentro del contexto general de la política económica”.

En ocasión de la inauguración de la exposición Rural en Palermo, el diario dedica una amplia cobertura al evento: con Portadas, Editoriales y Notas de Opinión que ocupan buena parte de la primera semana del mes de agosto de 1976. El diario a través de su página editorial se expresa en reiteradas ocasiones sobre reuniones y conferencias internacionales relativas a la cuestión agraria, ganadera y de carnes, la cuestión de la frontera agropecuaria y la cuestión de los precios y los mercados para las exportaciones.

Hacia fines del mes de octubre incluso, cuando ya la alineación con muchas de las políticas del gobierno se hace más evidente desde las páginas del diario, se observan editoriales y notas de opinión que avalan ciertos reordenamientos en el ámbito del campo. Opiniones reforzadas para fines de 1976 cuando se observa que el diario toma incluso un rol de mediador entre el gobierno y los empresarios, desde la página editorial el diario llama a estos últimos a prestar colaboración y buena voluntad.

Aún en cuestiones de exportación agropecuaria, el diario no pierde oportunidad de diferenciarse del enemigo político. Presenta un análisis comparativo de exportaciones, califica el carácter favorable para nuestro país, lo legitima al señalar que la fuente es el INDEC, y menciona la situación cubana en esta materia comentando además la cuestión política en la isla y la opinión del diario al respecto.

b) Nuestra ideología liberal

Al diario le interesa dejar en claro su posición liberal que ha sido signo identificatorio desde su fundación. Si bien la Editorial del 25 de marzo de 1976 describe el primer diagnóstico y las iniciales expectativas en torno a los acontecimientos ocurridos, la Nota de Opinión de ese día firmada por Carlos Brignone, elogia al pensador británico y a su libro La Riqueza de las Naciones con titulando el recordatorio como “Bicentenario de una obra de Adam Smith”. Tiempo después y en diversas oportunidades el diario volverá a dedicarle editoriales y notas de opinión para analizar la vigencia de su pensamiento.

Siguiendo con el tinte liberal que predominará en numerosas ocasiones, es dable mencionar los elogios repartidos a la doctrina y pensamiento del equipo económico y en especial a la figura del ex ministro Martínez de Hoz. No obstante, en ocasiones el diario también suele mostrarse cauto y, a través de giros metafóricos o comparaciones expresa en ocasiones precaución o expectativas.

A lo largo de fines de abril y principios de mayo una serie de artículos recorren la cuestión de la libertad relacionando el concepto con la noción del orden, la moral y las normas jurídicas; asuntos recurrentes y de permanente análisis por el matutino. El disciplinamiento y el orden constituyen elementos fundamentales para el diario a quien le preocupan las desviaciones en los distintos campos.

El diario también manifiesta preocupación cuando a mediados de abril de 1976, en ocasión de una reunión de la UNESCO expresa: “(...) Si la UNESCO intenta de verdad seguir sirviendo a